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«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no
perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre
del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus
obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse
acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas
según Dios».
El tercer nombre que Jesús se atribuye es “luz” (vv. 19-21). El Evangelio dice: «Vino la luz al
mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz» (v. 19). La venida de Jesús al mundo
determina una elección: quien elige las tinieblas va al encuentro de un juicio de condenación,
quien elige la luz tendrá un juicio de salvación. El juicio es siempre la consecuencia de la libre
elección de cada uno: quien practica el mal busca las tinieblas, el mal siempre se esconde, se
cubre. Quien hace la verdad, es decir, practica el bien, llega a la luz, ilumina los caminos de la
vida. Quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, no puede por menos que hacer buenas
obras. La luz nos lleva a hacer buenas obras. Es lo que estamos llamados a hacer con mayor
empeño durante la Cuaresma: acoger la luz en nuestra conciencia, para abrir nuestros corazones
al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad. No olvidéis que Dios
perdona siempre, siempre, si nosotros con humildad pedimos el perdón. Basta con pedir perdón
y Él perdona. Así encontraremos el gozo verdadero y podremos alegrarnos del perdón de Dios
que regenera y da vida.
Que María Santísima nos ayude a no tener miedo de dejarnos “poner en crisis” por Jesús. Es una
crisis saludable, para nuestra curación; para que nuestra alegría sea plena.
Al cuarto domingo de
Cuaresma se le conoce
como Domingo de la
Alegría, ¿conoces la
razón?, ¿qué no se supone
que Cuaresma es un tiempo
para arrepentirnos,
confesarnos, hacer pequeños
sacrificios?
¿Sobre la abstinencia qué podemos revisar?: Que nuestras privaciones no estén siendo
‘light’ ni tampoco exageradas; y asegurarnos de que no sólo nos ayuden a crecer
espiritualmente, sino también sean de provecho para los demás, por ejemplo, lo que
estamos ahorrando por no comer cierto alimento o golosina, regalarlo a una persona
necesitada.
ENCUENT
RO CON
LOS
Recibieron el bautismo del Agua y del
Espíritu:
Lunes, 11 de Marzo
EUCARISTÍA POR LOS FIELES Emmanuel González Prieto
DIFUNTOS Aaron Castillejo Cepeda
4:00 p.m. – Templo