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Esta investigación pretende dilucidar de qué forma Estados Unidos de América desde
su origen como nación ha usado los pilares ideológicos de su política exterior- Destino
Manifiesto y Doctrina Monroe- para imponer y dominar a los países de América Latina
a través de dispositivos de control que han evolucionado de acuerdo con su proceso
de consolidación hegemónica en materia de seguridad en el continente. Buscando
patrones sistemáticos en las intervenciones más relevantes a nivel militar en el
MELANY continente.
Estados Unidos desde su origen se ha adjudicado el derecho de injerir en los asuntos
de los Estados de América Latina bajo argumentos ideológicos que sustentan una
expansión sobre el continente y mediante políticas de seguridad que van en
detrimento de la soberanía y el bienestar de los pueblos de América Latina.
Las excusas de su intervencionismo en la región siempre han estado fundamentadas
en cuestiones humanitarias y de seguridad; pero las verdaderas causas obedecen al
interés hegemónico por controlar el territorio a nivel militar y por apoderarse de los
recursos que necesita para sostener su desarrollo capitalista.
La Política del Gran Garrote fue un periodo de política exterior de los Estados Unidos,
desde 1901 hasta 1933, según el cual éstos podían intervenir militarmente otros países
para garantizar la estabilidad regional. Esta forma de hacer diplomacia inició con el
presidente Theodore Roosevelt en 1901 y concluyó durante la presidencia de Franklin
Roosevelt en 1933, cuando Estados Unidos adoptó la Política del Buen Vecino. En
1904 con el Corolario Roosevelt se hizo oficial la Política del Gran Garrote como una
SARA extensión de la Doctrina Monroe.
Esta doctrina implica negociar pacíficamente, pero siempre respaldado por la fuerza
militar cuando sea necesario. La amenaza implícita del "gran garrote", es decir, del
poder militar, se alinea con los principios de la Realpolitik, que promueve la búsqueda
del poder político basada en consideraciones pragmáticas, similares a los ideales
maquiavélicos. En este sentido, la Política del Gran Garrote es comparable a la
diplomacia de las cañoneras, utilizada por las potencias mundiales en sus relaciones
internacionales.