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– Los focos de concentración principales son el sur y sureste de Asia; Europa occidental y
central; y la costa este de Estados Unidos. Además, existen focos menores de alta densidad
en los valles de algunos ríos, como el Nilo; en ciertas costas, como el litoral atlántico de Brasil,
México y el Magreb; y en áreas con recursos minerales y energéticos.
– Los focos de despoblamiento coinciden con los polos y las zonas frías; con las zonas de alta
montaña, como el Himalaya, el Tíbet, y las Montañas Rocosas; con los desiertos, como los del
Sáhara, Arabia, Namibia, Kalahari, Atacama y australiano; y con las grandes selvas
ecuatoriales.
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– Los factores humanos más influyentes son históricos, políticos y económicos. Así, la
antigüedad del poblamiento explica las altas densidades de Asia y Europa. Decisiones
políticas, como las guerras y los cambios de fronteras, desplazan a la población y crean vacíos
o concentraciones demográficas. Y la economía explica que en los países atrasados, de
economía agraria, la población se concentre en las áreas de riqueza agrícola y suelos fértiles;
o que en las sociedades avanzadas, de economía industrial y terciaria, prefiera instalarse en
las áreas más favorables para estas actividades, como ciudades, playas, puertos, grandes
cuencas mineras, etc.
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población hacia otras áreas, o emigración, los resta. Estos movimientos se estudian a través
del cálculo de índices, llamados tasas, que suelen expresarse en tantos por mil (‰).
2.2 La natalidad
La natalidad es el número de nacimientos ocurrido en una población durante un año. Para
medirla se utilizan dos tasas: la tasa de natalidad y el índice de fecundidad.
En 2020, la tasa de natalidad en el mundo era del 18 ‰, y el índice de fecundidad de 2,3 hijos
por mujer. Ambos son valores moderados.
Sin embargo, estas cifras medias esconden grandes diferencias espaciales, siendo altas en los
países menos desarrollados y bajas en los más desarrollados.
Los factores que explican estas diferencias entre países son diversos:
Políticos, como la planificación familiar, la actitud del estado ante el aborto, o la existencia o
no de ayudas a las familias.
2.2 La mortalidad
La mortalidad es el número de defunciones ocurrido en una población durante un año. Se
mide con la ayuda de tres tasas: la tasa de mortalidad, la tasa de mortalidad infantil y la
esperanza de vida.
En 2020, la tasa de mortalidad media en el mundo era de 8 ‰, un valor bajo. En este caso, las
diferencias entre países son menos marcadas. En general, tiende a reducirse en los países
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menos desarrollados; y tiende a aumentar en los más desarrollados, debido a la alta
esperanza de vida y al envejecimiento demográfico.
Los factores que explican estas diferencias entre países son también muy diversos. Biológicos,
como la herencia o el sexo, ya que las mujeres viven más que los hombres. Demográficos y
socioeconómicos, como el porcentaje de jóvenes o de ancianos, los ingresos, la profesión, el
nivel cultural, los hábitos de vida o la dieta. Y políticos, como la existencia o no de
saneamiento público y acceso al agua potable; y de un estado del bienestar que garantice la
sanidad.
En la actualidad, este crecimiento presenta grandes contrastes entre países. Así, los países de
alto desarrollo se caracterizan por un crecimiento natural débil; en ocasiones, incluso,
negativo, ya que la tasa de mortalidad supera a la de natalidad. Los países de bajo desarrollo
tienen un elevado crecimiento natural, pues mantienen altas tasas de natalidad y la
mortalidad tiende a reducirse.
Hasta 1750, todos los países de la Tierra se encontraban en esta situación. Por tanto, hasta
esa fecha, el crecimiento de la población mundial fue bajo.
La transición demográfica
Los actuales países desarrollados completaron la transición demográfica entre 1750 y 1950.
La mortalidad general e infantil también es baja, debido al buen nivel alimentario, médico y
sanitario, y la esperanza de vida es alta (superior a 70 años). Por tanto, el crecimiento natural
es reducido.
En este régimen se encuentran los países desarrollados desde 1950; y desde fechas recientes,
China y la mayoría de países de América Latina. Este hecho se traducirá en una
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desaceleración del crecimiento de la población mundial, aunque todavía tardará años en
notarse.
En 2022, en el mundo había 101,6 varones por cada 100 mujeres. Los hombres predominan
en el grupo de edades jóvenes, pues nacen en mayor número. Sin embargo, la proporción de
mujeres aumenta con la edad, ya que su esperanza de vida suele ser más alta por los trabajos
desempeñados tradicionalmente; por su menor participación en las guerras; y, hasta fechas
recientes, por mantener unos hábitos de vida más saludables.
– La población joven es propia de países atrasados del África subsahariana, Asia y América
Latina que están empezando su transición demográfica. Este hecho origina el rápido
crecimiento de su población y graves problemas como desnutrición, analfabetismo y altas
tasas de paro, que favorecen el descontento social y la emigración.
– La población envejecida es propia de los países ricos de Europa, Estados Unidos, Canadá y
Japón, que han terminado la transición demográfica. Esta situación ocasiona un bajo
crecimiento demográfico, lo que provoca escasez de trabajadores y elevados gastos en
pensiones, sanidad y asistencia social de las personas mayores.
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La composición por sexo y edad, en un lugar y en un año determinados, suele representarse
de forma gráfica por medio de la pirámide de edades. Esta refleja la juventud, madurez o
vejez de una población; y su historia demográfica reciente: migraciones, guerras, presencia o
ausencia de control de la natalidad, etc.
– La repulsión de los lugares de origen. Puede deberse a motivos naturales, como terremotos,
erupciones volcánicas, sequías, inundaciones o climas desfavorables; políticos, como guerras,
desplazamientos forzosos y persecuciones políticas, religiosas o raciales; y económicos, como
exceso de población, falta de trabajo, y carencia de servicios sanitarios y educativos.
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– La atracción de los lugares de destino. Puede deberse también a causas naturales, como
condiciones físicas y climáticas favorables; políticas, como la paz social; y sobre todo,
económicas, como la mayor oferta de empleo o de oportunidades sociales y culturales.
– En el pasado, el éxodo rural afectó especialmente a los actuales países más desarrollados.
Estuvo motivado por la mecanización del campo y el auge de la industria y de los servicios.
Provocó despoblamiento y envejecimiento rural, y el crecimiento de las ciudades.
– En la actualidad afecta, sobre todo, a los países menos desarrollados. Está motivado por el
alto crecimiento demográfico y las malas condiciones de vida del campo. Provoca un
acelerado crecimiento de las ciudades, con los consiguientes problemas de vivienda y falta de
servicios; trabajo precario, pobreza y marginación social.
– Las migraciones sur-norte han sido, tradicionalmente, las más numerosas. Se producen
entre los países menos desarrollados de África, Asia y América Latina y los más desarrollados
de América del Norte, Europa, Japón y Oceanía.
– Las migraciones sur-sur crecen más desde 2000. Se originan en los países más pobres, y su
destino son países de desarrollo emergente próximos que cuentan con recursos petrolíferos
(Golfo Pérsico, Arabia Saudí); o con cierto dinamismo económico (Singapur, Tailandia,
Malasia).
– Otras migraciones de menor importancia numérica son las migraciones norte-sur, que
suelen responder a motivos de cooperación económica y humanitaria; y las migraciones
norte-norte, protagonizadas por personas muy cualificadas que buscan mejoras laborales o
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son trasladadas por sus empresas. Las migraciones de refugiados, en cambio, están en
aumento; en 2017 afectaban a 25,4 millones y se concentraban en Asia y África.
– Algunos estados favorecen la emigración por las ventajas que ofrece: disminución del paro y
del descontento social, remesas, etc. Es el caso de ciertos países del Magreb y del sureste de
Asia.
– Otros estados consideran que la emigración es demasiado alta y toman medidas para
reducirla; entre otras, la mejora de la educación y de las oportunidades de empleo en el
propio país. Es el caso de un número creciente de países de América Latina.
– Entre las ventajas, destacan la disminución de la población y de la natalidad, puesto que los
emigrantes son en su mayoría jóvenes. La reducción del desempleo, del descontento y de la
conflictividad social, por la salida masiva de personas que no tienen oportunidades laborales.
Y la entrada de ingresos, pues los emigrantes envían remesas de dinero a las familias que
dejaron en su país de origen, que colaboran al desarrollo económico y la modernización de su
sociedad.
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En las áreas de llegada, las migraciones tienen, también, ventajas e inconvenientes.
– Entre los inconvenientes, destacan los problemas de convivencia que se generan a veces
entre la población del lugar y los inmigrantes, como la xenofobia, o actitud de rechazo al
inmigrante; y el racismo, o actitud que considera a los inmigrantes como personas inferiores.
Sus objetivos principales son proteger los derechos humanos y laborales de todos los
migrantes; evitar la xenofobia; luchar contra el tráfico de seres humanos; y proteger y acoger
a las personas desplazadas por desastres naturales, guerras y persecuciones.
El conocimiento del futuro de la población es fundamental para los estados. Por eso, la ONU
realiza proyecciones demográficas a medio plazo de las tendencias mundiales.
8.1Población y fertilidad
La población mundial alcanzará los 9 600 millones de personas en 2050 y los 10 900 en 2100.
El mayor crecimiento corresponderá a los países de bajo desarrollo, que reunirán al 88,2 % de
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la población mundial en 2100. Y más de la mitad de dicho crecimiento poblacional procederá
de unos cuantos países de Asia (India, China, Pakistán, Indonesia, Bangladesh) y, sobre todo,
de África (Nigeria, República Democrática del Congo, Uganda y Etiopía).
La fertilidad mundial decrecerá. En los países más desarrollados su baja tasa crecerá
ligeramente por efecto de la inmigración y las políticas natalistas. En los países menos
desarrollados se reducirá debido a las políticas de control de la natalidad, hasta situarse por
debajo de 2,1 hijos por mujer, el nivel mínimo necesario para asegurar el reemplazo de la
población.
– En los más desarrollados será muy intenso, impedirá el reemplazo de la población laboral, y
ocasionará gastos en pensiones, sanidad y asistencia social. También afectará a algunos
países emergentes de Asia y América Latina.
– En los de bajo desarrollo será menor y obligará a buscar trabajo a una creciente población
en edad de trabajar, pero reducirá la población dependiente, permitiendo invertir más en
educación y salud y mejorar el bienestar económico y social.
El éxodo rural continuará creciendo, sobre todo en los países de bajo desarrollo. Como
consecuencia, en 2050, la mayoría de los habitantes del planeta (72 %) vivirá en ciudades, con
la consiguiente degradación del medioambiente, escasez de alimentos y agua potable.
Las migraciones internacionales son más difíciles de prever, al depender de factores tan
variables como la situación económica, política y medioambiental.
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