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El infinito ¿es una propiedad matemática válida o es una abstracción

desprovista de sentido? La ambición intelectual de David Foster Wallace le


permite contarnos la historia de los matemáticos que se esforzaron en
entender el infinito, desde la Antigua Grecia hasta el contraintuitivo
descubrimiento del genio matemático Georg Cantor, según el cual existían
diversos tipos de infinito. El autor aborda un conjunto de logros matemáticos
extremadamente abstractos y técnicos, aunque muy profundos, interesantes
y hermosos. El objetivo es hablar de esos logros de tal manera que resulten
atractivos y comprensibles para lectores que no tengan preparación técnica
ni sean expertos en la materia.
El resultado es una obra inteligente, sugestiva y gratificante, que nos ofrece
una profunda comprensión inmediata del mundo de las matemáticas. David
Foster Wallace ha hecho comprensibles por fin algunos aspectos de las
matemáticas difíciles de entender y que pocos sospechaban que pudieran
poseer: las matemáticas son asombrosas y de una belleza impresionante.

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David Foster Wallace

Todo y más
Breve historia del infinito

ePub r1.0
koothrapali 01.09.15

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Título original: Everything and More. A Compact History of ∞
David Foster Wallace, 2003
Traducción: Joan Vilaltella Catanyer

Editor digital: koothrapali


ePub base r1.2

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PRÓLOGO BREVE PERO NECESARIO

Desafortunadamente este es un prólogo que hay que leer —y en primer lugar—


para entender ciertas características estructurales del texto principal y algunas partes
que casi parecen un código. De estas, la más frecuente es la abreviatura SEI en
negrita. Para su información, no se trata de un tic o un error tipográfico, sino que
sustituye la expresión «Si está interesado», que, de tanto usarla en los primeros
borradores, finalmente, por pura repetición, evolucionó de ser una frase normal,
utilizada para introducir algún párrafo, hasta convertirse en un signo abstracto
extratextual —SEI— que ahora sirve para clasificar ciertos fragmentos de texto de un
modo particular. De qué modo lo hace es algo que ahora quedará justificado y
explicado.
Todo y más es una obra de divulgación científica. Aborda un conjunto de logros
matemáticos extremadamente abstractos y técnicos, aunque enormemente profundos
e interesantes, y también hermosos. El objetivo es hablar de esos logros de tal manera
que resulten atractivos y comprensibles para lectores que no tengan preparación
técnica de nivel profesional ni sean expertos en la materia. Hacer las matemáticas
bonitas, o por lo menos conseguir que el lector entienda que alguien pueda
considerarlas así. Todo esto, por supuesto, suena muy bien, pero hay una pega:
¿cómo de técnica puede llegar a ser la presentación sin que el lector se pierda o sin
enterrarle en un sinfín de pequeñas definiciones y aclaraciones aparte? Además, si se
asume, como parece plausible, que algunos lectores tienen mucha más preparación
técnica que otros, ¿qué tono debe tener la explicación para que sea accesible al
neófito sin ser aburrida o irritante para alguien que ha practicado muchas matemáticas
en el instituto?
A partir de este punto, SEI en negrita señala partes del material a las que se puede
echar un vistazo, leerlas por encima u omitirlas por completo si el lector lo desea. Es
decir, se pueden ignorar sin perderse nada importante. Probablemente, más de la
mitad de las notas son SEI, así como varios párrafos, e incluso un par de subsecciones
del texto principal. Algunos de los fragmentos opcionales son divagaciones o
efemérides históricas;[0.1] algunos son definiciones o explicaciones en los que un
lector ducho en matemáticas no tendrá que perder el tiempo. Pero la mayoría de los

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fragmentos SEI están pensados para lectores con gran preparación técnica, o un
interés poco usual en las verdaderas matemáticas, o una paciencia sobrenatural, o las
tres cosas; dichos fragmentos proporcionan una mirada más detallada a asuntos que la
explicación principal pasa por alto o deja de lado.
Hay otras abreviaturas en el libro. Algunas solo están para ahorrar espacio. Otras
son consecuencia de un peculiar problema de estilo que se da en la escritura técnica,
que consiste es que con frecuencia tenemos que utilizar las mismas palabras una y
otra vez de un modo que se hace terriblemente pesado —la cuestión es que algunas
palabras técnicas tienen significados muy específicos que ningún sinónimo puede
captar—. Así, especialmente en el caso de ciertos términos de alta tecnología, la
abreviatura es el único modo de conseguir un poco de variedad. En realidad, nada de
esto es un problema. Todas las abreviaturas del libro están contextualizadas de tal
modo que debería quedar totalmente claro qué significan. Sin embargo, por si hubiera
errores del autor o confusiones innecesarias, aquí presentamos una lista de las
principales abreviaturas que puede consultar en caso de necesidad:

A. C. P. = Axioma del conjunto potencia


A. E. = Axioma de elección
C1-1 = Correspondencia uno a uno
«C y n. i.» = «Continuidad y números irracionales» de Dedekind
CV = Círculo vicioso
D. en D. = Demostración en diagonal
D. Η. P. = Divina Hermandad de Pitágoras
DNC = Dos nuevas ciencias de Galileo
E. D. = Ecuación diferencial
E. O. = Ecuación de onda
G. E. = GLOSARIO DE EMERGENCIA
H. C. = Hipótesis del continuo
LTE = Ley del tercero excluido
N. & L. = Newton y Leibniz
P. A. I. = Principio de abstracción ilimitada
P. A. L. = Principio de abstracción limitada
P. C. = Producto cartesiano
P. C. G. S. F. = Problema de convergencia general de las series de Fourier
P. C. V. = Problema de la cuerda vibrante
P. del I. = Paradojas del infinito de Bolzano
P. I. = Principio de inducción
P. Z. = Paradojas de Zenón
RIV = Regresión infinita viciosa
R. N. = Recta numérica
R. R. = Recta real
T. A. C. = Teoría axiomática de conjuntos
TAC = Teoría analítica del calor de Fourier
T. B. = Teorema del binomio

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Τ. Β. W. = Teorema de Bolzano-Weierstrass
Τ. Ε C. = Teorema fundamental del cálculo
Τ. I. C. = Teoría informal de conjuntos
Τ. Ρ. = Teorema de Pitágoras
T. U. = Teorema de unicidad
Τ. V. Ε. = Teorema de los valores extremos de Weierstrass
U. S. Μ. = Argumento Uno Sobre Muchos de Platón
VNB = Sistema de axiomas para la teoría de conjuntos de Von Neumann y Bernays
ZFS = Sistema de axiomas para la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel-Skolem

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1

§1a.

Existe algo así como un historiador de las matemáticas. Aquí está, a modo de
apertura, una cita de tal historiador en la década de 1930:

Una conclusión parece ser ineludible: sin una teoría consistente del infinito
matemático no hay teoría de los irracionales. Sin una teoría de los irracionales
no hay análisis matemático de ninguna forma remotamente parecida a lo que
tenemos ahora. Y finalmente, sin el análisis, la mayor parte de las
matemáticas —incluyendo la geometría y la mayor parte de las matemáticas
aplicadas— tal como existe actualmente, dejaría de existir. Por lo tanto, la
tarea más importante a la que tienen que hacer frente los matemáticos debería
ser la construcción de una teoría satisfactoria del infinito. Cantor lo intentó;
con qué éxito es algo que se verá después (Bell, págs. 521-522).

Los excitantes términos matemáticos no importan por ahora. El Cantor de la


última línea es el profesor Georg F. L. P. Cantor, nacido en 1845, naturalizado
alemán, perteneciente a una familia de comerciantes y reconocido padre de la teoría
abstracta de conjuntos y de las matemáticas transfinitas. Algunos historiadores han
debatido en un tira y afloja la cuestión de si era judío. Cantor en latín significa
«cantante».
Georg F. L. P. Cantor es el matemático más importante del siglo XIX y una figura
de gran complejidad y sufrimiento. Estuvo entrando y saliendo de hospitales mentales
buena parte de su madurez tardía y murió en un sanatorio en Halle[1.1] en 1918.
Curiosamente, Kurt Gödel, el matemático más importante del siglo XX, también
murió como resultado de una enfermedad mental. Ludwig Boltzmann, el físico
matemático más importante del siglo XIX, se suicidó. Y así sucesivamente. Los
historiadores y los estudiosos de la cultura pop tienden a dedicar mucho tiempo a los
problemas psiquiátricos de Cantor y a si estaban relacionados, y de qué modo, con su
trabajo sobre las matemáticas del ∞.
En el año 1900 se celebró en París el 2.º Congreso Internacional de Matemáticos.
El profesor David Hilbert, por aquel entonces el matemático n.º 1 del mundo,
describió los números transfinitos de Georg Cantor como «el mejor producto del
genio matemático» y «una de las más bellas realizaciones de la actividad humana en
el dominio de lo puramente inteligible» (Hilbert, «Über das Unendliche» [«Sobre el

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infinito»], pág. 197).
He aquí una cita de Gilbert K. Chesterton: «Los poetas no enloquecen, pero los
jugadores de ajedrez sí. Los matemáticos se vuelven locos, y los cajeros, pero los
artistas creativos no suelen hacerlo. No estoy atacando la lógica: solo digo que este
peligro yace en la lógica, no en la imaginación» (Chesterton, citado por Barrow, pág.
171). Y aquí está un fragmento del texto de la solapa de una reciente biografía
divulgativa de Cantor: «A finales del siglo XIX, un matemático extraordinario
languidecía en un sanatorio […] Cuanto más se acercaba a las respuestas que
buscaba, más lejanas parecían. A la larga, ello le condujo a la locura, igual que a otros
matemáticos antes que a él» (Amir D. Aczel, The Mystery of the Aleph: Mathematics,
the Kabbalah, and the Search for Infinity, Four Walls Eight Windows, 2000).
Los casos de grandes matemáticos con enfermedades mentales tienen enorme
resonancia para los escritores y cineastas de la época pop. Esto tiene que ver
principalmente con las ideas preconcebidas y las sensibilidades de esos mismos
escritores/cineastas, y a su vez dichas ideas están en función de lo que se podría
llamar el molde arquetípico particular de nuestra época. No hace falta decir que
dichos moldes cambian con el tiempo. Hoy, el Matemático Mentalmente Enfermo
parece ser de algún modo lo que el Caballero Errante, el Santo Mortificado, el Artista
Atormentado y el Científico Loco fueron en otras épocas: algo así como nuestro
Prometeo, el que va a lugares prohibidos y vuelve con regalos que todos podemos
aprovechar pero cuyo precio solo paga él. Esto es probablemente un poco exagerado,
por lo menos en la mayoría de los casos.[1.2] Pero Cantor encaja en el molde mejor
que la mayoría. Y las razones para ello son mucho más interesantes que cualesquiera
fueran sus problemas y síntomas.[1.3]
Pero saber algo sobre los logros de Cantor no es lo mismo que valorarlos, lo cual
constituye nuestro objetivo e implica ver las matemáticas transfinitas como una
especie de árbol, con sus raíces en las paradojas de la Antigua Grecia acerca de la
continuidad y la inconmensurabilidad, y sus ramas enredadas en la crisis moderna
sobre los fundamentos de las matemáticas: Brouwer y Hilbert y Russell y Frege y
Zermelo y Gödel y Cohen y sus colegas. Los nombres ahora mismo son menos
importantes que el árbol, siendo este una especie de esquema general que conviene
recordar.

§1b.

Pero Chesterton se equivocaba respecto a una cosa. O era por lo menos impreciso. El
peligro que intentaba concretar no es la lógica. La lógica es solo un método, y los
métodos no pueden desquiciar a las personas. De lo que en realidad intenta hablar

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Chesterton es de una de las principales características de la lógica, y de las
matemáticas. Su cualidad de abstractas. La abstracción.
Vale la pena esclarecer el significado de abstracción. Puede que sea el término
más importante para apreciar el trabajo de Cantor y el contexto que lo hizo posible.
Gramáticamente, la raíz viene de un adjetivo, del latín abstractus («apartado»). El
Oxford English Dictionary contiene nueve definiciones importantes del adjetivo, de
las cuales la más pertinente es la 4.a.: «Apartado o separado de la materia, de la
corporeidad material, de la práctica, o de los ejemplos particulares. Opuesto a
concreto». También resultan de interés las definiciones 4.b., «Ideal, destilado hasta su
esencia», y 4.c., «Abstruso».
He aquí una cita de Carl B. Boyer, que es más o menos el Gibbon de la historia de
las matemáticas:[1.4] «Pero ¿qué son, después de todo, los enteros? Todo el mundo
cree saber qué es el número tres, hasta que intenta definirlo o explicarlo» (Boyer, pág.
596). Por ello, resulta instructivo hablar con los profesores de matemáticas de
preescolar e informarse acerca de cómo se enseñan realmente los números enteros a
los niños. Cómo se les enseña, por ejemplo, lo que es el número cinco. Primero se les
dan, por ejemplo, cinco naranjas. Algo que puedan tocar o sostener. Se les pide que
las cuenten. Luego se les da una foto de cinco naranjas. Después, una foto que
combina las cinco naranjas con el numeral «5», de modo que asocien ambas cosas.
Luego, una imagen con solo el numeral «5» y sin las naranjas. Entonces los niños
comienzan con ejercicios verbales en los que empiezan a hablar sobre el entero 5 per
se, como un objeto en sí mismo, aparte de las cinco naranjas. En otras palabras, son
sistemáticamente engañados, o inducidos, para que traten a los números como cosas
en lugar de como símbolos de las cosas. Entonces se les puede enseñar aritmética, la
cual contiene relaciones elementales entre números. (El lector notará el paralelismo
con el modo en que se nos enseña a usar el lenguaje. Pronto aprendemos que el
nombre «cinco» significa, simboliza, el entero 5, etc.).
A veces un chaval tiene dificultades, dicen los profesores. Algunos niños
entienden que la palabra «cinco» significa 5, pero siguen queriendo saber ¿5 qué? ¿5
naranjas? ¿5 céntimos? ¿5 puntos? Esos niños, que no tienen ningún problema para
sumar o restar naranjas o monedas, a pesar de todo tendrán malos resultados en las
pruebas de aritmética. No pueden tratar el 5 como un objeto per se. A menudo son
enviados a grupos de Educación Matemática Especial, donde todo se enseña en
términos de grupos o conjuntos de objetos reales en lugar de números «separados de
ejemplos particulares».[1.5]
La cuestión clave es que la definición básica de «abstracto» para nuestros
propósitos va a ser algo combinada: «apartado o más allá de la particularidad
concreta, de la experiencia sensorial». Usado solo de este modo, «abstracto» es un
término de la metafísica. De hecho, en todas las teorías matemáticas está implícito
algún tipo de postura metafísica. El padre de la abstracción en las matemáticas fue

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Pitágoras. El padre de la abstracción en la metafísica, Platón.
Pero las otras definiciones del Oxford English Dictionary no son irrelevantes. No
solo porque las matemáticas modernas son abstractas en el sentido de ser
extremadamente abstrusas. Para las matemáticas también es esencial abstraer en el
sentido de reducir algo a su esencia absoluta, a su esqueleto, como en el resumen de
un artículo o de un libro.[*] Como tal, su significado puede ser pensar profundamente
en cosas en las que la mayoría de la gente no puede pensar profundamente, porque se
pone como loca.
Todo esto es solo una especie de calentamiento. No será todo igual. Aquí están
dos citas más de figuras prominentes. Morris Kline: «Una de las grandes
contribuciones griegas al concepto mismo de matemáticas fue el reconocimiento
consciente y el énfasis en el hecho de que las entidades matemáticas son
abstracciones, ideas sostenidas por la mente y claramente diferenciadas de los objetos
físicos o las imágenes» (Kline, pág. 29). Ferdinand de Saussure: «Lo que se les ha
pasado por alto a los filósofos y a los lógicos es que desde el momento en que un
sistema de símbolos se vuelve independiente de los objetos designados, él mismo está
sujeto a sufrir cambios que son incalculables para el lógico» (Saussure, pág. 23).
La abstracción lleva incluidos todo tipo de problemas y quebraderos de cabeza,
eso lo sabemos todos. Parte del riesgo es cómo usamos los nombres. Pensamos en los
significados de los nombres en términos de denotaciones. Los nombres sustituyen
cosas: hombre, mesa, pluma, David, cabeza, aspirina. Se da un tipo especial de
comicidad cuando hay confusión respecto a lo que es un nombre de verdad, como en
«¿Quién va primero?» o en aquellas bromas de Alicia en el país de las maravillas:
«¿Qué puedes ver en el camino?». «Nada». «¡Qué vista más buena! ¿Qué aspecto
tiene nada?». Pero la comicidad tiende a desvanecerse cuando los nombres denotan
abstracciones, en el sentido de conceptos generales divorciados de ejemplos
concretos. Muchas de estas abstracciones-nombres tienen su raíz en un verbo.
«Movimiento» es un nombre, y también «existencia». Usamos palabras como estas
continuamente. La confusión viene cuando intentamos pensar en qué significan
exactamente. Es como la observación de Boyer acerca de los enteros. ¿Qué denotan
exactamente «movimiento» y «existencia»? Sabemos que existen cosas concretas y
particulares, y que a veces se mueven. ¿Existe el movimiento per se? ¿De qué
manera? ¿De qué manera existen las abstracciones?
Por supuesto, esta última cuestión es en sí misma muy abstracta. Ahora
probablemente usted comienza a sentir dolor de cabeza. Hay una especie de
incomodidad o impaciencia ante este tipo de cosas. Surgen preguntas como: «¿Qué es
exactamente la existencia?» o «¿Qué queremos decir exactamente cuando hablamos
del movimiento?». La incomodidad es muy distintiva y aparece solo en cierto nivel
del proceso de abstracción, porque la abstracción funciona por niveles, igual que los
exponentes o las dimensiones. Digamos que «hombre» refiriéndose a un hombre en
particular es el Nivel Uno. «Hombre» refiriéndose a la especie es el Nivel Dos. Algo

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así como «humanidad» es el Nivel Tres: ahora estamos hablando de los criterios
abstractos para que algo pueda ser calificado de humano. Y así sucesivamente. Pero
pensar de ese modo puede ser peligroso, extraño. Pensar con suficiente abstracción
sobre cualquier cosa… Seguramente todos hemos tenido la experiencia de pensar en
una palabra, por ejemplo, «pluma», y en algo así como repetirla para nuestros
adentros una y otra vez, hasta que deja de significar nada. La misma extrañeza de
llamar «pluma» a algo empieza a meterse en la conciencia de un modo inquietante,
como los síntomas de un inminente ataque epiléptico.
Como probablemente sabe el lector, buena parte de lo que ahora llamamos
filosofía analítica está relacionado con cuestiones como estas, del Nivel Tres o
incluso del Cuatro. Como en la epistemología = «¿Qué es exactamente el
conocimiento?»; la metafísica = «¿Cuáles son exactamente las relaciones entre los
constructos mentales y los objetos del mundo real?», etc.[1.6] Podría ser que los
filósofos y los matemáticos, que pasan mucho tiempo pensando (a) en abstracto (b)
sobre abstracciones o (c) ambas cosas, tengan eo ipso propensión a las enfermedades
mentales. O podría ser simplemente que las personas susceptibles de padecer una
enfermedad mental tengan mayor propensión a pensar en este tipo de cosas. Es como
la cuestión del huevo y la gallina. Pero algo es seguro. Es un mito total que el hombre
sea curioso por naturaleza y que esté ávido de la verdad, y que desee, por encima de
todo, conocer.[1.7] Admitiendo ciertos significados de «conocer», hay en realidad una
gran cantidad de cosas que no queremos conocer. Evidencia de ello son los
abundantes asuntos y problemas acerca de los cuales no nos gusta pensar en
abstracto.
Veamos un poco de teoría. Los temores y peligros del pensamiento abstracto
constituyen grandes motivos para que ahora a todos nos guste estar todo el día muy
ocupados y bombardeados por estímulos. El pensamiento abstracto tiende más bien a
asaltarnos en momentos de tranquilo reposo. Por ejemplo, a primera hora de la
mañana, especialmente si usted se despierta antes de que suene el despertador, de
repente y sin ningún motivo puede comenzar a pensar que ha estado levantándose de
la cama cada mañana sin la más mínima duda de que el suelo le sostendría. Mientras
yace ahí considerando el asunto, parece por lo menos teóricamente posible que algún
defecto en la construcción del suelo o en su integridad molecular podría hacer que
este se combara, o incluso que usted lo atravesara limpiamente por algún aberrante
fenómeno cuántico o algo parecido. En cierto sentido, no es algo que parezca una
imposibilidad lógica o algo así. No es que usted tenga realmente miedo de que el
suelo se venga abajo justo en el momento en que se levante. Es solo que ciertos
estados mentales y líneas de pensamiento son más abstractos, y no están centrados en
ninguna necesidad u obligación que vaya usted a atender cuando se levante. Esto es
solo un ejemplo. La cuestión abstracta que está usted considerando desde la cama es
si su confianza en el suelo está verdaderamente justificada. La respuesta inicial, que

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es afirmativa, se basa en el hecho de que usted se ha levantado por la mañana miles,
en realidad bastante más de diez mil veces hasta ahora, y el suelo le ha sostenido cada
vez. Es la misma manera de justificar que saldrá el sol, que su esposa recordará cómo
se llama usted, que cuando tiene ciertas sensaciones eso significa que está a punto de
estornudar, etc. Porque han sucedido una y otra vez anteriormente. El principio
involucrado es realmente el único modo de predecir cualquiera de los fenómenos con
los que contamos automáticamente sin tener que pensar en ellos. Y la inmensa
mayoría de los hechos cotidianos son fenómenos de este tipo, y sin esta confianza
basada en experiencias anteriores nos volveríamos todos locos, o por lo menos
seríamos incapaces de hacer nada porque tendríamos que detenernos y deliberar
acerca de la más mínima cosa. Es un hecho: la vida tal como la conocemos sería
imposible sin esta confianza. Pero aun así, esta confianza ¿está verdaderamente
justificada o es solo extremadamente conveniente? Esto es pensar en abstracto, con su
característico perfil escalonado, y ahora usted se encuentra varios escalones hacia
arriba. Ya no está pensando solo en el suelo y en su peso, ni en su confianza ni en
cuán necesaria parece ser ese tipo de confianza para la supervivencia básica. Ahora
está usted pensando en una regla, ley o principio mucho más general por el que esta
confianza rutinaria, con toda su miríada de formas e intensidades, está de hecho
justificada en lugar de ser solo una serie de extraños reflejos clónicos que le impulsan
a lo largo del día. Otra señal clara de que se trata de pensamiento abstracto: usted
todavía está quieto. Parece que está gastando una tremenda energía y aún no se ha
movido. Todo está ocurriendo en su mente. Es extremadamente raro. No es nada
sorprendente que a la mayoría de la gente no le guste. De repente tiene sentido que a
menudo se represente a los locos poniéndose las manos en la cabeza o golpeándola
contra algo. Pero si recibió buenas lecciones en la escuela, puede que ahora recuerde
que la regla o principio que usted intuye ya existe: su nombre oficial es principio de
inducción (P. I.). Es el precepto fundamental de la ciencia moderna. Sin el principio
de inducción, los experimentos no podrían confirmar las hipótesis, y nada en el
universo físico podría predecirse con un mínimo de confianza. No podría haber leyes
naturales o verdades científicas. El P. I. afirma que si algo, x, ha sucedido en ciertas
circunstancias particulares n veces en el pasado, tenemos justificación para creer que
las mismas circunstancias darán lugar a x en la ocasión n + 1. El P. I. es totalmente
respetable y fidedigno, y parece una salida inteligente para librarse del problema. Es
decir, hasta que le asalte (como solo puede suceder en estados mentales muy
abstractos o cuando falta más de la cuenta para que suene el despertador) la idea de
que el propio P. I. no es más que una abstracción a partir de la experiencia… Así que,
ahora ¿qué justifica exactamente nuestra confianza en el P. I.? Este último
pensamiento puede estar o no acompañado de cierto recuerdo de la infancia, por
ejemplo, de varias semanas pasadas en la granja de un pariente (es una larga historia).
Veamos, en un corral con alambrada, al lado del garaje, había cuatro pollos, el más
listo de los cuales se llamaba señor Pollo. Cada mañana, cuando el empleado de la

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granja llegaba al corral con cierto saco de arpillera, el señor Pollo se excitaba y
empezaba a dar picotazos anticipados en el suelo, porque sabía que era la hora de
comer. Era cada mañana a la misma hora h, y el señor Pollo se había dado cuenta de
que h(empleado + saco) = comida, y así estaba confiadamente dando sus picotazos
por adelantado aquella última mañana de domingo cuando el empleado de repente
extendió el brazo, cogió al señor Pollo estrujándole el cuello, lo metió en el saco de
arpillera y se lo llevó a la cocina. Recuerdos como este tienden a mantenerse bastante
vivos, si se tienen. Pero la idea que sale de aquí es que de acuerdo con el principio de
inducción parece que el señor Pollo estuviera en lo cierto, al no esperar otra cosa que
la comida tras la aparición (n + 1) del empleado + el saco a la hora h. Pero el hecho
de que el señor Pollo no solo no sospechara nada sino que su falta de desconfianza
parece completamente justificada, resulta sin duda inquietante. Hallar alguna
justificación a un nivel más alto para nuestra confianza en el P. I. parece mucho más
urgente cuando nos damos cuenta de que, sin dicha justificación, nuestra propia
situación es indistinguible de la del señor Pollo. Pero la conclusión, por abstracta que
sea, parece ineludible: lo que justifica nuestra confianza en el principio de inducción
es que haya funcionado tan bien en el pasado, por lo menos hasta ahora. Eso significa
que nuestra única verdadera justificación para el principio de inducción es el
principio de inducción, lo cual parece poco firme y cuestionable en extremo.
Tras esta última conclusión, la única alternativa a la posibilidad de quedarse
paralizado en la cama de por vida es hacer más indagaciones abstractas acerca de lo
que significa exactamente «justificación» y averiguar si es verdad que las únicas
justificaciones válidas para ciertas creencias y principios son racionales y no
circulares. Por ejemplo, sabemos que en cierto número de casos cada año hay coches
que de repente invaden el carril contrario y chocan frontalmente, matando a personas
que conducían sin esperar un accidente. Y así también sabemos, en cierta medida, que
sea cual sea la confianza que nos permite conducir en carreteras de doble sentido, esta
confianza no está en un 100% justificada racionalmente por las leyes de la
probabilidad y la estadística. Y aun así, «justificación racional» podría no ser
aplicable en este caso. Podría tratarse más bien de que si usted no pudiera creer que
su coche no va a chocar de repente, simplemente no sería capaz de conducir, y así su
necesidad o deseo de conducir funciona como una especie de «justificación» de su
confianza.[1.8] Entonces sería mejor no empezar a analizar las diversas
«justificaciones» aparentes para su necesidad o deseo de conducir un coche: en algún
punto usted se da cuenta de que el proceso de justificación abstracta puede, por lo
menos en principio, seguir para siempre. La capacidad para detener una línea de
pensamiento abstracto tan pronto como se ve que no termina nunca es parte de lo que
habitualmente distingue a las personas sanas y funcionales, las que cuando finalmente
suena el despertador pueden pisar el suelo sin inquietudes y entrar en los asuntos
concretos del mundo real, de las personas desquiciadas.

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INTERPOLACIÓN

La razón táctica para usar a veces el símbolo ∞ en lugar de «infinito» en este libro es
que la parpadeante extrañeza de ∞ sirve como recordatorio de que no está nada claro
de qué hablamos siquiera. Todavía no. Por ejemplo, evite pensar que ∞ es solo un
número increíblemente, inverosímilmente enorme. Por supuesto, hay muchos
números como esos, especialmente en la física y la astronomía, por ejemplo, si en la
física un ultranano-instante de 5 × 10−44 segundos se admite generalmente como el
intervalo de tiempo más pequeño al que se puede aplicar el concepto normal de
tiempo continuo (que lo es), los datos astronómicos indican que ha habido
aproximadamente 6 × 1060 ultranano-instantes de esos desde el Big Bang. O sea, un 6
seguido de 60 ceros. Todos hemos oído hablar de tales números, y habitualmente
imaginamos que solo se pueden tratar y manipular mediante ordenadores muy
avanzados y super-refrigerados o algo así. La verdad es que hay muchos números
demasiado grandes para que los procese un ordenador real o incluso teórico. El límite
de Bremermann es el término relevante en este caso. Dados los límites impuestos por
la teoría cuántica básica, un tal Hans-Joachim Bremermann demostró en 1962 que
«Ningún sistema de procesamiento de datos, artificial o viviente, puede procesar más
de 2 × 1047 bits por segundo por cada gramo de su masa» (Klir y Yuan, págs. 2-3), lo
que significa que un superordenador hipotético del tamaño de la tierra
(= 6 × 1027 gramos aproximadamente) funcionando durante tanto tiempo como la
tierra ha existido (= 1010 años aproximadamente, con cerca de 3,14 × 107
segundos/año) puede haber procesado a lo sumo 2,56 × 1092 bits, número que se
conoce como límite de Bremermann. Los cálculos que involucran números mayores
que 2,56 × 1092 se llaman problemas transcomputacionales, en el sentido de que no
son teóricamente viables siquiera. Y hay abundantes problemas de este tipo en la
física estadística, la teoría de la complejidad, la teoría de fractales, etc. Todo esto
resulta excitante pero no muy pertinente. Lo pertinente es esto: considere algún
número transcomputacional, imagínese que es un grano de arena, piense en una playa
entera, o en un desierto, o en un planeta, o incluso en una galaxia llena de esa arena, y
no solo un 1 seguido de ese número de ceros será < ∞, sino que su cuadrado será
10x
< ∞, y si llamamos x al número, 10x será < ∞, y así sucesivamente. Y en realidad
ni siquiera es correcto comparar 10x e ∞ aritméticamente de ese modo porque ni
siquiera están en la misma área de codificación matemática ni incluso, de algún
modo, en la misma dimensión. Y, sin embargo, también es verdad que algunos ∞ son
mayores que otros, como en las comparaciones aritméticas. Hablaremos de todo esto.
Por ahora la cuestión es que solo después de Richard Dedekind y George Cantor ha
sido posible hablar de cantidades infinitas y su aritmética de un modo coherente y
significativo. De ahí el uso del símbolo ∞.

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SEI

El propio símbolo ∞ tiene el nombre técnico lemniscata (al parecer viene de «cinta»
en griego) y fue introducido en las matemáticas por John Wallis en su obra de 1655
Arithmetica Infinitorum, que fue uno de los antecedentes importantes del cálculo de
Newton.[1.9] Thomas Hobbes, contemporáneo de Wallis y algo así como un
matemático excéntrico, se quejó en una reseña de que la Arithmetica Infinitorum tenía
un grado de abstracción demasiado exagerado como para intentar leerla, definiéndola
como «una costra de símbolos», hablando así en nombre de futuras generaciones de
estudiantes. Entre otras denominaciones de la lemniscata están «el nudo del amor» y
«la curva del plano cartesiano que satisface la ecuación (x2 + y2)2 = a2(x2 − y2)». Por
otro lado, si se trata trigonométricamente, se define como «la curva que satisface la
ecuación en coordenadas polares r2 = a cos 2θ», y se conoce también como
lemniscata de Bernoulli.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN

§1c.

Respecto a todo el asunto de la abstracción y los significados de los términos, hay un


síndrome que es o bien una abstracción de alto nivel o algún tipo de extraña mutación
nominal. «Caballo» puede significar este caballo de aquí, o puede significar el
concepto abstracto, como al decir «Caballo: mamífero con pezuñas de la familia
Equidae». Lo mismo ocurre con la palabra «cuerno», y con «frente». Todos los
términos pueden abstraerse de entes particulares, pero aun así sabemos que provienen
de ellos. Pero ¿qué pasa con un unicornio, el cual parece resultar de la combinación
de los conceptos «caballo», «cuerno» y «frente», de forma que se origina
completamente por la concatenación de abstracciones? O sea, podemos juntar y
manipular abstracciones para formar entes con un nombre que no denota nada en
absoluto. Aquí el gran problema resulta ser: ¿cómo podemos decir que un unicornio
existe, y que sea de una manera fundamentalmente diferente, menos real, de la
manera en que existen abstracciones como humanidad, cuerno o número entero? O
dicho de otra forma: ¿de qué modo existen las entidades abstractas?, ¿existen solo
como ideas en la mente humana, es decir, son ficciones metafísicas? Este tipo de
cuestión también puede mantenerle todo el día en la cama. Y pende sobre las
matemáticas desde el principio: ¿cuál es el estatus ontológico de las entidades y
relaciones matemáticas? Las realidades matemáticas, ¿son descubiertas o meramente
creadas, o de algún modo ambas cosas? He aquí de nuevo a Morris Kline: «Las
doctrinas filosóficas de los griegos limitaron las matemáticas de otro modo. Durante

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el período clásico creían que el hombre no crea los hechos matemáticos: estos son
preexistentes. El hombre se limita a establecerlos y registrarlos» (Kline, pág. 175).
Y aquí está otra cita de David Hilbert, el gran primer defensor de los transfinitos
de Cantor:

El infinito no se halla en ninguna parte de la realidad, sin importar qué


experiencias, observaciones o conocimientos se invoquen. ¿Puede el
pensamiento acerca de las cosas ser tan diferente de las cosas? ¿Pueden los
procesos de pensamiento ser tan distintos del proceso real de las cosas? En
definitiva, ¿puede el pensamiento estar tan apartado de la realidad? (Hilbert,
pág. 191).

Y es verdad, no hay nada más abstracto que el infinito. Por lo menos en el sentido
de nuestro concepto de ∞ difuso, intuitivo y expresado en «lenguaje natural». Es algo
así como el más definitivo alejamiento de la experiencia real. Considérese la
característica única más ubicua y opresiva del mundo de lo concreto, es decir, que
todo llega a un fin, es limitado, termina, y luego concíbase, en abstracto, algo sin esa
característica. Son obvias las analogías con ciertas ideas de Dios. La abstracción de
todas las limitaciones es una manera de explicar el impulso religioso en términos
laicos, lo cual también se conoce como antropología de la religión. Un ser perfecto
puede entenderse como uno desprovisto de todas las imperfecciones que percibimos
en nosotros mismos y en el mundo, uno omnipotente, es decir sin limitaciones a su
voluntad, etc. El hecho de que sea una manera bastante seca y triste de hablar de la
religión no tiene importancia. La cuestión es que exactamente el mismo tipo de
explicación puede darse acerca de cómo llegamos al concepto de ∞ y qué queremos
decir en definitiva con todas las formas de la palabra «infinito» que barajamos. Pero
si se trata realmente de la explicación correcta es algo relacionado con los
compromisos que adquirimos. En un sentido metafísico. ¿Queremos decir realmente
que el ∞ existe solo del modo en que existen los unicornios, que todo es cuestión de
manipular abstracciones hasta que la palabra «infinito» no tenga ningún referente
real? ¿Qué hay del conjunto de todos los números enteros? Empiece a contar 1, 2, 3,
y así sucesivamente, y dese cuenta de que nunca se detendrá, ni sus hijos cuando
usted muera, ni los hijos de sus hijos, etc. Los enteros nunca se detienen. No hay fin.
El conjunto de todos los enteros, ¿constituye un ∞ real? ¿O los enteros mismos no
son reales sino solo abstracciones? Además, ¿qué es exactamente un conjunto?, y ¿los
conjuntos son reales o solo instrumentos conceptuales, etc.? O ¿son quizá los enteros
y/o los conjuntos solo «matemáticamente reales» y no «realmente reales»?, y ¿cuál es
exactamente la diferencia?, y ¿podríamos desear conceder al ∞ cierta realidad
matemática pero no del otro tipo (suponiendo que no haya todavía más tipos)? Y ¿en
qué punto las cuestiones se vuelven tan abstractas y las distinciones tan sutiles y el
dolor de cabeza tan terrible que simplemente ya no podemos pensar más en nada de

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ello?
Es en áreas como las matemáticas y la metafísica donde encontramos una de las
cualidades más extrañas de la mente humana media. Es la habilidad de concebir cosas
que, estrictamente hablando, no podemos concebir. Podemos concebir de un modo
aproximado qué es la omnipotencia, por ejemplo. Por lo menos podemos usar la
palabra «omnipotencia» con bastante seguridad de saber de qué estamos hablando. Y,
aun así, incluso la antinomia de un escolar como «¿Puede un ser omnipotente crear
algo tan pesado que ni él mismo podría levantarlo?» pone de relieve serios fallos en
nuestra comprensión cotidiana de la omnipotencia. Así que hay más de un tipo de
abstracción que resulta relevante aquí. Este tipo es más psicológico, y muy moderno.
Un dato evidente: nunca antes ha habido tantos abismos entre lo que el mundo
parece ser y lo que la ciencia nos dice que es. Para nosotros, la gente de la calle, es
como si un millón de revoluciones copernicanas tuvieran lugar al mismo tiempo. Es
decir, por ejemplo, sabemos, como alumnos de instituto y lectores de Newsweek que
somos, que el tiempo es relativo, que las partículas cuánticas pueden estar ahí y a la
vez no estarlo, que el espacio es curvo, que los colores no son inherentes a los objetos
mismos, que las singularidades astronómicas tienen densidad infinita, que nuestro
amor por nuestros hijos está preprogramado por la evolución, que hay un punto ciego
en el centro de nuestra visión que nuestro cerebro rellena automáticamente. Sabemos
también que nuestros pensamientos y sentimientos en realidad solo son transferencias
químicas en 1,5 kg de masa electrificada. Que estamos hechos en nuestra mayor parte
de agua, que el agua es fundamentalmente hidrógeno, y el hidrógeno es inflamable, y,
sin embargo, nosotros no somos inflamables. «Sabemos» una casi infinidad de
verdades que contradicen nuestra experiencia inmediata y de sentido común acerca
del mundo. Y aun así tenemos que vivir y funcionar en el mundo. Así que
abstraemos, compartimentamos: hay cosas que sabemos, y cosas que «sabemos».
«Sé» que mi amor por mi hijo está en función de la selección natural, pero sé que le
quiero, y siento y actúo según lo que sé. Vista objetivamente, toda esta cuestión es
bastante esquizoide, pero el hecho importante es que, como gente subjetiva de la
calle, raramente notamos el conflicto. Porque, naturalmente, nuestra vida es en un
99,99% concretamente operativa, y operamos en concreto según lo que sabemos, no
según lo que «sabemos».
De nuevo, hablamos de gente de la calle como usted y yo, no de los gigantes de la
filosofía y las matemáticas, muchos de los cuales tuvieron famosas dificultades para
navegar por el mundo real. Einstein saliendo de su casa en pijama, Gödel incapaz de
alimentarse, etc. Para valorar cómo es la vida interior de los grandes
científicos/matemáticos/metafísicos, solo necesitamos tumbarnos e intentar
formarnos una idea verdaderamente rigurosa y coherente, en contraste con una idea
difusa como las que se exponen en Newsweek, acerca de qué significa en realidad
«omnipotente», «número entero» o «ilimitable», o «finito pero ilimitado». Intentar
llevar a cabo un poco de pensamiento abstracto disciplinado o dirigido.[1.10] Hay una

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tensión, como la de una fuga musical, muy definida pero inarticulable involucrada en
este tipo de pensamiento, una sensación de la que aquella repetición epiléptica de
«pluma, pluma» una y otra vez es solo un pálido reflejo. Uno de los caminos más
rápidos hacia esa sensación (por experiencia personal madrugadora) es intentar
pensar profundamente en la dimensión. Hay algo que «sé», y es que las dimensiones
espaciales más allá del Gran 3 existen. Incluso puedo construir un teseracto o
hipercubo con cartón. Un teseracto, un extraño tipo de cubo dentro de un cubo es una
proyección 3D de un objeto 4D, del mismo modo en que « » es una proyección 2D
de un objeto 3D. El truco es imaginar que las líneas y planos relevantes del teseracto
forman ángulos de 90o (es lo mismo con « » y un cubo real), porque la 4.ª
dimensión espacial es una que de algún modo existe perpendicularmente a la
longitud, anchura y profundidad de nuestro campo visual normal. Yo «sé» todo esto,
como probablemente lo «sabe» usted…, pero ahora intente imaginarlo realmente.
Concretamente. Casi de forma inmediata, puede sentir una tensión en la raíz misma
de su yo, las primeras hebras deshilachadas de una mente cuyas costuras empiezan a
ceder.
Con respecto a «saber» en contraste con saber de un modo concreto y material, el
segundo tipo es lo que Descartes quería decir con «una clara y distinta aprehensión» y
lo que en lenguaje moderno se llama «entender» o «captar». Es de nuevo el estado
epistoesquizoide de la mente moderna media: sentimos que «sabemos» cosas que el
aparato conceptual de nuestra mente en realidad no puede captar. A menudo son
objetos y conceptos en los más lejanos límites de la abstracción, cosas que
literalmente no podemos imaginar: espacios con D > 3, coreografía cuántica,
conjuntos fractales, materia oscura, raíces cuadradas de números negativos, botellas
de Klein y cajas de Freemish y escalinatas de Penrose. E ∞. A menudo, este tipo de
cosas se caracterizan como dotadas de una existencia únicamente «intelectual» o
«matemática». De nuevo, están muy lejos de tener un significado claro, aunque usar
estos términos constituye un juego de niños.
Obsérvese, por favor, que esta habilidad común de dividir nuestra atención y
«saber» cosas que no podemos captar es un rasgo distintivo moderno. Los antiguos
griegos, por ejemplo, no podían hacerlo. O no querían. Necesitaban las cosas claras, y
creían que no se puede saber algo a menos que se entienda realmente.[1.11] No es un
accidente que sus matemáticas no incluyeran ni el 0 ni el ∞. Su palabra para infinito
también significaba «lío».
El espíritu griego ha dado forma a la filosofía y a la práctica de las matemáticas
desde el principio. Las verdades matemáticas se establecen mediante demostraciones
lógicas y son extremadamente claras y nítidas. Es precisamente esto lo que exime a
las matemáticas de problemas laberínticos al estilo de cómo justificar con exactitud el
principio de inducción: las relaciones y demostraciones matemáticas no son
inductivas sino deductivas, formales. Las matemáticas, en otras palabras, son un

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sistema formal, donde «formal» significa forma pura, 100% abstracta. La idea central
es que las verdades matemáticas son ciertas y universales precisamente porque no
tienen nada que ver con el mundo. Si esto resulta algo opaco, he aquí un pasaje de
Godfrey H. Hardy en su Apología de un matemático, la obra inglesa en prosa más
lúcida jamás escrita sobre matemáticas:

«La certidumbre de las matemáticas —dice [Alfred N.] Whitehead— depende


de su completa generalidad abstracta». Cuando afirmamos que 2 + 3 = 5,
afirmamos una relación entre tres grupos de «cosas», y esas cosas no son
manzanas ni peniques, o cosas de uno u otro tipo en particular, sino solamente
cosas, «cosas cualesquiera». El significado de la afirmación es completamente
independiente de las individualidades de los miembros de los grupos. Todos
los «objetos» matemáticos o «entidades» o «relaciones», como «2», «3», «5»,
«+» o «=», y todas las proposiciones matemáticas en las que aparecen, son
completamente generales en el sentido de ser completamente abstractas.
Realmente una de las palabras de Whitehead es superflua, porque la
generalidad, en este sentido, es abstracción (Hardy, Apology, pág. 106).

Observe el lector que en esta cita «generalidad» se refiere no solo a la abstracción


de términos y referentes individuales, sino a la universalidad completamente
abstracta de las verdades afirmadas. Esta es la diferencia entre una mera curiosidad
matemática y un teorema matemático. Un famoso ejemplo de esa diferencia (famoso
para los alumnos del doctor Goris, en cualquier caso) es que (1) «La suma de la serie
(1 + 3 + 5 + 7 + 9) = 52» es una curiosidad, mientras que (2) «Para cualquier x, la
suma de los primeros x enteros impares = x2» es un teorema, es decir, matemáticas de
verdad.
Lo que viene a continuación está pensado principalmente como recordatorio de
cosas que usted ya conoce por encima o vio en la escuela. Si su familiaridad con los
sistemas formales es menos superficial, reconocerá los siguientes tres párrafos como
extremadamente burdos y simplistas y está invitado a tratarlos como SEI y omitirlos o
echarles una ojeada. Un sistema formal de demostración requiere axiomas y reglas de
inferencia. Los axiomas son proposiciones básicas tan obvias que pueden afirmarse
sin demostración. Recuerde, por ejemplo, los axiomas de Euclides o los postulados de
Peano. Las reglas de inferencia, a veces llamadas leyes del pensamiento, son los
principios lógicos que justifican la obtención de verdades a partir de otras
verdades.[1.12] Algunas de las reglas de inferencia son tan simples como la ley de
identidad, la cual básicamente sostiene que si algo es P, entonces es P. Otras son más
elaboradas. Para nuestros propósitos son especialmente importantes dos reglas de
inferencia. La primera es conocida como ley del tercero excluido (LTE). Por la LTE,
una proposición matemática tiene que ser o bien verdadera o bien, si no lo es,

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falsa.[1.13] La otra gran regla de inferencia involucra la relación lógica de implicación,
con el significado «Si… entonces» y se representa a menudo con el símbolo «→». La
regla de implicación más obvia es que (1) «P → Q» y (2) «P es verdadera» permiten
obtener la conclusión «Q es verdadera». La que vamos a usar con frecuencia es la
complementaria de esta regla, llamada habitualmente modus tollens. Puede sostenerse
que (1) «P → Q» y (2) «Q es falsa» permiten afirmar que (3) «P es falsa».[1.14]
Una razón por la que la LTE y el modus tollens son importantes para las
matemáticas es que hacen posible el método de demostración indirecta, también
conocido como demostración por reductio ad absurdum o a veces solo reductio. He
aquí cómo funciona. Supongamos que quiere demostrar P. Lo que hace es suponer lo
contrario, no-P, y entonces demostrar que no-P implica lógicamente una
contradicción como, por ejemplo, «Q y no-Q». (Por la LTE, nada puede ser
verdadero y falso a la vez, de modo que la conjunción «Q y no-Q» será siempre
falsa). Por el modus tollens, si (1) no-P → (Q y no-Q) y (2) (Q y no-Q) es falsa,
entonces (3) no-P es falsa. Y, por la LTE,[1.15] si no-P es falsa, entonces P tiene que
ser verdadera.
Muchas de las demostraciones más importantes y conocidas de la historia de las
matemáticas han sido de este tipo. Aquí está un ejemplo. Es la demostración de
Euclides de la Proposición 20 en el Libro IX de los Elementos. La Proposición 20
trata de los números primos, es decir —como probablemente recuerda de la escuela
—, de los números enteros que no pueden dividirse por enteros más pequeños sin que
quede resto. La Proposición 20 afirma básicamente que no existe un último número
primo. (Lo que esto significa, por supuesto, es que la cantidad de números primos es
en realidad infinita, pero Euclides le da vueltas a la cuestión, y con toda seguridad
nunca dice «infinito»). Aquí está la demostración. Supóngase que de hecho existe el
último número primo. Llamémosle Pn. Esto significa que la secuencia de números
primos (2, 3, 5, 7, 11, …, Pn) es exhaustiva y finita: (2, 3, 5, 7, 11, …, Pn) son todos
los primos que existen.[1.16] Ahora considérese el número R, que definimos como el
número que se obtiene multiplicando todos los primos hasta Pn y sumando 1 al
resultado. R es obviamente mayor que Pn. Pero ¿es R primo? Si lo es, tenemos una
contradicción inmediata, porque ya habíamos supuesto que Pn era el mayor número
primo posible. Pero si R no es primo, ¿por qué número se puede dividir? Obviamente
no se puede dividir por ninguno de los números primos de la secuencia (2, 3, 5,…, Pn
), porque dividir R por cualquiera de ellos daría resto 1. Pero dicha secuencia contiene
todos los números primos que existen, y estos son en definitiva los únicos números
por los que se puede dividir un número que no sea primo. Así que si R no es primo, y
si ninguno de los primos (2, 3, 5,…, Pn) puede ser divisor suyo, tiene que haber algún
otro primo por el que R se pueda dividir. Pero esto contradice la suposición de que (2,
3, 5, …, Pn) es una lista exhaustiva de todos los números primos. De uno u otro

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modo, tenemos una contradicción clara. Y como la suposición de que hay un último
número primo implica una contradicción, el modus tollens dicta que la suposición es
necesariamente falsa, lo cual por la LTE[1.17] significa que la negación de la
suposición es necesariamente verdadera, es decir, que ningún número primo es el
último. Q. E. D.
Observe, por favor, que la primalidad no tiene nada que ver con el mundo.
Concierne solo a relaciones entre números. Los griegos fueron los verdaderos
inventores de lo que llamamos matemáticas, porque —en eso también— fueron los
primeros en tratar los números y sus relaciones como abstracciones más que como
propiedades de colecciones de objetos reales. Es importante ver hasta qué punto esto
fue un salto. Ya desde registros muy antiguos, es fácil ver que las matemáticas
tuvieron su matriz en lo concreto. En lo inmediatamente concreto. Considérense
hechos como que las cifras también se llaman «dígitos» y que la mayoría de los
sistemas de numeración —no solo el nuestro en base 10 sino también los de base 5 y
base 20 de la Europa prehistórica— están claramente pensados a partir de los dedos
de la mano y los dedos de los pies. O que aún hablamos de «cuerdas» de círculos o de
«caras» de poliedros, o que «cálculo» proviene de la palabra griega que significa
«piedrecita», etc. Es bien conocido que hubo civilizaciones anteriores a la griega,
como los babilonios y los egipcios, con un grado considerable de sofisticación
matemática, pero las suyas eran unas matemáticas extremadamente prácticas, usadas
para la agrimensura, el comercio y las finanzas, la navegación, etc. Los babilonios y
los egipcios, en otras palabras, estaban más interesados en las cinco naranjas que en
el 5. Fueron los griegos los que convirtieron las matemáticas en un sistema abstracto,
un lenguaje simbólico especial que permite a las personas no solo describir el mundo,
sino explicar sus más profundas leyes y pautas. Se lo debemos todo.[1.18] Hasta el
punto de que los logros de Weierstrass, Cantor y Dedekind en la teoría de conjuntos y
la teoría de números modernas son imposibles de valorar sin entender el salto
hiperdimensional entre las matemáticas como una abstracción práctica de
propiedades del mundo real y las matemáticas, como diría Ferdinand de Saussure,
como un «sistema de símbolos […] independiente de los objetos designados». Ni
tampoco se pueden valorar verdaderamente sin considerar también los consiguientes
«cambios incalculables…», porque las matemáticas abstractas que han desterrado la
superstición y la ignorancia y la sinrazón y han dado a luz al mundo moderno son
también las matemáticas abstractas atravesadas por la sinrazón y la paradoja y el
enigma, y que han estado intentando, en cierto modo, atarse los zapatos sobre la
marcha desde el momento mismo en que adquirieron el estatus de lenguaje
verdadero. Por favor, tenga presente que un lenguaje es a la vez un mapa del mundo y
su propio mundo, con sus propias zonas de penumbra y sus grietas, lugares donde
enunciados que parecen obedecer todas las reglas del lenguaje son, a pesar de todo,
imposibles de tratar.

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Podemos suponer que el «lenguaje natural» es un territorio familiar, pero solo
como recordatorio considere la distancia y la diferencia entre usar «árbol» y «roca»
para designar auténticos árboles y rocas y la vergonzosa semántica de Clinton
hablando de «inhalar» o «contacto sexual». O explore la conocida paradoja «Estoy
mintiendo» (también un invento griego). O medite sobre frases como «“‘No tiene
sentido’ no tiene sentido” no tiene sentido» o «“Produce falsedad cuando es
precedida por su cita” produce falsedad cuando es precedida por su cita». Se dará
cuenta de que estas tres últimas, como la mayoría de las fisuras paradójicas,
involucran la autorreferencia o la regresión, dos demonios que han afligido el
lenguaje desde hace tanto tiempo como queramos retroceder.
Las matemáticas no están exentas. Y, por supuesto, como las matemáticas son un
lenguaje totalmente abstracto, y se supone que extremadamente «higiénico» debido a
su falta de referentes específicos del mundo real, sus paradojas y enigmas son mucho
más problemáticos. Es decir, que las matemáticas tienen que afrontarlos realmente en
lugar de ponerlos sin más en la trastienda del pensamiento cuando suena el
despertador. Algunos dilemas pueden tratarse con un enfoque «legalista», por así
decirlo, mediante definiciones y estipulaciones.[1.19] Analicemos un ejemplo fácil del
álgebra escolar: a partir del hecho indiscutible de que en una igualdad entre dos
fracciones los denominadores son iguales si los numeradores lo son, es decir, si
entonces y = z, podría parecer que si , entonces
(x − 4) = (x − 3), o sea 4 = 3, lo que evidentemente no tiene sentido, ya que presenta
una «fisura». Esto se resuelve decretando que la única solución posible de
es x = 5 (pues 0 dividido por cualquier cosa da otra vez 0, lo cual,

obviamente, no implica 4 = 3) y estipulando que el teorema


solo es válido si x ≠ 0.
Veamos un caso difícil. Todos conocemos los decimales periódicos, como
2/3 = 0,666… Resulta posible demostrar que 0,999… es igual a 1,0 con solo un par
de movimientos totalmente «legales»: si x = 0,999…, entonces 10x = 9,999…, y
ahora restemos x de 10x:

9,999… − 0,999…

y obtenemos 9x = 9,0 y por lo tanto x = 1. ¿Es engañoso o no? Depende de cómo


tratemos la secuencia infinita «0,999…» y de si decidimos postular la existencia de
algún número mayor que 0,999… pero menor que 1,0. Un número así involucraría un
infinitésimo, es decir, un ente matemático de pequeñez literalmente infinita. Puede
que recuerde los infinitésimos de las matemáticas del instituto. Pero puede que no
recuerde —probablemente porque no se lo explicaron— que a causa de los
infinitésimos los fundamentos del cálculo fueron extremadamente controvertibles y

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poco firmes durante doscientos años, ni que más o menos por el mismo motivo las
matemáticas transfinitas de Cantor fueron recibidas con acalorado escepticismo a
finales del siglo XIX: nada ha causado más problemas —históricamente,
metodológicamente, metafísicamente— que las cantidades infinitas. En muchos
sentidos, la historia de esos problemas relacionados con el ∞ es la propia historia de
las matemáticas.

§1d.

Esta introducción es muy rápida e imprecisa, por supuesto. Ahora tenemos que hacer
algunas distinciones al aproximarnos al ∞ como tema histórico. La primera es la
distinción obvia entre lo infinitamente grande (= transfinito) y lo infinitamente
pequeño (= infinitesimal, = ). La segunda gran diferencia es entre el ∞ como
característica del mundo físico —por ejemplo, al preguntarnos si el universo es
infinito, si la materia es infinitamente divisible, si el tiempo tiene un principio y un
fin— y el ∞ como ente matemático abstracto o concepto, en la misma línea que las
funciones, los números, la primalidad, y demás. También ha habido algo de
introducción a la ontología de las abstracciones analizando si existen realmente los
objetos matemáticos y cómo existen, cuestiones acerca de las cuales, por supuesto,
aún quedan cavilaciones para llenar una biblioteca. Lo que debe quedar claro es que
los problemas y controversias sobre el ∞ de los que nos vamos a ocupar aquí se
centran en la cuestión de si las cantidades infinitas pueden existir realmente como
entes matemáticos.
La tercera distinción puede empezar pareciendo nimia. Concierne a palabras
relacionadas con el ∞ como «cantidad» y «número». Estas tienen un extraño y
confuso doble sentido, del mismo modo en que lo tienen «longitud» o «gramo». Un
trozo de cuerda tiene cierta longitud, por ejemplo, en metros, pero también decimos
cosas como «unos metros de cuerda» o «longitud de onda». Una cierta cantidad de
fármaco que pesa un gramo también se llama «un gramo de fármaco». Asimismo,
«cantidad» o «número» pueden funcionar predicativamente —es decir, respondiendo
a las preguntas «¿cuántas?» o «¿cuánto?» de algo— y también como nombres
comunes que denotan el ente descrito. Por lo tanto, puede resultar ambiguo, cuando
se usa un término como «número infinito», si se está usando predicativamente («Hay
una cantidad infinita de números primos») o nominativamente («El primer número
infinito de Cantor es ℵ0»). Y la diferencia es importante, porque el uso predicativo de
«∞» puede ser difuso y puede significar solo «indefinidamente grande» o «muy muy
grande», mientras que, tras Dedekind y Cantor, el uso nominativo tiene una
denotación muy específica, aunque abstracta.

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En cierto sentido, el poder y quizás incluso toda la raison d’être del lenguaje de
las matemáticas es que está diseñado para ser tan claro y sin connotaciones que evite
justamente este tipo de ambigüedades. Intentar expresar cantidades y relaciones
numéricas en lenguaje natural, como traducir proposiciones matemáticas al castellano
y viceversa, a menudo causa problemas.[1.20] Un ejemplo favorito del doctor Goris
era la vieja historia sobre tres hombres que llegan a un motel tarde por la noche. Solo
queda una habitación libre, y cuesta 30€. Los huéspedes deciden poner 10€ cada uno
y compartirla, pero cuando llegan a la habitación se dan cuenta de que está hecha un
desastre —parece que, por alguna confusión, nadie había hecho la limpieza tras irse
los anteriores ocupantes— y comprensiblemente los tres hombres llaman al
recepcionista para quejarse. Aquí pueden omitirse unos cuantos detalles y florituras.
La cuestión es que se hace tarde, las personas de la limpieza ya no están, y no hay
ninguna habitación más, de modo que, tras un poco de regateo, el recepcionista
acepta rebajar 5€ el precio de la habitación y repartir sábanas limpias. Manda al
botones a la habitación con sábanas, toallas y el reintegro de 5€ en forma de cinco
monedas de 1€. Etc., etc., donde lo importante es que hay cinco monedas de 1€ y tres
individuos, de modo que estos (misteriosamente ablandados) se quedan 1€ cada uno y
dejan que el botones se quede los 2€ restantes como propina. Así, cada hombre ha
empezado pagando 10€ y ha recuperado 1€, de modo que cada uno ha pagado 9€, y
los tres juntos, 27€. El botones tiene los otros 2€, lo que suma 29€, así que ¿dónde
está el euro restante? En este problema, la cuestión es que la verborrea (de la que
había considerablemente más en la versión del doctor Goris: incluía un relato épico
que duraba todo el curso sobre esos tres hombres y sus diversas biografías y
peripecias y los diferentes enigmas matemáticos con que se topaban siempre) le
confunde para que intente calcular (30 − 3) + 2 en lugar de la pertinente (30 − 5) +
(3 + 2), dando como resultado mayor confusión y diversión y posibles puntos extra.
Existen varios tipos de provocaciones interlingüísticas como esta. Las que no se
pueden resolver se convierten en verdaderas paradojas, algunas de las cuales son
profundas. No debería sorprender, dado que el ∞ es la abstracción definitiva y a la
vez arraigadamente difuso, que este figure en muchas de esas paradojas. Tome, por
ejemplo, la idea de que no hay un último entero, o un entero mayor que todos los
demás, y de que el tiempo se extiende hacia adelante infinitamente. Ahora imagine
una lámpara de larga duración perfectamente construida con un gran botón rojo de
Apagada/Encendida, e imagine que esta mañana la lámpara está apagada pero a las
16:30 alguien la encenderá, a la misma hora del día siguiente alguien la apagará, a la
misma hora del día siguiente alguien la encenderá de nuevo, y así sucesivamente,
cada día, por el resto del tiempo. Y ahora considere si, tras un número infinito de
días, la lámpara estará apagada o encendida. Puede que recuerde de las matemáticas
del instituto[1.21] que en realidad este problema está relacionado con algo llamado una
serie infinita divergente, más específicamente la serie de Grandi, 1 − 1 + 1 − 1 + 1 −

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1 + 1…, serie que suma 0 si la calculamos según (1 − 1) + (1 − 1) + (1 − 1) +…
pero que suma 1 si la calculamos según 1 + (−1 + 1) + (−1 + 1) + (−1 + 1)…, y la
traca final es que, como ambos cálculos son matemáticamente lícitos, la suma «real»
de la serie parece ser a la vez 1 y no-1, lo cual por la LTE es imposible. Sin embargo,
tal vez recuerde[1.22] que la serie de Grandi resulta ser de un subtipo particular de
serie infinita divergente conocida como serie oscilante, y que como tal es un ejemplo
aleccionador de estipulación de sumas parciales (denotadas por sn), siendo el
simbolismo relevante algo parecido a «1 + ∑(−1)n donde sn = 0 para n par y sn = −1
para n impar», simbolismo que parece tan legislativamente críptico y pesado
precisamente porque tiene que estar diseñado para evitar fisuras como la paradoja de
la lámpara.
También hay antinomias que giran alrededor del ∞ no como un concepto del
lenguaje natural o un terrain vague numérico sino simplemente como un rasgo de la
geometría, de tal forma que pueden representarse mediante figuras simples, y no
basta con meras estipulaciones. Considérense los puntos y las rectas. Está claro que
cualquier recta contiene una infinidad de puntos. Un punto, recuerde, es «un elemento
de la geometría que tiene posición pero no extensión» (Nelson, pág. 330), en el
sentido de que un punto es una abstracción, pura posición. Pero si una recta se
compone únicamente de puntos, y los puntos no tienen extensión, ¿cómo puede tener
extensión una recta? Por definición, todas las rectas la tienen. La respuesta parece
tener algo que ver con el ∞, pero ¿cómo puede ∞ × 0 ser igual a algo que no sea 0?
Aquí está otra peor. Todo lo que necesita es a Euclides y una regla. Dibuje una
línea como esta:

donde el segmento de recta PQ es tres veces más largo que el segmento QR. Como
los segmentos de recta están compuestos por puntos, parece razonable la idea de que
debería haber tres veces más puntos en PQ que en QR. Pero resulta que hay
exactamente la misma cantidad en ambos. Puede verlo. Convierta los segmentos en el
triángulo recto QPR girando PQ hacia arriba y continuando la rotación hasta que P
esté justo encima de R, y después dibuje el segmento PR:

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Después recuerde que, por el axioma de las paralelas de Euclides,[1.23] por cada
punto del segmento PQ pasará exactamente una recta paralela al segmento PR:

y que esta recta cortará al segmento QR exactamente en un punto. Lo mismo es cierto


para cada punto individual de PQ; simplemente dibuje una recta paralela a PR que
corte a PQ en dicho punto, y la recta cortará a QR en un único punto:

sin duplicaciones y sin que falten puntos, de modo que a cada punto de PQ le
corresponde un punto de QR, es decir, que hay exactamente tantos puntos en QR
como en PQ, aunque PQ = 3(QR).
Puede usted generar una paradoja similar creando un par de círculos concéntricos
tales que el radio del círculo mayor mida el doble que el radio del círculo
interior.[1.24] Como la circunferencia de cualquier círculo es una función directa de su

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radio, la circunferencia del círculo mayor mide el doble que la del círculo menor. Y
una circunferencia también es una línea (curva), de modo que debería haber dos veces
más puntos en la circunferencia del círculo mayor. Pero no: como ambos círculos
tienen un centro común, el simple trazo de algunos radios permite establecer que
cualquier radio que corte al círculo grande en un punto N cortará al círculo pequeño
en un único punto correspondiente N1, sin redundancias ni ausencias:

demostrando así que el número de puntos en las circunferencias de ambos círculos es


el mismo.
Estos son verdaderos problemas, no solo tediosos o antiintuitivos sino
matemáticamente profundos. Georg F. L. P. Cantor los resolvió todos, más o menos.
Pero, por supuesto, la expresión coloquial «resolver» puede significar distintas cosas.
Como se ha mencionado, en matemáticas un modo de tratar con los problemas
desestabilizantes es decretar su inexistencia, desterrando ciertos tipos de entes
matemáticos y/o cargando los teoremas de estipulaciones y exclusiones diseñadas
para evitar resultados extraños. Antes de la invención de las matemáticas transfinitas,
esta era la manera de tratar la mayor parte de las paradojas del ∞. Se «resolvían»
empezando por difuminar la distinción entre una paradoja y una contradicción, y
luego aplicando una especie de reducción al absurdo metafísica: si admitir cantidades
infinitas, como el número de puntos de una recta o el conjunto de todos los enteros,
conduce a conclusiones paradójicas, tiene que haber algo inherentemente erróneo o
sin sentido en las cantidades infinitas, y así las entidades relacionadas con el ∞ no
podrían «existir» realmente en un sentido matemático. Este fue esencialmente el
argumento desplegado, por ejemplo, contra la famosa paradoja de Galileo en el
siglo XVII. Aquí está la paradoja de Galileo. El quinto axioma de Euclides dicta que
«el todo es siempre mayor que la parte», lo cual parece bastante irrefutable. También
resulta obvio que todo cuadrado perfecto (por ejemplo, 1, 4, 9, 16, 25…) es un
número entero, mientras que no todo número entero es un cuadrado perfecto. En otras
palabras, el conjunto de todos los cuadrados perfectos no es más que una parte del
conjunto de todos los números enteros, por lo que en virtud del quinto axioma de
Euclides es más pequeño. El problema es que el mismo tipo de igualdad-mediante-
correspondencia que vimos con PQ/QR y los dos círculos también se puede

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establecer en este caso. Porque aunque no es cierto que cada número entero sea un
cuadrado perfecto, sí es cierto que cada número entero es la raíz cuadrada de un
cuadrado perfecto: 2 de 4, 3 de 9, 4 de 16, 912 de 831.744, y así sucesivamente.
Visualmente, se pueden alinear los dos conjuntos y demostrar una perfecta e
inagotable correspondencia de uno a uno entre sus miembros:[1.25]

Así pues, la conclusión de la paradoja de Galileo es que el quinto axioma de


Euclides, una parte indispensable de las matemáticas básicas, y una verdad obvia que
podemos comprobar con cualquier tipo de conjunto que seamos capaces de ver o
contar, queda contradicho por los conjuntos infinitos de todos los números enteros y
todos los cuadrados perfectos. Ante esta situación, hay dos caminos posibles. El
estándar, como se ha mencionado, es declarar que los conjuntos infinitos son el
equivalente matemático de los unicornios o la «nada» que Alicia ve en el
camino.[1.26] El otro, que es revolucionario tanto intelectual como psicológicamente,
es tratar la equivalencia paradójica de Galileo no como una contradicción sino como
la descripción de cierto nuevo tipo de ente matemático que es tan abstracto y extraño
que no se ciñe a las reglas normales de las matemáticas y requiere un tratamiento
especial. Es decir, consiste en indicar (como hizo adivine quién) que «El fallo
fundamental de todas las así llamadas demostraciones de la imposibilidad de los
números infinitos es que atribuyen a dichos números todas las propiedades de los
números finitos, mientras que los números infinitos […] constituyen una clase
completamente nueva de número, un tipo cuya naturaleza debería ser objeto de
investigación y no de prejuicios arbitrarios» (Cantor, «Über die verschiedenen
Standpunkte in bezug auf das aktuelle Unendliche», en Gessamelte Abhandlungen.
Traducción editada de un extracto de Dauben, Georg Cantor, pág. 125).
Pero, por otro lado, dicha actitud podría no ser revolucionaria, sino sencillamente
una locura.[1.27] Como considerar el hecho de que nunca nadie ha visto un unicornio
ni una sola vez y afirmar que esto no es una indicación de que los unicornios no
existen realmente, sino más bien un indicio de que los unicornios constituyen un
nuevo tipo de animal con la singular propiedad de ser invisibles. Está claro que aquí
encontramos la sutil diferencia entre genio y locura de la que se alimentan escritores
y cineastas modernos. La verdad es que toda clase de entes extraños y no
directamente observables como el 0, los enteros negativos, los números irracionales,
etc., se introdujeron originalmente en las matemáticas con el mismo tipo de aura de
locura/incoherencia pero, a día de hoy, están totalmente aceptados y son incluso
esenciales. Al mismo tiempo, ha habido muchas otras innovaciones que eran
realmente insensatas o intratables y fueron expulsadas entre risas de la ciudad,

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matemáticamente hablando, y nosotros, la gente de la calle, jamás oímos hablar de
ellas.
Sin embargo, que algo sea una sutil distinción no significa que no sea una
distinción. El pensamiento matemático es abstracto, pero también minucioso y
pragmático y muy enfocado a la obtención de resultados. La diferencia entre una
teoría matemática revolucionaria y brillante y otra «chiflada» está, por lo tanto, en lo
que se pueda hacer con ella, en si da o no da resultados significativos. He aquí a
Hardy explicando lo que considera «resultados significativos»:

Podríamos decir, en cierto modo, que una idea matemática es «significativa»


si se puede relacionar, de una manera natural y reveladora, con un gran
complejo de otras ideas matemáticas. Así, un teorema matemático serio, un
teorema que conecte ideas significativas, es probable que conduzca a
importantes avances en las propias matemáticas e incluso en otras ciencias
(Hardy, Apology, pág. 89).

Las teorías de Cantor sobre los conjuntos infinitos y los números transfinitos
acaban resultando significativas precisamente de esta manera. La razón de ello es, en
parte, que Cantor era un excelente matemático profesional y aportó demostraciones
ingeniosas de las características formales importantes, que hicieron de sus ideas
verdaderas teorías y no solo hipótesis atrevidas. Pero también hay otras razones. El
mismo Galileo había planteado la hipótesis de que la verdadera conclusión de su
paradoja era que «los atributos “igual”, “mayor” y “menor” no son aplicables al
infinito, sino solo a cantidades finitas» (Galileo Galilei, pág. 32). Pero nadie se tomó
esto en serio, y no por estupidez: las matemáticas no tienden a estar llenas de gente
estúpida o de mente cerrada. Realmente, el momento no era el adecuado para la
sugerencia de Galileo, ni existían todavía las herramientas matemáticas adecuadas
para convertirla en una verdadera teoría incluso si Galileo hubiera querido… lo cual
no fue así, hecho del que sería equivocado concluir que él no era tan perspicaz o
brillante como Georg Cantor. Como la mayoría de los gigantes que revolucionan las
matemáticas o la ciencia, Cantor era en un 100% un hombre de su tiempo y lugar, y
sus logros fueron la habitual conjunción de un talento personal y un coraje
extraordinarios[1.28] con el contexto adecuado de problemas y condiciones generales
que, en retrospectiva, tienden a hacer que los avances intelectuales parezcan
inevitables, y sus autores, casi incidentales.
Para expresarlo de otro modo, las matemáticas son piramidales. Cantor no surgió
súbitamente de la nada. Por lo tanto, una verdadera valoración requiere una
comprensión de los conceptos y problemas que dieron lugar a la teoría de conjuntos e
hicieron que las matemáticas transfinitas fueran significativas en el sentido de Hardy.
Esto necesita tiempo, pero como la explicación es también piramidal podemos

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proceder de un modo más o menos ordenado, y no será todo tan abstracto y
discursivo como esta introducción.

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2

§2a.

Ahora estamos empezando de verdad. Hay dos maneras de investigar el contexto de


la teoría de conjuntos cantoriana. La primera es hablar de la intrincada y abstracta
danza del infinito y los límites a lo largo de la evolución de las matemáticas. La
segunda es examinar el esfuerzo histórico de las matemáticas para representar la
continuidad, es decir, el suave fluir y/o los aspectos densamente sucesivos del
movimiento y los procesos del mundo real. Cualquiera que tenga incluso los más
vagos recuerdos de las matemáticas del instituto recordará que la continuidad y el
∞/límite son esencialmente el fundamento del cálculo, y podría recordar también
que, en términos generales, tienen su origen en la metafísica de los antiguos griegos y
su matriz particular en Zenón de Elea (hacia 490-435 a. C., quien murió con sus
dientes literalmente aún en la oreja del despótico gobernante de Elea, Nearco I; es
una larga historia), cuyas epónimas paradojas lo desencadenaron todo.
Unos cuantos hechos procedentes de Ática, para empezar. En primer lugar, las
matemáticas griegas eran abstractas, ciertamente, pero estaban profundamente
arraigadas en los métodos de los babilonios y los egipcios. Para los griegos no hay
una diferencia real entre los entes aritméticos y las figuras geométricas, por ejemplo,
entre el número 5 y un segmento de cinco unidades de longitud. En segundo lugar,
para ellos tampoco hay unas distinciones claras entre las matemáticas, la metafísica y
la religión: en muchos sentidos eran todas la misma cosa. En tercer lugar, el
desagrado propio de nuestra época y cultura respecto a los límites —por ejemplo, al
decir «un hombre limitado» o «SI SU VOCABULARIO ES LIMITADO, SUS POSIBILIDADES DE
ÉXITO SON LIMITADAS», etc.— habría sido incomprensible para los antiguos griegos.
Baste decir que los límites les gustaban mucho, y una consecuencia directa de ello es
su antipatía/desconfianza respecto al ∞. El término helénico to apeiron significa no
solo infinitamente largo/grande, sino también indefinible, complejo sin remedio,
aquello-que-no-puede-ser-tratado.[2.1]
To apeiron también hacía referencia al caos ilimitado y sin naturaleza propia del
que surgió la creación. Anaximandro (610-545 a. C.), el primero de los presocráticos
que usó el término en su metafísica, lo define esencialmente como «el sustrato
ilimitado del que provino el mundo» (Edwards, v. 3, p. 190). Y aquí «ilimitado»
significa no solo sin fin e inagotable, sino informe, desprovisto de cualquier frontera,
distinción o cualidad específica. Algo así como el vacío, pero de lo que está
desprovisto inicialmente es de forma.[2.2] Y esto, para los griegos, no es nada bueno.

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Aquí está una cita definitiva de Aristóteles, esa fuente de citas definitivas: «La
esencia del infinito es la privación, no la perfección sino la ausencia de límite»
(Física, III, 7, 208a). La cuestión es que al abstraer todas las limitaciones para
obtener el ∞, también se elimina lo más importante: sin límite implica sin forma, y
eso significa el caos, la fealdad, un lío. Téngase, pues, presente el hecho ático cuatro:
el ubicuo y esencial esteticismo del intelecto griego. El desorden y la fealdad eran el
malum in se definitivo, la señal segura de que algo iba mal con un concepto, del
mismo modo en que la desproporción y el desorden eran inaceptables en el arte
griego.[2.3]
Pitágoras de Samos (570-500 a. C.) es crucial en todos los sentidos para la
historia del ∞. (En realidad, es más exacto decir «la Divina Hermandad de Pitágoras»
o por lo menos «los pitagóricos», porque en relación con el ∞ no es tan importante el
hombre como la secta). Fue la metafísica pitagórica la que combinó explícitamente el
to apeiron de Anaximandro con el principio de límite (peras en griego) que otorga
estructura y orden —la posibilidad de forma— al vacío primigenio. La Divina
Hermandad de Pitágoras (D. H. P.), que, como es bien sabido, fundó una religión
entera del número, postuló este límite como matemático, geométrico. Es la acción del
peras sobre to apeiron la que da lugar a las dimensiones geométricas del mundo
concreto: to apeiron limitado una vez da lugar al punto geométrico, limitado dos
veces da lugar a la recta, tres veces da lugar al plano, y así sucesivamente. Por
extraño o primitivo que esto pueda parecer, era extremadamente importante, y
también lo eran los pitagóricos. Su cosmología basada en el peras implicaba que la
génesis de los números era la génesis del mundo. Sí, la excentricidad de la D. H. P. es
legendaria, igual que sus reglas estacionales para el sexo o el odio patológico de
Pitágoras hacia las legumbres. Pero fueron las primeras personas que consideraron, y
adoraron, los números como abstracciones. El puesto central del número 10 en su
religión, por ejemplo, no estaba relacionado con los dedos, sino con el estatus del
número 10 como la suma perfecta de 1 + 2 + 3 + 4.
Los miembros de la D. H. P. fueron también los primeros filósofos que trataron
de forma explícita la relación metafísica entre las realidades matemáticas abstractas y
las realidades empíricas concretas. Su postura fundamental era que la realidad
matemática y el mundo concreto eran lo mismo, o más bien que la realidad empírica
era una especie de sombra o proyección de las matemáticas abstractas.[2.4] Además,
muchos de sus argumentos a favor de la primacía del número se basaban en el hecho
observado de que las relaciones matemáticas puramente formales tenían
sorprendentes consecuencias para los fenómenos del mundo real. Un famoso ejemplo
es cómo la D. H. P. obtuvo la razón áurea ( , cuya solución es

aproximadamente ) de las conchas marinas y los troncos de algunos árboles y


estableció su uso en la arquitectura. Como se ha mencionado, algunas de estas

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conexiones fueron conocidas por culturas anteriores como los egipcios, o quizás
«usadas» sería mejor, pues los egipcios tenían un interés nulo en conocer cuáles eran
realmente las conexiones, o en qué significaban. Un par más de ejemplos. En la
práctica, los egipcios habían usado lo que ahora llamamos el teorema de Pitágoras en
ingeniería y agrimensura a lo largo del Nilo, pero fue Pitágoras quien lo convirtió en
un auténtico teorema, y lo demostró. Muchas culturas pregriegas también tocaban
música, pero fue la D. Η. P. la que descubrió los conceptos de octava, de quinta
perfecta, etc., observando que ciertos intervalos musicales siempre se correspondían
con ciertas razones entre las longitudes de las cuerdas pulsadas: de 2 a 1, de 3 a 2, y
así sucesivamente. Como las cuerdas eran rectas y las rectas eran entes
geométricos/matemáticos,[2.5] las razones entre las longitudes de las cuerdas eran lo
mismo que razones entre números enteros, o sea números racionales, que resultan ser
los entes fundamentales de la metafísica pitagórica.
Etcétera, siendo lo importante que los intentos de la D. Η. P. para articular las
conexiones entre la realidad matemática y el mundo físico eran parte del proyecto,
más amplio, de la filosofía presocrática, el cual era básicamente dar una explicación
racional, no mitopoiética, de lo que era real y de su origen. Quizás incluso más
importante que la D. Η. P., en relación con el ∞, es el protomístico Parménides de
Elea (hacia el 515-? a. C.), no solo porque su distinción entre «Vía de Verdad» y
«Vía de Apariencia» delimitó los términos de la metafísica griega y (también) influyó
en Platón, sino porque el discípulo y defensor n.º 1 de Parménides fue el antes
mencionado Zenón, el más endiabladamente listo e irritante de todos los filósofos
griegos (al que se puede ver dándole un palizón a Sócrates, argumentativamente
hablando, en el Parménides de Platón). Los argumentos de Zenón a favor de la
metafísica de Parménides tomaron la forma —como también se ha mencionado— de
algunas de las más profundas y enrevesadas paradojas de la historia del mundo. A
favor de la relevancia de estos rompecabezas para nuestro propósito general, he aquí
otra bonita cita de Bertrand Russell:

En este mundo caprichoso, nada es más caprichoso que la fama póstuma. Uno
de los más notables ejemplos de la falta de juicio de la posteridad es el
eleático Zenón […], que puede ser considerado el fundador de la filosofía del
infinito. Inventó cuatro argumentaciones, todas inconmensurablemente sutiles
y profundas, para demostrar que el movimiento es imposible, que Aquiles
nunca puede alcanzar a la tortuga, y que una flecha en pleno vuelo está
realmente en reposo. Tras ser refutadas por Aristóteles, y por todos los
filósofos posteriores desde entonces hasta nuestros días, dichas
argumentaciones fueron reformuladas, y constituyeron la base de un
renacimiento matemático, por parte de un profesor alemán, quien
probablemente nunca soñó en ninguna conexión entre él mismo y Zenón
(Russell, Mysticism and Logic, pág. 76).

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Dicho sea de paso, la metafísica de Parménides —que es incluso más aventurada
que la de la D. H. P., y que en retrospectiva se parece más a la religión oriental que a
la filosofía occidental— se puede describir como una especie de monismo
estático,[2.6] y las paradojas de Zenón (que en realidad son más de cuatro) están,
conforme a ello, dirigidas contra la realidad de (1) la pluralidad y (2) la continuidad.
Por ahora nos interesa (2), que para Zenón toma la forma, como menciona Russell,
del movimiento físico tal como lo conocemos habitualmente.
El argumento básico de Zenón contra la realidad del movimiento se conoce como
la dicotomía. Parece muy simple y se desarrolla en dos de sus más famosas paradojas:
«El Estadio» y «Aquiles contra la Tortuga». La dicotomía es usada y analizada
posteriormente, con todo tipo de presentaciones e intenciones, por Platón, Aristóteles,
Agripa, Plotino, santo Tomás de Aquino, Leibniz, John Stuart Mill, Francis Herbert
Bradley y William James (sin olvidar a Douglas Hofstadter en Gödel, Escher, Bach).
Veamos cómo funciona.[2.7] Usted está en una esquina, el semáforo cambia e intenta
cruzar la calle. Observe la maniobra al usar el término «intenta». Porque antes de que
usted pueda cruzar toda la calle, obviamente tiene que hacer la mitad del recorrido. Y
antes de hacer la mitad del recorrido, debe hacer la mitad de la mitad del recorrido.
Esto no es más que sentido común. Y antes de hacer la mitad de la mitad del
recorrido, debe hacer la mitad de la mitad de la mitad del recorrido, y así
sucesivamente. Y más. Expresado de un modo más excitante, la paradoja es que un
peatón no puede desplazarse del punto A al punto B sin cruzar todos los subintervalos
sucesivos de AB, cada uno de los cuales tiene una longitud , donde los valores de
n forman la secuencia (1, 2, 3, 4, 5, 6, …), y donde los puntos suspensivos significan,
por supuesto, que la secuencia no termina nunca. Continúa para siempre. Este es el
temido regressus in infinitum, también conocido como regresión infinita viciosa o
RIV. Lo que la convierte en «viciosa» en este caso es que le pide a usted que realice
un número infinito de acciones antes de alcanzar su objetivo, lo cual —como
«infinito» consiste precisamente en que la cantidad de dichas acciones no tiene fin—
convierte al objetivo en algo lógicamente imposible. O sea, que usted no puede cruzar
la calle.
La manera estándar de esquematizar la dicotomía es habitualmente:

(1) Para cruzar el intervalo AB primero tiene que cruzar todos los subintervalos
, siendo n = 1, 2, 3, 4, 5, 6, …

(2) Hay una cantidad infinita de tales subintervalos.


(3) Es imposible cruzar una cantidad infinita de subintervalos en una cantidad
finita de tiempo.
(4) Por lo tanto, es imposible cruzar AB.

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No hace falta decir que el intervalo AB no tiene por qué ser una calle muy ancha,
ni siquiera una calle. La dicotomía se aplica a cualquier tipo de movimiento continuo.
En clase, al doctor Goris le gustaba presentar la argumentación en términos del
movimiento del dedo desde la falda hasta la punta de la nariz. Y, por supuesto, como
sabe cualquiera que haya logrado alguna vez cruzar una calle o tocarse la nariz, tiene
que haber algo sospechoso en el argumento de Zenón. Hallar y articular esa sospecha
es un asunto muy distinto. Tenemos que ir con cuidado, también: hay más de una
manera de equivocarse. Si estudió usted algo de matemáticas de bachillerato, por
ejemplo, puede ser tentador decir que el paso (2) de la dicotomía esconde una simple
falacia, concretamente la de suponer que la suma de una serie infinita tiene que ser a
su vez infinita. Posiblemente recuerde que el del paso (1) es simplemente otra

manera de representar la serie geométrica , y que la fórmula

correcta para hallar la suma de esta serie geométrica es , donde a es el primer

término de la serie y r es su razón, y que aquí ambos valen , y que , por lo

que en este caso parece que las calles se pueden cruzar y las narices se pueden tocar
sin ningún problema, así que la dicotomía en realidad es solo un truco con las
palabras y no una paradoja en absoluto, excepto tal vez para civilizaciones demasiado
primitivas y poco ilustradas como para conocer la fórmula de la suma de una serie
geométrica.
Solo que esta respuesta no servirá. De momento dejemos a un lado la cuestión de
si es técnicamente correcta. Lo que importa es que es trivial: representa lo que los
filósofos llamarían una visión empobrecida del problema de Zenón.
Pues ¿de dónde sale exactamente como fórmula para sumar esta serie
geométrica? Es decir, dicha fórmula ¿es solo un poco de palabreo «legalista» para
evitar que existan ciertas paradojas, o es matemáticamente «significativa» en el
sentido de Hardy? Y ¿cómo determinamos cuál es?
Curiosamente, cuanto más estándar fuera la lección de matemáticas que recibió,
más difícil será evitar responder de una manera demasiado pobre. Como, por
ejemplo, justificar indicando, en la mejor tradición del 2.º curso de
cálculo,[2.8] que la serie geométrica relevante en este caso es un subtipo particular de
serie infinita convergente, y que la suma de tal serie se define como el límite de la
sucesión de sus sumas parciales (es decir, si la sucesión s1, s2, s3, …, sn, … de las
sumas parciales de una serie tiende a un límite S, entonces S es la suma de la serie), y
que podemos afirmar con seguridad, respecto a dicha serie, que , así que
funciona perfectamente… en cuyo caso usted habrá respondido una vez más

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a la dicotomía de Zenón de un modo que es complejo, formalmente excitante,
técnicamente correcto y profundamente trivial. En la línea de responder «Porque es
ilegal» como respuesta a «¿Por qué está mal matar?».
El problema con las clases de matemáticas de bachillerato —las cuales consisten
casi completamente en la ingestión y la regurgitación rítmicas de información
abstracta, y cuyo ritmo es tal que maximiza este flujo de datos recíproco— es que su
misma dificultad superficial puede hacernos creer que realmente sabemos algo
cuando todo lo que «sabemos» realmente son fórmulas abstractas y reglas para su
aplicación. En las clases de matemáticas raramente aprendemos si cierta fórmula es
verdaderamente significativa, o por qué, o de dónde salió, o qué dependía de ella.[2.9]
Hay claramente una diferencia entre ser capaz de usar una fórmula de forma correcta
y saber realmente cómo resolver un problema, saber por qué un problema es un
problema matemático de verdad y no un simple ejercicio. Respecto a esto véase un
pasaje más de Russell sobre Zenón,[2.10] esta vez destacando algunas partes:

Zenón se preocupó, de hecho, acerca de tres problemas, cada uno planteado


por el movimiento pero cada uno más abstracto que el movimiento, y
susceptible de un tratamiento puramente aritmético. Esos son los problemas
de lo infinitesimal, lo infinito y la continuidad. Enunciar claramente las
dificultades involucradas quizás era lograr la parte más dura de la tarea del
filósofo (Russell, Mysticism and Logic, pág. 77).

Además, « » no consigue aclarar las dificultades en vueltas, pues le falta


contexto y no aporta motivación. Poner en claro dichas dificultades es, de hecho, la
verdadera dificultad con la que nos encontramos aquí (y si usted empieza a sentir
cierta incomodidad/dolor de cabeza, sabrá que estamos en el auténtico territorio de
Zenón).
En primer lugar, para ahorrarnos por lo menos 103 palabras, eche un vistazo de
tipo recordatorio a las dos siguientes gráficas esquemáticas, una de la sucesión
divergente[2.11] correspondiente a 2n y la otra de la sucesión convergente expresada
por :

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Una de las auténticas dificultades contextuales que rodeaban la dicotomía era que
los griegos no tenían ni usaban el 0 en sus matemáticas (el 0 había sido una invención
babilonia muy tardía, puramente práctica y actuarial, hacia el año 300 a. C.). Por lo
tanto, se podría decir que al no haber número/cantidad reconocido/a hacia donde
pueda converger la sucesión convergente (véase la Figura 2a(2)), las
matemáticas griegas carecían de equipamiento conceptual para comprender la
convergencia, los límites, las sumas parciales, etc. Esto sería verdad en cierto
sentido,[2.12] y no completamente trivial.

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Aún menos trivial es el mencionado temor griego de to apeiron. Zenón fue el
primer filósofo en usar ese agujero negro de la lógica que viene a ser el ∞ como una
auténtica herramienta argumentativa, es decir, la regresión infinita viciosa (RIV), que
incluso actualmente se usa en argumentaciones lógicas como un método de
demostración en la línea de la reducción al absurdo. Ejemplo: en epistemología, la
RIV es la manera más fácil de refutar la afirmación habitual de que para saber
realmente algo hay que saber que se sabe. Como en la mayoría de las demostraciones
por RIV hay algo maliciosamente divertido en esta. Sea x una variable con la cual
denotaremos cualquier hecho o estado de cosas que pueda ser precedido por el
término «que» y reformulemos la afirmación original como (1) «Para saber que x,
tiene que saber que sabe que x». Como la frase entera «que sabe que x» también es un
hecho o estado de cosas, en el siguiente paso de la demostración puede simplemente
sustituir x por [sabe que x] dentro de la afirmación original y, mutatis mutandis, el
resultado es (2) «Para saber que [sabe que x], tiene que saber que sabe que [sabe que
x]», la siguiente y totalmente válida extensión de la cual es (3) «Para saber que [sabe
que sabe que x], tiene que saber que sabe que [sabe que sabe que x]», y así
sucesivamente, ad infinitum, exigiéndole que satisfaga una cantidad sin fin de
precondiciones para saber cualquier cosa.
[SEI La RIV es una herramienta tan poderosa que puede usted usarla fácilmente
para irritar competidores profesionales o enfurecer a su pareja en conflictos
domésticos, o (aún peor) para volverse loco usted mismo en la cama por la mañana
pensando, por decir algo, en cualquier tipo de relación entre dos cosas o términos,

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como cuando decimos que 2 y 4 están relacionados por la función y = x2, o que si las
nubes provocan la lluvia, entonces las nubes y la lluvia tienen una relación causal. Si
usted considera la idea en abstracto y pregunta, respecto a cualquier relación, si dicha
relación está ella misma relacionada con los dos términos que relaciona, la respuesta
es ineludiblemente sí (pues es imposible ver cómo una relación puede conectar dos
términos a menos que tenga su propia relación con cada uno, del modo en que un
puente entre dos orillas tiene que estar conectado con cada orilla), en cuyo caso la
relación entre, digamos, las nubes y la lluvia en realidad implica dos relaciones más
—o sea, aquellas entre (1) las nubes y la relación y (2) la lluvia y la relación—, cada
una de las cuales obviamente implica dos más, y así sucesivamente, ad infinitum…,
lo cual no resulta ser en absoluto un camino abstracto divertido ni productivo para
seguir a tempranas horas de la mañana, especialmente porque la serie geométrica de
relaciones en este caso es más bien divergente y no convergente, y como tal está
relacionada con todo tipo de series divergentes modernas y especialmente temibles,
como el aumento exponencial del cáncer, la fisión nuclear, la epidemiología, etc.
También vale la pena observar que las horribles RIV divergentes, como las que
acabamos de ver, siempre involucran la metafísica de las abstracciones, tales como
«relación» o «conocimiento». Es como si siempre se abriera algún tipo de rendija o
fisura en el desplazamiento de los casos particulares de conocimiento/relación al
conocimiento/relación in abstractus].
Zenón mismo está casi fetichísticamente atado a la RIV divergente y la usa en
varias de sus paradojas menos conocidas. Aquí está una P. Z.[2.13] específicamente
antipitagórica contra la idea de que cualquier cosa puede estar en algún sitio en
particular, lo que se puede esquematizar de la siguiente forma simplificada:

(1) Todo lo que existe está en alguna ubicación.


(2) Por lo tanto, la ubicación existe.
(3) Pero por (1) y (2), la ubicación tiene que estar en una ubicación, y
(4) Por (1)-(3), la ubicación de la ubicación tiene que estar ella misma en una
ubicación, y…
(5) así sucesivamente ad infinitum.

A esta es fácil verle los engranajes, pues aquí la verdadera dificultad russelliana
es cierta imprecisión respecto a «existir». En realidad, como los antiguos griegos ni
siquiera tenían un verbo específico para la existencia, el infinitivo relevante es el aún
más impreciso «estar». Desde un punto de vista puramente gramatical, el argumento
de Zenón puede ser acusado de la clásica falacia de la equivocación,[2.14] pues «estar»
puede tener todo tipo de significados distintos, por ejemplo, «Estoy asustado» en
comparación con «Está lloviendo» o «Estar ahí». Pero puede usted ver que continuar

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en esta línea conducirá (una vez más) a las cuestiones más profundas de la paradoja,
las cuales son (otra vez de nuevo) metafísicas: ¿qué significan exactamente estos
diferentes sentidos de «estar»?, y en particular, ¿qué significa el sentido más
especializado de «existir»?, es decir, ¿qué tipo de cosas existen realmente?, y ¿de qué
maneras?, y ¿hay diferentes tipos de existencia para diferentes tipos de cosas?, y
entonces, ¿algunos tipos de existencia son más básicos o sustanciales que otros?
Etcétera.
Se habrá dado cuenta de que ya nos hemos topado con este tipo de cuestiones una
docena de veces y todavía estamos a más de dos mil años de Georg Cantor. Son la
verdadera oveja negra en la historia del ∞ y no hay manera de evitarlas si queremos
algo más que un montón de clases vomitadas de matemáticas abstractas sobre teoría
de conjuntos transfinita. Trato hecho. Ahora es el momento de trazar un esbozo del
argumento de Platón del Uno Sobre Muchos (U. S. M.), que es precisamente el
tratamiento clásico de este tipo de cuestiones al aplicarlas al asunto de la predicación.
Puede que también recuerde el U. S. M. del instituto. En ese caso relájese porque
esto no durará mucho. Para Platón, si dos individuos tienen algún atributo común y,
por lo tanto, pueden ser descritos[2.15] por el mismo predicado —«Tom es un
hombre», «Dick es un hombre»—, entonces hay algo en virtud de lo cual Tom y Dick
(junto a todos los demás referentes del predicado nominativo «hombre») tienen ese
atributo en común. Ese algo es la «forma» ideal hombre, forma que es lo que
realmente, definitivamente existe, mientras que los hombres individuales son solo
manifestaciones temporales de la forma, con una especie de existencia prestada o
derivada, como las sombras o las imágenes proyectadas. Esta es una versión muy
simplificada, pero no distorsionada, del U. S. M., e incluso a este nivel no debería ser
difícil ver las influencias de Pitágoras y Parménides en la teoría ontológica de Platón
sobre las «formas», de la cual el U. S. M. es obviamente una parte.
Aquí es donde la verdad se vuelve un poco complicada. Como parece suceder a
menudo, la complicación involucra a Aristóteles. Es cierto que la primera mención
del U. S. M. está en el Parménides de Platón, pero de hecho lo que hizo famoso al
argumento fue la Metafísica de Aristóteles,[2.16] que intenta demolerlo en una extensa
discusión. El contexto podría llenar varias estanterías pero podemos omitir la mayor
parte.[2.17] Lo extraño (por razones que están al caer) es que el argumento más
conocido de Aristóteles contra la teoría de las formas de Platón es virtualmente el
Zenón de los libros de texto. Ese argumento, habitualmente llamado del Tercer
Hombre, es a todos los efectos una reducción al absurdo de tipo RIV divergente
aplicada al U. S. M. Tras observar que tanto los hombres individuales como la forma
hombre obviamente comparten alguna cualidad o atributo predicativo, Aristóteles
indica que entonces tiene que haber otra forma metafísica —digamos hombre'— que
incluye ese atributo común, lo cual implica aún otra forma, hombre'', para incluir lo
predicativamente común a hombre' y [hombre + hombre], etc., ad infinitum.

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Le parezca o no válido el argumento del Tercer Hombre como refutación del
U. S. M. puede muy bien haberse dado cuenta de que la teoría de las formas de
Platón[2.18] tiene sus propios problemas, como, por ejemplo, una conspicua ridiculez
cuando el U. S. M. se aplica a ciertos predicados: ¿hay una forma ideal del hecho de
ser zurdo?, ¿de la estupidez?, ¿de la porquería? Pero observe que la teoría de Platón
tiene mucha más potencia y plausibilidad cuando se aplica a cualquier tipo de sistema
que depende de relaciones formales entre abstracciones. Como, por ejemplo, a las
matemáticas. El desplazamiento conceptual de «cinco naranjas» y «cinco céntimos» a
la cantidad cinco y el número entero 5 es precisamente el desplazamiento de Platón
de «hombre» y «hombres» a Hombre. Recuerde, después de todo, la conclusión de
Hardy en §1c: cuando usamos una expresión como «2 + 3 = 5», lo que estamos
expresando es una verdad general cuya generalidad depende de la abstracción total de
los términos involucrados. En realidad estamos diciendo que dos cosas cualesquiera
más tres cosas cualesquiera son igual a cinco cosas cualesquiera.
Solo que realmente nunca decimos eso. En cambio, hablamos del número 2 y del
número 5, y sobre relaciones entre esos números. Vale la pena «una vez más» indicar
que esto podría ser solo una maniobra semántica, o metafísica, o ambas cosas. Y vale
la pena recordar aquellas dos cosas del §1d sobre los sentidos predicativo y
nominativo de «longitud» y «gramo», y los diferentes tipos de afirmaciones de
existencia envueltas en «No veo nada en el camino» y «El hombre es curioso por
naturaleza» y «Está lloviendo». Y entonces considerar, cuidadosamente, las
afirmaciones de existencia que suscribimos cuando hablamos de números. ¿Es el «5»
solo algún tipo de abreviatura intelectual para todos los conjuntos quíntuples del
mundo real?[2.19] Parece bastante claro que no lo es, o por lo menos que esto no es
todo lo que «5» es, pues hay montones de cosas acerca del 5 (por ejemplo, que 5 es
primo, que la raíz cuadrada de 5 es 2,236…) que no tienen nada que ver con
conjuntos de objetos reales, pero sí tienen que ver con cierto tipo de entidad llamada
números y con sus cualidades y relaciones. La existencia real, aunque extraña, de los
números es también sugerida por el modo en que muchas de esas cualidades y
relaciones —como, por ejemplo, que √5 no se puede expresar ni como un decimal
finito ni como una razón de números enteros— parece que en realidad son
descubiertas en lugar de ser inventadas o propuestas y después defendidas. La
mayoría de nosotros nos sentiríamos inclinados a decir que √5 es un número
irracional incluso si nunca nadie demostrara realmente que lo es, o por lo menos
resulta que para negarlo habría que comprometerse con una teoría muy compleja y de
aspecto extraño acerca de qué son los números. Todo este asunto es, por supuesto,
increíblemente complejo (lo cual es una de las razones por las que hablamos de él
solo a pequeños pedazos contextuales), porque no solo la cuestión es abstracta, sino
que todo a lo que se refiere es una abstracción: existencia, realidad, número… Pero
considere también por un momento cuántos niveles de abstracción intervienen en las

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propias matemáticas. En la aritmética está la abstracción del número. Y luego está el
álgebra, donde una variable es un símbolo aún más abstracto de algún número o
números y una función es una precisa pero abstracta relación entre dominios de
variables. Y luego, por supuesto, están las matemáticas de bachillerato y sus
derivadas e integrales de funciones, y luego, ecuaciones integrales que involucran
funciones desconocidas, y familias de funciones en el caso de las ecuaciones
diferenciales, y funciones compuestas (que son funciones de funciones), e integrales
definidas calculadas como la diferencia entre dos integrales, y así sucesivamente
hacia arriba a través de la topología y el análisis tensorial y los números complejos y
el plano complejo y los complejos conjugados de matrices, etc., con lo que toda la
aventura se convierte en una especie de torre de pasteles con abstracciones de
abstracciones de abstracciones que bien vale la pena suponer que todo lo que se está
manipulando es algo real y tangible, o si no uno se queda tan abstraído que no puede
ni sacar punta al lápiz y mucho menos hacer cálculos.
Los aspectos más relevantes respecto a todo esto son que la cuestión de la
realidad última de los entes matemáticos no es solo enojosa, sino también
controvertida, y que, de hecho, fueron las teorías de Cantor sobre el ∞ las que
pusieron dicha controversia en primer plano dentro de las matemáticas modernas. Y
que en esta controversia, los matemáticos que tienden a considerar las cantidades y
relaciones matemáticas como metafísicamente reales se llaman platónicos,[2.20] y por
lo menos ahora está claro el porqué, y el término podrá reaparecer más adelante.

§2b.

El primer no platónico realmente serio es Aristóteles. Sin embargo, lo que resulta


extraño e irónico de la RIV al estilo de Zenón que Aristóteles usa contra la metafísica
de Platón es que Aristóteles también realiza el primer y más importante intento griego
de refutar las paradojas de Zenón. Esto está principalmente en los Libros III, V y VIII
de la Física y en el Libro IX de la Metafísica, cuyas discusiones sobre Zenón
acabarán teniendo un efecto pernicioso sobre la manera en que las matemáticas
tratarán el ∞ durante los dos milenios siguientes. Al mismo tiempo, Aristóteles sí
logra articular las dificultades clave en por lo menos algunas de las paradojas de
Zenón, así como plantear claramente y por primera vez algunas cuestiones realmente
vitales relacionadas con el ∞ que nadie intentará siquiera responder de un modo
riguroso hasta el siglo XIX. Por ejemplo: «¿Qué significa exactamente decir que algo
es infinito?» y «¿De qué tipo de cosa podemos siquiera preguntar coherentemente si
es infinita o no?» (semiextractado de Edwards, v. 3, pág. 183).
Respecto a esas cuestiones centrales, puede que recuerde la famosa predilección

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de Aristóteles por la división y la clasificación; literalmente le puso «analítica» a la
filosofía analítica. Véase, por ejemplo, este fragmento de la discusión de la dicotomía
en el Libro VI de la Física: «Pues hay dos sentidos en los que la longitud y el tiempo
y en general cualquier cosa continua se llaman “infinitos”: se llaman así o bien
respecto a su divisibilidad, o bien respecto a sus extremidades [= tamaño]» (VI, 2,
233a), la cual resulta ser la primera ocasión en la que alguien indica que «infinito»
tiene más de un significado. Aristóteles quiere principalmente distinguir entre un
sentido fuerte o cuantitativo, al significar literalmente infinito en tamaño, longitud o
duración, y un sentido más débil correspondiente a la divisibilidad infinita de una
longitud finita. La distinción realmente crucial, afirma, involucra el tiempo: «Así,
mientras que en un tiempo finito una cosa no puede entrar en contacto con cosas
cuantitativamente infinitas, puede entrar en contacto con cosas infinitas respecto a la
divisibilidad: pues en este sentido el tiempo mismo es infinito» (ibíd.).
Ambas citas precedentes provienen de dos de los principales argumentos de
Aristóteles contra la dicotomía de Zenón, tal como se ha esquematizado en las págs.
57-58. El objetivo de este argumento en particular es la expresión de la premisa (3)
«en una cantidad finita de tiempo». La conclusión de Aristóteles es que si Zenón
puede representar el intervalo AB como la suma de un número infinito de
subintervalos, el tiempo adjudicado para cruzar AB debería representarse del mismo
modo: digamos para recorrer , para recorrer , para recorrer , etc. Pero
este argumento no es de gran ayuda, pues tener una cantidad infinita de tiempo para
cruzar la calle no es menos contradictorio que la propia dicotomía original respecto a
nuestra experiencia cuando cruzamos la calle en diez segundos. Además, es fácil
construir versiones de las P. Z. que no requieren explícitamente acción o tiempo
transcurrido. (Por ejemplo, imagine un queso cuya primera porción es = a la mitad
del queso entero, y la siguiente porción, = la mitad de la primera porción y puntos
suspensivos ad infinitum: ¿hay una última porción de queso o no?). La cuestión: los
contraargumentos relacionados con el tiempo secuencial o con subintervalos o
incluso movimientos humanos reales siempre acabarán empobreciendo la dicotomía y
no lograrán subrayar las verdaderas dificultades involucradas. Porque Zenón puede
corregir su presentación y simplemente decir que estar en A y luego estar en B
requiere que usted ocupe los infinitos puntos correspondientes a la secuencia
, o, peor, que llegar a B en absoluto implica que usted haya
ocupado ya una secuencia infinita de puntos. Y esto parece contradecir bastante
claramente la idea de una secuencia infinita: si «∞» significa realmente «sin fin»,
entonces una secuencia infinita es una secuencia donde, sin importar cuántos
términos se tomen, todavía quedan términos restantes. O sea, que podemos olvidarnos
de cruzar calles o tocarnos la nariz. Zenón puede hacer girar su molinillo en términos
de secuencias abstractas y de que hay algo inherentemente contradictorio o
paradójico en la idea de que una secuencia infinita jamás pueda completarse.

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Contra esta segunda versión más abstracta y dañina de la dicotomía, Aristóteles
lanza su argumento más influyente. Este depende de la semántica de «infinito»,
también, pero es diferente, y se centra en el mismo tipo de cuestiones predicativas
que surgen en el U. S. M. y en la paradoja de la ubicación de Zenón. Tanto en la
Física como en la Metafísica, Aristóteles traza una distinción entre dos cosas distintas
que podemos querer decir en realidad cuando usamos «haber» + ∞ en una oración
predicativa como «Hay un número infinito de puntos que deben ser ocupados entre A
y B». La distinción es solo superficialmente gramatical; en realidad, es una distinción
metafísica entre dos afirmaciones de existencia radicalmente diferentes implícitos en
el «hay» de la oración. La dicotomía parece depender de que no veamos esto. La
distinción es entre realidad y potencialidad como cualidades predicativas, y la
argumentación general de Aristóteles es que el ∞ es un tipo especial de cosa que
existe potencialmente pero no realmente, y que los predicados con la palabra
«infinito» deben aplicarse a las cosas de un modo correspondiente, como demuestra
la confusión de la dicotomía. De manera específica, Aristóteles afirma que ninguna
extensión espacial (por ejemplo, el intervalo AB) es «realmente infinita», pero que
cualquiera de tales extensiones es «potencialmente infinita» en el sentido de ser
infinitamente divisible.
Todo esto se vuelve muy elaborado y complejo, por supuesto: se dedican carreras
enteras a estudiar de manera sesuda las definiciones de Aristóteles. Baste decir aquí
que la cuestión de la existencia-real-o-potencial-del-∞ es vital para nuestro relato
general aunque reconozcamos su dificultad. No ayuda mucho que las propias
explicaciones y ejemplos de Aristóteles…

Es como el que está construyendo respecto al que tiene la capacidad de


construir, o el despierto respecto al dormido, o el que está viendo respecto al
que tiene los ojos cerrados pero puede ver. Definamos la realidad mediante
uno de los miembros de esta antítesis, y la potencialidad mediante el otro.
Pero no afirmamos que todas las cosas tengan existencia real en el mismo
sentido, sino solo por analogía, como A en B o respecto a B, C en D o respecto
a D, pues algunas son como el movimiento respecto a la potencia, y las otras
como la sustancia respecto a algún tipo de materia… (Metafísica, IX, 6,
1048a-b)

… no son exactamente prodigios de claridad. Lo que quiere decir con «potencial» es,
póngase énfasis en esto, no el tipo de potencialidad por el cual una niña es
potencialmente una mujer o una bellota es un roble en potencia. Es más bien como el
extraño y abstracto tipo de potencialidad por el cual una copia perfecta de la
Pietà[2.21] de Miguel Ángel existe potencialmente en un bloque de mármol intacto. O,
hablando del ∞, el modo en que cualquier cosa que suceda cíclicamente (o, en
términos de A., «sucesivamente») —como, por ejemplo, que sean las 6:54, lo cual

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ocurre cada día puntualmente— para Aristóteles es potencialmente infinita en el
sentido de que es posible una recurrencia periódica sin fin de que sean las 6:54,
aunque el conjunto de todos los momentos 6:54 no puede ser realmente infinito
porque nunca coexistirán todos los 6:54: el ciclo periódico nunca será
«completado».[2.22]
Probablemente pueda usted ver cómo va a desarrollarse todo esto en relación con
la dicotomía. Pero también tiene su truco. Las analogías de la estatua y de las 6:54
aquí no van a funcionar demasiado bien. Cierto, el intervalo AB y/o el conjunto de
todos los subintervalos o puntos entre A y B no es «realmente infinito» sino solo
«potencialmente infinito». Pero aquí el sentido en el que Aristóteles quiere decir que
«AB es potencialmente infinito» es más cercano a la idea, digamos, de precisión
infinita en la medición. Lo cual se puede ilustrar del siguiente modo. La altura actual
de mi sobrina mayor, que es de unos 97,9 cm, puede precisarse hasta 97,87 cm, y con
un entorno más controlado y equipamiento sofisticado sin duda alguna podría
precisarse todavía más y más, hasta tres, once o n decimales, donde n es,
potencialmente, ∞; pero solo potencialmente ∞, porque es obvio que en el mundo
real nunca habrá ninguna manera de lograr una precisión verdaderamente infinita,
aunque sea posible «en principio». De esta manera, para Aristóteles, AB es «en
principio» infinitamente divisible, aunque esta división infinita nunca se puede llevar
a cabo con toda verdad en el mundo real.
SEI Un poco de complicación final: En su mayor parte, lo que Aristóteles llama
«número» (en el sentido de las cantidades matemáticas en general) aparentemente es
potencialmente infinito no en el modo en que la medición es potencialmente infinita,
sino en el modo en que el conjunto de todos los instantes 6:54 es potencialmente
infinito. Por ejemplo, el conjunto de todos los enteros es potencialmente infinito en el
sentido de que no hay un número entero mayor que los demás («En la dirección del
tamaño siempre es posible pensar en un número de tamaño mayor» [Aristóteles,
Física, III, 6, 207b]), pero no es realmente infinito porque el conjunto no existe como
una entidad completa. En otras palabras, para Aristóteles los números forman un
continuo sucesivo: hay una cantidad infinita pero nunca coexisten («Se puede tomar
una cosa tras otra sin fin» [ibíd., 206b]).
Como refutación de la dicotomía de Zenón, la distinción ∞-potencial-respecto-a-
∞-real no es demasiado persuasiva, evidentemente ni siquiera para Aristóteles, cuya
regresión del Tercer Hombre parece que se podría descartar como solo
potencialmente infinita. Pero la distinción acaba resultando enormemente importante
para la teoría y la práctica de las matemáticas. En resumen, relegar el ∞ al estatus de
potencialidad permitió que las matemáticas occidentales, o bien descartaran las
cantidades infinitas, o bien justificaran su uso, o a veces ambas cosas, dependiendo de
las intenciones. Es todo muy extraño. Por un lado, el argumento de Aristóteles dio
credibilidad al rechazo griego del ∞ y de la «realidad» de las series infinitas, y fue
una razón importante por la que los griegos no desarrollaron lo que ahora conocemos

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como cálculo. Por otro lado, otorgar a las cantidades infinitas por lo menos una
existencia abstracta o teórica permitió que algunos matemáticos griegos las usaran en
técnicas que eran extraordinariamente parecidas al cálculo diferencial e integral; tan
parecidas que, en retrospectiva, es sorprendente que el cálculo tardara mil setecientos
años en ser inventado. Pero, volviendo al primer punto, una gran razón por la que
tardó tantos años fue la penumbra metafísica a la que Aristóteles, con su concepto de
potencialidad, había desterrado el ∞, y que servía para legitimar la alergia de las
matemáticas a un concepto que de todos modos nunca podría tratar.
Excepto que —volviendo al segundo punto o ya en un tercer punto—[2.23] cuando
Leibniz y Newton introducen realmente el cálculo hacia 1700, es esencialmente la
metafísica de Aristóteles la que justifica su despliegue de infinitesimales, o sea dx en
la infame de las matemáticas de primer año en la universidad.
Recuerde, por favor, o sepa, que una cantidad infinitesimal de algún modo está lo
bastante cerca de 0 para ser despreciable en una suma, es decir x + dx = x, y lo
bastante lejos de 0 para servir como divisor en fórmulas como la que acabamos de
ver. De nuevo, muy brevemente, tratar los infinitesimales como cantidades
potencialmente/teóricamente existentes permitió que los matemáticos las usaran en
cálculos que tenían extraordinarias aplicaciones en el mundo real, pues eran capaces
de abstraer y describir justamente los tipos de fenómenos suavemente continuos que
el mundo contenía. Estos infinitesimales resultan ser muy importantes. Sin ellos
puede usted caer en grietas como la cuestión de 0,999… = 1,0 a la que hemos echado
un vistazo en §1c. Como prometimos entonces, la salida más rápida en este caso es
permitir que x represente no 0,999…, sino 1 menos cierto infinitesimal, al que
llamaremos , tal que 1 > > 0,999… Entonces se pueden hacer las
mismas operaciones que antes:

10x = ,

− x, que es = ,

da 9x = ,

en cuyo caso x todavía da y no hay ninguna fea confabulación con 1,0.


Excepto, claro está, que la cuestión es si tiene sentido metafísico o matemático
postular la existencia, ya sea real o potencial, de cierta cantidad que es < 1 pero a la
vez excede el decimal infinito 0,999… El problema es doblemente abstracto, porque
no solo 0,999… no es una cantidad del tipo de las del mundo real, sino que es algo
que ni siquiera podemos concebir como un ente matemático: sea cual sea la relación

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entre 0,999… y existe[2.24] más allá del decimal n-ésimo, un lugar al que
nada ni nadie puede llegar nunca, ni siquiera en teoría. Así que no queda claro si no
estamos simplemente cambiando un tipo de grieta paradójica por otro. Este es un tipo
más de cuestión de las que fueron totalmente polémicas hasta que llegaron
Weierstrass, Dedekind y Cantor en el siglo XIX.
Piense lo que piense usted de la ontología de tipo potencial de Aristóteles para el
∞, observe que por lo menos estuvo muy acertado en el uso de palabras como
«punto» y «existen» en la oración no predicativa «Hay [= existen] un número infinito
de puntos intermedios entre A y B». Igual que en la paradoja de la ubicación de
Zenón, obviamente aquí hay alguna imprecisión semántica. En la dicotomía revisada,
la imprecisión se halla en la correspondencia implícita entre un ente matemático
abstracto —en este caso una serie geométrica— y el espacio físico real. Pero no está
claro que «existir» sea el blanco más vulnerable: hay una ambigüedad bastante más
obvia en la semántica de «punto». Si A y B son los dos lados de una calle del mundo
real, entonces la expresión «el número infinito de puntos entre A y B» está usando
«punto» para denotar una ubicación precisa en el espacio físico. Pero en la expresión
«el número infinito de puntos intermedios designado por », «punto» se refiere a
una abstracción matemática, un ente sin dimensión, con «posición pero no
magnitud». Para ahorrarnos varias páginas de concienzudo análisis que puede usted
hacer en su tiempo libre,[2.25] aquí observaremos simplemente que cruzar un número
infinito de puntos matemáticos sin dimensión no es obviamente paradójico del modo
en que lo es cruzar un número infinito de puntos del espacio físico. Respecto a esto,
el argumento de Zenón puede parecerse más bien al rompecabezas de los tres-
hombres-en-un-motel del §1: la traducción de una situación esencialmente
matemática al lenguaje natural nos lleva a olvidar que las palabras normales pueden
tener significados y referentes enormemente distintos. Observe, una vez más, que el
simbolismo abstracto y el esquematismo de las matemáticas puras están diseñados
para evitar precisamente este problema, y que este es el motivo por el que las
definiciones matemáticas técnicas a menudo son tan soporíferamente densas y
complejas. No debe caber ninguna ambigüedad o equivocación. Las matemáticas,
como medir la altura de los niños, son una actividad consagrada al ideal de la
precisión.
Lo cual suena todo muy bien, excepto que resulta que también hay una inmensa
ambigüedad —formal, lógica, metafísica— en muchos de los términos y conceptos
básicos de las matemáticas mismas. De hecho, los conceptos matemáticos más
fundamentales habitualmente son los más difíciles de definir. Esto en sí mismo es una
característica de los sistemas formales. La mayor parte de las definiciones
matemáticas están construidas a partir de otras definiciones. Son las cosas realmente
básicas las que tienen que definirse a partir de casi nada. Con un poco de suerte, y por

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razones que ya se han analizado, esas cosas básicas tendrán algo que ver con el
mundo en el que realmente vivimos todos.

§2c.

Volvamos por un momento al tema de Zenón-y-la-semántica-de-«punto». La relación


entre un ente matemático (por ejemplo, una serie, un punto geométrico) y el espacio
físico real es también la relación de lo discreto con lo continuo. Piense en un camino
adoquinado en contraste con una carretera recién asfaltada. Como lo que la dicotomía
intenta hacer es descomponer un proceso físico continuo en una serie infinita de
pasos discretos, puede verse como el primer intento en la historia de representar la
continuidad matemáticamente. No importa que Zenón en realidad estuviera
intentando demostrar que la continuidad era imposible; igualmente fue el primero.
También fue el primero en reconocer[2.26] que hay más de un tipo de ∞. El to apeiron
de la cosmología griega es pura extensión, tamaño infinito, y la serie de enteros 1, 2,
3… asciende y se aleja hacia ese mismo tipo de Gran ∞. Mientras que por otro lado
el Pequeño ∞ de Zenón parece estar como anidado, en medio de los enteros
ordinarios, y esto último es naturalmente difícil de concebir.
Resulta que la manera más clara de representar estos dos tipos diferentes de ∞ es
con la buena y vieja recta numérica (R. N.), componente habitual de las aulas
escolares.[2.27] La recta numérica es otro legado de los griegos, que, como recordará,
trataban los números y las formas geométricas casi del mismo modo. (Euclides, por
ejemplo, rechazaba cualquier razonamiento matemático que no pudiera ser
«construido», es decir, demostrado conforme a la geometría.)[2.28] Lo que debemos
valorar de la recta numérica y su modesto matrimonio de matemáticas y geometría es
que también se trata de la perfecta unión entre forma y contenido. Porque cada
número corresponde a un punto, y como la recta numérica a la vez contiene todos los
puntos y determina su orden, los números pueden definirse completamente según su
posición en la R. N. en relación con las posiciones de otros números. Por ejemplo, 5
es el entero inmediatamente a la derecha de 4 y a la izquierda de 6, y decir que
5 + 2 = 7 es como decir que 7 está dos posiciones a la izquierda de 5; es decir, la
«distancia» matemática entre dos números distintos puede ser representada e incluso
calculada de forma gráfica. Incluso sin el cero o enteros negativos[2.29], y con la
definición más bien difusa de «punto» dada por Euclides como «aquello que no tiene
parte», la recta numérica es una herramienta inmensamente poderosa. También
resulta ser la perfecta esquematización de un continuo, en el sentido de «ente o
sustancia cuya estructura o distribución es continua e ininterrumpida», y como tal la

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R. N. encarna perfectamente la antinomia de la continuidad que Zenón propuso y
nadie hasta Dedekind pudo resolver. Pues en la R. N. se cumplen las dos cosas
siguientes: (1) Cada punto está próximo a otro punto, (2) Entre dos puntos
cualesquiera siempre hay otro punto.
Aunque todo el mundo sabe qué aspecto tiene, la recta numérica[2.30] se reproduce
aquí, empezando por el 0 que los griegos, por motivos que ahora no importan, no
tenían:

Si el Gran ∞, el infinito en extensión, está a la derecha interminable de la recta


numérica, el Pequeño ∞ que Zenón explota se halla en el intervalo de aspecto
totalmente finito entre 0 y 1. Zenón revela que dicho intervalo contiene un número
infinito de puntos intermedios, como la secuencia Lo que es más (por

decirlo así), está claro que este infinito de no agota realmente los puntos entre 0 y

1, pues omite no solo sucesiones infinitas convergentes como , , , , …, ,

, , , …, etc., sino otro conjunto infinito de fracciones donde x es un número


impar. Y al considerar que cada una de dichas fracciones corresponderá a su propia
sucesión geométrica infinita a través del desarrollo de —por ejemplo, , , , ,

…, , , , …, etc.— parece que el intervalo finito 0-1 de la R. N. en


realidad aloja una infinidad de infinitos. Lo cual es, por decirlo con suavidad,
metafísicamente confuso y a la vez matemáticamente ambiguo: ¿será ∞2, ∞∞, o
qué?
Solo que la cosa empeora, o mejora. Porque todos los números recién
mencionados son racionales. Probablemente ya sabe que ese adjetivo proviene de
«razón» y que la expresión «los números racionales» se refiere a todos los números
expresables como enteros o como razones de dos enteros (o sea, fracciones). Esto es
solo un recordatorio, pero es importante. El descubrimiento de que no todos los
números son racionales fue por lo menos tan duro para la visión griega del mundo
como las paradojas de Zenón. Y fue especialmente enojoso para la Divina
Hermandad de Pitágoras. Recuerde las convicciones pitagóricas de que todo es una
cantidad o razón matemática y de que nada infinito puede existir realmente en el
mundo (pues «peras → forma» es lo que hace posible la existencia para empezar).
Luego recuerde el teorema de Pitágoras. Como se ha mencionado, una curiosidad

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interesante es que los de la D. Η. P. no fueron los verdaderos descubridores de ese
teorema. En realidad aparece en tablillas de la Antigua Babilonia tan tempranas como
del 2000 a. C. Una razón por la que se llama teorema de Pitágoras es que permitió
que la D. Η. P. descubriera las «magnitudes inconmensurables», también llamadas
números irracionales.[2.31] Dichos números, que resultan ser inexpresables como
cantidades finitas, eran tan letales para la metafísica pitagórica que su descubrimiento
fue como la versión griega del caso Watergate. Recordará de la infancia que el
teorema de Pitágoras no causa problemas con figuras como el triángulo rectángulo de
lados 3, 4 y 5 que aparece en las introducciones a la geometría, donde la suma de los
cuadrados de 3 y 4 es un número cuya propia raíz cuadrada es racional. Pero
comprenda que eso de los «cuadrados» era literal para los griegos. Es decir, en un
triángulo de lados 3, 4 y 5 trataban cada lado también como el lado de un cuadrado:

y entonces sumaban las áreas de los cuadrados. Hay dos razones por las que esto
merece comentarse. La primera ya se ha mencionado antes: aunque ahora jugamos
con exponentes y raíces in abstractus, para los griegos los problemas de matemáticas
siempre se formulaban, y resolvían, geométricamente. Un número racional era una
razón literal de las longitudes de dos segmentos. Elevar al cuadrado era construir un
cuadrado y tomar su área. La otra razón es que según la mayoría de los relatos fue un
simple y humilde cuadrado el que empezó todo el embrollo. Considérese
específicamente el familiar cuadrado unidad, de lado 1, e incluso más en concreto el
triángulo rectángulo isósceles cuya hipotenusa es la diagonal del cuadrado unidad:

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De lo que se dio cuenta la D. Η. P. (probablemente a través de mediciones reales
y cada vez más frenéticas) es que por pequeña que sea la unidad de medida usada, el
lado del cuadrado unidad es inconmensurable con la diagonal, es decir, no es medible
con la diagonal. Esto significa que no hay ningún número racional tal que = . La
cantidad era algo que la D. Η. P. acabó llamando arratos, «lo que no tiene razón»,
o —como logos podía significar a la vez palabra y proporción— alogos, que por lo
tanto significaba a la vez «lo que no tiene proporción» y «lo que no puede ser dicho».
La demostración de la inconmensurabilidad de es otro famoso caso de
demostración por reducción al absurdo, y una especialmente bonita porque es muy
simple y solo requiere matemáticas elementales. Veamos. En primer lugar, para los
propósitos de la reducción al absurdo, supóngase que D y S son conmensurables. Esto
significa que es igual a alguna razón donde p y q son enteros sin ningún factor
común aparte de 1. Sabemos por el teorema de Pitágoras que D2 = S2 + S2, o
D2 = 2S2, lo cual si = significa que p2 = 2q2. También sabemos que el cuadrado
de cualquier número impar será impar y el cuadrado de cualquier número par será par
(puede comprobarlo usted mismo). Además, sabemos que el doble de cualquier
número entero es un número par. Esa es toda la artillería que necesitamos. Por la
LTE, o bien p es impar, o bien p es par. Si (1) p es impar, hay una contradicción
inmediata, pues 2q2 tiene que ser impar. Pero si (2) p es par, eso significa que es igual
al doble de algún número, digamos 2r, así que introduciendo dicha equivalencia en la
ecuación original p2 = 2q2 se obtiene 4r2 = 2q2, lo cual se reduce a 2r2 = q2, lo que
significa que q2 es par, lo que evidencia que q es par, lo cual quiere decir que p y q
son ambos pares, en cuyo caso tienen un factor común distinto de 1, lo cual de nuevo
es una contradicción, (1) Arroja una contradicción, (2) arroja una contradicción, y no
hay (3). Así que D y S son inconmensurables. Fin de la demostración.[2.32]
El hecho de que los números racionales no pudieran expresar algo tan cotidiano
como la diagonal de un cuadrado —por no mencionar otros irracionales hipotenoides
fáciles de construir como √5, √8, etc.— obviamente era desestabilizante para toda

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la cosmogonía de los pitagóricos. Al parecer, el golpe de gracia fue el descubrimiento
de que su amada razón áurea era también irracional, resultando ser (1 + √5) o
1,618034… Hay todo tipo de espeluznantes relatos apócrifos acerca de los extremos a
los que llegó la D. Η. P. para mantener en secreto la existencia[2.33] de los
irracionales, algo que nos podemos saltar porque son mucho más importantes,
histórica y matemáticamente, los propios números irracionales. Son importantes por
lo menos por tres razones. (1) Matemáticamente, los números irracionales son una
consecuencia directa de la abstracción. Están un nivel entero por encima de las 5
naranjas o el queso. No se encuentran números irracionales hasta que se empiezan a
generar teoremas abstractos como el T. P. Y observe, por favor, que en realidad solo
son una grieta para las matemáticas puras. Los egipcios y otros pueblos se habían
encontrado con números irracionales en la agrimensura y la ingeniería, pero como
solo les importaban las aplicaciones prácticas no tenían ningún problema en tratar la
√2 como 1,4 o . (2) El descubrimiento de los irracionales señaló la primera
verdadera divergencia entre las matemáticas y la geometría, pues los matemáticos
podían entonces crear números que los geómetras no podían medir realmente. (3)
Resulta que los irracionales, como los de Zenón, son una consecuencia de intentar
expresar y explicar la continuidad con respecto a la recta numérica. Los números
irracionales son el motivo por el que la recta numérica no es técnicamente continua.
Como la RIV de la dicotomía, los irracionales representan huecos o agujeros en la
recta numérica, intersticios a través de los cuales el caos ilimitado del ∞ podía entrar
y provocar un lío en las pulcras matemáticas de la Ática.
Y no es solo un problema griego. Porque lo importante de los números
irracionales es que no pueden ser representados por fracciones; y, además, si usted
intenta expresar irracionales en notación decimal,[2.34] entonces la secuencia de
dígitos tras la coma no será ni finita (como en el caso de los decimales racionales 2,0
o 5,74) ni periódica (lo que significa una repetición según alguna pauta, como en el
caso de los racionales 0,333… = , 1,181818… = , etc.).[2.35]
Esto significa que, por ejemplo, la expresión decimal de √3 puede desarrollarse
hasta 1,732, o 1,73205, o 1,7320508, o, literalmente, hasta donde usted quiera… o
más lejos. Y a su vez esto significa que cierto punto definido de la recta numérica —o
sea, el punto correspondiente al intervalo que, multiplicado por sí mismo,
corresponde al punto-entero 3— no puede ser nombrado ni expresado de modo
finito.[2.36]
Así, el intervalo finito 0-1 de la recta numérica está aún más inconcebiblemente
poblado. No solo hay una cantidad infinita de secuencias infinitas de fracciones, sino
también una cantidad infinita de irracionales,[2.37] cada uno de los cuales es a su vez

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numéricamente inexpresable excepto como una secuencia infinita de decimales no
periódicos. Hagamos una pausa para considerar los vertiginosos grados de
abstracción involucrados en esto. Si la CPU humana no puede aprehender o incluso
concebir siquiera el ∞, parece que ahora se le pide dar cuenta de una infinidad de ∞,
de la cual una cantidad infinita de miembros individuales son a su vez inexpresables
con finitud, y todos en un intervalo tan finito y de aspecto tan inocente que se usa en
la clase de los niños pequeños. Todo lo cual suena muy extraño.
Desde luego, hay tantas maneras de tratar esa extrañeza como connotaciones tiene
«tratar». Los griegos,* por ejemplo, simplemente rehusaron tratar los irracionales
como números. O bien los incluían en la categoría de longitudes/áreas puramente
geométricas y no los usaban nunca en sus matemáticas per se, o bien racionalizaban
literalmente el uso de irracionales manipulando su aritmética (ejemplo: los
pitagóricos usaron el truco de escribir 2 como de modo que pudieran tratar la √2
como ).[2.38] Si su rechazo a reconocer la existencia de números dados por su propio
razonamiento matemático parece algo peculiar, sepa que hasta el siglo XVIII

prácticamente todos los grandes matemáticos europeos hicieron lo mismo,[2.39]


incluso cuando la legendaria revolución científica estaba empezando a dar todo tipo
de resultados que requerían una aritmética de los irracionales. Hasta finales del
siglo XIX,* de hecho, nadie* daría con una teoría rigurosa o incluso una definición de
los irracionales. La mejor definición vendría de Richard Dedekind,* mientras que el
tratado más exhaustivo del estatus de los números reales en la recta sería el de Georg
Cantor.

§2d.
* INTERPOLACIÓN INEVITABLE PERO AL FIN Y AL CABO DE TIPO SEI

Omita las siguientes páginas si lo desea, pero los asteriscos en el párrafo


precedente marcan cosas que históricamente hablando no son 100% verdad. A saber:
un estudiante y protegido de Platón conocido como Eudoxo de Cnidos (408-354 a.
C.) en realidad se aproximó mucho a una definición rigurosa de los irracionales, que
luego Euclides incluyó como Definición 5 en el Libro V de los Elementos. La
definición de Eudoxo incluye proporciones y razones geométricas, lo cual no es nada
sorprendente dado que las matemáticas griegas se habían visto confrontadas con los
irracionales en forma de ciertas proporciones geométricas que no podían expresarse
como razones. Tras la debacle de la D. Η. P., esas magnitudes inconmensurables
parecían estar por todas partes. Por ejemplo, considérese un rectángulo en el que dos
de los lados son iguales a la diagonal del cuadrado unidad: ¿cómo se supone que debe

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calcularse su área? Y lo que es más importante: ¿cómo podían los griegos distinguir
los casos de inconmensurabilidad de tipo irracional de los casos donde simplemente
se tienen magnitudes de especies diferentes que no se pueden comparar mediante
razones, como una longitud respecto a un área, o un área respecto a un volumen 3D?
En realidad, Eudoxo fue el primer griego que intentó definir «razón» de forma
matemática:

Se dice que unas magnitudes tienen la misma razón, la primera respecto a la


segunda y la tercera respecto a la cuarta, cuando, si cualesquiera equimúltiples
se tomen de la primera y de la tercera, y cualesquiera equimúltiples de la
segunda y de la cuarta, los primeros equimúltiples a la vez exceden, a la vez
igualan, o a la vez son inferiores a los segundos equimúltiples tomados en el
orden correspondiente (Euclides en Heath, v. 2, pág. 114).

… la opacidad de lo cual puede mitigarse traduciendo algunas partes del teorema de


lenguaje natural a símbolos matemáticos básicos. La definición de Eudoxo afirma
que, dados , , y los enteros a y b, = si y solo si (ap < bq) → (ar < bs) y
(ap = bq) → (ar = bs) y (ap > bq) → (ar > bs). A primera vista, esto puede parecer
obvio o trivial;[2.40] véase, por ejemplo, cuánto se parece a la regla que aprendimos en
la escuela para multiplicar fracciones en cruz. Pero en realidad no es nada trivial.
Aunque Eudoxo solo pretendía aplicarla a magnitudes geométricas más que a
números per se, la definición funciona perfectamente para identificar y distinguir
números racionales de números irracionales y de cantidades geométricas
inmisciblemente diferentes, etc. Además, observe, por favor, el modo en que la
definición de Eudoxo resulta efectiva para operar en un conjunto infinito completo,
por ejemplo, el de los números racionales.[2.41] Lo que Eudoxo hace es usar enteros
arbitrarios para especificar una división[2.42] del conjunto de todos los racionales en
dos subconjuntos: el conjunto de todos los racionales para los cuales ap ≤ bq y el
conjunto de todos los racionales para los cuales ap > bq. El suyo es, pues, el primer
teorema capaz de referirse, exhaustiva y específicamente,[2.43] a una colección infinita
completa. Desde este punto de vista se le podría llamar el primer resultado
significativo en teoría de conjuntos, unos dos mil trescientos años antes de la
invención de la teoría de conjuntos.
También vale la pena señalar que en las matemáticas probablemente no hay
mejores ejemplos del dicho de Russell sobre los caprichos de la fama intelectual que
Eudoxo y su colaborador póstumo Arquímedes (287-212 a. C.). El segundo, está
claro, es famoso anecdóticamente por su «¡Eureka!», pero a la vista de nuestros
propósitos generales sería injusto no reconocer que él y Eudoxo, en cierta medida,
inventaron las matemáticas modernas, las cuales tuvieron que ser reinventadas varios

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siglos después porque nadie se había preocupado de prestar atención a las
consecuencias de sus resultados.
Probablemente, su invento más importante es la conocida propiedad de
exhaustación, que Eudoxo descubrió y Arquímedes refinó. Era un modo de calcular
las áreas y volúmenes de superficies y figuras curvadas, algo con lo que la geometría
griega, obviamente, tenía muchos problemas (pues es respecto a las curvas donde se
encuentran la mayor parte de los problemas de la continuidad y los irracionales). Los
geómetras anteriores a Eudoxo habían tenido la idea de aproximar el área de una
figura curva comparándola con polígonos regulares[2.44] cuyas áreas podían calcular
con exactitud. Como ejemplo, véase cómo el mayor cuadrado que puede caber dentro
de un círculo funciona como una burda aproximación del área del círculo:

mientras que, digamos, el mayor octágono que cabe dentro será una aproximación
algo mejor:

y así sucesivamente, siendo lo importante que cuantos más lados tenga el polígono
inscrito, más próxima será su área a la del propio círculo. La razón por la que el
método nunca funcionó realmente es que se necesitaría un polígono de ∞ número de
lados para acertar el área del círculo, e incluso si este ∞ era solo uno de los ∞
potenciales de Aristóteles, los griegos todavía estaban estancados, por la misma razón

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mencionada respecto a la dicotomía: no tenían el concepto de convergencia hacia un
límite. Eudoxo dio a las matemáticas justamente este concepto con su introducción de
la propiedad de exhaustación, que aparece como la Propiedad 1 en el Libro X de los
Elementos:

Si de cualquier magnitud se sustrae una parte no menor que su mitad, y si del


resto se sustrae otra vez no menos que su mitad, y si este proceso de
sustracción se continúa, finalmente quedará una magnitud menor que
cualquier magnitud preasignada del mismo tipo (Euclides en Boyer, pág. 91).

En notación moderna, esto es equivalente a decir que si p es una magnitud dada y


r una razón tal que ≤ r < 1, entonces el límite de p(1 − r)n es 0 cuando n tiende a
∞; es decir, p(1 − r)n = 0. Esto permite aproximar de forma arbitraria un
polígono de una infinidad de lados, o un número infinito de rectángulos bajo una
curva, siendo cada lado/rectángulo arbitrariamente (= infinitesimalmente) pequeño, y
luego sumar los lados o las áreas mediante la inversa del mismo proceso por el que se
han obtenido. El método de exhaustación es, a todos los efectos, el bueno y antiguo
cálculo integral. Con él, Eudoxo fue capaz de demostrar, por ejemplo, que la razón de
las áreas de dos círculos cualesquiera es igual a la razón de los cuadrados de sus
radios, que el volumen de un cono es del volumen del cilindro con la misma base y
altura, etc. Y la obra de Arquímedes Medición de un círculo usa la exhaustación para
obtener una aproximación sin precedentes de π, según <π< .
Obsérvese también la precaución metafísica de las entidades abstractas de la
exhaustación. El método de Eudoxo para conseguir que lados o figuras infinitamente
pequeños entren en las ecuaciones no hace afirmaciones acerca de la existencia de
magnitudes infinitamente pequeñas. Fíjese en el lenguaje suave de la citada
Proposición 1 de los Elementos. El «menor que cualquier magnitud preasignada» es
particularmente brillante y sorprendentemente similar al «arbitrariamente
grande/pequeño» del análisis moderno.[2.45] Básicamente, supone decir que, para
propósitos matemáticos, se pueden alcanzar magnitudes tan pequeñas como se quiera,
y trabajar con ellas. Es esta preocupación por el método y los resultados más que por
la ontología lo que hace a Eudoxo y a Arquímedes tan misteriosamente modernos. El
modo en que sus «magnitudes menores que cualesquiera magnitudes preasignadas»
son creadas y desplegadas en la exhaustación viene a ser idéntico al modo en que los
infinitesimales serán tratados en el cálculo temprano.
Por qué, entonces, Europa tuvo que esperar diecinueve siglos hasta el verdadero
cálculo, la geometría diferencial y el análisis constituye una muy larga historia, que
esencialmente explica el mencionado dicho de Russell. Una causa es la misma razón

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por la que nadie pensó en aplicar la exhaustación a la dicotomía de Zenón: a los
griegos solo les importaba la geometría, y entonces nadie pensaba en el movimiento y
la continuidad como abstraíbles en la geometría de la recta numérica. Otra razón es
Roma, la Imperial, cuyo saqueo de Siracusa y asesinato de Arquímedes hacia el 212
a. C. puso fin bruscamente a la matemática helénica,[2.46] y cuya hegemonía durante
los siglos posteriores conllevó que gran parte de la sustancia y el impulso de las
matemáticas griegas se perdiera durante mucho tiempo. La causa más eficiente, sin
embargo, fue Aristóteles, cuya influencia, por supuesto, no solo sobrevivió a Roma
sino que alcanzó nuevas cimas con la expansión del cristianismo y la Iglesia en el
período 500-1300 d. C., aproximadamente. Resumiendo: la doctrina aristotélica se
convirtió en dogma de la Iglesia, y parte de la doctrina aristotélica era la
consideración del ∞ como solo potencial, una ficción abstracta y origen de
confusión, to apeiron, territorio reservado solo a Dios, etc. Esta visión predominó
fundamentalmente hasta la era isabelina.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN

§2e.
(Continuación de §2c desde el párrafo de la pág. 84 con asteriscos de interpolación).

Aquí están, a modo de aperitivo, algunas de las cosas que Cantor[2.47] acabó
descubriendo sobre los ∞ anidados de Zenón y Eudoxo. Aquí «descubierto» no
quiere decir simplemente encontrado, sino realmente demostrado. La recta numérica
es, obviamente, infinitamente larga y contiene una infinidad de puntos. Incluso hay
tantos puntos en el intervalo 0-1 como en la recta numérica entera. De hecho, hay
tantos puntos en el intervalo 0,0000000001-0,0000000002 como en toda la R. N.
También resulta que hay tantos puntos en el mencionado microintervalo (o en uno un
cuatrillón de veces más pequeño, si usted quiere) como en el plano 2D —incluso si
este plano es infinitamente grande— o en cualquier forma 3D, o en la totalidad del
propio espacio 3D infinito.
Es más, sabemos que hay una infinidad de números racionales en la recta
numérica infinita, y (por cortesía de Zenón) que dichos racionales son tan
infinitamente densos en la recta que literalmente ningún número racional dado tiene
un siguiente; es decir, entre dos números racionales cualesquiera de la R. N. siempre
se puede encontrar un tercero. Un hecho del cual aquí tenemos una breve
demostración. Tomemos dos racionales distintos p y q. Como son diferentes, p ≠ q,
lo cual implica que uno es mayor que el otro. Digamos que es p > q. Esto significa
que en la recta numérica hay por lo menos alguna distancia medible, por pequeña que

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sea, entre q y p. Tomemos esa distancia, dividámosla por algún número (2 es el más
fácil), y añadamos el cociente al número más pequeño q. Tenemos un nuevo número
racional, , entre p y q. Y como el número de números simplemente enteros
por los cuales podemos dividir (p − q) antes de añadir el cociente a q es infinito, en
realidad hay una infinidad de puntos racionales entre cualesquiera p y q. Dejemos que
esto vaya calando, y entonces tengamos en cuenta que incluso dada la densidad
infinita de la cantidad infinita de números racionales en la recta numérica, puede
demostrarse que el porcentaje total de espacio de la R. N. ocupado por la totalidad de
los infinitamente infinitos números racionales es: ninguno. Es decir, o, nulo, nada. La
versión técnica de la demostración es de Cantor, y observe qué espíritu más
eudoxiano-exhaustivo tiene, incluso en la siguiente forma en lenguaje natural, que
requiere un poco de visualización creativa.
Imagine que puede ver la recta numérica entera y cada uno de los infinitos puntos
individuales que contiene. Imagine que quiere una manera rápida y fácil de distinguir
los puntos correspondientes a números racionales de los correspondientes a
irracionales. Lo que va a hacer es identificar los puntos racionales envolviendo cada
uno de ellos en un pañuelo rojo.[2.48] De este modo destacarán. Como técnicamente
los puntos geométricos carecen de dimensión, no sabemos qué aspecto tienen, pero lo
que sí sabemos es que no se necesitará un pañuelo muy grande para cubrir uno de
ellos. En este caso, el pañuelo rojo puede ser arbitrariamente pequeño, por ejemplo de
0,00000001 unidades, o la mitad de ese tamaño, o la mitad de la mitad, …, etc. En
realidad, incluso el más pequeño de los pañuelos será innecesariamente grande, pero
para nuestros propósitos podemos decir que el pañuelo es básicamente infinitamente
pequeño: llamemos φ a ese tamaño. Así, un pañuelo de tamaño φ cubre el primer
punto racional de la R. N. Entonces, como, por supuesto, el pañuelo puede ser tan
pequeño como queramos, digamos que usted usa solo un pañuelo de tamaño para
envolver el siguiente punto racional. Y digamos que usted continúa de ese modo,
siendo el tamaño de cada pañuelo rojo exactamente del tamaño del anterior, para
todos los números racionales, hasta que todos están envueltos y cubiertos. Ahora,
para hallar el porcentaje total de espacio que todos los números racionales ocupan en
la recta numérica, todo lo que tiene que hacer es sumar los tamaños de todos los
pañuelos rojos. Por supuesto, hay una infinidad de pañuelos, pero respecto al tamaño
se traducen como términos de una serie infinita, específicamente la serie geométrica
al estilo de Zenón + + + + + …; y, dada la buena y vieja fórmula

para sumar tal serie, la suma del tamaño total de los infinitos pañuelos resulta
ser 2φ. Pero φ es infinitesimalmente pequeño, siendo los infinitesimales (como se
mencionó en §2b) tan increíblemente próximos a o que al multiplicarlos por cualquier
cosa el resultado es también un infinitesimal, por lo cual 2φ es también

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infinitesimalmente pequeño, lo que significa que todos los infinitos números
racionales combinados ocupan solo una porción infinitesimalmente pequeña de la
R. N. —o sea, básicamente ninguna en absoluto—,[2.49] lo que a su vez es como decir
que la inmensa, inmensa mayoría de los puntos en cualquier tipo de recta continua
corresponderán a números irracionales, y así, a pesar de que la antes mencionada
recta real es realmente una recta, la recta numérica formada solo por racionales,
aunque pueda parecer infinitamente densa, en realidad es en un 99,999…% espacio
vacío, como un helado muy poroso o el universo mismo.
Dejemos que cada uno haga una pausa en privado para intentar imaginar por un
momento qué aspecto podía tener el interior de la cabeza del profesor Georg F. L. P.
Cantor cuando está demostrando este tipo de cosas.
Un lector atento puede objetar aquí que hay algún truco como los de Zenón en la
anterior demostración, y preguntar por qué no se podría aplicar un procedimiento
similar con pañuelos y series a los números irracionales para demostrar que el % total
de espacio recto ocupado por los irracionales es también 2φ. La razón de que tal
demostración no pueda funcionar es que, por infinitamente o incluso ∞∞mente
numerosos que sean los pañuelos rojos, siempre habrá más números irracionales que
pañuelos. Como siempre, esto también lo demostró Cantor.

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3

§3a.

Llegados a este punto resulta justificado ahorrarse cualquier pretensión de


continuidad narrativa y hacer un barrido de varios siglos en una especie de cronología
esquemática que va de, digamos, el 476 d. C. (caída de Roma) hasta la década de
1660 (preliminares del cálculo). Por supuesto, en la cronología destaca lo relacionado
con el ∞ y/o la situación general de las matemáticas cuando Dedekind y Cantor
entraron en escena. Y quedando las desventajas de la abstracción esquemática en
cierto modo superadas por las ventajas del ahorro de espacio, pues por lo menos uno
de nosotros está empezando a darse cuenta que el espacio disponible va a ser un
problema. Así pues, aquí en §3, el objetivo es simplemente resumir ciertos
desarrollos que ayudan a sacar a la luz las eventuales condiciones
necesarias/suficientes para las matemáticas transfinitas.[3.1]
Aproximadamente del 500 al 1200 d. C. Sin demasiados progresos en las
matemáticas occidentales gracias a Roma, Aristóteles, el neoplatonismo, la Iglesia,
etc., la verdadera actividad está ahora en Asia y el mundo islámico. Como muy tarde
hacia el 900 d. C., las matemáticas de la India han introducido el cero como «décimo
numeral» y lo representan mediante el símbolo con el que estamos familiarizados,[3.2]
han desarrollado un sistema decimal de notación posicional que es básicamente el
nuestro, y han codificado los fundamentos de cómo funciona el 0 en aritmética
(0 + x = x, = 0, no es válido dividir por 0, etc.)· Los matemáticos indios y árabes,
libres de cualquier geomefilia griega, son capaces de trabajar y lograr resultados
significativos con los enteros negativos, el antes mencionado o, las raíces
irracionales, y variables para representar números arbitrarios y así enunciar
propiedades generales.[3.3] La mayoría de las innovaciones indo-árabes regresaron a
Europa más tarde, gracias principalmente a las conquistas islámicas (p. ej., de la
India, cuyas matemáticas los árabes asimilaron, en el siglo VII, llegando incluso a
España en 711, etc.).
Hacia 1260. Los argumentos quia de santo Tomás de Aquino a favor de la
existencia de Dios[3.4] constituyen la fusión oficial de la metafísica de Aristóteles y la
doctrina de la Iglesia. La base de la argumentación de santo Tomás es que, como en
el mundo todo tiene una causa y esas causas, a su vez, tienen causas, y así
sucesivamente, en algún punto de la cadena tiene que haber una «causa original» sin
causa, es decir, Dios. Observe que este es esencialmente el mismo argumento que el

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famoso «primer motor», al que nada mueve, de Aristóteles en el Libro VIII de su
Metafísica. El argumento del primer motor es adoptado tanto por san Agustín como
por Maimónides también en demostraciones de Dios. Lo que es más importante,
véase que para que el argumento de santo Tomás funcione tiene que aceptarse la
premisa tácita de que una cadena transitiva infinita de causas y efectos es imposible o
incoherente. En otras palabras, tiene que considerarse como axiomática la
imposibilidad del ∞ como característica real del tiempo o del universo, lo cual
básicamente significa aceptar el destierro aristotélico del ∞ al mismo extraño estatus
puramente potencial de El pensador de Rodin en todas las masas de bronce.
Sin embargo, en otra parte de la Summa Theologiae, santo Tomás introduce un
argumento más original:

La existencia de una multitud infinita real es imposible. Pues cualquier


conjunto de cosas que uno considere tiene que ser un conjunto específico. Y
los conjuntos de cosas están especificados por el número de cosas en ellos.
Ahora, ningún número es infinito, pues el número resulta de contar a lo largo
de un conjunto en unidades. Así, ningún conjunto de cosas puede ser
inherentemente ilimitado, ni puede ocurrir que sea ilimitado (Summa
Theologiae, I.a., 7.4. Traducción semiextractada, y editada, de Rucker,
Infinity and the Mind, pág. 52).

Este pasaje es citado por el propio Cantor en su «Mitteilungen zur Lehre vom
Transfiniten»,[3.5] donde lo califica de la única objeción realmente significativa, en
toda la historia, a la existencia de un ∞ real. Para nuestros propósitos, hay dos cosas
significativas acerca del argumento de santo Tomás: (1) Trata el ∞ en términos de
«conjuntos de cosas», que es lo que Cantor y Dedekind harán seiscientos años
después (además, la tercera frase de santo Tomás es casi exactamente la manera en
que Cantor definirá el cardinal de un conjunto). (2) Todavía más importante, reduce
todas las distinciones y complicaciones metafísicas de Aristóteles a la cuestión de si
existen números infinitos. Es fácil ver que aquí lo que realmente le gusta a Cantor es
el punto (2), que convierte el argumento en una especie de reto a medida, pues la
única y verdaderamente plausible refutación a santo Tomás consistirá en que alguien
dé una teoría rigurosa y coherente de los números infinitos y sus propiedades.
Hacia 1350 + Breve salto temporal. Tres personajes de mediana importancia
respecto a la continuidad y las series infinitas: Nicole Oresme, Ricardus «el
Calculador» Suiseth y Francesco Luigi Grandi. Oresme inventa en 1350 un método
«latitudinal» para representar de forma gráfica el movimiento y la aceleración
uniforme.[3.6] Entre otras cosas, ello permite la primera indicación de que la velocidad
relativa (= recta inclinada) y el área relativa (= área bajo la recta inclinada) son dos
aspectos de la misma cosa. Coincidiendo más o menos en el tiempo, Suiseth resuelve

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un problema latitudinal particular que equivale a demostrar que la serie infinita +

+ + +…+ tiene una suma finita, concretamente 2. (N. B.: nadie piensa
todavía en aplicar este método a la dicotomía). Entonces, Oresme responde
demostrando que otra serie infinita, + + + + + + … + , alias la «serie
armónica», no da una suma finita a pesar de que la sucesión de términos individuales
parece aproximarse claramente a o. (SEI La demostración de Oresme es
ingeniosamente simple. Agrupando los términos de la serie de tal modo que el primer
término = el primer grupo, el segundo y tercer términos = el segundo grupo, los
términos del cuarto al séptimo = el tercer grupo, etc., de manera que el grupo n-ésimo
contenga 2n−1 términos, demuestra que al final tenemos un número infinito de grupos
cada uno de los cuales tiene una suma parcial ≥ , dando lugar a una suma infinita
para la serie).
Las series de Suiseth y de Oresme son, por supuesto, ejemplos respectivos de
convergencia y divergencia, pero durante siglos nadie sabrá cómo nombrar o tratar
los distintos tipos de series infinitas.[3.7] Incluso en la era poscálculo, cuando las
series se convirtieron en la manera obvia de representar funciones complicadas para
la diferenciación y la integración, algunos avatares de Zenón continuaron
reapareciendo con paradojas que confundieron varios intentos de sistematizar la
convergencia y la divergencia. Una de las más diabólicas era la buena y vieja serie
oscilante 1 − 1 + 1− 1 + 1 − 1 + 1… de §1d, que el matemático católico Grandi
gustaba de usar para atormentar a los hermanos Bernoulli, famosos colegas de
Leibniz que habían demostrado la divergencia de la serie armónica de Oresme en la
década de 1690. Recuerde que el truco de la serie de Grandi es que según cómo se
agrupen los términos acaba resultando igual a 0 y a 1 a la vez…; o, poniendo x = 1 en
la fórmula protologarítmica = 1 − x + x2− x3 + …, se obtiene la igualdad =
1 − 1 + 1 − 1 + 1 − 1 + 1 …, la cual, jocosamente Grandi, sugirió que era la forma
en que Dios había creado algo del vacío (0).
[SEI Si recuerda usted algo del álgebra del instituto, también vale la pena echar un
vistazo a una horrible pequeña serie divergente que en la década de 1730 puso en
apuros a Leonhard Euler (1707-1783, icono del análisis temprano). Recordará que
según las reglas de división de polinomios, = 1 − x + x2 − x3 + …, que,
sustituyendo x = 2 se convierte en la desafortunada igualdad −1 = 1 + 2 + 4 + 8 +
… O puede obtenerse de nuevo la serie de Grandi sustituyendo x = −1 en la misma
expansión.
O, si su formación matemática es sólida, puede divertirse expandiendo

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mediante el teorema del binomio para obtener log(1 + x) = x − x2 + x3 + … y
viendo (al igual que Newton, Mercator y Wallis) que cuando x = 2, la serie tiene una
suma infinita pero también debería ser igual a log 3. Hay un sinfín de rompecabezas
de este tipo].
Hacia 1425-1435. El arquitecto florentino Filippo Brunelleschi inventa la técnica
de la perspectiva lineal en la pintura. La obra de Leon B. Alberti Della pictura es el
primer tratado publicado sobre cómo funciona. Probablemente todos sabemos que
antes del Renacimiento los cuadros parecían planos y muertos y extrañamente
desproporcionados. Brunelleschi aplica la geometría al espacio pictórico, hallando un
modo de representar un «plano-base» horizontal 3D en un «plano-pintura» vertical
2D. La técnica se ve muy fácilmente en las representaciones de cuadrados
horizontales (por ejemplo, el embaldosado del Baptisterio de Florencia) como
paralelogramos (en numerosos cuadros del mismo) que se vuelven más estrechos y
agudos a medida que el suelo se desliza hacia el fondo del cuadro.
Brunelleschi/Alberti consideran a todos los efectos una pintura como una ventana
abierta interpuesta entre una escena y el espectador, y observan que todas y cada una
de las «ortogonales», o rectas paralelas que se alejan en el espacio a 90° respecto a
dicha ventana, parecerán converger hacia un punto de fuga a la altura de los ojos del
espectador (Honour y Fleming, págs. 319-320). Este punto de fuga se concibe,
geométricamente, como un punto a distancia infinita del espectador. Casi todo el
mundo sabe lo que Masaccio, Durero, Da Vinci y otros colegas fueron capaces de
hacer con este descubrimiento.
Matemáticamente, el concepto de punto-en-el-∞ es usado más tarde por Johannes
Kepler en el principio de continuidad que establece para secciones cónicas y que
luego emplea para sus leyes del movimiento planetario (véase más adelante), y
también es de importancia central para Gérard Desargues y su invención, hacia 1640,
de la geometría proyectiva, e incluso más adelante para la topología, la geometría
riemanniana, el análisis tensorial (sin el cual, a su vez, no habría relatividad general),
etc.
Año 1593. La obra Varia Responsa de Franç0is Viète (un abogado/criptógrafo
francés) incluye la primera fórmula para sumar una serie geométrica infinita,[3.8] que
es terriblemente parecida a la antes mencionada de las matemáticas
elementales. Aunque no es demasiado bonita, Viète es también el primero en dar una
expresión numérica precisa de π, concretamente como un producto infinito
expresable así

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[SEI La finalidad de destacar puntos como los dos últimos es establecer que el ∞,
en varias manifestaciones y contextos, está adquiriendo cada vez más interés en
aplicaciones fructíferas incluso aunque continúe siendo metafísicamente sospechoso
y nadie tenga ni idea de cómo tratarlo matemáticamente].
Año 1637. La géometrie de René Descartes introduce el ahora omnipresente plano
coordenado cartesiano, el cual permite que las figuras geométricas se representen
aritmética/algebraicamente.
Aproximadamente entre 1585 y 1638. Tres personajes importantes, de los cuales
dos son extremadamente famosos: Simon Stevin, Johannes Kepler y Galileo Galilei.
En la década de 1580, Stevin (un ingeniero flamenco) resucita la propiedad de
exhaustación de Eudoxo al derivar fórmulas para características relacionadas con el
peso de diferentes figuras geométricas. Por ejemplo, en su obra Estática (1586),
Stevin demuestra que el centro de gravedad de un triángulo se halla sobre su
mediana, y lo hace inscribiendo un número ilimitado de paralelogramos
arbitrariamente pequeños en el triángulo y demostrando cosas acerca de los centros
de gravedad de las figuras inscritas resultantes. Stevin, también conocido como el
Arquímedes holandés, merece más fama de la que consiguió. Aquí está una cita
descontextualizada pero pertinente de Carl Boyer: «Fueron en gran manera las
modificaciones resultantes de los antiguos métodos infinitesimales las que acabaron
conduciendo al cálculo, y Stevin fue uno de los primeros en sugerir tales cambios»
(Boyer, pág. 322).
Tal como se explica en la obra de Kepler Astronomia nova (1609), la 2.ª ley del
movimiento planetario depende de que se conciba el área circunscrita por un vector
radial que une un planeta orbitando con el Sol como compuesta (es decir, el área está
compuesta) de infinitos triángulos infinitamente delgados, cada uno con el vértice A
en el Sol y los vértices B y C infinitesimalmente próximos a lo largo de la trayectoria
orbital. La suma efectuada por Kepler de las áreas de esta infinidad de infinitesimales
era, setenta años antes de Leibniz, cálculo aplicado.[3.9]
Años 1636-1638. Galileo Galilei, puesto por la Inquisición bajo arresto
domiciliario en Florencia, escribe Dos nuevas ciencias, un diálogo al estilo de Platón
sobre la mecánica/dinámica. En este libro hay un montón de cosas relacionadas con el
∞. Un ejemplo es el modo en que Galileo aplica las técnicas de representación
latitudinal de Oresme al movimiento de proyectiles y demuestra que la curva descrita
por la trayectoria de un proyectil es una parábola. Tras dos mil años de estudio
matemático de las secciones cónicas, la elipse orbital de Kepler y la parábola de los
proyectiles de Galileo son las primeras aplicaciones reales de las cónicas a las
ciencias físicas. La obra menos conocida de Kepler, Ad Vitellionem
paralipomena,[3.10] ya había demostrado que las elipses, las hipérbolas, las parábolas
y las circunferencias son todas productos de una extraña y armónica danza entre dos
focos. La parábola se explica como lo que le ocurre a una hipérbola cuando la

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posición de un foco respecto al otro alcanza el ∞. De un modo nada accidental, toda
la teoría de Kepler sobre las interrelaciones de las cónicas se conoce como el
principio de continuidad.
La obra Dos nuevas ciencias de Galileo era en cierto sentido una larga
«pedorreta» a la Inquisición, que lo trató de forma infame. Parte de su proyecto era
que el hombre normal del diálogo actuara como portavoz de la metafísica aristotélica
y del credo de la Iglesia, y que su compañero algo más ilustrado le fuera dando
bofetones intelectuales. Una de las dianas principales es la división ontológica por
Aristóteles del ∞ en real y potencial, que la Iglesia básicamente había transformado
en la doctrina de que solo Dios es realmente infinito y nada más en su creación puede
serlo. Ejemplo: Galileo ridiculiza la idea de que el número de partes en el que se
puede dividir cualquier segmento sea solo «potencialmente» (o sea, no realmente)
infinito demostrando que si usted dobla el segmento hasta que sea una circunferencia
—el cual, según Nicolás de Cusa,[3.11] se define como un polígono regular con un ∞
número de lados—, usted ha «reducido a realidad ese número infinito de partes que
pretendía, mientras era recto, que estaban contenidas en él solo potencialmente»
(ibíd., pág. 329).
El portavoz de Galileo también dedica mucho tiempo a los infinitesimales,
principalmente por su utilidad en los resultados de Stevin y Kepler. Galileo es el
primero en distinguir entre diferentes «órdenes» de infinitesimales, principalmente a
través de un elaborado argumento sobre por qué, si la Tierra gira, los objetos no son
arrojados hacia fuera según varias tangentes a la curva de giro, lo cual es una larga
historia, pero lo importante es que dos infinitesimales son de distinto orden si su
razón tiende o bien a 0, o bien a ∞ y son del mismo orden si su razón es finita. Esto
es relevante porque (1) la idea de que los infinitesimales de orden más alto son tan
increíblemente pequeños y evanescentes que se pueden descartar de una ecuación
porque no tendrán ningún efecto sobre el resultado acabaría siendo vital para el
cálculo clásico, y (2) la distinción de Galileo anticipa algunos de los propios
descubrimientos de Cantor sobre la extraña aritmética de las cantidades infinitas, es
decir, que no todos los ∞ tienen el mismo tamaño pero que las diferencias entre ellos
no son realmente aritméticas (por ejemplo, sumar n a ∞ no lo incrementa, ni sumar
∞ a ∞ o multiplicar ∞ por ∞) sino, en cierto modo, geométricas.[3.12]
La extremada extrañeza matemática del ∞, que Galileo dedica mucho tiempo a
ejemplificar en las DNC, es bastante lúcidamente atribuida a la epistemología y no a
la metafísica. Las paradojas surgen, según el portavoz de Galileo, solo «cuando
intentamos, con nuestra mente finita, discutir el infinito, asignándole aquellas
propiedades que otorgamos a lo finito y limitado» (Galileo Galilei, pág. 31). La gran
ilustración de ello es la paradoja de Galileo que hemos visto en §1, en la cual
recuerde que podía establecer una correspondencia de uno a uno entre todos los
enteros y todos los cuadrados perfectos incluso aunque sea evidente que hay muchos

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más enteros que cuadrados perfectos.[3.13] De este rompecabezas, Galileo concluye
que «debemos decir que hay tantos cuadrados como números», y así (otra vez) que
«los atributos “igual”, “mayor” y “menor” no son aplicables a las cantidades infinitas,
sino solo a las finitas» (ibíd., pág. 32). Aunque esta última conclusión acabe
resultando equivocada, las de DNC todavía es la primera actitud verdaderamente
moderna hacia los infinitos reales como entes matemáticos. Obsérvese, por ejemplo,
que Galileo no recurre a la vieja reducción al absurdo aristotélica para concluir, a
partir del comportamiento paradójico de los conjuntos infinitos, que no se puede
razonar acerca del ∞. En cambio, se las arregla de algún modo para anticiparse tanto
a Kant (atribuyendo las paradojas del ∞ a las arraigadas restricciones de las «mentes
finitas» y no a cualquier realidad exterior a la mente) como a Cantor (usando la
correspondencia de uno a uno como medida comparativa de los conjuntos,
argumentando que las cantidades infinitas obedecen a un tipo de aritmética diferente
al de las cantidades finitas, etc.).
Hechos conocidos: el siglo XVII, con su Contra-Contra-Reforma y su revolución
científica, vio la primera auténtica explosión de progreso filo-matemático desde el
apogeo helenístico. Este es el siglo en el que Descartes inventa la geometría con
coordenadas (así como la duda radical), Desargues inventa la geometría proyectiva;
Locke, el empirismo; Newton y Leibniz, las matemáticas superiores. Nada de eso
habría sido posible sin aflojar el estrangulamiento aristotélico del pensamiento
occidental. Las DNC de Galileo están al mismo nivel que el Discurso del método de
Descartes y el Novum Organum de Bacon en términos de ruptura liberadora, y no es
en absoluto accidental que dedique tanto tiempo al De entre montones de citas
pertinentemente favorables, véase la del profesor Danzig: «Cuando, tras un estupor
de mil años, el pensamiento europeo se deshizo del efecto de las pócimas
adormecedoras tan hábilmente administradas por los Padres Cristianos, el problema
del infinito fue uno de los primeros en ser revivido» (Tobías Danzig, Number: the
Language of Science, extractado de Seife, pág. 106).
El otro motivo por el que Dos nuevas ciencias es importante es por su sostenido y
original uso de la función. Sin duda recordará usted lo que es una función matemática
y por qué es difícil definirla claramente (como, por ejemplo, «Una relación entre
variables», «Una regla para establecer la imagen de un dominio», «Una
correspondencia»). Una función está por lo menos un nivel de abstracción por encima
de las variables, siendo básicamente una regla para emparejar elementos de un
conjunto con elementos de otro conjunto. Por ahora supongamos que todos sabemos
bastante bien qué es una función, o más bien qué hace, pues una función en realidad
es una especie de procedimiento, aunque un simbolismo como «f(x) = » tiende a
hacer que parezca una cosa. Por lo menos gráficamente, la idea de una función había
estado ahí desde Oresme en el siglo XIV, aunque este había usado terminología
escolástica y llamaba a esa técnica una latitud de formas, siendo «forma» el término

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aristotélico para características o calidades, de las que se consideraba que incluían
cosas como la velocidad de un cuerpo en movimiento. No fue hasta Galileo que la
gente entendió que la velocidad no es una cualidad de la cosa que se mueve, sino más
bien un proceso abstracto representable por la función elemental r = , igual que (un
nivel de abstracción más hacia arriba) fue Galileo quien determinó que la aceleración
actúa como la función s = at2.
Dos nuevas ciencias es el primer libro de matemáticas en usar funciones de forma
extensiva y no gráfica, aunque estas son descritas verbalmente y a menudo (como los
griegos) en términos de proporciones y razones. Lo que es sorprendente es la
velocidad con que la noción/teoría de las funciones ganó aceptación una vez
alcanzada cierta masa crítica de necesidades y permisos.[3.14] La mayor parte de esas
necesidades involucraban la continuidad. Lo principal aquí es que la astronomía de
Kepler y los estudios del movimiento de Galileo —motivados en gran parte por la
necesidad de mejorar la medición del tiempo en la navegación (otra vez, una larga
historia)— generaron el impulso para un estudio riguroso de las curvas, que el plano
coordenado cartesiano permitía expresar de forma algebraica, es decir, en términos de
funciones como y = x2, y = sen x, y así sucesivamente. Las importantes distinciones
entre funciones polinómicas, algebraicas y trascendentes[3.15] se obtenían fácilmente a
partir de la clasificación de las curvas por Descartes, y también a partir de las
representaciones explícitas como funciones mediante diferentes tipos de series algo
más tarde (1670 aprox.). La propia palabra «función», a propósito, viene de Gottfried
W. Leibniz.[3.16] Lo cual, por supuesto, no es para nada un accidente, pues Leibniz
ayudó a inventar el cálculo, y una de sus características más poderosas es el uso de
funciones para representar procesos. Tras Leibniz, el concepto plagado de fisuras de
«fenómeno continuo» es reemplazado en las matemáticas por la función continua y la
serie infinita… y, de hecho, las exploraciones del ∞ por Cantor acabarán surgiendo
de una aplicación particular de dichas herramientas a cierto conjunto de problemas
acerca del calor. Lo cual es obviamente una historia muy larga que ahora no vamos a
desarrollar.
Aquí, dicho sea de paso, está una cita de David Berlinski: «Es el contraste entre lo
continuo y lo discreto lo que constituye el gran motor generador por el cual los
números reales son construidos y el cálculo creado» (Berlinski, pág. 130). Para
recordar dónde estamos en el bosque general, esta sección es solo de árboles.
Aproximadamente 1647-1665. Tres personajes medianamente importantes, que si
esto hubiera sido doscientos años antes ahora serían todos extremadamente famosos:
Gregory de St. Vincent, John Wallis y James Gregory.
Hacia 1647: Gregory de St. Vincent propone una solución a la dicotomía de
Zenón que menciona de manera explícita la suma de una serie geométrica.[3.17] Es
también el primer matemático en postular que una serie infinita representa una

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verdadera magnitud o suma, la cual también es el primero en postular cómo el límite
de la serie, que él llama el «terminus de la progresión» y describe en términos
bastante eudoxianos como un extremo «al que la progresión no llega, aunque
continúe hacia el infinito, pero al que puede acercarse más próximamente que por
cualquier intervalo dado» (Gregory of St. Vincent, Opus Geometricum, extractado de
Kline, pág. 437).
Año 1655: Wallis, el segundo matemático británico más grande del siglo, publica
su antes mencionada obra Arithmetica infinitorum, cuyo título es 0% casual. Este es el
primer trabajo importante sobre la aplicación de las series infinitas a la aritmetización
de la geometría, y será indispensable para la versión newtoniana del cálculo[3.18] un
par de décadas después. Entre los resultados importantes de la Arithmetica
infinitorum: las primeras definiciones generales correctas del límite de una sucesión
infinita y de la suma de una serie infinita, el uso de un producto infinito para
representar el seno y el coseno, la demostración de que = × × ×

… (compárese con la =1− + − + − … de Leibniz unos cuantos años


después), y, por supuesto, el primer uso de «∞» como símbolo para ∞.
Año 1665: James Gregory (un escocés) define «función», insta a que se considere
la aproximación a un límite como la sexta función básica del álgebra, y expande
varias funciones trigonométricas y trigonométricas inversas como series infinitas, por
ejemplo, demostrando que «arcan x = x − + − + …» se cumple para
−1 ≤ x ≤ 1. En esta época se llevó a cabo mucho trabajo sobre expansiones en serie,
principalmente porque los navegantes, ingenieros, etc., necesitaban una trigonometría
mucho más detallada y precisa, y tablas de logaritmos, y las expansiones de funciones
en serie infinita eran la mejor manera de interpolar los valores de las tablas.
[SEI también en 1665 aprox. El teorema del binomio, es decir, la fórmula para
desarrollar (p + q)n, es liberado de la dependencia de (p + q)n−1 y del triángulo de
Pascal por Newton. Se cree que la expansión es infinita para n fraccionarias o
negativas, pero nadie puede demostrar nada realmente sobre el T. B. o la
convergencia/divergencia de las series en general hasta Jean-Baptiste Fourier hacia
1820.]

§3b.

Tal como, por lo menos, se ha sugerido y ahora será explicado, el consenso histórico-
matemático es que el siglo XVII tardío marca el inicio de una Edad de Oro moderna en
la cual hay muchos más avances matemáticos significativos que en cualquier otra

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época de la historia mundial. Ahora las cosas empiezan a moverse realmente deprisa,
y no podemos hacer mucho más que intentar construir una especie de camino
señalizado desde los primeros trabajos sobre funciones hasta Cantor y su
«infinicopia».
Subrayemos rápidamente dos cambios a gran escala en el mundo matemático. El
primero tiene que ver con la abstracción. La mayor parte de las matemáticas desde los
griegos hasta Galileo tiene una base empírica: los conceptos matemáticos son
abstracciones directas a partir de la experiencia del mundo real. Esta es una razón por
la que la geometría (junto a Aristóteles) dominó el razonamiento matemático durante
tanto tiempo. La moderna transición del razonamiento geométrico al algebraico[3.19]
constituye un síntoma en sí mismo de un cambio mayor. Hacia 1600, entidades como
el cero, los enteros negativos y los irracionales se usan de forma rutinaria. Ahora
empiece a añadir en las décadas subsiguientes las introducciones de los números
complejos, los logaritmos neperianos, los polinomios de grado alto y los coeficientes
literales en el álgebra —y también más adelante, por supuesto, las derivadas 1.ª y 2.ª
y la integral— y está claro que desde la pre-Ilustración hasta aquí las matemáticas se
han alejado tanto de cualquier tipo de observación del mundo real que podemos decir
junto a Saussure que ahora son, como sistema de símbolos, «independientes de los
objetos designados», es decir, que ahora las matemáticas se ocupan mucho más de las
relaciones lógicas entre conceptos abstractos que de cualquier correspondencia
particular entre esos conceptos y la realidad física. La cuestión es que en el siglo XVII
las matemáticas se convierten principalmente en un sistema de abstracciones a partir
de otras abstracciones y no a partir del mundo.
Lo cual hace que el segundo gran cambio parezca paradójico: la nueva
hiperabstracción de las matemáticas resulta funcionar increíblemente bien en las
aplicaciones al mundo real. En la ciencia, la ingeniería, la física, etc. Tome, como
ejemplo obvio, el cálculo, que es exponencialmente más abstracto que cualquier tipo
de matemáticas «prácticas» anteriores (por ejemplo, ¿a partir de qué observación del
mundo real sueña uno la idea de que la velocidad de un objeto y el área bajo una
curva tienen algo que ver entre sí?), y a pesar de todo tienen un acierto sin
precedentes al representar/explicar el movimiento y la aceleración, la gravedad, los
movimientos planetarios, el calor: todo lo que la ciencia nos dice que es real del
mundo real. No es por nada que David Berlinski llamara al cálculo «el primer relato
que este mundo se contó a sí mismo al convertirse en el mundo moderno» (Berlinski,
pág. xi). Porque de lo que va el mundo moderno, lo que es, es la ciencia. Y es en el
siglo XVII cuando se consuma el matrimonio entre las matemáticas y la ciencia,
siendo la revolución científica a la vez la causa y el efecto de la «explosión
matemática» porque la ciencia —cada vez más liberada de sus encuentros
aristotélicos con la sustancia respecto a materia y potencialidad respecto a realidad—
ahora se convierte esencialmente en una actividad matemática[3.20] en la que la

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fuerza, el movimiento, la masa, y la ley-como-fórmula constituyen la nueva plantilla
para entender cómo funciona la realidad. Hacia finales del siglo XVII, las matemáticas
serias son parte de la astronomía, la mecánica, la geografía, la ingeniería civil, la
planificación urbana, la marmolería, la carpintería, la metalurgia, la química, la
hidráulica, la hidrostática, la óptica, el pulido de lentes, la estrategia militar, el diseño
de pistolas y cañones, la elaboración de vinos, la arquitectura, la música, la
construcción de barcos, la medición del tiempo, los calendarios, todo.
Y la influencia práctica actúa en ambos sentidos. Aquí está una cita definitiva de
Kline: «A la vez que la ciencia empezó a apoyarse más y más en las matemáticas
para obtener sus conclusiones físicas, las matemáticas empezaron a apoyarse más y
más en los resultados científicos para justificar sus propios procedimientos» (Kline,
pág. 395). Y, como se verá de sobras en los § 4 y 5, esta unión resulta fructífera pero
también está llena de riesgos. En pocas palabras, todo tipo de cantidades y
procedimientos antes dudosos ahora son aceptados en las matemáticas por su eficacia
práctica, lo que significa que si las matemáticas quieren mantener su rigor deductivo
tendrán que ser rigurosamente «teorizadas» y basadas en el esquema axiomático de
las matemáticas. Adivine en qué ejemplos de estos conceptos largamente
cuestionables estamos interesados aquí. Eche otro vistazo al translúcido Kline, ahora
en un capítulo de su Pensamiento matemático titulado «Las matemáticas en 1700»:
«Las cantidades infinitamente grandes, que los griegos habían evitado
estudiadamente, y las infinitamente pequeñas, que los griegos habían esquivado
hábilmente, [ahora] tenían que ser afrontadas» (Ibíd., pág. 393).

§3c.

Así pues, una vez la historia del ∞ llega a finales del siglo XVII,
ahora vamos
disparados a una velocidad irreversible hacia Cantor y sus colegas, y las matemáticas
se vuelven mucho más abstractas y técnicas. Y el «Alto Mando» ha decidido que en
puntos seleccionados deberá usted someterse a pequeños y rápidos glosarios de
emergencia (G. E.) en los cuales ciertos términos/conceptos inevitables se definen de
modo que luego puedan usarse sin tener que parar constantemente y hacer sesudas
búsquedas in medias acerca de lo que significan. Algunos serán nuevos, otros ya han
sido mencionados o pueden parecer algo obvios, pero son lo bastante importantes
para que ellos y algunos de sus subtérminos asociados se aseguren al 100%.
N. B.: El siguiente primer GLOSARIO DE EMERGENCIA puede resultar un poco seco
debido simplemente a la compresión. Y aunque era tentador designarlo como SEI para
lectores con fuerte formación matemática, el hecho es que muchas de las definiciones
están tan radicalmente reducidas y simplificadas que probablemente le valga la pena

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dedicar algo de su tiempo por lo menos a hojear este G. E. I para tener claras las
maneras específicas en las que vamos a utilizar los términos. Para los lectores que no
sepan demasiadas matemáticas superiores, por otro lado, lo que sigue es todo lo que
necesitan para continuar por lo menos durante unos cuantos § más.

GLOSARIO DE EMERGENCIA I, CON UN SALTO TEMPORAL NARRATIVO ASOCIADO

— Recta real. Como se ha mencionado, es esencialmente una recta numérica


ampliada, en el sentido de una recta geométrica con una graduación fija y densa
de modo que cada número real corresponde a un único punto en la recta. Para
nuestros propósitos, la recta real es un «espacio topológico», lo cual aquí significa
que la recta y el conjunto de todos los números reales que representa pueden
usarse sin distinción para referirse a la misma cosa abstracta,[3.21] la cual, también
se ha mencionado, se llama de manera habitual «el continuo», donde este término
significa exactamente lo que aparenta significar: el origen y la manifestación de la
continuidad combinados.

— Función. Ya bastante tratado en §3a, o eche un vistazo a esta maravillosa


definición directa de una clase de matemáticas escolares: «Una relación entre dos
cosas donde el valor de una está determinado por el valor de la otra». Recordará
del álgebra básica que en una función típica como y = f(x), x es la variable
independiente e y es la variable dependiente, en el sentido de que los cambios en
x producen cambios en y según las reglas de f. El conjunto[3.22] de todos los
valores posibles que la variable independiente puede adquirir se llama el dominio
de la función. El conjunto de todos los valores posibles de y es el recorrido de la
función.

— Función real. Una función cuyos dominio y recorrido son conjuntos de números
reales.

— Función continua (a). La función y = f(x) es continua si cambios muy pequeños


en x dan solo cambios muy pequeños en y: no hay grandes saltos ni interrupciones
ni cosas extrañas. Si una función es discontinua, habitualmente es discontinua
para cierto valor de la variable independiente, por ejemplo, es

discontinua en x = 1.[3.23] (Para su información, resulta que hay todo tipo de


discontinuidades, cada una con su comportamiento, gráfica y nombre técnico
característicos, «discontinuidad de salto», «discontinuidad evitable»,
«discontinuidad asintótica», pero mejor no nos vamos a liar con esas
distinciones).

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— Intervalo. El espacio en la recta real entre dos puntos, digamos p y q, que es
equivalente al conjunto de todos los números reales entre p y q. Aquí, p y q se
llaman los extremos del intervalo. El intervalo cerrado [p, q] contiene los
extremos, el intervalo abierto (p, q) no. Observe los corchetes en el caso de los
intervalos cerrados y los paréntesis en el caso de los intervalos abiertos; así es
como se simboliza la diferencia.

— Entorno. En la recta real, el entorno de un punto p es el intervalo abierto


(p − a, p + a) donde a > 0. Otra manera de expresar eso es decir que el a-entorno
de p es el conjunto de todos los puntos cuya distancia a p es menor que a.

— Función continua (b). Las funciones se califican a menudo de


continuas/discontinuas en o sobre ciertos intervalos. Una función f(x) es continua
en el intervalo abierto (p, q) si es continua en cada punto de (p, q). Para que sea
continua en el intervalo cerrado [p, q], tiene que cumplirse lo siguiente:

f(x) = f(p) y f(x) = f(q)

que, por supuesto, solo tendrán sentido si está usted familiarizado con los límites.

— Límites. O quizá más bien límites y cotas, pues estos están relacionados pero
también son crucialmente diferentes. La distinción es probablemente más fácil de
ver respecto a las sucesiones. ¡Uy!

— Sucesión. Cualquier secuencia de términos formada mediante alguna regla, por


ejemplo, la sucesión geométrica 1, 2, 4, 8, 16, …, 2n−1, …

— Límites y cotas (a-d). La técnica memorística informal que el doctor G. siempre


sugería era que límite involucra las expresiones «tiende a» o «se aproxima a»,
mientras que cota se califica de «superior» o «inferior», (a) El límite de una
sucesión es el gran concepto tácito tras la dicotomía de Zenón y está implícito en
la exhaustación de Eudoxo, la volumétrica de Kepler, etc. Respecto a las
sucesiones, «límite» se refiere al número al que nunca llegamos realmente pero al
que nos aproximamos más y más y más, a medida que aumenta el número de
términos de la sucesión. Expresado de un modo algo más excitante, el límite L de
una sucesión infinita p1, p2, p3, …, pn, … es el número al que la sucesión se
aproxima (o al que «tiende») cuando n se aproxima a donde esta última
aproximación se simboliza mediante una pequeña «→» bajo la línea de texto,
siendo la expresión completa: pn = L. (b) El límite de una función es

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básicamente el valor al que se aproxima la variable dependiente cuando la
variable independiente se aproxima a algún otro valor. Un ejemplo frecuente de
las clases de cálculo es f(x) = , donde f(x) se aproxima a 0 cuando x tiende a ∞,

expresado según = 0.[3.24] (c) Una cota de una función es un «espécimen»


totalmente distinto. Es una restricción de algún tipo (o de algunos tipos) sobre el
recorrido de la función. Un ejemplo clásico de la trigonometría es f(x) = sen x,
donde todos los valores de f(x) van a estar entre −1 y 1. Más importante para
nuestros propósitos es que las funciones pueden tener cotas superiores (M) y/o
cotas inferiores (L) tales que f(x) ≤ M y/o f(x) ≥ L, para toda x del dominio de la
función. Incluso más importantes son las todavía más restringidas mínima cota
superior y máxima cota inferior de una función, donde M1 es la mínima cota
superior de f(x) si cualquier otra cota superior Mn es ≥ M1, y L1 es la máxima
cota inferior de f(x) si es ≥ que cualquier otra cota inferior Ln. (d) Las sucesiones
pueden tener cotas de modo muy parecido al de las funciones. La sucesión
infinita de enteros positivos 1, 2, 3,… obviamente tiene una cota inferior en o,
que también será la cota superior de −1, −2, −3,… Una sucesión acotada es una
que tiene cota superior y cota inferior: por ejemplo, si x ≥ 1, es fácil ver que la
secuencia generada al desarrollar[3.25] será acotada.[3.26] [3.27]

— Series. Definibles como sucesiones cuyos términos están sumados los unos a los
otros, como en la serie geométrica 1 + 2 + 4 + 8 + 16 + … + 2n−1 + … La
relación íntima de las series con las sucesiones significa que comparten la
mayoría de las cualidades y predicados asociados, con una gran excepción: donde
las sucesiones tienen límites, las series tienen límites y sumas. Puede que
recuerde la infame sigma mayúscula de las matemáticas superiores, que le
permite designar la suma incluso de series con un número infinito de términos:
porque resulta que todas las series interesantes son infinitas. La suma de la serie
infinita p1 + p2 + p3 + … + pn … se escribe pn, donde los pequeños y
antipodales «∞» y «n = 1» indican los límites (en el sentido del intervalo de
posibles valores de n) de la serie.[3.28] Las series infinitas son convergentes si
convergen hacia una suma finita (véase, por ejemplo, cómo la zenoide 1 + +

+ + … converge hacia la suma 2) y divergentes si no lo hacen (como la serie 1


+ 2 + 3 + 4 + …). Pero ambos tipos de series tienen por lo menos sumas
abstractas[3.29] que se pueden simbolizar mediante ∑ y tratadas como cantidades
en cálculos posteriores.

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— Producto infinito. Algo así como una serie infinita excepto que los términos se
multiplican.[3.30] Muchas cosas en trigonometría, de π a las funciones seno y
coseno, pueden representarse como productos infinitos, dependiendo de cómo se
traten los desarrollos.

— Desarrollo o expansión. Esto significa expresar algo matemático en forma de


sucesión/serie/producto (estamos especialmente interesados en desarrollos en
serie). Su funcionamiento depende de lo que esté usted desarrollando. El
desarrollo de una expresión matemática habitualmente es bastante directo.
Recuerde todas las operaciones mecánicas de las matemáticas de bachillerato,
como (x + y)2 → x2 + 2xy + y2 (respecto a las cuales recordará también que
cualesquiera constantes haya delante de las variables de los términos se conocen
como los coeficientes de la serie). Las funciones, por otro lado, son más
interesantes y, por lo tanto, más complicadas. Ni siquiera todas son desarrollables,
para empezar. Para que una función sea representable como una serie, el
desarrollo en serie de la función, o bien (1) tiene que ser finito, o bien (2) si es
infinito tiene que converger hacia la función para todos los valores de las
variables. Ejemplo: la función trigonométrica eos x es representable por la serie
de potencias convergente 1 − + − + − …[3.31]

— Serie de potencias. Un tipo particular de serie que incluye exponentes (o sea,


potencias), siendo la forma genérica de una serie de potencias p0 + p1x + p2x2 +
p3x3 + … + pnxn + … donde los valores de x son números reales y las p son
coeficientes. Curiosidad: el desarrollo de todas las funciones básicas (seno,
coseno, elípticas, hiperbólicas, logarítmicas y exponenciales) son todas series de
potencias (como también lo es la dicotomía de Zenón).

— Series de Fourier, que son algo así como la suma de dos series de potencias; se
estudian en matemáticas superiores[3.32] y pueden constituir verdaderos
quebraderos de cabeza, pero son vitales para el contexto de la matemática
transfinita y merecen por lo menos una explicación general. Para nuestros
propósitos, las series de Fourier se pueden ver como desarrollos de funciones
periódicas, respecto a las cuales todo lo que necesita saber es que son maneras de
representar varios tipos de ondas, por lo que a veces también se llaman funciones
de onda. Las funciones de onda fundamentales son las trigonométricas sen x y
cos x, y la serie de Fourier elemental es el desarrollo de una función periódica f(x)
como —prepárese— an cos (nx) + bn sen (nx),[3.33] donde a y b son lo
que se conoce como coeficientes de Fourier, los cuales son tan peliagudos

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conceptualmente que nuestro plan es evitarlos casi a cualquier precio.

— Cuadratura. Este es el término del siglo XVII para cierto tipo de problema que
condujo al cálculo integral. Técnicamente, se refiere a construir un cuadrado cuya
área = el área delimitada por una curva cerrada. Una versión moderna temprana
del viejo problema de la cuadratura del círculo, en otras palabras. Nos
preocupamos de definir la «cuadratura» porque se usa más adelante en ciertos
contextos históricos donde sería erróneo decir «integración» en su lugar, porque
la integración, estrictamente hablando, no existía todavía.

— Derivada (n.). El McGuffin del cálculo diferencial. Es una expresión del ritmo de
variación de una función respecto a su variable independiente.[3.34] Como puede
traer recuerdos de las clases de matemáticas, añadamos que la derivada de una
función f(x) en cierto punto p puede entenderse como la pendiente de la tangente
a la curva dada por y = f(x) en p, aunque esto no nos va a resultar demasiado útil.
Una curiosidad importante como propina: el proceso de hallar la derivada de una
función dada se llama diferenciación.

— Integral (n.). Esta es la inversa de la derivada, es decir, la función que tiene una
derivada dada, esto es, la función de la que se deriva la derivada, es decir, si f(x)
es la derivada de g(x), entonces g(x) es la integral de f(x). Encontraremos mucho
más sobre esto, en un contexto moderno, en §4. (N. B. El proceso de hallar la
integral de una función dada se llama integración, que es lo que los matemáticos
hacen a menudo cuando están atascados en un problema y no saben cómo
continuar. De ahí el eslogan que puede verse en las habitaciones de muchos
estudiantes universitarios: NO TE SIENTES A ESPERAR: INTEGRA).

— Análisis. Otro término altamente abstracto que no podemos ni embellecer ni


evitar. Hay una definición muy formal que incluye el modo en que ciertos tipos
de funciones varían en el entorno de un punto en una superficie, que dados
nuestros objetivos generales podemos omitir en favor de la idea de que el análisis
es la rama de las matemáticas que estudia cualquier cosa relacionada con los
límites o los «procesos límite», o sea, el cálculo, las funciones de variables reales
o complejas, la topología de la recta real, las sucesiones y las series infinitas, etc.
En los libros y las clases suelen hallarse referencias al análisis como «las
matemáticas de la continuidad». Lo cual puede despistar un poco, porque a la
mayoría nos enseñan que la continuidad es la jurisdicción del cálculo, y hay
algunas áreas completamente fuera del cálculo que siguen siendo análisis, y de las
cuales un par son especialmente relevantes. El álgebra, de algún modo, se mezcla
con el análisis a través del teorema del binomio[3.35] cuando n es < o y el
desarrollo de (p + q)n se convierte en la infame serie binomial. De modo

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parecido, trigonometría → análisis cuando, por ejemplo, las funciones seno y
coseno se desarrollan en sus respectivas series de potencias.

Una complicación adicional es que para las matemáticas modernas «análisis»


también puede tener como connotación un tipo particular de espíritu metodológico
propio de las disciplinas recién mencionadas. Véase, por ejemplo, lo siguiente, del
Oxford Concise Dictionary of Mathematics: «El término “análisis” ha llegado a
usarse para indicar un enfoque bastante más riguroso de los temas del cálculo y de los
fundamentos del sistema de los números reales» (Clapham, pág. 6), donde la última
frase = el ámbito de Dedekind y Cantor, y las razones por las que los temas del
cálculo debían haber necesitado «un enfoque más riguroso» constituyen la verdadera
causa motivadora de su trabajo. En pocas palabras, toda la cuestión de rigor-y-
fundamentos era parte de la gran emergencia filosófica de las matemáticas
poscálculo, una profunda división acerca del modo en que los entes matemáticos
debían ser considerados, y los teoremas, demostrados. Y esta división es a su vez el
contexto profundo tras las controversias respecto a las matemáticas transfinitas de
Cantor. Todo lo cual será analizado mientras avancemos.
Otro aspecto implícito en la cita del diccionario Oxford son las viejas oposiciones
entre discreto y continuo y entre geometría y matemáticas puras. Resulta que todos
los grandes nombres tras el cálculo temprano estaban preocupados por las funciones
continuas y magnitudes que eran o bien directamente geométricas (rectas, curvas,
áreas, volúmenes) o representables geométricamente (fuerza, velocidad, aceleración).
Pero ahora tenga en cuenta que una de las mayores preocupaciones de las
matemáticas en el siglo anterior a Cantor y Dedekind será la aritmetización del
análisis, que esencialmente significa obtener teoremas sobre funciones continuas
usando solo números, no curvas o áreas. Esa aritmetización acaba llevando el análisis
más hacia los territorios del álgebra y la teoría de números, campos que hasta
entonces se habían dedicado a entes matemáticos y fenómenos 100% discretos. Lo
que ocurre en el análisis del siglo XIX será una separación de la geometría similar a la
de las matemáticas griegas tras el descubrimiento de los irracionales por la D. H. P.
Estamos de nuevo algo adelantados, cronológicamente hablando. La principal
cuestión relacionada con el ∞ que debe tenerse en cuenta a lo largo del siguiente par
de §s será por qué exactamente el cálculo debía haber requerido el rigor adicional
mencionado antes en el GLOSARIO DE EMERGENCIA (en el cual más o menos ya no
estamos). También vale la pena subrayar, de nuevo para su futuro uso, que la
distinción más importante entre los fenómenos discretos y continuos en las
matemáticas es que los primeros se pueden caracterizar simplemente mediante
números racionales, mientras que la continuidad requiere todos los números reales,
incluyendo los irracionales.
Resulta que una figura importante tanto en la aritmetización del análisis como en
las matemáticas del ∞ Bernard P. Bolzano (1781-1848) de la Universidad de Praga.

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Por diversas razones este es el lugar adecuado para hablar de él, aunque para hacerlo
tendremos que entrar brevemente en el siglo XIX y luego saltar de nuevo hacia atrás
en el próximo §. En términos de aritmetización, el padre Bolzano es el menos
conocido de un cuarteto de matemáticos que fueron pioneros de lo que se acabó
conociendo como «análisis riguroso» a principios del siglo XIX, siendo los otros tres
Augustin-Louis Cauchy, Niels Abel, y Peter Gustav Lojeune Dirichlet. Cauchy tiende
a recibir mayor reconocimiento gracias, principalmente, a su Cours d’Analyse (1821),
que durante ciento cincuenta años fue el libro de texto estándar de matemáticas
superiores en Europa. A grandes rasgos, el proyecto de Cauchy implica intentar
rescatar el cálculo de sus dificultades metafísicas[3.36] definiendo los infinitesimales
rigurosamente en términos de límites, pero buena parte del análisis de Cauchy todavía
está ligado a la geometría de modos que acaban causando problemas. Es en realidad
Bolzano, en su obra de 1817 Rein analytischer Beweis des Lehrsatzes…,[3.37] quien
da la primera demostración puramente aritmética de un teorema que involucra
funciones continuas.[3.38] En este mismo libro proporciona lo que ahora se considera
la definición matemática correcta de la continuidad: f(x) es continua en el intervalo A
si en cualquier punto a de A la diferencia f(a + δ) − f(a) puede hacerse tan pequeña
como se quiera haciendo que δ sea arbitrariamente pequeña. En realidad, Bolzano
representa otra clara manifestación de los caprichos de la fama matemática. Algo de
esto resultará aquí descontextualizado y ante rem, pero para su información, por
ejemplo, su método para determinar si una serie es continua todavía se usa hoy, y se
atribuye a Cauchy. O que Bolzano fue el primer matemático en obtener una función
que es continua pero no diferenciable (es decir, sin derivada), un resultado que
derribó la suposición del cálculo temprano de que la continuidad y la diferenciación
iban de la mano, y fue completamente ignorado. La construcción por Karl
Weierstrass de una función similar, treinta años más tarde, fue celebrada como su
«descubrimiento».[3.39]
Todo esto acabará siendo más importante de lo que parece ahora mismo, en
particular la idea de la continuidad como una propiedad aritmética. Pero es el trabajo
posterior de Bolzano sobre cantidades infinitas[3.40] lo que resulta pertinente aquí,
aunque solo sea porque es la conexión histórica más importante entre las Dos nuevas
ciencias de Galileo y el trabajo de Dedekind/Cantor. Por lo menos, Bolzano, que era
una especie de hereje, tanto matemática como religiosamente (por ejemplo, fue
finalmente expulsado de la Universidad de Praga por sus sermones contra la guerra),
es el primer matemático desde Galileo en tratar de manera explícita la distinción entre
los infinitos real y potencial de Aristóteles. Como las DNC, la obra de Bolzano Las
paradojas del infinito es profundamente anti-aristotélica, aunque también hay
diferencias importantes: los argumentos de Bolzano son mucho más matemáticos que
los de Galileo, y también su motivación. Para mencionar otra vez algunas cosas que
después se desarrollarán con más detalle, lo que impulsa las P. del I. tiene que ver

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con ciertas dificultades metafísicas relacionadas con el despliegue de cantidades e
incrementos de tipo ∞ en el cálculo. Prácticamente, todos los matemáticos
poscálculo habían intentado esquivar u ofuscar esas dificultades invocando
vagamente a Aristóteles y suponiendo que todos los ∞ que estaban manejando eran
solo potenciales o «incompletos» (esta era la idea básica tras los límites cauchianos).
Que Bolzano intentara abrir grandes hendiduras en dicha suposición es una razón por
la que su trabajo recibió tan poca atención. También por ello, el profesor Cantor, que
tiende a ser uniformemente vitriólico hacia la mayor parte de los tratamientos
históricos del ∞, a menudo destaca a Bolzano con especial aprovación.[3.41]
P. del I. es la consecuencia de los intereses combinados de Bolzano por las
funciones, las colecciones infinitas y la recta real. Resulta que a este libro solo le
faltan algunos conceptos para inventar la teoría de conjuntos moderna: «moderna» en
el sentido de ser capaz de tratar conjuntos infinitos.[3.42] Una de las importantes
maneras en que anticipa el trabajo de Cantor es que expresa abiertamente algo que
solo estaba implícito en la paradoja de Galileo, es decir, la idea de la correspondencia
uno a uno como un modo de establecer la equivalencia de dos conjuntos. El enfoque
de Bolzano respecto a la paradoja de Galileo es puramente abstracto, y cantoriano.
Consiste en tomar algo que Galileo había atribuido a las limitaciones de la mente
humana y considerarlo como una propiedad intrínseca de los conjuntos infinitos; o
sea, el hecho de que un subconjunto de un conjunto infinito puede tener tantos
elementos como el conjunto mismo. Como vamos a ver, tras Georg Cantor (cuyo
propio trabajo fue controvertido pero para nada ignorado), los matemáticos
entendieron que esa propiedad era, de hecho, la característica distintiva de los
conjuntos infinitos, y la definición matemática formal de conjunto infinito se basa
ahora en esta extraña equivalencia.
Observe también que la versión de Galileo de la equivalencia implicaba solo los
grandes ∞ de todos los enteros y todos los cuadrados perfectos. Es Bolzano quien
formula por primera vez la equivalencia entre los densos, zenoicos pequeños ∞ de la
recta real. Lo hace en P. del I. examinando el conjunto de todos los números reales
entre 0 y 1, es decir, el conjunto de todos los puntos en el intervalo cerrado [0, 1] de
la recta real. Bolzano considera la función elemental[3.43] y = 2x y observa que si los
valores de x de su dominio son todos los puntos de [0, 1], la función asignará a cada x
un único valor de y en el intervalo cerrado más largo [0, 2]. De modo que 0,26
corresponderá a 0,52; 0,74, a 1,48; 0,624134021…, a 1,248268042…, y así
sucesivamente. En otras palabras, una perfecta correspondencia uno a uno: hay
exactamente tantos puntos de la recta real en [0, 1] como los hay en [0, 2]. Y (como
ahora parece obvio, pero Bolzano fue el primero en señalar) simplemente cambiando
el coeficiente de x en la función por cualquier otro entero —y = 5x, y = 6,517x—
puede usted demostrar que hay exactamente tantos números reales entre 0 y 1 como
entre 0 y cualquier otro número finito en el que pueda pensar.*

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*INTERPOLACIÓN DE TIPO SEI

En realidad, como ya vimos en §2e, el número de puntos en [0, 1] es igual a la de


puntos en toda la recta real extendiéndose infinitamente en ambas direcciones.
Aunque la demostración formal de esto es bastante elaborada,[3.44] una demostración
de la equivalencia está dentro de las capacidades del escolar medio. Tome el
segmento de la recta real correspondiente a [0, 1] y suspéndalo por encima de la recta
real entera, luego sitúe la punta de un compás en el punto medio exacto del segmento
y trace la mitad inferior de un círculo C cuyo diámetro es 1,[3.45] y dispóngalo de ese
modo:

Tome cualquier punto de la recta real y trace una recta L desde este punto hasta el
centro de C, es decir, hasta el punto medio del diámetro. Sea cual sea el punto de
intersección con la semicircunferencia inferior, trace una recta vertical desde dicho
punto hasta que corte al diámetro [0, 1], de nuevo como se indica:

Así, cualquier punto de la recta real puede, mediante una L1, L2, L3, …, Ln, ser
puesto en correspondencia uno a uno con un punto de [0, 1]. Q .E. D.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN

Premoniciones técnicas aparte, Las paradojas del infinito es también notable por

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sus intenciones metafísicas. En esto, también, se parece a las DNC y a parte del
trabajo posterior de Cantor. La postura básica de Bolzano es desautorizar la cadena
aristo-escolástica del ser. Cree que el universo creado es a la vez infinito en extensión
e infinitamente divisible. La «Eternidad» es simplemente un ∞ temporal. Como la
mayoría de los matemáticos religiosos desde Pitágoras hasta Gödel,[3.46] Bolzano cree
que las matemáticas son el lenguaje de Dios y que se pueden obtener y demostrar
matemáticamente profundas verdades metafísicas. Lo que le falta, en términos de
ampliar sus inspiraciones sobre tamaños ∞, densidades y equivalencias a verdaderos
teoremas, son los conceptos de teoría de conjuntos acerca de la cardinalidad,
ordinalidad y potencia tal como se aplican a colecciones de puntos.[3.47] Puede
establecer y demostrar la extraña equivalencia de conjuntos/subconjuntos infinitos, y
puede vislumbrar que su relación no es contradictoria, sino paradigmática. Pero no
tiene manera de convertir sus demostraciones en una auténtica teoría de los conjuntos
infinitos y sus relaciones, comportamientos, etc. La principal razón de ello —por
extraño que pueda parecer ahora— es que en la era de Bolzano todavía no hay
ninguna teoría coherente del sistema de los números reales, ninguna definición
rigurosa de número irracional.

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4

§4a.

El consenso académico es que ha habido tres grandes períodos de crisis en los


fundamentos de las matemáticas occidentales. El primero fueron los
inconmensurables pitagóricos. El tercero es la era (en la que se puede argumentar que
estamos todavía) tras las demostraciones de incompletitud de Gödel y el derrumbe de
la teoría de conjuntos cantoriana.[4.1] La segunda gran crisis envolvió el desarrollo del
cálculo.
Ahora la idea va a ser trazar de forma resumida cómo las matemáticas transfinitas
evolucionan gradualmente a partir de ciertas técnicas y problemas asociados con el
cálculo/análisis. En otras palabras, construir un andamiaje conceptual para
contemplar y valorar los logros de Georg Cantor.[4.2] Como se ha mencionado, esto
significa ir diacrónicamente hacia atrás, hacia donde estaba la línea temporal original
al final de §3a.
O sea, que ahora estamos cerca del fin del siglo XVII, la época de la Restauración
y el sitio de Viena, de pelucas altas como torres y pañuelos perfumados, etc. Sin
duda, ya sabe que el cálculo fue el descubrimiento matemático más importante desde
Euclides. Un avance fundamental en la capacidad de las matemáticas para representar
la continuidad y el cambio y los procesos del mundo real. Ya se ha hablado de algo
de esto. Probablemente también sabe que a Isaac Newton y/o Gottfried Wilhelm
Leibniz se les suele atribuir su descubrimiento.[4.3] También podría saber —o por lo
menos ser capaz de anticipar a partir de la cronología de §3a— que la idea de una
atribución exclusiva o incluso dual es absurda, como lo es la noción de que lo que
ahora llamamos cálculo corresponda a cualquier invención individual. Incluso, según
el más simple de los recuentos, la autoría tendría que ser compartida por al menos una
docena de matemáticos en Inglaterra, Francia, Italia y Alemania que estaban todos
ocupadísimos ramificando el trabajo de Kepler y de Galileo sobre funciones, series
infinitas y las propiedades de las curvas, motivados (es decir que lo estaban, como ya
se ha mencionado) por ciertos problemas científicos urgentes que también eran, o
bien problemas matemáticos, o abordables como tales.
Estos eran algunos de los problemas motivadores más urgentes: calcular la
velocidad y la aceleración instantáneas (física, dinámica), hallar la tangente a una
curva (óptica, astronomía), hallar la longitud de una curva, el área delimitada por una
curva, el volumen delimitado por una superficie (astronomía, ingeniería), hallar el
valor máximo/mínimo de una función (ciencia militar, esp. artillería). Probablemente

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había algunas más. Ahora sabemos que todos estos problemas están estrechamente
relacionados: todos son aspectos del cálculo. Pero los matemáticos que trabajaban en
ellos en el siglo XVII no lo sabían, y Newton y Leibniz sí merecen un enorme
reconocimiento por ver y conceptualizar las relaciones entre, por ejemplo, la
velocidad instantánea de un punto y el área delimitada por la curva que describe su
movimiento, o la tasa de variación de una función y el área dada por una función
cuya tasa de variación conocemos. Fueron Newton y Leibniz los primeros en ver el
bosque —o sea, el teorema fundamental de que la diferenciación y la integración son
inversas mutuas— y fueron capaces de obtener un método general que funcionaba
con todos los problemas de los tipos mencionados. Sobre el propio misterio de la
continuidad. Aunque no sin tener que dar rodeos para evitar algunas horribles grietas
en este bosque, y ciertamente no sin todo tipo de árboles preliminares en forma de
resultados y descubrimientos de otras personas. Además de los ya mencionados en la
cronología, están, por ejemplo: 1629 - Pierre de Fermat y su método para hallar los
valores máximo y mínimo de una curva polinómica; hacia 1635 - Gilles Personne de
Roberval y su descubrimiento de que la tangente a una curva se podía expresar como
una función de la velocidad de un punto móvil cuya trayectoria da la curva;[4.4] 1635
- Francesco Bonaventura Cavalieri y su método de los indivisibles para calcular áreas
bajo curvas; 1644 - Isaac Barrow y su método de las tangentes geométrico.
Además, hacia 1668, hay un párrafo muy premonitorio en el prefacio a la obra de
James Gregory Geometriae Pars Universalis cuyo punto destacado es que la división
realmente importante de las matemáticas no es en geométricas y aritméticas, sino en
universales y particulares. Motivo por el que es premonitorio: varios matemáticos
desde Eudoxo hasta Fermat habían inventado y puesto en práctica métodos propios
del cálculo, pero siempre geométricamente y siempre en relación con problemas
específicos. Son Newton y Leibniz quienes combinan los diversos métodos de las
latitudes y los indivisibles y demás en una única técnica aritmética cuya amplitud y
generalidad (es decir, su abstracción) son su gran fuerza.[4.5] Pero sus formaciones y
enfoques son diferentes. Newton llega al cálculo a través del método de las tangentes
de Barrow, el teorema del binomio y el trabajo de Wallis sobre series infinitas. La
ruta de Leibniz incluye funciones, pautas numéricas llamadas «sucesiones de sumas y
sucesiones de diferencias», y una distintiva metafísica[4.6] según la cual una curva
podía ser tratada como una sucesión ordenada de puntos separados por una distancia
literalmente infinitesimal. (En pocas palabras, para Leibniz las curvas son generadas
por ecuaciones, mientras que las cantidades que varían a lo largo de una curva son
dadas por funciones; seguramente hemos mencionado que tiene derechos de autor
sobre el término «función»).
No vamos a entrar demasiado en el asunto de Newton contra Leibniz, pero las
diferencias metafísicas en su manera de contemplar las cantidades infinitesimales son
muy relevantes.[4.7] Newton, en el fondo un físico que pensaba en términos de

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velocidad y tasa de variación, usó incrementos infinitamente pequeños en los valores
de sus variables como herramientas desechables al llegar a la derivada de una
función. La derivada de Newton era básicamente un límite de tipo eudoxiano de las
razones de dichos incrementos cuando se volvían arbitrariamente pequeños. Leibniz,
un abogado/diplomático/cortesano/filósofo para quien las matemáticas eran una
especie de pasatiempo colateral,[4.8] tenía una ya mencionada metafísica
idiosincrática que involucraba ciertos extraños, fundamentales, infinitamente
pequeños constituyentes de toda la realidad,[4.9] y se puede decir que construyó su
cálculo alrededor de las relaciones entre ellos. Esas diferencias tenían implicaciones
metodológicas, obviamente, con Newton viéndolo todo en términos de tasas de
cambio y el teorema del binomio, y, por lo tanto, tendiendo a representar las
funciones[4.10] como series infinitas, y Leibniz prefiriendo lo que se conoce como
«formas cerradas», evitando las series y usando sumas y funciones tal cual,
incluyendo funciones trascendentes cuando las algebraicas no daban resultado.
Algunas de esas diferencias eran solo de gusto: por ejemplo, los dos usaron
notaciones y vocabularios totalmente diferentes, aunque Leibniz era mejor y en
términos generales ganó.[4.11] Para nosotros, lo importante es que las versiones del
cálculo de ambos hombres causaron serios problemas a las matemáticas como
disciplina deductiva, lógicamente rigurosa, y fueron vigorosamente atacadas al
mismo tiempo que hacían posible todo tipo de resultados increíbles en las
matemáticas y la ciencia. La causa de la debilidad en los fundamentos debería ser
fácil de ver, tanto si el problema es metodológico (en el caso de Newton) como
metafísico (caso de Leibniz). Como se ha mencionado en §2b y probablemente en
alguna otra parte (y es de todos modos bien conocido), el problema concierne a los
infinitesimales, que una vez más a finales del siglo XVII obligan a todos a intentar
tratar con las matemáticas del ∞.
La mejor manera de hablar de esos problemas es resumir de qué modo funciona el
cálculo temprano. Vamos a hacer una deducción no muy estándar de tipo cuadratura
que consigue ilustrar varios aspectos de la técnica de una sola vez, de manera que no
tenga usted que aburrirse con un montón de casos distintos. También vamos a
mezclar en cierto modo los diferentes métodos y terminologías de Newton y Leibniz,
pues la finalidad aquí no es la exactitud histórica, sino la claridad en la ilustración.
Por la misma razón, vamos a evitar los casos de cómo-hallar-la-tangente y cómo-
llegar-de-la-velocidad-media-a-la-velocidad-instantánea que usan la mayoría de los
libros de texto.[4.12]
Primero, tome como referencia la que vamos a llamar Figura 4a, la cual, por
favor, observe que ni siquiera está remotamente a escala, pero tiene la ventaja de
hacer que las cosas resulten fáciles de ver. Por la misma razón, la «curva» relevante
en la Figura 4a es una recta, el tipo más simple de curva, respecto a la cual los
cálculos no son nada complejos.[4.13] La curva de la Figura 4a puede contemplarse, o

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bien como un conjunto de puntos dado por una función continua en un intervalo
cerrado, o bien como la trayectoria de un punto en movimiento en el espacio 2D. Para
este último caso, el newtoniano (que parece ser el preferido en la mayoría de las
clases de matemáticas superiores), observe que aquí el eje vertical indica la posición
y el eje horizontal es el tiempo (por una larga historia y buenas razones, podrían estar
intercambia dos, o no estarlo, respecto a los ejes de las gráficas de movimiento que
usted debió de ver en la escuela). Por lo tanto:

En primer lugar, pongamos que A, el área bajo la curva, es igual a x2. (Esto puede
parecer extraño porque la curva de la Figura es una línea recta, así que parece como si
A en realidad debiera ser , pero para la mayoría de las curvas dibujadas
exactamente a escala x2 funcionará; o sea, que aquí sígame la corriente y suponga que
y es exactamente igual a x). Esto significa que formalmente suponemos lo siguiente:

(1) A = x2. Luego pongamos que x se incrementa en una cantidad infinitesimalmente


pequeña t,[4.14] con el área bajo la curva incrementándose consecuentemente en
tz. Dado esto, y dada la igualdad en (1), obtenemos:

(2) A + tz = (x + t)2. Desarrollando el binomio, obtenemos:


(3) A + tz − x2 + 2xt + t2. Y, como, por (1), A = x2 podemos reducir (3) a:

(4) tz = 2xt + t2. Ahora mire atentamente. Tomamos (4) y dividimos por t
obteniendo:
(5) z = 2x + t. Mire de nuevo: al estar t definida como infinitesimalmente pequeña,
2x + t es equivalente, en términos finitos, a 2x, de modo que la ecuación
relevante se convierte en:

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(6) z = 2x. Y punto final. En un momento veremos qué demuestra esto (Lavine,
págs. 16-17).

Probablemente se habrá dado cuenta de algún cambio serio en el tratamiento que


hace esta deducción de la cantidad infinitesimal t. En el paso de (4) a (5), t es
suficientemente > 0 para ser un divisor válido. En el paso de (5) a (6), sin embargo, t
parece ser = 0, pues t sumada a 2x da 2x. En otras palabras, t se trata como o cuando
conviene y como > o cuando conviene,[4.15] lo cual parece dar lugar a la
contradicción (t = 0) & (t ≠ 0), lo cual —como recordará de la anterior discusión
sobre demostraciones por reducción al absurdo— parece una amplia base argumental
para volver atrás y decir que debe de haber algún error en el uso de cantidades
infinitesimales como t. Por lo menos, esa t parece un truco de notación, alguna
versión matemática de la «contabilidad creativa» en economía.[4.16]
Excepto por lo siguiente. Si pasa usted por alto la contradicción aparente, o por lo
menos aplaza la reducción al absurdo, una deducción como la de la Figura 4a (la cual,
a pesar de su parecido con el triángulo característico de Leibniz, es en realidad una
versión simplificada del proceso que Newton usa en De Analysi)[4.17] resulta ser una
pieza de artillería matemática realmente notable, que arroja por lo menos dos
resultados cruciales. El resultado n.º 1 es que se puede demostrar que la tasa de
cambio de x2 es 2x si se acepta el cálculo como representación del

cambio de x durante el «instante» t.[4.18] El resultado n.º 2 es que se puede demostrar


que la tasa de cambio del área A es la «curva» (o sea, la y de la Figura 4a; recuerde
que una recta es un tipo de curva) que delimita A. Para verlo, calcule y

simplifique para obtener , luego divida por la sospechosamente conveniente t para


obtener z, la cual, recuerde, es solo «infinitesimalmente mayor» que y, y por lo tanto
aquí se puede considerar como = y.[4.19] Acaba usted obteniendo y = 2x, la que
resulta ser la función que da la curva de la Figura 4a. Lo cual significa que el
resultado y = 2x lleva empaquetado el principio básico del cálculo integral: la tasa de
cambio del área delimitada por una curva no es más que esa misma curva. Lo que, a
su vez, significa que la integral de una función que tiene una derivada dada es la
propia función, lo cual resulta ser el teorema fundamental del cálculo (T. F. C.);[4.20]
o sea, que la diferenciación y la integración son recíprocas[4.21] del mismo modo en
que lo son la multiplicación y la división o las potencias y las raíces, lo cual es el
motivo de que el cálculo sea tan poderoso y de que Newton y Leibniz merezcan tanto
reconocimiento: el T. F. C. combina ambas técnicas en un paquete de gran calibre (…
mientras se acepten los posibles malentendidos acerca de si t = 0).
Sin embargo, la mayoría de nosotros no aprendimos esto así en la escuela. Si

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estudió usted un primer curso de cálculo es probable que aprendiera, mediante
gráficos de velocidad-y-aceleración, a tomar el límite de Δx, o que ,

donde es la notación de Leibniz y el concepto de límite es el modo en que el


análisis poscálculo embelleció a posteriori todo el problema de los infinitesimales.
Puede que recuerde o que sepa, por ejemplo, que en la mayoría de los libros de texto
modernos un infinitesimal se define como «una cantidad que da o tras la aplicación
de un proceso límite». Si usted es un auténtico superviviente de primer curso de
cálculo, seguramente también puede recordar cuán brutalmente abstracto y
antiintuitivo resulta intentar aprender esa cosa de los límites: casi nadie explica a los
estudiantes de carrera los porqués del método,[4.22] ni menciona que hay una manera
más fácil o por lo menos más intuitiva de entender dx y Δx y t, concretamente como
órdenes de . La mayoría de los profesores, en cambio, intentan distraer a los
estudiantes con vistosos ejemplos de la capacidad del cálculo para resolver todo tipo
de complejos problemas del mundo real: desde la velocidad y aceleración
instantáneas como la 1.ª y la 2.ª derivadas, a las órbitas elípticas de Kepler y la
de Newton, los movimientos de muelles disparados y bolas rebotando, las
penumbras de los eclipses, o la intensidad de un sonido como función de la rotación
del regulador de volumen, sin olvidar el panorama trigonométrico que se abre al
aprender que d(sen x) = cos x y d(cos x) = − sen x, que la tangente es el límite de la
secante, etc. Todo esto se presenta de manera habitual como preparación para
dominar el concepto de límite, un concepto que en realidad no es menos abstracto o
doloroso que intentar solo concebir dx o t como cantidades increíblemente,
alucinantemente pequeñas.
A partir de todo lo dicho, queda claro que el verdadero motivo tras el enfoque del
cálculo basado en los límites era que las cantidades infinitesimales de Newton y
Leibniz, y sus juegos de manos con la notación, habían abierto algunas horribles
hendiduras en los fundamentos de las matemáticas, dado que la proposición «(x = 0)
& (x ≠ 0)» viola todo tipo de axiomas básicos de tipo LTE. Dado nuestro relato hasta
ahora, lo más fácil de decir parece ser que la mayoría de dichos presuntos problemas
en realidad estaban causados por la incapacidad de las matemáticas para tratar con
cantidades infinitas, es decir, que, como en el caso de la dicotomía de Zenón y la
paradoja de Galileo, la auténtica dificultad era que nadie entendía todavía la
aritmética del ∞. No sería exactamente un error decir esto, pero para nuestros
propósitos resultaría por lo menos algo pobre.[4.23] Como todo lo demás acerca de las
matemáticas tras el cálculo, las verdaderas dificultades y las cosas que están en juego
aquí son más complejas.

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§4b.

Recapitulemos y reformulemos un poco las cosas. La propia potencia del cálculo y su


relevancia provocaron en las matemáticas de la modernidad temprana el mismo tipo
de crisis que la dicotomía de Zenón había planteado a los griegos. Solo que de algún
modo era peor. Las paradojas de Zenón no habían resuelto ningún problema
matemático existente, mientras que las herramientas del cálculo sí lo habían hecho.
La panoplia de resultados acerca del mundo real que permitió el cálculo ya se ha
detallado, así como su extraordinaria pertinencia en aquel momento: todas las
ciencias aplicadas se estaban dando de bruces con los problemas de los fenómenos
continuos justamente cuando Newton y Leibniz y sus respectivas teorías dieron con
una explicación matemática de la continuidad.[4.24] Una que funcionaba. Una que
condujo directamente a la gran decodificación moderna de las leyes físicas como
ecuaciones diferenciales.
Solo que desde el punto de vista de los fundamentos es un desastre. Es todo un
castillo en el aire. Los leibnizianos[4.25] no podían explicar u obtener cantidades que
fueran verdaderamente distintas de o pero a la vez infinitamente próximas a o. Los
newtonianos,[4.26] que afirmaban que el cálculo no dependía realmente de cantidades
infinitesimales sino más bien de las «fluxiones» —donde fluxión significa la tasa de
cambio de una variable dependiente del tiempo—, se basaban en el requisito de que
los cocientes de dichas fluxiones se tomen justo cuando se desvanecen o surgen de o,
en el sentido del primer o último instante infinitesimal en el que son > 0, lo cual, por
supuesto, no es más que sustituir cantidades infinitamente pequeñas por instantes
infinitamente breves. Y los newtonianos no tenían una explicación mejor de esos
cocientes instantáneos que la que tenían los leibnizianos de las cantidades
infinitesimales.[4.27] La única verdadera ventaja de la versión de Newton (para todo el
mundo excepto para los estudiantes de primer curso de cálculo) es que ya tiene el
concepto de límite implícito de algún modo en la idea de un primer/último instante
que se desvanece de tan pequeño: serían principalmente Agustin-Louis Cauchy y
luego Karl Weierstrass quienes desarrollaron todo esto. (Weierstrass, dicho sea de
paso, fue profesor de Cantor).
A propósito de la continuidad, los infinitesimales y el cálculo, vale la pena echar
un rápido vistazo a otra de las paradojas de Zenón contra el movimiento. Esta se
llama habitualmente la paradoja de la flecha, porque analiza el intervalo de tiempo
durante el cual una flecha está viajando desde su arco hasta la diana.[4.28] Zenón
observa que en cualquier instante específico de ese intervalo, la flecha ocupa «un
espacio igual a sí misma», y dice que esto es lo mismo que estar «en reposo». La
cuestión es que la flecha no puede estar realmente moviéndose en un instante, porque
el movimiento requiere un intervalo de tiempo, y aquí un instante no es un intervalo:

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es la unidad de tiempo más pequeña imaginable, y no tiene duración, del mismo
modo en que un punto geométrico no tiene dimensión. Y si en todos y cada uno de
los instantes la flecha está en reposo, entonces la flecha no se mueve jamás. De
hecho, nada se mueve en ningún caso, realmente, pues en cualquier instante dado
todo está en reposo.
Hay por lo menos una premisa implícita en el argumento de Zenón, que puede
ponerse en evidencia mediante un esquema:

(1) En todos y cada uno de los instantes, la flecha está en reposo.


(2) Cualquier intervalo de tiempo está compuesto de instantes.
(3) Por lo tanto, durante cualquier intervalo de tiempo la flecha no se está
moviendo.

La premisa encubierta es (2), que es justamente lo que Aristóteles ataca en la


Física, descartando todas las P. Z. sobre la base de que «… el tiempo no está
compuesto de instantes indivisibles»,[4.29] es decir, que la misma noción de que algo
esté o bien en movimiento o bien en reposo en un instante es incoherente. Obsérvese,
sin embargo, que es precisamente a esa idea del movimiento en un instante a la que el
cálculo de Newton y Leibniz es capaz de hallarle sentido matemáticamente, y no solo
el movimiento en general sino la precisa velocidad instantánea, sin olvidar la tasa-de-
cambio-de-la-velocidad instantánea (= aceleración, 2.ª derivada), la tasa-de-cambio-
de-la-aceleración instantánea (= 3.ª derivada), etc.
En relación con la paradoja de la flecha, el hecho de que el cálculo clásico sea
capaz de tratar precisamente lo que Aristóteles dice que no puede ser tratado no es
una coincidencia. Para empezar, eche otro vistazo a lo del instante «sin duración» de
hace dos párrafos, y observe que este término es algo ambiguo. Resulta que el tipo de
instante del que habla Zenón es, por lo menos matemáticamente, no algo de duración
o, sino un infinitésimo. Tiene que serlo. Considere de nuevo la vieja fórmula escolar
para el movimiento, Velocidad × Tiempo = Distancia, o v = . Una flecha en reposo
tiene una v de 0 y cubre una distancia 0d, obviamente. Pero si en términos de tiempo
un instante = 0, entonces desde el punto de vista de Zenón se acaba postulando que o
es el divisor en v = , lo cual es matemáticamente ilegal/falaz del mismo modo que

todo el asunto de «0 = » es ilegal/falaz.


Solo que aquí tenemos que ir de nuevo con cuidado, y también con las demás
P. Z. Como ya se ha mencionado en todo tipo de diferentes contextos, no es lo mismo
«tratar» algo que tratarlo realmente. Incluso si admitimos que el instante de Zenón es
infinitesimal y, por lo tanto, apto para el tratamiento mediante fluxiones de Newton o
el dx de Leibniz, probablemente ya puede ver que una «solución», al estilo del

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cálculo clásico, de la flecha de Zenón puede resultar trivial en el mismo sentido en
que « » es trivial respecto a la dicotomía. Es decir, la flecha es realmente una
paradoja metafísica, y es precisamente una explicación metafísica de los
infinitesimales lo que el cálculo no tiene. Sin tal explicación, todo lo que podemos
hacer es aplicar a la flecha alguna fórmula de aspecto excitante que dependerá de los
mismos infinitesimales misteriosos y de aspecto paradójico que Zenón usa desde el
principio. Además, aún quedará la inquietante cuestión de cómo llega realmente una
flecha a la diana tras un intervalo que contiene una infinidad de instantes de
tamaño .[4.30]
El problema es que, siendo la flecha metafísica, también es extremadamente sutil
y abstracta. Considere por ejemplo otra premisa encubierta, o quizás un tipo de
subpremisa que está implícita en la parte (1) del argumento de Zenón: ¿es realmente
verdad que algo tiene que estar o bien en movimiento o bien en reposo? Al principio
parece ciertamente verdadero, suponiendo que tomemos «en reposo» como sinónimo
de «no moviéndose». Recuerde la LTE, después de todo. Es seguro que, en cualquier
instante dado t, algo o bien se está moviendo o bien no se está moviendo, en el
sentido de que en el instante t tiene o bien una velocidad > 0 o una velocidad = 0.
Que en realidad esta disyuntiva no es válida —que aquí la LTE no se puede aplicar
realmente— puede verse examinando la diferencia entre el número 0 y la palabra
abstracta «nada». Es una diferencia sutil, pero importante. La incapacidad de los
griegos para verla fue probablemente lo que les impidió ser capaces de usar el 0 en
sus matemáticas, lo cual fue un gran inconveniente. Pero 0 o nada es una de esas
distinciones abstractas de las que es casi imposible hablar directamente: más bien
tiene que hacerse mediante ejemplos. Imagine una clase de matemáticas, y que en esa
clase hay un examen diabólicamente difícil que se puntúa sobre 100, e imagine que ni
usted ni yo obtenemos ni un solo punto. Pero hay una diferencia: usted no está en la
clase y ni siquiera hizo el examen, mientras que yo sí estoy, y lo hice. El hecho de
que usted obtuviera o puntos de ese examen es, pues, irrelevante —su 0 significa
Información No Disponible, nada—, mientras que mi 0 es un cero de verdad. O, si no
le gusta esta, imagine que usted y yo somos, respectivamente, mujer y hombre,
ambos sanos y con una edad de entre veinte y cuarenta años, y que ambos estamos en
la consulta de un médico, y que ninguno de los dos ha tenido la regla en las últimas
diez semanas, en cuyo caso mi número total de reglas no es nada, mientras que el
suyo es 0, y, por lo tanto, significativo. Fin de los ejemplos.
Así que simplemente no es verdad que algo siempre tenga que ser o bien 0 o bien
no-0: también podría ser nada, Información No Disponible.[4.31] En cuyo caso hay
una respuesta no trivial a la premisa de Zenón (1), a saber: el hecho de que la flecha
no se esté moviendo en t no significa que su v en t sea o, sino más bien que su v en t
no es nada. Que esta imprecisión en la premisa (1) no se capte enseguida se debe en

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parte a la cuestión del 0 o nada y en parte a la vertiginosa abstracción, de Cuarto
Nivel, de palabras como «desplazamiento» y «movimiento». El término
«movimiento», por ejemplo, es especialmente engañoso porque no parece para nada
abstracto: parece denotar llanamente algo o algún proceso, mientras que, si piensa
usted en ello,[4.32] incluso el tipo más simple de movimiento es en realidad una
complicada relación entre (a) un objeto, (b) más de un lugar, y (c) más de un instante.
Punto a destacar: la falacia de la flecha está en la suposición que Zenón hace de que
la pregunta «¿Está o no está en movimiento la flecha en el instante t?» es más
coherente que «¿Qué nota obtuvo usted en ese curso que no hizo?» o «Un punto
geométrico, ¿es curvo o recto?». La respuesta correcta a las tres es: Información No
Disponible.[4.33]
Admitámoslo, esta respuesta al problema de la flecha es, estrictamente hablando,
más filosófica que matemática. Del mismo modo que una solución como la dada por
el cálculo clásico será filosófica, también, en el sentido de que tiene que hacer
afirmaciones metafísicas sobre los infinitesimales. La manera que tiene el análisis
moderno de tratar esta P. Z. es muy diferente, y puramente técnica. Si alguna vez
estudió el problema de la flecha en las matemáticas de bachillerato, probablemente
aprendió que la premisa engañosa de Zenón es (1), pero no oyó nada[4.34] sobre los
instantes como infinitesimales. Esto (de nuevo) es porque el análisis ha hallado el
modo de esquivar tanto los infinitesimales como el problema del o-como-divisor en
sus representaciones de la continuidad. Así, en una clase moderna de matemáticas, la
premisa (i) es declarada falsa porque la v-en-el-instante-t de la flecha se puede
calcular como «el límite de v medias respecto a una sucesión de intervalos anidados
que convergen a 0 y siempre contienen t», o algo muy parecido. Para su información,
el lenguaje de esta solución[4.35] es weierstrassiano: es su refinado concepto de
límite[4.36] lo que permitirá que el cálculo trate con los problemas, relacionados entre
sí, de los infinitesimales y la divisibilidad infinita al estilo de Zenón.
Las relaciones específicas entre estos problemas son intrincadas y abstractas, pero
para nosotros son totalmente oportunas. Por muy extraños o corrosivos para los
fundamentos que sean los infinitesimales, resulta que su descalificación
matemática/metafísica también da lugar a algunas pequeñas y perversas grietas.
Ejemplo: sin los infinitesimales, aparentemente no tiene sentido hablar del «siguiente
instante» o de la «fracción de segundo inmediatamente posterior», pues dos instantes
no pueden ser sucesivos. Explicación: sin infinitesimales, admitiendo cualesquiera
dos instantes supuestamente sucesivos t, y t2, hay solo dos opciones: o bien no hay
ningún (o sea, 0) intervalo de tiempo entre t1 y t2, o hay algún intervalo de tiempo > 0
entre ellos. Si el intervalo es 0, entonces t1 y t2 son claramente no sucesivos, porque
entonces son exactamente el mismo instante. Pero si hay algún intervalo de tiempo
entre ellos, entonces siempre hay otros instantes, a intervalos más pequeños, entre t1 y

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t2, porque cualquier intervalo de tiempo finito siempre se puede subdividir más y
más, igual que las distancias en la recta numérica.[4.37] Es decir, que nunca va a haber
un t2 inmediatamente después de t1. De hecho, mientras los infinitesimales sean non
grata, siempre tiene que haber un número infinito de instantes entre t1 y t2. Esto es así
porque si solo hubiera un número finito de tales casos intermedios, entonces uno de
ellos, tx, sería por definición el primero, lo cual implicaría que tx es el instante más
próximo a t1,es decir, que tx es el instante inmediatamente posterior a t1, lo cual ya
hemos visto que es imposible (porque, claro, ¿qué pasa con el instante ?).
Si ahora está usted notando cierto parecido familiar entre estos problemas de
instantes no sucesivos, las paradojas de Zenón, y algunos de los rompecabezas de la
recta real descritos en §2c y e, sepa que no es ninguna coincidencia. Todos son
aspectos del gran enigma de la continuidad en matemáticas, el cual es que los entes
relacionados con el aparentemente no pueden manejarse ni eliminarse. En ningún
caso resulta esto más evidente que en el de los . Están llenos de paradojas y es
imposible definirlos, pero si se destierran de las matemáticas al final hay que postular
que cualquier intervalo tiene una densidad infinita,[4.38] por lo cual la idea de sucesión
no tiene sentido y ninguna ordenación de los puntos del intervalo puede completarse
jamás, pues entre dos puntos cualesquiera habrá no solo algunos puntos más, sino
toda una infinidad de ellos.
Conclusión general: por muy bueno que sea el cálculo para cuantificar el
movimiento y el cambio, no puede hacer nada para resolver las verdaderas paradojas
de la continuidad. En cualquier caso, no sin una teoría coherente del ∞.

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5

§5a.

La tarea de las dos secciones siguientes es mostrar cómo las innovaciones de


Dedekind y de Cantor surgieron más o menos del mismo modo que el cálculo; a
saber, como maneras de tratar ciertos problemas que se habían hecho tan urgentes que
las matemáticas no podían avanzar realmente sin afrontarlos. La idea de §5 es trazar
un esquema de los particulares desarrollos y controversias poscálculo que crearon un
entorno en el cual las matemáticas transfinitas se hicieron posibles, lo cual es también
decir necesarias. Por favor, obsérvese también el uso de la expresión «trazar un
esquema». No hay modo de hacer una cronología, incluso burda, del período 1700-
1850. Ocurren demasiadas cosas demasiado rápido.
En general, la situación de las matemáticas tras el año 1700 resulta enormemente
extraña, y gran parte de esta extrañeza tiene que ver de nuevo con las relaciones entre
la realidad empírica y la abstracción conceptual.[5.1] Como puede atestiguar
cualquiera que haya pasado de las matemáticas de bachillerato a las de primer curso
de carrera, el análisis es exponencialmente más abstracto y difícil que cualquier otra
cosa anterior.[5.2] Al mismo tiempo, su poder explicativo no tiene precedentes y sus
aplicaciones prácticas se disparan. Esto se debe principalmente a la capacidad del
análisis para cuantificar el movimiento y el proceso y el cambio, y por el gran
aumento en la generalidad de las leyes físicas expresadas como ecuaciones
diferenciales y/o series trigonométricas. Al mismo mismo tiempo, igual que con el
desarrollo del cálculo clásico, buena parte del progreso matemático desde 1700 hasta
por lo menos 1830 responde a problemas científicos: de nuevo, algunos de ellos ya
han sido mencionados. La cuestión es aquí todavía más empática que en §3b: en
cualquier campo, desde la astronomía hasta la ingeniería, la navegación, la tecnología
de guerra, etc., las herramientas del análisis funcionaban realmente. El resultado fue
lo que el bueno y viejo Morris Kline llama «una fusión virtual de las matemáticas y
vastas áreas de la ciencia» (Kline, pág. 395).
Las ventajas de esa fusión son más obvias que sus peligros. Recuérdese una vez
más que, supuestamente, una característica de incalculable valor que tienen las
matemáticas es la verdad a priori, y deductiva, de sus teoremas. Las verdades
científicas se establecen empíricamente. Son verdades inductivas, y como tales están
sujetas a todas las incertidumbres abstractas de madrugada detalladas en §1. La
inducción, desde un punto de vista lógico, no tiene fundamento, mientras que las
verdades matemáticas están construidas sobre el granito de los axiomas y las reglas

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de inferencia. Todo esto se ha analizado ya, así como las conexiones entre
fundamentos y rigor, además de la parte del glosario de emergencia en §3c acerca del
análisis y su (eventual) intento de inyectar más rigor en el cálculo.
Conclusión: no es suficiente que las teorías matemáticas funcionen. También se
supone que deben estar rigurosamente definidas y demostradas de un modo que se
ajuste al gran estándar deductivo griego. Pero esto no es lo que ocurrió durante la
mayor parte del siglo XVIII. Fue más bien como una burbuja financiera. Y durante un
tiempo pareció estupenda. La «fusión virtual» por la que los descubrimientos
matemáticos hicieron posible avances científicos que a su vez motivaron más
descubrimientos matemáticos[5.3] dio lugar a una situación parecida a la de un
árbol[5.4] de espectaculares ramas y abundantes hojas pero sin auténticas raíces.
Todavía no existían definiciones rigurosas y fundamentadas de la diferencial, la
derivada, la integral, el límite, o las series convergentes/divergentes. Ni siquiera de la
función. Había constantes controversias, y, sin embargo, al mismo tiempo parecía que
no le importaba a nadie.[5.5] El hecho de que los infinitesimales del cálculo (y/o ahora
los límites de tipo ∞ hacia los que las cantidades podían «tender» sin llegar nunca
realmente) funcionaran tan bien sin ninguna fundamentación coherente, de algún
modo infectó todo el espíritu del análisis. Sin que nadie lo dijera de forma explícita,
las matemáticas empezaron a operar inductivamente.
Fue en los terrenos de las funciones, las ecuaciones diferenciales y las series
trigonométricas donde surgieron muchos de los avances más significativos del
siglo XVIII y muchas de sus más abominables confusiones. En relación con nuestro
relato, va a ser importante examinar algunos de los problemas matemáticos y
científicos específicos en los que se usaron dichos conceptos. Esto a su vez requerirá
otro glosario de emergencia relevante (aunque algo más duro)[5.6], al cual está usted
de nuevo invitado a dedicar exactamente el tiempo o la atención que sus
conocimientos o su interés merezcan (pero que probablemente debería por lo menos
hojear y dejar a punto para consultas posteriores si las dificultades in situ lo
requieren), etc.

GLOSARIO DE EMERGENCIA II

— Derivada (n.) y Diferencial (n.). Deben distinguirse aunque están tan


estrechamente relacionadas que una derivada a veces se llama un «coeficiente
diferencial». Recuerde del G. E. I que una derivada es la tasa de cambio de una
función respecto a la variable independiente. En el caso de una simple función
como y = f(x),[5.7] la derivada es . Pero aquí los dx y dy individuales son
diferenciales. En algo como y = f(x), donde x es la variable independiente, la
diferencial de x (es decir, dx) es cualquier cambio arbitrario en el valor de x, en

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cuyo caso dy se puede definir mediante dy = f'(x)dx, donde f'(x) es la derivada de
f(x). (¿Le parece que tiene sentido? Si f'(x) = , entonces dy es bastante
claramente f'(x)dx).
Una manera fácil de aclarar ambos términos es recordar que una derivada es
literalmente el cociente de dos diferenciales, que es como muchos leibnizianos
definían en realidad la derivada para empezar.

— Derivada parcial y diferencial total es la distinción correspondiente en el caso de


«funciones de varias variables»,[5.8] es decir, las que tienen más de una variable
independiente. Una derivada parcial es la tasa de cambio de una función
multivariable respecto a una de las variables relevantes, tomando las demás como
constantes. Así, en general una función tendrá tantas derivadas parciales como
variables independientes. Para las derivadas parciales se usa un símbolo especial
que el doctor Goris llamaba el «6 disléxico». Por ejemplo, las derivadas parciales
de la función que da el volumen de un cilindro recto, V = πr2h, son = 2πrh y
= πr2. Una diferencial total, por otro lado, es la diferencial de una función con
más de una variable independiente, lo cual habitualmente equivale a decir que es
la diferencial de la variable dependiente. Los ∂s también se usan en las
diferenciales totales. En el caso de una función multivariable como z = f(x, y), la
diferencial total de z, dz, será .

Estas dos primeras definiciones pueden parecer excesivamente sutiles pero, de


hecho, son necesarias para entender las

— Ecuaciones diferenciales (a-c [siendo (b) bastante extensa]), que son la


herramienta matemática n.º 1 para resolver problemas de física, ingeniería,
telemetría, automática y todo tipo de disciplinas científicas. Habitualmente se
empieza a flirtear con las E. D. al final de las matemáticas de primer curso de
carrera. Y en el tercer curso de cálculo se empieza a descubrir cuán ubicuas y
difíciles son realmente.
(a) En un sentido amplio, las ecuaciones diferenciales involucran relaciones entre
una x independiente, una y dependiente, y por lo menos una de las derivadas de y
respecto a x. Las E. D. pueden considerarse o bien cálculo integral combinado
con algún tipo de alucinógeno de clase IV o bien (mejor[5.9]) como
«metafunciones», en el sentido de hallarse un nivel de abstracción por encima de
las funciones normales; a su vez esto significa que si una función ordinaria es una
especie de máquina en la que se introducen ciertos números y de la que salen
otros números,[5.10] una ecuación diferencial es otra especie de máquina en la que

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se introducen ciertas funciones y de la que salen otras funciones. Entonces, la
solución de una ecuación diferencial concreta es siempre alguna función,
específicamente una que se puede poner en el lugar de la variable dependiente de
la E. D. para dar lugar a lo que se conoce como una «identidad», que es
básicamente una tautología matemática.
Puede que esto no haya sido de mucha ayuda. En términos más concretos,[5.11]
una simple ecuación diferencial como = 3x2 − 1 tiene como solución aquella
función cuya derivada es 3x2 − 1. Esto significa que ahora se necesita la
integración, es decir, hallar por lo menos una función equivalente a ∫(3x2 − 1)dx.
Si recuerda algo de las matemáticas de primero de carrera, probablemente verá
que ∫(3x2 − 1) dx equivale a f(x) = x3 − x + C (donde C es la infame constante de
integración),[5.12] ecuación que es lo mismo que y = x3 − x + C, que al fin resulta
ser la solución general de la ecuación diferencial = 3x2 − 1. Las soluciones
particulares de dicha E. D. serán aquellas funciones en las que C toma algún valor
específico, como, por ejemplo, y = x3 − x + 2 (semisemiextractado a partir de
Berlinski, págs. 230-231).
(b) Gráficamente, a causa de C y la cuestión de lo particular/general, las
ecuaciones diferenciales tienden a dar «familias de curvas» como soluciones. Los
desarrollos de las ecuaciones, por otro lado, normalmente dan secuencias de
funciones, y sepa que el cambio en el análisis de las sucesiones/series de
cantidades a las sucesiones/series de funciones acaba resultando crucial para la
historia del ∞. Desde el punto de vista histórico, este cambio caracteriza la
transición de las matemáticas desde el análisis del siglo XVIII al estilo de Euler al
de principios y mediados del siglo XIX más al estilo de Cauchy. Como se
mencionó brevemente en §3, al barón Agustin-Louis Cauchy se le atribuye el
primer intento real de dar rigor al análisis. Propuso un concepto de límite más
sofisticado, basado en la convergencia, y fue capaz de definir la continuidad, los
infinitesimales, e incluso del ∞ en términos de dicho concepto.[5.13]
También fue Cauchy el primero que trabajó seriamente en las series de funciones,
en las cuales los problemas realmente cruciales también involucran la
convergencia.

INTERPOLACIÓN RÁPIDA INCRUSTADA EN (b)

Las E. D. de (b) van a complicarse. Además de estar invitado a consultar el G. E. I


cuando sea apropiado, debe usted conocer dos hechos relacionados: (1) La
convergencia es (o por lo menos parece) muy diferente en el caso de las

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sucesiones/series de funciones que en el caso de las sucesiones/series de
cantidades. Por ejemplo, una serie convergente de funciones tiende hacia una
cierta función… o más bien es más preciso decir que la suma de una serie
convergente de funciones siempre convergerá a una función.[5.14] (2) Hay un
montón de conexiones entre los conceptos de continuidad para funciones y de
convergencia para series de funciones. Afortunadamente, solo unas pocas de ellas
nos importan, pero en conjunto dichas conexiones llegan hasta el mismo agitado
corazón del análisis del siglo XIX, y algunas cosas se hacen extremadamente
complicadas. Un ejemplo es un famoso error que cometió Cauchy, que se
presenta aquí solo como una indicación de lo estrechamente ligadas que están la
continuidad y la convergencia respecto a las funciones. Cauchy sostenía que si la
suma de una sucesión de funciones continuas c0, c1, c2, … converge en todas
partes de un cierto intervalo hacia una función C, entonces la propia función C es
continua en ese intervalo. Por qué eso era importante, y erróneo, quedará claro,
con un poco de suerte, en un par de §.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN. REGRESO AL PÁRRAFO 2 DE (b), EN CURSO

Como no podemos hacer sumas parciales con las series de funciones, resulta
importante pensar en comprobaciones generales de la convergencia de dichas
series/sucesiones. Una comprobación general pionera llamada condición de
convergencia de Cauchy (o «3C») de la década de 1820 sostiene que una
secuencia infinita a0, a1, a2, …, an, … converge (es decir, tiene límite) si y solo si
el valor absoluto de (an+r − an) es inferior a cualquier cantidad especificada para
todo valor de r, suponiendo que n sea suficientemente grande.[5.15]
Un hecho final respecto a las funciones y la convergencia (que probablemente se
tendría que haber incluido en la anterior interpolación): para demostrar que una
función F es representable (= desarrollable) como una serie infinita, debe ser
posible verificar que la serie converge en todos los puntos hacia F. Lo cual,
obviamente, no puede hacerse sumando un número infinito de términos: se
necesita una demostración abstracta. Esto también será importante cuando
lleguemos a los primeros trabajos de Cantor sobre análisis.
(c) Una de las razones por las que las ecuaciones diferenciales son tan difíciles
para los estudiantes es que existen muchos tipos y subtipos distintos,
especificados por toda clase de nomenclatura sofisticada: «orden», «grado»,
«separabilidad», «homogeneidad», «linealidad», «factor de crecimiento», «factor
de decrecimiento», etc. Para nosotros, la distinción más importante es entre una
ecuación diferencial ordinaria y una ecuación diferencial parcial. Una E. D.
parcial involucra más de una variable independiente, y, por lo tanto, derivadas

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parciales (de aquí el nombre), mientras que una E. D. ordinaria no contiene
derivadas parciales. Como la mayoría de los fenómenos físicos son lo bastante
complicados para requerir funciones multivariable y derivadas parciales, no es
sorprendente que las ecuaciones diferenciales verdaderamente útiles y
significativas sean las parciales. Un par más de términos sobre E. D. que debe
conocer son condiciones de frontera y condiciones iniciales, los cuales tienen que
ver con especificar valores permitidos de la función y/o cualesquiera constantes
que intervengan en la ecuación. Esos términos son pertinentes porque hay
importantes conexiones entre dichas condiciones y la especificación de ciertos
intervalos de la recta real en los cuales una función puede adquirir valores, lo cual
después resultará crítico para el análisis weierstrassiano de mediados del siglo XIX
del que hablaremos en §5e.

— La ecuación de onda. Se trata de una E. D. parcial especialmente famosa y


poderosa. De enorme influencia tanto en las matemáticas puras como en las
aplicadas, sobre todo en la física y en la ingeniería.[5.16] Para nuestros propósitos,
la forma relevante de la ecuación de onda es la iD o «no laplaciana», la cual (SEI)
tiene este aspecto:

— Series trigonométricas, que probablemente tendrían que haber sido tratadas en el


G. E. I, son básicamente series cuyos términos se escriben como los senos y los
cosenos[5.17] de varios ángulos. La forma genérica es habitualmente algo parecido
a + (ak cos kx + bk sen kx + …). Las series trigonométricas tienen un papel
importante en nuestro relato, no solo porque contienen las series de Fourier como
subtipo,[5.18] sino también porque ciertas funciones muy importantes pueden
representarse a la vez mediante series trigonométricas y mediante ecuaciones
diferenciales parciales. Resulta que las conexiones entre E. D. parciales y series
trigonométricas llegan directamente a la raíz de lo que es una función. Y, de
hecho, la definición matemática moderna de función —que difiere de la
definición ad hoc del G. E. I pues especifica que la asociación entre cada x y su
f(x) puede ser 100% arbitraria, sin requerir ninguna regla ni siquiera
explicación[5.19]— es el resultado de un trabajo exhaustivo sobre las relaciones
entre las funciones y sus representaciones como series.

— Convergencia uniforme & secretos asociados (a-e). Estos términos incluyen las
definiciones del G. E. I de intervalo y función continua así como el material sobre

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la convergencia de series y funciones según Cauchy en el apartado anterior
Ecuaciones diferenciales (b). Además de ser necesaria para entender ciertos
resultados precantorianos importantes en posteriores §, esta definición le dará
alguna idea de la abstracción realmente vertiginosa del análisis del siglo XIX.
(a) Definición central: una serie de funciones continuas de x en un intervalo (p, q)
es uniformemente convergente si converge para cada valor de x entre p y q.
También hay detalles que podemos omitir sobre la pequeñez arbitraria de los
«residuos»[5.20] de las series. Lo crucial es que la suma de una serie
uniformemente convergente será también una función continua de x en el
intervalo (p, q).
(b) Así como no todas las series son convergentes, no todas las series
convergentes son uniformemente convergentes. Ni todas las series convergentes
son monótonas, lo cual esencialmente significa que cambian siempre en el mismo
sentido. Ejemplo de serie monótona decreciente: la dicotómica + + + +
…[5.21]
(c) Algo que tiene relación con la convergencia de las series en un intervalo dado
(p, q) es el asunto de si una función f(x) es seccionalmente continua en un
intervalo dado (p, q), lo que ocurre cuando (p, q) se puede dividir en un número
finito de subintervalos, siendo f(x) continua en cada subintervalo y teniendo un
límite finito en cada extremo inferior (= p) y superior (= q). (Observe aquí que
«seccional» también puede modificar/especificar la monotonía,[5.22] es decir, que
algunas series son seccionalmente monótonas, un pequeño recordatorio que
necesitará tener a mano en algún punto de §5d).
(d) Por razones complicadas, si una función es seccionalmente continua, tendrá
solo un número finito de discontinuidades en su intervalo (p, q) relevante. He
aquí un término fácil de entender: una discontinuidad es simplemente un
punto[5.23] en el cual la función f(x) no es continua. Ejemplo: la semifourieriana
tendrá claramente discontinuidades en los valores de x que
hagan cos(x − α) igual a 1. Hay muchas subespecies diferentes de
discontinuidades, hecho que en su mayor parte vamos a pasar por alto.
Gráficamente, una discontinuidad es un punto en el cual una curva no es suave, es
decir, donde salta, o cae bruscamente, o incluso tiene un agujero. Véase también
un poco de sutileza semántica: como la palabra discontinuidad también puede
referirse, con abstracción de 2.º nivel, a la condición general de que algo sea no
continuo, el término punto excepcional se usa a veces para referirse a un punto
específico en el cual hay una discontinuidad. Aquí el meollo de la cuestión es que
el análisis tiende a usar «discontinuidad» y «punto excepcional» de modo

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intercambiable.
(e) Finalmente: un término engañosamente parecido a «convergencia uniforme»
es convergencia absoluta, que matemáticamente es algo totalmente diferente. Una
serie convergente infinita S puede tener términos negativos (por ejemplo, la serie
de Grandi de §3a). Si todos los términos negativos de S se convierten en positivos
(es decir, si solo se admiten los valores absolutos de los términos) y S converge
todavía, entonces es absolutamente convergente. Si no, es condicionalmente
convergente.

FIN DEL G. E. II

§5b.

Lo principal de §5 hasta ahora: desprovistas de amarre durante el siglo XVIII,pero


cruciales, flotan en el ambiente ideas sobre funciones, funciones continuas, funciones
convergentes, etc., con todas sus distintas definiciones respectivas y propiedades en
constante evolución y refinamiento al abordar el análisis varios problemas. Como se
ha mencionado, e igual que en el siglo XVII, muchos de esos problemas eran
científicos/físicos. He aquí algunos de los grandes problemas del siglo XVIII: el
comportamiento de cadenas flexibles suspendidas de dos puntos (también conocidos
como «problemas de catenarias»), los movimientos de un punto a lo largo de curvas
descendientes (=«la braquistócrona»), las barras elásticas bajo tensión, los
movimientos de un péndulo en medios que presentan resistencia, las formas
adquiridas por una vela bajo la presión del viento (=«velaria»), las órbitas de los
planetas los unos respecto a los otros, las curvas cáusticas en óptica, y los
movimientos de rumbo fijo (respecto a la brújula) en una esfera (la Tierra) o
problema de la «loxodrómica». Para nuestros propósitos, el más importante de todos
es el infame problema de la cuerda vibrante (P. C. V.), que en algunos sentidos se
remonta a los descubrimientos de Pitágoras acerca de la escala diatónica en §2a. El
P. C. V. general es: dadas la longitud, la posición inicial y tensión de una cuerda de la
que se tira verticalmente, calcular sus movimientos cuando se la libera y empieza a
vibrar. Esos movimientos serán curvas, lo cual es decir lo mismo que funciones.
La razón por la que el P. C. V. es, a menudo, un pilar de las matemáticas de
segundo curso de carrera es que marca la primera aplicación real de las ecuaciones
diferenciales parciales a un problema físico. He aquí un poco de historia. En la
década de 1740, Jean le Rond d’Alembert propone lo que es básicamente la ecuación
de onda 1D como la representación correcta del P. C. V., dando[5.24] la solución
general y = f(x + ct) + g(x − ct) donde x es un punto de una cuerda de longitud π, y es

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el desplazamiento transversal de x en el tiempo t, c es una constante,[5.25] y f y g son
funciones determinadas por las condiciones iniciales. Donde las cosas se ponen
controvertidas es en el alcance que se puede permitir a f y g. Resulta que la solución
de D’Alembert solo funciona si la «curva inicial» de la cuerda (es decir, el modo en
que se la tensa al principio) es ella misma una función periódica. Esto impone una
gran restricción al modo de tensarla, mientras que, por supuesto, en las matemáticas y
en la ciencia se desean soluciones lo más generales posible. Y así, jugadores de
primera línea como Leonard Euler, Daniel Bernoulli, Joseph Louis LaGrange, Pierre
Simon de LaPlace y D’Alembert[5.26] empiezan a discutir acaloradamente unos con
otros sobre si dejar que la tensión inicial de la cuerda sea cualquier tipo de
curva/función, sobre cómo hacerlo y conseguir que la ecuación de onda siga siendo
aplicable. En pocas palabras, el consenso que al final sale de todo ello es que
independientemente de la forma inicial de la cuerda, sus curvas vibracionales van a
ser funciones periódicas, específicamente ondas senoidales. De lo cual, por
complicadas razones, se sigue que sin importar cómo se tense la cuerda al principio
—es decir, que puede seguir cualquier curva continua—, la curva vibracional se
podrá representar mediante una serie trigonométrica.
En pocas palabras, muchísimos descubrimientos importantes sobre la naturaleza y
las relaciones de las funciones, las ecuaciones diferenciales y las series
trigonométricas surgen de la ópera del desacuerdo acerca del P. C. V. Lo que resulta
crucial para nuestro relato es esa idea de que cualquier función continua[5.27] puede
ser representada como una serie trigonométrica. En primer lugar, Euler, luego
D’Alembert, LaGrange, y el ya mencionado y quijotesco Clairaut empiezan a
desarrollar métodos para representar «funciones arbitrarias» como series
trigonométricas. El problema es que esos métodos siempre se obtienen y aplican con
respecto a algún problema físico particular, y luego se afirma que la solución de
dicho problema es la justificación del método. Nadie es capaz de zanjar el asunto de
la función → serie trigonométrica mediante un teorema abstracto. Eso es todo lo que
está ocurriendo hacia finales del siglo XVIII.
Ahora es el principio del siglo XIX, tiempo durante el cual Cauchy y el noruego
Niels Henrik Abel[5.28] empiezan a hacer un trabajo significativo sobre la
convergencia de las series, trabajo que acaba resultando incluso más significativo en
1822. Ese año, el barón francés Jean-Baptiste Joseph Fourier[5.29] (1768-1830),
trabajando en problemas sobre la conducción del calor en metales, demuestra en su
obra Teoría analítica del calor (TAC) que la representabilidad mediante una serie
trigonométrica en realidad podía establecerse tanto para funciones continuas como
para funciones discontinuas,[5.30] incluso para curvas «libremente dibujadas» (Lavine,
pág. 30). La demostración de Fourier en la TAC es demasiado técnica para entrar
mucho en ella, pero básicamente lo que hace es explotar la relación entre la suma de
una serie y la integral de una función: se da cuenta de que la representabilidad

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mediante una serie para funciones completamente arbitrarias requiere ignorar el
T. F. C. y definir la integración geométricamente[5.31] y no simplemente como la
recíproca de la diferenciación.
Como en muchas clases se enseñan las series de Fourier sin explicar de dónde
vienen las matemáticas, vale la pena por lo menos mencionar que Fourier empieza
con una ecuación diferencial parcial de 2.º orden para la difusión del calor en un
cuerpo 1D, ,[5.32] donde y es la temperatura de un punto x en el instante t,
tras lo cual usa una técnica estándar de E. D. llamada «separación de variables», y la
condición inicial de que y = f(x), para obtener esa muy especial serie trigonométrica
conocida actualmente como serie de Fourier, cuya forma relevante se muestra aquí
como Figura 5b:
Figura 5b

f(x) = a0 + (an cos nx + bn sen nx) donde 0 ≤ x ≤ 2π

Resulta que esta serie de Fourier es en realidad muy parecida a lo que Bernoulli
había propuesto como solución al P. C. V. hacia 1750, excepto que Fourier es capaz
de calcular los coeficientes de la serie[5.33] para cada valor entre 0 y 2π. En el caso de
bn, por ejemplo, , es decir, si se integra término a término,

los coeficientes bn serán veces el área bajo la curva (f(u) sen nu) en el intervalo
entre u = 0 y u = 2π. Los cálculos para a0 y an son similares.
Se canse o no su vista, la cuestión es que, mediante la fórmula de esos
coeficientes de Fourier, toda función de una variable que se pueda concebir —
algebraica, trascendente, continua e incluso discontinua—[5.34] se vuelve
representable según una serie trigonométrica de tipo Fourier en el intervalo [0, 2π].
Hay todo tipo de maravillosos puntos fuertes y ventajas en esa técnica (la cual Fourier
desarrolló principalmente para dar una solución general a la ecuación de difusión; y
en verdad lo logró). Un ejemplo: entender la integración geométricamente, y concebir
una función en términos de sus valores y no como una mera expresión analítica,[5.35]
le permite a Fourier considerar la posibilidad de representar como series funciones
sobre intervalos finitos, lo que para el análisis del siglo XIX constituye un importante
avance en flexibilidad.
Sin embargo, al mismo tiempo, las series de Fourier son como una repetición del
cálculo temprano en términos del contraste entre eficacia práctica y rigor deductivo.
Especialmente con el refinamiento por Siméon Denis Poisson hacia 1820, las series
de Fourier se convierten en la manera n.º 1 de resolver ecuaciones diferenciales
parciales —que son, como se ha mencionado, las llaves de oro para la física

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matemática, la dinámica, la astronomía, etc.— y como tales se puede decir que
revolucionan las matemáticas y la ciencia una vez más. Pero también carecen de
fundamento: no hay nada parecido a una teoría rigurosa de las series de Fourier. En
palabras de un historiador de las matemáticas, las técnicas de Fourier «suscitaron más
preguntas de las que él estaba interesado en contestar o era capaz de resolver»
(Dauben, Georg Cantor, pág. 7). Lo cual es a la vez delicado y cierto: la TAC de
Fourier afirma que una función «completamente arbitraria» puede ser representada
por una serie como la de la Figura 5b, pero no lo demuestra. Tampoco detalla qué
condiciones específicas debe satisfacer una función para ser representable de ese
modo. Aún más importante, Fourier afirma que sus epónimas series son siempre
convergentes en un intervalo independientemente de cuál sea la función o incluso de
que sea expresable como una única «y = f(x)», y aunque esto tiene implicaciones
importantes para la teoría de las funciones, la afirmación acerca del 100% de
convergencia no está demostrada ni comprobada siquiera.
[SEI Había un problema parecido que involucraba las integrales de Fourier, sobre
las cuales todo lo que debemos saber es que son tipos especiales de expresiones
«cerradas» que dan soluciones de ecuaciones diferenciales parciales, las cuales, una
vez más, Fourier afirma que funcionan para cualesquiera funciones arbitrarias, y que
ciertamente parecen hacerlo —es decir, funcionar— siendo especialmente buenas
para problemas de física. Pero ni Fourier ni nadie más a principios de la década de
1820 puede demostrar que las integrales de Fourier funcionen para todas las f(x), en
parte porque todavía hay una profunda confusión en las matemáticas acerca de cómo
definir la integral…, pero, de todos modos, la razón por la que estamos mencionando
el problema de las integrales de Fourier es que el trabajo de Augustin-Louis Cauchy
sobre él le conduce a la mayor parte de la «rigorización» del análisis por la que se le
da reconocimiento. Parte de ese rigor incluye definir la integral como «el límite de
una suma», pero la mayor parte (= la mayor parte del rigor) concierne a los
problemas de convergencia mencionados en (b) y en su pequeña interpolación del
apartado Ecuaciones diferenciales del G. E. II, específicamente al pertenecer dichos
problemas al ámbito de las series de Fourier].[5.36]
Hay otra manera de enunciar la dificultad general. Fourier (en la línea de Leibniz
y Bolzano) tiene un modo esencialmente geométrico de entender las cosas, y una
inclinación hacia las demostraciones geométricas más que hacia las demostraciones
formales. En muchos aspectos, esto es un remanente del cálculo clásico y de la
mentalidad los-resultados-importan-más-que-las-demostraciones del siglo XVIII. Pero
tal enfoque ahora es cada vez más insostenible. También en la década de 1820 se
descubren las primeras geometrías no euclidianas (basadas principalmente en el
descubrimiento de que el axioma de las paralelas de los elementos[5.37] era
prescindible), y la idea de que la geometría podría ser cualquier tipo de fundamento
fijo e inequívoco para cualquier cosa se convierte en oficialmente absurda. Un

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problema relacionado es que los matemáticos desde Newton a Euler y siguiendo hasta
Gauss se habían encontrado con muchos problemas de paradojas al usar series sin
considerar su convergencia o divergencia,[5.38] y el énfasis de Fourier y Cauchy en la
convergencia a intervalos ahora ayuda a revelar cuán impreciso había sido el análisis
respecto a las series. El resultado general es el arranque de una rectificación en la
«burbuja financiera» del análisis o, tal como lo expresa Morris Kline, «[Los]
matemáticos empezaron a preocuparse de las imprecisiones en los conceptos y
demostraciones de vastas ramas del análisis» (Kline, pág. 947). Es en la década de
1820 cuando empezamos a ver pronunciamientos como el de Cauchy: «Sería un serio
error pensar que uno solo puede hallar la certidumbre en demostraciones geométricas
o en el testimonio de los sentidos» (Cauchy, Introducción al Cours, traducción
extractada de Kline, ibíd. algo editada) y el de Abel: «Hay muy pocos teoremas en el
análisis avanzado que hayan sido demostrados de un modo lógicamente sensato. En
todas partes uno se encuentra con ese precario método de concluir lo general a partir
de lo especial» (Abel, págs. 263-264),[5.39] convirtiéndose este último en tan
representativo del atrincheramiento del siglo XIX como el «Simplemente siga
adelante» de D’Alembert lo había sido del laissez faire del siglo XVIII.
Conclusión general: junto a la caída de Euclides, son las series de Fourier y sus
problemas de convergencia y de representación de funciones arbitrarias lo que
provoca que los matemáticos de la época se den cuenta de que los conceptos atómicos
como «derivada», «integral», «límite», «función», «continuo» y «convergente»
necesitaban definiciones rigurosas, donde «riguroso» significa basar el análisis en
demostraciones formales y el razonamiento aritmético y no en la geometría, la
intuición o la inducción a partir de problemas específicos.
Excepto que a su vez «aritmético» significaba el sistema de los números reales,
que en ese momento también era todavía un lío sin fundamentar. Por ejemplo, había
terribles problemas con los números negativos: Euler estaba convencido de que en
realidad eran > ∞, es decir, que deberían estar muy lejos hacia la derecha en la recta
numérica, y tan tardíamente como en la década de 1840, Augustus De Morgan
sostenía que los números negativos eran simplemente tan «imaginarios» como √−1.
Y no olvidemos el caos respecto a los números complejos. Sin embargo, el peor
problema era que el concepto raíz de «número real» a su vez no estaba claro porque
los irracionales aún estaban indefinidos. Si no se pueden definir de manera coherente
números como √2 o √3, no se puede demostrar ninguna de las leyes aritméticas
básicas acerca de ellos, por ejemplo, que √2 × √3 = √2 × 3.[5.40] Esto no es bueno,
en términos de rigor. En este período hay cierta cantidad de valioso trabajo colateral
sobre los irracionales trascendentes y algebraicos,[5.41] pero en su mayor parte el
propio sistema de los números reales, sobre el cual está trabajando todo el mundo
para fundamentar el análisis, está colgando en el aire, lógicamente hablando.

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§5c.
INTERPOLACIÓN DE TONO LIGERO, SITUADA AQUÍ ANTE REM PORQUE ESTE ES EL
ÚLTIMO LUGAR DONDE HACERLO SIN PERTURBAR EL IMPARABLE IMPULSO DEL
CONTEXTO MATEMÁTICO PRECANTOR

Se conservan varias fotos de Georg F. L. P. Cantor en los libros, una de las cuales,
con un poco de suerte, será apropiada y se podrá reproducir aquí en alguna parte. Es
un burgués alemán de aspecto completamente corriente de la era de los cuellos
almidonados y las barbas inflamables. (Observe, en las fotos de familia, el chaleco de
cuero y el reloj de bolsillo con una muy visible leontina, las trenzas y el miriñaque de
su mujer, la expresión austeramente serena o abstraída del hombre victoriano
estándar. En Estados Unidos habría llevado sombrero).
Hacia 1940, ciertos historiadores de las matemáticas nacionalsocialistas
«descubrieron» que Cantor había sido encontrado, poco después de nacer y sin que se
supiera nada de sus padres, en un barco alemán rumbo al puerto de San Petersburgo.
Lo cual es pura ficción. Aparentemente, el Reich estaba preocupado por la
posibilidad de que Cantor hubiera sido judío: por aquel entonces era considerado uno
de los más grandes intelectuales alemanes de todos los tiempos. La historia del barco
todavía circula a veces; también se ajusta a algunos de nuestros moldes, no solo al de
los nazis. Otra mentira de las gordas es que Cantor dedujo varias de sus más famosas
demostraciones sobre el ∞ estando en un sanatorio, lo cual también es una tontería.
La primera hospitalización de Cantor fue en 1884, cuando tenía treinta y nueve años;
la mayor parte de su importante obra ya estaba hecha por aquel entonces. No volvió a
ser hospitalizado hasta el año 1899. Fue en los últimos veinte años de su vida cuando
le estuvieron dando de alta y de baja constantemente. Murió en la Nervenklinik de
Halle el 6 de enero de 1918.

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En esta foto faltan las trenzas y el reloj de bolsillo con leontina, pero puede hacerse la idea.

El hogar de la familia Cantor en Handelstrasse fue, por lo menos, brevemente


ocupado durante la Segunda Guerra Mundial. No hay indicios de que los nazis
supieran de quién había sido la casa. En todo caso, parece evidente que la mayor
parte del patrimonio literario de Cantor se perdió o se quemó. La mayor parte de lo
que se conserva está en la Akademie der Wissenschaften en Gotinga y puede
examinarse tras un cristal. Cartas familiares, árboles genealógicos, etc. También se
conservan todavía algunos de los cuadernos que Cantor utilizaba, como era habitual
en aquella época entre las personas instruidas, para hacer borradores de cartas antes
de pasarlas a limpio y enviarlas. Además había otros matemáticos a los que escribía y
que conservaron sus cartas. Estas son las fuentes principales.
He aquí una cita de Joseph W. Dauben, que en Estados Unidos es el decano de los
eruditos cantorianos: «Se ha conservado demasiado poca información para que se
pueda hacer una valoración detallada de la personalidad de Cantor, lo que deja al
historiador en la situación o bien de no decir nada sobre el tema, o bien de hacer
conjeturas tan bien como pueda» (Dauben, GC, pág. 288). Buena parte de las
conjeturas publicadas son acerca del padre de Cantor, el señor Georg W. Cantor,
siendo la gran cuestión moderna si «Georg Woldemar tuvo un efecto completamente

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nocivo y ruinoso sobre la salud psicológica de su hijo» (Bell, parafraseado por
Dauben [que aborrece absolutamente a Bell], GC, pág. 278)[5.42] o si Georg W.
Cantor fue en realidad «un hombre dotado y sensible, que amaba profundamente a
sus hijos y quería que vivieran vidas felices, exitosas y gratificantes» (Dauben, ibíd.).
De uno u otro modo, es seguro que hubo exactamente dos hombres de negocios que
tuvieron un profundo efecto en la vida de Georg F. L. P. Cantor, siendo uno de ellos
su padre, y el otro, el profesor Leopold Kronecker, que empieza a estar muy presente
en §6.

Aquí está el esbozo a lápiz al que nos referimos en el siguiente párrafo.

El señor y la señora Georg W. tienen seis hijos. Georg Jr. es el primero. Toda la

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familia, en sentido amplio, es artística y muestra mucho talento: varios parientes son
violinistas clásicos o pintores que realizan exposiciones. Un tataratío había sido
director del Conservatorio de Viena y profesor del virtuoso Joseph Joachim, un tío
abuelo había sido el profesor de derecho de Tolstoi en la Universidad de Kazan. La
fecha de nacimiento de Georg F. L. P. Cantor es el 3 de marzo de 1845. Un piscis.
Algo parecido a un prodigio del violín en su infancia. Nadie sabe por qué lo dejó,
pero tras un cuarteto clásico en el instituto no hay más mención del violín. También
era un buen dibujante naturalista. Un dibujo a lápiz de su niñez, bastante
extraordinario, ha sobrevivido. Es famoso por una «proclama» escrita con doble
sentido e indiscutiblemente escalofriante que Georg W. puso en él. La proclama
misma ha sobrevivido porque (también de modo escalofriante) Georg Jr. la guardó
consigo toda su vida:

Aunque Georg Ferd. Louis Phil. Cantor no ha dedicado años al estudio del
dibujo según los antiguos cánones, y aunque este es su primer trabajo y en
este difícil arte una técnica perfeccionada solo se consigue tras una gran
diligencia, y aunque además hasta ahora él ha descuidado mucho este bello
arte, la gratitud de la nación —quiero decir de la familia— es unánimemente
acordada para él por este primer esfuerzo, el cual da muestras ya de una gran
promesa (Dauben, GC, pág. 278).

Todas las fuentes están de acuerdo en que Georg W. supervisaba personalmente


el desarrollo religioso de sus hijos de un modo bastante autoritario. Dese cuenta de lo
fácil que es, desde un punto de vista moderno, ver esto como algo opresivo o
neurogénico cuando en realidad podría haber sido simplemente lo habitual en su
tiempo y lugar. Es difícil de decir. Lo mismo ocurre con el hecho de que Cantor
padre «se tomaba un interés especial en la educación [de Georg] y se preocupaba de
dirigir su desarrollo personal e intelectual» (ibíd., pág. 277).
La familia se muda de San Petersburgo a Alemania occidental cuando Georg
tiene once años. La razón, según los historiadores, es la «mala salud» (Grattan-
Guinness, «Towards a Biography» pág. 352) de Georg W., lo cual en 1850 era otra
manera de decir tuberculosis. Viven principalmente en Fráncfort, en el Rin. Georg
asiste a escuelas preparatorias en Darmstadt y en Wiesbaden. Como parece ocurrir
con la mayoría de los grandes matemáticos, el genio analítico de Cantor es
descubierto en su adolescencia temprana. En la Akademie aún pueden verse cartas
extasiadas de sus profesores de matemáticas. La versión estándar de la historia es que
Georg. W. quiere que los dones de Georg Jr. se dediquen a usos prácticos e intenta
obligar al chico a hacer ingeniería, que Georg desea ardientemente estudiar
matemáticas puras y tiene que insistir y suplicar, etc., y que cuando finalmente Georg
W. accede, lo hace presionando mucho a su frágil hijo para que alcance el éxito y la
excelencia. Tampoco está muy claro si esto era cierto o hasta que punto se trataba de

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algo singular en su gestalt padre-hijo.[5.43]
Cantor estudia la carrera en Zúrich y luego obtiene un título superior en ciencias y
el equivalente alemán de un doctorado en la Universidad de Berlín, que en aquella
época es la vanguardia europea de la ciencia (algo así como lo que representa hoy el
Massachusetts Institute of Technology en Estados Unidos). Entre sus profesores están
Ernest Eduard Kummer, Leopold Kronecker y Karl Weierstrass. Kronecker es el
director de tesis de Cantor y su verdadero mentor y defensor en el departamento. La
ironía de esto también empezará a aparecer en §6.

§5d.

Ahora hemos vuelto a 1820 con Fourier y las series trigonométricas y todos los retos
y oportunidades que allí aguardan. Si la discusión de §5b acerca de las series de
Fourier y el apartado Ecuaciones diferenciales del G. E. II con su material
interpolado sobre las conexiones entre la continuidad y la convergencia resultaron
medianamente claros, no le sorprenderá saber que en la TAC Fourier proporciona la
primera definición moderna de convergencia, y también introduce la vital idea de
convergencia en un intervalo. Pero que (de nuevo) Fourier no llega a dar una
demostración rigurosa, o incluso a especificar criterios de convergencia que hicieran
posible dicha demostración. Así, de lo que estamos hablando ahora es de la
convergencia.
Fueron Bolzano[5.44] y, más célebremente, Cauchy quienes hicieron el primer
trabajo destacado sobre condiciones/pruebas de convergencia. Como se ha
mencionado ya en un par de ocasiones, muchos de los resultados de Cauchy eran
valiosos, pero también cometió errores extraños que causaron más problemas.
Aunque gran parte de su trabajo era sobre series de funciones, por ejemplo, Cauchy
optó por definir «límite» en términos de variables y no de funciones. O un ejemplo
incluso mejor en este caso es el modo en que intentó establecer una identidad total
entre la convergencia y la continuidad en términos de sucesiones/series de funciones.
Recuerde[5.45] que la afirmación de Cauchy es que si una sucesión de funciones
continuas converge en el intervalo I hacia una función C, entonces la propia C es
continua en I, lo cual resulta que no es cierto a menos que la sucesión convergente
sea uniformemente convergente. Lo que ocurre en este caso es que Niels Abel, al
demostrar que Cauchy se equivoca[5.46] y refinar el teorema, desarrolla lo que ahora
se conoce como prueba de convergencia uniforme de Abel,[5.47] a la vez que toda
clase de criterios y condiciones para varios tipos de convergencia de varios tipos de
series trigonométricas y polinómicas también están siendo desarrollados por varios

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matemáticos del siglo XIX al esforzarse estos en enmendar los errores de otros
matemáticos y/o resolver los problemas con mejores métodos.
Uno de los más importantes matemáticos enmendadores de la época fue Peter
Gustav Lejeune Dirichlet (1805-1859), un amigo de Fourier cuya obra de 1829 «Sur
la convergence des séries trigonométriques» hizo mucho para clarificar y rigorizar lo
que llegó a conocerse como el problema de la convergencia general de las series de
Fourier (P. C. G. S. F). Hay varios avances importantes en este artículo, por ejemplo,
que Dirichlet es el primero en descubrir y distinguir la convergencia absoluta y la
convergencia condicional. Además, desmiente la afirmación de Cauchy de que una
serie monótona decreciente es lo mismo que una serie convergente. Pero más
importante es que en «Sur la convergence» Dirichlet establece y demuestra la validez
del primer conjunto de condiciones suficientes[5.48] para que una serie de Fourier
converja hacia su f(x) original.
Este último resultado es pertinente y merece algo de detalle. Dirichlet usa una f(x)
periódica en el intervalo [−π, π] y básicamente demuestra que si (1) su serie de
Fourier es seccionalmente continua y, por lo tanto, solo tiene un número finito de
discontinuidades[5.49] en el intervalo, y si (2) la serie es seccionalmente monótona,
entonces (3) la serie convergerá siempre hacia la función f(x), incluso si esa función
requiere más de una expresión de tipo «y = f(x)» para representarla en el intervalo.
Hay un requisito adicional, que Dirichlet demuestra también. La función f(x) tiene
que ser integrable, es decir, tiene que ser finita, básicamente porque los
coeficientes relevantes de la serie de Fourier se calculan como integrales y estas
tienen que estar «bien definidas» (larga historia). Como ejemplo de una función que
no es integrable y, por lo tanto, no puede ser representada por una serie de Fourier
bien definida, Dirichlet se inventa una f(x) patológica cuyos valores son iguales a una
constante c cuando x es racional pero iguales a una constante d (con d ≠ c) cuando x
es irracional, función que ciertamente no es integrable. A grandes rasgos, es esa f(x)
patológica lo que conduce a Dirichlet, ocho años más tarde,[5.50] a dar la definición de
«función» que se usa todavía en las matemáticas modernas: «y es una función de x
cuando a cada valor de x en un intervalo dado le corresponde un único valor de y»
(Dirichlet, «Über die Darstellung…», traducción extractada de Kline, pág. 950). Lo
importante es que la correspondencia puede ser completamente arbitraria. No importa
si la dependencia de y respecto a x sigue alguna regla en particular, o incluso si puede
expresarse matemáticamente.[5.51] Por extraño que pueda sonar, en realidad es 100%
rigurosa para propósitos matemáticos, pues la arbitrariedad da máxima generalidad, o
sea abstracción. (La definición de Dirichlet también resulta estar muy próxima a la
idea bolzano-cantoriana de la correspondencia uno a uno entre dos conjuntos de
números reales, excepto que por supuesto ni «conjunto» ni «número real» han sido
definidos aún en las matemáticas).

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En su artículo de 1837, Dirichlet es también capaz de demostrar que se puede
prescindir del requisito acerca de la monotonía (2) e incluso permitir un número
mayor de discontinuidades (1) en su demostración de 1829 y aun así garantizar la
convergencia de la serie de Fourier hacia su f(x) integrable… siempre que el número
de discontinuidades en (1) permanezca finito. Sin embargo, esto todavía no es lo
mismo que demostrar la convergencia de las series de Fourier para cualquier f(x)
arbitraria, especialmente si se intenta fourierizar las complejas funciones y a menudo
salvajemente discontinuas del análisis puro y la teoría de números.[5.52] Respecto a
esas funciones complejas, la cuestión que Dirichlet no llega a responder es si el
criterio (1) de su demostración se podría debilitar para permitir una infinidad[5.53] de
discontinuidades en el intervalo y constituir aún una condición suficiente de
convergencia.
Ahora entra en escena Georg Friederich Bernhard Riemann (1826-1866, ese
coloso de las matemáticas puras que lo revolucionó todo desde las funciones y la
teoría de números hasta la geometría,[5.54] y es el único rival serio de Cantor para el
título de Matemático del Siglo), aunque la intervención de Riemann es breve y con un
papel de transición. Veinte años mayor que Cantor, Riemann es alumno de Dirichlet
en la Universidad de Berlín, y también amigo de Dedekind.[5.55] En un artículo
fundacional de 1854,[5.56] Riemann ataca el problema de la convergencia general de
las series de Fourier de un modo completamente nuevo. Centrándose en la suposición
de que una f(x) tiene que ser integrable para ser representable como una serie de
Fourier, deduce condiciones generales que cualquier función debe satisfacer para
tener una integral, condiciones que acaban resultando importantes tanto para la teoría
de la integración en análisis como para la convergencia de las series. Esencialmente,
las «condiciones generales que cualquier función debe satisfacer» significa
condiciones necesarias, mientras que recordará usted que la demostración de
Dirichlet de 1829 había involucrado condiciones suficientes. Entonces, al darle la
vuelta al enfoque de su profesor y al concentrarse en las condiciones necesarias de
convergencia, Riemann resuelve el gran problema de Dirichlet: construye una
función que tiene una infinidad de discontinuidades en cada intervalo pero a pesar de
todo es integrable y 100% convergente en cada punto.[5.57] Una consecuencia de este
resultado es algo conocido como teorema de localización de Riemann, el cual afirma
que la convergencia de una serie trigonométrica en un punto depende completa y
exclusivamente del comportamiento de su f(x) relevante en un entorno
arbitrariamente pequeño[5.58] de dicho punto. Y lo del «entorno arbitrariamente
pequeño» es lo que finalmente da validez a las afirmaciones de Fourier y Dirichlet
acerca de las series que representan funciones completamente arbitrarias: mediante el
teorema de localización, incluso funciones altamente discontinuas y patológicas
pueden ser representadas por series trigonométricas, y, si son integrables, por series

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de Fourier.
Sin embargo, como es ya habitual, a la vez que el trabajo de Riemann está
resolviendo antiguas preguntas también está planteando otras nuevas. Y en definitiva
son esas cuestiones las que dan tanta importancia a su artículo de 1854. Ejemplo: una
consecuencia del teorema de localización es que dos funciones integrables diferentes
pueden representarse mediante la misma serie trigonométrica incluso aunque difieran
en una cantidad grande pero finita de puntos. ¿Hay alguna manera de obtener el
mismo resultado para dos funciones que difieran en una infinidad de puntos? Otros
ejemplos importantes: ¿Exactamente qué propiedades de las series trigonométricas
les permiten ser convergentes incluso con ∞ puntos excepcionales en cada intervalo?,
y ¿Cómo están relacionados exactamente los conceptos de f(x)-continuidad,
intervalos y entornos con la teoría de las series trigonométricas?, y ¿Es toda serie
trigonométrica una serie de Fourier? (es decir, ¿converge toda serie trigonométrica
hacia una función integrable?), y ¿Si más de una función puede ser representada por
la misma serie trigonométrica, es cierto el recíproco, o cada f(x) única tiene una sola y
única representación como serie trigonométrica?[5.59]
Tras el artículo de Riemann, el siguiente gran asunto en las matemáticas puras es
afrontar las técnicas necesarias para resolver los problemas que este había planteado,
siendo especialmente desafiante la cuestión de basar dichas técnicas en fundamentos
rigurosos en lugar de la intuición inductiva o basada en la fe que había marcado
buena parte del análisis en el pasado. N. B. el énfasis en el rigor/fundamento se debe
en parte a que las funciones totalmente abstractas de Riemann finalmente han
desplazado las series de Fourier del reino de la física y las matemáticas aplicadas al
de las matemáticas puras per se. Pero además, por supuesto, ahora estamos en 1850,
y la necesidad de rigor (tal como se ha discutido en relación con la década de 1820 en
§5b) es todavía más urgente y general. En tiempo real ha tardado varias décadas, pero
el boom de la justificación-por-resultados ahora está dando paso completamente a la
economía más contraccionista, del demuestre-mientra-avanza, de lo que los
historiadores de las matemáticas llamarán la aritmetización del análisis.

§5e.

La figura crucial en este punto es Karl Weierstrass (1815-1897), a quien ahora


podemos revelar dramáticamente como uno de los héroes de lo referido en §2a acerca
de Bertrand Russell y las paradojas de Zenón. Aquí está el resto de aquella cita:[5.60]

Desde Zenón hasta nuestros días, los mejores intelectos de cada generación
han atacado por turnos los problemas, pero a grandes rasgos no han

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conseguido nada. En nuestro propio tiempo, sin embargo, tres hombres —
Weierstrass, Dedekind y Cantor— no solo han logrado avances en los
problemas, sino que los han resuelto completamente. Las soluciones, para
aquellos familiarizados con las matemáticas, son tan claras que ya no cabe la
menor duda o dificultad […] De los tres problemas, el de los infinitesimales
fue resuelto por Weierstrass; la solución de los otros dos fue empezada por
Dedekind y definitivamente conseguida por Cantor (Russell, Mysticism and
Logic, pág. 77).

Weierstrass no está directamente en la fila de eruditos formada por Fourier-


Cauchy-Dirichlet-Riemann: hasta sus cuarenta años, es un desconocido en el mismo
sentido en que lo fue Bolzano. Su carrera temprana está dedicada a dar clases de
bachillerato en Prusia Oriental (no exactamente un centro de poder),[5.61] y se dice
que era literalmente demasiado pobre para pagar el envío de sus trabajos a las
revistas. Finalmente, empieza a publicar a finales de la década de 1850, y causa un
revuelo en las matemáticas, y es contratado como profesor por la prestigiosa
Universidad de Berlín: es toda una historia, larga y algo romántica. (SEI Weierstrass
es también conocido entre los matemáticos por ser físicamente corpulento, un atleta
dotado, un fiestero empedernido que se escaqueaba en el instituto, indiferente a la
música —los matemáticos suelen ser fanáticos de la música—, y un compañero
jovial, gregario, nada neurótico, buenazo y muy querido. También es generalmente
considerado el mejor profesor de matemáticas del siglo, aunque nunca publicó sus
lecciones y ni siquiera dejaba que sus alumnos tomaran apuntes).[5.62]
La razón específica por la que estamos hablando de Weierstrass es que son
principalmente sus descubrimientos los que permiten a las matemáticas atacar las
cuestiones planteadas por los trabajos de Dirichlet y Riemann acerca del
P. C. G. S. F. Véase en este sentido la siguiente cita del historiador de las
matemáticas I. Grattan-Guinness: «[L]a historia del análisis matemático durante el
último tercio del siglo XIX es en notable medida la historia de los matemáticos
aplicando técnicas weierstrassianas a problemas riemannianos» (Grattan-Guinness,
From the Calculus to Set Theory [«Del cálculo a la teoría de conjuntos»], pág. 132).
La verdadera inspiración tras esas técnicas no es Fourier o de Riemann, sino el
tangencialmente mencionado Niels Henrik Abel (siendo Weierstrass un enorme fan
de Abel), específicamente una innovación llamada funciones elípticas que Abel había
obtenido hacia 1825 a partir de la integrales elípticas, las cuales, más tarde, para
abreviar, surgen al calcular la longitud de arco de una elipse y son un asunto
importante tanto en las matemáticas puras como en las aplicadas.[5.63] El primer
trabajo significativo de Weierstrass (aún en Prusia, a la luz de una vela, entre
cuestionarios de examen) incluye los desarrollos en serie de potencias de las
funciones elípticas, lo cual le conduce a problemas acerca de la convergencia de las

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series de potencias,[5.64] y luego a la convergencia, la continuidad y las funciones en
general.
La razón por la que Russell le alaba respecto al problema de los infinitesimales es
la misma razón por la que Weierstrass recibe el máximo reconocimiento por la
aritmetización del análisis. Es el primero en dar una teoría de los límites totalmente
rigurosa y metafísicamente impoluta. Como es importante, y está detrás del modo en
que ahora la mayoría de nosotros aprendemos cálculo en el instituto, por lo menos
observemos rápidamente que la definición de los límites de Weierstrass sustituye los
términos en lenguaje natural usados por Abel/Bolzano/Cauchy, expresiones como «se
aproxima a un límite» y «se hace menor que cualquier cantidad dada», por las épsilon
y delta minúsculas y los delimitadores «| |» del valor absoluto. Un gran beneficio
colateral de la teoría de Weierstrass es que caracteriza el límite y la continuidad de tal
modo que cualquiera de los dos puede ser definido en términos del otro. Véase, por
ejemplo, esta definición de función continua, que ciento cincuenta años después sigue
siendo todavía el «estándar de la industria»:[5.65] f(x) es continua en un punto xn si y
solo si, para cualquier número positivo ε, existe un δ positivo tal que para cualquier x
del intervalo |x − xn| < δ, |f(x) − f(xn)| < ε* (semiextractado de Kline, pág. 952).

*INTERPOLACIÓN RÁPIDA INCRUSTADA SEMI-SEI

Por favor, omita los siguientes tres párrafos si y solo si la definición de


Weierstrass ya le parece perfectamente clara.
Como la definición recién mencionada no es SEI, debemos considerar la
posibilidad de que quizás esté < 100% claro por qué es tan importante. Podríamos
hablar de cómo la definición es específicamente una rigorización de la que aparece en
el Cours d’Analyse de Cauchy, «f(x) será una función continua de la variable si el
valor numérico de la diferencia f(x + α) − f(x) decrece indefinidamente con el de a»
(Cauchy, Cours, pág. 35): el gran acierto de Weierstrass es que da con un sustituto
riguroso, totalmente aritmético, del nebuloso «decrece indefinidamente». Pero nada
de eso va a significar mucho si no podemos ver cómo funciona realmente la nueva
definición de Weierstrass, lo cual a su vez requiere examinar la densa sintaxis técnica
en la que está expresada para los matemáticos. Su lenguaje hiperabstracto puede
hacer que la definición parezca o bien totalmente trivial (por ejemplo, como ε y δ no
tienen relación entre sí en la definición, ¿no es obvio que se puede tomar una δ por
cada ε que se quiera?), o bien totalmente incomprensible (por ejemplo, ¿cómo se
puede determinar a qué equivale |x − xn| si no se sabe qué es x?). O por lo menos
estas eran las quejas iniciales de nuestra clase al doctor Goris, quien las trataba a su
manera habitual e inolvidable, más o menos como sigue:[5.66]
En primer lugar, recordemos del G. E. I que función continua significa que
cambios muy pequeños en la variable independiente de la función (x) producen solo

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cambios muy pequeños en la variable dependiente (f(x), alias y). Lo de los «cambios
muy pequeños» es lo que realmente importa aquí: nos da la pista de que diferencias
como |x − xn| de la definición se van a considerar realmente pequeñas. Respecto a xn
y x: xn es un punto en particular, concretamente el punto para el cual vamos a evaluar
la continuidad de la función, y x es, técnicamente, cualquier punto en el intervalo de
la función, aunque dado lo que función continua significa es mejor pensar en x como
cualquier punto que sea «suficientemente próximo» a xn. Esto es así porque lo más
importante de la definición de Weierstrass es que nos permita verificar que una
diminuta diferencia entre x y xn dará solo una diminuta diferencia entre f(x) y f(xn). El
motor de esa verificación son los números positivos ε y δ, y la manera fácil de
entender esos dos números y su relación es en términos de un juego. Aquí está el
juego: usted escoge cualquier positivo que desee, no importa lo pequeño que sea, y yo
intento encontrar un positivo que haga verdadera la conjunción (|x − xn| < δ) &
(|f(x) − f(xn)| < ε):[5.67] y si puedo encontrar tal para cada positivo que usted escoja,
entonces la f(x) es continua, mientras que si no puedo, entonces no lo es.
Como hacía el doctor Goris, veamos un ejemplo con una función que no sea
continua, de modo que podamos ver que no cualquier δ servirá para un ε dado. La
función se define así: f(x) = 1 si x ≠ 0, y f(x) = 0 si x = 0. Vamos a evaluar la
continuidad de esa f(x) en el punto xn donde xn = 0. El juego es que usted puede
escoger cualquier valor positivo que desee para ε, y supongamos que escoge ε = .
Así que ahora yo tengo que encontrar un positivo tal que (|x − xn| < δ) &
(|f(x) − f(xn)| < ) sea cierto. Pero ahora, por favor, retroceda hasta, o recuerde, la
nota 14 de §1c y su regla de que una conjunción lógica es verdadera solo cuando sus
dos términos, tanto el pre-«&» como el post-«&», son verdaderos. Y ahora mire
nuestro término «post», «|f(x) − f(xn)| < |». Por la definición de nuestra función,
sabemos que f(xn) = 0, y por la misma definición, sabemos que cualquier otro x que
no sea xn da un f(x) igual a 1 (porque xn es el único punto en el cual x = 0). Por lo
tanto, si xn = 0, |f(x) − f(xn)| siempre será igual a 1, el cual es obviamente mayor que
. No importa qué pueda yo escoger para que |x − xn| sea menor que él, |f(x) − f(xn)|

jamás será < cuando xn = 0. Como el segundo término será siempre falso, la

conjunción (|x − xn| < δ) & (|f(x) − f(xn)| < ) será falsa independientemente del valor

de δ. Aquí lo importante es que no hay un δ positivo para ε = , de modo que el


criterio de la definición, «para cualquier número positivo, existe un positivo tal
que…» no se satisface. Por lo tanto, la función no es continua en xn (cosa que ya

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sabíamos para empezar, pero aquí se trataba de aplicar la definición de Weierstrass a
un caso claro). El juego ha terminado.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN SEMI-SEI. REGRESO A LA DISCUSIÓN PRINCIPAL DE §5E, EN CURSO

Un retazo de posible perplejidad no cubierto en la interpolación: lo que


Weierstrass ha definido aquí arriba es solo la continuidad en un punto, pero como
usted puede escoger cualquier punto en un intervalo dado para que sea xn, una f(x)
puede obviamente definirse como continua en un intervalo si es continua en todos y
cada uno de los xn del intervalo. Así, una definición general de continuidad para
funciones sale directamente de la definición inicial. Y —eso es lo que sacudió el
mundo matemático— también sale la definición de límite: si se toma la definición
original de Weierstrass, entonces se puede decir que f(x) tiene límite L en si se
sustituye f(xn) por L y todavía se puede encontrar un δ para cada ε de modo que
(|x − xn| < δ) & (|f(x) − L| < ε) sea cierto.
Hay una razón por la que todo esto parece tan horriblemente abstracto: es
horriblemente abstracto. Sin embargo, por esa misma abstracción, la de Weierstrass
es la teoría más limpia y clara que se ha formulado jamás sobre los límites y la
continuidad.[5.68] No hay líos con el lenguaje natural: la definición no usa nada más
que números reales y operadores elementales como − y <. Como es tan limpia y
abstracta y aritmética, la teoría también permite a Weierstrass definir la convergencia,
la convergencia uniforme y la convergencia absoluta rigurosamente, proporcionar
pruebas fiables para todas ellas,[5.69] y demostrar una serie de cosas acerca de la
continuidad y la convergencia de las series trigonométricas que nadie había sido
capaz de esclarecer. Los ejemplos relevantes aquí incluyen (1) su demostración de
que una serie de funciones continuas[5.70] puede converger hacia una función
discontinua, y (2) su ya mencionado desmentido de la teoría según la cual
continuidad = diferenciabilidad, lo cual desmiente dando una función de la que
demuestra que es 100% continua pero no tiene derivada en ningún punto. Si tiene
usted curiosidad, esta es la f(x) dada por br cos (arπx) donde a es impar,
0 < b < 1, y 2ab > 2 + 3π, y, dicho sea de paso, si usted representa gráficamente esta
f(x) obtiene una curva sin ninguna tangente. Recordará de §3c que Bernhard P.
Bolzano ya había dado una función parecida (de la que no hay indicios que
Weierstrass supiera nada), pero hay una diferencia crucial. Bolzano simplemente
había presentado su ejemplo, mientras que gracias a sus definiciones puramente
formales Weierstrass tiene munición para demostrar realmente que su propia f(x) es a
la vez continua y no diferenciable. Otro avance importante: en el análisis
weierstrassiano, el ejemplo concreto siempre es coincidente con la demostración
general abstracta.

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Como también se ha mencionado en §3c, a Bolzano y a Weierstrass
conjuntamente se les reconoce un gran teorema sobre los límites de una función
continua,[5.71] un teorema que es pertinente aquí en parte porque considera una
sucesión/serie infinita de números reales como un conjunto infinito de puntos de la
recta real (y los primeros tipos de conjuntos infinitos que interesarán a Georg Cantor
serán esos conjuntos de puntos). Aquí probablemente quiera usted recordar las
definiciones de intervalo, límites y cotas del G. E. I. Formalmente hablando, el
teorema de Bolzano-Weierstrass sostiene que todo conjunto de puntos infinito y
acotado contiene por lo menos un punto límite, que es un punto xn, tal que todo
intervalo que lo contiene también contiene ∞ miembros del conjunto (semiextractado
de Lavine, pág. 38).[5.72] Puede no parecerlo de inmediato, pero el T. B. W. es una
auténtica bomba. Por ejemplo, resulta que da un potente antídoto, y sin
infinitesimales, a la paradoja del sin-instante-siguiente de §4b (rompecabezas que en
sí mismo es consecuente con la alucinante densidad de los ∞ puntos de la recta real).
Si le interesa esto, he aquí cómo funciona. El T. B. W. en realidad contiene dos
teoremas, uno de los cuales es de Bolzano, hacia 1830, y afirma que, dado un
intervalo cerrado [a, b], una función continua f(x) en [a, b] que sea positiva para
algún valor de x y negativa para algún otro valor de x tiene que ser igual a 0 para
algún valor de x.[5.73] Geométricamente, podemos entender esto viendo que una curva
continua que vaya de algún lugar por encima del eje x a algún lugar por debajo del eje
x en realidad tiene que cortar el eje x en algún punto. En términos de rigor, el
problema de Bolzano era que para demostrar este teorema tenía que demostrar que
todo conjunto acotado de valores/puntos debe tener una mínima cota superior,[5.74]
demostración que se iba a pique por la ausencia de teorías coherentes sobre los
límites y los números reales. De modo que, una vez más, en realidad Bolzano solo
pudo proponer su teorema y demostrar geométricamente que era cierto. No pudo
demostrarlo formalmente. Sin embargo, veinte años más tarde, Karl Weierstrass usa
su teoría rigurosa de los límites para demostrar el «lema de la mínima cota superior»
de Bolzano como parte de su propio teorema de los valores extremos (T. V. E.), que
es la otra gran parte del T. B. W. Es este teorema de los valores extremos (= si una
f(x) es continua en [a, b], entonces tiene que haber por lo menos un punto en [a, b]
donde f(x) tiene su valor máximo, M, y otro punto en [a, b] donde f(x) tiene su valor
mínimo, m), junto a la muy poderosa definición de continuidad de Weierstrass, lo que
proporciona una salida matemática de la grieta del sin-instante-siguiente. A saber:
como el tiempo es claramente una función que fluye continuamente,[5.75] podemos
suponer que hay un intervalo finito [t1, t2] de longitud > 0 entre dos instantes
cualesquiera t1 y t2, y ahora, gracias al T. V. E., demostramos que hay un punto en
[t1, t2] donde la función tiempo tiene su valor mínimo m, y, por lo tanto, que ese tm
será, matemáticamente hablando, el instante inmediatamente posterior a t1.

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A partir de este resultado, probablemente pueda usted ver cómo el teorema de los
valores extremos se podría utilizar contra la dicotomía de Zenón misma (pues es
una función continua prototípica). En el análisis weierstrassiano estricto, sin
embargo, el T. V. E. ni siquiera es necesario, pues la teoría aritmética de los límites
nos permite explicar —con pleno sentido— por qué la serie convergente + +

+…+ tiene suma 1.

§5e(1)
INTERPOLACIÓN SOBRE EL ANÁLISIS WEIERSTRASSIANO Y ZENÓN

Recordará que ya hemos intentado invocar y otras diversas soluciones


predecibles de la dicotomía, solo para descubrir que no «enuncian claramente las
dificultades involucradas», y aún menos explican cómo podemos llegar a cruzar la
calle. Ahora se pueden ignorar, más o menos, todos esos intentos anteriores, aunque
no hará ningún daño recordar o revisar la nota 35 de §2c y su explicación acerca de
cómo los decimales son representaciones de series convergentes. Además de, por
supuesto, las últimas páginas del §5e justo anterior. Así pues, aquí está una respuesta
a la dicotomía según el análisis weierstrassiano.[5.76]
De lo que habla realmente la dicotomía es de cierto número racional s (= la
anchura de la calle, la longitud de arco desde la falda hasta la punta de la nariz),
número que Zenón nos invita a aproximar mediante una serie de potencias
convergente de otros números racionales sn, donde n representa por sí mismo la
sucesión infinita 1, 2, 3,… Esto puede parecer opaco en lo abstracto, pero muchos
números racionales se pueden aproximar del mismo modo. El racional s , por

ejemplo, se puede aproximar mediante la siguiente serie convergente sn: + +


+…+ . La dicotomía es solo un poco más engañosa que lo de , y parte de
ese engaño se puede mitigar hablando de la dicotomía «revisada» y más abstracta de
§2b, donde no hay tiempo ni longitud, sino simplemente cierta cantidad s de la que se
toma la mitad, de esta se toma la mitad, y de esta, la mitad, etc., hasta que las
porciones más pequeñas empiezan a igualar donde n es arbitrariamente

grande.[5.77] Sumar las porciones obtenidas de este modo nos da el sn de la dicotomía


como la siguiente serie de potencias convergente: sn = + + +…+ . Y lo

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que hay que ver aquí es que ese sn es una aproximación de 1 del mismo modo que
0,999… es una aproximación de 1. Es decir, la suma de sn difiere de 1 solo en ,y
esa diferencia se hará arbitrariamente pequeña al aumentar n indefinidamente.
Se admite que esos «arbitrariamente» e «indefinidamente» cauchyescos aquí
parecen vagos e insatisfactorios, y Zenón quiere que lo sean: quiere que quedemos
apabullados por el hecho de que hay un número infinito de términos en « + +
+ …» y que en el mundo real nunca podemos acabar de sumarlos todos, en cuyo caso
ahora viene Weierstrass al rescate.
Un par de preliminares harán más fácil ver cómo funciona esto. En primer lugar,
sepa que el índice n también funciona como un número ordinal[5.78] de cualquier
término dado de la serie sn, es decir, que es el 1.er término, es el 4.º término,
es el 47.º término, etc. Observe, también, que la diferencia entre dos términos
sucesivos cualesquiera de sn se hace más y más pequeña al alejarnos cada vez más en
la serie. Donde la «diferencia» de esta última frase se puede representar como una
distancia en la recta numérica. Es decir, que estamos hablando de intervalos.
O sea, que allá vamos. Sabemos que la suma de la sn de la dicotomía diferirá de 1
solo en donde n = 1, 2, 3,… Para demostrar que 1 es realmente la suma de sn,

tenemos que demostrar que 1 es el límite de la función donde n = 1, 2, 3,

…[5.79] Lo demostramos mediante el planteamiento de Weierstrass «f(x) tiene límite L


en un punto xn si y solo si, para cualquier número positivo ε, existe un número
positivo δ tal que para cualquier x del intervalo |x − xn| < δ, |f(x) − f(xn)| < ε». Aquí L

y xn son ambas 1, f(x) es , y x puede ser cualquiera: la manera más simple

de hacer la demostración es dejar que x = el punto . Y recuerde (suponiendo que


leyó la interpolación de §5e) que la extraña sintaxis de la definición en realidad
significa que tenemos que ser capaces de hallar un δ para cada ε de modo que la
conjunción lógica (|x − xn| < δ) & (|f(x) − L| < ε) sea cierta. Luego, el único otro
preliminar es asegurarnos de que recordamos qué significan los símbolos de valor
absoluto: |1 − 10| y |10 − 1|, ambos = 9, y que |f(x) − L| y |L − f(x)| también son
equivalentes. Weierstrass usa valores absolutos porque hablamos de intervalos en la
recta numérica, es decir, de la distancia numérica entre diferentes puntos, que es la
misma desde cualquier dirección. Aquí, lo que los «| |» nos permiten hacer es, a
efectos prácticos, intercambiar ambos términos de sustracción, lo cual hará que los
auténticos intervalos de la R. N. de los que estamos hablando sean más fáciles de
representar claramente.

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Perdón por toda la verborrea: estamos haciendo que suene menos fácil de lo que
es realmente. Así, para demostrar que 1 es el límite de la función dicotómica
, tenemos que hallar, para cualquier número positivo ε tal que el intervalo

entre 1 y es < ε, un positivo δ tal que &

sea cierta. Lo cual resulta que no es difícil de hacer. Respecto


a ε y al segundo término de la conjunción, la situación es de algún modo la contraria
que en el ejemplo de la interpolación: nunca será falso, sin
importar qué valor positivo escoja usted para ε. Por ejemplo, supongamos que decide
que ε = 0,001. Entonces puede hacer que sea cierto haciendo
que n sea igual a 10 (tal como lo será en el décimo término de sn), en cuyo caso

= , en cuyo caso = , en cuyo caso =

− = , lo cual es lo mismo que 0,0009765, que es ciertamente


< 0,001. La cuestión es que sin importar qué diminuto ε se escoja, se puede ajustar el
valor de n de tal modo que acabe siendo inferior a ε.
Así, el segundo término de la conjunción siempre va a ser cierto. Ahora todo de lo
que debemos preocuparnos es el primer término y encontrar un δ que haga
cierto para un ε dado. Obviamente, no tenemos la misma carte
blanche para escoger δ que teníamos para escoger ε, porque nuestra elección de ε
determina el valor que asignamos a n y, por lo tanto, a , y es que δ tiene
que superar. Pero resulta que la relación de dependencia entre escoger δ y ε
simplifica la tarea de hallar una δ relevante. Veamos de nuevo el ejemplo donde
ε = 0,001 y así n = 10 y = . Aquí necesitamos un δ positivo tal que

< δ. En este caso particular, δ = 1 funcionará perfectamente… y, de


hecho, resulta que δ = 1 funcionará para cualquier valor posible de ε. Probablemente
puede ver por qué. Es porque todos los valores posibles de los ε deben, por
definición, ser positivos. Aunque ε se puede hacer más y más pequeño, y cuanto más
pequeño, mayor tiene que ser n para hacer que sea inferior a ε, y

cuanto mayor sea n, más próximo a 1 será . De todos modos, el requisito

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de que ε sea > o asegura que será siempre < 1. Y como, sin importar que

ε escoja usted, δ=1 asegura que la conjunción &

será cierta, entonces el criterio principal de la definición:


«para cualquier número positivo ε, existe un positivo δ», se satisface.
Por lo tanto, = 1, por consiguiente, 1 es la suma de sn. Por lo
tanto, usted puede realmente cruzar la calle.
La confusión central de la dicotomía queda ahora al desnudo: la tarea de
desplazarse del punto A al punto B no involucra subtareas necesarias, sino más bien
una sola tarea cuyo «1» puede ser aproximado con validez mediante una serie infinita
convergente. Es la mecánica de esa aproximación lo que el análisis weierstrassiano es
capaz de explicar, es decir, explicar realmente, 100% aritméticamente, sin
infinitesimales, analogías, o cualesquiera ambigüedades del lenguaje natural de las
que buscaba Zenón. No resulta nada pobre decir que, tras Weierstrass, la dicotomía se
convierte simplemente en un problema de definición más.
Pero hay algo más. La demostración que acabamos de ver es inusualmente
detallada. En una clase de nivel intermedio, las demostraciones de que
= 1 o de que = 0 raramente entran en los intervalos de
Weierstrass o los ε/δ. Han pasado a ser de algún modo los cimientos ocultos de los
conceptos de límite, su justificación deductiva. El concepto mismo sigue siendo
expresado en términos del lenguaje natural como «indefinidamente» y «tiende a». Lo
cual probablemente es bueno. En lugar de un tocho más acerca de respuestas técnicas
o genuinas, observemos simplemente que en una clase de matemáticas estándar una
solución de la dicotomía se detendrá básicamente tras el 2.º párrafo de §5e(1). Es
decir, en una clase de matemáticas se expondrá la serie convergente sn = + +

+…+ , se indicará que la diferencia entre sn y 1 es , se demostrará que esta


diferencia se vuelve arbitrariamente pequeña al aumentar n indefinidamente, y se
enseñará que el modo adecuado de manejar una serie como esta es «diciendo que la
suma sn se aproxima al límite i cuando n tiende a infinito, y escribiendo 1 = +

+ + + …» (Courant y Robbins, pág. 64). Lo que está entre comillas es de un


auténtico libro de texto, edición revisada © 1996, cursiva sic. El mismo texto
continúa:

Esta «ecuación» no significa que realmente tengamos que sumar infinitos


términos; es solo una expresión abreviada del hecho de que 1 es el límite de la

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suma finita sn cuando n tiende a infinito (en ningún caso es infinito). El
infinito aparece solo en el procedimiento sin fin y no como una cantidad real
(ibíd).

Dejemos claro, de una manera muy calmada y discreta, que si usted piensa que
puede detectar un tufillo aristotélico en todas esas urgentes garantías de que el ∞ no
tiene que ser tratado «como una cantidad real» en problemas como la dicotomía, no
está imaginando cosas. Ni tampoco es cuestión del modo prefabricado en que las
matemáticas se enseñan hoy a los estudiantes universitarios. Es más profundo que
todo eso, y más antiguo. Algo notable acerca del análisis y la teoría de funciones del
siglo XIX es que cuanto más sofisticados se volvían, más asombrosamente iba
pareciéndose su tratamiento del ∞ al viejo y canoso concepto aristotélico de
«potencialidad». Y la cima de dicha sofisticación, y de ese parecido, es el análisis
weierstrassiano.
Si, a pesar de todo, por algún azar adicional se ha dado usted cuenta de que la
dicotomía y sus pretendidas soluciones de aula y pizarra involucran solo números
racionales y la recta numérica —sin olvidar que los ε y δ ejemplarizantes de nuestra
propia demostración en §5e también han sido todos racionales— entonces está usted
en situación de valorar una especie de encantadora ironía.

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6

§6a.

En definitiva, más importante que cualquier resultado específico es el espíritu según


el cual Weierstrass redefine los límites y las funciones continuas. Es decir, su
compromiso con el rigor fundacional, la higiene apodíctica, etc. Su propia
aritmetización del análisis es 100% literal. Apunta no solo a eliminar los conceptos
geométricos y la intuición inductiva de las demostraciones, sino también a basar
todas las matemáticas poscálculo en el sistema de los números reales del mismo
modo en que lo está la aritmética. Pero el sistema de los números reales significa la
recta real, que como hemos visto no está exactamente desprovista de grietas de
tipo ∞.
Los historiadores de las matemáticas expresan esto de varias maneras, por
ejemplo, Kline: «Fue Weierstrass el primero en indicar que para establecer
cuidadosamente las propiedades de las funciones continuas necesitaba la teoría del
continuo aritmético» (Kline, pág. 979), o Bell: «Los irracionales que nos dan los
conceptos de los límites y la continuidad, de los cuales surge el análisis, deben
referirse de nuevo a los enteros mediante un firme razonamiento» (Bell, pág. 419). Lo
destacado es la ironía prometida al final de §5: el concepto riguroso de límite dado
por Weierstrass, que parecía final y coherentemente haber eliminado del análisis la
necesidad de cantidades de tipo y , resulta que a su vez necesita una teoría rigurosa
y clara de los números reales, es decir, de los irracionales y el continuo de la recta
real. Con respecto a lo cual véase la frase del filósofo matemático Shaughan Lavine:
«Y esa teoría prontamente reintrodujo el infinito en el análisis. El viejo infinito de las
cantidades infinitesimales e infinitas fue simplemente sustituido por el nuevo infinito
de las colecciones infinitamente grandes» (Lavine, pág. 38).
La verdad es que hay varias razones diferentes e interrelacionadas por las que los
números irracionales/reales se convierten ahora en un problema puntero y
apremiante. Uno de ellos, como se acaba de mencionar, es fundacional. Otro tiene
que ver con las aplicaciones: resulta que los ε y δ weierstrassianos que aparecen en
los límites de problemas del mundo real son a menudo irracionales, haciendo que la
cuestión de los ε y δ sea mucho más difícil de establecer. Además, están el antes
mencionado P. C. G. S. F., la pérdida de fe en los axiomas de Euclides, etc. También
está el hecho de que el nuevo énfasis de las matemáticas en el rigor y la coherencia
formal pone de relieve un problema lógico en el modo de tratar los irracionales ya
desde que la Divina Hermandad los descubriera por primera vez en §2c. Ese

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descubrimiento, como vimos, fue geométrico —lo cual significa magnitudes
inconmensurables, √2, cocientes eudoxianos, etc.— y las definiciones de los
irracionales utilizadas en matemáticas han sido geométricas desde entonces. Esa
práctica era, en los translúcidos términos de Bertrand Russell,

altamente ilógica, pues si la aplicación de números al espacio [geométrico]


debe dar algo más que tautologías, los números aplicados deben definirse
independientemente, y si no fuera posible nada más que una definición
geométrica, no habría, hablando con propiedad, tales entes aritméticos como
la definición pretende definir (Russell, Principles of Mathematics, pág. 278).

Argumento que costaría demasiado tiempo examinar en detalle, pero puede verse la
tendencia general.
Así que lo que ocurre es que en las décadas de 1860 y 1870 varios matemáticos
empiezan a intentar obtener teorías rigurosas de los irracionales/reales. Aquí los
grandes nombres incluyen a William Rowan Hamilton, H. Kossak, Karl Weierstrass,
Ferdinand Lindemann, H. C. R. Méray, Georg Cantor, Η. E. Heine, y Richard
Dedekind. Adivine en cuáles estamos interesados.
En primer lugar, trabajando aparentemente a partir de ideas que había bosquejado
en sus clases en la Universidad de Berlín, algunos de los alumnos y seguidores de
Weierstrass intentan usar sus definiciones clave para intentar definir un número
irracional como, esencialmente, el límite de un tipo particular de series infinitas de
números racionales. La técnica de las definiciones es convulsivamente técnica, pero
por fortuna ni siquiera tenemos que entrar en ello porque resulta que la teoría no
funciona: es circular.[6.1] Esto es así porque el límite irracional de Weierstrass no
puede existir, lógicamente hablando, hasta que haya una definición de los números
irracionales. Aquí «existir» significa precisamente lo que Russell quiere decir justo
antes cuando dice que «no habría tales entes geométricos como la definición
[geométrica] pretende definir». No se puede usar coherentemente el concepto de
número irracional en la definición de «número irracional» como no se puede definir
coherentemente «negro» como «el color de un perro negro». Así, en pocas palabras,
los esfuerzos de los weierstrassianos en realidad nunca llegaron a ninguna parte.
La teoría del propio Cantor acerca de los números reales surge en el contexto de
su trabajo sobre algo llamado el teorema de unicidad (T. U.) para series
trigonométricas, y hay buenas razones para esperar un poco a hablar de él.
El plan más potente, significativo y extraño para definir los irracionales es el de
Julius W. R. «Richard» Dedekind, 1831-1916, que es una docena de años más joven
que Weierstrass pero muy parecido a él. Una persona afable y equilibrada que dedica
su vida principalmente a dar clases en Hochschulen, técnicas en Brunswick y Zurich.
Un soltero empedernido[6.2] que vive con su hermana. Dedekind vive hasta una edad

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tan avanzada y es tan apreciado por los demás que aparece en todas las matemáticas
modernas: alumno de Dirichlet y Gauss en Göttingen, editor de la Zahlentheorie de
Dirichlet, amigo de toda la vida de Riemann, semiweierstrassiano, colaborador
temprano con Leopold Kronecker en geometría algebraica, colaborador y amigo de
Georg Cantor; y no era fácil ser amigo de Cantor. Una historia favorita entre los
matemáticos es que Dedekind fue tan increíblemente longevo que en el famoso
Calendario Matemático de Teubner figuró durante un tiempo que había muerto cierto
día de 1899, hasta que, finalmente, un año Dedekind le escribió al editor que estaba
vivo y que además había pasado el día en cuestión «en estimulante conversación
sobre “sistema y teoría” con mi invitado del almuerzo y honrado amigo Georg Cantor
de Halle» (traducción extractada, y algo editada, de Bell, pág. 519).
La fecha de publicación de la famosa obra de Dedekind «Continuidad y números
irracionales»[6.3] es 1872. En parte es una respuesta a la propia definición de Cantor
de los irracionales, que había aparecido como parte de un extenso artículo sobre el
teorema de unicidad ese mismo año. Pero resulta evidente que Dedekind tenía su
teoría básica a punto tan tempranamente como en 1860. Como Weierstrass (y a
diferencia de Cantor), no es muy ambicioso respecto a publicar sus materiales. La
motivación de Dedekind, de nuevo como la de Weierstrass, venía de enseñar cálculo
en la universidad: se había sentido cada vez más incómodo con el uso de conceptos
geométricos indefinidos para definir los límites y la continuidad. Pero en vez de
centrarse en la aritmetización de los límites, Dedekind en cierto modo profundiza
más, va al problema raíz que había preocupado a Zenón, la D. H. P., Eudoxo,
Aristóteles y Bolzano, y había acechado al análisis desde el teorema fundamental. El
problema: cómo obtener una teoría 100% aritmética de lo que se supone que el
cálculo se ocupa —continuidad pura, como la del movimiento y constructos
geométricos continuos como líneas y áreas y volúmenes—[6.4] pero nunca había
definido con suficiente claridad y rigor para hacer que sus demostraciones tuvieran
realmente sentido.
La entidad que Dedekind elige como emblema de la continuidad aritmética es la
buena y vieja recta real, la cual técnicamente aún deberíamos llamar la recta
numérica, pues solo tras el establecimiento de lo que se llama el axioma de Cantor-
Dedekind se convierte en rigurosamente correcto hablar de la recta real. Llamémosla,
pues, la recta numérica (Dedekind simplemente la llama L), y recuérdese de §2c que
es ordenada e infinitamente densa y extensa, y que puede usarse para representar los
números racionales asignando a cada número racional un punto único de la recta. Y,
sin embargo, que toda la razón por la que el análisis necesita algo más que los
números racionales es que la recta numérica, como todas las rectas, es continua de un
modo en que el conjunto de todos los racionales no lo es. La manera que tiene
Dedekind de expresar esto se remonta directamente a los griegos: «Sin embargo, es
de la máxima importancia el hecho de que en la recta L hay infinitos puntos que no

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corresponden a ningún número racional» (Dedekind, pág. 8), y cita como ejemplo la
buena y vieja diagonal del cuadrado unidad. De modo que su estrategia es
simplemente explicar qué tiene L que la haga continua y sin huecos mientras que el
conjunto infinitamente denso de los números racionales no lo es. Por supuesto,
sabemos, como él y todos los demás por aquel entonces, que son los números
irracionales, pero nadie ha sido capaz de definirlos directamente. Así que Dedekind
aquí va a hacer de Sócrates y a actuar como si nunca hubiera oído hablar siquiera de
los irracionales y simplemente preguntara: ¿En qué reside exactamente la continuidad
de L?[6.5] Es su respuesta a esta cuestión lo que convierte a la recta real en una
realidad matemática y establece, junto a Cantor, que el conjunto de todos los números
reales compone el continuo.

§6b.
INTERPOLACIÓN

Conocido hoy como corte de Dedekind, el recurso de R. D. para construir la recta


real es extremadamente ingenioso y extraño, y antes de que sucumbamos a sus
complejidades vale la pena indicar que en un sentido profundo es la voluntad de
Dedekind de tratar el infinito real lo que permite que su demostración siga adelante.
Como se ha mencionado en §5 y en otras partes, una de las razones por las que el
concepto de límite fue tan bien recibido en el análisis era que se ajustaba bien a la
vieja idea del infinito potencial: la idea de que el ∞ es algo a lo que nos podemos
«aproximar» sin tener que llegar nunca realmente hasta él parece sacada directamente
de la Metafísica. La aceptación tácita por las matemáticas de la distinción aristotélica
se hace explícita en una frase muy citada de Karl Friedrich Gauss (sí: el Gauss de
Dedekind) hacia 1830:

Protesto por el uso de una cantidad infinita como un ente real; esto no se
admite nunca en matemáticas. El infinito es solo una manera de hablar, en la
cual uno habla propiamente de límites hacia los cuales ciertas razones pueden
aproximarse tanto como se desee, mientras que a otras se les permite
aumentar sin restricciones (Gauss, extractado por Kline, pág. 993).

Y así, por supuesto, es irónico que solo un par de décadas después de que
Weierstrass despoje a los límites de las últimas sombras del ∞ empecemos a ver
matemáticos de primera fila que no solo aceptan el infinito real, sino que lo usan en
las demostraciones. Dedekind es uno de ellos. Y no es que quede persuadido por
Cantor o por Bolzano o por nadie más de la coherencia de los conjuntos infinitos.

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Dedekind es, tal como se definió el término en §2a, un platónico. Cree claramente
que la realidad matemática no es tan empírica como cognitiva:

Al hablar de la aritmética (el álgebra, el análisis) como una parte de la lógica,


mi intención es dar a entender que considero el concepto de número
completamente independiente de las nociones o intuiciones del espacio y el
tiempo, que lo considero un resultado inmediato de las leyes del pensamiento
(Dedekind, pág. 31).

O quizá sea mejor llamarle un fenomenólogo, pues la distinción acerca de si las


realidades matemáticas son creaciones o descubrimientos no parece importarle
mucho a Dedekind: «Los números son creaciones libres de la mente humana; sirven
como medio para aprehender más fácilmente y más nítidamente la diferencia entre las
cosas» (ibíd.).
O mire esto. En un ensayo complementario a «Continuidad y números
irracionales» que se traduce habitualmente como «El significado y la naturaleza de
los números»,[6.6] Dedekind desarrolla una notable demostración de su «Teorema 66.
Existen sistemas infinitos» que consiste en lo siguiente: «Mi propio reino de
pensamientos,[6.7] es decir, la totalidad S de todas las cosas que pueden ser objetos de
mi pensamiento, es infinito. Pues si s significa un elemento de S, entonces el
pensamiento s', que s puede ser un objeto de mi pensamiento, es él mismo un
elemento de S,…» (ibíd., pág. 64, ligeramente editado) y así sucesivamente, de modo
que la serie infinita ([s] + [s es un objeto del pensamiento] + [«s es un objeto del
pensamiento» es un objeto del pensamiento] + …) existe en el Gedankenwelt, lo cual
implica que el Gedankenwelt mismo es infinito. Respecto a esta demostración,
observe (a) su gran parecido con varias RIV al estilo de Zenón que habíamos visto en
§2a, y (b) cuán fácilmente podríamos objetar que la demostración solo establece que
el Gedankenwelt de Dedekind es «potencialmente infinito» (y en el preciso sentido
aristotélico del término), pues nadie podrá jamás sentarse y pensar realmente en una
serie infinita completa de pensamientos del tipo (s + s' + s''), es decir, la serie es una
abstracción total.
La cuestión es que la demostración de Dedekind en «El significado y naturaleza
de los números» no va a convencer a nadie que no esté ya dispuesto a admitir la
existencia[6.8] de sistemas/series/conjuntos… realmente infinitos, y tanto Dedekind
como Cantor lo están. Al 100%. Sin embargo, a diferencia de Dedekind, Cantor
tiende a representarse a sí mismo como si le hubieran arrastrado gritando y
pataleando hacia el ∞ real. Por ejemplo:

La idea de considerar lo infinitamente grande no solo en la forma de la


magnitud ilimitadamente creciente y en la forma estrechamente relacionada

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de las series infinitas convergentes […] sino también fijarla matemáticamente
mediante números en la forma definida del infinito completado me sobrevino
como una obligación lógica, casi contra mi voluntad, pues era contraria a unas
tradiciones que había llegado a considerar muy valiosas en el curso de varios
años de esfuerzo científico e investigaciones (Cantor, «Foundations of the
Theory of Manifolds», págs. 75-76).

Una parte de esa diferencia en la presentación es que Georg Cantor era un


retórico más hábil que Richard Dedekind, y otra parte es que tenía que serlo: Cantor
estaba en el frente de la guerra por el ∞ de un modo en que Dedekind nunca lo
estuvo.
Otra cosa a tener en cuenta, sin embargo, es que las matemáticas transfinitas de
Cantor acabarán socavando totalmente las objeciones aristotélicas, como la anterior
(b), a la demostración de Dedekind, pues la teoría de Cantor constituirá una evidencia
directa de que los conjuntos realmente infinitos pueden ser entendidos y manipulados,
verdaderamente tratados por el intelecto humano, igual que la velocidad y la
aceleración son tratados por el cálculo. Así, algo a valorar desde el principio es que,
por muy abstractos que puedan ser los sistemas infinitos, después de Cantor está claro
que no son abstractos del modo real/irreal en que lo son los unicornios.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN

§6c.

Volvamos a la táctica inicial de Dedekind de preguntar qué distingue la continuidad


de la recta numérica L. Resulta que tanto Galileo como Leibniz y Bolzano habían
intentado postular que la continuidad de L se basaba realmente en la densidad infinita
de sus puntos constituyentes, es decir, en el hecho de que entre dos puntos
cualesquiera de la R. N. siempre se puede hallar un tercer punto. Como hemos visto,
sin embargo, la misma característica vale para todos los racionales de la forma ,[6.9]
y como (1) todo número racional se puede expresar en la forma ,[6.10] y (2) ya
sabemos que el conjunto de todos los racionales no es continuo, Dedekind descarta la
idea de que la continuidad de L resida en algún tipo de densidad o «estrecha
vecindad»: «Mediante vagos comentarios acerca de la conexión ininterrumpida de las
más pequeñas partes [de L] obviamente no se gana nada; el problema es indicar una
característica precisa de la continuidad que pueda servir como base para deducciones
válidas» (Dedekind, págs. 10-11).
El golpe de efecto de Dedekind es situar esta «característica precisa» no en la

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densidad o la cohesión de L, sino más bien en una propiedad contraria, la
separabilidad, a su vez una consecuencia del hecho de que la recta numérica sea
ordenada y sucesiva, es decir, que cada punto de la R. N. está a la derecha de todos
los puntos correspondientes a números inferiores y a la izquierda de todos los puntos
correspondientes a números superiores. Esto significa que en cualquier punto en
particular podemos, en cierto modo, cortar[6.11] la recta numérica en dos partes, dos
conjuntos infinitos mutuamente exclusivos,[6.12] A a la derecha y B a la izquierda,
donde todo número racional de B es mayor que todo número racional de A. Respecto
a esto, «Continuidad y números irracionales» (que es, como se ha mencionado, el
nombre informal para un artículo matemático técnico) tiene un aparte del tamaño de
un párrafo donde Dedekind en cierto modo da un puntapié en el suelo y pretende
disculparse por lo poco convincente y obvio que lo del schnitt debe de parecer, por
ejemplo: «[L]a mayoría de mis lectores quedarán muy decepcionados al saber que es
mediante ese comentario banal que el secreto de la continuidad será revelado» (ibíd.,
pág. 11). El comentario al que se refiere es el recíproco lógico de la afirmación
anterior acerca de la separabilidad, es decir:

Si todos los puntos de la recta caben en dos categorías tales que todo punto de
la primera categoría se halla a la izquierda de todo punto de la segunda
categoría, entonces existe un punto, y solo uno, que da lugar a esta división de
todos los puntos en dos categorías, dividiendo la recta en dos porciones
(ibíd.).

Lo que esto significa es que al definir los miembros y las cotas de los conjuntos A
y B, se puede definir el valor del punto en el cual se corta L en las partes A y B. Y,
como usted recordará de §2c, definir un punto es definir un número.
Solo que, como la recta en cuestión es la recta numérica y representa solo los
números racionales, es justo preguntar cómo va a ser posible que el schnitt ayude a
definir los números irracionales, los cuales, por supuesto, son el verdadero «secreto
de la continuidad». Que cada número racional corresponderá a un schnitt pero no
cada schnitt corresponderá a un número racional podría parecer simplemente otro
modo de formular la aseveración según la cual no podemos definir irracionales en
términos de racionales. La respuesta es que Dedekind puede construir literalmente la
definición de cada número irracional a partir de las características de los dos
conjuntos en los que divide la recta. El método funciona como sigue.
Considere un schnitt en la R. N. que divide toda la ∞ de números racionales en
dos conjuntos A y B tales que todos los elementos b de B son mayores que todos los
elementos a de A. De forma más específica, considere si estos A y B pueden tener
elementos máximos/mínimos.[6.13] Dependiendo de dónde y de cómo se defina el
schnitt, hay solo tres posibilidades, de las cuales solo una puede ser cierta.

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Posibilidad 1 = El conjunto A tiene un elemento máximo a' (como en el caso, por
ejemplo, en que el corte A contiene todos los números racionales ≤ 2 y B contiene
todos los números racionales > 2). Posibilidad 2 = El conjunto B tiene un elemento
mínimo b' (como en el caso, por ejemplo, en que el corte A contiene todos los
números racionales < 2). Posibilidad 3 = No hay un elemento máximo de A ni un
elemento mínimo de B.*

*MINIINTERPOLACIÓN

Respecto a que estas sean las únicas tres opciones, probablemente ya puede usted
ver que no hay ningún modo en que el conjunto B pueda tener jamás un elemento
máximo, porque B lo contiene todo desde el schnitt hasta el ∞. Y la L de Dedekind es
la recta real y también incluye todos los racionales extendiéndose hacia la izquierda
desde 0, así que A lo contiene todo desde −∞ hasta el schnitt y no puede tener un
miembro mínimo. Pero en caso de que se esté preguntando por qué no puede haber
una Posibilidad 4 en la cual haya a la vez un miembro máximo a' de A y un miembro
mínimo b' de B, hay una manera fácil de demostrar que esto no es posible. Es una
demostración por reducción al absurdo, así que vamos a suponer que existe un a'
máximo y también un b' mínimo. Pero esto significa que existirá cierto número
racional, igual a , que es a la vez mayor que a' y menor que b', y, por lo tanto,
no puede ser miembro ni de A ni de B. Pero A y B han sido definidos de tal modo que
juntos contienen todos los números racionales. Por lo tanto, la Posibilidad 4 es
contradictoria.
Pero entonces, ¿por qué la Posibilidad 3 no es contradictoria de la misma manera?
DRAMÁTICO FINAL DE LA MINIINTERPOLACIÓN

Enunciado informalmente, el ejemplo de Dedekind para la Posibilidad 3 es un


schnitt cuyo conjunto A contiene todos los números racionales negativos y todos los
racionales positivos x tales que x2 < 2, y cuyo conjunto B contiene todos los
racionales positivos x tales que x2 > 2. Si se puede demostrar que ningún número
racional corresponde a este schnitt, habremos definido cierto número irracional, en
este caso el milenariamente inconmensurable √2.[6.14]
Ya hemos visto, en §2c, una demostración de que √2 no es racional.[6.15]
Podríamos dormirnos en estos laureles. Pero Dedekind no lo hace, y proporciona su
propia demostración específica de que el schnitt del ejemplo de la Posibilidad 3 no
corresponde a ningún número racional. Vamos a verla. Puede que todos queramos
respirar a fondo un momento y relajarnos y estar muy atentos. La de Dedekind es una
demostración por reducción al absurdo y, por lo tanto, empieza suponiendo que sí
existe un racional x correspondiente al schnitt de la Posibilidad 3. Si ese x existe,

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entonces, por la definición del conjunto A, o bien x es el elemento máximo de A, o
bien es mayor que cualquier elemento de A (o sea, que está en B). En todo caso,
cualquier número que sea mayor que x (llamémosle x+) por definición va a pertenecer
con absoluta seguridad a B, lo cual significa que (x+)2 debe ser > 2. Entonces, si para
cierto x podemos dar un x+ mayor que x de tal modo que (x+)2 < 2, la suposición
inicial de que x es racional quedará contradicha.
De modo que aceptemos las anteriores especificaciones de x y x+, y definamos
cierto número positivo p como igual a (2 − x2), y definamos x+ como igual a
. Esta última definición puede parecer un poco extraña, pero puede usted
verificar fácilmente que dadas las especificaciones originales y el valor de p,
será mayor que x, de modo que se mantiene la crucial relación x+ > x. Ahora lo que
queda de la demostración son solo buenos y viejos cálculos escolares:

(1) (x+)2 =

(2) = . Como x es por definición mayor que 1, x2 > x, de

modo que , y así

(3) . Haciendo que 16 sea el denominador


común, se obtiene

(4) . Como, por definición, p = (2 − x2), entonces claramente

x2 = (2 − p); así que por sustitución la cantidad de (4) se convierte en

(5) , que tras multiplicar constantes se convierte en

(6) , que tras desarrollar el paréntesis del 2.º término


da

(7) , lo cual bastante obviamente se reduce a

(8) , lo cual es lo mismo que

(9) , cantidad que, al ser p > 0 por definición, siempre va a ser < 2.
Así, mediante los pasos (1)-(9) (destacando en particular los pasos (1), (3) y
(9)), hemos determinado que

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(10) (x+)2 < < 2, lo cual, por la ley básica de la transitividad, significa
que
(11) (x+)2 < 2, que es precisamente lo que necesitábamos para contradecir la
suposición inicial de que el schnitt correspondía a un racional x. Y esto quiere
decir que no corresponde a ningún racional x. Q. E. D.

Dedekind, justo tras la demostración: «En esa propiedad de que no todos los
cortes son producidos por números racionales consiste lo incompleto o la
discontinuidad del dominio de todos los números racionales» (ibíd., pág. 15, editado).
Pero esto no es ni la mitad del asunto. El truco del schnitt permite que los
números irracionales se definan completamente en términos de los racionales, que es
el único modo de elaborar una teoría deductiva y 100% rigurosa de los números
reales. La definición, en lenguaje asequible, es que un número irracional es el valor
de un punto en el cual un schnitt divide la R. N. en dos conjuntos A y B
bilateralmente exhaustivos que respectivamente no tienen elemento máximo o
elemento mínimo.[6.16] Es esta definición la que crea el continuo —es decir, el
conjunto de todos los números reales— y transforma la recta numérica en la recta
real.[6.17] Lo que es especialmente genial e ingenioso es que la técnica de Dedekind
usa justamente lo que había hecho tan misteriosos a los irracionales —su
correspondencia a puntos innominables de la recta numérica— como parte de su
definición rigurosa.

§6d.

Por supuesto, la teoría de Dedekind también presupone la existencia de conjuntos


realmente infinitos. Más que presuponer: mediante el truco del schnitt, la definición
formal de un número real se convierte en «Cierto par de conjuntos infinitos con
ciertas características particulares». Hay cierto número de potenciales rarezas de las
que nos podemos dar cuenta en este punto. En primer lugar, dada la larga y muy
documentada alergia de las matemáticas a los ∞ reales, la teoría de Dedekind bien
podría verse simplemente como la sustitución de una cantidad de tipo indefinible por
otra, es decir, como invocar, para fundamentar y definir los irracionales, la idea
oculta de no uno sino dos conjuntos inimaginablemente enormes y, aun así,
precisamente ordenados, cada uno de ellos infinito de algún modo pero a la vez
limitado muy específicamente. Lo cual podría chocarle una vez más como algo
demasiado parecido a Zenón. Si es así, guárdese esa idea.

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Segunda rareza: Si es usted inusualmente atento e inmune al aburrimiento, puede
que ya haya notado un sorprendente parecido entre la teoría de Dedekind y lo de la
conmensurabilidad geométrica de Eudoxo de Cnidos que vimos en §2d. Con respecto
a lo cual, por favor, recuerde o revise §2d y vea que el concepto de schnitt ahora
ayuda a hacer más claro cómo la definición por Eudoxo de «razón» funciona para
designar números irracionales: el número expresado por la razón es irracional (o

sea, p y q son inconmensurables) justo cuando, para cualquier número racional , la


disyunción (ap < bq) o (ap > bq) es cierta,[6.18] o sea ap ≠ bq. No hay aquí acusación
alguna de que Dedekind plagiara a Eudoxo o ni siquiera de que necesariamente
supiera algo de él. Véase, por ejemplo, el prefacio de «La naturaleza y significado de
los números», en el cual Dedekind cita la eudoxiana Definición 5 de los Elementos
sin ningún conocimiento evidente de dónde la obtuvo Euclides. Esta cita subraya la
gran diferencia entre Dedekind y Eudoxo, así como entre las matemáticas griegas y el
análisis moderno:

[S]i uno contempla el número irracional como la razón de dos cantidades


mensurables,[6.19] entonces esta manera [= la del mismo Dedekind] de
determinarlo está ya descrita de la manera más clara posible[6.20] en la
celebrada definición que da Euclides de la igualdad de dos razones
(Elementos, V, 5) (ibíd., editado).

La diferencia está en la condición inicial «Si… cantidades mensurables». Eudoxo


y Euclides eran (otra vez) geómetras, y para ellos el problema de los irracionales
incluía magnitudes geométricas como rectas/áreas/volúmenes. Mientras que el
proyecto general de Dedekind (como, de nuevo, el de Weierstrass mismo) es huir de
la geometría y fundamentar el análisis totalmente en la aritmética.[6.21]
Por esto, Dedekind dice una y otra vez que la R. N. y los puntos geométricos en
su teoría del schnitt son solo para entretenimiento. En realidad, su antes mencionado
prefacio contiene una de las declaraciones más conmovedoras jamás escritas sobre la
estética de la aritmetización, a saber: «Aún me parece más bello que sin ninguna
noción de cantidades mensurables y simplemente mediante un sistema finito de
sencillos pasos del pensamiento el hombre pueda avanzar hacia la creación del
dominio numérico continuo puro» (ibíd., pág. 38 [puntuación sic]).
Por otro lado, si resulta correcto decir que la intervención de conjuntos realmente
infinitos en una definición matemática involucra solo «un sistema finito de pasos del
pensamiento» es una cuestión justa, esto nos lleva de nuevo al asunto que pusimos
sobre la mesa hace dos párrafos. Si resulta que usted presenta objeciones al uso de
conjuntos infinitos en una definición rigurosa porque le parece que tales conjuntos de
tipo realmente ∞ son matemáticamente irreales/ilícitos, entonces usted es, por

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supuesto, un aristotélico/gaussiano y contará como su defensor n.º 1 al profesor
Leopold Kronecker (1823-1891), que como se ha mencionado fue una vez el mentor
de Georg Cantor y después su archienemigo y la persona que algunos historiadores
piensan que más o menos por sí sola le condujo a la locura, y quien (= Kronecker)
fue básicamente el primer intuicionista de las matemáticas, y que creía que solo los
enteros eran matemáticamente reales porque solo ellos eran «claros a la intuición», lo
cual significaba que los decimales, los irracionales y ciertamente los conjuntos
infinitos eran todos unicornios matemáticos. En la historia de las matemáticas, la
figura de Kronecker a menudo se resume mediante su máxima «Solo los enteros son
una creación de Dios; todo lo demás es obra del hombre», del mismo modo en que la
figura de D’Alembert queda resumida por «Siga adelante y la fe vendrá», y la de
Arquímedes, por «¡Eureka!».[6.22] Veremos más de lo que probablemente quiere
usted oír acerca de Leopold Kronecker y el intuicionismo dentro de unos §. Por ahora
basta saber que así como Weierstrass, Dedekind y algunos colegas quieren eliminar la
geometría del análisis y basarlo todo en el sistema de los números reales, Kronecker
va incluso más allá y quiere basar el análisis solo en los enteros y en los racionales
expresados como razones de enteros.
Así que volviendo ahora a la objeción específica no-se-pueden-usar-conjuntos-
infinitos-en-una-definición a la teoría de Dedekind de los números reales. Hay por lo
menos dos maneras no triviales de responder a esto. La primera es decir (de acuerdo
con la nota 21) que la teoría de Dedekind en realidad no nos exige tratar conjuntos
infinitos en el sentido especial de «tratar» descrito en §1. Estrictamente hablando, la
técnica del schnitt no presupone ∞ reales más de lo que lo hace « ».
Lo cual equivale a decir que los conjuntos infinitos A y B de la teoría de Dedekind
son completamente abstractos, hipotéticos: no tenemos que contarlos ni
representarlos o ni siquiera pensar en ellos más allá de saber que B > A y decidir si
existe un a' máximo, un b' mínimo o ninguno.
Si esta respuesta no le emociona demasiado y todavía le parece que todo lo que la
definición supuestamente rigurosa de Dedekind está haciendo es sustituir la
imprecisión matemática de los números irracionales por la de los conjuntos infinitos,
entonces es oportuno indicar que coincidiendo con la aparición de «Continuidad y
números irracionales», Cantor está empezando a publicar trabajos que dan precisión
justo al tipo de conjuntos realmente infinitos que Dedekind está postulando. Como se
insinuó en los § 1 y 4, la aparición casi simultánea de Cantor y Dedekind en las
matemáticas es más o menos como lo de Newton y Leibniz, una señal segura de que
era el «momento adecuado» para los conjuntos de tipo ∞. Igual de impresionante es
la manera escheriana en que se superpone la obra de ambos hombres.[6.23] Cantor es
capaz de definir y fundamentar los conceptos de «conjunto infinito» y «número
transfinito», y de establecer técnicas rigurosas para combinar y comparar diferentes

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tipos de ∞, que es justamente donde la definición de Dedekind de los irracionales
necesita apuntalarse. Recíprocamente, la técnica del schnitt demuestra que los
conjuntos realmente infinitos pueden tener verdadera utilidad en el análisis. En otras
palabras, que por muy sensitiva y cognitivamente abstractos que deban permanecer,
los ∞ a pesar de todo pueden funcionar en las matemáticas como abstracciones
prácticas y no solo como extraños divertimentos paradójicos.[6.24]
También la coincidencia en el tiempo es casi inquietante. Dedekind se entera por
primera vez de la existencia de Georg Cantor el mes de marzo de 1872, cuando lee su
obra «Über die Ausdehnung eines Satzes aus der Theorie der trigonometrischen
Reihen»[6.25] en una importante revista mientras está dando los toques finales a
«Continuidad y números irracionales», en el último borrador del cual añade una cita
de Cantor y un «gracias de corazón» a «este ingenioso autor» cuyo artículo contiene
una teoría de los irracionales* que «… está de acuerdo, aparte de la forma de la
presentación, con lo que designo como la esencia de la continuidad» (Dedekind, pág.
3, editado). Luego, más tarde ese mismo año se conocen, por casualidad, cuando
están de vacaciones en Suiza. Chocan el uno con el otro, literalmente. Cantor es
privatdozent en la Universidad de Halle, y Dedekind da clases de bachillerato en
Brunswick.[6.26] Congenian inmediatamente y empiezan a cartearse, y muchos de los
resultados más significativos de Cantor se desarrollan en esas cartas. Pero nunca son
auténticos colaboradores, y aparentemente tienen un gran desacuerdo en 1880,
cuando Cantor se las arregla para conseguirle a Dedekind una plaza de profesor en
Halle y este la rechaza (aunque deben de haberlo resuelto con el tiempo si en 1899
tienen largas sobremesas tras comer juntos). De nuevo, nos saltamos la mayor parte
de esas cosas personales.

§6e.
*INTERPOLACIÓN SEMI-SEI

La teoría de los irracionales de Georg Cantor, que como se ha mencionado está


principalmente en el «Über […] Reihen» de 1872, es a la vez técnicamente compleja
y, en definitiva, menos relevante que el trabajo sobre teoría de conjuntos del que
forma parte,[6.27] y dependiendo de su cociente general puede que usted no
quiera hacer más que echarle una ojeada a la siguiente explicación, que ocupa un
complicado nicho retórico y ha sido clasificada como SEMI-SEI.
Cantor no está tan interesado en definir los irracionales per se como en desarrollar
una técnica mediante la cual pueda definir todos los números reales, racionales e
irracionales, del mismo modo. En realidad, Cantor es el primero que introduce en las

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matemáticas la idea de un conjunto de todos los números reales que comprenda tanto
a los racionales como a los irracionales (a lo cual Dedekind, por complicadas razones,
se opone). Obviamente, la teoría del propio Cantor también depende de los conjuntos
infinitos, pero en este punto para Cantor estos son más como conjuntos infinitos de
sucesiones infinitas de números racionales. De aquí viene, en parte, lo complejo de su
teoría. Otra parte es que Cantor quiere usar la idea weierstrassiana de los irracionales-
como-límites sin el problema de circularidad mencionado en §6a, lo cual le conduce a
usar sucesiones convergentes en lugar de series.
En concreto, para evitar la circularidad de la definición de Weierstrass, Cantor
explota los hechos de que (1) todos los números reales pueden ser representados por
decimales infinitos (y los racionales tienen decimales que o bien repiten infinitamente
su período básico (como en la nota 10 de §6c), o bien acaban con una infinidad de o
seguidos o 9 seguidos (los cuales, recuperando el rastro de la nota 35 de §2c, son
equivalentes, como cuando veíamos que 0,999… = 1,000…), y que (2) los decimales
infinitos funcionan como límites de fracciones decimales. (En la escuela aprendió las
fracciones decimales: son la manera de hacer que los chavales entiendan los
decimales en términos de fracciones, por ejemplo 0,15 = + + . Aquí, pues,
tenemos otro caso en el cual el análisis superior resulta estar en el fundamento de la
aritmética infantil: la regla general es que cualquier decimal infinito puede ser
representado como la serie infinita convergente a0100 + a110−1 + a210−2 + a310−3 +
… + an10−n + …, serie que converge hacia el decimal original, es decir, el decimal
es el límite/suma de la serie).[6.28] Entonces, mediante un ingenioso ejercicio de
semántica matemática, Cantor puede conseguir todo el botín de los decimales
observando, en la línea de §5d, que el hecho de que una sucesión cualquiera[6.29] de
números racionales converja equivale a que sea representable mediante un decimal
infinito, el cual está, pues, definido matemáticamente por la sucesión.
[SEI Si el anterior párrafo parece sospechoso o enrevesado, podemos reducir el
argumento a un simple silogismo: «Como (1) todos los números son definibles
mediante decimales y (2) todos los decimales son definibles mediante sucesiones, (3)
todos los números son definibles mediante secuencias», lo cual resulta ser 100%
válido].
En definitiva, la idea básica de Cantor es que una sucesión infinita de números
racionales define un número real si la sucesión converge en el sentido de que
(an+m − an) = 0 para cualquier m arbitraria (semiextractado de Kline, págs. 984-
985),[6.30] es decir, si la diferencia entre dos términos sucesivos cualesquiera tiende
a 0[6.31] al alejarnos más y más por la sucesión (que por supuesto es justo el modo en
que los decimales funcionan: en la posición decimal n-ésima, valores sucesivos
pueden diferir a lo sumo en 10−n). Cantor llama a las sucesiones que se comportan de

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ese modo sucesiones fundamentales, y lo que se conoce como teoría de los números
reales de Cantor es que cada número real queda definido mediante por lo menos una
secuencia fundamental.
Un par de potenciales objeciones en este punto. Si a usted tal vez le choca como
algo circular o cuestionable que Cantor defina «número real» como el-que-es-
definido-por-una-sucesión-fundamental —algo parecido a definir «perro» como el-
que-es-definido-por-la-definición-de-«perro»— entonces tenemos que aclarar qué
significa exactamente «definir» en relación con la teoría de Cantor. Básicamente
significa «es» o «es igual a». Es decir, lo que permite que la teoría evite la
circularidad es que la sucesión fundamental relevante es el número real, del mismo
modo que 0,15 es Lim(0(100), 1(10−1), 5(10−2)) y una función trigonométrica es su
desarrollo en serie convergente. Por otro lado, como los números reales incluyen
tanto los irracionales como los racionales, podría estar preguntándose si, y cómo, las
sucesiones fundamentales de racionales de Cantor también pueden definir números
racionales, o si la idea tiene sentido siquiera. La respuesta es que tiene sentido y
pueden hacerlo: la estipulación de Cantor es que cuando una sucesión fundamental
a0, …, an, … tiene todos los términos posteriores a an iguales a x, la sucesión define
(= es) el número racional x.[6.32]
Para hacer verdaderamente viable su teoría, Cantor todavía tiene que demostrar
cómo deducir propiedades aritméticas y realizar operaciones básicas con sus
sucesiones fundamentales y los números reales que estas definen. A continuación,
veremos un par de ejemplos de las demostraciones de su artículo, donde nuestros
números reales relevantes son aquí x e y:

(A) Como resulta que se puede definir el mismo número real x mediante más de
una sucesión fundamental,[6.33] la regla de Cantor es que dos sucesiones
fundamentales a0, a1, a2, … y b0, b1, b2, … definen el mismo x si y solo si
|an − bn| se aproxima[6.34] a 0 cuando n tiende a ∞.

(B) Para demostrar que se pueden hacer las operaciones aritméticas básicas,
supongamos que an y bn son sucesiones fundamentales que definen x e y,
respectivamente. Cantor demuestra (en una orgía de simbolismo
ultratecnificado que estamos omitiendo) que (an ± bn) y (an × bn) son también
sucesiones fundamentales, definiendo así los números reales x ± y y x × y. En
su demostración de que es una sucesión fundamental que define , la única
restricción es que x obviamente no puede ser 0.

Por último, puede que haya visto usted otra objeción potencial. Una bastante fea.
Y quizás el aspecto más impresionante de la teoría de Cantor de los reales-mediante-

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sucesiones-fundamentales —y por lo que Dedekind le llama ingenioso— es el modo
en que Cantor evita esa objeción, del tipo de las RIV letales, ante la cual su teoría
parece vulnerable al principio. Pues si sucesiones fundamentales de números
racionales definen números reales, ¿qué hay de las sucesiones fundamentales de
números reales (= tanto racionales como irracionales)? Se pueden construir
fácilmente sucesiones de números reales que convergen según las especificaciones de
Cantor: varios tipos de series trigonométricas ya lo hacen. ¿Necesitamos crear toda
una clase completamente nueva de números para que funcionen como límites de esas
sucesiones de números reales? Si es así, entonces necesitaremos otra clase más para
los límites de sucesiones fundamentales de esos nuevos números, y luego otra más…
y allá vamos: será el Tercer Hombre de Aristóteles otra vez. Solo que Cantor lo elude
demostrando[6.35] el siguiente teorema: si rn es una secuencia de números reales tal
que (rn+m − rn) = 0 para un m arbitrario —es decir, si rn es una sucesión
fundamental de números reales bona fide— entonces existe un número real único r,
definido por una secuencia fundamental an de números racionales, tal que
rn = r. En otras palabras, Cantor es capaz de demostrar que los propios números
reales pueden servir como límites de las sucesiones fundamentales de números reales,
de modo que su sistema de definiciones es autocontenido y a prueba de RIV.

§6f.

Como se insinuó vagamente en §6d, las teorías de Dedekind y Cantor entran en


conflicto con una más de las doctrinas kroneckerianas, a menudo conocida como
constructivismo, que se convertirá en una parte muy importante del intuicionismo y
de las controversias acerca de los fundamentos filosóficos de las matemáticas
desatadas por la teoría de conjuntos.[6.36] Todo esto se vuelve muy pesado y
complicado, pero es importante. Aquí están los principios básicos del constructivismo
tal como los practicó Kronecker y los codificaron Jules-Henri Poincaré y Luitzen
Egbertus Jan Brouwer y otras figuras destacadas del intuicionismo: (1) Cualquier
enunciado o teorema matemático que sea más complicado o abstracto que la
aritmética de los enteros de toda la vida debe ser explícitamente derivado (es decir,
«construido») de la aritmética de los enteros mediante un número finito de pasos
puramente deductivos. (2) Las únicas demostraciones válidas en matemáticas son las
constructivas, y aquí el adjetivo significa que la demostración proporciona un método
para encontrar (es decir, «construir») cualesquiera entes matemáticos involucrados en
ella.[6.37]
Respecto a la metafísica de las matemáticas, el constructivismo es, por lo tanto,

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directamente opuesto al platonismo: con la excepción quizá de los enteros, las
verdades matemáticas no existen fuera de la mente humana. De hecho, desde el punto
de vista de Kronecker y sus seguidores, decir que cierto ente matemático «existe» es
decir literalmente que puede ser construido con lápiz y papel por seres humanos
reales durante el tiempo del que, siendo mortales, pueden disponer.
Puede usted ver, entonces, que los constructivistas van a tener serios problemas
con los teoremas y las demostraciones que involucran el ∞, los conjuntos infinitos,
las sucesiones infinitas, etc., particularmente cuando esas cantidades infinitas son
explícitamente presentadas como reales. Respecto a los schnitts de Dedekind, por
ejemplo, los constructivistas obviamente van a ponerse nerviosos desde el principio.
No solo los irracionales no existen realmente, y no solo Dedekind usa la reducción al
absurdo para demostrar que algunos schnitts no corresponden a números racionales.
También está todo el problema de definir un número en términos de conjuntos
infinitos de otros números. Por ejemplo, Dedekind ni siquiera especifica nunca las
reglas matemáticas mediante las cuales obtiene los conjuntos A y B. Simplemente
dice que si la recta numérica se puede dividir en A y B…, sin dar ningún método o
procedimiento mediante el cual uno pueda construir realmente estos conjuntos
(conjuntos que de todos modos no pueden construirse o verificarse realmente),
estonces son infinitos. Y ya que estamos, ¿qué es exactamente un «conjunto»,
técnicamente hablando, y cuál es el procedimiento para construir uno? Y así
sucesivamente.
Esta última pregunta compuesta de los constructivistas (y admitamos que
Dedekind no la puede contestar)[6.38] nos muestra un buen ejemplo del genio
particular de Georg Cantor Jr. y de por qué merece el título de padre de la teoría de
conjuntos. Recuerde la mención en §3c de cómo Cantor tomó lo que se había
considerado como una característica paradójica y totalmente intratable del ∞ —
concretamente que un conjunto/clase/agregado infinito puede ponerse en
correspondencia uno a uno con su propio subconjunto— y la transformó en la
definición técnica de conjunto infinito. Observe cómo hace lo mismo aquí,
convirtiendo lo que parecían devastadoras objeciones en criterios rigurosos, al definir
un conjunto S como cualquier agregado o colección de entes discretos que satisfaga
dos condiciones: (1) S puede ser considerado por la mente como un agregado, y (2)
Hay alguna regla o condición enunciada mediante la cual uno puede determinar, para
una entidad x cualquiera, si x es 0 no es un elemento de S.[6.39]
Esta definición no aparece de repente de la nada, está claro. Ahora resulta
apropiado recuperar cosas de §5d sobre la convergencia y la representabilidad de las
series trigonométricas, el teorema de localización de Riemann, etc., para ver de dónde
sale realmente el trabajo de Cantor sobre los irracionales y los conjuntos.

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7

§7a.
Esta sección incluso tiene epígrafes:

La teoría moderna del infinito evolucionó de un modo contiguo a partir de las


matemáticas que la precedieron.
SHAUGHAN LAVINE, pág. 41

Pero los no iniciados pueden preguntarse cómo es posible tratar con un número que
no puede contarse.
BERTRAND RUSSELL,
Mysticism and Logic, pág. 82

Pónganse todos los cinturones por favor, porque estamos a punto de subir por una
pendiente muy pronunciada.
E. ROBERT GORIS

Por razones que a estas alturas resultarán familiares, gran parte de lo que sigue va a ir
realmente rápido. También es algo duro al principio, pero, como ocurre con buena
parte de las matemáticas puras, se vuelve más fácil al profundizar. Como ya se ha
mencionado, Cantor estudia en Berlín bajo la responsabilidad de Weierstrass y de
Kronecker; sus primeros artículos publicados son trabajos bastante estándares sobre
ciertos problemas en teoría de números.[7.1] Obtenido el doctorado, Cantor consigue
un modesto trabajo como privatdozent (lo cual parece ser un extraño tipo de asistente
académico por libre)[7.2] en la Universidad de Halle, y allí conoce a un tal Eduard
Heinrich Heine (1821-1881), un especialista en análisis aplicado que había hecho
importantes trabajos sobre el calor, particularmente sobre la ecuación de potencial.
[7.3] En todo caso, hacia 1870, Heine pertenece al gran grupo de matemáticos que

trabajan en las series de Fourier y los problemas planteados por el artículo de


Riemann «Sobre la representabilidad…», y aparentemente él (= Heine) consigue que
Cantor se interese por lo que se había llegado a conocer como el problema de la
unicidad: si cualquier f(x) dada puede ser representada por una serie trigonométrica,
¿es dicha representación única, es decir, hay una sola serie trigonométrica que puede
hacerlo? El propio Heine había sido capaz de demostrar la unicidad solo con la
condición de que la serie trigonométrica relevante fuera uniformemente convergente.
[7.4] Lo cual, claramente, no era suficientemente bueno, pues hay muchas series

trigonométricas e incluso series de Fourier que no son uniformemente convergentes.

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En 1872, el artículo de Cantor «Sobre la extensión de una proposición de la teoría
de series trigonométricas»[7.5] define y demuestra un teorema de unicidad mucho más
general que no solo no requiere la convergencia uniforme, sino que permite
excepciones a la convergencia en una infinidad de puntos, suponiendo que esos
puntos excepcionales[7.6] estén distribuidos de un modo específico.
Como veremos, la forma precisa de esta distribución es bastante complicada,
como lo es el propio teorema de 1872, que en realidad Cantor ha desarrollado a lo
largo de varios artículos previos y apéndices publicados a los mismos, pues su criterio
de unicidad evolucionó gradualmente de requerir que la serie trigonométrica dada
fuera convergente para todos los valores de x, a permitir un número finito de puntos
excepcionales, hasta el teorema de unicidad definitivo, en una forma 100% general.
Lo interesante es que es el profesor Leopold Kronecker quien ayuda a Cantor a
refinar y simplificar varios aspectos iniciales de su demostración. Al mismo tiempo,
el enfoque de Cantor está profundamente influido por el trabajo de Weierstrass sobre
la continuidad y la convergencia, por ejemplo, la observación de que una serie
trigonométrica general de la forma f(x) = + ∑(an sen nx + bn cos nx) debe ser
uniformemente convergente para ser integrable término a termino (que era el modo
en que Heine y todos los demás habían intentado atacar el problema de la unicidad).
Los historiadores han observado que las relaciones Cantor-Kronecker se enfriaron y
que las cartas de Kronecker se volvieron cada vez más críticas cuando los
refinamientos que hacía Cantor del teorema de unicidad empezaron a admitir infinitos
puntos en los cuales se podían permitir excepciones a la representación de la f(x) dada
o a la convergencia de la serie.[7.7] En cada sucesiva versión de la demostración,
Kronecker básicamente veía a Cantor alejarse de su propia postura algebraica
constructivista de la teoría de funciones hacia una más weierstrassiana. La apostasía
fue completa cuando el artículo definitivo de 1872 fue publicado y toda su primera
parte estaba dedicada a la teoría de los irracionales/reales detallada en §6e.
Entender por qué precisamente necesitaba una teoría coherente de los irracionales
es una manera tan buena como cualquier otra de ver cómo el trabajo de Cantor en el
teorema de unicidad le llevó a estudiar los conjuntos infinitos per se. La discusión,
que se va complicando, requiere que usted recuerde la regla del teorema de Bolzano-
Weierstrass según la cual todo conjunto infinito y acotado de puntos contiene por lo
menos un punto límite, y, por lo tanto, claro está, también qué es un punto límite.[7.8]
Además, debe tener en cuenta que los conceptos centrales de la demostración de la
unicidad se refieren todos a la recta real (es decir, cuando se usan términos como
«conjunto de puntos» o «punto excepcional» o «punto límite», en realidad se refieren
a puntos geométricos que corresponden a números).[7.9] Por favor, observe también
que los «conjuntos infinitos acotados de puntos» bajo consideración tanto en el
T. B. W. como en la demostración de Cantor son en realidad sucesiones, que son

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también las entidades más sencillas respecto a las cuales entender los puntos límite:
por ejemplo, el conjunto infinito de puntos de la recta numérica {0, , , , , ,

…}[7.10] tiene como punto límite el mismo que es el límite de la sucesión infinita 0,

, , , , ,…
O sea, que aquí vemos cómo Cantor consigue su resultado cada vez más general.
Al principio (1870) necesita una serie trigonométrica que no sea uniformemente
convergente[7.11] pero que sea convergente en cualquier punto, o sea convergente para
todos los valores de x. En el siguiente paso (1871)[7.12] es capaz de demostrar que si
dos series trigonométricas aparentemente distintas convergen hacia la misma función
(arbitraria) en todas partes excepto en un número finito de puntos, en realidad son la
misma serie. Vamos a omitir esta demostración porque lo realmente pertinente es lo
siguiente, que es el resultado de 1872 donde Cantor puede permitir un número
infinito de puntos excepcionales y, aun así, consigue demostrar que las dos series
trigonométricas representativas son en definitiva idénticas.[7.13] Su manera de hacerlo
es mediante la introducción del concepto de conjunto derivado, cuya definición es
básicamente: si P es un conjunto de puntos (o sea, cualquier conjunto de puntos-
números reales, aunque en lo que obviamente está pensando Cantor es en el conjunto
infinito de puntos excepcionales entre las dos series trigonométricas), entonces el
conjunto derivado de P, llamado P', es el conjunto de todos los puntos límite de P. O
más bien deberíamos decir que P' es el primer conjunto derivado de P, porque
mientras los conjuntos de puntos relevantes sean infinitos, el proceso entero es, en
principio, indefinidamente iterable: P'' es el conjunto derivado de P', P''' es el
conjunto derivado de P'', y así sucesivamente, hasta que tras (n − 1) iteraciones
tendremos Pn como el n-ésimo conjunto derivado de P. En la explicación del teorema
de unicidad dada anteriormente, en lo que se centra el criterio «suponiendo que estos
puntos excepcionales se distribuyen de cierto modo específico» es en este n-ésimo
conjunto derivado Pn, siendo la cuestión vital si Pn es infinito o no.
Las verdaderas matemáticas que hay detrás de todo esto incluyen partes
extremadamente técnicas sobre el comportamiento de los puntos límite, pero
esencialmente aquí estamos viendo cómo funciona lo de la distribución-de-puntos-
excepcionales en el teorema de unicidad. Probablemente, otra inspiración profunda
no le vendría mal para afrontar lo que viene.[7.14] Postulemos un conjunto infinito de
puntos P tal que, para algún n finito, el (n − 1)-ésimo conjunto derivado de P, P(n−1)
es infinito mientras que su n-ésimo conjunto derivado Pn es finito. Entonces, si dos
series trigonométricas convergen a la misma f(x) excepto en algunos o todos los
puntos de P, son la serie equivalente: así, la unicidad queda demostrada.
Probablemente, esto no le ha resultado cegadoramente claro y luminoso. La parte que

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resulta crucial desarrollar es el requerimiento de que Pn sea finito. Y para explicar eso
tenemos que introducir otra distinción: cualquier conjunto P para el cual su conjunto
derivado Pn es finito para algún n finito es lo que Cantor llama un conjunto de
primera especie, mientras que, si Pn no es finito para ningún valor finito de n,
entonces P es un conjunto de segunda especie. (Por eso el proceso de obtener
conjuntos derivados fue descrito antes como «en principio» indefinido; son solo los
conjuntos de segunda especie los que nunca dan lugar a conjuntos derivados finitos y,
por lo tanto, permiten ∞ iteraciones del proceso).
En definitiva, he aquí la razón por la cual Cantor, en su demostración del T. U.,
necesita que el conjunto infinito de puntos excepcionales original P sea un conjunto
de primera especie, y, por lo tanto, que Pn sea finito. Esto es así porque, mediante el
teorema de los valores extremos de Weierstrass, se puede demostrar con seguridad
que si cualquier conjunto derivado Pn es finito, entonces en algún punto n + k más
adelante el conjunto derivado P(n+k) va a tomar su valor mínimo absoluto m, que en
este caso será 0, o ningún punto límite en absoluto. Lo cual, en otras palabras,
significa que tan pronto como la progresión P', P'', P''', …, Pn, … llega a un conjunto
derivado finito, sabemos que todo el proceso iterativo va a detenerse en algún lugar:
acabará llegándose a un P(n+k) sin elementos. Y, por supuesto, sabemos que los
elementos de todos estos diversos P' y P'' son puntos límite, y sabemos también, por
el teorema de Bolzano-Weierstrass, que cualquier conjunto infinito acotado tiene, por
lo menos, un punto límite. Si P(n+k) no tiene elementos, entonces el conjunto del cual
es el conjunto derivado no tiene punto límite, y, por lo tanto, según el T. B. W. él
mismo tiene que ser finito, y ahora por el T. V. E. su número de elementos debe
tomar en algún punto su propio valor mínimo de o elementos, y en ese mismo punto
el conjunto del cual este es el conjunto derivado resulta que debe ser finito, y así
sucesivamente hacia atrás pasando por los P(n+k) y Pn y P(n−1) y P’…, lo cual
significa —simplificando mucho— que en algún momento puede demostrarse que las
dos series trigonométricas representativas se confunden en una sola serie,
estableciendo la unicidad.
Sin embargo, recordará de los §5e y 6e, que para funcionar al 100% en todos los
casos el teorema de los valores extremos requiere una teoría de los números reales, y
que la versión weierstrassiana de tal teoría era (como Cantor mismo demostró) muy
precaria. Esta es una razón por la que la demostración de Cantor de 1872 necesita su
propia teoría de los números reales. La segunda razón, relacionada con la primera, es
que para usar el teorema de Bolzano-Weierstrass más general para construir su teoría
de conjuntos derivados y especies, Cantor necesita reconciliar las propiedades
geométricas de los puntos en el continuo de una recta —en el sentido de conceptos
como «punto límite», «intervalo», etc.— con el continuo aritmético de los números
reales, ya que, por supuesto, las entidades involucradas en el análisis son en realidad

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números y no puntos.[7.15]
Si observamos que los conjuntos derivados de Cantor se parecen a la idea general
de un subconjunto y que el hecho de que el valor mínimo del número de elementos de
P(n+k) = 0 es esencialmente lo mismo que la definición del conjunto vacío, es posible
distinguir las semillas de lo que ahora se conoce como teoría de conjuntos[7.16] en la
demostración de la unicidad de Cantor. Los conjuntos derivados, el continuo de la
recta real/continuo de los números reales y el teorema de unicidad son también los
«progenitores» de las matemáticas transfinitas de Cantor, aunque de un montón de
maneras bastante complicadas. Acabamos de ver que el P'' del teorema de unicidad
requiere que n sea finito, es decir, que Cantor usa solo iteraciones finitas del proceso
conjunto-derivado-del-conjunto-derivado en su demostración. Sin embargo, como ya
hay tantos conjuntos infinitos flotando alrededor de la demostración (por ejemplo: el
P original es infinito, y todos los P' y P'' y así hasta P(n−1) pueden ser infinitos, y por
supuesto las series trigonométricas relevantes son series infinitas, sin olvidar que los
puntos límite involucran un número infinito de puntos intraintervalo, y que dichos
intervalos pueden ser, ellos mismos, infinitesimalmente pequeños), no debería
sorprendernos que Cantor empiece a considerar más de cerca las características de sus
conjuntos derivados bajo infinitas iteraciones (descaradamente extractado de Lavine,
págs. 40-41).
En concreto, Cantor empieza a preguntarse si la infinitud de un conjunto derivado
de segunda especie infinitamente iterado P∞ podría diferir de la infinitud del
conjunto de primera especie finitamente iterado o excederla de algún modo. Más
específicamente aún, se da cuenta del gran parecido de esas cuestiones con aquella
otra acerca de las relativas infinitudes de los números racionales de la R. N. y de los
números reales de la R. R. Esta última cuestión concierne al problema discutido hace
mucho en §2c. A saber: mientras que los números racionales son a la vez infinitos e
infinitamente densos, no son continuos (es decir, la recta numérica está plagada de
huecos), mientras que, por supuesto, tanto Dedekind como Cantor ahora han
demostrado la continuidad del conjunto de todos los números reales tal como se
esquematizan en la R. R. Así, a Cantor —quien para el T. U. ya ha desarrollado
técnicas para examinar tanto los números reales como los racionales y las
propiedades de los conjuntos infinitos— le parece natural[7.17] preguntarse si el
conjunto infinito de todos los números reales es, en cierto modo, mayor que el
conjunto infinito de todos los números racionales. Pero ¿qué significaría aquí
«mayor»? Y lo mismo para «exceder» en la anterior cuestión acerca de P∞ y P(n−1),
es decir, ¿cómo se pueden describir y explicar matemáticamente los tamaños
comparativos de diferentes ∞? Llegados a este punto, en las inmortales palabras de
Gleason…

INTERPOLACIÓN ADMINISTRATIVA

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Ahora hay un par de cuestiones de procedimiento que deben abordarse. Varios
volúmenes muy eruditos están enteramente dedicados a los logros de Cantor.[7.18]
Puede usted asistir a un curso de dos trimestres de teoría de conjuntos en un
departamento de Lógica, Matemáticas, Filosofía o Informática Teórica[7.19] y, aun así,
solo habrá rascado el barniz. Históricamente, las teorías y demostraciones transfinitas
de Cantor se extienden a lo largo de veinte años[7.20] y docenas de diferentes
artículos, a menudo con refinamientos sucesivos y rectificaciones a materiales
anteriores, de modo que a veces hay más de una versión de la misma demostración.
Está claro que aquí va a ser imposible desarrollar completamente las matemáticas
transfinitas o hacer verdadera justicia a su evolución en las publicaciones de
Cantor.[7.21] Por otro lado, hay ciertos libros populares recientes que dan
explicaciones tan superficiales y reduccionistas de las demostraciones de Cantor
(explicaciones que, como se ha mencionado, suelen estar subordinadas a una
narrativa prometeica más amplia acerca de los problemas psíquicos de Cantor o su
supuesta afiliación mística) que las matemáticas quedan distorsionadas y su belleza
oscurecida, y obviamente tampoco queremos hacer esto.
Así que el Alto Mando decide: el compromiso de aquí en adelante será sacrificar
el orden cronológico y cierta meticulosidad en el desarrollo a favor de la
meticulosidad conceptual y la cohesión; es decir, presentar los conceptos, teoremas y
demostraciones de Cantor de un modo que subraye sus relaciones entre ellos y con las
matemáticas per se. Esto implicará no solo omitir algunas cosas, sino a menudo no
decir que se están omitiendo, o que a veces hay varias versiones diferentes de una
demostración dada y solo se explica la mejor, o cuáles son las fechas exactas y los
títulos, traducidos o no, de todos los artículos relevantes,[7.22] etc. También implica
cierto glosario de emergencia III especial de teoría de conjuntos, aunque este G. E.
tendrá que administrarse gradualmente e in situ porque parte del material es
simplemente demasiado abstracto para introducirlo de entrada sin contexto.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN ADMINISTRATIVA

§7b.

Como debería ser evidente, algunas ideas muy importantes relacionadas con el ∞
salen de la demostración del T. U. general. Una de ellas concierne a los tamaños
relativos del conjunto de todos los números racionales y del conjunto de todos los
números reales. Otra es si la continuidad de la recta real está relacionada de algún
modo con el tamaño/composición de este último. Y otra idea es el concepto de
número transfinito, el cual Cantor obtiene a partir de las mismas consideraciones que

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le llevaron a distinguir conjuntos infinitos de primera y de segunda especie en la
demostración de 1872.
Para ver cómo Cantor concibe y genera sus números transfinitos, en primer lugar
necesitamos asegurarnos de que algunos términos de teoría de conjuntos que
probablemente vio en la escuela están claros por lo menos al nivel de un G. E.[7.23] A
saber: el conjunto A es un subconjunto del conjunto B si y solo si no hay ningún
elemento de A que no sea elemento de B. La unión de dos conjuntos A y B es el
conjunto de todos los elementos de A y todos los elementos de B, mientras que la
intersección de A y B es el conjunto de solo aquellos elementos de A que también son
elementos de B. La unión y la intersección se representan normalmente mediante ∪ y
∩, respectivamente. Por último, el conjunto vacío de toda la vida, cuyo símbolo
habitual es ∅, es un conjunto sin elementos. Y sepa que, en virtud de lo que a primera
vista parece solo una rareza de la definición de subconjunto, en cualquier
circunstancia todo conjunto siempre tendrá ∅ como subconjunto. Fin del primer
fragmento in situ del G. E. III. Además, ahora debe usted recordar lo de los conjuntos
de puntos de primera y segunda especie del anterior §. En realidad también hay
algunos tecnicismos relacionados con los criterios para distinguir conjuntos «densos»
y «densos en cualquier punto» que estamos omitiendo, pero esencialmente el modo
en que Cantor concibe y genera los números transfinitos es este:[7.24]
Supongamos que P es un conjunto de puntos infinito de segunda especie. Cantor
demuestra que el primer conjunto derivado, P', puede «descomponerse»[7.25] en la
unión de dos subconjuntos diferentes, Q y R, donde Q es el conjunto de todos los
puntos pertenecientes a conjuntos derivados de P' de primera especie, y R es el
conjunto de los puntos que pertenecen a todo conjunto derivado de es decir, R es el
conjunto de aquellos puntos que todos los conjuntos derivados de P' tienen en común.
Por qué no detenerse un segundo y leer esa última frase de nuevo.[7.26] R es la parte
importante, y es en realidad como Cantor define por primera vez la «intersección» de
conjuntos, aquí mediante la sucesión infinita de conjuntos derivados P', P'', P''', …
(siendo la sucesión infinita porque P es un conjunto de segunda especie). A diferencia
de nuestro ∩, el símbolo de Cantor para la intersección es un extraño ultracursivo.
(De nuevo, no vamos a hacerlo todo con tanto detalle). Así, la definición oficial de R
es: R = (P' P'', P''', …), que, junto a la definición de «conjunto de segunda
especie», permite decir que las siguientes dos afirmaciones son ciertas:

(1) R = (P(2), P(3), P(4), P(5), …)…

(2) R = (P(n), P(n+1), P(n+2), P(n+3), …). [7.27]

MINIINTERPOLACIÓN INCRUSTADA

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Las afirmaciones (1) y (2) juntas constituyen en realidad un tipo de demostración,
tan famosa como la reducción al absurdo. Esta se llama inducción matemática. Para
demostrar algún enunciado Cn para todos (n = ∞) los casos mediante inducción
matemática, primero (a) se demuestra que C1 es cierto en el primer caso n = 1, luego
(b) se supone que Ck es cierto en los primeros k casos (usted no sabe qué número es k,
pero a partir del paso (a) sabe que existe: por lo menos es 1), y entonces (c) se
demuestra que Ck+1 es cierto en los primeros (k + 1) casos. Por extraño que parezca,
los pasos (a)-(c) nos aseguran que Cn será cierto independientemente del valor de n,
es decir, que C es un auténtico teorema.
FIN DE LA MINIINTERPOLACIÓN

Lo que las afirmaciones (1) y (2) de Cantor le permiten hacer es definir R,


obtenido a partir de P, como: R = P∞; es decir, R es el ∞-ésimo conjunto derivado de
P. Y como (otra vez) P es un conjunto de segunda especie, no hay ninguna
posibilidad de que P∞ = ∅, lo cual significa que el propio P∞ dará el conjunto
derivado P∞+1, este último dará el conjunto derivado P∞+2, y así sucesivamente, solo
que aquí «y así sucesivamente» significa que podemos seguir generando conjuntos
v v−1
derivados infinitos de la forma abstracta[7.28] p(n0∞ + n1∞ + … + nv). Y como la n y la
v de esta fórmula son variables, Cantor puede construir la siguiente sucesión infinita
∞ ∞+1 ∞+n n∞ ∞n ∞∞
de conjuntos infinitos: P(n∞ ), P(∞ ), P(∞ ), P(∞ ), P(∞ ), P(∞ ), … De esta
sucesión dice: «Vemos aquí una generación dialéctica de conceptos, que lleva más y
más lejos, y así se mantiene necesaria en sí misma y libre de arbitrariedades»…
(Cantor, Gessamelte Abhandlungen, pág. 148, traducción extractada de Grattan-
Guinness, From Calc to S.T., pág. 191) mediante lo cual quiere decir que dichos
«conceptos» son entes matemáticos reales —números transfinitos— rigurosamente
establecidos por el teorema de Bolzano-Weierstrass, las propias definiciones de
Cantor de «número real», «conjunto derivado» e «intersección», y la inducción
matemática.
Si objeta usted (como hicimos algunos de nosotros al doctor Goris) que los
números transfinitos de Cantor no son realmente números en absoluto sino más bien
∞+n
conjuntos, entonces dese cuenta de que, por ejemplo, «P(∞ )» es realmente un
símbolo del número de elementos de un conjunto dado, del mismo modo en que «3»
es un símbolo del número de elementos del conjunto {1, 2, 3}. Y como los
transfinitos son demostrablemente distintos e, igual que los enteros, forman una
sucesión ordenada infinita,[7.29] son realmente números, simbolizables (por ahora)
mediante el bien conocido sistema de Cantor de los alephs o ℵ.[7.30] Y, como
verdaderos números, los transfinitos resulta que están sujetos a los mismos tipos de
relaciones y operaciones aritméticas que los números normales, aunque, tal como

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ocurre con el 0, las reglas de dichas operaciones son muy diferentes en el caso de los
ℵs y tienen que establecerse y demostrarse independientemente.
[SEI No haremos mucho con ellos, pero si tiene usted curiosidad, aquí están
algunos de los teoremas estándar para la suma, la multiplicación y la exponenciación
de números transfinitos, todos obtenidos o sugeridos por Cantor. (Observe, por favor,
que las sumas y/o los productos de una cantidad infinita de términos no tienen nada
que ver con las sumas/límites de series infinitas en el análisis, series ahora
consideradas, pos-Cantor, cuasi-infinitas). Supongamos que n es cualquier entero
finito, y que tenemos dos números transfinitos distintos, designados por ℵ0 y ℵ1,
siendo ℵ1 > ℵ0,[7.31] en cuyo caso las siguientes afirmaciones son todas verdaderas:

(1) 1 + 2 + 3 + 4 + … + n + … = ℵ0
(2) ℵ0 + n = ℵ0

(3) ℵ0 × n = ℵ0

(4) ℵ0 + ℵ0 + ℵ0 + … = ℵ0 × ℵ0 = (ℵ0)2 = ℵ0

(5) ℵ1 + n = ℵ1 + ℵ0 = ℵ1
(6) ℵ1 × n = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1

(7) ℵ1 + ℵ1 + ℵ1 + … = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1

(8) ℵ1 × ℵ1 = (ℵ1)2 = (ℵ1)n = (ℵ1)ℵ0 = ℵ1 (semiextractado de Edwards, ν. 7,


pág. 422)

Ν. Β. La sustracción y la división solo son posibles en ciertos casos híbridos, por


ejemplo, para un n finito, ℵ0 − n = ℵ0; = ℵ0, no entre los transfinitos per se. [De
nuevo, esto no es muy diferente de lo que ocurre con la aritmética del 0]. Observe
también que el caso de los exponentes transfinitos como 2ℵ0, 2ℵ1, etc., es especial y se
discute en detalle más adelante. FIN DE SEI).
En caso de que se esté preguntando qué tiene que ver todo esto con las otras
grandes cuestiones relacionadas con el ∞, concretamente los infinitos comparativos
de los números racionales y los números reales, y el papel de los irracionales en la
continuidad de la recta real, sepa que uno de los argumentos favoritos de Cantor a
favor de la realidad de los números transfinitos[7.32] es su similitud
matemática/metafísica con los irracionales, los cuales ya han sido definidos con éxito
por Dedekind en términos de conjuntos infinitos. Como dice Cantor:

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Los propios números transfinitos son en cierto sentido nuevos irracionales, y
de hecho pienso que la mejor manera de definir los números irracionales
finitos es enteramente similar;[7.33] podría incluso decir que en principio es lo
mismo que mi método para introducir los números transfinitos. Uno puede
aseverar absolutamente: los números transfinitos tienen la misma
aceptabilidad que los números irracionales finitos; son parecidos en su
naturaleza más intrínseca; pues tanto los unos como los otros son formas
definidas y delineadas o modificaciones del infinito real (Cantor, Gessamelte
Ab., págs. 395-396, traducción extractada de Dauben, GC, pág. 128, editado.
Todas las cursivas sic).

Lo que resulta interesante es que esta declaración clara e inequívoca aparece en el


mismo «Contribuciones al estudio de los transfinitos» donde hace mucho, en §3a,
vimos que Cantor citaba a santo Tomás de Aquino y le atribuía la objeción a los
números infinitos en cuanto conjuntos infinitos. Sin embargo, el argumento n.º 1 del
propio Cantor a favor de los números transfinitos —un argumento repetido en varias
formas desde 1874 hasta finales de la década de 1890— es que «su existencia se
confirma directamente mediante la abstracción a partir de la existencia de conjuntos
infinitos» (Cantor resumido por Dauben, GC, pág. 127).[7.34] Así, el objetivo
fundamental del trabajo de Cantor entre 1874 y 1884 es desarrollar una teoría
coherente y consistente de los conjuntos infinitos, y observe, por favor, el plural
«conjuntos», porque para que tal teoría no sea trivial tiene que haber más de un tipo
de conjunto (en el sentido de tipo matemático, que se refiere básicamente al tamaño)
[7.35] y algún conjunto de reglas para evaluarlos y compararlos.

§7c.

Esto obviamente se confunde con la cuestión de si la continuidad de la recta real


significa que el conjunto infinito de todos los números reales es de algún modo > el
conjunto infinito de todos los números racionales. Para abreviar una historia muy
larga, el trabajo de Cantor en este problema avanza más o menos simultáneamente a
su desarrollo del material acerca de los conjuntos derivados y los números
transfinitos.[7.36]
Veamos. Al intentar hallar algún modo de comparar los tamaños de dos conjuntos
que son ambos infinitamente grandes, Cantor da con el mismo concepto que ahora se
utiliza en la escuela para definir la igualdad entre dos conjuntos, concretamente la
correspondencia uno a uno, o «C1-1». (En realidad «da con» no es muy correcto,
pues hemos visto tanto a Galileo como a Bolzano usar la correspondencia uno a uno

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para establecer sus respectivas paradojas; aunque tras la teoría de Cantor ya no serían
paradojas). La correspondencia uno a uno es, como puede que usted ya sepa, el modo
de establecer si dos colecciones son iguales sin necesidad de contarlas. Los libros de
texto usan todo tipo de diferentes situaciones para ilustrar cómo funciona el
emparejamiento C1-1, por ejemplo, los dedos en su mano derecha y de su mano
izquierda, el número de asistentes y de asientos en un teatro lleno, los platillos y las
tazas de café de un restaurante. El doctor Goris tenía su propia analogía (hecha
claramente a medida de su audiencia), que incluía el número de chicos y de chicas en
un baile. Todos buscan pareja para bailar y la cuestión es si alguien se queda solo y
afligido, de pie, apoyado en la pared. Ya coge la idea. Un par de definiciones
formales: hay una correspondencia uno a uno entre los conjuntos A y B si y solo si
existe un método (que, desde un punto de vista técnico, no necesariamente tenemos
que conocer explícitamente) para emparejar los elementos de A con los elementos de
B de modo que cada elemento de A esté emparejado con exactamente un elemento de
B, y viceversa. Entonces, por definición, los conjuntos A y B tienen el mismo número
cardinal (o cardinalidad) si y solo si hay realmente una C1-1 entre ellos.[7.37]
Ahora, para la siguiente definición recuerde, por favor, cómo Galileo generó su
epónima paradoja en §1d. También ayudaría recordar la definición formal de
subconjunto del § anterior. Un conjunto A es un subconjunto propio de B si y solo si
A es un subconjunto de B y existe por lo menos un elemento de B que no es elemento
de A.[7.38] Así, por definición, todo conjunto es subconjunto de sí mismo, pero ningún
conjunto es subconjunto propio de sí mismo. ¿Tiene sentido? Debería tenerlo, por lo
menos para conjuntos con un número finito de elementos.
Pero lo que Georg Cantor postula como característica formal definitoria de un
conjunto infinito es que tal conjunto se pueda poner en C1-1 con al menos uno de sus
subconjuntos propios. Lo que equivale a decir que un conjunto infinito puede tener el
mismo número cardinal que un subconjunto propio suyo, como en el caso descrito
por Galileo del conjunto infinito de todos los enteros positivos y el conjunto de todos
los cuadrados perfectos, el cual es subconjunto propio de aquel y también un conjunto
infinito.
Esta característica hace que toda la idea de comparar los «tamaños» de conjuntos
infinitos parezca muy rara, pues, por definición, un conjunto infinito puede tener el
mismo tamaño (o cardinalidad) que un conjunto que por definición es más pequeño.
Lo que Cantor hace aquí[7.39] es tomar otro ingrediente distinto de la paradoja de
Galileo y convertirlo en una herramienta extremadamente poderosa e importante para
comparar conjuntos de tipo ∞. Este es, si quiere seguir la pista, su primer golpe de
increíble, escalofriante genio, aunque al principio pueda no parecer gran cosa. Es la
idea de correspondencia uno a uno con el conjunto de todos los enteros positivos, o
sea {1, 2, 3, …}. La razón por la que esto es crítico es que el conjunto de todos los
enteros positivos puede, en principio, ser contado,[7.40] o sea que es posible decir

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«Aquí está el primer elemento 1, y el siguiente es 2, y …», etc., aunque en la práctica
el proceso nunca termine. En todo caso, de aquí el concepto de Cantor de
numerabilidad: un conjunto infinito A es numerable si y solo si hay una C1-1 entre A
y el conjunto de todos los enteros positivos.[7.41]
El conjunto de todos los enteros positivos también establece una especie de
número cardinal base para conjuntos infinitos. Es la cardinalidad de este conjunto lo
que Cantor simboliza con su famoso «ℵ0».[7.42] La idea es que las cardinalidades de
otros conjuntos infinitos se pueden evaluar mediante ese cardinal base, es decir, se
pueden comparar con ℵ0 viendo si se pueden poner en correspondencia uno a uno con
los enteros positivos. Aquí está un ejemplo (no es de Cantor per se, pero es un buen
precalentamiento):
Considérese si el conjunto C de todos los enteros positivos y el conjunto D de
todos los enteros (incluyendo el 0 y los negativos) tienen la misma cardinalidad. El
problema es que hay una diferencia crucial entre estos dos conjuntos: C tiene un
primerísimo elemento (es decir, uno más pequeño que todos los demás),
concretamente 1, mientras que D (que es básicamente el conjunto {…, −n, …, 0, …,
n, …}) no lo tiene. E inicialmente es difícil ver cómo podemos comprobar si hay una
C1-1 entre dos conjuntos si uno de ellos no tiene un primer elemento.
Afortunadamente, de lo que estamos hablando aquí es de la cardinalidad, la cual no
tiene nada que ver con el orden específico de los elementos del conjunto.[7.43] Así que
podemos jugar un poco con el orden del conjunto D de tal modo que a pesar de no
tener un elemento mínimo sí tenga un primer elemento, pongamos por caso el o. Y
este pequeño juego nos permite establecer, y representar esquemáticamente, una
perfecta correspondencia C1-1

(Bunch, pág. 115, sustancialmente editado) que demuestra que C y D tienen la misma
cardinalidad. Observe que a pesar de que nunca pueda finalizarse literalmente el
proceso de emparejamiento con conjuntos infinitos, mientras se pueda establecer un
procedimiento para una correspondencia uno a uno que funcione para los casos
primeros, n-ésimo y (n + 1)-ésimo, se habrá demostrado por inducción matemática
que la correspondencia funcionará en toda la extensión de ambos conjuntos. En el
ejemplo anterior hemos demostrado que el conjunto de todos los enteros es
numerable aunque sea imposible contar la totalidad de sus elementos.[7.44] El método
de demostración es © Cantor, y lo importante que debe verse es que una vez más es
capaz de tomar una característica implícita de algo, aquí la capacidad de la inducción
matemática para abstraer un ∞ de posibles casos a partir de un número finito de

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resultados, y hacerla explícita, rigurosamente aplicable a conjuntos infinitos.
Entonces, ahora está claro cómo Cantor puede hacer una comparación de tamaños
de los conjuntos infinitos de todos los números racionales y de todos los números
reales:[7.45] puede mirar si uno de ellos es numerable, o si lo son ambos. Lo que sigue
es una serie de demostraciones muy famosas, la mayoría desarrolladas en la
correspondencia con Richard Dedekind, publicadas en la década de 1870, y luego
revisadas y ampliadas a principios de la década de 1890. Primero los racionales.[7.46]
Cuando se considera la densidad infinita que Zenón había explotado meramente en
los racionales geométricos entre 0 y 1, parece como si el conjunto de todos los
números racionales jamás pudiera ser numerado. No solo carece de un elemento
mínimo, sino que ni siquiera hay un siguiente elemento tras ningún racional dado
(algo de lo que hemos visto dos demostraciones distintas). Sin embargo, de lo que se
da cuenta Cantor es de que ignorando las «relaciones de magnitud» (extractada de
Courant y Robbins, pág. 79) entre miembros sucesivos, en realidad podemos disponer
el conjunto de todos los racionales en una fila, algo así como la fila de todos los
enteros positivos, y en esa fila habrá un primer elemento r1, un segundo elemento r2,
y así sucesivamente. Resulta que el término técnico que denota esto, colocar un
conjunto en fila de ese modo, es dar una numeración del conjunto, y la fila misma se
llama la numeración del conjunto, en el sentido de que aquí la construcción válida de
una fila ordenada constituirá una demostración de que el conjunto de todos los
racionales realmente es numerable (es decir, que se puede poner en C1-1 con el
conjunto de todos los enteros, y, por lo tanto, tiene la misma cardinalidad que este).
La construcción de Cantor, a veces llamada incorrectamente su «demostración en
diagonal»,[7.47] funciona más o menos así:
Como vimos en §6c, todos los números racionales se pueden escribir como el
cociente de dos enteros . Así que creamos una tabla 2D de esos , donde la fila
horizontal superior contiene todos los racionales de la forma (es decir, los enteros),

y la primera columna vertical contiene todos los racionales de la forma , y un

racional dado estará situado en la q-ésima fila y la p-ésima columna, del siguiente
modo:

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Está claro que una tabla 2D no es lo mismo que la sucesión/fila única y ordenada
de una verdadera numeración, pero Cantor se las ingenia para hallar un orden en los
racionales de la tabla mediante una única línea continua en zigzag, del siguiente
modo: empiece en 1 y vaya una posición hacia el este hasta 2; luego en diagonal
hacia el sudoeste hasta ; luego, hacia el sur hasta ; luego, otra vez en diagonal hacia
el nordeste a la primera fila de nuevo hasta 3; luego, al este hasta 4; luego, al sudoeste
todo el camino hasta ; al sur hasta ; nordeste hasta 5, y así sucesivamente, como en:

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Los puntos en la línea anterior formarán la secuencia 1, 2, , , , 3, 4, , , , ,

, , , 5, 6, , , , , , , , …, de la que podemos eliminar con legitimidad todos los


cocientes donde p y q tienen un factor común, de modo que cada número racional
diferente aparezca solo una vez en su forma más básica. Este proceso de
eliminación/reducción entonces da la sucesión lineal 1, 2, , 3, 4, , , , , 5, 6, , ,

, , , , …, , …, , sucesión que constituye la fila ordenada necesaria para la


numeración,[7.48] lo cual significa que el conjunto de todos los racionales es, en
efecto, numerable y, por lo tanto, tiene la misma cardinalidad que el conjunto de los
enteros, o sea, el bueno y viejo ℵ0.
La verdadera demostración en diagonal aparece en la respuesta de Cantor a la
cuestión de si el conjunto de todos los números reales es > el conjunto de todos los
racionales. Ahora debería ser obvio que la demostración de Cantor involucrará la
numerabilidad de los números reales, es decir, si los reales son numerables, entonces
su cardinalidad = la de los racionales, y si no lo son, entonces los reales son > los
racionales. A grandes rasgos, la demostración es una reducción al absurdo, y su
método de diagonalización se considera ahora como una de las técnicas de
demostración más importantes en toda la teoría de conjuntos. Aquí deben observarse
dos cuestiones preliminares. (1) La primera demostración de Cantor, en 1873-1874 y

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con influencia de Dedekind, de la no numerabilidad de los reales involucraba límites
de sucesiones respecto a «intervalos anidados» en la recta real y resultaba
enormemente compleja. Las demostraciones que estamos haciendo aquí son las
versiones revisadas de Cantor, de hacia 1890: son a la vez más simples y más
significativas que la primera. (2) Observe una vez más en la siguiente explicación
cómo Cantor usa la forma decimal de los números reales y explota el hecho, visto en
§2c, de que 0,999… = 1 para representar no solo los irracionales sino todos los
números reales como decimales que no terminan nunca: por ejemplo, como en
0,5 = 0,4999…, 13,1 = 13,0999…, etc. Esta estrategia (que en realidad sugirió
Dedekind) asegura que hay solo una representación lícita de cada decimal; enseguida
veremos por qué Cantor necesita disponer los números reales de ese modo.
Veamos la demostración. Como es una reducción al absurdo, empezamos
suponiendo que el conjunto de todos los números reales es, de hecho, numerable; es
decir, que se puede disponer como una sucesión o fila ordenada.[7.49] Esta sucesión
consistirá en una tabla infinita de decimales infinitos, de la cual podemos mostrar por
lo menos el principio del siguiente modo:

1.º Real = X1, a1a2a3a4a5a6a7…


2.º Real = X2, b1b2b3b4b5b6b7…
3.º Real = X3, c1c2c3c4c5c6c7…
4.º Real = X4, d1d2d3d4dsd6d7…
5.º Real = X5, e1e2e3e4e5e6e7…
6.º Real = X6, f1f2f3f4f5f6f7…

Y así sucesivamente…

En esta tabla, las X denotan cualesquiera partes enteras anteriores a las comas
decimales, y las a, b, etc., representan las infinitas sucesiones de dígitos tras las
comas decimales. Y la suposición de la demostración es que la versión infinita de tal
tabla será exhaustiva de todos los números reales. Esto significa que la contradicción
deseada para conseguir la reducción al absurdo requiere demostrar que dicha tabla en
realidad no agota el conjunto de todos los reales, lo cual requiere hallar un número
real que no esté —no pueda estar— en la tabla.
Lo que la demostración en diagonal de Cantor hace es generar justamente tal
número, al que podemos llamar R. La demostración es a la vez ingeniosa y bella: una
total confirmación de la presencia del arte en las matemáticas puras. En primer lugar,
eche otro vistazo a la tabla. Podemos dejar que la parte entera de R sea cualquier X
que queramos, no tiene importancia. Pero ahora mire la primerísima fila de la tabla.
Vamos a asegurarnos de que la primera cifra decimal de R, a, es diferente a la a1 de la

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tabla. Es fácil hacerlo incluso sin saber qué número particular es a1: especifiquemos
que a = (a1 − 1) a menos que a1 resulte ser 0, en cuyo caso a = 9. Ahora mire la
segunda fila de la tabla, porque vamos a hacer lo mismo con la segunda cifra de R, o
sea b: b = (b2 − 1), o b = 9 si b2 = 0. Así es como funciona. Seguimos el mismo
procedimiento con la tercera cifra de R, c, y la cifra c3 de la tabla, con d y d4, con e y
e5, y así sucesivamente, ad infinitum. Aunque no podemos construir R en su totalidad
(del mismo modo que no podemos finalizar toda la tabla infinita), aún podemos ver
que este número real R = X,abcdefghi… va a ser demostrablemente diferente de
cualquier número real de la tabla. Diferirá del 1.er número real en su primera cifra
decimal, del 2.0 número real en su segunda cifra decimal, del 3.er número real en su
tercera cifra… y, dado el método diagonal,[7.50] diferirá del n-ésimo número real de la
tabla en su n-ésima cifra. Ergo R no está —no puede estar— incluido en la tabla
infinita anterior; ergo, la tabla infinita no es exhaustiva de todos los números reales;
ergo (por las reglas de la reducción al absurdo), la suposición inicial es rebatida y el
conjunto de todos los números reales no es numerable, es decir, no se puede poner en
C1-1 con el conjunto de los enteros. Y como el conjunto de todos los números
racionales sí se puede poner en C1-1 con los enteros, la cardinalidad del conjunto de
todos los reales tiene que ser mayor que la cardinalidad del conjunto de todos los
racionales. Q. E. D.*

*INTERPOLACIÓN RÁPIDA DE BOSQUE Y ÁRBOL

Demos un paso atrás y reflexionemos solo por un segundo acerca de lo


estratosféricamente abstracto que es todo esto. Y de por qué la teoría de conjuntos, de
la que se puede decir que es la parte más fundamental de las matemáticas modernas,
es también la más alucinante. La teoría de conjuntos es 100% trivial mientras
tratemos con conjuntos finitos, porque todas las relaciones entre dichos conjuntos se
pueden determinar de manera empírica, basta contar sus elementos. En la teoría de
conjuntos de números reales, estamos tratando con agregados abstractos de entes
abstractos tan numerosos que jamás podrán ser contados ni completados ni
comprendidos siquiera… y, sin embargo, estamos demostrando, deductivamente y,
por lo tanto, de forma definitiva, verdades sobre la disposición y las relaciones de
tales cosas. En el fragor de todas estas demostraciones y explicaciones, es fácil perder
de vista la absoluta rareza de los conjuntos infinitos, una rareza que no queda para
nada disminuida por el hecho de que Cantor y Dedekind demostraran que esos ∞
yacen en la misma raíz de las matemáticas y son necesarios para tratar algo tan básico
como una recta. A propósito de dicha rareza, he aquí una bonita cita de los filósofos
Benacerraf y Putnam:

Están los conjuntos; bellos, perennes, multitudinarios, intrincadamente

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conectados. No trabajan ni hilan. Ni tampoco, y ahí está el problema,
interaccionan con nosotros de ningún modo. Así que, ¿cómo se supone que
debemos tener acceso epistemológico a ellos? Responder: «por intuición», es
difícilmente satisfactorio. Necesitamos alguna explicación de cómo podemos
tener conocimiento de esas criaturas (Benacerraf y Putnam, pág. 410).

y una del duro intuicionista Jules-Henri Poincaré:

Una realidad completamente independiente del espíritu que la concibe, la ve,


o la siente, es una imposibilidad. Un mundo tan externo como este, incluso si
existiera, nos sería inaccesible para siempre (Poincaré extractado por Barrow,
pág. 276).

y una refutación bastante deliciosa del platonista Kurt Gödel:

A pesar de su remota lejanía de la experiencia de los sentidos, tenemos algo


parecido a una percepción también de los objetos de la teoría de conjuntos,
como se ve por el hecho de que los axiomas nos obligan a reconocerlos como
ciertos. No veo ninguna razón por la que deberíamos tener menos confianza
en este tipo de percepción, es decir, en la intuición matemática, que en la
percepción sensorial, la cual nos induce a construir teorías físicas y a esperar
que las percepciones sensoriales futuras se ajusten a ellas… (Gödel, «What is
Cantor’s Continuum Problem?», pág. 270).

FIN DE LA INTERPOLACIÓN Y REGRESO A §7C EN EL PÁRRAFO DE LA PÁG. 236 CON ASTERISCO


AL FINAL

Algunas cosas más respecto a esas dos primeras demostraciones. (1) Como el
número cardinal de los conjuntos numerables es ℵ0, parece como si tuviera sentido
denotar la cardinalidad del conjunto de todos los números reales mediante «ℵ1», pero,
por complicadas razones, Cantor llama al cardinal de este conjunto c, o también «la
potencia del continuo», pues resulta ser la no numerabilidad de los reales lo que
explica la continuidad de la recta real. Lo que esto significa es que la infinidad de
puntos involucrados en la continuidad es mayor que la infinidad de puntos
comprendidos por cualquier tipo de sucesión discreta, incluso una infinitamente
densa. (2) Mediante su demostración en diagonal de que c > ℵ0, Cantor ha logrado
caracterizar la continuidad aritmética íntegramente en términos de orden, conjuntos,
numerabilidad, etc. Es decir, la ha caracterizado 100% de manera abstracta, sin
referencia alguna a tiempo, movimiento, calles, narices, quesos, o cualquier otra
característica del mundo físico, y por este motivo Russell le atribuye el haber

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«resuelto definitivamente» los profundos problemas tras la dicotomía.[7.51] (3) La D.
en D. también explica, respecto a la demostración del doctor Goris que vimos en §2e,
por qué habrá siempre más números reales que pañuelos rojos. Y nos ayuda a
entender por qué los números racionales en definitiva ocupan un espacio o en la recta
real,[7.52] pues son obviamente los números irracionales los que hacen que el conjunto
de todos los números reales sea no numerable. (4) Una ampliación de la demostración
de Cantor ayuda a confirmar la demostración de Joseph Liouville, en 1851, de que
hay un número infinito de irracionales trascendentales en cualquier intervalo de la
recta real. (Esto es bastante interesante. Recordará de la nota 15 de §3a que de los dos
tipos de irracionales, los transcendentes, como π y e, son los que no pueden ser raíces
de polinomios con coeficientes enteros. La demostración de Cantor de que el ∞ de
los reales sobrepasa al de los racionales se puede modificar para demostrar que son en
realidad los irracionales trascendentes los que son no numerables y que el conjunto de
todos los irracionales algebraicos tiene la misma cardinalidad que los racionales,[7.53]
lo cual establece que, en definitiva, son los reales-irracionales-trascendentes los que
explican la continuidad de la R. R.). (5) Dado que la D. en D. es una demostración
por reducción al absurdo y que sus cantidades no se pueden construir de ningún
modo, no debería sorprendernos que al profesor Leopold Kronecker y a otros proto-
constructivistas no les gustara en absoluto (más respecto a esto en un par de §). Según
todos los testigos, la campaña pública de Kronecker contra Cantor empezó en serio
con los artículos acerca de c.

§7d.

Matemáticamente, es probable que pueda usted ver cuál es el siguiente movimiento


importante de Cantor. Una vez demostrado mediante c que hay una potencia de ∞
mayor que ℵ0, empieza a buscar conjuntos infinitos cuya cardinalidad podría ser
mayor que c. Su siguiente paso importante (que, como podrá observar, todavía
involucra conjuntos de puntos) es un intento de demostrar que el plano 2D contiene
una infinidad de puntos que es mayor que el c de la recta real 1D, del mismo modo en
que c es mayor que el ℵ0 de la recta numérica. Esta es la demostración acerca de
cuyo resultado final Cantor le escribió la frase célebre a Dedekind «Je le vois, mais
je’n le crois pas» en 1877.[7.54] Se conoce a veces como su demostración de la
dimensión. La idea general es demostrar que los números reales no se pueden poner
en C1-1 con el conjunto de puntos en un espacio n-dimensional, en este caso un
plano, y, por lo tanto, que la cardinalidad del conjunto de puntos del plano es > la
cardinalidad del conjunto de todos los reales. Los casos específicos de la

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demostración son el cuadrado unidad pitagórico de toda la vida y el intervalo [0, 1] de
la recta real. (Recordará de §3 que las P. del I. de Bolzano ya habían sugerido en
1850 que [0, 1] contenía tantos puntos como la recta real, equivalencia que ahora
Cantor demuestra formalmente en su artículo de la dimensión. Como ya hemos visto
una demostración gráfica de la equivalencia en §3c, omitiremos esta demostración
excepto para poner de relieve lo que seguramente puede anticipar: Cantor demuestra
que cualquier tipo de diagonalización que se use para crear un nuevo número real que
sea > 1 puede duplicarse para crear un nuevo número real en [0, 1]).
Para la demostración de la dimensión, la principal del artículo, tiene que
visualizarse de algún modo el cuadrado unidad como una cuadrícula o malla
cartesiana, con coordenadas numéricas correspondientes a todos y cada uno de los
puntos del plano al que pertenece. La estrategia de Cantor es usar la diagonalización
para demostrar que hay números correspondientes a esas coordenadas 2D que no se
pueden hallar en el conjunto de todos los reales. Como resulta claro en sus cartas a
Dedekind, al principio Cantor está seguro de que tales números se pueden generar,
pues todo geómetra desde Riemann había trabajado bajo la suposición de que la
dimensión de cualquier espacio (por ejemplo, 1D, 2D, 3D) estaba determinada de
manera única por el número de coordenadas necesarias para identificar un punto en
dicho espacio (semiextractado de Grattan-Guinness, From Calc to S.T., pág. 188).
Solo que la suposición resulta ser errónea, tal como descubre Cantor en su intento
de construir sucesiones decimales de coordenadas 2D que permitan comparar puntos
del plano con decimales de números reales. Lo peliagudo es, obviamente, que los
puntos del plano se especifican mediante pares de números reales, y los puntos de la
recta, mediante números reales solos, de modo que (con ecos de Pitágoras y Eudoxo)
Cantor tiene que pensar una manera de hacer conmensurables ambos conjuntos de
puntos. Le cuesta tres años imaginar cómo hacerlo. Una vez más, representemos
todos los números relevantes mediante sucesiones infinitas de decimales. Tomemos
cualquier punto (x, y) del cuadrado unidad. Estas coordenadas se pueden escribir así:

x = 0,a1a2a3a4a5a6a7…
y = 0,b1b2b3b4b5b6b7…

las cuales se combinan para dar lugar a la representación decimal única[7.55] del punto
(x, y):

0,a1b1a2b2a3b3a4b4a5b5a6b6a7b7…

Y a este punto le corresponderá claramente un punto z único en el intervalo [0, 1] de


la R. R., concretamente el correspondiente al número real
0,a1b1a2b2a3b3a4b4a5b5a6b6a7b7…[7.56]

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Así, mediante ese mismo procedimiento y por extrapolación directa a partir del
cuadrado unidad y [0, 1], cada punto de un plano 2D se puede poner en C1-1 con un
punto de la R. R., y viceversa. Además, el método (relativamente simple) de Cantor
de combinar las coordenadas en un único número real implica que la misma técnica
general se puede usar para demostrar que un cubo 3D, un hipercubo 4D, o en realidad
el conjunto total de puntos de cualquier figura n-dimensional tiene la misma
cardinalidad que el conjunto de números reales de la R. R., concretamente c. Este es
un resultado extraordinario, y por eso Cantor no quedó decepcionado al no poder
demostrar su premisa original: había descubierto una increíble profundidad y riqueza
en el continuo, y su demostración revelaba (tal como le escribió a Dedekind) «qué
maravillosa potencia albergan los números reales, puesto que uno está en situación de
determinar de manera única, con una sola coordenada, los elementos de un espacio
continuo n-dimensional» (Cantor in Cavaillès, pág. 234. Traducción editada
semiextractada de Dauben, GC, págs. 55-56, sustituyendo la variable «ρ» original de
Cantor por «n»).
El descubrimiento de Cantor de que las rectas, los planos, los cubos y los
politopos[7.57] eran todos equivalentes como conjuntos de puntos llega bastante lejos
a la hora de explicar por qué la teoría de conjuntos constituye un desarrollo tan
revolucionario para las matemáticas: revolucionario en teoría y también en la
práctica. En parte, esto se remonta al problema de conmensurabilidad de los griegos y
la relación ambivalente del cálculo clásico con la geometría. La incomodidad acerca
de utilizar cantidades como x2 y x3 en la misma ecuación (pues los cuadrados
implicaban áreas 2D y los cubos → volúmenes 3D) había persistido durante siglos, y
el énfasis del siglo XIX en el rigor hacía que las ambigüedades geométricas fueran
todavía más indigestas. Para abreviar una larga historia, la teoría de conjuntos
cantoriana ayuda a unificar y a clarificar las matemáticas en el sentido de que todos
los entes matemáticos ahora se pueden entender fundamentalmente como el mismo
tipo de cosa: un conjunto. Además, en las nuevas geometrías no euclidianas,[7.58] el
descubrimiento de Cantor de que todos los conjuntos de puntos geométricos son
transfinitamente equivalentes (es decir, que todos tenían la cardinalidad c) es de gran
importancia, en particular en la idea de dimensión, tal como Cantor le comenta
también a Dedekind:

Esta visión [= la de G. C.] parece opuesta a la que prevalece generalmente, en


particular entre los defensores de la nueva geometría, pues hablan de
dominios infinitos de una, dos, tres,… n dimensiones. A veces uno incluso
encontrará la idea de que la infinidad de puntos de una superficie [2D] se
puede obtener, por así decirlo, elevando al cuadrado la infinidad de puntos de
una recta, y la de un sólido elevándola al cubo (ibíd.).

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No hace falta decir, sin embargo, que nuestras expresiones «desarrollo
revolucionario» y «de gran importancia» son en retrospectiva. Como ya se ha
insinuado claramente, no se dio el caso de que las matemáticas predominantes en la
época se arrodillaran inmediatamente para dar la bienvenida a las demostraciones de
Cantor posteorema de unicidad. Particularmente, en relación a la demostración de la
dimensión, matemáticos de casi todas las tendencias se alinearon para denostarla.
Además de las objeciones generales en §7c, los constructivistas odiaban en especial
la idea de crear, de algún modo, irracionales 1D a partir de combinaciones 2D de
otros irracionales, así como la «correspondencia no continua» que daba la
demostración de la dimensión entre puntos de la recta y puntos del plano.[7.59] Y fue
en realidad el artículo de la demostración de la dimensión[7.60] el primero contra el
que Kronecker intrigó para conseguir que fuera rechazado por una revista en cuyo
comité editorial estaba, algo acerca de lo cual Cantor escribió muchas cartas
descargando su cólera. Pero no eran solo los constructivistas o los fundamentalistas.
Véanse, para poner solo un ejemplo, las siguientes líneas de Paul Du Bois-Reymond,
que no era un kroneckeriano, sino un analista destacado, en la tradición aristotélico-
gaussiana de los ∞ solo potenciales, comentando la demostración de la dimensión:

Parece absolutamente repugnante al sentido común. El hecho simple es que


este es el resultado de un tipo de razonamiento que permite a ficciones
idealistas [= platónicas] asumir el papel de genuinas cantidades aunque no
sean ni siquiera verdaderos límites de representaciones de cantidades (Du
Bois-Reymond, de la traducción al francés de Die allgemeine
Funktiontheorie, fragmentos semiextractados de Kline, pág. 998).[7.61]

§7e.

En todo caso, hasta aquí hemos establecido por lo menos y quizás a lo sumo dos
órdenes distintos de conjuntos infinitos, ℵ0 y c,[7.62] y ahora resulta apropiado
preguntarse qué tienen que ver exactamente esos números cardinales con los números
transfinitos que vimos a Cantor fabricar a partir de R y y lo de los conjuntos
derivados de conjuntos derivados en §7b. Siendo la gran cuestión específica si se
∞ ∞+1
puede demostrar que la sucesión infinita de conjuntos infinitos P(n∞ ), P(∞ ),
∞+n
P(∞ ), etc., corresponde a una jerarquía infinita de números cardinales cada vez
mayores, o si ℵ0 y c son los únicos cardinales infinitos y no hay reales más allá de la
potencia transdimensional del continuo.
El siguiente gran descubrimiento de Cantor es que se puede construir de manera

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válida una sucesión infinita de con juntos infinitos con números cardinales cada vez
mayores sin usar nada más que las propiedades formales de los conjuntos.[7.63]
Dichas propiedades involucran los conceptos de subconjunto y de conjunto potencia,
el segundo de los cuales se define aquí mismo, para algún conjunto A, como
simplemente el conjunto de todos los subconjuntos de A. Es decir, que todo elemento
de P(A) es algún subconjunto de A. Esto resulta ser peor de lo que parece. Todo
conjunto, finito o no, tiene un conjunto potencia,[7.64] pero lo que Cantor es capaz de
demostrar es que incluso si el conjunto A es infinito, su conjunto potencia P(A)
siempre tendrá un número cardinal mayor que A. Más específicamente, puede
demostrar que el número cardinal de P(A) siempre será igual a 2A.[7.65] Y esa cosa de
A → 2a acaba resultando crucial para navegar por lo transfinito, en cuyo reino resulta
que uno en cierto modo salta, como cuánticamente, de una clase de números a la
siguiente, sin nada en medio: 2ℵ0 = ℵ1, 2ℵ1 = ℵ2, y así sucesivamente (en cierto
modo).
Las demostraciones de Cantor acerca del conjunto potencia son extremadamente
intrincadas, y tenemos que prepararnos para ellas de alguna manera. Y como no hay
duda de que para todos nosotros la escuela elemental queda muy lejana, conviene
que, por si no lo hemos dicho antes, explicitemos que la manera formal de designar
un conjunto es poner a sus elementos entre {llaves}, así, y que el simbolismo para
decir que «a es un elemento de A» es «a ∈ A». Recordemos también que
«subconjunto» es por definición más inclusivo que «subconjunto propio», y que entre
los subconjuntos de cualquier conjunto A estarán (1) el mismo A y (2) el conjunto
vacío, simbolizado por «∅» o, a veces, por «{ }».[7.66] Por lo tanto, como cualquier
conjunto tiene por lo menos algunos subconjuntos, se sigue que cualquier conjunto
tiene un conjunto potencia. Para ver de manera informal que el número de elementos
del conjunto potencia de A siempre es igual a 2(Número de elementos de a), sea A el
conjunto de tres elementos {1, 2, 3}. Los subconjuntos de A son: { }, {1}, {2}, {3},
{1, 2}, {1, 3}, {2, 3}, {1, 2, 3}, de los que hay exactamente 8 o 23. Una manera más
rigurosa de demostrar que P(A) = 2A es por inducción matemática, que técnicamente
no es como lo hace Cantor pero está por lo menos implícito en su demostración.
Además, es comparativamente sencilla. Por favor, repase o rememore lo visto en §7b
sobre los tres pasos de una demostración por inducción matemática, que aquí irán del
siguiente modo:

(a) Demostrar que la cardinalidad de P(A) es igual a 2A para un conjunto A con


solo un elemento. Tal A tiene como subconjuntos los siguientes: ∅ y A
mismo, lo que significa que su P(A) tiene dos elementos, lo cual es 21
elementos, es decir, es 2A elementos, o sea que ¡bingo![7.67].

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(b) Supongamos que es cierto que si A tiene k elementos, el número cardinal de
P(A) = 2k.
(c) Demostrar que si A tiene (k + 1) elementos, P(A) = 2(k+1).

A partir del paso (b) sabemos que los primeros k elementos de A dan 2k
subconjuntos de A. Ahora tomamos cada uno de esos 2k subconjuntos y formamos un
subconjunto nuevo que también contiene el último de los (k + 1) elementos de A (es
decir, el nuevo elemento extra designado por el «+ 1»). Podemos formar exactamente
2k subconjuntos nuevos de ese tipo con «1 elemento +»: uno para cada uno de los
subconjuntos originales. Así que ahora tenemos los 2k subconjuntos originales que no
contienen al nuevo elemento, y tenemos 2k nuevos subconjuntos que sí lo contienen.
Esto son (2k + 2k) subconjuntos, lo cual es equivalente a (2 × 2k) subconjuntos, que
es igual a 2(k+1) subconjuntos. Así que (c) también está demostrado. Podemos estar lo
bastante seguros de que P(A) = 2A.
Para nuestros propósitos, Cantor tiene dos demostraciones principales respecto al
conjunto potencia. En ninguna de las dos se preocupa todavía por lo de 2A: su
preocupación básica es demostrar que incluso para un conjunto infinito
A, P(A) > A.[7.68] La primera versión, hacia 1891, es importante principalmente
porque exhibe el poder de la técnica de diagonalización como arma de reducción al
absurdo. Se puede considerar una demostración de que el conjunto de todos los
subconjuntos del conjunto de los enteros no es numerable,[7.69] lo cual, como Cantor
ya ha demostrado que el conjunto de los enteros es numerable, significará,
obviamente, que su conjunto potencia tiene un número cardinal mayor que ℵ0.
Aquí está la demostración. Llamemos £ al conjunto de todos los enteros, y P(E) a
su conjunto potencia. Sabemos de §7c que para que P(E) sea numerable, debe ser
posible establecer una correspondencia uno a uno entre P(E) y E. La presente
demostración es una reducción al absurdo, o sea que supongamos que sí es posible tal
C1-1 entre P(E) y E. Esto (como también sabemos por las demostraciones en
diagonal de §7c) significa que la C1-1 se puede representar en una tabla como en el
siguiente ejemplo parcial, con los elementos de E en la izquierda, y los subconjuntos
de E (que también son los elementos de P(E), y pueden estar en cualquier tipo de
orden arbitrario que queramos), en la derecha (parecido razonable con Hunter, págs.
22-23):
Tabla n.º 2

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E P(E)
0 ↔ {Todos los enteros}
1 ↔ {Conjunto vacío}
2 ↔ {Todos los enteros pares}
3 ↔ {Todos los enteros impares}
4 ↔ {Todos los primos}
5 ↔ {Todos los enteros > 3}
6 ↔ {Todos los cuadrados perfectos}
7 ↔ {Todos los cubos perfectos}
… ↔ …
… ↔ …
… ↔ …

Resulta que podemos modificar esta tabla explotando una propiedad de su C1-1
que quizás usted ya ha notado si ha dedicado algún tiempo a pensar por qué
exactamente la relación entre los conjuntos y sus conjuntos potencia es siempre 2.ª y
no 3.ª ni ningún otro xA. La respuesta de fondo es que el «2» de 2.ª refleja un tipo
particular de procedimiento de decisión. Para cada subconjunto s de un conjunto A,
hay exactamente dos elecciones respecto a cada elemento a de A: o bien a es un
elemento de s, o bien no lo es. Esta última frase probablemente necesita más de una
lectura. Es difícil expresarlo de manera clara en lenguaje natural, pero la idea misma
no es tan complicada. A es un conjunto, a es algún elemento en particular de A, s es
algún subconjunto en particular de A. Preguntémonos si resulta que a es un elemento
de s. Pues, o bien lo es, o bien no lo es. Agotamos todas las posibilidades respecto a
la pertenencia de a al conjunto s si una vez incluimos a en s y otra vez lo excluimos,
dando lugar así al dúo de subconjuntos s y s' respecto a cada a.
(SEMI-SEI Este es uno de los puntos de los que es simplemente imposible saber si
lo que se acaba de decir tendrá sentido para el lector no experto. Si lo del abstracto a-
es-elemento-de-s-o-no es lo bastante claro para que usted entienda por qué explica
por sí solo que un conjunto A de tres elementos tenga 23 subconjuntos, puede omitir
libremente el resto de este párrafo. Por si no lo es, vamos a ver un ejemplo concreto.
Pongamos que A es el mismo conjunto {1, 2, 3} que hemos visto en la pág. 246,
donde hicimos la lista de los subconjuntos de A: { }, {1}, {2}, {3}, {1, 2}, {1, 3},
{2, 3}, {1, 2, 3}. Eche un vistazo a esos subconjuntos y vea cuántas veces un
elemento particular de A —digamos el elemento 1— pertenece a alguno de los ocho
subconjuntos. Podrá ver que pertenece a cuatro de ellos y está ausente de cuatro. Si se
fija en el elemento 2, podrá ver que sucede lo mismo: 2 está presente en cuatro y
ausente de cuatro. Lo mismo con el 3. ¿Puede ver por qué? Hay ocho subconjuntos en
total: la mitad de ellos contienen cualquier elemento en particular de A, y la otra
mitad no. En realidad, puede construir el conjunto de todos los subconjuntos de A de
ese modo. Tome cualquier elemento de A. Si su primer subconjunto s no contiene el

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elemento, su siguiente s' lo contendrá. O recíprocamente. Es decir, para todo
elemento y subconjunto en particular, hay dos elecciones, y en el conjunto de todos
los conjuntos estarán ambas. Dos posibilidades para cada elemento. Por lo tanto, el
número de subconjuntos de {1, 2, 3} será 2 × 2 × 2, o 23. Si esto aún no consigue
aclararle la idea básica, le pedimos que simplemente se la trague (la idea) porque no
podemos hacer nada mejor).
Bien, entonces esto significa que podemos tomar la Tabla n.º 1 y ampliarla por un
lado preguntándonos, para cada entero del conjunto E, si realmente es parte de su
correspondiente subconjunto de la columna P(E). Ponemos «Sí» si el entero está en
ese subconjunto en particular, y «No» si no lo está. Así:

Tabla n.º 2

Y una vez hemos elaborado esta Tabla n.º 2, podemos demostrar fácilmente que
la supuesta correspondencia entre E y P(E) no es exhaustiva y, por lo tanto, no es una
C1-1 válida. Lo hacemos usando la buena y vieja diagonalización para construir un
subconjunto de E que nunca jamás aparecerá en la correspondencia E ↔ P(E) de la
tabla. Es el subconjunto definido empezando por la casilla que está completamente al
noroeste de la Tabla n.º 2 y desplazándose diagonalmente hacia el sudeste,
cambiando «Sí» por «No» y viceversa en todo el recorrido, así:

Tabla n.º 3

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Todo lo que sabemos sobre este nuevo subconjunto es que incluye 1, 4, 6 y 7, y
que difiere por lo menos en un elemento de cada subconjunto (o sea cada elemento de
P(E)) de la C1-1 original. Naturalmente, nuestra Tabla n.º 3 es solo un fragmento,
pero continuando el simple proceso de intercambio «Sí»-«No» a lo largo de la
diagonal podemos garantizar que el nuevo subconjunto generado de ese modo diferirá
de todos los subconjuntos de la C1-1 sin importar lo lejos que lleguemos en los
emparejamientos. Por lo tanto, una verdadera C1-1 entre E y P(E) es imposible. Lo
cual significa que P(E) es no numerable,[7.70] y eso quiere decir que su cardinalidad
es mayor que ℵ0. Q. E. D.
Aunque hay buenas razones por las que hemos repasado esta demostración tan
gráfica y detalladamente, sepa que no es así como lo hace Cantor. La verdad es que
nunca presenta de manera explícita la demostración en diagonal para P(E) > E y, por
lo tanto, para P(A) > A: simplemente hace alusión a ella como una «extensión
natural» de su demostración en diagonal de la no numerabilidad de los números
reales.[7.71] El argumento que da para P(A) > A es un poco rompecabezas, pero acaba
jugando un papel clave en el desenlace de nuestro relato y, por lo tanto, es necesario
detallarlo. Esta demostración es completamente abstracta y no específica, diseñada
solo para demostrar que a partir de cualquier conjunto infinito A se puede construir
algún conjunto infinito B cuyo número cardinal supera al de A. Quizá sería bueno que
se preparase usted, emocionalmente, para tener que leer lo siguiente más de una vez.
A es un conjunto infinito. B es el conjunto de todos los subconjuntos de A[7.72].
Como todos los conjuntos son por definición subconjuntos de sí mismos, A es un
subconjunto de A, es decir que A es un elemento de B. Así que, definitivamente, es
posible establecer una C1-1 entre todos los elementos de A y, por lo menos, los de un
elemento de B. No es posible, sin embargo, establecer una C1-1 entre todos los
elementos de A y todos los elementos de B. Vamos a demostrar esto mediante
reducción al absurdo, por lo que vamos a adoptar la postura habitual y suponer que tal

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C1-1 está en efecto construida y agota ambos conjuntos infinitos. Ahora, sea a un
elemento cualquiera de A y b un elemento cualquiera de B (o sea, que b es un
subconjunto cualquiera de A). Como vimos antes con la Tabla n.º 2, la C1-1 entre A y
B puede ser completamente aleatoria en el sentido de que, en cualquier
correspondencia individual a ↔ b, a puede ser o no ser un elemento del b con el que
está emparejado. Por ejemplo, allí el entero 3 estaba emparejado con {Todos los
enteros impares} y él mismo es un entero impar, mientras que 6 estaba emparejado
con {Todos los cuadrados perfectos} pero no es un cuadrado perfecto. Será lo mismo
con nuestra C1-1 actual y sus infinitos emparejamientos a ↔ b: a veces a será un
elemento del subconjunto b con el que está emparejado, y a veces no lo será. Hasta
aquí es todo bastante sencillo y directo. Sin embargo, ahora considere la totalidad de
todos los a en la C1-1 que no son elementos de los b con los que están emparejados.
Sea φ el conjunto de todos los a con esa característica. Por supuesto, φ es un
subconjunto de A, lo cual significa que φ es un elemento de B, y aun así se puede
demostrar que φ no se puede incluir en la C1-1 supuestamente exhaustiva entre A y
B. Pues si φ está incluido, entonces está emparejado con algún a, y como hemos visto
solo hay dos opciones: o bien este a es él mismo un elemento de φ, o bien no lo es. Si
a es un elemento de φ… pero no puede serlo, pues esto contradice la definición de φ.
Pero si a no es un elemento de φ, entonces es, por definición, un elemento de φ… lo
cual no puede ser, o sea que debe serlo, pero entonces no puede serlo… y así, de un
modo u otro, ya tiene usted una contradicción de tipo LTE. Por lo tanto, una
verdadera C1-1 entre A y B no es posible; luego, la cardinalidad de B es > la
cardinalidad de A. Quod erat dem*.

§7f
*SEMIINTERPOLATIVO

Por favor, observe el parecido entre esta última demostración y la paradoja de los
antiguos griegos «Estoy mintiendo»,[7.73] donde si la afirmación es verdadera
entonces es falsa y si es falsa entonces es verdadera. Lo cual significa que ahora
hemos entrado en el territorio abismal de la autorreferencia. Este es el verdadero
motivo por el que nos acabamos de arrastrar por la demostración de Cantor de que
B > A: abre un tipo completamente nuevo de grieta en las matemáticas modernas.
Aunque no es estrictamente nuestro ámbito, sepa que en la década de 1930 el
profesor Kurt Gödel[7.74] usará algo muy parecido al truco de Cantor
«(a ∉ φ) → (a ∈ φ)» para demostrar sus devastadores teoremas de incompletitud.
(Dicho burdamente, Gödel demostrará que ciertas proposiciones matemáticas bien
formadas son verdaderas, y aun así indemostrables, mediante la deducción de

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«Proposición P: la Proposición P es indemostrable» como un teorema). Más
importante para nuestros propósitos es esta idea de que los conjuntos pueden tener
otros conjuntos como elementos, que es esencial para el concepto de conjuntos
potencia y, por supuesto, parece bastante inocente…, solo que tras la demostración de
Cantor resulta ser una auténtica caída en picado por la grieta de la autorreferencia.
Ejemplo: considere el teorema que Cantor acaba de demostrar, que el conjunto de
todos los subconjuntos del conjunto A siempre contendrá más elementos que el
mismo A. Pero ahora suponga que A se define como «el conjunto de todos los
conjuntos». Por definición, este A contendrá todos sus subconjuntos, pues dichos
subconjuntos son conjuntos, o sea que en este caso P(A) > A no es posible en modo
alguno. Conclusión: el mismo principio de los conjuntos-de-conjuntos que Cantor
necesita para construir una jerarquía de conjuntos infinitos da lugar a una paradoja
casi inmediatamente.
La evidencia histórica indica que Cantor conocía la paradoja del conjunto-de-
todos-los-conjuntos hacia 1895,[7.75] aunque jamás la mencionó ni una sola vez en sus
trabajos publicados. A pesar de todo ahora se la conoce como la paradoja de Cantor.
También se considera como la base de la paradoja más famosa de toda la teoría de
conjuntos, habitualmente conocida como la antinomia de Russell porque el ubicuo
Bertrand Russell la usó para torpedear la obra de Frege Fundamentos de la aritmética
en 1901.[7.76] Podemos esbozar la antinomia de Russell muy rápida y fácilmente
porque casi todo el mundo ha oído hablar de ella en alguna ocasión. Aunque se
desprende directamente de la demostración abstracta de Cantor sobre el conjunto
potencia, la antinomia también causa estragos en el criterio principal de la definición
de «conjunto» que da Cantor, que es (como recordará de la nota 16 de §7a) que
siempre hay un procedimiento por el que dado un elemento cualquiera se puede
determinar si es un elemento de un conjunto dado.[7.77] O sea, que aquí está la
antinomia de Russell. Como hemos visto, algunos conjuntos son elementos de sí
mismos y algunos no lo son. En realidad, la mayoría no lo son; por ejemplo, el
conjunto de todas las sillas no es una silla, el conjunto de todos los entes que pueden
anudar el pedúnculo de una cereza con su lengua no puede hacer lo mismo, etc. Pero
algunos conjuntos sí se contienen a sí mismos como elementos; por ejemplo, el
conjunto de todos los conjuntos, el conjunto de todas las abstracciones, el conjunto de
todos los entes que no pueden anudar el pedúnculo de una cereza. Russell llama a los
conjuntos que no son elementos de sí mismos conjuntos normales, y a los
autocontenidos, anormales. Así pues, considere ahora el conjunto N de todos los
conjuntos normales: ¿es N un conjunto normal?[7.78] Bien, si N es un conjunto
normal, entonces por definición no es un elemento de sí mismo. Pero N es el conjunto
de todos los conjuntos que no son elementos de sí mismos, de modo que N es un
elemento de sí mismo si no es un elemento de sí mismo. Aunque entonces si N
realmente es un elemento de sí mismo, entonces no puede ser un elemento del

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conjunto de todos los conjuntos que no son elementos de sí mismos, de modo que en
realidad N no es un elemento de sí mismo, en cuyo caso lo es… y así una y otra vez
ad infinitum.
Este tipo de paradoja, como el rompecabezas «(a ∉ φ) → (a ∈ φ)» en la
reducción al absurdo de Cantor, se conoce oficialmente como un círculo vicioso
(CV). Aquí «vicioso» significa más o menos lo mismo que en la RIV de §2a, es decir,
que se convierte en lógicamente imposible hacer algo que estamos lógicamente
obligados a hacer. En las paradojas de tipo CV, como las de Russell y Cantor, lo que
no podemos hacer es determinar si algo es o no es un elemento de un conjunto, lo
cual viola tanto la definición formal de «conjunto» como (mucho peor) la LTE. O
sea, que dichos problemas no son minucias.
Llegados a este punto es casi seguro que ha captado usted la dinámica general de
la historia del en virtud de la cual ciertas paradojas dan lugar a avances conceptuales
que pueden abordar esas paradojas originales, pero a su vez dan lugar a nuevas
paradojas, que entonces generan otros avances conceptuales, y así sucesivamente. Si
es usted uno de los lectores que se preocupan de las notas al pie SEI, ya ha visto algo
sobre un tipo de solución técnica a la antinomia de Russell, que es la sustitución por
Zermelo y otros colegas del principio de abstracción ilimitada por el P. A. Limitada.
Otro tipo de solución es la prohibición de definiciones impredicativas, defendida por
Jules-Henri Poincaré (1854-1912), una figura clave de la topología que además fue,
tras la muerte de Kronecker en 1891, el oponente n.º 1 de las matemáticas
transfinitas.[7.79] La definición de Poincaré de impredicativo es algo sospechosa, pero
en esencia implica definir un objeto en términos de todo un grupo de objetos del cual
es parte. Aún más esencialmente, una definición impredicativa depende de
propiedades y descripciones autorreferentes, y «El conjunto de todos los conjuntos
que no son elementos de sí mismos» es un ejemplo perfecto de dicha definición
(como lo son «El conjunto de todos los conjuntos» y la definición de Cantor del
conjunto φ en la anterior demostración de B > A). Todo esto se complica bastante,
pero la táctica general de Poincaré es caracterizar las definiciones impredicativas en
términos de los resultados paradójicos que pueden arrojar,[7.80] lo cual entonces
constituye el argumento lógico para rechazarlas. Es algo así como el modo en que la
división por o quedó proscrita. Desafortunadamente, las definiciones formales de
todo tipo de términos y conceptos en el análisis, desde «sucesión» y «serie» hasta
«punto límite» y «cota inferior», también son impredicativas —y además se puede
hacer que el mismo concepto de impredicatividad genere algunos CV muy
feos—[7.81] de modo que la solución de Poincaré nunca cuajó realmente.
La propuesta de Russell para evitar las epónimas paradojas de Cantor y de él
mismo es la teoría de los tipos, que, para abreviar una muy larga historia, es parte del
programa fundacional de Russell para intentar demostrar que todas las matemáticas
son reducibles a lógica simbólica. La teoría de los tipos es una especie de gramática

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de la abstracción que rechaza ciertas clases de proposiciones en las cuales entidades
de tipos diferentes se tratan como equivalentes. En el sentido, esencialmente, de
metafísicamente equivalentes.[7.82] La idea es que los conjuntos de individuos no son
el mismo tipo de entidad que los individuos mismos, y los conjuntos de conjuntos no
son del mismo tipo que los conjuntos de individuos, y así sucesivamente. Y el tipo de
una entidad en particular es función directamente de cuán abstracta es dicha entidad,
de modo que se llega a una jerarquía de conjuntos que se parece a los niveles de
abstracción informales de los que hablamos en §1b: el tipo de Russell 1 = individuos,
tipo 2 = conjuntos, tipo 3 = conjuntos de conjuntos, tipo 4 = conjuntos de conjuntos
de conjuntos, etc.[7.83] Lo que permite que la teoría evite los círculos viciosos es que
la misma clase de jerarquía se puede aplicar a las proposiciones; por ejemplo, tipo x;
= alguna entidad de algún tipo particular, tipo (x + 1) = alguna proposición sobre esa
entidad, tipo (x + 2) = alguna proposición sobre la proposición sobre la entidad, y así
sucesivamente. (N. B. Para Russell «proposición» puede significar o bien una frase
en lenguaje natural o bien una aseveración formal/matemática como «a ∈ A»).[7.84] Y
la gran regla es que, suponiendo que m y n son enteros, una proposición o conjunto de
tipo n no se puede aplicar a otra proposición u otro conjunto de tipo n, sino solo a una
proposición o un conjunto de tipo m donde m < n.
Por lo que respecta a nuestro relato, la teoría de tipos viene a ser un ejemplo
perfecto de cómo se halla una salida legal de una paradoja. Ciertamente, la teoría
ofrece una «solución» a los rompecabezas de Russell y Cantor —es decir, da una
explicación de cuál es el paso «ilegítimo» de la paradoja— pero también es
increíblemente críptica e inmanejable, y en definitiva tan dañina para las matemáticas
como lo de Poincaré y la impredicatividad. Veamos un rápido ejemplo: como los
números racionales se definen como razones de enteros, y los irracionales como
conjuntos/sucesiones de racionales, los tres tipos de números son de diferentes tipos,
y según las reglas de la teoría no podríamos hacer predicados en común acerca de los
tres sin un sinfín de diferentes demostraciones y niveles y salvedades. Para su
información, Russell intentó solventar algunas de esas dificultades mediante lo que él
llamó axiomas de reducibilidad, pero estos eran incluso más complicados y
artificiosos y… básicamente toda su tipología se vuelve muy etérea y ahora solo es de
interés histórico.[7.85]
Si es necesario decir una vez más que solo estamos echando una ojeada a una
superficie turbulenta, considérese dicho. Medidas antiparadoja específicas como las
de Russell y Poincaré son parte de una crisis mucho más amplia y profunda, una que
precede a Cantor pero llega a hacerse apremiante a través de sus teorías del ∞. Lo
destacado, a grandes rasgos: las paradojas de la teoría de conjuntos, emparejadas con
las preocupaciones respecto a los fundamentos que empiezan con Abel y Cauchy y
llegan al clímax con Frege y Peano, conducen directamente a las grandes
controversias formalismo-contra-intuicionismo de principios del siglo XX. De nuevo,

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solo podemos esbozarlas de manera esquemática. Respecto a los conjuntos infinitos,
por ejemplo, el intuicionismo es rabiosamente anti-Cantor, y el formalismo,
incondicionalmente pro-Cantor, a pesar de que tanto el formalismo como el
intuicionismo son anti-Platón y Cantor es un platónico irreductible. Lo cual, con
dolor de cabeza o sin él, significa que volvemos de nuevo a la metafísica: la riña
moderna respecto a los procedimientos de las matemáticas es, en definitiva, una
disputa acerca del estatus ontológico de los entes matemáticos.
Ya tuvimos una introducción al intuicionismo en las discusiones de §6 acerca del
constructivismo. El formalismo es harina de otro costal. Quizá la mejor aproximación
sea volver a la cuestión en la que hemos insistido anteriormente, a saber: las
paradojas de la teoría de conjuntos son parte del problema más amplio de la
consistencia de las matemáticas, que Hilbert propuso como Problema Importante
n.º 2[7.86] en el mismo Congreso de París donde se le pudo ver hablando de Cantor
con entusiasmo en §1a. El programa del propio Hilbert para reconstruir las
matemáticas de tal modo que los teoremas no arrojen paradojas es el formalismo, el
cual busca hacer que la abstracción de las matemáticas sea a la vez total y primaria.
La idea básica del formalismo es separar totalmente las matemáticas del mundo y
convertirlas en un juego. Literalmente. Este juego involucra la manipulación de
ciertos símbolos según ciertas reglas que permiten construir secuencias de símbolos a
partir de otras secuencias de símbolos. Es 100% formal: de aquí el nombre. Lo que
los símbolos de ese juego matemático significan, o si significan algo, no tiene nada
que ver con el juego. Y decir que un ente matemático «existe» es simplemente decir
que no causa una contradicción.[7.87] Lo que importa son las reglas, y el proyecto
entero del formalismo es una teoría de la demostración: el objetivo es construir un
conjunto de axiomas y reglas de inferencia[7.88] de donde se puedan deducir todas las
matemáticas, de modo que todo sea deductivo y riguroso y limpio, o sea, como un
juego autocontenido.
Si tiene usted algún tipo de conocimientos de lógica o de filosofía de las
matemáticas, reconocerá que esta es una descripción radicalmente simplificada del
formalismo. (Por decir algo más, el programa de Hilbert también implica
descomponer las matemáticas en niveles de razonamiento algo parecidos a los tipos
de Russell, de nuevo sin permitir proposiciones inter-nivel). Probablemente, también
sabrá que dicho movimiento empieza a tener serios problemas mucho antes de las ya
mencionadas demostraciones de Gödel de que un sistema formal no puede ser a la
vez completo y consistente:[7.89] por ejemplo, los formalistas ni siquiera podían
conseguir que la aritmética básica fuera completa y consistente si incluía la
multiplicación como una operación «legal», lo cual, obviamente, es un serio
problema. Así que no necesitamos hablar del empobrecimiento filosófico o de la
absoluta extrañeza de un juego matemático sin referentes, porque el formalismo ni
siquiera podía tener éxito según sus propias reglas.

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Las respuestas más coherentes y exitosas a las paradojas de tipo CV vienen de
dentro de la misma teoría de conjuntos (la cual, hacia 1900, es un campo en plena
ebullición tanto en las matemáticas como en la lógica, gracias a adivine quién), y son
encabezadas por el seguidor y sistematizador n.º 1 de Cantor, el profesor
Zermelo.[7.90] Un resultado de dichas respuestas es la separación de la teoría de
conjuntos abstracta en dos subtipos, la teoría informal de conjuntos y la teoría
axiomática de conjuntos. La T. I. C. es simplemente la teoría de conjuntos de Cantor
normal con todas sus miserias y grandezas, incluyendo su susceptibilidad a las
paradojas.[7.91] La teoría axiomática de conjuntos es un intento de obtener una versión
más rigurosa, fundacionalmente segura de la teoría de conjuntos que tenga toda la
potencia conceptual de la T. I. C. pero organizada de tal modo que evite paradojas
graves. El programa de la T. A. C. es algo formalista en espíritu y euclidiano:
consiste en hacer que la teoría de conjuntos sea un sistema formal independiente[7.92]
con un conjunto propio de axiomas que proporcione máxima consistencia y
completitud. Como ya se ha mencionado en alguna parte, el sistema axiomático más
conocido se llama habitualmente ZFS (de Zermelo, Fraenkel, y Skolem). También
hay el sistema, más restrictivo, de von Neumann-Bernays (VNB), y algunos más, con
varios embellecimientos metateóricos, diseñados por eminencias como Tarski, Quine,
Ramsey, y otros colegas.
Resulta que la teoría axiomática de conjuntos y su correspondiente lógica han
tenido aplicaciones fructíferas en muchos campos, como la teoría matemática de las
funciones reales, el análisis y la topología, la gramática generativa y los estudios
sintácticos en lingüística, y la teoría de la decisión, algoritmos, circuitería lógica,
problemas de detención/«estudios-Ω», inteligencia artificial y procesamiento
combinatorio en ciencias de la computación. Por lo tanto, a pesar de tener cada vez
menos espacio, vale la pena incluir por lo menos un resumen rápido de la
axiomatización básica de la que todos los sistemas principales son variantes, con
explicaciones ajustadas y directamente relevantes donde sea necesario, y por
supuesto, en este punto tardío, toda esta parte es omitible/ojeable a su discreción SEI,
como sigue.
Concepto primitivo: la relación de pertenencia ∈, donde «s ∈ S» significa que el
objeto s es un miembro o elemento del conjunto S.

Αx. 1. Dos conjuntos son iguales si contienen los mismos elementos. (Observe que
no es «si y solo si…»; esto se debe a que los conjuntos infinitos y sus
subconjuntos propios también pueden ser iguales).
Αx. 2. Si a y b son objetos o conjuntos, entonces {a, b} es un conjunto.
Αx. 3. Hay dos variantes en este caso. 1.ª variante: Para un conjunto S y un
«predicado definido»[7.93] P, existe el conjunto Sp que contiene solo aquellos

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x ∈ S[7.94] que tienen la propiedad designada por P. 2.ª variante: Existe un
conjunto S con las siguientes características: (a) ∅ ∈ S, y (b) Para cada x, si
x ∈ S, entonces {x} ∈ S. (Estas son dos versiones técnicamente distintas del
principio de abstracción limitada mencionado antes. Ambas versiones hacen
dos cosas importantes. En primer lugar, establecer que el conjunto vacío
existe. En segundo lugar, definir y validar el método de la teoría de conjuntos
de la inducción transfinita y, mediante dicho método, establecer la existencia
de un conjunto S infinito numerable cuyos elementos son ∅, {∅}, {{∅}},
{{{∅}}}, …[7.95] Con lo cual si, en este conjunto, ∅ se toma como 1 y, para
cada x, {x} es igual a (x + 1), entonces S se convierte en el conjunto ordenado
de todos los enteros positivos; lo cual resulta ser muy parecido al modo en que
los postulados de Peano[7.96] generan los enteros).
Αx. 4. La unión de un conjunto de conjuntos es también un conjunto. (Esto sirve
como definición técnica de «unión», a partir de la cual «intersección»,
«producto cartesiano»,[7.97] etc., se pueden obtener mediante manipulación
lógica; algo no muy distinto a definir completamente la conectiva lógica «y»
en términos de «no» y «o»).
Αx. 5. El famoso axioma del conjunto potencia: Para cualquier conjunto S, existe el
conjunto potencia P(S) de S. (Aquí se establece la jerarquía infinita de los
conjuntos infinitos. Recuerde de §7b y siguientes que toda la teoría de
conjuntos es trivial en el caso de los conjuntos finitos, donde «trivial» significa
que se puede comprobar la veracidad de cualquier proposición de teoría de
conjuntos simplemente mirando los elementos de los conjuntos relevantes.
Toda la relevancia de estos axiomas está en la posibilidad de demostrar
teoremas que sean trans-experienciales, 100% abstractos: como él mismo).
Αx. 6. El famoso e infame axioma de elección (A. E.). En la nomenclatura de la
teoría de conjuntos, el A. E. es: «Si S es un conjunto de conjuntos no vacíos
disjuntos dos a dos, el producto cartesiano de los elementos de S[7.98] es no
vacío; cada elemento de este producto cartesiano se designa como un conjunto
selección de S'» (semiextractado de Edwards, v. 7, pág. 425, editado). En
lenguaje natural, es que a partir de cualquier S se puede construir un
subconjunto S' con alguna propiedad particular incluso si no se puede
especificar un procedimiento para elegir los elementos individuales de S'
[Zermelo propuso el axioma de elección a principios del siglo XX. Es
demasiado técnico para intentar desarrollarlo aquí,[7.99] pero una consecuencia
importante del A. E. es el principio del buen orden, o sea que cualquier
subconjunto S' de cualquier conjunto S se puede elegir y disponer de tal modo
que S' tenga un primer elemento. Ya hemos visto la importancia de este

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principio en las demostraciones con C1-1, por ejemplo, la primerísima acerca
de que {Todos los enteros} y {Todos los enteros positivos} tienen la misma
cardinalidad. El principio del buen orden es también crucial para las
demostraciones de Cantor de que c > ℵ0 y P(E) > E, pues las diversas tablas
de esas demostraciones obviamente debían tener todas un primer elemento.
Pero el axioma de elección fue también terriblemente controvertido (por
ejemplo, puede usted entender por qué los intuicionistas y los constructivistas
odiaban la idea de que se pudiera designar un subconjunto sin ningún tipo de
procedimiento para elegir sus elementos), y se mantuvo como una de las
grandes polémicas de la teoría de conjuntos hasta que (1) Kurt Gödel en 1940
demostró la consistencia lógica del A. E. con los demás axiomas de la teoría
de conjuntos, y luego (2) el profesor Paul Cohen[7.100] en 1963 demostró la
independencia lógica del A. E. (es decir, la consistencia de su negación)
respecto a los demás axiomas de la teoría de conjuntos, demostraciones que,
juntas, se puede decir que resolvieron el lío del axioma].[7.101]
Αx. 7. Este suele conocerse como el axioma de regularidad (A. R.). También tiene
varias versiones. La más simple es que si x es un objeto o un conjunto, x ∉ x.
Una formulación más subida de tono es: «Todo conjunto no vacío S contiene
un elemento x tal que S y x no tienen ningún elemento en común»
(semiextractado de Edwards, v. 7, pág. 426, editado).[7.102] (El axioma de
regularidad de algún modo encierra las objeciones de Poincaré y Russell a la
autorreferencia, o en todo caso es este axioma el que elimina la antinomia de
Russell. También evita formulaciones como «el conjunto de todos los
conjuntos» y «el conjunto de todos los números ordinales» y así evita la
paradoja de Cantor y la paradoja, que explicaremos enseguida, de Burali-Forti.
Observe que también rechaza la demostración de Cantor, basada en φ, de que
P(A) > A en §7e. Este es el motivo de que exista, separadamente, el axioma
del conjunto potencia que hemos visto antes, del cual se puede deducir
P(A) > A sin ningún tipo de demostración que viole el axioma de regularidad.
Pero, por favor, sepa que incluso con el A. R., axiomáticas como la de ZFS
aún pueden estar sujetas a ciertas paradojas de la teoría de modelos,[7.103] de
modo que ahora, digamos en las cercanías del año 2000, hay toda una
jerarquía de axiomatizaciones de la teoría de conjuntos, cada una con su propia
inmunidad especial a las paradojas, conocida entre los especialistas como
fuerza de consistencia. Si está interesado —y porque por lo menos sus
nombres son divertidos—, los sistemas principales de hoy, en orden creciente
de fuerza de consistencia, son: los postulados de Peano, analítico, ZFS, Mahlo,
VNB, quiniano, débilmente compacto, hiper-Mahlo, inefable, Ramsey,
supercompacto, y n-enorme).

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FIN DE §7F S.-1.

§7g

Sin duda habrá notado que hace un buen rato que Georg Cantor même no ha sido
mencionado y quizá se haya preguntado dónde está en toda la turbulencia fundacional
de §7f. Las profilaxis de Poincaré y de Russell, las axiomatizaciones de Zermelo,
etc., son todas de principios del siglo XX, tiempo en el cual Cantor ya ha realizado sus
mejores trabajos y casi ha abandonado las matemáticas en favor de las
preocupaciones obsesivas que consumieron sus últimos años.[7.104] También es en
esta época cuando entra y sale de hospitales continuamente. La dolorosa ironía es que
es justamente cuando la obra de Cantor está ganando amplia aceptación y la teoría de
conjuntos está floreciendo en las matemáticas y la lógica, cuando su enfermedad se
pone realmente fea, y hay todo tipo de congresos especiales y entregas de premios a
las que no puede asistir porque está demasiado indispuesto.
Más directamente relevante es que incluso cuando Cantor se encontró por primera
vez con sus paradojas en la década (probablemente) de 1880, no se preocupó
demasiado acerca de ellas, o más bien no podía, porque tenía otros problemas más
apremiantes. De matemáticas. Uno de los más importantes es lo que ahora se conoce
como la hipótesis del continuo.[7.105] La H. C. se caracteriza de toda clase de formas
—«¿Es la potencia del continuo equivalente a la de la segunda clase de números?»;
«¿Son los números reales el conjunto potencia de los números racionales?»; «¿Es c lo
mismo que 2ℵ0?»; «Es c = ℵ1?»— pero todas ponen el dedo en la llaga. Cantor ya ha
demostrado que hay una jerarquía infinita de conjuntos infinitos, así como sus
conjuntos potencia, y ha demostrado que P(A) = 2A y 2A > A son teoremas para
conjuntos infinitos. Pero todavía no ha demostrado cómo se relacionan exactamente
esos distintos resultados. La cuestión central es si lo de 2A > A constituye una ley
exhaustiva acerca de cómo se dispone la jerarquía transfinita —es decir, si para cada
conjunto infinito A el siguiente conjunto mayor es siempre 2A, sin ∞ intermedios
entre ellos— y, por lo tanto, si este proceso de —exponenciación binaria— es la
manera de ir de un conjunto infinito al siguiente, del mismo modo en que la suma
permite ir de un número entero al siguiente. Un sí a esta larga pregunta es la hipótesis
del continuo. Lo que se considera ahora como la forma general de la H. C. es
2ℵn = ℵn+1,[7.106] pero la versión original de Cantor es más específica. Sabemos que
ha demostrado la existencia y cuáles son las cardinalidades de dos conjuntos infinitos
distintos, concretamente el conjunto de todos los enteros/racionales/algebraicos
(= ℵ0) y el de todos los reales/trascendentes, equivalente también a los intervalos y

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espacios continuos (= c); y ha demostrado que c > ℵ0. Su propia hipótesis del
continuo es que c = 2ℵ0, es decir, que c es en realidad ℵ1, el conjunto infinito que
sigue inmediatamente a ℵ0, sin nada en medio.[7.107]
Los intentos de Cantor de demostrar la H. C. se produjeron a lo largo de las
décadas de 1880 y 1890, y hay algunas conmovedoras cartas en las que anunciaba
con excitación a Dedekind una demostración y entonces un par de días más tarde
descubría un error y tenía que echarse atrás. Nunca la demostró ni demostró que fuera
falsa, y algunos historiadores de la tendencia pop piensan que la H. C. es lo que
realmente desquició a Cantor.
Matemáticamente hablando, la verdad acerca de la hipótesis del continuo es más
complicada de lo que los escritores pop dejan traslucir, porque en realidad Cantor
llega a los diversos problemas de la H. C. a través de su trabajo sobre números
ordinales, cuyas relaciones son más o menos como la de «R = (P', P'', P''', …)» en
§7b, y que, a pesar de nuestras mejores intenciones, ahora tenemos que esquematizar
muy brevemente.[7.108] En primer lugar, para ahorrar tiempo, por favor recuerde o
relea la nota 78 de §5e(1) y su manual básico sobre enteros ordinales y cardinales.
Ahora estamos interesados en los números ordinales en la teoría de conjuntos, que
son un poco diferentes, e involucran el concepto de tipos de orden de los conjuntos.
Explicación simple: sabemos que si los conjuntos A y B tienen el mismo número
cardinal, se pueden poner en C1-1. Si esta C1-1 se puede hacer de tal modo que el
orden de los elementos de A y B quede sin modificar, entonces A y B son del mismo
tipo de orden. (Un ejemplo sencillo y directo de dos conjuntos con la misma
cardinalidad pero diferentes tipos de orden era {Todos los enteros positivos y Todos
los enteros} en §7c. Recuerde que tuvimos que apañar el orden de este último para
que tuviera un primer elemento que se pudiera emparejar con el 1 de los enteros
positivos).
Puede ver por qué esto va a ser más complicado que los cardinales: ahora nos
preocupamos no solo de la cantidad de elementos de un conjunto, sino también de su
disposición. O más bien disposiciones, porque las posibles permutaciones de dichas
disposiciones son buena parte del meollo de la teoría de ordinales. Meollo al que
vamos a echar un vistazo, aunque debería usted tener en cuenta que hay gran cantidad
de términos técnicos y distinciones —«ordenado», «bien ordenado», «parcialmente
ordenado», «denso por doquier», «número de relación», «teorema de numeración», y
así sucesivamente— de las que vamos a ignorar la mayoría.[7.109] Algunos hechos
básicos: para conjuntos finitos, cardinalidad = tipo de orden; es decir, dos conjuntos
finitos con el mismo número cardinal tendrán de manera automática el mismo tipo de
orden. Esto se debe a que hay exactamente un tipo de orden para todos los conjuntos
de un elemento, un tipo de orden para todos los conjuntos de dos elementos, y así
sucesivamente.[7.110] El número total de posibles tipos de orden para conjuntos finitos

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es, de hecho, lo mismo que el número cardinal del conjunto de los enteros positivos, o
sea, ℵ0. Pero con los conjuntos infinitos, los tipos de orden se complican. Lo cual no
debería sorprendernos. Tómese el recién mencionado conjunto infinito numerable de
todos los enteros positivos: {1, 2, 3, 4, …} tiene más de un tipo de orden. Esto no
significa solo intercambiar algunas tiras de números en la sucesión infinita, pues el
conjunto todavía se podrá poner en C1-1 con el conjunto original de los enteros
positivos, incluso si la correspondencia es algo parecido a

Pero si toma usted uno de los elementos del conjunto de los enteros y lo pone en
último lugar, como en {1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2}, ahora tiene un tipo de orden totalmente
diferente. El conjunto {1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2} ya no se puede poner en C1-1 con un
conjunto ℵ0 normalmente ordenado que no tiene último elemento y, por lo tanto, no
le da ningún modo de llegar a nada que se pueda emparejar con el 2. Además,
observe que en el nuevo tipo de orden, 2 se convierte en un número ordinal diferente:
ya no es el 2.º elemento de un conjunto sino ahora más bien el último elemento, y no
tiene ningún número en concreto inmediatamente antes que él. De aquí la definición
de número ordinal: es un número que identifica dónde aparece cierto elemento de un
conjunto en cierto tipo de orden.[7.111]
En la teoría de conjuntos cantoriana hay dos reglas principales para generar
números ordinales, (1) Dado cualquier número ordinal n, siempre se puede obtener el
siguiente ordinal, que es n + 1. (2) Dado cualquier conjunto N de n ordinales
ordenado en sucesión creciente (por ejemplo, el conjunto de los enteros positivos),
siempre se puede obtener un último ordinal mayor que todos los demás n. Este
ordinal final técnicamente funciona como el límite de la sucesión de N y se puede
expresar como «Lim(N)».[7.112] Esas reglas no tienen mal aspecto, pero las cosas
empiezan a complicarse cuando consideramos no solo conjuntos de números
ordinales, sino números ordinales como conjuntos, lo cual podemos hacer porque un
principio básico de la teoría de conjuntos es que todos los entes matemáticos se
pueden representar como conjuntos (por ejemplo, el cardinal transfinito «ℵ0» es el
conjunto de números cardinales {1, 2, 3, 4,…}; además, recuerde la observación ante
rem en §2a de que «5» es literalmente el conjunto de todos los quíntuplos). Pero así,
entonces, un número ordinal n, ¿qué conjunto es? La respuesta es la tercera gran regla
de Cantor: para cada ordinal n, n = el conjunto de todos los ordinales menores que n;
es decir, n se identifica simplemente con el conjunto de ordinales del cual es el
límite.[7.113] O, en términos formales,[7.114] n = (∀x)x < n). Se puede generar toda la
secuencia de los enteros normales (ya sea como cardinales o como ordinales) de este
modo: 0 = (∀x)x < 0} = ∅; 1 = (∀x)x < 1} = {0}; 2 = (∀x)x < 2} = {0,1}; y así

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sucesivamente. El número ordinal de todo el conjunto infinito numerable
{0, 1, 2, 3, 4, …} es simbolizado por omega minúscula, ω. Este ordinal transfinito es
el límite de la sucesión de elementos del conjunto; es decir, es el más pequeño de los
números mayores que todos los enteros finitos. Otra manera, más común, de describir
ω es como el número ordinal de aquel conjunto del cual ℵ0 es el número
cardinal.[7.115]

INTERPOLACIÓN SEI

Por duro que pudiera parecer el último párrafo, casi todo lo que va más lejos en la
teoría de ordinales es tan brutalmente abstruso y técnico que solo podemos hacer
algunas observaciones generales. Una es que la aritmética de los ordinales transfinitos
es distinta a la de los cardinales transfinitos, pero no menos extraña; por ejemplo
(1 + ω) = ω, pero (ω + 1) > ω, ya que por definición (ω + 1) es el ordinal
inmediatamente posterior a ω. Otra es que, como en el caso de los ℵ cardinales, se
puede generar una jerarquía infinita de ordinales transfinitos de conjuntos infinitos de
ordinales (puede que usted quiera leer esta última frase otra vez), aunque en este caso
es un proceso muy diferente a lo de 2ℵn = ℵn+1. La jerarquía transfinita-ordinal está
asociada con entes abstractos llamados números épsilon y con una operación
aritmética llamada tetración. No hablaremos de los primeros excepto para decir que
esencialmente son una clase de números tales que ωε= ε.[7.116] Pero la tetración es
más simple, y puede que ya esté familiarizado con ella si estudió muchas
matemáticas en primeros cursos de carrera o tuvo asignaturas como teoría de cuerpos
o combinatoria. Básicamente es una exponenciación delirante. La 4.ª tetración de 3 se
33 9
expresa como «43» y significa 33 , que es = 33 , que es = 319.683, un valor cuyo
cálculo puede usted aceptar como desafío. La relación técnica entre la tetración, los
ordinales transfinitos y los números épsilon es el hecho de que ε0 = ωω, que no es tan
importante. Pero si puede usted concebir, en abstracto, una progresión como ω,
ω
((ω + 1), (ω + 2), …, (ω + ω)), ω2, ωω, ωω, ωω, …, entonces puede usted hacerse una
idea —o en todo caso una «idea»— de la jerarquía y de las impensables alturas de los
números ordinales de conjuntos infinitos de conjuntos infinitos de ordinales de
conjuntos infinitos que involucra (sospechoso parecido con Rucker, Infinity and the
Mind, págs. 74-75). Fin de las observaciones generales.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN SEI

Muy bien, o sea que el modo específico en que Cantor se topa con la hipótesis del
continuo concierne a los ordinales y los tipos de orden. Hemos visto que hay más de
un tipo de orden para los conjuntos infinitos, como en el caso de {1, 2, 3, 4, …} y {1,
3, 4, 5, 6, 7, …, 2}, no hace muchos párrafos. Hay, de hecho, una infinidad de tipos

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de orden distintos para cualquier conjunto infinito, y lo que Cantor demuestra[7.117] es
que el conjunto de posibles tipos de orden para un conjunto infinito numerable es, en
cambio, no numerable. Esto significa que hay una manera más de generar una
jerarquía infinita de conjuntos infinitos: si S es un conjunto infinito numerable,
entonces Z es el conjunto infinito no numerable de posibles tipos de orden de S, y Z'
será el conjunto de posibles tipos de orden de Z, y…, y allá vamos. (En realidad,
decir que los distintos procesos para obtener jerarquías del ∞ son «distintos» es un
poco engañoso, porque la verdad es que están relacionados de todo tipo de formas.
Las matemáticas de esas relaciones están más allá del alcance técnico de este libro y
no las trataremos aquí, pero puede por lo menos hacerse una idea de ellas a partir de
la definición técnica que da Cantor del conjunto Z [teniendo en cuenta que «clase
numérica» en realidad se refiere a conjuntos de ordinales], a saber: «La segunda clase
numérica Z(ℵ0) es la totalidad {α} de todos los tipos de orden α de conjuntos bien
ordenados de cardinalidad ℵ0») (Cantor, pág. 44).
Pero no se necesita profundizar tanto. Dejando fuera los ordinales transfinitos
como ω, todavía podemos ver una marcada similitud, con seguridad no casual, entre:
(1) c como conjunto de todos los números reales (y no de todos los racionales, que es
ℵ0); (2) ℵ1 como conjunto potencia de ℵ0, es decir, como 2ℵ0; (3) Z como el conjunto
de todos los tipos de orden de ℵ0. El auténtico problema es que Cantor no puede
demostrar cierta relación crucial entre estas tres identidades. Recordará de hace un
par de páginas que la H. C. original de Cantor es que (1) y (2) son lo mismo, que
c = 2ℵ0 = ℵ1, y que no hay ningún tipo de ∞ intermedio entre ℵ0 y c. Ahora estamos
preparados para entender por lo menos a grandes rasgos cómo interviene aquí la
relación (3). En los últimos § de «Contribuciones… Números» —a través de un
proceso de profundo razonamiento técnico, imposible de resumir—, Cantor logra
deducir dos grandes cuestiones: (a) que de ningún modo c puede ser > ℵ0, y (b) que
en caso de que sí exista algún conjunto infinito que sea mayor que ℵ0 pero menor que
c, este conjunto tiene que ser el conjunto no numerable Z, o sea la segunda clase
numérica. Es la cuestión (b) la que inspira su principal ataque a la H. C., el cual
consiste en un intento de demostrar que las anteriores relaciones (2) y (3) son en
realidad la misma; es decir, si Cantor puede demostrar que Z = 2ℵ0, entonces por (b)
se podrá demostrar que no existe ningún conjunto intermedio entre ℵ0 y c, lo cual
implicará que c = ℵ1. Específicamente es Z = 2ℵ0 lo que no pudo demostrar. Jamás.
Pese a años de estrujarse los sesos de manera inimaginable. Si fue o no fue esto lo
que le desquició es una pregunta imposible de contestar, pero es cierto que su
incapacidad de demostrar la H. C. le dolió el resto de su vida: lo consideraba su gran
fracaso. Esto también resulta triste en retrospectiva, porque ahora los matemáticos
profesionales saben exactamente por qué Cantor no pudo ni demostrar ni desmentir la

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H. C. Las razones son profundas e importantes y llegan de manera corrosiva hasta la
raíz de la consistencia formal de la teoría axiomática de conjuntos, de modo bastante
parecido a como las demostraciones de incompletitud de Kurt Gödel desarraigan
todas las matemáticas como sistema formal. Una vez más, los problemas
correspondientes solo los podemos esbozar o sintetizar.
La hipótesis del continuo y el antes mencionado axioma de elección son los dos
grandes problemas acuciantes de la teoría de conjuntos temprana. Particularmente
respecto a la primera, es importante distinguir entre dos cuestiones diferentes. Una,
metafísica, es si la H. C. es verdadera o falsa. La otra es si la H. C. se puede
demostrar formalmente, o desmentir, a partir de los axiomas de la teoría de conjuntos
estándar.[7.118] Es la segunda cuestión la que ha sido contestada definitivamente, a lo
largo de un período de varias décadas, por Kurt Gödel y Paul Cohen, a saber:

1938 Gödel demuestra formalmente que la forma general de la hipótesis del


continuo es consistente con los axiomas de ZFS; es decir, que si la H. C.
misma se trata como un axioma y se añade a los de la teoría de conjuntos,
entonces no puede resultar ninguna contradicción lógica.
1963 En uno de esos coups d’éclat salidos de la nada que tanto gustan a los eruditos
de la cultura pop y a los cineastas, un joven profesor de Stanford llamado Paul
J. Cohen demuestra que la negación de la H. C. general también se puede
añadir a los axiomas de ZFS sin contradicción.[7.119]

Estos dos resultados juntos establecen lo que ahora se conoce como la


independencia de la hipótesis del continuo, lo cual significa que la H. C. ocupa un
lugar bastante parecido al del axioma de las paralelas[7.120] respecto al resto de la
geometría de Euclides: no se puede demostrar ni contradecir a partir de los axiomas
estándar de la teoría de conjuntos.[7.121] Además, recordará del § anterior que Gödel y
Cohen pueden obtener un resultado parecido para el axioma de elección, tan vital
para las diversas demostraciones en diagonal de Cantor; Gödel demuestra que el
axioma no se puede contradecir dentro de ZFS/VNB; Cohen, que no es demostrable
en ZFS/VNB.[7.122] Existen, como se ha mencionado, sistemas axiomáticos
alternativos en los cuales la H. C. y el A. E.: son demostrables/indemostrables (por
ejemplo, la teoría de conjuntos de Quine está construida de tal modo que el axioma de
elección es contradictorio prima facie), aunque muchos de esos sistemas de
consistencia enriquecida usan el término «conjunto» de modos que son terriblemente
diferentes respecto a las definiciones originales de Cantor.
La hipótesis del continuo permanece viva de otras maneras. Es, por ejemplo, la
causa motivadora tras varias axiomatizaciones teóricas y extensiones de modelos de
la teoría de conjuntos en las cuales la H. C. y diversos equivalentes se suponen[7.123]
demostradas o contradichas. Esos sistemas especulativos están entre los constructos

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más hiperabstractos de las matemáticas modernas, e involucran enrarecidos términos
como «universos cantónanos o de 1.er orden», «conjuntos construibles o no
construibles», «cardinales medibles», «ordinales inaccesibles», «recursión
transfinita», «super-completación» y muchos otros cuya pronunciación resulta
divertida incluso si no se tiene una idea clara de lo que se supone que significan.[7.124]
Para terminar, lo más importante que debemos considerar es cómo repercute la
indemostrabilidad de la H. C. en la otra gran cuestión: si la hipótesis es de hecho
verdadera. No es ninguna sorpresa que haya n posibles visiones diferentes acerca de
esto. Un tipo de enfoque formalista es que las distintas axiomatizaciones tienen
distintas ventajas e inconvenientes, que la H. C. será demostrable/desmentible en
algunas e indecidible en otras, y que el sistema a adoptar dependerá del propósito
particular que se tenga. Otra respuesta, más estrictamente hilbertiana, será que, en
realidad, en este contexto, «verdadero» no puede significar nada excepto
«demostrable en ZFS», y, por lo tanto, que la independencia lógica de la H. C.
respecto a ZFS significa literalmente que no es ni verdadera ni falsa.[7.125] Un
intuicionista puro será propenso a ver todo el lío de la teoría de conjuntos con las
paradojas y la indemostrabilidad como la consecuencia natural de admitir dentro de
las matemáticas conceptos difusos y no constructivos como los de conjunto,
subconjunto, ordinal, y, por supuesto, ∞ de tipo real.[7.126]
Pero son los platónicos matemáticos (a veces también conocidos como realistas,
cantorianos y/o transfinitistas) los más preocupados por la indecidibilidad, lo cual es
interesante, puesto que los dos platónicos modernos más famosos son Georg Cantor y
Kurt Gödel, quienes son conjuntamente responsables de, por lo menos, dos tercios de
todo el desconcierto. La postura platónica en este caso queda resumida con precisión
por Gödel, en un escrito acerca de su demostración y la de Cohen respecto a la
independencia de la H. C.:

Solo alguien que (como el intuicionista) niegue que los conceptos y axiomas
de la teoría de conjuntos clásica tengan significado alguno podría estar
satisfecho con tal solución, no quien crea que describen una realidad bien
determinada. Pues en realidad la conjetura de Cantor debe de ser o bien
verdadera o bien falsa, y su indecidibilidad a partir de los axiomas tal como se
conocen hoy solo puede significar que dichos axiomas no contienen una
descripción completa de la realidad (Gödel, «¿En qué […] Cantor?», pág.
268. Versión editada semiextractada a partir de Barrow, pág. 264).

Es decir, para un platónico matemático, lo que las demostraciones acerca de la


H. C. demuestran realmente es que la teoría de conjuntos necesita hallar un conjunto
mejor de axiomas clave que el ZFS clásico, o por lo menos necesitará añadir algunos
postulados más que sean —como el axioma de elección— a la vez «evidentes por sí

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mismos» y consistentes con los axiomas clásicos. Si está usted interesado, la visión
personal del propio Gödel era que la hipótesis del continuo es falsa, que en realidad
hay toda una infinidad de ∞ al estilo de Zenón anidados entre ℵ0 y c, y que tarde o
temprano debería hallarse un principio que lo demostrara. Hasta ahora no se ha
hallado jamás tal principio. Gödel y Cantor murieron ambos en el confinamiento,
[7.127] [7.128]
legándonos un mundo sin confines finitos. Uno que gira, ahora, en una
nueva especie de vacío de lo formal. Las matemáticas continúan levantándose de la
cama.

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AGRADECIMIENTOS

Mi agradecido reconocimiento a las siguientes personas por su ayuda: Classena Bell,


Jesse Cohen, Mimi Bailey Davis, Jon Franzen, Bob Goris y la jefa de departamento,
Rochelle Hartmann, Rich Morris, Erica Neely, Joe Sears, Stephen Stern, John Tarter,
Jim Wallace, Sally Wallace y Bob Wengert.
No hace falta decir que el autor es el único responsable de cualesquiera errores o
imprecisiones que usted pueda detectar en este manuscrito.

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BIBLIOGRAFÍA

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DAVID FOSTER WALLACE. (21 de febrero de 1962 - 12 de septiembre de 2008).
Fue un autor estadounidense, que escribió novelas, ensayos, y cuentos, y trabajó
como profesor en Pomona College en Claremont. Fue extensamente conocido por su
novela Infinite Jest (La broma infinita), que era considerada por la revista Time como
una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del período comprendido entre
1923 y 2006.
David Ulin, un editor de libros para The Los Angeles Times, llamó Wallace «uno de
los escritores más influyentes e innovadoras de los últimos 20 años».
Una novela inacabada de Wallace, The Pale King (El rey pálido), fue publicada en
2011. Se prevé la publicación de una biografía de Wallace escrita por D. T. Max en
2012.

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Notas

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[0.1] SEIAquí tenemos un buen ejemplo de curiosidad SEI. El autor, aquí presente, es
alguien con un interés de aficionado medio-alto en las matemáticas y los sistemas
formales. También es alguien a quien se le atravesaron las matemáticas en todos los
cursos a los que asistió, excepto uno, que ni siquiera fue en la universidad, pero que
estaba impartido por uno de esos raros especialistas que pueden hacer que lo
abstracto resulte vivo y llamativo, y que te hablan realmente cuando dan la lección, y
de quien todo lo que pueda ser bueno de este librito es un pálido y bienintencionado
reflejo. <<

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[1.1] SEIHalle, una mina de sal río arriba cerca de Leipzig, más conocida como el
lugar de nacimiento de Händel. <<

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[1.2] SEI
aunque también lo es el otro estereotipo, en las antípodas de este, de los
matemáticos como pequeñas criaturas empollonas con pajarita. En la arquetipología
contemporánea, ambos estereotipos parecen combinarse de maneras importantes. <<

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[1.3]En términos médicos modernos, resulta bastante claro que Georg F. L. P. Cantor
padecía un trastorno maníaco-depresivo en una época en la que nadie sabía lo que
era, y que sus ciclos bipolares se vieron agravados por tensiones profesionales y
decepciones, las cuales a Cantor no le faltaron. Por supuesto, esto no da un titular tan
interesante como Genio Enloquecido por Intentar Lidiar con el ∞. La verdad, sin
embargo, es que el trabajo de Cantor y su contexto son tan interesantes y bellos que
no hay necesidad de convertir la vida de este pobre tipo en una vacía alegoría
prometeica. La verdadera ironía es que la visión del ∞ como una zona prohibida o
camino a la locura —visión muy antigua y poderosa que acechó a las matemáticas
durante más de dos mil años— es precisamente lo que la obra de Cantor derribó.
Decir que el ∞ enloqueció a Cantor es como lamentar la derrota de san Jorge ante el
dragón: no solo es falso, sino insultante. <<

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[1.4] SEIBoyer comparte únicamente con el profesor Morris Kline la cima de la
«cadena alimentaria» de los historiadores de las matemáticas. Las obras principales
de Boyer y Kline son respectivamente Historia de las matemáticas y El pensamiento
matemático de la Antigüedad a nuestros días. Ambos libros son excelentes y
extraordinariamente completos, por lo que los citaremos con frecuencia. <<

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[1.5] Respecto a esto, Bertrand Russell tiene un párrafo interesante sobre las
matemáticas de nivel intermedio, donde suele darse el siguiente gran salto de
abstracción tras la aritmética: «Al empezar álgebra, incluso el muchacho más
inteligente se encuentra, por regla general, con grandes dificultades. El uso de letras
es un misterio, que parece no tener otro propósito que la mistificación. Es casi
imposible, al principio, no pensar que cada letra representa algún número en
particular, y que solamente el profesor nos revelará qué número representa. El hecho
es que en el álgebra la mente aprende por primera vez a considerar verdades
generales, verdades que no se afirman solo de esta o aquella cosa en particular, sino
de cualquiera de un grupo entero de cosas. Es en el poder de entender y descubrir
tales verdades donde reside el dominio del intelecto sobre todo el mundo de las cosas
reales y posibles; y la capacidad de tratar con lo general en sí es uno de los dones que
una educación matemática debería otorgar (Russell, Mysticism and Logic, pág. 60)».
<<

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[*]
En inglés el resumen de un artículo académico suele llamarse abstract. (N. del t.)
<<

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[1.6] SEISegún la mayoría de las fuentes, Cantor no era únicamente un matemático:
tenía una auténtica filosofía del infinito. Era extraña y casi religiosa y, nada
sorprendentemente, abstracta. En cierto momento, Cantor intentó cambiar su puesto
de trabajo en la Universidad de Halle del Departamento de Matemáticas al de
Filosofía; la petición fue denegada. Cabe reconocer que este no fue uno de sus
períodos más estables. <<

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[1.7] SEILa fuente de este pernicioso mito es Aristóteles, quien desde cierto punto de
vista es el villano de todo nuestro relato. <<

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[1.8]Una analogía aquí casi obligada es el hecho de que la mayoría de nosotros vamos
en avión a pesar de saber que cada año un determinado porcentaje de aviones de
pasajeros se estrellan. Pero esto tiene que ver con las distintas maneras de saber o
«saber» (véase §1c más adelante). También está relacionado con la urbanidad, pues
los viajes en avión son públicos y entra en juego algo así como la confianza en el
grupo. Por ello, dirigirse a la persona del asiento de al lado para informarle de la
probabilidad estadísticamente calculada de que aquel avión se estrelle no es incurrir
en falsedad, sino en crueldad: sería meterse con la delicada infrastructura psicológica
de su justificación para volar. SEI Dependiendo del estado de ánimo o del momento
del día, podría resultarle a usted curioso y parecerle interesante que de las personas
que no pueden reunir esa extraña fe en principios que no se pueden justificar
racionalmente, y, por lo tanto, no pueden volar, se diga que tienen un «miedo
irracional» a volar. <<

www.lectulandia.com - Página 200


[1.9] SEIResulta que lo único que impidió a Wallis inventar el cálculo diferencial en
Arithmetica Infinitorum fue su ignorancia del teorema del binomio, el cual es esencial
para trabajar con infinitesimales. Véase esp. §4 más adelante. <<

www.lectulandia.com - Página 201


[1.10]El singular e imponente doctor E. Robert Goris, profesor de matemáticas en el
instituto, solía referirse a esto como «mentalidad de sector privado», en el sentido de
que se esperaban resultados productivos reales. <<

www.lectulandia.com - Página 202


[1.11] SEI
Por ello, la mayor parte de la obra de Platón (y casi toda la de Aristóteles) es
acerca de la conceptualización y la sistematización de lo abstracto. <<

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[1.12]N. B. Independientemente del significado, una verdad demostrada en un sistema
formal se conoce técnicamente como un teorema, de aquí el teorema de Pitágoras,
etc. <<

www.lectulandia.com - Página 204


[1.13]
Esta parte se requiere en la lógica formal a causa de ciertas propiedades del
operador disyuntivo «o». Entraremos lo menos posible en esas cosas tan crípticas.
(Solo que, ya que estamos, confesemos que estamos usando la «LTE» de un modo
informal que también incluye el principio de bivalencia. Dejar que la «LTE» connote
todo el edificio de la lógica bivaluada está bien para nuestros propósitos, pero sepa
que no es 100% riguroso). <<

www.lectulandia.com - Página 205


[1.14]Modus tollens (= «método de negación» en latín) podría no parecer una regla
universal a menos que tenga en cuenta que la implicación, como relación lógica, no
tiene que ver con la causa sino con la certeza. En lógica aplicada, los términos son
condiciones necesarias y suficientes. Si, por ejemplo, P representa el enunciado
«mide 1,65 m de altura» y Q representa «mide por lo menos 1,55 metros de altura»,
entonces el significado puramente lógico de «P → Q» se hace evidente: en realidad
significa que «Si P es verdadera, Q no puede ser falsa en modo alguno». Modus-
tollenizar esto como «no Q → no P» es simplemente decir que si alguien no llega a
los 1,55 m de altura, entonces no es posible que mida 1,65 m. Dicho sea de paso, otra
relación lógica importante que veremos bastante más adelante, en §5e, podemos
mencionarla ya aquí. Es la relación de conjunción, que significa «y» y se representa
habitualmente mediante «&» o «∧». La regla de oro es que «P & Q» es verdadera
solo cuando P y Q son ambas verdaderas. Si cualquiera de ellas es falsa, toda la
conjunción es falsa. <<

www.lectulandia.com - Página 206


[1.15] SEI
Bueno, técnicamente, esto no es tanto por la LTE como por la definición de
la conectiva lógica «no», cuya definición, sin embargo, o bien se obtiene a partir de la
LTE o (como argumentan algunos) es lo mismo que la LTE. N. B. Algunos sistemas
formales incluyen toda la transacción de la reducción al absurdo como un axioma, a
veces llamado ley de absurdidad. <<

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[1.16]Recordará del instituto que los puntos suspensivos dentro de una sucesión o
serie significan «todos los términos relevantes en medio». Si están al final significan
«y así sucesivamente sin fin». Esta es una abreviatura que se usa mucho en las
matemáticas puras. <<

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[1.17]
De nuevo, estrictamente hablando es algo más complicado pero, para nuestros
propósitos, la LTE servirá. <<

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[1.18] SEI
incluyendo nuestra esquizofrenia de la abstracción y, en definitiva, el ser
esclavos de la tecnología y la razón científica. <<

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[1.19]Una de las razones por las que los textos de matemáticas son tan abstrusos y
técnicos es por todas las especificaciones y condiciones que deben ponerse en los
teoremas para evitar las fisuras. En este sentido son como documentos legales, y a
menudo su lectura es igual de divertida. <<

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[1.20]Recordará de las clases de matemáticas lo especialmente desagradables que
resultaban las dificultades para definir las cosas. [Aquí el autor se refiere
específicamente a los problemas donde un enunciado erróneamente formulado induce
a confusión. (N. del t.)]. <<

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[1.21] SEI
Quede claro desde el principio que «puede que recuerde usted» y «no hace
falta decir» y demás no son tics, sino tácticas retóricas cuyo objetivo es reducir las
molestias de aquellos lectores que ya están familiarizados con lo que sea que se está
discutiendo. En realidad, no se necesita ninguna experiencia en particular ni recordar
las matemáticas superiores para leer este libro, pero parece por lo menos razonable
suponer que algunos lectores tendrán una buena preparación matemática, y
simplemente lo educado es admitirlo de vez en cuando. Como se mencionó
brevemente en el Prólogo, la retórica de la escritura técnica está cargada de
incertidumbres acerca de los niveles de experiencia de los distintos lectores y sus
curvas de confusión-enojo. Nada de esto es su problema, claro, por lo menos no
directamente. <<

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[1.22]
Lo que viene a continuación no es demasiado SEI, pero para seguirlo con detalle
probablemente necesitaría haber estudiado algo de matemáticas superiores, y si no es
así no se preocupe de nada más, excepto de cómo el simbolismo tiene que cargarse de
salvedades. (SEI Y si estudió usted los primeros cursos de cálculo y se da cuenta de
que nuestro simbolismo es algo no estándar, tampoco se inquiete por eso; más que
nada porque todavía no se ha definido ninguno de los símbolos relevantes). <<

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[1.23] SEI = Definición 23 en el Libro I de los Elementos. <<

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[1.24] SEI
Esta está relacionada con una cosa llamada la rueda de Aristóteles, que es
una historia en sí misma. <<

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[1.25] SEI
Como veremos en §7, que exista una correspondencia uno a uno entre sus
miembros en realidad ahora es la definición de igualdad entre dos conjuntos. <<

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[1.26] SEI Esto es un poco burdo. El auténtico modo en que las matemáticas
neutralizaron el ∞ se basaba en cierta distinción metafísica trazada por Aristóteles
para refutar a Zenón, a todo lo cual llegaremos. <<

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[1.27]No es nada injusto mencionar que Cantor se prodigó bastante en declaraciones
extravagantes durante la controversia sobre los conjuntos infinitos, muchas con un
tono religioso exageradamente grandilocuente, por ejemplo: «No albergo duda alguna
respecto a la verdad de los transfinitos, a los que he identificado con la ayuda de
Dios». (Cantor en la obra de Dauben «Georg Cantor and Pope Leo XIII», pág. 106) o
«El miedo al infinito es una forma de miopía que destruye la posibilidad de ver el
infinito real, a pesar de que este en su forma más alta nos ha creado y nos sostiene»
(Cantor, Gessamelte Abhandlungen, pág. 374. Traducción editada de un extracto de
Rucker, Infinity and the Mind, pág. 46). <<

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[1.28]Naturalmente, se necesita tiempo para obtener los resultados significativos que
dan legitimidad a una teoría matemática, e incluso más tiempo para que sea
plenamente aceptada, y, por supuesto, durante ese tiempo la cuestión locura-o-genio
permanece sin resolver, probablemente incluso para el propio matemático, de modo
que este desarrolla su teoría y elabora sus demostraciones en unas condiciones de
enormes tensiones y dudas personales, y a veces ni siquiera es reivindicado en vida,
etc. <<

www.lectulandia.com - Página 220


[2.1] SEI
Parece ser que el término to apeiron se originó en la tragedia griega, donde se
refería a vestimentas o ataduras «en las cuales uno se queda enredado, sin escape».
<<

www.lectulandia.com - Página 221


[2.2] SEI
Probablemente valga la pena destacar aquí que la descripción del Génesis 1:2:
«La tierra era caos y confusión», es una manera plenamente griega de caracterizar la
pre-Creación. <<

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[2.3]
N. B. Este esteticismo helénico nunca ha desaparecido de las matemáticas, como
se puede constatar por el hecho de que una buena demostración o un buen método se
dice que son «elegantes» o por la frase, muy citada, de la Apología de Hardy: «La
belleza es la primera prueba; no hay lugar permanente en el mundo para las
matemáticas feas» (Hardy, Apology, pág. 85). <<

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[2.4] SEI En caso de que usted haya notado que esta descripción suena bastante
platónica, sepa que, a pesar de que Platón vivió un siglo más tarde que Pitágoras, hay
buenos indicios de que entró en estrecho contacto con sus sucesores, miembros de la
D. Η. P., durante sus viajes por la Magna Grecia (actualmente el sur de Italia,
territorio entonces colonizado por los griegos), y que su metafísica de las
matemáticas subyace a la teoría de las «formas» del propio Platón, respecto a lo cual
véase lo que sigue. <<

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[2.5]
El concepto de «recta» de los egipcios, por otro lado, era solo una cuerda tensa,
usada para delimitar el terreno de alguien. <<

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[2.6] = a grandes rasgos «Todo es Uno» + «Nada cambia». <<

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[2.7]Lo que sigue no debería clasificarse como SEI aunque usted ya conozca la
dicotomía, pues esta discusión está hecha más bien a medida. <<

www.lectulandia.com - Página 227


[2.8]
Lo cual quiere decir, otra vez, que lo siguiente solo tendrá sentido al 100% si ha
estudiado usted las matemáticas relevantes, y, una vez más, no se preocupe si no lo
hizo: lo importante es la forma general del razonamiento, que puede usted captar sin
conocer los símbolos/términos específicos. (SEI De hecho, todos los
términos/símbolos en juego se definirán más adelante, pero no hasta que los
necesitemos). <<

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[2.9]
Y, por supuesto, los estudiantes raramente lo preguntan: las fórmulas por sí solas
son tan difíciles de «entender» (es decir, de usar para resolver problemas
correctamente), que a veces no nos damos cuenta de que no las entendemos en
absoluto. Que acabemos sin saber siquiera todo lo que ignoramos es la parte
realmente insidiosa de la mayoría de las clases de matemáticas. <<

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[2.10] SEI Aquí se cita tanto a Russell porque su prosa sobre todo esto es
extremadamente lúcida y acertada. Además, observe el modo en que, como los
griegos, no hace ninguna distinción real entre matemáticas y filosofía. <<

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[2.11] SEIen el sentido de que no tiene un límite finito. Puede que la convergencia y la
divergencia no adquieran pleno sentido hasta que hablemos de los límites en §3c.
Todo lo que usted necesita en este punto es una idea aproximada de la diferencia
entre la una y la otra, lo cual pretenden ilustrar los gráficos. <<

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[2.12] SEILos modos en los que eso no es 100% cierto involucran a Eudoxo de Cnidos,
del cual tiende a hablarse incluso menos que de Zenón. Véase §2d más adelante. <<

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[2.13] SEI Todo lo que se sabe de las paradojas de Zenón proviene de fuentes
secundarias, pues o bien Zenón no escribió nada, o bien todo se perdió. La paradoja
anterior aparece célebremente en el §209a de la Física de Aristóteles, y observe cómo
esta también gira alrededor de cuestiones sobre la ontología de las abstracciones,
particularmente en la transición del paso (1) al paso (2). Además, si es usted el tipo de
persona que puede mantener cosas aparentemente irrelevantes en su cabeza durante
varias páginas, fíjese en que exactamente la misma imprecisión metafísica de esta
P. Z. reaparecerá respecto a la dicotomía en cuestiones acerca de qué es exactamente
un punto matemático, como, por ejemplo, si un punto es una abstracción geométrica,
una ubicación física real o ambas cosas. <<

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[2.14]
Por ejemplo: 1) La curiosidad mató al gato. 2) La bola de cordel más grande del
mundo es una curiosidad. 3) Por lo tanto, la bola de cordel más grande del mundo
mató al gato. <<

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[2.15]Mediante la forma predicativa (o «copulativa») de «ser», a causa de la cual aquí
la predicación es problemática. <<

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[2.16] SEI
en el Libro I, caps. 6 y 9. Además, el término metafísica proviene del título
de este libro, por supuesto. Originalmente solo quería decir que era el siguiente
tratado de Aristóteles tras la Física. <<

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[2.17]
Una o dos curiosidades. Platón, nacido Aristocles, vive entre el 427 a. C. y 347
a. C. aprox.; Aristóteles vive entre el 384 a. C. y 322 a. C. aprox. (compárese con
Sócrates, 470 a. C.-399 a. C. aprox., y Zenón, 490 a. C.- 435 a. C. aprox.). Aristóteles
había sido un alumno estrella de la Academia de Platón, encima de cuyo portal
curiosamente estaba inscrito el lema QUE NO ENTRE AQUÍ NADIE QUE SEA IGNORANTE EN
GEOMETRÍA. <<

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[2.18] O por lo menos nuestra versión simplificada de ella. <<

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[2.19] SEI
Esto es un poco esotérico, pero es para evitar posibles objeciones a lo que
sigue: Sí, en cierto sentido, si «5» se entiende como una referencia o indicación del
conjunto de todos los quíntuplos, entonces por los postulados de Peano lo anterior es
exactamente lo que «5» es, aunque tanto «conjunto» como los postulados de Peano
son dependientes de Cantor, o sea que nos estamos adelantando literalmente dos mil
años. <<

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[2.20] SEIVéase, por ejemplo, esta afirmación platónica clásica de Charles Hermite
(1822-1901, figura muy destacada en teoría de números): «Creo que los números y
las funciones del análisis no son el producto arbitrario de nuestros espíritus: creo que
existen fuera de nosotros con el mismo carácter de necesidad que los objetos de la
realidad objetiva; y los descubrimos y los estudiamos como hacen físicos, químicos y
zoólogos (Hermite en Barrow, pág. 259)». Como irá saliendo probablemente en
diversos contextos a continuación, Bernhard P. Bolzano, Richard Dedekind, y Kurt
Gödel son todos platónicos, y Georg F. L. P. Cantor es por lo menos un platónico en
el armario. <<

www.lectulandia.com - Página 240


[2.21]
Así como, claro está, cualquier otra estatua jamás hecha, o imaginada, o incluso
no imaginada… <<

www.lectulandia.com - Página 241


[2.22] SEIComo tantas cosas de Aristóteles, esto no resulta fácil de entender. La
cuestión aquí es que coexistir significa básicamente «existir todos al mismo tiempo»,
lo cual es imposible a causa del lapso de 23 horas y 59 minutos entre cada repetición
de las 6:54 (estando dichos lapsos incluidos en la misma definición de «6:54»). En
esencia, esta cuestión de la Sucesión → No completación es también el argumento de
Aristóteles a favor de que el Tiempo con mayúscula es potencialmente pero no
realmente infinito, lo cual a su vez evita ciertas paradojas de tipo Lámpara sobre la
eternidad y los momentos primero y último. <<

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[2.23] SEI y para anticipar algunas cosas que se discutirán en detalle en §4. <<

www.lectulandia.com - Página 243


[2.24] por así decirlo. <<

www.lectulandia.com - Página 244


[2.25]Solo como propuesta de reflexión: no es trivial observar que los antiguos
griegos no tenían un verdadero concepto de punto sin dimensión, algo de extensión
cero, pues no tenían 0. Y quizá por lo tanto que, en cierto sentido, la dicotomía era
solo un síntoma del verdadero problema de los griegos, que era intentar hacer
matemáticas abstractas usando solo cantidades concretas. <<

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[2.26] SEI
en todo caso, el primero en la práctica, el Libro VI de la Física se lleva el
mérito de hacerlo explícito. <<

www.lectulandia.com - Página 246


[2.27] SEI
En las escuelas estadounidenses, la representación de la recta numérica solía
situarse encima de la pizarra (o en la parte superior de la pared de atrás en las aulas
que tenían retratos de los presidentes de EE. UU. encima de la pizarra) y parecía algo
así como un termómetro tumbado. <<

www.lectulandia.com - Página 247


[2.28] SEI
Más adelante, en §6f, veremos la importancia de un criterio completamente
diferente de «constructibilidad» para teoremas. <<

www.lectulandia.com - Página 248


[2.29] Los griegos también carecían de estos últimos. <<

www.lectulandia.com - Página 249


[2.30]Por excitantes razones técnicas, a las que llegaremos, la recta numérica es más
apropiadamente llamada recta real si también representa los números irracionales. Es
decir, la «recta real» de todos los números reales. Observe, por cierto, que otro
término matemático para designar tanto el conjunto de los números reales como a la
recta real resulta ser: el continuo. Probablemente algo de todo esto será mencionado
en el texto, pero en algún punto deberá resumirse la cuestión de la recta numérica y la
recta real, y este es un lugar tan bueno como cualquier otro. Sepa que las matemáticas
y la metafísica de ambos tipos de recta son sin duda difíciles. Comparten tres
características cruciales, y la recta real tiene una cuarta característica. Ambos tipos de
recta son por definición infinitamente extensos, ambos son infinitamente densos (=
entre dos puntos cualesquiera siempre hay otro punto), y ambos son «sucesivos» u
«ordenados» (lo cual básicamente significa que para cualquier punto n
(n − 1) < n < (n + 1)). La recta real, además, tiene la propiedad de ser continua, lo
cual en este caso quiere decir que no tiene huecos o agujeros. Tenga en cuenta, para
más adelante, que es la continuidad de la recta real en este sentido lo que acaba
abriendo una grieta en las matemáticas modernas. Sin embargo, como se ha
mencionado justo antes en el texto principal, la dicotomía de Zenón no necesita nada
más que la densidad de la recta numérica para crear la paradoja. Por esta razón, la
dicotomía se puede reformular tan fácilmente para eliminar el tiempo/movimiento: su
RIV involucra cruzar no un espacio real, sino solo el intervalo 0-1 de la recta
numérica. Es este segundo tipo en particular de ∞, denso e inter-numérico, que
Aristóteles quiere descartar calificándolo de meramente «potencial». Finalmente,
observe, por favor, que en ciertos apartados a partir de ahora y hasta §6 vamos a
hablar como si la recta numérica y la recta real fueran la misma cosa, o como si la
recta numérica también pudiera representar números irracionales. Esto se debe a
complicadas razones que involucran la traducción de complejas demostraciones al
lenguaje natural, pero no se preocupe por ello, solo le conviene recordar el estatus
especial de la recta real hasta dentro de varios §s, cuando resultará importante. <<

www.lectulandia.com - Página 250


[2.31] SEI El término anglosajón surd era el preferido del doctor Goris porque sostenía
que su pronunciación era mucho más divertida. Si alguien decía «número irracional»,
él hacía como si no pudiera oírle, lo cual, si conoce usted la etimología de surd, verá
que también era una especie de broma entre él y nosotros. [La etimología a la cual se
refiere el autor es la raíz latina surdus, la misma de la cual proviene «sordo». Hay una
interesante relación histórica, etimológica y conceptual entre «irracional» y «sordo»,
que se remonta al griego alogos, que podía significar «sin razón» o «sin habla». (N.
del t.)]. <<

www.lectulandia.com - Página 251


[2.32] SEI
Por supuesto, esto también funciona como una demostración de que la √2 es
irracional, y así lo presentó en clase por primera vez el doctor Goris. <<

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[2.33] Por así decirlo. <<

www.lectulandia.com - Página 253


[2.34] SEI Lo cual es una invención del siglo XVI. <<

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[2.35]También es importante recordar que los decimales son solo numerales, en el
sentido de representaciones de números y no números en sí mismos. Y que los
decimales también resultan ser representaciones de series por convergentes, ejemplo
0,999… es equivalente a + + + + … Si puede usted ver por qué la
suma de esta serie infinita en particular es 1,0, probablemente se le ocurrirá que en
realidad la paradoja antes mencionada de 0,999… = 1,0 no es una paradoja en
absoluto, sino una mera consecuencia del hecho de que siempre hay más de una
manera de representar cualquier número dado en notación decimal. En este caso, la
cantidad 1 se puede expresar, o bien como «1,000…», o bien como «0,999…».
Ambas representaciones son válidas, aunque se necesita algo de matemáticas
superiores para ver el porqué. (SEI Una vez más, si puede usted recordar las cosas
durante mucho tiempo y muchas páginas, sepa ahora que en los § 6 y 7, Georg Cantor
va a hacer un uso ingenioso de esa equivalencia técnica entre 1,0 y 0,999… en un par
de sus más famosas demostraciones). <<

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[2.36] SEIEn todo caso, no numéricamente. Otras maneras de decir lo mismo: en la
nomenclatura, digna de un dentista, de las matemáticas de bachillerato, no se puede
extraer completamente la raíz de 3; en términos gráficos, una recta con una pendiente
irracional que parta del origen nunca alcanzará ningún punto correspondiente a unas
coordenadas cartesianas racionales. <<

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[2.37]Para ver de forma intuitiva que hay (por lo menos) un número infinito de puntos
irracionales entre 0 y 1, considere el conjunto de todos los puntos correspondientes a
1/n, donde n es irracional. <<

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[2.38] SEI
En el fondo esto explica por qué la trigonometría y la astronomía griegas
eran tan complejas: intentaban cuantificar curvas continuas y áreas bajo curvas solo
con números racionales. <<

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[2.39]Véase esta muy apropiada cita del algebrista alemán Michael Stiefel, hacia
1544: «Pues, al hacer demostraciones geométricas, cuando los números racionales
nos fallan, los números irracionales se ponen en su lugar y demuestran exactamente
aquellas cosas que los números racionales no podían demostrar, nos vemos obligados
a aseverar que son verdaderamente números. Por otro lado, otras consideraciones nos
obligan a negar que los números irracionales sean números en absoluto. A saber,
cuando buscamos someterlos a [representación decimal], nos encontramos con que se
escabullen de manera perpetua, de modo que ninguno de ellos puede ser precisamente
aprehendido en sí mismo. Ahora, esto no puede llamarse un verdadero número, si es
de tal naturaleza que carece de precisión. Por lo tanto, así como un número infinito no
es un número, asimismo un número irracional no es un verdadero número, sino que
permanece oculto en una especie de nube de infinito (Michael Stifel, Arithmetica
Integra, 1544, extractado a partir de Kline, pág. 251)». <<

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[2.40] SEI
Si no es así, entonces sepa/recuerde que, según las reglas de la lógica formal,
una implicación como «(ap < bq) → (ar < bs)» será falsa solo cuando el primer
término sea verdadero, y el segundo, falso. A la vista de esto, si quiere puede usted
asignar valores, por ejemplo, p = 1, q = 2, r = 2, s = 4, a = 2, y b = 1, y comprobar
casos particulares de la implicación. Verá que no hay ningún caso en el cual el primer
término sea verdadero, y el segundo, falso; es decir, que 1/2 realmente es igual a 2/4.
<<

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[2.41] SEI
Esto se hará mucho más relevante cuando lleguemos a la teoría de los
números reales de Dedekind en §6. <<

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[2.42] SEI Que en la teoría de Dedekind se llamará un corte. <<

www.lectulandia.com - Página 262


[2.43] La especificidad reside en la elección de los valores de a y b. <<

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[2.44] SEI = los que tienen todos los lados de la misma longitud. <<

www.lectulandia.com - Página 264


[2.45] SEI
Es, en verdad, casi increíblemente parecido al modo en que Cauchy acabará
definiendo los infinitesimales en términos de límites para evitar las varias fisuras
asociadas con las cantidades infinitamente pequeñas, de todo lo cual se habla más
adelante en §5. <<

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[2.46]
Una pequeña broma entre los historiadores de las matemáticas es que lo único
matemáticamente significativo que hicieron los romanos fue matar a Arquímedes. <<

www.lectulandia.com - Página 266


[2.47] SEI
Como veremos, tras unos cuantos machetazos simplificadores por parte de
Bolzano y Dedekind. <<

www.lectulandia.com - Página 267


[2.48] SEI Hay todo tipo de procedimientos y objetos diferentes para ilustrar esta
demostración. Resulta que el doctor Goris solía llevar/sonarse con/desplegar de forma
ilustrativa un gran pañuelo rojo, al que durante más de veinticinco años de clases se
refirió como al «pañuelito de la muerte». <<

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[2.49] SEIDe hecho, se puede demostrar matemáticamente que la probabilidad de que
alguien acierte un punto racional de la recta numérica con un dedo puesto al azar, un
dardo o un protón lanzados de manera aleatoria, o lo que sea, es en todo caso: 0%. [El
autor omite aquí la observación de que los susodichos dedo, dardo y protón deberían
tomarse como puntos matemáticamente ideales para que la afirmación tenga sentido.
(N. del t.)]. <<

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[3.1]
El único otro objetivo general de §3 es lograr cierto grado de reducción y
simplificación que sea lógicamente < absurdo. <<

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[3.2]
Si en la escuela aprendió que el símbolo viene de la letra griega ómicron, le
mintieron. <<

www.lectulandia.com - Página 271


[3.3]Reconocerá esto último como una definición de álgebra, palabra que es en
realidad una deformación de Al-jabra, un tratado del matemático de Bagdad
al-Khwarizmi (m. < 850 d. C.). <<

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[3.4] SEI
en la Summa Theologiae y De Potentia Dei (donde, SEI2, quia significa
«razonar retroactivamente de los efectos a las causas»). <<

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[3.5]
= «Contribuciones al estudio de lo transfinito» (1887), que es uno de los artículos
más importantes de Cantor y aparece en las págs. 378-440 de su Gessamelte
Abhandlungen mathematischen und philosophischen Inhalts (= Obras completas). Lo
citamos de un modo tan horriblemente detallado para que de ahora en adelante
entienda por qué no indicamos detalladas citas polisilábicas y traducciones-de-citas
de hasta el último pequeño extracto relacionado con Cantor. Prácticamente todo lo
cantoriano se puede encontrar en Gessamelte Abhandlungen, obra que recogemos en
la Bibliografía. <<

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[3.6] SEI
= un cálculo primitivo, precartesiano y prenewtoniano, de tipo cien por cien
geométrico. Las epónimas latitudes del método son pequeños segmentos verticales
cuyas longitudes representan la velocidad en un instante (los instantes eran las
«longitudes» de la gráfica). No estoy seguro de si todo esto explica el nombre de la
técnica o solo lo hace más confuso. <<

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[3.7] Adivine quién lo consigue. <<

www.lectulandia.com - Página 276


[3.8] SEI
Viète no usó las palabras «suma», «serie» o «geométrica», pero eso es lo que
eran a todos los efectos. <<

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[3.9] SEIDisculpas por la críptica prosa matemática. Si puede soportarlo, consulte
también la obra de Kepler de 1615 Stereometria doliorum (= Medición del volumen
de barriles [larga historia, donde intervienen el emperador Rodolfo II y la industria
vinícola austriaca]). El método «volumétrico» del libro para determinar
áreas/volúmenes de figuras creadas por curvas en rotación implica tratar los sólidos
como si estuvieran compuestos de n figuras infinitesimales cuyas extensiones se
pueden sumar —de nuevo, mucho antes que Newton y Leibniz—. <<

www.lectulandia.com - Página 278


[3.10] SEI
Es verdad, todos los títulos matemáticos de la modernidad temprana suenan
como horribles enfermedades. <<

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[3.11] SEIhacia 1401-1464, aprox., matemático y cardenal de la Iglesia católica; larga
historia. <<

www.lectulandia.com - Página 280


[3.12] SEI Todo esto se desarrolla con mucho más detalle más adelante, en el clímax de
§7. <<

www.lectulandia.com - Página 281


[3.13] SEI De hecho, la propia razón tiende a ∞ al
alejarnos más y más por la secuencia. <<

www.lectulandia.com - Página 282


[3.14]James Gregory (véase el texto principal justo a continuación) da la primera
definición ampliamente aceptada de función en un libro sobre problemas de
cuadratura solo treinta años después de DNC. <<

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[3.15]De las diferencias entre estos tipos de funciones expliquemos solo que las
trascendentes son las realmente complejas: trigonométricas, exponenciales,
logarítmicas, etc. Lo que no podemos dejar sin aclarar es la distinción entre números
algebraicos y trascendentes, que es parte de la amplia taxonomía en la cual, por
supuesto, los enteros + las fracciones son los números racionales, los racionales + los
irracionales son los números reales, un número real más un número imaginario como
√−1 constituye un número complejo, y así sucesivamente. Dado nuestro objetivo
general, no necesitamos tratar con nada más que números reales, afortunadamente.
Pero tenga en cuenta que el componente irracional de los números reales se compone,
a su vez, de dos tipos de números diferentes, o más bien la distinción racional o
irracional se superpone en cierto modo con otra distinción, entre números algebraicos
y trascendentes. La diferencia se vuelve importante cuando llegamos a las
demostraciones de Cantor sobre los diferentes tamaños de los ∞ de diferentes «clases
numéricas». Así pues, un número es algebraico si es raíz de un polinomio con
coeficientes enteros. Por ejemplo, √8 es un número algebraico porque es la solución
de la ecuación 1x2 − 8 = 0. (En realidad, los números enteros, los racionales, e
incluso los complejos también pueden ser algebraicos, por ejemplo, las respectivas
soluciones de 2x − 14 = 0, 2x − 7 = 0, y 3x2 − 2x + 1 = 0, pero en términos de
Cantor/Dedekind/continuidad solo tenemos que esclarecer la cuestión de los
irracionales). Los números trascendentes, pues, son aquellos que no son algebraicos,
es decir, que no pueden ser raíces de polinomios con coeficientes enteros; π es un
irracional trascendente, y también el número e, la base del logaritmo
natural/hiperbólico (no se preocupe si el término no le resulta familiar). <<

www.lectulandia.com - Página 284


[3.16] SEI
«Función» era la alternativa de Leibniz al extraño «fluxión» de Newton. Y,
como ocurrió en muchos otros casos con la terminología, el término de Leibniz se
convirtió en el favorito. Curiosidad: Leibniz también introdujo «constante» y
«variable». <<

www.lectulandia.com - Página 285


[3.17] SEILa solución presentada es en realidad para la paradoja de Aquiles y la
tortuga, pero viene a ser lo mismo. <<

www.lectulandia.com - Página 286


[3.18] SEIEsta es la razón por la cual el cálculo anglicano depende en gran medida de
las series infinitas y del teorema del binomio. Véase §4a más adelante. <<

www.lectulandia.com - Página 287


[3.19] SEI
Este cambio queda simbolizado por la evolución de la trigonometría,
pasando de los grados y las formas geométricas a los radianes y las funciones
trigonométricas. <<

www.lectulandia.com - Página 288


[3.20] SEI Aquí el coloso dominante es, obviamente, Newton… <<

www.lectulandia.com - Página 289


[3.21]
N. B. Tenga en cuenta, especialmente para después, que las teorías de
Weierstrass, Dedekind y Cantor sobre los números reales y la continuidad suelen
conocerse en los libros de texto como la topología de la recta real. <<

www.lectulandia.com - Página 290


[3.22] SEI
por supuesto, estrictamente hablando los conjuntos son entes poscantorianos,
pero qué le vamos a hacer… <<

www.lectulandia.com - Página 291


[3.23] SEI Es decir, si usted representa , verá que la curva resultante
tiene un agujero correspondiente a la posición del 1 en el eje x, porque aquí es donde
f(x) es igual a , que matemáticamente se define como matemáticamente indefinido.
(SEI2 El lector con muchas tablas podría darse cuenta de que aquí hay cosas
relacionadas con el valor límite y el límite de una función, las cuales no
mencionamos porque todavía no hemos hecho límites). <<

www.lectulandia.com - Página 292


[3.24] SEILo de la «aproximación» en realidad es técnicamente erróneo, tal como se
explicará con algo de detalle cuando empecemos a hablar del análisis weierstrassiano
en §5e. La idea, aquí en G. E. I, es explicar los límites de un modo intuitivamente
claro, no matemáticamente riguroso. <<

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[3.25] ¡Uy!2: véase Desarrollo más adelante. <<

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[3.26] SEIo sea, por un 0 inferiormente y por un 1 superiormente, para comprobar lo
cual está usted invitado a dar valores a x. <<

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[3.27]
N. B. Observe, por favor, que, a grandes rasgos, las cotas y el ser no acotado
funcionan del mismo modo para los conjuntos y para las sucesiones. Esto empezará a
ser importante en §7, momento en el que probablemente se le pedirá que retroceda
aquí y repase esta misma nota. <<

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[3.28] SEI
Más materiales para futura recuperación: en caso de que se le haya ocurrido
preguntarse si el ∞ que corona la suma denota un límite real o un final o, de hecho,
más bien la ausencia de cualquier límite/final, sepa que esta cuestión es altamente
significativa y llega hasta el corazón de lo que Weierstrass/Dedekind/Cantor fueron
capaces de hacer por el análisis (respecto a lo cual no se pierda el apartado Análisis).
Si, por otro lado, se está preguntando qué visión tenían en realidad los matemáticos
anteriores a Weierstrass de estos ∞ a los que sus x y sus n se «aproximaban», la
respuesta básica es que relegaron esas cantidades infinitamente grandes/pequeñas a la
misma existencia vaga, nebulosa, del infinito potencial de Aristóteles. La idea es que
el verdadero estatus matemático/metafísico de los infinitos de los límites nunca tiene
que considerarse, porque en realidad nada llega jamás allí. Si esto le choca como algo
sospechoso, entonces ya se encuentra en situación de comprender por qué Weierstrass
pensaba que debía ponerse rigor a todo el asunto. <<

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[3.29]Maldición. Muy bien. La verdad estricta es más complicada que eso, e involucra
los límites de sucesiones de sumas parciales, donde una suma parcial = la suma de
un número finito de términos consecutivos de una serie. La idea básica es que si la
sucesión infinita de sus sumas parciales tiende a algún límite S, entonces una serie
infinita es convergente y su suma es S. Y que una serie divergente es una cuya
sucesión de sumas parciales no se aproxima a un límite, y por lo tanto no tiene una
suma finita. Todo lo cual resulta demasiado abstracto en este punto, pero con un poco
de suerte tendrá más sentido hacia el final de §5. <<

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[3.30] SEI
No nos vamos a preocupar de términos asociados como producto continuo y
producto oscilante. <<

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[3.31] SEI donde el factorial 2! significa 2 × 1, 4! significa 4 × 3 × 2 × 1, etc. <<

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[3.32] SEI estudiadas habitualmente con la denominación de análisis armónico. <<

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[3.33] SEISi por casualidad está usted volviendo a este apartado desde §5b y dándose
cuenta de que esta serie de Fourier no se parece a la original de Fourier vista en la
presentación, sepa que ambas son realmente la misma. Es solo que la forma anterior
clarifica cómo la serie de Fourier contiene y combina dos series trigonométricas
diferentes, las cuales —si no estaba usted regresando— serán a su vez más
comprensibles cuando se definan las series trigonométricas en G. E. II. Nos
disculpamos si esto resulta confuso: lo estamos haciendo lo mejor que podemos. <<

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[3.34] SEI
Si no tiene usted conocimientos de matemáticas superiores, esta definición
tendrá más sentido cuando veamos el cálculo clásico en §4a. <<

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[3.35] SEI Que fue definido de facto justo al final de §3a. <<

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[3.36] SEI
Respecto a lo cual, de nuevo, véase lo que viene inmediatamente después y
§4 algo después. <<

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[3.37] SEI= «Demostración Puramente Analítica…». El título entero tiene una
longitud de veintidós palabras y usted no quiere verlo. <<

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[3.38]La demostración específica es que los polinomios algebraicos son continuos, lo
cual es menos relevante que las conexiones entre el hecho de que una función sea
continua en un intervalo y que una serie/sucesión de funciones sea convergente en un
intervalo. Estas conexiones empiezan a volverse realmente importantes en §5. <<

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[3.39]Para adelantarnos todavía más: en §5e se analizará con cierta extensión una
importante hipótesis de Bolzano acerca de sucesiones infinitas y puntos límite, una
hipótesis que Weierstrass también redescubrió y demostró, aunque respecto a esto la
historia fue amable con Bernard Bolzano y nombró este resultado teorema de
Bolzano-Weierstrass, el cual resulta ser importante para la teoría de Dedekind de los
números irracionales. (Para su información, no hay ninguna indicación de que
Weierstrass plagiara a Bolzano ni nada parecido. Este tipo de descubrimientos
paralelos se producen a menudo en las matemáticas). <<

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[3.40]
concretamente su Paradoxien des Unendlichen de 1851, que ni siquiera estuvo
disponible en inglés (como Paradoxes of the Infinite) hasta 1950. <<

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[3.41] SEI
Véase, por ejemplo, la versión inglesa de la obra de Cantor «Foundations of
the Theory of Manifolds», que está en la Bibliografía en el apartado de Artículos y
Ensayos. <<

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[3.42]Como veremos en §7, la mayor parte de la teoría formal de conjuntos es trivial
si se supone que solo existen los conjuntos finitos. <<

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[3.43]
Como Cantor, Bolzano tiene un don para elaborar demostraciones simples, y
con imágenes convincentes, de proposiciones muy abstractas. <<

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[3.44] SEI
Véase §7d, o, si está regresando desde §7d, ahora puede ver por qué aquí
entramos con tanto detalle en esta equivalencia. <<

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[3.45] Es decir; que el diámetro es el propio intervalo [0, 1]. (SEI La longitud del arco
hemisférico será obviamente , pero esto no nos preocupa realmente). <<

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[3.46]Esto incluye a Cantor en algunas de sus declaraciones menos cautelosas o
equilibradas. <<

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[3.47] SEI Una vez más, todo eso se define y analiza en §7. <<

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[4.1]
Decisión del Alto Mando: vamos a dejar de decir «véase más adelante» todo el
rato y a suponer simplemente que de aquí en adelante resultará obvio cuándo es
oportuno. <<

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[4.2] SEIComo se ha mencionado, aquí el objetivo retórico es preparar la discusión
para que no sea grotescamente reduccionista pero a la vez sea lo bastante clara y
simple para que se pueda seguir incluso si usted no estudió matemáticas superiores.
Es cierto que estaría bien si las hubiera estudiado, pero, por favor, tenga por seguro
que se han hecho considerables esfuerzos y se ha pasado por muchas fatigas para que
no sea necesario. <<

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[4.3]De hecho hubo una gran disputa en las matemáticas europeas acerca del
verdadero inventor; en concreto, acerca de si Leibniz, cuyo primer artículo
relacionado con el cálculo es de 1674, había plagiado a Newton, cuyo De analysi per
aequationes numero terminorum infinitas circulaba privadamente en 1669. <<

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[4.4]
Disculpas por esta terrible sintaxis: no hay una manera fina de comprimir a
Roberval. <<

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[4.5]Por ello, intentar resolver la cuestión de la autoría diciendo que Newton inventó
el cálculo diferencial, y Leibniz, el cálculo integral (como a algunos profesores de
matemáticas les gusta hacer), lleva a confusión y es erróneo. Lo importante es que
Newton y Leibniz entendieron que el problema de las tangentes (= velocidad
instantánea) y el problema de las cuadraturas (= áreas bajo curvas) eran dos aspectos
de un mismo problema más amplio (= el de la continuidad) y, por lo tanto, se podían
tratar mediante el mismo método general. La única razón por la que Newton y
Leibniz son inmortales de las matemáticas es que no separaron el cálculo del modo en
que lo hacen los cursos introductorios. [Esta última afirmación del autor es quizás
exagerada, puesto que Newton y Leibniz hicieron otras importantes contribuciones a
la ciencia, la técnica y la filosofía, las cuales eran más que suficientes para garantizar
la inmortalidad a ambos. Véase sin ir más lejos la nota siguiente. (N. del t.)]. <<

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[4.6]
Siendo por supuesto Leibniz, como Descartes, un importante filósofo, de cuya
ontología puede haber oído términos como «sustancia individual», «transcreación»,
«identidad de indiscernibles» y «mónada sin ventanas». <<

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[4.7] SEI
Algo de lo que sigue puede enturbiar un poco la vista de tan abstracto, pero
será más fácil de entender dentro de poco, cuando veamos un ejemplo sencillo. <<

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[4.8] Seguramente todos detestamos ese tipo de personas. <<

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[4.9] SEI O sea, las mónadas mencionadas tres notas al pie antes. <<

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[4.10] SEI Incluso funciones involucradas en problemas de áreas. <<

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[4.11] SEI
Entre otros leibnizismos están «cálculo diferencial», «cálculo integral», «dx»
y el signo integral de toda la vida, «∫», del cual podemos decir (curiosidad gorisiana)
que originalmente Leibniz quería que fuera una S alargada para denotar «la suma de
las [coordenadas y] bajo una curva» = (Boyer, pág. 403). <<

www.lectulandia.com - Página 327


[4.12]
N. B. sobre posible SEI: si tiene mucha preparación matemática, puede omitir la
siguiente presentación y sus correspondientes comentarios, puede que las
simplificaciones no valgan la pena. <<

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[4.13] SEIPara lectores con mucha preparación que a pesar de todo no han omitido
todo esto pero ya se están dando cuenta de que la Figura 4a se parece a una
ilustración muy simplificada del «cociente de diferencias» de Leibniz, y quizá se
están preguntando por qué no seguimos adelante sin más y hacemos su famoso
triángulo característico, la respuesta es que usar el T. C. haría que la explicación del
problema se comiera más de seis páginas y sometiera a todos a un exceso de detalle
de cálculo que al final no resultaría importante. <<

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[4.14]
De nuevo, si la Figura 4a se trata como un problema de tasa de cambio, t es un
instante infinitesimal. (SEI Si se ha encontrado usted con el término algo pasado de
moda cálculo infinitesimal en relación con el cálculo clásico, ahora puede ver que el
término proviene de la infinita pequeñez de cantidades/duraciones como t). <<

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[4.15]N. B. Según Leibniz, eso es precisamente lo que son los infinitesimales:
criaturas extrañas con las que podemos hacer esto. Véase, por ejemplo, este extracto
de una carta a John Wallis hacia 1690: «Es útil considerar cantidades infinitamente
pequeñas tales que cuando se busca su razón, puedan no ser consideradas cero pero
que sean despreciadas tan pronto como se presenten acompañadas de cantidades
incomparablemente mayores. Así, si tenemos x + [t], [t] es despreciado. Pero eso es
distinto si buscamos la diferencia entre x + [t] y x…» (Leibniz extractado a partir de
Kline, pág. 384). <<

www.lectulandia.com - Página 331


[4.16]
Una analogía incluso mejor podría ser el caso de un científico experimental que
amañara sus datos para confirmar la hipótesis que desea confirmar. <<

www.lectulandia.com - Página 332


[4.17] SEI Los ejemplos de Newton en D. A. eran más liosos y dependían más del
teorema del binomio, donde una equivalencia como z = rxn (donde r es una constante
y la n puede ser una fracción o incluso negativa) se puede desarrollar para demostrar
que la tasa de cambio de rxn siempre será = nrxn−1. Esto es lo que permite la cadena
teóricamente infinita de derivadas sucesivas en las matemáticas superiores. Por
ejemplo, la 1.ª derivada de, por ejemplo, y = x4 es 4x3; la 2.ª derivada es 12x2, y así
sucesivamente, de modo que se puede hallar cualquier derivada n-ésima mediante la
razón , aunque en el cálculo básico habitualmente no se va mucho más allá de la
2.ª derivada. <<

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[4.18] Observe, sin embargo, que se tienen que usar el mismo tipo de prácticas dudosas
en este cálculo: (1) = (2) , que es = (3) ,
punto en el que se supone que t ≠ 0 y se divide para obtener: (4) 2x + t, donde se
supone que t = 0 y se desprecia para obtener: (5) 2x. <<

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[4.19]
O se puede obtener el mismo resultado tratando z como equivalente a todos los
efectos a y en la ecuación (6) de la deducción original. <<

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[4.20] SEI Tal como lo articuló Leibniz por primera vez en 1686. <<

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[4.21] SEI Por esto, los silabófilos llaman a la integración antidiferenciación. <<

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[4.22]En este contexto, realmente el método de los límites es un truco de contabilidad
metafísica que convierte la infinitud/infinitesimalidad en una característica del
proceso de cálculo más que de las cantidades calculadas. Como debería ser evidente a
estas alturas, las leyes normales de la aritmética no funcionan con cantidades de tipo
∞ o infinitésimo, pero al restringirse básicamente a sumas parciales durante el 99%
de las operaciones, el cálculo basado en límites permite aplicar esas reglas. Luego,
una vez el cálculo básico se ha completado, se «toma el límite» y se deja que t o dx o
lo que sea «se aproxime a 0», y se extrapola el resultado. En términos pedagógicos, al
estudiante de matemáticas se le pide que suponga que ciertas cantidades son finitas y
estables para los propósitos del cálculo, pero luego transformables y pequeñas hasta
desvanecerse en la etapa de los verdaderos resultados. Esta contorsión intelectual
hace que el cálculo no solo parezca difícil, sino extraña e innecesariamente difícil, lo
cual es una de las razones por las que el cálculo es una asignatura tan temida. <<

www.lectulandia.com - Página 338


[4.23] SEI (y quizá no sea buena idea mencionarlo). Hay, de hecho, una manera no
trivial de decir lo mismo, pero involucra el análisis no estándar, inventado por un tal
Abraham Robinson en la década de 1970 y pretende dar rigor a los infinitesimales en
el análisis mediante el uso de los números hiperreales, los cuales a su vez
básicamente combinan los números reales y los transfinitos cantónanos. Esto
significa que es todo extremadamente teórico-conjuntista y Cantor-dependiente,
además de controvertido, y salvajemente técnico, y mucho más allá de los límites de
esta discusión… pero parece que para ser rigurosos debemos por lo menos
mencionarlo, y quizá recomendar, atendiendo a cualquier ardiente interés por parte de
usted, la obra del profesor Abraham Robinson Nonstandard Analysis, Princeton U.
Press, 1996. <<

www.lectulandia.com - Página 339


[4.24]Esto probablemente necesita ser explicado en lugar de solo repetido una y otra
vez. En el cálculo clásico, la continuidad es tratada esencialmente como una
propiedad de las funciones: una función es continua en algún punto p si y solo si es
diferenciable en p. Por ello será tan importante el hallazgo de Bolzano y Weierstrass
en el siglo XIX de aquellas funciones continuas pero no diferenciables, y por esta
razón la teoría de la continuidad en el análisis moderno es ahora mucho más
complicada. <<

www.lectulandia.com - Página 340


[4.25] SEIEsto quiere decir principalmente los dos J. Bernoulli y el hijo de J. D.,
además de Guillaume Fraçois Antoine, marqués de l’Hôpital, que fue mecenas de uno
de los J. (es difícil no hacerse un lío con los Bernoulli), todos los cuales florecieron
más o menos a principios del siglo XVIII. <<

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[4.26] SEI
= principalmente los británicos Edmund Halley, Brook Taylor y Colins
MacLaurin, también a principios del siglo XVIII. <<

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[4.27] SEI Resulta que el obispo George Berkeley (1685-1753, importante filósofo
empirista y apologeta cristiano; y un destacado adicto al pleonasmo) hizo una famosa
crítica del cálculo clásico justo en esta línea en un tratado del siglo XVIII cuyo título
de 64 (sí, 64) palabras empieza con «El Analista…». Sigue un extracto
representativo: «Nada es más fácil que concebir expresiones o notaciones para las
fluxiones e infinitesimales […] Pero si quitamos el velo y miramos debajo, si,
dejando a un lado las expresiones, nos ponemos atentamente a considerar las cosas
mismas que se supone que son expresadas o indicadas de ese modo, vamos a
descubrir mucha vacuidad, oscuridad y confusión; es más, si no yerro,
imposibilidades y contradicciones directas». La invectiva de Berkeley es en cierto
modo la revancha del cristianismo contra Galileo y la ciencia moderna (y en realidad
es muy divertido de leer con sus excentricidades, aunque esto no tiene nada que ver).
Su argumento general es que las matemáticas del siglo XVIII, a pesar de sus
pretensiones deductivas, en realidad descansan sobre la fe no menos que la religión,
es decir, que «[A]quel que puede asimilar una segunda o tercera fluxión, una segunda
o tercera [derivada], no necesita, a mi parecer, ser remilgado con aspecto alguno de la
divinidad» (Berkeley en Works, v. 4, págs. 68-69)· Por otro lado, Jean le Rond
d’Alembert (1717-1783, gran matemático poscálculo e intelectual todoterreno, y
además uno de los primeros proponentes de la idea según la cual «la verdadera
metafísica del cálculo debe hallarse en la idea de límite») objeta a los infinitesimales,
en los términos estrictamente lógicos de la LTE, en su famosa Encyclopédie que
coeditó con Diderot en la década de 1760, como en, por ejemplo: «Una cantidad es
algo o nada; si es algo, todavía no se ha desvanecido; si no es nada, se ha desvanecido
literalmente. La suposición de que hay un estado intermedio entre esos dos es una
quimera» (D’Alembert, Encyclopédie. Traducción semiextractada y editada a partir
de Boyer, pág. 450). <<

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[4.28]
La paradoja de la flecha, como la dicotomía, se discute en el Libro VI de la
Física de Aristóteles; también aparece en forma fragmentaria en Vidas y opiniones de
Diógenes Laercio. <<

www.lectulandia.com - Página 344


[4.29] SEI
No hace falta decir que es algo dudosa la compatibilidad de esta afirmación
con las objeciones de Aristóteles a la dicotomía, basadas en series temporales, que
vimos en §2b. Hay modos de reconciliar los dos argumentos de Aristóteles, pero son
muy complicados, y < 100% convincentes; y de todos modos se trata de duros
asuntos de erudición aristotélica muy lejos de nuestro recorrido. <<

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[4.30] SEI
Puede revisar la llamada de atención de §2a sobre la diferencia entre aplicar
fórmulas y resolver verdaderamente los problemas, que aquí es plenamente oportuna.
<<

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[4.31] SEI
Respecto a la objeción de D’Alembert a los infinitesimales en la reciente
nota 27, es precisamente esta tercera posibilidad lo que resta solidez a su argumento.
<<

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[4.32] SEIEste es un bonito ejemplo de un caso en que un poco de pensamiento
abstracto madrugador horizontal realmente da buen resultado. Una vez estamos
levantados y usando nuestras palabras, es casi imposible pensar acerca de lo que
significan realmente. <<

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[4.33] SEIObserve, por favor, que no es en absoluto lo mismo que la objeción de
Aristóteles a «¿Está la flecha […] instante t?». Lo que él piensa que es realmente
incoherente es la idea de la premisa (2) de que el tiempo puede estar compuesto de
instantes infinitesimales, que es un argumento sobre la continuidad temporal, bajo
cuya interpretación la paradoja de la flecha se puede resolver con una simple fórmula
de cálculo. Como probablemente ha empezado a ver, Aristóteles consigue de algún
modo estar grandiosa y sobrecogedoramente equivocado, siempre y en todas partes,
cuando se trata del ∞. <<

www.lectulandia.com - Página 349


[4.34] (no o) <<

www.lectulandia.com - Página 350


[4.35]
Solución que, aunque 100% técnica, por lo menos tiene la ventaja de reconocer
que el movimiento-en-un-instante es un concepto que siempre involucra más de un
instante (poco más que una ligera reformulación de Sainsbury, pág. 21). <<

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[4.36] SEI
Como veremos en §5, básicamente lo que hace Weierstrass es hallar una
manera de definir los límites de un modo que elimine lo de «tiende a» o «se aproxima
gradualmente». Se había demostrado que expresiones como esas eran vulnerables a
confusiones, al estilo de Zenón, acerca del espacio y el tiempo (por ejemplo, «¿se
aproxima desde dónde?», «¿cuán rápido?», etc.), además de ser, en general,
rebuscadas. <<

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[4.37]
Este es el problema, y el motivo por el que la relación entre los infinitesimales y
la divisibilidad al estilo de Zenón es de algún modo como la relación entre la
quimioterapia y el cáncer. La dificultad con cantidades que son menores que , , ,

, , … , pero, aun así, mayores que o es que no se puede llegar a ellas dividiendo
una y otra vez, del mismo modo que no se puede llegar a un número transfinito
sumando o multiplicando números finitos. ∞ y están exentos de todas las
paradojas de subdivisión infinita y expansión… aunque, en cierto sentido, son la
misma encarnación de dichas paradojas. O sea, que todo el asunto es pero que muy
raro. <<

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[4.38]
En el sentido de intervalo en el tiempo, en el espacio o en la recta real; los tres
son terreno de la continuidad. <<

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[5.1]
Si pegamos «pero más» detrás de cada predicado, los últimos tres párrafos de §3
b también se pueden aplicar aquí bastante acertadamente. <<

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[5.2] SEI Esta dificultad, a pesar de lo que suelen pensar los que han estudiado
humanidades, no es a causa de toda la notación de aspecto pesado que puede
intimidarnos cuando hojeamos un libro de matemáticas superiores. La notación
especial del análisis en realidad solo es una manera muy muy compacta de
representar información. No hay tantos símbolos distintos, y en comparación con el
lenguaje natural es ridículamente fácil de aprender. El problema no es la notación: es
la extrema abstracción y generalidad de la información representada por el
simbolismo lo que hace tan difíciles las matemáticas superiores. Con un poco de
suerte esto se entenderá, porque es cien por cien cierto. <<

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[5.3] SEI
Es decir, nuevos resultados no solo en las matemáticas ya establecidas, sino
en áreas completamente nuevas de la era poscálculo, incluyendo las ecuaciones
diferenciales, varios tipos de series infinitas, geometría diferencial, teoría de números,
teoría de funciones, geometría proyectiva, cálculo de variaciones, fracciones
continuas, y así sucesivamente. <<

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[5.4] SEI Observe que hemos vuelto a lo del árbol. <<

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[5.5]
Véase en este caso no solo la famosa racionalización de D’Alembert por no tener
una definición rigurosa del concepto de límite, «Simplemente siga adelante, y la fe
vendrá», sino también esta declaración, hacia 1740, de Alexis-Claude Clairaut (1713-
1765, gran fisicomatemático): «[Solía ocurrir que] la geometría, igual que la lógica,
debía basarse en el razonamiento formal para rebatir a los quisquillosos. Pero ahora
es al revés. Todo razonamiento concerniente a lo que el sentido común conoce de
antemano, sirve solo para ocultar la verdad y cansar al lector y actualmente se
desprecia» (Clairaut extractado y editado a partir de Kline, págs. 618-619). <<

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[5.6]El Alto Mando reconoce: francamente, algunas partes del G. E. II van a ser
brutales, y en conjunto esa podría ser la parte más dura de todo el libro, y aquí mismo
expresamos nuestro arrepentimiento. Pero en realidad es mejor hacerlo todo aquí en
un pasaje denso y sin contexto que tener que ir deteniéndose y dando pequeñas
definiciones sin fin, y explicaciones que interrumpan la descripción del verdadero
trabajo de las personas. Se intentó de las dos maneras, y Mal1 < Mal2. <<

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[5.7] SEI
Este simbolismo universal para funciones es cortesía del antes mencionado
Leonhard Euler, la gran figura predominante de las matemáticas del siglo XVIII. <<

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[5.8] = lo que se conoce académicamente como cálculo multivariable, es decir,
esencialmente las matemáticas de las superficies en el espacio de 3 dimensiones,
f(x, y), o de los sólidos en el espacio de 4 dimensiones, f(x, y, z), etc. <<

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[5.9] SEI
Lo que sigue era la manera que tenía el doctor Goris de explicar las
ecuaciones diferenciales, que resultaba más clara y significativa que la manera llena
de fórmulas en que suelen presentarse en los cursos de matemáticas superiores. <<

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[5.10] SEI
Curiosidad gorisiana: el ideograma japonés original para función significaba,
literalmente, «caja para números». <<

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[5.11] Por así decirlo. <<

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[5.12] Larga historia: por favor, recuerde simplemente que existe algo así. <<

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[5.13]
Todo esto se puede encontrar en el primer capítulo de la famosa obra de Cauchy
Course d’analyse, por ejemplo, para y ∞: «Una cantidad variable se hace
infinitamente pequeña cuando su valor numérico decrece de forma indefinida de tal
manera que converge al límite o» (Cauchy, Cours d’analyse algébrique. Traducción
extractada, algo editada, a partir de Kline, pág. 951) y «Una cantidad variable se hace
infinitamente grande cuando su valor numérico crece de forma indefinida de tal
manera que converge al límite ∞» (pero donde, como indica Kline «∞ significa no
una cantidad fija, sino algo indefinidamente grande»). <<

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[5.14]Otra ventaja de pensar en las ecuaciones diferenciales como metafunciones es
que, como las sucesiones/series de funciones son el resultado del desarrollo de las
E. D., en cierto modo tiene sentido suponer que lo que surja de tales sucesiones/series
será una función. <<

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[5.15] SEI
Puede saber o recordar de las matemáticas superiores que esto no se parece
en nada a la prueba de convergencia general que se enseña hoy. La razón es otra
semiequivocación de Cauchy: resulta que se puede demostrar rigurosamente que su
3C original solo es una condición necesaria de convergencia. Una prueba fiable de
convergencia también debe proporcionar condiciones suficientes (véase la nota [1.14]
y su explicación acerca de condiciones necesarias y suficientes), para lo cual resulta
que se necesita una teoría de los números reales, que no estará disponible hasta la
década de 1870. <<

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[5.16] SEI
Respecto a las dos últimas, o en clase de astronomía, puede que haya
aprendido algo de la ecuación de onda y de su relación con las funciones de Bessel,
que son soluciones particulares de la ecuación de onda expresadas en un tipo especial
de sistema de coordenadas 3D. <<

www.lectulandia.com - Página 370


[5.17]que por supuesto son, estrictamente hablando, funciones trigonométricas, de
modo que puede usted ver por qué las series trigonométricas son un caso clásico del
tema de series de funciones analizado antes en el apartado Ecuaciones diferenciales
(b). <<

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[5.18]En realidad no hará ningún daño volver al G. E. I y repasar el apartado Series de
Fourier otra vez, especialmente lo de las series de Fourier como desarrollos de
funciones periódicas. Por ello, las propias series trigonométricas tienden a ser
periódicas, en el sentido de que básicamente repiten una y otra vez la misma onda,
donde «período» se refiere al tiempo requerido para una oscilación completa, e
y = sen x (alias onda senoidal) es una función periódica prototípica. (SEI Si resulta
que usted recuerda el término serie oscilante, esa es una cosa totalmente distinta que
no tiene nada que ver, y debería eliminarse de la memoria durante el resto de este
libro). <<

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[5.19] Larga historia, que se desarrolla más o menos a lo largo de los siguientes §. <<

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[5.20] No pregunte. <<

www.lectulandia.com - Página 374


[5.21] SEI
Una función monótona, por otro lado, es una función cuya primera derivada
no cambia de signo +/−, independientemente de si la derivada es continua o no. (Es
bastante seguro que no vamos a tener que tratar con funciones monótonas, aunque el
análisis weierstrassiano tiende a necesitarlo casi todo). <<

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[5.22] La forma nominativa inglesa se traduciría directamente como
SEI
«monotonicidad» [aunque en español suele usarse simplemente el término
«monotonía». (N. del t.)]. <<

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[5.23] Aquí quiere decir un punto en el dominio de f(x). <<

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[5.24] Los detalles siguientes son SEI. <<

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[5.25] SEI
Esta es la misma c de la ecuación de onda: se define como «la velocidad de
propagación de la onda» o algo parecido. <<

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[5.26] SEI
Por alguna razón, este es un período de la historia en el que casi todos los
matemáticos importantes son franceses o suizos. El siguiente siglo lo van a dominar
los alemanes. No hay una buena explicación de esto en la literatura. Quizá las
matemáticas son como la geopolítica o los deportes profesionales, con distintas
dinámicas que siempre están desarrollándose y decayendo. <<

www.lectulandia.com - Página 380


[5.27]
Lo cual (otra vez, y como el doctor Goris en persona solía repetir y enfatizar
porque decía que si no captábamos esto nunca entenderíamos cómo se relacionaban el
P. C. V. y la ecuación de onda con las series trigonométricas) es lo mismo que una
curva. <<

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[5.28] SEI1802-1829; él y Évariste Galois son los dos grandes prodigios trágicos del
siglo; larga, triste historia; ejerció (Abel) una influencia póstuma especialmente fértil
en Karl Weierstrass. <<

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[5.29] SEI
Curioso añadido al misterio de la nota 26. Muchos matemáticos franceses
preeminentes de esta época también eran nobles: LaPlace un marqués, LaGrange un
conde, Cauchy un barón, y así sucesivamente. Algunos de estos títulos fueron
concedidos por Napoleón I. En todo caso, el de Fourier lo fue: su padre era sastre. <<

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[5.30]Breve versión de la historia tras la f(x) discontinua de Fourier: aparentemente,
cuando un cuerpo adquiere calor, su temperatura se distribuye no de manera
uniforme, en el sentido de que partes distintas tienen temperaturas distintas en
momentos distintos. Es en la distribución del calor en lo que Fourier está realmente
interesado. <<

www.lectulandia.com - Página 384


[5.31] Es decir, como área o suma de áreas. <<

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[5.32]
Esta E. D. parcial se conoce comúnmente como la ecuación de difusión, la cual,
como usted puede observar, se parece a la ecuación de onda. Es precisamente dicho
parecido lo que las series de Fourier pueden explicar, matemáticamente hablando. <<

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[5.33]Puesto que en el G. E. I prometimos apartarnos de los coeficientes de Fourier,
las cinco siguientes líneas de texto están clasificadas como SEI. <<

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[5.34]Aquí es mejor pensar en las funciones discontinuas como funciones que no
pueden ser expresadas mediante una única ecuación de tipo «y = f(x)». Véase un
párrafo más adelante en el texto principal. <<

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[5.35]Expresión analítica significa básicamente lo de «y = f(x)». Otra manera de
enunciar lo que dice el texto principal es que Fourier interpreta una función
denotativamente, es decir, como un conjunto de correspondencias específicas entre
valores, más que connotativamente como el nombre de la regla que genera la
correspondencia. Lo cual, como veremos en el siguiente §, es una manera muy
moderna de pensar en las funciones. <<

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[5.36]
Realmente no hay nada que se pueda hacer respecto a la frase anterior excepto
disculparse. <<

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[5.37] SEI Véase §1d. <<

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[5.38] SEI Recuerde, por ejemplo, el truco de Euler con en §3a, o ya puestos todo
el asunto de la serie de Grandi. <<

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[5.39]
Observación importante: la última frase de Abel es solo un rodeo para decir
«inducción». <<

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[5.40] SEINi tampoco se puede demostrar dicha equivalencia mediante cálculos, ya
que, por supuesto, tanto √2 como √3 representan decimales infinitos. En la
nomenclatura del análisis, no se puede demostrar que el producto de las sumas de las
series infinitas de esos dos decimales converja hacia la suma correspondiente a √6.
<<

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[5.41] SEI
Dicho trabajo es de Joseph Liouville y de Charles Hermite (más franceses).
Respecto a todo el asunto de algebraico-o-irracional-trascendente, véase o recuérdese
la nota de §3a. También hay algo más acerca de la demostración de Liouville más
adelante en §7c. <<

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[5.42]
Otra cita ejemplar en esa línea es de Eric Temple Bell: «Si Cantor hubiera sido
educado como un ser humano independiente, nunca habría adquirido la tímida
deferencia respecto a los hombres de reputación establecida que hizo desdichada su
vida» (Bell, pág. 560). <<

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[5.43] SEI
Se cita a menudo otro intercambio de cartas, con todas las rarezas y cursivas
sic: Georg W. → Georg Jr.: «… Acabo con estas palabras: tu padre, o más bien tus
padres y todos los demás miembros de la familia tanto en Alemania como en Rusia y
en Dinamarca tienen sus ojos puestos en ti como el mayor, y esperan que seas nada
menos que un Theodor Schaffer [profesor de G. C. Jr.] y, Dios mediante, después
quizás una brillante estrella en el horizonte de la ciencia». Georg Jr. → Georg W.:
«… Ahora soy feliz de ver que ya no va a disgustaros que siga mis propios
sentimientos en esta decisión. Tengo la esperanza de que estaréis orgullosos de mi
algún día, querido padre, pues mi alma, todo mi ser vive por mi vocación; sea lo que
sea lo que uno quiere y es capaz de hacer, sea lo que sea hacia lo que una voz secreta,
desconocida [?!] le llama, aquello será lo que llevará a cabo con éxito! (Dauben, GC,
págs. 275-277)». <<

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[5.44] SEI Baste decir que las definiciones y resultados de Bolzano acerca de la
continuidad que vimos en §3c se pueden extender, sin más que unos pequeños
ajustes, al concepto de convergencia de una serie. <<

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[5.45] SEI del G. E. II, apartado E. D. (b), interpolación. <<

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[5.46] SEI Esto es 1826. El contraejemplo específico de Abels es la serie sen x −
+ − …, que resulta ser el desarrollo en serie de Fourier de y = en el
intervalo −π < x < π y es, con mucho, convergente, pero su suma es discontinua para
x = π(2n + 1), donde n es un entero. <<

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[5.47] SEI
Prueba que todavía se usa en la actualidad, y puede que la haya estudiado. Si
no lo hizo, aquí está para que pueda ver el verdadero aspecto de una de esas cosas:
supongamos que cn(x) es una sucesión de funciones en algún intervalo [a, b]. Si (1) la
sucesión se puede reescribir en la forma cn(x) = anfn(x), y si (2) la serie ∑an es
uniformemente convergente, y si (3) fn(x) es una sucesión monótona decreciente tal
que fn−1(x) ≤ fn(x) para todo n, y si (4) fn(x) es acotada en [a, b], entonces (5) para
todo x en [a, b], la serie ∑cn es uniformemente convergente. [Si el requisito (2) de
que ∑an sea uniformemente convergente le parece extraño/circular, sepa que un
truco habitual de las matemáticas puras es tomar una propiedad de algo en un caso
simple o fácil de demostrar (siendo ∑an la parte más simple, con mucho, de la
descomposición de cn(x) en (1)) y usarlo para demostrar que la misma propiedad se
cumple para un ente mucho más complicado. De hecho, ese mismo truco es clave
para la inducción matemática, una técnica de demostración 100% respetable que hará
su aparición en §7]. <<

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[5.48] SEI Por favor, vea o recuerde la nota 15 de §5a. <<

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[5.49] SEI De nuevo, también conocidas como puntos excepcionales. <<

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[5.50] SEI= 1837, en un artículo cuyo encantador título es: «Über die Darstellung ganz
willkürlicher Functionen durch Sinus und Cosinusreihen», cuya traducción viene a
ser «Sobre la representación de funciones completamente arbitrarias mediante series
de senos y cosenos». (Es impresionante cómo los matemáticos de esta época parece
que saben escribir tanto en francés como en alemán, según la revista a la que envían
el artículo). <<

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[5.51]
En el sentido de que ahora, en el análisis, una función en realidad no es ni una
cosa ni un procedimiento, sino más bien solo una correspondencia entre dos
conjuntos, llamados dominio y recorrido. <<

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[5.52]
Deberíamos mencionar que Fourier, Cauchy y Dirichlet trabajaban de manera
habitual con funciones de la física matemática, que tienden a ser comparativamente
simples y de buen comportamiento. <<

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[5.53] SEI
Justo aquí se vislumbra de verdad, por primera vez, cómo el análisis
avanzado da lugar a las matemáticas transfinitas. <<

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[5.54]Uno duda de si entrar en esto, pero, de hecho, la versión riemanniana de la
geometría no euclídea —a veces conocida como «geometría diferencial general», y
que se remonta a 1854 (un excelente año para Riemann)— constituye un vector de
explicación completamente distinto de por qué en el siglo XIX se hacen necesarias las
teorías rigurosas sobre los números reales y el ∞. Es ligeramente tangencial, y
brutalmente abstracto, y será mayoritariamente omitido excepto aquí. De forma muy
simplificada, la geometría de Riemann involucra (a) el plano complejo de Gauss (es
decir, una malla cartesiana que tiene números reales en un eje y números imaginarios
en el otro eje) y (b) algo llamado una esfera de Riemann, que se puede concebir
básicamente como un plano euclidiano 2D curvado en forma de bola y puesto encima
del plano complejo. Esta nota no es técnicamente SEI, pero puede usted detenerse en
cualquier momento. Lo que relaciona la geometría de Riemann con la antes
mencionada geometría proyectiva de Desargues es que cada punto de la esfera de
Riemann tiene una «sombra» en el plano complejo, y las relaciones trigonométricas
creadas por esas sombras resultan ser terriblemente fecundas, en términos de Por
ejemplo, una recta en el plano complejo es la sombra de algo llamado un círculo
máximo en la esfera de Riemann, es decir, un círculo cuya circunferencia pasa por el
polo norte de la esfera de Riemann, polo definido, literalmente, como «punto del ∞».
De hecho, la propia esfera de Riemann se puede definir como «el plano complejo con
un punto en el ∞», algo conocido también como plano complejo ampliado. El 0 es el
polo sur de la esfera de Riemann, e ∞ y 0, en términos geométrico-diferenciales, son
inversos el uno del otro (porque tomar el inverso de un número en el plano complejo
es equivalente a darle la vuelta a la esfera de Riemann: larga historia). Así que en la
geometría de Riemann, «0 = » y «∞ = » no solo son legales: son teoremas.
Detendremos aquí la discusión específica y esperaremos que tenga sentido a grandes
rasgos. Algo importante que conviene saber: no es ningún accidente que el símbolo
del plano complejo ampliado sea «C∞» mientras que el símbolo más famoso de
Cantor para el conjunto de todos los números reales (alias el continuo, que como
veremos es básicamente el 2.º orden matemático de ∞) es «c». Hay todo tipo de
conexiones fascinantes entre la geometría riemanniana y la teoría de conjuntos
cantoriana, la mayor parte de las cuales están desafortunadamente más allá de lo que
nos hemos propuesto explicar. <<

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[5.55] SEI
En esta época, todos los participantes de primera línea en la creación de las
matemáticas transfinitas están vivos, y la mayoría matemáticamente en activo. En
1854, Riemann tiene veintiocho años; Dedekind, veintitrés; Weierstrass tiene treinta y
nueve; y L. Kronecker, treinta y uno. El todavía no mencionado Heine tiene treinta y
tres. Cantor tiene nueve años y está tocando el violín ante la atenta mirada de
Georg W. <<

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[5.56] SEIEl largo título de este artículo empieza con «Über die Darstellbarkeit…»
(=«Sobre la representabilidad…»). En realidad era más como una segunda tesis
doctoral que una monografía profesional (larga historia), y los manuscritos circularon
entre los matemáticos hasta que finalmente Dedekind hizo posible su publicación tras
la muerte de Riemann. <<

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[5.57] SEI
Para los incondicionales y/o con fuerte preparación, o quizá si solo quiere
usted recrearse algo más en la simbología del análisis: Riemann deduce su f(x)
tomando una serie trigométrica estándar e integrando cada término dos veces, dando:
f(x) = C + C1x + x2 − , y logra demostrar que esta serie
trigonométrica es convergente siempre y cuando

se comporte en cierto modo especial (modo del cual, una vez más, no podemos hablar
por carecer de las herramientas conceptuales adecuadas, pero no son dudosas ni
extrañas, solo muy técnicas). <<

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[5.58] SEI como se ha definido en G. E. I. <<

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[5.59] SEI
Más premoniciones: la primera y la última de estas cuestiones serán lo que el
trabajo temprano del propio Cantor intente contestar, y es dicho trabajo lo que le lleva
al ∞ per se. <<

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[5.60] SEI Las partes precedentes aparecen en las págs. 55 y 59. <<

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[5.61] SEI
N. B. Tenga en cuenta, sin embargo, que las Hochschulen técnicas alemanas
eran instituciones extremadamente autoritarias desde el punto de vista actual, y que el
cálculo y el análisis básico eran asignaturas obligatorias. (Pero los salarios de los
profesores eran legendariamente bajos). <<

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[5.62]
El estudiante que sí tomó notas a escondidas y a quien se debe principalmente
que ciertas teorías de Weierstrass sobre funciones fueran conocidas fue un tal Gösta
Mittag-Leffler (1846-1927), quien más tarde puso en marcha la famosa revista
especializada Acta Mathematica y publicó el trabajo de Cantor sobre el ∞ cuando la
mayoría de las revistas de matemáticas todavía lo consideraban una locura.
Históricamente, Mittag-Leffler es considerado como el segundo matemático que más
correspondencia mantuvo con Cantor, después de Dedekind. <<

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[5.63] SEI Principalmente, las integrales elípticas son generalizaciones de funciones
trigonométricas inversas. Tienden a aparecer en todo tipo de problemas físicos, del
electromagnetismo a la gravedad. Si las ve usted en una clase de matemáticas,
habitualmente es en conjunción con Adrien Marie Legendre (otro de los franceses de
principios del siglo XIX), que fue para las integrales elípticas lo que Fourier para las
series trigonométricas, y desarrolló las «integrales elípticas de Legendre de 1.ª, 2.ª y 3
ª especie». (SEI2 Si, casualmente, sabe que Riemann también trabajó mucho con las
I. E. y ciertas integrales asociadas en el cálculo de variaciones, sepa que no vamos a
entrar en nada de esto). <<

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[5.64]
Es casi seguro que en el G. E. I se mencionó que las series de Fourier se pueden
entender como sumas de series de potencias. <<

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[5.65] Por razones que se harán evidentes, esta definición tan tecnificada no es SEI. <<

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[5.66]
El Alto Mando reconoce: lo que sigue va a ser mucho menos formal/riguroso
que la explicación del propio doctor Goris acerca de la definición. Buscamos una
explicación que resulte comprensible al máximo en términos del vocabulario y los
conceptos desarrollados hasta ahora en el libro. <<

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[5.67]
Hablando 100% técnicamente, la definición de Weierstrass «para cada … existe
… tal que» en realidad está formulando una relación de implicación en el cálculo de
predicados de primer orden, que es una lógica de un tipo más elaborado que usa
cuantificadores como ∀ y ∃. Excepto por uno o dos comentarios en §7, sin embargo,
este libro no entra en el cálculo de predicados, de modo que aquí estamos
simbolizando la relación entre los ε y δ de la definición como una conjunción lógica.
Para nuestros propósitos de dar demostraciones ilustrativas eso será suficiente: los
valores «cierto»/«falso» relevantes resultan ser los mismos. <<

www.lectulandia.com - Página 421


[5.68] SEI
Curiosidad: esta técnica de Weierstrass resulta tan significativa que una gran
cantidad de demostraciones posteriores en el análisis y la teoría de números usan la
formulación «Para cada ε, existe un…», para la cual el llamativo término (en inglés)
es epsilontic proof («demostración epsilóntica»). <<

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[5.69] SEISu prueba de convergencia uniforme, conocida como prueba M de
Weierstrass, todavía se enseña en las clases de análisis. <<

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[5.70] por ejemplo, una serie de Fourier. <<

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[5.71] SEICuriosidad histórica: la contribución de Weierstrass a este teorema en
realidad es parte de su intento infructuoso de definir los números irracionales: véase
§6a más adelante. <<

www.lectulandia.com - Página 425


[5.72]
Esencialmente, esto consiste en reformular el concepto de convergencia hacia un
límite en términos de conjuntos de puntos e intervalos de la R. R. Ejemplo de
Shaughan Lavine: «1 es un punto límite del conjunto {0, , , , K}. Intuitivamente
uno ve que los elementos del conjunto se aglomeran junto a 1» (semiextractado de
Lavine, pág. 38). Admitimos que no es una definición totalmente rigurosa de punto
límite, pero ciertamente es lo relevante. Observe aquí también que el punto límite de
una sucesión infinita es un punto tal que cada intervalo a su alrededor contiene un
número infinito de términos de la sucesión: o sea, que funciona más o menos del
mismo modo, lo cual resultará relevante en §7a. <<

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[5.73] SEIUna consecuencia directa del teorema de Bolzano es algo habitualmente
llamado el teorema de los valores intermedios (T. V. I.), que es una pieza básica de la
teoría de funciones y dice esencialmente que si una f(x) es continua en [a, b] y tal que
f(a) = A y f(b) = B, entonces f(x) toma todos los valores posibles entre A y B. Si
definimos la función continua como f(x) = 2x, [a, b] como [0, 1] y [A, B] como [0, 2],
entonces puede usted ver que un primer ejemplo del T. V. I. es la demostración de
Bolzano en §3c acerca de la correspondencia uno a uno entre [0, 1] y [0, 2]. A su vez,
esto podría aclarar por qué el teorema de Bolzano requiere una teoría de los números
reales, pues «todos los posibles valores entre A y B» no van a ser una cantidad que
podamos verificar contando. <<

www.lectulandia.com - Página 427


[5.74] SEI También en lo del G. E. I acerca de Límites y cotas. <<

www.lectulandia.com - Página 428


[5.75] SEICiertamente, en lo que respecta al mundo real, es el paradigma de una
función. <<

www.lectulandia.com - Página 429


[5.76]
Lo que sigue es, de nuevo, muy informal, y hecho a medida para trabajar con los
conceptos de lógica y matemáticas que hemos preparado hasta ahora. (SEI Una
respuesta 100% rigurosa pondría en práctica la definición weierstrassiana del límite
de una sucesión infinita, que es una forma algo diferente de demostración epsilóntica,
y hemos decidido no dedicar otra interpolación a desarrollar eso. Para lo que
pretendemos hacer, la definición del límite de una función funcionará perfectamente).
<<

www.lectulandia.com - Página 430


[5.77]
En el sentido de que n «va hacia» el ∞ igual que la sucesión de enteros 1, 2, 3,
… (SEI ¿Hemos mencionado antes en §2 el asombroso parecido entre la dicotomía
revisada y la propiedad de exhaustación de Eudoxo?). <<

www.lectulandia.com - Página 431


[5.78]Como quizá ya sabe, este adjetivo viene de «orden», y número ordinal significa
el 1.er número, el 2.º número, el 3.er número, etc., a diferencia de los números
cardinales 1, 2, 3, etc. En otras palabras, la ordinalidad concierne a dónde está el
número en una secuencia dada más que a qué es. La distinción cardinal-ordinal
resulta tener una mastodóntica importancia en la teoría de conjuntos cantoriana,
respecto a lo cual véase como pequeño adelanto lo que dice Russell: «En su teoría
[del ∞], es necesario tratar de manera separada los cardinales y los ordinales, los
cuales son mucho más distintos en sus propiedades cuando son transfinitos que
cuando son finitos» (Russell, Principies of Mathematics, pág. 304). <<

www.lectulandia.com - Página 432


[5.79] SEI Esto, por supuesto, es lo mismo que demostrar que 0 es el límite de

cuando n = 1, 2, 3, … Usamos la función para una máxima claridad


respecto a la dicotomía. <<

www.lectulandia.com - Página 433


[6.1] El primer matemático en indicar esto: el profesor Georg Cantor. <<

www.lectulandia.com - Página 434


[6.2] SEIExtraña curiosidad: casi todos tos grandes filósofos de la historia fueron
solteros toda su vida. Heidegger es la única verdadera excepción. En el caso de tos
grandes matemáticos hay más o menos un 50% de casados, aún por debajo de la
media de la población. No hay registro de una explicación concienzuda: puede
elaborar usted sus hipótesis. <<

www.lectulandia.com - Página 435


[6.3] SEI= «Stetigkeit und irrationale Zahlen», cuya traducción al inglés está en la
obra de Dedekind Essays on the Theory of Numbers. Véase la Bibliografía.
(Observemos también aquí que, a pesar de su profundidad, el artículo de Dedekind es
claro y accesible y raramente requiere nada más que matemáticas de bachillerato. En
esto no es como tos materiales de Cantor, que tienden a ser casi medusianos en su
lenguaje y simbolismo). <<

www.lectulandia.com - Página 436


[6.4]Weierstrass, por otro lado, estaba interesado principalmente en la continuidad
desde la perspectiva de las funciones, la cual en definitiva depende de la continuidad
aritmética (como indica Kline al principio de §6a) pero sigue siendo harina de otro
costal. <<

www.lectulandia.com - Página 437


[6.5]En caso de que parezca circular o cuestionable que Dedekind use la recta
numérica geométrica para una teoría no geométrica de la continuidad, sepa que la
R. N. es soto un recurso ilustrativo, y que más adelante, en Continuidad y números
irracionales, lo abandonará y hablará de «cualquier sistema ordenado» de números.
Incluso al introducir la recta, Dedekind subraya que: «[S]erá necesario indicar
claramente las propiedades puramente aritméticas correspondientes para evitar
incluso la apariencia de que la aritmética esté necesitada de ideas ajenas a ella»
Dedekind, pág. 5 (sintaxis sic). <<

www.lectulandia.com - Página 438


[6.6] SEIEste artículo, aparecido en la década de 1880, consiste íntegramente en 171
teoremas y demostraciones + 1 «Comentario Final». Aquí mismo le ahorramos el
título en alemán. La versión inglesa es la otra mitad del libro Essays mencionado en
la nota 3 anterior. <<

www.lectulandia.com - Página 439


[6.7] = del alemán Gedankenwelt, literalmente «mundo del pensamiento». <<

www.lectulandia.com - Página 440


[6.8]En el sentido matemático, aunque en la demostración no está claro si el «sistema
infinito» S de Dedekind está representado como un ente estrictamente matemático o
como un ente más general del tipo de una «forma» platónica, lo cual es otro problema
de este argumento. <<

www.lectulandia.com - Página 441


[6.9] SEI Quizá recuerde que la demostración de §2e, basada en , para ver
que entre dos puntos racionales siempre hay un tercero, involucraba distancias en la
recta numérica, lo cual podría parecer un poco circular en el presente contexto. En
este caso, aquí está una fórmula 100% aritmética para encontrar el valor medio. Tome
dos números racionales expresados como fracciones con denominador común y
numeradores sucesivos, por ejemplo, y , y doble los cuatro números que
intervienen. Así se crea automáticamente espacio para un número entero entre los
nuevos numeradores, puesto que ahora tenemos y , de modo que podemos
insertar el valor medio . <<

www.lectulandia.com - Página 442


[6.10] SEI Un algoritmo que encontrarán divertido las personas que encuentran
divertido este tipo de cosas: cualquier número racional expresado en forma decimal
finita o periódica se puede poner en forma fraccionaria mediante (a) la
multiplicación del decimal por 10n, donde n = el número de dígitos en el período del
decimal (por ejemplo, el período de 0,111111… tiene un solo dígito y es 1; el período
de 876,9567567567567… tiene tres dígitos y son 567), después (b) la sustracción del
decimal original de la cantidad obtenida en (a), después (c) la división del resultado
por (10"− 1), y después (d) la simplificación del resultado eliminando los posibles
factores comunes. Ejemplo: x = 1,24242424…, luego n − 2; luego 10n = 100.

100x = 124,242424…
− x = 1,242424…

99x = 123

Así, x = , que simplificando da: x = . <<

www.lectulandia.com - Página 443


[6.11]
El verbo que usa aquí el propio Dedekind es geschnitten (n. = schnitt), que
parece poder denotar cualquier cosa desde rebanar hasta partir: una palabra muy
concreta y física, y bastante más divertida de pronunciar que «corte». <<

www.lectulandia.com - Página 444


[6.12] SEILa traducción al inglés de «Continuidad y números irracionales» usa
«classes» (esp. «clases»), que era el término matemático original para los conjuntos.
Cantor, Russell y demás tienden a decir «clase», aunque en realidad Cantor a veces
también usa palabras que se pueden traducir como «multiplicidad», «variedad» o
«agregado». Decisión del Alto Mando: de aquí en adelante solo vamos a usar
«conjunto». <<

www.lectulandia.com - Página 445


[6.13] SEI
Si está regresando desde capítulos posteriores, observe lo mucho que se
parece esto al material cantoriano, en §7c y posteriores, acerca de los órdenes de los
conjuntos infinitos. <<

www.lectulandia.com - Página 446


[6.14] SEI
El verdadero ejemplo de Dedekind en «C. y N. I.» es más abstracto y usa el
hecho de que si D es un entero positivo que no es el cuadrado de ningún entero,
entonces existe un entero positivo λ tal que λ2 < D < (λ + 1)2, lo cual ahora resulta
ser un teorema básico de la teoría de números. Dedekind quiere una demostración
totalmente abstracta y general porque su verdadero objetivo es: «demostrar que existe
una infinidad de cortes no producidos por números racionales». Su propia
demostración, sin embargo, resulta demasiado compleja y con demasiada teoría de
números para nuestros propósitos, así que solo usaremos √2 y le pediremos que
confíe en que este resultado se puede ampliar para cubrir todos los irracionales (que
puede). <<

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[6.15] SEI Vea o recuerde la demostración de la incomensurabilidad de en las págs.
81-82. <<

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[6.16] SEI
De aquí la definición de número irracional que daba el doctor Goris en clase:
«schnitt sandwich», que obviamente tenía mucho éxito entre los adolescentes. <<

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[6.17]Respecto a la pág. 191: que los puntos de la recta real pueden ponerse en
correspondencia uno a uno con el conjunto de todos los números reales es lo que
ahora se conoce como el axioma de Cantor-Dedekind. <<

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[6.18] SEI
En el lenguaje de la lógica, una disyunción es verdadera si por lo menos uno
de sus términos es verdadero. <<

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[6.19] Este es el término de Dedekind para las magnitudes geométricas. <<

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[6.20] glups <<

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[6.21] SEI Una diferencia, relacionada con esto, entre Eudoxo y Dedekind es la
concepción que tienen de los conjuntos infinitos de sus respectivas teorías. Recuerde
de §2d que la propiedad de exhaustación de Eudoxo involucra conjuntos infinitos en
el sentido de secuencias infinitas de restos-de-sustracciones, excepto, por supuesto,
que aquí las sustracciones son a partir de magnitudes geométricas y el ∞ es solo
potencial. Recuerde, por ejemplo, de la pág. 88, la Propiedad I del Libro X de los
Elementos: « p(1 − r)n = 0» que es como el análisis pre-Dedekind habría tratado
los restos de la exhaustación. Matemáticamente y metafísicamente, la visión de
Dedekind es exactamente opuesta a la de Eudoxo. Dedekind considera los
puntos/líneas geométricos de su propia teoría como únicamente teóricos e
ilustrativos: no importa si se podría construir realmente una recta numérica completa
o medir las longitudes exactas necesarias para aislar el punto √2. Lo que importa —y
para Dedekind son reales, pues después de todo «Los números son creaciones libres
de la mente humana» y la existencia matemática es «un resultado inmediato de las
leyes del pensamiento»— son los conjuntos infinitos A de todos los x2 < 2 y B de
todos los x2 > 2. Son estos ∞, y no ninguna cantidad o figura geométrica, los que son
fundamentales para la teoría de Dedekind. <<

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[6.22]El otro gran relato apócrifo sobre Kronecker concierne a su reacción cuando
Ferdinand Lindemann demostró en 1882 que π era un irracional trascendente
(demostración que finalmente clavó una estaca en el corazón del viejo problema
griego de la cuadratura del círculo). Según el relato, en un congreso, Kronecker se
dirigió espontáneamente a Lindemann y dijo, muy seriamente: «¿De qué sirve su
adorable demostración sobre π? ¿Por qué malgastar su tiempo con problemas como
este, si los irracionales ni siquiera existen?» (semiextractado de Kline, pág. 1.198).
No hay constancia de la reacción de Lindemann. Perfil rápido de Leopold Kronecker
l’homme: fechas de nacimiento y muerte ya dadas. Uno de los muy escasos
matemáticos de primera fila que también fue un gran hombre de negocios. Kronecker
hace tal fortuna en operaciones bancarias que a la edad de treinta años puede retirarse
y dedicar su vida a las matemáticas puras. Se convierte en profesor en la Universidad
de Berlín, el Harvard de Alemania, donde también había sido un alumno estrella.
Desde el punto de vista de su investigación, es principalmente un algebrista, siendo
su especialidad los cuerpos de números algebraicos, que son una larga historia.
También lo es su más famoso descubrimiento, la función delta de Kronecker, que en
cierto modo anticipa las matemáticas binarias de la digitalización moderna. Un buen
gimnasta y alpinista, Kronecker no mide más de 1,65 m, es ágil y muscular, siempre
inmaculadamente peinado, vestido y arreglado. Lo de los 1,65 m no es broma. De
modales corteses, aparentemente, aunque es una verdadera piraña en las matemáticas
y la política académica. Muy activo y bien relacionado en toda la comunidad
matemática, el tipo de colega que más vale no tener como enemigo porque está en
todos los comités y consejos editoriales posibles. Principal aliado: el teórico de
números Erns Eduard Kummer. Principal enemigo pre-Cantor: el antes mencionado,
alto, arrugado, flegmático Karl Weierstrass. Las descripciones de los debates entre
Kronecker y Weierstrass a menudo evocan la imagen de un chihuahua rabioso
persiguiendo a un dogo. Motivos de la antipatía: (1) La especialidad de Weierstrass
son las funciones continuas, que Kronecker considera ilusorias y perversas; (2)
Kronecker cree que el programa de Weierstrass de aritmetización del análisis se
queda muy corto. Gran sueño de Kronecker: basar todo el análisis en los enteros. La
ontología matemática ultraconservadora de Kronecker se considera ahora como la
precursora del intuicionismo y el constructivismo, aunque no tuvo otros adherentes
hasta Poincaré y Brouwer, todo lo cual se desarrolla extensamente en §7. <<

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[6.23] SEIAl doctor Goris le gustaba decir que Weierstrass, Dedekind y Cantor
formaban su propia serie convergente especial, donde por turnos cada uno
proporcionaba a los demás justo lo que necesitaban para que sus avances fueran
viables. <<

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[6.24]
Hay, no hace falta decirlo, matemáticos de finales del siglo XIX para los que
nada de esto resulta convincente. Kronecker es solo uno de ellos. <<

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[6.25]= algo así como «Sobre la extensión de una proposición de la teoría de series
trigonométricas», que es el primer artículo importante de Cantor y ocupará buena
parte de los dos siguientes §. <<

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[6.26] SEICuriosidad gorisiana: Brunswick es más conocido por su inexplicablemente
popular sándwich Braunschweiger, que es un poco como paté que se ha dejado
solidificar en la punta del pie de una vieja zapatilla de gimnasia. En nuestra clase
(para obtener puntos extra), durante la lección sobre Dedekind y Cantor, todo el
mundo estaba invitado a probar un poco, encima de una galleta salada. <<

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[6.27]
Algo más relevante para nosotros es que la teoría de Cantor de los irracionales
simplemente no es tan buena como la de Dedekind. Esta última es más simple y más
elegante y (bastante irónicamente) hace mejor uso de los conjuntos de tipo. <<

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[6.28] SEI
Probablemente notará algunas notables similitudes entre el material sobre
fracciones decimales y lo explicado en §5e(1) sobre la aproximación de números
racionales mediante series de potencias convergentes de otros racionales. En
cualquier caso, concedamos una vez más que si buscáramos el rigor técnico más que
la comprensión general, todos estos tipos de conexiones se seguirían/discutirían a
fondo, aunque, por supuesto, entonces el libro entero sería mucho más largo y difícil,
y el nivel requerido de preparación-y-paciencia-del-lector, mucho más alto. O sea,
que es una serie continua de compromisos. <<

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[6.29] SEISeguramente es innecesario insistir una vez más en que una serie es solo un
tipo particular de sucesión. <<

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[6.30] SEI
Si ha notado el parecido de esto con la condición de convergencia de Cauchy
de §5a (véase G. E. II, Ecuaciones diferenciales (b)), puede entender por qué Cantor
no dice que la secuencia de a define un número real si y solo si converge de esa
manera, sino meramente si converge. <<

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[6.31]
Naturalmente, esto solo es cuestión de notación. En el verdadero «Über […]
Reihen», Cantor sigue el programa de Weierstrass y evita «tiende a»/«se aproxima
a», prefiriendo el bueno y viejo pequeño épsilon; así, técnicamente, el límite de la
secuencia se define mediante la regla de que para cualquier ε dado, no más de un
número finito de términos sucesivos de la sucesión pueden dejar de diferir entre sí en
un valor m tal que m < ε. <<

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[6.32] SEI
Es decir, si la sucesión tiene un comportamiento constante a partir de cierto
punto, y a partir de entonces todos sus términos tienen exactamente el mismo valor, la
sucesión define dicho valor. <<

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[6.33]
infinitas, de hecho, aunque la demostración es demasiado elaborada para que
entremos en ella. <<

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[6.34] De nuevo, cuestión de notación. Lo mismo respecto al final de la frase. <<

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[6.35]
de nuevo, fuera de cuadro: desarrollarlo costaría varias páginas y otro glosario
de emergencia entero. Vamos a dedicar un tiempo más que suficiente a las
demostraciones formales de Cantor sobre ∞ en §7, de todos modos. <<

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[6.36] SEI Algunos historiadores de las matemáticas usan «constructivismo» para
referirse también al intuicionismo, o viceversa, y a veces, operacionalismo para
referirse a ambos —además está el convencionalismo, que es a la vez similar y algo
distinto—, es decir, que puede resultar todo extremadamente complicado y
desagradable. Por ello, de aquí en adelante, vamos a clasificar las diversas escuelas e
ideologías de la manera más simple que sea posible. (Por favor, observe también que
de toda la controversia intuicionista no vamos a discutir nada más que lo
directamente relevante para nuestra misión. Para los lectores especialmente
interesados en el debate metamatemático que empieza con Kronecker y termina con
las demoliciones de fundamentos por Gödel en la década de 1930, nos complace
recomendar la obra editada por Paolo Mancuso From Brouwer to Hilbert, también
Introduction to Metamathematics de Stephen C. Kleene, y/o Philosophy of
Mathematics and Natural Science de Hermann Weyl; todos ellos están en la
Bibliografía). <<

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[6.37]Aquí hay una interesante coincidencia lingüística en la idea kroneckeroide de
demostración constructiva. Aparte de tener connotaciones literales como «que
involucra una construcción real», la palabra «constructivo» puede significar «no
destructivo». Como algo positivo más que negativo, edificante más que rupturista. El
principal tipo de demostración destructiva resulta ser la reducción al absurdo; y,
ciertamente, el constructivismo no considera la reducción al absurdo como un
procedimiento de demostración válido. La verdadera razón, sin embargo, es que la
reducción al absurdo depende en términos lógicos de la ley del tercero excluido, en
virtud de la cual (como recordará de §1c) toda proposición de tipo matemático es,
formalmente hablando, o bien verdadera, o bien falsa. Los constructivistas (en
especial el seco y extremadamente excéntrico Luitzen Brouwer) rechazan la LTE
como un axioma formal, principalmente porque la LTE no se puede demostrar
constructivamente; es decir, no existe formulación alguna de un procedimiento de
decisión mediante el cual se pueda verificar, para cualquier proposición P, si P es
verdadera o falsa. Además, hay todo tipo de hipótesis matemáticas importantes —por
ejemplo, la conjetura de Goldbach, la irracionalidad de la constante de Euler, y la
hipótesis del continuo del propio Cantor— que o bien no se pueden demostrar
todavía, o bien se puede demostrar que son indemostrables sin la LTE. Etc. [Observe,
SEI, que por estrafalario o fundamentalista que pueda sonar el constructivismo, no
está desprovisto de influencia y valor. El énfasis de dicho movimiento en los
procedimientos de decisión fue importante para el advenimiento de la lógica
matemática y el diseño de ordenadores, y su rechazo de la LTE es en parte motivo de
que el intuicionismo se considere como el antecedente de la lógica multivaluada,
incluyendo la lógica difusa hoy tan vital para la inteligencia artificial, la genética, los
sistemas no lineales, etc. (SE muy I respecto a esto último, los lectores con cierta
hipertrofia de preparación matemática y mucho tiempo disponible deberían ver la
obra de Klir y Yuan Fuzzy Sets and Fuzzy Logic: Theory and Applications, cuyos
datos también están en la Bibliografía)]. <<

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[6.38] Aunque, para ser justos, en realidad no es su terreno. <<

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[6.39] SEI
Hay más detalle/contexto acerca de esa definición más adelante, en §7a. Por
ahora, un buen ejemplo de un conjunto sería el conjunto de todos los números
irracionales, especialmente tras ver a Dedekind explicar un procedimiento muy
definido para determinar si cualquier número dado es irracional o no. <<

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[7.1] SEI
Más específicamente en ecuaciones indeterminadas y formas ternarias, temas
de teoría de números algebraica en los que Kronecker está interesado. (¿Hemos
mencionado que Kronecker fue el director de tesis de Cantor? ¿Y que es habitual que
los jóvenes matemáticos trabajen en problemas propuestos por su director de tesis?
Véase también la inminente explicación sobre la continuación por Cantor de la
demostración de Heine). <<

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[7.2] SEI El sistema académico alemán del siglo XIX es bastante indescifrable. <<

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[7.3] SEI
= un tipo particular de ecuación diferencial parcial que quizá recuerde de las
matemáticas de segundo curso de carrera, probablemente en el contexto del teorema
de Green. <<

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[7.4] Lo cual, como quizá recuerde del G. E. II, de su apartado Convergencia
Uniforme y secretos asociados, significa que la f(x) que la serie representa (= suma)
tiene que ser continua. (SEI La verdadera demostración de Heine requiere que la serie
y la función sean uniformemente convergentes y continuas «casi en cualquier punto»,
lo cual implica distinciones tan finas que podemos ignorarlas sin distorsión alguna).
<<

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[7.5] SEI
Es decir, el mismo artículo en el que, como vimos en §6e, presenta su teoría
de los números reales (y cuyo título probablemente ahora resultará más
comprensible). <<

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[7.6] SEI Véase el apartado Convergencia uniforme y los secretos asociados, del
G. E. II, sección (d) en lo que respecta a puntos excepcionales, los cuales, recuerde
por favor otra vez, también pueden llamarse «discontinuidades». (N. B.: En algunas
clases de matemáticas también se usa el término singularidad, lo cual es a la vez
confuso e intrigante, pues dicho término también se refiere a los agujeros negros, que
en cierto sentido es lo que las discontinuidades son). <<

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[7.7]
Es importante recordar, en toda esta sección, que para nosotros son la misma
cosa. <<

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[7.8] Véase §5e, el texto de la pág. 178 y la nota 72. <<

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[7.9]
C.f. Cantor, justo al principio de «Sobre la extensión […] series» afirma: «A todo
número le corresponde un determinado punto de la recta, cuya coordenada es igual a
ese número» (Cantor, Gessamelte Abhandlungen, p. 97. Traducción extractada a
partir de Dauben, GC, pág. 40). <<

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[7.10]
¿Hemos indicado ya en algún lugar que esas extrañas llaves que parecen el
contorno de una persona, { }, son lo que se pone alrededor de las cosas para indicar
que forman un conjunto matemático? <<

www.lectulandia.com - Página 482


[7.11]
Es decir, que no es integrable término a término de tal modo que el resultado sea
convergente. <<

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[7.12] SEI Evidentemente aquí es donde Kronecker fue especialmente de ayuda. <<

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[7.13]
Y claramente, si una representación en serie acaba resultando demostrablemente
idéntica a la serie representativa original de la f(x), entonces esa serie original es la
representación única de la función. Así es básicamente como funciona el teorema de
unicidad: no es que solo haya una serie que represente una función dada, sino más
bien que todas las series que sí la representan son demostrablemente equivalentes.
<<

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[7.14] SEISi el siguiente par de párrafos le resultan muy difíciles, por favor, no se
desanime. La verdad es que la ruta de Cantor hacia la teoría del ∞ es mucho más
dura, matemáticamente, que la teoría misma. Todo lo que necesita adquirir usted en
realidad es una cierta comprensión de cómo el teorema de unicidad conduce a Cantor
a las matemáticas transfinitas. La parte más compleja terminará enseguida. <<

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[7.15]
Véase, por ejemplo, Joseph W. Dauben sobre la demostración de 1872: «Cantor
subrayó, sin embargo, que los números en esos varios dominios [conjuntos derivados]
se mantenían enteramente independientes de esta identificación geométrica, y el
isomorfismo servía, en realidad, como una ayuda para pensar en los números
mismos» (ibíd.). Se dará cuenta de que esta actitud es más o menos idéntica a la de
Dedekind en «Continuidad y números irracionales». <<

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[7.16]Una cuestión previa: necesitamos trazar una distinción entre dos diferentes tipos
de teoría de conjuntos de los que podría usted saber algo. Lo que se llama teoría de
conjuntos de puntos se refiere a conjuntos cuyos elementos son números, puntos
espaciales o de la recta real, o varios grupos/sistemas de estos mismos. La teoría de
conjuntos de puntos es hoy muy importante para, por ejemplo, la teoría de funciones
y topología analítica. Por otro lado, la teoría de conjuntos abstracta se denomina así
porque la naturaleza y/o los elementos de sus conjuntos no están especificados. Es
decir, que concierne a conjuntos de prácticamente cualquier cosa; es totalmente
general y no específica: por eso se llama «abstracta». De aquí en adelante, «teoría de
conjuntos» se referirá a la teoría de conjuntos abstracta, a menos que se indique lo
contrario. Lo complicado es que Cantor, cuya fama se debe realmente a ser el autor
de la teoría de conjuntos abstracta, obviamente puso en marcha (y básicamente
inventó) el tipo de conjunto de puntos. En realidad, hasta la década de 1890 no
proporciona la definición de conjunto que ahora caracteriza la teoría de conjuntos
abstracta: «Una colección, como un todo, de objetos distintos y definidos de nuestra
intuición o pensamiento, [los cuales] se llaman los elementos del conjunto»
(traducción extractada a partir de Edwards, v. 7, pág. 420), pero todos sus resultados
significativos en las décadas de 1870 y 1880 sobre conjuntos de puntos también son
válidos para la teoría de conjuntos abstracta. Además, por favor, observe finalmente,
respecto a la anterior definición de Cantor en comparación con lo que vimos en §6f,
que su «definido» significa que para algún conjunto S y cualquier objeto x, es por lo
menos, en principio, posible determinar si x es un miembro de S (si ha estudiado
mucha lógica, quizá recuerde que esa característica de los sistemas formales se llama
decidibilidad). En cambio, el «distinto» de su definición significa que para dos
elementos cualesquiera x e y de S, x ≠ y, lo cual sirve formalmente para distinguir un
conjunto de una sucesión, puesto que en las sucesiones un mismo término puede
aparecer una y otra vez. <<

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[7.17]
No hace falta decir que todo esto está muy condensado; no es que estuviera en
su despacho y en un momento dado tuviera una singular epifanía en la que se lo
ocurrieran todas esas cosas. <<

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[7.18] SEI
Algunas obras académicas de primera categoría (en inglés) son The Theory
of Sets and Transfinite Arithmetic de Alexander Abian, Cantonan Set Theory and
Limitation of Size de Michael Hallett, y Georg Cantor: His Mathematics and
Philosophy of the Infinite de Joseph W. Dauben, todos los cuales figuran en la
Bibliografía. La salvedad, sin embargo, es que en este caso «académico» significa
despiadadamente denso y técnico. En particular, el libro de Dauben requiere tantos
conocimientos de matemáticas puras que es difícil imaginar que cualquier lector
capaz de disfrutarlo pierda su tiempo con el librito que tiene en sus manos… por lo
cual esta misma nota tiende a autoanularse, ya que en cierto modo carece de interés.
<<

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[7.19] SEI
Estas últimas en relación con la lógica extensional de George Boole (1815-
1864), del cual es una vergüenza que no vayamos a hablar. <<

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[7.20] SEIEs más exacto decir que la parte más importante de su trabajo original lo
realiza entre 1874 y 1884, y que los artículos de la siguiente década son
principalmente ampliaciones y revisiones de demostraciones previas, así como
réplicas a objeciones de otros matemáticos. <<

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[7.21]Por favor, tenga en cuenta que mientras inventaba estas cosas Cantor no
procedía axiomáticamente: basó la mayor parte de ello en lo que llamaba
«imágenes», o conceptos en bruto. Además, a pesar del uso masivo de símbolos, la
mayoría de sus argumentaciones eran en lenguaje natural, y no precisamente en un
lenguaje rígidamente claro de calibre russelliano, tampoco. Lo importante es que el
trabajo original de Cantor es algo más difuso y complicado que las matemáticas
transfinitas que vamos a discutir, que usan axiomatizaciones y codificaciones
aportadas por teóricos de conjuntos poscantorianos como Ernst Zermelo, Abraham A.
Fraenkel y Thoralf Skolem (no es que los nombres importen mucho aún en este §).
<<

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[7.22] SEI
Aunque obviamente todo se puede encontrar en las publicaciones de Cantor
indicadas en la Bibliografía. <<

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[7.23] SEI
Especialmente si tiene usted la edad adecuada para que le sometieran a las
nuevas matemáticas. <<

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[7.24] SEILas disculpas y garantías de la nota 14 también son pertinentes para el
siguiente párrafo del texto principal. <<

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[7.25] SEI
= término usado por Cantor. Por lo que parece, en alemán no tiene las
connotaciones postmortem que tiene para nosotros. <<

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[7.26] SEILa demostración de Cantor de que P' = Q ∪ R es enormemente compleja
pero totalmente válida; por favor, haga un acto de fe. <<

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[7.27] SEI
Observe que la sucesión de (1) también tiene puntos suspensivos exteriores
al paréntesis, lo cual significa que la sucesión continúa más allá de la progresión con
superíndices finitos. Los puntos suspensivos de (2) son 100% intraparentéticos porque
n misma es infinita. ¿Se entiende? <<

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[7.28]
La notación que sigue es, por supuesto, SEI, pero por lo menos es bastante
bonita. <<

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[7.29] SEI
En verdad hay una analogía de los números transfinitos mucho mejor que los
enteros, o sea algún otro tipo de número que en realidad no se puede nombrar ni
contar pero que a pesar de todo se puede generar de forma abstracta, por ejemplo,
dibujando la diagonal del cuadrado unidad, o tomando la raíz cuadrada de 5, o
describiendo unos A y B particulares dedekindianos y un schnitt intersticial. Respecto
a todo lo cual, por favor, vea o espere la discusión dos párrafos después. <<

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[7.30] SEIQue aleph sea una letra hebrea a veces es muy aprovechado por algunos
historiadores en relación a los supuestos orígenes o estudios cabalísticos de Cantor.
Explicaciones más plausibles de que Cantor eligiera ℵ son que (1) quería un símbolo
completamente nuevo para un tipo de número completamente nuevo, y/o, (2) las
letras griegas de toda la vida ya estaban todas ocupadas. <<

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[7.31] SEI Las demostraciones de lo cual llegarán a partir de §7c. <<

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[7.32] SEI Matemáticamente hablando. <<

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[7.33]
Aquí está hablando del método del schnitt de Dedekind, el cual, tras un tiempo
trabajando en el Cantor, prefirió a su propio enfoque, por razones bastante obvias. <<

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[7.34]Por consideraciones de espacio no vamos a entretenernos demasiado en esto,
pero subrayemos una vez más aquí que Cantor es, como Dedekind, un platónico
matemático, es decir, cree que tanto los conjuntos infinitos como los números
transfinitos existen realmente, en un sentido metafísico, y que se «reflejan» en
auténticos infinitos del mundo real, aunque su teoría acerca de esto último involucra
las mónadas leibnizianas y es mejor no entrar en ella. Resulta que Cantor también
desarrolla todo tipo de planteamientos y argumentos teológicos respecto al algunos
concienzudos y poderosos, y otros meramente excéntricos. Aun así, como
matemático y rétorico, Cantor es lo bastante listo para argumentar que no se necesita
aceptar ninguna premisa metafísica particular para admitir a los conjuntos infinitos o
sus números abstractos en el dominio de los conceptos matemáticos legítimos. Véase,
por ejemplo, este pasaje de la obra de Cantor antes mencionada «Contribuciones…»:
«En particular, al introducir nuevos números, las matemáticas solo están obligadas a
dar definiciones de ellos, mediante las cuales se les confiera tal precisión y, si las
circunstancias lo permiten, tal relación con los antiguos números que, dados los
casos, se puedan distinguir definitivamente los unos de los otros. Tan pronto como un
número satisface todas esas condiciones, puede y debe ser contemplado como
existente y real en matemáticas. Aquí percibo la razón por la que debe considerarse
que los números racionales, irracionales y complejos son tan existentes como los
enteros positivos finitos» (Cantor, Gessamelte Ab., pág. 182). Esta última frase tan
clara es un pequeño guiño a Kronecker. Como el resto es bastante críptico, Dauben lo
resume así: «Para los matemáticos, solo se necesitaba una prueba: tan pronto como se
veía que los elementos de una teoría matemática cualquiera eran consistentes,
entonces eran matemáticamente aceptables. No se necesitaba nada más» (Dauben,
GC, pág. 182). <<

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[7.35] SEI
Aquí el mejor apoyo es del seguidor de Cantor Abraham A. Fraenkel: «El
concepto de magnitud transfinita es insignificante mientras solo se conozca la
existencia de una única magnitud de ese tipo» (Fraenkel en Edwards, v. 2, págs. 20-
21). <<

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[7.36] SEIEn realidad, más «en conjunción» que «simultáneamente», pues al final
resulta que ambos proyectos tienen todo tipo de relaciones de alto nivel. <<

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[7.37] SEI
Si alguna vez se ha encontrado con referencias a los cardinales transfinitos
de Cantor, eso es lo que son: los números cardinales de conjuntos infinitos. <<

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[7.38] SEILa paradoja de Galileo se sustenta de modo directo aunque encubierto en
esta definición. Véase, por ejemplo, §1d, pág. 47: «Es también obvio que mientras
todo cuadrado perfecto (o sea 1, 4, 9, 16, 25, …) es un entero, no todo entero es un
cuadrado perfecto». <<

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[7.39] SEI«Aquí» = principalmente dos artículos fundacionales en 1874 y 1878,
aunque también dedica mucho tiempo a concretar la idea en sus artículos posteriores,
más discursivos. Si quiere saber el título de la monografía de 1874, es «Über eine
Eigenschaft des Inbegriffes aller reellen algebraischen Zahlen». La traducción sería
algo así como «Sobre una característica del conjunto de todos los números reales
algebraicos», respecto a lo cual puede mirar la nota 53 más adelante. <<

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[7.40] SEI
En esto, de hecho, consiste contar una colección cualquiera de n cosas: es
poner las cosas en una correspondencia uno a uno con el conjunto de enteros
{1, 2, 3,…, n}. La equivalencia de contar y poner en C1-1 con {todos los enteros} es
lo que convirtió a la teoría de conjuntos en la base para enseñar aritmética a los niños,
de acuerdo con las nuevas matemáticas. <<

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[7.41] SEIN. B. En la teoría de conjuntos cantoriana numerable está relacionado con
contable pero no es sinónimo. Definición: un conjunto es contable si y solo si es o
bien (a) finito, o bien (b) numerable. <<

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[7.42] Esto se llama tradicionalmente aleph-cero. <<

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[7.43] SEI
El orden solo empieza a ser importante con los ordinales transfinitos de
Cantor, que hacen su aparición en §7g. <<

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[7.44] SEI
Observe que estamos empezando a ser capaces de responder a la epigráfica
cuestión de Russell al principio de §7. <<

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[7.45]Decisión del Alto Mando: de aquí en adelante, cuando hablemos de «todos los
números» trataremos solo con valores positivos. Esto incluye a los enteros, pues al fin
y al cabo acabamos de demostrar que la cardinalidad del conjunto de todos los
enteros = la del conjunto de todos los enteros positivos. Además, debería ser obvio
que las demostraciones de Cantor para todos los racionales positivos, todos los reales
positivos, etc., seguirán siendo válidas si los conjuntos infinitos relevantes se doblan
para incluir los valores negativos. Si tiene dudas, entonces observe que doblar algo es
lo mismo que multiplicarlo por 2, y que 2 es finito, y que —por los teoremas
transfinitos (3) y (6) de §7b— cualquier ℵ multiplicado por un n finito seguirá siendo
= ℵ. <<

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[7.46] SEIDe nuevo, tenga en cuenta, por favor, que estamos haciendo estas
demostraciones en el orden que facilita una exposición más clara y lógica. N. B.
Tenga en cuenta también que hay algunas distinciones entre cardinales y ordinales
que de momento vamos a eludir. <<

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[7.47] SEI
Lo que Cantor llama realmente «diagonalización» es su método para
demostrar la no numerabilidad de los reales, que como veremos es bastante diferente.
<<

www.lectulandia.com - Página 519


[7.48] SEI
Si esta definición esquemática le parece insuficiente y quiere usted una
verdadera C1-1 entre los conjuntos de los racionales y de los enteros, entonces tome
simplemente la fila ordenada que hemos visto y empareje su primer elemento con 1,
su segundo elemento con 2, …, y así sucesivamente. <<

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[7.49] SEI
Aquí quizá pueda usted anticipar algunas complicaciones familiares respecto
a cuál podría ser el primerísimo número real de la sucesión, y para ver por qué
ninguna de las anteriores manipulaciones con los órdenes de las filas funcionará con
los números reales. En este caso, para su tranquilidad, le informamos ahora de que el
famoso axioma de elección (otro lío enmarañado, véase §7f) de la teoría de
conjuntos, del profesor Zermelo, asegura que siempre podemos construir un conjunto
ordenado de números reales de tal modo que tenga un auténtico primer elemento.
Sería interesante que de momento simplemente se creyera esto. <<

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[7.50]
Así que el motivo de que se llame «diagonal» es por lo del primer dígito en la
primera fila, el segundo dígito en la segunda fila, y la construcción de R en un ángulo
de 45°. <<

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[7.51] SEI Véase el principio de §5e. <<

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[7.52] SEILa demostración de esta extraña curiosidad, véanse las págs. 91-93 de §2e,
está claro que ahora se puede liberar del requisito de que todos los pañuelos y medios
pañuelos y mitades de medios pañuelos sean infinitesimalmente pequeños; solo
invocamos la demostración de Weierstrass en §5e(i) de que = 0. <<

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[7.53] SEIDesde un punto de vista histórico, el primer resultado acerca de la no
numerabilidad que Cantor pudo realmente demostrar fue que el conjunto de todos los
números trascendentes era no numerable y que el conjunto total de todos los números
racionales + todos los irracionales algebraicos tenía la misma cardinalidad que el de
los racionales. Véase la nota 39 anterior, y el título del artículo de Cantor de 1874,
que ahora debería resultar más comprensible. <<

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[7.54] SEI
= «Lo veo, pero no me lo creo» (lo cual es un retazo muy conciso, aunque
involuntario, de antiempirismo). No está claro por qué le escribe esto en francés a un
destinatario que también era alemán; podría haber sido un modo de subrayar la
emoción. El alemán académico de Cantor, también, a menudo cambia al francés o al
griego por ninguna razón discernible. Quizás era habitual en su contexto. <<

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[7.55]Esta unicidad es crítica. No se pueden permitir dos expresiones decimales
distintas para representar un mismo punto, porque la idea principal es ver si a cada
punto en particular del cuadrado unidad le corresponde un punto en particular en el
intervalo [o, 1] de la R. R. Ahora debería quedar 100% claro por qué Cantor necesita
estipular que números como deberán ser designados solo por 0,4999…, y así
sucesivamente. Si recuerda que mencionamos esta estipulación en §7c, ahora sepa
que Dedekind se la sugirió a Cantor en relación a esta demostración de la dimensión,
indicando que la «correspondencia única» (que era el término original de Dedekind y
de Cantor para la C1-1) quedaría destruida si se permitían a la vez 0,4999… y
0,5000… <<

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[7.56]
INTERPOLACIÓN TAN SEI QUE NI SIQUIERA ESTÁ EN el texto principal
Técnicamente es algo más complicado, pero no mucho más. La demostración de la
dimensión original de Cantor es, en cierto modo, innecesariamente intrincada.
Supone definir la representación decimal de un punto (x, y) como la serie convergente
β1 + β2 + β3 + … + βn + …, y entonces «separar los términos [de
esta serie]» de modo que para cada miembro se forme una sucesión de «ρ variables
independientes» (Cantor resumido por Dauben, GC, pág. 55) en [0, 1], designadas
por α1 α2 α3, α4, …, αρ. La «separación» y la subsiguiente correspondencia (así como
la operación recíproca, de modo que la correspondencia α ↔ β funcione en ambos
sentidos) se consigue mediante cuatro ecuaciones, de las cuales la primera tiene este
aspecto: «α1,n = β(n−1)ρ+1». Lo cual puede hacer que la C1-1 no sea demasiado obvia.
El problema de la verdadera demostración (como explicó en 1979 el imponente
doctor Goris) es que la descripción «a1a2a3b1b2b3» de las coordenadas (x, y) del
plano que hemos dado antes resulta un poco simple porque parece que a y b sean
dígitos individuales. Lo que hace realmente la técnica de Cantor es subdividir x e y en
pequeñas tiras de cifras decimales; la regla es que cada tira termina en la primera
cifra distinta de cero que se encuentre (otro motivo, más técnico, por el que Cantor no
puede permitir que los enteros y los racionales terminen en 0,000…). Así que
digamos, por ejemplo, que x = 0,020093089… y que y = 0,702064101…, en cuyo
caso se subdividen en: x = 0,02 009 3 08 9… y = 0,7 02 06 4 1 01… Son estas tiras
las que se combinan con alternadamente para dar la representación decimal única del
punto
(x, y) = 0,02 7 009 02 3 06 08 4 …

Y aquí los espacios extra son solo a efectos ilustrativos; la auténtica representación
decimal de (x, y) es 0,02700902306084… Por supuesto, esto también es un número
real, concretamente el punto z de [0, 1] que es igual a 0,02700902306084… Y lo
ingenioso de jugar con las tiras de este modo es que si hay algún z' que difiere de z en
una sola cifra n posiciones tras la coma (de los que por supuesto habrá: ∞ z, de
hecho), entonces el (x, y) relevante también será diferente en la tira que contenga esa
n-ésima cifra, de modo que la correspondencia relevante es biunívoca: eso quiere
decir que para cada z hay un único (x, y), y viceversa, o sea que se trata de una
genuina C1-1. <<

www.lectulandia.com - Página 528


[7.57] SEI
(incluida a insistencia del editor) = el lascivo término para poliedros en 4 o
más dimensiones. <<

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[7.58] SEI
como se ha mencionado en los § 5b y 5d. (Y en §5d, por lo menos se habló
un poco del uso en la geometría riemanniana del ∞ y de puntos relacionados con el
∞). <<

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[7.59]Esto entra en un área bastante especializada de la teoría de funciones, pero
básicamente correspondencia no continua significa que si usted se mueve
continuamente a lo largo de los puntos de [0, 1] en la R. R., los puntos
correspondientes en el cuadrado unidad no formarán una curva continua, sino que
quedarán esparcidos por todas partes. (SEI Respecto al segundo párrafo de §7d un
poco antes, resulta que la suposición de Riemann et al. estaba equivocada de un
modo interesante: la dimensión de un conjunto dado de puntos depende no solo de
cuántas coordenadas por punto hay, ni tampoco de la cardinalidad de todo el conjunto
de puntos, sino también del modo particular en que los puntos están distribuidos. Esto
último es una cuestión de la topología de conjuntos de puntos, respecto a la cual todo
lo que estamos en situación de decir en este libro es que es otra rama más de las
matemáticas que no existiría sin el trabajo de Cantor sobre el ∞). <<

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[7.60] SEI
fecha = 1878; título = «Ein Beitrag zur Mannigfaltigkeitslehre», o algo así
como «Una contribución a la teoría de multiplicidades/agregados/conjuntos». <<

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[7.61] SEI
Probablemente resulta obvio que aquí las «ficciones» de Du Bois-Reymond
son específicamente las representaciones decimales compuestas de (x, y); pero en el
contexto más amplio de su escrito también está hablando de los conjuntos infinitos de
puntos de la R. R. y del C. U. que los decimales representan. (N. B. Exactamente la
misma acusación se podría haber lanzado contra los A y B de la teoría del schnitt de
Dedekind; por alguna razón, Dedekind nunca atrajo la misma hostilidad que Cantor).
<<

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[7.62]
Cantor a menudo se refiere a esto como la primera clase numérica y la segunda
clase numérica, respectivamente. <<

www.lectulandia.com - Página 534


[7.63] SEILos libros de texto a menudo formulan esto como un teorema abstracto, por
ejemplo, «Dado cualquier conjunto infinito S, es posible construir otro conjunto
infinito S' con un número cardinal mayor». <<

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[7.64] SEI Este principio se conoce en la teoría de conjuntos como el axioma del
conjunto potencia (A.C.P.). Una razón por la que es un axioma es que depende
directamente de las definiciones de «subconjunto» y «conjunto vacío», tal como
resultará evidente enseguida en el texto principal. Sin embargo, hay problemas con el
A.C.P.: véase el §7f interpolativo más adelante. <<

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[7.65] SEITécnicamente, esto debería escribirse «P(A) = 2A», donde A representa el
número cardinal de A. Habiendo declarado esto para que quede constancia, a partir de
ahora lo escribiremos informalmente, sin más. <<

www.lectulandia.com - Página 537


[7.66] SEIUna vez más, técnicamente sería mejor decir que «∅» es el símbolo de { },
el cual es el conjunto vacío… pero ya se entiende. <<

www.lectulandia.com - Página 538


[7.67] SEI
Puede demostrar que P(A) = 20 también en el caso del conjunto vacío. Si
A = ∅, tiene o elementos. Sin embargo, tiene un subconjunto, o sea ∅, pues el
conjunto vacío es un subconjunto de todo conjunto. O sea, que en este caso P(A) = 1,
que es 20. <<

www.lectulandia.com - Página 539


[7.68]
Entenderá esto si recuerda que el contexto general de estas demostraciones es el
intento por parte de Cantor de obtener conjuntos infinitos (también conocidos como
clases numéricas) cuya cardinalidad excediera c. <<

www.lectulandia.com - Página 540


[7.69] SEIDe hecho, la de 1891 es en realidad una demostración de que este conjunto
potencia es no contable. Pero recuerde que para que un conjunto sea contable debe
ser o finito o numerable, y es fácil ver que en este caso el conjunto relevante no es
finito. Como el conjunto de todos los enteros {1, 2, 3, 4, 5,…} es, él mismo, infinito,
basta tomar cada elemento individual, ponerlo entre llaves, y darse cuenta de que {1},
{2), {3), etc., son todos subconjuntos del conjunto de todos los enteros. Así que el
conjunto de todos los subconjuntos no puede ser finito en modo alguno. O sea, que la
verdadera cuestión es si el conjunto potencia es numerable. <<

www.lectulandia.com - Página 541


[7.70] SEI EXTRACTO DE LA CARTA DEL EDITOR CON PETICIONES ACERCA DE LA VERSIÓN

MANUSCRITA DEL LIBRO: «pág. 250, párrafo tras gráfica de la “Tabla n.º 3”; o sea que,
en otras palabras, sin importar cuántos subconjuntos de E podamos obtener, ¿siempre
podemos crear otros nuevos? Si es así, ¿quiere usted que lo digamos tal cual, soltarlo
sin más?», de la respuesta del autor: «No, no queremos decir algo así, porque sería
erróneo. Lo que muestra la Tabla n.º 3 es que sin importar cuántos infinitos o
subconjuntos de E pongamos en la lista, es demostrable que siempre habrá algunos
subconjuntos que no están en la lista. Esto es, recuerde, lo que “no numerable”
significa: que no puede ser exhaustivamente listado/puesto en fila/puesto en una tabla
(y, de nuevo, es por lo que siempre habrá más irracionales que pañuelos de la muerte
en la demostración del doctor Goris en §2e: los pañuelos, como los enteros y los
racionales, solo pueden formar un ∞ numerable). Además, la parte de “siempre
podemos crear otros nuevos” es profunda y seriamente, errónea: no estamos creando
nuevos subconjuntos; estamos demostrando que existen y siempre existirán algunos
subconjuntos que ninguna lista o C1-1 con los enteros podrá capturar. Respecto a
“existir”, cabe reconocer que necesita un “en cierto modo” o “sea lo que sea que esto
significa” o algo parecido, pero el lector tendría que ser un fundamentalista-radical
kroneckeriano para creer que lo que estamos haciendo en esta demostración es
realmente crear esos nuevos subconjuntos». <<

www.lectulandia.com - Página 542


[7.71] SEI
Esto saca a relucir una cuestión importante. Puede muy bien haber notado el
gran parecido entre la demostración en diagonal de la no numerabilidad de P(E) y la
demostración en diagonal de la no numerabilidad de {todos los números reales} en
§7c. Y ahora, dado que tanto P(E) como {todos los reales} tienen cardinalidades >
ℵ0, puede muy bien estar preguntándose si el número cardinal de P(E) es c igual que
lo es el de {todos los números reales}. En cuyo caso, usted habrá formulado, por sí
mismo, una versión de uno de los problemas más profundos de la teoría de conjuntos
cantoriana, el cual se analiza extensamente en §7g. Lo importante es que está 100%
acertado al preguntarse sobre la relación entre P(E) y c, pero espere. <<

www.lectulandia.com - Página 543


[7.72] SEI,
es decir, que B es también P(A), pero para esta demostración es más fácil si
olvida usted todo el asunto del conjunto potencia. <<

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[7.73] SEI
a veces conocida también como la paradoja de Euclides para distinguirla de
la variante de Epiménides «Todos los cretenses son mentirosos» —larga historia—.
<<

www.lectulandia.com - Página 545


[7.74] SEI
1906-1978, el absoluto Príncipe de las Tinieblas de las matemáticas
modernas, ya se ha hecho referencia a él en §1a y en otras partes. <<

www.lectulandia.com - Página 546


[7.75] SEISabemos, por ejemplo, que se la explicó a David Hilbert, y se menciona por
lo menos en una de las cartas de Cantor a Dedekind. Observe ahora, de cara a más
adelante, que hay otra paradoja con la que también se encontró y tampoco publicó,
que hoy se conoce como la paradoja de Burali-Forti y tiene que ver con los ordinales
transfinitos, que como se ha mencionado también están al llegar. <<

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[7.76] SEILo de Frege y Russell es una historia larga pero muy apreciada por los
historiadores de las matemáticas, y muy fácil de encontrar en otra parte. (N. B. La
antinomia de Russell también se conoce como la paradoja de Russell, pero resulta
cansino decir «paradoja» una y otra vez). <<

www.lectulandia.com - Página 548


[7.77] SEIUna vez más, es algo más complicado. Lo que la antinomia de Russell
explota realmente es un axioma poco sólido de la teoría de conjuntos temprana
llamado (no es broma) el principio de abstracción ilimitada (P. A. I.), que a todos los
efectos afirma que toda característica/condición concebible determina un conjunto; es
decir, que dada cualquier propiedad concebible, existe un conjunto de todas las
entidades que poseen dicha propiedad. Tres rápidos comentarios acerca del P. A. I.
(1) Observe su intrigante parecido con el argumento de Platón del Uno Sobre Muchos
de §2a. (2) Pronto debería ser evidente en el texto principal por qué el P. A. I. es
defectuoso y da lugar a la antinomia de Russell. (3) Por favor, retenga
neocorticalmente durante solo unas páginas el hecho de que el sistema de axiomas de
Zermelo-Fraenkel-Skolem para la teoría de conjuntos enmienda el P. A. I. con el
principio de abstracción limitada (P. A. L.), el cual sostiene que dada cualquier
propiedad p y un conjunto S, podemos formar el conjunto de todos los elementos de S
que tienen p. <<

www.lectulandia.com - Página 549


[7.78] SEI
El resto del texto principal de este párrafo lo puede omitir usted si ya puede
ver cómo funciona la paradoja simplemente a partir de «¿Es N un conjunto normal?».
(SEI2 Russell también tiene una manera famosa de presentar su antinomia en lenguaje
natural, a saber: imagine un barbero que solo afeita a los que no se afeitan a sí
mismos; entonces, ¿se afeita el barbero a sí mismo?). <<

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[7.79] SEI
En esta oposición a Poincaré se le asocia a menudo con los especialistas en
conjuntos de puntos finitos Félix Édouard Borel y Henri Léon Lebesgue, y así en la
metafísica de las matemáticas este trío es a veces conocido como la Escuela
antiplatónica. <<

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[7.80] algo muy parecido a la caracterización griega del ∞ como to apeiron. <<

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[7.81] SEI
Aquí está uno que quizá ya haya usted anticipado: si alguna propiedad es
impredicativa si se aplica a sí misma —digamos, por ejemplo, la propiedad de ser
expresable en lenguaje natural, o correctamente deletreado, o abstracto— entonces
podemos llamar a una propiedad «predicativa» si no se aplica a sí misma. Pero
entonces, esa propiedad de ser predicativa, ¿es predicativa o impredicativa? <<

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[7.82] SEI
Sí: ahora estamos volviendo de nuevo a las cuestiones de existencia abstracta
y denotación planteadas en §1. <<

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[7.83] SEI
Si cree que puede ver al fantasma del Tercer Hombre de Aristóteles flotando
encima de la teoría de tipos, no se equivoca. Muchos de los problemas fundacionales
de la teoría de conjuntos acaban remontándose a la metafísica griega. <<

www.lectulandia.com - Página 555


[7.84] SEI
N. B. Observe también que los argumentos de Russell respecto a la conexión
entre la tipología metafísica de entidades/abstracciones y la tipología semántica de
entidades/enunciados/metaenunciados son largos y complejos, pero están allí: no es
que lo postule todo a partir de la nada. <<

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[7.85] SEI Las subsiguientes extensiones y modificaciones de la teoría de tipos
russelliana, por lógicos como Ramsey y Tarski, son tan horripilantemente
complicadas y confusas que, si saca usted el tema, la mayoría de los matemáticos
harán como si ni siquiera le oyeran. <<

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[7.86] SEIEs decir, el segundo de los 10 Principales Problemas no Resueltos que
Hilbert presentó en el 2.º C. I. M. en el año 1900 como problemas cruciales para las
matemáticas que debían resolverse durante el inminente siglo; otra muy larga historia
que puede encontrar en cualquier buen compendio de historia de las matemáticas.
(SEI2 Si le enseñaron o ha leído que en realidad había 23 Problemas de Hilbert, la
verdad es que Hilbert presentó una lista del 1 al 10 en su discurso de París y del 1 al
23 en la versión escrita publicada en 1902). <<

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[7.87]Compare esta ontología formalista con la visión del intuicionismo de que:
«[L]os objetos matemáticos son entidades mentales que no existen de manera
independiente de nuestra capacidad para proporcionar una demostración de su
existencia en un número finito de pasos» (Nelson, pág. 229). Puede ver que ambas
visiones no son para nada disímiles, especialmente en su rechazo de la idea de que las
matemáticas tengan algo que ver con la realidad extramental, aunque tras el criterio
intuicionista del «número finito de pasos» está la intención específica de proscribir
entidades como los irracionales y los conjuntos infinitos con los que Poincaré y
Brouwer, igual que Kronecker antes de ellos, tenían problemas metafísicos (no solo
de procedimiento). (SEI La manera del doctor Goris de contrastar ambas escuelas era
decir que el intuicionismo era taimado mientras que el formalismo era más bien
simplemente excéntrico). <<

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[7.88] SEI véase §1c. <<

www.lectulandia.com - Página 560


[7.89]Estos improperios ya deberían estar en un G. E. III a estas alturas. Son términos
de lógica, de la teoría de modelos. Un sistema es completo si y solo si todas y cada
una de las proposiciones verdaderas se pueden deducir como un teorema; es
consistente si no incluye ni implica contradicción alguna. Hay también un tercer
criterio, antes brevemente mencionado, llamado decidibilidad, que concierne a si hay
un procedimiento/algoritmo para determinar, para cualquier proposición bien
formada del sistema, si es o no verdadera (es decir, si es un teorema). Los tres
criterios están obviamente interconectados, pero también tienen diferencias
importantes, y un sistema formal deductivamente inmaculado se supone que satisface
las tres… respecto a lo cual, a grandes rasgos, Gödel demostró que ningún sistema
significativamente potente podía, por lo cual se le conoce como el Príncipe
Tenebroso, y por ello las matemáticas han estado en el aire durante los últimos
setenta años. <<

www.lectulandia.com - Página 561


[7.90] SEI
Fechas: 1871-1953. Artículo principal: «Investigaciones de los fundamentos
de la teoría de conjuntos» (1908). Principal colaborador: Abraham Fraenkel, quien es
también el primer biógrafo de Cantor. <<

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[7.91]
paradojas de las que ahora muchos matemáticos profesionales no se preocupan
demasiado durante su trabajo del día a día; no mucho más de lo que nosotros nos
preocupamos de si el suelo se hundirá bajo nuestros pies cuando nos levantemos de la
cama. <<

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[7.92]Probablemente más que «independiente» sería mejor decir «conceptualmente
anterior a» o «subyacente» a las matemáticas per se. La idea tras la T. A. C. es que
como la teoría de conjuntos es la rama más abstracta y primitiva de las matemáticas,
sirve como fundamento para los conceptos matemáticos más básicos, como
«número», «función», «orden», etc. Aunque toda la cuestión se complica mucho —
particularmente las cuestiones acerca de la relación de la teoría de conjuntos con la
lógica simbólica y sobre cuál es el verdadero fundamento de las matemáticas— es,
sin embargo, cierto que tanto Gottlob Frege como Giuseppe Peano, las dos figuras
más importantes en la fundamentación de la aritmética, definen los números y las
operaciones matemáticas básicas en términos de la teoría de conjuntos. <<

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[7.93] SEI= o bien una función o algún predicado en lenguaje natural que tenga
sentido para todos los elementos de S (donde «que tenga sentido» significa
básicamente que el predicado es algo definitivamente verificable como cierto o falso
para cualquier elemento del conjunto, como «es azul» o «pesa más de 28,7 gramos»
en contraste con «es adorable» o «tiene gusto de pollo»). <<

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[7.94]
Usar este símbolo en una frase así, tal cual, es la manera llamativa de decir
«elemento de S». <<

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[7.95] Así, un corolario obvio del P. A. I. es: los conjuntos infinitos existen. <<

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[7.96] SEIEste es otro punto donde no está claro exactamente qué lectores sabrán o
recordarán lo que se está omitiendo. Si no está familiarizado con los postulados de
Peano y le gustaría estarlo, invierta 45 segundos en lo siguiente: los postulados de
Peano son los cinco axiomas básicos de la teoría de números; permiten deducir toda
la sucesión infinita de los enteros positivos a partir de solo dos conceptos primitivos,
que son (a) «es un entero», y (b) «es sucesor de». En lenguaje natural, los postulados
son: (1) 1 es un entero; (2) Si x es un entero, el sucesor de x es un entero; (3) 1 no es
sucesor de ningún entero; (4) Si los sucesores de dos números x e y son iguales,
entonces x = y; (5) Si un conjunto E contiene 1, y si, para cualquier entero x de E, el
sucesor de x está en E, entonces todo entero está en E. Por qué exactamente el
postulado (5) es la autoridad axiomática tras la demostración por inducción
matemática es algo que queda claro mediante una formulación alternativa, que sería
más o menos así: (5) Si P es cierta propiedad, y si 1 tiene P, y si cuando un entero x
tiene P, el sucesor de x tiene P, entonces todos los enteros tienen P. (SEI2 Curiosidad
gorisiana: Aunque Peano merece un 100% de reconocimiento por introducir todo tipo
de cosas importantes en la teoría de números y en la teoría de conjuntos (como los
símbolos estándar ∈, ∩ y ∪), sus epónimos postulados son un caso claro de los
caprichos de la fama matemática, pues axiomas equivalentes a los postulados (1)-(5)
habían aparecido en la obra de Dedekind Naturaleza y significado de los números por
lo menos dos años antes que en la obra de Peano Arithmetices Principia Nova
Methode Expósita). <<

www.lectulandia.com - Página 568


[7.97] SEINo nos preocuparemos mucho de los productos cartesianos (P. C.) excepto
para decir (1) que son un tipo específico de unión inter-conjuntos que involucra
«pares ordenados», los cuales en sí mismos son toda una saga; y (2) que los P. C. son
un ejemplo del importante principio de preservación de la homogeneidad, en el
sentido de que si dos conjuntos A y B comparten ciertas características especiales, su
producto cartesiano (A × B) también tendrá dichas características (por ejemplo, si A y
B son conjuntos de puntos y comparten la característica de ser un espacio topológico,
su P. C. también será un espacio topológico). <<

www.lectulandia.com - Página 569


[7.98] SEI
Aquí «producto cartesiano» específicamente significa (inspiración profunda)
«el conjunto de solo aquellos subconjuntos de la unión de todos los elementos de S tal
que cada uno (= cada subconjunto) contiene exactamente un elemento de cada
conjunto de S». Este tipo de cosa es solo para que tenga una muestra del embriagador
aroma de la auténtica T. A. C. <<

www.lectulandia.com - Página 570


[7.99] SEI Cualquier libro decente sobre lógica matemática o teoría de conjuntos
incluye un capítulo entero sobre el A. E. y su relación con otros seductores conceptos
como el axioma multiplicativo de Russell, el lema de Zorn, el principio de tricotomía,
el principio maximal de Hausdorff y (no es broma) el lema del elemento máximo de
Teichmüller-Tukey. <<

www.lectulandia.com - Página 571


[7.100] SEI
un americano (!) al cual estamos a punto de ver en acción respecto al tema
de la hipótesis del continuo, justo a continuación. <<

www.lectulandia.com - Página 572


[7.101] SEIEl historial de demostraciones relacionadas con el A. E. es —sorpresa—
una muy larga historia; lo importante queda resumido en el siguiente extracto de la
obra de Mendelson de 1979 Introduction to Mathematical Logic (y donde la segunda
frase es de un tono muy acalorado para tratarse de un lógico): «El estatus del axioma
de elección se ha hecho menos controvertido en años recientes. Para la mayoría de los
matemáticos parece bastante plausible y tiene tantas aplicaciones importantes en
prácticamente todas las ramas de las matemáticas que no aceptarlo parecería
restringir deliberadamente la actividad práctica del matemático (Mendelson, pág.
213)». <<

www.lectulandia.com - Página 573


[7.102] SEI
Si quiere ver el axioma de regularidad simbólicamente desnudo al 100%, es
(∀S)[(S ≠ ∅ → (∃x)((x ∈ S) & (x ∩ S = ∅))], en el cual los únicos símbolos no
familiares podrían ser los cuantificadores del cálculo de predicados «∀S» (que
significa «Para todo S…») y «∃x» (que significa «Existe por lo menos un x tal
que…»; donde el significado de «existe» es matemático/teórico-conjuntista [donde,
claro está, se supone que este tipo de existencia es distinto de otro(s) tipo(s)])
(extractado de Mendelson, pág. 213, con modificaciones menores en el simbolismo).
<<

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[7.103]Estas tienen que ver principalmente con cuantas interpretaciones válidas
diferentes puede tener un sistema de axiomas (siendo modelo el término elegante para
designar una interpretación específica de qué representan en realidad las fórmulas y
los símbolos abstractos). Resulta que la mayoría de los axiomáticas razonablemente
completas tienen ∞ modelos válidos —a veces incluso un ∞ no numerable—, lo cual
implica enormes dolores de cabeza, pues sistemas como ZFS o los postulados de
Peano se han elaborado pensando en modelos bastante específicos, y no es difícil ver
que, con un ∞ real de posibles modelos, algunos van a contradecir los que se
buscaban. <<

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[7.104] SEILas dos principales eran la paternidad real (biológica) de Jesús, y si fue
Bacon el verdadero autor de las obras atribuidas a Shakespeare. No se necesita mucha
psicología: se trata de obsesiones acerca de hechos incomprobables y que comportan
descrédito. Dada la hostilidad y la desconfianza que tuvo que soportar Cantor en su
vida profesional, que se centrara en tales obsesiones parece comprensible y, a la vez,
triste. <<

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[7.105] SEI En algunos textos se llama a esto el problema del continuo. <<

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[7.106]
Los matemáticos que lo llaman el problema del continuo enuncian la forma
general como: «¿Existe un conjunto con una cardinalidad más alta que la de ℵn pero
más baja que la de P(ℵn)?» (semiextractado de Edwards, v. 2, pág. 208). <<

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[7.107] SEI
Es el hecho de que Cantor se centrara específicamente en c lo que le dio
este nombre a la hipótesis del continuo. <<

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[7.108] SEIN. B. Tenga en cuenta que lo que viene ahora es, incluso para nuestro
rasero, un resumen deplorablemente simplificado de la teoría de los ordinales de
Cantor —una teoría que es incluso más compleja y ramificatoria que la de los
números cardinales— y la única razón por la que pasamos el dedo siquiera es que aún
sería más deplorable pretender que la H. C. solo tiene que ver con la jerarquía de los
cardinales transfinitos. <<

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[7.109] SEI
La teoría horripilantemente técnica de Cantor acerca de los ordinales y los
tipos de orden de los conjuntos se desarrolla principalmente en dos artículos:
«Principios de una teoría de los tipos de orden» (1885) y «Contribuciones a la
fundamentación de la teoría de los números transfinitos» (1895). <<

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[7.110]
La razón por la que esto podría resultar confuso al principio es la misma por la
que la frase de nuestra explicación inicial «de tal modo que el orden de los elementos
de A y B permanezca inalterado» era simplista: el tipo de orden no es lo mismo que
mera ordenación, {a, b} y {b, a} tienen el mismo tipo de orden, por ejemplo. <<

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[7.111] SEI
Otra metáfora a medida del doctor Goris era que los números cardinales
eran como los personajes en una de las obras de teatro de la escuela y los números
ordinales eran los lugares que tenían que ocupar en una escena. Algo así como el
guión de la obra por un lado, y sus acotaciones por otro. <<

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[7.112] SEIPodemos ver aquí algunas claras afinidades con la teoría de Cantor sobre
los irracionales como límites de sucesiones de números (en §6e). Esta teoría anterior
fue, en ciertos sentidos, el origen de su trabajo sobre los ordinales. <<

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[7.113] SEI
La todavía sin definir paradoja de Burali-Forti sale directamente de esta
definición. Considérese el conjunto de todos los números ordinales. Todos ellos.
Ahora considere el número ordinal de este mismo conjunto, el cual por definición
será mayor que cualquier ordinal en el conjunto; solo que este conjunto se ha definido
como uno que contiene todos los ordinales. O sea, que de uno u otro modo hay una
contradicción. Esta es muy fea, y es el verdadero motivo «profiláctico» que hay tras
el axioma de regularidad. <<

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[7.114]
Pero véase la nota 102 de §7f respecto a lo que significa el inminente «∀x», lo
cual en retrospectiva significa que la nota 102 no se debería haber clasificado como
SEI. <<

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[7.115]DEFINITIVAMENTE SEI No estoy seguro de que sea muy inteligente
mencionar esto, pero por lo menos algunas veces Cantor usó «ℵ0» para designar el
primer ordinal transfinito y «ω» para designar el primer cardinal transfinito. La
verdad estricta es que fue en realidad el conjunto de todos los ordinales finitos (que es
lo que él realmente llamaba la «primera clase numérica») lo que Cantor usó para
obtener el primer cardinal transfinito, cosa que hizo básicamente porque en su teoría
los números cardinales también eran definibles como ordinales límite, concepto que
no vamos a discutir porque requiere un grado de detalle teórico-conjuntista sobre las
relaciones entre números cardinales y ordinales para el que este librito no está
equipado. Estamos usando lo que ha llegado a ser actualmente el simbolismo
estándar, o sea «ℵ»s para los cardinales transfinitos y «ω» para los ordinales
transfinitos; el razonamiento para justificarlo es que este simbolismo es el que tiene
más posibilidades de resultar familiar por lo menos a algunos lectores. (N. B. Tenga
en cuenta que todas las matemáticas cantorianas con todos sus intríngulis y sin
rebajar excrecencias están disponibles en varios excelentes libros técnicos,
incluyendo las antes mencionadas Georg Cantor, de Dauben, Theory of Sets, de
Abian, y The Continuum and Other Types of Serial Order, with an Introduction to
Cantor’s Transfinite Numbers de Huntington —véase la Bibliografía—). <<

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[7.116] SEI
y que están relacionados con las épsilons weierstrassianas de §5e solo en el
sentido de que son creadas por una definición de tipo «existe… tal que» similar; por
ejemplo, el primer número ordinal k tal que ωk = k se designa «épsilon o» o «ε0». <<

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[7.117] SEI en §15 de la antes mencionada «Contribuciones… números». <<

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[7.118]
Estas dos cuestiones se colapsan en una solamente si o bien (1) la teoría formal
de conjuntos es una representación o reflejo fidedigno de la verdadera realidad del ∞
y de los conjuntos de tipo ∞, o bien (2) la teoría formal de conjuntos es esa verdadera
realidad, en el sentido de que la «existencia» de un conjunto infinito dado es única y
exclusivamente una cuestión de su compatibilidad lógica con los axiomas de la teoría.
Observe, por favor, que estas son precisamente las cuestiones sobre el estatus
metafísico de los entes abstractos que han afligido a las matemáticas desde los
griegos. <<

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[7.119] SEISi la teoría de conjuntos y la teoría de la demostración no fueran tan
increíblemente esotéricas, ya se habría hecho una película de gran presupuesto sobre
la demostración de Cohen y los relatos que la rodean, relatos que los historiadores de
las matemáticas adoran y que se pueden encontrar en una miríada de fuentes
bibliográficas. Lo que es pertinente para nosotros son algunos inquietantes
paralelismos con Cantor. Para empezar, Cohen proviene del análisis funcional y el
análisis armónico, áreas que involucran tanto ecuaciones diferenciales como series de
Fourier; es decir, que él también llega a la teoría de conjuntos desde el análisis puro.
La cosa se vuelve todavía más inquietante. La tesis doctoral de Cohen (Universidad
de Chicago, 1958) se titula Temas de la teoría de unicidad de las series
trigonométricas. Además, así como Cantor había inventado demostraciones teórico-
conjuntistas de tipo «φ» y diagonal completamente nuevas, asimismo Cohen inventa
una técnica de demostración completamente nueva conocida como forcing, que es
prohibitivamente hiper-tecnificada, pero en ciertos aspectos se parece a una especie
de inducción matemática maniquea donde se pide que los casos «n = 1» y «k» tomen
uno de solo dos valores posibles… Lo cual quizá no se entienda pero no es para nada
vital ahora mismo: lo que es hollywoodiense es que Cohen se pasa a la teoría de
conjuntos, inventa y refina su método de demostración, y demuestra la independencia
de la H. C., todo en un solo año. <<

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[7.120] SEI Véanse §1d y 5b. <<

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[7.121]
Este tipo de independencia (que también se puede llamar indecidible) sin duda
es importante. Por lo menos demuestra que los resultados de Gödel acerca de la
incompletitud (así como la demostración de Church en 1936 de que la lógica de
predicados de 1.er orden también es indecidible) no están describiendo solo
posibilidades teóricas, que existen realmente auténticos teoremas significativos en las
matemáticas que no se pueden demostrar ni contradecir (extractado de Bunch, pág.
158). Lo cual a su vez significa que incluso unas matemáticas maximalmente
abstractas, generales, completamente formales no van a ser capaces de representar (o,
dependiendo de sus convicciones metafísicas, contener) todas las verdades
matemáticas del mundo real. Es este quebrantamiento de la creencia de que 100%
abstracción = 100% verdad de lo que las matemáticas puras aún no se han
recuperado, ni tampoco está claro qué significaría aquí «recuperación». <<

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[7.122] SEI
Además, en otra demostración de 1963, Cohen pudo demostrar que incluso
si el axioma de elección se añade a los axiomas de ZFS, la hipótesis del continuo en
su forma general sigue sin ser demostrable. Así se establece que el A. E. y la H. C.
también son independientes mutuamente, algo que impactó de nuevo al mundo
matemático. <<

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[7.123]
Aquí «supuesto» = de un modo especulativo, preguntándose «¿y si?» (SEI
Curiosidad acerca de los «diversos equivalentes» de la misma frase: la obra de
Waclaw Sierpinski en 1934 Hypothèse du Continu da una lista de más de ochenta
proposiciones matemáticas que son equivalentes o reducibles a la H. C. en su forma
general). <<

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[7.124] SEIBuena parte de la teoría de conjuntos contemporánea parece incluir
discusiones acerca de qué significan esos términos técnicos y exactamente cuándo y
por qué lo hacen (= significar lo que significan, si significan algo (y, si no significan
nada, entonces qué podría significar ese nada, y así sucesivamente)). <<

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[7.125] SEIDe nuevo puede ver cómo esta visión formalista incorpora elementos del
intuicionismo, el más obvio de los cuales es la voluntad de olvidar la LTE. <<

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[7.126] SEI
La declaración de Luitzen E. J. Brouwer acerca de toda la cuestión de la
consistencia y la indecidibilidad en teoría de conjuntos suena muy aristotélica: «Nada
que tenga valor matemático se conseguirá de ese modo; una teoría falsa que no es
detenida por una contradicción es igualmente falsa, del mismo modo en que una
negligencia criminal no reprendida en un juicio sigue siendo igualmente criminal»
(Brouwer extractado por Barrow, pág. 217). <<

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[7.127] SEIHilbert tampoco tuvo un final fácil. Brouwer y Russell, por otro lado,
resultaron ser tan longevos que prácticamente tuvieron que echarlos a garrotazos. <<

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[7.128] SEI
En el momento de escribir este libro Paul J. Cohen era el Marjorie Mhoon
Fair Professor de ciencia cuantitativa en Stanford. <<

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