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David Foster Wallace
Todo y más
Breve historia del infinito
ePub r1.0
koothrapali 01.09.15
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Título original: Everything and More. A Compact History of ∞
David Foster Wallace, 2003
Traducción: Joan Vilaltella Catanyer
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PRÓLOGO BREVE PERO NECESARIO
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fragmentos SEI están pensados para lectores con gran preparación técnica, o un
interés poco usual en las verdaderas matemáticas, o una paciencia sobrenatural, o las
tres cosas; dichos fragmentos proporcionan una mirada más detallada a asuntos que la
explicación principal pasa por alto o deja de lado.
Hay otras abreviaturas en el libro. Algunas solo están para ahorrar espacio. Otras
son consecuencia de un peculiar problema de estilo que se da en la escritura técnica,
que consiste es que con frecuencia tenemos que utilizar las mismas palabras una y
otra vez de un modo que se hace terriblemente pesado —la cuestión es que algunas
palabras técnicas tienen significados muy específicos que ningún sinónimo puede
captar—. Así, especialmente en el caso de ciertos términos de alta tecnología, la
abreviatura es el único modo de conseguir un poco de variedad. En realidad, nada de
esto es un problema. Todas las abreviaturas del libro están contextualizadas de tal
modo que debería quedar totalmente claro qué significan. Sin embargo, por si hubiera
errores del autor o confusiones innecesarias, aquí presentamos una lista de las
principales abreviaturas que puede consultar en caso de necesidad:
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Τ. Β. W. = Teorema de Bolzano-Weierstrass
Τ. Ε C. = Teorema fundamental del cálculo
Τ. I. C. = Teoría informal de conjuntos
Τ. Ρ. = Teorema de Pitágoras
T. U. = Teorema de unicidad
Τ. V. Ε. = Teorema de los valores extremos de Weierstrass
U. S. Μ. = Argumento Uno Sobre Muchos de Platón
VNB = Sistema de axiomas para la teoría de conjuntos de Von Neumann y Bernays
ZFS = Sistema de axiomas para la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel-Skolem
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1
§1a.
Existe algo así como un historiador de las matemáticas. Aquí está, a modo de
apertura, una cita de tal historiador en la década de 1930:
Una conclusión parece ser ineludible: sin una teoría consistente del infinito
matemático no hay teoría de los irracionales. Sin una teoría de los irracionales
no hay análisis matemático de ninguna forma remotamente parecida a lo que
tenemos ahora. Y finalmente, sin el análisis, la mayor parte de las
matemáticas —incluyendo la geometría y la mayor parte de las matemáticas
aplicadas— tal como existe actualmente, dejaría de existir. Por lo tanto, la
tarea más importante a la que tienen que hacer frente los matemáticos debería
ser la construcción de una teoría satisfactoria del infinito. Cantor lo intentó;
con qué éxito es algo que se verá después (Bell, págs. 521-522).
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infinito»], pág. 197).
He aquí una cita de Gilbert K. Chesterton: «Los poetas no enloquecen, pero los
jugadores de ajedrez sí. Los matemáticos se vuelven locos, y los cajeros, pero los
artistas creativos no suelen hacerlo. No estoy atacando la lógica: solo digo que este
peligro yace en la lógica, no en la imaginación» (Chesterton, citado por Barrow, pág.
171). Y aquí está un fragmento del texto de la solapa de una reciente biografía
divulgativa de Cantor: «A finales del siglo XIX, un matemático extraordinario
languidecía en un sanatorio […] Cuanto más se acercaba a las respuestas que
buscaba, más lejanas parecían. A la larga, ello le condujo a la locura, igual que a otros
matemáticos antes que a él» (Amir D. Aczel, The Mystery of the Aleph: Mathematics,
the Kabbalah, and the Search for Infinity, Four Walls Eight Windows, 2000).
Los casos de grandes matemáticos con enfermedades mentales tienen enorme
resonancia para los escritores y cineastas de la época pop. Esto tiene que ver
principalmente con las ideas preconcebidas y las sensibilidades de esos mismos
escritores/cineastas, y a su vez dichas ideas están en función de lo que se podría
llamar el molde arquetípico particular de nuestra época. No hace falta decir que
dichos moldes cambian con el tiempo. Hoy, el Matemático Mentalmente Enfermo
parece ser de algún modo lo que el Caballero Errante, el Santo Mortificado, el Artista
Atormentado y el Científico Loco fueron en otras épocas: algo así como nuestro
Prometeo, el que va a lugares prohibidos y vuelve con regalos que todos podemos
aprovechar pero cuyo precio solo paga él. Esto es probablemente un poco exagerado,
por lo menos en la mayoría de los casos.[1.2] Pero Cantor encaja en el molde mejor
que la mayoría. Y las razones para ello son mucho más interesantes que cualesquiera
fueran sus problemas y síntomas.[1.3]
Pero saber algo sobre los logros de Cantor no es lo mismo que valorarlos, lo cual
constituye nuestro objetivo e implica ver las matemáticas transfinitas como una
especie de árbol, con sus raíces en las paradojas de la Antigua Grecia acerca de la
continuidad y la inconmensurabilidad, y sus ramas enredadas en la crisis moderna
sobre los fundamentos de las matemáticas: Brouwer y Hilbert y Russell y Frege y
Zermelo y Gödel y Cohen y sus colegas. Los nombres ahora mismo son menos
importantes que el árbol, siendo este una especie de esquema general que conviene
recordar.
§1b.
Pero Chesterton se equivocaba respecto a una cosa. O era por lo menos impreciso. El
peligro que intentaba concretar no es la lógica. La lógica es solo un método, y los
métodos no pueden desquiciar a las personas. De lo que en realidad intenta hablar
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Chesterton es de una de las principales características de la lógica, y de las
matemáticas. Su cualidad de abstractas. La abstracción.
Vale la pena esclarecer el significado de abstracción. Puede que sea el término
más importante para apreciar el trabajo de Cantor y el contexto que lo hizo posible.
Gramáticamente, la raíz viene de un adjetivo, del latín abstractus («apartado»). El
Oxford English Dictionary contiene nueve definiciones importantes del adjetivo, de
las cuales la más pertinente es la 4.a.: «Apartado o separado de la materia, de la
corporeidad material, de la práctica, o de los ejemplos particulares. Opuesto a
concreto». También resultan de interés las definiciones 4.b., «Ideal, destilado hasta su
esencia», y 4.c., «Abstruso».
He aquí una cita de Carl B. Boyer, que es más o menos el Gibbon de la historia de
las matemáticas:[1.4] «Pero ¿qué son, después de todo, los enteros? Todo el mundo
cree saber qué es el número tres, hasta que intenta definirlo o explicarlo» (Boyer, pág.
596). Por ello, resulta instructivo hablar con los profesores de matemáticas de
preescolar e informarse acerca de cómo se enseñan realmente los números enteros a
los niños. Cómo se les enseña, por ejemplo, lo que es el número cinco. Primero se les
dan, por ejemplo, cinco naranjas. Algo que puedan tocar o sostener. Se les pide que
las cuenten. Luego se les da una foto de cinco naranjas. Después, una foto que
combina las cinco naranjas con el numeral «5», de modo que asocien ambas cosas.
Luego, una imagen con solo el numeral «5» y sin las naranjas. Entonces los niños
comienzan con ejercicios verbales en los que empiezan a hablar sobre el entero 5 per
se, como un objeto en sí mismo, aparte de las cinco naranjas. En otras palabras, son
sistemáticamente engañados, o inducidos, para que traten a los números como cosas
en lugar de como símbolos de las cosas. Entonces se les puede enseñar aritmética, la
cual contiene relaciones elementales entre números. (El lector notará el paralelismo
con el modo en que se nos enseña a usar el lenguaje. Pronto aprendemos que el
nombre «cinco» significa, simboliza, el entero 5, etc.).
A veces un chaval tiene dificultades, dicen los profesores. Algunos niños
entienden que la palabra «cinco» significa 5, pero siguen queriendo saber ¿5 qué? ¿5
naranjas? ¿5 céntimos? ¿5 puntos? Esos niños, que no tienen ningún problema para
sumar o restar naranjas o monedas, a pesar de todo tendrán malos resultados en las
pruebas de aritmética. No pueden tratar el 5 como un objeto per se. A menudo son
enviados a grupos de Educación Matemática Especial, donde todo se enseña en
términos de grupos o conjuntos de objetos reales en lugar de números «separados de
ejemplos particulares».[1.5]
La cuestión clave es que la definición básica de «abstracto» para nuestros
propósitos va a ser algo combinada: «apartado o más allá de la particularidad
concreta, de la experiencia sensorial». Usado solo de este modo, «abstracto» es un
término de la metafísica. De hecho, en todas las teorías matemáticas está implícito
algún tipo de postura metafísica. El padre de la abstracción en las matemáticas fue
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Pitágoras. El padre de la abstracción en la metafísica, Platón.
Pero las otras definiciones del Oxford English Dictionary no son irrelevantes. No
solo porque las matemáticas modernas son abstractas en el sentido de ser
extremadamente abstrusas. Para las matemáticas también es esencial abstraer en el
sentido de reducir algo a su esencia absoluta, a su esqueleto, como en el resumen de
un artículo o de un libro.[*] Como tal, su significado puede ser pensar profundamente
en cosas en las que la mayoría de la gente no puede pensar profundamente, porque se
pone como loca.
Todo esto es solo una especie de calentamiento. No será todo igual. Aquí están
dos citas más de figuras prominentes. Morris Kline: «Una de las grandes
contribuciones griegas al concepto mismo de matemáticas fue el reconocimiento
consciente y el énfasis en el hecho de que las entidades matemáticas son
abstracciones, ideas sostenidas por la mente y claramente diferenciadas de los objetos
físicos o las imágenes» (Kline, pág. 29). Ferdinand de Saussure: «Lo que se les ha
pasado por alto a los filósofos y a los lógicos es que desde el momento en que un
sistema de símbolos se vuelve independiente de los objetos designados, él mismo está
sujeto a sufrir cambios que son incalculables para el lógico» (Saussure, pág. 23).
La abstracción lleva incluidos todo tipo de problemas y quebraderos de cabeza,
eso lo sabemos todos. Parte del riesgo es cómo usamos los nombres. Pensamos en los
significados de los nombres en términos de denotaciones. Los nombres sustituyen
cosas: hombre, mesa, pluma, David, cabeza, aspirina. Se da un tipo especial de
comicidad cuando hay confusión respecto a lo que es un nombre de verdad, como en
«¿Quién va primero?» o en aquellas bromas de Alicia en el país de las maravillas:
«¿Qué puedes ver en el camino?». «Nada». «¡Qué vista más buena! ¿Qué aspecto
tiene nada?». Pero la comicidad tiende a desvanecerse cuando los nombres denotan
abstracciones, en el sentido de conceptos generales divorciados de ejemplos
concretos. Muchas de estas abstracciones-nombres tienen su raíz en un verbo.
«Movimiento» es un nombre, y también «existencia». Usamos palabras como estas
continuamente. La confusión viene cuando intentamos pensar en qué significan
exactamente. Es como la observación de Boyer acerca de los enteros. ¿Qué denotan
exactamente «movimiento» y «existencia»? Sabemos que existen cosas concretas y
particulares, y que a veces se mueven. ¿Existe el movimiento per se? ¿De qué
manera? ¿De qué manera existen las abstracciones?
Por supuesto, esta última cuestión es en sí misma muy abstracta. Ahora
probablemente usted comienza a sentir dolor de cabeza. Hay una especie de
incomodidad o impaciencia ante este tipo de cosas. Surgen preguntas como: «¿Qué es
exactamente la existencia?» o «¿Qué queremos decir exactamente cuando hablamos
del movimiento?». La incomodidad es muy distintiva y aparece solo en cierto nivel
del proceso de abstracción, porque la abstracción funciona por niveles, igual que los
exponentes o las dimensiones. Digamos que «hombre» refiriéndose a un hombre en
particular es el Nivel Uno. «Hombre» refiriéndose a la especie es el Nivel Dos. Algo
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así como «humanidad» es el Nivel Tres: ahora estamos hablando de los criterios
abstractos para que algo pueda ser calificado de humano. Y así sucesivamente. Pero
pensar de ese modo puede ser peligroso, extraño. Pensar con suficiente abstracción
sobre cualquier cosa… Seguramente todos hemos tenido la experiencia de pensar en
una palabra, por ejemplo, «pluma», y en algo así como repetirla para nuestros
adentros una y otra vez, hasta que deja de significar nada. La misma extrañeza de
llamar «pluma» a algo empieza a meterse en la conciencia de un modo inquietante,
como los síntomas de un inminente ataque epiléptico.
Como probablemente sabe el lector, buena parte de lo que ahora llamamos
filosofía analítica está relacionado con cuestiones como estas, del Nivel Tres o
incluso del Cuatro. Como en la epistemología = «¿Qué es exactamente el
conocimiento?»; la metafísica = «¿Cuáles son exactamente las relaciones entre los
constructos mentales y los objetos del mundo real?», etc.[1.6] Podría ser que los
filósofos y los matemáticos, que pasan mucho tiempo pensando (a) en abstracto (b)
sobre abstracciones o (c) ambas cosas, tengan eo ipso propensión a las enfermedades
mentales. O podría ser simplemente que las personas susceptibles de padecer una
enfermedad mental tengan mayor propensión a pensar en este tipo de cosas. Es como
la cuestión del huevo y la gallina. Pero algo es seguro. Es un mito total que el hombre
sea curioso por naturaleza y que esté ávido de la verdad, y que desee, por encima de
todo, conocer.[1.7] Admitiendo ciertos significados de «conocer», hay en realidad una
gran cantidad de cosas que no queremos conocer. Evidencia de ello son los
abundantes asuntos y problemas acerca de los cuales no nos gusta pensar en
abstracto.
Veamos un poco de teoría. Los temores y peligros del pensamiento abstracto
constituyen grandes motivos para que ahora a todos nos guste estar todo el día muy
ocupados y bombardeados por estímulos. El pensamiento abstracto tiende más bien a
asaltarnos en momentos de tranquilo reposo. Por ejemplo, a primera hora de la
mañana, especialmente si usted se despierta antes de que suene el despertador, de
repente y sin ningún motivo puede comenzar a pensar que ha estado levantándose de
la cama cada mañana sin la más mínima duda de que el suelo le sostendría. Mientras
yace ahí considerando el asunto, parece por lo menos teóricamente posible que algún
defecto en la construcción del suelo o en su integridad molecular podría hacer que
este se combara, o incluso que usted lo atravesara limpiamente por algún aberrante
fenómeno cuántico o algo parecido. En cierto sentido, no es algo que parezca una
imposibilidad lógica o algo así. No es que usted tenga realmente miedo de que el
suelo se venga abajo justo en el momento en que se levante. Es solo que ciertos
estados mentales y líneas de pensamiento son más abstractos, y no están centrados en
ninguna necesidad u obligación que vaya usted a atender cuando se levante. Esto es
solo un ejemplo. La cuestión abstracta que está usted considerando desde la cama es
si su confianza en el suelo está verdaderamente justificada. La respuesta inicial, que
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es afirmativa, se basa en el hecho de que usted se ha levantado por la mañana miles,
en realidad bastante más de diez mil veces hasta ahora, y el suelo le ha sostenido cada
vez. Es la misma manera de justificar que saldrá el sol, que su esposa recordará cómo
se llama usted, que cuando tiene ciertas sensaciones eso significa que está a punto de
estornudar, etc. Porque han sucedido una y otra vez anteriormente. El principio
involucrado es realmente el único modo de predecir cualquiera de los fenómenos con
los que contamos automáticamente sin tener que pensar en ellos. Y la inmensa
mayoría de los hechos cotidianos son fenómenos de este tipo, y sin esta confianza
basada en experiencias anteriores nos volveríamos todos locos, o por lo menos
seríamos incapaces de hacer nada porque tendríamos que detenernos y deliberar
acerca de la más mínima cosa. Es un hecho: la vida tal como la conocemos sería
imposible sin esta confianza. Pero aun así, esta confianza ¿está verdaderamente
justificada o es solo extremadamente conveniente? Esto es pensar en abstracto, con su
característico perfil escalonado, y ahora usted se encuentra varios escalones hacia
arriba. Ya no está pensando solo en el suelo y en su peso, ni en su confianza ni en
cuán necesaria parece ser ese tipo de confianza para la supervivencia básica. Ahora
está usted pensando en una regla, ley o principio mucho más general por el que esta
confianza rutinaria, con toda su miríada de formas e intensidades, está de hecho
justificada en lugar de ser solo una serie de extraños reflejos clónicos que le impulsan
a lo largo del día. Otra señal clara de que se trata de pensamiento abstracto: usted
todavía está quieto. Parece que está gastando una tremenda energía y aún no se ha
movido. Todo está ocurriendo en su mente. Es extremadamente raro. No es nada
sorprendente que a la mayoría de la gente no le guste. De repente tiene sentido que a
menudo se represente a los locos poniéndose las manos en la cabeza o golpeándola
contra algo. Pero si recibió buenas lecciones en la escuela, puede que ahora recuerde
que la regla o principio que usted intuye ya existe: su nombre oficial es principio de
inducción (P. I.). Es el precepto fundamental de la ciencia moderna. Sin el principio
de inducción, los experimentos no podrían confirmar las hipótesis, y nada en el
universo físico podría predecirse con un mínimo de confianza. No podría haber leyes
naturales o verdades científicas. El P. I. afirma que si algo, x, ha sucedido en ciertas
circunstancias particulares n veces en el pasado, tenemos justificación para creer que
las mismas circunstancias darán lugar a x en la ocasión n + 1. El P. I. es totalmente
respetable y fidedigno, y parece una salida inteligente para librarse del problema. Es
decir, hasta que le asalte (como solo puede suceder en estados mentales muy
abstractos o cuando falta más de la cuenta para que suene el despertador) la idea de
que el propio P. I. no es más que una abstracción a partir de la experiencia… Así que,
ahora ¿qué justifica exactamente nuestra confianza en el P. I.? Este último
pensamiento puede estar o no acompañado de cierto recuerdo de la infancia, por
ejemplo, de varias semanas pasadas en la granja de un pariente (es una larga historia).
Veamos, en un corral con alambrada, al lado del garaje, había cuatro pollos, el más
listo de los cuales se llamaba señor Pollo. Cada mañana, cuando el empleado de la
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granja llegaba al corral con cierto saco de arpillera, el señor Pollo se excitaba y
empezaba a dar picotazos anticipados en el suelo, porque sabía que era la hora de
comer. Era cada mañana a la misma hora h, y el señor Pollo se había dado cuenta de
que h(empleado + saco) = comida, y así estaba confiadamente dando sus picotazos
por adelantado aquella última mañana de domingo cuando el empleado de repente
extendió el brazo, cogió al señor Pollo estrujándole el cuello, lo metió en el saco de
arpillera y se lo llevó a la cocina. Recuerdos como este tienden a mantenerse bastante
vivos, si se tienen. Pero la idea que sale de aquí es que de acuerdo con el principio de
inducción parece que el señor Pollo estuviera en lo cierto, al no esperar otra cosa que
la comida tras la aparición (n + 1) del empleado + el saco a la hora h. Pero el hecho
de que el señor Pollo no solo no sospechara nada sino que su falta de desconfianza
parece completamente justificada, resulta sin duda inquietante. Hallar alguna
justificación a un nivel más alto para nuestra confianza en el P. I. parece mucho más
urgente cuando nos damos cuenta de que, sin dicha justificación, nuestra propia
situación es indistinguible de la del señor Pollo. Pero la conclusión, por abstracta que
sea, parece ineludible: lo que justifica nuestra confianza en el principio de inducción
es que haya funcionado tan bien en el pasado, por lo menos hasta ahora. Eso significa
que nuestra única verdadera justificación para el principio de inducción es el
principio de inducción, lo cual parece poco firme y cuestionable en extremo.
Tras esta última conclusión, la única alternativa a la posibilidad de quedarse
paralizado en la cama de por vida es hacer más indagaciones abstractas acerca de lo
que significa exactamente «justificación» y averiguar si es verdad que las únicas
justificaciones válidas para ciertas creencias y principios son racionales y no
circulares. Por ejemplo, sabemos que en cierto número de casos cada año hay coches
que de repente invaden el carril contrario y chocan frontalmente, matando a personas
que conducían sin esperar un accidente. Y así también sabemos, en cierta medida, que
sea cual sea la confianza que nos permite conducir en carreteras de doble sentido, esta
confianza no está en un 100% justificada racionalmente por las leyes de la
probabilidad y la estadística. Y aun así, «justificación racional» podría no ser
aplicable en este caso. Podría tratarse más bien de que si usted no pudiera creer que
su coche no va a chocar de repente, simplemente no sería capaz de conducir, y así su
necesidad o deseo de conducir funciona como una especie de «justificación» de su
confianza.[1.8] Entonces sería mejor no empezar a analizar las diversas
«justificaciones» aparentes para su necesidad o deseo de conducir un coche: en algún
punto usted se da cuenta de que el proceso de justificación abstracta puede, por lo
menos en principio, seguir para siempre. La capacidad para detener una línea de
pensamiento abstracto tan pronto como se ve que no termina nunca es parte de lo que
habitualmente distingue a las personas sanas y funcionales, las que cuando finalmente
suena el despertador pueden pisar el suelo sin inquietudes y entrar en los asuntos
concretos del mundo real, de las personas desquiciadas.
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INTERPOLACIÓN
La razón táctica para usar a veces el símbolo ∞ en lugar de «infinito» en este libro es
que la parpadeante extrañeza de ∞ sirve como recordatorio de que no está nada claro
de qué hablamos siquiera. Todavía no. Por ejemplo, evite pensar que ∞ es solo un
número increíblemente, inverosímilmente enorme. Por supuesto, hay muchos
números como esos, especialmente en la física y la astronomía, por ejemplo, si en la
física un ultranano-instante de 5 × 10−44 segundos se admite generalmente como el
intervalo de tiempo más pequeño al que se puede aplicar el concepto normal de
tiempo continuo (que lo es), los datos astronómicos indican que ha habido
aproximadamente 6 × 1060 ultranano-instantes de esos desde el Big Bang. O sea, un 6
seguido de 60 ceros. Todos hemos oído hablar de tales números, y habitualmente
imaginamos que solo se pueden tratar y manipular mediante ordenadores muy
avanzados y super-refrigerados o algo así. La verdad es que hay muchos números
demasiado grandes para que los procese un ordenador real o incluso teórico. El límite
de Bremermann es el término relevante en este caso. Dados los límites impuestos por
la teoría cuántica básica, un tal Hans-Joachim Bremermann demostró en 1962 que
«Ningún sistema de procesamiento de datos, artificial o viviente, puede procesar más
de 2 × 1047 bits por segundo por cada gramo de su masa» (Klir y Yuan, págs. 2-3), lo
que significa que un superordenador hipotético del tamaño de la tierra
(= 6 × 1027 gramos aproximadamente) funcionando durante tanto tiempo como la
tierra ha existido (= 1010 años aproximadamente, con cerca de 3,14 × 107
segundos/año) puede haber procesado a lo sumo 2,56 × 1092 bits, número que se
conoce como límite de Bremermann. Los cálculos que involucran números mayores
que 2,56 × 1092 se llaman problemas transcomputacionales, en el sentido de que no
son teóricamente viables siquiera. Y hay abundantes problemas de este tipo en la
física estadística, la teoría de la complejidad, la teoría de fractales, etc. Todo esto
resulta excitante pero no muy pertinente. Lo pertinente es esto: considere algún
número transcomputacional, imagínese que es un grano de arena, piense en una playa
entera, o en un desierto, o en un planeta, o incluso en una galaxia llena de esa arena, y
no solo un 1 seguido de ese número de ceros será < ∞, sino que su cuadrado será
10x
< ∞, y si llamamos x al número, 10x será < ∞, y así sucesivamente. Y en realidad
ni siquiera es correcto comparar 10x e ∞ aritméticamente de ese modo porque ni
siquiera están en la misma área de codificación matemática ni incluso, de algún
modo, en la misma dimensión. Y, sin embargo, también es verdad que algunos ∞ son
mayores que otros, como en las comparaciones aritméticas. Hablaremos de todo esto.
Por ahora la cuestión es que solo después de Richard Dedekind y George Cantor ha
sido posible hablar de cantidades infinitas y su aritmética de un modo coherente y
significativo. De ahí el uso del símbolo ∞.
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SEI
El propio símbolo ∞ tiene el nombre técnico lemniscata (al parecer viene de «cinta»
en griego) y fue introducido en las matemáticas por John Wallis en su obra de 1655
Arithmetica Infinitorum, que fue uno de los antecedentes importantes del cálculo de
Newton.[1.9] Thomas Hobbes, contemporáneo de Wallis y algo así como un
matemático excéntrico, se quejó en una reseña de que la Arithmetica Infinitorum tenía
un grado de abstracción demasiado exagerado como para intentar leerla, definiéndola
como «una costra de símbolos», hablando así en nombre de futuras generaciones de
estudiantes. Entre otras denominaciones de la lemniscata están «el nudo del amor» y
«la curva del plano cartesiano que satisface la ecuación (x2 + y2)2 = a2(x2 − y2)». Por
otro lado, si se trata trigonométricamente, se define como «la curva que satisface la
ecuación en coordenadas polares r2 = a cos 2θ», y se conoce también como
lemniscata de Bernoulli.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN
§1c.
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el período clásico creían que el hombre no crea los hechos matemáticos: estos son
preexistentes. El hombre se limita a establecerlos y registrarlos» (Kline, pág. 175).
Y aquí está otra cita de David Hilbert, el gran primer defensor de los transfinitos
de Cantor:
Y es verdad, no hay nada más abstracto que el infinito. Por lo menos en el sentido
de nuestro concepto de ∞ difuso, intuitivo y expresado en «lenguaje natural». Es algo
así como el más definitivo alejamiento de la experiencia real. Considérese la
característica única más ubicua y opresiva del mundo de lo concreto, es decir, que
todo llega a un fin, es limitado, termina, y luego concíbase, en abstracto, algo sin esa
característica. Son obvias las analogías con ciertas ideas de Dios. La abstracción de
todas las limitaciones es una manera de explicar el impulso religioso en términos
laicos, lo cual también se conoce como antropología de la religión. Un ser perfecto
puede entenderse como uno desprovisto de todas las imperfecciones que percibimos
en nosotros mismos y en el mundo, uno omnipotente, es decir sin limitaciones a su
voluntad, etc. El hecho de que sea una manera bastante seca y triste de hablar de la
religión no tiene importancia. La cuestión es que exactamente el mismo tipo de
explicación puede darse acerca de cómo llegamos al concepto de ∞ y qué queremos
decir en definitiva con todas las formas de la palabra «infinito» que barajamos. Pero
si se trata realmente de la explicación correcta es algo relacionado con los
compromisos que adquirimos. En un sentido metafísico. ¿Queremos decir realmente
que el ∞ existe solo del modo en que existen los unicornios, que todo es cuestión de
manipular abstracciones hasta que la palabra «infinito» no tenga ningún referente
real? ¿Qué hay del conjunto de todos los números enteros? Empiece a contar 1, 2, 3,
y así sucesivamente, y dese cuenta de que nunca se detendrá, ni sus hijos cuando
usted muera, ni los hijos de sus hijos, etc. Los enteros nunca se detienen. No hay fin.
El conjunto de todos los enteros, ¿constituye un ∞ real? ¿O los enteros mismos no
son reales sino solo abstracciones? Además, ¿qué es exactamente un conjunto?, y ¿los
conjuntos son reales o solo instrumentos conceptuales, etc.? O ¿son quizá los enteros
y/o los conjuntos solo «matemáticamente reales» y no «realmente reales»?, y ¿cuál es
exactamente la diferencia?, y ¿podríamos desear conceder al ∞ cierta realidad
matemática pero no del otro tipo (suponiendo que no haya todavía más tipos)? Y ¿en
qué punto las cuestiones se vuelven tan abstractas y las distinciones tan sutiles y el
dolor de cabeza tan terrible que simplemente ya no podemos pensar más en nada de
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ello?
Es en áreas como las matemáticas y la metafísica donde encontramos una de las
cualidades más extrañas de la mente humana media. Es la habilidad de concebir cosas
que, estrictamente hablando, no podemos concebir. Podemos concebir de un modo
aproximado qué es la omnipotencia, por ejemplo. Por lo menos podemos usar la
palabra «omnipotencia» con bastante seguridad de saber de qué estamos hablando. Y,
aun así, incluso la antinomia de un escolar como «¿Puede un ser omnipotente crear
algo tan pesado que ni él mismo podría levantarlo?» pone de relieve serios fallos en
nuestra comprensión cotidiana de la omnipotencia. Así que hay más de un tipo de
abstracción que resulta relevante aquí. Este tipo es más psicológico, y muy moderno.
Un dato evidente: nunca antes ha habido tantos abismos entre lo que el mundo
parece ser y lo que la ciencia nos dice que es. Para nosotros, la gente de la calle, es
como si un millón de revoluciones copernicanas tuvieran lugar al mismo tiempo. Es
decir, por ejemplo, sabemos, como alumnos de instituto y lectores de Newsweek que
somos, que el tiempo es relativo, que las partículas cuánticas pueden estar ahí y a la
vez no estarlo, que el espacio es curvo, que los colores no son inherentes a los objetos
mismos, que las singularidades astronómicas tienen densidad infinita, que nuestro
amor por nuestros hijos está preprogramado por la evolución, que hay un punto ciego
en el centro de nuestra visión que nuestro cerebro rellena automáticamente. Sabemos
también que nuestros pensamientos y sentimientos en realidad solo son transferencias
químicas en 1,5 kg de masa electrificada. Que estamos hechos en nuestra mayor parte
de agua, que el agua es fundamentalmente hidrógeno, y el hidrógeno es inflamable, y,
sin embargo, nosotros no somos inflamables. «Sabemos» una casi infinidad de
verdades que contradicen nuestra experiencia inmediata y de sentido común acerca
del mundo. Y aun así tenemos que vivir y funcionar en el mundo. Así que
abstraemos, compartimentamos: hay cosas que sabemos, y cosas que «sabemos».
«Sé» que mi amor por mi hijo está en función de la selección natural, pero sé que le
quiero, y siento y actúo según lo que sé. Vista objetivamente, toda esta cuestión es
bastante esquizoide, pero el hecho importante es que, como gente subjetiva de la
calle, raramente notamos el conflicto. Porque, naturalmente, nuestra vida es en un
99,99% concretamente operativa, y operamos en concreto según lo que sabemos, no
según lo que «sabemos».
De nuevo, hablamos de gente de la calle como usted y yo, no de los gigantes de la
filosofía y las matemáticas, muchos de los cuales tuvieron famosas dificultades para
navegar por el mundo real. Einstein saliendo de su casa en pijama, Gödel incapaz de
alimentarse, etc. Para valorar cómo es la vida interior de los grandes
científicos/matemáticos/metafísicos, solo necesitamos tumbarnos e intentar
formarnos una idea verdaderamente rigurosa y coherente, en contraste con una idea
difusa como las que se exponen en Newsweek, acerca de qué significa en realidad
«omnipotente», «número entero» o «ilimitable», o «finito pero ilimitado». Intentar
llevar a cabo un poco de pensamiento abstracto disciplinado o dirigido.[1.10] Hay una
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tensión, como la de una fuga musical, muy definida pero inarticulable involucrada en
este tipo de pensamiento, una sensación de la que aquella repetición epiléptica de
«pluma, pluma» una y otra vez es solo un pálido reflejo. Uno de los caminos más
rápidos hacia esa sensación (por experiencia personal madrugadora) es intentar
pensar profundamente en la dimensión. Hay algo que «sé», y es que las dimensiones
espaciales más allá del Gran 3 existen. Incluso puedo construir un teseracto o
hipercubo con cartón. Un teseracto, un extraño tipo de cubo dentro de un cubo es una
proyección 3D de un objeto 4D, del mismo modo en que « » es una proyección 2D
de un objeto 3D. El truco es imaginar que las líneas y planos relevantes del teseracto
forman ángulos de 90o (es lo mismo con « » y un cubo real), porque la 4.ª
dimensión espacial es una que de algún modo existe perpendicularmente a la
longitud, anchura y profundidad de nuestro campo visual normal. Yo «sé» todo esto,
como probablemente lo «sabe» usted…, pero ahora intente imaginarlo realmente.
Concretamente. Casi de forma inmediata, puede sentir una tensión en la raíz misma
de su yo, las primeras hebras deshilachadas de una mente cuyas costuras empiezan a
ceder.
Con respecto a «saber» en contraste con saber de un modo concreto y material, el
segundo tipo es lo que Descartes quería decir con «una clara y distinta aprehensión» y
lo que en lenguaje moderno se llama «entender» o «captar». Es de nuevo el estado
epistoesquizoide de la mente moderna media: sentimos que «sabemos» cosas que el
aparato conceptual de nuestra mente en realidad no puede captar. A menudo son
objetos y conceptos en los más lejanos límites de la abstracción, cosas que
literalmente no podemos imaginar: espacios con D > 3, coreografía cuántica,
conjuntos fractales, materia oscura, raíces cuadradas de números negativos, botellas
de Klein y cajas de Freemish y escalinatas de Penrose. E ∞. A menudo, este tipo de
cosas se caracterizan como dotadas de una existencia únicamente «intelectual» o
«matemática». De nuevo, están muy lejos de tener un significado claro, aunque usar
estos términos constituye un juego de niños.
Obsérvese, por favor, que esta habilidad común de dividir nuestra atención y
«saber» cosas que no podemos captar es un rasgo distintivo moderno. Los antiguos
griegos, por ejemplo, no podían hacerlo. O no querían. Necesitaban las cosas claras, y
creían que no se puede saber algo a menos que se entienda realmente.[1.11] No es un
accidente que sus matemáticas no incluyeran ni el 0 ni el ∞. Su palabra para infinito
también significaba «lío».
El espíritu griego ha dado forma a la filosofía y a la práctica de las matemáticas
desde el principio. Las verdades matemáticas se establecen mediante demostraciones
lógicas y son extremadamente claras y nítidas. Es precisamente esto lo que exime a
las matemáticas de problemas laberínticos al estilo de cómo justificar con exactitud el
principio de inducción: las relaciones y demostraciones matemáticas no son
inductivas sino deductivas, formales. Las matemáticas, en otras palabras, son un
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sistema formal, donde «formal» significa forma pura, 100% abstracta. La idea central
es que las verdades matemáticas son ciertas y universales precisamente porque no
tienen nada que ver con el mundo. Si esto resulta algo opaco, he aquí un pasaje de
Godfrey H. Hardy en su Apología de un matemático, la obra inglesa en prosa más
lúcida jamás escrita sobre matemáticas:
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falsa.[1.13] La otra gran regla de inferencia involucra la relación lógica de implicación,
con el significado «Si… entonces» y se representa a menudo con el símbolo «→». La
regla de implicación más obvia es que (1) «P → Q» y (2) «P es verdadera» permiten
obtener la conclusión «Q es verdadera». La que vamos a usar con frecuencia es la
complementaria de esta regla, llamada habitualmente modus tollens. Puede sostenerse
que (1) «P → Q» y (2) «Q es falsa» permiten afirmar que (3) «P es falsa».[1.14]
Una razón por la que la LTE y el modus tollens son importantes para las
matemáticas es que hacen posible el método de demostración indirecta, también
conocido como demostración por reductio ad absurdum o a veces solo reductio. He
aquí cómo funciona. Supongamos que quiere demostrar P. Lo que hace es suponer lo
contrario, no-P, y entonces demostrar que no-P implica lógicamente una
contradicción como, por ejemplo, «Q y no-Q». (Por la LTE, nada puede ser
verdadero y falso a la vez, de modo que la conjunción «Q y no-Q» será siempre
falsa). Por el modus tollens, si (1) no-P → (Q y no-Q) y (2) (Q y no-Q) es falsa,
entonces (3) no-P es falsa. Y, por la LTE,[1.15] si no-P es falsa, entonces P tiene que
ser verdadera.
Muchas de las demostraciones más importantes y conocidas de la historia de las
matemáticas han sido de este tipo. Aquí está un ejemplo. Es la demostración de
Euclides de la Proposición 20 en el Libro IX de los Elementos. La Proposición 20
trata de los números primos, es decir —como probablemente recuerda de la escuela
—, de los números enteros que no pueden dividirse por enteros más pequeños sin que
quede resto. La Proposición 20 afirma básicamente que no existe un último número
primo. (Lo que esto significa, por supuesto, es que la cantidad de números primos es
en realidad infinita, pero Euclides le da vueltas a la cuestión, y con toda seguridad
nunca dice «infinito»). Aquí está la demostración. Supóngase que de hecho existe el
último número primo. Llamémosle Pn. Esto significa que la secuencia de números
primos (2, 3, 5, 7, 11, …, Pn) es exhaustiva y finita: (2, 3, 5, 7, 11, …, Pn) son todos
los primos que existen.[1.16] Ahora considérese el número R, que definimos como el
número que se obtiene multiplicando todos los primos hasta Pn y sumando 1 al
resultado. R es obviamente mayor que Pn. Pero ¿es R primo? Si lo es, tenemos una
contradicción inmediata, porque ya habíamos supuesto que Pn era el mayor número
primo posible. Pero si R no es primo, ¿por qué número se puede dividir? Obviamente
no se puede dividir por ninguno de los números primos de la secuencia (2, 3, 5,…, Pn
), porque dividir R por cualquiera de ellos daría resto 1. Pero dicha secuencia contiene
todos los números primos que existen, y estos son en definitiva los únicos números
por los que se puede dividir un número que no sea primo. Así que si R no es primo, y
si ninguno de los primos (2, 3, 5,…, Pn) puede ser divisor suyo, tiene que haber algún
otro primo por el que R se pueda dividir. Pero esto contradice la suposición de que (2,
3, 5, …, Pn) es una lista exhaustiva de todos los números primos. De uno u otro
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modo, tenemos una contradicción clara. Y como la suposición de que hay un último
número primo implica una contradicción, el modus tollens dicta que la suposición es
necesariamente falsa, lo cual por la LTE[1.17] significa que la negación de la
suposición es necesariamente verdadera, es decir, que ningún número primo es el
último. Q. E. D.
Observe, por favor, que la primalidad no tiene nada que ver con el mundo.
Concierne solo a relaciones entre números. Los griegos fueron los verdaderos
inventores de lo que llamamos matemáticas, porque —en eso también— fueron los
primeros en tratar los números y sus relaciones como abstracciones más que como
propiedades de colecciones de objetos reales. Es importante ver hasta qué punto esto
fue un salto. Ya desde registros muy antiguos, es fácil ver que las matemáticas
tuvieron su matriz en lo concreto. En lo inmediatamente concreto. Considérense
hechos como que las cifras también se llaman «dígitos» y que la mayoría de los
sistemas de numeración —no solo el nuestro en base 10 sino también los de base 5 y
base 20 de la Europa prehistórica— están claramente pensados a partir de los dedos
de la mano y los dedos de los pies. O que aún hablamos de «cuerdas» de círculos o de
«caras» de poliedros, o que «cálculo» proviene de la palabra griega que significa
«piedrecita», etc. Es bien conocido que hubo civilizaciones anteriores a la griega,
como los babilonios y los egipcios, con un grado considerable de sofisticación
matemática, pero las suyas eran unas matemáticas extremadamente prácticas, usadas
para la agrimensura, el comercio y las finanzas, la navegación, etc. Los babilonios y
los egipcios, en otras palabras, estaban más interesados en las cinco naranjas que en
el 5. Fueron los griegos los que convirtieron las matemáticas en un sistema abstracto,
un lenguaje simbólico especial que permite a las personas no solo describir el mundo,
sino explicar sus más profundas leyes y pautas. Se lo debemos todo.[1.18] Hasta el
punto de que los logros de Weierstrass, Cantor y Dedekind en la teoría de conjuntos y
la teoría de números modernas son imposibles de valorar sin entender el salto
hiperdimensional entre las matemáticas como una abstracción práctica de
propiedades del mundo real y las matemáticas, como diría Ferdinand de Saussure,
como un «sistema de símbolos […] independiente de los objetos designados». Ni
tampoco se pueden valorar verdaderamente sin considerar también los consiguientes
«cambios incalculables…», porque las matemáticas abstractas que han desterrado la
superstición y la ignorancia y la sinrazón y han dado a luz al mundo moderno son
también las matemáticas abstractas atravesadas por la sinrazón y la paradoja y el
enigma, y que han estado intentando, en cierto modo, atarse los zapatos sobre la
marcha desde el momento mismo en que adquirieron el estatus de lenguaje
verdadero. Por favor, tenga presente que un lenguaje es a la vez un mapa del mundo y
su propio mundo, con sus propias zonas de penumbra y sus grietas, lugares donde
enunciados que parecen obedecer todas las reglas del lenguaje son, a pesar de todo,
imposibles de tratar.
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Podemos suponer que el «lenguaje natural» es un territorio familiar, pero solo
como recordatorio considere la distancia y la diferencia entre usar «árbol» y «roca»
para designar auténticos árboles y rocas y la vergonzosa semántica de Clinton
hablando de «inhalar» o «contacto sexual». O explore la conocida paradoja «Estoy
mintiendo» (también un invento griego). O medite sobre frases como «“‘No tiene
sentido’ no tiene sentido” no tiene sentido» o «“Produce falsedad cuando es
precedida por su cita” produce falsedad cuando es precedida por su cita». Se dará
cuenta de que estas tres últimas, como la mayoría de las fisuras paradójicas,
involucran la autorreferencia o la regresión, dos demonios que han afligido el
lenguaje desde hace tanto tiempo como queramos retroceder.
Las matemáticas no están exentas. Y, por supuesto, como las matemáticas son un
lenguaje totalmente abstracto, y se supone que extremadamente «higiénico» debido a
su falta de referentes específicos del mundo real, sus paradojas y enigmas son mucho
más problemáticos. Es decir, que las matemáticas tienen que afrontarlos realmente en
lugar de ponerlos sin más en la trastienda del pensamiento cuando suena el
despertador. Algunos dilemas pueden tratarse con un enfoque «legalista», por así
decirlo, mediante definiciones y estipulaciones.[1.19] Analicemos un ejemplo fácil del
álgebra escolar: a partir del hecho indiscutible de que en una igualdad entre dos
fracciones los denominadores son iguales si los numeradores lo son, es decir, si
entonces y = z, podría parecer que si , entonces
(x − 4) = (x − 3), o sea 4 = 3, lo que evidentemente no tiene sentido, ya que presenta
una «fisura». Esto se resuelve decretando que la única solución posible de
es x = 5 (pues 0 dividido por cualquier cosa da otra vez 0, lo cual,
9,999… − 0,999…
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poco firmes durante doscientos años, ni que más o menos por el mismo motivo las
matemáticas transfinitas de Cantor fueron recibidas con acalorado escepticismo a
finales del siglo XIX: nada ha causado más problemas —históricamente,
metodológicamente, metafísicamente— que las cantidades infinitas. En muchos
sentidos, la historia de esos problemas relacionados con el ∞ es la propia historia de
las matemáticas.
§1d.
Esta introducción es muy rápida e imprecisa, por supuesto. Ahora tenemos que hacer
algunas distinciones al aproximarnos al ∞ como tema histórico. La primera es la
distinción obvia entre lo infinitamente grande (= transfinito) y lo infinitamente
pequeño (= infinitesimal, = ). La segunda gran diferencia es entre el ∞ como
característica del mundo físico —por ejemplo, al preguntarnos si el universo es
infinito, si la materia es infinitamente divisible, si el tiempo tiene un principio y un
fin— y el ∞ como ente matemático abstracto o concepto, en la misma línea que las
funciones, los números, la primalidad, y demás. También ha habido algo de
introducción a la ontología de las abstracciones analizando si existen realmente los
objetos matemáticos y cómo existen, cuestiones acerca de las cuales, por supuesto,
aún quedan cavilaciones para llenar una biblioteca. Lo que debe quedar claro es que
los problemas y controversias sobre el ∞ de los que nos vamos a ocupar aquí se
centran en la cuestión de si las cantidades infinitas pueden existir realmente como
entes matemáticos.
La tercera distinción puede empezar pareciendo nimia. Concierne a palabras
relacionadas con el ∞ como «cantidad» y «número». Estas tienen un extraño y
confuso doble sentido, del mismo modo en que lo tienen «longitud» o «gramo». Un
trozo de cuerda tiene cierta longitud, por ejemplo, en metros, pero también decimos
cosas como «unos metros de cuerda» o «longitud de onda». Una cierta cantidad de
fármaco que pesa un gramo también se llama «un gramo de fármaco». Asimismo,
«cantidad» o «número» pueden funcionar predicativamente —es decir, respondiendo
a las preguntas «¿cuántas?» o «¿cuánto?» de algo— y también como nombres
comunes que denotan el ente descrito. Por lo tanto, puede resultar ambiguo, cuando
se usa un término como «número infinito», si se está usando predicativamente («Hay
una cantidad infinita de números primos») o nominativamente («El primer número
infinito de Cantor es ℵ0»). Y la diferencia es importante, porque el uso predicativo de
«∞» puede ser difuso y puede significar solo «indefinidamente grande» o «muy muy
grande», mientras que, tras Dedekind y Cantor, el uso nominativo tiene una
denotación muy específica, aunque abstracta.
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En cierto sentido, el poder y quizás incluso toda la raison d’être del lenguaje de
las matemáticas es que está diseñado para ser tan claro y sin connotaciones que evite
justamente este tipo de ambigüedades. Intentar expresar cantidades y relaciones
numéricas en lenguaje natural, como traducir proposiciones matemáticas al castellano
y viceversa, a menudo causa problemas.[1.20] Un ejemplo favorito del doctor Goris
era la vieja historia sobre tres hombres que llegan a un motel tarde por la noche. Solo
queda una habitación libre, y cuesta 30€. Los huéspedes deciden poner 10€ cada uno
y compartirla, pero cuando llegan a la habitación se dan cuenta de que está hecha un
desastre —parece que, por alguna confusión, nadie había hecho la limpieza tras irse
los anteriores ocupantes— y comprensiblemente los tres hombres llaman al
recepcionista para quejarse. Aquí pueden omitirse unos cuantos detalles y florituras.
La cuestión es que se hace tarde, las personas de la limpieza ya no están, y no hay
ninguna habitación más, de modo que, tras un poco de regateo, el recepcionista
acepta rebajar 5€ el precio de la habitación y repartir sábanas limpias. Manda al
botones a la habitación con sábanas, toallas y el reintegro de 5€ en forma de cinco
monedas de 1€. Etc., etc., donde lo importante es que hay cinco monedas de 1€ y tres
individuos, de modo que estos (misteriosamente ablandados) se quedan 1€ cada uno y
dejan que el botones se quede los 2€ restantes como propina. Así, cada hombre ha
empezado pagando 10€ y ha recuperado 1€, de modo que cada uno ha pagado 9€, y
los tres juntos, 27€. El botones tiene los otros 2€, lo que suma 29€, así que ¿dónde
está el euro restante? En este problema, la cuestión es que la verborrea (de la que
había considerablemente más en la versión del doctor Goris: incluía un relato épico
que duraba todo el curso sobre esos tres hombres y sus diversas biografías y
peripecias y los diferentes enigmas matemáticos con que se topaban siempre) le
confunde para que intente calcular (30 − 3) + 2 en lugar de la pertinente (30 − 5) +
(3 + 2), dando como resultado mayor confusión y diversión y posibles puntos extra.
Existen varios tipos de provocaciones interlingüísticas como esta. Las que no se
pueden resolver se convierten en verdaderas paradojas, algunas de las cuales son
profundas. No debería sorprender, dado que el ∞ es la abstracción definitiva y a la
vez arraigadamente difuso, que este figure en muchas de esas paradojas. Tome, por
ejemplo, la idea de que no hay un último entero, o un entero mayor que todos los
demás, y de que el tiempo se extiende hacia adelante infinitamente. Ahora imagine
una lámpara de larga duración perfectamente construida con un gran botón rojo de
Apagada/Encendida, e imagine que esta mañana la lámpara está apagada pero a las
16:30 alguien la encenderá, a la misma hora del día siguiente alguien la apagará, a la
misma hora del día siguiente alguien la encenderá de nuevo, y así sucesivamente,
cada día, por el resto del tiempo. Y ahora considere si, tras un número infinito de
días, la lámpara estará apagada o encendida. Puede que recuerde de las matemáticas
del instituto[1.21] que en realidad este problema está relacionado con algo llamado una
serie infinita divergente, más específicamente la serie de Grandi, 1 − 1 + 1 − 1 + 1 −
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1 + 1…, serie que suma 0 si la calculamos según (1 − 1) + (1 − 1) + (1 − 1) +…
pero que suma 1 si la calculamos según 1 + (−1 + 1) + (−1 + 1) + (−1 + 1)…, y la
traca final es que, como ambos cálculos son matemáticamente lícitos, la suma «real»
de la serie parece ser a la vez 1 y no-1, lo cual por la LTE es imposible. Sin embargo,
tal vez recuerde[1.22] que la serie de Grandi resulta ser de un subtipo particular de
serie infinita divergente conocida como serie oscilante, y que como tal es un ejemplo
aleccionador de estipulación de sumas parciales (denotadas por sn), siendo el
simbolismo relevante algo parecido a «1 + ∑(−1)n donde sn = 0 para n par y sn = −1
para n impar», simbolismo que parece tan legislativamente críptico y pesado
precisamente porque tiene que estar diseñado para evitar fisuras como la paradoja de
la lámpara.
También hay antinomias que giran alrededor del ∞ no como un concepto del
lenguaje natural o un terrain vague numérico sino simplemente como un rasgo de la
geometría, de tal forma que pueden representarse mediante figuras simples, y no
basta con meras estipulaciones. Considérense los puntos y las rectas. Está claro que
cualquier recta contiene una infinidad de puntos. Un punto, recuerde, es «un elemento
de la geometría que tiene posición pero no extensión» (Nelson, pág. 330), en el
sentido de que un punto es una abstracción, pura posición. Pero si una recta se
compone únicamente de puntos, y los puntos no tienen extensión, ¿cómo puede tener
extensión una recta? Por definición, todas las rectas la tienen. La respuesta parece
tener algo que ver con el ∞, pero ¿cómo puede ∞ × 0 ser igual a algo que no sea 0?
Aquí está otra peor. Todo lo que necesita es a Euclides y una regla. Dibuje una
línea como esta:
donde el segmento de recta PQ es tres veces más largo que el segmento QR. Como
los segmentos de recta están compuestos por puntos, parece razonable la idea de que
debería haber tres veces más puntos en PQ que en QR. Pero resulta que hay
exactamente la misma cantidad en ambos. Puede verlo. Convierta los segmentos en el
triángulo recto QPR girando PQ hacia arriba y continuando la rotación hasta que P
esté justo encima de R, y después dibuje el segmento PR:
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Después recuerde que, por el axioma de las paralelas de Euclides,[1.23] por cada
punto del segmento PQ pasará exactamente una recta paralela al segmento PR:
sin duplicaciones y sin que falten puntos, de modo que a cada punto de PQ le
corresponde un punto de QR, es decir, que hay exactamente tantos puntos en QR
como en PQ, aunque PQ = 3(QR).
Puede usted generar una paradoja similar creando un par de círculos concéntricos
tales que el radio del círculo mayor mida el doble que el radio del círculo
interior.[1.24] Como la circunferencia de cualquier círculo es una función directa de su
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radio, la circunferencia del círculo mayor mide el doble que la del círculo menor. Y
una circunferencia también es una línea (curva), de modo que debería haber dos veces
más puntos en la circunferencia del círculo mayor. Pero no: como ambos círculos
tienen un centro común, el simple trazo de algunos radios permite establecer que
cualquier radio que corte al círculo grande en un punto N cortará al círculo pequeño
en un único punto correspondiente N1, sin redundancias ni ausencias:
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establecer en este caso. Porque aunque no es cierto que cada número entero sea un
cuadrado perfecto, sí es cierto que cada número entero es la raíz cuadrada de un
cuadrado perfecto: 2 de 4, 3 de 9, 4 de 16, 912 de 831.744, y así sucesivamente.
Visualmente, se pueden alinear los dos conjuntos y demostrar una perfecta e
inagotable correspondencia de uno a uno entre sus miembros:[1.25]
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matemáticamente hablando, y nosotros, la gente de la calle, jamás oímos hablar de
ellas.
Sin embargo, que algo sea una sutil distinción no significa que no sea una
distinción. El pensamiento matemático es abstracto, pero también minucioso y
pragmático y muy enfocado a la obtención de resultados. La diferencia entre una
teoría matemática revolucionaria y brillante y otra «chiflada» está, por lo tanto, en lo
que se pueda hacer con ella, en si da o no da resultados significativos. He aquí a
Hardy explicando lo que considera «resultados significativos»:
Las teorías de Cantor sobre los conjuntos infinitos y los números transfinitos
acaban resultando significativas precisamente de esta manera. La razón de ello es, en
parte, que Cantor era un excelente matemático profesional y aportó demostraciones
ingeniosas de las características formales importantes, que hicieron de sus ideas
verdaderas teorías y no solo hipótesis atrevidas. Pero también hay otras razones. El
mismo Galileo había planteado la hipótesis de que la verdadera conclusión de su
paradoja era que «los atributos “igual”, “mayor” y “menor” no son aplicables al
infinito, sino solo a cantidades finitas» (Galileo Galilei, pág. 32). Pero nadie se tomó
esto en serio, y no por estupidez: las matemáticas no tienden a estar llenas de gente
estúpida o de mente cerrada. Realmente, el momento no era el adecuado para la
sugerencia de Galileo, ni existían todavía las herramientas matemáticas adecuadas
para convertirla en una verdadera teoría incluso si Galileo hubiera querido… lo cual
no fue así, hecho del que sería equivocado concluir que él no era tan perspicaz o
brillante como Georg Cantor. Como la mayoría de los gigantes que revolucionan las
matemáticas o la ciencia, Cantor era en un 100% un hombre de su tiempo y lugar, y
sus logros fueron la habitual conjunción de un talento personal y un coraje
extraordinarios[1.28] con el contexto adecuado de problemas y condiciones generales
que, en retrospectiva, tienden a hacer que los avances intelectuales parezcan
inevitables, y sus autores, casi incidentales.
Para expresarlo de otro modo, las matemáticas son piramidales. Cantor no surgió
súbitamente de la nada. Por lo tanto, una verdadera valoración requiere una
comprensión de los conceptos y problemas que dieron lugar a la teoría de conjuntos e
hicieron que las matemáticas transfinitas fueran significativas en el sentido de Hardy.
Esto necesita tiempo, pero como la explicación es también piramidal podemos
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proceder de un modo más o menos ordenado, y no será todo tan abstracto y
discursivo como esta introducción.
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2
§2a.
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Aquí está una cita definitiva de Aristóteles, esa fuente de citas definitivas: «La
esencia del infinito es la privación, no la perfección sino la ausencia de límite»
(Física, III, 7, 208a). La cuestión es que al abstraer todas las limitaciones para
obtener el ∞, también se elimina lo más importante: sin límite implica sin forma, y
eso significa el caos, la fealdad, un lío. Téngase, pues, presente el hecho ático cuatro:
el ubicuo y esencial esteticismo del intelecto griego. El desorden y la fealdad eran el
malum in se definitivo, la señal segura de que algo iba mal con un concepto, del
mismo modo en que la desproporción y el desorden eran inaceptables en el arte
griego.[2.3]
Pitágoras de Samos (570-500 a. C.) es crucial en todos los sentidos para la
historia del ∞. (En realidad, es más exacto decir «la Divina Hermandad de Pitágoras»
o por lo menos «los pitagóricos», porque en relación con el ∞ no es tan importante el
hombre como la secta). Fue la metafísica pitagórica la que combinó explícitamente el
to apeiron de Anaximandro con el principio de límite (peras en griego) que otorga
estructura y orden —la posibilidad de forma— al vacío primigenio. La Divina
Hermandad de Pitágoras (D. H. P.), que, como es bien sabido, fundó una religión
entera del número, postuló este límite como matemático, geométrico. Es la acción del
peras sobre to apeiron la que da lugar a las dimensiones geométricas del mundo
concreto: to apeiron limitado una vez da lugar al punto geométrico, limitado dos
veces da lugar a la recta, tres veces da lugar al plano, y así sucesivamente. Por
extraño o primitivo que esto pueda parecer, era extremadamente importante, y
también lo eran los pitagóricos. Su cosmología basada en el peras implicaba que la
génesis de los números era la génesis del mundo. Sí, la excentricidad de la D. H. P. es
legendaria, igual que sus reglas estacionales para el sexo o el odio patológico de
Pitágoras hacia las legumbres. Pero fueron las primeras personas que consideraron, y
adoraron, los números como abstracciones. El puesto central del número 10 en su
religión, por ejemplo, no estaba relacionado con los dedos, sino con el estatus del
número 10 como la suma perfecta de 1 + 2 + 3 + 4.
Los miembros de la D. H. P. fueron también los primeros filósofos que trataron
de forma explícita la relación metafísica entre las realidades matemáticas abstractas y
las realidades empíricas concretas. Su postura fundamental era que la realidad
matemática y el mundo concreto eran lo mismo, o más bien que la realidad empírica
era una especie de sombra o proyección de las matemáticas abstractas.[2.4] Además,
muchos de sus argumentos a favor de la primacía del número se basaban en el hecho
observado de que las relaciones matemáticas puramente formales tenían
sorprendentes consecuencias para los fenómenos del mundo real. Un famoso ejemplo
es cómo la D. H. P. obtuvo la razón áurea ( , cuya solución es
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conexiones fueron conocidas por culturas anteriores como los egipcios, o quizás
«usadas» sería mejor, pues los egipcios tenían un interés nulo en conocer cuáles eran
realmente las conexiones, o en qué significaban. Un par más de ejemplos. En la
práctica, los egipcios habían usado lo que ahora llamamos el teorema de Pitágoras en
ingeniería y agrimensura a lo largo del Nilo, pero fue Pitágoras quien lo convirtió en
un auténtico teorema, y lo demostró. Muchas culturas pregriegas también tocaban
música, pero fue la D. Η. P. la que descubrió los conceptos de octava, de quinta
perfecta, etc., observando que ciertos intervalos musicales siempre se correspondían
con ciertas razones entre las longitudes de las cuerdas pulsadas: de 2 a 1, de 3 a 2, y
así sucesivamente. Como las cuerdas eran rectas y las rectas eran entes
geométricos/matemáticos,[2.5] las razones entre las longitudes de las cuerdas eran lo
mismo que razones entre números enteros, o sea números racionales, que resultan ser
los entes fundamentales de la metafísica pitagórica.
Etcétera, siendo lo importante que los intentos de la D. Η. P. para articular las
conexiones entre la realidad matemática y el mundo físico eran parte del proyecto,
más amplio, de la filosofía presocrática, el cual era básicamente dar una explicación
racional, no mitopoiética, de lo que era real y de su origen. Quizás incluso más
importante que la D. Η. P., en relación con el ∞, es el protomístico Parménides de
Elea (hacia el 515-? a. C.), no solo porque su distinción entre «Vía de Verdad» y
«Vía de Apariencia» delimitó los términos de la metafísica griega y (también) influyó
en Platón, sino porque el discípulo y defensor n.º 1 de Parménides fue el antes
mencionado Zenón, el más endiabladamente listo e irritante de todos los filósofos
griegos (al que se puede ver dándole un palizón a Sócrates, argumentativamente
hablando, en el Parménides de Platón). Los argumentos de Zenón a favor de la
metafísica de Parménides tomaron la forma —como también se ha mencionado— de
algunas de las más profundas y enrevesadas paradojas de la historia del mundo. A
favor de la relevancia de estos rompecabezas para nuestro propósito general, he aquí
otra bonita cita de Bertrand Russell:
En este mundo caprichoso, nada es más caprichoso que la fama póstuma. Uno
de los más notables ejemplos de la falta de juicio de la posteridad es el
eleático Zenón […], que puede ser considerado el fundador de la filosofía del
infinito. Inventó cuatro argumentaciones, todas inconmensurablemente sutiles
y profundas, para demostrar que el movimiento es imposible, que Aquiles
nunca puede alcanzar a la tortuga, y que una flecha en pleno vuelo está
realmente en reposo. Tras ser refutadas por Aristóteles, y por todos los
filósofos posteriores desde entonces hasta nuestros días, dichas
argumentaciones fueron reformuladas, y constituyeron la base de un
renacimiento matemático, por parte de un profesor alemán, quien
probablemente nunca soñó en ninguna conexión entre él mismo y Zenón
(Russell, Mysticism and Logic, pág. 76).
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Dicho sea de paso, la metafísica de Parménides —que es incluso más aventurada
que la de la D. H. P., y que en retrospectiva se parece más a la religión oriental que a
la filosofía occidental— se puede describir como una especie de monismo
estático,[2.6] y las paradojas de Zenón (que en realidad son más de cuatro) están,
conforme a ello, dirigidas contra la realidad de (1) la pluralidad y (2) la continuidad.
Por ahora nos interesa (2), que para Zenón toma la forma, como menciona Russell,
del movimiento físico tal como lo conocemos habitualmente.
El argumento básico de Zenón contra la realidad del movimiento se conoce como
la dicotomía. Parece muy simple y se desarrolla en dos de sus más famosas paradojas:
«El Estadio» y «Aquiles contra la Tortuga». La dicotomía es usada y analizada
posteriormente, con todo tipo de presentaciones e intenciones, por Platón, Aristóteles,
Agripa, Plotino, santo Tomás de Aquino, Leibniz, John Stuart Mill, Francis Herbert
Bradley y William James (sin olvidar a Douglas Hofstadter en Gödel, Escher, Bach).
Veamos cómo funciona.[2.7] Usted está en una esquina, el semáforo cambia e intenta
cruzar la calle. Observe la maniobra al usar el término «intenta». Porque antes de que
usted pueda cruzar toda la calle, obviamente tiene que hacer la mitad del recorrido. Y
antes de hacer la mitad del recorrido, debe hacer la mitad de la mitad del recorrido.
Esto no es más que sentido común. Y antes de hacer la mitad de la mitad del
recorrido, debe hacer la mitad de la mitad de la mitad del recorrido, y así
sucesivamente. Y más. Expresado de un modo más excitante, la paradoja es que un
peatón no puede desplazarse del punto A al punto B sin cruzar todos los subintervalos
sucesivos de AB, cada uno de los cuales tiene una longitud , donde los valores de
n forman la secuencia (1, 2, 3, 4, 5, 6, …), y donde los puntos suspensivos significan,
por supuesto, que la secuencia no termina nunca. Continúa para siempre. Este es el
temido regressus in infinitum, también conocido como regresión infinita viciosa o
RIV. Lo que la convierte en «viciosa» en este caso es que le pide a usted que realice
un número infinito de acciones antes de alcanzar su objetivo, lo cual —como
«infinito» consiste precisamente en que la cantidad de dichas acciones no tiene fin—
convierte al objetivo en algo lógicamente imposible. O sea, que usted no puede cruzar
la calle.
La manera estándar de esquematizar la dicotomía es habitualmente:
(1) Para cruzar el intervalo AB primero tiene que cruzar todos los subintervalos
, siendo n = 1, 2, 3, 4, 5, 6, …
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No hace falta decir que el intervalo AB no tiene por qué ser una calle muy ancha,
ni siquiera una calle. La dicotomía se aplica a cualquier tipo de movimiento continuo.
En clase, al doctor Goris le gustaba presentar la argumentación en términos del
movimiento del dedo desde la falda hasta la punta de la nariz. Y, por supuesto, como
sabe cualquiera que haya logrado alguna vez cruzar una calle o tocarse la nariz, tiene
que haber algo sospechoso en el argumento de Zenón. Hallar y articular esa sospecha
es un asunto muy distinto. Tenemos que ir con cuidado, también: hay más de una
manera de equivocarse. Si estudió usted algo de matemáticas de bachillerato, por
ejemplo, puede ser tentador decir que el paso (2) de la dicotomía esconde una simple
falacia, concretamente la de suponer que la suma de una serie infinita tiene que ser a
su vez infinita. Posiblemente recuerde que el del paso (1) es simplemente otra
que en este caso parece que las calles se pueden cruzar y las narices se pueden tocar
sin ningún problema, así que la dicotomía en realidad es solo un truco con las
palabras y no una paradoja en absoluto, excepto tal vez para civilizaciones demasiado
primitivas y poco ilustradas como para conocer la fórmula de la suma de una serie
geométrica.
Solo que esta respuesta no servirá. De momento dejemos a un lado la cuestión de
si es técnicamente correcta. Lo que importa es que es trivial: representa lo que los
filósofos llamarían una visión empobrecida del problema de Zenón.
Pues ¿de dónde sale exactamente como fórmula para sumar esta serie
geométrica? Es decir, dicha fórmula ¿es solo un poco de palabreo «legalista» para
evitar que existan ciertas paradojas, o es matemáticamente «significativa» en el
sentido de Hardy? Y ¿cómo determinamos cuál es?
Curiosamente, cuanto más estándar fuera la lección de matemáticas que recibió,
más difícil será evitar responder de una manera demasiado pobre. Como, por
ejemplo, justificar indicando, en la mejor tradición del 2.º curso de
cálculo,[2.8] que la serie geométrica relevante en este caso es un subtipo particular de
serie infinita convergente, y que la suma de tal serie se define como el límite de la
sucesión de sus sumas parciales (es decir, si la sucesión s1, s2, s3, …, sn, … de las
sumas parciales de una serie tiende a un límite S, entonces S es la suma de la serie), y
que podemos afirmar con seguridad, respecto a dicha serie, que , así que
funciona perfectamente… en cuyo caso usted habrá respondido una vez más
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a la dicotomía de Zenón de un modo que es complejo, formalmente excitante,
técnicamente correcto y profundamente trivial. En la línea de responder «Porque es
ilegal» como respuesta a «¿Por qué está mal matar?».
El problema con las clases de matemáticas de bachillerato —las cuales consisten
casi completamente en la ingestión y la regurgitación rítmicas de información
abstracta, y cuyo ritmo es tal que maximiza este flujo de datos recíproco— es que su
misma dificultad superficial puede hacernos creer que realmente sabemos algo
cuando todo lo que «sabemos» realmente son fórmulas abstractas y reglas para su
aplicación. En las clases de matemáticas raramente aprendemos si cierta fórmula es
verdaderamente significativa, o por qué, o de dónde salió, o qué dependía de ella.[2.9]
Hay claramente una diferencia entre ser capaz de usar una fórmula de forma correcta
y saber realmente cómo resolver un problema, saber por qué un problema es un
problema matemático de verdad y no un simple ejercicio. Respecto a esto véase un
pasaje más de Russell sobre Zenón,[2.10] esta vez destacando algunas partes:
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Una de las auténticas dificultades contextuales que rodeaban la dicotomía era que
los griegos no tenían ni usaban el 0 en sus matemáticas (el 0 había sido una invención
babilonia muy tardía, puramente práctica y actuarial, hacia el año 300 a. C.). Por lo
tanto, se podría decir que al no haber número/cantidad reconocido/a hacia donde
pueda converger la sucesión convergente (véase la Figura 2a(2)), las
matemáticas griegas carecían de equipamiento conceptual para comprender la
convergencia, los límites, las sumas parciales, etc. Esto sería verdad en cierto
sentido,[2.12] y no completamente trivial.
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Aún menos trivial es el mencionado temor griego de to apeiron. Zenón fue el
primer filósofo en usar ese agujero negro de la lógica que viene a ser el ∞ como una
auténtica herramienta argumentativa, es decir, la regresión infinita viciosa (RIV), que
incluso actualmente se usa en argumentaciones lógicas como un método de
demostración en la línea de la reducción al absurdo. Ejemplo: en epistemología, la
RIV es la manera más fácil de refutar la afirmación habitual de que para saber
realmente algo hay que saber que se sabe. Como en la mayoría de las demostraciones
por RIV hay algo maliciosamente divertido en esta. Sea x una variable con la cual
denotaremos cualquier hecho o estado de cosas que pueda ser precedido por el
término «que» y reformulemos la afirmación original como (1) «Para saber que x,
tiene que saber que sabe que x». Como la frase entera «que sabe que x» también es un
hecho o estado de cosas, en el siguiente paso de la demostración puede simplemente
sustituir x por [sabe que x] dentro de la afirmación original y, mutatis mutandis, el
resultado es (2) «Para saber que [sabe que x], tiene que saber que sabe que [sabe que
x]», la siguiente y totalmente válida extensión de la cual es (3) «Para saber que [sabe
que sabe que x], tiene que saber que sabe que [sabe que sabe que x]», y así
sucesivamente, ad infinitum, exigiéndole que satisfaga una cantidad sin fin de
precondiciones para saber cualquier cosa.
[SEI La RIV es una herramienta tan poderosa que puede usted usarla fácilmente
para irritar competidores profesionales o enfurecer a su pareja en conflictos
domésticos, o (aún peor) para volverse loco usted mismo en la cama por la mañana
pensando, por decir algo, en cualquier tipo de relación entre dos cosas o términos,
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como cuando decimos que 2 y 4 están relacionados por la función y = x2, o que si las
nubes provocan la lluvia, entonces las nubes y la lluvia tienen una relación causal. Si
usted considera la idea en abstracto y pregunta, respecto a cualquier relación, si dicha
relación está ella misma relacionada con los dos términos que relaciona, la respuesta
es ineludiblemente sí (pues es imposible ver cómo una relación puede conectar dos
términos a menos que tenga su propia relación con cada uno, del modo en que un
puente entre dos orillas tiene que estar conectado con cada orilla), en cuyo caso la
relación entre, digamos, las nubes y la lluvia en realidad implica dos relaciones más
—o sea, aquellas entre (1) las nubes y la relación y (2) la lluvia y la relación—, cada
una de las cuales obviamente implica dos más, y así sucesivamente, ad infinitum…,
lo cual no resulta ser en absoluto un camino abstracto divertido ni productivo para
seguir a tempranas horas de la mañana, especialmente porque la serie geométrica de
relaciones en este caso es más bien divergente y no convergente, y como tal está
relacionada con todo tipo de series divergentes modernas y especialmente temibles,
como el aumento exponencial del cáncer, la fisión nuclear, la epidemiología, etc.
También vale la pena observar que las horribles RIV divergentes, como las que
acabamos de ver, siempre involucran la metafísica de las abstracciones, tales como
«relación» o «conocimiento». Es como si siempre se abriera algún tipo de rendija o
fisura en el desplazamiento de los casos particulares de conocimiento/relación al
conocimiento/relación in abstractus].
Zenón mismo está casi fetichísticamente atado a la RIV divergente y la usa en
varias de sus paradojas menos conocidas. Aquí está una P. Z.[2.13] específicamente
antipitagórica contra la idea de que cualquier cosa puede estar en algún sitio en
particular, lo que se puede esquematizar de la siguiente forma simplificada:
A esta es fácil verle los engranajes, pues aquí la verdadera dificultad russelliana
es cierta imprecisión respecto a «existir». En realidad, como los antiguos griegos ni
siquiera tenían un verbo específico para la existencia, el infinitivo relevante es el aún
más impreciso «estar». Desde un punto de vista puramente gramatical, el argumento
de Zenón puede ser acusado de la clásica falacia de la equivocación,[2.14] pues «estar»
puede tener todo tipo de significados distintos, por ejemplo, «Estoy asustado» en
comparación con «Está lloviendo» o «Estar ahí». Pero puede usted ver que continuar
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en esta línea conducirá (una vez más) a las cuestiones más profundas de la paradoja,
las cuales son (otra vez de nuevo) metafísicas: ¿qué significan exactamente estos
diferentes sentidos de «estar»?, y en particular, ¿qué significa el sentido más
especializado de «existir»?, es decir, ¿qué tipo de cosas existen realmente?, y ¿de qué
maneras?, y ¿hay diferentes tipos de existencia para diferentes tipos de cosas?, y
entonces, ¿algunos tipos de existencia son más básicos o sustanciales que otros?
Etcétera.
Se habrá dado cuenta de que ya nos hemos topado con este tipo de cuestiones una
docena de veces y todavía estamos a más de dos mil años de Georg Cantor. Son la
verdadera oveja negra en la historia del ∞ y no hay manera de evitarlas si queremos
algo más que un montón de clases vomitadas de matemáticas abstractas sobre teoría
de conjuntos transfinita. Trato hecho. Ahora es el momento de trazar un esbozo del
argumento de Platón del Uno Sobre Muchos (U. S. M.), que es precisamente el
tratamiento clásico de este tipo de cuestiones al aplicarlas al asunto de la predicación.
Puede que también recuerde el U. S. M. del instituto. En ese caso relájese porque
esto no durará mucho. Para Platón, si dos individuos tienen algún atributo común y,
por lo tanto, pueden ser descritos[2.15] por el mismo predicado —«Tom es un
hombre», «Dick es un hombre»—, entonces hay algo en virtud de lo cual Tom y Dick
(junto a todos los demás referentes del predicado nominativo «hombre») tienen ese
atributo en común. Ese algo es la «forma» ideal hombre, forma que es lo que
realmente, definitivamente existe, mientras que los hombres individuales son solo
manifestaciones temporales de la forma, con una especie de existencia prestada o
derivada, como las sombras o las imágenes proyectadas. Esta es una versión muy
simplificada, pero no distorsionada, del U. S. M., e incluso a este nivel no debería ser
difícil ver las influencias de Pitágoras y Parménides en la teoría ontológica de Platón
sobre las «formas», de la cual el U. S. M. es obviamente una parte.
Aquí es donde la verdad se vuelve un poco complicada. Como parece suceder a
menudo, la complicación involucra a Aristóteles. Es cierto que la primera mención
del U. S. M. está en el Parménides de Platón, pero de hecho lo que hizo famoso al
argumento fue la Metafísica de Aristóteles,[2.16] que intenta demolerlo en una extensa
discusión. El contexto podría llenar varias estanterías pero podemos omitir la mayor
parte.[2.17] Lo extraño (por razones que están al caer) es que el argumento más
conocido de Aristóteles contra la teoría de las formas de Platón es virtualmente el
Zenón de los libros de texto. Ese argumento, habitualmente llamado del Tercer
Hombre, es a todos los efectos una reducción al absurdo de tipo RIV divergente
aplicada al U. S. M. Tras observar que tanto los hombres individuales como la forma
hombre obviamente comparten alguna cualidad o atributo predicativo, Aristóteles
indica que entonces tiene que haber otra forma metafísica —digamos hombre'— que
incluye ese atributo común, lo cual implica aún otra forma, hombre'', para incluir lo
predicativamente común a hombre' y [hombre + hombre], etc., ad infinitum.
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Le parezca o no válido el argumento del Tercer Hombre como refutación del
U. S. M. puede muy bien haberse dado cuenta de que la teoría de las formas de
Platón[2.18] tiene sus propios problemas, como, por ejemplo, una conspicua ridiculez
cuando el U. S. M. se aplica a ciertos predicados: ¿hay una forma ideal del hecho de
ser zurdo?, ¿de la estupidez?, ¿de la porquería? Pero observe que la teoría de Platón
tiene mucha más potencia y plausibilidad cuando se aplica a cualquier tipo de sistema
que depende de relaciones formales entre abstracciones. Como, por ejemplo, a las
matemáticas. El desplazamiento conceptual de «cinco naranjas» y «cinco céntimos» a
la cantidad cinco y el número entero 5 es precisamente el desplazamiento de Platón
de «hombre» y «hombres» a Hombre. Recuerde, después de todo, la conclusión de
Hardy en §1c: cuando usamos una expresión como «2 + 3 = 5», lo que estamos
expresando es una verdad general cuya generalidad depende de la abstracción total de
los términos involucrados. En realidad estamos diciendo que dos cosas cualesquiera
más tres cosas cualesquiera son igual a cinco cosas cualesquiera.
Solo que realmente nunca decimos eso. En cambio, hablamos del número 2 y del
número 5, y sobre relaciones entre esos números. Vale la pena «una vez más» indicar
que esto podría ser solo una maniobra semántica, o metafísica, o ambas cosas. Y vale
la pena recordar aquellas dos cosas del §1d sobre los sentidos predicativo y
nominativo de «longitud» y «gramo», y los diferentes tipos de afirmaciones de
existencia envueltas en «No veo nada en el camino» y «El hombre es curioso por
naturaleza» y «Está lloviendo». Y entonces considerar, cuidadosamente, las
afirmaciones de existencia que suscribimos cuando hablamos de números. ¿Es el «5»
solo algún tipo de abreviatura intelectual para todos los conjuntos quíntuples del
mundo real?[2.19] Parece bastante claro que no lo es, o por lo menos que esto no es
todo lo que «5» es, pues hay montones de cosas acerca del 5 (por ejemplo, que 5 es
primo, que la raíz cuadrada de 5 es 2,236…) que no tienen nada que ver con
conjuntos de objetos reales, pero sí tienen que ver con cierto tipo de entidad llamada
números y con sus cualidades y relaciones. La existencia real, aunque extraña, de los
números es también sugerida por el modo en que muchas de esas cualidades y
relaciones —como, por ejemplo, que √5 no se puede expresar ni como un decimal
finito ni como una razón de números enteros— parece que en realidad son
descubiertas en lugar de ser inventadas o propuestas y después defendidas. La
mayoría de nosotros nos sentiríamos inclinados a decir que √5 es un número
irracional incluso si nunca nadie demostrara realmente que lo es, o por lo menos
resulta que para negarlo habría que comprometerse con una teoría muy compleja y de
aspecto extraño acerca de qué son los números. Todo este asunto es, por supuesto,
increíblemente complejo (lo cual es una de las razones por las que hablamos de él
solo a pequeños pedazos contextuales), porque no solo la cuestión es abstracta, sino
que todo a lo que se refiere es una abstracción: existencia, realidad, número… Pero
considere también por un momento cuántos niveles de abstracción intervienen en las
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propias matemáticas. En la aritmética está la abstracción del número. Y luego está el
álgebra, donde una variable es un símbolo aún más abstracto de algún número o
números y una función es una precisa pero abstracta relación entre dominios de
variables. Y luego, por supuesto, están las matemáticas de bachillerato y sus
derivadas e integrales de funciones, y luego, ecuaciones integrales que involucran
funciones desconocidas, y familias de funciones en el caso de las ecuaciones
diferenciales, y funciones compuestas (que son funciones de funciones), e integrales
definidas calculadas como la diferencia entre dos integrales, y así sucesivamente
hacia arriba a través de la topología y el análisis tensorial y los números complejos y
el plano complejo y los complejos conjugados de matrices, etc., con lo que toda la
aventura se convierte en una especie de torre de pasteles con abstracciones de
abstracciones de abstracciones que bien vale la pena suponer que todo lo que se está
manipulando es algo real y tangible, o si no uno se queda tan abstraído que no puede
ni sacar punta al lápiz y mucho menos hacer cálculos.
Los aspectos más relevantes respecto a todo esto son que la cuestión de la
realidad última de los entes matemáticos no es solo enojosa, sino también
controvertida, y que, de hecho, fueron las teorías de Cantor sobre el ∞ las que
pusieron dicha controversia en primer plano dentro de las matemáticas modernas. Y
que en esta controversia, los matemáticos que tienden a considerar las cantidades y
relaciones matemáticas como metafísicamente reales se llaman platónicos,[2.20] y por
lo menos ahora está claro el porqué, y el término podrá reaparecer más adelante.
§2b.
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de Aristóteles por la división y la clasificación; literalmente le puso «analítica» a la
filosofía analítica. Véase, por ejemplo, este fragmento de la discusión de la dicotomía
en el Libro VI de la Física: «Pues hay dos sentidos en los que la longitud y el tiempo
y en general cualquier cosa continua se llaman “infinitos”: se llaman así o bien
respecto a su divisibilidad, o bien respecto a sus extremidades [= tamaño]» (VI, 2,
233a), la cual resulta ser la primera ocasión en la que alguien indica que «infinito»
tiene más de un significado. Aristóteles quiere principalmente distinguir entre un
sentido fuerte o cuantitativo, al significar literalmente infinito en tamaño, longitud o
duración, y un sentido más débil correspondiente a la divisibilidad infinita de una
longitud finita. La distinción realmente crucial, afirma, involucra el tiempo: «Así,
mientras que en un tiempo finito una cosa no puede entrar en contacto con cosas
cuantitativamente infinitas, puede entrar en contacto con cosas infinitas respecto a la
divisibilidad: pues en este sentido el tiempo mismo es infinito» (ibíd.).
Ambas citas precedentes provienen de dos de los principales argumentos de
Aristóteles contra la dicotomía de Zenón, tal como se ha esquematizado en las págs.
57-58. El objetivo de este argumento en particular es la expresión de la premisa (3)
«en una cantidad finita de tiempo». La conclusión de Aristóteles es que si Zenón
puede representar el intervalo AB como la suma de un número infinito de
subintervalos, el tiempo adjudicado para cruzar AB debería representarse del mismo
modo: digamos para recorrer , para recorrer , para recorrer , etc. Pero
este argumento no es de gran ayuda, pues tener una cantidad infinita de tiempo para
cruzar la calle no es menos contradictorio que la propia dicotomía original respecto a
nuestra experiencia cuando cruzamos la calle en diez segundos. Además, es fácil
construir versiones de las P. Z. que no requieren explícitamente acción o tiempo
transcurrido. (Por ejemplo, imagine un queso cuya primera porción es = a la mitad
del queso entero, y la siguiente porción, = la mitad de la primera porción y puntos
suspensivos ad infinitum: ¿hay una última porción de queso o no?). La cuestión: los
contraargumentos relacionados con el tiempo secuencial o con subintervalos o
incluso movimientos humanos reales siempre acabarán empobreciendo la dicotomía y
no lograrán subrayar las verdaderas dificultades involucradas. Porque Zenón puede
corregir su presentación y simplemente decir que estar en A y luego estar en B
requiere que usted ocupe los infinitos puntos correspondientes a la secuencia
, o, peor, que llegar a B en absoluto implica que usted haya
ocupado ya una secuencia infinita de puntos. Y esto parece contradecir bastante
claramente la idea de una secuencia infinita: si «∞» significa realmente «sin fin»,
entonces una secuencia infinita es una secuencia donde, sin importar cuántos
términos se tomen, todavía quedan términos restantes. O sea, que podemos olvidarnos
de cruzar calles o tocarnos la nariz. Zenón puede hacer girar su molinillo en términos
de secuencias abstractas y de que hay algo inherentemente contradictorio o
paradójico en la idea de que una secuencia infinita jamás pueda completarse.
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Contra esta segunda versión más abstracta y dañina de la dicotomía, Aristóteles
lanza su argumento más influyente. Este depende de la semántica de «infinito»,
también, pero es diferente, y se centra en el mismo tipo de cuestiones predicativas
que surgen en el U. S. M. y en la paradoja de la ubicación de Zenón. Tanto en la
Física como en la Metafísica, Aristóteles traza una distinción entre dos cosas distintas
que podemos querer decir en realidad cuando usamos «haber» + ∞ en una oración
predicativa como «Hay un número infinito de puntos que deben ser ocupados entre A
y B». La distinción es solo superficialmente gramatical; en realidad, es una distinción
metafísica entre dos afirmaciones de existencia radicalmente diferentes implícitos en
el «hay» de la oración. La dicotomía parece depender de que no veamos esto. La
distinción es entre realidad y potencialidad como cualidades predicativas, y la
argumentación general de Aristóteles es que el ∞ es un tipo especial de cosa que
existe potencialmente pero no realmente, y que los predicados con la palabra
«infinito» deben aplicarse a las cosas de un modo correspondiente, como demuestra
la confusión de la dicotomía. De manera específica, Aristóteles afirma que ninguna
extensión espacial (por ejemplo, el intervalo AB) es «realmente infinita», pero que
cualquiera de tales extensiones es «potencialmente infinita» en el sentido de ser
infinitamente divisible.
Todo esto se vuelve muy elaborado y complejo, por supuesto: se dedican carreras
enteras a estudiar de manera sesuda las definiciones de Aristóteles. Baste decir aquí
que la cuestión de la existencia-real-o-potencial-del-∞ es vital para nuestro relato
general aunque reconozcamos su dificultad. No ayuda mucho que las propias
explicaciones y ejemplos de Aristóteles…
… no son exactamente prodigios de claridad. Lo que quiere decir con «potencial» es,
póngase énfasis en esto, no el tipo de potencialidad por el cual una niña es
potencialmente una mujer o una bellota es un roble en potencia. Es más bien como el
extraño y abstracto tipo de potencialidad por el cual una copia perfecta de la
Pietà[2.21] de Miguel Ángel existe potencialmente en un bloque de mármol intacto. O,
hablando del ∞, el modo en que cualquier cosa que suceda cíclicamente (o, en
términos de A., «sucesivamente») —como, por ejemplo, que sean las 6:54, lo cual
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ocurre cada día puntualmente— para Aristóteles es potencialmente infinita en el
sentido de que es posible una recurrencia periódica sin fin de que sean las 6:54,
aunque el conjunto de todos los momentos 6:54 no puede ser realmente infinito
porque nunca coexistirán todos los 6:54: el ciclo periódico nunca será
«completado».[2.22]
Probablemente pueda usted ver cómo va a desarrollarse todo esto en relación con
la dicotomía. Pero también tiene su truco. Las analogías de la estatua y de las 6:54
aquí no van a funcionar demasiado bien. Cierto, el intervalo AB y/o el conjunto de
todos los subintervalos o puntos entre A y B no es «realmente infinito» sino solo
«potencialmente infinito». Pero aquí el sentido en el que Aristóteles quiere decir que
«AB es potencialmente infinito» es más cercano a la idea, digamos, de precisión
infinita en la medición. Lo cual se puede ilustrar del siguiente modo. La altura actual
de mi sobrina mayor, que es de unos 97,9 cm, puede precisarse hasta 97,87 cm, y con
un entorno más controlado y equipamiento sofisticado sin duda alguna podría
precisarse todavía más y más, hasta tres, once o n decimales, donde n es,
potencialmente, ∞; pero solo potencialmente ∞, porque es obvio que en el mundo
real nunca habrá ninguna manera de lograr una precisión verdaderamente infinita,
aunque sea posible «en principio». De esta manera, para Aristóteles, AB es «en
principio» infinitamente divisible, aunque esta división infinita nunca se puede llevar
a cabo con toda verdad en el mundo real.
SEI Un poco de complicación final: En su mayor parte, lo que Aristóteles llama
«número» (en el sentido de las cantidades matemáticas en general) aparentemente es
potencialmente infinito no en el modo en que la medición es potencialmente infinita,
sino en el modo en que el conjunto de todos los instantes 6:54 es potencialmente
infinito. Por ejemplo, el conjunto de todos los enteros es potencialmente infinito en el
sentido de que no hay un número entero mayor que los demás («En la dirección del
tamaño siempre es posible pensar en un número de tamaño mayor» [Aristóteles,
Física, III, 6, 207b]), pero no es realmente infinito porque el conjunto no existe como
una entidad completa. En otras palabras, para Aristóteles los números forman un
continuo sucesivo: hay una cantidad infinita pero nunca coexisten («Se puede tomar
una cosa tras otra sin fin» [ibíd., 206b]).
Como refutación de la dicotomía de Zenón, la distinción ∞-potencial-respecto-a-
∞-real no es demasiado persuasiva, evidentemente ni siquiera para Aristóteles, cuya
regresión del Tercer Hombre parece que se podría descartar como solo
potencialmente infinita. Pero la distinción acaba resultando enormemente importante
para la teoría y la práctica de las matemáticas. En resumen, relegar el ∞ al estatus de
potencialidad permitió que las matemáticas occidentales, o bien descartaran las
cantidades infinitas, o bien justificaran su uso, o a veces ambas cosas, dependiendo de
las intenciones. Es todo muy extraño. Por un lado, el argumento de Aristóteles dio
credibilidad al rechazo griego del ∞ y de la «realidad» de las series infinitas, y fue
una razón importante por la que los griegos no desarrollaron lo que ahora conocemos
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como cálculo. Por otro lado, otorgar a las cantidades infinitas por lo menos una
existencia abstracta o teórica permitió que algunos matemáticos griegos las usaran en
técnicas que eran extraordinariamente parecidas al cálculo diferencial e integral; tan
parecidas que, en retrospectiva, es sorprendente que el cálculo tardara mil setecientos
años en ser inventado. Pero, volviendo al primer punto, una gran razón por la que
tardó tantos años fue la penumbra metafísica a la que Aristóteles, con su concepto de
potencialidad, había desterrado el ∞, y que servía para legitimar la alergia de las
matemáticas a un concepto que de todos modos nunca podría tratar.
Excepto que —volviendo al segundo punto o ya en un tercer punto—[2.23] cuando
Leibniz y Newton introducen realmente el cálculo hacia 1700, es esencialmente la
metafísica de Aristóteles la que justifica su despliegue de infinitesimales, o sea dx en
la infame de las matemáticas de primer año en la universidad.
Recuerde, por favor, o sepa, que una cantidad infinitesimal de algún modo está lo
bastante cerca de 0 para ser despreciable en una suma, es decir x + dx = x, y lo
bastante lejos de 0 para servir como divisor en fórmulas como la que acabamos de
ver. De nuevo, muy brevemente, tratar los infinitesimales como cantidades
potencialmente/teóricamente existentes permitió que los matemáticos las usaran en
cálculos que tenían extraordinarias aplicaciones en el mundo real, pues eran capaces
de abstraer y describir justamente los tipos de fenómenos suavemente continuos que
el mundo contenía. Estos infinitesimales resultan ser muy importantes. Sin ellos
puede usted caer en grietas como la cuestión de 0,999… = 1,0 a la que hemos echado
un vistazo en §1c. Como prometimos entonces, la salida más rápida en este caso es
permitir que x represente no 0,999…, sino 1 menos cierto infinitesimal, al que
llamaremos , tal que 1 > > 0,999… Entonces se pueden hacer las
mismas operaciones que antes:
10x = ,
− x, que es = ,
da 9x = ,
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entre 0,999… y existe[2.24] más allá del decimal n-ésimo, un lugar al que
nada ni nadie puede llegar nunca, ni siquiera en teoría. Así que no queda claro si no
estamos simplemente cambiando un tipo de grieta paradójica por otro. Este es un tipo
más de cuestión de las que fueron totalmente polémicas hasta que llegaron
Weierstrass, Dedekind y Cantor en el siglo XIX.
Piense lo que piense usted de la ontología de tipo potencial de Aristóteles para el
∞, observe que por lo menos estuvo muy acertado en el uso de palabras como
«punto» y «existen» en la oración no predicativa «Hay [= existen] un número infinito
de puntos intermedios entre A y B». Igual que en la paradoja de la ubicación de
Zenón, obviamente aquí hay alguna imprecisión semántica. En la dicotomía revisada,
la imprecisión se halla en la correspondencia implícita entre un ente matemático
abstracto —en este caso una serie geométrica— y el espacio físico real. Pero no está
claro que «existir» sea el blanco más vulnerable: hay una ambigüedad bastante más
obvia en la semántica de «punto». Si A y B son los dos lados de una calle del mundo
real, entonces la expresión «el número infinito de puntos entre A y B» está usando
«punto» para denotar una ubicación precisa en el espacio físico. Pero en la expresión
«el número infinito de puntos intermedios designado por », «punto» se refiere a
una abstracción matemática, un ente sin dimensión, con «posición pero no
magnitud». Para ahorrarnos varias páginas de concienzudo análisis que puede usted
hacer en su tiempo libre,[2.25] aquí observaremos simplemente que cruzar un número
infinito de puntos matemáticos sin dimensión no es obviamente paradójico del modo
en que lo es cruzar un número infinito de puntos del espacio físico. Respecto a esto,
el argumento de Zenón puede parecerse más bien al rompecabezas de los tres-
hombres-en-un-motel del §1: la traducción de una situación esencialmente
matemática al lenguaje natural nos lleva a olvidar que las palabras normales pueden
tener significados y referentes enormemente distintos. Observe, una vez más, que el
simbolismo abstracto y el esquematismo de las matemáticas puras están diseñados
para evitar precisamente este problema, y que este es el motivo por el que las
definiciones matemáticas técnicas a menudo son tan soporíferamente densas y
complejas. No debe caber ninguna ambigüedad o equivocación. Las matemáticas,
como medir la altura de los niños, son una actividad consagrada al ideal de la
precisión.
Lo cual suena todo muy bien, excepto que resulta que también hay una inmensa
ambigüedad —formal, lógica, metafísica— en muchos de los términos y conceptos
básicos de las matemáticas mismas. De hecho, los conceptos matemáticos más
fundamentales habitualmente son los más difíciles de definir. Esto en sí mismo es una
característica de los sistemas formales. La mayor parte de las definiciones
matemáticas están construidas a partir de otras definiciones. Son las cosas realmente
básicas las que tienen que definirse a partir de casi nada. Con un poco de suerte, y por
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razones que ya se han analizado, esas cosas básicas tendrán algo que ver con el
mundo en el que realmente vivimos todos.
§2c.
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R. N. encarna perfectamente la antinomia de la continuidad que Zenón propuso y
nadie hasta Dedekind pudo resolver. Pues en la R. N. se cumplen las dos cosas
siguientes: (1) Cada punto está próximo a otro punto, (2) Entre dos puntos
cualesquiera siempre hay otro punto.
Aunque todo el mundo sabe qué aspecto tiene, la recta numérica[2.30] se reproduce
aquí, empezando por el 0 que los griegos, por motivos que ahora no importan, no
tenían:
decirlo así), está claro que este infinito de no agota realmente los puntos entre 0 y
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interesante es que los de la D. Η. P. no fueron los verdaderos descubridores de ese
teorema. En realidad aparece en tablillas de la Antigua Babilonia tan tempranas como
del 2000 a. C. Una razón por la que se llama teorema de Pitágoras es que permitió
que la D. Η. P. descubriera las «magnitudes inconmensurables», también llamadas
números irracionales.[2.31] Dichos números, que resultan ser inexpresables como
cantidades finitas, eran tan letales para la metafísica pitagórica que su descubrimiento
fue como la versión griega del caso Watergate. Recordará de la infancia que el
teorema de Pitágoras no causa problemas con figuras como el triángulo rectángulo de
lados 3, 4 y 5 que aparece en las introducciones a la geometría, donde la suma de los
cuadrados de 3 y 4 es un número cuya propia raíz cuadrada es racional. Pero
comprenda que eso de los «cuadrados» era literal para los griegos. Es decir, en un
triángulo de lados 3, 4 y 5 trataban cada lado también como el lado de un cuadrado:
y entonces sumaban las áreas de los cuadrados. Hay dos razones por las que esto
merece comentarse. La primera ya se ha mencionado antes: aunque ahora jugamos
con exponentes y raíces in abstractus, para los griegos los problemas de matemáticas
siempre se formulaban, y resolvían, geométricamente. Un número racional era una
razón literal de las longitudes de dos segmentos. Elevar al cuadrado era construir un
cuadrado y tomar su área. La otra razón es que según la mayoría de los relatos fue un
simple y humilde cuadrado el que empezó todo el embrollo. Considérese
específicamente el familiar cuadrado unidad, de lado 1, e incluso más en concreto el
triángulo rectángulo isósceles cuya hipotenusa es la diagonal del cuadrado unidad:
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De lo que se dio cuenta la D. Η. P. (probablemente a través de mediciones reales
y cada vez más frenéticas) es que por pequeña que sea la unidad de medida usada, el
lado del cuadrado unidad es inconmensurable con la diagonal, es decir, no es medible
con la diagonal. Esto significa que no hay ningún número racional tal que = . La
cantidad era algo que la D. Η. P. acabó llamando arratos, «lo que no tiene razón»,
o —como logos podía significar a la vez palabra y proporción— alogos, que por lo
tanto significaba a la vez «lo que no tiene proporción» y «lo que no puede ser dicho».
La demostración de la inconmensurabilidad de es otro famoso caso de
demostración por reducción al absurdo, y una especialmente bonita porque es muy
simple y solo requiere matemáticas elementales. Veamos. En primer lugar, para los
propósitos de la reducción al absurdo, supóngase que D y S son conmensurables. Esto
significa que es igual a alguna razón donde p y q son enteros sin ningún factor
común aparte de 1. Sabemos por el teorema de Pitágoras que D2 = S2 + S2, o
D2 = 2S2, lo cual si = significa que p2 = 2q2. También sabemos que el cuadrado
de cualquier número impar será impar y el cuadrado de cualquier número par será par
(puede comprobarlo usted mismo). Además, sabemos que el doble de cualquier
número entero es un número par. Esa es toda la artillería que necesitamos. Por la
LTE, o bien p es impar, o bien p es par. Si (1) p es impar, hay una contradicción
inmediata, pues 2q2 tiene que ser impar. Pero si (2) p es par, eso significa que es igual
al doble de algún número, digamos 2r, así que introduciendo dicha equivalencia en la
ecuación original p2 = 2q2 se obtiene 4r2 = 2q2, lo cual se reduce a 2r2 = q2, lo que
significa que q2 es par, lo que evidencia que q es par, lo cual quiere decir que p y q
son ambos pares, en cuyo caso tienen un factor común distinto de 1, lo cual de nuevo
es una contradicción, (1) Arroja una contradicción, (2) arroja una contradicción, y no
hay (3). Así que D y S son inconmensurables. Fin de la demostración.[2.32]
El hecho de que los números racionales no pudieran expresar algo tan cotidiano
como la diagonal de un cuadrado —por no mencionar otros irracionales hipotenoides
fáciles de construir como √5, √8, etc.— obviamente era desestabilizante para toda
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la cosmogonía de los pitagóricos. Al parecer, el golpe de gracia fue el descubrimiento
de que su amada razón áurea era también irracional, resultando ser (1 + √5) o
1,618034… Hay todo tipo de espeluznantes relatos apócrifos acerca de los extremos a
los que llegó la D. Η. P. para mantener en secreto la existencia[2.33] de los
irracionales, algo que nos podemos saltar porque son mucho más importantes,
histórica y matemáticamente, los propios números irracionales. Son importantes por
lo menos por tres razones. (1) Matemáticamente, los números irracionales son una
consecuencia directa de la abstracción. Están un nivel entero por encima de las 5
naranjas o el queso. No se encuentran números irracionales hasta que se empiezan a
generar teoremas abstractos como el T. P. Y observe, por favor, que en realidad solo
son una grieta para las matemáticas puras. Los egipcios y otros pueblos se habían
encontrado con números irracionales en la agrimensura y la ingeniería, pero como
solo les importaban las aplicaciones prácticas no tenían ningún problema en tratar la
√2 como 1,4 o . (2) El descubrimiento de los irracionales señaló la primera
verdadera divergencia entre las matemáticas y la geometría, pues los matemáticos
podían entonces crear números que los geómetras no podían medir realmente. (3)
Resulta que los irracionales, como los de Zenón, son una consecuencia de intentar
expresar y explicar la continuidad con respecto a la recta numérica. Los números
irracionales son el motivo por el que la recta numérica no es técnicamente continua.
Como la RIV de la dicotomía, los irracionales representan huecos o agujeros en la
recta numérica, intersticios a través de los cuales el caos ilimitado del ∞ podía entrar
y provocar un lío en las pulcras matemáticas de la Ática.
Y no es solo un problema griego. Porque lo importante de los números
irracionales es que no pueden ser representados por fracciones; y, además, si usted
intenta expresar irracionales en notación decimal,[2.34] entonces la secuencia de
dígitos tras la coma no será ni finita (como en el caso de los decimales racionales 2,0
o 5,74) ni periódica (lo que significa una repetición según alguna pauta, como en el
caso de los racionales 0,333… = , 1,181818… = , etc.).[2.35]
Esto significa que, por ejemplo, la expresión decimal de √3 puede desarrollarse
hasta 1,732, o 1,73205, o 1,7320508, o, literalmente, hasta donde usted quiera… o
más lejos. Y a su vez esto significa que cierto punto definido de la recta numérica —o
sea, el punto correspondiente al intervalo que, multiplicado por sí mismo,
corresponde al punto-entero 3— no puede ser nombrado ni expresado de modo
finito.[2.36]
Así, el intervalo finito 0-1 de la recta numérica está aún más inconcebiblemente
poblado. No solo hay una cantidad infinita de secuencias infinitas de fracciones, sino
también una cantidad infinita de irracionales,[2.37] cada uno de los cuales es a su vez
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numéricamente inexpresable excepto como una secuencia infinita de decimales no
periódicos. Hagamos una pausa para considerar los vertiginosos grados de
abstracción involucrados en esto. Si la CPU humana no puede aprehender o incluso
concebir siquiera el ∞, parece que ahora se le pide dar cuenta de una infinidad de ∞,
de la cual una cantidad infinita de miembros individuales son a su vez inexpresables
con finitud, y todos en un intervalo tan finito y de aspecto tan inocente que se usa en
la clase de los niños pequeños. Todo lo cual suena muy extraño.
Desde luego, hay tantas maneras de tratar esa extrañeza como connotaciones tiene
«tratar». Los griegos,* por ejemplo, simplemente rehusaron tratar los irracionales
como números. O bien los incluían en la categoría de longitudes/áreas puramente
geométricas y no los usaban nunca en sus matemáticas per se, o bien racionalizaban
literalmente el uso de irracionales manipulando su aritmética (ejemplo: los
pitagóricos usaron el truco de escribir 2 como de modo que pudieran tratar la √2
como ).[2.38] Si su rechazo a reconocer la existencia de números dados por su propio
razonamiento matemático parece algo peculiar, sepa que hasta el siglo XVIII
§2d.
* INTERPOLACIÓN INEVITABLE PERO AL FIN Y AL CABO DE TIPO SEI
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calcularse su área? Y lo que es más importante: ¿cómo podían los griegos distinguir
los casos de inconmensurabilidad de tipo irracional de los casos donde simplemente
se tienen magnitudes de especies diferentes que no se pueden comparar mediante
razones, como una longitud respecto a un área, o un área respecto a un volumen 3D?
En realidad, Eudoxo fue el primer griego que intentó definir «razón» de forma
matemática:
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siglos después porque nadie se había preocupado de prestar atención a las
consecuencias de sus resultados.
Probablemente, su invento más importante es la conocida propiedad de
exhaustación, que Eudoxo descubrió y Arquímedes refinó. Era un modo de calcular
las áreas y volúmenes de superficies y figuras curvadas, algo con lo que la geometría
griega, obviamente, tenía muchos problemas (pues es respecto a las curvas donde se
encuentran la mayor parte de los problemas de la continuidad y los irracionales). Los
geómetras anteriores a Eudoxo habían tenido la idea de aproximar el área de una
figura curva comparándola con polígonos regulares[2.44] cuyas áreas podían calcular
con exactitud. Como ejemplo, véase cómo el mayor cuadrado que puede caber dentro
de un círculo funciona como una burda aproximación del área del círculo:
mientras que, digamos, el mayor octágono que cabe dentro será una aproximación
algo mejor:
y así sucesivamente, siendo lo importante que cuantos más lados tenga el polígono
inscrito, más próxima será su área a la del propio círculo. La razón por la que el
método nunca funcionó realmente es que se necesitaría un polígono de ∞ número de
lados para acertar el área del círculo, e incluso si este ∞ era solo uno de los ∞
potenciales de Aristóteles, los griegos todavía estaban estancados, por la misma razón
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mencionada respecto a la dicotomía: no tenían el concepto de convergencia hacia un
límite. Eudoxo dio a las matemáticas justamente este concepto con su introducción de
la propiedad de exhaustación, que aparece como la Propiedad 1 en el Libro X de los
Elementos:
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por la que nadie pensó en aplicar la exhaustación a la dicotomía de Zenón: a los
griegos solo les importaba la geometría, y entonces nadie pensaba en el movimiento y
la continuidad como abstraíbles en la geometría de la recta numérica. Otra razón es
Roma, la Imperial, cuyo saqueo de Siracusa y asesinato de Arquímedes hacia el 212
a. C. puso fin bruscamente a la matemática helénica,[2.46] y cuya hegemonía durante
los siglos posteriores conllevó que gran parte de la sustancia y el impulso de las
matemáticas griegas se perdiera durante mucho tiempo. La causa más eficiente, sin
embargo, fue Aristóteles, cuya influencia, por supuesto, no solo sobrevivió a Roma
sino que alcanzó nuevas cimas con la expansión del cristianismo y la Iglesia en el
período 500-1300 d. C., aproximadamente. Resumiendo: la doctrina aristotélica se
convirtió en dogma de la Iglesia, y parte de la doctrina aristotélica era la
consideración del ∞ como solo potencial, una ficción abstracta y origen de
confusión, to apeiron, territorio reservado solo a Dios, etc. Esta visión predominó
fundamentalmente hasta la era isabelina.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN
§2e.
(Continuación de §2c desde el párrafo de la pág. 84 con asteriscos de interpolación).
Aquí están, a modo de aperitivo, algunas de las cosas que Cantor[2.47] acabó
descubriendo sobre los ∞ anidados de Zenón y Eudoxo. Aquí «descubierto» no
quiere decir simplemente encontrado, sino realmente demostrado. La recta numérica
es, obviamente, infinitamente larga y contiene una infinidad de puntos. Incluso hay
tantos puntos en el intervalo 0-1 como en la recta numérica entera. De hecho, hay
tantos puntos en el intervalo 0,0000000001-0,0000000002 como en toda la R. N.
También resulta que hay tantos puntos en el mencionado microintervalo (o en uno un
cuatrillón de veces más pequeño, si usted quiere) como en el plano 2D —incluso si
este plano es infinitamente grande— o en cualquier forma 3D, o en la totalidad del
propio espacio 3D infinito.
Es más, sabemos que hay una infinidad de números racionales en la recta
numérica infinita, y (por cortesía de Zenón) que dichos racionales son tan
infinitamente densos en la recta que literalmente ningún número racional dado tiene
un siguiente; es decir, entre dos números racionales cualesquiera de la R. N. siempre
se puede encontrar un tercero. Un hecho del cual aquí tenemos una breve
demostración. Tomemos dos racionales distintos p y q. Como son diferentes, p ≠ q,
lo cual implica que uno es mayor que el otro. Digamos que es p > q. Esto significa
que en la recta numérica hay por lo menos alguna distancia medible, por pequeña que
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sea, entre q y p. Tomemos esa distancia, dividámosla por algún número (2 es el más
fácil), y añadamos el cociente al número más pequeño q. Tenemos un nuevo número
racional, , entre p y q. Y como el número de números simplemente enteros
por los cuales podemos dividir (p − q) antes de añadir el cociente a q es infinito, en
realidad hay una infinidad de puntos racionales entre cualesquiera p y q. Dejemos que
esto vaya calando, y entonces tengamos en cuenta que incluso dada la densidad
infinita de la cantidad infinita de números racionales en la recta numérica, puede
demostrarse que el porcentaje total de espacio de la R. N. ocupado por la totalidad de
los infinitamente infinitos números racionales es: ninguno. Es decir, o, nulo, nada. La
versión técnica de la demostración es de Cantor, y observe qué espíritu más
eudoxiano-exhaustivo tiene, incluso en la siguiente forma en lenguaje natural, que
requiere un poco de visualización creativa.
Imagine que puede ver la recta numérica entera y cada uno de los infinitos puntos
individuales que contiene. Imagine que quiere una manera rápida y fácil de distinguir
los puntos correspondientes a números racionales de los correspondientes a
irracionales. Lo que va a hacer es identificar los puntos racionales envolviendo cada
uno de ellos en un pañuelo rojo.[2.48] De este modo destacarán. Como técnicamente
los puntos geométricos carecen de dimensión, no sabemos qué aspecto tienen, pero lo
que sí sabemos es que no se necesitará un pañuelo muy grande para cubrir uno de
ellos. En este caso, el pañuelo rojo puede ser arbitrariamente pequeño, por ejemplo de
0,00000001 unidades, o la mitad de ese tamaño, o la mitad de la mitad, …, etc. En
realidad, incluso el más pequeño de los pañuelos será innecesariamente grande, pero
para nuestros propósitos podemos decir que el pañuelo es básicamente infinitamente
pequeño: llamemos φ a ese tamaño. Así, un pañuelo de tamaño φ cubre el primer
punto racional de la R. N. Entonces, como, por supuesto, el pañuelo puede ser tan
pequeño como queramos, digamos que usted usa solo un pañuelo de tamaño para
envolver el siguiente punto racional. Y digamos que usted continúa de ese modo,
siendo el tamaño de cada pañuelo rojo exactamente del tamaño del anterior, para
todos los números racionales, hasta que todos están envueltos y cubiertos. Ahora,
para hallar el porcentaje total de espacio que todos los números racionales ocupan en
la recta numérica, todo lo que tiene que hacer es sumar los tamaños de todos los
pañuelos rojos. Por supuesto, hay una infinidad de pañuelos, pero respecto al tamaño
se traducen como términos de una serie infinita, específicamente la serie geométrica
al estilo de Zenón + + + + + …; y, dada la buena y vieja fórmula
para sumar tal serie, la suma del tamaño total de los infinitos pañuelos resulta
ser 2φ. Pero φ es infinitesimalmente pequeño, siendo los infinitesimales (como se
mencionó en §2b) tan increíblemente próximos a o que al multiplicarlos por cualquier
cosa el resultado es también un infinitesimal, por lo cual 2φ es también
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infinitesimalmente pequeño, lo que significa que todos los infinitos números
racionales combinados ocupan solo una porción infinitesimalmente pequeña de la
R. N. —o sea, básicamente ninguna en absoluto—,[2.49] lo que a su vez es como decir
que la inmensa, inmensa mayoría de los puntos en cualquier tipo de recta continua
corresponderán a números irracionales, y así, a pesar de que la antes mencionada
recta real es realmente una recta, la recta numérica formada solo por racionales,
aunque pueda parecer infinitamente densa, en realidad es en un 99,999…% espacio
vacío, como un helado muy poroso o el universo mismo.
Dejemos que cada uno haga una pausa en privado para intentar imaginar por un
momento qué aspecto podía tener el interior de la cabeza del profesor Georg F. L. P.
Cantor cuando está demostrando este tipo de cosas.
Un lector atento puede objetar aquí que hay algún truco como los de Zenón en la
anterior demostración, y preguntar por qué no se podría aplicar un procedimiento
similar con pañuelos y series a los números irracionales para demostrar que el % total
de espacio recto ocupado por los irracionales es también 2φ. La razón de que tal
demostración no pueda funcionar es que, por infinitamente o incluso ∞∞mente
numerosos que sean los pañuelos rojos, siempre habrá más números irracionales que
pañuelos. Como siempre, esto también lo demostró Cantor.
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3
§3a.
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famoso «primer motor», al que nada mueve, de Aristóteles en el Libro VIII de su
Metafísica. El argumento del primer motor es adoptado tanto por san Agustín como
por Maimónides también en demostraciones de Dios. Lo que es más importante,
véase que para que el argumento de santo Tomás funcione tiene que aceptarse la
premisa tácita de que una cadena transitiva infinita de causas y efectos es imposible o
incoherente. En otras palabras, tiene que considerarse como axiomática la
imposibilidad del ∞ como característica real del tiempo o del universo, lo cual
básicamente significa aceptar el destierro aristotélico del ∞ al mismo extraño estatus
puramente potencial de El pensador de Rodin en todas las masas de bronce.
Sin embargo, en otra parte de la Summa Theologiae, santo Tomás introduce un
argumento más original:
Este pasaje es citado por el propio Cantor en su «Mitteilungen zur Lehre vom
Transfiniten»,[3.5] donde lo califica de la única objeción realmente significativa, en
toda la historia, a la existencia de un ∞ real. Para nuestros propósitos, hay dos cosas
significativas acerca del argumento de santo Tomás: (1) Trata el ∞ en términos de
«conjuntos de cosas», que es lo que Cantor y Dedekind harán seiscientos años
después (además, la tercera frase de santo Tomás es casi exactamente la manera en
que Cantor definirá el cardinal de un conjunto). (2) Todavía más importante, reduce
todas las distinciones y complicaciones metafísicas de Aristóteles a la cuestión de si
existen números infinitos. Es fácil ver que aquí lo que realmente le gusta a Cantor es
el punto (2), que convierte el argumento en una especie de reto a medida, pues la
única y verdaderamente plausible refutación a santo Tomás consistirá en que alguien
dé una teoría rigurosa y coherente de los números infinitos y sus propiedades.
Hacia 1350 + Breve salto temporal. Tres personajes de mediana importancia
respecto a la continuidad y las series infinitas: Nicole Oresme, Ricardus «el
Calculador» Suiseth y Francesco Luigi Grandi. Oresme inventa en 1350 un método
«latitudinal» para representar de forma gráfica el movimiento y la aceleración
uniforme.[3.6] Entre otras cosas, ello permite la primera indicación de que la velocidad
relativa (= recta inclinada) y el área relativa (= área bajo la recta inclinada) son dos
aspectos de la misma cosa. Coincidiendo más o menos en el tiempo, Suiseth resuelve
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un problema latitudinal particular que equivale a demostrar que la serie infinita +
+ + +…+ tiene una suma finita, concretamente 2. (N. B.: nadie piensa
todavía en aplicar este método a la dicotomía). Entonces, Oresme responde
demostrando que otra serie infinita, + + + + + + … + , alias la «serie
armónica», no da una suma finita a pesar de que la sucesión de términos individuales
parece aproximarse claramente a o. (SEI La demostración de Oresme es
ingeniosamente simple. Agrupando los términos de la serie de tal modo que el primer
término = el primer grupo, el segundo y tercer términos = el segundo grupo, los
términos del cuarto al séptimo = el tercer grupo, etc., de manera que el grupo n-ésimo
contenga 2n−1 términos, demuestra que al final tenemos un número infinito de grupos
cada uno de los cuales tiene una suma parcial ≥ , dando lugar a una suma infinita
para la serie).
Las series de Suiseth y de Oresme son, por supuesto, ejemplos respectivos de
convergencia y divergencia, pero durante siglos nadie sabrá cómo nombrar o tratar
los distintos tipos de series infinitas.[3.7] Incluso en la era poscálculo, cuando las
series se convirtieron en la manera obvia de representar funciones complicadas para
la diferenciación y la integración, algunos avatares de Zenón continuaron
reapareciendo con paradojas que confundieron varios intentos de sistematizar la
convergencia y la divergencia. Una de las más diabólicas era la buena y vieja serie
oscilante 1 − 1 + 1− 1 + 1 − 1 + 1… de §1d, que el matemático católico Grandi
gustaba de usar para atormentar a los hermanos Bernoulli, famosos colegas de
Leibniz que habían demostrado la divergencia de la serie armónica de Oresme en la
década de 1690. Recuerde que el truco de la serie de Grandi es que según cómo se
agrupen los términos acaba resultando igual a 0 y a 1 a la vez…; o, poniendo x = 1 en
la fórmula protologarítmica = 1 − x + x2− x3 + …, se obtiene la igualdad =
1 − 1 + 1 − 1 + 1 − 1 + 1 …, la cual, jocosamente Grandi, sugirió que era la forma
en que Dios había creado algo del vacío (0).
[SEI Si recuerda usted algo del álgebra del instituto, también vale la pena echar un
vistazo a una horrible pequeña serie divergente que en la década de 1730 puso en
apuros a Leonhard Euler (1707-1783, icono del análisis temprano). Recordará que
según las reglas de división de polinomios, = 1 − x + x2 − x3 + …, que,
sustituyendo x = 2 se convierte en la desafortunada igualdad −1 = 1 + 2 + 4 + 8 +
… O puede obtenerse de nuevo la serie de Grandi sustituyendo x = −1 en la misma
expansión.
O, si su formación matemática es sólida, puede divertirse expandiendo
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mediante el teorema del binomio para obtener log(1 + x) = x − x2 + x3 + … y
viendo (al igual que Newton, Mercator y Wallis) que cuando x = 2, la serie tiene una
suma infinita pero también debería ser igual a log 3. Hay un sinfín de rompecabezas
de este tipo].
Hacia 1425-1435. El arquitecto florentino Filippo Brunelleschi inventa la técnica
de la perspectiva lineal en la pintura. La obra de Leon B. Alberti Della pictura es el
primer tratado publicado sobre cómo funciona. Probablemente todos sabemos que
antes del Renacimiento los cuadros parecían planos y muertos y extrañamente
desproporcionados. Brunelleschi aplica la geometría al espacio pictórico, hallando un
modo de representar un «plano-base» horizontal 3D en un «plano-pintura» vertical
2D. La técnica se ve muy fácilmente en las representaciones de cuadrados
horizontales (por ejemplo, el embaldosado del Baptisterio de Florencia) como
paralelogramos (en numerosos cuadros del mismo) que se vuelven más estrechos y
agudos a medida que el suelo se desliza hacia el fondo del cuadro.
Brunelleschi/Alberti consideran a todos los efectos una pintura como una ventana
abierta interpuesta entre una escena y el espectador, y observan que todas y cada una
de las «ortogonales», o rectas paralelas que se alejan en el espacio a 90° respecto a
dicha ventana, parecerán converger hacia un punto de fuga a la altura de los ojos del
espectador (Honour y Fleming, págs. 319-320). Este punto de fuga se concibe,
geométricamente, como un punto a distancia infinita del espectador. Casi todo el
mundo sabe lo que Masaccio, Durero, Da Vinci y otros colegas fueron capaces de
hacer con este descubrimiento.
Matemáticamente, el concepto de punto-en-el-∞ es usado más tarde por Johannes
Kepler en el principio de continuidad que establece para secciones cónicas y que
luego emplea para sus leyes del movimiento planetario (véase más adelante), y
también es de importancia central para Gérard Desargues y su invención, hacia 1640,
de la geometría proyectiva, e incluso más adelante para la topología, la geometría
riemanniana, el análisis tensorial (sin el cual, a su vez, no habría relatividad general),
etc.
Año 1593. La obra Varia Responsa de Franç0is Viète (un abogado/criptógrafo
francés) incluye la primera fórmula para sumar una serie geométrica infinita,[3.8] que
es terriblemente parecida a la antes mencionada de las matemáticas
elementales. Aunque no es demasiado bonita, Viète es también el primero en dar una
expresión numérica precisa de π, concretamente como un producto infinito
expresable así
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[SEI La finalidad de destacar puntos como los dos últimos es establecer que el ∞,
en varias manifestaciones y contextos, está adquiriendo cada vez más interés en
aplicaciones fructíferas incluso aunque continúe siendo metafísicamente sospechoso
y nadie tenga ni idea de cómo tratarlo matemáticamente].
Año 1637. La géometrie de René Descartes introduce el ahora omnipresente plano
coordenado cartesiano, el cual permite que las figuras geométricas se representen
aritmética/algebraicamente.
Aproximadamente entre 1585 y 1638. Tres personajes importantes, de los cuales
dos son extremadamente famosos: Simon Stevin, Johannes Kepler y Galileo Galilei.
En la década de 1580, Stevin (un ingeniero flamenco) resucita la propiedad de
exhaustación de Eudoxo al derivar fórmulas para características relacionadas con el
peso de diferentes figuras geométricas. Por ejemplo, en su obra Estática (1586),
Stevin demuestra que el centro de gravedad de un triángulo se halla sobre su
mediana, y lo hace inscribiendo un número ilimitado de paralelogramos
arbitrariamente pequeños en el triángulo y demostrando cosas acerca de los centros
de gravedad de las figuras inscritas resultantes. Stevin, también conocido como el
Arquímedes holandés, merece más fama de la que consiguió. Aquí está una cita
descontextualizada pero pertinente de Carl Boyer: «Fueron en gran manera las
modificaciones resultantes de los antiguos métodos infinitesimales las que acabaron
conduciendo al cálculo, y Stevin fue uno de los primeros en sugerir tales cambios»
(Boyer, pág. 322).
Tal como se explica en la obra de Kepler Astronomia nova (1609), la 2.ª ley del
movimiento planetario depende de que se conciba el área circunscrita por un vector
radial que une un planeta orbitando con el Sol como compuesta (es decir, el área está
compuesta) de infinitos triángulos infinitamente delgados, cada uno con el vértice A
en el Sol y los vértices B y C infinitesimalmente próximos a lo largo de la trayectoria
orbital. La suma efectuada por Kepler de las áreas de esta infinidad de infinitesimales
era, setenta años antes de Leibniz, cálculo aplicado.[3.9]
Años 1636-1638. Galileo Galilei, puesto por la Inquisición bajo arresto
domiciliario en Florencia, escribe Dos nuevas ciencias, un diálogo al estilo de Platón
sobre la mecánica/dinámica. En este libro hay un montón de cosas relacionadas con el
∞. Un ejemplo es el modo en que Galileo aplica las técnicas de representación
latitudinal de Oresme al movimiento de proyectiles y demuestra que la curva descrita
por la trayectoria de un proyectil es una parábola. Tras dos mil años de estudio
matemático de las secciones cónicas, la elipse orbital de Kepler y la parábola de los
proyectiles de Galileo son las primeras aplicaciones reales de las cónicas a las
ciencias físicas. La obra menos conocida de Kepler, Ad Vitellionem
paralipomena,[3.10] ya había demostrado que las elipses, las hipérbolas, las parábolas
y las circunferencias son todas productos de una extraña y armónica danza entre dos
focos. La parábola se explica como lo que le ocurre a una hipérbola cuando la
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posición de un foco respecto al otro alcanza el ∞. De un modo nada accidental, toda
la teoría de Kepler sobre las interrelaciones de las cónicas se conoce como el
principio de continuidad.
La obra Dos nuevas ciencias de Galileo era en cierto sentido una larga
«pedorreta» a la Inquisición, que lo trató de forma infame. Parte de su proyecto era
que el hombre normal del diálogo actuara como portavoz de la metafísica aristotélica
y del credo de la Iglesia, y que su compañero algo más ilustrado le fuera dando
bofetones intelectuales. Una de las dianas principales es la división ontológica por
Aristóteles del ∞ en real y potencial, que la Iglesia básicamente había transformado
en la doctrina de que solo Dios es realmente infinito y nada más en su creación puede
serlo. Ejemplo: Galileo ridiculiza la idea de que el número de partes en el que se
puede dividir cualquier segmento sea solo «potencialmente» (o sea, no realmente)
infinito demostrando que si usted dobla el segmento hasta que sea una circunferencia
—el cual, según Nicolás de Cusa,[3.11] se define como un polígono regular con un ∞
número de lados—, usted ha «reducido a realidad ese número infinito de partes que
pretendía, mientras era recto, que estaban contenidas en él solo potencialmente»
(ibíd., pág. 329).
El portavoz de Galileo también dedica mucho tiempo a los infinitesimales,
principalmente por su utilidad en los resultados de Stevin y Kepler. Galileo es el
primero en distinguir entre diferentes «órdenes» de infinitesimales, principalmente a
través de un elaborado argumento sobre por qué, si la Tierra gira, los objetos no son
arrojados hacia fuera según varias tangentes a la curva de giro, lo cual es una larga
historia, pero lo importante es que dos infinitesimales son de distinto orden si su
razón tiende o bien a 0, o bien a ∞ y son del mismo orden si su razón es finita. Esto
es relevante porque (1) la idea de que los infinitesimales de orden más alto son tan
increíblemente pequeños y evanescentes que se pueden descartar de una ecuación
porque no tendrán ningún efecto sobre el resultado acabaría siendo vital para el
cálculo clásico, y (2) la distinción de Galileo anticipa algunos de los propios
descubrimientos de Cantor sobre la extraña aritmética de las cantidades infinitas, es
decir, que no todos los ∞ tienen el mismo tamaño pero que las diferencias entre ellos
no son realmente aritméticas (por ejemplo, sumar n a ∞ no lo incrementa, ni sumar
∞ a ∞ o multiplicar ∞ por ∞) sino, en cierto modo, geométricas.[3.12]
La extremada extrañeza matemática del ∞, que Galileo dedica mucho tiempo a
ejemplificar en las DNC, es bastante lúcidamente atribuida a la epistemología y no a
la metafísica. Las paradojas surgen, según el portavoz de Galileo, solo «cuando
intentamos, con nuestra mente finita, discutir el infinito, asignándole aquellas
propiedades que otorgamos a lo finito y limitado» (Galileo Galilei, pág. 31). La gran
ilustración de ello es la paradoja de Galileo que hemos visto en §1, en la cual
recuerde que podía establecer una correspondencia de uno a uno entre todos los
enteros y todos los cuadrados perfectos incluso aunque sea evidente que hay muchos
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más enteros que cuadrados perfectos.[3.13] De este rompecabezas, Galileo concluye
que «debemos decir que hay tantos cuadrados como números», y así (otra vez) que
«los atributos “igual”, “mayor” y “menor” no son aplicables a las cantidades infinitas,
sino solo a las finitas» (ibíd., pág. 32). Aunque esta última conclusión acabe
resultando equivocada, las de DNC todavía es la primera actitud verdaderamente
moderna hacia los infinitos reales como entes matemáticos. Obsérvese, por ejemplo,
que Galileo no recurre a la vieja reducción al absurdo aristotélica para concluir, a
partir del comportamiento paradójico de los conjuntos infinitos, que no se puede
razonar acerca del ∞. En cambio, se las arregla de algún modo para anticiparse tanto
a Kant (atribuyendo las paradojas del ∞ a las arraigadas restricciones de las «mentes
finitas» y no a cualquier realidad exterior a la mente) como a Cantor (usando la
correspondencia de uno a uno como medida comparativa de los conjuntos,
argumentando que las cantidades infinitas obedecen a un tipo de aritmética diferente
al de las cantidades finitas, etc.).
Hechos conocidos: el siglo XVII, con su Contra-Contra-Reforma y su revolución
científica, vio la primera auténtica explosión de progreso filo-matemático desde el
apogeo helenístico. Este es el siglo en el que Descartes inventa la geometría con
coordenadas (así como la duda radical), Desargues inventa la geometría proyectiva;
Locke, el empirismo; Newton y Leibniz, las matemáticas superiores. Nada de eso
habría sido posible sin aflojar el estrangulamiento aristotélico del pensamiento
occidental. Las DNC de Galileo están al mismo nivel que el Discurso del método de
Descartes y el Novum Organum de Bacon en términos de ruptura liberadora, y no es
en absoluto accidental que dedique tanto tiempo al De entre montones de citas
pertinentemente favorables, véase la del profesor Danzig: «Cuando, tras un estupor
de mil años, el pensamiento europeo se deshizo del efecto de las pócimas
adormecedoras tan hábilmente administradas por los Padres Cristianos, el problema
del infinito fue uno de los primeros en ser revivido» (Tobías Danzig, Number: the
Language of Science, extractado de Seife, pág. 106).
El otro motivo por el que Dos nuevas ciencias es importante es por su sostenido y
original uso de la función. Sin duda recordará usted lo que es una función matemática
y por qué es difícil definirla claramente (como, por ejemplo, «Una relación entre
variables», «Una regla para establecer la imagen de un dominio», «Una
correspondencia»). Una función está por lo menos un nivel de abstracción por encima
de las variables, siendo básicamente una regla para emparejar elementos de un
conjunto con elementos de otro conjunto. Por ahora supongamos que todos sabemos
bastante bien qué es una función, o más bien qué hace, pues una función en realidad
es una especie de procedimiento, aunque un simbolismo como «f(x) = » tiende a
hacer que parezca una cosa. Por lo menos gráficamente, la idea de una función había
estado ahí desde Oresme en el siglo XIV, aunque este había usado terminología
escolástica y llamaba a esa técnica una latitud de formas, siendo «forma» el término
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aristotélico para características o calidades, de las que se consideraba que incluían
cosas como la velocidad de un cuerpo en movimiento. No fue hasta Galileo que la
gente entendió que la velocidad no es una cualidad de la cosa que se mueve, sino más
bien un proceso abstracto representable por la función elemental r = , igual que (un
nivel de abstracción más hacia arriba) fue Galileo quien determinó que la aceleración
actúa como la función s = at2.
Dos nuevas ciencias es el primer libro de matemáticas en usar funciones de forma
extensiva y no gráfica, aunque estas son descritas verbalmente y a menudo (como los
griegos) en términos de proporciones y razones. Lo que es sorprendente es la
velocidad con que la noción/teoría de las funciones ganó aceptación una vez
alcanzada cierta masa crítica de necesidades y permisos.[3.14] La mayor parte de esas
necesidades involucraban la continuidad. Lo principal aquí es que la astronomía de
Kepler y los estudios del movimiento de Galileo —motivados en gran parte por la
necesidad de mejorar la medición del tiempo en la navegación (otra vez, una larga
historia)— generaron el impulso para un estudio riguroso de las curvas, que el plano
coordenado cartesiano permitía expresar de forma algebraica, es decir, en términos de
funciones como y = x2, y = sen x, y así sucesivamente. Las importantes distinciones
entre funciones polinómicas, algebraicas y trascendentes[3.15] se obtenían fácilmente a
partir de la clasificación de las curvas por Descartes, y también a partir de las
representaciones explícitas como funciones mediante diferentes tipos de series algo
más tarde (1670 aprox.). La propia palabra «función», a propósito, viene de Gottfried
W. Leibniz.[3.16] Lo cual, por supuesto, no es para nada un accidente, pues Leibniz
ayudó a inventar el cálculo, y una de sus características más poderosas es el uso de
funciones para representar procesos. Tras Leibniz, el concepto plagado de fisuras de
«fenómeno continuo» es reemplazado en las matemáticas por la función continua y la
serie infinita… y, de hecho, las exploraciones del ∞ por Cantor acabarán surgiendo
de una aplicación particular de dichas herramientas a cierto conjunto de problemas
acerca del calor. Lo cual es obviamente una historia muy larga que ahora no vamos a
desarrollar.
Aquí, dicho sea de paso, está una cita de David Berlinski: «Es el contraste entre lo
continuo y lo discreto lo que constituye el gran motor generador por el cual los
números reales son construidos y el cálculo creado» (Berlinski, pág. 130). Para
recordar dónde estamos en el bosque general, esta sección es solo de árboles.
Aproximadamente 1647-1665. Tres personajes medianamente importantes, que si
esto hubiera sido doscientos años antes ahora serían todos extremadamente famosos:
Gregory de St. Vincent, John Wallis y James Gregory.
Hacia 1647: Gregory de St. Vincent propone una solución a la dicotomía de
Zenón que menciona de manera explícita la suma de una serie geométrica.[3.17] Es
también el primer matemático en postular que una serie infinita representa una
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verdadera magnitud o suma, la cual también es el primero en postular cómo el límite
de la serie, que él llama el «terminus de la progresión» y describe en términos
bastante eudoxianos como un extremo «al que la progresión no llega, aunque
continúe hacia el infinito, pero al que puede acercarse más próximamente que por
cualquier intervalo dado» (Gregory of St. Vincent, Opus Geometricum, extractado de
Kline, pág. 437).
Año 1655: Wallis, el segundo matemático británico más grande del siglo, publica
su antes mencionada obra Arithmetica infinitorum, cuyo título es 0% casual. Este es el
primer trabajo importante sobre la aplicación de las series infinitas a la aritmetización
de la geometría, y será indispensable para la versión newtoniana del cálculo[3.18] un
par de décadas después. Entre los resultados importantes de la Arithmetica
infinitorum: las primeras definiciones generales correctas del límite de una sucesión
infinita y de la suma de una serie infinita, el uso de un producto infinito para
representar el seno y el coseno, la demostración de que = × × ×
§3b.
Tal como, por lo menos, se ha sugerido y ahora será explicado, el consenso histórico-
matemático es que el siglo XVII tardío marca el inicio de una Edad de Oro moderna en
la cual hay muchos más avances matemáticos significativos que en cualquier otra
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época de la historia mundial. Ahora las cosas empiezan a moverse realmente deprisa,
y no podemos hacer mucho más que intentar construir una especie de camino
señalizado desde los primeros trabajos sobre funciones hasta Cantor y su
«infinicopia».
Subrayemos rápidamente dos cambios a gran escala en el mundo matemático. El
primero tiene que ver con la abstracción. La mayor parte de las matemáticas desde los
griegos hasta Galileo tiene una base empírica: los conceptos matemáticos son
abstracciones directas a partir de la experiencia del mundo real. Esta es una razón por
la que la geometría (junto a Aristóteles) dominó el razonamiento matemático durante
tanto tiempo. La moderna transición del razonamiento geométrico al algebraico[3.19]
constituye un síntoma en sí mismo de un cambio mayor. Hacia 1600, entidades como
el cero, los enteros negativos y los irracionales se usan de forma rutinaria. Ahora
empiece a añadir en las décadas subsiguientes las introducciones de los números
complejos, los logaritmos neperianos, los polinomios de grado alto y los coeficientes
literales en el álgebra —y también más adelante, por supuesto, las derivadas 1.ª y 2.ª
y la integral— y está claro que desde la pre-Ilustración hasta aquí las matemáticas se
han alejado tanto de cualquier tipo de observación del mundo real que podemos decir
junto a Saussure que ahora son, como sistema de símbolos, «independientes de los
objetos designados», es decir, que ahora las matemáticas se ocupan mucho más de las
relaciones lógicas entre conceptos abstractos que de cualquier correspondencia
particular entre esos conceptos y la realidad física. La cuestión es que en el siglo XVII
las matemáticas se convierten principalmente en un sistema de abstracciones a partir
de otras abstracciones y no a partir del mundo.
Lo cual hace que el segundo gran cambio parezca paradójico: la nueva
hiperabstracción de las matemáticas resulta funcionar increíblemente bien en las
aplicaciones al mundo real. En la ciencia, la ingeniería, la física, etc. Tome, como
ejemplo obvio, el cálculo, que es exponencialmente más abstracto que cualquier tipo
de matemáticas «prácticas» anteriores (por ejemplo, ¿a partir de qué observación del
mundo real sueña uno la idea de que la velocidad de un objeto y el área bajo una
curva tienen algo que ver entre sí?), y a pesar de todo tienen un acierto sin
precedentes al representar/explicar el movimiento y la aceleración, la gravedad, los
movimientos planetarios, el calor: todo lo que la ciencia nos dice que es real del
mundo real. No es por nada que David Berlinski llamara al cálculo «el primer relato
que este mundo se contó a sí mismo al convertirse en el mundo moderno» (Berlinski,
pág. xi). Porque de lo que va el mundo moderno, lo que es, es la ciencia. Y es en el
siglo XVII cuando se consuma el matrimonio entre las matemáticas y la ciencia,
siendo la revolución científica a la vez la causa y el efecto de la «explosión
matemática» porque la ciencia —cada vez más liberada de sus encuentros
aristotélicos con la sustancia respecto a materia y potencialidad respecto a realidad—
ahora se convierte esencialmente en una actividad matemática[3.20] en la que la
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fuerza, el movimiento, la masa, y la ley-como-fórmula constituyen la nueva plantilla
para entender cómo funciona la realidad. Hacia finales del siglo XVII, las matemáticas
serias son parte de la astronomía, la mecánica, la geografía, la ingeniería civil, la
planificación urbana, la marmolería, la carpintería, la metalurgia, la química, la
hidráulica, la hidrostática, la óptica, el pulido de lentes, la estrategia militar, el diseño
de pistolas y cañones, la elaboración de vinos, la arquitectura, la música, la
construcción de barcos, la medición del tiempo, los calendarios, todo.
Y la influencia práctica actúa en ambos sentidos. Aquí está una cita definitiva de
Kline: «A la vez que la ciencia empezó a apoyarse más y más en las matemáticas
para obtener sus conclusiones físicas, las matemáticas empezaron a apoyarse más y
más en los resultados científicos para justificar sus propios procedimientos» (Kline,
pág. 395). Y, como se verá de sobras en los § 4 y 5, esta unión resulta fructífera pero
también está llena de riesgos. En pocas palabras, todo tipo de cantidades y
procedimientos antes dudosos ahora son aceptados en las matemáticas por su eficacia
práctica, lo que significa que si las matemáticas quieren mantener su rigor deductivo
tendrán que ser rigurosamente «teorizadas» y basadas en el esquema axiomático de
las matemáticas. Adivine en qué ejemplos de estos conceptos largamente
cuestionables estamos interesados aquí. Eche otro vistazo al translúcido Kline, ahora
en un capítulo de su Pensamiento matemático titulado «Las matemáticas en 1700»:
«Las cantidades infinitamente grandes, que los griegos habían evitado
estudiadamente, y las infinitamente pequeñas, que los griegos habían esquivado
hábilmente, [ahora] tenían que ser afrontadas» (Ibíd., pág. 393).
§3c.
Así pues, una vez la historia del ∞ llega a finales del siglo XVII,
ahora vamos
disparados a una velocidad irreversible hacia Cantor y sus colegas, y las matemáticas
se vuelven mucho más abstractas y técnicas. Y el «Alto Mando» ha decidido que en
puntos seleccionados deberá usted someterse a pequeños y rápidos glosarios de
emergencia (G. E.) en los cuales ciertos términos/conceptos inevitables se definen de
modo que luego puedan usarse sin tener que parar constantemente y hacer sesudas
búsquedas in medias acerca de lo que significan. Algunos serán nuevos, otros ya han
sido mencionados o pueden parecer algo obvios, pero son lo bastante importantes
para que ellos y algunos de sus subtérminos asociados se aseguren al 100%.
N. B.: El siguiente primer GLOSARIO DE EMERGENCIA puede resultar un poco seco
debido simplemente a la compresión. Y aunque era tentador designarlo como SEI para
lectores con fuerte formación matemática, el hecho es que muchas de las definiciones
están tan radicalmente reducidas y simplificadas que probablemente le valga la pena
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dedicar algo de su tiempo por lo menos a hojear este G. E. I para tener claras las
maneras específicas en las que vamos a utilizar los términos. Para los lectores que no
sepan demasiadas matemáticas superiores, por otro lado, lo que sigue es todo lo que
necesitan para continuar por lo menos durante unos cuantos § más.
— Función real. Una función cuyos dominio y recorrido son conjuntos de números
reales.
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— Intervalo. El espacio en la recta real entre dos puntos, digamos p y q, que es
equivalente al conjunto de todos los números reales entre p y q. Aquí, p y q se
llaman los extremos del intervalo. El intervalo cerrado [p, q] contiene los
extremos, el intervalo abierto (p, q) no. Observe los corchetes en el caso de los
intervalos cerrados y los paréntesis en el caso de los intervalos abiertos; así es
como se simboliza la diferencia.
que, por supuesto, solo tendrán sentido si está usted familiarizado con los límites.
— Límites. O quizá más bien límites y cotas, pues estos están relacionados pero
también son crucialmente diferentes. La distinción es probablemente más fácil de
ver respecto a las sucesiones. ¡Uy!
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básicamente el valor al que se aproxima la variable dependiente cuando la
variable independiente se aproxima a algún otro valor. Un ejemplo frecuente de
las clases de cálculo es f(x) = , donde f(x) se aproxima a 0 cuando x tiende a ∞,
— Series. Definibles como sucesiones cuyos términos están sumados los unos a los
otros, como en la serie geométrica 1 + 2 + 4 + 8 + 16 + … + 2n−1 + … La
relación íntima de las series con las sucesiones significa que comparten la
mayoría de las cualidades y predicados asociados, con una gran excepción: donde
las sucesiones tienen límites, las series tienen límites y sumas. Puede que
recuerde la infame sigma mayúscula de las matemáticas superiores, que le
permite designar la suma incluso de series con un número infinito de términos:
porque resulta que todas las series interesantes son infinitas. La suma de la serie
infinita p1 + p2 + p3 + … + pn … se escribe pn, donde los pequeños y
antipodales «∞» y «n = 1» indican los límites (en el sentido del intervalo de
posibles valores de n) de la serie.[3.28] Las series infinitas son convergentes si
convergen hacia una suma finita (véase, por ejemplo, cómo la zenoide 1 + +
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— Producto infinito. Algo así como una serie infinita excepto que los términos se
multiplican.[3.30] Muchas cosas en trigonometría, de π a las funciones seno y
coseno, pueden representarse como productos infinitos, dependiendo de cómo se
traten los desarrollos.
— Series de Fourier, que son algo así como la suma de dos series de potencias; se
estudian en matemáticas superiores[3.32] y pueden constituir verdaderos
quebraderos de cabeza, pero son vitales para el contexto de la matemática
transfinita y merecen por lo menos una explicación general. Para nuestros
propósitos, las series de Fourier se pueden ver como desarrollos de funciones
periódicas, respecto a las cuales todo lo que necesita saber es que son maneras de
representar varios tipos de ondas, por lo que a veces también se llaman funciones
de onda. Las funciones de onda fundamentales son las trigonométricas sen x y
cos x, y la serie de Fourier elemental es el desarrollo de una función periódica f(x)
como —prepárese— an cos (nx) + bn sen (nx),[3.33] donde a y b son lo
que se conoce como coeficientes de Fourier, los cuales son tan peliagudos
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conceptualmente que nuestro plan es evitarlos casi a cualquier precio.
— Cuadratura. Este es el término del siglo XVII para cierto tipo de problema que
condujo al cálculo integral. Técnicamente, se refiere a construir un cuadrado cuya
área = el área delimitada por una curva cerrada. Una versión moderna temprana
del viejo problema de la cuadratura del círculo, en otras palabras. Nos
preocupamos de definir la «cuadratura» porque se usa más adelante en ciertos
contextos históricos donde sería erróneo decir «integración» en su lugar, porque
la integración, estrictamente hablando, no existía todavía.
— Derivada (n.). El McGuffin del cálculo diferencial. Es una expresión del ritmo de
variación de una función respecto a su variable independiente.[3.34] Como puede
traer recuerdos de las clases de matemáticas, añadamos que la derivada de una
función f(x) en cierto punto p puede entenderse como la pendiente de la tangente
a la curva dada por y = f(x) en p, aunque esto no nos va a resultar demasiado útil.
Una curiosidad importante como propina: el proceso de hallar la derivada de una
función dada se llama diferenciación.
— Integral (n.). Esta es la inversa de la derivada, es decir, la función que tiene una
derivada dada, esto es, la función de la que se deriva la derivada, es decir, si f(x)
es la derivada de g(x), entonces g(x) es la integral de f(x). Encontraremos mucho
más sobre esto, en un contexto moderno, en §4. (N. B. El proceso de hallar la
integral de una función dada se llama integración, que es lo que los matemáticos
hacen a menudo cuando están atascados en un problema y no saben cómo
continuar. De ahí el eslogan que puede verse en las habitaciones de muchos
estudiantes universitarios: NO TE SIENTES A ESPERAR: INTEGRA).
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parecido, trigonometría → análisis cuando, por ejemplo, las funciones seno y
coseno se desarrollan en sus respectivas series de potencias.
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Por diversas razones este es el lugar adecuado para hablar de él, aunque para hacerlo
tendremos que entrar brevemente en el siglo XIX y luego saltar de nuevo hacia atrás
en el próximo §. En términos de aritmetización, el padre Bolzano es el menos
conocido de un cuarteto de matemáticos que fueron pioneros de lo que se acabó
conociendo como «análisis riguroso» a principios del siglo XIX, siendo los otros tres
Augustin-Louis Cauchy, Niels Abel, y Peter Gustav Lojeune Dirichlet. Cauchy tiende
a recibir mayor reconocimiento gracias, principalmente, a su Cours d’Analyse (1821),
que durante ciento cincuenta años fue el libro de texto estándar de matemáticas
superiores en Europa. A grandes rasgos, el proyecto de Cauchy implica intentar
rescatar el cálculo de sus dificultades metafísicas[3.36] definiendo los infinitesimales
rigurosamente en términos de límites, pero buena parte del análisis de Cauchy todavía
está ligado a la geometría de modos que acaban causando problemas. Es en realidad
Bolzano, en su obra de 1817 Rein analytischer Beweis des Lehrsatzes…,[3.37] quien
da la primera demostración puramente aritmética de un teorema que involucra
funciones continuas.[3.38] En este mismo libro proporciona lo que ahora se considera
la definición matemática correcta de la continuidad: f(x) es continua en el intervalo A
si en cualquier punto a de A la diferencia f(a + δ) − f(a) puede hacerse tan pequeña
como se quiera haciendo que δ sea arbitrariamente pequeña. En realidad, Bolzano
representa otra clara manifestación de los caprichos de la fama matemática. Algo de
esto resultará aquí descontextualizado y ante rem, pero para su información, por
ejemplo, su método para determinar si una serie es continua todavía se usa hoy, y se
atribuye a Cauchy. O que Bolzano fue el primer matemático en obtener una función
que es continua pero no diferenciable (es decir, sin derivada), un resultado que
derribó la suposición del cálculo temprano de que la continuidad y la diferenciación
iban de la mano, y fue completamente ignorado. La construcción por Karl
Weierstrass de una función similar, treinta años más tarde, fue celebrada como su
«descubrimiento».[3.39]
Todo esto acabará siendo más importante de lo que parece ahora mismo, en
particular la idea de la continuidad como una propiedad aritmética. Pero es el trabajo
posterior de Bolzano sobre cantidades infinitas[3.40] lo que resulta pertinente aquí,
aunque solo sea porque es la conexión histórica más importante entre las Dos nuevas
ciencias de Galileo y el trabajo de Dedekind/Cantor. Por lo menos, Bolzano, que era
una especie de hereje, tanto matemática como religiosamente (por ejemplo, fue
finalmente expulsado de la Universidad de Praga por sus sermones contra la guerra),
es el primer matemático desde Galileo en tratar de manera explícita la distinción entre
los infinitos real y potencial de Aristóteles. Como las DNC, la obra de Bolzano Las
paradojas del infinito es profundamente anti-aristotélica, aunque también hay
diferencias importantes: los argumentos de Bolzano son mucho más matemáticos que
los de Galileo, y también su motivación. Para mencionar otra vez algunas cosas que
después se desarrollarán con más detalle, lo que impulsa las P. del I. tiene que ver
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con ciertas dificultades metafísicas relacionadas con el despliegue de cantidades e
incrementos de tipo ∞ en el cálculo. Prácticamente, todos los matemáticos
poscálculo habían intentado esquivar u ofuscar esas dificultades invocando
vagamente a Aristóteles y suponiendo que todos los ∞ que estaban manejando eran
solo potenciales o «incompletos» (esta era la idea básica tras los límites cauchianos).
Que Bolzano intentara abrir grandes hendiduras en dicha suposición es una razón por
la que su trabajo recibió tan poca atención. También por ello, el profesor Cantor, que
tiende a ser uniformemente vitriólico hacia la mayor parte de los tratamientos
históricos del ∞, a menudo destaca a Bolzano con especial aprovación.[3.41]
P. del I. es la consecuencia de los intereses combinados de Bolzano por las
funciones, las colecciones infinitas y la recta real. Resulta que a este libro solo le
faltan algunos conceptos para inventar la teoría de conjuntos moderna: «moderna» en
el sentido de ser capaz de tratar conjuntos infinitos.[3.42] Una de las importantes
maneras en que anticipa el trabajo de Cantor es que expresa abiertamente algo que
solo estaba implícito en la paradoja de Galileo, es decir, la idea de la correspondencia
uno a uno como un modo de establecer la equivalencia de dos conjuntos. El enfoque
de Bolzano respecto a la paradoja de Galileo es puramente abstracto, y cantoriano.
Consiste en tomar algo que Galileo había atribuido a las limitaciones de la mente
humana y considerarlo como una propiedad intrínseca de los conjuntos infinitos; o
sea, el hecho de que un subconjunto de un conjunto infinito puede tener tantos
elementos como el conjunto mismo. Como vamos a ver, tras Georg Cantor (cuyo
propio trabajo fue controvertido pero para nada ignorado), los matemáticos
entendieron que esa propiedad era, de hecho, la característica distintiva de los
conjuntos infinitos, y la definición matemática formal de conjunto infinito se basa
ahora en esta extraña equivalencia.
Observe también que la versión de Galileo de la equivalencia implicaba solo los
grandes ∞ de todos los enteros y todos los cuadrados perfectos. Es Bolzano quien
formula por primera vez la equivalencia entre los densos, zenoicos pequeños ∞ de la
recta real. Lo hace en P. del I. examinando el conjunto de todos los números reales
entre 0 y 1, es decir, el conjunto de todos los puntos en el intervalo cerrado [0, 1] de
la recta real. Bolzano considera la función elemental[3.43] y = 2x y observa que si los
valores de x de su dominio son todos los puntos de [0, 1], la función asignará a cada x
un único valor de y en el intervalo cerrado más largo [0, 2]. De modo que 0,26
corresponderá a 0,52; 0,74, a 1,48; 0,624134021…, a 1,248268042…, y así
sucesivamente. En otras palabras, una perfecta correspondencia uno a uno: hay
exactamente tantos puntos de la recta real en [0, 1] como los hay en [0, 2]. Y (como
ahora parece obvio, pero Bolzano fue el primero en señalar) simplemente cambiando
el coeficiente de x en la función por cualquier otro entero —y = 5x, y = 6,517x—
puede usted demostrar que hay exactamente tantos números reales entre 0 y 1 como
entre 0 y cualquier otro número finito en el que pueda pensar.*
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*INTERPOLACIÓN DE TIPO SEI
Tome cualquier punto de la recta real y trace una recta L desde este punto hasta el
centro de C, es decir, hasta el punto medio del diámetro. Sea cual sea el punto de
intersección con la semicircunferencia inferior, trace una recta vertical desde dicho
punto hasta que corte al diámetro [0, 1], de nuevo como se indica:
Así, cualquier punto de la recta real puede, mediante una L1, L2, L3, …, Ln, ser
puesto en correspondencia uno a uno con un punto de [0, 1]. Q .E. D.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN
Premoniciones técnicas aparte, Las paradojas del infinito es también notable por
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sus intenciones metafísicas. En esto, también, se parece a las DNC y a parte del
trabajo posterior de Cantor. La postura básica de Bolzano es desautorizar la cadena
aristo-escolástica del ser. Cree que el universo creado es a la vez infinito en extensión
e infinitamente divisible. La «Eternidad» es simplemente un ∞ temporal. Como la
mayoría de los matemáticos religiosos desde Pitágoras hasta Gödel,[3.46] Bolzano cree
que las matemáticas son el lenguaje de Dios y que se pueden obtener y demostrar
matemáticamente profundas verdades metafísicas. Lo que le falta, en términos de
ampliar sus inspiraciones sobre tamaños ∞, densidades y equivalencias a verdaderos
teoremas, son los conceptos de teoría de conjuntos acerca de la cardinalidad,
ordinalidad y potencia tal como se aplican a colecciones de puntos.[3.47] Puede
establecer y demostrar la extraña equivalencia de conjuntos/subconjuntos infinitos, y
puede vislumbrar que su relación no es contradictoria, sino paradigmática. Pero no
tiene manera de convertir sus demostraciones en una auténtica teoría de los conjuntos
infinitos y sus relaciones, comportamientos, etc. La principal razón de ello —por
extraño que pueda parecer ahora— es que en la era de Bolzano todavía no hay
ninguna teoría coherente del sistema de los números reales, ninguna definición
rigurosa de número irracional.
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4
§4a.
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había algunas más. Ahora sabemos que todos estos problemas están estrechamente
relacionados: todos son aspectos del cálculo. Pero los matemáticos que trabajaban en
ellos en el siglo XVII no lo sabían, y Newton y Leibniz sí merecen un enorme
reconocimiento por ver y conceptualizar las relaciones entre, por ejemplo, la
velocidad instantánea de un punto y el área delimitada por la curva que describe su
movimiento, o la tasa de variación de una función y el área dada por una función
cuya tasa de variación conocemos. Fueron Newton y Leibniz los primeros en ver el
bosque —o sea, el teorema fundamental de que la diferenciación y la integración son
inversas mutuas— y fueron capaces de obtener un método general que funcionaba
con todos los problemas de los tipos mencionados. Sobre el propio misterio de la
continuidad. Aunque no sin tener que dar rodeos para evitar algunas horribles grietas
en este bosque, y ciertamente no sin todo tipo de árboles preliminares en forma de
resultados y descubrimientos de otras personas. Además de los ya mencionados en la
cronología, están, por ejemplo: 1629 - Pierre de Fermat y su método para hallar los
valores máximo y mínimo de una curva polinómica; hacia 1635 - Gilles Personne de
Roberval y su descubrimiento de que la tangente a una curva se podía expresar como
una función de la velocidad de un punto móvil cuya trayectoria da la curva;[4.4] 1635
- Francesco Bonaventura Cavalieri y su método de los indivisibles para calcular áreas
bajo curvas; 1644 - Isaac Barrow y su método de las tangentes geométrico.
Además, hacia 1668, hay un párrafo muy premonitorio en el prefacio a la obra de
James Gregory Geometriae Pars Universalis cuyo punto destacado es que la división
realmente importante de las matemáticas no es en geométricas y aritméticas, sino en
universales y particulares. Motivo por el que es premonitorio: varios matemáticos
desde Eudoxo hasta Fermat habían inventado y puesto en práctica métodos propios
del cálculo, pero siempre geométricamente y siempre en relación con problemas
específicos. Son Newton y Leibniz quienes combinan los diversos métodos de las
latitudes y los indivisibles y demás en una única técnica aritmética cuya amplitud y
generalidad (es decir, su abstracción) son su gran fuerza.[4.5] Pero sus formaciones y
enfoques son diferentes. Newton llega al cálculo a través del método de las tangentes
de Barrow, el teorema del binomio y el trabajo de Wallis sobre series infinitas. La
ruta de Leibniz incluye funciones, pautas numéricas llamadas «sucesiones de sumas y
sucesiones de diferencias», y una distintiva metafísica[4.6] según la cual una curva
podía ser tratada como una sucesión ordenada de puntos separados por una distancia
literalmente infinitesimal. (En pocas palabras, para Leibniz las curvas son generadas
por ecuaciones, mientras que las cantidades que varían a lo largo de una curva son
dadas por funciones; seguramente hemos mencionado que tiene derechos de autor
sobre el término «función»).
No vamos a entrar demasiado en el asunto de Newton contra Leibniz, pero las
diferencias metafísicas en su manera de contemplar las cantidades infinitesimales son
muy relevantes.[4.7] Newton, en el fondo un físico que pensaba en términos de
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velocidad y tasa de variación, usó incrementos infinitamente pequeños en los valores
de sus variables como herramientas desechables al llegar a la derivada de una
función. La derivada de Newton era básicamente un límite de tipo eudoxiano de las
razones de dichos incrementos cuando se volvían arbitrariamente pequeños. Leibniz,
un abogado/diplomático/cortesano/filósofo para quien las matemáticas eran una
especie de pasatiempo colateral,[4.8] tenía una ya mencionada metafísica
idiosincrática que involucraba ciertos extraños, fundamentales, infinitamente
pequeños constituyentes de toda la realidad,[4.9] y se puede decir que construyó su
cálculo alrededor de las relaciones entre ellos. Esas diferencias tenían implicaciones
metodológicas, obviamente, con Newton viéndolo todo en términos de tasas de
cambio y el teorema del binomio, y, por lo tanto, tendiendo a representar las
funciones[4.10] como series infinitas, y Leibniz prefiriendo lo que se conoce como
«formas cerradas», evitando las series y usando sumas y funciones tal cual,
incluyendo funciones trascendentes cuando las algebraicas no daban resultado.
Algunas de esas diferencias eran solo de gusto: por ejemplo, los dos usaron
notaciones y vocabularios totalmente diferentes, aunque Leibniz era mejor y en
términos generales ganó.[4.11] Para nosotros, lo importante es que las versiones del
cálculo de ambos hombres causaron serios problemas a las matemáticas como
disciplina deductiva, lógicamente rigurosa, y fueron vigorosamente atacadas al
mismo tiempo que hacían posible todo tipo de resultados increíbles en las
matemáticas y la ciencia. La causa de la debilidad en los fundamentos debería ser
fácil de ver, tanto si el problema es metodológico (en el caso de Newton) como
metafísico (caso de Leibniz). Como se ha mencionado en §2b y probablemente en
alguna otra parte (y es de todos modos bien conocido), el problema concierne a los
infinitesimales, que una vez más a finales del siglo XVII obligan a todos a intentar
tratar con las matemáticas del ∞.
La mejor manera de hablar de esos problemas es resumir de qué modo funciona el
cálculo temprano. Vamos a hacer una deducción no muy estándar de tipo cuadratura
que consigue ilustrar varios aspectos de la técnica de una sola vez, de manera que no
tenga usted que aburrirse con un montón de casos distintos. También vamos a
mezclar en cierto modo los diferentes métodos y terminologías de Newton y Leibniz,
pues la finalidad aquí no es la exactitud histórica, sino la claridad en la ilustración.
Por la misma razón, vamos a evitar los casos de cómo-hallar-la-tangente y cómo-
llegar-de-la-velocidad-media-a-la-velocidad-instantánea que usan la mayoría de los
libros de texto.[4.12]
Primero, tome como referencia la que vamos a llamar Figura 4a, la cual, por
favor, observe que ni siquiera está remotamente a escala, pero tiene la ventaja de
hacer que las cosas resulten fáciles de ver. Por la misma razón, la «curva» relevante
en la Figura 4a es una recta, el tipo más simple de curva, respecto a la cual los
cálculos no son nada complejos.[4.13] La curva de la Figura 4a puede contemplarse, o
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bien como un conjunto de puntos dado por una función continua en un intervalo
cerrado, o bien como la trayectoria de un punto en movimiento en el espacio 2D. Para
este último caso, el newtoniano (que parece ser el preferido en la mayoría de las
clases de matemáticas superiores), observe que aquí el eje vertical indica la posición
y el eje horizontal es el tiempo (por una larga historia y buenas razones, podrían estar
intercambia dos, o no estarlo, respecto a los ejes de las gráficas de movimiento que
usted debió de ver en la escuela). Por lo tanto:
En primer lugar, pongamos que A, el área bajo la curva, es igual a x2. (Esto puede
parecer extraño porque la curva de la Figura es una línea recta, así que parece como si
A en realidad debiera ser , pero para la mayoría de las curvas dibujadas
exactamente a escala x2 funcionará; o sea, que aquí sígame la corriente y suponga que
y es exactamente igual a x). Esto significa que formalmente suponemos lo siguiente:
(4) tz = 2xt + t2. Ahora mire atentamente. Tomamos (4) y dividimos por t
obteniendo:
(5) z = 2x + t. Mire de nuevo: al estar t definida como infinitesimalmente pequeña,
2x + t es equivalente, en términos finitos, a 2x, de modo que la ecuación
relevante se convierte en:
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(6) z = 2x. Y punto final. En un momento veremos qué demuestra esto (Lavine,
págs. 16-17).
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estudió usted un primer curso de cálculo es probable que aprendiera, mediante
gráficos de velocidad-y-aceleración, a tomar el límite de Δx, o que ,
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§4b.
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es la unidad de tiempo más pequeña imaginable, y no tiene duración, del mismo
modo en que un punto geométrico no tiene dimensión. Y si en todos y cada uno de
los instantes la flecha está en reposo, entonces la flecha no se mueve jamás. De
hecho, nada se mueve en ningún caso, realmente, pues en cualquier instante dado
todo está en reposo.
Hay por lo menos una premisa implícita en el argumento de Zenón, que puede
ponerse en evidencia mediante un esquema:
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cálculo clásico, de la flecha de Zenón puede resultar trivial en el mismo sentido en
que « » es trivial respecto a la dicotomía. Es decir, la flecha es realmente una
paradoja metafísica, y es precisamente una explicación metafísica de los
infinitesimales lo que el cálculo no tiene. Sin tal explicación, todo lo que podemos
hacer es aplicar a la flecha alguna fórmula de aspecto excitante que dependerá de los
mismos infinitesimales misteriosos y de aspecto paradójico que Zenón usa desde el
principio. Además, aún quedará la inquietante cuestión de cómo llega realmente una
flecha a la diana tras un intervalo que contiene una infinidad de instantes de
tamaño .[4.30]
El problema es que, siendo la flecha metafísica, también es extremadamente sutil
y abstracta. Considere por ejemplo otra premisa encubierta, o quizás un tipo de
subpremisa que está implícita en la parte (1) del argumento de Zenón: ¿es realmente
verdad que algo tiene que estar o bien en movimiento o bien en reposo? Al principio
parece ciertamente verdadero, suponiendo que tomemos «en reposo» como sinónimo
de «no moviéndose». Recuerde la LTE, después de todo. Es seguro que, en cualquier
instante dado t, algo o bien se está moviendo o bien no se está moviendo, en el
sentido de que en el instante t tiene o bien una velocidad > 0 o una velocidad = 0.
Que en realidad esta disyuntiva no es válida —que aquí la LTE no se puede aplicar
realmente— puede verse examinando la diferencia entre el número 0 y la palabra
abstracta «nada». Es una diferencia sutil, pero importante. La incapacidad de los
griegos para verla fue probablemente lo que les impidió ser capaces de usar el 0 en
sus matemáticas, lo cual fue un gran inconveniente. Pero 0 o nada es una de esas
distinciones abstractas de las que es casi imposible hablar directamente: más bien
tiene que hacerse mediante ejemplos. Imagine una clase de matemáticas, y que en esa
clase hay un examen diabólicamente difícil que se puntúa sobre 100, e imagine que ni
usted ni yo obtenemos ni un solo punto. Pero hay una diferencia: usted no está en la
clase y ni siquiera hizo el examen, mientras que yo sí estoy, y lo hice. El hecho de
que usted obtuviera o puntos de ese examen es, pues, irrelevante —su 0 significa
Información No Disponible, nada—, mientras que mi 0 es un cero de verdad. O, si no
le gusta esta, imagine que usted y yo somos, respectivamente, mujer y hombre,
ambos sanos y con una edad de entre veinte y cuarenta años, y que ambos estamos en
la consulta de un médico, y que ninguno de los dos ha tenido la regla en las últimas
diez semanas, en cuyo caso mi número total de reglas no es nada, mientras que el
suyo es 0, y, por lo tanto, significativo. Fin de los ejemplos.
Así que simplemente no es verdad que algo siempre tenga que ser o bien 0 o bien
no-0: también podría ser nada, Información No Disponible.[4.31] En cuyo caso hay
una respuesta no trivial a la premisa de Zenón (1), a saber: el hecho de que la flecha
no se esté moviendo en t no significa que su v en t sea o, sino más bien que su v en t
no es nada. Que esta imprecisión en la premisa (1) no se capte enseguida se debe en
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parte a la cuestión del 0 o nada y en parte a la vertiginosa abstracción, de Cuarto
Nivel, de palabras como «desplazamiento» y «movimiento». El término
«movimiento», por ejemplo, es especialmente engañoso porque no parece para nada
abstracto: parece denotar llanamente algo o algún proceso, mientras que, si piensa
usted en ello,[4.32] incluso el tipo más simple de movimiento es en realidad una
complicada relación entre (a) un objeto, (b) más de un lugar, y (c) más de un instante.
Punto a destacar: la falacia de la flecha está en la suposición que Zenón hace de que
la pregunta «¿Está o no está en movimiento la flecha en el instante t?» es más
coherente que «¿Qué nota obtuvo usted en ese curso que no hizo?» o «Un punto
geométrico, ¿es curvo o recto?». La respuesta correcta a las tres es: Información No
Disponible.[4.33]
Admitámoslo, esta respuesta al problema de la flecha es, estrictamente hablando,
más filosófica que matemática. Del mismo modo que una solución como la dada por
el cálculo clásico será filosófica, también, en el sentido de que tiene que hacer
afirmaciones metafísicas sobre los infinitesimales. La manera que tiene el análisis
moderno de tratar esta P. Z. es muy diferente, y puramente técnica. Si alguna vez
estudió el problema de la flecha en las matemáticas de bachillerato, probablemente
aprendió que la premisa engañosa de Zenón es (1), pero no oyó nada[4.34] sobre los
instantes como infinitesimales. Esto (de nuevo) es porque el análisis ha hallado el
modo de esquivar tanto los infinitesimales como el problema del o-como-divisor en
sus representaciones de la continuidad. Así, en una clase moderna de matemáticas, la
premisa (i) es declarada falsa porque la v-en-el-instante-t de la flecha se puede
calcular como «el límite de v medias respecto a una sucesión de intervalos anidados
que convergen a 0 y siempre contienen t», o algo muy parecido. Para su información,
el lenguaje de esta solución[4.35] es weierstrassiano: es su refinado concepto de
límite[4.36] lo que permitirá que el cálculo trate con los problemas, relacionados entre
sí, de los infinitesimales y la divisibilidad infinita al estilo de Zenón.
Las relaciones específicas entre estos problemas son intrincadas y abstractas, pero
para nosotros son totalmente oportunas. Por muy extraños o corrosivos para los
fundamentos que sean los infinitesimales, resulta que su descalificación
matemática/metafísica también da lugar a algunas pequeñas y perversas grietas.
Ejemplo: sin los infinitesimales, aparentemente no tiene sentido hablar del «siguiente
instante» o de la «fracción de segundo inmediatamente posterior», pues dos instantes
no pueden ser sucesivos. Explicación: sin infinitesimales, admitiendo cualesquiera
dos instantes supuestamente sucesivos t, y t2, hay solo dos opciones: o bien no hay
ningún (o sea, 0) intervalo de tiempo entre t1 y t2, o hay algún intervalo de tiempo > 0
entre ellos. Si el intervalo es 0, entonces t1 y t2 son claramente no sucesivos, porque
entonces son exactamente el mismo instante. Pero si hay algún intervalo de tiempo
entre ellos, entonces siempre hay otros instantes, a intervalos más pequeños, entre t1 y
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t2, porque cualquier intervalo de tiempo finito siempre se puede subdividir más y
más, igual que las distancias en la recta numérica.[4.37] Es decir, que nunca va a haber
un t2 inmediatamente después de t1. De hecho, mientras los infinitesimales sean non
grata, siempre tiene que haber un número infinito de instantes entre t1 y t2. Esto es así
porque si solo hubiera un número finito de tales casos intermedios, entonces uno de
ellos, tx, sería por definición el primero, lo cual implicaría que tx es el instante más
próximo a t1,es decir, que tx es el instante inmediatamente posterior a t1, lo cual ya
hemos visto que es imposible (porque, claro, ¿qué pasa con el instante ?).
Si ahora está usted notando cierto parecido familiar entre estos problemas de
instantes no sucesivos, las paradojas de Zenón, y algunos de los rompecabezas de la
recta real descritos en §2c y e, sepa que no es ninguna coincidencia. Todos son
aspectos del gran enigma de la continuidad en matemáticas, el cual es que los entes
relacionados con el aparentemente no pueden manejarse ni eliminarse. En ningún
caso resulta esto más evidente que en el de los . Están llenos de paradojas y es
imposible definirlos, pero si se destierran de las matemáticas al final hay que postular
que cualquier intervalo tiene una densidad infinita,[4.38] por lo cual la idea de sucesión
no tiene sentido y ninguna ordenación de los puntos del intervalo puede completarse
jamás, pues entre dos puntos cualesquiera habrá no solo algunos puntos más, sino
toda una infinidad de ellos.
Conclusión general: por muy bueno que sea el cálculo para cuantificar el
movimiento y el cambio, no puede hacer nada para resolver las verdaderas paradojas
de la continuidad. En cualquier caso, no sin una teoría coherente del ∞.
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5
§5a.
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de inferencia. Todo esto se ha analizado ya, así como las conexiones entre
fundamentos y rigor, además de la parte del glosario de emergencia en §3c acerca del
análisis y su (eventual) intento de inyectar más rigor en el cálculo.
Conclusión: no es suficiente que las teorías matemáticas funcionen. También se
supone que deben estar rigurosamente definidas y demostradas de un modo que se
ajuste al gran estándar deductivo griego. Pero esto no es lo que ocurrió durante la
mayor parte del siglo XVIII. Fue más bien como una burbuja financiera. Y durante un
tiempo pareció estupenda. La «fusión virtual» por la que los descubrimientos
matemáticos hicieron posible avances científicos que a su vez motivaron más
descubrimientos matemáticos[5.3] dio lugar a una situación parecida a la de un
árbol[5.4] de espectaculares ramas y abundantes hojas pero sin auténticas raíces.
Todavía no existían definiciones rigurosas y fundamentadas de la diferencial, la
derivada, la integral, el límite, o las series convergentes/divergentes. Ni siquiera de la
función. Había constantes controversias, y, sin embargo, al mismo tiempo parecía que
no le importaba a nadie.[5.5] El hecho de que los infinitesimales del cálculo (y/o ahora
los límites de tipo ∞ hacia los que las cantidades podían «tender» sin llegar nunca
realmente) funcionaran tan bien sin ninguna fundamentación coherente, de algún
modo infectó todo el espíritu del análisis. Sin que nadie lo dijera de forma explícita,
las matemáticas empezaron a operar inductivamente.
Fue en los terrenos de las funciones, las ecuaciones diferenciales y las series
trigonométricas donde surgieron muchos de los avances más significativos del
siglo XVIII y muchas de sus más abominables confusiones. En relación con nuestro
relato, va a ser importante examinar algunos de los problemas matemáticos y
científicos específicos en los que se usaron dichos conceptos. Esto a su vez requerirá
otro glosario de emergencia relevante (aunque algo más duro)[5.6], al cual está usted
de nuevo invitado a dedicar exactamente el tiempo o la atención que sus
conocimientos o su interés merezcan (pero que probablemente debería por lo menos
hojear y dejar a punto para consultas posteriores si las dificultades in situ lo
requieren), etc.
GLOSARIO DE EMERGENCIA II
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cuyo caso dy se puede definir mediante dy = f'(x)dx, donde f'(x) es la derivada de
f(x). (¿Le parece que tiene sentido? Si f'(x) = , entonces dy es bastante
claramente f'(x)dx).
Una manera fácil de aclarar ambos términos es recordar que una derivada es
literalmente el cociente de dos diferenciales, que es como muchos leibnizianos
definían en realidad la derivada para empezar.
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se introducen ciertas funciones y de la que salen otras funciones. Entonces, la
solución de una ecuación diferencial concreta es siempre alguna función,
específicamente una que se puede poner en el lugar de la variable dependiente de
la E. D. para dar lugar a lo que se conoce como una «identidad», que es
básicamente una tautología matemática.
Puede que esto no haya sido de mucha ayuda. En términos más concretos,[5.11]
una simple ecuación diferencial como = 3x2 − 1 tiene como solución aquella
función cuya derivada es 3x2 − 1. Esto significa que ahora se necesita la
integración, es decir, hallar por lo menos una función equivalente a ∫(3x2 − 1)dx.
Si recuerda algo de las matemáticas de primero de carrera, probablemente verá
que ∫(3x2 − 1) dx equivale a f(x) = x3 − x + C (donde C es la infame constante de
integración),[5.12] ecuación que es lo mismo que y = x3 − x + C, que al fin resulta
ser la solución general de la ecuación diferencial = 3x2 − 1. Las soluciones
particulares de dicha E. D. serán aquellas funciones en las que C toma algún valor
específico, como, por ejemplo, y = x3 − x + 2 (semisemiextractado a partir de
Berlinski, págs. 230-231).
(b) Gráficamente, a causa de C y la cuestión de lo particular/general, las
ecuaciones diferenciales tienden a dar «familias de curvas» como soluciones. Los
desarrollos de las ecuaciones, por otro lado, normalmente dan secuencias de
funciones, y sepa que el cambio en el análisis de las sucesiones/series de
cantidades a las sucesiones/series de funciones acaba resultando crucial para la
historia del ∞. Desde el punto de vista histórico, este cambio caracteriza la
transición de las matemáticas desde el análisis del siglo XVIII al estilo de Euler al
de principios y mediados del siglo XIX más al estilo de Cauchy. Como se
mencionó brevemente en §3, al barón Agustin-Louis Cauchy se le atribuye el
primer intento real de dar rigor al análisis. Propuso un concepto de límite más
sofisticado, basado en la convergencia, y fue capaz de definir la continuidad, los
infinitesimales, e incluso del ∞ en términos de dicho concepto.[5.13]
También fue Cauchy el primero que trabajó seriamente en las series de funciones,
en las cuales los problemas realmente cruciales también involucran la
convergencia.
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sucesiones/series de funciones que en el caso de las sucesiones/series de
cantidades. Por ejemplo, una serie convergente de funciones tiende hacia una
cierta función… o más bien es más preciso decir que la suma de una serie
convergente de funciones siempre convergerá a una función.[5.14] (2) Hay un
montón de conexiones entre los conceptos de continuidad para funciones y de
convergencia para series de funciones. Afortunadamente, solo unas pocas de ellas
nos importan, pero en conjunto dichas conexiones llegan hasta el mismo agitado
corazón del análisis del siglo XIX, y algunas cosas se hacen extremadamente
complicadas. Un ejemplo es un famoso error que cometió Cauchy, que se
presenta aquí solo como una indicación de lo estrechamente ligadas que están la
continuidad y la convergencia respecto a las funciones. Cauchy sostenía que si la
suma de una sucesión de funciones continuas c0, c1, c2, … converge en todas
partes de un cierto intervalo hacia una función C, entonces la propia función C es
continua en ese intervalo. Por qué eso era importante, y erróneo, quedará claro,
con un poco de suerte, en un par de §.
Como no podemos hacer sumas parciales con las series de funciones, resulta
importante pensar en comprobaciones generales de la convergencia de dichas
series/sucesiones. Una comprobación general pionera llamada condición de
convergencia de Cauchy (o «3C») de la década de 1820 sostiene que una
secuencia infinita a0, a1, a2, …, an, … converge (es decir, tiene límite) si y solo si
el valor absoluto de (an+r − an) es inferior a cualquier cantidad especificada para
todo valor de r, suponiendo que n sea suficientemente grande.[5.15]
Un hecho final respecto a las funciones y la convergencia (que probablemente se
tendría que haber incluido en la anterior interpolación): para demostrar que una
función F es representable (= desarrollable) como una serie infinita, debe ser
posible verificar que la serie converge en todos los puntos hacia F. Lo cual,
obviamente, no puede hacerse sumando un número infinito de términos: se
necesita una demostración abstracta. Esto también será importante cuando
lleguemos a los primeros trabajos de Cantor sobre análisis.
(c) Una de las razones por las que las ecuaciones diferenciales son tan difíciles
para los estudiantes es que existen muchos tipos y subtipos distintos,
especificados por toda clase de nomenclatura sofisticada: «orden», «grado»,
«separabilidad», «homogeneidad», «linealidad», «factor de crecimiento», «factor
de decrecimiento», etc. Para nosotros, la distinción más importante es entre una
ecuación diferencial ordinaria y una ecuación diferencial parcial. Una E. D.
parcial involucra más de una variable independiente, y, por lo tanto, derivadas
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parciales (de aquí el nombre), mientras que una E. D. ordinaria no contiene
derivadas parciales. Como la mayoría de los fenómenos físicos son lo bastante
complicados para requerir funciones multivariable y derivadas parciales, no es
sorprendente que las ecuaciones diferenciales verdaderamente útiles y
significativas sean las parciales. Un par más de términos sobre E. D. que debe
conocer son condiciones de frontera y condiciones iniciales, los cuales tienen que
ver con especificar valores permitidos de la función y/o cualesquiera constantes
que intervengan en la ecuación. Esos términos son pertinentes porque hay
importantes conexiones entre dichas condiciones y la especificación de ciertos
intervalos de la recta real en los cuales una función puede adquirir valores, lo cual
después resultará crítico para el análisis weierstrassiano de mediados del siglo XIX
del que hablaremos en §5e.
— Convergencia uniforme & secretos asociados (a-e). Estos términos incluyen las
definiciones del G. E. I de intervalo y función continua así como el material sobre
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la convergencia de series y funciones según Cauchy en el apartado anterior
Ecuaciones diferenciales (b). Además de ser necesaria para entender ciertos
resultados precantorianos importantes en posteriores §, esta definición le dará
alguna idea de la abstracción realmente vertiginosa del análisis del siglo XIX.
(a) Definición central: una serie de funciones continuas de x en un intervalo (p, q)
es uniformemente convergente si converge para cada valor de x entre p y q.
También hay detalles que podemos omitir sobre la pequeñez arbitraria de los
«residuos»[5.20] de las series. Lo crucial es que la suma de una serie
uniformemente convergente será también una función continua de x en el
intervalo (p, q).
(b) Así como no todas las series son convergentes, no todas las series
convergentes son uniformemente convergentes. Ni todas las series convergentes
son monótonas, lo cual esencialmente significa que cambian siempre en el mismo
sentido. Ejemplo de serie monótona decreciente: la dicotómica + + + +
…[5.21]
(c) Algo que tiene relación con la convergencia de las series en un intervalo dado
(p, q) es el asunto de si una función f(x) es seccionalmente continua en un
intervalo dado (p, q), lo que ocurre cuando (p, q) se puede dividir en un número
finito de subintervalos, siendo f(x) continua en cada subintervalo y teniendo un
límite finito en cada extremo inferior (= p) y superior (= q). (Observe aquí que
«seccional» también puede modificar/especificar la monotonía,[5.22] es decir, que
algunas series son seccionalmente monótonas, un pequeño recordatorio que
necesitará tener a mano en algún punto de §5d).
(d) Por razones complicadas, si una función es seccionalmente continua, tendrá
solo un número finito de discontinuidades en su intervalo (p, q) relevante. He
aquí un término fácil de entender: una discontinuidad es simplemente un
punto[5.23] en el cual la función f(x) no es continua. Ejemplo: la semifourieriana
tendrá claramente discontinuidades en los valores de x que
hagan cos(x − α) igual a 1. Hay muchas subespecies diferentes de
discontinuidades, hecho que en su mayor parte vamos a pasar por alto.
Gráficamente, una discontinuidad es un punto en el cual una curva no es suave, es
decir, donde salta, o cae bruscamente, o incluso tiene un agujero. Véase también
un poco de sutileza semántica: como la palabra discontinuidad también puede
referirse, con abstracción de 2.º nivel, a la condición general de que algo sea no
continuo, el término punto excepcional se usa a veces para referirse a un punto
específico en el cual hay una discontinuidad. Aquí el meollo de la cuestión es que
el análisis tiende a usar «discontinuidad» y «punto excepcional» de modo
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intercambiable.
(e) Finalmente: un término engañosamente parecido a «convergencia uniforme»
es convergencia absoluta, que matemáticamente es algo totalmente diferente. Una
serie convergente infinita S puede tener términos negativos (por ejemplo, la serie
de Grandi de §3a). Si todos los términos negativos de S se convierten en positivos
(es decir, si solo se admiten los valores absolutos de los términos) y S converge
todavía, entonces es absolutamente convergente. Si no, es condicionalmente
convergente.
FIN DEL G. E. II
§5b.
Resulta que esta serie de Fourier es en realidad muy parecida a lo que Bernoulli
había propuesto como solución al P. C. V. hacia 1750, excepto que Fourier es capaz
de calcular los coeficientes de la serie[5.33] para cada valor entre 0 y 2π. En el caso de
bn, por ejemplo, , es decir, si se integra término a término,
los coeficientes bn serán veces el área bajo la curva (f(u) sen nu) en el intervalo
entre u = 0 y u = 2π. Los cálculos para a0 y an son similares.
Se canse o no su vista, la cuestión es que, mediante la fórmula de esos
coeficientes de Fourier, toda función de una variable que se pueda concebir —
algebraica, trascendente, continua e incluso discontinua—[5.34] se vuelve
representable según una serie trigonométrica de tipo Fourier en el intervalo [0, 2π].
Hay todo tipo de maravillosos puntos fuertes y ventajas en esa técnica (la cual Fourier
desarrolló principalmente para dar una solución general a la ecuación de difusión; y
en verdad lo logró). Un ejemplo: entender la integración geométricamente, y concebir
una función en términos de sus valores y no como una mera expresión analítica,[5.35]
le permite a Fourier considerar la posibilidad de representar como series funciones
sobre intervalos finitos, lo que para el análisis del siglo XIX constituye un importante
avance en flexibilidad.
Sin embargo, al mismo tiempo, las series de Fourier son como una repetición del
cálculo temprano en términos del contraste entre eficacia práctica y rigor deductivo.
Especialmente con el refinamiento por Siméon Denis Poisson hacia 1820, las series
de Fourier se convierten en la manera n.º 1 de resolver ecuaciones diferenciales
parciales —que son, como se ha mencionado, las llaves de oro para la física
Se conservan varias fotos de Georg F. L. P. Cantor en los libros, una de las cuales,
con un poco de suerte, será apropiada y se podrá reproducir aquí en alguna parte. Es
un burgués alemán de aspecto completamente corriente de la era de los cuellos
almidonados y las barbas inflamables. (Observe, en las fotos de familia, el chaleco de
cuero y el reloj de bolsillo con una muy visible leontina, las trenzas y el miriñaque de
su mujer, la expresión austeramente serena o abstraída del hombre victoriano
estándar. En Estados Unidos habría llevado sombrero).
Hacia 1940, ciertos historiadores de las matemáticas nacionalsocialistas
«descubrieron» que Cantor había sido encontrado, poco después de nacer y sin que se
supiera nada de sus padres, en un barco alemán rumbo al puerto de San Petersburgo.
Lo cual es pura ficción. Aparentemente, el Reich estaba preocupado por la
posibilidad de que Cantor hubiera sido judío: por aquel entonces era considerado uno
de los más grandes intelectuales alemanes de todos los tiempos. La historia del barco
todavía circula a veces; también se ajusta a algunos de nuestros moldes, no solo al de
los nazis. Otra mentira de las gordas es que Cantor dedujo varias de sus más famosas
demostraciones sobre el ∞ estando en un sanatorio, lo cual también es una tontería.
La primera hospitalización de Cantor fue en 1884, cuando tenía treinta y nueve años;
la mayor parte de su importante obra ya estaba hecha por aquel entonces. No volvió a
ser hospitalizado hasta el año 1899. Fue en los últimos veinte años de su vida cuando
le estuvieron dando de alta y de baja constantemente. Murió en la Nervenklinik de
Halle el 6 de enero de 1918.
El señor y la señora Georg W. tienen seis hijos. Georg Jr. es el primero. Toda la
Aunque Georg Ferd. Louis Phil. Cantor no ha dedicado años al estudio del
dibujo según los antiguos cánones, y aunque este es su primer trabajo y en
este difícil arte una técnica perfeccionada solo se consigue tras una gran
diligencia, y aunque además hasta ahora él ha descuidado mucho este bello
arte, la gratitud de la nación —quiero decir de la familia— es unánimemente
acordada para él por este primer esfuerzo, el cual da muestras ya de una gran
promesa (Dauben, GC, pág. 278).
§5d.
Ahora hemos vuelto a 1820 con Fourier y las series trigonométricas y todos los retos
y oportunidades que allí aguardan. Si la discusión de §5b acerca de las series de
Fourier y el apartado Ecuaciones diferenciales del G. E. II con su material
interpolado sobre las conexiones entre la continuidad y la convergencia resultaron
medianamente claros, no le sorprenderá saber que en la TAC Fourier proporciona la
primera definición moderna de convergencia, y también introduce la vital idea de
convergencia en un intervalo. Pero que (de nuevo) Fourier no llega a dar una
demostración rigurosa, o incluso a especificar criterios de convergencia que hicieran
posible dicha demostración. Así, de lo que estamos hablando ahora es de la
convergencia.
Fueron Bolzano[5.44] y, más célebremente, Cauchy quienes hicieron el primer
trabajo destacado sobre condiciones/pruebas de convergencia. Como se ha
mencionado ya en un par de ocasiones, muchos de los resultados de Cauchy eran
valiosos, pero también cometió errores extraños que causaron más problemas.
Aunque gran parte de su trabajo era sobre series de funciones, por ejemplo, Cauchy
optó por definir «límite» en términos de variables y no de funciones. O un ejemplo
incluso mejor en este caso es el modo en que intentó establecer una identidad total
entre la convergencia y la continuidad en términos de sucesiones/series de funciones.
Recuerde[5.45] que la afirmación de Cauchy es que si una sucesión de funciones
continuas converge en el intervalo I hacia una función C, entonces la propia C es
continua en I, lo cual resulta que no es cierto a menos que la sucesión convergente
sea uniformemente convergente. Lo que ocurre en este caso es que Niels Abel, al
demostrar que Cauchy se equivoca[5.46] y refinar el teorema, desarrolla lo que ahora
se conoce como prueba de convergencia uniforme de Abel,[5.47] a la vez que toda
clase de criterios y condiciones para varios tipos de convergencia de varios tipos de
series trigonométricas y polinómicas también están siendo desarrollados por varios
§5e.
Desde Zenón hasta nuestros días, los mejores intelectos de cada generación
han atacado por turnos los problemas, pero a grandes rasgos no han
jamás será < cuando xn = 0. Como el segundo término será siempre falso, la
conjunción (|x − xn| < δ) & (|f(x) − f(xn)| < ) será falsa independientemente del valor
§5e(1)
INTERPOLACIÓN SOBRE EL ANÁLISIS WEIERSTRASSIANO Y ZENÓN
Dejemos claro, de una manera muy calmada y discreta, que si usted piensa que
puede detectar un tufillo aristotélico en todas esas urgentes garantías de que el ∞ no
tiene que ser tratado «como una cantidad real» en problemas como la dicotomía, no
está imaginando cosas. Ni tampoco es cuestión del modo prefabricado en que las
matemáticas se enseñan hoy a los estudiantes universitarios. Es más profundo que
todo eso, y más antiguo. Algo notable acerca del análisis y la teoría de funciones del
siglo XIX es que cuanto más sofisticados se volvían, más asombrosamente iba
pareciéndose su tratamiento del ∞ al viejo y canoso concepto aristotélico de
«potencialidad». Y la cima de dicha sofisticación, y de ese parecido, es el análisis
weierstrassiano.
Si, a pesar de todo, por algún azar adicional se ha dado usted cuenta de que la
dicotomía y sus pretendidas soluciones de aula y pizarra involucran solo números
racionales y la recta numérica —sin olvidar que los ε y δ ejemplarizantes de nuestra
propia demostración en §5e también han sido todos racionales— entonces está usted
en situación de valorar una especie de encantadora ironía.
§6a.
Argumento que costaría demasiado tiempo examinar en detalle, pero puede verse la
tendencia general.
Así que lo que ocurre es que en las décadas de 1860 y 1870 varios matemáticos
empiezan a intentar obtener teorías rigurosas de los irracionales/reales. Aquí los
grandes nombres incluyen a William Rowan Hamilton, H. Kossak, Karl Weierstrass,
Ferdinand Lindemann, H. C. R. Méray, Georg Cantor, Η. E. Heine, y Richard
Dedekind. Adivine en cuáles estamos interesados.
En primer lugar, trabajando aparentemente a partir de ideas que había bosquejado
en sus clases en la Universidad de Berlín, algunos de los alumnos y seguidores de
Weierstrass intentan usar sus definiciones clave para intentar definir un número
irracional como, esencialmente, el límite de un tipo particular de series infinitas de
números racionales. La técnica de las definiciones es convulsivamente técnica, pero
por fortuna ni siquiera tenemos que entrar en ello porque resulta que la teoría no
funciona: es circular.[6.1] Esto es así porque el límite irracional de Weierstrass no
puede existir, lógicamente hablando, hasta que haya una definición de los números
irracionales. Aquí «existir» significa precisamente lo que Russell quiere decir justo
antes cuando dice que «no habría tales entes geométricos como la definición
[geométrica] pretende definir». No se puede usar coherentemente el concepto de
número irracional en la definición de «número irracional» como no se puede definir
coherentemente «negro» como «el color de un perro negro». Así, en pocas palabras,
los esfuerzos de los weierstrassianos en realidad nunca llegaron a ninguna parte.
La teoría del propio Cantor acerca de los números reales surge en el contexto de
su trabajo sobre algo llamado el teorema de unicidad (T. U.) para series
trigonométricas, y hay buenas razones para esperar un poco a hablar de él.
El plan más potente, significativo y extraño para definir los irracionales es el de
Julius W. R. «Richard» Dedekind, 1831-1916, que es una docena de años más joven
que Weierstrass pero muy parecido a él. Una persona afable y equilibrada que dedica
su vida principalmente a dar clases en Hochschulen, técnicas en Brunswick y Zurich.
Un soltero empedernido[6.2] que vive con su hermana. Dedekind vive hasta una edad
§6b.
INTERPOLACIÓN
Protesto por el uso de una cantidad infinita como un ente real; esto no se
admite nunca en matemáticas. El infinito es solo una manera de hablar, en la
cual uno habla propiamente de límites hacia los cuales ciertas razones pueden
aproximarse tanto como se desee, mientras que a otras se les permite
aumentar sin restricciones (Gauss, extractado por Kline, pág. 993).
Y así, por supuesto, es irónico que solo un par de décadas después de que
Weierstrass despoje a los límites de las últimas sombras del ∞ empecemos a ver
matemáticos de primera fila que no solo aceptan el infinito real, sino que lo usan en
las demostraciones. Dedekind es uno de ellos. Y no es que quede persuadido por
Cantor o por Bolzano o por nadie más de la coherencia de los conjuntos infinitos.
§6c.
Si todos los puntos de la recta caben en dos categorías tales que todo punto de
la primera categoría se halla a la izquierda de todo punto de la segunda
categoría, entonces existe un punto, y solo uno, que da lugar a esta división de
todos los puntos en dos categorías, dividiendo la recta en dos porciones
(ibíd.).
Lo que esto significa es que al definir los miembros y las cotas de los conjuntos A
y B, se puede definir el valor del punto en el cual se corta L en las partes A y B. Y,
como usted recordará de §2c, definir un punto es definir un número.
Solo que, como la recta en cuestión es la recta numérica y representa solo los
números racionales, es justo preguntar cómo va a ser posible que el schnitt ayude a
definir los números irracionales, los cuales, por supuesto, son el verdadero «secreto
de la continuidad». Que cada número racional corresponderá a un schnitt pero no
cada schnitt corresponderá a un número racional podría parecer simplemente otro
modo de formular la aseveración según la cual no podemos definir irracionales en
términos de racionales. La respuesta es que Dedekind puede construir literalmente la
definición de cada número irracional a partir de las características de los dos
conjuntos en los que divide la recta. El método funciona como sigue.
Considere un schnitt en la R. N. que divide toda la ∞ de números racionales en
dos conjuntos A y B tales que todos los elementos b de B son mayores que todos los
elementos a de A. De forma más específica, considere si estos A y B pueden tener
elementos máximos/mínimos.[6.13] Dependiendo de dónde y de cómo se defina el
schnitt, hay solo tres posibilidades, de las cuales solo una puede ser cierta.
*MINIINTERPOLACIÓN
Respecto a que estas sean las únicas tres opciones, probablemente ya puede usted
ver que no hay ningún modo en que el conjunto B pueda tener jamás un elemento
máximo, porque B lo contiene todo desde el schnitt hasta el ∞. Y la L de Dedekind es
la recta real y también incluye todos los racionales extendiéndose hacia la izquierda
desde 0, así que A lo contiene todo desde −∞ hasta el schnitt y no puede tener un
miembro mínimo. Pero en caso de que se esté preguntando por qué no puede haber
una Posibilidad 4 en la cual haya a la vez un miembro máximo a' de A y un miembro
mínimo b' de B, hay una manera fácil de demostrar que esto no es posible. Es una
demostración por reducción al absurdo, así que vamos a suponer que existe un a'
máximo y también un b' mínimo. Pero esto significa que existirá cierto número
racional, igual a , que es a la vez mayor que a' y menor que b', y, por lo tanto,
no puede ser miembro ni de A ni de B. Pero A y B han sido definidos de tal modo que
juntos contienen todos los números racionales. Por lo tanto, la Posibilidad 4 es
contradictoria.
Pero entonces, ¿por qué la Posibilidad 3 no es contradictoria de la misma manera?
DRAMÁTICO FINAL DE LA MINIINTERPOLACIÓN
(1) (x+)2 =
(9) , cantidad que, al ser p > 0 por definición, siempre va a ser < 2.
Así, mediante los pasos (1)-(9) (destacando en particular los pasos (1), (3) y
(9)), hemos determinado que
Dedekind, justo tras la demostración: «En esa propiedad de que no todos los
cortes son producidos por números racionales consiste lo incompleto o la
discontinuidad del dominio de todos los números racionales» (ibíd., pág. 15, editado).
Pero esto no es ni la mitad del asunto. El truco del schnitt permite que los
números irracionales se definan completamente en términos de los racionales, que es
el único modo de elaborar una teoría deductiva y 100% rigurosa de los números
reales. La definición, en lenguaje asequible, es que un número irracional es el valor
de un punto en el cual un schnitt divide la R. N. en dos conjuntos A y B
bilateralmente exhaustivos que respectivamente no tienen elemento máximo o
elemento mínimo.[6.16] Es esta definición la que crea el continuo —es decir, el
conjunto de todos los números reales— y transforma la recta numérica en la recta
real.[6.17] Lo que es especialmente genial e ingenioso es que la técnica de Dedekind
usa justamente lo que había hecho tan misteriosos a los irracionales —su
correspondencia a puntos innominables de la recta numérica— como parte de su
definición rigurosa.
§6d.
§6e.
*INTERPOLACIÓN SEMI-SEI
(A) Como resulta que se puede definir el mismo número real x mediante más de
una sucesión fundamental,[6.33] la regla de Cantor es que dos sucesiones
fundamentales a0, a1, a2, … y b0, b1, b2, … definen el mismo x si y solo si
|an − bn| se aproxima[6.34] a 0 cuando n tiende a ∞.
(B) Para demostrar que se pueden hacer las operaciones aritméticas básicas,
supongamos que an y bn son sucesiones fundamentales que definen x e y,
respectivamente. Cantor demuestra (en una orgía de simbolismo
ultratecnificado que estamos omitiendo) que (an ± bn) y (an × bn) son también
sucesiones fundamentales, definiendo así los números reales x ± y y x × y. En
su demostración de que es una sucesión fundamental que define , la única
restricción es que x obviamente no puede ser 0.
Por último, puede que haya visto usted otra objeción potencial. Una bastante fea.
Y quizás el aspecto más impresionante de la teoría de Cantor de los reales-mediante-
§6f.
§7a.
Esta sección incluso tiene epígrafes:
Pero los no iniciados pueden preguntarse cómo es posible tratar con un número que
no puede contarse.
BERTRAND RUSSELL,
Mysticism and Logic, pág. 82
Pónganse todos los cinturones por favor, porque estamos a punto de subir por una
pendiente muy pronunciada.
E. ROBERT GORIS
Por razones que a estas alturas resultarán familiares, gran parte de lo que sigue va a ir
realmente rápido. También es algo duro al principio, pero, como ocurre con buena
parte de las matemáticas puras, se vuelve más fácil al profundizar. Como ya se ha
mencionado, Cantor estudia en Berlín bajo la responsabilidad de Weierstrass y de
Kronecker; sus primeros artículos publicados son trabajos bastante estándares sobre
ciertos problemas en teoría de números.[7.1] Obtenido el doctorado, Cantor consigue
un modesto trabajo como privatdozent (lo cual parece ser un extraño tipo de asistente
académico por libre)[7.2] en la Universidad de Halle, y allí conoce a un tal Eduard
Heinrich Heine (1821-1881), un especialista en análisis aplicado que había hecho
importantes trabajos sobre el calor, particularmente sobre la ecuación de potencial.
[7.3] En todo caso, hacia 1870, Heine pertenece al gran grupo de matemáticos que
…}[7.10] tiene como punto límite el mismo que es el límite de la sucesión infinita 0,
, , , , ,…
O sea, que aquí vemos cómo Cantor consigue su resultado cada vez más general.
Al principio (1870) necesita una serie trigonométrica que no sea uniformemente
convergente[7.11] pero que sea convergente en cualquier punto, o sea convergente para
todos los valores de x. En el siguiente paso (1871)[7.12] es capaz de demostrar que si
dos series trigonométricas aparentemente distintas convergen hacia la misma función
(arbitraria) en todas partes excepto en un número finito de puntos, en realidad son la
misma serie. Vamos a omitir esta demostración porque lo realmente pertinente es lo
siguiente, que es el resultado de 1872 donde Cantor puede permitir un número
infinito de puntos excepcionales y, aun así, consigue demostrar que las dos series
trigonométricas representativas son en definitiva idénticas.[7.13] Su manera de hacerlo
es mediante la introducción del concepto de conjunto derivado, cuya definición es
básicamente: si P es un conjunto de puntos (o sea, cualquier conjunto de puntos-
números reales, aunque en lo que obviamente está pensando Cantor es en el conjunto
infinito de puntos excepcionales entre las dos series trigonométricas), entonces el
conjunto derivado de P, llamado P', es el conjunto de todos los puntos límite de P. O
más bien deberíamos decir que P' es el primer conjunto derivado de P, porque
mientras los conjuntos de puntos relevantes sean infinitos, el proceso entero es, en
principio, indefinidamente iterable: P'' es el conjunto derivado de P', P''' es el
conjunto derivado de P'', y así sucesivamente, hasta que tras (n − 1) iteraciones
tendremos Pn como el n-ésimo conjunto derivado de P. En la explicación del teorema
de unicidad dada anteriormente, en lo que se centra el criterio «suponiendo que estos
puntos excepcionales se distribuyen de cierto modo específico» es en este n-ésimo
conjunto derivado Pn, siendo la cuestión vital si Pn es infinito o no.
Las verdaderas matemáticas que hay detrás de todo esto incluyen partes
extremadamente técnicas sobre el comportamiento de los puntos límite, pero
esencialmente aquí estamos viendo cómo funciona lo de la distribución-de-puntos-
excepcionales en el teorema de unicidad. Probablemente, otra inspiración profunda
no le vendría mal para afrontar lo que viene.[7.14] Postulemos un conjunto infinito de
puntos P tal que, para algún n finito, el (n − 1)-ésimo conjunto derivado de P, P(n−1)
es infinito mientras que su n-ésimo conjunto derivado Pn es finito. Entonces, si dos
series trigonométricas convergen a la misma f(x) excepto en algunos o todos los
puntos de P, son la serie equivalente: así, la unicidad queda demostrada.
Probablemente, esto no le ha resultado cegadoramente claro y luminoso. La parte que
INTERPOLACIÓN ADMINISTRATIVA
§7b.
Como debería ser evidente, algunas ideas muy importantes relacionadas con el ∞
salen de la demostración del T. U. general. Una de ellas concierne a los tamaños
relativos del conjunto de todos los números racionales y del conjunto de todos los
números reales. Otra es si la continuidad de la recta real está relacionada de algún
modo con el tamaño/composición de este último. Y otra idea es el concepto de
número transfinito, el cual Cantor obtiene a partir de las mismas consideraciones que
MINIINTERPOLACIÓN INCRUSTADA
(1) 1 + 2 + 3 + 4 + … + n + … = ℵ0
(2) ℵ0 + n = ℵ0
(3) ℵ0 × n = ℵ0
(4) ℵ0 + ℵ0 + ℵ0 + … = ℵ0 × ℵ0 = (ℵ0)2 = ℵ0
(5) ℵ1 + n = ℵ1 + ℵ0 = ℵ1
(6) ℵ1 × n = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1
(7) ℵ1 + ℵ1 + ℵ1 + … = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1
§7c.
(Bunch, pág. 115, sustancialmente editado) que demuestra que C y D tienen la misma
cardinalidad. Observe que a pesar de que nunca pueda finalizarse literalmente el
proceso de emparejamiento con conjuntos infinitos, mientras se pueda establecer un
procedimiento para una correspondencia uno a uno que funcione para los casos
primeros, n-ésimo y (n + 1)-ésimo, se habrá demostrado por inducción matemática
que la correspondencia funcionará en toda la extensión de ambos conjuntos. En el
ejemplo anterior hemos demostrado que el conjunto de todos los enteros es
numerable aunque sea imposible contar la totalidad de sus elementos.[7.44] El método
de demostración es © Cantor, y lo importante que debe verse es que una vez más es
capaz de tomar una característica implícita de algo, aquí la capacidad de la inducción
matemática para abstraer un ∞ de posibles casos a partir de un número finito de
racional dado estará situado en la q-ésima fila y la p-ésima columna, del siguiente
modo:
En esta tabla, las X denotan cualesquiera partes enteras anteriores a las comas
decimales, y las a, b, etc., representan las infinitas sucesiones de dígitos tras las
comas decimales. Y la suposición de la demostración es que la versión infinita de tal
tabla será exhaustiva de todos los números reales. Esto significa que la contradicción
deseada para conseguir la reducción al absurdo requiere demostrar que dicha tabla en
realidad no agota el conjunto de todos los reales, lo cual requiere hallar un número
real que no esté —no pueda estar— en la tabla.
Lo que la demostración en diagonal de Cantor hace es generar justamente tal
número, al que podemos llamar R. La demostración es a la vez ingeniosa y bella: una
total confirmación de la presencia del arte en las matemáticas puras. En primer lugar,
eche otro vistazo a la tabla. Podemos dejar que la parte entera de R sea cualquier X
que queramos, no tiene importancia. Pero ahora mire la primerísima fila de la tabla.
Vamos a asegurarnos de que la primera cifra decimal de R, a, es diferente a la a1 de la
Algunas cosas más respecto a esas dos primeras demostraciones. (1) Como el
número cardinal de los conjuntos numerables es ℵ0, parece como si tuviera sentido
denotar la cardinalidad del conjunto de todos los números reales mediante «ℵ1», pero,
por complicadas razones, Cantor llama al cardinal de este conjunto c, o también «la
potencia del continuo», pues resulta ser la no numerabilidad de los reales lo que
explica la continuidad de la recta real. Lo que esto significa es que la infinidad de
puntos involucrados en la continuidad es mayor que la infinidad de puntos
comprendidos por cualquier tipo de sucesión discreta, incluso una infinitamente
densa. (2) Mediante su demostración en diagonal de que c > ℵ0, Cantor ha logrado
caracterizar la continuidad aritmética íntegramente en términos de orden, conjuntos,
numerabilidad, etc. Es decir, la ha caracterizado 100% de manera abstracta, sin
referencia alguna a tiempo, movimiento, calles, narices, quesos, o cualquier otra
característica del mundo físico, y por este motivo Russell le atribuye el haber
§7d.
x = 0,a1a2a3a4a5a6a7…
y = 0,b1b2b3b4b5b6b7…
las cuales se combinan para dar lugar a la representación decimal única[7.55] del punto
(x, y):
0,a1b1a2b2a3b3a4b4a5b5a6b6a7b7…
§7e.
En todo caso, hasta aquí hemos establecido por lo menos y quizás a lo sumo dos
órdenes distintos de conjuntos infinitos, ℵ0 y c,[7.62] y ahora resulta apropiado
preguntarse qué tienen que ver exactamente esos números cardinales con los números
transfinitos que vimos a Cantor fabricar a partir de R y y lo de los conjuntos
derivados de conjuntos derivados en §7b. Siendo la gran cuestión específica si se
∞ ∞+1
puede demostrar que la sucesión infinita de conjuntos infinitos P(n∞ ), P(∞ ),
∞+n
P(∞ ), etc., corresponde a una jerarquía infinita de números cardinales cada vez
mayores, o si ℵ0 y c son los únicos cardinales infinitos y no hay reales más allá de la
potencia transdimensional del continuo.
El siguiente gran descubrimiento de Cantor es que se puede construir de manera
A partir del paso (b) sabemos que los primeros k elementos de A dan 2k
subconjuntos de A. Ahora tomamos cada uno de esos 2k subconjuntos y formamos un
subconjunto nuevo que también contiene el último de los (k + 1) elementos de A (es
decir, el nuevo elemento extra designado por el «+ 1»). Podemos formar exactamente
2k subconjuntos nuevos de ese tipo con «1 elemento +»: uno para cada uno de los
subconjuntos originales. Así que ahora tenemos los 2k subconjuntos originales que no
contienen al nuevo elemento, y tenemos 2k nuevos subconjuntos que sí lo contienen.
Esto son (2k + 2k) subconjuntos, lo cual es equivalente a (2 × 2k) subconjuntos, que
es igual a 2(k+1) subconjuntos. Así que (c) también está demostrado. Podemos estar lo
bastante seguros de que P(A) = 2A.
Para nuestros propósitos, Cantor tiene dos demostraciones principales respecto al
conjunto potencia. En ninguna de las dos se preocupa todavía por lo de 2A: su
preocupación básica es demostrar que incluso para un conjunto infinito
A, P(A) > A.[7.68] La primera versión, hacia 1891, es importante principalmente
porque exhibe el poder de la técnica de diagonalización como arma de reducción al
absurdo. Se puede considerar una demostración de que el conjunto de todos los
subconjuntos del conjunto de los enteros no es numerable,[7.69] lo cual, como Cantor
ya ha demostrado que el conjunto de los enteros es numerable, significará,
obviamente, que su conjunto potencia tiene un número cardinal mayor que ℵ0.
Aquí está la demostración. Llamemos £ al conjunto de todos los enteros, y P(E) a
su conjunto potencia. Sabemos de §7c que para que P(E) sea numerable, debe ser
posible establecer una correspondencia uno a uno entre P(E) y E. La presente
demostración es una reducción al absurdo, o sea que supongamos que sí es posible tal
C1-1 entre P(E) y E. Esto (como también sabemos por las demostraciones en
diagonal de §7c) significa que la C1-1 se puede representar en una tabla como en el
siguiente ejemplo parcial, con los elementos de E en la izquierda, y los subconjuntos
de E (que también son los elementos de P(E), y pueden estar en cualquier tipo de
orden arbitrario que queramos), en la derecha (parecido razonable con Hunter, págs.
22-23):
Tabla n.º 2
Resulta que podemos modificar esta tabla explotando una propiedad de su C1-1
que quizás usted ya ha notado si ha dedicado algún tiempo a pensar por qué
exactamente la relación entre los conjuntos y sus conjuntos potencia es siempre 2.ª y
no 3.ª ni ningún otro xA. La respuesta de fondo es que el «2» de 2.ª refleja un tipo
particular de procedimiento de decisión. Para cada subconjunto s de un conjunto A,
hay exactamente dos elecciones respecto a cada elemento a de A: o bien a es un
elemento de s, o bien no lo es. Esta última frase probablemente necesita más de una
lectura. Es difícil expresarlo de manera clara en lenguaje natural, pero la idea misma
no es tan complicada. A es un conjunto, a es algún elemento en particular de A, s es
algún subconjunto en particular de A. Preguntémonos si resulta que a es un elemento
de s. Pues, o bien lo es, o bien no lo es. Agotamos todas las posibilidades respecto a
la pertenencia de a al conjunto s si una vez incluimos a en s y otra vez lo excluimos,
dando lugar así al dúo de subconjuntos s y s' respecto a cada a.
(SEMI-SEI Este es uno de los puntos de los que es simplemente imposible saber si
lo que se acaba de decir tendrá sentido para el lector no experto. Si lo del abstracto a-
es-elemento-de-s-o-no es lo bastante claro para que usted entienda por qué explica
por sí solo que un conjunto A de tres elementos tenga 23 subconjuntos, puede omitir
libremente el resto de este párrafo. Por si no lo es, vamos a ver un ejemplo concreto.
Pongamos que A es el mismo conjunto {1, 2, 3} que hemos visto en la pág. 246,
donde hicimos la lista de los subconjuntos de A: { }, {1}, {2}, {3}, {1, 2}, {1, 3},
{2, 3}, {1, 2, 3}. Eche un vistazo a esos subconjuntos y vea cuántas veces un
elemento particular de A —digamos el elemento 1— pertenece a alguno de los ocho
subconjuntos. Podrá ver que pertenece a cuatro de ellos y está ausente de cuatro. Si se
fija en el elemento 2, podrá ver que sucede lo mismo: 2 está presente en cuatro y
ausente de cuatro. Lo mismo con el 3. ¿Puede ver por qué? Hay ocho subconjuntos en
total: la mitad de ellos contienen cualquier elemento en particular de A, y la otra
mitad no. En realidad, puede construir el conjunto de todos los subconjuntos de A de
ese modo. Tome cualquier elemento de A. Si su primer subconjunto s no contiene el
Tabla n.º 2
Y una vez hemos elaborado esta Tabla n.º 2, podemos demostrar fácilmente que
la supuesta correspondencia entre E y P(E) no es exhaustiva y, por lo tanto, no es una
C1-1 válida. Lo hacemos usando la buena y vieja diagonalización para construir un
subconjunto de E que nunca jamás aparecerá en la correspondencia E ↔ P(E) de la
tabla. Es el subconjunto definido empezando por la casilla que está completamente al
noroeste de la Tabla n.º 2 y desplazándose diagonalmente hacia el sudeste,
cambiando «Sí» por «No» y viceversa en todo el recorrido, así:
Tabla n.º 3
§7f
*SEMIINTERPOLATIVO
Por favor, observe el parecido entre esta última demostración y la paradoja de los
antiguos griegos «Estoy mintiendo»,[7.73] donde si la afirmación es verdadera
entonces es falsa y si es falsa entonces es verdadera. Lo cual significa que ahora
hemos entrado en el territorio abismal de la autorreferencia. Este es el verdadero
motivo por el que nos acabamos de arrastrar por la demostración de Cantor de que
B > A: abre un tipo completamente nuevo de grieta en las matemáticas modernas.
Aunque no es estrictamente nuestro ámbito, sepa que en la década de 1930 el
profesor Kurt Gödel[7.74] usará algo muy parecido al truco de Cantor
«(a ∉ φ) → (a ∈ φ)» para demostrar sus devastadores teoremas de incompletitud.
(Dicho burdamente, Gödel demostrará que ciertas proposiciones matemáticas bien
formadas son verdaderas, y aun así indemostrables, mediante la deducción de
Αx. 1. Dos conjuntos son iguales si contienen los mismos elementos. (Observe que
no es «si y solo si…»; esto se debe a que los conjuntos infinitos y sus
subconjuntos propios también pueden ser iguales).
Αx. 2. Si a y b son objetos o conjuntos, entonces {a, b} es un conjunto.
Αx. 3. Hay dos variantes en este caso. 1.ª variante: Para un conjunto S y un
«predicado definido»[7.93] P, existe el conjunto Sp que contiene solo aquellos
§7g
Sin duda habrá notado que hace un buen rato que Georg Cantor même no ha sido
mencionado y quizá se haya preguntado dónde está en toda la turbulencia fundacional
de §7f. Las profilaxis de Poincaré y de Russell, las axiomatizaciones de Zermelo,
etc., son todas de principios del siglo XX, tiempo en el cual Cantor ya ha realizado sus
mejores trabajos y casi ha abandonado las matemáticas en favor de las
preocupaciones obsesivas que consumieron sus últimos años.[7.104] También es en
esta época cuando entra y sale de hospitales continuamente. La dolorosa ironía es que
es justamente cuando la obra de Cantor está ganando amplia aceptación y la teoría de
conjuntos está floreciendo en las matemáticas y la lógica, cuando su enfermedad se
pone realmente fea, y hay todo tipo de congresos especiales y entregas de premios a
las que no puede asistir porque está demasiado indispuesto.
Más directamente relevante es que incluso cuando Cantor se encontró por primera
vez con sus paradojas en la década (probablemente) de 1880, no se preocupó
demasiado acerca de ellas, o más bien no podía, porque tenía otros problemas más
apremiantes. De matemáticas. Uno de los más importantes es lo que ahora se conoce
como la hipótesis del continuo.[7.105] La H. C. se caracteriza de toda clase de formas
—«¿Es la potencia del continuo equivalente a la de la segunda clase de números?»;
«¿Son los números reales el conjunto potencia de los números racionales?»; «¿Es c lo
mismo que 2ℵ0?»; «Es c = ℵ1?»— pero todas ponen el dedo en la llaga. Cantor ya ha
demostrado que hay una jerarquía infinita de conjuntos infinitos, así como sus
conjuntos potencia, y ha demostrado que P(A) = 2A y 2A > A son teoremas para
conjuntos infinitos. Pero todavía no ha demostrado cómo se relacionan exactamente
esos distintos resultados. La cuestión central es si lo de 2A > A constituye una ley
exhaustiva acerca de cómo se dispone la jerarquía transfinita —es decir, si para cada
conjunto infinito A el siguiente conjunto mayor es siempre 2A, sin ∞ intermedios
entre ellos— y, por lo tanto, si este proceso de —exponenciación binaria— es la
manera de ir de un conjunto infinito al siguiente, del mismo modo en que la suma
permite ir de un número entero al siguiente. Un sí a esta larga pregunta es la hipótesis
del continuo. Lo que se considera ahora como la forma general de la H. C. es
2ℵn = ℵn+1,[7.106] pero la versión original de Cantor es más específica. Sabemos que
ha demostrado la existencia y cuáles son las cardinalidades de dos conjuntos infinitos
distintos, concretamente el conjunto de todos los enteros/racionales/algebraicos
(= ℵ0) y el de todos los reales/trascendentes, equivalente también a los intervalos y
Pero si toma usted uno de los elementos del conjunto de los enteros y lo pone en
último lugar, como en {1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2}, ahora tiene un tipo de orden totalmente
diferente. El conjunto {1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2} ya no se puede poner en C1-1 con un
conjunto ℵ0 normalmente ordenado que no tiene último elemento y, por lo tanto, no
le da ningún modo de llegar a nada que se pueda emparejar con el 2. Además,
observe que en el nuevo tipo de orden, 2 se convierte en un número ordinal diferente:
ya no es el 2.º elemento de un conjunto sino ahora más bien el último elemento, y no
tiene ningún número en concreto inmediatamente antes que él. De aquí la definición
de número ordinal: es un número que identifica dónde aparece cierto elemento de un
conjunto en cierto tipo de orden.[7.111]
En la teoría de conjuntos cantoriana hay dos reglas principales para generar
números ordinales, (1) Dado cualquier número ordinal n, siempre se puede obtener el
siguiente ordinal, que es n + 1. (2) Dado cualquier conjunto N de n ordinales
ordenado en sucesión creciente (por ejemplo, el conjunto de los enteros positivos),
siempre se puede obtener un último ordinal mayor que todos los demás n. Este
ordinal final técnicamente funciona como el límite de la sucesión de N y se puede
expresar como «Lim(N)».[7.112] Esas reglas no tienen mal aspecto, pero las cosas
empiezan a complicarse cuando consideramos no solo conjuntos de números
ordinales, sino números ordinales como conjuntos, lo cual podemos hacer porque un
principio básico de la teoría de conjuntos es que todos los entes matemáticos se
pueden representar como conjuntos (por ejemplo, el cardinal transfinito «ℵ0» es el
conjunto de números cardinales {1, 2, 3, 4,…}; además, recuerde la observación ante
rem en §2a de que «5» es literalmente el conjunto de todos los quíntuplos). Pero así,
entonces, un número ordinal n, ¿qué conjunto es? La respuesta es la tercera gran regla
de Cantor: para cada ordinal n, n = el conjunto de todos los ordinales menores que n;
es decir, n se identifica simplemente con el conjunto de ordinales del cual es el
límite.[7.113] O, en términos formales,[7.114] n = (∀x)x < n). Se puede generar toda la
secuencia de los enteros normales (ya sea como cardinales o como ordinales) de este
modo: 0 = (∀x)x < 0} = ∅; 1 = (∀x)x < 1} = {0}; 2 = (∀x)x < 2} = {0,1}; y así
INTERPOLACIÓN SEI
Por duro que pudiera parecer el último párrafo, casi todo lo que va más lejos en la
teoría de ordinales es tan brutalmente abstruso y técnico que solo podemos hacer
algunas observaciones generales. Una es que la aritmética de los ordinales transfinitos
es distinta a la de los cardinales transfinitos, pero no menos extraña; por ejemplo
(1 + ω) = ω, pero (ω + 1) > ω, ya que por definición (ω + 1) es el ordinal
inmediatamente posterior a ω. Otra es que, como en el caso de los ℵ cardinales, se
puede generar una jerarquía infinita de ordinales transfinitos de conjuntos infinitos de
ordinales (puede que usted quiera leer esta última frase otra vez), aunque en este caso
es un proceso muy diferente a lo de 2ℵn = ℵn+1. La jerarquía transfinita-ordinal está
asociada con entes abstractos llamados números épsilon y con una operación
aritmética llamada tetración. No hablaremos de los primeros excepto para decir que
esencialmente son una clase de números tales que ωε= ε.[7.116] Pero la tetración es
más simple, y puede que ya esté familiarizado con ella si estudió muchas
matemáticas en primeros cursos de carrera o tuvo asignaturas como teoría de cuerpos
o combinatoria. Básicamente es una exponenciación delirante. La 4.ª tetración de 3 se
33 9
expresa como «43» y significa 33 , que es = 33 , que es = 319.683, un valor cuyo
cálculo puede usted aceptar como desafío. La relación técnica entre la tetración, los
ordinales transfinitos y los números épsilon es el hecho de que ε0 = ωω, que no es tan
importante. Pero si puede usted concebir, en abstracto, una progresión como ω,
ω
((ω + 1), (ω + 2), …, (ω + ω)), ω2, ωω, ωω, ωω, …, entonces puede usted hacerse una
idea —o en todo caso una «idea»— de la jerarquía y de las impensables alturas de los
números ordinales de conjuntos infinitos de conjuntos infinitos de ordinales de
conjuntos infinitos que involucra (sospechoso parecido con Rucker, Infinity and the
Mind, págs. 74-75). Fin de las observaciones generales.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN SEI
Muy bien, o sea que el modo específico en que Cantor se topa con la hipótesis del
continuo concierne a los ordinales y los tipos de orden. Hemos visto que hay más de
un tipo de orden para los conjuntos infinitos, como en el caso de {1, 2, 3, 4, …} y {1,
3, 4, 5, 6, 7, …, 2}, no hace muchos párrafos. Hay, de hecho, una infinidad de tipos
Solo alguien que (como el intuicionista) niegue que los conceptos y axiomas
de la teoría de conjuntos clásica tengan significado alguno podría estar
satisfecho con tal solución, no quien crea que describen una realidad bien
determinada. Pues en realidad la conjetura de Cantor debe de ser o bien
verdadera o bien falsa, y su indecidibilidad a partir de los axiomas tal como se
conocen hoy solo puede significar que dichos axiomas no contienen una
descripción completa de la realidad (Gödel, «¿En qué […] Cantor?», pág.
268. Versión editada semiextractada a partir de Barrow, pág. 264).
LIBROS
ARTÍCULOS Y ENSAYOS
, , … , pero, aun así, mayores que o es que no se puede llegar a ellas dividiendo
una y otra vez, del mismo modo que no se puede llegar a un número transfinito
sumando o multiplicando números finitos. ∞ y están exentos de todas las
paradojas de subdivisión infinita y expansión… aunque, en cierto sentido, son la
misma encarnación de dichas paradojas. O sea, que todo el asunto es pero que muy
raro. <<
se comporte en cierto modo especial (modo del cual, una vez más, no podemos hablar
por carecer de las herramientas conceptuales adecuadas, pero no son dudosas ni
extrañas, solo muy técnicas). <<
100x = 124,242424…
− x = 1,242424…
99x = 123
Y aquí los espacios extra son solo a efectos ilustrativos; la auténtica representación
decimal de (x, y) es 0,02700902306084… Por supuesto, esto también es un número
real, concretamente el punto z de [0, 1] que es igual a 0,02700902306084… Y lo
ingenioso de jugar con las tiras de este modo es que si hay algún z' que difiere de z en
una sola cifra n posiciones tras la coma (de los que por supuesto habrá: ∞ z, de
hecho), entonces el (x, y) relevante también será diferente en la tira que contenga esa
n-ésima cifra, de modo que la correspondencia relevante es biunívoca: eso quiere
decir que para cada z hay un único (x, y), y viceversa, o sea que se trata de una
genuina C1-1. <<
MANUSCRITA DEL LIBRO: «pág. 250, párrafo tras gráfica de la “Tabla n.º 3”; o sea que,
en otras palabras, sin importar cuántos subconjuntos de E podamos obtener, ¿siempre
podemos crear otros nuevos? Si es así, ¿quiere usted que lo digamos tal cual, soltarlo
sin más?», de la respuesta del autor: «No, no queremos decir algo así, porque sería
erróneo. Lo que muestra la Tabla n.º 3 es que sin importar cuántos infinitos o
subconjuntos de E pongamos en la lista, es demostrable que siempre habrá algunos
subconjuntos que no están en la lista. Esto es, recuerde, lo que “no numerable”
significa: que no puede ser exhaustivamente listado/puesto en fila/puesto en una tabla
(y, de nuevo, es por lo que siempre habrá más irracionales que pañuelos de la muerte
en la demostración del doctor Goris en §2e: los pañuelos, como los enteros y los
racionales, solo pueden formar un ∞ numerable). Además, la parte de “siempre
podemos crear otros nuevos” es profunda y seriamente, errónea: no estamos creando
nuevos subconjuntos; estamos demostrando que existen y siempre existirán algunos
subconjuntos que ninguna lista o C1-1 con los enteros podrá capturar. Respecto a
“existir”, cabe reconocer que necesita un “en cierto modo” o “sea lo que sea que esto
significa” o algo parecido, pero el lector tendría que ser un fundamentalista-radical
kroneckeriano para creer que lo que estamos haciendo en esta demostración es
realmente crear esos nuevos subconjuntos». <<