Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Todo y más
Breve historia del infinito
ePub r1.0
koothrapali 01.09.15
Título original: Everything and More. A Compact History of ∞
David Foster Wallace, 2003
Traducción: Joan Vilaltella Catanyer
§1a.
Existe algo así como un historiador de las matemáticas. Aquí está, a modo de
apertura, una cita de tal historiador en la década de 1930:
Una conclusión parece ser ineludible: sin una teoría consistente del
infinito matemático no hay teoría de los irracionales. Sin una teoría de los
irracionales no hay análisis matemático de ninguna forma remotamente
parecida a lo que tenemos ahora. Y finalmente, sin el análisis, la mayor
parte de las matemáticas —incluyendo la geometría y la mayor parte de
las matemáticas aplicadas— tal como existe actualmente, dejaría de
existir. Por lo tanto, la tarea más importante a la que tienen que hacer
frente los matemáticos debería ser la construcción de una teoría
satisfactoria del infinito. Cantor lo intentó; con qué éxito es algo que se
verá después (Bell, págs. 521-522).
§1b.
INTERPOLACIÓN
SEI
§1c.
9,999… − 0,999…
§1d.
Esta introducción es muy rápida e imprecisa, por supuesto. Ahora tenemos que
hacer algunas distinciones al aproximarnos al ∞ como tema histórico. La
primera es la distinción obvia entre lo infinitamente grande (= transfinito) y lo
infinitamente pequeño (= infinitesimal, = ). La segunda gran diferencia es
entre el ∞ como característica del mundo físico —por ejemplo, al preguntarnos
si el universo es infinito, si la materia es infinitamente divisible, si el tiempo
tiene un principio y un fin— y el ∞ como ente matemático abstracto o concepto,
en la misma línea que las funciones, los números, la primalidad, y demás.
También ha habido algo de introducción a la ontología de las abstracciones
analizando si existen realmente los objetos matemáticos y cómo existen,
cuestiones acerca de las cuales, por supuesto, aún quedan cavilaciones para
llenar una biblioteca. Lo que debe quedar claro es que los problemas y
controversias sobre el ∞ de los que nos vamos a ocupar aquí se centran en la
cuestión de si las cantidades infinitas pueden existir realmente como entes
matemáticos.
La tercera distinción puede empezar pareciendo nimia. Concierne a palabras
relacionadas con el ∞ como «cantidad» y «número». Estas tienen un extraño y
confuso doble sentido, del mismo modo en que lo tienen «longitud» o «gramo».
Un trozo de cuerda tiene cierta longitud, por ejemplo, en metros, pero también
decimos cosas como «unos metros de cuerda» o «longitud de onda». Una cierta
cantidad de fármaco que pesa un gramo también se llama «un gramo de
fármaco». Asimismo, «cantidad» o «número» pueden funcionar
predicativamente —es decir, respondiendo a las preguntas «¿cuántas?» o
«¿cuánto?» de algo— y también como nombres comunes que denotan el ente
descrito. Por lo tanto, puede resultar ambiguo, cuando se usa un término como
«número infinito», si se está usando predicativamente («Hay una cantidad
infinita de números primos») o nominativamente («El primer número infinito de
Cantor es ℵ0»). Y la diferencia es importante, porque el uso predicativo de «∞»
puede ser difuso y puede significar solo «indefinidamente grande» o «muy muy
grande», mientras que, tras Dedekind y Cantor, el uso nominativo tiene una
denotación muy específica, aunque abstracta.
En cierto sentido, el poder y quizás incluso toda la raison d’être del lenguaje
de las matemáticas es que está diseñado para ser tan claro y sin connotaciones
que evite justamente este tipo de ambigüedades. Intentar expresar cantidades y
relaciones numéricas en lenguaje natural, como traducir proposiciones
matemáticas al castellano y viceversa, a menudo causa problemas.[1.20] Un
ejemplo favorito del doctor Goris era la vieja historia sobre tres hombres que
llegan a un motel tarde por la noche. Solo queda una habitación libre, y cuesta
30€. Los huéspedes deciden poner 10€ cada uno y compartirla, pero cuando
llegan a la habitación se dan cuenta de que está hecha un desastre —parece que,
por alguna confusión, nadie había hecho la limpieza tras irse los anteriores
ocupantes— y comprensiblemente los tres hombres llaman al recepcionista para
quejarse. Aquí pueden omitirse unos cuantos detalles y florituras. La cuestión es
que se hace tarde, las personas de la limpieza ya no están, y no hay ninguna
habitación más, de modo que, tras un poco de regateo, el recepcionista acepta
rebajar 5€ el precio de la habitación y repartir sábanas limpias. Manda al botones
a la habitación con sábanas, toallas y el reintegro de 5€ en forma de cinco
monedas de 1€. Etc., etc., donde lo importante es que hay cinco monedas de 1€ y
tres individuos, de modo que estos (misteriosamente ablandados) se quedan 1€
cada uno y dejan que el botones se quede los 2€ restantes como propina. Así,
cada hombre ha empezado pagando 10€ y ha recuperado 1€, de modo que cada
uno ha pagado 9€, y los tres juntos, 27€. El botones tiene los otros 2€, lo que
suma 29€, así que ¿dónde está el euro restante? En este problema, la cuestión es
que la verborrea (de la que había considerablemente más en la versión del doctor
Goris: incluía un relato épico que duraba todo el curso sobre esos tres hombres y
sus diversas biografías y peripecias y los diferentes enigmas matemáticos con
que se topaban siempre) le confunde para que intente calcular (30 − 3) + 2 en
lugar de la pertinente (30 − 5) + (3 + 2), dando como resultado mayor confusión
y diversión y posibles puntos extra.
Existen varios tipos de provocaciones interlingüísticas como esta. Las que no
se pueden resolver se convierten en verdaderas paradojas, algunas de las cuales
son profundas. No debería sorprender, dado que el ∞ es la abstracción definitiva
y a la vez arraigadamente difuso, que este figure en muchas de esas paradojas.
Tome, por ejemplo, la idea de que no hay un último entero, o un entero mayor
que todos los demás, y de que el tiempo se extiende hacia adelante infinitamente.
Ahora imagine una lámpara de larga duración perfectamente construida con un
gran botón rojo de Apagada/Encendida, e imagine que esta mañana la lámpara
está apagada pero a las 16:30 alguien la encenderá, a la misma hora del día
siguiente alguien la apagará, a la misma hora del día siguiente alguien la
encenderá de nuevo, y así sucesivamente, cada día, por el resto del tiempo. Y
ahora considere si, tras un número infinito de días, la lámpara estará apagada o
encendida. Puede que recuerde de las matemáticas del instituto[1.21] que en
realidad este problema está relacionado con algo llamado una serie infinita
divergente, más específicamente la serie de Grandi, 1 − 1 + 1 − 1 + 1 − 1 +
1…, serie que suma 0 si la calculamos según (1 − 1) + (1 − 1) + (1 − 1) +…
pero que suma 1 si la calculamos según 1 + (−1 + 1) + (−1 + 1) + (−1 + 1)…,
y la traca final es que, como ambos cálculos son matemáticamente lícitos, la
suma «real» de la serie parece ser a la vez 1 y no-1, lo cual por la LTE es
imposible. Sin embargo, tal vez recuerde[1.22] que la serie de Grandi resulta ser
de un subtipo particular de serie infinita divergente conocida como serie
oscilante, y que como tal es un ejemplo aleccionador de estipulación de sumas
parciales (denotadas por sn), siendo el simbolismo relevante algo parecido a
«1 + ∑(−1)n donde sn = 0 para n par y sn = −1 para n impar», simbolismo que
parece tan legislativamente críptico y pesado precisamente porque tiene que
estar diseñado para evitar fisuras como la paradoja de la lámpara.
También hay antinomias que giran alrededor del ∞ no como un concepto del
lenguaje natural o un terrain vague numérico sino simplemente como un rasgo
de la geometría, de tal forma que pueden representarse mediante figuras simples,
y no basta con meras estipulaciones. Considérense los puntos y las rectas. Está
claro que cualquier recta contiene una infinidad de puntos. Un punto, recuerde,
es «un elemento de la geometría que tiene posición pero no extensión» (Nelson,
pág. 330), en el sentido de que un punto es una abstracción, pura posición. Pero
si una recta se compone únicamente de puntos, y los puntos no tienen extensión,
¿cómo puede tener extensión una recta? Por definición, todas las rectas la tienen.
La respuesta parece tener algo que ver con el ∞, pero ¿cómo puede ∞ × 0 ser
igual a algo que no sea 0?
Aquí está otra peor. Todo lo que necesita es a Euclides y una regla. Dibuje
una línea como esta:
donde el segmento de recta PQ es tres veces más largo que el segmento QR.
Como los segmentos de recta están compuestos por puntos, parece razonable la
idea de que debería haber tres veces más puntos en PQ que en QR. Pero resulta
que hay exactamente la misma cantidad en ambos. Puede verlo. Convierta los
segmentos en el triángulo recto QPR girando PQ hacia arriba y continuando la
rotación hasta que P esté justo encima de R, y después dibuje el segmento PR:
Después recuerde que, por el axioma de las paralelas de Euclides,[1.23] por cada
punto del segmento PQ pasará exactamente una recta paralela al segmento PR:
sin duplicaciones y sin que falten puntos, de modo que a cada punto de PQ le
corresponde un punto de QR, es decir, que hay exactamente tantos puntos en QR
como en PQ, aunque PQ = 3(QR).
Puede usted generar una paradoja similar creando un par de círculos
concéntricos tales que el radio del círculo mayor mida el doble que el radio del
círculo interior.[1.24] Como la circunferencia de cualquier círculo es una función
directa de su radio, la circunferencia del círculo mayor mide el doble que la del
círculo menor. Y una circunferencia también es una línea (curva), de modo que
debería haber dos veces más puntos en la circunferencia del círculo mayor. Pero
no: como ambos círculos tienen un centro común, el simple trazo de algunos
radios permite establecer que cualquier radio que corte al círculo grande en un
punto N cortará al círculo pequeño en un único punto correspondiente N1, sin
redundancias ni ausencias:
§2a.
(1) Para cruzar el intervalo AB primero tiene que cruzar todos los
subintervalos , siendo n = 1, 2, 3, 4, 5, 6, …
No hace falta decir que el intervalo AB no tiene por qué ser una calle muy
ancha, ni siquiera una calle. La dicotomía se aplica a cualquier tipo de
movimiento continuo. En clase, al doctor Goris le gustaba presentar la
argumentación en términos del movimiento del dedo desde la falda hasta la
punta de la nariz. Y, por supuesto, como sabe cualquiera que haya logrado
alguna vez cruzar una calle o tocarse la nariz, tiene que haber algo sospechoso en
el argumento de Zenón. Hallar y articular esa sospecha es un asunto muy
distinto. Tenemos que ir con cuidado, también: hay más de una manera de
equivocarse. Si estudió usted algo de matemáticas de bachillerato, por ejemplo,
puede ser tentador decir que el paso (2) de la dicotomía esconde una simple
falacia, concretamente la de suponer que la suma de una serie infinita tiene que
ser a su vez infinita. Posiblemente recuerde que el del paso (1) es
simplemente otra manera de representar la serie geométrica
, y que la fórmula correcta para hallar la suma de esta
razón, y que aquí ambos valen , y que , por lo que en este caso parece
que las calles se pueden cruzar y las narices se pueden tocar sin ningún
problema, así que la dicotomía en realidad es solo un truco con las palabras y no
una paradoja en absoluto, excepto tal vez para civilizaciones demasiado
primitivas y poco ilustradas como para conocer la fórmula de la suma de una
serie geométrica.
Solo que esta respuesta no servirá. De momento dejemos a un lado la
cuestión de si es técnicamente correcta. Lo que importa es que es trivial:
representa lo que los filósofos llamarían una visión empobrecida del problema de
Zenón.
Pues ¿de dónde sale exactamente como fórmula para sumar esta serie
geométrica? Es decir, dicha fórmula ¿es solo un poco de palabreo «legalista»
para evitar que existan ciertas paradojas, o es matemáticamente «significativa»
en el sentido de Hardy? Y ¿cómo determinamos cuál es?
Curiosamente, cuanto más estándar fuera la lección de matemáticas que
recibió, más difícil será evitar responder de una manera demasiado pobre. Como,
por ejemplo, justificar indicando, en la mejor tradición del 2.º curso de
§2b.
10x = ,
− x, que es = ,
da 9x = ,
§2c.
y entonces sumaban las áreas de los cuadrados. Hay dos razones por las que esto
merece comentarse. La primera ya se ha mencionado antes: aunque ahora
jugamos con exponentes y raíces in abstractus, para los griegos los problemas de
matemáticas siempre se formulaban, y resolvían, geométricamente. Un número
racional era una razón literal de las longitudes de dos segmentos. Elevar al
cuadrado era construir un cuadrado y tomar su área. La otra razón es que según
la mayoría de los relatos fue un simple y humilde cuadrado el que empezó todo
el embrollo. Considérese específicamente el familiar cuadrado unidad, de lado
1, e incluso más en concreto el triángulo rectángulo isósceles cuya hipotenusa es
la diagonal del cuadrado unidad:
De lo que se dio cuenta la D. Η. P. (probablemente a través de mediciones
reales y cada vez más frenéticas) es que por pequeña que sea la unidad de
medida usada, el lado del cuadrado unidad es inconmensurable con la diagonal,
es decir, no es medible con la diagonal. Esto significa que no hay ningún número
racional tal que = . La cantidad era algo que la D. Η. P. acabó llamando
arratos, «lo que no tiene razón», o —como logos podía significar a la vez
palabra y proporción— alogos, que por lo tanto significaba a la vez «lo que no
tiene proporción» y «lo que no puede ser dicho».
La demostración de la inconmensurabilidad de es otro famoso caso de
demostración por reducción al absurdo, y una especialmente bonita porque es
muy simple y solo requiere matemáticas elementales. Veamos. En primer lugar,
para los propósitos de la reducción al absurdo, supóngase que D y S son
conmensurables. Esto significa que es igual a alguna razón donde p y q son
enteros sin ningún factor común aparte de 1. Sabemos por el teorema de
Pitágoras que D2 = S2 + S2, o D2 = 2S2, lo cual si = significa que p2 = 2q2.
También sabemos que el cuadrado de cualquier número impar será impar y el
cuadrado de cualquier número par será par (puede comprobarlo usted mismo).
Además, sabemos que el doble de cualquier número entero es un número par.
Esa es toda la artillería que necesitamos. Por la LTE, o bien p es impar, o bien p
es par. Si (1) p es impar, hay una contradicción inmediata, pues 2q2 tiene que ser
impar. Pero si (2) p es par, eso significa que es igual al doble de algún número,
digamos 2r, así que introduciendo dicha equivalencia en la ecuación original
p2 = 2q2 se obtiene 4r2 = 2q2, lo cual se reduce a 2r2 = q2, lo que significa que
q2 es par, lo que evidencia que q es par, lo cual quiere decir que p y q son ambos
pares, en cuyo caso tienen un factor común distinto de 1, lo cual de nuevo es una
contradicción, (1) Arroja una contradicción, (2) arroja una contradicción, y no
hay (3). Así que D y S son inconmensurables. Fin de la demostración.[2.32]
El hecho de que los números racionales no pudieran expresar algo tan
cotidiano como la diagonal de un cuadrado —por no mencionar otros
irracionales hipotenoides fáciles de construir como √5, √8, etc.— obviamente
era desestabilizante para toda la cosmogonía de los pitagóricos. Al parecer, el
golpe de gracia fue el descubrimiento de que su amada razón áurea era también
irracional, resultando ser (1 + √5) o 1,618034… Hay todo tipo de
espeluznantes relatos apócrifos acerca de los extremos a los que llegó la D. Η. P.
para mantener en secreto la existencia[2.33] de los irracionales, algo que nos
podemos saltar porque son mucho más importantes, histórica y
matemáticamente, los propios números irracionales. Son importantes por lo
menos por tres razones. (1) Matemáticamente, los números irracionales son una
consecuencia directa de la abstracción. Están un nivel entero por encima de las 5
naranjas o el queso. No se encuentran números irracionales hasta que se
empiezan a generar teoremas abstractos como el T. P. Y observe, por favor, que
en realidad solo son una grieta para las matemáticas puras. Los egipcios y otros
pueblos se habían encontrado con números irracionales en la agrimensura y la
ingeniería, pero como solo les importaban las aplicaciones prácticas no tenían
ningún problema en tratar la √2 como 1,4 o . (2) El descubrimiento de los
irracionales señaló la primera verdadera divergencia entre las matemáticas y la
geometría, pues los matemáticos podían entonces crear números que los
geómetras no podían medir realmente. (3) Resulta que los irracionales, como los
de Zenón, son una consecuencia de intentar expresar y explicar la continuidad
con respecto a la recta numérica. Los números irracionales son el motivo por el
que la recta numérica no es técnicamente continua. Como la RIV de la
dicotomía, los irracionales representan huecos o agujeros en la recta numérica,
intersticios a través de los cuales el caos ilimitado del ∞ podía entrar y provocar
un lío en las pulcras matemáticas de la Ática.
Y no es solo un problema griego. Porque lo importante de los números
irracionales es que no pueden ser representados por fracciones; y, además, si
usted intenta expresar irracionales en notación decimal,[2.34] entonces la
secuencia de dígitos tras la coma no será ni finita (como en el caso de los
decimales racionales 2,0 o 5,74) ni periódica (lo que significa una repetición
según alguna pauta, como en el caso de los racionales 0,333… = ,
1,181818… = , etc.).[2.35]
Esto significa que, por ejemplo, la expresión decimal de √3 puede
desarrollarse hasta 1,732, o 1,73205, o 1,7320508, o, literalmente, hasta donde
usted quiera… o más lejos. Y a su vez esto significa que cierto punto definido de
la recta numérica —o sea, el punto correspondiente al intervalo que,
multiplicado por sí mismo, corresponde al punto-entero 3— no puede ser
nombrado ni expresado de modo finito.[2.36]
Así, el intervalo finito 0-1 de la recta numérica está aún más
inconcebiblemente poblado. No solo hay una cantidad infinita de secuencias
infinitas de fracciones, sino también una cantidad infinita de irracionales,[2.37]
cada uno de los cuales es a su vez numéricamente inexpresable excepto como
una secuencia infinita de decimales no periódicos. Hagamos una pausa para
considerar los vertiginosos grados de abstracción involucrados en esto. Si la
CPU humana no puede aprehender o incluso concebir siquiera el ∞, parece que
ahora se le pide dar cuenta de una infinidad de ∞, de la cual una cantidad
infinita de miembros individuales son a su vez inexpresables con finitud, y todos
en un intervalo tan finito y de aspecto tan inocente que se usa en la clase de los
niños pequeños. Todo lo cual suena muy extraño.
Desde luego, hay tantas maneras de tratar esa extrañeza como connotaciones
tiene «tratar». Los griegos,* por ejemplo, simplemente rehusaron tratar los
irracionales como números. O bien los incluían en la categoría de longitudes/
áreas puramente geométricas y no los usaban nunca en sus matemáticas per se, o
bien racionalizaban literalmente el uso de irracionales manipulando su aritmética
(ejemplo: los pitagóricos usaron el truco de escribir 2 como de modo que
pudieran tratar la √2 como ).[2.38] Si su rechazo a reconocer la existencia de
números dados por su propio razonamiento matemático parece algo peculiar,
sepa que hasta el siglo XVIII prácticamente todos los grandes matemáticos
europeos hicieron lo mismo,[2.39] incluso cuando la legendaria revolución
científica estaba empezando a dar todo tipo de resultados que requerían una
aritmética de los irracionales. Hasta finales del siglo XIX,* de hecho, nadie* daría
con una teoría rigurosa o incluso una definición de los irracionales. La mejor
definición vendría de Richard Dedekind,* mientras que el tratado más
exhaustivo del estatus de los números reales en la recta sería el de Georg Cantor.
§2d.
* INTERPOLACIÓN INEVITABLE PERO AL FIN Y AL CABO DE TIPO SEI
§2e.
(Continuación de §2c desde el párrafo de la pág. 84 con asteriscos de interpolación).
Aquí están, a modo de aperitivo, algunas de las cosas que Cantor[2.47] acabó
descubriendo sobre los ∞ anidados de Zenón y Eudoxo. Aquí «descubierto» no
quiere decir simplemente encontrado, sino realmente demostrado. La recta
numérica es, obviamente, infinitamente larga y contiene una infinidad de puntos.
Incluso hay tantos puntos en el intervalo 0-1 como en la recta numérica entera.
De hecho, hay tantos puntos en el intervalo 0,0000000001-0,0000000002 como
en toda la R. N. También resulta que hay tantos puntos en el mencionado
microintervalo (o en uno un cuatrillón de veces más pequeño, si usted quiere)
como en el plano 2D —incluso si este plano es infinitamente grande— o en
cualquier forma 3D, o en la totalidad del propio espacio 3D infinito.
Es más, sabemos que hay una infinidad de números racionales en la recta
numérica infinita, y (por cortesía de Zenón) que dichos racionales son tan
infinitamente densos en la recta que literalmente ningún número racional dado
tiene un siguiente; es decir, entre dos números racionales cualesquiera de la
R. N. siempre se puede encontrar un tercero. Un hecho del cual aquí tenemos
una breve demostración. Tomemos dos racionales distintos p y q. Como son
diferentes, p ≠ q, lo cual implica que uno es mayor que el otro. Digamos que es
p > q. Esto significa que en la recta numérica hay por lo menos alguna distancia
medible, por pequeña que sea, entre q y p. Tomemos esa distancia, dividámosla
por algún número (2 es el más fácil), y añadamos el cociente al número más
pequeño q. Tenemos un nuevo número racional, , entre p y q. Y como
el número de números simplemente enteros por los cuales podemos dividir
(p − q) antes de añadir el cociente a q es infinito, en realidad hay una infinidad
de puntos racionales entre cualesquiera p y q. Dejemos que esto vaya calando, y
entonces tengamos en cuenta que incluso dada la densidad infinita de la cantidad
infinita de números racionales en la recta numérica, puede demostrarse que el
porcentaje total de espacio de la R. N. ocupado por la totalidad de los
infinitamente infinitos números racionales es: ninguno. Es decir, o, nulo, nada.
La versión técnica de la demostración es de Cantor, y observe qué espíritu más
eudoxiano-exhaustivo tiene, incluso en la siguiente forma en lenguaje natural,
que requiere un poco de visualización creativa.
Imagine que puede ver la recta numérica entera y cada uno de los infinitos
puntos individuales que contiene. Imagine que quiere una manera rápida y fácil
de distinguir los puntos correspondientes a números racionales de los
correspondientes a irracionales. Lo que va a hacer es identificar los puntos
racionales envolviendo cada uno de ellos en un pañuelo rojo.[2.48] De este modo
destacarán. Como técnicamente los puntos geométricos carecen de dimensión,
no sabemos qué aspecto tienen, pero lo que sí sabemos es que no se necesitará
un pañuelo muy grande para cubrir uno de ellos. En este caso, el pañuelo rojo
puede ser arbitrariamente pequeño, por ejemplo de 0,00000001 unidades, o la
mitad de ese tamaño, o la mitad de la mitad, …, etc. En realidad, incluso el más
pequeño de los pañuelos será innecesariamente grande, pero para nuestros
propósitos podemos decir que el pañuelo es básicamente infinitamente pequeño:
llamemos φ a ese tamaño. Así, un pañuelo de tamaño φ cubre el primer punto
racional de la R. N. Entonces, como, por supuesto, el pañuelo puede ser tan
pequeño como queramos, digamos que usted usa solo un pañuelo de tamaño
para envolver el siguiente punto racional. Y digamos que usted continúa de ese
modo, siendo el tamaño de cada pañuelo rojo exactamente del tamaño del
anterior, para todos los números racionales, hasta que todos están envueltos y
cubiertos. Ahora, para hallar el porcentaje total de espacio que todos los números
racionales ocupan en la recta numérica, todo lo que tiene que hacer es sumar los
tamaños de todos los pañuelos rojos. Por supuesto, hay una infinidad de
pañuelos, pero respecto al tamaño se traducen como términos de una serie
infinita, específicamente la serie geométrica al estilo de Zenón + + +
§3a.
Este pasaje es citado por el propio Cantor en su «Mitteilungen zur Lehre vom
Transfiniten»,[3.5] donde lo califica de la única objeción realmente significativa,
en toda la historia, a la existencia de un ∞ real. Para nuestros propósitos, hay dos
cosas significativas acerca del argumento de santo Tomás: (1) Trata el ∞ en
términos de «conjuntos de cosas», que es lo que Cantor y Dedekind harán
seiscientos años después (además, la tercera frase de santo Tomás es casi
exactamente la manera en que Cantor definirá el cardinal de un conjunto). (2)
Todavía más importante, reduce todas las distinciones y complicaciones
metafísicas de Aristóteles a la cuestión de si existen números infinitos. Es fácil
ver que aquí lo que realmente le gusta a Cantor es el punto (2), que convierte el
argumento en una especie de reto a medida, pues la única y verdaderamente
plausible refutación a santo Tomás consistirá en que alguien dé una teoría
rigurosa y coherente de los números infinitos y sus propiedades.
Hacia 1350 + Breve salto temporal. Tres personajes de mediana importancia
respecto a la continuidad y las series infinitas: Nicole Oresme, Ricardus «el
Calculador» Suiseth y Francesco Luigi Grandi. Oresme inventa en 1350 un
método «latitudinal» para representar de forma gráfica el movimiento y la
aceleración uniforme.[3.6] Entre otras cosas, ello permite la primera indicación de
que la velocidad relativa (= recta inclinada) y el área relativa (= área bajo la
recta inclinada) son dos aspectos de la misma cosa. Coincidiendo más o menos
en el tiempo, Suiseth resuelve un problema latitudinal particular que equivale a
demostrar que la serie infinita + + + + … + tiene una suma finita,
concretamente 2. (N. B.: nadie piensa todavía en aplicar este método a la
dicotomía). Entonces, Oresme responde demostrando que otra serie infinita, +
[SEI La finalidad de destacar puntos como los dos últimos es establecer que
el ∞, en varias manifestaciones y contextos, está adquiriendo cada vez más
interés en aplicaciones fructíferas incluso aunque continúe siendo
metafísicamente sospechoso y nadie tenga ni idea de cómo tratarlo
matemáticamente].
Año 1637. La géometrie de René Descartes introduce el ahora omnipresente
plano coordenado cartesiano, el cual permite que las figuras geométricas se
representen aritmética/algebraicamente.
Aproximadamente entre 1585 y 1638. Tres personajes importantes, de los
cuales dos son extremadamente famosos: Simon Stevin, Johannes Kepler y
Galileo Galilei.
En la década de 1580, Stevin (un ingeniero flamenco) resucita la propiedad
de exhaustación de Eudoxo al derivar fórmulas para características relacionadas
con el peso de diferentes figuras geométricas. Por ejemplo, en su obra Estática
(1586), Stevin demuestra que el centro de gravedad de un triángulo se halla
sobre su mediana, y lo hace inscribiendo un número ilimitado de paralelogramos
arbitrariamente pequeños en el triángulo y demostrando cosas acerca de los
centros de gravedad de las figuras inscritas resultantes. Stevin, también conocido
como el Arquímedes holandés, merece más fama de la que consiguió. Aquí está
una cita descontextualizada pero pertinente de Carl Boyer: «Fueron en gran
manera las modificaciones resultantes de los antiguos métodos infinitesimales
las que acabaron conduciendo al cálculo, y Stevin fue uno de los primeros en
sugerir tales cambios» (Boyer, pág. 322).
Tal como se explica en la obra de Kepler Astronomia nova (1609), la 2.ª ley
del movimiento planetario depende de que se conciba el área circunscrita por un
vector radial que une un planeta orbitando con el Sol como compuesta (es decir,
el área está compuesta) de infinitos triángulos infinitamente delgados, cada uno
con el vértice A en el Sol y los vértices B y C infinitesimalmente próximos a lo
largo de la trayectoria orbital. La suma efectuada por Kepler de las áreas de esta
infinidad de infinitesimales era, setenta años antes de Leibniz, cálculo
aplicado.[3.9]
Años 1636-1638. Galileo Galilei, puesto por la Inquisición bajo arresto
domiciliario en Florencia, escribe Dos nuevas ciencias, un diálogo al estilo de
Platón sobre la mecánica/dinámica. En este libro hay un montón de cosas
relacionadas con el ∞. Un ejemplo es el modo en que Galileo aplica las técnicas
de representación latitudinal de Oresme al movimiento de proyectiles y
demuestra que la curva descrita por la trayectoria de un proyectil es una
parábola. Tras dos mil años de estudio matemático de las secciones cónicas, la
elipse orbital de Kepler y la parábola de los proyectiles de Galileo son las
primeras aplicaciones reales de las cónicas a las ciencias físicas. La obra menos
conocida de Kepler, Ad Vitellionem paralipomena,[3.10] ya había demostrado que
las elipses, las hipérbolas, las parábolas y las circunferencias son todas productos
de una extraña y armónica danza entre dos focos. La parábola se explica como lo
que le ocurre a una hipérbola cuando la posición de un foco respecto al otro
alcanza el ∞. De un modo nada accidental, toda la teoría de Kepler sobre las
interrelaciones de las cónicas se conoce como el principio de continuidad.
La obra Dos nuevas ciencias de Galileo era en cierto sentido una larga
«pedorreta» a la Inquisición, que lo trató de forma infame. Parte de su proyecto
era que el hombre normal del diálogo actuara como portavoz de la metafísica
aristotélica y del credo de la Iglesia, y que su compañero algo más ilustrado le
fuera dando bofetones intelectuales. Una de las dianas principales es la división
ontológica por Aristóteles del ∞ en real y potencial, que la Iglesia básicamente
había transformado en la doctrina de que solo Dios es realmente infinito y nada
más en su creación puede serlo. Ejemplo: Galileo ridiculiza la idea de que el
número de partes en el que se puede dividir cualquier segmento sea solo
«potencialmente» (o sea, no realmente) infinito demostrando que si usted dobla
el segmento hasta que sea una circunferencia —el cual, según Nicolás de
Cusa,[3.11] se define como un polígono regular con un ∞ número de lados—,
usted ha «reducido a realidad ese número infinito de partes que pretendía,
mientras era recto, que estaban contenidas en él solo potencialmente» (ibíd., pág.
329).
El portavoz de Galileo también dedica mucho tiempo a los infinitesimales,
principalmente por su utilidad en los resultados de Stevin y Kepler. Galileo es el
primero en distinguir entre diferentes «órdenes» de infinitesimales,
principalmente a través de un elaborado argumento sobre por qué, si la Tierra
gira, los objetos no son arrojados hacia fuera según varias tangentes a la curva de
giro, lo cual es una larga historia, pero lo importante es que dos infinitesimales
son de distinto orden si su razón tiende o bien a 0, o bien a ∞ y son del mismo
orden si su razón es finita. Esto es relevante porque (1) la idea de que los
infinitesimales de orden más alto son tan increíblemente pequeños y
evanescentes que se pueden descartar de una ecuación porque no tendrán ningún
efecto sobre el resultado acabaría siendo vital para el cálculo clásico, y (2) la
distinción de Galileo anticipa algunos de los propios descubrimientos de Cantor
sobre la extraña aritmética de las cantidades infinitas, es decir, que no todos los
∞ tienen el mismo tamaño pero que las diferencias entre ellos no son realmente
aritméticas (por ejemplo, sumar n a ∞ no lo incrementa, ni sumar ∞ a ∞ o
multiplicar ∞ por ∞) sino, en cierto modo, geométricas.[3.12]
La extremada extrañeza matemática del ∞, que Galileo dedica mucho
tiempo a ejemplificar en las DNC, es bastante lúcidamente atribuida a la
epistemología y no a la metafísica. Las paradojas surgen, según el portavoz de
Galileo, solo «cuando intentamos, con nuestra mente finita, discutir el infinito,
asignándole aquellas propiedades que otorgamos a lo finito y limitado» (Galileo
Galilei, pág. 31). La gran ilustración de ello es la paradoja de Galileo que hemos
visto en §1, en la cual recuerde que podía establecer una correspondencia de uno
a uno entre todos los enteros y todos los cuadrados perfectos incluso aunque sea
evidente que hay muchos más enteros que cuadrados perfectos.[3.13] De este
rompecabezas, Galileo concluye que «debemos decir que hay tantos cuadrados
como números», y así (otra vez) que «los atributos “igual”, “mayor” y “menor”
no son aplicables a las cantidades infinitas, sino solo a las finitas» (ibíd., pág.
32). Aunque esta última conclusión acabe resultando equivocada, las de DNC
todavía es la primera actitud verdaderamente moderna hacia los infinitos reales
como entes matemáticos. Obsérvese, por ejemplo, que Galileo no recurre a la
vieja reducción al absurdo aristotélica para concluir, a partir del comportamiento
paradójico de los conjuntos infinitos, que no se puede razonar acerca del ∞. En
cambio, se las arregla de algún modo para anticiparse tanto a Kant (atribuyendo
las paradojas del ∞ a las arraigadas restricciones de las «mentes finitas» y no a
cualquier realidad exterior a la mente) como a Cantor (usando la
correspondencia de uno a uno como medida comparativa de los conjuntos,
argumentando que las cantidades infinitas obedecen a un tipo de aritmética
diferente al de las cantidades finitas, etc.).
Hechos conocidos: el siglo XVII, con su Contra-Contra-Reforma y su
revolución científica, vio la primera auténtica explosión de progreso filo-
matemático desde el apogeo helenístico. Este es el siglo en el que Descartes
inventa la geometría con coordenadas (así como la duda radical), Desargues
inventa la geometría proyectiva; Locke, el empirismo; Newton y Leibniz, las
matemáticas superiores. Nada de eso habría sido posible sin aflojar el
estrangulamiento aristotélico del pensamiento occidental. Las DNC de Galileo
están al mismo nivel que el Discurso del método de Descartes y el Novum
Organum de Bacon en términos de ruptura liberadora, y no es en absoluto
accidental que dedique tanto tiempo al De entre montones de citas
pertinentemente favorables, véase la del profesor Danzig: «Cuando, tras un
estupor de mil años, el pensamiento europeo se deshizo del efecto de las pócimas
adormecedoras tan hábilmente administradas por los Padres Cristianos, el
problema del infinito fue uno de los primeros en ser revivido» (Tobías Danzig,
Number: the Language of Science, extractado de Seife, pág. 106).
El otro motivo por el que Dos nuevas ciencias es importante es por su
sostenido y original uso de la función. Sin duda recordará usted lo que es una
función matemática y por qué es difícil definirla claramente (como, por ejemplo,
«Una relación entre variables», «Una regla para establecer la imagen de un
dominio», «Una correspondencia»). Una función está por lo menos un nivel de
abstracción por encima de las variables, siendo básicamente una regla para
emparejar elementos de un conjunto con elementos de otro conjunto. Por ahora
supongamos que todos sabemos bastante bien qué es una función, o más bien
qué hace, pues una función en realidad es una especie de procedimiento, aunque
un simbolismo como «f(x) = » tiende a hacer que parezca una cosa. Por lo
menos gráficamente, la idea de una función había estado ahí desde Oresme en el
siglo XIV, aunque este había usado terminología escolástica y llamaba a esa
técnica una latitud de formas, siendo «forma» el término aristotélico para
características o calidades, de las que se consideraba que incluían cosas como la
velocidad de un cuerpo en movimiento. No fue hasta Galileo que la gente
entendió que la velocidad no es una cualidad de la cosa que se mueve, sino más
bien un proceso abstracto representable por la función elemental r = , igual que
(un nivel de abstracción más hacia arriba) fue Galileo quien determinó que la
aceleración actúa como la función s = at2.
Dos nuevas ciencias es el primer libro de matemáticas en usar funciones de
forma extensiva y no gráfica, aunque estas son descritas verbalmente y a menudo
(como los griegos) en términos de proporciones y razones. Lo que es
sorprendente es la velocidad con que la noción/teoría de las funciones ganó
aceptación una vez alcanzada cierta masa crítica de necesidades y permisos.[3.14]
La mayor parte de esas necesidades involucraban la continuidad. Lo principal
aquí es que la astronomía de Kepler y los estudios del movimiento de Galileo —
motivados en gran parte por la necesidad de mejorar la medición del tiempo en
la navegación (otra vez, una larga historia)— generaron el impulso para un
estudio riguroso de las curvas, que el plano coordenado cartesiano permitía
expresar de forma algebraica, es decir, en términos de funciones como y = x2,
y = sen x, y así sucesivamente. Las importantes distinciones entre funciones
polinómicas, algebraicas y trascendentes[3.15] se obtenían fácilmente a partir de
la clasificación de las curvas por Descartes, y también a partir de las
representaciones explícitas como funciones mediante diferentes tipos de series
algo más tarde (1670 aprox.). La propia palabra «función», a propósito, viene de
Gottfried W. Leibniz.[3.16] Lo cual, por supuesto, no es para nada un accidente,
pues Leibniz ayudó a inventar el cálculo, y una de sus características más
poderosas es el uso de funciones para representar procesos. Tras Leibniz, el
concepto plagado de fisuras de «fenómeno continuo» es reemplazado en las
matemáticas por la función continua y la serie infinita… y, de hecho, las
exploraciones del ∞ por Cantor acabarán surgiendo de una aplicación particular
de dichas herramientas a cierto conjunto de problemas acerca del calor. Lo cual
es obviamente una historia muy larga que ahora no vamos a desarrollar.
Aquí, dicho sea de paso, está una cita de David Berlinski: «Es el contraste
entre lo continuo y lo discreto lo que constituye el gran motor generador por el
cual los números reales son construidos y el cálculo creado» (Berlinski, pág.
130). Para recordar dónde estamos en el bosque general, esta sección es solo de
árboles.
Aproximadamente 1647-1665. Tres personajes medianamente importantes,
que si esto hubiera sido doscientos años antes ahora serían todos
extremadamente famosos: Gregory de St. Vincent, John Wallis y James Gregory.
Hacia 1647: Gregory de St. Vincent propone una solución a la dicotomía de
Zenón que menciona de manera explícita la suma de una serie geométrica.[3.17]
Es también el primer matemático en postular que una serie infinita representa
una verdadera magnitud o suma, la cual también es el primero en postular cómo
el límite de la serie, que él llama el «terminus de la progresión» y describe en
términos bastante eudoxianos como un extremo «al que la progresión no llega,
aunque continúe hacia el infinito, pero al que puede acercarse más
próximamente que por cualquier intervalo dado» (Gregory of St. Vincent, Opus
Geometricum, extractado de Kline, pág. 437).
Año 1655: Wallis, el segundo matemático británico más grande del siglo,
publica su antes mencionada obra Arithmetica infinitorum, cuyo título es 0%
casual. Este es el primer trabajo importante sobre la aplicación de las series
infinitas a la aritmetización de la geometría, y será indispensable para la versión
newtoniana del cálculo[3.18] un par de décadas después. Entre los resultados
importantes de la Arithmetica infinitorum: las primeras definiciones generales
correctas del límite de una sucesión infinita y de la suma de una serie infinita, el
uso de un producto infinito para representar el seno y el coseno, la demostración
de que = × × × … (compárese con la = 1 − + − +
§3b.
§3c.
Así pues, una vez la historia del ∞ llega a finales del siglo XVII, ahora vamos
disparados a una velocidad irreversible hacia Cantor y sus colegas, y las
matemáticas se vuelven mucho más abstractas y técnicas. Y el «Alto Mando» ha
decidido que en puntos seleccionados deberá usted someterse a pequeños y
rápidos glosarios de emergencia (G. E.) en los cuales ciertos términos/conceptos
inevitables se definen de modo que luego puedan usarse sin tener que parar
constantemente y hacer sesudas búsquedas in medias acerca de lo que significan.
Algunos serán nuevos, otros ya han sido mencionados o pueden parecer algo
obvios, pero son lo bastante importantes para que ellos y algunos de sus
subtérminos asociados se aseguren al 100%.
N. B.: El siguiente primer GLOSARIO DE EMERGENCIA puede resultar un poco
seco debido simplemente a la compresión. Y aunque era tentador designarlo
como SEI para lectores con fuerte formación matemática, el hecho es que muchas
de las definiciones están tan radicalmente reducidas y simplificadas que
probablemente le valga la pena dedicar algo de su tiempo por lo menos a hojear
este G. E. I para tener claras las maneras específicas en las que vamos a utilizar
los términos. Para los lectores que no sepan demasiadas matemáticas superiores,
por otro lado, lo que sigue es todo lo que necesitan para continuar por lo menos
durante unos cuantos § más.
que, por supuesto, solo tendrán sentido si está usted familiarizado con los
límites.
— Límites. O quizá más bien límites y cotas, pues estos están relacionados pero
también son crucialmente diferentes. La distinción es probablemente más
fácil de ver respecto a las sucesiones. ¡Uy!
— Series. Definibles como sucesiones cuyos términos están sumados los unos a
los otros, como en la serie geométrica 1 + 2 + 4 + 8 + 16 + … + 2n−1 + …
La relación íntima de las series con las sucesiones significa que comparten la
mayoría de las cualidades y predicados asociados, con una gran excepción:
donde las sucesiones tienen límites, las series tienen límites y sumas. Puede
que recuerde la infame sigma mayúscula de las matemáticas superiores, que
le permite designar la suma incluso de series con un número infinito de
términos: porque resulta que todas las series interesantes son infinitas. La
suma de la serie infinita p1 + p2 + p3 + … + pn … se escribe pn, donde
los pequeños y antipodales «∞» y «n = 1» indican los límites (en el sentido
del intervalo de posibles valores de n) de la serie.[3.28] Las series infinitas son
convergentes si convergen hacia una suma finita (véase, por ejemplo, cómo
la zenoide 1 + + + + … converge hacia la suma 2) y divergentes si no
lo hacen (como la serie 1 + 2 + 3 + 4 + …). Pero ambos tipos de series
tienen por lo menos sumas abstractas[3.29] que se pueden simbolizar mediante
∑ y tratadas como cantidades en cálculos posteriores.
— Producto infinito. Algo así como una serie infinita excepto que los términos
se multiplican.[3.30] Muchas cosas en trigonometría, de π a las funciones seno
y coseno, pueden representarse como productos infinitos, dependiendo de
cómo se traten los desarrollos.
— Series de Fourier, que son algo así como la suma de dos series de potencias;
se estudian en matemáticas superiores[3.32] y pueden constituir verdaderos
quebraderos de cabeza, pero son vitales para el contexto de la matemática
transfinita y merecen por lo menos una explicación general. Para nuestros
propósitos, las series de Fourier se pueden ver como desarrollos de funciones
periódicas, respecto a las cuales todo lo que necesita saber es que son
maneras de representar varios tipos de ondas, por lo que a veces también se
llaman funciones de onda. Las funciones de onda fundamentales son las
trigonométricas sen x y cos x, y la serie de Fourier elemental es el desarrollo
de una función periódica f(x) como —prepárese— an cos (nx) +
— Cuadratura. Este es el término del siglo XVII para cierto tipo de problema
que condujo al cálculo integral. Técnicamente, se refiere a construir un
cuadrado cuya área = el área delimitada por una curva cerrada. Una versión
moderna temprana del viejo problema de la cuadratura del círculo, en otras
palabras. Nos preocupamos de definir la «cuadratura» porque se usa más
adelante en ciertos contextos históricos donde sería erróneo decir
«integración» en su lugar, porque la integración, estrictamente hablando, no
existía todavía.
Tome cualquier punto de la recta real y trace una recta L desde este punto
hasta el centro de C, es decir, hasta el punto medio del diámetro. Sea cual sea el
punto de intersección con la semicircunferencia inferior, trace una recta vertical
desde dicho punto hasta que corte al diámetro [0, 1], de nuevo como se indica:
Así, cualquier punto de la recta real puede, mediante una L1, L2, L3, …, Ln,
ser puesto en correspondencia uno a uno con un punto de [0, 1]. Q .E. D.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN
§4a.
§4b.
flecha ocupa «un espacio igual a sí misma», y dice que esto es lo mismo que
estar «en reposo». La cuestión es que la flecha no puede estar realmente
moviéndose en un instante, porque el movimiento requiere un intervalo de
tiempo, y aquí un instante no es un intervalo: es la unidad de tiempo más
pequeña imaginable, y no tiene duración, del mismo modo en que un punto
geométrico no tiene dimensión. Y si en todos y cada uno de los instantes la
flecha está en reposo, entonces la flecha no se mueve jamás. De hecho, nada se
mueve en ningún caso, realmente, pues en cualquier instante dado todo está en
reposo.
Hay por lo menos una premisa implícita en el argumento de Zenón, que
puede ponerse en evidencia mediante un esquema:
§5a.
GLOSARIO DE EMERGENCIA II
Una manera fácil de aclarar ambos términos es recordar que una derivada es
literalmente el cociente de dos diferenciales, que es como muchos
leibnizianos definían en realidad la derivada para empezar.
Como no podemos hacer sumas parciales con las series de funciones, resulta
importante pensar en comprobaciones generales de la convergencia de dichas
series/sucesiones. Una comprobación general pionera llamada condición de
convergencia de Cauchy (o «3C») de la década de 1820 sostiene que una
secuencia infinita a0, a1, a2, …, an, … converge (es decir, tiene límite) si y
solo si el valor absoluto de (an+r − an) es inferior a cualquier cantidad
especificada para todo valor de r, suponiendo que n sea suficientemente
grande.[5.15]
Un hecho final respecto a las funciones y la convergencia (que
probablemente se tendría que haber incluido en la anterior interpolación):
para demostrar que una función F es representable (= desarrollable) como
una serie infinita, debe ser posible verificar que la serie converge en todos
los puntos hacia F. Lo cual, obviamente, no puede hacerse sumando un
número infinito de términos: se necesita una demostración abstracta. Esto
también será importante cuando lleguemos a los primeros trabajos de Cantor
sobre análisis.
(c) Una de las razones por las que las ecuaciones diferenciales son tan
difíciles para los estudiantes es que existen muchos tipos y subtipos distintos,
especificados por toda clase de nomenclatura sofisticada: «orden», «grado»,
«separabilidad», «homogeneidad», «linealidad», «factor de crecimiento»,
«factor de decrecimiento», etc. Para nosotros, la distinción más importante es
entre una ecuación diferencial ordinaria y una ecuación diferencial parcial.
Una E. D. parcial involucra más de una variable independiente, y, por lo
tanto, derivadas parciales (de aquí el nombre), mientras que una E. D.
ordinaria no contiene derivadas parciales. Como la mayoría de los
fenómenos físicos son lo bastante complicados para requerir funciones
multivariable y derivadas parciales, no es sorprendente que las ecuaciones
diferenciales verdaderamente útiles y significativas sean las parciales. Un par
más de términos sobre E. D. que debe conocer son condiciones de frontera y
condiciones iniciales, los cuales tienen que ver con especificar valores
permitidos de la función y/o cualesquiera constantes que intervengan en la
ecuación. Esos términos son pertinentes porque hay importantes conexiones
entre dichas condiciones y la especificación de ciertos intervalos de la recta
real en los cuales una función puede adquirir valores, lo cual después
resultará crítico para el análisis weierstrassiano de mediados del siglo XIX del
que hablaremos en §5e.
(c) Algo que tiene relación con la convergencia de las series en un intervalo
dado (p, q) es el asunto de si una función f(x) es seccionalmente continua en
un intervalo dado (p, q), lo que ocurre cuando (p, q) se puede dividir en un
número finito de subintervalos, siendo f(x) continua en cada subintervalo y
teniendo un límite finito en cada extremo inferior (= p) y superior (= q).
(Observe aquí que «seccional» también puede modificar/especificar la
monotonía,[5.22] es decir, que algunas series son seccionalmente monótonas,
un pequeño recordatorio que necesitará tener a mano en algún punto de §5d).
(d) Por razones complicadas, si una función es seccionalmente continua,
tendrá solo un número finito de discontinuidades en su intervalo (p, q)
relevante. He aquí un término fácil de entender: una discontinuidad es
simplemente un punto[5.23] en el cual la función f(x) no es continua. Ejemplo:
la semifourieriana tendrá claramente discontinuidades
en los valores de x que hagan cos(x − α) igual a 1. Hay muchas subespecies
diferentes de discontinuidades, hecho que en su mayor parte vamos a pasar
por alto. Gráficamente, una discontinuidad es un punto en el cual una curva
no es suave, es decir, donde salta, o cae bruscamente, o incluso tiene un
agujero. Véase también un poco de sutileza semántica: como la palabra
discontinuidad también puede referirse, con abstracción de 2.º nivel, a la
condición general de que algo sea no continuo, el término punto excepcional
se usa a veces para referirse a un punto específico en el cual hay una
discontinuidad. Aquí el meollo de la cuestión es que el análisis tiende a usar
«discontinuidad» y «punto excepcional» de modo intercambiable.
(e) Finalmente: un término engañosamente parecido a «convergencia
uniforme» es convergencia absoluta, que matemáticamente es algo
totalmente diferente. Una serie convergente infinita S puede tener términos
negativos (por ejemplo, la serie de Grandi de §3a). Si todos los términos
negativos de S se convierten en positivos (es decir, si solo se admiten los
valores absolutos de los términos) y S converge todavía, entonces es
absolutamente convergente. Si no, es condicionalmente convergente.
FIN DEL G. E. II
§5b.
integra término a término, los coeficientes bn serán veces el área bajo la curva
(f(u) sen nu) en el intervalo entre u = 0 y u = 2π. Los cálculos para a0 y an son
similares.
Se canse o no su vista, la cuestión es que, mediante la fórmula de esos
coeficientes de Fourier, toda función de una variable que se pueda concebir —
algebraica, trascendente, continua e incluso discontinua—[5.34] se vuelve
representable según una serie trigonométrica de tipo Fourier en el intervalo
[0, 2π]. Hay todo tipo de maravillosos puntos fuertes y ventajas en esa técnica (la
cual Fourier desarrolló principalmente para dar una solución general a la
ecuación de difusión; y en verdad lo logró). Un ejemplo: entender la integración
geométricamente, y concebir una función en términos de sus valores y no como
una mera expresión analítica,[5.35] le permite a Fourier considerar la posibilidad
de representar como series funciones sobre intervalos finitos, lo que para el
análisis del siglo XIX constituye un importante avance en flexibilidad.
Sin embargo, al mismo tiempo, las series de Fourier son como una repetición
del cálculo temprano en términos del contraste entre eficacia práctica y rigor
deductivo. Especialmente con el refinamiento por Siméon Denis Poisson hacia
1820, las series de Fourier se convierten en la manera n.º 1 de resolver
ecuaciones diferenciales parciales —que son, como se ha mencionado, las llaves
de oro para la física matemática, la dinámica, la astronomía, etc.— y como tales
se puede decir que revolucionan las matemáticas y la ciencia una vez más. Pero
también carecen de fundamento: no hay nada parecido a una teoría rigurosa de
las series de Fourier. En palabras de un historiador de las matemáticas, las
técnicas de Fourier «suscitaron más preguntas de las que él estaba interesado en
contestar o era capaz de resolver» (Dauben, Georg Cantor, pág. 7). Lo cual es a
la vez delicado y cierto: la TAC de Fourier afirma que una función
«completamente arbitraria» puede ser representada por una serie como la de la
Figura 5b, pero no lo demuestra. Tampoco detalla qué condiciones específicas
debe satisfacer una función para ser representable de ese modo. Aún más
importante, Fourier afirma que sus epónimas series son siempre convergentes en
un intervalo independientemente de cuál sea la función o incluso de que sea
expresable como una única «y = f(x)», y aunque esto tiene implicaciones
importantes para la teoría de las funciones, la afirmación acerca del 100% de
convergencia no está demostrada ni comprobada siquiera.
[SEI Había un problema parecido que involucraba las integrales de Fourier,
sobre las cuales todo lo que debemos saber es que son tipos especiales de
expresiones «cerradas» que dan soluciones de ecuaciones diferenciales parciales,
las cuales, una vez más, Fourier afirma que funcionan para cualesquiera
funciones arbitrarias, y que ciertamente parecen hacerlo —es decir, funcionar—
siendo especialmente buenas para problemas de física. Pero ni Fourier ni nadie
más a principios de la década de 1820 puede demostrar que las integrales de
Fourier funcionen para todas las f(x), en parte porque todavía hay una profunda
confusión en las matemáticas acerca de cómo definir la integral…, pero, de
todos modos, la razón por la que estamos mencionando el problema de las
integrales de Fourier es que el trabajo de Augustin-Louis Cauchy sobre él le
conduce a la mayor parte de la «rigorización» del análisis por la que se le da
reconocimiento. Parte de ese rigor incluye definir la integral como «el límite de
una suma», pero la mayor parte (= la mayor parte del rigor) concierne a los
problemas de convergencia mencionados en (b) y en su pequeña interpolación
del apartado Ecuaciones diferenciales del G. E. II, específicamente al pertenecer
dichos problemas al ámbito de las series de Fourier].[5.36]
Hay otra manera de enunciar la dificultad general. Fourier (en la línea de
Leibniz y Bolzano) tiene un modo esencialmente geométrico de entender las
cosas, y una inclinación hacia las demostraciones geométricas más que hacia las
demostraciones formales. En muchos aspectos, esto es un remanente del cálculo
clásico y de la mentalidad los-resultados-importan-más-que-las-demostraciones
del siglo XVIII. Pero tal enfoque ahora es cada vez más insostenible. También en
la década de 1820 se descubren las primeras geometrías no euclidianas (basadas
principalmente en el descubrimiento de que el axioma de las paralelas de los
elementos[5.37] era prescindible), y la idea de que la geometría podría ser
cualquier tipo de fundamento fijo e inequívoco para cualquier cosa se convierte
en oficialmente absurda. Un problema relacionado es que los matemáticos desde
Newton a Euler y siguiendo hasta Gauss se habían encontrado con muchos
problemas de paradojas al usar series sin considerar su convergencia o
divergencia,[5.38] y el énfasis de Fourier y Cauchy en la convergencia a
intervalos ahora ayuda a revelar cuán impreciso había sido el análisis respecto a
las series. El resultado general es el arranque de una rectificación en la «burbuja
financiera» del análisis o, tal como lo expresa Morris Kline, «[Los] matemáticos
empezaron a preocuparse de las imprecisiones en los conceptos y
demostraciones de vastas ramas del análisis» (Kline, pág. 947). Es en la década
de 1820 cuando empezamos a ver pronunciamientos como el de Cauchy: «Sería
un serio error pensar que uno solo puede hallar la certidumbre en demostraciones
geométricas o en el testimonio de los sentidos» (Cauchy, Introducción al Cours,
traducción extractada de Kline, ibíd. algo editada) y el de Abel: «Hay muy pocos
teoremas en el análisis avanzado que hayan sido demostrados de un modo
lógicamente sensato. En todas partes uno se encuentra con ese precario método
de concluir lo general a partir de lo especial» (Abel, págs. 263-264),[5.39]
convirtiéndose este último en tan representativo del atrincheramiento del
siglo XIX como el «Simplemente siga adelante» de D’Alembert lo había sido del
laissez faire del siglo XVIII.
Conclusión general: junto a la caída de Euclides, son las series de Fourier y
sus problemas de convergencia y de representación de funciones arbitrarias lo
que provoca que los matemáticos de la época se den cuenta de que los conceptos
atómicos como «derivada», «integral», «límite», «función», «continuo» y
«convergente» necesitaban definiciones rigurosas, donde «riguroso» significa
basar el análisis en demostraciones formales y el razonamiento aritmético y no
en la geometría, la intuición o la inducción a partir de problemas específicos.
Excepto que a su vez «aritmético» significaba el sistema de los números
reales, que en ese momento también era todavía un lío sin fundamentar. Por
ejemplo, había terribles problemas con los números negativos: Euler estaba
convencido de que en realidad eran > ∞, es decir, que deberían estar muy lejos
hacia la derecha en la recta numérica, y tan tardíamente como en la década de
1840, Augustus De Morgan sostenía que los números negativos eran
simplemente tan «imaginarios» como √−1. Y no olvidemos el caos respecto a
los números complejos. Sin embargo, el peor problema era que el concepto raíz
de «número real» a su vez no estaba claro porque los irracionales aún estaban
indefinidos. Si no se pueden definir de manera coherente números como √2 o
√3, no se puede demostrar ninguna de las leyes aritméticas básicas acerca de
ellos, por ejemplo, que √2 × √3 = √2 × 3.[5.40] Esto no es bueno, en términos
de rigor. En este período hay cierta cantidad de valioso trabajo colateral sobre
los irracionales trascendentes y algebraicos,[5.41] pero en su mayor parte el
propio sistema de los números reales, sobre el cual está trabajando todo el
mundo para fundamentar el análisis, está colgando en el aire, lógicamente
hablando.
§5c.
INTERPOLACIÓN DE TONO LIGERO, SITUADA AQUÍ ANTE REM PORQUE ESTE ES EL
ÚLTIMO LUGAR DONDE HACERLO SIN PERTURBAR EL IMPARABLE IMPULSO DEL
CONTEXTO MATEMÁTICO PRECANTOR
amaba profundamente a sus hijos y quería que vivieran vidas felices, exitosas y
gratificantes» (Dauben, ibíd.). De uno u otro modo, es seguro que hubo
exactamente dos hombres de negocios que tuvieron un profundo efecto en la
vida de Georg F. L. P. Cantor, siendo uno de ellos su padre, y el otro, el profesor
Leopold Kronecker, que empieza a estar muy presente en §6.
Aquí está el esbozo a lápiz al que nos referimos en el siguiente párrafo.
El señor y la señora Georg W. tienen seis hijos. Georg Jr. es el primero. Toda
la familia, en sentido amplio, es artística y muestra mucho talento: varios
parientes son violinistas clásicos o pintores que realizan exposiciones. Un
tataratío había sido director del Conservatorio de Viena y profesor del virtuoso
Joseph Joachim, un tío abuelo había sido el profesor de derecho de Tolstoi en la
Universidad de Kazan. La fecha de nacimiento de Georg F. L. P. Cantor es el 3
de marzo de 1845. Un piscis. Algo parecido a un prodigio del violín en su
infancia. Nadie sabe por qué lo dejó, pero tras un cuarteto clásico en el instituto
no hay más mención del violín. También era un buen dibujante naturalista. Un
dibujo a lápiz de su niñez, bastante extraordinario, ha sobrevivido. Es famoso
por una «proclama» escrita con doble sentido e indiscutiblemente escalofriante
que Georg W. puso en él. La proclama misma ha sobrevivido porque (también
de modo escalofriante) Georg Jr. la guardó consigo toda su vida:
§5d.
Ahora hemos vuelto a 1820 con Fourier y las series trigonométricas y todos los
retos y oportunidades que allí aguardan. Si la discusión de §5b acerca de las
series de Fourier y el apartado Ecuaciones diferenciales del G. E. II con su
material interpolado sobre las conexiones entre la continuidad y la convergencia
resultaron medianamente claros, no le sorprenderá saber que en la TAC Fourier
proporciona la primera definición moderna de convergencia, y también
introduce la vital idea de convergencia en un intervalo. Pero que (de nuevo)
Fourier no llega a dar una demostración rigurosa, o incluso a especificar criterios
de convergencia que hicieran posible dicha demostración. Así, de lo que estamos
hablando ahora es de la convergencia.
Fueron Bolzano[5.44] y, más célebremente, Cauchy quienes hicieron el primer
trabajo destacado sobre condiciones/pruebas de convergencia. Como se ha
mencionado ya en un par de ocasiones, muchos de los resultados de Cauchy eran
valiosos, pero también cometió errores extraños que causaron más problemas.
Aunque gran parte de su trabajo era sobre series de funciones, por ejemplo,
Cauchy optó por definir «límite» en términos de variables y no de funciones. O
un ejemplo incluso mejor en este caso es el modo en que intentó establecer una
identidad total entre la convergencia y la continuidad en términos de
sucesiones/series de funciones. Recuerde[5.45] que la afirmación de Cauchy es
que si una sucesión de funciones continuas converge en el intervalo I hacia una
función C, entonces la propia C es continua en I, lo cual resulta que no es cierto
a menos que la sucesión convergente sea uniformemente convergente. Lo que
ocurre en este caso es que Niels Abel, al demostrar que Cauchy se equivoca[5.46]
y refinar el teorema, desarrolla lo que ahora se conoce como prueba de
convergencia uniforme de Abel,[5.47] a la vez que toda clase de criterios y
condiciones para varios tipos de convergencia de varios tipos de series
trigonométricas y polinómicas también están siendo desarrollados por varios
matemáticos del siglo XIX al esforzarse estos en enmendar los errores de otros
matemáticos y/o resolver los problemas con mejores métodos.
Uno de los más importantes matemáticos enmendadores de la época fue
Peter Gustav Lejeune Dirichlet (1805-1859), un amigo de Fourier cuya obra de
1829 «Sur la convergence des séries trigonométriques» hizo mucho para
clarificar y rigorizar lo que llegó a conocerse como el problema de la
convergencia general de las series de Fourier (P. C. G. S. F). Hay varios
avances importantes en este artículo, por ejemplo, que Dirichlet es el primero en
descubrir y distinguir la convergencia absoluta y la convergencia condicional.
Además, desmiente la afirmación de Cauchy de que una serie monótona
decreciente es lo mismo que una serie convergente. Pero más importante es que
en «Sur la convergence» Dirichlet establece y demuestra la validez del primer
conjunto de condiciones suficientes[5.48] para que una serie de Fourier converja
hacia su f(x) original.
Este último resultado es pertinente y merece algo de detalle. Dirichlet usa
una f(x) periódica en el intervalo [−π, π] y básicamente demuestra que si (1) su
serie de Fourier es seccionalmente continua y, por lo tanto, solo tiene un número
finito de discontinuidades[5.49] en el intervalo, y si (2) la serie es seccionalmente
monótona, entonces (3) la serie convergerá siempre hacia la función f(x), incluso
si esa función requiere más de una expresión de tipo «y = f(x)» para
representarla en el intervalo.
Hay un requisito adicional, que Dirichlet demuestra también. La función f(x)
tiene que ser integrable, es decir, tiene que ser finita, básicamente
porque los coeficientes relevantes de la serie de Fourier se calculan como
integrales y estas tienen que estar «bien definidas» (larga historia). Como
ejemplo de una función que no es integrable y, por lo tanto, no puede ser
representada por una serie de Fourier bien definida, Dirichlet se inventa una f(x)
patológica cuyos valores son iguales a una constante c cuando x es racional pero
iguales a una constante d (con d ≠ c) cuando x es irracional, función que
ciertamente no es integrable. A grandes rasgos, es esa f(x) patológica lo que
conduce a Dirichlet, ocho años más tarde,[5.50] a dar la definición de «función»
que se usa todavía en las matemáticas modernas: «y es una función de x cuando a
cada valor de x en un intervalo dado le corresponde un único valor de y»
(Dirichlet, «Über die Darstellung…», traducción extractada de Kline, pág. 950).
Lo importante es que la correspondencia puede ser completamente arbitraria. No
importa si la dependencia de y respecto a x sigue alguna regla en particular, o
incluso si puede expresarse matemáticamente.[5.51] Por extraño que pueda sonar,
en realidad es 100% rigurosa para propósitos matemáticos, pues la arbitrariedad
da máxima generalidad, o sea abstracción. (La definición de Dirichlet también
resulta estar muy próxima a la idea bolzano-cantoriana de la correspondencia
uno a uno entre dos conjuntos de números reales, excepto que por supuesto ni
«conjunto» ni «número real» han sido definidos aún en las matemáticas).
En su artículo de 1837, Dirichlet es también capaz de demostrar que se puede
prescindir del requisito acerca de la monotonía (2) e incluso permitir un número
mayor de discontinuidades (1) en su demostración de 1829 y aun así garantizar
la convergencia de la serie de Fourier hacia su f(x) integrable… siempre que el
número de discontinuidades en (1) permanezca finito. Sin embargo, esto todavía
no es lo mismo que demostrar la convergencia de las series de Fourier para
cualquier f(x) arbitraria, especialmente si se intenta fourierizar las complejas
funciones y a menudo salvajemente discontinuas del análisis puro y la teoría de
números.[5.52] Respecto a esas funciones complejas, la cuestión que Dirichlet no
llega a responder es si el criterio (1) de su demostración se podría debilitar para
permitir una infinidad[5.53] de discontinuidades en el intervalo y constituir aún
una condición suficiente de convergencia.
Ahora entra en escena Georg Friederich Bernhard Riemann (1826-1866, ese
coloso de las matemáticas puras que lo revolucionó todo desde las funciones y la
teoría de números hasta la geometría,[5.54] y es el único rival serio de Cantor para
el título de Matemático del Siglo), aunque la intervención de Riemann es breve y
con un papel de transición. Veinte años mayor que Cantor, Riemann es alumno
de Dirichlet en la Universidad de Berlín, y también amigo de Dedekind.[5.55] En
un artículo fundacional de 1854,[5.56] Riemann ataca el problema de la
convergencia general de las series de Fourier de un modo completamente nuevo.
Centrándose en la suposición de que una f(x) tiene que ser integrable para ser
representable como una serie de Fourier, deduce condiciones generales que
cualquier función debe satisfacer para tener una integral, condiciones que acaban
resultando importantes tanto para la teoría de la integración en análisis como
para la convergencia de las series. Esencialmente, las «condiciones generales
que cualquier función debe satisfacer» significa condiciones necesarias, mientras
que recordará usted que la demostración de Dirichlet de 1829 había involucrado
condiciones suficientes. Entonces, al darle la vuelta al enfoque de su profesor y
al concentrarse en las condiciones necesarias de convergencia, Riemann resuelve
el gran problema de Dirichlet: construye una función que tiene una infinidad de
discontinuidades en cada intervalo pero a pesar de todo es integrable y 100%
convergente en cada punto.[5.57] Una consecuencia de este resultado es algo
conocido como teorema de localización de Riemann, el cual afirma que la
convergencia de una serie trigonométrica en un punto depende completa y
exclusivamente del comportamiento de su f(x) relevante en un entorno
arbitrariamente pequeño[5.58] de dicho punto. Y lo del «entorno arbitrariamente
pequeño» es lo que finalmente da validez a las afirmaciones de Fourier y
Dirichlet acerca de las series que representan funciones completamente
arbitrarias: mediante el teorema de localización, incluso funciones altamente
discontinuas y patológicas pueden ser representadas por series trigonométricas,
y, si son integrables, por series de Fourier.
Sin embargo, como es ya habitual, a la vez que el trabajo de Riemann está
resolviendo antiguas preguntas también está planteando otras nuevas. Y en
definitiva son esas cuestiones las que dan tanta importancia a su artículo de
1854. Ejemplo: una consecuencia del teorema de localización es que dos
funciones integrables diferentes pueden representarse mediante la misma serie
trigonométrica incluso aunque difieran en una cantidad grande pero finita de
puntos. ¿Hay alguna manera de obtener el mismo resultado para dos funciones
que difieran en una infinidad de puntos? Otros ejemplos importantes:
¿Exactamente qué propiedades de las series trigonométricas les permiten ser
convergentes incluso con ∞ puntos excepcionales en cada intervalo?, y ¿Cómo
están relacionados exactamente los conceptos de f(x)-continuidad, intervalos y
entornos con la teoría de las series trigonométricas?, y ¿Es toda serie
trigonométrica una serie de Fourier? (es decir, ¿converge toda serie
trigonométrica hacia una función integrable?), y ¿Si más de una función puede
ser representada por la misma serie trigonométrica, es cierto el recíproco, o cada
f(x) única tiene una sola y única representación como serie trigonométrica?[5.59]
Tras el artículo de Riemann, el siguiente gran asunto en las matemáticas
puras es afrontar las técnicas necesarias para resolver los problemas que este
había planteado, siendo especialmente desafiante la cuestión de basar dichas
técnicas en fundamentos rigurosos en lugar de la intuición inductiva o basada en
la fe que había marcado buena parte del análisis en el pasado. N. B. el énfasis en
el rigor/fundamento se debe en parte a que las funciones totalmente abstractas de
Riemann finalmente han desplazado las series de Fourier del reino de la física y
las matemáticas aplicadas al de las matemáticas puras per se. Pero además, por
supuesto, ahora estamos en 1850, y la necesidad de rigor (tal como se ha
discutido en relación con la década de 1820 en §5b) es todavía más urgente y
general. En tiempo real ha tardado varias décadas, pero el boom de la
justificación-por-resultados ahora está dando paso completamente a la economía
más contraccionista, del demuestre-mientra-avanza, de lo que los historiadores
de las matemáticas llamarán la aritmetización del análisis.
§5e.
(|f(x) − f(xn)| < ) sea cierto. Pero ahora, por favor, retroceda hasta, o recuerde,
la nota 14 de §1c y su regla de que una conjunción lógica es verdadera solo
cuando sus dos términos, tanto el pre-«&» como el post-«&», son verdaderos. Y
ahora mire nuestro término «post», «|f(x) − f(xn)| < |». Por la definición de
nuestra función, sabemos que f(xn) = 0, y por la misma definición, sabemos que
cualquier otro x que no sea xn da un f(x) igual a 1 (porque xn es el único punto en
el cual x = 0). Por lo tanto, si xn = 0, |f(x) − f(xn)| siempre será igual a 1, el cual
es obviamente mayor que . No importa qué pueda yo escoger para que |x − xn|
sea menor que él, |f(x) − f(xn)| jamás será < cuando xn = 0. Como el segundo
término será siempre falso, la conjunción (|x − xn| < δ) & (|f(x) − f(xn)| < ) será
falsa independientemente del valor de δ. Aquí lo importante es que no hay un δ
positivo para ε = , de modo que el criterio de la definición, «para cualquier
número positivo, existe un positivo tal que…» no se satisface. Por lo tanto, la
función no es continua en xn (cosa que ya sabíamos para empezar, pero aquí se
trataba de aplicar la definición de Weierstrass a un caso claro). El juego ha
terminado.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN SEMI-SEI. REGRESO A LA DISCUSIÓN PRINCIPAL DE §5E, EN
CURSO
§5e(1)
INTERPOLACIÓN SOBRE EL ANÁLISIS WEIERSTRASSIANO Y ZENÓN
4.º término, es el 47.º término, etc. Observe, también, que la diferencia entre
dos términos sucesivos cualesquiera de sn se hace más y más pequeña al
alejarnos cada vez más en la serie. Donde la «diferencia» de esta última frase se
puede representar como una distancia en la recta numérica. Es decir, que
estamos hablando de intervalos.
O sea, que allá vamos. Sabemos que la suma de la sn de la dicotomía diferirá
de 1 solo en donde n = 1, 2, 3,… Para demostrar que 1 es realmente la suma
§6a.
Argumento que costaría demasiado tiempo examinar en detalle, pero puede verse
la tendencia general.
Así que lo que ocurre es que en las décadas de 1860 y 1870 varios
matemáticos empiezan a intentar obtener teorías rigurosas de los
irracionales/reales. Aquí los grandes nombres incluyen a William Rowan
Hamilton, H. Kossak, Karl Weierstrass, Ferdinand Lindemann, H. C. R. Méray,
Georg Cantor, Η. E. Heine, y Richard Dedekind. Adivine en cuáles estamos
interesados.
En primer lugar, trabajando aparentemente a partir de ideas que había
bosquejado en sus clases en la Universidad de Berlín, algunos de los alumnos y
seguidores de Weierstrass intentan usar sus definiciones clave para intentar
definir un número irracional como, esencialmente, el límite de un tipo particular
de series infinitas de números racionales. La técnica de las definiciones es
convulsivamente técnica, pero por fortuna ni siquiera tenemos que entrar en ello
porque resulta que la teoría no funciona: es circular.[6.1] Esto es así porque el
límite irracional de Weierstrass no puede existir, lógicamente hablando, hasta
que haya una definición de los números irracionales. Aquí «existir» significa
precisamente lo que Russell quiere decir justo antes cuando dice que «no habría
tales entes geométricos como la definición [geométrica] pretende definir». No se
puede usar coherentemente el concepto de número irracional en la definición de
«número irracional» como no se puede definir coherentemente «negro» como
«el color de un perro negro». Así, en pocas palabras, los esfuerzos de los
weierstrassianos en realidad nunca llegaron a ninguna parte.
La teoría del propio Cantor acerca de los números reales surge en el contexto
de su trabajo sobre algo llamado el teorema de unicidad (T. U.) para series
trigonométricas, y hay buenas razones para esperar un poco a hablar de él.
El plan más potente, significativo y extraño para definir los irracionales es el
de Julius W. R. «Richard» Dedekind, 1831-1916, que es una docena de años más
joven que Weierstrass pero muy parecido a él. Una persona afable y equilibrada
que dedica su vida principalmente a dar clases en Hochschulen, técnicas en
Brunswick y Zurich. Un soltero empedernido[6.2] que vive con su hermana.
Dedekind vive hasta una edad tan avanzada y es tan apreciado por los demás que
aparece en todas las matemáticas modernas: alumno de Dirichlet y Gauss en
Göttingen, editor de la Zahlentheorie de Dirichlet, amigo de toda la vida de
Riemann, semiweierstrassiano, colaborador temprano con Leopold Kronecker en
geometría algebraica, colaborador y amigo de Georg Cantor; y no era fácil ser
amigo de Cantor. Una historia favorita entre los matemáticos es que Dedekind
fue tan increíblemente longevo que en el famoso Calendario Matemático de
Teubner figuró durante un tiempo que había muerto cierto día de 1899, hasta
que, finalmente, un año Dedekind le escribió al editor que estaba vivo y que
además había pasado el día en cuestión «en estimulante conversación sobre
“sistema y teoría” con mi invitado del almuerzo y honrado amigo Georg Cantor
de Halle» (traducción extractada, y algo editada, de Bell, pág. 519).
La fecha de publicación de la famosa obra de Dedekind «Continuidad y
números irracionales»[6.3] es 1872. En parte es una respuesta a la propia
definición de Cantor de los irracionales, que había aparecido como parte de un
extenso artículo sobre el teorema de unicidad ese mismo año. Pero resulta
evidente que Dedekind tenía su teoría básica a punto tan tempranamente como
en 1860. Como Weierstrass (y a diferencia de Cantor), no es muy ambicioso
respecto a publicar sus materiales. La motivación de Dedekind, de nuevo como
la de Weierstrass, venía de enseñar cálculo en la universidad: se había sentido
cada vez más incómodo con el uso de conceptos geométricos indefinidos para
definir los límites y la continuidad. Pero en vez de centrarse en la aritmetización
de los límites, Dedekind en cierto modo profundiza más, va al problema raíz que
había preocupado a Zenón, la D. H. P., Eudoxo, Aristóteles y Bolzano, y había
acechado al análisis desde el teorema fundamental. El problema: cómo obtener
una teoría 100% aritmética de lo que se supone que el cálculo se ocupa —
continuidad pura, como la del movimiento y constructos geométricos continuos
como líneas y áreas y volúmenes—[6.4] pero nunca había definido con suficiente
claridad y rigor para hacer que sus demostraciones tuvieran realmente sentido.
La entidad que Dedekind elige como emblema de la continuidad aritmética
es la buena y vieja recta real, la cual técnicamente aún deberíamos llamar la recta
numérica, pues solo tras el establecimiento de lo que se llama el axioma de
Cantor-Dedekind se convierte en rigurosamente correcto hablar de la recta real.
Llamémosla, pues, la recta numérica (Dedekind simplemente la llama L), y
recuérdese de §2c que es ordenada e infinitamente densa y extensa, y que puede
usarse para representar los números racionales asignando a cada número racional
un punto único de la recta. Y, sin embargo, que toda la razón por la que el
análisis necesita algo más que los números racionales es que la recta numérica,
como todas las rectas, es continua de un modo en que el conjunto de todos los
racionales no lo es. La manera que tiene Dedekind de expresar esto se remonta
directamente a los griegos: «Sin embargo, es de la máxima importancia el hecho
de que en la recta L hay infinitos puntos que no corresponden a ningún número
racional» (Dedekind, pág. 8), y cita como ejemplo la buena y vieja diagonal del
cuadrado unidad. De modo que su estrategia es simplemente explicar qué tiene L
que la haga continua y sin huecos mientras que el conjunto infinitamente denso
de los números racionales no lo es. Por supuesto, sabemos, como él y todos los
demás por aquel entonces, que son los números irracionales, pero nadie ha sido
capaz de definirlos directamente. Así que Dedekind aquí va a hacer de Sócrates
y a actuar como si nunca hubiera oído hablar siquiera de los irracionales y
simplemente preguntara: ¿En qué reside exactamente la continuidad de L?[6.5] Es
su respuesta a esta cuestión lo que convierte a la recta real en una realidad
matemática y establece, junto a Cantor, que el conjunto de todos los números
reales compone el continuo.
§6b.
INTERPOLACIÓN
Protesto por el uso de una cantidad infinita como un ente real; esto no se
admite nunca en matemáticas. El infinito es solo una manera de hablar,
en la cual uno habla propiamente de límites hacia los cuales ciertas
razones pueden aproximarse tanto como se desee, mientras que a otras se
les permite aumentar sin restricciones (Gauss, extractado por Kline, pág.
993).
Y así, por supuesto, es irónico que solo un par de décadas después de que
Weierstrass despoje a los límites de las últimas sombras del ∞ empecemos a ver
matemáticos de primera fila que no solo aceptan el infinito real, sino que lo usan
en las demostraciones. Dedekind es uno de ellos. Y no es que quede persuadido
por Cantor o por Bolzano o por nadie más de la coherencia de los conjuntos
infinitos. Dedekind es, tal como se definió el término en §2a, un platónico. Cree
claramente que la realidad matemática no es tan empírica como cognitiva:
§6c.
Si todos los puntos de la recta caben en dos categorías tales que todo
punto de la primera categoría se halla a la izquierda de todo punto de la
segunda categoría, entonces existe un punto, y solo uno, que da lugar a
esta división de todos los puntos en dos categorías, dividiendo la recta en
dos porciones (ibíd.).
Lo que esto significa es que al definir los miembros y las cotas de los
conjuntos A y B, se puede definir el valor del punto en el cual se corta L en las
partes A y B. Y, como usted recordará de §2c, definir un punto es definir un
número.
Solo que, como la recta en cuestión es la recta numérica y representa solo los
números racionales, es justo preguntar cómo va a ser posible que el schnitt ayude
a definir los números irracionales, los cuales, por supuesto, son el verdadero
«secreto de la continuidad». Que cada número racional corresponderá a un
schnitt pero no cada schnitt corresponderá a un número racional podría parecer
simplemente otro modo de formular la aseveración según la cual no podemos
definir irracionales en términos de racionales. La respuesta es que Dedekind
puede construir literalmente la definición de cada número irracional a partir de
las características de los dos conjuntos en los que divide la recta. El método
funciona como sigue.
Considere un schnitt en la R. N. que divide toda la ∞ de números racionales
en dos conjuntos A y B tales que todos los elementos b de B son mayores que
todos los elementos a de A. De forma más específica, considere si estos A y B
pueden tener elementos máximos/mínimos.[6.13] Dependiendo de dónde y de
cómo se defina el schnitt, hay solo tres posibilidades, de las cuales solo una
puede ser cierta. Posibilidad 1 = El conjunto A tiene un elemento máximo a'
(como en el caso, por ejemplo, en que el corte A contiene todos los números
racionales ≤ 2 y B contiene todos los números racionales > 2). Posibilidad 2 =
El conjunto B tiene un elemento mínimo b' (como en el caso, por ejemplo, en
que el corte A contiene todos los números racionales < 2). Posibilidad 3 = No
hay un elemento máximo de A ni un elemento mínimo de B.*
*MINIINTERPOLACIÓN
Respecto a que estas sean las únicas tres opciones, probablemente ya puede
usted ver que no hay ningún modo en que el conjunto B pueda tener jamás un
elemento máximo, porque B lo contiene todo desde el schnitt hasta el ∞. Y la L
de Dedekind es la recta real y también incluye todos los racionales
extendiéndose hacia la izquierda desde 0, así que A lo contiene todo desde −∞
hasta el schnitt y no puede tener un miembro mínimo. Pero en caso de que se
esté preguntando por qué no puede haber una Posibilidad 4 en la cual haya a la
vez un miembro máximo a' de A y un miembro mínimo b' de B, hay una manera
fácil de demostrar que esto no es posible. Es una demostración por reducción al
absurdo, así que vamos a suponer que existe un a' máximo y también un b'
mínimo. Pero esto significa que existirá cierto número racional, igual a ,
que es a la vez mayor que a' y menor que b', y, por lo tanto, no puede ser
miembro ni de A ni de B. Pero A y B han sido definidos de tal modo que juntos
contienen todos los números racionales. Por lo tanto, la Posibilidad 4 es
contradictoria.
Pero entonces, ¿por qué la Posibilidad 3 no es contradictoria de la misma
manera?
DRAMÁTICO FINAL DE LA MINIINTERPOLACIÓN
(1) (x+)2 =
(9) , cantidad que, al ser p > 0 por definición, siempre va a ser <
2. Así, mediante los pasos (1)-(9) (destacando en particular los pasos (1),
(3) y (9)), hemos determinado que
Dedekind, justo tras la demostración: «En esa propiedad de que no todos los
cortes son producidos por números racionales consiste lo incompleto o la
discontinuidad del dominio de todos los números racionales» (ibíd., pág. 15,
editado).
Pero esto no es ni la mitad del asunto. El truco del schnitt permite que los
números irracionales se definan completamente en términos de los racionales,
que es el único modo de elaborar una teoría deductiva y 100% rigurosa de los
números reales. La definición, en lenguaje asequible, es que un número
irracional es el valor de un punto en el cual un schnitt divide la R. N. en dos
conjuntos A y B bilateralmente exhaustivos que respectivamente no tienen
elemento máximo o elemento mínimo.[6.16] Es esta definición la que crea el
continuo —es decir, el conjunto de todos los números reales— y transforma la
recta numérica en la recta real.[6.17] Lo que es especialmente genial e ingenioso
es que la técnica de Dedekind usa justamente lo que había hecho tan misteriosos
a los irracionales —su correspondencia a puntos innominables de la recta
numérica— como parte de su definición rigurosa.
§6d.
cuando, para cualquier número racional , la disyunción (ap < bq) o (ap > bq)
es cierta,[6.18] o sea ap ≠ bq. No hay aquí acusación alguna de que Dedekind
plagiara a Eudoxo o ni siquiera de que necesariamente supiera algo de él. Véase,
por ejemplo, el prefacio de «La naturaleza y significado de los números», en el
cual Dedekind cita la eudoxiana Definición 5 de los Elementos sin ningún
conocimiento evidente de dónde la obtuvo Euclides. Esta cita subraya la gran
diferencia entre Dedekind y Eudoxo, así como entre las matemáticas griegas y el
análisis moderno:
§6e.
*INTERPOLACIÓN SEMI-SEI
(A) Como resulta que se puede definir el mismo número real x mediante más
de una sucesión fundamental,[6.33] la regla de Cantor es que dos
sucesiones fundamentales a0, a1, a2, … y b0, b1, b2, … definen el mismo
x si y solo si |an − bn| se aproxima[6.34] a 0 cuando n tiende a ∞.
(B) Para demostrar que se pueden hacer las operaciones aritméticas básicas,
supongamos que an y bn son sucesiones fundamentales que definen x e y,
respectivamente. Cantor demuestra (en una orgía de simbolismo
ultratecnificado que estamos omitiendo) que (an ± bn) y (an × bn) son
también sucesiones fundamentales, definiendo así los números reales
x ± y y x × y. En su demostración de que es una sucesión fundamental
Por último, puede que haya visto usted otra objeción potencial. Una bastante
fea. Y quizás el aspecto más impresionante de la teoría de Cantor de los reales-
mediante-sucesiones-fundamentales —y por lo que Dedekind le llama ingenioso
— es el modo en que Cantor evita esa objeción, del tipo de las RIV letales, ante
la cual su teoría parece vulnerable al principio. Pues si sucesiones fundamentales
de números racionales definen números reales, ¿qué hay de las sucesiones
fundamentales de números reales (= tanto racionales como irracionales)? Se
pueden construir fácilmente sucesiones de números reales que convergen según
las especificaciones de Cantor: varios tipos de series trigonométricas ya lo
hacen. ¿Necesitamos crear toda una clase completamente nueva de números para
que funcionen como límites de esas sucesiones de números reales? Si es así,
entonces necesitaremos otra clase más para los límites de sucesiones
fundamentales de esos nuevos números, y luego otra más… y allá vamos: será el
Tercer Hombre de Aristóteles otra vez. Solo que Cantor lo elude
demostrando[6.35] el siguiente teorema: si rn es una secuencia de números reales
tal que (rn+m − rn) = 0 para un m arbitrario —es decir, si rn es una sucesión
fundamental de números reales bona fide— entonces existe un número real
único r, definido por una secuencia fundamental an de números racionales, tal
que rn = r. En otras palabras, Cantor es capaz de demostrar que los propios
números reales pueden servir como límites de las sucesiones fundamentales de
números reales, de modo que su sistema de definiciones es autocontenido y a
prueba de RIV.
§6f.
Como se insinuó vagamente en §6d, las teorías de Dedekind y Cantor entran en
conflicto con una más de las doctrinas kroneckerianas, a menudo conocida como
constructivismo, que se convertirá en una parte muy importante del
intuicionismo y de las controversias acerca de los fundamentos filosóficos de las
matemáticas desatadas por la teoría de conjuntos.[6.36] Todo esto se vuelve muy
pesado y complicado, pero es importante. Aquí están los principios básicos del
constructivismo tal como los practicó Kronecker y los codificaron Jules-Henri
Poincaré y Luitzen Egbertus Jan Brouwer y otras figuras destacadas del
intuicionismo: (1) Cualquier enunciado o teorema matemático que sea más
complicado o abstracto que la aritmética de los enteros de toda la vida debe ser
explícitamente derivado (es decir, «construido») de la aritmética de los enteros
mediante un número finito de pasos puramente deductivos. (2) Las únicas
demostraciones válidas en matemáticas son las constructivas, y aquí el adjetivo
significa que la demostración proporciona un método para encontrar (es decir,
«construir») cualesquiera entes matemáticos involucrados en ella.[6.37]
Respecto a la metafísica de las matemáticas, el constructivismo es, por lo
tanto, directamente opuesto al platonismo: con la excepción quizá de los enteros,
las verdades matemáticas no existen fuera de la mente humana. De hecho, desde
el punto de vista de Kronecker y sus seguidores, decir que cierto ente
matemático «existe» es decir literalmente que puede ser construido con lápiz y
papel por seres humanos reales durante el tiempo del que, siendo mortales,
pueden disponer.
Puede usted ver, entonces, que los constructivistas van a tener serios
problemas con los teoremas y las demostraciones que involucran el ∞, los
conjuntos infinitos, las sucesiones infinitas, etc., particularmente cuando esas
cantidades infinitas son explícitamente presentadas como reales. Respecto a los
schnitts de Dedekind, por ejemplo, los constructivistas obviamente van a ponerse
nerviosos desde el principio. No solo los irracionales no existen realmente, y no
solo Dedekind usa la reducción al absurdo para demostrar que algunos schnitts
no corresponden a números racionales. También está todo el problema de definir
un número en términos de conjuntos infinitos de otros números. Por ejemplo,
Dedekind ni siquiera especifica nunca las reglas matemáticas mediante las cuales
obtiene los conjuntos A y B. Simplemente dice que si la recta numérica se puede
dividir en A y B…, sin dar ningún método o procedimiento mediante el cual uno
pueda construir realmente estos conjuntos (conjuntos que de todos modos no
pueden construirse o verificarse realmente), estonces son infinitos. Y ya que
estamos, ¿qué es exactamente un «conjunto», técnicamente hablando, y cuál es
el procedimiento para construir uno? Y así sucesivamente.
Esta última pregunta compuesta de los constructivistas (y admitamos que
Dedekind no la puede contestar)[6.38] nos muestra un buen ejemplo del genio
particular de Georg Cantor Jr. y de por qué merece el título de padre de la teoría
de conjuntos. Recuerde la mención en §3c de cómo Cantor tomó lo que se había
considerado como una característica paradójica y totalmente intratable del ∞ —
concretamente que un conjunto/clase/agregado infinito puede ponerse en
correspondencia uno a uno con su propio subconjunto— y la transformó en la
definición técnica de conjunto infinito. Observe cómo hace lo mismo aquí,
convirtiendo lo que parecían devastadoras objeciones en criterios rigurosos, al
definir un conjunto S como cualquier agregado o colección de entes discretos
que satisfaga dos condiciones: (1) S puede ser considerado por la mente como un
agregado, y (2) Hay alguna regla o condición enunciada mediante la cual uno
puede determinar, para una entidad x cualquiera, si x es 0 no es un elemento
de S.[6.39]
Esta definición no aparece de repente de la nada, está claro. Ahora resulta
apropiado recuperar cosas de §5d sobre la convergencia y la representabilidad de
las series trigonométricas, el teorema de localización de Riemann, etc., para ver
de dónde sale realmente el trabajo de Cantor sobre los irracionales y los
conjuntos.
7
§7a.
Esta sección incluso tiene epígrafes:
Pero los no iniciados pueden preguntarse cómo es posible tratar con un número
que no puede contarse.
BERTRAND RUSSELL,
Mysticism and Logic, pág. 82
Pónganse todos los cinturones por favor, porque estamos a punto de subir por
una pendiente muy pronunciada.
E. ROBERT GORIS
Por razones que a estas alturas resultarán familiares, gran parte de lo que sigue
va a ir realmente rápido. También es algo duro al principio, pero, como ocurre
con buena parte de las matemáticas puras, se vuelve más fácil al profundizar.
Como ya se ha mencionado, Cantor estudia en Berlín bajo la responsabilidad de
Weierstrass y de Kronecker; sus primeros artículos publicados son trabajos
bastante estándares sobre ciertos problemas en teoría de números.[7.1] Obtenido
el doctorado, Cantor consigue un modesto trabajo como privatdozent (lo cual
parece ser un extraño tipo de asistente académico por libre)[7.2] en la Universidad
de Halle, y allí conoce a un tal Eduard Heinrich Heine (1821-1881), un
especialista en análisis aplicado que había hecho importantes trabajos sobre el
calor, particularmente sobre la ecuación de potencial.[7.3] En todo caso, hacia
1870, Heine pertenece al gran grupo de matemáticos que trabajan en las series de
Fourier y los problemas planteados por el artículo de Riemann «Sobre la
representabilidad…», y aparentemente él (= Heine) consigue que Cantor se
interese por lo que se había llegado a conocer como el problema de la unicidad:
si cualquier f(x) dada puede ser representada por una serie trigonométrica, ¿es
dicha representación única, es decir, hay una sola serie trigonométrica que puede
hacerlo? El propio Heine había sido capaz de demostrar la unicidad solo con la
condición de que la serie trigonométrica relevante fuera uniformemente
convergente.[7.4] Lo cual, claramente, no era suficientemente bueno, pues hay
muchas series trigonométricas e incluso series de Fourier que no son
uniformemente convergentes.
En 1872, el artículo de Cantor «Sobre la extensión de una proposición de la
teoría de series trigonométricas»[7.5] define y demuestra un teorema de unicidad
mucho más general que no solo no requiere la convergencia uniforme, sino que
permite excepciones a la convergencia en una infinidad de puntos, suponiendo
que esos puntos excepcionales[7.6] estén distribuidos de un modo específico.
Como veremos, la forma precisa de esta distribución es bastante complicada,
como lo es el propio teorema de 1872, que en realidad Cantor ha desarrollado a
lo largo de varios artículos previos y apéndices publicados a los mismos, pues su
criterio de unicidad evolucionó gradualmente de requerir que la serie
trigonométrica dada fuera convergente para todos los valores de x, a permitir un
número finito de puntos excepcionales, hasta el teorema de unicidad definitivo,
en una forma 100% general. Lo interesante es que es el profesor Leopold
Kronecker quien ayuda a Cantor a refinar y simplificar varios aspectos iniciales
de su demostración. Al mismo tiempo, el enfoque de Cantor está profundamente
influido por el trabajo de Weierstrass sobre la continuidad y la convergencia, por
ejemplo, la observación de que una serie trigonométrica general de la forma
f(x) = + ∑(an sen nx + bn cos nx) debe ser uniformemente convergente para
ser integrable término a termino (que era el modo en que Heine y todos los
demás habían intentado atacar el problema de la unicidad). Los historiadores han
observado que las relaciones Cantor-Kronecker se enfriaron y que las cartas de
Kronecker se volvieron cada vez más críticas cuando los refinamientos que hacía
Cantor del teorema de unicidad empezaron a admitir infinitos puntos en los
cuales se podían permitir excepciones a la representación de la f(x) dada o a la
convergencia de la serie.[7.7] En cada sucesiva versión de la demostración,
Kronecker básicamente veía a Cantor alejarse de su propia postura algebraica
constructivista de la teoría de funciones hacia una más weierstrassiana. La
apostasía fue completa cuando el artículo definitivo de 1872 fue publicado y
toda su primera parte estaba dedicada a la teoría de los irracionales/reales
detallada en §6e.
Entender por qué precisamente necesitaba una teoría coherente de los
irracionales es una manera tan buena como cualquier otra de ver cómo el trabajo
de Cantor en el teorema de unicidad le llevó a estudiar los conjuntos infinitos per
se. La discusión, que se va complicando, requiere que usted recuerde la regla del
teorema de Bolzano-Weierstrass según la cual todo conjunto infinito y acotado
de puntos contiene por lo menos un punto límite, y, por lo tanto, claro está,
también qué es un punto límite.[7.8] Además, debe tener en cuenta que los
conceptos centrales de la demostración de la unicidad se refieren todos a la recta
real (es decir, cuando se usan términos como «conjunto de puntos» o «punto
excepcional» o «punto límite», en realidad se refieren a puntos geométricos que
corresponden a números).[7.9] Por favor, observe también que los «conjuntos
infinitos acotados de puntos» bajo consideración tanto en el T. B. W. como en la
demostración de Cantor son en realidad sucesiones, que son también las
entidades más sencillas respecto a las cuales entender los puntos límite: por
ejemplo, el conjunto infinito de puntos de la recta numérica {0, , , , , ,
infinita 0, , , , , , …
O sea, que aquí vemos cómo Cantor consigue su resultado cada vez más
general. Al principio (1870) necesita una serie trigonométrica que no sea
uniformemente convergente[7.11] pero que sea convergente en cualquier punto, o
sea convergente para todos los valores de x. En el siguiente paso (1871)[7.12] es
capaz de demostrar que si dos series trigonométricas aparentemente distintas
convergen hacia la misma función (arbitraria) en todas partes excepto en un
número finito de puntos, en realidad son la misma serie. Vamos a omitir esta
demostración porque lo realmente pertinente es lo siguiente, que es el resultado
de 1872 donde Cantor puede permitir un número infinito de puntos
excepcionales y, aun así, consigue demostrar que las dos series trigonométricas
representativas son en definitiva idénticas.[7.13] Su manera de hacerlo es
mediante la introducción del concepto de conjunto derivado, cuya definición es
básicamente: si P es un conjunto de puntos (o sea, cualquier conjunto de puntos-
números reales, aunque en lo que obviamente está pensando Cantor es en el
conjunto infinito de puntos excepcionales entre las dos series trigonométricas),
entonces el conjunto derivado de P, llamado P', es el conjunto de todos los
puntos límite de P. O más bien deberíamos decir que P' es el primer conjunto
derivado de P, porque mientras los conjuntos de puntos relevantes sean infinitos,
el proceso entero es, en principio, indefinidamente iterable: P'' es el conjunto
derivado de P', P''' es el conjunto derivado de P'', y así sucesivamente, hasta que
tras (n − 1) iteraciones tendremos Pn como el n-ésimo conjunto derivado de P.
En la explicación del teorema de unicidad dada anteriormente, en lo que se
centra el criterio «suponiendo que estos puntos excepcionales se distribuyen de
cierto modo específico» es en este n-ésimo conjunto derivado Pn, siendo la
cuestión vital si Pn es infinito o no.
Las verdaderas matemáticas que hay detrás de todo esto incluyen partes
extremadamente técnicas sobre el comportamiento de los puntos límite, pero
esencialmente aquí estamos viendo cómo funciona lo de la distribución-de-
puntos-excepcionales en el teorema de unicidad. Probablemente, otra inspiración
profunda no le vendría mal para afrontar lo que viene.[7.14] Postulemos un
conjunto infinito de puntos P tal que, para algún n finito, el (n − 1)-ésimo
conjunto derivado de P, P(n−1) es infinito mientras que su n-ésimo conjunto
derivado Pn es finito. Entonces, si dos series trigonométricas convergen a la
misma f(x) excepto en algunos o todos los puntos de P, son la serie equivalente:
así, la unicidad queda demostrada. Probablemente, esto no le ha resultado
cegadoramente claro y luminoso. La parte que resulta crucial desarrollar es el
requerimiento de que Pn sea finito. Y para explicar eso tenemos que introducir
otra distinción: cualquier conjunto P para el cual su conjunto derivado Pn es
finito para algún n finito es lo que Cantor llama un conjunto de primera especie,
mientras que, si Pn no es finito para ningún valor finito de n, entonces P es un
conjunto de segunda especie. (Por eso el proceso de obtener conjuntos derivados
fue descrito antes como «en principio» indefinido; son solo los conjuntos de
segunda especie los que nunca dan lugar a conjuntos derivados finitos y, por lo
tanto, permiten ∞ iteraciones del proceso).
En definitiva, he aquí la razón por la cual Cantor, en su demostración del
T. U., necesita que el conjunto infinito de puntos excepcionales original P sea un
conjunto de primera especie, y, por lo tanto, que Pn sea finito. Esto es así porque,
mediante el teorema de los valores extremos de Weierstrass, se puede demostrar
con seguridad que si cualquier conjunto derivado Pn es finito, entonces en algún
punto n + k más adelante el conjunto derivado P(n+k) va a tomar su valor mínimo
absoluto m, que en este caso será 0, o ningún punto límite en absoluto. Lo cual,
en otras palabras, significa que tan pronto como la progresión P', P'', P''', …, Pn,
… llega a un conjunto derivado finito, sabemos que todo el proceso iterativo va a
detenerse en algún lugar: acabará llegándose a un P(n+k) sin elementos. Y, por
supuesto, sabemos que los elementos de todos estos diversos P' y P'' son puntos
límite, y sabemos también, por el teorema de Bolzano-Weierstrass, que cualquier
conjunto infinito acotado tiene, por lo menos, un punto límite. Si P(n+k) no tiene
elementos, entonces el conjunto del cual es el conjunto derivado no tiene punto
límite, y, por lo tanto, según el T. B. W. él mismo tiene que ser finito, y ahora
por el T. V. E. su número de elementos debe tomar en algún punto su propio
valor mínimo de o elementos, y en ese mismo punto el conjunto del cual este es
el conjunto derivado resulta que debe ser finito, y así sucesivamente hacia atrás
pasando por los P(n+k) y Pn y P(n−1) y P’…, lo cual significa —simplificando
mucho— que en algún momento puede demostrarse que las dos series
trigonométricas representativas se confunden en una sola serie, estableciendo la
unicidad.
Sin embargo, recordará de los §5e y 6e, que para funcionar al 100% en todos
los casos el teorema de los valores extremos requiere una teoría de los números
reales, y que la versión weierstrassiana de tal teoría era (como Cantor mismo
demostró) muy precaria. Esta es una razón por la que la demostración de Cantor
de 1872 necesita su propia teoría de los números reales. La segunda razón,
relacionada con la primera, es que para usar el teorema de Bolzano-Weierstrass
más general para construir su teoría de conjuntos derivados y especies, Cantor
necesita reconciliar las propiedades geométricas de los puntos en el continuo de
una recta —en el sentido de conceptos como «punto límite», «intervalo», etc.—
con el continuo aritmético de los números reales, ya que, por supuesto, las
entidades involucradas en el análisis son en realidad números y no puntos.[7.15]
Si observamos que los conjuntos derivados de Cantor se parecen a la idea
general de un subconjunto y que el hecho de que el valor mínimo del número de
elementos de P(n+k) = 0 es esencialmente lo mismo que la definición del
conjunto vacío, es posible distinguir las semillas de lo que ahora se conoce como
teoría de conjuntos[7.16] en la demostración de la unicidad de Cantor. Los
conjuntos derivados, el continuo de la recta real/continuo de los números reales y
el teorema de unicidad son también los «progenitores» de las matemáticas
transfinitas de Cantor, aunque de un montón de maneras bastante complicadas.
Acabamos de ver que el P'' del teorema de unicidad requiere que n sea finito, es
decir, que Cantor usa solo iteraciones finitas del proceso conjunto-derivado-del-
conjunto-derivado en su demostración. Sin embargo, como ya hay tantos
conjuntos infinitos flotando alrededor de la demostración (por ejemplo: el P
original es infinito, y todos los P' y P'' y así hasta P(n−1) pueden ser infinitos, y
por supuesto las series trigonométricas relevantes son series infinitas, sin olvidar
que los puntos límite involucran un número infinito de puntos intraintervalo, y
que dichos intervalos pueden ser, ellos mismos, infinitesimalmente pequeños),
no debería sorprendernos que Cantor empiece a considerar más de cerca las
características de sus conjuntos derivados bajo infinitas iteraciones
(descaradamente extractado de Lavine, págs. 40-41).
En concreto, Cantor empieza a preguntarse si la infinitud de un conjunto
derivado de segunda especie infinitamente iterado P∞ podría diferir de la
infinitud del conjunto de primera especie finitamente iterado o excederla de
algún modo. Más específicamente aún, se da cuenta del gran parecido de esas
cuestiones con aquella otra acerca de las relativas infinitudes de los números
racionales de la R. N. y de los números reales de la R. R. Esta última cuestión
concierne al problema discutido hace mucho en §2c. A saber: mientras que los
números racionales son a la vez infinitos e infinitamente densos, no son
continuos (es decir, la recta numérica está plagada de huecos), mientras que, por
supuesto, tanto Dedekind como Cantor ahora han demostrado la continuidad del
conjunto de todos los números reales tal como se esquematizan en la R. R. Así, a
Cantor —quien para el T. U. ya ha desarrollado técnicas para examinar tanto los
números reales como los racionales y las propiedades de los conjuntos infinitos
— le parece natural[7.17] preguntarse si el conjunto infinito de todos los números
reales es, en cierto modo, mayor que el conjunto infinito de todos los números
racionales. Pero ¿qué significaría aquí «mayor»? Y lo mismo para «exceder» en
la anterior cuestión acerca de P∞ y P(n−1), es decir, ¿cómo se pueden describir y
explicar matemáticamente los tamaños comparativos de diferentes ∞? Llegados
a este punto, en las inmortales palabras de Gleason…
INTERPOLACIÓN ADMINISTRATIVA
Como debería ser evidente, algunas ideas muy importantes relacionadas con el
∞ salen de la demostración del T. U. general. Una de ellas concierne a los
tamaños relativos del conjunto de todos los números racionales y del conjunto de
todos los números reales. Otra es si la continuidad de la recta real está
relacionada de algún modo con el tamaño/composición de este último. Y otra
idea es el concepto de número transfinito, el cual Cantor obtiene a partir de las
mismas consideraciones que le llevaron a distinguir conjuntos infinitos de
primera y de segunda especie en la demostración de 1872.
Para ver cómo Cantor concibe y genera sus números transfinitos, en primer
lugar necesitamos asegurarnos de que algunos términos de teoría de conjuntos
que probablemente vio en la escuela están claros por lo menos al nivel de un
G. E.[7.23] A saber: el conjunto A es un subconjunto del conjunto B si y solo si no
hay ningún elemento de A que no sea elemento de B. La unión de dos conjuntos
A y B es el conjunto de todos los elementos de A y todos los elementos de B,
mientras que la intersección de A y B es el conjunto de solo aquellos elementos
de A que también son elementos de B. La unión y la intersección se representan
normalmente mediante ∪ y ∩, respectivamente. Por último, el conjunto vacío de
toda la vida, cuyo símbolo habitual es ∅, es un conjunto sin elementos. Y sepa
que, en virtud de lo que a primera vista parece solo una rareza de la definición de
subconjunto, en cualquier circunstancia todo conjunto siempre tendrá ∅ como
subconjunto. Fin del primer fragmento in situ del G. E. III. Además, ahora debe
usted recordar lo de los conjuntos de puntos de primera y segunda especie del
anterior §. En realidad también hay algunos tecnicismos relacionados con los
criterios para distinguir conjuntos «densos» y «densos en cualquier punto» que
estamos omitiendo, pero esencialmente el modo en que Cantor concibe y genera
los números transfinitos es este:[7.24]
Supongamos que P es un conjunto de puntos infinito de segunda especie.
Cantor demuestra que el primer conjunto derivado, P', puede
«descomponerse»[7.25] en la unión de dos subconjuntos diferentes, Q y R, donde
Q es el conjunto de todos los puntos pertenecientes a conjuntos derivados de P'
de primera especie, y R es el conjunto de los puntos que pertenecen a todo
conjunto derivado de es decir, R es el conjunto de aquellos puntos que todos los
conjuntos derivados de P' tienen en común. Por qué no detenerse un segundo y
leer esa última frase de nuevo.[7.26] R es la parte importante, y es en realidad
como Cantor define por primera vez la «intersección» de conjuntos, aquí
mediante la sucesión infinita de conjuntos derivados P', P'', P''', … (siendo la
sucesión infinita porque P es un conjunto de segunda especie). A diferencia de
nuestro ∩, el símbolo de Cantor para la intersección es un extraño
ultracursivo. (De nuevo, no vamos a hacerlo todo con tanto detalle). Así, la
definición oficial de R es: R = (P' P'', P''', …), que, junto a la definición de
«conjunto de segunda especie», permite decir que las siguientes dos
afirmaciones son ciertas:
MINIINTERPOLACIÓN INCRUSTADA
(1) 1 + 2 + 3 + 4 + … + n + … = ℵ0
(2) ℵ0 + n = ℵ0
(3) ℵ0 × n = ℵ0
(4) ℵ0 + ℵ0 + ℵ0 + … = ℵ0 × ℵ0 = (ℵ0)2 = ℵ0
(5) ℵ1 + n = ℵ1 + ℵ0 = ℵ1
(6) ℵ1 × n = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1
(7) ℵ1 + ℵ1 + ℵ1 + … = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1
§7c.
Algunas cosas más respecto a esas dos primeras demostraciones. (1) Como el
número cardinal de los conjuntos numerables es ℵ0, parece como si tuviera
sentido denotar la cardinalidad del conjunto de todos los números reales
mediante «ℵ1», pero, por complicadas razones, Cantor llama al cardinal de este
conjunto c, o también «la potencia del continuo», pues resulta ser la no
numerabilidad de los reales lo que explica la continuidad de la recta real. Lo que
esto significa es que la infinidad de puntos involucrados en la continuidad es
mayor que la infinidad de puntos comprendidos por cualquier tipo de sucesión
discreta, incluso una infinitamente densa. (2) Mediante su demostración en
diagonal de que c > ℵ0, Cantor ha logrado caracterizar la continuidad aritmética
íntegramente en términos de orden, conjuntos, numerabilidad, etc. Es decir, la ha
caracterizado 100% de manera abstracta, sin referencia alguna a tiempo,
movimiento, calles, narices, quesos, o cualquier otra característica del mundo
físico, y por este motivo Russell le atribuye el haber «resuelto definitivamente»
los profundos problemas tras la dicotomía.[7.51] (3) La D. en D. también explica,
respecto a la demostración del doctor Goris que vimos en §2e, por qué habrá
siempre más números reales que pañuelos rojos. Y nos ayuda a entender por qué
los números racionales en definitiva ocupan un espacio o en la recta real,[7.52]
pues son obviamente los números irracionales los que hacen que el conjunto de
todos los números reales sea no numerable. (4) Una ampliación de la
demostración de Cantor ayuda a confirmar la demostración de Joseph Liouville,
en 1851, de que hay un número infinito de irracionales trascendentales en
cualquier intervalo de la recta real. (Esto es bastante interesante. Recordará de la
nota 15 de §3a que de los dos tipos de irracionales, los transcendentes, como π y
e, son los que no pueden ser raíces de polinomios con coeficientes enteros. La
demostración de Cantor de que el ∞ de los reales sobrepasa al de los racionales
se puede modificar para demostrar que son en realidad los irracionales
trascendentes los que son no numerables y que el conjunto de todos los
irracionales algebraicos tiene la misma cardinalidad que los racionales,[7.53] lo
cual establece que, en definitiva, son los reales-irracionales-trascendentes los que
explican la continuidad de la R. R.). (5) Dado que la D. en D. es una
demostración por reducción al absurdo y que sus cantidades no se pueden
construir de ningún modo, no debería sorprendernos que al profesor Leopold
Kronecker y a otros proto-constructivistas no les gustara en absoluto (más
respecto a esto en un par de §). Según todos los testigos, la campaña pública de
Kronecker contra Cantor empezó en serio con los artículos acerca de c.
§7d.
es demostrar que los números reales no se pueden poner en C1-1 con el conjunto
de puntos en un espacio n-dimensional, en este caso un plano, y, por lo tanto,
que la cardinalidad del conjunto de puntos del plano es > la cardinalidad del
conjunto de todos los reales. Los casos específicos de la demostración son el
cuadrado unidad pitagórico de toda la vida y el intervalo [0, 1] de la recta real.
(Recordará de §3 que las P. del I. de Bolzano ya habían sugerido en 1850 que
[0, 1] contenía tantos puntos como la recta real, equivalencia que ahora Cantor
demuestra formalmente en su artículo de la dimensión. Como ya hemos visto
una demostración gráfica de la equivalencia en §3c, omitiremos esta
demostración excepto para poner de relieve lo que seguramente puede anticipar:
Cantor demuestra que cualquier tipo de diagonalización que se use para crear un
nuevo número real que sea > 1 puede duplicarse para crear un nuevo número
real en [0, 1]).
Para la demostración de la dimensión, la principal del artículo, tiene que
visualizarse de algún modo el cuadrado unidad como una cuadrícula o malla
cartesiana, con coordenadas numéricas correspondientes a todos y cada uno de
los puntos del plano al que pertenece. La estrategia de Cantor es usar la
diagonalización para demostrar que hay números correspondientes a esas
coordenadas 2D que no se pueden hallar en el conjunto de todos los reales.
Como resulta claro en sus cartas a Dedekind, al principio Cantor está seguro de
que tales números se pueden generar, pues todo geómetra desde Riemann había
trabajado bajo la suposición de que la dimensión de cualquier espacio (por
ejemplo, 1D, 2D, 3D) estaba determinada de manera única por el número de
coordenadas necesarias para identificar un punto en dicho espacio
(semiextractado de Grattan-Guinness, From Calc to S.T., pág. 188).
Solo que la suposición resulta ser errónea, tal como descubre Cantor en su
intento de construir sucesiones decimales de coordenadas 2D que permitan
comparar puntos del plano con decimales de números reales. Lo peliagudo es,
obviamente, que los puntos del plano se especifican mediante pares de números
reales, y los puntos de la recta, mediante números reales solos, de modo que (con
ecos de Pitágoras y Eudoxo) Cantor tiene que pensar una manera de hacer
conmensurables ambos conjuntos de puntos. Le cuesta tres años imaginar cómo
hacerlo. Una vez más, representemos todos los números relevantes mediante
sucesiones infinitas de decimales. Tomemos cualquier punto (x, y) del cuadrado
unidad. Estas coordenadas se pueden escribir así:
x = 0,a1a2a3a4a5a6a7…
y = 0,b1b2b3b4b5b6b7…
las cuales se combinan para dar lugar a la representación decimal única[7.55] del
punto (x, y):
0,a1b1a2b2a3b3a4b4a5b5a6b6a7b7…
§7e.
En todo caso, hasta aquí hemos establecido por lo menos y quizás a lo sumo dos
órdenes distintos de conjuntos infinitos, ℵ0 y c,[7.62] y ahora resulta apropiado
preguntarse qué tienen que ver exactamente esos números cardinales con los
números transfinitos que vimos a Cantor fabricar a partir de R y y lo de los
conjuntos derivados de conjuntos derivados en §7b. Siendo la gran cuestión
específica si se puede demostrar que la sucesión infinita de conjuntos infinitos
∞ ∞+1 ∞+n
P(n∞ ), P(∞ ), P(∞ ), etc., corresponde a una jerarquía infinita de números
cardinales cada vez mayores, o si ℵ0 y c son los únicos cardinales infinitos y no
hay reales más allá de la potencia transdimensional del continuo.
El siguiente gran descubrimiento de Cantor es que se puede construir de
manera válida una sucesión infinita de con juntos infinitos con números
cardinales cada vez mayores sin usar nada más que las propiedades formales de
los conjuntos.[7.63] Dichas propiedades involucran los conceptos de subconjunto
y de conjunto potencia, el segundo de los cuales se define aquí mismo, para
algún conjunto A, como simplemente el conjunto de todos los subconjuntos de A.
Es decir, que todo elemento de P(A) es algún subconjunto de A. Esto resulta ser
peor de lo que parece. Todo conjunto, finito o no, tiene un conjunto potencia,
[7.64] pero lo que Cantor es capaz de demostrar es que incluso si el conjunto A es
infinito, su conjunto potencia P(A) siempre tendrá un número cardinal mayor que
A. Más específicamente, puede demostrar que el número cardinal de P(A)
siempre será igual a 2A.[7.65] Y esa cosa de A → 2a acaba resultando crucial para
navegar por lo transfinito, en cuyo reino resulta que uno en cierto modo salta,
como cuánticamente, de una clase de números a la siguiente, sin nada en medio:
2ℵ0 = ℵ1, 2ℵ1 = ℵ2, y así sucesivamente (en cierto modo).
Las demostraciones de Cantor acerca del conjunto potencia son
extremadamente intrincadas, y tenemos que prepararnos para ellas de alguna
manera. Y como no hay duda de que para todos nosotros la escuela elemental
queda muy lejana, conviene que, por si no lo hemos dicho antes, explicitemos
que la manera formal de designar un conjunto es poner a sus elementos entre
{llaves}, así, y que el simbolismo para decir que «a es un elemento de A» es
«a ∈ A». Recordemos también que «subconjunto» es por definición más
inclusivo que «subconjunto propio», y que entre los subconjuntos de cualquier
conjunto A estarán (1) el mismo A y (2) el conjunto vacío, simbolizado por «∅»
o, a veces, por «{ }».[7.66] Por lo tanto, como cualquier conjunto tiene por lo
menos algunos subconjuntos, se sigue que cualquier conjunto tiene un conjunto
potencia. Para ver de manera informal que el número de elementos del conjunto
potencia de A siempre es igual a 2(Número de elementos de a), sea A el conjunto de tres
elementos {1, 2, 3}. Los subconjuntos de A son: { }, {1}, {2}, {3}, {1, 2},
{1, 3}, {2, 3}, {1, 2, 3}, de los que hay exactamente 8 o 23. Una manera más
rigurosa de demostrar que P(A) = 2A es por inducción matemática, que
técnicamente no es como lo hace Cantor pero está por lo menos implícito en su
demostración. Además, es comparativamente sencilla. Por favor, repase o
rememore lo visto en §7b sobre los tres pasos de una demostración por inducción
matemática, que aquí irán del siguiente modo:
A partir del paso (b) sabemos que los primeros k elementos de A dan 2k
subconjuntos de A. Ahora tomamos cada uno de esos 2k subconjuntos y
formamos un subconjunto nuevo que también contiene el último de los (k + 1)
elementos de A (es decir, el nuevo elemento extra designado por el «+ 1»).
Podemos formar exactamente 2k subconjuntos nuevos de ese tipo con «1
elemento +»: uno para cada uno de los subconjuntos originales. Así que ahora
tenemos los 2k subconjuntos originales que no contienen al nuevo elemento, y
tenemos 2k nuevos subconjuntos que sí lo contienen. Esto son (2k + 2k)
subconjuntos, lo cual es equivalente a (2 × 2k) subconjuntos, que es igual a 2(k+1)
subconjuntos. Así que (c) también está demostrado. Podemos estar lo bastante
seguros de que P(A) = 2A.
Para nuestros propósitos, Cantor tiene dos demostraciones principales
respecto al conjunto potencia. En ninguna de las dos se preocupa todavía por lo
de 2A: su preocupación básica es demostrar que incluso para un conjunto infinito
A, P(A) > A.[7.68] La primera versión, hacia 1891, es importante principalmente
porque exhibe el poder de la técnica de diagonalización como arma de reducción
al absurdo. Se puede considerar una demostración de que el conjunto de todos
los subconjuntos del conjunto de los enteros no es numerable,[7.69] lo cual, como
Cantor ya ha demostrado que el conjunto de los enteros es numerable,
significará, obviamente, que su conjunto potencia tiene un número cardinal
mayor que ℵ0.
Aquí está la demostración. Llamemos £ al conjunto de todos los enteros, y
P(E) a su conjunto potencia. Sabemos de §7c que para que P(E) sea numerable,
debe ser posible establecer una correspondencia uno a uno entre P(E) y E. La
presente demostración es una reducción al absurdo, o sea que supongamos que sí
es posible tal C1-1 entre P(E) y E. Esto (como también sabemos por las
demostraciones en diagonal de §7c) significa que la C1-1 se puede representar
en una tabla como en el siguiente ejemplo parcial, con los elementos de E en la
izquierda, y los subconjuntos de E (que también son los elementos de P(E), y
pueden estar en cualquier tipo de orden arbitrario que queramos), en la derecha
(parecido razonable con Hunter, págs. 22-23):
Tabla n.º 2
E P(E)
0 ↔ {Todos los enteros}
1 ↔ {Conjunto vacío}
2 ↔ {Todos los enteros pares}
3 ↔ {Todos los enteros impares}
4 ↔ {Todos los primos}
5 ↔ {Todos los enteros > 3}
6 ↔ {Todos los cuadrados perfectos}
7 ↔ {Todos los cubos perfectos}
… ↔ …
… ↔ …
… ↔ …
Tabla n.º 2
Y una vez hemos elaborado esta Tabla n.º 2, podemos demostrar fácilmente
que la supuesta correspondencia entre E y P(E) no es exhaustiva y, por lo tanto,
no es una C1-1 válida. Lo hacemos usando la buena y vieja diagonalización para
construir un subconjunto de E que nunca jamás aparecerá en la correspondencia
E ↔ P(E) de la tabla. Es el subconjunto definido empezando por la casilla que
está completamente al noroeste de la Tabla n.º 2 y desplazándose diagonalmente
hacia el sudeste, cambiando «Sí» por «No» y viceversa en todo el recorrido, así:
Tabla n.º 3
§7f
*SEMIINTERPOLATIVO
Αx. 1. Dos conjuntos son iguales si contienen los mismos elementos. (Observe
que no es «si y solo si…»; esto se debe a que los conjuntos infinitos y sus
subconjuntos propios también pueden ser iguales).
Αx. 2. Si a y b son objetos o conjuntos, entonces {a, b} es un conjunto.
Αx. 3. Hay dos variantes en este caso. 1.ª variante: Para un conjunto S y un
«predicado definido»[7.93] P, existe el conjunto Sp que contiene solo
aquellos x ∈ S[7.94] que tienen la propiedad designada por P. 2.ª variante:
Existe un conjunto S con las siguientes características: (a) ∅ ∈ S, y (b)
Para cada x, si x ∈ S, entonces {x} ∈ S. (Estas son dos versiones
técnicamente distintas del principio de abstracción limitada mencionado
antes. Ambas versiones hacen dos cosas importantes. En primer lugar,
establecer que el conjunto vacío existe. En segundo lugar, definir y
validar el método de la teoría de conjuntos de la inducción transfinita y,
mediante dicho método, establecer la existencia de un conjunto S infinito
numerable cuyos elementos son ∅, {∅}, {{∅}}, {{{∅}}}, …[7.95] Con lo
cual si, en este conjunto, ∅ se toma como 1 y, para cada x, {x} es igual a
(x + 1), entonces S se convierte en el conjunto ordenado de todos los
enteros positivos; lo cual resulta ser muy parecido al modo en que los
postulados de Peano[7.96] generan los enteros).
Αx. 4. La unión de un conjunto de conjuntos es también un conjunto. (Esto sirve
como definición técnica de «unión», a partir de la cual «intersección»,
«producto cartesiano»,[7.97] etc., se pueden obtener mediante
manipulación lógica; algo no muy distinto a definir completamente la
conectiva lógica «y» en términos de «no» y «o»).
Αx. 5. El famoso axioma del conjunto potencia: Para cualquier conjunto S,
existe el conjunto potencia P(S) de S. (Aquí se establece la jerarquía
infinita de los conjuntos infinitos. Recuerde de §7b y siguientes que toda
la teoría de conjuntos es trivial en el caso de los conjuntos finitos, donde
«trivial» significa que se puede comprobar la veracidad de cualquier
proposición de teoría de conjuntos simplemente mirando los elementos de
los conjuntos relevantes. Toda la relevancia de estos axiomas está en la
posibilidad de demostrar teoremas que sean trans-experienciales, 100%
abstractos: como él mismo).
Αx. 6. El famoso e infame axioma de elección (A. E.). En la nomenclatura de la
teoría de conjuntos, el A. E. es: «Si S es un conjunto de conjuntos no
vacíos disjuntos dos a dos, el producto cartesiano de los elementos de
S[7.98] es no vacío; cada elemento de este producto cartesiano se designa
como un conjunto selección de S'» (semiextractado de Edwards, v. 7, pág.
425, editado). En lenguaje natural, es que a partir de cualquier S se puede
construir un subconjunto S' con alguna propiedad particular incluso si no
se puede especificar un procedimiento para elegir los elementos
individuales de S' [Zermelo propuso el axioma de elección a principios
del siglo XX. Es demasiado técnico para intentar desarrollarlo aquí,[7.99]
pero una consecuencia importante del A. E. es el principio del buen
orden, o sea que cualquier subconjunto S' de cualquier conjunto S se
puede elegir y disponer de tal modo que S' tenga un primer elemento. Ya
hemos visto la importancia de este principio en las demostraciones con
C1-1, por ejemplo, la primerísima acerca de que {Todos los enteros} y
{Todos los enteros positivos} tienen la misma cardinalidad. El principio
del buen orden es también crucial para las demostraciones de Cantor de
que c > ℵ0 y P(E) > E, pues las diversas tablas de esas demostraciones
obviamente debían tener todas un primer elemento. Pero el axioma de
elección fue también terriblemente controvertido (por ejemplo, puede
usted entender por qué los intuicionistas y los constructivistas odiaban la
idea de que se pudiera designar un subconjunto sin ningún tipo de
procedimiento para elegir sus elementos), y se mantuvo como una de las
grandes polémicas de la teoría de conjuntos hasta que (1) Kurt Gödel en
1940 demostró la consistencia lógica del A. E. con los demás axiomas de
la teoría de conjuntos, y luego (2) el profesor Paul Cohen[7.100] en 1963
demostró la independencia lógica del A. E. (es decir, la consistencia de su
negación) respecto a los demás axiomas de la teoría de conjuntos,
demostraciones que, juntas, se puede decir que resolvieron el lío del
axioma].[7.101]
Αx. 7. Este suele conocerse como el axioma de regularidad (A. R.). También
tiene varias versiones. La más simple es que si x es un objeto o un
conjunto, x ∉ x. Una formulación más subida de tono es: «Todo conjunto
no vacío S contiene un elemento x tal que S y x no tienen ningún elemento
en común» (semiextractado de Edwards, v. 7, pág. 426, editado).[7.102] (El
axioma de regularidad de algún modo encierra las objeciones de Poincaré
y Russell a la autorreferencia, o en todo caso es este axioma el que
elimina la antinomia de Russell. También evita formulaciones como «el
conjunto de todos los conjuntos» y «el conjunto de todos los números
ordinales» y así evita la paradoja de Cantor y la paradoja, que
explicaremos enseguida, de Burali-Forti. Observe que también rechaza la
demostración de Cantor, basada en φ, de que P(A) > A en §7e. Este es el
motivo de que exista, separadamente, el axioma del conjunto potencia que
hemos visto antes, del cual se puede deducir P(A) > A sin ningún tipo de
demostración que viole el axioma de regularidad. Pero, por favor, sepa
que incluso con el A. R., axiomáticas como la de ZFS aún pueden estar
sujetas a ciertas paradojas de la teoría de modelos,[7.103] de modo que
ahora, digamos en las cercanías del año 2000, hay toda una jerarquía de
axiomatizaciones de la teoría de conjuntos, cada una con su propia
inmunidad especial a las paradojas, conocida entre los especialistas como
fuerza de consistencia. Si está interesado —y porque por lo menos sus
nombres son divertidos—, los sistemas principales de hoy, en orden
creciente de fuerza de consistencia, son: los postulados de Peano,
analítico, ZFS, Mahlo, VNB, quiniano, débilmente compacto, hiper-
Mahlo, inefable, Ramsey, supercompacto, y n-enorme).
§7g
Sin duda habrá notado que hace un buen rato que Georg Cantor même no ha sido
mencionado y quizá se haya preguntado dónde está en toda la turbulencia
fundacional de §7f. Las profilaxis de Poincaré y de Russell, las axiomatizaciones
de Zermelo, etc., son todas de principios del siglo XX, tiempo en el cual Cantor
ya ha realizado sus mejores trabajos y casi ha abandonado las matemáticas en
favor de las preocupaciones obsesivas que consumieron sus últimos años.[7.104]
También es en esta época cuando entra y sale de hospitales continuamente. La
dolorosa ironía es que es justamente cuando la obra de Cantor está ganando
amplia aceptación y la teoría de conjuntos está floreciendo en las matemáticas y
la lógica, cuando su enfermedad se pone realmente fea, y hay todo tipo de
congresos especiales y entregas de premios a las que no puede asistir porque está
demasiado indispuesto.
Más directamente relevante es que incluso cuando Cantor se encontró por
primera vez con sus paradojas en la década (probablemente) de 1880, no se
preocupó demasiado acerca de ellas, o más bien no podía, porque tenía otros
problemas más apremiantes. De matemáticas. Uno de los más importantes es lo
que ahora se conoce como la hipótesis del continuo.[7.105] La H. C. se caracteriza
de toda clase de formas —«¿Es la potencia del continuo equivalente a la de la
segunda clase de números?»; «¿Son los números reales el conjunto potencia de
los números racionales?»; «¿Es c lo mismo que 2ℵ0?»; «Es c = ℵ1?»— pero
todas ponen el dedo en la llaga. Cantor ya ha demostrado que hay una jerarquía
infinita de conjuntos infinitos, así como sus conjuntos potencia, y ha demostrado
que P(A) = 2A y 2A > A son teoremas para conjuntos infinitos. Pero todavía no
ha demostrado cómo se relacionan exactamente esos distintos resultados. La
cuestión central es si lo de 2A > A constituye una ley exhaustiva acerca de cómo
se dispone la jerarquía transfinita —es decir, si para cada conjunto infinito A el
siguiente conjunto mayor es siempre 2A, sin ∞ intermedios entre ellos— y, por
lo tanto, si este proceso de —exponenciación binaria— es la manera de ir de un
conjunto infinito al siguiente, del mismo modo en que la suma permite ir de un
número entero al siguiente. Un sí a esta larga pregunta es la hipótesis del
continuo. Lo que se considera ahora como la forma general de la H. C. es
2ℵn = ℵn+1,[7.106] pero la versión original de Cantor es más específica. Sabemos
que ha demostrado la existencia y cuáles son las cardinalidades de dos conjuntos
infinitos distintos, concretamente el conjunto de todos los
enteros/racionales/algebraicos (= ℵ0) y el de todos los reales/trascendentes,
equivalente también a los intervalos y espacios continuos (= c); y ha demostrado
que c > ℵ0. Su propia hipótesis del continuo es que c = 2ℵ0, es decir, que c es en
realidad ℵ1, el conjunto infinito que sigue inmediatamente a ℵ0, sin nada en
medio.[7.107]
Los intentos de Cantor de demostrar la H. C. se produjeron a lo largo de las
décadas de 1880 y 1890, y hay algunas conmovedoras cartas en las que
anunciaba con excitación a Dedekind una demostración y entonces un par de
días más tarde descubría un error y tenía que echarse atrás. Nunca la demostró ni
demostró que fuera falsa, y algunos historiadores de la tendencia pop piensan
que la H. C. es lo que realmente desquició a Cantor.
Matemáticamente hablando, la verdad acerca de la hipótesis del continuo es
más complicada de lo que los escritores pop dejan traslucir, porque en realidad
Cantor llega a los diversos problemas de la H. C. a través de su trabajo sobre
números ordinales, cuyas relaciones son más o menos como la de
«R = (P', P'', P''', …)» en §7b, y que, a pesar de nuestras mejores intenciones,
ahora tenemos que esquematizar muy brevemente.[7.108] En primer lugar, para
ahorrar tiempo, por favor recuerde o relea la nota 78 de §5e(1) y su manual
básico sobre enteros ordinales y cardinales. Ahora estamos interesados en los
números ordinales en la teoría de conjuntos, que son un poco diferentes, e
involucran el concepto de tipos de orden de los conjuntos. Explicación simple:
sabemos que si los conjuntos A y B tienen el mismo número cardinal, se pueden
poner en C1-1. Si esta C1-1 se puede hacer de tal modo que el orden de los
elementos de A y B quede sin modificar, entonces A y B son del mismo tipo de
orden. (Un ejemplo sencillo y directo de dos conjuntos con la misma
cardinalidad pero diferentes tipos de orden era {Todos los enteros positivos y
Todos los enteros} en §7c. Recuerde que tuvimos que apañar el orden de este
último para que tuviera un primer elemento que se pudiera emparejar con el 1 de
los enteros positivos).
Puede ver por qué esto va a ser más complicado que los cardinales: ahora nos
preocupamos no solo de la cantidad de elementos de un conjunto, sino también
de su disposición. O más bien disposiciones, porque las posibles permutaciones
de dichas disposiciones son buena parte del meollo de la teoría de ordinales.
Meollo al que vamos a echar un vistazo, aunque debería usted tener en cuenta
que hay gran cantidad de términos técnicos y distinciones —«ordenado», «bien
ordenado», «parcialmente ordenado», «denso por doquier», «número de
relación», «teorema de numeración», y así sucesivamente— de las que vamos a
ignorar la mayoría.[7.109] Algunos hechos básicos: para conjuntos finitos,
cardinalidad = tipo de orden; es decir, dos conjuntos finitos con el mismo
número cardinal tendrán de manera automática el mismo tipo de orden. Esto se
debe a que hay exactamente un tipo de orden para todos los conjuntos de un
elemento, un tipo de orden para todos los conjuntos de dos elementos, y así
sucesivamente.[7.110] El número total de posibles tipos de orden para conjuntos
finitos es, de hecho, lo mismo que el número cardinal del conjunto de los enteros
positivos, o sea, ℵ0. Pero con los conjuntos infinitos, los tipos de orden se
complican. Lo cual no debería sorprendernos. Tómese el recién mencionado
conjunto infinito numerable de todos los enteros positivos: {1, 2, 3, 4, …} tiene
más de un tipo de orden. Esto no significa solo intercambiar algunas tiras de
números en la sucesión infinita, pues el conjunto todavía se podrá poner en C1-1
con el conjunto original de los enteros positivos, incluso si la correspondencia es
algo parecido a
Pero si toma usted uno de los elementos del conjunto de los enteros y lo pone en
último lugar, como en {1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2}, ahora tiene un tipo de orden
totalmente diferente. El conjunto {1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2} ya no se puede poner en
C1-1 con un conjunto ℵ0 normalmente ordenado que no tiene último elemento y,
por lo tanto, no le da ningún modo de llegar a nada que se pueda emparejar con
el 2. Además, observe que en el nuevo tipo de orden, 2 se convierte en un
número ordinal diferente: ya no es el 2.º elemento de un conjunto sino ahora más
bien el último elemento, y no tiene ningún número en concreto inmediatamente
antes que él. De aquí la definición de número ordinal: es un número que
identifica dónde aparece cierto elemento de un conjunto en cierto tipo de
orden.[7.111]
En la teoría de conjuntos cantoriana hay dos reglas principales para generar
números ordinales, (1) Dado cualquier número ordinal n, siempre se puede
obtener el siguiente ordinal, que es n + 1. (2) Dado cualquier conjunto N de n
ordinales ordenado en sucesión creciente (por ejemplo, el conjunto de los enteros
positivos), siempre se puede obtener un último ordinal mayor que todos los
demás n. Este ordinal final técnicamente funciona como el límite de la sucesión
de N y se puede expresar como «Lim(N)».[7.112] Esas reglas no tienen mal
aspecto, pero las cosas empiezan a complicarse cuando consideramos no solo
conjuntos de números ordinales, sino números ordinales como conjuntos, lo cual
podemos hacer porque un principio básico de la teoría de conjuntos es que todos
los entes matemáticos se pueden representar como conjuntos (por ejemplo, el
cardinal transfinito «ℵ0» es el conjunto de números cardinales {1, 2, 3, 4,…};
además, recuerde la observación ante rem en §2a de que «5» es literalmente el
conjunto de todos los quíntuplos). Pero así, entonces, un número ordinal n, ¿qué
conjunto es? La respuesta es la tercera gran regla de Cantor: para cada ordinal n,
n = el conjunto de todos los ordinales menores que n; es decir, n se identifica
simplemente con el conjunto de ordinales del cual es el límite.[7.113] O, en
términos formales,[7.114] n = (∀x)x < n). Se puede generar toda la secuencia de
los enteros normales (ya sea como cardinales o como ordinales) de este modo:
0 = (∀x)x < 0} = ∅; 1 = (∀x)x < 1} = {0}; 2 = (∀x)x < 2} = {0,1}; y así
sucesivamente. El número ordinal de todo el conjunto infinito numerable
{0, 1, 2, 3, 4, …} es simbolizado por omega minúscula, ω. Este ordinal
transfinito es el límite de la sucesión de elementos del conjunto; es decir, es el
más pequeño de los números mayores que todos los enteros finitos. Otra manera,
más común, de describir ω es como el número ordinal de aquel conjunto del cual
ℵ0 es el número cardinal.[7.115]
INTERPOLACIÓN SEI
Por duro que pudiera parecer el último párrafo, casi todo lo que va más lejos
en la teoría de ordinales es tan brutalmente abstruso y técnico que solo podemos
hacer algunas observaciones generales. Una es que la aritmética de los ordinales
transfinitos es distinta a la de los cardinales transfinitos, pero no menos extraña;
por ejemplo (1 + ω) = ω, pero (ω + 1) > ω, ya que por definición (ω + 1) es el
ordinal inmediatamente posterior a ω. Otra es que, como en el caso de los ℵ
cardinales, se puede generar una jerarquía infinita de ordinales transfinitos de
conjuntos infinitos de ordinales (puede que usted quiera leer esta última frase
otra vez), aunque en este caso es un proceso muy diferente a lo de 2ℵn = ℵn+1.
La jerarquía transfinita-ordinal está asociada con entes abstractos llamados
números épsilon y con una operación aritmética llamada tetración. No
hablaremos de los primeros excepto para decir que esencialmente son una clase
de números tales que ωε= ε.[7.116] Pero la tetración es más simple, y puede que
ya esté familiarizado con ella si estudió muchas matemáticas en primeros cursos
de carrera o tuvo asignaturas como teoría de cuerpos o combinatoria.
Básicamente es una exponenciación delirante. La 4.ª tetración de 3 se expresa
33 9
como «43» y significa 33 , que es = 33 , que es = 319.683, un valor cuyo cálculo
puede usted aceptar como desafío. La relación técnica entre la tetración, los
ordinales transfinitos y los números épsilon es el hecho de que ε0 = ωω, que no
es tan importante. Pero si puede usted concebir, en abstracto, una progresión
ω
como ω, ((ω + 1), (ω + 2), …, (ω + ω)), ω2, ωω, ωω, ωω, …, entonces puede
usted hacerse una idea —o en todo caso una «idea»— de la jerarquía y de las
impensables alturas de los números ordinales de conjuntos infinitos de conjuntos
infinitos de ordinales de conjuntos infinitos que involucra (sospechoso parecido
con Rucker, Infinity and the Mind, págs. 74-75). Fin de las observaciones
generales.
FIN DE LA INTERPOLACIÓN SEI
Muy bien, o sea que el modo específico en que Cantor se topa con la
hipótesis del continuo concierne a los ordinales y los tipos de orden. Hemos
visto que hay más de un tipo de orden para los conjuntos infinitos, como en el
caso de {1, 2, 3, 4, …} y {1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2}, no hace muchos párrafos. Hay,
de hecho, una infinidad de tipos de orden distintos para cualquier conjunto
infinito, y lo que Cantor demuestra[7.117] es que el conjunto de posibles tipos de
orden para un conjunto infinito numerable es, en cambio, no numerable. Esto
significa que hay una manera más de generar una jerarquía infinita de conjuntos
infinitos: si S es un conjunto infinito numerable, entonces Z es el conjunto
infinito no numerable de posibles tipos de orden de S, y Z' será el conjunto de
posibles tipos de orden de Z, y…, y allá vamos. (En realidad, decir que los
distintos procesos para obtener jerarquías del ∞ son «distintos» es un poco
engañoso, porque la verdad es que están relacionados de todo tipo de formas.
Las matemáticas de esas relaciones están más allá del alcance técnico de este
libro y no las trataremos aquí, pero puede por lo menos hacerse una idea de ellas
a partir de la definición técnica que da Cantor del conjunto Z [teniendo en cuenta
que «clase numérica» en realidad se refiere a conjuntos de ordinales], a saber:
«La segunda clase numérica Z(ℵ0) es la totalidad {α} de todos los tipos de orden
α de conjuntos bien ordenados de cardinalidad ℵ0») (Cantor, pág. 44).
Pero no se necesita profundizar tanto. Dejando fuera los ordinales
transfinitos como ω, todavía podemos ver una marcada similitud, con seguridad
no casual, entre: (1) c como conjunto de todos los números reales (y no de todos
los racionales, que es ℵ0); (2) ℵ1 como conjunto potencia de ℵ0, es decir, como
2ℵ0; (3) Z como el conjunto de todos los tipos de orden de ℵ0. El auténtico
problema es que Cantor no puede demostrar cierta relación crucial entre estas
tres identidades. Recordará de hace un par de páginas que la H. C. original de
Cantor es que (1) y (2) son lo mismo, que c = 2ℵ0 = ℵ1, y que no hay ningún
tipo de ∞ intermedio entre ℵ0 y c. Ahora estamos preparados para entender por
lo menos a grandes rasgos cómo interviene aquí la relación (3). En los últimos §
de «Contribuciones… Números» —a través de un proceso de profundo
razonamiento técnico, imposible de resumir—, Cantor logra deducir dos grandes
cuestiones: (a) que de ningún modo c puede ser > ℵ0, y (b) que en caso de que sí
exista algún conjunto infinito que sea mayor que ℵ0 pero menor que c, este
conjunto tiene que ser el conjunto no numerable Z, o sea la segunda clase
numérica. Es la cuestión (b) la que inspira su principal ataque a la H. C., el cual
consiste en un intento de demostrar que las anteriores relaciones (2) y (3) son en
realidad la misma; es decir, si Cantor puede demostrar que Z = 2ℵ0, entonces por
(b) se podrá demostrar que no existe ningún conjunto intermedio entre ℵ0 y c, lo
cual implicará que c = ℵ1. Específicamente es Z = 2ℵ0 lo que no pudo
demostrar. Jamás. Pese a años de estrujarse los sesos de manera inimaginable. Si
fue o no fue esto lo que le desquició es una pregunta imposible de contestar, pero
es cierto que su incapacidad de demostrar la H. C. le dolió el resto de su vida: lo
consideraba su gran fracaso. Esto también resulta triste en retrospectiva, porque
ahora los matemáticos profesionales saben exactamente por qué Cantor no pudo
ni demostrar ni desmentir la H. C. Las razones son profundas e importantes y
llegan de manera corrosiva hasta la raíz de la consistencia formal de la teoría
axiomática de conjuntos, de modo bastante parecido a como las demostraciones
de incompletitud de Kurt Gödel desarraigan todas las matemáticas como sistema
formal. Una vez más, los problemas correspondientes solo los podemos esbozar
o sintetizar.
La hipótesis del continuo y el antes mencionado axioma de elección son los
dos grandes problemas acuciantes de la teoría de conjuntos temprana.
Particularmente respecto a la primera, es importante distinguir entre dos
cuestiones diferentes. Una, metafísica, es si la H. C. es verdadera o falsa. La otra
es si la H. C. se puede demostrar formalmente, o desmentir, a partir de los
axiomas de la teoría de conjuntos estándar.[7.118] Es la segunda cuestión la que
ha sido contestada definitivamente, a lo largo de un período de varias décadas,
por Kurt Gödel y Paul Cohen, a saber:
LIBROS
ARTÍCULOS Y ENSAYOS
t.) <<
[1.6] SEI
Según la mayoría de las fuentes, Cantor no era únicamente un
matemático: tenía una auténtica filosofía del infinito. Era extraña y casi religiosa
y, nada sorprendentemente, abstracta. En cierto momento, Cantor intentó
cambiar su puesto de trabajo en la Universidad de Halle del Departamento de
Matemáticas al de Filosofía; la petición fue denegada. Cabe reconocer que este
no fue uno de sus períodos más estables. <<
[1.7] SEI La fuente de este pernicioso mito es Aristóteles, quien desde cierto punto
regla universal a menos que tenga en cuenta que la implicación, como relación
lógica, no tiene que ver con la causa sino con la certeza. En lógica aplicada, los
términos son condiciones necesarias y suficientes. Si, por ejemplo, P representa
el enunciado «mide 1,65 m de altura» y Q representa «mide por lo menos 1,55
metros de altura», entonces el significado puramente lógico de «P → Q» se hace
evidente: en realidad significa que «Si P es verdadera, Q no puede ser falsa en
modo alguno». Modus-tollenizar esto como «no Q → no P» es simplemente
decir que si alguien no llega a los 1,55 m de altura, entonces no es posible que
mida 1,65 m. Dicho sea de paso, otra relación lógica importante que veremos
bastante más adelante, en §5e, podemos mencionarla ya aquí. Es la relación de
conjunción, que significa «y» y se representa habitualmente mediante «&» o
«∧». La regla de oro es que «P & Q» es verdadera solo cuando P y Q son ambas
verdaderas. Si cualquiera de ellas es falsa, toda la conjunción es falsa. <<
[1.15] SEI Bueno, técnicamente, esto no es tanto por la LTE como por la
definición de la conectiva lógica «no», cuya definición, sin embargo, o bien se
obtiene a partir de la LTE o (como argumentan algunos) es lo mismo que la
LTE. N. B. Algunos sistemas formales incluyen toda la transacción de la
reducción al absurdo como un axioma, a veces llamado ley de absurdidad. <<
[1.16] Recordará del instituto que los puntos suspensivos dentro de una sucesión o
resultaban las dificultades para definir las cosas. [Aquí el autor se refiere
específicamente a los problemas donde un enunciado erróneamente formulado
induce a confusión. (N. del t.)]. <<
[1.21] SEI Quede claro desde el principio que «puede que recuerde usted» y «no
hace falta decir» y demás no son tics, sino tácticas retóricas cuyo objetivo es
reducir las molestias de aquellos lectores que ya están familiarizados con lo que
sea que se está discutiendo. En realidad, no se necesita ninguna experiencia en
particular ni recordar las matemáticas superiores para leer este libro, pero parece
por lo menos razonable suponer que algunos lectores tendrán una buena
preparación matemática, y simplemente lo educado es admitirlo de vez en
cuando. Como se mencionó brevemente en el Prólogo, la retórica de la escritura
técnica está cargada de incertidumbres acerca de los niveles de experiencia de
los distintos lectores y sus curvas de confusión-enojo. Nada de esto es su
problema, claro, por lo menos no directamente. <<
[1.22] Lo que viene a continuación no es demasiado SEI, pero para seguirlo con
que dan legitimidad a una teoría matemática, e incluso más tiempo para que sea
plenamente aceptada, y, por supuesto, durante ese tiempo la cuestión locura-o-
genio permanece sin resolver, probablemente incluso para el propio matemático,
de modo que este desarrolla su teoría y elabora sus demostraciones en unas
condiciones de enormes tensiones y dudas personales, y a veces ni siquiera es
reivindicado en vida, etc. <<
[2.1] SEI Parece ser que el término to apeiron se originó en la tragedia griega,
donde se refería a vestimentas o ataduras «en las cuales uno se queda enredado,
sin escape». <<
[2.2] SEI
Probablemente valga la pena destacar aquí que la descripción del
Génesis 1:2: «La tierra era caos y confusión», es una manera plenamente griega
de caracterizar la pre-Creación. <<
[2.3] N. B. Este esteticismo helénico nunca ha desaparecido de las matemáticas,
como se puede constatar por el hecho de que una buena demostración o un buen
método se dice que son «elegantes» o por la frase, muy citada, de la Apología de
Hardy: «La belleza es la primera prueba; no hay lugar permanente en el mundo
para las matemáticas feas» (Hardy, Apology, pág. 85). <<
[2.4] SEI En caso de que usted haya notado que esta descripción suena bastante
platónica, sepa que, a pesar de que Platón vivió un siglo más tarde que Pitágoras,
hay buenos indicios de que entró en estrecho contacto con sus sucesores,
miembros de la D. Η. P., durante sus viajes por la Magna Grecia (actualmente el
sur de Italia, territorio entonces colonizado por los griegos), y que su metafísica
de las matemáticas subyace a la teoría de las «formas» del propio Platón,
respecto a lo cual véase lo que sigue. <<
[2.5] El concepto de «recta» de los egipcios, por otro lado, era solo una cuerda
dicotomía, pues esta discusión está hecha más bien a medida. <<
[2.8] Lo cual quiere decir, otra vez, que lo siguiente solo tendrá sentido al 100% si
solas son tan difíciles de «entender» (es decir, de usar para resolver problemas
correctamente), que a veces no nos damos cuenta de que no las entendemos en
absoluto. Que acabemos sin saber siquiera todo lo que ignoramos es la parte
realmente insidiosa de la mayoría de las clases de matemáticas. <<
[2.10] SEI
Aquí se cita tanto a Russell porque su prosa sobre todo esto es
extremadamente lúcida y acertada. Además, observe el modo en que, como los
griegos, no hace ninguna distinción real entre matemáticas y filosofía. <<
[2.11] SEI en el sentido de que no tiene un límite finito. Puede que la convergencia
Cnidos, del cual tiende a hablarse incluso menos que de Zenón. Véase §2d más
adelante. <<
[2.13] SEI Todo lo que se sabe de las paradojas de Zenón proviene de fuentes
grande del mundo es una curiosidad. 3) Por lo tanto, la bola de cordel más
grande del mundo mató al gato. <<
[2.15] Mediante la forma predicativa (o «copulativa») de «ser», a causa de la cual
título de este libro, por supuesto. Originalmente solo quería decir que era el
siguiente tratado de Aristóteles tras la Física. <<
[2.17] Una o dos curiosidades. Platón, nacido Aristocles, vive entre el 427 a. C. y
que sigue: Sí, en cierto sentido, si «5» se entiende como una referencia o
indicación del conjunto de todos los quíntuplos, entonces por los postulados de
Peano lo anterior es exactamente lo que «5» es, aunque tanto «conjunto» como
los postulados de Peano son dependientes de Cantor, o sea que nos estamos
adelantando literalmente dos mil años. <<
[2.20] SEI
Véase, por ejemplo, esta afirmación platónica clásica de Charles
Hermite (1822-1901, figura muy destacada en teoría de números): «Creo que los
números y las funciones del análisis no son el producto arbitrario de nuestros
espíritus: creo que existen fuera de nosotros con el mismo carácter de necesidad
que los objetos de la realidad objetiva; y los descubrimos y los estudiamos como
hacen físicos, químicos y zoólogos (Hermite en Barrow, pág. 259)». Como irá
saliendo probablemente en diversos contextos a continuación, Bernhard P.
Bolzano, Richard Dedekind, y Kurt Gödel son todos platónicos, y Georg F. L. P.
Cantor es por lo menos un platónico en el armario. <<
[2.21] Así como, claro está, cualquier otra estatua jamás hecha, o imaginada, o
√2 es irracional, y así lo presentó en clase por primera vez el doctor Goris. <<
[2.33] Por así decirlo. <<
[2.34] SEI Lo cual es una invención del siglo XVI. <<
[2.35] También es importante recordar que los decimales son solo numerales, en
formal, una implicación como «(ap < bq) → (ar < bs)» será falsa solo cuando el
primer término sea verdadero, y el segundo, falso. A la vista de esto, si quiere
puede usted asignar valores, por ejemplo, p = 1, q = 2, r = 2, s = 4, a = 2, y
b = 1, y comprobar casos particulares de la implicación. Verá que no hay ningún
caso en el cual el primer término sea verdadero, y el segundo, falso; es decir, que
1/2 realmente es igual a 2/4. <<
[2.41] SEI Esto se hará mucho más relevante cuando lleguemos a la teoría de los
que alguien acierte un punto racional de la recta numérica con un dedo puesto al
azar, un dardo o un protón lanzados de manera aleatoria, o lo que sea, es en todo
caso: 0%. [El autor omite aquí la observación de que los susodichos dedo, dardo
y protón deberían tomarse como puntos matemáticamente ideales para que la
afirmación tenga sentido. (N. del t.)]. <<
[3.1] El único otro objetivo general de §3 es lograr cierto grado de reducción y
mintieron. <<
[3.3] Reconocerá esto último como una definición de álgebra, palabra que es en
cien geométrico. Las epónimas latitudes del método son pequeños segmentos
verticales cuyas longitudes representan la velocidad en un instante (los instantes
eran las «longitudes» de la gráfica). No estoy seguro de si todo esto explica el
nombre de la técnica o solo lo hace más confuso. <<
[3.7] Adivine quién lo consigue. <<
[3.8] SEI Viète no usó las palabras «suma», «serie» o «geométrica», pero eso es lo
de las series infinitas y del teorema del binomio. Véase §4a más adelante. <<
[3.19] SEI Este cambio queda simbolizado por la evolución de la trigonometría,
pasando de los grados y las formas geométricas a los radianes y las funciones
trigonométricas. <<
[3.20] SEI Aquí el coloso dominante es, obviamente, Newton… <<
[3.21] N. B. Tenga en cuenta, especialmente para después, que las teorías de
acotado funcionan del mismo modo para los conjuntos y para las sucesiones.
Esto empezará a ser importante en §7, momento en el que probablemente se le
pedirá que retroceda aquí y repase esta misma nota. <<
[3.28] SEI Más materiales para futura recuperación: en caso de que se le haya
involucra los límites de sucesiones de sumas parciales, donde una suma parcial
= la suma de un número finito de términos consecutivos de una serie. La idea
básica es que si la sucesión infinita de sus sumas parciales tiende a algún límite
S, entonces una serie infinita es convergente y su suma es S. Y que una serie
divergente es una cuya sucesión de sumas parciales no se aproxima a un límite, y
por lo tanto no tiene una suma finita. Todo lo cual resulta demasiado abstracto en
este punto, pero con un poco de suerte tendrá más sentido hacia el final de §5.
<<
[3.30] SEI
No nos vamos a preocupar de términos asociados como producto
continuo y producto oscilante. <<
[3.31] SEI donde el factorial 2! significa 2 × 1, 4! significa 4 × 3 × 2 × 1, etc. <<
[3.32] SEI estudiadas habitualmente con la denominación de análisis armónico.
<<
[3.33] SEI Si por casualidad está usted volviendo a este apartado desde §5b y
estuvo disponible en inglés (como Paradoxes of the Infinite) hasta 1950. <<
[3.41] SEI
Véase, por ejemplo, la versión inglesa de la obra de Cantor
«Foundations of the Theory of Manifolds», que está en la Bibliografía en el
apartado de Artículos y Ensayos. <<
[3.42] Como veremos en §7, la mayor parte de la teoría formal de conjuntos es
arco hemisférico será obviamente , pero esto no nos preocupa realmente). <<
[3.46] Esto incluye a Cantor en algunas de sus declaraciones menos cautelosas o
equilibradas. <<
[3.47] SEI Una vez más, todo eso se define y analiza en §7. <<
[4.1] Decisión del Alto Mando: vamos a dejar de decir «véase más adelante» todo
Roberval. <<
[4.5] Por ello, intentar resolver la cuestión de la autoría diciendo que Newton
pero será más fácil de entender dentro de poco, cuando veamos un ejemplo
sencillo. <<
[4.8] Seguramente todos detestamos ese tipo de personas. <<
[4.9] SEI O sea, las mónadas mencionadas tres notas al pie antes. <<
[4.10] SEI Incluso funciones involucradas en problemas de áreas. <<
[4.11] SEI Entre otros leibnizismos están «cálculo diferencial», «cálculo integral»,
«dx» y el signo integral de toda la vida, «∫», del cual podemos decir (curiosidad
gorisiana) que originalmente Leibniz quería que fuera una S alargada para
denotar «la suma de las [coordenadas y] bajo una curva» = (Boyer, pág. 403).
<<
[4.12] N. B. sobre posible SEI: si tiene mucha preparación matemática, puede
todo esto pero ya se están dando cuenta de que la Figura 4a se parece a una
ilustración muy simplificada del «cociente de diferencias» de Leibniz, y quizá se
están preguntando por qué no seguimos adelante sin más y hacemos su famoso
triángulo característico, la respuesta es que usar el T. C. haría que la explicación
del problema se comiera más de seis páginas y sometiera a todos a un exceso de
detalle de cálculo que al final no resultaría importante. <<
[4.14] De nuevo, si la Figura 4a se trata como un problema de tasa de cambio, t es
criaturas extrañas con las que podemos hacer esto. Véase, por ejemplo, este
extracto de una carta a John Wallis hacia 1690: «Es útil considerar cantidades
infinitamente pequeñas tales que cuando se busca su razón, puedan no ser
consideradas cero pero que sean despreciadas tan pronto como se presenten
acompañadas de cantidades incomparablemente mayores. Así, si tenemos
x + [t], [t] es despreciado. Pero eso es distinto si buscamos la diferencia entre
x + [t] y x…» (Leibniz extractado a partir de Kline, pág. 384). <<
[4.16] Una analogía incluso mejor podría ser el caso de un científico experimental
que amañara sus datos para confirmar la hipótesis que desea confirmar. <<
[4.17] SEI Los ejemplos de Newton en D. A. eran más liosos y dependían más del
teorema del binomio, donde una equivalencia como z = rxn (donde r es una
constante y la n puede ser una fracción o incluso negativa) se puede desarrollar
para demostrar que la tasa de cambio de rxn siempre será = nrxn−1. Esto es lo
que permite la cadena teóricamente infinita de derivadas sucesivas en las
matemáticas superiores. Por ejemplo, la 1.ª derivada de, por ejemplo, y = x4 es
4x3; la 2.ª derivada es 12x2, y así sucesivamente, de modo que se puede hallar
cualquier derivada n-ésima mediante la razón , aunque en el cálculo básico
habitualmente no se va mucho más allá de la 2.ª derivada. <<
[4.18] Observe, sin embargo, que se tienen que usar el mismo tipo de prácticas
Aristóteles a «¿Está la flecha […] instante t?». Lo que él piensa que es realmente
incoherente es la idea de la premisa (2) de que el tiempo puede estar compuesto
de instantes infinitesimales, que es un argumento sobre la continuidad temporal,
bajo cuya interpretación la paradoja de la flecha se puede resolver con una
simple fórmula de cálculo. Como probablemente ha empezado a ver, Aristóteles
consigue de algún modo estar grandiosa y sobrecogedoramente equivocado,
siempre y en todas partes, cuando se trata del ∞. <<
[4.34] (no o) <<
[4.35]
Solución que, aunque 100% técnica, por lo menos tiene la ventaja de
reconocer que el movimiento-en-un-instante es un concepto que siempre
involucra más de un instante (poco más que una ligera reformulación de
Sainsbury, pág. 21). <<
[4.36] SEI Como veremos en §5, básicamente lo que hace Weierstrass es hallar una
brutales, y en conjunto esa podría ser la parte más dura de todo el libro, y aquí
mismo expresamos nuestro arrepentimiento. Pero en realidad es mejor hacerlo
todo aquí en un pasaje denso y sin contexto que tener que ir deteniéndose y
dando pequeñas definiciones sin fin, y explicaciones que interrumpan la
descripción del verdadero trabajo de las personas. Se intentó de las dos maneras,
y Mal1 < Mal2. <<
[5.7] SEI Este simbolismo universal para funciones es cortesía del antes
mencionado Leonhard Euler, la gran figura predominante de las matemáticas del
siglo XVIII. <<
[5.8] = lo que se conoce académicamente como cálculo multivariable, es decir,
modo que puede usted ver por qué las series trigonométricas son un caso clásico
del tema de series de funciones analizado antes en el apartado Ecuaciones
diferenciales (b). <<
[5.18] En realidad no hará ningún daño volver al G. E. I y repasar el apartado
<<
[5.20] No pregunte. <<
[5.21] SEI Una función monótona, por otro lado, es una función cuya primera
del siglo; larga, triste historia; ejerció (Abel) una influencia póstuma
especialmente fértil en Karl Weierstrass. <<
[5.29] SEI
Curioso añadido al misterio de la nota 26. Muchos matemáticos
franceses preeminentes de esta época también eran nobles: LaPlace un marqués,
LaGrange un conde, Cauchy un barón, y así sucesivamente. Algunos de estos
títulos fueron concedidos por Napoleón I. En todo caso, el de Fourier lo fue: su
padre era sastre. <<
[5.30] Breve versión de la historia tras la f(x) discontinua de Fourier:
aparentemente, cuando un cuerpo adquiere calor, su temperatura se distribuye no
de manera uniforme, en el sentido de que partes distintas tienen temperaturas
distintas en momentos distintos. Es en la distribución del calor en lo que Fourier
está realmente interesado. <<
[5.31] Es decir, como área o suma de áreas. <<
[5.32] Esta E. D. parcial se conoce comúnmente como la ecuación de difusión, la
Fourier, las cinco siguientes líneas de texto están clasificadas como SEI. <<
[5.34] Aquí es mejor pensar en las funciones discontinuas como funciones que no
pueden ser expresadas mediante una única ecuación de tipo «y = f(x)». Véase un
párrafo más adelante en el texto principal. <<
[5.35] Expresión analítica significa básicamente lo de «y = f(x)». Otra manera de
enunciar lo que dice el texto principal es que Fourier interpreta una función
denotativamente, es decir, como un conjunto de correspondencias específicas
entre valores, más que connotativamente como el nombre de la regla que genera
la correspondencia. Lo cual, como veremos en el siguiente §, es una manera muy
moderna de pensar en las funciones. <<
[5.36] Realmente no hay nada que se pueda hacer respecto a la frase anterior
«inducción». <<
[5.40] SEI Ni tampoco se puede demostrar dicha equivalencia mediante cálculos,
cursivas sic: Georg W. → Georg Jr.: «… Acabo con estas palabras: tu padre, o
más bien tus padres y todos los demás miembros de la familia tanto en Alemania
como en Rusia y en Dinamarca tienen sus ojos puestos en ti como el mayor, y
esperan que seas nada menos que un Theodor Schaffer [profesor de G. C. Jr.] y,
Dios mediante, después quizás una brillante estrella en el horizonte de la
ciencia». Georg Jr. → Georg W.: «… Ahora soy feliz de ver que ya no va a
disgustaros que siga mis propios sentimientos en esta decisión. Tengo la
esperanza de que estaréis orgullosos de mi algún día, querido padre, pues mi
alma, todo mi ser vive por mi vocación; sea lo que sea lo que uno quiere y es
capaz de hacer, sea lo que sea hacia lo que una voz secreta, desconocida [?!] le
llama, aquello será lo que llevará a cabo con éxito! (Dauben, GC, págs. 275-
277)». <<
[5.44] SEI Baste decir que las definiciones y resultados de Bolzano acerca de la
continuidad que vimos en §3c se pueden extender, sin más que unos pequeños
ajustes, al concepto de convergencia de una serie. <<
[5.45] SEI del G. E. II, apartado E. D. (b), interpolación. <<
[5.46] SEI Esto es 1826. El contraejemplo específico de Abels es la serie sen x −
una cosa ni un procedimiento, sino más bien solo una correspondencia entre dos
conjuntos, llamados dominio y recorrido. <<
[5.52]
Deberíamos mencionar que Fourier, Cauchy y Dirichlet trabajaban de
manera habitual con funciones de la física matemática, que tienden a ser
comparativamente simples y de buen comportamiento. <<
[5.53] SEI Justo aquí se vislumbra de verdad, por primera vez, cómo el análisis
quiere usted recrearse algo más en la simbología del análisis: Riemann deduce su
f(x) tomando una serie trigométrica estándar e integrando cada término dos
veces, dando: f(x) = C + C1x + x2 − , y logra
demostrar que esta serie trigonométrica es convergente siempre y cuando
se comporte en cierto modo especial (modo del cual, una vez más, no podemos
hablar por carecer de las herramientas conceptuales adecuadas, pero no son
dudosas ni extrañas, solo muy técnicas). <<
[5.58] SEI como se ha definido en G. E. I. <<
[5.59] SEI Más premoniciones: la primera y la última de estas cuestiones serán lo
que el trabajo temprano del propio Cantor intente contestar, y es dicho trabajo lo
que le lleva al ∞ per se. <<
[5.60] SEI Las partes precedentes aparecen en las págs. 55 y 59. <<
[5.61] SEI N. B. Tenga en cuenta, sin embargo, que las Hochschulen técnicas
SEI. <<
[5.66] El Alto Mando reconoce: lo que sigue va a ser mucho menos
formal/riguroso que la explicación del propio doctor Goris acerca de la
definición. Buscamos una explicación que resulte comprensible al máximo en
términos del vocabulario y los conceptos desarrollados hasta ahora en el libro.
<<
[5.67] Hablando 100% técnicamente, la definición de Weierstrass «para cada …
llamado el teorema de los valores intermedios (T. V. I.), que es una pieza básica
de la teoría de funciones y dice esencialmente que si una f(x) es continua en
[a, b] y tal que f(a) = A y f(b) = B, entonces f(x) toma todos los valores posibles
entre A y B. Si definimos la función continua como f(x) = 2x, [a, b] como [0, 1]
y [A, B] como [0, 2], entonces puede usted ver que un primer ejemplo del T. V. I.
es la demostración de Bolzano en §3c acerca de la correspondencia uno a uno
entre [0, 1] y [0, 2]. A su vez, esto podría aclarar por qué el teorema de Bolzano
requiere una teoría de los números reales, pues «todos los posibles valores entre
A y B» no van a ser una cantidad que podamos verificar contando. <<
[5.74] SEI También en lo del G. E. I acerca de Límites y cotas. <<
[5.75] SEI Ciertamente, en lo que respecta al mundo real, es el paradigma de una
función. <<
[5.76] Lo que sigue es, de nuevo, muy informal, y hecho a medida para trabajar
con los conceptos de lógica y matemáticas que hemos preparado hasta ahora.
(SEI Una respuesta 100% rigurosa pondría en práctica la definición
weierstrassiana del límite de una sucesión infinita, que es una forma algo
diferente de demostración epsilóntica, y hemos decidido no dedicar otra
interpolación a desarrollar eso. Para lo que pretendemos hacer, la definición del
límite de una función funcionará perfectamente). <<
[5.77] En el sentido de que n «va hacia» el ∞ igual que la sucesión de enteros 1,
significa el 1.er número, el 2.º número, el 3.er número, etc., a diferencia de los
números cardinales 1, 2, 3, etc. En otras palabras, la ordinalidad concierne a
dónde está el número en una secuencia dada más que a qué es. La distinción
cardinal-ordinal resulta tener una mastodóntica importancia en la teoría de
conjuntos cantoriana, respecto a lo cual véase como pequeño adelanto lo que
dice Russell: «En su teoría [del ∞], es necesario tratar de manera separada los
cardinales y los ordinales, los cuales son mucho más distintos en sus propiedades
cuando son transfinitos que cuando son finitos» (Russell, Principies of
Mathematics, pág. 304). <<
[5.79] SEI Esto, por supuesto, es lo mismo que demostrar que 0 es el límite de
100x = 124,242424…
− x = 1,242424…
99x = 123
parece poder denotar cualquier cosa desde rebanar hasta partir: una palabra muy
concreta y física, y bastante más divertida de pronunciar que «corte». <<
[6.12] SEI La traducción al inglés de «Continuidad y números irracionales» usa
«classes» (esp. «clases»), que era el término matemático original para los
conjuntos. Cantor, Russell y demás tienden a decir «clase», aunque en realidad
Cantor a veces también usa palabras que se pueden traducir como
«multiplicidad», «variedad» o «agregado». Decisión del Alto Mando: de aquí en
adelante solo vamos a usar «conjunto». <<
[6.13] SEI Si está regresando desde capítulos posteriores, observe lo mucho que se
clase: «schnitt sandwich», que obviamente tenía mucho éxito entre los
adolescentes. <<
[6.17] Respecto a la pág. 191: que los puntos de la recta real pueden ponerse en
correspondencia uno a uno con el conjunto de todos los números reales es lo que
ahora se conoce como el axioma de Cantor-Dedekind. <<
[6.18] SEI En el lenguaje de la lógica, una disyunción es verdadera si por lo menos
formaban su propia serie convergente especial, donde por turnos cada uno
proporcionaba a los demás justo lo que necesitaban para que sus avances fueran
viables. <<
[6.24] Hay, no hace falta decirlo, matemáticos de finales del siglo XIX para los que
Cauchy de §5a (véase G. E. II, Ecuaciones diferenciales (b)), puede entender por
qué Cantor no dice que la secuencia de a define un número real si y solo si
converge de esa manera, sino meramente si converge. <<
[6.31] Naturalmente, esto solo es cuestión de notación. En el verdadero «Über
teoría de los números reales (y cuyo título probablemente ahora resultará más
comprensible). <<
[7.6] SEI Véase el apartado Convergencia uniforme y los secretos asociados, del
cosa. <<
[7.8] Véase §5e, el texto de la pág. 178 y la nota 72. <<
[7.9] C.f. Cantor, justo al principio de «Sobre la extensión […] series» afirma: «A
contorno de una persona, { }, son lo que se pone alrededor de las cosas para
indicar que forman un conjunto matemático? <<
[7.11]
Es decir, que no es integrable término a término de tal modo que el
resultado sea convergente. <<
[7.12] SEI Evidentemente aquí es donde Kronecker fue especialmente de ayuda.
<<
[7.13] Y claramente, si una representación en serie acaba resultando
demostrablemente idéntica a la serie representativa original de la f(x), entonces
esa serie original es la representación única de la función. Así es básicamente
como funciona el teorema de unicidad: no es que solo haya una serie que
represente una función dada, sino más bien que todas las series que sí la
representan son demostrablemente equivalentes. <<
[7.14] SEI Si el siguiente par de párrafos le resultan muy difíciles, por favor, no se
desanime. La verdad es que la ruta de Cantor hacia la teoría del ∞ es mucho más
dura, matemáticamente, que la teoría misma. Todo lo que necesita adquirir usted
en realidad es una cierta comprensión de cómo el teorema de unicidad conduce a
Cantor a las matemáticas transfinitas. La parte más compleja terminará
enseguida. <<
[7.15] Véase, por ejemplo, Joseph W. Dauben sobre la demostración de 1872:
«Cantor subrayó, sin embargo, que los números en esos varios dominios
[conjuntos derivados] se mantenían enteramente independientes de esta
identificación geométrica, y el isomorfismo servía, en realidad, como una ayuda
para pensar en los números mismos» (ibíd.). Se dará cuenta de que esta actitud
es más o menos idéntica a la de Dedekind en «Continuidad y números
irracionales». <<
[7.16] Una cuestión previa: necesitamos trazar una distinción entre dos diferentes
tipos de teoría de conjuntos de los que podría usted saber algo. Lo que se llama
teoría de conjuntos de puntos se refiere a conjuntos cuyos elementos son
números, puntos espaciales o de la recta real, o varios grupos/sistemas de estos
mismos. La teoría de conjuntos de puntos es hoy muy importante para, por
ejemplo, la teoría de funciones y topología analítica. Por otro lado, la teoría de
conjuntos abstracta se denomina así porque la naturaleza y/o los elementos de
sus conjuntos no están especificados. Es decir, que concierne a conjuntos de
prácticamente cualquier cosa; es totalmente general y no específica: por eso se
llama «abstracta». De aquí en adelante, «teoría de conjuntos» se referirá a la
teoría de conjuntos abstracta, a menos que se indique lo contrario. Lo
complicado es que Cantor, cuya fama se debe realmente a ser el autor de la
teoría de conjuntos abstracta, obviamente puso en marcha (y básicamente
inventó) el tipo de conjunto de puntos. En realidad, hasta la década de 1890 no
proporciona la definición de conjunto que ahora caracteriza la teoría de
conjuntos abstracta: «Una colección, como un todo, de objetos distintos y
definidos de nuestra intuición o pensamiento, [los cuales] se llaman los
elementos del conjunto» (traducción extractada a partir de Edwards, v. 7, pág.
420), pero todos sus resultados significativos en las décadas de 1870 y 1880
sobre conjuntos de puntos también son válidos para la teoría de conjuntos
abstracta. Además, por favor, observe finalmente, respecto a la anterior
definición de Cantor en comparación con lo que vimos en §6f, que su «definido»
significa que para algún conjunto S y cualquier objeto x, es por lo menos, en
principio, posible determinar si x es un miembro de S (si ha estudiado mucha
lógica, quizá recuerde que esa característica de los sistemas formales se llama
decidibilidad). En cambio, el «distinto» de su definición significa que para dos
elementos cualesquiera x e y de S, x ≠ y, lo cual sirve formalmente para
distinguir un conjunto de una sucesión, puesto que en las sucesiones un mismo
término puede aparecer una y otra vez. <<
[7.17] No hace falta decir que todo esto está muy condensado; no es que estuviera
lo realiza entre 1874 y 1884, y que los artículos de la siguiente década son
principalmente ampliaciones y revisiones de demostraciones previas, así como
réplicas a objeciones de otros matemáticos. <<
[7.21] Por favor, tenga en cuenta que mientras inventaba estas cosas Cantor no
bonita. <<
[7.29] SEI En verdad hay una analogía de los números transfinitos mucho mejor
que los enteros, o sea algún otro tipo de número que en realidad no se puede
nombrar ni contar pero que a pesar de todo se puede generar de forma abstracta,
por ejemplo, dibujando la diagonal del cuadrado unidad, o tomando la raíz
cuadrada de 5, o describiendo unos A y B particulares dedekindianos y un schnitt
intersticial. Respecto a todo lo cual, por favor, vea o espere la discusión dos
párrafos después. <<
[7.30] SEI Que aleph sea una letra hebrea a veces es muy aprovechado por algunos
esto, pero subrayemos una vez más aquí que Cantor es, como Dedekind, un
platónico matemático, es decir, cree que tanto los conjuntos infinitos como los
números transfinitos existen realmente, en un sentido metafísico, y que se
«reflejan» en auténticos infinitos del mundo real, aunque su teoría acerca de esto
último involucra las mónadas leibnizianas y es mejor no entrar en ella. Resulta
que Cantor también desarrolla todo tipo de planteamientos y argumentos
teológicos respecto al algunos concienzudos y poderosos, y otros meramente
excéntricos. Aun así, como matemático y rétorico, Cantor es lo bastante listo
para argumentar que no se necesita aceptar ninguna premisa metafísica particular
para admitir a los conjuntos infinitos o sus números abstractos en el dominio de
los conceptos matemáticos legítimos. Véase, por ejemplo, este pasaje de la obra
de Cantor antes mencionada «Contribuciones…»: «En particular, al introducir
nuevos números, las matemáticas solo están obligadas a dar definiciones de
ellos, mediante las cuales se les confiera tal precisión y, si las circunstancias lo
permiten, tal relación con los antiguos números que, dados los casos, se puedan
distinguir definitivamente los unos de los otros. Tan pronto como un número
satisface todas esas condiciones, puede y debe ser contemplado como existente y
real en matemáticas. Aquí percibo la razón por la que debe considerarse que los
números racionales, irracionales y complejos son tan existentes como los enteros
positivos finitos» (Cantor, Gessamelte Ab., pág. 182). Esta última frase tan clara
es un pequeño guiño a Kronecker. Como el resto es bastante críptico, Dauben lo
resume así: «Para los matemáticos, solo se necesitaba una prueba: tan pronto
como se veía que los elementos de una teoría matemática cualquiera eran
consistentes, entonces eran matemáticamente aceptables. No se necesitaba nada
más» (Dauben, GC, pág. 182). <<
[7.35] SEI Aquí el mejor apoyo es del seguidor de Cantor Abraham A. Fraenkel:
resulta que ambos proyectos tienen todo tipo de relaciones de alto nivel. <<
[7.37] SEI
Si alguna vez se ha encontrado con referencias a los cardinales
transfinitos de Cantor, eso es lo que son: los números cardinales de conjuntos
infinitos. <<
[7.38] SEI La paradoja de Galileo se sustenta de modo directo aunque encubierto
en esta definición. Véase, por ejemplo, §1d, pág. 47: «Es también obvio que
mientras todo cuadrado perfecto (o sea 1, 4, 9, 16, 25, …) es un entero, no todo
entero es un cuadrado perfecto». <<
[7.39] SEI «Aquí» = principalmente dos artículos fundacionales en 1874 y 1878,
es poner las cosas en una correspondencia uno a uno con el conjunto de enteros
{1, 2, 3,…, n}. La equivalencia de contar y poner en C1-1 con {todos los
enteros} es lo que convirtió a la teoría de conjuntos en la base para enseñar
aritmética a los niños, de acuerdo con las nuevas matemáticas. <<
[7.41] SEI N. B. En la teoría de conjuntos cantoriana numerable está relacionado
los números» trataremos solo con valores positivos. Esto incluye a los enteros,
pues al fin y al cabo acabamos de demostrar que la cardinalidad del conjunto de
todos los enteros = la del conjunto de todos los enteros positivos. Además,
debería ser obvio que las demostraciones de Cantor para todos los racionales
positivos, todos los reales positivos, etc., seguirán siendo válidas si los conjuntos
infinitos relevantes se doblan para incluir los valores negativos. Si tiene dudas,
entonces observe que doblar algo es lo mismo que multiplicarlo por 2, y que 2 es
finito, y que —por los teoremas transfinitos (3) y (6) de §7b— cualquier ℵ
multiplicado por un n finito seguirá siendo = ℵ. <<
[7.46] SEI
De nuevo, tenga en cuenta, por favor, que estamos haciendo estas
demostraciones en el orden que facilita una exposición más clara y lógica. N. B.
Tenga en cuenta también que hay algunas distinciones entre cardinales y
ordinales que de momento vamos a eludir. <<
[7.47] SEI Lo que Cantor llama realmente «diagonalización» es su método para
verdadera C1-1 entre los conjuntos de los racionales y de los enteros, entonces
tome simplemente la fila ordenada que hemos visto y empareje su primer
elemento con 1, su segundo elemento con 2, …, y así sucesivamente. <<
[7.49] SEI Aquí quizá pueda usted anticipar algunas complicaciones familiares
respecto a cuál podría ser el primerísimo número real de la sucesión, y para ver
por qué ninguna de las anteriores manipulaciones con los órdenes de las filas
funcionará con los números reales. En este caso, para su tranquilidad, le
informamos ahora de que el famoso axioma de elección (otro lío enmarañado,
véase §7f) de la teoría de conjuntos, del profesor Zermelo, asegura que siempre
podemos construir un conjunto ordenado de números reales de tal modo que
tenga un auténtico primer elemento. Sería interesante que de momento
simplemente se creyera esto. <<
[7.50] Así que el motivo de que se llame «diagonal» es por lo del primer dígito en
§2e, está claro que ahora se puede liberar del requisito de que todos los pañuelos
y medios pañuelos y mitades de medios pañuelos sean infinitesimalmente
pequeños; solo invocamos la demostración de Weierstrass en §5e(i) de que
= 0. <<
[7.53] SEI Desde un punto de vista histórico, el primer resultado acerca de la no
conjunto potencia (A.C.P.). Una razón por la que es un axioma es que depende
directamente de las definiciones de «subconjunto» y «conjunto vacío», tal como
resultará evidente enseguida en el texto principal. Sin embargo, hay problemas
con el A.C.P.: véase el §7f interpolativo más adelante. <<
[7.65] SEI Técnicamente, esto debería escribirse «P(A) = 2A», donde A representa
conjunto potencia es no contable. Pero recuerde que para que un conjunto sea
contable debe ser o finito o numerable, y es fácil ver que en este caso el conjunto
relevante no es finito. Como el conjunto de todos los enteros {1, 2, 3, 4, 5,…}
es, él mismo, infinito, basta tomar cada elemento individual, ponerlo entre
llaves, y darse cuenta de que {1}, {2), {3), etc., son todos subconjuntos del
conjunto de todos los enteros. Así que el conjunto de todos los subconjuntos no
puede ser finito en modo alguno. O sea, que la verdadera cuestión es si el
conjunto potencia es numerable. <<
[7.70] SEI EXTRACTO DE LA CARTA DEL EDITOR CON PETICIONES ACERCA DE LA VERSIÓN
MANUSCRITA DEL LIBRO: «pág. 250, párrafo tras gráfica de la “Tabla n.º 3”; o sea
que, en otras palabras, sin importar cuántos subconjuntos de E podamos obtener,
¿siempre podemos crear otros nuevos? Si es así, ¿quiere usted que lo digamos tal
cual, soltarlo sin más?», de la respuesta del autor: «No, no queremos decir algo
así, porque sería erróneo. Lo que muestra la Tabla n.º 3 es que sin importar
cuántos infinitos o subconjuntos de E pongamos en la lista, es demostrable que
siempre habrá algunos subconjuntos que no están en la lista. Esto es, recuerde, lo
que “no numerable” significa: que no puede ser exhaustivamente listado/puesto
en fila/puesto en una tabla (y, de nuevo, es por lo que siempre habrá más
irracionales que pañuelos de la muerte en la demostración del doctor Goris en
§2e: los pañuelos, como los enteros y los racionales, solo pueden formar un ∞
numerable). Además, la parte de “siempre podemos crear otros nuevos” es
profunda y seriamente, errónea: no estamos creando nuevos subconjuntos;
estamos demostrando que existen y siempre existirán algunos subconjuntos que
ninguna lista o C1-1 con los enteros podrá capturar. Respecto a “existir”, cabe
reconocer que necesita un “en cierto modo” o “sea lo que sea que esto significa”
o algo parecido, pero el lector tendría que ser un fundamentalista-radical
kroneckeriano para creer que lo que estamos haciendo en esta demostración es
realmente crear esos nuevos subconjuntos». <<
[7.71] SEI Esto saca a relucir una cuestión importante. Puede muy bien haber
por lo menos en una de las cartas de Cantor a Dedekind. Observe ahora, de cara
a más adelante, que hay otra paradoja con la que también se encontró y tampoco
publicó, que hoy se conoce como la paradoja de Burali-Forti y tiene que ver con
los ordinales transfinitos, que como se ha mencionado también están al llegar.
<<
[7.76] SEI Lo de Frege y Russell es una historia larga pero muy apreciada por los
en conjuntos de puntos finitos Félix Édouard Borel y Henri Léon Lebesgue, y así
en la metafísica de las matemáticas este trío es a veces conocido como la Escuela
antiplatónica. <<
[7.80] algo muy parecido a la caracterización griega del ∞ como to apeiron. <<
[7.81] SEI Aquí está uno que quizá ya haya usted anticipado: si alguna propiedad
sentido para todos los elementos de S (donde «que tenga sentido» significa
básicamente que el predicado es algo definitivamente verificable como cierto o
falso para cualquier elemento del conjunto, como «es azul» o «pesa más de
28,7 gramos» en contraste con «es adorable» o «tiene gusto de pollo»). <<
[7.94] Usar este símbolo en una frase así, tal cual, es la manera llamativa de decir
excepto para decir (1) que son un tipo específico de unión inter-conjuntos que
involucra «pares ordenados», los cuales en sí mismos son toda una saga; y (2)
que los P. C. son un ejemplo del importante principio de preservación de la
homogeneidad, en el sentido de que si dos conjuntos A y B comparten ciertas
características especiales, su producto cartesiano (A × B) también tendrá dichas
características (por ejemplo, si A y B son conjuntos de puntos y comparten la
característica de ser un espacio topológico, su P. C. también será un espacio
topológico). <<
[7.98] SEI
Aquí «producto cartesiano» específicamente significa (inspiración
profunda) «el conjunto de solo aquellos subconjuntos de la unión de todos los
elementos de S tal que cada uno (= cada subconjunto) contiene exactamente un
elemento de cada conjunto de S». Este tipo de cosa es solo para que tenga una
muestra del embriagador aroma de la auténtica T. A. C. <<
[7.99] SEI Cualquier libro decente sobre lógica matemática o teoría de conjuntos
por la que la frase de nuestra explicación inicial «de tal modo que el orden de los
elementos de A y B permanezca inalterado» era simplista: el tipo de orden no es
lo mismo que mera ordenación, {a, b} y {b, a} tienen el mismo tipo de orden,
por ejemplo. <<
[7.111] SEI
Otra metáfora a medida del doctor Goris era que los números
cardinales eran como los personajes en una de las obras de teatro de la escuela y
los números ordinales eran los lugares que tenían que ocupar en una escena.
Algo así como el guión de la obra por un lado, y sus acotaciones por otro. <<
[7.112] SEI Podemos ver aquí algunas claras afinidades con la teoría de Cantor
sobre los irracionales como límites de sucesiones de números (en §6e). Esta
teoría anterior fue, en ciertos sentidos, el origen de su trabajo sobre los ordinales.
<<
[7.113] SEI La todavía sin definir paradoja de Burali-Forti sale directamente de
mencionar esto, pero por lo menos algunas veces Cantor usó «ℵ0» para designar
el primer ordinal transfinito y «ω» para designar el primer cardinal transfinito.
La verdad estricta es que fue en realidad el conjunto de todos los ordinales
finitos (que es lo que él realmente llamaba la «primera clase numérica») lo que
Cantor usó para obtener el primer cardinal transfinito, cosa que hizo básicamente
porque en su teoría los números cardinales también eran definibles como
ordinales límite, concepto que no vamos a discutir porque requiere un grado de
detalle teórico-conjuntista sobre las relaciones entre números cardinales y
ordinales para el que este librito no está equipado. Estamos usando lo que ha
llegado a ser actualmente el simbolismo estándar, o sea «ℵ»s para los cardinales
transfinitos y «ω» para los ordinales transfinitos; el razonamiento para
justificarlo es que este simbolismo es el que tiene más posibilidades de resultar
familiar por lo menos a algunos lectores. (N. B. Tenga en cuenta que todas las
matemáticas cantorianas con todos sus intríngulis y sin rebajar excrecencias
están disponibles en varios excelentes libros técnicos, incluyendo las antes
mencionadas Georg Cantor, de Dauben, Theory of Sets, de Abian, y The
Continuum and Other Types of Serial Order, with an Introduction to Cantor’s
Transfinite Numbers de Huntington —véase la Bibliografía—). <<
[7.116] SEI y que están relacionados con las épsilons weierstrassianas de §5e solo
en el sentido de que son creadas por una definición de tipo «existe… tal que»
similar; por ejemplo, el primer número ordinal k tal que ωk = k se designa
«épsilon o» o «ε0». <<
[7.117] SEI en §15 de la antes mencionada «Contribuciones… números». <<
[7.118] Estas dos cuestiones se colapsan en una solamente si o bien (1) la teoría
duda es importante. Por lo menos demuestra que los resultados de Gödel acerca
de la incompletitud (así como la demostración de Church en 1936 de que la
lógica de predicados de 1.er orden también es indecidible) no están describiendo
solo posibilidades teóricas, que existen realmente auténticos teoremas
significativos en las matemáticas que no se pueden demostrar ni contradecir
(extractado de Bunch, pág. 158). Lo cual a su vez significa que incluso unas
matemáticas maximalmente abstractas, generales, completamente formales no
van a ser capaces de representar (o, dependiendo de sus convicciones
metafísicas, contener) todas las verdades matemáticas del mundo real. Es este
quebrantamiento de la creencia de que 100% abstracción = 100% verdad de lo
que las matemáticas puras aún no se han recuperado, ni tampoco está claro qué
significaría aquí «recuperación». <<
[7.122] SEI Además, en otra demostración de 1963, Cohen pudo demostrar que
resultaron ser tan longevos que prácticamente tuvieron que echarlos a garrotazos.
<<
[7.128] SEI En el momento de escribir este libro Paul J. Cohen era el Marjorie