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Cuento realista

Halloween
Cuando éramos chicos, a mí y a mi grupo de amigos nos encantaba Halloween.
Nos gustaba disfrazarnos, ver los conjuntos de los demás en fiestas escolares y
pensar por un momento que éramos un personaje terrorífico.
Un año, una de las chicas de mi grupo organizó una pijamada para Halloween.
Nos quedaríamos a dormir y al día siguiente iríamos a pedir caramelos a las casas,
algo nuevo, que, aunque era una tradición conocida, nunca habíamos hecho.
Ese día nos despertamos tarde y, luego de almorzar, salimos de la casa. Éramos
Valentina, Lucas, Mia – la organizadora de la juntada – y yo. Nos acompañaba la
mamá de Mia.
Era el tres de noviembre del 2018, por lo que Halloween ya había pasado, pero no
nos importó.
Pasamos por kioscos, cotillones y hasta nos regalaron un helado. En algunos
lugares nos dieron caramelos vencidos, pero cuando llegamos al “Argenchino” –
un supermercado – y le dijimos “dulce o truco” a una cajera, nos despidió con la
excusa de que ya no era Halloween.
Asique, después de varios locales, empezamos a pasar por casas. En la primera
nos atendió una señora de unos 60 años, que nos dio caramelos de miel. La
segunda casa era algo destartalada, pero nos abrió un señor bonachón y nos dio
alfajores y chupetines. Bastante contentos con los caramelos adquiridos, nos
dirigimos a la tercera casa. Era una casa normal, de ladrillos amarillos y tejas rojas.
Al tocar la puerta, salió un hombre de unos cincuenta años bastante fornido.
– ¡Dulce o truco! – le dijimos.
– ¿Qué? –
– ¡Estamos festejando Halloween! – le dijo Valentina
– Pero eso es una fiesta yankee, en argentina eso no se hace. –
– ¡Pero a nosotros nos divierte! – le dije yo.
– ¿Y qué van a hacer si no les doy caramelos? – dijo ya un poco más enojado.
– Emm, el truco era tirarle espuma. – Le dijo Lucas mostrándole el envase.
– Ah ¿sí? – Ya era evidente que estaba muy enojado– ¡Feliz Halloween!
El hombre agarró el tarro de espuma y le tiró a Lucas en la cara. Él empezó a
llorar, y la mamá de Mia se acercó a sacarle la espuma al señor, por las dudas de
que pudiera hacer lo mismo con alguno de nosotros. Tan rápido como pudimos
nos fuimos de allí, y la mamá de Mia llamó al papá de Lucas para que lo fuera a
buscar a la casa. Todos nos habíamos asustado.
Al tiempo nos enteramos de que el señor había estado en el servicio militar, y que
tenía algunos problemas mentales.
Después de eso nunca más volvimos a salir a buscar dulces en Halloween, no supe
si fue porque habíamos crecido o por el susto que nos había quedado. Tal vez las
dos.

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