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Dirección de Ignacio Arellano


(Universidad de Navarra, Pamplona)
con la colaboración de Christoph Strosetzki
(Westfälische Wilhelms-Universität, Münster)
y Marc Vitse
(Université de Toulouse Le Mirail/Toulouse II)
Subdirección:
Juan M. Escudero
(Universidad de Navarra, Pamplona)

Consejo asesor:
Patrizia Botta
(Università La Sapienza, Roma)
José María Díez Borque
(Universidad Complutense, Madrid)
Ruth Fine
(The Hebrew University of Jerusalem)
Edward Friedmann
(Vanderbilt University, Nashville)
Aurelio González
(El Colegio de México)
Joan Oleza
(Universidad de Valencia)
Felipe Pedraza
(Universidad de Castilla-La Mancha, Ciudad Real)
Antonio Sánchez Jiménez
(Université de Neuchâtel)
Juan Luis Suárez
(The University of Western Ontario, London, Canada)
Edwin Williamson
(University of Oxford)

Biblioteca Áurea Hispánica, 82


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LITERATURA, BIBLIOTECAS
Y DERECHOS DE AUTOR
EN EL SIGLO DE ORO (1600-1700)

JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE (DIR.)


ÁLVARO BUSTOS TÁULER (ED.)

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 2012


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Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2012
Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid
Tel.: +34 91 429 35 22
Fax: +34 91 429 53 97
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www.ibero-americana.net

© Vervuert, 2012
Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main
Tel.: +49 69 597 46 17
Fax: +49 69 597 87 43
info@iberoamericanalibros.com
www.ibero-americana.net

ISBN 978-84-8489-671-5 (Iberoamericana)


ISBN 978-3-86527-736-7 (Vervuert)

Depósito Legal: M-40057-2012

Cubierta: Carlos Zamora


Impreso en España

Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.


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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN Y EXPLICACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

PARTE I: LITERATURA EN BIBLIOTECAS

1. EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS DEL SIGLO DE


ORO (1600-1650) (José María Díez Borque) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Literatura en las bibliotecas particulares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
El «canon literario» en las bibliotecas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Relación de inventarios de las bibliotecas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
2. PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES
DEL SIGLO DE ORO (1651-1700) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Prosa de ficción, poesía y teatro en los inventarios de bibliotecas
particulares (1651-1700) (Fermín de los Reyes Gómez) . . . . . . . . . . 53
Prosa de ficción (novela y otros géneros) en bibliotecas particulares
(1651-1700) (M.ª Soledad Arredondo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Poesía en bibliotecas particulares (1651-1700) (Álvaro Bustos Táuler) 101
Teatro en bibliotecas particulares (1651-1700) (Rebeca Sanmartín
Bastida y Esther Borrego Gutiérrez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Relación de inventarios (1651-1700) (M.ª Soledad Arredondo, Álvaro
Bustos Táuler, Fermín de los Reyes Gómez y Rebeca Sanmartín Bastida) 157
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

PARTE II: «DERECHOS DE AUTOR EN LOS SIGLOS


DE ORO». ANTECEDENTES Y CONSECUENTES
( José María Díez Borque)

1. INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
2. EL AUTOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
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3. ANTECEDENTES: LA EDAD MEDIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198


4. «DERECHOS DE AUTOR» EN LOS SIGLOS DE ORO . . . . . . . . . . . . . . . . 205
5. CONSECUENTES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
Siglo XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
Siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
Siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228
Siglo XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240
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INTRODUCCIÓN Y EXPLICACIÓN

Se ofrecen en la primera parte de este libro algunos resultados de


las investigaciones de los miembros del Proyecto I+D (2009-2012)
«De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos de Oro»
(FFI 2009, 07862; IP: José María Díez Borque; miembros: Soledad
Arredondo, Álvaro Bustos, Fermín de los Reyes, Rebeca Sanmartín
Bastida). En la segunda parte se da una primera aproximación al estu-
dio de los «derechos de autor» en el Siglo de Oro. Los trabajos han de
continuar en los próximos años para abordar el siglo XVI, en el marco
del proyecto de investigación I+D (2013-2015) «De la biblioteca par-
ticular al canon literario en los Siglos de Oro (II)» (FFI 2012, 35894).
En este volumen se estudian 65 inventarios publicados de bibliote-
cas para el período de 1600 a 1650 (Díez Borque) y 83 para 1651-
1700 (Arredondo; Bustos; De los Reyes; Sanmartín). Se limita por
ahora el campo de investigación a inventarios publicados —en cada
caso se da la referencia precisa—, sabiendo, claro, de la existencia de
otros muchos, además de diversos documentos pertinentes. Se refieren
a distintas clases sociales y áreas geográficas. Supone tomar en conside-
ración miles de libros, lo que ya de entrada puede implicar algún error
de cómputo o involuntarias ausencias.
Los problemas comienzan en la naturaleza de las propias fuentes de
información. Por eso, son numerosas las dificultades de todo tipo: desde
la transcripción e identificación de cada libro, al modo de citar en la
época y hoy o al problema de la lectura efectiva de los libros poseídos,
pasando por otras cuestiones pertinentes como el tipo y origen de la
biblioteca, las ausencias, las peculiaridades de cada uno de los géneros,
la sospecha de lo que no se ha inventariado, la tipología de los inventa-
rios, los libros devaluados, las clasificaciones temáticas de la época, etc.
Para todo ello son de gran utilidad los estudios que acompañan a la
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8 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

publicación de los distintos inventarios. De toda esa problemática se da


cumplida cuenta en los epígrafes «Problemas de los inventarios de
bibliotecas» (Díez Borque) y «Los problemas y ausencias de los inven-
tarios de 1651 a 1700» (De los Reyes), y allí remito.
La utilidad de este tipo de estudios para acercarse a cuestiones fun-
damentales de la historia de la literatura, como la presencia/ausencia de
géneros, obras y escritores en las bibliotecas estudiadas, con lo que ello
supone para valorar los acuerdos y desacuerdos entre la «realidad del
siglo» y lo que ha retenido la memoria literaria.También es pertinente
valorar comparativamente las proporciones de cada uno de los géneros
literarios entre sí y con respecto a otros tipos de libros: presencia de
literatura española y literatura extranjera; permanencia de autores y
géneros; peculiaridades de cada uno de los géneros; condicionantes
como la clase social, el sexo o el precio; censura y autocensura; ámbito
rural o urbano; oralidad (manuscrito e impreso); cuántos y quiénes
leían literatura; cultura de las bibliotecas, etc.
Son cuestiones tan apasionantes como fundamentales en la historia
de la literatura. El alcance de este libro es mucho más modesto que dar
respuesta a tantas e incitantes preguntas, pero algo podrá haber útil para
este camino, que hay que recorrer con la conciencia de las limitaciones
de todo tipo a que aludía anteriormente mencionadas anteriormente.
Con estos mimbres hay que hacer el cesto.
Lo referente al período 1600-1650 se limita a la reconstrucción del
«canon literario» en las bibliotecas estudiadas, entendido en el sentido
de presencia significativa de obras y autores, ordenados por el número
de apariciones. A mucho más alcanza, claro está, el debatido concepto
de «canon literario», con aspectos teóricos en los que aquí no se entra.
Por otra parte, en mi libro Literatura (novela, poesía, teatro) en bibliotecas
particulares del Siglo de Oro español (1600-1650) (Madrid/Frankfurt,
Iberoamericana/Vervuert, 2010) y en más de doce artículos en los últi-
mos años se analizan las diversas cuestiones que aparecen en este libro.
Para el período 1651-1700, con una introducción general (De los
Reyes) se estudia la prosa de ficción (Arredondo), poesía (Bustos), tea-
tro (Sanmartín y Borrego) en las bibliotecas estudiadas, con plantea-
mientos semejantes a los de los trabajos mencionados. Cada autor es
responsable de lo que firma y, como en todo libro colectivo, son inevi-
tables ciertas diferencias y variedad de alcances. El lector, sin que aquí
sea necesaria más explicación, comprobará las variaciones y divergen-
cias con respecto al período de 1600-1650.
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INTRODUCCIÓN Y EXPLICACIÓN 9

La segunda parte del libro, «Derechos de autor en los Siglos de Oro»


se separa del alcance y sentido de la primera y tiene un carácter inde-
pendiente. Pero parecía oportuno, después del recorrido por obras y
autores, abordar un tema tan importante como el de los «derechos de
autor» de esos escritores presentes en las bibliotecas, así como de los
antecedentes (Edad Media) y consecuentes (hasta nuestro siglo). Me
hubiera gustado poder aportar más datos, pero los que hay ya son reve-
ladores del proceso de profesionalización del escritor, con todo lo que
ello supone, así como de las marcadas diferencias entre géneros y épo-
cas, y de los imprevisibles nuevos tiempos. Es decir, se analiza el camino
que va del juglar-creador medieval a la literatura en la red, pasando por
el folletín, el periodismo, el best-seller… Se advierte así el lento recono-
cimiento de la propiedad intelectual y de su rentabilidad económica.
Soy, somos, conscientes de las limitaciones y riesgos, las enunciadas
y más, pero había que decidir entre iniciar el camino o quedarse en
casa, y se ha optado por lo primero, en la confianza de que alguna apor-
tación habrá que sea de utilidad.

JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE


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PARTE I

LITERATURA EN BIBLIOTECAS
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1. EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS


ESPAÑOLAS DEL SIGLO DE ORO (1600-1650)*

José M.ª Díez Borque

1. INTRODUCCIÓN

La memoria literaria construye la imagen del pasado con unos


variados y complejos mecanismos de presencias-ausencias, olvidos,
valoración, en suma, de la literatura del pasado. La historia de la litera-
tura viene a convertirse en un conjunto de méritos y deméritos, es
decir, en un escalafón, en que entran en juego diversidad de criterios
de variada índole y alcance. Lleva esto al complejo problema del
«canon literario» y las razones y modos de su construcción. No es mi
intención aquí internarme en tan proceloso mar, lleno de peligros. Hay
ya una rica bibliografía sobre las incitantes cuestiones que plantea el
«canon literario», que desborda los alcances de este estudio1. El hecho

* Los estudios que integran este volumen se enmarcan en el Proyecto de


Investigación «De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos de Oro»
(FFI2009-07862) dirigido por mí en la UCM. Son también deudores de los resul-
tados del grupo de investigación «Literatura Española de los Siglos de Oro: crea-
ción, producción y recepción» (GLESOC), UCM 930455, y del Proyecto Conso-
lider «Patrimonio teatral clásico español.Textos e instrumentos de investigación
(TECE-TEI)» (TC/12).
1
Utilizo aquí, en ocasiones literalmente, mis estudios citados en n. 4. La
bibliografía sobre el canon literario es ya ingente y no hace al caso entrar aquí en
ella. Baste citar algunas obras colectivas y la bibliografía que allí se recoge como
testimonio: E. Sullá, 1998, con estudios de Bloom, Culler, Gates Jr., Gumbrecht,
Harris, Kermode, Mainer, Mignolo, Pozuelo, Robinson y una útil “selección
bibliográfica” (pp. 303-313); J. Pont–J. M. Sala Valldaura, 1998, con ponencias de
Culler, Eagleton, Romero, Pozuelo, Miralles, Riera, Molas, Horno, Bou, Marí, ade-
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14 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

cierto es que no se tiene en cuenta, creo, en sus debidas proporciones,


la «realidad de verdad», como decía Torres Naharro, de autores y obras
en su siglo, lo que marca, en muchos casos, diferencias entre valoracio-
nes en su época y valoraciones hoy, con acuerdos, sí, pero con des-
acuerdos significativos.
La historia de la literatura tiene también la obligación de contar
con la consideración del peso y permanencia de géneros, obras y auto-
res en su siglo; importancia de la literatura, lectura y sus condicionan-
tes2, culturas de la biblioteca3, medios de difusión, etc., es decir, la reali-
dad, pisando la tierra del día a día.
Mi propósito, en lo que sigue, no es, obviamente, contestar a tantas
incitaciones; ni es el lugar, ni hay fuerzas para ello. Pero algunas aporta-
ciones puede que haya, en la línea de lo apuntado más arriba. Mi inten-

más de varias mesas redondas. Deben verse también otros libros como Bloom,
1995; Pozuelo-Aradra, 2000; Enrique, 2003; López Bueno, 2005, 2008, 2010; Rey-
zábal, 2012 y la bibliografía recogida en ellos.Además, diversos artículos, en que no
entro: Montaner, Blanco, Fowler, Navajas, Pérez Lasheras, Romero, Ruiz Pérez,
Ínsula (600), etc.
2
Varios de los estudios citados en la nota siguiente, al tratar de las bibliotecas,
se ocupan, también, de la lectura y su variada problemática. Como queda dicho, no
entro aquí en estas cuestiones, pero no quiero dejar de citar, en mera nómina, a
varios investigadores que han hecho aportaciones en este campo, y a cuyos estu-
dios puede acudir el lector interesado. Sumaré a los citados después: Baranda,
Bödeker, Capello, Carvallo, Castillo, Cayuela, Cerdá, Courcelles-Val Julián, Darn-
ton, Frenk, Geal, Goulemot, Herpel, Ife, Jauralde, Le Flem, López, Manguel, Peña,
Petrucci, Prieto, Salavert, Sanz Hermida, Simón,Texton... Por otra parte, de gran
interés son algunos colectivos como Livre et lecture; De l´alphabétisation y los núme-
ros monográficos de Bulletin Hispanique: La culture des Elites Espagnoles; Les livres des
espagnols; Lisants et lecteurs.
3
No puedo entrar aquí en la rica y extensa bibliografía sobre bibliotecas, por-
que desborda los límites y alcance de este estudio, pero quiero recordar, aunque sea
en mera nómina, los trabajos, en distintos aspectos, de varios investigadores, que se
suman a otros que citaré. Desde los de amplio alcance, cuestiones generales, histo-
ria, función, tipología, organización, escritura-lectura, etc., de Amado, Baratín,
Bouza, Cátedra, Chartier, Escolar, Geal, Hernández González, Huarte, Lopez,
López Vidriero, Martínez Pereira, Millares, Solís…, a los de bibliotecas particulares:
Dadson (varias), Entrambasaguas (Ramírez de Prado), Freitas (Marqués de Niza),
Prieto (palacio de Pastrana)…; Barbier, Bouza, Chartier… (realeza, príncipe).
Habría que sumar estudios sobre bibliotecas del clero de varios estudiosos: Burgos,
Hevia,Vaquerizo; de mujeres: Cátedra, Guillaume-Alonso…; distintas áreas geo-
gráficas y ciudades: García Cárcel (Cataluña); Prieto (Madrid); Rojo (Valladolid);
Sanz (Sevilla);Weruaga (Salamanca); etc. No he podido ver Le biblioteche private.
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 15

ción es analizar una nutrida muestra de inventarios de bibliotecas, miles


de libros, de distintas clases sociales y áreas geográficas (en el próximo
apartado se verán los detalles de todo esto) para elaborar el «canon de
excelencia» construido por las proporciones de la presencia de autores
y obras literarias en dichas bibliotecas. No se me oculta que será nece-
sario ir sumando el estudio de otros inventarios, y fuentes documenta-
les, de los numerosos existentes, pero algo se avanza, creo, con lo aquí
hecho, y puede servir al lector para alguna conclusión, según sus inten-
ciones.
Tampoco se me oculta que la difusión en libro es solo una parcela
de la comunicación literaria, pues ahí está el peso de la oralidad, tan
apasionante como poco conocida, el manuscrito, la poesía en la calle, el
teatro en su alcance de cultura oral, la lectura pública, etc. No son
menores, ni mucho menos, los problemas que plantean las propias
fuentes de información, como se verá después. Pero con estos mimbres
hay que fabricar el cesto, o, si se quiere, los riesgos y carencias del viaje
no deben apoyar la actitud de quedarse en casa. Lo que pueda haber de
positivo creo que compensa las limitaciones.
Caería fuera de los alcances de este capítulo el estudio de la fre-
cuencia, en términos porcentuales, del libro literario, con respecto a
otro tipo de libros, y en el mismo sentido de prosa de ficción; poesía;
teatro; número de libros y estructura de las bibliotecas; libros a la venta
en las librerías; catálogos de impresos; diferencias por clases sociales y
géneros, etc. En parte ya lo hice en otros lugares, en parte está en pro-
ceso de investigación y, en parte, supera mis posibilidades4.

2. LITERATURA EN LAS BIBLIOTECAS PARTICULARES

2.1. Bibliotecas estudiadas

En la línea de mis trabajos en este campo y contando con ellos5,


estudio 65 bibliotecas particulares del Siglo de Oro español (1600-

4
Varios estudios inciden en estas cuestiones: Díez Borque, 2007a; 2007b;
2008a; 2008b; 2009a; 2009b; 2009c; 2010a; 2010b; 2010c; 2011a; 2011b; 2011c.Ver *.
5
Ver n. anterior.
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16 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

1650), según los datos que dan Chevalier, Laspéras, Dadson, Prieto,
Bouza, Manso6… Son miles de libros en el conjunto, pues, aunque en
una gran mayoría el número de libros sea reducido, hay bibliotecas
excepcionales con importantes fondos, como la del conde de Gondo-
mar y la del rey Felipe IV (35; 55)7, y destacadas, como las de San Juan
de Ribera (18); el regidor Peralta (27); Monegro (31); el inquisidor
Salazar (53); el escritor Caro (63); y otras estimables: las del arzobispo
Hernando (22); el arcediano Castilla (26); el guantero Moreno (38);
conde de Benavente (51), etc. No ignoro, claro está, la existencia de
miles de inventarios y otros documentos sin publicar y trabajos en
curso sobre distintas bibliotecas8, pero me atengo a lo que digo más
arriba (ver n. 6). La muestra irá completándose también con mis pro-
pios trabajos y los del grupo de investigación que dirijo9.
Las bibliotecas aquí estudiadas pertenecen no sólo a distintas áreas
geográficas, sino a diversas clases sociales, lo que supone cubrir un
amplio espectro sociocultural:

Se toman en consideración bibliotecas de la nobleza (de aquí en adelan-


te estos números remiten a 4b. Relación de inventarios): 1; 9; 16; 21; 24; 32;
33; 35; 36; 42; 44; 48; 51; 55; 56; 57; 58; 61; 62; de cargos y autoridades (2;
8; 12; 23; 27; 29; 37; 43; 49; 50; 53; 54); gentes de hábitos (10; 18; 19; 22;
25; 26; 28; 40; 52; 59); profesiones liberales (7; 11; 13; 20; 31; 39; 45; 63) y
«clases trabajadoras» (3; 4; 5; 6; 14; 15; 17; 34; 38; 41; 46; 47; 64) (no se ha
podido identificar la clase social de las bibliotecas 30; 60; 65)10.

6
Ver Chevalier, 1976; Laspéras, 1980; Dadson, 1998; Infantes, Lopez y Botrel
(eds.), 2003; Delgado, 2003; Prieto, 2004; Bouza, 2005; Manso Porto, 1996. No he
podido tener en cuenta algunos estudios que he conocido después de mis investi-
gaciones (Dadson,Weruaga, Martín Velasco, Montero, Delgado-Ruiz Pérez, Lucía
Megías, Baker, López Poza,Agulló, etc.).
7
Para esta numeración debe verse la Relación de inventarios anexa.
8
Ver notas anteriores. De acuerdo con F. J. Lorenzo y F. Ferrero, 2004, p. 45,
existen «más de 1500 inventarios postmortem y de segundas nupcias, almonedas,
hijuelas, legítimas y partijas».Tengo noticia de la existencia de estudios en proceso
sobre varias bibliotecas, como por ejemplo, la del conde-duque de Olivares y otros.
Los miembros del proyecto de investigación que dirijo (De la biblioteca particular al
canon literario en los Siglos de Oro) están estudiando más de 300 inventarios del
periodo, como puede verse en los demás trabajos de este volumen.
9
Ver n. 4 y *.
10
Díez Borque, 2010b, p. 11.
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 17

No puedo pasar por alto los diversos e importantes problemas que


plantean los inventarios considerados aquí como fuentes de informa-
ción para los objetivos de estudio arriba mencionados. A todos nos
hubiera gustado que fueran más detallados, cuidadosos, con «criterios
catalográficos», pero, en general, no es así y es necesario contar con lo
que hay. El problema, por fuerza, es común a todos mis estudios citados
en nota 4, y a éste, por lo que debo retener aquí, a continuación, en el
apartado b, lo que sobre ello he escrito11.

2.1.1. Problemas de los inventarios de bibliotecas

En primer lugar, la tipología de fuentes es variada: inventarios post


mortem, en vida, ventas, testamentos, segundas nupcias, almonedas,
hijuelas, partijas, etc., lo que afecta, claro, a las posibilidades informati-
vas de estas12.Asumido esto, no es menos importante contar con lo que
no está o no puede estar en estas fuentes documentales, en los inventa-
rios, es decir, el problema de las ausencias. Retengo lo que escribía en
otra ocasión sobre ello:

El profesor Víctor Infantes ha hecho un útil y juicioso balance de los


problemas que plantean los inventarios, atendiendo al tipo de bibliotecas,
«tipología documental del propio inventario», «clases estamentales» y
número de libros, etc. Interesa aquí, sin entrar en cuestiones de lectura,
como dije, su análisis de lo que no está en los inventarios, tanto libros pres-
tados, sin valor, omitidos por varias razones, como «lo que no son libros»:
relaciones de sucesos, almanaques, calendarios, sermones, oraciones, plie-
gos sueltos, etc. Por su parte, Chevalier y Dadson abordan el problema,
fundamentalmente, desde la relación inventario-lectura, en que, como he
repetido, no entro aquí. Pero sí me interesa lo que apunta Dadson sobre
que «un inventario no tiene por qué representar todos los libros que una
persona ha poseído en su vida», las ausencias de «libros de entretenimien-

11
Ver Díez Borque, 2010b, pp. 19-23. Esto afecta también, claro está, al epígra-
fe 4. Relación de inventarios de las bibliotecas (ver Díez Borque, 2010b, pp. 97-138).
12
Además del trabajo de De los Reyes inserto en este volumen, deben verse,
al respecto, Dadson, 1998, pp. 14 y ss.; Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 45 y ss.; Infan-
tes, 1997, pp. 281-292. Sobre las características del inventario, función, problemas
metodológicos, ver Infantes, 1998, pp. 163-170; Pedraza, 1997, pp. 231-242 y 1999,
pp. 137-158; Bennassar, 1984, pp. 139-146.Ver n. 2 y n. 3.
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18 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

to», diferencias entre el elevado número de ediciones de una obra y lo que


los inventarios reflejan, ausencias por mal estado del mucho uso, présta-
mos, desacuerdos entre el status del poseedor y sus libros, dificultad de
extraer conclusiones por el reducido número de libros de algunas biblio-
tecas, etc.13

Por su parte, Lorenzo y Ferrero aluden a las «prácticas de préstamo,


alquiler y empeño de libros»14, lo que afecta, desde luego, al significado
e interpretación de lo inventariado.Y en este sentido Chevalier pun-
tualiza que «la presencia de un libro en una casa no significa gran cosa,
o mejor dicho puede significar varias cosas» y lo concreta después, en
la diferencia de lecturas de clérigos y letrados y en lo que significan sus
bibliotecas especializadas15. Pero no son menores los problemas de
cuantificación, identificación y clasificación. Como señalan Lorenzo y
Ferrero, a veces hay indicaciones como «mesa de libros», «cajones de
libros», no se especifica el número de ejemplares, se dan relaciones
incompletas, se da «una cifra monetaria global»16. En alguna ocasión se
incluyen bajo un mismo registro varios títulos (13; 18; 38; 51; etc.),
varios volúmenes de un mismo título, se da un número global sin espe-
cificar títulos, se anota «varios libros», sin más.También se da el caso de
volúmenes en que se encuadernan juntas varias obras. O en un mismo
libro (por ejemplo, 18; 21; 26; 27, etc.) aparecen varios autores, por lo
que se computan aquí como un solo libro, pero se tiene en cuenta a los
distintos autores a la hora de establecer proporciones. De ahí los pro-
blemas de libro-registro, que veremos.
Hay marcadas diferencias en los inventarios en el modo de citar los
libros. En aisladas ocasiones dan título, autor y año de edición. Fre-
cuentemente, dan títulos sólo, autores sólo, indicaciones temáticas
generales, precisiones sobre las características materiales del libro, títu-
los en forma aleatoria. Encontramos indicaciones como «un libro grie-
go que no hay quien sepa qué libro es» (21, p. 3); «tres libros de mano
antiguos» (31, p. 110); «un libro de mano que no tiene nombre ni

13
Ver Díez Borque, 2008b, p. 191. Para las obras citadas: Infantes, 1997, pp. 281
y ss; Chevalier, 1976, pp. 31-36 y 1997, pp. 14-24; Dadson, 1998, “Apéndice 2” y
2003. Son pertinentes los estudios citados en notas 6 y 8.
14
Lorenzo y Ferrero, 2004, p. 49; Chevalier, 1997.
15
Chevalier, ver nota anterior.
16
Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 47 y ss.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 19

EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 19

autor» (21, p. 14).Todo esto dificulta la identificación, por lo que hay


que agradecer el esfuerzo de algunos editores modernos de los inven-
tarios para establecer, con los datos a mano, la obra de que se trata,
siempre, claro, con un insalvable margen de error. Lorenzo y Ferrero
enfatizan las dificultades de establecer la edición concreta de que se
trata, por esta forma de citar por temas, lengua, estado de conservación,
tipografía, alusiones genéricas, autor, incluso cuando se cita autor y
título resumido17.
Una gran mayoría de los inventarios estudiados aquí no ofrecen
clasificaciones temáticas, pero hay unos pocos casos en que sí lo hacen,
lo que nos sitúa ante un apasionante problema cultural que merecería
detenido estudio, para el que no hay espacio ni ocasión aquí. En todo
caso, valga decir que la ordenación por temas que es toda clasificación
ofrece datos impagables para la historia cultural del período en cuanto
al modo de acotar y abarcar los saberes. Pero no es esto, como queda
dicho, lo que aquí interesa, sino, una vez más, los problemas que estas
clasificaciones presentan, que no son pocos, y llevan a confusión, a la
hora de utilizarlas para separar la literatura en sus diversos géneros de
otros tipos de libros (Historia, Derecho, Filosofía, Cosmografía, Mate-
máticas, Religión, Geografía, etc.).
Encontramos así, por ejemplo, obras literarias bajo el epígrafe «His-
toria romana» (26) o «Diversos de Teología y Humanidad» (27), aun-
que pueden orientar clasificaciones del tipo «Letras humanas» (26 y
59), «Buenas letras» (63), etc. Pero el más cumplido testimonio de las
dificultades que ofrecen las clasificaciones temáticas para aislar las obras
literarias del conjunto de libros nos lo ofrecen los inventarios de dos
bibliotecas singulares: la del conde de Gondomar y la de Felipe IV.
Encontramos en ambas, junto a una gran variedad de temas, clasifica-
ciones específicamente literarias, que parecería que acotan el terreno
de la literatura y dentro de ella el de los distintos géneros, pues tal espe-
cificación se hace en ocasiones. Pero no siempre es así. Como mero
testimonio orientativo valga decir que en la del conde de Gondomar,
bajo el epígrafe «Libros de poesía en griego», se incluye el teatro de
Aristófanes, Sófocles, Eurípides; en «Libros de poesía en latín» a Teren-
cio, Séneca; en «Libros de poesía en español» aparece Florando de Casti-
lla, la Diana de Montemayor, la segunda parte de esta escrita por Alon-

17
Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 54-55.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 20

20 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

so Pérez, etc. En la de Felipe IV, en «Poetas latinos traducidos»: Plauto,


Terencio; en «Poetas españoles»: Cárcel de amor, de San Pedro, Diana de
Montemayor, Dorotea y Arcadia de Lope de Vega, etc. Bouza analiza,
cumplidamente, el significado, alcance y problemas de la clasificación
por materias de la biblioteca de Felipe IV —allí remito— descubrién-
donos, por ejemplo, «duplicaciones», como en el caso de Barros, «prac-
ticidad» de la clasificación, ausencias, como en el caso de Herrera y
Jáuregui, etc.; y Manso Porto apunta el problema de que las obras de
algunos escritores «estuviesen encuadernadas formando colecciones
con poemas de otros autores», incluso en obras en prosa18.
Esto recalca los problemas de las fuentes de información, como
venimos viendo, y subraya la dificultad de que las menciones y propor-
ciones alcancen un grado de exactitud que es muy difícil de lograr. Por
otra parte, el elevado número de libros incluidos en estos inventarios y
la mención de obras muy complejas de identificar hacen difícil, en
ocasiones, la separación genérica desde los criterios de la historia de la
literatura, especialmente en el caso de las bibliotecas del conde de
Gondomar (35) y Felipe IV (55). Por ello, en estas dos «especiales»
bibliotecas atiendo, en forma general, a los autores presentes en ellas, de
distintos géneros literarios, pero no las cuento a la hora de establecer
proporciones de libros en los distintos géneros literarios con respecto al
número total de los que integran las bibliotecas.
Por si fueran pocos, todavía hay otros problemas que plantean los
inventarios, que enumero, siguiendo las puntualizaciones de Lorenzo y
Ferrero: «representatividad social frente al conjunto poblacional», «difí-
cil establecer categorías socioprofesionales», «visión fundamentalmente
urbana del ámbito de la lectura o de la posesión de libros», «distinguir
qué libro de los inventarios masculinos o del matrimonio eran objeto
de lectura de la mujer», «no abarcaba todas las pertenencias»19.
No todos los problemas enunciados hasta aquí afectan del mismo
modo al objeto de esta investigación, pero parecía oportuno recoger
estas cautelas, remitiendo a la «Introducción y explicación a la Rela-
ción de Inventarios» para problemas específicos del estudio que aquí se

18
Bouza, 2005, pp. 73 y ss.; 78; 121. Manso, 1996, p. 55. Escribe Bouza: «hay
cuarenta y cinco obras que aparecen en más de una materia a pesar de tratarse de
un único volumen» (2005, p. 47). Muy curiosa es la clasificación que propone
Araoz (1631) sobre la que habré de volver en un futuro próximo.
19
Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 46 y ss.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 21

EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 21

ofrece.Tras esta cura en salud, justa y necesaria, no estará de más decir


que hay un importante volumen de datos ciertos sobre el significado
de la presencia de literatura en bibliotecas particulares del Siglo de
Oro, que cada lector podrá interpretar y utilizar según sus intereses, sin
entrar yo aquí, pues no es mi propósito, en la valoración de una ya rica
bibliografía sobre bibliotecas20 ni internarme en los resbaladizos y peli-
grosos, por conjeturales, terrenos de la lectura21. Sobra decir que los
problemas hasta aquí enunciados varían según el tipo de fuentes y no
son equivalentes para todas ellas, pero afectan, de forma importante,
como se irá viendo, a los inventarios aquí utilizados.
No quiero pasar por alto que la presencia contrastada de literatura
en las bibliotecas particulares podría ponerse en relación con los reper-
torios de obras impresas en el período, tiradas, estudios de imprentas en
particular, pero esto, obviamente, nos llevaría a otros planteamientos.
Sin embargo sí sería oportuno poner en relación inventarios de biblio-
tecas e inventarios de librerías. Me parece muy ilustrativo el camino
que va de las obras atesoradas en las bibliotecas privadas a las obras a la
venta en las librerías del siglo, contando con que los inventarios de
librerías tienen problemas semejantes, no iguales, a los inventarios de
bibliotecas, como hemos visto hasta aquí. Pero esto ya no es un proble-
ma específico de las fuentes de información, que es lo que aquí estoy
tratando, como de las características de las bibliotecas particulares en el
período, sólo en cuanto a la posesión de literatura, pues, como queda
dicho, no me interesa aquí el estudio de las bibliotecas en sí mismas.
Todavía he de aludir a algunos problemas particulares de las fuentes
aquí utilizadas: en algún caso hay diferente grado de información de las
65 bibliotecas estudiadas, según el género. Por ello en poesía tengo en
cuenta 60 bibliotecas, en novela, 63, y en teatro, 59. Por otra parte, en
alguna aislada ocasión no ha sido posible precisar el número de libros
que forman la biblioteca.
Recordaré, para que todo quede claro, que, a pesar de todos los pro-
blemas enunciados, utilizo, en general, el término libro, aunque quizá
hubiera sido más conveniente el de registro.
Varía, naturalmente, la ortografía de los inventarios, por lo que, en
general, unifico con criterios actuales para facilitar la comprensión.

20
Ver n. 3.
21
Ver n. 2.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 22

22 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

2.1.2. La literatura en las bibliotecas

Antes de entrar en los terrenos del canon de excelencia, de acuerdo


con los autores y obras presentes en las bibliotecas estudiadas, creo que
es necesario valorar el peso de la literatura en dichas bibliotecas, según
los géneros literarios, lo que supone también responder a la incitante
pregunta ¿qué había, además de obras literarias, en esas bibliotecas del
siglo XVII?, aunque a esto sólo pueda aludir de forma meramente sinto-
mática, pues son miles de libros los que entran en el cómputo.Adelan-
to que sería un estudio muy sugestivo el de los temas y sus proporcio-
nes en las bibliotecas, lo que abriría un importante camino para acotar
el imaginario cultural del siglo. Quede ahí el reto.
Los datos sobre el peso del libro literario en las bibliotecas estudiadas,
contando, además, con las que no tienen literatura, son contundentes:

Prescindo, por las razones apuntadas, de las bibliotecas del conde de


Gondomar (35) y de Felipe IV (55) y, claro está, de las que no hay inven-
tario completo (10; 23; 28; 33; 50; 61) y de las que no tienen literatura en
sus fondos, lo que hace un total de dieciocho bibliotecas, es decir cuento
47 aquí. Los datos son los siguientes: hay quince bibliotecas (31,91%) que
tienen hasta el 5% de libros literarios en sus fondos: […]
Trece bibliotecas tienen del 5,1 al 10% de libros literarios (27,65). […]
Diez bibliotecas del 10,1 al 15% (21,27%). […]
Por fin, en otras nueve bibliotecas la presencia de libros literarios supera
el 15% (19,14%), sobrepasando el 20% en siete de ellas, lo que es una pro-
porción muy importante en sí misma, pero de poco relieve en el conjun-
to: […]
Queda claro en lo que antecede que la mayoría de las bibliotecas (28)
tienen hasta el 10% de libros literarios en sus fondos (59,57% del total),
mientras que las que superan el 20% de libros literarios son solamente
siete (14,89% del total). No puede olvidarse, además, que en diez bibliote-
cas no aparecen obras literarias, lo que reduce todavía más el peso de la
literatura22.

Teniendo en cuenta los datos apuntados, y sin entrar en proporcio-


nes, ni en distinción estamental, hay que preguntarse por lo que en
estas bibliotecas rodeaba al libro literario, es decir, ¿qué había además
de literatura? Un simple muestreo nos descubre la muy importante

22
Díez Borque, 2010b, pp. 35-36; aquí por extenso.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 23

EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 23

presencia del libro religioso con una gran variedad de géneros y mani-
festaciones, que van de devocionarios, libros de horas, letanías, sermo-
nes, pasionarios, Evangelios, Biblias, a obras de San Agustín, San Jeróni-
mo, San Ambrosio, Santo Tomás, Kempis, Santa Teresa, fray Luis de
Granada, Flos sanctorum, etc. El peso del libro religioso en las bibliotecas
es muy destacable, como digo, y muestra unos determinados horizon-
tes del imaginario colectivo. Importante lugar tiene la Historia en estas
bibliotecas, también con variedad de géneros: crónicas, anales, gue-
rras… No faltan, aunque ya no sea tan significativo, libros de diversas
ciencias (Derecho,Teología, Política, Astronomía, Geografía, Adminis-
tración…), de la especialidad profesional de los poseedores; «libros
prácticos» de labores, cocina, lunarios, pronósticos, caligrafía, agricultu-
ra, viajes, mapas, etc. Importante es subrayar la recurrencia de autores
como Nebrija, gramáticos y retóricos, Guevara, libros de apotegmas y
sentencias, etc.
Las clasificaciones del propio siglo XVII, aunque distan mucho de
nuestros conceptos clasificatorios de hoy y aunque a la hora de incluir
títulos en cada uno de ellos ofrezcan muchos problemas, son útiles para
reconstruir el modo de «acotar» saberes en el propio siglo, pero no
puedo entrar en ello aquí.
Sería necesario, ya lo dije, un estudio detallado de proporciones de
los distintos tipos de libros, no sólo para conocer la cultura de la biblio-
teca en el siglo XVII, con diferencias por niveles socioculturales, sino el
lugar de la literatura en este rico y variado conjunto. Desborda esto
mis intenciones aquí, y sólo he pretendido —una vez que hemos visto
y valorado las proporciones del libro literario— ofrecer un breve pano-
rama de los libros que «rodeaban» a la literatura en las bibliotecas estu-
diadas. Hay que tener presente todo esto a la hora de reconstruir e
interpretar el «canon de excelencia» literario en dichas bibliotecas, que
es lo que me interesa realmente aquí.

3. EL «CANON LITERARIO» EN LAS BIBLIOTECAS

Ya quedó explicado en el apartado 2.1.1 el sentido y alcance de tan


complejo sintagma, cual es el de «canon literario» en su utilización en
estas páginas. Por ello, voy a presentar, de acuerdo con el número de
apariciones en las bibliotecas estudiadas —y, en el caso de la poesía,
número de ejemplares, por su especial valor— el escalafón de presti-
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 24

24 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

gios, es decir, el orden de importancia, en teatro, prosa de ficción


(incluyo también el cuento, la fábula y Celestina) y poesía, prescindien-
do de los autores y obras que aparecen en una sola biblioteca, porque
no me parecen relevantes para mis intereses aquí:

Teatro
1º Terencio: 11
2º Séneca: 6
Plauto: 6
3º Lope de Vega: 3
Aristófanes: 3
Guarini: 3
Ferreira: 3
Naharro: 3
Rueda: 3
4º Sófocles: 2
Eurípides: 2
¿Lobo?: 2
Enzina: 2
Gil Vicente: 2
Cueva: 2
Virués: 2

Prosa de ficción
1º Esopo: 13
2º Celestina: 10
3º Boccaccio: 7
Guzmán de Alfarache: 7
Galateo + Galateo con Lazarillo: 7
4º Diana: 6
5º Arcadia (Sannazaro): 5
Arcadia (Lope de Vega): 5
Amadís de Gaula: 5
Quijote + obras de Cervantes: 5
6º Apuleyo: 4
Bandello: 4
Peregrino: 4
Persiles: 4
Pícara Justina: 4
Selva de aventuras: 4
7º Zintio: 3
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 25

EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 25

Lucanor: 3
Timoneda: 3
Cristalián: 3
Carnestolendas: 3
Novelas ejemplares: 3
8º Sergas: 2
Heliodoro: 2
Argenis: 2
Galatea: 2
Florisel: 2
Los diez libros de fortuna: 2
Lazarillo, anónimo: 2
Pastor de Fílida: 2
Febo: 2
Días del jardín: 2
Leucipe: 2
Carlomagno: 2
Don Diego de noche: 2
Arcipreste de Talavera: 2
Palmerín: 2
Belianís: 2
Pastores de Belén: 2
Caballero Asisio: 2
Menina: 2
Florando: 2
Noches de invierno: 2
Lazarillo (Hurtado de Mendoza) (2).Ver 3º Galateo con Lazarillo.

Poesía
1º Virgilio: 21 (48)
2º Ovidio: 20 (58)
3º Petrarca: 16 (38)
4º Mena: 13 (20) (incluyo Glosas)
Lucano: 13 (18)
5º Ariosto: 12 (24)
Alciato: 12 (19)
6º Horacio: 11 (23)
7º Lope de Vega: 9 (30)
8º Torcuato Tasso: 8 (25)
Dante: 8 (14)
Boiardo: 8 (9) (8 + 1 en latín que cuento en poesía latina)
9º Juvenal: 7 (14)
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 26

26 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

Garcilaso: 7 (12)
Padilla: 7 (10)
Ausiàs March: 7 (9)
Covarrubias: 7 (7)
10º Homero: 6 (16)
Marcial: 6 (9)
Prudencio: 6 (8)
Barros: 6 (7).

Por de pronto, un hecho contundente salta a la vista: en teatro y


poesía, el primero y segundo puesto lo ocupa la literatura latina clásica:
Terencio y Séneca y Virgilio y Ovidio, respectivamente. En prosa de
ficción, un clásico griego: Esopo. Además, con una presencia muy sig-
nificativa:Terencio en once bibliotecas;Virgilio en 21 bibliotecas, con
48 ejemplares, y Ovidio en 20 con 58 ejemplares; Esopo en 13 biblio-
tecas. Supone esto que Terencio está presente en el 47,82% de las
bibliotecas con obras de teatro y Séneca y Plauto en el 26,08%. Más
significativo es, todavía, que la obra de Virgilio esté en el 43,75% de las
bibliotecas con poesía y Ovidio en el 41,66%. Por su parte, la obra del
griego Esopo está en el 35,13% bibliotecas con prosa de ficción en sus
fondos. Creo, en consecuencia, que ha de tenerse en cuenta el peso de
la literatura clásica que muestra esto, que todavía será corroborado por
otros datos, que comentaré después.
Siguiendo con el «canon de excelencia», comprobamos que en tea-
tro, si un comediógrafo como Terencio ocupa el primer puesto, a dis-
tancia, todavía dos clásicos latinos, un autor de tragedias como Séneca,
y otro de comedias como Plauto, ocupan el segundo lugar, con su pre-
sencia en seis bibliotecas, frente a la ausencia de los grandes dramatur-
gos del siglo XVII (Guillén de Castro,Tirso de Molina, Ruiz de Alar-
cón,Vélez de Guevara, Calderón de la Barca, etc.), pues sólo el gran
Lope de Vega aparece en tres bibliotecas (aunque en un caso con Gón-
gora y en otro «Comedias de Lope de Vega y otros autores», cuyo alcan-
ce ignoro). Si tenemos presente que está a la altura del comediógrafo
griego Aristófanes, del italiano Guarini, del portugués Ferreira y de los
dramaturgos españoles del siglo XVI, Naharro y Rueda, podemos pen-
sar que el teatro que se representaba en los corrales de comedias, coli-
seos y otros espacios teatrales23 no tenía el lugar merecido en las biblio-

23
Ver Díez Borque, 1991 y 2002.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 27

EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 27

tecas, quizá porque era, fundamentalmente, cultura oral, que tenía su


lugar propio en los espacios teatrales. No se me oculta que el problema
es de gran envergadura, pues hay que tener presente la variedad de for-
mas impresas de difusión del teatro: partes de un solo autor, de varios
autores, sueltas, pliegos de cordel... Pero es que todavía en el puesto
quinto, dos bibliotecas, volvemos a encontrar dramaturgos del XVI
(Enzina, Gil Vicente, Cueva,Virués), los trágicos griegos, Sófocles y
Eurípides, y ninguno del siglo XVII.
A la luz de los datos que la documentación teatral del XVII propor-
ciona24, no parece que el teatro de los dramaturgos del XVI, de los clási-
cos griegos y latinos, de los italianos y portugueses tuviera una «reali-
dad escénica» en el siglo XVII, lo que lleva a pensar, con todas las
reservas, claro, que eran los autores no representados los que tenían
presencia en las bibliotecas, pues los del XVII «vivían» en los escenarios.
Pero, habida cuenta de que el teatro del siglo XVII también vio la luz en
forma impresa —con la variedad de formas a que aludí—, habrá que
plantearse, desde varias perspectivas, la competencia lectura-representa-
ción, que, ayer y hoy, es un aspecto importante de la comunicación
teatral.
En la prosa de ficción —aparte de Esopo en primer lugar, que ya
vimos— me parece muy revelador el hecho de que La Celestina, de
Fernando de Rojas (no entro aquí, en absoluto, en el problema del
género literario), ocupe un segundo lugar, diez bibliotecas, con lo que
viene a coincidir la memoria literaria con el canon de nuestro siglo, lo
que no ocurrirá en otros casos, como veremos. Subraya la importancia
de la obra de Rojas, ayer y hoy. Lo mismo que, en cierto modo, ocurre
con Guzmán de Alfarache (3º en siete bibliotecas), a la altura del italiano
Boccaccio, y de Galateo, de Lucas Gracián Dantisco, obra que no tiene
ese peso en la memoria literaria, pero que en su mezcla de novela cor-
tesana y cuentos debía tener un carácter de manual de cortesía y edu-
cación: Galateo español. De lo que se debe hacer y guardar en la común con-
versación para ser bienquisto y amado de las gentes.Y es significativo que se
editara tanto suelto como acompañado del Lazarillo «censurado»
(habría que sumar la edición separada del Lazarillo —Hurtado de
Mendoza—, dos bibliotecas). Creo que es un testimonio de la distancia

24
La bibliografía es ya muy extensa, pero baste acudir, sin más, a la serie «Fuen-
tes para la historia del teatro español» (London,Tamesis Books), en que tan activa-
mente participaron Varey, Shergold y Davis, para comprobarlo.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 28

28 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

entre la realidad del siglo y la reconstrucción por la historia de la litera-


tura, corroborada por el hecho de que el anónimo Lazarillo de Tormes
sólo aparezca en dos bibliotecas (la del conde de Gondomar y la del
rey Felipe IV). Aunque esto sea obligado por la censura, no deja de ser
revelador de cómo el control condicionó la difusión literaria.
Parece que la novela pastoril del siglo XVI todavía contaba con una
presencia importante en el siglo XVII, pues encontramos La Diana de
Montemayor en lugar cuarto (seis bibliotecas) acompañada por otras
novelas pastoriles en lugar destacado: en el quinto (cinco bibliotecas)
Arcadia de Sannazaro y Arcadia de Lope de Vega, y todavía otras novelas
pastoriles en octavo lugar (dos bibliotecas) en que conviven obras hoy
más consideradas por la historia de la literatura, como Menina e moça o
Pastores de Belén, con obras de menor peso y calado como Pastor de Fíli-
da. Creo que es una incitación para replantearse la perduración de los
géneros y la distancia del ayer al hoy, como vengo diciendo. Aunque
soy consciente de la limitación de los datos, cuando menos es un reto
para seguir investigando este apasionante problema.
Con su presencia en cinco bibliotecas (quinto lugar) comproba-
mos que el más singular libro de caballerías, Amadís de Gaula, está a la
altura del Quijote de Cervantes. La obra señera del género y la que se
propone destruirlo. Pero esto me interesa menos que el modesto lugar
que ocupa la más importante obra de la literatura española. No me
permito extraer conclusiones apresuradas sobre tan importante proble-
ma como es la recepción del Quijote en su siglo, pero es de nuevo una
invitación para seguir avanzando en este imprescindible campo y para
replantearse la duración del género caballeresco.
El sexto lugar (cuatro bibliotecas) testimonia la convivencia de
géneros de la prosa de ficción en el siglo XVII, pero con obras impor-
tantes del canon de la historia de la literatura.Tenemos testimonios de
la novela picaresca: Pícara Justina, pero también de la novela de «aventu-
ras»: Peregrino en su patria; Trabajos de Persiles y Sigismunda; Selva de aven-
turas. Ésta era la realidad literaria del siglo, pero no hay que olvidar que
también hay aquí lugar para la novela latina (Apuleyo) e italiana (Ban-
dello). Algo semejante ocurre en el séptimo lugar (tres bibliotecas).
Junto al italiano Zintio, encontramos libros de caballerías (Cristalián),
novela «cortesana» (Carnestolendas), colecciones de cuentos (Conde
Lucanor; Timoneda). Pero creo que el hecho más destacable es el
modesto lugar de obra tan importante como Novelas ejemplares de Cer-
vantes. Las investigaciones que lleva a cabo el grupo de I + D que diri-
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 29

EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 29

jo25, con el análisis de cientos de inventarios, vendrán a corroborar


estos datos.
A partir de aquí, hay un nutrido grupo de obras que aparecen en
dos o en una biblioteca, que testimonian la presencia de los distintos
géneros de prosa de ficción de los siglos XVI y XVII, pero no me inter-
naré ya en este boscaje, pues lo más importante eran los primeros pues-
tos del canon de prosa de ficción.
En poesía, visto ya el significado de Virgilio y Ovidio, 1º y 2º lugar,
tenemos que el gran Petrarca, de decisiva influencia en la creación lite-
raria, ocupa un tercer lugar, con su presencia en 16 bibliotecas con 38
ejemplares. Pero destaca el hecho de que no aparezca ningún poeta
español hasta el cuarto lugar (13 bibliotecas) y que no sea ningún poeta
del XVI o XVII, sino medieval: Juan de Mena, con 20 ejemplares, a la
altura del latino Lucano (18 ejemplares). Se comprende el prestigio de
la obra de Mena, pero no deja de llamar la atención que los grandes
poetas del XV, como el marqués de Santillana y Jorge Manrique, no
aparezcan en ninguno de los diez primeros lugares (Jorge Manrique
aparece en tres bibliotecas y Santillana en cinco) y que no encontre-
mos hasta el séptimo lugar (nueve bibliotecas) a un poeta del propio
siglo XVII, como el gran Lope de Vega (aunque con treinta ejemplares).
Lo mismo cabe decir de Garcilaso de la Vega (noveno lugar, siete
bibliotecas, doce ejemplares), a la altura de un poeta de menor entidad
como Padilla (diez ejemplares); Covarrubias (7 ejemplares) y próximo
a un Barros (10º lugar, seis bibliotecas, siete ejemplares). Es decir, la
presencia de poesía española en este escalafón se limita a Mena, Lope,
Garcilaso, Padilla, Covarrubias y Barros y al valenciano Ausiàs March
(noveno lugar, siete bibliotecas, nueve ejemplares) y destaca la limitada
presencia de romanceros (5). Un poeta del XV, en lugar muy destacado,
como vimos; presencia de poetas del XVI y XVII del «canon de excelen-
cia», aunque aquí en modesto lugar, y de otros de menor calidad.Aun-
que hemos de tener presentes los procedimientos de difusión de la
poesía, junto al impreso, manuscrito, oralidad, pliegos, poesía en la
calle…, no dejan de ser datos muy reveladores, a tener en cuenta por la
historia de la literatura.
Frente a lo que acabamos de ver, destaca la presencia de poesía lati-
na y poesía italiana, lo que quizá pueda estar también condicionado

25
Ver * y n. 4.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 30

30 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

por los procedimientos de difusión a que aludía. Además del hecho


contundente, ya comentado, de los primeros puestos, tenemos que
también encontramos poetas latinos en sexto lugar: Horacio (once
bibliotecas); Marcial y Prudencio, décimo lugar (seis bibliotecas) e ita-
lianos de la altura de Ariosto (quinto lugar, 18 bibliotecas);Tasso, Dante
(octavo, ocho bibliotecas), pero también aparecen poetas de menor
relevancia que éstos como Alciato (quinto, doce bibliotecas) y Boiardo
(octavo, ocho bibliotecas). Por otra parte, destaca el modesto lugar de la
poesía griega, solamente Homero (décimo lugar, seis bibliotecas), lo
que estaría de acuerdo con el peso del «renacimiento griego» que ha
establecido Luis Gil26.
Tras el recorrido hasta aquí de «presencias», podría presentar una
nómina de «ausencias» significativas, pero, aparte de su carácter abierto
y, en consecuencia, difícilmente abarcable, prefiero seguir el consejo de
Antonio Machado para la crítica literaria: atenerse a lo que hay y no a
lo que no está. Creo que la literatura que hay en las bibliotecas, en los
distintos géneros, permite unas conclusiones que no por provisionales
dejan de ser significativas, tanto para reconstruir la «realidad literaria»
del siglo como para valorar las diferencias, acuerdos, desacuerdos con lo
que la memoria literaria ha retenido y con la reconstrucción que la his-
toria de la literatura lleva a cabo. Sirve, además, para replantearse las
consecuencias de las formas y medios de difusión, los resultados del
control y censura, la «duración de géneros» y autores…, en suma, la rea-
lidad literaria del siglo, a la que habrá que seguir acercándose desde dis-
tintas perspectivas. Al fondo, siempre el problema del canon literario.

4. RELACIÓN DE INVENTARIOS DE LAS BIBLIOTECAS27

4.1. Introducción y explicación

Ya me he referido en el apartado 2b a los problemas generales de las


fuentes de información (y allí remito), pero conviene ahora hacer algu-
nas puntualizaciones concretas antes de pasar a la relación de inventa-
rios, con los libros literarios en cada uno de ellos.

26
Ver Gil, 1981.
27
Ver n. 10.
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 31

En poesía sólo doy autor (apellido, excepto cuando plantea dudas),


entre interrogaciones cuando puede haber más obras con ese título,
utilizando, en general, las identificaciones que proponen los editores de
los inventarios. No hago distinción entre lengua original y traducción,
y no incluyo aquí libros cuyo original es en prosa. De cada autor doy el
número de veces que aparece su obra en cada biblioteca, entre parén-
tesis, título cuando no se ha identificado al autor y, entre paréntesis,
cuando es del caso, la posible autoría. En novela doy título y autor, y en
teatro autor sólo o autor y obra, utilizando, cuando es el caso, las iden-
tificaciones de los editores de los inventarios. Por las razones conoci-
das, en los inventarios 35 y 55 sigo criterios particulares.
En los inventarios 35 (conde de Gondomar) y 55 (Felipe IV) sigo
los epígrafes de las clasificaciones, pero sitúo las obras en su lugar, en
general, según la lengua original, aunque aparezcan en otro apartado;
indico con asterisco las dudas, pero puede haber problemas por las clasi-
ficaciones, miles de libros, identificaciones, etc. En estos dos inventarios
separo novela española y novela extranjera, sin dar la relación completa
de ésta, habida cuenta de los géneros que interesan, específicamente, en
este estudio.
No tomo en consideración, en el conjunto, salmos, letanías, cánones
litúrgicos, libros de música, ni cuando de un autor sólo se mencionan
«obras», como en Covarrubias, Policiano,Ateneo, Horozco, etc.
Excluyo, por problemas de identificación, adscripción genérica,
dudas…, una serie de autores y obras (indico título cuando no figura el
autor): Coloma (4). Silva de varios autores; Floresta española (6); Álvarez
(7); Saldaña; Camilo (8). Baptista;Tintelman; Soria; Ioachim; Virgilio
sobre Antonio de Nebrija (18). Hermosilla; El Pelayo; Fábula de Adonis;
Lucrecia Morena (21). Biblioteca Hispánica; Picrio (25). La historia troyana;
Silva nupcial (29). Ojea (30); Oviedo de Anguilano; Laçon; Olivia de
Saúco; Galiçio (31). Tirses y Tirseo; Guzmán; Diálogos de amor de Dorida
(34). Pasquino (36).Velázquez; Mártires;Villava; Álvarez;Vega; Historia
de San Isidro; Pérez de Herrera (38). Hernández Blasco; Alexio Pia-
monte (41). Céspedes; Historia del rey Don Rodrigo; Milagros de Nuestra
Señora; Las nueve peñas (43). Padilla (45). Zamora (46). Fábula pastoril;
Arte del Antonio; Discreción del teatro del cielo (48). Tragedia de Europa;
Miranda; Mayante de la muerte de Orlando; Orfeo en griego; Fábulas del
Pronario; Prólogo de la primera epístola de Ovidio; Pelea de Acteón y Hércu-
les; Petrarca espiritual (51). Matheo;Villalba (54). Fiestas de Lerma (56).
Poggio florentino (59). Poliantea; Sidonio Apolinar; Ortelio; Erici Puteani;
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32 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

Pontano; Filostrato; Mateo; Céspedes; Ateneo; Espinosa; Hermani


Hugon (63). Boccalini (64). En el caso de los inventarios 35 y 55 lo
indico con asterisco, como se dijo.
Hay que contar con todo lo que se dice en el apartado 2b, en espe-
cial lo que concierne a título-libro-registro. En particular, cuando un
título incluye varios volúmenes se cuenta como uno y cuando en un
mismo volumen aparece la obra de varios poetas se computan indivi-
dualmente. Pero, además, a la hora de indicar el número de libros en
cada biblioteca (excepto en alguna ocasión en que no ha sido posible)
hay que tener muy presente todo lo que se dice en el mencionado apar-
tado 2b, especialmente en lo que se refiere a repeticiones, inclusión, en
algún caso, de varios libros bajo una misma entrada, indeterminaciones,
etc. Quizá la denominación de registro hubiera sido más adecuada que la
de libro, pero he preferido ésta última, a pesar de los problemas.
A diferencia de los apartados siguientes de este libro, no se indica
nombre ni profesión o situación social cuando figura expresamente en
el título. Por la procedencia de este estudio, en la Relación que sigue se
utiliza un procedimiento de cita que difiere levemente de la Relación
de inventarios correspondiente al período 1650-1700.

b) Relación28

1 (1602) -«Brianda de la Cerda y Sarmiento. Duquesa de Béjar», Dadson,


Trevor J., Libros, lectores y lecturas, Madrid, Arco/Libros, 1998, pp. 424-
431. -58 libros. Poesía:Virgilio; Ovidio; Lucano. Novela: Cristalián de
España (B. Bernal). Teatro: Comedia en portugués.
2 (1602) -«El gusto por la historia: la biblioteca de don Álvaro de Córdo-
ba (…)», gentilhombre de cámara, Prieto Bernabé, José M., Lecturas y lec-
tores. La cultura del impreso en el Madrid del Siglo de Oro (1550-1650),
Mérida, ERE, 2004, II, pp. 69-73. -27 libros.
3 (1602) -«Disociación entre lecturas y actividad laboral. Magno Lucen-
berg, agente de negocios de los Fúcares, (…)», Prieto Bernabé, José M.,
Lecturas, pp. 315-318. -24 libros. Poesía:Virgilio; Ercilla. Novela: Amadís
de Gaula, en francés.
4 (1602) –«Lecturas tradicionales en la biblioteca de Pedro García Carrero,
cerero (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 382-386. -36 libros.
Novela: Enrique fi de Oliva.

28
Por la procedencia del estudio se utilizan distintos criterios de cita que en la
Relación de inventarios 1651-1700 y en poesía, novela y teatro.
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 33

5 (1603) -«El platero Juan de Arfe y Villagarcía y el inventario de sus bien-


es», Barrio Moya, J. L., Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 19
(1982), pp. 30-31. -23 libros. Poesía: Ovidio (2). Novela y otros géne-
ros: Patrañuelo (J. de Timoneda).
6 (1604) -«Dos Antonios de Segura y la librería de Antonio de Sigura»,
criado del rey, Astrana Marín, Luis, Vida ejemplar y heroica de Miguel de
Cervantes (…), Madrid, Instituto Editorial Reus, 1958,VII, pp. 792-793.
-54 libros. Poesía: Lope de Vega; Garcilaso de la Vega; Ovidio (4); Alcia-
to;Virgilio; Guajardo; B.Tasso. Novela: Arcadia (Lope de Vega); Selva de
aventuras (J. de Contreras); 2ª parte del caballero Asisio (fray G. de Mata)
(verso); Galateo español (L. Gracián Dantisco). Teatro: Terencio en romance.
7 (1604) -«Alonso de Barros (1604)», escritor, Dadson,Trevor J., Libros, pp.
369-383. -151 libros: Poesía: Petrarca (3); Pérez de Guzmán; Libro de los
cuatro cantos (Fuentes); Glosa sobre las Trescientas de Juan de Mena; Silvestre;
Ovidio;Virgilio; Lucano; Novela y otros géneros: Pastor de Fílida (L.
Gálvez de Montalvo); Celestina (F. de Rojas); Los diez libros de fortuna de
amor (A. de Lo Frasso); Esopo.
8 (1604) -«Los libros de Bernardino de Mendoza (154[1]-1604)», embaja-
dor, Laspéras, Jean-Michel. Bulletin Hispanique, 99, 1997, pp. 25-39. -
87+3 libros. Poesía:Virgilio (2); Lucano (2); Marcial (2); Obras y hazañas
de Bernardo del Carpio (¿Valbuena o Alonso?); Horacio; Illustrium poeta-
rum; Poemata Sacra; Romanceros (2); Romances nuevos (Flores);T.Tasso;
Poetas griegos en latín; Caballero determinado; Aldana; Novela: Arcadia (I.
Sannazaro); Esopo. Teatro:Terencio.
9 (1605) -«Antonia de Ulloa, condesa de Salinas (1605)», Dadson,Trevor J.
Libros, pp. 431-436. -41 libros. Poesía: Romances; Teatro:Terencio.
10 (1607) -«La biblioteca del canónigo zaragozano Pedro Arguedes» (A.
Borrás Feliú, «Fundación del Colegio de la Compañía de Jesús en Hues-
ca [1595-1625]»), Hispania Sacra, 32, 1980, pp. 59-87.
-No da inventario.
11 (1607) -«El pintor Luis de Carvajal y el inventario de sus bienes»,
Barrio Moya, J. L., Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología,
48, 1982, pp. 414-420. -11 + 25 libros.
12 (1609) -«Libros e instrumentos de música en inventarios post-mortem
del Siglo de Oro español: el caso de don Juan de Borja (1607)», diplo-
mático y ministro, Dadson,Trevor J., Pliegos de Bibliofilia, 14 (2º trimestre
2001), pp. 3-18. -34 libros (varios registros incluyen varios libros).
13 (1609) -«Libros y libreros en Murcia según los protocolos del siglo
XVII», [Pedro Monte, abogado], Pascual Martínez, Lope (de), en El libro
antiguo español, II, ed. M. L. López Vidriero-P. M. Cátedra, Salamanca,
BNM /SEHL, 1992, pp. 163-175. -16 libros (para varios cuerpos y uno
colectivo).
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34 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

14 (1609) -«Una biblioteca fuertemente secularizada: la de Alonso


Carrión, platero de oro (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 375-
380. -54 libros. Poesía: Marcial; Lucano; Fuentes; Alciato (2);Virgilio;
Ovidio (2); Rufo; Horacio; Flores poetarum; Micael poeta; Juvenal. Nove-
la y otros géneros: Amadís de Gaula; Celestina (F. de Rojas); Galateo
español-Lazarillo castigado (L. Gracián Dantisco).
15 (1609) -«La biblioteca del bordador Daniel Rutierier (…)», Prieto Ber-
nabé, José M., Lecturas, pp. 380-382. -19 libros. Poesía: Covarrubias;
Aníbal Caro.
16 (1610) -«Francisco Arias Dávila y Bobadilla, IV conde de Puñonrostro
(1610)», Dadson, Trevor J., Libros, pp. 342-357. -182 libros. Poesía:
Ariosto; Ger[oni]mo Savorgano en italiano; Alciato; Reglas de milicia en verso
y romance; Lucano; Petrarca. Novela: Lepolemo (A. de Salazar); Boccaccio
en italiano.
17 (1611) -«Los libros de Bernardino de Villafranca, platero de oro (…)»,
Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 430-434. -43 libros.
18 (1611) -«El inventario de las bibliotecas de San Juan de Ribera en
1611», prelado, Cárcel,Vicente, Analecta Sacra Tarraconensia, 39, 1966, pp.
319-379. -1990 libros (en algún registro, varios). Poesía: Covarrubias;
Ausiàs March; Homero (2);Virgilio (2); Octavianum Mirandulam; Poete
cristiani; Alciato; Carmina Salmoni Marciani; Lucano; Horacio; Petrarca;
Horozco; Epigramatum graecorum; Valerio Flaco; Catulo-Libulli-Proper-
cio; Opera poetarum (I. Fero); Novela: Historias trágicas (M. Bandello).
Teatro: Séneca (4);Aristófanes; Plauto (2);Terencio.
19 (1612) -«La librería de Oliverio Danes, capellán de Felipe III (1612)»,
Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 14, 1987, pp. 63-68. -51 libros.
Poesía:Virgilio.
20 (1613) -«La librería del arquitecto Juan Gómez de Mora» («Documen-
tos para la biografía de Juan Gómez de Mora»),Agulló y Cobo, M., Ana-
les del Instituto de Estudios Madrileños, 9, 1973, pp. 64-66. -69 libros. Poe-
sía: Virgilio; Heroni Alexandrino (4); Romancero. Novela y otros
géneros: Galateo y Lazarillo castigado (L. Gracián Dantisco); Hija de Celes-
tina (A. J. de Salas Barbadillo); Fábulas de Esopo. Teatro: Obras de Séneca.
21 (1608, inventario; 1613 muerte) -«La biblioteca manuscrita del condes-
table Juan Fernández de Velasco (†1613)», Andrés, Gregorio de, Cuader-
nos bibliográficos, 40, 1980, pp. 5-22. -187 libros. Poesía: Petrarca (4);
Ovidio; Horacio; Carmina ad diversos; Dante (3);Versos en lengua portu-
guesa;Virgilio; Frebuno; Catulo-Propercio-Tibulo; Prudencio. Teatro:
Tragedia de Tulia; Cinco mascaradas; Comedia de A. Usomarill.
22 (1614) -«La biblioteca del arzobispo Hernando Arias de Ugarte: bagaje
intelectual de un prelado criollo (1614)», Hampe-Martínez,T., Thesau-
rus, 42, 1987, pp. 337-361. -417 libros. Poesía: Lope de Vega.
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 35

23 (1616) -«Licenciado Pérez de Aracil, del Consejo del Rey» («Obras de


Cervantes en bibliotecas del siglo XVII y su tasación»), Astrana Marín,
Luis, Vida, p. 794. -No da inventario completo. Poesía: Viaje del Parnaso
(Cervantes).
24 (1616) -«Ana Piñeiro Manrique, III condesa de Puñonrostro (1589-
1616)», Dadson,Trevor J., Libros., pp. 438-450. -126 libros (incluye dote,
1589 e inventario, 1616).
25 (1616) -«La librería del obispo José González Díaz de Villalobos»,
Barrio Moya, J. L., Hispania Sacra 43, 87, 1991, pp. 329-341. –ca. 183
libros (varios tomos).
26 (1618) -«El arcediano de Cuenca D. Luis de Castilla (†1618) protector
del Greco y su biblioteca manuscrita», Andrés, Gregorio de, Hispania
Sacra, 35, 1983, pp. 87-141. -434 manuscritos («quince cuerpos, sin iden-
tificar, que, entre otras materias, incluyen las bellas letras”, p. 129). Poe-
sía: Mena; Miscelanea poematum diversorum; Tibulo; Catulo y Propercio;
Catonis et aliorum carmina moralia; Flores et sententiae (Catonis,Teognis,
Aliorum). Novela: Libro de caballería en portugués;Tratados diversos de Lan-
çelot francés.
27 (1618) -«Un regidor madrileño instruido en leyes: la biblioteca de
Francisco de Peralta», Guerrero Mayllo,A., Espacio,Tiempo y Forma, Serie
IV, Historia Moderna, 5, 1992, pp. 71-96. -700 libros (1175 volúmenes, p.
74). Poesía: Ovidio (2); Propercio; Catulo y Tibulo; Juvenal. Teatro:
Terencio.
28 (1618) -«Pedro Ocón, canónigo de Toledo», Astrana Marín, Luis, Vida,
p. 795. -No da inventario completo. Novela: Persiles y novelas (M. de
Cervantes).
29 (1621) -«Biblioteca del protonotario Agustín de Villanueva», Saltillo,
Marqués del, «Bibliotecas, libreros e impresores madrileños del siglo
XVII», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 54, 1948, pp. 257-260. -138
libros. Poesía:Virgilio (2); Ovidio; Justa poética de la Concepción; Petrarca;
Juan de la Cruz;Ausonio. Novela: Novelas de Boccaccio; Esopo. Teatro:
Comedias de Plauto; Obras de Terencio.
30 (1621) -«Libros de Pedro de Párraga», Saltillo, Marqués del, «Bibliote-
cas», pp. 261-263. -c. 87 libros. Poesía: Covarrubias; Oña;Valdivielso.
Novela y otros géneros: Policisne de Boecia (J. de Silva); Sergas de
Esplandián (G. Rodríguez de Montalvo); Guzmán de Alfarache (M. Ale-
mán); Celestina (F. de Rojas).
31 (1621) -«Juan Bautista de Monegro, su biblioteca y De divina proportio-
ne», arquitecto y escultor, Marías, Fernando, Boletín de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, 53, 1980, pp. 91-117. -610 libros (p. 92) -
«6% libros literarios o de entretenimiento, poesía, teatro, novela, épica»
(p. 93). Poesía: Horacio (2); Dante (2);T.Tasso (4); Ovidio (4);Virgilio
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36 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

(4); Ariosto (2); Petrarca; Mena; Celo en italiano; Cueva;Virués;Villalo-


bos; Ausiàs March; Sannazaro; Estanci di diversi poeti italiani; Boiardo;
Herrera; Garcilaso. Novela: Arcadia de I. Sannazaro; Arcadia de Salazar.
Teatro: Ocho comedias en italiano; Obras de Juan de la Cueva;Terencio en
latín y romance.
32 (1622) -«Una colección con pretensiones intelectuales: la de don Fer-
nando Pacheco, caballero de la Orden de Calatrava (…)», Prieto Berna-
bé, José M., Lecturas, pp. 61-68. -69 libros. Poesía: Lope de Vega; Juan de
la Cruz.
33 (1622) -«Libros del marqués de Celada»,Astrana Marín, Luis, «Obras de
Cervantes…»,Vida, p. 795. -No da inventario completo. Novela: Quijo-
te (M. de Cervantes).
34 (1622) -«Entretenimiento y vocación intelectual a través de la lectura.
Andrés Benito, mercader portugués (…)», Prieto Bernabé, José M., Lec-
turas, pp. 318-327. -89 libros. Poesía: Sa de Miranda; Estaza; Bernardes;
Camoens; Petrarca (2); Alciato; Ledesma; Montemayor (2);Virgilio; Í. de
Mendoza; Espinel;Ausiàs March; Boiardo; Dante;Ariosto; Barros. Nove-
la y otros géneros: Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Celestina (F. de
Rojas); Los diez libros de fortuna de amor (A. de lo Frasso); Diana (J. de
Montemayor); Selva de aventuras (J. de Contreras); «Otra selva de aventuras»
(?); Lazarillo de Tormes (D. Hurtado de Mendoza); Carnestolendas de Casti-
lla (G. Lucas Hidalgo); Esopo; Las ciento novelas de Giraldo Zintio; Historias
trágicas (¿Bandello?); Teágenes y Cariclea (Heliodoro). Teatro: Comedia
Florinea (J. Rodríguez Florián); Comedia selvagia (A. de Villegas); Comedia
eufrosina (J. Ferreira); Primeras tragedias (J. Bermúdez) (3); Propalladia (B.
Torres Naharro); El pastor Fido, tragicomedia (B. Guarino); Tragedias
españolas (A. de Silva) (J. Bermúdez) (2); Nise laureada (Bermúdez).
35 (1623) -«Inventario de la librería del conde de Gondomar», Manso
Porto, Carmen, Don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar (1567-
1626). Erudito, mecenas y bibliófilo, s. l., Xunta de Galicia, 1996, pp. 415-
636. -Más de 6471 libros (p. 417).
Poesía:
I Libros de poesía griega. Homero (6); Homero y Hesíodo; *Synesii
episcopi Cirensis; Teognidis, Hesíodo, Teócrito; Teognidis; Pitágoras;
Focílides; Theognidis, Pytagorae, Phocilidae et caetorum carmina;Teócrito (2);
Florilegium diversorum epigrammatum in septem libris; Apolonio de Rodas;
Píndaro; Píndaro con Calímaco himno; G. Nacianceno.
II Libros de poesía latina. Virgilio (13); Horacio (8); Ovidio (15); Luca-
no (3); Juvenal (4); *J.F. Quintiani; Alberti de Eyb; Marcial (3); Corpus
omnium veterum poetarum latinorum; Juvenal y Aulio Persio; *Papini Statii;
*C. Lucelio Syessani; Horacio, Juvenal y Persio;Valerio Flaco, Argonauti-
con libri; *J.Vidau; *Merlini Cocaii; *J. Felicis; *Fulvio Ursino; Horacio
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 37

cum animadversionibus; *J.Verzosa; Ausonio (3); *Silii Italici; Aulio Persio


Flaco; Capiluporum carmina;Aloysii Mormillis; *Ramirus; Latini; *Sparke
et Centellis; Damián; Frischlini; *Hillessemii; Gohaei; Gellii; De nuptiis
comitis Palatini cum Elisabetha; Jacobi regis Angliae filia, poema; *Academia
conimbricensis; Lupecii de Hoyos; *Bartolini; Barclaii; Majeri; Rollenha-
gii; *Sancti Orientii; Nunnii; *Garlandia; *Biffi; *Casae; Quaerengi;
Prudencio (2); *Solli Sidanl(ii) Apollinaris; Pisani; *Toletani; Gemmae;
Falconis; *Capyeii; *Reusneri, Carmina quinque ilustrium poetarum;
*Terentii Flores; Borbonii; *Publica laetitia sodalitatis B. M.Virginis; *Bar-
claii; *Herrerae;Vilchii; *Roscii Hortini; Claudian; Juvenalis et Persii;
*Silius Italicus de secundo bello punico (2); *Drurei; *Mantuani; *Faerni;
*Natalis; *Mythologici latini omnes recensuit Hieronymus Commelinus.
III Libros de poesía castellana. Romancero general (Flores); Urrea; Las qua-
trocientas respuestas (Escobar); *Fernández de Villegas; Mena (5); Enzina;
Pérez de Herrera; Carrillo y Sotomayor; *Borja; Martínez; Cayrasco (2);
Hojeda; Lope de Vega (6); *Hernández Blasco; Covarrubias; Horozco;
Mendoza (2); Cancionero general (H. del Castillo); López de Mendoza (2);
Primera parte de las flores de poetas ilustres de España (Espinosa); *Soares;
*Verdadero entretenimiento del christiano; Pelegrín; J. Manrique (2); Bonilla;
*González de la Torre; *Gómez; *Garrido de Villena; *Zamora; *Caste-
llanos; *Molina; *Adame de Montemayor; *Quirós; Zapata (2); Herrera;
2ª parte del Romancero general (M. de Madrigal); Montemayor (3); *Esta-
ciones del christiano; Romero de Cepeda; Acuña; El cauallero determinado
(Marche; trad.Acuña); Barahona de Soto; *Povoas; *Camargo; *Villalba;
*Bravo; López de Úbeda (2); Jáuregui; Barros (2); *Sánchez Galindo;
Padilla (3);Toledano; Ledesma; Espinel; Cantoral; Salas; *Suares de Chá-
vez; Soto; *Andrada; Archimusa de varias rimas y efectos; *Guzmán;Virués
(2); *Solorzeno; *Savariego;Valbuena; *Almendáriz; Castillejo; *Con-
treras; *López de Corelas; Ercilla (4); Oña;Valdivielso; Rufo; *Sancta
María; *Liaño; Gómez d´Oliveira; Lasso de la Vega; Romero de Cepeda;
Boscán y Garcilaso de la Vega; *Hurtado de Mendoza; *Vargas Manri-
que; Primera parte del tesoro de divina poesía, recopilado por E. de Villalo-
bos; Ausiàs March (2); D. de Vega; *Segura; Historia del Cid Ruy Díez de
Bivar (recopilada por J. de Escobar);Villegas; *Méndez de Vasconcellos;
*Aguilar; *Santisteban; *Heredia; *Escobar; Suárez de Figueroa; Fuen-
tes; Aldana; *Sans; *González del Torneo; *Alarcón; *Martínez; Corte
Real; *Mata; Bonilla; Cancionero general; Vezilla; Enzinas; *Cortés; *Soto;
Cervantes; *Reyes; *Cueva; Mesa (2); *Díez; Silva de varios romances;
Garcilaso; Pinciano; Saavedra Guzmán; *Dessi; Romancero historiado (L.
Rodríguez); Cancionero de romances; Cueva (3); Coloma; *González de la
Torre; Medinilla; Padilla; Arbolanche; *Suárez de Chaves; *Ponce;
Romances sacados de la Crónica d´España (Sepúlveda); López de Zárate;
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 38

38 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

Piño; 1ª parte del Romancero historiado (Segura); *Girón y de Rebolledo;


Castilla; *Guzmán; *Los memorables dichos y sentencias de varios philósophos
y oradores; C. de Aldana.
IV Libros de poesía portuguesa. Cancioneiro geral; Cancioneiro geral (Gar-
cía de Resende); Rodrígues Lobo (5); *Successo do segundo cerco de Diu;
*Corte Real; Ferreira; Camoens (6); Bernardez (3); Diaz; Sáa Souto
Mayor; Sáa Miranda (2); Dandrada; Mousinho (2); Alvarez de Oriente;
*Lopez.
V Libros de poesía italiana. *Ceba; Dante (2); Ariosto (8); *Brusantino;
B.Tasso (2); Sarrocchi; *Discrittione d´alcune isole; *dell´Uva; *Le senten-
tiose imprese et dialogo del Symeone; Mazzone; *El valeroso Bobo di Antona;
*Il libro vulgare detto La Spagna; *Cesare de Solis; *Inamoramento de re
Carlo; Pulci Florentino; *Aspramonte: tratta de lo avenimento de Orlando;
M. L. Dolce (3); *Tempio fabricato da diversi coltissimi ingegni; *Bobo
d´Antona; *Menechini; *Inamoramento de Rinaldo de Monte Albano; *Libro
3 et ultimo dell´namoramento di Lancilotto e Ginebra; *Giovio; *Scandia-
nese; *Dragoncino; Farfarano; *Spensa; *Caputti; *Scrigni; Cacciaimici;
*Fratta; *Teluccini; *Botero; Pasqualigo; *La historia de Melon e Berta;
Fiamina;T.Tasso (6); Petrarca (8); *Cornazano; *Baiardo; *Ciecho da
Ferrara; Pitocco; *Le rare imagini delle honorate signore napolitane; Aleman-
ni; *Marina; Raccolta d´orationi et rime diversi; Caporal; Colonva;Terracina
y Tullia di Aragona;Terracina; *L´istesso discorso con l´amorosi ragionamenti,
tradotto per Ludovico Dolce d´uno anticho greco; Leonardo; Rinaldi;
Tromba; *Cerboni; Nuova scelta di rime di diversi ingegnii; Casa; *Gatti; *Il
primo libro dello inamoramento di Messer Tristano et di Madonna Isotta; Prima
parte delle stanze di diversi ilustri poeti. Raccolte da Ludovico Dolce; *Camilli;
*Aquilano; Politiano; Comanini; *Antonisso; Cei Fiorentino; *Troiano;
Alciato (3); Boyardo; Sannazaro; Giraldi.
VI Libros de poesía, comedias y historias fabulosas. Libro de poesías
diferentes;Varias poesías en la muerte de don Felipe 2º; Poesías diferen-
tes (5); Poesías de diferentes autores (5); Alvar Gómez (2); Góngora;
*Libro de cantos y tonos diferentes; *Lope de Salinas; Poesías diferentes en
romance e italiano; Penagos; Fray Luis de León; Poesías (2); *Empresas,
motes y dichos que se hicieron en Nápoles en la vigilia de san Juan Baptista;
*Libro de casos impensados y particularmen<te> acaescidos en Turquía; *Glos-
sa del Pater Noster, de Silvestre; Carrasco; *Phrigio; Cetinas; Libro de
poesías, llámase Arca de Noé; Poesías diferentes impresas y de mano; Libro
de redondillas espirituales; *Galera armada de los inconvenientes de la vida;
Los doce signos del Zodiaco; *Cabredo; *Historia del rey de Inglaterra Perséfo-
res y Gadífer, su hermano.
VII Libros de de ciencias y cosas diferentes. Pierii.
VIII Libros de ritratos. Georgii.
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 39

IX Ritratos y figuras. Historie et poesie raccolte da disegni di scultori et pittori.


X Libro de varias ciencias. Valerian.
XI Libros de mano en latín. Paraphasis (sic) poetica in Sacram Scripturam;
Liber variorum poematum; Naldii; Poemata in laudem Clementis Papae;
Mampollo.
XII Libros de mano en italiano. Raccolta di poesie diverse; Trayna.
XIII Memoria de los libros prohibidos. Sátira menipea.
XIV Historias fabulosas. Italiano. Magagnati; C. Gratiano.
XV Libros de caballería y poesía. Francés. Meschinot.
XVI Libros de diferentes ciencias y otras cosas varias. Núñez.
Novela española: Carnestolendas de Castilla (G. Lucas Hidalgo); Días del
jardín (A. Cano); Noches de invierno (A. de Eslava); Arcadia (Lope de Vega);
Pastores de Belén (Lope de Vega); Peregrino en su patria (Lope de Vega); La
ingeniosa Elena (A. J. de Salas Barbadillo); Palmerín de Inglaterra (F. de
Morales); Cristalián (B. Bernal); Palmerín de Olivia (¿F. Vázquez?); Tercera
y 4ª parte de don Belianís de Grecia (J. Fernández); Libro primero y 2º de don
Belianís de Grecia (J. Fernández); Primera parte de Taurismundo; Primaleón
(¿F.Vázquez?); Florisel de Niquea (F. de Silva); Tercera parte de Florisel de
Niquea (F. de Silva); Don Quijote de la Mancha (M. de Cervantes) (2);
Pícara Justina (F. de Úbeda) (2); Sergas de Esplandián (G. Rodríguez de
Montalvo); Policisne de Boecia (J. de Silva); Guarino Mezquino; Amadís de
Gaula; Demanda del santo Grial; Caballero del Febo (D. Ortúñez); Historia
del emperador Carlomagno; Historia del caballero Cifar; Lisuarte de Grecia (¿F.
de Silva, Juan Díaz?); Primera parte de Guzmán de Alfarache (M. Alemán);
Segunda parte (M. Alemán); Lazarillo de Tormes (Anónimo); Selva de aven-
turas (J. de Contreras); Desengaño de celos (B. López de Enciso); 2a parte del
español Gerardo (G. de Céspedes); Don Quijote de la Mancha (A. Fernán-
dez de Avellaneda); Enamorada Elísea (L. de Covarrubias); Primera parte de
las patrañas de Juan Timoneda (J. de Timoneda); Diana (J. de Montema-
yor); Diana, 2ª parte (A. Pérez); Florando de Castilla. Lauro de caballeros (J.
de Güerta); Caballero Asisio (fray G. de Mata) (verso); Lazarillo de Tormes
enmendado (Hurtado de Mendoza); Clara Diana (fray B. Ponce); Menina e
moça (B. Ribeiro).
Libros de caballerías en italiano. Amadís; Sergas (G. Rodríguez de Mon-
talvo); Primaleón (¿F. Vázquez?); Rogel (F. de Silva); Cristalamo; Florisandro;
Florisello (¿Floriseo de F. Bernal?); Palmerín de Olivia (¿F. Vázquez?); Palme-
rín de Inglaterra (F. de Morales).
Libros de caballerías en francés. Cuarto y quinto libro de Amadís (G.
Rodríguez de Montalvo); Artur de Bretaña.
Libros de caballerías en portugués. Palmerín de Inglaterra (F. de Morales).
Novela extranjera. Sin indicar aquí en detalle, por las razones apunta-
das en su lugar, hay que señalar que aparecen obras de Heliodoro, Apu-
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40 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

leyo, Esopo, Zintio, Sannazaro, Boccaccio, Dolce y Tasso en verso, varias


en los epígrafes «Libros de poesía» e «Historias fabulosas» (italiano)
«Libros de caballería y poesía» (francés), «Estatutos de Inglaterra» (inglés),
etc.
Teatro: Aristófanes, Obras (4); Eurípides, Tragedias (2); Sófocles (3);
Terencio, Comedias (6); Séneca, Tragedias (dos ediciones y un manuscri-
to); Plauto, Comedias; Lope de Rueda, Obras (2);A. de Rojas, Viaje entre-
tenido; ¿P. de Urrea, Su obra?; Cancionero de Enzina; B.Torres Naharro,
Propalladia (2); Álvarez de Ayllón, Comedia de Preteo y Tibalda; A. de Silva,
Primeras tragedias españolas; J. de la Cueva, Obras (2); Comedias de Lope de
Vega y de otros autores (1 edición y 1 manuscrito); Cuatro comedias de Lope
de Vega y Góngora; Lope de Vega, Rimas con el Arte nuevo de hacer comedias;
M. de Cervantes, Ocho comedias;Tragicomedia de Lisardo y Roselia; Dolería,
comedia; C. de Virués, Obras trágicas; ¿Rodrigues Lobo, As églogas?; Pres-
tes, Camoens, otros, Autos y comedias; Gil Vicente, Obras; J. Ferreira,
Comedia de Ulisipo; Sa de Miranda, Comedia; Comedia eufrosina (J. Ferreira).
Tragedias y comedias en italiano. Bajo este epígrafe se incluye, específi-
camente, la relación de 45 comedias y tragedias en italiano (ver pp. 601-
602). Paulo Bozzi, Rappresentatione del Giuditio Universale; Massimo Faro-
ni, I sospetti, comedia; Christo in Passione, tragedia; Malatesta Porta, I santi
innocenti, tragedia; Ercolano Ercolani, Heliodoro, comedia; A. Centio, Il
padre aflicto; Fulvio Ghirlandi, Gli amorosi travagli; ¿Cruci, Tragicae comicae-
que actiones?; ¿Naogeorgi, Tragoedia nova?; ¿Delrii Syntagma tragoediae lati-
nae?
36 (1626) -«Ruy Gómez de Silva, III duque de Pastrana (1626)», Dadson,
Trevor J., Libros, pp. 357-367. -94 libros: Poesía:T.Tasso (3);Ariosto (2);
Ovidio; Seca Rapida en italiano; Fábula rústica en poema italiano; Petrarca
(2); Poemas al Papa Urbano; Poemas al cardenal Barberino; Un libro de Aquiles
y Elena de Ludovico Dulze; Razonamientos de Pasquino y Marforio en lengua
italiana. Novela: Un libro de Argenis del Tovar (Barclaii, trad. Pellicer). Tea-
tro: Pastor Fido (Tragicomedia pastoril) (B. Guarino).
37 (1626) -«Francisca de Paz Jofre de Loaysa (1626)», «clase acomodada»,
Dadson,Trevor J., Libros, pp. 453-458. -50 libros.
38 (1627) -«Los gustos literarios de una incipiente burguesía: la magnífica
biblioteca de Francisco Moreno, guantero de la reina (…)», Prieto Ber-
nabé, José M., Lecturas, pp. 387-430. -394 libros. Poesía: Flores de poetas
(Espinosa) (2); Pedreza (Romances); Ovidio;Virgilio (4); Guirnalda de
Venus (Heredia); Otro Parnaso (¿Cervantes?); Espinel; San José en verso
(¿Valdivielso?) (3); Rufo; Rimas castellanas (¿Salas Barbadillo?); España
defendida (¿Suárez de Figueroa?); Mena (2); Lope de Vega; Navas de Tolosa
(Mesa); Varias aplicaciones (¿Rosell?); Observancias (...) son emblemas;
Homero; Maldonado; Boyardo; Petrarca (3); Ariosto; Monarquía mística
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 41

jeroglíficos (¿Zamora?); Ercilla; Camoens; Horozco; Padilla (3); Dante;


López de Mendoza; Lucano (2); Horacio; Traslación del Santísimo
(¿Lope?); Caridazeo; Barros; El pícaro primera y segunda parte; ¿Locos ama-
dores? Novela y otros géneros: Diana. Primera y segunda parte (J. de
Montemayor); Diana.Tercera parte; Caballero puntual (A. J. de Salas Barba-
dillo); Celestina (F. de Rojas); Peregrino en su patria (Lope de Vega); Persiles
(M. de Cervantes); Caballero del Febo (D. Ortúñez); Días del jardín (A.
Cano); Galateo (L. Gracián Dantisco); Galateo y Lazarillo castigado; Esopo;
Prodigiosa historia.
39 (1628) -«Una persona de no modestas ambiciones intelectuales: la
colección de Francisco Álvarez de Garay y Ocampo, maestro (…)». Prie-
to Bernabé, José M., Lecturas, pp. 269-300. -285 libros. Poesía:Virgilio
(3); Ovidio (4); Marcial; Horacio; Juan de la Cruz; Alciato (comentario
de Minoem); Illustrium italorum poetarum; Mena; Lope de Vega; Garcilaso
(2); Juvenal; Saavedra Guzmán. Novela: Peregrino en su patria (Lope de
Vega); Segunda parte del Guzmán de Alfarache (M. Luján); Asno de Oro
(Apuleyo); Esopo; Carnestolendas de Castilla (G. Lucas Hidalgo).
40 (1629) -«Una biblioteca de alto contenido teológico: la de Fr. Íñigo de
Brizuela, obispo de Segovia y presidente de Flandes, de los consejos de
Estado y Guerra de su majestad (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas,
pp. 136-145. -76 libros.
41 (1629) -«Isabel Montero (1629)», mujer de mercader, Dadson,Trevor J.,
Libros, pp. 458-466. -94 libros: Poesía: San Isidro en verso (¿Lope de
Vega?); Canciones espirituales en flamenco; Silvestre; Emblemas morales en
francés; Proverbios morales (¿Barros?); González de la Torre; Padilla. Fábu-
las: Esopo. Teatro: Comedias de Lope de Rueda.
42 (1630) -«La biblioteca de la VI condesa de Lemos», Barbeito, M.ª Isabel,
en AA.VV., Varia bibliographica. Homenaje a José Simón Díaz, Kassel, Rei-
chenberger, 1988, pp. 67-83. -185 libros (p. 68). Poesía: Emblemas de
Boysardo en latín; Covarrubias;Ariosto (2). Novela: Marcos de Obregón (V.
Espinel).
43 (1630) -«La biblioteca del capitán don Jerónimo de Soto (Tradición y
necesidad. La cultura de los ingenieros militares en el Siglo de Oro: la
biblioteca y la galería del capitán don Jerónimo de Soto)», Laso Balleste-
ros, Ángel, Cuadernos de Historia Moderna, 12, 1991, pp. 83-109. -124
libros. Poesía: Un libro de sonetos; Ovidio;Virgilio; Garcilaso. Novela y
otros géneros: Celestina (F. de Rojas); Leucipe y Clitofonte (D. Ágreda).
44 (1630) -«Diego de Silva y Mendoza, conde de Salinas (1630)», Dadson,
Trevor J., Libros, pp. 391-409. -156 + 54 libros. Poesía: Camoens;
Rodrígues Lobo; Figueroa; Garcilaso; Homero; Mena; Sannazaro;Terra-
cina; Osias March (¿Ausiàs March?); Proverbios de don Jorge Manrique
(Coplas con Proverbios de Santillana); Poetas ilustres (Espinosa);T.Tasso;
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42 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

Barros; Versos manuscritos; [Otro] libro de poesía escrito de mano; Padilla.


Novela: Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Galateo español (L. Gracián
Dantisco); «Un libro escrito de mano por encuadernar que es de caba-
llerías». Teatro: Églogas de F. Rodrígues Lobo; Comedia Ulisipo (Ferreira).
45 (1630) -«Juan Francisco de Tornamira y Soto (1620-1630)», escritor,
Dadson, Trevor J., Libros, pp. 383-391. -3 + 23 + 64 libros: Poesía:
Murillo (2); Petrarca; Marcial. Novela y otros géneros: Historia de Car-
lomagno; Lisardo enamorado (A. Castillo Solórzano); Arcadia ?(Lope de
Vega); Don Diego de Noche (A. J. de Salas Barbadillo); Esopo. Teatro:
Doce comedias de Lope de Vega.
46 (1631) -«Ficción, historia y devoción: el entorno cultural de un modes-
to cordonero. Manuel de Ayllón (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas,
pp. 448-451. -34 libros. Poesía: Ledesma; Patriarca San José (¿Valdiviel-
so?); Ovidio; Dolce. Novela y otros géneros: Quijote (M. de Cervan-
tes); Reinaldos de Montalbán; Diana (J. de Montemayor); Noches de invierno
(A. de Eslava); Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Celestina (F. de Rojas).
47 (1631) -«La biblioteca de Miguel López de Olivares, agente de nego-
cios (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 345-346. -14 libros.
Novela: Novelas amorosas (J. Camerino); Arcadia (Lope de Vega); Jornadas
alegres (A. Castillo Solórzano).
48 (1632) -«Los libros y otros bienes de don Pedro Zorrilla de Velasco
(1632)», hidalgo, Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 13, 1985, pp.
29-33. -38 libros: Poesía: Ariosto;T.Tasso; Ovidio. Teatro: Comedia de
la locura de Clorinda, en italiano.
49 (1632) -«Juan Fernández de Madrigal, secretario de su Majestad. Una
colección con recursos (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 164-
170. -38 libros: Poesía: Bernardo del Carpio (¿Valbuena o Alonso?).
50 (1633) -«Sebastián de Mesa, comisario del Santo Oficio», Astrana
Marín, Luis, «Obras de Cervantes…»,Vida, p. 795. -No da inventario
completo. Novela: Persiles (M. de Cervantes); Novelas ejemplares (M. de
Cervantes)
51 (1633) -«La biblioteca del conde de Benavente», Herrero, Miguel,
Bibliografía Hispánica, 37, 1942, pp. 18-33. -c. 400 libros. Poesía: Hora-
cio; Boiardo (2); Ovidio (3); Petrarca (6); Apiano; Lucano; B.Tasso; L.
Martelo;Virgilio (2); Homero; Sonetos y canciones diferentes; Ariosto (2);
Mena; Ribaldio; Claudiano; Lucrecio; Juvenal;Ausonio; Prudencio; Gar-
cía de Resende. Novela y otros géneros: Celestina (F. de Rojas); Deca-
merón (G. Boccaccio); Filocolo (G. Boccaccio). Teatro: Lacalandia; Come-
dias de Ariosto;Terencio poeta.
52 (1635) -«Una sólida preparación piadosa: los libros de Francisco López,
presbítero, rector del hospital real de la Pasión (…)», Prieto Bernabé,
José M., Lecturas, pp. 127-135. -78 libros. Poesía: Catón poeta; Pruden-
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 43

cio; Catón cum commento. Novela: Historias trágicas en francés (M. Bande-
llo). (Prescindo de Arcipreste de Talavera).
53 (1636) -«El inquisidor Alonso de Salazar y Frías: el inventario de sus
bienes», Barrio Moya, J. L., Boletín de la Real Academia de la Historia, 170,
1987, pp. 139-172. -814 libros, 1161 volúmenes (p. 150). Poesía: Petrar-
ca;Alciato (3).
54 (1636) -«Consumo de literatura castellana de ficción: la biblioteca de
don Cristóbal González Cossío de la Hoz, contador de resultas de su
majestad (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 209-216. -62 libros.
Poesía: Pérez de Montalbán; Quevedo (Obras); Mena. Novela y otros
géneros: Celestina (F, de Rojas); Diana (J. de Montemayor); *Pedro de
Urdemalas (A. J. de Salas Barbadillo o M. de Cervantes, Prieto); Sabia
Flora (A. J. de Salas Barbadillo); Pícara Justina (F. López de Úbeda); Sagaz
Estacio; Galateo español – Lazarillo castigado (L. Gracián Dantisco); Conde
Lucanor. Teatro: J. Pérez de Montalbán, El señor don Juan de Austria;
*Pedro de Urdemalas (Salas o Cervantes, Prieto); Comedias de Plauto.
55 (1637) -El libro y el cetro. La biblioteca de Felipe IV en la Torre Alta del Alcá-
zar de Madrid, Bouza, Fernando, Salamanca, Instituto de Historia del
Libro y de la Lectura, 2005, pp. 169 y ss. -«2150 (cuerpos) para 1950
entradas)» (p. 48):
Poesía:
I Poetas griegos traducidos. Museo;Anacreonte; Homero (5).
II Poetas latinos traducidos. Ovidio (9);Virgilio (4); Persio (2); Lucano;
Horacio (2); Parnaso Antártico de P. Mesía (Ovidio); Robo de Proserpina de
Faria (Claudiano); Juvenal; Lucrecio; Estacio Radi.
III Poetas españoles [y portugueses]. Varios poetas; Cancionero general (H.
del Castillo); Mena (3); Garcilaso de la Vega (3);Villegas; Poetas ilustres de
España (Espinosa); Santisteban; Castillejo; Manrique; Ausiàs March (2);
Boscán y Garcilaso; Las cuatrocientas del Almirante (Escobar); Encina; Cas-
telblanco (2); Aldana; Cavallero determinado (Marche, trad. Acuña y Urrea
(2); Sa de Miranda (2); Fray Luis de León y F. de la Torre; *Gigantoma-
quia (Gallegos); Ercilla; Góngora (2); Rufo; Silvestre; Lope de Vega (16);
Villamediana; L. y B. Leonardo de Argensola; Esquilache; Rodrígues
Lobo (3); Carolea (Sempere); Salcedo;Virués (2); Bocángel (2); Romance-
ro (Padilla); Salas Barbadillo (2); Espinel; Égloga amorosa; Pantaleón; Í.
López de Mendoza (3); Diferentes poesías; Lizón; Lisboa edificada (Castro);
Fiestas a la beatificación de Santa Teresa (San José); Tropezón de la risa (A. de
Maluenda); *Glosa al Marqués de Santillana;Tesoro de varias poesías (Padi-
lla); *Manuel de Portugal; Figueroa; *Glosas al Marqués de Santillana y
Juan de Mena; *Zamora (2); Mosquera; Zapata; Ferreira; Bernardes (2);
*Alabanza de los ingenios sevillanos; Endimión (Díaz Callecerrada);
Romancero general; *España libertada; Batalla de Roncesvalles (Espinosa);
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44 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

Elogios al Retiro (Gallegos); Camoens (2); Los amantes de Teruel (Yagüe);


Teórica de virtudes (Castilla); Carrillo; *Pérez de Herrera.
IV Poetas italianos y franceses. Dante (2);Ariosto (2);T.Tasso (8); Baldo; B.
Tasso (2); Colona (2); Boyardo; Marino (4); *Alemani; Jardín de rimas;
Dolce; Petrarca (4) ; Ronsard ; Olenix ; Du Bartas (3); Dono; Rimas de
diversos a la Señora Livia Colonna; Tansillo; Flores de las rimas de los poetas
ilustres de Italia (Ruscelli); *Apología contra Castelvetro (Caro); *Sátiras de
diversos autores; *Camilo; Caporal;Terracina; Stiliano; *Trisino; Versos en
alabanza del Escorial (Strassoldo); Rimas de diversos (col. Dolce); Goselino;
*Enamoramiento de Reinaldo (Forti); Hijo pródigo (Cinquanta); Chiabrera;
*Primeros estudios de Gabriel Simón; Poesías vulgares (Medici); Paternó (2);
Talenti; Caporal y otros; Estancias de diversos autores toscanos (Ferentilli);
Nuncio Legato (González de la Torre); Exequias poéticas (Franchi); *Apólogos
del Capacho (Capaccio); *Fuente del Deleite (Borgogni);Aquilano; *Castale-
ti; *Elogios a la duquesa de Briciano; *Arminia (Visconti); Rimas espirituales
(Fiamma); A. Caro y otros; Rimas de A. Caro y del Marteli; Sannazaro.
V Música. Marencio.
VI Memoria de los libros que estaban en el bufete. Soto de Rojas.
VII Filosofía natural y moral y racional. Targa; Fábulas del Pavesa; Barros.
VIII Libros varios de diversas lenguas. Alciato (López); Benamati; Cova-
rrubias (2);Yagüe; Gonzaga; Cinquanta;Vida-Belli; *Ruscelli; Boccalini;
*De los Reyes.
Novela española y otros géneros: Lazarillo (Anónimo); Palmerín de
Olivia en italiano (L. Dolce); Selva de aventuras (J. de Contreras); Celestina
(F. de Rojas); Novelas ejemplares (M. de Cervantes); Pastor de Fílida (L.
Gálvez de Montalvo); Persiles (M. de Cervantes); Lazarillo de Manzanares
(J. Cortés); Mesón del mundo (R. Fernández de Ribera); Mozo de muchos
amos (J. Alcalá Yáñez); Noches de Navidad; Guzmán de Alfarache (M. Ale-
mán); Sobremesa (J. de Timoneda); Los más fieles amantes Leucipe y Clito-
fonte (D. de Ágreda); Juez de vidas ajenas (A. J. de Salas Barbadillo); Argenis
(de J. Barclay, continuada por J. Pellicer); Hipólito y Aminta (F. de Quinta-
na); Español Gerardo (G. de Céspedes); Pícara Justina (F. López de Úbeda);
Historias peregrinas y ejemplares (G. de Céspedes); Amor con vista (J. Enrí-
quez de Zúñiga); Cárcel de amor (D. de San Pedro); Diana (J. de Monte-
mayor); Auroras de diana (P. Castro); Menina e moça (B. Ribeiro. Portugue-
sa); ?Don Diego de Noche (A. J. de Salas Barbadillo); Galatea (M. de
Cervantes); Florando de Castilla (J. Huerta); Peregrino en su patria (Lope de
Vega); Dorotea (Lope de Vega); Arcadia (Lope de Vega); Palmerín de Olivia
del Dolce (verso); Amadís de Bernardo Tasso (verso); Argenis del Corral (Bar-
clay-Corral); El premio de la constancia (V. Espinel); Menandro (M. de los
Reyes); Cortesano descortés (A. J. de Salas Barbadillo); Conde Lucanor (Don
Juan Manuel); Pastores de Belén (Lope de Vega).
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS 45

Novela extranjera: Sin indicar aquí en detalle, por las razones apunta-
das en su lugar, hay que señalar que aparecen obras de Esopo, Sannazaro,
Boccaccio, Bandello,Tasso, Zintio, Dolce, Soreli, etc.
Teatro: Anfitrión de Plauto (2); Terencia de Simón Abril; Terencio comen-
tado; Propalladia de B. de Torres Naharro; Obras de J. del Encina; Come-
dias portuguesas (A. Prestes- L. Camoens); Obras de C. de Virués; «Come-
dias de Lope de Vega y prosiguen las 22 partes de sus comedias en la
letra YY desde el 25 hasta el 43» (p. 205); Obras de Gil Vicente; Pastor
Fido de B. Guarino (tragicomedia); Las tragedias de Séneca del Dolce; Tra-
gedias La Merope y Tancredo (P.Torelli); Tragedias del Dolce; Eufrosina en
portugués (J. Ferreira); Lucila constante (comedia curiosa); Eufrosina (J.
Ferreira); Comedias del amor constante (A. Piccolomini) (2); Comedias de
Terencio; El celoso (comedia, G. Bentivoglio); Comedia del Porta; Comedia
de Plauto; Lope de Rueda; Lucila constante (S. Fiorillo); Reina Matilde (G.
D. Bevilacqua).
56 (1637) -«Libros para el buen cristiano: el ejemplo de la biblioteca de
doña Francisca de Padilla, marquesa de Auñón (…)», Prieto Bernabé,
José M.ª, Lecturas, pp. 485-488. -29 libros: Poesía: Excelencias de Nuestra
Señora (¿Padilla?); Libro de San José (¿Valdivielso?); Lope de Vega.
57 (1638) -«La valiosa colección de Códices del conde de Guimerá en la
Biblioteca Nacional»,Andrés, Gregorio de, en AA.VV., Varia bibliográphi-
ca, pp. 47-54. -67 manuscritos; Poesía: Dante; Ausiàs March; Cancionero
portugués; Murillo. Teatro: Traducciones de las comedias de Séneca en Lemo-
sín.
58 (1638) -«La librería y otros bienes de la duquesa de Sessa (1638)»,
Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 12, 1984, pp. 41-51. -99 libros.
59 (1640) -«La librería de don Pedro Testay, capellán de Felipe IV y chan-
tre de la catedral de Palermo (1640)», Barrio Moya, J. L., Hispania Sacra,
40, 1988, pp. 389-400. -303 títulos, 682 tomos (p. 391. Poesía: Lucano;
Alciato (2);Ariosto; Flor de poesía.
60 (1644) -«Leer historia para vivir: los entretenimientos literarios de doña
Lucía de Toledo (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 493-496. -
18 libros. Poesía: Mena; Petrarca;Virgilio.
61 (1644) -«Juan de Aguilar, caballero de Santiago», Astrana Marín, Luis,
«Obras de Cervantes…», Vida, p. 795. -No da inventario completo.
Novela: Amadís de Gaula; Florisel (F. de Silva); Felixmarte (M. Ortega);
Pícara Justina (F. López de Úbeda); Quijote (M. de Cervantes) (2); Persiles
(M. de Cervantes); Galatea (M. de Cervantes); Novelas ejemplares (M. de
Cervantes); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina); Obras de Cervantes.
62 (1645) -«La biblioteca de Batres», nobleza, F. Pérez de Guzmán, Genera-
ciones y semblanzas, ed. de R. B.Tate, London,Tamesis, 1965, pp. 99-101.
-29 libros. Poesía: Lucano.
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46 JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE

63 (1647) -«Libros y lecturas de Rodrigo Caro», escritor, Etienvre, Jean-


Pierre, Cuadernos bibliográficos, 38, 1971, pp. 31-106. -530 libros (p. 36).
Hay repetidos. Poesía: Poetae Graeci Veteres; Marcial; Lucano (3); Hora-
cio (2);Virgilio; Epigramata vetera; Ovidio (3); Poetae varii; Carmina vider-
mani (Bidermann); Mena; Juvencio; Alciato; Carmina illustrium poetarum
italorum; Opusculum musei; Carminarum de 9 poetas; Covarrubias; Góngo-
ra; Píndaro;Teócrito; Catulo;Ausonio (2); Juvenal (2); Lucrecio (2); Esta-
cio; Prudencio (3); Epigrammata graeca (Soter); Spagnoli; Persio (2); Poli-
ciano; Capilupi carmina; Tibulo; Herrera. Novela y otros géneros:
Conde Lucanor;Asno de Oro (Apuleyo); Esopo. Teatro: Plauto (2);Trage-
dias latinas (Syntagma tragediae latinae); Séneca (3),Terencio; Eurípides;
Sófocles;Aristófanes.
64 (1650) -«Una colección de amplios horizontes y formación humanísti-
ca: la de Bartolomé de Arnolfo, mercader de ganado (…)», Prieto Ber-
nabé, José M., Lecturas, pp. 328-345. -153 libros. Poesía: Dante (2); Gri-
llo; Ovidio; Ariosto; Vida de Santa Teresa en verso; Boiardo; Rimas de
diferentes autores; Caporal; B.Tasso;T.Tasso; Estancias de diversos poetas reco-
gidas por Ludovico Dolce; Petrarca; Rimas de diversos autores (italiano); J. C.
Cabeo. Novela y otros géneros: Florisel de Niquea (italiano) (F. de
Silva); Decamerón, Boccaccio (2); Arcadia (I. Sannazaro); Esopo. Teatro:
Comedia de los muertos vivos (italiano).
65 (1650) -«Almoneda de los bienes de doña María Barreneche (…)»,
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completo. 14 libros y más. Poesía: Parnaso español.

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2. PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO


EN BIBLIOTECAS PARTICULARES DEL SIGLO DE ORO
(1651-1700)

M.ª Soledad Arredondo, Álvaro Bustos Táuler,


Fermín de los Reyes Gómez, Rebeca Sanmartín Bastida,
Esther Borrego Gutiérrez
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PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO


EN LOS INVENTARIOS DE BIBLIOTECAS PARTICULARES
(1651-1700)

Fermín de los Reyes Gómez

El contenido en este libro no es el primer trabajo dedicado al análi-


sis de inventarios para rastrear en ellos la literatura, y mucho menos a la
lectura. No es este último ámbito el objeto de nuestro estudio, sino el
primero, ateniéndonos siempre a las limitaciones que muestran los
inventarios que se han analizado, de las que hablaré, en parte, en este
capítulo. El precedente inmediato está en el libro Literatura (Novela,
poesía, teatro) en bibliotecas particulares del Siglo de Oro español (1600-
1650) del profesor Díez Borque, en el que dedica un apartado a «las
fuentes de información y sus problemas», así como en la primera parte
del libro dedicado a su periodo de estudio1.

1. PRELIMINARES. INVENTARIOS Y BIBLIOTECAS

Al análisis de los inventarios de bibliotecas y a la metodología de


trabajo con ellos se han dedicado, entre otras, las obras de Chevalier,
Dadson, Infantes o Pedraza, que citaré para hacer esta introducción2.
Pedraza afirma que no se puede hablar de una variada tipología
documental, ni de un conjunto uniforme de bibliotecas, ni de unos
resultados definitivos a partir de su estudio, aparte de las numerosas

1
Díez Borque, 2010, pp. 19-23.
2
Chevalier, 1976, pp. 31-36; Dadson, 1998; Infantes, 2006a; Pedraza, 1999, pp.
137-158.
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54 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

dificultades para la identificación de los libros3. Inventarios post-mortem,


compraventas, repartos de bienes, almonedas, donaciones o testamentos
constituyen unas buenas fuentes de información para múltiples estu-
dios. Pero, ¿qué información se puede extraer de ellos, por qué son de
tanto interés los trabajos sobre inventarios? En primer lugar, nos pro-
porcionan abundantes datos: la identificación de los libros (cualitativa y
cuantitativa) y otros bienes, su localización y su tasación; también apor-
tan datos sobre los poseedores, de interés para el estudio sociológico.
Además, los beneficios del estudio de los inventarios son notables en
diversos ámbitos, como el de la literatura, la lectura, la posesión, la
bibliofilia, la cultura de una sociedad y de una época, o el comercio.

1.1. Las bibliotecas y sus libros

Que los inventarios de libros contienen una relación, más o menos


ordenada y sistemática, de libros parece evidente, pero ¿cuántos y qué
libros? En principio, los que pertenecen a una biblioteca en el momen-
to de redactar el documento correspondiente, que, como se ha dicho,
puede tener varias finalidades. Dadson afirma que más útiles y fiables
para determinar la naturaleza de la posesión de libros son los inventa-
rios en vida que los post-mortem4. Eso sí, se dan en mayor número estos
últimos, como lo muestra la abundancia de ediciones de inventarios,
buena parte extraídos de los archivos de protocolos. Excepciones nota-
bles son el detallado catálogo de libros de Pedro Núñez de Guzmán,
conde de Villaumbrosa, que él mismo encargó redactar y editar, y del
que quedan pocos ejemplares5. Asimismo, el inventario de la biblioteca
de Vincencio Juan de Lastanosa, que se conserva manuscrito en la
Biblioteca Real de Estocolmo, y que ha sido editado por Selig6. O la

3
Pedraza, 1999, p. 139.
4
Dadson, 1998, p. 19.
5
Museo o Biblioteca selecta de el Excmo. Señor Don Pedro Núñez de Guzmán, Mar-
qués de Montealegre y de Quintana... y Presidente del Supremo de Castilla escrita por el
licenciado Don Ioseph Maldonado y Pardo... En Madrid. Por Iulián de Paredes. 1677.
Se conservan ejemplares, al menos, en la Biblioteca Municipal Serrano Morales de
Valencia, en la Biblioteca del Palacio Real y en la de la Real Academia de la His-
toria, donde permanecen, procedentes de la colección de Salazar, numerosos ejem-
plares del Conde.
6
Selig, 1960.
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PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 55

donación de la biblioteca del virrey Pedro Antonio de Aragón al


monasterio de Poblet.
En cuanto a los de venta, son valiosos por dar el precio de los libros
y por aportar los nombres y profesión de los compradores. Por el con-
trario, tienen ausencias, ya que no se vendían todos los bienes; algunos
se los quedaba la familia por su valor sentimental o por su escaso valor
económico. En nuestro caso no hay ninguno de estas características.
Es importante tener claro que el número de libros ha de ser más
indicativo de la capacidad adquisitiva del poseedor que del interés por
los temas de la biblioteca7, y que entrar en las lecturas, incluso en las
posesiones, es complejo, en especial en las grandes bibliotecas, que pue-
den incluir las de los antepasados.Afirma Chevalier:

La presencia de Primaleón y Palmerín de Oliva en la biblioteca del virrey


don Pedro de Aragón en 1670 no forzosamente demuestra aficiones a la
literatura caballeresca de este noble personaje: puede ser que haya conser-
vado, sin leerlos nunca, unos libros que le habrían encantado a su abuelo8.

Por no mencionar los gustos y la cultura del lector, pues si el mismo


autor decía para el caso de los post-mortem que no revelan «las aficiones
de un hombres, sino las lecturas de un anciano»9, Dadson replica que
las de un anciano pueden haber sido las de un joven10. Hay multitud de
libros leídos que no se mencionan en los inventarios, y a la inversa.
¿Reflejan, pues, los inventarios la cultura de un lector? Lo pueden
hacer de forma imperfecta por lo que también ocurre hoy día: las afi-
ciones van evolucionando y la posesión no indica la lectura; un hom-
bre culto lee muchos libros que no posee o conserva, o bien tiene
pocos libros si dispone de medios limitados. Así pues, un inventario no
tiene por qué representar todos los libros que una persona ha poseído
en su vida, ni tampoco todos los libros que podía haber leído; por otra
parte, una persona no leía todos los libros que poseía.

7
Pedraza, 1999, p. 144.
8
Chevalier, 1976, p. 44.
9
Chevalier, 1976, p. 44.
10
Dadson, 1998, p. 25.
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56 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

1.2. Tipos de bibliotecas

No es mi intención repetir aquí lo que otros, antes y mejor, han


dicho acerca de las categorías de bibliotecas atendiendo al número de
títulos que contienen; pero sí es necesario repasarlas con objeto de alu-
dir a ellas cuando pase a analizar los inventarios con los que hemos tra-
bajado en nuestra investigación.
Chevalier divide las bibliotecas, desde el punto de vista cuantitati-
vo, en tres grupos: bibliotecas ricas, con quinientos libros o más; las
bibliotecas de razonable importancia, con unos centenares de libros; y
las que contienen unas docenas de libros o unos cuantos libros11. Por
no tener unos límites precisos opto por aplicar, con alguna ligera
modificación, la clasificación elaborada por Infantes, que establece
cuatro categorías12:

1. Biblioteca básica, con hasta 10-15 títulos de utilidad práctica,


libros para ser leídos.
2. Biblioteca profesional, de entre 10-15 y 50-60 títulos, de con-
sulta y ejercicio profesional. Este grupo, según la experiencia de
Dadson, es el más común en los inventarios.
3. Biblioteca patrimonial, de entre 50-60 y 300 títulos. En ella el
libro es un bien suntuario donde se pueden apreciar herencias,
el afán coleccionista del poseedor e incluso otro tipo de objetos
vinculados a la biblioteca.
4. Biblioteca museo, a partir de 300 títulos, exponente de posesión
y lujo. Es manifiesto en ésta que contiene alguna de las ante-
riores.

Al margen de denominaciones y de las cifras de los títulos, esta cla-


sificación es útil para ver si el corpus con el que se trabaja es represen-
tativo a la hora de establecer conclusiones.

11
Chevalier, 1976, p. 39.
12
Infantes, 2006b.Tan sólo cambio la denominación de la primera categoría,
que Infantes denomina práctica y yo básica, pues así no puede haber confusión
con la profesional.
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PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 57

1.3. Los problemas y ausencias de los inventarios de 1651 a 170013

El trabajo con los inventarios es de notable dificultad y surgen pro-


blemas de diversa índole, sobre todo de identificación, a los que se aña-
den las ausencias, todo aquello que no aparece, pero que debería estar,
como se verá más adelante14.
A ello hay que añadir que no todos los inventarios mencionan los
libros, parece que en alrededor de un 25% de los inventarios hay libros,
aunque en poblaciones más pequeñas baja la proporción (Valladolid
12%, Murcia 7%). Eso sí, en nuestro estudio partimos de inventarios
con libros, por lo que no podemos aportar porcentajes en este sentido.
Volviendo a los problemas de los libros, dividiré los dudosos en tres
grandes categorías, lo que me servirá para poner ejemplos de los inven-
tarios del período analizado15:

1.3.1. Libros de difícil identificación actual

Si bien en el momento de elaboración del inventario los autores


tenían claramente identificadas las obras, hoy resulta algo más comple-
jo. Una de las causas es la inclusión tan sólo de datos elementales, ya
que para el escribano, tasador o autor del inventario algunos datos son
innecesarios, pues su objetivo, en la mayor parte de los casos, es dife-
renciar los lotes y establecer su tasación. De ahí que se ponga el título
abreviado, elemento que aparece en la parte superior de las portadas
con tipografía más destacada («Quatro complutenses» —Bravo de Pare-
des—, «una Semana Santa» —Gil Forneli—), o el nombre del autor. A
ello hay que añadir la inclusión de varios títulos en un único registro,
la autoría múltiple en un mismo libro, la sistemática ausencia de datos
de lugar de impresión y año, o las inevitables abreviaturas y errores
paleográficos.
Y si resulta compleja la identificación de los impresos, aún más es la
de los manuscritos, excepto que la biblioteca se localice en la actuali-

13
Ver también en este libro Díez Borque: «Problemas de los inventarios de
bibliotecas» (2.1.1).
14
Ver nota anterior.
15
A continuación del ejemplo irá el nombre del poseedor de la biblioteca,
que podrá comprobarse en el anexo final.
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58 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

dad. Expresiones como «varios manuscriptos» (Aragón), «varios trata-


dos manuscriptos» (Aragón), «un libro de diferentes materias manues-
cripto» (Baraona Chumacero) o «seis tomos de a quarto de diferentes
materias manuescriptos» (Baraona Chumacero) no son de mucha
ayuda a la hora de saber de qué se trata, simplemente se tasan. El pro-
blema radica en el contenido de dichos libros, pues ya afirmaba Cheva-
lier que el manuscrito tiene gran importancia para la difusión de la
literatura, tanto por la circulación de la poesía, como por las novelas
cortas16.
En otros casos puede haber cierta identificación («Varios tratados
manuscriptos de relación de Estado del año 1591 hasta el de 1632»
—Aragón—; «Otro Mano escritto obras del marqués de Santillana»
—Arroyo—; «Un libro de a quarto de matemática manuescrito de
Adán Zenturión» —Nava—).A veces es el desconocimiento de la len-
gua el que dificulta la identificación («manuscripto en griego» —Ara-
gón—), otras su carácter misceláneo, como era frecuente en el caso de
las colecciones de poesía («cartapacio de versos de diferentes poetas»
—Núñez de Guzmán—).
Así pues, la labor de edición de estos inventarios es compleja, más si
se pretende identificar los libros, pues hay que manejar muy bien las
fuentes y asumir la imposibilidad de hacerlo en múltiples casos.

1.3.2. Libros devaluados

Libros devaluados son todos aquellos que por su estado de conser-


vación o por otras características, como ser antiguos, o en lengua no
comprensible, no tienen o no se les otorga valor. De esta manera se los
suele mencionar de una forma muy genérica y se les asigna un precio
mínimo.
Son diversas las expresiones que aparecen en los inventarios: «Otros
diez i ocho libros mui pequeños de diferentes exerzizios y deboziones,
que por ser de poco valor no se ponen con yndibualidad [sic]» (Mota);
«Guevara, Epístolas y oratorio de religiosos… Menosprecio de Corte, todos
de letra antigua. Ídem Década de las vidas de los diez césares, etc. No se les
da valor por estar ympresos en letra antigua» (Díaz Román), «Terencio

16
Chevalier, 1976, pp. 45-46.
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PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 59

viejo» (González Guijelmo); «Ochenta libros en quarto y octavo de


diversos autores antiguos y varios tratados de Derecho tan viexos que
no se pueden leer, desenquadernados y sin forma, por cuya causa se
tasaron sólo en 110 rs.» (Álamo Bravo); «Un librito forrado en perga-
mino, de latín, viejo» (González Guijelmo); «2 quadernillos de poco
valor» (Jareño de la Parra).
Destaca el caso de las obras de Guevara, devaluadas por el hecho del
tipo de letra, con seguridad la gótica, que denota antigüedad; al no alu-
dirse a su mal estado, hemos de suponer que los tasadores, los maestros
libreros Juan Martín Merinero y Juan de Calatayud, primaron el valor de
un libro moderno sobre uno cuya letra era más compleja de identificar.

1.3.3. Libros de compleja identificación en la época

Son aquellos que en el momento de la elaboración del inventario


se mencionan sin apenas datos, pues suele tratarse de obras colectivas,
de pequeños volúmenes de difícil y prolija identificación, o de papeles
varios. En este caso, según Pedraza la mención del conjunto es sufi-
ciente para su identificación17. Chevalier menciona la descripción deta-
llada de los libros de formatos más grandes, mientras que los de forma-
to reducido, sobre todo la literatura de entretenimiento (novelas,
excepto de caballerías, y obras poéticas), «se reúnen en paquetes cuyo
contenido no se indica en forma pormenorizada»18.
Son variadas las expresiones que aparecen en nuestros inventarios,
que clasificaré en tres grandes grupos: contenido, otras lenguas y for-
mato.

a) Contenido: suelen ser comedias, poesías, memoriales, alegacio-


nes en derecho o sermones, principalmente:

«Prosas, poesías y relaciones diversas. Fol. Ital.» (Aragón).


«Un libro de comedias diferentes, 8 rs.» (Molina Herrera).
«Diez tomos de comedias varias 4º a seis reales cada uno, 60»
(Solís).

17
Pedraza, 1999, p. 148.
18
Chevalier, 1976, pp. 45-46.
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60 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

«Varias poesías, 1 rl.» (Martínez de Medrano).


«Un tomo de coplas de diferentes autores muy antiguos, 6 rs.»
(Zúñiga).
«Veinte y quatro memoriales y informaciones diferentes, 360
rs.» (Barahona Saravia).
«Cinco memoriales informaciones, 10 rs.» (Barahona Saravia,
1689).
«Un lío de papeles en derecho» (Baraona Chumacero, 1696).
«Mas dos libros de Allegaziones varias, 16 rs.» (Galán de la Puen-
te, 1699).
«Diez tomos diversos de sermones y tratadillos en romance, 5
rs.» (Zúñiga).
«Relaciones varias tomo en 4º» (Lastanosa, h. 1662).
«Relaciones de juras de príncipes y otras tomo en 4º» (Lastano-
sa, h. 1662).

b) Libros en otras lenguas: italianos, franceses y latinos son los que


más aparecen:

«Atado de treinta y un libros italianos de a 4º a dos reales cada


uno son 62» (Solís).
«Un atadito de libros franceses, 6» (Solís).
«Mas treynta y seis libros tocantes a diferentes materias en ytalia-
no de a quarto y a quatro reales cada uno con otro, 144 rs.»
(Vélez de Guevara).
«Mas treynta y cinco libros de a quarto en ytaliano y latinos a
real uno con otro, 35 rs.» (Vélez de Guevara).
«Mas cinquenta y quatro libros de dozavo a dos reales uno con
otro de diferentes ystorias italianos y latinos y españoles, 108 rs.»
(Vélez de Guevara).

c) Formato: tomos, libros, papeles, cuaderno, legajo, atado, a veces


con detalles de la encuadernación:

«Diez tomos de diferentes autores antiguos, 80 rs.» (Álamo


Bravo).
«Mas cinco tomos de papeles varios» (Baraona Chumacero).
«Mas treinta y quatro libros de varias materias impresos» (Barao-
na Chumacero).
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 61

PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 61

«Ciento ochenta y quatro libros pequeños diferentes de a otavo


en catorce emboltorios ajados todos en ciento cincuenta reales»
(Díez).
«Otro cuaderno grande de a folio con diferentes papeles impre-
sos y manuscriptos» (Méndez Silva).
«Otro legajo de algunos papeles sueltos impresos tocantes a dife-
rentes cosas» (Méndez Silva).
«Un tomo de quartilla enquadernado en badana colorada, 12
rs.» (Nava).
«Mas sesenta y cinco libros en quarto, ocho y diez y seis de varias
materias, impresiones y años, 65 rs.» (Queipo de Llano y Valdés).
«Varios tratados curiosos en quarto, 4 rs.» (Sarmiento Valladares).
«Un atado de quarenta tomillos de a folio a real y medio cada
uno son 60 rs.» (Sarmiento Valladares).
«Varios papeles curiosos etc. fº, 50» (Solís).
«Mas un atado de onze tomos a real cada uno, 11» (Solís).
«Un atado de doze libros a real cada uno, 12» (Solís).
«Libro pequeño de estampas» (Velázquez).
«Mas ocho libros de diferentes materias delgados, 12 rs.» (Vélez
de Guevara).

A los problemas que acabo de aludir se suman las ausencias, todo


aquello que no aparece en los inventarios y que, por una u otra cir-
cunstancia, no está. Pedraza menciona, con toda lógica, que hay libros
que no sobreviven al autor. Es una parte importante para el ámbito
literario, dado que es previsible que algunas de las ausencias sean obras
literarias. Infantes dedica un trabajo a este asunto y seguiré sus pautas19.
Hay dos tipos de ausencias:

1. Lo que falta en los inventarios, pero debería estar:

a. Biblioteca prestada: donaciones, préstamos, regalos…


b. Biblioteca devaluada: lo que no tiene valor para el registro:
volúmenes incompletos, desencuadernados, ilegibles, como
se ha visto más arriba.
c. Biblioteca silenciada: libros que debería tener el poseedor
para ejercer su profesión o como fuente para sus obras, pero

19
Infantes, 2006 [¿a o b?].
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 62

62 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

que no aparecen. Incluso parece que faltan hasta los propios


libros de los autores.
2. Lo que falta en los inventarios y es posible que estuviera:
a. Biblioteca ausente: lo que no son libros, es decir, impresos
menores, de pocos pliegos, pese a su amplia producción y
difusión. En definitiva, libros populares, libros de carácter
literario, por lo que Dadson comenta que dificulta el acerca-
miento a la literatura20.
b. Biblioteca prohibida: se quiere ocultar para evitar problemas.

A la vista de los resultados del análisis de los inventarios de la


segunda mitad del siglo XVII es palpable que se han encontrado
numerosos casos de imposible identificación y que en caso de haber-
se podido identificar con toda probabilidad podría haber aumentado
de forma significativa el número de obras literarias. A ello hay que
añadir lo que se acaba de mencionar de las ausencias, sobre todo el
caso de la «biblioteca ausente»: los impresos menores que no apare-
cen detallados.

2. LOS INVENTARIOS Y LA LITERATURA EN LA SEGUNDA MITAD DEL


SIGLO XVII

A partir de los 83 inventarios con los que se ha trabajado del perio-


do que transcurre entre 1651 y 1700, aportaré algunos datos que han
de servir de orientación, si bien no pretendo que se extrapolen a un
ámbito más general. Los ya vistos problemas y ausencias de los inventa-
rios son un factor importante a la hora de evaluar la información.Tam-
bién lo es que los inventarios estén publicados, más que nada por el
sesgo que puede tener a la hora de determinar la importancia de la
biblioteca y de los personajes. Con todo, se trata de un número más
que suficiente como para extraer algunas conclusiones.

20
«Los más populares, los que leemos más, son los que acaban estado peor, o
son prestados o se pierden porque se utilizan más frecuentemente y se cambian de
su sitio habitual en nuestras estanterías» (Dadson, 1998, 26).
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 63

PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 63

2.1. Inventarios de bibliotecas (1651-1700)

Los inventarios se reparten de manera uniforme casi todos los años,


aunque destacan los años 1661, 1662, 1667 y 1677, con cinco o seis
por año. Aunque hay inventarios de diecisiete localidades, la mayor
parte son de Madrid (40) y de Salamanca (26), por lo que se convier-
ten en los más representativos. Ello se debe a la sistemática revisión de
inventarios madrileños a cargo de José Luis Barrio Moya y al trabajo
de Ángel Weruaga sobre libros y lectura en Salamanca. El resto son de
Valladolid (2), Chinchilla (2),Alcalá, Burgos, Montserrat, Huesca, Puer-
to de Santa María, Sevilla,Toledo o Zaragoza, entre otras.

2.1.1. Libros y tipos de bibliotecas

Por lo que respecta al número de libros de los inventarios hay que


hacer un par de salvedades. En algunos casos (López Calderón, Núñez
de Guzmán y Ramírez de Prado), precisamente los de bibliotecas
museo más significativas, ha sido complejo establecer el número de
libros de los inventarios, lo que se ha hecho por aproximación; en
otros, en concreto los realizados por Weruaga, los inventarios son
incompletos, pese a que los números son precisos.Teniendo en cuenta
estas circunstancias el resultado final computado aporta una cifra
amplia que nos servirá para elaborar las estadísticas. No se han redon-
deado los números, excepto los tres arriba mencionados. El total de
libros de los 83 inventarios, con las salvedades comentadas, es de
56.176, una cifra alta que puede valer para ver la representatividad de la
literatura en el contexto librario.

2.1.1.1. Tipología según el número de libros

Atendiendo a la tipología establecida según el número de libros, el


grupo predominante es el de la biblioteca patrimonial (42), seguida por
la biblioteca museo (22), la profesional (15) y, en último lugar, la básica
(6). Puede llamar la atención el predominio de las grandes bibliotecas,
pero hay que tener en cuenta que, salvo excepciones, al tratarse de
inventarios publicados, los autores seleccionan los más importantes, por
lo que a otros efectos los datos no son relevantes estadísticamente.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 64

64 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

A continuación se detallan los datos de las bibliotecas por su núme-


ro de libros:

• Básica (hasta 15 libros): 6 bibliotecas.


Urzanqui (0), Morán (3),Torres Salcedo (3), Aguirre (12), Cabre-
ra de Paz (13), Navarro (15).
Los poseedores son un maestro, dos sacerdotes, dos mujeres y un
pintor. Llama la atención el escaso número de libros de Jerónimo
Morán, dada su condición de vicario.

• Profesional (16-60): 15 bibliotecas.


Pérez Ruiz (18), Rodríguez (26), Medrano Langarica (27), Beyón
de Caniedes (29), Hernández (29), Rodríguez de la Torre (33),
Alonso Zurdo (37), Rici (43), Mota (46),Villanueva Laredo (46),
Neira (49), Lozano (51), Nieto (51), García Ramos (53) y Ocam-
po (53).
La condición social de estos poseedores es variada, aunque con
mayoría de sacerdotes, seis (uno de ellos capellán real —Loza-
no—, otro vicario y bibliotecario —Nieto—, otro arcipreste —
Mota—), un abogado, un militar, una boticaria, un pintor, un
escribano, un maestro de niños, un barbero, un profesor universi-
tario y un secretario. Aquí se puede ver el carácter profesional de
la biblioteca, escasa para lo que se podía esperar en algunos ejem-
plos, como el de Beyón, por su condición de profesor universita-
rio, o el del bibliotecario Nieto.

• Patrimonial (61-300): 42 bibliotecas.


Gómez de Salazar (67), Abello y Valdés (68), Bracamonte (74),
Bravo de Hinojosa (74), Mexía de Tovar (78), Méndez Freire (80),
Pérez de Mendoza (95), Convento (97), Riaño y Viedma (100),
Díaz Román (106), Gil Forneli (107), Román (110), Galán de la
Puente (120), Oleguer de Montserrat (120),Vallejo (120), Austria
(121), Serra (121), Pizarro de Aragón (122), Herrera de Guzmán
(127), Zúñiga de la Cueva (128), Zabalza (129), Rodríguez de
Salamanca (134), Orea (135), López del Castillo (136), Martínez
de Medrano (139), Huerta (145), Nava Díez (151), Silva y Veláz-
quez (154), Spínola (163), Mora Trillo (172), Espinosa y Ocampo
(179), Rebolledo (222), Arroyo (237), Esquivel (244), Pedro de
Toledo (250), Gómez de Almodóvar (255), Salcedo (260), Castro
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PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 65

y Andrade (268), Puga Feijoo (271), García Varela (281), Leonardo


(297), González Grijelmo (299).
En este caso la condición social de los poseedores va siendo más
acorde con el número de libros de la biblioteca. Hay ocho nobles,
cinco eclesiásticos, varios profesores universitarios, autoridades y
cargos de la administración.También destaca la presencia de dos
estudiantes universitarios salmantinos, Pizarro y Espinosa, con
bibliotecas más que aceptables.

• Museo (301-): 21 bibliotecas.


Álvarez de Valverde (364),Valentín Díaz (379), viuda de Velázquez
(400), Álamo Bravo (417), Contreras (484), Mayers Caramuel
(519),Valero (526), Baraona Chumacero (621),Virto de Lezama
(630), Barahona Saravia (885), Lastanosa (1150), Méndez Silva
(1241), Cardoso (1350), Solís (1400), Cerda (1474), Sarmiento y
Valladares (1544), Altamirano (1843), Aragón (2756), Ramírez de
Prado (10000), Núñez de Guzmán (10000) y López Calderón
(11000).
De todas ellas destacan las tres últimas, con un volumen que sobre-
pasa los límites habituales incluso para una gran biblioteca. Cuatro
profesores universitarios, tres nobles, distintas autoridades y cargos
civiles, un obispo, un abogado, un pintor, un librero y dos escrito-
res constituyen la condición de los poseedores de estas grandes
bibliotecas, aunque la literatura no siempre está bien representada.

2.1.1.2. Poseedores

Se acaba de mencionar la condición de una parte de los poseedores


de las bibliotecas en relación con el número de libros de éstas, pero a
continuación se van a extrapolar los datos para poder establecer algu-
nas conclusiones con respecto a su clase social. Para ello aplico las cinco
categorías establecidas por Díez Borque, a las que se suman cuatro de
condición desconocida.
El grupo predominante es el formado por los profesionales liberales,
entre los que se incluye también a los docentes. Son veintiocho biblio-
tecas con un alto contenido de libros, bastantes de ellas patrimoniales,
incluso siete entrarían en la categoría de museo. El total de libros que
suman estas bibliotecas es de 18507, lo que supone un 33% del total.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 66

66 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

El siguiente grupo es el de autoridades y cargos, con diecisiete


bibliotecas. De ellas, seis son museo. Sus libros, 16.798, suman un 30%
del total, por lo que su proporción con respecto al número de bibliote-
cas es mayor.
El mismo número de bibliotecas, diecisiete, se corresponde con el
siguiente grupo, formado por los eclesiásticos, entre los cuales hay dos
obispos, otros dos vicarios, un canónigo y varios párrocos. Sus libros,
un total de 3569, no son tan numerosos como en el grupo anterior,
pese a tener el mismo número de bibliotecas, lo que supone un 6’35%.
Éste es un sector que tiene pocos libros y, como se verá más adelante,
con escasa proporción de obras literarias.
Las bibliotecas nobiliarias bajan a once, si bien con un número sig-
nificativo de libros, 14.790, un 26,64% del total. Destacan las de Núñez
de Guzmán, Pedro Antonio de Aragón y la de Juan Luis de la Cerca,
VII duque de Medinaceli.
Por último, las bibliotecas de clases trabajadoras y estudiantes, con
dos de éstos y un alarife, reúnen 411 libros, tan sólo un 0,73%. Son
pocas, si bien todas ellas entrarían en la denominación de bibliotecas
patrimoniales.
Se puede comprobar cómo la mayor parte de los libros se reparten
entre bibliotecas de profesionales liberales, de autoridades y cargos
civiles, y nobiliarias. Pese a su alto número, las eclesiásticas son poco
significativas cualitativa y cuantitativamente.

2.2. La literatura en los inventarios

Antes de pasar a revisar el contenido literario en los inventarios me


referiré, si bien muy por encima, a lo que no es literatura y que supone
la mayor parte de los libros registrados en aquellos documentos.
La literatura representa, en términos cuantitativos, una parte mínima
del conjunto de libros de los inventarios. Así, del total de 56.176, tan
sólo 1.850 son de carácter literario, lo que supone un exiguo 3,29%.

2.2.1. Lo que no es literatura

No es propósito de este apartado analizar con detalle la presencia


de textos de otros ámbitos, es evidente que conforman la gran mayoría
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 67

PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 67

de esos 56.176 libros que se reúnen en los inventarios revisados. Como


se ha visto en el apartado anterior, el tipo de poseedores es muy varia-
do, por lo que también lo es el contenido de sus bibliotecas, máxime
cuando un número significativo de ellas son patrimoniales y museo, que
cuentan en sus estantes con libros de todo tipo. Más especializadas son
las profesionales, que se adaptan al oficio o condición del poseedor.
De entre los libros no literarios abundan los de religión (vidas de
santos, libros de devoción, ascética, mística, etc.), no solo presentes en
las bibliotecas de los eclesiásticos, sino en otras en las que menos se
puede esperar una gran presencia, como la del maestro de obras Luis
Román, en que supera el 25%.
Los libros de derecho forman una parte significativa, destacando en
nuestro caso la biblioteca de Fernando Queipo de Llano y Valdés, con-
sejero de Carlos II.A ellos se suman los de legislación, no solo las reco-
pilaciones, sino también las pragmáticas y otras disposiciones sueltas.
En el ámbito literario se va a ver la amplia presencia de los clásicos
greco-latinos.
La historia en el sentido amplio (se incluirían las relaciones e impre-
sos similares) ocupa también un espacio destacado en estas bibliotecas.
Por no ser prolijos, dado que no es la parte central de nuestro estu-
dio, concluiremos diciendo que también se encuentran abundantes
libros de ciencias aplicadas (arquitectura, derecho, matemáticas, medici-
na, botánica), filosofía, emblemas, florestas, gramáticas, libros de albeite-
ría, numismática (una buena colección la tenía Vincencio Juan de Las-
tanosa) y todo el elenco de materias características de la época.

2.2.2. La literatura en las bibliotecas estudiadas

Si desglosamos los datos globales por géneros literarios, a la cabeza,


con mucha diferencia, está la poesía (1,9%), seguida del teatro (0,73%)
y de la prosa de ficción (0,65%). En términos relativos, del total de los
1.851 títulos literarios, 1069 son de poesía (57,94%), 412 de teatro
(22,27%) y 369 de prosa de ficción (19,78%). Son datos que vienen a
corroborar los ya expuestos en otros trabajos.
De las 83 bibliotecas, 71 tienen literatura (un 85,54%), cifra eleva-
da21. Eso sí, habría que matizar, puesto que 45 bibliotecas (54,21%) tie-

21
Se pueden comparar las estadísticas con las de Díez Borque (2010, pp. 35-36).
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68 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

Género Libros Sobre el total Sobre los literarios


Poesía 1069 1,9% 57,94%
Teatro 412 0,73% 22,27%
Prosa ficción 369 0,65% 19,78%
Total 1851 3,29% 100%

nen tan solo entre uno y diez libros literarios.Y las ocho que cuentan
con más de 51 títulos, reúnen 1.202 libros literarios, lo que significa un
64,97% o, dicho de otra forma, un 9,3% de bibliotecas tiene un 65%
de las obras literarias.
Los resultados absolutos son los siguientes:
0 libros: 12 bibliotecas (14,45%).
1-10: 45 (54,21%).
11-20: 9 (10,84%).
21-50: 10 (12,04%).
+ de 51: 8 (9,3%).

¿Cuáles son las principales bibliotecas literarias? En términos abso-


lutos, la del cronista de Indias, Antonio de Solís, con 296 títulos, segui-
da por la de Pedro Núñez de Guzmán, con 273; por la de Lorenzo
Ramírez de Prado, con 182; por la de Vincencio Juan de Lasanosa, con
127; y por la de Pedro Antonio de Aragón, con 107.
Ahora bien, si nos atenemos a las proporciones, la situación cambia
notablemente. Los poseedores que más obras literarias tienen son, en
primer lugar, el mercader Manuel López del Castillo, que con 94 de los
136, tiene un 69% de literatura. Le sigue Luis Zabalza, platero real, con
71 de 129, lo que supone un 55%. De las bibliotecas más cuantiosas
destaca el ya citado Antonio de Solís, cuya parte literaria (296 de 1400)
forma un 21% del total. No se queda atrás Vincencio Juan de Lastano-
sa (127 de 1.150), un 11% del conjunto.
En el otro extremo también hay casos significativos, como el del
librero Blas López Calderón, con un 0,13% (15 de 11.000 títulos), o,
curiosamente, el segundo y tercero en obras literarias, pero cuya pro-
porción se diluye en la inmensidad de sus bibliotecas; me refiero a
Pedro Núñez de Guzmán (273 de 10.000), con un 2,73%, o a Lorenzo
Ramírez de Prado (182 de 10.000), un 1,82%.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 69

PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 69

Poseedor Nº Libros Literarios


Solís,Antonio de 1.400 296
Núñez de Guzmán, Pedro 10.000 273
Ramírez de Prado, Lorenzo 10.000 182
Lastanosa,Vincencio Juan 1.150 127
Aragón, Pedro Antonio de 2.756 107
López del Castillo, Manuel 136 94
Zabalza, Luis de 129 71
Cerda,Antonio Juan Luis 474 52
Mayers Caramuel, Manuel 519 47

A continuación se muestra un cuadro por porcentajes de posesión


de textos literarios:

Poseedor Nº de libros Literarios Porcentaje


López del Castillo, Manuel 136 94 69%
Zabalza, Luis de 129 71 55%
Bravo de Hinojosa, María 74 19 25,67%
Nava Díez, Juan 151 35 23,17%
Solís,Antonio 1.400 296 21%
Román, Luis 110 17 15,45%
Leonardo,Antonio 297 44 14,81%
Méndez Freire,Antonio 80 11 13,75%

2.2.3. Géneros literarios

El análisis pormenorizado de los libros por géneros literarios se


mostrará en sucesivos capítulos de este libro, pero aquí realizaré un
avance general comparativo.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 70

70 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

Realizado el cómputo por géneros literarios, la situación varía algo


más, y es notable la diferencia entre ellos, ya apuntada en los datos
generales. La poesía aparece representada en 62 bibliotecas (74,69%), la
prosa de ficción en 47 (56,62%) y el teatro en 41 (49%). Como se
puede comprobar, una amplia mayoría de bibliotecas, las tres cuartas
partes, cuenta con alguna obra de carácter poético, mientras que algo
más de la mitad con prosa de ficción. El teatro es el que está menos
representado en las bibliotecas, pese a que el número de libros sea
mayor que en la prosa de ficción. En términos cuantitativos, buena
parte de las bibliotecas se mueve en la franja de entre uno y diez libros.
Los datos de bibliotecas con libros por géneros son los siguientes:

Títulos Poesía Prosa ficción Teatro


0 21 36 42
1-10 44 35 34
11-20 8 6 1
21-50 5 6 2
+ 51 5 0 4

Si se comparan estos datos con los aportados para la primera mitad


de siglo, hay similitudes, pero también ciertas diferencias. El porcentaje
de bibliotecas con poesía es mayor en la primera mitad (80% frente al
74,69%); con prosa de ficción las cifras son similares (58,73% frente al
56,62%); y con teatro la diferencia es más significativa a favor de la
segunda mitad de siglo (49% frente al 38,98%).

2.2.4. La literatura por clases sociales y sexo

Antes se ha comentado la extracción social de los poseedores y se


ha insistido en los factores que inciden en la publicación de los corres-
pondientes inventarios. También se ha mencionado el número de
bibliotecas de cada categoría, pero ahora corresponde saber si la condi-
ción social tiene alguna repercusión en la posesión de libros de lite-
ratura.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 71

PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 71

¿Hay alguna variación significativa en función de este parámetro o


la posesión de libros literarios se atiene siempre a la media, un 3,29%?
Tan sólo en uno de los casos, el de la nobleza, se da una proporción
similar, un 3,41%, mientras que el resto varía al alza o a la baja. En este
último sentido se encuentran las bibliotecas de sacerdotes y autorida-
des eclesiásticas, con tan sólo un 1,31% (47 de 3.569); ejemplo repre-
sentativo es el de Diego Sarmiento Valladares, obispo de Plasencia, con
nueve libros literarios de 1544 que forman su biblioteca (0,58%),
mientras que la excepción es el capellán Méndez Freire, con once
libros de literatura de los ochenta de su biblioteca, una proporción ele-
vada. Los profesionales liberales, que reúnen veintiocho bibliotecas,
también están muy por debajo de la media, con un 1,59% (296 de
18.507), lo que indica que el contenido de sus libros parece tener una
mayor orientación profesional.
Por encima de la media están las clases trabajadoras y estudiantes, si
bien tan sólo se computan tres casos, lo que puede desvirtuar las cifras.
Más significativa es la media de las bibliotecas de las autoridades y car-
gos civiles, con un 5,29% (889 de 16798). En este grupo están las
bibliotecas de Solís (296/1400), Ramírez de Prado (182/10.000), Las-
tanosa (127/1150), Zabalza (71/129), Mayers Caramuel (47/519),Vale-
ro (39/526) o Méndez Silva (34/1241).
Por último, se han extrapolado los datos por sexo, dado que hay
ocho bibliotecas cuyas poseedoras son mujeres, y el resultado está por
encima de la media, con un 4,78% (54 de 1.129). Destaca María Bravo
de Hinojosa, con 19 títulos de un total de 74.

Nº Libros Total Porcentaje


Clase social
bibl. lit. bibl. lit.

Clases trabajadoras 3 28 411 6,81%

Autoridades y cargos 17 889 16.798 5,29%

Nobleza 11 527 15.439 3,41%

Profesiones liberales 28 296 18.507 1,59%

Sacerdotes y autoridades
eclesiásticas 17 47 3.569 1,31%
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 72

72 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

2.3. La literatura en las librerías

Teniendo en cuenta las limitaciones antes citadas de los inventarios,


¿es realmente representativa la presencia de literatura? Y, por avanzar
algo más, ¿está a la par con la venta de obras por los libreros? Habría
que analizar numerosos inventarios de libreros para establecer una
comparación significativa, pero voy a realizarla a partir de dos, el de
Santiago Martín Redondo y el de Pedro Vergés, ambos madrileños
establecidos en la zona de la calle de Toledo22.

2.3.1. Santiago Martín Redondo

Martín Redondo, hijo de Bartolomé y Antonia Martín, fue librero


madrileño de la segunda mitad de siglo, pues perteneció a la Herman-
dad de San Jerónimo entre 1646 y 1695. Al firmar sus capitulaciones
matrimoniales con su segunda mujer, Josefa López de Rubalcaba, el 16
de agosto de 1662, hizo inventario de sus bienes pocos días después,
que tasó Juan de Valdés. Es una amplia relación de títulos, 606, con su
correspondiente tasación. Al tratarse de una librería son frecuentes los
ítems con más de un ejemplar, en algunos casos parece que con tiradas
completas de alguna edición editada por el mismo librero, como ocu-
rre con los Autos del Nacimiento y Nochebuena, con 1.500 ejemplares, o
los 1.600 del Guzmán de Alfarache23.
Se trata de un fondo de librería amplio y variado, con abundantes
obras religiosas, también las hay técnicas, de historia y, por supuesto,
literarias. De los 606 títulos, 73 son literarios, lo que supone un 12%
del total. Estas cifras cuadruplican las de los inventarios de bibliotecas
particulares, lo que nos podría dar alguna pista sobre las «pérdidas» y
ausencias de estas últimas. Si se realiza el análisis por géneros, la poesía

22
La biografía de Martín Redondo puede verse en Agulló, 2009, p. 188, y el
inventario en el documento 1.254; la de Vergés en pp. 332-333 y el inventario en
el documento 2.436.
23
Gomez Tejada de los Reyes, Cosme. Noche Buena. Autos al nacimiento del Hijo
de Dios. Con sus loas, villancicos, bayles y saynetes para cantar al propósito. Madrid: Por
Pablo de Val.A costa de Santiago Martin Redondo, 1661.Alemán, Mateo. Primera y
segunda parte de Guzmán de Alfarache. Madrid: Por Pablo del Val.A costa de Santiago
Martin Redondo, 1661.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 73

PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 73

sigue a la cabeza, con 39 títulos, un 6,43% del total; le sigue la prosa de


ficción, con 18, un 2,97%; y, finalmente, el teatro, 16 títulos y un 2,64%.
Los fondos de poesía son los más amplios y representativos, mientras
que los de prosa de ficción y teatro andan a la par, eso sí, siempre en
mayor proporción que los de las bibliotecas particulares.

Bibliotecas Librería
Género literario
particulares Martín Redondo
Poesía 1.072/1,9% 39/6,43%
Prosa de ficción 366/0,65% 18/2,97%
Teatro 412/0,73% 16/2,64%
Total 1.850/3,29% 73/12%

Los porcentajes de las obras literarias se dividen en: poesía, un


53,42%; prosa de ficción, 24,65%; y teatro, 21,91%. En el siguiente cua-
dro se pueden comparar los porcentajes de las bibliotecas y de la li-
brería:

Género literario Bibliotecas Librería Martín

Poesía 57,94 53,42

Prosa de ficción 19,78 24,65

Teatro 22,27 21,91

En relación con las cifras de bibliotecas se comprueba que las mayo-


res diferencias están en poesía, curiosamente menor en la librería, y en
la prosa de ficción, donde se invierten los términos. El teatro está a la
par, con cifras similares.

2.3.2. Pedro Vergés

Pedro Vergés es un mercader de libros madrileño nacido a finales


del siglo XVI. Estuvo establecido en la calle de Toledo, en la calle Mayor
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74 FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ

y en Atocha. Se casó con María de Contreras y, en segundas nupcias,


con Ana Martínez. Falleció en 1675 y se hizo inventario de sus bienes.
Tenía 1.535 ejemplares en 4º viejos, 1.901 nuevos; 1.362 en 8º vie-
jos y 1.686 en 16º, más 6.248 enlegajados. Por lo tanto, un fondo acep-
table con 844 títulos, de los cuales son literarios 72, lo que supone un
8,53%, cifra superior también a la de las bibliotecas.

Bibliotecas Martín
Género literario Martín Vergés
particulares y Vergés
Poesía 1.072/1,9% 79/5,44% 39/6,43% 40/4,33%
Prosa de ficción 366/0,65% 40/2,75% 18/2,97% 22/2,60%
Teatro 412/0,73% 26/1,79% 16/2,64% 10/1,18%
Total 1.850/3,29% 145/ 10% 73/12% 72/8,53%

Como se puede observar, los porcentajes son bastante superiores en


todos los apartados, triplicando las librerías al de bibliotecas. Por géne-
ros el orden se mantiene: sigue destacando la poesía, a continuación la
prosa y, finalmente, el teatro.
En cifras relativas se presenta el siguiente cuadro comparativo de las
bibliotecas particulares y de ambas librerías.

Librería Librería Martín/


Género literario Bibliotecas
Martín Vergés Vergés
Poesía 57,94 53,42 55,55 54,48
Prosa de ficción 19,78 24,65 30,55 27,6
Teatro 22,27 21,91 13,88 17,89

Se destaca que la poesía y el teatro siguen siendo predominantes en


el caso de las bibliotecas, mientras que la prosa de ficción ocupa más
espacio en las librerías que en las bibliotecas por casi ocho puntos por-
centuales.
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PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO 75

3. CONCLUSIONES

La dificultad del trabajo con los inventarios no ha de impedir una


buena aproximación al análisis de las obras literarias en las bibliotecas
de la segunda mitad del siglo XVII. No obstante, parece escaso el por-
centaje total de obras literarias, en especial si se atiende a la amplia pro-
ducción y difusión de la literatura en pleno Siglo de Oro.
Las características de sus productos, los más populares en formatos
pequeños y con un carácter efímero, junto con las peculiaridades de
los inventarios, reducen, no sabemos en cuántos puntos, los porcentajes
de obras de literatura. Si atendemos a las estadísticas de las dos librerías
consideradas, que contaban en sus fondos con un 10% de libros de lite-
ratura, se podría estimar que al menos ése podría ser el porcentaje de
obras literarias, y no el 3,29% que muestran los datos analizados.
El resto de parámetros habrían de ser matizados en virtud de estos
problemas, pero a día de hoy y con los datos con que contamos, tene-
mos una buena panorámica de lo que se conservaba en las bibliotecas
de la segunda mitad del siglo XVII.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS)


EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)

M.ª Soledad Arredondo

1. ALGUNAS REFLEXIONES PREVIAS

El análisis de la prosa de ficción que aparece en los inventarios de


bibliotecas de la segunda mitad del siglo XVII ofrece unos resultados
interesantes para el historiador de la literatura áurea, pero plantea un
buen número de interrogantes y problemas. Los primeros aparecen en
el escrutinio de los inventarios de bibliotecas diversas y en el vaciado
de estos para tratar de establecer el canon literario de la época; dicha
tarea suscita reflexiones y cuestiones previas, derivadas de algunos casos
concretos, que expongo a continuación.
1. La primera de ellas procede de la consideración del libro como
objeto en los inventarios post mortem del siglo XVII. Como es sabido,
entonces acudían a la casa del difunto los expertos encargados de cuan-
tificar, clasificar y valorar sus bienes, y por un lado lo hacían los espe-
cialistas en pintura y objetos preciosos, y por otro los expertos en libros
y papeles, que utilizaban criterios diferentes1. Para nuestro análisis de
las bibliotecas, y cuando los inventarios de partida son variados, porque
se pretende un amplio corpus, ha de tenerse presente que no es lo
mismo operar con datos de grandes bibliotecas, como la de Felipe IV2
o la del conde-duque de Olivares3, porque ambas contaron con un

1
Véanse Díez Borque, 2011, p. 20; Perec, 1986, pp. 26-34; y Solís de los San-
tos, 1997, que estudia a Francisco De Araoz y su De bene disponenda.
2
Estudiada por Bouza, 2005.
3
Para la historia de la biblioteca de don Gaspar de Guzmán y el contenido de
los dos catálogos que contienen la lista de obras, véase Gregorio de Andrés, 1972 y
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 78

78 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

verdadero lujo de bibliotecario: el poeta y libelista Francisco de Rioja;


o la de un escritor, como Quevedo4, que además de poeta es amante
de los libros; no es lo mismo, insisto, que operar con los datos proce-
dentes de la «librería» de un profesional de la orfebrería, o del derecho:
el orfebre y el letrado no tendrían ni el gusto, ni el personal cualificado
para asesorar en las compras y ordenar posteriormente en anaqueles.
Esto se acusará previsiblemente, tanto en el número de libros, como en
los títulos, como en la organización y estructura del propio inventario.
Por poner un ejemplo relativo a títulos escasos y, aparentemente,
caprichosos, la biblioteca del mejor pintor de la época, Diego Veláz-
quez (y recordemos la insistencia de los pintores en reivindicar la dig-
nidad de la pintura como arte liberal), nos depara la sorpresa5 de que
apenas contiene lo que hoy consideramos literatura: sólo 8 obras, la
mayoría en latín y en italiano, y en castellano sólo unas Flores de poe-
tas… y una novela pastoril mediocre: las Auroras de Diana, de Pedro de
Castro y Anaya, quizá donada por el propio autor. En cambio el tam-
bién pintor Diego Valentín Díaz6 tenía en su biblioteca casi 30 títulos
literarios, entre los tres géneros. Igualmente escasa y caprichosa parece
la biblioteca del mercader cripto-judío Diego Gómez de Salazar, que
sólo contiene un ejemplar de poesía: las muy leídas y apreciadas Acade-
mias morales de las musas, cuyo autor es Antonio Enríquez Gómez; pro-
bablemente porque el autor era, como el poseedor, también sospecho-
so de judaizar.
En cambio, cuando hay una cifra más que notable de obras litera-
rias, como en la biblioteca de Juan Valero, secretario en el Consejo de
Aragón del rey Felipe IV, sorprende, o bien la imprecisión de los títulos
en el inventario (Una historia septentrional, que puede interpretarse, y así
lo hemos hecho, como el Persiles de Cervantes); o bien que entre las
obras de poesía, que es el género mejor representado, en detrimento de
la novela7, la española casi coincide numéricamente con poesía en otras
lenguas. Efectivamente, la poesía española está bien representada en
esta biblioteca: con Acuña (Cancionero), los Argensola, Esquilache,

1973.A este respecto, véase ahora los resultados del congreso Poder y saber. Bibliote-
cas y bibliofilia en la época del conde-duque de Olivares.
4
Véase Carlos Fernández y Sofía Simoes, 2011.
5
Lo señaló Sánchez Cantón, 1925, que publicó el inventario de su biblioteca.
6
Estudiado por García Chico, 1966.
7
Remito al reciente artículo de Cayuela, 2011.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 79

Romancero general, Quevedo (Parnaso),Vicente Espinel (Rimas), Aldana,


Ausiàs March, Mena (Laberinto), Garcilaso, Lope (Rimas humanas y divi-
nas), Paravicino, etc.; pero convive con la italiana (Petrarca, Tasso,
Dante), la latina (Ovidio,Virgilio), la griega (Homero) y la portuguesa
(Camoens). Incluso en bibliotecas importantísimas por su número de
ejemplares, como la de Lorenzo Ramírez de Prado8, el inventario des-
orienta igualmente por su estructura, que divide las materias en cuatro
«clases» (libros religiosos, jurídicos, artes liberales e históricos) con un
criterio harto confuso9. Consecuencia de todo ello es la consideración
del libro con criterios y estimaciones muy distintas de las nuestras, y
hasta su ubicación en una página del inventario, o quizá en un anaquel,
absolutamente insospechada.
2. En segundo lugar, la consideración de ese objeto-libro como
herencia nos advierte de su presencia arbitraria en los inventarios, por-
que no procede de afición o elección del poseedor, que puede no
haber sido el comprador10; aspecto éste que desemboca en la cuestión
del «género», en este caso el sexo del poseedor. La actual polisemia del
término «género» favorece mi uso interesado de este, por lo que afecta
a la escasa consideración y presencia de la mujer como poseedora de
libros.
Por poner sólo un ejemplo, los inventarios de bibliotecas no indi-
can si el nombre de quien figura como testador se corresponde con un
determinado acto de lectura; y más aún, a veces quien hace el testa-
mento con disposiciones sobre sus bienes ni siquiera aparece posterior-
mente como propietario-a de una biblioteca. Es el curioso caso que se
deduce de un artículo de Francisco Cantera Burgos titulado «Una
biblioteca jurídica y unos juristas desconocidos»11. Dichos juristas des-
conocidos son el padre, marido y cuñado de la testadora. La biblioteca,
muy rica en obras de Derecho, entre ellas una muy rara de Diego de
Salcedo, es la de los Díez Velázquez más la de los Uzquiano. Pero en

8
Su inventario fue beneméritamente publicado por Joaquín de Entrambasa-
guas, 1943, y ahora está digitalizado a partir de un ejemplar de la Biblioteca Histó-
rica Marqués de Valdecilla: Inventario de la librería del señor don Lorenzo Ramírez de
Prado, Madrid, 1660.
9
A la catalogación errónea de libros se han referido Óscar Lilao, 2008-2009, y
Fernández y Simoes, 2011, en el caso de la biblioteca de Quevedo, que ya Maldo-
nado calificó de «disparatada».
10
Véase Díez Borque, 2010, p. 22, que remite a Lorenzo y Ferrero, 2004.
11
Cantera Burgos, 1953.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 80

80 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

realidad el artículo transcribe el inventario de los bienes de doña Casil-


da Velázquez Salinas, dama muy rica de Miranda de Ebro, que debió de
heredar la biblioteca de su padre, esposo y varones de la familia12. El
marido de doña Casilda murió en 1644, y ella testó en 1655, sin que se
pueda saber si algunos libros de su biblioteca eran sus propias lecturas,
y sólo los de Derecho eran de los varones; pero en ningún caso se trata
de la biblioteca del ilustre jurista Salcedo13, al que tanta importancia se
concede. De manera que a veces los datos pueden ser engañosos, por-
que en este inventario de los «desconocidos» mirandeses que poseen
un valioso «salcedo» aparecen también otras obras literarias, concreta-
mente tres, que tienen interés, porque, a mi entender, bien pudieron
ser no sólo posesión, sino lectura de D.ª Casilda: una Vida de doña Ana
Ponce de León, Condesa de Feria, libro publicado en 1615 por el jesuita
Martín de Roa, unas Horas de recreación de Guicciardini, novelliere tra-
ducido desde 1586, y una Arcadia de Lope. Las tres se atienen a los
patrones de lectura de mujeres (muy dadas a la novela, según manifies-
ta Lope de Vega en sus Novelas a Marcia Leonarda), más que a las aficio-
nes de los citados juristas de Miranda de Ebro.
Este pequeño ejemplo, unido a valiosos y recientes estudios sobre
Bibliotecas y lecturas de mujeres14, o sobre mujeres y libros15, y la contri-
bución femenina a la construcción del canon16, nos alerta sobre cues-
tiones hasta ahora apenas tenidas en cuenta. Incluso se manejan ya
datos sobre17 mujeres que sabían leer y que dirigían el negocio de sus
maridos, proponiéndose un porcentaje de un 11% de lectoras. Sin
embargo, éste es un asunto siempre delicado de precisar, porque ya se
ha señalado, a propósito de las lecturas «femeninas», que había menos
mujeres que poseyeran bibliotecas, y que aquellas cuyos inventarios se
conocen apenas tienen prosa de ficción18.

12
El artículo de Cantera se interesa sólo por las obras jurídicas; sin embargo,
según Oriol Martí Ceballos, 2005, pág. 97, hay más noticias sobre la biblioteca y la
familia, procedentes del Archivo de Protocolo de Miranda.
13
Laspéras, 1980, p. 556.
14
Cátedra y Rojo, 2004. A este respecto Prieto Bernabé ha presentado una
comunicación en el Seminario Bibliotecas privadas del Siglo de Oro español, octubre
de 2011, titulada «Lecturas literarias de mujeres madrileñas en el Siglo de Oro».
15
Guillaume, 1999.
16
Bernárdez, 2007.
17
Bernárdez, 2005.
18
Colón, 2001, p. 48.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 81

Efectivamente, en los inventarios analizados para nuestro libro sólo


aparecen once poseedoras, de muy distinta condición, incluyendo a la
citada D.ª Casilda, y la mayoría figuran en su condición de «viudas de»,
es decir, herederas del objeto libro; especialmente notables son los
casos de las libreras19, y los de algunas damas que merecen especial con-
sideración cuando la tasación de sus bienes es compartida. Es lo que
ocurre, por ejemplo, con el inventario de Doña Agustina Spinola y
Eraso «y de don Julián Palomares, marido de doña Manuela Strata y
Espínola, condesa de la Fuente del Saúco», su yerno; se trata de un
inventario20 interesante por su origen, ya que la dama era la viuda del
poderoso banquero Carlos Stratta21, y ello justifica la presencia de cier-
tos libros de géneros menores, en un conjunto no especialmente rico
en novela y teatro (sólo un libro de cada género); concretamente apa-
rece una Relación de la entrada de la princesa de Cariñán en Madrid, en
1637, sin nombre de autor, pero que escribió Ana Caro de Mallén con
una Dedicatoria a D.ª Agustina, seguramente su mecenas y, por ello,
poseedora del librito. Los inventarios de ambas propietarias apenas
revelan gustos literarios susceptibles de incluirse en un canon específi-
co de «lectura femenina». Sin embargo, como apunte malicioso, en
línea con el libro Las mujeres que leen son peligrosas22, o el de Nieves
Baranda Cortejo a lo prohibido23, me atrevo a sospechar que irán surgien-
do propietarias de bibliotecas, como van apareciendo escritoras y lec-
toras, casi tildadas de heroínas, según algunos cuadros de lectoras mos-
trados en la exposición así titulada, Heroínas24, como si el solo hecho de
leer fuera ya algo insólito, arriesgado y casi heroico.
3. En cuanto a la interpretación de los inventarios para intentar
conocer las preferencias de los lectores y establecer un canon literario,
en nuestro caso novelístico, hay que contar también con que las clasifi-
caciones de los libros en el siglo XVII se hacían muchas veces por tama-
ños, por precios, por encuadernaciones o por factores diferentes de los
criterios estéticos y genéricos que hemos ido acumulando en la histo-

19
Como el que publica Cayuela, 2011, sobre Ana de Arenas, viuda de un librero.
20
Publicado por Agulló, 2009.
21
Véase C. Sanz Ayán, 2005, pp. 162-174.
22
Bollmann, 2006.
23
Baranda, 2005.
24
Heroínas, Museo Thyssen-Bornemisza y Fundación Caja Madrid, Madrid,
marzo-junio, 2011.
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82 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

ria literaria. De manera que muchos inventarios anotan «libros», sin


más distinción, y los propios autores hablaban simplemente de «libros»:
por ejemplo, Quevedo en el soneto «Retirado en la paz de estos des-
iertos / con pocos, pero doctos libros juntos»; o Palafox y Mendoza, en
la frase que preside la entrada de la impresionante Biblioteca Palafoxia-
na, en Puebla de los Ángeles: «[…] el que se halle en un beneficio sin
libros se halla en una soledad sin consuelo, en un monte sin compañía,
en un camino sin báculo, en unas tinieblas sin guía […]».
Las palabras de los dos autores, que eran también bibliófilos, me sir-
ven para indicar la estimación del objeto libro, aunque apenas me
ocupo de ambos en las líneas que siguen, porque sólo estudio la pre-
sencia de la novela en los inventarios de bibliotecas que hemos analiza-
do. Quevedo aparece frecuentemente en estos como poeta, erudito y
político, pero no como autor del Buscón; mientras que las obras de Pala-
fox, que también aparecen en dichos inventarios, no forman parte de
nuestros intereses por ser la mayoría obras espirituales. Por lo tanto, el
término «libros» debe precisarse con el conocimiento de su género,
significativo para establecer el canon literario que regía en la segunda
mitad del siglo XVII. Lo que puede deducirse de los inventarios analiza-
dos no es sólo un canon de lectura o de posesión de libros, porque
ambas podían ser meramente utilitarias: así en el caso de los libros pro-
fesionales, o de libros estrictamente formativos o educativos25. Es tam-
bién una cuestión de gusto literario, por ejemplo, lo que induce a com-
prar y coleccionar poesía, como las obras poéticas de Quevedo, pero
no su Buscón; y una cuestión de oportunidad, como comprar y conser-
var las obras de Palafox y Mendoza, quizá porque empezaron a publi-
carse como «obras completas» por su pariente, fray José de Palafox,
entre 1659-1671, que son fechas que interesan a nuestro estudio.
Todas estas circunstancias han de tenerse en cuenta al valorar, pri-
mero, la presencia repetida de ciertas obras, y, segundo, las ausencias por
préstamo y donación, o por diversas causas26 en una franja cronológica
determinada, ya que no siempre obedecen a cuestiones de preferencia
literaria. Recientemente27 se ha relacionado la suspensión de licencias
en los años 1625-1634, estudiada por Jaime Moll en 1974, y la escasez

25
Ver Infantes, 1998, pp. 163-170.
26
Infantes, 1998, p. 168; Díez Borque, 2011, p. 20.
27
Cayuela, 2011.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 83

de libros de comedias y novelas en un inventario del año 1637.Y este


aspecto nos conduce al problema de la «duración» o perdurabilidad de
un título o de un género, y también a la eficacia o nulidad de los impe-
dimentos para que éste se «consuma»: es decir, que se compre, se lea y
se almacene en un anaquel.
En este sentido, me propongo exponer datos cuantificables, como,
por ejemplo, el número de ejemplares del Quijote que he hallado en los
inventarios vaciados, lo que parece un dato objetivo; sin embargo,
muchos inventarios recogen sólo «Don Quijote», sin decir si es la pri-
mera o la segunda parte, y si son dos los volúmenes de la obra; lo
mismo ocurre con las dos colecciones de novelas de María de Zayas,
que aparecen normalmente en los inventarios como «novelas», y sólo
en un caso como «primera y segunda parte». Pero también convendría
indagar sobre autores y títulos de novelas cuyas ausencias-presencias
hoy nos parecen llamativas y suscitan perplejidad. En ocasiones ha sido
posible deshacer equívocos en trascripciones defectuosas de inventa-
rios; en otras, por el contrario, planteamos deliberadamente dudas
genéricas (respecto a «cuento» y «fábula», porque consideramos El conde
Lucanor como prosa de ficción, pero también las fábulas de Esopo, aun-
que hoy no sintamos como «novelas» ninguna de las dos obras); o aler-
tamos sobre la ambigüedad de un título muy presente en los inventa-
rios analizados: el David perseguido (David perseguido y alivio de lastimados,
El rey penitente David arrepentido, etc.), de Cristóbal Lozano.
Igualmente, intentaré señalar preferencias marcadas por algún sub-
género, como la novela pastoril frente a la picaresca, o mostrar cómo
algunas buenas bibliotecas no tienen ni una sola novela. Adelanto que
también hay otras omisiones clamorosas, como la escasa presencia de
las Empresas de Saavedra Fajardo. Aunque no me corresponde analizar-
lo, puesto que no es autor de prosa de ficción, Saavedra es un autor que
apenas aparece en nuestros inventarios; éstos, en cambio, contienen
ejemplares de los Emblemas de Alciato, lo que puede dar a entender
que ciertas obras precisan un periodo de tiempo para asentarse y hacer-
se un hueco en las bibliotecas particulares.
En otras ocasiones llama la atención la condición social de algunos
poseedores de novela, sin que puedan sacarse conclusiones tajantes,
dada la diferencia abismal en la época, por ejemplo, entre un mercader
de libros, un alarife y un virrey de Nápoles. El mercader poseía ciento
treinta y seis libros, según el inventario de 1662, pero ¿cómo interpre-
tar que no tuviera ninguno de poesía, y sí, en cambio, treinta y un libros
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84 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

de novela? Y entre éstos, que corresponden a obras muy representativas


(Guzmán de Alfarache, La Arcadia de Lope, Para todos de Montalbán y las
Novelas de Zayas), ¿por qué no está Cervantes, presente en casi todas las
bibliotecas bien surtidas de novela? El maestro de obras madrileño Luis
Román poseía 110 libros, según el inventario realizado en 1682, pero
la novela triplica (once volúmenes) el número de ejemplares de poesía
y teatro. En cuanto a la biblioteca del virrey don Pedro de Toledo,
según el inventario de 1694, es una de las más ricas en prosa de ficción
entre las estudiadas (con 14 títulos), si la comparamos con los que él
mismo posee de poesía y de teatro; pero destaca, sobre todo, por su
enfoque monotemático, ya que la mayor parte de sus volúmenes son
libros de caballerías (Cristalián de España, Reinaldos de Montalbán, etc.) o
de ficción histórica.
Por último, y para cerrar estas salvedades iniciales, las diferencias
parecen lógicas si tenemos en cuenta que nos sirven de fuente de infor-
mación tres bibliotecas extraordinarias en cuanto al número de ejem-
plares: la de Lorenzo Ramírez de Prado, la de Vicencio Lastanosa y la
del conde de Villaumbrosa. Las tres contrastan no sólo con las de algún
maestro que no tiene nada de literatura, sino con las que tienen un
promedio de cien a quinientos libros.

2. DATOS GLOBALES

Entre las bibliotecas analizadas a partir de 83 inventarios del perio-


do 1651 a 1700, 47 de ellas tienen prosa de ficción, sea en lengua espa-
ñola, sea en lenguas extranjeras. En cuanto al número total de libros en
prosa de ficción, incluyendo novela y otros géneros como la miscelá-
nea, las fábulas e, incluso, obras de clasificación genérica polémica (La
Celestina, La Dorotea), son 369 ejemplares, de los cuales la mayor parte
están en lengua española, como ocurría en el periodo 1600-1650, ana-
lizado por Díez Borque28.
Sin embargo, en el total de los inventarios analizados, los libros en
prosa de ficción son menos numerosos que los de poesía y teatro, aunque
el cómputo exacto puede suscitar dudas, porque los inventarios, una vez
más, son imprecisos: simplemente dicen Don Quijote o Guzmán de Alfara-

28
Díez Borque, 2011, pp. 78-79.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 85

che, pero rara vez precisan si son dos volúmenes, o la primera y segunda
parte; y sólo en una ocasión las novelas de María de Zayas especifican
«primera y segunda parte», lo que da lugar a pensar si son dos libros, las
Novelas amorosas y ejemplares (1637) y los Desengaños amorosos (1647), o
bien si lo que estaba en esa biblioteca era la edición de las dos partes jun-
tas: Primera y segunda parte de las novelas amorosas, en la edición de 1659.
Sobre la condición de sus poseedores es difícil sacar conclusiones,
porque es muy variada: desde la nobleza a cronistas, pintores, secreta-
rios, maestros de obras, un inquisidor, un cura de pueblo, etc. En gene-
ral, las bibliotecas de la nobleza que hemos examinado poseen más
libros de poesía que de novela, y muchas obras en latín29. A propósito
de esto último, aunque nos interesan sobre todo las obras en lengua
española, con objeto de fijar nuestro canon literario, merece destacarse
la presencia de prosa de ficción extranjera, más de 75 libros, con títu-
los muy repetidos y de los que hay más de un volumen en ciertas
bibliotecas (los inventarios dicen, por ejemplo, dos «Boccaccios»).
Por lenguas, la más abundante es la novela italiana, que aparece en
once bibliotecas con los siguientes títulos: Boccaccio (Decamerón, Fiam-
metta, Novelle), Sannazaro (Arcadia), Sansovino (Cente novelle), Francesco
Tromba (Trebisonda historiada), Giambattista Giraldi Cinthio (Cien nove-
las, traducidas por Juan Gaitán de Vozmediano) y Ludovico Guicciar-
dini (Horas de recreación). Curiosamente30 no aparece el nombre de Mat-
teo Bandello, autor fundamental por su influencia en España en el siglo
XVII, pero sí el de sus traductores-adaptadores franceses: Pierre Boistuau
y François Belleforest, que escribieron las Histoires tragiques procedentes
de Bandello. Como es sabido31, Bandello pasa a la literatura española a
partir de éstas, convertidas en Historias trágicas ejemplares, en la traduc-
ción de Vicente Millis Godínez, libro que tampoco aparece en nuestros
inventarios, aunque sí hallamos las Historias prodigiosas, de Boistuau,
Belleforest y Tesserant, según la traducción de Andrea Pescioni.
A continuación, la novela griega y otras formas de prosa de ficción,
presente en siete bibliotecas con los siguientes autores y títulos: Esopo

29
Diez Borque, 2011, p. 26, ya anotó este dato en todas las librerías para el
periodo 1600-1650.
30
Ya lo señaló Laspéras, 1980, p. 537, donde afirma que muchos de los textos
novelísticos que habían inspirado a los autores áureos no figuraban posteriormente
en sus bibliotecas.
31
Arredondo, 1989.
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86 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

(Fábulas, sólo un registro dice «en romance»), Heliodoro (Teágenes y


Cariclea, con uno de los registros en francés), Luciano (Diálogos morales)
y Aquiles Tacio (Leucipa y Clitofonte). La novela latina, en cinco biblio-
tecas: Apuleyo (Asno de oro) y Petronio (Satiricón). La novela francesa,
que sólo aparece en dos bibliotecas, la de Antonio de Solís y la del
conde de Villaumbrosa: Olivier de la Marche (El caballero determinado,
que aparece con el nombre de su autor sin que conste la traducción de
Hernando de Acuña, que figura en otro registro como autor de la
misma novela), Queste du Graal, con título en francés, pero versiones en
varias lenguas; Saint Réal (Don Carlos), Ortigue de Vaumorière (Diane
de France, nouvelle historique); y Jean Regnault de Segrais (Nouvelles fran-
çaises ou les divertissements de la princesse Aurélie). Hay algún título curio-
so, como las Histoires nouvelles traduites de divers auteurs espagnols, que
pertenecen al mismo propietario que los dos anteriores, el conde de
Villaumbrosa, uno de los pocos inventarios que muestra un gusto muy
variado por la literatura en general, y con presencia de obras francesas.
Dichas Histoires nouvelles son una compilación bastante caprichosa de
novelitas españolas, traducidas y adaptadas al francés32, bien interesante
para las comparaciones entre novela italiana, española y francesa. Final-
mente, en portugués aparecen las obras de dos autores bien conocidos,
Bernardim de Ribeiro y Francisco Rodrigues Lobo, junto a Juan de
Reinaltes Coelho, autor de una novela manuscrita33 .
Esta presencia de la novela extranjera exigiría un análisis subsiguien-
te, dependiendo de si estas obras aparecen en los inventarios en su len-
gua original o en traducción, cosa que no siempre está clara. El mejor
ejemplo es el caso concreto del Argenis, del escocés John Barclay. La
obra fue traducida del latín por José Pellicer y Tovar en 1626, pero tam-
bién por Gabriel del Corral: Historia de Argenis y Poliarco. Sin embargo,
en nuestros inventarios aparecen como autores de esta Barclay y Pelli-
cer, nunca Gabriel del Corral. Este detalle revela que para la historia de
la ficción áurea sería interesantísimo localizar, cuantificar y analizar las
diferentes traducciones, y también las ediciones bilingües, que se cue-
lan en nuestros inventarios en alguna ocasión: La Arcadia de Sannazaro,
en español y en italiano, en la biblioteca de Ramírez de Prado; y el
caso curioso del Amadís de Gaula en francés, que figura en el inventa-

32
Ver Losada Goya, 1999, p. 16.
33
Ver Fosalba, 2008
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 87

rio del duque de Medinaceli (1673) que, por otra parte, tiene pocos
ejemplares de novela.
En cuanto a la terminología de la prosa de ficción34, apenas halla-
mos en nuestros inventarios la palabra novela, salvo en los títulos bien
conocidos de Cervantes o Zayas. Sí aparece, en cambio, en una entrada
correspondiente a Juan de Timoneda, Novelas, cuyas narraciones se
consideran hoy, generalmente, como cuentos o novelas cortas, lo que
hace pensar en la sinonimia de novela=relato breve, para la época.
Desde luego no aparece el título Patrañuelo, ni tampoco Sobremesa y ali-
vio de caminantes, sus colecciones de relatos más conocidas.
Cabe la posibilidad de que una clasificación genérica a posteriori,
como es la nuestra, que considera los libros por géneros literarios, no
fuera la más común en la generalidad de las bibliotecas particulares,
donde la clasificación se hacía, en realidad, por tamaños, por materias,
por precios, etc. Un ejemplo notable de copiosa biblioteca con una
catalogación confusa es la de Lorenzo Ramírez de Prado, como ya
hemos apuntado. Por ejemplo, el inventario incluye dos ejemplares del
Quijote y del Menandro, de Matías de los Reyes, pero se hallan entre los
«libros políticos», y no en el apartado dedicado a los libros «en lenguas
vulgares, comedias y novelas». Aumenta la confusión el que algunos
títulos están repetidos en dos apartados distintos de la sección «poetas
en lenguas vulgares», por ejemplo El Parnaso de Quevedo.
Por todas estas razones, y a propósito de Quevedo, computamos
dentro de «novela y otros géneros» lo que señalan los inventarios como
«Quevedo Obras en prosa».También incluimos en la prosa de ficción
todo lo titulado «novela de», «historia de» o «crónica de», y algunos
libros anónimos, o que no hemos identificado, más algunos títulos de
prosa latina y griega que aparecen muy frecuentemente en nuestros
inventarios, y que hoy clasificaríamos con otro marbete (fábulas o diá-
logos), asimilados a «libros de entretenimiento»35; por último, como ya
hemos señalado, incluimos en el anexo general, entre «novela y otros
géneros», una obra en prosa tan controvertida genéricamente como La
Celestina.

34
Ya señaló advertencias al respecto Díez Borque, 2010, pp. 53 y ss., para la
primera mitad del siglo.
35
Ver Cayuela, 2011, para la asimilación de comedias, novelas y libros «deste
género» en la prohibición de licencias.
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88 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

3. SUBGÉNEROS DE LA PROSA DE FICCIÓN

Si hoy analizamos por subgéneros la presencia de la prosa de ficción


en los inventarios, el mejor representado por su cuantía sería la novela
corta, seguida de la pastoril, la de caballerías, la picaresca, la bizantina y
la sentimental.

— Novela corta: 71 volúmenes, que representan 19 títulos diferen-


tes de colecciones de novelas cortas, desde las italianas de Boc-
caccio y Giraldi Cinthio, a las de Timoneda, Cervantes, Ágreda
y Vargas, Pérez de Montalbán,Tirso de Molina y Zayas.
— Libros de pastores: 49 volúmenes, con 4 títulos que se repiten
con regularidad. La mayoría es de Los siete libros de la Diana, Arca-
dia de Lope, Arcadia de Sannazaro y La Galatea de Cervantes.
— Libros de caballerías: con 42 volúmenes, aunque hay obras que
figuran en los inventarios con cierta regularidad (Historia de Pal-
merín de Oliva, Historia de Primaleón) mientras que otras apare-
cen poco, como el Tirante el Blanco. El número de volúmenes
tiene que ver con la presencia de estas obras en bibliotecas muy
notables, como la de Pedro Núñez de Guzmán, conde de
Villaumbrosa, que posee 13 libros, o la del virrey de Nápoles,
Pedro Núñez de Guzmán, cuya afición ya hemos señalado, y
que posee 12. Por el contrario, Lorenzo Ramírez de Prado no
posee ni un solo libro de esta índole.
— Libros de pícaros: 38 volúmenes con los 8 títulos más impor-
tantes del género, que están presentes en los inventarios, aunque
con distinta incidencia: Lazarillo, Guzmán, Buscón, Justina, Mar-
cos de Obregón, Alonso, mozo de muchos amos, Estebanillo González,
La garduña de Sevilla.Aparecen también títulos de temáticas pró-
ximas, como El diablo cojuelo de Vélez de Guevara y los de Salas
Barbadillo.
— Novelas bizantinas o de amor y aventuras: 18 volúmenes, con 4
títulos: Los amores de Leucipe y Clitofonte, de Aquiles Tacio, más
El peregrino, de Lope, el Persiles, de Cervantes (ambos libros así
citados en los inventarios) y el Argenis, atribuido a Barclay y a
José de Pellicer.
— Novelas sentimentales: sólo hallamos 2 libros, La cárcel de amor,
en la biblioteca de Lastanosa, y el Proceso de cartas de amores, en la
de Ramírez de Prado, más la Fiammetta de Boccaccio.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 89

Además figuran en los inventarios vaciados muchos títulos difícil-


mente clasificables por subgénero (El criticón, El conde Lucanor, La Doro-
tea de Lope), junto a la llamada «novela barroca»36: La dama beata, el
David perseguido, el Menandro de Matías de los Reyes, o las obras de
Francisco de Quintana, y libros misceláneos que incluyen novelas, poe-
mas y teatro: La Filomena y La Circe, de Lope, por ejemplo. A este res-
pecto es curioso que en la importantísima biblioteca (con 2756 libros)
de don Pedro de Aragón, virrey de Nápoles, aparezcan un buen núme-
ro de libros sin que el inventario, bastante irregular, precise título y sólo
recoja número de volúmenes (44) y número de obras (26) de Lope de
Vega, entre los que hay también narrativa: «la mitad comedias, la otra
mitad poesía y narrativa».
Es posible que lo que hoy distinguimos claramente como prosa
narrativa de ficción no se precisara tanto en los cánones genéricos del
siglo XVII.Y es posible, por ejemplo, que se distinguiera bien entre un
tratado político, o erudito, o moral, y una serie de obras mixtas37 adqui-
ridas para desempeñar funciones de entretenimiento. Por eso he inclui-
do bajo el amplio marbete «prosa de ficción» o «novela y otros géne-
ros» la Cuestión de amor, que sólo he hallado en el inventario de
Ramírez de Prado, y cuyas relaciones con la novela sentimental pone
de relieve la excelente edición de F. Vigier38.
Es también probable que un amplio apartado de obras dudosas en
cuanto a su clasificación no lo fueran en su tiempo. ¿Cómo entender
El conde Lucanor, de don Juan Manuel? ¿Como colección de cuentos o
como obra didáctica? ¿Son los cuentos didácticos en sí mismos, por su
moraleja, y, consecuentemente, las aplicaciones finales de El conde Luca-
nor unen el aprovechamiento al entretenimiento? Y La Dorotea, que
tanto se recoge en los inventarios, ¿sería entendida como novela o
como acción en prosa? Hoy no consideramos como prosa de ficción la
Floresta española, pero quizá fuera obra de entretenimiento en prosa
para sus lectores, además de un tipo determinado de miscelánea; en

36
Ripoll, 1991.
37
Díez Borque, 2011, p. 54, se refiere a la hibridación genérica, siguiendo a
Pedraza y Rodríguez, 1980, p. 79. Remito para este aspecto al número de Mélanges
de la Casa de Velázquez titulado «Géneros mixtos en el Siglo de Oro», coord. M.ª S.
Arredondo, en prensa.
38
Vigier, 2006.
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90 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

nuestros inventarios aparecen no pocas de ellas, con lo que el siglo XVII


aporta al subgénero, es decir, la mezcla de prosas y versos, como ocurre
en algunas obras de Tirso, que contienen prosa de ficción, versos y
comedias: Los cigarrales de Toledo y Deleitar aprovechando. Por último, y
para añadir una cautela más a los aspectos genéricos que hoy parecen
incuestionables: ¿Y si al lector, o al propietario de una biblioteca del
siglo XVII, le gustaba el tema pastoril, sin distinguir prosa y verso ni ver-
siones a lo divino, y por eso tenía junto a La Diana, de Montemayor,
los Pastores de Belén, de Lope?39

4. LOS AUTORES

Si estas dudas surgen en cuanto a los géneros, hay menos en cuanto


a los autores españoles de prosa de ficción que aparecen en nuestros
inventarios: son 54, porque no computamos a «Francisco de las Cue-
vas», el seudónimo con que escribe en ocasiones Francisco de Quinta-
na. El mayor número de registros corresponde a Cervantes, con 40,
salvo que computáramos La Filomena y La Circe al Lope «novelador»,
que aparece con 19 en segundo lugar; luego seguirían Mateo Alemán,
con 10, y Jorge de Montemayor, con 9. Éstos son los 54 autores, con el
número de registros y los títulos correspondientes:

Acuña, Hernando de, 1: El caballero determinado (traducción de Oli-


vier de la Marche).
Ágreda y Vargas, Diego de, 1: Doce novelas morales útiles por sus docu-
mentos.
Alcalá Yáñez, Jerónimo de, 2: Alonso, mozo de muchos amos.
Alemán, Mateo, 10: Guzmán de Alfarache.
Arce Solórzano, Juan de, 1: Acrisio y Lucidora.
Bernal, Beatriz, 2: Cristalián de España.
Camerino, José, 4: La dama beata.
Castillo Solórzano,Alonso de, 5: La garduña de Sevilla, 3; Tardes entre-
tenidas, 1; Los amantes andaluces, 1.
Castro y Anaya, Pedro de, 1: Auroras de Diana.

39
Posibilidad ya apuntada para la primera mitad del siglo XVII por Díez Bor-
que, 2011, pp. 69-72.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 91

Cervantes, Miguel de, 40: 24 Don Quijote de la Mancha; 8 Persiles y


Sigismunda; 4 Novelas ejemplares; 4 La Galatea.
Céspedes y Meneses, Gonzalo, 3: 2 Poema trágico del español Gerardo;
1 Historias peregrinas y ejemplares.
Corral, Gabriel del, 1: Cintia de Aranjuez.
Cuevas, Francisco de las (ver Quintana).
Espinel, Jacinto, 1: Pastores de sierra Bermeja.
Espinel,Vicente, 6: Vida del escudero Marcos de Obregón.
Fernández de la Ribera, Rodrigo, 1: Mesón del Mundo.
Fernández, Jerónimo, 1: Libro primero de don Belianís.
Fernández,Toribio, 1: Crónica del príncipe don Belianís.
Funes de Villalpando, Francisco Jacinto, 1: Escarmientos de Jacinto.
Gómez [Ortúñez, Ordóñez] de Calahorra, Diego, 2: Caballero del Febo.
Gómez de Luque, Gonzalo, 1: Celidón de Iberia.
Gracián, Baltasar, 6: El criticón. Hay además cuatro entradas de Obras,
sin precisar.
Juan Manuel, 7: El conde Lucanor.
Lofrasso,Antonio de, 1: Los siete libros de fortuna de amor.
López de Úbeda, Francisco [¿Fr. Bartolomé Navarrete?]40, 2: La
pícara Justina o Pícara montañesa.
Lozano, Cristóbal, 7: David perseguido, con distintos títulos.
Lucas Hidalgo, Gaspar, 1: Diálogos de apacible entretenimiento.
Martorell, Joanot, 2: Tirante el blanco.
Mercader, Gaspar, 1: Prado de Valencia.
Molina,Tirso de, 6: 2 Deleitar aprovechando, 4 Cigarrales de Toledo
Montemayor, Jorge de, 9: Los siete libros de la Diana.
Pellicer y Tovar, José, 2: Argenis.
Pérez de Montalbán, Juan, 9: 6 Para todos; 2 Sucesos y prodigios de
amor; 1 Teágenes y Cariclea.
Piña, Juan de, 2: Varias fortunas y Novelas ejemplares y prodigiosas his-
torias.
Prado,Andrés de, 1: Meriendas de ingenio.
Quevedo, Francisco de, 1: El Buscón, pero varias entradas de Obras
en prosa.
Quintana, Francisco de: 2 Historia de Hipólito y Aminta; además, con
el seudónimo Cuevas: 3 Experiencias de amor y fortuna.

40
Ver Rojo, 2004.
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92 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

Reinalte Coelho, Juan de, 1: Rosana trágica (novela manuscrita).


Reyes, Matías de los, 1: Menandro, novela fabulosa.
Rojas, Fernando de, 6: La Celestina, con estos títulos: Comedia o Tra-
gicomedia de…
Rodrigues Lobo, Francisco, 1: Primavera.
Rodríguez de Montalvo, Garci, 2: Amadís de Gaula y Sergas de
Esplandián.
Saavedra, Gonzalo de, 1: Pastores del Betis.
Salas Barbadillo,Alonso Jerónimo de, 4: 1 Corrección de vicios; 2 Esta-
feta del dios Momo; 1 Fiestas de la boda de la incasable mal casada.
Salazar,Alonso de, 1: Lepolemo, el caballero de la cruz.
San Pedro, Diego de, 1: Cárcel de amor, en español y francés, propie-
dad de Lastanosa.
Santos, Francisco, 1: El diablo anda suelto.
Segura, Juan de, 1: Proceso de cartas de amores.
Silva y Toledo, Juan, 1: Policisne de Boecia.
Silva, Feliciano de, 2: Don Florisel de Niquea.
Timoneda, Juan de, 1: Novelas.
Vega Carpio, Félix Lope de, 19: 11 Arcadia; 7 La Dorotea; 1 El pere-
grino en su patria.
¿Vega, Gabriel de la?, 4: Estebanillo González.
Vélez de Guevara, Luis, 5: El diablo cojuelo.
Zayas, María de, 4: Novelas, Novelas amorosas y ejemplares, Novelas y
desengaños, Novelas, primera y segunda parte.

A este listado hay que sumar un importantísimo anónimo, Lazarillo


de Tormes, que apenas aparece en nuestros inventarios, igual que ocurría
con los inventarios de la primera mitad del siglo. Los títulos con más
entradas, y previsiblemente los de más éxito, son: el Quijote, con 24, y
el Persiles, con 8, de Cervantes; La Arcadia, 11, y La Dorotea, 7, de Lope;
Guzmán de Alfarache, 10, de Alemán, y La Diana de Montemayor, 9.
Pero también hay títulos y autores hoy considerados secundarios que
nos sorprenden porque aparecen bastante. Es el caso de Cristóbal Loza-
no, que tiene numerosos registros del David perseguido, aunque los
asientos de los títulos, defectuosos o imprecisos, nos impidan distinguir
si corresponde a la trilogía41 de Lozano, o a otro libro de título similar

41
Ver Ripoll, 1991, p. 97.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 93

del marqués Virgilio Malvezzi, traducido al castellano en 1635.Tam-


bién ocurre con Juan Pérez de Montalbán, con 3 títulos y 9 registros, 6
de ellos con el Para todos, y 13 ejemplares de sus obras en el cómputo
general.
A la inversa, llaman la atención por su escasez el Amadís de Gaula,
casi como Tirante el Blanco, o un solo registro de La cárcel de amor, mien-
tras que vemos títulos hoy casi desconocidos, salvo para especialistas y
eruditos, también con un registro cada uno: Policisne de Boecia, una
novela manuscrita —Rosana trágica— y el Libro primero de don Belianís,
de Jerónimo Fernández.También con uno sólo el Buscón, aunque hay
muchos registros de obras en prosa de Quevedo. Caso extremo, si lo
comparamos con nuestras actuales valoraciones, es el del Lazarillo: solo
un registro, y compartido con la Propalladia de Torres Naharro, una
«vecindad» interesantísima, por otra parte, si nos preguntamos cómo
percibían el canon los propietarios de bibliotecas del XVII42.
A la vista de estos datos, podríamos acercarnos a los autores «canó-
nicos» de entre los 54 españoles. Para ello no tendremos en cuenta los
que aparecen con menos de 5 registros (Hernando de Acuña, Beatriz
Bernal, Gabriel del Corral, Juan de Piña, etc., pero también María de
Zayas), por ser cifra poco representativa. En el siguiente cuadro recoge-
mos sólo los autores presentes al menos en 5 bibliotecas distintas (no
aparecen, por tanto, Castillo Solórzano ni Salas Barbadillo), así como el
número total de sus libros en los 83 inventarios analizados (cuadro en
pág. 94).
Junto a estos autores españoles parece significativa la presencia de
otros dos extranjeros que, por las cifras, pueden ser también canónicos:
Esopo, que está en 9 bibliotecas, con un total de 11 ejemplares; y Boc-
caccio, en 7 bibliotecas, con 11 ejemplares en el total de los inventarios.

5. LOS POSEEDORES

En cuanto a los poseedores de prosa de ficción, entre las 47 biblio-


tecas que la tienen, para intentar establecer alguna relación con su clase

42
Esta coincidencia se ha señalado por Díez Borque, 2011, pp. 64-65, si bien
estaba referida al Lazarillo castigado, pero en el inventario aquí analizado no se
especifica dicho detalle.
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Nº de Nº total
Autor bibliotecas de presencias
diferentes en bibliotecas
1º Cervantes 27 41
2º Lope de Vega 14 50
3º Alemán 10 10
4º Esopo 9 11
5º Montemayor 8 9
Pérez de Montalbán 8 13
6º Boccaccio 7 11
Juan Manuel 7 7
7º Gracián 6 9
Tirso de Molina 6 8
Rojas 6 6
8º Lozano 5 15
Quintana 5 6
Espinel 5 5
Vélez de Guevara 5 5

social, lo primero que llama la atención es la escasez de poseedoras en


los inventarios ya publicados, como hemos adelantado.Y lo segundo,
las pocas sorpresas respecto a expectativas de bibliotecas ricas en litera-
tura, porque son las de Ramírez de Prado, Lastanosa y el cronista Anto-
nio de Solís. Junto a ellos, con abundante número de novelas también,
el conde de Villaumbrosa, Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, y un
contraste de oro y plata, Mayers Caramuel.
Respecto a los inventarios de mujeres es difícil llegar a alguna con-
clusión, porque en cuatro de ellos no aparece ningún título de novela,
sin que exista vinculación alguna entre este dato y su clase social: se
trata de las bibliotecas de Gertrudis Rodríguez de Salamanca (inventa-
rio de 1662); Guiomar Herrera de Guzmán, condesa de Mora (inven-
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 95

tario de 1669, con 127 libros); Magdalena de Aguirre, viuda de un


maestro de obras (inventario de 1682); Isabel de Castro y Andrade,
condesa de Oñate (inventario de 1685 con 268 libros).
El resto de las cifras tampoco parece representativo para afirmar
gustos novelísticos femeninos. Así, Casilda Velázquez, hija y esposa de
juristas (inventario de 1656), tiene dos obras: La Arcadia, de Lope de
Vega, y las Horas de recreación, de Guicciardini. Agustina Spínola Eraso,
de la nobleza (inventario de 1664, compartido con Julián Palomares, y
163 libros), sólo El criticón. María Bravo de Hinojosa, esposa de don
Luis Pereyra (inventario de 1666, con 74 libros), tiene 6 obras: Don
Quijote de la Mancha, Persiles y Sigismunda, Marcos de Obregón, La Arcadia
de Lope, Experiencias de amor y fortuna y El conde Lucanor. Antonia de
Huerta, viuda (inventario de 1668, con 145 libros), sólo una novela:
Guzmán de Alfarache. Agustina de Abelló y Valdés, viuda (inventario de
1696, con 68 libros), sólo El Quijote. En cambio sí es significativo el
que las monjas de un convento sólo tengan una obra novelística, de
título piadoso, pero con cuatro ejemplares de ella: Convento de Nues-
tra Señora de la Almudena (inventario de 1698): El grande hijo de David
más perseguido, Jesucristo Nuestro Señor.

6. ALGUNOS TÍTULOS Y ALGUNAS BIBLIOTECAS

Aunque se pueden apreciar los títulos más destacados en el listado


general de los 52 autores, puede interesar reseñar los títulos de prosa de
ficción según los inventarios analizados.
Éstos son los que aparecen en las bibliotecas más importantes43:

— Lorenzo Ramírez de Prado, escritor y consejero, inventario de


1658: Cuestión de amor, Alonso, mozo de muchos amos; La dama beata; Los
amantes andaluces; Los escarmientos de Jacinto; Deleitar aprovechando; Para
todos; Novelas ejemplares y prodigiosas historias y Varias fortunas, de Juan de
Piña; Pastores del Betis; Corrección de vicios, Estafeta del dios Momo y Fiestas
de la boda de la incasable mal casada, de Salas Barbadillo; Proceso de cartas
de amores; La Dorotea; Novelas y desengaños, de Zayas; El Quijote (1 y 2);
El criticón; David perseguido; Poema trágico del español Gerardo; Blanquerna,

43
Para el resto, ver el anexo general.
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96 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

de los estados y su doctrina; El Adonis de Amarilis; La Arcadia de Sannazaro;


De amor. Clitophontis et Leucippa; Argenis de Barclay; El príncipe Rure-
mundo, novela italiana; La Celestina; las Fábulas de Esopo.
— Vincencio Juan de Lastanosa, bibliófilo44 y mecenas, inventario
de 1662: La Arcadia, de Lope; Argenis; El asno de oro; El Buscón; Cárcel de
amor en español y francés; El conde Lucanor; El criticón; El diablo cojuelo;
La Diana; La estafeta del dios Momo y Corrección de vicios, de Salas Barba-
dillo; Experiencias de amor y fortuna (2); Novelas morales útiles por sus docu-
mentos; Segunda parte de Guzmán de Alfarache; Don Quijote de la Mancha
(2 partes); Tirante el Blanco (dos ejemplares, uno en lemosín); Montal-
bán Ocho novelas (Sucesos y prodigios de amor); Fiammetta; La Celestina;
Vida y fábulas de Esopo.
— Pedro Antonio de Aragón, virrey, inventario de 1672: Palmerín
de Oliva; Historia de Primaleón; La Galatea; Don Quijote de la Mancha; El
conde Lucanor; La Diana; La pícara montañesa; La Arcadia de Lope; Para
todos; Cigarrales de Toledo; El Decamerón; Novelle (Boccaccio); Philena; La
Celestina.
— Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa, inventario de
1677: Crónica de los dos caballeros Lisuarte de Grecia y Perion de Gaula;
Amadís; novela intitulada El Tajo; novela intitulada Rosana; Menandro, nove-
la fabulosa; Vida del caballero Lepolemo; Vida y hechos de Estebanillo Gonzá-
lez; Guzmán de Alfarache; Cristalián de España; Trabajos de Persiles; Don
Quijote; El escudero Marcos de Obregón; Don Belianís de Grecia; Caballero
del Febo; El caballero determinado; El conde Lucanor, Argenis de Pellicer y
Argenis y Poliarco de Barclay; Menina e moça; Las sergas de Esplandián;
Don Policisne de Boecia; Don Florisel de Niquea; Novelas de Juan de Timo-
neda; La pícara Justina; La Arcadia de Lope; La Dorotea; El peregrino en su
patria; Novelas de Zayas (1 y 2); Heliodoro o historia etiópica; Cien novelas
traducidas del toscano; Fiammetta; Nouvelles françaises; Recueil de pièces galan-
tes en prose et en vers; Histoires nouvelles traduites…; Diane de France; Don
Carlos nouvelle historique; La Celestina.
— Antonio de Solís, cronista de Indias, inventario de 1686: El caba-
llero determinado; Palmerín de Oliva; Guzmán de Alfarache; La Galatea;
Novelas ejemplares; Don Quijote; El conde Lucanor; Cigarrales de Toledo;
Deleitar aprovechando; La Diana; Histoire éthiopique de Théagène et Clari-

44
Además del conocido catálogo de su biblioteca, publicado por Ludwig en
1960, véase ahora el reciente artículo de Fernández Travieso y López Poza, 2011.
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 97

quea; Lucius Apuleyus; Para todos; La Arcadia, de Sannazaro; La Arcadia de


Lope; La Dorotea; Boccaccio; Decamerón; Cintia de Aranjuez; Coralbo del
caballer; Primavera de Francisco Rodrigues Lobo; Fábulas de Esopo.
— Manuel Mayers Caramuel, contraste de oro y plata, inventario
de1694: Guzmán de Alfarache; La dama beata; La garduña de Sevilla; Don
Quijote de la Mancha (1 y 2); Los trabajos de Persiles y Sigismunda; El
poema trágico del español Gerardo; Pastores de Sierra Bermeja; El criticón;
Diana; La Arcadia, de Lope; Los cigarrales de Toledo; El diablo cojuelo.
— Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, inventario de 1694: La
muerte de los siete infantes de Lara; Crónica de los nobles caballeros Oliveros
de Castilla…; Crónica del rey don Rodrigo; Libro del invencible caballero
Lepolemo; Valeriano de Hungría; Crónica del noble caballero el conde Fernán
González; Reinaldos de Montalbán, Cristalián de España, Historia del empe-
rador Carlomagno y de los doce pares de Francia; Lucio Apuleyo; Il guerrin
Meschino; Trebisonda historiada; La queste du Graal.

En contraste con estas bibliotecas notables por tantos títulos, mere-


cen destacarse por su poca variedad y número de tomos las de dos pro-
fesionales del sector: el librero Blas López Calderón (inventario de
Valladolid, 1658), que tiene 2 Quijotes, 2 Cigarrales de Toledo, 1 Diana, y
1 ejemplar de Fábulas de Esopo.Y la de Manuel López del Castillo,
mercader de libros (inventario de Madrid, 1662), que tiene 3 Guzmán
de Alfarache, 5 Arcadia de Lope, 9 Para todos, y 14 Novelas de Zayas.
No parecen especialmente significativos los datos del clero, ni depa-
ran sorpresas por su escasez de novelas: La Arcadia, del inventario del
sacerdote Miguel Alonso Zurdo (Salamanca, 1695); La Diana, del
inquisidor Pedro González Grijelmo (Sevilla, 1656); el David perseguido
del cura de la iglesia de San Miguel, Antonio Riaño (Madrid, 1659).
En cambio se percibe mayor afición por la novela entre diversos
profesionales, a pesar de que suelen tener pocos libros:

— Juan Valero, secretario de Felipe IV (Madrid, 1653), demuestra


gusto por lo pastoril: Prado de Valencia, Fortuna de amor, La Diana, La
Arcadia, de Sannazaro, pero posee también el Persiles.
— Martín Martínez de Medrano, funcionario (Madrid, 1660), posee:
La garduña de Sevilla, Tardes entretenidas, La Galatea, Mesón del mundo, Don
Belianís de Grecia, Hipólito y Aminta, Novelas amorosas y ejemplares.
— Luis de Zabalza, platero real (Madrid, 1677), posee un ejemplar
de las siguientes obras: Guzmán de Alfarache, Don Quijote, Los trabajos de
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98 M.ª SOLEDAD ARREDONDO

Persiles, David perseguido, David arrepentido, Sucesos y prodigios de amor, de


Montalbán.
— Luis Román, maestro de obras (Madrid, 1682), posee mucha
prosa de ficción, con más de un ejemplar en algún caso: Lazarillo, La
dama beata, Novelas ejemplares, Poema trágico del español Gerardo, El diablo
anda suelto, La Dorotea, El diablo cojuelo, El criticón y las Fábulas de Esopo.
— Luis Barahona Saravia, jurista (Madrid, 1689): el Quijote, Los tra-
bajos de Persiles y Sigismunda, Celidón de Iberia.
— José de Arroyo, arquitecto (Madrid 1695): La Diana, Historia de
Hipólito y Aminta, La Dorotea.
— Antonio Leonardo, del que sólo sabemos que es vecino de
Madrid, con inventario fechado en 1697, muestra que le gusta la nove-
la en distintos subgéneros: Guzmán de Alfarache, La dama beata, Marcos de
Obregón, Arcadia, La Dorotea, El diablo cojuelo, Estebanillo González.
— Miguel Nava Díez de Robles, jurado de Toledo (1698), posee:
Estebanillo González, Guzmán de Alfarache, Novelas ejemplares, El Quijote,
Marcos de Obregón, Para todos, La Dorotea y los tres títulos de Cristóbal
Lozano: David perseguido y alivio de lastimados, El rey penitente David arre-
pentido, El grande hijo de David más perseguido: Jesucristo nuestro señor.

7. CONCLUSIONES

En suma, el análisis arroja una serie de datos interesantes sobre obras


narrativas bien conocidas, que nos ilustran sobre su presencia en las
bibliotecas españolas. En ellas no faltan las que hoy nos parecen funda-
mentales (Quijote, Novelas ejemplares, Arcadia, El Peregrino en su patria
—sólo un registro—, Guzmán de Alfarache, etc.), pero echamos de
menos otras muchas. Esto no significa que éstas no se conocieran, o no
se leyeran o no se apreciaran, simplemente que no estaban en el
momento de hacer el inventario. Frente a las novelas españolas absolu-
tamente «canónicas», de las que existe más de un ejemplar en ciertas
bibliotecas, aparecen también muchos ejemplares de novela italiana y
algunos de novela francesa, pero igualmente surgen obras aisladas (Pri-
mavera, de Rodrigues Lobo, Auroras de Diana, Cintia de Aranjuez), que
parecen deslizarse caprichosamente.
Quizá lo que más sorprenda para establecer el canon literario en la
segunda mitad del siglo XVII es que todavía la narrativa pugna por
hacerse un hueco entre otros géneros más «nobles» o reputados, como
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PROSA DE FICCIÓN (NOVELA Y OTROS GÉNEROS) 99

la poesía; y que sean las bibliotecas medianas —por número de libros y


por condición social de los propietarios— las que se abren a la ficción
en prosa.Y si atendemos no ya a los títulos, sino al número de ejempla-
res, sí que percibimos una tendencia marcada por la desaparición de los
libros de caballerías, la superioridad o el prestigio de lo pastoril frente a
lo picaresco, y la abundante presencia de las colecciones de novelas
cortas en los inventarios.
Todo ello matizado, desde luego, por las cautelas que hemos enu-
merado al principio, y que exigen confrontar los resultados con un cor-
pus de inventarios que esperamos aún más completo en el futuro.
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BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 101

POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)

Álvaro Bustos Táuler

1. DE LA CREACIÓN POÉTICA A LA EDICIÓN. DE LA EDICIÓN AL


INVENTARIO

Hemos asistido a una interesante revisión del divulgadísimo tópico


sobre la difusión de la lírica en el Siglo de Oro promovido por Rodrí-
guez-Moñino en su benemérita Construcción crítica y realidad histórica en
la poesía española de los siglos XVI y XVII. Los estudios de Ruiz Pérez, Gar-
cía Aguilar y, singularmente, Dadson, por poner tres ejemplos señeros y
recientes, han mostrado varios elementos clarificadores, que matizan
aquellas célebres conclusiones del gran filólogo1. A partir de interesan-
tes repertorios de libros de poemas, de inventarios de bibliotecas y de
nóminas de poetas canónicos insertas en parnasos estamos ahora en
condiciones de trazar un panorama más exacto de la difusión de nues-
tra lírica aurisecular.
Son varias las perspectivas que han permitido ese enriquecimien-
to: el estudio del canon de autores a partir de las nóminas de poetas, el
de los inventarios de las bibliotecas particulares, el de la difusión de
una verdadera cultura poética de matriz libraria y editorial o el análi-
sis de las bibliotecas de las grandes coleccionistas de poesía, entre
otros2.Trabajos como los citados más arriba, unidos a los de Díez Bor-
que, López Bueno y Núñez Rivera, entre otros, revelan algunos aspec-
tos sugestivos relacionados con la recepción de nuestra poesía aurise-

1
Ver Rodríguez-Moñino, 1965; Ruiz Pérez, 2009; García Aguilar, 2009a y
2009c; Dadson, 2011.
2
Ver Dadson, 1998 y 2008; López Poza, 2008.
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102 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

cular3: que la relación de la lírica con la imprenta no es tan evanescen-


te como se pensó (por mucho que el género lírico no tuviera un cauce
bien delimitado en el mercado del libro), que el panorama editorial
respecto de la poesía es bastante diferente en el siglo XVI y en el XVII4 y
que el verdadero fenómeno editorial de la poesía de Lope inauguró
una vía para la difusión de poemarios en cuarto y en octavo que sirvió
de acicate para una auténtica eclosión de poetas que llevaron a las pren-
sas de Madrid sus libros de poemas.
Es cierto, por supuesto, que la vía impresa no es la única para la
lírica del Siglo de Oro, como nos han recordado con tino Chevalier,
Jauralde y tantos otros5, y que es preciso mostrarse cautelosos antes de
establecer conclusiones definitivas sobre complejos fenómenos como
los de la difusión popular, el canon o las diversas modalidades de lec-
tura. Con todo, si centramos nuestro análisis en el objeto libro y, en
particular, en el poemario o libro de poesía, parece razonable pensar
que uno de los elementos de juicio fundamentales, necesario para
completar con datos el panorama de la difusión de los libros de poesía
en el siglo XVII, es el estudio de los inventarios de las bibliotecas par-
ticulares.
Como es sabido, no otra es la perspectiva de algunos recientes tra-
bajos de Díez Borque, de su Literatura (prosa, poesía, teatro) en bibliotecas
privadas del siglo XVII y la del libro entero que el lector tiene en sus
manos. No es preciso detenernos ahora en las ventajas e inconvenien-
tes de este tipo de aproximación teórica y práctica, pues son bien cono-

3
Díez Borque, 2010 (véase la bibliografía manejada por Díez Borque en sus
trabajos de este volumen), López Bueno, 2008; Núñez Rivera, 2008.
4
De ahí que el amplio título de Rodríguez-Moñino resulte excesivamente
uniformador. Dadson concluye su trabajo afirmando lo siguiente: «de lo que no
cabe duda, en mi opinión, es de que entre finales del siglo XVI y principios del XVII
las condiciones literarias sufrieron un cambio bastante radical» (Dadson, 2011, p.
17).Algo similar sucede con las bibliotecas del XVII: como explica uno de los mejo-
res especialistas en este campo, Sánchez Mariana, frente a la del siglo previo, la
biblioteca del XVII amplía sus intereses y ensancha sus contenidos: se deja a un lado,
parcialmente, el ideal humanista de las grandes bibliotecas del XVI y se coleccionan
libros de todo tipo de tamaños y gran variedad de materias, poco divulgadas en la
centuria anterior: historia nacional, disciplinas científicas, libros propiamente lite-
rarios, etc. Por otra parte, es obvio que el mercado del libro y el fenómeno del
coleccionismo están mucho más desarrollados en la segunda centuria.
5
Jauralde, 1982; Chevalier, 1976.
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POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 103

cidas las limitaciones que impone el estudio de los inventarios6: estos


no son herramientas para el investigador sino meras listas de bienes,
libros incluidos, con todas las deficiencias de este tipo de comunica-
ción. Pero no conviene perder de vista la gran ventaja de su estudio, esa
frescura con que nos podemos acercar a los anaqueles de las bibliotecas
particulares del siglo XVII y el hecho palmario de que nos ofrecen un
dato de lectura y difusión poética en su tiempo.
Partiendo de esa convicción y de la amplia edición y divulgación
de inventarios de todo tipo de personas (desde el ámbito más elevado
hasta el más humilde de la escala social, pasando por escritores, acadé-
micos o libreros), Díez Borque estudió el canon poético que se deriva
de 65 inventarios de la primera mitad del siglo. El trabajo en equipo de
esta nueva fase de la investigación, visible en el repertorio de informa-
ción literaria procedente de la «Relación de inventarios» anexa al final
de este libro, me permite acercarme ahora a otros 83 diferentes, tam-
bién publicados7; son los correspondientes a la segunda mitad del XVII
y, obviamente, facilitan establecer las correspondientes comparaciones,
así como una visión de conjunto de todo el siglo que debe ponerse en
relación con los estudios del sistema literario del Siglo de Oro en su
vertiente lírica.
La ampliación del arco cronológico de estudio era una necesidad.
Como se verá en las páginas siguientes, puede decirse que, si es cierto

6
Sobre este particular, debe verse Dadson, 1998, así como Infantes, 1998, y
Pedraza, 1999. Fue una de las principales cuestiones debatidas, con ejemplos de
todo tipo, en el marco del seminario de trabajo «Bibliotecas privadas del Siglo de
Oro español» que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias de la Documentación de la
UCM los días 27 y 28 de octubre de 2011. El seminario fue organizado por el
grupo de investigación Bibliopegia (UCM) en colaboración con los miembros del
proyecto de investigación «De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos
de Oro» (FFI2009-07862), al que pertenecemos los firmantes de este volumen.
7
El abundante número de inventarios publicados por la investigación moder-
na nos ha llevado a centrarnos en ellos; dejamos al margen los posibles registros de
libros de los archivos de testamentarías y protocolos que, no lo dudamos, comple-
tarían nuestro objeto de estudio con un enorme caudal de nuevos datos. Lo cierto
es que son muchos ya los inventarios publicados por especialistas desde Entramba-
saguas (1943) hasta la actualidad (Barrio Moya, Prieto Bernabé, etc.) y nos parece
que su estudio conjunto es suficientemente representativo.Véanse, a modo de
ejemplo, Álvarez Márquez, 1988; Barrio Moya (gran especialista en la edición de
inventarios auriseculares), 1998 y 2007; Dadson, 2008;Weruaga, 2008; Prieto Ber-
nabé, 2004, etc.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 104

104 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

que hubo un salto cualitativo en la consideración del poemario en el


tránsito del XVI al XVII, no lo es menos afirmar que, a la vista de los
inventarios de las bibliotecas del siglo XVII, cabe señalar otra brecha en
los mecanismos de transmisión y difusión de la poesía impresa que se
dan en el tránsito de la primera a la segunda mitad de la centuria, toda
vez que los fenómenos editoriales de Lope y Quevedo, y de la mayoría
de los poetas del barroco español, se reflejarán mejor en las bibliotecas
de la segunda mitad, como es lógico por su cronología vital y editorial8.
En este sentido, la opción de García Aguilar, que estudia ejemplar-
mente los paratextos y contextos editoriales y compilatorios de los 193
poemarios publicados entre los años icónicos de 1543 y 1648, es enor-
memente apropiada para el marbete «Siglo de Oro» y corrige con
acierto la aproximación de Rodríguez-Moñino9; sin embargo, para la
perspectiva de las bibliotecas particulares donde terminan por reposar
los ejemplares de esos mismos poemarios, el término ad quem de 1648
resulta demasiado temprano, pues puede pasar una generación entera
hasta que se haga inventario de los libros de una biblioteca o, al menos,
hasta que un cierto listado contenga información significativa sobre la
difusión de una obra poética; se hace necesaria una horquilla más
amplia, sobre todo si queremos ponderar el eco de la novedad gongo-
rina en las bibliotecas privadas. Por otra parte, el repertorio de nóminas
de poetas que realiza Ruiz Pérez cubre el amplio arco que va de Juan
del Encina (1496) a Bances Candamo (ca. 1690) para un total de 250
listados de poetas elaborados en romances, triunfos, parnasos y otras
obras poéticas pertenecientes a ambos siglos10.
Es obvio que el estudio que proponemos en este volumen resulta
particularmente apropiado como complemento a esas perspectivas de
análisis basadas en la recepción: nos permite acercarnos a la realidad de

8
Prieto Bernabé, 2004, centra sus investigaciones en los cien años que van de
1550 a 1650. Su trabajo es imprescindible para acercarse con acierto al asunto que
nos ocupa, pero su punto de llegada, 1650, es el punto de partida de este trabajo,
por lo que servirá de marco, introducción y comparación, pero no de desarrollo.
9
En particular en la sección VI de su Poesía y edición en el Siglo de Oro (2009a,
pp. 275-362), «Una propuesta de análisis diacrónico y tipológico de los impresos
poéticos áureos (1543-1648)», así como en el completo catálogo anexo de libros
de poesía de los Siglos de Oro (pp. 365-394). Debe verse también, para la segunda
mitad del XVII, García Aguilar, 2009b.
10
Ruiz Pérez, 2008 y, sobre todo, 2009.
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POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 105

la biblioteca. En ella la nómina de poetas resulta aún más expresiva


porque habla por la voz de sus propios autores, en forma de cancione-
ros, poemarios y libros de poesía (algún manuscrito ocasionalmente)
que descansan en las librerías privadas; es el testimonio de los propios
creadores de los libros, que puede ampliarse a los clásicos considerados
canónicos y dignos de convivir con los poetas contemporáneos en esos
mismos anaqueles: en ambos casos tenemos, con todas las cautelas pre-
cisas, el expresivo dato de un libro que alguien compró y almacenó.
Un reciente, y ya indispensable, artículo de Dadson realiza un análi-
sis cercano al que proponemos11: combina el estudio de la imprenta en
el Siglo de Oro, que viene realizando ejemplarmente desde hace años,
con los datos conservados de varios fondos de libreros madrileños y de
treinta inventarios realizados entre los años 1644 y 1729 (20 de ellos en
el período que nos ocupa, 1651-1700).A partir de aquí establece algu-
nas observaciones significativas sobre el coste, la difusión y lectura de la
obra poética de los principales poetas de ese período para concluir que
«para la segunda mitad del siglo XVII el libro impreso estaba firmemen-
te asentado como vehículo principal de transmisión de la poesía»12. El
aserto es indudable, pero cabe fundamentarlo aún mejor en los 83
inventarios que manejamos en nuestro repertorio para esa segunda
mitad de la centuria.
Más interesante aún resulta el estudio de toda la evolución del perí-
odo 1600-1700 a partir del total de 148 inventarios, casi todos ellos
publicados por la investigación reciente, que manejamos en el estadio
actual de nuestra base de datos (y que iremos aumentando en posterio-
res ocasiones)13. Junto a esto, la publicación en el anexo de este volu-
men de toda la información literaria que nos ha parecido significativa
en poesía, novela y teatro, constituye un material del mayor interés para
los estudiosos (ya lo sean de autores principales o secundarios, de obras
concretas, de poseedores, de bibliotecas, de lugares, de años o décadas
de producción literaria, etc.). Conviene, pues, entrar en materia y ofre-
cer algunos datos, proporciones y números concretos acerca de la pre-
sencia de poesía en las bibliotecas del Siglo de Oro y, en particular, en

11
Dadson, 2011.
12
Dadson, 2011, p. 38.
13
Puede verse también la relación abreviada de inventarios manejados, así
como otras cuestiones relacionadas con este tipo de aproximación teórica, en la
web <www.bibliotecasparticulares.es>.
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106 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

la segunda mitad de la centuria. Lo haré con carácter introductorio y a


modo de tentativa, sin ánimo de agotar una cuestión para la que el
enorme caudal de materiales que se pone ahora a disposición de los
investigadores facilitará, sin duda, un buen número de ulteriores apro-
ximaciones.

2. POESÍA EN BIBLIOTECAS DEL SIGLO DE ORO (1651-1700)

En la segunda mitad del siglo XVII los 83 inventarios que estudia-


mos arrojan un saldo aproximado superior a los 57000 libros, tanto
literarios como no literarios. Juzgo del mayor interés los datos globales
de presencia de poesía en esas listas de bienes: 1069 entradas significati-
vas, frente a la menor cantidad en cifras absolutas de la prosa de ficción
(369) y de los libros de teatro (412).Al margen de los numerosos mati-
ces que deban hacerse (se dan en los lugares correspondientes), es
obvio que algo ha cambiado en el panorama de la impresión de libros
respecto de la centuria anterior: en los inventarios de bibliotecas priva-
das de 1651 a 1700 los poemarios duplican ampliamente a los libros y
partes teatrales, y triplican los resultados de las obras novelísticas, géne-
ro literario que sí se había divulgado a lo largo del XVI, vinculado a la
imprenta14.
La citada conclusión de Dadson acerca de la difusión del libro de
poesía, así como su corrección del planteamiento de Rodríguez-
Moñino, se hace así muy patente. Pero los datos muestran algo más: es
la poesía el género literario que mayor arraigo tiene entre las bibliote-
cas de este periodo, triplicando los números de los otros dos grandes
géneros literarios que entran en consideración. Es obvio que el teatro
tenía otro cauce para su difusión, pero la proporción en números glo-
bales muestra que aquel poseedor que tenía libros de literatura, solía
tener, en primer lugar, poesía: tan sólo en 7 de los 83 inventarios
correspondientes a 1651-1700 esta regla no se cumple. Esto demuestra
que en la segunda mitad del XVII la poesía se ha hecho claramente
impresa, en franco contraste con la centuria previa. Como dice García
Aguilar, «no fueron pocos los que se preocuparon de conservar impre-
sos de poesía en sus bibliotecas particulares, y transmitirlos como ele-

14
García Aguilar, 2009a, p. 16.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 107

POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 107

mentos, cuando no de prestigio, sí al menos de interés»15. Tal aserto


resulta mucho más apropiado para la segunda mitad del XVII que para la
primera.
Si atendemos a la proporción global de poesía en bibliotecas, la
encontramos en 63 de ellos, es decir, el 75,9%, cerca del 80% que detec-
taba Díez Borque en los inventarios correspondientes a la primera
mitad del XVII. ¿Es significativo el descenso del 4%? Creo que este leve
dato no muestra necesariamente un retroceso de la difusión de la lírica
en la segunda mitad del XVII, sino que es indicio más bien del fenómeno
de la generalización de compra y almacenamiento de todo tipo de libros
impresos en todo tipo de bibliotecas: el poemario o libro de poesías,
como antes el manuscrito poético, siempre será minoritario frente a
otros productos librarios, por lo que es lógico que se mueva con pro-
medios bajos (frente al libro religioso, moral, jurídico, histórico, etc.).
Como siempre, se hacen necesarios algunos matices a los datos esta-
dísticos de los inventarios, pues siempre puede haber factores que dis-
torsionen parcialmente las proporciones. Repárese, por ejemplo, en
que 12 inventarios de los manejados no presentan ninguna obra litera-
ria por tratarse de bibliotecas técnicas (médicos y cirujanos, por ejem-
plo, pero también clérigos o profesores del entorno académico salman-
tino) que no daban entrada a la literatura en sus estantes, o que no le
concedían el suficiente valor como para inventariarla a la muerte del
poseedor16. De modo que la minusvaloración de la poesía, incluida la
clásica, en esos 12 inventarios corre pareja con la poca estima por la
prosa de ficción y el teatro: como puede verse por la «Relación de
inventarios» (y, en particular, por el contenido detallado de los inventa-
rios correspondientes), se trata de bibliotecas profesionales, especializa-
das en materias científicas, jurídicas o teológicas, reunidas por perfiles
profesionales y técnicos como boticarios, maestros, cirujanos y algunos

15
García Aguilar, 2009a, p. 158.
16
Sobre el ámbito librario salmantino es obligada la consulta de Vicente Béca-
res, 2006, entre otros. Conviene también matizar que no es lo mismo un libro de
librería que uno «de chimenea»; el segundo puede no llegar a ser inventariado por
ser considerado de menor categoría o por tratarse de algún producto de literatura
popular impresa, algo quizá más frecuente en el caso de la poesía en pliegos (Infan-
tes 2006 y Fermín de los Reyes en este volumen). Según los datos de Infantes
(2006, p. 186), a lo largo del XVII debieron de circular unos dos millones y medio
de pliegos sueltos.
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108 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

clérigos y abogados. En sí mismas son también un interesante objeto


de estudio para la historia del libro especializado, pero, aunque nos sir-
ven como término de comparación y medición, las dejaremos al mar-
gen de algunas de nuestras prospecciones filológicas y bibliográficas.
Interesa también ponderar la proporción de poesía en el marco glo-
bal de la biblioteca inventariada porque el dato arroja un resultado
interesante que conviene tener presente: la poesía, por mucho que
crezca la porción de lectores que la estiman y que ofrezca resultados
interesantes en cifras absolutas, ocupa poco espacio en los anaqueles de
lectores, aunque sean verdaderos bibliófilos.Ya quedó dicho que otros
libros (devotos y morales, de tema histórico, didácticos, latinos, libros
profesionales, etc.) ocupan los principales espacios. Dejo fuera de estos
cálculos, por eso, los inventarios que no contienen ningún libro litera-
rio, por lo que cuento con 71 relaciones de bienes. Los porcentajes que
se deducen de los inventarios que manejo en función del número total
de libros de la biblioteca son los siguientes17:

— menos del 1% de libros de poesía: 11 bibliotecas (15,49% del


total)
— entre 1,1 y 3%: 19 bibliotecas (26,76%)
— entre 3,1 y 5%: 15 bibliotecas (21,12%)
— entre 5,1 y 7%: 6 bibliotecas (8,45%)
— entre 7,1 y 9%: 5 bibliotecas (7,04%)
— más de 9%: 7 bibliotecas (9,85%)

Hay que tener en cuenta, por otra parte, que fenómenos como la
biblioteca especializada o el interés bibliófilo cobran vigor a lo largo
del XVII y condicionan las proporciones en detrimento del promedio
de poesía. Lo prueba el hecho de que algunos grandes poseedores,
dueños de bibliotecas de varios miles de ejemplares y apreciables lecto-
res de poesía, como sabemos por varias fuentes, dedican a esta menos
del 2% del total de su biblioteca. Es el caso, por poner dos ejemplos

17
Sigo las pautas de Díez Borque (2010, p. 43). Ahí ofrece los siguientes datos
para los libros de la primera mitad del XVII:“se comprueba que en cuatro bibliote-
cas la presencia de poesía es inferior al 1% (6,89%); en siete entre 1,1% y 3%
(12,06%); en ocho entre 3,1% y 5% (13,79%); en cinco entre 5,1% y 7% (8,62%);
en diez entre 7,1% y 9% (17,24%); en tres entre 9,1% y 11% (5,17%); en ocho más
del 11% (13,79%)”.
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POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 109

señeros, de Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa (1,79%),


y de Lorenzo Ramírez de Prado (1,17%).
Por su interés, ofrezco en la tabla 1 el listado de los 17 poseedores
que dedican a los libros de poesía más de un 5% de su biblioteca. La
columna de la derecha contiene el promedio global de la poesía res-
pecto del total de libros.
Es obvio que estos datos merecen algunos comentarios que valoren
la heterogeneidad de criterios manejados: si un solo libro ocupa el
8,33% de la biblioteca, cabría dudar de la representatividad del dato.
Pero pienso que todos los datos, también los procedentes de pequeñas
bibliotecas, suelen mostrar facetas dignas de comentario. No puedo
detenerme en los casos particulares y en detalladas consideraciones
individuales18, pero repárese, por ejemplo, en la variedad de clases socia-
les representadas: desde poderosos nobles a un escritor y diplomático,
un clérigo bien posicionado en la corte, un arquitecto, varios altos fun-
cionarios reales, un pintor, un cronista, etc. Es obvio que todos tenían
amplio poder adquisitivo y que en ningún caso se trata de clases bajas,
pero lo interesante es la variedad de profesiones que muestran interés
por los libros de poesía, más allá de la clase nobiliaria. Por lo demás, en
general se trata de casos conocidos para la crítica.
Repárese, por otro lado, en que de los cinco primeros poseedores
dos son mujeres (habría que añadir que un tercero, Antonio Méndez

18
Dos datos curiosos, por ejemplo, relacionados con dos de los poderosos que
figuran en la tabla: sorprende la abundancia de libros de poesía de Bernardino de
Rebolledo en la biblioteca del III marqués de Flores Dávila (seis de los ocho libros
de su inventario; los otros dos son unas «Coplas de diversos autores» y unos Triunfos
de Petrarca): posiblemente tal presencia demuestra una relación de mecenazgo, o
como mínimo un intento de aproximarse al marqués por parte de este poeta y
diplomático. Pero también es llamativa la abundante proporción de poesía en la
biblioteca de Rebolledo. Lo interesante es que no encontramos entre esas 18 obras
las de los poetas canónicos españoles, sino un buen número de obras de poetas
extranjeros, clásicos e italianos: Homero, Ovidio, Lucano, pero también Dante,
Ariosto, Boiardo, Annibal Caro, Garzoni, Imperiale, Giraldi, Petrarca, Torcuato
Tasso, etc. Obviamente esto se relaciona con condicionantes biográficos (que
habría que estudiar con detalle para cada uno de los bibliófilos considerados); en el
caso de Rebolledo la abundancia de autores italianos y clásicos está en directa rela-
ción con su servicio diplomático en Italia y con su interés por preservar esos volú-
menes más raros, por mucho que por su propia obra poética deduzcamos muchas
otras lecturas de poetas españoles contemporáneos.
BIB AUREA-82

TABLA 1
Poseedores con más de un 5% de libros de poesía en sus bibliotecas (1651-1700) 110

Total Total Total


13/12/12

Año
Poseedor Clase social de libros libros % poesía
inventario
libros literatura poesía
20:50

Bravo de Hinojosa, María Noble. Mujer de don Luis 1666 74 19 13 17,56


Pereyra de Céspedes
Solís, Antonio Cronista de Indias 1686 1281 293 192 14,98
Nava Díez, Miguel Jurado de Toledo 1698 151 35 19 12,58
Página 110

Méndez Freire, Antonio Capellán de la emperatriz 1652 80 11 10 12,5


María de Austria

Spínola y Eraso, Agustina/ Nobles 1664 163 22 19 11,65


ÁLVARO BUSTOS TÁULER

Palomares, Julián

Rebolledo, Bernardino de Escritor, diplomático y 1672 225 24 23 10,22


embajador

Leonardo, Antonio Clase desconocida 1697 297 44 29 9,76


Lastanosa,Vincencio Juan de Erudito y mecenas 1662 1150 127 98 8,52

Arroyo, José de Arquitecto 1695 249 32 20 8,03


BIB AUREA-82

TABLA 1 (Cont.)

Total Total Total


Año
Poseedor Clase social de libros libros % poesía
13/12/12

inventario
libros literatura poesía

Martínez de Medrano, Martín Funcionario de Felipe IV 1660 139 19 11 7,91


20:50

Abello y Valdés, Agustina Viuda de Rodrigo Álvarez de 1696 68 7 5 7,35


Valdés

Aguirre, Magdalena de Viuda de Bernardino Sánchez, 1682 12 1 1 8,33


Página 111

maestro de obras

Rici, Francisco Pintor 1685 43 3 3 6,97

Pérez de Mendoza, Miguel Maestro de armas de Carlos II 1679 95 9 6 6,32

Zúñiga y de la Cueva, Pedro Noble. III marqués de Flores 1670 128 8 8 6,25
Dávila
POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)

Neira, Tomás de Sargento mayor de Salamanca 1700 49 6 3 6,12

Valero, Juan Secretario de Felipe IV 1653 526 39 28 5,32


111
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 112

112 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

Freire, fue capellán de la emperatriz María de Austria); parece razona-


ble poner en relación el dato, como hemos hecho en nuestras bases de
datos, con su condición de «viudas de» ciertos lectores varones, quizá
más interesados que su cónyuge, si bien el dato no deja de ser sugestivo
y merece una prospección más detallada19. Sí me interesa insistir en el
interés que se deriva de la comparación entre las columnas penúltima y
antepenúltima de la tabla anterior, es decir entre el total de libros de
literatura y el correspondiente a poemarios: la poesía ocupa un por-
centaje amplio no sólo en relación al global de los libros (lógico, pues
es el criterio que he empleado para hacer la criba), sino también en
relación a los otros dos géneros literarios considerados, novela y teatro.
No faltan casos (Méndez Freire, Spínola, Rebolledo, Zúñiga) en los
que prácticamente los únicos libros literarios que había en sus anaque-
les eran de poesía.
Obviamente la siguiente cuestión relevante es la de los poemarios
concretos que tenían estos grandes lectores de poesía (y aquellos otros
que, sin llegar al 5%, presentan valiosos repertorios de libros de versos);
incluso es posible delimitar el tipo de poesía que se leía y proponer un
canon de poetas en función de la presencia de sus libros en los inventa-
rios de las bibliotecas privadas, como ha hecho en el primer trabajo de
este libro Díez Borque para el periodo 1600-1650.
Antes de ofrecer nuevas tablas con esa información, tan sugerente
para reconstruir la recepción de la poesía impresa, me parece interesan-
te señalar un dato elocuente en torno al contraste entre poesía clásica
grecolatina (Homero,Virgilio, Ovidio, Horacio, etc.) y poesía castella-

19
Al respecto, véanse las consideraciones de M.ª Soledad Arredondo es su tra-
bajo de este volumen. Por otra parte Prieto Bernabé ha trabajado con detalle la
cuestión (2004); su comunicación en el citado seminario de octubre de 2011 versó
precisamente sobre las lecturas literarias de las mujeres en el Siglo de Oro; aunque
señaló la necesidad de manejar con cautela el concepto de biblioteca femenina,
subrayó que en algunos inventarios ciertas lecturas, típicamente femeninas, se ubi-
can en espacios domésticos: mujeres poderosas como Mencía de Mendoza,Ana de
Portugal, Brianda de la Cerda, María Pimentel o Beatriz de Bobadilla, por ejem-
plo, hablan de libros «propios» suyos. Otras mujeres lectoras de las que tenemos
datos, aunque preferentemente de crónicas y temas espirituales más que de poesía,
son Isabel de Móriz, María Francisca Luisa de Portocarrero, Lucía de Toledo (que
tenía libros de Mena y Petrarca, entre otros) o Ana Díez de Villegas. Sobre lectura y
escritura por parte de otro tipo de mujeres, las religiosas, místicas y visionarias del
XVI, debe verse Sanmartín Bastida, 2012, pp. 245-271.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 113

POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 113

na; es elocuente precisamente por el contraste que revela con el perío-


do anterior. En concreto, en el millar largo de libros de poesía corres-
pondientes a los inventarios de 1651-1700 tan sólo topamos en 185
ocasiones con poesía clásica grecolatina (de las cuales 100 pervivencias
corresponden únicamente a Ovidio y Virgilio), un 17,2% del total de
poesía. De las restantes 887 ocurrencias, encontramos poesía de otras
áreas lingüísticas: poesía petrarquista italiana, obviamente, pero también
portuguesa, con el difundidísimo Camoens principalmente, en 28 oca-
siones; en cambio, poesía francesa solo la veo en 9 solitarios casos, siem-
pre en bibliotecas de grandes bibliófilos. Casi todo lo demás es poesía
en castellano.
Estos datos y proporciones muestran un absoluto predominio de los
versos castellanos, muy por encima de los italianos y clásicos, esto es, de
los modelos literarios de nuestros propios poetas auriseculares: no solía
faltar un Virgilio, un Ovidio o un Petrarca en los anaqueles de los lec-
tores de poesía, como veremos, pero para la segunda mitad del XVII el
modelo de biblioteca (y, en concreto, el tipo de poesía almacenado) ha
evolucionado desde el paradigma humanístico e italianista al castella-
no: se ha obrado ya, por obra del mercado editorial y de las modas cor-
tesanas, el cambio de lo latino y extranjero a la lectura poética en
romance, fenómeno que no era tan visible en la primera mitad del XVII
ni, desde luego, a lo largo de la centuria precedente. En concreto, en
once bibliotecas de la primera mitad del siglo la proporción de libros
de poesía en castellano superaba el 50% del total de la biblioteca; pero
eran otras doce, diferentes claro está, las bibliotecas en las que la poesía
latina superaba la mitad del total20: tal igualdad no existe en la segunda
mitad, pues se rompe claramente en favor de los poemarios castellanos.
El estudio detallado de cada biblioteca, que puede reconstruirse a
partir del anexo final, permite precisar las proporciones. Señalaré, al
menos, dos ejemplos a modo de botones de muestra, uno de mediados
del siglo y el segundo de la generación siguiente. De la biblioteca de
Juan Valero, secretario de Felipe IV, se hizo inventario a su muerte, en
1653. De los 526 libros que ocupaban sus estanterías, 28 eran de poe-
sía, como ya se dijo. En la relación de bienes se consignan catorce obras
de poesía castellana (y alguna más dudosa), que cito por el título literal
del propio inventario: «Obras de don Francisco de Quevedo» (un Par-

20
Díez Borque 2010, p. 47.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 114

114 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

naso español de apenas cinco años antes), «Cancionero General», «Rimas


de Argensola», «Honras de la reina nuestra señora en Zaragoza», «Glosas
de don Jorge Manrique», «Las obras de Hernando de Herrera»,
«Romancero general», «Epitafio de fray Hortensio Palabesin [sic]»,
«Obras de Ausiàs March», «Glosas de Burguillos», «Obras de Garcilaso
de la Vega», «Rimas de Espinel», «Rimas de Aldana» y «Las trescientas
de Juan de Mena». Estamos ante un valioso lector de poesía, en cuya
biblioteca perviven, junto a poetas indispensables del quinientos, otros
de estricta contemporaneidad y, al tiempo, los esperables Ausiàs March,
Mena y Manrique del cuatrocientos. Encontramos también siete obras
de poesía italiana, también de autores canónicos (tres Ariostos en italia-
no y castellano,Tasso dos veces, Petrarca y Dante), a las que hay que
añadir dos poemarios de Camoens; entre los clásicos grecolatinos topa-
mos con dos Homeros y unas Metamorfosis de Ovidio.
En general, ese mismo fenómeno de primacía de lo castellano sobre
lo clásico (y sobre la poesía italiana) es visible en las décadas siguientes.
Podemos comprobarlo, por citar otro caso relevante y poco conocido,
en la pequeña pero escogida biblioteca del arquitecto José de Arroyo,
inventariada a su muerte en 1695. Constaba de 249 libros, de los cuales
32 son representativos para nuestros intereses. De los 20 libros de poe-
sía de su inventario 16 corresponden a poesía castellana (estaban bien
representados Quevedo, Lope y Ercilla, pero no falta el Marqués de
Santillana), frente a unas solitarias Canciones de Petrarca y tan solo tres
libros de poesía latina (dos Ovidios y un Virgilio).
Aunque no es momento para desgloses detenidos de tipo sociolite-
rario, no me resisto a ofrecer algunos datos que puedan ser de utilidad
para abordar la cuestión de las lecturas de nobles, por su condición de
mecenas y galvanizadores de la actividad literaria en su entorno21.
¿Leían o coleccionaban poesía los poderosos del XVII? Muchos de ellos
sí. Para mostrarlo ofrezco a continuación mis cálculos estadísticos de
once personalidades vinculadas a la nobleza de cuyas bibliotecas se
conserva inventario:

21
Sagrario López Poza (2010, pp. 19-48) ha analizado con detalle la presencia
de libros de poesía en los inventarios de tres grandes bibliófilos de los siglos XVI y
XVII (los tres próximos a la nobleza y con más de un 7% de libros de poesía sobre el
total de sus amplísimas bibliotecas). Se trata del conde Gondomar (1623), Ramírez
de Prado (ca. 1660) y Vincencio Juan de Lastanosa (ca. 1662). Dadson (2011) ha
vuelto sobre la cuestión.
BIB AUREA-82

TABLA 2
Libros de poesía en las bibliotecas de la nobleza (1651-1700)

Total Total Total % % poesía Algunos poetas


13/12/12

Año
Poseedor Cargo de libros libros global vs. otros españoles
inventario
libros literatura poesía poesía géneros representados
20:50

Bravo de Hinojosa, Noble. Mujer de 1666 74 19 13 17,56 17,56 Lope, Góngora,


María don Luis Pereyra de Boscán, Bocángel,
Céspedes Villamediana, Ercilla,
Pantaleón
Página 115

Spínola y Eraso, Noble. Mujer de 1664 163 22 19 11,65 86,36 Rimas de diversos
Agustina Julián Palomares autores

Zúñiga y de la Noble. III marqués de 1670 128 8 8 6,25 100 Coplas de diferentes
Cueva, Pedro Flores Dávila autores, Rebolledo

Toledo, Pedro de Noble.Virrey de 1694 250 26 11 4,4 42,31 Santillana, Mena,


Nápoles Cancionero general,
Boscán, Garcilaso
POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)

Aragón, Pedro Noble.Virrey de 1677 2756 105 58 2,1 55,24 Lope, Boscán, Ercilla,
Antonio de Cataluña Garcilaso, Hurtado,
Argensolas,Valbuena
115
BIB AUREA-82

TABLA 2 (Cont.)
116
Total Total Total % % poesía Algunos poetas
Año
Poseedor Cargo de libros libros global vs. otros españoles
13/12/12

inventario
libros literatura poesía poesía géneros representados

Mexía de Tovar y Noble. Tercer conde 1675 78 2 1 1,28 50,00 Camoens


20:50

Paz, Antonio de Molina de Herrera

Spínola y Eraso, Noble. Mujer de 1664 163 22 19 11,65 86,36 Rimas de diversos
Agustina Julián Palomares autores

Herrera de Guzmán, Noble. Condesa de 1669 127 9 4 3,14 44,44 Góngora, Quevedo,
Página 116

Guiomar Mora Rojas Zorrilla

Cerda, Antonio Juan Noble.VII duque de 1673 1474 52 38 2,58 73,08 Esquilache, López de
Luis de la Medinaceli Zárate, Quevedo,
Pantaleón, Ausiàs March
ÁLVARO BUSTOS TÁULER

Austria, Juan José de Noble 1681 121 2 1 0,83 50,00 Argensolas


Núñez de Guzmán, Noble. Conde de 1677 10000 270 179 1,79 66,29 Lope, Ercilla, Carvallo,
Pedro Villaumbrosa Argensolas, Mena,
Manrique

Castro y Andrade, Noble. Condesa de 1685 268 4 3 1,12 75,00 Sólo clásicos (Virgilio
Isabel de Oñate y Ovidio)
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 117

POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 117

Para facilitar la lectura y recensión de los datos he incorporado tam-


bién algunas referencias representativas sobre los poetas (tan sólo he
seleccionado españoles) que encuentro en la base de datos de inventa-
rios: es información de interés y será de utilidad tanto para el estudio
del fenómeno de las bibliotecas de nobles como para establecer opor-
tunas comparaciones en lo tocante a las clases sociales, las proporciones
y las cifras. Lo que me interesa ahora, además de mostrar las enormes
posibilidades que ofrece el estudio comparado y estadístico de los
inventarios, es subrayar, para el caso de las clases pudientes, la informa-
ción de la penúltima columna: los porcentajes de poesía en el apartado
de literatura de las bibliotecas nobiliarias son bastante elevados22.
Sin ánimo de resultar insistente, conviene retener las enormes ven-
tajas de cruzar los diferentes campos de estudio a partir de la base de
datos que manejamos. Para el estudioso interesado en la recepción de
la poesía, cabrían nuevas prospecciones: por obras o escritores concre-
tos (atendiendo a casos particulares), por poseedores, por sexo (libros
de mujeres), por autores de primer y segundo nivel, por fechas (pervi-
vencia diacrónica de una obra o autor), por categoría social, por coste
de los ejemplares tasados, etc. En próximas entregas se irá dando res-
puesta a esos interrogantes, pues el material de que disponemos ya es
suficientemente representativo.

3. POETAS Y LIBROS DE POEMAS: HACIA UN CANON DE POETAS EN LAS


BIBLIOTECAS PARTICULARES

En lo que sigue realizaré una aproximación tentativa al canon de


autores que podemos reconstruir a partir de la presencia de ciertos
poetas en las bibliotecas particulares de la segunda mitad del siglo XVII;
daré también algunas muestras del tipo de estudio que facilita el análi-
sis estadístico de los inventarios desde el punto de vista de la autoría.
Adelanto que ayudará cruzar los datos de este epígrafe con los que

22
En otra ocasión presentaré una tabla similar con otra información represen-
tativa: la de los datos de poemarios presentes en las bibliotecas de profesionales
liberales (arquitectos, maestros, escritores, etc.); esos lectores, entre los que a lo
largo del XVII cunde el interés por los libros en general y por los de poesía en par-
ticular, contribuyen a perfilar la fotografía de la difusión de la poesía en todo tipo
de bibliotecas, más allá de las nobiliarias.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 118

118 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

facilita Díez Borque en sus artículos precedentes, pues el recorrido que


va de la primera mitad a la segunda ofrece algunos cambios sintomáti-
cos, como se puede deducir de las páginas previas23.Vaya por delante
también el interés que reviste comparar mis cálculos con los que ofre-
ce Dadson en su reciente trabajo, pues también él se detiene en la
recepción de los principales poetas del Siglo de Oro en dos sugestivos
gráficos24.
De entrada, conviene recordar que tanto en los casos de los tres
grandes poetas de la primera mitad del XVII (y veremos que hay justifi-
cación en las pervivencias de los inventarios para mantener esa distin-
ción) como en los de todos los demás, importa no perder de vista los
datos editoriales de sus poemarios para ponderar el eco que la recep-
ción de estos pudo reflejar en las bibliotecas de su tiempo. Tal dato
también es importante para los grandes poetas del XVI, pues, como
sabemos, muchos fueron editados a lo largo de la primera mitad del
seiscientos, en el marco de la polémica antigongorina25. Desde luego, el
dato es también importante para la edición de los poetas clásicos.
Por otra parte, la pervivencia de los libros de poesía en los inventa-
rios de las bibliotecas privadas nos permite acercarnos a uno de los
lados del prisma; los otros nacen de la historia editorial de cada poe-
mario y de cada poeta. El aporte del estudio de las bibliotecas viene
prestigiado también porque facilita un análisis más diacrónico que sin-
crónico, es decir, el que nos interesa para ponderar el estatuto canónico
de un poeta: es patente que necesitamos abarcar períodos extensos
antes de proponer un cierto canon.
La cuestión es todavía más interesante en el caso que nos ocupa
debido a la propia cronología de los poetas y a la singular tradición
editorial de cada uno de ellos. Si atendemos a Lope, Góngora y Que-
vedo, bien conocidos por la crítica, es obvio que presentan particulari-

23
Díez Borque, 2010, pp. 45-51.
24
Dadson, 2011, pp. 30-31. Como explica Núñez Rivera, «una historia vigen-
te de la poesía del Siglo de Oro no tendría que atender únicamente a los poetas en
su conformación crítica actual, sino sobre todos a sus libros poéticos: que así se les
leyó en su tiempo, especialmente en el caso de una evolución o cambio de los
mismos» (2010, p. 192, n. 1). Exactamente esa es la gran ventaja de los inventarios:
nos permiten reconstruir el canon de autores desde el tiempo mismo de su publi-
cación y difusión editorial.
25
Núñez Rivera, 2008.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 119

POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 119

dades muy diferentes. No es cuestión de repetir aquí la relación de los


tres autores con los que les siguieron: la voracidad editorial del Lope
poeta y su calculado proyecto de conquista de la fama, el singular triun-
fo post-mortem de la lírica gongorina, lo tardío de la divulgación impre-
sa de la poesía quevedesca, etc.26. Pero sí me interesa detenerme en las
fechas de algunos de sus libros de poesía. Lope, que inaugura el mode-
lo de poeta de éxito en las prensas madrileñas, publica sus libros de
poesía a lo largo de treinta y cinco años de actividad más o menos con-
tinua (1602, 1604, 1609, 1614, 1621, 1624, 1630, 1634 y La vega del
Parnaso, póstumo, de 1637). Góngora es leído ampliamente en el XVII,
además de por la abundante transmisión manuscrita (que he tenido en
cuenta en el cómputo de los inventarios), en las ediciones que siguie-
ron a su muerte (1627,Vicuña, y 1633, Hozes).Y Quevedo, como es
sabido, se difunde mayoritariamente, y con gran éxito, a partir del Par-
naso de 1648 (González de Salas).
Acerquémonos, por otra parte, al dato de las fechas de edición de
otros poetas a los que Lope «les había mostrado el camino para ser
canonizados en vida a través de la imprenta»27. Son bien conocidas para
la historia literaria las fechas de edición de los principales poetas espa-
ñoles: Juan de Jáuregui (1618 y 1624), López de Zárate (1619), Soto de
Rojas (1623),Villamediana (1629, reeditado cinco veces más hasta
1648), Polo de Medina (1630-1633), Pantaleón de Ribera (1631, ree-
ditado tres veces más hasta 1648), etc.A estos datos es preciso añadir los
casos de ediciones más o menos «normativas», muy divulgadas en cual-
quier caso, de poetas ya fallecidos o de cronología anterior. Son fechas
significativas para mi propósito, entre otras y sin ánimo de agotar el
registro, las siguientes: Herrera (1619), Garcilaso (1622, 1626, etc.),
Figueroa (1625, 1631), San Juan de la Cruz (1618, 1627, 1630), Fran-

26
Recomiendo, al respecto, los volúmenes del grupo PASO, singularmente el
de 2010 (López Bueno, 2010). Para Lope, dentro de la bibliografía reciente, es
indispensable García Aguilar, 2006, así como su monografía de 2009a y su artículo
panorámico 2009c, disponible en la Red, que realiza un útil repaso a la edición y
difusión de los restantes poetas.Véase también Vélez-Sainz, 2006, para una comple-
ta revisión del apasionante proceso de acceso e instalación en la fama que se perci-
be en los proyectos poéticos y editoriales de Quevedo (también Cacho Casal,
2010), Cervantes y el propio Lope, entre otros. Para el caso de Góngora, ver
Carreira, 2010.
27
Es frase de Pedraza (2010, p. 390), a quien sigo en algunos datos del elenco
siguiente.
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120 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

cisco de la Torre y Fray Luis (1631), los Argensola (1634) y Camoens


(1649, aunque se le venía editando desde mucho antes: 1607, 1613,
1621, etc.).
A pesar de los escollos que plantean los inventarios de bibliotecas
particulares, es evidente que tal eclosión de libros de poesía, como la
que se infiere de los datos anteriores, debe tener su reflejo en las biblio-
tecas particulares, y, en efecto, se encuentran pervivencias de todos los
poetas citados. Eso sí, el recorrido que va de la imprenta al inventario
(que, normalmente, es post mortem) es más palpable en las relaciones de
bienes de la segunda mitad del XVII que en las de la primera, por evi-
dentes razones de cronología vital, documental y editorial.
Dicho lo anterior, vengamos a los datos de las presencias de poetas
en las bibliotecas privadas de la segunda mitad del XVII a partir de los
83 inventarios manejados. Si únicamente atendiéramos al número de
bibliotecas diferentes con obra poética de un autor, por un lado, y al
número global de pervivencias, por otro, tendríamos los siguientes
resultados28:
Son muchas las consideraciones que podrían hacerse a partir de
estos datos, aun dando por hecho su carácter provisional. En general, se
advierte el peso creciente de los poetas españoles en los inventarios de
la segunda mitad del XVII, frente a lo que sucedía en los de la primera;
reparemos, por ejemplo, en los cinco últimos nombres de la tabla:
Dante, Homero, Marcial, Horacio y Ausias Màrch ocupaban puestos
bastante más privilegiados en el canon de la cincuentena anterior. La
menor presencia de estos poetas se complementa con el ascenso de un
buen número de poetas del barroco español; no solo Lope, Góngora y

28
En realidad secundo las dos mismas categorías que propuso Díez Borque en
su artículo citado (2010, p. 48). Por su interés contrastivo, reproduzco aquí su lista-
do en función de los datos de la primera mitad del siglo (ibid.):Virgilio: 21 (48),
Ovidio: 20 (58), Petrarca: 16 (38), Lucano: 13 (18),Ariosto: 12 (24), Mena: 12 (19),
Alciato: 12 (19), Horacio: 11 (23), Lope: 9 (30),Torcuato Tasso: 8 (25), Dante: 8
(14), Boiardo: 8 (9), Juvenal: 7 (14), Garcilaso: 7 (12), Padilla: 7 (10), Ausiàs March:
7 (9), Covarrubias: 7 (7), Homero: 6 (16), Marcial: 6 (9), Prudencio: 6 (8), Barros: 6
(7). Por otra parte, para esta tabla únicamente he alterado los datos del inventario
de Antonio de Solís, gran bibliófilo y erudito: en su lista de bienes, como se ve en
el Anexo, constan 9 ejemplares de 11 obras poéticas de Lope (habría que sumar 99
más en la columna derecha); el dato, sugestivo en sí mismo, alteraría mucho las
proporciones, por lo que no he contabilizado los ejemplares repetidos de ese
inventario. En todos los demás casos sí tomo en cuenta las repeticiones.
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POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 121

Canon de poetas en bibliotecas particulares del Siglo de Oro


(1651-1700)

Nº de Nº total
Poeta bibliotecas de presencias
diferentes en bibliotecas
1º Ovidio 27 54
2º Lope de Vega 25 86
3º Virgilio 24 46
4º Góngora 23 31
5º Ariosto 21 25
6º Camoens 20 28
7º Petrarca 19 28
8º Quevedo 17 31
9º Juan de Mena 13 21
10º Torcuato Tasso 12 21
Garcilaso 12 21
11º Ercilla 11 13
Argensolas 11 13
12º Lucano 10 15
López de Zárate 10 14
Villamediana 10 10
13º Esquilache 8 11
Dante 8 9
14º Homero 7 14
15º Marcial 6 10
16º Horacio 4 8
Ausiàs March 4 4
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122 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

Quevedo (entre ellos el único que se cuela es el exitoso Camoens): el


expresivo testimonio de los inventarios muestra la difusión de poetas
como los Argensola,Villamediana o López de Zárate, algo que ya intu-
íamos por la historia editorial, pero que quizá no es visible en la cons-
trucción teórica que interpreta la lírica petrarquista de estos siglos; al
conocer el ejemplo de Lope de Vega contaban con un importante pre-
cedente y pusieron mayor cuidado en publicar y difundir sus obras
poéticas en el mercado editorial29. Junto a ellos, poetas como Garcilaso
y Ercilla seguían siendo leídos cien años después de su muerte, como
es visible por las doce y once bibliotecas que albergan sus libros de
poemas respectivamente. Creo que el entrecruzamiento de varios fac-
tores (estatuto canónico, diseño editorial, mercado de poesía y crono-
logía de publicación), explica bien los diferentes datos de la tabla, así
como la correspondiente comparación con la primera mitad del XVII.
Comprobamos que dos clásicos como Virgilio y Ovidio se mantie-
nen en posiciones principales, como en la cincuentena anterior. Ovi-
dio adelanta al autor de la Eneida, pero entre ambos aparece ya el fenó-
meno editorial de los poemarios de Lope de Vega que, en cuanto a
cifras globales de libros (incluyendo los repetidos), no tiene competi-
dor en la segunda mitad del XVII. Lucano ha caído claramente del
canon (aparecía en cuarto lugar de la tabla de la primera mitad del
XVII), pero los dos grandes auctores latinos mantienen su primacía: Ovi-
dio figura en 27 bibliotecas diferentes por las 24 de Virgilio. Los
siguientes poetas clásicos (Homero, Marcial, Horacio) están ya muy
lejos de los más difundidos: el panorama es diferente al que ofrecían las
bibliotecas humanísticas del siglo anterior.
Cabría ampliar la prospección a los poetas del renacimiento y ten-
dríamos un interesante panorama de su recepción en la segunda mitad
del XVII. ¿Quiénes siguen leyéndose? No haré aquí esa criba con deta-
lle, pero vale la pena reseñar la enorme presencia en bibliotecas espa-
ñolas de dos poetas italianos, Ariosto y Torcuato Tasso, convertidos en
canónicos para nuestros poetas petrarquistas. El poeta italiano clásico,
referencia de italianos y castellanos, sigue siendo Petrarca, que, trescien-

29
En el caso de poemarios póstumos, ese mayor cuidado editorial sigue sien-
do el dato relevante, aunque es obra (y mérito) de los familiares, discípulos o testa-
mentarios, interesados igualmente en divulgar los versos del autor fallecido (es lo
que sucede, como sabemos, con Garcilaso, Quevedo, los Argensola, Góngora,Villa-
mediana, etc.).
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POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 123

tos años después de su muerte, figura en 19 bibliotecas (aparecía en 16


bibliotecas distintas en la primera mitad). En cuanto a nuestro Garcila-
so, lo encontrábamos en 7 bibliotecas diferentes (14 presencias totales)
de la primera mitad del XVII. En la segunda cincuentena mantiene su
vigencia, pues suma 19 bibliotecas diferentes (para 28 presencias tota-
les), ya sea en las ediciones junto con Boscán o en solitario: Garcilaso
sigue siendo una referencia importante para los lectores del siglo
siguiente. En este sentido, no debe sorprender la pervivencia en los
anaqueles de un autor del XV castellano como Juan de Mena; recorde-
mos que fue considerado en el Siglo de Oro como una suerte de poeta
nacional30: si Díez Borque señalaba, para la primera mitad del XVI, su
presencia en 12 bibliotecas diferentes (para un total de 19 apariciones
contando a los que tienen más de una obra, como Gondomar o Felipe
IV), en la segunda mitad ofrece otras 21 apariciones en 13 bibliotecas
diferentes (una más que en la cincuentena anterior).
Si atendemos al gran innovador de la poesía barroca, Góngora, cuya
obra poética, como es sabido, no se publicó en vida, se le encuentra en
23 bibliotecas diferentes (31 apariciones en total). Es interesante notar
que el tipo de lector de la obra del poeta cordobés es variadísimo:
almacenan sus libros nobles, pero también un platero, Luis de Zabalza,
un maestro de obras, Luis Román, el arquitecto José de Arroyo o Juan
Tomás Baraona Chumacero, catedrático de vísperas de Cánones en
Alcalá. No deja de ser una monumental ironía que la obra poética de
Quevedo arroje el mismo número global de presencias en biblioteca
(31), aunque no se ha divulgado tanto como la de su enemigo (17
bibliotecas diferentes). La comparación entre ambos debe reconocer la
primacía de Góngora en la difusión de su obra poética en la segunda
mitad del XVII, una reflexión que la investigación filológica ha mostra-
do en algunas ocasiones y que, podemos añadir ahora, es avalada por el
estudio de los inventarios de la época.
Es llamativa la gran presencia de la poesía de Lope de Vega en las
bibliotecas de la segunda mitad del siglo. Precisamente es ese éxito el
que permite documentar mi aproximación, puesto que, como es sabi-

30
La edición del Laberinto comentada por Hernán Núñez se convirtió en
canónica y tuvo quince ediciones en los Siglos de Oro. El nuevo comentario del
Brocense (1582), sobre la base del anterior, no hizo sino aumentar aún más la difu-
sión del gran poeta cuatrocentista.Véase, por ejemplo, Gómez Moreno y Jiménez
Calvente, 1994.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 124

124 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

do, Lope ha muerto en 1635 después de desarrollar un ambicioso pro-


yecto literario que, por primera vez en la historia de la imprenta en
España, tiene un evidente correlato en el éxito editorial y publicita-
rio31. Su obra poética, que editó en vida con profusión, figura en 25
bibliotecas diferentes con un total de 86 ejemplares distintos de sus
poemarios. Gracias al estudio comparado de los inventarios podemos
analizar el caso del éxito de la poesía de Lope desde diversos puntos de
vista. Por ejemplo, a la vista de los distintos inventarios reparamos en
que algunos lectores son verdaderos apasionados del Fénix, como
puede verse fácilmente en el anexo final: Pedro Núñez de Guzmán
(conde de Villaumbrosa) tiene 14 poemarios distintos de Lope en su
biblioteca (algunos de ellos repetidos), y otros 12 suma Antonio de
Solís, cronista de Indias (†1686); recordemos que, por algún motivo
que aún desconozco, el segundo, además, poseía en el momento de su
muerte nueve ejemplares de once poemarios distintos, lo que totaliza
99 poemarios de Lope en su biblioteca.
El caso del éxito editorial indiscutible de la lírica de Lope ha mere-
cido estudios detallados que lo han abordado desde una variedad de
prismas. Gracias al elenco y a la descripción de los inventarios ya publi-
cados, podemos responder fácilmente a preguntas como quién leía la
poesía de Lope, cuánto tiempo después de su publicación figura un
cierto libro en una biblioteca, cuáles de sus poemarios fueron más
divulgados, en qué precio fueron tasados en una fecha concreta, etc. Es
obvio que dependemos de la calidad, precisión y detalle de los inventa-
rios, pero, aunque hay que contar con un cierto porcentaje de inexac-
titudes, no deja de ser una información enormemente relevante. Ofrez-
co, a modo de ejemplo y sin ánimo de agotar las 86 pervivencias de
Lope, una selección de los poemarios que aparecen en los inventarios
de la segunda mitad del XVII (la idónea para conocer su eco), así como
el poseedor del libro, su condición social y los datos editoriales (fecha y
lugar de la edición) cuando son consignados:

31
Es el fenómeno de la «masiva mercantilización de la lírica» que ha descrito
con tino García Aguilar para el caso de sus libros de poesía (entre otros lugares en
García Aguilar, 2006 y 2009a, pp. 316-319).
BIB AUREA-82

Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del XVII

Fecha Lugar Fecha


Título Poseedor Clase social
inventario edición edición
13/12/12

1653 Rimas humanas y divinas Madrid 1634 Valero, Juan Secretario de Felipe IV
del licenciado Tomé de
20:50

Burguillos
1658 Rimas humanas y divinas Madrid 1634 Ramírez de Prado, Escritor y consejero de
del licenciado Tomé de Lorenzo Indias
Burguillos
Página 125

1659 Laurel de Apolo Madrid 1630 Méndez Silva, Lorenzo Cronista de Felipe IV
y genealogista

1660 La Filomena Madrid 1621 Martínez de Medrano, Funcionario de


Martín Felipe IV

1661 La Circe Madrid 1624 Valentín Díaz, Diego Pintor

1662 La Circe Madrid 1624 Lastanosa,Vincencio Noble


POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)

Juan de

1662 Rimas Huesca 1623 Lastanosa,Vincencio Noble


Juan de
125
BIB AUREA-82

Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del XVII (Cont.)


126
Fecha Lugar Fecha
Título Poseedor Clase social
inventario edición edición
13/12/12

1662 Rimas humanas y divinas Madrid 1634 Lastanosa,Vincencio Noble


del licenciado Tomé de Juan de
20:50

Burguillos
1662 Rimas humanas y divinas Madrid 1634 Lastanosa,Vincencio Noble
del licenciado Tomé de Juan de
Burguillos
Página 126

1666 La Circe Madrid 1624 Bravo de Hinojosa, Mujer de don Luis


María Pereyra de Céspedes

1666 Rimas sacras Madrid 1624 Bravo de Hinojosa, Mujer de don Luis
María Pereyra de Céspedes
ÁLVARO BUSTOS TÁULER

1670 Rimas sacras Madrid 1619 Aragón, Pedro Antonio Virrey, grande de
de España

1677 La Circe, con otras rimas y Madrid 1624 Núñez de Guzmán, Conde de Villaumbrosa
prosas Pedro

1677 La Filomena, con otras rimas, Madrid 1621 Núñez de Guzmán, Conde de Villaumbrosa
prosas y versos Pedro
BIB AUREA-82

Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del XVII (Cont.)

Fecha Lugar Fecha


Título Poseedor Clase social
inventario edición edición
13/12/12

1677 Laurel de Apolo, con otras Madrid 1630 Núñez de Guzmán, Conde de Villaumbrosa
rimas Pedro
20:50

1677 Rimas humanas y divinas Madrid 1634 Núñez de Guzmán, Conde de Villaumbrosa
del licenciado Tomé de Pedro
Burguillos
1677 Rimas sagradas Madrid 1631 Núñez de Guzmán, Conde de Villaumbrosa
Página 127

Pedro

1677 Rimas, con el nuevo arte de Madrid 1621 Núñez de Guzmán, Conde de Villaumbrosa
hacer comedias Pedro

1677 Romancero espiritual Madrid 1665 Núñez de Guzmán, Conde de Villaumbrosa


Pedro

1680 Rimas sacras Madrid ? Pérez de Mendoza, Maestro de armas


Miguel
POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)

1686 La Circe Madrid 1624 Solís, Antonio de Cronista de Indias

1686 La Filomena Madrid 1621 Solís, Antonio de Cronista de Indias


127
BIB AUREA-82

Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del XVII (Cont.)


128
Fecha Lugar Fecha
Título Poseedor Clase social
inventario edición edición
13/12/12

1686 Laurel de Apolo, con otras Madrid 1630 Solís, Antonio de Cronista de Indias
rimas
20:50

1686 Rimas humanas y divinas Madrid 1634 Solís, Antonio de Cronista de Indias
del licenciado Tomé de
Burguillos
Página 128

1694 La Circe Madrid 1624 Mayers Caramuel, Contraste de oro y


Manuel plata

1694 Laurel de Apolo Madrid 1630 Mayers Caramuel, Contraste de oro y


Manuel plata
ÁLVARO BUSTOS TÁULER

1695 Laurel de Apolo Madrid 1630 Sarmiento y Valladares, Obispo de Plasencia e


Diego inquisidor general

1695 Romancero espiritual Madrid ? Arroyo, José de Arquitecto

1696 La Circe Madrid 1624 Abelló y Valdés, Viuda de Rodrigo


Agustina de Álvarez de Valdés
BIB AUREA-82
13/12/12
20:50

Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del XVII (Cont.)

Fecha Lugar Fecha


Título Poseedor Clase social
inventario edición edición

1696 La Jerusalén conquistada ? ? Juan Tomás Baraona Catedrático de


Página 129

Cánones Alcalá
1697 La Dragontea ? ? Antonio Leonardo

1698 Rimas humanas y divinas Madrid 1634 Gil Forneli, Antonio Ayuda de cámara de
del licenciado Tomé de Juan José de Austria
Burguillos
POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)
129
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 130

130 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

La variedad de títulos representados, la resistencia al paso del tiempo, la


frecuencia de ciertos títulos (La Circe, Laurel de Apolo, Rimas de Tomé de Burgui-
llos, etc.) y la presencia de verdaderos bibliófilos de la poesía lopesca nos
hablan, en suma, de que el éxito de la poesía de Lope, como fenómeno edito-
rial, resulta perfectamente mensurable. Es obvio que cabría hacer nuevas apro-
ximaciones y cruzar nuevos datos (poseedores de Lope, lectores bibliófilos,
clases sociales, poemarios concretos, estudio diacrónico de las ediciones, etc.);
con todo, dejo esas tablas y prospecciones para otras investigaciones y propósi-
tos en la idea de no prolongar en exceso estas páginas y limitarme a dar algu-
nas muestras de esta modalidad de estudio.

4. COLECCIONISTAS Y LECTORES DE POESÍA

La última consideración de esta aproximación al estudio estadístico


y editorial de los inventarios de bibliotecas privadas la dedico a la cues-
tión de los lectores de poesía. Quizá fuera más prudente no otorgar la
calificación de lector sino limitarnos a considerar a ciertas personalida-
des como coleccionistas de libros o bibliófilos (Gondomar, Felipe IV,
Lastanosa, etc.). Con todo, es difícil negar la condición de lector de poe-
sía a los poseedores de ciertas bibliotecas inventariadas: una abundancia
y variedad de libros de poesía como los que se perciben en Ramírez de
Prado, Núñez de Guzmán, Lastanosa o en los poseedores citados en la
primera de las tablas parece justificar la condición de lector o, al menos,
darla por supuesta. Lo interesante para mi propósito actual es compro-
bar cómo al analizar ciertas bibliotecas particularmente representativas
observo que no faltan esos grandes lectores y que, habitualmente, vali-
dan el canon de lectura citado más arriba. Es lo que sucede con la enor-
me colección de poesía de Pedro Núñez de Guzmán, conde de
Villaumbrosa y miembro del Consejo de Castilla, que en los 179 regis-
tros de poesía de su inventario confirma el canon comentado: encon-
tramos una muy notable presencia de Lope, no faltan clásicos e italianos
en menor proporción, así como algunos poetas del Barroco español;
basta una somera revisión del anexo adjunto para comprobarlo.
En esa línea cabría comentar las bibliotecas de poesía de ciertos
grandes poseedores, así como la estructura de la biblioteca en su con-
junto, o atender a los estilos literarios visibles en los distintos reperto-
rios. Por ejemplo, los 58 libros de poesía que encontramos en el inven-
tario (1672) de Pedro Antonio de Aragón, virrey de Cataluña, ofrecen
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 131

POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 131

algunos títulos fundamentales de las centurias precedentes (Cancionero


general, Mena, Garcilaso, Boscán, Herrera, Petrarca) y una presencia
incipiente de algunos poetas barrocos, con atención a los clásicos y un
marcado interés por la poesía religiosa: el Lope de las Rimas sacras,Val-
divieso, la España defendida de Suárez de Figueroa, etc. En cambio, en el
inventario de Solís (1686) encontramos una notable presencia de la
estética barroca de poetas españoles que siguieron el ejemplo editorial
modélico que había brindado Lope: junto a Ercilla o los Argensola y
un buen numero de clásicos, encontramos poemarios de Bocángel,
Carrillo Sotomayor, Espinel, Góngora, Jáuregui, López de Zárate,Villa-
mediana o Pantaleón de Ribera. El inventario de Miguel Nava Díez de
Robles (1698), jurado de la ciudad de Toledo, presenta igualmente,
pese a su reducida extensión, esta segunda pauta, como puede verse al
revisar sus registros en el anexo. El listado de bienes del militar y erudi-
to Vincencio Juan de Lastanosa (1662), mecenas de Gracián, muestra
una amplitud de horizontes y de lecturas digna de reseña: entre sus
libros, como ha visto López Poza32, no faltan un buen número de aca-
demias y reuniones poéticas (él mismo lideraba una), pero también
encontramos a Lope (abundantísimo), Quevedo, Góngora y Villame-
diana; y no faltan tampoco lecturas clásicas de la centuria anterior
como el Cancionero general, Encina, Garci Sánchez de Badajoz, Garcila-
so, Boscán o Castillejo.
Cabe también abordar estos resultados de manera pormenorizada,
atendiendo a la biblioteca de un solo poseedor. Podemos hacerlo, por
ejemplo, con los libros que guardaba a su muerte Manuel Mayers Cara-
muel (1694), rico mercader de oro y plata al servicio de los reyes de
España. De un total de 519 libros, encontramos 24 poemarios que des-
criben a un lector bastante completo:

Libros de poesía de Manuel Mayers Caramuel

Autor Título
1 Ariosto Orlando furioso
2 Camoens Rimas varias
3 Carrillo Sotomayor, Luis de Obras

32
López Poza, 2010.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 132

132 ÁLVARO BUSTOS TÁULER

Libros de poesía de Manuel Mayers Caramuel (Cont.)

Autor Título
4 Ercilla y Zúñiga, Alonso de Araucana
5 Góngora y Argote, Luis de Obras
6 Leonardo de Argensola, Lupercio Rimas
y Bartolomé
7 Leonardo de Argensola, Lupercio Rimas
y Bartolomé
8 Lope de Vega Circe
9 Lope de Vega Corona trágica
10 Lope de Vega Isidro
11 Lope de Vega Laurel de Apolo
12 López de Zárate, Francisco Obras
13 Lucano Lucano traducido
14 Manrique, Jorge Coplas
15 Mena, Juan de Trescientas
16 Ovidio Obras
17 Petrarca Triunfos
18 Quevedo Parnaso español
19 Quevedo Obras
20 Quevedo Villegas, Francisco Epicteto traducido
21 Salazar y Mardones, Cristóbal de Ilustración y defensa de la
fábula de Píramo y Tisbe
22 Tarsis, Juan de, conde de Obras
Villamediana
23 Virgilio Eneida
24 Virgilio Obras traducidas en prosa
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 133

POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 133

Como se ve, el inventario de Mayers Caramuel valida también el


canon: la presencia de Lope sigue siendo muy principal, aunque es
secundado por Quevedo y los poetas de referencia más representativos
de la tradición lectora española, casi todos aquellos mismos que hemos
visto en el canon de poesía.
Es obvio que serían necesarias un buen número de glosas y puntua-
lizaciones. Es preciso conocer bien las personalidades de los bibliófilos
de los que tenemos un cierto caudal de noticias biográficas adicionales
y cruzar los datos de los inventarios con los ofrecidos por otras pers-
pectivas de estudio, tanto bibliográficas y editoriales como específica-
mente biográficas, literarias y filológicas. Es posible realizar ciertos tra-
bajos de bibliofilia poética comparada y analizar con datos fehacientes
la tradición lectora de un autor dado o de un poemario concreto. Mi
intención a este propósito era señalar un punto de partida para esos
otros estudios, proponer un canon de poetas a partir de los listados de
bienes y realizar una primera valoración de los datos de poesía que faci-
lita el anexo final. Sin duda, el aporte de los inventarios de bibliotecas
privadas, a pesar de las dificultades que plantean estos listados, no deja
de ser una importante referencia para analizar la poesía española desde
la ladera de la recepción. En los próximos estadios del proyecto planea-
mos realizar nuevas prospecciones y ampliar el objeto de estudio.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 134
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 135

TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)

Rebeca Sanmartín Bastida/Esther Borrego Gutiérrez

1. INTRODUCCIÓN

Cuando abordamos el teatro en las bibliotecas privadas de la segun-


da mitad del siglo XVII no se puede olvidar que su destino primero era
la representación, y, secundariamente, la lectura: estas circunstancias
dificultan relacionar su suerte en las tablas con el éxito en la imprenta1.
Además, la recepción del texto impreso es un fenómeno que no está
claro: para empezar, porque hasta bien entrado el Seiscientos no hubo
conciencia clara, en el caso del poeta dramático, de lo que hoy llamarí-
amos «derechos de autor»: generalmente, el poeta vendía su texto ori-
ginal (autógrafo o no) al autor de comedias, cabeza de la compañía
teatral, y este se convertía en el poseedor exclusivo de la obra, operan-
do sobre ella a su voluntad, con lo que se generaban con cierta fre-
cuencia las polémicas subsiguientes sobre manipulaciones del texto y
falsas atribuciones2. El paso siguiente consistía en que, una vez conclui-

1
Como afirma Arellano, «el texto dramático alcanza su verdadera dimensión
en el tablado, encarnado en unos actores que lo representan […] Esto es más verdad
que nunca en el Siglo de Oro, caracterizado por la eclosión comercial del fenóme-
no de la Comedia Nueva, que solo en escena, frente a un público, cumple sus obje-
tivos, artísticos y económicos. La recepción de estas comedias es, pues, esencialmen-
te teatral, es decir, a través de la representación» (Arellano, 1999, p. 195).
2
Una vez vendido el texto, de nada servían las quejas —e incluso denuncias a
la Justicia— de los poetas. Es famoso el caso de Lope, quien en 1616 se querelló
contra la publicación sin autorización de sus comedias, reclamación que fue desesti-
mada.Aunque parece que era preceptivo que los editores proporcionaran los textos
destinados a la imprenta a los autores, permitiéndoles su corrección, esta norma
generalmente no se cumplía, debido a la actitud poco colaborativa de ambas partes.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 136

136 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

da la representación, el autor de comedias podía revender el texto a


otro autor, o darlo a la imprenta cobrando los emolumentos acordados.
Por otro lado, otro hecho determinante para la dificultad de la cir-
culación de las comedias, aunque se dio más en la primera mitad del
siglo XVII, fue que algunos autores ni siquiera se preocupaban de la
impresión de sus obras3, por lo que, si otros las imprimían e incluso
hacían negocio con ellas, favoreciendo su difusión, no se podía atribuir
el éxito impreso sino a la suerte o a la amistad. Por eso, un número
notorio de ediciones no siempre sitúa a los autores en un lugar con-
creto del canon literario, aunque nos aporte datos a los que estamos
interesados en la Teoría de la Recepción. Finalmente, se debe tener en
cuenta que el proceso por el que un texto discurría desde las tablas a la
imprenta era extremadamente lento, y que era habitual que mediaran
bastantes años entre la representación y la impresión. De ahí que no
nos extraña que José María Díez Borque, en sus estudios de los inven-
tarios de la primera mitad del siglo XVII, informe de que en la primera
mitad de esta centuria la proporción del teatro es menor, no sólo res-
pecto a los libros literarios sino a todo el corpus de los libros vendidos,
entre los que, por cierto, destacan los religiosos.
Además, otros factores condicionantes actuarán en el camino que va
de la impresión a la adquisición en las bibliotecas de estas obras: el género
que llevaba aparejado el prestigio era la poesía, mientras que la novela y el
teatro se consideraban géneros de entretenimiento, y por eso la posible
escasa posesión de libros de teatro no puede determinar la configuración
última del canon barroco. En esta tesitura, sería forzoso esbozar esta pre-
gunta: ¿qué poeta dramático sería más relevante en la segunda mitad del
siglo XVII: el que más se representó, el que más se editó, o el autor cuyos
textos están mayoritariamente presentes en los anaqueles de las bibliotecas
privadas? No olvidemos, por último, que la posesión no siempre implica-
ba la lectura.Y menos una lectura literaria o recreativa: como veremos, la
presencia de los autores latinos en los hogares de las clases medias debe
mucho a su frecuente empleo para el aprendizaje de la Retórica.

3
Es el caso de Lope hasta 1617, como se verá, o de Moreto, quien solo publi-
có una de las Partes de sus comedias en vida (Parte primera, Madrid, 1654). Por
tanto, el número de ediciones de las obras de cada autor es irregular y no depende
de su fama o del éxito que obtuvieran en las tablas. Buenos ejemplos de este des-
equilibrio entre el éxito en las tablas y el impreso son los citados, pues tanto Lope
como Moreto disfrutaron siempre del favor del público.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 137

TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 137

Pero esto no significa que los datos aquí acogidos, tras un estudio
de más de ochenta inventarios, no tengan sentido. Evidentemente, si
un libro gustaba, se compraba, pues el libro es un «producto comercial,
sometido, en consecuencia, a las leyes del mercado y al gusto del recep-
tor»4. Este hecho nos puede servir para establecer estadísticas y realizar
interesantes comparaciones sobre el gusto de los lectores del Seiscien-
tos pertenecientes a diferentes grupos sociales y en distintos momentos
del discurrir del siglo, es decir, para acercarnos al gusto del público y
percatarnos de su variedad.
No podemos pasar por alto que la escritura de comedias se trans-
formó progresivamente en una actividad mercantil, como el propio
Lope reconoce: «Necesidad y yo, partiendo a medias / el estado de
versos mercantiles / pusimos en estilo las comedias»5. Si bien en prin-
cipio los que hacían negocio eran los impresores y los libreros, autores
como Lope lucharon por lograr sus réditos, aunque supusieran una
cantidad irrisoria6.Teniendo todo esto en cuenta, podemos pasar a esta-
blecer etapas y distinciones en el teatro que encontramos en los inven-
tarios realizados sobre bibliotecas privadas entre 1651 y 1700.
En el periodo 1600-16507, estudiado por Díez Borque, los datos
muestran una acusada escasez de libros de teatro en las bibliotecas pri-
vadas: de las 59 estudiadas, solo hay teatro en 23, lo que supone un
38,98% del total, y, dentro de estas 23, la proporción del género dramá-
tico es bastante reducida respecto a otros géneros8. Como algo notorio,
se debe señalar el hecho de que el teatro español esté menos presente
que el latino o el extranjero.Apenas figuran títulos en ocho bibliotecas,

4
Díez Borque, 2010, p. 17.
5
Lope de Vega, 1776, p. 285.
6
Así lo dice Calderón en el prólogo a la Parte IV de sus comedias (1672):
«Dada a la estampa, la que ayer valía cien ducados en casa del autor, vale hoy un
real en casa del librero» (Calderón de la Barca, 1672, f. 3v). Como comenta acerta-
damente Germán Vega en el caso de Lope, el precio medio por cada comedia que
se compraba para su impresión era de «4,5 (…) reales (…). Los autores habrían
pagado a un dramaturgo como Lope en esos años 500 reales por pieza. Se trata,
pues, de un caso extremo de devaluación» (Vega García-Luengos, 2003, p. 1291).
7
Para los datos relativos a 1600-1650, nos remitimos en todo momento a
Díez Borque, 2010, pp. 81-89.
8
Díez Borque comenta el caso de las grandes bibliotecas, como las del Conde
de Gondomar y el rey Felipe IV, en las que el teatro español tiene una presencia
escasa, y donde abundan las producciones poéticas y la literatura clásica.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 138

138 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

en las que por lo demás no aparecen las figuras cimeras de los cánones:
ni Calderón, ni Tirso, ni Moreto, ni Guillén de Castro, ni Ruiz de Alar-
cón, ni Mira de Amescua9. Sí se encuentran, pero con poca presencia,
Cervantes, Góngora y Pérez de Montalbán. Lope aparece de manera
llamativa en la biblioteca del conde de Gondomar y en alguna más,
pero en general tiene un peso que puede considerarse escaso.
Parece que los inventarios que datan de entre 1651 y 1700 arrojan
un balance más positivo en lo que a títulos de teatro se refiere: de entre
los 1851 tomos recogidos en los inventarios, son de teatro 412. Esto
podría calificarse de natural, si consideramos lo señalado anteriormen-
te: que solían mediar años entre la representación y la difusión impresa;
pero, al tiempo, en relación con el resto de obras, y especialmente con
el género poético, cuya presencia es abrumadora en estos inventarios,
hay que decir que el teatro representa un 22,31% del total. Eso sí, el
teatro supera en ejemplares el número de novelas, aunque no en diver-
sidad de títulos (que sumarán sólo unos doscientos) ni en presencia en
bibliotecas: el caso es que este fenómeno no sucedía en la primera
mitad de la centuria10.
Nos interesa, por otro lado, comentar la distribución interna de esos
títulos en tres grandes apartados: la mayor parte de las obras correspon-
den a teatro español; la siguiente, a teatro clásico latino y griego; y una
menor parte, a teatro europeo: en concreto, francés, portugués e italia-
no (excepto Il Coriolano, seguramente traducción de la tragedia de Sha-
kespeare, propiedad de Antonio de Solís, no hay más alusiones a obras
inglesas en los inventarios). En este sentido, ya observamos un cambio
sustancial respecto a la primera mitad de siglo, pues predominan clara-
mente los ejemplares de teatro español frente a los del teatro europeo
(en el que las obras italianas son preferidas a las francesas y a las portu-
guesas) y el latino, que componen en conjunto alrededor de una quin-
ta parte del total de volúmenes teatrales.

9
Díez Borque apunta la salvedad de que pudieran aparecer en los ocho volú-
menes manuscritos de la biblioteca del conde de Gondomar titulados Comedias de
Lope de Vega y otros diferentes autores (Díez Borque 2010, p. 87).
10
En nuestro recuento de obras teatrales, hemos considerado los tomos en
que se dividen obras que en los inventarios aparecen tituladas como «comedias»,
«opera», «tragedias», etc., ya que puede tratarse de obras distintas que aparecen así
englobadas. En el caso del teatro, cuando además figuran referencias como «diez
tomos de Calderón» uno no puede saber si se trata de diez obras distintas, de un
título general repartido en diez tomos, o de una obra repetida.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 139

TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 139

2. TEATRO FRANCÉS

De los títulos franceses, cuatro se concentran en la biblioteca del


conde de Villaumbrosa y se trata de comedias de dramaturgos princi-
pales: dos son de Corneille (uno de ellos en cuatro tomos) y uno de
Molière, mientras que el cuarto título corresponde a la entrada del
inventario «comedias diferentes en francés» (en cuatro tomos). El quin-
to título es el único ejemplar conservado en la biblioteca del embaja-
dor y escritor don Bernardino de Rebolledo, que aparece como
«comedia pastoral en francés»; finalmente, Ramírez de Prado posee las
Comedias sacras de Nicolas Caussin, editadas en 1620. Los poseedores
citados son personas nobles y cultas, lo que se concierta con el hecho
de que el teatro francés de la época tuviera una difusión restringida a
círculos selectos e intelectuales, también explicable por el alto nivel de
elaboración de los volúmenes11. La fecha de los inventarios de los dos
primeros poseedores, 1672 y 1677, confirma la opinión de la crítica
más reciente acerca del interés por los modelos franceses, de corte más
neoclásico, importados e imitados en España a finales del XVII, una vez
agotado el modelo de la comedia nueva. Según Losada y Millán:

debido a una serie de causas políticas, ideológicas y literarias, la influen-


cia del teatro francés sobre el español no empieza a ser considerable hasta
ya bien entrado el siglo […] de hecho, hasta bien entrado el siglo XVII no
se conocen traducciones del teatro francés. Sí hay, en cambio, algunos ori-
ginales en las bibliotecas de grandes señores; el marqués de Monte Alegre,
por ejemplo, disponía en su biblioteca de nueve volúmenes de piezas fran-
cesas12.

11
Respecto al cuidado de las ediciones de teatro en la Francia del Seiscientos,
véase el estudio de Christophe Couderc (2011), indispensable para entender la
mutua recepción de los teatros galo y español de la época: «Véndase en “partes” de
doce piezas o en ediciones “sueltas”, la comedia es en España un producto de con-
sumo masivo, de caducidad rápida, y la misma ínfima calidad tipográfica de las
impresiones de textos de teatro, aunque podían difundirse en no pocos ejemplares,
contrasta con el cuidado de las ediciones francesas, muy a menudo ilustradas con
ricos grabados que son preciosos testimonios para el historiador de la puesta en
escena. Sorprende, a la inversa, para la historia del teatro español, la escasez de los
testimonios gráficos» (p. 117).
12
Losada y Millán, 2003, p. 1394.También Couderc comenta al respecto, sobre
el caso inverso: «Resta por hacer, a mi modo de ver, una interesante encuesta
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 140

140 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

El caso de Ramírez de Prado, cuyo inventario data de 1658, es algo


distinto, pero puede justificarse por el genuino interés que muestra este
cronista por el teatro europeo en general (tenía, como veremos, tam-
bién ejemplares de teatro italiano y portugués).

3. TEATRO PORTUGUÉS

Los títulos portugueses se distribuyen en dos bibliotecas: la de


Ramírez de Prado, que contiene la Comedia Aulegrafia de Ferreira de
Vasconcelos, la Comedia portuguesa de los Villalpandos, una recopilación
de obras de Prestes y Camoens, y la comedia Ulipo; y la del VII duque
de Medinaceli, donde se encuentra la Comedia eufrosina de Vasconcelos.
Se trata de escasos fondos, por tanto, y se encuentran dispersos, aunque
podríamos hablar también aquí, sin duda, de poseedores cultos y selec-
tos, rasgos que definen la dramaturgia lusa de los siglos XVI y XVII. Por
otro lado, las cifras no difieren mucho del periodo anterior, cuando el
fondo portugués se repartía en cinco bibliotecas, aunque entre 1600 y
1650 su peso en relación con el total resulta más significativo.
Se puede decir, entonces, que la permeabilidad de la literatura por-
tuguesa en España se vio limitada en el género teatral, seguramente por
la propia escasez de comedias en esa lengua. No obstante, sorprende
que no aparezca ni un título del más grande de los poetas dramáticos
portugueses, Gil Vicente (que podrían al menos haber heredado del
siglo XVI los poseedores de bibliotecas de gran duración), y sí en cam-
bio de Ferreira de Vasconcelos, de evidente menor calidad y de pro-
ducción escasísima. Igualmente, si los versos de Camoens sirvieron de
inspiración a muchos poetas españoles del XVI y del XVII, no parece
corresponderse con una difusión significativa de sus comedias y autos
ni mucho menos con su adquisición para fondos de bibliotecas parti-
culares13.

bibliográfica en los fondos antiguos de las bibliotecas francesas y de otros países


vecinos para reconstruir los circuitos de difusión del libro español del Siglo de
Oro» (2011, p. 123).
13
Es de referencia obligada para la recepción del teatro portugués la obra de
Álvarez Sellers, 1999.También ofrecen datos interesantes Gavilanes y Apolinario,
2000.
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 141

4. TEATRO ITALIANO

Los títulos italianos se reparten por ocho bibliotecas (igual que en


el periodo anterior), todas ellas de hombres cultos y relacionados con
la nobleza o la realeza: se trata de cinco nobles, de los cronistas Ramí-
rez de Prado y Antonio Solís, y de Juan Valero, secretario de Felipe IV.
La ausencia de títulos se explica por la propia escasez de dramas italia-
nos que se dio entre los siglos XV y XVII, frente a la brillantez y expan-
sión que vivieron otros géneros. El teatro italiano quinientista se redu-
ce a una serie de flojísimas tragedias (Trissino, Rucellai), de poca
fortuna editorial, aunque una obra de Georgio Trissino, la Tragedia de
Sophonisba, aparecerá en la biblioteca de Ramírez de Prado, que cuenta
también con la tragedia en verso La Saccaide, de Alexandro Salvio, de
comienzos de la centuria siguiente; por su parte, el duque de Medina-
celi poseyó la tragedia Medea de Maffeo Galladei, y la obra anónima
Solimano, comedia trágica en italiano aparece en el inventario del noble
Vincencio Juan de Lastanosa, parece que en una muy cuidada edición
con estampas14. En cuanto a la comedia, fue prácticamente un calco de
la comedia latina de Plauto (ahí están Firenzuola, Gianotti, Divizio da
Bibbiena y Razzi, con cuyas Calandria y Comedias cuenta el duque de
Medinaceli), excepto las obras de Maquiavelo,Tasso, Aretino y Ariosto,
más originales, aunque tan solo este último figura en nuestros inventa-
rios: de Ariosto encontramos dos volúmenes de varias comedias.
Hay que recordar, entonces, que ya desde la segunda mitad del siglo
XVI y durante el XVII la literatura italiana experimenta en general un
notable declive a causa, según algunos, de la dominación española, y el
teatro no escapa a la ausencia de autores y obras destacados, salvo los
casos de Sbarra (que tuvo un gran éxito con La manzana de oro, obra
escrita en 1668 para celebrar las bodas de la infanta Margarita con el
emperador Leopoldo de Austria, y cuya versión traducida pertenece
aquí a Juan Tomás Barahona, catedrático de la universidad de Alcalá de
Henares) y el más temprano de Giovanni Battista Guarini15. En conse-

14
Véase, referente a esta edición, lo que se apunta en esta página web dedicada
a las colecciones de grabados de Lastanosa: <http://www.lastanosa.com/contenido.
php?gama=1&tipocontenido=34&tipo=4&elemento=65> (consultada el 9 de
febrero de 2012).
15
Son clásicos, y de mucha utilidad, los trabajos de conjunto de Meregalli y
Arce sobre la mutua influencia de España e Italia en el ámbito literario: Joaquín
Arce, 1982; Franco Meregalli, 1964.
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142 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

cuencia, resulta coherente con este panorama la presencia reiterada en


nuestros inventarios de la famosa obra de este último, Il pastor Fido, que
tuvo amplia recepción entre los dramaturgos españoles del XVII16: los
cinco ejemplares de esta tragicomedia se reparten en cuatro bibliote-
cas.También hay que mencionar lo que parece ser un gusto incipiente
por el drama musical: ahí está Giuseppe Riccio, cuya ópera Il prencipe
Casimiro se encuentra por partida doble en la biblioteca del virrey de
Aragón. Finalmente, encontramos, como rara avis, en la biblioteca del
duque de Medinaceli la obra de Boccaccio Ninfe fiorentine, que sin
duda se debe al gran aprecio por la literatura italiana que sentía Anto-
nio Juan Luis de la Cerda, paralelo al que demuestra el conde de Gon-
domar en el panorama de la primera mitad del Seiscientos17.

5. TEATRO CLÁSICO LATINO Y GRIEGO

Salvo dos ejemplares de Tragedias de Sófocles18, presentes en la


biblioteca del VII duque de Medinaceli y en la de Ramírez de Pardo,
un volumen de tragedias griegas de varios autores y dos comedias de
Aristófanes, las obras restantes corresponden al teatro latino. Nótese
que el teatro clásico griego y romano representa más o menos la mitad
del total en otras lenguas (italiano, francés y portugués), de lo que se
deduce que su difusión, y por ende adquisición, fue mayor, aunque
habría que matizar cuestiones en torno a la recepción de este tipo de
obras.

16
Guarini publicó su tragicomedia pastoril Il pastor Fido en 1590.Tuvo mucho
éxito en la época, traspasando las fronteras italianas, pues fue traducida a varias len-
guas. En España gustó especialmente, generando a su vez versiones dramáticas de
notable interés.Véase López Estrada, 1989, pp. 535-542.
17
Díez Borque habla de «un gran conocimiento del teatro italiano por parte
del Conde de Gondomar» (2010, p. 86).
18
Respecto a 1600-1650, resulta entonces ligeramente superior el número de
bibliotecas (tres) que poseyeron obras dramáticas griegas, entre cuyos autores Sófo-
cles también estuvo presente. Aunque hoy en día se considera que el teatro griego
tiene más calidad literaria, fue fenómeno generalizado en Europa la preeminente
transmisión del teatro latino, que influyó decisivamente en la conformación de las
dramaturgias modernas de los estados renacentistas.Temas, personajes, retórica y
tramas fueron tomados o adaptados, y en todo caso constituyeron un motivo inspi-
rador, sobre todo los tres autores más difundidos: Séneca, Plauto y Terencio.
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 143

Quizás, como ya hemos apuntado, no se publicaron tanto para las


tablas como para el aprendizaje escolar en las instituciones docentes de la
época, por ejemplo en los Studia humanitatis de las aulas universitarias
renacentistas, uno de cuyos métodos era el teatro leído. Los textos latinos
se incluían en los planes de estudio correspondientes y en algunas uni-
versidades eran preceptivos19, por lo que es natural que figuren en las
bibliotecas de los nobles, que los adquirían como objeto de estudio y no
al modo de entretenimiento como con el teatro español al uso. La con-
traposición «teatro para ser visto» / «teatro para ser leído» venía ya desde
la Edad Media, cuando en sus postrimerías se reivindican las letras clási-
cas, y nos obliga a ciertas cautelas sobre la relevancia de la presencia en
bibliotecas del teatro latino para la constitución del canon. Por otra parte,
es importante señalar que este tipo de teatro no llevaba aparejados los
citados problemas de relación entre el texto y la escena y los consiguien-
tes conflictos en torno a la publicación, por lo que los usos relativos a su
adquisición se podrían asemejar a los de otros géneros destinados exclu-
sivamente a la lectura, como la poesía o la novela. En todo caso, la lectu-
ra y posesión del teatro latino constituía una señal de lustre cultural.
De los tres autores más difundidos, hablaremos en primer lugar del
más presente en cuanto a número de bibliotecas,Terencio, que aumen-
ta su peso en los inventarios con respecto a la primera mitad de la cen-
turia (pasa de once ejemplares en esta a diecinueve en la segunda). Sus
obras están muy dispersas y, en esencia, figuran en bibliotecas de nobles,
escritores, clérigos o conventos. En cuanto a los clérigos, los dos que
poseen comedias terencianas son salmantinos, Pedro García Ramos,
sacerdote de San Benito, y Pedro Virto de Lezama, canónigo y catedrá-
tico de leyes en la ciudad del Tormes y en la universidad española más
prestigiosa de la época20. Por otro lado, llama la atención la presencia de

19
Es el caso de Salamanca, Santiago de Compostela,Valladolid y Palencia, donde
los profesores de Retórica eran obligados a poner en escena alguna comedia latina,
con la correspondiente gratificación económica. Se sabe, por ejemplo, que los estatu-
tos de la Universidad de Salamanca de 1538 obligaban a representar obras de Plauto
y Terencio. Debemos aclarar, aunque sea brevemente, que no se trataba de una pues-
ta en escena como hoy la entendemos, sino, más bien, de una semirrepresentación,
en la que la declamación era lo esencial, siendo secundarios otros componentes
entendidos como teatrales: vestuario, maquillaje, movimiento, decoración, etc.
20
«Al socaire de la universidad salmantina conviven, ya a finales del XV, una
dramaturgia de raigambre popular y un teatro de orientación culta que hará un
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144 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

«un Terencio» en el convento de Nuestra Señora de la Almudena en


Cuzco, tal vez parte de la dote de alguna religiosa21. En el orden civil,
poseyeron obras de Terencio nobles como el conde de Villaumbrosa
(dos),Vincencio Juan de Lastanosa (tres), el virrey Pedro Antonio de
Aragón, la condesa de Oñate (un Terencio comentado) y el VII duque
de Medinaceli. El cronista de Felipe IV Lorenzo Méndez Silva y el
escritor Ramírez de Prado también poseyeron obras recopilatorias del
gran comediógrafo latino: el segundo nada menos que cuatro títulos y
siete tomos (entre los que se incluyen un «Terencio cristiano» y uno
«con comento»).Y es que Terencio, seguramente por sus altas dotes
literarias, fue incluido entre los autores clásicos propuestos como
modelo de «pura latinidad», al igual que Cicerón,Virgilio, Horacio,
César, Salustio y Plauto con algunas de sus obras22; además, resultaba
muy adecuado para el aprendizaje del latín en ambientes universitarios
—donde prácticamente se acabó recluyendo su lectura— al emplear el
lenguaje coloquial. No obstante, si tenemos en cuenta que su difusión
decaerá progresivamente debido a que los jesuitas prohibieron en 1553
su lectura en sus colegios, junto con la de Erasmo y Vives, habrá que
pensar que su presencia en las bibliotecas de la segunda mitad del XVII
puede deberse a una herencia anterior.

teatro latinizante siguiendo a Plauto y a Terencio. Hemos de pensar que estos dra-
maturgos latinos hubieron de animar la algarabía estudiantil universitaria también a
lo largo de la Edad Media […] Esta tradición se incrementa en la universidad rena-
centista […] En las universidades y colegios españoles muy pronto prendió la cos-
tumbre de representar alguna pieza de Plauto o de Terencio con ocasión de la inau-
guración del curso escolar, o de su clausura, o para festejar algún acontecimiento
excepcional, o la visita de determinados personajes importantes del mundo civil o
eclesiástico» (Menéndez Peláez, 2003, p. 583). El trabajo de Menéndez Peláez es de
obligada referencia para el estudio de la difusión del teatro latino en España, íntima-
mente unido al teatro jesuítico que permaneció vigente en nuestro país durante los
siglos XVI y XVII. Menéndez Peláez recuerda con acierto que nuestros grandes dra-
maturgos se formaron «al calor de estas representaciones escolares» (p. 605).
21
No es la primera vez que se comprueba la presencia de este autor en con-
ventos. Como dato curioso, la monja alemana Hroswitha de Gandersheim (siglo X)
escribió obras dramáticas inspiradas en Terencio a lo cristiano, precisamente para
que sus monjas dejaran de leerlo directamente. Las obras de Hroswitha se llevaron
a la imprenta en Núremberg en 1501.
22
Sobre todo esto, véase el fundamental artículo de Luis Gil, 1986. En concre-
to, los autores citados son los seleccionados por Erasmo como referencia para el
aprendizaje del latín.
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 145

Respecto a Tico Maccio Plauto23, también observamos una continui-


dad en su lectura con respecto al periodo anterior: los catorce volúme-
nes de este autor se reparten en seis bibliotecas (como en la primera
mitad), de las que cuatro son nobiliarias y las restantes pertenecen a
Ramírez de Prado (con tres títulos, uno «con comento») y a Juan Valero,
citado secretario de Felipe IV, quien también posee dos ejemplares de
«Plauto antiguo con comento».También llaman la atención, por tratarse
de obras comentadas, los tres volúmenes de la biblioteca de Pedro Núñez
de Guzmán, conde de Villaumbrosa: Comoediae cum notis Dionysii Lambi-
ni (Lugduni, 1581), Comoediae 20 cum commentariis Friderici Taubmani
(Viterbergae, 1605) y M. Accius Plautus cum comentariis Dionysii Lambini
(Lugduni, 1577)24. Es evidente la voluntad erudita del conde al adquirir
estos libros, que contrastan con el resto de títulos, los cuales son, sin más,
recopilaciones de varias comedias plautinas, excepto el volumen del
virrey Pedro de Toledo, que posee en concreto la Comedia Anphytrion.
El gran creador de tragedias latinas, Séneca, está asimismo presente
en los anaqueles privados del periodo 1650-1700, y pasa de figurar en
cuatro bibliotecas en el periodo 1600-1650 a hacerlo ahora en nueve,
entre las que destaca la del cronista y dramaturgo Antonio Solís, que
posee varios títulos, tres de ellos «tragedias», una «opera» (que contiene
tres tomos, de pequeño tamaño) y un ejemplar de Medea, recreación de
la gran tragedia griega de Eurípides. Las demás obras (en total suma-
mos veintitrés ejemplares de Séneca) se reparten en bibliotecas de ple-
beyos: la del doctor Pedro Gómez de Almodóvar; la de Antonio Ocam-
po, abogado salmantino; la del escritor Ramírez de Prado; la de Manuel
Mayers Caramuel (que tiene a Séneca ilustrado y ocho ejemplares en
romance); la del maestre de armas Miguel Pérez de Mendoza, y la de
un tal Juan de Contreras de Madrid, al parecer de cierta altura cultural;
y en dos de nobles, Lastanosa y el conde de Villaumbrosa, que cuenta
de nuevo con un volumen comentado, Comentarios en las tragedias de

23
Hasta ahora la única monografía especializada en la recepción en España de
Plauto es la tesis doctoral inédita de Eva Marqués López, Recepción e influencia del
teatro de Plauto en la literatura española, defendida en la Universidad de La Rioja en
2003, y merecedora del Premio Extraordinario de Doctorado.
24
De todas formas, también debemos puntualizar que el hecho de que el
inventario del conde de Villaumbrosa dé cuenta de los títulos latinos comentados
no quiere decir que éstos no existieran en bibliotecas de otros poseedores: este
dato depende, ciertamente, de la puntillosidad del autor del inventario.
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146 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

Hércules Eteo… dedicados a D. Francisco de Guzmán, Señor de Moya y


Layos, lo que refuerza la impresión de su docto interés por los clásicos,
confirmada por la inclusión de los Petri Scriverii collectanea, sive fragmenta
veterum tragicorum, que sin duda nos remite a un estudio de los trágicos
del humanista y filólogo Pieter Schrjiver (1576-1660).
Como es sabido, Séneca gozó de una extraordinaria popularidad
entre los intelectuales renacentistas, pues sus doctrinas encajaban a la
perfección con las ideas humanistas, y en España fue acogido con
entusiasmo por autores como Juan Luis Vives25. En el caso del teatro,
sus tragedias sirvieron de inspiración a una buena parte de dramatur-
gos del XVI que quisieron recuperar la estética clasicista, quienes muy
probablemente leyeron directamente las obras del filósofo cordobés,
pues no hubo traducciones en el siglo XVI ni se imprimieron las ver-
siones catalanas y castellanas del siglo XV26. Sea como sea, encontra-
mos nada menos que veinticuatro ejemplares de la dramaturgia de
Séneca.

6. TEATRO ESPAÑOL

Como ya hemos comentado, lo más reseñable de este estudio es la


mayor presencia de teatro español en las bibliotecas particulares de la
segunda mitad de siglo, lo que es lógico si tenemos en cuenta que, a
medida que se asentaba la «comedia nueva» y triunfaba, los autores de
comedias se preocuparon de dar a la imprenta los textos de éxito, en
gran parte por lo que suponía de negocio.
Si comenzamos analizando la presencia de colecciones de obras,
hay que señalar que, de los títulos inventariados, prácticamente un ter-

25
Para una visión de conjunto sobre el eco de Séneca en nuestro país, es indis-
pensable el libro de Karl Alfred Blüher, 1983.
26
Así lo sostiene M.ª Rosa Álvarez Sellers, quien cree que existía un conoci-
miento directo de las tragedias de Séneca o al menos un contacto con las traduc-
ciones aparecidas en Ferrara,Venecia, Amberes y Lyon en 1484: «Así pues, bien sea
a través del original o de su imitación por autores italianos […] es innegable la
impronta senequista en las “tragedias del horror” del último cuarto del siglo XVI, y
de su conocimiento de Séneca dan noticia los mismos autores» (1997, vol. 2, p. 33).
De todos modos, la presencia de algunas obras traducidas (en la biblioteca de
Manuel Mayers Caramuel aparecen unas Obras en romance) nos hace preguntarnos
si es cierta la opinión de Álvarez Sellers.
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 147

cio corresponden a recopilaciones de comedias (o autos o entremeses)


de varios autores, forma habitual de presentación editorial del teatro
áureo, especialmente las llamadas Partes de comedias, que salvo raras
excepciones reunían doce comedias y constituían el procedimiento
habitual de publicación colectiva. Es fácil inferir que este formato apa-
reja aún más problemas de atribuciones de autoría y de manipulaciones
del texto original que la reunión de las obras de un solo autor, y esto,
para nuestros intereses, puede complicar un poco las cosas, pues se esca-
pa de nuestras posibilidades el análisis de qué autores integraban las
Partes y otras recopilaciones que figuran en nuestros inventarios.
Sin embargo, tal vez no sea tan relevante ni objetivo este hipotéti-
co estudio, pues no es demostrable que quien compraba una Parte o
un tomo de Comedias varias lo hiciera por leer las obras de un autor
concreto, sino por un interés genérico por estas colecciones. De los 36
volúmenes colectivos, son Partes al uso ocho27, y cuatro de ellas perte-
necen a mercaderes de libros o libreros, dos a mujeres nobles y las
otras dos a miembros de la nobleza. Otra colección muy difundida fue
la de Diferentes autores, que llegó a sumar 44 partes (hasta 1652), aun-
que las veinte primeras no existieron como tales sino que coinciden
con la colección específica de Lope. Entre los inventarios encontra-
mos tres volúmenes de la colección, pertenecientes a Ramírez de
Prado, al conde Antonio de Mexía y al conde de Villaumbrosa. A la
citada colección siguió la de Comedias nuevas escogidas, que alcanzó la
cifra de 48 volúmenes y estuvo vigente de 1652 a 1704; no hallamos
ninguna aproximación en los títulos del catálogo a esta colección,
pero es preciso apuntar que hay trece registros que responden a títulos
tan genéricos como «comedias», «comedias de varios autores» o
«comedias varias», que podrían responder perfectamente a cualquiera
de las colecciones citadas, aunque también a volúmenes facticios28.
Pero lo que más llama la atención es que las siete bibliotecas en las
que figuran estos volúmenes, excepto la de la condesa de Mora, perte-

27
Este número se ampliaría si tenemos en cuenta que la entrada correspon-
diente al inventario del conde de Villaumbrosa, «Comedias nuevas de diferentes
autores», incluye una aclaración importante: «Partes 8, 17, 33, 37, 38 y 39», por lo
que no se trata de un título sino de seis.
28
Es el caso de los dos libros de comedias de Guiomar Herrera de Guzmán,
condesa de Mora, en cuyo inventario se indica explícitamente en un par de oca-
siones «dos libros de comedias sueltas».
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148 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

nezcan a plebeyos: Luis Zabalza, platero real; Blas López Calderón,


librero; José Arroyo, arquitecto; Gertrudis Rodríguez Salamanca, dama
de la que nada se sabe, pero que si fuera noble figuraría con sus títulos,
al igual que Juan Contreras; Luis Román, maestro de obra; y Antonio
de Solís.
Otros volúmenes colectivos que aparecen, pero que no formaron
parte de colecciones, son Teatro poético de doce comedias, en la biblioteca
del mercader judío Diego Gómez de Salazar; Laurel de comedias, en la
de la condesa de Mora; El mejor de los mejores libros de comedias nuevas de
diferentes autores, en la del conde de Villaumbrosa; y Teatro poético de doce
comedias varias, en la de Ramírez de Prado.
Un nuevo fenómeno editorial de la época fue la publicación de
volúmenes colectivos agrupados por géneros dramáticos: es el caso del
teatro breve o de los autos sacramentales. Se trata de volúmenes aisla-
dos que no formaron colecciones: por ejemplo, encontramos dos de
entremeses, en las bibliotecas de Ramírez de Prado y de Luis Román,
y una miscelánea titulada Autos, loas y entremeses, incluida en la de
Antonio de Solís. Respecto al teatro breve, hay que puntualizar que en
mucha mayor medida que las comedias, y por la naturaleza de los sub-
géneros que lo conformaban —loas, entremeses, mojigangas, jácaras y
bailes— estaban destinados primordialmente a la representación, por lo
que la publicación conjunta de selecciones de estas obritas no era más
que un ejercicio de ocio para sus recopiladores.Y en cuanto a los autos
sacramentales, como a partir de 1649 fueron atribución exclusiva de
Calderón, las recopilaciones de peso que existen en la segunda mitad
de siglo se puede decir que pertenecen únicamente al ilustre drama-
turgo. Como registros curiosos, se pueden aducir los dos ejemplares de
la biblioteca de Villaumbrosa que ofrecen un título de grandísimo inte-
rés para la historia del teatro: Relación de las comedias que se hicieron el año
de 1474 a la reina doña Isabel y a la princesa Juana, representadas por sus
damas.
Antes de pasar a nuestros grandes dramaturgos áureos y sus segui-
dores, es preciso comentar que apenas hay obras del siglo XVI (hemos
de recordar que en este libro consideramos La Celestina dentro del
género novelesco), del que sólo contamos con la Propalladia de Torres
Naharro, que posee Luis Román. Es una cantidad aún menor que la
que ofrece el recuento del anterior periodo, superior en bibliotecas y
en títulos. En concreto, entre 1600 y 1650 encontramos a Juan del
Encina, Lope de Rueda, Cristóbal de Virués (todos ellos en dos biblio-
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 149

tecas), Juan de la Cueva y Torres Naharro (en tres), además de otras


obras sueltas que solo aparecen en una biblioteca29.
Abordando ya la dramaturgia del siglo XVII en general, podemos
adelantar que es mayor la presencia de los dramaturgos de la segunda
mitad de siglo que de Lope y sus coetáneos, aunque todo hay que
matizarlo. Respecto a Lope de Vega, sus obras dramáticas figuran en los
inventarios de diez bibliotecas, y en la mayoría de los casos contienen
varios volúmenes, lo que puede ser indicativo de una voluntad expresa
de adquisición, y muy probablemente de lectura, de las obras del Fénix.
Así, el virrey Pedro Antonio de Aragón reúne «26 obras en 44 volúme-
nes, la mitad comedias, la otra mitad, poesía y narrativa»; el conde de
Villaumbrosa posee «27 tomos de comedias»; y, finalmente, Luis Zabal-
za, platero real, dispone de «Obras» de Lope por valor de 2000 reales:
¿estarían en esas obras todas las Partes o una gran proporción de ellas?
Muy probablemente estén incluidas en estos títulos genéricos varias de
las veinticinco Partes de las comedias del autor (publicadas entre 1604 y
1647) que sí figuran expresamente en las bibliotecas del arquitecto José
de Arroyo (Parte V), en la de Juan Contreras (Parte XXI), en la de la
condesa de Mora (ídem), y en la de Antonio Solís, que tenía ni más ni
menos que diecisiete de las 25 partes de Lope.
Entre las recopilaciones, solo hay una que nos ha resultado curiosa,
titulada Libro de cuatro comedias (deducimos que es un volumen facticio
de cuatro sueltas), de doña María Bravo de Hinojosa, esposa de don
Luis Pereira de Céspedes; también Guiomar Herrera de Guzmán gusta-
ría del teatro de Lope, pues contaba con dos volúmenes de comedias
suyas. Finalmente, nos parece reseñable que dos ejemplares de la edición
de los Autos sacramentales, loas y entremeses de Lope (Madrid, 1644) figu-
ren en las bibliotecas del conde de Villaumbrosa y de Ramírez de Prado.
Como se ve, los poseedores de las obras de Lope son de muy varia-
do espectro social, como lo era el público que veía sus obras en los
corrales y las aplaudía fervorosamente.Y aunque las grandes coleccio-
nes parecen estar reservadas por lógica a los nobles, nos encontramos
con un platero real que gastó una elevada cantidad de dinero en libros

29
Respecto a las ediciones de teatro que vieron la luz en el XVI, «no cuajaron
en modelos formales estables ni generaron una demanda en el público. El gran
cambio cuantitativo y cualitativo se produjo a comienzos del siglo XVII, pocos años
después de que hubiera triunfado en los tablados la nueva fórmula dramática»
(Vega García-Luengos, 2003, p. 1297).
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150 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

del Fénix, y con el cronista Solís, que adquirió una ingente cantidad de
Partes de comedias del creador de nuestro gran teatro nacional.
Autores tradicionalmente adscritos a la «escuela de Lope» o, más
bien, coetáneos del Fénix (la división en ciclos o escuelas no convence a
la crítica actual), son Quiñones de Benavente30, el gran entremesista del
siglo, cuya recopilación de obras breves, Jocoseria (Madrid, 1645), está
presente en la biblioteca de Vincencio Juan de Lastanosa y en la de
Antonio Solís; y Agustín Rojas Villandrando, cuyo Viaje entretenido
(Madrid, 1603), miscelánea que aquí consideramos del género teatral, es
posesión del cronista y genealogista de Felipe IV Lorenzo Méndez
Silva, de Lorenzo Ramírez y de Miguel Nava Díaz de Robles, jurado
en la ciudad de Toledo. De Luis Vélez de Guevara, siendo un autor muy
significativo para el canon, tan sólo contamos con el título de una
comedia suelta31, Verdugo de Málaga (Madrid, 1662), en casa también del
jurado toledano citado. Otro autor imprescindible para la configuración
del canon, por su papel fundamental en la formación de la comedia
nueva, es Guillén de Castro, cuyas Comedias (sin ningún tipo de puntua-
lización más) figuran únicamente en la biblioteca de Solís. Interesante es
la obra de Francisco Sebastián Medrano, de la que tan solo se dice
«comedia en honras de la reina Isabel» (Madrid, 1645); debe de tratarse
por fuerza de la comedia El nombre para la tierra y la vida para el cielo, un
«panegírico dramático a la muerte de la reina doña Isabel de Borbón»32,

30
Aunque murió en 1651, se retiró del mundo del teatro hacia 1640. Aun
siendo un autor de éxito reconocido, remitimos a lo comentado supra: el teatro
breve se destinó aún más secundariamente a la impresión que la comedia. Eran
piezas de rápido consumo y que en general no han gozado de una digna fortuna
editorial. Muy pocos entremesistas pusieron empeño en recopilar su obra, y las
recopilaciones, ramilletes, etc. son fruto de intenciones diversas y, en todo caso, no
son regulares ni sistemáticas.
31
La comedia suelta supuso otro modo de impresión y transmisión en la
época. «A medida que avanzaba el siglo XVII, las dificultades por las que pasaba la
imprenta, y la decantación hacia un determinado tipo de lector de textos dramáti-
cos, hicieron que los libreros e impresores potenciaran posibilidades existentes casi
desde los orígenes del fenómeno: la venta de partes se hizo compatible con la de
comedias sueltas. Este formato se erigió en la unidad básica de la transmisión
impresa del teatro áureo» (Vega García-Luengos, 2003, p. 1302). El texto de la
comedia, en dos columnas, se repartía sobre cuatro pliegos de papel en formato 4º,
con lo que el folleto resultaba de fácil manejo y económico.
32
La Barrera y Leirado, 1860, p. 244. Efectivamente, la reina Isabel de Borbón,
primera esposa de Felipe IV, había muerto en 1644.
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 151

obra seguramente suelta, propiedad de Ramírez de Prado. Otra suelta,


esta vez de Luis Belmonte Bermúdez, Algunas hazañas del Marqués de
Cañete, figura en la biblioteca de Solís.
Doña Feliciana Enríquez de Guzmán, elogiada por Lope en el Lau-
rel de Apolo, es autora de la Tragicomedia de los jardines y campos sabeos,
obra suelta propiedad de Solís, pero también del conde de Villaumbro-
sa, y es la única dramaturga que figura en el anexo33. Juan de Jáuregui,
con su Retraído, «comedia contra Francisco de Quevedo» (1635)34, apa-
rece en la biblioteca de Juan Valero, secretario de Felipe IV. Entre todos
los dramaturgos secundarios llama la atención la presencia de Juan
Pérez de Montalbán en cinco bibliotecas: una suelta sin título y el Para
todos (Madrid, 1632)35, que en el estudio presente consideramos nove-
la, en la biblioteca del virrey Pedro Antonio de Aragón y en la del cita-
do Miguel Nava Díez de Robles36; la Primera parte de sus comedias en
la de la condesa de Mora; «15 tomos de comedias de Montalbán» en la
del mercader de libros Manuel López del Castillo; y sus Comedias, con

33
El teatro del siglo XVII escrito por mujeres ya despertó interés a comienzos
de siglo (véase Serrano Sanz, 1903), pero ha sido la reivindicación de los estudios
de género de los últimos años lo que le ha dado un empuje mayor a su estudio.
Fernando Doménech concluye que «pese a que el grupo de autoras dramáticas del
Barroco es más nutrido de lo que parece, no dejan de ser una exigua minoría com-
parada con la gran cantidad de escritores y la multitud de obras que se produjeron
en aquella época» (Doménech Rico, 2003, p. 1244). Esto explica, aunque solo sea
por cuestiones estadísticas, la reducida presencia de escritoras en los repertorios
estudiados, y también en el canon, aunque hay que decir que todavía queda mucha
producción por estudiar, por ejemplo la dramaturgia conventual, que circulaba
manuscrita y por tanto lejos del alcance de las bibliotecas, y en la que despuntan
figuras como Marcela de San Félix o Francisca de Santa Teresa. Por otro lado, Feli-
ciana Enríquez de Guzmán fue la primera mujer que se atrevió a llevar al público
el fruto de su escritura: la Tragicomedia de los jardines y campos sabeos (Lisboa, Crasbe-
ek, 1624), fue, en efecto, una obra paradigmática y pionera.
34
Se trata de una sátira dramática no representable. Jáuregui fue ante todo un
poeta.
35
Este título es su obra más conocida, pero, como es sabido, no es enteramen-
te dramática, sino una miscelánea en la que recopiló discursos, novelas, comedias,
etc. En este sentido, como apuntamos, la hemos considerado como novela en el
anexo final.
36
«Interpoladas en esta obra cuatro comedias y dos entremeses», nos dice el
inventario de Nava Díez de Robles: es un dato interesante por el tipo de edición,
quizás espuria.
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152 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

valor de 50 reales, en la biblioteca de Luis de Zabalza. Estos datos no


sorprenden si se tiene en cuenta la enorme popularidad que en su
época logró como dramaturgo; sin embargo, la crítica posterior no ha
sido generosa con la obra de este «retacillo de Lope» —como le llamó
despectivamente Quevedo por su estricta fidelidad a los postulados del
Fénix—, calificada en su conjunto como inmadura e irregular37. El
inclasificable teatro de Cervantes también encuentra lugar en este catá-
logo: sus Comedias (Madrid, 1615)38 fueron compradas por Luis de
Zabalza por 12 reales. Aun tratándose de tan reconocida pluma, sabe-
mos que su obra dramática no fue comprendida en su tiempo y que
apenas se representó, por lo que no es de extrañar esta escasa notorie-
dad en los inventarios, aunque la crítica posterior, reconociendo su fra-
caso como fórmula teatral, haya rehabilitado las piezas cervantinas por
su más que apreciable valor literario39.
Un autor inclasificable y hoy día alabado unánimemente como ver-
dadero genio teatral de la época40, el fraile mercedario Tirso de Moli-
na, apenas está presente en dos bibliotecas: el pintor Diego Valentín
Díaz posee la Quinta parte de comedias del maestro Tirso de Molina
(Madrid, 1635), y Juan Valero la comedia Los amantes de Teruel (Madrid,
1635).Verdadero seguidor de Lope, aunque con una impronta tan pro-
pia que la mayor parte de la crítica se ha resistido a incluirlo en la lla-
mada «escuela de Lope», perfeccionó algunos esquemas de sus fórmulas
dramáticas, dando paso al gran Calderón de la Barca y sus coetáneos.

37
Algunos críticos actuales, como M.ª Grazia Profeti, Germán Vega e Ignacio
Arellano, han reivindicado la obra de este dramaturgo que murió en plena juven-
tud; como aprecia este último, es Montalbán «quizá el más estimable de los drama-
turgos de segunda fila que incorpora con plenitud los modelos de la comedia nueva.
No le falta habilidad en las comedias de capa y espada, que en La toquera vizcaína o
La doncella de labor alcanzan un clima de enredo y disfraz cercano a las mejores de
Tirso» (Arellano, 1995, p. 411). En todo caso, llama la atención su destacada presen-
cia en los inventarios, tratándose de un autor considerado hoy como secundario.
38
Se trata de la edición Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representa-
dos, Madrid,Viuda de Alonso Martín, 1615.
39
Ver Arellano, 1995, pp. 45-53.
40
Durante todo el siglo XX hemos asistido a una recuperación progresiva de la
figura del mercedario, que ha ido acompañada de su reconocimiento y exaltación.
Críticos como B. de los Ríos. P. Palomo, F. Florit, X. A. Fernández, I. Arellano, B.
Oteiza, M. Zugasti y L.Vázquez han reivindicado su obra y su figura. En concreto,
el GRISO y el Instituto de Estudios Tirsianos han llevado a cabo un proyecto de
edición de su obra completa que cuenta ya con excelentes frutos.
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 153

Precisamente, Calderón es el segundo autor individual de teatro


español más presente en el catálogo: el total en cuanto al número de
bibliotecas que cuentan con su obra (nueve) es menor que el de Lope
y existe también menos número de registros, es decir que, cuantitativa-
mente, los títulos del Fénix son superiores, por la abundancia de volú-
menes de Lope en las bibliotecas donde figuraba. Por otra parte, no
olvidemos que éste publicó veinticinco «partes» frente a las nueve de
Calderón. De todos modos, a medida que finaliza la centuria Calderón
va aumentando llamativamente su presencia.
Si analizamos el corpus presente en cada biblioteca, diremos que de
nuevo es Luis Zabalza, el platero real que gastó 2000 reales en Lope,
quien posee un mayor número de volúmenes de Calderón, en concreto
diez tomos de comedias del autor, por un total de 100 reales. Está claro
cuáles eran sus preferencias, aun siendo un inventario de 1677, más de 40
años después de la muerte de Lope y en pleno auge de la comedia calde-
roniana. Este dato no corrobora precisamente la afirmación común de
que a medida que avanzaba el siglo las obras calderonianas fueron rele-
gando a las de Lope, aunque se trate de un dato de una persona concreta.
Pero sigamos. El conde de Villaumbrosa posee «dos volúmenes de
comedias varias», cuatro volúmenes correspondientes a la primera,
segunda, tercera y cuarta parte, y un manuscrito de la «comedia intitula-
da Ni Amor se libra de amor, que se representó a S. M. en Carnestolendas».
No podemos negar una presencia considerable de Calderón en tan ilus-
tre biblioteca, pero ¿y los veintisiete tomos de comedias de Lope, amén
de un volumen misceláneo de autos y piezas breves? Asimismo,Antonio
de Solís posee un volumen de Autos de Calderón, el tomo quinto de sus
comedias41, un volumen de Autos y «ocho tomos de sus comedias»,
mientras que de Lope posee un total de diecisiete Partes. El arquitecto
José de Arroyo posee un volumen de Autos, la Verdadera quinta parte de las
comedias (reedición de 1682), la Parte sexta y un auto suelto, El gran teatro
del mundo, del que también es poseedor Antonio Gil Forneli, ayuda de
cámara de don Juan José de Austria. Otro volumen de Autos posee el
desconocido Antonio Leonardo. Finalmente, las últimas bibliotecas con
presencia calderoniana son la del jurista Miguel Nava, en la que tan solo

41
Se refiere, sin duda, a la Quinta parte. Las nueve Partes de comedias de Calde-
rón se publicaron entre 1636 y 1691, las cinco primeras en vida del poeta. La única
que el poeta no autorizó fue precisamente la Quinta parte.
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154 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

se explicita el título «comedias», y la del doctor y capellán real Cristóbal


Lozano, quien cuenta con la Segunda parte de sus comedias.
Pasando ya a los dramaturgos coetáneos de Calderón, llama la aten-
ción la igualdad de presencia de autores como Rojas Zorrilla y Moreto,
tradicionalmente clasificados como «dramaturgos mayores» del ciclo
calderoniano y hoy día largamente reivindicados, y la de un autor que
en la actualidad42, a pesar de la atención particular de distinguidos críti-
cos43, sigue siendo menor: Antonio de Solís, quien además es poseedor
de una enorme biblioteca de teatro, como hemos podido comprobar.
Moreto aparece en dos bibliotecas, y Rojas y Solís en tres. Así, tenemos
obras de Rojas Zorrilla en la biblioteca del conde de Villaumbrosa
(Comedias, sin más), dos tomos (que bien pudieran ser las dos Partes de
comedias que se publicaron por entonces) en la de Antonio de Solís, y
un número indefinido de tomos (por valor de 50 reales, los mismos que
le costaron cinco tomos de obras de Calderón) en la del platero Zabal-
za.Y de Moreto, la Primera parte de sus comedias (Madrid, 1654) en la
biblioteca de Lorenzo Ramírez de Prado y en la de Luis de Zabalza. Al
lado de estas cifras,Antonio de Solís, a pesar de su escasa obra44, está pre-
sente en la biblioteca del arquitecto José de Arroyo (Comedias); en la de
Antonio Leonardo; y en la de Miguel Nava Díez de Robles, que posee
por una parte sus Obras, y por otra un volumen de sus Comedias
(Madrid, 1681). Por otro lado, de las comedias de Jerónimo de Cáncer y
Velasco, famoso tanto por sus poesías festivas como por sus comedias
burlescas y entremeses, y que colaboró en algunas obras con Calderón,
también conservamos ejemplares, en total tres, dos de nobles (Lastanosa
y Villaumbrosa), y uno en la biblioteca del plebeyo Antonio Leonardo.
Juan de Matos Fragoso está presente en la biblioteca de Zabalza (Pri-
mera parte de sus comedias), y Juan Bautista Diamante en la del conde

42
El corpus completo de la obra de Francisco de Rojas Zorrilla está siendo
editado por investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha, en una colec-
ción dirigida por Felipe Pedraza y Rafael González Cañal. A su vez, se está proce-
diendo del mismo modo con la obra de Agustín Moreto, en la Universidad de
Burgos, en un proyecto encabezado por María Luisa Lobato.
43
En concreto, Fréderic Serralta recupera su bio-bibliografía (1983, 1986) y
Manuela Sánchez Regueira edita sus comedias en dos volúmenes (1984) y su obra
menor en uno (1986).
44
Apenas una veintena de títulos, frente a la cincuentena de Rojas Zorrilla y
las (aproximadamente) setenta de Moreto. Contamos también las que se escriben
en colaboración.
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TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700) 155

de Villaumbrosa (Primera y Segunda parte de sus comedias), proporción


que se corresponde con su condición de segundones en el canon. Final-
mente, y para acabar con este recuento, vamos a nombrar a dos come-
diógrafos que no aparecen en las historias de la literatura: el licenciado
Narváez, que figura en la biblioteca de Villaumbrosa con su Comedia lla-
mada Menandra, compuesta por… residente en la ciudad de Salamanca45, y
Juan Cabeza (citado como «Cabeza»), eclesiástico aragonés que tan solo
publicó la Primera parte de sus comedias (Zaragoza, 1662), por lo que las
«comedias» citadas en la biblioteca de Zabalza no pudieron ser otras46.
A la vista de todos estos datos, podemos trazar así un canon de auto-
res dramáticos en bibliotecas particulares del Siglo de Oro (1651-1700):

Nº de Nº total
Dramaturgo bibliotecas de presencias
diferentes en bibliotecas
1º Terencio 11 19
2º Lope de Vega 10 49
3º Calderón de la Barca 9 38
Séneca 9 23
4º Plauto 6 14
5º Guarini 4 5
6º Pérez de Montalbán 3 17
Rojas Zorrilla 3 4
Antonio de Solís 3 4
Rojas Villandrando 3 3
Cáncer y Velasco 3 3
7º Corneille 1 4

45
Tan solo hemos encontrado en el catálogo de La Barrera y Leirado dos refe-
rencias a este tal Narváez, y las dos hacen alusión a su obra El hado vence al destino
(La Barrera y Leirado, 1860, pp. 283 y 553).
46
La Barrera y Leirado (1860, pp. 46-47). Dice el estudioso que son comedias
«de muy escaso mérito».
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156 REBECA SANMARTÍN BASTIDA/ESTHER BORREGO GUTIÉRREZ

Finalmente, para acabar este estudio, nos gustaría resumir en un


breve comentario nuestra impresión sobre los poseedores de estas
obras, aunque al hilo de este estudio ya hemos hablado de varios de
ellos. Entre los hombres y mujeres de la segunda mitad del Seiscientos,
hemos apreciado que los hay más apasionados que otros por el género
dramático. Los cronistas Antonio de Solís y Rivadeneyra (quien, como
hemos visto, es además dramaturgo) y Lorenzo Ramírez de Prado des-
tacan en el grupo de los primeros: y en este sentido, si tenemos en
cuenta que también posee obras teatrales el cronista de Felipe IV,
Lorenzo Méndez Silva, podríamos decir que los cronistas componen
un grupo de gustos teatrales. Mercaderes de libros como Manuel López
del Castillo poseen asimismo, inevitablemente, decenas de ejemplares,
pero hombres de otras profesiones liberales, como el platero real Luis
de Zabalza o el arquitecto José de Arroyo, muestran también un claro
gusto por la comedia española. En cuanto a los nobles, los habrá como
el VII duque de Medinaceli, que se inclinará por el teatro italiano o
griego (algo que puede explicarse por su educación y actividades polí-
ticas) y como Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa, quien
combinará el gusto por el teatro latino con el español y el francés.
Finalmente, entre las mujeres, Guiomar Herrera de Guzmán o María
Bravo de Hinojosa disfrutan de las obras escritas para las tablas, des-
mintiendo ese único gusto por las producciones religiosas que se ha
achacado a las mujeres de esta época, aunque hay que tener en cuenta
que algunas de ellas heredarían como viudas las obras de sus maridos,
es decir, que se debería hablar simplemente de «posesión», pero no
tanto de segura lectura femenina.
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700)

M.ª Soledad Arredondo/Álvaro Bustos Táuler/


Fermín de los Reyes/Rebeca Sanmartín

INTRODUCCIÓN Y EXPLICACIÓN

La «Relación de inventarios» compendia buena parte de la infor-


mación relevante que hemos ido utilizando en los trabajos precedentes
de este volumen. Aporta un conjunto de nuevos datos documentales
de gran interés para el estudio de la recepción de obras, géneros y auto-
res en el período 1651-1700. Debe vincularse a la relación de inventa-
rios contenida en el libro de José María Díez Borque Literatura (novela,
poesía, teatro) en bibliotecas particulares del Siglo de Oro español (1600-
1650), Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, Universidad de
Navarra, 2010 (pp. 97-138) y en este volumen. Con ambos volúmenes
se cubre el entero siglo XVII. Se advertirá que hemos secundado, salvo
en pequeños detalles, las pautas de cita de esa primera entrega y que
hemos simplificado el formato de cada inventario para no multiplicar
las páginas innecesariamente.
En concreto, lo que se encontrará a continuación son más de mil
setecientas fichas que hemos descrito, con mayor detalle, en una amplia
base de datos compilada por los investigadores de este proyecto: cada
ficha refiere a un libro que permanecía en los anaqueles de las diversas
bibliotecas inventariadas. Aparecen representadas bastantes clases socia-
les (nobles y clérigos, pero también profesiones liberales, médicos, abo-
gados y algunos trabajadores más humildes), y así lo hemos querido
indicar en la primera línea de cada entrada, tras el número del inventa-
rio y el año en que se realizó el listado (normalmente el de la muerte
del poseedor), que empleamos en la ordenación cronológica numerada
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158 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

del conjunto. Después se da la referencia bibliográfica que hemos


seguido para el desglose de cada libro, pues en todos los casos hemos
trabajado con inventarios ya publicados.
Señalamos siempre el número total de libros de cada biblioteca: se
trata de un dato muy relevante para el cálculo estadístico de las propor-
ciones de obras literarias frente a las no literarias. Fijados los conceptos
básicos de cada inventario, lo que sigue es el repertorio de obras poéti-
cas, narrativas y dramáticas; obviamente las seleccionamos de entre los
títulos del poseedor en cuestión y organizamos ese repertorio acudien-
do a la triple distinción genérica, que marcamos en negrita: poesía,
prosa de ficción y teatro. Dentro de cada género, el título va en cursiva
seguido del nombre del autor, si lo conocemos o lo podemos deducir,
entre paréntesis; citamos los nombres a partir del apellido o apellidos
del autor, salvo en los casos en que este procedimiento resulta poco
preciso o extraño a la tradición literaria: en esa tesitura optamos por
añadir el nombre.
Somos conscientes de que nuestros criterios taxonómicos no coin-
ciden con los del siglo XVII.Y no ocultamos que han sido muchas las
discusiones entre nosotros para la fijación de criterios en general y para
la discusión de multitud de casos particulares.Trabajar con inventarios
conlleva una imprecisión bien conocida por la crítica, pues muchos de
ellos ofrecen información incompleta o ambigua y no reflejan la tota-
lidad de los libros poseídos y/o leídos; como es sabido, hay variaciones
según el tipo de inventario, las circunstancias de su redacción, el tipo
de listado, etc., y así se ha puesto de manifiesto en los trabajos anterio-
res.
Pero lo cierto es que son también muchas las veces en las que resul-
tan enormemente operativos, pues suelen registrar información deta-
llada, tomada directamente de los anaqueles de las bibliotecas: esa
inmediatez y frescura es lo característico de la elaboración de inventa-
rios; pensamos que la información que transmiten es muy relevante y
debe ser conocida por la comunidad investigadora: en esa convicción
radica el motivo de las densas páginas que siguen.
¿Cómo interpretar las Fables heroiques o el título Satire, sin más indi-
cación, que encontramos en el extensísimo inventario de Solís? En el
caso de títulos muy abreviados y sin pista alguna para catalogarlos
hemos optado por dejarlos a un lado y no computarlos. Hemos inten-
tado, desde luego, que esta práctica fuera lo más restringida posible
(apenas son diez o quince casos) para que no afectara al cálculo estadís-
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 159

tico global. Por ejemplo, algunos títulos presentes en la biblioteca de


Antonio Leonardo como Espejo de amor, Secretos o Hargona, sin mayor
precisión, no ofrecen dato alguno que pueda servirnos en nuestra pes-
quisa. El título Obras de Salazar ofrece diversas posibilidades interpreta-
tivas y hemos preferido no adscribirlo a ningún subgénero literario.
Igual hemos procedido con títulos que se nos escapan como Pérdida de
España del moro Tarife o Historia de los xarifes, por ejemplo.
Las búsquedas en repertorios de historia literaria o de la red y las
identificaciones de los editores de los inventarios nos han ayudado
mucho a despejar incógnitas. Así, el Coralvo del caualler es Il Coralbo,
novela italiana de Biondi y El príncipe Ruremundo es también novela ita-
liana; pero el Theatrum vitae civilis ac sacrae ab Odouardo Vuestono no es
obra dramática sino política; las Jornadas de Madrid de Antonio Luis
Ribero las hemos considerado poesía porque, siendo una miscelánea
de varios contenidos, destaca por la abundancia de poemas. Otras pie-
zas mixtas nos han obligado a decisiones difíciles que hemos resuelto
del mejor modo posible. Hemos considerado prosa de ficción el Para
todos de Montalbán y teatro El viaje entretenido de Rojas.
El caso de títulos muy generales como Obras de Quevedo nos ha
planteado verdaderos quebraderos de cabeza: cuando el inventario pre-
cisaba «Obras en prosa» de Quevedo lo hemos asignado a prosa de fic-
ción. Pero el lacónico «Obras de Quevedo» lo hemos considerado poe-
sía pues los inventarios más detallados del XVII funcionan con ese
criterio. Pocas veces hemos accedido a duplicar fichas; una de ellas se
da en el caso de las Obras de Cáncer y Velasco, que contienen varias
piezas poéticas y dramáticas: así las hemos considerado. Optamos por el
marbete «Novela y otros géneros» en los casos en los que figuran en la
biblioteca títulos como las Fábulas de Esopo, el Conde Lucanor de Don
Juan Manuel o la Celestina; de esa manera evitábamos asignarles la incó-
moda etiqueta de novela, pero no dejábamos de incluirlos en nuestro
repertorio, dado su interés.
En fin, contamos con que algunas de las citadas decisiones pueden
resultar conflictivas, dudosas, ambiguas o erróneas, pero sí podemos
asegurar que, salvo despiste o errata (los habrá), hemos revisado con
detalle cada caso de difícil adscripción. A pesar de todo ese conjunto
de materiales complejos de clasificar y del delicado procedimiento del
cálculo estadístico seguimos pensando que el estudio de las fichas de
los inventarios de bibliotecas particulares es enormemente revelador y
que con el bagaje de los 83 inventarios consultados es posible trazar un
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 160

160 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

panorama primerizo pero certero de la recepción literaria en la segun-


da mitad del siglo XVII. Estamos bien dispuestos a revisar todo lo que
deba ser revisado, pero creemos que es preferible operar como hemos
hecho a caer en una duda metódica y sistémica que paralice todo el
proceso de estudio y clasificación de los inventarios auriseculares.

Álvaro Bustos Táuler


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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 161

1. (1651) Juan Altamirano Velázquez, catedrático de Cánones en Sala-


manca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),
Weruaga Prieto, Á., Salamanca, Junta de Castilla y León, 2008, pp.
464-465. Inventario incompleto. 1843 libros. Poesía: Góngora.
2. (1651) Pedro García Ramos, sacerdote de San Benito en Salaman-
ca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Werua-
ga Prieto, Á., pp. 391-392. Inventario incompleto. 53 libros. Poesía:
Metamorfosis (Ovidio). Teatro: Comedias (Terencio).
3. (1652) Antonio Méndez, capellán de la Emperatriz. «La librería de
don Antonio Méndez Freyre, capellán de la emperatriz María de
Austria», Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 11, 1983, pp. 19-
23. 80 libros. Poesía: Garcilaso, Bocángel, Os Lusiadas (Camoens);
Pastores de Belén (Lope de Vega); Relaciones de fiestas; Primavera y flor
de romances; Rimas del Purgatorio; Lágrimas panegíricas al doctor Montal-
bán; Rimas de Paulo González en portugués; Gigantomaquia. Teatro:
Comedia Ulipo (en portugués).
4. (1653) Francisco Navarro, vicario de Salamanca y maestro de niños.
«Inventario de los bienes del difunto Francisco Navarro, vicario de
Salamanca y maestro de niños…», Libros y lectura en Salamanca: del
Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., p. 210. 15
libros.
5. (1653) Juan Valero, secretario del rey Felipe IV. «La librería de don
Juan Valero, secretario del rey Felipe IV», Barrio Moya, J. L., Cuader-
nos de bibliofilia, 10, 1983, pp. 17-31. 526 libros. Poesía: Cancionero
(Acuña); Rimas (Argensolas); Obras en verso (Esquilache); Romancero
general; Parnaso (Quevedo); Rimas (Espinel); Aldana; Ausiàs March;
Laberinto de fortuna (Mena); Garcilaso; Rimas humanas (Lope de
Vega); Elogios a Felipe III (Paravicino); Obras de Ausiàs March; Petrar-
ca;Tasso (4); Dante; Ariosto; Guarini; Rimas de doña Laura Terrazina;
Rimas de Luis Groto; Ovidio;Virgilio; Homero; Camoens. Novela y
otros géneros: Historia septentrional (Persiles de Cervantes); Fortuna
de amor (Lofraso); Diana (Montemayor); Prado de Valencia (Merca-
der); Arcadia (Sannazaro); Esopo. Teatro: El retraído (Jáuregui); Los
amantes de Teruel (Tirso de Molina); Plauto; Comedias (Ariosto);
Plauto antiguo con comento (2).
6. (1654) Antonio de Ocampo, abogado en Salamanca. Lectores y
bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 392.
Inventario incompleto. 53 libros. Poesía: Aulo Gelio. Teatro:
Séneca.
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162 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

7. (1655) Licenciado Jerónimo Morán, vicario de Salamanca. Libros


y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725),
Weruaga Prieto, Á., p. 196. 3 libros.
8. (1656) Pedro González Guijelmo, inquisidor. «A propósito de la
biblioteca del inquisidor Pedro González Guijelmo»,Wagner, K.,
Archivo hispalense, 62, 191, pp. 63-94. 299 libros. Novela: Diana
(Montemayor) (2). Teatro:Terencio.
9. (1656) Casilda Velázquez, hija y esposa de juristas. «Una biblioteca
jurídica y unos juristas desconocidos», Cantera y Burgos, F., Anua-
rio de Historia del Derecho, 23, 1953, pp. 95-117. 400 libros. Novela:
Arcadia (Lope de Vega); Horas de recreación (Guicciardini).
10. (1658) Blas López Calderón, librero. Impresores libreros y papeleros en
Medina del Campo y Valladolid en el siglo XVII, Rojo, A., Salamanca,
Junta, 1994, pp. 211-233. 11000 libros. Poesía: Rimas (Argensolas);
Obras (Pantaleón de Ribera), Obras (López de Zárate); Poema de la
cruz (López de Zárate); Ovidio con comento (de Viana);Virgilio; Emble-
mas (Alciato). Novela y otros géneros: Diana (Montemayor); Don
Quijote (Cervantes) (2); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina) (2);
Fábulas (Esopo). Teatro: Comedias, nona parte; Comedias nuevas.
11. (1658) Lorenzo Ramírez de Prado, escritor y consejero de Indias.
La biblioteca de Ramírez de Prado, Entrambasaguas, J., Madrid, CSIC,
1943, 2 vols. No da el número de libros, pero ca. 10000. Poesía:
Coplas varias; Corona sepulcral; Fiestas del Retiro; Epitafios en las exe-
quias del conde don Enrique de Olivares en Andalucía; Oración fúnebre
en la muerte de doña Isabel de Borbón; Panegírico al duque de Nájera;
Panegírico sepulcral a don Tomás Tamayo (Andrés); Silva dramática
(Barreda), Epitalamio a las bodas del rey Felipe y Mariana; Triunfo de
la fe (Bocanegra); Lira de las musas (Bocángel); Retrato panegírico del
serenísimo señor Carlos de Austria (Bocángel); Discurso poético de la
vida de la sierva de Dios Francisca de Jesús (Bonilla); Nápoles recupera-
da (Esquilache); Obras (Esquilache) (2); Obras de Boscán y algunas de
Garcilaso; Obras de Luis de Camoens, Garcilaso y Figueroa; Elegías de
varones ilustres (Castellanos); Adonis (Castillo de Larzábal); Varias
rimas (Colodrero de Villalobos); Elogios al palacio del Retiro (Cova-
rrubias y Leyva); Araucana (Ercilla); Fuente de Aganipe (Faria y
Sousa); Jardín de Apolo (Fonseca); Rimas (Salcedo Coronel); Fábula
de Píramo y Tisbe (Salazar), Obras (Góngora); Lágrimas panegíricas a
la temprana muerte de Montalbán (Grande de Tena); Sentencias en
coplas (Guzmán); Triunfos morales (Guzmán); Obras (Herrera); Orfeo
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 163

(Jáuregui); Elogios de don Jaime de Aragón, de Cortés, y de don Álvaro


Bazán y Mexicana (Laso de la Vega); Rimas (Argensolas); Obras
varias (López de Zárate); Poema heroico de la cruz (López de Zárate);
Obras (Fray Luis de León); Fray Luis de León in Cantica Salmanticae;
El miserere en verso (Semple de Tovar); Engaños y desengaños deste
mundo (Méndez Silva); Panegyrica; Epitome SS. Ignatii et Xaverrii,
cum Iconibus; El perfecto señor, sueño político; Coplas (Manrique); Obras
(Ausiàs March); Laberinto de Fortuna y demás obras (Mena); Obras
(Mena); Obras (Diego de Mendoza); Cancionero (Montemayor);
Doce triunfos de los doce apóstoles (Juan de Padilla el Cartujano);
Segunda parte de las poesías (Pedro de Padilla); Obras (Pantaleón de
Ribera); Anfiteatro de Felipe el Grande; El fénix; Honras fúnebres y
fama póstuma de Fr. Hortensio Paravicino; Lecciones solemnes a las obras
de don Luis de Góngora (Pellicer); Fama póstuma de Lope de Vega
(Pérez de Montalbán); Academias del Jardín (Polo de Medina); Coro-
nas del Parnaso y platos de las musas (Salas Barbadillo); Casta Susana
(Salinas); Invectiva poética contra los vicios (Sánchez de Melo); Emble-
mas moralizadas (Soto); Obras (Villamediana); Elogios al Santísimo
Sacramento (Valdivieso); Rimas de Tomé de Burguillos (Lope de Vega);
Sentimientos a los agravios de Cristo nuestro bien; Vega del Parnaso
(Lope de Vega); Carlo Famoso (Zapata de Chaves); Emblemas (Saa-
vedra Fajardo); Proverbios (Alonso de Barros); Proverbios (Santilla-
na); Emblemas (Alciato); Divina comedia con comento de Villegas
(Dante); Orlando furioso (Ariosto); Triunfo, traducido por Álvar
Gómez (Petrarca); Triunfos (Petrarca); Jerusalén (Tasso); Jerusalem
liberata (Tasso); Rimas (Tasso); Delitiae Poetarum Italorum; Sonetos y
canciones a Laura (Petrarca); Metamorfosis (Ovidio) (3); Obras (Virgi-
lio); Virgilio con comento; Obras con comento (Horacio); Metamorfoseos
(Ovidio), Las tristes (Ovidio); Metamorfosis (Ovidio) (2); Opera con
comento (Lucano); Sátiras (Juvenal) (2); Eneida (Virgilio); Obras con
comento (Virgilio); Obras de Juvenal y Persio (3); Obras (Lucano);
Variorum (Virgilio), Opera (Virgilio); Eneida en francés (Virgilio);
Os Lusiadas (Camoens); Rimas (Camoens); Delitiae Poetarum Scoto-
rum; Delitiae Poetarum germanorum; Obras poéticas (Ronsard); Pínda-
ro; Obras (Teócrito); Idilios (Teócrito), Opera graeca (Teócrito y
otros); Obras (Hesiodo). Novela y otros géneros: Cuestión de
amor; Alonso, mozo de muchos amos (Alcalá); Dama beata (Cameri-
no); Amantes andaluces (Castillo Solórzano); Escarmientos de Jacinto
(Funes de Villalpando); Deleitar aprovechando (Tirso de Molina);
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164 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

Novelas ejemplares y prodigiosas historias (Piña); Varias fortunas (Piña);


Pastores del Betis (Saavedra); Corrección de vicios (Salas Barbadillo);
Estafeta del dios Momo (Salas Barbadillo); Fiestas de la boda de la inca-
sable malcasada (Salas Barbadillo); Proceso de cartas de amores (Juan de
Segura); Dorotea (Lope de Vega); Novelas y desengaños (Zayas); David
perseguido (Lozano); Don Quijote I y II (Cervantes); Gerardo español
(Céspedes y Meneses); Criticón (Gracián); Blanquerna, de los estados
y su doctrina (Lulio); Obras en prosa (Quevedo); El Adonis de Amari-
lis, novela de Samaniego (Samaniego); De amore Clitophontis et Leu-
cippa (Aquiles Tacio); Luciano español; Diálogos morales; Arcadia (San-
nazaro) (2); Argenis (Barclay); El príncipe Ruremundo, novela italiana;
Celestina (Rojas); Fábulas (Esopo). Teatro: Algunos entremeses caste-
llanos; Entremeses y sonetos varios; Nuevo teatro de comedias varias de
diferentes autores; Parte V de las mejores comedias; Teatro poético de doce
comedias de varios autores; Comedias en honras de la Reina D.ª Isabel
(Medrano); Tragicomedia de Lisando y Roselia (Muñón); Comedias. I
parte (Moreto), Viaje entretenido (Rojas); Autos sacramentales (Lope
de Vega); Comedia portuguesa de los Villalpandos; Obras (Terencio);
Primera parte de los autos y comedias portuguesas (Prestes y Camoens);
Comedia Aulegrafia (Ferreira de Vasconcelos); Tragedias griegas (Sófo-
cles); Comedias (Aristófanes) (2); Tragedias griegas (Varios autores);
Comedias (Terencio) (4); Comedias con comento (Terencio); Terencio
cristiano (Terencio); Comedias (Plauto) (3); Comedias con comento
(Plauto); Obras (Plauto); Tragedias (Séneca); Tragedias sacras (Caus-
sin); La Saccaide (Salvio); La tragedia de Sophonisba (Trissino).
12. (1659) Diego Gómez de Salazar, mercader cripto judío. «La
bibliothèque de Diego Gómez de Salazar», Loupias, B., Bulletin
Hispanique, 89, 1987, pp. 307-311. 60 libros. Poesía: Academias
morales (Enríquez Gómez); Novela: Novelas (Cervantes). Teatro:
Teatro poético de doce comedias de diferentes autores.
13. (1659) Antonio de Riaño y Viedma, cura de la iglesia parroquial
de San Miguel. «El coleccionismo particular en el siglo XVII: los
cuadros y los libros del doctor Antonio de Riaño y Viedma, cura
de la iglesia parroquial de San Miguel, Madrid (1659)», Dadson,
T., Aficiones y devociones en el antiguo régimen, Hispania sacra, 50, pp.
175-221. 100 libros. Poesía: Poema heroico de la invención de la Cruz
(López de Zárate). Novela: David perseguido (Lozano).
14. (1659) Rodrigo Méndez Silva, cronista de Felipe IV. Recherches sur
la vie, la culture et les oeuvres de Rodrigo Méndez Silva, Loupias, B.,
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 165

Paris, École pratique des hautes études, 1969, 2 vols. 1241 libros.
Poesía: Pompa festiva en el recibimiento de la reina Mariana de Austria;
Poema (Cortereal); Obras (Góngora); Parnaso (Quevedo); El laurel de
Apolo (Lope de Vega); Os Lusiadas (Camoens); Anfiteatro de Felipe el
Grande (Pellicer); Obras (Mena); Nenia (Cortizos); Coplas (Manri-
que); Fábula de Eco y Narciso (Matos); Obras póstumas de Félix de Arte-
aga (Paravicino); Odisea (Homero); Poesías de Urbano VIII en latín;
Guerras farsálicas (Lucano);Virgilio; Ovidio; Juvenal; Persio. Novela y
otros géneros: Corte na aldea (Rodrigues Lobo); Diálogos de apacible
entretenimiento (Hidalgo); Criticón (Gracián); Estebanillo González
(Vega); Horas de recreación (Guicciardini); Historia prodigiosas (Bois-
tuau); Asno de oro (Apuleyo); Historia del dios Momo (Alberti); Prosa
(Quevedo); Fábulas (Esopo); Conde Lucanor (Don Juan Manuel);
Teatro: Viaje entretenido (Rojas); El verdugo de Málaga (Vélez de Gue-
vara); Obras póstumas (La Gridonia) (Paravicino);Terencio.
15. (1660) Martín Martínez de Medrano, funcionario del rey Felipe
IV. «La librería y otros bienes de don Martín Martínez de Medra-
no, funcionario del rey Felipe IV», Barrio Moya, J. L., Cuadernos
para la investigación de la literatura hispánica, 15, 1992, pp. 157-167.
139 libros. Poesía: Obras (Quevedo); Emblemas morales (Horoz-
co); La Filomena (Lope de Vega); El fénix (Pellicer); Araucana (Erci-
lla); Corona trágica (Lope de Vega); Varias poesías (Hernando de
Acuña); Obras (Góngora); Nueva poesía (Lope de Vega); Orlando
furioso en italiano (Ariosto);Virgilio. Novela y otros géneros:
Historia de Hipólito y Aminta (Quintana); Novelas amorosas (Zayas);
Galatea (Cervantes); La garduña de Sevilla (Castillo Solórzano); Tar-
des entretenidas (Castillo Solórzano); Mesón del mundo (Fernández
de Ribera); Don Belianís de Grecia (Fernández); Celestina (Rojas).
16. (1660) Diego Velázquez, pintor, «La librería de Velázquez». Sánchez
Cantón, F. J., Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal, 3, Madrid, Her-
nando, 1925, pp. 379-406. 154 libros. Poesía: Flores de poetas ilus-
tres (Espinosa); Orlando furioso (Ariosto); Petrarca; Le transformationi
(Dolce); Ovidio; Horacio. Novela: Auroras de Diana (Castro).
17. (1660) Francisco Pizarro de Aragón, estudiante en el Colegio
Mayor de Cuenca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna
(1600-1789),Weruaga Prieto, Á., p. 468. Inventario incompleto.
122 libros. Poesía: Cancionero general; Parnaso (Quevedo); Pónticas
(Ovidio); Juvenal; Persio; Noches áticas (Aulo Gelio). Novela:
Petronio.
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166 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

18. (1661) Antonio Álvarez de Valverde, catedrático de Gramática en


Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-
1789), Weruaga, Á., pp. 468-469. Inventario incompleto. 364
libros. Poesía: Góngora. Novela: Arcadia (Sannazaro).
19. (1661) Francisco de Puga Feijoo, catedrático de Cánones en Sala-
manca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),
Weruaga, Á., p. 469. Inventario incompleto. 271 libros. Poesía:
Ovidio; Orlando furioso (Ariosto).
20. (1660-61) Juan de Vallejo, obispo de Astorga. «Juan de Vallejo
Capacho, obispo de Astorga», Mansilla, D., Hispania sacra, 7, 1954,
pp. 93-109. 120 libros. Poesía: Fray Juan de la Cruz; Las trescientas
(Mena); Juvenal; Persio; Ovidio; Jerusalén conquistada (Tasso).
21. (1661) Diego Valentín Díaz, pintor. «Inventario de bienes de
Diego Valentín Díaz, pintor», García Chico, E., Documentos para el
estudio del arte en Castilla, Valladolid, 1940-1966, pp. 85-104. 379
libros. Poesía: Emblemas (Alciato); Emblemas (Horozco); Circe
(Lope de Vega); Obras espirituales (Fray Juan de la Cruz); Laberinto
(Mena), Araucana (Ercilla); Poema de la cruz (López de Zárate);
Orlando furioso (Ariosto) (2); Triunfos (Petrarca); Ovidio;Virgilio.
Novela: Don Quijote (Cervantes); Trabajos de Persiles y Sigismunda
(Cervantes); Arcadia (Lope de Vega); Historias peregrinas y ejemplares
(Céspedes y Meneses); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina); Vida
del escudero Marcos de Obregón (Espinel); La garduña de Sevilla (Cas-
tillo Solórzano); El pasajero (Suárez de Figueroa); Alonso, mozo de
muchos amos (Alcalá Yáñez); Experiencias de amor y fortuna (Cuevas);
David perseguido (Lozano). Teatro: 7 libros de comedias; San Isidro
labrador (Lope de Vega); Quinta parte de comedias (Tirso).
22. (1662) Pedro Cabrera de Paz, presbítero. Libros y lectura en Sala-
manca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á.,
p. 196. 13 libros.
23. (1662) Luis Nieto, vicario y boticario. Libros y lectura en Salamanca:
del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., pp.
205-207. 51 libros.
24. (1662) Luis de Esquivel, cura párroco de la iglesia de Vicálvaro. «La
biblioteca de don Luis de Esquivel, cura párroco de la iglesia de
Vicálvaro», Barrio Moya, J. L., Anales complutenses, 19, 2007, pp.
277-295. 244 libros.
25. (1662) Manuel López del Castillo, mercader de libros. «Bibliote-
cas, libreros e impresores madrileños del siglo XVII», marqués del
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 167

Saltillo, Revista de archivos, bibliotecas y museos, 54, 1948, pp. 255-


285. 136 libros. Novela: Guzmán de Alfarache (Alemán) (3); Arcadia
(Lope de Vega) (5); Para todos (Pérez de Montalbán) (9); Novelas
(Zayas) (14). Teatro: Parte veinticinco de comedias (2); Parte veintiocho
de comedias (22); Parte veintinueve de comedias (24); Comedias (Pérez
de Montalbán) (15).
26. (1662) Juan María Serra, abogado de los Reales Consejos. La
imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y
Cobo, M. 121 libros. Poesía: Rime burlesce (Ferrán). Novela y
otros géneros: Fábulas (Ferni).
27. (1662) Vincencio Juan de Lastanosa, bibliófilo aragonés, mecenas y
militar. The library of Vincencio Juan de Lastanosa, Patron of Gracian,
Selig, K. L., Genève, Librairie E. Droz, 1960. 1150 libros. Poesía:
Academia poética celebrada en Huesca; Anotaciones a los quince libros de
Ovidio (Sánchez de Viana); Araucana (Ercilla); Austriada (Rufo);
Avisos del Parnaso (Bocalino); Circe (Lope de Vega); Conversión de
una dama; Coplas (Manrique) (2); Delicias del Parnaso (Góngora);
Diálogos de amor (Encina); Dórida (Frías); Dragontea (Lope de Vega);
Églogas (Pedro de Padilla); Églogas (Virgilio); Elegancias (Manuzio);
Églogas y Geórgicas (Virgilio); Elogios en loor del rey (Laso de la Vega);
Eneida (Virgilio) (2); Engaños y desengaños del mundo (Méndez
Silva); Epigrammatum (Owen); Epitafios varios panegíricos; Estímulo de
amor (Porcel); Exequias del serenísimo príncipe Emanuel Filiberto
(Roales); Farsalia (Lucano); Fénix (Pellicer); Flores de poetas ilustres;
Flores de poetas ilustres (Espinosa); Galateo español (Dantisco); Glosa
de Mingo Revulgo (Núñez) (2); Guirnalda de Venus (Heredia); Her-
mosura de Angélica (Lope de Vega); Hieropoemes; Homero español
(Góngora); Islas hechas de mano con explicación en verso; Jardín divino
de muchos versos y prosas; Jerusalén libertada (Tasso) (3); Lecciones
solemnes a las obras de Góngora (Pellicer); Os Lusiadas (Camoens);
Comentarios de las obras de Camoens (Faria y Sousa); Metamorfosis
(Ovidio) (4); Miscellaneorum poeticum adversaria (Monin); Nueva
Jerusalén (Escobar y Mendoza); Numantina (Mosquera); Obras
(Boscán); Obras ( De la Torre); Obras (Carrillo Sotomayor); Obras
(Silvestre); Obras (Mena); Obras (Pantaleón de Ribera); Obras
(Villamediana); Obras (Lope de Vega); Obras varias en prosa y verso
(Cáncer y Velasco); Obras varias (Quevedo); Obras comentadas por
Herrera (Garcilaso de la Vega); Obras por Gonzalo de Hoces (Gón-
gora); Obras por García Salcedo (Góngora); Obras por Tomás
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168 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

Tamayo de Vargas (Lope de Vega); Obras de Boscán y Garcilaso; Odi-


sea (Homero) (2); Opera (Ovidio); Opera (Virgilio); Orlando furioso
(Ariosto) (2); Parnaso antártico (Mexía); Parnaso español (Quevedo);
Petrarca; Poema heroica (Valbuena); Poema de Nápoles (Esquilache);
Poema trágico de Atalanta y Hypomenes (Moncayo); Poesías varias
(Alberto Díez); Ramillete di versi y artificiose maquine (Agustino); De
remediis utriusque fortunae (Petrarca); Rimas (Camoens); Rimas
(Moncayo); Rimas (Lope de Vega); Rimas de Tomé de Burguillos
(Lope de Vega); Rimas humanas y divinas (Lope de Vega); Rimas y
prosa (Bocángel); Romance de la germanía (Hidalgo); Romancero;
Romancero general; Romances imperiales (Sayago); Transformaciones en
romance (Ovidio); Versos (Herrera); Virgilio traducido por Diego
López (2). Novela y otros géneros: Experiencias de amor y fortuna
(Cuevas) (2); Arcadia (Lope de Vega); Argenis (Pellicer); Asno de oro
(Apuleyo); Buscón (Quevedo); Cárcel de amor (San Pedro); Conde
Lucanor (Don Juan Manuel); Criticón (Gracián); Diablo cojuelo
(Vélez de Guevara); Diana (Montemayor); Estafeta del dios Momo
(Salas Barbadillo); Novelas morales (Ágreda); Ocho novelas (Pérez de
Montalbán); Don Quijote de la Mancha (Cervantes) (2); Satiricón
(Petronio); Segunda parte de Guzmán de Alfarache (Alemán); Tirante
el Blanco (Martorell); Fiammetta (Boccaccio) (2); Celestina (Rojas);
Vida y fábulas de Esopo (Romero); Fabularum (Esopo). Teatro:
Comedias (Terencio) (3); Comoediae (Plauto); Solimano, comedia trá-
gica en italiano; Tragoediae (Séneca); Obras varias en prosa y verso
(Cáncer y Velasco).
28. (1662) Gertrudis Rodríguez de Salamanca. La imprenta y el comer-
cio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, Servicio de Publicaciones,
2009. 134 libros. Poesía: Isidro (Lope de Vega); Rimas (Petrarca);
Teatro: Comedias de varios autores (4); Comedias varias (2).
29. (1664) Agustina Spínola y Eraso y Julián Palomares. «Tasación de
los bienes de doña Agustina Spínola y Eraso y de don Julián de
Palomares, marido de doña Manuela Strata y Spínola, condesa de
la Fuente del Saúco», La imprenta y el comercio de libros en Madrid
(siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., D 1709. 163 libros. Poesía:
Avisos del Parnaso (Bocalino); Elegancias (Manuzio); Epístolas (Ovi-
dio); Fábula de Píramo y Tisbe (Botello); Lágrimas a la muerte de la
reina doña Isabel (Floro); Metamorfosis (Ovidio) (2); Obras poéticas
(Lamberto); Orlando furioso (Ariosto); Ovidio; Petrarca con responsio-
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 169

nes de Alejandro Vellutelo; Rimas (Camoens); Rimas (Dante); Rimas


(Extiliano); Rimas de diversos autores; Aminta (Tasso);Virgilio (3).
Novela: Criticón (Gracián). Prosa de Quevedo. Teatro: Pastor Fido
(Guarini).
30. (1665) Diego de Mora Trillo, maestro del seminario de Toledo.
Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga,
Á., p. 470. Inventario incompleto. 172 libros.
31. (1665) Pedro Virto de Lezama, canónigo y catedrático de Leyes.
Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga,
Á., p. 470. Inventario incompleto. 630 libros. Teatro:Terencio.
32. (1665) Pedro Cardoso, doctor y maestro. Lectores y bibliotecas en la
Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 471. Inventario
incompleto. 1350 libros. Teatro: 18 tomos de comedias.
33. (1666) María Bravo de Hinojosa, noble, mujer de Luis Pereyra y
Céspedes. «Bibliotecas, libreros e impresores madrileños del siglo
XVII», marqués del Saltillo, Revista de archivos, bibliotecas y museos, 54,
1948, pp. 255-285. 74 libros. Poesía: Lira de las musas (Bocángel);
Obras (Boscán y Garcilaso); Araucana (Ercilla); Obras (Góngora);
Obras (Pantaleón de Ribera); La Circe (Lope de Vega); Rimas sacras
(Lope de Vega); Obras (Villamediana); Orlando furioso (Ariosto); Vir-
gilio en romance; Rimas (Camoens). Novela y otros géneros:
Experiencias de Amor y Fortuna (Cuevas); Don Quijote (Cervantes);
Persiles (Cervantes); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Marcos de
Obregón (Espinel); Arcadia (Lope de Vega). Teatro: Libro de cuatro
comedias (Lope de Vega).
34. (1666) Francisco de Medrano Langarica, cirujano barbero. «La
biblioteca de don Fernando de Medrano Langarica, un barbero-
cirujano alavés en el Madrid de Felipe IV (1666)», Barrio Moya, J.
L., Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 62, 1,
2006, pp. 59-68. 27 libros. Novela: Don Florisel de Niquea (Silva).
35. (1667) Pedro Gómez de Almodóvar, doctor. Dos bibliotecas chinchi-
llanas del siglo XVII, Mendoza, F., y García, G., Albacete, Instituto de
Estudios Albacetenses, 1983, pp. 11-49. 255 libros. Poesía: Corona-
ción (Mena);Torcuato Tasso; Juvenal; Marcial; Arte de amar (Ovi-
dio); Metamorfosis (Ovidio); Persio;Virgilio (2); Teatro: Tragedias
(Séneca).
36. (1667) Cristóbal Lozano, doctor, escritor y capellán. El doctor Cris-
tóbal Lozano, Entrambasaguas, J. de, Boletín de la Biblioteca de Archi-
vos y Museos, 1927, p. 18. 51 libros. Poesía: Obras (Góngora); Par-
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170 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

naso antártico (Ovidio). Teatro: Segunda parte de las comedias (Cal-


derón).
37. (1668) Esteban Rodríguez, maestro y sacristán. Libros y lectura en
Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725),Weruaga Prieto,
Á., Salamanca, Junta de Castilla y León, 1993, p. 211. 26 libros.
Inventario incompleto. Poesía: Os Lusiadas (Camoens).
38. (1668) Antonia de Huerta, viuda de Alonso Sánchez de Pineda.
Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga,
Á., p. 471. Inventario incompleto. 145 libros. Novela: Guzmán de
Alfarache (Alemán).
39. (1669) Guiomar Herrera de Guzmán, condesa de Mora. «La libre-
ría y otros bienes de la dama zamorana doña Guiomar Herrera de
Guzmán, condesa de Mora e hija de los condes de Alba de Liste
(1669)», Barrio Moya, J. L., Revista del Instituto de estudios zamoranos
Florián de Ocampo, 1988, pp. 513-524. 127 libros. Poesía: Obras
(Góngora); Parnaso español (Quevedo); Desengaños de amor (Rojas
Zorrilla) (2). Teatro: 2 libros de comedias sueltas; 2 libros de
comedias sueltas; Parte dieciocho de comedias de varios autores; Laurel
de comedias; Primera parte de comedias (Pérez de Montalbán); Parte
veintiuno de comedias (Lope de Vega) (2).
40. (1669) Alonso Hernández, sacerdote. Lectores y bibliotecas en la Sala-
manca moderna (1600-1789), Weruaga, Á., p. 397. Inventario
incompleto. 29 libros. Poesía: Obras (Carrillo y Sotomayor).
41. (1670) Juan Beyón de Caniedes, profesor en Salamanca. Lectores y
bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789), Weruaga, Á., p.
397. Inventario incompleto. 29 libros. Poesía: Ovidio.
42. (1670) Pedro de Zúñiga, III marqués de Flores Dávila. «La biblio-
teca de don Pedro de Zúñiga y de la Cueva, III marqués de Flores
Dávila (1669)», Barrio Moya, J. L., Salamanca. Revista de estudios,
55, 2007, 401-422. 128 libros. Poesía: Coplas de diferentes autores;
Constancia victoriosa (Rebolledo); Obras poéticas (Rebolledo); Ocios
(Rebolledo); Selva militar y política (Bernardino de Rebolledo);
Selva sagrada (Rebolledo); Selvas dánicas (Rebolledo); Triunfos
(Petrarca).
43. (1672) Andrés de Urzanqui, pintor. «Documentos e inventario de
los bienes de Andrés de Urzanqui», González Hernández,V., Bole-
tín del Museo e Instituto Camón Aznar, 2-3, 1981, pp. 1-4.
44. (1672) María Villanueva Laredo, boticaria, mujer del boticario
Alonso García de Canedo. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 171

a la Ilustración (1650-1725),Weruaga Prieto, Á., pp. 213-214. 46


libros. Inventario incompleto.
45. (1672) Pedro Antonio de Aragón, virrey, grande de España. «La
biblioteca del virrey don Pedro Antonio de Aragón (1611-1690)»,
Domínguez Bordona, J., Boletín arqueológico de Tarragona, abril-junio
1948, pp. 37-53 y «Addenda: libros conservados en Poblet»,
Domínguez Bordona, J., Boletín arqueológico de Tarragona, 50, 1950,
pp. 66-86. 2756 libros. Inventarios irregulares. Poesía: Poesías dife-
rentes; Cancionero general; Flores de poetas ilustres; 26 obras de Lope
de Vega en 44 volúmenes («la mitad comedias, la otra mitad poesía
y narrativa»); Esquilache; Boscán; Araucana (Ercilla) (2); Anotaciones
a Garcilaso (Herrera); Poesías (Hurtado de Mendoza) (2); Rimas
(Argensolas); Obras (Mena) (3); Cristóbal de Mesa; Salas Barbadi-
llo; España defendida (Suárez de Figueroa); Bernardo (Valbuena);
Siglo de oro en las selvas de Erífile (Valbuena); Sagrario de Toledo (Val-
divieso) (2); La Dragontea (Lope de Vega) (2); Rimas sacras (Lope de
Vega); Triunfos divinos (Lope de Vega); Garcilaso de la Vega; Poesía
(Villalba); Ilíada (Homero); Odisea (Homero); Obras (Píndaro);
Opera (Catulo); De raptu Proserpinae (Claudiano); Farsalia (Lucano);
Marcial; Metamorfosis (Ovidio); Ovidio; Obras (Virgilio); Obras
(Virgilio); Poesie (Dante); Orlando furioso (Ariosto); Poesie (Canale)
(2); El hijo pródigo (Cinquanta); Poesie (Menini); Alamana (Olivie-
ro); Obras (Petrarca); Opere (Petrarca); Rime spirituali (Pozzo); Jeru-
salén libertada (Tasso); Sacra Ghirlanda (Venerosi); Os Lusiadas
(Camoens). Novela y otros géneros: Palmerín de Oliva; Historia
de Primaleón; Conde Lucanor (Don Juan Manuel); 26 obras de Lope
de Vega en 44 volúmenes («la mitad comedias, la otra mitad poesía
y narrativa»); Don Quijote (Cervantes); Galatea (Cervantes); Pícara
Justina (López de Úbeda); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina);
Diana (Montemayor); Arcadia (Lope de Vega); Para todos (Pérez de
Montalbán); Decamerón (Boccaccio) (2); Novelle (Boccaccio); Phile-
na (Franco); Celestina (Rojas). Teatro: Principe Casimiro (Riccio)
(2); Plauto;Terencio; 26 obras de Lope de Vega en 44 volúmenes:
«la mitad comedias, la otra mitad poesía y narrativa».
46. (1672) Bernardino de Rebolledo, escritor y diplomático. «Autores
franceses en la biblioteca de un escritor del siglo XVII: Bernardino
de Rebolledo», Casado Lobato, M.ª C., Livre et lecture en Espagne,
Paris, Éditions ADPF, 1981, 127-137. 222 libros. Poesía: Ilíada
(Homero); Odisea (Homero) (3); Tebaida (Estacio); Farsalia (Luca-
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172 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

no); Metamorfosis (Ovidio) (2); Dante; Orlando furioso (Ariosto);


Orlando innamorato (Boiardo) (2); Poema histórico de la invención de la
Cruz (López de Zárate); Romance del conde Dirlos; Colección de poesí-
as de tema religioso; Annibal Caro; Franco; Garzoni (2); Giraldi;
Imperiale; Petrarca;Tasso. Teatro: una comedia.
47. (1673) Antonio Juan Luis de la Cerda, duque de Medinaceli. «La
biblioteca de don Antonio Juan Luis de la Cerda,VII duque de
Medinaceli, en su palacio del Puerto de Santa María (1673)», Álva-
rez Márquez, M.ª C., Historia, instituciones, documentos (Universidad
de Sevilla), 15, 1988, 251-390. 1474 libros. Poesía: Nápoles recupe-
rada (Esquilache); Invención de la cruz (López de Zárate); Obras
(Ausiàs March); Obras (Pantaleón de Ribera); Parnaso (Quevedo);
Versos (Anacreonte); Ilíada (Homero); Olimpiadas (Píndaro); Catu-
lo; Tebaida (Estacio); Satirae (Juvenal); Fábulas (Lucano); Versos
(Lucano); Metamorfosis (Ovidio); Propercio; Versos (Silio Itálico);
Tibulo; Virgilio; Commedia (Dante); Teseida (Ariosto); Poeme
(Marino); Epitalami (Marino); Sampogna (Marino); Rime (Petrar-
ca); Jerusalén libertada (Tasso); Rime (Tasso); Bembo; Hymnes (Ron-
sard); Rimas (Camoens); Rime spirituali (Fiamma); La Malteide,
poema (Fratta); Versos (Mureto); Nifo; I fiori delle rime de poeti illustri
(Ruscelli); Obras poéticas y cristianas (Saluste); Octavas (Simeoni);
Poemas (Urbano VIII); Opera (Quevedo). Novela y otros géne-
ros: El asno de oro (Apuleyo); Conde Lucanor (Don Juan Manuel);
Decamerón (Boccaccio); Fiammetta (Boccaccio); Arcadia (Sannaza-
ro). Teatro: Tragedias (Sófocles); Comedias (Terencio); Comedie
(Ariosto); Ninfe fiorentine (Boccaccio); Pastor Fido (Guarini); Come-
dia eufrosina (Ferreira); Comedia intitolata Calandria (Divizio da Bib-
biena); Medea tragedia (Galladei); Comedias (Razzi).
48. (1674) Agustín de Salcedo, síndico de la Universidad de Salaman-
ca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),
Weruaga, Á., p. 473. Inventario incompleto. 260 libros. Poesía: Os
Lusiadas (Camoens). Novela: Don Quijote (Cervantes).
49. (1675) Francisca de Torres y Salcedo, hermana de un entallador.
Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725),
Weruaga Prieto, Á., p. 212. 3 libros.
50. (1675) Antonio Mexía de Tovar y Paz, conde de Molina de Herre-
ra. «La librería del tercer conde de Molina de Herrera», Barrio
Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 8, 1981-1982, 67-72. 78 libros.
Poesía:Virgilio; Obras (Camoens). Teatro: Un tomo de comedias.
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 173

51. (1677) Luis de Zabalza, platero real. «La librería de Luis de Zabal-
za, platero de cámara de Felipe IV», Barrio Moya J. L., Revista de
llibreria antiquària, 11, 1986, 24-27. 129 libros. Poesía: Obras
(Esquilache) (2); Nápoles recuperada (Esquilache); Araucana (Ercilla);
Obras (Góngora); Obras (Villamediana). Novela: Guzmán de Alfa-
rache (Alemán); Don Quijote de la Mancha (Cervantes); Galatea
(Cervantes); Persiles (Cervantes); Sucesos y prodigios de amor (Pérez
de Montalbán); David perseguido (Lozano); David arrepentido (Loza-
no). Teatro: 2 libros de comedias varias; 34 libros de comedias de
varios autores;Autos sacramentales (s. n.) (5); Obras de Lope de Vega;
Comedias (Cabeza); Comedias (Calderón) (10); Comedias (Matos);
Comedias (Moreto); Comedias (Rojas Zorrilla); Comedias (Pérez de
Montalbán); Parte sexta (2).
52. (1677) Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa. «La
biblioteca poética del conde de Villaumbrosa», Forradellas, J., Bole-
tín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo (1972), pp. 359-405. Museo o
biblioteca selecta de el Excmo. señor don Pedro Núñez de Guzmán, mar-
qués de Montealegre y de Quintana, Madrid, Julián de Paredes, 1677.
ca. 10.000 libros. Poesía: Academia de seis de enero de 1661; Acade-
mia que se celebró el día 5 de enero de 1674; Academia que se celebró en
7 de enero de 1663; Academias morales de las musas (Enríquez); Agu-
dezas (Owen); Alfonso Africano (Mausinho); Algunas obras (Góngo-
ra); Algunas obras (Jáuregui); Achiliis Statii (Horacio); Araucana
(Ercilla); Breve copilación en metro de la sucesión de los reyes de España;
Cancionero general de varios autores; Canciones y varias poesías (Bos-
cán); Carlos Famoso (Zapata de Chaves); Carmina (Catulo,Tibulo y
Propercio); Carmina (Horacio); Carta en redondillas (Enrique de
Toledo); Cartapacio de versos de diferentes poetas; Circe (Lope de Vega);
Cisne de Apolo (Carvallo); Copilación de todas las obras (Mena);
Coplas (Manrique); Coplas (Don Juan Manuel); Coplas (Pedro de
Portugal); Coplas de Mingo Revulgo (2); Coplas en latín al Condesta-
ble; Corona trágica (Lope de Vega); Coronación (Mena); Cuarenta can-
tos (Fuentes); Dante traducido; Declaración magistral de las sátiras de
Juvenal; Diálogo de amor (Encina); Discursos varios y versiones castella-
nas de poetas (2); Égloga castellana; Églogas (Rodríguez Lobo); Epi-
gramas a la muerte de la reina doña Isabel (2); Epigramas a la muerte del
emperador; Epigrammata libri 15 (Marcial); Espejo del alma y las tres-
cientas (Mena); Fama inmortal de Lope de Vega (Peña); Fama póstuma
a la vida y muerte de Lope de Vega (Pérez de Montalbán); Fiestas de
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174 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

Madrid a san Isidro (Lope de Vega); Filomena (Lope de Vega); Gieru-


salem liberata (Tasso); Glosas y poesías diversas latinas y castellanas;
Hermosura de Angélica (Lope de Vega); Historia del Cid en versos anti-
guos; Ideas de Apolo (Vergara); Justa poética a san Isidro (Lope de
Vega); Laberinto con glosa (Mena); Laurel de Apolo (Lope de Vega);
Lecciones solemnes (Pellicer); Lira (Lupercio Leonardo de Argenso-
la); Lira de las musas (Bocángel); Lucano traducido; Os Lusiadas
(Camoens) (2); Lyre (Apollon); Macarronea (Pacheco); Metamorfosis
(Ovidio); Metamorphoses (Ovidio); Moschea poetica (Villaviciosa);
Musae errantes (Lipsio); Nápoles recuperada (Esquilache); Numantina
(Mosquera); Obras (Carrillo Sotomayor); Obras (Góngora) (2);
Obras (Horacio); Obras (Manrique); Obras (Fray Juan de la Cruz)
(2); Obras (Sánchez de Badajoz); Obras (Villamediana); Obras (De
la Torre); Obras (Quevedo); Obras (Ulloa Pereira); Obras con anota-
ciones de Fernando de Herrera (Garcilaso); Obras con notas de Francisco
Sánchez (Garcilaso); Obras en verso (Esquilache); Obras de Boscán y
algunas de Garcilaso; Obras en verso (López de Zárate); Obras métricas
(Hurtado de Mendoza); Obras métricas (Melo); Obras poéticas (Cas-
tillejo); Obras por Tomás Tamayo (Garcilaso); Obras póstumas divinas
y humanas (Paravicino); Obras traducidas (Virgilio) (2); Ocios de Cas-
talia (Ovando); Odisea (Homero) (2); Opera (Homero); Opera
(Horacio) (3); Opera (Marcial); Opera (Ovidio); Opera (Virgilio)
(3); Opera omnia (Ovidio); Parnaso (Quevedo); Pastores de Belén
(Lope de Vega); Pharsalia (Lucano); Pharsalie (Lucano); Poema heroi-
co de la invención de la cruz (López de Zárate); Poemas lusitanos
(Ferreira); Poemes (Ronsard); Poesías antiguas; Poeta Graeci opera
(Píndaro); Opera omnia (Catulo Tibulo y Propercio); Poeta graeci
veteris (2); Poetis latinis (Persus Crinitus); Raguaglios del Parnaso
(Bocalino); Recueil de Poesies; Recueil de pieces galantes en prose et en
vers (Condesa de Suze); Remedio de perdidos; Rimas (Camoens);
Rimas (Argensolas); Rimas, con el nuevo arte de hacer comedias (Lope
de Vega); Rimas humanas y divinas (Lope de Vega); Rimas sagradas
(Lope de Vega); Roland furieux (Ariosto); Romance curioso (2);
Romance escrito al general Masflet; Romancero espiritual (Lope de
Vega); Romancero general; Romances varios; Isidro (Lope de Vega);
Sátira de las cosas que pasaban en el Perú (Rozas de Oquendo); Senti-
ment d’amour (Corbinelli) (2); Silva poética (Niño de Guevara);
Soneto (Hernando de Guzmán); Soneto a un sermón (Niseno); Sone-
to en alabanza de don Francisco de Quevedo; Templo militante (Cayras-
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 175

co); Templo panegírico (Torre Farfán); Terpsícore musa académica


(Faria); Thomae a Correa in artem Poeticam Horatii (Horacio); Toilette
galand de l’amour (Torche); Transformaciones (Ovidio) (2); Treinta y
seis capítulos de Homero traducidos; Trescientas (Mena); Triunfo de amor
por Alvar Gómez (Petrarca); Triunfos (Petrarca); Triunfos divinos
(Lope de Vega); Varias poesías; Varias poesías (González de Andrade);
Varias poesías (Villagrán); Varias poesías antiguas; Varias poesías anti-
guas (Pérez de Guzmán); Varias poesías antiguas latinas y castellanas;
Varias traducciones de versos de Horacio y Marcial; Vega del Parnaso
(Lope de Vega); Versos (Tansillo); Versos (Ulloa); Versos a lo divino
(Elisio de Medinilla); Versos que no andan impresos (Quevedo); Versos
que salieron cuando entró a reinar el rey Felipe Quarto; Versos tratados en
prosa y verso; Vida de Nuestra Señora (Antonio de Mendoza); Zarça
Parrilla (Mejía de Guzmán); Satyrae (Juvenal) (2); Satyrae (Persio
Flaco); Obras varias (Cáncer y Velasco). Novela y otros géneros:
Arcadia (Lope de Vega); Argenis (Pellicer); Argenis y Poliarco (Bar-
clay); Caballero del Febo (Gómez de Calahorra); Cien novelas traduci-
das de toscano (Giraldi); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Crónica
de don Florisel de Niquea (Silva); Crónica de los dos caballeros Lisuarte
de Grecia; Crónica del caballero de la ardiente espada; Crónica del prínci-
pe don Belianís de Grecia (Fernández); Diane de France; Don Carlos
nouvelle historique (Saint-Real); Dorotea (Lope de Vega); Fiammetta
(Boccaccio); Heliodoro o Historia etiópica; Historia de Menina e moça
(Ribeiro); Historia del caballero Amadís de Gaula; Historia del caballero
Christalián de España (Bernal); Historia del caballero Palmerín de
Oliva; Historia del príncipe don Policisne de Boecia (Silva y Toledo);
Menandro (De los Reyes); Merlín y Demanda del Santo Grial; Nouve-
lles franzoises; Novela el Tajo; Novela intitulada Rosana (Reinaltes);
Novelas (Timoneda); Primera y segunda parte (Zayas); (2); Peregrino
en su patria (Lope de Vega); Pícara Justina; Don Quijote (Cervantes);
Sergas de Esplandián (Rodríguez de Montalvo); Recueil de pieces
galantes en prose et en vers (Condesa de Suze); Trabajos de Persiles y
Sigismunda (Cervantes); Vida de Guzmán de Alfarache (Alemán);
Vida del caballero Lepolemo; Vida del escudero Marcos de Obregón
(Espinel); Vida y hechos de Estebanillo González (Vega); Histoires
nouvelles traduites; Nouvelles françoises (2); Caballero determinado
(Acuña); Celestina (Rojas). Teatro: Autos sacramentales (Lope de
Vega); Ni Amor se libra de amor (Calderón); Fieras afemina Amor
(Calderón); Menandra (Narváez) (2); Comoediae (Terencio) (2);
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176 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

Comoediae cum commentariis Dionysii Lambini (Plauto) (2); Comoe-


diae 20 cum commentariis Friderici Taubmani (Plauto); Comedias (Dia-
mante); Comedias (Rojas Zorrilla); Comedias (Lope de Vega); Come-
dias diferentes de varios autores (3); Comedias diferentes en francés (9);
Comedias nuevas de varios autores (6); Comedias primera-cuarta (Cal-
derón) (4); Comedias varias (Calderón) (2); Comentarios en las trage-
dias de Hércules (Séneca); Corneille traduit en franzois; Mejor de los
mejores libros de comedias; Oeuvres (Molière); Obras varias (Cáncer y
Velasco); Petri Scriverii collectanea, sive fragmenta veterum tragicorum
(Schrjiver); Propalladia (Torres Naharro); Relación de las comedias que
se hicieron el año 1474 (2); Theatre revue (Corneille) (4); Tragicomedia
los jardines y campos sabeos (Feliciana Enrique de Guzmán).
53. (1679) Miguel Pérez de Mendoza, maestro de armas de Carlos II.
«La biblioteca de don Miguel Pérez de Mendoza, maestro de
armas riojano del rey Carlos II (1679)», Barrio Moya, J. L., Milita-
ria. Revista de cultura militar, 15, 2001, pp. 119-137. 95 libros. Poe-
sía: Eneida (Virgilio); Numantina (Mosquera); Obras (Góngora);
Obras (Villamediana); Rimas (Argensolas); Rimas (Lope de Vega).
Novela: Criticón (Gracián); Don Quijote (Cervantes) (2). Teatro:
Obras (Séneca).
54. (1681) Juan José de Austria. «Libros aragoneses, catalanes, mallorqui-
nes y valencianos de don Juan José de Austria (1681)», Barrio Moya,
J. L., Revista de llibreria antiquària, 12, 1986, pp. 37-45. 121 libros.
Poesía: Rimas (Argensolas). Novela: Meriendas de ingenio (Prado).
55. (1682) Magdalena de Aguirre, viuda de Bernardino Sánchez,
maestro de obras. «Tasación de los libros que quedaron por muer-
te de doña Magdalena de Aguirre…», La imprenta y el comercio de
libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., D 33. 12
libros. Poesía: Jardín de divinas flores.
56. (1682) Luis Román, alarife. «La librería y otros bienes de Luis
Román, maestro de obras y alarife madrileño del siglo XVII»,
Barrio Moya, J. L., Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, 65, 1987, pp. 195-208. 110 libros. Poesía: Isidro (Lope de
Vega); Laberinto de fortuna (Mena); Obras (Góngora). Novela y
otros géneros: Criticón (Gracián) (3); Dama beata (Camerino);
Diablo anda suelto (Santos); Diablo cojuelo (Vélez); Dorotea (Lope de
Vega); Lazarillo; Novelas ejemplares (Cervantes); Poema trágico del
Gerardo español (Céspedes y Meneses); Fábulas (Esopo). Teatro:
Comedias; Entremeses; Propalladia (Torres Naharro).
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 177

57. (1685) Isabel de Castro y Andrade, condesa de Oñate. «La gran


biblioteca de la condesa de Oñate», Barrio Moya, J. L., Analecta
calasanctiana, 54 (1985), pp. 421-433. 268 libros. Poesía: Commen-
taria in omnia opera (Virgilio); Ovidio en francés; Poeta greci diverso-
rum. Teatro: Terencio cum comento.
58. (1685) Francisco Rici, pintor. «Los bienes del pintor Francisco
Rici», Barrio Moya, J. L., Archivo español de arte, 56 (1983), pp. 39-
46. 43 libros. Poesía: Metamorfosis (Ovidio); Obras (Quevedo);
Orlando furioso (Ariosto).
59. (1686) Antonio de Solís, cronista de Indias. «La biblioteca de Anto-
nio de Solís», Serralta, F., Cahiers du monde hispanique et luso-bresilien,
33, 1979, pp. 103-132. 1400 libros. Poesía: Academia; Araucana
(Ercilla); Ars poetica (Donati); Cancionero (Maldonado); Cancionero
general; Catulus Tibulus; Circe (Lope de Vega) (9); Coplas y cartas de
Garay (Manrique); Corona trágica (Lope de Vega) (9); Discurso poético
(Jáuregui); Diversas rimas (Espinel) (2); Divina comedia (Dante) (2);
Epístolas y epigramas de Artemidoro; Eróticas (Villegas); Farsalia (Jáure-
gui); Farsalia (Lucano); Filomena (Lope de Vega) (9); Galateo español
(Dantisco); Horatius; Iliada (Homero); Isidro (Lope de Vega) (9); Jeru-
salén conquistada (Tasso) (2); Jerusalén conquistada (Lope de Vega) (9);
Jornadas de Madrid (Ribero); Justa poética a san Isidro (Lope de Vega)
(9); Lágrimas panegíricas (Grande de Tena); Laurel de Apolo (Lope de
Vega) (9); Libro de las musas humanas (Bocángel); Lira (Marino);
Lucanus cum notis; Os Lusiadas (Camoens); Metamorfosis (Ovidio)
(2); Noches claras (Faria y Sousa); Obelisco fúnebre (Lara); Obras
(Esquilache); Obras (Carrillo Sotomayor) (2); Obras (Góngora) (2);
Obras (Fray Luis de León); Obras (Pantaleón de Ribera); Obras
(López de Zárate); Obras (Villamediana); Obras (Francisco de la
Torre); Obras (Ulloa Pereira); Obras (Garcilaso) (3); Obras (Hurtado
de Mendoza); Obras (Quevedo) (7); Obras de Boscán y Garcilaso;
Obras métricas (Melo); Obras en prosa y verso (Polo de Medina); Obras
poéticas (Rebolledo) (3); Odisea (Homero); Opera omnia (Petrarca);
Opera omnia (Sannazaro); Opera omnia (Virgilio); Opera poetica
(Marineri Valentini); Orlando furioso (Ariosto); Orlando innamorato
(Boiardo); Pastor peregrino (Rodrigues Lobo); Pastores de Belén (Lope
de Vega) (9); Petrarca (Gesualdo); Petrarca con l’espositione d’Alessandro
Vellutello; Poema heroico de la invención de la Cruz (López de Zárate);
Poesías (Mena); Poesia del testi; Poeta graeci Veteris; Poeta greçei; Poetica
(Patriçi); Rimas (Argensolas); Rimas (Jáuregui); Rimas exsequie politi-
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178 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

che (Lope de Vega) (9); Rimas humanas y divinas (Lope de Vega) (9);
Rime (Çianpoli); Rime (Goselini); Rime (Murtola); Rime e prose
(Marza); Rime degli academice; Rime del gnoto çicco de Hadria; Romance-
ro general; Tres musas del Melodino (Francisco Manuel); Trescientas
(Mena); Triunfos (Petrarca); Vega del Parnaso (Lope de Vega) (9); Ver-
sos ( Herrera); Virgilio comentado; Virgilius cum notis variorum; Juvenal;
Persio. Novela y otros géneros: Arcadia (Lope de Vega) (9); Arca-
dia (Sannazaro); Boccaccio; Caballero determinado; Cente novelle (San-
sovino); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina); Cintia de Aranjuez
(Corral); Coralbo del caualler (Biondi); Conde Lucanor (Juan Manuel);
Decamerón (Boccaccio) (2); Deleitar aprovechando (Tirso de Molina);
Diana (Montemayor); Dorotea (Lope de Vega) (9); Galatea (Cervan-
tes); Guzmán de Alfarache (Alemán); Histoire ethiopique de Theagenes et
Clariclee (Heliodoro de Emesa); Lucius Apuleyus (3); Novelas ejempla-
res (Cervantes); Palmerín de Oliva; Para todos (Pérez de Montalbán);
Primavera (Rodrigues Lobo); Don Quijote (Cervantes) (2); Fábulas
(Esopo) (4). Teatro: Algunas hazañas del marqués de Cañete (Bel-
monte); Autos (Calderón); Autos, loas y entremeses; Comedias; Come-
dias (Calderón) (8); Comedias, tomo quinto (Calderón); Comedias
(Guillén de Castro); Comedias (Rojas Zorrilla) (2); Comedias (Lope
de Vega) (17); Comedias varias (10); Jocoseria (Quiñones de Benaven-
te); Medea (Séneca); Opera (Séneca) (3); Pastor Fido (Guarini) (2);
Terentius cum comento; Terentius variorum; Il Coriolano (Shakespeare);
Tragedia (Séneca) (3); Tragedias españolas; Tragicomedia de los jardines y
campos sabeos (Enríquez de Guzmán).
60. (1687) Juan de Contreras. La imprenta y el comercio de libros en
Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., D 1733. 484 libros.
Poesía: Corona trágica (Lope de Vega); Elegancias (Pablo Manuzio);
Epigramata (Marcial). Teatro: Comedias; Comedias, parte 21 (Lope
de Vega); Tragedias (Séneca).
61. (1687) Andrés Díaz Román, consejero de Hacienda. «La bibliote-
ca del caballero manchego don Andrés Díaz Román, consejero de
Hacienda del rey Carlos II (1686)», Barrio Moya, J. L., Cuadernos
de estudios manchegos, 32, 2008, pp. 135-165. 106 libros. Poesía:
Dragontea (Lope de Vega); Rimas (Salcedo); Triunfos (Petrarca) (2).
Novela: Caballero determinado (Olivier de la Marche); Historia etió-
pica de Theágenes y Clariquea (Heliodoro de Emesa).
62. (1688) Álvaro de Bracamonte Rodríguez de las Barillas, goberna-
dor de Ciudad Rodrigo. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moder-
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 179

na (1600-1789), Weruaga Prieto, Á., Junta de Castilla y León,


2008, p. 402. 74 libros. Inventario incompleto. Poesía: Marcial;
Poesía (Ovidio). Novela: Don Quijote (Cervantes) (2).
63. (1688) José de Espinosa y Ocampo, estudiante en Salamanca. Lec-
tores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á.,
p. 475. Inventario incompleto. 179 libros. Poesía: Boiardo; Petrar-
ca; Camoens. Novela: Don Quijote (Cervantes).
64. (1689) Luis Barahona Saravia, oidor. «La importante biblioteca
jurídica madrileña del siglo XVII: la del oidor don Luis Barahona
Saravia (1689)», Barrio Moya, J. L., Anuario de historia del derecho
español, 77, 2007, pp. 481-506. 885 libros. Poesía: Eróticas (Ville-
gas); Jerusalén conquistada (Lope de Vega); Os Lusiadas (Camoens);
Obras (Carrillo Sotomayor); Obras (Virgilio); Orlando furioso
(Ariosto) (2); Parnaso (Quevedo); Soledades comentadas (Góngora).
Novela: Celidón de Iberia (Gómez de Luque); Don Quijote (Cer-
vantes); Trabajos de Persiles y Sigismunda (Cervantes).
65. (1690) Pedro García Varela, catedrático de Medicina en Salaman-
ca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),
Weruaga, Á., p. 476. Inventario incompleto. 281 libros. Poesía:
Lira de las musas (Bocángel); Novela: Don Quijote (Miguel de Cer-
vantes).
66. (1694) Manuel Mayers Caramuel, contraste de oro y plata. «La
librería de Manuel Mayers Caramuel, contraste de oro y plata de
Felipe IV y Carlos II (1693)», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la
investigación de la literatura hispánica, 21, 1996, pp. 181-210. 519
libros. Poesía: Araucana (Ercilla); Circe (Lope de Vega); Coplas
(Manrique); Corona trágica (Lope de Vega); Eneida (Virgilio); Ilus-
tración y defensa de la fábula de Píramo y Tisbe (Salazar); Isidro (Lope
de Vega); Laurel de Apolo (Lope de Vega); Lucano traducido; Obras
(Carrillo Sotomayor); Obras (Góngora); Obras (López de Zárate);
Obras (Quevedo); Obras (Villamediama); Obras (Ovidio); Obras tra-
ducidas en prosa (Virgilio); Orlando furioso (Ariosto); Parnaso (Que-
vedo); Epicteto (Quevedo); Rimas (Argensolas); Rimas varias
(Camoens); Sonetos (Petrarca); Trescientas (Mena); Triunfos (Petrar-
ca). Novela: Arcadia (Lope de Vega); Cigarrales de Toledo (Tirso);
Criticón (Gracián); Dama beata (Camerino); Diablo cojuelo (Vélez);
Diana (Montemayor); Garduña de Sevilla (Castillo Solórzano);
Guzmán de Alfarache (Alemán); Pastores de Sierra Bermeja (Espinel);
El español Gerardo (Céspedes); Don Quijote (Cervantes) (2); Trabajos
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180 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

de Persiles y Sigismunda (Cervantes). Teatro: Obras en romance


(Séneca) (2); 7 libros en romance (Séneca).
67. (1694) Domingo Pérez Ruiz, escribano. Libros y lectura en Sala-
manca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á.,
Salamanca, Junta de Castilla y León, 1993, pp. 208-209. 18 libros.
Novela: Guzmán de Alfarache (Alemán); David perseguido (Lozano).
68. (1694) Pedro de Toledo, virrey de Nápoles. «La biblioteca de don
Pedro de Toledo», Nicolini, B., Revista geográfica española, 1955, pp.
86-96; «Poder y cultura en el Renacimiento napolitano: la biblio-
teca del virrey Pedro de Toledo», Hernando Sánchez, C. J., Cuader-
nos de Historia Moderna, 9, 1988, pp. 13-33. 250 libros. Poesía: Mor-
gante (Pulci); Orlando furioso (Ariosto); Triunfos (Petrarca); Sonetos
(Tansillo); Heroidas (Ovidio) (2); Copilación de todas las obras
(Mena); Proverbios (Santillana); Cancionero general; Obras de Boscán y
Garcilaso. Novela: Muerte de los siete infantes de Lara; Crónica del rey
don Rodrigo; Crónica de los nobles caballeros Oliveros de Castilla y Artus
de Algarve; Libro del invencible caballero Leopolemo o Caballero de la
cruz (Alonso de Salazar); Valeriano de Hungría; Cristalián de España
(Bernal); Historia del emperador Carlomagno y de los doce pares de
Francia (Piamonte); Reinaldos de Montalbán; Crónica del noble caballe-
ro el conde Fernán González; Lucio Apuleyo; Il Guerrin Meschino
(Barberino) (2, italiano y castellano); Trebisonda historiada (Trom-
ba); Queste du Graal. Teatro: Anfitrión (Plauto).
69. (1694) Oleguer de Monserrat, doctor en Derecho. «La biblioteca
de Oleguer de Monserrat: Una descripción crítica (1617-1694)»,
Cerro, R., Afers: Fulls de Recerca i Pensament, 33/34, 1999, pp. 571-
584. 120 títulos. Poesía: Obras de Boscán y Garcilaso.
70. (1695) Miguel Alonso Zurdo, sacerdote en la iglesia de Justo y
Pastor en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna
(1600-1789),Weruaga, Á., p. 404. Inventario incompleto. 37 libros.
Novela: Arcadia (Lope de Vega).
71. (1695) Diego Sarmiento y Valladares, obispo de Plasencia. «El
inventario de los bienes de don Diego Sarmiento y Valladares,
obispo de Plasencia e inquisidor general durante el reinado de
Carlos II (1695)», Barrio Moya, J. L., Museo de Pontevedra, 48, 1994,
pp. 437-510. 1544 tomos. Poesía: Laurel de Apolo (Lope de Vega);
Obras de Garcilaso de la Vega con otras de Herrera; Obras (Góngora);
Obras (Fray Juan de la Cruz); Os Lusiadas (Camoens); Obras
(Camoens); Orlando furioso (Ariosto); Obras (Petrarca).
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 181

72. (1695) José de Arroyo, arquitecto. «Los libros del arquitecto José de
Arroyo», Barrio Moya, J. L., Revista de archivos, bibliotecas y museos,
81, 1978, pp. 825-834. 249 volúmenes, 237 títulos. Poesía: Obras
en prosa con el Parnaso (Quevedo), Obras (Quevedo), Parnaso español
(Quevedo) (2), Epicteto traducido (Quevedo); Romancero espiritual
(Lope de Vega); Justa poética que hizo la insigne Villa de Madrid al
bienaventurado san Isidro en las fiestas de su beatificación (Lope de
Vega), Araucana: cuarta y quinta parte (Santisteban) (2); Poema heroico
de la invención de la Cruz (López de Zárate); Obras (Góngora);
Obras (Santillana); Obras (Villamediana); Araucana: segunda y tercera
parte (Ercilla) (2); Obras (Garcilaso); Canciones (Petrarca); Obras
(Ovidio); Ovidio en romance; Obras (Virgilio). Novela: Siete libros de
la Diana (Montemayor); Dorotea (Lope de Vega); Historia de Hipóli-
to y Aminta (Quintana); Obras en prosa con el Parnaso (Quevedo).
Teatro: Comedias (Lope de Vega); Comedias, sexta parte (Calderón);
Autos (Calderón); Gran teatro del mundo (Calderón); Verdadera quinta
parte de las comedias (Calderón); Comedias (Solís); Comedias varias (2).
73. (1696) Juan Tomás Baraona Chumacero, catedrático de vísperas de
cánones en Alcalá de Henares. «La biblioteca de don Juan Tomás
Baraona Chumacero, catedrático de vísperas de cánones en la
Universidad de Alcalá de Henares», Barrio Moya, J. L., Anales com-
plutenses, 16, 2004, pp. 341-363. 621 títulos. Poesía: Jerusalén con-
quistada (Lope de Vega); Góngora; Eróticas o amatorias (Villegas);
Orlando furioso (Ariosto); Lucano; Ausonio;Virgilio (2); Marcial;
Camoens. Novela: El grande hijo de David más perseguido: Jesucristo
Señor Nuestro (Lozano); Trabajos de Persiles y Sigismunda (Cervan-
tes), Don Quijote: Primera y Segunda parte (Cervantes) (2). Teatro:
Manzana de oro (Sbarra).
74. (1696) Agustina de Abello y Valdés, viuda de Rodrigo Álvarez de
Valdés. «Tasación de libros que quedaron por muerte de doña
Agustina de Abello y Valdés, viuda de don Rodrigo Álvarez de
Valdés», La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII),
Agulló y Cobo, M., D 1200. 68 libros. Poesía: Academia que se cele-
bró en casa de Gabriel de Campos (2); Cancionero en romance (Luzón);
Circe (Lope de Vega); Góngora. Novela: Don Quijote (Cervantes).
Teatro: Parte treinta y seis de comedias.
75. (1697) Antonio Leonardo. «Tasación de los libros que quedaron a
la muerte de Antonio Leonardo, vezino que fue de esta villa», La
imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y
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182 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

Cobo, M., D 1364. 297 libros. Poesía: Agudezas (Owen); Delicias


de Apolo (Francisco de la Torre); Dragontea (Lope de Vega); Entrete-
nimientos y juegos honestos; Fama póstuma de Lope de Vega (Pérez de
Montalbán); Ideas de Apolo; Infanta coronada; Justa poética de Alcalá;
Laberinto poético; Lágrimas (Pérez de Montalbán); Luces de la Aurora;
Lusiadas (Camoens); Monumento triunfal; Obras (Cáncer y Velasco)
(2); Obras (Ulloa Pereira); Obras comentadas (Góngora); Obras
(Quevedo); Obras del poeta March; Obras varias (Villamediana); Ocios
de Castallia; Parnaso; Poesías varias (Solís); Quevedo; Romancero espi-
ritual (Lope de Vega); Tres musas (Lope de Vega); Pastores de Belén
(Lope de Vega); Versos diferentes latinos y castellanos; Virgilio en roman-
ce. Novela y otros géneros: Arcadia (Lope de Vega); Dama beata
(Camerino); Diablo cojuelo (Vélez); Dorotea (Lope de Vega); Vida del
escudero Marcos de Obregón (Espinel); Estebanillo González (Vega);
Galateo español (Gracián); Guzmán de Alfarache (Alemán); Don Qui-
jote (Cervantes); Celestina (Rojas). Teatro: Auto sacramental; Autos
(Calderón); Calderón; Comedias (Solís); Obras (Cáncer y Velasco).
76. (1698) Antonio Gil Forneli, ayuda de cámara de don Juan José de
Austria. «La librería de don Antonio Gil Forneli, ayuda de cámara
de don Juan José de Austria», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la
investigación de la literatura hispánica, 21, 1997, pp. 91-103. 107 títu-
los, 114 tomos. Poesía: Engaños desengañados a la luz de la verdad:
poesías sacras místicas, morales y fúnebres (Valeria); Obras (Polo de
Medina); Parnaso español (Quevedo), Epicteto español (Quevedo);
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (Lope de
Vega); Poesías (Juana Inés de la Cruz). Novela: David perseguido
(Lozano); Diablo Cojuelo (Vélez); Obras (Zabaleta). Teatro: El gran
teatro del mundo (Calderón).
77. (1698) Convento de Nuestra Señora de la Almudena. «Un inven-
tario de libros del siglo XVII», Cisneros, L. J., y Loayza, L.A., Mercu-
rio peruano, 339, 1955, pp. 428-431. 97 libros. Poesía: Las tres musas
últimas castellanas (Quevedo); Parnaso español (Quevedo); Ovidio;
Virgilio. Novela: El grande hijo de David más perseguido: Jesucristo
Señor Nuestro (Lozano) (4). Teatro:Terencio.
78. (1698) Miguel Nava Díez de Robles, jurado de la ciudad de Tole-
do. «La biblioteca de don Miguel Nava Díez de Robles, jurado de
la ciudad de Toledo (1698)», Barrio Moya, J. L., Anales toledanos,
35, 1998, pp. 167-178. 151 títulos, 219 tomos. Poesía: Obras
(Rebolledo); Rimas (Argensolas); Obras varias (López de Zarate);
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RELACIÓN DE INVENTARIOS (1651-1700) 183

Obras (Villamediana); Obras del insigne caballero don Diego de Mendo-


za (Hurtado de Mendoza); Justa poética que hizo la insigne Villa de
Madrid al bienaventurado san Isidro en las fiestas de su beatificación
(Lope de Vega); Obras, prosas y versos (Ulloa Pereira); Obras (Gón-
gora); Poema heroico de la invención de la Cruz (López de Zarate);
Farsalia (Lucano; traducción de Jáuregui); Academias morales de las
musas (Enríquez Gómez); Defensa de la Purísima Concepción: justa
poética; Obras en verso (Esquilache); Certamen poético para la canoniza-
ción de san Juan de Dios; Certamen de la Soledad; Coronación de san
Francisco de Borja; Obras (Arteaga); Triunfos de san Pedro de Alcántara;
Obras (Quevedo). Novela: Vida y hechos de Estebanillo González
(2) (Vega); David perseguido y alivio de lastimados (Lozano); Rey peni-
tente David arrepentido (Lozano); El grande hijo de David más perse-
guido: Jesucristo Señor Nuestro (Lozano); Don Quijote (Cervantes);
Novelas ejemplares (Cervantes); Obras en prosa (Zabaleta); Dorotea
(Lope de Vega); Vida y hechos del pícaro Guzmán de Alfarache (Ale-
mán); Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (Espinel);
Para todos (Pérez de Montalbán). Teatro: Viaje entretenido (Rojas);
Comedias (Calderón); Obras (Solís); Comedias (Solís).
79. (1699) Vicente Galán de la Puente, relator del Consejo de Castilla.
«La biblioteca de Vicente Galán de la Puente, relator del Consejo
de Castilla (1699)», Barrio Moya, J. L., Anuario jurídico y económico
escurialense, 27, 1994, pp. 951-962. 120 títulos, 173 tomos. Poesía:
Obras (Góngora). Novela: Don Quijote (Cervantes).
80. (1699) Manuel de la Mota, arcipreste. «La biblioteca del arcipreste
don Manuel de la Mota», Mendoza Díaz, F., y García-Sauco, L. G.,
Dos bibliotecas chinchillanas del siglo XVII, Albacete, Instituto de Estu-
dios Albacetenses, 1983, pp. 53-63. 46 libros.
81. (1699) Mateo Jareño de la Parra, médico del rey Carlos II. «La
librería de don Mateo Jareño de la Parra, médico del rey Carlos
II», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la investigación de la literatura
hispánica, 19, 1994, pp. 265-278. 273 títulos, 381 tomos.
82. (1699) Francisco Rodríguez de la Torre, secretario del rey Carlos
II. «La librería y las colecciones artísticas de don Francisco Rodrí-
guez de la Torre, secretario del rey Carlos II (1699)», Barrio Moya,
J. L., Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, 9, 1988,
pp. 27-34. 33 libros.
83. (1700) Tomás de Neira, sargento mayor de Salamanca y canónigo
de la orden de Alcántara. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moder-
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184 M.ª SOLEDAD ARREDONDO ET AL.

na (1600-1789),Weruaga, Á., p. 407. Inventario incompleto. 49


libros. Poesía: Austriada (Gutiérrez Rufo); Rimas (Argensolas);
Aminta (Tasso). Novela: Diana (Montemayor); Acrisio y Lucidora
(Arce Solorceno). Teatro: Teágenes y Cariclea (Calderón).
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PARTE II

«DERECHOS DE AUTOR EN LOS SIGLOS DE ORO».


ANTECEDENTES Y CONSECUENTES

José María Díez Borque


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1. INTRODUCCIÓN

Pasarán muchos años hasta que se establezca una relación directa


entre el éxito de una obra literaria y la rentabilidad para el autor de
esta. Es un proceso lento en el que iremos encontrando ganancias oca-
sionales, dádivas, remuneraciones graciosas, venta de los derechos de la
obra, etc., hasta llegar a una relación fija, estable y legislada entre difu-
sión de la obra e ingresos para el autor, es decir, la rentabilidad «codifi-
cada» de la propiedad intelectual, lo que significará vivir o no de la
pluma, que se convertirá en medio de vida o en complemento de otras
actividades. Sobra decir que no por desatendido por la crítica deja de
ser fundamental para estudiar la creación literaria, pues entran en lid
conceptos fundamentales como la sumisión, o no, a un público, la cul-
tura de masas, los mecanismos del best-seller, la «no rentabilidad», en
general, de la poesía, el peso económico de la innovación y la vanguar-
dia, la sumisión al mecenazgo del poder, y un largo etcétera.
Como es obvio, no voy a poder internarme aquí en tan denso y
complejo boscaje, que no sólo exigiría un estudio género a género,
autor a autor, sino adentrarme en tan difíciles cuestiones como las de
los mecanismos de lectura, las condiciones de los medios de difusión, el
análisis de cómo nos ha llegado la obra, cómo se difunde en su época y
en la nuestra, lo que había y hay en las bibliotecas, etc. Mis intenciones
aquí son más modestas: centrándome en los Siglos de Oro, analizaré
también los antecedentes y consecuentes, mostrando las etapas de un
camino que, partiendo del juglar medieval como profesional del ocio,
llega hasta Internet, que, en cierto modo y como se verá, supone una
vuelta a los tiempos primeros de indefinición de la propiedad intelec-
tual y creación compartida. Lo que me interesa es mostrar un proceso,
unos momentos clave, desde la ausencia de una conciencia clara de
propiedad intelectual hasta la aparición de ésta, sus fases (con la corres-
pondiente rentabilidad económica) y una previsión hacia el futuro por
el peso y papel de las nuevas tecnologías. De ello cada cual podrá
extraer conclusiones sobre la creación literaria, que no por ser habi-
tualmente estudiada al margen de la «economía», deja de tener en ésta
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196 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

razones de peso que hay que considerar. Es, en definitiva, atender a lo


que gráficamente expresa el título del libro de Gianni Scalia: «signor
capitale e signora letteratura»1.
Antes de recorrer el camino señalado, considerando globalmente
Edad Media, Siglos de Oro, siglo XVIII, siglos XIX y XX y las nuevas pers-
pectivas en el siglo XXI, parece oportuno, como etapa previa, pregun-
tarse por el concepto de autor, afectado, naturalmente, por el alcance y
sentido de la propiedad intelectual.

2. EL AUTOR

No me interesa ahora plantear cronológicamente la evolución,


época a época, del concepto de autor, pues ello se desprenderá de las
consideraciones que haré más adelante. Chartier2 analiza, juiciosamen-
te, la evolución del concepto de autor en distintas épocas y los proble-
mas de propiedad intelectual, a que me referiré más adelante.Tras reco-
nocer unas limitaciones:

El autor, tal como regresa en la historia o en la sociología literaria, es a la


vez dependiente y está forzado. Dependiente, porque no es el amo del
sentido, y sus intenciones, que cargan con la producción del texto, no se
imponen necesariamente ni a aquellos que hacen de este texto un libro
(libreros-editores u obreros impresores), ni a aquellos que se apropian de él
para su lectura. Forzado, porque padece las determinaciones múltiples que
organizan el espacio social de la producción literaria o que, más general-
mente, delimitan las categorías y las experiencias que son las matrices mis-
mas de la escritura.

afirma, en modo conclusivo:

«¿Qué es un autor?». Las pocas reflexiones aquí presentadas no preten-


den responder a la pregunta. Sólo quieren subrayar que, respecto del pro-
blema planteado, la historia del libro, en sus diferentes dimensiones, puede
tener alguna pertinencia. No hay que reducir a formulaciones demasiado

1
Scalia, 1980.
2
Chartier, 1994. Sobre la «conciencia autorial» en el Siglo de oro ver Ruiz
Pérez, 2009.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 197

simples o demasiado unívocas la construcción de una función-autor,


entendida como el criterio principal de la asignación de los textos. No
puede ser referida ni a una sola determinación ni a un único momento
histórico. El recorrido regresivo propuesto en este texto, que somete a
examen tres conjuntos de dispositivos —jurídicos, represivos, materiales—
fundamentales para la invención del «autor», no apunta a delimitar un
espacio posible para futuras investigaciones. Inscrita en los propios libros,
ordenando los intentos que apuntan a confeccionar el inventario de las
obras, condenando el régimen de la publicación de los textos, la función-
autor está en lo sucesivo en el centro de todos los cuestionamientos que
articulan el estudio de la producción de los textos, el de sus formas y el de
sus lecturas3.

Admitamos, pues, el papel central que señala al autor, que me pare-


ce pertinente, como paso previo, para analizar la propiedad intelectual
y sus consecuencias económicas.
Por su parte, Robert Escarpit, partiendo de la «peculiaridad» de la
profesión de escritor, estudia las consecuencias para la creación literaria
de la dependencia de su público y las diferencias en ello entre autor y
editor. En concreto, me interesan aquí algunas de sus afirmaciones:

El escritor no ha encontrado todavía el lugar que le corresponde en la


sociedad moderna. Quizás porque la sociedad moderna es una ingente
empresa de seguros mutuos que tiene por objeto evitar a sus miembros los
peligros de la naturaleza y de la condición humana. Ahora bien, no hay
manera de proteger al escritor como tal. Puede garantizársele la misma
protección social que a los demás ciudadanos —un retiro para la vejez,
cuidados médicos gratuitos, asistencia jurídica—, pero no se le puede ase-
gurar contra sus riesgos literarios.
Conocemos ya bastante bien el mecanismo de la vida literaria como
para comprender que es preciso que el escritor proponga y el público dis-
ponga. La literatura surge de ese diálogo, vive de él y progresa gracias a él.
[…]
Por eso el éxito es una forma de la muerte literaria. El éxito del escritor
no es exactamente el mismo que el del editor. No basta con que el libro se
venda bien y dé cierto rendimiento. ¿Quién podría evaluar los intereses de
un capital cifrado en valores de vida, de pensamiento y de acción? Sean
cuales fueren sus beneficios económicos, el escritor no recupera nunca su
capital. […]

3
Chartier, 1994, pp. 44 y 67.
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198 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

Ya hemos visto la desastrosa diferencia que existe entre los beneficios


del editor y los del escritor. No hay novedad en ello; la miseria del poeta es
un viejo tema literario. Ni siquiera cuando el mecenazgo de un príncipe
ilustrado cubría las necesidades del literato era la ayuda, en el mejor de los
casos, más que una pensión para sobrevivir4.

Bástenos con lo que antecede, sin ahondar más, para, asumidas las
particulares circunstancias del autor, de la profesión de escritor, seguir
el proceso, según las intenciones apuntadas, de la Edad Media a nues-
tros días.

3. ANTECEDENTES: LA EDAD MEDIA

El manuscrito y la oralidad son formas fundamentales de la difusión


literaria medieval, que, en principio, no está vinculada a una relación
directa entre producción y derechos de autor, lo que cambiará con la
imprenta y el control directo del libro.
Además, el anonimato es también rasgo central de una parte de la
literatura. Chartier5 restringe las afirmaciones de Foucault sobre el ano-
nimato general de los textos literarios, frente a los científicos, y da
ejemplos significativos de vínculos «entre una unidad codicológica y
una unidad textual» referida a la singularidad del autor, pero no deja de
reconocer:

En este sentido, la trayectoria del autor podría pensarse como la progre-


siva atribución a los textos en lengua vulgar de un principio de designa-
ción y de elección que, durante mucho tiempo, no había caracterizado
sino a las obras referidas a una auctoritas antigua y convertidas en corpus
incansablemente citados, glosados, comentados6.

Repasando la literatura medieval española, es verdad que encontra-


mos grandes espacios de indefinición autorial en la épica, lírica canta-
da, romancero, cuentos…, pero no es menos cierto que en prosa y poe-
sía tenemos la nómina de autores singulares como Berceo, Juan Ruiz,

4
Escarpit, 1968, pp. 183-185.
5
Chartier, 1994, pp. 65 y ss.
6
Chartier, 1994, p. 66.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 199

arcipreste de Hita, Mena, Santillana, Manrique, Juan Manuel, Arcipres-


te de Talavera, Guzmán, Pulgar, San Pedro, Rojas, por citar sólo algún
ejemplo de la convivencia de anonimato y autoría manifiesta. Pero, a
fin de cuentas, esto no es fundamental aquí, sino considerar cómo el
manuscrito y la oralidad, con influencias mutuas, lo veremos, son ele-
mentos culturales a la hora de analizar los derechos de autor en la Edad
Media, pero teniendo en cuenta, a la vez, que había profesionales como
los juglares que sí recibían remuneración por su actividad y había
diversas formas de rentabilidad económica como el mecenazgo y otras.
En principio, el manuscrito literario medieval no genera derechos
de autor, como sí ocurrirá después con la difusión impresa, aunque tar-
dará mucho tiempo en establecerse una relación directa entre grado de
difusión y rentabilidad económica.Varios estudiosos (Sánchez Mariana,
Castillo y otros) han estudiado, pertinentemente, las características del
libro manuscrito. Lo que me interesa subrayar aquí es que, por las
características del libro manuscrito y la singularidad de su difusión, no
puede decirse que genere derechos de autor como tales, aunque pueda
haber otras formas de recompensa pecuniaria y distintos grados en la
concepción de la propiedad intelectual, que suelen ejemplificarse,
como síntoma, en la postura del Arcipreste de Hita y de don Juan
Manuel. Escribe el Arcipreste de Hita en el Libro de buen amor:

cualquier omne que lo oya, si bien trobar sopiere,


puede mas añadir e enmendar lo que quisiere7

Frente a esta actitud, don Juan Manuel deposita sus obras supervisa-
das y corregidas en el monasterio de Peñafiel:

Et porque don Iohan vio et sabe que en los libros contesçe muchos
yerros en los trasladar, porque las letras semejan unas a otras, cuydando por
la una letra que es otra, en escriviéndolo, múdasse toda la razón et por
aventura confóndesse, et los que después fallan aquello escripto, ponen la
culpa al que fizo el libro; et porque don Iohan se reçeló desto, ruega a los
que leyeren qualquier libro que fuere trasladado del que él compuso, o de
los libros que él fizo, que si fallaren alguna palabra mal puesta, que non
pongan la culpa a él, fasta que bean el libro mismo que don Iohan fizo,
que es emendado, en muchos logares, de su letra8.

7
En Menéndez Pidal, 1957, p. 378.
8
Don Juan Manuel, El conde Lucanor, pp. 47-48.
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200 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

Interesa aquí, en particular, el apasionante, cuanto mal conocido,


mundo de la oralidad, tanto en su forma de creación compartida como
de actividad remunerada de unos profesionales como los juglares en su
rica y compleja variedad de actividades «remuneradas», lo que significa
una cierta forma de presencia de los derechos de autor, aunque a dis-
tancia del alcance que se les dará después.
Benassar subraya el carácter minoritario de la cultura escrita y el
peso de la oralidad, y nos sirve esto aquí aunque él se refiera al Siglo de
Oro:

La cultura de la masa de la población era una cultura oral y visual […].


En todo caso, ninguno niega que la cultura escrita era un hecho minorita-
rio: probablemente las tres cuartas partes o las cuatro quintas partes de la
población española no sabían leer, aunque es indudable que las proporcio-
nes variaban considerablemente según las regiones, según el modo de vida
urbano o rural, según la condición social y la actividad profesional, tam-
bién, por último, según el sexo.Volveremos sobre ello. Para la gran mayoría
de españoles, la cultura consistía en el resultado de adquisiciones realizadas
lentamente a través de la tradición oral, en el seno del medio familiar,
parroquial y profesional, desempeñando sin duda la vida religiosa un papel
eminente9.

Y Margit Frenk resume bien el funcionamiento de la oralidad en poe-


sía, referido al Siglo de Oro, pero aplicable a la Edad Media:

Permítanme comenzar con una afirmación que puede parecer extremo-


sa: hablar del «Cancionero oral» español de la Edad de Oro significaría
hablar de toda la poesía lírica de la Edad de Oro. ¿Por qué? Porque en ese
tiempo la poesía las más de veces llegaba a su público por la vía oral, ya a
través de la lectura en voz alta, ya, principalmente, gracias a la recitación y
el canto de textos memorizados.Todo parece indicar que rara vez se leía
poesía en silencio; su transmisión requería de la voz y del oído. [...]
La transmisión solía producirse en un circuito complejo; por ejemplo, a
alguien le gustaba un poema que acababa de oír; pedía que se lo recitaran o
cantaran otra vez; lo escribía, lo memorizaba; lo recitaba o cantaba ante
otras personas, que a su vez podían memorizarlo, quizá ponerlo por escrito,
y, en todo caso, repetirlo ante otros, con o sin música, y así sucesivamente10.

9
Bennassar, 1983, pp. 271-272.
10
Frenk, 1995, p. 83.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 201

Otro caso es el de los poetas conocidos (Mena, Santillana, Manri-


que, cancioneros, etc.). En el mismo sentido, insiste Chevalier:

En el estado actual de nuestros conocimientos, parece razonable afirmar


que la casi totalidad de los aldeanos y del proletariado urbano por una
parte, importante fracción de los artesanos por otra, crecen al margen de la
civilización de la escritura. Estos hombres no alcanzan el nivel cultural de
la lectura corriente y de la práctica del libro. Su cultura —pues no carecen
de ella— es cultura fundamentalmente oral, a base de refranes, de cuentos
tradicionales, de romances y canciones. No entran en el circuito del libro,
no forman un público para los libreros, ni siquiera para los buhoneros11.

Aunque haya que matizar los alcances de «escuchar y leer», no


dando una interpretación anacrónicamente unívoca a los términos leer,
lectura, lector, y recordando que «doctos e indoctos escuchaban»12, y aun-
que haya que tener presentes las relaciones entre oralidad y escritura
(Wilson, Jauralde, Cid, García de Enterría, Pedraza, etc.), pues, como
escribe Grande Quejigo, refiriéndose al mester de clerecía:

En las anteriores huellas del «oír» y el decir de la lectura del libro del
mester, se advierte un complejo sistema de comunicación en el que se
mezclan dos culturas: la erudición técnica del escrito y la vocalidad que
propicia una recepción general que, según su lengua o materia, puede ser
culta o popular13.

es un hecho cierto el papel fundamental de la cultura y literatura orales


en la Edad Media, en muy diversos y variados ámbitos, como ponen de
relieve Briggs y Burke14.
Las consecuencias de ello para la «propiedad intelectual» y los «dere-
chos de autor» son claras y se comentan por sí solas, al no haber una
relación directa entre autoría, producción y difusión del texto y renta-
bilidad económica, y al no haber sólo, en muchos casos, una mera
recepción, sino una colaboración creativa. Pero en el ámbito de la ora-
lidad sí encontramos unos profesionales con variedad de actividades,
tanto en la producción como en la difusión, que reciben remuneración

11
Chevalier, 1976, p. 14.
12
Frenk, 1992, pp. 50-51.
13
Grande, 2004, p. 107.
14
Briggs-Burke, 2002, pp. 40 y ss.
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202 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

por su trabajo, en una suerte de «derechos de autor» antes de los dere-


chos de autor. Menéndez Pidal, en su impagable Poesía juglaresca, nos
ofrece un útil panorama de las actividades de los juglares, su variedad,
su intervención como creadores y no sólo como difusores, su responsa-
bilidad en los derechos de propiedad intelectual y de difusión de la
poesía individual, etc. Escribe don Ramón:

Había juglares con puesto fijo, sea al servicio de los trovadores, sea en el
palacio de reyes o grandes señores, sea como empleados municipales, que
cobraban una quitación o salario mensual en dinero y paño para vestir, o
en cebada y vino. Pero el modo primitivo, el más común de vivir un juglar,
era viajando de un sitio a otro para buscar público variado, de quien reci-
bía dones15.

Establece Menéndez Pidal oportunas diferencias entre juglar y tro-


vador y analiza pertinentemente el caso de Villasandino, pero lo que
interesa particularmente aquí es la intervención del juglar como difu-
sor de poesía individual, y lo que esto supone en el concepto de auto-
ría y propiedad intelectual, así como la labor del juglar no sólo como
difusor, sino como creador, con pertinentes diferencias entre narrativa y
lírica. Precisa en este sentido Menéndez Pidal:

La eficaz publicidad de una obra literaria medieval ciertamente no se


conseguirá con la intervención del amanuense que ejecutaba una copia a
fuerza de mucho trabajo y largo tiempo, sino por medio del alado canto
del juglar errante. Sólo el juglar lograba aventar a todas partes una can-
ción, haciendo que se repitiese y se comentase «en cada casa». […]
El canto épico caballeresco se dice durar por los siglos, mientras el canto
lírico tiene ámbito más reducido.
Y es en el limitado canto lírico donde nace espontáneamente el senti-
miento de autor. […]
El nombre de autor, una vez iniciado su uso, no se generaliza como un
requisito corriente en todas las obras literarias. La anonimia continúa muy
practicada no sólo en los cantares de gesta, sino en obras muy importantes
del mester de de clerecía como el Libro de Apolonio o la Historia Troyana y
en muchas otras obras posteriores.
Respecto a obras, tanto anónimas como con nombre de autor, el senti-
do de propiedad intelectual va afirmándose poco a poco, en cuanto la obra

15
Menéndez Pidal, 1957, p. 62.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 203

literaria era fuente de ingresos económicos. Esa propiedad, como no con-


taba con el amparo de las leyes (tardó siglos en aparecer el privilegio de
autor), se defendía sólo con el cuidado particular. […]
En el siglo XIII todo poeta que pedía o recibía dones era tenido por
juglar; ahora, en ese paso del XIV al XV,Villasandino escribe por docenas
enfadosos decires pedigüeños, y sin embargo esos decires son acogidos con
honor en el Cancionero de Baena, llamando a Villasandino «espejo e corona
e monarca de todos los poetas e trovadores que fasta hoy fueron en Espa-
ña» (pág. 219). El tipo del juglar poeta se halla completamente olvidado16.

No hay que olvidar, desde la perspectiva económica que aquí inte-


resa, las diferencias que pone de relieve Covadonga Valdaliso: «algunos
se hicieron ricos y famosos pero la mayoría malvivían yendo de corte
en corte», aunque es muy sugestivo y revelador el testimonio que reco-
ge del Libro de Apolonio:

Comenzó unos ritmos y unos sones tales


que gran dulzor traían y eran naturales.
Henchíanse de hombres aprisa los portales,
no caben en las plazas, súbense a los poyales.
Cuando con su viola hubo bien agradado […]
tornóles a decir un romance rimado17.

El teatro es una forma particular de oralidad, con sus características


propias, pero de los modos de realización no parece desprenderse una
profesionalidad de los autores con directa rentabilidad económica, sea
en el ámbito de la iglesia en sus rituales litúrgicos o en los ámbitos
nobiliarios en sus rituales civiles, o en la calle en su variedad de formas
festivas, juglarescas, carnavalescas, etc., a pesar de las consideraciones
que pueden desprenderse de esa afirmación de Las partidas: «nin por
ganar dinero con ellas»18. Otra cosa son los profesionales de la repre-
sentación, cuya consideración no es pertinente aquí. En todo caso, no
dejaré de decir que nos falta mucho por saber en este campo, pues hay
que contar con formas de mecenazgo, ya en el XVI (Enzina,Vicente,
Naharro) y otras remuneraciones ocasionales. Pero, como veremos más
adelante, la profesionalización del teatro con sus consecuencias econó-

16
Menéndez Pidal, 1957, pp. 377-380.
17
En Valdaliso, 2011, p. 26.
18
En Lázaro, 1970, p. 36.
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204 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

micas, llegará con los corrales de comedias como espacios específicos


para la representación y, particularmente, con la actitud y actividad de
Lope de Vega y sus seguidores.
El mecenazgo, aunque no sea privativo de la Edad Media, pues con-
tinuará después, tiene un papel relevante en esta época, de acuerdo con
lo que aquí es pertinente; ello supone que no hay propiamente una
propiedad intelectual y unos derechos de autor como serán entendidos
después.
Nicasio Salvador Miguel señala las funciones y resultados del mece-
nazgo medieval, estudiando, en particular, el de Isabel la Católica:

Ciñéndonos ya al mecenazgo literario ejercido en las cortes regias y


señoriales, hay que distinguir, por un lado, los intereses del patrocinador,
entre los que cabe resaltar réditos tan distintos como el aprendizaje sesudo
o el simple picoteo que suministra un libro filológico, el pasatiempo agra-
dable que entraña un poema satírico o de temática circunstancial, la pro-
paganda de determinados principios religiosos, políticos que le interesan
o, sencillamente, el prestigio emanado de asociar su persona a la escritura
y, en cualquiera de los casos, su apoyo a un autor puede manifestarse de
modo global o reducirse a la composición de una obra concreta.
Por otra parte, en cuanto al escritor, en algunos casos tal apoyo se tradu-
ce en una ayuda económica, aun cuando no necesariamente tiene que
ocurrir así, ya que el mecenazgo puede limitarse sólo a apuntar un signo
de admiración hacia un autor o a actuar como un estímulo o acicate para
que aborde un asunto por el que siente preferencia el padrino, cuyo nom-
bre contribuye hasta a la difusión de un texto concreto. Asimismo, al ser
abundante en el siglo XV la cifra de personas volcadas en la promoción
literaria, no resulta singular que un mismo escritor goce del favor de varios
patrocinadores a lo largo de su vida19.

Por su parte, Marina Núñez señala «el papel fundamental de la


nobleza para la evolución de diversas expresiones artísticas, dentro de la
llamada cultura laica» y cita, pertinentemente, estudios de Di Camillo,
Russell,Tate, Lawrence o Gómez Moreno20, y aborda cuestiones fun-
damentales en el mecenazgo en cuanto a sus formas (amistad, cliente-
lismo) y al «fondo del mecenazgo» (linaje, aristocratización, piedad, vía
práctica). En definitiva, el mecenazgo es fundamental para estudiar las

19
Salvador, 2004, p. 76.
20
Núñez, 2008, p. 168.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 205

relaciones económicas, y, consecuentemente, la creación del arte y la


literatura medievales, como señala Ainara Herrán:

El mecenazgo cultural es una de las bases indispensables de la difusión y


consolidación de toda expresión artística a lo largo del siglo XV castellano.
La figura del mecenas, relacionada con la del promotor, el patrocinador y
el patrono, se caracteriza, primeramente, por su poder y solvencia material,
y, en segundo lugar, por su gusto por una determinada manifestación cul-
tural. En una época como la del reinado de los Reyes Católicos la combi-
nación de estos dos factores resultaba indispensable, en un amplísimo
número de casos, para que un artista pudiera desarrollar su obra21.

Como decía, el mecenazgo, adoptando distintas formas, continuará


en siglos posteriores e incluso, con distinto alcance, claro, llegará a
nuestros días, pero quería subrayar su peso en la Edad Media.

4. «DERECHOS DE AUTOR» EN LOS SIGLOS DE ORO

Con la llegada de la imprenta, se producirá un cambio sustancial,


como es sabido, en la relación autor-texto, en la difusión de éste y en
las consecuencias económicas derivadas de ello, aunque tardará tiempo
en producirse una vinculación directa entre éxito y rentabilidad, con el
caso particular del teatro, como veremos. Hay que distinguir, pues muy
diferentes son las circunstancias, entre poesía, novela y teatro.
En poesía sigue teniendo un papel decisivo la oralidad, como vimos
en el texto citado de Margit Frenk, pero basta acudir al estudio de
Rodríguez-Moñino22, con matizaciones de Jauralde23, para tener cum-
plido testimonio de la compleja circulación y difusión de la poesía, más
allá del libro impreso, con las consecuencias económicas de ello deriva-
das, pues hay que tomar en consideración los manuscritos, los pliegos
de cordel, etc. Hay que valorar, por otra parte, lo que significa editar
poesía, como hace Ruiz Pérez24, aunque aquí sólo interesa desde el
punto de vista de la rentabilidad económica.

21
Herrán, 2008, p. 79.
22
Rodríguez-Moñino, 1965.
23
Jauralde, 1982.
24
Ruiz Pérez, 2001.
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206 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

La no publicación en vida de la poesía de autores señeros como San


Juan de la Cruz o Góngora, por ejemplo, nos ilustra sobre ello. Aparte
estuvieron, claro, formas de marginalidad poética como la de pasquines,
conjuros, manuscritos de sátira política y religiosa, etc.25, que no podían
rentar económicamente. Hubo, en cambio, poesía de algún modo remu-
nerada en los ámbitos de la fiesta, el elogio pagado, academias, «juegos
florales», certámenes, pero esto entraría, en parte, en la variedad de for-
mas del mecenazgo, por lo que interesa más aquí la novela y el teatro, en
el camino hacía la propiedad intelectual y los derechos de autor.
Baste como testimonio que a Lope de Vega se le pagan 3300 reales
en 1620 por el certamen de la beatificación de san Isidro y la misma
cantidad en 1623 por el certamen de su canonización y por dirigir al
ayuntamiento «el libro que escribió»26. Por otra parte, en 1625, en el
certamen por la fiesta de santa Isabel, se dan «los premios señalados» y a
los otros «guantes, libros de la santa, búcaros y ramilletes»27.
También la Corona contribuye, y, así, en 1584 Felipe II da 5500
reales a Rufo por la Austriada28. Más adelante, veremos algún caso de
rentabilidad de la poesía vinculada al privilegio.
Noël Salomon escribe, generalizando, sobre la profesión de escritor
en el Siglo de Oro:

A este nivel de la sociología de la escritura, el problema fundamental es


el del vínculo económico que existe entre el «autor-escritor» y su «pro-
ducción-creación». Se trata de saber si su obra es para él «valor de uso» o
«valor de cambio» (mercancía para el mercado). ¿Es para él un «oficio» o
una actividad gratuita la tarea creadora? En la literatura castellana hasta
fines del siglo XVI, vemos aparecer nítidamente dos categorías de autores:

a) los escritores aristócratas, para quienes tomar la pluma es un arte noble


del espíritu, un como lujo en su existencia social palaciega.
b) los escritores artesanos, para quienes escribir es una profesión, una acti-
vidad para ganar el pan cotidiano. […]

En realidad, a las dos categorías que acabamos de establecer, cabría agre-


gar una tercera, para la España del Siglo de Oro. Si bien algunos escritores

25
Ver Díez Borque, 1983; 1985a; 1995 a y b.
26
Sliwa, 2007, pp. 593; 651.
27
Sliwa, 2007, p. 670.
28
Pérez Pastor, I, 106.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 207

como Lope de Vega aprovecharon, refunfuñando a veces, el régimen del


mecenazgo (Duques de Alba, de Sessa, Conde de Lemos, Marqués de Sarria,
etc.), encontraron también en el desarrollo del teatro (considerado por
ellos un género menor, una como infra-literatura) un medio de vida no
desdeñable. Hacia 1610, con una comedia, Lope cobraba un poco más de
300 reales y él mismo no tuvo empacho en proclamar que escribía tales
obras para venderlas29.

Habrá que matizar alguna de estas afirmaciones, pero sirven ya para


enfocar, de entrada, el problema de la rentabilidad económica de la lite-
ratura en el Siglo de Oro y el caso especial del teatro, como veremos más
adelante. Guillermo de Torre destaca el papel de las dedicatorias para
sufragar los «gastos de impresión»30, lo que sería una forma de mecenaz-
go, pero hay que contar también con la función del privilegio en cuanto a
su rentabilidad para el autor, como se verá a continuación; por su parte,
precisa S. E. Leavitt que el libro impreso suponía poco económicamente
para el autor, excepto en el caso del teatro31. Hay que centrarse en los
procedimientos de edición del libro en el Siglo de Oro y el papel del
privilegio para valorar la rentabilidad económica de la literatura.
No es lugar para entrar en cuestiones de edición y lectura, control,
estructura de las bibliotecas particulares, comercio del libro, presencia del
receptor en el acto de creación, producción bibliográfica en el periodo,
diferencia por géneros y entre diversión y formación, edificación, manus-
crito en la época de la imprenta, etc. Por más que pudieran ser pertinen-
tes todas estas cuestiones, hay un límite de espacio que no me permite
abordarlas aquí y las trataré, en parte, en mi estudio en preparación32
sobre derechos de autor en el Siglo de Oro. Hay también una importan-
te bibliografía sobre ello, en la que no me detengo aquí, y no puede olvi-
darse, antes de entrar en el privilegio como fuente de ingresos del autor,
que siguen funcionando diversas formas de mecenazgo en la época del
Emperador, de su hijo Felipe y de los Austrias menores.
Fermín de los Reyes no sólo nos proporciona una utilísima recopi-
lación de leyes sobre el libro, sino que ha estudiado con detalle y rigor,
todo lo relativo al privilegio. Escribe el mencionado investigador:

29
Salomon, 1974, pp. 21-22.
30
De Torre, 1963, p. 252.
31
Leavitt, 1967, p. 179.
32
Díez Borque (en preparación)
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208 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

El privilegio es una exclusiva que otorga la autoridad, normalmente el rey


(aunque también un arzobispo, unas cortes, etc.), a una persona, sociedad o
institución, para la edición de una, varias, o un tipo de obras, por un núme-
ro de años y para un territorio para el que se solicite y conceda. Se daba pre-
via solicitud y pago de una tasa por el interesado (autor, librero, etc.).
Lo solían pedir los autores, que podían cederlo o venderlo a una tercera
persona (librero, impresor) para que editara las obras en el plazo otorgado
(«os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder
hubiere, y no otra alguna, podáis imprimir el dicho libro»); también podí-
an hacerlo sus herederos, como ocurrió con los de Juan Boscán para sus
obras. Así pues, sólo quien tuviera en su poder el privilegio podía impri-
mir dicha obra en el territorio y tiempo establecidos. En caso contrario, se
trataría de una edición pirata33.

Ha de verse, también, otro estudio del mismo autor y de José M.


Lucía34. Jaime Moll plantea, en concreto, la relación del privilegio con
los derechos de autor, lo que es muy pertinente aquí:

El privilegio o licencia de impresión es únicamente una autorización


para imprimir una obra, exigida por la legislación vigente en cada reino. El
autor o editor, en una época en que aún no se había desarrollado el dere-
cho de la propiedad intelectual, ni mucho menos los acuerdos internacio-
nales de derechos de autor, quedaba expuesto a que su obra fuese editada
inmediatamente por otro editor. Para impedirlo, existía el camino de soli-
citar del rey un privilegio para que, durante un cierto número de años y
en un ámbito geográfico determinado, nadie más pudiese, legalmente, edi-
tar su obra. En realidad, el privilegio sólo es una concesión de exclusiva de
edición, que podría prorrogarse a su término. Es un planteamiento muy
distinto al del concepto moderno del derecho de autor35.

Y plantea, pertinentemente, con ejemplos significativos, en la


«sociología de la edición literaria», las estrategias del editor para recu-
perar acrecentado el dinero invertido:

Nos movemos en un entramado básico formado por inversión, merca-


do, explotación del éxito, y frente al mismo, un público comprador, con

33
De los Reyes, 2010, p. 36. Cuando corrijo pruebas me llega el libro de
Bouza, 2012, pertinente para todo lo relativo a las «prácticas de aprobación de
libros».Ver también Cayuela, 2012.
34
De los Reyes, 2001. Lucía, 2000.
35
Moll, 2011, p. 26.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 209

«DERECHOS DE AUTOR…» 209

una idea de lo que espera del libro. Pues el libro es portador de un conte-
nido, sin el que no tendría razón de ser. Su aceptación o no por parte del
público comprador es el elemento fundamental para todo estudio de la
sociología de la edición, que ha de llegar a unos resultados: conocer la
aceptación o rechazo social de unos autores, géneros, formas del objeto
libro, aceptación momentánea, sin continuidad, en ciclos cronológicos más
o menos largos, con finalidades diferenciadas. Ello nos permitirá acercar-
nos a la realidad social del libro impreso36.

Aparece, pues, el éxito como factor determinante, pero para el edi-


tor, no para el autor, que cobra una cantidad fija, y no elevada. Lo que
interesa aquí es considerar las ganancias del escritor, no del editor, y
entre ellos, como diré después, no fueron pocos los problemas. El paso
fundamental se dará cuando el autor participe del éxito de la obra,
pero eso se producirá años después.
Anne Cayuela señala que «el editor le pagaba al autor o poseedor
del privilegio con una décima parte de la tirada. El pago podía efec-
tuarse en libros o en efectivo»37. También Francisco Rico señala un
10% para el Quijote38. Fermín de los Reyes cifra en 1500 reales las
ganancias de Cervantes con el Quijote («cerca de un 10% del presu-
puesto del libro y cierto número de ejemplares, pobre remuneración sí
se tiene en cuenta el éxito de la obra»)39.
El problema, además, es que «la cesión del privilegio al editor le
quitaba al autor todos los derechos sobre su obra»40, «perdía todo con-
trol sobre su original de imprenta y sobre el texto resultante»41, a lo
que hay que sumar, además, los frecuentes y repetidos fraudes y enga-
ños y las ediciones fuera del lugar para el que se había concedido el
privilegio.
Hemos visto el caso singular del Quijote, pero conviene aportar
algún ejemplo más para valorar la rentabilidad económica de la novela
en el siglo XVII:

36
Moll, 2011, p. 92.
37
Cayuela, 2005, p. 34.
38
Rico, 2005, p. 74.
39
De los Reyes, 2006, p. 171.
40
Cayuela, 2005, p. 32.
41
Lucía, 2005, p. 309.
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210 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

— 1585, La Galatea, de Cervantes, 1336 reales42.


— 1613, Novelas ejemplares, de Cervantes, 1600 reales y 24 ejem-
plares43.
— 1620, Salas Barbadillo, por dos novelas: Perfecto caballero; Pedro de
Urdemalas: 500 reales44.
— 1601 y 1602, Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, 3300 rea-
les (Madrid, 1601) y 1400 reales (Sevilla, 1602)45.
— 1615, Poema trágico del español Gerardo, de Gonzalo de Céspedes,
450 reales46.

Fuera de la novela, excluyendo el teatro, que veremos después, tene-


mos algunos datos importantes:

— 1603, Viaje entretenido, de Agustín de Rojas, 1100 reales y 30


libros (Pérez Pastor, II, 75).
— 1584, La Austriada, de Juan Rufo, 550 reales (Pérez Pastor, III,
464).
— 1607, Tragedia de amor, de Juan Arce, 350 reales más libros (Pérez
Pastor, II, 120).
— 1608, El Montserrate y Obras trágicas y líricas, de Cristóbal de
Virués, 2200 reales y seis libros encuadernados (Pérez Pastor,
III, 518).
— 1612, Conceptos espirituales, de Alonso Ledesma, 1500 reales
(Pérez Pastor, II, 230).
— 1612, Romancero espiritual, de Valdivielso, 900 reales (Pérez Pas-
tor, II, 489).
— 1613, Juegos de Nochebuena, de Alonso de Ledesma, 350 reales y
veinte libros (Pérez Pastor, II, 258-259).

Creo que son datos suficientemente significativos de la limitada


rentabilidad, en general, de la poesía, lo mismo que de la novela, como

42
Lucía, 2005, p. 60.
43
Lucía, 2005, p. 60.
44
González de Amezúa, 1951, p. 366.
45
Cavillac, 2011.
46
Pérez Pastor, 1971, II, 326. Hay algún otro dato útil, que no tomo en consi-
deración aquí. Citaré esta obra en el cuerpo del texto en las referencias que siguen
a continuación.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 211

vimos, aunque en algún caso, como el de la Austriada, haya importantes


aportaciones pecuniarias de la Corona.
Fuera de la literatura tenemos algunos datos sintomáticos de lo que
«rentan» distintos tipos de obras. Historia:

— 1586, Historia del reino de la China, de González de Mendoza,


660 reales y 36 libros (III, 378).
— 1588, Historia eclesiástica del cisma de Inglaterra, de Pedro de Riba-
deneyra, 800 reales y 100 libros (III, 460).

De carácter religioso:

— 1605, Devocionario y horas en romance, de Fr. Francisco Ortiz,


2000 reales (II, 90).
— 1610, Curia eclesiástica, Francisco Ortiz, 1000 reales (II, 187).
— 1620, «El libro que dicho padre compuso», Hernando de Sala-
zar, 2000 reales (III, 470).
— 1623, Cuaresma, de Cristóbal de Avendaño, 1000 reales (III, 137-
138).

De vario contenido:

— 1572, Aviso de sanidad, de Francisco Núñez, 100 reales y 20


ejemplares (III, 435).
— 1580, Cirugía, Juan Fragoso, 550 reales y 12 ejemplares (III, 374).
— 1585-1609, Practicae questiones, de Juan Gutiérrez, 900 reales
anuales, durante 20 años y después a sus hijos (III, 379).
— 1602, Sumulas y Lógica, de Pedro de Oña, 2200 reales (II, 42).
— 1609, Manual de contadores, Símiles, Mujeres, de Juan Pérez de
Moya, 500 reales por cada libro (II, 165).

Curioso es el caso de la continuidad de los derechos de la obra de


Nebrija para sus herederos, pues se establece el pago para el biznieto de
la mitad de la venta de los libros y la otra mitad para el Hospital Gene-
ral (1621)47.
Hasta aquí hemos visto pagos en dinero, a los que se sumaba, en
alguna ocasión, pagos en libros. Pero no es infrecuente que se le pague

47
Pérez Pastor, III, 23 y ss. y 105 y ss.
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212 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

al autor solamente con un determinado número de sus obras. Dentro


del libro religioso, tenemos algunos ejemplos significativos:

— 1602, Espejo de curas,Alonso de Vega, 300 ejemplares (II, 46).


— 1603, Tratados espirituales, de Francisco Antonio, 70 ejemplares
(II, 499).
— 1611, Espejo de sacerdotes y Compendio de cómo se ha de servir el
altar, de Fr. Baltasar Pacheco, 100 ejemplares por cada uno (II,
209-210).
— 1624, Catecismo cristiano, del beato Alonso de Orozco, 150 ejem-
plares (III, 162).

En el campo de la medicina y la farmacia:

— 1572, Aviso de sanidad, de Francisco Núñez, 500 ejemplares para


el autor, que adelanta 330 reales (III, 435).
— 1574, De febris, de Luis de Toro, 200 ejemplares (III, 487).
— 1609, Método de la colección y reposición de las medicinas simples, de
Luis de Oviedo, 50 ejemplares encuadernados en pergamino
(II, 164).

En otras áreas:

— 1616, Política y práctica judicial, de Alonso de Villadiego, 100


ejemplares (III, 516).
— 1620, Tratado de Álgebra, Andrés de Tamayo, 50 ejemplares (III,
482).

En el campo de la poesía:

— 1584, Cancionero, de Gabriel López Maldonado, 200 ejemplares


(III, 418-419.)
— 1607, Las Navas de Tolosa, 30 ejemplares (II, 132).

Interesa menos aquí la no infrecuente situación, ayer y hoy, de que


el autor concierte directamente la impresión de su obra, para darla a
público conocimiento, con muy variable recuperación de lo invertido,
en que no entro (ni en las condiciones contractuales en cada caso, que
quedan para otro estudio, pues desbordan los alcances de éste). Báste-
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«DERECHOS DE AUTOR…» 213

nos, por ahora, con el testimonio de varios autores, de diferentes géne-


ros, que se pagan su obra: 1573, Juan Muñoz, Práctica de curadores (III,
434); 1598,Tomé de Vitoria, Libro de música (III, 518); 1599, Luis Pache-
co, Grandezas de la espada (III, 290); 1604, Lorenzo Zamora, Monarquía
mística de la Iglesia (II, 82); 1608, Cristóbal Pérez de Herrera, Virtudes
del rey Felipe II (II, 147); 1611, Sebastián de Covarrubias, Tesoro (II,
198); 1614, Antonio Ares (trad.), Diálogo de la naturaleza del hombre
(300); 1615, Hernando de Ojea, Libro de la nobleza (II, 347 y ss.); 1615,
Pérez de Moya, Aritmética (II, 351); 1623, Cristóbal de Fonseca, Obras
(III, 373); 1623, Juan Rodríguez, El predicador (III, 153); 1624, Arturo
de Maldonado, Crónica universal (III, 226).
También se pagaban los derechos del traductor; por ejemplo, en
1598 se pagan 550 cincuentas reales y cuatro ejemplares a Juan Váz-
quez por la traducción de las Relaciones universales de Juan Botero (III,
498) y en 1608, 200 ejemplares a Francisco de Faria por la traducción
de Robo de Proserpina, de Claudiano (II, 136-137).
Hasta aquí hemos visto distintas formas y posibilidades de rentabili-
dad en la vinculación entre autores y editores, pero hay que contar
también con la ayuda institucional, como hoy, sea directamente para el
autor, como vimos (con lo cual se incrementan sus ingresos, pero tam-
bién su dependencia), sea para la impresión del libro o mediante prés-
tamos a tal efecto.Vimos algún testimonio muy significativo para la
épica culta, la historia, la literatura celebrativa hagiográfica, lo que nos
sitúa ante unas determinadas perspectivas de estos géneros y sus condi-
cionamientos.
Tanto la Corona como el Ayuntamiento de Madrid contribuyen a
los gastos de impresión de distintas obras. Así, la Corona contribuye
con 2200 reales a la impresión de la Historia general de España, de
Mariana (III, 423-424) en 1596, y se piden, en 1623, 11000 reales para
la impresión de la obra (Pérez Pastor, III, 161). En 1595 hay testimonio
del préstamo de 16500 reales por el rey para imprimir Obras de san Isi-
dro. En 1603 hay datos de ayuda de la Corona de 8800 y 6600 reales,
para imprimir la Historia de Antonio de Herrera (Pérez Pastor, III, 382).
Hay constancia en 1609 del pago de 8000 reales por el Consejo Real
de las Indias para la impresión de Historia de Terrenate, de Bartolomé
Leonardo de Argensola (Pérez Pastor, II, 162). En 1613 se dan 150 rea-
les a fray Jaime Bleda por un libro sobre moriscos (Pérez Pastor, III,
85). En 1618, el Reino presta 11.000 reales para la impresión de Nobi-
liario, de López de Haro (Pérez Pastor, III, 96). También el Ayunta-
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 214

214 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

miento ayuda para la impresión de libros; así, paga 3300 reales para la
impresión de Vida y milagros del señor san Isidro, de fray Jaime Bleda, en
1622, y antes se alude a 1500 reales «por el trabajo que ha tenido en
ello» y por la impresión (Pérez Pastor, III, 85).
No se me oculta que las cantidades mencionadas hasta aquí, en rea-
les, no significa mucho si no las referenciamos a la realidad de la época,
es decir, a salarios, precios, posibilidades adquisitivas, etc. Lo hice en
otro lugar, a donde remito48. Retendré sólo algún dato, de lo que allí se
da, para que sirva de término de comparación, y teniendo en cuenta,
claro, que hubo fluctuaciones a lo largo del siglo:

— Un «contribuyente pobre» tenía suficiente al día con 30 mara-


vedíes49.
— Una criada en la época de F. Santos ganaba 16 reales al mes más
alimento50.
— Un jornalero cobraba ocho reales al día51.Y los peones, de dos a
tres reales diarios52.
— Un oficial carpintero recibía siete reales al día53.
— Un alguacil de comedias, ocho reales cada día de representación
y algún beneficio54.
— Alquilar una caballería y transporte, a comienzos de siglo, costa-
ba once reales diarios55.
— Una libra de tinta costaba en 1618 cuatro reales y una resma de
papel menos de un real (24 maravedíes)56.
— Una docena de huevos costaba en 1626 un real con setenta; una
libra de pescado cecial, en 1618, menos de un real (28,3 mara-
vedíes) y la libra de carnero, en 1619, menos de un real (25
maravedíes)57.

48
Díez Borque, 1978, pp. 104 y ss.
49
Reglá, 1971, p. 375.
50
Santos, 1854, Discurso X.
51
Caxa de Leruela, 1632, p. 127.
52
Martín Granizo, citado por Regla, 1971, p. 126.
53
Hamilton, 1965, p. 401.
5
Varey-Shergold, 1971, p. 33.
55
Reglá, 1971, p. 182.
56
Hamilton, 1965, p. 372.
57
Hamilton, 1965, p. 372.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 215

«DERECHOS DE AUTOR…» 215

Baste como término de comparación, y remito al lugar citado. Los


ingresos que hemos visto para distintos géneros y autores, y sus distin-
tas posibilidades, no suponen, con alguna excepción, sumas importan-
tes. Muestra esto el desacuerdo entre el éxito de una obra y su rentabi-
lidad para el autor, que habría que estudiar con detalle para casos como
el de los libros de caballerías, que tanto trabajo dieron a las prensas y
tantas ganancias a los editores.
Estas circunstancias explican que las relaciones entre autores y edi-
tores no sólo no siempre fueron buenas, sino que hubo numerosos
conflictos.Ya tenemos documentados problemas de las dificultades de
los autores en tiempos de Felipe II58 para el cobro de sus derechos.
González de Amezúa se refiere a los fraudes en los privilegios y abusos
de los editores59. José Manuel Lucía recoge testimonios pertinentes60.
Anne Cayuela se refiere, por ejemplo, a las relaciones de Lope de Vega
con su editor Alonso Pérez61, y no deja de reconocer malas artes de los
editores contra los autores; recoge un significativo párrafo del «Prólogo
largo» del Primer tomo de comedias de Juan Pérez de Montalbán:

La codicia de los libreros y la facilidad de los impresores (no hablo con


todos sino con algunos) aunque las ven tan imperfectas, adulteradas, y no
cabales, atentos a su interés solamente, las imprimen sin consentimiento de
la parte, sin privilegio de su Majestad y sin licencia de su Real Consejo.
Delito que se repite cada día, no sólo en los Reinos de otra jurisdición,
sino en muchas ciudades de la nuestra y particularmente en Sevilla, donde
no hay libro ajeno que no se imprima, ni papel vedado que no se estampe,
hasta las cartillas, y el Arte, con ser mercedes concedidas por su Majestad
para la fábrica de la iglesia mayor de Valladolid, y para sustento del Hospi-
tal general de esta villa62.

Así estaban las cosas en el siglo XVII, y faltaba mucho para un con-
trol real de las ediciones y su consecuente rentabilidad, aunque tampo-
co sean siempre fluidas las relaciones entre editores y autores.
La comedia nueva, que triunfa en corrales y coliseos, supone una
notable diferencia, como veremos, con respecto a lo considerado hasta

58
Martín Abad, 2005, p. 67.
59
González de Amezúa, 1951, pp. 358 y ss.
60
Lucía, 2005.
61
Cayuela, 2005, pp. 57 y ss.
62
Cayuela, 2005, p. 65.
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216 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

aquí. Cierto que en el siglo XVI encontramos formas de mecenazgo


teatral (Enzina-duques de Alba;Vicente-corte manuelina; Naharro-
palacios cardenalicios); teatro religioso vinculado a la iglesia (por ejem-
plo, Sánchez de Badajoz-teatro navideño y de Pasión) o en ámbitos
cerrados (tragedia y comedia en colegio y universidad). Pero con Lope
de Rueda y otros se pone en marcha la maquinaria de la profesionali-
zación teatral, que culminará con Lope de Vega y el éxito de su come-
dia. Como he escrito en otra ocasión:

El teatro en el siglo XVII, frente a lo que ocurría con otros géneros litera-
rios, tenía una importante rentabilidad económica, especialmente en el
caso de Lope de Vega, con el triunfo de su comedia. Ello supone que el
éxito, la dependencia de su público, cuanto más extenso mejor, se convir-
tieron en factores centrales en la creación literaria. Como no estaba clara-
mente asumida la rentabilidad económica de la literatura, van a entrar en
oposición conceptos como normas de la poética/gusto; valor de merca-
do/valor cultural; peso de la norma/peso del éxito…, en definitiva, la fun-
ción del receptor en la creación literaria. Encontramos así al teatro depen-
diendo de un público que paga y mantiene la maquinaria lúdica del
espectáculo, y ello está presente, claro, en la escritura y representación de
las obras63.

Fueron numerosos los escritores y teóricos que señalaron, general-


mente en forma negativa, la comercialización del teatro y la dependen-
cia de un público que paga. En esta línea, como he estudiado en otras
ocasiones, no sólo los testimonios de Cervantes,Turia, Boyl,Tirso de
Molina, Barreda, Cubillo de Aragón, Alcázar, Bances Candamo, etc.,
sino del propio Lope en su Arte nuevo, en sus cartas, en su poesía, etc.64.
No entro en detalle aquí y remito a mis estudios citados. Pero sí quiero
apuntar la importante rentabilidad económica del teatro para drama-
turgos de éxito como Lope de Vega o Calderón de la Barca, quien,
además, obtuvo importantes remuneraciones y mercedes como drama-
turgo de palacio (una forma de mecenazgo) y por los anuales autos
sacramentales, como veremos.
Lope, como otros dramaturgos del XVII, no percibía derechos de
taquilla, sino que vendía la obra al autor de comedias, que se convertía

63
Díez Borque, 2011a, p. 35.
64
Díez Borque, 1981; 1987; 1992; 2011a; 2011b.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 217

así en dueño absoluto de ella, y no era infrecuente, a pesar de lo legis-


lado, que este la revendiera a autores de segunda fila, en perjuicio del
poeta, lo mismo que la actuación de memorias y memorillas que se
aprendían el texto, sin pagar, claro, al poeta. La rentabilidad, obviamen-
te, variaba según el ritmo de producción y la fama del dramaturgo.
Pero centrándonos en Lope de Vega, tenemos que, según señala Ren-
nert65, cobraba 500 reales por comedia y 300 por auto. Si tenemos en
cuenta el ritmo de producción y la solicitud por los autores de come-
dias, podemos estar de acuerdo con lo que escribe Leavitt:

we may conclude that if an author sold a play for 500 reales, he came
into possession of considerable purchasing power.Writing saleable plays
was good business66.

Y llega a la conclusión de que 500 reales equivalían a 1.400 hogazas


de pan o 2.800 cuartos de vino o 1.000 libras de cordero67. En otro
estudio mío68 (ver lo que digo más arriba) he analizado comparativa-
mente salarios de criados, jornaleros, cargos, alquileres, precios de
diversos artículos, etc., para demostrar que lo que se cobraba por una
comedia era realmente importante, pero por no salir de los terrenos de
la literatura, baste comparar con lo que percibieron importantes nove-
listas y poetas del siglo, como vimos.Además, no puede desestimarse lo
que Lope percibió de la realeza y la nobleza (valga de ejemplo que en
1626 se le pagaron 1650 reales por El vellocino de oro)69, prebendas ecle-
siásticas, etc. Pero esto no interesa directamente aquí, sino insistir en
que el teatro es un caso aparte en la rentabilidad económica de la lite-
ratura en el Siglo de Oro.Tanto que, aunque pueda exagerar Pérez de
Montalbán, tenemos sumas muy elevadas, en el caso de Lope de Vega,
frente a la parca rentabilidad de otros géneros literarios:

80.000 ducados (880.000 reales), las comedias


6.000 ducados (66.000 reales), los autos
1.600 ducados (17.000 reales), las impresiones70

65
Rennert, 1909, pp. 177 y ss.
66
Leavitt, 1967, p. 180.
67
Leavitt, 1967, p. 180.
68
Díez Borque, 1978, pp. 104 y ss.
69
Pérez Pastor, 1901, p. 253.
70
Pérez de Montalbán, 1876, p. 18.
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218 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

Otra cosa muy distinta es la rentabilidad del teatro impreso para el


autor de comedias (empresario) que había comprado la obra al drama-
turgo, quien así pierde sus derechos sobre el texto. Por ejemplo, en
1616 el autor de comedias Juan Fernández vende a Francisco de Ávila
doce comedias de Lope de Vega por 72 reales71 y el mismo año otro
autor de comedias, Baltasar de Pineda, vende a Francisco de Ávila otras
doce comedias de Lope de Vega por 50 reales72.Ya debían haber corri-
do su carrera en los escenarios.
Calderón de la Barca tuvo importantes ingresos por su teatro de
palacio, fiestas, representaciones en corrales, pero quiero destacar por su
relevancia la «rentabilidad» de los autos sacramentales, aunque, claro, su
puesta en escena fuera anual. Sliwa recoge testimonios muy significati-
vos73: 1645, 3.000 reales (p. 105); 1648, 3.300 reales (122); 1649, 3.300
reales (125); 1651, 3.300 reales (133-134); 1653, 3.300 reales (149);
1654, 4.000 reales (152); 1655, 4.000 reales (157); 1656, 1.000 reales
(158); 1657, 4.400 reales (163); 1664, 4.400 reales (202); 1674, 4.400
reales (233); 1677, 5.800 reales (241); 1679, 5.800 reales (250); 1680,
5.800 reales (290). Comparado con la comedia, como vimos, la canti-
dad es muy importante y, además, observamos que va incrementándo-
se. Por otra parte, de un memorial enviado a Felipe IV se desprende
que en 1647 eran 800 reales el precio de una comedia74.
Como he estudiado en otro lugar75, Calderón tenía, al final de su vida,
una importante fortuna en juros, plata, obras de arte, etc., lo que demues-
tra, como en el caso de Lope de Vega, la destacada rentabilidad del teatro,
frente a otros géneros literarios. Claro que tantas ganancias suponen,
como señala E. C. Riley, «tener que depender el escritor profesional de
un público, cuanto más extenso mejor»76, de donde provienen los ataques
a que aludía más arriba, las contradicciones del propio Lope, que analicé
en otros lugares, y el anuncio, en el horizonte, de la compleja relación
entre éxito y calidad literaria. Baste como resumen de la hostilidad hacia
la rentabilidad económica del teatro lo que escribe Cervantes:

71
Sliwa, 2007, p. 331.
72
Sliwa, 2007, p. 332.
73
Sliwa, 2008; doy la referencia en el cuerpo del texto, con indicación de
página entre paréntesis.
74
En Deleito, 1954, p. 224.
75
Díez Borque, 1985b.
76
Riley, 1966, p. 180.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 219

«DERECHOS DE AUTOR…» 219

Y así el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha


de pagar su obra le dice.Y que esto sea verdad, véase por muchas e infini-
tas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio de estos reinos, con
tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razo-
nes, con tan graves sentencias y, finalmente, tan llenas de elocución y alte-
za de estilo que tiene lleno el mundo de su fama77.

O en forma lapidaria, Bances Candamo:

El tercero inconveniente, se entiende que, haciendo estos ignorantes


escritores venales sus ingenios, reciban leyes del bárbaro gusto del pueblo,
ajustándose a él por el mayor interés suyo y de los arrendadores o autores.
¿Qué errores no cometerá quien va sólo a agradar a hombres cuyo aplau-
so se manda por la casualidad de su antojo y no por la discreción de la
razón?78

Pero los testimonios son abundantes, como dije más arriba. Lo que
nos demuestra lo difícil que resulta todavía asumir como normal la
propiedad intelectual y la relación que se establece entre calidad litera-
ria y rentabilidad canónica.
Aparte de todo esto, no pueden desatenderse distintas formas de
mecenazgo (citaba a Calderón en su relación con Felipe IV), el teatro
de encargo (Ferrer), la rentabilidad anual de los autos sacramentales,
especialmente en el caso de Calderón de la Barca, como hemos visto;
sin embargo, también había formas de teatro vinculado a la Iglesia sin
una inmediata rentabilidad económica.

5. CONSECUENTES

5.1. Siglo XVIII

En el siglo XVIII, en cuanto a la propiedad intelectual y derechos de


autor, siguen funcionando los mecanismos del privilegio que conoce-
mos, aunque con algunos avances en el camino hacia los verdaderos
cambios, que se producirán el siglo XIX. Basta acudir al citado estudio

77
Quijote I, 48, en Díez Borque, 2011a, p. 36.
78
En Díez Borque, 2011a, p. 75.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 220

220 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

de Fermín de los Reyes para tener una cumplida muestra de la legisla-


ción pertinente en el siglo XVIII79. El hecho contundente, como vere-
mos, es que no mejora de forma importante la situación económica
del escritor y su independencia como profesional. Así lo afirma un
buen conocedor del siglo XVIII como Álvarez Barrientos:

Las letras no se consideran carrera ni oficio […] no se podía vivir de


derechos de autor ni de la sola actividad de escritor80.

Aunque, como vimos, en los Siglos de Oro esto no es equivalente en


todos los géneros literarios:

Aunque en muchos casos se exageraba lo apurado de la situación, no


cabe duda de que en la mayoría de las ocasiones las dificultades serían
importantes. Se confirma que de los beneficios de la imprenta no se podía
vivir si no se tenía otra fuente de ingresos, excepción hecha de figuras
como Nifo o Torres Villarroel. Otra cosa era lo que sucedía con el teatro,
fuente de ingresos más lucrativa para los autores, aunque sobre ella tampo-
co sepamos aún demasiado. Parece que se heredaron del siglo XVII unas
cuotas por tipo de obra —comedia, zarzuela, piezas en un acto, sainete—
que variaron, aunque no mucho, a lo largo del siglo: por las comedias se
siguió pagando, salvo excepciones, 1500 reales, mientras que por los saine-
tes y otras piezas cortas se duplicó el precio, alcanzándose los 600 rs. Exis-
tió también otro sistema de pago a los comediógrafos, que consistía en
pagarles un tanto, 100 rs., por día de representación, lo que suponía un
riesgo si la obra fracasaba, y un «enriquecimiento» sí tenía éxito. Este siste-
ma no tuvo demasiada aceptación81.

También el periodismo en ocasiones pudo ser una importante


fuente de ingresos82, pero cuando tendrá un verdadero papel relevante
será en el siglo siguiente.
Los problemas de rentabilidad directa de la propiedad intelectual
podían ser compensados con diversidad de dádivas, mercedes, preben-
das: secretario, embajador, traducciones, pensiones, bibliotecarios, etc.83.

79
De los Reyes, 2000.
80
Álvarez Barrientos, 1995, pp. 41 y 46.
81
Álvarez Barrientos, 1995, p. 77.
82
Urzainqui, 1995, p. 174.
83
Álvarez Barrientos, 1995, pp. 41 y ss.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 221

De acuerdo con esto, es importante conocer la profesión de los


escritores. El citado Barrientos apunta:

Aunque no existe un estudio sobre las profesiones que desempeñaron,


puede decirse que la mayoría de estos literatos fueron presbíteros, gente de
iglesia, militares, abogados, médicos, profesores, criados en casas nobles o
desempeñaron algún cargo en los niveles medio y bajo de la administra-
ción del estado, y buscaban mejorar su nivel de vida al ser promocionados
a otros estratos más altos, gracias al pago de sus desvelos de literarios84.

Jean Marc Buigues analiza, detalladamente, la adscripción estamen-


tal de 7593 escritores de la base Aguil y llega a conclusiones esclarece-
doras:

El conjunto o de los 7593 autores se desglosa, en función de su esta-


mento, de la manera siguiente: 125 autores de la nobleza titulada, 4010 del
clero y 1515 autores del estado llano. Los demás autores (1943), para los
cuales no tenemos dato alguno, pertenecen con suma probabilidad al esta-
do llano, que constaría así de los 3458 autores. […]
Es un grupo reducido de privilegiados con características propias, en
constante evolución y en el cual son más bien los estratos intermedios85.

Estamos todavía lejos de la rentabilidad de la creación como pro-


piedad intelectual y los consiguientes derechos de autor, aun a pesar de
producirse algún avance, como señalaba más arriba.
Lucienne Domergue, Ana M.ª Freire, Paul G. Guinard y François
Lopez apuntan una mejora importante en los derechos de la propiedad
intelectual, aunque, no suponga cambios decisivos en la rentabilidad
económica:

En el reinado de Carlos III la tímida explosión del preliberalismo se


divisa ya en la Real Orden de 20 de octubre de 1764, en la que alborea la
noción de propiedad literaria: en adelante los privilegios concedidos a los
autores no se han de extinguir con su muerte, sino que pasarán a sus here-
deros, salvo que sean comunidades.
A fines del siglo XVIII el privilegio de que goza un autor es normalmen-
te de cinco años, a veces de diez, pero se puede prorrogar; la Real Cédula

84
Álvarez Barrientos, 1995, p. 43.
85
Buigues, 2003, pp. 293 y 297.
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222 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

de 14 de junio de 1778 advierte que el literato que añade notas y observa-


ciones no se ha de considerar como mero editor sino como coautor86.

Si comparamos esto con la duración anterior de los derechos del


privilegio, hay que reconocer la importancia de que los derechos pasen
a los herederos, pero el problema está en que los mecanismos de renta-
bilidad del privilegio no se han alterado con respecto a lo que vimos
para épocas anteriores; no hay que dejar de reconocer que la Real
Orden de 1764 y la de 14 de junio de 1778 suponen un avance hacia
el reconocimiento de los derechos de autor:

En consonancia con la extinción de los privilegios, y para proteger a los


autores, el 20 de octubre de 1764 se declaró en real orden que los privile-
gios concedidos a los autores no se extinguieran con su muerte, sino que
pasaba a sus herederos, que pueden continuarlo previa solicitud.
Con ello se da inicio al concepto de derechos de autor, frente al de pri-
vilegio, del que prácticamente podía disfrutar cualquiera, muchas veces en
perjuicio de los autores. […]
Tras el anticipo de 1764, catorce años después fueron regulados los pri-
vilegios por Real orden de 14 de junio de 1778, publicada por cédula del
consejo el 9 de julio87.

Se va recorriendo el camino hacia esas fechas clave, ya en el XIX, de


1847 y 1879 con las leyes de propiedad intelectual, como se verá.
Aunque en otro orden de cosas, hay que considerar también las
consecuencias del Decreto de Nueva Planta de Felipe V, por lo que
supone de centralización frente a la autonomía legislativa anterior de
los varios reinos de España. Fermín de los Reyes escribe al respecto,
sobre este importante proceso legislativo:

La consolidación del poder absoluto del monarca tras la Guerra de


Sucesión, llevó a la centralización y uniformidad de la estructura político-
administrativa. Los Decretos de Nueva Planta impusieron la castellana
sobre la de los territorios de la antigua corona de Aragón, que habían sido
partidarios del de Austria, frente al Borbón:Valencia en 1707, Aragón en
1711, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716.Y es precisamente en este
último año, el 27 de noviembre, poco después de la unificación de Catalu-

86
Domergue, Freire, Guinard, Lopez, 1995, p. 16.
87
De los Reyes, 2000, pp. 558-559.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 223

«DERECHOS DE AUTOR…» 223

ña, cuando se establecen los requisitos para impresión de libros y papeles


sueltos del resto del reino, salvo Navarra, fiel al rey Felipe.
La unificación también se justificaba por la constante impresión y reim-
presión de forma oculta, por supuesto sin licencias ni aprobaciones; en el
caso de nuevas impresiones, sólo con suponer una previa en otros reinos,
ya se hacía, y en las reimpresiones se repetían las licencias y otros datos de
las ediciones legales.Todo ello afectaba tanto a la pureza religiosa como a
los derechos y regalías de la Corona, aparte del daño a los propios impre-
sores, que duplicaban impresiones y dificultaban su venta. Estos hechos,
como la falta de petición de licencia al Consejo, eran aún más repetidos en
Aragón,Valencia y Cataluña, que en Castilla88.

Y son pertinentes varios estudios de Jaime Moll89. Este pretendido


nuevo control sobre ediciones «ilegales» beneficiaba, claro, a los autores
y sus derechos, aunque ya antes y para la propia Castilla eran más que
frecuentes las ilegalidades en cuanto al privilegio. Pero ahondar en esto
desborda mis intereses aquí.
No se me oculta que podría ser más o menos pertinente volver a la
oralidad, el manuscrito, las particularidades por géneros y autores o las
características de la lectura, pero la amplitud del tiempo tratado y las
limitaciones de espacio me obligan en cada época a centrarme en lo
más representativo y destacado en el proceso que estamos siguiendo.

5.2. Siglo XIX

En el siglo XIX van a producirse importantes cambios y avances en


cuanto a la propiedad intelectual y los derechos de autor. Lo resume
bien Jesús A. Martínez:

En el siglo XIX los autores tuvieron que desenvolverse con unas nuevas
condiciones económicas, políticas, sociales y culturales que transformaron
su propia definición y el papel que a partir de entonces empezarían a des-
empeñar en la sociedad contemporánea. Durante todo el siglo, el libro y la
edición protagonizarán múltiples cambios que, entendidos en su conjunto
y no de forma aislada, representaron una revolución, tanto desde la oferta
como desde la demanda, y también del sentido mismo del mercado, en un

88
De los Reyes, 2000, p. 424.
89
Moll, 1994, 2011.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 224

224 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

proceso largo de transición entre el antiguo régimen tipográfico del siglo


XVIII y la consolidación de la edición en el sentido moderno del término
con los primeros compases del siglo XX. […]
En España, aunque la edición arrastró una fuerte impronta del mundo
anterior, los cambios durante el siglo en términos cualitativos fueron lo
suficientemente importantes como para provocar lentamente la configura-
ción de la edición moderna y sus editores con señas de identidad propias
en el marco de las nuevas reglas de mercado90.

Hay que tener presente, como escribe este autor, que en el primer
tercio del siglo XIX siguen funcionando las normas del siglo anterior:

Hasta los años treinta permanecieron las pautas jurídicas, técnicas y cul-
turales del Antiguo Régimen con un conjunto de intervenciones y regla-
mentaciones en el mundo de la edición, sólo episódicamente desarticula-
das entre 1811 y 1814 y entre 1820 y 1823 con las breves experiencias
liberales91.

Hay dos fechas clave en la legislación sobre propiedad intelectual:


1847 y 1889, que suponen un avance importante con respecto al privi-
legio en cuanto al escritor y sus derechos para él y sus herederos, aun-
que quede camino por recorrer en cuanto a la «profesionalización» del
escritor. Leonardo Romero reconoce el avance en la «profesionaliza-
ción» del escritor, con respecto a etapas anteriores:

La dependencia casi absoluta que éstos, hasta finales del XVIII, habían
mantenido respecto de las grandes instituciones del mecenazgo, se trans-
formó durante el siglo XIX, en su integración en las leyes del mercado92.

por el reconocimiento legal de los derechos de autor:

El hecho jurídico que marca formalmente la profesionalización de los


escritores del XIX es el reconocimiento público de su derecho de propie-
dad sobre los productos de su pluma. Llegar a esta identificación entre

90
Martínez, 2009, p. 37. Ha de verse también de este autor, 1991, con impor-
tantes aportaciones sobre imprenta, librerías, comercio, editores, lectura, etc. y una
rica bibliografía en ambas obras, a donde remito.
91
Martínez, 2009, p. 41.
92
Romero, 2003, p. 531.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 225

escritor y texto implica un largo trayecto de complejas operaciones que se


habían ido cumpliendo en el campo de la literatura y en el de la formali-
zación de los derechos ciudadanos, un camino que se regulariza desde las
instituciones del moderno estado constitucional y que encuentra su clima
propicio con la proyección romántica que ve el texto como parte de la
biografía del autor93.

No deja de reconocer Romero los problemas de identificación


(«anonimia, seudonimia, plagio, edición fraudulenta…») y que «el pro-
ducto económico de los textos satisficiese de modo equitativo los dere-
chos reconocidos a sus autores»94. Es éste, claro, un problema funda-
mental. Encontramos, obviamente, grandes diferencias en la
rentabilidad económica de la literatura, que veremos, y los escritores
tienen también otras aspiraciones y compensaciones, que Guillermo
Carnero resume95: ingresar en la Real Academia Española, obtener car-
gos públicos (en las diputaciones, como senadores, ministros, goberna-
dores, embajadores) y otros más modestos como los vinculados a la
enseñanza, pero no deja de reconocer el mencionado investigador la
gran batalla y la gran novedad del XIX que supone «vivir de la pluma»
con todos los problemas que ello conlleva:

La propiedad intelectual fue regulada por las Cortes de Cádiz y limitada a


diez años después de la muerte del autor, plazo ampliado a cincuenta (vein-
ticinco en el caso de las obras de teatro) en 1847 y a ochenta en 1879. La
guerra civil entre autores y editores (véase el segundo de los artículos de
Larra titulado ¿Quién es por acá el autor de una comedia?) se generaliza en el
XIX, no sin precedentes sonados, como el pleito, a finales del XVIII, entre
Pedro Montengón y la casa de Sancha. La peculiaridad distintiva del XIX en
cuanto a las condiciones de vida del escritor es la conversión generalizada de
la obra literaria en un producto sujeto a las leyes de un mercado que, si ofre-
ce una demanda potencial de la suficiente entidad para que tenga sentido la
profesión de escritor como fuente exclusiva de ingresos capaz de sustentar a
quien la desempeña, al mismo tiempo lo deja indefenso ante las oscilaciones
de esa demanda y lo obliga a subordinarle su libertad creativa. […]
Antes he dicho que fue peculiaridad del XIX el cambio en el status del
escritor y en la definición social de su labor que los convirtió, respectiva-

93
Romero, 2003, pp. 538-339.
94
Romero, 2003, p. 539.
95
Carnero, 1995, pp. XXIII-XXV.
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226 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

mente, en productor y en mercancía. Nuestros hombres de letras del XIX


percibieron tales diferencias en su contraste con la situación vigente en el
Antiguo Régimen96.

Cuestión fundamental en el proceso que vamos siguiendo es que


aparezca el mercado, la venta, el éxito como elemento determinante en
la rentabilidad económica de la propiedad intelectual, con todo lo que
ello significa para la propia creación literaria, que veremos en el siglo
siguiente no sólo en la diferente rentabilidad de los géneros, sino en la
cultura de masas, best-sellers, complejas relaciones entre nivel cultural de
la obra y rentabilidad, etc. Pero en el propio siglo XIX tenemos ya la
mayor rentabilidad de la novela por entregas, erótica, folletín, periodis-
mo… Lo que más interesa aquí en este por fuerza abreviado recorrido
es que se da ya lo que luego será lo normal en el siglo XX: la diferente
rentabilidad de la obra literaria, según el mercado, con relaciones que
van de la amistad a la enemistad entre autores y editores, sin que hayan
desaparecido formas de mecenazgo interesado.
Jesús A. Martínez97 estudia algunos casos significativos de las des-
iguales formas de uso de la pluma (Zorrilla, novela por entregas, bohe-
mia,Valera, Alarcón, Clarín, Pérez Galdós). Por su parte, Ángela Ena
resume bien, a partir de varias fuentes bibliográficas, las importantes
diferencias en los ingresos de varios autores por su creación literaria, es
decir, la economía de la propiedad intelectual. Escribe la mencionada
investigadora, tras señalar que las colaboraciones periódicas y las colec-
ciones de novela breve dan más dinero y tras reconocer las penurias de
escritores como Valle-Inclán o los pocos ingresos de Clarín, Unamuno
y Baroja:

En 1904, el diario El Gráfico publica una encuesta sobre «¿Cuánto ha


ganado Ud. con sus libros?». En ella Valera, declara entre 8.000 y 9.000 pts.
anuales, sólo un año, dice, alcanzó las 10.000.Y Pardo Bazán confiesa unas
12.000 pts. y que sus ingresos, a los que debemos sumar los del periodis-
mo, cubren bien las necesidades de su vida (bastante confortable). Estudios
monográficos recientes muestran que las máximas ganancias, en el XIX, las
obtienen los autores de entregas, los famosos, como Ayguals de Izco o Fer-
nández y González quien declara (dato de Botrel) entre 35.000 y 45.000

96
Carnero, 1995, pp. XXIV-XXV.
97
Martínez, 2009, passim.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 227

pts. por año. Por otra parte, hay otros dos escritores que obtienen benefi-
cios por encima de los demás y que viven con gran holgura: Eduardo
López Bago (remito a Pura Fernández, que ofrece datos de tiradas y ven-
tas; un ejemplo: de la novela El cura se venden 40.000 ejemplares, unas
ventas solo igualadas, dice Pura Fernández, por Trigo y Blasco Ibáñez en el
XX) y el otro es Pedro Antonio de Alarcón, que según Jesús Martínez Mar-
tín, fue uno de los autores de mayor éxito, gestionó la edición de sus obras
y dice: obtuvo «ingresos cuantiosos». Galdós (dato de Botrel) obtuvo tam-
bién grandes ganancias.Vivió de su literatura. Desde 1874 se asocia al edi-
tor Miguel de Cámara, al 50% de beneficios. Cuando en 1896 rompe esta
sociedad, los beneficios de Galdós en estos 22 años ascendían a 242.632
pts., ingresos muy altos, pero todavía debía a su editor cerca de 30.000
pts., por adelantos.

Y se pregunta ¿quiénes ganan más con sus libros en las primeras déca-
das del XX?:

Por un lado, los dramaturgos de éxito (Muñoz Seca, Pérez Fernández,


González Álvarez, Arniches, Paso, Abati, los Quintero…) (remito a Ricar-
do de la Fuente Ballesteros). Un ejemplo: un sainete de Muñoz Seca, El
contrabando, se había representado hasta 1920 8.600 veces y le había dado
16.000 duros (80.000 pts.).
Por otra parte, los novelistas eróticos: Felipe Trigo es, hasta 1910 en que
se suicida, el autor de mayores ventas y beneficios en España. En 1901 ya
vende su 1ª novela, Las ingenuas, por 5.000 pts y en 1916, en el prólogo a
la 7ª edición, publicada por Renacimiento —que es el libro más caro del
catálogo, 7 pts.— confiesa que esta novela le había dado ya 100.000 pts.Y
un año antes, en 1915, en una entrevista de El caballero Audaz en La Esfe-
ra, confiesa que venía a ganar al año unas 60.000 pts.
Muy cerca estuvieron, incluso le superan, otros novelistas eróticos. Joa-
quín Belda confiesa en 1920, en una entrevista que le hace López Pinillos,
publicada en el libro En la pendiente. Los que suben y los que bajan, que con
su novela La suegra de Tarquino (1909), había ganado entre 4.000 y 5.000
duros y con La Coquito (1915), igualmente pornográfica, más de 6.000
duros. Confesaba unas ganancias anuales superiores a 20.000 pts. […]
Fuera de estos dos grupos, destaca por sus ganancias Ricardo León (ver
artículo de Botrel), pero sobre todo, Blasco Ibáñez.Ya sus novelas valencia-
nas alcanzaron tiradas de más de 8.000 ejemplares. La catedral, en 1904,
alcanzó los 16.000 ejs.Y en el reparto de ganancias, igual que Trigo y
León, el autor recibía una peseta por cada ejemplar vendido. Muy pronto,
adelantándose a su tiempo, se convierte en un magnate de la literatura.
Anécdota: en 1909, en Montevideo, encuentra al torero Vicente Pastor. Le
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228 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

cuenta que ganaba 10.000 pts. por corrida. Blasco le contesta que a él le
habían abonado por una conferencia en Salta (Argentina) 14.000 pts., y
añade, «Ya es hora de que los que manejan la pluma aventajen en cobrar a
los que manejan el estoque». Pero el gran «pelotazo» le llega cuando en
1916 publica Los cuatro jinetes del Apocalipsis, sobre todo cuando se traduce
al inglés. Se vendieron 4.000.000 de ejemplares en lengua inglesa. En
1921, firmó un contrato con la Metro en Hollywood para hacer la pelícu-
la, por cuyos derechos cobró la cifra más alta hasta tiempos muy recientes
(datos de Rafael Ventura Meliá, Blasco Ibáñez cineasta: Blasco Ibáñez cobró
280.000 dólares de entonces que equivalen a 7.000.000 de pesetas de
1998, año de publicación del estudio)98.

No dejo de reconocer que sería interesante plantear cuestiones per-


tinentes de lectores y lecturas, lectura masculina-lectura femenina, edi-
tores, libreros, sociedades de autores, pero, como quedó dicho, lo que
interesa aquí son los datos básicos de la propiedad intelectual y su renta-
bilidad económica en el camino que va del juglar medieval a Internet.

5.3. Siglo XX

En 1847 se publicó la primera ley de propiedad literaria, vigente


hasta la aprobación del documento que sentó las bases definitivas el 10
de enero de 1879. Lo que nos interesa, ya en el siglo XX, es la vigencia
hasta 1987 de la ley de 1879:

Las resoluciones aprobadas conminaban al respeto de las normativas,


pero hasta 1987 no se revisaron en España los textos de la primitiva ley de
de 1879, con modificaciones sucesivas en cuatro ocasiones (1992, 1994,
1995 y 1996). En esta última actualización se concretaba que la propiedad
intelectual estará integrada por derechos de carácter personal y patrimo-
nial, que atribuyen al autor la plena disposición y el derecho exclusivo a la
explotación de la obra, sin más limitaciones que las establecidas en la ley.
Con el fin de recopilar información sobre derechos de autor y conexos, el
Ministerio de Cultura creó el Centro de Documentación de Propiedad
Intelectual99.

98
Ena, 2009.
99
Sánchez Vigil, 2009, p. 272.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 229

Es cierto que hubo un intento en 1934 de redactar una nueva ley


de propiedad intelectual, pero la Guerra Civil lo impidió100. Esto supo-
ne que durante una buena parte del siglo XX estuvo vigente en cuanto
a la propiedad intelectual y derechos de autor lo que se había estableci-
do en la ley del siglo anterior (1879):

La ley de 1879 definía al beneficiario (autores, traductores, editores y sus


herederos) y por cuánto tiempo disfrutaba del derecho (durante la vida del
autor más 80 años después de su muerte), y prohibía las reproducciones sin
permiso expreso de los creadores aun cuando no se hubieran publicado
los textos. Establecía asimismo un registro general de la propiedad intelec-
tual en el Ministerio de Fomento, en las bibliotecas provinciales o en los
institutos de segunda enseñanza donde no había bibliotecas, obligando a
entregar tres ejemplares de cada obra, una de las cuales quedaría en la
Biblioteca Nacional. El reglamento para la ejecución de la ley de Propie-
dad Intelectual dedicaba dos artículos al editor y a la explotación de la
obra101.

Pero una cosa es que se regulasen los derechos de los autores, y otra
que su actividad fuera rentable, permitiéndoles ser «profesionales de la
pluma», viviendo de ello, problema recurrente que hemos venido vien-
do hasta aquí. Jesús A. Martínez reconoce que «la actividad literaria
remunerada suficiente para vivir solo estaba al alcance de unos pocos»,
lo que afecta particularmente a la poesía, ensayo, historia, pero también
a la novela, y menos al teatro, lo que obliga, como antes, a buscar com-
plementos económicos a la actividad literaria: colaboración en perió-
dicos, traducciones, docencia, etc102.Aunque se vaya avanzando hacia la
profesionalización, con diferencias marcadas, claro, por géneros y auto-
res, el hecho cierto es que «la característica más destacada de la vida
material del autor fue la irregularidad de sus ingresos literarios, por la
dependencia del público y de los editores, es decir, por las estrecheces
del mercado»103.
Aparecen así las no siempre fáciles relaciones entre autores y edito-
res, no pocas veces en colisión de intereses económicos, y la función de

100
Sánchez Vigil, 2009, p. 271.
101
Sánchez Vigil, 2009, p. 270.
102
Martínez, 2009, pp. 183-187.
103
Martínez, 2009, p. 186.
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230 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

los contratos de edición, con unas pautas marcadas, pero con excepcio-
nes según los intereses, y los problemas de la liquidación de derechos
de autor según los ejemplares vendidos, a distancia de lo que veíamos
en el siglo XVII —por ejemplo— para obras de gran éxito de ventas.
Aunque pueden mantenerse formas de fidelidad, amistad, relaciones
personales, etc., las vinculaciones entre autores y editores entran en los
fríos cauces de lo contractual, con minuciosidad de estipulaciones. Jesús
A. Martínez reconoce «cierto grado de antagonismo entre editores y
autores»:

El editor empezó a actuar más como un empresario, y como artífice de


la publicación tenía en sus manos la toma de decisiones sobre la publica-
ción de un libro, a excepción de los autores más rentables. Los escritores
dependían, en general, de las condiciones de los editores y los criterios
económicos pesaban más sobre los criterios intelectuales, con la figura del
escritor cada vez más asociada a la de un empleado. En esa situación, las
opiniones de los escritores no solían ser muy favorables104.

Las relaciones entre autores y editores se rigen por los contratos de


edición, como dije, con diversas estipulaciones encaminadas a garanti-
zar los intereses de ambos, aunque no pocos serán los problemas. Juan
Miguel Sánchez Vigil recoge los puntos básicos que regulan la relación
contractual entre autores y editores:

1. El autor cede los derechos de edición en forma de libro o cualquier


otro soporte.
2. La cesión es exclusiva.
3. Fijación de fecha de entrega y penalizaciones si proceden.
4. Fijación de fecha de puesta a la venta.
5. Acuerdo temporal para la explotación de la obra (duración del con-
trato).
6. Lengua de edición y explotación (castellana, lenguas oficiales españo-
las, etcétera).
7. Ámbito geográfico: España,América, Europa…
8. Fijación de contraprestaciones económicas: porcentaje o tanto alzado.
9. Fijación de número de ejemplares para el autor.
10. Corrección: tiempos y porcentaje de páginas que puede modificarse.
11. Penalización en caso de exceso de correcciones.

104
Martínez, 2009, 177.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 231

«DERECHOS DE AUTOR…» 231

12. Número de ediciones que se realizarán o se autorizan.


13. Documentación para comprobación de tirada: entrega al autor.
14. Número de ejemplares que se retiran para publicidad, marketing y
comunicación.
15. Comunicación anual del estado de ventas y liquidaciones de autor.
16. Ingreso en hacienda de los descuentos oficiales sobre el pago o liqui-
dación.
17. Prioridad del editor para reeditar la obra una vez extinguido el con-
trato.
18. Cesión de derechos para negociar venta en extranjero o traducción de
la obra.
19. Normativa en caso de saldo.
20. Respeto a la norma de propiedad intelectual en caso de desacuerdo.
21. Certificado de ejemplares impresos105.

Hay, claro, distintos tipos de costumbres y estipulaciones particula-


res, en que no voy a entrar, pues lo que nos interesa aquí, básicamente,
es la relación económica entre escritores y editores, en cuanto a la profe-
sionalización del oficio de escritor. Las contraprestaciones económicas
básicamente son o porcentaje según ventas o tanto alzado, sobre la base
de que el escritor ha de «responder ante el editor de la autoría y origi-
nalidad de la obra».

Acuerdos:
— porcentaje sobre venta de ejemplares;
— derechos por internet (porcentaje);
— derechos por ediciones paralelas distintas a la contratada en origen;
— ediciones populares o de bolsillo;
— ediciones de lujo;
— ediciones en fascículos;
— ediciones ilustradas;
— ediciones especiales para instituciones financieras y empresas;
— ediciones de clubs, quioscos o Círculo de Lectores y
— operaciones especiales.

Anticipos a cuenta:
— Se acuerdan en función del original: extensión, contenidos, etc.
— Se abonarán en uno o varios plazos y se liquidan generalmente a la
entrega del original y a la salida del libro.

105
Sánchez Vigil, 2009, p. 288.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 232

232 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

— No deben nunca superar el importe de la liquidación por la obra.

Liquidaciones:
— fijación del PVP de cada ejemplar y
— fijación de cantidades en caso de liquidación o saldo de la obra106.

Dentro de este panorama general de los derechos de autor sería


necesario matizar, según las variadas posibilidades de tipos de libros, las
características de la editorial: desde las grandes empresas y multinacio-
nales a las pequeñas editoriales, más o menos independientes, pasando
por las editoriales especializadas, prestigio de algunos editores, etc. Sur-
gen o siguen funcionando diversos organismos —Instituto Nacional
del Libro Español; Sociedad General de Autores y Editores (SGAE);
Asociación Colegial de Escritores; Centro Español de Derechos
Reprográficos (CEDRO); Gremios de editores— para defender los
derechos de las partes implicadas, contribuir a la defensa y difusión del
libro, etc.
Lo fundamental, como hemos visto, es que la literatura es «merca-
duría vendible», como se dijo en el siglo XVII, y ello supone diversas
estrategias, que afectan, claro, a la creación literaria para asegurar y
aumentar la rentabilidad económica de la literatura para editores y,
consecuentemente, para los escritores.Variadas son las posibilidades, en
este sentido, que incluyen presentaciones de libros, presencia en los
medios de difusión, actos diversos, ferias del libro, promociones, ventas
a domicilio, círculos y asociaciones de lectores, tertulias, ayudas a la
edición, etc. Un papel destacado tienen los premios literarios, desde los
más prestigiosos a los más comercializados, que contribuyen a incor-
porar a un numeroso público lector. Los procedimientos son muchos,
sin que me parezca necesario detenerme en ellos. Lo que me interesa
es subrayar lo que significan para la comercialización de la literatura y
la profesionalización del escritor, apareciendo la rentabilidad como cri-
terio fundamental (también la no rentabilidad, claro, en productos al
margen de estos canales de comercialización o aceptación amplia).
Con todo esto se está abriendo el portillón de multitud de cuestiones
como originalidad y rentabilidad, valor literario y valor de mercado,
literatura de masas, innovación y rentabilidad, novela popular, best-seller,

106
Sánchez Vigil, 2009, pp. 292-293.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 233

«DERECHOS DE AUTOR…» 233

etc. Lo que hay al fondo, y es fundamental, es la muy diferente rentabi-


lidad de la literatura, según los casos, una vez que han quedado recogi-
dos los derechos de la propiedad intelectual. Se comprenderá que
renuncie aquí a comparar, por ejemplo, la novela rosa de Corín Tellado
o del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía con novelas consagradas por
la crítica como «alta literatura»; se comprenderá que no compare best-
sellers recientes con novelas de calidad que están en la mente de todos.
Y se comprenderá que renuncie aquí a cualquier nómina o escalafón
de escritores por las ganancias con su actividad literaria: desde los que
viven de la pluma a los que tienen otras profesiones, que complemen-
tan, más o menos, con los ingresos literarios. El hecho cierto y relevan-
te es que, al convertirse la literatura en producto de mercado, queda
sometida a sus leyes, con todo lo que ello significa.
Me he referido, en lo que antecede, básicamente a la novela, pues la
poesía, excepto en un minoritario grupo de poetas consagrados, lleva
una vida lánguida en cuanto a su rentabilidad económica, en buena
medida al margen de los grandes circuitos de difusión, concentrada en
pequeñas editoriales, grupos de amigos, aunque con excepciones, claro.
Consideración aparte merecen el teatro y el bien organizado mundo
del best-seller.
Como es bien sabido, en el teatro es la taquilla la que regula los
ingresos del autor, por lo tanto también es el mercado, como hemos
visto. La diferencia, claro, es que no es el editor y el libro el medio de
difusión, sino el escenario y aquí entran, en consecuencia, distintos
profesionales: empresarios, director, adaptador, escenógrafo, actores, dis-
tintos técnicos, etc. Con mayor o menor responsabilidad, todos contri-
buyen a la difusión de la obra y a la rentabilidad, consecuente, para el
dramaturgo, habida cuenta de que los rendimientos han de repartirse
entre otros distintos responsables. De nuevo entran en colisión distin-
tos ámbitos culturales: desde el teatro de masas al teatro minoritario,
pasando por un amplio abanico que incluye traducciones, reposicio-
nes, adaptaciones de clásicos, etc. Aquí las muy diferentes posibilidades
entre los teatros oficiales (Centro Dramático Nacional, Compañía
Nacional de Teatro Clásico;Teatros municipales, etc.) y las salas parti-
culares marcan unas importantes diferencias en cuanto a llevar a escena
las obras. Por otra parte, hay que recordar que la SGAE se encarga de la
salvaguardia de los derechos de los autores, y no puede desatenderse el
complejo mundo de las subvenciones teatrales del INAEM y otras
entidades oficiales.Todo ello afecta, desde luego, a la rentabilidad de la
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 234

234 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

obra teatral para sus creadores, independientemente de otros profesio-


nales del hecho teatral.
El mundo del best-seller es apasionante y contradictorio. Puede
organizarse con minucioso cálculo para obtener los resultados preten-
didos, pero puede ocurrir que obras no planteadas como tales, el ejem-
plo será siempre El nombre de la rosa de Umberto Eco, alcancen tal con-
dición, aunque, claro, esto nos lleva a la pluralidad de niveles de lectura
y a la pluralidad de componentes, que pueden atender a muy distintas,
y aun encontradas, perspectivas de lectura. Habría que ejemplificar,
caso a caso, pues distintas son las razones de éxito.Ya es significativo en
sí mismo el título de un estudio de David Viñas sobre el tema: El enig-
ma best-seller. Fenómenos extraños en el campo literario107, y el libro respon-
de a lo que en título plantea, en cuanto a las dificultades para establecer
unos rasgos genéricos comunes, que afectan a temas y formas. Me pare-
ce importante y revelador lo que escribe sobre la vinculación al con-
texto de la cultura de masas, tras afirmar que no hay ni temas ni moti-
vos recurrentes entre las distintas formas de best-seller:

Del mismo modo, los rasgos esenciales del modelo genérico ideal en el
caso del best-seller están estrechamente vinculados al contexto concreto en el
que surgió y se expandió después con fuerza este sorprendente fenómeno
literario: el contexto de la cultura de masas. De ahí que sea necesario, para
comprender bien por qué los rasgos integradores del arquetipo ideal son los
que son y no otros, poner esos rasgos en relación directa con la situación
contextual que en buena parte los explica. La ubicación del best-seller en su
hábitat natural facilita que, incluso antes de hacer una incursión en los aspec-
tos temáticos y estilísticos característicos de este tipo de obras, vaya asoman-
do ya una imagen genérica bastante bien perfilada, y esto demuestra que
tanto los temas más habituales del best-seller como los recursos formales a
través de los que se vinculan esos distintos temas se encuentran en situación
de dependencia directa respecto del contexto social en el que se desarrolla el
fenómeno. De ahí la importancia de reconstruir ese contexto108.

Muchas y sugestivas son las aportaciones del estudio de David Viñas


para internarse en el denso boscaje del best seller, pero para lo que inte-
resa aquí, quiero retener que «lo del best-seller es más cosa del lector

107
Viñas, 2009 y la bibliografía que incorpora. Puede verse, entre otros, Álamo,
2009-2010;AA.VV., 2001 y la bibliografía recogida.
108
Viñas, 2009, pp. 21, 39.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 235

«DERECHOS DE AUTOR…» 235

que del autor […] un libro leído de cierto modo mucho más que escri-
to de cierto modo», que atiende a unas expectativas de recepción:

Querrá sobre todo contar una historia que suscite el interés del mayor
número posible de lectores, de manera que los aspectos formales tendrán
una importancia secundaria, la tengan o no durante el proceso configura-
tivo. Entendámonos: esa obra va a ser leída desde una actitud lectora que
atenderá mucho más a lo que se cuenta que a la manera de contarlo. […]
Siempre es la actitud lectora de la mayoría la que cuenta aquí.Y lo que a
esa mayoría le importa, lo que busca, es sentirse seducida por lo que lee,
pasarlo bien mientras se pasan páginas y pasa el tiempo, pasarlo bien inclu-
so pasándolo mal porque a lo mejor la ambientación gótica genera un
clima de cierta tensión, o porque la presencia de lo fantástico se siente
como una auténtica amenaza, o porque la intriga va in crescendo y no llega
la clave, hay que esperar (pasar otra página, y luego otra…).Y uno no
puede ya esperar más y se siente como atrapado en arenas movedizas y
quiere salir pero en realidad no, no quiere salir109.

El best-seller ejemplifica lo que significa para autores y editores


depender de un público cuanto más extenso mejor, ocurra lo que ocu-
rra con el «sagrado reducto» de unos supuestos valores literarios supe-
riores. Es el peso del mercado en un difícil balance entre el acto sobe-
rano de libertad creadora y su rentabilidad económica. Entre los límites
de una literatura considerada superior y la llamada subliteratura hay,
claro está, muchos grados, pero, en todo caso, es una de las consecuen-
cias prácticas de los derechos de autor en su conversión en dinero.
Me he referido hasta aquí a las formas tradicionales de edición, pero
ya en el siglo XX comienza la competencia de las nuevas tecnologías, en
ese mundo desbordado y desbordante de Internet, lo que afecta, obvia-
mente, a los derechos de autor y su rentabilidad económica. No es
exclusivo, pues, del reciente siglo XXI, pero voy a referirme a ello en
este siglo, como signo y símbolo de los nuevos tiempos.

5.4. Siglo XXI

En lo que va del nuevo siglo sigue plenamente vigente lo que


hemos visto para el anterior, pero comienza a hablarse, repetidamente,

109
Viñas, 2009, pp. 598-599.
BIB AUREA-82 13/12/12 20:50 Página 236

236 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

de desaparición del libro en su forma habitual, el e-book como futuro


cierto, de libertad de creación en la red, de literatura in fieri, de interac-
tividad literaria. Lo que nos interesa aquí es cómo puede afectar todo
esto a la propiedad intelectual y a los derechos de autor. Es verdad que
estamos en los comienzos, pero, aunque no se tenga el don de la profe-
cía y sea hoy un debate abierto, cabe pensar que por ahí van los tiros y
que se producirán cambios sustanciales. Simplificando, cabría pregun-
tarse sí estamos en los umbrales de la creación literaria como propie-
dad compartida, como, en otro sentido, ocurría en la Edad Media en
los amplios campos de la oralidad.
Todavía en los márgenes de las prácticas tradicionales, habría que
citar la Ley de la lectura, el libro y las bibliotecas, de 2007, encaminada
a promover la lectura, lo que afecta a autores, editores, bibliotecas…,
pero Juan Miguel Sánchez Vigil recoge, oportunamente, las conclusio-
nes del VI Congreso Iberoamericano de Editores (Madrid, 2006) y el
VI Congreso de Editores de España (Sevilla 2008), que nos sitúan en el
ojo del huracán de los nuevos tiempos:

— Reconocer la utilidad de los instrumentos digitales para la racionaliza-


ción de los distintos campos.
— Necesidad de una sólida normativa sobre derechos de autor en el
entorno digital.
— Defensa del carácter creador de los editores.
— Denuncia del menosprecio de los contenidos culturales de las nuevas
tecnologías por parte de algunos sectores sociales, con la excusa de
defender las herramientas tecnológicas.
— Consideración positiva de la ley de 22 de junio del 2007 de la Lectura,
el Libro y las Bibliotecas, y denuncia de la ruptura del precio único en
los libros de texto.
— Propuesta de la supresión de aranceles que dificultan la libre circula-
ción de libros y productos culturales entre América y España110.

Aunque estemos lejos todavía de un previsible futuro de transfor-


maciones de gran alcance, hay que preguntarse por lo que ello supon-
drá para la creación literaria, como se había concebido hasta aquí, para
la lectura y, consecuentemente, para los derechos del autor.
Chartier y Hébrard resumen, certeramente, lo que suponen las nue-
vas tecnologías para autores, editores y lectores:

110
Sánchez Vigil, 2009, p. 149.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 237

La revolución de las técnicas de producción y reproducción de los tex-


tos consiste en que queda potencialmente abolida la separación entre el
trabajo del autor (concebir y escribir un texto), del editor (fijar el texto,
corregirlo, diagramarlo), y el del impresor (armar el prototipo y «sacar»
gran cantidad de reproducciones). Ahora cada autor puede autoeditarse,
sabiendo que el texto que el lector «descarga» en su máquina tal vez no
respete ni la tipografía de la paginación del texto de partida: la forma se
hace separable del contenido. Los antiguos oficios relacionados con esta
tarea han pagado los primeros costos y el propio oficio de editor, descu-
bridor, filtro, garante de un texto fijado, como se lo cataloga oficialmente,
está en busca de un nuevo futuro111.

Muy interesante es, en esta línea, el estudio de Cordón, Gómez y


Alonso en que analizan los cambios, el «nuevo modelo editorial», el
libro electrónico y su mercado, su presencia en la red, etc.112. No inte-
resan aquí directamente las posibilidades de la edición electrónica, su
evolución desde los tiempos de Gutenberg113, sino lo que ello significa
para la propiedad intelectual y los derechos de autor, que paso a paso
habían ido consiguiéndose, como hemos venido viendo. Picchio lo
expresa con contundencia:

L’opera espressa in tale forma [multímediale] puó essere duplicata, com-


pressa per l’invio online, combinata con altre informazioni e manipolata al
punto da non poter essere riconosciuta dall’autore originale. La conse-
guenza giuridica che ne deriva é che più diritti d’autore tra essi indipen-
denti, per il principio di autonomia e indipendenza tra i vari diritti di
autore (art. 19 LDA), coesistono e concorrono tra essi in uno stesso sup-
porto virtuale. II rischio attiene al pericolo di violazioni sia del diritto
morale che di quello patrimoniale dell’autore114.

Lo fundamental, como apunta Fiormonte, es «un principio difuso


de propiedad», «el usuario puede ser realmente un coautor», «la comu-
nidad de los usuarios adquiere poder sobre los productos: el poder de
compartir su creación», en definitiva, frente a la «escritura estática» hay

111
Chartier-Hebrard, 2002, p. 199.
112
Cordón, Gómez y Alonso, 2011. Puede verse Cassany, 2011;Tascón, Cabre-
ra, 2012 y la bibliografía allí recogida.
113
Ver Briggs-Burke, 2002.Ver nota anterior.
114
Picchio, 2000, pp. 127-128, en Fiormonte, 2004, p. 754.
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238 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

una «nueva ética de la utilización y de la creación»115. Creo que se


comenta solo lo que esto puede suponer, progresivamente, para la pro-
piedad intelectual y los derechos de autor, como se habían concebido
hasta aquí. Es cierto que a día de hoy y, aunque con estas perspectivas
de futuro, siguen funcionando los mecanismos «tradicionales» de pro-
piedad intelectual y rentabilidad económica que hemos visto.
Me interesa subrayar lo que supone todo esto como forma de recu-
peración de la oralidad, que veíamos más arriba en forma destacada
para la Edad Media y los Siglos de Oro, y allí se comentó lo que signi-
fica la oralidad para la propiedad intelectual y los derechos de autor.
Antonio Viñao lo destaca como rasgo de la literatura en las nuevas tec-
nologías:

La rapidez inmediata con que un texto puede ser lanzado, transmitido,


recibido, apropiado, fragmentado, modificado y de nuevo lanzado a una
red de conexiones múltiples, así como su fugacidad y la facilidad con que
puede alterarse, transformarse, reestructurarse o desaparecer incluso para
siempre, acerca cada vez más la escritura, en su misma configuración como
tal, a la oralidad, al mundo de lo oral. La espontaneidad, inminencia e
inmediatez propias de la escritura electrónica —rasgos todos ellos caracte-
rísticos del habla— debilitan el distanciamiento tradicionalmente asociado
a los actos de escritura y lectura, así como la separación en el tiempo de la
producción de un texto definitivo, fijado para siempre, y su apropiación
por unos lectores determinados en épocas diferentes. Es en esta intersec-
ción entre oralidad y escritura donde se están produciendo y es previsible
que se produzcan, a un ritmo acelerado, las mutaciones más importantes
en el ámbito de la cultura y comunicación escritas116.

No es cosa de abrir aquí el debate sobre la desaparición del libro en


su formato tradicional, tan vivo desde los tiempos de McLuhan, pero
no dejaré de apuntar, al paso, que en el curso que dirigí en el Esco-
rial117 en que participaron escritores, profesores, escritores, responsables
de organismos de control de los derechos de autor, etc., fue tema cons-
tante en conferencias y debates, porque esas importantes mutaciones
son lo que se ve en el horizonte, y parece oportuno recuperar ante los

115
Fiormonte, 2004, pp. 763-764.
116
Viñao, 2002, pp. 354-355. Ha de verse también, entre otros, Mora, 2012, y
la útil bibliografía que da.Ver nota 285.
117
Curso, Del escritor, 2009.
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«DERECHOS DE AUTOR…» 239

nuevos tiempos el conocido título de Umberto Eco, Apocalípticos e inte-


grados.
Juan Miguel Sánchez Vigil reconoce la multitud de problemas que
plantean los derechos de autor en Internet:

El problema de los derechos en el entorno digital plantea graves proble-


mas en Internet, donde el control por copia es muy difícil. El desconoci-
miento de la ley de propiedad intelectual (LPI) y de los derechos de los
autores es uno de los argumentos utilizados por quienes sistemáticamente
infringen las normas. Pero la reflexión es sencilla: la obra está protegida
más allá del medio donde se difunde. Por otra parte, la tecnología digital
permite copias de calidad porque en la práctica no existe tal original, sino
la combinación de bits y bytes.
Internet es un medio potencialmente rentable y la introducción de cual-
quier obra en la red requiere el permiso específico del propietario de los
derechos morales y de exportación. Siempre deberá figurar el nombre del
autor y en todos los casos deben negociarse las retribuciones por cada uso.
Cuando nos referimos a «cada uso» queda claro que la aplicación a sopor-
te impreso o digital es diferente, aunque los contenidos sean los mismos.
Se trata de dos vías de comercialización y por consiguiente son necesarios
dos contratos o la especificación de uso en un solo contrato118.

Señala que la Ley de Propiedad Intelectual ampara también la difu-


sión mediante las nuevas tecnologías y mediante «los soportes que pue-
dan inventarse en el futuro», cita el tratado 2002 de la Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual sobre derechos de autor en Inter-
net, los acuerdos del Primer Foro de Expertos sobre Derechos de
Autor (México 2003) encaminados a controlar los derechos de autor
en la red, y la función del DOI (Digital Object Identifier) en la misma
línea. Pero el problema está, claro, en controlar lo difícilmente contro-
lable en la mar océana que es Internet, o sea, la difícil tarea de poner
puertas al campo.
Resulta cuando menos paradójico que tras un lento y complejo pro-
ceso para conseguir y asentar los derechos de autor pueda volverse a
espacios de indefinición de la propiedad intelectual. A día de hoy, los
novelistas siguen cobrando sus derechos de autor, según designio del
público soberano y los pactos con el editor; los dramaturgos perciben

118
Sánchez Vigil, 2009, pp. 281-282.
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240 JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE

sus derechos de taquilla, con la mirada atenta de la SGAE; los poetas, en


gran parte, crean en los espacios de la ilusión, con la esperanza de que su
labor sea compartida. Los editores y autores se esfuerzan en controlar la
propiedad intelectual en el mundo digital, como hemos visto. Pero los
asedios son muchos, aunque hay instituciones como CEDRO que están
vigilantes. Aparte de la creación compartida y las variadas formas de
intervención en la red, que veíamos, tenemos el hecho cierto y contun-
dente, que irá avanzando, de la digitalización de textos en la red y su
descarga sin control, que podrá llevar a la literatura a convertirse en un
bien mostrenco de dominio público, por no hablar de formas tecnoló-
gicas menos sofisticadas como la fotocopia, aunque estén bajo la vigi-
lancia de CEDRO. El e-book, que reduce el libro a la exclusiva función
de lectura, privándolo de todos los otros componentes que lo integran,
no es un asedio menor, aunque los editores se están esforzando para que
no se diluya la propiedad intelectual, como vimos, aunque parece más
difícil de controlar. Quizá un día, no sabemos a qué distancia temporal,
dirán —diremos— «de aquellos lodos estos polvos», y no sé hasta dónde
llegará la «revolución cultural del procomún»119.

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