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El Coyote, dios de la lujuria en la época prehispánica.

El placer, la música y la astucia son algunos de los atributos de uno de los animales más
simbólicos (y menos mencionado) del mundo prehispánico: el coyote.

Su nombre científico es Canis latrans y es un carnívoro canino de la familia Canidae. La


palabra “coyote” proviene del náhuatl coyotl. Habita desde Canadá (América del Norte)
hasta Colombia (América del Sur), en una variedad de ecosistemas que van de los
tropicales a los templados y áridos.

Los coyotes pueden permanecer solitarios o vivir en jaurías y su promedio de vida es de


seis años. A pesar de que son preciados trofeos de caza, aún no se encuentran en riesgo,
principalmente por su gran capacidad de adaptación ante la colonización y la
urbanización.

Los coyotes tienen un tamaño que no sobrepasa los 60 centímetros de altura y los 90 de
longitud (sin incluir la cola). Su color varía entre el gris, el canela y el rojizo. Sus orejas y
hocico dan la impresión de ser relativamente largos en comparación con su cabeza y
llegan a pesar hasta dieciséis kilos.

El coyote se hace presente en la mitología prehispánica como Huehuecóyotl, o coyote


viejo, deidad de la danza, la música, el placer y la lujuria.

“…en él se expresaban los conceptos de placer y lujuria, calidades que se atribuían, por
cierto, a los coyotes. Ahí estaba Huehuecóyotl, dado cuenta de una de las realidades del
mundo: el erotismo”.

Fuente: “Los mitos del tlacuache”, Alfredo López Austin.


Es que, para los nahuas, Huehuecóyotl era uno de los dioses instigadores de la sexualidad,
dada por su capacidad y astucia para encontrar pareja y el largo tiempo de duración de su
coito, así como el reducido tiempo de recuperación para repetirlo…

Entre los teotihuacanos, por otra parte, el coyote parece estar asociado a la parte religiosa
en el ámbito militar, que era la encargada de obtener prisioneros de guerra para las
muertes rituales. Esto se puede observar en las pinturas de coyotes que se encuentran
rodeados de elementos bélicos como cuchillos o escudos, o atacando animales más
débiles.

Entre los mayas, el coyote se encuentra presente en el Popol-Vuh, el libro sagrado que
contiene la historia de la creación de la humanidad y sus primeros años de existencia. En
él, es el coyote uno de los primeros seres en existir al lado del tlacuache, que son la pareja
primigenia del Abuelo Utiú y la Abuela Vuh, respectivamente.

«…los dos animales parecen quedar en oposición binaria en la que el coyote es el cielo
nocturno, la potencia masculina”.

Fuente: “Los mitos del tlacuache”, Alfredo López Austin.

Ya con la llegada de los españoles, el coyote fue visto desde el punto de vista occidental
como un zorro y, bajo la misma cosmovisión europea, se lo emparentó con el demonio y
las fuerzas oscuras:

“…siente mucho, es muy recatado para cazar, agazápase y pónese al acecho, mira a todas
partes para tomar su caza, y cuando quiere arremeter a la caza primero echa su vaho
contra ella, para inficionarla y desanimarla con él. Es diabólico este animal: si alguno le
quita la caza nótale, y aguárdale y procura vengarse de él, matándole sus gallinas u otros
animales de su casa; y si no tiene cosa de estas en que se vengue, aguarda al tal cuando va
camino, y pónese delante ladrando, como que se le quiere comer por amedrentarle; y
también algunas veces se acompaña con otros tres o cuatro de sus compañeros, para
espantarle, y esto hacen o de noche o día…”.
Fuente: “Historia general de las cosas de Nueva España”, Bernardino de Sahagún.

¿Notaste como, en los cuentos folclóricos europeos, el zorro es siempre considerado


músico, depredador, estratega, fecundador, un símbolo de lujuria y hasta de la maldad?

Bien, ahora que conoces un poco más del coyote y la percepción que los pueblos
prehispánicos tenían sobre él, tal vez decidas ignorar la opinión que al día de hoy tienen
algunas personas, como que es un emisario del mal. Espero que, haciéndole justicia a sus
leyendas, lo consideres un símbolo de la astucia y del arte de la seducción, tal como en el
pasado una vez lo hizo el rey poeta de Texcoco, quien por cierto se lo tomó muy en serio,
pues tuvo 119 hijos. Es que su nombre, Nezahualcóyotl, se traduce como «coyote
hambriento».

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