El teleférico de Quito, principalmente reconocido por ser uno de los más altos del
mundo, su punto de partida se encuentra a 2.950 metros de altura sobre el nivel
del mar, un poco opacado por un parque de atracciones que si bien, lleva varios años en ese sitio, a sufrido de varios cambios por falta de visitantes. Es un punto de transición entre la extendida ciudad de Quito y un paraíso natural enclavado en los Andes Ecuatorianos, llegando a una latitud máxima de 4.100 metros de altura sobre el nivel del mar. Se expresa claramente el contraste existente que nos brinda la visual del teleferico, al momento de empezar a ascender, mientras más latitud alcanzamos, más se difumina la mancha urbana de la ciudad de Quito, ahí se puede evindenciar hasta qué punto a metido mano el hombre sobre nuestra tierra. Al momento de llegar a los más de 4.000 metros, se puede sentir la identidad de la cultura Andina fuertemente arraigada por los sentidos del hombre. Un fuerte viento que golpea nuestro cabello y extremidades descubiertas hacia la intemperie, recordándonos lo sensible que es nuestro tácto. Una melodía que azota nuestro oído, fuertemente relacionada con la cultura Ecuatoriana, constituída por instrumentos de viento. Una brisa que amarra la fragancia más pura con escencias de la flora natural y endémica dela sierra Ecuatoriana. Todos estos factores son los que hacen de nuestros Andes, un lugar único, que lastimosamente se ve afectado por una arquitectura y edificaciones que sufren de abandono, tales como refugios y una capilla que no inciden con la identidad del lugar, ni logran acoger a los visitantes, a pesar de ser un paraíso con una cultura y enfoque ya existente, se trata de impregnar una religón, pisoteando una cosmovisón Andina que es lo que le da peso y sustancia al lugar.