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Editorial Andrés Bello Las vacaciones de Emilia en la playa Jaca prometian placidos dias de descanso. Pero el destino quiso que ella cono- Ana ciera a Diego -un estudiante de ar- queologia- y juntos se enfrentaran al = | misterioso fantasma de Quintay. Sol, mar, derrumbes, gritos de ulra- INTRIC tumba y robos arqueolégicos llevaran al lector a vivir, junto a los protagonis- tas, un verano lleno de emociones y peligros que mantendran la tension hasta la Ultima pagina. eal DE 13 ee NIVEL4 Re I Ha 312523) ILUSTRACION DE PORTADA: Cariog Rojas Matficiet Editorial Andrés Bello Las vacaciones de Emilia en ta playa prometian placidos dias de descanso. Pero el destino quiso que ella cono- ciera a Diego -un estudiante de ar- queologia- y juntos se enfrentaran al misterioso fantasma de Quintay. Sol, mar, derumbes, gritos de ultra- tumba y robos arqueolégices llevaran al lector a vivir, junto a los protagonis- tas, un verano lleno de emociones y peligros que mantendran la tensién hasta la Gitima pégina. opt® DE 13.4 e NIVEL4 Qs i] | | 9 | | 1 | ILUSTRACION DE PORTADA: Cotlos Rojas Matfclott Capitulo U EL COMP. Fl Gmnibu Ja carreter en suasier sus manos abiertos. 1: muy poco : dicciscis a ACS buenas no Luego de llegar casi donmida molestaco en mirara quienes 50 se sorprendi6 cuando, al f de la rejila, un muchacho hizc en ese lugar no descendia nz El 6mnibus ya orillab proximos a llegar al cruce cot para recordarle al chofer que Se miraron de reojo, y Emilia y rubio. El vehiculo se estacion bajaron en silencio. Los aut pfoduciendo un ruido corto el momento para cruzar, Em 8 JACQUELINE HALCELLS / ANA MARIA GUIRALDES —;Hacia donde vas? Elmuchacho emitid un sonido y con el brazo mostr6 el pedregoso camino frente a ellos. ‘Tunquén oa Quintay? —lc volvi6 a preguntar ella, fastidiada por la vaguedad de la respuesta -A Quintay —fue la escueta contestaci6n. Emilia pens6 que ese joven no era muy simpatico, aunque no pudo negar que tenia buena figura y unos ojos aaules y vivos, En ese momento se detenia, al otro lado de la carretera, una camioneta gris. En cuanto el conductor se bajé, Emilia, dando un salto, hizo un gesto de victoria con su dedo pulgar; el hombre de la camioneta respondié de inmediato con una sonrisa y sus dos manos en alto. El muchacho mir6 la escena con indiferencia y apto- vechando que no venia ningtin auto, atraves6 con un trotecillo atlético. Emilia lo sigui —iPuros seis! —fue lo primero que dijo la nifia, antes de besar a su padre. Ella abraz6 y le revolvid el cabello con su mano fuerte y tostada por el sol Los dos se subieron la camioneta. El muchacho ya caminaba unos metros mas adelante, con una enorme mochila a Ja espalda Fl vehiculo pas6 junto al joven levantando una nube de polvo y Emilia noté que éste la miraba de reojo. El gesto le bast6 para decir a su papa: —Va a Quintay. :Por qué Juan Casazul frend. Emi anilla y gritd: -iTe llevamost El muchacho parecié dudar unos momentos, pero luego bajé la carga de sus espaidas y subi6 al asiento de atris de fa camioneta 10 lo levamos? sac6 la cabeza por la —Gracias —mus Juan Casazul pus se lanz6 hacia adelan A medida que volviendo mas y mas} Jos cientos de flores si camino enrojeciendo mirar con disimulo al saltos del vehiculo en — Emilia fue la primera. Les conté de la playi camino que subia hacia el. lamentos. Siguié Diego, qu posible describiendo fa furt horror que sintieron a ver € —Yo le prometo, don un haz de guia. —sCon un qué? —pre; —Haz de guia. Es un nt boyas y escotas de velas. No —explic6 Diego, y dirigiénd nifio estoy acostumbrado a a y le aseguro que sé de nudo Alguien lo solt6, pap amarraba —sigui6 Emilia, a Por su expresion, Jua chando una historia de | desarrugé la frente, pregun —Primero que todo: j Jados en el Curauma y por qt por sus derrumbes, sin neces cause, ¥ tercero: qué diabk un bote? —La voz de Juan Esa era la parte mas d miraron, ofreciéndose la pal encarar la situaci6n: 4“ Jacquet INE BALCELLS / ANA MARIA GUIRALDES ire, don Juan: en Quintay estin pasando cosas muy raras, Nosotros no creemos que un fantasma sea el que espante a los pescadores y el que aturda al guardia de la excavaci6n. ¥ tenemos serias sospechas de que ese fantasma es un hombre que por alguna raz6n no quiere que nadie se acerque a esa playita del Curauma. —...Ademas —siguié Emilia, envalentonada—, Diego descubrié que los lamentos del fantasma tenian resonancia de micr6fono. ¥ ademas —Ademis,.,. jnada! —interrumpi6 Isabel, cortando la palabra a su hija—. Esto se acab6! Me da Jo mismo que haya fantasinas con 0 sin micréfono, pero no quiero perder una hija en una aventura descabellada. {Te prohibo terminante- mente, Emilia, que vuelvas a poner un pie en ese lugar! {No es asi, Juan? —termin6, pidiendo apoyo a su marido. —Si, es mejor que le hagas caso a tu mama, Emi- lia—respondis éste, luego de unos segundos—. Y dejen que los carabineros se encarguen de los misterios. Hasta el momento parece que el hippie es el espectro que golped al guardia, ;Y basta de hacerse los detectives! Yo ahora iré a la caleta a ver al pobre Jaiba, que no debe estar muy contento después de lo que ustedes le hicieron. —lo acompaiio ~-dijo Diego, poniéndose de pie. pérate, te prestaré algo de ropa de Juan —dijo Isabel, dirigiéndose a su dormitorio—, ya esta haciendo frio, El muchacho siguié a la madre de Emilia y a los pocos minutos reapareci6 vestide con unos pantalones que le quedaban enomes y un suéter viejo. —:Vamos? —dijo Juan Casazul, impaciente. Diego los siguid hasta la puerta, pero antes de salir se volvi6 hacia Emilia y le dijo: —Hasta mafana. —Hasta maftana —respondi6 ella. Yla palabra mariana seacentu6 lo suficiente como para convertirse en un mensaje que los dos entendieron. pitulo O DESAYU AL dia. sis mandé 3 queel prc a la hora Emilia an Diego por mente a | pension ¢ ‘Cuando lleg6, su amig dor de la pensién Bastaba con abrir la | amplio recinto, Heno de | manteles a cuadros rojos | canastos con enredaderas | acogedor al lugar. Un gran mostraba un patio de escas alla pensi6n. Y entre las mes se afanaba atendiendo a i estaban, En una mesa, al otro e ban el barbudo y el fumados la mano, Cuando Jas cam so JACQUELINE BALCELLS / ANA MARIA GOIRALDES anunciando la llegada de Emilia, ambos levantaron la mirada ya saludaron con amabilidad. E! barbudo hizo una venia de caballero del siglo pasado y Emilia apreté Jos labios para disimular la risa. Luego tomé asiento frente a su amigo, muerta de ganas de comenzar a hacer planes. — Seles pas6 el enojoa tus papas? —fue lo primero que pregunt6 Diego. —Tanto, que ests invitado a almorzar a mi casa, Hoy lega tu profesor! —iQué buena noticia! —easi grit Diego—. Podremos visitar la excavaci6n! En ese momento volvieron a sonar las campanitas y un hombre hizo su entrada al comedor. Su aspecto era jovial, a pesar de una avanzada calvicie que le dejaba parte de su crineo al descubierto. Caminaba moviendo con soltura sus largas piernas bajos unos amplios pantalones de pana beige. —Serior Romero! Fl grito de Diego sobresalt6 a Emilia 1 hombre salud6 a Diego, con aire algo despistado, y sigui6 de largo hacia la mesa de los otros huéspedes de dona Zulema. —Es mi profesor, es el sefior Rigoberto Romero! —se- crete6 Diego su amiga, mirando de reojo hacia donde estaban Jos hombres. BI fumador y el barbudo se habfan puesto de pie. —Juan L6pez! ;Qué gusto de saludarlo! —exclam6 el recién llegado. Lopez —o el fumador— apreté la mano de Romero y luego present6 su amigo: —Este es mi colega Marcos Benitez. —Mucho gusto —respondi6 el barbudo, Luego los tres se sentaron y pidieron un café a la camarera, que se acerco solicita —jfista si que es coincidencia! —Diego todavia no salia de su asomiro. Diego y Emilia, en sibito silencio, trataron de escuchar, Asi se enteraron de que lc fumador eran también arg que nombré Juan Casazul extranjero, A pesar de si alcanzaban a captar pala “restos”, “problema” y “ex Diego se removia ens por poder participar en es De pronto, al otro « vidrios del ventanal, asom Este, al ver a los muchac segundos después entraba Avanz6 directo hacia —jHola! {Te soltaron’ una silla junto a él —iQué... qué... qué alegré Samuel, lanzando ur arquedlogos Acto seguido, el hips bartulosy dejé desparrama de dormir atado con un co que llevaba anudado al cu a qué haces por a —Ya les cu...cuento gesto ala camarera que n Samuel inicié such tartamudeos. Los dos jév atencion para entender k resumen, lo habian dejade le pidieron que no se alej aclarara quién habia golpe: Lo habian llevado ante éste guardia no pudo asegurar —Extraiio asunto —<¢ ahi esas joyas incaicas, 2 JACQUELINE BALCELLS / ANA MARIA GUIRALDES —yJo...jo...joyas? —se aturdié Samuel, abriendo mu- cho los ojos y dejando de morder una de las tostadas con mantequilla que Diego habia dejado en la panera. —,No sabias? —pregunt6 Emilia, tratando de escudri- far en la mirada inocente de Samuel. No te...te...tenia idea. 2¥ como saben tanto ustedes? —Diego estudia arqueologia —respondié Emilia, con un dejo de orgullo—. ¥ esos seftores que estén en esa mesa son arquedlogos. Uno de ellos es su profesor = trabajan ju... juntos? —quiso saber Samuel. —EI que fuma y el de barba no viven en Chile. ¥ el que tiene menos cabello es el profesor de Diego, —WY de...de...de qué estan hablando los arqued....arque6i —zLos arquedlogos? ZY qué te importa? Diego. Samuel no contest6 porque masticaba apurado su tostada, sin perder de vista la otra que ain quedaba intact en [a panera En esos instantes Jos tres arquedlogos se pusieron de pie y comenzaron a caminar hacia la salida. Al pasar junto a Ja mesa, el barbudo y el fumador miraron a Samuel y musitaron algo al profesor Romero. Luego los dos huéspedes de la pension se despidieron de Diego y Emilia con un movimiento de cabeza, mientras el profesor decfa: los vemos, Diego! Diego le devolvi6 una sonrisa de oreja a oreja y asinti6. —Oye Di...Diego —dijo abruptamente Samuel, con aire nervioso y unavoz un poco chillona—: ;Po....po....podrias prestarme algo de dinero? Los que salian miraron hacia atras y Samuel baj6 la cabeza, avergonzado se adelanté = —Yoselosde...de...d Diego revis6 sus bolsi —Si, claro, pero es mu porque me queda lo justo 5 —Lo....lo...10 que sea, recibir el billete que le exten virtulos, sali6 rapidame Cuando Samuel desa comenté a su amigo: —/Pobre tipo! {Viste —Mmmm..., si, pobre el comentario de Diego. sus ‘apitulo Nux EN LA EXCAVACION El almuerzo fue agradable. La reina fue una corvina al horno con salsa de erizos frescos y el tema de conversaci6n, los desmanes del supuesto fantasma de Quintay. Aunque para el gusto de Emilia el profesor ironizé mas de la cuenta los sucesos referidos y tom6 con ligereza la seriedad de los muchachos frente al tema, se reconcili6 con el arquedlogo cuando éste la incluy6 en la visita a la excavaci6n. En vista de que mis colegas Benitez y Lopez no podrin acompafarme esta tarde a la excavaci6n, los invito a ustedes dos —ofrecié Romero, mirando con simpatia a Emilia Joan Casazul se ofrecié para llevarlos en camioneta, pero Romero prefirié caminar. ¥ asi, a buen paso y respiran- do a todo pulmén el aire puro del lugar, remontaron el camino de lierra mientras conversaban animadamente. Emilia escuchaba en silencio el didlogo de Diego con Rigoberto Romero. Y su admiracién por el muchacho crecia por momentos. Tenia s6lo dos aos ms que ella; sin embargo, era capaz de sostener una conversacion de igu a igual, nada menos que con su profesor. Hablaban, entusiasmadisimos, de la ban civilizaciones, se 1 teorias y elucubraban hig conversacion, que habia sencia y slo recordaro indicaciones para seguir Después de media h guardia estaba en su case voces, Su expresiOn se i y lo salud6 con afabilida —iAsi es que te diet —1i6 Romero, a manera —iNime lo recuerde con un brillo de panico « acordarme. Frente a ellos se exte cancha de golf. Y a poco: ajo el cual se habia des — Quieres veralgo, 1 Emilia, alegrindose sabio la hubiera tomado enone. Ya los pocos minu unos estrechos tablones cuadriculada por largas | —Mira bien, Emilia que sus grandes pies pis: rra—. {Ves? Cada cuadr treno ya ha sido prolijam tres niveles del subsuelo. llama a cada estrato de tie picunche; la segunda « profesor parecia horadar mos vacia; y la tercera - pertenece al... ;Complej 56 JACQUELINE BALCELIS / ANA MARIA GOIRALDES Emilia mir a Diego, con los ojos muy abiertos y las cejas levantadas, —El Complejo Bato corresponde a la época en que el hombre comenzé a descubrir la agricultura —se apresuré a explicar Diego—, mucho antes de la Ilegada de Jos incas, y esto determina Emilia dejé de escuchar, Su atenci6n se centrak pequefio objeto negro, semioculto en la tierra. Reconocié un rollo de pelicula fotografica. Sin mas ni mas se inclin6 para recogerlo y brome6: —Esto pertenece a Pero Diego y su profesor se habian alejado y conversa- ban animadamente a varios metros de ella. Emilia guardé la cApsula en un bolsillo y con la idea de mostrarsela después a Diego, se acercé a ellos. Romero en ese momento sostenia en su palma wes argollas de oro y comentaba que eran adornos para labios, —Ahi esta el dueno de estas joyas —comenté el profesor indicando hacia el frente. Ala vista de un pequefio bulto encogido y oscuro Emilia sintié el pavory el asombro de encontrarse, por primera vez en su vida, frente a restos humanos, —2Y por qué los dejaron aqui? —quiso saber, tratando de distinguir la cabeza del tronco y las extremidades, —Porque todavia no se han concluido los estudios que nos permitan mover los objetos y los restos. Para un experto, un hueso 0 un cacharro no tiene valor por si solo, sino en el contexto que lo rodea. Asi se puede establecer, por ejemplo, este lugar perteneci6 a una vivienda a un cementerio. —EL profesor explicaba con lentitud, moviendo sus manos para ejemplificar cada frase. Y era corroborado por‘amplios movi- mientos de cabeza de Diego. De pronto Rigoberto Romero dejé de hablar. Su mirada se clavaba en un leve hundimiento del terreno. enun 8 JACQUELINE BALCELIS / ANA MARA GORRALDES —n este lugar alguien removi6 tierras —sentencid. —Los arquedlogos, ¢no? —coment6 Emilia, sin enten- der el aire preocupado del profesor. —Ese no es trabajo nuestro. Y me temo que bajo esa ticrra suelta hubo algo que ya no esta ‘Robaron algo, quiere decir? ,Y qué se pueden haber levado? —quiso saber Emilia, —-No sé, cualquier cosa. .. —respondié el profesor, con la voz algo alterada—. Habri que reforzar la guardia Fuenzalida, que escuchaba a pocos metros del grupo, intervino con energia —iNo es necesatio, senor! Después de lo que me pas6, mi sobrino me acompaiia y nos turnamos para dormir. ¥ le aseguro que desde esa noche maldita nadie se ha acercado por acd, ni siquiera las dnimas, —Tranquilo, hombre, tranquilo, nadie te esta echando la culpa de nada —dijo Romero, pero aunque su tono era calmado, la arruga en su frente demostraba lo contrario. Luego de mas de una hora de minuciosos ex menes del terreno que a Emilia le parecieron exa- gerados, los tres se encaminaron de vuelta al pueblo Romero, atin con la preocupacién marcada en el rostro, se ditigi6 al Unico teléfono pablico del lugar para llamar a un colega de Santiago. Los dos amigos, por su parte, se dirigieron al almacén Doritaa comprar a barra de chocolate que Emilia habia visto el dia anterior y que atin rondaba en su mente Como era lahora enque liegabael mnibusde Valparaiso con el pan del dia, el almacén estaba atestado de gente que esperaba en una paciente fila, Estaban alli German y Rubi, su bonita y sonriente sefiora; el Cabeza de Huiro, silencioso y hurano, y dona Nenita, la alegre vecina de Emilia que la salud6 a grandes voces: —Va a tener que casti a perseguir a mis gatos tod sonrisas que desmentian c ya se mejor6! —#staba enfermo? — —Un piedrazo en la « —i¥ donde se fue am Nelda, la cajera —Estabamos en el Cu riendo a la vista del grup fumador, el barbudo y R preocupados. El Cabeza d dejarlos pasar, mientras m cabian mAs personas en el —iUn piedrazo en e seftora voluminosa, que nc conyersacién y a toda cost lugar, antes de que lo ben Emilia no respondié | buscar el dinero y calcular chocolates con nueces. Hiz con su pequefio monedero unespejito, un coloretey el en la excavacion. Avergon: ella andaba con un cargam en recogerlos, mientras ¢ rodaba por el medio del a Dos pares de manos s ipsula negra de las pelict las otras a Marcos Benitez, La torpeza del barbuc cabezazo, provocando un otro las risas de los que % JACQUELINE BALCELIS / ANA MARA GOIRALDES Benitez se sob6 la cabeza y volvi6, algo azorado, donde sus colegas, quienes en ese momento preguntaban al de- pendiente si tenia algin tipo de papel grueso para dibujar. Emilia, que ya habia guardado sus cosméticos con todo imulo, estaba frente al mostrador eligiendo sus chocola- dis les Segundos mis tarde salian del almacén, Capitulo Die ATRACO EI Emilia y Die losCasazul, Samuel les —iHo...ho —{Noveda: ~Ia...la. estoy am Ca. .€8.. Ca En un impulso caritative —Sentémonos en un chocolates. Samuel no se hizo de ro una mirada de fastidio que e Luego, acomodados sob lorida, los j6venes disfrutaror momento divisaron a los tres < amena conversacién —No...no... quiero que —dijo de saibito Samuel, lim dorsodelamano—. En cuanto lo que te debo, amigo. —No te preocupes —re a JACQUELINE BALCELAS / ANA MARIA GUIRALDES Samuel aspir6 una larga bocanada de aire antes de deci —Eres una bu...bu...buena persona, Diego, algo incomodo, para cambiar de tema ofreci —#Alguien quiere chicle? —Y hurg6 en sus bolsillos. Entonces cay6 al suelo la cdpsula negra. —iEsto es tuyo, Emilia! —explico Diego, olvidandose de su ofrecimiento, mientras recogia la cpsula. h, si! Se me habia olvidado decirte: la encontré botada en la excavacién. —Ein la excavacion, dijiste? —exclamd el hippie de cortido—. Fs un rollo sin re...re...revelar —afiadié luego, mirindolo con atencién. —iQuéextrafio, alo mejorsele cayéaalgtin arquedlogo! Se lo daré a Romero —dija Diego, guardandolo de nuevo en su bolsillo. El sol declinaba lentamente, dejando una claridad rojiza en el cielo. De algtin lugar se escuchaban las voces plaideras de un coro que cantaba alabanzas a Dios, mientras los nifios, en la plaza, aprovechaban los tltimos rayos de luz para dejarse caer de sus columpios al vuelo sobre la tierra arenosa Emilia, abstraida en sus pensamientos, seguia los movi- mientos de cuatro perros que se grufifan. Pens6 en Simbad y en su oreja herida y se dijo que al dia siguiente le peinaria su pelaje tupido y crespo hasta dejarlo como un elegante perro de ciudad, Por su parte, Samuel también parecia sumido en me- ditaciones que acompanaba de leves fruncimientos de ccjas. Con los ojos perdidos en el cielo, metié su mano al bolsillo y sacé la mitad de un cigarro café, que encendié con parsimonia. Ante la mirada extrafiada de Emilia, explic6: —Los-pobres tenemos que fumar las colillas de los ceniceros, —Y sin dar pie a otra pregunta, afiadi6, indicando al Curauma—: Por nada del mundo iria a ese cerro. El comentario extraiié —2Y por qué dices es —Por lo del fantasma iY qué sabes tii del —Bueno, lo que dice ustedes? Emilia y Diego se mir. —Quién te contd eso Samuel dud6. —No...no...n0 me algu...gu...guna parte re...recomiendo no acercat dej6 de hablar. Luego el hippie cay Comenzé a soplar el v y se puso de pie, —Me voy —dijo, frot energia. Luego, como reco! una segunda barra de choc: una dulce sonrisa—: Toma, En cuanto lo dijo se di en cuenta al hambreado de: tatar de arreglar su falta patente atin el hecho. Por lo en manos de Diego el futu: Cuando ya se habia al la voz desabrida de su ami —2Quieres la mitad? Emilia también escuch No, gra...gracias. En medio de la oscur puerta del dormitorio de Dic 6 JACQUELINE BALCELS / ANA MARIA GUIRALDES navegaba en lo mas profundo de sus suefos. Una figura, silenciosa como un gato, se desliz6 hasta la silla donde estaban sus pantalones, Una mano hurg6 en el bolsillo, luego enel otro. El puio se cerr6 con rabia y la figura camin6 hacia el velador. Fl cajén no quiso abrirse, La mano forceje6. La pequefia lémpara tambale6 sobre su pie y al instante un estrépito de vidrios rotos desperté a Diego, quien se incor- pord de un salto. Pero antes de que sus ojos pudieran distinguir algo mas que las sombras de su habitacién, un golpe en su cabeza lo hizo desplomarse, mas dormido que nunca, sobre la almohada. La figura entonces perdi todo sigilo y con ayuda de una linterna terminé su bisqueda. Cuando desaparecié del ugar, el silencio volvi6 a instalarse en la habitacion. A los pocos minutos, Diego comenzé a quejarse en suenos. Capitulo O DE VUEL’ A las nuev puerta de Emilia, en Diego! instantne El rostro d buzo de lamentabl do y en la sien se alzaba us —Me aturdieron y me Diego, dejaindose caer en u Peto... ;c6mo? {No —las preguntas de Emilia s —Nolovasa.creer: el ¢ me quedaban y el rollo de —iY quién...? come angustia el ojo de su amigo — El hippie!—La acus: en forma instantanea. —ilo viste? —No. No vinada. Pero era de furia. 6 JACQUELINE BALCELS / ANA MARIA GUIRALDES Emilia negé con la cabeza. —No. No creo, Ese tipo, aunque es un vago, no tiene pinta de asaante. Ademas, para qué iba a querer el rollo? —iNo sé por qué ti siempre defiendes tanto a ese atorrante! jPor algo lo detuvieron los carabineros! 2No? Emilia se qued6 callada. Su defensa estaba basada solamente en la intuicién. En verdad, podia estar equivoca- da: el hippie tenia hambre y necesitaba dinero. Pero..., arriesgarse otra vez a ser detenido... jy pegarle asi en la cabeza al amigo que le habja prestado dinero! jLe costaba creerlo! —2¥ qué piensas hacer, Diego? —ir al Curauma, —iAl Curauma, para qué? —Justamente porque Samuel, sin que nadiele preguntara nada, dijo que él por nada del mundo iria al Curauma Ademis, nos advirtié que no nos acercaramos al lugar, i tonto trat6 de engaftamos! jFantasmas a mil Primero los pefiascazos y ahora esto. ‘Ya vera ese ladron! —Diego se sulfuraba mas y mas a medida de que hablaba. Su nico ojo abierto brillaba con furia, mientras miraba a través del ventanal el cerro que lucia inocente, como en la primera mafana del mundo. —jCalmate, Diego, y no seas tan terminante en tus juicios! Te prepararé un café con leche para que te reanimes. Y si quieres después te acompafio a la policlinica para que te vean ese ojo. —Y Hlevada por un sito ataque de risa, afiadi6—: Pareces un boxeador aporreado! Diego no contest6 porque toda su atencién estaba centrada en un punto del Curauma. Se puso de pie y se acercé al ventanal. —Hay humo, alla —dijo. Emilia siguié su mirada y vio que efectivamente una delgada columna de humo se elevaba aparentemente muy cerca del lugar en que ellos habian estado. @ JACQUELINE BALGELIS / ANA MARIA GOIRALDE: —alncendio? —pregunts ella. —Fogata —respondié Diego. ¥ como sila vista de esa débil humareda Je hubiera inyectado una nueva energia, exclamé—: Me voy ahora mismo! Aclararé a ese tipo —No puedes ir solo. Te acompuiio. loca! Tus papas se enojarian, Ademds es =i peligroso. —Acuérdate que soy scout —dijo ella, como si eso fuera garantia de seguridad. — Por ningtin motivo! Este es un asunto que tengo que resolver solo. Ademds, opino que sientes demasiada listima por ese hippie chascén, Diego miré a su amiga a los ojos y, sin esperar su reaccién, se dio media vuelta y se dirigid a la puerta. Antes de salir le dijo: —jNos vemos mas tarde! Emilia se qued6 de pie sin poder creer en lo que estaba pasando: jDiego se iba sin ella! (No podia permitirlo! En esos momentos escuch6 la voz de su madre que le preguntaba si ya habia hecho su cama y ella respondi6 que la haria enseguida. Cortié a su dormitorio. ¥ mientras estiraba el plumén sin preocuparse del enredo de sabanas que quedaba debajo, pens6 que ya no tenia tiempo ni de lavarse los dientes, cosa que atin no habia hecho esa mafiana, Tendria que dar a su madre una vaga explicaci6n y salir volando tras su amigo. Momentos después gritaba desde la puerta que iti encontrarse con Diego y que volverfa pronto. Partié corriendo hacia la playa grande. Diego le llevaba por lo menos quince minutos de ventaja, pero eso no le importaba. Ella era mas rapida, porque conocia los atajos y no les tenia miedo a los precipicios. En ese momento escuch6 unos ladridos. Simbad, que la habia sentido salir, no queria perderse el paseo. a Nifia y perro corrieron saron quebradas, bajaron y la playa. Ahi Emilia divis6 ritmico y la cabeza levantat —{DIEGOOOOO! —g1 —Guau, guau! —la aj Pero el viento norte, « devolvié las palabras hacia amigo. {Diegoooo! —repiti Este ni siquiera mir6 he el Curzuma —jLo odio! —refunfu para tomar aliento— Furiosa con el viento, ¢ siguid caminando con le muchacho desapareci6 al f No volveria a esforzar Jo hiciera, le daria un buen Entonces inicié nuevar la imit6. Cuando llegé al Curau rapidez que le era habitual una cabra, Una vez que al bordeaba el cerro, aminor¢ De pronto sintid que. extrafio silencio se apror Pacifico hacia honor a su ne roquerios, Afloré el grazni esa calma que se le venta detuvo para enfrentar al m la roca llamada Fraile y mas abandono le parecieron 1 silencio la oprimia més qu imaginaba que tras esa quie 7” JACQUELINE MALCELIS / ANA MAA GUIRALDES En esos instantes el perro se puso a ladrar. Tenia muy tiesa la cola y miraba con la cabeza levantada hacia unos matorrales. Pensando que el perto olfa la proximidad de Diego, le ordend: ‘Busca, Simbad, busca! El animal, con un par de saltos, escal6 la roca y lego hasta Jos arbustos que estaban a unos tres metros mas arriba, Emilia lo vio desaparecer tras la espesa cortina de ramas y de inmediato lo escuché ladrar, luego gemir y otra vez ladrar. No le cupo ninguna duda: la estaba llamando. Inicio de inmediato su ascenso. Se agart6 de raices y salientes de la roca, y fue tanteando con cuidado el lugar preciso antes de apoyar cada pie. Asi, abrazada a la tierra, con los dientes apretados y ¢] corazén dando tumbos, fue subiendo trecho a trecho por esa pared casi vertical al mar. Cuando al fin lleg6 a la explanada, le pareci6 que acababa de recorrer los cinco metros de camino mis dificiles de su vida Los gemidos del perro se volvieron urgentes. ¥ Emilia, sin pensar en el peligro que podria encontrar, busc6 un lugar por donde pasara través de esa espesa pared vegetal. Vio un grupo de arbustos un poco mis ralo ¢ inclinandose comenz6 aabrirse camino con las manos. Gate6 un par de metros hasta dondé las ramas se abrian para dejar un espacio vacio. ¥ cuando asomé la cabeza lo vio. Ahi estaba Diego, su amigo. Yacia de espaldas, con los ojos certadosy la inmovilidad de un muerto Capituto I EN BUSC Lo prime: eu nomb al no obi contra el al escuch No le co mente al Esta vez ¢ palpé un enorme chichén. Primero sinti6 deseos infeliz que habia atacado a Hevarselo de alli, pero actc scout que advertia sobre Ic con traumatimo encefalocr. En ese momento algo 6 como un celaje de ent Luego de un instante, que ladridos cesaron y el perro :n. ese momento Emi también corria peligro, El qu por ahi y podia volver en iBendito Simbad, qu sa of JACQUELINE BALCELLS / ANA MAKIA GOIRALDES necesario! Si alguien los vigilaba, el perro habia logrado ahuyentarlo, Era verdad lo que decia su papa sobre los airdale terriers, eran sumamente pacificos y hasta rehufan las peleas. Pero su mansedumbre desaparecia en cuanto los atacaban de verdad. Simbad se echo junto a Diego y comenzé a lamerle el rostro. La angustia atenazaba a Emilia, Qué hacer? No tenia fuerzas para cargar a Diego, ni tampoco podia arriesgarse a dejarlo ahi solo mientras iba en busca de ayuda Simbad habia cesado sus lengiieteos y ahora la miraba, como en espera de una orden, Y entonces se le ocurrié. —iSimbad! —cuchiche6 enérgica—. |Quédate aqui y no te muevas! ;Cuida a Diego! Y luego de besar a su amigo en la frente, acaricié al perro en la cabeza y volvi6 a repetir la orden, Simbad gimi6, pero no se movié del lugar, Emilia salié del refugio de ramas. Bajar le result6 mds facil y cuando estaba a un metro del suelo se dejé caer. No hizo caso al dolor de las rasmilladuras ni al pequeio porrazo que se dio al aterrizar sobre las piedrecillas y comenz6 a rehacer el camino hasta la playa larga. En un momento sintié un ruido a sus espaldas y se dio vuelta pensando que Simbad habia desobedecido, Pero el sendero tras ella estaba desierto y el silencio habia vuelto a aduenarse del lugar Cortid, corrio y corri6, No se detuvo ni para atenuar esa puntada de dolor que le atravesaba un costado. Y cuando llego a su casa se desplom6 en braz0s de Isabel —Papi... ;Donde esta mi papa...? Enla biblioteca. Pero qué te pasa? —se alarmé6 Isabel al ver a su hija con el buzo desgarrado y sucio, las manos y ¢l rostro llenos de rasgurios y una expresi6n de angustia que nunea antes habia visto en ella. —EsDiego, mama; necesito que papa me ayude!—exclamd. Solt6 cl abrazo de su madre y corrié hacia la biblioteca. eM Isabel la sigui6, Juan Casazul estaba con inclinaban sobre una mesa enorme mapa de Chile. Cuan ambos la miraron con sorpre —Papi... tienes que ay esti herido... est inconscien Y Emilia, sin soportar ma —Tranquilizate, Emilia, tiendo nada, {Quién le pego Ia nifia, entre sollozos, el ataque nocturno que su ar —zLe robaron un rollo extra Romero. —Si, uno que encontrar entre hipos, —Eso podria significar. mismo. Y sin terminar la fras ir de inmediato. Tras esto pu —sPor qué dices eso? —Porque tengo la ce removiendo tierras luego de: Lo ratifiqué con mi colega ¢1 Romero fue interrumpic —Por favor, papa, no | vamos al Curauma. |Diego s —Los acompaiio —fuc fesor—, Y no estaria de mas ZA Jos carabineros? — ests metida, Emilia? —£n uno grande, pare< vamos al Curauma, seria bu aviso. Se dirigieron a la camic de partir, Emilia abrié la ver 4 JACQUELINE BALCELS / ANA MARIA GU:RALDES —1Diles a los carabineros que nos busquen en el Curauma, en direccién a la playita de los mariscadores Isabel parti6 hacia el retén, sin perder un minuto. Por el camino se encontré con doria Nenita, la vecina, que luego de enterarse de lo que habia sucedido, le ofrecié compafiia Mientras tanto el vehiculo avanzaba dando tumbos por el camino lleno de baches que conducia a la playa grande. Siguiendo con el tema de la excavacion —prosiguid hablando Romero--, insisto en que a Diego. ;Qué tiene que ver Diego con la excavaciént lo interrumpié Emilia, que a esas alturas estaba muy alterada —Aparentemente, nada —aclaré Romero, con mucha calma—. Pero sia Diego lo asaltaron anoche para robarle un rollo de peliculas que si tiene que ver, y ahora lo vuelven a asaltar... jAlguna relacion puede haber! Y si es asi, podri mos estar frente a una mafia Como la de los narcotraficantes? —se asust6 Emilia—. ;De veras que Diego ya me habia hablado algo sobre eso! , €30 lo saben mis alumnos. Son expertos pagados por grandes coleccionistas particulares que quieren ver aumentadas sus piezas. Y como corre mucho dinero en esto, el asunto puede ser peligroso. En ese momento la camioneta habia llegado al final del camino. E] estero cortaba el acceso a la playa con el timido caudal de su ancha boca. iAfirmense! —exclamo —2Qué vas a hacer, papa? —Tratar de vadear el estero para seguir por la playa hasta el Curauma Los pasajeros se aferraron a los asientos y casi volaron por sobre las aguas hasta aterrizar en la arena humeda; una vez alli la camioneta siguié con lentitud, como si las ruedas buscaran con cautela un camino seguro, A la vista de la mole oscura del cerro, la angustia de con fuerza zul, Emi e Papa! Podrias apur —No puedo. No estam¢ Después de unos minui a los pies de la montaiia, Tra dos lineas paralelas que el Dejaron la camioneta | Los dos hombres mira deberfan franquear —Siganme —dijo Emil Avanzaron en silenci miraba hacia atrés para as profesor la seguian sin trop de todas sus energias, salvz cién agitada por el esfuerzo que, como una huincha ang Curauma, paralelo al mar, —{Falta mucho? —pre —No, y me parece rar sentido —se preocupé Emi —s un perro obedien junto a Diego no se mover: Igual que horas atras; se escuchaba el crujir de la estallar en los ofdos dle los Entonces se escuché « Losdos hombres se det instante Emilia, como si no —jAhi es! —Y sefial caberas, —Qué fue es atento, —El fantasma—respo que hubiese dicho “un p4j —iVaya! jEsta si que e el profesor. ¢ grito?- 76 acu (2 BALCELES / ANA MARIA GUIRALDES Pero Emilia no Jo escuch6. Sin perder tiempo, trepaba por las rocas hacia donde estaba Diego. —iAtencién al pisar! les advirti6, mientras apoyaba con mucho cuidado un pie sobre la saliente de una roca que ya conocia cle memoria. Los dos hombres la siguieron paso a paso, palmo a palmo. Y cuando finalmente llegaron a tierra firme, emitieron un ruidoso suspiro de alivio. ‘Simbad, Simbad! —llam6 Emilia, mientras buscaba el acceso que conducia al centro de la gruta que formaban los arbustos—. jPor aqui, siganme! Y tal como lo habia hecho la primera vez, se inclind y comenz6 a arrastrarse sobre la tierra hiimeda. Su padre y el profesor la siguieron con dificultad. Mientras la muchacha avanzaba, supo que su amigo no estaba alli. De ora manera, a esas alturas habria manifestado con sus ladridos. Y tenia raz6n: en cuanto asom6 su cabeza entre las ramas y mir6 hacia el claro, lo Gnico que vio fueron las huellas que el cuerpo de Diego habia dejado sobre el colch6n de hojas htimedas a , Simbad se Capitulo EL ALUI —iPapa po que Enterne S —Quier se fue —t aoe jlmpe con él —sollozé la nifia, chaqueta entierrada de st F! profesor, que habi vando el lugar, dijo: -No se fue: s¢ lo huellas de algo que habis —Cierto —dlijo Casa parece que quien se lo indicando en un rincén, b de Diego. —Papat Qué vamos cha—. {A lo mejor lo van —No pienses lo pec quiliz6 su padre, que se | 7” TACQUELINE BALCELLS / ANA MARIA GDIRALDES Emilia tomé el zapato de Diego, lo acaricié como si éste tuviera vida y luego se Jo entrego a Juan Casazul, que lo guardé en el fondo del amplio bolsillo de su chaqueta. Salieron del lugar desalentados. —Por donde seguimos? —pregunté Romero, mirando con algo de temor la abrupta pendiente que tendria que volver a salvar, esta vez Cuesta abajo, Y como si su temor hubiera sido un presagio, cuando estaba a un metro del suelo resbalé y atertiz6 de boca sobre la tierra pedregosa. Al incorporarse, en su rostro habia mas fastidio que dolor, —Fue por los zapatos —se disculp6, rechazando la ayuda que le ofrecia su amigo. Terminé de ponerse de pie y se sob6 disimuladamente la espalda. —Sigamos, rapido, por el camino que lleva a la playa de los mariscadores, esa donde nos soltaron el bote —ordend Emilia, sin piedad por el aporreado cuerpo del profesor. Ayvanzaron en silencio por el estrecho sendero bordea- do de altos matorrales, Emilia no sentia miedo. Al contrario, un coraje que no conocia la empujaba a seguir adelante sin temor a espectros ni a derrumbes. Un instinto le decia que Diego estaba vivo y que Simbad estaba con é!. Por eso, cuando nuevamente se escuché el lamento, s6fo los hombres tras ella aminoraron el paso. —Ese fantasma no quiere que nos acerquemos al lugar Esto se esti poniendo peligroso —dijo Romero, al tiempo que arrancaba una gruesa rama y la enarbolaba como un mazo. —Es de esperar que los carabineros lleguen luego —le contest6 Casazul, imaginando el tiempo que demorarian en ensillar sus caballos y hacer el trayecto hacia el Curauma Un crujido entre el follaje hizo que Emilia detuviera su marcha. Pero de inmediato una sonrisa animé su rostro: unos débiles y ahogados ladridos venian de un lugar cercano. — Simbad, Simbad! - Entonces, de entre | emergié el perro. Cojeaba de su cabeza se veia c seguramente, por algdn p —iPerrito, perrito lir Emilia, acariciandolo. El animal gimi6 y le sacudia la cabeza, como Juan Casazul tambi palmoteé el lomo con cat enérgica, para decirle: —Donde esta Diege EI perro fij6 sus ojo: corto ladrido y emprendi medias su pata danada Emilia fue la primer Habfan avanzado un comenzaron a caer. ~Emilia, cuidado! - La nifia comi6, esqu co que rodé tras ell la primera, en un alud ine otras dispuvindose el can Huvia de tierra y ramas a¢ y en tan sdlo unos minu bloqueado. Emilia se vio una montaiia oscura y he — Papi ! —gritd Las orejas del perro estal — Estas bien? —fue bartera —Si, zy ustedes? —También, ;Vamos Las palabras del hor 0 /ACQUELI S/ ANA MARIA GOIRALDES segundo alud. Emilia corrié alejandose del lugar, porque esta vez las piedras saltaban més lejos y una de ellas estuvo a punto de caer sobre su cabeza. Simbad se adelant6 y su carrera fue tan decidida que ella Jo siguid sin titubear. Pero muy pronto el perro se qued6 inmévil ¥ comenz6 a grufir. Emilia sinti6 el peligro. Instintivamente buscé refugio bajo un gran drbol que habia a su izquierda, en un costado del sendero. Y en ese instante reconoci6 el lugar: era el mismo en que habian estado ocultos con Diego la manana en que Ilegaron al Curauma en bote. Alli fue cuando su amigo mir6 en direccion almary diviséal Job navegandoa la deriva; y también desde alli su amigo habia vislumbrado una sombra tras los arbustos de esa pared rocosa que tenia al frente. El gruftico de Simbad se intensific6. Emilia lo llamo a su lado y acariciandole el lomo trat6 de hacerlo callar. Pero el perro se desprendié de su abrazo y dio un salto. Emilia volte6 la cabeza, asustada, y no alcanz6 a gritar, Dos brazos Ja inmovilizaron y un saco la cubri6 hasta los hombros. S6lo alean76 a ver el hocico de Simbad agarrado al tobillo de su atacante y escuch6 un insulto seguido de un golpe seco. perro enmudecié y Emilia, silenciada de terror, se sintié Hevada en vilo Capitulo ¢ EL ROST Yelp —tsta ve —Y a ell: —No fue desmayé amarraria jBsas voc cerlas! Eo y sin atreverse a hacer ruid didlogo imposible de creer La dejaron en el sue enseguida su agresor proce a rodearla desde los ho contra el cuerpo, como una pies, amarrindola de los t —W los otros? pero que los hay —Yo también lo esp advertencia. Y agrego—: 1 —Esti todo listo. —Hay que partir ah chiquillc 8 JACQUELINE BALCEL: ANA MARIA GOIRALDES ~z¥ qué haremos con ellos? ;Los dejamos? ~dEstds loco? —grité la voz del que parecia dominar la situacién—. jNo podemos arriesgamos! ~2Y entonces...? A la pregunta siguié un silencio, Luego la voz del que obedecia dijo en sordina: ~jSi no hay mas remedio! De inmediato comenzaron unos ajetreos precipitados. Emilia escuch6 el ruido de objetos metilicos quese golpeaban entre si, cajas que se cerraban, plisticos que crujian. Desesperada, buscé una rendija por donde mirar. No habia duda, los querian matar! Porque estaba cierta de que también Diego estaba ahi, cerca de ella, quizds todavia aturdido, Traté de tranquilizarse y de pensar. Seguro que su padre y Romero ya habian superado el obstaculo de piedras Y Venian en camino. El asunto era que pudieran encontrarla, Por el eco de las voces, supuso que estaban en una cueva rocosa, A través del saco advertia una débil luz, que no era del sol. Debia ser una lampara. ZY si gritaba? ;Escucharian su vor desde afuera? En todo caso era lo Gnico que podi hacer. ~{Desmantelaste la pieza oscura? ¢Estamos listos? —Pregunté Ja voz que hacia de jefe. ~Todo listo, podemos partir. ~~ te encargas de la muchacha y yo del otro. jVamos! En ese momento Emilia lanz6 el grito mas fuerte que pudo salir de su garganta. —~iPAPAAAAAAA...! ~iImbécil! ;Dijiste que estaba aturdida! —se escuch6 de inmediato. Emilia sintié que le arrancaban de un tiron el saco de su cabeza y una mano poderosa le aplasté la boca. Claro! jNo se habia equivocado! jEra la mano de Marcos Benitez, el barbudo! Y junto a él, estaba el fumador. a JACQUELINE BALCBILS / ANA MARIA GUIRALDES —jAmordazala! —rugi6 Juan Lopez, extendiéndole un trapo—. iY [lévatela rapido al barranco! Emilia, al comprobar que estaba en lo cierto, se sintid més aterrorizada que antes. jLos arquedlogos, amigos de Rigoberto Romero, esos dos hombres tan amables y sonrien- tes, eran el fantasma! Los ojos dlesorbitados de Ia nifia vagaron por esa gruta en penumbras, Distingui6 un par de bolsos sobre una mesa de madera y una maquina fotogrifica enfundada en su estuche de cuero. Sigui6é su recorrido por las paredes de piedra y reconoci6, colgado de una saliente rocosa, un altavoz metilico. Miré hacia el fondo de la gruta, donde parpadeaba la débil luz de una lamparilla, y vio un bulto Era Diego. Estaba en un rinc6n, atado de pies a cabeza como un fardo y amordazado. Su frente atin mostraba las sefias del golpe. Fijaba sus pupilas con desesperacion en Emilia y el Jatido de sus sienes mostraba la enorme tensi6n de su cuerpo al tratar de liberarse de sus amarras. Marcos Benitez tomo a Emilia como un paquete y con ella a cuestas salié de la cueva Juan L6pez hizo lo mismo con Diego. Los muchachos se agitaban como lombrices bajo la presion de los cordeles que los inmovilizaban. Pero las amarras eran tan firmes que s6loconseguian quese hundieran mas en sus carnes. Los dos hombres y sus respectivas cargas se encamina- ron hacia el sendero que orillaba al Curauma y una vez alli se detuvieron en una saliente que caia a pique sobre los roquerios azotados por las olas. (Tf primero! —orden6 Lopez Emilia sintié por anticipado el vacio al que seria arrojada. Sus ojos abiertos solo veian nebulosas, la tensi6n de su pecho no la dejaba respirar. Quiso creer que vivia una pesadilla y que pronto iba a despertar, Pero la certeza de que aquello era realidad la I comenzé a estremecers imposibles de evitar, Entonces escuchd Sitio que los bra fuerza y que su captor g aabrirlos ojos vio que j sobre el suelo y forcejea de soltarse de las mandi torrilla, El rostro del fi rictus de dolor. —jAyadame, imbé El barbudo gir6 ¢ humano junto a Diego, para patear a Simbad, ¢ tortilla del fumador. Los rostros de Die de distancia. Y tan sélo para que sus cabellos : Frente a ellos seg Sin embargo, laesy por unos instantes se « sacar un cuchillo de s golpe al perro que, sil Pero el cuchillo q El estampido de nombre de la ley” hicie Juan Casazul, Rig caballo, junto a Samue Y este dltimo tam pitulo Quince UNA LARGA CONVERSACION Sentados al aire libre, con una brisa que meeia la Flor de la pluma sobre la terraza delos Casazul, losduefos de casa departian con sus amigos. Elcentro de atenci6n eran Diego y Emilia, a quienes Isabel atendia llenando una y otra vez, sus vasos de jugo, como si fireran los invitados de honor. Frente a los jovenes, un Samuel irreconocible, con pantalones azules planchados, una camisa alba y cabellos brillantes, sonreia como el gato que se comié al ratén, También se encontraban presentes Rigobento Romero y los dos carabineros que llegaron al Curauma, ¥ echado, en medio de todos, estaba Simbad, luciendo un enorme parche en la cabeza. —Todavia hay cosas que no entiendo —comenté Isabel, dejindose caer en la silla de Lona, —No te preocupes, mama, que yo tampoco —dijo Emilia, mirando a Diego, que seguia con su ojo en tinta. —Sin embargo, todo es muy claro ~-dijo Samuel, el ex hippie tartamudo, hablando con desenvoltura. —Confieso que me senti como un tonto cuando te vi parecer con ese revélver en la mano— hablé Diego. —Sobre todo desp Emilia, Y no pudo evitar af —Mmmm —murme = dio cuenta de que hat —Se trataba de que asi los culpables, sintién¢ —Por qué no me cu ibel—, ya que cad: samuel se acomodé jugo de naranjas y come: Como el sefor R mafia internacional de tra! descubrimiento de restos bicn no ha tenido mayo importancia. Y tan impo de fandticos que no trep sus tesoros arqueolégico —zTe acuerdas, par Rigoberto? —interrumpi¢ Romero bajé la cab iY pensar que ja siento tan infeliz al haber el profesor, casi para si —Eran profesionale Y siguié explicando—: C mision fue la de vigilar d cualquier intento de rob intento de falsificacion. teniente Aguilera y al san me dieron toda la libert seguir el juego de tomar Aguilera y Sandova poder disimular su satis! —i por qué nos e Emilia. dio I = TACQUBLINE BALCELIS / ANA MARIA GDIRALDES —Tenja que jugar mi papel frente a todos, Supieran la de deudas que tengo en Quintay! Debo dinero en el Dorita, a la sefora Zulema, al Cabeza de Huiro, a dofia Nena, a German... y a ti, Diego. Es decir, a todos los que sé compadecieton de ese pobre hippie con cara de hambre, que hasta robaba colillas de puchos importados para hacer una mejor actuaci6n. —Entonces, ,. Isabel parpade6, confusa— cuando yo fui al retén a avisarles y ustedes ya iban en camino... como supieron que Diego estaba en peligro? —No sabiamos, s6loibamosen busca de los falsificadores para atraparlos en su guarida con las manos en la masa. Yo los habia seguido dia tras dia y cuando ya estuve seguro de que ellos tenian su centro de operaciones en el Curauma, fui a buscar a mis amigos —mostré a los carabineros que asintieron con seriedad— para detenertos. —Y ahi estébamos nosotros —dijo Casazul, —Perdénenme que pregunte tanto —repuso Isabel, con una sonrisa encantadora y ofreciendo un refresco— pero.no entiendo lo de las falsificaciones. Si ellos roban las piezas, spara qué tienen que falsificarlas? Romero fue el encargado de responder: —Porque es el robo perfecto: primero roban la pieza y después hacen una réplica exacta de ella. Luego devuelven la copia, que por lo general es muy buena porque los que Ia hacen son verdaderos antifices de las reproducciones, a su lugar de origen, Asi, a veces pasa mucho tiempoantes de que la sustitucién sea descubierta. Para entonces, los ladrones ys estén a miles de kilémetros del lugar, y muy bien pagados —Z¥ éstos eran falsificadores 0 ladrones? —insistié la duefia de casa. —las dos cosas —enfatiz6 Samuel—. Al que Emilia y Diego Ilaman barbudo es un eximio artesano joyero y experto falsificador y hace tiempo que la Interpol lo venia siguiendo. El y su cOmplice, el arquedlogo Lopez, tenfan un » sn0QU BALCELLS / ANA MARIA GUIRALDES verdadero laboratorio en esa cueva del Curauma y entre los dos espantaban a Jos ilusos con sus gritos de ultratumba a través de un altavoz, —Y la verdad es que nos tenfan bien preocupados por aqui —confes6 uno de los carabineros —Y yo llegué hasta pensar que el Cabeza de Huiro nos habia soltado el bote —rio Diego, antes de preguntar—: -Y por qué me robaron el rollo de peliculas? —Porque, debido al tipo de fotografia, era una prueba de que habian estado ahi de noche. Los arquedlogos siempre trabajan tomando fotografias del lugar. ¥ Lopez, en rigor, es arquedlogo de profesién. Es muy importante para ellos tener el contexto en el cual han encontrado las piezas, ademas, de os objetos mismos —explic6 Samuel — Ahhh! —dijo Emilia—. Eso aclara la luz fantasmal de a que hablaba el guardia. cra la luz del flash! —continu6 Diego, animado. iY todo te involucraba a ti!—arremetié la muchacha, dirigiéndose a Samuel. ;Si hasta le robaron sus pocos pesos a Diego, junto con la pelicula! —Eilos cayeron en la trampa: como yo jugaba et papel de pobre diablo hambriento, pensaron que si robaban, ademas de la pelicula, dinero y chocolates, las culpas recaerian sobre mi —asinti6 el funcionario de la Interpol— Se sentian muy seguros y no se preocuparon de registrar el dormitorio de Diego con guantes: las huellas de Lopez estaban en todas partes. ; —iLas huellas! —exclam6 Diego—. jfise es un detalle en el que jamds se me habria ocurrido pensar! AY qué detalle! —se rié Samuel, de buena gana —Una tiltima pregunta —interrumpi6 Isabel— En definitiva ;qué se robaron cuando aturdieron al guardia? —Eso lo puedo contestar yo —dijo el profesor—: esa noche, ademas de tomar fotografia, removieron tierras hasta encontrar dos nforas de incalculable valor arqueolégico que, por suerte, ya rec delincuentes. Por otra perfectas, hechas por Be yo les mostré. —las argollas de como si el hecho de qu a restos humanos de n ladrén—. Y cémo los | —No olvides, Emili como arquedlogos visita Samuel—, y como tales excavacion. Por supuest arquedlogos, no podiar terreno y ubicaban Ic aprovecharon la oportu la excavacién qued6 so robarse las tres argoll: Juego, cuando tuvierc voluminoso, les fue ne dieron al pobre Fuenza horas con calma, alum de gas. También esa no argollas. —0 sea, que las h a decir Diego. Si, podrian hab més bien creo que fue —Samuel: por qi perseguirnos con un ct entonces Emilia. —En un primer mn rufianes estaba en es2 peccionando. Pero ci ocurrid que no seria mi que corrieran la voz

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