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De la Mariposa

(Léase en La Mayor).

Una vez había

una mariposa hermosa

de alitas blanqueaseas

con dorados y polícromos

destellos, según

el ángulo de

su aleteo

y la refracción

de los rayos

solares en sus

tersas capitas que le

cubrían. Tenía muchos

pelitos en el

rostro de color

casi claro

y sus antenas delgadas

eran de un negro brillante;

su vientre era oblicuo,

y muy agradable

de sentir,

además, que despedía


aroma muy exquisito

al moverse, algo así como

esporas, podría jurar que eran rosas.

A pesar de casi

no verse, el olor

que producía, era tan

remitente

a un fucsia, embellecedor.

Un día, la mariposa,

quiso volar poco más

alto, de

lo que habituaba, y

el viento fluctuante

le estropeó ese, su vuelo;

cansándole sus alitas

que regresar tuvo al suelo.

Era un verano caliente

por lo que las ráfagas

de viento eran

inesperadas en cualquiera momento.


Cuando bajó al suelo

observó una línea

de hormiguitas

que subían y bajaban

de plana en planta, turnándose

para obtener alimento.

Les dijo la mariposa:

¡Hormiguitas, hormiguitas!

¿cómo suben tan alto y no se fatigan?

-respondieron las

hormiguitas-

con ayuda de todas, podemos llegar hasta china.

Se sorprendió tanto,

la mariposa, de como

trabajaban

de forma armoniosa

que se animó a recobrar

su vuelo hacia algunas

ramas y hiervas,

ya comenzaba a

desplazarse
entre plantas,

pero, aún tenía miedo

de volar distancias largas.

Una oruguita la vio

y le dijo:

¿Mariposa volante bella de esporas,

cómo tú haces para brincar

de hierba en hierba?

-respondió la mariposa-

yo me sentía triste por no volar

más arriba de un árbol y de no más

de un acre de largo, tú

que te arrastras y cruzas la tierra, tu

recompensa será grande

cuando alas tengas.

-gracias mariposa bella-

con esto, la mariposa, se sintió

más dichosa

y vio que ella ya tenía

sus dos alas

bien desarrolladas,

aunque aún estaban

agotadas,
se atrevió

a acercarse

a una flor de un árbol,

esas que

salen previas

a los frutos.

- ¡Mariposa, mariposa! -

dijo un pajarillo.

- ¿Qué haces en este árbol,

no sabes que pronto

mis polluelos saldrán del

huevo y pedirán

a gritos insectos? -

- oh pajarillo, no quiero

ofenderte,

pero es que

aún temo volar más

lejos. -

- tienes que hacerlo, y

volver hasta que el

fruto madure, mientras, llévate el polen

de esa flor muy lejos. -

- Es que no puedo, mis alas


son débiles y

me he cansado de volar. -

- ¿No sabes cuál es

el secreto de

volar, mi pequeña? -

- No sabía

que era

un secreto. -

- ¡Claro que lo es! - exclamo el

pajarillo.

- yo solo abría mis alas

y dejaba

todo a la belleza. -

Replicó la mariposa.

- Sin duda es hermoso

el volar pequeña,

pero, también, se

requiere destreza,

observa. - Con esto

dicho, el pajarillo

de un aleteo voló

tan alto que eclipsó por

unos instantes el sol.


La mariposa lo miraba asombrada.

Dijo la mariposa al pajarillo al

regresar: Es asombroso

y más heroico que bello

¿Cómo lo haz

hecho?

-cuenta hasta tres cuando sientas

calor, reposa un

poquito, despliega

tus alas con el

viento a estribor. -

Dicho esto, el ave, tomó

un enorme vuelo

que estremeció a la

mariposa.

-¡comprendo, comprendo!-

gritó la

mariposa.

-ahora inténtalo tú-

y el ave observó.

La mariposa aleteó después de

contar hasta tres

y una ráfaga de viento


la llevó tan lejos

sin apenas darse cuenta;

cuando perdió la emoción

estaba volando con

otras mariposas,

en esa ráfaga de aire

que las llevaría

hasta el sur

del país.

A lo lejos,

los insectos y aves,

despedíanse

de ellas hasta

la próxima temporada.

A estas ráfagas

de viento se les conoce

como septentrión

y vienen desde el

polo norte

hasta disiparse

por todo el

planeta; quien sabe cuantas

historias surgen de este maravilloso


movimiento.

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