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La literatura de mujeres y
la lucha por sus derechos
Gaby Cevasco 7 octubre, 2020
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La literatura escrita por mujeres está muy unida a la lucha por
los derechos femeninos en el Perú y en el mundo, pues es en la
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práctica escritural que las mujeres empezaron a encontrarse a
sí mismas y a construirse una identidad. Comenzaron a no
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reconocerse en la idea de mujer que tenía el patriarcado para


buscarse en su mismidad. d
d Twitter SEGUIR

Esta práctica comenzó en los conventos, y el hecho de


4
4 InstagramSEGUIR

detenerse en la vida cotidiana, en sus experiencias religiosas,


en sus sentires, les fue abriendo camino hasta llegar a su Seguir
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propio yo, y comparar lo que sentían, cómo se veían, con lo que
Tweets de
les afirmaban que eran y debían de ser.
@parthenonweb

Como señala Mariemma Mannarelli, “es indudable que la vida


conventual fue, por lo menos, un lugar propicio para el
despliegue del yo femenino a través de la escritura”[1], y tal vez
por ello los inquisidores consideraban peligroso que las
mujeres escribieran.
No hay
La escritura fue fomentada y ordenada por los confesores
nada que
como una forma de control; que podían ser publicables como ver aquí.
enseñanzas devotas y modelos de ser mujer, pero, también, Por ahora.
podrían dar lugar a sanciones si consideraban que quebraban
Cuando twittee, sus
las normas. Tweets se mostrarán
aquí.

Entre estos últimos testimonios no podemos dejar de


mencionar a las alucinadas, cuyas visiones las acercaban más Ver en Twitter
a la experiencia física que espiritual, y que eran perseguidas por
la Inquisición al considerarlas una amenaza por ir en contra de
los dogmas y ser un mal ejemplo.

¿Cómo se sentirían las mujeres al verse despojadas de su


intimidad, al verse obligadas a exponer sus sentimientos y sus
relaciones con las/os demás, ante personas que desde ya las
consideraban que eran inferiores y que solo debían acatar
órdenes? Debió ser un ejercicio muy duro además de
suscitarles sentimientos contradictorios, pues, por un lado, eran
forzadas a mostrarse, y, por otro, se descubrían en lo más
profundo de su ser.

Estamos hablando de los siglos XVI y XVII, en pleno régimen


colonial, de conventos que reflejaban la división de clases de la
sociedad, como lo podemos observar en la estructura del
convento de Santa Catalina de Arequipa.
Fuera de la escritura conventual se conocen dos nombres, que
son objeto de debate respecto a si son mujeres u hombres
quienes escriben: Clarinda y Amarilis. Leyendo los largos
poemas, percibo un sentir femenino y la demostración de
conocimientos no lo considero un argumento sólido para
afirmar que los autores son hombres. Muchas mujeres de la
élite eran ilustradas, y el mayor ejemplo lo tenemos en sor
Juana Inés de la Cruz, la primera sabia femenina en América
Latina y la primera mujer en escribir literatura, quien persistió
en su amor a las letras, a pesar de las presiones y de los
conflictos entre la vida religiosa y la intelectual. Dice Octavio
Paz, que sor Juana “tuvo plena conciencia de que su condición
de mujer era la causa, declarada o tácita, de las censuras y las
amonestaciones”, de las que fue objeto[2].

La educación negada

En 1858, el clérigo Francisco de Paula González Vigil publica


Importancia de la educación del bello sexo, que se centra en la
condición social de la mujer, en el que señala que, en lugar de
compañera del hombre, la mujer era una esclava. Sin embargo,
la imagen que tiene de la mujer es de alguien sin
discernimiento, por consiguiente, debe ser moldeada por otro.
Por un lado, el autor con este texto busca apartar a las mujeres
de la influencia del clero (hay que recordar su larga lucha contra
la iglesia) y, por otro, reconoce la importancia de la mujer en la
formación del individuo con miras al fortalecimiento de la
sociedad civil. Pero no era su intención el “vindicar a la mujer el
ejercicio de los derechos políticos, o hacerla aparecer
prestando su sufragio en las elecciones populares, y
disputando al hombre los empleos y magistraturas”[3].

Posteriormente, Mariano Amézaga, en 1864, publica Instrucción


de la mujer, en el que sostiene que “según esa misma doctrina
evangélica, la mujer debe estar subordinada al hombre, no
como esclava es verdad, pero como miembro inferior de su
cuerpo, cuya cabeza es el varón”, para señalar luego la igualdad
entre el hombre y la mujer y la necesidad de glorificarla para
satisfacer una necesidad social; es decir, el ser esposa, luego
madre, “institutora de sus hijos”[4].

Pero en estos debates no participaron las mujeres. Va a ser la


generación de mujeres ilustradas, en la que resaltan las figuras
de Clorinda Matto y Mercedes Cabello, las que van a escribir y
demandar la educación y el trabajo para las mujeres, y como
instrumento de su lucha van a tener la palabra escrita.

Recordemos que a América Latina también habían llegado los


aires de liberación que tuvo como efecto la Revolución
Francesa y la Ilustración, con la construcción del sujeto
moderno, libre e igualitario, con un pensamiento liberal,
emancipado de la tutela de la iglesia y de los monarcas. Las
mujeres no escaparon de esta influencia innovadora e
ingresaron al siglo XIX con nuevas energías. Escribir poesía era
parte del ser femenino, pero escribir novelas o ensayos se
concebía como un acto rebelde.

En 1889, Clorinda publica Aves sin nido, novela que es


precursora de la corriente indigenista en el Perú, la cual
reivindica al indígena, aunque considera que para lograr
salvarlo hay que incorporarlo a la cultura occidental. La
continuación de esta novela es Herencia.

Mercedes describe en sus novelas a la sociedad de aquel


entonces, pues consideraba que la novela debía tener un
carácter científico, al mismo tiempo era necesario “socializarla”,
de tal manera que no fuera un simple deleite para las personas,
sino que debía beneficiar a la sociedad[5]. En 1886, escribe
Sacrificio y recompensa que obtiene el Primer Premio en el
Concurso del Ateneo de ese año. Los amores de Hortensia, en
1887. Ese mismo año publica Eleodora. En 1888, Blanca Sol.
Las consecuencias en 1989 y El conspirador en 1892. En todas
ellas plantea problemas sociales.

Su ensayo La novela moderna sobre el debate entre novela


romántica o novela naturalista, en el que ella se muestra
partidaria de un realismo constructivo, ganó el primer premio
del Concurso Hispanoamericano de la Academia Literaria de
Buenos Aires en 1892. Sobre la mujer tiene diversos escritos
como “La influencia de la mujer en la civilización”. “Necesidad
de una industria para la mujer”, “La mujer escritora y su
realidad”.

Con relación al siglo XIX, Giobanna Buenahora Molina[6] señala


que en este periodo se va delineando una genealogía de
literatura producida por mujeres que “están escribiendo su
tiempo, escribiéndose a sí mismas y generando un proceso de
resistencia desde la escritura y la oralidad”. Es decir, hablan no
solo desde sus subjetividades, también del papel que tienen en
su sociedad, y al hacerlo tomaron conciencia de los roles en los
que estaban encasilladas.

Ella cita a la colombiana Soledad Acosta de Samper que en su


obra La mujer en la sociedad moderna (1895), sostiene que:

Mientras que la parte masculina de la sociedad se ocupa de la


política, que rehace las leyes, atiende al progreso material de
esas repúblicas y ordena la vida social, ¿no sería muy bello que
la parte femenina se ocupara en crear una nueva literatura? Una
literatura sui generis, americana en sus descripciones,
americana en sus tendencias, doctrinal, civilizadora, artística,
provechosa para el alma; una literatura tan hermosa y tan pura
que pudiera figurar en todos los salones de los países en donde
se habla la lengua de Cervantes.

Es decir, las escritoras estaban buscando construir una nueva


literatura desde las mujeres, pero que fuera integral, que
represente a Hispanoamérica al mismo tiempo que las exprese
en toda su diversidad. Sin embargo, esta literatura también
debía formar a nuevas mujeres:

La lectura de las biografías de hombres grandes y virtuosos es


excelente, pero esta nada enseñará a la niña para su propia
conducta, y la mejor para la joven de estos países será aquella
que le presentará ejemplos de mujeres que han vivido para el
trabajo propio, que no han pensado que la única misión de la
mujer es la de mujer casada…

Buenahora también menciona a Clorinda Matto de Turner,


cuando el 14 de diciembre de 1895 presenta su conferencia
“Las obreras del pensamiento en la América del Sud” en el
Ateneo de Buenos Aires. En esta denomina a las escritoras
como las “verdaderas heroínas”, que tienen que luchar contra la
calumnia, la rivalidad y la indiferencia para poder acceder a la
educación. Ella había vivido todas estas experiencias que la
obligaron a exiliarse.

Para las mujeres del siglo XIX, no fue fácil, ya que si escribían
sobre lo doméstico y desde su experiencia maternal eran
condenadas por ser obras que carecían de importancia, y si
escribían de aspectos públicos y filosóficos, igualmente eran
censuradas porque habían abandonado su feminidad[7] y, por
tanto, el lugar que les correspondía.

Acaso como táctica las mujeres se adecuaban a los gustos


predominantes para hacerse visibles, una táctica que les dio
resultado porque aparecían en los periódicos y revistas de la
época, como sucedía en el Perú y en otros países.

En ese sentido, las escritoras del siglo XIX actuaron como


modelos intelectuales para las escritoras de las primeras
décadas del siglo XX en América Latina como:
Gertrudis Gómez de Avellaneda (Cuba, 1814-1873), Soledad
Acosta de Samper (Colombia), Juana Manuela Gorriti
(Argentina 1818-1892), Mercedes Cabello (Perú, 1842-1909),
Clorinda Matto (Perú 1852-1909), Adela Zamudio (Bolivia 1854-
1928), entre otras, que “consiguieron cuestionar la aparente
división entre espacio público y espacio privado y el ideario de
la domesticidad”[8].

Nueva literatura, diferente a la del sistema patriarcal; nuevas


mujeres, desde nuevos saberes; nueva ciudadanía para
Hispanoamérica. Esta agenda las llevó a traspasar las
fronteras. Así, Juana Manuela Gorriti llega al Perú y propicia las
veladas literarias y las reflexiones sobre el quehacer literario,
pero también sobre las naciones latinoamericanas y sobre una
nueva ciudadanía que incluyera a las mujeres.

De alguna forma construyeron alianzas más allá de sus propios


países, pero no solo eran escritoras, eran lo que hoy
llamaríamos gestoras culturales quienes creaban revistas,
poseían imprentas, daban a conocer a mujeres intelectuales de
todos los tiempos, fomentaban el debate literario y de contexto,
y apoyaban la educación de las mujeres.

Las primeras “críticas” literarias

Antes de ingresar a las escritoras del siglo XX, es necesario


resaltar a Zoila Aurora Cáceres (1877-1958), quien es
considerada por Lady Rojas como “la primera crítica experta en
literatura femenina y feminista”, con la publicación de su obra
Mujeres de ayer y de hoy (1909), considerado un libro pionero en
las letras peruanas:

porque fundamenta con una perspectiva de género no solo la


historia de la condición histórica de las mujeres en el mundo,
sino que además articula los discursos literarios y su impacto
en la sociedad, proponiendo transformaciones en las
mentalidades para obtener la igualdad de derechos y la
justicia…[9].

Otro personaje que Rojas destaca, en este sentido, es Ángela


Ramos que desarrolló un trabajo periodístico, teatral y literario
que le permitió sacar de la marginalidad a diferentes escritoras,
además, expone las dificultades que encuentran las mujeres
para la creación. También, resalta los cambios históricos que
se dieron en el Perú desde que las mujeres entraron al mercado
de trabajo, aunque es consciente que a pesar de todo este
contexto es difícil que cambie “la idiosincrasia dominante de
las madres ni de las autoridades” (p. 48).

Asimismo, está Magda Portal que supo intuir que la mentalidad


dominante buscaba impedir que las mujeres pensaran por
cuenta propia, de allí que las exhortara a su propia
transformación e independencia. Como precisa Lady Rojas,
Magda Portal “analizó con una metodología dialéctica la
situación de marginación total y dependencia de la mujer en la
sociedad peruana, reveló su estado de ‘víctima, en mayor
proporción que el hombre, de la explotación capitalista-
imperialista’” (pp. 56-57).

Para Magda Portal, las mujeres tenían que ser doblemente


revolucionarias, primero, para transformarse a sí mismas y,
luego, para transformar la sociedad.

Las escritoras de las primeras décadas del siglo XX

Se ingresa al siglo XX con hechos que conmovieron y


transformaron el mundo, como la Primera y, luego, la Segunda
Guerra Mundial y la Revolución Rusa. Es el contexto de la lucha
por las ocho horas, los vestidos de las mujeres se acortan, se
descubre la píldora, las mujeres comenzaron a entrar al mundo
laboral en masa, es una oportunidad para demostrar sus
capacidades a sí mismas y a los demás.
Las mujeres continuaban siendo juzgadas como menos
inteligentes, menos capaces que los hombres. Romper con
este estigma era y continúa siendo una lucha. En un artículo
titulado “Educación popular”, publicado en Punta Arenas el 21
de septiembre de 1918, Gabriela Mistral señalaba al respecto:

Las mujeres formamos un hemisferio humano. Toda ley, todo


movimiento de libertad o de cultura, nos ha dejado por largo
tiempo en la sombra. Siempre hemos llegado al festín del
progreso, no como el invitado reacio que tarda en acudir, sino
como el camarada vergonzante al que se invita con atraso y al
que luego se disimula en el banquete por necio rubor[10].

Al contexto se suma el hecho que la intelectualidad hasta antes


del siglo XX, se concentraba en un grupo masculino cerrado
que estructuró la cultura y que giraba en torno al poder desde el
siglo XVI, tal como lo sostiene el crítico uruguayo Ángel
Rama[11].

En 1911, María Jesús Alvarado, en una conferencia dada en la


Sociedad Geográfica de Lima, va a analizar los principios que
fundamentan el feminismo, y plantear una agenda básica,
además de la educación y el trabajo, los mismos derechos
civiles para las mujeres al igual que los hombres, que se libere
a las mujeres casadas del dominio de los esposos, y el derecho
político para intervenir en los destinos del país.

Un porcentaje importante de los manuscritos de María Jesús lo


representa su trabajo literario: escribió teatro, tanto dramas
como comedias; teatro infantil, poesía, relatos, novelas
radiofónicas y guiones para cinematógrafo. Y, finalmente,
cuatro novelas. Esto expresa la constante búsqueda de María
Jesús Alvarado de nuevas formas para expresar su propuesta,
cómo llegar con su mensaje a los diversos públicos y generar el
cambio.
A finales de la década de 1920, ya eran visibles escritoras que
se desarrollaban en el campo académico, cultural, periodístico
y político, no solo en el Perú, en América Latina en general, y
que de alguna forma estaban conectadas, pues eran asiduas
viajeras, como Gabriela Mistral (1889-1957, Chile), Teresa de la
Parra (1889-1936, Venezuela), Victoria Ocampo (1890-1979,
Argentina), Camila Henríquez Ureña (1894-1973, República
Dominicana), Palma Guillén (1898-1975, México), Magda Portal
(1900-1989, Perú).

Las mujeres hicieron un gran esfuerzo por estar en la historia y


ser consideradas ciudadanas, un aspecto que fue poco
resaltado por historiadores, acaso porque consideraban que la
no ciudadanía de las mujeres era un tema de menor
importancia. Un ejemplo, es su derecho al voto.

Las mujeres para ingresar al mundo literario se enfrentaron a


muchas dificultades, como nos muestran las historias de
Clorinda Matto o Mercedes Cabello. En primer lugar, tenían que
forjarse una educación, salir del gueto que representaba el
espacio doméstico al que habían sido confinadas. Ellas
estaban mediadas siempre por un hombre, como diría
Kierkegaard (Dinamarca, 1813-1855), la mujer para trascender
tiene que hacerlo a través de un hombre; así, pues, por
naturaleza, a ellas les correspondía la intrascendencia. Y, como
no podían hacerlo como mujeres, adoptaron seudónimos
masculinos o definieron la literatura como andrógina como lo
hiciera Virginia Woolf.

A partir de estas primeras décadas, muchas autoras han


alcanzado fama universal y se han recuperado a otras que
forjaron, contra toda convención, poesía y novelas de calidad
que hasta hoy en día despiertan un gran interés y se han
convertido en clásicos de la literatura. Ellas son inspiración
para escritoras de todo el mundo en razón de seguir desafiando
las reglas que siguen siendo impuestas mayormente por los
hombres.

Hay un texto clásico de la crítica argentina Marta Traba


(“Hipótesis sobre una escritura diferente”) señala la necesidad
de que las mujeres escriban desde su propia especificidad, es
decir, desde su posición de contracultura, elaborar, escribir,
proyectarse desde su ser mujer, hablar por ellas mismas, y que
juzguen su literatura con la misma rigurosidad que se plantea
para todo texto literario. Interpreto esta demanda que las
mujeres deben escribir desde su voz poética, aun cuando esa
voz sea desde los marginados; pero tiene que ser una voz
individualizada, personalizada, desde su propio universo.

Lo cierto es que las mujeres han construido una literatura


reconocida en el mundo, aunque este reconocimiento demoró
en llegar, y todavía es reacio a aceptar a las mujeres, como lo
demuestra el hecho que Joanne Rowling fuera obligada a
publicar Harry Potter y la piedra filosofal solo como J. Rowling,
para ocultar su género, pues la editorial consideró que su libro
no iba a generar la atención de las/os adolescentes si sabían
que había sido escrito por una mujer.

Aún las editoriales dan más atención a los manuscritos


firmados por hombres que por mujeres, se sigue leyendo más a
los hombres que a las mujeres y se ha dividido el mercado en
literatura para mujeres y para hombres, olvidando que lo que
posiciona un texto literario no es el género, sino la calidad y la
creatividad del/la autor/a, y su capacidad para llegar a lo más
profundo de su lector/a.

Bibliografía:

[1] María Emma Mannarelli (1998). Hechiceras, beatas y


expósitas. Mujeres y poder inquisitorial en Lima. Lima: Ediciones
del Congreso del Perú, p. 52.

[2] Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1990).


Argentina: Fondo de Cultura Económica, p. 555.

[3] Citado por Helen Orvig en “Una lectura crítica (a Importancia


de la educación del bello sexo de Francisco de Paula González
Vigil), en ¡Comprendí por qué éramos tantas! El despertar de las
mujeres en el Perú. Lima: Centro Flora Tristán, Universidad
Peruana Cayetano Heredia, p. 65.

[4] Citado por Maritza Villavicencio en Del silencio a la palabra.


Mujeres peruanas en los siglos XIX y XX (1992). Lima: Centro de
la Mujer Peruana Flora Tristán, p. 42.

[5] Augusto Tamayo Vargas en su prólogo a La novela moderna.


Estudio filosófico (1948). Lima: Ediciones Hora del Hombre S.A.;
p. 10.

[6] “Escribir para no ser silenciadas: mujeres, literatura y


epistemología feminista” (2016). En: Lecturas críticas en
investigación feminista. Norma Blazquez Graf, Martha Patricia
Castañeda Salgado (coordinadoras). México: Universidad
Nacional Autónoma de México, pp. 195-214.

[7] Catharina Vallejo, citada por Buenahora, ibídem, p. 209.

[8] Carla Ulloa Hinostroza (2016). “Poder, cultura y saber. Una


pregunta por las intelectuales: Gabriela Mistral en México 1922-
1924”. En: Lecturas críticas en investigación feminista. Norma
Blazquez Graf, Martha Patricia Castañeda Salgado
(coordinadoras). México: Universidad Nacional Autónoma de
México, p. 180.

[9] Canto poético a capella de las escritoras peruanas de 1900 a


1960 (2010). Lima: Editatú, Editores e Impresores, pp. 28-29.
[10] Citada por Ulloa Hinostroza, ibídem, p. 177.

[11] Citado por Ulloa Hinostroza, ibídem, p. 179.

 TAGS: # derecho # genero # literatura

# mujer # sociedad

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Gaby Cevasco Mirar más artículos 

Periodista y escritora. Ha publicado Entre el cielo y


la tierra, el fuego (cuentos) 2014, Nuevo
testamento (poesía) 2010, Detrás de los postigos
(cuentos) 2000, Sombras y rumores (cuentos)
1990. Sus cuentos han sido publicados en
antologías de Colombia, Ecuador, Estados Unidos,
Perú, y en revistas de Bolivia, Canadá y Argentina. Y
su poesía en una antología francesa de poetas
peruanas. Sobre trabajo con mujeres ha publicado:
Comunicación por radio: ¿cómo acercarnos a las
mujeres de la comunidad (2019), Las/os
adolescentes y jóvenes y el ejercicio de su
ciudadanía. Manual básico de abogacía o advocacy
en educación sexual integral (2018), Salud y
violencia de género contra las mujeres. Guía para la
reflexión entre operadores de establecimientos de
salud (2018). Ha trabajado en diarios y revistas,
pero su mayor trayectoria la realizó en el Centro de
la Mujer Peruana Flora Tristán desde 1988 hasta el
2012. En esta institución, desde el 2004, viene
impulsando el Círculo Universitario de Estudios de
Género que se convoca cada año en el mes de
marzo.
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