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E l arte com o
RACIONALIDAD LIBERADORA
U N E D
EDICION ES
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M.« CA RMEN ID PEZ SÁENZ
© UNIVERSIDAD NACIONAL
DE EDUCACION A DISTANCIA - Madrid, 2000
ISBN: 84-362-4117-7
Depósito legal: M. 38.482-2000
Presentación.............................. ,............................................................ 13
M erleau-Ponty , M,,
L'Oeil et l'Esprít. p. 63.
3. E L RESURGIMIENTO DE LA SENSUALIDAD
Y LA IMAGINACIÓN
11 MARCUSE,H,, “Die Gesellschaft ais Kunstwerk” (Trad. casi. “El futuro del
arte”, Convivium 26 (1968) pp. 78-9).
12 AA.VV., Conversaciones con Herbert Marcuse. p. 60.
31 M a r c u s e , H ., o p . cit., p . 92.
32 M a r c u s e , H ., o p . cit., p. 138.
36 C fr. M a r c u s e , H ., o p . cit., p . 7 0 .
37 M a r c u s e , H ., o p . cit., p. 141.
38 C fr. M a r c u s e , H .,o p . cit., p . 138.
39 M a r c u s e , H ., o p . cit., p . 120.
que en el arte las ideas y los hechos no son más que materiales que
pueden utilizarse de maneras diversas; en ella, el significado pro
viene de la disposición espacio-temporal de los elementos y no de
alguna alusión a ideas ya adquiridas. El arte no es, pues, un fenó
meno puro, un estado de conciencia, sino un estado intencional y
un comportamiento, una significación, un gesto. Cada obra artís
tica es una recuperación de la totalidad del ser, presenta esa tota
lidad ante la libertad de los espectadores y ésta es la finalidad del
arte, la cual no habita tan sólo en el artista o en el lienzo, sino que
junta las vidas separadas, habita indivisa en todo espíritu posible,
como una adquisición eterna. La obra de arte no es ni subjetiva ni
objetiva, sino el punto en el que el objeto se suma a la aportación
del ejecutor y también del espectador.
Merleau-Ponty considera que el significado de la existencia
humana se estructura en tomo a la dialéctica del comportamiento
y del cuerpo vivido como sede de éste. Su teoría del arte es, por
tanto, una teoría del significado entendido como praxis, es decir,
como actividad productiva y no simplemente reproductiva. El
arte es praxis porque ofrece nuevos significados al mundo y, de
este modo, contribuye a renovar los sentidos de nuestras acciones
en el mundo y de nuestros pensamientos sobre él.
En opinión de Merleau-Ponty, no basta con que un artista sea
un buen conocedor de la cultura que le ha precedido, sino que
debe asumir dicha cultura desde sus orígenes y fundamentarla de
nuevo, porque su labor no es meramente reproductiva, sino, ante
todo, creadora. Cada obra de arte comunica una existencia perso
nal que asume una cultura presente en su Lebenswelt, y la modi
fica precisamente al asumirla; así es la historicidad del sujeto y así
culmina su discurso en una verdadera ontología de lo sensible. La
obra de arte no existe independientemente de su historicidad y de
su tradición, pero sólo se realiza a través de su expresión. El ser
humano se expresa para descubrir lo que él mismo significa, para
autocomprenderse mejor. La separación entre pensamiento y
expresión es un error racionalista; se basa en la falsa presuposi
ción de que el pensamiento existe en sí antes de su encarnación en
el gesto, signo o lenguaje. Merleau-Ponty piensa, por el contrario,
que la posibilidad de la expresión corporal del significado es con
dición esencial de la constitución del mismo.
14 M e r l e a u -P o n t y , M ., Sctts et non-sens , p . 2 8 .
las leyes más recónditas de la creación del universo, pero sin que
dar refrenada por ésta, sino legitimándose en su libre desarrollo.
La pintura busca, por la disposición de los materiales, no suge
rir, sino presentar el mundo primordial. Por eso Cézanne quería
pintar más allá de la perspectiva geométrica, desde la perspectiva
vivida que ve unidos el cuerpo y el alma, el pensamiento y la
visión; ese mundo contiene cuanto puede decirse, pero nos deja la
tarea de crearlo. Esa tarea (la expresión creadora) no equivale, por
tanto, a representación del mundo desde una sola perspectiva,
sino a una pluralidad de testimonios.
Merleau-Ponty ve en Klee, en Cézanne y en Matisse el mismo
carácter explicitador de latencias, de verdades recónditas y ane
gadas, sin cuyo concurso no podríamos comprender globalmente
la realidad. Por eso no es de extrañar que estos pintores se hayan
preguntado, al menos en alguna ocasión, si en lugar de ser ellos
quienes observan el mundo, no serán las cosas las que verdadera
mente los miran a ellos. Esta apreciación supone, también, que los
pintores tienen contacto con el tema central de la ontología mer-
leaupontiana: con el concepto de «Carne», que actúa como bisa
gra entre el yo y su mundo, que insiste en que no hay dualidad,
sino una única realidad de la que surge todo. No se trata de que
el pintor dude de su apertura al mundo, no se trata de que lo que
veamos no sea el mundo, sino de que «todo lo visible tiene un
doble invisible que se manifiesta como una cierta ausencia»17. Los
pintores captan la metamorfosis de lo vidente en lo visible; tal vez
por eso se representan con frecuencia pintando o a punto de
hacerlo, agregando así a la que ven lo que las cosas y los otros per
ciben de ellos, como si quisieran dar fe de la existencia de una
visión total en la que ellos también están inmersos. Esto demues
tra, una vez más, que la pintura no es copia de la realidad prosai
ca, sino que tiene su esencia en la verdadera duplicidad de la per
cepción (el ojo que ve y es visto, el pintor que pinta el mundo en
el que está imbricado, que se pinta a sí mismo pintando, etc.) G ra
cias a que éstos y otros pintores han vuelto a las profundidades, se
recupera en parte ese ocultamiento percibido. La fórmula ontoló-
pero esto no significa que sea una simple yuxtaposición. Con cada
pintura se inicia la tarea toda de pintar, reanudada como el primer
día, por eso es una tarea imposible. Como el arte, la verdad es
tarea inacabada, se va haciendo y siempre vive en movimiento.
Si Cézanne es, en pintura, el modelo privilegiado por Merleau-
Ponty, Proust será su ejemplo preferido para ilustrar la expresión
literaria como experiencia reflexiva y transcendental, porque plas
ma en su obra la proyección de la conciencia intelectual en la
experiencia vivida y sustituye la representación del mundo por
una auténtica creación. Merleau-Ponty llegará a la conclusión de
que, como todo arte verdadero, el habla literaria dice el mundo,
en base a una experiencia del mismo, (lo expresa) al mismo tiem
po que lo transforma deshaciéndolo y rehaciéndolo para forzarlo
a dar de sí todo lo que está en él oculto, pero que sigue siendo ver
dadero. Por tanto, el artista o el escritor no se limitan a expresar
una verdad, sino que al mismo tiempo hacen aflorar las relaciones
vividas en las que esa expresión se ha formado (la vida, la historia,
la acción, etc) y participan del logos universal que siempre ha que
rido captar la filosofía.
La universalidad de la pintura, su intemporalidad, su necesi
dad no alcanzan, sin embargo, el fenómeno integral de la verdad,
sencillamente porque no aceptan la idea de una expresión com
pleta o clausurada. La pintura da cuenta con fidelidad de que la
percepción y la verdad humana no son síntesis acabadas. Nuestra
seguridad de ser en la verdad es idéntica a la de nuestro ser-en-el-
mundo y éste es finito e histórico. La verdad de la expresión com
parte estas características. Los análisis concretos de la pintura nos
enseñan que lo expresado no preexiste a su expresión, sino que
depende esencialmente de las contingencias perceptivas. La ver
dad de la expresión es histórica, se va haciendo, es movimiento
hacia la verdad. De esta manera, Merleau-Ponty no niega la trans
cendencia de lo expresado, la cual es una de las propiedades
indiscutibles de la verdad; muestra, eso sí, que esta transcenden
cia no supone una preexistencia real. Para ello, describe la expe
riencia de la verdad en el algoritmo y constata que el ser mate
mático no nos impone sus propiedades, sino que actúa como
punto de partida convencional a partir del cual desarrollamos
unas consecuencias. Por consiguiente, las verdades «ideales», son
33 Ibid.
1. R a z ó n h e r m e n é u t i c a c o m o r a z ó n d i a l ó g i c a
4 C fr. Ib id .
3 Ib id .
dose a las exigencias de los textos, las obras, las cosas o los otros
que siempre tienen algo que decimos. Indagando el origen de tal
racionalidad práctica, Gadamer llega al antiguo concepto de
«retórica»; intenta eliminar del mismo las connotaciones peyora
tivas y devolverle su verdadero alcance: el de «una forma de
comunicación universal basada en la capacidad de hablar y que da
cohesión a la sociedad humana»7. La importancia que Gadamer
concede a la retórica se debe, por tanto, a la prioridad que otorga
a la comunicación y a su convicción de que la razón necesita de
ambas, porque es esencialmente dialógica, porque es una razón
eminentemente práctica que se realiza y se transmite gracias al
diálogo. El lenguaje se convierte, entonces, en pieza clave de la
racionalidad, ya que articula nuestra experiencia del mundo. El
logos hermenéutico es, pues, razón que sé actualiza en la lengua y
sirve como idea regulativa a una comunidad de vida que siempre
está en vías de hacerse. Gadamer insiste en la necesidad de que la
fuerza de la razón incida sobre el plano práctico, es decir, sobre
las decisiones morales, político-sociales, estéticas, etc.
Comprendemos a los hombres en virtud de la racionalidad de
sus pensamientos y acciones y podemos comprender las leyes de
la naturaleza gracias a la racionalidad que le es inmanente; así es
como entendemos también la obra de arte. Por eso es necesario
evitar el monismo metodológico. La racionalidad y el rigor no
excluyen la posibilidad de reivindicar otros modelos de racionali
dad, diferenciados de la ciencia, como la filosofía práctica aristo
télica, en la cual la verdad no se puede conocer a priori, sino que
está en la praxis misma. Así en el silogismo práctico de Aristóte
les, el actuar racional no es una conclusión del saber, sino el pre
supuesto de la inferencia práctica. Ahora bien, la filosofía prácti
ca gadameriana no se siente detentadora absoluta de la razón, sino
que asume que siempre debe conquistar su propia racionalidad.
Sus críticas del cientificismo, no significan, sin embargo, que
Gadam er renuncie a la razón instrumental; sólo se opone a la
absolutización de ésta, a su desvinculación de nuestro estar-en-el-
mundo; piensa que el declive de la moral en nuestra cultura tiene
9 GADAMER, H.G., Lob der Theorie. Frankfurt: Suhrkamp, 1983. (Trad. cast.
de A. Poca., Elogio de la teoría. Barcelona: Península, 1993. p. 57).
,0 Ibid.
2. L a c e n t r a l id a d d e l a e x p e r ie n c i a d e l a r t e
EN LA FILOSOFÍA HERMENÉUTICA
arte»27. Quiere decir con esto que lo bello natural nos hace recor
dar que lo que tenemos ante los ojos es significativo precisamente
debido a su indeterminación, a su carácter simbólico.
Se puede decir que la perspectiva hermenéutica es universal,
porque incluye tanto la experiencia de lo bello en la naturaleza,
como en el arte. Este pertenece al proceso íntegro de la vida
humana situada en las tradiciones (éstas no incluyen sólo los tex
tos, sino también las instituciones y las formas de vida). Ahora
bien, la obra de arte no es tan sólo un legado del pasado, sino que
posee una actualidad particular debido a que está siempre indefi
nidamente abierta a nuevas integraciones; dicho de otro modo, la
obra de arte posee una presencia conectada a una experiencia del
tiempo completamente diferente de la cotidiana; es más, la obra
de arte escapa al tiempo. A pesar de sus rasgos particulares, la
obra de arte pertenece al dominio de las cuestiones hermenéuticas
que, al decimos algo, nos confrontan con nosotros mismos. Esto
significa que enuncia algo que descubre lo escondido y es, por
tanto, una verdad.
Con objeto de descubrir las características de la verdad propia
del arte, Gadamer emprende una fenomenología de la experien
cia de la misma. En la primera parte de Verdad y método, intenta
elucidar la cuestión de la verdad desde la experiencia de la obra
de arte. Anuncia que el arte contiene y trasmite la verdad. El sen
tido del arte no se agota, por tanto, en una visión subjetiva de la
realidad.
Como Hegel, Gadamer piensa que el arte representa la mani
festación sensible de la idea. Sin embargo, frente a él, Gadamer no
subordina la verdad del arte a otra superior, sino que la considera
arquetípica con respecto a las restantes verdades que se dan en las
ciencias del espíritu. En éstas, lo primario no es el objeto ni el
sujeto, sino la correlación entre ambos y de ella arranca la «obje
tividad» propia de estas ciencias. Gadamer toma como ejemplo de
las mismas la obra de arte, porque es representación u objetividad
que incluye la mediación de un sujeto; es decir, la obra de arte no
es un simple objeto, sino una experiencia que transforma al que la
3 . E l a r t e c o m o d a r st e l l u n g d e l a r e a l id a d
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H . G . G a d am er : E s t é t ic a e in t e r p r e t a c ió n 105
5. ¿ U n a e s t é t ic a d e l a r e c e p c ió n ?
45 Cfr. Ibid.
44 Cfr. JAUSS, H.R., Kleinc Apologie der asthetischen Erfahrung. Konstanz:
Verlagsanstalt, 1972. (Trad. de C. Maillard, Pour une estkétique de la réception.
París: Gallimard, 1994. p. 262).
implica una selección por la que los efectos del arte pasado se hacen
reconocibles en la recepción presente. La estética de la recepción
reivindica la prioridad hermenéutica del arte frente a la función
productiva y a la representativa. Con el interés por el efecto y la aco
gida de la obra, se considera superadora de las formas tradicionales
de la estética de la producción y de la descripción, acusadas de sus-
tancialismo. Así pretende promover un diálogo sobre la cuestión de
si el arte puede y cómo recuperar la función comunicativa, casi per
dida. Esta estética no toma al lector como individuo aislado, sino
como un participante en el proceso de comunicación en el que las
ficciones artísticas también intervienen en la génesis y transmisión
del comportamiento social. Por eso creemos que la estética de la
recepción debería estudiar la función de creación social del arte y
formularla en un sistema de normas y horizontes de expectativas, ya
que, a diferencia de la generalidad del concepto gadameriano de
«horizonte», el término de Jauss de «horizonte de expectativas» se
resiente de haber sido desarrollado tan sólo en el campo de la lite
ratura. Como Gadamer nos enseña, el receptor no es sólo el que
recibe la información, sino el que está dispuesto a dejarse decir algo
por otro. Sólo así la palabra deviene vinculante y se produce una
conversación real. Por tanto, el receptor no es alguien dado, sino
que se ha de construir y formar en el arte del diálogo.
Por su parte, Jauss cree que para superar el sustancialismo de la
hermenéutica, es necesario un método. Como Gadamer, critica el
ideal metodológico del objetivismo, pero desarrolla en su concepto
de «horizonte de expectativa» métodos de objetivación y de recons
trucción con alcance empírico y analítico; así pretende describir sis
temáticamente los fenómenos de recepción. Como Habermas, cree
que la crítica gadameriana de una comprensión falsamente objetiva
no debe sin embargo conducir a la suspensión del distanciamiento
metódico del objeto, porque éste es lo que distingue la compren
sión reflexiva de la experiencia comunicativa diaria.
Ni Gadam er ni Jauss pretenden justificar cualquier recepción
como despliegue de un potencial de sentido ya dado y, por tanto,
hay que confiar, con Gadamer, en la fuerza de la palabra de la
obra y en la correcta escucha del receptor o bien, contra G ada
mer, hay que hablar no de una fusión controlada de horizontes,
sino de fusiones concretas de horizontes y de análisis objetivos de
56 Cfr. JAUSS, H.R., Pour une esthétique de la réception. pp. 246 y 259.
57 Cfr. RICOEUR, R, La métaphore vivant. París: Seuil, 1975. p. 279.
6. L a e s t é t ic a d ia l é c t ic a d e G adam er
1 «Jcdes vermeimliche Ende der Kunst wird Anfang neuer Kunst sein»
(«Todo pretendido fin del arte será el comienzo de un nuevo arte»). G a d a m e r ,
H.G., Das Erbe Europas. Frankfurt: Suhrkamp, 1989, p. 86.
2 GABAS, R., Estética. El arte corno fundamento de la sociedad. Barcelona:
Humanitas, 1984. p. 115.
3 MARCHAN FlZ, S ., D el arte objetual a l arte del concepto. M ad rid : A kal, 1986.
p. 249.
7 GADAMER, H.G., «Vom Verstummen des Bildes», op. cit., p. 322. ( «Del
enmudecer del cuadro», Estética y hermenéutica, p. 243).
8 C fr. G a d a m e r , H .G ., » K u n s t u n d N a c h a h m u n g » , o p . cit., p .2 7 . («A r te e
im ita c ió n » , Estética y hermenéutica, p. 83.
9 G a d a m e r , H.G., «Dichtung und Mimesis», op. cit., p. 83. («Poesía y mime
sis», Estética y hermenéutica, p. 126).
Gadamer va todavía más lejos y reúne en uno solo los tres con
ceptos antes aludidos: se trata de la noción de mimesis, en el sen
tido de presentación (Darstellung) de orden espiritual, de mundo
que constituye la realidad de nuestra vida. En medio de las ruinas
del mundo habitual, la obra de arte preserva, ordena lo que se
desmorona. Toda obra de arte contiene, por tanto, una expectati
va de sentido.
Gadamer ha comprendido con acierto que la filosofía del arte
posthegeliana se inscribe en un fenómeno más global que el mera
mente artístico: en el retorno al lenguaje y a las ciencias que se
ocupan de éste. Esto se debe a que el problema del lenguaje ha
invadido la teoría del conocimiento actual y ha desembocado en
el convencimiento de que pensamiento y lenguaje se hallan ínti
mamente conectados. La secuela más .visible de este retorno al
lenguaje se manifiesta en la conversión de éste en un objeto del
conocimiento de las distintas ciencias que se ocupan de él prefe
rentemente, aunque esta postura será considerada pronto excesi
vamente reduccionista y cientificista y será sustituida pronto por
la presencia lingüística en el ámbito abierto y multívoco de la
interpretación. De este modo, la filosofía hermenéutica se conver
tirá en clave de toda aproximación interdisciplinar al fenómeno
de la significación, de cualquier tipo que ésta sea.
La estética gadameríana es pionera de la conversión lingüística
de la que estábamos hablando; siguiendo a Humdbolt, se inspira
en la unidad lenguaje-pensamiento y, por consiguiente, en la supe
ración de la idea de que el lenguaje sea un mero juego de signos o
un simple instrumento del que podamos prescindir tras alcanzar
el significado.
Cézanne y también Merleau-Ponty, a pesar de reconocer que
sólo el lenguaje puede hablar de las cosas y decir cómo son, cons
tatan que sólo puede hacerlo diciéndolas, esto es, sometiéndolas a
su mediación. Buscaron en el arte un lenguaje que se ocultara a sí
mismo, que prescindiera de todos aquellos rasgos que introducí
an singularidad e interpretaciones mediatizadas; deseaban elimi
nar el lenguaje, al menos el convencionalmente establecido, para
alcanzar la cosa misma que no es lingüística, el ser salvaje que exis
te antes de las distinciones, que es pre-reflexivo y pre-temático,
por tanto, pre-lingüístico y que posibilita todo lenguaje, del
mismo modo que el silencio, las ausencias o los intervalos entre las
palabras, significan y hacen que el lenguaje tenga sentido. Este no
se agota en lo dicho, se alimenta de lo que está por decir, de lo no
pronunciado que contribuye a poder decir lo proferido. El mismo
Gadamer, a pesar de proclamar la universalidad de la hermenéu
tica en base a la universalidad del lenguaje, reconocerá que éste no
es autosuficiente, que no se basta a sí mismo.
Hoy las palabras ya no sirven meramente como vehículos de la
comunicación; en ellas están encerradas ideas que es preciso sacar
a la superficie en toda su dimensionalidad. Este ser imperioso de
las palabras que fuerzan por sacar a la luz todo lo que encierran se
ejemplifica en la palabra literaria, la cual es una variable del modo
de ser moderno del lenguaje, como no lo será menos el grito sal
vaje de los colores, la arbitrariedad de la línea, el juego de las
masas y los volúmenes, la libertad del sonido, y todos los demás
recursos artísticos cuyo objetivo es impactar al receptor para lla
mar su atención sobre la hondura de los significados. Todos estos
recursos serán decisivos para la reestructuración de los saberes
estéticos en nuestro siglo. Para que tomáramos conciencia de ello
ha sido necesario que la palabra se separase del concepto, que la
imagen artística se desconectara de las funciones naturalistas, que
se pusieran en cuestión la verdad, la referencia, la realidad y la
racionalidad tal y como eran convencionalmente admitidas, que
todo se convirtiera en manifestación de un lenguaje afirmativo de
su propia existencia, en el decir de su propia forma. Así el rasgo
común a las artes en la Modernidad será su repliegue sobre la
inmanencia del signo, sobre su propia estructura interna. La poe
sía, la pintura, la escultura ... ya no se entienden como una acu
mulación de imágenes, transformaciones y sublimaciones de un
material preexistente, sino como una suma de efectos estéticos,
comprometidos obviamente con las virtualidades de la propia
materia, pero sin depender exclusivamente de ella; esto puede
apreciarse claramente en la poesía pura, en el verso que pretende
cantar y no tanto decir algo determinado, en la pintura o escultu
ras puras o en la muerte del ornamento en arquitectura.
La irrelevancia creciente de la dimensión semántica del arte ha
legitimado los procedimientos creativos más dispares y las utopí
as de un significado potencial que se proyecta en las interpreta-
taciones o por qué éstas llegan a ser antagónicas. Dice que es pre
ciso abrirse a la obra, a la tradición para apropiarnos de sus signi
ficados.
El arte no nos transmite una visión estilizada y subjetiva de la
realidad, sino su verdad. Esta es la tesis que Gadamer comparte
con Marcuse y con Merleau-Ponty. Pero, además, considera que
la verdad del arte es arquetípica con respecto a las otras verdades
que se dan en las ciencias del espíritu, en las que la objetividad
consiste en la dialéctica entre el sujeto y el objeto.
Aunque la universidalidad del arte no es de tipo conceptual,
no está al margen del conocimiento ni de la verdad; el arte es,
como ya vimos, cognitio sensitiva; como Marcuse, Gadamer
subraya el papel de la imaginación en el arte sin desvincularlo de
su función cognoscitiva. La verdad del arte no es meramente his
tórica, no se reduce a la expresada por su autor en su época. Pre
cisamente lo que caracteriza a la obra de arte es la intemporalidad,
es decir, el hecho de que continúa hablando para nuestro presen
te. Esto quiere decir que la obra siempre está en movimiento y,
por eso, no es un simple objeto ornamental.
Como para Marcuse y Merleau-Ponty, para Gadamer la expe
riencia estética nos hace ver en el arte la auténtica realidad, debi
do a que exige una distanciación, un extrañamiento de lo que
habitualmente damos por descontado, con objeto de recuperar
después toda su riqueza que permanecía oculta. El arte contribu
ye a desvelar verdades escondidas en la realidad, pero éstas no se
conciben como una posesión del sujeto, sino como el acontecer al
que pertenecemos. El acontecimiento de la verdad en el arte es
una tarea ininterrumpida de comprensión y ésta es el modo de
acceder a la verdad y de lograr conocimiento creativo y no mera
mente reproductivo.
Tanto para Marcuse, como para Merleau-Ponty y Gadamer, el
arte es mimesis en el sentido de que ella manifiesta la verdad de lo
real. Hay que evitar, sin embargo, entender la mimesis artística en
sentido platónico; el arte no es, en Gadamer, un ser degradado,
sino todo lo contrario: la presentación del ser verdadero de las
cosas. Cuando Gadamer dice que el arte representa la realidad, no
está adoptando el punto de vista de Platón, sino expresando que
el arte hace presente la realidad de una nueva manera e incluso la
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C o n clu sió n : ¿D e qué modo libera el arte ? 179
Además, la verdad del arte es, en cierta manera, algo que per
manece, ya que escapa al tiempo, porque se dirige a cada sujeto
como sí fuera único, porque concilia lo particular con lo univer
sal. De ahí que su verdad sea, según Gadamer, el paradigma de las
ciencias del espíritu. El arte no se agota en la mera contemplación
de un objeto, sino que nos reconcilia con nosotros mismos aumen
tando nuestro autoconocimiento. El arte transfigura la verdad de
la experiencia cotidiana; no la enmascara, ya que no es una ideo
logía, sino que, en virtud del extrañamiento y de la distanciación
de lo ordinario, nos hace tomar conciencia del acontecer. Para
ello, el arte se sirve, como en Marcuse, de la imaginación, la cual
no está reñida con el conocimiento: «el conocimiento es el crite
rio fundamental de la representación artística. De acuerdo con
ello, reconocemos el papel imprescindible de la imaginación, pero
situándola en orden al conocimiento. Así, la imaginación es en la
representación artística el órgano -o uno de los órganos- del cono
cimiento»21. Estamos plenamente de acuerdo con García Leal en
la necesidad de que una obra de arte despierte nuevos conoci
mientos para merecer con propiedad ese nombre. Aunque pensa
mos como él que el conocimiento artístico no es acumulación de
constataciones sobre hechos, sino que contribuye al desarrollo de
nuestras facultades y a nuestro autoconocimiento, nosotros insis
timos en que éstos sólo se producen en contacto con los objetos;
ese conocimiento enriquece también a éstos porque aumenta su
ser, que no es puramente objetivo.
Podríamos ir todavía más lejos que este autor diciendo que es
preciso que la obra encarne la racionalidad liberadora caracterís
tica del arte y opuesta a la racionalidad técnica dominante. Por
otro lado, pensamos que el autor de esta sugerente obra realiza
una buena reflexión sobre algunos conceptos fundamentales de la
estética, sin embargo no profundiza demasiado en el significado
de otros conceptos-claves para el desarrollo de su tesis como, por
ejemplo, «razón», «percepción», «reversibilidad», «verdad», etc.
v io , ~
25 A d o r n o , T h ., o p . cit., p . 159.
58 I nnerarity , D., La filosofía como una de las bellas artes. Barcelona Ariel,
1995. p. 55.
G adam er , H.G., «Philosophie und Literatur», Gesammelte Werke VIH,
p. 257.
42
Ibid.
48 Cfr. Marchan Fiz, S., Del arte objetual al arte del concepto, p. 314.
51 M ü NSTENBERG, H., The Principies of Art Education. New York: Prang Edu-
cational. pp. 365-370.
52 M er lea u -P o n t y , M ., Merleau-Ponty a la Sorbonne, p. 545.
5J Cfr. GOODMAN, N., Los lenguajes del arte. Barcelona: Seix Barral, 1976. pp.
249-250.
217
ergon: 98, 114.
extrañamiento: 20, 33, 72, 164,
esencia: 60, 63-4, 89, 96, 103
166, 177, 182, 202.
109-110, 113, 116, 130, 152, falsa conciencia: 18.
157, 159, 163-4, 169, 175, felicidad: 24, 28, 31, 33, 157,
189, 1 9 1 ,1 9 4 ,1 9 8 ,2 0 4 ,2 0 6 ,174, 198, 204.
210 .
fenomenología: 41-2, 54-5, 58-
estética: 13-14, 17, 25, 29-30, 9, 63 , 70, 91, 93 , 97, 123,
41, 47, 59, 66, 70, 77-9, 86- 128, 159, 164-5, 186.
8, 90, 94, 96, 105-6, 108-9, fenómeno: 45-6,57, 66-7, 71-2,
115-120, 122-4, 127-9, 131- 87, 91, 110, 129, 145, 147,
133, 139, 145, 147-151, 158, 183-4, 205.
167-8, 170, 173, 182-4, 186, filosofía: 13, 26, 42-3, 45-6, 49,
189-191, 197, 199, 200-1, 53; 65, 68, 70-1, 75-6, 78, 83,
206. 85, 103, 105, 110, 125-6, 128,
esteticismo: 37, 153, 155, 188. 139-140, 145, 147-8, 161,
estilo: 34, 49, 72-74, 144, 164, 174,192,194, 196,203,206.
175, 180. filosofía hermenéutica: 80, 84,
ethos: 82. 86 .
ética: 30, 36, 84. filosofía práctica: 85.
existencia: 25-6, 28-30, 32, 43, forma estética: 26, 32-34, 36,
45, 49, 52-53, 56, 67, 69-70, 39, 114, 136-7, 185, 191-2,
77, 80, 83, 93 , 96, 102, 128, 195, 199.
146, 153,158, 162,172,189, formalismo: 136.
190, 195, 198, 200,211. función cognoscitiva: 14, 20,
experiencia: 32, 42, 46-7, 55-6, 26, 104, 166, 170, 185, 188,
63, 87, 114, 123, 148, 164-5, 201, 210.
2 0 3 ,2 1 0 . fusión de horizontes: 66, 94,
experiencia estética: 14, 26, 86- 119-120, 160, 163-4.
7, 90-1, 93-97,100,103,109, Gebilde: 90, 98, 100, 110, 114,
112, 116, 126, 128, 132-3, 167, 190.
135, 141-2, 158, 165-7, 170, genio: 88, 97, 105-6, 108-9,
188, 193, 196, 201-2, 204, 111,115,117,142,170,179-
180, 190.
207.
expresión artística: 47-50, 62, feta//.- 45, 48-49.
71-72, 88, 102-3, 159-60, Gran rechazo: 19, 21-23.
gusto: 92, 104-106, 108-9, 148,
164, 178, 181, 196, 202.
expresión corporal: 57, 69. 196.
130, 144, 158, 160-1, 164-6, verdad: 20, 22, 25-6, 29, 31-2,
171, 181, 186-7,202. 38-9,42,45-6,49,51,55,71-
transcendencia: 20-1, 33, 48, 3,75-8, 80, 85, 87-90, 93-99,
55, 65, 68, 114, 160. 101-108, 110-112, 114, 117-
transm utación: 23, 96, 106, 8, 124, 129, 131-3, 135, 143-
114,157. 4, 146-8, 150, 155, 157, 159,
unidimensionalidad: 17, 31. 161, 164-7, 169, 170, 172-3,
universalidad: 42, 44, 48, 69, 175-7, 179, 181-2, 184-6,
73-4, 76, 83-4, 94, 105, 124, 188-194, 197, 192-200, 202-
146, 163-4, 166-7, 195, 197, 205, 207, 209.
205, 207, 210. violencia: 19, 21.
Urbild: 99, 103. visibilidad, visible, visión: 44,
utopía: 14, 17, 22, 25, 31, 36, 46, 48,50,54-8,60,62-4,68,
38-9, 146, 151-3, 157-8, 170, 70-2, 158-9, 162-3, 169, 178,
174-5, 188, 194. 180, 183, 187-9, 198, 208.
vanguardia: 33, 137. Wirkungsgeschichte: 121, 127.
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UNIVERSIDAD CL
NACIONAL —
DE EDUCACIÓN
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