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San José fue el custodio de Jesús y de María, y naturalmente, también ayudó a que las almas que
anhelaban unirse más a ellos pudieran hacerlo.5
— Beato Jean Joseph Lataste
J esús quiere que ames a San José. Nuestra Señora quiere que ames a San José;
ambos lo quieren para que aumenten tus virtudes y tu santidad. Sin importar
cuál sea tu vocación o tu estado de vida, serás bendecido si mantienes una
devoción ferviente a San José. Los privilegios de la devoción a San José son
tremendos y ¡están a tu disposición!
La devoción a San José es poderosa porque él da su protección, su ejemplo y su bendición.2
— San Jorge Preca
La Beata María Teresa de San José amaba mucho a este santo y recibió
gracias extraordinarias del cielo por confiar en su intercesión. Ana María
Tauscher van den Bosch (su nombre antes de entrar a la vida religiosa) nació en
Alemania en 1855. Fue criada en una fervorosa familia protestante y su padre era
ministro luterano. Al paso del tiempo, Ana María se enamoró de las enseñanzas
católicas y le hizo saber a su padre que quería convertirse al catolicismo. Su
padre, nada contento con su decisión, le dijo que se sentía avergonzado de ella
por querer abandonar su educación protestante, e incluso le dijo que ya no la
quería viviendo en su casa.
En una ocasión, viviendo ya por su cuenta, pero antes de ser católica, su padre
la visitó con la intención de persuadirla a unirse a la Iglesia Católica. Durante
esa visita, el padre descubrió un libro de San José en la habitación de su hija, y le
echó un rápido vistazo dejándolo de nuevo allí. Más tarde, durante la cena,
ridiculizó y se burló de San José enfrente de su hija. En su autobiografía, Ana
María hace un recuento de aquel evento, escribiendo:
Durante la cena mi padre dijo: “¿Cómo puede alguien rezarle a un hombre tan extraño como ése?”
Esta expresión de “extraño” o “extravagante” me causó una gran impresión. Pensé más y más en
San José, y adquirí tan grande y tierna devoción al querido Padre San José — como yo lo llamo —
que pensé que debería hacer reparación por la frialdad de todos los que no creen en él.3