Está en la página 1de 1

En el lapso de una sola mirada, lo sentí todo a través de sus ojos.

Tenía la boca seca como un hueso. La lengua y las extremidades se me congelaron.


Segundos atrás, lo único que quería era escapar. Ahora, solo quería acurrucarme en
él. Necesitaba sentir sus manos sobre mí.

El rey me apartó un mechón de pelo de la cara, haciendo que un sonido embarazoso


burbujeara en mi garganta.

—Nunca en mi vida había visto a una chica tan hermosa como tú —me dijo en voz
baja, con sus ojos color avellana escrutándome la cara. Me saltaron chispas por el
cuerpo y se me revolvió el estómago de tanto elogiarme.

¿Por qué me afectaban tanto sus palabras? Esto no era normal, pero nada en esta
situación lo era.

—¿Podrías… podrías darme un poco de espacio, por favor? —conseguí decir.

El rey arqueó las cejas y replicó:

—¿Cómo puedo estar seguro de que no huirás? No quiero tener que atraparte de
nuevo, pero lo haré si es necesario.

Me estremecí ante la amenaza de su tono. Por mucho que intentara convencerme de


que el rey no era guapísimo, mi cuerpo me decía lo contrario.

También podría gustarte