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Las protestas en el sur del Perú son siempre el caldo de cultivo de las protestas
que surgen a largo y ancho del país y siempre se encuentran relacionadas con las
decisiones que se toman o las acciones que se realizan en Lima, la capital del
Perú. En este caso, las regiones de Arequipa, Apurímac, Ayacucho, Cuzco y Puno
experimentaron movilizaciones, marchas, bloqueos de carreteras y hasta
enfrentamientos con las fuerzas del orden debido a la destitución y posterior
encarcelamiento del expresidente Pedro Castillo. De por sí, las elecciones del
2021 desmigajaron a la población peruana y la segunda vuelta acentuó más las
diferencias entre los que apoyaban a Keiko Fujimori Higuchi y Pedro Castillo
Terrones; podríamos decir que en esta segunda elección se potenciaron los
miedos, las diferencias sociales, el racismo, las opciones religiosas y hasta las
posiciones políticas extremistas de los dos candidatos.
El ganador de la elección fue el profesor Pedro Castillo con un margen del 0.25% a
nivel nacional, trayendo consigo la polarización y posterior división del país; a esto
hay que sumarle el nulo reconocimiento de la candidata Fujimori respecto a los
resultados de la elección. Además, se impugnaron una considerable cantidad de
actas en donde los líderes de los partidos tradicionales (PPC y APRA) formaron
una coalición en contra del candidato ganador; el Jurado Nacional de Elecciones
se demoró casi un mes en declarar a un ganador y por la inminente presión social,
se proclamó a un ganador. José Pedro Castillo Terrones juramentó como
Presidente de la República el 28 de julio del 2021 y desde antes de su
proclamación empezaron a suscitarse una serie de inconvenientes como no tener
un gabinete previsto, recibir a personalidades y amigos en una casa ajena ubicada
en Breña y hasta querer hacer de Palacio de Gobierno un Museo Nacional.
El enfrentamiento que se produjo entre la población y las fuerzas del orden, dejó
como resultado 10 muertos (disparos en la cabeza o el torso) y 61 heridos por
proyectiles disparados con armas de guerra. La ciudad se convirtió en un
escenario de guerra, cerraron los negocios, mercados y tiendas; además se
produjeron saqueos y se incendiaron los edificios del Ministerio Público. Pero eso
no es todo, en Andahuaylas (Apurímac) también se dieron enfrentamientos contra
las fuerzas del orden y hasta se anunció una declaratoria de insurgencia
generalizada exigiendo la salida de Dina Boluarte. También se pedía nuevas
elecciones generales, convocar a una asamblea constituyente y la liberación de
Pedro Castillo; con el transcurrir de los días, las protestas se propagaron a nivel
nacional y las exigencias de liberar al expresidente pasaron a un segundo plano.
En el caso de Puno fue aún más radical, las protestas comenzaron apenas se
capturó al presidente Pedro Castillo y se fue extendiendo hasta abarcar la totalidad
de la región; miles de ciudadanos salieron a marchar a las calles y se registraron
bloqueos de vías en los distritos de Ilave, Desaguadero, Zepita, San Antón, Puno,
Ayaviri, Macusani y San Gabán. Para ser más exactos, las protestas en Puno se
fueron prolongando inclusive hasta el mes de marzo del 2023, en que seis
soldados murieron ahogados al intentar cruzar el río Ilave mientras que otros cinco
fueron rescatados por pobladores locales. Este acontecimiento enlutó a las familias
puneñas y el reclamo se fue orientando hacia los responsables: la presidente Dina
Bouarte, su gabinete y los congresistas.