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DIETAS MENTALES (NEVILLE - 1955)

Hablar con uno mismo es un hábito en el que todo el mundo se consiente. No podríamos
dejar de hablar con nosotros mismos más de lo que podríamos dejar de comer y beber.
Todo lo que podemos hacer es controlar la naturaleza y la dirección de nuestras
conversaciones internas. La mayoría de nosotros somos totalmente inconscientes del
hecho de que nuestras conversaciones internas son la causa de las circunstancias de
nuestra vida.

Se nos ha dicho que “como un hombre piensa en su corazón, así es él.” ¿Pero sabemos
que los pensamientos del hombre siguen los rastros dejados por sus propias
conversaciones internas? Para hacer que los rastros a los cuales está atado vayan en la
dirección en que él quiere ir, él debe apartar su anterior conversación, lo que es llamado
en la Biblia el Hombre Antiguo, y ser renovado en el espíritu de su mente. El habla es la
imagen de la mente; por lo tanto, para cambiar su mente, él debe primero cambiar su
habla. Por “habla” se entiende las conversaciones mentales que mantenemos con
nosotros mismos.

El mundo es un círculo mágico de infinitas transformaciones mentales posibles, pues hay


un número infinito de conversaciones mentales posibles. Cuando el hombre descubra el
poder creativo del hablar interno, realizará su función y su misión en la vida. Entonces él
puede actuar hacia un propósito. Sin tal conocimiento, él actúa inconscientemente. Todo
es una manifestación de las conversaciones mentales que transcurren en nosotros sin
ser conscientes de ellas. Pero como seres civilizados, debemos volvernos conscientes
de ellas y actuar con un propósito.
Las conversaciones mentales de un hombre atraen su vida. En tanto no haya cambio en
su hablar interno, la historia personal del hombre sigue siendo la misma. Pretender
cambiar el mundo antes de cambiar nuestro hablar interno es luchar contra la naturaleza
misma de las cosas. El hombre puede dar vueltas y vueltas en el mismo círculo de
decepciones y desgracias, no viéndolas como causadas por su propio hablar interno
negativo, sino causadas por los demás. Esto puede parecer descabellado, pero es una
cuestión que se presta a la investigación y a la experimentación. La fórmula que el
químico ilustra no es más ciertamente probable que la fórmula de esta ciencia por la que
las palabras son vestidas de realidad objetiva.

Un día una muchacha me contó sus dificultades para trabajar con su patrón. Ella estaba
convencida de que él injustificadamente criticaba y rechazaba sus mejores esfuerzos. Al
escuchar su historia, le expliqué que si ella pensaba que él era injusto, era una señal
segura de que ella misma estaba necesitada de un nuevo tema de conversación. No
había ninguna duda de que ella estaba discutiendo mentalmente con su patrón, pues los
demás sólo se hacen eco de lo que nosotros les susurramos en secreto. Ella confesó que
discutía mentalmente con él durante todo el día. Cuando se dio cuenta de lo que había
estado haciendo, estuvo de acuerdo en cambiar sus conversaciones internas con su
patrón. Ella imaginó que él la había felicitado por su buen trabajo, y que ella a su vez le
había agradecido su elogio y amabilidad. Para gran deleite suyo, pronto descubrió que su
propia actitud era la causa de todo lo que le acontecía. El comportamiento de su patrón
se invirtió. Se hizo eco, como siempre había hecho, de sus conversaciones mentales con
él.

Yo raramente veo a una sola persona sin preguntarme “¿a qué tema de conversación
está atada? ¿En qué misterioso rastro está caminando?” Debemos empezar a tomar la
vida conscientemente, pues la solución de todos los problemas reside justamente en
esto: el Segundo Hombre, el Señor del Cielo en todos nosotros, está tratando de hacerse
autoconsciente en el cuerpo, para que él pueda dedicarse a los asuntos de su Padre.
¿Cuáles son sus labores? Imitar a su Padre, convertirse en dueño del Mundo, en dueño de
su hablar interno, para que pueda moldear este mundo nuestro a semejanza del Reino de
Amor.

El profeta dijo: “Sed imitadores de Dios como hijos queridos.” ¿Cómo imitaría yo a Dios?
Bueno, se nos ha dicho que Dios llama a las cosas que no son vistas como si fueran
vistas, y lo no visto se convierte en visto. Este es el modo en que la muchacha reclamó
elogio y amabilidad de su patrón. Ella mantuvo una conversación imaginaria con su
patrón desde la premisa de que él había elogiado su trabajo, y él lo hizo.

Nuestras conversaciones internas representan de diferentes modos el mundo en el que


vivimos. Nuestros mundos individuales son autorrevelaciones de nuestra propia habla
interna. Se nos dijo que cada mala palabra que los hombres pronunciaran, ellos darían
cuenta de ella. Pues por sus palabras ellos serán justificados, y por sus palabras ellos
serán condenados.
Nos abandonamos al hablar interno negativo, sin embargo esperamos conservar el
mando de la vida. Nuestras conversaciones mentales presentes no retroceden en el
pasado como el hombre cree. Avanzan en el futuro para presentársenos como palabras
gastadas o invertidas. “Mi Palabra,” dijo el profeta, “no regresará a mí vacía, sino que
cumplirá lo que me complace, y prosperará en todas las cosas para las que la envié.”

¿Cómo enviaría yo mi palabra para ayudar a un amigo? Imaginaría que estoy oyendo su
voz, que está físicamente presente, que mi mano está sobre él. Luego lo felicitaría por su
buena suerte, diciéndole que nunca le he visto mejor. Le escucharía como si le oyera;
imaginaría que me está diciendo que nunca se ha sentido mejor, que nunca ha sido más
feliz. Y yo sabría que en esta amorosa comunión consciente con el otro, una populosa
comunión con amorosos pensamientos y sentimientos, mi palabra fue enviada, y no
regresará a mí vacía, sino que prosperará en aquello para lo que la envié.

“Ahora es el momento adecuado, ahora es el día de la salvación.” Sólo lo que es hecho


ahora es lo que cuenta, incluso aunque sus efectos puedan no ser visibles hasta mañana.
No lo proclamamos en voz alta, sino por un esfuerzo interno de intensa atención.
Escuchar atentamente, como si oyeras, es crear. Los acontecimientos y relaciones de la
vida son tu Palabra hecha visible. La mayoría de nosotros robamos a los demás su
voluntad y su capacidad de ser amables y generosos por nuestras actitudes fijas hacia
ellos. Nuestras actitudes se despliegan dentro de nosotros en forma de conversaciones
mentales. El hablar interno desde premisas de deseo cumplido es el modo de crear
conscientemente las circunstancias.

Nuestras conversaciones internas son constantemente plasmadas a nuestro alrededor


en acontecimientos. Por lo tanto, lo que deseamos ver y oír fuera, debemos verlo y oírlo
dentro, pues el mundo entero manifestado va a mostrarnos qué uso hemos hecho de la
Palabra. Si practicas este arte del hablar interno controlado, tú también conocerás qué
emoción es ser capaz de decir: “Y ahora os lo he contado antes de que pase, para que
cuando llegue a pasar podáis creer.” Serás capaz de utilizar conscientemente tu
imaginación para transformar y canalizar las inmensas energías creativas de tu habla
interna desde el nivel mental emocional al nivel físico. Y yo no sé qué límites, si hay
alguno, hay para tal proceso.

¿Cuál es tu fin? ¿Tu hablar interno concuerda con él? Debe concordar, como sabes, si
quieres realizar tu fin. Pues como el profeta preguntó: “¿Pueden dos caminar juntos
excepto que estén de acuerdo?” Y por supuesto la respuesta es: “No, no pueden.” Los
dos que deben estar de acuerdo son tu conversación interna y el estado deseado. Esto
es, lo que tú deseas ver y oír fuera, debes verlo y oírlo dentro. Cada etapa del progreso del
hombre está hecha por el ejercicio consciente de su imaginación haciendo concordar su
habla interna con su deseo cumplido.
Cuando controlamos nuestro hablar interno, haciéndolo concordar con nuestros deseos
cumplidos, podemos dejar de lado todos los demás procesos. Entonces simplemente
actuamos con una clara imaginación e intención: imaginamos el deseo cumplido y
mantenemos conversaciones desde esa premisa. El habla interna correcta es el habla
que sería la tuya si se realizara tu ideal. En otras palabras, es el habla del deseo
cumplido.

Ahora comprenderás cuán sabios eran los antiguos cuando nos decían en la Hermética:
“Hay dos regalos que Dios ha otorgado sólo al hombre y a ninguna otra criatura mortal.
Esos dos regalos son la Mente y el Habla, y el regalo de la Mente y el Habla es
equivalente al de la inmortalidad. Si un hombre utiliza esos dos regalos correctamente, él
no se diferenciará en nada de los inmortales, y cuando él abandone su cuerpo, la Mente y
el Habla serán sus guías, y por ellas será llevado a la legión de los dioses y las almas que
han alcanzado la santidad.”

Con el regalo de la Mente y el Habla creas las condiciones y las circunstancias de la vida.
“En el comienzo era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.” La
Palabra, dijo Hermes, es el Hijo, y la Mente es el Padre de la Palabra. No están separadas
una de la otra, pues la vida es la unión de Palabra y Mente. Tú y tu hablar interno o
Palabra son uno. Si tu mente es una con tus conversaciones internas, entonces ser
transformado en la mente es ser transformado en la conversación. Fue un vislumbre de
la visión más profunda lo que enseñó Pablo al escribir: “Aparta la conversación anterior,
el Hombre Antiguo, que es corrupto, y sé renovado en el espíritu de tu mente. Adopta al
Hombre Nuevo.” “Adoptar al Hombre Nuevo” y “ser renovado en el espíritu de tu mente”,
es cambiar tu conversación interna, pues habla y mente son uno; un cambio de habla es
un cambio de mente.

El profeta Samuel dijo: “El Señor me habló, y su Palabra estaba en mi lengua.” Si la


Palabra del Señor estaba en la lengua del profeta, entonces la boca del Señor que
pronunció la Palabra debe ser la mente del profeta, pues las conversaciones internas se
originan en la mente y producen pequeños movimientos de habla en la lengua. El profeta
nos está diciendo que la boca de Dios es la mente del hombre; que nuestras
conversaciones internas son la Palabra de Dios creando vida sobre nosotros como
nosotros la creamos dentro de nosotros mismos.

En la Biblia se te dice que la Palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para
que puedas hacerlo. “Ve, yo he puesto ante ti en este día vida y bien, muerte y mal,
bendiciones y maldiciones. Elige la vida.” Las condiciones y circunstancias de la vida no
son creadas por algún poder externo a tí mismo; son las condiciones que resultan del
ejercicio de tu libertad de elección; tu libertad para elegir las ideas a las cuales tú
responderás.
Ahora es el momento adecuado. Este es el día de la salvación. Todo lo que sea de buena
relación, piensa en eso. Pues tu futuro será formado por la Palabra de Dios que es tu
hablar interno presente. Tú creas tu futuro por tus conversaciones internas. Los mundos
fueron formados por la Palabra de Dios, esto es, tu hablar interno.

¿Ves ahí los campos? El sésamo fue sésamo, el maíz fue maíz.
El silencio y la oscuridad sabían. Así es la suerte de un hombre nacido.

(La Luz de Asia)

Pues los finales corresponden a los orígenes. Si quieres cosechar éxito, debes plantar
éxito. La idea en tu mente, que inicia que todo el proceso marche, es la idea que tú
aceptas como verdad. Este es un punto importante a captar, pues la verdad depende de
la intensidad de la imaginación, no de los “hechos”. Cuando la muchacha imaginaba que
su jefe era injusto, su comportamiento confirmaba su imaginación. Cuando ella cambió
su asunción de él, su comportamiento reflejó el cambio, puesto que una asunción,
aunque sea falsa, si se persiste en ella se solidificará en hecho.

La mente siempre se comporta de acuerdo con la asunción con la que se inicia. Por lo
tanto, para experimentar éxito, debemos asumir que somos exitosos. Debemos vivir
completamente en el nivel de la imaginación misma, y esto se debe emprender
consciente y deliberadamente. No importa si en el momento presente los hechos
externos niegan la verdad de tu asunción; si tú persistes en tu asunción, se convertirá en
un hecho. Las señales siguen, no preceden.

Asumir un nuevo concepto de tí mismo es hasta ese punto cambiar tu hablar interno o la
Palabra de Dios y es, por lo tanto, adoptar el Nuevo Hombre. Nuestro hablar interno,
aunque no sea escuchado por los demás, es más productivo de condiciones futuras que
todas las promesas y amenazas audibles de los hombres. Tu ideal está esperando a ser
encarnado, pero a menos que tú mismo le ofrezcas parentesco humano es incapaz de
nacimiento. Tú debes definir la persona que deseas ser y luego asumir la sensación de tu
deseo cumplido, con la fe de que esa asunción encontrará expresión a través de ti.

La verdadera prueba de la religión está en su utilidad, pero los hombres han hecho de ella
una cosa a defender. Estas palabras están dichas para ti: “Bendita es la que creyó, pues
habrá un cumplimiento de las cosas que le fueron dichas desde el Señor.” Compruébalo.
Inténtalo. Concíbete como el que tú quieres ser y permanece fiel a esa concepción, pues
la vida aquí es sólo un campo de entrenamiento para la fabricación de imágenes.
Inténtalo y mira si la vida no se forma sobre el modelo de tu imaginación.

Todo en el mundo testimonia el uso o mal uso del hablar interno del hombre. El hablar
interno negativo, particularmente el hablar malévolo y envidioso, es el caldo de cultivo de
los futuros campos de batalla y prisiones del mundo.
A través del hábito, el hombre ha desarrollado una afición secreta por esas
conversaciones internas negativas. A través de ellas justifica el fracaso, critica a sus
vecinos, se deleita en el malestar de los demás y en general vierte su veneno sobre todo.
Tal mal uso de la Palabra perpetúa la violencia en el mundo.

La transformación de uno mismo requiere que meditemos sobre una frase dada, una
frase que implique que nuestro ideal se ha realizado, y afirmarlo interiormente una y otra
y otra vez hasta que estemos interiormente afectados por su implicación; hasta que
estemos poseídos por ella. Aférrate a tus convicciones o “conversaciones” internas
nobles. Nadie puede quitártelas sino tú mismo. Nadie puede impedirles que se
conviertan en hechos objetivos. Todas las cosas son generadas a partir de tu
imaginación por la Palabra de Dios, que es tu propia conversación interna. Y cada
imaginación recoge sus propias Palabras que interiormente ha dicho.

El gran secreto del éxito es una conversación interna controlada desde las premisas del
deseo cumplido. El único precio que pagas por el éxito es abandonar tu anterior
conversación que pertenece al Hombre Antiguo, al hombre sin éxito. El tiempo está
maduro para que muchos de nosotros nos encarguemos conscientemente de crear el
cielo en la tierra. Usar nuestra imaginación consciente y voluntariamente, oír
interiormente y decir sólo lo que esté en armonía con nuestro ideal, es traer activamente
el cielo a la tierra. Cada vez que ejercemos nuestra imaginación amorosamente en
nombre de otro, estamos literalmente haciendo de mediador de Dios para ese otro.

Usa siempre tu imaginación magistralmente, como un participante, no como un


espectador. Al usar tu imaginación para transformar energía desde el nivel emocional
mental al nivel físico, extiende tus sentidos – mira e imagina que estás viendo lo que tú
quieres ver, que estás oyendo lo que tú quieres oír, y tocando lo que tú quieres tocar.
Hazte intensamente consciente de hacer eso. Da a tu estado imaginario todos los
matices y sensaciones de la realidad. Sigue haciéndolo hasta que despiertes dentro de ti
el estado de ánimo del cumplimiento y la sensación de alivio.

Este es el uso voluntario activo de la imaginación, a diferencia de la aceptación


involuntaria pasiva de las apariencias. Por este uso voluntario activo de la imaginación, el
Segundo Hombre, el Señor del Cielo, es despertado en el hombre. Los hombres llaman
imaginación a un juguete, la “facultad de soñar”. Pero realmente es la puerta misma de la
realidad. La imaginación es el camino al estado deseado, es la verdad del estado
deseado y la vida de ese estado deseado. Si te hubieras dado cuenta de esto totalmente,
habrías sabido que lo que haces en tu imaginación es lo único importante.

Dentro del círculo de nuestra imaginación el drama entero de la vida está siendo
representado una y otra vez. A través del uso audaz y activo de la imaginación podemos
estirar nuestra mano y tocar a un amigo a diez mil millas de distancia, y llevar salud y
riqueza a los resecos labios de su ser. Es el camino para todo en el mundo. ¿De qué otro
modo podríamos funcionar más allá de las limitaciones carnales? Pero la imaginación
demanda de nosotros una vivencia más completa de nuestros sueños en el presente.
A través de los portales del presente debe pasar la totalidad del tiempo. Imagina que otra
parte es aquí, y que luego es ahora. Inténtalo y velo. Siempre puedes decir si has
conseguido hacer del sueño futuro un hecho presente observando tu hablar interno. Si
estás interiormente diciendo lo que audiblemente dirías si estuvieras físicamente
presente y físicamente moviéndote por ahí en ese lugar, entonces lo has conseguido.

Y puedes profetizar, desde esas conversaciones internas y desde los estados de ánimo
que ellas despiertan dentro de ti, cuál será tu futuro. Pues sólo un poder hace a un
profeta: la imaginación, la visión divina. Todo lo que encontramos es nuestra Palabra
hecha visible. Y lo que ahora no comprendemos, está relacionado por afinidad con las
fuerzas no reconocidas de nuestras propias conversaciones internas y los estados de
ánimo que ellas despiertan dentro de nosotros.

Si no nos gusta lo que nos está sucediendo, es una señal segura de que necesitamos un
cambio de dieta mental. Pues el hombre, se nos ha dicho, no sólo vive de pan, sino de
cada Palabra que procede de la boca de Dios. Y habiendo descubierto que la boca de
Dios es la mente del hombre, una mente que vive de las Palabras o hablar interno,
deberíamos alimentar a nuestra mente sólo de nobles pensamientos amorosos. Pues
con las Palabras o hablar interno construimos nuestro mundo.

Deja que la mano señorial del amor aumente tu hambre y tu sed hacia todo lo que es
noble y de buena relación, y que tu mente pase hambre antes de levantar tu mano hacia
una copa que el amor no llenó o una taza que el amor no bendijo. Que no puedas nunca
tener que decir otra vez: “¿Qué he dicho? ¿Qué he hecho?, Oh todopoderosa Palabra
humana?”

Traducido por Javier Encina


La conferencia original en inglés es MENTAL DIETS (Neville Goddard – 1955)

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