Marcos 4:38-39 El viento de las relaciones rotas golpea el corazón (job.30:16) El agua de las expectativas no cumplidas que inundan el alma (job. 7:11;10:1;salmos :3;16:9;37:7) Las olas de los sueños rotos que golpea la mente con pensamientos como que esto nunca pasará cuando llegan estás tormentas el hundimiento parece inevitable y se pierde la esperanza (Romanos. 4:8;5:2;5:5;8:24:15:23 y 2 corintios. 1:7) 1. La tormenta nunca está fuera del control de Dios. Jesús no durmió porque fuera indiferente a la situación de los discípulos. Por el contrario, mantenía una confianza tranquila que fluía de Su dominio divino sobre la creación. De hecho, Él ordena este poder sobre cada tormenta que enfrentamos. Todas las cosas están bajo Su protección soberana y Su cuidado vigilante, incluyendo tu tormenta. 2. La tormenta no durará para siempre. Puede parecer que la calma nunca volverá. Pero así como las tormentas físicas pasan eventualmente, así Jesús nos sacará de nuestras tormentas. Jesús habló paz sobre el viento y las olas, haciendo que se detuvieran. Hoy, Él habla esa misma paz en tu tormenta. Su paz es tu herencia, incluso en medio de las aguas turbulentas. 3. La tormenta puede profundizar nuestra fe. Nuestras tormentas infligen dolor, pero también agitan las creencias falsas, los ídolos y otros obstáculos a nuestra santificación. Una vez eliminados estos obstáculos, la fe puede florecer y la confianza puede profundizarse. Puede que nuestros ojos sólo vean restos, pero Dios ve Su labor incansable de redención a nuestro favor. En el Mar de Galilea, Jesús utilizó la tormenta para llamar a Sus discípulos a una vida de mayor confianza. Desde el ojo de la tormenta, Él nos llama a lo mismo.