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Versos yámbicos o trocaicos

La clasificación de los versos en yámbicos o trocaicos es exclusivamente por la posición que ocupa el acento principal
del verso en la penúltima sílaba: si es par –como ocurre en todos los versos de sílabas totales impares- su ritmo es
yámbico, y si es impar, su ritmo es trocaico. Pero esto es solo en lo que se refiere a la penúltima sílaba del verso,
pero puede tener –y de hecho los tiene- otros acentos que no sean el principal de la penúltima sílaba, que se denominan
acentos rítmicos.
Lo que ocurre es que el acento principal o estrófico –en la penúltima sílaba- condiciona bastante los demás acentos,
pudiéndose afirmar que, en general y salvo excepciones, todos los acentos que recaigan sobre sílabas pares en los versos
yámbicos, van perfectamente bien, lo mismo que sucede con los acentos en las sílabas impares de los versos trocaicos.
Veamos unos ejemplos:

Endecasílabo: verso yámbico (acento principal en 10ª). Le van bien todos los acentos que puedan recaer en 2ª, 4ª, 6ª, y
8ª. ¿La excepción? Fundamentalmente los dactílicos, que al acentuar la 1ª, 4ª, 7ª y 10ª, “rompen” completamente con
esta regla principal, y de ahí que no puedan ser usados en compañía de otras clases de endecasílabos.

Dodecasílabo simple: verso trocaico (acento principal en 11ª). Le van bien todos los acentos que puedan recaer en las
sílabas 1ª, 3ª, 5ª, 7ª y 9ª. Es decir, salvo excepciones, hay que procurar que los acentos rítmicos “sigan” al que presenta
el acento principal del verso, que es lo que determina que sea yámbico o trocaico.

Otra cosa distinta son las denominadas cláusulas rítmicas, que se basan en la posición que ocupan los acentos dentro de
cada sílaba. Hay 5 tipos rítmicos:

Trocaico: óo

Yámbico: oó

Dactílico: óoo

Anfíbraco: oóo

Anapesto: ooó

Es decir, si dentro de un verso encontramos acentuadas las sílabas 3ª, 6ª y 9ª (en un verso de 10), decimos que tiene ritmo anapéstico,
aunque el verso sea trocaico (acento principal en 9ª). Pongo como ejemplo:

Golondrina de negros colores

Ritmo anapéstico (acentos en 3, 6 y 9), dentro de un verso trocaico (acento principal en 9ª). Como se puede ver, son dos
cosas diferentes.

Los versos que se construyen ateniéndose a las cláusulas rítmicas son extraordinariamente musicales, porque la
colocación de los acentos les da un ritmo inconfundible. Siguiendo con el ejemplo del ritmo anapéstico, y agregándole
otra cláusula más, tenemos el tridecasílabo simple que es “música pura”: acentos en 3ª, 6ª, 9ª y 12ª. Este verso,
combinaría perfectamente con el anterior, a pesar de que el decasílabo es trocaico y el tridecasílabo es yámbico. ¿Y por
qué? Porque ambos tienen el mismo esquema acentual: 3ª, 6ª, 9ª y 12ª (en el caso del tridecasílabo). En este caso, el
verso más largo parece –y de hecho lo es- una “prolongación” del más corto, y “suena” perfectamente bien.

Conclusión: a la hora de combinar versos de diferente métrica, hay que tener en cuenta el ritmo del verso, que es más
importante que el tipo de verso (yámbico o trocaico). Versos de tipo yámbico pueden “desentonar” muchísimo junto a otros
yámbicos de diferente medida, y en cambio, pueden combinar perfectamente con otros de tipo trocaico, siempre que su
ritmo (cuando hablamos de “ritmo” nos estamos refiriendo a la colocación de los acentos) sea similar.

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