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DPTO.

DE FILOSOFÍA
IES. GUADALQUIVIR (LORA DEL RÍO)

La Filosofía Moral kantiana: el Imperativo Categórico

1. Introducción: la Ilustración

La Ilustración fue un amplio movimiento de ideas, no sólo de carácter


estrictamente filosófico, sino cultural en un sentido lato, que constituyó un “estado de
espíritu” y vino a impregnar todas las actividades literarias, artísticas, históricas y
religiosas. Se extiende y desarrolla aproximadamente durante el siglo XVIII, siglo que
suele denominarse siglo de la Ilustración o siglo de las luces, en razón,
justamente, a la exigencia de claridad, mejor, de clarificación, que se propuso con
respecto a todos los aspectos y dimensiones de la vida humana.

A este propósito conviene hacer dos observaciones:

a) Que toda actitud y reflexión filosófica en general se proponen una


clarificación racional de la vida humana y del mundo; y así cabe hablar de
ilustración tanto, por ejemplo, en la sofística griega, como en sistemas
filosóficos posteriores al siglo XIII. Lo genuino de la ilustración del siglo
XVIII consistirá en una peculiar manera de entender esa clarificación
racional y las cuestiones a ella sometida.
b) Que en cuanto movimiento filosófico y cultural se extiende durante todo un
siglo y en diferentes ámbitos geográficos, culturales y socio-políticos, la
ilustración ni es oportuno estudiarla aquí pormenorizadamente, con detalle
y en sus mutuas diferencias, ni el movimiento ilustrado es separable, salvo
por razones pedagógicas, de aquellos diferentes filósofos que ya han sido
estudiados o lo van a ser (Locke, Hume o el propio Kant)

2. Resumen biográfico y bibliográfico

Su vida (1724-1804) no tuvo nada de excitante ni extraordinario. Hombre de


profunda religiosidad, que se deja traslucir a través de su obra formalmente árida (fue
educado en el pietismo), sobrio de costumbres, de vida metódica, benévolo,
provinciano (solamente una vez salió de Königsberg, su ciudad natal, y no fue lejos ni
por mucho tiempo) y soltero (como Descartes, Spinoza, Locke y Leibniz), Kant encarna
las virtudes de una vida dedicada por entero al estudio y la enseñanza. Profundamente
imbuido en los ideales de la ilustración, Kant profesó una simpatía profunda por los
ideales de la Independencia americana y de la Revolución francesa. Fue pacifista
convencido, antimilitarista y ajeno a toda forma de patriotismo excluyente.

Las obras de Kant suelen distribuirse en tres periodos, que usualmente se


denominan pre-crítico, crítico y post-crítico. El primero corresponde a su filosofía
dogmática, a su aceptación de la metafísica racionalista, siguiendo a Leibniz y Wolff.
Sus obras más conocidas e influyentes fueron escritas en el segundo periodo: la
“Crítica de la Razón Pura” (1781, 1787)), la “Crítica de la Razón Práctica”
(1788) y la “Crítica del Juicio” (1790). Además de estas obras, Kant introdujo una
notable cantidad de obras y opúsculos. La originalidad, el vigor y la influencia de su
pensamiento obligan a considerarlo como uno de los filósofos más notables de la
cultura occidental.

3. Finalidad de la investigación filosófica-moral

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La moral kantiana se expresa a través de su segunda gran “Crítica”, la


conocida como la “Crítica de la Razón Práctica”, a través de la cual Kant va a
intentar establecer qué debe hacer el hombre para que su conducta sea buena
y, por consiguiente, moral. Sin embargo, la tarea no va a ser llevada a cabo
directamente, sino que más bien va a ser posterior al análisis que éste va a realizar a
las llamadas “Éticas materiales”. En el contexto de la filosofía kantiana, el término
Moral ha de ser entendido como aquel territorio al que Kant remite lo que
fueron las aspiraciones de la metafísica especulativa o tradicional, aunque
convenientemente transformadas en su conceptualización, cuando ésta ya
ha perdido todas las posibilidades de demostrar algo en el mundo del
conocimiento. Kant también la denomina Filosofía práctica.

Básicamente, en su filosofía práctica o moral, nuestro pensador alemán va a


llevar a cabo el análisis de la segunda de las cuestiones que resultaban ser las más
importantes para este autor: ¿Qué debe hacer el hombre? (obviamente para que
su conducta sea moral, buena o virtuosa). Es decir, va a llevar a cabo la misma
tarea que en antaño realizan autores como Platón o Sócrates, cuando dilucidaron aquel
conjunto de leyes o máximas morales que debían regir el comportamiento humano
para que tal comportamiento fuera virtuoso.

4. Obras donde lo lleva a cabo

Dentro de la extensa bibliografía kantiana, hay otras obras de un tremendo


carácter ético que resultan necesario que sean mencionadas, como por ejemplo los
“Fundamentos de la metafísica de las costumbres” y la “Metafísica de las
costumbres” que junto con la citada anteriormente segunda “crítica”, conforman las
obras más importantes de este autor de carácter ético.

[En este sentido, y con la finalidad de facilitar la tarea de comprensión por


parte del alumno, éste debe tener claro que esta parte del desarrollo teórico del
presente tema va a estar dividido en dos partes “conceptuales” totalmente
relacionadas:

a) Crítica a las Éticas Materiales; donde el autor va a realizar un examen


exhaustivo de las características de todas las éticas de este tipo con la
finalidad de poner en evidencia todos sus defectos a la hora de responder
satisfactoriamente a la pregunta planteada de ¿qué debe hacer el
hombre?.
b) Formalismo Moral: donde veremos, no solamente la justificación del uso
de esta expresión por parte de Kant, sino también los postulados básicos de
su filosofía práctica.] (Nota del profesor)

5. Crítica a las Éticas Materiales

Son definidas habitualmente como éticas con contenido y poseen las


siguientes características:

a) Son Éticas con contenido o Empíricas, en la medida en que se


encuentran compuestas por un conjunto de normas, leyes o
máximas morales extraídas de la experiencia. Desde el punto de

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vista de Kant, dicha característica invalida toda posibilidad de


considerar válida esta ética en la medida en que se basa en una
fuente que no garantiza la validez universal de todo lo que se
justifica o fundamenta en ella. Para Kant, la experiencia no es
fuente de universalidad alguna, en la medida en que algo puede
verse verificado en un momento y desmentido un momento
después. La ética debe proporcionar al hombre una serie de leyes
morales universalmente válidas y totalmente atemporales.
b) Son Éticas que utilizan Imperativos Hipotéticos, en la medida
en que las leyes, normas o máximas morales que le son impuestas al
sujeto están indicando la realización de una acción por medio de una
condición o coacción. En este sentido, ninguna norma de tales
características podría proporcionar al individuo la autonomía que él
necesita como presupuesto (desde el punto de vista de Kant) para la
posibilidad de realizar una acción moral. El individuo en tales
circunstancias actuaría siempre de forma heterónoma y no
autónoma.
c) Son Éticas Heterónomas, en la medida en que el conjunto de
leyes morales o normas y máximas que el sujeto lleva a cabo en sus
distintas acciones no emanan directamente de su propia razón, sino
que provienen de algo o alguien externo al sujeto mismo.

Consecuentemente, podemos llegar a decir que, a tenor de lo caracterizado


hasta ahora, los preceptos morales propuestos por este tipo de éticas
adolecen de un tremendo carácter empírico, hipotético y heterónomo. Al
mismo tiempo, ejemplos filosóficos de este tipo de ética podrían encontrarse en las
distintas éticas de Sócrates, Platón o el mismo Aristóteles. Por otro lado, un claro
ejemplo de una Ética Material podría encontrarse en el propio “Decálogo”.

Caracterizada esta ética, Kant defiende la inutilidad de sus preceptos en la


medida en que argumenta que la condición indispensable para darse una posible
acción moral por parte de un individuo es la ausencia de coacción externa, de tal
manera que tal precepto o “ley moral” procede directamente de su propia razón. Es
decir; el fundamento de la moralidad del hombre reside en la autonomía de
su razón y de la voluntad respecto a ésta.

6. El Formalismo Moral kantiano

Por el contrario, dichas características de la Ética material son puestas en


entredicho por la caracterización que el propio Kant realiza de su propuesta filosófica,
las cuales, obviamente, resultan mucho más adecuadas que las anteriores para la
correcta guía de las acciones humanas hacia la bondad en las mismas. Esta propuesta
filosófica kantiana se expresa, como ya hemos dicho con anterioridad, en la “Crítica
de la Razón Práctica” a través de una doctrina moral que se conoce,
histórico-filosóficamente, con el nombre de “Formalismo Moral”.

a) Características de la propia Ética

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En dicha teoría moral, Kant establece una primera definición de la propia


expresión utilizada junto con la caracterización de su propuesta. En primer lugar, su
ética es formal en la medida en que se encuentra vacía de contenido ya que no
establece, en ningún momento, ningún fin (Bien Supremo) ni tampoco ningún medio
que nos pudiera acercar mucho más a él. Sus características definitorias serían:

1) No es una Ética empírica: es una ética “a priori” en la medida


en que los preceptos o “leyes morales” son universales y
necesarios para todo sujeto racional. Kant justificaría la posibilidad de la
existencia de tales “leyes” argumentando la necesidad de que éstas
sean elaboradas por parte del individuo independiente de la experiencia,
en la medida que ésta es para el filósofo alemán una fuente nada fiable
de conocimiento: la experiencia desmiente continuamente.
2) No es una Ética hipotética: ya que no utiliza imperativos
hipotéticos, sino imperativos categóricos.
b.1) Imperativos hipotéticos: son aquellos imperativos u
órdenes en la que el fin de la acción está sometida y
condicionada a una “condición” o causa.
(Ej. : “Estudia, si quieres una bici”)
b.2) Imperativos categóricos: son aquellos imperativos u
órdenes en las que el fin no está sometido a ningún tipo de
coacción o causa. Estos podrían ser considerados como
imperativos en el más estricto sentido de la palabra.
(Ej. : “Estudia”)
3)No es una Ética heterónoma: en la medida en que defiende la
autonomía del individuo como condición de posibilidad de una
acción moral por parte del mismo. Para Kant, la “ley moral” o el
precepto moral debe emanar directamente de la razón autónoma del
individuo sin que venga del exterior.

En este sentido, podemos llegar a afirmar que nos encontramos ante una ética
que plantea que una acción moral debe ser equivalente a una acción
responsable consigo mismo y no con los demás. En la misma línea argumental,
podemos llegar, de nuevo, a afirmar que, “por primera vez en la Historia de la
Filosofía”, uno no es bueno con los demás, sino uno es bueno y moral sólo
consigo mismo.

Llegados a este punto, y para entender mejor lo aportado en el párrafo


anterior, se torna imprescindible que revisemos hasta qué punto la pregunta capital de
la “Crítica de la Razón Práctica” ha sido respondida por parte de nuestro filósofo
alemán. El/la alumno/a estará de acuerdo con nosotros en concluir que hasta este
mismo lugar del desarrollo de su teoría moral dicha pregunta aún no ha sido
contestada, si bien se nos ha dado la información preliminar de con qué tipo de ética
estamos tratando. Sin embargo, volvamos a la pregunta central: ¿qué debe hacer un
hombre?] (Nota del profesor)

[Antes de responder a esa pregunta, resultaría necesario conocer cuál fue el


proceso a través del cual el propio Kant llegaría a responder esa pregunta, de tal forma
que en el análisis de tal proceso obtendremos la información de términos restantes
importantes e involucrados en la Filosofía práctica kantiana.] (Nota del profesor)

b) Estudio de los tipos de acciones humanas

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Para Kant, una acción moral es aquella que se realiza conforme a la “Ley”, es
decir: cuando un individuo actúa por deber. Sin embargo, la cuestión comienza a
complicarse en la medida en que ha aparecido un primer término tremendamente
importante para el conocimiento de una acción moral; el DEBER.
Consecuentemente, y para avanzar en el análisis, Kant indagaría sobre ¿cuáles son
las distintas acciones que por deber puede llevar a cabo un hombre?. Una vez
determinadas todas estas acciones, sería una de ellas la que se identificaría como una
acción moral. Establecida la metodología que el propio Kant va a seguir, la cuestión
ahora importante sería identificar y clasificar los distintos tipos de acciones llevadas a
cabo por el hombre. En este sentido, éstas serían las siguientes:

b.1) Acciones conforme al deber: son acciones realizadas por el


sujeto racional conforme o de acuerdo a una Ley moral Heterónoma
(externa): el individuo actúa obedeciendo a una Ley moral otorgada
por un sujeto externo e independiente del sujeto de la acción. Estas
acciones son consideradas como Acciones legales, donde el deber se
entiende por la obligación de la voluntad de obedecer una ley moral
externa.

b.2) Acciones contrarias al deber: son acciones realizadas por el


sujeto cuando desobedece una Ley moral Autónoma (interna): el
individuo actúa en contra y desobedeciendo la Ley moral o precepto
moral impuesta por sí mismo. Estas acciones deben ser consideradas
como Acciones inmorales, donde el deber se entiende por la
obligación de la voluntad de obedecer una Ley moral interna.

b.3) Acciones por puro respeto al deber o por puro deber: son
acciones realizadas por el sujeto racional cuando “OBEDECE UNA LEY
MORAL INTERNA” (Ley moral autónoma) que procede de la propia
razón del individuo: el individuo actúa obedeciendo la Ley moral o
precepto moral impuesta por sí mismo. Estas acciones son las tan
ansiadas ACCIONES MORALES que buscaba Kant para establecer el
análisis de las condiciones de posibilidad de las mencionadas acciones.
Por último, podemos llegar a decir, que en estas acciones el deber se
entiende como la obligación de la voluntad de obedecer una ley moral
interna.

c) Estudio de las condiciones de posibilidad de las acciones humanas

Una vez establecida la clasificación de los distintos tipos de acciones que


pueden ser llevados a cabo por el sujeto racional, Kant determinará las condiciones de
posibilidad de la realización de una acción moral por parte del hombre, estableciendo
que tales condiciones sean las siguientes:

a) Una Razón autónoma y legisladora: por parte de Kant resulta


totalmente imprescindible que el sujeto racional se autolegisle, de
tal forma que sea él y no algo o alguien ajeno a él el que determine
el conjunto de leyes morales y preceptos morales que deban
regir su conducta. Las Leyes morales deben emanar directamente

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de la razón del propio sujeto racional y tales leyes morales deben


emanar, igualmente, no de los sentidos ni de las pasiones, sino de la
misma razón. En este sentido, la Razón es autónoma (no depende
de nadie ni de nada) y legisladora (no recibe las Leyes morales:
las crea).
b) Una Voluntad Buena en sí misma: de la misma manera, la
Voluntad sería el elemento encargado de ejecutar aquellas
leyes o preceptos morales que emanan directamente de la
razón. Sin embargo, como el mismo alumno será consciente de ello,
no siempre obedecemos con la misma facilidad y entusiasmo. Esto
nos lleva a la justificación, por parte, de Kant de esa Bondad que
debe acompañar a la actuación de la voluntad: ésta no sólo debe
obedecer a la razón sino que debe querer obedecer a la
razón.
c) Un Imperativo categórico que se convierte en el requisito
formal que garantizará la validez universal de todas las leyes
o preceptos morales legislados por el propio individuo. Este,
debe tenerlo muy en cuenta el alumno, es un elemento
imprescindible en la medida en que su ausencia determinaría que las
leyes morales legisladas por la razón de un sujeto no
valdrían para otro u otros, con lo que estaría el sistema moral
kantiano cayendo en el más absoluto Relativismo. Y es,
precisamente lo contrario, lo que busca afanosamente el propio
Kant.

Este imperativo categórico tiene muchísimas formulaciones.


Sin embargo, el alumno deberá tener en cuenta, para facilitar su
comprensión, una de las formulaciones más habituales:

“Obra de tal manera que quieras que tu máxima se


convierta, por tu propia voluntad, en Ley Universal de la
Naturaleza”

No sería ni más ni menos que el archiconocido refrán popular de


“No le hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti”. En
este sentido, Kant tiene la absoluta confianza en que la aplicación de
este requisito garantiza la validez universal de las leyes morales o
preceptos morales propuestos por un sólo individuo para
todo sujeto racional. No sería más que la condición necesaria
para que una ley moral tuviera la posibilidad de ser universalmente
válida.

d) Los Postulados de la Razón en su uso Práctico o Regulativo:


éstos deben ser considerados como los elementos necesarios o las
condiciones de posibilidad para la realización de toda acción
moral por parte de un sujeto racional. Dichos postulados son
concretamente los siguientes:

d.1) La inmortalidad del alma: ha de ser supuesta esta idea


en la medida en que posibilita la libertad de la voluntad,
entendiéndose, por tanto como el soporte para poder postular en
el mundo la existencia de la libertad. Realmente sería la

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condición indispensable para que el sujeto racional tuviese la


“oportunidad” de llevar a cabo una vida “absolutamente moral”.
d.2) La Libertad: es la capacidad, presupuesta en el ser
humano, para determinarse su voluntad y, en consecuencia, para
poder establecer el campo de la moralidad humana. En este
caso, ésta sería la condición de posibilidad de la realización
de una acción autónoma por parte de todo sujeto
racional.
d.3) El Dios: sería el ser necesario que garantiza la unión e
identificación del ser junto con el deber ser, garantizando al
mismo tiempo el “premio” que todo sujeto racional obtendría al
realizar una acción moral; la felicidad. Ésta, al mismo tiempo,
sería la respuesta otorgada a otra de las cuatro cuestiones
importantes planteadas por la filosofía kantiana: ¿qué le cabe
esperar al hombre cuando éste hace lo que debe?. La
respuesta kantiana sería rotunda: cuando uno actúa por
puro respeto al deber, obtiene la felicidad.

d)¿Qué es lo que gana el individuo con la realización de este tipo de


acción?

Pregunta ésta que ya ha sido contestada adecuadamente en el apartado


anterior al hablar de uno de los Postulados de la razón Práctica; Dios. La
respuesta a esta pregunta reside en la anhelada felicidad (que han afanosamente fue
buscada durante el periodo de la filosofía helenística), que se conseguiría cuando un
sujeto moral hace lo que debe: obedecerse a sí mismo y actuar conforme a las
leyes dictadas por su propia razón. Al respecto, sería Dios quien garantizase la
consecución de tal premio tras este tipo de comportamiento.

[ El/la alumno/a podría ver aquí un gran paralelismo entre las posturas
socráticas y kantiana al respecto, con la excepción de la aparición de Dios en el
segundo planteamiento con la finalidad de garantizar esa unión indisoluble entre
bondad y felicidad] (Nota del profesor)

7. Otros planteamientos éticos

7.1. Planteamientos clásicos: Platón y Aristóteles

La Moral platónica

Frente al relativismo moral de los sofistas, Sócrates estaba convencido de que


los conceptos morales pueden ser fijados racionalmente mediante una definición
rigurosa: aun cuando resulte difícil de definir, por ejemplo, el concepto de justicia, éste
puede ser definido y la búsqueda de su definición constituye una tarea ineludible y
urgente para todo ser humano que no viva su vida irreflexivamente, así como para
toda sociedad que pretenda configurarse de acuerdo con un orden razonable. Platón
participa de esta convicción socrática, más aún, el carácter absoluto de los
conceptos ético-políticos encontró su expresión más radical en la teoría de las Ideas
(existencia de la Justicia en sí, la Bondad en sí, etc.) independientes de las opiniones
humanas acerca de ellas.

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Partamos pues, de que es posible definir la justicia de un modo absoluto, de


acuerdo con la convicción socrática y platónica. ¿Cómo definirla?. Los sofistas habían
señalado claramente el camino: analizando la naturaleza humana. Platón acepta este
planteamiento de los sofistas, si bien rechaza las conclusiones de sus análisis.

Según los sofistas, las únicas leyes naturales son la búsqueda del placer
y el dominio del más fuerte. Pues bien, esta doctrina moral se basa, según Platón,
en un análisis incorrecto de la naturaleza humana; al tomar como modelos de
comportamiento natural a los animales y a los niños, los sofistas prescindieron del
aspecto más característico del hombre, la Razón. Un análisis de la naturaleza humana
que no tiene debidamente en cuenta ni la existencia en el hombre de la Razón ni su
rango de facultad suprema, no puede servir para definir correctamente la justicia.

Para definir la justicia, así como el resto de los conceptos político-morales, es


necesario, por tanto, analizar correctamente la naturaleza humana. Además de Razón,
el hombre posee otras tendencias y facultades. Recordamos que para Platón el alma se
desarrolla a través de tres facultades: racional, irascible y concupiscible. La Justicia
consistirá en la ordenación de estas tres partes, en la posición por cada una de ellas de
la virtud o disposición que le es propia: prudencia, fortaleza y templanza,
respectivamente.

Al tomar en consideración otras instancias de la naturaleza humana (irascible y


concupiscible) además de la racional, teniendo en cuenta la ordenación armónica de
todas ellas, Platón evita un intelectualismo exagerado, sin renunciar por ello a la Razón
como principio rector.

La moral aristotélica

El planteamiento ético aristotélico se desarrolla a través de tres aspectos muy


importantes:

a) Aristóteles parte en su ética del principio (1º de su ética) de que el fin


último, la meta última de todo ser humano es la felicidad. Con esta afirmación,
estarán de acuerdo seguramente todos los hombres sea cual sea su credo o
convicciones. El desacuerdo comienza al concretar en qué consiste la felicidad. Se trata
de una dificultad seria para toda teoría moral: ¿cómo determinar en qué consiste la
felicidad?.

b) Ante esta pregunta, caben básicamente dos actitudes. La primera consistiría


en dejar que cada uno decida individualmente y a su arbitrio qué es lo que puede
hacerle feliz: tal actitud renunciaría a encontrar un modelo universalizable de felicidad,
desentendiéndose de la pregunta sin intentar siquiera contestarla. Si, por el contrario,
se adopta una actitud teórica, como hace Aristóteles, la pregunta solamente puede ser
contestada analizando la naturaleza humana. Como los sofistas, como Platón, como
todos los filósofos griegos, Aristóteles se vuelve al estudio de la naturaleza humana
estableciendo un segundo principio: cada ser es feliz realizando la actividad
que le es propia y natural.

Este principio, según el cual la felicidad consiste en el ejercicio de la actividad


propia de cada ser, es una consecuencia que se sigue lógicamente de la concepción
teleológica de la naturaleza vista por Aristóteles.

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En efecto, si todo ser natural tiende a realizar determinadas actividades, el


ejercicio de éstas traerá consigo la satisfacción de sus tendencias y, con ello, la
perfección y la felicidad. Ahora bien, la actividad más propia y natural del hombre,
aquella que corresponde más adecuadamente a la naturaleza de éste, es la actividad
intelectual. La forma más perfecta de felicidad sería, por tanto, la actividad
contemplativa.

Pero Aristóteles sabe (Platón ya lo había subrayado) que el hombre no es sólo


razón, entendimiento. Una vida dedicada a la contemplación solamente sería posible si
el hombre no tuviera necesidades corporales, problemas económicos, interferencias
sociales, etc. Este ideal de felicidad y perfección es, pues, irrealizable para la
inmensa mayoría de los hombres, y aún aquéllos que pueden dedicarse a la
contemplación solamente pueden hacerlo durante escasos períodos de tiempo a lo
largo de su vida.

El hombre no puede, pues, alcanzar esta felicidad absoluta propia de Dios, sino
que ha de contentarse con una felicidad limitada. La consecuencia de esta forma
rebajada de felicidad exige la posesión de las virtudes morales para regular las
tendencias propias y el trato con los demás, así como la posesión de ciertos bienes
corporales y exteriores.

d) Clasificación de las virtudes morales

En su reflexión acerca de la virtud, Aristóteles distingue dos tipos de virtudes en


el ser humano: las virtudes intelectuales que perfeccionan el conocimiento y las
morales, que perfeccionan el carácter, el modo de ser y comportarse.

La expresión “virtud intelectual” puede resultar extraña ya que estamos


acostumbrados a hablar de virtudes sólo en el ámbito de la moral. Para entender el
sentido de tal expresión, hay que tener en cuenta que la palabra griega que suele
traducirse como virtud (aratè) significa excelencia: las virtudes intelectuales son
excelencias, hacen que nuestro conocimiento sea excelente; las morales hacen que
nuestra conducta o carácter sea igualmente excelente.

7.2. Planteamientos empiristas: el Emotivismo moral de Hume

De forma muy genérica, debemos de hablar de la obra filosófica por excelencia


de Hume, la cual, ya en buena parte ha sido suficientemente analizada en los puntos
anteriores respecto al principio empirista y a los contenidos mentales necesarios para
llevar a cabo los proceso cognoscitivos del hombre. Sin lugar a dudas nos estamos
refiriendo al Tratado de la naturaleza humana, donde el propio Hume intenta
realizar una Ciencia del hombre a través de un estudio científico, de corte
Newtoniano, de todos los aspecto importantes de la naturaleza humana.

Dentro de esta pretenciosa empresa, sólo, con la información redactada


anteriormente, hemos sido capaces de vislumbrar una mínima parte de ésta. Sin
embargo, dentro de ella también ocupan un lugar importante la política y la moral o
ética, en un intento de llevar a cabo un estudio tremendamente global y
omniabarcante de la naturaleza humana.

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Respecto a la política realizada por Hume, éste se mostraría mucho más


consecuente con el empirismo que la teoría política establecida por el propio Locke:
para Hume los supuestos “estados de naturaleza” y “pacto social” defendidos por
Locke sólo son posibles calificarlos de ficciones indemostrables. Para Hume es la
misma utilidad de los hombres lo que justificaría y explicaría la formación de las
sociedades a partir de la célula familiar. En este sentido, no hay que buscar una
fundamentación a la legitimidad del poder; éste es un hecho, una experiencia que se
funda a su vez en otros hechos o experiencias (por ejemplo, usurpación, toma del
poder, transmisión hereditaria, elecciones democráticas, etc..).

Por su parte, en el campo de la moral, su empirismo le lleva a


rechazar el fundamento racional de los juicios morales, para basarlos en las
emociones. Para Hume el origen de los juicios y actos morales no está en la misma
actividad de la razón, sino más bien en el sentimiento de aprobación y rechazo
que se tenga sobre el objeto en cuestión. En un intento de contextualizar, nunca
olvidemos que la ética debe ser considerada como aquel conjunto de principios,
normas y valores a través de los cuales se emiten juicios sobre el bien y el mal a la luz
de la razón, que cada cual ha elaborado para orientar su conducta.

Centrándonos en este último punto, su doctrina moral, para mayor claridad,


puede quedar dividida en dos partes, que coincidiría con dos de los tres libros que
componen el Tratado; en primer lugar (libro segundo del citado libro titulado De las
pasiones) donde estableciendo un detallado análisis de la naturaleza afectiva del
hombre, donde se nos daría una detallada información de las pasiones humanas, se
criticará, posteriormente, el racionalismo moral. En segundo lugar (libro tercero
titulado De la moral), utilizando la información obtenida en el anterior libro, marca las
bases de su emotivismo moral.

De forma general, podemos llegar a decir que el punto de partida de la ética de


Hume es consecuencia directa de su propio escepticismo al mantener la idea de que es
el sentimiento mismo lo que construye nuestra alabanza o admiración sin
preguntarnos la causa de su satisfacción.

El punto de partida de la crítica de Hume es la crítica realizada al racionalismo


moral. Dicha crítica se fundamenta en el rechazo de la razón como único y verdadero
fundamento de los juicios y acciones morales porque los juicios morales sirven para
determinar nuestro comportamiento y la razón no puede determinar dicho
comportamiento. La causa de tal rechazo reside en la identificación que el propio Hume
hace del conocimiento racional o razón. Éste se presenta como un conocimiento de
hechos o, igualmente, un conocimiento de ideas (basado en las relaciones establecidas
entre ellas).

El primer tipo de conocimiento, el conocimiento de hecho consiste en el


conocimiento adquirido por la razón de hechos concretos y no de juicios morales. El
hecho no es en sí mismo ningún juicio moral, sino que más bien éste último consiste
en una valoración interior al individuo basado en el sentimiento de placer o displacer
que pudiera provocar ese hecho concreto. Consecuentemente, mientras no lleguemos
al sentimiento, no habrá juicio alguno.

En segundo lugar, el conocimiento basado en relaciones de ideas (propio


de las ciencias formales como la lógica o la matemática) es un conjunto de información
obtenida por la razón que por sí misma no impulsa a realizar ningún tipo de juicio.

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Consecuentemente, la razón no puede ser nunca fundamento alguno de los


juicios y acciones morales. Tal crítica desembocará en la postulación y defensa del
emotivismo moral de Hume. Emotivismo moral que se caracterizaría por la
defensa de varios elementos involucrados en el acto y enjuiciamiento moral:

a) La simpatía o “comunicación simpatética”, en virtud de


la cual tenemos un determinado sentimiento que nos vincula
a una determinada persona, haciendo posible que nos
“podamos poner en su mismo lugar”, aunque eso sea
sólo posible metafóricamente.
b) Los sentimientos de placer y displacer que tenemos en
relación a los múltiples objetos que nos rodean, siendo éstos
los factores determinantes de los juicios morales sobre la
bondad o maldad de éstos.

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