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Yo soy
Maestro
Historias de Vida
y Transformación II
2024
FUNDACIÓN
C TRADECUN
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Yo soy
Maestro
Historias de Vida
y Transformación II
2024
FUNDACIÓN
C TRADECUN
1
““
Yo soy
Maestro
Historias de Vida
y Transformación II
Una Publicación de
Copyright 2024
ISBN: 978-958-57717-2-7
Proyecto liderado y
compilado por:
COMITÉ DE COMUNICACIONES
COOTRADECUN
En compañía de
FUNDACIÓN COOTRADECUN
Impreso en Colombia
en los talleres grácos de
IMPGRAF LTDA.
Bogotá - Colombia
Marzo 2024
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Agradecimientos .... 5
Prólogo .... 75
Presentación .... 95
Introducción .... 13
Directivo docente:
Ricardo Pulido Rueda
IED Nuestra Señora de la Gracia
El Mejor Escenario Del Mundo Bojacá - Cundinamarca .... 68
Marcela Escobar
Escuela Tecnológica
Instituto Técnico Central
Los Retos De La Profesión Bogotá - Colombia .... 76
3
Jackson Beltrán Rodríguez
Colegio Alexander Fleming IED-
Secretaría de Educación
¡No Quiero Ser Docente! de Bogotá - Colombia .... 90
Proyecto Ensamble,
La Música como Herramienta Por: Jésica Báez Lehner
de Transformación Social Quillota - Chile .... 106
Historia De Vida
Como Persona Profesional, Héctor Eduardo Rodríguez Beltrán
Docente Y Directivo Docente Bogotá - Colombia .... 122
4
A nuestros seguidores de historias
Comité de Comunicaciones
Período 2021 - 2025
Fundación Cootradecun
Edición
Manuel Pérez Torres
Corrector de Estilo
Karen Lizeth Rodríguez Benavides
5
Patricia Quevedo Castañeda
No estoy segura si fue allí, pero más allá de esas escenas, la admiraba por su
calidez, paciencia y rmeza, cualidades que también aplicaba al aconsejarme sobre
valores y la importancia de tener un proyecto de vida. Siempre estuvo dispuesta a
ofrecerme su consejo, a recordarme que las mujeres también podemos destacar
como profesionales, y a alentarme ante malas notas o momentos difíciles.
Admiraba a mi madre más allá de las aulas, y cada día continúo haciéndolo. Ella
ha sido la responsable de sembrar en mí la vocación de ser maestra, mostrándome
que ser docente no se limita a un trabajo o una profesión, sino que es una parte
intrínseca de quien uno es, de cómo nos relacionamos con los demás y cómo tejemos
redes en este vasto mundo.
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Cada una de las conmovedoras historias compartidas en “Yo soy maestro”, nos
permite conectarnos con las experiencias íntimas de maestros y maestras. Estas
trayectorias no solo hablan de su desarrollo profesional y técnico, sino también de
sus sueños, fantasías, metas alcanzadas, frustraciones, temores y fortalezas. A
través de estas historias valientes, nos transmiten relatos de superación.
¿Qué más podríamos desear como maestros que no sea lograr que nuestros
alumnos deseen aprender y adquieran la habilidad de aprender por sí mismos? Una
vez alcanzado este objetivo, todo lo demás uye de manera orgánica. Un maestro
que fomenta de manera continua esta capacidad asegura que el alumno desarrolle
un interés por una variedad de temas y contenidos, que aspire a ir más allá y que
mantenga una sed constante de conocimiento y descubrimiento. Con el tiempo, este
interés guiará la formación de su identidad, facilitará la denición de su proyecto de
vida y promoverá su desarrollo profesional; todo ello será una consecuencia
natural.
En las líneas y narrativas de la obra: “Yo soy maestro”, cada docente evoca
imágenes y recuerdos que no solo forman parte de su propio crecimiento
profesional, sino que también involucran a diversos miembros de las comunidades
a las que pertenecen.
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desempeñaron los maestros en la vida de sus comunidades. No solo compartieron
sus conocimientos académicos en las aulas, sino también sus experiencias de vida,
sus aspiraciones y sus afectos profundos, deseando fervientemente que sus
alumnos superaran los desafíos y lograran crecer, desarrollarse y alcanzar sus
metas.
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Por: Salomón Rodríguez Piñeros
Docente Colombiano
Coordinador del Comité de Comunicaciones
E sta segunda edición de la obra que tiene en sus manos forma parte de un
desafío asumido por el comité de comunicaciones de la Cooperativa
COOTRADECUN de Colombia varios años atrás. En nuestra primera
edición (Maestros de carne y hueso), se destacaron las memorias, anécdotas e
ilusiones de los docentes que participaron en este proyecto inicial tan inspirador. El
propósito actual es crear un espacio para que los maestros compartan sus historias
de vida en el aula y en su quehacer. En esta segunda entrega, "Yo soy maestro:
Historias de vida y transformación social II", las fronteras se han expandido, y los
sueños recorren diversas escuelas en diferentes rincones de América Latina, donde
la voz de los docentes resuena fuerte, duradera y por siempre.
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Cuando surgió esta idea, nuestro propósito era conocer las historias de grandes
maestros, y este objetivo se ha cumplido con resultados que superaron las
expectativas. El libro no se limitó al Comité de Comunicaciones de
COOTRADECUN, ni mucho menos a Colombia; el texto ha viajado por diferentes
lugares del mundo donde las letras no conocen fronteras. Al expandirse el
propósito por diversas latitudes, se hicieron presentes las intenciones de muchos
docentes que pidieron un espacio para contar sus maravillosas historias.
Deseo expresar mi más sincero agradecimiento a todas las personas que han
contribuido a la realización de esta obra: al profesor Carlos Rico Godoy, Gerente de
la Cooperativa COOTRADECUN, al consejo de administración (periodo 2021 –
2025), a los maestros que forman parte del comité de comunicaciones y a los
colaboradores de la fundación, responsables de rastrear y dar seguimiento a cada
una de las historias que se narran en estas páginas. Hago un reconocimiento
especial a mis colegas cuyas vidas se han compartido en estas cuartillas llenas de
remembranza y emoción. Desde Argentina hasta México, desde las Antillas hasta
las montañas colombianas, en cada rincón donde los profes han ejercido su loable,
altruista y humana labor, quiero expresar mi profunda gratitud a todos ellos.
10
Por: Carlos Arturo Rico Godoy
Gerente General COOTRADECUN
El libro que está explorando en este momento, “Yo Soy Maestro…”, Historias de
vida y transformación II, tiene una intención muy especial, concebida por el comité
de comunicaciones como parte de uno de los objetivos indirectos de la cooperativa:
fomentar la participación y fortalecer el sentido de pertenencia a través del
componente colaborativo de quienes forman parte de la organización. Las letras y
las historias que se presentan en estos escritos son el elemento que, de la mano de la
escritura, destaca la vida y obra de los docentes que se han dedicado a evidenciar su
labor y su lucha pedagógica. Todo esto, en aras de la defensa de los derechos de los
niños, la resistencia de las comunidades y una labor social que transforma la
sociedad mediante las prácticas pedagógicas.
Cuando el comité de comunicaciones propuso la idea de crear una obra con las
historias de los maestros, no hubo dudas al respaldar esta iniciativa. Lo hicimos en
virtud de nuestra historia cooperativista, reconociendo el valor intrínseco de la
profesión y, sobre todo, por la oportunidad de preservar en la posteridad la
memoria de aquellos que contribuyen a construir la nación desde las aulas.
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Esta versión internacional nos llena de orgullo. Estamos alcanzando nuevos
horizontes gracias a las relaciones interinstitucionales, lo que ha permitido que
otras comunidades conozcan nuestra labor social. A través de este intercambio de
aprendizajes, elevamos la importancia de la tarea educativa desempeñada por los
maestros, esencial para destacar el valor y aporte de la pedagogía en cada rincón
donde la voz de un maestro alcanza a sus estudiantes y sus territorios, a través de
sus prácticas cotidianas de formación.
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El compilador y autor del siguiente escrito ofrece a los lectores 21 historias de
vida de maestros. Cada una de estas historias está respaldada por enseñanzas,
experiencias, pasiones, alegrías, tristezas, estrategias pedagógicas, metodologías y
reexiones. Estas narrativas han sido identicadas en 21 instituciones educativas a
través de un recorrido académico en estas, que, aunque distantes una de otra,
comparten similitudes en algunos aspectos. Al respecto, pareciera que la vida del
maestro es análoga en cualquier lugar donde se encuentre, ya sea dentro o fuera de
su país.
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La iniciativa de recopilar experiencias de escuela, siguiendo la línea de lo hecho
por Lomas en su libro “La vida en las aulas”, demuestra un valioso esfuerzo por
compartir y aprender de las vivencias de los colegas. La selección de historias de
maestros que comparten sus experiencias, estrategias y sucesos cotidianos ofrece
un recurso valioso para docentes y lectores interesados en mejorar su práctica
educativa y enriquecer su vida en el ámbito escolar.
Edgar Cruz narra en su historia que su gran éxito como maestro radica en
ocuparse más de la persona que de los contenidos, que a menudo se imponen. En su
enfoque educativo, el apoyo de herramientas artísticas como el arte, la música y la
pintura ha conformado un matrimonio pedagógico. Entre sus estrategias, destaca la
importancia de conocer a sus alumnos más a fondo y trascender las paredes de la
escuela, contribuyendo así a ser un buen maestro. Además, el docente subraya la
importancia de detectar talentos, creyendo que cada alumno trae consigo un talento
que hay que ayudar a identicar, extraer y, de ser posible, fortalecer.
Martha Inés, al igual que muchos maestros, comparte en su historia que decidió
ser maestra a pesar de que la profesión es subvalorada y poco apreciada,
especialmente por aquellos que nunca han estado en un aula con 40 o más
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estudiantes. Según su experiencia, tener claridad en los objetivos y motivaciones es
clave para hacer que la vida de maestra sea más placentera. Entre las estrategias que
aplica, destaca la necesidad de trabajar de manera interdisciplinaria e integrar de
manera objetiva su asignatura con otras áreas. Asimismo, enfatiza dar
protagonismo al estudiante, evitando priorizar únicamente la transmisión de
conocimientos y centrándose más en el trabajo colaborativo y la exploración de
talentos.
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Marcela Escobar describe que los sueños se van construyendo desde la infancia,
y el suyo se fue congurando desde que, a temprana edad, jugaba a ser maestra,
actividad que realizaba con sus hermanos y en ocasiones con algunos vecinos del
barrio. La experiencia relatada por la maestra Escobar es conmovedora al resaltar su
interacción y trabajo con comunidades marginadas, con mujeres y hombres en
situación de riesgo ante el consumo de drogas, violencia y abuso sexual, además de
las necesidades afectivas que carece una parte representativa de la población. Entre
los métodos que aplica, resalta la paciencia y el amor, así como la búsqueda de
estrategias para el desarrollo de habilidades colaborativas y multidisciplinarias.
Tales aspectos han sido de gran ayuda en su labor, permitiéndole ser la persona y
maestra que es hoy.
Velandia expresa que ha aprendido a entender que sus alumnos son diversos:
algunos son alegres, otros indiferentes, algunos deprimidos, necios o sensibles.
Ante todo, ella destaca la importancia de comportarse como la maestra que desearía
tener para sus propios hijos. Similar a lo planteado por Marcela, Andrea describe
sus experiencias con la población LGBTI, habitantes de calle, migrantes, entre otros,
para lo cual se requiere más que ser maestra, y esto no es reconocido por aquellos
que denigran de nuestra profesión.
Jackson Beltrán titula su escrito con la frase "No quiero ser docente" debido a la
inuencia de uno de sus maestros, quien le decía que esa profesión no era la mejor
opción. Sin embargo, a pesar de esta opinión, él sentía que tenía la vocación para ser
maestro y la valentía necesaria para asumir el liderazgo requerido para convertirse
en un profesional de la docencia. En su narración, Beltrán menciona que las
capacidades y habilidades que adquirió le permitieron convertirse en un maestro y
líder, a pesar de enfrentar complejas vicisitudes en su ámbito docente.
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que el aprendizaje y la enseñanza deben trascender los muros del aula y la
infraestructura escolar.
Luis Enrique, en su juventud, también fue motivado por uno de sus maestros de
bachillerato. Desde entonces, ha recorrido diferentes espacios, trayectos y
momentos, desempeñándose como líder sindical para orientar a la comunidad
sobre el derecho a la educación. A lo largo de sus experiencias, ha enfrentado
graticaciones y momentos llenos de tristeza y desolación. Su interés radica en
orientar de la mejor manera posible a los estudiantes con los que se ha encontrado en
el camino de la docencia, algunos en situaciones de alto riesgo y en regiones donde
la violencia ha marcado una constante diaria en la vida de estas personas.
El profesor destaca una estrategia lúdica que aplica, utilizando sonidos del
ambiente, animales y motores, así como otros sonidos que encuentra en el entorno.
Este enfoque ha resultado favorable en sus procesos educativos. La experiencia de
Héctor reeja creatividad y sirve como ejemplo para aquellos que buscan innovar
en su profesión docente.
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de agrupar asignaturas para formar ciudadanos comunicativos, reexivos,
creativos, solidarios, espirituales y activos. La pasión del maestro se centra en la
enseñanza y en el deseo de mejorar la calidad de la educación.
Una de las reexiones más signicativas que comparte el docente con pasión es
la importancia de reconocer que en la escuela no solo se trata de estudiar y enseñar,
sino también de forjar lazos de amistad y crear ambientes de convivencia y
camaradería. John Jairo destaca que el magisterio es una profesión compleja pero
también una de las más graticantes.
Karina subraya la importancia de tener presente que los niños, las niñas y los
jóvenes van a la escuela en busca de aprendizajes, pero también en búsqueda de
afectos que a veces carecen en su hogar o familia. Entre sus recomendaciones,
destaca la importancia de aprender a través del compartir, la colaboración, la ayuda
mutua y la solidaridad, principios fundamentales para una adecuada calidad en la
educación. Además, enfatiza en la necesidad de tener cuidado y no asumir que los
estudiantes llegan a la escuela con la cabeza vacía, ya que hay mucho que aprender
de ellos.
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Yeins Paola, en su narración, comparte que de joven deseaba sumergirse en los
misterios de las ciencias y la exploración de sus vastos dominios. Sin embargo, como
dice el dicho, todos los caminos conducen a Roma, y el camino de la docencia le
apareció debido a su contacto con la niñez y la juventud. Paola destaca que los niños
y los adolescentes enamoran. A lo largo de su carrera, ha recorrido diversos
caminos, desde colegios privados, a veces mal remunerada y ocasionalmente
maltratada, pero siempre enamorada de la educación.
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La cooperativa y la Fundación, comprometidas con la transformación
pedagógica, esperan que estas experiencias inspiren y generen nuevas ideas para
hacer de la escuela un lugar acogedor. El objetivo es ganarse el corazón de los
estudiantes, padres de familia y la sociedad en general, contribuyendo a la
construcción de una sociedad más solidaria y cooperativa.
Como menciona Santos Guerra en su libro 'Pasión por la escuela', la tarea de los
maestros es sublime y arriesgada al trabajar con la mente y el corazón de los niños y
jóvenes. Esta reexión subraya la importancia de la labor docente y resalta la
necesidad de apreciar y apoyar a quienes tienen la responsabilidad de formar a las
nuevas generaciones
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María Elena Aviña Cervantes
Ciudad de México
Escuela Secundaria 78 República de Paraguay
Ciudad de México
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H ace 31 años, inicié mi carrera como docente en una escuela nocturna. Esta
modalidad se distingue por acoger a estudiantes que, por diversas
circunstancias de la vida, no han podido dar continuidad a sus estudios. Este
espacio representa una oportunidad invaluable para aquellos que buscan concluir
su educación primaria o secundaria, según las necesidades individuales de cada
estudiante. Requisito fundamental: ser mayor de 15 años.
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De mi experiencia en la escuela nocturna guardo recuerdos entrañables, como la
enorme sonrisa de Carlos, un alumno de unos 30 años que logró obtener su
certicado de secundaria después de un arduo esfuerzo. A pesar de vivir en un
entorno familiar marcado por la violencia, Carlos demostró una increíble
perseverancia. También recuerdo a una alumna que trabajaba como empleada
doméstica y enviaba todo su salario a su madre para ayudar a construir un cuarto en
la región de Oaxaca, su lugar de origen. Estos ejemplos son testimonio del
compromiso y la dedicación de nuestros estudiantes, así como de sus luchas
personales y sacricios por alcanzar sus metas educativas y familiares.
Dos años más tarde, gracias a Bertha, quien además de ser colega en la escuela
nocturna es una gran amiga, obtuve la oportunidad de impartir clases de historia en
el nivel de secundaria. Esta oportunidad surgió a pesar de no haber completado mi
carrera en Derecho. Alternaba mis clases de historia por las mañanas con las de
español en la escuela nocturna. Sin embargo, enfrentaba desafíos al tratar con
adultos y adolescentes que tenían grandes inquietudes, y mi preparación resultaba
insuciente para satisfacer sus necesidades educativas. Fue entonces cuando la
maestra Rosario, directora de la secundaria donde trabajaba, me sugirió inscribirme
en la Universidad Pedagógica Nacional para mejorar mi formación como docente.
A partir de ese momento, comencé a cursar la Licenciatura en Educación los
sábados, además de asistir a diversos lugares y eventos que contribuyeron a
enriquecer mi práctica docente.
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El proyecto que desarrollamos me cautivó tanto que decidí implementarlo en el
aula. A lo largo de ese ciclo escolar, los estudiantes llevaron a cabo las actividades
correspondientes a cada una de las unidades incluidas en el cassette didáctico en el
que habíamos trabajado, presentando luego los productos resultantes ante la
comunidad escolar. Organizamos una ceremonia especial para esta ocasión y
contamos con la presencia de Paulina Latapí, Gonzalo Ceja y Fernando Delgadillo,
autor de Hoy hace un buen día, una canción que aborda la historia de México y que fue
incluida en la última unidad del cassette. Esta unidad invitaba a los estudiantes a
crear un mural utilizando la técnica del grati para plasmar lo aprendido en el curso
de historia. Esta experiencia representó un hito signicativo en mi trayectoria como
docente. Cabe destacar que, en ese mismo año, fui honrada con el reconocimiento
como Docente del Año.
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El Dr. Joel Cortés, quien asumió el cargo de director regional en reemplazo, se
caracterizaba por su serenidad y reserva. Al establecer su equipo de conanza para
dirigir las diversas áreas, designó al maestro Francisco como responsable del
ámbito técnico-pedagógico. Este maestro destacaba por su preparación, dinamismo
y compromiso, aspectos que enriquecían su labor. El cuerpo docente mantenía un
alto nivel académico, lo que me motivaba a esforzarme para seguir formando parte
de este equipo. Recuerdo que en aquel entonces mi escritorio era un completo caos,
y mi colega y amiga Lucy me comentaba: "No puedo tener una compañera tan
desorganizada". Fue a partir de ese momento que comencé a mejorar mi
organización. Agradezco enormemente a este grupo de maestros, quienes
contribuyeron signicativamente a mi crecimiento profesional.
Cada clase en la universidad era como una cascada de conocimientos que debía
procesar poco a poco. Tuve el privilegio de contar con grandes maestros, todos con
un nivel de doctorado, como Julia, Javier, Víctor, Gaby, entre otros. Los recuerdo
con aprecio por la calidad y la calidez de sus enseñanzas.
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En el área de historia y su enseñanza, éramos solo cuatro alumnos: tres mujeres y
un hombre. Nuestra relación siempre se caracterizó por ser solidaria; entre
nosotras, el apoyo mutuo era una constante. Los maestros mantenían una cercanía
notable, haciéndonos sentir parte integral de los proyectos y las investigaciones de
la universidad.
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Cuando nalizó la administración de la maestra Refugio, solicité un traslado
para trabajar más cerca de mi hogar y en un turno vespertino. Fue así como regresé a
la secundaria en la que había cursado mis estudios como adolescente: la secundaria
78 República de Paraguay, a la cual guardo un gran cariño. Permanecí en la
secundaria 78 por más de 5 años, desempeñándome en ocasiones como
subdirectora de gestión y en otras como subdirectora académica. Durante mi
tiempo en esta institución, trabajé bajo el liderazgo de la maestra Xochitl, una
abogada con una vasta experiencia, quien había dedicado muchos años de su
carrera al trabajo sindical.
Siempre me había interesado el aspecto jurídico, dado que tengo una formación
universitaria trunca en Derecho y también inuenciado por mi padre, quien era
Doctor en Derecho. Durante mi tiempo en la secundaria 78, tuve la oportunidad de
aprender sobre leyes, reglamentos y, lo más importante, cómo aplicar la
normatividad en el entorno escolar.
Durante los cinco años en los que desempeñé el cargo de subdirectora junto a él,
nunca recibí una llamada de atención ni una mala cara. Siempre lo encontraba
sonriente, humano y comprensivo, lo que me motivaba a corresponderle con un
buen desempeño profesional ejemplar. Manteníamos una comunicación constante;
cada día pasaba por su ocina para saludarlo y discutir los pendientes del día, lo que
generaba un ambiente de trabajo colaborativo y eciente.
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Al cumplir 30 años de servicio para la Secretaría de Educación Pública, decidí
reexionar sobre mi trayectoria como docente y las diversas funciones que había
desempeñado a lo largo de los años. Durante este proceso de introspección, hice un
recuento de los profesores y profesoras, así como del personal administrativo, que
habían dejado una huella signicativa en mi desarrollo profesional como maestra.
Motivada por esta reexión, decidí buscar a aquellos colegas que habían tenido
un impacto positivo en mi carrera. Les propuse reunirnos para tomar un café,
compartir experiencias y expresarles mi gratitud por la inuencia que habían tenido
en mi vida profesional. Como símbolo de nuestra vocación compartida, les entregué
unas manzanitas de cera, representativas de nuestra profesión educativa.
Tal vez aprendí esto desde pequeña, cuando solía acompañar a mi madre en sus
visitas a sus antiguas maestras de primaria, quienes ya eran mayores y jubiladas. Mi
madre siempre les expresaba su gratitud por su dedicación. Dos de estas mujeres,
Luisa y Lupita, habían trabajado en una escuela comunitaria en el pueblo de
Tlapacoya, en el estado de México. En esta escuela, caracterizada por tener un solo
salón de clases para todos los grados y ser atendida por uno o dos profesores,
dejaron una huella imborrable.
Fue en marzo de 2021 cuando recibí una llamada telefónica informándome que
había quedado en el puesto 17 de la lista para elegir escuela, con un nombramiento
como subdirectora. Por decisión personal, opté por una escuela ubicada lejos de mi
hogar, en otra alcaldía y en la colonia Roma, con un turno vespertino. Esta
institución se destacaba por su ambiente limpio y disciplinado, aunque
irónicamente, apenas tenía responsabilidades propias del cargo de subdirectora
una vez que había obtenido el nombramiento.
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evidenciaba una deciente comunicación entre nosotras. A tal punto llegaba esta
situación que desconocía por completo los eventos programados para la semana, ya
que la directora solo los discutía con una comisión selecta en la que conaba
plenamente.
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Rosalba Riaño Carrillo
Fundadora Cootradecun
Cáqueza - Cundinamarca
Del sueño a la vivencia del trabajo responsable de compromiso con las
comunidades durante cuarenta y cinco años, cosechando éxitos y
sentimientos de gratitud en mis estudiantes y padres de familia.
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Q uiero expresar mi profundo agradecimiento al comité de Comunicaciones
por brindarme esta invaluable oportunidad de compartir mi trayectoria como
estudiante, docente, sindicalista, ama de casa y cooperativista. Antes de
comenzar, deseo disculparme por cualquier deciencia en la redacción que pueda
surgir, ya que no me considero una experta en el arte de escribir de manera elegante.
Mi único objetivo es compartir con ustedes las experiencias que he vivido durante
muchos años en el noble campo de la docencia.
Desde mi infancia, siempre soñé con ser maestra. Recuerdo claramente cómo, en
cuarto grado de primaria, asumí el papel de profesora durante nuestras tardes de
estudio con mis amigos. Nos reuníamos en el andén de la casa, que era nuestro lugar
de encuentro, para repasar las tareas del día siguiente. Si alguien no mostraba su
cuaderno con las tareas completadas, no participaba en los juegos posteriores.
Incluso en los sábados y durante las vacaciones, encontraba tiempo para disfrutar
de mi papel como maestra. En resumen, enseñar era algo que me nacía hacer y que
disfrutaba enormemente.
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Agradezco profundamente a la beca y al incansable esfuerzo de mis padres,
especialmente de mi madre, quien, gracias a la venta de leche, quesos, huevos y
cuajadas, podía reservar una parte y enviarme algo de dinero los lunes, junto con la
ropa de la semana. Gracias a este apoyo, pude estudiar interna durante mi cuarto,
quinto y sexto años con las hermanas salesianas. Aunque el cambio a esta
modalidad de internado fue difícil, pues implicaba estar encerrada, poco a poco me
fui adaptando a la rutina diaria marcada por campanas, disciplina y normas.
Al preguntarme por qué no había acudido antes, respondí que deseaba trabajar.
El señor Castro tomó mis datos y, ocho días más tarde, recibí mi nombramiento para
trabajar en la vereda Mesetas del municipio de Caparrapí. El proceso de vinculación
llevó alrededor de veinte días. Una vez completado, me dispuse a emprender el
largo viaje hacia mi nuevo lugar de trabajo.
El trayecto fue extenuante, con diez horas de viaje hasta Guaduas por una
carretera pavimentada, pero a partir de allí, el camino se volvía destapado. Durante
el recorrido, solo se podían observar montañas y más montañas, con un terreno
accidentado y un clima caluroso. En cada parada del autobús, se levantaban
remolinos de polvo, haciendo el viaje aún más agotador y estresante.
Mi llegada generó gran alegría, ya que llevaban siete años sin un docente. Me
instalé en la casa de la familia Contreras, quienes fueron muy amables al recibirme.
Viví con ellos durante ocho meses mientras organizaba la cocina. Luego, me
trasladé a la escuela.
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algunos para que continuaran hasta tercer grado. Desafortunadamente, los más
grandes y altos quedaron en primer grado. A pesar de esto, lograron aprender a leer,
sumar, restar, escribir sus nombres y luego se retiraron de la escuela.
Así fue como me despedí de esa hermosa comunidad, que en su momento fue la
mejor. Se tenía un gran respeto por el docente y era considerado como la gura
principal en las actividades programadas. Incluso, los sábados, era disputado quién
tendría el honor de invitar a la maestra a almorzar, un recuerdo muy grato.
Desafortunadamente, con el paso del tiempo, ese respeto hacia los docentes se fue
perdiendo, y quizás nosotros tuvimos mucho que ver en ello.
Siempre he sido sindicalista y tengo claro que solo unidos podemos alcanzar
nuestros objetivos. Día a día, luchamos por defender los derechos del Magisterio
Colombiano y de sus familias. Durante varios años, formé parte de la Subdirectiva
Sindical, desempeñando el cargo de tesorera. En este rol, cada semestre, el Sindicato
enviaba a la subdirectiva el 20% de los aportes recibidos.
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Gracias a mi actividad sindical, en marzo de 1982, tuve la oportunidad de asistir
a una reunión de dos días en Bogotá. Fue allí donde surgió la idea de fundar mi
propia cooperativa, COOTRADECUN, de la cual soy una de las fundadoras. Es
importante destacar que esta cooperativa nació de la necesidad de los docentes de
Cundinamarca de contar con una entidad que les proporcionara créditos para
ayudar en sus proyectos familiares. Anteriormente, el sindicato solía otorgar
pequeños préstamos, pero por estatutos, se les prohibió hacerlo en esas fechas.
Durante mi tiempo en la sede Ganco, nacieron mis tres hijos: Harley en 1982,
Dayana en 1986 y Sindy en 1991. Además, realicé mi licenciatura en Básica Primaria,
estudiando los sábados. Me gradué el 4 de agosto de 1990 en la Universidad de
Cundinamarca y más tarde completé un Postgrado Especialista en Educación
Sexual, obteniendo el grado el 20 de septiembre de 1996 en la Universidad Antonio
Nariño.
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Durante 23 años, ejercí como docente en la sede Ganco. Sin embargo, debido al
programa que se implementó, solicité un traslado. Fui asignada a la sede Girón de
Blancos el 18 de marzo de 2005, donde trabajé con las compañeras Imelda Saray,
Nohora Reyes y Rosalba Hernández (Q.E.P.D). Teníamos a nuestro cargo 110
estudiantes, desde grado cero hasta quinto. La comunidad en Girón de Blancos se
caracterizaba por ser muy unida y solidaria. Los estudiantes eran respetuosos,
inteligentes, colaboradores y tenían un fuerte deseo de progresar.
Guardo hermosos recuerdos de los 14 años que pasé trabajando en la sede Girón
de Blancos. Uno de esos recuerdos especiales ocurrió cuando solicité ayuda a
COOTRADECUN para obtener computadoras para la escuela primaria. Nos
proporcionaron una unidad que ya había sido utilizada, y para los niños fue toda
una sensación, ya que era la primera vez que veían un computador. Por supuesto,
todos querían manipularlo, lo que resultaba difícil de gestionar con solo un equipo
para atender a 18 o 20 estudiantes.
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Posteriormente, pasé a formar parte del consejo de administración y asumí el rol
de coordinadora del comité de solidaridad, integrado por Cristina Farfán, Matilde
Olaya, Gilma Luz León y otra compañera cuyo nombre no recuerdo. Es importante
destacar que en ese entonces, los comités estaban conformados por solo cinco
miembros, y el consejo se reunía una vez al mes en el salón Martínez. Todo el trabajo
se realizaba de forma honoraria, ya que la cooperativa aún era pequeña, pero en
constante crecimiento. A pesar de ello, disfrutaba de esta labor porque era algo que
me apasionaba, como dice el dicho: al que le sabe, le gusta.
La misión del maestro implica ser un orientador, consejero y amigo, alguien que
ayuda, guía y cuida a los estudiantes que nos han sido conados para formarlos
como personas íntegras en la sociedad en la que se desenvuelven. Por mi
experiencia, creo que mis antiguos alumnos me recuerdan con aprecio y cariño,
como una gura materna que tuvieron en su infancia. Ellos me involucraban en sus
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juegos, siempre me asignaban el papel de abuelita, y conaban en mí lo suciente
como para contarme sus problemas y dicultades, ya sea en casa o con sus
compañeros. A través del diálogo, juntos encontrábamos soluciones. Además,
cuando nos encontramos por la calle, el saludo es siempre afectuoso de ambas
partes, lo que evidencia el vínculo especial que hemos mantenido a lo largo del
tiempo.
¡Oh, sorpresa! Fui denunciada ante el inspector de policía, quien me envió una
citación para el siguiente domingo. Los supervisores realizaron su visita el martes y
gracias a Dios, me fue muy bien en la misma. El domingo, salí al caserío y me
presenté ante el inspector. Él me dijo: Profesora, ¿por qué pintó las macetas de rojo?
¿Acaso no sabe que esta vereda es conservadora? Le respondí: No, señor. Además, el
color no dene nuestras creencias políticas. No se preocupe, mañana las devolveré
a los niños y cada uno podrá llevarse su maceta a casa. Supongo que las deben haber
dañado, pero la verdad es que no averigüé al respecto.
Me parece curioso recordar que llegué a ese lugar identicada como liberal,
siguiendo la recomendación que me dieron en la secretaría el día de mi posesión. El
señor Castro me dijo: Si le preguntan sobre su aliación política, diga que es liberal.
Aunque no lo sea, ya sabe que quedó como presidente Turbay Ayala.
Afortunadamente, no me hicieron esa pregunta. Le conté lo sucedido en la
inspección a Fernando, un joven de la casa donde vivía, y él no pudo contener la risa.
Me dijo: Son unos torpes. Aquí en la casa, yo soy liberal y Guillermo es conservador.
No pasa nada, profe. Tranquila.
Más adelante, sin saberlo, contribuí a mitigar las tensiones entre las dos veredas
vecinas, separadas por la quebrada Salinas. Taticito era liberal y Mesetas,
conservador. Los habitantes no podían cruzar la quebrada debido al peligro que
representaba, tanto del lado de Taticito como del lado de Mesetas. Este peligro se
hizo evidente cuando un hombre conocido en el caserío de San Pedro fue a comprar
una res en Taticito y lo encontraron muerto en la quebrada tres días después. En
casa, nadie mencionaba el incidente frente a mí, pero notaba la preocupación en sus
rostros. Probablemente, evitaban hablar del asunto para no alarmarme.
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Meses después, el profesor Luis Mancera de Taticito me invitó a un almuerzo
con padres de familia. Agradecí el gesto y, efectivamente, asistí un sábado con un
grupo de padres de Mesetas. Descendimos por terreno montañoso y accidentado
hacia la quebrada, y ascendimos por un camino entre pastizales con una vista
impresionante de lejos, divisando el río Magdalena y Puerto Boyacá. Nos recibieron
muy bien en Taticito.
Sin embargo, no éramos conscientes de las diferencias políticas entre las veredas
ni del riesgo que corríamos al intentar unir a ambas comunidades. Fue graticante
descubrir más tarde que nuestro esfuerzo logró que dejaran atrás las disputas del
pasado y que las comunidades pudieran disfrutar juntas de las aguas cristalinas de
Salinas, donde pasábamos días de sol, baños y comidas compartidas.
Para aquellos que eligen esta noble profesión, a pesar de sus desafíos a veces
ingratos, lo hacen por vocación y no por falta de otras opciones. Esto es lo que nos
distingue: la disposición a enseñar incluso sin tener todos los conocimientos
pedagógicos necesarios. Se requiere una gran dosis de paciencia, tolerancia,
entrega, servicio y ayuda para guiar a aquellos que confían en nosotros, con el
objetivo de formar individuos responsables, respetuosos hacia los demás y
cumplidores de sus deberes.
Un episodio que dejó una huella profunda en mi carrera como docente ocurrió
cuando llegué a mi salón de clases en Ganco y vi a un niño indígena proveniente del
Guainía. Su madre lo había traído y lo entregó a su abuela, prometiendo regresar
por él durante las vacaciones. Sin embargo, eso nunca sucedió, ya que el padre del
niño había sido asesinado. Esta situación impactó enormemente al niño, quien
mostraba un comportamiento agresivo y distante. No socializaba con sus
compañeros, era propenso a lanzar piedras, hacía ruidos extraños y pasaba la
jornada trepada en los árboles. Ignoraba las órdenes, mostraba expresiones de enojo
e incluso destrozaba los cuadernos, lo que generaba una gran preocupación,
especialmente para su abuelita, una mujer de edad avanzada que sufría mucho
debido al comportamiento del niño.
Ella mantenía la esperanza de que, durante las vacaciones, la madre del niño
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vendría y se lo llevaría consigo, pero lamentablemente, eso nunca sucedió. El niño
mostraba una marcada aversión hacia el refrigerio que se ofrecía en la escuela, lo
esparcía por el salón y exigía con furia: ¡Deme yuca brava! Cuando se le ofrecían
frutas, las rechazaba de manera abrupta, argumentando que eran feos. Al principio,
al recibir comida, se tiraba boca abajo, metiendo la boca en el plato, y aunque comía
de manera desordenada, terminaba con el rostro completamente manchado.
Rehusaba aceptar la cuchara y la arrojaba lejos. Me llevó mucho tiempo lograr que
comenzara a comer de manera más ordenada, como los demás niños.
Poco a poco, con paciencia, amor y afecto tanto de parte mía como de sus
compañeros, el niño empezó a integrarse mejor. Logramos hacerle sentir
importante y valioso. Fue un proceso largo, que duró aproximadamente un año, y
en ocasiones sentía desaliento al no ver cambios signicativos en el niño. Sin
embargo, al año siguiente, se transformó en una persona diferente, mostrando
además un notable intelecto. A veces se acercaba y me preguntaba angustiado: ¿Por
qué mi mamá no viene? ¿Cuándo vendrá? Sus lágrimas eran desgarradoras.
Lamentablemente, la madre nunca regresó. Cuando me trasladé, él ya estaba en
segundo grado. Más tarde, supe que había completado la educación secundaria y
había prestado servicio militar.
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Edgar Cruz
Docente pensionado, Sumapaz
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M is mayores motivaciones para convertirme en maestro fueron el ejemplo
de mi madre, Cleotilde Laguna de Cruz, y el hecho de que, en mi pueblo,
Icononzo, Tolima, había una Normal. Desde una edad temprana, me
encantaba aprender cosas nuevas. Siempre las personas que me enseñaron fueron
buenos maestros que se preocupaban más por la persona que por los contenidos que
tenían que enseñar. Esto me motivó a formarme como maestro, pero desde una
perspectiva diferente: ver al estudiante no como un simple receptor de
conocimientos, sino como un individuo integral al que se le proporcionan
herramientas para la vida, para defenderse. Romper esquemas fue mi mayor
motivación. En la escuela, a menudo discrepaba de mis compañeros docentes
porque se limitaban a impartir conocimientos sin considerar el desarrollo integral
del estudiante.
Pero en realidad, hoy en día se necesita formar a más personas, sin dejar de lado
el conocimiento. Esa fue otra de mis motivaciones como docente. Dedicaba parte de
mi vida a hacer de mis estudiantes grandes amigos, bajo los criterios de respeto y
responsabilidad. Tuve la oportunidad de trabajar muchos años junto a mi esposa
Carmenza Cifuentes de Cruz, quien era la coordinadora del colegio. Juntos
dirigimos y lideramos muchas actividades en benecio de los estudiantes y de
familias muy necesitadas. Otra motivación que tuve como maestro fue mi
formación en bellas artes, ya que soy artista: músico y pintor.
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Mi recorrido en la docencia empezó en 1981, en la misma institución que me vio
crecer y que me brindó la oportunidad de ser maestro. Por haber sido el mejor
Alumno-Maestro de la Normal de Icononzo (Tolima), pude reemplazar a una
docente en la escuela anexa durante 2 meses. Al terminar, conseguí trabajo en el
Liceo Britalia, un colegio privado en Bogotá, donde fui profesor y coordinador.
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apoyo fue invaluable; juntos logramos grandes cosas en benecio de la institución y
de la niñez.
Solía decirles a mis estudiantes que los consideraba como mis propios hijos, ya
que son la razón de ser de nuestra profesión. ¿Qué seríamos nosotros sin
estudiantes? No podríamos llevar a cabo la labor que Dios nos ha encomendado.
Tanto en entornos rurales como urbanos, gracias a Dios, tuve éxito. Siempre me
esforcé por proporcionar a los estudiantes una formación integral, ya que observo
que en la actualidad no se enfoca en formar a los estudiantes, sino simplemente en
transmitirles conocimientos, lo cual es un grave error. Las computadoras y las redes
están disponibles para transmitir conocimientos, pero la tarea de formar valores y
lograr una educación integral recae en nosotros, los docentes. Debemos aprovechar
al máximo los espacios que compartimos con los jóvenes.
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A lo largo de las décadas de trabajo y las experiencias acumuladas, he llegado a
comprender la importancia del enriquecimiento profesional que he obtenido como
educador. El contacto con los estudiantes, los colegas docentes y los padres de
familia ha sido fundamental en este proceso. Desde esta perspectiva, entiendo que
el ideal de la escuela va más allá de los límites físicos y del enfoque puramente
académico. Es crucial romper con el encasillamiento y el connamiento. Sería
enriquecedor tener la posibilidad de impartir clases al aire libre, fomentando un
mayor contacto con la naturaleza, así como utilizar la tecnología de manera más
efectiva, enfocada en la formación integral del estudiante.
El ideal de la escuela debe ser adaptarse a las necesidades actuales, para que los
estudiantes al graduarse no queden desamparados, sino preparados para
defenderse y conseguir empleo con rapidez. Lamentablemente, muchos jóvenes no
han sido formados adecuadamente para su futuro. Es triste ver a un estudiante
graduarse pensando en descansar, sin entender que la escuela debería ayudarle a
preparar su proyecto de vida para progresar y prosperar. La escuela ideal es aquella
que contribuye a la formación integral del alumno desde temprana edad, pero si
seguimos tratándolos a todos igual, será difícil lograrlo.
Tengo una anécdota que me dejó profunda huella: había un niño que casi nunca
desayunaba, al igual que sus hermanitos, pero eran estudiantes ejemplares. A pesar
de sus carencias, se esforzaban al máximo. Sin embargo, sus ropas evidenciaban su
precaria situación. Junto con mi esposa Carmenza Cifuentes, decidimos usar parte
de nuestro sueldo para comprarles uniformes y cuadernos. Ver la sonrisa y alegría
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en el rostro de ese alumno era más graticante que cualquier suma de dinero.
Además, recolectábamos libros para ellos, lo cual nos producía inmensa
satisfacción. Nos preguntábamos cuál era el verdadero papel del docente:
¿transmitir solo conocimientos o ayudar a aquellos estudiantes más necesitados,
que a menudo desconocemos por completo? Esta anécdota se volvió una de las más
signicativas de mi trayectoria.
Otra experiencia lamentable fue la falta de interés sobre los proyectos de vida de
los educandos en las instituciones. Este era un aspecto que yo consideraba
importante, pero que lamentablemente no tuvo acogida. Recuerdo a un joven que
siempre mostró interés en derecho y anhelaba ser abogado. Le sugerí investigar
sobre las funciones de un abogado, los ingresos y las materias de la carrera. Sin
embargo, este estudiante terminó reprobando undécimo grado por no superar
educación física y ciencias naturales, especícamente química. Fue desgarrador que
perdiera un año escolar por áreas no relacionadas con su futura profesión. Esta
situación evidenció la falta de conocimiento sobre nuestros propios estudiantes. Los
jóvenes que desean estudiar derecho necesitan un enfoque en losofía,
pensamiento crítico y humanidades. Me entristeció profundamente que este
estudiante estuviera en riesgo de abandonar su educación media.
Afortunadamente, al año siguiente le brindé apoyo nanciero para que pudiera
terminar el bachillerato y superar este obstáculo.
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Martha Inés Flórez Alméciga
IED Ignacio Pescador Choachí, Cundinamarca
“Estoy en deuda con mi padre por vivir,
pero con mi maestro por vivir bien”
Alejandro Magno
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M i nombre es Martha Inés Flórez Alméciga y desempeño el cargo de
docente de Lengua Castellana en la Institución Educativa Departamental
Ignacio Pescador, ubicada en el municipio de Choachí, Cundinamarca.
Mis estudios universitarios los realicé en la Universidad Santo Tomás de Aquino de
Bogotá, donde obtuve mi título de grado, y posteriormente, completé mi
especialización y maestría en la Universidad de Santander.
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Mi educación superior la desarrollé de manera semipresencial, ya que me
convertí en madre a una edad temprana. Sin embargo, esto no representó un
obstáculo para alcanzar mis metas, tal como me habían enseñado. Durante este tipo
de educación, adquirí otro aprendizaje que resultaría útil más adelante en mi vida
profesional: comprendí que la autonomía y la voluntad del estudiante son la base
más sólida para llevar a cabo un buen proceso de enseñanza-aprendizaje. De nada
sirve tener tiempo, recursos y todo al alcance si no tenemos la motivación y el
enfoque claro para alcanzar lo que nos proponemos.
Por esta razón, la tesis fue un logro signicativo que generó gran alegría tanto en
los niños y sus padres que participaron en la investigación, como en mí como
investigadora.
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su propio proceso de aprendizaje y enfatiza la autonomía como una habilidad
necesaria e incluso obligatoria para alcanzar los objetivos académicos.
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blogs literarios, caricaturas virtuales, historietas y contenido educativo, entre otros
recursos.
Por todo lo anterior, es crucial reconocer que los educadores siempre debemos
estar abiertos a aprender, no solo de diversas fuentes educativas, sino también de
nuestros propios estudiantes. La dinámica estudiante-maestro es una de las más
enriquecedoras y formativas para cualquier individuo, sin que ninguno ocupe un
lugar preponderante sobre el otro.
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Me resulta sorprendente la destreza que muchos estudiantes poseen en el
manejo de recursos tecnológicos. Estas habilidades deben ser aprovechadas y
fomentadas en benecio de un uso constructivo, ya que es nuestra responsabilidad
como educadores innovar y adaptarnos a los cambios rápidos de la sociedad.
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Adriana Marcela Ramírez Sanabria.
Docente Primaria Colegio Miguel Unia.
Agua de Dios - Cundinamarca.
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E vocando recuerdos que hacen palpitar mi corazón en cada instante en que
reexiono sobre mi proyecto de vida, agradezco a Dios por permitirme
trabajar en lo que amo. Mi ser se inspira al escribir estas líneas, llenas de
admiración, amor y gratitud hacia aquellos que han cruzado mi camino y han
dejado enseñanzas invaluables. Es por ello que, valoro profundamente mi
profesión, pues su impacto es aún más signicativo cuando se ejerce con auténtica
vocación.
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Cómo podría olvidar mi juego de dados de madera con el abecedario, un recurso
didáctico que tanto disfruté y del cual aprendí mucho. Durante ese tiempo, también
asistía al jardín infantil en la ciudad de Tunja, donde cursé párvulos, kínder,
prekínder y transición. Recuerdo que mi mayor temor era que mamá no llegara a
recogerme a tiempo y que las tareas que dejaba papá quedaran mal hechas, pues
desde pequeña se me inculcó el valor del respeto, la responsabilidad y el orden
como pilares fundamentales en mi formación. Luego llegó el momento de cursar el
primer grado en la Escuela Normal Femenina, hoy conocida como Normal
Superior, lo cual llenó de alegría a mis padres al lograr matricularme allí para que mi
educación fuera aún más completa. Me encantaba el ambiente ordenado de la
institución, el afecto de las maestras hacia nosotras y la elegancia de nuestro
uniforme, aspectos que siempre admiraré y recordaré con cariño.
Cuando cumplí 10 años, Dios me concedió el regalo más hermoso: una preciosa
hermana, que en aquel entonces parecía más una muñeca de juegos que una
persona. Con el tiempo, creció rápidamente, y fui yo quien le enseñó a leer y escribir.
Utilizaba todo el material que tenía a mano en casa: pizarras, sílabas en carteles,
dibujos, todo con el propósito de ayudarla a aprender. Estas experiencias
reforzaron mi vocación y me conrmaron que la enseñanza era mi verdadero
llamado. Al mismo tiempo, mi padre, que en paz descanse, nos enseñaba diversas
lecciones de vida, siempre diciendo no se puede ahogar en un vaso con agua. Todas
estas vivencias y enseñanzas me convencieron aún más de que vivimos en un
paraíso perfecto creado por Dios, donde nosotros somos responsables de
aprovecharlo; todo está al alcance, solo debemos buscarlo.
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expresé mi deseo de escribir un libro en algún momento. Este era el segundo año
(2002) que se ofrecía el ciclo, por lo que pertenezco a la segunda promoción de
Normalistas Superiores. Fueron dos años de aprendizajes únicos que guardo con
cariño en mi mente y en mi corazón, con docentes increíbles que nos mostraron lo
más hermoso que existe en la tierra: educar con amor y exigencia a nuestros niños.
No puedo dejar de mencionar a mi maestro de vida, quien vivía muy feliz por mis
logros alcanzados.
Entre todas esas experiencias graticantes, recuerdo con especial afecto mis
prácticas en la sede educativa rural, ubicada varios kilómetros antes del Puente de
Boyacá. Llegar hasta allí era todo un desafío; caminábamos desde la carretera
central hasta encontrar la escuela, situada en una hondonada que imponía respeto
desde la altura de la carretera. Este sentimiento de aprensión nos acompañaba cada
lunes durante un semestre completo. El trayecto era largo, recorriendo un camino
de piedra anqueado por cultivos de maíz y papa. El aire fresco llevaba consigo el
suave aroma del café recién preparado y el cálido calor de la leña.
Con determinación y felicidad, pero sin negar las emociones encontradas, inicié
mi primer día como maestra en periodo de prueba el 16 de enero de 2006, en la I.E.D.
Salesiano Miguel Unía, especícamente en la Sede Eloísa Contreras de Rey. En ese
momento, me convertí en la maestra más joven encargada de orientar a un grupo de
estudiantes de cuarto grado, quienes enfrentaban situaciones difíciles que
complicaban su adaptación al entorno escolar. Poco a poco, comencé a entablar
algunas amistades, sin embargo, debo decirles que el desafío de empatizar con mis
alumnos fue considerable, dadas sus diferentes costumbres, hábitos alimenticios y,
por supuesto, el clima, del cual curiosamente hoy en día disfruto (aunque el frío me
afecta notoriamente... ¡jajaja!).
Durante seis años, tuve el privilegio de aprender en esta sede, donde adquirí una
serie de habilidades valiosas. Entre ellas, destacan el manejo de desconanza,
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autocontrol, percepción de las apariencias y cultivo de mi nobleza. Durante este
tiempo, desarrollé una variedad de actitudes y aptitudes, destacando
especialmente mi liderazgo y pasión por mi trabajo. Es innegable que esta hermosa
profesión también aporta valiosas lecciones para nuestra vida personal. En ese
sentido, viví algunos momentos difíciles que, con la experiencia y la seguridad que
ahora poseo, habría enfrentado de manera más efectiva.
A pesar de los desafíos, continué avanzando con una determinación aún mayor.
En ese momento crucial, Dios me concedió una bendición inesperada: la llegada de
mi hijo, Cristhiam Camilo. Desde entonces, mi vida se ha visto enriquecida con una
felicidad aún más profunda, aunque no exenta de los desafíos inherentes a la
maternidad. Agradezco a Dios por cada momento compartido junto a él.
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Altagracia Araujo Dipré
República Dominicana
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S er maestro no es una tarea fácil, especialmente cuando no se cuenta con una
motivación vocacional intrínseca desde el principio. Lo digo porque no tengo
una referencia explícita del pasado que indicara que sería maestra, pero lo
curioso es que mis acciones sí reejaban esa vocación. Siempre manifesté que mi
carrera profesional sería la ingeniería en arquitectura. Durante mi infancia en un
campo llamado Najayo Arriba, en la provincia de San Cristóbal, República
Dominicana, tenía una facilidad innata para construir casitas utilizando materiales
del entorno. Allí, estudiaba y concebía mi futuro.
Un día, durante una reunión, me dejaron a cargo del aula. Al salir para hablar
con la maestra, escuché una conversación sobre el salario de un maestro. Quedé
horrorizada y me dije a mí misma que esa profesión no era para mí, ¡qué miserable
salario! ¡No estudiaré para ser maestra! En sexto grado, el maestro Florentino
Catano me impresionaba con su hermosa caligrafía, y comencé a imitar su estilo de
escritura. Desde entonces, compré cuadernos sin líneas para perfeccionarla. Nadie
entendía cómo podía hacerlo.
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Para muchos profesionales, esto era difícil de comprender y, al mismo tiempo,
inusual para alguien de mi edad. A lo largo de mi vida estudiantil, desde la primaria
hasta la universidad, fui seleccionada por algún docente para escribir en la pizarra o
ser su ayudante. A pesar de todo esto, nunca expresé mi deseo de convertirme en
maestra. Cuando llegó el momento de ir a la universidad, opté por estudiar
informática. Más tarde, cambié a contabilidad, ya que la arquitectura resultaba
demasiado costosa y no podía costearla.
Días después, recibí el nombramiento como maestra. Por una coincidencia del
destino, el centro educativo necesitaba una profesora de inglés para obtener su
certicación, lo que facilitó mi ingreso al mundo de la educación. Encontré apoyo y
solidaridad entre mis compañeros, quienes se opusieron rmemente a que quedara
fuera de la nómina. Recuerdo que mi primer salario ascendió a $795.95 pesos, si la
memoria no me falla.
Los primeros años fueron sumamente difíciles, ya que tuve que equilibrar mis
estudios universitarios con una labor que no guardaba relación alguna con la
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enseñanza. Cuando algún compañero faltaba y quedaba fuera del aula, el director
me enviaba a cubrir su ausencia, lo que signicaba que debía impartir diversas
asignaturas, para mi sorpresa y, a la vez, oportunidad de aprender. Año tras año, el
director decidía asignarme nuevas materias, lo que resultó en que, durante los 20
años que duré en ese centro educativo, impartí todo el currículo de educación para
adultos.
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Desde ese día, mi reputación en el Politécnico Loyola comenzó a crecer. Mis
compañeros me llamaban Araujo. Pasé de ser la que no hablaba a convertirme en la
persona más solicitada para ayudar y colaborar con los demás. Sin embargo, junto
con la admiración, también surgieron sentimientos de envidia, con los que he tenido
que lidiar hasta el día de hoy. Fue en esta institución donde me di cuenta de que mi
verdadera vocación era la enseñanza, y poco a poco fui aceptando mi destino como
maestra.
En solo unos meses, recibí la llamada para unirme al cuerpo docente de esta
prestigiosa institución recomendada por los profesores que me habían enseñado.
Este fue mi mayor desafío, y acepté la propuesta del Padre Rector de entonces,
Antonio Lluberes, sj. Sí, fue en el Instituto Politécnico Loyola donde mi vocación se
consolidó.
Allí, aprendí a escribir mis primeros cuentos, los cuales me han llevado a
convertirme en escritora. También dirigí, organicé y presenté una amplia variedad
de eventos, así como también tuve la oportunidad de aprender y aplicar la
Pedagogía Ignaciana. Colaboré inicialmente como locutora en la emisora de la
institución, Magis FM 98.3; coordiné el Modelo de Naciones Unidas y llegué a ser la
primera directora del Departamento de Bienestar Estudiantil, o Decana General de
Bienestar Estudiantil de la institución. Además, formé parte del Consejo Directivo y
Académico. Durante los 19 años en los que formé parte del equipo del Loyola,
aproveché al máximo cada oportunidad que se presentó.
En este momento y para esta fecha, siento que la vocación me ha atrapado por
completo. Ya no simplemente resisto, sino que aprendo, ejecuto y evalúo
resultados, llevando a cabo un proceso continuo de innovación en mi práctica
docente. Durante este tiempo, he adquirido un profundo conocimiento sobre la
Pedagogía Ignaciana, aquella guiada por la Compañía de Jesús, especialmente
cuando enfatiza que: El objetivo último de la educación Jesuita es, más bien, el
crecimiento global de la persona que lleva a la acción, acción inspirada por el
Espíritu y la presencia de Jesucristo, el Hijo de Dios, el 'Hombre para los demás.
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hasta el 2023, ocupé el cargo de manera interina hasta que nalmente participé en
una evaluación para ser raticada en mi posición en el año 2023. Esta nueva etapa ha
supuesto mayores exigencias, pero estoy comprometida a enfrentarlas con
determinación y entrega.
Al regresar, un estudiante trajo una imagen fotocopiada a color de estos dos ríos
y dijo al iniciar la clase: Ustedes ven, la profesora no habla mentiras. Compartió la
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imagen con los demás compañeros del curso y cuando llegó a la siguiente sección,
todos ya estaban al tanto del tema. Esto me demostró que durante el recreo habían
dialogado sobre este fenómeno y al nalizar la semana de clases, todos los
estudiantes estaban informados al respecto.
Esta experiencia fue signicativa para mí, ya que despertó el interés de los
estudiantes por la asignatura y me recordó la importancia de no transmitir
información incorrecta o juicios erróneos a mis alumnos.
La atención y el interés mostrados por los pacientes y otros médicos fue notable.
Una de las doctoras comentó que le hubiera encantado ser mi alumna, algo que
nunca había visto durante sus años de ejercicio médico. Esta muestra de cariño y
afecto me conmovió profundamente, y ese día lloré mucho. Durante mi estancia en
la clínica, los demás doctores venían a verme, ya que la noticia se había difundido
por todo el lugar y todos expresaban palabras de elogio.
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Imagen:
Don Graciano
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D urante mi infancia y adolescencia, en esos momentos de juego y fantasía,
soñaba con ser detective, cantante, aventurero, superhéroe, médico; tuve
muchas profesiones que anhelaba, pero nunca consideré la docencia como
una opción para mi vida. Aunque admiraba y apreciaba a la mayoría de mis
maestros, y sus recuerdos quedaron grabados en mi memoria, la idea de
convertirme en profesor no pasaba por mi mente. Solía responder con un rotundo
No, nunca. Eso es para valientes.
Desde mis primeros recuerdos, he sentido una profunda anidad por el arte en
sus diversas manifestaciones: el teatro, la música, la danza y la lectura. Desde mi
época escolar hasta la universidad, siempre busqué oportunidades para participar
activamente en obras teatrales, interpretación musical y cualquier actividad que me
permitiera estar en contacto con el público.
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Fue precisamente en este proceso de exploración literaria donde descubrí obras
como Rojo y Negro de Stendhal y El enfermo imaginario de Molière. Con el primero,
mis compañeros y yo creamos un musical, mientras que, con el segundo, me
embarqué en un monólogo interpretativo. Estos proyectos no solo consolidaron mi
pasión por el arte, sino que también me motivaron a continuar explorando y
desarrollando mis habilidades en este campo. El reconocimiento de mis padres
hacia mi vocación artística fue un impulso adicional. Su entusiasmo por la idea de
tener un hijo dedicado al arte fue un respaldo invaluable en mi camino creativo.
La elección de esta disciplina social fue inuenciada de manera indirecta por las
enseñanzas de mi profesor de losofía, el estimado Dagoberto Prada, quien
mostraba un apasionado interés por la sociología y logró despertar en mí un
genuino interés y curiosidad por esta ciencia a través de sus clases. Un año después
de mi graduación de bachiller, comencé mi formación universitaria en Sociología.
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el colegio para adultos (Centro de Educación Proactiva) y en el colegio San Agustín
de Facatativá. Este acontecimiento tuvo lugar en el año 2000, y desde entonces he
dedicado 23 años a esta noble vocación. En el colegio para adultos, desempeñé
funciones docentes y de coordinación durante 17 años. Reconozco que al principio
tuve más éxito con los adultos que con los jóvenes, ya que en ese momento mi edad
no distaba tanto de la de ellos.
Mis primeros cuatro años como docente los pasé en Facatativá, donde trabajé en
el sector privado en instituciones como el Colegio San Agustín, Nuevo García de
Lorenzo, y también tuve una licencia de seis meses en la IEM Manuela Ayala de
Gaitán. Incluso incursioné en la enseñanza del inglés en una institución de
educación inicial llamada "Futuro de Colombia". Posteriormente, el rector del
colegio para adultos, el maestro José Antonio Suárez, me ofreció la oportunidad de
unirme al equipo del Colegio Seminario San Juan Apóstol, también en Facatativá,
donde ejercí durante 6 años. Allí impartí asignaturas como Ciencias Sociales,
Educación Religiosa, Ética y Formulación de Proyectos. Esta institución, sin duda,
fue fundamental en mi formación como docente, y guardo un cariñoso recuerdo de
los directivos y mis colegas, quienes contribuyeron signicativamente a mi
crecimiento profesional.
Al igual que un escritor impacta la vida de sus lectores a través de sus obras, el
rol del docente (el teacher, el profe, el maestro) es transformar la vida de sus
estudiantes. Cada interacción con los alumnos representa una oportunidad
invaluable para dejar una marca indeleble. Ya sea en el patio, el aula, el laboratorio,
el restaurante, la cafetería, la portería, la calle, el chat o las redes sociales, todos estos
entornos ofrecen escenarios propicios para el acto educativo. Es en lo cotidiano
donde el maestro irradia su inuencia, pues más allá de la materia que imparta, es
su esencia como persona lo que perdura en el recuerdo de sus alumnos.
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La labor docente va más allá de una simple jornada laboral y trasciende el
cumplimiento estricto de un horario. La preparación de clases, la creación de
actividades, el diseño de estrategias, la revisión de informes, trabajos y ejercicios
demanda un tiempo adicional considerable. Sin embargo, cuando se ama esta
profesión, todas estas tareas se llevan a cabo con entusiasmo y dedicación. A pesar
de los desafíos que enfrentamos en la actualidad en el ámbito educativo, ser docente
es una tarea apasionante.
A través de la inuencia de mis maestros, comprendí que una simple frase, una
actitud, un gesto o una lección de un docente puede dejar una marca indeleble en la
vida de un estudiante, transformar su futuro, construir sueños o destruirlos.
Entendí que la responsabilidad que recae sobre los docentes es cada vez mayor,
especialmente cuando la familia no puede brindar el apoyo necesario y el maestro se
convierte en el referente afectivo, de autoridad y social. Estar al frente de un grupo
de estudiantes implica mucho más que un compromiso intelectual; es una
obligación social, ética y moral ante la vida. Los estudiantes necesitan a alguien que
los oriente para mejorar su proyecto de vida y para creer en sí mismos.
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A lo largo de mi trayectoria como docente, he experimentado una amplia gama
de emociones: momentos agradables, felices, tristes, complejos, pérdidas y
ganancias, fracasos, derrotas y victorias. Sin embargo, lo que destaca por encima de
todo es la profunda satisfacción que siento por haber cumplido con mi deber. En
este maravilloso viaje, atesoro recuerdos hermosos que resuenan en mi corazón.
Aunque tengo un afecto especial por muchos de mis estudiantes, hay una
alumna en particular que dejó una huella imborrable en mi vida y me llenó de
orgullo al presenciar su progreso. Esta estudiante formó parte del Centro de
Educación Proactiva, una institución dedicada a la educación primaria y secundaria
para adultos, donde completó su bachillerato. Lo notable es que lo logró después de
los 55 años. Su nombre es Esperanza.
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Creo rmemente en la importancia de brindar a nuestros jóvenes la oportunidad
de creer en sí mismos, de soñar y de ver la escuela como un espacio en el que pueden
explorar su creatividad e imaginación, donde desarrollen competencias para la vida
y aprendan a manejar sus problemas de manera racional y pacíca.
Aunque aún me queda mucho por recorrer en este camino, mi deseo es que mis
estudiantes y mis colegas, a quienes acompaño desde mi rol de coordinador, me
recuerden como una persona comprometida y respetuosa, alguien que los escucha y
comprende, que los motiva y apoya en su desarrollo integral.
A mis colegas en formación, quiero transmitirles que han optado por una
profesión maravillosa que les ofrece la oportunidad de transformar vidas. La
docencia va más allá de ser una simple profesión; es una vocación que se convierte
en un estilo de vida. A través de la educación, tenemos el poder de construir una
sociedad más justa y equitativa al transmitir conocimientos y sembrar palabras de
vida y esperanza. Cada día, desde nuestra labor cotidiana, podemos contribuir a
sentar las bases de un futuro mejor para todos. Por todas estas razones, quiero
felicitarlos por su elección y desearles mucho éxito en este noble camino que han
emprendido.
Hoy, aún sostengo la misma convicción que tenía siendo niño: Ser docente es
para valientes. Cuando anteriormente mencioné que, al optar por formarme en
ciencias sociales, mi padre deseaba que me dedicara al teatro debido a mis
habilidades en ese campo, ahora veo que con el tiempo cumplí su sueño, porque ser
docente implica, en parte, ser actor. Signica dejar de lado las dicultades
cotidianas y presentar lo mejor de uno ante los estudiantes. Es enfrentarse a un
público receptivo o difícil (como en cursos complicados) y ofrecer la mejor
actuación posible. Aunque la institución teatral no siempre cuente con todos los
recursos, la obra debe desarrollarse y tocar la vida del espectador.
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Marcela Escobar
Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central
Bogotá - Colombia
“Un maestro exitoso es aquel que no solo transmite conocimientos, sino
que también inspira, motiva y guía a sus estudiantes, sembrando las
semillas del aprendizaje duradero y el crecimiento personal."
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R esulta fascinante detenerse un momento para reexionar sobre cómo se van
forjando sueños y metas desde la infancia, la adolescencia y la juventud, hasta
lo que hemos logrado en nuestra vida personal, familiar y profesional hasta el
día de hoy. En mis recuerdos, perdura la imagen de cómo jugábamos mis hermanos,
primos y yo; yo era la maestra que les enseñaba las letras, algunos números y los
hacía repetir combinaciones de letras. Tal vez lo hacía porque, en mis primeros años
de escuela, mis maestras dejaron una huella profunda en mí con sus enseñanzas.
Estos momentos ocurrían en el patio de la casa de mis abuelos maternos, quienes me
criaron en un hogar muy humilde ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar.
Con gratitud, recuerdo mi paso por el Colegio Rodrigo Lara Bonilla IED, donde
cursé mi primaria y bachillerato entre 1996 y 2007. En este colegio, encontré
numerosos profesores inspiradores que, con su metodología, me brindaron una
idea global de cómo debería ser el proceso educativo. Fueron partícipes de mi
formación y contribuyeron a mi crecimiento personal sin esperar nada a cambio.
En el colegio Rolabo, donde cursé la media vocacional, tuve que decidir mi área
de profundización académica. Me incliné por la línea técnica en mecatrónica,
procesos industriales y tecnología, lo que despertó mi interés por la ingeniería.
Después de graduarme, continué mis estudios con un tecnólogo en mecatrónica en
el SENA. Sin embargo, durante ese tiempo quedé embarazada de mi hijo Samuel, lo
que me llevó a interrumpir mis estudios y quedarme en pausa.
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Durante mi educación secundaria básica y media vocacional, siempre estuve
dispuesta a participar en proyectos institucionales, lo que me brindó mis primeras
experiencias en la planicación y desarrollo de clases y talleres. Mis profesores
fueron para mí los mejores ejemplos, ya que podía observar cómo lograban
transmitir ideas, ofrecer ejemplos e incluso captar la atención de aquellos
estudiantes que no mostraban interés en las actividades desarrolladas. Todo esto
alimentaba mi motivación para seguir el camino de la enseñanza.
En el colegio Rolabo, donde cursé la media vocacional, tuve que decidir mi área
de especialización académica. Opté por la línea técnica en mecatrónica, procesos
industriales y tecnología, lo que despertó mi interés por la ingeniería. Después de
graduarme, continué mis estudios con un tecnólogo en mecatrónica en el SENA. Sin
embargo, durante ese periodo quedé embarazada de mi hijo Samuel, lo que me llevó
a interrumpir mis estudios y quedarme en pausa.
Mi primer contacto con el aula se dio a través de las asignaturas enfocadas en las
prácticas ofrecidas por la UPN, en el colegio José María Córdoba IED, donde trabajé
con estudiantes de quinto grado de primaria. Esta experiencia me permitió
comprender las dinámicas del aula de informática y la interacción entre los
estudiantes y el docente. Posteriormente, realicé prácticas en el desaparecido
Museo de los Niños, donde ejercí como mentora pasante. Fue una experiencia
graticante, ya que el museo era un espacio libre donde los niños y jóvenes asistían
motivados por aprender sobre ciencia y tecnología, experimentar con material
didáctico, compartir conocimientos, desarrollarse socialmente y disfrutar.
78
aprender de los contrastes en la población. Después de trabajar con una población
vulnerable, encontré la posibilidad de trabajar con una población dócil y dispuesta a
aprender, trabajar y obtener resultados. Durante mi estadía allí, que duró 4 años,
también comencé a trabajar en educación superior gracias a la oportunidad que me
ofreció la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central.
Aunque la mayoría de los estudiantes del Liceo tenían los recursos electrónicos
necesarios para realizar sus actividades, la institución educativa carecía de una
plataforma adecuada para ello. Decidí aceptar el desafío y diseñé un boceto para
crear un espacio que brindara toda la información, accesos y seguridad necesarios
para garantizar el servicio educativo. Mi propuesta fue aceptada por la dirección y
se implementó la siguiente semana. Sentí una gran satisfacción al poder ayudar a
tantas personas simultáneamente en el desarrollo de sus actividades educativas y
cotidianas. Para mí, no hay mejor recompensa que la gratitud de las personas,
especialmente de una comunidad tan especial como la del Liceo Santa Bárbara.
79
la ciudad. Ya no podía compartir el almuerzo con mi familia y regresaba a casa a
altas horas de la noche.
Mis labores con la decanatura se extendieron durante un año y siete meses, hasta
que se presentó una nueva oportunidad: ¡volver a la docencia! Gracias a la
recomendación de un gran amigo, me enteré de la posibilidad de trabajar como
docente de electricidad y electrónica en el Instituto Bachillerato Técnico Industrial.
Quiero aclarar que nunca tuve la intención de abandonar la enseñanza; la escuela ha
sido mi segundo hogar académico después de la Universidad Pedagógica Nacional.
Sin embargo, ya no me sentía motivada trabajando en la decanatura. El proceso de
selección para el cargo de docente duró aproximadamente dos semanas, y comencé
a trabajar en el bachillerato en septiembre de 2023.
80
seguir estudiando con el n de crear más material y conocimiento para las futuras
generaciones.
81
Por: Andrea Velandia Forero
Docente SED Bogotá - Colombia
82
C uando comencé la secundaria, lo hice en un pequeño colegio privado en
Mosquera, uno de esos pocos, un pequeño colegio que debería haber existido
por siempre. En aquel entonces se llamaba Liceo de Sabana y era considerado
un verdadero estorbo para el vecindario. Sentía que todo lo que aprendía allí era tan
signicativo que, al regresar a casa, después del almuerzo, llevaba a mi hermana a la
parte trasera de la casa. Utilizábamos la pared como pizarra y, con una tiza que
tomaba sin permiso, le enseñaba todo lo que había aprendido. Mis profesores tenían
un estilo muy particular; en plena década de los 90, nos inculcaban el valor de la
autonomía.
Mis profesoras... eran tan adelantadas para su época, las más cercanas eran
costeñas y otra era de Bogotá, todas con una personalidad arrolladora que parecía
sacada de las páginas de la sabiduría de Melquiades en Cien años de soledad. Más
allá del aula, también enseñaban. En una ocasión nos invitaron a marchar en el
barrio porque cerraron la biblioteca pública; solo fue una de las muchas veces que
aprendí a no quedarme callada frente a la injusticia.
Cuando tenía once años, en sexto grado, era la más bajita del colegio, y así seguía
siendo hasta los 13 en octavo. Por eso me llamaban con apodos dulces como
Campanita y Paz. Desde que ingresé, participé en el periódico del colegio, en el
gobierno escolar, y formamos un equipo de fútbol con mis mejores amigas. Nos
llamábamos Las Enanas, no podría haber sido de otra manera. Mis amigos se reían
de mí porque, cuando los salones estaban vacíos, entraba para dejar actividades a
los estudiantes mientras llegaba el profesor.
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Al compartir experiencias de la época del colegio y escuchar las de los demás,
valoro la singularidad de mi colegio y de mis profesoras, a quienes agradezco por
haber contribuido a forjar mi personalidad. Amo lo que soy y cómo me formé.
Después de 31 años desde que inicié mi bachillerato, aún mantengo contacto con
ellas, y tanto el amor como la admiración permanecen intactos.
Tomando lo mejor de cada una de mis profesoras de manera ecléctica, y con este
perl desde niña, nunca tuve duda de mi profesión; siempre soñé con ser maestra.
Siendo menor de edad, comencé a trabajar en un jardín infantil del norte de Bogotá.
En realidad, mentí sobre mi edad, ya que tenía 16 años, y dije que mi cédula se estaba
demorando. Mientras tanto, realicé un curso de atención al preescolar. En esa
época, era muy difícil acceder a una carrera universitaria, especialmente en mi
situación económica. En mi hogar, mis padres, mis hermanos y yo sobrevivíamos
con un salario mínimo. Antes de que comenzara el nuevo siglo, esa situación era
posible.
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invitadas de honor en mi boda. En sus clases, integraban el arte y la lectura de
manera activa. Comencé mi carrera como profesora de preescolar, donde
cultivábamos jardines, realizábamos actividades al aire libre, recitábamos poemas,
bailábamos y, entre risas y aprendizaje académico, viví una experiencia
encantadora. En ese momento, sentí que quería ser docente de preescolar para
siempre.
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perl de nuestros estudiantes. Incluso mantengo contacto con algunos de ellos, a
quienes ahora considero amigos cercanos. De hecho, una de ellas forma parte de mi
círculo íntimo de amigas. Fue entonces cuando descubrí que amaba ser docente de
bachillerato, algo que, curiosamente, ya había sentido antes con niños de otras
edades.
Duré muchos años en un colegio en San Cristóbal, donde fui miembro del
consejo directivo y complementé mi experiencia con la organización de la rectora y
la coordinadora del plantel. Cuando regresé al aula regular, me asignaron el grupo
de estudiantes que estaban repitiendo año, aquellos provenientes de otros colegios
y de otros salones del mismo plantel. Nadie quería entrar a esta clase y, si bien el
comportamiento de estos estudiantes no se parecía al de mis hijos, también me
esforcé por ser la docente que desearía para ellos. Con el tiempo, desarrollamos
lazos muy estrechos, aunque al principio, cuando empezamos en sexto grado, yo
era La cucha más fastidiosa que tenían.
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historias de sus vidas que parecen sacadas de la cción. Son relatos que reejan
situaciones cotidianas que se viven en las esquinas de la ciudad, donde la exposición
de la piel provoca incomodidad y se olvida la sensibilidad que todos los seres
humanos experimentan. Mi colega y yo denominamos este proyecto como un
intento de reconciliar al sector educativo con esta población.
A veces, asusta el poder que, sin buscarlo, tenemos sobre nuestros estudiantes.
Es una gran responsabilidad comprender que una palabra hacia ellos puede
construir o destruir. Por eso, es fundamental utilizarlas con cuidado. No siempre
lograremos construir como deseamos, pero es importante asegurarnos de que no
hemos causado daño en su interior.
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enamoren del aroma de las velas, de sus colores y de su luz, y que comprendan
cómo pueden puricar el alma. Tal vez se enamoren de las sonrisas y las lágrimas de
sus seres queridos, para valorar y recordar con respeto las conexiones familiares y la
posibilidad de escribir una nueva historia. Que se enamoren de las historias de los
demás y aprendan a escucharlas con atención, para así comprender mejor la
humanidad en su diversidad, con sus cicatrices y sus triunfos. Todos tenemos una
historia que contar, y nos gusta hacerlo.
Los desafíos para los educadores ya no son un secreto, y los nuevos docentes
están conscientes de ello al asumir este rol. Sin duda, se adentraron en esta profesión
por amor, lo cual ya es un gran comienzo. Deben aprovechar su cercanía
generacional con los estudiantes y enseñar como si cada mensaje que transmiten
tuviera solo dos posibles destinos:
El primero es reconocer que tal vez esa sea toda la formación que recibirá su
estudiante, por lo tanto, deben proporcionar todas las herramientas necesarias en
cada clase, aprovechando la oportunidad para llegar a él y sembrar una semilla de
conocimiento y crecimiento.
Por eso, hay un recuerdo que equilibra mi grado de sensibilidad, y es el que viví
con una estudiante de grado once hace muchos años. Yo impartía clases de español
en este curso dos días a la semana a primera hora. La estudiante solía llegar tarde,
casi siempre, y cuando le preguntaba la razón, simplemente respondía: Se me hizo
tarde. Quizás no inspirábamos suciente conanza, y así quedaba la situación.
Estas llegadas tardías la llevaron a tener la asignatura perdida denitivamente al
nal del año, ya que tampoco se sentía motivada para realizar las actividades que
llevaba con entusiasmo al grupo.
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Un día, propuse a los estudiantes la actividad de escribir su biografía,
considerando su proyección futura, dado que al año siguiente ya no serían
estudiantes de secundaria. Una de ellas, en particular, se animó a realizarla con
dedicación. Mientras calicaba su escrito, experimenté una profunda tristeza,
mezclada con admiración. Esta estudiante era madre de una niña de un año y, cada
mañana, debía esperar a su propia madre para que cuidara a la bebé mientras ella
asistía al colegio. A pesar de las dicultades, dejaba todo preparado para la mañana
antes de partir hacia el colegio.
En ese momento, comprendí muchas cosas. Sin embargo, lo más impactante fue
la clara proyección que tenía como madre. Estaba llena de sueños y trabajaba en la
tarde. Hablaba sobre el cambio de perspectiva que su maternidad le había
proporcionado en la adolescencia, y expresaba que le debía la vida a su hija. A pesar
de contemplar los obstáculos, también visualizaba las posibilidades de superarlos y
seguía ahorrando porque planeaba continuar estudiando.
Creo que nunca se dio cuenta del impacto que tuvo su biografía en mi vida.
Aprendí de ella como madre, como mujer y como ser humano. Por esta razón, ahora
implemento la actividad de escribir la biografía de mis estudiantes al inicio del año
escolar, no solo como un ejercicio para revisar su escritura, redacción y ortografía,
sino también como una oportunidad para reexionar sobre sus vidas y
aspiraciones.
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Jackson Beltrán Rodríguez
Colegio Alexander Fleming IED-
Secretaría de Educación de Bogotá - Colombia
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B uen día querido lector: cuando te solicitan, a ti como escritor, que por favor
escribas tu historia de vida, inicialmente te parece normal y piensas que será
una tarea reporteril más, un ejercicio de reportar hechos y sucesos dentro de
un entorno y contextos denidos; lo cual no desprecio porque sigo considerándolo
un arte, y, además de arte un noble ocio. Pero cuando te sientas a escribir te das
cuenta de que es la tarea más difícil del mundo. Y ¡no!, no es una frase de cajón ni un
cliché digno de un párrafo introductorio, desde el más profundo análisis
epistemológico y escatológico descubres que escribir tu vida es tan traumático como
cambiar de país, así es, esa sensación vacía y tácita que tienes cuando intentas
empacar tu vida en una maleta para llevársela lejos, es idéntica a cuando intentas
encerrar tu vida en un par de párrafos para compartirla con los demás.
No pude nacer en el seno de una mejor familia, acompañado del mejor papá, la
mejor mamá y de los tres mejores hermanos que Dios me pudo regalar y que entre
otras cosas ya se me habían adelantado llegando a este mundo convirtiéndome sin
pena en el niño consentido o el Cuba término que vine a entender como a los 17 años.
A estas alturas también habrá podido darse cuenta de que creo en Dios,
cuestiones que por estos tiempos son objeto de crítica y desgano y lo que poco a poco
se convierte en una acción atemporal y totalmente fuera de moda.
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En 1985 inicié mi vida académica con estruendosos fracasos que fueron
rápidamente mitigados por mis hermanos, sin la oportunidad de una educación
preescolar y enfrentando un grado primero, así, de buenas a primeras, por ende, la
motricidad na, el color y la estética no fueron lo mío, además, en la jornada de la
tarde que me agobiaba con su lento transcurrir y la desidia que trae consigo una
puesta de sol que no ayudaba con los objetivos académicos.
Paralelamente a la secundaria, las tardes y los nes de semana llevaba una vida
parroquial intensa, participaba en todas las actividades de la Parroquia Santo
Cristo, fortín ético y comportamental para mi formación. Primero como Acólito y
con tan solo 14 años como catequista; tuve la oportunidad de impartir el catecismo y
preparar niños para la primera comunión y a su vez preparar jóvenes mayores que
yo para el sacramento de la conrmación y ésta la considero como mi primera
experiencia docente y por la que al día de hoy acumulo poco más de 30 años de
experiencia en esta hermosísima labor.
92
Entre tanto, mi vida continuaba aún en el colegio. Al cursar el décimo grado, nos
acercábamos a lo que eran las primeras elecciones escolares. Recordemos que para
el año 1994 vio la luz la nueva Ley General de Educación y con ella, el Gobierno
Escolar. Me convertí en el primer Personero de la institución con muchísimo trabajo,
muchas actividades para lograr esa aprobación tan anhelada de lo que era la
educación media y poder convertirnos en la primera promoción de nuestra amada
institución.
93
para buscar un título tecnológico en periodismo y de esa manera poder más
adelante buscar su correspondiente profesionalización, logré culminar el primer
semestre de los tres que hacían parte del programa de homologación.
De esta manera inició mi vida como docente titular, fue una experiencia
maravillosa, tres años en los que me descubrí no solo como docente sino como
persona y en los que pude compartir conocimientos académicos para participar de
la formación personal del individuo que es el n último de la educación.
Iniciar esa labor titánica de trabajar en el día y estudiar en la noche fue muy
difícil para mí en un comienzo, de hecho, perdí el segundo semestre que cursé en la
noche y producto de ello fui expulsado del programa de profesionalización, lo que
me causó un enorme pesar y una angustia profesional grandísima, debía yo en ese
momento buscar una alternativa porque ya tenía media carrera cursada y no era ni
académica ni económicamente conveniente perder ese esfuerzo.
94
luego poder realizar los estudios que faltaban para profesionalizar totalmente el
programa de Comunicación Social y Periodismo.
Una población bastante difícil por el entorno que presentaban los estudiantes,
sin embargo, allí se realizó un trabajo excepcional y que me dejó una inmensa
satisfacción ya que más allá de impartir conocimientos de tecnología e informática
tuve la oportunidad de acompañar casos puntuales, apoyarlos en formación
95
personal. Hoy cuento con la fortuna de ser testigo del proceso que los llevó a ser
excelentes profesionales y de primer nivel aquí en Colombia y en el exterior,
consagrándose no solo como profesionales sino también desempeñando altos
cargos en el sector público y el sector privado.
Entre los años 2011 y 2012 y gracias al trabajo puesto en el Manual de Producción
para Radios Comunitarias y Escolares fue posible cosechar varios premios y
reconocimientos entre los que se destacan el Premio Nacional de Periodismo
Antonio Nariño y La Orden Civil al Mérito Periodístico otorgada por el Concejo de
Bogotá.
Mi salida de esta institución se vio empañada por un hecho que aún me causa
una profunda tristeza y es a lo que los docentes estamos expuestos día a día en
nuestro ejercicio pedagógico. Una estudiante que perdía la asignatura, que ni
siquiera estaba perdiendo el año, decidió como camino más fácil manifestar que yo
la acosaba sexualmente y de esta manera conseguir un camino más expedito para la
aprobación de su asignatura. Una acusación injusta que me ocasionó muchísimos
problemas y a pesar de no existir una denuncia formal me dejó una tarea titánica
para limpiar mi nombre a nivel social, laboral, y pedagógico.
Una labor maravillosa que desempeñé durante poco más de 5 años, que me
permitió conocer todos los destinos de la aerolínea a nivel mundial y que enriqueció
mi preparación como docente teniendo contacto con un sinnúmero de
civilizaciones, viviendo y siendo testigo directo de su entorno, lo que reforzó en mí
todos los conocimientos académicos adquiridos, proporcionándome una visión
única y convirtiéndome en un ciudadano del mundo, riqueza, que hoy comparto
con mis estudiantes.
Para ese momento corría ya el año 2020, para ser más puntuales el mes de marzo
cuando extendí mis alas por última vez y llegó ese monstruo que afectó al mundo
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entero; creo rmemente que ningún habitante del mundo pudo escapar a los efectos
de lo que nos causó ese monstruo enorme llamado Covid-19. Como en millones de
casos la pandemia se encargó de dejarme nuevamente sin empleo dejando una labor
que amé intensamente ya que los cinco años en los que me desempeñé en ella fueron
para mí como cinco minutos y enfrenté como gran parte de los habitantes del
mundo las dicultades sociales, de salubridad, pero principalmente económicas
con las que la emergencia sanitaria nos golpeó fuertemente y sin piedad.
Seis años fuera del ejercicio académico, herido y prevenido aún por los ultrajes
causados por la injusticia, me enfrentaba a una población desconocida para mí.
Aparte del trabajo pedagógico y formativo con una comunidad que siempre
llevaré en mi corazón, durante mi paso por la Institución Educativa La Despensa,
tuve la oportunidad de cursar una especialización en Pedagogía y Docencia
Universitaria en la Universidad La Gran Colombia y también de iniciar un
doctorado en Ciencias de la Educación en la universidad Cuauhtémoc de México.
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Educativa la Despensa, que me dejó enormes satisfacciones principalmente porque
tuve la experiencia de trabajar con los niños de grado sexto y séptimo que en 30 años
de ejercicio docente jamás se había presentado ya que siempre había trabajado con
grados superiores.
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99
Por: Noelia Alejandra Giménez
Provincia de Misiones-Argentina
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I magina un sendero, no recto ni común, sino cargado de signicado para la vida
misma. Un recorrido marcado por kilómetros que representan etapas de
curvas tortuosas, subidas y bajadas extremas, y velocidades variables. Nunca
me detuve en este trayecto, este camino metafórico reeja mi viaje hacia la pasión de
mi vida: la enseñanza y la profesión docente.
Mis primeros pasos se entrelazan con la sencillez de una vida humilde desde la
infancia y la adolescencia, marcada por la educación en valores que mis padres me
inculcaron durante mi formación obligatoria. Recuerdo esos años en una escuela
religiosa, donde sembraron la semilla de mi futura inclinación hacia la enseñanza de
ciencias económicas. Siempre supe que al nalizar la secundaria debía seguir
estudiando; esta decisión estaba arraigada con un propósito especial: mejorar las
condiciones para mi familia. Esa fue mi gran inspiración, ya que siempre tuve
presente las limitaciones educativas de mis padres, quienes solo tuvieron la
oportunidad de asistir a los primeros años de escuela. Al n y al cabo, no deseaba
repetir esa historia.
101
Reexiono sobre los inicios de mi vocación docente y me pregunto cómo llegué
hasta aquí. En la secundaria, ocupaba el primer puesto en timidez, era reservada,
introvertida y carecía de iniciativa. Además, procrastinaba constantemente,
dejando todas las tareas y lecciones para último momento. Si debiera etiquetar ese
momento, diría que mi título era Especialista en Procrastinación. Sin embargo, no
era tan malo, había casos peores.
Cada día que transcurre, me doy cuenta de los desafíos de la vida, los cuales
moldean mi personalidad y me brindan la fuerza para no desistir. Es por lo que los
años que he pasado en el aula me han demostrado que elegí una de las mejores
profesiones del mundo y que volvería a elegirla si tuviera la oportunidad en otra
vida. Después de todo, mis alumnos son el combustible que alimenta mi pasión,
impulsándome a innovar y aprender continuamente de ellos, de la vida misma y de
la capacidad que nos convierte en autodidactas.
102
cátedra de la EPET 36, siento un arraigo profundo hacia esa institución. Finalmente
logré concentrar mis horas en una sola escuela, alcanzando el sueño que muchos
anhelan, al menos aquí en Argentina. Cada día, cada kilómetro recorrido en esta
profesión extraordinaria refuerza mi amor por la enseñanza y por una sociedad más
humana y compasiva.
Una experiencia que quedará grabada en mi memoria son los proyectos que
emprendí este año, donde los estudiantes son los protagonistas. Coordinar y
organizar el primer simposio internacional realizado de manera presencial desde
República Dominicana, con un grupo de personas maravillosas que son mis
hermanos latinoamericanos, fue una experiencia sumamente graticante. Mis
estudiantes compartieron intercambios y experiencias con otros pares
continentales.
Este relato que comparto aquí solo abarca una pequeña parte de las muchas
travesías, vivencias y experiencias que han enriquecido mi vida, ya sean positivas o
negativas. Reeja la dedicación y el amor que he invertido en mi vocación. Cada día
es una lección, y cada estudiante es un nuevo mundo por descubrir. Este viaje es un
curso existencial que seguirá enriqueciéndose con cada paso, porque ser docente va
más allá de una profesión; es una pasión que alimenta el espíritu.
Sin embargo, cada vez que reexiono sobre cuál sería la escuela ideal, surge una
respuesta especial en el contexto educativo. Una escuela transformadora, soñadora
e ideal sería aquella donde tanto el estudiante como el maestro son vistos como seres
humanos integrales, emocionales y susceptibles a las vicisitudes de la vida. Donde
se aprende tanto del acierto como del error. En esta visión, las personas deben ser
valoradas por sus capacidades, más allá del estigma que pueda implicar una
calicación numérica.
103
Una escuela ideal es aquella que cuenta con un cuerpo docente que impulsa la
carreta con la misma fuerza con la que la dirige, que dispone de los recursos
necesarios para hacer las clases más atractivas, pero, sobre todo, donde el acto de
enseñar se realiza con pasión y vocación. Además, en la construcción de esta
educación ideal están involucrados los padres y la sociedad en la que se
desenvuelven los estudiantes. El trabajo del maestro no puede ser solitario; se
necesita un apoyo integral para alcanzar esa visión de una nueva escuela.
A mis colegas que están en camino, también les compartiría que la soberbia no es
un buen aliado. No lo sabemos todo y, en muchas ocasiones, también aprendemos
de nuestros alumnos. Si buscamos calidad, debemos dar lo mejor de nosotros
mismos; y si exigimos respeto, debemos respetar a todos sin distinción alguna.
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Por: Jésica Báez Lehner
Quillota - Chile
La música y el viaje por mundo de las emociones.
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Con alegría les hablo,
compañeros de labores,
son tantas las sensaciones
al jugar con los vocablos,
van saltando como diablos
las palabras en mi boca,
que ponen un poco loca
la casa del pensamiento,
como una niña me siento
chiquitita y revoltosa.
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M i nombre es Jéssica Báez Lehner y mi incursión en la pedagogía fue
totalmente inesperada. Sin embargo, mi experiencia con la música
comenzó de manera muy íntima, desde que era una niña y me adentré en
el aprendizaje autodidacta de la guitarra. Pasaba horas investigando los sonidos
que emanaban de ella, explorando sus notas y acordes con curiosidad. Estos
primeros acercamientos, jugando con la guitarra, despertaron en mí la necesidad de
comprender cómo un objeto tan simple, hecho de madera, podía generar armonías
tan cautivadoras.
Otro mito que enfrenté fue cuando, a los 14 años, me acerqué a un maestro muy
reconocido en mi ciudad para solicitarle ser su estudiante. Él me respondió
diciendo: No puedo enseñarte música, ya eres demasiado grande. Quizás tenía
razón en que, dentro de su enfoque académico y competitivo, consideraba la música
como un n en sí misma. Sin embargo, la vida me ha enseñado que la música es
mucho más que eso. Es un medio a través del cual podemos ofrecer conciertos,
grabar discos, pero, sobre todo, transformar la vida de las personas.
108
Una de las primeras experiencias laborales que viví fue en el año 1999, cuando
tenía 22 años. En aquel entonces, el departamento de salud lanzó una convocatoria
para jóvenes músicos de la ciudad, invitándonos a participar en una reunión en la
que nos informaron sobre la implementación de una sala de ensayo para bandas de
rock, completamente equipada, en las instalaciones donde antes funcionaba el
centro de salud municipal. Alrededor de 80 jóvenes nos encontramos en el lugar con
la esperanza de encontrar un espacio para hacer música. Sin embargo, el proyecto
aún no estaba completo y pensé que tal vez podía contribuir con algunas ideas para
mejorar su funcionamiento.
Durante ese período, empecé a relacionarme no solo con los músicos que
buscaban espacios, sino también con el entorno. Al principio, los vecinos se
alarmaron al ver a tantos jóvenes en el sector, con tatuajes, cabellos largos y de
colores, guitarras y botas negras. Estas apariencias generaron temores y resistencias
que se reejaron en reclamos infundados basados únicamente en el
desconocimiento y los prejuicios hacia los jóvenes. Destaco esta situación porque
evidenció cómo nuestras percepciones pueden inuir positiva o negativamente al
enfrentarnos a realidades diversas, muchas veces tomando posturas sin darnos la
oportunidad de conocer a quienes tenemos cerca.
En el año 2010, recibí una llamada de una amiga kinesióloga que dirigía un
colegio con un currículum diferenciado para niños y jóvenes con diversos tipos de
discapacidades. Ella me explicó que varios profesores de música habían pasado por
el colegio sin mucho éxito, lo que estaba afectando a los estudiantes. Reconociendo
los benecios de la música para los alumnos, me propuso hacerme cargo del taller
de música del colegio. Inicialmente, dudé en aceptar porque creía que, para enseñar
en un contexto con estudiantes con necesidades educativas especiales, necesitaba
contar con un título universitario que respaldara mis competencias, conocimientos
109
y habilidades. Sin embargo, tras la insistencia del colegio y luego de analizar
cuidadosamente el contexto, decidí aceptar el desafío y aportar mi experiencia
musical, mi trayectoria en el trabajo con bandas de rock, y, sobre todo, una gran
voluntad de aprender en un mundo completamente nuevo para mí en ese
momento.
110
con la guitarra. La energía y la magia que irradiaron los estudiantes durante esta
primera presentación artística fueron tan poderosas que me hizo pensar que
estábamos cosechando los frutos de las clases y aprendizajes vividos durante ese
primer período.
Sin embargo, lo que más me impactó después de esa presentación fue darme
cuenta de que las personas con discapacidad han sido relegadas a espacios cerrados
durante años, ocultas entre cuatro paredes. De alguna manera, estábamos llevando
a cabo un acto político al visibilizar esta realidad valiosa y existente a través de la
música.
Desde aquella presentación hasta hoy han pasado 13 años. En 2019, sentí que
había completado un ciclo en ese espacio educativo y decidí seguir otra de mis
grandes pasiones: el trabajo en madera. Renuncié a mi antiguo empleo en la escuela,
pero continué trabajando de forma independiente y autónoma con un grupo de
jóvenes de ese mismo colegio. Durante el primer año, realizamos ensayos
constantes y presentaciones en diversos escenarios. En el segundo año, se sumaron
más personas interesadas en el proyecto, con diferentes formaciones y habilidades,
lo que dio lugar a la formación de un equipo multidisciplinario muy comprometido
que abarca diversas áreas, como lo musical, lo psicosocial, el desarrollo integral y la
participación ciudadana de los integrantes.
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enmarca en las competencias para el Aprendizaje Profundo, según Michael Fullan,
y se ilustra con ejemplos concretos basados en el trabajo realizado por la banda.
112
113
Luis Enrique Gómez Guerrero
I.E.M. Santiago Pérez, Zipaquirá
114
M i interés por la enseñanza como profesión surgió al buscar modelos de
conocimiento que me permitieran encontrar características pedagógicas e
ideas que me inspiraran, especialmente en el área de las ciencias sociales.
Durante mi educación primaria, recibí una educación espectacular de una
pedagoga excepcional en la escuela pública San José Sur Oriental de Bogotá. Este
período marcó mi compromiso con la educación y el servicio a la sociedad.
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El desarrollo de procesos educativos me ha brindado la oportunidad de conocer
diversas experiencias con los estudiantes, reconociendo las marcadas diferencias
entre las dinámicas y vivencias de la jornada diurna y nocturna. En la jornada
nocturna, me encontraba trabajando con estudiantes adultos que, por diversas
razones, no habían tenido la oportunidad de estudiar en su juventud o habían
optado por ingresar al mercado laboral como obreros o mensajeros antes de decidir
retomar sus estudios por la noche para completar su educación básica, media e
incluso profesional. En contraste, en la jornada diurna, enseñaba a niños,
adolescentes y jóvenes con intereses y dinámicas diferentes.
116
mano, me dirigí a la jefatura de núcleo, a cargo del profesor Luis Vega, para
informarle sobre mi traslado y la situación de no contar con una asignación
académica en el Luis Orjuela. El profesor Vega me pidió que me quedara, ya que
formaba parte de la planta de personal de Zipaquirá. Así que aguanté durante cinco
meses, presentándome regularmente en la jefatura de núcleo para mantenerme
vinculado a la planta ocial de Zipaquirá.
Al relatar mi trayectoria como docente, suelo decir que he tenido más puestos
que una buseta (coordinador académico, coordinador de servicio social,
coordinador de convivencia, todos por encargo). Sin embargo, gracias a esta amplia
experiencia en diversos establecimientos educativos, he adquirido un conocimiento
profundo en el campo docente, administrativo e incluso sindical. He desempeñado
roles como representante en el consejo directivo, profesor, coordinador de servicio
social y de convivencia, siempre que se consideraba que tenía las capacidades y
condiciones necesarias para ello.
Uno de los factores que ha motivado mis múltiples traslados ha sido la situación
del orden público. Me he sentido como un profesor casi desplazado, moviéndome
de un lugar a otro como consecuencia de la violencia que aqueja a Colombia. He sido
víctima del desplazamiento provocado por las FARC en la región de La Macarena,
donde ocuparon un sector de la cordillera oriental y municipios como Medina y
Paratebueno. Como rector del establecimiento educativo, priorizaba mi salud y la
seguridad de mi familia, que me esperaba en Bogotá. Ejercí mi carrera docente lejos
de ellos, por lo que cuando regresaba a casa, era un momento muy especial para
reunirme con mis hijos, Leidy Ginet Gómez Salamanca y Bayrón Enrique Gómez
Salamanca. Es importante destacar que los conocí no en el momento de su
nacimiento, sino al segundo o tercer día, debido a las dicultades para trasladarme
117
desde lugares tan remotos, especialmente por las condiciones de la topografía y el
estado de las vías.
La Marginal del Llano solía obligarnos a pasar noches dentro de los autobuses
varados en la carretera, pero afortunadamente la situación ha mejorado con el
tiempo. En resumen, he trabajado en muchos municipios, primero para escapar de
los conictos en las zonas donde estaba ubicado y luego por razones familiares. Mi
esposa, Lilia María Salamanca Daza, también era docente administrativa, rectora y
trabajaba en Bogotá. Ella ya está pensionada y espera mi retiro para disfrutar juntos
de la jubilación.
118
Si en Colombia hubiéramos implementado estas recomendaciones en 1993,
estaríamos hablando de un cambio signicativo desde hace décadas.
Lamentablemente, muchas de estas propuestas quedaron en el olvido y seguimos
aferrados a políticas educativas obsoletas que no conducen a ninguna parte y que
solo contribuyen a que los estudiantes se desmotiven fácilmente en la escuela actual
y del futuro.
Las experiencias menos positivas y, hasta cierto punto, amargas con algunos de
mis estudiantes, incluyen el hecho de haber sido testigo del fallecimiento de
estudiantes, ya sea por accidentes o por decisiones trágicas como el suicidio. Estas
situaciones dejan una marca permanente en el alma y afectan espiritualmente al
pensar en jóvenes que decidieron abandonar este mundo de forma prematura. Por
otro lado, es reconfortante saber que algunos de mis antiguos estudiantes se han
convertido en profesionales exitosos: médicos, miembros de las fuerzas armadas,
gerentes de empresas, entre otros. Sin embargo, estas historias positivas contrastan
con otras en las que los estudiantes se han perdido en el mundo de las drogas o han
caído en situaciones de vulnerabilidad social, lo cual me causa un profundo pesar.
119
interés por las ciencias sociales y les inspiró a seguir carreras relacionadas con el
derecho. Sin embargo, otros me percibían como un docente demasiado estricto
debido a mi enfoque en la responsabilidad académica y el orden en el aula. Si bien
permitía actividades lúdicas, como juegos y charlas, dejaba en claro que estas no
debían interferir con las responsabilidades académicas, como las tareas, los trabajos
y las evaluaciones.
Para aquellos colegas que están comenzando en la carrera docente, les comparto
que la educación es un arte que requiere capacidad, ejemplo de vida y formación de
conocimiento. Es fundamental abordar todos los procesos educativos con paciencia
y paz, fomentando valores positivos en el aula y contribuyendo así al bienestar de la
sociedad colombiana y al alejamiento de las problemáticas que enfrentamos. La paz
en Colombia debe comenzar en cada hogar y debe ser cultivada en el ambiente
escolar para construir un futuro más prometedor.
120
121
Héctor Eduardo Rodríguez Beltrán
Bogotá - Colombia
122
F
ormado como docente directivo de procesos administrativos en el ámbito de la
función pública educativa, poseo un perl académico que abarca un
Bachillerato Pedagógico, una Licenciatura en Educación Básica Primaria, una
Especialización en Informática para la Gestión Educativa y una formación en
Derecho. Como maestro bachiller y licenciado, cuento con las habilidades
necesarias para implementar procesos pedagógicos que contribuyan a elevar la
calidad de la educación. Gracias a mi especialización en informática para la gestión
educativa, dispongo de los conocimientos para organizar acciones destinadas a
fortalecer la misión pedagógica directiva, empleando el liderazgo para diseñar
estrategias acordes con la realidad institucional. Como abogado, tengo la capacidad
de articular la realidad social con las normativas y procedimientos aplicables al
contexto educativo, fortaleciendo principios, valores y derechos constitucionales en
benecio de las comunidades, al poner el derecho al servicio de la administración
pública para proporcionar una educación de calidad.
123
La maestra Mélida fue fundamental en mi camino hacia la elección de la
vocación docente. Con su enfoque pedagógico activo, logró que aprender a leer,
escribir, entender las matemáticas y comprender los procesos socio-naturales se
convirtiera en una experiencia apasionante. El amor por el aprendizaje que ella y
otros maestros que tuve durante mi educación primaria me inspiraron
profundamente hacia la profesión docente.
Aunque la Escuela Normal Nacional Fabio Lozano Torrijos era la única opción
para continuar mis estudios, ubicada a más de una hora y media de camino y sin
recursos económicos para costear el transporte, el esfuerzo y sacricio de mis
padres abrieron las puertas de esa institución educativa para mí. Fue en ese entorno
donde comprendí cuál sería mi verdadera vocación. Los maestros con experiencia y
sólida formación pedagógica que encontré en la Normal me brindaron las bases
necesarias y trazaron el camino para iniciar mi carrera en la docencia. Aunque
estudiar en la Normal era la única alternativa disponible, ya había tomado la
decisión de convertirme en maestro, un objetivo que había arraigado rmemente en
mi conciencia.
124
trabajado y debía asumir personalmente la responsabilidad de su atención médica.
Durante todo ese año, continué laborando en la misma institución educativa.
125
Gracias al esfuerzo conjunto con la Supervisión Educativa de la época, logramos
avanzar en propuestas de mejoras físicas y de equipamiento escolar. Con el apoyo
decisivo de la Secretaría de Educación, pudimos llevar a cabo la ampliación de las
escuelas San Bernardino, El Porvenir, Bosanova, Juan Maximiliano Ambrosio,
Brasilia, Francisco de Paula Santander, José Antonio Galán y Luis López de Mesa.
Bajo mi dirección como rector durante el gobierno del alcalde Enrique Peñalosa
en 2002, debido al décit de cupos escolares en el sector, iniciamos el proyecto de
ampliación y construcción de una sede adicional para el colegio San Bernardino. Se
designó un terreno en la ciudadela El Recreo para este n. Comenzamos instalando
doce salones de clase en las urbanizaciones, lo que permitió crear doce grupos de
preescolar y primaria en cada jornada. Entre 2003 y principios de 2025, la Secretaría
de Educación instaló aulas prefabricadas donde se logró matricular hasta el grado
noveno de Educación Básica, mientras se construía la nueva sede. En 2005, se
completó la construcción de la nueva sede, que se convirtió en el colegio Leonardo
Posada Pedraza. Con el respaldo de la alcaldía de Lucho Garzón y el liderazgo del
126
secretario de educación Abel Rodríguez, esta sede se convirtió en el primer
megacolegio de Bogotá y de Colombia, del cual aún soy rector.
Una anécdota que marcó mi experiencia como docente fue cuando desaé al
director rural de la Escuela El Uval de Usme. Como maestro del género masculino,
le propuse la idea de enseñar lectoescritura a niños de primer grado de primaria. Él
mantenía la opinión de que los grados de preescolar y primer grado siempre
deberían estar a cargo de maestras, argumentando que estas enseñaban con un
cuidado maternal debido al arduo trabajo y esfuerzo requeridos para la enseñanza,
el aprendizaje y la integración social de los niños. Junto con otro compañero
docente, solicitamos al director la oportunidad de tener a nuestro cargo el primer
grado, desaando así las convenciones establecidas.
127
consonantes, utilizando una amplia variedad de materiales didácticos, como letras
de madera, cartulinas y cartones, con la colaboración activa de los padres.
Trabajamos con letras mayúsculas, minúsculas, en diferentes estilos de escritura,
como script y cursiva, con el objetivo de avanzar en nuestro proyecto.
Esta experiencia dejó una profunda marca en nuestras vidas como maestros.
Nos enseñó la importancia de enseñar a leer y escribir, especialmente en primer
grado, que es uno de los niveles más desaantes para un educador. A pesar de las
dicultades, logramos avanzar gracias al arduo trabajo y la dedicación,
especialmente al trabajar con las dos niñas sin extremidades. Esta experiencia
combinó la dimensión humana de nuestra labor como educadores con el propósito
de ser transmisores de amor, fe, esperanza, conanza y conocimiento. Es una
experiencia que nunca olvidaremos y que nos recordó la importancia de abrazar la
diversidad y adaptarnos a las necesidades individuales de cada estudiante.
128
Los estudiantes me recordarán como el profesor que enseña con el ejemplo, que
infunde conanza y facilita el aprendizaje, nunca desanimando a sus alumnos ni
calicando las tareas como difíciles o imposibles. También me recordarán como
alguien que ha trabajado con muchos niños, no solo como educador, sino también
como directivo docente y rector. En ocasiones, los maestros me han llamado
"alcahuete" porque protejo y deendo a los niños con problemas, ya sea aquellos
que enfrentan dicultades de adaptación social, problemas sensoriales o motrices, o
aquellos que luchan con problemas psicológicos.
Por lo tanto, tengo un especial cuidado con los niños que tienen dicultades para
convivir. Los recibo con los brazos abiertos, abordo sus problemas y trabajo con
ellos para brindarles la conanza necesaria para superar sus dicultades, siempre
contando con el apoyo de sus padres. Siempre me recordarán como alguien que
ofrece oportunidades; en la vida, estas oportunidades abundan, pero a veces no las
aprovechamos. Cada vez que me encuentro con un estudiante al que he ayudado en
primaria, secundaria o incluso en la universidad, siempre me agradecen. Espero
que me vean como la persona que conocieron, que les proporcionó la oportunidad
de aprender y crecer como individuos, y los inspiró a proyectarse hacia un futuro
exitoso.
129
Orlando Ariza Vesga
Colombia
“un camino de aventuras y enseñanzas,
un viaje transformador a través de la educación”
130
H ace 56 años, en un pequeño sector rural de un pueblo santandereano,
comenzó esta historia en una familia modesta, pero con un profundo amor
por la educación. Mi madre alcanzó el quinto grado de primaria, mientras que
mi padre apenas dominaba la lectura y la escritura. A pesar de ello, él sirvió a su
pueblo como concejal honoris causa durante casi dos décadas, ejerciendo su cargo
con integridad y dedicación.
131
A los 17 años, se me brindó la oportunidad de ingresar al Seminario Mayor de los
Padres Redentoristas. Esta decisión fue impulsada tanto por un sentido de vocación
como por el deseo de explorar más allá de los límites de mi pueblo, más allá de la
montaña que siempre se alzaba en el horizonte de la meseta. En esta fase crucial de
mi vida, el apoyo de una hermana religiosa, ya fallecida, resultó fundamental. Ella
había decidido legarme una modesta herencia para respaldar mi camino hacia el
sacerdocio. Sin embargo, mi llegada al seminario estuvo marcada por la sombra de
mi reciente bautismo católico, ocurrido menos de dos años atrás y por mi propia
voluntad. Pronto, los superiores consideraron que mi fe aún era incipiente y
decidieron que debía salir al mundo para fortalecerla.
Al día siguiente, me encontré frente a una escuela que no era más que un techo
de zinc antiguo sostenido por unos doce pilares de madera sin labrar y algunos
pupitres fabricados por los propios miembros de la comunidad. Padres con niños
de todas las edades comenzaron a llegar, pero no venían a inscribirse en catequesis,
ya que la mayoría eran evangélicos pentecostales. Sorprendentemente, me pidieron
que les enseñara a leer y escribir. Incluso hubo jóvenes de casi 16 años que se
inscribieron para el tercer grado de primaria. ¿Qué hacer en una situación así? Yo no
tenía experiencia en enseñanza, mucho menos en las primeras letras. Para eso se
necesitaban maestros de verdad, y yo era simplemente un joven catequista asustado
de apenas 18 años.
Mientras empacaba mis pertenencias para viajar a este nuevo territorio, como
muchos otros, esperaba encontrarme con indígenas semi-desnudos y arraigados a
sus costumbres ancestrales. Sin embargo, la sorpresa fue para mí, al escuchar que
ahora me llamaban ¡profesor! En ese momento, me vi ante un dilema: o afrontaba el
desafío o regresaba derrotado a mi hogar paterno. Por supuesto, la segunda opción
no cruzaba por mi mente.
132
Partí sin muchas herramientas, aparte de unos pocos folletos que nos
proporcionaron en la capacitación. Inicialmente pensé que serían útiles para
encontrar temas de enseñanza y comprender el arte de educar. Sin embargo, pronto
me di cuenta de que necesitaba más. La semana siguiente organicé una salida al
pueblo en busca de material didáctico y, afortunadamente, lo encontré. Adquirí las
cartillas "Coquito" y "Nacho lee", y decidí enfrentar el desafío con esas herramientas
en mano.
Con ese limitado pero valioso material didáctico y conando en lo que había
aprendido en la escuela y en el colegio, intenté ejercer lo mejor posible mi labor
educativa. Aunque debo admitir que durante esos primeros años no fui el mejor
maestro. Si alguno de mis antiguos estudiantes llegara a leer esto, quiero ofrecerles
desde lo más profundo de mi ser una disculpa. Estoy seguro de que en esos días
fueron más bien mis conejillos de indias, en los que cometí más errores que aciertos.
Durante más de una década, recorrí caminos difíciles por la zona del Teteyé, la
región del Mandur y las orillas del Río Caquetá, visitando numerosas veredas en el
sector rural. Ayudé a organizar juntas de acción comunal, y gracias a las actividades
comunitarias, logramos mantener funcionando las escuelitas. Este trabajo
comunitario estuvo marcado por momentos de peligro. Una vez, estuve en la mira
de un arma simplemente por expresar opiniones en una región donde la libertad de
expresión era limitada. Afortunadamente, pude defenderme con mis argumentos, y
cuando el arma se guardó, también volvió la calma a mi interior.
En 1995, llegué al casco urbano del municipio de Puerto Guzmán para asumir
como director encargado de una de las jornadas en la institución educativa. Al
mismo tiempo, asesoré al recién creado municipio en la formulación de proyectos
educativos. Durante mi gestión como directivo docente, junto con mi colega
responsable de la otra jornada, presentamos un proyecto al concejo municipal que
dio lugar a la creación de lo que hoy se conoce como la Institución Educativa
Amazónica. Posteriormente, asumí la responsabilidad de enseñar Tecnología e
Informática gracias a mis conocimientos autodidactas en el manejo de
computadoras.
133
debido a los destacados resultados en las pruebas ICFES. En este nuevo contexto,
asumí la responsabilidad de enseñar informática y me esforcé por convertir esta
materia en una herramienta para el desarrollo del pensamiento crítico,
especialmente a través de proyectos de programación y lógica.
134
consumo de sustancias. En los últimos años, hemos logrado prevenir embarazos
adolescentes y, a pesar de los desafíos presentados por la pandemia, no hemos
experimentado grandes retrasos en el aprendizaje.
135
impacto positivo que, junto con el equipo de profesores, hemos logrado en la vida
de tantas personas que han transitado junto a nosotros, en algunos casos durante
más de 12 años.
Desde mis modestos comienzos como catequista hasta mi actual rol como
maestro y rector, mi vida ha sido un constante camino de desafíos y aprendizajes.
Durante más de 35 años en el campo de la educación, he sido testigo de cómo esta
puede transformar vidas y comunidades. Mi losofía de vida se fundamenta en la
pasión por enseñar y el rme deseo de mejorar la calidad educativa de nuestro país.
El reconocimiento nacional que recibí por mi labor como rector es un reejo del
impacto positivo que, junto al equipo docente, hemos logrado. Seguiré
comprometido con la noble misión de guiar a las nuevas generaciones, convencido
de que la educación es el camino hacia la paz y el progreso de nuestra nación.
136
137
Por: John Jairo Sierra
Docente Escuela Rural La Playita
Granada Cundinamarca
“Reivindicar esa labor docente que realizamos todos los días,
implica desarrollar un trabajo con profesionalismo,
sin perder la ruta de la exigencia, de la dignidad y los derechos”
138
M i historia se enmarca en el seno de una familia humilde, donde la
laboriosidad y la resiliencia fueron los pilares fundamentales legados por
mi madre, quien con admirable liderazgo impartió estos valores a mis
hermanos y a mí. Rememorar aquel hogar me llena de nostalgia y es un tributo a los
principios inculcados que hoy en día denen mi ser. La educación, cultivada en las
conversaciones de cocina y los rituales familiares, se convirtió en el sólido cimiento
de mi éxito académico. Destacarme como estudiante brillante, desde la escuela
hasta la universidad, se convirtió en una clara evidencia de las lecciones que, a
través de mi madre, aprendí a convertir en herramientas para el crecimiento
personal.
Mi travesía como educador se inicia en 1996; sin embargo, mucho antes de ese
punto de partida, mi corazón ya latía con ferviente pasión por la enseñanza.
Durante mi noveno grado, me adentré en el mundo de la pedagogía al realizar
servicio social en un salón comunal de mi barrio, donde me dediqué a alfabetizar a
un grupo de adultos. Unidos en una causa noble, un conjunto de jóvenes, entre los
cuales me incluyo, nos convertimos en catalizadores del aprendizaje, abordando la
lectura y operaciones matemáticas básicas. Las clases se adaptaron a nuestras
habilidades individuales, y en mi caso, estas siempre se inclinaron hacia las ciencias
sociales.
139
El impulso y la orientación derivados de esta primera incursión en la pedagogía
se integraron de manera intrínseca en mi inclinación y motivación para abrazar la
profesión de maestro. A pesar de las pruebas de exploración profesional, que
parecían dictar un destino ingenieril, existían como un eco discordante en mi
trayectoria educativa. Este contraste de perles solo fortaleció mi convicción y
dedicación hacia las ciencias sociales, consolidando así mi camino hacia la
enseñanza con mayor determinación.
140
La sorpresa en este curso residía en la asignación académica: no se alineaba con
mi especialidad, sino que recaía en el dibujo técnico, una materia que, durante mi
bachillerato, me había causado no poca molestia.
141
sobre la región. A pesar de las reservas, decidí aceptar la oferta y me sumergí en dos
años de servicio en esta comunidad.
Tras pasar dos años y medio, llegó el momento en que sentí la imperiosa
necesidad de regresar a mi familia, a la ciudad y a los amigos que extrañaba. Fue
entonces que, gracias a mi pasión por el fútbol, uno de mis grandes compañeros de
vida, conocí a personas con inuencia en la Secretaría de Educación Departamental.
Con decisión, presenté la solicitud de traslado y, en un sorprendente lapso de dos
semanas, recibí la aprobación. Se abría así otro capítulo en mi trayectoria
profesional.
En este municipio, aún me encuentro, y cada vez que alguien indaga sobre mi
origen, respondo con orgullo que soy granadino por adopción. Aquí, he logrado
construir lo poco o mucho que poseo. Dictar clases tanto a estudiantes de
bachillerato como de primaria ha sido un privilegio, donde busco transformar la
manera en que ven sus vidas, explorar posibilidades y alentarlos a soñar con ser
mejores personas. En este proceso, he tenido la fortuna de conocer a extraordinarios
colegas que, con sus cualidades excepcionales, han dejado una huella imborrable en
mi vida. A través de ellos, he aprendido sobre liderazgo, el amor por mi labor y la
importancia de defender nuestros derechos en medio de las adversidades y
obstáculos inherentes a la profesión docente. Cada día, sigo sumergiéndome en este
viaje de aprendizaje, enriqueciéndome con nuevas experiencias y consolidando mi
compromiso con la educación.
Por estas razones, armo con convicción que la escuela es el mejor espacio para
vivir, como lo expresa Paulo Freire en sus reexiones:
142
Lo importante en la escuela no es sólo estudiar, no es sólo trabajar; es también
formar lazos de amistad, crear un ambiente de camaradería, convivir, unirse. Sería
lógico que en una escuela así fuera fácil estudiar, trabajar, crecer, hacer amigos,
educarse, ser feliz. (Jiménez, 2018).
Un día, una niña llevó una golosina de chocolate para disfrutar durante el
recreo. Mientras salían a descansar por un momento, el chocolate se extravió y la
niña manifestó que alguien lo había tomado sin su consentimiento, una situación
que, en condiciones normales, podría considerarse un robo.
En respuesta a esta situación, pedí a todos los estudiantes que formaran una la
frente a mí. Luego, uno a uno, cada niño debía sacar la lengua para observar quién
llevaba rastros de chocolate en la boca. Inicié el proceso pasando por cada
estudiante, y al llegar a uno de los más grandes, noté indicios de chocolate en su
boca. Este estudiante explicó que en casa le habían dado un dulce para disfrutar en
la escuela. Le pedí que fuera a la caneca y me trajera la envoltura, convirtiéndose de
inmediato en el principal sospechoso del supuesto robo. En ese momento, me sentí
como el gran investigador Sherlock Holmes, tratando de resolver el misterio que se
presentaba ante mí.
Ante esta situación, mantuve un diálogo con los padres del estudiante,
dejándoles claro que, si su hijo no ofrecía disculpas públicas por sus acciones, las
cosas no podrían seguir igual. A medida que el tiempo avanzaba, el estudiante no
mostraba iniciativa para disculparse. Por mi parte, en gran medida lo ignoraba, lo
cual nos afectaba a ambos. Al nalizar el año escolar, durante la ceremonia de
clausura, el estudiante pidió la palabra ante toda la comunidad educativa. Con
143
lágrimas en los ojos, expresó: Quiero ofrecer disculpas al profesor por mis actos y el
lenguaje utilizado. Pero más que eso, quiero pedir perdón porque el docente ha sido
como un padre para mí. Perdóname, por favor, profesor.
A los nuevos maestros, les digo que han elegido una de las profesiones más
complejas, pero también una de las más graticantes. Aunque puedan no recibir el
valor social y económico que esperan, estoy seguro de que obtendrán el
reconocimiento invaluable de sus estudiantes, lo cual supera cualquier otra
recompensa. Ser maestro implica entregar todo el amor y dedicación, asumiendo,
en muchos casos, el rol de padre, amigo, consejero o guía emocional y espiritual
para los niños. Aquí radica la relevancia y la importancia de nuestra vocación.
Personalmente, volvería a elegir ser maestro una y otra vez, pues es una decisión
que busqué, logré y que ha enriquecido mi vida de formas inimaginables. Para
nalizar, les dejo una frase que llevo a todos los lugares y comparto con mis
estudiantes: Nunca dejes de soñar.
144
145
Binalud Leiva Daza
Docente de Básica Primaria
I.E.D. Antonio Ricaurte
Ricaurte - Cundinamarca
“Los grandes retos y las dicultades de la vida
son los que nos hacen encontrar nuestra verdadera esencia”
146
A l escribir estas líneas, me invaden recuerdos que me hacen añorar aquellos
días de risas, juegos y esperanzas por el futuro. Soy Binalud Leiva Daza,
docente de educación primaria en la Institución Educativa Departamental
Antonio Ricaurte, con una experiencia formal de 18 años. En 2005, me gradué como
Normalista Superior de la Normal del municipio de Icononzo, conocido como el
Balcón del Oriente del Tolima. Fue en esta institución donde oreció mi inspiración
y mi amor por esta hermosa profesión. Todo comenzó en mi amada escuelita La Fila,
ubicada en una de las veredas donde crecí y cursé mis estudios hasta el séptimo
grado. Recuerdo con cariño este lugar, ya que allí recibí las bases de mis
conocimientos y viví las mejores experiencias de mi infancia. A pesar de las
condiciones poco favorables para mi formación, gracias a los excelentes docentes
que allí había, pude avanzar poco a poco.
147
Por el contrario, cuando mi mamá acudió a pedir ayuda a mis abuelos para
matricularme en el pueblo, ya que no había más opciones para continuar
estudiando, recibimos una respuesta clara y, parafraseando en este momento,
humillante: ¿Para qué le va a dar más estudios si para criar niños no se necesita
estudio?. Este comentario machista me hizo ver una vez más que no podía contar
con ellos. En ese momento, no sabíamos qué hacer. La última opción fue acudir a mi
madrina, quien tenía una amiga que solía recibir a niñas en mi situación para que las
ayudaran en los quehaceres domésticos a cambio de hospedaje y la posibilidad de
estudiar. Fue la única opción que tuve y, por supuesto, la acepté. Me propuse
demostrarles a todos, sobre todo a los que me habían menospreciado, que sería
alguien en la vida. Me repetía una y otra vez que, a pesar de las circunstancias, podía
lograrlo.
Recordando cómo comenzó mi historia como docente... Pienso que todo ocurrió
gracias al destino que me llevó hacia ello. Primero, al llegar a la Normal, me
encontré con áreas del conocimiento y actividades de aprendizaje que me llevaron a
enamorarme de la docencia. Recuerdo una materia llamada Exploración
Pedagógica, en la que, a través de diferentes actividades, nos orientaban hacia la
creación de nuestro proyecto de vida, especialmente en el ámbito pedagógico. Algo
fundamental fue que, esporádicamente desde octavo grado, íbamos a observar
clases y a realizar pequeñas actividades de acompañamiento, lo cual fomentaba el
nacimiento de esa pasión. Creo que estaba latente desde mi infancia, pero
necesitaba descubrirla poco a poco. Sin embargo, había un interés dentro de mí que
me impulsaba a querer ser ingeniera de sistemas.
Cuando me gradué de once, como muchos jóvenes, soñaba con emigrar a Bogotá
para estudiar. Sin embargo, fue frustrante no poder iniciar este proyecto porque no
contaba con el sustento económico de nadie. Mi madre ya no tenía posibilidades de
apoyarme, ya que sus ingresos como empleada recolectora de café en ncas de la
vereda habían sido insucientes durante mi secundaria. Esto me llevó a decidir
estudiar los 4 semestres del ciclo complementario o los grados doce y trece. Para
entonces, ya me había enamorado de la labor docente, y todo indicaba que este sería
148
el siguiente paso en mi vida. Y realmente no me arrepiento, ya que tuve muchas
experiencias como docente en formación. Casi todo el tiempo fui considerada para
reemplazar a los profesores que, por diferentes razones, se debían ausentar en los
distintos grados, tanto de primaria como de secundaria.
La experiencia que más marcó mi vida en esa etapa inicial fue cuando falleció
una de las docentes más queridas y a la vez más temidas, quien enseñaba física,
trigonometría, álgebra y otras ramas de las matemáticas. Aunque sus métodos eran
rudos, aprendí mucho con ella, ya que las matemáticas son una de mis fortalezas. Su
ausencia generó sentimientos de tristeza muy fuertes en la institución y en mí, ya
que me dejó huellas profundas. Debido a esta situación y a mis destacados
resultados en el área de matemáticas, me asignaron como docente de matemáticas
de los grados sexto a octavo durante tres meses. Asumí este proceso con mucha
responsabilidad y me sentí muy satisfecha por los comentarios de los estudiantes y
la evaluación de los docentes, que observaban mi progreso. Fue entonces cuando
entendí que la docencia era parte de mí y que podía hacerlo cada vez mejor.
149
disponible. Estaba en opción de excedencia, pero en la sede Eloísa Contreras de Rey
quedaba una plaza vacante debido a la reubicación de una compañera. Me
asignaron este lugar, donde pasé excelentes momentos. Por supuesto, no todo fue
color de rosa, ya que esta comunidad educativa reejaba muchas problemáticas
sociodemográcas que limitaban nuestro trabajo. Manejé circunstancias tan
difíciles como el maltrato y el porte de armas por parte de uno de mis estudiantes,
quien era el más inteligente pero también el más indisciplinado, y al que todos
temían por su altanería y antecedentes.
Así transcurrieron dos años de trabajo con este grupo, durante los cuales sé que
logré dejar una huella en este estudiante. Tristemente, debido a circunstancias de la
vida, se trasladó a la jornada nocturna y desde entonces no volví a verlo. Sin
embargo, nunca lo he olvidado, ya que representó un desafío que me permitió
crecer considerablemente como maestra. A lo largo de mi carrera, he tenido muchas
vivencias signicativas, pero esta se convirtió en una experiencia inolvidable que
contribuyó tanto a mi crecimiento personal como profesional.
150
enseñar en primaria, como indica mi nombramiento, donde estuve hasta abril de
2023, cuando fui trasladada a mi sede actual de trabajo.
Sin embargo, debo reconocer que cada vez es más complejo desarrollar los
procesos educativos, ya que los contextos están en constante transformación. Es
aquí donde la escuela debe adaptarse y transformarse permanentemente. Surge
entonces la pregunta sobre cuál es el ideal de escuela. En mi opinión, el ideal de
escuela es aquella que se preocupa por estar a la vanguardia de los cambios del
mundo actual, que comprende la diversidad de la población, que cuenta con los
espacios necesarios para el aprendizaje y que tiene docentes dispuestos a cambiar el
enfoque educativo. Debe ser un lugar donde se compartan los saberes en lugar de
imponerlos.
Creo que el ideal de escuela depende de la capacidad de los maestros para soñar
en grande. Por eso, mi mensaje para aquellos que se están formando para asumir
este valioso pero complejo rol es que crean en la posibilidad de construir una
sociedad mejor. A pesar de las dicultades que a menudo se presentan en los
contextos escolares, los maestros tenemos el poder de cambiar el mundo. Debemos
conar en nosotros mismos y ser valientes para enfrentar las adversidades. Ser
docente no es fácil, pero es una labor que, sin duda alguna, constituye la mejor
herramienta para la formación integral del ser humano.
151
Janny Karina Turbí Dipré
República Dominicana
152
E scribir estas líneas me ha llevado a momentos muy sensibles de mi vida, y
creo que la labor que realizan los colegas colombianos es motivo de
admiración. Visibilizar la vida de los docentes es una tarea loable, que implica
reconocer en la docencia uno de los ocios con mayor importancia social para una
comunidad.
Además, fui inspirada por algunos docentes que se destacaban por su amor,
entrega y dedicación. Su ejemplo avivó mi interés por la docencia, y me impulsó a
seguir sus pasos desde la perspectiva de una estudiante. Aunque en mi niñez y parte
de mi adolescencia fui tímida, con el paso de los años fui desarrollando la valentía
necesaria para trabajar en equipo y hacer lo que más me emociona: enseñar y
aprender con otros.
153
En 1996, se presentó una oportunidad muy interesante para mí: participar en
programas de alfabetización para jóvenes y adultos en proceso de lectoescritura
inicial. Estos individuos no habían tenido la oportunidad de aprender estas
habilidades básicas. Me impactó profundamente la realidad de muchas personas
que, por falta de educación, rmaban con una x, demostrando su analfabetismo.
Acompañar a estos estudiantes en sus primeros pasos hacia la escritura y la lectura
fue una experiencia enriquecedora y graticante. Ayudarles a escribir su nombre y
abandonar las cruces en los formularios fue una labor social que me llenó de
satisfacción.
154
Mientras me formaba como educadora, también adquirí habilidades en
confección básica, estudios de pintura de cerámica en frío y organicé un espacio en
mi hogar para compartir lo aprendido con otros miembros de la comunidad.
Enseñaba lo que había aprendido en pintura, y viví momentos muy graticantes
durante estos cursos.
155
diferencia en su desarrollo evolutivo, así como en sus competencias y problemáticas
individuales, planteaba retos y expectativas muy variadas. Mi tarea en ese
momento era lograr despertar su interés por el aprendizaje, cultivar el amor por la
escuela y, sobre todo, mantenerlos comprometidos con su educación.
156
defensora de los estudiantes. Siempre estaba allí cuando un estudiante necesitaba
ayuda, promoviendo la no violencia como un principio fundamental.
Cada lección impartida por un maestro debe ser una lección de vida. Debemos
dejar de lado nuestros egos y adoptar una concepción humanista y cientíca de la
enseñanza, buscando formas amenas y divertidas de transmitir conocimiento y
romper las brechas de desigualdad.
En esta tarea educativa, siempre habrá alguien que nos inspire, y espero que
nuestra vida sirva de motivación para otros. Felicito y agradezco a los maestros
colombianos que lideran iniciativas como esta, ya que destacar la labor de los
educadores es fundamental para la paz y transformación de nuestras comunidades.
157
Yeins Paola Méndez Prado
Docente Directiva Coordinadora
Colegio INEM Santiago Pérez IED
Bogotá D.C.
“Mi anhelo más profundo es que retengan en sus corazones
una certeza indeleble:
que, con dedicación y constancia, ningún objetivo es inalcanzable.”
158
E n mi juventud, la admirable labor educativa se mantenía distante de mi
comprensión. En aquellos tiempos de infancia, mis aspiraciones se enfocaban
en la ingeniería y la mecánica; deseaba sumergirme en los misterios de las
ciencias y explorar sus vastos dominios. La idea de ser maestra nunca cruzó por mi
mente en ese entonces. Sin embargo, el camino que eventualmente me llevó a la
educación fue delineado por una serie de eventos fortuitos que se entrelazaron.
Estos acontecimientos, en retrospectiva, formaron una cadena de sucesos
afortunados que moldearon mi trayectoria hasta convertirme en la persona que soy
hoy. Es precisamente este viaje el que me llena de un profundo orgullo.
Cada día en el aula me brindaba nuevas lecciones, tanto para mis estudiantes
como para mí misma. El proceso de aprendizaje se volvía bidireccional, con
interacciones que nutrían no solo el entendimiento de los contenidos académicos,
sino también los lazos humanos que se formaban. Esta evolución me enseñó la
importancia de adaptarse y evolucionar constantemente, así como el poder
transformador que tiene la educación en las vidas de las personas.
159
Al concluir mi pregrado universitario, se presentó ante mí la oportunidad de
trabajar en un colegio privado ubicado en el barrio La Aurora, al sur de la ciudad de
Bogotá. En este entorno, me enfrenté a una realidad que me abrió los ojos de manera
contundente: el proceso educativo no se limita únicamente a la interacción con los
estudiantes, como nos habían enseñado en la preparación universitaria. Me di
cuenta de que esta labor también implica colaborar con colegas que tienen
diferentes perspectivas sobre la enseñanza. Aquí comenzaron a tejerse, en torno a la
vida laboral, una red de rumores, simpatías, rechazos y comentarios que no había
anticipado durante mi formación para este rol.
160
Después, decidí enfrentar el concurso de docentes y encontré mi camino hacia
Guacamayas, en la misma localidad. Aquí, experimenté cinco años de educación
excepcionalmente signicativa, marcada por amistades que evolucionaron hacia
vínculos fraternales y duraderos. Sin embargo, llegó un momento en el que sentí la
llamada de cambiar mi rol. La gestión y la dirección se convirtieron en el siguiente
capítulo, una oportunidad para dar vida a varios proyectos que había desarrollado
de manera personal. Así fue como llegué a asumir la coordinación en el Colegio
INEM Santiago Pérez.
Recuerdo con claridad una ocasión en la que una de las destacadas estudiantes
del proyecto Mariposas de Acero tomó una decisión impactante. Ante un llamado
de atención a la comunidad sobre el uso del uniforme, decidió presentar un derecho
de petición directamente a la rectoría, evadiendo el debido proceso. Al principio,
coneso que me invadió un sentimiento de traición, que me hizo incluso evitar
mirarla. Sin embargo, con el tiempo, logré comprender que esta situación también
representaba una valiosa oportunidad de aprendizaje, tanto para ella como para mí.
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Al permitir que las destrezas y competencias, tanto de maestros como de
estudiantes, se entrelacen en una colaboración compartida, se nos abre la puerta
hacia la posibilidad de crear una escuela que encarne el ideal. En este espacio,
ciudadanos empoderados encuentran el apoyo necesario para perseguir sus
aspiraciones y establecer relaciones armoniosas con sus compañeros. La visión es la
de una institución educativa que no solo nutre a sus individuos, sino que también
contribuye al engrandecimiento de la sociedad en su conjunto. Se convierte en un
agente activo en la transformación de la política pública, alzando la voz y no
permaneciendo indiferente ante las injusticias que afectan a sus miembros.
La visión de esta escuela ideal también se extiende más allá de sus paredes. Se
convierte en una fuente de inuencia positiva en la sociedad en la que se inserta. A
través de su participación en la transformación de la política pública, demuestra su
compromiso con los valores que deende. No se acalla ante las injusticias ni permite
que los atropellos queden sin respuesta. Más bien, se erige como un faro de
conciencia y acción, inspirando a sus miembros a asumir su lugar como ciudadanos
responsables y comprometidos.
A todos aquellos que están en proceso de formarse como docentes, me dirijo con
estas palabras para recordarles la magnitud de la labor que tienen entre manos. Lo
que están forjando va más allá de un simple papel educativo; están asumiendo una
responsabilidad de gran envergadura. Su tarea fundamental es guiar y moldear no
solo mentes, sino también corazones y futuros. Ustedes están destinados a ser faros
de luz en la senda del aprendizaje, capaces de impactar de manera perdurable en las
vidas de estudiantes y familias.
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En esta senda, se encontrarán con desafíos y dicultades. Cada aula es un
microcosmos único, con sus propias dinámicas y retos. Pero es precisamente en la
superación de estos obstáculos donde reside el verdadero crecimiento. Cada vez
que se enfrentan a situaciones complejas, están alando sus habilidades y forjando
su propia identidad como educadores.
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María Teresa Guerreo Vivas
Docente IED Fernando Mazuera Villegas
Bogotá - Colombia
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S oy María Teresa Guerrero Vivas, una maestra incansable y soñadora desde el
ámbito de la pedagogía. Mi deseo como docente es procurar la felicidad de
aquellos que me rodean, especialmente mis estudiantes y las comunidades a
las que sirvo, para así encontrar plenitud en mi propia felicidad. Este ha sido mi
propósito durante casi cuatro décadas de enseñanza. Considero que fui una hija
consentida y amada por mis padres, quienes, junto con mis siete hermanos, fueron
el núcleo de mi infancia. Viví entre la Escuela Distrital Venecia y mi hogar, creando
recuerdos hermosos que perduran en mí a pesar de las necesidades que
enfrentábamos. Hoy reconozco que mi familia fue el pilar fundamental en mis
primeros años.
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El origen de mi motivación para convertirme en maestra se remonta a los
primeros trazos de tiza Berol sobre el tablero, cuyos sonidos aún resuenan
vívidamente en mi memoria. Esos ruidos mágicos y atrayentes eran como un
llamado para la niña de 7 años que yo era. La pedagogía parecía seguirme a donde
quiera que fuera... Mis primeros juegos con los niños vecinos y mis hermanos
consistían en simular una pequeña escuela. Quizás no podría llamarlo exactamente
“dominio de grupo”, pero ciertamente les decía que debían correr cinco veces
alrededor de la cuadra, ¡y lo hacían sin dudarlo! También jugábamos a formar las
primeras letras y a escribir palabras, con repeticiones incontables debido a la mala
ortografía. Eran juegos infantiles, risas y rondas que, sin darme cuenta, sembraron
la semilla de un anhelo, una motivación que me llevaría nalmente a las aulas.
Esta institución fue el lugar donde se sentaron las bases de mi formación inicial,
donde las monjas me acompañaron año tras año, guiándome en los caminos de la
pedagogía y, sobre todo, enseñándome a organizar, liderar y desempeñarme en la
noble tarea de ser maestra. Fui recibida con gran aceptación por parte de los
docentes y las directivas, tanto que en muchas ocasiones me sacaban de clase para
que acompañara y enseñara a los niños de primaria, supliendo la ausencia de
algunas maestras titulares.
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Rómulo Gallegos, entre muchos otros. Allí, pude integrarme en una comunidad que
me acogió y permitió que desempeñara mi labor como maestra ocial de manera
muy especial durante varios años.
Durante una década, trabajé como maestra de primaria en varias escuelas del
sector de Bosa. Luego, debido a mi formación en estudios de licenciatura, fui
trasladada al Colegio IED Fernando Mazuera Villegas, donde enseñé español e
inglés. Fue durante esta etapa que, como parte de mi tesis de grado, desarrollé una
colección de cinco libros de inglés para el nivel de primaria, utilizando mi propio
método de pronunciación aproximada llamado Beginning, diseñado para hacer
más ameno el aprendizaje de esta segunda lengua. Esta producción tuvo un gran
éxito, lo que nos permitió lanzar una segunda edición que llegó a diversos lugares y
territorios de mi país.
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Cecilia Bejarano.
Gachetá – Cundinamarca
Sentir que, en medio de las necesidades de tantos niños y sus padres de
familia, hay un maestro que le puede aportar a una comunidad, es de gran
valor para quien ejerce la docencia. Eso llena el alma y el corazón…
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N arrar esta historia es un ejercicio que me permite elevarme en la escritura y
conectar con la humanidad, tocando los corazones de quienes tengan estas
letras entre sus manos. Por eso, quiero hacer notar que esta es mi historia,
compartida por tantos maestros que, desde cada rincón de sus comunidades y
territorios, contribuyen a la construcción de nuestro país.
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Hoy en día, rememoro esas primeras etapas como maestra y considero que para
mí no era difícil pararme frente a un grupo de niños, hablarles, cantarles y dirigirles
actividades. En aquel entonces, estas acciones se percibían como juegos muy
divertidos para ellos. Fue a través de estos acercamientos que conrmé mi decisión
de ser maestra. Al escribir esta reexión, reconozco que la pasión por la pedagogía
siempre estuvo presente en mí y se encendió con los primeros pasos que la
formación permitió.
Son muchos años dedicados a la enseñanza, con recuerdos tanto buenos como
menos gratos. En primer lugar, los aspectos positivos han alimentado mi alma de
maestra, rearmando que la docencia es una de las profesiones más hermosas que
un ser humano puede ejercer. Representa llevar un pedazo del corazón al salón de
clases, donde los niños aprenden y conocen la vida desde diversas perspectivas que
el ambiente escolar permite.
Las experiencias menos gratas no las consideraría negativas, sino más bien
lecciones de las cuales se aprende mucho. Son situaciones que forman parte del
camino de un maestro y contribuyen a enriquecer lo que llamamos con orgullo: la
experiencia. Una de estas situaciones, aunque difícil, me aportó valores como la
responsabilidad y la autonomía. Esta experiencia me ayudó a madurar, ya que
alejarme de mi familia tan joven marcó mi vida como maestra.
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incluso los sábados para poder compensar las horas perdidas durante la semana y
así disponer de algunos nes de semana para compartir con la familia, aunque esta
situación no era muy frecuente.
Una reexión que deseo compartir con los docentes que nos sucederán es la
invitación a llevar una parte del corazón y el alma a nuestras aulas, más allá de los
pergaminos, títulos y formación académica. La escuela, en muchos casos, carece de
pasión, de maestras y maestros que sientan la docencia como una de las mejores
profesiones del mundo. En este sentido, cada estudiante es un mundo complejo,
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cada niño es diferente y cada uno tiene una historia única que contar. A menudo, las
disfunciones familiares y los contextos sociales se reejan en el aula, lo que subraya
la importancia de aprender a escuchar y mirar a los ojos para intentar comprender
los miedos y dolores que también se maniestan en el ámbito pedagógico. La
disposición de un buen maestro permite facilitar este tipo de acercamientos,
ofreciendo amor en medio de la soledad que muchos estudiantes experimentan en
sus hogares y el dolor en sus corazones.
Considero que el rol del docente debe enfocarse en ser facilitador de los procesos
de aprendizaje y en inuir en el contexto comunitario. No se trata de ocupar el
escenario con el protagonismo de la experiencia ni de adoptar el papel del profesor
que más sabe. Ser el orientador de un ambiente permite comprender el papel de
mediador entre la ciencia y las emociones de los niños. Las nuevas generaciones
están siendo educadas por la televisión y el internet; en muchos casos, la tecnología
suple la compañía y las carencias de padres ocupados en sus propias luchas diarias.
Es aquí donde la calidez humana del maestro marca la diferencia. Como docentes,
tenemos más tiempo para compartir con nuestros estudiantes, por lo que considero
que el papel de acompañamiento es el más importante. Somos guías, maestros y
amigos, y podemos lograr este último título sin perder la autoridad.
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““
Yo soy
Maestro
Historias de Vida
y Transformación II
ISBN: 978-958-57717-2-7
FUNDACIÓN
C TRADECUN
COMITÉ DE COMUNICACIONES
Bogotá - Colombia
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