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A La Caza Del Príncipe Drácula - Kerri Maniscalco
A La Caza Del Príncipe Drácula - Kerri Maniscalco
Sinopsis
Y para mi hermana,
Por viajar conmigo a cada tierra misteriosa,
real e imaginada.
¡Soberbia muerte!
¿Qué festín preparas en tu eternal morada,
que has herido de un solo golpe y tan cruelmente
tantas ilustres víctimas?
—Hamlet, Acto 5, Escena 2
William Shakespeare
Vista general, Bucarest, Rumania, c. 1890
Reino de Rumania
1 de diciembre de 1888
Nuestro tren rechinaba por las vías congeladas hacia los
colmillos cubiertos de blanco de los Cárpatos. Desde nuestra
posición en las afueras de Bucarest, la capital de Rumania, los
picos eran del color de moretones que se desvanecían.
Juzgando por la fuerte nevada que caía, muy
probablemente estaban tan fríos como carne muerta. Un
pensamiento encantador para una mañana tempestuosa.
Una rodilla golpeó el costado del panel de madera tallada
en mi vagón privado de nuevo. Cerré mis ojos, rezando para
que mi compañero de viaje se durmiera otra vez. Un
movimiento más de sus largos miembros podría destrozar mi
crispada compostura. Presioné mi cabeza contra el acolchado
asiento alto, concentrándome en el suave terciopelo en lugar
de pinchar su ofensiva pierna con el broche de mi sombrero.
Sintiendo mi molestia en crecimiento, el señor Thomas
Cresswell se movió y empezó a golpear con sus dedos
enguantados el marco de nuestro compartimento. Mi
compartimento, de hecho.
Thomas tenía sus propios aposentos, pero insistía en
pasar cada hora del día en mi compañía, en caso de que un
asesino en serie abordara el tren y desencadenara una
carnicería.
Al menos esa fue la historia ridícula que le había dicho a
nuestra chaperona, la señora Harvey. Ella era la encantadora
mujer de cabello plateado que cuidaba a Thomas mientras se
quedaba en su apartamento en Piccadilly, Londres, y que
estaba tomando su cuarta siesta del nuevo día. Toda una
hazaña considerando que no había pasado mucho tiempo
desde el amanecer.
Padre se había enfermado en París y había puesto su
confianza y mi virtud al cuidado tanto de la señora Harvey
como de Thomas. Hablaba demasiado de lo bien considerado
que Padre tenía a Thomas, y qué tan convincentemente
inocente y encantador podía ser mi amigo cuando el humor o
la ocasión llegaban. Mis manos de repente estaban calientes y
húmedas dentro de mis guantes.
Interrumpiendo ese sentimiento, mi concentración se
desvió del cabello castaño oscuro de Thomas y su abrigo
chaqué hacia su sombrero descartado y periódico rumano.
Había estudiado lo suficiente el idioma para entender la
mayoría de lo que decía. Se leía en el encabezado: ¿HA
REGRESADO EL PRINCIPE INMORTAL? Se había
encontrado un cuerpo con su corazón atravesado con una
estaca cerca de Braşov —el pueblo al que estábamos viajando
— llevando a los supersticiosos a creer en lo imposible: Vlad
Drácula, el príncipe muerto hace siglos, estaba vivo. Y
cazando.
Todo era basura destinada a inspirar miedo y vender
periódicos. No existía tal cosa como un ser inmortal. Los
hombres de carne y hueso eran los verdaderos monstruos, y
podían ser detenidos bastante fácil. Al final, hasta Jack el
Destripador sangró como todos los hombres. Aunque los
periódicos todavía aseguraban que merodeaba las neblinosas
calles de Londres. Algunos hasta decían que se había ido a
América.
Si tan solo eso fuera cierto.
Una punzada familiar golpeó mi centro, robándome el
aliento. Siempre era lo mismo cuando pensaba en el caso del
Destripador y los recuerdos que evocaba. Cuando miraba
fijamente al espejo, veía los mismos ojos verdes y labios rojos;
las raíces hindúes de mi madre y la nobleza inglesa de mi
padre aparente en mis pómulos. Por todas las apariencias
externas, todavía era una vibrante chica de diecisiete años.
Y aun así había sido un golpe devastador a mi alma. Me
preguntaba cómo podía parecer tan entera y serena en el
exterior cuando en el interior estaba azotada por la turbulencia.
Tío sintió el cambio en mí, notando los errores
descuidados que había empezado a cometer en su laboratorio
forense en los últimos días. Ácido carboxílico que había
olvidado utilizar cuando limpiaba nuestros bisturíes.
Especímenes que no había recolectado. Una ruptura serrada
que había hecho en carne gélida, tan impropio de mi precisión
normal con los cuerpos alineados en su mesa de examinación.
No había dicho nada, pero sabía que estaba decepcionado. Se
suponía que tenía un corazón que se endurecía frente al rostro
de la muerte.
Tal vez no estaba destinada a una vida de estudios
forenses después de todo.
Tap. Tap-tap-tap. Tap.
Apreté mis dientes mientras Thomas golpeaba junto al
resoplido del tren. Cómo la señora Harvey dormía con ese
barullo era verdaderamente increíble. Al menos había tenido
éxito en sacarme del profundo pozo de emociones. Eran del
tipo de emociones que eran demasiado quietas y demasiado
oscuras. Estancadas y pútridas como agua de ciénaga, con
criaturas de ojos rojos acechando en lo profundo. Una imagen
muy adecuada para el lugar adonde nos dirigíamos.
Pronto todos desembarcaríamos en Bucarest antes de
viajar el resto del camino en carruaje al Castillo Bran, casa de
la Academia de Medicina y Ciencia Forense, o Institutului
Naţional de Criminalistică şi Medicină Legală, como era
llamada en rumano. La señora Harvey permanecería una noche
o dos en Braşov antes de viajar de vuelta a Londres. Una parte
de mí deseaba regresar con ella, aunque nunca lo admitiría en
voz alta frente a Thomas.
Sobre nuestra cabina privada, un opulento candelabro se
balanceaba a tiempo con el ritmo del tren, sus cristales
tintineando y agregando una nueva capa de acompañamiento a
los golpes de staccato de Thomas. Sacando su incesante
melodía de mis pensamientos, observé el mundo de afuera
emborronarse con nubes de vapor y troncos sibilantes. Ramas
sin hojas estaban revestidas de brillante blanco, sus reflejos
brillando contra el pulido azul casi de ébano de nuestro tren de
lujo, mientras los vagones de adelante se curvaban y se abrían
paso por la tierra recubierta de escarcha.
Me incliné, dándome cuenta de que las ramas no estaban
cubiertas de nieve, si no de hielo. Atrapaban la primera luz del
día y estaban prácticamente encendidas en el brillante
amanecer rojizo. Era tan pacífico que casi podía olvidar…
¡Lobos! Me levanté tan abruptamente que Thomas saltó en su
asiento. La señora Harvey roncó sonoramente, el sonido
parecido a un gruñido. Parpadeé y las criaturas se habían ido,
reemplazadas por ramas que se balanceaban mientras el tren
avanzaba hacia adelante.
Lo que había pensado que eran colmillos brillantes eran
solo ramas invernales. Exhalé. Había estado escuchando
aullidos fantasmas toda la noche. Ahora estaba viendo cosas
que no estaban ahí durante el día también.
—Iré a… estirarme un poco.
Thomas subió sus cejas oscuras, sin duda cuestionando
—aunque conociéndolo, más probablemente admirando— mi
insolente desestimación del decoro, y se inclinó hacia
adelante, pero antes que pudiera ofrecer acompañarme o
despertar a nuestra chaperona, corrí hacia la puerta y la abrí.
—Necesito unos momentos. Sola.
Thomas me miró fijamente un segundo más antes de
responder.
—Trata de no extrañarme demasiado, Wadsworth. —Se
sentó de vuelta, su rostro cayendo un poco antes de que su
semblante fuera de nuevo juguetón. La ligereza no alcanzó sus
ojos por completo—. Aunque eso puede ser una tarea
imposible, yo, por mi parte, siempre me extraño terriblemente
cuando duermo.
—¿Qué fue eso, querido? —preguntó la señora Harvey,
parpadeando detrás de sus lentes.
—Dije que debería tratar de contar ovejas.
—¿Estaba dormida de nuevo?
Aproveché la distracción, cerrando la puerta detrás de mí
y agarrando mis enaguas. No quería que Thomas leyera la
expresión de mi rostro. La que todavía no había controlado en
su presencia.
Vagué por el corredor angosto, apenas notando la
pomposidad mientras me dirigía al vagón del comedor. No
podía estar aquí afuera sin chaperona por mucho tiempo, pero
necesitaba un escape. Al menos de mis propios pensamientos
y preocupaciones.
La semana pasada, había visto a mi prima Liza subir por
las escaleras de mi casa. Una vista normal como cualquiera,
excepto que se había ido al campo semanas antes. Días más
tarde, algo un poco más oscuro sucedió. Estaba convencida de
que un cadáver había estirado su cabeza hacia mí en el
laboratorio de Tío, su mirada sin parpadear llena de desprecio
por el bisturí en mi mano, mientras su boca escupió gusanos
en la mesa de examinación. Cuando parpadeé, todo estaba
bien.
Había traído varias revistas médicas para el viaje, pero no
había tenido la oportunidad de investigar mis síntomas con
Thomas estudiándome abiertamente. Había dicho que tenía
que confrontar mi dolor, pero no estaba dispuesta a abrir
todavía esa herida. Algún día, tal vez.
Unos cuantos compartimentos más abajo, una puerta se
abrió, arrastrándome al presente. Un hombre con cabello
finamente estilizado salió de la cámara, moviéndose
rápidamente por el corredor. Su traje era color carbón y hecho
de fino material, aparente por la manera en que envolvía sus
amplios hombros. Cuando sacó un peine plateado de su levita,
casi grité. Algo en mis entrañas se estremeció tan
violentamente que mis rodillas cedieron.
No podía ser. Había muerto hace semanas en ese horrible
accidente. Mi mente conocía la imposibilidad de pie frente a
mí, alejándose con su cabello perfecto y ropa a juego, aun así,
mi corazón se negaba a escuchar.
Agarré mis faldas color crema y corrí. Hubiera
reconocido esa zancada en cualquier parte. La ciencia no podía
explicar el poder del amor o la esperanza. No había fórmulas o
deducciones para entender, sin importar lo que Thomas
aseguraba con respecto a la ciencia versus la humanidad.
El hombre inclinaba su sombrero a los pasajeros sentados
tomando té. Solo estaba consciente a medias de sus miradas
anonadadas mientras corría tras él, mi propio sombrero
inclinándose a un lado.
Se acercó a la puerta del vagón de fumado, deteniéndose
un momento para abrir la puerta exterior para desplazarse
entre vagones. Humo se coló del compartimento y se mezcló
con una ráfaga helada de aire, el olor lo suficientemente fuerte
para agitar mis entrañas. Los sucesos del último mes habían
sido solo una pesadilla. Mi…
—¿Domnişoară?
Las lágrimas llegaron a mis ojos. El corte de cabello y la
ropa no pertenecían a la persona que creí. Limpié el primer
rastro de humedad que se deslizó por mis mejillas, sin
importar si se corría el kohl que había empezado a usar
alrededor de mis ojos.
Levantó un bastón con cabeza de serpiente, cambiándolo
de mano. Ni siquiera había estado sosteniendo un peine.
Estaba perdiendo contacto con lo que era real. Lentamente
retrocedí, notando la charla suave del vagón detrás de
nosotros. El tintineo de tazas, los acentos mezclados de los
viajeros, todo un crescendo acumulándose en mi pecho. El
pánico hizo la respiración más difícil que el corsé envolviendo
mis costillas.
Jadeé, tratando de inhalar suficiente aire para calmar mis
nervios revueltos. El ruido y la risa subieron a un tono
estridente. Parte de mí deseaba que la cacofonía ahogara el
pulso destrozando mi cabeza. Estaba a punto de vomitar.
—¿Está bien, domnişoară? Parece…
Me reí, sin importarme que se alejó de mí por mi arrebato
repentino. Oh, si existía algo como un poder superior, estaba
divirtiéndose a costa de mí. «Domnişoară» finalmente quedó
registrado como «señorita». Este hombre ni siquiera era inglés.
Hablaba rumano. Y su cabello no era para nada rubio. Era
castaño claro.
—Scuze —dije, forzándome a salir de la histeria con una
disculpa exigua y una inclinación ligera de mi cabeza—, lo
confundí con alguien más.
Antes de avergonzarme todavía más, incliné mi barbilla y
rápidamente me retiré a mi vagón. Mantuve la cabeza baja,
ignorando los susurros y las risas, aunque había escuchado
suficiente.
Necesitaba recobrar mi compostura antes de que viera a
Thomas de nuevo. Había pretendido lo contrario, pero había
visto la preocupación arrugando su ceño. El cuidado extra en
la manera en que me fastidiaba o molestaba. Sabía
precisamente lo que estaba haciendo cada vez que me irritaba.
Después de lo que había pasado mi familia, cualquier otro
caballero me hubiera tratado como si fuera una muñeca de
porcelana, fácilmente fracturada y descartada por estar rota.
Thomas no era como cualquier otro joven, sin embargo.
Demasiado rápido llegué a mi compartimento y tiré mis
hombros hacia atrás. Era momento de usar la apariencia
indiferente de una científica. Mis lágrimas se habían secado y
mi corazón era un sólido puño en mi pecho. Inhalé y exhalé.
Jack el Destripador no iba a regresar jamás. Una afirmación
tan verdadera como cualquiera.
No había asesinos en serie en este tren. Otro hecho.
El Otoño del Terror se había terminado el mes pasado.
Sin duda alguna, los lobos no estaban cazando a nadie en
el Expreso de Oriente.
Si no era cuidadosa, luego iba a empezar a creer que
Drácula había resurgido.
Me permití otra profunda respiración antes de abrir la
puerta, desechando todos los pensamientos de príncipes
inmortales mientras entraba en el compartimento.
Querida Liza,
Como has señalado —en varias ocasiones hasta ahora, no
es que esté haciendo un seguimiento de esas cosas—, tu
experiencia con asuntos de una naturaleza más… delicada es
superior a la mía. Especialmente cuando se trata del sexo
débil. (¡Bromeo, naturalmente!)
Para hablar con claridad, me temo que podría haber
herido al señor Cresswell de una manera que incluso su
valentía tendría problemas para recuperarse. Simplemente…
¡me vuelve completamente loca! Ha sido un perfecto
caballero, lo que es intrigante y enloquecedor. Algunos días
estoy segura de que viviríamos tan felices como la reina con su
amado Príncipe Albert. Otros momentos juro que siento que
me arrebata mi autonomía cuando insiste en protegerme.
No obstante, volviendo al asunto en cuestión: regañé
enormemente al señor Cresswell. Informó a uno de nuestros
profesores de que mi constitución no era del todo robusta. Lo
que no suena tan escandaloso, excepto que fue la segunda vez
que intentó interferir con mi independencia. ¡Qué descaro!
Nuestros compañeros estaban bastante divertidos, aunque yo
estaba (y estoy) todo lo opuesto. Mi respuesta enojada puede
haber alienado los afectos del señor Cresswell. Antes de que
pidas los detalles escabrosos, expliqué —con bastante dureza
— que preferiría morir sola que aceptar su mano. Si tenía
intención de ofrecérmela alguna vez, ya no.
Por favor ayúdame con cualquier consejo que puedas
darme. Parece que estoy mucho mejor equipada para extraer
un corazón que para animarlo.
Tu prima amorosa,
Audrey Rose
Audrey Rose,
Si estás leyendo esto, entonces es probable que hayas
venido a mi habitación. Pido disculpas por irme sin
despedirme. Encontré una conexión entre la Orden y los
asesinatos. ¡Te dije que reconocí ese libro! No confíes en
nadie. Juro que volveré en una semana con más información.
Creo que la joven montó la escena en su casa.
¡Investigué un poco en el pueblo y descubrí que su
marido fue la primera víctima que informaron los periódicos!
(Desafortunadamente, su hijo había fallecido unos meses
antes).
Tío Moldoveanu cree que he ido a Hungría para ayudar
con un asunto personal urgente. Por favor no digas lo
contrario; no deseo alarmarlo ni ser castigada injustamente.
No vuelvas a viajar al pueblo. No es seguro. Los ojos
están en todas partes.
—Anastasia
Querida prima,
Permíteme ser bastante honesta. Como he leído cada
novela de la inmensamente talentosa Jane Austen, y porque
soy tres meses mayor que tú, obviamente tengo una vasta
cantidad más de conocimiento romántico. No me considero
una poetisa, pero he estado coqueteando (descaradamente, me
atrevo a decir) con un intrigante joven mago —y artista del
escape— que actúa en un circo ambulante, y, bueno… te
contaré todo sobre eso en otro momento.
De todos modos, estábamos hablando de romance una
tarde cerca de la laguna, y él habló del amor siendo como un
jardín. No ruedes tus ojos, prima. No es apropiado. (¡Sabes
que te adoro!)
Su consejo fue este: las flores necesitan mucha agua y luz
solar para crecer. El amor, también, necesita atención y
afecto, o de otro modo podría desintegrarse lentamente por la
negligencia. Una vez que el amor ha desaparecido, es tan
frágil como una hoja seca. La recoges, solo para descubrir
que se ha convertido en cenizas bajo tu una vez cuidadoso
toque, se ha ido con el viento para siempre.
No le des la espalda a un amor que podría saltar la
barrera entre la vida y la muerte, prima. Como el valiente
viaje de Dante hacia la oscuridad, el señor Thomas Cresswell
descendería a cada círculo del Infierno si lo necesitaras. Eres
el corazón que late en su caja torácica. Es una macabra
manera de decir que ustedes se complementan, aunque eso no
significa que no estás completa.
A diferencia de mi madre, creo que toda mujer debería
valerse por sí misma sin necesitar a nadie. ¿Una esposa que
vale la pena tener es una que es segura de sí misma? Esa es
una discusión para otro momento, estoy segura. De vuelta a tu
querido señor Cresswell…
Hay algo poderoso en ese tipo de amor, algo que merece
ser encendido y atendido, incluso cuando sus brasas están
parpadeando peligrosamente cerca de apagarse. Te imploro
que hables con él. Luego escríbeme y cuéntame cada delicioso
detalle. ¡Sabes lo mucho que adoro un gran romance!
No permitas que tu frondoso jardín se convierta en
cenizas, prima. Nadie quiere pasear por las repercusiones de
la negligencia cuando podrían ser deslumbrados por un
hermoso jardín lleno de rosas.
Tuya,
Liza
Te quiere tu prima,
AR
XXIII
BLANCO, ROJO, MALVADO, VERDOSO. QUIEN
CAZA EN ESTOS BOSQUES SE OCULTA AL OJO.
DRAGONES VAGAN, ECHAN A VOLAR.
CORTANDO A AQUELLOS QUE SE ACERCAN A SU
HOGAR.
TU CARNE COMEN, TU SANGRE BEBEN.
DEJANDO LOS RESTOS EN DONDE QUEDEN.
HUESO BLANCO, SANGRE ROJA. DE TU MUERTE
PRONTO SERÁ HORA.
Tu amorosa hija,
Audrey Rose.
Thump. Thump.
La tinta se derramó en las últimas palabras de la página,
mi cuidadosa escritura arruinada. Me aparté del escritorio tan
rápidamente que la silla se cayó. Algo estaba en el techo.
Aunque sabía que era una locura, me imaginé alguna criatura
humanoide, que acababa de salir de su tumba, el olor a tierra
recién movida envolviendo mis sentidos, mientras sus
colmillos se mostraban, listos para drenar mi sangre.
Contuve el aliento y me apresuré a mi baúl de suministros
postmortem, agarrando la sierra de huesos más grande que
pude encontrar y sosteniéndola delante de mí. ¿Qué, en el
nombre de la reina…
Arañazo. Sonaba como si algo estuviera arañando el
techo de tejas rojas mientras se dirigía hacia abajo. Otra vez, la
imagen de un strigoi asaltó mis sentidos. Una criatura
humanoide con piel muerta y gris y colmillos negros goteando
la sangre de su última comida, raspando en su camino hacia
mis aposentos para atiborrarse una vez más. Una parte de mí
quería correr al corredor y gritar a los guardias.
Thump. Thump. Thump. Mi corazón latía al doble de su
ritmo normal. Era el sonido de un caminar pesado. Lo que sea
o quien sea que estaba en el techo, estaba usando botas de
suela pesada. Imágenes de vampiros y hombres lobo dieron
paso a ideas más perturbadoras de humanos depravados. Unos
que habían asesinado exitosamente al menos a cinco víctimas.
Retrocedí hacia mi mesita de noche, sin nunca alejar la
mirada de la ventana y bajé la sierra para girar el dial de mi
lámpara de aceite. Se hizo la oscuridad, con la esperanza de
que me hiciera invisible para quien sea que todavía estuviera
arrastrándose por el techo.
Esperé, el aliento atrapado entre las garras del terror y
observé. Al principio, todo lo que vi fueron amontonamientos
pesados de nieve cayendo más allá de mi ventana. Los sonidos
de raspar y pesadas pisadas fueron reemplazados por una
especie de ruido de deslizamiento.
Entonces todo sucedió a la vez.
Una sombra más oscura que el carbón eclipsó el mundo
nevado de afuera. Sacudió mi ventana con una fuerza
tremenda, el pequeño pestillo apenas permaneció en su sitio.
El temor paralizó mis extremidades. Quien sea que estuviera
allí estaba a segundos de bien, romper el cristal o romper el
ligero pestillo.
Alcé la sierra y di un pequeño paso hacia delante. Luego
otro. Las reverberaciones del asalto en la ventaba amplificaron
mi acelerado pulso. Me acerqué más a la ventana, escuchando
al fantasma tocar, probar y… maldecir.
Una mano enguantada golpeó otra vez el cristal. Arrojé la
sierra y me moví rápidamente, abriendo la ventana y
agarrándolo como si nuestras vidas dependieran de ello.
PD. Por favor no escales las paredes del castillo esta vez.
Estoy segura de que pensarás en alguna forma creativa de
escabullirte sin terminar en el calabozo de nuevo o
desperdigado por el patio de la academia.
XI
HOMBRES LLORAN, DAMAS GIMEN. POR EL
CAMINO, SE DESPIDEN.
LA VISTA CAMBIA, CUEVAS DISCIERNO. EN LA
TIERRA, ARDIENTES COMO INFIERNO.
FRÍA, PROFUNDA, Y RÁPIDA AGUA HA DE
LLEGAR. EN ESTAS PAREDES TÚ ELLA NO HAS DE
PERDURAR.
XII
SANGRE ROJA, BLANCO HUESO. AQUÍ YACE
ALGO HACE MUCHO TIEMPO MUERTO.
ÁRBOL DE LA MUERTE Y CORAZÓN DE PIEDRA.
NUNCA ENTRES EN LA CRIPTA POR TU CUENTA.
SI LO HACES, ÉL TUS HUELLAS MARCARÁ, TE
CAZARÁ Y DESPUÉS ATACARÁ.
SANGRE ROJA, BLANCO HUESO. ALLÍ YACEN
QUIENES DEBIERON SEGUIR EL CONSEJO.
Lee los poemas para mí una vez más, por favor. Uno de
ellos tiene que ser relevante para esta situación. No hay
muchos de dónde elegir.
Saqué el desgastado y viejo libro de mi bolsillo y se lo
pasé. No quería decir las terribles palabras en voz alta más de
lo que fuera necesario.
Mientras Thomas leía los poemas por sí mismo,
rápidamente me desabroché mis faldas superiores. El tiempo
se estaba escurriendo de nuestro agarre. De una u otra manera,
teníamos que arrancar cualquiera que fuera el conocimiento de
este espantoso árbol antes de regresar a la academia. Para este
momento, Moldoveanu y Dăneşti seguramente eran
conscientes de nuestra ausencia. Bien podríamos regresar con
algo útil si estábamos a punto de ser expulsados. Además, no
quería ser atrapada aquí por un asesino.
Los botones de mi corpiño se abrieron con facilidad. Su
pequeño tintineo golpeó el suelo mientras mi corazón se
estrellaba contra mi caja torácica con vigor. Gracias a los
cielos, me había cambiado mi vestido más complicado más
temprano esa tarde. No tenía polisón o corsé con los que
pelearme para quitármelos. Antes de que pudiera cambiar de
idea o encontrar una razón para estar avergonzada, me quité
mis enaguas, sintiéndome expuesta en mi camisola y ropa
interior, aun cuando cubrían más allá de mis rodillas y tenía
varios centímetros de encaje Bedfordshire Maltese. No eran
tan diferentes de mis pantalones bombachos, razoné. Aunque
mis pantalones bombachos eran menos… adornados y
delicados.
Thomas dejó caer el Poezii Despre Moarte junto con su
mandíbula, al parecer.
—Ni una palabra, Cresswell. —Apunté hacia la cima del
árbol de huesos—. Soy más ligera que tú y debería ser capaz
de escalar el árbol. Creo que veo algo en ese cráneo de ahí.
¿Lo ves? Parece un pedazo de pergamino.
Thomas mantuvo su atención fija en mi rostro, el suyo
enrojeciendo cada vez que bajaba hacia mi barbilla. Medio
quise poner mis ojos en blanco. Ninguna parte de mí estaba
descubierta además del escándalo de mis brazos y unos
cuantos centímetros de pierna que no estaban cubiertos por
ropa interior o medias. Tenía camisones que mostraban más
escote.
—Atrápame si me caigo, ¿está bien?
Una sonrisa curvó sus labios en una forma muy
encantadora.
—Ya he caído por ti, Wadsworth. Quizás debiste haberme
advertido con más anticipación.
Coqueto astuto. Giré mi concentración hacia el árbol y
escaneé la ruta que tomaría. Sin preocuparme por lo que estaba
a punto de tocar, me impulsé hacia arriba, colocando una mano
después de la otra, pensando solo en la tarea. El corte en mi
pantorrilla se estiró incómodamente y el calor de la sangre
fresca se escurrió por mi pierna, pero ignoré la incomodidad
en favor de moverme rápidamente.
Me negué a mirar hacia abajo. Con cada nueva
extremidad que escalaba, el pergamino se acercaba más.
Estaba a medio camino de la cima cuando una clavícula se
rompió debajo de mis pies. Colgué, suspendida en el aire,
balanceándome de lado a lado como si fuera un péndulo
viviente.
—¡Lo tienes, Wadsworth! —Mis dedos temblaban con el
esfuerzo de mantener mi agarre—. Y si no lo tienes… yo te
atrapo. Eso creo.
—¡No es consuelo, Cresswell!
Utilizando el impulso de mi cuerpo a mi ventaja, me
balanceé hacia una caja torácica de aspecto robusto y moví mi
peso. Mis músculos se estremecieron con la adrenalina y el
orgullo que surgieron. ¡Lo había logrado! Controlé mis
emociones y… El hueso bajo mis dedos tronó a manera de
advertencia. Celebrar las victorias podría esperar. Me moví
uniforme pero cautelosamente, escalando con lenta precisión.
Probando y subiendo. Probando y subiendo.
Una vez en la cima, me detuve para recuperar mi aliento
y miré hacia Thomas, arrepintiéndome inmediatamente de la
acción. Parecía mucho más pequeño desde este punto de
observación. Estaba al menos a seis metros del suelo y la caída
no sería placentera.
Sin esperar a imaginarme todas las vívidas maneras en las
que podía convertirme en parte de la obra de arte de
esqueletos, hice mi camino por los últimos pocos huesos y
alcancé el pergamino. Lo saqué del cráneo en el que estaba
atorado. Alguien había utilizado una daga, cuyo mango estaba
incrustado con oro y esmeraldas, para clavar el pergamino en
la cavidad ocular del fallecido.
—Dice «XXIII» —susurré-grité, consciente de no
balancearme y perder mi apoyo. Lo último que quería era
empalarme a mí misma mientras cazábamos al asesino
conocido por utilizar ese mismo método mortal.
Thomas encontró el poema correcto y lo leyó en voz alta.
Me encogí ante cuán fuerte y poderosa sonaba su voz en este
mórbido espacio.
XXIII
BLANCO, ROJO, MALVADO, VERDOSO. QUIEN
CAZA EN ESTOS BOSQUES SE OCULTA AL OJO.
DRAGONES VAGAN, ECHAN A VOLAR.
CORTANDO A AQUELLOS QUE SE ACERCAN A SU
HOGAR.
TU CARNE COMEN, TU SANGRE BEBEN.
DEJANDO LOS RESTOS EN DONDE QUEDEN.
HUESO BLANCO, SANGRE ROJA. DE TU MUERTE
PRONTO SERÁ HORA.
Sinceramente,
Wadim Moldoveanu
Rector, Institutului Naţional de Criminalistică şi
Medicină Legală
Academia de Medicina Forense y Ciencia
Material Bonus
Traducidas por Vero
Corregidas por Mari NC
1 de septiembre de 1888
Querida Daciana:
Te escribo bajo la más terrible de las circunstancias. Me
temo que me he enfermado o he caído bajo algún elixir
peculiar, desconocido para mí.
Quizás no sea nada, pero mis síntomas están aumentando
diariamente. Con frecuencia encuentro que mi mente está a la
deriva y mis palmas hormiguean de la forma más extraña. Casi
como si estuviera electrificado. Aunque la idea misma es
absurda. ¿Por qué estaría… emocionado… cuando es una
emoción tan frívola? Luego están las veces que mi pulso se
acelera, sin ninguna razón que haya podido deducir. Al menos
no una buena razón.
Lo he intentado, lo juro, pero en contra de mi criterio,
parece que estoy desarrollando un vínculo emocional. Por otra
persona. Más específicamente, una joven mujer que se viste de
hombre en mi clase de medicina forense. Es abominable (esta
situación, no sus pantalones).
Necesito ayuda en este asunto de inmediato. Dime,
¿cómo se cura una enfermedad antes de que se propague?
Primero mi mente, luego temo que mi corazón siga esta
traición.
3 de octubre de 1888
Queridísimo hermano,
¡Tu situación actual suena positivamente fatal! Enviaré
un pedido a mi modista favorita en Londres para que me
preparen un vestido de luto de inmediato. El cielo te prohíba
perecer de esta plaga de “sentimientos” y dejarme atrapada
usando los diseños del año pasado en tu funeral. Será un
asunto lujoso, estoy segura. Ya sabes que nuestra madrastra
adora una buena fiesta. Lástima que te la pierdas.
Ahora que hemos sacado tu melodrama del camino. Lo
estoy haciendo bien, gracias por tan amablemente preguntarme
por mi bienestar. (¡Malcriado!) Praga ha sido increíble: las
imágenes y los sonidos, las delicias culinarias… ¡deberías
dejar Londres y venir inmediatamente! Piensa en toda la
diversión que podríamos tener, pasar por las fiestas y cortejar a
las jóvenes.
Aunque, por el sonido de tu última carta, es posible que
no desees participar en mis coqueteos. Qué parodia de verdad,
encontrar a alguien que realmente te guste. (¡Qué horror!) Le
estás hablando a ella, ¿correcto? (¡Espero que no solo la mires
con nostalgia como un perro tras un hueso!) Si no es así,
seguramente ese sería el primer paso para curarte de esta
desgraciada aflicción.
¿Tiene nombre tu asesina que lleva pantalones? Quiero
saber todo sobre esta misteriosa joven que ha captado tu
atención… y es la causa de tu futura muerte.
Tu querida hermana,
Daciana.
13 de octubre de 1888
Daci,
Me imagino, dado el tiempo que te llevó responder, que
debe haber tomado años inyectar tanto ingenio en esa breve
carta. Ambos no podemos ser excepcionalmente talentosos y
bien parecidos, parece.
La señorita Audrey Rose Wadsworth es la joven que
continúa rondando mi mente. Y sí, en realidad he hablado con
ella. Actualmente estamos investigando un caso de asesinato
en serie, por lo que quiero unirme a ti en tu Gran Tour.
A pesar de la urgencia de resolver este caso, el mes
pasado, cuando realizamos una autopsia, encontré que mi
atención se desviaba hacia los zapatos de satén de Wadsworth.
No me tomó mucho deducir que probablemente tuvo que
abandonar su residencia a toda prisa. Tampoco fue difícil
imaginar el vestido que había usado al principio del día, lo
elegante que debía haber sido para ir con los zapatos y lo
impresionante que se verían sus oscuros rasgos con ese color
pálido. Casi me golpeé con uno de mis guantes una vez que
me di cuenta de lo que estaba haciendo, estoy absolutamente
enfermo.
Seguí tu consejo y hablé con ella más, pero conversar
solo parece aumentar mis síntomas y provocar un ceño casi
permanente en su frente. ¿Seguramente debe haber otra forma
más eficiente de lidiar con esto?
21 de octubre de 1888
Mi querido hermano,
¿No fue el gran Shakespeare quien escribió “La brevedad
es el alma del ingenio?” No te enfades conmigo porque heredé
el mejor sentido del humor. Mi respuesta tardó tanto porque
me atrevo a recordarte que estoy viajando por el continente y
no sentada en casa, esperando ansiosamente el correo. No te
preocupes, nunca soñaría con coquetear con alguien que no
fuera mi querida Ileana. Simplemente estaba probando para
ver si prestabas atención.
Dime, ¿Audrey Rose se siente de igual modo contigo? Si
es así, te ruego que no trates de conmoverla demasiado con tu
encanto. He descubierto (de acuerdo, Ileana ha señalado en
varias ocasiones) que la mayoría de las personas no encuentra
que nuestra tendencia hacia las deducciones sea atractiva
cuando se las dirige a ellas.
En cuanto a cómo comunicar mejor tu adoración… tal
vez un ligero toque de su mano, o un comentario efusivo sobre
sus grandes senos. Las mujeres simplemente adoran ese tipo
de cosas.
Con amor,
Daciana
8 de noviembre de 1888
Querida hermana,
Sus pasatiempos favoritos incluyen cortar muertos y
destrozar mi corazón. Dado el estado brutal de los cuerpos que
estamos investigando, encontrar un momento adecuado para
expresarme ha sido un desafío. Discutir nuestro último órgano
removido en forma de coqueteo no parece prudente, pero creo
que he logrado comunicarle mi creciente afecto (aunque a
veces es bastante difícil distinguir la diferencia entre su
exasperación y afecto).
Debo confesar que tal vez la haya besado esta noche.
Bueno, ella me besó. Supongo que fue más como una acción
mutua, si soy honesto. Antes de que preguntes, nos perseguían
por un callejón y te juro que pensé que estaba a punto de
perderla. Espero que no me haya besado porque estuviera
convencida de que podría ser la última vez, aunque ocurrió
después del potencial apuñalamiento…
Es sorprendente lo que una pequeña porción de
perspectiva puede hacer por una persona. Cuando vi esa hoja
filosa contra su garganta, no podía imaginar por qué alguna
vez había luchado tan fuerte contra mis sentimientos.
Decidí que no había una buena razón para seguir negando
la verdad a ella o a mí mismo; Me estoy enamorando cada vez
más de ella. Se lo dije. Hasta ahora, no ha salido corriendo,
gritando lejos de mí, así que espero que sea una buena señal de
que comparte mis sentimientos.
19 de noviembre de 1888
Thomas,
Tuve que comprar una capa exquisitamente cálida (y
altamente sobrevalorada) para esa repentina ráfaga de aire
Ártico. Creo que el infierno se ha congelado y este invierno
promete ser bastante frío. ¡Mi hermano, el Autómata de la
Sociedad de Londres, está enamorado! Abiertamente
enamorado, podría añadir. No deseo decir “te lo dije”, pero lo
hice, ¿no es así? Si recuerdas, después del funeral de mamá,
prometiste no amar nada más que tu ciencia. Ella estaría
emocionada de saber que te has permitido un poco de felicidad
en tu vida.
¡Estoy incluso más intrigada con la señorita Audrey Rose
Wadsworth! Me gustaría conocer a esta chica que despedaza
cadáveres y descongela los corazones helados, ya sabes que
siempre he querido una hermana. Sin ofender, querido
hermano. Lo has hecho notablemente bien con el trenzado del
cabello y quedándote levantado hasta tarde cuando niños para
jugar nuestros juegos de espías. ¿Recuerdas cuando
descubrimos ese desagradable secreto sobre el vizconde?
Nunca había visto el rostro de una persona en un tono de rojo
tan intenso; ¡Fue maravilloso! Aún me sorprende que nuestras
cabezas nunca terminaron montadas en la pared de su
biblioteca.
¿Llevarás a tu amada a casa a conocer a nuestra familia
durante las vacaciones de Navidad? Puede valer la pena el
viaje (y el insufrible escrutinio de nuestra Madrastra) para
tener la oportunidad de hablar con ella. A menos que no
desees cortejarla formalmente… ¡Tú pícaro escandaloso!
30 de noviembre de 1888
Querida Daci,
Estoy enviando esta carta en mi paso por París (Algo que
estoy seguro que ya notaste en el sello postal). Resolvimos
nuestro último caso, aunque se cobró un gran costo para
Wadsworth. No podía soportar la idea de que ella enfrentara
las consecuencias de Jack El Destripador, y sabiendo que era
uno de sus sueños, propuse la idea de asistir a la Escuela de
Rumania tanto a su tío como a su padre. Milagro de todos los
milagros, ambos estuvieron de acuerdo. Cuando Lord
Wadsworth le contó las noticias, fue la primera vez que
presencié su felicidad en semanas.
Ver eso se sintió como el sol atravesando las nubes
después de una tormenta.
Estamos en camino a la tierra natal de nuestra madre para
estudiar medicina forense en el más encantador castillo en el
que solía residir el querido y viejo Vlad. Espero que el cambio
de escenario ayude a Audrey Rose a escapar de sus fantasmas.
He notado que ocurre algo de lo más curioso: cuando ella
sufre, se siente como si también yo hubiera sido golpeado, o
incluso apuñalado, hasta respirar se vuelve un desafío.
Solo han pasado unos meses y me encuentro deseando
cortejarla formalmente. ¿Es esto una locura?
A veces, cuando la miro, veo lo increíble que podría ser
el futuro. No creo que tenga idea de lo magnífica que es, cuán
cariñosa y analítica. Ella es fuerte de voluntad y mente, dos
cualidades que no podría dejar de admirar si lo intentara.
Si te encuentras en o cerca de Bucarest o Brasov en tu
Gran Tour, no habría nada que disfrutara más que conozcas a
Audrey Rose. Tu influencia podría ayudar a reparar los
pedazos de su corazón que se han roto. Estaría por siempre
agradecido y en deuda contigo.
Tu hermano no-más-en-posesión-
de-un-corazón-frío,
Thomas.
Agradecimientos
Moderadora
Mari NC
Staff de traducción
âmenoire
Brendy Eris
Brisamar58
Cat J. B
flochi
Flopy Durmiente
Florff
KarouDH
LizC
Masi
Naomi Mora
Shilo
Smile.8
Vero
Ximena Vergara
Staff de corrección
AnnaTheBrave
Bella’
Brisamar58
Carib
Dai’
Flopy durmiente
Mari NC
vickyra
Recopilación y revisión
Mari NC
Diagramación
marapubs
Notas
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←1
]
Imi pare rău, domnişoară: Lo siento, señorita.
[
←2
]
Vă rog: Por favor.
[
←3
]
Petits fours: Son pasteles de pequeño tamaño, dulces o
salados, de la repostería francesa. Por regla general son de
unos pocos centímetros de tamaño1 y llevan una decoración en
miniatura acorde con su reducido tamaño. Se suelen servir
tradicionalmente en cócteles, aperitivos, meriendas, tomando
café y en menor medida al final de las comidas.
[
←4
]
Pricolici: Hombres lobo en rumano.
[
←5
]
Prietena mea: Amiga mía.
[
←6
]
Distracţie excelente: Excelente distracción.
[
←7
]
Două: Dos.
[
←8
]
Ucis de o servitoare: Asesinada por una criada.
[
←9
]
Adu doctorul. Acum!: Llévenlo al doctor. ¡Ahora!
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←10
]
Am nevoie de aer: Necesito aire.