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RECORDAR PARA RECONSTRUIR

COLECCIÓN DE PSICOLOGÍA

RECORDAR PARA RECONSTRUIR


JUAN DAVID VILLA GÓMEZ

Diciembre de 2014
Villa Gómez, Juan David
Recordar para reconstruir : el papel de la memoria colectiva en la reconstrucción del tejido social,
el empoderamiento colectivo, la recuperación de la dignidad y la transformación subjetiva de las
víctimas del conflicto armado en tres regiones de Colombia / Juan David Villa Gómez. --
Medellín: Editorial Bonaventuriana, 2014

XXX p. -- (Colección de Psicología)

Incluye referencias bibliográficas


ISBN: 978-958-8474-40-3

1. Conflicto social 2. Violencia política 3. Psicología social 4. Conflicto armado


5. Memoria colectiva 6. Memoria histórica

303.6 (CDD 23)


V7124

Recordar para reconstruir


© Juan David Villa Gómez
Facultad de Psicología
Colección de Psicología
Grupo de investigación: Estudios Clínicos y Sociales en Psicología
Línea: Psicología Social, contextos y subjetividades contemporáneas
Universidad de San Buenaventura, Medellín
Colombia

© Editorial Bonaventuriana, 2014


Universidad de San Buenaventura, Seccional Medellín
Coordinación Editorial Medellín
Carrera 56c No. 51-110 (Medellín)
Calle 45 No 61-40 (Bello)
PBX: 57 (4) 5145600
editorial.bonaventuriana@usb.edu.co
www.usbmed.edu.co - www.editorialbonaventuriana.edu.co

Coordinador Editorial: Fraidy Alonso Alzate Pamplona


Jefe Unidad de Publicaciones: Jorge Andrés Álvarez Ochoa
Corrección de estilo: Jhon Jaime Osorio
Foto portada: Erika Diettes
Fotografías interiores: Leididiana Valencia Gómez
Diseño y diagramación: David Gómez Salazar
Impresión: La Tipografía Ltda.

El autor es responsable del contenido de la presente obra.

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio, sin permiso escrito de la
Editorial Bonaventuriana.

ISBN: 978-958-8474-40-3
Tiraje: 500 Ejemplares
Cumplido el depósito legal (Ley 44 de 1993, Decreto 460 de 1995 y Decreto 358 de 2000).
Impreso en Colombia - Printed in Colombia.
Diciembre de 2014
Recordar para reconstruir

El papel de la memoria colectiva en la reconstrucción del tejido social, el


empoderamiento colectivo, la recuperación de la dignidad y la transformación
subjetiva de las víctimas del conflicto armado en tres regiones de Colombia

Juan David Villa Gómez


AGRADECIMIENTOS

La vida me ha bendecido y me ha permitido vivir esta experiencia apasionante de


trabajar, acompañar, investigar y aprender de comunidades y organizaciones sociales como
AMOR, APROVIACI y Madres de la Candelaria que me han enseñado la fuerza de la
resistencia, la incansable lucha por la dignidad y la grandeza del espíritu humano que se
niega a fenecer, aún en medio de las peores circunstancias.

Va mi agradecimiento para los hombres y mujeres sobrevivientes y resistentes que me


regalaron pedazos de su vida que son lo sustancial de esta investigación; pero también para
el equipo que me acompañó en los años apasionantes de trabajo en que aportamos nuestro
grano de arena a la reconstrucción del tejido social en el Oriente Antioqueño: Nadis, Leidi,
Marcela, Teresa, Bernardo, Catalina, Patricia, Fabio, para ustedes mi reconocimiento y mi
afecto.

Carlos Martín Beristain gracias por tu paciencia y por decidirte a acompañarme en esta
aventura investigativa, has sido mentor y maestro durante toda mi carrera.

Cristina Gortázar, gracias por tu apoyo incondicional y por estar ahí para darme apoyo
y guía en momentos en que algunas cosas se hicieron más complicadas.

A Amalio Blanco por sus comentarios y las letras que acompañan este libro.

Mi reconocimiento y agradecimiento para Jorge Julio Mejía, Mauricio García, Luis


Fernando Múnera, Alejandro Angulo, Higinio Pi Pérez, Daniel Izuzquiza y a la
Compañía de Jesús por haber creído en mí como profesional y como persona; y por
apoyarme con la beca que posibilitó, de alguna manera, esta investigación.

A Beatriz Marín, decana de la Facultad de Psicología, a Jorge Herrera vicerrector


administrativo; Análida, Jolyn, Carlos Darío, compañeras y compañero del área de
psicología social de la Universidad San Buenaventura – Medellín; gracias por abrirme las
puertas de las USB y por apoyarme decididamente en el proyecto de publicar esta
investigación, como un aporte a la memoria colectiva y al trabajo psicosocial con víctimas.
En este punto, aprecio el apoyo de Jaime Restrepo y Olga Rebolledo de la OIM.

9
A mi padre y a mi madre porque de ellos he recibido la vida y me permitieron estar en
este mundo para aportar a la construcción de otra realidad posible. De ellos recibí la
fuerza, el amor y una ética centrada en el servicio y la justicia. A mis hermanas porque su
solidaridad fue importante durante mi estadía en España, además de compartir el sueño
de un mundo más humano.

A ti Liliana, porque eres esposa, compañera de camino, amante y amiga, tu amor ha


estado ahí y me moviliza para seguir hacia delante en mis y nuestros proyectos vitales. Tu
apoyo, tus sugerencias y tus aportes también fueron muy importantes para mí. Tu pasión
por la vida me sigue inspirando a caminar contigo para aportar juntos a la construcción de
una sociedad más justa e incluyente.

A Erika Diettes por compartir esa hermosa imagen para la portada de este libro que
señala un camino entre el dolor y la esperanza, entre la postración y la resistencia para la
reconstrucción de la vida.

A Leididiana Valencia por compartir su alma y su trabajo al servicio de las


comunidades del Oriente Antioqueño a través de la lente de su cámara, todas las fotos que
abren los capítulos de este libro son de su autoría y recogen algunos de los mejores momentos
de muchas de las personas y las acciones de memoria que esta investigación recoge.

Finalmente, Dios Padre/Madre, aunque no sé nada de ti, siempre sé que has estado ahí y
me has movido desde lo profundo a trabajar en la solidaridad y en la esperanza de un
mundo mejor.

10
Agradecimientos............................................................................................................... 9

Prólogo.............................................................................................................................. 17

Introducción..................................................................................................................... 25

Capítulo 1: problema y método ...................................................................................... 33


Planteamiento del problema.......................................................................................... 33
Diseño y metodología .................................................................................................. 42
Participantes ............................................................................................................ 49
Análisis de Resultados................................................................................. ................ 52
Análisis de Coherencia (Intratextual)......................................................................... 53
Análisis Intertextual.................................................................................................. 54
Codificación Teórica ................................................................................................ 54
Criterios de Calidad ................................................................................................. 56

Capítulo 2: concepto de memoria colectiva .................................................................... 61


Un concepto polisémico............................................................................................... 62
Memoria como facultad mental............................................................... ................ 63
Memoria individual y memoria autobiográfica (La perspectiva cognitiva). ............... 64
Problema en la concepción cognitiva de la memoria ................................................ 68
Cuestión de perspectiva: la separación de individuo y sociedad en las ciencias sociales . 74
La memoria como narrativa social del pasado................................................................ 80
Una perspectiva dialéctica y compleja de la concepción de la memoria.......................... 85

Capítulo 3: ¿qué le pasa a la gente cuando hace memoria? ............................................. 95


El registro terapéutico - un estado de la cuestión .......................................................... 95
La discusión sobre el trauma y el impacto psicosocial de la violencia política ........... 97
A nivel individual: el Trastorno de estrés postraumático (TETP) ............................. 98
Otras conceptualizaciones del trauma: perspectivas psicosociales ............................. 102
Consecuencias psicosociales de la violencia política ...................................................... 110
Efectos Individuales ................................................................................................. 110
Efectos Familiares y colectivos: ................................................................................. 113
Cura a través de la palabra: del psicoanálisis al "debriefing" y las terapias narrativas ...... 117
La mirada psicoanalítica ........................................................................................... 117
El "debriefing". ........................................................................................................ 121
Terapia basada en el testimonio narrativo .................................................................. 124
Del "debriefing" al enfoque psicosocial ..................................................................... 128
Recuperación desde abajo a través de la acción grupal de memoria (un enfoque
psicosocial) .................................................................................................................. 130
Discusión sobre la función del silencio y el olvido..................................................... 138
Una discusión con las ciencias sociales y el derecho: ................................................. 142
El papel terapéutico del testimonio............................................................................... 146
El grupo de apoyo mutuo y otras formas de trabajo psicosocial con comunidades ........ 153
Memoria compartida y grupos de apoyo mutuo ....................................................... 154
Reparación desde abajo a través de la acción colectiva y la memoria performativa ..... 159

Capítulo 4: consecuencias psicosociales de la violencia política..................................... 175


¿Cómo era la vida antes...? ............................................................................................ 177
"El que diga que no ha vivido en guerra, eso es mentira": El conflicto armado como
constante histórica .................................................................................................. 177
"Usted viera la vida que yo me daba por allá": Idealización del pasado...................... 180
"Las historias mías comenzaron en 1995..." ............................................................. 183
Situación emocional subjetiva....................................................................................... 185
"Uno ya no se da cuenta de nada": El shock inicial ................................. 185
"A mí no me mató la guerra por fuera, me mato por dentro": Tristeza y dolor ......... 187
"¡Dios mío llévame!": Tristeza profunda y pérdida de sentido vital ........................... 190
"Uno tenerlos que ver todos los días y sentir la impotencia": rabia e impotencia
ante la injusticia vivida ............................................................................................. 192
"Me parecía que ya venían a tumbar la puerta": Miedo y terror................................. 194
Aspectos cognitivos/comportamentales ........................................................................ 197
"Yo me mantenía era como consumida en un solo pensamiento…": Ideas,
pensamientos obsesivos y recuerdos invasivos ........................................................... 197
"Yo estaba como en otro mundo": Confusión existencial, inhibición y limitación
del contacto social ................................................................................................... 202
Percepción del clima emocional..................................................................................... 208
"Aquí en cada esquina mataban una persona": Clima de violencia, incertidumbre y
desconfianza ............................................................................................................. 208
"Eso es como dantesco, como terrorífico": Clima de miedo, zozobra y terror ........... 212
Roles y relaciones de género .......................................................................................... 216
“La muerte de él se me convirtió como en un calvario para mí": Pérdida de la figura
proveedora................................................................................................................ 217
"Podía sostener a mis hijos, yo me sentía una héroe…": Cambio de Roles................. 218
Relaciones familiares................................................................................... ................. 221
Participación e integración social: consecuencias sociales............................................... 224
"Nos desintegramos totalmente, quedó un pueblo fantasma...": Otras consecuencias
sociales y comunitarias ............................................................................................. 227
Estrategias de afrontamiento ......................................................................................... 230
"Tuve que hacer, como dicen por ahí, de tripas corazón": Estrategias emocionales y
vinculares ................................................................................................................ 232
"Dios vino y me dijo lo de las empanadas": Estrategias basadas en las creencias ........ 233
"Yo veía que estaban pisoteando nuestra dignidad": Estrategias directas y de
confrontación .......................................................................................................... 235
"Éramos indiferentes a lo que pasaba": Estrategias de autocontrol y evitación .......... 236
"En dónde sería que yo no busqué": Estrategias de comunicación y búsqueda de
información ............................................................................................................. 237
"Me ayudó mucho a mí…. las palabras de ese señor": Estrategias de apoyo social e
instrumentales colectivas ......................................................................................... 239
Discusión y conclusión ................................................................................................ 240

Capítulo 5: sentido y propósito de las acciones de memoria ......................................... 247


Acciones públicas de memoria ..................................................................................... 250
"Abrir esos caminos que se cerraron por el conflicto": Abriendo Trochas por la vida,
la paz y la reconciliación ........................................................................................... 252
"Cuando la prendo, siento que es un consuelo para mí" ........................................... 253
"El proceso de los murales no fue fácil…": Lugares, símbolos y monumentos: .................. 255
"Nos hemos tomado todo el parque": Plantones y marchas ..................................... 260
"Vamos escribir nuestra historia": De la memoria performativa a la memoria
documento .............................................................................................................. 262
Recuerdo y dignificación de las víctimas ...................................................................... 263
"Cuando tú recuerdas tu ser querido, lo tienes presente": Recordar para no olvidar . 263
"La muerte del hijo mío no va a estar como la muerte de un perro": Honrar y
dignificar ................................................................................................................. 267
El dolor compartido y público ..................................................................................... 270
Afirmación y resistencia: el valor y el coraje de la gente................................................. 273
"Es cómo mantener viva esa fuerza para poder seguir esta lucha" ............................. 274
"Cuando el testimonio es de alguien que sufre el dolor, no hay discurso victorioso
que tenga validez" ................................................................................................... 276
Inserción de la historia individual en la historia colectiva ............................................. 278
Memoria pública y reconocimiento social .................................................................... 282
"Las estropeadas de la guerra, que estábamos escondidas, pero que ya estamos
saliendo": Visibilización de las víctimas ................................................................... 282
"Así digan que somos unas locas": Buscar el reconocimiento en medio de múltiples
oposiciones .............................................................................................................. 285
A manera de síntesis .................................................................................................... 291
Búsqueda de no repetición ........................................................................................... 293
Formación de las nuevas generaciones .......................................................................... 295
Fortalecimiento organizativo ........................................................................................ 298
Incidencia política y reivindicación de derechos ........................................................... 301
"Porque la memoria sin la verdad de nosotros no tiene validez": La memoria
camino a la verdad y a la reivindicación de los derechos ........................................... 307
"La justicia en Colombia está muy mal...": Búsqueda de la justicia .......................... 310
"La vida de un ser humano no tiene precio, un ser humano vale mucho más" Lucha
por la reparación ..................................................................................................... 315
Una memoria incluyente ............................................................................................. 319
Discusión y conclusiones ............................................................................................. 326
Sobre el Agente ....................................................................................................... 328
Sobre las memorias incluyentes y excluyentes ........................................................... 340
Memoria e Impunidad ............................................................................................. 345
Conclusión .............................................................................................................. 349

Capítulo 6: efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida


(dimensión interpersonal y grupal de la memoria) ......................................................... 353
Transformación subjetiva ............................................................................................. 356
"Ya uno ve que el dolor no es mío sino de todos, entonces, es un dolor compartido,
es un dolor solidario…": Dimensión emocional ...................................................... 358
"Porque nosotras mismas aquí, a nivel de grupo, nos fortalecemos contándonos
nuestras historias": trabajo de duelo y trabajo de memoria, narrar y contar .............. 365
"Como si me hubiera vuelto a activar, volví otra vez al ser mío, volví al ser...":
Transformación subjetiva, dimensión cognitivo/comportamental ............................ 373
Algunos límites y dificultades de la experiencia ........................................................ 385
Reconstrucción de la familia y transformación de roles y relaciones de género ......... 388
"Y ahora siento que podemos conversar y compartir... para mí eso es una ganancia
muy grande": Transformaciones en las relaciones familiares ...................................... 390
"Ver que ya uno no es la mujer que se deja golpear del marido":Transformación de
roles y relaciones de género ...................................................................................... 392
Escenarios de participación, integración y cohesión social ............................................ 396
Del aislamiento a la participación e integración social .............................................. 397
Recuperación y fortalecimiento de la cohesión social ............................................... 400
Discusión y conclusiones ............................................................................................. 408
Sobre las acciones psicosociales .................................................................................... 409
Sobre el trabajo de memoria en víctimas de desaparición forzada ............................ 412

Capítulo 7: efectos y procesos psicosociales alrededor de la acción pública de


memoria y la memoria colectiva ...................................................................................... 417
Transformación subjetiva, dimensión emocional .......................................................... 419
"Me siento como libre al expresar lo que sentimos nosotras del dolor":
De la catarsis a la recuperación emocional ................................................................ 420
"Esto no es de 8 o 15 días ni un proyecto de una ONG": Ampliando el marco del
análisis ..................................................................................................................... 427
"A nosotros nos tocó hacer esos actos con los desmovilizados": Cuando la acción
pública de memoria colectiva no posibilita la recuperación emocional ...................... 431
Transformación subjetiva, dimensión cognitiva y comportamental .............................. 434
Cohesión social y participación .................................................................................... 439
"Las acciones de memoria son uno de los pilares, de los métodos que ha ayudado a
que nos mantengamos unidas": Cohesión social, identidad y pertenencia ................. 441
Participación e integración social ............................................................................. 447
Estrategias de afrontamiento ........................................................................................ 452
"Yo soy de las que pienso, es mejor morir de pie, que no vivir de rodillas":
Estrategias de afrontamiento directo ........................................................................ 453
Otras estrategias de afrontamiento ........................................................................... 458
Construcción de una ciudadanía de derechos ............................................................... 460
Ciudadanía de derechos y la relación con el Estado en 2009 (Oriente Antioqueño).. 462
"Yo pienso que seguir movilizándonos, seguir estorbando, seguir haciendo
plantones, incidiendo en el tema político" ............................................................... 465
"Nuestras acciones por lo menos permitieron que le pararan bolas a la ley de
víctimas": Un logro de la movilización y la lucha colectiva por los derechos ............. 468
Discusión y conclusiones ............................................................................................. 476
Discusión sobre la ciudadanía de derechos y la ciudadanía participativa ................... 479
El testimonio como una acción de resistencia y justicia anamnética .......................... 483

8: Discusión final y conclusiones..................................................................................... 489


Transformaciones subjetivas ......................................................................................... 493
Transformaciones en roles / relaciones de género y en relaciones familiares ................... 495
Transformaciones en dimensiones comunitarias y colectivas ......................................... 498
PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE UNA CIUDADANÍA DE DERECHOS. 500
Hacia una mirada transdisciplinar de la acción de memoria: el enfoque psicosocial ..... 502
Conclusiones finales .................................................................................................... 508

Referencias ....................................................................................................................... 513


UN PRÓLOGO A DOS VOCES

C
omo las recetas cocinadas a fuego lento, este libro recoge las reflexiones,
análisis y experiencias vividas durante años de trabajo con víctimas de
violaciones de derechos humanos y del conflicto armado en Colombia
por su autor, Juan David Villa.

Conocí a Juan David cuando había terminado su carrera de psicología y estaba


interesado en el trabajo con las víctimas de la guerra en Colombia, en 1998. Los
primeros talleres de formación y de intercambio de experiencias con colegas
colombianos y ONG ocupadas de la salud mental buscaban el horizonte de un
cambio en los modelos de trabajo, desde una perspectiva clínica e individual a una con
base comunitaria. Aún las víctimas no eran visibles, sólo eran parte de las estadísticas
de desplazados, muertos y desaparecidos, y el terror seguía dejando grabado el
estigma y el silencio.

Juan David se incorporó a ese trabajo con entusiasmo y pronto desarrolló sus
propias experiencias de acompañamiento a comunidades de paz y de resistencia en el
Bajo Atrato y el Urabá Chocoano, donde implementó proyectos de apoyo mutuo,
fortalecimiento comunitario y resistencia no-violenta en una perspectiva psicosocial.
Al mismo tiempo, comenzó a acompañar profesionales en formación, como alumnos
y alumnas de psicología que hacían su práctica de último año en escenarios de
conflicto armado y de resistencia noviolenta en el Urabá.

Las comunidades de Paz y en resistencia frente a la guerra fueron también un


laboratorio social de intercambio de experiencias con Centroamérica, donde la
psicología ponía a prueba su compromiso y utilidad en un contexto donde el miedo, la
obligación a las comunidades para colaborar con diferentes grupos armados, y las
masacres paramilitares como estrategias de terror se daban todos los días.

Después Juan David desarrolló su trabajo en el Oriente Antioqueño, cuando se


empezaban a crear los primeros grupos de apoyo y espacios de fortalecimiento
personal y colectivo con las mujeres, de una red que toma su nombre de lo que les
ayudó a sobrevivir y del sentido de su recuerdo y de la relación con sus familiares:
AMOR (Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño). En esas, como en tantas
otras experiencias, las mujeres víctimas han ido enfrentando las consecuencias de la
guerra, tejiendo lazos de solidaridad y construyendo espacios sociales de
reconocimiento en contextos que les niegan.

De un proceso hacia dentro, de compartir, llorar, darse apoyo y aliento, fueron


pasando a tomar decisiones sobre sus vidas, realizar acciones colectivas, salir a la plaza
y a las calles, pasar de memorias privadas a medidas simbólicas y reivindicación social
de sus familiares pasando a la movilización y al intercambio con otras víctimas de
varias regiones del país, convirtiéndose en un ejemplo de cómo la gente puede
ayudarse entre sí a enfrentar las consecuencias de la violencia, recuperar sus vidas, y
transformar su rol socialmente asignado hacia una proyección colectiva.

Este libro recoge una buena parte de la tesis doctoral de Juan David Villa, sobre
memoria colectiva y trabajo psicosocial con víctimas de la violencia política en
Colombia. En este caso, el trabajo de campo había tenido su propio recorrido, y la
tesis no trata de probar hipótesis o marcos teóricos, sino que viene desde abajo para
ocupar un espacio de discusión académica y constituye un aporte al trabajo e
investigación psicosocial. Más allá de modelos de interpretación o tipo de
inter venciones, entiendo el trabajo psicosocial como un método
de trabajo al lado de la gente.

Tuve el desafío y el placer de acompañar a Juan David en su proceso de


sistematización e investigación sobre la experiencia de acompañamiento que ya se
había llevado a cabo entre 2003 y 2010, y de codirigir esta tesis. Esta experiencia
supuso volver atrás y dotar de herramientas y reflexiones a la experiencia que había
sido ya vivida. Volver, en este caso, permite el diálogo con lo que ha sido en un tiempo
que no sabía casi si podría ser.

Esta experiencia nace de un trabajo de capacitación, que después hizo que las
mujeres, además de manejar su propio dolor, pudieran empezar a ayudar a otras,
como una red de relaciones significativas. Este fortalecimiento del tejido social
desarrolló las fuerzas del apoyo mutuo, como el análisis de la realidad que permite dar
sentido a la experiencia, el mutuo reconocimiento, la generalización de experiencias,
pero también la integración de soluciones y el poder colectivo. La tesis compara
también los resultados del trabajo en el Oriente antioqueño con víctimas de otras
regiones y hechos como Córdoba o Medellín, y los alcances y desafíos de conceptos
como recuperación emocional, procesos de duelo o memoria, poniendo énfasis en las
formas de afrontamiento, el apoyo mutuo y la acción colectiva.
18
El análisis contrastado de las experiencias se hace en un contexto determinado,
cuando en el país se estaban dando procesos de desmovilización parcial de los grupos
paramilitares, y una re-paramilitarización en algunas de esas zonas, a la vez que el
horizonte de una salida política al conflicto con las guerrillas parecía haber quedado
lejos, cuando las víctimas, que no habían sido invitadas a ese escenario, llegaron para
hacer oír su voz y hacer valer sus derechos. Y cuando el discurso antiterrorista en
Colombia había barrido en gran parte la experiencia de los años 90 de las
movilizaciones por la paz. En todo ese escenario amplio y complejo se dan los procesos
personales y grupales que se describen en este libro, y que movilizan a las víctimas
desde el apoyo psicosocial hacia la expresión narrativa y la reivindicación de una
memoria colectiva que dé cuenta de su experiencia.

Estas palabras de introducción son también de bienvenida: a una profunda


reflexión sobre los procesos de memoria personal y grupal como parte del proceso de
dar sentido a una experiencia dramática y traumática. A una evaluación de los
modelos de trabajo en los que, desde este enfoque psicosocial, el duelo no puede verse
solo como un proceso personal, cuando se habla de causas políticas de la pérdida o la
muerte. Como señalaba Martín-Baró en las conversaciones en las noches de El
Salvador de la guerra en septiembre de 1989, apenas un par de meses antes de su
asesinato, las experiencias no entran en los esquemas individuales del estrés
postraumático, porque estamos ante un problema político y no ante un síndrome
individual. La tesis analiza esa relación dialéctica desde la experiencia vivida y el
análisis comparativo de las diferentes víctimas, en los procesos de duelo y el apoyo
emocional, en la memoria y la movilización, la ayuda mutua y la recuperación, las
formas de dar sentido al dolor y de reconocerlos en los espacios sociales y simbólicos.
La participación y protagonismo de las víctimas, superando los estereotipos del
trauma o la pasividad.

En un momento en que Colombia vislumbra nuevos escenarios de salidas políticas


al conflicto armado, y que traerá sin duda nuevos, largos y también tortuosos
caminos, este libro es aporte para hacer de la paz algo que tenga sentido desde abajo,
que ayude en los procesos de fortalecimiento del tejido social a quebrar la promesa de
más pobreza y exclusión de los profetas de la guerra. Cuando en Guatemala se discutía
la propuesta de una Comisión de la Verdad, la Iglesia católica comenzó el proyecto de
Reconstrucción de la Memoria Histórica en el que la gente de las comunidades nos
dijo: la guerrilla y el ejército ya van a firmar la paz, pero ¿qué pasa con todo el daño que
queda en nuestras comunidades? El primer derecho de las víctimas y la sociedad es vivir 19
sin miedo. Y la reconstrucción de la convivencia pasa por un cambio en las relaciones
con el Estado y enfrentar las heridas de la guerra. Palabras como memoria,
movilización, fortalecimiento del tejido social, forman parte del diccionario de una
paz que mire hacia la superación del pasado y la tarea de cada día
de transformar el presente.

Carlos Martín Beristain


Septiembre de 2014

20
El título que mejor le cabe al libro de Juan David Villa sería “El deber de la
memoria”. Sin duda, había escrito Jorge Semprún al hilo de sus memorias en el campo
de exterminio nazi de Buchenwald, “hay que hablar en nombre de los náufragos, en su
silencio, para devolverles la palabra”. Eso es lo que se hace a lo largo de este libro: darle la
palabra a los que nunca la han tenido, devolver la voz a quienes les fue brutalmente
arrebatada por el odio y la sinrazón, desenmascarar la mentira, desmontar el discurso
ideológico que justifica la represión y la muerte de personas inocentes en aras de la
democracia, de la justicia, de la seguridad nacional y de un largo, dramático y
demagógico etcétera que ha sembrado de muerte y de destrucción la historia de
Colombia en los últimos setenta años.

Martín-Baró, un referente imprescindible para la Psicología latinoamericana,


había hecho de la lucha contra la mentira institucionalizada una de sus principales
preocupaciones, porque entendía que ha jugado, juega y sigue jugando un papel muy
sobresaliente en la historia psicosocial de la violencia. A los actores de la violencia no
les interesa demasiado conocer los testimonios de las víctimas porque ello puede
poner contra las cuerdas los argumentos insidiosos y falaces que se esgrimen desde sus
respectivas atalayas ideológicas y dejar al descubierto su miseria moral. Las historias,
los testimonios y las narraciones que se van desgranando a lo largo del libro de Juan
David Villa ponen de manifiesto algunas cosas que no deberíamos pasar por alto ni
como ciudadanos de a pie ni como profesionales, cada uno y cada una en su campo.

La memoria es, en primer término, una memoria dolorida, una memoria que lleva
impreso el dolor, la tristeza, el miedo, la pérdida de sentido vital, la impotencia, todo
un elenco de emociones negativas muy poco favorables para la salud mental. La
memoria es un instrumento de resistencia política y contrapartida al discurso oficial,
una manera de seguir luchando contra la mentira institucionalizada. A través de la
memoria dolorida se recupera la verdad, tan denostada y puesta en tela de juicio por el
constructivismo social. Hay verdades, decía Martín-Baró, “que solo desde el
sufrimiento o desde la atalaya crítica de las situaciones límite es posible descubrir”. Es
desde ahí desde donde la memoria se convierte en un deber moral que nos impide
considerar igualmente verdadero el testimonio del victimario que el de la víctima y al
mismo tiempo nos invita a seguir rechazando una teoría universal del conocimiento y
recuperar un modelo de verdad socio-históricamente situada.

La pregunta epistemológica a la psicología latinoamericana, escribía Martín-Baró


en “Retos y perspectivas de la psicología social latinoamericana”: “nos obliga a pensar 21
cuáles deben ser los criterios que nos permiten determinar la verdad histórica de nuestros
conocimientos psicológicos sobre las realidades que vivimos en Latinoamérica”. Si
hablamos de verdad, conviene recordar que entre las propias víctimas hay un acuerdo
bastante generalizado en que “la debacle y la destrucción comienza cuando el ejército y el
proyecto paramilitar traen consigo la lucha contrainsurgente”. Coinciden asimismo en
que esa destrucción alcanza sus cotas más dolorosas cuando afecta a las redes naturales
de protección y apoyo emocional, cuando se ceba en la familia, en la comunidad y
rompe los puntos de anclaje emocional dejando una dolorosa sensación de desamparo
e indefensión: “nos desintegramos totalmente: quedó un pueblo fantasma”, podemos leer
en uno de los testimonios.

La destrucción familiar y comunitaria pasa a formar parte del trauma psicosocial,


de esas reacciones que no definen cuadros clínicos, sino “reacciones normales a una
situación anormal que se mantiene en el tiempo y que ha sido cruzada por numerosos
eventos traumáticos negativos”, podemos leer en el capítulo 4. Esa “situación anormal”
nos sitúa frente a uno de los principales retos que tiene la Psicología, el de hacer
consciente a quienes tienen la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones
(familias, educadores, poderes públicos, etc.) que la acción violenta se inscribe y remite
mucho más a un contexto social que a un esquema psicológico-individual y que su
solución (la construcción de la paz en una sociedad postconflicto) no solo requiere la
puesta en marcha de la maquinaria penal, sino de medidas sociales que puedan
impedir que la salida más accesible y digna que tengan las nuevas generaciones sea
enrolarse en alguno de los grupos al margen de la ley, que les ofrecen
momentáneamente un trozo de vida suculento y les aseguran una muerte temprana.
En último término, los problemas sociales como la violencia, no tienen ni un origen ni
una solución psicológica. Pero una perspectiva psicosocial sí puede contribuir desde
nuestro ámbito, y como un aporte más, a esos procesos de transformación necesarios
para el cambio social y político, este libro es una posibilidad de explorar caminos para
actuar sobre la realidad y ser actores de esos cambios.

Amalio Blanco
Octubre de 2014

22
INTRODUCCIÓN

Cuando me acerqué por primera vez al trabajo con las víctimas en la región del
Oriente Antioqueño, Colombia, en el año 2003, jamás pensé que las aguas del río en
donde empezaba a navegar me iban a llevar a producir un trabajo de la envergadura de
una tesis doctoral y un libro que recoge lo fundamental de dicha investigación. El
proceso partió del interés de unas mujeres por desarrollar habilidades para poder
apoyar, acoger y escuchar a otras en su territorio, que buscaban que los dolores y
sufrimientos de las compañeras fueran acogidos de alguna manera, para poder
mantener un trabajo que intentaba reivindicar los derechos de las mujeres en una
sociedad marcada por el machismo, la exclusión histórica de la mujer y, en general, las
formas culturales del patriarcado.

Esta experiencia permitió ir construyendo con estas mujeres, reunidas en la


Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño (AMOR), un trabajo de formación
que abrió las puertas para que ellas se dispusieran a apoyar, con la metodología de los
grupos de apoyo, a otras mujeres. De allí resultó el proyecto de “Promotoras de vida y
salud mental” (PROVISAME) para acompañar a las víctimas de la violencia política.
Ninguna de ellas, ni quienes las acompañábamos, pensábamos en ese momento que a
partir de esa experiencia inicial se iba a generar un proceso de transformación en la
vida de estas mujeres víctimas, que derivaría en una dinámica de organización social
que se empoderó y alcanzó un nivel de autonomía para constituirse en actor social de
la región, el departamento de Antioquia e, incluso, a nivel nacional.

Estas mujeres empezaron a generar transformaciones en su subjetividad y


emergieron como actoras de su propio destino, conformaron nuevos grupos de apoyo,
con el acompañamiento de algunas ONG (Programa por la Paz – CINEP y
Conciudadanía) y luego, el programa fue llevado a otras regiones, con procesos
culturales, históricos, sociales y organizativos diferentes, generando también procesos
muy interesantes en esos sujetos sociales que se identifican como víctimas del
conflicto armado colombiano. Esta investigación da cuenta de ese proceso y de las
dinámicas que se establecieron a partir de allí, donde la memoria compartida (grupal)
y la memoria colectiva (pública y social) tuvieron un papel preponderante para
desarrollar algunos de estos cambios.

25
Por lo tanto, el presente texto da cuenta de un hecho de la realidad de una porción
de población, las víctimas¹, de unas regiones, donde realicé un trabajo concreto de
acompañamiento, formación y apoyo. Por lo tanto, es necesario afirmar que esta
investigación está atravesada por mi subjetividad, lo cual en la ciencia contemporánea
ha dejado de considerarse un problema para verse como una posibilidad, siempre y
cuando se puedan reconocer las vicisitudes, los límites y los sesgos que pueden
presentarse, pero teniendo claro, con Montero (2007) y Hamber (2011) que la
construcción del conocimiento estriba no solamente en el sujeto que investiga sino
también en los sujetos participantes de la investigación, y que el conocimiento social
se teje en las relaciones que se establecen, de tal manera que emerge fruto de las
relaciones entabladas y las confianzas construidas.

De otro lado, me uno a una serie de investigadores que, por lo menos desde el
campo de lo psicosocial (cfr. Pipper, 2004; Cabrera, 2004 y Beristain, 2005), y
también desde la historia (cfr. Jensen, 2004), han desarrollado sus trabajos a partir de
una mirada analítica, crítica e investigativa sobre los procesos de acompañamiento,
intervención y acción social que han desarrollado en campo; dando cuenta, no
solamente de unos datos y unos relatos habitados por ellos mismos, sino también de
unos procesos, una experiencia personal y relacional. Así pues, suscribo con Hamber
(2011) que la investigación que aquí presento es fruto de la participación activa en los
procesos que se estudian: “fui un observador, un participante, un investigador, un
activista y un investigador de acción” (Hamber, 2011, p. 34).

A partir de trabajos investigativos previos en 2006/2007 y 2008/2009, pude darle


cuerpo a una pregunta importante en torno al papel de las acciones, grupales o
públicas, de memoria colectiva de las organizaciones de víctimas en los procesos de
empoderamiento colectivo y resistencia ante las dinámicas del conflicto armado y la
impunidad; y las implicaciones de estas acciones en la transformación de sus
subjetividades, analizada desde la perspectiva de la recuperación emocional, la
redignificación de las víctimas y la reconstrucción del tejido social.

El texto general lo he dividido en dos partes: la primera tiene tres capítulos y se


centra en los marcos de la investigación principal. Inicialmente, el marco
metodológico, donde se presenta y se justifica el método utilizado, que incluye la

1
Puede denominarse víctimas a todas las personas que han sufrido graves daños a raíz de violaciones al derecho
internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos en el marco del conflicto armado
colombiano.
26
revisión de fuentes secundarias y la investigación documental que constituyó el estado
de la cuestión. Con mayor énfasis el trabajo de la investigación de campo que implicó
la mirada sobre los procesos de memoria de las víctimas del Oriente Antioqueño,
contrastados con los procesos de memoria de las Madres de la Candelaria y los
procesos de los colectivos en el sur de Córdoba.

El capítulo 2 presenta el marco conceptual, la forma como desde la psicología


social, en particular, y en las ciencias sociales en general, se ha construido el concepto
de memoria colectiva. El enfoque psicosocial y transdisciplinar con el que trabajo
también se hace evidente en esta fundamentación, que permite mirar de forma
dialéctica y compleja el concepto y la manera como será utilizado a lo largo de toda la
investigación. Resalto los conceptos de memoria compartida (memoria grupal) y
memoria colectiva (pública y social), por ser los ejes centrales de la
investigación de campo.

En el capítulo 3, realizo una revisión profunda y exhaustiva del estado de la


cuestión de los estudios sobre memoria colectiva en contextos políticos: de paso de la
dictadura a la democracia, de la guerra a la paz, en contextos de resistencia a regímenes
opresores, de conflictos intratables y en escenarios de justicia transicional. Esto
implica el abordaje del llamado registro terapéutico de la memoria (Rabotnikof,
2010), que implica una mirada sobre los espacios sociales y políticos donde la
memoria, además de ser utilizada como marco de resistencia ante los discursos de
poder y de la historia oficial, también se analiza, se estudia o se conceptualiza como
una mediación que posibilita la “sanación” o la “curación” de los individuos y de las
sociedades, especialmente aquellas que desarrollan movimientos sociales de
resistencia, donde las víctimas enarbolan las banderas de la memoria, pero también en
escenarios de justicia transicional y en procesos donde las comunidades, desde abajo,
hacen de la memoria una forma de resistencia política, pero también psicosocial, que
fortalece sus dinámicas personales y aporta a la reconstrucción del tejido social y la
recuperación emocional. En la segunda parte de este capítulo se abordan los
resultados y conclusiones del trabajo de campo en las tres regiones enunciadas.

En el capítulo 4, se abordan las consecuencias psicosociales de la violencia política,


de las violaciones de los derechos humanos y del conflicto armado en general. Es una
mirada desde el enfoque psicosocial, que intenta ir más allá de la mirada tradicional de
2
A lo largo del texto utilizaré, en su mayor parte, un lenguaje incluyente de género, puesto que implica una opción dentro
del marco de la misma investigación y la acción nombrar e incluir a las mujeres.
27
la psicología y que ubica los marcos de análisis para revisar las posteriores
transformaciones de las que darán cuenta los y las² participantes en esta investigación.

El capítulo 5, se pregunta por los sentidos, intereses, motivaciones y propósitos


que tiene la gente, los y las participantes, pero también las organizaciones de víctimas
(como sujeto colectivo) cuando realizan acciones públicas de memoria colectiva, en
las que pretenden poner a circular sus relatos sobre las experiencias y vivencias en
torno a las violaciones de derechos humanos y de violencia política que se han
padecido, intentando poner en el centro el nombre, la historia y la dignidad de sus
seres queridos, como contrapeso a la historia oficial, como una forma de resistencia a
los actores armados y como búsqueda para reivindicar los derechos a la verdad, la
justicia y la reparación. Aquí el énfasis estriba en el sujeto colectivo que hace memoria
y que como emprendedor de memoria (Jelin, 2002a) se convierte en actor social y
político para construir memorias colectivas y aportar a la memoria histórica.

En el capítulo 6, se abordan los procesos de memoria compartida y apoyo mutuo.


Los colectivos que se han estudiado han contado con espacios formales e informales
para compartir las memorias y las historias entre los miembros de los colectivos. Estos
espacios, que en el Oriente Antiqueño y sur de Córdoba, configuraron grupos de
apoyo mutuo, dan cuenta de un proceso de intervención, donde el enfoque
psicosocial de la memoria fue parte vital y estructural de la dinámica de recuperación
emocional de los sujetos. El texto pretende mostrar la manera como al compartir las
historias en espacios de apoyo, contención y confianza, la expresión (no sólo por el
habla) es una forma de tramitar los sufrimientos y dolores, constituyendo una base
para relatos colectivos sobre lo vivido y la violencia padecida, que al final pasa a ser un
relato de resistencia frente a la historia oficial.

En el capítulo 7, se recogen los efectos que la acción pública de memoria colectiva


ha tenido sobre los sujetos individuales y colectivos que participan y ejecutan estas
acciones. En efecto, las historias compartidas en los procesos grupales de memoria
colectiva se van constituyendo como esquemas narrativos que pasan al terreno de lo
público. En este momento, la memoria asume un marco colectivo y se enuncia en
espacios en los que entrará a competir con otros discursos y relatos, tanto de la
sociedad local, como de la sociedad nacional y el Estado. En este escenario, se
constituye como alternativa a la historia oficial y al encubrimiento de la verdad.
Ahora bien, estas acciones públicas tienen efectos de diversa índole sobre los sujetos,
en algunos casos transformadores y en otros revictimizantes. El texto pretende
28
clarificar cuándo, cómo y de qué manera la acción pública de memoria colectiva
resulta “terapéutica” para las víctimas y los colectivos que se implican en su ejecución.

Finalmente, el texto cierra con las conclusiones y el aporte a la investigación sobre


el tema, presentando en primer lugar una síntesis, según las categorías de análisis de
los efectos que tienen la memoria compartida y la memoria colectiva sobre algunas de
las consecuencias psicosociales enunciadas. También propongo un esquema de
acción e intervención que puede ser útil en contextos de cooperación al desarrollo y en
otros marcos de intervención con víctimas de la violencia política, que implican, en
primer lugar una mirada sobre la utilidad de los trabajos de memoria con víctimas, y
en segundo lugar la propuesta de un marco de intervención psicosocial con víctimas
de la violencia política.

29
PROBLEMA Y MÉTODO
1
Planteamiento del problema

D esde la mitad del siglo XX, Colombia ha estado atravesada por


dinámicas socioculturales, políticas y económicas, que han generado
procesos de polarización ligados a las diferentes expresiones de
Violencia, que constituyen el conflicto armado colombiano. Dentro de estas
dinámicas pueden observarse el bipartidismo cerrado entre liberales y conservadores,
la influencia permanente de la iglesia en la vida política del país y en favor del partido
conservador, la politización de las fuerzas armadas, que han sido un instrumento de las
élites (especialmente de las ligadas a la posesión de la tierra) para mantener el poder de
forma hegemónica; además de prácticas políticas clientelistas que tienen por objetivo
desestructurar las instituciones democráticas del Estado para ponerlas al servicio de
intereses privados, impidiendo así las posibilidades de ascenso socioeconómico y
político a otros sectores de la sociedad (Ortiz, 2001).

En el año 2002, el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez inició un proceso de
negociación con los grupos paramilitares que implicó su desmovilización escalonada
entre noviembre de 2003 y marzo de 2006. Aunque la negociación favoreció
principalmente a los victimarios, las víctimas han aprovechado los pocos espacios que
se han abierto; y han encontrado la oportunidad para irse organizando para presionar
por la reivindicación de sus derechos. Algunas organizaciones de víctimas existían
desde los 80, cercanas a los partidos de izquierda, perseguidos, diezmados y,
prácticamente, eliminados del escenario político nacional por fuerzas paramilitares
ligadas a la extrema derecha, que no toleraban expresiones democráticas con vocación
de poder desde la izquierda; y a las élites regionales, que han fundamentado su poder,
desde el siglo XIX, en la posesión y expropiación de la tierra. Otras expresiones
organizativas de las víctimas se fueron configurando a partir de este espacio político
que posibilitó la “aparente desmovilización paramilitar” y que abrió la discusión sobre
los modelos de justicia transicional que podrían desarrollarse en Colombia; en un
contexto en el que el conflicto armado se mantiene vigente (Villa et. al, 2007).

33
Problema y método

El debate público sobre el tema, la necesidad del gobierno y de los paramilitares de


pasar rápido la página de la historia y el pulso con las organizaciones de la sociedad
civil y los partidos políticos comprometidos con un Estado legítimo de derecho,
permitieron que por lo menos se redactara y aprobara la llamada Ley de Justicia y Paz
(Ley 975 de 2005), que en sus comienzos tenía todos los visos de convertirse en un
marco jurídico que a la postre generara una amnistía general, indulto, en una lógica
que invitaba al perdón y el olvido. Es claro que el gobierno del presidente Uribe
pretendió algo que se ha logrado en buena medida: una amnistía encubierta para
miles de paramilitares y condenas simbólicas para los jefes (que a esta altura –abril de
2014- apenas sí se han presentado en unos cuantos casos), por ello se llamó
inicialmente Ley de Alternatividad Penal. Luego de su revisión por la Corte
Constitucional en el año 2006 y los cambios que ésta reguló, se generó una
jurisprudencia que abrió algunos caminos para no pasar la página de la historia sin
procesos judiciales, aun cuando el poder real de la justicia para desarrollarlos sea
mínimo.

La realidad de las víctimas hasta ese momento, salvo algunas experiencias como la
Asociación de familiares de detenidos desaparecidos (ASFADDES), Comunidades de
Paz y en Resistencia, Hijos e Hijas de la Memoria (hijos e hijas de las víctimas de la
UP³), y Víctimas del Palacio de Justicia, quedaba en el anonimato de su propia
ruptura y desestructuración. En efecto, las consecuencias de la guerra y de la represión
por parte de los grupos armados en las comunidades han generado aislamiento,
ruptura del sentido vital, anomia, pérdida de referentes de identidad, retiro de los
espacios de participación, síntomas físicos y psicosomáticos, trastornos de su vida
cotidiana, afección de su salud mental y ruptura del tejido social, que implica pérdida
de las confianzas básicas, ruptura de lazos familiares, de amistad, vecindad, miedo
personal y colectivo, retiro de los espacios políticos y desestructuración de las
organizaciones (Martín Beristain, 1999; Gómez, 2006).

Esta realidad de las víctimas en Colombia desborda cualquier cálculo: las


principales organizaciones no gubernamentales de derechos humanos creen que la
cifra de desaparecidos en Colombia podría superar a los 50.000 (ASFADES, 2010),
los 30.000 según el informe Basta Ya (CMH, 2013); los 69.000, según la Comisión
Nacional de Búsqueda (2011) o 90.000 según cifras de la Unidad de Atención y
Reparación a Víctimas (UARIV), según la Revista Semana (2014). Así pues, según

3
Uno de los partidos políticos exterminados por el establecimiento.
34
Problema y método

Salazar (1999), en un país donde reina el miedo, mucha gente, especialmente en las
zonas rurales ni siquiera denuncia los casos. Si cualquiera de estas cifras se corrobora,
se superaría con creces la sumatoria de los desaparecidos en los países del cono sur:
Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil durante las dictaduras militares de los
años 70 y principios de los 80.

Según la Consultoría de los Derechos Humanos para los Desplazados


(CODHES) (2014) y según la UARIV en Colombia hay más de 5,5 millones de
desplazados (entre 1985 y 2010); de éstos, el 49% se presentó durante el gobierno de
Álvaro Uribe Vélez quien funge ante el mundo como el “pacificador” de Colombia;
porque, según la versión oficial, fue quien logró detener el conflicto armado
colombiano. Se trata de personas que han huido de sus hogares por amenazas, hechos
violentos en su contra o para tratar de encontrar la seguridad en las grandes ciudades o
en otras regiones del país. Según esta cifra, Colombia habría pasado a ser el primer
país en el mundo más afectado por este flagelo; según CODHES (2009, 2011) nada
más en el año 2007 se reportaron 340.000 casos; en el 2008, 380.000; en 2009,
286.389; y en el 2010, 280.041. Por su parte, Acción Social (2012) reportó en estos
mismos períodos las siguientes cifras: 337.938 casos para 2007; 294.666 para 2008;
175.849 para 2009; 129.338 para 2010 y 102.956 para 2011.⁴ Es claro en ambos
registros que en el período de gobierno de Álvaro Uribe Vélez estas cifras se
mantuvieron en niveles muy elevados, por encima incluso de los datos de los años 90,
mientras el discurso oficial de ese gobierno se centraba en negar la realidad del
conflicto armado y en llamar a los desplazados “migrantes internos”.

Se han reportado, además, cerca de 25.000 secuestros entre 1996 y 2008, según la
Fundación País Libre (2009) y 30.000 según la UARIV (2014), de los cuales cerca del
50% son atribuidos a las guerrillas de las FARC y el ELN. De otro lado, las víctimas
de homicidios por causa del conflicto no se han logrado definir claramente, porque
puede estar entre los 250.000, según las organizaciones de derechos humanos y el
banco de datos del CINEP, y los 850.000, según las diferentes fuentes, si se incluyen
los homicidios ligados a la violencia social y del narcotráfico (Valencia, 2011). La
cifra oficial, según la UARIV (Revista Semana, 2014/02/08) sería de 636.184.

4
Las cifras de Acción Social están basadas en el registro que realiza cuando las personas desplazadas denuncian su
situación. Es claro que es una cifra inferior, teniendo en cuenta que una buena parte de la población no lo hace. De allí
que las cifras de CODHES sean significativamente superiores
35
Problema y método

Según el Centro de Investigación y Educación Popular la tasa de homicidios sigue


siendo bastante elevada y se estima que entre 3.500 y 4.000 personas mueren
anualmente por los efectos directos de la violencia política asociada al conflicto
armado, a lo cual habría que agregar las muertes generados por la violencia social
ligada a este conflicto; todo ello produce el rompimiento del tejido social, y a la vez
múltiples consecuencias psicológicas, culturales, morales, económicas, etc. (CINEP,
2005, 2009). Además, según esta misma fuente, se han reportado más de 2.000 casos
de ejecuciones extrajudiciales por parte de la fuerza pública en los años de gobierno del
presidente Uribe. Lo cierto es que según la Fiscalía, a enero de 2011, 174.618
víctimas de homicidio, y 34.750 casos de desaparición forzada (CODHES, 2011)
han solicitado ser reparadas en el marco de la Ley de Justicia y Paz. Según el
investigador Guillermo González (2009), en Colombia cada año se cometen mayor
cantidad de acciones violatorias de los derechos humanos y del derecho internacional
humanitario, que durante toda la dictadura de Pinochet en Chile.

El conflicto ha generado en términos económicos, sociales y humanos,


consecuencias que han sido devastadoras para una inmensa mayoría de los
colombianos; impidiendo el desarrollo del país como su potencial lo permitiría en
una situación de paz: 77.189 comunidades rurales desplazadas completamente
(CODHES, 2011) y la expropiación de cerca de 6.638.195 héctareas de las zonas
rurales del país, según la Comisión de Seguimiento al Desplazamiento Forzado
(CODHES, 2011), que han pasado de manos de los campesinos a manos de las élites
regionales y paramilitares: “desde 2002 se acentúa la tendencia de desaparición del
campesinado colombiano como consecuencia de la concentración de la tierra en medio del
conflicto armado, la violencia, el desplazamiento y las políticas de desarrollo rural”
(CODHES, 2010, p. 2). Además de ello, en los últimos años se ha incrementado el
desplazamiento en zonas de explotación minera, puesto que la expropiación de la
tierra se está asociando a los procesos de inversión y explotación en este campo de la
economía, donde diferentes actores sociales, políticos y armados han puesto sus
intereses para la explotación (CODHES, 2011, 2014).

Estos hechos incrementaron la desigualdad desbordante del país, que en 2010


ubicó a Colombia entre los más prominentes del mundo: el 10% más desfavorecido
recibe apenas el 0,8% del producto nacional, mientras que el 10% más favorecido
controla el 46.5% del ingreso nacional (Springer, 2005), con un índice de Gini del
0,59 (PNUD, 2011), el segundo más alto de América Latina, y el tercero en el
mundo, detrás de Haití y Angola; y muy por encima de la media del subcontinente
36
Problema y método

que es de 0,49 (Cepal, 2007), cifra que a 2014 ha tenido una leve recuperación. De
otro lado, el índice de Gini de concentración de la tierra ubica al país como uno de los
más desiguales del mundo y de América Latina, con un 0,87 el de propietarios y 0,86
el de tierras (PNUD, 2011). Este índice ha venido aumentando con la
contrarreforma agraria ejecutada por el paramilitarismo y el desplazamiento forzado
de millones de personas.

De acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano (2011), el modelo de desarrollo


rural en Colombia no promueve el desarrollo humano y hace más vulnerable a la
población rural, es inequitativo y no favorece la convergencia, invisibiliza las
diferencias de género y discrimina a las mujeres; es excluyente, no promueve la
sostenibilidad ambiental, concentra la propiedad rural y crea condiciones para el
surgimiento de conflictos; es poco democrático y no afianza la institucionalidad rural.
Todo un caldo de cultivo para el inicio y mantenimiento del conflicto armado.

De otro lado, y de acuerdo con Daniel Pécaut (2003), Colombia es un país donde
la Violencia se ha convertido en una entidad mítica y tópica, que es principio y
término de múltiples explicaciones. Para este autor, tanto en los relatos cotidianos de
la gente como en los elaborados por historiadores y sociólogos se observa la
omnipresencia de este mito que no permite una forma diferente de dilucidar los
procesos de violencia actual, enmarcados en dinámicas propias del conflicto armado,
pero también entrecruzados con múltiples formas de violencia social, familiar,
delincuencial que atraviesan la vida cotidiana de la población y que hacen de ésta un
espectro que lo habita todo y que a su vez justifica todo. “Es que somos así”, “tenemos
una cultura de la violencia”, “la violencia es un mal genético de los colombianos”,
todas estas expresiones populares, y a veces académicas, inducen a la construcción de
una memoria mítica de la Violencia, en donde el pasado se repite en un eterno retorno
y donde es imposible diferenciar lo actual de lo anterior. Este relato mítico dificulta
una visión histórica y social que permita comprender el conflicto colombiano y desde
allí posibilitar propuestas que contribuyan a su transformación⁵.

En las ciencias sociales, tradicionalmente, se ha hecho una diferenciación entre


catástrofes naturales y guerras. Las primeras, como eventos de la naturaleza,
implicarían un daño que no tendría causas humanas; aunque en los últimos tiempos
5
Ignatief (1999) para el conflicto de los Balcanes; Malouf (2001) y Bar-Tal, et. al. (2011) para el conflicto árabe – Israelí,
identifican este problema de las memorias míticas como una forma de explicar los conflictos, que al final terminan
justificándolos y perpetuándolos. De allí se ha producido en ciencia política el concepto de “conflicto intratable”, porque
por sus rasgos pareciera imposible de resolverse de una forma diferente a la del ejercicio de la violencia directa.
37
Problema y método

se viene reconceptualizando esta mirada a partir de la reflexión ecológica y ambiental,


en referencia a la alteración de la naturaleza realizada por el ser humano, el cambio
climático y otros factores. Sin embargo, también se entiende que no existe una
intención voluntaria de dañar a una población y así es vivida la catástrofe por las
víctimas. Las guerras, por su parte, son acciones humanas, causadas por factores
humanos y desarrolladas por humanos. Requerirían un análisis diferente, en donde se
identificaran responsables, análisis causales y estratégicos, mecanismos sociales de
superación y afrontamiento, acciones políticas y económicas (Martín Beristain &
Doná, 1997).

En Colombia la imagen mítica de la Violencia, que se ha ido construyendo, le da el


carácter en el imaginario colectivo de ente impersonal, incomprensible e inabarcable;
vivido por las víctimas y por los relatos colectivos como una catástrofe natural frente a
la cual poco o nada puede hacerse, más allá de salir corriendo y salvar la vida, como en
un terremoto o en una inundación. A veces, ni siquiera se toman en cuenta los
mecanismos de prevención como las alertas tempranas y otras medidas de prevención
y protección que han intentado tomarse desde diversas entidades públicas nacionales
e internacionales como la Defensoría del Pueblo, ACNUR, entre otras. Esta imagen
dificulta una visión histórica y también los momentos históricos de paz relativa que
permitirían ampliar la mirada y el análisis (Cfr. Uribe, 2010).

Cabe añadir que la construcción de este relato y esta representación de la realidad,


que se ha convertido en discurso dominante en el país, es adecuado y funcional a los
intereses de las élites regionales y nacionales, quienes han ostentado el poder político y
económico, y lo han mantenido, de cierta manera, al tener el control de estas
representaciones que se han realizado en torno a la visión del país: una violencia mítica
sin responsables, donde ellos no son culpables de nada; una “catástrofe” donde la
gente es víctima sin remedio. Nada más simple y perfecto para que a pesar del
continuo dolor, del continuo sufrimiento, de la barbarie, de la exclusión y la
victimización de grandes sectores de población, todo siga igual y nada cambie.

Así pues, los relatos individuales no pudieron inscribirse en un relato más amplio,
los relatos de conjunto, de carácter explicativo; asumieron la forma del mito y se
sustrajeron a la historia, a través de un principio de repetición: la Violencia⁶ que
siempre vuelve, donde los hechos tienen un estatuto de “real” que no les permite
6
Estoy utilizando la palabra “Violencia” con mayúscula para darle la connotación del carácter superlativo y mítico que toma
en los relatos de la gente en Colombia.
38
Problema y método

insertarse en una narración explicativa con significado, quedándose marginados en la


experiencia individual, muchas veces inenarrable:

“Si el mito es la única representación posible de la violencia y la historia de conjunto es


imposible, los hechos son los llamados a establecer la confluencia, bajo la forma de un real
insuperable, entre el mito y la experiencia, y a reemplazar finalmente la historia… La
generalización de la violencia (en el relato y en la cotidianidad) se acompaña en efecto de la
disolución de una opinión pública capaz de decidir acerca de su alcance y su origen…
(Pécaut, 2003, p. 27).

Se llega, entonces, a una memoria atemporal. Como en Crónica de una muerte


anunciada, de Gabriel García Márquez, hay una convicción clara sobre lo que ha
sucedido y sobre lo que va a suceder. Sin embargo, nadie hace nada, porque es como si
se tratara de un destino ineludible. En la novela, todos sabían que Pedro y Pablo
Vicario iban a asesinar a Santiago Nasar, acusado de haber “manchado” la dignidad de
la familia al haber tenido relaciones sexuales con Ángela Vicario, que fue devuelta
después de su matrimonio por Bayardo San Román. La venganza de los hermanos
Vicario es un secreto a voces, sólo la víctima lo desconocía. Al final sucede lo que tiene
que suceder, el “destino” se cumple sin remedio y Santiago Nasar muere asesinado.

Es la tragedia de Colombia que García Márquez novela de una manera tan gráfica,
pero es el mito de un pueblo sin memoria, donde la violencia es un destino ineludible.
Es un hecho natural, naturalizado, que define la historia y el ser, la memoria y la
identidad de un pueblo. “Lo que sucede ahora es lo mismo que sucedía en la violencia de
los 50 y de los 60 y lo de esta violencia es lo mismo de la guerra de los mil días y de la
violencia del siglo XIX… Prevalece la convicción de que siempre está presente la misma
violencia que no está relacionada con actores específicos, sino que toma el aspecto de una
fuerza bárbara que escapa al control de todo el mundo” (Pécaut, 2003, p. 121).

Por todo esto, se hace necesario intentar construir una mirada histórica y analítica
que permita identificar las bases del conflicto armado en Colombia, que posibilite una
comprensión a las víctimas de lo que sucede para que desde allí se puedan pensar
estrategias de acción para la superación del mismo. No sólo a las víctimas, sino
también a toda la sociedad.

Estos esfuerzos explicativos e históricos se vienen desarrollando en Colombia en el


último decenio, con el fin de buscar salidas a un conflicto que parece no tenerlas,
39
Problema y método

puesto que se ha oscilado periódicamente entre opciones de negociación de paz y


propuestas militares como la del expresidente Uribe (García Durán, 2007), que
después de 8 años de gobierno no lograron visibilizar un final del conflicto armado.
“Podría decirse que la tendencia al olvido hace que este sea un país con amnistías
permanentes y guerras sin concluir. La falta de memoria histórica, parecería ser uno de
nuestros males crónicos, al lado de la pobreza y la desigualdad social”. (Gómez Méndez,
2004 En Sánchez, Tejada, Téllez y Villa, 2006). Por lo demás, no deja de ser similar a
los ciclos de otros países de América Latina, tal como lo refieren Lira, et. al. (2001)
para el caso de Chile.

Por lo tanto, la aparición a lo largo y ancho del país de organizaciones de víctimas se


ha constituido en un símbolo de la esperanza, de la lucha y de la resistencia de las
personas y comunidades afectadas por el conflicto armado. A partir de la búsqueda de
la reivindicación de sus derechos, de las posibilidades e imposibilidades para que les
sean reconocidos y reparados, de empezar a ocupar lugares en el imaginario público,
estas organizaciones se han movilizado de múltiples maneras para hacer visible su
realidad; y para generar una conciencia ética en el país, que permita superar la
impunidad que retroalimenta los ciclos de violencia, la amnesia histórica que favorece
a las élites en el poder y la reconstrucción de un Estado social de derecho
legítimo y democrático.

En el año 2003, las mujeres de la Asociación de mujeres del Oriente Antioqueño


(AMOR) se plantearon la necesidad de ofrecer un acompañamiento psicosocial a las
mujeres socias que habían sufrido en su familia la acción directa de la violencia y que
por lo tanto eran víctimas, puesto que habían perdido a un familiar: esposo, hermano,
padre, madre, hijo o hija. Esta propuesta generó, entre 2004 y 2011, un proyecto de
apoyo psicosocial llamado: Promotoras de Vida y Salud Mental (PROVISAME) (Cfr.
Villa, 2007a). En el mismo, se formaron 120 mujeres y algunos hombres como
promotoras de vida y salud mental, quienes a su vez realizaron grupos de apoyo mutuo
con cerca de 3.000 mujeres y hombres de la región, con el propósito de trabajar en la
recuperación de su dignidad, el mejoramiento de su salud mental, la reconstrucción
de los espacios de relación comunitaria, de las confianzas y de la vida cotidiana; y la
construcción de espacios de participación, que generaron organizaciones de víctimas
en 21 de los 23 municipios de la región, quienes además se asociaron en una
confederación denominada Asociación Provincial de Víctimas
Ciudadanas (APROVIACI).

40
Problema y método

Estas organizaciones han venido creciendo y fortaleciéndose por la participación


de nuevas personas que han hecho pública su condición de víctimas y por las nuevas
fases que se han ejecutado del proyecto PROVISAME. Una de las formas que estas
organizaciones han tenido para manifestarse públicamente, reivindicar sus derechos,
afirmar su dignidad, reconstruir sus sentidos de vida y resistir a las fuerzas implicadas
en el conflicto armado han sido las acciones públicas de memoria que se fueron
desarrollando en las diversas localidades. Estas acciones implican movilización
pública, marchas, recuperación de testimonios, exposiciones fotográficas,
construcción de salas de la memoria, mapas de la memoria y otras expresiones
colectivas en sus municipios, que han abierto la conciencia local y regional sobre una
realidad que se negaba y se escondía (Cfr. Villa, 2009; Uribe, 2010).

Desde 2006 hasta 2011, el proyecto PROVISAME se ha desarrollado también en


otras regiones del país, (sur de Córdoba, algunos municipios de la región del
Magdalena Medio, y con organizaciones de víctimas de las ciudades de Medellín y
Cartagena). Aunque no siempre se han podido constituir organizaciones de víctimas
y las acciones públicas de memoria, en algunos casos, han estado restringidas por el
miedo de las comunidades y un contexto de control absoluto de grupos de carácter
paramilitar que siguen actuando en varias regiones del país, a pesar de las
negociaciones que desarrollaron con el gobierno anterior y su posterior
“desmovilización” entre los años 2003 - 2007.

Es así como tenemos una falta de memoria histórica y, más que olvido, memoria
selectiva y mitificada por ausencia de relatos que la integren a la historia del país. Los
relatos han sido construidos a la medida de quienes han ostentado el poder. Esta
investigación ha tratado de insertarse en la corriente que despierta en Colombia para
construir una memoria histórica del conflicto, que se ha concretado, además en las
investigaciones del Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación (CNRR) y después del 2011, con la suscripción de la
Ley 1448 de 2011 (Ley de Víctimas) el Centro de Memoria Histórica, que ha
permitido un acercamiento multidisciplinar a la realidad del conflicto armado del país
con el informe: “¡Basta Ya!” (2013) y los informes sobre casos emblemáticos que
permiten un acercamiento comprehensivo a las dinámicas, procesos, daños,
resistencias, sufrimientos y luchas de la población afectada por el conflicto armado a lo
largo y ancho del territorio nacional.

41
Problema y método

La investigación también se suma a los procesos de organización y acciones


públicas de memoria realizadas por las víctimas, con el fin de insertarse en las
conversaciones y diálogos públicos que posibiliten una versión que pueda ir más allá
de la historia oficial y del mito social que no permite otra mirada y salidas creativas
hacia la paz. Pretende, además, ser un acercamiento a los sentidos, los impactos y las
transformaciones que han generado las acciones colectivas de memoria, públicas o
grupales, en la vida de las víctimas y en la vida de las sociedades locales donde se han
desplegado estas acciones; con el fin de comprender sus aportes al empoderamiento
colectivo y a la resistencia comunitaria ante las dinámicas del conflicto armado y la
impunidad en Colombia.

Diseño y metodología

La presente investigación se enmarcó dentro de la psicología social como


disciplina “bisagra”, que está a medio camino entre la psicología y la sociología, y que
aborda la interacción entre las estructuras de los sujetos individuales con las
estructuras de la sociedad y la cultura (Martín-Baró, 1983). Desde una mirada
transdisciplinar, se acerca a la complejidad del problema, trabajando en una
perspectiva holística, fenomenológica y hermenéutica; lo que implica un análisis
cualitativo de los hechos, recogidos como vivencias, experiencias a través de las
narraciones que los y las participantes realizaron y que fueron recogidas a través de
entrevistas en profundidad, historias de vida, grupos de discusión, cuestionarios a
expertos, observación e investigación de fuentes documentales. Se ponen en juego
métodos combinados, que implican una cierta mirada ecléctica, que según Hamber
(2011) es parte del pragmatismo metodológico necesario para abordar problemas
psicosociales complejos que implican múltiples narraciones y relatos, más que datos,
para tener un acercamiento comprehensivo de esa realidad.

Esta forma de investigación parte del supuesto básico de que el mundo social está
construido de símbolos, haciendo de la intersubjetividad una pieza clave para acceder
a los significados sociales. La realidad social, así vista, está hecha de significados
compartidos, y lo que se busca es percibir escenarios y personas de manera holística, es
decir no se reducen a variables particulares, sino que se contextualizan como
históricos y en interacción con otros (Taylor & Bogdan, 1986). Por lo tanto, se
analizan y se estudian relatos, más que datos; puesto que son las narraciones y los

42
Problema y método

textos las fuentes primordiales a partir de los cuales se extraen conclusiones y se


interpreta la realidad.

Teniendo en cuenta las múltiples orientaciones desde las cuales se puede abordar la
investigación cualitativa (Vallés, 2000), se hace importante esclarecer que el problema
de investigación aquí planteado enfatiza en este método puesto que “la naturaleza de
la construcción del significado, su conformación cultural y el papel esencial que desempeña
en la acción humana se aleja de las ciencias positivistas y sus enunciados de reduccionismo,
predicción, control y explicación causal” (Bruner, 1991, p. 13).

En esta investigación he buscado rescatar los diversos relatos, discursos, creencias y


en general, construcciones de las personas participantes, asumiéndolas como
creadoras de su propia realidad social, la cual se puede comprender a través de los
significados que estas mismas dan a sus actos (Pourtois & Desmet, 1992). Según
Bonilla-Castro & Rodríguez (1997), el principal interés de la perspectiva cualitativa,
como se ha venido desarrollando, es conocer la realidad social, a través de los ojos de
quienes la componen; siendo entonces la realidad social un armazón de significados
compartidos (Wainwright, 1997).

Como lo menciona Geertz (1995, p.20) “el análisis de los discursos ha de ser por
tanto, no una ciencia experimental que busca leyes, sino una ciencia interpretativa en
busca de significados”. Según Bruner (1991), la nueva revolución cognitiva, de la que
es partícipe esta orientación, se basa en un enfoque de tipo interpretativo del
conocimiento, en el que aparece como interés central la construcción de los
significados, en los que interfiere de manera primordial el papel constitutivo de la
cultura humana.

Es importante mencionar que el trabajo sobre memoria implica la construcción de


significados, narraciones y representaciones sociales del pasado, por lo que se suelen
desarrollar investigaciones de tipo cualitativo para indagar sobre aspectos múltiples de
la memoria colectiva. Pueden citarse algunas investigaciones: en Guatemala, con
comunidades mayas, sobre procesos de reconstrucción de tejido social, clima
emocional y efectos de la impunidad (Lykes, Martín Beristain & Cabrera, 2007),
sobre significados de memoria en las víctimas de la dictadura en Chile (Piper, 2005),
sobre significados de memoria y efectos de la dictadura en Chile (Zapata-Sepúlveda P.;
López Sánchez, F. & Sánchez-Gómez, M.C., 2009), en Israel con grupos sociales que
abordan el tema de las memorias a partir del asesinato del primer ministro Isaac Rabin
43
Problema y método

(Vinitzky-Seroussi & Teeger, 2010), en Portugal con excombatientes de las guerras


coloniales en la década del 70, (Campos, 2006), sobre la represión cotidiana en un
barrio de Río de Janeiro (Cavalcanti, 2003) y muchos otros más.

En esta investigación, las narraciones, los relatos y los discursos de los y las
participantes en las diferentes técnicas implementadas serán el insumo central del
análisis. La construcción de los textos finales será un tejido que se irá encadenando,
partiendo de los relatos, enlazados con los comentarios, descripciones, análisis e
interpretaciones que el investigador vaya construyendo a medida que se teje el texto,
en un proceso artesanal que constituye una urdimbre que posibilita una “descripción
densa” de la realidad (Geertz, 1995).

En el proceso, se desarrollaron varias técnicas cualitativas para la recolección de la


información. En primer lugar: la entrevista cualitativa en profundidad no
estructurada. Según Bonilla-Castro & Rodríguez (1997) la entrevista puede definirse
como “una conversación o intercambio verbal cara a cara, que tiene como propósito
conocer en detalle lo que piensa o siente una persona con respecto a un tema o situación
particular” (p. 93). Otros autores como Vallés (2000) afirman que la entrevista es un
interrogatorio cualificado a un testigo relevante sobre hechos de experiencia personal;
pero su principal utilidad consiste en averiguar la visión que sobre los hechos tienen las
personas entrevistadas, permiten la obtención de descripciones densas (Geertz, 1995)
para un enfoque interpretativo o crítico.

La entrevista no estructurada puede ser más útil en situaciones en las que surjan
barreras de comunicación difíciles de salvar si se utiliza una entrevista estructurada en
sentido estricto, como en el caso de las víctimas. Además, cuando se pueden dar
problemas de memoria, confusión cronológica, confusión inferencial y pueden surgir
datos de la experiencia inconsciente, como en el caso de esta investigación (Flick,
2004). En este caso, se ha realizado una entrevista no estructurada, pero con un guión
centrado en categorías, subcategorías e indicadores de análisis, en la medida en que
posibilita una mejor comparación entre los sujetos (Martín Beristaian, 1999, 2007;
ODHAG, 1998)

En la presente investigación se aborda la experiencia vital de personas participantes


en organizaciones de víctimas, o simplemente víctimas, de la violencia política en
Colombia, cuya trayectoria ha estado atravesada por hechos de violencia que han
afectado su vida en algún momento; y a partir de los cuales han tenido que redefinir su
44
Problema y método

propia historia. La mayoría de los y las participantes ha encontrado en procesos de


memoria compartida (grupal y no pública) y en acciones públicas de memoria
colectiva espacios para resignificar la experiencia violenta padecida. Esta
investigación intenta acercarse a estas vivencias, a las formas como se han afrontado, a
los significados construidos sobre su acción pública de memoria y a las consecuencias
que los y las participantes le atribuyen a este proceso dentro de sus propias
trayectorias vitales.

Por esta razón, la entrevista en profundidad aparece como una técnica adecuada
para la recolección de la información. Desde la perspectiva de Taylor & Bogdan
(1986) es útil esta técnica cuando se dan acontecimientos o actividades que no se
pueden observar directamente, como la experiencia de violencia sufrida y parte de la
trayectoria vital alrededor de esta experiencia; cuando se quieren analizar hechos del
pasado, como los procesos de memoria compartida en los grupos de apoyo mutuo;
cuando se quiere tener un cuadro amplio en una gama de escenarios, situaciones y
personas, como en nuestro caso en los tres espacios sociales con las víctimas en
diversas situaciones vitales; y cuando se tocan aspectos de la vida y relatos de la vida de
los sujetos que exigen el relato de los y las participantes y se buscan las significaciones
que éstos dan a estas experiencias, con experiencias vitales de acciones de memoria.

Cuando además, los intereses de la investigación están claros y bien definidos y el


investigador quiere esclarecer experiencias humanas subjetivas con un estudio sobre el
papel de las acciones de memoria en el marco de un proceso social de víctimas de la
violencia política que se ha acompañado durante varios años; y cuando sus acciones
son públicas y sociales y no se pueden reducir a una investigación “conductual” en el
marco de la psicología, o estructuras sociales en el marco de la sociología, es pertinente
un estudio cualitativo basado en entrevistas en profundidad enmarcadas en
el método autobiográfico.

De acuerdo con Bertaux (1993a, b) el marco desde el cual se han abordado en esta
investigación las entrevistas es el del relato de vida, porque implica relatos múltiples
que permiten acercarse a una dimensión contextual y estructural acerca de un
problema de investigación, en este caso las acciones grupales y/o públicas de memoria
de grupos de víctimas. Así, me pude acercar a la acción entendida como praxis, objeto
de un proceso científico de tipo hermenéutico o crítico social (Habermas, 1968 /
1982; Vasco, 1990) que permitió identificar relaciones socioestructurales (que
exigieron gran cantidad de relatos breves, 58 entrevistas en total) y sociosimbólicas
45
Problema y método

(que exigen pocos relatos profundos, 4 historias de vida completas). Finalmente,


Ferraroti (1993) Considera que para una investigación que mira la realidad desde
abajo este método es ideal.

Ahora bien, siempre se tiene que mantener la mirada en lo estructural y recoger,


tanto en la entrevista en profundidad como en los relatos de vida, estos elementos sin
los cuales los resultados y las narraciones obtenidas se quedarían en la anécdota. Es
decir, ha sido mi tarea como investigador encontrar algunos de los hilos que tejen la
realidad abordada y desarrollar la descripción densa de la misma desde un lugar
hermenéutico y crítico social (Habermas, 1968/1982; Vasco, 1990), puesto que al
mismo tiempo he sido participante de los procesos que se describen, se analizan y se
interpretan.

También se vio la necesidad de hacer uso de las entrevistas semiestructuradas junto


con colegas del Programa por la Paz / CINEP, en 2009, a personas de la
administración pública de los municipios del Oriente Antioqueño, en torno a los
sentidos, propósitos, intereses, motivaciones e impactos que estaban teniendo estas
acciones en sus localidades. Esta información era pertinente para contrastar con la
obtenida en las entrevistas en profundidad realizadas en 2011. Para dichas
entrevistas, se utilizó el mismo formato que se desarrolló en los grupos de discusión de
ese trabajo.

Complementario al trabajo de entrevistas en profundidad, a partir del método


autobiográfico, en esta investigación utilizo los grupos focales o de discusión. Estos
grupos focales recogen información en tres momentos diferentes: en el año
2006/2007⁷ cuando realicé junto con algunas colegas, un trabajo de investigación
sobre los procesos de apoyo mutuo que se estaban suscitando a partir del proyecto
PROVISAME. Los relatos de estos grupos de discusión fueron útiles en la
contrastación de las narraciones hechas por los participantes en las entrevistas en

7
Estos relatos se hicieron en el marco del proyecto Reconciliación desde la perspectiva de las Víctimas, en el que participé
como coordinador de proyecto y de investigación. La primera investigación sobre significados de reconciliación en
víctimas de la violencia política se realizó entre los años 2006 y 2007, donde realizamos 11 grupos de discusión sobre
significados de reconciliación de las víctimas (Organizaciones de víctimas de los municipios de Sonsón, Argelia, Nariño,
La Unión, Granada, San Francisco, Concepción, Rionegro, Guarne, San Rafael, El Peñol y Marinilla) cuya primera parte
recogía las consecuencias psicosociales (a nivel individual, familiar y comunitario de la violencia política). La segunda
parte fue la dimensión psicosocial de la reconciliación y la tercera, su dimensión sociopolítica. El proceso de análisis y
discusión dio la base para la publicación del texto: “Nombrar lo Innombrable: Reconciliación desde la perspectiva de las
Víctimas” (Villa, et al., 2007; Sánchez, et. al., 2006).
8
En esta ocasión se realizaron 6 grupos de discusión con organizaciones de víctimas de seis municipios de la región
del Oriente Antioqueño: Sonsón, Argelia, La Unión, Granada, Concepción y El Peñol, y 6 entrevistas
semiestructuradas: con 6 participantes, actores externos clave, pertenecientes a los mismos municipios.
46
Problema y método

profundidad, en relación con las consecuencias psicosociales de la violencia política y


en los procesos de recuperación emocional desarrollados en los espacios de memoria
compartida y apoyo mutuo. En el 2008/2009 desarrollé, junto con el equipo de
trabajo del Programa por la Paz / CINEP⁸, grupos de discusión con las organizaciones
de víctimas para analizar los significados y sentidos que se atribuían a las acciones de
memoria por parte de ellas mismas, pudo analizarse los por qué y los para qué de estas
acciones de memoria. Estas preguntas fueron retomadas en la presente investigación
y una buena parte de la entrevista en profundidad retomó algunos de estos elementos
y las categorías que emergieron en dicho trabajo, son utilizadas aquí como base del
análisis de los relatos.

En 2011 realicé grupos de discusión con promotoras de vida y salud mental en el


Oriente Antioqueño y Córdoba, y con víctimas participantes de los grupos de apoyo
mutuo (Abrazos) también en ambas regiones, con el fin de contrastar y analizar este
proceso de apoyo mutuo y memoria compartida, realizando un análisis crítico de los
logros, las dificultades y los límites que se tuvieron en el proceso de acompañamiento a
las víctimas. Este proceso complementario de investigación emerge ante la necesidad
de poner en consideración los resultados y relatos iniciales que obtuve en las
entrevistas en profundidad con las víctimas que habían participado en este espacio,
donde de manera abrumadora dieron una valoración positiva a su participación y
definieron logros significativos y transformaciones importantes en sus vidas, tanto en
el nivel emocional, como en términos de recuperación de la propia dignidad y en la
reconstrucción del tejido social.

En este punto emergió una pregunta por el sesgo del investigador. Visto en dos
perspectivas: en primer lugar, por haber participado, apoyado y acompañado este
proceso, es probable que llegara a un punto ciego que no permitía ver los límites que
tenía el dispositivo. Pero por otro lado, por estas mismas razones, los y las
participantes en las entrevistas, se abstenían de narrar sus dificultades en el proceso,
porque se las estaban contando a una de las personas que apoyó y coordinó algunas de
las actividades del proyecto. Por lo tanto, el grupo de discusión tuvo como eje la
pregunta por los logros, pero también por los límites del proceso, de tal manera que
pudieran presentarse de forma crítica en la exposición.

Ahora bien, el grupo es una entidad en sí misma, por lo que los significados y
representaciones que surgen de allí están más influenciados por las interacciones
sociales que por el carácter individual (Bonilla-Castro & Rodríguez, 1997). Su visión
47
Problema y método

complementaria permite recoger sentidos que habían ido emergiendo en anteriores


investigaciones, que se contrastaron, se profundizaron y se analizaron con mayor
detalle en las entrevistas en profundidad. Por eso, al mismo tiempo, estos grupos de
discusión sirvieron para contrastar la experiencia abrumadoramente positiva de los
grupos de apoyo en la vida de las víctimas participantes en esta investigación, desde
una mirada más analítica y crítica.

Esta técnica de investigación social también trabaja con el habla, con el relato, con
la narración, donde lo que alguien dice en determinadas condiciones de enunciación
se toma como un punto crítico en el que lo social se reproduce y se transforma,
concluyendo entonces que en todo acto discursivo se articulan el orden social y la
subjetividad (Canales & Peinado, 1999). De allí que pueda complementar las
narraciones emergidas en los relatos de vida constituidos a partir de las
entrevistas en profundidad.

Entre las ventajas de utilizar esta técnica, se rescata que la interacción grupal da la
posibilidad de explorar y generar material cualitativo que proviene de la presencia de
otros. Para Vallés (2000), la situación de grupo hace que las intervenciones de los
presentes surjan como reacción a las respuestas o intervenciones de otros/as. Este
proceso se denomina el "efecto sinergia", que posibilita la evocación de material
posiblemente no asequible con la entrevista personal. De allí su carácter
complementario en los diversos niveles enunciados. Alonso (1998) señala la
importancia de la intertextualidad, consistente en la producción de discursos a partir
del diálogo y el encuentro con otras producciones discursivas. El uso de grupos de
discusión permite ir más allá del lenguaje como tal, para acceder a las maneras como
las personas construyen una realidad social compartida.

Por su parte, Delgado & Gutiérrez (1998) analizan cómo en la entrevista en


profundidad se pierden las posibilidades de la interacción social, en la medida en que
el contacto solamente se da entre entrevistado/a y entrevistador/a, donde este último
no puede traer su pensamiento, quedando en emergencia solamente una perspectiva,
un punto de vista, la del/a entrevistado/a y evidenciando también el punto ciego del
entrevistador, que puede complementarse y abrirse de manera significativa con los
relatos y narraciones que emergen en la interacción grupal.

Finalmente, como complemento a la información obtenida en los relatos que


emergieron en las entrevistas en profundidad, especialmente en la valoración de los
48
Problema y método

logros y límites del proceso de apoyo mutuo y memoria compartida, se desarrolló un


breve cuestionario de cinco preguntas que se envió vía correo electrónico a ocho
expertos que han estado trabajando en otros proyectos y procesos en las regiones
estudiadas (Oriente Antioqueño y Córdoba) con el fin de contrastar los relatos y las
valoraciones positivas de los y las participantes en los grupos de apoyo mutuo y en los
procesos de contar las historias; puesto que por mi inmersión en medio de las
dinámicas que se estudian (Hamber, 2011), podían darse puntos ciegos que
necesitaban hacerse visibles desde otras miradas complementarias.

Participantes.

Es importante definir que el análisis de la información y de los relatos responde a


momentos de recolección de la misma. En primer lugar, presentaré los criterios para
la selección de la muestra para las entrevistas en profundidad y los relatos de vida, que
constituyen el núcleo central de la investigación. Luego, presentaré los participantes
en las investigaciones anteriores, cuyos relatos sirven como medio de contraste para
los que se realizaron en 2011.

Los criterios de selección de esta muestra intentan recoger algunos de los aspectos
fundamentales que se deben tener en cuenta en una investigación cualitativa. Los
criterios utilizados fueron:

a) Competencia Narrativa atribuida al sujeto (Vallés, 2004)


b) Muestreo con un grupo social definido de antemano: Victimas de la violencia
sociopolítica en las regiones y procesos sociales indicados (Flick, 2004).
c) Amplitud (Flick, 2004). Se ha indagado en una experiencia fundamental, la
del Oriente Antioqueño, que se contrasta con otros dos contextos y espacios sociales:
procesos de víctimas en el sur de Córdoba y en la ciudad de Medellín.
d) Profundidad (Flick, 2004). Se ha avanzado en una experiencia investigativa
que sobre el mismo fondo y la misma población amplía la pregunta y el rango de
indagación. Se habían realizado investigaciones previas teniendo como marco de
referencia los grupos de discusión, relatos de orden más colectivo, en donde primó
una visión más convencionalizada del discurso. El paso que se da permitió avanzar
hacia una visión más personal que daba cuenta de los impactos, cambios y
transformaciones vividos por los y las participantes en su proceso personal, y desde allí
el análisis y la visión sobre la experiencia colectiva.
49
Problema y método

e) Por representación tipológica que posibilitó profundizar en los objetivos del


estudio (Vallés, 2004, Flick, 2004), en este caso se tuvieron los siguientes criterios: la
intensidad en la vivencia de la experiencia, el género y los casos críticos. Además, se
intentó incluir un criterio sociodemográfico: por tipos de victimización (víctimas de
homicidio, víctimas de desaparición). Se trata de buscar criterios que faciliten la
saturación al realizar el proceso de investigación. No se pudo desarrollar el contraste
por edad puesto que la mayoría de los y las participantes en los procesos de víctimas
analizados son adultos y adultas mayores de 30 años.

Los participantes del Oriente Antioqueño fueron seleccionados de los municipios


en los que había desarrollado las investigaciones previas, para facilitar le
complementariedad, el contraste y una visión de proceso. Por lo tanto, fueron
personas de los municipios de: La Unión, Guarne, Marinilla, Granada, San Francisco,
Sonsón, Argelia, Nariño, Cocorná, San Rafael.

Todos estos criterios posibilitan la siguiente tipología:


Tabla 1. Criterios de selección de la muestra
Oriente Antioqueño
Participantes Medellín Sur de Córdoba
Líderes
Comunes
Mujeres 13 15 11 12
Hombres9 2 2 2 1
Total 15 17 13 13
Total
Contrastación 32 26

Total de Entrevistas: 58
Relatos de Vida: 4 (uno por tipología)
Total: 62 participantes

9
El número de hombres es significativamente inferior porque los procesos de organización de víctimas que se están
investigando tienen una cuota de participación masculina muy pequeña. Su inclusión responde al interés de analizar los
cambios en los roles de género, categoría de análisis en el tercer objetivo.
50
Problema y método

Es importante aclarar que, a pesar de su definición, el diseño ha sido flexible tanto


en la construcción del instrumento y las categorías a indagar como en el número de
participantes. Todo esto cambió respecto a la propuesta inicial de investigación de
campo, puesto que se aumentó la cifra de participantes de las tres regiones estudiadas,
mientras no se pudo realizar el trabajo con víctimas no participantes en ningún
proceso. Esto implicó que si bien no se estaba desarrollando un modelo teórico ni
secuencial conceptualmente dirigido (Flick, 2004; Vallés, 2004), sí se le prestó
atención al proceso, utilizando como trasfondo el principio de saturación.

Es importante acotar que si bien el proyecto indicaba la entrevista a víctimas que


no participaran en ningún proceso, este procedimiento fue, en la práctica, imposible
de realizar, puesto que precisamente este tipo de víctimas no quiere hablar del tema,
prefiere pasarlo de largo y no permite la realización de entrevistas al respecto. Aún con
aquéllas que se tenía un cierto nivel de confianza, se negaron a una entrevista formal
sobre las experiencias vividas y que prefieren mantener en el olvido.

En la investigación realizada en 2006/2007 se trabajó con 166 mujeres y 2


hombres víctimas de la violencia socio-política, en 11 grupos de discusión de las
organizaciones de víctimas de los municipios de Rionegro, Concepción, Marinilla,
Cocorná, San Rafael, Granada, Sonsón, Argelia, Nariño, San Francisco y el
corregimiento de Mesopotamia en el municipio de La Unión. El criterio de selección
estuvo guiado por la participación en los grupos de apoyo mutuo (abrazos) del
proyecto PROVISAME. No hubo selección según tipo de victimización, ni por
grupo de edad, ni por el nivel de vinculación al proceso (los líderes y los participantes
de base).

En la investigación realizada en 2008/2009 se trabajó con 15 personas por cada


una de las 6 organizaciones de víctimas (90 personas; 80 mujeres y 10 hombres) de los
municipios de Argelia, Concepción, San Francisco, Sonsón, La Unión y Granada, y 6
participantes individuales, miembros de la administración municipal, la iglesia o
estamentos sociales que no participan directamente en las organizaciones de víctimas
y que han tenido información de las acciones públicas de memoria de estas
organizaciones. No hubo criterios de selección según género, tipo de victimización o
nivel de participación.

Los grupos de discusión con PROVISAME y participantes de los GAM contaron


con la participación de 15 PROVISAME del Oriente Antioqueño (13 mujeres y 2
51
Problema y método

hombres), 12 PROVISAME del Sur de Córdoba (2 hombres y 10 mujeres) y 20


participantes de los GAM en cada una de estas dos regiones (40 personas). En total,
fueron 67 personas.

Finalmente, se trabajó con 8 expertos (4 del sur de Córdoba y 4 del Oriente


Antioqueño) que respondieron el cuestionario para analizar logros, dificultades y
límites de los procesos de apoyo mutuo y memoria compartida.

Análisis de Resultados

La información que se recoge de forma primaria en los grupos de discusión, en las


entrevistas semiestructuradas, en los cuestionarios a expertos y en las entrevistas en
profundidad ha sido analizada según el método de análisis categorial por matrices,
inspirado en el trabajo del antropólogo norteamericano Clifford Geertz (1995), que
brinda la posibilidad de describir de forma densa e interpretar los datos
comprensivamente. Este método de análisis ha sido utilizado por múltiples
investigaciones en Colombia, en el marco de la Facultad de Psicología de la Pontificia
Un i v e r s i d a d J a v e r i a n a , a d e m á s d e l C e n t r o d e I n v e s t i g a c i ó n y
Educación Popular (CINEP).

Se trata de un método que procede de manera analítica. Parte de un primer nivel


deductivo, avanzando en la interpretación de forma interactiva entre procesos
inductivos y deductivos, hasta llegar a la construcción de interpretaciones que
posibilitan la construcción de los resultados de la investigación; para proceder
posteriormente de forma sintética e inductiva a la construcción de un orden teórico
que entra a dialogar con las teorías que ha desarrollado la tradición, de una disciplina o
de las ciencias sociales en general, sobre un tema específico.

De acuerdo con Flick (2004), uno de los rasgos del análisis de contenido
cualitativo es el uso de categorías, que se derivan a menudo de modelos teóricos: “las
categorías se llevan al material empírico y no se desarrollan a partir de éste, aunque se
evalúan repetidamente frente a él y se modifican si es necesario” (p. 203), permitiendo
además, la generación de categorías emergentes desde los relatos y narraciones de la
gente que posibilitan el enriquecimiento del análisis.

52
Problema y método

Una de las características principales del método es la utilización de matrices de


análisis, que son el instrumento metodológico para darle orden y claridad a la
información recogida; de manera tal, que el investigador pueda visualizar de forma
general las narraciones recogidas en entrevistas, grupos discusión, etc., favoreciendo
entonces el hallazgo de relaciones entre las categorías de análisis y los discursos.
Además de esto, permite dar paso a la visibilización de categorías emergentes. Los
pasos que se dieron en el proceso de análisis fueron los siguientes:

Análisis de Coherencia (Intratextual).

En este paso, cada relato, cada entrevista, cada grupo de discusión, cada
transcripción se analizó independientemente de los otros con base en las categorías
previamente construidas, a partir de la investigación documental, de la tradición
teórica sobre el problema de estudio y de investigaciones previas sobre este problema
(Mayring, 1983; en Flick, 2004). De acuerdo con Martín Beristain (1999, 2007a)
este procedimiento posibilita que el material tenga mejores posibilidades de
comparación y análisis, que abra las puertas a conclusiones de tipo de general.

El procedimiento es el siguiente: se tomó cada texto y se fue realizando un primer


nivel de selección, oración por oración o párrafo por párrafo. Cada sección de texto se
asignó, en la matriz, a cada una de las categorías que se había trabajado y se había
definido previamente. Cada categoría reconfiguró un nuevo texto, aún no ordenado,
ni codificado, pero que implicaba un primer nivel de interpretación por parte del
investigador. Puede afirmarse que en este primer nivel de análisis procedimos de
manera deductiva a partir de las categorías, recogiendo los elementos significativos de
cada texto, de cada sujeto (participante, individual o grupal) hasta agotar
el texto completamente.

El material narrativo que no logró ordenarse y clasificarse de acuerdo con las


categorías previamente construidas, se analizó de forma inductiva, lo que permitió la
construcción de categorías emergentes. A su vez, algunas categorías construidas
previamente se modificaron, según el material que emergió en los procesos de
recolección de los datos (Flick, 2004).

53
Problema y método

Análisis Intertextual.

Este segundo ordenamiento de la información consistió en comprender los


contenidos que aparecían de manera reiterativa en los relatos descritos y organizados
previamente, disponiendo la información de acuerdo con los elementos compartidos
por todos los relatos, así como lo particular y variable entre cada uno de estos, con el
fin de realizar un análisis exhaustivo de la totalidad de relatos.

Si el primer análisis se centraba en los participantes, este segundo análisis


interpretativo se centró en cada una de las categorías. Se abordaron los textos
clasificados en cada categoría de un sujeto y se comparó con los textos de los demás
sujetos, hasta revisar la totalidad intrasujeto de cada categoría. En este proceso, se
realizó una diferenciación de los relatos según el grupo y la región de referencia:
Oriente Antioqueño, Sur de Córdoba y Madres de La Candelaria, de tal manera que se
pudieran visibilizar las coincidencias y diferencias entre los tres espacios y contextos.

En este procedimiento se realizó la codificación del material, de acuerdo con


elementos textuales, conceptos, y marcos comprehensivos de primer nivel.
Inicialmente se aplicó una codificación abierta, donde se clasificaron las expresiones
por sus unidades de significado (conceptos/códigos), en un proceso oración por
oración o párrafo por párrafo (Flick, 2004), con el fin de descomponer y comprender
el texto, asignando un nuevo nivel categorial que se fue ordenando en el marco de la
categoría central que se analizó.

Para analizar la información según el tipo de victimización y según el lugar de


participación de los sujetos (líderes y participantes de la base) se realizó un cruce
analítico entre la información que se desprendía de las matrices intertextuales con la
surgida en las matrices de coherencia, con lo cual se pudo hacer la distinción de la
manera como los participantes según si eran familiares de personas asesinadas o
desaparecidas, o si eran líderes o personas de la base, se ubicaban respecto de cada
categoría.

Codificación Teórica.

En este punto, que es previo a la escritura del informe de investigación y la


presentación de los resultados, se realizó una codificación según un procedimiento
54
Problema y método

axial, que implicaba una “depuración y diferenciación de las categorías (conceptos)


derivadas” (Flick, 2004), en una relación que fuera de lo general a lo particular, de los
conceptos centrales a los conceptos derivados y marginales; de lo que tenía mayor
poder explicativo hacia lo que era ejemplo o desarrollo teórico. Fue un proceso
inductivo y deductivo, donde además se incluyeron elementos teóricos de
interpretación del investigador, recogidos en los relatos. Este trabajo se realizó al
interior de la matriz intertextual, como se ejemplificó en el punto anterior y era parte
del proceso de construcción del análisis y la interpretación comprehensiva
que se pretendía.

Teniendo el análisis en la matriz intratextual por categorías, se tenía el material


codificado y disponible para entrar a un nivel de teorización. Este proceso tuvo dos
fases: en primer lugar se elaboró un texto, en el cual se hizo visible la voz del
investigador con un nivel mayor de participación en la construcción del texto, puesto
que iba proponiendo hipótesis, intuiciones, desarrollos conceptuales, que a la vez se
ilustraban con los relatos de los y las participantes. En segundo lugar, se hizo un
proceso de selección de relatos que pudieran dar cuenta de los principales constructos
teóricos e interpretativos que se habían ido construyendo.

Este nivel implicó un proceso de abstracción mayor, donde se pudieron trabajar


teorías, hipótesis, constructos conceptuales de carácter más genérico, con los cuales se
pudo entrar a dialogar, apoyar, reforzar, refutar y discutir otros marcos conceptuales
dentro de la disciplina, otras conclusiones teóricas, otras investigaciones. Fue el
momento en el que el proceso investigativo aportó al marco teórico de la disciplina
desde la cual se realizaba la investigación y se convirtió en aporte al estado de la
cuestión, al desarrollo del problema; pero también se convirtió en aporte para
encontrar alternativas, soluciones, caminos, procesos, rutas de acción para la
resolución de procesos sociales en marcos de intervención social, política, etc.

Finalmente se planteó un momento final de discusión y conclusiones en cada uno


de los capítulos; pero también el momento de la conclusión final que definió en
limpio, los aportes que realizó la investigación a la discusión sobre el tema: el producto
final del proceso.

55
Problema y método

Criterios de Calidad.

Dentro de estos criterios podemos resaltar básicamente las siguientes acciones:

1. Se realizó una triangulación de los datos, buscando diferentes fuentes:


gente de otras regiones (Sur de Córdoba y Medellín), experiencias
semirurales y de ciudad, reflexiones de expertos y otros participantes.
2. Se realizó triangulación intra-método: grupos de discusión para los datos
recogidos en las investigaciones previas, y para analizar logros y
dificultades de los procesos de apoyo mutuo y memoria compartida.
Entrevistas en profundidad y relatos de vida para el presente trabajo de
campo, historias de vida como mirada profunda sobre experiencias vitales
de víctimas y consulta a expertos con cuestionario por escrito.
3. Además de lo anterior, también se puede tener en cuenta como método
complementario, la observación, fundamentada en la experiencia previa
que ha tenido el investigador en el trabajo en la región, y sustentada en
informes, memorias y otros documentos. En este punto puede afirmarse
que se cuenta con una mejor comprensión del contexto y el fenómeno de
estudio; lo cual favorece la interpretación, al darse en un contexto de
inmersión (Hamber, 2011).
4. Ahora bien, esta ventaja expuesta en el punto anterior, se puede convertir
en desventaja, puesto que al haber una fuerte cercanía con la gente de la
región, puede darse un sesgo en los datos. Esta es una de las razones para
haber tenido un criterio de contrastación y triangulación de los datos con
otras experiencias en otra región y ciudad, lo cual ayudara a compensar
esta situación; además de los grupos de discusión con PROVISAME y
participantes en GAM, y los cuestionarios expertos desde una perspectiva
de valoración que permitiera reconocer más claramente las limitaciones y
dificultades del proceso.
5. En síntesis, puede afirmarse que en términos de credibilidad y
autenticidad se aportaron fundamentos a través de la triangulación y la
contrastación de los datos. También, a través de la amplitud de criterios
para la selección de la muestra. Aunque es claro que las conclusiones deben
ser remitidas al espacio analizado, pueden contrastarse algunos resultados
con los obtenidos en investigaciones en Guatemala: María Luisa Cabrera
(2004) y Carlos Martín Beristain (2005), y con algunas cuantitativas de
Darío Páez y su grupo (1993, 1996, 1998, 2000, 2004, 2007, 2008,
56
Problema y método

2009), Brandon Hamber y su grupo (1995, 1998, 2000, 2001).


6. En relación con la fiabilidad: según Martín Martín Beristain (2005) y
Páez, Basabé & González (1998): en el tema de la memoria, la respuesta
será más fiable si tiene que ver con un hecho que suscite el interés de la
persona participante. Esto es precisamente lo que sucede en la
investigación con las víctimas, que han sido las directamente afectadas.
7. Según Martín Beristaín (2005), la construcción de un instrumento de
investigación con categorías e indicadores de observación abre la
posibilidad para realizar un análisis riguroso que posibilite comparar unos
sujetos con otros y construir interpretaciones y conclusiones más fiables.
De esta forma, las investigaciones anteriores y la revisión bibliográfica han
jugado un rol importante para definición de categorías y códigos de
análisis para este trabajo. Además que sus relatos también se reanalizarán
en comparación con las entrevistas, intentando confrontar significaciones
emergentes en espacios grupales y significaciones desde un marco más
individual como el de la entrevista.
8. Finalmente, es importante garantizar la confidencialidad de las y los
participantes. Su presentación será anónima, y por esta razón, se
codificarán las entrevistas de acuerdo a un número en serie y al lugar o
proceso al que pertenece. Además de cambiar los nombres propios
cuando estos sean utilizados en las narraciones.

57
CONCEPTO DE MEMORIA COLECTIVA
2
E n este capítulo desarrollo una discusión sobre la visión de la memoria en el
marco de la psicología y de las ciencias sociales para irme acercando a un
concepto de memoria que sea referente teórico en el proceso investigativo.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de memoria? Es una tarea importante en el
marco de la polisemia del concepto. En primer lugar, voy avanzando desde una
mirada más tradicional de la memoria, centrada en la psicología cognitiva y la
neurociencia, que la considera, básicamente una facultad mental, para fundamentar a
lo largo de estas páginas la dimensión social, política, histórica y cultural del concepto.

Inicialmente, presento la visión cognitiva de la memoria individual, para pasar a


una discusión sobre esta perspectiva y las perspectivas más sociales. Esto permite
incluir una discusión en varios sentidos: la discusión de la dicotomía en psicología y
ciencias sociales entre individuo y sociedad, que está al fondo de las discusiones sobre
el concepto de memoria. Así pues, se va vislumbrando y justificando la posibilidad
epistemológica de estudiar la memoria colectiva; lo que implica la construcción de un
marco ontológico y epistemológico que le dé piso a la investigación. De allí, la
discusión entre diversos enfoques para ir abordando un enfoque dialéctico,
psicosocial, transdisciplinar y sistémico.

A lo largo del capítulo voy fundamentando un enfoque psicosocial de la memoria


que la define como acción social, en un marco relacional y de interacción de los sujetos
y de los grupos sociales, que constituyen relatos y narrativas, marcos sociales,
culturales e históricos que preceden a los sujetos y los constituyen. Desde este punto
de vista, y en el marco de un paradigma sistémico, las acciones públicas de memoria
colectiva, realizadas por los grupos que se van a estudiar en la presente investigación,
son expresiones que tienen niveles individuales, interpersonales, grupales y colectivos
que pueden ser abordados según las narrativas, conversaciones y relatos de los y las
participantes; analizando tanto su dimensión compartida e interpersonal en los
grupos de apoyo, como su dimensión colectiva, expresada en las acciones
públicas de memoria.

61
Concepto de memoria colectiva

Un concepto polisémico

Existe un problema en relación con el concepto de memoria colectiva, que hay


tantas definiciones como investigadores. Sólo existe acuerdo en que la memoria
colectiva es una forma de memoria que trasciende lo individual y es compartida por
un grupo. Wertsch & Roediger III (2008) consideran que aún se da un estado
fragmentario de la discusión y que no se ha construido una definición clara; por eso,
en muchos trabajos, se puede intercambiar el concepto con memoria pública y
memoria cultural. Por lo tanto, puede afirmarse que existen múltiples definiciones y
problemas planteados al respecto que van desde su utilización dispersa y sin rigor hasta
las definiciones operativas que la circunscriben a una variable, en un marco positivista,
que finalmente dice muy poco del fenómeno a abordar.

En muchos casos se confunde memoria en general y memoria colectiva en


particular, con mito, tradición, costumbre o conciencia histórica (Olick, 1998). Sin
embargo, podría afirmar que la definición de Halbwachs (1950 / 2008), que ubica la
memoria colectiva como un proceso de recuerdo dentro de unos marcos sociales
(familia, clase social, religión, institución, espacio y tiempo) y los contextos de
interacción que moldean la identidad de los sujetos y de los grupos, marcando su
comprensión del mundo y sus actuaciones en él, sigue siendo válida aún hoy.

Para Erice (2006) y Brown (2008), se trata de un vocablo polisémico y plagado de


sinuosidades, que por su ambigüedad, como ha señalado Norá (1998), tiene la ventaja
de funcionar como una noción genérica estratégica que abre nuevos campos de
investigación. Por su parte, Roediger III & Wertsch (2008) identifican el problema
del concepto “memoria” y, en particular, “memoria colectiva”, como un término
frecuentemente usado y pobremente entendido. Para estos autores es un concepto
emergente entre las actividades interdisciplinares, llamadas “estudios de memoria”.

De otro lado, es necesario diferenciar “memoria” y “memoria colectiva” como


conceptos de “sensibilización” (Olick, 1998; Schwartz, 1982, 2008) que se expresan
de manera genérica y en el lenguaje coloquial, o en la movilización social y política,
que pueden abarcar todo lo referente a los procesos, los relatos y representaciones del
pasado que se construyen en escenarios sociales y políticos; pero que no se pueden
operacionalizar como conceptos teóricos, objeto de un proceso de investigación.
Estos mismos conceptos son definidos como series de prácticas sociales mnemónicas,
que implican a la memoria como objeto de estudio para las ciencias sociales en cuanto
62
Concepto de memoria colectiva

productos culturales, narrativas, acciones públicas, símbolos susceptibles de análisis


científico, que permiten darle una dimensión operativa.

Ahora bien, como problema teórico, la memoria colectiva puede ser abordado
desde dos horizontes ontológicos, que a su vez definen marcos epistemológicos de
estudio diferentes. Una primera posición, trabajada desde ciertas escuelas de la
psicología, considera la memoria como una facultad individual, un proceso mental,
que no puede ser abordado como dimensión social, y si se aborda en esta perspectiva,
se estaría hablando más en un sentido metafórico del funcionamiento social. Vistas
así, la memoria colectiva y la memoria histórica son metáforas de la memoria, puesto
que no existe una mente colectiva en la que podrían desarrollarse estos procesos de
memoria (Ruiz Vargas, 2008). La segunda considera a la memoria como una acción
social que se desarrolla en el marco del lenguaje y la interacción simbólica y
comunicativa; por lo que se considera más allá de la función mental, y se constituye
como narrativa que circula en lo interpersonal, lo grupal, lo social, lo cultural y lo
histórico (Vásquez-Sixto, 2001). Voy a tratar de desglosar ambos puntos de vista, para
arribar al concepto que sostendré en la presente investigación.

Memoria como facultad mental.

Wertsch (2002, 2008a) y Wang (2008), afirman que el concepto de 'memoria


colectiva' hace alusión a tantos referentes de la realidad que pareciera imposible
abordarlo científicamente. Para diversos autores (Ruiz Vargas, 2002; Olick, 1999,
2007a, b; Aróstegui, 2004; entre otros), los conceptos de 'memoria colectiva' o de
'memoria histórica' pueden presentar el problema de estar invocando la existencia de
una mente colectiva o a una instancia metafísica social, que sería la que recordaría, lo
cual consideran un exabrupto; puesto que no existe tal instancia en la realidad.

Ruiz Vargas (2008) desde la psicología y Rodrigo (2006), Ortiz Heraz (2006) y
Ruiz Torres (2007), desde la historia, hacen una distinción similar con el término
'memoria histórica', cuando afirman que no es un concepto operacional
científicamente, puesto que es una metáfora, oxímoron o pleonasmo, que refiere a un
movimiento social que legítimamente busca recuperar las voces y los relatos de los
vencidos y víctimas de la represión, pero que se hace imposible de objetivar desde las
ciencias sociales.

63
Concepto de memoria colectiva

Por lo tanto, desde este punto de vista no habría un estatuto epistemológico para
los estudios de memoria colectiva, los cuales deberían circunscribirse en términos
empíricos a los estudios de memoria autobiográfica, y particularmente a los estudios
de memoria episódica. Este punto de vista, desde la psicología, implica un
reduccionismo que invalidaría buena parte de la investigación que se viene realizando
en el mundo sobre el tema, y se limitaría a un estudio de la memoria colectiva como un
estudio de memorias agregadas de individuos (Olick, 1999, Roudomotof, 2003). De
esta forma, el campo se restringiría al estudio de la psicología cognitiva y la
neurociencia, y desde la historia se reduciría o bien a un objeto de estudio de la
disciplina, o bien, a relatos que no tienen que ver con la historia, sino más con el mito.

Al parecer, este enfoque ontológico y epistémico considera que se comete un error


al hacer un intento de transferir un concepto desde el ámbito individual al ámbito
social; puesto que al final, cuando se habla de 'memoria', en cuanto tal, se hace
referencia a una propiedad o facultad de la mente humana y una función mental que
sólo puede ser desarrollada por sujetos individuales. Así pues, la idea es intentar no
reificar una mente grupal mistificada, una mente de la sociedad al tiempo que se
decante todo lo que se incluye como memoria colectiva.

Por esta razón, Kansteiner (2008) considera que los métodos individualistas de la
psicología y el psicoanálisis no se pueden extender a los estudios de memoria colectiva,
tal como se ha pretendido hacer hasta ahora desde algunos enfoques de estudio,
puesto que ubica a la memoria colectiva como simple agregado de memorias
individuales; y a su vez, cuestiona la visión sociologista en la cual la memoria es vista
simplemente como un fenómeno colectivo.

La misma neurociencia ha permitido desarrollar una teoría de la memoria en la que


ésta, más que ser un proceso de recuperación de imágenes y huellas mnémicas, es un
proceso activo y reconstructivo en los que el cerebro reconstruye, siempre de manera
diferente, la representación del recuerdo (Ruiz-Vargas, 2002; Schacter, 2003).

Memoria individual y memoria autobiográfica (La perspectiva cognitiva).

Para los psicólogos cognitivos, la memoria sólo es posible en los individuos, es


decir, que los únicos capaces de generar un recuerdo son los seres vivos. En el caso de
la memoria humana, los individuos. Para ser producida, la memoria necesita una
64
Concepto de memoria colectiva

mente-cerebro, un sujeto; es una facultad de propiedad individual. No es posible una


memoria de las sociedades o de los grupos, salvo como una metáfora de la facultad,
estrictamente ligada al funcionamiento neurocognitivo (Ruiz-Vargas, 2002).

Como mecanismo neurofisiológico, la memoria es fundamental para que haya


cualquier tipo de aprendizaje. Desde los experimentos con ratones y palomas de
Skinner (1974), hasta los experimentos más complejos en humanos, el supuesto
fundamental para que se pueda aprender es que haya memoria: de los estímulos, de los
refuerzos, de las asociaciones entre unos y otros; de tal manera que el animal y que el
sujeto puedan identificar procesos comunes que les lleven a actuar de acuerdo con lo
que se espera según las situaciones que se han procesado.

Cualquier ser vivo necesita recordar unos mínimos procesos que le permiten
sobrevivir. En el caso de las bacterias, éstas elaboran enzimas especiales que se
convierten más adelante en parte de la memoria genética que se pasa a nuevas
generaciones, que les permiten resistir frente a los antibióticos; por tanto, sobrevivir.

Esto implicará que las enfermedades infecciosas para los seres humanos podrán
reeditarse con nuevas versiones resistentes, pero es evidente que la memoria genética
de las bacterias, en este caso, actúa como mecanismo vital de resistencia que les
permite sobrevivir, a pesar de los ataques que de los antibióticos puedan recibir
(Echeita, 2006).

En los experimentos de laberinto con ratones, cuando éstos aprenden a encontrar


salidas a los mismos, con el fin de recibir comida o un estímulo gratificante o evitar un
castigo, la memoria juega un papel fundamental. Si se realizan procesos de alteración
de genes o neuronas cerebrales relacionadas con la memoria el mismo ratón o ratones
de la misma especie mostrarán deficiencias para la búsqueda de soluciones que
podrían implicar, incluso, su supervivencia (Hall, 2008).

Veamos otros ejemplos: al parecer, la memoria de los elefantes es fundamental para


que estos puedan realizar sus migraciones por las sabanas de África y la memoria de los
felinos es vital para que puedan aprender de sus madres las habilidades de la caza. En
ambos casos, la memoria es un factor determinante para la sobrevivencia. Por lo
tanto, podemos partir de una afirmación gruesa: la memoria ha sido una dotación de
la vida, fundamental para la permanencia de la misma, para la sobrevivencia de las
especies y un factor fundamental para desarrollar resistencias frente a los avatares que
se presentan (Ruiz Vargas, 2002). 65
Concepto de memoria colectiva

Este nivel de la memoria ha sido reconocido en la psicología cognitiva como


memoria procedimental, en la que los humanos y los animales tenemos elementos en
común, puesto que, a través de la misma, logramos desarrollar hábitos, costumbres,
asociaciones, reacciones, aprendizajes reforzados, etc. La base biológica de esta
memoria es innegable y es fundamental para la sobrevivencia (Ruiz-Vargas, 2002).

A nivel psíquico, en los seres humanos, la memoria cumple un papel central en el


reconocimiento del sí mismo. Podemos afirmar algo sobre nosotros mismos porque
tenemos la habilidad de recordar las experiencias que nos han ocurrido y esto lo
hacemos a través de las narraciones que nos podemos contar sobre cada uno, su
historia, sus relaciones, su visión del mundo. Este tipo de memoria, reconocido como
memoria episódica, es la que posibilita la conexión temporal del presente con el
pasado y el futuro y el autorreconocimiento en diferentes momentos del tiempo. Es
quizás la base psicofisiológica de la memoria más avanzada en la evolución (Ruiz-
Vargas, 2002).

Por esta razón, puede afirmarse que el yo de cada quien, es, en últimas, el sistema de
narraciones que cada uno tiene de sí mismo; que se interrelaciona y se activa de
acuerdo con los momentos y circunstancias por las que atraviesa la persona (Gergen,
1992).

Finalmente, podría decirse que la memoria es la base sobre la cual se asienta la


identidad de cada persona, puesto que cuando preguntamos a otro quién es,
necesariamente recurre a la memoria para poder contarnos trozos de su historia que va
hilando en un relato donde puede mirarse como en un espejo y reconocerse. Ahora
bien, en los seres humanos este tipo de memoria se diferencia de la memoria
semántica, que es la capacidad que tenemos para recordar o almacenar conceptos,
conocimientos, ideas, representaciones e imágenes, que posibilitan un nivel de
aprendizaje que va más allá de los hábitos y asociaciones primarias, y que implica un
nivel de conocimiento sobre el mundo y sobre la realidad (Ruiz-Vargas, 2002).

En síntesis, las ciencias cognitivas en general consideran que hay tres tipos de
memoria: la procedimental, que es básica para el funcionamiento cotidiano de los
seres vivos, incluyendo los seres humanos y que tiene que ver con los hábitos y
funciones básicas para la sobrevivencia. La memoria semántica, que es una memoria
que se refiere al conocimiento que tenemos del mundo, tiene un carácter
representacional, se constituye por las huellas mnémicas que la realidad imprime en el
66
Concepto de memoria colectiva

sistema neural, y su recuerdo funciona como recuperación de un conocimiento


adquirido. En términos de los griegos es la “mneme o némesis” (Ricoeur, 2003).
Finalmente, la memoria episódica, de carácter autobiográfico, que liga esos
conocimientos adquiridos a una representación de la propia vida y de la propia
historia, y que puede tener un carácter narrativo o en imágenes, cercano a lo que los
griegos llamaron “anamnesis” (Ricoeur, 2003). Ésta, entra en relación con todos los
aspectos relacionales y sociales que constituyen al sujeto. En definitiva, el único que
puede recordar es el sujeto individual (Neisser, 1982; Nachson & Zelig, 2003).

De otro lado, Schacter (2003) define tres niveles estructurales de memoria en el


individuo. El físico-biológico, fundamentado en la estructura neurobiológica, que es
primordial como base fisiológica del funcionamiento de la memoria, es la estructura
física necesaria para que un ser humano recuerde. Un nivel computacional/funcional
que hace referencia a la estructura cognitiva del funcionamiento de la memoria, y es la
dimensión funcional. Y un nivel simbólico/algorítmico, que tiene que ver con las
representaciones establecidas, los contenidos; que está referido a la conducta y al
comportamiento del sujeto en lo intencional y experiencial. En este último nivel, los
psicólogos cognitivos aceptan la influencia del medio ambiente, del contexto (externo
e interno), de la conciencia; puesto que el recuerdo es una acción propositiva del
sujeto y la memoria está al servicio de sus funciones sociales.

Para Katherine Nelson (1992, En Ruiz Vargas, 2002) “la función primaria y
evolutivamente más primordial de la memoria es organizar nuestro conocimiento sobre el
mundo para formar un modelo funcional que pueda ser utilizado para interpretar y
predecir los eventos futuros… pero también para organizar y predecir el conocimiento sobre
nosotros mismos en la configuración del sentido del yo”. Esto requiere necesariamente una
interacción con el medio, que en los seres humanos es social y cultural, fundamental
para determinar la acción humana.

Por debajo de estos niveles está el de la memoria genética de la especie, que también
es información que se transmite con el objetivo de la sobrevivencia. Por encima, el
nivel social y político, donde estos autores, más que hablar de memoria, hablan de
costumbres, tradiciones e historia. Estos ámbitos, según Ruiz-Vargas (2008) son
objeto de la biología y las ciencias genéticas por un lado y de las ciencias sociales
(antropología, sociología, historia, ciencia política, etc.) por el otro lado;
pero no de la psicología.

67
Concepto de memoria colectiva

Este modelo de estudio nos lleva a un esquema en el cual la memoria, como


variable dependiente, estaría influida por factores biológicos, sociales, culturales,
históricos, estructurales y cognitivos, con lo que se reafirmaría que la memoria es una
facultad netamente individual y un asunto exclusivo de la psicología (Wershct, 1998,
2008). Este modelo, de tipo funcionalista, más o menos puede ser representado en el
siguiente esquema:

Figura 1. La memoria como variable dependiente

Factores Factores
biológicos estructurales y
y genéticos cognitivos

MEMORIA
FACULTAD Factores
sociohistóricos

Factores Factores
socioculturales sociopolíticos

Problema en la concepción cognitiva de la memoria.

En mi concepto, el problema de Ruiz Vargas (2008) y otros autores de corte


cognitivo, desde la psicología, y que plantean los historiadores españoles (Rodrigo,
2006; Ortiz Heraz, 2006) es que en el fondo no logran despojarse de la tesis
mentalista: la memoria como una facultad mental. Otros autores como Félix Vásquez
(2001), Bruner (1994), Gergen (1994), Middleton & Edwards (1990) desde la
psicología; Yerushalmi (1982), Vidal-Naquet (1996), Cuesta (1998a, b), desde la
historia; Olick (1998, 2007 b) o Jelin (2002a, 2003) desde la sociología; la
consideran desde el giro lingüístico, es decir, como acción social y como narrativa.
Incluso, desde las representaciones sociales (Paéz, et. Al, 1993, 1996, 1998, 1999,
2003, 2007, 2009) afirman que hay una visión más amplia, como producción social
de un orden sistémico superior al del recuerdo individual en tanto representación que
circula socialmente.

68
Concepto de memoria colectiva

Esta reflexión conduce al concepto de “Yo narrativo” (Bruner, 1991, 1994, 1996;
Gergen, 1994, 1996; Barclay, 1994; Vásquez-Sixto, 2001), que indica que la
subjetividad de una persona no está marcada por una estructura mental dentro del
sujeto sino por la forma como ese sujeto se narra a sí mismo, cuenta su historia. En
esta construcción tiene un lugar preponderante la memoria, también como narrativa.
Cuando un sujeto se afirma a sí mismo, cuando se le pregunta quién es, cuenta
historias, relata vivencias (Bruner, 1994), que más allá de su estatuto de verdad o
existencia suponen una interpretación del sujeto sobre sí mismo.

Según Edwards & Potter (1992), en la narrativa de los hechos vividos no puede
considerarse cuál fue el “hecho original”, puesto que su estatuto epistemológico es
problemático y, para ellos, en realidad, este evento nunca puede ser establecido en
cuanto tal; por lo que debe ser asimilado como una narrativa. Para estos autores, no
hay recuerdos objetivos y, aun cuando el recuerdo es de un hecho existente, rara vez
hay una sola versión del mismo; por lo tanto, el recuerdo es también conversacional y
surge de un proceso comunicativo que construye una versión de lo acontecido.

Yendo más lejos: estas historias de sí mismo que se cuentan a otros, que pueden
constituir un “nosotros”, pueden variar según los oyentes, según ese nosotros; ese “yo
narrativo” es también dialógico, juega roles según múltiples juegos o escenas (Bruner,
1994; Goffman, 1993; Mead, 1929; Gergen, 1992). Este proceso se da en un marco
de interacción que define las acciones y las representaciones que se construyen en los
grupos concretos, de tal manera que el recuerdo, en este caso, deja de ser recuerdo
individual para convertirse en recuerdo compartido. Es la interacción la que define
las formas, las normas, los esquemas y los marcos para el recuerdo y para la memoria.

Neisser (1994), desde un horizonte más socio-cognitivo, argumenta que


precisamente las narrativas se corresponden con las características de la memoria
episódica autobiográfica, que es la base de una identidad personal. Estas narrativas,
aun cuando no se correspondan con los hechos vividos y no tengan un estatuto de
verdad como correspondencia con la experiencia, deben pasar varios filtros: en primer
lugar el hecho en sí, no son inventadas, tienen sustento en vivencias; luego, la
experiencia es leída por el sujeto y vivida por éste de forma diferente a como otro la
vive, ya que el recuerdo que se forma del hecho también es diferente; y, finalmente, la
versión que se forma de este hecho.

69
Concepto de memoria colectiva

Ahora bien, de acuerdo con Barclay (1994), Neisser sobredimensiona lo cognitivo


y lo afectivo, ignorando las relaciones de estos con los significados construidos
socialmente, que remarcan el pensar y el sentir; que se van generando y transformando
en la interacción cotidiana con otros, lo cual, a su vez, implica la cultura, la historia y
los diferentes marcos relacionales. Cree, además, que Neisser y el socio-cognitivismo
sobredimensionan la memoria autobiográfica (como estructura y esencia natural de la
memoria humana), puesto que se trata más de un sistema que interactúa con otros
niveles sistémicos y depende en buena medida del contexto sociocultural; y más que
causa es consecuencia, más que facultad mental es una significación personal
adquirida en la apropiación del sujeto de los significados de la cultura.

No puede negarse que estos niveles sistémicos entran en relación, partiendo de la


dimensión estructural y cerebral, pasando por el proceso de recuperación y
reconstrucción del recuerdo en el sujeto; pero todo este proceso es redefinido y re-
enmarcado en un proceso de 'co-re-construir' el pasado a través de un recuerdo
colectivo en el marco de una comunidad de significación y sentido (Barclay & Smith,
1992); en un marco contextual que es la cultura, que actúa como un almacén de
narrativas, para ese “yo”, que es siempre una historia permanentemente re-escrita
(Gergen, 1992; Bruner, 1994; Marco & Sánchez, 2008).

Para Barclay (1994), Bruner (1994), Gergen (1994, 1996), Vásquez-Sixto (2001),
Van Oers (2004), Mendoza (2005 a y b) y Wertsch (2008a, b) la memoria
autobiográfica y el recuerdo no son solamente acciones de recuperación,
almacenamiento y codificación de información de una mente/cerebro, producto de
los diversos factores (variables) que operarían sobre ésta; sino, además, una acción que
se hace con otros, a partir de experiencias compartidas en un marco de significación
social, histórica y cultural; así, el recuerdo es formado por prácticas asociadas con lo
cultural y con las instituciones que permiten la convencionalización de las memorias.

La dicotomía epistémica entre las ciencias “Psi”, centradas en la precisión, la


recuperación y la representación, y las ciencias sociales, que se enfocan en la memoria
efectiva como una creación utilizable y representación del pasado con el propósito de
una coherencia para la construcción de identidades individuales y colectivas, debe
romperse; porque indica una sobresimplificación del concepto. Así, la ruptura del
concepto de memoria individual y memoria colectiva implicaría también la
superación de la visión de una “mente colectiva” y el problema teórico que
genera (Campbell, 2008).
70
Concepto de memoria colectiva

Campbell (2008) revisa la visión individualista de los estudios de la memoria en


psicología y filosofía para proponer un enfoque relacional. Para la autora, los estudios
de memoria individual no dan cuenta del complejo proceso de memoria a nivel
colectivo. Se debe ir más allá de la función de recuperación y representación en una
perspectiva de análisis del recuerdo exacto, para pasar a un estudio de la memoria
como un proceso social e individual de construcción de narrativas en las que se
construyen visiones del pasado que posibilitan la construcción de identidades
personales y grupales.

Ahora bien, los enfoques sociologizantes también pierden de vista la relación


concreta, donde se manifiestan relaciones de poder. Siempre se debe mantener la
mirada en el sujeto y en la interacción concreta como lugar epistemológico para el
estudio de la memoria, puesto que la categoría “social” puede dejar por fuera a grupos
(minorías, mujeres, víctimas) a nombre de un discurso colectivo y homogéneo que es
“avalado” por las ciencias sociales. En este sentido, la autora propone un giro
epistemológico que ponga en el centro la relación concreta y la interacción como una
forma de develar las relaciones de poder que producen sujetos sociales en las
sociedades (Campbell, 2008. También se hallan pistas de esta mirada en: Martín-
Baro, 1983; Gergen, 1996, Vásquez-Sixto, 2001; Werscht, 1998, 2002, 2008a).

Esta forma de comprensión podría ser esquematizada de la siguiente manera:


Figura 2. La memoria como proceso de interacción

Memoria individual: Interacción Memoria grupal, memoria


narrativas del yo y comunicativa y compartida:
memoria autobiográfica simbólica Conversación cotidiana.

71
Concepto de memoria colectiva

Este esquema implica que cualquier estudio que quiera abordar la memoria
individual debe tener en cuenta los procesos de interacción simbólica que
retroalimentan la estructura narrativa del yo y de la memoria, de tal manera que un
escenario privilegiado para abordar la memoria (individual y colectiva) son los
espacios grupales inmediatos, las conversaciones cotidianas, los grupos primarios
donde se actualizan mecanismos simbólicos de la cultura y se construye también el
anclaje en el sujeto de estos relatos culturales en la construcción de su subjetividad
(Cfr. Fivush, 1994).

En contrapunto a esta perspectiva, Neisser (1994) y Ruiz-Vargas (2002, 2008)


plantean que todo esto sufre el proceso de reconstrucción del recuerdo que propone
Bartlett (1932), y que, aún así, la memoria de un sujeto es una memoria
autobiográfica, una memoria episódica. Sin embargo, también es una narrativa del
hecho. Esto le permitió a Neisser (1994) construir puentes entre los enfoques socio-
cognitivos y los enfoques socio-construccionistas. Que el pasado sea construido no
quiere decir que sea inventado, es decir, hay algún nivel de referencia a los hechos. De
allí que todas las narrativas no tengan el mismo estatuto de verdad; es importante que
se refieran al hecho y aun cuando sea una interpretación de la experiencia hay
memorias que pueden acercarse a ese hecho y hay memorias que falsean con alevosía,
interés o en juegos de poder, ese hecho.

Los experimentos de instalación de falsos recuerdos en procesos de construcción


de memorias grupales son para Loftus & Doyle (1992) y Loftus & Ketchman (1994)
una prueba de la necesidad de encontrar un enfoque que vaya más allá de la
radicalidad de ambos modelos, para una investigación que permita comprender la
memoria en complejidad.

Por esta razón, Ormeño Karluzovic (2004) y Ruiz-Vargas (2008) consideran que
es un error pensar la memoria exclusivamente una práctica social discursiva y
reafirman una visión representacional tanto del lenguaje como de la memoria; por lo
que retoman, también, la noción de memoria como registro, almacén y recuperación
de recuerdos que dicen “algo” sobre la realidad. Para estos autores, incluso, si se quiere
definir la memoria como lenguaje es claro que éste último no es más que un modo de
referenciar la realidad, poniendo en el nivel semántico sobre el pragmático, puesto que
el significado siempre refiere a una realidad concreta. Se dice o se recuerda algo del
mundo o de la realidad, aun cuando sea del pasado.

72
Concepto de memoria colectiva

Ahora bien, lo que es claro para la mayoría de los psicólogos cognitivos y el socio-
cognitivismo en general es que la memoria es una facultad de los individuos y de la
mente humana; por lo que la memoria colectiva, o la memoria histórica, no son más
que metáforas de la memoria como tal, y necesitarían ser redefinidas como conceptos
operativos si quieren ser estudiados por las ciencias sociales. Ruiz-Vargas (2008) dice
que toda memoria social será, por tanto, una memoria autobiográfica,
una memoria episódica.

Sin embargo, para Barnier & Sutton (2008) se trata más de una confusión
terminológica en torno a la memoria colectiva, que se debe a la multiplicidad de
investigaciones relevantes de un fenómeno sobreteorizado; pero no a su no existencia.
Para ellos, se podría conceptualizar mejor como “recuerdo colectivo”, superando la
mirada competitiva entre enfoques epistémicos y constituyendo una mirada
complementaria, porque al final se abordan aspectos diferentes de la memoria.

En esta misma línea, Wang & Brockmeier (2002) y Wang (2008) proponen
superar esta encrucijada a través del análisis del compartir social de la memoria, que es
donde se producen los procesos de recuerdo colectivo. Para ello, se deberían tomar en
cuenta las características de la comunidad para la cual un evento significativo ocurrió y
en la cual la memoria de este evento es subsecuentemente formada, compartida,
transmitida y transformada; analizando sus características sociohistóricas (Vásquez-
Sixto, 2001; Piper, 2005). Así, Wang (2008) define memoria colectiva como un
sistema socialmente compartido de recuerdo que se acompasa activamente como
proceso constructivo en los individuos y los colectivos, en el tiempo y el espacio,
construyendo significados compartidos.

Mazzara (2000), por su parte, se posiciona en el otro extremo y presenta una


diferencia irreconciliable entre la visión cognitiva y la socio-construccionista, puesto
que para este autor el recuerdo no tiene un contenido de correspondencia con “lo
real”, sino que tiene unas contingencias discursivas y pragmáticas. La memoria, de
hecho, es un proceso social, donde los símbolos emergen de la dinámica social. Los
procesos psicológicos más que dinámicas intra-mentales son procesos de interacción
entre los niveles interaccionales y comunicativos con los procesos individuales.

73
Concepto de memoria colectiva

Cuestión de perspectiva: La separación de individuo y sociedades en las


ciencias sociales

Para Wertsch (1988, 1998), es un error de las psicologías cognitivas pretender


explicar los procesos superiores, donde los factores sociales, culturales, de interacción
e históricos tienen un papel determinante, desde funciones básicas que explican los
procesos inferiores. Esto es evidente en la memoria. Él distingue una memoria
natural formada de huellas mnémicas, cercanas a la percepción, que permite definir
imágenes desde la inmediatez del objeto; en este sentido el perro y el elefante tienen
memoria. También distingue una memoria con signos, más allá de la mente, propia
de los humanos, que hace la significación. Esta última, según el autor, está
acompañada de herramientas culturales, tales como las narrativas, las historias, los
relatos, los símbolos, los monumentos y otras formas simbólicas de expresarla; de tal
manera que, para decirlo en palabras de Bateson (1972, 1993), la mente estaría más
allá de la piel del sujeto (Cfr. Cole, 1990; Eyerman, 2004; Wessel & Mouds, 2008).

Además de esto, Wertsch (1988), Cole (1990) y Gergen (1996) afirman que uno
de los problemas de esta mirada cognitiva estriba en que ha estado encerrada en su
propio campo en un escenario de no diálogo entre escuelas al interior de la disciplina y
la psicología con otras ciencias sociales, por la separación entre los estudios dedicados
a lo individual y los dedicado a lo sociocultural. “En psicología se tiende a considerar lo
sociocultural como una variable a ser incorporada a los modelos de funcionamiento
individual. Esto da pie a un tipo de reduccionismo que da por supuesto que los fenómenos
socioculturales pueden ser explicados a partir de los procesos psicológicos” (Wertsch, 1988,
p. 19); pero de manera inversa sucede con los teóricos sociales que pretenden explicar
lo individual exclusivamente desde los niveles socioculturales.

Wertsch (1998) afirma, también, que este problema tiene que ver con las
deficiencias que las ciencias sociales y la psicología han tenido para acercarse a un
objeto complejo y multifacético; puesto que lo hacen desde puntos de vista
inconmensurables, parciales y fragmentados, como en la historia de los ciegos y el
elefante¹⁰. De tal manera que ninguna de las visiones de las escuelas psicológicas ni de
las ciencias sociales es falsa, pero es parcial e incompleta. El problema es que pareciera

10
Cuenta la historia que varios ciegos debían definir un objeto: un elefante. El primero agarró la trompa y dijo: “el elefante
es como una serpiente”, el segundo tocó el tronco y dijo: “es como una pared”; el tercero palpó las orejas y dijo: “es como
un abanico”; el cuarto tocó las patas y dijo: “es como el tronco de un árbol”. Todos tenían razón, salvo que su verdad era
parcial, necesitaban dialogar entre sí para poder definir al elefante.
74
Concepto de memoria colectiva

imposible conectar con las otras, porque cada una considera que la suya
es la versión verdadera.

Según Wertsch (1988), este problema no es solamente intrateórico sino también


extrateórico, puesto que el paradigma hegemónico en las ciencias sociales, y en la
psicología en particular, responde a relaciones complejas donde el juego del poder
político y económico también tiene una incidencia en el desarrollo de una disciplina;
esto ha llevado a que la mayor parte de los estudios se hagan en inglés, las
organizaciones y publicaciones profesionales sigan el modelo norteamericano, la
mitad de los psicólogos del mundo sean norteamericanos, y el modelo presente visos
de arrogancia etnocéntrica.

Lo anterior impide reconocer otros enfoques y modelos como el de la escuela rusa


o los trabajos latinoamericanos, por lo que Wertsch (1988) evoca a Martin-Baró
(1983) y a Muné (1991) e invoca para las ciencias sociales y la psicología una
multivocidad teórica. En la misma línea, Vásquez-Sixto (2001, p. 81) afirma que “la
idea de individuo como origen de la acción y de la mente individual como origen del
sentido y el significado es una premisa y no un hallazgo” no demostrable desde la
psicología; lo que muestra, a su vez, que el problema no es sólo de las disciplinas “psi”,
sino que “el sujeto individual hace parte de la ideología de la cultura individualista
occidental… lo cual explica que esté presente en las premisas que la psicología construye”
(Cfr. Gergen, 1996).

Desde la psicología, el problema que arguyen Wertsch (1998, 2008a), Vásquez-


Sixto (2001), Martín-Baro (1983), entre otros, es de dos órdenes. En primer lugar,
teórico: seguir viendo la psicología como una ciencia de la mente o de la conducta
individual. En segundo lugar, político: las fuerzas burocráticas que configuran la
sociedad moderna occidental, por las que las disciplinas “psi” crean un orden
ontológico, epistemológico y metodológico que no posibilita una visión más amplia
en estos tres órdenes.

Para romper esta lógica, es importante comprender “que los supuestos básicos y las
unidades de análisis que guían cualquier investigación en las ciencias humanas están
ligados a intereses políticos, culturales e institucionales. Estos intereses pueden no ser
admitidos de manera consciente y quizás no sean abiertamente invocados en un plan de
investigación, pero la aceptación de un conjunto de supuestos es algo inevitable y obliga a
una perspectiva basada en ellos” (Wertsch, 1998, p.25). En efecto, ya Habermas (1968
75
Concepto de memoria colectiva

/ 1982), Martín-Baró (1983), Vasco (1990) y Muné (1991) daban cuenta de la


necesidad de evidenciar los intereses y los enfoques intra y extra teóricos de las ciencias
sociales y de la psicología.

Por esta razón, Wertsch (1998) piensa que el orden burocrático de las ciencias
sociales y de la psicología desarrolla una serie de “ineptitudes aprendidas, lo cual a veces
hace incapaces a las ciencias humanas de ofrecer interpretaciones útiles de los problemas del
mundo real de la sociedad contemporánea… que suelen involucrar muchas dimensiones e
interrelaciones complejas” (p. 22). El problema de la memoria colectiva y de sus
consecuencias en la vida de comunidades y sujetos es uno de estos problemas que
necesita una mirada más amplia, compleja e integral.

Según Adorno (1967), la separación entre sociología y psicología es al mismo


tiempo adecuada y errónea. Adecuada porque representa niveles de fenómenos que
existen en la realidad y que pueden diferenciarse, evitando el reduccionismo. Pero
errónea en la medida en que al particularizar y especializar la visión no se puede captar
la totalidad y la complejidad.

Una de las divisiones fundamentales en el campo de la psicología, válido también


para las ciencias sociales, es la de individuo y sociedad, que implica dos caminos: partir
de los fenómenos sociales y sobre esta base realizar el análisis del funcionamiento de
los individuos, tal como lo ha hecho el construccionismo social, retomando una
visión histórica-cultural, inspirada en la escuela rusa de Vigotsky, como se ha
enunciado anteriormente; y comprender los fenómenos sociales a partir de los
procesos psicológicos, donde lo social es sólo una variable operativa que influye en el
comportamiento individual (Werstch, 1998, 2008). Este debate no tiene salida si se
busca dar primacía a uno u otro camino, por eso este autor propone un marco más
amplio, ético y político frente a la sociedad contemporánea: reconocer que es allí, en el
fondo, donde está el problema y no en definiciones de un orden intrateórico.

La formulación del problema como alternativa y antinomia excluyente es inviable


para el momento actual de las ciencias humanas y de la psicología, puesto que los
términos de cada parte se entenderían como esencias u objetos (verdadera realidad)
que tienen algún tipo de existencia independiente (Wertsch, 1998, 2008a, b;
Vásquez-Sixto, 2001, Gergen, 1994, 1996; Martín-Baró, 1983). Así pues, “mientras
se otorgue a este tipo de interpretación ontológica, tanto de las ideas de “funcionamiento
psicológico”, como las del “ámbito sociocultural”, o las de individuo y sociedad, es posible
76
Concepto de memoria colectiva

que sigamos confundiendo el programa y los métodos de la investigación sociocultural”


(Wertsch, 1998, pp. 30-31).

Esta visión recuerda el trabajo de Heidegger (1938) en “La modernidad como


época de la imagen”, cuando afirma que se trata de una primacía del método por
encima de lo ente (naturaleza e historia); del investigador superespecializado, sobre el
sabio que tiene una visión de lo general y lo complejo; y de la técnica y la tecnología,
sobre el conocimiento como unidad y “universidad”; de tal manera que la ciencia se
transforma en empresa. Generando ineptitudes aprendidas y patologías disciplinares
que no permiten asir el objeto en toda su profundidad. Otros autores como Martín-
Baró (1983, 1988), Cole (1990), Middleton & Edwards (1990), Muné (1991),
Bruner (1991, 1994), Edwards & Potter (1992) y Gergen (1994, 1996) rechazan
plenamente la idea tradicional de las ciencias sociales y de la psicología clásica y la
cognitiva, de separar al individuo de la sociedad, y proponen su estudio desde una
perspectiva sociocultural y contextual, como parte fundamental de la construcción de
los individuos en una sociedad.

Por su parte, Winograd (1994) reconoce, también, estos dos puntos de vista del
trabajo en la memoria. Un constructivista posmoderno, donde destaca el trabajo de
Gergen (1994, 1996, 2007) que niega la posibilidad de correspondencia entre
recuerdo y realidad, puesto que siempre el recuerdo es una interpretación de los
hechos, diferente cada vez, de tal manera que las representaciones del pasado son
siempre construidas. El otro enfoque acepta que hay una correspondencia entre
realidad y recuerdo. Aun siendo la memoria un proceso reconstructivo, este proceso
se hace con materiales que han sido almacenados, con información que ha sido
preservada. Aunque no sea precisa, la memoria es dinámica; pero tiene su base en la
realidad de los hechos pasados.

Según Gergen (1994, 1996), el problema puede ser más amplio y se trata de la
discusión de dos marcos epistemológicos. De un lado, el esencialismo psicológico,
para el que la memoria es fundamentalmente un proceso mental. Este se mueve en un
marco ontológico dualista que divide mente / mundo y sujeto / objeto, de tal manera
que lo mental e interno es objeto de la psicología y lo externo de las otras ciencias
sociales. De otro lado, el textualismo, que se centra sólo en lo textual de la narrativa,
en el discurso y su estructura interna, que da cuenta de la estructura social, pero no
tiene en cuenta ni al sujeto ni al contexto.

77
Concepto de memoria colectiva

Esta visión es complementada por Jansen (2007), que identifica en las ciencias
sociales en general dos escuelas de estudios de memoria: la funcionalista y la
construccionista. Así pues, la dicotomía ontológica, epistemológica y metodológica
para este autor no se da sólo en la psicología sino en las otras ciencias sociales. Para
ello, fundamenta su argumento en la línea teórica sistémica y relacional, en la que los
procesos de construcción de memoria parten de interacciones colectivas, en las que los
grupos sociales, y también los individuos, afirman narrativas sobre el pasado, que
puedan ayudar a la configuración de un discurso en un grupo social, a su cohesión
social y a la definición de su identidad.

De allí que pueda decirse con Gergen (1994, 1996) que se deben tejer puntos
intermedios entre los extremos de la dicotomía individuo – sociedad y en la
compartimentalización del objeto, la memoria humana, recogiendo la narrativa
como elemento central de la acción humana, puesto que cualquier facultad mental se
da en el lenguaje y éste puede ser estudiado, pero no solamente en sí mismo, en cuanto
producción discursiva sino también porque habla del sujeto que lo produce y del
marco contextual (sociohistórico y cultural) donde se da esa narrativa.

Así pues, se trataría de focalizar la memoria en su carácter social, analizarla en


escenarios comunicativos, teniendo en cuenta las estructuras narrativas de la cultura,
utilizando la metáfora del teatro o de los juegos del lenguaje, pero reconociendo el
contexto, el significado como algo referencial, es decir, referido al mundo y no sólo en
relación intrínseca con el texto, pero no como una esencia sino en un marco
pragmático que refiere necesariamente al contexto (Gergen, 1994, 1996).

Esta perspectiva tiene una consecuencia epistemológica clave: se abre la puerta


para una ciencia social que pueda estudiar lo humano en su complejidad (Morin,
1990) y en las relaciones entre lo individual y lo social. Middleton & Edwards
(1990), Edwards y Potter (1992), Vásquez-Sixto (2001) y Kansteiner (2008)
recuperan esta tradición de la memoria como acción social, lo que da cuenta de un
giro epistemológico, particularmente, en la psicología y en la psicología social al
introducir la visión sociohistórica (Gergen, 1994, 1996, 2007; Bakhurst, 1990; Van
Oers, 2004), derivada de la escuela rusa de Vigotsky, en la que la mente se forma en un
proceso de interacción social del niño, mediado por el lenguaje, de tal manera que
pensamiento y memoria son posteriores al proceso comunicativo:

78
Concepto de memoria colectiva

1. Los procesos humanos se desarrollan en el tiempo y no están dados de forma


esencial. Para Vigotsky, el proceso evolutivo no tiene solamente un plan
biológico sino que es producto también de las mediaciones culturales y
sociales en las que se desarrolla el sujeto humano.
2. Los procesos psicológicos superiores tienen origen en los procesos sociales.
Esto significa que tanto memoria como pensamiento no son facultadas
inherentes a la mente humana sino que son desarrollados en procesos de
interacción entre la estructura biológica del sujeto (su sistema neural) y los
factores de interacción social. De esta forma, el sujeto piensa y recuerda dentro
de unos marcos o estructuras, esquemas de su sociedad y su cultura. Este
proceso, Vigotsky lo llama: “internalización”, en el cual la persona humana se
construye como sujeto de su cultura; y su memoria estará marcada por estas
determinaciones socioculturales y tendrá una estructura narrativa.
3. Los procesos mentales pueden entenderse solamente mediante la
comprensión de instrumentos y signos que actúan de mediadores
(principalmente la comunicación y el lenguaje). Por lo tanto, el estudio de los
procesos mentales puede hacerse a través de productos socioculturales: las
narrativas, los símbolos, las acciones sociales; y no solamente por una
dimensión mentalista o un estudio psicofisiológico. Así pues, ciertas formas
de actividad colectiva representan formas de memoria social, irreductibles a los
acontecimientos y a la mente individual (Wertsch, 1988, 1998; Bakhurst,
1990; Van Oers, 2004).

No hay un comportamiento natural del ser humano. Los signos son


internalizados por cada sujeto humano en su proceso de constituirse como tal, pero
esto es un proceso social. De allí que la primera función de la palabra sea la función
social y comunicativa, es decir, el nivel pragmático. El uso del lenguaje está en primer
lugar sobre su función representacional, semántica y su estructura gramatical o
sintaxis (Cole, 1990; Bakhurst, 1990, Vásquez-Sixto, 2001). Desde este enfoque, la
memoria deja de ser un dato (medible, cuantificable, computable) para ser un relato,
una narración (interpretable, manipulable y objeto de crítica social). Se pasa de un
estudio de la conservación a un estudio de la conversación: la memoria como
construcción social (Vásquez-Sixto, 2001).

Así pues, la fijación del recuerdo está mediada por el proceso de conversación social
que se da a nivel intersubjetivo, pero que también tiene como trasfondo las formas
sociales, culturales y políticas del grupo social al que se pertenece. Lo social no
79
Concepto de memoria colectiva

solamente es influencia contextual en el proceso de memoria, es lo constitutivo de ésta


y de la misma subjetividad. Esto implica una superación del enfoque dualista, que
divide individuo y sociedad, mente y exterior, mostrando que la vida mental tiene su
origen en la pragmática del lenguaje. El trabajo del científico social será el de realizar
análisis semiótico y de contenido que permita estudiar la acción humana como
práctica interpretativa de la comunidad (Middleton & Edwards, 1990; Bakhurst,
1990; Vásquez-Sixto, 2001).

En este mismo sentido, Shotter (1990) afirma que nuestra forma de hablar resulta
esencial, porque la función primaria del habla es la coordinación de la acción social.
“Nosotros hablamos en orden a crear, mantener, reproducir y transformar ciertos modos de
relaciones sociales” (p. 121); así el proceso de interacción social comunicativa es la
matriz, a través del habla, donde se construye el pensamiento, la representación y la
memoria, es decir, lo mental; donde una palabra no representa unívocamente un
objeto, un significado desde una perspectiva semántica, sino que su significado se
construye en el contexto de la interacción comunicativa, la pragmática del lenguaje.
Esto quiere decir que los seres humanos estamos inmersos en una realidad construida
sociolingüísticamente, por lo que aparece evidente a nuestra representación, sin
tomar en cuenta que está mediada por el lenguaje. No existiríamos sin esa mediación,
que porta los fundamentos del orden social en el que habitan los sujetos y los
constituyen como tales.

La memoria como narrativa social del pasado

Un grupo importante de autores de varias latitudes como Middleton & Edwards


(1990), Bruner (1994), Gergen (1994, 1996), Ibañez, (1992), Olick (1998, 1999,
2007a, b, 2009), Werstch (1998, 2002, 2008a) y Campbell (2008), entre otros.
propone abandonar la perspectiva individualista psicologista, pero también la
estructuralista sociologista, para abordar un enfoque relacional (Wertsch, 2002,
2008b; Paolicchi, 2000, Bakhurts, 2000, Páez, et, al. 2008), o psicosocial (Martín-
Baró, 1983, 1990, 1991; Martín Beristain et al, 1994, 1997; Martín Beristain, 1999;
2000, Vásquez-Sixto, 2001; Piper, 2005): la memoria como producción social sobre
el pasado que surge en situaciones relacionales diversas, lo cual permite reconocer las
relaciones de poder que se tejen al interior de la sociedad y la forma como éstas se tejen
en las conversaciones cotidianas y en el mundo social y político. Esto permite
reconocer las diferentes perspectivas de quienes recuerdan en el escenario público
80
Concepto de memoria colectiva

(Margalit, 2002). Así pues, el énfasis de Campbell (2008) es en el proceso de


memoria compartida, de construcción de memorias colectivas y relatos comunes,
porque antes de serlo se juegan en el escenario de lo social y lo político.

Las memorias colectivas son, entonces, narrativas sociales del pasado que son
portadas por diferentes grupos al interior de una sociedad, y que son actualizadas por
el sujeto individual que es constituido en ese marco sociocultural; no en abstracto,
sino también en lo concreto de las relaciones intergrupales: una clase social, un
género, un lugar de participación política, ser víctima o ser victimario, etc. En este
sentido, empata con todo el análisis que hace Martin-Baró (1983) de lo psicosocial
como un enfoque bisagra que enlaza el sujeto concreto con la estructura social; y
deconstruye hipótesis como las de personalidad de base (Kardiner, 1955) o mente
colectiva, utilizadas anteriormente. Esta mirada podría ser esquematizada de la
siguiente manera:

Memoria episódica
y autobiografía
(individual)

Memoria
como acción
y práctica
social

Memoria colectiva y Memoria grupal y


social: narrativas compartida, dentro de
circulando en la marcos sociales y
sociedad culturales

81
Concepto de memoria colectiva

Este esquema implica dar un paso más en el proceso. Ya no solamente se considera


la memoria en el marco de la interacción en grupos concretos, sino que se hace objeto
de estudio en cuanto narrativa social que está en un nivel sistémico superior al orden
individual e interpersonal (grupal), para constituir relatos, símbolos, herramientas
culturales construidas en el marco de la interacción entre diferentes grupos sociales
portadores de diversos sentidos e interpretaciones de la realidad. Estos relatos
constituyen memorias que “compiten” entre sí para constituirse en representaciones
válidas de la realidad, o en narrativas instituidas que pueden dar sentido e identidad a
esa comunidad, a esa sociedad (Cfr. Jelin, 2002a; Todorov, 1995, 2002).

Ahora bien, a partir de este enfoque, con el que me identifico y que será el fondo
epistémico y ontológico de mi investigación, también he podido desarrollar un
esquema que posibilite una panorámica de la memoria como problema y un marco
conceptual que delimite formas y acercamientos. Esta mirada inspirada en Ma. Jesús
Cava (2006) nos permite un acercamiento complejo que permite la identificación de
procesos de investigación.

Este esquema parte de la memoria individual, con sus diferentes matices, que es
objeto de la psicología cognitiva y de las neurociencias. En un segundo nivel está la
memoria grupal o memoria compartida, que se constituye a partir de las
conversaciones cotidianas entre grupos primarios (familia, amigos) (Cfr. Fivush &
Reese, 1992; Miller, 1994), trabajada también en investigaciones de psicología
cognitiva en torno al recuerdo colaborativo y el proceso grupal de recuerdo (Wessel &
Hauer, 2006; Barnier & Sutton, 2008; Maclaed & Macrae, 2001; Laney & Loftus,
2008; entre otros).

En un tercer nivel, se puede estudiar la memoria colectiva y social, que implica, que
las memorias compartidas en las conversaciones cotidianas de los grupos primarios
comienzan a circular por toda la sociedad. Incluye la acción pública de memoria, los
performances y actos de memoria de grupos sociales, las expresiones artísticas y los
testimonios públicos. Puesto que está implicado el anclaje de relatos sociales que se
instauran en espacios colectivos más amplios, que posibilitan explicaciones sobre los
hechos y acontecimientos de un grupo; interpretaciones en torno a la vida y las
experiencias que tiene un colectivo (Cfr. Halbwachs, 1925, 1950; Olick, 1998, 1999,
2007a; Werscht, 2002, 2008; Jelin, 2002a, 2003; etc.).

82
Concepto de memoria colectiva

Esta memoria implica la instauración de narrativas colectivas, expresiones


performativas y acciones de una memoria pública que no es monolítica, puesto que en
la sociedad circulan múltiples relatos e interpretaciones de la realidad (Jelin, 2002a)
que luchan por emerger como interpretaciones de hechos y procesos.

Finalmente, en un cuarto nivel, puede encontrarse la memoria histórica (Fouce,


2006, 2008; Erice, 2006, 2008; Oberti, 2006, 2008; Lira, 1998, 2007, 2009, 2011; y
un largo etcétera), que implica la construcción y cristalización de relatos en una forma
de leer los hechos, los procesos y los acontecimientos históricos, que circulan en una
sociedad pero que pueden transmitirse de generación en generación. Se convierten en
formas y relatos, representaciones y narraciones que constituyen un colectivo y se
convierten en referentes fundamentales de la construcción de la identidad.

Assmann (2008) va más allá cuando afirma que esta memoria puede ser, a su vez,
memoria cultural, es decir, un marco, un esquema de representación y de lenguaje que
trasciende las generaciones y posibilita interpretaciones de la realidad, que se
instauran, anclan y cristalizan en una cultura, incluso a través de siglos y milenios. Por
lo tanto, la memoria histórica y la memoria cultural incluirían la historia como relato
y son la base de la educación de las nuevas generaciones, además de hacer parte de los
relatos de socialización de los miembros más jóvenes de un grupo social.

Toda esta reflexión puede recogerse en el siguiente esquema:

Figura 4.Interacción entre los niveles de la memoria.

Memoria individual - Memoria autobiográfica:


Narrativas de los recuerdos personales (Yo narrativo)

: Interacción
Memoria Histórica - memoria cultural: Memoria Histórica - memoria cultural:
continua Cristalización de narrativas y relatos
Cristalización de narrativas y relatos
que pasan de generación entre los que pasan
en generación. diversos de generación en generación.
niveles.

Memoria colectiva - Memoria social:


narrativas sociales que permean lasociedad y las instituciones

83
Concepto de memoria colectiva

En el escenario conversacional de los grupos primarios, Fivush (1994) afirma que


también se están reproduciendo los esquemas, los marcos normativos, y las formas
que configuran la manera de narrarse el sujeto a sí mismo, de tener memoria de
algunos hechos y de sí mismo, pero también de su propio colectivo (Gergen, 1996).
Lo mismo sucede con la memoria colectiva y social, con las acciones públicas donde se
porta una memoria y las expresiones performativas de la memoria que circulan en la
sociedad, que parten de conversaciones y escenarios grupales y se hacen en un
contexto histórico y cultural delimitado. Estas acciones buscan emerger como relatos
que sean considerados por el resto de la sociedad como válidos, en los que ésta, la
sociedad, pueda mirarse históricamente. Por lo tanto, el esquema propuesto conduce
a un marco circular, semejante al del círculo hermenéutico, en el que cada nuevo nivel
se retroalimenta con el anterior, pero, a su vez, retroalimenta a los otros.

Ahora bien, el esquema tiene aún un inconveniente. Se sigue manteniendo una


visión compartimentalizada de las diferentes formas de memoria, que a su vez
implicaría estudios y abordajes disciplinares desde cada una de las disciplinas, en
muchos casos sin necesidad de entrar en relación con las otras. Así pues, la memoria
individual sería objeto de la psicología, la memoria grupal se convertiría en objeto de
la psicología social y/o comunitaria; la memoria colectiva y social serían más objeto de
la sociología, y en los casos de conflicto político, de la ciencia política; y finalmente, la
memoria histórica sería objeto de la historia y la memoria cultural de la antropología
cultural y de la arqueología.

Esto mantendría una mirada segmentada, que a lo sumo permitiría estudios


interdisciplinares, pero no implica necesariamente una mirada sistémica que rompa
los compartimentos y conduzca a una visión transdisciplinar, en la que el objeto de
estudio, en este caso la memoria humana, pueda ser abordada por una disciplina en
diálogo con otras, y en un abordaje en complejidad (Morin, 1990). Por esta razón,
autores como Paolichi (2000), Leone (2000) y Vásquez-Sixto (2001) prefieren hablar
de memoria en genérico y de niveles individuales, grupales, colectivos e histórico
culturales de la memoria.

84
Concepto de memoria colectiva

Una perspectiva dialéctica y compleja de la concepción de la memoria

Por lo tanto, para avanzar en el enfoque que quiero proponer y el marco ontológico
y epistemológico que se ha desarrollado en esta investigación, es necesario dar un paso
más, que implica avanzar en una perspectiva sistémica, que de forma general rompa
las dicotomías, la comprensión de la realidad por segmentos y la
compartimentalización del fenómeno. Esta mirada posibilita un enfoque
transdisciplinar, en la cual, ubicados en una disciplina, en este caso la psicología social,
se puede entrar en diálogo con otras disciplinas y se pueden abordar diversos niveles
sistémicos de un fenómeno, en este caso la memoria.

Por esta razón, Olick (1998, 1999, 2007a, b) desde la sociología y Wertsch (2002,
2008a) y Vásquez-Sixto (2001) desde la psicología, junto a una pléyade de
investigadores de las ciencias sociales, sugieren que el campo de análisis de la memoria
colectiva debe ser el de la dimensión social de las prácticas mnemónicas de
colectividades y grupos, lo cual abriría el campo de investigación a estudios
multidisciplinares, o desde cada disciplina con un enfoque transdisciplinar.

Estos autores plantean que los estudios de memoria social y colectiva implican,
también, trabajar con productos o herramientas culturales y prácticas mnemónicas en
espacios relacionales y de interacción; tales como las acciones públicas, las expresiones
performativas, los testimonios colectivos y otras formas de acción de memoria,
desarrolladas por actores sociales en el escenario societal. Esto permite un objeto
visible y susceptible de ser abordado metodológicamente, tanto con métodos
cuantitativos como cualitativos, que rompe la visión esencialista de la memoria como
facultad de la mente, y por lo tanto, con el mentalismo y la teoría representacional; y
abre además, las posibilidades de estudio a múltiples disciplinas y espacios (Shotter,
1990, Gergen, 1994).

El planteamiento funciona, además, contra la mirada del construccionismo radical


y más desde una perspectiva histórico-cultural. Las actividades mnémicas pueden
iniciarse en el nivel individual y expandirse al nivel social, o viceversa, y desde el nivel
social y colectivo pueden configurar el nivel individual. En ambos sentidos, lo social,
lo cultural, lo político y lo histórico están interactuando. Esto nos lleva a
investigaciones narrativas donde emerge el sujeto, su contexto personal, familiar,
grupal, que a su vez porta los valores, normas de su sociedad y su cultura, como las de
Shotter, 1990; Billig, 1990; Paolicchi, 2000; Wang, 2008; Olick 1998, 2008; Wertsch
& Roediger III 2008, Wertsch 2002 y Vásquez-Sixto, 2001. 85
Concepto de memoria colectiva

Desde este horizonte y en el marco de esta discusión, Paolicchi (2000) propone un


enfoque dialéctico para las ciencias sociales: “precisamente por el carácter semiótico e
histórico que los distingue, los hechos humanos son, en una palabra, esencialmente sociales y
esencialmente individuales” (p. 282). Así, la psicología se presentaría como disciplina
histórico/social (Bakhurst, 2000; Gergen, 2007); y desde un enfoque psicosocial
permitiría hacer que las ciencias sociales no estudien sólo el proceso mental o la
actividad externa de un grupo, sino que integre el análisis de la complejidad, histórica
y cultural, de los trabajos, productos y acciones de los seres humanos, encarnados en
instituciones, reglas, invenciones, acciones públicas, obras de arte, artesanías, etc. Es
decir, las memorias (ya en plural).

Ahora bien, este autor (Paolicchi, 2000), junto con Vásquez-Sixto (2001) y Wang
(2008) piensan que al poner el énfasis en las memorias como producciones histórico
sociales de carácter narrativo, pueden estudiarse en varios niveles; según los cuales,
pueden entrar a trabajar las diversas disciplinas, de tal manera que estas producciones
fluyen de un nivel al otro: así una narrativa histórica puede estudiarse en el momento
de apropiación del sujeto individual y esto sería tarea de la psicología, pero también se
puede estudiar en sus procesos de transmisión institucional en la escuela y sería objeto
de la sociología, o bien como producto histórico al que se le puede hacer una
“arqueología” y sería objeto de la historia. Es decir, cada nivel es un sistema de mayor
amplitud y complejidad, pero interconectado con los anteriores.

Esto recuerda la visión sistémica de Gregory Bateson (1972, 1993), quien rompe el
mentalismo de la psicología desde su visión antropológica y plantea que la mente,
como información y lenguaje, circula por todo un sistema de interacción que incluye a
los sujetos pero también al mundo físico con el que éstos interactúan y al mundo social
en el que están inmersos (Gergen, 1996; Eyerman, 2004; Wessel & Moulds, 2008).
Esto posibilita investigaciones más complejas que permitan identificar factores
culturales (tradiciones, normas, esquemas narrativos) de la dinámica grupal concreta
o familiar o individual, o aspectos individuales que inciden en
las formaciones colectivas.

Esta idea es fundamental, además, para romper la dicotomía entre el realismo


ingenuo cognitivista y el idealismo relativista del socio-construccionismo radical.
Además de empatar con la visión de Martín- Baró (1983) que afirma que lo
psicosocial es un lugar bisagra en donde confluye de forma dialéctica la estructura
individual y la estructura social, de tal manera que pueden identificarse, tanto las
86
Concepto de memoria colectiva

determinaciones sociales e ideológicas, culturales y sociohistóricas donde se


constituye una subjetividad concreta; como también las acciones que el sujeto
desarrolla y que van más allá de una “conducta observable, medible y cuantificable”,
puesto que la acción como objeto de estudio implica la intencionalidad y el
significado de lo que se hace.

Este autor afirma que el objeto de la psicología social es “la acción en cuanto
ideológica”; dentro de la cual la memoria como acción humana es susceptible de un
estudio complejo que va más allá de las determinaciones neurales y cognitivas; la
observa y la estudia en su contexto histórico, social y cultural de construcción,
interacción y desarrollo (Billig, 1990; Shotter, 1990).

Kenneth Burke (1984; en Wertsch, 1998) reafirma esta visión ontológica y


epistemológica, tomando la “acción humana” como fenómeno básico de análisis.
Este concepto es diferente al de conducta (clásico en la psicología experimental),
estructura (clásico en sociología) y actitudes (clásico en psicología social). Además,
está ligado a motivos e intereses, es decir, lo que está en juego cuando se dice lo que
hace la gente y por qué lo hace, entre las personas que actúan y las cosas que la mueven
para actuar. Con esto, piensa que se rompe con las visiones deterministas,
esencialistas y monistas.

El análisis desde la acción implica una mirada sobre: el agente (el quién actúa), la
escena (dónde y cuándo se ejecuta), el acto (el hecho, la experiencia), la agencia (el
cómo se hizo) y el propósito (el por qué); coordinar estos elementos es una tarea
esencial en cualquier investigación en ciencias sociales, lo cual no es fácil con un
método analítico e hipotético deductivo de la ciencia tradicional, y de la psicología
experimental; ni en la investigación tradicional del cognitivismo (Burke, 1984, en
Wertsch, 1998; Bell, 2003).

Es decir, se hace necesario romper con el individualismo metodológico de la


psicología, comprendiendo que la acción humana, es por tanto, mediada por
herramientas culturales y ejecutada por un agente que se construye a sí mismo en un
contexto histórico y sociocultural; finalmente esta acción, incluye la acción
comunicativa que implica romper con una visión centrada exclusivamente en el
agente (individual) y analizar al sujeto siempre en interacción con otros, por la vía del
lenguaje. Esto no anula la necesidad de analizar la dimensión individual, pero ésta es
un momento de la acción, que dialécticamente interactúa con el nivel sociocultural e
87
Concepto de memoria colectiva

histórico. Esta mirada exigirá métodos holísticos, más amplios, menos centrados en
variables, y más abiertos a comprender, interpretar y analizar en complejidad, tal
como se propone en el método de la presente investigación (Félix Vásquez (2001)
retoma este enfoque, abordando la mirada de autores como Billig (1990), Badeley
(1990), Bakhurst (1990), Cole (1990), Schwartz (1990), Barclay (1994), Gergen
(1994, 1996, 2007).

En este sentido, Giovanna Leone (2000) afirma: “Desde esta nueva consideración los
estudios de memoria escapan del peligro del realismo ingenuo o de ser reducidos a una mera
convención subjetivista, para convertirse en una responsabilidad compartida dentro de un
proceso en el que se van alternando la toma de decisión, la acción y finalmente, la
verificación de las consecuencias de la acción” (p. 152). Esto también implica el tema de
la responsabilidad, y una visión que permita reconocer los intereses ético-políticos en
la acción, pero también en la investigación: la memoria en cuanto a acción, y la
investigación sobre las memorias, como actos de responsabilidad hacia el pasado.

Así pues, de esta forma se supera el dualismo que divide lo individual y lo social,
donde al final, no es tan sencillo determinar qué es social y qué es individual, que es lo
externo y qué lo mental/interno en lo humano. Middleton & Edwards (1990) y
Vásquez-Sixto (2001) afirman que tanto recuerdo como olvido, son por tanto
“acciones” que están incorporadas y constituidas con las pragmáticas de las prácticas
sociales y comunicativas ordinarias; y portan significados simbólicos del mundo social
y natural en el que se mueven los sujetos.

Arribando a este punto, puede afirmarse que esta perspectiva holística y compleja,
implica una mirada que no es excluyente, sino incluyente, que deriva en un análisis de
la memoria en todas sus dimensiones: individual, compartida o grupal, colectiva o
social; e histórica y cultural. Siempre en una continua interacción entre los diversos
niveles tal y como lo han desarrollado Leone (2000) y Paolichi (2000), que implica un
cambio incluso en la forma de nombrar la memoria. Puesto que ésta deja de calificarse
en la oposición individual vs. colectiva, para ser asumida simplemente como
memoria, según diversas dimensiones, sin una separación taxativa de las disciplinas
que se acercan a este problema de estudio.

Así pues, habrá una dimensión individual de la memoria, que en un nivel sistémico
se podrá abordar de forma transdisciplinar desde diferentes disciplinas (psicología,
psicología social, antropología, etc.). Luego una dimensión interpersonal de la
88
Concepto de memoria colectiva

memoria, donde se pone en evidencia el mundo de la interacción cotidiana, las


construcciones grupales y el compartir social en lo cotidiano. Una dimensión
colectiva de la memoria que abordará las narrativas y acciones que implican las
comunidades y las sociedades en tanto estructuras que desarrollan productos
simbólicos, herramientas comunicativas y culturales que están en un orden sistémico
diferente al individual y al grupal. Finalmente un nivel cultural e histórico, que
recoge las narrativas, símbolos y herramientas culturales que se transmiten de
generación en generación.

Esta mirada implica por lo tanto un cambio de paradigma y un acercamiento


diferente a la manera de comprender y conceptualizar la memoria, puesto que deja de
ser un asunto de la mente, como esencia, y se transforma en un proceso dinámico que
circula dentro y fuera del sujeto individual. Con esta mirada el esquema inicial, se
transforma en el modelo de la figura 5.

¿Qué significa este esquema? Voy a aclararlo en el marco de la presente


investigación. El estudio de memoria que se va a desarrollar, recogerá básicamente
relatos de vida que dan cuenta de una memoria individual y autobiográfica. Es decir
son relatos que son contados por sujetos individuales. Ahora bien, estos relatos serán
contrastados con relatos constituidos a partir de grupos de discusión. Esto implica
que hay un nivel de memoria compartida, memoria grupal que será analizado.

Figura 5. Perspectiva compleja interactiva entre los niveles de memoria.

Dimensión Individual de la memoria: narrativas, símbolos,


recuerdos que hacen parte del yo narrativo, que el individuo
actualiza en su existencia

Memoria como Dimensión interpersonal de la


Dimensión Histórica y cultural de la
acción social memoria: construida en espacios
memoria: narración estructurada en
en un marco de conversacionales cotidianos,
la historiografía, mitos y tradiciones.
interacción simbólica narrativas grupales, familiares.
y comunicativa

Dimensión colectiva de la memoria: recuerdo y narrativas


enmarcadas en cuadros sociales de memoria: clase social,
religión, instituciones. (Halbwachs). Acción pública de memoria.

89
Concepto de memoria colectiva

Así pues, en términos teóricos, y siguiendo el esquema, la memoria individual


y autobiográfica, cuando es compartida en un espacio grupal, toma la dimensión
de una memoria compartida. Estas memorias compartidas se constituyen en las
conversaciones cotidianas que se dan en los grupos familiares, grupos primarios,
donde se da el compartir social de las diversas experiencias. Este proceso es el que
se ha dado también en los grupos de apoyo mutuo (GAM) o abrazos, que se
posibilitaron en el proyecto PROVISAME. Lo grupal, a su vez, cuando entra al
escenario de lo público, se convierte en proceso colectivo y social, que tiene, a su
vez, una dimensión política; que si logra cristalizarse en un discurso de
transmisión en esa sociedad, pasa a tener una dimensión histórica y cultural.

Sin embargo, el hecho que se recojan relatos de vida no significa que se trabaje
con memorias individuales, puesto que se parte de esta mirada conceptual
compleja, en la cual cada relato está construido dentro de marcos sociales e
interactivos de memoria, tal como se ha esbozado anteriormente. Es decir, estos
relatos recogerán los procesos de interacción social y comunicativa que han
permitido que la experiencia individual y los recuerdos individuales se tramiten en
espacios grupales (grupos de apoyo mutuo – GAM), para la construcción de
memorias compartidas por las víctimas.

Pero a su vez, estas memorias compartidas en espacios grupales (GAM) por la


vía de la acción y la participación pública se han constituido en memorias
colectivas, en narrativas sobre hechos históricos, sobre experiencias vividas que
constituyen una interpretación de la vivencia de la propia victimización, pero
también de la experiencia particular del conflicto armado colombiano, sobre el
cual, la gente puede construir sus propios relatos, según su propia experiencia.
Este es el escenario de las acciones públicas de memoria, que son portadoras de
sentidos y significados sociales que entran al escenario societal y disputan con
otros discursos de indolencia, indiferencia o negación, otras narrativas que desde
otros intereses y experiencias tienen perspectivas diversas e interpretaciones
alternativas a las expresadas por los sujetos de esta investigación, tal como se
desarrolla la llamada historia oficial (Schmuchle, 1986; Martin-Baró, 1990,
Gaborit, 2006a, Pastoriza, 2009; entre otros).

90
Concepto de memoria colectiva

En este escenario las víctimas, sujetos de esta investigación, se esfuerzan para


que sus relatos sean oídos, escuchados y constituyan referentes válidos para la
cristalización de su mirada como una perspectiva, que busca, a partir de los
testimonios, las acciones performativas, los museos comunitarios, las marchas y
otras acciones públicas que se dé un proceso de “educación” de la sociedad para que
no se vuelvan a repetir los hechos, y para que las nuevas generaciones puedan vivir
en un país diferente. Ahora bien, este proceso pasa por un nivel que implica la
transmisión social intergeneracional y que implica escenarios que cuenten con un
aval institucional y social de mayor alcance (como una comisión de la verdad, por
ejemplo) en el que pueda realmente convertirse esta memoria, en memoria
histórica: es decir, en relatos de hechos históricos que reconocen lo sucedido y
tienen el poder de confrontar una historia oficial y un marco interpretativo
dictado desde el poder.

Finalmente, la dimensión histórica y cultural de la memoria, que cristaliza en


una sociedad concreta, se convierte a su vez en referente de construcción de un
sujeto. Es decir, comienza a interactuar con las experiencias y recuerdos de un
sujeto individual, se convierte en marco de interpretación de la realidad de ese
sujeto, que es introducido en esa cultura o sociedad, en las conversaciones y
relaciones interpersonales y grupales. En un proceso dialéctico que se da
permanentemente y que permite, tanto la permanencia de esas narrativas, como la
actualización de las mismas en cada nuevo círculo, en el que el sujeto se va
apropiando de sus determinaciones culturales, pero también con el poder de irlas
transformando en su propia acción.

Así pues, arribamos a un concepto de memoria abierto, en el cual ésta, como


acción humana, es portadora de significados, sentidos, marcos y esquemas de
interpretación de la realidad de un sujeto humano, cuando se refiere al pasado y
cuando intenta construir, a partir de estos referentes una visión del presente y del
futuro; con el fin de contar con esquemas que le permitan dirigir su acción en esa
realidad, en esa sociedad. Estos marcos y esquemas interpretativos se encarnan en
narrativas, símbolos, herramientas culturales, representaciones, obras de arte,
discursos, conmemoraciones, acciones públicas, relatos que circulan en el mundo
social y que están disponibles, tanto en el habla y la historia contada por los sujetos,
como en la interacción comunicativa en sus grupos de referencia y en las
91
Concepto de memoria colectiva

producciones sociales, políticas y culturales que se convierten en discurso y acción


pública que también puede ser analizada, evaluada y estudiada.

Este proceso de construcción de memoria es el que será estudiado, analizado y


evaluado en el marco de la presente investigación, en un escenario particular:
procesos de organización social de víctimas de la violencia política, que han hecho
uso de la memoria como forma de reconstrucción del tejido social, transformación
de las consecuencias psicosociales a nivel emocional, familiar y colectivo,
afrontamiento y resistencia a la violencia y la impunidad, afirmación de sus
identidades y estrechamiento de la cohesión social.

92
3
¿QUÉ LE PASA A LA GENTE CUANDO
HACE MEMORIA?

El registro terapéutico - un estado de la cuestión

D esde un enfoque dialéctico, sistémico, transdisciplinar e interaccional,


Rabotnikof (2010), diferencia tres grandes líneas de trabajo e
investigación sobre memoria colectiva, que identifican tres funciones o
registros macrosociales de la misma: el registro o función identitaria. Una segunda
gran línea de investigación, que define un marco de intervención se centra en la
función o registro resistente de la memoria. Estas dos líneas de investigación (Cfr.
Jansen, 2007; y Olick, 2007b) se centran mucho más en los contenidos y procesos
sociales de memoria: qué se hace, cómo se hace, quién lo hace, por qué lo hace y para
qué lo hace. Sin embargo, no tienen en cuenta lo qué le pasa a los colectivos y a los
individuos cuando hacen memoria, las consecuencias del trabajo de memoria. En el
capítulo 5 cuando se aborden los sentidos, los por qué y para qués de las acciones de
memoria de las víctimas de la violencia en Colombia (en las tres regiones analizadas),
se tendrá una mirada enmarcada en este registro: la memoria como función resistente
en contextos de trauma social y político, de reconstrucción del tejido social y de
transición de dictaduras o conflictos armados hacia la democracia.

Esta mirada se complementa con el trabajo realizado en los capítulos 6 y 7 sobre las
consecuencias que supone en los sujetos participar en procesos de memoria grupal y
colectiva. Los estudios de este tipo son recogidos por Rabotnikof (2010) en la tercera
línea de investigación y función de la memoria que se centra en la función o registro
terapéutico (Rabotnikof, 2010).

95
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Tabla 2. Registros de la investigación sobre memoria

TRES LÍNEAS / REGISTROS DE INVESTIGACIÓN (Rabotnikof, 2010)

· Prácticas conmemorativas
· Lugares de memoria
· Textos y relatos narrativos sobre el pasado en
perspectiva de construcción de una identidad
Registro colectiva o nacional.
identitario · Discusiones entre memoria e historia.
· Diferenciación entre recuerdos históricos y apropiación
mitológica del pasado.

· Acciones de los movimientos sociales y de


derechos humanos que involucran sus prácticas
conmemorativas, lugares de memoria, textos,
Registro relatos, historias alternativas.
resistente · Trabajos sobre impactos de la justicia transicional,
especialmente los trabajados por las comisiones de
verdad y de memoria histórica en diferentes países
en el mundo.

· Investigaciones sobre consecuencias sociales y


psicosociales de un pasado violento (Holocausto, II
guerra mundial, conflictos armados, violaciones de
derechos humanos, etc.)
· Acciones de reconstrucción, reparación y
rehabilitación desde abajo.
· Transformación psicosocial de víctimas de la violencia,
donde se abordan los estudios sobre
testimonios, memoria y recuperación psicológica, los
Registro reportes sobre memorias performativas y el papel de la
Terapeútico memoria en la reconstrucción de tejido
social y en la recuperación de las víctimas.
· Efectos de la verdad, la justicia y la reparación en las
subjetividades de las víctimas.

Así pues, es en el marco de la función terapéutica y en relación con la función


resistente, donde se enmarca el presente trabajo de investigación sobre los sentidos
(porqués y paraqués) de la acción pública de memoria, y las consecuencias en los
sujetos de las acciones de memoria grupal (compartida) y la memoria colectiva en
víctimas de la violencia en algunas regiones de Colombia, que tienen efectos en su
recuperación emocional, la reconstrucción del tejido social y la recuperación de su
dignidad, tal como se tratará de mostrar más adelante.

96
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Desde el punto de vista de las preguntas y objetivos de esta investigación, desde el


punto de vista teórico y como revisión del estado de la cuestión en términos de lo que
implica el papel de la memoria en la reconstrucción del tejido social, este capítulo
tiene un lugar central. Partiendo de una discusión sobre el trauma y el impacto
psicosocial, para hacer un recuento de los acuerdos disciplinares en torno a las
consecuencias psicosociales del conflicto armado y la violencia política abordo a
profundidad los escenarios, marcos teóricos y contextuales en los que la memoria
(individual, grupal o colectiva) ha sido utilizada o referenciada como un elemento
fundamental en la recuperación emocional, en el empoderamiento, en la
reconstrucción del tejido social.

Parto de los escenarios de terapia narrativa y contar la historia en contextos de


terapia psicoanalítica, pasando por el debriefing y el enfoque psicosocial, para
profundizar en los espacios en los que la memoria grupal se convierte en herramienta
de transformación subjetiva y el testimonio narrativo implica una recuperación en la
dignidad de las víctimas. Finalmente, abordo cómo la memoria colectiva (expresada
en acciones pública de memoria) permite la reconstrucción de subjetividades y
experiencias de afrontamiento, resistencia y reconstrucción social.

La discusión sobre el trauma y el impacto psicosocial de la violencia política

Entrar a presentar el registro terapéutico de la memoria implica definir que


anteriormente hubo un daño, una ruptura: un trauma. Y definir las consecuencias que
ese daño tuvo. Particularmente la psicología y la psicología social se han ocupado de
esta problemática. Se han desarrollado cientos de investigaciones sobre este tema,
desde diferentes enfoques y escuelas de la psicología. En este caso no voy a
profundizar en este tema, porque sería un marco de investigación desde lo psicosocial,
que se alejaría de los objetivos y propósitos del presente trabajo. Sin embargo,
enunciaré algunos aspectos centrales, para, desde una definición del trauma, abordar
el trabajo sobre el papel de los procesos de memoria colectiva en contextos de
situaciones traumáticas colectivas.

En estos contextos, Martín-Baró (1990a b) realiza una diferenciación muy clara


entre trauma psíquico y trauma social. El primero es definido como el daño que una
herida particular deja en una persona: la muerte accidental de un ser querido, perder
uno de los miembros o alguna función como la vista o el oído, o una enfermedad
97
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

terminal, propia o de un ser querido; se trata de un daño que sucede a un sujeto


concreto. Frente a esto presenta el concepto de trauma social (Cfr. Iglesias, 2005),
para referirse a un hecho histórico o colectivo que daña a toda una población, a una
etnia, a un grupo social; en este caso, toda la población tiene un nivel de afección
porque el hecho ha incidido en sus vidas.

A nivel individual: el Trastorno de estrés postraumático (TETP)

En el nivel individual, la conceptualización sobre la cual se ha creado un cierto


consenso en la comunidad científica de la psicología clínica y la psiquiatría es el
trastorno de estrés postraumático (TEPT). Se trata de una categoría diagnóstica
creada desde la psiquiatría para explicar la reacción de una persona ante hechos
traumáticos. Después de conceptualizaciones anteriores como neurosis de guerra, y
otras formas nosológicas, fue clasificado oficialmente alrededor de 1980 y aplicado a
muchos veteranos de la guerra de Vietnam. A los soldados veteranos que narraban
síntomas similares a los que aparecen en el TEPT, se les había calificado, en un
contexto militarista, como psicológicamente débiles (Scott, 1990; Summerfield,
2001; Pérez Sales, 2006).

El diagnóstico aparece en la era post-Vietnam, como un giro y una crítica a la


guerra, reconociendo su carácter traumático. Así pues, incluso la aparición de este
concepto es producto de determinadas circunstancias sociopolíticas ocurridas en
Estados Unidos en este período; puesto que, con este diagnóstico se da un
reconocimiento al sufrimiento psicológico de los veteranos y pone de relieve la
oposición de un grupo de psiquiatras a la guerra (Scott, 1990; Summerfield, 2001).

Existe también un consenso, instituido en el DSM-IV y otros manuales


diagnósticos, que definen cuatro criterios sintomáticos para delinear la presencia de
un TEPT (Cfr. Horowitz, 1986; Davidson y Baum, 1986; Summerfield, 1996;
Martín Beristain, 1999, 2005; Lykes, 2001; Hamber, 2003; Pérez Sales, 2006.), a
saber:
1. En el nivel cognitivo: re-experimentar el evento traumático a través de
sueño, pesadillas, pensamientos repetitivos y recuerdos intrusivos.
2. En el nivel afectivo: anestesia afectiva en las respuestas o en la relación con
el mundo exterior, junto con la evitación de los estímulos asociados con el
trauma. Lo cual puede llevar al aislamiento social.
98
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

3. En el nivel emocional: hiperactivación del sistema emocional, estado de


alerta permanente y angustia, con problemas de sueño, dificultad de
concentración, respuestas de sorpresa exagerada e irritabilidad.
4. En el nivel conductual: se puede oscilar entre la hiperactividad y la
pasividad, ambas como forma de evadir la realidad del daño padecido.

También se definen unos tiempos de manifestación de los síntomas para


calificarlos dentro del trastorno, definiendo la forma en que afecta otras áreas
importantes de la vida del sujeto como la social y la laboral. Así, si entre la reacción y el
acontecimiento han transcurrido más de tres meses, se considera crónico; y para
determinar si es agudo, menos de tres meses. En el caso de experiencias extremas,
marcadas por el horror, debido a los límites que ha implicado el TEPT, se ha
desarrollado un nuevo concepto, que está en vías de validación dentro de la
comunidad psiquiátrica: es el denominado TEPT-complejo o DESNOS (Disorder of
Stress not Otherwise Specified), cuyo marco paradigmático sería la violencia política
(Pérez Sales, 2006).

El proceso diagnóstico de esta nueva identificación nosológica contempla 7 ejes y


23 criterios, dentro de los cuales se incluyen: alteraciones en la regulación del afecto y
los impulsos, alteración en la atención y en la conciencia, somatización, alteración en
la percepción de sí mismo, alteración en la percepción del perpetrador, alteración en la
relación con los demás, y alteración en el sistema de significados de la vida. Aunque es
considerado un importante esfuerzo por acercarse a elementos de la experiencia de los
supervivientes que no encajan dentro de los síntomas clásicos de la psiquiatría
académica, ni dentro del TEPT, también tiene criticas importantes en torno a lo que
definen como síntomas, que coinciden más con un ideal de sujeto que con una
verdadera patología (Pérez Sales, 2006).

En ambos casos, se trata de una perspectiva médica tradicional que evalúa los
sujetos en su dimensión individual, en sus reacciones y síntomas; y desde allí se genera
el diagnóstico, y con éste el tratamiento. Por lo demás, se ha utilizado en diferentes
contextos, de los cuales presentaré a manera de ejemplo algunos de ellos: Van Boemel
& Rosé (1992) y Judith Shepherd (1992) trabajan el TEPT con refugiadas
camboyanas y vietnamitas en Estados Unidos, respectivamente; Bowen, Carscadden,
Beighle & Fleming (1992) con mujeres víctimas de la guerra en El Salvador. Allden,
Poole, Chantavanich, Ohmar, Aung & Mollica (1996) lo observan en disidentes
políticos exiliados adultos y jóvenes de origen tailandés; Van Belsen, Gorst-Unsworth
99
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

& Turner (1996) y Basoglu, Mineka, Paker, Aker, Livanou & Gok (1997) lo describen
en sobrevivientes de tortura; Holtz (1998) lo estudia comparando refugiados y
personas torturadas de origen tibetano; Shrestha, et al. (1998), trabajando con
refugiados de origen Butanés en la India; Fox & Tang (2001) lo abordan con
refugiados de Sierra Leona en el campo de la ONU en Gambia; Hough, Canino,
Abueg, & Gusman (1998) lo analizan es hispanos inmigrantes y refugiados de origen
mexicano y guatemalteco; Igreja, et. al. (2004) lo abordan como categoría referencial
para analizar la mejoría emocional de las víctimas en los procesos de intervención en
Mozambique; Kamminer, et. al. (2001) lo utilizan para evaluar el estado emocional
de las víctimas que participaron en la CVR sudafricana; Ruiz-Vargas (2006), en un
análisis psico-histórico de las víctimas y sobrevivientes de la represión franquista.

Otros autores, en el contexto de investigación de memorias colectivas, utilizan


estos criterios sintomáticos y analizan reacciones y consecuencias que los hechos de
violencia dejan en los sujetos. Páez & Basabe (1993); Marques, Páez & Serra (1998) y
Páez, Ruiz, Gailly, Kornblit, Wiesenfield & Vidal (1996), quienes afirman que entre
un 25% y un 40% de las personas que han sido víctimas, o iniciadores de masacres,
combates o guerras, u otras formas de violencia extrema, sufren estados sintomáticos
(TEPT), lo cual se incrementa en un 60% en el caso de violación. De los cuales el
50% remite con el tiempo. De Jong, et. al. (2001) analizan los casos de sobrevivientes
de conflictos armados en Argelia, Camboya, Etiopía y Gaza, con el fin de mirar
procesos sintomáticos del TEPT; encuentran que en Argelia un 37,4% de la
población está afectada, un 28,4% en Camboya, 15,8% en Etiopía 17,8% en Gaza.
Con lo cual concluyen que el nivel de incidencia no responde solamente a una
dimensión psicofisiológica, sino que también inciden factores
socioculturales de protección.

También es común que se realicen investigaciones y análisis desde esta categoría,


luego de atentados terroristas, por ejemplo: Conejero & Etxeberría (2007) para el 11-
M en Madrid, Mehl & Pennebaker (2003) para el 11-S en New York, Bux & Coyne
(2009) para los del 7-J en Londres. Todas estas investigaciones muestran las
consecuencias de estos procesos traumáticos colectivos en la vida de los sujetos:
pensamientos intrusivos, inhibición interpersonal, síntomas afectivos e indicadores
colectivos e individuales de malestar, que pueden asimilarse a algunos de los
síntomas de TEPT.

100
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Ahora bien, algunos autores se plantean un marco de evaluación psicológica,


incluso, más amplio que el centrado en el TEPT: Becker (1995) reconoce las
deficiencias del diagnóstico de TEPT en procesos de psicoterapia con víctimas de
tortura, sobrevivientes familiares de desaparecidos y, en general, víctimas de
violaciones a los derechos humanos, en el contexto chileno, para lo cual propuso un
modelo de definición de las reacciones según el tipo de represión que se había sufrido.
Paez & Basabe, 1993; Páez et. al. 1996, etc. retomando las teorías de Halbwachs,
Freud y Bartlett, se plantean cómo los hechos traumáticos afectan también a la
memoria colectiva a través de procesos de olvido, distorsión y reconstrucción positiva
del pasado. Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez (2004) muestran en una
investigación sobre los atentados del 11-M cómo estos hechos afectaron la atmósfera
emocional y la percepción del clima emocional de los y las participantes: el atentado
provocó emociones de tristeza, enojo y en menor medida miedo (Investigaciones no
centradas en las víctimas, sino en población general).

De otro lado, Pérez-Sales y Bacic (2000) comparan las consecuencias de la


desaparición en población Mapuche y no mapuche en el sur de Chile, y comprueban
que síntomas y reacciones como el duelo depresivo, trastornos afectivos ligados a la
desaparición, pensamientos intrusivos y rememoración involuntaria se presentan
entre los y las participantes. Pero sólo un 1,7% de la población mapuche podía ser
diagnosticada con el trastorno de estrés postraumático, y un 7% de la población
mestiza y blanca. Lo cual, para los autores, indica que el trabajo de superación de estos
hechos debería estar más ligado a procesos psicosociales, vinculados con la búsqueda y
la información sobre los seres queridos, que a procesos clínicos individuales de
elaboración del trauma. Aunque consideran que ambos modos de intervención
pueden ser complementarios.

Así pues, el problema que observan muchos autores, es que la definición de la


experiencia de las víctimas de la violencia sociopolítica desde este marco de
conceptualización (TEPT) reduce el daño a una constelación de síntomas precisos,
que incluso dejan por fuera una serie de reacciones y comportamientos que son
también muy significativos en su experiencia y su sufrimiento: culpa, rabia,
vergüenza, miedo, pérdida de la autoestima, venganza, odio, etc. son reacciones
comunes en estos contextos, situaciones emocionales que pueden guiar la acción y
deben ser abordadas por cualquier proceso de atención psicosocial (Martín Beristain,
1999, 2010b; Lykes 2001a, b; Hamber, 2003; Pérez-Sales, 2006).

101
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

De todas formas esta categoría nosológica sigue teniendo un lugar preeminente en


el diseño, implementación y evaluación de programas; puesto que por sus
características ontológicas (poner en el centro de la moralidad y la cosmología al
individuo) y epistemológicas, al ser una entidad medible y cuantificable, entra con
mayor facilidad dentro de los dispositivos de saber/poder, no sólo del mundo
académico, sino también de la cooperación internacional al desarrollo y la ayuda
humanitaria, donde desde el mundo anglosajón, se ha realizado un fuerte lobby para
la inclusión de programas psicosociales en la ayuda, desde esta perspectiva
(Summerfield, 1996, 2000; Lykes, 2001a, Clancy & Hamber, 2008).

Otras conceptualizaciones del trauma: perspectivas psicosociales

En contraposición o como complemento a los enfoques centrados en el TEPT, hay


diferentes maneras de abordar las consecuencias psíquicas y psicosociales que deja la
violencia política en los sujetos individuales y colectivos. Desde un enfoque
narrativo, Espinoza & Buchanan-Arvay (2004) investigan, a través de historias de
vida y un grupo de discusión, con seis refugiados chilenos (tres hombres y tres
mujeres) en Canadá, sobre la construcción de sus memorias colectivas y sus relaciones
con el trauma. Reconocen en los y las participantes la presencia de memorias
traumáticas; pero no pueden definir sus reacciones y comportamientos como
síntomas o manifestaciones patológicas; pero reconocen lo que llaman un trauma por
la culpa y la nostalgia, que estas memorias suscitan y mantienen en su vida cotidiana.

De estos hechos traumáticos, se configuran históricamente aquellos que han


dejado huella en la comunidad por su nivel de impacto, porque ha implicado un
cambio en las instituciones, en valores, en normas; porque su recuerdo sigue
afectando las relaciones sociales en la cotidianidad, tanto porque se convierten en
tradiciones orales, relatos, narrativas o porque generan conmemoración y se hacen
referentes del colectivo. Pero incluso cuando se han reprimido, pueden seguir
circulando de manera subrepticia hasta emerger en el espacio público revaluando las
relaciones y las formas de vivir en una sociedad concreta (Cfr. Ibáñez, 1992;
Pennebaker, 1994; Páez & Basabe, 1993; Páez, Ruiz, Gailly, Kornblit, Wiesenfield &
Vidal, 1996). Esto lleva a discutir el tema del trauma en un sentido más amplio.

Desde una perspectiva histórica y colectiva, autores como Alexander (2004a)


prefieren hablar de trauma cultural, afirmando que lo que sucede después de eventos
102
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

sociopolíticos de violencia es que no son fenómenos de causa natural, por lo que la


simbolización de los hechos será totalmente diferente en los sujetos que padecen el
hecho. Así, partiendo de los hechos violentos, que generan una traumatización
colectiva, se van construyendo narrativas sociales que circulan en una espiral de
significación que se va convirtiendo en relato constitutivo de identidades: es entonces
cuando se desarrolla el trauma cultural.

El marco social que por excelencia ha permitido el abordaje de este concepto es el


holocausto. Para Alexander (2004b) al final de la guerra, aunque se reconocieron los
campos de concentración y se incluyeron los hechos que acaecieron allí, dentro de los
juicios de Nüremberg, como crímenes contra la humanidad, el discurso del
“holocausto” no existía. Se había tejido una narrativa de victoria y triunfo, donde las
fuerzas del bien habían derrotado a las del mal. En este caso, el discurso moral se
centraba en que el mal absoluto era el Nazismo y que, por lo tanto, con su derrota
había llegado la liberación, incluyendo a los prisioneros de los campos.

Sólo hasta los años 60 comienzan propiamente a emerger los discursos que a finales
de los 70 van a ubicar el holocausto como referente moral: el primero tiene que ver con
la concepción del holocausto como incomprensible, inabarcable, inexplicable, que lo
lanza al terreno de lo numinoso, y lo pone en un plano teológico. Desde aquí el
holocausto ocupa un relato de tipo dramático que se asemeja al de la tragedia, en la
cual tanto las víctimas como los victimarios son compelidos a una revisión moral de
sus acciones, que tiene un fin catártico para la sociedad. En este momento el
concepto de mal absoluto ya lo encarnaba el “acontecimiento” del holocausto
(Adorno, 1962, 1967, 1968; Reyes Mate, 2003, 2008)

Sin embargo, con el juicio de Eichmmann en Jerusalén y el tema de la banalidad


del mal (Arendt, 1964 / 2009), se comienza a pensar que todo este horror no fue
causado por monstruos, ni por psicópatas, sino, en su mayoría por seres humanos
comunes y corrientes que en su vida cotidiana se comportaban normalmente, como
cualquier ser humano, y que ante cualquier examen psíquico, hubieran entrado en la
categoría de lo normal. Esta realidad, puso el eje del análisis en las estructuras sociales,
políticas y culturales que hicieron posible el holocausto. Y con ello sugerir, que era
una experiencia producto de las lógicas de la modernidad, la razón instrumental, la
burocracia, la separación de medios y fines, la deshumanización del otro, etc.; por lo
tanto, algunos autores empezaron a alertar sobre la posibilidad de su repetición
(Habermas, 1997; Bauman, 1988; Traverso, 1997; Reyes Mate, 2003). A esta
103
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

reflexión contribuyeron las investigaciones sobre la obediencia de Milgram (1974),


para explicar el nazismo; las relacionadas con la influencia y conformidad social, de
Solomon Asch (1946, en Martín-Baró, 1983), y el análisis de los roles y su influencia
en la acción social de Zimbardo (2008).

Estas reflexiones crean el escenario propicio para la difusión de testimonios, que


también acercan a la audiencia a los hechos y con ello la universalización del discurso
de la memoria en occidente. Alexander (2004b), luego aborda algunas de las
consecuencias positivas y negativas de este proceso, como la dimensión moral y
jurídica de universalización de los derechos humanos, pero también la banalización
del hecho, al querer ser comparado con todo, o al convertirse en registro de
justificación para cualquier acción de retaliación violenta (Todorov, 1995, 2002;
Giesen, 2004; Dresler-Hawke & Liu, 2006).

Pero finalmente, para Alexander (2004b) el paso en el que un trauma se hace


cultural se da cuando se presenta una extensión simbólica, en la que otros hechos y
eventos pueden ser acogidos bajo el símbolo y la identificación simbólica, en la cual
muchas personas logran identificarse con las víctimas o actores desde su cotidianidad,
tal como sucedió con el holocausto. Pero también pueden definirse otros escenarios
para ello: la esclavitud de los negros en América (Eyerman, 2004) o la caída del
comunismo (Sztompka, 2004). Ahora bien, según este razonamiento anterior, se
mezclaría trauma, como consecuencia, con procesos de afrontamiento cultural.

De allí la aclaración de Smelser (2004a, b), el trauma cultural tiene un impacto tan
amplio, que puede generar una cohesión identitaria en una nación o puede
fragmentarla. Puesto que hay una relación entre trauma colectivo, memoria colectiva
e identidad colectiva. El trauma cultural implica un afecto negativo o vivencia
negativa que ha sido considerada indeleble por el grupo y es considerado un daño que
afecta los cimientos de la sociedad. Con lo cual se reconoce como tal, por lo tanto, se
realizan acciones para su afrontamiento. Es un trauma de un orden diferente al
trauma psicológico individual, que tiene otras formas de abordaje. Para el autor el
trauma cultural necesita ser abordado en la memoria colectiva, lo cual, también
implica para su afrontamiento, acciones de conmemoración, restitución,
monumentos y museos que le den un lugar en el imaginario colectivo. Mientras el
trauma individual puede tratarse en un espacio terapéutico, el trauma cultural
necesita escenarios socio-culturales para ser abordado.

104
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Este punto de vista puede ser discutible y puede ser visto de forma contraria, tal
como lo demuestran las investigaciones que abordan el problema de la transmisión del
trauma (Minow, 2008a, b), en las que las secuelas se observan en el largo plazo, más
allá de la vida del sujeto individual, mirando los efectos traumáticos en la
descendencia hasta la cuarta generación, principalmente en supervivientes del
holocausto, familiares de víctimas y de agresores, que expresan síntomas frente a lo no
dicho, lo no enunciado en el contexto familiar o social: Sichrovsky¹¹ (1988),
Heimmansberg & Schmidt (1992); Tschuggnall & Welzer (2002), Bohleber (2007)
en el trabajo con familias de ex nazis, analizan la forma cómo los silencios, la distorsión
de la realidad, la ocultación de la culpa y la vergüenza dejan abiertas vías de
comunicación no verbal, a través de las cuales se va transmitiendo
la memoria traumática.

De otro lado con víctimas de los campos de concentración, sobre este mismo
fenómeno han trabajado investigadores como: Fine, 1998; Kellerman, 1999; Sagi-
Schwartz et. al., 2003. Jean Kestenberg (1993) lo nombra como “transposición
generacional traumática”, lo que implicaría vivir en dos temporalidades, el presente
propio y el pasado de los padres en un intento por comprender y compartir el mundo
de la vida y la historia de ambas generaciones. Rosenthal & Volter (1998) realizaron
un estudio comparativo entre familiares de víctimas judías y de perpetradores nazis,
encontrando similitudes en muchos de sus comportamientos: se bloquea la
comunicación y la transmisión, presentan más reacciones psicosomáticas que la
población normal, tienen actos fallidos, sentimientos de culpa, procesos de
maduración y autonomía alterados. Aparece como constante el silencio familiar en
torno a los hechos; y en los familiares de agresores se dan fantasías de ser víctimas, y
viceversa, se observaron fantasías en las víctimas de ser agresores.

Danielli (1998) estudió de forma comparativa los hijos de partisanos italianos,


comparados con víctimas del holocausto, e hijos de veteranos de la guerra de Vietnam;
notó que los primeros tenían más conocimiento e información de lo que había
pasado, de la vida de sus padres durante la guerra y sobre los campos de concentración
que los segundos. Y los hijos de veteranos, tenían muy poca información sobre los
horrores de esta guerra. El autor concluye que el silencio transmite normas, mitos,
metamensajes, actos fallidos, mandatos sin posibilidad de ser cuestionados, aislando a
los sobrevivientes y dificultando la elaboración del duelo.
11
En las entrevistas a niños hijos de nazis encuentra una situación de sentirse víctimas de sus padres. Estos expresan
vergüenza, culpa y responsabilidad por los hechos sucedidos. Dicen que de eso nunca se habló en sus familias, pero
cuando se enteraron piensan haber crecido en medio de una mentira y que su vida es una mentira. 105
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

También se ha estudiado con los presos de origen japonés en los campos de


concentración en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial (Nagata, 1993)
y con asilados políticos acogidos en países europeos (Weinstein, Dansky & Iacopino,
1996), con aborígenes australiano (Beverly, Swan & Martinek, 1998); en conflictos
étnicos (Olabisi, Olomuyiwa & Sanda, 1998), con descendientes de víctimas del
régimen de Stalin en Rusia (Baker & Gippenreiter, 1998) y con descendientes de
esclavos en Norteamérica (Croos Jr., 1998)

Käes & Puget (1991) introducen el concepto en el contexto latinoamericano, al


estudiar la forma como los hijos y las hijas de las víctimas directas de la represión en
Argentina, portaban algunos síntomas ligados a la vivencia traumática y el síntoma.
Becker & Díaz (1998) lo abordan en el caso chileno. Oberti (2006) se pregunta por la
forma como la trasmisión de las memorias se hace entre generaciones, especialmente
cuando hay víctimas, militantes y demás. Hay una pregunta por los silencios, lo que
se dice, lo que no se dice, la construcción de memorias cristalizadas, míticas que no
posibilitan ni la elaboración personal, ni familiar ni social de las experiencias. Sugiere,
para ello, una mirada compleja que vaya más allá del discurso victimista, que
diferencia entre perpetradores y víctimas; para mirar más allá, las militancias, las
luchas y las ideas que entraron en conflicto en la época de violencia en Argentina,
aunque es claro que este proceso se ha empezado a hacer 30 años
después de la dictadura.

Kordon, Edelman, Lagos & Karsner (2005) y Kaufman (2006) profundizan en el


concepto, afirmando inicialmente que desde una visión psicoanalítica del trauma,
éste supera las posibilidades de defensa del yo y se convierte en un factor
desestructurante de la personalidad y la subjetividad. Por lo que éste es remitido al
mundo de lo inconsciente. Para estos investigadores es claro que los silencios, la
denegación y la “expulsión” del trauma del mundo de la vida de los sobrevivientes, no
implica su eliminación, ni su superación. En su experiencia clínica han encontrado,
que los efectos del trauma se harán sentir en las generaciones siguientes con múltiples
formas de expresión: “Las historias calladas de la vida familiar pueden convertirse en la
historia secreta del sujeto, y su presencia se expresa en inhibiciones vitales y en una
persistencia del pasado en el presente, como una forma de dar sentido a la historia
desconocida, muchas veces fantaseada, temida o idealizada” (Kaufman, 2006, P. 60).

Para Miñarro & Morandi (2009), quienes trabajan con familiares de víctimas de la
guerra civil española, los traumas vividos en situaciones de catástrofe social, que han
106
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

sido marcadas por el silencio represivo y el olvido, no se agotan en la generación que


sufrió los daños, sino que pasan a la segunda, tercera y hasta cuarta generación.
Presentan 198 casos clínicos, afirmando que es el primer estudio que se realiza en
España sobre el tema. Siguiendo esta pista Armañanza (2009) afirma que en este país
no hay prácticamente nada escrito sobre el tema, porque el silencio habido en España
acerca de este tema, ha incluido también a los profesionales que no han explorado los
efectos emocionales. Según este autor, si un trauma no ha sido lo suficientemente
hablado, este volverá de diferentes formas; por eso, estos autores reportan una tensión
entre el silencio, la negación y el olvido que el trauma les ha impuesto, y el deseo de
saber, testimoniar y proclamar en voz alta su experiencia.

Por su parte Viñar (2007) afirma:

“cuando una sociedad niega el crimen, que todos conocen, cuando el horror se sabe pero
no se admite, el mensaje edulcorado de inocencia y de buenaventura para el porvenir es (en
la transmisión a las generaciones) un efecto de impostura y de mentira. No hay un agujero
de la memoria. No se puede dar vuelta a la página y encontrarla en blanco para inscribir
un porvenir radiante. Lo que hay es la transmisión activa de la negación, de la
trivialización del crimen horroroso, el que muchos conocen y del que nadie habla. La
transmisión de esta impostura y esta mentira tiene efectos destructivos en la mente y en el
lazo social, es decir, en la trama psíquica y transpersonal de la organización subjetiva y la
construcción identitaria”.

Es decir, opera la transmisión del trauma y de lo siniestro, desde el inconsciente en


la vida familiar y social (Kaufman, 2006), porque los crímenes de los que se habla no
afectan sólo a las víctimas, sino a la sociedad por generaciones.

Shutzemberguer (2002) diferencia entre la transmisión intergeneracional del


trauma de forma consciente y la inconsciente, en la primera el dispositivo tiene que
ver más con los procesos de transmisión de memorias en la familia, en la comunidad y
en la nación, cuando un hecho ha sido suficientemente hablado, reconocido,
recordado, expresado y tramitado, que se va cristalizando en narrativas colectivas.
Esto es diferente a la transmisión inconsciente, que es la trabajada por los autores
anteriormente referenciados, en los que esta autora reconoce como si la línea familiar
incorporase el horror no expresado y emergiera en diversas circunstancias, 50 o 100
años después.

107
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Ahora bien, Dresler-Hawke & Liu (2006), al estudiar la vergüenza y la culpa


colectiva en alemanes de tercera generación, retoman nuevamente el concepto de
trauma social. Puesto que piensan, que no se trata de una dimensión puramente
psíquica y familiar, sino que está vinculada con el proceso de construcción de
identidad social e identidad nacional en Alemania. Por lo tanto, la afectación no se da
en sujetos individuales, sino en el marco de una colectividad, marcando la sociedad,
una época en los espacios comunes y públicos (Iglesias Saldaña, 2005). Por su parte
Piotr Sztompka (2004) afirmará que el trauma individual y el trauma colectivo, son
asunto de la psicología como respuesta a situaciones catastróficas y su afección en los
sujetos. Pero, el trauma social y el trauma cultural serán asuntos de la sociología,
puesto que se afectan valores, normas, tradiciones y sentidos.

Un punto intermedio, que posibilita encontrar un lugar bisagra entre la dimensión


individual y la dimensión social, lo aporta Martín-Baró (1990b) cuando introduce el
concepto 'trauma psicosocial' para “enfatizar el carácter esencialmente dialéctico de la
herida causada” – en contextos de violencia política, represión, dictaduras, guerras
civiles y violaciones masivas a los derechos humanos - :

“Con ello no se quiere decir que se produzca algún efecto uniforme o común a toda la
población o que de la experiencia de la guerra pueda presumirse algún impacto mecánico
en las personas; precisamente si se habla del carácter dialéctico del trauma psicosocial es
para subrayar que la herida o afectación dependerá de la peculiar vivencia de cada
individuo, vivencia condicionada por su extracción social, por su grado de participación en
el conflicto, así como por otras características de su personalidad y experiencia” (Martín
Baró, 1990, pp. 77 – 78).

Larizgoitia, Izarzugaza & Márkez (2009) definen el trauma psicosocial como la


cristalización en los sujetos, de relaciones sociales basadas en la violencia, la
polarización social y las creencias estereotipadas. Esto implica la instauración de un
clima emocional de miedo, ansiedad, inseguridad permanente, desconfianza
generalizada y desmoralización. Este contexto afecta irremediablemente la salud
mental y física de las personas, favoreciendo la perpetuación de la violencia.

Montero (1987) en el contexto latinoamericano, y Lira & Castillo (1993)¹² en el


contexto chileno, prefieren hablar del concepto 'trauma político' para referirse no sólo
a la experiencia que sufren las víctimas y sobrevivientes de situaciones de represión,
sino también a la caracterización de las relaciones sociales durante la dictadura,
108
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

marcadas por la amenaza política, el miedo crónico y la represión que genera


inermidad, impotencia y parálisis; y a la ruptura del funcionamiento institucional,
constituyente de relaciones bajo condiciones de violencia y terrorismo de estado.

Con lo cual indican que su abordaje implica no solamente un nivel de intervención


personal, sino también una acción política, marcada por la defensa de los derechos
humanos y la lucha por la verdad y la justicia. Para las autoras, también están
implicados los siguientes efectos en el nivel subjetivo y colectivo: el duelo, miedo,
rechazo social, culpabilidad, aislamiento, pasividad, pesimismo e impotencia. Páez &
Basabe (1993) enuncian el concepto como 'trauma sociopolítico' y lo califican como
hechos políticos y sociales que causan afecciones no sólo individuales, sino también en
lo moral, ideológico y lo colectivo, provocando desacuerdos, conflicto, censura, por lo
que deben ser analizados colectivamente (Cfr. Wagner & Schwartz, 1991;
Páez, et. al. 1996)

También en el contexto chileno, Zapata-Sepúlveda, López Sánchez & Sánchez-


Gómez, (2009) hablan de una afección de la 'concepción de mundo', entendida como
las cogniciones de aspectos filosóficos, políticos, sociales, estéticos, éticos, científicos,
naturales y temporales, que la persona presenta en la actualidad de su visión del
cosmos, y que ha elaborado a partir de sus apreciaciones del entorno más cercano hasta
el más lejano; que se evidencia en una insatisfacción generalizada ante la sociedad, que
pareciera impregnada de una 'conspiración de silencio', que a su vez refuerza la
sensación de estar marcados para toda la vida.

Martín-Beristain (1997, 1999, 2010b) acuña el término 'situaciones límite de tipo


político¹³ tratando de revaluar la carga médico-clínica a la que hace alusión el
concepto 'trauma' y retomando el concepto clásico de Bruno Bettelheim (1981);
puesto que piensa que los hechos sociales y políticos disruptivos que rompen el
colectivo y la vida de los sujetos individuales, son experiencias que se viven más allá de
lo que el repertorio de las personas y de los colectivos pueden asimilar. Estas
experiencias desestructuran no sólo la dimensión psíquica de los sujetos, sino también
a las comunidades locales, y en algunos casos a toda una nación; de allí que retome el
concepto de 'ruptura del tejido social', basándose en la metáfora de lo social y de la
comunidad como un tejido colectivo, donde las dimensiones política, cultural,

12
Hamber (2011) utiliza el concepto utilizado por Becker de “traumatización política extrema”.
13
Porque también existirían situaciones límite movidas por catástrofes naturales, que también afectan a la colectividad.
109
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

religiosa, histórica, se tejen en la interacción cotidiana de los sujetos, los grupos y las
instituciones que conforman una colectividad.

Una situación límite de tipo político, se caracteriza por su masividad (en número
de hechos y de víctimas), su carácter inesperado que dificulta enormemente la
asimilación de la pérdida (no se alcanza a leer la realidad y desborda los cálculos). Se
trata de sucesos vitales, fuertemente negativos, imprevisibles, incontrolables, que no
solamente tienen una gran intensidad, sino también alta frecuencia (se dan
simultáneamente o en muy breves intervalos de tiempo). Además, se suelen
acompañar de terror y escenificación del horror con el objetivo de paralizar la
población. El problema es mayor cuando no hay un espacio ni un ambiente propicio
para expresar los sentimientos y las emociones; y las pérdidas se niegan socialmente; lo
que lleva a la pérdida de las redes de apoyo sociales y al aislamiento social (Martín
Beristain, 2005).

En esta misma línea, para Brynton Lykes (2001b): las víctimas son actores en
situaciones extremas. No son portadoras de una patología especial. Por esta razón,
Piper (2005) se niega incluso a utilizar cualquier referencia al trauma. Y autores como
Fernández de la Mata (2006), desde una perspectiva antropológica, nombra estas
experiencias límite y traumáticas como: “ruptura del mundo”, concepto con el que
trata de comprender los efectos de la irrupción de una inesperada cultura del terror y
sometimiento, que ha marcado la vida de las víctimas y sus consecuencias en la vida
personal y colectiva.

Desde un análisis psicosocial sociohistórico se pueden identificar causas y


consecuencias desde lo social y lo político. Sin embargo, aún hablando de situaciones
límite de tipo político, se hace necesario analizar las consecuencias que este tipo de
violencia deja en las personas, las familias y las comunidades (Martín Beristain, 1999,
2005; Gómez, 2006; Villa et. al. 2007).

Consecuencias psicosociales de la violencia política

Efectos Individuales

A nivel individual y personal pueden describirse efectos físicos y psicosomáticos


(dolores de cabeza, problemas gástricos, debilidad, pérdida del apetito, disfunciones
110
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

musculares y otras enfermedades), comportamentales (aislamiento, mutismo,


pasividad, resignación, miedo a salir de noche, ocultamiento de la propia identidad,
comportamientos autodestructivos, alcoholismo y fatalismo), afectivo emocionales
(hiperreactividad, irritabilidad, tristeza, dolor, rabia, odio, culpa, miedo) y cognitivos
(pesadillas, pensamientos obsesivos, recuerdos intrusivos, pérdida del sentido,
desconfianza, bloqueos mentales, pérdida del pensamiento lógico en situaciones de
riesgo, pérdidas de memoria, afectación de creencias sobre el mundo y sobre sí
mismos, desesperanza y, en algunos casos, pensamientos suicidas) (Cfr. Martín
Beristain, 1999, 2005; Gómez, 2006; Lykes, Martín Beristain & Cabrera, 2007;
Larizgoitia, Izarzugaza & Márkez, 2009).

De acuerdo con Martín-Baró (1990a, b), Perren-Klinger (1995), Martín Beristain


(1999, 2005, 2010a, 2010b), Lykes (2001a, 2001b), Clancy & Hamber (2008),
Pérez Sales (2006), Gómez (2006), Villa et al. (2007), entre otros, estas
manifestaciones sintomáticas son reacciones normales a una situación anormal; lo
cual implica que más que patologizar y definir la problemática desde síntomas y
síndromes, se trata de abordar en su complejidad el mundo de la vida y de la
cotidianidad de los sujetos.

En el nivel individual, Villa et al. (2007) afirman, en una investigación anterior,


con mujeres víctimas de la violencia en el Oriente Antioqueño, que “la guerra es una
situación extrema que genera emociones y sentimientos complejos que no son fácilmente
asimilados y superados, puesto que intervienen con fuerza en la subjetividad de las
personas”. Algunos de éstos, reportados por estas mujeres víctimas, son:

· Sentirse indefensa e impotente al no haber podido actuar para evitar la


experiencia dolorosa, ya sea de asesinatos, de desplazamiento, de
desaparición, entre otras.
· Sentimientos de culpa que pueden interpretarse como la manifestación
del deseo de un pasado diferente, de una realidad diferente, que se siente
perdida porque no se fue capaz de actuar o se actuó de manera errada,
siendo esto un intento desesperado por significar muchas de las
situaciones vividas, sintiendo que aún se tiene algo de poder sobre la
realidad y las situaciones (cfr. Sluzki, 1996).
· Experimentar que no se vale nada, que la vida no vale nada y que el futuro
está totalmente cerrado para sí mismo, para la familia.
· Rabia contra sí mismos, contra los victimarios, contra el resto del mundo y
111
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

en muchos casos contra los seres queridos perdidos, por haberse “ido”.
· Predomina la soledad, alimentando en silencio su dolor y resentimiento,
sumergiéndose en muchas ocasiones en su propio mundo y cortando sus
relaciones con el resto de la comunidad.
· Sentirse a merced de otro o de otra, donde casi la única alternativa es apelar
a un poder superior: el poder de Dios. La fuerza de los hechos se une a una
sensación de impotencia, siendo la resignación la única respuesta posible.
· Sentirse en muchos casos menos que humano, como “basura”, sin valor,
como objeto de cambio al que no se le debe tener ninguna consideración;
lo cual implica una grave afectación de la dignidad humana,
especialmente por el trato que reciben las víctimas por parte de los grupos
armados: el dolor se hace más fuerte al vincularse a la deshumanización de
las víctimas, a la falta de un trato digno, especialmente en el momento de
la muerte (Villa et al., 2007, PP. 83 – 85).

De otro lado, Janoff-Bulman (1992) manifiesta que las principales afecciones de


las personas en situaciones límite, tienen que ver con una ruptura en sus creencias
fundamentales, que son las que le permiten sentirse seguro en la vida. Las personas
dejan de creer que el mundo en que vivimos es un lugar seguro y que las personas que
nos rodean son buenas y generosas (creencias del mundo en general y el mundo
social). Se pierde la creencia en el sí mismo, se deja de ver que somos personas
competentes, honestas y buenas. Finalmente se altera la creencia en el sentido del
mundo y de la vida; se pierde el sentido de vivir y el sentido que debería tener el
cosmos. El mundo se hace impredecible, incontrolable, arbitrario, injusto,
desintegrándose el propio mundo interior (Cfr. Cabrera, Martín Beristain,
Jiménez & Páez, 2006).

Finalmente, Joaquín Samayoa (1990) identifica, además, algunos problemas en las


personas en un nivel sociocognitivo, tales como: empobrecimiento de la capacidad de
pensar y comunicarse claramente, desatención selectiva que hace que no se quiera ver
lo que sucede generando indiferencia e indolencia; aferramiento a prejuicios o
representaciones distorsionadas de la realidad, unido a la absolutización de criterios
valorativos; estos dos últimos efectos son los que facilitan la justificación y
legitimación social del hecho violento; es decir, que a alguien lo matan porque, o bien
se lo merecía, o bien andaba metido en lo que no debía, con lo cual el mundo de la
persona no se ve cuestionado y la violencia sigue su curso. Otros efectos, según este
autor, de una guerra y violencia prolongadas son; rigidez ideológica, marcada por la
112
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

incapacidad para aprender y comprender complejidades; escepticismo evasivo, que


lleva a la gente a refugiarse en el mundo privado y en la búsqueda de la satisfacción
individual, sin importar lo que suceda a su alrededor.

Efectos Familiares y colectivos:

Todas estas consecuencias, no se enraízan solamente en el sujeto individual,


atraviesan la familia y la comunidad. Las mujeres víctimas del Oriente Antioqueño
afirmaron, en la investigación referida, que en la familia se experimenta: la ruptura del
núcleo familiar y de las redes extensas de solidaridad de la familia ampliada, la pérdida
de referentes vitales cuando se tienen que desplazar, el cambio de roles tradicionales y
la marginación del padre de las labores de manutención, que generan conflictos de
relación en una sociedad patriarcal, y que acompañados de forma integral, se
convierten en medios para transformar relaciones de dominación dentro de la familia.
En muchos casos los hijos quedan expuestos a la pérdida del cuidado de sus padres, se
presentan cambios abruptos de las funciones de protección emocional que avocan
hacia escenarios de socialización en la calle, sin mayores posibilidades de protección,
en espacios violentos que generan riesgos para ser introducidos en formas recicladas de
violencia (Villa et. al., 2007).

Por su parte Samayoa (1990) afirmará que la principal consecuencia de la violencia


en las personas y en los colectivos es la deshumanización, puesto que la vida del otro y
la dignidad del otro pierden valor y sentido. Elizabeth Lira (1990a, b) identifica otras
consecuencias que rompen la subjetividad individual y colectiva, desde el nivel
emocional, y movidas por la lógica del miedo y el terror; por lo que se dan respuestas
colectivas de miedo que paralizan a la población, tanto en las posibilidades de
solidaridad y apoyo a otros, como en las posibilidades de movilización. En últimas, se
doblega la voluntad, por el permanente sentimiento de vulnerabilidad que no permite
espacios de integración del ser. El miedo lleva al silencio, al aislamiento, a la
incapacidad de encontrarse con otros y otras (P. Silva, 2002; Gómez,
Marín & Yuli, 2007).

Además de ello, Cabrera (2004) enuncia que el miedo como clima emocional
instaurado en las comunidades genera reacciones corporales de tensión, reacciones
impulsivas y de desorganización de la conducta, alteraciones en el sentido de realidad,
y la retroalimentación continua del temor que no permite un análisis claro de la
situación. Se genera un clima de desconfianza que inhibe la comunicación y lleva a la
113
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

desvinculación de los procesos sociales, cuestionando, incluso, los valores personales y


colectivos. Al final se instaura en el sujeto una actitud de resignación y escepticismo y
se utiliza el silencio como estrategia de supervivencia.

Las situaciones límite de tipo sociopolítico, cuando son reiteradas y la violencia se


hace constante “instauran un clima emocional del miedo en el que predominan ciertas
tendencias: ansiedad y seguridad, conductas de inhibición y evitación de la comunicación,
el aislamiento social de los grupos castigados por la violencia colectiva, la descohesión social
general y en particular de los grupos de víctimas… y si persisten los hechos: internalización
del terror” (Martín Beristain, 2005).

En relación con lo anterior, Elizabeth Lira (1990b), trae a colación los


planteamientos de Freud acerca del carácter de lo siniestro para explicar los actos
deshumanizantes de la guerra, los que son para ella “una expresión de lo ominoso en las
relaciones sociales, ya que la realidad sobrepasó los límites que la fantasía más perversa
jamás pudo imaginar (p. 176 – 177)”. De esta forma, es evidente cómo, para las
víctimas, el proceso de significación de los hechos violentos es tan difícil.

En muchos casos sólo queda el silencio, porque no puede nombrarse aquello que
aparece innombrable, impronunciable, inenarrable. Es el sinsentido total, lo que no
se puede significar, porque no existen categorías ni referentes mentales ni culturales ni
sociales para poder comprender experiencias marcadas por los niveles de barbarie y
terror como las que han experimentado. Se trata de una experiencia que parece
intratable, pero que necesita acciones que lleven a la reconstrucción (Martín Beristain
et. al, 1999, 2000; Bohleber, 2007; Martín Beristain, 2009).

Por esta razón Martín-Baró (1990) afirma que la guerra, la represión y la violencia
política hacen que un país deba adecuar todos sus procesos sociales, económicos,
políticos y culturales a sus dinámicas. El conflicto lo atraviesa todo, la vida de las
personas, las relaciones sociales, el ejercicio de la política, etc. Esto tiene que ver con la
misma dinámica de la guerra donde se busca penetrar el tejido social, las relaciones
sociales y la subjetividad con el fin de romper estas dimensiones humanas y lograr un
mejor control (Lair, 1989).

Tres tipos de dinámicas se instauran en una sociedad atravesada por la guerra


(Martín-Baró, 1990a, b):

114
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

1. La polarización: Que intenta ubicar a cada persona como perteneciente a


un bando. Los diferentes actores instauran una lógica amigo / enemigo
que no posibilita análisis complejos y miradas alternativas. Este hecho
pone en cuestión lo que las personas piensan y lo que pueden o no pueden
decir, generándose un clima de desconfianza porque cualquier idea
expresada puede ser peligrosa. A su vez los grupos armados convierten en
objetivo militar a las personas que pueden expresar ideas diferentes a las
suyas, aun cuando esto no implique, necesariamente, un apoyo al
adversario.
2. La militarización de la vida cotidiana y la violencia: dinámica en la que la
sociedad incorpora y normaliza los patrones violentos como medio de
resolución de conflictos. Se naturaliza la violencia y esta comienza a hacer
parte del imaginario social de la población.
3. La mentira institucional. Sobre este punto el autor afirma que se empieza
a revertir la realidad, se cambia el lenguaje, se empiezan a mostrar
escenarios de democracia o de mejoramiento de resultados, avances en
políticas, se le cambia el nombre a los hechos y con esto se quiere, a través
del lenguaje “crear una aparente realidad” a la vivida por la población. En
este contexto, otras versiones, terminan siendo “sub/versivas” y terminan
siendo excluidas o perseguidas por vía armada o judicial. Esto produce un
cuestionamiento permanente de la identidad que no permite a las
personas y colectivos afirmarse sobre un contexto y unas narrativas
comunes sobre lo que sucede en la región y el país.

A nivel comunitario, Gómez (2006) afirma que se da un incremento exacerbado


de la desconfianza, la imposición y reforzamiento de medios autoritarios de relación
social, desgaste de los referentes tradicionales de identidad, pérdida de los liderazgos,
señalamientos, sospechas, aislamiento de las víctimas, ruptura de espacios
tradicionales de encuentro y celebración. Al punto que en una región, donde los lazos
familiares y comunitarios de solidaridad eran muy fuertes, la desconfianza y el
aislamiento de la gente llegó a un nivel en el que las víctimas estaban totalmente
marginadas de la vida social y pública; su situación de postración, ostracismo y
soledad, en algunos casos, tuvo características dramáticas (Villa et al, 2007).

En palabras de Martín Beristain (1999, 2005), Lykes, Martín Beristain & Cabrera
(2007) se da una ruptura del tejido social y solidario; pérdida de la dignidad tanto en el
nivel individual, familiar y comunitario que trae consigo (Cfr. ODHAG, 1998):
115
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

· Pérdida de un ser querido cuyo nombre queda en “entredicho”, las


víctimas terminan culpabilizadas y estigmatizadas.
· Pérdida de bienes y del fruto del esfuerzo de mucho años, lo que implica
pasar por situaciones de hambre, miseria, cuando antes se tuvo medios de
subsistencia.
· Experiencia de un mundo totalmente amenazante que pasa por la
estigmatización de la familia o la comunidad. Se pierden los lazos, la
confianza y se inhibe la comunicación; lo que al final genera aislamiento
social.
· Sensación de desesperanza, mucho más fuerte cuando está implicada la
humillación, la tortura o acciones ejemplarizantes, llegando al
cuestionamiento de los propios valores.
· Pérdida de claridad en el sentido de la vida que genera una sensación de
estar divagando en el mundo sin rumbo vital. Lo que implica pérdida de
control sobre la propia vida.
· Sensación de impotencia ante la impunidad y la injusticia con que son
abordados los hechos por el resto de la sociedad y el Estado.
· Sentimientos de soledad y desconfianza que aíslan a las personas, familias
o comunidades, lo que implica rupturas de las relaciones interpersonales.
· Fracturas comunitarias y destrucción de la organización social, retiro de
los espacios de participación, apatía e indiferencia política. Limitación de
las iniciativas de desarrollo.
· Desconfianza e inhospitalidad ante el desconocido.

Finalmente, Martín Beristain & Rieira (1994), el proyecto REMHI (ODHAG,


1998) y Lykes, Martín Beristain & Cabrera (2007) afirman que todas estas
consecuencias son fruto de acciones intencionales de parte de los ejecutores de la
represión y de la acción violenta. Puesto que se busca, con el ataque a la población
civil, romper el tejido social y solidario, fragmentar y dividir a la población, romper la
organización, minar la resistencia y la participación, invalidar las convicciones
personales y colectivas, culpabilizar a las mismas víctimas por sus ideas políticas,
generar intimidación que crea un clima emocional de miedo y terror, que paraliza a la
población.

En síntesis, y según Larizgoitia, Izarzugaza & Márkez (2009):

116
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

“la violencia genera en las víctimas un sufrimiento continuado y problemas de salud


que van más allá del momento mismo de los hechos para prolongarse en los años y décadas
posteriores. El dolor por la pérdida de un ser querido o la vivencia en primera persona de
una acción violenta se manifiesta de muy diversas formas. Tiene repercusiones físicas,
psicológicas y también económicas, laborales, profesionales y de relaciones sociales – es decir,
psicosociales -; altera el tejido social de la comunidad donde se produce, quizás hasta el
p u n t o d e m o d i f i c a r t a m b i é n l a m i ra d a c o n l a q u e l a a n a l i z a n l o s
mismos ciudadanos” (P. 8).

La mirada y el análisis, por tanto, no puede centrarse en los sujetos, sino en una
perspectiva relacional y sistémica que permita comprender, tanto los efectos en los
sujetos, como las rupturas que se viven en la familia y en la comunidad, y esto, no de
una forma mecanicista y lineal; sino de forma sistémica, de tal manera que los
procesos sociales y políticos también sean considerados, de tal manera, que cualquier
acción psicosocial debe tener presente estos marcos complejos para poder desarrollar
una intervención en estos contextos.

Cura a través de la palabra: del psicoanálisis al “debriefing” y las terapias


narrativas

Voy a iniciar con la presentación y desarrollo de una idea desarrollada por la


tradición de la psicología: la cura por la palabra. A través de este estudio pretendo
avanzar, en sus afirmaciones y cuestionamientos, hacia una mirada que permita
afirmar que la memoria tiene una función curativa individual y social. Esta mirada ha
evolucionado hacia formas de terapia, y luego de acción colectiva y pública de corte
más performativo, donde la palabra es combinada con acciones simbólicas, artísticas y
públicas que también tienen repercusiones positivas en la vida de las
personas y de los colectivos.

La mirada psicoanalítica

La perspectiva de curación a través de la palabra es clásica en psicología. La terapia


desde Freud, implica una inmersión en el mundo de la palabra. Ya Freud (1915) en
“Duelo y melancolía” afirma que es fundamental el proceso lento de elaboración del
duelo que lleva a una aceptación del hecho de la pérdida. Este proceso implica un
117
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

“trabajo” a través de la terapia analítica, a través de la palabra que pueda representar la


experiencia. Cuando esto no se hace, según Freud puede aparecer la melancolía, en la
cual el sujeto mantiene actual el vínculo con el objeto, y no logra instaurar un marco
temporal que diferencie el pasado del presente y el futuro. Lo sucedido
anteriormente, se vivirá en el aquí y ahora, como si estuviera sucediendo en el
presente; según este punto de vista, esta energía psíquica se revierte contra sí mismo y
ubica al sujeto en un lugar de “victimismo”; que en muchos casos se convierte en
manía: conmemorativa o vengativa. La diferencia estriba en que no hay una
aceptación de la pérdida y el vínculo se actualiza de forma patológica.

Por esta razón, más adelante, Freud (1916) en “Recordar, repetir y reelaborar”
muestra cómo el proceso psicoanalítico de recuerdo y elaboración permite al paciente
la superación de la vivencia traumática que origina los síntomas. Esto implica un
trabajo arduo y un proceso que se toma su tiempo. Pero que se debe hacer por la vía de
la simbolización y la representación de la palabra. Si este proceso no se realiza, lo que
sucede es que más que recordar, el paciente actúa el síntoma, actúa la vivencia y no la
elabora, es decir, la repite. Y esta repetición es un obstáculo al proceso de curación.

Para Ricoeur (1999, 2003), el trabajo de duelo y de elaboración del trauma es


trabajo de memoria, puesto que en la terapia psicoanalítica el sujeto hace una
búsqueda activa de una relación verídica con su pasado. Este trabajo es un ejercicio
“costosamente” liberador, porque implica una reconciliación con un objeto
interiorizado, que se hace consciente, lo que implica una sublimación de la tristeza y el
dolor; este proceso, precisamente es el que evita la melancolía en la que el sujeto se
abandona complacientemente en la tristeza, asume la identidad de la víctima y desde
allí justifica el 'acting'¹⁴, de tal manera que la ausencia de memoria se transforma en
exceso de memoria (Todorov, 1995). De allí que el proceso de trabajo de duelo y de
memoria, sean para Ricoeur (2003) un proceso de responsabilización de las víctimas
de su historia y de su proceso, lo que implica superar este lugar de identificación, sin
negar el hecho. Bohleber (2007) coincide con este punto de vista cuando afirma que
la rememoración y la reconstrucción adquieren el carácter de evidencia terapéutica.

Käes & Puget (1991), Ulriksen & Viñar (1993) y Viñar (2007) recogen la
tradición psicoanalítica en el proceso de atención a víctimas en el cono sur: afirman
14
Acting, es un concepto psicoanalítico que se refiere a una acción que se ejecuta inconscientemente, muchas veces de
forma compulsiva, como una forma de darle vía de salida a la energía que el trauma condensa dentro del psiquismo del
sujeto. Se supone que la acción posibilita la liberación de esta energía, sin embargo, como no es un acto elaborador de la
experiencia traumática, esta acción es fallida, por eso vuelve una y otra vez.
118
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

que el espanto de la represión política no produce experiencia sino silencio. Por eso
una memoria sólo del horror no es memoria. Así pues la memoria debe ser una acción
con palabra: para estos autores, como especie hablante, somos una especie de
memoria a través de la palabra. Cuando esto se prohíbe, la memoria se convierte
automáticamente en un acto sagrado de resistencia y dignidad. Pero la palabra debe
salir del lugar cerrado de la terapia, ocupar un lugar social, hacerse pública, puesto que
como afirman Käes & Puget (1991) lo que ha venido a la experiencia subjetiva desde
el mundo social y político, se devuelve a este ámbito por la palabra y el testimonio.

Vidal (1990) y Ruderman (1999) coinciden con este punto de vista. En su trabajo
terapéutico con personas torturadas en el cono sur, afirman que es fundamental que se
rompa el modelo tradicional psicoanalítico. En este caso, el proceso traumático
procede de un real y no es producto de la historia fantasmática familiar. Donde el
terapeuta no puede asumir una posición neutral, sino construir, desde un vínculo que
atraviesa lo político, un escenario seguro, donde el sujeto pueda narrar y elaborar lo
vivido; que ha dejado marcas en el cuerpo, en la psique y en sus relaciones. Este
proceso implica llevar a la terapia la realidad social, política, no sólo la historia
personal del sujeto; pero a su vez implicaría devolver al sujeto a ese escenario como
mediación para la elaboración de su experiencia traumática.

Complementando lo anterior, para Nelly Richards (1998) el acto de recuperar la


palabra pasa por varios niveles, incluyendo el testimonio, el discurso y lo estético, lo
que permite dar emergencia a lo que está debajo del silencio, quebrar ese silencio
traumático, el de una no-palabra que se hace cómplice del olvido y del opresor. El
recuerdo, la palabra y la escena estética se convierten en fuerza de transformación que
salva también de la compulsión a la repetición. Ubica al sujeto en el lugar
de 'poder' ser.

Para Kaufman (2006), en esta misma línea, la memoria cumpliría un papel en


retomar el hilo pasado, presente, futuro que se rompe con la irrupción del trauma y
permite incluir dentro de la propia historia la vivencia traumática. Pero lo central de
su reflexión es el análisis de la transmisión intergeneracional tanto del trauma como de
la memoria. Para lo cual la autora le da un lugar fundamental a la memoria como un
camino de elaboración privada y familiar, a través de la terapia. Por lo tanto, la palabra
y la escucha, el hablar sobre lo sucedido, el darle un lugar en lo simbólico y en lo
imaginario (aun cuando lo real parezca innombrable) es un camino útil y necesario
para la elaboración del dolor y para la resignificación de los hechos, que permita
119
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

superar también las compulsiones a la repetición y las memorias literales donde


también el pasado sigue vivo en el presente y se confunde con éste. Aunque este
proceso no logra reparar lo irreparable. Por eso complementario a la terapia, para esta
autora, debe estar la acción jurídica que es donde se opera el reconocimiento político y
social.

Desde otro contexto, pero reafirmando lo anterior, Elaine Freedgood (2007)


considera que el trauma es una ruptura en la trama de la narración autobiográfica. La
persona siente que algo corta su propia historia y la posibilidad de reconstruir el hilo
entre presente, pasado y futuro se altera. Por lo tanto, el acompañamiento personal o
grupal incita a que la persona hable, narre; y en esta narración se pueda ir
reconstruyendo su propia memoria autobiográfica que se hace relato para reconectar
el hilo conductor de su vida. Anna Orstein (2007) complementa este punto de vista,
afirmando que, además, es fundamental la oportunidad de trabajar el proceso de
acompañamiento desde dimensiones lúdicas y creativas que permitan la elaboración
del trauma.

Miñarro & Morandi (2009), también desde una perspectiva psicoanalítica,


reconocen la importancia de hablar, de trabajar sobre el trauma y el duelo. Y mucho
más si se hace públicamente y hay un reconocimiento social. Por lo tanto, las autoras
concluyen que el silencio institucional y las políticas de olvido no logran su objetivo,
al contrario posibilitan que siempre esté retornando lo negado, lo silenciado y lo
reprimido. Tal como ha sucedido en la vida individual de los sujetos con los que ellas
han trabajado en el contexto español.

Finalmente, y desde este mismo marco psicoanalítico, Teubal, Veiga & Bettanin
(2005) en un estudio con hermanos de personas desaparecidas, reafirman la
importancia de la palabra y de la memoria como mediación en la elaboración de sus
propias vivencias traumáticas. Según las autoras los hermanos, suelen ser los que
quedan en segundo plano en el discurso de los padres, de las familias y de la sociedad.
Por lo tanto, su silencio, en muchos casos es doble, por lo que la necesidad de hablar,
aunque reprimida, puede ser mayor.

120
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

El “debriefing”.

Desde el enfoque del TEPT¹⁵, muchos autores recomiendan compartir las


experiencias, validándolas, reconociéndolas y dándoles un significado; esto implica
un nivel de apoyo social (Davidson & Baum, 1986, Horowitz, 1986, Agger & Jensen,
1990). Esta idea se ha popularizado en el marco de las intervenciones humanitarias,
lo que ha permitido que las terapias narrativas y el “debriefing”¹⁶ se conviertan en las
técnicas habituales en la intervención con víctimas. Voy a describir algunas
investigaciones que han fundamentado este punto de vista.

Desde este marco teórico, Pennebaker (1994), Pennebaker & Crow (2000) y
Pillemer (2003) afirman que tanto hablar como escribir sobre hechos traumáticos
puede ser benéfico para las personas. Esto implica: poner en evidencia la situación y
contactarse con los dolores, sentimientos y emociones ligados al hecho. Este proceso
implica “echar un vistazo atrás y confrontarse con las cosas”, pues según estos autores
es la única manera de dar un paso y superar la situación. Esta confrontación con los
hechos dolorosos, a través del habla en terapia, en grupos de apoyo o a través de la
escritura, puede ser fuente de estrés y de dolor, especialmente en los primeros
momentos, pero los resultados han mostrado que después de una primera fase de
dolor intenso, de rabia, viene un proceso de recuperación del bienestar psíquico, que
le permite a las personas activarse y desarrollar procesos “normales”
en su vida cotidiana.

Aunque Pennebaker (1994) acepta y reconoce otras formas de terapia de la


expresión a través del dibujo, el arte o la danza, afirma que todas ellas tienen el
propósito de finalizar con la palabra. La cuestión es que cuando la experiencia
“inenarrable” por su dureza se puede introducir al lenguaje, lo que sucede es que se
puede empezar a reorganizar, a ubicar, a situar en orden de coherencia, en un orden
lógico, por la estructura misma que tiene el lenguaje, y esto es un elemento
fundamental en la recuperación de la persona. Cuando se inhibe y no se habla, este
silencio genera síntomas y el sujeto continúa viviendo con los hechos, los cuales ya no
hacen parte del pasado, sino que se reactivan continuamente en el presente, se
continúa viviendo con el hecho traumático, que se “actúa” en cada momento.

15
Es importante acotar que las investigaciones de trabajo terapéutico con el TEPT son inconmensurables. Aquí
solamente referencio, algunas de las que han incluido dentro de las múltiples técnicas desarrolladas, trabajos de memoria
colectiva.
16
Modalidad de grupo de apoyo, con un carácter catártico, que se ha posicionado como una forma privilegiada del
tratamiento del TEPT.
121
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Finalmente, recomienda el grupo de apoyo, porque es un espacio donde se puede


hablar libre y abiertamente del tema con personas que realmente comprenden lo que
pasó y que pueden contener. Y es un escenario que ayuda a romper el aislamiento
social. Pero también una forma importante para el afrontamiento es contar con una
red social de apoyo, que pueda comprender o por lo menos acompañar el proceso, aun
cuando no se tenga la experiencia primaria del mismo. Estos espacios ayudan en la
contención, en superar la culpa a sí mismo y elevan la autoestima de la persona.

En este texto, Pennebaker (1994) recoge investigaciones anteriores, donde observó


que los sujetos que habían padecido sucesos traumáticos, o situaciones altamente
estresantes, tenían mayor probabilidad de enfermar física y mentalmente si
posteriormente no expresaban sus sentimientos y emociones (Pennebaker &
O´Heeron, 1984; Pennebaker & Beall, 1986; Pennebaker, Hugues & O´Heeron,
1987). El autor realizó numerosas investigaciones que parecen confirmar que la
inhibición de las emociones induce un estado de hiperactivación fisiológica, provoca
inmunodepresión (Pennebaker, Kiecolt-Glaser, & Glaser, 1988) y efectos adversos a
largo plazo en la salud (Pennebaker & Susman, 1988); además, induce sesgos en los
procesos cognitivos, a la vez que dificulta los procesos de afrontamiento adaptativo.
Complementariamente, se ha demostrado que enfrentarse activamente a los
problemas, expresando abiertamente (disclosure) las emociones, reduce la activación
fisiológica asociada al hecho traumático y contribuye a su afrontamiento eficaz
(Pennebaker, 1993b).

Pennebaker & Basanick (1998) consideran que el hablar sobre un hecho


traumático de carácter social posibilita al colectivo la organización y asimilación del
mismo dentro de la memoria colectiva. En esta misma línea, Chang (1999), en un
estudio con ocho centros educativos en Taiwán, luego del terremoto de 1999,
acompañó e investigó un programa de trabajo con la técnica del psicodrama, que
posibilitó la elaboración de memorias colectivas entre los niños, jóvenes, profesores y
personal administrativo que fueron de un gran valor terapéutico para la superación de
síntomas de trastorno de estrés postraumático.

Patricia Robin Herbst (1992) diseñó una estrategia de trabajo grupal con
refugiadas camboyanas en Chicago, a través de la historia oral, en un proceso de dos
años que posibilitó, según la autora, la cura de los trastornos de estrés postraumático
que presentaban las participantes. El espacio de confianza, aceptación y libertad para
expresar su rabia y su dolor, fueron fundamentales para la remisión de los síntomas.
122
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Morris, et. al. (1993) trabajaron la terapia narrativa con pacientes refugiados chilenos
y camboyanos en Australia; encontraron que mientras con los chilenos el proceso
había significado ostensibles mejorías, con los camboyanos habían tenido serias
dificultades, con lo cual se preguntaron sobre los marcos culturales de los sujetos, la
pertinencia de un tipo de terapia según la cultura de los participantes e incluso por la
universalidad del TEPT.

Por su parte, Davidson, Pennebaker & Dickerson (2000) en una investigación con
varios tipos de participantes en grupos de apoyo (enfermedades, alcoholismo,
afrontamiento del SIDA y de situaciones límite), afirman que el hablar en grupos de
apoyo se convierte en un medio efectivo para afrontar situaciones límite. Pasupathi
(2003) afirma que la gente comparte sus recuerdos para ayudar a otros a sentirse
mejor, por eso la gente reporta menos emociones negativas y más emociones positivas
después de hablar a otros acerca de sus experiencias, desarrollando dinámicas de
regulación emocional y mejorando los síntomas del TEPT. De allí que concluya que
la pérdida de soporte social sea un factor de riesgo para la instauración del
TEPT en las víctimas.

Para Ruiz Vargas (2006), en su análisis sobre las consecuencias traumáticas de las
víctimas y los vencidos en la guerra civil española y la represión franquista, la primera
ayuda fundamental para cualquier víctima o sobreviviente de una situación “infernal”
es la palabra. Para lo cual enuncia varias razones: en primer lugar porque la víctima
necesita saber, necesita comprobar que no está sola, que tiene alguna red de apoyo,
aceptación y protección; para el autor este proceso se hace a través de la palabra como
mediación comunicativa, es el medio para reconstruir la pertenencia a un espacio
colectivo. En segundo lugar, esto abre el escenario para poder “contar su historia”,
puesto que la aflicción, la angustia moral y la humillación, la rabia y la desesperación
acaban invadiendo el cuerpo si no hay canales sociales adecuados para manifestarse.

Negar la palabra, negar el dolor, ahogar las emociones, son para el autor vías
adecuadas para la instauración del TEPT, con el que se afecta también la memoria
autobiográfica, puesto que los fragmentos del trauma se disocian de la conciencia,
desconectados de la historia vital del sujeto; por eso se convierten en recuerdos
intrusivos. De allí que al final recomiende la terapia de exposición narrativa,
siguiendo a Pennebaker (1993a, b, 1994), con lo cual el trauma se transforma en
palabras y posibilita, además, la recuperación de la dignidad y el descubrimiento de la
verdad. Para el autor esto se les negó a las víctimas del bando perdedor en la guerra
123
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

civil española y a los represaliados por el franquismo; por esto, los describe como
“muertos vivientes” y aboga por los procesos de recuperación de la memoria histórica
en España (Ruiz-Vargas, 2006). En otra investigación Orozco Ramírez (2010),
analiza la escritura y el compartir grupal como medio para la superación de los
traumas, específicamente el TEPT.

Terapia basada en el testimonio narrativo

Dentro de este mismo horizonte de comprensión, se desarrolló de forma paralela,


la técnica terapéutica del testimonio narrativo, que consistía en construir en el paso de
las sesiones, un testimonio que pasara de lo oral a lo escrito, para que, en algunos casos,
fuera soporte para la divulgación y el testimonio público. Voy a referenciar algunas de
las investigaciones que se desarrollaron en este tema y que han servido como base para
investigaciones posteriores en torno al papel de los testimonios en la recuperación
emocional de las víctimas y en su salud mental.

El contexto latinoamericano produjo algunas investigaciones en este sentido: Ana


Julia Cienfuegos y Cristina Monelli¹⁷, en Chile y en el contexto terapéutico, se
encontraron que a través de las grabaciones de los testimonios de antiguos presos
políticos, que eran revisados con el paciente y luego escritos con un fin divulgativo,
facilitaba la integración de la experiencia traumática en la historia de vida del sujeto,
mejoraba la autoestima y permitía la remisión de los síntomas en algunos pacientes.:

“Más de veinte años después, me parece que el testimonio fue terapéutico para quienes
consultaron en esos momentos. La experiencia represiva reciente abría la posibilidad de profundizar
en las emociones asociadas a las pérdidas que amenazaban sus vidas y sus condiciones de vida. Para
muchos era la pérdida del empleo o la vivienda; del derecho a vivir en su patria, al buen nombre y
dignidad y al derecho a luchar por sus valores y creencias. A su vez, situar la experiencia represiva en
el contexto de la vida y del compromiso político de la persona, permitía relacionar dimensiones
afectivas personales y dimensiones político sociales, habitualmente muy disociadas, lo que
contribuía a potenciar los recursos personales y facilitaba una mejor convivencia cotidiana al
interior de la familia”. (Lira, 2011, p. 12)¹⁸

17
Pseudónimos de Elizabeth Lira y Eugenia Westein, utilizados como forma de protección en la época de la dictadura.
18
“Las sesiones eran de 2 a 3 horas. El número de participantes variaba entre 12 y 20 personas (6 a 10 parejas). Los
participantes eran invitados a hablar sobre el pasado y el próximo futuro. Sobre el pasado pudieron compartir las
experiencias de cárcel, pero también las experiencias de búsqueda y sobrevivencia. Pudieron hablar del impacto de la
represión política sobre sus vidas, principalmente acerca de los efectos de la tortura, el dolor, el miedo, el temor por los
hijos, el sufrimiento y el impacto que esa experiencia tuvo sobre los niños. En relación sobre el futuro, hablaron de sus
temores e incertidumbres y pudieron anticipar también las dificultades del exilio que se avecinaba” (Lira, 2011, p. 3).
124
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Agger & Jensen (1990) desarrollaron una investigación clínica con refugiados
políticos en la que afirmaban que el testimonio narrativo, construido en un espacio de
contención, de apoyo, de neutralidad terapéutica, donde la persona reconstruye su
vida, su historia, realizando una atribución de sentido y significación a sus
experiencias, retomando un hilo conductor entre presente pasado y futuro; y
generando un sentido de control vital y dignidad, permitía la recuperación emocional
de las víctimas de violencia colectiva, remitiendo los síntomas del TEPT. Las autoras
proponían este proceso en un trabajo de entre 12 y 20 sesiones, en las que no
solamente se habla, sino que se escribe la historia, se confronta con el terapeuta, se
genera coherencia, se resuelven contradicciones y por último se firma el documento.
Sin embargo, en casos de duelo complicado (desaparición forzada o permanencia de la
violencia y la represión) este proceso terapéutico no era tan útil. Estas autoras
nombraron esta metodología de trabajo como el modelo chileno, desarrollado como
alternativa ante la incapacidad de la psicoterapia tradicional de responder a las
demandas de las víctimas (Piper, 2003, 2005).

En esta misma línea, Adriane Aron (1992) desarrolló un trabajo con mujeres
refugiadas de El Salvador en Los Ángeles, allí afirma que el testimonio narrativo es un
puente claro entre psicoterapia y socioterapia. Es decir, recoge el lugar bisagra entre le
dimensión psíquica y la dimensión social. Las mujeres salvadoreñas que han dado
testimonio de sus historias han realizado una autoafirmación de las injusticias
padecidas y un reclamo para recuperar su dignidad, al mismo tiempo que se ha
posibilitado una mejor condición emocional.

Blackwell (1997) trabajó con sobrevivientes de tortura y afirma que el proceso


terapéutico ofrece un espacio de contención, escucha y apoyo que favorece la
construcción del testimonio que es reconocido inicialmente por el terapeuta quien lo
valida, para que luego su verdad pueda hacerse social y pública; con lo cual viene la
recuperación emocional.

Weine, Kulenovic, Packovik & Gibbons (1998) realizaron un proceso con 20


refugiados en Chicago, supervivientes del genocidio en Bosnia, trabajando con la
técnica de la terapia de testimonio narrativo, durante 6 sesiones; Evaluaron a los
sujetos en síntomas del TEPT antes de empezar el proceso, y al terminarlo.
Constituyeron, además, un archivo con el fin de hacer públicos los testimonios. Al
final del proceso mostraron menos síntomas de TEPT y de depresión.

125
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Pennebaker (1994) reconoce, a través de una experiencia con sobrevivientes del


holocausto, que el dar “testimonio” y que éste sea recibido por otros, puede ser un
factor importante que puede intervenir en la mejoría de “salud” de las personas. Si el
compartir la historia o el hecho se hace de forma gradual, en diferentes escenarios,
también se convierte en una forma de superarlo; puesto que, cada relato y cada
narración traen nuevos aspectos de los hechos, se ve desde diferentes perspectivas, ya
que cada relato está marcado por el contexto en que se está contando, que a su vez
aporta nuevos elementos para enmarcarlo y resituar las emociones, abordándolo con
nuevos significados, de una manera diferente.

Berlina, Nikkelsen, Bovbjerg & Wiking (2004) defienden la importancia del


testimonio narrativo a través del trabajo sobre la historia del sujeto, que también
abordan desde una perspectiva de terapia corporal. Pero complementario a ello, Lynn
Sorsoli (2010), en una investigación cualitativa con mujeres víctimas de abuso sexual,
afirma que no basta con escuchar la narración del sujeto, sino que es fundamental
atender a sus silencios, porque en muchos casos, es allí donde porta los significados
más relevantes de su historia, especialmente en relación con las vivencias del trauma
y/o del horror.

En un trabajo con víctimas directas de conflicto armado y represión política,


Martín Beristain (2005) en varias investigaciones, con comunidades mayas en
Guatemala, afirma que el compartir emocional y social, en un marco de apoyo social y
comunitario, es un elemento que en algunos casos puede contribuir al mejoramiento
de la capacidad de afrontamiento de las situaciones límite, trayendo un refuerzo en la
identidad colectiva.

Rimé (2007) llega a un punto de síntesis entre una tradición más sociocognitiva y
una más narrativa, cuando, partiendo del estudio de las emociones privadas y su forma
de difundirse en contextos microgrupales y societales, observa el proceso de
construcción del compartir social, que se convierte en proceso narrativo de
construcción de memoria, que impacta en la cohesión social, en la solidaridad y
fortalece la identidad colectiva, generando un clima emocional positivo. Para el autor
espacios grupales de apoyo, se convierten en escenarios de construcción de un clima
emocional diferente y de construcción de una memoria colectiva resistente y
terapéutica. Por esta razón, Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009) reafirman que un
alto nivel de compartir social predice: altos niveles de expresión emocional negativa y
rumiación mental (en el momento de hacerlo) y a largo plazo una mejor integración
126
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

social. Pero también consideran que estos procesos narrativos ayudan al crecimiento
postraumático (y el compartir emocional es una forma de compartir narrativo que
genera transformaciones positivas en los sujetos y el colectivo).

De otro lado, autores como Beck & Coffey (2005) y Wessel & Moulds (2008)
argumentan que el recuerdo colectivo colaborativo (cooperativo) puede ayudar a la
recuperación después del trauma, por tanto las técnicas de recuerdo compartido
pueden proveer un uso adicional para el tratamiento del TEPT. Su planteamiento se
sitúa a medio camino entre el sociocognitivismo y la terapia narrativa, desde una
posición más ecológica y sistémica. De la tradición retoman el concepto de influencia
social y contagio social para hablar de los procesos colectivos del recuerdo,
reconociendo tres funciones en las memorias autobiográficas y colectivistas:
autorregulación del sí-mismo (identidad), dirección y guía del presente y el futuro a
partir del pasado, y modulación de la interacción social.

Además, Marsh, Tversky & Hutson (2005) confirman que el recuerdo


colaborativo de eventos altamente emocionales posibilita un mayor foco y menos
emocionalidad, dándole mayor precisión al relato, lo que contribuye a la superación
del TEPT, ahora bien, esto tendrá más impacto cuando comparten las personas que
han vivido el mismo trauma. Ahondando mucho más este punto de vista Harvey,
Bryant & Tarrier (2003) afirman que no solamente se debe hacer un proceso
narrativo, sino que el terapeuta debe permitir y promover que se reviva el trauma de
forma emocional, cognitiva y fisiológica, lo que serviría para hacer decrecer la
presencia del recuerdo invasivo, como síntoma del TEPT. Aunque esto sería más una
técnica de exposición.

Estos serían los principios básicos del “debriefing”, que se suelen aplicar en la
intervención humanitaria y en la cooperación, desde esta perspectiva, lo cual puede
ser un problema, puesto que someter a una población a este tipo de estrategia, más que
generar cura, puede generar mayor incidencia sintomática, puesto que en el contexto
donde se ha producido el trauma, el hablar y revelar las emociones puede que no sea
tan benéfico y puede exacerbar y multiplicar las reacciones y la incidencia sintomática
(Bisson, Jenkins, Alexander & Bannister, 1997; Everly & Mitchell, 2001; McNally,
Bryant & Ehlers, 2003; Pérez Sales, 2006; Wessel & Moulds, 2008).

127
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Del “debriefing” al enfoque psicosocial

De modo paradójico y realizando una crítica al uso de “debriefing” puede citarse


esta reflexión de Páez, Martínez & Rimé (2004) al analizar las consecuencias
psicosociales del 11-M:

“Sobre la creencia de que tanto hablar como compartir las emociones contribuye a la regulación
afectiva, tras el atentado del 11 de marzo, al igual que en otros traumas colectivos, se aplicó a
muchas víctimas potenciales del atentado terapias de “debriefing”. Contrasta este hecho con las
evidencias que se están poniendo de manifiesto en numerosos estudios que señalan que hablar en
grupo – en el momento inmediato de la catástrofe – sobre las vivencias traumáticas no facilita una
mejor adaptación al hecho traumático. En otras palabras, hablar sobre un hecho traumático no es
necesariamente adaptativo en sí mismo”. (P. 231).

Esta conclusión pone en evidencia una paradoja: por un lado, las investigaciones
muestran que el hablar, el compartir las emociones, el desarrollar técnicas narrativas
puede ser benéfico para las víctimas y para las comunidades sometidas a situaciones
límite de tipo político. Pero, por otro lado, otras investigaciones muestran que esto
puede ser, incluso perjudicial para las víctimas. De acuerdo con Páez, Martínez &
Rimé (2004), Rimé (2007) el problema estriba en que son dos procesos diferentes.
Una cosa es un proceso terapéutico inducido, con la presencia de profesionales de la
psicología y/o la psiquiatría, en un contexto catastrófico o de violencia política, y otra
es el reparto emocional en la conversación cotidiana de la comunidad.

Por lo tanto, se debe diferenciar entre una técnica como el “debriefing”, que
construye un contexto de relación entre personal de la salud mental y personas
“traumatizadas” en un modelo médico y en unas relaciones de saber-poder; con los
espacios de conversación del compartir emocional, que son espacios cotidianos de la
gente, donde se tramitan emociones tanto positivas como negativas, lo cual es muy
diferente. Además, por su marco teórico, centrado en TEPT, ignoran y pasan por alto
los procesos ideológicos y las relaciones de poder que pueden ponerse al servicio de
intereses políticos y sociales.

Por esta razón, Martín Beristain (1999) presenta un esquema de intervención en


contextos de catástrofe o violencia política que implica abrir la perspectiva de acción:
en primer lugar es necesario contener las reacciones de las víctimas, reconociendo su
normalidad y frecuencia, dada la situación vivida. Invita a evitar respuestas
descalificadoras y asignar marcas y encasillar a la población con rótulos nosológicos; la
128
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

intervención psicosocial debe estar en relación permanente con otras formas de ayuda
e intervención, y en las primeras fases siempre se debe responder más a situaciones
prácticas y concretas de la vida de la gente, facilitando la coordinación y la
colaboración. Finalmente la ayuda de la palabra, los grupos de apoyo, que deben
adecuarse al contexto y a la cultura, solamente son posibles y efectivas en etapas
posteriores a la situación crítica, con grupos de personas que puedan tener algún tipo
de malestar o sintomatología después de dos meses, sin que eso implique su
calificación como portadores de un TEPT.

Ahora bien, el problema también se presenta cuando en el contexto social y


político, no se puede hablar de esas emociones ni de los hechos (Pennebaker, 1993a,
1994; Herman, 1997; Pennebaker & Crow, 2000; Páez, Martínez & Rimé, 2004;
Ruiz-Vargas, 2006; Rimé, 2007), puesto que allí lo que sucede es que se crea un clima
emocional de tensión, donde los hechos, y los relatos sobre éstos, circulan por debajo y
constituyen procesos que pueden ser nocivos en lo personal y en lo colectivo. En
estos escenarios, también el compartir social y la palabra y la acción del recuerdo se
convierten, no solamente en elementos terapéuticos, sino también en procesos de
resistencia (Pennebaker, 1994; Martín Beristain, 2000, 2005, 2008).

¿Cuál es entonces el límite? ¿En qué momentos es oportuna la intervención por la


palabra, el recuerdo, el nombrar las emociones y compartirlas, el generar espacios
grupales para hablar sobre lo vivido? ¿El problema estriba en el momento oportuno
para realizar la intervención¹⁹ o en el marco ontológico, epistémico y metodológico
que implica una mirada de los efectos subjetivos en las situaciones límite, leídos desde
el TEPT? Aunque voy a presentar algunas investigaciones que aportan a la respuesta
de estas preguntas, la presente investigación pretende aportar en la reflexión sobre este
tema, mirando cómo los procesos grupales de compartir social y de memoria grupal y
compartida en los grupos de apoyo mutuo, pueden ser importantes en la recuperación
de la dignidad de las víctimas y la reconstrucción del tejido social. Por lo pronto
suscribo esta afirmación: es necesaria la máxima prudencia en la intervención con
víctimas en procesos de violencia política: ni inducción indiscriminada a hablar, ni
inhibición de su expresión (Páez, Rimé & Basabé, 2004)²⁰; ni definición
patologizante, ni negar o reprimir el nombrar y recordar los hechos.

19
Puesto que hay reportes de trabajos a largo plazo con mejoría en los síntomas: Robin Herbst (1992), Pennebaker (1994),
Beck & Coffey (2005) y Wessel & Moulds (2008).
20
En este punto he expuesto el problema que se da en la intervención con víctimas en torno al hablar o el no hablar, en
términos de la técnica psicológica. Más adelante lo abordaré en términos de la perspectiva de las víctimas desde una
visión más antropológica.
129
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Recuperación desde abajo a través de la acción grupal de memoria (un


enfoque psicosocial)

Es claro, por tanto, que cuando se realiza una intervención desde un marco
conceptual centrado en el trauma individual (como el TEPT), esto supone un énfasis
en la atención individual y en el trabajo terapéutico grupal. Pérez Sales (2006) y
Clancy & Hamber (2008) reconocen que en los espacios de ayuda de emergencia y
cooperación al desarrollo se ha normalizado la utilización indiscriminada del
“debriefing” o las terapias narrativas, en muchos casos sin atender al contexto y a la
misma situación de las víctimas, en un marco teórico que buscaría superar la
fragmentación generada por el trauma, donde el terapeuta daría un marco emocional
de auto-entendimiento que le permite volverse a asumir como sujeto, lo cual, como se
ha dicho, puede en algunos casos exacerbar el sufrimiento individual y grupal (Cfr.
Ballenger, et al., 2004).

Además de lo anteriormente expuesto, este modelo supone, para muchos autores,


la no actuación, de los sujetos en particular y de la comunidad, frente a los hechos de
injusticia; puesto que al estar centrados en el diagnóstico y en un marco teórico psico-
médico, se busca más el engranaje y la coincidencia de la experiencia de la gente con
los síntomas, criterios y signos clínicos del trastorno, que con sus vivencias concretas,
dejando de lado sus narraciones, su forma de afrontar los hechos e incluso la forma de
transmitir y de hacer memoria (Martín Beristain, 1999, 2010b; Summerfield, 1996,
2000; Pérez Sales, 2006), algo que el modelo terapéutico del testimonio narrativo
buscaba superar.

Clancy & Hamber (2008) conectan con estos puntos de vista y reconocen tres
modelos de intervención psicosocial: el modelo basado en los Derechos Humanos,
que ha implicado intervenciones en Argentina, Chile y Sudáfrica, el trabajo enfocado
en la comunidad (enfoque indigenista), que ha desarrollado procesos en países con
tradiciones culturales diferentes a la occidental (Guatemala, India o Sri Lanka); y el
enfoque basado en género. Para estos autores estas tres formas de intervención han
demostrado hasta ahora mejores resultados en los procesos de recuperación de las
víctimas de hechos violentos de carácter sociopolítico, que los modelos centrados en el
trauma individual, particularmente los de corte anglosajón, centrados en el trastorno
de estrés postraumático y la atención individual o grupos terapéuticos²¹.

21
Debriefing
130
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Ahora bien, Clancy & Hamber (2008) concluyen que un modelo psicosocial debe
tomar elementos de los tres enfoques y que incluso debe tener en cuenta algún nivel de
atención individual. Pero lo más importante es que este modelo debe estar
incardinado en un proceso más amplio que dialogue con las perspectivas de desarrollo
y construcción de paz, puesto que es allí, inserto, donde tendrá mayores
oportunidades de generar cambios y transformación. Esto implica un cambio de
mentalidad en la comunidad internacional del desarrollo y en la de la intervención
psicosocial, que implicará una mirada integral e interdisciplinaria, donde la acción
por la justicia, la justicia social, lo político tendrá incidencia en la salud mental.

Claro, el problema para realizar procesos desde este enfoque es que necesitan
tiempo, necesitan consolidarse. Resistir a años de violencia, necesita apoyos que
requieren años. Más en el acompañamiento y la presencia, que en los mismos recursos
económicos. Para Carlos Martín Beristain (1999, 2007) estos procesos se deben
hacer desde abajo, con la gente y para la gente, respetando sus ritmos y dinámicas. Y
esto requerirá mayores esfuerzos de los cooperantes, de las agencias, los funcionarios y
las instituciones, en una dinámica centrada más en el proceso de las comunidades, que
en la planeación, el marco lógico y el cumplimiento de objetivos en un determinado
tiempo; es decir, requiere un más allá de la mentalidad tecnocrática (Duffield, 2004)
que permea toda la acción del Estado, de la ayuda humanitaria y la cooperación al
desarrollo.

Por esta razón, Summerfield (1996, 2000), Lykes (2001a), Pupavac (2004),
Martín Beristain (2007a) y Clancy & Hamber (2008) afirman que a esta lógica
tecnocrática de la cooperación se ajustan más los modelos de intervención centrados
en el TEPT porque desideologizan el sufrimiento y permiten un diagnóstico
universal, lo cual, dentro de su lógica economicista de recursos, objetivos y resultados
en el corto plazo, positivista de medir y cuantificar y tener una intervención neutra; se
ajustan mucho más a la lógica burocrática de las agencias de cooperación y de las
intervenciones cortoplacistas del Estado, son más fáciles de implementar, ejecutar y
evaluar; lo cual facilita canalizar fondos y desarrollar proyectos. Así pues, se da
preferencia a estos modelos, aun cuando haya una cierta aceptación, en la comunidad
de la acción humanitaria y de protección de derechos, de la importancia de la
intervención psicosocial centrada en la cultura, las comunidades, la no
patologización, etc. De tal manera que se termina metiendo en un molde la realidad,
en vez de adaptar la acción a la realidad. Pupavac (2004) termina afirmando que es
casi una nueva victimización de los sujetos y de las comunidades.
131
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Además de ello, Martín Beristain & Pérez Sales (2008) afirman que desde un
punto de vista psicosocial, la acción del Estado, la ayuda humanitaria y de
cooperación al desarrollo en estos contextos de construcción de paz debería

“reconocer y apoyar el papel de las víctimas y los movimientos sociales y políticos en la


apertura de espacios de diálogo, libertad y participación social, y en la lucha contra la
violencia durante los conflictos. Ello conlleva tanto a la protección y al apoyo, como al
reconocimiento como actores clave de transición y en el diseño de medidas de reparación…
centrados en su desarrollo y en la idea de control sobre el medio para mitigar
vulnerabilidades y respetar y potenciar capacidades” (PP. 9 – 10).

En esta discusión, Martín Beristain & Pérez Sales (2008) presentan una visión
global de lo que ha significado la intervención psicosocial en América Latina, básica
para comprender lo que en esta investigación entenderé por una intervención
psicosocial y un acompañamiento a las comunidades afectadas por la violencia
política, de abajo hacia arriba:

· En primer lugar, diferencian claramente entre atención psicosocial y


perspectiva psicosocial. La primera se refiera a una forma de proyectos
que se centran en las dimensiones del daño en las personas. La segunda se
refiere a un enfoque de la acción de cooperación o de la acción de
acompañamiento a una comunidad o grupo humano, que siempre mira el
impacto de una acción en las víctimas, que cuida las relaciones de poder y
fortalece siempre los mecanismos de dignificación y respeto.

· Se trata de una perspectiva que le da el protagonismo a las víctimas como


sujetos de transformación, lo que implica un vínculo comprometido en
los procesos de acompañamiento y un cuestionamiento a la idea clásica de
neutralidad. Lo que implica que la intervención psicosocial debe hacerse,
en estos contextos, en procesos de real reconstrucción social, en los que
estén implicados de forma participativa todos los actores sociales, más allá
de los ritmos que dictan los formatos de planeación, ejecución y
evaluación de recursos.

· El daño (Trauma) se conceptualiza en una perspectiva social: incluyendo


el impacto social del miedo y de la impunidad. Por lo que no se ha

132
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

considerado útil el concepto de estrés post-traumático, que implica


medicalización de la experiencia, reducción de un problema complejo,
puesto que no toma en cuenta los significados que la gente atribuye a los
hechos. Por eso, es una mirada que no se detiene en los conceptos de la
psicología tradicional, ni en los procesos desde Europa y Estados Unidos.

· Una visión que incluye además, la mirada sobre las relaciones de poder y la
asimetría social y económica; por lo que se mira a las víctimas y excluidos
en el marco de luchas de resistencia y reivindicación. En este contexto de
acción, se diluye la diferencia entre emergencia y desarrollo.

· Las acciones de memoria colectiva son fundamentales en los procesos de


construcción de paz y reconstrucción social. Por lo que toda esta
intervención se abre a una acción clara y decidida en contextos de
transición y violencia política hacia la búsqueda de la justicia, la verdad, la
reparación, y en la lucha contra la impunidad.
· Todo esto requiere tiempos y procesos. Lo cual va más allá de la lógica de
proyectos del Estado y la cooperación internacional, que suelen guiarse
por planeaciones y ejecuciones anuales, respondiendo más a la lógica
contable de ejecución presupuestal que a la de la realidad de la gente.

Por lo tanto, y a manera de síntesis, es en este punto donde puede observarse la


función terapéutica que pueden tener las acciones de memoria colectiva en procesos
de construcción de paz, reconstrucción social y reconciliación. Así pues, desde la
perspectiva psicosocial Carlos Martín Beristain (1999, 2000, 2008) y Basabe (2001)
afirman que la memoria tiene un valor terapéutico y social, porque:

1. Permite reconocer social e individualmente la existencia y la realidad de los


hechos. La persona y la comunidad pueden afirmar: “Esto sí sucedió”, no
se puede desmentir. Con esto se rompe con la lógica de la impunidad y de
“normalización de la violencia”: se abre el espacio para que sea inaceptable
cualquier acción que atente contra la vida y la dignidad de la gente.
2. Se logra mantener el hilo del pasado con el futuro, a través de la narración
de los hechos en el presente. La violencia ha sido parte de la historia de este
pueblo, pero no su único referente. Se da un proceso catártico personal y
colectivo, donde se reintegra la experiencia en la historia vital y social que
permite ir desalojando el dolor.
133
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

3. Se abre espacio para la dignificación de las personas y las comunidades,


puesto que abre oportunidades para que se pueda dar una reparación
social. Es un paso hacia la verdad, la justicia y la reparación.
4. Se reconstruye la identidad social e individual puesto que se genera
cohesión y se fortalece el tejido social.
5. El síntoma individual no se mira como patología, sino como una palabra
no dicha, que encuentra su espacio social para expresarse, ser reconocida,
c o n l o q u e s e a l i v i a n t a m b i é n l o s m a l e s t a re s p e r s o n a l e s .
6. Finalmente abre el espacio para la reflexión de tal manera que se puede
pensar que los hechos no pueden repetirse nuevamente. Con lo cual
también se deja un mensaje a las futuras generaciones, un aprendizaje
social que fortalece los procesos de reconstrucción.

Judith Herman (1997) afirma que lo normal ante hechos de horror sufridos, es que
las personas tiendan a desterrar de su conciencia esta vivencia. Por ello se pueden
convertir en indecibles e innombrables, entre otras cosas, porque tampoco hay un
marco social para ser escuchadas. Pero estas representaciones de las atrocidades se
niegan a ser enterradas, puesto que la negación nunca funciona. De allí que para esta
autora recordar, decir la verdad, hablar, aún en el espacio terapéutico, es un requisito
indispensable para la recuperación y la cura de las víctimas. Así pues, cuando a las
víctimas se les proporciona un entorno seguro y alentador, donde pueden hablar
tranquilamente, esto puede generar resultados positivos en su transformación. Su
propuesta terapéutica pasa por tres fases: establecer un marco de seguridad,
reconstruir la historia del trauma y restaurar la conexión entre sobrevivientes y
comunidad; este último punto es fundamental para la autora puesto que el sentido de
humanidad y de sí mismo siempre está en relación con los lazos que tejemos, de allí la
importancia de restablecer estos lazos comunitarios como medida para transformar el
trauma; así la solidaridad del grupo es uno de los factores más protectores contra la
experiencia traumática.

Schreiter (1998, 2000) reconoce la construcción de la identidad individual y


colectiva como procesos narrativos, por lo tanto, la afirmación de las víctimas de la
violencia debe hacerse por la vía discursiva, en procesos de memoria individual y
colectiva que rompan los discursos de mentira con los que se va justificando la
violencia. De esta forma la memoria y el relato de las víctimas es un paso fundamental
para la reconstrucción del tejido social, y la reconciliación social y política. Si estos
relatos se obstruyen, se ocultan, se banalizan y prima una historia oficial mentirosa, no
134
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

hay reconciliación posible y se están echando las bases para una reedición de la
violencia. Según Schreiter la violencia ataca la construcción de la propia identidad
individual y colectiva, por eso el “desvelar” sus móviles y sus acciones a través de la
memoria y la verdad, son también formas de resistencia de las víctimas y de las
comunidades que sufren violencia para fortalecer su cohesión social.

Para Brison (1999), contar la historia del trauma (hacer memoria del mismo) tiene
un rol social intencional y no intencional que crea un ambiente confortable donde
con la ayuda de una escucha empática, la víctima puede hacer memoria y puede
“sanar” el dolor por medio de la empatía con otras víctimas. Esto se hace en una
perspectiva individual o colectiva: cuando una persona cuenta su historia, no cuenta
sólo los hechos, también las significaciones de los mismos, con lo cual vincula a su
oyente no sólo en el relato, sino también en los significados que se producen
a partir de éste.

Brynton Lykes (2001b) presentando algunas experiencias en Irlanda del Norte y


Sudáfrica, opta por un trabajo con las comunidades que tenga una dimensión
performativa, que ella llama talleres creativos. Estos espacios fueron diseñados para
ayudar a romper el silencio, donde se integra teatro, movimiento corporal, otras
formas de expresión, como las artes plásticas, la música, e incluso la palabra. Esto
permite la posibilidad de recuperación del sujeto, lo que a su vez potencia su inserción
en el plano de lo grupal: “el contexto grupal permite que el participante se mueva de una
tragedia personal, individual, hacia una experiencia compartida con el otro, con los otros,
hacia una sensación de verdad en la que puede abordar algunos de los efectos de la
violencia, que buscaba anular la identidad individual y colectiva” (P. 25).

Páez (2001) y Basabe (2001) recomiendan tres pasos en este proceso: en primer
lugar generar un espacio de contención y seguridad donde las víctimas puedan
sentirse acogidas en un clima de apoyo y reconocimiento. En segundo lugar propiciar
escenarios de confianza para compartir las memorias traumáticas, grupos de apoyo,
memoria compartida, grupal y otros espacios que abran caminos para dar un
testimonio público cuando éste sea posible, pero que también permitan la elaboración
del duelo. Finalmente, dar el paso de víctima a sobrevivientes, es decir, que se dé
realmente un proceso de reconstrucción y desarrollo personal para que la gente no se
quede en el rol de víctima para toda la vida y se quede en una posición de pasividad y
resignación; ante lo cual, también recomiendan el trabajo individual.

135
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Para Duke, Fivush, Lazarus & Bohanek (2003); Fivush, Bohanek, Robertson &
Duke, (2004) y Fivush & Nelson (2004) las memorias autobiográficas permiten el
mantenimiento de las relaciones y el fortalecimiento emocional del sujeto. En el caso
de las memorias colectivas crean un sentido de fe común entre los miembros de la
comunidad, el fortalecimiento de lazos afectivos y emocionales entre los miembros.
Hablar de los acontecimientos y hacer memoria en los grupos, puede facilitar cambios
emocionales entre los miembros de la comunidad y aumenta el sentido de pertenencia
e intimidad colectiva.

Tedeschi & Calhoun (2004a, 2004b) afirman que las narrativas sobre el trauma
son siempre importantes para el crecimiento postraumático, porque cuando se
desarrollan estas narrativas, se fuerza a las víctimas y sobrevivientes a cuestionar y
confrontar cuestiones sobre los hechos y los significados construidos al respecto; con
lo cual puede ir modificando sus propias significaciones. Con lo cual también se
pueden reconstruir algunas creencias sociales en la visión de sí mismo y del mundo,
construir significados positivos y desarrollar más una tendencia solidaria y altruista
(Cfr. Janoff-Bulman, 2004).

En España Fernández de la Mata (2006), Fouce (2006, 2008, 2010) y F.


Etxeberría (2010) al presentar el trabajo psicosocial de acompañamiento a los
familiares de las víctimas, que implica la preparación ante la exhumación, la
contención a pie de fosa, la elaboración en la sepultura de los restos, y el apoyo al
proceso de dignificación que implica nombrar y hacer pública la experiencia familiar,
logran concluir que estos pilares son un aspecto importante que aporta para el trabajo
de recuperación de la memoria en España, que según estos autores ha generado
procesos de transformación y empoderamiento en muchos de los familiares de las
víctimas.

Eli Zaretsky (2009) plantea que la recuperación de la memoria de forma narrativa


es un aporte a la elaboración del duelo y del trauma. En un análisis de las narrativas y
significados que lo constituyen, más allá del recuerdo simple, el autor plantea un
recuerdo que se ligue a los significados y sentidos que se pueden extraer de un hecho,
para que se pongan en evidencia las narrativas que lo constituyen, como una forma de
realizar un recuerdo que posibilite la transformación.

En este sentido Cyrulnik (2009) afirma que los relatos que se puedan construir en
un medio social, la capacidad social de escuchar y asimilar esos relatos, el contexto
136
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

social de contención de un marco social, son fundamentales en el proceso de


resiliencia y recuperación de una situación traumática. Una sociedad que posibilite la
palabra de las víctimas favorecerá su recuperación, mientras que otra que mueva al
silencio (desde el miedo, la vergüenza o la culpa) les niega posibilidades de
recuperación. Los sobrevivientes dejarán de ser espectros, si su ambiente y su sociedad
les posibilita hablar, dar testimonio de lo que han vivido y padecido. Puesto que el
relato y la palabra son vías de resignificación de los hechos, ya que éste no es el retorno
del pasado, sino una reconciliación con la propia historia.

Se trata de formar una imagen, de repararla, de dar coherencia a los


acontecimientos, de sanar una herida injusta: la elaboración de un relato propio colma
el vacío de los orígenes que perturbaban nuestra identidad. La destrucción del
lenguaje o su prohibición impide que la palabra mantenga “lo real del hecho
traumático” a distancia, y por eso, sigue martillando y no se puede controlar. Dentro
de este proceso, son fundamentales: la cohesión afectiva del grupo, característica de
los ritos religiosos o laicos, como una puerta abierta para posibilitar escenarios de
reconstrucción del tejido social (Esto lo ha visto el autor (Cyrulnik, 2009) con
sobrevivientes de la Shoah, del genocidio de Ruanda y de otros lugares del mundo).

Desde otro ángulo del análisis, y de acuerdo con Cabrera (2004) los eventos
catastróficos de carácter político se recuerdan más y mejor si son compartidos
socialmente y si se da un reparto de las emociones, lo que genera mayor cohesión
social: “esto justifica la tendencia a hablar y compartir estos sucesos, ya que en parte este
impacto traumático se mide por la persistencia de los recuerdos. También sabemos los
beneficios psicosociales de hablar y compartir el trauma político pues permite organizar y
asimilar la experiencia. Hablar y recordar sirve para transmitir una lección normativa
válida para el presente” (P. 201).

Por su parte, Martín Beristain (2005) complementa este punto de vista con la
siguiente afirmación: “las memorias sobre hechos traumáticos pueden evocar emociones
intensas. Semejantes memorias son tan delicadas como importantes. Requieren quien
escuche, aptitudes y actitudes muy especiales. Pero la rememoración del pasado puede traer
también memorias positivas, recuerdos agradables, logros, afectos, que hagan más llevadero
el dolor y ayuden a recobrar la confianza en sí mismos” (P. 134).

Desde este marco conceptual, Zembylas & Bekerman (2008) recomiendan la


generación de “comunidades de memoria”, que a su vez son comunidades de apoyo y
137
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

de resistencia, lo que implicaría una vinculación afectiva de sus miembros, lo que


permite conexión, confianza mutua, interacción social, compartir emocional, contar
las historias y compartir el sufrimiento. Es decir, grupos de apoyo mutuo, para
construir una memoria compartida y grupal que sirva como soporte para afrontar el
escenario social y político.

Discusión sobre la función del silencio y el olvido

Desde otro punto de vista, Rajmohan Ramanathapillai (2006) reconoce que los
métodos narrativos y de memoria son útiles para la recuperación de las víctimas y la
construcción de paz. Pero también para promover la violencia. De allí que se
pregunte si: ¿es posible separar los aspectos individuales y clínicos de los aspectos
políticos del trauma? Si una sociedad traumatizada es capital político para sostener
líderes inescrupulosos, ¿Cómo podría direccionarse el trauma social con un contexto
de recuperación y construcción de paz? El autor concluye que una forma
personalizada de “contar la historia” por la gente traumatizada, en contextos grupales
de contención es una forma de trabajar desde abajo y romper el ciclo de
la violencia política.

Por esta razón Wieviorka (1992) muestra que el olvido y el silencio suele ser una
reacción normal y muy frecuente en sobrevivientes de hechos violentos, en su estudio
sobre el holocausto afirma que la gente prefiere no hablar ni oír hablar sobre la
experiencia de los campos de concentración, prefiere el silencio. Esto confirma una
investigación de Pennebaker (1994) en la que encontró que sólo un 30% de los
sobrevivientes del holocausto que vivían en los Estados Unidos, había compartido
alguna vez su testimonio. Esta búsqueda del silencio y el olvido suele ser frecuente en
múltiples situaciones de catástrofes sociales y familiares que implican la pérdida de
seres queridos (Baddeley & Singer, 2010).

Por eso Páez, Basabe & González (1998) llegan a afirmar que muchos hechos
traumáticos políticos, suelen ser memorias silentes, sobre los cuales no se realiza un
proceso social abierto de recuerdo, y oscilan entre la memoria y el olvido; es más, en un
reciente estudio experimental Nicole Alea (2010) demostró que las memorias
negativas suelen ser con mayor frecuencia, memorias que se guardan en silencio y que,
más tarde, se hacen más difíciles de compartir. Por esta razón, Marques, Páez & Serra
(1998) afirman que el olvido y la represión institucional o informal (a través del
138
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

silencio) suelen ser respuestas sociales a situaciones traumáticas; incluso Nagata


(1993) y Fine (1998) afirman que el silencio puede ser una forma de 'protección' del
sobreviviente; pero que en el caso del contexto familiar puede llevar a una transmisión
transgeneracional del trauma.

¿Qué significa esto? Que se da una paradoja: al parecer el camino que han
descubierto las ciencias psi, pasa por la palabra; pero muchas víctimas prefieren el
silencio. ¿Qué es entonces lo que sucede? Por un lado las víctimas sienten que el
silencio las protege del dolor que se puede re-experimentar cuando se hace memoria,
cuando se trae a la palabra los hechos. Por otro lado está el miedo a las implicaciones
de seguridad que implica el hablar. Finalmente muchos de los hechos están marcados
por el horror, por lo indecible (Cfr. Käes & Puget, 1991; Lira & Castillo, 1993; Páez
& Basabe, 1993; Ricoeur, 2003; Cabrera, 2004; Villa et. al. 2007; Das, 2008; Martín
Beristain, 2009). Según Pennebaker (1993b, 1994) y Pennebaker & Crow (2000) los
hechos traumáticos tienden a evitarse o inhibirse, o por la estigmatización y el rechazo
que estos hechos pueden provocar o también porque los afectados por el trauma no
quieren alterar a sus prójimos, de manera que el contexto no favorece la búsqueda de
un significado, de un sentido positivo a lo ocurrido.

Pero, de otro lado, los perpetradores y responsables de las violaciones de derechos


humanos quieren la impunidad y mantenerse en lugares de poder; por esta razón
alientan y promueven, o bien el silencio y el olvido; o bien la falsación de la memoria y
discursos de perdón y reconciliación, sin la mediación de escenarios de verdad y
justicia (Páez & Basabe, 1993; Martín Beristain & Riera, 1994; Lira, 1990a; Lira &
Castillo, 1993; Villa et. al, 2007): “el dilema entre memoria y olvido es una situación
política traumática… recordar lo traumático puede ser imposible; pero olvidarlo, también
puede serlo y el recuerdo puede volver violentamente a la memoria irrumpiendo sin tregua
una y otra vez” (Lira & Castillo, 1993, P. 111; Cfr. Ricoeur, 2003).

En sociedades con alto niveles de polarización política se da con frecuencia esta


tensión que termina en un pacto de silencio, basado en la inhibición social, que
confirma la conciencia ideológica dominante, que tiende a asociarse con un clima
emocional de tranquilidad y paz: “si las víctimas y las organizaciones de derechos
humanos no interfirieran, estaríamos en paz”, es una de las expresiones que surgen desde
estas instancias de poder. Las víctimas son vistas, entonces, como las perturbadoras
del orden social; puesto que su acción pública implicará una evaluación crítica y
negativa de lo que está sucediendo, un nivel de conflicto social, que evidencia la no
139
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

resolución del conflicto armado o la represión y un clima emocional que se tensiona


por esta acción (Cabrera, 2004).

Esto implica que se tienen que buscar formas de expresión que posibiliten un
espacio para la contención del dolor, un escenario de seguridad y confianza que
posibilite afrontar el miedo y otros lenguajes posibles que vayan más allá de la palabra
o de ciertos formatos de la palabra, en un proceso de escucha, acogida, contención y
reconocimiento, que en lo narrativo o en lo performativo posibilite que la experiencia
del horror no se quede en el olvido (Cfr. Lira & Castillo, 1993; Hamber, 1995;
Herman, 1997; Martín Beristain 2005, 2006, 2008, 2009; Cyrulnik, 2009; Oberti,
2008; Lira, 2007, 2009).

Por ello, Primo Levi (1989 / 2009) presenta uno de los puntos más complicados
para el sobreviviente: puesto que cuando da testimonio, lo hace sobre un recuerdo
traumático, que muchas veces se quiere borrar, no se quiere recordar porque duele.
Pero también el victimario no quiere recordar, porque no quiere afrontar la
responsabilidad y la culpa. Y en este sentido afirma que el opresor no debe ser
“intercambiado” (igualado) con la víctima, aun cuando sufra traumáticamente por la
culpa y lo vivido.

Siguiendo a Jelin (2002a), entre otros autores, las memorias de hechos traumáticos
por represión, suelen ser reprimidas en un primer momento y permanecen silentes
por un período de tiempo, en el que se presenta una inhibición social; sin embargo, la
misma dinámica social, normalmente lleva al conocimiento social y la articulación del
sufrimiento y el dolor; que, según Pennebaker & Basanick (1998), Pennebaker &
Crow (2000), siguiendo la hipótesis generacional de Schuman & Scott (1989) y
Schuman & Rodgers (2004), se presentará en un período de 20 a 30 años, cuando los
adultos jóvenes y adolescentes de la época en que sucedieron los hechos se hacen
mayores y tienen acceso a posiciones de privilegio y poder, desde las cuales movilizar
las memorias y realizar procesos sociales que permitan políticas del recuerdo, acciones
jurídicas y políticas de sanción y reparación.

De todas formas, Pennebaker (1994), y Pennebaker & Crow (2000) afirman que
también, el silencio, sobre todo si es obligado o el mandato de no hablar, cuando se
dan situaciones de represión, y la inhibición de la memoria está dada por una fuerza
exterior (un poder, una coacción), puede generar todo tipo de trastornos psíquicos y
físicos; pero también generan una contrafuerza de resistencia, con un incremento en
140
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

la fuerza de la memoria colectiva de un hecho. Puesto que los sucesos cargados


emocionalmente, sobre los que la gente evita hablar abiertamente, continuarán
afectando a los individuos al aumentar los pensamientos y ensoñaciones sobre ellos.
Es decir que, la represión política que no permite hablar de un acontecimiento, tendrá
la consecuencia involuntaria de consolidar las memorias colectivas asociadas con el
suceso reprimido.

De acuerdo con Horowitz (1986), Igartúa & Páez (1998), Jelin (2002a, 2003) y
Cabrera (2004) estos procesos tendrían tres fases, tanto en lo individual y lo colectivo:
inhibición y silencio; donde la gente, en medio de la represión y el miedo, prefieren
callar. En los sujetos y en las producciones culturales prima la negación, se construye
una versión convencionalizada, una historia oficial, que facilitaría un nivel de olvido
aparente, que sería la segunda fase. Pero, luego, cuando aumenta la distancia afectiva
del hecho traumático crece la preocupación por las causas y se acentúa la movilización
por la memoria (Pennebaker, 1994, Lentin, 2009). Para Cabrera (2004), Lentin
(2009) los casos de España y Chile, Argentina, con variaciones, pueden ser un
indicador de este proceso, de un pacto de silencio que fue muy fuerte en los dos
primeros países, se pasaría a escenarios de memoria y justicia.

Ross and Buehler, (1994) en una mirada socio-construccionista afirman que los
espacios del olvido o evitación del pasado se dan por tres razones: la primera la de
aquellos que lo ignoran para evitar asumir una responsabilidad (los victimarios), las
de aquellos que lo ignoran para evitar el dolor (las víctimas), preguntándose por el
impacto de hablar o no hablar y sus implicaciones en su salud mental; finalmente, se
evita o ignora el pasado porque se está muy centrado en la tarea presente o en la
construcción del futuro. Todos estos interjuegos con los olvidos darán unas versiones
del pasado, que el autor considera que deben pasar por un criterio de verdad, que si
bien no es el de adecuación y correspondencia, si tiene que ser un criterio narrativo
que pasa por: consistencia, credibilidad, congruencia, coherencia, ser vívido y
detallado. Por tanto, reconoce que puede haber varias versiones de un hecho que
cumplan con estos requisitos, por eso también acepta que puede haber conflicto y que
es necesaria una negociación de significados, lo cual implica que siempre las memorias
son creaciones.

En la misma línea Villapolo (2003), en una perspectiva más comunitaria, resalta de


manera significativa el hecho de los silencios y los olvidos en una comunidad
Asahaninka, en Perú; donde se pactan silencios tácitamente, porque una parte de la
141
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

comunidad apoyó a Sendero y la otra a las rondas campesinas, aliadas del ejército. La
comunidad tuvo una vinculación fuerte con la violencia, con lo cual, el silencio
parecería que asegurara una convivencia entre ellos. Sin embargo, y a pesar del
silencio, la ruptura social permanece y no parece que ésta sea la solución. Pero incluso,
cuando la comisión de la verdad y la reconciliación (CVR) plantea una propuesta para
trabajar en perspectiva de reconciliación, priman nuevamente los silencios; porque
poner en evidencia lo sucedido rompe con una imagen de la comunidad, centrada en
un pasado idealizado y en un futuro soñado, y se traería la violencia como enunciado
y referente identitario, que es lo que quiere borrarse. Desde otro ángulo Hough,
Canino, Abuey & Guzmán (1998) piensan que en América Latina, particularmente
en México y Guatemala una de las formas de afrontamiento es la resignación y el
estoicismo, lo cual lleva en muchos casos al silencio y a la necesidad de olvido
permanente del sufrimiento vivido (Cfr. Martín-Baró, 1991a).

En un contexto oriental, Qi Wang (2008) afirma que el hablar o no hablar como


forma de recuperación emocional en contextos de catástrofes sociopolíticas está
marcado por la cultura. Cuando un evento horrorífico tiene lugar en una comunidad
que valora la importancia de la externalización de la memoria se podrán observar
recuentos de memoria, testimonios, narrativas populares, ceremonias
conmemorativas, expresiones literarias y artísticas. Por el contrario, en una cultura
que no tiene este marco, donde el olvido es intencional y la memoria silenciosa, las
remembranzas pueden ser ricas y detalladas en el mundo de lo privado, pero la
cronología comunitaria puede ser breve; y en muchos casos se valorará el silencio sobre
la palabra.

El silencio también pues ser generado por conflictos al interior de la familia o de la


comunidad, conflictos sociales o culturales, diferencias internas entre grupos de la
comunidad, por la posición que asumen los lideres frente a algunos acontecimientos;
porque se pueden desplegar diversos intereses dentro de la comunidad o pueden
existir filiaciones con los bandos del conflicto (Thompson, 1978 / 1988; Jelin, 2002a;
Martín Beristain, 1999, 2005).

Una discusión con las ciencias sociales y el derecho:

Das (1997, 2002, 2008, d, e, f, g) y Ortega (2008) encuentran un gran problema.


Las disciplinas delegadas por la sociedad moderna para recoger el testimonio y
142
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

posibilitar la elaboración personal y colectiva del trauma, en muchas ocasiones se


quedan cortas y se convierten en un dispositivo de poder que “colonizan” la
experiencia de la gente²². En el caso de las ciencias psi y las ciencias médicas, el
dispositivo lingüístico, de saber y poder de la disciplina conlleva consigo la definición
dentro de marcos nosológicos: una enfermedad, un trauma, una patología, o un
trastorno. Desde allí, cierran el lugar para el reconocimiento, la escucha y la
contención. La víctima no se siente reconocida y prefiere callar ante este dispositivo.

De otro lado, la ciencia política y las ciencias jurídicas ven el hecho como una
violación del derecho: un crimen de lesa humanidad, un crimen de guerra. Por lo
tanto, tienen el interés en la descripción del hecho, los autores, los responsables, la
posibilidad de la prueba judicial y el valor jurídico del testimonio (Das, 1997, 2002;
Ortega, 2008). Nuevamente, pareciera que el sujeto, la persona, la víctima se quedan
por fuera del escenario que abre este dispositivo de saber y poder. Finalmente, en estos
tiempos de la memoria, la historia podría abrir este escenario. Y sin embargo, ésta
también podría quedarse en la necesidad de corroboración de lo que se dice, el cruce
de testimonios, la confrontación con la prueba documental y el archivo. Así pues, Das
(2008 d, e, f, g, h) se pregunta si esta sociedad está preparada para escuchar el dolor y la
narración del horror. Pregunta que también se hace Cyrulnik (2009) para poder darle
sustento a su concepto de resiliencia ante contextos de horror.

Ahora bien, no se trata, según Veena Das (1997, 2008g) de negar las posibilidades
que abren estas disciplinas. Sino que se respete la experiencia de las víctimas, sin que
esto implique complicidad con una sociedad que inculca este silencio como una
forma de poder. En efecto en la exposición que realicé sobre el enfoque psicosocial se
abre una puerta desde la disciplina psicológica. La pregunta tiene que ver más con una
dimensión antropológica y estriba en lo que ella denomina 'antropología del dolor'.
Lo que implica una forma lingüística que convoca a otro, convoca al que escucha,
convoca al que apoya; es decir, abre necesariamente la pregunta por la solidaridad y el
apoyo del otro.

Cuando se ha vivido el horror, no falta este llamado que se hace desde el dolor, lo
que parece que muchas veces falta es la capacidad de los otros (el otro concreto de las
relaciones cotidianas) y el otro social para responder, contener, apoyar, dar crédito,
escuchar, respaldar y dar sentido a la experiencia de las víctimas. Al contrario, se les
22
Tal como se ha expuesto anteriormente en la discusión sobre la intervención desde el trastorno de estrés
postraumático.
143
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

cuestiona su testimonio, se deniegan sus relatos e incluso la experiencia global de


represión, violencia, violación de los derechos humanos tiende a justificarse: se
construyen relatos desde el poder que “tapan”, esconden estas realidades y que
condenan a las víctimas al silencio y al ostracismo. En este contexto, el silencio,
también expresa una forma de resistencia (Das, 1997, 2008, g).

Pero además, la sociedad moderna, a través del dispositivo de la psicología, e


incluso de la ciencia jurídica, no posibilita una mejor comprensión de esta realidad, y
en muchos casos no posibilita un acercamiento a la experiencia. La autora, sugiere,
que la intervención de las ciencias médicas, psi y jurídicas debe ser un segundo
momento del movimiento de apoyo y solidaridad, de la respuesta social al clamor de
las víctimas. Para la autora el primer paso es una actitud de escucha, de
acompañamiento, de no juicio, de estar y de contener. Tener la disposición para
escuchar sin señalar, sin emitir juicio, abrirse a la comprensión y estar dispuestos a
soportar la propia angustia frente al relato de horror, para no minimizarlo, para no
encuadrarlo, para no maximizarlo. Y en eso, muchas veces una escucha silenciosa
puede ser más efectiva que cualquier palabra; o un gesto corporal de apoyo (una mano
tendida, un abrazo) pueden ser más conducentes (Cfr, Das, 1997, 2008g, Lykes,
2001b, Páez, 2001, Martín Beristain, 1999, 2001).

Después de esto, otras intervenciones psicológicas, médicas, políticas, jurídicas e


históricas tendrán un mejor prospecto y mejores posibilidades de lograr una
vinculación activa por parte de las víctimas, especialmente de aquellas que se han
recluido en el silencio como forma de sobrevivir y de resistir. Ahora bien en un marco
de este talante, el testimonio permite nombrar las violencias padecidas, hacer el duelo
y establecer relaciones con otros; siempre y cuando haya disposición de escucha (Das,
2008 g; Basabe, 2001; Lykes 2001a, b).

Es un posicionamiento contra las visiones occidentales que desprecian la vida de la


gente o sus acciones porque no tienen una finalidad política (Das, 1997, 2008 e). De
nuevo la autora resalta el valor de la vida cotidiana, la fuerza de la dignidad en la
reconstrucción de un sentido en espacios atravesados por la destrucción y la muerte
(Cfr. Martín Beristain, 1999, 2000, 2001, 2005). Es un aporte para analizar a las
víctimas que no hacen parte de ningún proceso, pero que han continuado
su vida cotidiana.

144
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Ortega (2008) complementa esta visión afirmando que es fundamental una acción
en ambos registros: el mundo de la acción social y política, visible que puede implicar
una resistencia activa y el mundo de la vida cotidiana, que también la gente necesita
reconstruir y donde en muchos casos también teje su propia dignidad. También
rescata el valor del testimonio y del testigo, aún en registros por fuera de lo jurídico-
político: en lo performativo, en los ritos, en la vida cotidiana, en la ficción, como
formas a través de las cuales la gente también se reconstruye y crea dignidad. Jimeno
(2008) complementa este punto de vista cuando afirma que si en el lenguaje está un
dispositivo para asumir el dolor, al ser éste parte de la cultura y de la construcción
social del sujeto, quien escucha también encontrará mecanismos para contener y
escuchar. Por lo tanto, considera que el testimonio es fundamental como medio de
“creación de un campo intersubjetivo en el cual se comparte, al menos de modo parcial, el
sufrimiento y puede anclarse la reconstrucción de la ciudadanía…” (p. 267).

Una experiencia muy interesante al respecto es la que referencian Honwana (1997)


y Viaene (2008) sobre el trabajo con niños soldado en Mozambique. Este trabajo no
pasa por la palabra, sino por el silencio y el olvido. En este caso, se realizan rituales de
limpieza y purificación de espíritus malignos en los niños combatientes; en un marco
de acción que integra lo corporal con lo espiritual, lo individual con lo colectivo. El
objetivo de los rituales es reintegrarlos a la comunidad y restaurar su identidad. Por
eso, no pueden hacerse procesos de memoria narrativa, porque el nombrar
nuevamente los hechos y acciones, puede hacer que los espíritus vuelvan y tomen otra
vez a los niños. Así que el silencio y el olvido, en este contexto aparecen como una
forma de reconstrucción de tejido social.

Ahora bien, Jimeno (2008) afirma con Giorgio Agamben (2009) que no se le
puede dar el carácter de lo indecible, ni de lo numinoso a este tipo de experiencias,
como si se les atribuyera un lugar divino o místico puesto que implicaría atribuirles
más poder del que ya han descargado con la acción violenta, con el crimen, con el
genocidio. Por lo que se hace necesario encontrar algún tipo de expresión: el
testimoniar como acto, que puede ir más allá de lo político-jurídico, de la denuncia,
sin obviar esta dimensión; pero que puede pasar por el grupo de apoyo, por el ritual, la
ficción, los símbolos compartidos, lo performativo.

También, Werner Bohleber (2007), cuando realiza una exploración muy


interesante por el proceso mental del trauma, haciéndose énfasis en el tema de las
dificultades de simbolización; la importancia de la elaboración, que no siempre pasa
145
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

por lo narrativo, y que implica sobre todo otro que escuche, ese otro no solamente es el
psicoanalista o el terapeuta, sino también una sociedad que valide la experiencia, la
verdad histórica, en la cual, la persona no solamente es víctima, sino también testigo.
Así pues, el problema no está tanto en que la experiencia sea incomunicable, sino en
que haya una sociedad, un colectivo dispuesto y abierto para escuchar, validar y dar
crédito a los hechos.

Para Bohleber (2007), desde un punto de vista psicoanalítico, los recuerdos


traumáticos, se preservan de un modo distinto a un recuerdo autobiográfico explícito,
dejan una marca, que las investigaciones sobre memoria de destello permiten
reconocer como nítida, vívida y precisa. Esta precisión parece atestiguar la existencia
de una verdad histórica no alterada ni transformada por significados subjetivos o por
los esquemas cognitivos; por lo tanto, no sujetos a hermenéutica, sino sujetos a una
prueba judicial. Por lo tanto, estas experiencias traumáticas requieren además de un
proceso terapéutico narrativo, un espacio y un discurso social que permitan emerger la
verdad histórica, lo que permite develar lo que ocurrió realmente. “Puesto que los
individuos traumatizados no son sólo víctimas de una realidad política destructiva, sino
también testigos. Con frecuencia encuentran que pocos están dispuestos a escuchar su
testimonio porque la gente no quiere que la carguen con sentimientos de temor y dolor… y
sin embargo, estos testigos dan fe de un hecho histórico” (P. 64) (Cfr. Käes & Puget, 1991)
y es en este proceso donde encuentran la cura.

Desde este punto de vista es un proceso que transforma tanto a quien habla como a
quien escucha. Aquí los afectos funcionan a nivel psicológico y social, por lo tanto el
testigo y los escuchas están en tres dimensiones: psíquica, social y política. Ahora bien
es un proceso que debe ser acompañado, moderado y dirigido con una gran
responsabilidad, en una lógica de “sentirse” con el otro en su sufrimiento (Herman,
1997; Simon, Eppert, Clamen, & Beres; Zembylas & Bekerman, 2008).

El papel terapéutico del testimonio

Este tema nos introduce en las investigaciones y trabajos en los que se ha revisado el
papel que cumple el testimonio de las víctimas en escenarios de construcción de una
verdad pública y/o histórica. Es una pregunta por el lugar del testigo y del testimonio
en los escenarios de luchas por la memoria, en la afirmación y reconocimiento de
hechos de horror, crímenes de lesa humanidad y violaciones sistemáticas de derechos
146
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

humanos y en la construcción de transiciones políticas de las dictaduras, las violencias


políticas y los conflictos armados hacia la democracia.

Como se esbozó anteriormente, los primeros procesos investigativos en este tema


se dieron en contextos clínicos con víctimas de tortura, expresos políticos y
refugiados. Becker & Lira (1989) afirman que la conmemoración testimonial, el
testimonio social de las víctimas tiene un papel fundamental en la lucha contra el
olvido y la impunidad, permiten darle un sentido social a los síntomas, engranan las
memorias intrusivas dentro de la secuencia pasado-presente-futuro, y además de ser
un arma política, parecen servir para disminuir la sintomatología individual.

Sobre este punto, Hamber (1995) afirma que desde una perspectiva estrictamente
psicológica la recuperación y la curación se pueden lograr si se facilita un espacio de
escucha y contención para las víctimas y sobrevivientes; para después ser presentados
públicamente. La denegación de estos espacios podría generar síntomas físicos y
psicológicos. Puesto que, según Lykes (1999), la mentira y la distorsión de la realidad
de la violencia, la historia oficial y la impunidad han anclado en el sujeto individual,
que no podrá distinguir lo que es verdad de lo que no es, puesto que la mentira
institucional cuestiona su propia identidad y su visión de la realidad (Martín Baró,
1990); por esta misma razón, su recuperación pasará por el testimonio público, por
llevar a lo social esta experiencia, con lo que también logra liberarse de los anclajes
sintomáticos de la misma.

Kaufman (2001, 2006) además del trabajo terapéutico psicoanalítico, observa que
éste es insuficiente si no se realiza un procesamiento de la palabra, el testimonio y la
memoria en la elaboración pública y social, a través de la acción pública, la lucha por
los derechos humanos, la verdad y la justicia. Por su parte, Chapman & Ball (2001)
afirman que la acción de dar testimonio en un foro público es un acto catártico y
sanador, no solamente para la víctima, sino también para la sociedad.

Por esta razón y desde su propia experiencia, Primo Levi (1976 / 2008) aborda tres
ideas fundamentales que constituyen un referente ético del hacer memoria:

1. El sobrevivir está relacionado con el dar testimonio, y esta idea como una
forma de resistencia en medio de la opresión y deshumanización del
“LAGER”.

147
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

2. No se trata de “comprender” la experiencia, porque esto es casi justificarla,


buscar una identificación de ella. Se trata de darla a conocer para que no se
vuelva a repetir, porque esto que se ha vivido puede volverse a repetir, si las
conciencias quedan obnubiladas. Así pues el testimonio también tiene
una función moral y educativa. Pero el testigo también cumple un papel
ante la justicia, para que ésta pueda sustituir al odio. El escribe como
testigo, pero los jueces son los lectores.
3. De allí que el recordar, el testimonio, la memoria sean un deber: deber con
todas las víctimas (los hundidos), pero también deber de recordar que a
Hitler, a Mussolini, a Stalin²³ cuando hablaban se les escuchaba con
devoción, como a dioses. Sin olvidar que quienes siguieron órdenes no
eran esbirros ni no humanos: “más peligrosos son los hombres comunes,
funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin discutir… Y en un proceso
de memoria ejemplar incluye a los militares franceses en Argelia y a los
norteamericanos en Vietnam”; allí está para el autor la función de la
memoria.

En este mismo orden de ideas, para Semprún (1995 / 2007) y para Primo Levi
(1976 / 2009), el testigo/sobreviviente, habla en nombre de quienes no pueden hablar
y han vivido la experiencia radical. Ahí estriba una de sus mayores dificultades,
porque como sobrevivientes no pueden dar cuenta de los “hundidos”. Y esto implica
en muchos casos una sensación de no ser comprendido, ni escuchado ni creído. Por
eso Semprún aborda el problema de la verdad esencial, aquélla que ningún estudio
histórico podrá contar jamás y que necesita ser revelada de alguna manera: ahí está el
poder del testimonio, sin embargo, de nuevo para el autor, es la vía del arte y la ficción,
quizás, la mejor manera de comunicar esa verdad esencial a quienes escuchan.

De todas formas Semprún (1995 / 2007) introduce una distinción muy bella
entre la experiencia que se recuerda porque se ha vivido, y la acción de memorizar
hechos históricos. Diferencia entre recordar y memorizar. Constantemente está
haciendo una discusión sobre la memoria, la necesidad de afirmar una buena
memoria, puesto que en el contexto en que se escribe, esta memoria puede ser puesta
en cuestión. De allí la importancia de poder referirse a hechos que se recuerdan
porque sencillamente se han vivido. Otra distinción de la memoria es la que puede
desarrollar el testigo que ha vivido los hechos y los tiene impresos en su piel, en su

23
De manera semejante sucede con algún político local, en Colombia.
148
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

cerebro y la memoria que se construye cuando éste la transmite a sus “nietos”, a las
otras generaciones, que ya no es recuerdo “real del olor a carne quemada del crematorio”
(p. 129), sino un conocimiento de unos hechos, un mensaje que al final es un mensaje
ético.

Primo Levi (1989 / 2009) confirma: es natural y obvio que la fuente esencial para la
reconstrucción de la verdad de los crímenes y el horror esté constituida por las
memorias de los sobrevivientes. Aceptando incluso, la falibilidad del testimonio,
sobre todo cuando pasan los años y se ha mantenido silencio, puesto que las noticias,
libros y películas terminan también afectando la memoria y el testimonio.

Ahora bien Patrick Dove (2005) dirá que entre trabajo de duelo y trabajo de
justicia en el testimonio y en la memoria hay una contradicción. Porque cuando se
narra para elaborar el duelo se narra para dejar atrás los hechos, mientras que si se
busca la justicia, estos hechos deben permanecer en la memoria personal y colectiva:
“El testimonio está marcado por el conflicto entre la urgencia de hacer escuchar y la
responsabilidad de respetar la dignidad del otro, lo que frecuentemente requiere límites al
deseo de revelar. Escenifica el compartir el dolor por la vía de la empatía y la solidaridad.
Junto a la voz singular del otro, construye un lenguaje negociado entre dos o más
interlocutores…” (P. 145). En último término dar testimonio es una acción de
dignidad, una acción ética y moral que señala la injusticia y un acto político que
intenta denunciar y transformar una situación de violencia y dominación.

Por eso, Esther Cohen (2008) piensa que es preferible el exceso a la falta de
memoria, puesto que el silencio y el olvido condenan a las víctimas a la injusticia y
dejar de ver que el totalitarismo nació en el seno de esta sociedad y que puede volver a
aparecer si no se le identifica y no se lucha contra él. En este sentido para ella son
fundamentales los diferentes relatos de las víctimas, porque son la voz de la conciencia
para la sociedad occidental, una voz ética que compele a otras formas de organización
social y de relación.

Castilla del Pino (2006) afirma que tener existencia, es también estar en la
memoria y en las narrativas de otros: es decir, queda la constancia en nombres y
apellidos de la existencia. Y es en este sentido donde lo que parece innombrable se
puede nombrar. Y aquí el testimonio se convierte en una acción moral: aunque no
sea totalmente útil para lo que llamamos historia, que al final la hacen los
historiadores. Pero no se puede prescindir del personaje, porque es quien cuenta el
drama. Da testimonio de él… 149
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Por eso, para Ricouer (2003), las comisiones de la verdad y los escenarios socio-
políticos y públicos de memoria son un escenario privilegiado para presentar los
testimonios, porque no implican la rigurosidad de la prueba judicial, que no permite
recoger al testigo (al confrontarlo e incluso contradecirlo), pero tampoco es el espacio
de la vida privada, lo que implica un escenario a medio camino entre la ciencia
histórica y la ciencia jurídica, entre el trabajo terapéutico de duelo y la narración
histórica: es la herramienta privilegiada del trabajo de memoria (Ricoeur, 2003).

Avanzando en la discusión y retomando el análisis de las investigaciones que


abordan una perspectiva psicosocial del testimonio, Lykes, Blanche & Hamber
(2003) exploran los roles que han jugado los psicólogos en los procesos de recuerdos
del pasado y la construcción de nuevas identidades para crear un futuro más justo.
Evidencian el papel significativo de estos para acompañar los esfuerzos de las
víctimas/testigos para expresarse y contar sus testimonios, desde la propia experiencia
de la represión política y militar, puesto que están envueltos en una compleja
representación política que va más allá de la simple oposición binaria de silencio,
versus dar voz. Esto lo muestran en dos escenarios: un grupo de mujeres de Guatemala
que produjeron un libro, con fotos y relatos, acerca de su pasado y presente. El
segundo grupo, trabajando en el ámbito de la CVR en Sudáfrica, permite explorar las
formas, motivaciones y expectativas de dar el testimonio en diferentes momentos del
proceso, mostrando los roles que la gente juega.

Estas iniciativas pueden ser vistas como momentos de resistencia a una represión
externa e impuesta que ha censurado y marginado su voz. Y esto es cierto, pero según
los autores (Lykes, Blanche & Hamber, 2003) también se tiene que deconstruir la
visión romántica de la voz de la gente, puesto que esto está mediado por un
acompañamiento y un proceso de apoyo psicosocial, que también ha interactuado
con la comunidad y ha marcado espacios y tiempos del hablar. Así se da un continuo
interjuego entre la autenticidad del relato, los requerimientos de la tecnología
discursiva que se requiere (una cámara / una audiencia pública, etc.) y las condiciones
materiales de su resistencia (es decir, no se da testimonio en el vacío, también se
buscan mejores medios a nivel económico, social, político). Lo que emergió en el
proceso fue: que no fue la particular voz de las víctimas lo que se testimonió, sino un
proceso interactivo que generó representaciones políticas, demandas sociales y un
marco de comprensión como resistencia social.

150
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Piper (2005) afirma que el testimonio es una narración vital, atravesada de afectos
y emociones, que articula las tramas del horror y el sufrimiento, en una narración que
no es posible contradecir: “para quien recuerda sufriendo, lo más importante no es la
exactitud o inexactitud de su memoria, sino su significado y afecto” (P. 79). Así pues, este
formato narrativo refiere a una marca o una herida y la acción de testimoniar es una
forma de integrar en la propia historia esta experiencia. Pero además integran su
experiencia en una historia nacional que mantiene relatos de negación y olvido; por lo
tanto, cumplen una función psíquica, social y moral. Por lo tanto, la autora apela a las
víctimas (de tortura) como testigos (testimonio) vivos del quiebre que significó para
Chile la dictadura, los sufrimientos que se generaron y las rupturas personales y
sociales que trajo consigo.

Para Oberti (2006, 2008), el testimonio tiene un papel fundamental, puesto que
en su registro de verdad, que no es el de la adecuación, sino el de la veracidad y la
rectitud se pueden ir tejiendo diversas historias, diversos relatos que quienes los
escuchan pueden comparar, relacionar y de esta manera construir relatos sociales que
no dejen en el territorio del silencio y del olvido las vivencias de las víctimas, y al
mismo tiempo permitan resignificarlas más allá de la literalidad. Reconoce en este
proceso una función terapéutica de la memoria (individual y social) y el
ejercicio de un derecho.

Por esta misma razón para Gaborit (2006b, 2007), la salud mental de las
sociedades, donde se ha dado, permitido y amparado la violencia, pasa por la
recuperación de la memoria histórica. Los intentos de todas aquellas personas o
instituciones que no desean que las desapariciones, las masacres y las torturas queden
relegadas al olvido, lejos de caldear ánimos y reabrir heridas ya cicatrizadas, vienen a
cerrar esas heridas, que han permanecido abiertas, y a reforzar la cohesión y el orden
social. El recordar, es decir, la acción de hacer memoria, y las narraciones que de ella se
desprenden no son una simple discusión verbal que intenta reconciliar versiones
distintas de eventos acaecidos en el pasado, es la acción que empodera a las mayorías
populares, a las víctimas y a sus familiares, de decir y decirse justicia y que va
moldeando un conjunto de actitudes prácticas, cognitivas y afectivas, que posibilitan
una verdadera reconciliación social. La recuperación de la memoria histórica es, por lo
menos para el caso de El Salvador, indispensable para construir una historia que
responda a las experiencias y vivencias de las mayorías, que no sea elitista ni, en
definitiva, ignorante ni enajenante.

151
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Francisco Fernández (2006) y Fouce (2006, 2008) a propósito del trabajo de


exhumaciones en España, afirman que, en medio de todo, este proceso es de vital
importancia para la recuperación del testimonio de víctimas/sobrevivientes y testigos
de la represión franquista, puesto que este es uno de los principales hilos de la
recuperación de la memoria histórica. Lo cual implica el paso de una cultura del
miedo, la sospecha y el silencio alimentada por varias décadas, de la intimidad de la
derrota, a una cultura de pasar a lo público. De lo privado a lo público.

Fernández de la Mata (2006), desde una perspectiva antropológico-social, se


centra en la experiencia de sufrimiento (y su gestión) de quienes quedaron definidos
como perdedores o vencidos desde los inicios de la rebelión militar de 1936 en lo que
dio en llamarse “zona nacional”. El drama vital de la represión franquista, junto a una
largamente pospuesta atención a las víctimas, ha generado graves conflictos
personales que aparecen a la hora de recuperar estas memorias, haciendo necesario
desarrollar una metodología específica para la recogida y análisis tanto de los
recuerdos como de lo olvidado, esta metodología testimonial implica no sólo la
narración, sino la posibilidad de lograr hacerla pública, y con esto alcanzar el
reconocimiento que siempre se negó a estas víctimas. La experiencia mostró que este
proceso tuvo una función reivindicativa y posibilitó un alivio que transformó el dolor
de muchos años en un sentido de identidad orgullosa y la oportunidad de tener un
protagonismo social que es reparador.

Lykes, Martín Beristain & Cabrera (2007) ratifican este punto de vista y afirman
que el acto de dar testimonio constituye una acción de resistencia, que puede
fortalecer las relaciones sociales, el apoyo social y la comunicación en la comunidad;
puede implicar un sentido de valoración de sí mismos y aumentar la asertividad en las
luchas por la defensa de la verdad. Y cuando esto se hace en un marco de
acompañamiento psicosocial comunitario, donde los sobrevivientes asumen un rol
activo, retoman su voz, asumiendo la lucha por la justicia, la reconstrucción de la
memoria comunitaria, estos procesos, también contribuyen a la elaboración de los
duelos, a manejar las emociones (especialmente el miedo), al mejoramiento del clima
emocional, a recuperar la identidad social y a la recuperación emocional de los y las
participantes.

Para Cyrulnik (2009) la memoria es fundamental, porque sin memoria, es como


estar atrapados por la sombra, es estar sometidos al presente; pero una sociedad que
niega a las víctimas y sobrevivientes la posibilidad de relatar y dar testimonio (los
152
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

esclavos negros, los armenios, los rojos españoles, los judíos en muchos momentos, los
argelinos, los camboyanos, etc.) provoca en las víctimas un sentimiento de rechazo,
una escisión:

“Condenado al mutismo selectivo para no ser extraño, privado del apoyo


tranquilizador de su ambiente, el herido queda sometido a la memoria de lo que ocurrió.
Cuando no hay relatos compartidos que modifiquen las imágenes del horror, el herido no se
puede proteger de ellas, dominarlas ni mantenerlas a distancia, entonces, éstas retornan
como relámpagos dolorosos y se le imponen en su conciencia muda: sufrirá su secreto en
silencio. El relato permite sostener la coherencia autobiográfica. El silencio la rompe, la
escinde. Pero el relato necesita del marco social para ser recibido: reconocido, porque lo que
perturba no es el silencio, sino la razón cultural que obliga a mantener el secreto. Cuando
un proceso de reconstrucción de tejido social choca con un discurso social culpabilizante o
negacionista que intenta borrar las huellas del crimen, también se hace más complejo
cualquier proceso de recuperación: La memoria del trauma es un arma de doble filo: sin
memoria, la vida es un sinsentido; pero con una tragedia en la memoria, es insoportable.
Entre ese doble peligro, los heridos se ven obligados a escribir otra historia que es la que
conocerán sus allegados. Por eso decimos que ninguna historia es inocente” (Cyrulnik,
2009, P. 193 – 194).

Ahora bien, Bar-Tal (2008) considera que en el marco de los conflictos intratables,
donde las memorias son manipuladas y construidas de acuerdo a una visión sesgada,
tal como se trabajó anteriormente, es necesario trabajar la verdad y un testimonio
centrado en la misericordia y el perdón, como valores para la reconstrucción de las
relaciones. Esto implica el reconocimiento de dos narrativas del conflicto, que cada
parte asuma la responsabilidad y que los testimonios de las víctimas, sirvan tanto a su
curación individual, como a una visión incluyente de memoria. Esto implica un
reconocimiento de las heridas que han causado dolor, superando el victimismo,
reconocimiento del daño, recibir empatía y soporte, y reconocer el rostro de la otra
parte (Cfr. Lederach, 1997).

El grupo de apoyo mutuo y otras formas de trabajo psicosocial con


comunidades

El reclamo de Veena Das (2008h), expuesto en este capítulo, conlleva a una


reflexión sobre las formas apropiadas y enmarcadas culturalmente para realizar un
153
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

trabajo psicosocial con comunidades afectadas por la guerra, favorecer escenarios


sociales de “escucha” y reconocimiento para que se pueda dar testimonio público por
parte de las víctimas y para generar espacios de reconstrucción del tejido social. La
autora espera haber demostrado que “La construcción de la memoria compartiendo el
dolor de los otros es una actividad diferente de construirla mediante colecciones en los
museos” (P. 434).

Memoria compartida y grupos de apoyo mutuo

El primer paso para que la palabra de las víctimas pase de lo privado a lo público,
para que su dolor pueda ser elaborado y para que puedan contar sus historias, en
escenarios de contención y apoyo, que implica un testimonio en espacios grupales de
memoria compartida, son los procesos y trabajos psicosociales desde abajo; desde un
colectivo que se hace sensible a los hechos y posibilita esta escucha que permite a las
víctimas enunciar lo que parece intratable, decir lo que aparecía indecible y nombrar
lo innombrable. Estos espacios han posibilitado el apoyo, la construcción de la
memoria compartida y un espacio de confianza, seguridad y contención para lograr
transformaciones individuales y colectivas que han sido base para otras
acciones de tipo colectivo.

Es larga y amplia la tradición que recoge los modelos de apoyo social y los grupos
de apoyo como formas de intervención en salud, en psicología social comunitaria y
escenarios de fortalecimiento comunitario. Gracia Fuster (2011), retoma y
profundiza sobre los trabajos de Caplan (1974), Cobb (1976) y Cassel (1966), entre
otros, para evidenciar la importancia de este tipo de intervención en contextos
colectivos donde se generan escenarios de ayuda mutua a partir de la experiencia de la
gente, sin depender de liderazgos externos, estructuras institucionales o supuestos
saberes profesionales, para lograr en un proceso de interacción cara a cara, procesos de
afrontamiento, apoyo emocional, fortalecimiento de la identidad a partir del
compartir de experiencias, generando un potencial terapéutico y transformador;
puesto que proveen un entorno para encontrar esperanza, desarrollar una mejor
comprensión de los problemas, construir una atmósfera de aceptación que facilita la
expresión de emociones, la reconstrucción cognitiva y el fortalecimiento del vínculo
social (generando sentido de pertenencia, altos niveles de cohesión y motivación),
donde las personas que son ayudadas, dan ayuda y se hacen partícipes del proceso,
obteniendo un sentimiento de utilidad social.

154
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

En el presente texto no es posible analizar todas las experiencias de este tipo en los
diversos contextos en que se han desarrollado. Tan sólo voy a presentar algunas de
estas experiencias, en contextos de afrontamiento a la violencia política y al conflicto
armado, teniendo en cuenta que muchas de ellas no aparecen referenciadas en las
revistas científicas y en el mundo académico, por lo que es evidente que deben ser
muchísimas más que las aquí referenciadas, que valen como ejemplo del tipo de
procesos que quiero traer a colación en este estado de la cuestión.

Martín Beristain & Rieira (1994), con base en su trabajo de acompañamiento a


comunidades en Centroamérica, recomiendan la estrategia del grupo de apoyo mutuo
como una forma de resistencia, afrontamiento activo, soporte emocional,
fortalecimiento de la cohesión social. En efecto en Guatemala, el Grupo de apoyo
mutuo (GAM, 2010), desde 1984 venía ejerciendo un trabajo de apoyo integral a las
víctimas, con apoyo psicosocial y jurídico, en una perspectiva de dignificación y
reconstrucción de tejido social, más que desde una visión psicologista. En El Salvador
también se desarrollaron múltiples experiencias de este tipo.

El trabajo de las arpilleras en Chile (Lira, 1998, Bacic, 2008) fue una experiencia
en la que las mujeres se encontraban y a través de tejidos sobre telas iban
reconstruyendo la historia y constituían un espacio de apoyo mutuo y recuperación
emocional, que con el paso del tiempo se convirtió en movimiento social, que en
plena dictadura, pudo nombrar lo que parecía innombrable y posibilitó un ejercicio
de sub-versión que se fue filtrando y generó procesos de resistencia social, que a su vez
generaron mejor bienestar en la salud mental de las mujeres.

La experiencia de Khulumani²⁴ (Hamber, et. al. 2000; Hamber, 2003; Lykes,


Blanche & Hamber, 2003; Hayner, 2008a) es una experiencia significativa de apoyo
mutuo, donde los autores describen un proceso de formación de víctimas (en su
mayoría mujeres) para realizar contención emocional a otras en espacios grupales (se
abrieron 35 grupos de apoyo en total), donde se trabajaba a partir de la narración de la
historia; este trabajo de contención compartida fue altamente significativo para
afrontar la violencia sufrida en el pasado, el proceso de la CVR sudafricana y su
posterior decepción para las víctimas que buscaban justicia y reparación.

24
Palabra que en idioma Zulu significa: expresarse, sacar fuera por la palabra.
155
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Hanscom (2001) presenta la experiencia del proyecto “Espera” en Guatemala, un


trabajo que consistió en formar a mujeres indígenas mayas, que anteriormente eran
promotoras de salud, como promotoras de salud mental que trabajaron con grupos de
apoyo, en una metodología que permitió el reconocimiento de las historias de vida, la
validación de las reacciones emocionales, los mecanismos de afrontamiento y la
comprensión del daño que hace la represión. En una evaluación posterior, la autora
pudo comprobar cómo muchos de los síntomas y reacciones habían mejorado
ostensiblemente por la realización de este proyecto.

Lykes (2001a) reporta dos trabajos en esta línea, también en Guatemala: el


primero el proceso de apoyo mutuo de mujeres de comunidades ixil, a través del
contarse historias de su experiencia en el conflicto armado, con fotografías. Pero
también referencia en este texto, un trabajo de apoyo psicosocial con mujeres que se
formaron para trabajar y apoyar a niños y niñas en sus comunidades. Ambos trabajos
con notables logros en la recuperación de las víctimas y en el fortalecimiento del tejido
social.

Patricia Mathes Cane (2002) presenta un trabajo que ha realizado en


Centroamérica y en otras partes del mundo, en el que a través de talleres de formación,
ha podido desarrollar habilidades de acompañamiento, apoyo y contención a víctimas
de la violencia social y política. La autora intenta potenciar las formas tradicionales de
sanación de las comunidades, dialoga con otras técnicas que ofrece la psicología y otras
tradiciones culturales y propone un trabajo colectivo que permita un proceso integral
donde persona y colectivo puedan recuperar la dignidad, puedan remitir los síntomas
traumáticos y se puede restablecer el tejido social. Veena Das (1997, 2002, 2008 h)
también piensa que este tipo de escenarios son fundamentales y observa que en
sociedades tradicionales como las de la India, son formas que desde la cotidianidad
permiten a las víctimas transformar su sufrimiento y vivir dignamente.

También, en Guatemala, se ha trabajado de forma intensa en otros contextos en la


formación de promotores y promotoras de salud mental. Lo hizo el proyecto REMHI
(ODHAG, 1998), y otras organizaciones a lo largo y ancho del país. El equipo de
estudios comunitarios y acción psicosocial (ECAP), sistematizó, recopiló y conformó
un proceso de capacitación, con el objetivo de desarrollar un trabajo de formación que
recogiera los elementos a tener en cuenta en una perspectiva psicosocial para el apoyo a
las víctimas (ECAP, 2006).

156
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

En esta misma línea, en Colombia se han desarrollado dos proyectos significativos


con víctimas de la violencia en territorios de fuerte incidencia del conflicto armado, en
estos proyectos, se ha formado a personas de las comunidades para realizar
acompañamiento y apoyo desde la misma base, para lograr contención, crear espacios
de confianza, superación, resiliencia y resistencia. El primer trabajo, realizado por la
corporación AVRE (2010), formó a terapeutas populares y multiplicadores
psicosociales con la pretensión de “contribuir en la disminución del sufrimiento
emocional de las víctimas, familias, grupos de la comunidad y organizaciones
acompañantes, a través de acciones de prevención y apoyo especializado en salud mental,
desde un enfoque diferencial de género, identidad cultural y étnica en la atención
terapéutica a nivel individual, familiar y colectivo, con el fin de incidir en procesos de
recuperación integral”. En este mismo sentido esta corporación acaba de producir un
manual para trabajar con mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del
conflicto armado (AVRE, 2010)

El segundo trabajo realizado por tres instituciones: CONCIUDADANIA, la


Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño (AMOR) y el Programa por la Paz –
CINEP formó a mujeres de la comunidad en cuatro regiones del país: Oriente
Antioqueño, Magdalena Medio, Sur de Córdoba y dos organizaciones de víctimas de
la ciudad de Medellín (Villa, 2007a). Este trabajo ha sido evaluado de manera
cualitativa, mostrando los logros y procesos de superación en la investigación
“Nombrar lo innombrable: Reconciliación desde la perspectiva de las víctimas” (Villa,
Tejada, Sánchez & Téllez, 2007), donde se evidencia de qué manera este trabajo,
realizado a través de la metodología de grupos de apoyo mutuo, implicó la
recuperación emocional, la recuperación de las creencias y el sentido de vida, la
restauración de la dignidad y reconstrucción de tejido social, analizado en una mejor
integración y cohesión social y la emergencia de un proceso de organización de
víctimas con el objetivo de resistir los embates del conflicto armado y reclamar sus
derechos a la verdad, la justicia y la reparación.

Estas experiencias han sido retomadas por diversas instituciones y han inspirado la
estrategia de recuperación emocional diseñada por la Unidad de atención y reparación
a víctimas (UARIV) dentro de su estrategia de reparación psicosocial a víctimas del
conflicto armado.

También en Colombia, María Victoria Uribe (2010), en su investigación sobre las


acciones de memoria a lo largo y ancho del país, recoge la experiencia de las mujeres de
157
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Mampuján, en el norte de Bolívar, que a partir de la elaboración de tejidos y mantas


van reconstruyendo la historia de la comunidad, en una dinámica en la que el tejido
deja de ser símbolo y se hace real, puesto que tejer, hablar y compartir van de la mano
en una experiencia que le ha dado sentido y significado a la experiencia de estas
mujeres. También reporta la experiencia en los Montes de María, “Mujeres narrar
para vivir”, donde éstas en colectivos de mujeres fueron contando sus historias y
narrando sus testimonios en un espacio de apoyo y contención, que fue base para
luego realizar testimonios públicos.

En otro marco de conflicto, en Israel, y apoyando lo anteriormente dicho, Nets-


Zehngut & Bar-Tal (2007, 2011), de acuerdo con algunas experiencias, mostraron
que los procesos de auto-apoyo colectivo, con el objetivo de reducir la pena profunda,
el dolor, el sufrimiento, son espacios que pueden contribuir a generar un clima
emocional positivo. Pero más allá de eso, afirman que estas acciones contribuyen a la
generación de actividades sociales y políticas que le permiten a la gente retomar el
control sobre sus vidas y sus destinos; puesto que se conforman redes de apoyo
psicosocial, de soporte emocional, e incluso proyectos conmemorativos y actos
rituales (Cfr. Bar-Tal & Bennik, 2004).

Piper (2005) estudia el Programa de Reparación y Atención Integral en Salud,


PRAIS en Chile. La autora afirma que el modelo ha sido equivocado, puesto que
constata, que ha llevado a particularizar e individualizar el daño; puesto que no se ha
podido ver que es fundamental una práctica social que implique a su vez
transformación colectiva y de la sociedad, como una necesidad de reparación social.
Para Martín Beristain (2010) el PRAIS no ha tenido enfoque comunitario, pero
algunas de las críticas que se han hecho han emergido más del propio proceso político
que han desarrollado las víctimas a lo largo de estos años y de los cambios que en este
marco han tenido los profesionales de la salud mental comprometidos con los
procesos de las víctimas, quienes han constatado que el proceso, meramente
individual, es insuficiente en el proceso de curación y dignificación de las víctimas.

Este tipo de procesos, en general, a su vez implican que no solamente la palabra,


sino también lo corporal y lo performativo son formas eficaces de enunciar los hechos
y hacerlos comunicables (Connerton, 2008). De allí que sea fundamental mirar los
trabajos que han intentado analizar la fuerza 'terapéutica' de los procesos de acción de
memoria de tipo performativo y en la acción colectiva y pública de memoria. En
muchos casos estos rituales, especialmente en comunidades tradicionales, pueden
158
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

tener mejores efectos en términos psicológicos, que las mismas terapias de corte
occidental y afectan factores psicosociales y sociopolíticos de reconstrucción de tejido
social y fortalecimiento de la comunidad (Hayner, 2008a).

Reparación desde abajo a través de la acción colectiva y la memoria


performativa

La mayoría de las investigaciones que se centran en los procesos colectivos de


memoria, la acción pública, los rituales y las movilizaciones sociales, tienen como
fondo una hipótesis de Durkheim, esgrimida en 1912, en “Las formas elementales de la
vida religiosa”; que por lo demás, como se dijo anteriormente, fue el texto que inspiró a
su discípulo, Maurice Halbwachs a acuñar el concepto de memoria colectiva y hablar
de los cuadros (marcos, esquemas) sociales de la memoria, en 1925.

El punto fundamental de la tesis de Durkheim (1912 / 1982) es que la


participación en rituales funerarios, memoriales y conmemoraciones moviliza
emociones de dolor, tristeza, cólera y rabia, con lo cual, y al mismo tiempo se genera
un proceso de compartir estas emociones. Pero también, se suscitan reacciones
positivas, que a su vez, movilizan hacia la cohesión social, la integración y la
solidaridad. Así, el rito religioso se convierte en un factor que fortalece el orden social,
revalida la identidad de los sujetos y de la comunidad, aumenta el sentido de
pertenencia y el sentimiento de cohesión colectiva.

Otro autor clásico que sirve como referente para pensar los rituales como forma de
curación psíquica y mejoría emocional, es Freud (1915), quien en “Duelo y
Melancolía” reconoce la importancia de las acciones simbólicas en el trabajo de duelo.
Este punto de vista es reforzado por la teoría del apego de John Bowlby (1980), para
quien las ceremonias y rituales de duelo mitigan la separación, permiten la expresión
pública de dolor y abren espacios para el apoyo social.

Ahora bien, Ricouer (2003), ahondando en esta situación, diferencia entre rituales
funerarios y de duelo; y acciones de movilización que implican memoria colectiva; por
lo que afirma que más que trabajo de duelo, es necesario hacer un trabajo de memoria,
que según Schmucler (1996) es posterior al duelo. Este trabajo de memoria, no es un
proceso simplemente catártico, como lo sería el rito funerario; sino un trabajo y una
acción que pasa por la elaboración, la organización y la movilización (Ricoeur, 2003).
159
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

En este sentido, puede afirmarse que las tesis de Durkheim y Freud pueden ser
complementarias, como se verá más adelante.

Algunos autores como Bowlby (1980), Worden (1991, 1997), Fernández Liria, et.
Al. (2006), Martín Beristain (2005), de todas formas, atribuyen a los ritos funerarios,
a las manifestaciones colectivas de duelo un potencial para ayudar a aceptar la pérdida,
para poner el límite entre los que han muerto y los que quedan vivos. Posibilitan una
catarsis emocional y una oportunidad de manifestación abierta del dolor, la tristeza y
la rabia. Por esta razón, se ha afirmado que tienden a fortalecer la cohesión colectiva,
mientras no son protectores frente a las emociones negativas. Por lo tanto, será
importante diferenciar entre los rituales de duelo y funerarios, de las acciones políticas
y públicas de memoria en el marco social, puesto que sus intencionalidades y procesos
son diferentes.

Ya en 1998 Páez, Pennebaker y Rimé, recogiendo algunos trabajos que habían


desarrollado por separado (Pennebaker, 1993a, b, 1994; Páez & Basabe, 1993; Rimé,
1995) afirman, apoyando la hipótesis durkheiniana, que acciones de memoria
colectiva cumplen una función preventiva, en relación con la salud mental de los
sujetos y los colectivos que participan en estas manifestaciones públicas.

Marques, Páez & Serra (1998) afirman que a través de conmemoraciones


testimoniales, puede generarse una resignificación positiva de los hechos; pero que
pueden traer recuerdos intrusivos individuales. Sin embargo, cuando hay un
reconocimiento del hecho, de su injusticia y de que no debería pasar jamás, esto puede
llevar también a una resignificación positiva (Jodelet, 1998). A este proceso de
resignificación positiva y crecimiento humano después de una situación límite, se le
ha dado actualmente el nombre de “aprendizaje postraumático” o “crecimiento
postraumático” (Janoff-Bulman, 2004; Poseck, 2004; Pérez Sales, Vásquez & Arnoso,
2009; Rimé, Páez, Basabe & Martínez, 2009; Vásquez & Páez, 2010).

De cara a los eventos traumáticos que dividen la sociedad, los rituales dirigidos al
recuerdo no tienen una naturaleza normativa unificadora como pensaba Halbwachs
(1950 / 2008). Puesto que para las víctimas es importante, necesario y dignificador;
mientras para los perpetradores, puede ser un motivo de vergüenza, culpa o
responsabilidad; por ello los cuestionan o coartan, en una dinámica de evitar el
recuerdo o convencionalizarlo. (Marques, Páez & Serra, 1998) En muchos casos, lo
que se evidencia es un juego de poder y una lucha y disputa por los sentidos, en los que
160
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

los emprendedores de memoria deben esforzarse para que las víctimas puedan
alcanzar el reconocimiento (Jelin, 2002 a).

Para Elizabeth Lira (1998), las memorias resistentes son memorias terapéuticas, así
pues, tanto la memoria documentada, como la memoria social performativa
(memoria viviente), contribuyen al restablecimiento o la construcción de un orden
político justo que genere un marco ético, político y subjetivo para enfrentar los abusos
del pasado. Por eso a nombre de evitar el dolor o evitar la polarización o que no se den
venganzas y/o violencia, no se puede eliminar la memoria. El arte y el performance
cumplen un papel importante, porque la gente necesita que sus relatos sean
reconocidos por la sociedad, por otros fuera de ellos mismos, para hacer que su horror
privado sea parte de la historia, parte de lo que otros reconocen como verdadero,
válido y compartido.

En esta misma línea, Páez & Basabe (1999) y Basabe (2001) confirman la
importancia del recuerdo público para el mantenimiento de las memorias colectivas,
mejorando el clima sociopolítico. Martín Beristain, González & Páez (1999)
reafirman, en un estudio que sintetiza el trabajo de investigación del proyecto de
recuperación de la memoria histórica en Guatemala (REMHI), que cuando las
comunidades se movilizan, realizan rituales y generan acciones colectivas de memoria,
aun cuando hayan sufrido el horror, tienden a mejorar en su cohesión social, en sus
posibilidades de dignificación y resistencias (afrontamiento directo), en su apoyo
social, incluso cuando estos rituales y conmemoraciones despierten sentimientos y
emociones negativas en los y las participantes, tales como miedo, tristeza, sensación de
injusticia, incertidumbre, cólera y dolor intenso.

Para estos autores (Martín Beristain, et. al., 1999), esto refutaría la tesis de Freud,
pero reforzaría la de Durkheim; porque no disminuyen el malestar emocional,
aunque sí mejoran la cohesión social. Este trabajo, no realiza una clara distinción
entre el simple ritual funerario y de duelo, de las acciones de conmemoración como
acción pública, que conlleva movilización y orientación hacia una meta: la
dignificación del fallecido, la reivindicación de la reparación y el
conocimiento de la verdad.

Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa (2000), Hamber (2003) Lykes, Blanche
& Hamber (2003) y Hayner (2008a) reportan el proceso de Khulumani,

161
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

organización de víctimas que, entre otras labores, desarrolló rituales con las
comunidades y con las víctimas en varias localidades en Sudáfrica. Se trataba de
vigilias de luces para recordar a los seres queridos asesinados. Estos autores mostraron
que este proceso trajo consolación, soporte emocional y cohesión colectiva, puesto
que la gente pudo expresarse colectivamente y romper el silencio del pasado.

Basabe, Páez & Rimé (2004) y Páez, Matínez Sánchez & Rimé (2004)
encontraron en una investigación con personas que participaron en manifestaciones
una semana después del 11-M, que reportaban una sensación de apoyo social
subjetivo, menor soledad, más afectividad positiva, mejor autoconcepto y veían
también los aspectos positivos o beneficios personales, interpersonales y sociales de la
reacción que se tuvo ante el trauma colectivo. Para los autores en esta investigación se
mostró que altos niveles de participación en manifestaciones una semana después,
predijeron a los dos meses una percepción del clima emocional social positivo por
parte de los y las participantes. Por su parte Wayment (2004) trabajando con
estudiantes universitarios sobre las reacciones al 11-S en New York, ha encontrado
que las conductas de ayuda social, solidaridad y acción colectiva favorecen la
superación de la culpa del sobreviviente, ofrecen una mejoría al dolor y la profunda
pena sentida, y posibilitan reacciones de mejoramiento frente al estrés emocional. Y
Janoff-Bulman (2004) afirma que una movilización de la comunidad generará una
visión positiva del mundo.

Estas conclusiones han sido apoyada por Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez
(2004). Campos & Páez (2004), Páez, Basabe, Cubillas & González-Castro (2007) y
Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009), quienes demuestran que el compartir
emocional y la participación en los eventos (rituales religiosos, acciones políticas,
marcha de protesta contra las bombas en Madrid), se convirtió en una forma de
afrontamiento que posibilitaba un mejoramiento en el clima emocional. También la
participación en estos rituales y en las elecciones favoreció la cohesión social y
restablecimiento del vínculo social que fortalecía la identidad colectiva, altos niveles
de integración social con disminución de la sensación de soledad social y aumento del
vínculo social, mejor estado de ánimo; disminución de la sensación de impotencia y
de la ansiedad; reconstrucción de creencias sociales positivas, contribuyendo a una
experiencia de afrontamiento colectivo y a la generación de cultura de paz y una alta
percepción de crecimiento postraumático en un clima social positivo. Aunque
también coinciden en que no se transforman las emociones negativas
de dolor, tristeza y rabia.
162
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Cole (2004) concluye que la memoria colectiva puede servir como una práctica
terapéutica para una comunidad y sus miembros (Cfr. Sturken, 1997). Para este autor
es claro, que cuando un grupo se encuentra a compartir un pasado especialmente
traumático, dentro de representaciones de memoria, frecuentemente narrativas,
dramatizaciones, arte, rituales y otras, esta naturaleza constructiva y trascendente de la
memoria colectiva crea un sentido compartido del pasado, una historia compartida
que simboliza el trauma y por tanto provee oportunidades para transformar el dolor
en un mejor estado y curación.

Bar-Tal, Halperin, & De Rivera (2007) proponen empezar a explorar los rituales y
acciones colectivas que se necesitan para transformar los climas emocionales que
posibiliten la construcción de una cultura de paz; dentro de los cuales ubican los
grupos de auto apoyo colectivo, la vinculación de la gente en actividades sociales y
políticas que aumenten el control sobres sus vidas, los proyectos conmemorativos y los
actos rituales en el marco de memorias incluyentes. Afirman que las emociones
colectivas juegan un rol de pivote en la forma de las respuestas individuales y colectivas
a los eventos conflictivos y contribuyen al desarrollo de un contexto social que
mantiene cierto clima emocional que se ha desarrollado. Así pues, tanto en los
eventos catastróficos de tipo político, como en las acciones que se desarrollan para
afrontar sus consecuencias, los actores sociales generan climas emocionales que
posibilitan, o bien, perpetuar el conflicto, o bien desactivarlo.

En este mismo sentido, De Rivera & Páez (2007) dicen que intervenir en la
transformación de los climas emocionales negativos (miedo, odio, desesperanza,
etc.), con políticas e intervenciones psicosociales, puede ayudar a abordar y superar
traumas sociales y a la construcción de una cultura de paz. Para ello, es importante el
uso de rituales colectivos, acciones de integración social, reforzar las creencias
positivas y descubrir los significados y razones de los eventos negativos.

Lykes, Martín Beristain & Carbrera, (2007) afirman que la participación en


rituales puede activar emociones negativas y también puede beneficiar el proceso
colectivo, favoreciendo la integración social; para los autores las formas de
afrontamiento y búsqueda de la justicia, pueden a largo plazo mejorar el clima
emocional. Por tanto, ante las violaciones de derechos humanos, los procesos de
intervención psicosocial que posibilitan la recuperación de la voz y la experiencia de
las víctimas, rompiendo el silencio creado por el miedo y el horror, en el nivel
microsocial, pueden generar cambios en la inhibición social, puede suscitar la
163
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

movilización para la búsqueda de la justicia; y en el nivel mesosocial, pueden operar


un cambio en la comunidad, en sus relaciones interpersonales. Con todo esto, los
autores describen cambios en el clima emocional.

En esta línea, la investigación de Brinton Lykes (2001a, b; cfr. Lykes et. al. 2003,
2007) presenta un trabajo de voces e imágenes de la resistencia de las mujeres ixiles-
mayas en Guatemala, a través de fotografías y textos (fototexto) que posibilitó una
reconstrucción de la memoria, a través de un libro, que les permitió ir reconstruyendo
su historia, hablar de lo silenciado, elaborar duelos y afirmarse en sus identidades a
partir de narrar historias a través de la fotografía. Más adelante el libro se presentó a
toda la comunidad y tuvo difusión en el país; trajo consigo consecuencias positivas en
las mujeres: se creó un espacio de reencuentro para superar pérdidas, les dio elementos
para desarrollar espacios de libertad e identidad de género, se movieron de un clima
emocional de miedo a uno de confianza; y se posibilitó la recuperación de creencias
tradicionales y el reconocimiento de sus derechos.

Cabrera (2004) y Martín Beristain (2005) también analizan el papel de los ritos
para la recuperación emocional y la cohesión social. Al parecer desde estudios
cuantitativos se concluye que tienen correlación con la cohesión social,
fortalecimiento de lazos comunitarios, ayudan a mitigar la separación y protegen
contra el aislamiento social de las víctimas, delimitando escenarios para la
reintegración social. Sin embargo, parecieran ser contradictorios cuando se trata de la
recuperación emocional; es decir, la movilización social pareciera no contribuir a la
recuperación emocional, tal como lo habían confirmado otros autores anteriormente,
rechazando la versión freudiana.

De todas formas, ambos investigadores (Cabrera, 2004; Martín Beristain, 2005)


logran ver que la aparición de ciertas emociones negativas, no necesariamente
implican algo negativo; puesto que, según su concepto, estos espacios abren,
precisamente la posibilidad para compartir abiertamente estas emociones, que se
exacerban en la ceremonia, además de permitir la despedida y la elaboración colectiva.
Finalmente, porque de allí puede venir la fuerza, que a través de la cohesión social
permite compartir la emoción, nombrarla, elaborarla para generar procesos de
búsqueda de justicia y de memoria colectiva, que a su vez posibilitan procesos de
recuperación de la dignidad de la gente, transformando el duelo colectivo en
reivindicación política de lucha contra la impunidad (Cfr. ODHAG, 1998).

164
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Por esta razón, este autor (Martín Beristain, 2008) afirma que el primer paso para
la reconstrucción de tejido social y la reconciliación es que la gente pueda compartir
sus experiencias con otros y otras para darles una dimensión social, con lo cual pueden
hacerlas parte de su vida. Para ello es necesario el recuerdo colectivo, el llevar al
escenario público el proceso de memoria, como una forma de reconocer que los
hechos ocurrieron, que fue injusto y que no se deben repetir.

En este mismo sentido, Jelin & Del Pino (2003) consideran que las acciones
públicas de memoria en las dinámicas de los actores locales, más allá de una visión
victimista, donde se pueda recoger toda su complejidad, unido al papel activo de los
actores para construir sus memorias, son un escenario propicio para la transformación
de las relaciones sociales, posibilitan el fortalecimiento de la cohesión social y la
elaboración de sus duelos.

Este punto de vista es asumido por Fouce (2006a) que, en el contexto de trabajo
con familiares de segunda y tercera generación de sobrevivientes y víctimas de la
guerra civil española y la represión franquista, afirma que para este grupo de personas
es central el reconocimiento social e histórico, la recuperación de la dignidad de sus
familiares víctimas y en la visibilización de la verdad histórica, de lo que ha sucedido
en España. Este proceso parte de espacios para compartir la memoria, pasando por
monumentos y rituales, para llegar a la concreción de una memoria pública que
permita la reivindicación de los caídos y la responsabilización de los verdugos; para el
autor, recuperar la memoria, es una labor de “justicia terapéutica”.

Etxebarría (2010) reafirma este punto de vista, en el marco de exhumaciones en


España, trabajo muy importante desarrollado con las “otras víctimas”, es decir los y las
sobrevivientes, que han encontrado un espacio muy importante para poder lograr un
nivel de reconocimiento de los hechos y una dignificación de sus seres queridos. En
esta medida, piensa que este proceso ha sido reparador: el sufrimiento de las víctimas
se incorpora como valor, que permite mayor democracia; porque más allá de las
ideologías está la historia de la gente, de las familias, sus sentimientos, sus sufrimientos
y sus historias que son recogidas y contenidas por este marco de acción pública de
memoria.

Pérez Sales & Navarro (2007), recogiendo la experiencia de exhumaciones que


desde la sociedad civil y los movimientos sociales se ha desarrollado en América
Latina, para recuperar la memoria y para no dejar perder la historia que se ha vivido,
165
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

como un proceso de dignificación de las víctimas en un marco de búsqueda de la


verdad y la justicia, reconocen que son una prueba en el sentido fáctico de la verdad,
porque aporta elementos a la justicia, pero también a la historia. Además los autores
constatan el carácter reparador de estas acciones cuando se hacen en un marco de
acompañamiento psicosocial y elaboración, respeto a la dignidad y reconocimiento
social de la memoria. Mientras que tienen un daño potencial de revictimización,
cuando no se hacen los esfuerzos suficientes de identificación, no se tratan los restos de
un modo digno, cuando se destruyen para ocultar pruebas y proteger a los
perpetradores y cuando desde los medios de comunicación son utilizados para
aumentar el terror.

Por su parte, Borland (2006) afirma que las acciones públicas y de lucha por la
memoria de las madres de Plaza de Mayo en Argentina, también han sido un elemento
fundamental para la transformación de sus sentidos de vida, para la dignificación y
para el trabajo emocional. Foss & Domenici (2001) habían afirmado además que su
persistencia, el posicionamiento social casi obsesivo de sus símbolos en el marco social
(pañoleta blanca, las rondas todos los jueves a las 3:30 p.m., sus eslóganes) se han
convertido en una metáfora social no sólo de la resistencia, sino también del
afrontamiento activo del trauma, por lo que para las autoras es un signo claro de salud
mental. Aron (1992) estudió dos movimientos sociales en Centroamérica que
tomaron el modelo de acción de las madres de Plaza de mayo: las Co-madres en El
Salvador y el GAM (grupo de ayuda mutua) en Guatemala. Esta autora describe estos
procesos, con un claro componente sociopolítico y de acción pública, como
altamente significativos para la recuperación de la salud mental y los define como
procesos socio-terapéuticos.

Fouce (2006b) pone de manifiesto, por otros estudios, la necesidad de hablar sobre
hechos de violencia y realizar un reconocimiento social de las víctimas. Sólo a través
de este proceso de memoria y elaboración pública del duelo se puede llegar a la
recuperación de las víctimas y a la sanación de una sociedad escindida. Por esta razón,
el autor realiza un cuestionamiento moral a instituciones en España (Partido Popular
e Iglesia Católica, básicamente) que recuerdan a unas víctimas y piden el olvido de
otras, como garantía de paz. Llaman al otro recuerdo, al que no es el suyo, como un
recuerdo fundamentado en el rencor y el deseo de venganza; cuando es la simple
expresión legítima de reconocimiento que implica aceptar la injusticia de lo que ha
sucedido a las otras víctimas de la guerra civil española y de la represión franquista.

166
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Por razones similares, Schulze (2006) sugiere que las memorias del sufrimiento y el
dolor deben ser abordadas y reconocidas públicamente, en un diálogo abierto y
honesto, como una forma de reconocimiento tanto del dolor propio, como del dolor
de los otros, y también de las responsabilidades propias frente a los hechos de
violencia. En todo caso, autores como Karen Till (2008) confirman que la acción
pública de memoria tendrá efectos positivos, a largo plazo, tanto en los sujetos
individuales, como en el colectivo, tal como lo ha visto en investigaciones en diversos
lugares del mundo.

Así pues, Minow (2008a) afirma que el reconocimiento social es un paso


fundamental en el proceso de recuperación emocional y social de las víctimas, tanto
para su salud, como para su integridad política. Por ello, reconoce la importancia de
crear memoriales artísticos, despojar a los funcionarios de sus cargos de colaboración,
desarrollar programas educativos para los niños; y para la sociedad entera, establecer
días de conmemoración. Del mismo parecer son Larizgoitia, Izarzugaza, y Markez
(2009) al realizar un estudio en el país Vasco, con víctimas de ETA, pero también con
víctimas de la represión estatal en Euskadi, apuntando a que la memoria y el
reconocimiento público sean elementos tenidos en cuenta en cualquier proceso de la
sociedad civil, puesto que las víctimas los valoran como centrales para la recuperación
de su dignidad y se recuperación emocional.

En el contexto palestino-israelí Daniel Bar-Tal (2008) plantea que un horizonte de


reconstrucción de tejido social y reconciliación implica el reconocimiento de lo
sucedido y de los daños ocasionados (verdad), el reconocimiento de las narrativas de
memoria confrontadas que deben buscar un acuerdo, la necesidad de curación de las
personas afectadas y transformación de las emociones de rabia, dolor, miedo y odio; lo
que implica un trabajo psicosocial en varios niveles. Un trabajo de educación para la
paz, movilización social de bases para la construcción de la paz, que permitan y
posibiliten un respaldo desde la base social a los procesos de paz.

Igreja (2007) Igreja, Dias-Lambranca & Richters (2008) y Viaene (2008)


presentan la experiencia de la comunidad de Gorongosa, en Mozambique, que
posibilitó procesos de recuperación individual (puesto que permiten la elaboración de
emociones como la rabia, el dolor, el miedo y el odio) y reconstrucción del tejido
colectivo, en rituales donde los espíritus 'Gamba”, fueron tomando posesión de
mujeres, familiares de perpetradores, y no les abandonaban hasta que no hubieran
señalado y nombrado todos sus crímenes; con lo cual se tenía que hacer un ritual de
167
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

purificación colectivo. El acusado debía admitir su responsabilidad y participar del


ritual colectivo asumiendo su acción, con lo cual el espíritu abandona a la mujer
atormentada, y se abre un escenario de justicia y reconciliación en un marco familiar y
comunitario. Los autores piensan que son formas de transformación social más allá
de la simple narrativa, pero que trasciende la memoria y el olvido. Por lo que invitan a
los dispositivos más occidentales de la psicología, las ciencias médicas y las ciencias
jurídicas a dialogar con estas formas tradicionales como caminos para trabajar en la
reconstrucción del tejido social, la sanación de las víctimas, la reconciliación, la
construcción de la paz y la aplicación de formas de justicia transicional (Cfr. Hayner ,
2008a).

Confirmando la fuerza de este proceso ritual, French (2009), en una investigación


etnográfica, que contó con observación participante, historias de vida e investigación
documental, afirma que en esta región de Mozambique, estos espacios tradicionales
de reconstrucción comunitaria han implicado la generación de narrativas de memoria
en las comunidades que han permitido la construcción de memorias sociales, que a su
vez posibilitan una mirada común del pasado. Para el autor este proceso ha implicado
la reconstrucción del modo de vida y del paisaje de la región (afectados
profundamente en la colonización y la guerra); además de la recuperación de modos
de vida tradicionales y la reconstrucción de tejido social comunitario.

Para Cyrulnik (2009) el dibujo, el teatro y otras formas de acción pública y


performativa permiten dominar el sentimiento de ser agredido y reanudar las
relaciones. Este proceso es un acto de “transformación” del sufrimiento en obra de
arte, en movilización; un proceso de elaboración y de dignificación de lo humano, que
es capaz de levantarse de las peores situaciones y en ellas, incluso, encontrar sentido.

Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009), retomando a Durkheim, afirman que las
acciones de recuerdo colectivo (rituales, demostraciones, marchas y demás) son un
aporte para generar: sentimientos de solidaridad, inducen contagio emocional,
sentimientos de empatía y unidad, sentimientos de estar juntos, refuerza las creencias
compartidas, la atracción interpersonal y el soporte social, en últimas incrementa la
cohesión social. Lo cual al final genera un proceso de reflexión acerca del crecimiento
que trae la experiencia límite: el crecimiento postraumático.

En esta misma línea, Gasparre, Bosco & Bellelli (2010), en una investigación
desarrollada en Guatemala, mostraron que la participación de las víctimas en rituales,
168
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

reuniones para celebrar y recordar y la participación en acciones de movilización


generaban mayor apoyo social, conductas altruistas, afrontamiento comunitario,
compromiso en acciones políticas y del movimiento de derechos humanos. Además
la participación en estas acciones públicas de memoria se asoció con crecimiento
postraumático, que implicaba, según Janoff-Bulman (2004) una mejor concepción
del sí mismo, los otros y la sociedad.

Martha Nubia Bello (2005, 2007) afirma que el daño y la manera de afrontarlo no
se pueden establecer a priori, según estándares universales. Para la autora hay que
atender la complejidad del entramado de relaciones de cada espacio concreto. En su
caso, presenta el trabajo realizado con la comunidad de Bojayá en el Chocó,
Colombia; en la cual, a partir de rituales de purificación, bordados de un manto con
los nombres de las víctimas, jornadas de duelo, se aportó y se dieron pasos hacia el
restablecimiento de vínculos comunitarios y la reconstrucción del tejido social: “Estas
prácticas muestran que de manera autónoma y con sus propios recursos, la comunidad
recuerda y procesa su pasado doloroso y puede expresar sus sentimientos”
(Bello, 2005, p. 16).

También, en un contexto de comunidades negras en Colombia, Cortés Severino


(2007) plantea que la memoria debe incluir las historias afectivas, la visibilización del
sufrimiento de la gente, recogiendo su dignidad y sus resistencias, además de sus voces
encarnadas en actos culturales y corporales, no ubicados necesariamente en la lógica
racional del hecho, fechas y archivos. Con lo cual se va reconstruyendo el tejido social
y se devuelve dignidad a la gente, a las poblaciones, a sus sentidos de vida. Cabe
destacar también la experiencia de las tejedoras de Mampuján en el norte de Bolívar,
Colombia, y de las mujeres narradoras de historias en los Montes de María, grupos de
mujeres que se han organizado en torno a la recuperación de su propia memoria, pero
que al mismo tiempo han posibilitado espacios de contención, apoyo, elaboración del
duelo y reconstrucción del tejido social (Uribe, 2010)

Otras acciones rituales, públicas y performativas, que pueden documentarse en


esta dimensión terapéutica de la memoria son: Las arpilleras en Chile (Lira, 1998;
Bacic, 2008), los escraches²⁵ en Argentina (Oberti, 2006; Daleo, 2007; Pastoriza,
25
Los escraches son acciones no-violentas de carácter lúdico y pedagógico que buscan identificar y señalar a personas,
instituciones y otros responsables de los crímenes cometidos contra la dictadura. Es una forma de acción social que han
desplegado los movimientos sociales en Argentina, como mecanismo para luchar contra la impunidad y generar algún tipo
de sanción social, ya que las sanciones del Estado, o bien no se dan, o bien tardan demasiado en llegar.
26
REMHI: informe de la oficina de derechos humanos del arzobispado de Guatemala sobre recuperación de la memoria
histórica, que implicó un proceso de formación, acompañamiento y trabajo psicosocial con víctimas por todo el país.
169
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

2009; Sarlo, 2009), las múltiples acciones artísticas de los jóvenes, las madres y otros
sectores sociales en Argentina: grafitis, murgas, conciertos de rock, obras de teatro
(Rojas & Canevese, 2000, Correa, 2002; Molas & Molas, 2006); las expresiones
culturales desarrolladas en Colombia: telones, murales, jornadas culturales,
fotografías, marchas simbólicas, arreglo de cementerios, en el Oriente Antioqueño y
en el resto del país (Villa et. al. 2007; Uribe, 2008, 2009, 2010), El trabajo con
fotografías en Guatemala, las fiestas mayas, la cruz en el cerro del Filo o en Xelabé, la
multiplicidad de experiencias locales después de los acuerdos de paz, el proceso de
elaboración del REMHI²⁶, la conmemoración anual de la masacre de Xamán (Lykes,
2001 a, b; Martín Beristain, 1999, 2005, 2006, 2007b; Cabrera, 2004; Viaene,
2008), tienen consecuencias, no solamente en la recuperación de los individuos, sino
también en la reconstrucción del tejido social.

Gaborit (2006b) y Reategui (2009) también les atribuyen esta función: estas
acciones de memoria pueden generar una dinámica restaurativa y curativa en
términos de integración social, cohesión comunitaria, construcción de ciudadanía de
derechos, transformación en las relaciones de género, elaboración de los duelos,
dignificación de las víctimas y crecimiento en la solidaridad y el apoyo mutuo. Esto a
su vez posibilita respuestas desde fuera del grupo, tales como, decisiones públicas en el
estado local, incidencia en el nivel nacional, organización para la búsqueda de justicia.
Para estos autores es el germen de un movimiento social.

Martín Beristain & Pérez Sales (2008) traen a colación otros espacios donde la
comunidad, desde abajo, ha desarrollado acciones de memoria colectiva que han
implicado escenarios de reparación y reconstrucción del tejido social: en Temunco
Chile, un parque con nombres de los desaparecidos, sin ningún referente funerario y
con arcos de colores para el juego de los niños, como un canto a la vida; en El Salvador
el parque monumento en el aniversario de los 10 años del informe de la comisión de la
verdad, otra iniciativa de la sociedad civil, con la oposición del gobierno; en
Guatemala, el museo de Rabinal llevado a cabo por la propia comunidad, también la
iglesia forró con los nombres de las víctimas la fachada de la catedral, memoriales
populares en Santiago Atitlán, Panzós y otras poblaciones, generalmente en lo alto de
los cerros; en Argentina el parque de la memoria junto al Río de la Plata, como una
afirmación de la vida, recuerdo de los familiares y reivindicación de los ideales por los
que lucharon; en Chile el memorial de los desaparecidos en el cementerio de Santiago,
donde la gente deja cartas, escritos, poemas, flores que se renuevan permanentemente.

170
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

En síntesis, y de acuerdo con Minow (2008b), “el dolor puede marcar la memoria en
dos formas igualmente catastróficas: con el olvido del pasado o con el encierro en el pasado.
Una mente que aísla un pasado traumático de la memoria consciente planta una mina en
las profundidades de la psique, no se requiere un gran conocimiento de la psiquiatría para
saberlo. Pero una mente que se aferra al dolor corre el riesgo de quedar atrapada en él. O
demasiado horrible para recordar o demasiado horrible para olvidar; ninguno de los dos
caminos le ofrece cura a quienes han sufrido un gran mal”. (P. 154) Así pues, el camino de
la sanación es una apuesta de un trabajo con las personas que han sido víctimas, pero es
muy importante tener claro, cuándo la propuesta de la sanación es un insulto para
aquellos cuya devastación es inconsolable, inenarrable o imposible de asimilar. La
autora intenta mostrar cómo se puede solapar un discurso terapéutico en el manejo
político, pero al mismo tiempo ciertos manejos políticos pueden ser terapéuticos para
las víctimas, como el reconocimiento de los hechos, el castigo a los perpetradores, el
remover de sus cargos a colaboradores de un régimen. En este sentido la recuperación
de la voz de las víctimas y la memoria cumpliría un papel político que tendría efectos
terapéuticos en éstas.

Por esto, Martín Beristain (2005) afirma:

“la dimensión de conmemoración de la memoria colectiva aparece como asociada a una


función social de movilización de la energía que mantiene una actividad más proactiva y
dirigida hacia una meta: la restauración de la dignidad del fallecido y la reivindicación de
indemnización de las víctimas. La sensación de injusticia y de cólera moviliza la energía
para pedir reparación moral… demandar conmemoraciones, exhumaciones,
reparaciones… como parte del proceso de reconstrucción social… esto muestra la
importancia del conocimiento social de la verdad para la mejora del clima social y para
superar los procesos de duelo alterado” (P. 210).

Dentro de estos procesos políticos que pueden ser terapéuticos para las víctimas y
para las sociedades, Páez (2010) afirma que los rituales institucionales de perdón
(Apology) y de memoria permiten: asumir los hechos al colectivo (reconocimiento
social), incrementar el grado de conductas reparatorias, que se asuma la culpa
colectiva, la vergüenza, se refuerce la cohesión social, se asuma el pasado (más allá del
simple recuerdo) y haya soporte social para las reparaciones. Lo cual favorecería la
reconciliación intergrupal. Para el autor, las peticiones de perdón públicas van detrás
de un reconocimiento público de responsabilidad, lo que implica, una memoria
autocrítica, en oposición a una memoria que oculte el pasado (negadora).
171
¿Qué le pasa a la gente cuando hace memoria?

Ahora bien, para Martín Beristain (2010) es fundamental tener en cuenta que en
estos procesos y acciones hay una marcada diferencia, tanto en su acción, como en sus
momentos y en el nivel de impacto en la sociedades, puesto que están marcados por los
contextos que favorecen o no, por los tiempos locales y nacionales, por la dinámica de
un conflicto armado o represión en lo local y sus diferencias con los niveles nacionales;
también, por las dinámicas internas y procesos que necesitan estrategia y sostén en el
afrontamiento de las amenazas que se ciernen y en el análisis de las posibilidades reales
de acción y resistencia; además, de los retrocesos que se dan por la misma dinámica
sociopolítica de la violencia o la represión.

En estos procesos es fundamental: respetar los ritmos propios de la gente, analizar


que en el escenario local no haya escenarios de coacción o amedrentamiento, es
importante que se dé una aceptación de la verdad y que no haya negación por parte de
la sociedad, de las autoridades, del estado, puesto que este es el camino para que se pase
el dolor y el sufrimiento de lo privado a lo público. Todo esto implica un
acompañamiento continuo y de largo plazo a las comunidades, construir espacios de
apoyo mutuo y abrir escenarios de expresión simbólica y performativa (Martín
Beristain, 2007).

Así pues, y según este autor (Martín Beristain, 2008), para las poblaciones
afectadas por la violencia la memoria tiene no sólo un valor terapéutico colectivo, sino
también de reconocimiento social y de justicia, por lo que puede tener un papel
preventivo a escala psicológica, social y política. En muchas ocasiones la gente tiene
miedo de abrir espacios de memoria, porque esta puede ser desvalorizada socialmente
e incluso criminalizada. Estos bloqueos, a su vez, conllevan efectos de
revictimización, afectando la identidad individual y social de los afectados, así como
efectos sociales más amplios derivados de la impunidad.

El proceso que se investigó está enmarcado dentro una acción que se realizó en esta
perspectiva y que posibilitó procesos grupales de memoria compartida y acciones
públicas de memoria, en un marco de resistencia al conflicto armado, lucha contra la
impunidad y la construcción de un horizonte de reconciliación social, que desde lo
local posibilitara la reconstrucción del tejido social y la dignificación de las víctimas,
sus familias, la comunidad y la lucha por la justicia en la sociedad (Cfr. Villa et. al.,
2007).

172
CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES DE
4
LA VIOLENCIA POLÍTICA

C
omprender las consecuencias psicosociales del conflicto armado y la
violencia política en Colombia, es necesario para poder definir los
aspectos sobre los que las acciones públicas de memoria deberían tener
incidencia así como para contrastar más adelante las transformaciones que han vivido
las personas y comunidades, de acuerdo con las categorías de análisis construidas. Si
bien las consecuencias descritas a lo largo de este capítulo han sido trabajadas
profundamente en el marco de investigaciones psicosociales, el motivo de su inclusión
dentro de la presente investigación responde a la necesidad de poder contrastar los
efectos que tienen las acciones de memoria compartida y memoria colectiva en la
transformación de la experiencia subjetiva.

Este análisis se enmarca en un enfoque que considera que las reacciones de las
personas que han sufrido el impacto de la violencia política y las consecuencias que
ésta deja sobre sus vidas, no pueden mirarse desde una perspectiva clínica o patológica.
Tal como lo presentan algunos autores (Martín-Baró (1990a), Summerfield (1996,
2002); Martín Beristain (1999, 2002), Pérez-Sales (2006), Hamber (1995, 2001),
Lykes 2001a, 2001b, entre otros), muchas de las experiencias y reacciones de la gente
ante los hechos vividos se corresponden con reacciones normales a una situación
anormal. Por lo tanto, el marco de comprensión del presente análisis, se sale de una
mirada que relacione directamente estas reacciones con el trastorno de estrés post-
traumático (TEPT) o cualquier otra psicopatología. Por el contrario se enmarca en
una mirada en su complejidad, donde el nivel psíquico se entrelaza con lo social de
manera dialéctica, estructural y sistémica.

Si bien en casos donde se trata de hechos traumáticos puntuales las reacciones al


trauma pueden verse más en los primeros meses o años, en muchas de las personas
participantes estas expresiones subjetivas se manifestaron por largos períodos de
tiempo: el dolor, la tristeza, la rabia, el miedo, los pensamientos permanentes, la culpa,
los deseos de venganza, el aislamiento, el silencio obligatorio, entre otras, fueron
175
Consecuencias psicosociales de la violencia política

vivencias subjetivas que se instalaron por varios años en la vida cotidiana de las
víctimas sobrevivientes.

Puede afirmarse que en, prácticamente, todos los relatos de vida analizados estas
manifestaciones sintomáticas no constituyen cuadros clínicos, sino reacciones
normales a una situación anormal que se mantiene en el tiempo y que ha sido cruzada
por numerosos eventos traumáticos negativos. En muchos casos correspondieron
también a formas de afrontamiento de una experiencia social y política de tensión,
violencia, amenaza vital y ruptura de todos los referentes identitarios y sociales, que
desbordó las posibilidades de comprensión puesto que las experiencias estuvieron
atravesadas por el horror como vivencia subjetiva de lo terrorífico y lo inenarrable. La
descripción de las consecuencias psicosociales, es tan sólo un acercamiento a las
formas de afrontamiento y elaboración que ha tenido la gente para sobrevivir en
medio de adversidades inimaginables.

En este capítulo, me guío por las categorías que se han construido como marco
para analizar la información. En un primer momento, se plantea cómo era la vida
antes del conflicto armado, puesto que permite mostrar los contrastes entre un antes y
un después para comprender qué le pasó a la gente. En este punto hay tres aspectos a
considerar, las consecuencias en el nivel subjetivo que implica la dimensión
emocional, cognitiva y comportamental, las categorías psicosociales de orden socio-
cognitivo como la percepción del clima emocional. Más adelante se abordan las
consecuencias interpersonales, es decir el mundo familiar y las relaciones de género,
donde se pueden observar procesos de desestructuración y cambio. El análisis se
complementa con una mirada sobre las categorías psicosociales de orden comunitario
y colectivo que implican la participación y la integración social, la cohesión social, la
identidad y la pertenencia y finalmente otras consecuencias en el mundo colectivo.

Finalmente, la mirada no se limita a la dimensión del daño, que visualiza a las


víctimas como sujetos pasivos, sino que ubica a estos sobrevivientes como sujetos
activos, con capacidad para el afrontamiento, aún en las condiciones más adversas, lo
que se concreta de forma más explícita en el penúltimo acápite del capítulo. El
capítulo cierra con la discusión y las conclusiones en torno a este tema.

176
Consecuencias psicosociales de la violencia política

¿Cómo era la vida antes...?

Una de las primeras preguntas que hice a los y las participantes mientras
entablábamos conversación para el relato de su vida en medio del conflicto armado,
era por el cómo se vivía antes del conflicto. Una realidad muy frecuente en sus
respuestas era oscilar entre un pasado idealizado, estático y quieto, y una constante de
la guerra en el país. Muchos y muchas no recuerdan en Colombia, un momento de
paz, parecieran vidas marcadas por el conflicto, atravesadas por el dolor que va
dejando la guerra. Otros, por su parte, hacen referencia a una vida “maravillosa”
marcada por una sensación bucólica, de una vida mejor y de vivir tranquilos y felices,
en muchos casos desconociendo sus propias realidades de conflictos cotidianos
(familiares, comunitarios) o sus situaciones de pobreza y exclusión. En este apartado
presentaré estos contrastes.

“El que diga que no ha vivido en guerra, eso es mentira”: El conflicto


armado como constante histórica

¿Hay un antes del conflicto? Es una pregunta que se hacían algunos y algunas
participantes. Puesto que su experiencia vital ha estado atravesada por la violencia,
por tener que permanecer huyendo, recuerdan incluso estar huyendo desde niños,
como el caso de esta mujer de Córdoba:

...yo nací y crecí siempre en lugares de violencia, desde que yo empiezo a tener recuerdos, mis
padres vivían en el alto Sinú, en esa época fue que entró el EPL, aquí a Córdoba, y al
entrar, enseguida empiezan a generar violencia, contra mi papá, contra mis hermanos,
nosotros salimos de allá desplazados, nos sacaron en helicóptero aquí a Tierralta... crecí en
ese ambiente, en esa zozobra constantemente... (Córdoba, E2)

Por esta razón, mucha gente afirma no haber vivido en paz en ningún momento de
su vida, y refieren que en primer lugar se fue estableciendo la guerrilla. Pero incluso
antes de la guerrilla tienen noción de la violencia anterior, aquella que se vivió en los
años 50. Esa violencia ha quedado sin elaborar, sin memoria, perdida en el horizonte
de los recuerdos como una mistificación o como un hecho sobrenatural que pasó hace
mucho tiempo,

177
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…definitivamente la vida que yo llevé ahora años, me tocó ver recorrer a la chusma, que
actuaban de esta manera: se presentaban en las veredas, de vereda en vereda buscando
liberales, y éstos con los conservadores se daban, esa era la vida de ellos... entonces el liberal
perseguía al conservador y el conservador perseguía al liberal, eran dos grupos que no se
podían ver... (Oriente, E32)

Un marco de violencia que no se resolvió, porque fue sellada con un manto de


impunidad que impuso el Frente Nacional, acuerdo entre liberales y conservadores,
luego de la violencia de los años 50 que excluyó a otros grupos políticos. Y, sin
embargo, esta violencia de los años 50, puede conectarse con la violencia y el conflicto
armado actual en la memoria de la gente:

...entonces también en esa época había grupos armados, es que la guerra está hace mucho
tiempo... el que diga que no ha vivido en guerra, eso es mentira... toda la vida la he pasado en
esas... una vez decían que era la chusma... pero cuando me casé, al muy poquito tiempo,
comenzó la guerra... ya eran los grupos armados que la FARC, que el ELN... y ellos se
mantenían por las veredas; al pueblo casi nunca salían... ellos se vinieron a apoderar del pueblo
fue después... (Oriente, E2)

Esto implica, en muchos casos, que algunos miembros de la familia nuclear y


ampliada han estado marcados por este conflicto. Han hecho parte de él, han
pertenecido a grupos armados o han sido frecuentemente víctimas de los mismos, o
ambas cosas. La violencia en Colombia tendría una característica donde la violencia
vertical que ejercen los grupos armados sobre la población civil indefensa, se atraviesa
por la participación de algunos de estos civiles (familiares, padres, hermanos, hijos,
etc.) como miembros de estos grupos, atravesando las relaciones familiares y
comunitarias (Cfr. Orozco Abad, 2005):

... tenía amigos que eran simpatizantes del grupo (ELN) aunque no hacían parte de eso, uno
escuchaba, como joven, como persona que vivía en un pueblo, de ese tipo de situaciones; como
por ejemplo que un amigo mío se fue para la guerrilla, en el campo se oyó a uno que los vecinos de
x o y, que la señora estaba llorando porque la hija se le fue para la guerrilla, que se fue para el
monte y uno llega y dice que no va a volver, y esa era la cotidianidad que lo rodeaba a uno...
(Oriente, E12)

Por lo tanto, puede afirmarse que fue común en las tres regiones exploradas: la
primera presencia armada fuera la de la guerrilla. Sin embargo, la gente identifica este
tiempo, como un tiempo, relativamente, tranquilo. La gente, especialmente en el
campo, convivía con la guerrilla que tenía control de la vida cotidiana en muchas de
178
Consecuencias psicosociales de la violencia política

estas regiones. La debacle y la destrucción comienzan cuando el proyecto paramilitar


trae consigo una lucha contrainsurgente que golpeó la vida de los civiles. Por eso, para
algunos, es mejor no hablar de ese tiempo, o si se habla, hacerlo muy quedo, bajando el
volumen de la voz:

E: ¿Cómo veías el pueblo, la gente? (cuando se le preguntaba por el antes)


O: Tranquilo, muy tranquilo... aunque... la parte para donde nosotros vivíamos decían
que era zona roja, que se veía gente rarita por ahí, eso era una vereda yendo para San
Juan. Sí, uno veía gente rara, pero no pasaba nada.
E: ¿Qué es gente rara?
O: O sea... Ay, ¿cómo le digo yo?… muchas veces llegaban a la casa y le decían a uno: "no
esto y esto… no se preocupen, que nosotros los estamos cuidando, que no sé qué”… uno
los escuchaba, pero, pero no…
E: ¿quién es esa gente rara?
O: Pues... muchachos... Si muchachos...
E: ¿De algún grupo…?
O: … sí… (Lo dice en tono bajito): de la guerrilla, de la FARC… eso se dice pasito…
(Oriente, E9)

De acuerdo con algunos analistas (Cfr. González, Bolívar & Vásquez, 2003) el
proceso de expansión del conflicto armado coincidió con el proceso de expansión de la
apertura de la frontera agrícola que se realizó por campesinos, que en muchos casos
fueron “acompañados” en este proceso por los grupos guerrilleros, especialmente las
FARC, quienes desarrollaron su trabajo político con una base campesina, que luego
fue el objeto de la represión paramilitar. Sin embargo, eran como otro Estado, regían
los conflictos cotidianos, controlaban la zona, ejercían mediación en los conflictos y se
convertían en autoridad en esos contextos:

…todo pues era una maravilla… con excepción de que venían los actores armados a la casa y
decían; y se portaban bien, cuando no había paramilitares, eran los otros que estaban
(refiriéndose a la guerrilla) y entonces venían a la casa: venga señora necesitamos hacer
almuerzo para todos, nos da permiso, y hacían almuerzo y nos daban a todos... Nosotros
creíamos que estaban defendiendo nuestros derechos... Aquí había injusticias con algo y ellos
salían a defender… Y sentía, en esa ignorancia que uno maneja, que ellos estaban como
defendiendo el pueblo a pesar de que habían tantos daños. Y uno sentía el tiroteo y el caspoteo
por ahí y uno se escondía, pero volvía y pasaba todo. Pero es que después de que llegó el otro y se
confrontaron los dos, ahí si… (Oriente, E15)

179
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Esta forma de estar en las regiones y en las comunidades, donde contaban con una
cierta legitimidad, también abría las puertas para el reclutamiento, tanto voluntario
como forzado, puesto que la exigencia a la población, a cambio de los “servicios
prestados”, era la participación dentro de la estrategia revolucionaria con miembros de
la propia familia. Esto precipitó la vinculación de muchos jóvenes al conflicto
armado, proceso que se incrementó en los años 90 generando en buena parte de la
población el crecimiento del temor y el comienzo de la deslegitimación
de este grupo armado:

…aunque vivíamos bueno, de todas maneras manteníamos mucho miedo porque había mucho
miliciano, entonces uno ya mantenía miedo porque se le llevaban los muchachos, porque los
comprometían, sobre todo a los más pequeños, que de todas formas los más grandes ya sabían lo
que estaban haciendo, en ese tiempo se llevaban hasta niños de ocho años, entonces uno
mantenía miedo de que ya se llevaran los peladitos pequeños... (Oriente, E2)

La agudización en los años 90, llevó a una omnipresencia de la violencia; que en


muchos casos llevó a las personas a pensar en la posibilidad de buscar algún lugar en el
país donde pudieran vivir de otra manera y donde pudieran estar “tranquilos y en
paz”. Sin embargo, con el paso del tiempo los espacios sociales, las regiones, la vida en
general se van permeando de violencia. Como afirmaba Martín-Baró (1990b), al
analizar el trauma psicosocial que deja la guerra, la violencia se generaliza y se
militariza la vida cotidiana. Es decir, la violencia aparece como una experiencia que
permea los diferentes aspectos de la vida y ya no se puede huir de ella, es una realidad
que se expande:

...era la época aquí en que explotaban bombas en cualquier sitio, la inseguridad era mucha y mi
esposo en ese momento consideraba y así me lo hizo ver, que deberíamos buscar otro sitio más
tranquilo que les brindara alguna seguridad a la crianza de los niños que era la mayor
preocupación. Y el sitio que consideramos en ese momento era Montería. Y hacia allá nos
dirigimos, tranquilidad que fue relativa, porque... los primeros años tuvimos una vida
relativamente tranquila, pero... la violencia también existía allá... (Córdoba, E4)

“Usted viera la vida que yo me daba por allá”: Idealización del pasado

La contracara de experimentar el conflicto como algo omnipresente, como una


realidad que ha acompañado la vida de las personas, es aquella en la cual se
experimenta el “antes del conflicto” como un “paraíso perdido”, un escenario de paz,
180
Consecuencias psicosociales de la violencia política

tranquilidad y felicidad que ya no se recuperará. Se mitifica el pasado a la luz de la


situación precaria y de dolor intenso en el presente. De esta forma el hecho violento
padecido se convierte en un momento de división radical entre un antes y un después:
un antes idealizado lleno de felicidad y un después que trajo la tragedia y el dolor; un
antes pletórico y bucólico y un después marcado por la tristeza,
la carencia y la angustia:

...llegamos a la finca, había plátano, café, había yuca, había naranjos, había mandarinos y yo
decía: aquí es mi vida, aquí estoy feliz. Yo no salía casi al pueblo, no me hacía falta salir. Usted
viera la vida que yo me daba por allá, yo no tenía preocupaciones de nada, ni sentí dolor ni
nada, porque yo no conocía toda esta barbarie, toda esta injusticia que se comete, yo era
tranquila... (Oriente, E15)

La vida en el campo hace referencia a ese “paraíso perdido”, ese lugar hermoso
donde “algún día se fue feliz”. Uno de los aspectos fundamentales para esta
idealización, que tiene una base de realidad muy grande, es que en la tierra propia la
gente tenía trabajo y comida. Así pues la idealización de la que se habla, puede verse
desde la carencia actual, después de haber vivido el desplazamiento, después que
faltaron sus seres queridos o el proveedor en la familia, después que el pueblo o la
comunidad se vinieron abajo porque ya no se pudo comercializar más:

...Pues la vida antes de la guerra era para nosotros un cielo en comparación de ahora... porque
era muy bueno, no nos faltaba a nosotros nada a comparación de ahora... porque ahora nos falta
todo, porque teníamos comida de sobra, teníamos para vender, para comprar lo que había que
comprar en el pueblo, y así sucesivamente nosotros teníamos animales los que más quisiéramos, y
de ahí para adelante yo no podía tener ni una gallina en ninguna parte, y entonces de ahí para
adelante ya seguimos fue sufriendo. (Oriente, E4)

Una de las características que evidencia esta experiencia que se describe, es que los
niños y las niñas podían jugar normalmente. Es decir, no se siente una amenaza
inminente, la violencia no “es con nosotros”, tal como se presentará en el punto sobre
las creencias en torno a la norma y la justicia, por lo tanto, los niños y niñas pueden
salir tranquilos:

…¡Vivíamos tan bueno! Todo era muy tranquilo… sin miedos, sin desconfianzas, porque no
existía ni el miedo ni la desconfianza de que nadie nos iba a hacer daño... (Madres, E2)
Cuando eso los niños estaban por ahí en el monte jugando, yo me quedaba tranquila, porque no
había violencia, no había peligro, se vivía un ambiente bueno, los niños eran felices saltando
todos estos montes.... (Oriente, E9)
181
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Otra característica de este antes del conflicto, que lleva a la idealización de la vida
anterior, es que se podía ir a donde uno quisiera, se tenía una sensación de libertad, la
gente refiere que se podía transitar por el campo. Incluso uno de los aspectos que se
liga a esta sensación de libertad y a la idealización referida tiene que ver con la
celebración y la fiesta, es un tiempo donde la alegría era posible:

...en ese tiempo vivir era muy bueno, podía salir uno a las 12 o una de la mañana, e irse uno de
aquí del pueblo para la vereda borracho, y también en sano juicio, y nada pasaba... ya después,
ya sí se fue dañando.... (Oriente, E5). Vivíamos muy tranquilos, porque salíamos a
parrandear, hacíamos tantas cosas, y ahora no las podemos hacer. (Madres, E2)

Este tiempo se caracteriza también por la experiencia de unidad, contrastada a la


luz de la desintegración que se ha vivido posteriormente. Hay una valoración elevada
de la unidad en las familias antes de ser “tocados” por el conflicto armado. Por otra
parte, las experiencias conflictivas parecen haber sido suprimidas de las memorias
retrospectivas, en contraste con el impacto posterior de la violencia. Pareciera que
hasta los conflictos familiares o los problemas de pareja hubieran quedado sepultados
bajo la realidad de la pérdida del ser querido, bajo el dolor que deja el hecho violento.
La realidad de ser víctimas de la violencia genera una mirada idealizada de la vida
familiar antes del conflicto. Más allá de la objetividad de estas experiencias, esta
idealización es parte de la selección de recuerdos positivos, normal en muchas de las
memorias retrospectivas sobre el pasado, pero también enmarca la experiencia de
victimización que lleva a una relectura de ese pasado, ignorando sus contradicciones y
dificultades:

Las relaciones familiares eran muy buenas, como lo mencioné al principio eran de armonía,
agradable, sosiego, todo lo trabajábamos en familia desde padre, hermanos, hijos, mamá;
después cuando me casé fue igual, con la esposa y con mi núcleo familiar, además de mi relación
con mi padre y unas propiedades en tierras que las trabajábamos entre todos juntos, a la par que
trabajaba la parte de educación y comunitaria. (Córdoba, E13)

Otro tipo de relatos en consonancia con lo anterior tienen que ver con la visión de
la comunidad como un lugar, también idílico, donde todos estaban unidos. Pareciera
que el clima de solidaridad y ayuda fueran el recuerdo dominante, mientras cualquier
conflicto, incluso los violentos (con machetes y otras armas blancas) son minimizados
a la luz de lo que sucedió después:

182
Consecuencias psicosociales de la violencia política

A ver, las relaciones de la gente eran en unidad, o sea, alguien se enfermaba y todo el mundo
corría, cuando uno tenía una dificultad todo el mundo estaba ahí apoyando esa dificultad
éramos muy unidos en dialogar, en jugar, se hacían integraciones, en las navidades se
organizaba la marranada, hacíamos la sancochada para toda la comunidad... todas las cosas
que se hacían eran en unidad... (Oriente, E6). Peleas, pues, como entre la gente, que no se
avenían ni nada, pero común, los problemas normales de una comunidad... (Oriente, E5)

“Las historias mías comenzaron en 1995...”

La mirada idealizada del pasado, se pierde cuando llega aquello que golpea: la
violencia. La propia historia parece que comienzan el día que esa “violencia” toca. En
el relato de la gente los problemas empiezan a producirse, y la situación a cambiar,
cuando fueron directamente afectados por la violencia:

…las historias mías comenzaron en 1995, cuando desaparecieron al primer hermano mío…
(Madres, E2). Antes, uno seguido veía la vida tan bella que uno no creía ni veía nada de eso
hasta que empezó... uno vivía tranquilo, uno muchas veces ni sabía que habían grupos
armados, no sabíamos que estábamos rodeados por todas partes... (Oriente, E10)

Es un efecto paradójico. El mirar la propia historia a la luz del hecho violento,


borra el propio pasado, no permite leerlo en complejidad, a la luz de las realidades que
se vivían, porque en muchos momentos se negaban o eran indiferentes. Así pues, el
día en que algunos participantes toman conciencia de la realidad de la violencia
política, es aquél día en que cae la “desgracia” sobre la familia.

…bueno, a medida que a mí no me había pasado nada, yo pensaba que, o sea, para mí la vida
era igual, si mataban a alguien o pasaba algo a mí me daba igual y yo pasaba desapercibida, o
sea, eso no me tocaba, eso no era conmigo, ¿cierto? (Oriente, E16). Sino que uno se viene a dar
cuenta que la parte del desorden público está, cuando lo toca a uno y ahí es cuando siente uno
que está ese desorden… (Oriente, E23)

De otro lado, hay un hecho significativo que puede observarse en el análisis de los
relatos: quienes logran romper con el relato de idealización de la vida antes de la guerra
o antes del conflicto, son aquellas personas que por una u otra razón han tenido dentro
de su trayectoria vital experiencias de sufrimiento profundo desde la infancia: la
muerte de un padre, una pobreza extrema desde la infancia, el haber sido
abandonados por su familia, el haber comenzado a trabajar desde la primera infancia
183
Consecuencias psicosociales de la violencia política

en lugares distintos a la casa familiar y campesina, el maltrato infantil, el abuso sexual


en la infancia. Por lo tanto, estas personas también tienen la capacidad de reconocer la
dureza de la vida, más allá del hecho violento, y en muchos casos identificar la
injusticia y la violencia estructural (Galtung, 1998) como realidades que también han
golpeado su vida y les ha puesto en lugar de exclusión y/o pobreza desde muy
temprana edad:

…mi vida antes de la guerra siempre ha sido sufrida... no sé, desde muy niña... pero desde que
estaba en el vientre de mi mamá fui rechazada, entonces yo me he dado cuenta que en la vida he
tenido cosas que me han ayudado a salir... fuimos muy maltratadas por ella y por su familia, sus
hermanas me pegaban, entonces, yo nunca entendí eso sino hasta ahora... trabajé mucho desde
niña y desde allí conocí las instituciones, porque mi mamá me regalaba, para que me dieran los
estudios, me maltrataban en los trabajos, a veces me iba mejor para el monte con mi tío que, que
fue el que nos crio, y fue el que estuvo a nuestro lado... (Córdoba, E7)

Es precisamente esta experiencia de la vida dura, la que en muchos casos hace


evidente esa violencia estructural (pobreza y exclusión, violencia de género, maltrato
infantil, etc.) donde no se muestra una imagen mítica del pasado. Para estas personas
el hecho de violencia no divide la vida en dos, no se convierte en el único referente
identitario o en la experiencia fundamental de su existencia, sino que se inscribe
dentro de una trayectoria vital marcada por la violencia familiar, la violencia social y la
violencia política. Precisamente estas personas enmarcan su experiencia de
victimización en una realidad de injusticia más amplia y desde allí asumen y afrontan
las consecuencias del conflicto armado, tal como podrá verse al analizar los procesos
de afrontamiento (cfr. 4.11).

Sin embargo, y a pesar de la pobreza, algunas participantes afirmaron que su vida


era tranquila, a pesar de la pobreza y el mucho trabajo; en gran medida, porque en
medio de todo, su familia había permanecido unida a pesar de las dificultades
económicas. En medio de la exclusión o la violencia estructural, la familia se
convierte en soporte y protección. Ahora bien, cuando la guerra golpea esta estructura
de afecto, se muestra el impacto de la pérdida familiar y del soporte que esta
proporcionaba. El tiempo pasado no está atravesado por la idealización, sino por una
visión más amplia, donde caben la pobreza, el trabajo duro y las dificultades, unidas a
las experiencias positivas de afecto y la posibilidad de tener medios de sobrevivencia,
aún en medio de las carencias:

184
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…La vida mía antes de la guerra fue una vida dura, pero también muy buena porque estaba mi
familia completa... uno así le toque trabajar hasta con las narices como se dice, desde que tenga
la familia al lado es feliz... digo que era dura porque a mí me tocó trabajar aserrando, cortar
madera para embalar fríjol y tomate, sembrar yuca y maíz y plátano... yo trabajaba de lunes a
sábado. A mí me tocó esa vida desde la edad de 12 años, me tocó cargar el costal y trabajar para
llenar el costal (Madres, E1)

Situación emocional subjetiva

Un hecho violento desata múltiples reacciones emocionales que pueden durar más
o menos en el tiempo, que pueden instalarse en el psiquismo y en el cuerpo. La gente
puede convivir por muchos años con estas emociones que pueden convertirse en un
referente de su experiencia vital. Los aspectos emocionales son quizás los más visibles
en términos subjetivos cuando hay un acercamiento a las situaciones límite de carácter
político. En este punto se abordarán los diferentes impactos en este nivel: el shock
inicial, después de los hechos violentos; la tristeza y el dolor que emergen ante la
experiencia, que en algunos casos puede llevar a la pérdida del sentido vital. También
se hace importante analizar otras emociones como la rabia y la impotencia, el miedo y
el terror y el anclaje de estas emociones, cuando no son expresadas, en el cuerpo
generando dinámicas de somatización.

“Uno ya no se da cuenta de nada”: El shock inicial

En los momentos iniciales después de un hecho traumático predomina la reacción


de shock, es decir, se genera perplejidad, parálisis y dificultad de evaluar la situación.
Este shock inicial es una forma de defensa que le permite al psiquismo adaptarse a la
nueva circunstancia; puesto que los hechos desbordan la posibilidad de comprensión
y asimilación del yo y sus defensas, la gente entra en un estado en el cual se pueden
presentar varias situaciones concretas: no darse cuenta de lo que está pasando, aun
cuando se está reaccionando y actuando, superar los umbrales del dolor, del miedo,
desconectarse de la realidad, quedar en un estado de pasividad. Algunos de los relatos
de las víctimas entrevistadas en las diferentes regiones dan cuenta de este tipo de
estados psíquicos, que permiten asumir el primer momento:

185
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…uno ya no se da cuenta de nada, la gente dice que yo caí al piso con él y que ese piso sonó
impresionante, porque como yo caí de rodillas y con él cargado y temblando… al otro día yo no
me podía mover del golpe, porque es que a mí fueron a recogerme allá, porque yo ya no quería
moverme y estaba engarrotada ahí con él, y decía: "señor ten piedad de mí, ¿yo qué voy a hacer,
yo qué voy hacer?". (Oriente, E11)

La persona no se da cuenta de lo que está haciendo, no siente el dolor, vive una


experiencia en la cual es como si se detuviera la escena y el tiempo deja de transcurrir.
Otro aspecto de este impacto inicial pasa por no creer lo que ha sucedido, no sentir
miedo, y por lo tanto, realizar acciones temerarias con las cuales quizás se pueda
revertir el hecho. La persona no acepta la realidad aún, pero al mismo tiempo se
mueve en la búsqueda del ser querido, porque una parte muy grande de ella, quiere
que no sea cierto y necesita encontrar evidencia de esto, pero también de lo otro, que
implica la aceptación de su realidad:

…y yo ya comenzamos a buscarlo por esos potreros, yo lo llamaba... y nada... y yo me pellizcaba,


yo me metía pellizcos... pensando que esto era sólo una pesadilla... (Llanto)... "que yo esté
durmiendo"... yo no sentía miedo, yo en ese momento no sentía ningún temor, yo sólo quería
encontrarlo, no me importaba si me encontraba con ellos, ni que me encontrara con el que
fuera... (Oriente, E13)

En otros casos se da una situación de desconsuelo total, incapacidad de controlar


cualquier reacción, la ansiedad y la angustia son abrumadoras; se puede sentir que se
cae el mundo encima y no se sabe qué hacer, no hay coordinación en la reacción, y
pueden aparecer múltiples posibles acciones, pero ninguna se alcanza a concretar; en
algunos casos puede generar una parálisis total, en la que se pierde cualquier
posibilidad de acción, se experimenta una postración, o actuar sin ningún control:

…mi mamá se tiró del bus y decía: "es mi hijo, es mi hijo", eso era horrible, porque no tenía
consuelo para nada, y yo la calmaba pero no lo conseguía… Mi mamá estaba inconsolable, se
asomaba por todos los bordos, buscábamos por todos lados.... (Madres, E12).

Otros relatos ilustran la forma como se pierde la noción del tiempo, del espacio, de
los otros y de sí mismas. Es como si se borrara todo, sólo existe el hecho violento y el
yo, solamente existe el dolor, pero éste -al desbordarse- inunda la conciencia del
momento presente, como si se entrara a otra dimensión; la persona no quiere que eso
haya sucedido, por todos los medios intenta negar la realidad del hecho, contenerla,
aplazarla; al final puede terminar sintiendo el deseo de no vivir, para no tener que
186 soportar el dolor:
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…yo no supe, yo era angustiada, y yo era así, quieta, perpleja... en ese momento también se me
olvidó el niño, yo si veía que el niño gateaba así por encima, pero no lograba reconocer que ese
era mi hijo, yo perdí como la cordura, yo no me acuerdo de nada... (Oriente, E21)

Ahora bien, no siempre sucede esto, también se puede reaccionar con una extrema
lucidez teniendo en cuenta lo que está pasando. Lo cual permite ver las cosas en
complejidad para tener en cuenta que también se desarrollan y potencian formas de
afrontamiento en este tipo de circunstancias.

“A mí no me mató la guerra por fuera, me mato por dentro”: Tristeza y dolor

La emoción más frecuente y la que suele ser la primera en aparecer en el proceso


subjetivo de las víctimas sobrevivientes es la tristeza y el dolor. Después del shock
inicial, cuando se admite la realidad, el hecho no puede reversarse, y es una realidad
que debe ser asumida y aceptada, aparecen la tristeza y el dolor, que pueden estar
correlacionadas con varias situaciones.

Esta experiencia puede ser referida como un dolor muy profundo que no es similar
a otros y que pareciera consumir gran parte de la energía de la persona, al punto que la
experiencia se puede comprender como un daño y una herida que no tendrá cura.
Implica especialmente un enorme sufrimiento que termina siendo nombrado como
“lo horrible”:

…y hay días en que yo lloro, porque esto es algo... esto es una herida que nunca se cura ni así que
le den a uno lo que le quieran dar, ya lo dañaron a uno... (Córdoba, E5). Fue una cosa, un
dolor, un sufrimiento muy horrible... uno saber que se había perdido el esposo, el papá de tantos
hijos, él tan trabajador y que nadie sabía nada, la gente decía: "pero qué le pasó, por qué si él no
hacía nada, que pasó"; pero no, no hemos sabido nada, la verdad... y no la vamos a saber.
(Oriente, E27)

Además, se comienza a experimentar una sensación de soledad y desolación que se


instala profundamente en la vida de la persona, al punto que es como si todo alrededor
se impregnara de esta tristeza y dolor, que en muchos casos puede prolongarse
en el tiempo:

187
Consecuencias psicosociales de la violencia política

¡Esa soledad! Ni caminaba, todo era solo. Yo me quedaba en la casa sola y veía la pared triste, y
yo decía: “¿será que las paredes lloran como estoy llorando yo?” Y mi sufrimiento me duró, yo
tenía un dolor en el corazón. Un sentimiento… como una opresión. Yo quería estar llorando
. Todo era llore y llore. (Córdoba, E3)

En términos del dolor, para la gente suele haber una intensidad similar
independientemente del responsable de los hechos... Puesto que al final se concreta
en la pérdida violenta de un ser querido. Ahora bien, en términos de otras emociones
pueden variar algunos significados:

…el dolor es el mismo porque a mí los que me mataron el primer hijo fueron los paramilitares
, yo no vi, pero eso dijeron; no sé si será cierto. Y cuando C. fue la guerrilla; entonces no es
diferente porque yo sentí un dolor igual. (Oriente, GF5, 2007)

Sin embargo, en el caso de los desaparecidos, la sensación de lo horrible, el dolor y


el sufrimiento parecieran anclarse en la persona y permanecer en el tiempo, puesto que
al no tener el cuerpo de la persona, el dolor no puede ser “elaborado”; de tal manera
que la ausencia de la persona se convierte en una presencia continua del dolor, por no
saber qué pasó, dónde está y por no tener la posibilidad de enterrar a los muertos tal
como es digno hacerlo en la propia cultura. En estos casos el desasosiego y el
desconsuelo pueden ser permanentes y puede diferenciarse claramente del proceso en
el caso de muerte (natural o violentamente) de un ser querido. Puesto que no hay un
cierre cognitivo de los hechos, y la familia queda en una especie de “suspensión” en el
tiempo, se abre como un paréntesis interminable, que sólo cerraría con la aparición de
la persona, viva o muerta:

…cuando una persona se va ese espacio no lo llena nadie, eso ya queda siempre en la mente; y el
recuerdo de esas personas siempre está con uno, y la desaparición forzada, en la que uno no tiene
un cuerpo para decir que va a elaborar un duelo, o que va a decir: "sí, éste es mi hermano, a éste
lo mataron, o algo, y lo voy a enterrar", pero no, todavía recuerdo esa persona, y todavía está en
la mente... (Madres, E5)

Este tipo de experiencias son definidas por Martín Beristain (2005) como
situaciones de duelo alterado, cuyas manifestaciones características son: “a) búsqueda
del pariente desaparecido - síntoma que responde a una realidad en el caso de los
desaparecidos por represión política- ; b) desear fuertemente la presencia del otro; c)
rumiación y preocupaciones constantes en relación al posible difunto; d) incapacidad de
creer verdaderamente en la muerte de la persona; e) sentirse impactado o con estupor por la
188 muerte; f ) rechazo de aceptar la muerte, y g) los llantos repetidos”.
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Cuando se dan ciertos factores del contexto psicosocial que incrementan el


impacto negativo -tales como no poder expresar la pérdida, no poder hablar
abiertamente de lo sucedido-, o también cuando las víctimas son marginadas
socialmente o estigmatizadas; también cuando se niega socialmente lo sucedido, y la
sociedad sigue como si nada hubiera pasado... Cuando no hay apoyo social, no hay
espacios colectivos de reconocimiento ni la posibilidad de rituales religiosos y/o
políticos para tramitar la pérdida, como ha sucedido en las regiones analizadas;
entonces, la probabilidad de este tipo de reacciones y procesos de duelo alterado
suelen ser más frecuentes. (Cfr. Martín Beristain, 2005)

También se puede experimentar dolor y tristeza por la pérdida de los bienes: el


trabajo de toda una vida, la tierra, las propiedades, el trabajo actual, especialmente
cuando se da un desplazamiento forzado, puesto que esta experiencia implica también
un desarraigo y una pérdida de referentes sociales y culturales que lleva a las personas a
una situación de desprotección y vulnerabilidad muy fuertes, que, a su vez, movilizan
mayor dolor y tristeza. Esta experiencia es asimilable al duelo cultural de Eisenbruch
(1990):

... cuando nosotros nos vinimos de la finquita la vida mía era depresiva, yo me acostaba, no me
importaba sino hacer de comer y que mí familia estuviera bien, me daba una tristeza tan
horrible, que cuando yo ya no tenía qué hacer, yo me acostaba a dormir, así pasé como hasta
marzo, fueron cinco años. (Oriente, GF9, 2007)

Una de las preocupaciones fundamentales de las víctimas sobrevivientes,


especialmente de las madres, es que su dolor y su tristeza de una u otra forma afectan
también a los hijos. De otro lado, se presenta con frecuencia que el dolor de los hijos, a
su vez, se convierte en un aumento del dolor de la madre. Así pues, el impacto en los
hijos será un impacto añadido en la mamá:

Hubo una época en que yo lloraba mucho y el niño más grandecito me decía: "¿mamá usted por
qué llora tanto?" Pero yo de ver la humillación en que ellos vivían, a mí me daba mucho dolor,
me dolía mucho ver a mis hijos… (Oriente, E26)

Por otro lado, la madre puede contener el dolor, hacerse la fuerte o intentar ocultar
su tristeza, rabia o dolor, para no afectar a los hijos, de todas formas se presenta una
afección en los hijos, tal como lo demuestran las investigaciones sobre trauma
transgeneracional, citadas en el capítulo 3, (Cfr. Käes, 1991; Nagata, 1993; Becker &
Díaz, 1998; Oberti, 2006; Kaufman, 2006; Armañanza, 2009, entre otros):
189
Consecuencias psicosociales de la violencia política

...yo lloraba debajo de la cobija para que mis hijos no se dieran cuenta… siempre era con esa
tristeza, no le demostraba a mis hijos porque ellos también estaban destruidos, mis niñas
también, porque no podían creer, porque extrañaban mucho su papá y sentían el dolor de no
tenerlo a él, se sentían solas sin defensa de nada... (Oriente, E22)

El intentar ocultar los sentimientos y emociones, el intentar ser fuerte para


responder a la coyuntura del momento y a las necesidades de los hijos, también puede
llevar al surgimiento de una caparazón que imposibilita el contacto con las propias
emociones, de tal manera que éstas no logran salir a la luz, por lo que la persona
termina cargando con el peso de múltiples responsabilidades o con la tarea de ser
soporte del resto de la familia, con lo cual se desconecta de su propia experiencia vital o
la manifiesta a través de alguna otra emoción (agresividad, indiferencia, etc.):

…yo era muy agresiva, debido a la caparazón que yo tenía, por qué la caparazón, porque en mi
casa me conocen que soy la fuerte, la que no lloro, la que si hay un problema le busco solución, la
que: "C., vea paso esto", la que corre, en la que, si un accidente C. la que corre con fulano, C. la
que corre con Perano... (Oriente, E6).

“¡Dios mío llévame!”: Tristeza profunda y pérdida de sentido vital

En algunos casos, cuando el dolor y la tristeza se instalan por un largo período de


tiempo en la subjetividad de las víctimas sobrevivientes, algunas de ellas pueden
hablar de depresión u otras acepciones. La gente incluye en su lenguaje cotidiano este
tipo de denominaciones porque es una forma también de dar sentido y comprender
con una palabra o un concepto esa experiencia que parece inconcebible e inenarrable:

…esos tres años para mi fueron los años más difíciles también de toda esta historia, porque yo
también después pensaba que qué era la vida mía y me daban unas depresiones... cada día me
deprimía más, porque veía que no era justo con mis hijos, pero me estaba enfrascando cada día
más en eso… (Oriente, E20)

Perder las ganas de vivir, de trabajar, de comer, de dormir, de arreglarse, pueden


implicar una confirmación del cuadro clínico de depresión, pero también un estado
de ánimo bajo en el que la víctima convoca a ser acompañada y apoyada. La
experiencia se asimila al vivir en la oscuridad, sin horizonte. El mundo se cierra y

190
Consecuencias psicosociales de la violencia política

parece que terminara; es decir, se afecta profundamente el sentido vital, los proyectos
de futuro parecen cerrarse, y la concepción de la propia historia y la propia identidad
en un hilo conductor entre pasado-presente-futuro parecen romperse (Lira, 2011;
Martín Beristain, 2005), sin que se vea claro cómo pueden reconstruirse:

Yo quería irme, morirme igual con él… era muy duro yo saber que había quedado sola… yo
decaí tanto que no me provocaba ni trabajar... (Oriente, E7). Es que yo no quería seguir, ya yo
no sentía, ¡era tanto! Porque yo vivía como en una oscuridad, no tenía ganas de vivir, no tenía
ganas de nada… (Córdoba, E8)

Complementario a estos sentimientos también se experimenta el retiro del mundo


social hasta entonces frecuentado, el encierro, el no querer ver a nadie, la pérdida de
interés por las relaciones sociales y el retraimiento como actitud defensiva o protectora
frente al dolor; el sentirse sepultado en vida. Ya nada afuera tiene sentido, se pierde
interés en la vida social, la soledad y el encierro permiten por lo menos no tener que
afrontar la mirada, la presencia, las preguntas, los reclamos de los demás.

…Y yo me mantenía encerrada en una pieza, me comía una comida al día porque me la hacían
comer, se me quitó el apetito, a mí no me gustaba ir donde nadie, ni donde mis hermanas que
vivían cerca, a mí no me gustaba verle la cara a la gente, y por eso no me asomaba siquiera a la
puerta... (Madres, E7)

Esa situación define un estado de postración. La mayoría de personas


entrevistadas experimentan una mezcla de emociones que les paraliza, pierden
horizontes y, en muchos casos, el sentido de la vida, cortan sus relaciones sociales, se
quedan aisladas, encerradas; en algunas ocasiones sin bañarse, sin comer, sin
arreglarse, sin hacer algo por sí mismas, queriendo correr el destino de su ser querido.

En algunos casos queda la culpa de sobrevivir, la experiencia de no sentir merecer la


vida. Todas estas emociones e imaginarios llevan a este estado de postración que tiene
un correlato corporal: la cabeza gacha, la mirada al piso, el cuerpo encogido hacia el
vientre, las manos cruzadas, el caminar cansino, y el peso de la vida reflejándose en
cada uno de sus gestos²⁷.

27
Denomino a este estado como “postración”, diferenciándolo de una definición clínica de “depresión”, no solamente por
un prurito lingüístico, o por no poder hacer una evaluación diagnóstica retrospectiva, sino por el marco de comprensión del
análisis. La otra palabra, “postración” describe una situación de la experiencia de la víctima sin la carga psicologista ni
médica, además hace referencia a dos acepciones: la primera, desde el lugar de la víctima, implica quedar por “el suelo”,
sin horizontes; pero desde el victimario, implica una intención: “lograr que la víctima se postre, se arrodille, se doblegue y
pierda fuerza en su capacidad subjetiva de resistencia y de acción social y política.
191
Consecuencias psicosociales de la violencia política

En la investigación realizada en 2007 (Villa et al., 2007, PP. 83 – 85) describíamos


algunas de estas características:

1. Experimentar que no se vale nada, que la vida no vale nada y que el futuro
está totalmente cerrado para sí mismo, para la familia.
2. Predomina la soledad, alimentando en silencio su dolor y resentimiento,
sumergiéndose en muchas ocasiones en su propio mundo y cortando sus
relaciones con el resto de la comunidad.
3. Sentirse a merced de otro o de otra, donde casi la única alternativa es apelar
a un poder superior: el poder de Dios. La fuerza de los hechos se une a una
sensación de impotencia, siendo la resignación la única respuesta posible.
4. Sentirse en muchos casos sin valor, como objeto de cambio al que no se le
debe tener ninguna consideración; lo cual implica una grave afectación de
la dignidad humana, especialmente afectado por el trato que reciben las
víctimas por parte de los grupos armados.
5. Esta experiencia se puede vivir como la sensación de estar perdiendo la
cabeza, de haber perdido contacto con la realidad, de haberse sumergido
en algún tipo de enfermedad mental de la cual se hace muy difícil escapar.

Porque es que imagínese que yo ya estaba perdiendo la cabeza, a mí no me interesaba si comía, si


me bañaba, si me vestía, si me peinaba, mejor dicho a mí ya no me interesaba nada, yo diario
me iba para el cementerio. (Oriente, GF, 4, 2007)

“Uno tenerlos que ver todos los días y sentir la impotencia”: rabia e
impotencia ante la injusticia vivida

La rabia es un sentimiento asociado al hecho de la victimización. Mientras el dolor


y la tristeza son correlativos a la pérdida, la rabia y la impotencia son correlativas a la
humillación, al abuso de poder, al sentimiento de injusticia y a la asimetría evidente
que hay entre el actor armado y la persona, familia o comunidad,
objeto de su acción violenta.

…y de las cosas, ya se siente uno como impotente, una impotencia, una rabia, cuando uno no le
encuentra sentido a nada, a nada, a nada... (Madres, E12)

192
Consecuencias psicosociales de la violencia política

La rabia se incrementa cuando, además de los hechos vividos, se tiene que convivir
en silencio con el actor armado, cuando no se puede denunciar, ni pedir justicia,
cuando no es posible una acción que permita un equilibrio y una simetría. Esta
situación termina siendo una experiencia humillante, porque mientras el victimario
expone su poder, la víctima se reduce a su más mínima expresión. La emoción es aún
más intensa cuando a la humillación se añade la burla, cuando ante esas acciones se
tiene que continuar en silencio:

Una vez estábamos en un negocio con mi esposo, eso fue como a las 11 de la noche, y ahí
llegó uno que estaba con ellos y saludó y se sentó en la mesa... yo no me aguanté y me tocó
pararme e irme a llorar a una acera, de ver que no podía cogerlo y sacudirlo y
preguntarle: ¿dónde está? Y situaciones así nos tocó vivir todo el tiempo en el pueblo,
durante la violencia aquí, tres o cuatro años uno sabiendo que ellos sabían dónde
estaba, qué habían hecho con él y tenía que quedarse uno callado; verlos a ellos burlarse
del dolor de uno... (Oriente, E13)

Pero la rabia es tal vez más fuerte cuando la injusticia es cometida por los actores
estatales. Es decir, cuando quien debe garantizar los derechos de los ciudadanos y
ciudadanas se convierte en agresor, termina desvalorizando la vida humana, al punto
que la gente deja de reconocer su legitimidad:

Algo que a mí me ha llenado de impotencia es mientras que yo sé que ellos, por esos
campesinos que camuflaron de guerrilleros, que para ellos eran bajas, ellos recibían
ascensos, tenían vacaciones y una cantidad de prebendas que el Estado daba por cada
guerrillero que mataban; mientras que yo pasaba de ganarme $1.050.000, a ir a vivir
de $25,000 en San Francisco, a pagar arriendo y sin saber cómo iba a sostener a mis
hijos, siendo una madre cabeza de hogar, entonces cuando yo miraba sin comida a mis
hijos en la casa, sentía esa rabia que dicen, impotencia y decía: "¿pero qué es esta
injusticia?" Y eso es algo que duele mucho. Además porque yo sigo todavía desplazada, y
nunca he tenido un empleo estable después de que salí de mi pueblo; entonces, eso para
mí ha sido, eso me llena de rabia... (Oriente, E1)

El problema se hace mayor cuando no es posible esta reivindicación. En el


contexto del conflicto armado, la rabia, unida a la impotencia de no poder actuar ni
denunciar ni buscar justicia, se va transformando lentamente en rencor y odio. Por
esta razón, muchos de los y las participantes en esta investigación han reconocido en
su historia la aparición del odio como una forma de darle curso a sus emociones de
193
Consecuencias psicosociales de la violencia política

rabia, dolor e impotencia, y como una manera de canalizar y enfocar su acción. Aún
en contra de la voluntad y las creencias de muchas de las personas con las que se
trabajó, en sus relatos de vida, aparecían estas emociones profundas de odio y rencor:

…porque yo mantenía mucho dolor y también mantenía entre sí como una rabia, que
se fue convirtiendo en un odio... que nosotros en realidad nunca fuimos malos, y yo
vivía con ese odio y ese rencor; y a veces eso se lo lleva uno hasta la casa, porque uno pasa
malgeniado, y mi hija me decía: "mami tu cada día yo te veo con ese rencor que
tienes"... (Córdoba, E6)

Pero, yendo más allá, en muchos casos, ese odio y ese rencor se pueden traducir en
deseos reales de venganza, de poder tomar justicia por propia mano, en una suerte de
vengatividad reactiva:

…recién pasado eso, uno siente mucho odio, contra esos asesinos, porque yo quería verlos
muertos a ellos también, porque así como me mataron mi hijo, yo quisiera saber que a
ellos también los mataron, porque uno siente odio... yo decía: si esa gente volviera a
aparecer por aquí en la vereda, yo les diría algo por lo que le hicieron a mí hijo, así me
maten a mí también, porque uno siente odio, uno no siente miedo ni nada, pero uno en
esos momentos sí piensa, sí siente odio contra ellos. (Oriente, GF4, 2007)

Pero además, porque los hechos traumáticos se acumulan en distintas familias 44


de los y las 62 participantes en esta investigación (71%) han sufrido por lo menos dos
hechos de violencia en contra de su núcleo familiar. Mucho más cuando los caminos
de la justicia están cerrados y prima la impunidad en el país.

“Me parecía que ya venían a tumbar la puerta”: Miedo y terror

De acuerdo con Elizabeth Lira (1990a, b) el miedo instalado en la vida de las


personas y en las relaciones sociales es uno de los efectos más graves en la
desestructuración del tejido social que genera desconfianzas, ruptura de las relaciones
cotidianas, que individualiza y lleva al retiro de lo público y al refugio en la vida
privada. Además de ello, podemos observar el aislamiento, la zozobra permanente y la
imposibilidad de pensar y proyectar el futuro (Martín Beristain, 1997, 1999, 2002).
En la presente investigación, el miedo y el terror instalado en la vida de los y las
participantes pueden evidenciarse en su cotidianidad y es expresado como esa zozobra
194
Consecuencias psicosociales de la violencia política

permanente y un terror instalado en el imaginario personal y social. La posibilidad de


volver a vivir la victimización no es simplemente una hipótesis ni una probabilidad, es
una posibilidad real y latente.

La presencia permanente de uno o varios actores armados en las regiones, era causa
continua de zozobra. En algunos casos fue esta zozobra y este miedo permanente, los
que movilizaron a las familias y comunidades a desplazarse hacia otro territorio. Este
sentimiento de zozobra desestructura de tal manera le psiquismo, que la persona
puede empezar a experimentar que no está totalmente en sus cabales:

…después, nosotros nos acostamos muy nerviosos, uno no dormía ni nada de eso… porque eso de
matar tres o cuatro cada semana, la gente “psicosiada”... uno no amanecía... los nervios, ya uno
como que se “psicosió”… si sentía que ladraba un perro uno ya pensaba que eran ellos, que
volvían, y la gente por ahí “psicosiada”, los niños y todo eso, y por eso se dio el desplazamiento...
(Oriente, E19).

Precisamente el factor más importante en la ruptura del tejido social es el miedo;


puesto que la gente no quiere salir, rompe sus relaciones, teme a sus vecinos, se instala
la desconfianza como comportamiento aprendido, las personas andan prevenidas y en
una actitud de continua defensa. (Lira, 1990b; Martín Beristain & Rieira, 1994).
Esta forma de establecer las relaciones y el mundo social puede, en algunos casos,
presentarse como “delirante” y “paranoica”. Sin embargo, hay que tener mucho
cuidado a la hora de analizar este tipo de comportamientos y emociones, porque
pueden ser una forma de organización del pensamiento y de la acción que puede
resultar profundamente adaptativo y útil, tal como lo refiere Martín-Baró (1990)
para el caso salvadoreño y el siguiente participante en este contexto:

...entonces, eso sí me dejó secuelas, porque hasta en este momento yo todavía vivo así: yo voy por
la calle y todavía estoy pendiente y si veo un muchacho raro o una persona o algo, yo estoy
pendiente de que no me vaya a hacer algo, de que no me vayan a robar, ya prácticamente
aprende uno a vivir en una cultura de la calle, hasta este momento todavía sigo con eso...
(Madres, E5)

La amenaza se vive como algo cotidiano, permanente, real y continuo, al punto


que no se puede hablar, ni compartir con los demás. Se instaura el silencio y la
privatización del dolor, de la experiencia, de la vida misma, “la gente, ahora años, le
daba miedo compartir una historia o hablar con otros de eso, le daba a uno nervios de
hablar...” (Oriente, E19). El miedo genera un proceso de individuación donde cada
195
Consecuencias psicosociales de la violencia política

quien busca salvarse a sí mismo, se aísla, como un mecanismo adaptativo a un


contexto hostil pero también como un indicador de impacto.. Las personas empiezan
a optar por el silencio, por no participar en su comunidad, porque cualquiera puede
ser el enemigo, cualquiera puede denunciar a otro; la imagen del enemigo que hace
daño se instala al interior de la comunidad, rompiendo el vínculo social e
imposibilitando cualquier relación de confianza (Lira, 1990a, b; Lechner, 1997;
Lechner & Güell, 2006):

…fue la primera vez que llegué a escuchar, mientras estaban todos hablando, yo hablé y me
dijeron: "ojo que las paredes tienen oídos", me llegaron a decir mis propios papás, mis propios
amigos, mis propios hermanos: "ojo... ver pero callar"... ¿sí? (Oriente, E12). Me ha generado
una inseguridad, yo creo que a nivel como, personal tengo que hacer una fuerza increíble para
participar o para hablar, así y sin embargo lo estoy haciendo, con un temor... (Córdoba, E2)

Pero como afirma Elizabeth Lira (1990a, b) esta opción hace a la persona más
vulnerable, y por lo tanto, aumenta el miedo; con lo cual se profundiza el aislamiento,
la soledad y la sensación de indefensión. Por esta razón uno de los miedos continuos
es el temor a la revictimización, a volver a padecer lo sufrido, a volver a revivir lo
truncado. Mucho más cuando los tiempos en que se hizo la investigación, como
todavía hoy en día, el conflicto armado continúa y la amenaza sobre las víctimas y sus
organizaciones sigue siendo real y permanente²⁸.

Uno de los aspectos más frecuentes en las víctimas es la imposibilidad de abordar


sus emociones de forma personal y/o pública, lo que les lleva a intentar ocultar,
reprimir y olvidar lo que están sintiendo, con el objetivo de seguir adelante en la vida.
Sin embargo, como muchas de ellas lo expresan, de alguna manera esta experiencia
que debe callarse para continuar viviendo y para no correr más riesgos, empieza a
manifestarse y a expresarse a través del cuerpo. De allí que en muchas ocasiones, su
experiencia se transforme en una enfermedad física, algunas de ellas relacionadas
directamente con el estrés que se vive:

…en ese tiempo en que yo tuve que salir de mi pueblo, a mí me tuvieron que sacar las cordales,
porque a mí me dio bruxismo, y según me explicaba la médica que me atendió, que yo en el día
28
De esta manera parece que quien realiza la represión logra el objetivo. Por eso acude al terror como una forma,
totalmente racional y calculada. Por eso lo ritualiza, lo exhibe, para que tenga un efecto ejemplarizante. La Escuela de las
Américas, como implementadora de la doctrina de seguridad nacional y libros como “Guerra, persona y destrucción” de
Watson (1982) son ejemplos de la manera como el terror es utilizado para controlar personas, colectivos y sociedades
enteras. Lo claro es que realmente funciona, tal como lo describen en sus relatos los y las participantes en esta
investigación: la gente se recluye, intenta protegerse y sobrevivir; y los actores de poder, a través de la fuerza y la coerción,
del miedo y el terror alcanzan sus objetivos.
196
Consecuencias psicosociales de la violencia política

dominaba todo lo que me estaba pasando, y por la noche hacía el bruxismo, y apretaba tanto las
manos, como las quijadas... (Oriente, E1).

También puede darse que aparezcan múltiples síntomas físicos, y sin embargo, no
se pueda encontrar ningún correlato corporal en los exámenes y pruebas clínicas que
se hacen. El dolor es físico, pero los órganos y procesos fisiológicos aparecen en buen
estado, en estos casos la emoción simboliza en el cuerpo, y no existen medios médicos
para abordar el síntoma, puesto que éste es de otro orden. En otras ocasiones la
experiencia emocional toma una vía más larga y se manifiesta en enfermedades más
complejas a las que se atribuye como causa el enorme sufrimiento:

…a papá lo mató un cáncer hace tres años, y eso fue por eso, porque era mucho dolor, mucha
rabia, ¿y qué genera eso? Enfermedad, descomposición en el propio cuerpo, uno se descompone
físicamente y eso pasó. (Oriente, E13). Enfermedades... porque me duelen todos los huesos, la
cabeza, no han encontrado que tengo... me hacen de todo y los exámenes no muestran nada...
(Madres, E9)

Aspectos cognitivos/comportamentales

Las consecuencias en la subjetividad no solamente están marcadas por aspectos


emocionales, también se pueden afectar la memoria, la atención y otras funciones
cognitivas. La división analítica que realizo responde más un intento por comprender
las diferentes facetas de las consecuencias de la experiencia límite; sin embargo,
emociones, cogniciones y comportamientos están enlazados e intrincados
profundamente, de tal manera que se generan núcleos que marcan la acción del sujeto.
Tales como el núcleo: rabia- agresividad/comportamientos autodestructivos, miedo-
inhibición-limitación del contacto social; dolor -negación-confusión existencial.

“Yo me mantenía era como consumida en un solo pensamiento…”: Ideas,


pensamientos obsesivos y recuerdos invasivos

Los pensamientos e ideas recurrentes u obsesivas son una vivencia muy


frecuentemente manifestada por los y las participantes. El pensamiento vuelve una y
otra vez sobre los hechos en un intento de comprender y dar sentido a lo que ocurrió,
se piensa en lo que pasó, en lo que pudo ser, en lo que se hizo o se dejó de hacer, en lo
197
Consecuencias psicosociales de la violencia política

que puede hacerse a partir del momento o simplemente se piensa en el ser querido, en
los momentos vividos, en si estuviera vivo. Múltiples pensamientos que tienen la
característica de ser obsesivos, es decir, muy frecuentes, casi invasivos, que irrumpen
en múltiples momentos y que en muchos casos interfieren la actividad normal de las
personas. Estos pensamientos suelen ser más frecuentes al principio, en los meses
posteriores a la experiencia límite:

…al principio estábamos muy mal, uno no sabía cómo que hacer, todo el día pensando lo que
había pasado, uno añorando volver por allá, dándole vueltas a las cosas, nosotros estábamos
como ciegos… estábamos muy aburridos al principio, porque nos manteníamos pensando la
vida, en lo que se perdió y en lo que se tuvo que dejar, y uno se ponía muy mal… ahí
, achicopalados... (Oriente, E4)

Estos pensamientos pueden quedarse instalados y convertirse en parte de la


experiencia permanente y cotidiana de los sujetos, incluso en el presente, puesto que el
conflicto armado continúa y la posibilidad de ser afectado nuevamente es latente y
real, de allí que se pueda llegar a vivir esta experiencia como algo persecutorio: a donde
se va y donde se esté, la persona está pensando en lo que sucedió. Pero además, los
pensamientos recurrentes suelen volver sistemáticamente cuando se tienen
experiencias que evocan los hechos, en este punto pensamiento y memoria se funden
generando un “revivir” la experiencia, o se reedita el temor a que vuelva a pasar en otro
miembro de la familia:

…por donde uno se mete lo persigue eso... yo puedo ir a muchas partes, ver muchas cosas, porque
me pasan muchísimas cosas, pero dentro de mí está eso… (Madres, E12). Otra cosa que yo
todavía no he podido superar es cuando empiezan a pasar muchos helicópteros de por allá del
Oriente, dando y dando vueltas….uno se pone, como con el alma en un hilo, a uno le parecía
que ya iba llegar la noticia que le mataron... (Oriente, GF7, 2007)

Muchos de estos pensamientos obsesivos están relacionados con la culpa que siente
la persona. Como afirma Martín Beristain (1999) la culpa suele ser una forma de
intentar dar sentido a los hechos, puesto que en muchos casos puede resultar más
cercana a las posibilidades que subjetivamente tiene la persona de control sobre su
vida, su mundo y sus cosas, que sentir la total desprotección y vulnerabilidad que
suscita el no encontrar razones para explicar lo sucedido. El “si hubiera” es una forma
de aferrarse a otra posibilidad vital, y es una forma de afrontamiento con la que se
intenta retomar ese control sobre la propia vida: “si hubiera tomado esta u otras
decisiones tal vez el destino hubiera sido distinto”:
198
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…yo me quedé con un sentimiento de culpa enorme, grandísimo, porque hay cosas que de pronto
uno piensa, cree o sabe, que de pronto uno dice, bueno, yo si hubiera hecho, si hubiera dicho, si
no hubiera visto, si tal cosa… (Madres, E12)

En el caso de los familiares de los desaparecidos se generan otro tipo de


pensamientos que son promovidos por la incertidumbre permanente que genera la
pregunta: ¿Dónde está? ¿Qué está haciendo? ¿Está bien o está sufriendo?, etc. En el
fondo siempre se guarda la esperanza del regreso, se alberga la posibilidad de volver a
ver al ser querido, puesto que no se ha constatado ni su muerte, ni su sepultura. Ahora
bien, es precisamente este hecho lo que trae de nuevo la presencia del ser querido
desaparecido al pensamiento: es una ausencia que constantemente se hace presente.

Porque en esas condiciones uno no sabe si está vivo, si está muerto, si tiene hambre, si tiene frío,
¿dónde está, que con quién está, dónde se encuentra, estará sufriendo? Tantas cosas que se le
vienen a uno a la cabeza… (Madres, E3).

Se llega, incluso, a pensamientos en los que se deniega una posible realidad de los
hechos. Pero todo esto, es normal, en el caso de los desaparecidos. También ocurre
que estos pensamientos se hagan casi omnipresentes, al punto que en todas las
circunstancias (incluidas las celebraciones y demás hechos importantes de la vida) la
evocación de la persona ausente, se haga presente.

…por mucha alegría que haya en la casa, esa imagen de ellos no se le quita a uno, yo para
acostarme soy con ellos, yo para levantarme soy con ellos, yo puedo estar riéndome, a veces me voy
para donde una cuñada y yo me río, pero… (Madres, E6)

En el caso de los desaparecidos, pero también de las madres que han perdido algún
hijo, suele suceder que, con frecuencia, ellas se centren más en pensar en los hechos o
en los hijos desaparecidos o muertos, que en lo demás hijos vivos, o en el resto de sus
familias y de sus propias vidas, lo que muchas veces pasa a un segundo plano:

…es la verdad, que uno tiene más hijos, pero uno en ese momento como que no piensa sino en los
muertos, pero no en los vivos...piensa uno que cómo están ahí con uno, en cambio los otros como
ya no existen... (Oriente, E2)

En otros casos se experimenta la sensación de volver a ver, sentir o escuchar a la


persona, aunque las personas reconocen que tiene que ver o bien con su propia
imaginación o con la permanencia de los pensamientos obsesivos, unidos al deseo de
volver a encontrarse con la víctima: 199
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…yo vivía tan psicosiada con la muerte de mi hijo que yo lo veía llegar todos los días... lo veía
que llegaba todos los días como un relámpago, llegaba y pasaba para la pieza, en tres
oportunidades lo vi... (Oriente, E10).

Algunas de estos pensamientos e ideas se convierten en elucubraciones ligadas a la


emoción de la rabia y al resentimiento y el rencor. En este caso, lo emocional y lo
cognitivo se funden. Estas “maquinaciones” o fantasías pueden estar dirigidas a
ejecutar una “posible venganza”; lo cual puede ser normal en el proceso de elaboración
de los sujetos.

…porque uno en un momento de esos, prácticamente, organiza los pensamientos y esa era mi
idea: también matar, porque como la mataron a ella, o sea, no cualquier persona se hubiera
quedado con las manos así, cruzadas. Haciendo mapas y todo eso, mirando cómo era y por
dónde era que me iba a meter, donde era que iba a llegar, porque prácticamente yo conozco todos
los caminos, conocía a la gente de allá, los que creía yo que tenían que ver con la muerte de M. y
tenía eso en mi cabeza (Madres, E5).

Sin embargo, la rabia contenida, no se puede redirigir al actor armado que ha


cometido el crimen, porque esto puede ser contraproducente, el daño que se puede
recibir como contragolpe puede ser mucho peor. De otro lado, cuando se mediatiza
por la vía de la denuncia y la demanda de justicia, el Estado no responde, en algunos
casos por las alianzas que en lo local y regional han cooptado el Estado desde el
proyecto paramilitar y, en otros casos, porque la debilidad del Estado no es suficiente
para poder imponer la norma y la justicia en territorios controlados durante muchos
años por grupos armados ilegales; por lo tanto, la rabia contenida, busca caminos de
expresión y, puede dirigirse hacia figuras más frágiles o débiles dentro de la familia o de
la comunidad:

Entonces toda esa rabia, toda esa impotencia que yo sentía, la desquitaba era con las niñas, yo
era muy fuerte con ellas, era con insultos, con groserías, con maltratos, porque yo las maltrataba
también física y verbalmente, entonces para mí… aprender a sostener esa rabia, esos rencores
que me carcomían por tantas cosas… (Oriente, E6).

Pero esta agresión dirigida hacia las redes familiares y sociales, también podía estar
dirigida contra sí mismos/as de tal manera que en algunos casos se buscaba el peligro
de forma temeraria asumiendo riesgos innecesarios. Ahora bien, la contracara de esta
reacción, es la capacidad de generar formas de afrontamiento que permitan, o bien
encarar al victimario, o bien, implementar estrategias de resistencia para no quedar
200
Consecuencias psicosociales de la violencia política

impotentes ante su dominación y su poder. Algunas de esas actitudes de temeridad


están caracterizadas no tanto por no evaluar el peligro, sino por una percepción de
haber pasado todos los límites; y una necesidad de canalizar la rabia frente a los
perpetradores.

Aunque la fuerza de la rabia y de la agresión contenidas, se convierten


explícitamente en conductas autodestructivas que se tradujeron, en algunos casos, en
alcoholismo compulsivo. Según Martín Beristain (1999, 2005), este tipo de
conductas adictivas, pueden presentarse especialmente en los casos de duelos
prolongados y no cerrados, donde cualquier vía de afrontamiento se cierra y donde el
dolor no alcanza a ser integrado en la propia historia:

…es muy duro y todo, porque uno más que todo se entrega sobre todo al trago, debido a las
tristezas... uno se pone a recordar, que esto y esto, que uno perdió sus entables y que la comida era
de cuenta de uno, o sea que a uno le toca empezar a jornalear y a buscar la comida cada día y
eso es bravo. Porque sí, yo sinceramente me entregué al trago bastante, por ahí dos años y yo me
acuerdo... (Oriente, E19)

Pero también pueden aparecer otras ideas de forma obsesiva o conductas suicidas,
en intentos de atentar contra la propia vida:

…yo no pensaba sino en irme, o sea, morirme... no pensaba en más nada, sí porque yo ya había
perdido algo que Dios me había dado, si me entiende, y que ya era difícil de recuperar, mi
belleza, mi vista, ya no camino bien como caminaba antes… (Madres, E1). Yo me intenté
suicidar por dos veces…, yo empecé... ya no dormía, entonces, empecé a consumir pastillas para
dormir, y yo ya veía que ya no me hacían efecto entonces me tomaba cuatro y luego ya decidí...
intenté... atenté contra mi vida dos veces… (Oriente, E16)

Si bien estas no son las reacciones más frecuentes, en contextos de violencia


política 8 Cfr. Pérez Sales & Bacic, 2000, Martín Beristain, 1999, 2005; Gómez,
2006; entre otros) el aumento de suicidios y pensamientos suicidas si es un indicador
de impacto en comunidades golpeadas por la violencia.

Relacionados con los pensamientos e ideas obsesivas están los recuerdos invasivos,
que suelen ser la reproducción de las imágenes de los hechos. El recuerdo invasivo es
una memoria recurrente que reproduce los hechos una y otra vez, cuando se está
realizando otra actividad, cuando se comparte con otras personas, cuando ni siquiera
se quiere pensar en lo sucedido:
201
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…uno estaba conversando con una amistad por ahí, en una reunión y cuando menos pensó otra
vez el recuerdo, que vuelve y lo deja a uno por el suelo, queda uno como sin palabras, se le va la
idea, uno se eleva, vienen los recuerdos malucos, porque eso es una cosa muy dura: uno tener que
recoger un hijo... cuando menos pensó uno está bien y luego la imaginación vuelve y le trae la
imagen de verlo ahí tirado, entonces es como si uno lo estuviera recogiendo otra vez y se le borra a
uno todo lo demás, se borra lo que uno está conversando y no escucha bien lo que le están
diciendo. Eso me pasaba momentáneamente y eso lo está mirando uno en la mente y en la
imaginación, una y otra vez todo ese caso. (Oriente, E5)

Algunas de estas imágenes llegan en forma de pesadillas. En otros casos las


memorias y las imágenes de los hechos se hacen tan nítidas y vivaces que pueden
describirse de una manera casi exacta. Se recuerdan los colores, los gestos, los detalles,
de una forma tal que puede sorprender por su nivel de detalle. Este tipo de memorias,
son conocidas como memorias de destello y han sido objeto de múltiples
investigaciones en la psicología contemporánea de corte sociocognitivo.

“Yo estaba como en otro mundo”: Confusión existencial, inhibición y


limitación del contacto social

Una experiencia muy común, en las víctimas sobrevivientes, es la utilización de


mecanismos psíquicos como la negación y la inhibición, que conducen a actitudes y
comportamientos de confusión existencial, intentar evadirse de los hechos (mental o
físicamente), aislarse inhibiendo el contacto social y, en algunos casos, desconectarse
del mundo.

En los primeros meses después de los hechos, las personas desarrollaron con mayor
frecuencia reacciones de negación. En muchos casos se experimentan problemas
para retener la nueva información, como si la atención y la memoria estuviesen
afectadas. La persona está concentrada hacia dentro y la realidad externa se percibe
como prácticamente indiferente²⁹, la gente experimenta que sobrevive, pero no tiene
claridad de cómo vive:

Yo no retenía nada, usted estaba hablando conmigo, yo sabía que estaba hablando, pero no
sabía de qué, no le ponía atención. O sea, no oía lo que usted me decía, yo salía con otra cosa….
Y si me iba en el transporte no sabía para donde iba, estuve pero bien mal... (Córdoba, E3)

29
No se trata del shock inicial, sino de una experiencia que se prolonga en el tiempo.
202
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Se vive, por tanto, con una especie de aturdimiento y aislamiento con respecto al
mundo y los otros, llegando incluso a experimentar desorientación en el espacio físico;
la experiencia pasa por no tener claro el horizonte de lo que sigue, no se sabe qué
camino tomar, qué decisiones hacer, que elecciones realizar, como una parálisis del
pensamiento y de la acción, puesto que no se ve ninguna salida a la situación límite.

Este tipo de reacción se puede presentar un tiempo después de la primera reacción


de shock. Por esta razón esta desconexión con la realidad cotidiana, puede llegar a ser
experimentada como un estado transitorio de ruptura con la realidad en el que la
persona no logra ni reconocerse en sus actos y pensamientos. Algunos los describen
como estar experimentando un estado de “sonambulismo”:

..…Cuando un momento que yo salgo y voy por la calle, sabía que iba por la calle porque iba,
pero no sabía cómo vestía la gente ni que hacía ni nada, yo sentía que iba como sonámbula y
dije: "¿será que yo también me voy a volver loca?", Porque yo sí sentía que andaba por la calle
como sonámbula… (Córdoba, E11)

Este actuar y pensar desde la negación puede llevar también a ver a al ser querido en
todas partes, y tratar de confirmar la experiencia, acercándose a constatarlo. Y cuando
se “comprueba” que no se trata del ser querido, vuelve a venir el pensamiento de sentir
que se está enloqueciendo³⁰. Precisamente, una de las consecuencias de este proceso
“adaptativo” es que las víctimas sobrevivientes, después de los hechos y durante un
largo tiempo, tienden a encerrarse sobre sí mismas, mediante la inhibición y la
limitación del contacto social. Este encierro puede estar ligado a una experiencia de
dolor y temor que llevan a querer evitar contacto con los demás, para evitar ser
nuevamente herido. Se trata por tanto de una desconexión con el mundo social que
lleva al aislamiento, de tal forma que el vínculo social y las redes de solidaridad
primarias se fracturan en la experiencia subjetiva:

…todo esto para mí ha sido horrible, porque vea, por ejemplo, cuando mi hijo desapareció yo me
encerré, yo no hablaba con nadie… (Madres, E7). A mí me dio por meterme a la pieza del
hijo mío, yo cogía su ropa y la abrazaba fuertemente contra mi cuerpo, y yo pensaba que estaba
tocando el hijo mío, que lo está abrazando… yo dormía en la cama de él, yo me acostaba en el
día y me metía a la cama de él… dos años prácticamente estuve así... (Oriente, E10)
30
Quisiera evocar una novela española, de Isaac Rosa: “Otra maldita novela sobre la guerra civil”. En esta historia se
cuenta el relato sobre un grupo de mujeres, de un pueblo “fantasma” en Andalucía, “Alcahaz”, que se habían quedado
atrapadas en el tiempo y en la historia, esperando a sus maridos e hijos que no llegaron nunca porque fueron víctimas de
una masacre. El relato que puede tener visos de una experiencia onírica, con todos sus matices, suele ser similar al de los
familiares de víctimas de desaparición forzada: les parece como si sus seres queridos estuvieran trabajando en algún
lugar perdido y ya fueran a regresar...
203
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Todo esto se puede dar por el deseo de no perder contacto con el ser querido,
intentando hacer un esfuerzo fallido por recuperar su presencia, una añoranza
compleja de querer estar con él o ella, de tal manera que el encierro no es sólo espacial,
sino también temporal, como si se tratara de un anclaje en el tiempo. Lo cual puede ser
un indicador de duelo alterado, sin embargo, convocar la presencia, en los casos de
desaparición, también es una reacción frecuente y normal que es necesario
acompañar, comprender y resignificar.

Toda esta experiencia se relaciona profundamente con la realidad social y política


que se vive. En primer lugar la estigmatización a la que es sometida la persona o la
familia de la víctima, marcada por el señalamiento y la concepción popular: “si le paso
algo, fue que andaba en algo”, “a nadie matan por ir a misa”, y otra serie de expresiones
populares que generan al mismo tiempo, dolor y temor, y que obligan a los
sobrevivientes a revertirse sobre sí mismos, a cortar vínculos, a desconfiar de muchos
de sus vecinos, e incluso familiares; generándose dinámicas de cohibición
e inhibición social.

Las víctimas sobrevivientes prefieren encerrarse, cortar algunos vínculos sociales,


replegarse sobre sí mismos, para no demostrar públicamente su dolor, pero también
como una forma de protección, tanto de las críticas sociales, de las miradas
inquisitivas del colectivo; pero también para protegerse de los actores armados que se
mantienen en el territorio. Frente a este contexto el hablar, el compartir con otros, el
nombrar los hechos o el intentar fortalecer y apoyarse en las redes sociales puede ser
peligroso. Incluso personas que pueden tener alguna responsabilidad en la
comunidad dejan de transitar por algunas vías, no van a ciertos lugares, recortan sus
posibilidades de acción, siempre buscando su protección:

…yo estuve sin salir a vereda varios meses... a la primera parte donde salí, fue al terreno de los
ancianos y para poder ir tuvieron que ir como cinco viejitos conmigo y yo era muerta de miedo;
la segunda vez que logré salir, fui a una vereda que queda como a una hora del pueblo y logré
irme y estuve como una semana y para mí eso fue como un paraíso, me bañe en el río, disfruté de
todas las aguas; pero no he logrado, salir de nuevo, no he pasado del cementerio y no sé si vaya a
lograr hacerlo… (Oriente, E1)

Estas experiencias personales tuvieron un correlato colectivo: en muchos


momentos el encerrarse, el tratar de aislarse, el no establecer vínculos y el quedarse
callados fueron los comportamientos más adaptativos y necesarios a las

204
Consecuencias psicosociales de la violencia política

circunstancias, una reacción normal a una situación anormal. Precisamente esta


situación lleva también a la vivencia del silencio obligatorio, al mutismo, al no querer
compartir con nadie, a callar:

...hubo un tiempo fuerte donde la gente no podía salir a la calle, si salía, salía con mucho temor;
no podía hablar mucho porque había gente por ahí escuchando, si uno mentaba que la guerrilla
es esto y esto los paramilitares... si usted mentaba, ahí mismo inmediatamente le llegaba la
orden “se va”... (Oriente, GF1, 2007)

En la investigación de 2007, en el grupo de trabajo pudimos traducirlo como “lo


innombrable”, lo indecible, que es tal por varias razones: en primer lugar por el miedo,
porque hablar puede resultar peligroso, porque contar puede traer riesgos, tal como se
ha dicho hasta el momento; y en segundo lugar, porque con el silencio se quiere
proteger a la familia, a los hijos y a sí mismos/as del dolor:

…fueron los dos años más negros que he podido pasar en mi vida, sin poder denunciar, sin poder
preguntar, sin poder hablar, teniendo que callar... y todo el mundo dijo que mi hijo estaba
muerto, que no había nada que hacer. (Córdoba E8)

Pero incluso el silencio, el cortar lazos, el no pedir ayuda ha estado atravesado por
amenazas explícitas que están dirigidas a eso, a cortar el vínculo de apoyo, a romper el
tejido solidario y a hacer más pesada la carga sobre las víctimas:

Y yo tampoco pedí ayuda porque en esos días, que me mataron el esposo, me mandaron a decir
ellos… que si yo abría la boca venían por mí y que nada más por mí no venían, sino que por
toda la familia; entonces yo qué hice, yo no me valí ni del padre, ni del personero, de ninguno, yo
me estuve callada o quieta... (Oriente, GF6, 2007)

Ante estas circunstancias, el hablar, el nombrar, el relatar y hacer público el


testimonio y la memoria grupal y colectiva se conviertan también, no sólo en formas
de elaboración del dolor, sino también en formas activas de afrontamiento y
resistencia como podrá verse más adelante (cfr. Capítulos 5, 6 y 7).

En otras ocasiones la opción pasa por querer irse del barrio, del pueblo, del lugar,
para no tener que encontrarse ni con los recuerdos ni con la gente. Al final este retiro
de lo social, pasa por evitar fiestas, reuniones y otras actividades, especialmente
aquéllas que impliquen alegrarse, porque la realidad y la experiencia han sido tan
dolorosas que puede experimentarse como una traición a la víctima sentir alegría.
205
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Esto es una marca muy fuerte en una sociedad, como la colombiana, donde la fiesta y
la rumba son, quizás, el principal espacio de socialización y de expresión sociocultural.
Es uno de los signos sociales que identifican más claramente la ruptura vital que se
abre con la situación límite:

...no volví a ser la misma de antes, no volví a bailar, no volví a parrandear, me llaman muy poco
la atención los paseos ya... (Madres, E2)

En síntesis, una intervención con personas y comunidades que han padecido el


conflicto armado pasa por retomar estas experiencias más allá de la patologización,
para encontrar en ellas los sentidos que pueden conducir a la reconstrucción de los
sentidos, a la afirmación, a la resistencia y a la transformación de sus propias realidades
(Cfr. Martín Beristain & Riera, 1994). En este caso se hace útil poder condensar en
una mirada la forma como lo emocional se conjuga con lo cognitivo y lo
comportamental formando núcleos de afección en la subjetividad y en la cotidianidad
de los y las participantes, de tal manera que no se podrían pensar como efectos
aislados, sino como procesos complejos que terminan afectando la vida relacional,
comunitaria y social de los sujetos; pero que también permiten la emergencia de
semillas de afrontamiento y resiliencia. La siguiente tabla evidencia esto de forma
sintética, las relaciones no son lineales, ni significa que dada una reacción emocional
se seguirán ese tipo de pensamientos y acciones; sino que, de acuerdo con los relatos,
pueden establecerse estos marcos comprehensivos para analizar la vivencia subjetiva
interna (psicológica) ante los hechos de violencia:

206
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Tabla 3. Núcleos de la vivencia subjetiva ante las experiencias límite.

Dimensión Dimensión Dimensión


emocional cognitiva comportamental

Profundo dolor Se intenta dar sentido Pérdida de interés en la vida


y tristeza a los hechos a través de: cotidiana

Pensamiento Encierro en sí mismo


obsesivos a partir de
los hechos Postración

Culpa: los “si hubiera” Soledad

Represión del dolor Semilla de Afrontamiento: trabajo


(evitar pensar o recordar de duelo = trabajo de memoria
Desconsuelo, para no sentir dolor).
desolación,
desasociego Negación: intento de
borrar los hechos.
Inhibición Desconfianza
Aislamiento
Miedo Pensamientos defensivos (En Retiro del mundo social
algunos casos Paranoides) Se cortan vínculos
Privatización del daño
Dificultad para comprender la Silencio
realidad Huida / desplazamiento

Pesadillas Semilla de afrontamiento:


Recuerdos invasivos, Solidaridad, fortalecimiento
Zozobra y terror
especialmente cuand de los vínculos
se está en situaciones
similares
Pensamientos de venganza Agresión a otros más débiles
Rabia / Impotencia Ideas suicidas
Repasar una y otra vez Autoagresión (alcoholismo,
los hechos conductas temerarias)
Fantasías de venganza
Odio / Rencor Humillación Semillas de lucha y
resistencia

207
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Percepción del clima emocional

La percepción del clima emocional difiere de la percepción de la situación


emocional subjetiva. Una cosa es lo que uno está sintiendo dentro de sí, y otra cosa la
forma como percibe el clima de emociones que se teje en el colectivo. Por lo tanto, es
una categoría eminentemente psicosocial, que, aunque se ha desarrollado
preferentemente en investigaciones cuantitativas como una variable multifactorial
(Cfr. Pérez Sales & Bacic, 2000, Martín Beristain, 1999, 2005; Gómez, 2006; entre
otros), en esta investigación realizo una exploración de carácter cualitativo que
avanzaba sobre la pregunta: “¿Cómo sentían al pueblo, a la región y al país?”. Y esto
preguntado en los tres momentos del análisis propuesto.

Normalmente la mayoría de los y las participantes hacen referencia a su contexto


inmediato, y es básicamente a estos contextos locales a donde voy a hacer referencia en
este análisis del clima emocional. Esto tiene una explicación fundamental, la gente,
como se vio en el primer numeral de este capítulo, suele tomar conciencia del clima
emocional que se genera alrededor del conflicto armado, cuando éste incide en su vida
cotidiana, mientras tanto se experimenta como algo que está lejos, o se percibe desde
la visión mítica que se ha construido de la violencia en Colombia. Por lo tanto, se
normaliza como parte de lo cotidiano, hasta que toca la vida de una población o de
una familia, y cuando ya se vive, en la primera persona del singular o del plural, es
cuando se evidencia el clima emocional que se suscita:

Después, cuando, cuando ya empezó la violencia, uno empezaba a mirar pues todas las
injusticias, pues todo lo que pasaba en el país, ya eso empezaba a afectarlo a uno, lo que uno
podía ver por las noticias, cuando luego llega también a mi pueblo. O sea, uno primero empezó
a verlo por los medios de comunicación, después ya llegó allá y ya le tocó vivirlo en carne
propia… (Oriente, E1)

“Aquí en cada esquina mataban una persona”: Clima de violencia,


incertidumbre y desconfianza

La percepción de este clima emerge cuando la violencia engloba la vida de la gente,


se hace omnipresente, y se constituye en marco referencial de la vida cotidiana de una
colectividad en una localidad o región, al punto que transforma las relaciones
f a m i l i a re s , l a s re l a c i o n e s s o c i a l e s , l o s h á b i t o s d e l a c o m u n i d a d ,
208 la vida de las poblaciones:
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Pero en ese momento seguía sufriendo la violencia, y todos los días seguía escuchando que
mataron a fulano… mientras sucedían masacres, que se llevaron a fulano, mientras se
insertaron los paramilitares en el casco urbano y eso cada ocho días paraban una escalera
, sacaban 2, 3 o 4 muertos; cada día había unas motos andando, rodeando el pueblo y de vez en
cuando encontraba uno que iban en la moto tres personas y sabía uno que la persona del medio
moriría... (Oriente, E12)

La experiencia de sentir que la violencia lo invadía todo fue dada por la sensación
de indefensión y desprotección que se suscitaba cuando se constató que la población
civil era objetivo de los grupos armados. La gente siempre tuvo la creencia que “al no
estar involucrada”, nada le pasaría; sin embargo, esta “lógica de la proporcionalidad”
no funciona en una guerra donde la gente es considerada parte del objetivo (Martín
Beristain, 2012), puesto que el ataque a la población civil, como ya se indicó en una
lógica de terror, está explícitamente dirigido para controlar social, económica y
políticamente un territorio:

Las fuerzas que entre comillas iban dizque a limpiar el país de guerrilla, que eran los
paramilitares, entonces, ya la guerrilla también contraatacaba con sus acciones y ya el pueblo, la
población civil, quedaba atrapada entre dos fuerzas, entre dos fuegos... el gobierno que era el
que nos debía proteger, no existía... entonces, eso era como tres fuegos cruzados y quedábamos en
el medio todos, quedaba en el medio la población civil... era tenebroso, cayendo todo el mundo,
gente inocente, gente que no tenía que ver... (Oriente, E25)

Si bien la gente percibía que se estaba matando a gente inocente, se trataba de una
estrategia contrainsurgente, que claramente tenía la filosofía de “quitar el agua al pez”
(Watson, 1982; Molano 1985, 1988; Martín Beristain & Rieira, 1994, entre otros).
Es decir, quitar los apoyos reales o posibles al contrario (Martín-Baró, 1990b), puesto
que esto facilita el control de un territorio. Una de las pruebas de ello, fue la
experiencia vivida en los campos, que fue aún más dramática, porque además se
“desató” una presión sobre la población civil que no posibilitaba, en muchos casos, ni
la sobrevivencia de la gente:

…se desató una cosa impresionante: ya la gente no podía llevar más de 5 ni más de 10
libras de arroz, supuestamente porque eso era para la guerrilla, entonces prácticamente
a la gente de los campos los pusieron a aguantar hambre y cuando iban a una casa y
encontraban mucho mercado, entonces ya decían que era colaborador de la guerrilla...
(Oriente, E26)

209
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Pero en la ciudad, particularmente en Medellín, la experiencia también fue


compleja, porque estuvo marcada, además por las variables del narcotráfico y la
delincuencia, que en muchos casos entraban en guerras intestinas, en la búsqueda de
control de mercados locales de la droga, de un territorio para el ejercicio de la
delincuencia, o en alianza con los actores armados (guerrilla, paramilitares) para
ejercer dominio sobre un territorio común:

...yo tenía entre 11 y 14 años y eso fue una época muy difícil para mí, porque me tocó
enfrentarme a una adolescencia cargada de violencia, de muertes, porque eso fue en ese tiempo
una cosa muy verraca, me tocó ver morir muchos amigos, niños de 12 y 13 años, se los estaba
matando, y no se sabe por qué; simplemente porque una persona pasaba dando bala, porque
llegaban a un barrio y querían buscar el control del barrio, entonces, encontraban la gente en la
calle y como se dice aquí: "se enamoraban" y los mataban, simplemente por verlos caer, entonces
, fue una época muy difícil. (Madres, E5)

Sin embargo, en los relatos de los y las participantes, sorprende la similitud que hay
en la percepción del clima emocional de violencia. Tanto en Oriente Antioqueño,
como en Córdoba y en Medellín, aún con contextos diferentes y procesos disímiles
entre sí, la violencia parece englobarlo todo, de tal manera que no queda alternativa: o
bien, la convivencia obligatoria con esta violencia cotidiana; o bien, se suscita el deseo
de salir, de irse a otro lugar, de cambiar de región o territorio, con la esperanza de
encontrar un lugar más “pacífico”, para comprender, al final, que no se trataba de un
problema de una región particular, sino de una realidad que estaba habitando el
territorio nacional:

…sin decir que en ese tiempo no hubiera habido violencia. Si no que no nos había tocado a
nosotros desde cerquita, a partir de ese momento me queda claro que la violencia no era en
Antioquia solamente, que eran todo el país y que había tocado las puertas de uno… y cuando se
continúan dando desapariciones y asesinatos, entonces como que se empieza a estar más
pendiente de esas situaciones y ver la realidad que vive el país... tantos hechos sangrientos, donde
la vida no vale nada, donde pasaba todo esto y nada pasaba... además, sigue pasando, porque
las cosas no han cambiado... (Córdoba, E4)

Esta percepción de un clima emocional de violencia, alimentada, además por los


medios de comunicación, por los rumores en las localidades y en las regiones, por la
misma “teatralización” del terror por parte de los actores armados, que termina
construyéndose como una imagen que todo lo ocupa y todo lo permea; refuerza
210
Consecuencias psicosociales de la violencia política

nuevamente el concepto de la violencia mítica: aquí la violencia ha sido siempre, se ha


dado por siempre, lo que a su vez, también limita la posibilidad de analizarla,
comprenderla y transformarla. Y esto es todavía más claro cuando se ha sido víctima y
se tiene la sensación de impotencia, dolor y frustración por no poder hacer nada frente
a los hechos vividos:

…la cultura de la muerte que vivimos en Colombia, que Colombia es un país violento, si nos
ponemos a remontarnos 200 años o no sé cuántos años atrás, siempre ha sido un país violento,
siempre ha sido violento con diferentes nombres, yo digo que es el mismo indio con distinta
guasca, como que siempre es lo mismo… (Madres, E13)

El clima de violencia se va entrelazando con nuevas formas de percibir el clima


emocional. En primer lugar se crea un clima de incertidumbre, puesto que si la vida
está amenazada, si la violencia puede tocar en cualquier momento, el futuro no se
puede ver claramente, se puede estar esperando lo peor y pueden afectarse los
proyectos de vida, con lo cual se empieza a aplazar la vida misma:

…Ya se empezó a ver esa paranoia entre los grupos armados, y esas exigencias que hacían a la
población civil… la intención era de pronto buscar otro horizonte para poderme llevar a mi
esposa y al niño que venía en camino, irme para la ciudad porque definitivamente aquí estaba
demasiado enrarecido el ambiente. No veía como claro el futuro, sacar adelante a mi familia en
ese entorno… (Oriente, E12)

Esta desconfianza en el futuro, en la vida, en las relaciones, unida a la sensación de


amenaza permanente sobre la propia integridad, generó un clima de desconfianza que
fue fracturando las relaciones cotidianas y terminó por romper el tejido social,
especialmente en contextos semi-rurales como los del sur de Córdoba y Oriente
Antioqueño, donde los lazos familiares y comunitarios estaban más arraigados:

…se dañaron totalmente las relaciones de la gente del pueblo, todo el mundo desconfiaba de
todo el mundo, porque uno ya no sabía quién era quién, quién ayudaba al uno o quién ayudaba
al otro o quién estaba infiltrado, entonces, eso era todo el mundo sin saber, sin pensar, porque era
un problema pensar... porque usted sus pensamientos podría incluso comentárselos a alguien,
decírselos a alguien y ya uno no sabía dónde iba a parar; porque esa gente tenía oídos en todas
partes, ya a usted lo cogían y le decían: "venga por qué está diciendo que esto y esto..."
(Oriente, E25)

211
Consecuencias psicosociales de la violencia política

“Eso es como dantesco, como terrorífico”: Clima de miedo, zozobra y terror

Así pues, no se trata solamente de un problema individual, ni de reacciones


individuales, como los tratados en los anteriores acápites. Un conflicto armado que se
perpetúa de esta manera va construyendo un clima emocional, en el que se va
propiciando la desconfianza en el otro. Es decir, no se trata solamente del dolor y el
miedo porque han matado, desaparecido, amenazado al familiar. Se trata de la
construcción de un clima colectivo que rompe, debilita y degrada el vínculo social
básico. Creando, por tanto, otro escenario que por la forma aparentemente
indiscriminada en que se ejerce la violencia va constituyendo un clima de miedo y
terror. Que se desata no solamente por los hechos escabrosos de los que se tiene
noticia a diario, sino también porque es una búsqueda intencional de los grupos
armados en su pretensión de controlar la mente y los corazones de la población civil
(Martín-Baró, 1990, Lira, 1990a).

Si la violencia se ha generalizado, si la población civil se ha convertido en objetivo


de los grupos armados, si se está esperando que en cualquier momento la violencia
puede golpear, si además hay una intencionalidad de los grupos armados de
aterrorizar a la población para generar parálisis y evitar cualquier respuesta de
resistencia frente al control y la dominación que imponen; en definitiva, cuando la
alternativa que queda es la de convivir con este marco omnipresente de violencia, la
experiencia subjetiva y colectiva que se instaura es la de zozobra,

Luego de que empezó a llegar la violencia ya uno no podía salir a la calle tranquilo y si salían los
muchachos, ya uno no estaba tranquilo en la casa pensando que fuera a pasar algo, a que la
violencia le tocara a uno la vida familiar, ese era el temor; entonces, la vida totalmente cambió
de estilo, se volvió muy intranquilo y tenebroso... porque eran muchas muertes, primero
empezaron matando gente esporádicamente, luego ya eran 2, 3, 4, 5, 6, 7, ya hubieron
entierros de siete u ocho personas en un mismo sepelio; eso es como dantesco, como terrorífico más
bien... (Oriente, E25)

La marca psicológica de esta zozobra permanente, es el estrés continuo que


mantiene a las personas en continua alerta, desconfiando de todo el mundo, en
posición de defensa, preparados para la huida, lo que puede traer algunos de los
síntomas descritos anteriormente. Y sin embargo, es precisamente la descripción de
este clima emocional, la percepción de esta realidad, que expresa la forma en que se
vivieron las continuas violaciones a los derechos humanos, los crímenes de guerra y la
forma como se conjugó la guerra en este país, es en medio de esta realidad, que puede
212
Consecuencias psicosociales de la violencia política

afirmarse que las respuestas, reacciones, percepciones y acciones que se han


presentado a lo largo de este capítulo, son absolutamente normales y una forma
adaptativa de actuar en medio de una realidad anormal (Martín-Baró, 1990).

Otras experiencias que la gente comparte, en torno a este clima de zozobra y


miedo, tienen relación con las dificultades que se plantean en la vida cotidiana: no se
percibe que haya un lugar seguro, cada quien siente que no tiene en quien apoyarse,
hay una percepción de ruptura de las redes familiares y sociales de apoyo, lo que
incrementa el sentimiento de soledad. En muchos casos la gente acude a conductas de
autoprotección extremas, como cambiar continuamente de lugar para pernoctar,
rotar los lugares de vivienda, dejar de hablar con desconocidos, romper las costumbres
de hospitalidad y solidaridad, se crea una individualización de los marcos sociales,
donde cada quien debe sobrevivir cómo puede, el colectivo se fractura y cada quien
parece ser una isla, intentando sobrevivir al evitar el contacto con otros y otras que
podrían “contaminarle”:

…por eso me fui a vivir donde mi mamá... a dormir, porque yo en el día la pasaba en mi casa,
pero en la noche me iba donde mi mamá por la soledad que tenía, había mucha soledad en esa
parte donde yo vivía... (Córdoba, E7). Genera unos miedos hasta de salir, ya uno corría a
encerrarse tempranito, porque le daba miedo... y esas calles eran solitarias, a las 7:00 o 7:30 ya
estaba todo el mundo en la casa, uno ni se atrevía a ir a la tienda porque le daba miedo...
(Oriente, E29)

Es claro que este clima emocional no es solamente el producto de la guerra, no es


solamente la consecuencia que deja el conflicto armado. Conlleva una
intencionalidad en el accionar de grupos armados que quieren ejercer control y poder
sobre un territorio y sobre una población. Elizabeth Lira (1990a, b), Martín-Baró
(1990), Martín Beristain & Riera (1994) entre otros, pueden ofrecer un amplio
análisis de la manera como se construyen estos climas emocionales de miedo,
teniendo claro que uno de los fines de la represión es utilizar el miedo como un
mecanismo de control social. Al generalizarse la sensación de vulnerabilidad y
desprotección, se inhiben las conductas sociales y se acude a soluciones de fuerza o se
cede a la presión de quien lo ejerce. Muchas de las personas entrevistadas señalaron
dicha intencionalidad detrás del uso del miedo como mecanismo de control: la
apropiación de la tierra de los campesinos, la generación de miedo para obligar al
desplazamiento y el abandono de la tierra

213
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…son grupos que a ellos lo único que les interesa es mostrar para crear miedo en la gente y luego
uno se desplaza, y uno pierde todo: la tranquilidad, que es lo que más vale, lo material no vale
tanto la pena, sino la tranquilidad... es lo que más se pierde. (Oriente, E19)

En dichas situaciones el silencio y el aislamiento han sido maneras efectivas de


sobrevivir, y a la vez indicadores del impacto colectivo. Este clima no se basa solo en el
ejercicio del terror sino también en la impunidad de las acciones, y es mantenido con
estrategias diferentes en las tres regiones estudiadas, con un mismo fin: controlar,
dominar, mantener la impunidad y el status quo de quien controla el medio.

La evolución y la percepción del clima emocional está también condicionada por la


evolución del contexto, especialmente por los cambios en las estrategias de guerra o
pacificación. En ese sentido, la “supuesta” desmovilización de los grupos paramilitares
habría traído un clima emocional diferente a las regiones, sin embargo bajo esa
representación de la realidad, la situación de las víctimas o sus precepciones sobre el
control y el miedo, no han disminuido en muchos lugares sino que se han
transformado. En Oriente Antioqueño el clima de terror pareciera ceder porque la
situación de violencia generalizada ha disminuido. Se podría hipotetizar, recordando
a Martin-Baró (1990), que en este contexto de guerra, se pudo haber pasado de una
estrategia de guerra sucia, a una de guerra psicológica, donde se han aplicado medidas
dirigidas a mantener el control con otros medios: se baja la intensidad de la violencia
directa, se crean mecanismos para lograr la simpatía de la población civil, pero se
mantienen formas de control para recordar quién manda y cómo puede procederse en
caso de no acatar este orden.

De otro lado, en la ciudad de Medellín, escenario de disputas entre paramilitares,


bandas delincuenciales y narcotraficantes; y en el sur de Córdoba, escenario de
disputas entre paramilitares de tercera generación, presencia de guerrilla, de fuerza
pública, alianzas entre unos y otros, y de mecanismos violentos de control por parte de
las élites tradicionales, el clima emocional de miedo y terror permanece:

…y después empezó a pasar lo que pasó, lo que está pasando y ha pasado, vivimos con mucho
miedo... Y no ha cambiado desde el 95, con 2003, o con la desmovilización de esta gente, a lo
que es ahora... (Madres, E2)

La primera consecuencia del clima de miedo y de terror es la impunidad,


producida por la sensación de indefensión que se experimenta y el sentirse a merced
del grupo armado, que puede controlar incluso las instituciones que podrían
214
Consecuencias psicosociales de la violencia política

administrar justicia; lo que contribuye al silencio, al miedo a denunciar y, se instala


frecuentemente la impunidad de quienes ejecutan la violencia.

…vinieron unos hombres y me dijeron que no fuera a denunciar porque yo sería la próxima, yo
les decía, con el miedo que yo sentía, el miedo más grande porque yo temblaba del miedo… no,
yo no voy a denunciar a nadie, es que yo no sé quién fue. Y yo sí sabía, porque desde el principio
se sabía. Y pensé: si yo digo que yo sé, me matan y aquí nadie da razón… (Córdoba, E3)

Esta impunidad no se da en el vacío, implica en muchos casos la complicidad por


acción o por omisión, por complicidad o incapacidad de algunas instituciones del
Estado, encargadas de velar por la seguridad y la justicia de los ciudadanos; al punto
que la gente, además del desconcierto, termina pensando que el Estado es parte en el
conflicto armado y está velando por intereses particulares.

Y ellos armados hasta los dientes haciendo y deshaciendo; fueron más de tres años viendo a esa
gente correr pa' allí y pa' acá, viendo como hacían y deshacían; ni el ejército ni la policía hacía
nada, antes al contrario, cómplices, y eso nos dolió a nosotros mucho de ver que no podíamos
hacer nada. (Oriente, E15). Porque uno no entiende que las personas que están,
prácticamente, por ayudarle a uno, que son las encargadas de defender los derechos de uno, sean
prácticamente el enemigo... (Madres, E5)

Cuando el Estado no protege, no garantiza la vida, cuando además se convierte en


actor del conflicto y la gente no puede confiar ni creer en las instituciones, cuando se
siente amenazada por ese Estado, el terror y la impunidad llevan a la impotencia y
desesperanza, y en muchos casos a la parálisis, situación en la que vivieron las víctimas
durante muchos años.

…este pueblo lo volvieron pedacitos, mejor dicho... usted cree que a uno no le daba tristeza de
ver cómo subían a esas personas amarradas o arrastrándolas como marrano por la autopista
arriba y al otro día: "ah, que ya amaneció muerto fulano", el que se habían llevado; eso era una
tristeza muy grande para nosotros. (Oriente, E9)

La construcción de estos climas emocionales es correlativa a la pérdida de


horizontes, del proyecto de vida, del sentido vital. Se vive la anomia, la desolación y la
postración; pero no se trata de una vivencia individual, es también una experiencia
social, por lo menos en el plano local y regional:

215
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…Cuando llega la violencia, lo peor, lo fatal, lo duro, lo triste, lo crítico… yo sentía que el
mundo se iba a acabar, que si estábamos vivos era por suerte, que antes le salíamos debiendo a
esa gente que nos había dejado vivos. La decepción era mucha, la tristeza era mucha, el no
querer salir adelante, el querer estancarse uno ahí. Uno se levantaba y había días que decía que
para qué trabajar, ¿Para morirnos enseguida? No valía la pena trabajar, o sea, esa decepción
emocional es brutal... (Oriente, E15)

Roles y relaciones de género

La gente lucha y sobrevive, se enfrenta y afronta, aún en medio de limitados


campos de acción. En el caso de las mujeres, esta investigación, al igual que otras
(Villa, et. al., 2007; Montoya, 2003; entre otros) plantea que el afrontamiento a la
situación de violencia se convirtió en una oportunidad para realizar una
transformación en las relaciones y los roles de género, de tal manera que, desde el
punto de vista de las mujeres, las transformaciones vividas a la fuerza han sido una
oportunidad para romper con algunos ejercicios de dominación y sometimiento; lo
que ha traído una nueva forma de estructurar las familias, un cambio en las relaciones
con los hombres y ha abierto la puerta a las mujeres para la participación
en el espacio público.

Para evidenciar esta transformación y esta experiencia resiliente, voy a traer


algunos relatos de cómo era la vida antes que la violencia golpeara la familia. Allí
pueden evidenciarse algunas características de las relaciones entre hombres y mujeres
y de los roles de ellas dentro de la cultura patriarcal. En primer lugar aparece la
ubicación espacial: las mujeres en la casa, dedicadas a los oficios domésticos, a los
hijos, la cocina, etc. Y los hombres en la calle, en el trabajo, en el escenario público:

...cuando a mí me sucedieron las cosas, empezando porque cuando yo me organicé, cuando yo


me fui con el papá de mis hijas, él quería que yo solamente estuviera en la casa, yo no salía a la
calle, simplemente la mujer que tenía que tener listas las cosas del marido, la mujer que todo en
la casa, entonces el vínculo mío era solamente casa e hijos, así pasó mucho tiempo...
(Oriente, E6)

Esta situación no implica necesariamente maltrato, ni un ejercicio violento o


agresivo del poder. En muchos casos no se siente como sometimiento, sino como un
orden natural o cultural de las cosas que muchas mujeres expresaron como una buena
experiencia y como una situación vital altamente positiva:
216
Consecuencias psicosociales de la violencia política

…aunque no me gustaba salir casi de la casa, porque a mí me gusta hacer el oficio, yo soy ama de
casa en el hogar... (Oriente, E8)

Pero también, con frecuencia genera un ejercicio del poder del hombre mediado
por un uso de la violencia, del maltrato físico y psicológico. Esta situación es la que
paradójicamente en esos casos se revierte a partir del hecho violento, donde
normalmente muere o desaparece el padre de familia, o un hijo que ocupa la figura de
proveedor.

“La muerte de él se me convirtió como en un calvario para mí”: Pérdida de


la figura proveedora

Cuando la figura proveedora desaparece, puede ser que en un primer momento


esta experiencia sea vivida como un cambio radical, especialmente cuando la mujer
tiene una visión positiva de la familia, cuando ha tenido una buena relación de pareja,
o simplemente cuando sienten que no tienen los elementos para afrontar la nueva
situación, puesto que han estado “recluidas” en casa sin asumir otras
responsabilidades, especialmente de tipo económico. Así pues, sea como sea, la
experiencia se vive con mucha angustia, como consecuencia del impacto afectivo y
puesto que la economía y el sustento familiar se ponen en peligro. La mujer siente que
no está preparada para asumir los roles de sostenimiento de la familia. Esto es válido
para las tres regiones estudiadas, donde la vida o bien se da en un contexto semi-rural,
que implica una cultura campesina, donde los roles están claramente definidos; pero
también en las Madres de la Candelaria en Medellín, puesto que en la cultura
dominante en la sociedad colombiana, siguen siendo un factor determinante las
relaciones de género, que no se ha transformado significativamente, a pesar del
ingreso de la mujer el mundo laboral:

...Después de eso, se acabó porque ya no había quien sembrara ni nada, más adelante me vi muy
mal con los muchachos, con los chiquitos, porque los dos grandes ya tenían su obligación y no
podían sostenerme, usted sabe que una familia necesita mucho para sostenerlos estudiando y
todo… Entonces, esa es una situación muy dura, que han vivido las familias no sólo la mía, le
toca a uno “frentear” sola una situación y más cuando uno queda sin recursos económicos como
nosotros... (Oriente, E17)

La vivencia de esta experiencia no se da solamente cuando quien falta es el esposo,


puesto que la tendencia de la mujer a ocupar los roles del hogar está muy arraigada, en
217
Consecuencias psicosociales de la violencia política

los contextos donde se ha desarrollado esta investigación; en muchos casos la figura


proveedora era ocupada por uno de los hijos mayores, y en esos casos, la experiencia de
desprotección, sentirse en el vacío y verse avocada a la necesidad de asumir el rol de dar
sustento a la familia, es vivida con la misma intensidad.

La falta de la figura proveedora, puede rayar en una sensación de desprotección,


puesto que el ser mujer en una sociedad machista y patriarcal que no les ha dado las
mismas oportunidades, que las ha mantenido dentro de roles en el mundo de lo
privado, genera una angustia muy fuerte a la hora de verse abocadas a cumplir con el
rol de sustentar a la familia en un contexto precario y disruptivo:

¿Qué pasa con nosotras las mujeres cuando quedamos viudas o cabeza de familia? Lo que pasa es
que como dice N., la carga emocional de los hijos…a eso agréguele la edad, el estudio que no nos
lo dieron también por el machismo y el patriarcado y agréguele también que si estamos en
embarazo, menos que nos van a dar trabajo, entonces esa carga sí es más dura...
(Oriente, Gf2, 2007)

Esta situación puede derivar en experiencias de pobreza profunda o de incapacidad


para satisfacer algunas necesidades básicas, con lo cual, se extraña aún más, se siente
mucho más el vacío de la figura proveedora (masculina). Por lo tanto, la
sobrevivencia, la búsqueda del bienestar personal y, especialmente de los hijos, se
convierte en una lucha de cada día. Pero también, cuando la familia tiene expectativas
más amplias frente al futuro de los hijos, la posibilidad de cumplir esas expectativas se
ve profundamente amenazada por la falta de la figura proveedora:

...eso le deja a uno muchas cosas, la cuestión de no poder estudiar mis hijas la carrera, porque era
lo que él quería... aparte de eso, todo el trabajo que hemos pasado... hemos tenido que hacer
muchos trabajos, porque estando el papá, de pronto se pueden solucionar las cosas mejor, pero
siendo uno ya... eso es duro... de pronto el que esté en el colegio ya es un esfuerzo para pagarlo
, pero también se requiere del pago de los trabajos, de los uniformes, de la comida, y aparte la
casa... (Córdoba, E9)

“Podía sostener a mis hijos, yo me sentía una héroe…”: Cambio de Roles

La realidad de ser víctimas sobrevivientes pone de cara a las mujeres con la


necesidad de salir del mundo de lo privado, dejar de estar limitadas en sus roles
relacionados con el hogar y asumir, en primer lugar el trabajo y el sustento de los hijos,
218
Consecuencias psicosociales de la violencia política

en un ejercicio de afrontamiento y superación que da cuenta de su capacidad de


resistencia:

…yo le digo que yo soy una persona que le doy gracias a Dios porque mi carácter es fuerte, empecé
a luchar con mis hijos. Yo nunca había lavado ni había hecho la plancha ajena, pero en esta me
tocó, porque yo decía: "lo único que tengo es mi dignidad y no voy a prostituirme", porque yo he
visto muchas mujeres que dicen: "pues no, pues ya", entonces, empiezo a luchar por mis hijos...
(Córdoba, E2)

Se trata de asumir los roles de ser papá y mamá al mismo tiempo, en una sociedad
que tiene un marcado acento tradicional. Donde a la mujer se le paga menos, o donde
tienen que afrontar condiciones adversas para la consecución de trabajo. Todo esto
denota también la capacidad de afrontamiento y de dar cara a la vida en las mujeres
participantes en esta investigación:

Ha tocado ser el marido... el cambio de roles ya de papá y mamá… porque la diferencia ya


siendo una como mujer sola, que ya que el marido faltó o tal cosa, ya las cosas vienen sobre uno
. Uno tiene que bregar a sacar la familia adelante y sin ayuda de él, entonces si esa ayuda se
acabó, entonces ya uno tiene que enfrentarse a todos los problemas que vengan encima de uno...
(Oriente, GF10, 2007)

La función y el rol de ser madre puede ser afectado por los nuevos roles que se han
asumido. La mujer tiene que buscar el sustento, salir del hogar y dejar los hijos a
cuidado de otra persona o de un hijo mayor. Si la función de la mujer ha estado dentro
del hogar y si la normatividad cultural, social y religiosa le ha compelido a este papel,
cuando no se puede cumplir con el mismo, puede generarse algún nivel de culpa en las
mujeres, aun cuando sean los hechos de violencia los que determinaron esta
transformación de los roles. De otro lado, no hay un marco familiar y social lo
suficientemente solidario para matizar esta experiencia, salvo en algunos casos. Así
pues, se genera en las mujeres un sufrimiento adicional, cuando ven el sufrimiento
innegable de sus hijos en las nuevas circunstancias, por no poder ver y atenderlos,
puesto que también se sienten, de alguna manera, responsables de la situación:

...yo me iba a trabajar todos los días por la mañana, yo salía a las seis de la mañana a trabajar y
yo trabajaba todo el día, hasta las cinco de la tarde en una jornada muy dura y yo de llegar y ver
mis niños sentados en la acera de la casa porque los habían sacado... eso era muy duro…
(Oriente, E26)

219
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Así pues, la vivencia puede ser paradójica: el cambio de roles supone también una
sobrecarga afectiva y social. Se puede experimentar una cierta libertad al salir de la casa
y tener un lugar en lo público. Pero al mismo tiempo un dolor, porque en esta
situación los hijos y las hijas, además de estar en soledad o al cuidado de alguien que no
es la madre, corren un riesgo, con lo que también se experimenta el peso de la soledad y
llevar una responsabilidad sola.

En medio de esta situación difícil y adversa, emerge nuevamente esa capacidad de


resistencia para asumir la responsabilidad que se ha derivado de los hechos desde una
resignificación positiva. Esta experiencia lleva a algunas a reconocer que su fuerza
interior para sobreponerse, su capacidad de afrontamiento y su entrega a la familia
puede en muchos casos ser de mayor envergadura que la de los hombres en
condiciones similares:

…y yo quedé muy jovencita, quedé viuda y llevando la obligación con cuatro hijos, tres mujeres
y un hombre, a los 20 años ya tenía cuatro, porque me casé de 13 años. Quedé muy niña, con
una obligación muy grande, pero gracias a Dios salí adelante con ella... (Madres, E11). Pues
si, yo pienso eso y uno siempre tiene esa idea, es que ay, es que los hombres son más verraquitos
que el hombre es más guapo y eso es mentira somos más guapas nosotras las mujeres...
(Oriente, GF3, 2007)

Martín-Baró (1990) afirmaba que la guerra podía sacar en ciertos contextos, lo


mejor y lo peor de las personas. En este caso la violencia política se sobrepone a una
violencia cultural anterior: la violencia patriarcal y de género que puede manifestarse
estructuralmente en las relaciones cotidianas de dominación, o de forma directa en la
acción violenta explícita contra las mujeres. Ahora bien, en este contexto, los
hombres suelen ser las principales víctimas violentas, y las mujeres las sobrevivientes
en las grandes cifras institucionales. Es una dura realidad que les exige
transformaciones en las formas como han de construir sus relaciones, sus marcos de
comprensión. Y quienes logran dar ese paso dan cuenta de una experiencia resiliente,
donde al final, la misma obligación que se tenía impidió la postración y permitió que
salieran fuerzas y estrategias de afrontamiento con las que no se hubiera contado en
otras circunstancias. Ahora bien, eso depende no tanto de las propias capacidades
individuales, sino también del apoyo social y de las formas de afrontamiento puestas
en marcha en diferentes contextos, incluyendo el del grupo de apoyo mutuo, como se
verá en el capítulo 6.

220
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Relaciones familiares

Son tres los niveles en los que se afectan las relaciones familiares: ruptura de
relaciones de pareja, desintegración y desorganización de la estructura familiar y el
daño en los hijos e hijas. En primer lugar, la tensión, la fuerza del impacto, los
cambios que éste implica pueden traer consigo la ruptura de algunas relaciones que,
muy probablemente, ya tenían fisuras anteriormente; sin embargo, en el marco de esta
investigación sólo puede constatarse el hecho de dicha ruptura.

…y el esposo después de 42 años le dio por irse... entonces me dejó sola... estoy prácticamente
sola... (Oriente, E2)

En algunos casos esta ruptura es precipitada, incluso, por una amenaza al cónyuge,
o por el reconocimiento de una falla de la relación, que el proceso de violencia deja al
desnudo. En otros casos es la mujer quien decide dar este paso, decide irse y hacerse
cargo de su vida, su historia, su familia:

…luego vino ya que lo iban a matar, entonces era como otras noches de más zozobra, yo decía,
pero entonces ¿qué me pasa? Se fue, se dio lo de la separación y todo eso como que me hizo pensar:
que yo estaba solo para sufrir... (Córdoba, E10) Yo ya después, de tanto aburrida, cogí a mis
hijos, ahí fue donde yo ya no quise más con él, ahí fue que lo dejé... (Córdoba, E7)

De otro lado, pueden identificarse tres formas de desestructuración y


desintegración de la familia. La primera tiene que ver con las pérdidas familiares
repetidas. La familia ha sufrido múltiples victimizaciones, que contribuyen a la
dispersión de los y las sobrevivientes:

…prácticamente la familia se desintegró... yo tenía 10 hijos, quedaron seis vivos, bueno, las
muchachas si están por ahí, unas están casadas, una vive en el campo, dos viven acá en el
pueblo, y la otra vive en Risaralda, la niña; ella se fue a vivir con un muchacho y por allá está...
(Oriente, E2)

Ya sea como efecto de las pérdidas humanas, como por el desplazamiento y el


contexto de peligro, numerosas familias se desestructuran; y esto supone un nuevo
impacto añadido al de los hechos traumáticos: la separación familiar se convierte en
fuente de dolor, en pérdida de sentido y de apoyo social:

221
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Los hijos esparcidos para un lado, los otros para el otro… Y bueno, la familia se desintegra…los
unos por aquí, los otros por allá, ya el esposo empieza a cambiar, usted sabe… todo eso es muy
difícil, sinceramente nos ha tocado pasar muy duro, muy difícil. (Oriente, GF11, 2007)

La violencia que se generaliza, entra en un ciclo de retroalimentación que aumenta


la conflictividad familiar y comunitaria y abre mayores posibilidades para la ruptura y
el alejamiento; o las desconfianzas instaladas rompen las solidaridades ancestrales, y
cada quien se recluye en el espacio de la individualidad o la familia nuclear. Todo ello
supone que redes como la familia extensa se vean sujetas al impacto o la
polarización… y que pierdan su capacidad de apoyo.

El tejido social, también se ve afectado cuando se dan situaciones en que se pierden


costumbres, tradiciones y formas de celebración familiar, como si la familia completa
quedara anclada en la historia de violencia padecida y la posibilidad de la alegría
quedara vetada. Por esta razón, el dolor puede llegar a convertirse en un referente de la
familia, en una nueva forma de mantener los vínculos y de mantener la lealtad con la
víctima, afectándose profundamente los planes y proyectos compartidos.
Frecuentemente esta lealtad con la víctima implica, un refuerzo de la parálisis, el
aislamiento y la anomia que se han abordado a lo largo de este capítulo:

...ya eso no se volvió a hacer, es más, en mi casa ya no se volvió a hacer un almuerzo de Navidad
ni nada de eso... y todas esas fechas son muy duras, porque como no está ella, entonces nosotros ya
nada de eso... (Madres, E13). Porque mi hermanito no fue como un hermano, fue como un
padre para nosotros y cuando a él lo mataron, pues cambió nuestras vidas totalmente, todo el
entorno de mi familia cambió totalmente, ya... ya en la casa no se vivía sino amargura…
(Oriente, E16)

Otro tipo de hechos que pueden suscitarse tienen que ver con disputas porque
quedan deudas y asuntos económicos pendientes, herencias y otros asuntos no
resueltos que pueden afectar la dinámica familiar. En otros casos se experimenta el
abuso y la humillación de parte de familiares, que terminan siendo, no un soporte,
sino una nueva carga y fuente de dolor para las víctimas directas:

...y ya siguió después una cosa muy horrible, supremamente dura, a mí me tocó sufrir mucho, yo
tenía que vivir de arrimada, a mí mis hijos me los maltrataban, además me los humillaban, a
mis hijos me les pegaban... los hermanos míos... había veces en que me los sacaban y me los
dejaban afuera en la calle y yo llegaba y encontraba mis niños por ahí sentados en la calle y ellos
me decían que era que los tíos los habían sacado y que les habían cerrado la puerta... ¡una cosa
impresionante! (Oriente, E26)
222
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Pero en algunos testimonios, el pasar por estas experiencias se convierte en un


aliciente para fortalecer los vínculos y la familia puede unirse mucho más, y allí la
familia es el soporte y el apoyo para el afrontamiento de la situación límite vivida:

…a pesar de todo, la esencia de la familia nunca la perdimos, a pesar de que al uno le tocó irse
para allá, al otro tocó irse para otro lado, que nosotros nunca nos habíamos separado, eso sí fue
muy difícil, de usted saber que cada uno tenía que buscar cómo solucionar, que si mi mamá se
enfermaba teníamos que mirar cómo solucionarlo… (Oriente, E6)

El tercer elemento, en relación con la familia, que refieren los y las participantes
tiene que ver con las afectaciones que sufren los hijos, cuando el padre o un hermano
mayor, que hacía las veces de proveedor ha sido asesinado o desaparecido: tristeza y
dolor, en algunos casos conductas autodestructivas, impacto en su desarrollo afectivo,
pero también económico o en los procesos educativos. Por esta razón, en muchos
casos, a los hijos les toca asumir una responsabilidad y crecer “obligatoriamente” y a
destiempo, se tiene que sacrificar su infancia en función de la necesidad de
sobrevivencia de la familia y, con alguna frecuencia, deben convertirse en niños y
niñas trabajadores/as, puesto que la pobreza que tiene que asumir la familia es de tal
magnitud, que no queda otro remedio que asumir el trabajo infantil:

Mis hijos empiezan a crecer y mi hijo estando muy jovencito, cómo veía la obligación tan grande
que yo tenía, él empieza a trabajar, era ese niño comprometido conmigo, él decía: "papi no
existe, pero aquí estoy yo"; y me hacía sentir de que tenía un compañero a mi lado, bueno...
(Córdoba, E2)

De otro lado, la afectación de las madres puede llevar a que se generen temores y
silencios por el daño que puedan sufrir otros miembros de la familia, temores frente a
lo que pueda sucederles a los hijos, lo cual genera actitudes de sobreprotección. Sin
embargo, hay historias de resiliencia, que abren posibilidades para abrir un espacio
más propicio al desarrollo integral de los hijos. El siguiente relato, manifiesta de una
bella manera la lucha de una mujer para apoyar, educar, fortalecer y sacar adelante a
sus hijos después de la desaparición del esposo:

Los muchachos me perdieron el año, ellos no querían hacer nada, ellos se dedicaron fue a
renegar... se empezaron a juntar con malas compañías, y yo pidiéndole a Diosito que me
encaminara esos jóvenes, que los llevará por el camino del bien, que no le hicieran daño a nadie,
que no le quitaran nada a nadie por mucha necesidad que tengamos... enseñarle uno eso a los
hijos ¿cierto? y gracias a Dios que mis hijos hoy son unas excelentes personas, trabajan, cuando
les resulta empleo, llevan la comida y nunca me han puesto quejas de nada... (Oriente, E22) 223
Consecuencias psicosociales de la violencia política

No hay por tanto patrones generales que puedan explicitarse. Desde un visión de
complejidad, las relaciones familiares se afectan, y que si bien pueden producirse
rupturas y disputas, distancias y dificultades, también sucede en algunos casos lo
contrario: que la familia puede ser soporte y apoyo para los sobrevivientes que
padecieron de forma directa el hecho violento, en estos casos siempre será mejor
analizar el caso particular y acercarse directamente a la familia en cuestión, porque un
mapa o un marco de análisis preestablecido puede dificultar el acompañamiento.

Participación e integración social: consecuencias sociales

Antes de abordar las consecuencias que dejó el conflicto armado en los procesos de
participación de las víctimas sobrevivientes, se hace necesario clarificar un punto
importante: el 77,5% de los y las participantes en esta investigación, no pertenecían a
ninguna organización social de base, ni ellos ni sus familias. La mayoría de los y las
participantes no habían tenido anteriormente ningún tipo de formación política, ni
estaban inmersos en procesos de organización social y comunitaria, ni asistían a
espacios colectivos de lucha social, ni eran líderes en ninguno de estos escenarios.
Salvo algunas excepciones, la gran mayoría de miembros, de las organizaciones de
víctimas estudiadas y de los procesos sociales investigados, no tenía ninguna
experiencia en procesos sociales de base. Por el contrario, su principal característica
era la de vivir una “vida normal”, en función de la familia, los negocios, el trabajo y los
intereses particulares, tal como puede verse:

En esa época, antes de la guerra yo vivía una vida tranquila, sosegada, en la parte de los charcos
tenía una propiedad, un estadero para los turistas y para los lugareños, prestaba una labor
social, porque ahí se atendía a muchas personas, muchos turistas; pero no estaba vinculado a
ninguna organización de base social. (Oriente, E25)

El proceso de construcción de ciudadanía, de participación pública, de conciencia,


de construir redes y generar cohesión social, así como la organización comunitaria y la
acción pública de memoria, y, finalmente, la lucha por sus derechos es un proceso
posterior que se ha construido desde abajo, y como diría el poeta Mario Benedetti, en
“Croquis para algún día”, no desde cero, sino desde menos cinco; porque las
consecuencias que dejó la violencia política en sus vidas, en sus familias y
comunidades fue de aislamiento, postración, rupturas, sin sentidos, pérdidas y
carencias, tal como se ha venido analizando en este capítulo.
224
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Aun así, el 9,7% tuvieron alguna participación en actividades de la junta de acción


comunal. Otro 9,7% fueron realmente líderes de procesos sociales y comunitarios.
De acuerdo con Martín Beristain & Rieira (1994) y Gómez (2006) la amenaza, la
represión a los líderes, o a su familia, es una estrategia que busca desarticular cualquier
organización, red o movilización social real o posible; puesto que esta situación lleva a
algunos de estos líderes a tener que recular y ceder, con el fin de proteger sus vidas:

Pero después de que él se murió yo no volví a participar en nada que tuviera que ver, con lo social
o con lo comunitario, yo no volví a participar en nada. Me sentía como desengañada, yo sentía
motivación de nada, me parecía que estábamos como perdiendo el tiempo, transcurrieron
varios años así… (Oriente, E20)

Sólo pueden encontrarse unos cuantos relatos de la vida que podía llevarse
anteriormente, y especialmente en el marco de las personas que tuvieron algún tipo de
participación en las juntas de acción comunal, desde las cuales se desarrollaban
múltiples actividades en beneficio de la comunidad que podían generar cohesión
social, identidad y pertenencia:

…yo fui de la acción comunal toda la vida, allí se compartía mucho con la gente, se ayuda uno
mucho, que hay un convite, nos reunimos cuatro, cinco personas o como el grupo que teníamos
ahora, estábamos voleando pica, arreglando la carretera, o una rocería en los campos para poder
sembrar frijol, nos vamos en convite, y me sentía muy bien... que hay que ir desherbar, cojamos
el azadón y vamos... (Oriente, E32)

Son estos espacios los que, según los y las participantes se terminaron perdiendo en
las comunidades y en los pueblos, lo cual indica que de alguna manera hubo una
afectación a la vida social y comunitaria en sus procesos de cohesión, tal como se
expresa en este relato:

…antes de la violencia la gente reunida, participaban en espacios comunitarios... y la gente


correr y empezar a tomar desconfianza frente a los otros, no aquí no se puede tener confianza,
dudando de quién será el vecino... eso como que ha roto el colectivo de la gente, obvio...
(Oriente, E24)

Estos efectos colectivos fueron muy evidentes en el caso del desplazamiento


forzado, que implica una ruptura con un entorno vital, unos valores, una forma de
vivir, un marco sociocultural aprendido, y que se confronta en los nuevos espacios,
poniendo en tela de juicio incluso la propia identidad. Además de esta pérdida, el
225
Consecuencias psicosociales de la violencia política

estigma asociado a la población desplazada genera un impacto mayor que le impide


generar lazos de cohesión en los nuevos espacios, donde normalmente, no solamente
siente, sino que efectivamente es rechazado y marcado, aumentando
el aislamiento y la anomia:

...esa experiencia no fue fácil, uno llegar a una parte, donde nadie lo conoce a uno, muchas veces
tenía que aguantar humillaciones, maltratos, porque, a veces cuando uno llega desplazado, en
ese entonces a una familia desplazada la veían como la mala, como la que se hizo expulsar... o
sea, fue una experiencia muy dura... saber que uno en la casa, aunque sea una hojita de cebolla
uno la podía coger para hacer un huevo. Allá usted tenía que comprar de todo, tenía que
adaptarse en el ambiente, que eran dos cuartos, la cocina, el baño y un patiecito... mientras que
en la casa teníamos los cuartos, teníamos que comer, los cultivos, que si de pronto no teníamos
con qué comprar algo ahí estaban las gallinas... y además por las humillaciones que a uno le tocó
aguantar en el trabajo... (Llora profusamente)... (Oriente, E6).

Los relatos ponen en evidencia una ruptura fundamental del vínculo social. Bien
sea por el miedo a las represalias, bien sea por prejuicios, las víctimas, los desplazados
recogen en su experiencia vital, la materialización en lo social del miedo, la
desconfianza y la incertidumbre. Con lo cual se cierran las puertas a la acogida y la
solidaridad. Si además el clima emocional está atravesado por esas mismas
circunstancias de miedo, desconfianza e incertidumbre, no existe una situación
propicia para la solidaridad y el apoyo. La consecuencia lógica de esto es una
afectación profunda de la cohesión social, la individualización de los problemas, la
mentalidad del “sálvese quien pueda” y la imposibilidad para desarrollar proyectos
colectivos que permitan afrontar y resistir a la opresión y la injusticia, a la
violencia y a la represión:

..esos problemas del desplazamiento son muy duros porque hay mucha discriminación: uno, por
ejemplo llega al municipio y puede tener la forma de pagar un arriendo y no le arriendan,
porque es una persona desplazada, señalada; lo señalan por donde cruza: ah ese es desplazado
de tal parte. Mejor dicho, es una cosa horrible, un calvario, un caos que yo tampoco se lo deseo a
nadie; va uno a pedir trabajo; primero le preguntan de dónde viene, ah que vea que es
desplazado, no señor, no hay nada para usted... Porque les da miedo... porque uno cuando lo
hacían salir de la región, era porque dizque también tenía problemas, que era por algo...
(Oriente, GF3, 2007)

Esta estigmatización se hace más cruel y más evidente cuando la solidaridad se


niega y se presentan hechos como la soledad en medio del sepelio de la persona

226
Consecuencias psicosociales de la violencia política

asesinada, la imposibilidad de expresar los sentimientos, porque hasta eso puede ser
peligroso, las trabas y dificultades para lograr una respuesta institucional en el Estado
y en otras organizaciones sociales:

…yo le digo sinceramente que de las 50 personas que iban en el desfile de la vida conmigo nadie,
nadie, nadie se hizo presente... (Oriente, E11). Mucho miedo, no podíamos llorar, a las cinco
de la tarde teníamos que estar acostados en ese barrio, porque rondaban mucho... la gente
cuando pasan esos casos, los amigos le dan la espalda, son muy pocos los que a veces se conduelen
de uno... (Córdoba, E7).

“Nos desintegramos totalmente, quedó un pueblo fantasma...”: Otras


consecuencias sociales y comunitarias

Una de las consecuencias más notorias y más dramáticas en el conflicto


colombiano ha sido el despojo y la destrucción de comunidades enteras, 77.189 según
CODHES (2011). En los relatos de vida pueden evidenciarse algunos signos de este
despojo, que no necesariamente implica la expulsión directa por la amenaza o un
hecho violento en contra de su familia, sino también el aprovechamiento de las
condiciones de necesidad de la gente o de las condiciones generales de inseguridad,
terror y violencia, para “apropiarse” de sus bienes, a un precio muy por debajo del
mercado:

…tuvo que vender el pedacito, y arriba el terrenito, porque él ya estaba amenazado y eso lo
vendió él, pero barato, regaló esa tierra. Y ya con eso compró los vestidos para los niños, el
sustento diario, y para pagar servicios y arriendo; y así se fue yendo esa platica, pero nos
quedamos así sin ninguna ayuda, ya no tenemos dónde trabajar, dónde sembrar una matica de
plátano... (Oriente, E8)

De todas maneras es necesario afirmar que uno de los objetivos o fines que están en
el fondo del conflicto armado colombiano tiene que ver con la posesión de la tierra y el
ensanchamiento de la frontera agrícola. En este contexto el despojo y el
desplazamiento, la amenaza permanente y el terror, son funcionales a este proceso de
apropiación y acumulación de la tierra; que al final, en este país, que sigue
manteniendo tintes semifeudales y de “encomienda” significa mayor prestigio, estatus
y poder. Por esta razón la defensa de la tierra y el permanecer en ella, para los
campesinos, se convierte en una tarea casi insostenible. En esas circunstancias, las
poblaciones van quedando desoladas, puesto que no queda otra alternativa para salvar
la vida o para sobrevivir que abandonar el terruño, la casa, el pueblo: 227
Consecuencias psicosociales de la violencia política

La mayoría de las veredas quedaron solas, porque la gente, los que no se desplazaron, se fueron de
miedo y cuando antes de pasar eso, todos vivíamos muy bueno en la casa, pero ya después de eso
ya, todo se desbarató, porque todo se acaba, finca y todo. (Oriente, GF9, 2007). Nos
desintegramos totalmente, quedó un pueblo fantasma... (Oriente, GF5, 2007)

Otra de las consecuencias más comunes que trae la guerra a las víctimas, además
del despojo, es el empobrecimiento de las mismas, pasar de tener casa y tierra propia a
pagar arriendo, de contar con medios para la subsistencia a padecer necesidades
diariamente, a vivir en algunos casos en condiciones deplorables. Pero también con
no poca frecuencia, se da el empobrecimiento de la localidad o población:

…y de ahí en adelante hemos vivido rodando de acá para allá... ahora estoy viviendo en un
rancho que de la carretera hacia arriba, por dónde va el metro cable, hay que subir por ahí como
25 minutos, a pie por todo un camino arriba, está que se cae encima... (Madres, E7). Pobreza,
el pueblo quedó arruinado, pasando hambre... (Oriente, GF5, 2007)

En muchos casos, ante la necesidad de las personas para encontrar medios de


subsistencia viene un proceso de explotación laboral, en la que la persona se somete a
condiciones indignas de salario o tener empleos inestables. Aún más, en algunos casos
se roza la experiencia de la miseria y se llega a pedir limosna como única alternativa
para sobrevivir, con la consecuente carga emocional para la persona y para su dignidad
como ser humano:

...uno sale a pedir, y el que le da a uno… unos le dan con buena voluntad, pero otros le dan con
expresiones que uno no se las merece. Porque habían señores que me mandaban a que…: “no
usted tiene una mina para que la explote, deje de estar pidiendo”, o sea, eso es una experiencia
terrible, y más que a uno, le dan lo más malo, escasa fue la vez que a mí me regalaron un pedazo
de carne bueno para darle a los niños, siempre eran completamente los “ñervos”, ¡que eso para un
perro!... Y como en ese tiempo me dieron fue barridas en la calle, entonces yo qué hacía,
montaba la niña en el coche y en un ladito la escobita con la basura. Muy triste pero así era. Eso
fue una experiencia terrible, de uno tener que meter la niña con la basura, para poder trabajar.
Aquí la niña llegaba como un oso. ¡Fui muy verraca, salir adelante yo sola! (se ríe)
(Oriente, E7)

En estas condiciones, quienes tuvieron que afrontar desde su juventud la


experiencia de la violencia, tienen la sensación que también fueron despojados de
múltiples oportunidades y que invirtieron sus años de formación en la sobrevivencia,
lo que produce la sensación de haber perdido su juventud. En el caso de la ciudad de
Medellín, en muchos barrios y comunas, se tiene la sensación que se han perdido
228
Consecuencias psicosociales de la violencia política

generaciones enteras, y quienes lograron superar estos tiempos la sensación de ser una
generación de sobrevivientes:

...la generación mía nos consideramos como sobrevivientes, porque logramos pasar esa etapa tan
difícil... muchos de mis amigos no tuvieron la fortuna... yo te puedo decir que de los jóvenes que
se levantaron conmigo, que digamos eran 100 personas, yo creo que en este momento no quedan
ni el 10%, o sea, prácticamente, la mayoría están muertos, yo muchas veces con jóvenes que nos
hemos levantado juntos, nos ponemos a recordar los amigos, las personas que cayeron en esa
guerra, y a veces decimos, que si nos ponemos a contar los muertos, pueden pasar de 500...
¡Es duro! (Madres, E5)

Otra de las características del despojo, el desplazamiento y el empobrecimiento es


el hacinamiento, puesto que las familias se tienen que estrechar para convivir en un
espacio reducido que pueda ser pagado y que permita sobrevivir. Con el
hacinamiento vienen dificultades de convivencia, pero en últimas se afecta la calidad
de vida de las personas:

...yo en ese tiempo no tenía casa, vivíamos en alquiler y ahí éramos tres familias que vivíamos
ahí... uno se encontraba, como acorralado, no tiene espacio para hacer las tareas... eso es algo en
lo que uno se encuentra mal y que hay dificultades, porque, ajá, para pagar la luz y el agua, las
cosas y que aquí no hay trabajo... (Córdoba, E9)

Todas estas experiencias que afectan la calidad de vida de la gente también


contribuyen a su victimización y a la sensación de ver vulnerada su dignidad, además
de exacerbar las reacciones emocionales negativas. Los hechos se dan en un contexto y
desencadenan situaciones sociales y políticas que pueden terminar siendo
nuevamente victimizantes (en términos de humillación, estigma y daño emocional).
Por lo tanto, la experiencia de señalamiento, estigmatización, empobrecimiento,
pedir limosna, sentirse excluido tiene efectos tan marcantes y tan claros como el
mismo hecho violento. La tabla que sigue permite hacer una síntesis de las rupturas y
daños en el nivel relacional y social que conducen a la destrucción del tejido social.

229
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Tabla 4. Síntesis de las rupturas y daños en el nivel relacional y social que conducen
a la destrucción del tejido social

Consecuencias relacionales, comunitarias y sociales


que rompen el tejido social

· Generación de climas emocionales atravesados por la violencia, que a su vez


generan climas de miedo, incertidumbre y desconfianza; climas de tristeza y
dolor, de injusticia e impunidad.
· Pérdida de creencias sociales: sobre el mundo como lugar seguro, los
otros como dignos de confianza; las normas, la justicia y los valores como
guías de lo social.
· Ruptura de vínculos familiares y de amistad, desintegración de la familia.
· Retiro de espacios de participación pública
· Amenaza a liderazgos
· Anomia, indiferencia e indolencia
· Ruptura de solidaridades tradicionales: apoyo en cosechas, trabajos
comunitarios conjuntos, compartir de bienes.
· Afectación de la cohesión social
· Pérdida de manifestaciones culturales y otras expresiones sociales que
promueven la cohesión
· Estigmatización, señalamiento y humillación
· Empobrecimiento, abandono de la tierra y bienes materiales
· Comunidades enteras desplazadas, desolación de territorios completos

Hasta ahora se analizaron los impactos más frecuentes en la experiencia de las


víctimas con las que se trabajó en los grupos y entrevistas. Para terminar una
descripción sobre dicha experiencia se abordarán los mecanismos y formas de
afrontamiento de las víctimas sobrevivientes después de haber sufrido la experiencia
de violencia.

Estrategias de afrontamiento

Desde una mirada sistémica y psicosocial debe abrirse una perspectiva para
comprender la complejidad de la vida, de lo humano: se pueden tener síntomas
depresivos y tener el valor de confrontar a un grupo armado, se puede estar en medio
de la tristeza, el dolor y el miedo, y buscar apoyo social o institucional; se pueden
desarrollar conductas autodestructivas o tener ideas suicidas y al mismo tiempo estar
promoviendo alguna forma de resistencia colectiva. Estas son algunas de las paradojas
que han sido vividas por los y las participantes en esta investigación. Como sujetos
humanos, no solamente padecen, también actúan; incluso la huida y el
230
Consecuencias psicosociales de la violencia política

desplazamiento pueden ser formas de afrontamiento, o como se ha abordado a lo largo


del capítulo, algunas formas de asumir las emociones, las cogniciones, los
comportamientos también indican intentos por encontrar sentidos, desarrollar
respuestas y en síntesis poner cara a la adversidad, afrontando con los recursos
disponibles y posibles la situación límite.

Es importante clarificar que lo que determina la diferencia entre esta


manifestación del psiquismo como una consecuencia que afecta al sujeto y una acción
de afrontamiento y resistencia pasa por dos variables: el tiempo y la eficacia de la
respuesta. Cuando una estrategia se convierte en una forma rígida y anquilosada de
responder a la situación límite, es decir, cuando, o bien, se mantiene en el tiempo y se
sigue utilizando, aun cuando ya no esté presente ni latente la amenaza o se estén
desarrollando hechos concretos que atentan contra la integridad, deja de ser efectiva y
se puede convertir en una forma desadaptativa de responder (Martín Beristain, 1999,
2005, 2007). O bien, cuando se intenta responder con esta estrategia a todos los
aspectos de la vida y se generaliza, también se convierte en una forma no apropiada de
afrontar la vida misma.

Los tipos de afrontamiento que se han encontrado en los grupos de discusión en


2007 y 2009, y también en las entrevistas realizadas en 2011, están en consonancia
con trabajos previos sobre el tema, aplicados en contextos de conflicto armado,
especialmente en Guatemala (ODHAG, 1998; Cabrera, 2004; Martín Beristain,
2005, 2007)³¹; se trata de mecanismos psicosociales a través de los cuales la gente
enfrenta las situaciones límite que les permite resistir, ser resiliente, adaptarse y/o
transformar la situación; y permiten una lectura no victimizante: Estrategias
emocionales y vinculares, estrategias basadas en las creencias, estrategias directas y de
confrontación, estrategias de autocontrol y evitación, estrategias de comunicación y
búsqueda de información y, finalmente, estrategias de apoyo social
e instrumentales colectivas.

31
No se trata de una revisión exhaustiva de los mecanismos de afrontamiento (coping), puesto que al respecto existe una
amplia literatura que no es del caso referenciar en la presente investigación. Se trata aquí de retomar una clasificación útil
y aplicable al contexto que se está estudiando y los trabajos realizados en el contexto guatemalteco, que han tenido amplia
difusión en España, son útiles para dicho propósito
231
Consecuencias psicosociales de la violencia política

“Tuve que hacer, como dicen por ahí, de tripas corazón”: Estrategias
emocionales y vinculares

Si bien, en este capítulo se abordó como una consecuencia psicosocial el


endurecimiento emocional para poder resistir, se retoma aquí como una forma de
afrontamiento que resulta muy efectiva, especialmente cuando se están desarrollando
los hechos y se necesita claridad emocional y mental para actuar y tomar decisiones o
protegerse de la situación amenazante. Así pues, en algunos casos es necesario ese
valor, esa fortaleza y la contención emocional:

...es duro saber y uno no entiende por qué ese camino. Yo tuve que enfrentarme siempre a ese
tipo de situaciones, uno dice por qué a mí me desaparecen mis hermanos, me matan la familia,
me matan a mi papá... entonces, o uno se vuelve muy fuerte, aprende uno a desenvolverse en ese
medio; se acostumbra uno a los dolores, está uno listo para afrontar cualquier situación que
venga... Aprende uno a afrontar todo con más entusiasmo, con amor y lo más bonito es que
aprende uno a disfrutar cada minuto que la vida le regala. Yo aprendí de toda esa violencia, de
todo lo que me tocó pasar, todo lo que me tocó ver, aprendí a vivir con amor, aprendí a respetar
la gente, aprendí a querer a los demás, aprendí a ayudarle a los otros, para que otras personas no
tuvieran que pasar por lo que uno había pasado... (Madres, E5)

Este valor y esta fortaleza son promovidos, además, por la necesidad que se siente
de proteger a los hijos y a toda la familia. Las personas experimentan que tienen que
ser, en ese momento, soporte para su entorno familiar, por lo tanto, asumen el lugar
del “fuerte” para poder generar tranquilidad y seguridad a su alrededor.
Especialmente con los hijos, y de forma particular las mujeres sobrevivientes,
entienden que si se vienen abajo, los hijos se vendrán también con ellas, de allí que
asuman estas respuestas de fortaleza:

...yo he sabido asimilar las cosas, con más tranquilidad. Porque si yo me desespero ellos se van a
desesperar, a ellos no se les daba nada, ellos se ponían a mirar y a escarbar. Que ¿quiénes son
esos señores? Yo no sé quiénes serán, no sé qué se les perdería ahí, que vienen buscando. Impacto y
no impacto, porque es que a uno lo golpea tanto la vida que uno ya aprende a convivir con esas
cosas. (Oriente, E7)

De otro lado, para afrontar la postración y la situación emocional, relacional,


económica que deja un hecho violento en la vida de una familia, muchas víctimas
sobrevivientes saben que se debe seguir adelante, luchando y trabajando; en esto
también es fundamental la conciencia que se tiene de los vínculos, los afectos y las
232
Consecuencias psicosociales de la violencia política

responsabilidades con la familia y, en particular, con los hijos, a los que se tiene que
sacar adelante. Los hijos se convierten en un factor de fortaleza, no solamente por el
impulso y la necesidad de “sacarlos adelante”, sino porque ellos mismos se convierten
en un soporte y en un apoyo, y brindan la energía que se necesita para que la persona
adulta asuma su compromiso y responsabilidad, así como se convierten en una
experiencia resignificante:

E: ¿y qué te ayudó a enfrentar y salir adelante?


Y: mis hijos, el amor que le tenía a mis hijos. En ese tiempo no hubo ninguna entidad que me
apoyara, sinceramente yo tuve que desempeñar muchos oficios para poder salir adelante,
tuvimos que sufrir, tuve que vivir en tugurios, eso fue ya aquí en Medellín, yo viví en Moravia,
en todo el filo del basurero, viví con mis hijos... (Madres, E11).

Asumir esta posición permite que la persona pueda ponerse por “encima” de los
hechos y la situación límite, y con ello extraer aprendizajes y lecciones que se
conviertan en experiencia vital, útil para asumir la vida misma y afrontar situaciones
similares, desarrollando una trayectoria vital que puede ser definida como resiliente
(Cyrulnik, 2009). Algunos autores (Poseck (2004); Janoff-Bulman (2004); Pérez
Sales, Vásquez & Arnoso (2009); Vásquez & Paez (2010), entre otros) hablan incluso
de aprendizaje o crecimiento postraumático, que emergen de la capacidad resiliente y
resistente de la gente en contextos de adversidad.

“Dios vino y me dijo lo de las empanadas”: Estrategias basadas en las creencias

En el caso de la presente investigación, la mayoría de los y las participantes no


estaban vinculados a ningún proceso social o político, por lo tanto, las formas de
afrontamiento ideológico político no emergieron en los relatos correspondientes a
este primer momento del análisis. Pero las formas de afrontamiento religioso, basadas
en las creencias, fueron altamente significativas en una población donde la religión
ocupa un lugar preponderante dentro de sus marcos de sentido y comprensión del
mundo y de la vida. En primer lugar hay una atribución directa a Dios y a su
intervención en la vida personal, como un factor determinante en la consecución de
fuerzas para afrontar la experiencia límite

Por eso le digo yo, yo sé que yo perdí a mi hijo, pero como le digo yo, yo no me he centrado
en ese dolor, primero porque yo busqué ayuda de Dios, porque él es el único que no le falla a
233
Consecuencias psicosociales de la violencia política

uno (Córdoba, E2). Yo digo que es mi Dios, que es mi Dios y María santísima los que nos
dan fuerza para resistir, nos da mucho valor, si porque de todas maneras… (Oriente, E30)

Esta experiencia pasa por un clamor a lo divino, es decir, la fe se convierte en


motor de donde sale la fuerza y de una u otra forma la persona logra afrontar la
situación. Esta fortaleza y la capacidad de afrontar y transformar la situación negativa,
es leída explícitamente como una “intervención” directa de lo divino. Más allá de la
realidad y de las múltiples interpretaciones que podrían tener, claramente son formas
de atribuir sentido a lo vivido, de encontrar caminos en medio de una situación de
desolación o angustia:

…bueno, yo ya un día llorando, sin comida, sí pagaba arriendo y servicios, pero no alcanzaba
para la comida, entonces yo era diciéndole: "Diosito, ilumíname... él como era de responsable
, ¿qué le pasó, a donde está, que pasó?", Llorando debajo de las cobijas, entonces como que
llegaba una voz y me decía en el oído: (en un susurro) "ponga una venta de empanadas en la
autopista" y me lo repitió por tres veces... y ahí mismito… y luego les decía yo a los hijos, mire
que ya no les está faltando arrocito, carnita, y no les falta la agua de panela; porque antes me
tocaba acostarlos con un cuarto de arepa y yo ni me comía nada por darle a mis hijitos...
(Oriente, E22)

Parte de la experiencia religiosa está mediada por relaciones colectivas dentro de las
iglesias, en muchos casos, son estas comunidades de fe las que se convierten en fuente
de apoyo y soporte, en espacios donde se encuentra consuelo y comprensión; así pues,
la experiencia de fe, alimentada por una vivencia comunitaria terminan siendo
soportes muy significativos para las personas creyentes en contextos de violencia
política. Más allá de la denominación de la iglesia, la experiencia pasa por el apoyo de
otros: pastores y comunidad se convierten en forma de afrontamiento de la soledad y
el señalamiento, muy importantes en ese contexto:

Me ayudó una iglesia cristiana, había un pastor muy bueno, que iba a la casa y orábamos. Y yo
me aferré mucho a Dios, y yo decía, yo ando mal, ya perdí a mis hijos, y yo pensaba que yo me iba
a volver loca y entonces él me decía: “eso no lo piense, usted nunca piense que se va a volver loca
, salga adelante” y él venía y nos íbamos a la iglesia. Mientras había un poco de personas yo
estaba tranquila, apenas llegaba la soledad era que yo empezaba… (Córdoba, E3)

Así pues, estas experiencias de fe y comunidad alimentan la esperanza, como una


manera de confiar en un cambio de rumbo en el futuro, la búsqueda de la verdad y la
confianza en sí mismo y en su propia capacidad de afrontamiento, en donde se implica
234 la visión que se tiene para intentar cambiar el destino.
Consecuencias psicosociales de la violencia política

“Yo veía que estaban pisoteando nuestra dignidad”:


Estrategias directas y de confrontación

En los relatos de vida aparecen tres formas de realizar un afrontamiento directo: en


primer lugar la confrontación directa con el actor armado en el terreno, lo cual exige
un enorme valor, una capacidad enorme de afrontamiento del miedo y una
inteligencia sutil para poder reclamar, discutir o buscar algún tipo de consideración de
los grupos armados. Este tipo de acciones permiten reforzar la afirmación en torno a
la experiencia de las víctimas: siempre, por pequeño que sea el margen, hay espacios
para actuar y enfrentar el peso de la opresión y la represión:

…y salí descalza a la policía y les dije: "ustedes nunca están pendientes de la gente"; y un policía
me decía: "niña, eso para allá no ha pasado nada"; y yo dije: "si allá hoy mataron dos, y ahí cayó
mi esposo", y ellos me decían que no... (Córdoba, E6).

Pero quizás una de las formas de afrontamiento directo más complejas es la de


negarse a cooperar con el actor armado, puesto que en el conflicto colombiano y en la
experiencia de las tres regiones analizadas, esto puede implicar realmente un riesgo
para la propia vida. En muchos contextos la gente ha hecho uso de la no cooperación
como un intento de sobrevivir en medio del fuego cruzado, intentando generar una
estrategia que desvincule a la población civil de la confrontación armada. En
Colombia se han ensayado varias experiencias de comunidades de paz, zonas
humanitarias, municipios de paz y otras formas colectivas para intentar aplicar el
DIH en un contexto de degradación de la confrontación armada. Sin embargo, el
caso de las regiones estudiadas pasa más por iniciativas individuales de algunos de los y
las participantes. Esto puede tener consecuencias negativas frente a ambos bandos; y
a pesar de las consecuencias, algunos han asumido con valor y con dignidad un lugar
frente al poder de los armados:

…en cierta ocasión a mí me llamó la junta de acción comunal de ese sector (que estaba
controlada por los paramilitares), en ese entonces, para que hiciéramos como un convenio, que
nos aliáramos para poder hacer la escuela y yo me negué. Yo me negué porque primero que todo
yo pertenecía a una comunidad religiosa y éramos muy neutrales, en medio del conflicto... y a
raíz de eso ya empezaron serios problemas conmigo, me mandaron a quitar los libros con que
enseñaba, me quitaron la luz, me quitaron el agua, y por último me dijeron que tenía que irme
; entonces en el 2004 me hicieron venir de Santo Domingo, como una represalia porque yo no
quise aliarme con ellos... Entonces, yo le dije a ese señor que por qué me obligaban a mí a hacer
eso, sabiendo que yo hacía una labor social, que a mí nadie me pagaba, que yo lo hacía era por
235
Consecuencias psicosociales de la violencia política

un servicio con los niños, entonces me dijo que lo que pasaba era que la orden venía de arriba…
(Madres, E13)

“Éramos indiferentes a lo que pasaba”: Estrategias de autocontrol y evitación

Si en el punto anterior se podían identificar y valorar claramente las formas de


afrontamiento directas, no se pueden poner en un segundo plano las estrategias de
autocontrol y evitación, porque implican la capacidad de cálculo, de sopesar los
hechos y asumir la decisión o bien de callar, o aguantar, o resistir pasivamente, o
incluso huir; puesto que también son formas inteligentes de preservar la vida y
afrontar la violencia y la represión. En algunos casos, la gente decidió en primer lugar
confrontar de forma directa y sin embargo, la falta de garantías, la impunidad, la
complicidad y la connivencia de las autoridades con los grupos armados
(particularmente con los grupos paramilitares) se convierten en un factor para que
incluso habiendo denunciado, ante la amenaza velada o explícita, la gente deba volver
atrás y retirar su denuncia:

...entonces yo voy aquí donde el procurador y le comento todo y sabe qué me dijo: "¡ah! pero si tú
sabes quién es ¡denúncialo! Y cuando tú lo denuncies, yo actúo". Y al otro día recibí una
llamada, y me dijeron: "ah, usted es la que sigue jodiendo, pues se va a morir, porque ya la
tenemos bien ubicada..." Resulta que aquí las mismas autoridades están con los bandidos...
(Córdoba, E5)

Se evita mantener la confrontación, se evita luchar por la justicia, la gente debe


abstenerse de actuar. Denunciar en este país es tan peligroso que para la gente es
normal callar y de entrada muchas familias deciden no denunciar. Y sin embargo, en
medio de este “hacer nada”, la gente siente que el sólo quedarse en su tierra es una
forma de resistencia:

... nos quedamos ahí, o sea, en ese momento de la tristeza nos quedamos ahí: ¿para dónde nos
íbamos a ir nosotros? Y ahí nos quedamos, pero este señor vigilando que mi mamá y mi hermano
no siguieran con el proceso, con la denuncia... y mi mamá cuando entramos a esto me decía:
"ay... mi hija a mí me da mucho miedo..." (Oriente, E16)

Así pues, se toma la opción de una resistencia pasiva que permite mantenerse en el
territorio o, por lo menos, salvar la vida. Y en el extremo de esta forma de
afrontamiento está el colaborar de forma forzada con el grupo armado, que responde
236 explícitamente a una acción con la intención de salvar la vida:
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Esto no se lo he contado a nadie... lo utilizaron, se lo llevaban de noche, se lo llevaban de noche


(entre sollozos y llanto), yo a nadie le he dicho esto, yo creo que todavía tengo sufrimiento, que
me utilizaron, que lo utilizaron para hacer cosas malas, para ayudarles de guía, porque si no lo
hacía lo mataban... y él me lo decía, pero yo no era capaz de decirle a nadie y hoy en día todavía
hay comentarios de él en la calle y yo sufro mucho por eso... (Córdoba, E7)

Una estrategia más común en los y las participantes fue la de la huida y el


desplazamiento, 74% de estas personas tuvieron que tomar esta determinación como
medio para salvar sus vidas. Normalmente estas opciones se piensan como
temporales y siempre se tiene en el horizonte el retorno y la posibilidad de reconstruir
la vida en su propia tierra, en su propia localidad; pero en muchos casos se van
convirtiendo en decisiones permanentes. En una gran cantidad de casos la huida es la
única manera de salvarse de una amenaza explícita, por eso puede considerarse como
una forma de afrontamiento:

…la gente me veía como un líder, si, ¿qué vamos a hacer?, Era la pregunta de todos ellos: "¿Qué
sigue de aquí?". Inicialmente pensé en hacer resistencia, no salir y decirle a la gente no nos
vamos, que enterráramos esos muertos y que hiciéramos resistencia. Propuse que llamáramos a
las autoridades, a los organismos internacionales y que nos quedáramos. Pero mi familia no
resistía eso, mi esposa dijo que nos fuéramos, mis padres me dijeron: "¡sálgase! Si usted se queda
nos mata en vida” ¡Sálgase porque usted también está en la lista"... (Córdoba, E13)

En otras situaciones la gente ha tenido que asumir una vida de itinerancia


intentando salvar su vida, puesto que la amenaza permanece en el tiempo o se termina
siendo víctima en varias ocasiones, y todas ellas llevan al desalojo y el desplazamiento
como único medio para protegerse:

...me tocó volar de Montería, eso fue una escena horrible para mi familia, nosotros dormíamos
en otras casas de amistades, las casas las abandonamos, eso fue horrible... eso fue un caos, yo
brincaba de un lado para otro... Una semana dormía en una finca, la otra en otro lado, la
siguiente semana en Valledupar, Riohacha, todo eso lo recorría y prácticamente yo vine a dar la
cara cuando capturaron a M... (Córdoba, E5)

“En dónde sería que yo no busqué”: Estrategias de comunicación y búsqueda


de información

El dar a conocer los hechos y el buscar informarse sobre lo que pasa puede ser una
estrategia muy efectiva de afrontamiento, porque la comprensión de la realidad y de
237
Consecuencias psicosociales de la violencia política

los procesos estructurales que subyacen a éstos permiten una visión amplia que ayuda
a enfrentar lo que sucede. De igual manera, el dar a conocer lo que pasa, el
comunicarse con otros, el abrir canales para no dejar en el anonimato y en lo privado
lo que ha sucedido suelen ser estrategias que ayudan a resistir. Sin embargo, en el
momento que se está analizando, que es cuando los y las participantes sufrieron la
experiencia límite, y como se ha dicho anteriormente por su escasa vinculación a
procesos sociales y políticos, es un momento en el que no tenían un interés explícito
por este tipo de estrategias, ni tenían los medios para desarrollarlas.

En el caso de los desaparecidos, la situación cambia ostensiblemente, porque, en


primer lugar, se tiene un interés explícito y fundamental por dar a conocer el hecho,
porque el objetivo es encontrar a la persona, y mientras más difusión existe de su
desaparición, más probabilidades habrán de encontrarla. Y de otro lado, la búsqueda
de información sobre la persona y las circunstancias de su desaparición lleva a
movilizar múltiples fuentes, escenarios, e incluso a las organizaciones de víctimas
constituidas con dicho fin; puesto que la realidad de este tipo de victimización
moviliza a los familiares a, como dicen ellos mismos: “mover cielo y tierra”, con tal de
encontrar al ser querido. Así pues, se busca información de dónde puede estar la
persona o sus restos:

Después de que desaparecieron a R. había un señor que sabía dónde estaba, pero uno por el
mismo miedo no preguntaba, hasta que yo decidí y le pregunté, entonces él me dijo que en tal
parte, pero tenía que ir sola y yo le dije: "Ay no, yo no quiero venir sola", que si podía ir con una
amiga. Y él: "si ella es discreta, sí; porque no quiero verme involucrado en nada". Ya fuimos...
nosotras seguras de que si, de que ahí estaba, había huesos así por fuera, sueltos sin enterrar, que
uno medio escarbaba y se veía huesos como las costillas… (Oriente, E13)

Lo que en el apartado sobre aspectos comportamentales podía denominarse


conductas temerarias, desde este horizonte de comprensión pueden entenderse como
acciones de valor y afrontamiento que llevan a la persona a buscar en las diferentes
instancias institucionales, en donde no se encuentran mayores respuestas; incluso a
confrontarse con los actores armados, de forma directa, con tal de encontrar la
información que le permita encontrar al ser querido o el lugar
donde ha sido enterrado:

… fue mucho lo que yo lo busqué, en donde sería que yo no busqué, yo cogí y ahí sí me tocó a mí
enfrentarme en la boca del lobo, fui y lo busqué, fui hasta Puerto Berrío, lo busqué en todos los
pueblitos del nordeste antioqueño, y en ninguna parte encontré respuestas de su paradero…
238
Consecuencias psicosociales de la violencia política

busqué en medios de comunicación, a uno nadie le daba noticias de él, la fiscalía


frecuentemente... nada... (Madres, E2)

Finalmente, esa búsqueda implica, además de la denuncia, la publicación de la


información, la difusión por medios de comunicación con el objetivo de encontrar
algún indicio que permita atisbar el paradero del ser querido desaparecido.

“Me ayudó mucho a mí…. las palabras de ese señor”: Estrategias de apoyo
social e instrumentales colectivas

El apoyo social tiene dos movimientos, el que se recibe y el que se ofrece. Ambas
formas son medios para el afrontamiento. En efecto cuando se analicen los procesos
de memoria grupal, se podrá ver claramente, como el apoyo grupal, el apoyo mutuo
ha sido un elemento clave en la reconstrucción del tejido social y en la recuperación
emocional de las víctimas, punto de partida para la recuperación de su dignidad y su
conciencia de ser ciudadanos y ciudadanas de derechos.

En este momento del análisis se puede atisbar que el apoyo social también hacía
parte del repertorio de respuesta ante las situaciones límite; en efecto, los lazos de
solidaridad siempre fueron característicos de las poblaciones estudiadas,
especialmente en el contexto del Oriente Antioqueño y sur de Córdoba, más cercanas
a las culturas campesinas. Sin embargo, buena parte de la acción violenta y la
represión ha sido dirigida a romper estos vínculos de solidaridad. Por lo tanto, las
respuestas que se dieron en el momento de haber vivido la situación de victimización,
han sido realmente formas de afrontamiento y resistencia que han confrontado los
poderes y las tácticas de los armados:

…y quizás también de pronto un amigo del esposo mío, que cuando me veía siempre me decía:
“mire, haga una fuerza de voluntad suya, mire que sus hijos la necesitan, mire cómo están de
pequeñitos, si usted se muere quien va a ver por ellos, todo eso me ayudó mucho a mí….
(Oriente, E7)

Otro repertorio de formas de apoyo está en la utilización de estrategias


instrumentales colectivas: es decir, todos los servicios institucionales, privados o
públicos, estatales o no gubernamentales que están a disposición de la sociedad y que
en un momento determinado fueron apoyo para los y las participantes en varios
239
Consecuencias psicosociales de la violencia política

aspectos. En primer, lugar lo económico, que puede dirigirse a la satisfacción de


múltiples necesidades, tales como educación y vivienda; ayuda que suele ser puntual y
recibirse de forma asistencial:

También por medio de la Cruz Roja me dieron como 1 millón de pesos, con eso compré
materiales, e hice una casa allá, cuando eso se conseguían los materiales muy baratos, y el
marido ponía la mano de obra. (Madres, E7)

A manera de conclusión y en el análisis que ha implicado la diferencia de los


procesos y trayectorias vitales de los actuales líderes de las organizaciones de víctimas y
los que son miembros de base de los procesos, puede afirmarse que los que
posteriormente han sido líderes, fueron quienes desarrollaron más y mejores
estrategias de afrontamiento en el proceso de victimización y violencia. Esto
confirma la tesis que he sostenido a lo largo del capítulo, que las víctimas no viven
solamente una experiencia de forma pasiva y traumática, sino que experimentan una
situación límite que les afecta, pero frente a la cual tienen una gama de posibilidades
de respuesta desde el afrontamiento. Y por lo tanto, se puede sugerir que a mayor
capacidad de las personas para responder activa y asertivamente, generando formas
diferenciadas de afrontamiento, aún en medio de las peores circunstancias, también
podrán asumir retos de mayor envergadura en los procesos posteriores. En el caso de
esta investigación los que actualmente son líderes y lideresas de los procesos, actuaron
con una gama más amplia de mecanismos de afrontamiento, aun cuando muchos/as
de ellos/as no tenían una experiencia previa de liderazgo y/o participación colectiva.

Discusión y conclusión

En el contexto colombiano muchas intervenciones y diagnósticos, que se


denominan a sí mismos psicosociales siguen utilizando categorías nosológicas
típicamente individuales, siguen apelando a una mirada de las víctimas como sujetos
“afectados psíquicamente” que necesitan una especie de intervención “psicológica”
para sanarse de dichas afecciones y con ello lograr una “normalidad” que les llevaría a
estar mejor.

Como puede observarse al hacer una mirada panorámica a los hechos narrados por
los y las participantes en este capítulo, como a las consecuencias que describen, puede

240
Consecuencias psicosociales de la violencia política

afirmarse que sus experiencias han sido también situaciones límite de tipo político,
por su masividad (en número de hechos y de víctimas), su carácter inesperado que
dificulta enormemente la asimilación de la pérdida (no se alcanza a leer la realidad y
desborda los cálculos). Han sido sucesos vitales, fuertemente negativos,
imprevisibles, incontrolables, que no solamente tienen una gran intensidad, sino
también alta frecuencia (se dan simultáneamente o en muy breves intervalos de
tiempo). Además, como se mostró a lo largo del capítulo, se acompañaron de terror y
escenificación del horror con el objetivo de paralizar la población. Inicialmente no
contaron con espacios ni un ambiente propicio para expresar los sentimientos y las
emociones; y las pérdidas se negaron y aún se siguen negando socialmente; lo que llevó
a la pérdida de las redes de apoyo sociales y al aislamiento social (Martín Beristain,
2005).

Por eso también manifiesto mi acuerdo con Brynton Lykes (2001b), para quien
“las víctimas no son casos especiales, sino actores en situaciones extremas. No son portadoras
de una patología especial o un síndrome definido, sino sujetos particularmente vulnerables,
atravesados por los determinantes de un momento histórico donde se escenificó el conflicto
más profundo de una sociedad” (P. 23). Y con Piper (2005) que se niega incluso a
utilizar cualquier referencia al trauma, sea éste político o psicosocial, porque siempre
este significante 'trauma' tiene una referencia a marca, huella, daño y enfermedad;
desde esta dimensión la tendencia es a psicologizar y a dejar de lado los otros referentes
de identidad de las personas que sufrieron los rigores de la represión y la violencia, con
lo cual se les encasilla en la identidad de víctimas, de la que más tarde, difícilmente
podrán escapar.

De esta forma es necesario reafirmar nuevamente³² que la mayor parte de las


manifestaciones sintomáticas enunciadas son reacciones normales a una situación
anormal; lo cual implica que más que patologizar y definir la problemática desde
síntomas y síndromes, se trata de abordar en su complejidad el mundo de la vida y de
la cotidianidad de los sujetos. Este capítulo, al introducir categorías de análisis que
amplían el marco de comprensión y llevan a pensar en complejidad las consecuencias,
permitiendo mirar el mundo familiar, el mundo comunitario, la construcción de la
ciudadanía, la participación, el daño incluso en las estructuras económicas familiares y
comunitarias, pone sus énfasis en una comprensión de la subjetividad mucho más
amplia (Clancy & Hamber, 2008; Martín Beristain & Pérez Sáles, 2008).
32
Junto con Martín-Baró (1990a), Perren-Klinger (1995), Martín Beristain (1999, 2005, 2010a, 2010b), Lykes (2001a,
2001b), Clancy y Hamber (2008), Pérez Sales (2006), Gómez (2006), entre otros.
241
Consecuencias psicosociales de la violencia política

Por lo tanto, en el nivel de la intervención, lo que tendría que transformarse


entonces, no son directamente los síntomas de la gente, sino la situación de violencia,
o por lo menos su afrontamiento activo, a través del fortalecimiento de los lazos
sociales, la generación de espacios comunitarios de organización y apoyo mutuo, con
el fin de resistir a la situación anormal, que implica la guerra, afrontarla con el mínimo
de daños para la persona. Esta ha sido la forma en que se han abordado los procesos de
organización de víctimas, de reconstrucción de su tejido social y de acción pública de
memoria que será analizada en los capítulos siguientes.

Por lo tanto, una mirada centrada en síntomas y signos, síndromes y trastornos se


convertiría finalmente en una forma de darle un “rodeo” al problema central de la
violencia política, individualizando y psicologizando las reacciones de las personas en
el conflicto armado, lo cual no permite que la reflexión sobre lo que causa la situación
(el conflicto armado, la violencia estructural, las violaciones a los derechos humanos,
al DIH y los crímenes de guerra y de lesa humanidad) se diluya (Eisenbruck, 1990;
Sturken, 1997; Lykes, 2001b; Basabe, 2001; Hamber, 2004; Clancy & Hamber,
2008). Un enfoque psicosocial pone énfasis por tanto no solo en afrontar las
consecuencias en una perspectiva psicológica y clínica. Cuando no se miran desde
una perspectiva amplia y realmente psicosocial; cuando no se abordan las causas
sociopolíticas y las consecuencias sociales y políticas en los sujetos, esto tiene un efecto
de despolitización y desactivación de los procesos sociales de la gente, contribuyendo a
la denegación de los derechos políticos fundamentales, ocultando las fuentes del
sufrimiento de la gente; lo que al final no favorece la búsqueda de condiciones justas y
se hace cómplice del estado de cosas que generó la victimización.

En síntesis puede afirmarse, por tanto, que la guerra, la violencia política, la


represión son comprendidas en esta investigación, retomando las investigaciones
anteriores (Villa et al, 2007), y lo trabajado por otros autores en América Latina
(Martin-Baró, 1990; Lira, 1990a, b; Cabrera, 2004, Piper, 2005; Martín Beristain,
2005, entre otros) como una acción que vulnera las relaciones y la capacidad de
simbolizar de los individuos; y en consecuencia, toda la vida social se muestra
afectada. Junto a la pérdida de elementos simbólicos está la deshumanización; la
guerra, la acción violenta de tipo político contra una persona o población, es una
acción que no puede ser mediada y que rompe con lo que es plenamente humano: la
capacidad de construir y desarrollar un universo simbólico. El mundo interno y por lo
tanto la comprensión del mundo externo, se perciben como afectados en la medida en
que desaparecen los contenidos con los cuales la vida y la sociedad tenían sentido,
242
perdiendo así los referentes con los que podía explicar lo ocurrido. Y precisamente es
sobre estos aspectos sobre los que interviene y actúa la acción pública de memoria,
tanto en los procesos de memoria grupal, como en los procesos colectivos y sociales.

243
SENTIDO Y PROPÓSITO DE
5
LAS ACCIONES DE MEMORIA

E l estudio de la memoria como una acción de los sujetos individuales y


colectivos, implica una mirada en complejidad a las acciones a través de las
cuales los sujetos participantes de esta investigación, víctimas
sobrevivientes de la violencia política en Colombia, materializan el recuerdo, lo
comparten y lo hacen público; de tal manera que se convierte en una enunciación
semántica y pragmática que tiene unas pretensiones y objetivos, a través de los cuales
construyen su memoria colectiva.

El análisis de los procesos subjetivos y las marcas culturales de la acción, me han


permitido poner el acento en los agentes sociales y centrarme en la memoria como
acción social, en una perspectiva crítico social; esto también implica una visión y un
análisis de la memoria desde un compromiso ético y político, en un horizonte
liberador y emancipador, más allá de la “objetividad” positivista (Martin-Baró, 1983,
1991; Jelin, 2003; Lira, 1990a, b, 1998, 2010; Habermas, 1968 / 1982; Vasco, 1990).

Es importante anotar que el registro identitario de la memoria suele ser utilizado


con más fuerza por los grupos de poder y los Estados, buscando que los relatos y
manifestaciones públicas de la memoria permitan la cohesión social y la identidad de
los ciudadanos y ciudadanas en torno a valores compartidos, proyectos colectivos que
construyen una nación o una etnia. Definiendo, en estos casos, la memoria colectiva
como “el proceso de transmisión oral o informal del pasado del grupo de pertenencia de los
sujetos… ésta hace referencia a los hechos relevantes para el grupo, que aunque no hayan
sido vividos por las personas, éstas poseen representaciones – y narrativas- compartidas
sobre estos hechos… la cual constituye una fuente de la identidad social…” (Paéz,
Valencia, Pennebaker, Rimé & Jodelet, 1998, p. 31 – 32)³³.

De otro lado, el registro resistente implica que la memoria es una fuerza de


resistencia y una herramienta para la construcción de los actores como sujetos de su

33
Cfr. Páez, Basabe & González, 1998; Páez, Valencia, Basabe, Herranz & González, 2000
247
Sentido y propósito de las acciones de memoria

propia historia en la construcción de su propio porvenir (Touraine, 2002). Esta


resistencia se da, porque desde el registro identitario, los discursos que se tejen están
dirigidos a construir una aparente armonía entre los miembros de la sociedad, porque
suelen ser discursos esgrimidos desde lugares de poder, que en muchos casos, como lo
afirmaba Martín-Baró (1991b) desconocen los relatos, necesidades e intereses de las
mayorías; porque dejan por fuera los relatos de otros sectores de la sociedad que
también tienen sus versiones de la historia (Cfr. Gaborit, 2006a). Dentro de este
espectro, de versiones excluidas y dejadas de lado por los relatos de las versiones
oficiales, de la historia y la memoria, se encuentran, en el contexto latinoamericano y
colombiano, las memorias y relatos de las víctimas.

Por esta razón, en este capítulo, ya en concreto, se trata de comprender por qué y
para qué las víctimas sobrevivientes de las tres regiones analizadas han desarrollado
acciones públicas de memoria, en contextos de impunidad, denegación de la justicia y
mantenimiento del conflicto armado. La unidad de análisis será más de orden
colectivo, a partir de la experiencia de la organización de víctimas. En los siguientes
dos capítulos, lo serán más las personas (el sujeto individual) esta unidad de análisis,
en la medida en que se dará cuenta de las consecuencias que estas acciones de memoria
tienen en su propia subjetividad.

La conceptualización de la memoria como acción social, tal como se desarrolló en


el capítulo 2, implica, por lo tanto, una mirada y un análisis que se materializa en el
análisis de este capítulo: en primer lugar realizar un acercamiento al agente (el quién
actúa), quién hace memoria: en este caso sobrevivientes del conflicto armado en
Colombia de tres procesos colectivos: Asociación provincial de víctimas a ciudadanas
(APROVIACI), Madres de la Candelaria en la ciudad de Medellín, y procesos
colectivos de víctimas en el sur del departamento de Córdoba. En segundo lugar; se
debe tener en cuenta el lugar concreto donde y cuando se ejecuta la acción, es decir, la
escena; en tres espacios geográficos: Oriente Antioqueño, región de 23 municipios,
que cuenta con escenarios rurales y urbanos. La ciudad de Medellín, un escenario
netamente urbano, que ha sido receptora de más de 350.000 desplazados (UARIV,
Semana, 2014) y con un marco de delincuencia común y narcotráfico que le da sus
propias complejidades; y el sur de Córdoba (municipios de Tierralta y Montería) con
una cultura diversa³⁴ y un espacio geográfico sustancialmente distinto.
34
Es importante diferenciar esta región en el sentido cultural, voy a hacer una breve descripción que puede ser
simplificada, pero importante para entender ambos contextos: el Oriente Antioqueño y la ciudad de Medellín tienen una
cultura “paisa”, es decir, una cultura centrada en una ética del trabajo, la pujanza, la consecución de dinero, una
religiosidad católica muy arraigada y una doble moral asentada; se dice que lo paisa tiene conexiones ancestrales con
judíos conversos que vinieron a América con el fin de evitar la persecución o el cierre de oportunidades en España,
248 arraigaron en esta región montañosa de Antioquia y el gran Caldas y desde allí expandieron su influjo al resto del país.
Mientras que en Córdoba la cultura tiene más relación con lo Caribe, con la fiesta, el disfrute, una vida tranquila y relajada,
relacionado con los climas tórridos que se experimentan. Además, con mayores posibilidades religiosas sincréticas y
menores preocupaciones por una ética del trabajo.
Sentido y propósito de las acciones de memoria

El tercer elemento es el acto en sí, es decir, el hecho, la experiencia, la acción


pública de memoria, que también está marcada por los procesos colectivos implicados
y por los espacios geográficos, socio-históricos y culturales donde se ejecuta. En
cuarto lugar, se observa la agencia (el cómo se hizo), que implica la caracterización de
las acciones. Pero el más importante punto de análisis de este capítulo tiene que ver
con los motivos, intereses y propósitos (el por qué y el para qué) (Cfr. Burke, 1984, en
Wertsch, 1998; Bell, 2003).

Al realizar este trabajo de investigación en tres espacios geográficos, culturales, con


procesos socio-históricos diferentes, se hace necesario establecer una diferenciación
permanente en todas las instancias de las formas y procesos que se han desarrollado,
puesto que los intereses y motivaciones cambian; las agencias y los actos, aunque
similares, pueden tener diferencias espaciales y temporales que dan cuenta de las
dinámicas de interacción de los colectivos estudiados con las circunstancias
coyunturales y estructurales de la región donde habitan. Por esta razón, de forma
transversal, en éste y en los siguientes capítulos se desarrolla la contrastación entre los
procesos del Oriente Antioqueño y los realizados por las Madres de la Candelaria y los
colectivos de víctimas en Córdoba. Es decir, se analizan las diferencias cualitativas
entre los procesos de víctimas de la región del Oriente Antioqueño, donde se han
realizado acciones y movilizaciones públicas, y otros procesos de acompañamiento a
víctimas de la violencia en otra región, donde ha sido muy poco posible la
movilización pública (sur de Córdoba) y en la ciudad de Medellín donde una
organización ya formada (Madres de la Candelaria) ha realizado acciones de memoria
en un contexto de ciudad.

El proceso implicará una mirada descriptiva y analítica que a partir de los acciones
públicas de memoria colectiva que se realizan en las regiones estudiadas, avanzará en la
comprensión y descripción de los motivos, intereses y propósitos que respondan a los
por qué y para qué de las mismas. En el proceso de análisis he propuesto partir de lo
más interno, personal e individual desde motivaciones que se suscitan en lo emocional
y en lo particular, tales como la dignificación del ser querido o el afrontamiento del
dolor privado, trayéndolo a la escena de lo público, como una forma de resistencia;
para arribar a motivos, intereses y propósitos más elaborados, que se van ampliando
hacia lo relacional, lo social, lo colectivo (incidencia social): como cuando las víctimas
cuentan sus relatos y testimonios para posicionarlos en el imaginario social o para
lograr el reconocimiento social de los hechos de violencia y los crímenes cometidos,
para trabajar en búsqueda de la no repetición y para formar a las nuevas generaciones.
249
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Todo esto apuntando al fortalecimiento organizativo que potencie las acciones de


memoria y permita dar el paso hacia la acción y la incidencia política.

Este aspecto (la incidencia política) implica moverse en el escenario de lo público,


la defensa de los derechos y lo jurídico, que en un primer momento se ha enfocado
hacia la defensa de derechos en un sentido amplio, trabajando por la verdad, la
justicia y la reparación, enfatizando un proceso de memoria incluyente. Esto ha
implicado necesariamente el proceso de transformación personal y construcción de
organizaciones sociales capaces de actuar, interactuar y movilizarse socialmente con
propósitos y objetivos definidos, lo que se recoge en la discusión final y
conclusión del capítulo.

Esta forma de organizar la información en el resto del capítulo responde no


solamente a un orden funcional, sino también a un orden cronológico, porque
cuando los colectivos estudiados, en sus diversos momentos, empezaron a realizar las
acciones de víctimas, y con particular fuerza en el Oriente Antioqueño, se partió
siempre de la necesidad de recordar y dignificar a los seres queridos, limpiar su nombre
y darles un lugar en el imaginario social, para más adelante llegar a procesos de mayor
envergadura y amplitud de propósitos, centrados en la búsqueda de un
reconocimiento social, su inclusión en la historia colectiva de la región y el país; y
finalmente la reivindicación de los derechos y la construcción de una
subjetividad de derechos.

Acciones públicas de memoria

Partiendo de la pregunta por la materialización del recuerdo y de la memoria en


acciones públicas, quiero evocar dos líneas generales para reconocer las acciones de
memoria y encontrar en ellas formas de resistencia³⁵ a las lógicas de la guerra y de
represión ejercida por los diferentes actores armados. Elizabeth Lira (1998) habla de
dos formas de memorias resistentes: las que documentan los hechos para la denuncia,
que son base para comisiones de la verdad o procesos judiciales, y la memoria social
que toma la forma de la poesía, el arte, los rituales, los símbolos, que es una memoria
35
Carlos Martin Beristaín (2008) presenta también estas dos formas de la memoria, al referirse a las formas concretas de
construir la verdad: “…existen al menos dos verdades: una factual y otra moral, la verdad de las narraciones que cuentan
lo que ocurrió y la de las narraciones que intentan explicar por qué y a causa de quién. La primera supone un proceso de
investigación del pasado y la publicación de los hechos, los responsables y la memoria de las víctimas. La segunda
requiere todo un proceso social, educativo, político para hacer calar esa verdad, en el que sólo perecen estar
comprometidos iglesias, ONG y organizaciones sociales” (p. 333).
250
Sentido y propósito de las acciones de memoria

viviente y un documento cultural, que tiene valor en el imaginario social y en la


construcción de referentes de identidad personal y colectiva, pero un valor exiguo en
términos de la línea jurídico política que articula la verdad y la justicia. Este último
tipo de memoria (memoria de repertorio, de carácter performativo), según esta autora
y otras autoras (Cava Mesa, 2006; Jelin, 2002a; Taylor, 2003; Uribe, 2009, 2010)³⁶, es
desarrollada con mayor fuerza por las mujeres, puesto que constituye una lógica de
resistencia fundamentada en la posibilidad de expresión emocional del ser, del dolor,
de las marcas y huellas que han dejado las situaciones límite causadas por la represión y
la violencia.

En la experiencia del Oriente Antioqueño, pueden encontrarse una inmensa


cantidad de acciones públicas en este sentido, que han marcado un proceso de
resistencia civil, en medio del conflicto armado, que han implicado ir ganando
espacios en lo público, en lo social y lo político; con un mensaje ético desde la no-
violencia, con una memoria incluyente que recoge a víctimas tanto de la guerrilla,
como del ejército y los paramilitares. Pero también las Madres de la Candelaria y los
procesos colectivos en Córdoba, de diversa manera, y según sus propios contextos han
ido desarrollando acciones de este tipo que van posicionándose en el imaginario
colectivo, que empieza a referenciar estas acciones a nivel nacional, tal como lo
muestra la investigación de María Victoria Uribe y el Centro de Memoria Histórica
(2008, 2009, 2010) sobre las acciones de memoria performativa (Taylor, 2003) a lo
largo y ancho del país:

…yo hablé de las campañas de la luz, hablé de abriendo trochas, hablé de todas las actividades y
acciones que hemos hecho de memoria en el municipio; y que nosotros incluso hacía mucho
tiempo veníamos pensando en un monumento en homenaje a las víctimas de la violencia, que
incluya a todas las personas con todas las limitaciones; e incluso nosotros habíamos pensado en
una casa de la memoria, que sea un espacio educativo... (Oriente, E31)

De allí la importancia de las acciones públicas de carácter simbólico, que han


implicado una movilización ciudadana, una aparición en lo público y un poner en
escena las experiencias, vivencias y dolores de las víctimas; de todas las que se han
realizado, voy a destacar las siguientes:

36
También pueden distinguirse, dentro de estas memorias las memorias imaginativas (no-narrativas) que implican
imágenes más que relatos. Y las narrativas, donde el relato es fundamental. Assmann (2008), identifica también estas
dos formas de transmisión en las culturas: las ideográficas no narrativas y las narrativas.
251
Sentido y propósito de las acciones de memoria

“Abrir esos caminos que se cerraron por el conflicto”: Abriendo Trochas por la
vida, la paz y la reconciliación

Se trata de una movilización masiva que han desarrollado las organizaciones de


víctimas del Oriente Antioqueño durante 6 años (2005, 2006, 2007, 2008, 2009 y
2010) en la cual la gente transita por caminos que la guerra ha arrebatado a las
comunidades, o bien porque eran lugares de frecuentes combates, porque un grupo
armado había prohibido el tránsito por los mismos, porque había sido minado o
porque por el nivel de militarización, en la práctica, era imposible caminarlos; o
porque eran lugares donde con frecuencia se llevaban a las personas antes de
asesinarlas. Además de ello, la gente va por ese camino hacia un lugar: una vereda, una
escuela, un barrio, un terreno comunitario que había sido estigmatizado por ser un
lugar donde se habían desarrollado crímenes contra la población civil:

...abriendo trochas es un espacio de las víctimas: hemos marchado hacia los lugares más
afectados por la guerra; lo hacemos con velas, hay una celebración eucarística, hay actos
simbólicos... organizaron la vereda de Chiquinquirá que también había sido muy golpeada por
esa masacre donde mataron a 13 personas… entonces fueron pintando en piedras, se fueron
caminando y por el camino iban escribiendo los nombres de las víctimas...
(Oriente, GF, 3, 2009).

Este proceso ha implicado una resignificación de espacios, donde también se hace


importante el “limpiar” el nombre de un lugar, para que éste deje de estar signado por
ser un espacio, una vereda, un pueblo que es “zona roja”, “zona de violencias”; por lo
tanto, esta acción pública también busca visibilizar la vida, la cotidianidad de la gente
que los habita, romper con estigmatizaciones y señalamientos y buscar un sentido de
igualdad y solidaridad con estos escenarios y con su gente, esto puede implicar
incluso, “limpiar” el nombre de todo el municipio frente a la región y frente al país.
También resignificar lugares de horror, con un recuerdo centrado en la sevicia o la
impotencia, en lugares de los cuales la gente se apropia de otra manera dotándolos de
un significado de resistencia frente a la violencia o de recuerdo resistente:

…Hemos marchado hacia los lugares más afectados por la guerra; resulta que para varios
sectores del municipio, fue un sector muy afectado por la violencia o sea también como el más
marginado de esa población, más golpeado por la guerra... (Oriente, GF3, 2009)

252
Sentido y propósito de las acciones de memoria

A la manera de los movimientos de víctimas en Chile (Cienrojas & Paz Silva, 2009;
Pipper, 2009), se signan los espacios, se hacen reaparecer, aunque en este caso, con
otros significados en el imaginario colectivo y se ocupan desde este dispositivo
performativo. Puede afirmarse, que la experiencia ha tenido un valor enorme y ha
sido seguida por comunidades y procesos en otras regiones del país. En el caso de esta
investigación puede nombrarse otro proceso similar en el departamento de Córdoba,
donde la movilización “Abriendo Trochas” sirvió además para facilitar el retorno de
familias desplazadas a varias veredas del municipio de Tierralta:

...la gente dice: ¿por qué no hacemos una acción de memoria en el sitio donde salimos?, para
hacer una mirada de cómo están las trochas, como están las cosas por allá; entonces, un acto que
hacemos es “abriendo trochas”, para recuperar y volver a la tierra donde todo sucedió, en Nueva
Esperanza, una comunidad que vivió la masacre, lo camuflamos como una vigilia, porque allá
están los actores, está el conflicto, aunque con baja intensidad... surge una idea de retornar y
surge la idea de visibilizar más afuera, a otro nivel; la idea era recuperar la confianza, recuperar
los caminos que antes nos pertenecían y que después sólo transitaban los actores armados..
. (Córdoba, E13)

“Cuando la prendo siento que es un consuelo para mí: Jornadas de la luz”

Las Jornadas de la Luz, son una acción pública no-violenta en la que las
organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño realizan un plantón en la plaza
central del municipio. Normalmente en frente del atrio de la iglesia, donde se
presentan las fotografías, los nombres, las historias de sus familiares víctimas. Se
enciende una vela y se grita una consigna: “No más, ni una (víctima) más, nunca más:
otro Oriente es posible”. Además se puede acompañar de rituales, en muchas
ocasiones la eucaristía, u otro acto simbólico. También se invita a la comunidad a
participar, se les ofrece alguna bebida local. En primer lugar es una acción de
resistencia civil y de rechazo a las acciones de los grupos armados, por eso se sigue
desarrollando, a pesar que se empezó a realizar desde el primer viernes de junio de
2005, y hasta el presente se sigue haciendo, con mayor o menor fuerza en algunos
municipios³⁷; pero además, el espacio también permite clamar por verdad, justicia y
reparación:

37
A partir de 2011, por diversas coyunturas políticas, ésta y otras formas de acción pública de memoria han perdido fuerza
e intensidad, aunque en las localidades donde entrevisté a los participantes se siguen manteniendo algunas de estas
expresiones.
253
Sentido y propósito de las acciones de memoria

...los actos de resistencia como las jornadas de la luz, que se hacen todos los primeros viernes de
cada mes acá en el municipio, donde salimos con una lucecita en homenaje a esas víctimas,
también una luz de esperanza para los que tenemos familiares desaparecidos: es otra forma
hacer memoria... (Oriente, E13)

En muchos casos este recuerdo toma un matiz dentro de marcos religiosos, puesto
que es una forma de establecer contacto espiritual con los seres queridos que están en
el “más allá”. El sentido religioso es uno de los marcos fundamentales para la
construcción de las memorias colectivas, según Halbwachas (1950 / 2004), y en el
Oriente Antioqueño este aspecto desempeña un lugar fundamental, incluso en los
procesos de recuperación emocional y de reconstrucción de tejido social.

Sin embargo, es en Córdoba, donde lo religioso ha jugado un papel


preponderante, puesto que ha sido al amparo de la Iglesia Católica que se han podido
realizar acciones de memoria en un contexto sumamente hostil. Por lo tanto, el marco
religioso, además del componente cultural, tienen un aspecto instrumental que está
en profunda relación con las posibilidades reales de actuar en un contexto
determinado, actúa como mampara de protección, puesto que se percibe a la Iglesia,
como una institución que cuenta con mayor amplitud de acción que abre
posibilidades a la gente y que sin este respaldo podría sentirse sin la fuerza suficiente
para desarrollar estas acciones:

…nosotros hemos hecho una misa allá en el callejón de Callejas con el padre M., eso fue al lado
del río y eso fue hermoso... lloramos, cada uno llevó un barquito, con una foto del hijo, con una
vela y lo tiramos al río, yo creo que toda Tierralta fue, porque la verdad yo creo que el 100% de
Tierralta somos víctimas... entonces todos estábamos allá... (Córdoba, E8)

En el Oriente Antioqueño, también ha sido posible, aunque en menor medida, la


realización de actos que tienen al mismo tiempo un profundo sentido religioso. La
diferencia estriba en que el proceso del Oriente Antioqueño se ha gestado en el seno de
una organización de la sociedad civil: la Asociación Regional de Mujeres del Oriente
Antioqueño “AMOR”, y ha estado acompañado por otras manifestaciones
organizativas y de movilización social en toda la región; mientras en Córdoba, los
procesos que se han podido desarrollar no hubieran sido posibles sin el apoyo de
instituciones de la Iglesia Católica. De todas formas cabe resaltar aquí que la cultura, la
fe son formas de afrontamiento individual y colectivo y la institución eclesial también
se puede convertir en fuente de apoyo social y abrir posibilidades para la generación de
afrontamiento, resiliencia y resistencia; tal como se indicó en el capítulo anterior. El
254
Sentido y propósito de las acciones de memoria

afrontamiento marcado por lo religioso ha sido desde el principio una de las formas
más comunes para resistir, y esto es más posible cuando la gente logra juntarse con
otros y otras, bajo este marco protector, puesto que posibilita un sentimiento de
cohesión muy fuerte:

Hicimos una hace poco en el cementerio y fue espectacular, se llenó esa iglesia del cementerio,
llevamos los nombres, porque les dijimos a todas las víctimas que llevaran todos los nombres de
las personas asesinadas, llevamos las carteleras con las fotos... y llevamos las velas y todo el
mundo participó... (Oriente, E31)

“El proceso de los murales no fue fácil…”: Lugares, símbolos y monumentos:

En todos los municipios que hacen parte de la región del Oriente Antioqueño, las
organizaciones de víctimas han ido marcando lugares con símbolos y monumentos
que permiten mantener viva la memoria de lo que ha sucedido. La pintura, la
escultura, la apropiación de los espacios ha sido un camino para dejar huellas de
memoria, para decirlo a la manera de Piérre Norá (1997), que entran a hacer parte de
los espacios y relatos colectivos que antes se querían olvidar, borrar. “Monumentos,
placas recordatorias y otras marcas son la maneras en que los actores tratan de dar
materialidad a las memorias” (Jelin, 2002a, p. 54). En la región del Oriente
Antioqueño, este testimonio presenta alguna de estas acciones:

...También tenemos el espacio de recordación, de un proyecto que hicimos con AMOR, el


proyecto de memoria en clave feminista, también tenemos un espacio de recordación donde hay
30 placas y ahí están los nombres de las personas que hicimos el proyecto... pero la idea es que en
ese espacio sean más, porque son muchas las víctimas que hay, para que ninguna se quede por
fuera... (Oriente, E11)

Este tipo de acciones son conocidas por todas las comunidades y cuentan con un
reconocimiento por parte de la población. De acuerdo con Halbwachs (1950 /
2004) el entorno material marca una forma del recuerdo, es el espacio donde nos
reconocemos, deja marcas, puesto que tenemos relaciones con los objetos y éstos
hacen parte de lo que nos ha constituido como personas. “La memoria colectiva se
apoya en imágenes espaciales” (p.136), lo cual es más evidente en las pequeñas ciudades,
como los municipios del Oriente Antioqueño, donde las historias, las tradiciones, las
fiestas, los ritos están siempre ligados a un lugar. Hay un vínculo social, afectivo,
simbólico con estos lugares, puesto que son portadores de historias, son espacios de
255
Sentido y propósito de las acciones de memoria

sentido y referentes de identidad que hacen que la gente se apegue y se resista luego a
su transformación (Cfr. Norá, 1997). En ellos se deposita un pedazo de su ser, pero
sobre todo de la persona que no está y que fue asesinada o desaparecida. Así pues, las
acciones de memoria que se estudian aquí, implican esa apropiación del espacio,
puesto que “no hay memoria colectiva que no se desarrolle dentro de un marco espacial”
(Halbwachs, 1950 / 2004, p. 144).

Está claro entonces que existen lugares en los municipios donde ocurrieron hechos
graves y que quedaron marcados y en los que la gente quiere dejar nuevas marcas.
Algunas de las acciones de memoria están en relación con estos sitios. De allí el
sentido ritual y religioso que se pone en ello, como si se estuviera exorcizando el “mal”
de estos lugares y se estuviera constituyendo un nuevo escenario, un nuevo espacio,
signado por el proceso de transformación que han vivido y por señales de vida,
reconstrucción y dignidad:

…hemos hecho actos de memoria: se hizo un monumento a las víctimas con las placas, la fecha y
los nombres de los fallecidos, en plaquitas... el monumento quedó en el sitio donde por lo
general los paramilitares dejaban los cuerpos de sus víctimas, se hacen marchas hacia ese sitio, se
hacen marchas muy a menudo... (Oriente, E25)

Algo similar ha sucedido en el municipio de Tierralta, Córdoba, cuando en una


acción de memoria se hizo el gesto simbólico de “limpiar” el río Sinú, lugar donde, en
innumerables ocasiones los grupos armados tiraron los cadáveres con el fin de
desaparecerlos. Así pues, la gente con el fin de resignificar el lugar realizó una acción
para “abrir” no las trochas, sino la experiencia de recuperar y “purificar” el río:

…hicimos otro acto de memoria donde utilizamos ahí unos balsos, porque muchas personas
fueron asesinadas en el río y se veían esos barcos tan lindos navegar con el nombre de la víctima,
entonces en una parte que era visible, donde sucedía mucho eso, que los vecinos decían que a una
hora determinada ellos veían que ahí pasaban cosas y tiraban gente al río, nosotros hicimos un
acto en ese lugar y por ahí hay un video de eso... (Córdoba, E11)

Otros lugares, un poco más neutros, también son asumidos por las organizaciones,
y a través de éstas, por la comunidad, como escenarios de memoria y recordación:
parques, calles, cementerios y otros espacios que portan el recuerdo y se hacen
significantes para toda la comunidad de unos hechos que no pueden ser olvidados:

256
Sentido y propósito de las acciones de memoria

...el acompañamiento del espacio del “parque de la vida” con el nombre que lleva es una cosa que
hemos ido haciendo lentamente…. pero más porque ven que lo que nosotros estamos haciendo es
importante, porque lo hemos podido posicionar... (Oriente, GF4, 2009)

Este tipo de lugares de memoria se han constituido, para los colectivos estudiados,
a partir de una perspectiva de memoria no revanchista, sino de memoria digna, que
recuerda de forma incluyente y que se plantea la experiencia del sufrimiento vivido y
de la represión como algo que no debe ser repetido, una memoria que no se queda
anclada al pasado, sino que desde el presente también se propone construir sentidos
futuros.

Otros escenarios y lugares se han construido de forma colectiva y en medio de


procesos de disputas por las memorias y por el recuerdo (Jelin, 2002a; Jelin &
Langland, 2003) que han implicado la cohesión de las organizaciones y una voluntad
sólida de hacer público y permanente su recuerdo; puesto que estos procesos pasan por
la negociación con los actores municipales: iglesias, casa de la cultura, administración
municipal y otros habitantes del municipio. Tal es el caso de los murales en el
municipio de Cocorná, y el Salón del Nunca Más en el municipio de Granada, o el
espacio del parque de Berrío y la Iglesia de la Candelaria para las “Madres” en la ciudad
de Medellín.

En el primero, la oposición se centró en la negativa de algunas autoridades a que


quedara plasmado de alguna manera en el espacio municipal el dolor, el sufrimiento y
la barbarie. Sin embargo, los y las sobrevivientes, en un proceso lleno de sentidos
lograron negociar algunas formas, sin dejar de plasmar su historia,

…el proceso de los murales no fue fácil por el tabú de que se iba a pintar un mural con sangre,
con muertos, con la guerrilla ahí pintada, con los paramilitares y eso es de lo que se habla
cuando se habla de un mural de víctimas. Pero nosotros les demostramos que podíamos expresar
nuestro dolor, sin necesidad de hacerlo así tan sangriento, e hicimos una comparación, el
desplazamiento lo hicimos muy simbólicamente, hicimos mucha pedagogía sobre el tema, el
proceso fue muy bonito, nos demoramos 15 días, primero hicimos un proceso de lápiz, de
reconocimiento, de contar las historias, de qué era lo que nos había pasado por medio de un
papel y lápiz y luego fuimos puliendo cositas, fuimos haciendo cosas y además tuvimos dos
personas que fueron muy especiales, las personas que vinieron de El Salvador, que fueron
nuestras aliadas... (Oriente, E6)

257
Sentido y propósito de las acciones de memoria

En la misma línea, el Salón del Nunca Más en Granada implicó negociaciones,


tensiones, disputas con diversos actores municipales, hasta que se pudo constituir
como un espacio de recordación significativo para toda la población:

…porque realmente nos costó mucho trabajo el Salón del Nunca Más, que ya gracias a Dios lo
tenemos y lo organizamos muy bonito; porque fue una lucha también para nosotros... Es como
tomar acciones porque la gente ya está cansada de tanto repetir, porque ¿esto acaso es fácil? Y es
todo un proceso, ojalá fuera como llegar y soplar botellas como decimos nosotros aquí, y eso no es
así... (Oriente, GF4, 2009)

De acuerdo con Achugar (2003), Brito (2003), Brett, et. al. (2007) Guixé (2008),
el lugar de memoria permite una reflexión crítica del pasado en el presente, gracias a
un proceso colectivo de reflexión; la memoria en el espacio público debe tener una
dimensión plural que pueda recoger múltiples sentidos y vivencias. Son espacios
educativos y formativos. Por lo que deben desarrollarse en el marco de una política
pública de memoria. Como puede verse, algunos de estos escenarios, se ganan, no sin
conflicto (Jelin, 2002a; Villa, 2009) y sin un posicionamiento importante de parte de
las organizaciones, para lograr el reconocimiento de parte de las autoridades locales.
Hay que tener en cuenta que en estos casos estas acciones y lugares se realizan en un
contexto de conflicto armado aún activo, donde no se ha dado un contexto post-
conflicto como en el caso de otros países o investigaciones sobre el tema.

Jelin (2002a), por su parte, afirma que también hay fuerzas sociales que pretenden
borrar, minimizar o desactivar estas memorias. Por lo tanto, es un proceso que
implica una lucha, una forma de afirmación, la conquista de un territorio en disputa.
De allí que, y siguiendo a esta autora, hacer memoria requiere acciones de
“emprendedores” que no permitan que sea el olvido y el borrar lo que prime.

Esos procesos de memoria que se expresan en el escenario público, son llenados de


sentido y significado a través de las vivencias de quienes pasaron por allí: testimonios,
narraciones, fotografías, etc. Cuentan con la participación activa de las bases sociales,
de las víctimas sobrevivientes y pretenden ir más allá del memorial, la placa o el museo
realizados sin contar con ellas y que pueden quedarse cortos en su capacidad de
expresión. Por eso no caen en la representación morbosa que reproduciría el horror,
sino que se trata de un lenguaje sugerente que permite varios sentidos, abiertos y
disponibles para que haya múltiples interpretaciones y evitar la petrificación y la
momificación (Cfr. Pipper, 2009). Por esta razón este tipo de marcas en lugares y
258
Sentido y propósito de las acciones de memoria

espacios físicos son acompañados además de procesos artísticos y culturales,


representaciones, pinturas, poesía y otras formas de expresión que abren el abanico de
las posibilidades de manifestación de la gente y que enriquecen la enunciación con el
fin de convocar más y mejor a las sociedades locales:

…esa colcha la parte que es de arriba está por el sacerdote que asesinaron en la parroquia San
José, él es el que encabeza la colcha, está mi familia y ahí están muchas personas, los alcaldes que
han asesinado aquí en Tierralta, todos, muchas personas, muchos amigos, uno a veces no piensa
de verlos ahí y luego están... Tenemos un árbol al que le dimos vida, porque era un árbol seco y lo
hemos llenado con hojas donde van los nombres de las personas, flores cuando son mujeres,
también hemos hecho el croquis de Tierralta donde hemos colocado todos los nombres de las
personas que han asesinado... (Córdoba, E7)

Las Madres de la Candelaria, además de sus plantones de los viernes al mediodía,


están trabajando en algunas formas de expresión a través del cuerpo y la danza, como
una forma de enunciación que también señala y activa la mirada en un territorio que
ha sido objeto de violencia:

...yo no he tenido la oportunidad como los que están haciendo las danzas, los bailes, no soy
capaz, no tengo las capacidades por el estado de mi pierna aunque me gustaría... de todas
formas hacer memoria sirve porque uno descansa un poco... (Madres, E1)

Puede afirmarse, con Taylor (2003), que esta memoria performativa o de


repertorio, es en efecto una poderosa forma de romper la lógica de homogenización,
puesto que posibilita observar las diferencias entre las partes, resaltando los relatos de
grupos minoritarios o excluidos, tal como sucede en las tres regiones estudiadas. Ya
que se trata de memorias de mujeres, víctimas, que permiten afrontar la exclusión a la
que han sido sometidas. Sus historias han estado “borradas” en relatos más amplios de
orden nacional, grupal. De allí que con Gaborit (2006a) y Reátegui (2009) pueda
decir que estas formas de memoria performativa son propicias para expresar aquellas
experiencias de horror que es probable que no puedan ser nombradas en una forma
narrativa o archivística. Por ello, también tienen una dimensión ritual, icónica o
artística. Esta dimensión estética de la memoria de la violencia, conlleva un sentido
expresivo de resistencia, dado que no reifica el horror, sino da sentido al significado
atribuido a los hechos o la dignidad de las víctimas, y genera símbolos colectivos
asociados a la esperanza y la lucha por la vida.

259
Sentido y propósito de las acciones de memoria

“Nos hemos tomado todo el parque”: Plantones y marchas

Una de las formas de acción no-violenta que ha movilizado a las víctimas


sobrevivientes, son los plantones y las marchas. Ambas formas, utilizadas por
múltiples movimientos sociales a lo largo y ancho del mundo, siguen siendo válidas
para la expresión y manifestación de significados que enuncian las motivaciones e
intereses de cada movimiento (Kaldor, 2005). En el caso de las víctimas, el tema de la
memoria de los muertos y desaparecidos que ha dejado el conflicto armado sigue
poniendo en evidencia una verdad ante una sociedad que no termina de verlo. En el
Oriente Antioqueño y en Córdoba, este tipo de movilización se articula con
los demás procesos:

…hemos salido al parque, nos hemos tomado todo el parque, y hemos puesto ladrillos con los
nombres de las víctimas, hemos salido con la velita prendida y con el mapa de la memoria y el
árbol de la memoria, que es muy lindo y lo pintaron los muchachos del colegio romeral, con 400
víctimas ahí escritas, en ese árbol de la memoria... nos hemos parado en la alcaldía y hemos
puesto el mapa de la memoria, la colcha retazos, todo eso lo hemos puesto ahí en toda la entrada
de la alcaldía, esos son los actos de memoria que hemos hecho... (Oriente, E16)

Para Madres de la Candelaria, es quizás su principal forma de manifestación y sus


sentidos están ligados de forma nítida y clara con el objetivo de evidenciar la realidad
de los desaparecidos, pero también como uno de los mecanismos de búsqueda y como
escenario de visibilización de una realidad que la sociedad colombiana sigue sin
reconocer. Este tipo de acción pretende emular la movilización de las Madres de Plaza
de Mayo los días jueves, que en primer lugar permitieron denunciar la desaparición
forzada, pero que luego se convirtió en el escenario privilegiado para la lucha por la
memoria, la verdad y la justicia (Sarlo, 2009). En el caso de las Madres de la
Candelaria, este acto los días viernes a las 12:00 en el corazón de la ciudad de
Medellín, ha posibilitado la visibilización de las víctimas en la ciudad y ha sido uno de
los referentes fundamentales para hacer visible la realidad del conflicto armado en
Antioquia y en el país:

…bueno, ese plantón, cada ocho días, es que salimos todas con carteleras, cada una con las fotos
de sus hijos desaparecidos, o las que tienen sus hijos secuestrados, o las que ya están muertos y que
ya los han encontrado, siempre seguimos con ellos ahí y gritamos todas: "los queremos vivos,
libres, y en paz". Y que "si vivos se los llevaron, vivos los queremos"; y otras consignas...
(Madres, E3)

260
Sentido y propósito de las acciones de memoria

En los tres espacios (Córdoba, Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria) las


marchas con sus consignas y sus formas de expresión, que implican el tomarse la calle,
son un medio para poder evidenciar, en ese símbolo del movimiento que es una vía
pública, todas las demandas, enunciaciones y búsquedas que tienen las víctimas
sobrevivientes. Ahora bien, algunas de estas acciones no han estado exentas de
dificultades, marcadas, o bien, porque se intenta “atentar” contra el símbolo
establecido,

Yo he estado en los desfiles aquí en Mesopotamia, se hizo un desfile del ladrillo, donde la gente
contó públicamente parte de sus historias. Un desfile que hicimos desde la frontera, cada uno
escribía en el ladrillo una cosa de la historia de ellos, y se iba dejando cada ladrillo por todo el
camino hasta llegar a Mesopotamia. Al final los ladrillos los dañaron todos, ya no hay sino un
ladrillo... (Oriente, E17),

O bien, porque la gente tiene miedo de participar y hacerse visible, tal como ha
sucedido en Córdoba, en algunas de las movilizaciones que se han desarrollado³⁸.
Esta conciencia ha permitido que, aún en este contexto que sigue atravesado por la
violencia, y donde la amenaza es permanente y la vulnerabilidad es muy alta, la gente
empiece a nombrar, a hablar, a enunciar públicamente, lo cual es y será un acto de
resistencia:

...también hemos salido del cementerio, el 1 noviembre (2008 – 2010) salimos del cementerio
con un acto simbólico también y había mucha gente; los primeros lunes del mes hacemos las
misas y ese día, si no llueve, salimos por el parque principal con las pancartas, con todo lo
simbólico que tenemos, la colcha... (Córdoba, E7)

Estas formas de memoria, tienen características propias: tienden a ser locales, con
poco alcance nacional; se circunscriben a casos y circunstancias en un tiempo
localizado, pero en definitiva portan una resistencia a poderes establecidos y a lógicas
de dominación local. No obstante lo que se constata es que van formando un proceso
expansivo, según van madurando, puesto que entran en red con otros procesos,

38
A enero de 2014, cuando reviso este capítulo, y luego de una visita al territorio de Córdoba, estos procesos de memoria
pública se han tenido que suspender, puesto que el contexto político, de luchas por el poder local, de reorganización de los
grupos paramilitares y la salida de varias organizaciones de iglesia y ONG que apoyaban el proceso, ha implicado que se
den algunas amenazas veladas; lo cual ha hecho que se incrementen los niveles de miedo y que desde el mes de julio de
2011 no se realice ninguna acción pública de memoria. La gente afirma que si hay mejores condiciones, retomará las
acciones de memoria. Por lo pronto intentan mantenerse en reuniones periódicas en espacios cerrados, pero también, en
Tierralta, con dificultades para conformar una organización, puesto que el miedo es muy grande y se teme que al
organizarse puedan ser golpeados, especialmente los líderes. Por su parte en Montería, las mujeres víctimas se han
organizado no en torno a las reivindicaciones de derecho, sino a proyectos productivos que, por lo menos, puedan generar
ingresos a la familia, para tener una calidad de vida más digna.
261
Sentido y propósito de las acciones de memoria

configurando lentamente un movimiento social y una resistencia más amplia; que al


final puede conducir a una memoria más explicativa, más de tipo documento o
archivística (Cfr. Reátegui, 2009).

“Vamos a escribir nuestra historia”: De la memoria performativa a la


memoria documento

La memoria de carácter cultural y simbólica viene desembocando, en el Oriente


Antioqueño, lentamente en formas de documentación que, si bien aún no toman
decididamente un matiz de denuncia, permiten nombrar los hechos, los responsables
de todos los bandos; en una lógica amplia que incluye a todas las víctimas. En este
sentido el Salón del “Nunca Más” en Granada, los monumentos en El Peñol, San
Rafael, La Esperanza; el mural en Cocorná, los espacios de recordación en Sonsón y
Nariño; las multimedias en La Unión y Argelia, las bases de datos en Sonsón y
Granada; y los libros de la memoria en San Rafael, El Peñol, Granada, Nariño, La
Unión, Argelia, Sonsón y San Francisco dan un paso y permiten un acercamiento a
una memoria más documental que rompa, la imagen mítica de la violencia (Pécaut,
2003) y se avance hacia una comprensión estructural, política, social y económica del
conflicto armado por parte de la población en la región:

…mire cuando empezamos todo el proceso de memoria en La Unión y empezamos diciéndole a


la gente sobre los talleres y lo importante que era la memoria, o sea, toda esa concientización
frente al tema de memoria. Y después de todos estos talleres le dijimos a la gente: vamos escribir
nuestra historia en una hoja que va a ser parte de un libro y muchos no lo hicieron. Entonces
después llegaron solo unas poquitas y en un encuentro de esos, en una asamblea esas personas,
algunas, se permitieron contar esa historia públicamente con el resto de la organización de
víctimas, y eso fue como el detonante para que las demás personas participaran y también lo
hicieran y empezaran; y así empezó a desgranarse y logramos sistematizar como 134 historias en
su momento... (Oriente, E20)

Puedo suscribir con Martín Beristain (2008, p. 337) la siguiente afirmación: “la
conmemoración de lo ocurrido permite darle un sentido y reconocimiento público, y es
parte del camino para asumir el pasado y reconstruir las relaciones sociales. Pero muchos de
esos procesos pueden ser muy diferentes según los lugares e historias locales del conflicto…
Para muchas personas ese recuerdo supone también una forma de conciencia social y un
estímulo para su vida. Esas formas de recuerdo colectivo no sólo son procesos privados o de
pequeños grupos. En la medida en que conquisten espacio público, pueden ayudar a una
262
Sentido y propósito de las acciones de memoria

sociedad a desprenderse de las formas de respuesta atadas a la espiral de la violencia.” Es


decir, pasar de lo privado a lo público, y de lo público como enunciación
performativa, marcada por lo representacional, el arte, lo lúdico y lo simbólico, a
textos que pueden convertirse en bases testimoniales para posibles construcciones de
una historiografía comprehensiva, comisiones de la verdad o procesos judiciales.
Todo esto en un proceso de varios años que implicó romper con los miedos y
desarrollar más y mejores mecanismos de afrontamiento, tal como se
verá más adelante:

...se han hecho memoria histórica donde la gente cuenta sus historias... cuentan totalmente lo
que le ha pasado, se vienen recogiendo esos testimonios por escrito, realmente es que estamos
mirando y se siente una necesidad de: qué rico sería que esos testimonios se puedan sistematizar y
volverlo un libro que se pueda publicar, porque en este momento están así, en un archivo con su
letra, tenemos más o menos más de 100 o 150... (Oriente, E24)

Recuerdo y dignificación de las víctimas

¿Por qué y para qué se construyen relatos de memoria, narrativas colectivas y


representaciones sociales del pasado por parte de las víctimas sobrevivientes de las tres
regiones estudiadas? ¿Por qué estas memorias se hacen sociales, colectivas? ¿Por qué
pasan del ámbito privado, al ámbito público? En este numeral se parte, en primer
lugar, de la necesidad interna de recordar al ser querido y darle un lugar en la propia
historia, la de evitar el olvido (no en un sentido político) en el sentido personal,
porque olvidar puede implicar dejar de lado al ser querido, no rendirle tributo, dejarlo
“morir” en el anonimato y el ostracismo. Pero también para ir avanzando hacia la
necesidad más relacional, colectiva y social de recuperar la dignidad de las víctimas y
los y las sobrevivientes. Dichas acciones pueden considerarse de resistencia porque
van en contravía de las formas en que los actores de poder, los actores armados y la
misma sociedad nominaron o silenciaron a quienes cayeron o están desaparecidos.

“Cuando tú recuerdas tu ser querido, lo tienes presente”:


Recordar para no olvidar

En primer lugar, recordar está asociado con revivir el pasado, con hacer un
esfuerzo de rememoración y evocación para traer a la memoria los hechos de violencia
263
Sentido y propósito de las acciones de memoria

que se han padecido; este es un proceso de memoria reflexiva, que implica el sentido
de lo vivido y del poder que el recuerdo tiene para hacer visible lo que se ha querido
invisibilizar; pero al mismo tiempo, con la conciencia de estar en una acción necesaria
para sí mismas: “No tenemos nada mejor que la memoria para significar que algo tuvo
lugar, sucedió, ocurrió, antes de que declaremos que nos acordamos de ello”
(Ricoeur, 2003).

Esto implica, necesariamente, no olvidar a los seres queridos, mantener viva su


imagen, como una forma de honrar a estas personas por la vía del recuerdo, porque se
quiere dar sentido a la experiencia límite que se ha vivido, lo que de una u otra manera
permite dar un lugar a los seres queridos muertos y desaparecidos en el imaginario
social de la localidad o la región. De tal manera que es la primera enunciación que le
da lugar a los hechos, pero antes que a los hechos, a las personas. Esas personas
existieron, tuvieron una vida, son los seres queridos, y de una u otra forma dejaron una
huella, un vacío, una historia:

…para recordar a nuestras víctimas… y que hacemos evidente a nuestras familias, a nuestros
seres queridos, a nuestros seres que nos arrebataron de nuestro lado… (Córdoba, E7). En esas
acciones de memoria uno recuerda mucho, recuerdo al ser querido, porque él no se puede dejar
en el olvido y hay que tenerlo en su memoria... (Madres, E3)

Pero también estas acciones han permitido, incluso, reconocerse como víctimas
sobrevivientes de la violencia política, puesto que por la tendencia que existe desde un
marco religioso y cultural de aceptar estos hechos como un destino de Dios o de la
vida, no hay una conciencia de ese lugar (que implica una concepción de derecho y
una necesidad de justicia) de ser víctima. Esto, ha implicado, por tanto, un ejercicio
de visibilización y reconocimiento, que ha sido lento y que ha implicado una
conciencia que es la que ha estado a la base de los procesos de organización y
movilización. Por lo tanto, si no se hace el ejercicio del recuerdo, puede implicar para
la gente de las organizaciones y procesos colectivos de las tres regiones estudiadas, que
se puede estar dejando de lado la propia experiencia y la propia vivencia:

“También nos sirve para visualizarnos y reconocernos como víctimas” (Oriente, GF5, 2009).
Recordar es muy importante para nosotros, porque si olvidamos lo que pasó, entonces es como
tirar atrás todo lo que nosotros vivimos... (Oriente, GF4, 2009).

264
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Por eso si se olvida, casi se borra la propia existencia, se deambularía como


fantasmas, muertos en vida, sin pasado y sin futuro, sin historia y sin destino, la
memoria es una forma para reconstruir la narración de la propia vida y experiencia,
logrando reconfigurar una identidad (cfr. Cyrulnik, 2006):

…para mí la memoria es mi vida, porque si yo no tengo memoria, no tendría vida, lo que me


pasó me ha servido también para fortalecerme muchas cosas, pero nunca para olvidar. Entonces
yo digo que el día que yo olvide lo que me pasó, ese día se muere mi vida; por eso, ese recuerdo nos
ayuda a estar vivas, ayuda a vivir, si yo hago de cuenta que no hubiera pasado nada, es como si
me olvidara que yo existo... (Oriente, E6)

Es decir, es una forma de no “morirse en vida”, una forma de respuesta al


aislamiento y la postración en la que quedaron los y las sobrevivientes, tal como se
describió en el capítulo anterior; es una manera de tomar conciencia que se sigue
estando vivo, viva; que la muerte no pudo destruirles, y que mientras recuerden, el ser
querido también podrá seguir viviendo en su memoria; con mayor fuerza cuando ese
ser querido está desaparecido:

…y que hay una familia que no lo ha olvidado, que lo está recordando, y que vive siempre,
porque permanece vivo en la memoria de nuestra familia, que no las ignoramos, que no se
ignoró, y que no la echamos al olvido. (Madres, E2)

Estos relatos conectan con el tema del olvido. Porque cuando se olvida, es como si
ese ser querido desapareciera de la faz de la tierra, tanto su existencia, como sus valores
y sus luchas, sus propósitos y sus proyectos, con lo que al final los grupos armados
lograrían su objetivo. Es un acto de resistencia al enunciado del actor armado, que
quiere borrar con su crimen la existencia, la historia y el ser de la persona. Por lo tanto,
desde esta emoción básica y desde este deseo, aparentemente tan natural de recordar a
los seres queridos, de honrarlos, se está ejerciendo una acción política. Podría hablarse
de una política que emerge desde lo íntimo, reivindicando el afecto y el vínculo. Y de
allí surge la apuesta pública por la dignificación:

…porque un ser querido, la muerte no nos lo puede quitar, las balas no nos lo pueden arrebatar,
nosotros tenemos que seguir conviviendo con nuestros seres queridos, así estén lejos, aun así no los
encontremos... nosotros queremos y tenemos que tenerlos presentes a cada momento... no sé
quién es el que decía eso, pero nosotros lo cantamos, "los queremos vivos, libres y en paz, uno se
muere cuando lo olvidan", entonces nosotros queremos mantenerlos vivos con nuestro recuerdo,
es una forma de gritar que siguen estando vivos... (Madres, E4)
265
Sentido y propósito de las acciones de memoria

En muchos casos, aunque se quisiera, no se puede olvidar, puesto que los hechos
dejan una huella indeleble, tienen una fuerza y una marca emocional tan fuerte que no
pueden ser olvidados. De acuerdo con Pennebaker & Basanick (1998)³⁹ hay mayor
probabilidad de recordar los hechos cuando implican un acontecimiento único, que
provoque reacciones emocionales fuertes, que vuelva activamente y que implique un
cambio vital, tanto a nivel de conducta, comportamientos, hábitos cotidianos, como
en las creencias y/o valores. Así pues, el paso por una situación límite implica marcas
que no son fáciles de superar, y como se vio en el capítulo anterior, pueden suscitar
múltiples reacciones, síntomas, experiencias que se convierten en una forma de
afirmación del recuerdo, en una forma de representación y enunciación de lo que es
innombrable, pero al mismo tiempo inolvidable⁴⁰.

Y si no se pueden olvidar, estos recuerdos no pueden quedarse como manifestación


sintomática en lo emocional, en lo cognitivo o en lo comportamental, deben empezar
a enunciarse, aun cuando se sienta y se tenga la certeza que ese recuerdo siempre va a
estar con la persona. Por lo tanto, la acción pública de memoria no es una tortura que
remuerde, revuelve y atiza los recuerdos, sino el primer acto de resistencia de las
personas y de los colectivos que buscan, además del consuelo, la fortaleza y una
manifestación de la vida:

…Yo no creo, como dice alguna gente que eso (las acciones públicas de memoria) sea estarme
torturando, porque es que ese recuerdo nunca se olvida. Vea yo cuando me iba a retornar, la
gente me decía: "y para qué se va a ir para donde tiene tan malos recuerdos", y les dije: "pero es
que yo donde vaya, tengo mis recuerdos, entonces me da lo mismo irme para allá"... porque esta
es mi casa y no tengo donde vivir mejor que en el rancho, los recuerdos, donde vaya no los voy a
olvidar... (Oriente, E17)

Como lo afirma Jelin (2002a, p. 103): “El recuerdo y el olvido no son procesos lineales
en el tiempo, no es verdad que a medida que pasa el tiempo uno se olvida… Sino que son
procesos dinámicos, cuya presencia responde a una compleja trama social, cultural y
política”. Así pues, más que una lucha contra el olvido, es una forma de enunciar y
darle lugar al recuerdo para que pase de ese lugar íntimo, privado a un lugar público de

39
También pueden referenciarse los estudios sobre compartir emocional y compartir social: Pennebaker (1993, 1994),
Pennebaker & Crow (2000); Rimé, et al. (1998, 2007, 2009); Páez, et al. (1993, 2000, 2004, 2007); entre otros.
40
Esta ambivalencia es recogida de forma muy bella por Vasili Grossman (1964/2008) en uno de los personajes de su
novela “Todo Fluye”, refiriéndose a la persecución, matanza y desplazamiento de millones de personas (los llamados
Kulaks, pequeños propietarios de la tierra) en la Unión Soviética de los años 30: “no tienes ganas de recordarlo, es tan
duro, pero al mismo tiempo no consigues olvidar. Es algo vivo que ahora se despierta, ahora se duerme. Es como un
trozo de proyectil alojado en el corazón. No puedes desembarazarte de él. Cómo olvidar... Yo era ya una mujer
adulta” (P. 165).
266
Sentido y propósito de las acciones de memoria

visibilización personal, familiar y social. Que se pase del subterfugio del intento
fallido de negar y olvidar, a una afirmación de los hechos, que implica una afirmación
resistente de la vida y de la propia historia.

“La muerte del hijo mío no va a estar como la muerte de un perro”: Honrar y
dignificar

La necesidad de honrar y dignificar al ser querido es un motivo y un propósito de


las acciones públicas de memoria, tanto en el Oriente Antioqueño, como para las
Madres de la Candelaria y los colectivos del sur de Córdoba. Cuando la vida de la
gente ha sido tratada como un objeto de desprecio, la reivindicación de su dignidad se
convierte en un elemento clave del sentido de estas acciones:

E: ¿qué buscan ustedes con esas acciones?


O: …dignificar... si dignificar... ¿cómo? Yo pienso que cuando uno es capaz de poner el nombre
de una víctima en un telón ese es un paso... (Córdoba, E4)

Esta dignificación pasa incluso por nombrar lo que sucedió, por no tenerlo oculto,
por reconocer los hechos, incluso en contextos donde esto puede resultar, además de
vergonzoso, altamente peligroso. Pero además de esta enunciación, también se hace
muy importante para los y las sobrevivientes que la imagen, la presencia de sus seres
queridos sea reconocida, nombrada, identificada y ubicada en algún lugar, de tal
manera que de forma implícita y explícita se hace un homenaje a la vida y a la historia
de las víctimas. Se les abre un espacio en el seno de la comunidad. Más allá del
cementerio, la gente encuentra un espacio para reintroducir al ser querido dentro del
espacio colectivo del cual el acto violento quiso expulsarlo:

…es un lugar para el recuerdo, me apoyaron para que trajera mis hijos aquí y yo me siento bien
que me tuvieron en cuenta... para todos ha significado como un lugar sagrado, porque ya los
que están ahí, no existen y uno los ve ahí como en un recordatorio... Uno viene acá y los ve,
también los tengo en la casa, pero me gusta más venir aquí a verlos. Yo me siento orgullosa de
tener mis hijos ahí en las foticos, nadie los está tocando, nadie se los está llevando... la gente viene
y mira, muchas lloramos; y cuando nos preguntan, nosotros decimos que ahí están nuestros
hijos. Yo ya he dejado mucho de llorar cuando vengo aquí, por eso aquí estoy normal, miro mis
hijos, firmo, porque hay que firmar y me voy, me hace sentir orgullosa, porque me tienen a mis
hijos ahí, donde los ve todo el mundo y están bien tenidos ahí... (Oriente, E14)

267
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Así pues estos lugares de memoria, estas acciones públicas han implicado para la
gente que hay un escenario donde esas personas vuelven a ser personas; más allá de la
crónica judicial o del caso de violación a los derechos humanos, de la estadística; de
unos hechos que pueden aparecer referenciados en un informe periodístico o policial,
o en un informe de derechos humanos, o en una denuncia a la personería o a la fiscalía.
Es cierto, nunca dejaron de serlo, nunca perdieron su dignidad como seres humanos,
pero la acción violenta ha querido enviar ese mensaje, ha querido despersonalizar,
deshumanizar (Samayoa, 1990), frente a esto la acción de memoria se levanta como
una posibilidad de nominar y dar un lugar.

De acuerdo con Martín Beristain (2008): “El respeto a la memoria de los muertos y a
la dignidad de los supervivientes debe formar parte de las distintas actividades que
impliquen enfrentar el dolor, las expectativas de encontrar los restos y conocer el destino de
sus familiares…” (p. 339). Las acciones de memoria que se recogen en esta
investigación cumplen con esa función de afrontamiento individual, político y social:

Desde la organización ASOVIDA pensamos, por ejemplo, que el “Salón del Nunca Más” es
como un testimonio en un espacio digno, un testimonio duro y burdo porque se muestran de una
vez las caras de las víctimas; que la justicia la podemos alcanzar en la medida en que logremos
redignificar la vida y a los que la perdieron, porque el discurso de guerra los elimina a todos ellos
y les da un síntoma de inhumanidad, los convierten en un dato estadístico que pasa sin
novedad... y son... un 90% desplazados, pero dentro de ese 90%, ¿cuántas vidas pasaron
hambre, dolor, miedo, frustración, inseguridad? Que fueron 130 desaparecidos, fueron 130
tragedias que evidenciaron madres, hermanos y él mismo en su momento de desaparición...
(Oriente, E12)

Se trata de la justicia anamnética (Reyes Mate, 2003, 2008) que pasa más por lo
ético, que por lo jurídico. La dignificación de las víctimas cumple un papel ético en
una sociedad donde la vida del otro no vale nada, es un enunciado que recupera el
valor de la vida del otro y denuncia implícitamente la injusticia cometida. Ahora
bien, ¿en qué consiste, para las víctimas sobrevivientes redignificar a sus seres
queridos? Una expresión que resume esta lucha y esta búsqueda es: “limpiar el
nombre”. Esta es una forma de afrontar la lógica de la violencia, afirmando la dignidad
de la vida por encima de todo, lo cual, tiene ese sentido ético en el que se dice a los
actores armados que no tienen la razón y que ninguna justificación vale para quitar la
vida al otro.

268
Sentido y propósito de las acciones de memoria

“Limpiar el nombre” es una forma de resistencia frente al señalamiento y la


culpabilización de la víctima, frente a la indolencia de la sociedad, que afirma: “si pasó,
por algo será”, frente a la legitimación de la eliminación de “los malos”, que lleva a la
indiferencia y a considerar que quien muere, es desaparecido o es desplazado “estaba
implicado en algo”, lo cual para muchas personas es más doloroso, en términos de
humillación, que el mismo hecho violento:

La memoria es una manera de dignificar o de limpiar el nombre de nuestros seres queridos;


porque si algo hemos dicho las víctimas es: que nos duele más el hecho que la misma comunidad
diga: “por algo lo mataron”, “rezando no estaba...” o palabras de esas. Entonces, el hecho de
poder limpiar el nombre de los seres queridos, a través de diversos procesos de memoria es muy
importante. (Oriente, E20). Eso es duro para una madre, ¿Usted no cree que a mí me duele que
me digan que mis hijos eran delincuentes? Que mis hijos eran lo peor, la porquería más
horrible... pero no se merecen esa palabra, delincuentes... porque delincuentes son ellos, los que
tienen allá de corbata y de cachaco... (Madres, E9)

Por tanto, en estas acciones hay ya una confrontación y una forma de


afrontamiento frente al discurso de los actores armados, quienes legitiman la acción
violenta culpabilizando a la víctima y, normalmente, con ello justifican su acción
(Martín Beristain & Rieira, 1994); lo cual trae consigo una distorsión en los relatos
sobre esa persona, se introduce una estrategia para distorsionar la memoria colectiva e
instalan su “versión oficial” sobre su acción violenta: “lo hemos asesinado por sapo,
porque era colaborador, porque era un ladrón, etc.”. Esta versión se instala también en
los relatos de la sociedad, en las narrativas colectivas (Baumeister & Hastings, 1998),
que a su vez justifican: “por algo habrá sido, no le pasó por estar rezando, en qué
andaba metido”. Con ello, el buen nombre, la dignidad de la víctima se ve, a ojos de
todos, disminuida, puesta en tela de juicio. Y al final se termina legitimando un
discurso ético y político que justifica la eliminación del otro, como un medio para
acceder a fines políticos, económicos, estratégicos, etc. La idea de la acción pública de
memoria es que sea quien sea la persona que cae, sea cual sea la causa, se hace memoria
de su vida para mostrar la ilegitimidad de la acción violatoria de sus derechos:

…y que los violentos por mucho que nos ataquen, que nos maten, queremos recuperar la
dignidad de nuestras víctimas, o sea, decir aquí estamos y ellos eran dignos para nosotros,
aunque para ellos fueran un perro o fuera cualquier cosa, pero para nosotros son muy
importantes y son nuestra familia... (Córdoba, E7)

269
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Mucho más cuando muchas víctimas, en sus procesos de afrontamiento y


resistencia, comienzan a comprender los hilos a través de los cuales se han tejido los
intereses, las estrategias y las fuerzas que han llevado a que sus hijos, padres, esposos o
seres queridos caigan en medio de esta guerra. Todo esto resulta, por tanto,
dignificante no sólo para las víctimas que han caído, sino también para quienes están
desarrollando este proceso, que pueden levantar la cabeza, dejar de esconderse y
hablar:

…lo recuerdo y sé que se dignifica mucho, que primero decían: "que mire que por algo lo
mataron" y uno ve que no... que la violencia viene de lo alto, viene desde el presidente, que es el
que conformó la guerra, porque mire que Uribe fue el que conformó las "convivir", entonces,
este contexto, también viene del Estado la guerra, de los poderes, entonces… (Oriente, E15).

En estos casos el recuerdo es también denuncia, dignificación y subversor de una


realidad impuesta.

El dolor compartido y público

Los y las participantes refieren que la participación, construcción y manifestación


de acciones de memoria son una herramienta útil para la elaboración de sus duelos y
una sanación de su dolor. La experiencia que se ha hecho en el Oriente Antioqueño,
pero también en los colectivos en el sur de Córdoba, ha permitido un proceso de
retroalimentación positiva en la gente: el compartir las memorias y el hacerlas públicas
trajo consigo transformaciones personales, en el nivel emocional, que la gente no
esperaba inicialmente, y esto a su vez motivó para que se siguieran haciendo y se
convocará a más gente a participar. De tal manera que el proceso pasó de ser un
escenario grupal, a un escenario público, y a su vez, esto trajo consigo nuevos efectos,
nuevas motivaciones, nuevos propósitos e intereses.

Cuando se comparte el dolor con otros y otras, parece que éste toma otros matices
y puede mirarse con otras perspectivas, y al final, o bien se sobrelleva, o bien se
transforma:

...porque con esos plantones nosotros estamos representando las víctimas, y ahí nos vamos
uniendo muchas más víctimas, muchas más mujeres, y nos sirve para estar mejor nosotras, para
estar mucho mejor, porque eso es una terapia que nosotras tenemos ahí y gracias a esos plantones
las mujeres han tenido cambios... (Madres, E2)
270
Sentido y propósito de las acciones de memoria

En este sentido, el dolor compartido, parece hacerse más llevadero. La solidaridad


del otro se convierte en apoyo, pero el apoyo que cada uno da, a su vez, se transforma
en fuerza para sí mismo; como lo afirma Cyrulnik (2006): “hoy sabemos que los que han
padecido un trauma... obtienen un beneficio indudable al realizar una labor que les
permite restablecer los vínculos, al proceder a una reconstrucción de sentido a posteriori” (P.
24). Este testimonio da cuenta de este proceso:

…cuando vamos a Tierralta, cuando uno va y comparte y escucha todo eso y uno abraza a
aquellas personas, uno les trasmite, yo no sé pero yo siento que transmito tanto... porque yo le
transmito, como le diría yo, esas palabras de aliento, de que hay que seguir, pero no olvidar lo
que nos ha pasado... ¡jamás! (Córdoba, E2)

Este dar sentido a la experiencia ha pasado por estos escenarios del compartir, pero
han tomado más sentido en la medida en que el dolor ha pasado al escenario público.
Ahora bien, este proceso de hacer público el dolor, no pasa necesariamente por la
palabra, pueden implicarse múltiples acciones performativas que son formas de
enunciación que se insertan también en la emoción de quien observa y/o escucha.
Dar a conocer el dolor, no guardarlo sólo para sí, es una acción de resistencia, una
función resistente de la memoria, porque en definitiva es una acción que le devuelve el
poder a la víctima sobre su palabra o sobre sus formas de expresión, puesto que la
condena al silencio (obligado o autoimpuesto) fue una forma de coerción y represión,
otra forma de menguar su dignidad. Por eso, el sólo hecho de participar en estos
espacios implica, además, un acto de resistencia:

Ver por ejemplo en La Unión, como ha habido gente que nunca se había atrevido a hablar de lo
que a ellos les había pasado; era ver algo muy bueno. (Oriente, E20)

Así pues, puede afirmarse que si el dolor ha venido de afuera, de la acción violenta
como una forma de expresar un mensaje social y político; la expresión pública de la
memoria, lleva el dolor al escenario de donde procede, es decir, la sociedad. Se ha
construido, pues, una conciencia cada vez más clara de la necesidad de procesar el
dolor, pasando de un espacio privado a un espacio público (Cfr. Villa et al, 2007). Las
acciones públicas de memoria, permiten salir del encierro, superar la privatización del
dolor y la victimización, generar estrategias de afrontamiento para resistir y continuar
viviendo con dignidad, con lo cual en el plano subjetivo hay una franca recuperación
emocional, pero al mismo tiempo hay una con/dolencia comunitaria que permite la
re c u p e r a c i ó n d e l a d i g n i d a d p e rd i d a e n l o s y l a s s o b re v i v i e n t e s
(Cfr. Martín Beristain, 2008).
271
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Sin embargo, no siempre se cumple con esta función. Los y las participantes de
Madres de la Candelaria, madres de desaparecidos, experimentan la paradoja
anteriormente referenciada. Si bien hacer memoria y llevar el dolor a lo público puede
ayudarles en algunos sentidos, el hecho de no lograr el propósito de recuperar a los
hijos, puede, en el largo plazo, reeditar la victimización y hacer del espacio público un
lugar para revivir la tristeza o para sentirse marcadas con el sello de la victimización:

E: ¿y a ti personalmente qué te sirve cuando vas a un plantón o a una marcha?


Y: me sirve mucho, me sirve mucho yo hacerle saber a las personas del dolor que tenemos, que
nosotras sentimos, y que yo especialmente siento... Pero, me da mucha tristeza llevar la foto de
mi hijo y saber que mi hijo lo estoy sacando por ahí con una foto y yo quisiera que mi hijo
estuviera a mi lado... (Madres, E11)

Así pues, en el marco de esta investigación, en relación con la desaparición forzada


se puede confirmar la tesis de Paez et. al. (1994, 1998, 2000), Sobre no encontrar en la
movilización y la acción pública o ritual de memoria una elaboración de las
emociones negativas, aun cuando pueda haber alivios temporales y catarsis; esto
puede explicarse por el hecho de ser una forma particular de victimización donde cada
día de la vida se reedita el hecho, puesto que el desaparecido está ausente, pero su
ausencia es una forma de presencia, donde el duelo se hace imposible. La
movilización no protege contra estas emociones negativas, y en algunos casos la
remoción de los recuerdos trae consigo el reavivamiento de las emociones y del dolor
que no termina de elaborarse. En este caso, la pregunta sería diferente: ¿siendo así, y
sintiendo que la movilización no es protectora de estas emociones negativas, por qué
las Madres de la Candelaria, continúan cada 8 días, los viernes, plantándose en frente
de la Iglesia de la Candelaria en el corazón de Medellín, para visibilizar y recordar a sus
hijos desaparecidos? Más adelante en el desarrollo de este capítulo se
abordará esta cuestión.

De otro lado, es necesario reconocer una ambivalencia fundamental: la gente sabe


de la importancia de recordar, pero no es fácil dar este paso, porque se remueve el
dolor, se ha vivido el horror y el miedo; y se hace necesario tener fuerza para afrontar el
silencio impuesto desde afuera por los actores armados para no nombrar lo sucedido,
o el silencio provocado por el miedo; pero también el silencio como mecanismo de
evitación del dolor o autoprotección en el que muchas víctimas se han refugiado
durante años. Cuando alguien aísla una experiencia traumática de la memoria
consciente planta una mina en las profundidades de su psique... Pero también
272
Sentido y propósito de las acciones de memoria

cuando se aferra al dolor, corre el riesgo de quedar atrapada en él. Como afirma
Minow (2008a): “O demasiado horrible para recordar o demasiado horrible para olvidar;
ninguno de los dos caminos le ofrece cura a quienes han sufrido” (p. 154). Así pues, la
memoria se convierte en factor de resistencia y afrontamiento de la situación límite
que incluye la identificación con otros y la construcción de un espacio social donde el
recuerdo de la víctima se hace en un contexto que permite disminuir la efervescencia
emocional negativa o actitudes menos defensivas frente al dolor y una mayor
flexibilidad personal:

...Nos unimos en el dolor, uno recuerda porque uno queda marcado, porque le mataron a un ser
querido. Pueden pasar 5 o 6 años y uno no es capaz de ver la foto de ese ser querido; pero ya
estando en estos programas, uno ve la foto y lo recuerda, le da como emoción, una sensación
interior y psicológica; ya no va a ser como tan duro porque está buscando una recuperación.
Todo esto le va sirviendo a uno y se va uno como sanando, no va uno a olvidar porque eso no es
tan fácil... (Oriente, GF3, 2009).

Para las organizaciones en el Oriente Antioqueño y para las del sur de Córdoba, la
acción de memoria tiene claramente una intencionalidad dirigida a afrontar el dolor,
el trauma y la situación límite, puesto que han logrado construir un discurso que
asocia el nombrar el dolor públicamente con procesos de transformación emocional y
sanación personal, tal como se evidenciará en los dos próximos capítulos.

Afirmación y resistencia: el valor y el coraje de la gente

La acción de memoria, además de la intencionalidad de afrontar el dolor y las


consecuencias emocionales que deja la situación límite, está enraizada en una
intencionalidad y en un anhelo que tocan aspectos donde lo personal se enlaza con lo
colectivo. Uno de estos aspectos estriba en la resistencia a los discursos de poder y de
los actores armados que legitiman la violencia. Así pues, desde una perspectiva no-
violenta los colectivos de víctimas en el Oriente Antioqueño y en Córdoba han
descubierto que esta es una forma de afirmación de sus procesos en medio de la
violencia, es una forma de evidenciar que el conflicto no ha terminado, es un medio de
denuncia de hechos que desde el poder y desde el Estado se tienden a desconocer. Por
su parte para las Madres de la Candelaria esta resistencia se centra en afrontar los
hechos a través de la búsqueda infatigable de los hijos. Esto implica una resistencia,
tanto a las lógicas de la guerra y de los actores armados, como a algunos discursos de la

273
Sentido y propósito de las acciones de memoria

historia oficial que pretenden o bien negar la existencia del conflicto armado o la
realidad de las víctimas.

“Es cómo mantener viva esa fuerza para poder seguir esta lucha”

Una de las manifestaciones más fuertes de esta afirmación, de este


empoderamiento que moviliza estas formas de resistencia no-violenta, es el valor y el
coraje que los y las participantes manifestaron en esta investigación. Esta afirmación
es parte del sentido de hacer memoria que devela la injusticia padecida. Además, está
asociada a la fuerza misma de la gente, que no se queda en el lugar de la víctima, que no
se deja destruir, sino que entiende que su lucha es por otros medios:

...yo pienso que sí... porque es una forma de decir aquí estamos, a pesar de que nos han intentado
destruir aquí estamos presentes... es como una forma de afirmarnos... (Córdoba, E2)

Martín Beristain & Rieira (1994) reconocen que una buena parte de la
intencionalidad de la represión en contextos de violencia política y violación de los
derechos humanos está dirigida a paralizar, a romper, a doblegar a la gente y sus
procesos colectivos a través del terror y la generación del miedo, tal como se analizó en
el capítulo anterior. Sin embargo, la gente apela a la memoria para vencer el miedo, y
continuar afirmándose. Resistir implica en estos casos, también posicionarse en un
lugar público y enunciar una verdad que se esconde o una realidad que se niega. Y
aún, cuando puede haber intimidación, el proceso mismo ha ido generando
dinámicas que permiten el apoyo mutuo, y a través de éste, la fuerza para
continuar resistiendo:

Dice L.: "es que nos quieren callar, ya con lo que nosotros sabemos, no nos pueden callar".
Entonces, eso nos satisface, pero también entre nosotras mismas tenemos que darnos el apoyo
mutuo, porque si en realidad nos quieren callar, si nos apoyamos mutuamente, a mí me llena de
valor, donde yo hubiera ido sola, yo me quedo sola con eso, pero sí somos dos, pensamos
diferente... (Córdoba, E7)

En el sur de Córdoba ha sido más evidente el juego de presiones y los temores,


puesto que es una región donde el conflicto no disminuyó, ni se ha distensionado, ni
aún en los momentos en que en el resto del país parecía haber calma. Sin embargo, el
proceso público de memoria ha generado experiencias personales y colectivas en las
274
Sentido y propósito de las acciones de memoria

que las mujeres y los colectivos de víctimas pueden sumarse a la


expresión de esta mujer:

...somos más valientes que ellos (lo dice con llanto)... porque nosotras sí podemos trabajar
dignamente para sostener a nuestras familias, en cambio ellos son jóvenes que quieren ir a
buscar una plata sin trabajarla... porque cuando se meten a esos grupos es por eso... y nosotras a
pesar de todo lo que nos han hecho estamos ahí, diciendo aquí estamos, vamos para adelante con
nuestra familia, porque eso es lo que hacemos, no importa lo que tengamos que trabajar, lo que
nos toque, lo que sea, podemos vivir de lo que sea, solamente para buscar la comida, así sea una o
dos veces en el día, pero si lo hacemos, entonces ahí es donde somos valientes... (Córdoba, E9)

Uno de los móviles que subyace a la acción pública de memoria es el deseo de tener
paz en el país, que cese realmente la guerra, que se comprenda el absurdo del conflicto
armado. Por eso, y en lógica de no-violencia, los y las participantes siguen apelando a
llamar a la conciencia de los actores armados para que dejen de matar y para que
puedan contactarse con el horror que han generado, de tal manera que comprendan
que la destrucción no es el camino. Pero de otro lado, esta interpelación a los actores
armados busca también mostrar su injusticia, su abuso, y la ilegitimidad
de sus acciones:

Recordar es que ellos se den cuenta que todo lo que ellos nos hacen lo sentimos; yo recuerdo
cuando en una institución nos dijeron que nosotros por qué hacíamos esas jornadas de la luz,
que si no nos cansábamos y yo les dije que no, que nosotros no nos cansábamos; primero porque
no estamos haciendo mal a nadie y lo que queremos mostrar es que en este municipio pasó algo, y
que si nos quedamos callados es como volverles a decir a los que nos hicieron el daño que no nos
importa lo que nos hicieron y que lo pueden volver a hacer, entonces con esto estamos diciendo
que no estamos de acuerdo con el mal que nos están haciendo... (Oriente, GF4, 2009).

Al mismo tiempo implica poner en lo público un discurso ético que invita al


victimario a la transformación, al arrepentimiento, donde se ha optado por no recurrir
a la venganza, por no aplicar la misma medida. Esto implica un paso cultural
fundamental que rompe la lógica de la justicia por propia mano y la lógica de la ley del
talión, que ha permeado la historia de Colombia. Esta nueva lógica abre puertas
desde abajo, desde las relaciones cotidianas, como forma de resistencia, a una nueva
forma de configurar lo social, lo cual no implica una renuncia a la justicia.

De otro lado, para las Madres de la Candelaria, el centro de su resistencia estriba en


la búsqueda y esta búsqueda es precisamente una afirmación frente al crimen del que
275
Sentido y propósito de las acciones de memoria

fueron objeto sus hijos, esposos y toda su familia. Por lo tanto, el afrontamiento es
más inmediato, más espontáneo, se vive en medio de la ambivalencia que se siente al
observar que sus acciones no logran aún el objetivo de traer a sus hijos de vuelta a casa:
“vivos, libres y en paz”, como reza su eslogan... El siguiente testimonio da cuenta de
esta ambivalencia y de la persistencia en esta lucha:

...y yo me aburro cuando vengo aquí, y no pasa nada... porque no quisiera como recordarme de
eso, como que al estar ahí en el plantón se me remueven las cosas, como que me veo como
cobarde, no poder hacer nada... yo llegó ahí y me imagino que me van a traer una noticia de
ellos, pero cuando llego a la casa que llego como si nada, entonces, yo me aburro... (Madres, E6)

“Cuando el testimonio es de alguien que sufre el dolor, no hay discurso


victorioso que tenga validez”

En el proceso del Oriente Antioqueño se observa un cambio significativo en el


discurso, entre el 2007, donde casi se hacía una súplica a los actores armados para que
cesaran en su actuar violento; y en las entrevistas en el 2011, donde algunos y algunas
participantes manifestaron claramente su intención de denunciar y luchar contra la
injusticia que implica la violencia armada en su contra, convirtiéndose en una
resistencia frente a los llamados falsos positivos del Estado, resistencia al discurso
“pacificador” de los grupos armados, resistencia a la ocultación de la violencia:

…como antes se decía que la violencia traía algo bueno, eso que llamaban la
“pacificación”, pero desde acá nuestra intención es, si se puede decir así, presionar, porque
cuando el testimonio es de alguien que sufre el dolor: no hay discurso victorioso que tenga
validez, porque simplemente podemos decir: “son despropósitos”; no hay actor que en
medio de su triunfalismo pueda decir: “les he traído paz”, porque a través de este proceso
hemos dado un discurso de eso que nos quieren contar de la guerra, que siempre se quiere
contar en las batallas, los territorios ganados, las grandes derrotas sufridas, y la
consolidación total de uno de los actores; y a partir de ahí es que uno escucha los discursos
de las distintas guerras... (Oriente, E12)

Y al ritmo de este proceso, los colectivos en Córdoba comienzan a ver en sus acciones
públicas una forma de poder enunciar lo que pasa en el departamento y llevar
contravía al discurso oficial, especialmente en el gobierno anterior (2002 – 2010), de
negar la existencia del conflicto armado en Colombia:

276
Sentido y propósito de las acciones de memoria

… la violencia no termina, sino que continúa cada día más, se van viendo más desastres,
que de pronto las comunicaciones, de pronto los periódicos, no logren decir en realidad
toda la verdad de lo que pasa en nuestro departamento, pero en nuestro departamento
hay mucha violencia… en muchas localidades las personas se matan o las matan y no
tienen derecho a decir nada… nosotros si estamos haciendo un acto de memoria
mostrando el dolor, mostrando nuestros seres queridos... (Córdoba, E1)

Así pues, es una forma de afrontamiento a la historia oficial, tanto a la pasada, como a
lo que sucede en el presente. En este sentido autores como Martín-Baró (1990a, b),
Gaborit (2006a), Pipper (2004, 2009), Silva (2006), Mendoza (2006) y Pastoriza
(2009) entre otros, afirman que la memoria tiene como propósito fundamental hacer
resistencia a la historia oficial abriendo un canal para que las voces de las mayorías
oprimidas y las víctimas pueda escucharse en un contexto donde se vela, se esconde y
se tapa la realidad de los hechos.

Estas memorias pueden denominarse sin ninguna duda “memorias resistentes”


(Gaborit, 2006a; Lorraine, 2010), puesto que ejercen un poder desde abajo, se
oponen a los discursos monolíticos, y especialmente a la construcción de la historia
oficial, que suele portar significados y sentidos, en donde la historia y la memoria son
manipulados y construidos para defender los intereses de las élites en el poder, para
justificar proyectos de represión o muerte, o para legitimar acciones políticas que
favorecen a algunos sectores de la sociedad. Por tanto las víctimas sobrevivientes no
solamente portan una “verdad” frente a las oficiales, sino que abren espacios para que
sus discursos también circulen y puedan ser expresados en el terreno de lo público,
algo que en muchos casos se ve bloqueado, por el poder político, social o militar de los
actores de poder y los actores armados.

Así pues, las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño y los colectivos en
Córdoba perciben que es una lucha también contra el silencio, pasado y presente, y
frente la historia oficial que trata de representar una realidad ajena a la experiencia de
las víctimas y comunidades afectadas por la violencia. En últimas es una lucha contra
el silencio, es una forma de expresión, de liberar lo que estaba oculto mucho tiempo,
una forma de resistencia que implica hablar, esclarecer, aun cuando haya dificultades,
amenazas y órdenes implícitas o explícitas de no hablar:

...es importantísima recordarla, porque aquellos que se han quedado callados, que matan
a las personas y dicen quedémonos callados, quietecitos, que el cinismo va a llegar aquí,
ellos están cometiendo errores muy grandes, hubo una bomba aquí y quedémonos
quietecitos porque aquí no ha pasado nada... (Oriente, GF3, 2009) 277
Sentido y propósito de las acciones de memoria

En síntesis, algunos procesos donde está implicada la subjetividad de las víctimas, se


convierten en motivación interna para realizar las acciones públicas de memoria. La
dignificación de los seres queridos, el afrontamiento del dolor y la afirmación personal
resiliente, son al mismo tiempo procesos y motivaciones psicosociales que están en la
raíz se la acción pública de memoria y uno de los sentidos subjetivos más importantes
para los y las participantes, tanto los líderes como los de la base social:

Figura 5. Síntesis de los procesos subjetivos implicados en la acción pública de


memoria

Motivaciones de orden
subjetivo para la realización
de la acción pública de Dignificación de los seres queridos
- Limpiar el buen nombre
- Recordar la historia de la vida

Afrontamiento del dolor


- Del dolor privado al dolor público
- Elaboración colectiva de duelo

Afirmación personal resiliente


- Valor y coraje personal
- Confrontación al discurso victorioso con
el sufrimieno.
- Confrontar la historia oficial

Inserción de la historia individual en la historia colectiva

Las historias⁴¹ de las víctimas, narraciones y testimonios contados de forma


performativa, expresiva o narrativa, sientan las bases de un documento. Cualquiera
de estas formas de enunciación, puede tener varias finalidades: conmover, transmitir,
difundir, dar a conocer, en definitiva son historia. Una huella que puede redefinir la
historia que se cuenta desde otros escenarios y que puede ser difundida
en múltiples lugares:

41
En el inglés existe una diferenciación que puede aclarar lo que se quiere referir en este punto: las “story”, es decir, los
relatos propios de la gente, las narraciones, cuentos y anécdotas de la gente, como género narrativo, pueden insertarse
en la “history”, es decir, en el metarrelato construido luego de una reflexión teórica, de una investigación científica. Ahora
bien, de acuerdo con Thompson (1978/1988), Passerini (1991), entre otros, estas “story”, estos testimonios orales, son
una herramienta fundamental para construir la “history”, la historia como relato científico
278
Sentido y propósito de las acciones de memoria

…eso sirvió de mucho para la historia... de pronto la historia de los colegios, de pronto los
mismos campesinos poderla ver y que mucho quedó en la misma asamblea, en los mismos que
sufrieron esa guerra, le sirvió mucho para ellos mismos en su proceso de elaboración... pero
también muchos que tienen la historia ahí, la pudieron contar y se sienten dichosos de que sea
reconocida y haber quedado en la multimedia con la historia de ellos, porque es un recuerdo
para toda la vida es muy hermoso poderlo ver ahí... (Oriente, E19)

Para Jodelet (1998), retomando a Yerushalmi (1982) el sentido de la memoria


tiene, por tanto, dos dimensiones. Para las víctimas no olvidar tiene sentido en la
medida en que les permite conservar las huellas de lo vivido, dar fe, dar testimonio de
lo que pasó, que sí existió, lo que le convierte en sobreviviente. Pero también esta
huella implica una palabra y una voz pública hacia la sociedad, que implica renovar el
recuerdo y mantenerlo vivo en el colectivo; puesto que el olvido se asimila a un crimen
social, un insulto a los muertos, un ataque a la dignidad. No hay nada peor que la
indiferencia y la indolencia social frente a lo que se ha vivido. Por tanto, hay un deber
de memoria (Cfr. Blanco, 2004). No es solamente que sea un camino de sanación
personal y dignificación individual, es una tarea ética y política, que implica a otros en
un deber de solidaridad, en retomar la bandera de la justicia anamnética, en un deber
de educación, de tal manera que esta memoria colectiva “asentada sobre el trabajo
activo de los estados emocionales y de la identificación con las víctimas se convierte en un
arma contra el poder engañoso y soporífero de la historia oficial” (Jodelet, 1998, p. 231;
cfr. Reyes Mate, 2003, 2008):

...aquí se puede escribir, se pueden sentar precedentes, si... y de que eso quede en la historia, que
eso nunca se olvide, hacer memoria... A mí me parece que es una forma de no olvidar, porque
uno hace esos actos que han salido en el periódico, que repercuten así en la sociedad, a pesar de
que es un grupo pequeño, pero que nosotros sabemos que eso va creciendo, y yo sé que algún día,
esto quedará para la historia. (Córdoba, E2)

Cuando la guerra ha sido contada por las voces de los vencedores produce un tipo
de relato triunfal, semejante a los discursos de la memoria desde el registro identitario,
discursos desde el poder que exigen acatamiento y sumisión, credulidad y reverencia a
la autoridad, sea esta política, científica o religiosa. Pero, por su parte, las voces de las
víctimas, en un registro resistente, presentan un relato de la derrota, de lo padecido,
del dolor, pero también de sus sueños, luchas y reivindicaciones, es decir, de lo
innombrable que se hace presente cuando emerge su voz, la propia historia relatada,
que se hace memoria colectiva, que puede llegar a ser memoria histórica:

279
Sentido y propósito de las acciones de memoria

…bueno, queremos hacernos un relato desde las víctimas, que es lo que hemos encontrado como
intencional en todas las personas que han venido participando aquí con ASOVIDA en el
proceso del Salón del Nunca Más; es ese relato que no es el que siempre han dado los vencedores; y
entonces, en algún momento desde la organización, decimos que las víctimas también tenemos
voz, podemos relatar la guerra, como ese tercer actor que nunca es tenido en cuenta y que se cree
que simplemente son unidades, fichas que caen bajo la marea de la violencia y se convierten en
la espuma de la violencia... (Oriente, E12). No se puede silenciar esa historia y tenemos que
hacer memoria, una memoria histórica... (Córdoba, E11)

Se subvierte la historia oficial⁴² a través de las otras versiones, las que estuvieron
relegadas durante tantos años, las de las víctimas. Ahora bien, con el testimonio los y
las sobrevivientes hacen posible que su historia individual entre en interacción con la
historia, y a cada nuevo testimonio la historia va tomando nuevos matices, nuevas
formas, en un “trabajo de restauración de la historia, cuyo resultado lleva al sujeto a
situarse como agente de la historicidad; una transformación de su relación con las normas
sociales y una lucha contra las diferentes formas de poder que se encuentran en el origen de
las violencias humillantes” (Cyrulnik, 2006, p. 136).

Apelar a la historia individual como referente y como contracara de la historia


oficial, implica apelar al testimonio como fuerza ética, como una forma de expresión
de la verdad que es complementaria y, en muchos casos, contradictoria a la de la
historia oficial:

...desde Bogotá ha venido gente y me han tomado el testimonio, con eso yo me siento muy
animado, que no estoy solo del todo... pienso que dando testimonio público se pueden conocer
las cosas, la realidad de lo que nos sucedió, la inconformidad que sentimos... Expresar lo que yo
siento. (Oriente, E3)

Una forma de elaboración del dolor en las víctimas, sobre la cual existe el derecho
de ser revelada, contada, incluso en el terreno judicial. Hablamos aquí del papel
moral de la memoria en una sociedad: puesto que tiene un papel fundamental en la
dignificación de las víctimas: nombrar lo innombrable (Villa, et al, 2007), tomar
conciencia del horror, suscitar solidaridad. Todo ello es una tarea de las víctimas. No
se puede esperar ni del Estado, ni del resto de la sociedad. Siguiendo a Ricoeur
(2003) la memoria como expresión subjetiva, como narración de una experiencia
vivida, como palabra de la víctima que testifica y da fe de lo vivido debe ser acogida en

42
Martín- Baró, 1990; Schmucler 1996; Piper, 2004; Mendoza, 2006; Pastoriza, 2009
280
Sentido y propósito de las acciones de memoria

un terreno moral (puesto que habla del mal que se ha hecho y no puede justificarse
bajo ninguna circunstancia) y en un terreno político, puesto que la violencia, la
violación de los derechos humanos y los crímenes de guerra y lesa humanidad no son
legítimos para alcanzar ningún fin, por loable que se presente ante la sociedad:

...uno está hablando ahí lo que le ha pasado, contándoselo a la gente, y piensa: ¿Si será que me
creen esta historia que estoy contando? Yo creo que sí deben creer lo que uno cuenta, porque uno
qué se va a poner a inventar, ni a hacer películas en la cabeza ¡No! Uno cuando cuenta una cosa
es porque es cierto.... yo digo que no sienten el dolor que uno sintió, pero entonces que por lo
menos vean que sí es cierto todo lo que nos pasó, que no es mentira... porque mucha gente dice
que es mentira lo que nos ha pasado... no vamos a lograr que nos tengan compasión, pero que sí
se cercioren que es cierto lo que pasó, que no son mentiras... (Oriente, E2)

Estas palabras evocan a Primo Levi (1962 / 2008), a Jorge Semprún (1995/2007)
remembrando la memoria del olor del crematorio: el olor de la muerte. Al final, el
testimonio invoca al otro, invoca la escucha: “por favor, créame, yo estuve ahí”, dice el
testigo (Ricoeur, 2003). No es el escenario de la verdad positiva, es el escenario de
verdad que devela, que narra y que es sincera, el escenario de la rectitud (Habermas,
1988); es el testimonio de los sobrevivientes (la voz singular, que trasciende los
procesos generalistas y explicativos de la historia) el que nos pone en otro lugar, es
decir, la memoria se sitúa en un plano diferente del conocimiento: en el lugar ético y
moral (Agamben, 2009). Pero precisamente por tener este carácter tiene una fuerza
que invoca el reconocimiento social.

Sin embargo, es claro que los procesos de memoria en las tres regiones y colectivos
estudiados, aún están en una fase declarativa en la que se construyen memorias
colectivas. Pero no logran fijarse como una narración que define claramente los
actores, los hechos y los responsables. Aún falta mucho en estos procesos para que la
gente decida dar el paso a un testimonio que se convierta en parte de una comisión de
verdad o una acción judicial, puesto que el nivel de control y dominación de actores
armados en las tres regiones dificulta esta dinámica, tal como lo afirma esta persona
experta que se ha acercado a estos procesos en la región del Oriente Antioqueño:

Pero cada una de estas experiencias tiene un común denominador, pasan de largo por el contexto
y el reconocimiento de los autores de los hechos; es así como se reivindica individualmente cada
víctima, sin enumerar ni nombrar a los responsables de cada victimización. Y si se nombran, se
hacen sin construir colectivamente una reflexión sobre el contexto, y sin visibilizar este contexto
en los proceso de memoria y las razones que emergen cuando se trata de descubrir la verdad
281
Sentido y propósito de las acciones de memoria

sobre el por qué ocurrió lo que ocurrió, a esto es que se hace referencia cuando se dice que la
construcción de las iniciativas de memoria del Oriente aun no construyen memoria histórica
toda vez que no tratan de descubrir la verdad de los acontecimientos... (C.1)

Aunque tímidamente se han dado pasos de acciones de memoria performativa, a


acciones de memoria documento, todavía no se consolida en los tres colectivos
analizados una dinámica que realmente confronte abierta y definidamente la versión
de la historia oficial. Y sin embargo, cada acción de memoria y cada testimonio de las
víctimas es una acción de resistencia y de enunciación de esa otra historia que desde las
condiciones y posibilidades reales de la gente, reta esa historia oficial.

Memoria pública y reconocimiento social

En un primer momento, el reconocimiento social implica que otros y otras, se den


cuenta de la existencia de los hechos, que sí ha “pasado”, que hay víctimas, que hay
dolor, que hay rupturas; también: qué y cómo han sucedido estos hechos, puesto que
desde la historia oficial, muchos se han ocultado y el municipio, la región y el país han
vivido como si no hubieran existido. Como lo afirma Van Zyl (2008) La memoria
debe conducir a una “nueva verdad oficial”, puesto que se debe “inocular en las nuevas
generaciones una vía contraria al revisionismo histórico y empoderar a los ciudadanos para
que reconozcan y opongan resistencia a un retorno de las prácticas abusivas” (p.19);
porque da voz a las víctimas y hace pública su voz. Su testimonio puede contribuir a
refutar las mentiras oficiales y los mitos relativos a las violaciones de los derechos
humanos. Esto implica dos dimensiones: en primer lugar visibilizar la propia
realidad, y en segundo lugar sensibilizar sobre la misma, para lograr el
reconocimiento, aún en medio de adversidades y oposiciones que se presentan en un
contexto de conflicto.

“Las estropeadas de la guerra, que estábamos escondidas, pero que ya estamos


saliendo”: Visibilización de las víctimas

La primera estrategia para lograr este reconocimiento social es visibilizar la realidad


de las víctimas. A nivel político implica realizar una oposición a los discursos oficiales
del gobierno local, departamental o nacional, según el momento histórico y el
gobernante. A nivel social implica un llamado para romper la indiferencia y la
282
Sentido y propósito de las acciones de memoria

indolencia, además de una invitación a la solidaridad y a la “con-dolencia” con la


experiencia que se ha vivido; por lo tanto, un propósito fundamental para las víctimas
de las tres regiones estudiadas es el de hacer visible a la sociedad su experiencia, la
misma que desde el poder, en algunos momentos, se ha querido negar:

…visibilizar lo que nos tocó vivir, porque si no lo visibilizamos, queda en el anonimato.... mire
que Uribe primero decía que víctimas no había, los mismos alcaldes decían aquí en el oriente
, que aquí casi no había víctimas... (Oriente, E1)

Puesto que no se trata de una realidad inaccesible, sino una sobre la cual se realiza
un juego de información, un efecto de velo que cubre la realidad y que se esconde,
diluyéndose para que no se pueda ver o se convierte en tabú: es algo de lo cual no se
puede hablar, es peligroso hablar. Esto implica que la acción resistente de las víctimas
permite hacer visible lo que se hizo invisible, puesto que a través de esta acción se
posibilita un primer nivel de reconocimiento. La demás gente en el pueblo y en la
región comienza a tomar conciencia de la existencia de aquello invisible, de aquello no
nombrado y ocultado:

…pues, de ser más reconocidos, nos hemos visibilizado… para que se sepa que en el pueblo sí hay
muchas víctimas, que sí hubo mucha violencia, para confrontar a los que decían que en el
municipio de Guarne no había ni una víctima, y sí las había... (Oriente, E16)

La memoria de las víctimas es una “memoria silente” (Páez, Basabe & González,
1998) que emerge en un momento en el que se pueden encontrar las personas, los
sujetos, para narrar su propia historia. Si en un principio el silencio era una forma de
protección y afrontamiento para las víctimas, y un lugar cómodo de no confrontación
para el resto de la sociedad y para los victimarios, a largo plazo la palabra compartida es
fundamental para superar no sólo las marcas que pueden dejar estos hechos en la
subjetividad (Páez, Basabe & González, 1998); sino también, y dando un paso más, la
“publicación” de sus historias, el pasar a lo público, rompen con la conspiración social
de silencio que se ha establecido en lo colectivo; lo cual implica un llamado ético a la
sociedad para que tome conciencia de las consecuencias del conflicto armado, para
salir de la in/dolencia, para que lo que estaba invisible, se haga visible:

...En El Peñol todo este movimiento que se ha hecho, hace visible todo el sufrimiento causado por
muchas muertes que se quedan como ahí y hay personas que ni siquiera se dan cuenta, entonces
en este movimiento uno le hace sentir a las instancias del gobierno para que se den cuenta del
daño causado, desplazamientos, desapariciones, las muertes selectivas, todo eso; porque ellos
283
Sentido y propósito de las acciones de memoria

piensan que no ha sucedido nada, y en cambio con toda esta memoria y todo lo que se ha
recogido, todo lo que podamos aportar para que el gobierno se dé cuenta de tanta injusticia…
( O r i e n t e , G F 3 , 2 0 0 9 )

El complemento de este reconocimiento pasa por una memoria que permita


clarificar los hechos, darle un curso en la historia, identificar actores, incluyendo las
responsabilidades del Estado, manifestar públicamente la existencia de unos hechos
que son parte de la historia del municipio, de la región, del país, para que la historia sea
diferente en el futuro. Esto ha implicado, precisamente que se dé ese reconocimiento
social, y con él, que las víctimas se vayan sumando cada vez más a este tipo de acciones,
“que salgan de su escondite”, como lo afirma una de ellas, que puedan hacerse visibles
en sus localidades, nombrarse a sí mismas, identificarse, salir del anonimato, del
aislamiento y de la postración, hacia una postura proactiva y asertiva en medio de su
comunidad

...yo creo que se puede hacer visible el problema que está oculto, que es que la mayoría de la gente
dice que no es culpable de la muerte, y como no van a ser culpables si la mayoría fue por parte de
ellos, y él dice que no se hace culpable, ni responsable, porque cree que nosotros no sabemos las
cosas, y a raíz de estos talleres hemos descubierto todas estas cosas, que la mayoría de las muertes
vienen por parte del Estado... (Oriente, GF3, 2009).

Estas acciones, en efecto, han logrado en muchos sectores de la sociedad local, e


incluso nacional, un reconocimiento al trabajo, al proceso y las capacidades de
afrontamiento y resistencia de los colectivos de víctimas estudiados. Cabe resaltar
que la persistencia, la insistencia y el no desistir de las organizaciones de víctimas
durante varios años, ha posibilitado un escenario donde tanto las autoridades locales,
como las instituciones de la sociedad civil, no han podido continuar indiferentes ante
sus acciones, ante su palabra, ante su testimonio.

Este reconocimiento colectivo incluye también a las instituciones locales. El


primer impacto en estas organizaciones es el reconocimiento de una realidad que
estaba oculta, la cual se descubre en algunos momentos con sorpresa y solidaridad, por
lo que se brinda respaldo y se les reconoce su labor. Lo cual, al mismo tiempo se
convierte en una forma de retroalimentación positiva que fortalece el proceso, puesto
que se experimenta orgullo, satisfacción y dignificación:

...los plantones es algo que ha sido y es muy visible para madres de la Candelaria, gracias a ellos
se hizo visible, fuimos premio nacional de paz en el 2006, yo estaba orgullosa de estar ahí ese día
284
Sentido y propósito de las acciones de memoria

y para mí fue muy grande; y gracias a esos plantones, gracias a esas marchas largas... porque
aquí en el país, no se veía lo que había pasado, y por nuestros plantones ya se puede ver lo que ha
pasado aquí, que esto no es mentiras, que esas fotos no las sacamos nosotros de la nada…
(Madres, E2)

Salir a la luz, hacerse visibles, es un acto de resistencia en un contexto donde el


conflicto permanece y donde se han presentado 59 asesinatos a miembros de
organizaciones de víctimas en el país, desde el año 2008⁴³, cuando en el departamento
de Córdoba el conflicto armado ha mantenido los niveles históricos y no ha
menguado, donde cualquier organización de la sociedad civil se pone en la mira de los
grupos paramilitares; o en la ciudad de Medellín, donde el conflicto se mantiene en los
barrios.

Es decir, hacer memoria tiene que ver, no solamente con una acción hacia el
pasado, sino también hacia el presente. Por esta razón, este tipo de relatos, acciones de
memoria y testimonios los denominan Zembylas & Bekerman (2008) “memorias
peligrosas”, es decir, aquéllas que por su potencial pueden desenmascarar o
desacreditar un poder de dominación que en su narrativa se ha autojustificado. Estas
memorias, son las de las víctimas, las comunidades amenazadas, que buscan un
sentido de identidad común, como forma de resistencia frente a episodios de división
y conflicto que desde el poder pretenden ser sumidos en la negación o el olvido.

“Así digan que somos unas locas”: Buscar el reconocimiento en medio de


múltiples oposiciones

La búsqueda del reconocimiento social ha pasado por múltiples oposiciones. No


ha sido una tarea monolítica ni lineal, tiene altos y bajos, y en muchos casos implica
confrontación y capacidad de resistencia; puesto que las organizaciones de víctimas no
han contado con un apoyo unánime de parte de toda la población. De allí que se
hayan tenido que ir ganando los espacios, tanto ante la sociedad civil, como frente al
Estado. El resto de la sociedad local y el Estado se mueven más en la lógica de pasar la
página rápido y no encerrarse en recuerdos que traen dolor o pueden dar “mala
imagen” al municipio, al país. Mientras que las víctimas procuran hacer visibles los
hechos, generar una sensibilización que permita la solidaridad y la construcción de

43
Información de la asociación nacional de víctimas para restitución y el acceso a tierras “Tierra y Vida”

285
Sentido y propósito de las acciones de memoria

una historia compartida que incluya sus relatos y los hechos por los que ha
atravesado el municipio.

Según Jodelet (1998), desde un punto de vista psicosocial las acciones públicas
que mantienen viva la memoria reactivan emociones en el resto de la sociedad, lo que
posibilita una identificación con el sufrimiento de las víctimas, esto resulta ser una
oportunidad para construir un sentimiento colectivo, que permita la movilización de
la solidaridad y la validación social de los relatos alternativos a los de la historia oficial.
Esto no se hace sin conflicto y sin una lucha permanente por abrir el espacio para
hacerse escuchar (Jelin, 2002a):

...yo quiero decir que antes de formarse la asociación de víctimas fue un proceso muy duro; ya
que no nos apoyaban, nos decían para qué eso, no van a salir adelante... (Oriente, GF1, 2009).
Yo creo que piensan que uno está loco porque sale con la luz a andar por la calle, pero es que uno
no está loco, lo único que uno está haciendo es recordando a los seres queridos...
(Oriente, Gf2, 2009).

Por esta razón, también se ha dado cierta oposición a este proceso: “quienes han
tenido graves responsabilidades en la violencia contra la población civil y, en general, la
historia oficial de muchos países, han tratado de promover el reparto de responsabilidades
entre todos y todas, y recetar el olvido como la fórmula para la reconstrucción” (Martín
Beristain, 2008, p. 329). Por esta razón, la permanencia en el tiempo, la persistencia,
de estas acciones públicas de memoria, posibilita que las organizaciones se encaminen
a luchar contra la impunidad, como se verá más adelante. La acción pública significa
que no están derrotadas y que todavía tienen la fuerza para permanecer en el tiempo y
lograr sus objetivos.

La oposición al proceso y a las acciones de memoria, en algunos momentos,


intentaron bloquear la experiencia, desacreditarla, porque no se comprendía lo que los
y las sobrevivientes estaban haciendo públicamente. En el primer caso, se puede llegar
incluso a tratar de “locos” o “locas” a quienes están desplegando esta dimensión
colectiva de la memoria. Las Madres de Plaza de Mayo, también fueron llamadas de la
misma manera (Sarlo, 2009); sin embargo, su lucha puso en evidencia una realidad
que se quiso negar desde diferentes sectores de la sociedad, llegando a ser un hecho
incontrovertible. De igual, manera y tal como se ha dicho, en Colombia la realidad de
las víctimas y del horror es imposible de esconder; aun así, la gente ha tenido que
afrontar este tipo de señalamientos:
286
Sentido y propósito de las acciones de memoria

…ahora lo que le dicen a uno es que si está loco, que si será que en estas organizaciones nos van
hacer a volver a vivir los hijos, que si es que queremos que nos van a tapar de plata; entonces la
gente es como esquiva a lo que nos pasa a nosotros, como que no se sienten víctimas...
(Oriente, E10)

De acuerdo con Elizabeth Lira (1990b) del lado de los victimarios y las personas
que han estado detrás de éstos, es obvia la necesidad de pasar la página y construir una
historia oficial que mitifique o justifique los hechos. De parte de la sociedad, el
mecanismo que funciona es ”la desmentida” (Käes & Puget, 1991), donde se sumerge
a la sociedad en general, y particularmente a las personas que no viven directamente
las acciones violentas en un marco de realidad donde se satura a la gente de imágenes,
que surten un efecto de insensibilización progresiva y sistemática frente al dolor; sin
lograr generar una reflexión sobre estos hechos, sino, por el contrario, aumentar los
niveles de polarización social para encauzar en un bando al mayor
número de personas.

Es el mecanismo por el cual, el grueso de la población, puede continuar sus vidas


sin preguntarse por las consecuencias de la violencia. Aunque la gente sabe que están
sucediendo cosas, desmiente esta realidad, le quita valor e importancia, vive como si
no sucediera nada fuera de lo “normal”, aceptando otra versión de la realidad,
generalmente, la que se ofrece mediáticamente. Es más, podría decirse que percibe
otra realidad, porque no soporta el peso que implica ver y sentir el dolor que genera la
guerra, ya que estos hechos siempre generan un cuestionamiento a la propia vida, a los
estilos de vivirla, a la identidad misma (Villa, et al, 2007):

...yo les digo que no nos preocupemos, siempre habrá gente indiferente… Hay personas que las
cosas no los mueven, que lo que se haga no les importa, hay gente también así, como también hay
gente que los mueven y los sensibilizan con lo que se hace… En algunas partes las instituciones
dicen pero ¿para qué recordar y revivir el dolor? Dejemos esto quieto y sigamos adelante...
(Oriente, GF4, 2009)

Esta denegación de una realidad no implica que no haya conciencia de la misma,


sino que aun sabiendo que ésta existe, se hace como si no; es decir, se vive o se intenta
vivir haciendo caso omiso a esta experiencia. Es mejor pensar que no pasa nada o que
el país está muy bien, o que la guerra es un asunto del pasado, o que lo que sucede está
muy lejos y no puede tocarme. Es el mismo mecanismo por el cual, como se veía en el
capítulo anterior, mucha gente vino a tomar conciencia de la violencia política y del
conflicto armado, solamente cuando fue tocada por el mismo. Así pues, la acción
287
Sentido y propósito de las acciones de memoria

resistente de la memoria permite romper con esta denegación y esta desmentida


poniendo frente a la mirada, a veces impávida, de la sociedad entera, unos hechos y
unas realidades con las cuales no se quiere asumir un compromiso,

...cuando nosotros logramos construir el telón de la memoria de Aquitania, nosotros invitamos


una vez a la colonia de Marinilla, y les expusimos el tema del telón... y un profesor, que se vino
de allá cuando apenas estaba comenzando, cuando apenas había unos 10 muertos en
Aquitania, él logró venirse antes de que ocurriera todo lo demás... cuando él lo vio dijo
admirado: "¿son tantos los muertos?", Él se quedó sorprendido porque no sabía que eran tantos
. (Oriente, E1)

Las cifras del conflicto colombiano son confusas, sin embargo, cada vez que se
producen nuevos datos estadísticos, pareciera que la realidad superara a la ficción; y a
mayor profundidad en la investigación emergen nuevos datos y hechos que llevan la
dimensión del horror a cifras inimaginables. Pero la cifra sigue siendo un dato frío y
seco, por eso, la memoria tiene un función de sensibilización, que denominaré
“incidencia social”, es decir, la posibilidad de llamar la atención de una sociedad que se
niega a ver y desmiente su propia realidad.

Subyace también a los relatos que se oponen a los procesos de memoria de las
víctimas, otro razonamiento: ¿para qué volver al pasado, si ya pasó lo que pasó? ¿Acaso
con eso se vuelve a revivir a los muertos? Es el razonamiento que invita a pasar la hoja,
a dejar atrás los hechos para concentrarse en el futuro. Frente a esto pareciera que la
respuesta de la gente es la de persistir. Y esta persistencia se materializa en seguir
insistiendo con las acciones de memoria para sensibilizar y lograr el apoyo al
movimiento; lo que ha implicado que algunos de los críticos se hayan terminado
acercando, que hayan preguntado y que se haya podido explicar el sentido de las
acciones, y con ello, alcanzar ese objetivo buscado: el reconocimiento social,

...Los actos públicos de memoria los hacemos juntos todos los grupos y le han servido a la
sociedad, porque se está dando cuenta; porque es obvio que yo recuerde a mi hijo todos los días,
pero en mi casa; pero en un acto público de memoria, yo estoy haciendo público mi dolor y eso es
lo satisfactorio de los actos de memoria, porque una persona la recuerda, pero lo que se quiere es
que los demás se enteren de lo que está pasando. Y nosotros nos hemos dado cuenta que sí se logra
, porque cuando nos ven hay gente del ejército, hay gente de la administración, de la policía y hay
gente que uno sabe que han estado en ese cuento, nos ven pasar, y ellos nos pueden ver y pueden
darse cuenta y ahí ellos también están recordando... (Córdoba, E11)

288
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Esta reflexión permite abordar una pregunta clave: ¿Qué hace posible, qué
mecanismos pueden implementarse para que un movimiento social de memoria
pueda lograr posicionar sus relatos y sus puntos de vista en un marco colectivo? Para
que la memoria de los movimientos sociales, de las víctimas y de otros grupos
excluidos o marginados de la sociedad puedan entrar a disputar sentidos en el
escenario de lo público, es necesario que tengan presentes algunos elementos que
puedan posicionar sus narrativas y relatos. Hay dos puntos de vista diversos pero
complementarios al respecto: de acuerdo con Jeffrey Alexander (2004b) una memoria
se logra posicionar cuando logra una extensión simbólica (que implica el
reconocimiento del hecho como referente para un colectivo) y la identificación
psicológica (en la que se convoca a los sujetos que escuchan a que se identifiquen con
el relato de memoria que se realiza).⁴⁴

Ahora bien, cuando las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño, las
Madres de la Candelaria, y los colectivos en el sur de Córdoba asumen como propósito
el reconocimiento social, están buscando precisamente que esta memoria perdure y
que se pueda dar ese proceso de identificación con ellas. Así pues, este aspecto es el que
se promueve cuando se busca que la comunidad, la sociedad pueda “con/dolerse”,
pueda hacerse partícipe de su experiencia y se solidarice con lo que han vivido:

...cuando nosotras estamos haciendo un acto de memoria estamos arrojando eso que nos ha
pasado a nosotros y lo estamos mostrando delante de un público para que ese público, aunque no
les haya pasado lo que nos ha pasado, sienta el dolor que nosotros sentimos y por eso yo te digo que
sí es importante un acto de memoria, ¿por qué? Porque nosotros queremos que el corazón de
aquellas personas se ponga en el lugar de nosotras, entonces sí nos ha servido mucho...
(Córdoba, E1)

Así pues, a raíz de estos procesos, se han logrado superar estigmatizaciones,


señalamientos y marcas, las víctimas y sobrevivientes han sentido que pueden
44
El autor (Alexander, 2004b) afirma que este proceso fue el que se vivió en la dinámica que constituyó el movimiento
mundial de memoria del holocausto, como el movimiento sociopolítico que logró ubicarlo como un referente simbólico del
mal en la sociedad moderna (Cfr. Bauman, 1988, Adorno, 1967; etc.), logró la identificación psicológica con la técnica de la
personalización, que implicó la publicación de múltiples testimonios personales que logran dramatizar los hechos y
generar una vía de comunicación con las personas concretas; el símbolo prototípico de este proceso, fue el “Diario de
Anna Frank”. De esa forma el holocausto, de no ser nombrado entre el final de la guerra y los años 60, se convirtió en
referente definido del mal radical, ya en los años 80. Por su parte Armstrong & Crage (2006) se centran en los hechos que
pueden ser referentes de memoria colectiva y definen una serie de variables, teniendo en cuenta que puede haber hechos
significativos similares; ellas se preguntan por qué algunos pueden pasar a la memoria colectiva y otros no. Definen tres
condiciones fundamentales: la 'capacidad mnemónica', que es la posibilidad que tiene un grupo para posicionar su
situación y hacer visible el hecho política y mediáticamente, es decir, el poder del movimiento social. 'La resonancia', que
es la capacidad de conectar con la audiencia, tocar sus emociones y su sensibilidad, ofrecer un referente de identificación.
Finalmente, la capacidad para que perdure que pasa por la creación de símbolos y ritos que puedan perpetuarse y que
puedan “cubrir” otros significados a lo largo del tiempo, hasta que el relato, el hecho, el evento, el símbolo cumplen un
papel de referente histórico, es decir que los sujetos que escuchan o vean puedan asumirlo como referente identitario.
289
Sentido y propósito de las acciones de memoria

integrarse a la vida de la comunidad de una manera más serena y tranquila; lo cual


rompe su aislamiento y temor, en una experiencia de sentirse iguales a los demás. En
algunos casos se ha logrado incluso un proceso de identificación con las
organizaciones, aceptando que la etapa más fuerte del conflicto armado, terminó
afectando a los municipios (En Córdoba y Oriente Antioqueño) en su totalidad, aun
cuando no se tuvieran en la familia, víctimas directas. La zozobra, el miedo, el pensar
todos los días que se podía ser la siguiente víctima tuvo un impacto muy fuerte en la
vida comunitaria y en las solidaridades de la población, tal como lo reconoce Lira
(1990a), en torno a una sociedad, cercada por el terror, lo que ha contribuido también
a una mayor sensibilización con los procesos de víctimas de lo local:

En todos los campos sirve... incluso del pueblo, yo no hablo solamente de lo personal, sino en todo
el entorno. Le puedo decir que en el pueblo la gente se ha vuelto más sensible, de pronto éramos
tan insensibles ante el dolor del otro, se decía: "como a mí no me ha pasado", pero ya la gente se
pone de pronto en el lugar del otro, luchan de pronto más, hay más unión, se sigue luchando más
por conseguir que a las víctimas se les escuche y se les den sus derechos, que se le restablezcan;
entonces, a nivel de comunidad acá, del municipio hay una sensibilización total.
(Oriente, E13)

Según Jodelet (1998) la memoria como proceso que implica una sensibilización
social da la oportunidad al resto de la sociedad de identificarse y solidarizarse con las
víctimas y sobrevivientes. Y de esta solidaridad se abren los espacios narrativos,
políticos y sociales, para que otros relatos alternativos vayan permeando el imaginario
social, poniendo en evidencia que la capacidad mnemónica y el poder de extensión
simbólica de estos colectivos puede impactar en el nivel local y en el nacional,
logrando un reconocimiento que posibilita la incidencia social y política:

Y desde lo social, es mostrarle a los otros, lo que es la desaparición forzada, lo que es el dolor que
causa, es compartir el dolor con los otros, porque muchas veces cuando yo estaba allá en los
plantones, llegaban personas y reconocían a algunos de los muchachos; entonces las personas
empiezan a reconocer la organización Madres de la Candelaria, empiezan a darse cuenta que
hay otras personas exigiendo unos derechos y así es que se hace el trabajo. Para mí los plantones
han sido importantes en la incidencia social, a la vez política, porque eso llama la atención: ver
un grupo de madres en una iglesia como la de la Candelaria, en un lugar donde pueden tener
todo el reconocimiento... (Madres, E5)

Lograr la solidaridad del resto de la sociedad es un logro fundamental que


describen los y las participantes y se convierte en una forma de afirmación de su
290
Sentido y propósito de las acciones de memoria

capacidad mnemónica, de su capacidad de extensión simbólica y de resonancia


(Alexander, 2004b; Amstrong, & Craig, 2006) en lo local. Sin embargo, puede
afirmarse en este punto, que esta capacidad y este poder son limitados, puesto que la
capacidad mnemónica de estos colectivos de proyectar sus relatos en un campo más
amplio sigue dependiendo de múltiples factores: la financiación de sus proyectos (tal
como se verá más adelante), las condiciones políticas, el balance entre amenaza,
vulnerabilidad y capacidad de afrontamiento que cambia, según cambia la dinámica
del conflicto armado; pero también, la indolencia y la indiferencia de la sociedad, que
siguen siendo significativas.

Finalmente, y en el caso de los desaparecidos, el propósito de tener un


reconocimiento social, también está relacionado con la búsqueda del ser querido. Se
aplica este razonamiento: “si nos conocen, si saben que existimos, si saben que hay
desaparecidos, pueden sensibilizarse para ayudarnos en la búsqueda, para hacer un
esfuerzo en identificarlos si están en algún lugar...”. Este razonamiento, forma parte
de la dinámica psicosocial que se ha venido describiendo a lo largo del texto: ese duelo
abierto, esa esperanza permanente, esa zozobra constante y ese deseo de encontrar
algún sentido a lo que ha pasado en el proceso de búsqueda. Así pues, la búsqueda
termina siendo el referente fundamental de todas las acciones. Y este llamado se hace
por todos lados, en todos los lugares, a todos los actores, incluyendo los actores
armados; por todos los medios, en todas las ocasiones. La presencia ausencia o la
ausencia presente descrita en el capítulo anterior se hace evidente en estos propósitos y
en esta lucha permanente, que implica asumir riesgos y hacer lo posible y lo imposible
para tener alguna respuesta:

…el objetivo de esto es para que si la gente que estén escuchándonos, uno siempre piensa que
alguien puede llegar y mira tal fotografía y la reconozca, porque muchos han arrimado y dicen
: "ve, yo conozco a fulano, o yo conozco a Sutano...", entonces gritamos eso para que la gente nos
ayude y esté con nosotros en ese dolor que tenemos... (Madres, E3)

A manera de síntesis

La categoría de incidencia social establece un puente entre los objetivos, propósitos


e intereses ligados al nivel personal y familiar, con el nivel político y jurídico. Esto
implica que uno de los escenarios hacia donde se dirige la acción pública de memoria
es la sociedad, tanto en lo local, como en lo regional y nacional. Ahora bien, el
291
Sentido y propósito de las acciones de memoria

concepto de sociedad se extiende de los y las participantes, al resto de la población, es


decir, los que no son, no han sido víctimas directas de la violencia política. Así pues, se
apunta a la población en general, por eso, se incluye con frecuencia en esta lucha por el
reconocimiento, a instituciones, vecinos, comunidad internacional e, incluso,
actores armados.

Para ello, las víctimas han utilizado estrategias de tres tipos, según la tabla a
continuación: en primer lugar, comunicativas, que hacen referencia a la capacidad de
dar a conocer lo que ha sucedido, las historias, los relatos y los hechos, lo que permite
el conocimiento de los hechos. Estrategias performativas, ligadas a la expresión
simbólica y lúdica, que apuntan a la emoción del “auditorio”; es decir, a convocar a
quienes observan y escuchan para generar una identificación con la experiencia
emocional de las víctimas, este es el escenario que convoca y provoca la solidaridad de
la colectividad. Y finalmente, estrategias de afrontamiento y resistencia, que implican
una mirada a largo plazo, de persistencia e insistencia en el posicionamiento de los
contenidos de memoria, con el fin de afrontar las críticas, estigmas, señalamientos y
oposiciones que se suscitan a partir de la misma comunidad, pero en especial de las
élites y el Estado. Este proceso de incidencia social, es lo que conduce a un
reconocimiento social y a la posibilidad de insertar la memoria de las víctimas dentro
de la memoria colectiva, con el fin de trabajar para la no repetición y la transmisión de
estas narrativas a las nuevas generaciones.

Tabla 5. Estrategias de memoria


Estrategias de memoria utilizadas por las víctimas para la incidencia
social en relación con categorías de investigaciones previas sobre memoria
Estrategias comunicativas:
Capacidad Mnemónica (Armstrong
- Sensibilización y visibilización y Crage, 2006).
- Abrir espacios para hablar y contar (palabra compartida)
- Insertar la historia individual en la memoria colectiva: el Extensión simbólica (Alexander,
testimonio 2004b)
- Publicar los relatos y narraciones
Estrategias performativas: Resonancia (Armstrong y Crage,
2006)
- Estrategias simbólicas y lúdicas para generar
identificación Identificación Psicológica
- Invitar a la condolencia y la solidaridad (Alexander, 2004b)

Estrategias de Afrontamiento: Perdurabilidad (Armstrong y Crage,


- Persistencia en la acción pública: en el espacio, en el 2006)
tiempo y en la posibilidad de ritualización
- Resistir a la crítica, la estigmatización y el señalamiento Emprendedores de memoria (Jelin,
2002a)

292
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Uno de los propósitos de esta acción de incidencia social se dirige a construir una
conciencia colectiva que promueva un compromiso con la no repetición, vista más
como proceso psicosocial y sociopolítico, que como un derecho por el cual se lucha.
El siguiente apartado da cuenta de los relatos que los y las participantes desarrollaron
en torno a la búsqueda de no repetición y su respectivo análisis.

Búsqueda de no repetición

En el Oriente Antioqueño, en el imaginario de la gente, la conciencia de haber


disminuido el conflicto armado, por lo menos la intensidad del mismo y sus
manifestaciones más bárbaras, es una constante. Por esta razón, se movilizan para que
no haya repetición. A lo largo de este numeral se podrá ver que esto también tiene
matices que se mueven desde una búsqueda concreta y realista, hasta una mirada
movida por el deseo idealizado. Este relato de una mujer de base, de la asociación de
víctimas del municipio de Sonsón puede recoger esta idea, puesto que desde un lugar
muy primario, sin rodeos conceptuales y sin un marco político muy amplio puede
enunciar esta lucha por la no repetición:

...no quiero más repetición, no más... estamos luchando para que con las acciones que estamos
haciendo no haya repetición, me siento luchando para que no haya más, no queremos más
madres, más padres llorando, derramando lágrimas sobre sus hijos, como las hemos derramado
nosotros, no quiero más, yo no quiero más... (Oriente, E32)
madres, más padres llorando, derramando lágrimas sobre sus hijos, como las hemos derramado
nosotros, no quiero más, yo no quiero más... (Oriente, E32)

En el caso de las Madres de la Candelaria hablar de no repetición es un


contrasentido. Y de nuevo tiene que ver con el tipo de organización y el tipo de
victimización que representan. Además, más que una organización adscrita a un
orden territorial, como las del Oriente Antioqueño, las Madres se han constituido
más alrededor de una experiencia de victimización: la desaparición forzada y la
desaparición en general. Ahora bien, como se ha dicho anteriormente, este tipo de
victimización no se da una sola vez en el tiempo, sino que se reedita cada día, puesto
que implica que el crimen, el hecho sigue ocurriendo hoy. Por lo tanto, más que
hablar de no repetición y movilizarse en torno a ella, la movilización se centra en la
lucha por encontrar a sus seres queridos “vivos, libres y en paz”, tal como reza su
eslogan. Además, en el contexto de Medellín la violencia continúa y este crimen de
lesa humanidad sigue siendo ejecutado por los diversos actores armados.
293
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Finalmente, en el sur del departamento de Córdoba, no pude encontrar en los y las


participantes relatos sobre no repetición. Allí el conflicto que exterminó toda la
organización social de base, no ha disminuido en ningún momento de intensidad. Se
mantiene la confrontación y, ésta, se hace cada vez más confusa, puesto que los actores
armados, especialmente los grupos paramilitares, luego de los procesos de negociación
con el Estado en el 2005 – 2006, se han reestructurado o reconstituido, pero sin una
unidad de mando y en algunos casos enfrentados entre sí; algunos ligados al
narcotráfico y otros ligados a las élites tradicionales de la tierra. Por lo tanto, las
acciones de memoria están más centradas en una dimensión personal y familiar de
afrontamiento del dolor, del trauma y la situación límite; y en la dimensión social, más
ligados a la visibilización y a luchar contra la realidad del conflicto que sigue
golpeando en esta región. Por esta razón, ante la pregunta por este aspecto, la
respuesta que da esta mujer puede ilustrar lo dicho anteriormente:

...eso no se puede hablar... nosotros estamos viviendo todavía lo mismo... es decir, que aquí no ha
cambiado nada... aquí matan cualquier día... y son los mismos... los victimarios de verdad,
verdad están vivos y sueltos... esos otros muchachos, se metieron nada más para que les pagaran,
pero nunca en la vida cogieron un fusil en la mano, mientras los otros siguen delinquiendo...
aquí no pasan de tres o cuatro muertos, que mataron al uno, que mataron al otro... entonces,
ha bajado un poquito, pero casi no hay diferencia... (Córdoba, E8)

Para las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño dar testimonio y hacer
pública su memoria es una forma de compartir una experiencia vivida para que los
otros puedan aprender y prevenir que pueda sucederles; puesto que si logran
reconocer que es verdad lo que ha sucedido y comprenden la dimensión del conflicto
armado y sus consecuencias, podrán también comprometerse con esa no repetición,
por lo menos, para que no les suceda a ellos y ellas:

...lo primero que estamos haciendo es la sensibilización para que eso no ocurra y cuando se vean
brotes de violencia pues la organización debe manifestarse en contra de eso, porque lo que
estamos haciendo es rechazar toda forma de violencia… entonces la comunidad está haciendo
memoria para que los hechos no se repitan. La primera vez nos quedamos callados y todo
mundo dejaba que hicieran; en este momento debemos hablar, porque por quedarnos callados
nos fue muy mal, entonces tenemos que hablar y mirar que no se puede quedar uno callado.
(Oriente, E15)

La lucha por la no repetición implica también una forma de resistencia, un proceso


que implica esfuerzo personal y colectivo, puesto que no se trata simplemente del final
294
Sentido y propósito de las acciones de memoria

del conflicto, por lo que las organizaciones deben estar preparadas para su posible
reagudización, en cualquier momento:

…esos grupos no se han acabado ¿usted cree que sí se van a acabar? Eso no se acaba, todavía
mucha gente del campo cuenta que los han visto por ahí, hace por ahí como dos o tres meses
aparecieron y se iban a llevar cuatro niñas, la una tenía dizque 8 años e hicieron desplazar a dos
familias, porque les dijeron que al otro día iban por ellos. A las siete de la mañana pasaron,
emparamados, empantanados, arrastrados... esas niñas temblaban y estaban empapados y lo
que tuvieron que hacer fue irse... o sea que esos grupos no se han acabado... (Oriente, E2)

El segundo matiz de movilizarse buscando la no repetición tiene que ver con una
forma de conocer y construir la historia, de la cual se puedan sacar aprendizajes. Pero
además logran reconocer esta lucha, como la reivindicación de un derecho:

…lo que debemos hacer para que esto no se vuelva repetir es no olvidar lo que pasó ni dejar que
olviden, teniendo estos monumentos nos sirve para eso, para que no se vuelva repetir... (Oriente,
E25). Hay una cosa que se dice: "que el que no conoce su historia, tiende a repetirla". Y creemos
que todos los derechos de las víctimas son algo muy importante y de algo estamos seguros que a
nadie más le pase lo que a nosotros nos pasó... (Oriente, E20)

Que el propósito de las organizaciones de víctimas, en perspectiva de incidencia


social, sea lograr la no-repetición no necesariamente implica que se logre el objetivo.
Esto por dos razones fundamentales. La primera tiene que ver con una realidad llana
y directa: el conflicto armado no ha finalizado, por lo tanto las repeticiones son el pan
de cada día. Pero de otro lado, se hace necesario avanzar más allá de la incidencia
social y política para lograr la justicia que implique el afrontamiento de la impunidad.
Y esto tampoco ha sido posible en este proceso ni en ninguno de los procesos de
víctimas que se están desarrollando en el país. En efecto, es la impunidad el principal
obstáculo que se presenta en este sentido. Por lo tanto, las acciones de memoria
deberían enfocarse hacia este punto (cfr. Cepeda, 2006)

Formación de las nuevas generaciones

Enlazando con la búsqueda de no repetición, las organizaciones de víctimas


recuerdan, porque consideran que es una forma de educar a los hijos, para que ellos y
ellas no repitan la historia, para que puedan salir de la espiral de violencia que ha
afectado al país. 295
Sentido y propósito de las acciones de memoria

…los hijos tienen derecho a que nosotros como adultos mayores, tenemos la obligación de decirles
a ellos que la guerra fue dura y que no queremos que se repita, y que ellos deben de estar del otro
lado de la guerra... (Oriente, GF4, 2009).

Para los y las participantes se hace fundamental que estas nuevas generaciones
puedan comprender la magnitud del daño, sin esconderles la verdad del horror y sin
taparles las lógicas que se implicaron en la guerra, con lo cual pueden comprender
mejor lo que ha pasado y la forma como se ha vivido. Eso implica que las acciones de
memoria también tengan que desplegar pedagogías que permitan a los niños, niñas y
jóvenes un acercamiento a esta realidad. Esta educación está atravesada no sólo por el
relato de lo vivido, sino por el amor, es decir, por un marco afectivo que les permite
tener una contención de su propio dolor, pero al mismo tiempo, sin esconder las
realidades vividas. Por eso explicitan que su trabajo de memoria es también un trabajo
ejemplificante para sus propios hijos

…a mí me ha servido para empezar a valorar lo que tengo: mi pueblo, que yo puedo enseñar con
ese método a los niños que no accedan a la guerra, porque es que si tú le comienzas a contar a los
niños todo lo que pasó; les dices lo que produce la guerra, lo que significa todo esto, ¿tú quisieras
hacer parte de la guerra sabiendo todos estos riesgos y todo esto? Ellos dicen: “no, explíqueme
para yo entender y saber por qué pasó todo esto y quien lo hizo”. Si trabajamos directamente con
ellos, sirve porque mis hijos están aprendiendo de este proceso… (Oriente, E15)

Por esta razón puedo afirmar con Martín Beristain (2008) que “para las nuevas
generaciones, el valor de la memoria de sus familiares y los hechos de violencia tiene una
gran importancia… Con un sentido más social, muchos familiares reafirman el valor de
la memoria colectiva transmitida a las nuevas generaciones como una forma de
aprendizaje, a partir de la experiencia de sus antecesores, que evite la repetición de la
violencia que ellos sufrieron” (p. 339). Este proceso implica, por tanto, una formación
que, además del relato de memoria, también incluya una mirada histórica; que sea, a
su vez, soporte de la historia que se transmite a los y las jóvenes:

…debería haber un compromiso de toda Colombia, para que podamos al menos tener una
historia... entre todos podemos dejarle un legado grande a nuestros hijos, a nuestros nietos y a las
futuras generaciones que vengan; y al menos puedan conocer qué fue lo que pasó y que surgió un
grupo que quisimos empezar a trabajar la memoria y que quedará para la historia nuestra
vivencia... (Oriente, E31)

296
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Ahora bien, la transmisión a las nuevas generaciones y el propósito de hacer


memoria para formar y educarlas, tiene algunos matices importantes. En primer
lugar la renuncia a la venganza. Quieren que sus hijos participen en los espacios
públicos de memoria, que se apropien de estas memorias colectivas y que las reciban
para que también dejen de lado el camino de la venganza, puesto que muchos de estos
niños, niñas y jóvenes sienten, como una necesidad, algún tipo de venganza.

En el caso de las nuevas generaciones implica también, además de la acción de


memoria, un trabajo educativo permanente al interior de la familia, procesos de
memoria compartida y de formación al interior de los grupos familiares.

…para que nuestros hijos no vayan a caer en esas cosas, porque yo digo, en ese entonces uno
estaba muy enfrascado en lo que había pasado, pero también lo que a uno lo motivó y lo movió a
participar en esos procesos era porque nosotros teníamos unos hijos que en ese entonces no
hablaban sino de eso: que yo voy a crecer y voy a hacer esto, yo voy a crecer y me voy a vengar, yo
voy a buscar a "x" o "y" y le voy a hacer esto, entonces pienso que esto nos ha permitido construir
otros caminos para que los jóvenes no vayan a caer en situaciones que no es fácil, porque hacer
cambiar de pensar también es muy difícil… (Oriente, E6)

Este punto de vista que implica trabajar en la memoria para evitar la venganza, se
ha desarrollado en otros contextos de guerra o violencia política en otros lugares del
mundo, especialmente en el contexto de conflicto intratables⁴⁵. El segundo matiz,
tiene relación más que con los hijos e hijas afectados, con los niños y las niñas en
general, que habitan en el municipio o en la región. En este caso se apunta más a las
nuevas generaciones en general, pero también con un sentido más amplio: no tanto
prevenir la ejecución de la venganza, sino generar una conciencia para evitar que se
vinculen a grupos armados o tomen un “mal camino”. Esto se tiene que hacer con
especial énfasis en contextos de pobreza y falta de oportunidades para los jóvenes,
puesto que en un contexto como el de Colombia, de desempleo, carencia de
oportunidades serias de formación superior, trabajos mal remunerados y violencia
ligada al narcotráfico, pareciera que una de las pocas oportunidades que se abren para
ellos está ligada a su posible vinculación con los grupos armados al margen de la ley
(González, Bolívar & Vázquez, 2003):

45
Daniel Bar-Tal (2003, 2007, 2010), Dan Bar-On & Kassem (2004), Ramanathapillai (2006), Zembylas & Bekerman
(2008) y Lykes (1999).
297
Sentido y propósito de las acciones de memoria

...porque si olvidamos lo que pasó nunca van a recordar, por ejemplo, los niños... si no
tuviéramos este salón, los niños nunca van a saber qué pasó acá, pueden tomar caminos errados,
entonces, esto le sirve también a los niños para que se pongan la manito en el corazón, a medida
que van creciendo de pronto los invitan a tomar caminos que no son los mejores, ellos ya saben
que esto no trae nada bueno, por ejemplo las muertes, como uno les explica a ellos: es que los
caminos de las armas sólo llevan a la destrucción de la vida, a la desolación, al desplazamiento,
entonces, para eso sirve, para que no se les olvide y no vuelva a ocurrir lo que ocurrió... (Oriente,
E13). Bueno y trabajar con los jóvenes porque los que se metieron ahí a hacerle daño a los otros,
dicen que se metieron ahí porque no había trabajo, de pronto también porque no tienen la
educación, de pronto muchos jóvenes que no terminan el bachillerato se van para esos grupos...
(Córdoba, E9)

Esto implica una comprensión clara sobre los contextos donde se despliegan estas
organizaciones de víctimas, puesto que en los tres escenarios analizados, los jóvenes
están en una situación delicada, de riesgo; por eso, para los y las participantes, el
Estado debe invertir mucho más y dirigir proyectos de formación y acompañamiento
para ellos. Puesto que no basta con relatos, bellos discursos, performances, acciones
de memoria, si tampoco se abren las oportunidades necesarias que disuadan a los
jóvenes de una forma más efectiva de vincularse al conflicto armado. Ahora bien, las
acciones de memoria también tienen una vocación y un propósito de incidencia
política, como se verá más adelante, que en este punto, se dirige también a compeler al
Estado para que más que invertir en la guerra, invierta en oportunidades para las
nuevas generaciones.

Fortalecimiento organizativo

La dimensión colectiva de la memoria y su acción pública ha sido un medio para


fortalecer la organización. Pero al mismo tiempo la organización y su dinámica de
fortalecimiento ha implicado una retroalimentación positiva en el que se mejoran las
condiciones, los objetivos, las puestas en escena de las acciones de memoria, puesto
que una organización fuerte desarrolla más y mejores expresiones de memoria
colectiva. Tanto en los grupos de discusión y entrevistas semiestructuradas realizadas
en 2009, como en las entrevistas en profundidad realizadas en 2011, los y las
participantes manifestaron que la experiencia vivida en las acciones de memoria ha
implicado dinámicas de estrechamiento de lazos y generación de unidad y cohesión
social, que como procesos psicosociales de carácter emocional han estado a la base de
la organización de víctimas (Cfr. capítulo 7).
298
Sentido y propósito de las acciones de memoria

¿Qué fue primero: la organización o la movilización y acción pública de memoria?


Puede hacerse una breve revisión en las tres regiones estudiadas: en el Oriente
Antioqueño se puede hacer un seguimiento al tema, puesto que desde la investigación
de 2007, cuando se evaluaba el proceso de apoyo psicosocial en el proyecto de
Promotoras de vida y salud mental (PROVISAME), emergieron esbozos de
movilización noviolenta, que se insertaba en las dinámicas de movilización y
resistencia de las mujeres de AMOR. Las “jornadas de la luz” y “abriendo trochas”
datan de 2005, y en ese momento aún no existían organizaciones de víctimas. Pero
también, en Madres de la Candelaria, el plantón de los viernes al mediodía precedió a
la organización, puesto que las madres se plantaron frente a la Iglesia de La Candelaria
en el parque de Berrío en Medellín desde 1999, y la organización data de 2001. Y en
Córdoba, hay acción pública de memoria, memoria compartida y memoria colectiva,
y aún no hay organizaciones de víctimas.

Por lo tanto, podría afirmarse que uno de los efectos de las acciones de memoria, lo
cual, a su vez, les proporciona un sentido, ha sido fortalecer la cohesión del grupo, para
tomar conciencia que los unen los mismos sentimientos, necesidades, intereses y
propósitos. Ser actores de su propio proceso de transformación personal y de la
reconstrucción del tejido social, esto incluso antes de constituir una organización
formal. En primer lugar se crean los lazos de afecto, que son base de la cohesión social:

...para que nos demos cuenta cuando una persona tiene su dolor, su muerto, cree que solamente
es el suyo, cuando ve que son muchos los muertos, esto nos lleva a ser más solidarios con los otros,
nos lleva a unir fuerzas, porque ya es el dolor suyo y el mío, el de todos, se van sumando, y ya son
muchos dolores, y eso nos crea lazos de afecto entre las personas que tenemos algo en común...
(Oriente, E1)

Estar juntas y juntos, en el dolor compartido, permite un escenario de encuentro y


elaboración, de reconocimiento mutuo, de dignificación, fundamental para dar el
paso de buscar el reconocimiento social. La misma programación de los eventos, en la
interlocución con otros actores sociales e institucionales que también se hacen
solidarios con las organizaciones de víctimas permite una experiencia básica: ya no
están solos, hay otros y otras que han vivido experiencias similares, que son soporte y
fuerza desde la identificación con el otro y la otra.

Esto implica que el proceso de organizarse ha sido paso a paso. No se ha dado de la


noche a la mañana, sino que ha implicado la construcción de confianzas, el
299
Sentido y propósito de las acciones de memoria

afianzamiento del sentimiento de cohesión, la necesidad de poder actuar


conjuntamente y contar con un espacio social y político abierto para poderse
constituir y ejercer sus funciones. Esta visión de ir paso a paso, midiendo las
circunstancias y las posibilidades de actuación según el contexto, ha sido clave en el sur
de Córdoba, donde los colectivos de víctimas no han podido organizarse
formalmente, puesto que este paso puede implicar riesgos serios para su seguridad, ya
que las haría muy visibles, en medio del contexto referido:

…las acciones de memoria son uno de los pilares, de los métodos que han ayudado a que nos
mantengamos unidas, cada quien busca su gremio y nosotras ya comenzamos a tener el nuestro,
ya sabemos que nos necesitamos, que una con la otra unidas se hacen muchas cosas… nos hemos
llenado de fuerza y de empuje, ahora sí vamos... pero llega la ola esa, cuando vuelven los
asesinatos y otra vez nos opacamos y decimos: "vamos a esperar a que escampe". Y así hemos
venido desde hace algún tiempo... (Córdoba, E11)

El contexto en el Oriente Antioqueño ha posibilitado la organización, allí existe


una red de 21 organizaciones municipales de víctimas que se agrupan en una
asociación regional de segundo nivel: APROVIACI⁴⁶, creada en octubre de 2006 y
que ha cumplido 9 años de vida. Así pues, en este contexto, la acción pública de
memoria y la memoria colectiva han implicado, a su vez, un fortalecimiento a la
organización.

Este proceso organizativo y la visibilización del mismo, a través de hacer pública su


memoria colectiva, ha implicado que este escenario sea una puerta y una oportunidad
para abrir espacios de reconocimiento, gestión y apoyo en el municipio, tanto por
parte de entidades privadas, como por parte de instituciones del Estado local. De allí
la importancia de seguir juntos, construir organización y no afrontar ni esta ni otras
circunstancias en solitario, puesto que de esta manera podrán afrontar mejor la lucha
por el reconocimiento, por sus derechos. Lo cual implica la búsqueda activa de
apoyos de solidaridad institucional:

...tiene que haber un grupo de personas que nos sostengamos y nos apoyemos porque sin este
apoyo de personas no va a haber nada, porque nosotros estamos muy poquito en grupo, por eso
hay que unirnos, juntarnos, luchar para abrir puertas, que tengamos más asesoría, más
conocimiento, más comunidad... es que hay mucha gente dormida que no quieren despertar,
están ahí, esperando que les llueva de allá... (Oriente, E22).

46
Asociación provincial de víctimas a ciudadanas
300
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Las Madres de la Candelaria suponen un caso particular. De acuerdo con lo


conversado con los y las participantes de dicha organización, aquí el proceso pasa
menos por una organización horizontal y democrática, como las que se intuyen en el
Oriente Antioqueño, sino que la organización se ha centrado en un liderazgo fuerte y
representativo, acompañado de algunas personas que le apoyan, quienes realizan una
mediación institucional frente al Estado y otras instituciones públicas y privadas
(ONG y empresas). Este pequeño grupo define las vías, los caminos, las gestiones y el
resto de las madres adscritas a la organización participan de los beneficios, gestiones,
capacitaciones, cursos, recreaciones y demás actividades que se realizan.

…al menos, me han ayudado a hacer las vueltas, que no me rinda, porque a veces digo que no
quiero más seguir, que ya perdí lo que más, que eran mis hijos... entonces con la asociación he
podido por lo menos hacer la gestión de la plata, para hacer las vueltas, para la reparación…
(Madres, E6)

Así pues, la mirada sobre la importancia de la retroalimentación positiva entre


memoria y fortalecimiento de la organización parece más clara en los y las líderes en el
Oriente Antioqueño. Revisando las entrevistas realizadas en 2011, esta claridad no
aparece tan nítida ni marcada en los y las participantes de las bases de estas
organizaciones. Ahora bien, en Madres de la Candelaria, la organización formal
parece algo externo a los y las participantes, aun cuando manifiesten pertenencia a la
misma; pero más, como una entidad de apoyo con la guía de un liderazgo carismático
con capacidad de incidencia social y política, que logra gestionar recursos para todos
los miembros. Hay que tener en cuenta que en este contexto se trata de familiares de
una ciudad que se unen por una acción colectiva de protesta. Finalmente en Córdoba
aparecen las ganas de un proceso que no logra cuajar ni concretarse, llegando al caso
que en Tierralta no esté en la agenda, porque el miedo sigue impidiendo la realización
de este propósito.

Incidencia política y reivindicación de derechos

Otro aspecto que supone un grado creciente de organización y cohesión es la


incidencia política. Si bien con la incidencia social se buscaba influir en la sociedad,
con la incidencia política se busca influir en el Estado. Es decir, los objetivos se van
concretando en términos de reivindicación de derechos. La posibilidad de incidencia
política está ligada a la estructuración, fortalecimiento y definición de objetivos de
una organización. Y dentro de la organización es significativamente diferente la
301
Sentido y propósito de las acciones de memoria

apreciación, las formas, las concepciones y las definiciones hechas por los líderes y
lideresas que las realizadas por los y las participantes que pertenecen a la base social de
las organizaciones.

El tema de la incidencia política y sus diferentes formas de desarrollo es mucho más


claro para las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño, que en los otros dos
colectivos analizados. Ahora bien, es significativa la diferencia en la forma que los
líderes y lideresas entrevistadas conciben la reivindicación de derechos y la incidencia
política, con la forma como lo hacen las bases. Los primeros se sitúan en el lugar de
reclamar y actuar políticamente, incluso en una interlocución permanente con las
autoridades locales y regionales. Los segundos se ubican más en el lugar de pedir y
recibir ayudas.

Algunos de los relatos de los y las participantes permiten evidenciar que la


movilización y la acción pública de memoria, también se ha trazado objetivos
concretos en cuanto a la necesidad de generar una interlocución con el Estado (tanto
central, como local) que permita la visibilización de las organizaciones, de sus
necesidades y la manifestación de las reivindicaciones en torno a sus derechos, además
de una forma de hacerse escuchar:

Y pienso que el trabajo de memoria que estamos haciendo puede servir para todo eso: en que el
Estado sepa que hay víctimas, que aunque nosotras no sepamos leer ni escribir, la memoria no
nos la han quitado… (Oriente, E6)

Objetivo que se logra en el año 2011 con la promulgación de la lay 1448. Sin
embargo, este proceso no se hizo sin conflicto, porque muchas administraciones
municipales y el gobierno nacional en el período anterior (2002 – 2010) intentaron
pasar de largo o subvalorar el tema de las víctimas⁴⁷. Es decir, que aunque su
movilización se hace como una acción de carácter performativo, moviéndose entre lo
estético y lo ético, hay cabida para lo político y para convertirse en un medio para
hacer incidencia, por lo tanto estas acciones no se limitan a una posición pasiva. Las
organizaciones de víctimas, especialmente en el Oriente Antioqueño, y en particular
en cabeza de sus líderes, han dado un paso para poder reivindicar sus necesidades y
derechos:
47
Pareciera que con la promulgación de la ley 1448 de 2011, ley de víctimas, estos problemas hubiesen desaparecido,
especialmente porque el Estado viene movilizando múltiples recursos para la atención a las víctimas. Sin embargo, esta
atención necesita pasar de un marco más asistencial a uno que reconstruya al sujeto de derechos, tal como la ley lo
concibe; por otro lado, sigue siendo más fuerte el discurso mediático, que las acciones reparadoras de forma integral; ha
sido más claro lo escrito en el papel que los procesos que hayan implicado un cambio real en la situación de las víctimas.
302
Sentido y propósito de las acciones de memoria

…a veces nosotros vamos a algunas partes y nos dicen que no tenemos derechos, nos ha tocado
pelear en personería porque se nos dice que no tenemos derechos; en la alcaldía un secretario d
gobierno que había, decía que en Guarne no había víctimas de la violencia. Y nosotros
mostramos un listado, y como seguían diciendo que no había víctimas, una vez nosotros nos le
paramos ahí al frente de la alcaldía, haciéndonos ver, para que ellos vieran que sí hay víctimas, o
sea que los derechos se nos siguen pisoteando…. (Oriente, E16)

En el caso de las Madres de la Candelaria la incidencia política y la reivindicación


de derechos son asunto de los y las líderes. Ahora bien, la orientación que se ha dado al
proceso de incidencia política por parte de Madres de la Candelaria, bajo la tutela de
su líder principal, ha estado marcada por una estrategia de negociación con el Estado
(tanto a nivel local, como central), en intentar mantener buenas relaciones, en evitar la
disputa y la confrontación, en evitar el señalamiento y la denuncia; desarrollando una
relación de colaboración y apoyo, donde más que reclamar derechos, se intenta
concientizar a las instituciones del Estado y a sus funcionarios sobre la necesidad y la
importancia de dar una buena atención a las víctimas.

La perspectiva de derechos está más centrada en seguir los delineamientos que


otorgan las leyes colombianas al respecto: su marco de acción se realiza en unas
relaciones, que ellas denominan, “dignas”, de no confrontación y de colaboración con
el Estado; y ateniéndose al marco jurídico colombiano. Según una de las líderes de la
organización, esta estrategia ha sido más efectiva que la de la confrontación y la
denuncia:

¿Qué tenemos que hacer nosotros como víctimas? Tenemos que tener buenas alianzas con el
gobierno, con el Estado y hay que concientizarlos a ellos, que se prepararon y estudiaron, porque
las víctimas no estudiaron para ser víctimas, todos hacíamos nuestros trabajos normales y en
cambio muchos funcionarios de ellos sí han estudiado para atender a la gente, y ellos tienen que
aprender y tienen que mejorar... además el Estado también hizo mucho daño ayudados con esos
señores, entonces los funcionarios del Estado pueden mejorar, y tienen que capacitarse sobre el
daño que nos hicieron a nosotros, porque no podemos irnos en contra el gobierno, porque si nos
vamos en su contra ¿quién nos va a escuchar?... (Madres, E2)
las víctimas no estudiaron para ser víctimas, todos hacíamos nuestros trabajos normales y en
cambio muchos funcionarios de ellos sí han estudiado para atender a la gente, y ellos tienen que
aprender y tienen que mejorar... además el Estado también hizo mucho daño ayudados con esos
señores, entonces los funcionarios del Estado pueden mejorar, y tienen que capacitarse sobre el
daño que nos hicieron a nosotros, porque no podemos irnos en contra el gobierno, porque si nos
vamos en su contra ¿quién nos va a escuchar?... (Madres, E2)

303
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Para las Madres de la Candelaria una buena relación con el Estado implica unos
beneficios con los que no contaban individualmente, logran agilizar procesos de
reparación, de exhumación o entrega de restos, de atención humanitaria, etc. Esta
forma de relacionarse con el Estado difiere ostensiblemente con otras formas de
organizaciones de víctimas, tanto en la ciudad de Medellín, como en el resto del país.
Y genera visiones que suscitan fracturas con otras organizaciones o al interior de la
misma organización. Estos procesos son complejos, Schindel (2002) Tapatá (2003) y
Sarlo (2009) documentan las diferentes líneas y divisiones al interior de los procesos
de víctimas en la Argentina y en las Madres de Plaza de Mayo. En estos procesos, suele
suceder que las luchas por los sentidos de la memoria no se dan solamente frente al
Estado, sino también al interior de las agrupaciones de víctimas y derechos humanos;
marcando diferencias y disputas al interior del movimiento que obligan a un análisis
en complejidad, con matices, para poder marcar las líneas y dinámicas de cada proceso
organizativo, lo que define también sus propios marcos de acción.

...si nos ponemos en contra del gobierno no tendríamos una asesoría de paz aquí ayudándonos,
no tendríamos los psicólogos aquí totalmente gratuitos, no tendríamos la fiscalía de la mano, no
tendríamos la policía prestando la seguridad, porque cuando yo me voy a acompañar las
víctimas a hacer las exhumaciones, nos acompaña el ejército, la policía, la SIJIN, el CTI, y si
esas entidades del gobierno no van con nosotros, por allá nos matan a nosotras también..
(Madres, E2)

Por su parte, en los colectivos del sur de Córdoba, la posibilidad de la incidencia


política tampoco aparece claramente referenciada por los y las participantes, puesto
que es un tema ligado al nivel organizacional; y en este momento los colectivos siguen
con la pregunta de si deben o no organizarse y de qué manera hacerlo. Los colectivos
apenas sí logran vislumbrar el tema de los derechos. Ahora bien, ya en las entrevistas
realizadas se encuentra la intención de organizarse en el municipio de Tierralta; y en la
ciudad de Montería se ha constituido una organización de mujeres. Pero este
horizonte se vislumbraba más desde una dimensión socioeconómica y productiva en
un intento por afrontar la pobreza estructural de las víctimas, más que para realizar
una interlocución con el Estado y reclamar derechos:

...el caso concreto de las personas con las que yo estoy trabajando, estoy tratando de hacer ese curso
como una oportunidad de salir adelante, es una terapia que están haciendo mientras reciben la
capacitación, mientras trabajan, una oportunidad que tienen de salir adelante con un trabajo
mucho más suave, es una oportunidad; Entonces, de pronto, ese tipo de oportunidades, la
realización con ellas de algunos proyectos colectivos que puedan sacar adelante en lo
304 socioeconómico... (Córdoba, E4)
Sentido y propósito de las acciones de memoria

De todas formas puede afirmarse que este paso implica una acción resistente en
medio de un contexto amenazante y de control paramilitar permanente. Y es desde
allí que se debe valorar, ya que el hecho de no realizar una reivindicación activa de
derechos, no implica, necesariamente pasividad de la gente; sino, una acción que
subrepticiamente la va empoderando en torno a proyectos comunes y colectivos.
Quizás no estén dadas las condiciones para la acción política, pero esto no les
desanima en su propósito de estar juntos y hacerse colectivo, buscan la mediación por
otra vía, y de esta forma resisten al poder establecido, manteniendo un espacio de
control, acción y sentido que es propio.

De otro lado, el proceso de retroalimentación entre memoria, fortalecimiento


organizativo e incidencia política vivido, especialmente, en el contexto del Oriente
Antioqueño se puede leer en dos sentidos: en primer lugar, viendo la memoria como
enunciación de los acontecimientos, que conecta con la verdad, tanto existencial,
como histórica y jurídica (Bacic, 2008; Martín Beristain 2008a, b); y en segundo
lugar, porque cuando se ha decidido la reivindicación de derechos, la movilización y la
acción pública de memoria se hacen funcionales a este propósito, logrando con ello la
visibilización de las víctimas, pero al mismo tiempo dar pasos que, aunque lentos,
conducen hacia ese reconocimiento y garantía de esos derechos:

...estamos como reclamando todas esas cosas como la reparación, la justicia, la verdad, todo
como que hasta el momento (año 2009) como que nada se ha cumplido, porque eso se está
volviendo algo difícil; no sabemos el por qué; pero sí algo difícil... (Oriente, GF6, 2009)

Ahora bien, las acciones de memoria son insuficientes si no hay una acción del
Estado para reconocer los derechos ni una acción de la sociedad para el
reconocimiento social de las víctimas, que implique también un compromiso de
sociedad y Estado por la garantía de estos derechos. Si las organizaciones se
encuentran con un muro de indiferencia social e indolencia, casi que se hacen una
pregunta por el sentido de su existencia, de su quehacer y del trabajo mismo de hacer
memoria⁴⁸:

48
En el año 2012 el gobierno colombiano y los gobiernos departamentales y municipales han empezado el proceso de
implementación de la ley de víctimas (1448 de 2011), proceso que incluso en 2014 sigue desarrollándose. Es necesario
hacer una evaluación al respecto, las intenciones políticas aparecen claras en el discurso del gobierno nacional, y algunos
gobiernos departamentales y municipales; por esta razón un equipo de investigación de la Universidad San
Buenaventura, del que hago parte, ha emprendido una investigación para valorar, desde la perspectiva de las víctimas los
procesos de reparación que se están implementando en el marco de esta ley.
305
Sentido y propósito de las acciones de memoria

...escribiendo la historia solamente, no logramos nada; necesitamos que el Estado nos apoye y
nos reconozca nuestros derechos como víctimas, por ahí sí vamos a conseguir algo, a nosotras las
madres tal vez no nos sirva para nada, pero hay que reconstruir la memoria porque a nosotras
las madres no se nos olvida, pero a los demás sí, entonces se trata de que todos recordemos...
(Oriente, GF4, 2009).

En 2009, en este territorio el panorama que pudo describirse permitía afirmar que
la conciencia de los derechos, vistos de forma integral, se daba en un nivel puramente
cognitivo y racional. Esto sigue siendo válido en las personas de la base social, es decir,
se tiene la información y se conoce. Pero aún no se logra incorporar a las prácticas
cotidianas en las relaciones con el Estado, tanto a nivel local, como a nivel nacional.
Así pues, puede afirmarse que existe un conocimiento sobre los derechos que protegen
a las víctimas, que se sabe la importancia de su integralidad; pero existen dificultades
en hacerlos efectivos:

...Sobre todo la no repetición de los hechos, la dignificación de las víctimas; que quienes no están
todavía en nuestra organización se unan a nosotros, que algún día se conozca la verdad, se haga
justicia, se nos brinde una reparación; por ejemplo, queda una viuda con sus hijos, andando de
casa en casa porque no tiene la suya propia, entonces hay ayudas económicas que sirven mucho..
. Queremos lograr que esos derechos sean integrales: es verdad que un ser querido muerto no
tiene precio, pero al menos que esa reparación económica y psicológica sea integral, en el caso de
la verdad ¿qué pasó? ¿cómo pasó?, las personas que están desaparecidas dónde están, ¿cómo
están? Ellos tienen una familia esperándolos (Oriente, GF5, 2009).

Como puede observarse, el relato presenta la contradicción: inicialmente se habla


de la dignificación de las víctimas a la luz de la reivindicación integral de derechos. Y
sin embargo, cuando se pone el ejemplo concreto, el “reclamo” se queda en un nivel
económico y psicológico. Surge entonces la pregunta: ¿qué pasa que estas
organizaciones de víctimas y en estos colectivos analizados se cuenta con la
información, pero en la práctica, la lucha y la reivindicación por los derechos sigue
estando en un nivel en el que no se alcanza una movilización que compela al
Estado a garantizarlos?

Pareciera que cuando se intenta reivindicar estos derechos, el Estado central deja de
tener rostro. Frente a éste se podría ejercer claramente una ciudadanía de derechos y a
éste es al que se le reclamarían. Pero como aparece tan lejano para las víctimas, sólo se
ve en la televisión, casi que no hay forma de realizar este ejercicio ciudadano. De otro
lado como algunas políticas y acciones del gobierno nacional van en contravía de
306
Sentido y propósito de las acciones de memoria

algunas de las aspiraciones de las víctimas, se termina reconociendo que éste no tiene
toda la voluntad política para garantizar integralmente todos sus derechos; pero
también se percibe que es poco posible, desde una región, acceder a los medios para
una interpelación más abierta con el Estado central, lo que además se siente como
peligroso en espacios de fuerte control paramilitar.

Así pues, hay una distancia enorme entre propósitos de las víctimas, entre los
objetivos que se trazan en las acciones públicas y en la incidencia política que hacen
sus organizaciones, y la respuesta efectiva del Estado. Ahora bien, no por eso, deja de
ser importante revisar, analizar y hacer evidentes estos propósitos y la forma como van
ganando comprensiones para pasar a un lugar de proactividad. Hay que tener en
cuenta en ello las dificultades del contexto, el tipo de configuración del Estado por
una parte, y el tiempo en que las organizaciones se han ido creando, así como su
proceso de reflexión desde acciones de memoria hacia la construcción de una agenda
más global de reparación integral y reconstrucción del tejido social, aún pendiente.

“Porque la memoria sin la verdad de nosotros no tiene validez”: La memoria


camino a la verdad y a la reivindicación de los derechos

La memoria tiene sentido para muchos de los y las participantes en la medida en


que sus relatos salen de lo privado a lo público, del espacio grupal al espacio colectivo,
y desde allí portan sentidos que disputan verdades, a los relatos de otros actores, en
particular de los victimarios; por eso la memoria es un aporte y un camino a la verdad.
El primer paso para ello es abrir escenarios públicos en el país para que las víctimas
puedan contar sus versiones de los hechos, para que puedan contar su verdad, porque
a pesar de esta lucha por la verdad, a veces, la versión de los victimarios y la estrategia
de culpabilizar a las víctimas está tan interiorizada que algunas víctimas terminan en
una ambivalencia entre su derecho a saber y la culpa,

...yo creo que a través de los procesos de memoria han habido varias cosas: lo uno, que en este país
solamente se ha escuchado la verdad de los victimarios, se conoce solamente lo que ellos han
contado y no se tiene sino en cuenta esa verdad, pero cuando todos estos procesos de memoria se
visibilizan, cuando salen a la luz, entonces, hay otras verdades que son las de las víctimas; y para
las víctimas es muy importante ser tenidas en cuenta; porque puede que nosotros la sepamos,
pero a través de estos procesos es como se tienen en cuenta esas verdades, entonces, considero que
la memoria es importante, por el aporte a la verdad... (Oriente, E20)
307
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Como se analizó anteriormente, uno de los mecanismos para la construcción de la


historia oficial y para distorsionar la memoria colectiva es el señalamiento, la
estigmatización y la culpabilización de las víctimas. Así pues, uno de los elementos de
este derecho, es la posibilidad de ser escuchados, para poder revertir la versión de los
victimarios que es la que suele quedar en el imaginario social, porque desde su lugar de
poder, tienen más y mejores medios para su difusión, y en sus relatos, además de
justificarse, culpabilizan a las víctimas, intentan generalizar, recortar, acomodar y
utilizar estrategias múltiples para posicionar su versión (Baumaster & Hastings, 1998,
Martín Beristain, 2005).

La búsqueda de la verdad, ubicada en un marco de derechos, permite enunciar y


denunciar los hechos, identificar responsables, develar lo oculto, evidencia un lugar de
comprensión, así lo entienden los y las líderes de la región del Oriente Antioqueño.
Sin embargo, cuando se entrevista a personas de la base social de los procesos, en esta
misma región, la verdad se enuncia de manera más simple, más sencilla:

...la verdad de lo que nos pasó, porque nos pasó a nosotros eso, ¿cierto? ¿Por qué nosotros tuvimos
que vivir todo eso si nosotros no le hemos hecho nada malo a nadie? ¿Por qué a nosotros nos tocó
eso y quienes nos hicieron a nosotros eso? A mí sí me gustaría saberlo... (Oriente, E21)

En las Madres de la Candelaria esta verdad es más concreta y taxativa aún. Más allá
de todas las cosas, su mayor, y casi que su único deseo, es saber ¿qué pasó y dónde está
el ser querido? Lo que permite descansar, estar en algún nivel de paz personal es tener
la certeza, la verdad de lo que ha sucedido a su ser querido, a su hijo, y más allá de todo
ello, tener la certeza del cuerpo del otro (vivo o muerto), pero tener un referente
sensorial, una prueba, es la llana y simple adecuación del enunciado con la prueba, la
verdad jurídica por excelencia, que es precisamente la que se quieren robar los
victimarios cuando desaparecen a la víctima: borrar las huellas, borrar las pruebas,
borrar las marcas, borrar la verdad de lo que sucedió:

...que me digan primero la verdad... la reparación, pues no tanto, porque mi hijo no tenía
precio, yo no estaba vendiendo a mi hijo, me interesa es que me lo encuentren y que me lo
presenten vivo o muerto, los restos, pero como sea... (Madres, E11)

La lucha por la verdad que realizan las víctimas debe conducir a una respuesta
institucional, lo cual es fundamental, puesto que las víctimas pueden presentar sus
relatos, escribir sus historias, plasmar sus testimonios; pero si esto no pasa por el
308
Sentido y propósito de las acciones de memoria

reconocimiento institucional y éste como reivindicación del derecho a la verdad, se va


a mantener siempre una duda o una “competencia” de relatos y de memorias que no
logran construir una visión crítica de la historia, donde todas las versiones, la de los
victimarios, los actores del poder político y económico posicionan sus visiones, sobre
los de las víctimas (Jelin, 2002a, 2003).

De allí la importancia de la creación de las comisiones de la verdad (Martin


Beristaín, 1999, 2003, 2008; Lira, 1998; Hayner, 2008; Brifckford, 2008, etc.). Por
esta razón Schabas (2006) indica que las comisiones de la verdad son un camino
expedito para que la memoria colectiva, es decir, las acciones públicas de víctimas,
asociaciones y movimientos sociales, que tienen relatos alternativos sobre los hechos
violentos, se conviertan en memoria histórica; es decir en parte del acervo histórico,
cultural y social de una nación, que al final es referente de identidad para
las nuevas generaciones.

De otro lado, con la verdad, se comienza la reparación y también la transformación


emocional (Cfr. 9.5). De acuerdo con Martín Beristain (2008): “La distorsión de la
memoria colectiva, y el no reconocimiento social de los hechos, tiene también efectos en los
supervivientes como una privatización del daño, una falta de dignificación de las víctimas
y una pérdida de apoyo por parte de las personas más afectadas, que se encuentran así sin
marco social para darle un significado positivo a su experiencia…” (p. 334). Por tanto,
es necesario que además de conocer los hechos, se pueda avanzar hacia la
identificación de los responsables, hacia las sanciones pertinentes y una reparación
integral. De lo contrario la verdad se queda sólo en una confirmación del daño
(Martin Beristaín, 2003). Como lo afirma esta persona entrevistada:

...estos derechos nos permiten conocer la dignidad de cada una de las personas que ha sufrido en
carne propia el conflicto armado, que hay que hacer justicia, no dejar todo en la impunidad, la
reparación integral, no solo económica, construir el tejido social, no dejar que las cosas sigan:
“No más, nunca más, ni una más” como el lema de la organización, apoyar a que los derechos
sean reales y efectivos... (Oriente, E5, 2009).

Esto nos pone en el terreno de la, aún más incierta, búsqueda de la justicia.

309
Sentido y propósito de las acciones de memoria

“La justicia en Colombia está muy mal...”: Búsqueda de la justicia

Uno de los principales dilemas planteados a las organizaciones de víctimas tiene


que ver con el tema de la justicia. La justicia se encuentra a medio camino entre el
perdón jurídico, entendido como ausencia de castigo y renuncia a la sanción, y la
venganza, como retaliación y aplicación de un castigo al otro por mano propia. En los
tres escenarios analizados se observa la fuerza que tiene el discurso religioso orientado
al perdón, además del discurso oficial para pasar la página, que sigue invitando al
perdón y al olvido, aunque ahora de manera sutil, puesto que el Estado Colombiano,
con la ley de víctimas, parece pretender por la vía de la reparación, dar el rodeo y no
asumir la verdad y la justicia (que además quedaron restringidas al escenario de la ley
975 de 2005, ley de justicia y paz; también insuficiente en términos de verdad y
justicia).

Martha Minow (2008b) realiza una reflexión en la que analiza las diferencias entre
la justicia, el perdón y la venganza como caminos para afrontar los crímenes del
pasado. La venganza, aunque puede verse como legítima trae consigo dos problemas:
en primer lugar, que se puede desencadenar una cadena de violencia y, segundo, en
que iguala en el mismo plano a la víctima con el victimario. Este es uno de los
principales temores de la gente. Pero en último término, puede afirmarse que la
justicia es un referente importante de las acciones de memoria de la gente:

…la justicia, llevándonos a pensar ¿quiénes fueron los responsables del hecho? Y que lo más justo
es que los responsables de ese hecho estuvieran pagando una condena justa de acuerdo al crimen
que cometieron... (Oriente, GF2, 2009).

Cuando la gente moviliza las acciones de memoria aspirando a alguna forma de


justicia, es necesario decir que esta lucha y esta intención, siguen estando más en el
ámbito del deseo y del anhelo, que en el ámbito de la realidad. En efecto, las
denuncias judiciales, los procesos penales en los que se han embarcado las víctimas de
los tres escenarios estudiados son mínimas. Unas cuantas personas entrevistadas,
motivadas por su participación en las dinámicas colectivas de memoria compartida y
colectiva, y otras desde antes (en una lucha particular y singular) se han atrevido a
denunciar y llevar adelante los procesos judiciales. De otro lado, otras han
participado en los espacios abiertos por la ley de justicia y paz (preguntar y confrontar
a los agresores en las versiones libres que realizan ante la fiscalía y participar en los
incidentes de reparación que posibilita esta ley) o en los procesos de reparación
administrativa (Decreto 1290 de 2008).
310
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Así pues, el primer referente que se constituye en los relatos de vida de los y las
participantes tiene que ver con el anhelo y el deseo de justicia, que se expresa
claramente, en algunos y algunas, desde una perspectiva retributiva. Es decir, los y las
participantes consideran que los crímenes que se han cometido y del que han sido
víctimas deben tener alguna sanción que sea proporcional al daño que se ha realizado,
respetándoles al mismo tiempo el debido proceso a los agresores:

…pues para mí, sinceramente, como no la muerte, sino como un proceso, como la cárcel, un
proceso, que tengan un proceso, un proceso judicial que no sea injusto... (Oriente, E19)

En los colectivos de Córdoba, aparece de forma clara la expresión del anhelo de


justicia, pero, por su propia realidad contextual, también se puede vislumbrar más
claramente la dificultad que existe para poder dar los pasos que conciernen a las
víctimas para reclamar justicia. El constatar cada día la impunidad y la amenaza real
que implica denunciar, impide que la movilización de memoria y la constitución de
una organización de víctimas puedan dirigirse explícitamente hacia la justicia:

...por las circunstancias que vive la región la cosa no es fácil con ese proceso, porque la mayoría de
los asesinatos y las desapariciones terminan amedrentando la población, entonces la población
es temerosa de hacer cualquier denuncia, la gran mayoría de las personas que tenemos en el
grupo ni siquiera habían hecho una denuncia, son situaciones muy difíciles por la inseguridad
que se vive y la gente no es capaz de poner una denuncia porque vivía amenazada...
(Córdoba, E4)

De otro lado, en algunos casos este anhelo de justicia aparece subyaciendo a un


discurso religioso de perdón o de dejar la justicia en manos de Dios. Como se ha
dicho esto tiene una raigambre cultural muy fuerte promovido por sectores de la
iglesia católica y las iglesias evangélicas (Cfr. Villa, 2007a; Villa et. al. 2007). En la
investigación realizada en 2006/2007, en el Oriente Antioqueño, la visión de la
justicia estaba atravesada por un mandato religioso y cultural, promovido, además,
por el Estado y algunas organizaciones de la sociedad civil, que se centraban o bien, en
el perdón, o bien en la reconciliación, como la construcción de una confianza cívica,
aun cuando no hubiera justicia y los crímenes quedaran impunes. En un contexto,
donde además, las mujeres que participaron en la investigación reconocían que dentro
de las agrupaciones de víctimas (aún no había organizaciones formales) había madres
de guerrilleros, de soldados y de paramilitares, lo cual agregaba complejidad a la
concepción de justicia. Primaba entonces, o bien, una visión de la justicia
restaurativa, entendida como una transformación de quienes habían hecho daño; o
311
Sentido y propósito de las acciones de memoria

bien, una perspectiva de perdón y reconciliación que no estaba mediada por ninguna
sanción social, recogiendo acríticamente las propuestas de algunas ONG, sectores de
la iglesia y del Estado local, dentro del marco religioso tradicional de las personas:

...Pues yo diría que lo que se debe hacer con las personas que han hecho daño, que todos como
grupos, que los capaciten, que les hagan una sensibilización sobre no a la violencia, que ellos ya
no sean tan violentos... (Oriente, GF4, 2007). Yo creo que lo primero para uno salir adelante
es como el perdón, si uno perdona y como que se desahoga el corazón, y le queda a uno más fácil...
(Oriente, GF7, 2007)

Puede afirmarse que se ha dado una evolución de la situación de las víctimas, de un


primer momento centrado en el espacio de expresión y apoyo mutuo y memoria que
dignifique (Investigación con grupos de discusión en 2007), a un segundo donde
aparecen otras demandas y aspiraciones como la justicia. De otro lado, también es
probable que influya el proceso de justicia y paz y su impacto en la región, puesto que
ha constituido un marco fallido, donde ha primado la impunidad y donde la
decepción de las víctimas ha incrementado su necesidad de demandar justicia
retributiva como una forma de satisfacción.

Sin embargo, también emergen con fuerza relatos en los cuales las formas de
justicia restaurativa y la reconciliación sean aspectos importantes, en contraposición a
propuestas y visiones más centradas en la justicia retributiva. Esto tiene que ver con el
mismo contexto de las regiones y procesos estudiados: muchos de los hijos e hijas de
estas víctimas sobrevivientes, son también combatiente:

...el autor material ya sabemos quiénes fueron, hasta nuestros propios hijos y nuestros propios
parientes, todos los que reclutaron para que masacraran a su propia gente, al uno y al otro; el
que apretó el gatillo eso es muy fácil, porque fue gente de la misma nuestra y aquí en los abrazos
tenemos mamás de guerrilleros y mamás de paramilitares (Córdoba, E13)

Así pues, estas perspectivas en torno a la justicia restaurativa, aparecen y emergen


en los relatos donde, de nuevo se presenta el anhelo de justicia, pero desde esta
perspectiva alternativa. Dentro de la complejidad de la que estoy intentando dar
cuenta, puede observarse también que la búsqueda de alternativas de justicia, no
solamente está vinculada a una mirada que invoca la conciencia del victimario y la
apertura de posibilidades para ellos; sino también, y paradójicamente, porque se
piensa que la cárcel no es un castigo suficiente. En estos casos las alternativas de
justicia están ligadas más a otro tipo de castigos y sanciones que le permitan al
312
Sentido y propósito de las acciones de memoria

victimario tomar conciencia de lo que ha hecho y pueda repararlo de alguna manera o


experimentar el sufrimiento y las dificultades cotidianas que viven las víctimas:

…yo lo único que digo es que si esa gente se entrega, es mucho mejor, porque entre más gente
muera, son más violentos, entonces entregándose al Estado se compone mucho la vida... yo no
pido para ellos una cárcel, sino que les den estudio y los enseñen a vivir, que los pongan a
trabajar así cómo nos toca a nosotros. (Oriente, E4)

Dado el sufrimiento padecido y la lucha diaria para conseguir el pan de cada día en
un contexto de empobrecimiento, explotación laboral, ausencia de oportunidades de
trabajo, desempleo y condiciones precarias de salud y educación, se piensa que la
cárcel puede terminar siendo un premio; por lo tanto, las penas alternativas deberían,
según los y las participantes, estar ligadas al trabajo y “al ganar el pan con el sudor de la
frente”,

Si cogen a esa gente, en una cárcel, ellos están allá es viviendo bueno, yo no soy una persona
rencorosa, yo dejo todo en manos de Dios, que sea Dios que los juzgue, ¿en una cárcel para qué se
los llevan? Allá los sientan, les dan buena comida y allá van a estar mejor que uno acá...
nosotros las víctimas somos los que estamos sufriendo acá, trabajando y sufriendo para salir
adelante y ellos en la cárcel lo pueden tener todo... hay veces me pongo a pensar, si a mí se me
presentara el tipo que lo mató, yo no sabría qué decirle o que quiero para él, no sé; la ley, yo creo
que saben más cómo castigan a cada quién y cómo lo deben castigar... (Oriente, E21)

Puesto que también se ha visto que la vinculación de los jóvenes a los grupos
armados ha estado signada con el deseo de conseguir “dinero fácil”. Por lo tanto,
como una primera conclusión sobre este punto: se anhela la justicia, se pretende
generar conciencia en torno a la necesidad de justicia y las organizaciones de víctimas
tienen dentro de sus propósitos luchar por la justicia. Más allá del debate sobre sus
modos, ésta es una aspiración y un motivo que está a la base de la movilización y la
acción pública de memoria. Sin embargo, pareciera surgir una reflexión: la justicia no
es fácil de lograr, aun cuando haya movilización; pero también los otros derechos
(verdad y reparación). Prima la impunidad porque hay miedo objetivo de denunciar,
puesto que las consecuencias son conocidas.

Así pues, en el fondo, aun cuando se hable y se ponga sobre el tapete el tema de la
justicia y se tenga incorporado en el discurso como un derecho importante, en la
práctica, la realidad de las organizaciones del Oriente Antioqueño y de Madres de la
Candelaria, es similar a la expuesta anteriormente en Córdoba, puesto que el precio de
313
Sentido y propósito de las acciones de memoria

una lucha frontal y efectiva por la justicia es la amenaza y la muerte, y la gente se


pregunta si tiene sentido esta lucha, si al final todo seguirá igual...

...nosotros trabajamos por los derechos de las víctimas porque al final también somos
ciudadanos, entonces, la justicia en este país no es nada, ¿dónde está la verdad de las víctimas?
Lo poquito que se sabe es lo que hemos podido hacer a través de los procesos, pero no hay verdad,
no hay un verdadero proceso de país de verdad, no hay nada... ¿la justicia en este país? Si cuando
empezaron a hablar éstos (los paramilitares), lo poquito que estaban diciendo, se los llevaron
para Estados Unidos, ¿qué es eso? La justicia en este país es muy poca. (Oriente, E20)

Ahí está la paradoja: la gente no habla porque tiene miedo, pero tiene miedo
porque si habla conoce las consecuencias para su vida y para su familia. Al final se
anhela la justicia, pero no se cree en la justicia, por lo menos en la que administra el
Estado. Lo cual conduce nuevamente a ese realismo paralizante o a esa desesperanza
aprendida que viven los colectivos de víctimas estudiados, pueden emerger
sentimientos de impotencia, desgano y fatalismo. Surge una sensación: “al final si no
se puede hacer justicia sería mejor no hacer nada al respecto”. Este tipo de
constatación donde el realismo paraliza y se aprende la desesperanza conduce a la idea
de delegar en Dios la justicia:

…eso se le deja a las manos de Dios... que haga Dios con ellos lo que él quiera... yo lo único que
digo es que a toda esa gente así, hay que dejarlos a que ellos mismo reaccionen, que piensen a ver
si les afloja algún día el corazón y reaccionan algún día. (Madres, E3)

Y sin embargo, en el fondo la acción de memoria, la construcción de una memoria


compartida y el proceso de hacerla pública, por lo menos, ha implicado que haya un
horizonte y una esperanza para lograr hacer justicia, así se vislumbre a lo lejos. María
Luisa Cabrera (2001, 2004, 2008), en sus trabajos de investigación con la comunidad
Aurora en Guatemala, y en el proceso de justicia que se desarrolló sobre la masacre de
Xamán, afirma que el trabajo y la lucha por la justicia, aún en medio de la impunidad,
si bien puede tener consecuencias en la salud mental de los y las participantes en estos
escenarios, puede aumentar la cohesión social y, sobre todo, generar dignificación y
sentido a la acción, y a la misma vida.

Sin embargo, la gente insiste y persiste y estos procesos de víctimas siguen


actuando, movilizándose, formándose, creyendo; en un contexto como el
colombiano, se tiene que tener claro que el proceso de lucha es de largo aliento, y que
la búsqueda de la justicia apenas está comenzando.
314
Sentido y propósito de las acciones de memoria

“La vida de un ser humano no tiene precio, un ser humano vale mucho más”:
Lucha por la reparación

Desde un punto de vista concreto y pragmático, buena parte de la acción de


memoria y el proceso organizativo ha estado dirigido a, por lo menos, obtener una
reparación económica. La gente que se confronta en su cotidianidad con la pobreza,
con la falta de oportunidades, la falta de empleo, que no encuentra respuestas ni del
Estado ni de la sociedad, ni de los gremios económicos, ni de la cooperación
internacional al desarrollo, acepta el dinero que está dando el Estado colombiano, con
aquél refrán: “del ahogado, el sombrero”; es decir, si en medio de la desesperanza
aprendida de la que se hablaba en el punto anterior, cuando no se ve posible la justicia,
cuando la verdad se distorsiona cada día, la gente apela a dos cosas: a su testimonio
para hacerlo público y hacer circular sus memorias, tal como esta investigación está
documentando; pero también, de forma pragmática, a gestionar los recursos
económicos que el Estado ha dispuesto como reparación administrativa (Decreto
1290 de 2008) o como indemnización (Ley de Victimas, 1448 de 2011).

De allí que para muchos y muchas participantes, de los tres escenarios estudiados,
también se hace memoria porque se quiere buscar una compensación económica
(indemnización) que hasta ahora siendo casi la única respuesta efectiva del Estado
como reparación a las víctimas:

...con eso no le van a devolver a uno la vida del hijo... pero en el caso mío, mi hijo dejó un hijo, él
vive con la mamá y veo a la mamá pagando arriendo, que no hay para el colegio, que no hay
para una cosa, los uniformes, la vida que está muy dura, y si le pido a Dios que me de eso para yo
regalárselo... la reparación administrativa para comprarle un techo a mi nieto y decirle:
"mijo... éste es su papá, haga de cuenta que éste es su papá... Este techo se lo dio su papá"...
(Córdoba, E8)

Incluso, en las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño, cuyo marco de


constitución se desarrolla en un proceso más amplio que intenta buscar la verdad y la
justicia, y que pretende abrir espacios de participación de las víctimas en el nivel local,
esta aspiración a los recursos económicos que ofrece el gobierno, a manera de
reparación, cuando es exclusiva, se convierte en muchas ocasiones en fuente de
disputas, reclamos y llamados de atención para que la organización no se convierta en
una simple gestora de estos recursos, para que no se instrumentalicen los procesos
sociales que se están adelantando, especialmente los de memoria.

315
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Estos reclamos surgen porque existe también una conciencia que el dinero que se
recibe no puede considerarse una reparación, porque no es suficiente o porque la
reparación (por lo menos la económica) implicaría mucho más. Por lo tanto, la lucha
debe hacerse por una indemnización real y una restitución:

…el dinero bienvenido sí, pero de todas maneras, eso no repara... aunque hay muchas madres a
las que se les ha muerto el hijo, y no se sienten reparadas; pero a muchos otros parece que sí,
porque hay mucha gente que no está sino por el dinero, porque la gente ahí muchas veces no está
sino por la plata... mire a mí me gusta hacer entender a la gente que este proceso no es sólo por
dinero; y les digo yo: "es que nosotros no tenemos que pensar solamente en una reparación
administrativa, debemos de pensar mejor en una reparación integral”. (Oriente, E30)

Esto implica que buena parte de los y las participantes, y las organizaciones de
víctimas identifiquen claramente que la lucha es por una reparación integral, que
implica además de la indemnización, la restitución, la dimensión psicosocial, la
rehabilitación, lo simbólico; pero además, los relatos de los y las participantes, por lo
menos, en las organizaciones del Oriente Antioqueño, expresan con claridad que se ha
ido construyendo una conciencia en torno a la interdependencia de los derechos de las
víctimas; no hay reparación si no hay verdad ni justicia:

...y que haya verdad en este país, mientras no haya verdad, mientras no haya justicia,
esas son las dos principales; porque en la reparación, depende de éstas; porque a usted
puede que le den 20, 30, 40 millones y si no hay verdad y no hay justicia, usted no se va
a sentir reparado nunca... si no hay verdad, si no hay justicia creo que no repetición no
va a haber, también justicia social… (Oriente, E20)

Sin embargo, los espacios para la verdad y la justicia aparecen, o incipientes, en el


caso de la verdad; o cerrados, en el caso de la justicia. Por eso, como se ha afirmado, el
Estado colombiano, al mismo tiempo ha apelado a la reparación económica como un
medio para asumir el tema de los derechos de las víctimas, sin tener que asumir la
verdad y la justicia. Esto liga con la necesidad de las víctimas y de la gente, que ante la
escasez de recursos o ante su empobrecimiento real e histórico acepta, en parte, la
transacción y recibe el dinero. Ahora bien, esto ha condicionado las respuestas de las
víctimas, frente al escenario que el Estado ofrece como único marco de lo posible, y
tiene todo un debate interno que se da al interior de los mismos colectivos de víctimas.

Como se ha visto hasta aquí, la lógica del Estado colombiano se mueve en la vía de
“subsanar” necesidades básicas, correspondientes a derechos económicos y sociales,
316
Sentido y propósito de las acciones de memoria

históricamente negados, o de ofrecer un subsidio o ayuda humanitaria, como


mecanismo, de lo que denomina “reparación administrativa”, poner paños de agua
tibia a problemas estructurales, hacer un remiendo donde hay un hueco que exigiría
una nueva tela. En este sentido utiliza la pobreza y la exclusión histórica de la gente
como un medio, para aunarlo con un discurso político de “atención a las víctimas”,
que puede exhibir ante la comunidad internacional.

De esta manera, se cruzan las demandas de memoria y verdad, de justicia y


reparación que se desarrollan en los colectivos de víctimas, con las necesidades que la
gente tiene para cada hoy, que al final terminan teniendo un peso muy grande. Pero al
mismo tiempo las víctimas han empezado a percibir la trampa, por lo menos en el
marco de los procesos de reparación administrativa hasta el 2001; en primer lugar,
porque en términos económicos no compensa lo perdido, porque se termina
percibiendo más como una obra de caridad, como algo que se da, pero no como una
restitución de derechos:

Nosotros decimos qué nos van a reparar, si simplemente te dan 20 millones y ahí quedó, ya te
reparamos y listo. ¡Yo me siento engañada! Porque eso para mí es como la humillación...
porque es que eso es como salirse del paso con las víctimas... y ya reparamos... también sabemos
que los gobiernos también necesitan tener una imagen buena afuera, y aquí adentro es como
cuando uno en la casa barre por encimita porque viene la visita, pero los rincones los deja
quietecitos: entonces nos dan plata y un psicólogo... (Madres, E13)

Y esto se percibe de esta manera porque aparece claro que mucho menos se da una
reparación en términos morales y afectivos. Por esta razón, se pueden encontrar
relatos entre los y las participantes que permiten hacer un análisis de la funcionalidad
de esta reparación: el Estado Colombiano ha intentado con ello dar un rodeo, evitar la
discusión sobre verdad y justicia, calmar a las víctimas, intentar bajar la tensión que
implicaría la generación de un movimiento de víctimas más unificado y de carácter
nacional. Incluso, los y las participantes perciben “una trampa”, porque el gobierno
ha convocado a consultas a las organizaciones de víctimas para trabajar éste y otros
temas como el de la ley, y al final, las principales demandas y propuestas de las víctimas
han quedado por fuera, tanto de los decretos, como de la ley de víctimas:

...para mí eso es un montaje porque yo tuve la oportunidad de participar cuando se estaba


empezando a montar la política, cuando llegó el ministerio del interior para hacer la consulta
social en diferentes partes del país... nosotros hacíamos ciertas exigencias, ellos llegaron con un
documento ya hecho, y nos dijeron que esa era la reparación administrativa; entonces, nosotros
317
Sentido y propósito de las acciones de memoria

hicimos un análisis de cómo lo estaban planteando ellos, y señalamos lo que nos gustaba y lo que
no nos gustaba, hicimos sugerencias y propusimos cambios con razones fundamentadas, y nos
dijeron que teníamos razón, que nosotros éramos las víctimas, que ellos iban a cambiar y
aceptar las sugerencias. La gente quedó muy feliz porque habían logrado una incidencia
, porque habíamos hecho un excelente trabajo, cuando llegó la reparación administrativa, vino
con el documento inicial, y como aquí en Colombia las decisiones se toman así, entonces
prácticamente nos tocó asumirlo: 20 millones, no creo que eso sea reparación para una
persona... Entonces, para mí la reparación administrativa es una farsa, eso es un montaje que
el gobierno hizo a su amaño... (Madres, E5)

Así pues, se ha intentado esconder y evadir con ello las propias responsabilidades
del Estado en el marco del conflicto armado colombiano. Además, como la entrega
de algunos de los recursos que ha destinado el gobierno nacional para atención a las
víctimas se gestionan por la vía del Estado local, algunos de estos recursos de “ayuda
humanitaria” muchas veces no llegan a las mismas víctimas, y se pierden en las redes
clientelares de cada localidad.

Es importante reconocer, nuevamente, que en medio de los discursos en torno a los


derechos, de la dignidad de la gente, de la lucha por la memoria, e incluso de reconocer
que el Estado no está totalmente de su parte, también emerge esa construcción
tradicional, donde el Estado es benefactor y ayuda; por lo tanto, la forma de acercarse
al mismo no es la del ciudadano, sino la del sujeto que necesita ayuda, apoyo, por lo
tanto un lugar de no-ciudadanía. Estos dos referentes de subjetividad se siguen
cruzando en medio de todo el proceso de estas organizaciones. Puesto que como se ha
dicho, la pobreza y la adversidad son factores con los que se lucha en el día a día, y “si
vienen ayudas”, éstas no se pueden desperdiciar, por disquisiciones políticas. Y sin
embargo, y allí está la riqueza del proceso, en medio de esta situación económica y
social, también puede haber claridad en la búsqueda de una reparación integral:

El Estado Colombiano es el responsable de hacer la reparación, el que tiene la obligación de


repararme y hay varias maneras de reparación, una es una reparación integral; y es si yo hoy
estoy aquí bien, pero me quedo sin un esposo, sin una mano veo que estoy en dos estados
diferentes. Con la reparación lo que se busca es que como estoy, tratar de volver a estar: si una
comunidad por hechos de violencia se quedó sin escuela, si la gente se fue, se desplazó, si la junta
de acción comunal se desintegró, la reparación integral tiene que responder a que esa
comunidad, vuelva a tener eso mismo que tenía antes de los hechos de violencia. Y está también
la reparación simbólica que es que los Estados se comprometan a acompañar y a financiar
acciones de memoria... (Oriente, GF2, 2009).

318
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Una memoria incluyente

Tal como se ha enunciado hasta este punto, las acciones de memoria de las víctimas
en las tres experiencias estudiadas han estado atravesadas por una lógica de
complejidad que ha implicado trabajar, en el mismo proceso, con víctimas de unos y
otros actores, lo cual ha conducido a la construcción de una memoria incluyente, que
según autores como Todorov (1995, 2002), Ignatieff (1999), Bar-Tal (2003, 2007,
2010), Garagazov (2008), Zembylas & Bekeman (2008), entre otros, propicia
escenarios de reconciliación más complejos o de afrontamiento de conflictos
intratables.

…entonces también, de cierta manera, también es como elaborar cosas porque, por ejemplo, la
gente en La Unión también conoce esa historia, pero como a través de ese proceso y que todas esas
historias están ahí, y que también, de cierta manera hay una reconciliación, una especie de
reconciliación; no con el victimario directamente, pero sí con las familias, que al final, son
también como inocentes. La mamá no tuvo nada que ver, también tuvo un dolor inmenso, pero
que uno siempre veía la familia y uno siempre la miraba así, como de ladito... (Oriente, E20)

En el caso del conflicto colombiano, donde la violencia vertical, ejercida por el


Estado, los grupos guerrilleros y los grupos paramilitares, ha implicado violación de
los derechos humanos y del Derecho internacional humanitario; también se ha hecho
horizontal, como se veía anteriormente, porque al final los y las combatientes rasos
terminan haciendo parte de las comunidades y las familias de las mismas víctimas; una
perspectiva exclusiva centrada en una visión restrictiva y tradicional de los derechos
humanos, o una exclusiva centrada en la reconciliación pueden ser
contraproducentes, porque desconocen aspectos de la complejidad del conflicto.

Y lo otro que encontré y me parecía muy particular es como familia de víctimas, incluso hasta de
victimarios, las familias estaban ahí contando esa historia y me parecía como una telaraña
llena de unas encrucijadas muy raras, que decía uno, hasta donde nos lleva la guerra; porque
escuchar o leer al menos, esas historias de aquellos que también hicieron parte: cómo algunas
personas habían sido financiadoras de esa guerra, pero escuchar a la tía o a la esposa de uno de
esos que financió la guerra y que ella finalmente también fue víctima porque le mataron a sus
dos hijos. Entonces era como una telaraña muy rara, era un sentimiento muy extraño, porque
también veía a esa mamá con ese dolor, porque le habían matado a sus dos hijos, porque la
guerrilla se desquitó con la familia, porque el papá de esos hijos fue quien pagó a algunos
paramilitares para que llegaran al municipio, que mataron a los seres queridos de uno; pero
escuchar ese testimonio de vida de la mamá, era algo doloroso, pero también gratificante porque

319
Sentido y propósito de las acciones de memoria

también eso es como sentir el otro, o sea, que a la familia del otro también le duele y siente y cómo
se van envolviendo en la guerra... (Oriente, E20)

Quienes se centran exclusivamente en las violaciones de los derechos humanos,


hacen énfasis en la necesidad de castigar al agresor y hacer justicia, lo cual es válido y
necesario; pero desconocen la faceta de la complejidad del conflicto en lo cotidiano,
la diferencia entre las víctimas del conflicto antes de los 90, y las víctimas del conflicto
después de esta época. Puesto que los primeros responden claramente a la experiencia
de violencia vertical de parte del Estado y grupos paramilitares en proceso de
conformación, casi que de forma exclusiva en un marco de represión a la oposición
política, a las manifestaciones de la izquierda política y a la protesta social; mientras los
segundos, sin que se perdiera la primera, el abrumador número de víctimas en las
diversas regiones del país, entre las que se encuentran los y las participantes en esta
investigación, han vivido una agudización del conflicto armado, un reclutamiento
que creció de forma exponencial y una invasión de los grupos armados a sus
comunidades y espacios vitales, involucrando a sectores de la población en diversos
niveles, generando rupturas del tejido social, la confianza comunitaria y las redes
familiares y de solidaridad construidas por años:

...yo le diría que esa apreciación no cabe en este contexto, en este lugar, en este grupo porque lo
vemos así, el dolor es igual, las consecuencias de esa violencia son las mismas, igual somos
hermanos de una misma región, a veces en la misma familia la mamá tiene un hijo que se fue
para la guerrilla y otro que se fue para los paracos, y puede ser víctima de unos y de otros, puede
tener otro hijo en el ejército, entonces, es la misma realidad que no se puede separar aquí en este
caso, es la misma realidad que se impone y no se puede separar... o sea que la realidad de
violencia que hemos vivido, así cualquiera sea la causa, que se haya ido uno para un lado y otro
para el otro, cada cual lo sabrá, es esa la realidad de violencia que hemos tenido que vivir, y esa
mamá también es víctima de cualquiera del bando contrario y ella cómo va a separar el dolor
del paraco que le mataron o del guerrillero que le mataron, entonces no lo puede separar, y
nosotros tampoco lo podemos separar... (Córdoba, E13)

Y es aquí a donde apuntan los y las participantes cuando plantean que la


reconciliación debe enfocarse como un proceso de reconstrucción de tejido social, en
primer lugar entre las personas, familias y comunidades que no participaron ni
participan directamente en el conflicto; y luego, quizás cuando haya condiciones,
cuando haya verdad, justicia y reparación, y garantías de no repetición, también con
los excombatientes. Por eso para los y las participantes en esta investigación la
reconciliación no se puede imponer, por el contrario debe ser un proceso lento, que
320
Sentido y propósito de las acciones de memoria

incluya una perspectiva de derechos, no se puede trivializar ni manipular ni servir a


fines políticos, económicos o sociales de las élites; debe incluir necesariamente los
puntos de vista y las necesidades reales de las víctimas:

...porque es que hay veces que se quiere solucionar el problema de la guerra y de la violencia y que
nos reconciliemos los paracos, los desmovilizados con los desplazados, pero quieren resolverlo
extrayendo un proyecto de palma africana o de caucho o de cacao... y ya hemos descubierto que
no es así... que jugando un partido de fútbol los desplazados y los desmovilizados y ya... como si
eso fuera reconciliación... no, esto realmente se necesita un proceso… (Córdoba, E13)

Cuando se generan procesos donde se pretenden abrir escenarios de


reconciliación, a través de encuentros víctimas y victimarios, o donde los
desmovilizados, que no han asumido ninguna responsabilidad social y política (que
en muchos casos siguen siendo funcionales a estructuras político militares, de control
social, de proyectos armados), se crea el espacio perfecto de revictimización. En estos
espacios la gente experimenta nuevamente el dolor, se reviven los miedos, se siente
coartada y limitada en sus posibilidades de expresión, se siente atemorizada; porque
este es un espacio donde en realidad las víctimas están en lugar de subordinación, de
asimetría frente al agresor, con lo cual, más que promover la reconciliación se están
generando silencios, resentimientos y sentimientos de humillación, que a la larga no
producen lo que se espera de ellos:

…cuando yo tenía esos encuentros con los desmovilizados, a mí me daba mucho miedo asistir a
una cosa de esas... Y saber uno que estaba con ellos, y que ellos andaban en lo mismo, seguían
haciendo lo mismo, entonces, todo esto ha sido cosas muy duras para mí... eso era un taco muy
horrible: yo saber que uno estaba con ellos disque organizándose y haciendo cosas, en esos
encuentros que hacen, y uno saber que uno está ahí de frente con el enemigo... eso es muy duro
, yo salía de ahí muy aburrida, muy triste cuando yo los veía a ellos... (Oriente, E27)

De otro lado, la construcción de una memoria incluyente (Todorov, 1995, 2002;


Jelin 2002a, 2003), tal como se viene desarrollando en este punto, no ha implicado,
por tanto, un discurso importado ni traído de afuera, sino que se instala en el seno de
la misma comunidad, puesto que hay sobrevivientes con hijos en ambos grupos y
víctimas de todos los grupos, con lo cual, la madre, el padre, la familia que está en esta
situación, es muy probable que opte por discursos incluyentes y tenga apreciaciones
sobre la justicia más matizados que otros y otras. Esta complejidad es necesario
tenerla presente y es evidente en los relatos de los y las participantes de los tres
escenarios estudiados. Además de ello, como se ha visto anteriormente, en este
321
Sentido y propósito de las acciones de memoria

mismo capítulo, existen marcos religiosos muy fuertes que llevan a una visión
diferente de ese contexto, que implica, en muchos, casos la solidaridad y el apoyo entre
madres y familiares de unos y otros:

...ni las mismas mamás se daban cuenta lo que hacían sus hijos, entonces la familia, puede
quedar marcada, pero eso tampoco les implica que porque éste sea guerrillero y el otro
paramilitar y en la organización nunca ha habido problemas por eso después de cinco años. Y
no han tenido problemas en estar juntos, porque ellas se tratan, igual pasó en los abrazos,
lloraban y la una apoyaba a la otra, la una acogía a la otra y viceversa. Y yo lo sigo viendo
todavía hoy. (Oriente, E11)

En concepto de los y las participantes de las organizaciones de víctimas estudiadas,


los logros alcanzados con las acciones públicas de memoria, tanto en el proceso de
recuperación de la dignidad de las víctimas, como en la reconstrucción del tejido
social; es decir, el impacto que se ha logrado y que se va a seguir logrando, se debe a que
se ha hecho un trabajo de memoria incluyente, donde caben las víctimas de todos los
bandos, donde todos y todas tienen la posibilidad de expresarse, de ser escuchados/as,
acogidos/as, sin distinciones, unidos por una experiencia común de dolor. Y con un
propósito común de reconstrucción del municipio, del territorio, puesto que lo que
prima es el valor de la vida, se tiene claridad en que todos y todas tienen derechos. Por
lo tanto, lo que se debe hacer es tener objetivos comunes y luchar por la justicia;
aunque haya diferencias en los accesos y vías jurídicas, la gente es la misma, la gente ya
convivía en las comunidades y los y las participantes piensan que, por esa misma
razón, no se pueden categorizar las víctimas:

Que a la hora de hacer memoria, o en el proceso jurídico se ve al responsable de una manera


diferente y ahí sí puede haber separación, pero llega un momento en que nos tenemos que juntar
todas por un mismo objetivo que es el reconocimiento del dolor, el reconocimiento de los
derechos, ir avanzando para que en este país haya justicia, independiente del tipo de
victimización y el tipo de victimario; debemos de estar hablando el mismo lenguaje, que es el
derecho de las víctimas... antes de que las organizaciones tengan víctimas de todos esos actores, la
gente ya convivía en las comunidades... incluso con las víctimas de Estado ha sido una lucha
grande, de hecho la ley de víctimas no iba a tener ese componente, pero la misma presión de las
organizaciones ha demostrado que ellos también son víctimas, que muchas veces la manera
jurídica de acceder al derecho podría ser diferente y en cierto momento se podría trabajar
diferente, y se debe trabajar diferente; pero las necesidades son las mismas, las jurídicas, las
psicosociales... hay que incluirlas. Yo estoy convencida que las víctimas debemos estar todas
juntas, unidas, que no podemos hacer diferenciaciones y no podemos empezar a categorizar las
322 víctimas. (Oriente, E20)
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Elizabeth Jelin (2002a) recoge una discusión al respecto: cuando hay una memoria
excluyente, el nosotros que se construye identifica un centro interno y los otros
externos que quedan excluidos del relato; esta configuración de memoria estaría
marcada por la definición de la organización desde aspectos referentes cerrados,
construyendo una identidad cerrada. Pero por otro lado, existe una memoria
incluyente, donde el nosotros opera de tal manera que utiliza mecanismos de
incorporación legítima, que incluye a víctimas de otros actores y a personas que no
han sido víctimas dentro de un movimiento animado por una ética de la
responsabilidad, donde la identificación y judicialización del responsable de los
hechos no compite con la afirmación vital que permite cuestionar cualquier forma de
violencia, sin que esto implique encubrimiento ideológico, como diría Martin-Baró
(1989).

“En guaraní hay dos vocablos para definir la idea de nosotros. Uno –ore- marca la
frontera entre quienes hablan y su comunidad y el otro, el que escucha y observa, que queda
claramente excluido. El otro –término- Ñande, es un nosotros incluyente, que invita al
interlocutor a ser parte de la misma comunidad” (Jelin, 2002a; p. 59). La memoria se
convierte en un territorio de disputa y poder; dentro del cual la definición de quiénes
son víctimas, y la forma de definirlo, según el autor de los hechos, según la militancia
política o según una definición de un poder superior, entre otras, también marca el
tipo de organización y el tipo de acción (Cfr. Villa, 2009)

Esto precisamente marca los límites entre los usos y los abusos de memoria, entre
una memoria ejemplar que busca transformar relaciones sociales y de poder,
desnaturalizar la injusticia y la violencia, y una memoria literal que pretende aferrarse
al pasado, al dolor y a los atropellos sufridos con el fin de justificar la retaliación, la
venganza o la exclusión de otras propuestas, marcando diferencias entre puros e
impuros, auténticas víctimas y falsas víctimas (Todorov, 1995), víctimas de un lado,
víctima del otro:

...pero yo siento que es muy difícil de pronto seleccionar, no tienen que ser exclusivamente de
estos... porque uno ponerse a decir, por ejemplo vamos a una reunión con víctimas de los
paramilitares o vamos a tener una reunión con las víctimas de la guerrilla, nooooo.... no creo
que haya necesidad de ponerle el calificativo a eso, porque se le puede dar manejo. La cosa no es
que sirva que estén juntos, no es que sirva sino que no sea excluyente, sino que esa es la realidad
de nuestra región... (Córdoba, E4)

323
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Frente a este tipo de divisiones y marcas, frente a discursos que generan identidades
cerradas, las organizaciones de víctimas estudiadas, y esto es común a los tres
escenarios analizados, han optado por esta memoria “Ñande” que no solamente
responde a una forma de encontrarse y organizarse, sino que además es coherente con
la complejidad con que se ha vivido el conflicto armado en las regiones, es decir, no
son los victimarios quienes las definen, sino una lógica de encuentro, de convivencia y
de recuperación de un tejido social, dentro de un territorio, puesto que todos y todas
se perciben como víctimas y la guerra no discriminó, por eso sienten que no pueden
discriminarse entre sí.

Esta lógica también rompe con la dinámica de la historia oficial que tendió a
construir el gobierno Uribe en Colombia (2002 – 2010). Desde su discurso
gubernamental, el problema de la violencia en Colombia no responde a una lógica de
conflicto armado, que tenga causas estructurales ni sociales ni políticas: sino que
responde a una “amenaza terrorista” que plantean unos “bandidos” que quieren hacer
daño a la sociedad. Este discurso se pretende inscribir en el marco internacional de
lucha contra el terrorismo y le permitía a dicho gobierno actuar con ciertos niveles de
impunidad internacional, definiendo el mundo en dos: buenos y malos, según los
propios intereses. Los que “están conmigo”: los patriotas, los “demócratas”; y los que
“están contra mí”: los terroristas, los amigos del terrorismo, los terroristas vestidos de
civil, los defensores de derechos humanos que le hacen el juego al terrorismo. Sin
embargo, en la nueva ley de víctimas (ley 1448 de 2011) se reconoce la existencia del
conflicto armado y a las víctimas como afectadas por el mismo y como sujetos de
derecho, además de reconocer la existencia de las víctimas de Estado.

Los discursos de la memoria excluyente, de la memoria literal de cada bando,


claramente llevan en su seno la lógica polarizante de la que habla Martín-Baró
(1990a). Puesto que se pretende aglutinar unas víctimas buenas, válidas y otras que
no lo son. Las víctimas de la guerrilla, del terrorismo, al lado del gobierno; las otras se
miran con desconfianza porque estarían en contra del Estado. Frente a este tipo de
discurso, las organizaciones y colectivos de víctimas analizados manifiestan su
rechazo, lo cual les da una legitimidad ética y una posibilidad de proponer nuevas
formas de construir espacios de reivindicación de sus derechos, pero también de
construcción de paz, reconstrucción de tejido social y reconciliación:

324
Sentido y propósito de las acciones de memoria

…cuando celebramos el aniversario, sin diferencia de color, de raza, de sexo, empezamos a dejar
de lado esa ira de buenos y malos, esa mentira de que los buenos somos más, pues está en boca de
los que nunca han sido víctimas de la guerra y quieren simplemente tranquilizarse, pensando
que somos los buenos; y que los malos son los que están por allá y así de fácil se retroalimenta la
dinámica de guerra. Si dividimos el mundo entre los buenos y malos es un acto de
discriminación... (Oriente, GF4, 2009).

Las organizaciones de víctimas analizadas y sus trabajos de memoria surgen como


una forma de salir del silencio y del anonimato, tejiendo una historia que estaba
sumergida dentro de formas de historia homogeneizantes que se han dado en el país.
Aunque las versiones de la memoria estén en disputa, en una auténtica democracia
todas las versiones serán escuchadas, y se tendrán espacios transparentes y éticos para
definir cuáles son validadas y reconocidas. Pero en Colombia se tapan, se tergiversan,
se satanizan ciertas historias, las cuales, por razones de temor y terror deben pasar por
debajo. De allí que la memoria colectiva es una vía para la liberación de los hombres y
las mujeres, no para su sometimiento (Gómez, Chaparro, Antequera & Pedraza,
2008).

“Cuando la guerra nos golpea ¿Cómo responder sin imitarla? Sin definirse a la contra,
en un plano de enfrentamiento y no de creación, en una lógica de bandos y no de una
autonomía de una voz afectada. Es a lo que se nos empuja permanentemente; por ejemplo,
cuando en una movilización en la calle alguien se acerca y pregunta: ¿y vosotros, de qué
víctimas sois?” (Red Ciudadana tras el 11-M, 2007, P. 93). Este testimonio de Miriam
Carramolinos, que hizo parte de la organización de víctimas del 11-M se acerca a la
experiencia que defienden las organizaciones del Oriente Antioqueño y en los
espacios analizados de Madres de la Candelaria y Córdoba. Ella se preguntaba
“¿Cómo evitar los efectos disgregadores del terreno mediático y político?”, puesto que las
víctimas se pueden convertir en “objetos” que mediatizan discursos de poder, su
memoria puede ser utilizada para defender o legitimar opciones violentas, o para
sustentar el enfoque, la propuesta política o simplemente para tener privilegios
económicos o sociales, por parte de cualquier sector social, partido, grupo de interés,
etc. Por esta razón, ante las críticas que se hacen al trabajo conjunto de las víctimas
dentro de estos procesos, ellas pueden sustentarlo de la siguiente manera:

¿Y quién es quién para juzgar? Vea nosotros dentro los municipios, no discriminamos a nadie, si
dicen que esa no es la forma en que debemos estar organizadas, entonces yo me hago la pregunta,
entonces cómo creen los que nos cuestionan que deberíamos estar... si nosotros en una
organización no discriminamos a nadie; entonces, si nos cuestionan, es porque ellos quieren que
325
Sentido y propósito de las acciones de memoria

nosotros discriminemos a una madre de familia que fue víctima de un proceso de conflicto por
un guerrillero o un paramilitar, o de un agente estatal de la policía o el ejército: ¿yo cómo le voy a
decir es que este se tiene que meter a otra organización, porque vamos a recibir sólo víctimas de
guerrilla o de paramilitares? Yo no puedo hacer eso, porque eso sería discriminar, rebajar mucho
a la madre o a la persona que quiere entrar a la asociación... (Oriente, E6)

Una de las cosas más dolorosas es la manipulación que se hace del dolor de la gente
para intereses políticos de uno u otro bando, para defender fines políticos o militares.
Tanto las Madres de la Candelaria, como las organizaciones del Oriente Antioqueño
creen que esta postura ética, esta apertura y esta memoria incluyente es lo que ha
tenido la fuerza y el impacto que les ha abierto puertas ante la comunidad municipal,
ante las instituciones locales, ante las regiones y el país.

Discusión y conclusiones

En síntesis los propósitos y motivaciones de esta memoria pueden valorarse en el


nivel afectivo o relacional, pero también en la incidencia social y política. La
siguiente tabla da cuenta de estos diversos aspectos que se convierten en sentido para la
realización de acciones de movilización, que, con el paso del tiempo, has despertado a
la sociedad colombiana de su letargo y al Estado de su negacionismo, para darle lugar a
las víctimas y alcanzar un reconocimiento:

326
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Tabla 6. Razones, propósitos y motivos de las acciones de memoria

Nivel afectivo, Nivel de incidencia Nivel de incidencia


personal y relacional social política

- Para dignificar a - Como aspiración al cese del - Buscando la no repetición


su ser querido, conflicto armado y como llamado de los hechos.
limpiando su ético a la paz.
nombre. - Para fortalecer la
- Como lugar ético y moral que organización y con ella ganar
- Para mantener su confronta la injusticia, la en el poder de incidencia
recuerdo vivo y no indiferencia y la mentira ante el Estado.
olvidarlo. nstitucional.
- Para reclamar derechos
- Como búsqueda de fundamentales que en un
- Para afrontar el
reconocimiento social de los marco de injusticia social y
dolor y hacerlo hechos: sí pasó. violencia estructural ha
público. Realizando permitido la exclusión de las
un duelo colectivo. - Una forma de visibilización de la víctimas.
realidad de las víctimas, rompiendo
- Para recuperar la la estigmatización y el Para luchar por la verdad, la
historia del ser señalamiento. justicia y la reparación en
querido, la familiar y contextos de impunidad.
la propia. - Sensibilización al resto de la
sociedad que invita a romper la - Es un proceso de
- Como una forma indolencia a través de condolerse reparación colectiva desde
de afrontamiento a con las víctimas y a la solidaridad. abajo y de reconstrucción de
las lógicas de la tejido social y político.
violencia y la - El relato personal se inserta en la
represión. memoria colectiva para buscar Para construir un horizonte
afectar la historia (La memoria de reconciliación que vaya
- Para afrontar la histórica) más allá de las propuestas
pasividad implicada facilistas de otras
-Afrontamiento del olvido social. instituciones.
en la condición de
víctima. - Dejar un legado a las nuevas
generaciones, un mensaje
pedagógico y transformador.

- Como confrontación de la historia


oficial.

Además de lo anterior, en la navegación por estas preguntas puede arribarse a varios


puntos de discusión que pueden conducir a algunas conclusiones. Estas se refieren al
planteamiento sobre el agente de la memoria, las memorias incluyentes y excluyentes,
la impunidad, para finalizar con algunas conclusiones generales.

327
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Sobre el Agente

La pregunta por quién hace la memoria implica una reflexión fundamental. No es


lo mismo que la memoria la haga el Estado, la realicen las élites económicas, la evoque
la Iglesia, la promueva la guerrilla, la hagan los paramilitares, o la hagan las víctimas.
Puesto que cada quien vehicula sus relatos y retoma de los hechos lo significativo o lo
que es de su interés. En un contexto de violencia política, de represión y de conflicto
armado, las instancias que tienen poder podrán circular sus relatos por múltiples
medios, tendrán una audiencia asegurada, bien sea por la fuerza de su poder político,
económico o armado, o bien porque tienen espacios de difusión en los medios de
comunicación.

Si se trata de las víctimas, el acercamiento no es simple. Como agentes de


memoria, las víctimas están situadas en contextos, tienen una historia, tienen marcos
de referencia sociales, políticos, religiosos, históricos, culturales. Así pues, en
Colombia, no es lo mismo que quienes hagan memoria sean las víctimas con una
militancia política o social, algunas de las cuales militaron en algún momento en
partidos de izquierda ahora aniquilados o reducidos a su mínima expresión (Partido
Comunista, Unión Patriótica, AD-M19, , entre otros), que fueron perseguidas
sistemáticamente por su militancia política y que son sobrevivientes de una política de
exterminio, que en muchos casos se ha calificado de genocidio político (Cepeda,
2006; Uribe, 2010); que las víctimas del conflicto armado abierto y de las estrategias
de terror y control territorial que empezaron a implementar los actores armados a
partir de los 90⁴⁹.

Los discursos y relatos de este segundo tipo de víctimas, en las tres regiones
estudiadas, son recogidos, analizados y profundizados en esta investigación: víctimas
sobrevivientes que se perciben a sí mismas como afectadas por un conflicto que no les
pertenecía totalmente, que no tenían militancia política ni participaban en ninguna
organización social, ni sus familias; que no tenían vinculaciones políticas ni eran base
social de las guerrillas, y mucho menos de los grupos paramilitares de derecha.
Víctimas de un conflicto social, político y armado, en donde la disputa por el control
del territorio, es decir por la tenencia de la tierra y sus recursos y el manejo de la
población y el control político local, llevó al terror como estrategia de control y de

49
“No es lo mismo actuar en un escenario de guerra abierta como el Putumayo, Urabá o el Catatumbo, que hacerlo en una
gran ciudad o en regiones relativamente tranquilas” (Uribe, 2010, p.56).
328
Sentido y propósito de las acciones de memoria

expoliación, a la guerra sucia como forma de lucha y a la eliminación sistemática de la


población que no se ubicaba en ningún bando:

“las víctimas del conflicto armado son en su gran mayoría mujeres con sus hijos, luchan por
preservar unas memorias personales y colectivas de silencio y dolor de cara a la impunidad y a las
constantes amenazas... Con excepción del exterminio con carácter de genocidio del partido
político de izquierda de la Unión Patriótica, y los asesinatos o desapariciones de militantes
políticos de otras organizaciones o sindicatos, el espacio de devastación en Colombia se
circunscribe a comunidades rurales, a lugares discretos en los cuales han sido asesinadas,
mutiladas o desaparecidas miles de personas a lo largo de los últimos 50 años...”
(Uribe, 2010, PP. 21 – 22).

Estas dos visiones de las víctimas se encuentran confrontadas en el país y no han


permitido la consolidación de un movimiento de víctimas unificado que pueda luchar
realmente por la verdad, la justicia y la reparación; ni ha podido hacer un contrapeso al
Estado y lograr una incidencia profunda en la vida nacional. Las memorias
dominantes, suelen ser las de las élites sociales y políticas (Schwartz & Schuman,
2005) que promueven sus relatos y los hacen circular en la sociedad. Ahora bien,
entre los grupos subalternos, y entre éstos, las víctimas, según estos autores, también
algunos de estos actores se mueven de forma similar a las élites, dejando por fuera los
relatos y las formas de ver de la gente ordinaria. De tal manera que, no se alcanza a ver
cómo la gente de la base recibe, procesa y genera memorias en la vida cotidiana.

La tendencia de la investigación social ha estado dirigida hacia las élites del poder, o
las de un contrapoder, olvidando que es la gente la que cada día recuerda y hace el
pasado (Griffin & Hargis, 2008). Éste es precisamente uno de los nichos que esta
investigación aborda, en el contexto colombiano, al trabajar con grupos de víctimas,
en regiones y situaciones que están más en la periferia que en el centro del quehacer
político del país; y que no responden a movimientos y acciones de grupos de oposición
tradicionales, víctimas y sobrevivientes, militantes políticos de la izquierda y los
movimientos sociales tradicionales, sino a procesos de construcción desde abajo, de
grupos y organizaciones sociales que tienen otros modos de pensar, actuar y proceder.

Quiero traer a colación un hecho, donde Da Silva Catela (2003) presenta las
formas en que los movimientos sociales tradicionales que tienen fuerza y una
militancia con estructuras de acción social y política más definidas, que articulan un
discurso político solidificado, intentan subsumir en su seno a organizaciones más
pequeñas, de corte regional o local, que no tienen el nivel de militancia política ni
329
Sentido y propósito de las acciones de memoria

discursos tan estructurados. En el caso que trae la autora, en la localidad de Ingenio


Ledesma se produjo la desaparición de un grupo de personas: según la versión de la
comunidad, jóvenes que pertenecían a algunas asociaciones juveniles; sin embargo,
en los discursos nacionales este caso se convirtió en uno de los casos emblemáticos de
la represión contra las manifestaciones sindicales en época de la dictadura. La autora
se pregunta, ¿a qué se debe la diferencia tan notoria entre las dos versiones, y por qué
termina cristalizándose la versión de afuera? La respuesta es que la memoria implica el
agente y sus marcos de referencia, y sus intereses y sus objetivos. Por lo tanto, la
pregunta por estos marcos, estos propósitos de un grupo social debe ser esencial en la
investigación de las memorias colectivas.

La memoria colectiva no es un ente metafísico, ni es por sí mismo un generador de


transformaciones. Puesto que en la dimensión colectiva de la memoria circulan los
relatos de todos los actores. Así pues, ¿quién hace memoria? Es una pregunta que debe
resolverse. Cuando hay un relato, se deben hacer las preguntas pertinentes: quién lo
hace, cómo lo hace y qué pretende con este relato, porque esto devela sus marcos
éticos, políticos, culturales, etc. Así pues, cuando se trata de la memoria colectiva de
las víctimas, es necesario ir a las víctimas, ir a la fuente. Cuando se habla de memoria
histórica, memoria colectiva, tal como se discutió en el capítulo 2, es necesario
contextualizar al actor social, y ubicar su acción; porque puede convertirse en vehículo
de múltiples intereses políticos y, al final, las víctimas, terminan siendo funcionales a
múltiples discursos, según los intereses de quienes detentan el poder.

No existe una “memoria pura” de las víctimas, ni pueden agruparse sus intereses y
propuestas dentro de un mismo paquete. Por lo tanto, desde un registro resistente de
la memoria, es fundamental acudir a las mismas víctimas, en el corazón de sus
procesos locales y regionales y, más allá del prejuicio, darle pie a sus relatos. Es lo que
he tratado de hacer en esta investigación. Y los relatos de la gente conducen a
conclusiones que quizás no son las esperadas desde el ámbito de la militancia política o
desde el discurso internacional de los derechos humanos, pero que tiene fundamentos
y tiene mucho que decir, a la sociedad colombiana, a la academia y al mundo.

Jelin & del Pino (2003) sugieren tener en cuenta algunos puntos cuando nos
acercamos a contexto de procesos de construcción de memorias en comunidades
locales, en su mayor parte ubicadas en territorios, simbólica y políticamente lejos de
las ciudades capitales y los poderes centrales. Para ello abordan tres ejes analíticos:

330
Sentido y propósito de las acciones de memoria

1. El proceso de construcción de la propia comunidad y su anclaje al territorio y


el papel que juegan las memorias en este proceso. Además el papel de la
violencia
en la configuración de las mismas.
2. Las formas de relación entre el “adentro” comunitario y el “afuera” del poder
central; que permiten resaltar los marcos significativos de cada comunidad.
3. Los juegos de poder en el nivel local, que afectan la construcción de
memorias, y que están en permanente interacción: memorias divididas,
actores sociales víctimas, victimarios, testigos silenciosos, etc.

Estas diferenciaciones y precisiones me permitieron mirar, por ejemplo, que los


móviles y propósitos de hacer memoria difieren claramente en los tres escenarios
estudiados: en un contexto como el de Córdoba donde se exterminó toda la
organización social de base y la intensidad del conflicto no ha disminuido, lo
fundamental de hacer memoria en el momento actual, es la de dignificar a las
víctimas, la de por lo menos, hacer visible el dolor, la de afrontar la situación límite y la
vivencia traumática subjetiva. No hay una preocupación inmediata por constituir
una organización ni por hacer una lucha política abierta por derechos básicos ni
menos por la verdad, la justicia y la reparación, como derechos de las víctimas. En
medio del temor que se genera por la amenaza vital latente y ante la vulnerabilidad que
experimentan, puede nombrarse, que su resistencia no está instaurada en un
afrontamiento directo, sino como un ejercicio de nombrar lo innombrable en un
territorio hostil marcado por el silencio obligatorio y el terror.

Sin embargo, esta memoria es afrontamiento y debe ser reconocida como parte del
registro resistente. Y, además, debe ser valorada como un acto de resistencia no-
violenta en medio de la experiencia de sin sentido que le atribuyen al conflicto;
porque, según Cavalcanti (2003), no es fácil hacer memoria en contextos de represión
permanente, o según Totta (2005) la presión política, la amenaza, una sociedad civil
débil, y unos procesos de conmemoración dispersos, sin el respaldo de la sociedad
civil, también restringen la memoria de un hecho y cualquier proceso de
afrontamiento colectivo.

De otro lado, las Madres de la Candelaria, han desarrollado su acción de memoria


con un propósito fundamental: la búsqueda de sus hijos desaparecidos. No se trata
que no hagan incidencia política o que no busquen reivindicar sus derechos. A lo largo
331
Sentido y propósito de las acciones de memoria

del texto se enunciaron sus particularidades en estos procesos. Pero lo que sí es claro,
es que sus acciones de memoria colectiva están dirigidas a resistir al olvido en que la
sociedad colombiana ha dejado a sus hijos. Su forma de nombrar lo innombrable,
permite la visualización de una realidad no nombrada, frente a la cual la sociedad
manifiesta indolencia e indiferencia. Por lo tanto, su énfasis en la memoria como
acción de incidencia social es un paso importante y una manera de
ubicar sus resistencias.

En el Oriente Antioqueño, puede hacerse un seguimiento entre los procesos de


memoria comenzados en 2006, y lo que se fue viviendo posteriormente. En un
primer momento, el énfasis también estaba mucho más en la dignificación de los seres
queridos, y en un proceso de recuperación emocional. En los relatos recogidos en
2009, el énfasis de estas acciones estaba en el reconocimiento social. Se tenía claro que
la memoria tenía como objetivo sensibilizar a la sociedad para lograr un respaldo y
poder enunciar lo vivido de forma pública, de tal manera que se abrieran escenarios
públicos, no sólo para dignificar a los seres queridos, sino también para ser
copartícipes en la construcción de la historia de la nación.

En 2011, se observa con mayor fuerza el discurso centrado en la incidencia


política. Fortalecer la organización, reivindicar los derechos, abrir escenarios
políticos en lo local, y luchar por los derechos a la verdad, la justicia y la reparación
aparecen más claramente, no sólo en las agendas de las organizaciones, sino también
en los relatos de los y las participantes. De acuerdo con Totta (2005) pueden
identificarse algunos procesos que favorecen la memoria: el fortalecimiento de la
sociedad civil, la búsqueda de la justicia, una organización sólida, la unidad de
criterios al conmemorar y construir símbolos y rituales que convoquen y unifiquen,
que sean referentes.

Y este proceso se ha logrado construir en el Oriente Antioqueño, no sólo por las


víctimas, sino porque también tuvieron un contexto de movimientos sociales (de
mujeres, de servicios públicos, asambleas ciudadanas y otras expresiones
organizativas) comprometidos con el territorio que fueron sustento político y apoyo
permanente. También muestra una evolución del propio proceso de las víctimas,
desde estar centrado en la expresión o apoyo mutuo, a tener una mayor incidencia
social y política donde la memoria pasa de ser un recuerdo individual de sus seres
queridos o la reivindicación de su dignidad, a hacerse parte de una historia compartida

332
que exige su espacio social y un poder de reconfigurar las relaciones sociales, desde en
una lógica de reconstrucción basada en la perspectiva de los derechos humanos. La
propia investigación se basa en un trabajo de base anclado en esta perspectiva.

Puede observarse, por tanto, que la acción pública de memoria y ubicar las
memorias e historias personales y grupales en un marco, en una dimensión colectiva
de la memoria, es un proceso que va a atravesando de una dimensión más personal e
interpersonal en un primer momento (incidencia en lo afectivo relacional), a una
dimensión más social, pública de visibilización y relectura de la historia, que
confronta la historia oficial (incidencia social), para avanzar hacia reivindicación de
derechos, negociación y/o confrontación con el Estado (incidencia política). Estos
tres niveles, en la medida que se amplían, incluyen los demás. Tal como lo muestra la
gráfica:

Figura 6. Acción pública de memoria

Incidencia
afectivo relacional

Incidencia
social

Incidencia
política

333
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Sin embargo, es importante considerar que en todos ellos con la memoria se busca,
de una u otra forma, afrontar la situación límite y recuperar la dignidad afectada. Por
lo tanto, se trata de una acción de memoria en el registro resistente. De acuerdo con
María Victoria Uribe (2010),

“las memorias son producto de la combinación de tiempos y espacios. Combinación de tiempos


en el sentido en que de cara al pasado –a la catástrofe de la historia y al sufrimiento- son un
ejercicio creativo de resistencia aquí y ahora que se proyecta al futuro, que tiene un destino. Las
memorias son, pues, al mismo tiempo, pasado, presente y futuro; un sufrimiento que resiste y se
transforma cargado de futuro... son... la vida que nace y se proyecta en medio de la calamidad,
que no se rinde espantada ante los excesos de la violencia ni los ignora y en su perseverar recupera
el sentido que hace posible la comunidad presente y futura” (P. 21)

Esta discusión puede ubicar un segundo foco frente a la acción de memoria, que
permite hacer una diferenciación reconocida en investigaciones previas (Bowlby,
1980; Schmucler, 1996; Ricoeur, 2003; Worden; 1991, 1997; Martín Beristain,
2005; Fernández Liria et. Al, 2006) en las que se establece una diferenciación entre
rituales funerarios y de duelo, y rituales y acciones públicas de memoria. El rito
funerario tiene un fin más centrado en lo catártico y en el proceso de elaboración de
duelo y reconfiguración de las emociones. Desde este punto de vista, puede afirmarse
que las acciones de los colectivos en Córdoba, tienen un carácter más cercano a este
tipo de acciones colectivas, en donde, por lo menos se le está dando lugar a un duelo,
que no había podido siquiera ser enunciado, porque en muchos casos se prohibió
incluso hasta la manifestación del dolor y la realización de rituales públicos de duelo.

Cuando se analizan los relatos de los y las participantes del sur de Córdoba, es
claro, que los principales fines de su acción están dirigidos a la elaboración personal, a
ese nivel de incidencia que denomino afectivo relacional. Y sin embargo, es
importante tener en cuenta el contexto. Porque en este contexto, de permanente
control paramilitar (de primera, segunda o tercera generación), que un hombre o una
mujer se atrevan a contar a otro su historia, que puedan incluso salir a la calle en
silencio los primeros lunes de cada mes, antes de realizar una acción religiosa, tiene
también un sentido de resistencia social y política que no puede ser negado ni
despreciado desde las miradas de los grandes movimientos sociales de derechos
humanos y de los discursos de contrapoder.

334
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Las acciones de Madres de la Candelaria, claramente no tienen un fin de duelo ni


están produciendo un ritual. Esto sería absolutamente contraproducente en relación
con su propia realidad y con sus anhelos y búsquedas. En este caso la acción pública de
memoria tiene otro fin: el enunciar lo no dicho, el hacer “aparecer” en el escenario
público, lo que está “desaparecido”. En este caso la resistencia social y política son un
objetivo. Y si bien, su marco de incidencia política se realiza de forma diferente y con
fines diferentes a otras organizaciones, también son una forma de desarrollar la
memoria en el marco de un registro resistente.

En el Oriente Antioqueño, las acciones tienen diversos matices, tal como se vio al
comienzo del capítulo: algunas tienen funciones más funerarias y de elaboración del
duelo; mientras otras claramente son acciones públicas de memoria, que pueden ir
dirigidas, o bien a la construcción de memorias sociales y colectivas que permitan
hacerle frente a la historia oficial, o bien se enmarcan en una lucha que tiene como
fondo la intencionalidad de reivindicar algunos derechos fundamentales y realizar un
ejercicio de ciudadanía. En muchos casos ambos tipos de finalidades pueden
entremezclarse, y la acción, como en las jornadas de la luz, es al mismo tiempo un
ritual con matices religiosos, que permite elaborar situaciones emocionales
personales, pero también denunciar los hechos, recoger otras voces y las historias de las
víctimas, hacer frente a las versiones de la historia dada por los actores armados, y
finalmente, hacerse visibles para fortalecerse como organización y abrir caminos para
la reivindicación de los derechos.

En este contexto, la relación con el Estado local pasa por otras mediaciones, donde
se concretan relaciones políticas, históricas de corte clientelar y una visión en la cual se
observa una ambigüedad: porque pareciera que las administraciones municipales son
y no son Estado, con lo cual, el lugar de concreción de esa garantía de derechos que se
busca, se pierde en el paso de nivel. Esta dinámica es un proceso todavía pendiente en
dichas organizaciones.

Otro elemento central, en esta reflexión sobre los agentes de la memoria, es la


diferencia que se observa entre líderes de los colectivos y personas de la base. Tal como
se recogen en la tabla. Al analizar los relatos de cada participante, pueden verse con
claridad las formas en que se distribuyen los relatos que permiten introducir esta
diferenciación en los análisis realizados a lo largo del capítulo:

335
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Tabla 7. Diferencias entre líderes y personas de base

Diferencias observadas entre los líderes y las personas de la base en


sus sentidos y propósitos para la realización de las acciones de memoria

Líderes Base

- Además de la dimensión emocional y - En el nivel relacional y personal


personal, observan la importancia de la la tendencia es que sus propósitos y
incidencia social como una forma de motivos para hacer memoria estriban
posicionarse como colectivo y hacer públicas en la búsqueda de dignificación de
las historias, de tal manera que confronten la los seres queridos y la recuperación
historia oficial. emocional, más cercanos a una
función funeraria y de elaboración del
- Y en los procesos de incidencia política, duelo.
se mueven en la búsqueda de reivindicar de
forma integral sus derechos. - La incidencia social se centra en
buscar solidaridad con el dolor vivido
- En el Oriente Antioqueño en una y tener algún nivel de visibilización.
perspectiva más amplia, que cuestiona las
fórmulas jurídicas instituidas en el Estado - Incidencia política está centrada
colombiano, que son insuficientes en materia en buscar “ayudas” para satisfacer
de garantía de derechos; mientras las Madres sus necesidades básicas, en muchos
de la Candelaria, lo hacen de una manera en casos desde una posición subalterna
la cual buscan la concertación y la que denota una conciencia baja de la
negociación permanente para obtener un ciudadanía de derechos
lugar privilegiado en la atención del Estado.
ón mitológica del pasado.

Las formas de hacer memoria en estos colectivos y sus propósitos tampoco


coinciden con los promovidos por los discursos de las élites del contrapoder del
mundo de las ONG de derechos humanos y las organizaciones de víctimas que
recogen la experiencia, vivencia y discursos de los militantes políticos, especialmente
de la izquierda. Da Silva Catela (2003), evidencia en el contexto argentino la manera
cómo estas memorias de los procesos de base se mantienen e intentan encontrar
canales de expresión, puesto que la tendencia del movimiento en un nivel nacional, se
dirige a condensar múltiples memorias, dentro de una memoria canónica, que
termina anulando incluso la versión de los sobrevivientes; de tal manera que el
estatuto de la verdad queda puesto en otro lugar, no en la reproducción de los hechos,
sino en la enunciación de una injusticia sucedida que no puede volver a repetirse, el
relato se hace funcional a una lucha social.

336
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Pero también se remite a relaciones de poder: ¿Quién quiere que se recuerde, qué
cosas y por qué? Así que esto permite analizar las diferencias sobre los usos de la
memoria que hacen los diferentes colectivos según su contexto, su ideologización, su
utilización política, los juegos del poder y las formas como las memorias son tejidas en
el conjunto social, donde no hay una verdad, sino múltiples relatos que luchan por
emerger (Jelin, 2002 a, b; Jansen, 2008).

Desde el punto de vista del tipo de la victimización, es claro que la forma de hacer
memoria de los y las familiares de desaparecidos, es diversa a la de los demás tipos de
victimización. En el primer caso, como ya se expresó con Madres de la Candelaria, el
proceso se centra en la búsqueda, en tener noticia del ser querido y en sensibilizar a la
sociedad para encontrar ecos solidarios a su realidad, por lo tanto, en términos de los
derechos, su énfasis estriba en la verdad (saber qué pasó y por qué pasó), sin que
implique renunciar a los otros derechos⁵⁰. De acuerdo con Elizabeth Lira (2011) la
memoria de los familiares de los desaparecidos tiene desde el inicio la finalidad de la
denuncia, de hacer evidente, con el relato, la realidad sufrida. Y en este caso, el fin del
testimonio y de la memoria es: no parar hasta conocer el destino final de la persona
desaparecida. Por tanto, más que una función terapéutica, esta memoria tiene una
función resistente y es una memoria siempre abierta y siempre inconclusa, de allí que
el paso hacia otras instancias relacionadas con la reparación o la restitución de la
propia ciudadanía pasan a un segundo plano⁵¹.

En los otros tipos de victimización analizados (especialmente, víctimas de


homicidio –ejecución extrajudicial- y desplazamiento), el proceso se centra o bien, en
la justicia, en el caso de homicidios (puesto que la reparación se percibe de forma
ambigua, al afirmar que una indemnización no reemplaza al ser querido), mientras las
víctimas de desplazamiento forzado se centran en la compensación económica y la
restitución. Ahora bien, cuando se entrecruzan ambas, como en esta investigación, la
perspectiva se amplía, de tal manera que primando lo económico, también se buscan
verdad y justicia.

50
Cabe aclarar que en el país hay otras organizaciones de familiares de desaparecidos como ASFADDES, que tienen otro
horizonte de su acción.
51
“El testimonio de los familiares de detenidos desaparecidos tuvo desde el inicio la finalidad de la denuncia y, por este
motivo, era repetido muchas veces ante abogados y jueces, en reuniones de solidaridad, en entrevistas periodísticas y
otras instancias. La necesidad de repetir el relato en función de la denuncia generaba una cierta disociación emocional
que era útil para ese propósito. La desaparición había dado origen a una situación de búsqueda que no se cerraba sino
hasta conocer el destino final de la persona desaparecida. El carácter interminable de la situación represiva y el desgaste
asociado a la denuncia permanente reducían o anulaban la función terapéutica que el testimonio podía tener en otros
casos. Por ello, en esas circunstancias, todo testimonio era necesariamente un relato inconcluso que, por sí mismo, no
producía mayores cambios en el estado emocional de la persona” (Lira, 2011, P. 16).
337
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Finalmente, desde una mirada de género, que diferencie los relatos de los hombres
y mujeres entrevistados, puede decirse: que en los procesos que se han documentado,
es claro que la fuerza de todo este quehacer está en lo femenino. Son las mujeres las
que desde su ser, han construido una lógica de encuentro, evocación y reconstrucción
colectiva sin hacer distinciones políticas o de responsabilidad del autor, sino desde la
posibilidad del encuentro y la transformación de unas relaciones sociales
y familiares rotas.

Así pues, hablamos de una memoria construida desde lo cotidiano, donde el sentir
y la emoción se hacen palabra, gesto y símbolo. Fundamentalmente no es una
memoria situada en una perspectiva jurídica, pero no deja de tener un sentido
político. Telones, monumentos, rituales, marchas, fotografías, salones, murales son
manifestaciones de voces que no habían sido escuchadas anteriormente y que
encuentran una manera de expresarse, en un contexto, por lo demás, difícil; porque el
conflicto no ha terminado.

Taylor (2003) y Uribe (2010) permiten afirmar que estas formas de memoria
performativa y expresiva, repertorios de memoria, son formas de resistencia y
expresión que van en contravía a la lógica del poder y de la dominación, que han
tenido en el archivo una de sus fuentes para imponer la memoria y la historia oficial;
por lo tanto, aun cuando no estén en el código de la denuncia y del archivo, las
memorias aquí estudiadas, tienen una fuerza ética, política, y si se quiere, vitalista.
Emergen con fortaleza desde lo cotidiano, desde lo privado, para ocupar el espacio
público y generar en éste nuevas formas de manifestación, expresión y movilización
que evocan el “Satyagraha” de Gandhi; la fuerza de una verdad, no de adecuación, sino
de develación de lo injusto, lo inadmisible y lo impresentable. Finalmente, hay algo
sustancial, como en el proceso caben todas las víctimas, al mismo tiempo no se trata
del señalamiento, oposición o confrontación de ningún victimario en particular, sino
de todos al mismo tiempo.

En lógica, que podríamos denominar, “femenina”, estos victimarios (guerrilleros,


paramilitares, soldados), los combatientes rasos, son gente del lugar, muchos de ellos,
familiares de ellas mismas. Por esta razón, sin dejar de reconocer los crímenes, tal
como se enuncia en este capítulo, su acción de memoria no se ubica dentro de una
lógica de lucha y confrontación política contra la izquierda o contra la derecha, sino en
una afirmación política y social de la dignidad de las víctimas, de la vida de los
habitantes de las regiones. Esta lógica no-violenta encarna lo fundamental de la
338
Sentido y propósito de las acciones de memoria

fuerza “femenina” como construcción social y se ubica en el marco de una ética del
cuidado y de la responsabilidad; y este tipo de expresiones, y en este sentido, son los
recogidos por María Victoria Uribe del Centro de Memoria Histórica (2009, 2010), a
lo largo y ancho del país, en su investigación sobre los repertorios de memoria. Por
tanto, las acciones de memoria han tenido hasta ahora una mayor fuerza en lo
simbólico y en la acción ética y política de rechazar la guerra, el conflicto armado y la
violencia; y por esta razón, sus lenguajes se mueven en este nivel de lo artístico, lo
expresivo, lo emocional, lo ritual, lo cultural. Aunque no se deja de lado la otra
dimensión.

Adorno (1962), quien inicialmente se negaba a cualquier representación del


Holocausto, y negaba cualquier poesía al respecto; afirma más adelante, que sólo a
través del arte, la poesía y la expresión de ficción se le puede dar voz al sufrimiento, aún
sin palabras. Allí se puede hallar consuelo, en una forma de expresión que está más
allá y más acá de la política. Es la expresión de la verdad, de otra verdad que no
pretende la correspondencia entre enunciado y realidad.

Por tanto, se tienen que identificar los momentos de cada una de estas dimensiones
de la memoria, puesto que una memoria abordada simplemente desde las marcas
culturales, se puede quedar en el folklor, o en una imagen mítica, como plantea Pécaut
(2003) para el caso colombiano, donde la violencia toma una imagen mítica,
impersonal y no se le reconocen causas, ni responsables, ni relaciones de poder, por lo
que esta memoria puede terminar cumpliendo un papel ideológico; porque la
violencia es ejecutada por actores y estos actores tienen intereses, ejercen relaciones de
dominación o explotación, tienen formas de actuar diferenciales Martín-Baró
(1990a). Y en este sentido, la memoria documentada, en perspectiva de
identificación de los hechos, las formas, los móviles, los intereses y los responsables es
una tarea que se debe hacer, tanto en las regiones como en el país. Por eso es
fundamental el paso que se está dando desde la memoria performativa a la memoria
documento, que permite, cada vez más, dejar registrados los testimonios; de tal
manera que puedan ser útiles para la reconstrucción de la memoria histórica y para
una posible comisión de la verdad.

339
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Sobre las memorias incluyentes y excluyentes

Conectando con el punto anterior, debe decirse además, que la forma de hacer
pública la memoria, de llevarla al escenario político y social, puede tener dos vías
posibles. Una excluyente y otra incluyente, Ore o Ñande (Jelin, 2002a), como se
esbozó en este capítulo. Todorov (1995) denomina a la memoria excluyente:
memoria literal, porque se queda anclada en el hecho pasado, reivindicando ese hecho
pasado, tomado al pie de la letra sin posibilidad de referencia, comparación, análisis en
relación con otros hechos de menor o mayor magnitud. Implica también un anclaje
en el victimismo y en la construcción de una identidad de víctimas que no evoluciona
y se queda viviendo en ese lugar. Este tipo de memoria podría ser utilizada para
justificar venganzas o formas de violencia legitimadas porque alguna vez se fue
víctima; pero también otros comportamientos y acciones, como la de no reconocer
otros tipos de organización o las acciones positivas que puede tener la otra parte o el
mismo Estado.

Desde el punto de vista de algunos autores⁵² se cuestiona la memoria victimista y


martirológica, porque se pierde de vista las luchas, los conflictos, los valores, los
modelos sociales que portaban las víctimas y los vencidos, que fueron eliminados,
exterminados por la represión. En Colombia algunos discursos de organizaciones de
víctimas han estado marcados por este horizonte de comprensión. No es el caso de
ninguno de los colectivos de víctimas estudiados.

Estos colectivos se mueven mucho más en la lógica de lo que Todorov (1995,


2002) denomina memoria ejemplar, es decir, en la que se reconocen los hechos, se
abren puertas para acciones judiciales, se trabaja por el reconocimiento y la sanción
social; y también para dar un paso más allá y reconocer formas de violencia o de
violación que pueden ser denunciadas y combatidas en el presente. Como se ha
expresado en este capítulo, no bastaría con el recuerdo, sino también con la sanción
social, con la instancia de justicia que pueda ratificar un discurso desde un estatuto de
verdad, para que la memoria no termine siendo funcional a la historia oficial. Todorov
(1995, 2002) propone esto como una tarea fundamental para las víctimas, intentando
generar una empatía con la sociedad para construir procesos de denuncia y
transformación de injusticias presentes; y los procesos investigados, en mayor o
menor medida, se enrutan hacia esta vía, similar a la que se ha desarrollado en otros
contextos y que están documentados en otros estudios⁵³.
52
Lira (1998, 2007), Iglesias Saldaña (2005), Oberti (2006, 2008), Pastoriza (2009), Doménech (2009), Piper (2009)
340
53
(Cfr. Martín Beristain, 2006, 2008; Cabrera, 2004; Pipper, 2004; Lira, 1998, 2009; Gil, 2008; Martín Pallín & Escudero,
2008, entre otros)
Sentido y propósito de las acciones de memoria

En Colombia las víctimas que tenían una militancia en la izquierda política,


quieren mostrar la unicidad de la violencia padecida y mostrarla en su literalidad. Este
tipo de memoria deja de lado la memoria de las otras víctimas, las del conflicto armado
(desde los 90) que quisieran un reconocimiento de su situación y quieren una
memoria ejemplar, tal como la desarrollan los colectivos estudiados. Sin embargo,
hay que tener cuidado porque estos discursos pueden coincidir con los intereses de los
victimarios de Estado y paramilitares, que con la ley de justicia y paz, quisieran pasar
de largo comparando su violencia con la de las guerrillas, o argumentando al final que
todos y todas somos responsables, pregonando que la solución es el perdón, el olvido,
el borrón y cuenta nueva, pasar la hoja y concentrarse en el futuro.

Lo importante no es la ideología con la que se justifican los crímenes, sino los


hechos, que desde una memoria ejemplar se buscan superar, para que en verdad nunca
más vuelvan a ocurrir, que es uno de los propósitos de los colectivos estudiados, tal
como se ha esbozado a lo largo del capítulo. Es decir, cada hecho tiene su unicidad y
como tal debe ser reconocido, pero también es fundamental reconocer los hechos
similares para unificar, desde la experiencia de ser víctimas, voces que posibiliten
transformaciones de este tipo de acciones, más allá de quien sea el autor que las
cometa, de allí la insistencia de estos colectivos en trabajar con víctimas de todos los
bandos.

Una tortura será una tortura si la comete un paramilitar o un guerrillero o un


agente estatal, aun cuando según la ley y la jurisdicción internacional, tanto las
responsabilidades como las sanciones serán diferentes; aunque también la percepción
subjetiva de una acción de un actor estatal es aún más grave porque de éste se esperaría
protección y garantías, dentro de su función como garante de derechos; por lo tanto,
su acción puede calificarse de mayor gravedad. Sin embargo, los mecanismos que
hacen posible el horror o la violencia son diferentes y no conviene tener una visión
totalizante que desresponsabilice a determinados actores o individualice los
problemas como fruto de una serie de actores individuales. Las estrategias de acción, el
componente organizativo y los mecanismos de entrenamiento o deshumanización de
muchas de estas estructuras son parte del foco para evitar la repetición y hacer del
discurso de la memoria, orientada a la prevención, algo más que un deseo bien
intencionado.

341
Sentido y propósito de las acciones de memoria

A lo largo de este capítulo, y en concordancia con Jelin (2002a)⁵⁴, se ha visto, que


de todas formas la memoria es un territorio de disputa y poder. Hay formas de olvido
en la sociedad que permiten la justificación de hechos injustificables, pero esta
búsqueda de la memoria y del pasado, es un antídoto y una forma de llamar la
atención para superar las violencias. Sin embargo, en muchas ocasiones, las memorias
pueden ser sacadas de contexto y justificar abusos y desfiguraciones que legitimen
acciones de violencia. Este es uno de los puntos que las víctimas participantes en esta
investigación buscan evitar a toda costa, cuando incluyen relatos de víctimas de todos
los actores armados y reconocen que, además de la violencia vertical padecida,
también se han desarrollado formas de violencia horizontal que han involucrado a la
población y que es necesario reconocer para trabajar por la no repetición.

Ahora bien, lo que se puede cuestionar, tanto a las instancias de poder en


Colombia, como a algunos procesos de víctimas no es que retengan ciertas cosas y
dejen de un lado otras, porque esto es consustancial al acto de memoria. Sino que se
atribuyan a sí mismos el derecho de controlar la selección de elementos que deben ser
conservados o eliminados. Nadie tiene derecho a hacer esto y menos aún que una
institución persiga o castigue a quienes intentan hacer memoria. La gente y los grupos
tienen el derecho de “saber” lo que ha sucedido. Así pues, es importante la
recuperación del pasado, pero al hacerlo de forma incluyente se abren caminos para la
reconstrucción social, pero también para la paz y la reconciliación, que es una de las
aspiraciones de las organizaciones con las que se trabajó en este proceso investigativo.
Mientras que una memoria excluyente y literal, cierra puertas y vías: “En Irlanda del
Norte hasta hace bien poco, los católicos nacionalistas manifestaban su voluntad de
no olvidar y no perdonar, y sumaban cada día nuevos nombres a la lista de víctimas de
la violencia, lo que a su vez provocaba una contraviolencia represiva, una venganza
inacabable que jamás podrían interrumpir, un nuevo Romeo y una nueva Julieta..”
(Todorov, 1995; p. 44)

La lógica de la memoria excluyente ha sido sustento emocional de conflictos


intratables⁵⁵ puesto que preserva el pasado en su literalidad, es decir: “permanece
intransitivo y no conduciendo más allá de sí mismo. En tal caso, las asociaciones que
se implantan sobre él se sitúan en directa contigüidad: estableciendo además una

54
Pero también Jansen (2008), Campbell (2008), Del Pino (2003), Theidon (2004, 2006); Da Silva Catela (2003),
Mombello a, b (2003), Mendoza (2006), Reategui (2009), Villa (2009), entre otros.
55
Bar-Tal, 2003, 2010; Garagazov, 2008; Zembylas & Bekerman, 2008; Lykes, 1999, Corry, 2005; Ramanathapillai, 2006;
entre otros.
342
Sentido y propósito de las acciones de memoria

continuidad entre el ser que fui y el que soy ahora, o el pasado y el presente de mi
pueblo, y extiendo las consecuencias del trauma inicial a todos los instantes de la
existencia” (Todorov, 1995).

Avanzando sobre este punto Rousso (2000), llega a afirmar, que puede ocurrir que
los militantes de la memoria, en algunos casos pueden ir en contra del mismo hecho
histórico: con tal de salvaguardar su visión del mundo, colocando a los buenos en un
lado, a los malos en el otro, implicándose en una mentira que no permite acercarse a la
complejidad de la historia. Hay una intencionada falsación de la realidad, con el fin
de mantener la coherencia de un discurso, la pregunta que se hace el autor es: ¿se debe
escribir una historia falsa, para condenar el pasado, aun cuando haya crímenes atroces
involucrados? Es uno de los problemas de muchos movimientos sociales como lo he
referenciado antes (Mombello, 2003a; Da Silva Catela, 2003).

Teniendo en cuenta esto, desde un plano ético, el primer paso que deben realizar
los actores sociales, tal como se ha hecho evidente en este capítulo, en torno a los
colectivos estudiados, es que no inventen ni cultiven mitos sobre el pasado, de tal
manera que los relatos con los que se identifican puedan emerger de un juego de
negociación del significado, es el proceso que se hace cuando la memoria se pone en la
escena de lo público, aun cuando se haga por la vía performativa. Esto implica que se
puedan generar escenarios sociopolíticos donde no se imponga el silencio y el olvido; y
muchos menos que se manipulen las versiones, ni que se repriman formas de contar la
historia (Rosa, Bellelli & Bakhurst, 2000).

De esta forma no se puede caer en una situación en la que a nombre de la


victimización padecida, los grupos que representan sus intereses terminen
demandando a la sociedad un espacio casi absoluto de acción y de afirmación; en el
cual, pueden incluso pasar por encima de otras organizaciones o del interés público.
Sarlo (2009) trae como ejemplo el caso de las víctimas del incendio de la discoteca
Cro-magnon en la ciudad de Buenos Aires, donde por la irresponsabilidad de los
dueños y de la policía se presentó un incendio donde murieron calcinados decenas de
jóvenes. Ahora las familias, a nombre de sus víctimas se han tomado el sector, se hacen
dueñas del espacio público y no aceptan ninguna conciliación o mediación con los
gobernantes de la ciudad.

Bar-Tal (2000, 2003, 2007, 2010), Ramanathapillai (2006); Garagazov (2008 a,


b); Kaufman (2001), Yurma (2008), entre otros, abogan por el trabajo sobre estas
343
Sentido y propósito de las acciones de memoria

narrativas y su transformación en los imaginarios colectivos. Por tanto, sugieren un


trabajo histórico que permita reinterpretar los esquemas narrativos en los que se
implantan estas versiones; pero al mismo tiempo un trabajo psicosocial, que implique
deconstrucción de los vínculos emocionales con estos discursos, la generación o la
recuperación de otros relatos, que también movilicen las emociones y los vínculos de
los sujetos con estas narrativas en una vía de conciliación y paz.

Algunas experiencias con niños alemanes y judíos donde se relataban las historias
en grupos mixtos permitió que se tratara lo intratable y se dio un proceso de
transformación que permitió superar los prejuicios que previamente se tenían ⁵⁶(Dan
Bar-on & Kassem 2004). En Sri Lanka, Ramanathapillai (2006) también propone la
creación de espacios de coexistencia, donde las narrativas de las víctimas sean
empáticamente escuchadas por ambas partes, sin ser políticamente explotadas. Por
su parte, Zembylas & Bekerman (2008), realizaron trabajos para que estudiantes
pertenecientes a los bandos en conflicto (en Israel: judíos y árabes; en Chipre: turcos y
griegos) escucharan historias y memorias de estudiantes del bando contrario, sin una
connotación victimista, pero recogiendo el dolor y la experiencia de la propia historia.
Los autores encontraron que éste podía ser un método pertinente de ejercer resistencia
a los discursos dominantes y una forma de instaurar narrativas alternativas que
enmarcaran el conflicto desde un horizonte que rompa la lógica “ellos y nosotros”, la
lógica del enemigo absoluto. Bar-Tal (2008) también presenta varias propuestas de
trabajo similar. Esta investigación se convierte en un aporte para presentar relatos de
memoria incluyente que se movilizan hacia la paz y la reconciliación y permiten
aportes para la transformación de un conflicto de larga duración como el colombiano,
a partir de poner en un lugar protagónico las narrativas y relatos de las víctimas de
todos los actores armados.

Se trata por tanto de procesos de memoria ejemplar que implicarán llevar “el
recuerdo a la esfera pública, abriendo ese recuerdo a la analogía y a la generalización,
construyendo un exemplum y extrayendo una lección. El pasado se convierte por
tanto en principio de acción para el presente... asegurando mi propia identidad,

56
Es una experiencia similar a la trabajada por la película promesas con la dirección de Justine Shapiro, Carlos Bolado y
B.Z. Golberg. En esta película se trabaja con niños israelíes y palestinos sobre los imaginarios construidos alrededor de sí
mismos y del otro. Es decir, aborda el tema de la construcción de las identidades propias, que se tienden a cerrar sobre sí
mismas, para luego mirar al otro como el enemigo, el peligro, que ataca y por lo cual me tengo que defender. El proceso de
la película pretende mostrar cómo los niños de ambos lados cuando logran acercarse, conocer y reconocer al otro,
intentando ver su diferencia, de una u otra forma, “el monstruo” que es ese otro, comienza a tener rostro humano, tan
semejante y tan diferente; se constituye un espacio de respeto a la diferencia y una pregunta a la construcción de una
identidad cerrada e inmóvil
344
Sentido y propósito de las acciones de memoria

intentando buscar explicación a mis analogías…, esta última memoria es


potencialmente liberadora” (Todorov, 1995, p. 50 - 52).

Esta alusión permite sintetizar y recoger lo fundamental del tipo de memoria que
están realizando las organizaciones de víctimas de los tres espacios analizados.

Por tanto, es importante afirmar como conclusión, que se trata de una memoria
ejemplar, que pretende además de la reconstrucción del tejido social, la recuperación
de la dignidad, abandonar la condición de víctima, superar los estigmas, romper los
modelos polarizantes, tejer lugares de encuentro, redes para el apoyo, y centrarse más
en la construcción de un territorio, de un colectivo. Lo cual no implica renunciar a la
justicia, sino que ésta se enmarca dentro del proceso, con el cual se busca la obvia
sanción social ante hechos que no pueden justificarse de ninguna manera y que no
deben volver a repetirse. Así pues, sea cual sea la fuente de donde provengan, es
necesario que se dé un debate democrático (Lechner & Güell, 2006; Vinyes, 2009)
que permita una memoria incluyente que posibilite, o bien la finalización de los
conflictos, o bien su no repetición.

En perspectiva de acciones del Estado y de cooperación internacional para la


reconstrucción de la memoria histórica, es fundamental, por tanto, analizar qué
acciones de memoria conducirán por un camino de literalidad a la justificación de las
acciones “vengadoras” o a la generación de nuevos marcos de polarización social y/o
política; y qué acciones pueden constituirse en ejercicios ejemplares que conduzcan al
no más y nunca más. En este sentido el análisis de Duffield (2004) sobre la
participación de la cooperación internacional y la acción humanitaria, en el marco de
conflictos armados, posibilita tener presentes los fines y las consecuencias de esta
intervención, puesto que en muchas ocasiones termina siendo útil a alguno de los
victimarios. ¿Sería posible que los dineros de cooperación y del Estado se invirtieran
más en fortalecer la sociedad civil y las organizaciones de víctimas, en respaldarlas
políticamente, para la generación de espacios reales de construcción de paz,
reconstrucción del tejido social y auténtica reconciliación?

Memoria e Impunidad

El punto anterior, remite por tanto a otro matiz en la discusión; la de una memoria
que da voz a las víctimas, pero donde no hay responsabilidades, o la de una memoria
que implique la sanción social y la justicia. Para Lira (2007) tras casi 20 años de haber
345
Sentido y propósito de las acciones de memoria

terminado la dictadura de Pinochet en Chile se observa que ha sido posible una


memoria de las víctimas, una comisión de la verdad, además de la comisión exclusiva
sobre tortura en el gobierno del presidente Ricardo Lagos, entre 2003 y 2004, e
incluso hay reparaciones de parte del Estado, pero se trata de una memoria sin
imputación y sin un vínculo con la dimensión estructural e histórica, que implica, de
nuevo el reconocimiento social, político y jurídico, del tipo de lucha, ideas, modelos
de sociedad y de prácticas políticas que desarrollaban los desaparecidos, asesinados y
torturados (Cfr. Piper, 2009). Todo esto queda en el olvido, en lo privado, no logra
hacerse público, ni tampoco la sanción social y jurídica a quienes lo hicieron o lo
patrocinaron. No son muchos los rostros, casi que no hay responsables, aun cuando
Pinochet al final de su vida experimentó por algún tiempo, la presión de la justicia.

En Chile, según Lira (2007) hay sólo el relato de las víctimas, sólo la reparación,
pero sin justicia, con lo que esto genera y lo que puede generar, aunque en los últimos
años se han abierto numerosos procesos judiciales. De la misma forma Pécaut afirma
que se ha construido la memoria en Colombia; pero las condiciones estructurales del
país, no han permitido avanzar hacia una memoria ejemplar (Todorov, 1995), que
necesita responsabilidades y sanciones por la vía de la justicia. Al estar estas acciones
enmarcadas, todavía en medio del conflicto armado, los procesos de denuncia y
justicia se dificultan, sobre todo en regiones de fuerte control paramilitar, como las
analizadas, por lo que se hace muy difícil pasar a este nivel. Por lo tanto, se corre el
riesgo de construir una memoria puramente simbólica.

La construcción de un sujeto social más amplio por parte de las víctimas de


diferentes regiones es uno de los reclamos que alcanza a resonar en algunos de los
relatos analizados, y es por otra parte la energía que ha hecho que procesos como el de
Chile o Argentina no terminen en la impunidad que se instaló en ellos durante
décadas. En el caso de Colombia, esto aún es incipiente, y se alcanza a percibir como
logro el hecho que los y las participantes hayan participado en las audiencias
organizadas por el Congreso de la República para la construcción de la denominada
ley de víctimas (ley 1448 de 2011).

En este sentido Ignatieff (1999), se pregunta por el tipo de memoria qué es


necesario hacer y de qué manera ésta conduce a la verdad y la justicia, en qué dosis y en
qué forma puede ser aplicada en espacios concretos. Puesto que hay versiones de la
historia como herencia, como pertenencia y raíz, como consuelo, refugio y hogar que
meten en la lógica del “endogrupo” (Ore) y con ello en una polarización frente al
346
Sentido y propósito de las acciones de memoria

enemigo, al cual es legítimo causarle cualquier daño, porque es una forma de


“restituir” los golpes recibidos en el pasado. Es una memoria donde tampoco tiene
lugar la justicia, sólo el mito (Roudomotof, 2003; Bell, 2003; Wertsch, 2008a).

Así pues, es necesaria una memoria que no desconozca el hecho traumático que
implica la violencia o el ejercicio de un poder de dominación o explotación. Pero esta
memoria, como en los colectivos estudiados, también debe propiciar una elaboración
de estos hechos para que no se siga repitiendo la espiral de violencia y venganza. Más
allá de una elaboración “nacional” o “individual” del trauma, tal como quisiera el
Estado colombiano, se trata de procesos “moleculares” en las que los individuos, las
familias, las comunidades deben ir transformando esta lógica y elaborando dentro de
sus propios procesos el pasado, para compartirlo, para construir un relato común a
partir de todas las historias y dando lugar a todas las voces. Este tipo de memoria es la
que puede evidenciarse en esta investigación, porque ha sido la forma en que se ha
venido desarrollando en el Oriente Antioqueño, pero también en las Madres de la
Candelaria, y con todas sus limitaciones en los colectivos estudiados en Córdoba, y de
lo que dan cuenta los relatos de los y las participantes.

Esta forma incluyente de hacer memoria, permite que el relato se construya en la


secuencia pasado, presente, futuro y no sea sólo el pasado (el hecho traumático, el
crimen, la violencia como entidad mítica) el que siga definiendo el tiempo actual. De
allí la importancia que le dan los y las participantes a hacer públicos estos relatos, de tal
manera que puedan influir, incidir tanto en la sociedad local y regional. Por esta
razón la apuesta de las organizaciones en el Oriente Antioqueño y Madres es porque la
memoria sea un asunto público y político que vincula al Estado local, las instituciones
civiles y a la comunidad en general.

Este proceso, por tanto, se convierte en un referente fundamental para otras


regiones del país, como una forma de realizar reconstrucción de tejido social,
reivindicación de derechos, rehabilitación y reparación desde abajo, que movilicen a
diferentes facciones de la sociedad civil nacional para compeler al Estado y a la
comunidad internacional, para la creación de una comisión de la verdad,
independiente, veraz y con autoridad moral y política para la construcción de una
visión del conflicto que rompa las polarizaciones y posibilite marcos para la
construcción de un futuro.

347
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Para Ignatieff (1999), pero también para Martín Beristain (2003, 2008) existen
como mínimo, dos verdades, una factual y otra moral, la verdad de las narraciones que
cuentan lo que ocurrió, los hechos, los responsables; y la de las narraciones que
intentan explicar por qué y a causa de quién, que busca dar sentido desde lo político, lo
social, lo estructural. Las comisiones de la verdad han jugado un papel importante en
el primer tipo de verdad, puesto que han permitido, incluso, el inicio de procesos para
el encuentro de los restos de los desaparecidos. Pero la otra es y será un territorio en
disputa (Jelin, 2002a, 2003; Da Silva Catela, 2003; Mombello, 2003a, b; Villa,
2009), porque predominan las resistencias a asumir las explicaciones generadas en
dichos procesos o incluso los intentos posteriores de reescribir la historia. Y para ello
es fundamental que haya transformaciones reales en la forma como se articula el
poder, para que puedan abrirse escenarios reales, donde las versiones de las víctimas
sean escuchadas desde su ser y no desde la “utilización” política que se
hace de sus versiones.

De allí que las víctimas hayan manifestado en sus relatos un cierto temor a que sus
experiencias y procesos se conviertan en objeto de manipulación para otros intereses
de tipo político, especialmente en un contexto de control del paramilitarismo, puesto
que se les compele al perdón, la reconciliación, encuentros con “desmovilizados”, con
discursos como los de la reconstrucción de la confianza cívica o centrar la mirada en el
futuro y dejar de ver el pasado, etc. en el marco de un discurso oficial.

Lo importante de las comisiones de la verdad es que ponen en conocimiento de


todos, lo que se quiere “denegar” o “desmentir”, promueven el reconocimiento de
unos hechos y con ello le otorgan una dignificación a las víctimas. Pero las verdades
que aparecen allí serán tema de discusión y de debate. No son “la verdad” son una
interpretación de la misma, aunque se han ido consolidando como parte de la historia
oficialmente reconocida en muchos países de América Latina. No hay una conclusión
absoluta, aunque se ponen a circular las versiones de la historia y de los hechos que se
habían ocultado en la historia oficial (Ignatieff, 1999).

Pero lo más importante “es que tanto las comisiones oficiales de la verdad, como las
no-oficiales hacen posible que las voces de las víctimas sean escuchadas: puesto que
están diseñadas para brindarle un espacio para que cuenten sus historias…” Y esto a
su vez es una estrategia para “construir una cultura de derechos humanos y fortalecer
las instituciones democráticas”. (Bickford, 2008; p. 136)

348
Sentido y propósito de las acciones de memoria

Basta decir para finalizar, que las acciones de memoria de las víctimas que se han
estudiado, se enmarcan dentro de la búsqueda de esos escenarios que permitan ligar
sus narraciones con el reconocimiento social y político, lo que implica que las
violaciones de derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad cometidos no son
legitimables bajo ningún argumento y que por lo tanto deben ser conocidos por toda
la sociedad, sancionados de alguna manera y por lo tanto son objeto de reparación y
rehabilitación, tanto para las víctimas y sobrevivientes, como para sus familias y el
resto de la sociedad. En el caso colombiano se han dado algunos avances parciales,
especialmente con la puesta en marcha de la ley 1448 de 2011, en lo concerniente a la
búsqueda de una reparación integral a las víctimas, proceso que debe ser valorado y
reconocido como esfuerzo importante del Estado, pero que también deber ser
evaluado y estudiado para conocer sus reales alcances en términos de esa reparación
que se propone realizar.

Conclusión

Por lo tanto, cabe decir, que estos procesos de memoria social, colectiva, pública, se
inscriben en un registro resistente de la memoria, puesto que generan espacios reales
de afrontamiento y resistencia que rompen con lógicas de dominación y poder. De
allí que se haga necesario suscribir con Darío Páez (2001) los elementos
fundamentales de la función resistente de la memoria colectiva, que pueden recogerse
en los relatos de los y las participantes y que han sido, quizás, los principales logros de
este proceso, por lo menos en el nivel local y regional; puesto que se trata de
una memoria que:

·Ha permitido romper la denegación, la negación o la desmentida de los


hechos. Estos se han nombrado, y las historias de los y las sobrevivientes se
han empezado a escuchar en el escenario público.
·Ha roto con el silencio obligatorio, hay un sujeto social que enuncia lo
acontecido, que nombra su dolor y reivindica su dignidad; con lo cual se
rompe la lógica oficial de la omisión y su eficacia ideológica.
·El marco ético de enunciación, la eficacia simbólica de sus acciones de
memoria, desde lo performativo, ha puesto en entredicho el cuestionamiento
que se hace a la credibilidad de las víctimas y de los movimientos sociales;
como cuando se dice que exageran o que van tras el dinero de las reparaciones.

349
Sentido y propósito de las acciones de memoria

·Los relatos del horror, el proceso de identificación de los responsables y el


análisis de sus móviles, intereses y estrategias, ha permitido poner distancia
con los perpetradores, ya no se les señala como psicópatas, o como un
pequeño grupo de delincuentes; por el contrario, la búsqueda de
reconocimiento social exige que la sociedad se mire, salga de la indiferencia, se
conduela y asuma responsabilidades sin lavarse las manos.
· La llaneza y firmeza de los testimonios ha permitido poner en entredicho las
justificaciones y contextualizaciones que hacen los actores de poder y los
actores en armas.
·Se ha transformado el señalamiento y la estigmatización de las víctimas,
puesto que se va construyendo un marco ético de reconocimiento del daño y
cuestionamiento radical a la violencia.
·Ha puesto un gran interrogante a la historia oficial y a la reconstrucción del
pasado realizada, de forma selectiva, desde los poderes establecidos. De allí la
importancia que ha tenido la conformación del Centro de Memoria
Histórica y su informe “¡Basta ya!” como una instancia independiente que h
a recogido estas otras historias y ha posibilitado una lectura más amplia del
conflicto armado, con un respaldo de la institucionalidad estatal y con una
aceptación importante por parte de la sociedad civil. Son los ejercicios de la
gente desde la base, los que han abierto camino para este tipo de acciones
desde la academia.
·Ha permitido un acercamiento, desde una memoria incluyente, al desmonte
de las memorias míticas, el recuerdo idealizado de quienes quieren ignorar los
hechos, y pone de cara a la sociedad frente a su problemática, para que al fin, la
sociedad colombiana se ponga en la tarea de poner fin al conflicto armado que
le azota desde hace 60 años. En lo cual las investigaciones del Centro de
Memoria Histórica suman de una manera significativamente importante.
·Se han realizado desde una lógica de acompañamiento procesos
organizativos de reivindicación de derechos, que han incluido una acción
psicosocial de recuperación emocional y de la dignidad de las víctimas que las
ha convertido actoras sociopolíticas para la transformación de su realidad
socio-histórica.

350
EFECTOS Y PROCESOS PSICOSOCIALES
6
ALREDEDOR DE LA MEMORIA COMPARTIDA
(Dimensión interpersonal y grupal de la memoria)

E n el presente capítulo se abordan tres preguntas de fondo: ¿Qué les pasa a


los sujetos cuándo comparten la memoria? La memoria compartida, el
hecho de contar las historias en un grupo de apoyo, ¿posibilita la
“sanación”/“curación” del sujeto⁵⁷, su recuperación emocional? Más que eso: ¿La
memoria compartida y el hablar y contar la historia permite la reconstrucción de la
subjetividad, entendida ésta, no solamente desde una dimensión individual y
emocional, sino como el mundo de la vida, de las relaciones y de los sentidos y
significaciones que constituyen la dignidad de una persona; pero también de una
comunidad?

El análisis en este capítulo se centra en los testimonios y relatos de quienes han


tenido acceso a experiencias de apoyo mutuo, como los procesos del Oriente
Antioqueño y los colectivos de Córdoba. El proceso psicosocial en Oriente
Antioqueño y sur de Córdoba referido en esta investigación se ha realizado con el
apoyo fundamental de las promotoras de vida y salud mental (PROVISAME), a
través de los grupos de apoyo mutuo (abrazos)⁵⁸. Este espacio ha implicado un
escenario seguro para hablar y transformar las experiencias de dolor y transformar la
propia historia, base fundamental para hacer memoria y pasar del dolor privado a un
reconocimiento de esa experiencia colectiva ocupando un espacio público. “Los
abrazos son procesos en los que mediante la reconstrucción de la memoria testimonial, se
reconoce lo sucedido en un espacio de afecto, de reconstrucción de lazos sociales y

57
Es problemático conceptualizar el proceso por el cual se opera la transformación subjetiva de las víctimas
sobrevivientes. En inglés la palabra “healing” suele ser utilizada en los marcos de intervención psicosocial de la
cooperación internacional y en los procesos de trabajo con víctimas en contextos de violencia política o posconflicto
(Clancy & Hamber, 2008). Es una palabra que suele traducirse por “sanación” o “curación”, sin embargo, tiene
implicaciones más abarcantes. En el contexto de esta investigación hablaré más de transformación subjetiva (mucho
más coherente con un enfoque psicosocial), recuperación emocional y finalmente de recuperación de la dignidad de las
víctimas.
58
Es importante recordar que con este nombre se conoce, en las regiones de Oriente Antioqueño y Sur de Córdoba, el
proceso de los grupos de apoyo mutuo (abrazos) que han permitido un trabajo con cerca de 3.000 víctimas en
procesos de recuperación emocional y en la reconstrucción del tejido social en estas dos regiones. (Cfr. Villa, et. al.
2007; Villa, 2007b; Uribe, 2010)
353
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

construcción de redes afectivas. Ello permite la comprensión y la igualdad, ligadas al hecho


de que todos/as los/as allí presentes comparten experiencias de dolor... se reconocen y tienen
la posibilidad de ser acogidos/as, a la vez que acogen... posibilitando el sentimiento de estar
“resguardado”, amparado, abrazado” (Uribe, 2010, p. 83).

Rimé (1995), Rimé & Christophe (1998), Rimé, et. al. (1992, 1998, 2009)
explicitan que el proceso de compartir las experiencias con una fuerte marca
emocional, “reparto social” (compartir emocional), es un mecanismo útil a nivel
individual y colectivo para elaborar una situación límite, lo cual es más potente
cuando se implica la evocación de la emoción en un lenguaje socialmente compartido,
con un destinatario que comparte con el sujeto (individual o grupal), unos marcos
referenciales. De acuerdo con estos investigadores, la gente suele elegir para ello, a
personas de su entorno, más que a profesionales (sacerdotes, religiosos, psicólogos,
médicos, etc.), de allí la fuerza y el impacto que tuvo el proyecto de Promotoras de
Vida y Salud Mental (PROVISAME)⁵⁹, como mediación para pasar del silencio a la
palabra, de la memoria privada e individual, a la memoria compartida, como base, no
solamente para la elaboración del dolor, sino también como elemento sustancial en el
proceso de reconocimiento social:

...de los procesos bandera que han existido es el grupo de apoyo mutuo; se ha ido reconstruyendo
un tejido social; porque si miramos en cantidades la primera promoción de PROVISAME
fueron tal vez cincuenta o sesenta, y ahora una nueva promoción con otras 60, cada
PROVISAME tiene un grupo de catorce, quince o hasta veinte personas, entonces a nivel de
región lo podemos tomar como ese granito de arena que hemos aportado, esa reconstrucción de
ese tejido social, porque se han visto los resultados que las personas abrazadas han tenido en e
l proceso, lo que expresan, como se sienten ahora, que tienen una nueva visión, que las personas
dicen que se les había olvidado sonreír, se les olvidó que tenían familia, vecinos, no les
provocaba siquiera asearse, porque se escuchan experiencias muy dolorosas; cómo siente uno que
esta guerra vuelve a una persona, como sienten ellas que son relegadas, que son aparte de la
sociedad. Y lo bonito es que logramos arrebatarles una sonrisa, una palabra, personas que
llegan a este grupo agachadas, no hablan, no expresan nada, pero a medida que se les ayuda
, ellas van saliendo adelante... (Oriente, GF5, 2009).

En último término y retomando la tesis Halbwachs, (1950 / 2004) sobre el marco


social para el recuerdo, el grupo de apoyo mutuo se convierte en un referente para ello.

59
Como ya se ha indicado anteriormente, este es el Proyecto desarrollado y acompañado por varias instituciones en estas
regiones (Corporación para la formación ciudadana – CONCIUDADANIA, Asociacion de mujeres del Oriente Antioqueño
– AMOR, Centro de Investigación y Educación Popular – CINEP/Programa por la Paz) para realizar el apoyo psicosocial a
las víctimas de la violencia.
354
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

El relato de una persona es acicate para el recuerdo de la otra; de tal manera que el
espacio comienza a ser un escenario significativo para los y las participantes: la
memoria individual, guardada en el escenario de la vida privada, se hace memoria
compartida, que en el relato va circulando; y después de elaborado, se lleva a otros
escenarios. En un proceso de construcción de memoria colectiva, que a su vez
retroalimenta las memorias individuales y les otorga nuevos sentidos:

…porque conocí la historia de las otras personas con tanto dolor, de tanta cosa que les había
pasado, entonces uno decía: "a mí no me pasó nada". El compartir con los otros el dolor, cuando
la gente contaba su historias; yo, por ejemplo, no pensaba ya tanto en lo que había vivido, en mi
historia, sino en la de ellos. Y yo además compartí la mía, aunque eso fue duro y aún es duro
hablar de eso, aún duele... (Oriente, E13)

Como se afirmó en el capítulo 3, la perspectiva que permite afirmar que la


memoria colectiva tiene una función terapéutica (Rabotnikof, 2010) hunde sus raíces
en una tradición muy arraigada en la psicología, que luego han retomado los enfoques
psicosociales, desde una mirada más amplia: se trata del concepto básico de la cura a
través de la palabra, que han utilizado varias escuelas psicológicas, desde el
psicoanálisis, pasando por las terapias cognitivas narrativas, el socioconstruccionismo
y más adelante los enfoques psicosociales. Esta mirada ha evolucionado hacia formas
de terapia, y luego de acción colectiva y pública de corte más performativo, donde la
palabra es combinada con acciones simbólicas, artísticas y públicas que también
tienen repercusiones positivas en la vida de las personas y de los colectivos.

Contar la historia, tener memoria de los hechos y comunicarla en espacios grupales


y/o terapéuticos, desde varios escenarios y visiones de la psicología ha sido
considerado como algo positivo: en el psicoanálisis, desde Duelo y Melancolía (Freud,
1915; Ricoeur, 2003), reafirmado por Kaufman (2006), Freedgood (2007), entre
otros. En los modelos del TEPT con el Debriefing y las terapias narrativas
(Pennebaker, 1994; Pennebaker & Crow, 2000 y Pillemer, 2003; entre otros), y desde
una perspectiva más psicosocial, los marcos terapéuticos testimoniales (Lira, 2011;
Agger & Jensen, 1990; Aron, 1992). Lo que implica unas condiciones esenciales de
contención, voluntad de la víctima, un clima de confianza, entre otras estrategias, tal
como se verá a lo largo de este capítulo.

En primer lugar abordo las tres categorías que implican procesos de


transformación subjetiva, es decir, la dimensión emocional, cognitiva y
355
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

comportamental. En segundo lugar, las categorías que tienen una dimensión


relacional e interpersonal: la transformación en las relaciones de género y en la vida
familiar. Para pasar a un análisis en los cambios en una dimensión más social y
colectiva: la percepción del clima emocional, las creencias sociales, la participación, la
integración y la cohesión social. Posteriormente la discusión se complementa con dos
conclusiones sobre las acciones psicosociales y las acciones de memoria con víctimas
de desaparición forzada.

Transformación subjetiva

Que la reconstrucción emocional, el proceso de apoyo psicosocial, en el Sur de


Córdoba y en el Oriente Antioqueño, se haya realizado de manera grupal y colectiva
implicó un cambio de perspectiva frente a procesos de intervención que se venían
realizando en estas regiones y, en términos generales, en Colombia. En coherencia
con un enfoque psicosocial⁶⁰, las víctimas y sobrevivientes no fueron leídos como un
conjunto de síntomas que debían remitir a través de una intervención psicológica. Ni
siquiera fue fundamental realizar un diagnóstico psicopatológico en torno a su
situación. Los niveles de exclusión social, de postración personal, de aislamiento
social y de ruptura de la identidad personal y de los lazos sociales eran referentes
importantes en el primer acercamiento que se tuvo. Algunos de los relatos recogidos
en los grupos de discusión en 2007 y 2009, dan cuenta de esta situación:

...“Yo cuando me mataron el hijo, yo me encerré, era silenciosa, no conversaba con nadie”
(Oriente, GF8, 2007). “Nosotras nos sentíamos pues muy tristes no éramos capaces ni de
hablar, no comíamos” (Oriente, GF2, 2009). “Nos encontramos con un caso de una
muchacha que no hablaba, ni salía, ni quería salir, ni hablaba ni en la casa ni en la calle”
(Oriente, GF3, 2009)...

Frente a esta situación y todas las experiencias y consecuencias descritas con detalle
en el capítulo 4, se desarrolló un proceso de apoyo mutuo, que también marcaba a la
comunidad y a la sociedad; se reconocía que su situación no respondía a un problema
personal, sino a una situación colectiva, en la cual sus reacciones eran validadas como
normales, porque lo anormal era la guerra, la violación de los derechos humanos, los
crímenes de lesa humanidad (Martín-Baró, 1990a) y por lo tanto, como portadoras de

60
Tal como se delineó en el capítulo 3 (Martín Beristain, 1999, 2010b; Lykes 2001a, 2001b; Hamber, 2003; Pérez-
Sales, 2006; Martín Beristain & Pérez Sales, 2009; Clancy & Hamber, 2008)
356
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

una historia que requería ser contada, revelada, devuelta al escenario social, político y
público del que procedía, para poder ser tramitada. Así pues, el grupo de apoyo
mutuo fue el primer escenario para dar este paso⁶¹.

Allí, en el grupo de apoyo mutuo, se experimenta en primer lugar, que ya no están


solos, sino que hay otros y otras que han vivido experiencias similares. Esto se
convierte en soporte y en fuerza desde la identificación con el otro y la otra. En los
grupos de discusión realizados en Oriente Antioqueño en 2007 y 2009, se encontraba
este referente:

Yo también digo que todos estos proyectos que estamos haciendo sobre las memorias, le ayudan
mucho a uno; lo que estaba diciendo C. ahorita… que le sirve a uno recordar lo que le pasó, y
que uno ve a otras personas, que no está uno solo, uno ve que eso le va a servir. Eso es algo que lo
anima a uno, es que eso fue tan doloroso; ver que le están ayudando a uno...
(Oriente, GF6, 2009)

Y en las entrevistas realizadas a los y las participantes en Oriente Antioqueño y


Córdoba en 2011, emerge este discurso, que permite afirmar con claridad que el
proceso de apoyo mutuo y de memoria compartida ha significado para las víctimas de
estas regiones un proceso de transformación en varios aspectos de su vida personal,
familiar, social y comunitaria:

…con los abrazos se libera uno de esa carga que ha llevado, al poder contar la historia a mucha
gente, o a un grupo de personas, lo que lleva uno por dentro y tiene como reprimido,
comprimido en el pecho, eso lo puede liberar, en un momento... Entonces, escuchando la
historia de las otras personas, cuando yo conté la mía, como que me liberé, floté, porque ya no la
tenía tan comprimida, sino que ya me había liberado de esa carga que tenía... Entonces sí, he
recibido muchos beneficios espirituales y morales con contar nuestras historias... (Oriente, E25)

Este trabajo de memoria compartida ha sido mayoritariamente reconocido por los


y las participantes como clave en sus procesos de transformación subjetiva. La unión
con otras personas, el encuentro y el compartir lo vivido generan un escenario de
transformación emocional que permite la narración de los relatos en un espacio

61
Para profundizar en el proceso de acompañamiento psicosocial desarrollado, recomiendo la lectura del capítulo 3
del libro: “Nombrar lo innombrable: Reconciliación desde la perspectiva de las víctimas” (Villa, et. al., 2007), donde se
desarrollan algunas de las transformaciones referenciadas por las víctimas en grupos de discusión en 11 municipios
del Oriente Antioqueño. Esta investigación, sigue como fondo y referencia del presente trabajo de tesis doctoral.
También el trabajo “Entre pasos y abrazos”, (Villa, ed., 2007b). Se puede acceder a estos textos en la página web:
www.cinep.org.co
357
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

contenido, posibilitando el apoyo mutuo. Además se facilita una comprensión de la


propia situación en un marco más amplio, dentro del cual, no sólo se le da sentido a la
experiencia, sino también se encuentra un motivo para luchar y trabajar por la
transformación de las realidades vividas.

“Ya uno ve que el dolor no es mío sino de todos, entonces, es un dolor


compartido, es un dolor solidario…”: Dimensión emocional

El proceso de compartir las historias de vida y las experiencias de dolor en los


grupos de apoyo mutuo ha permitido, en primer lugar, la remoción de emociones
negativas arraigadas muy profundamente en los y las sobrevivientes participantes en
esta investigación. Ahora bien, este efecto liberador de emociones negativas no ha
sido de la noche a la mañana. Ha implicado un largo proceso que ha pasado por
momentos de catarsis y desahogo. El efecto de abreacción es un paso necesario en la
transformación subjetiva de las emociones, sin embargo, es insuficiente; por lo tanto,
la catarsis fue un primer momento de la dinámica que se fue constituyendo:

Estar acá en el grupo ha sido lo mejor, yo me he orientado mucho en el estar aquí todas juntas,
hay cosas que uno las desahoga aquí (Oriente, GF9, 2007). …cuando entramos a los abrazos,
como que nos despertaron, eso como que lo despierta a uno, uno se puede desahogar, no
s desahogamos junto con la familia... (Oriente, E4)

En algunos casos la aparición del llanto podía implicar mayor angustia para la
persona o para su familia; sin embargo, las expresiones emocionales a través del llanto,
enmarcadas en un contexto donde la contención⁶² era significativa, fueron derivando
en una experiencia de alivio y transformación:

...yo veía que había unos abrazos en que yo lloraba mucho y otros en que no tanto, había unos
donde yo me iba para la casa y yo podía llorar toda una noche sin dormir... Entonces yo decía:
"no voy a volver", pero yo veía que se llegaba el día de ir y yo me levantaba a hacer mis oficios
con más ganas de ir; y mi esposo me decía: "usted se va a salir volviendo loca de ir allá"; pero yo
sentía la necesidad de ir. Porque al final yo sentía un descanso cuando lloraba mucho, yo me
sentía liviana... (Oriente, E16)

62
He utilizado en este capítulo y lo seguiré utilizando, el concepto de contención; proveniente del Psicoanálisis, y
particularmente, de Winicott; se refiere a la capacidad que tiene una persona o grupo de ser soporte emocional para otro
que está atravesando por una situación de fragilidad en este aspecto, tal como una madre lo hace con el niño pequeño.
358
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Pero el alivio era fruto de un proceso, que incluso en sus comienzos, parecía
profundizar el dolor y el malestar, generar reacciones muy fuertes en las personas, y
agudizar su situación emocional. Sin embargo, mirado en perspectiva, los y las
participantes fueron descubriendo que era un escenario que se abría para poder
“sacar” eso que se experimentaba por dentro como una fuerte carga, como un pesado
lastre:

…para mí la primera actividad que se hizo fue “trágica” para mi salud, porque afloré muchas
cosas que llevaba guardadas, yo me agravé definitivamente... Yo en esa oportunidad regresé a
Montería directo al gastroenterólogo, fui con una gastritis activa que hacía mucho rato que no
se me manifestaba de esa manera. Entiendo que eso obedece a una reacción secundaria a las
cosas que estaban sucediendo... y en ese momento sentí que había empezado a sacar ese dolor, así
no hubiera expresado nada. Y consideré que sí era el espacio que me iba a permitir sacar eso,
que lo estaba llevando hacía mucho tiempo; siento que ese proceso que se hizo me ha ayudado
mucho... (Córdoba, E4)

Esa primera parte del proceso, de llanto, explosión de tristeza y desgarro, implicó
algunas críticas, algunos cuestionamientos; puesto que el manejo del contagio
emocional al comienzo fue uno de los retos que se plantearon. ¿Qué sucedía cuando
alguien empezaba a contar una historia, a expresar un dolor que tenía represado por
varios años? Sencillamente afloraban las emociones y, en algunos casos, se
desbordaban. El riesgo estribaba en que el resto del grupo se “contagiara” y se
desbordara la experiencia en una reacción en cadena de llanto y de dolor sin que se
pudiera prestar el apoyo. Este temor inicial fue enunciado y vivenciado, por las
participantes al comienzo de su propio proceso:

...podemos expresar lo que sentimos, porque tenemos un taco aquí atravesado, porque nos da
miedo hablar, porque muchas creían que si hablaban les iba a pasar algo o nos iban a reprochar
o nos iban a hacer daño, tenían miedo al rechazo... tan rico cuando uno se libera, porque ve la
vida con otro sentido, como con alegría, con ganas de triunfar, de seguir adelante, y esto me ha
servido a mí demasiado... (Oriente, E22)

El riesgo del contagio emocional fue asumido y abordado como una variable muy
importante, por lo tanto era necesario implementar una estrategia complementaria
para garantizar la contención en la expresión emocional de los y las participantes. Por
lo tanto, se empezó a realizar el grupo de apoyo con la presencia de dos PROVISAME,
de tal manera, que una facilitaba el espacio proponiendo y sugiriendo las actividades
que guiaban el compartir de cada sesión, y la otra realizaba un ejercicio de contención
359
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

(poner las manos en el hombro de la persona que expresaba su emoción, sentase


simplemente al lado, abrazarle, hacerle algún tipo de masaje, entre otras). Así pues, el
grupo de apoyo mutuo, facilitado por promotoras/es como estrategia de contención
emocional, posibilitó que la dinámica avanzara lentamente y procesualmente hacia la
recuperación emocional y la transformación subjetiva, tal como lo explica la siguiente
PROVISAME en un grupo de discusión en 2009:

...entonces uno le explica a la comunidad porque lo expresa la gente, que es un grupo donde se
lleva a las víctimas a hacerlas llorar. Entonces, hay que explicar que es un proceso de
seguimiento donde se lleva al abrazado a que paso a paso vaya contando qué le sucedió, cómo le
sucedió, qué siente, qué sentimiento le produjo en medio del conflicto, entonces la gente va
entendiendo que no es así lo que piensan; donde no es para hacerlas llorar, sino para que hagan
un proceso y vayan saliendo de ese estado; y ve uno que la persona va saliendo de ese estado de
mutismo y ya dice que la vida continúa... (Oriente, GF5, 2009)

La participación en el grupo ha permitido progresivamente, además, poder hablar


de los hechos y la experiencia personal de una forma más constructiva para la persona
y el grupo. De acuerdo con Pennebaker (1994) y Pasupathi (2003) la confrontación
con los hechos dolorosos, a través del habla en terapia, en grupos de apoyo o a través de
la escritura, u otras formas de expresión, al principio puede ser fuente de estrés y de
dolor; pero, Pennebaker (1994, 2003), afirma que después de una primera fase de
dolor intenso, de rabia, incluso de “redirigirlos” al terapeuta o facilitador, viene un
proceso de franca mejoría en términos de bienestar psíquico, que le permite a las
personas activarse y desarrollar procesos “normales” en su vida cotidiana.

Una de las claves para que se dé una transformación radical de las emociones
negativas es que se hace en el marco de un proceso a largo plazo, que implica
constancia y persistencia, una acción mantenida en el tiempo donde se ha posibilitado
recogerlas y transformarlas:

...entonces fíjate tú, que el tiempo nos ha servido a nosotros mucho en ese sentido, porque a
medida que hemos ido como estirando los abrazos, cada mes vamos sacando más ese dolor que
tenemos en sí; pero resulta que si lo dejamos corto no logramos sacar ese dolor... porque si tú te
das cuenta ya podemos hablar con naturalidad, con calma, ya nos podemos enfrentar a
cualquier cosa... (Córdoba E1)

360
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Además de enmarcarse en una visión procesual, donde se permitieron los tiempos


para remover y hacer catarsis, la capacidad de apoyo mutuo fue fundamental en la
dinámica. Contar con una facilitadora (también algunos facilitadores) de la misma
comunidad, que podían contener desde la cercanía, en una relación horizontal,
construyendo un vínculo afectivo que estimulaba la emergencia de factores resilientes
y formas de afrontamiento. En un espacio donde se puede hablar libre y abiertamente
del tema con personas que realmente comprenden lo que pasó y que pueden contener,
crea un espacio que rompe el aislamiento social⁶³.

De acuerdo con los relatos de los y las participantes pueden encontrarse tres
elementos claves que permiten mostrar el proceso por el cual el grupo de apoyo mutuo
fue un escenario de reconstrucción de la subjetividad y recuperación emocional. El
primero y más ampliamente referido es la experiencia de “comprobar” que el dolor no
es sólo personal, se va experimentando una especie de socialización del dolor, en la
cual, la víctima deja de pensar que lo ocurrido es o bien, algo que se merecía, o un
castigo divino, una experiencia singular. Es decir se trata de la liberación de una
imagen negativa de uno mismo y la generalización de las experiencias que permiten
ver los problemas no como cuestiones individuales sino como colectivos:

...uno piensa que el dolor no es sino de uno, pero ya al ver que tantas sentíamos lo mismo,
entonces ya uno pensaba: “bendito sea mi Dios, el dolor no es solamente mío, nada más, el dolor
es de muchas, somos muchas madres las que estamos sufriendo por lo mismo”… (Oriente, E2)

El segundo elemento, avanza sobre este punto: si hay muchos que sufren dolores
similares, o incluso, más intensos, la persona se siente movida a salir de sí misma, a
descentrarse de su propia pena, puesto que logra ver el dolor y la pena de otros/as. El
estar en medio de esta multiplicidad de experiencias y el ejercicio de empatía, le lleva a
“condolerse” con el otro, a tender la mano a la otra en un ejercicio de consolación
mutua, tal como se refiere en el siguiente relato:

...cuando comencé a entrar a esas organizaciones de víctimas, empecé a mirar que solamente yo
no tenía dolor, que había mucha gente con un dolor más duro que el mío. Porque llegué a
encontrarme con casos donde había una señora que le habían matado 3, 4 hijos, aparte de eso el
esposo, tenía desaparecidos; o sea que había un dolor más grande que el que yo tenía. Yo la veía
llorar a ella y yo la consolaba. Nos consolábamos una a la otra... Para mí también es mucha
ganancia, porque a mí también me tenían que consolar, pero yo ya lo hago con ellos...
(Oriente, E7)
63
Cfr. Pennebaker, 1994; Pennebaker & Bassanick, 1998; Davidson, Pennebaker & Dickerson, 2000; Pasupahti, 2003
361
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

El dolor personal se transforma en un dolor compartido, en un dolor “social”, que


invita a la solidaridad y al apoyo mutuo. Esta dinámica de fortalecer lazos y apoyarse
mutuamente, viendo y reconociendo el dolor de los demás, se constituye en un tercer
factor que posibilita el alivio y la recuperación emocional: la reconstrucción de la
confianza (Martín Beristain & Rieira, 1992):

... uno aprende a compartir ese dolor con los otros, ya uno ve que el dolor no es mío sino de todos,
entonces, es un dolor compartido, es un dolor solidario… (Oriente, E13). …Para poder
compartir el dolor que tú estás sintiendo, o sea, si tú tienes una víctima, tienes que tener esa
confianza con el grupo para contar tu dolor y así va sanando esa herida; no vas a olvidar a tu
víctima o a tu familiar, pero sí puedes irte sanando, irte curando de ese dolor... (Córdoba, E1)

Se da, entonces el primer paso para comprender que la violencia política es una
realidad más grande, más amplia, que tiene que ver, no solamente “conmigo”, sino
también con toda la comunidad, con toda la sociedad. Es decir, se abre la puerta para
una comprensión social de sus experiencias, como parte de una violencia con una
intencionalidad más amplia (social, política, económica). Dicha experiencia colectiva
ayuda a tratar de entender la lógica subyacente a ella y que no es un destino fatal con el
que han sido signados particularmente:

...eso se convierte en un acto casi milagroso de resurgimiento de una persona, porque en ese
momento casi que sus dolores, sus tragedias, que creía que eran propias, en las que pensaba que
había sido débil, que en su humanidad no había podido soportar; y es en ese momento cuando se
da cuenta que los otros se sienten igual de frustrados, cuando como que paran cabeza será..
. (Oriente, E12)

Se hace una experiencia que responde a lo que Veena Das (2008h) llama
antropología del dolor. En efecto, en “Wittgenstein y la Antropología” (Das, 2008f ),
la autora afirma que el formato lingüístico del dolor, implica siempre al otro. Cuando
se conjuga el verbo doler, éste no se refiere a una posición activa del sujeto, como con
otros verbos (v.gr. correr, dormir, callar, reír, etc.), sino a algo que le pasa al sujeto.
Cuando alguien quiere enunciar su dolor dice: “me duele”; esto indica algo que
sucede, que padece, no algo que hace. Y la palabra onomatopéyica para esto, en
muchos idiomas es un lamento, como el '¡Ay!'. “Decir 'tengo dolor' es pedir el
reconocimiento del otro, una respuesta del otro, un llamado que más allá de lo afectivo, es
ético y también político. Por esta razón la negación del dolor del otro no es una falla
intelectual, sino una falla espiritual, una falla que compromete el futuro…” (Das, 2008f,
P. 334). Una falla ética. Es la falla de la “indolencia” y la “indiferencia” que padece el
362
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

resto de la sociedad cuando pretende ignorar las historias, relatos y dolores de las
víctimas. En el grupo de apoyo se empieza a revertir esta lógica social, cuando la
memoria es compartida al contar la historia, ese “¡Ay!” es escuchado por alguien, es
recibido, acogido y no genera angustia en quien escucha; por el contrario es
comprendido y contenido:

...entonces, es como un compartir muy agradable y conocer uno muchas personas, para
juntos enfrentar el dolor y ambos se dan ánimo y como la intención de salir adelante,
poder volver a confiar. Es como si al apoyar a la otra persona, se apoyara a sí mismo,
porque uno sabe que lo que uno vivió y el dolor que vivió, la persona lo tiene y lo puede
ayudar; supongamos que a uno le duele una muela y dice: "Ah, qué dolor de muela", si
otro se lo cuenta, uno ya sabe que es el dolor de muela, entonces uno al haber pasado esas
cosas, uno sabe que cuando esa persona contó esa historia, sí le pasó y le pudo haber
pasado peor que a uno, entonces, uno lo apoya, le da ánimos... (Oriente, E19)

Esa forma lingüística, ese “ay”, convoca a otro, convoca al que escucha, convoca al
que apoya; es decir, abre necesariamente la pregunta por la solidaridad y el apoyo del
otro. Cuando se ha vivido el horror, no falta este llamado, lo que parece que muchas
veces falta es la capacidad de los otros (el otro concreto de las relaciones cotidianas) y el
otro social para responder, contener, apoyar, dar crédito, escuchar, respaldar y dar
sentido a la experiencia de las víctimas. Esto es precisamente lo que se niega en lo
social, lo que muchas veces desborda a muchos profesionales de las ciencias sociales,
que no logran responder a la experiencia que escuchan, puesto que al atribuirle un
sentido nosológico privan a la gente de su experiencia vital y de algunos de los
componentes que le pueden ayudar a recuperarse.

Así pues, cuando le definen desde una clasificación patológica o jurídica (Das,
2008e,f,g) o cuando lo enmarcan en el TEPT (Summerfield, 2002; Blanco, 2004;
Clancy & Hamber, 2008), cierran posibilidades para la comprensión y la
transformación de esta realidad que no pasa solamente por el nivel emocional e
individual, sino que toca elementos sociales, políticos y económicos que implican
también procesos de afrontamiento, resiliencia y resistencia que terminan siendo
desconocidos y borrados, cuando este sufrimiento es simplificado en la categoría
“enfermedad” o en la categoría “violación de un derecho”.

El apoyo mutuo en el grupo facilita el descentramiento del propio dolor, se


desarrolla el proceso de “condolerse” mutuamente; se fortalecen los lazos y se crea la
363
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

confianza, constituyendo un espacio que es referente vital. En ese momento alguien


“se hace cargo del dolor” (Das, 2008, e,f,g,h), y ese alguien es un colectivo con el que
se identifica la persona y se posibilita, por tanto, una reconstrucción individual, que
abre camino a la construcción de comunidad, puesto que esta memoria compartida
permite pasar de múltiples a una única tragedia:

...el proceso de abrazos yo lo pude vivir en lo último y encuentro yo la posibilidad de cambios d


e una víctima, cuando yo vi que mi suegro murió… y después encuentro el proceso de abrazadas
en el que por ese proceso de hablar sus dolores, contar sus tragedias vuelven, digámoslo así,
vuelven a convertirse, a través del abrazo, vuelven a ser comunidad... (Oriente, E12)

El paso de la descarga a la identificación mutua, y la capacidad de contención y de


dar sentido a la experiencia individual en un marco colectivo, ayuda a la
transformación de la experiencia subjetiva, lo que se considera como “sanación”
emocional. De tal manera que emociones negativas como el odio, el rencor, la ira se
van transformando lentamente. El proceso de transformación personal y emocional,
implica, en algunos casos, la superación del miedo, del rencor y de la rabia, para
afrontar los sentimientos de venganza, y esto, también, se experimenta como
“sanación”:

...porque nos enseñó a borrar los odios, los rencores, a mirar la vida de otra manera, que la vida
había que seguirla, que la vida había que afrontarla según lo que nos viniera... (Oriente, E22).
Cambió todo... cambió mi forma de ser, mi forma de vivir, mi alegría... (Córdoba, E8)

En concreto los y las participantes refieren procesos a través de los cuales su


situación emocional subjetiva es percibida como decididamente mejor: la gente da
cuenta de una sensación de optimismo y alegría, se recupera la posibilidad de la fiesta y
la celebración, se fortalecen o crean nuevas relaciones en un espíritu constructivo, con
nueva vitalidad:

…he cambiado también, que he aprendido a sonreír a la vida, entonces para mí eso es un logro
muy grande... (Oriente, E6). Entonces ya ellas hablan, se baila, cantamos, y de todo, y eso al
principio uno no lo hacía… (Córdoba, E3). Uno atrae más amistades, como de volver a ser
como antes, ¿cierto? Como alegría cuando está uno con ellos y estar muy bueno... (Oriente, E5)

Se han superado algunas manifestaciones sintomáticas de tipo psicosomático


trayendo mejoría y alivio personal:

364
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

…yo sufría mucho dolor de cabeza, me dolía la columna, se me olvidaban mucho las cosas, me
metía detrás de una puerta a llorar, llorando la muerte de mis hijos, me sentía muy sola... hasta
que ingresé al grupo de las abrazadas, yo en ese grupo cambié mucho, me ayudó a aliviar mucho
las penas y a quitar esa “pensadera”... (Oriente, E8). Porque llegaba a la casa y yo me sentía
como liviana, como que podía dormir, como que más tranquila... (Oriente, E16)

El siguiente esquema muestra el proceso colectivo que permitió en los grupos


analizados el proceso de recuperación personal, algunos de los elementos del apoyo
mutuo, y la transformación de la experiencia subjetiva:

Figura 7. Transformación de la experiencia subjetiva

Participación en GAM: Esto mueve a la identificación con el otro.


Catarsis inicial que permite que las Se sale de sí mismo, se descentra
emociones negativas dejen de del propio sufrimiento: ejercicio de
particularizarse. la “condolencia”
Se reconoce el sufrimiento de los otros.

Aparece en el escenario social un referente Se comparten “las cargas”, se fortalecen


colectivo que permite salir a las víctimas del los lazos, se reconstruye la confianza.
anonimato y el aislamiento: se nombra Realmente se construye el escenario de
lo innombrable, otro social que escucha. apoyo mutuo que permite contar y
Se rompe la “indolencia y la “indiferencia” compartir las historias: memoria compartida

Se logra una comprensión de las


intencionalidades del conflicto armado. Alivio emocional y
El sufrimiento es infligido como forma
de control social, político y económico: transformación subjetiva
afrontamiento, resiliencia y resistencia

“Porque nosotras mismas aquí, a nivel de grupo, nos fortalecemos


contándonos nuestras historias”: trabajo de duelo y trabajo de memoria,
narrar y contar

Este proceso de apoyo mutuo y memoria compartida, ha implicado también, en


términos psicológicos, el abordaje del proceso del duelo de los y las sobrevivientes

365
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

cuyos familiares fueron asesinados por los diferentes actores armados. 46 personas de
las 62 entrevistadas habían sufrido el homicidio de por lo menos uno de sus seres
queridos. Ahora bien, la elaboración del duelo es un trabajo que tiene implicadas
varias tareas complejas: expresar, aceptar, adaptarse, reconstrucción de la propia
identidad, recordar y restituir vínculos con los seres queridos que se han ido y la
posibilidad de restablecer vínculos afectivos con quienes sobreviven (Martín
Beristain, 1999, 2005):

De las principales cosas que hemos hecho estando en los “abrazos”, es que hemos estado
aprendiendo a elaborar el duelo, a ir borrando el dolor y entender el dolor de uno y el ajeno;
porque aprendiendo a superar el dolor, lo demás lo va pasando, lo va superando, entonces eso
hemos estado haciendo. (Oriente, GF6, 2007)

Según el modelo de tareas de duelo de Worden (1997), la primera tarea del proceso
de duelo es expresarse sobre la pérdida. Tal como se desarrolló en el punto anterior:
desahogarse, hacer catarsis, compartir el dolor, manifestarlo y “sacarlo” de adentro.
Como ha podido verse hasta ahora, esta es quizás una de las posibilidades que mejor se
desarrolló en los grupos de apoyo mutuo. Es importante anotar, que este trabajo no
implicaba necesariamente la palabra, sino formas alternativas, performativas, lúdicas,
artísticas de expresión, que posibilitaron desahogarse ante sí mismos, la familia y la
comunidad:

...sacar ese dolor y esa amargura que lleva uno adentro y elaborar ese duelo, eso lo entendí… el
hecho de poder expresar y hablar, creo que si no hubiera llegado ese momento donde pude
hablar y pude llorar, donde hice esos ejercicios que hicimos, ahí no hubiera podido llegar a esa
mejoría... (Oriente, E20). Después de la tempestad viene la calma, el hecho de exteriorizar
uno sus sentimientos y esas emociones que están dentro y que uno no los ha podido exteriorizar;
cuando van saliendo, ya eso le permite a uno estar más aliviado. Porque si una tuviera la
posibilidad desde antes de haber expresado eso, no de haberlo dejado acumular, de pronto la
situación no hubiera crecido tanto... (Córdoba, E4)

La posibilidad de expresar y exteriorizar sin juicios y sin restricciones, en un marco


de contención, en el proceso de apoyo mutuo, conduce a la aceptación de la pérdida,
que puede ser medida como alivio emocional y como la recuperación de fuerzas para
retomar la propia vida. Cuando la persona acepta los hechos y su propia experiencia,
deja de luchar contra lo sucedido. Dichos aspectos son básicos para poder incorporar
la experiencia dolorosa como parte de su vida y comenzar a preguntarse por el futuro,
por las responsabilidades que tiene, cambian sus pensamientos y empieza a
366 proyectarse.
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

...antes era más duro y después de los abrazos ya uno aprendió mucho a convivir, ya
uno piensa distinto... en que ya uno tiene que irse acostumbrando, que las cosas
fueron así, que tiene que pasar uno por todo... ya pasamos por el dolor del marido hace 11 años,
ya los hijos crecieron, ya yo tengo que pensar es por mí, ya viví, ya sufrí, yo creo que ya he sufrido
mucho, vamos a ver qué se va a seguir haciendo... (Oriente, E27)

Se deja el anclaje en el pasado y se logra reconectar la visión del tiempo, retomando


el hilo entre presente, pasado y futuro (Cfr. Uribe, 2010). Esta perspectiva es
confirmada por Martín Beristain (2008), quien afirma que el primer paso para la
reconstrucción de tejido social es que la gente pueda compartir sus experiencias con
otros y otras para darles una dimensión social, con lo cual pueden hacerlas parte de su
vida, en un proceso donde el recuerdo individual se hace colectivo. Lo cual ayuda a la
“elaboración” del duelo y a que el trauma quede atrás; sustituyendo la simultaneidad
psicológica, por una secuencia pasado-presente-futuro. Esto implica ir desalojando
poco a poco el lastre del agravio y el resentimiento que liga a las víctimas a un ayer
interminable.

Por otra parte, tomar conciencia de la realidad sufrida, también permite una
reevaluación de la propia experiencia e identidad. Lo que permite encontrar nuevos
sentidos vitales, emerge una nueva energía, ganas de vivir, formas de reorientar la
propia existencia. Se activa la capacidad reflexiva, puesto que la persona logra
descentrarse de la experiencia de dolor, de la reminiscencia permanente de la situación
límite:

...es empezar a redescubrirme, volver a saber quién soy yo, porque antes sabía quién era fulano,
quienes eran los otros, pero yo no... Entonces empiezo a meterme dentro de mí, quién soy yo...
por qué me pasó esto, para qué me pasó esto... Entonces, ese proceso de abrazos fue encontrarme
nuevamente conmigo, profundizar más hacia dentro de mí, qué es lo que quiero y volver como a
encontrar el rumbo nuevamente, y poner la mirada hacia adelante y levantarla otra vez, para
poder mirar hacia el frente... (Córdoba, E13)

Este trabajo de duelo y de memoria (Ricoeur, 2003), al final, es una forma de


afrontamiento y resistencia. En un contexto, como el del conflicto armado
colombiano, donde se ha prohibido a las víctimas, incluso llorar; donde el horror ha
traído consigo el silencio obligatorio, la amnesia impuesta y el terror como medio de
control, rompiendo consigo la solidaridad y la confianza, un espacio de apoyo mutuo,
un espacio para expresar y contar la historia retrotrayendo la memoria, es realmente
un escenario de resistencia, que no permite que en la adversidad se pierda la dignidad:
367
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

…me ha servido para sacar ese dolor, porque era la primera vez que estaba hablando así, porque
no podía hablar... ahora puedo hablar... en los abrazos hablando y tratando de llenarme de
cosas positivas es que he podido enfrentar ese dolor, uno no debe dejar que en la adversidad se le
destruya lo poco que uno tiene... (Córdoba, E2)

Esta dinámica resistente va conduciendo a una tercera tarea, en la que está


implicada la adaptación a la pérdida, y el afrontamiento de la realidad que se ha vivido.
Esta adaptación es favorecida por el grupo en la medida en que los participantes
pueden apoyarse entre sí a tener una mejor visión de la realidad, buscar soluciones
colectivas o apoyarse mutuamente para adaptarse a la situación...

...primero que todo para elaborar el duelo, porque no nos podemos quedar ahí, tenemos que salir
de la frustración en la que quedamos, porque quedamos muy mal, y segundo para ayudarle a los
demás a superarse también; porque si yo me encierro, la comunidad también se va a encerrar y
a sentir mal. Yo me doy cuenta que no estoy haciendo bien con mi encierro, y poder ayudarle a
otra gente a elaborar su duelo, para que cuenten su historia, y que ellos sientan que son útiles y
que a pesar de que pasaron muchas cosas y se perdieron muchas cosas materiales, lo que más
importa es la vida, entonces es muy importante recordar, para contarle a la gente que hay que
salir adelante... (Oriente, GF4, 2009).

Por tanto, uno de los sentidos fundamentales de la memoria compartida en estos


colectivos de víctimas está relacionado con la recuperación emocional de los
sobrevivientes, que pasa por la elaboración del duelo, la superación del dolor, la rabia y
la integración en la vida social (“salir de un cuarto oscuro”, de “un limbo”),
abandonando una posición de pasividad y asumiendo un papel activo en la
reconstrucción de su propia vida. De allí surge una fuerza que lleva incluso a que el
testimonio comience a ser transferido a la nueva generación:

… al menos lo recuerda uno con más positivismo, ya no lo recuerda uno tan duro como cuando
sucedió. Uno aprende cómo superar todas estas situaciones, ver que al menos es uno una persona
diferente, para poderle contar a los hijos; incluso ya me toca contarle a mis nietos y yo ya tengo
esa capacidad, esa habilidad de poderme sentar con ellos y poderles decir lo que sucedió y
explicarles lo que pasaba aquí en Sonsón, que por las noches tal cosa y así... yo les cuento a ellos
. Uno ya es más abierto a contar esa verdad, las cosas que sucedieron en el municipio...
(Oriente, E31)

Es decir, se aceptan los hechos y se intenta trabajar en la reconstrucción de los


espacios vitales: familiares, comunitarios, sociales. Y se asume una posición nueva
frente a la situación. Es decir, se recuperan los vínculos y la actividad cotidiana. Pero
368
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

al mismo tiempo, por la vía de la memoria, la relación con los seres queridos vivos, con
las nuevas generaciones, se establece de otra manera. Deja de ser un tabú del que no se
habla, empieza a hacer parte de la historia.

Es en ese espacio de apoyo mutuo donde la historia personal contada, se


transforma en testimonio; donde se da el primer paso para hacer pública la memoria,
para sacar del anonimato en que los victimarios quisieron dejar a la víctima, su
experiencia y sus opciones vitales; es el primer escenario para ser testigos del horror
(Käes & Puget, 1991; Villa, et.al 2007), para nombrar lo que parecía innombrable:

...entonces yo poderme fortalecer, a pesar de que, cuando yo cuento mi historia me ponga triste,
no me pasa cuando yo estoy haciendo abrazos; las personas me dicen: "venga, pero entonces usted
por qué no nos cuenta la vida suya"... porque cuando uno trabaja con personas que han sido
afectadas por el conflicto es importante contar la historia y decir totalmente lo que a uno le
sucedió con tranquilidad, no me da confusión ni me dan ganas de llorar, nada... y contar la
historia sirve, porque uno se desahoga... en un momento dado uno siente que se desahoga y
cuando vuelve y habla, de pronto recuerda con menos o sin ningún dolor... (Oriente, E24)

Esto implica que hay un ejercicio de memoria, mas no de olvido. El dolor no


desaparece, sino que se lograr recordar de otra manera y en función de otras metas. El
fin no es eliminar el síntoma psicológico, o el alivio de una enfermedad, sino que se
busca el empoderamiento de las víctimas, que logren retomar el control de su propia
experiencia vital, de sus acciones, de su mundo de la vida (Lira, 2011), con lo que se
puede hablar que hay un espacio para que las tareas del duelo tengan una buena
posibilidad de realizarse:

...estos espacios son muy importantes porque aprendemos a mirar la importancia de recordar,
porque antes decían: no, yo no quiero recordar, para sufrir más, para llorar más; nos reunimos
para mostrar que esto es una realidad... este es el único espacio que tenemos para recordar, para
contarle a la gente que todavía estamos vivas, y que tenemos que salir adelante y no nos podemos
quedar en un hueco, nosotras miramos la importancia de la memoria, y seguimos luchando por
ella... (Oriente, GF4, 2009).

Además se abre la puerta para la aceptación y la flexibilidad con la propia historia,


consigo misma, para darse el tiempo de reconstruir, puesto que los procesos de
recuperación y de memoria tienen que tener en cuenta los diferentes ritmos y
situaciones…

369
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

...lo tengo muy claro de que no se trata de olvidar a un ser querido, sino de recordarlo sin tanto
dolor, y de eso es lo que se tratan estos abrazos y es lo que nos tenemos que meter entre ceja y ceja, de
que no es olvidar y que nos tenemos que dar tiempo para todo, para estar tristes, para llorar, para
recordar... hablar de lo que nos pasó, para recordarlo sin tanto dolor... (Oriente, GF2, 2007)

Para Kaufman⁶⁴(2006), este tipo de proceso implica retomar el hilo pasado-


presente-futuro que se rompe con la irrupción del trauma y permite incluir dentro de
la propia historia la vivencia traumática. Así pues, la memoria es un camino de
elaboración, camino de la palabra y la escucha, porque al expresar lo sucedido, al darle
un lugar en lo simbólico y en lo imaginario (aún cuando lo real parezca innombrable)
es un camino útil y necesario para la elaboración del dolor y para la resignificación de
los hechos, lo que permite superar también las compulsiones a la repetición y las
memorias literales (Todorov, 1995, 2002), donde también el pasado sigue vivo en el
presente y se confunde con éste. Más que eliminar el dolor, más que eliminar de la
memoria al ser querido, más que generar un escenario de anestesia y despolitización,
como sucedería, por ejemplo, desde una lectura psicologista o centrada en el TEPT
(Summerfield, 2002; Clancy & Hamber, 2008), permite, en primer lugar, un
aprendizaje para “convivir” con el dolor:

...pero eso sirvió mucho porque con eso pudimos sacar el dolor y hemos aprendido a convivir con
él... o sea, esas cosas que le han pasado a uno, uno nunca las va a olvidar, uno siempre las va a
tener, le van a doler; pero uno aprende a hablar del dolor, de la tristeza de uno y la tristeza de los
demás también... (Oriente, E9)

Además de ello, algunas organizaciones de víctimas, por lo menos en el oriente


antioqueño, afirman que su acción es “para que otras voces se escuchen y el dolor sea
propuesta”. Es decir, el dolor recordado y transformado, mas no eliminado, puede
convertirse en fuerza y motor de la acción social y política, en motivo para la
organización y en una forma de vehicular la memoria para que pase de este escenario
grupal y compartido, a un escenario público y social. Ahora bien, en el caso de los
desaparecidos, no es posible trabajar con un enfoque de “elaboración” de duelo,
porque es una situación donde la falta de información y conocimiento del destino
final de su familiar y la no presencia del cuerpo de la persona querida, la pregunta
permanente por su situación, la no clarificación de los hechos, impiden el cierre
cognitivo y emocional que se confronta con la realidad de la muerte. En estos casos, el
grupo de apoyo cumple el papel de apoyo para enfrentar esa pérdida incierta y apoyar

64
También para Lira (2011) y Martín Beristain (1999, 2005, 2010b)
370
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

los procesos de búsqueda y de manejo de la situación de pérdida en la propia familia.


Pero el dolor permanece allí y se pueden tener experiencias frecuentes de “revivir” el
dolor:

...por ejemplo yo tenía una señora y ella nunca expresó su dolor en el grupo. Y yo decía que esta
señora era un caso imposible. Ella siempre se desmoronaba, ella siempre lloraba, siempre en los
abrazos se descomponía, esta señora hizo incluso dos procesos de abrazos y nada… Esta señora
no habla, esta señora nada, después la señora salió por un tiempo y yo decía no... Después, ya
empezamos a involucrarla en otras cosas y ella decía que no iba a volver porque sentía que
solamente la hacíamos llorar; y yo nunca sabía que era lo que le pasaba. Después entré como a
involucrarme más en otra clase de relación con ella, como de amistad, a hablar con ella y me di
cuenta que tenía un niño, hacía más de 10 años, desaparecido; entonces yo decía, que
había que pensar de otra forma. Entonces en este momento la señora está en proceso
conmigo, pero es un proceso totalmente diferente donde, por ejemplo, el periódico
donde salen las prendas de los desaparecidos vamos a mirarlo juntas; otra clase de
acercamiento donde pueda brindar ayuda: en una audiencia yo te voy a acompañar
, voy a ir contigo a este proceso, es otra clase de acompañamiento diferente y que ella
sienta que es acogida y que se le puede ayudar. (Oriente, GF. Provísame, 2011)

Esto implica otro tipo de acompañamiento y otra forma de intervención, que


conlleva al proceso de búsqueda y denuncia, que es complementario al apoyo mutuo
grupal. El duelo todavía incierto y abierto, tal vez pueda explicar por qué esta
propuesta no tuvo tanto impacto cuando se intentó realizar con las Madres de la
Candelaria. En este contexto las tres personas que se formaron como PROVISAME
para realizar grupos de apoyo, terminaron abortando el proceso cuando apenas
comenzaba, dado que siendo madres de desaparecidos, trabajando con otras madres
en las mismas circunstancias, sin haber terminado de elaborar su propia historia,
tenían mayores dificultades en la realización del grupo de apoyo. De otro lado, los
grupos de apoyo en el Oriente Antioqueño y en Córdoba, contaban con víctimas de
diferentes tipos de hechos violatorios y tipos de violencia; mientras que aquí todas
estaban atravesadas por la desaparición.

Así pues, los relatos eran similares y no se abría la posibilidad para la contrastación
de los dolores y el “condolerse solidariamente” lo cual abría fácilmente una sobre-
identificación con menor capacidad de contención, lo que aumentaba el contagio
emocional y dificultaba el apoyo. Probablemente en estos casos el abordaje grupal
tenga que tener en cuenta estos riesgos para generar distintas actividades y procesos de
apoyo mutuo que incluyan la descarga, el apoyo mutuo, la reconstrucción de historias
371
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

personales y recuerdos, la movilización colectiva y el apoyo a los procesos de


búsqueda. El apoyo a las personas que facilitan esos procesos es especialmente
importante en estos casos...

...yo estuve en un proceso de acompañamiento y me sentí acompañada en ese proceso,


de donde salían PROVISAMES, pero te digo que personalmente siento que me faltó ser más
acompañada desde mi aspecto personal, para hacer una sanación de duelo primero enfocado
más en mí, que antes de yo ir a sanar otras personas... porque cuando lo intenté yo no tenía
problemas ni de convocatoria ni de nada... sólo sentía problemas para hacer esa charla, sentía
que no estaba dando sanación a otras personas, cuando a mí me faltaba hacerlo... y que las otras
tampoco podían ayudarse entre sí... (Madres, E12)

De otro lado, el contexto de las Madres es un contexto de ciudad, donde los marcos
sociales de relación están atravesados por vivencias más individualistas y más cercanos
a los parámetros occidentales. Mientras que en Córdoba y Oriente Antioqueño, los
espacios se daban en contextos semi-rurales y cercanos a la mentalidad campesina,
donde la comunidad, la solidaridad y la unidad son valores importantes. Al analizar
los relatos de cada participante de estas regiones, el énfasis en una vida comunitaria de
solidaridad y unidad, antes de la guerra, era un valor significativo, por el que luego, el
grupo de apoyo mutuo se convierte en espacio para la reconstrucción de este tipo de
vínculo. Mientras que en la ciudad, estos vínculos o bien no existen, o bien son muy
superficiales como para propiciar un compartir desde lo profundo, con personas con
las que apenas sí se tiene una relación en la organización (de las Madres, en este caso),
pero con quien no se tienen vínculos de vecindad, familia; donde los marcos
contextuales, de clase social, incluso, son diferentes. Mientras en Oriente y en
Córdoba estos referentes comunes fueron factores facilitadores del proceso.

Según esto una dinámica de apoyo mutuo y memoria compartida, tendrá mejores
y mayores posibilidades de alcanzar logros como los descritos hasta ahora cuando el
contexto favorece una visión más colectiva de la vida, donde las relaciones previas de
comunidad, vecindad, solidaridad hacían parte del tejido social previo, puesto que
esto facilita la construcción de confianza en el momento de compartir, y la
reconstrucción del tejido social. Es decir, hay que tener en cuenta las diferencias de
contextos y los factores de identificación mutua para generar la cohesión necesaria
para el apoyo mutuo.

372
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

“Como si me hubiera vuelto a activar, volví otra vez al ser mío, volví al ser...”:
Transformación subjetiva, dimensión cognitivo/comportamental

Además de la dimensión emocional, de forma complementaria aparecen algunos


elementos de tipo cognitivo y comportamental, que implican cambios profundos en
la forma de pensar y dar sentido a la vida, en la forma de actuar y en la forma de
relacionarse en la vida cotidiana:

El proceso de los abrazos fue muy lindo… a mí me enseñaron mucho… me hice yo misma,
definí como era y cómo quería ser yo… me hice bien peinada, bien vestida, una falda larga y
una blusa elegante… como quiero ser yo, porque yo ya tengo mi corazón, saqué toda esa rabia,
saqué todas esas iras y ya ésta soy yo, (Oriente, E22)

Las personas se sienten más responsables y dueñas nuevamente de su propia


historia y de su vida. De una u otra forma se van reconstruyendo las creencias básicas
(Janoff Bulman, 1992), en torno al mundo, la vida y los otros, se recupera el propio
ser, se fortalecen los vínculos familiares y comunitarios, y se vuelve a valorar
profundamente la vida:

...me empecé a sentir más responsable de mí misma, porque definitivamente una en un caso de
esos se vuelve irresponsable, nosotros no le paramos bolas a nadie, somos hasta agresivas; en
cambio uno con los abrazos, uno para reaccionar piensa, se vuelve amable, recibe a la gente en la
casa, le hace atenciones a la gente, como si me hubiera vuelto a activar, volví otra vez al ser mío,
volví al ser... (Oriente, E32)

La experiencia de violencia fue vivida como una “expulsión” del propio ser, que en
muchos casos se concretó en la expulsión de la tierra, de la propia identidad cultural y
colectiva, de los referentes vitales cotidianos. Así pues, la memoria compartida en el
grupo de apoyo, permite ir reconstruyendo esta identidad social, el ser, la historia que
ha constituido a cada quien. Y con ello, se va recuperando la dignidad propia, el valor
de sí mismo/a y se supera la estigmatización y la vergüenza. Lo cual ha permitido que
las víctimas salgan del anonimato, de la postración, para abrirse a nuevas experiencias,
recuperando sus relaciones, su mundo de la vida:

...hoy en día es otra cosa porque nos encontramos, nos abrazamos, buenas tardes, para mí eso fue
muy agradable, y eso si fue una situación que a mí me agradó, que me gusta. Y aquí estoy,
porque me sirvió mucho conseguir muchas amistades, todo mundo me saluda, ya las que
estamos aquí todas nos conocemos, ya muy escasas las que pasamos y no nos saludamos, tal vez
porque no nos veamos pero de resto nos abrazamos, muy bueno... (Oriente, GF1, 2007) 373
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Se da pues, un proceso de reconstrucción de su subjetividad, emerge la dignidad


que permite levantar la cabeza, y reconocerse como humanos, como personas,
nombrarse como víctimas de la violencia política, dejar de esconderse y asumir en ello
un acto de resistencia desde la vida cotidiana. Esto implica que se ha reconstruido la
confianza social, tanto en sí mismos/as, como en el resto del mundo, en los vecinos, en
la familia, en la comunidad, la creencia en el otro/a (Janoff-Bulman, 1992) como
miembros de una misma comunidad, como iguales:

...y es que nosotras por el hecho de ser víctimas no es que vamos a estar diario como escondidas;
tenemos valor en sí mismas, entonces, eso es un cambio fuerte, antes me daba pena decir que a
mi marido lo habían matado, que yo soy una de las que antes no decía nada, yo escondía eso, en
el colegio de mis hijas ellas nunca dijeron que su papá lo mataron, porque era como una
vergüenza decir uno que le mataron a alguien... entonces esto ha permitido que ahora uno sí
pueda decir: "sí, yo soy una de las víctimas de la violencia"; y lo puede uno decir, lo puede
expresar porque yo pienso que tenemos ya una dignidad... (Córdoba, E9)

Es decir, se reactivan los procesos de socialización, las redes rotas se van


recomponiendo, la solidaridad social comienza a emerger, la individualización, la
privatización del dolor y la culpa, la anomia y la desolación, se comienzan a
transformar para posibilitar espacios donde lo cotidiano de la vida se comparte,
partiendo de los hechos vividos y del compartir esas formas de afrontarlo.

Además de todo lo anterior, los y las participantes también atribuyen al proceso de


apoyo mutuo y memoria compartida, cambios significativos en su comportamiento
cotidiano, en sus formas de interactuar con otros y relacionarse. Uno de los procesos
más significativos tiene que ver con el hecho de hablar en público, puesto que, la gran
mayoría de participantes no tenían una experiencia previa de participación social o
política, no se movían en el mundo de lo público. De allí que resalten que en el
proceso de contar la historia a otros y otras en los “abrazos”, también fueron
desarrollando la capacidad de dirigirse a otros y hablar en público:

…y ahora me paro delante de las personas y soy capaz de hablarle a un grupo, antes no, era muy
tímida, uno piensa que... ya hoy hablo, ya tengo el valor de mirar a la gente a la cara, antes no,
antes era muy tímida… (Córdoba, E7)

Ahora bien, lo más importante para los y las participantes es que han podido
superar el silencio obligatorio al que fueron sometidos, que su palabra es escuchada y
tenida en cuenta en un espacio colectivo,
374
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

... ellas dicen que anteriormente no se atrevían a hablar del tema, no eran capaces de hablar...
pero ya ellas son capaces de hablar del tema, sin le genere tanta reacción negativa, con mucha
más naturalidad, no puede decirse que no sientan el dolor; sí lo sienten, pero ya lo saben
manejar… porque llegan actividades donde nos toca manejar algo de la historia y se hace con
una naturalidad despampanante... (Córdoba, E4)

Lo cual les habilita para dar testimonio, para contar la historia en otros escenarios.
Lo que de por sí, trae un alivio, se aminora la carga, es decir, se constituye otro ciclo de
retroalimentación positiva en el que al hablar se disminuye la carga afectiva, y al
disminuir esta carga emocional se tiene mayor libertad para expresar y contar.

…entonces yo ya me puedo sentar en cualquier parte y contar cómo mataron a mi hermano,


como lo vi, que me tocó limpiar su sangre y limpiarla por el inodoro, que ahora lo puedo decir y
antes no podía hacerlo, como encontramos el niño pegado en la reja... eso primero yo no lo podía
decir, me atacaba mucho, ahora no, ahora lo puedo decir tranquila, yo hablo… (Oriente, E16)
...En que primero uno piensa tanto, ya no recuerda tanto... si se recuerda, pero con otro
sentido... hay veces en que uno sí piensa, pero no así cómo era primero... (Oriente, E29)

Dentro del propio proceso de duelo, el avance en la tarea (Worden, 1997) centrada
en el recuerdo y la reconstrucción de lazos afectivos con los vivos y los muertos, supone
la posibilidad de recordar sin una movilización afectiva tan negativa, y una
disminución de pensamientos intrusivos asociada a las acciones de memoria colectiva.
La siguiente tabla permite reconocer algunos aspectos de la transformación subjetiva,
en el que los grupos de apoyo y la memoria compartida han sido útiles para las
víctimas de las regiones del sur de Córdoba y el Oriente Antioqueño:

375
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Tabla 8. Aspectos relevantes de la transformación subjetiva

Dimensión Dimensión
emocional cognitivo/comportamental

- Aprender a convivir con el dolor o - Se dejan atrás los recuerdos


superación del mismo invasivos y los pensamientos intrusivos

- Transformación de la rabia y el odio, - Se logra reconectar la historia vital en


lo que posibilita la superación de los un marco de pasado-presente-futuro
discursos de venganza
- Recuperación de una imagen
- Aprendizaje de la “condolencia” con positiva de sí mismo
el otro, que rompe con la “indolencia” y la
“indiferencia” - Recuperación de las creencias
básicas: sobre el mundo, la vida y los
- Afrontamiento de los miedos otros.

- Elaboración del duelo - Recuperación de la confianza

- Superación de la desesperanza - Recuperación de una perspectiva de


proyecto de vida
- Recuperación de la alegría, las
ganas de vivir y la celebración - Comprensión de las
intencionalidades y factores del conflicto
- Recuperación de la expresión armado

- Se desarrollan actitudes y acciones


de afrontamiento, resiliencia y
resistencia.

En estos grupos, la memoria individual se narra delante de otro, semejante en su


experiencia y en su vivencia, en el dolor y la situación límite; un otro que, a su vez, se
convierte en escucha, compañero y apoyo. De esta manera se convierte en memoria
compartida y memoria grupal. Aunque los procesos de grupos de apoyo mutuo
habían sido propuestos por diversos autores⁶⁵ y se habían utilizado en otros contextos
en el mundo, referenciadas en el capítulo 3; la realización del proyecto y el proceso de
acompañamiento psicosocial, no estuvo libre de obstáculos y cuestionamientos. Por
esta razón fue necesario que,

65
Pennebaker, 1994; Martín Beristain & Rieira, 1994; Lykes, Blanche & Hamber, 2003; entre otros
376
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

...la comunidad fuera entendiendo que son grupos de apoyo donde se acoge a las personas que
fueron tocadas por el conflicto, para ayudarles a salir de ese estado, entonces van teniendo la
idea clara de que es un grupo de apoyo mutuo, que no es el grupo que se reúne para sentarse a
ponerlas a hablar de su dolor y que ahí termina todo, sino que se ayuda a salir de ese estado...
(Oriente, GF5, 2009).

Además de las reservas que tenían en el nivel emocional, los participantes refieren
que al comienzo de la experiencia experimentaron cierto escepticismo, puesto que se
pensaba que podría ser un espacio que podría revictimizarles, además de la
desconfianza lógica de pensar y realizar un espacio de contención emocional y
memoria compartida realizado por una mujer de la comunidad, en muchos casos sin
muchos estudios, que también era víctima de la violencia y que apenas empezaba a
desarrollar algunas habilidades para el trabajo grupal:

...al principio no me parecía que era la solución, yo tenía muchas defensas, no creía en el
programa, a mí me parecía que no nos servía de nada; porque cada vez que yo asistía a un
abrazo y veía las versiones de cada una de mis compañeras, me hacía abrir más la herida y vivía
como más en carne propia mi situación… (Córdoba, E11). Me dijeron que había unas señoras
que hacían apoyo psicosocial. A mí me dio risa, porque me decían que fuera abrazada de L., yo
dije: "pues, L. qué me va poder ayudar, si tiene más problemas que yo, además qué me va poder
ayudar una persona que ni estudios tiene". Esa fue la respuesta la primera vez que me
invitaron. (Oriente, E20)

Y, sin embargo, al comienzo y durante todo el proceso, el papel de la promotora de


vida y salud mental fue fundamental, tanto para identificar a las víctimas en la
comunidad y para realizar la invitación inicial a participar de los grupos de apoyo
mutuo, como para dar continuidad y construir un marco de contención propicio
donde las víctimas sobrevivientes experimentaran un lugar seguro para empezar a
abrirse en sus experiencias e historias. Este papel de la PROVISAME ha sido
reconocido como vital para su proceso de recuperación, tanto por las mujeres como
por los hombres, tanto en el Oriente Antioqueño, como en el sur de Córdoba.

¿Cuál es la razón para que el papel de una mujer de la misma comunidad, que
simplemente recibió una formación básica para contener, apoyar y facilitar un grupo
de apoyo, la PROVISAME, fuera tan importante en el proceso de recuperación
emocional de las víctimas? Puede afirmarse que el papel de la promotora (o promotor,
en algunos casos) fue fundamental porque se trató de un apoyo “entre iguales”, es
decir, entre personas de la misma comunidad, que habían vivido lo mismo,
377
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

situaciones similares y que podrían comprender y comprehender la experiencia de las


víctimas asistentes al grupo de apoyo. Quien hacía la contención no era una persona
ajena a su contexto, sino alguien cercano, alguien que podía reconocer la experiencia y
los lenguajes en que se expresa. Es decir, había una escucha al dolor, un marco de
contención a ese dolor, dentro de los marcos sociales, culturales, religiosos, incluso,
familiares, de las víctimas; un marco de apoyo que se centró en la persona y en su
experiencia, y no en la definición de su situación: como violación de sus derechos o
como enfermedad (Das, 2008):

...uno recordaba la herida que tenía y ellas le daban consuelo a uno, a mi doña M. (la
PROVISAME), me sacó muy adelante... sí bastante... Yo me sentía muy bien a lo que ella me
decía, porque a ella también le había pasado eso y teníamos que intentar elaborar. Ella había
estado en eso en el pasado y me daba mucho consuelo y empecé a echar para adelante...
(Oriente, E14)

Aparecen en este relato otras referencias que tienen que ver con el tipo de relación:
una relación horizontal, donde hay contacto corporal, donde hay ternura, donde hay
una disposición a la consolación; y es desde allí, donde se realiza la contención. No hay
un juicio sobre la experiencia, no hay un estigma que recaiga sobre quien narra: su
historia, su experiencia es acogida, aceptada, validada, reconocida dentro de marcos
de comprensión similares. Se va construyendo un vínculo que es reparador, un
vínculo que comienza con esta facilitadora del espacio de apoyo, pero que se va
extendiendo al resto del grupo, lo que va permitiendo que se vaya gestando una
transformación.

La PROVISAME, a través de su proceso de formación y capacitación desarrolla las


habilidades que le permiten aportar las estrategias para que la experiencia deje de verse
como algo único, como anormal; va construyendo el proceso grupal de apoyo. Es la
facilitadora que tiene capacidad de generar un espacio de confianza, y proponer un
método; pero no es ella la única fuente de ayuda, porque su principal habilidad
consiste sustancialmente en llevar la experiencia del ámbito individual, al ámbito
colectivo; logrando desidentificar el dolor con una vivencia particular, para que se
comprenda como una experiencia que le ha pasado a todos los que están allí, a toda la
comunidad:

...ahí fue donde entendí que yo tenía que estar en ese proceso y donde entendí que había que
hablar de eso y que había que llorar todo eso y sacar ese dolor, lo que habíamos sufrido; y

378
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

entendí lo importante de escuchar a los demás y que los demás nos escucharan. Desde ese día
no he vuelto a salirme jamás y entendí que ese proceso, que puede ser que la PROVISAME n
o tenga estudio, pero que hay cosas muy grandes que a través del apoyo mutuo se pueden
lograr: ese día volví a nacer… (Oriente, E20)

El anterior y el siguiente relato ponen en evidencia un escenario social de escucha y


una disposición colectiva para acoger y transformar el dolor de las víctimas:

En tantos años, en siete años y las personas oprimidas ahí, sin poder como decir nada,
entonces cuando hay una persona que los escucha, ellas van descargando esa carga que va
por dentro... (Oriente, GF3, 2009).

Quizás aquí estriba la riqueza de los espacios de apoyo mutuo (Gracia Fuster,
2011) y de los procesos de formación de promotores psicosociales; es decir, se van
fortaleciendo las capacidades resilientes de la misma comunidad (Cyrulnik, 2006,
2009) o se van fortaleciendo los procesos de afrontamiento y resistencia dentro de
ésta, lo que posibilita la transformación de la realidad de la gente desde abajo⁶⁶ y
empoderan a la comunidad, a las víctimas para ser sujetos de su propia recuperación
subjetiva de forma integral. Es decir, la experiencia tiene sentido, es “sanadora” o
“curativa” cuando se hace en un marco donde la escucha se plantea en términos de
acogida, respeto, apertura, si se trata de un marco de apoyo mutuo. Pero también en
un marco más social, implica una lucha por los derechos, el reconocimiento social y le
recuperación de la dignidad.

Pennebaker & Harber (1993), Morris et. al. (1993) y Sorsoli (2010) han descrito
dificultades importantes cuando se trabaja desde una perspectiva testimonial o
utilizando la narración como forma de “curación” o recuperación. Para estos autores,
se deben considerar variables como los marcos culturales, puesto que hay culturas que
valoran más la palabra que otras, donde se valora más el silencio (Morris et. al., 1993,
Wang, 2008). Hay momentos en el proceso de elaboración donde la gente prefiere
callar y no se pueden forzar a hablar, se debe respetar la forma como cada persona va
trabajando su experiencia (Pennebaker & Harber, 1993). Hay experiencias de
victimización, como el abuso sexual en muchos contextos culturales, donde el silencio
resulta más protector (Sorsoli, 2010), o situaciones contextuales que a algunas
víctimas las lleva a no querer hablar frente a otros. Y finalmente, situaciones de la vida

66
Cfr. Martín Beristain & Rieira, 1994; Lykes, 2001b; Cabrera, 2004; Martín Beristain, 2005; Hamber, 2011; entre otros.
379
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

personal que son definidas por las personas como más significativas e importantes
dentro de sus procesos personales que la misma experiencia de la situación límite:

…algunas de las personas que acompañé me decían que si bien los abrazos les
aportaron mucho cuando participaban, habían momentos donde ellos y ellas querían
compartir más en privado algunos asuntos que no querían tratar en grupo y como la
estrategia es de apoyo mutuo, no sentían confianza para hacerlo, no solo por las
rupturas de las confianzas comunitarias que genera el conflicto, pues estas se fueron
superando, sino por asuntos más de la intimidad de cada uno y sus familias, que no
sentían podían compartir en estos lugares. Lo grupal no daba pie a lo íntimo... (C.5)

Por esta razón, es fundamental considerar la actitud de quien escucha. Uno de los
dramas fundamentales, expresado por algunos de los testigos del holocausto nazi y del
Gulag soviético⁶⁷, se centraba en el temor y la angustia a no encontrar un escenario en
el que su testimonio fuera escuchado, contenido, recogido y avalado. Cuando los
otros (individuales o colectivos) no tienen la disposición de la escucha, no sólo porque
no quieren escuchar, sino porque simplemente no pueden o no tienen las
herramientas para contener el horror que se narra, el testimonio y el contar la historia
pueden también resultar contraproducentes para la víctima, que puede sentirse
revictimizada, afectada nuevamente en su dignidad, no reconocida y que dificulta
cualquier elaboración o cualquier proceso de resiliencia (Cyrulnik, 2006, 2008).

En este sentido se plantea el problema no por el contar la experiencia, sino por la


escucha de la sociedad, lo cual invierte las preguntas: ¿Existe una sociedad dispuesta a
escuchar? ¿Existen marcos sociales de contención que posibiliten la solidaridad y
comprensión que requiere una víctima del horror para ser contenido, reconocido y
apoyado? ¿Existe el marco de contención que permita comprender al sujeto
víctima/sobreviviente en un horizonte más amplio que el del dolor y el sufrimiento?

Precisamente, en el caso de las mujeres que han sido abusadas sexualmente, se


presenta una dificultad para tramitar su experiencia en procesos grupales y de apoyo
mutuo, puesto que aparece claramente la vergüenza implicada en la situación. En
muchos de los casos los marcos sociales y culturales, más que solidarizarse con la
mujer, terminan señalándola y estigmatizándola. Este tema sigue siendo tabú en

67
Cfr. Levi, 1962/2008, 1988/2008; Semprún, 1995/2007; Kérsetz, 2001; Búber Newman, 1958/2005; Grossman
1964/2008
380
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

muchos lugares en Colombia, y su elaboración se suele realizar más en espacios


privados que públicos. De allí, que también, en algunos casos, el “abrazo” no fue
suficiente para la elaboración de este tipo de situaciones límite:

Porque fue abusada al igual que su hermanita menor delante de ella y ella se sentía
impotente, pensaba que era su culpa porque no tuvo la fuerza para protegerla… una
mujer cuando es abusada tiene la vergüenza, además de ser víctima hay un estigma
social, entonces el debate interior es más fuerte para poder sacar eso, y lo hace en
particular con la PROVISAME, se va al nivel personal porque no es capaz de hacerlo
en el grupo, porque obviamente tiene el temor de ser censurada porque normalmente
la mujer que ha sido violada y es incluso histórico siempre, sobre ella recae gran parte
de la responsabilidad... (Córdoba, GF. Provísame, 2011)

En este proceso la PROVISAME había sido formada y cualificada para desarrollar


algunas técnicas de apoyo complementarias que permitieran el acompañamiento y el
compartir la experiencia en espacios individuales, sin que esto fuera en detrimento de
la participación en el proceso colectivo. De otro lado, en el espacio grupal, además de
promover la conversación y la escucha, se hizo énfasis en generar un acercamiento
respetuoso, aceptando siempre el silencio y la negativa a hablar de muchos
sobrevivientes, puesto que en muchas de las intervenciones psicosociales se había
encontrado un dilema importante: en muchos casos la gente no quiere hablar, no
quiere recordar⁶⁸: “algunos por temor a despertar venganzas, violencia y
confrontación. Otros por cálculo político. Y otros simplemente porque el horror
puede llegar a hacerse intolerable…” (Lira & Castillo, 1993, P. 110). Por esta razón,
en el espacio del “abrazo” también se ofrecían alternativas a la expresión de la
experiencia que no pasaran necesariamente por la palabra:

Porque, yo no era capaz de hablar, entonces, un día T. me dijo: "M.N. venga dibújeme acá, lo
que a usted le sucedió, usted por qué no es capaz de hablar...", porque es que yo cada que
hablaba, vea a mí del llanto nadie me entendía nada, yo no era capaz, yo me quedaba por ahí
en un rincón, pero ellas me brindaban cariño ¿cierto? Entonces, ya un día le hice a ella el dibujo
y le mostré a ella, y ella dijo: "¿usted nos va a explicar lo que hizo acá?" Y ese día yo fui capaz, en
el mar de llanto, pero fui capaz; ya ahora, yo voy allá y yo "recocho" con ellas, uno no se ríe de lo
que le pasó, pero ellas lo hacen sonreír a uno porque ¿todo no ha de ser dolor, cierto?
(Oriente, E21)

68
Cfr. Lira, 1990a, b; Pennebaker, 1993, 1994; Lira & Castillo, 1993; Páez & Basabe, 1993; entre otros. También Herman,
1997; Marques, Páez & Serra, 1998; Basabe, 2001; Cabrera, 2004; Montalvo, 2005; Pérez Sales, 2006, Minow, 2008 a, b,
Martín Beristain, 2006, 2009.
381
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

El grupo de apoyo, como experiencia y como técnica de trabajo con víctimas de la


violencia política no puede reducirse a un grupo de discusión, ni a un análisis de la
realidad. El compartir no se centra sólo en la palabra, puesto que las posibilidades de
expresión humana son múltiples. Lo fundamental era darle una vía y una forma de
fluir a las emociones contenidas que, como se decía en un testimonio anterior,
oprimían y afectaban la vida. De acuerdo con los múltiples relatos y testimonios
recogidos, tanto en los grupos de discusión de 2007 y 2009, como en las entrevistas en
2011, el abordaje de las emociones, el proponer medios y herramientas para movilizar,
contactar y expresar esas emociones, son formas útiles para abrir puertas de
comunicación, más allá de la palabra, que posibiliten, no sólo la catarsis, sino también
la transformación subjetiva, tanto de lo emocional, como lo cognitivo y lo
comportamental:

...sí fue un impacto para la región y en efecto vivimos y tenemos aquí que lo que hemos logrado,
aunque no somos personas con mucha preparación, ni un bachiller, no lo han logrado otra
s personas. Por ahí porque es una dinámica de lectura, reflexiones, masajes, juegos de contacto
físico y así para no estar tan atarantadas por medio de bombas, balas, y de una cantidad de
cosas; tenemos muchas cosas para que en el grupo nos vamos sintiendo como hermanas, como
amigas, entonces vamos saliendo de ese encierro y vamos aliviando todas esas cosas, hay
personas que mentalmente ya están muy sanas... (Oriente, GF3, 2007).

Dentro de estas formas de propiciar espacios para el compartir la historia de la vida


y la memoria en una dimensión emocional, la lúdica, la comunicación emocional, los
símbolos y los rituales juegan un papel preponderante, tal como se recoge en este
relato:

...entonces, ese día, en el proceso, hicieron como un ritual y a mí me movió mucho, porqu
e después del ritual se miraban las caras y yo veía algo muy diferente a como habían llegado
, entonces me gustó. El ritual era como un círculo, pero en el centro tenían como una coquita
con agua y con unas rosas, ellas las echaban ahí, a cada una le daban la rosita, y cada una se
acercaba al agua y ponía como su dolor, su tristeza y luego una música suave.. Entonces una de
las compañeras pasaba por los lados de uno, como aquí estoy yo, no se detengan, suelten todo
eso que tengan, y después yo veía las caras de las personas, y entonces yo decía: "pero qué pasó",
entonces yo decía que era muy bonito y seguí, y aquí sigo... (Oriente, E6)

Acogida, escucha abierta, cariño, posibilidades alternativas para expresarse,


generación de un espacio cálido, afectivo, lúdico y vital, donde ninguna emoción fue
cohibida sino que tuvo una posibilidad de expresión sin juicios ni represión, sin
382
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

restricciones morales ni cortapisas, constituyeron un escenario que no era una


intervención puntual, ni se trataba de una ayuda “desde arriba”, sino una experiencia
que se propiciaba desde y en un marco de cotidianidad, donde los y las sobrevivientes
encontraron nuevos sentidos y comenzaron a realizar su transformación subjetiva:

En ese grupo nos encontrábamos, escribíamos cosas, hacíamos rituales, nos daban flores,
pintábamos, escribíamos y ahí se iba uno motivando para salir adelante. Yo sabía que eso eran
proyectos que a largo tiempo, a las personas nos iban a beneficiar, interiormente y
psicológicamente. Ya me sentía que no era yo sola la que había sufrido esa situación y tenía
también ese sentimentalismo (compasión) por el otro, me solidarizaba con el otro, claro...
(Oriente, E17)

Así pues, emergía de la misma comunidad, no era una intervención puntual, sino
que se fue desplegando en el transcurso del tiempo, abierto por varios años; que se
convirtió en referente social para poder expresar lo inexpresable y para nombrar lo
innombrable. Se abrió un escenario para reconocer y aceptar el dolor, para acogerlo,
para escucharlo en medio de una sociedad que no quería escuchar, que estaba sorda e
“indolente”:

...yo le recomiendo a las demás víctimas, que no se queden en la casa quietas, que busquen
intercambio con otras personas, conversar, dialogar con las demás personas, que ese es un gran
alivio. En este grupo se ha logrado sobrepasar más las penas, aquí ya compartimos; uno en la
casa solo se ahoga más en las penas, es más horrible; salimos de las casas, nos contamos lo que
nos pasó y va saliendo, de pronto es doloroso, no es como antes, cambia uno los sentimientos...
(Oriente, GF6, 2007)

Ahora bien, las primeras y los primeros en experimentar que este espacio se estaba
abriendo y que el dolor dejaba de ser “dolor envenenado” (Das, 2008c,d),
enclaustrado en el cuerpo, reducido al anonimato, recluido en el silencio o en el
síntoma, fueron los y las PROVISAME, quienes además de su formación,
encontraron en los espacios de apoyo mutuo un sentido, un horizonte y un marco de
elaboración de su propia experiencia:

...hasta que llegué aquí empecé a hacer la capacitación y el proceso de formación de


PROVISAME… y además de eso, pienso que el hecho de continuar con los abrazos con muchas
personas también me ayuda, siento que me fortalece, el hecho de sentir que se le ayuda a
algunas personas siento que me permite un poquito más de tranquilidad a mí y, de pronto, por
eso, sin tener en cuenta el aspecto económico o lo que me toque gastar para eso yo lo sigo
haciendo; porque es tanto ayuda para los demás, como para mí misma… (Córdoba, E4)
383
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Esto permite realizar una afirmación importante: lo que “sana”, lo que “cura”, para
utilizar la metáfora de la enfermedad, no es la técnica que se implemente, no es la
acción de un profesional, o la aplicación de unas herramientas de una disciplina como
la psicología; lo que transforma, lo que devuelve sentidos es el vínculo, es la relación
que se establece. Se trata, por tanto, del marco de contención que se constituye y de la
fuerza resiliente de la gente, cuando ésta vuelve a creer en toda la potencialidad que
alberga, en todos los mecanismos de afrontamiento que puede desarrollar, cuando
emerge de sí y de sus vínculos y lazos una fuerza de resistencia que se sobrepone a las
emociones negativas que pueden postrar. Se trata de un apoyo donde quien apoya, se
apoya a sí mismo/a.

De acuerdo con María Victoria Uribe (2010): “las provísame multiplican su


experiencia de elaboración del duelo y la memoria, enseñando fundamentalmente que el
dolor puede ser una potencia dinámica de transformación subjetiva, grupal, comunitaria y
política. Estos encuentros dialógicos han alcanzado la cobertura de más de 2.000 personas
en el Oriente Antioqueño y se multiplican día a día. Su éxito radica en el efecto de contagio
que provee la articulación de la palabra y el afecto como espacio de refugio y apoyo para las
personas” (p. 47 – 48). Abriendo una puerta para su dignificación y la de otros.

Ha sido la mirada procesual y el contar con un escenario permanente por cerca de


dos años en cada cohorte, y en algunos casos por más tiempo, lo que permitió la
recuperación de la confianza en el escenario grupal, y con ésta, el ejercicio de una
palabra y una memoria compartida. Y esto se convirtió, en contextos donde el
conflicto armado permanece, en una acción de resistencia que fortaleció a las mismas
víctimas y a sus comunidades, como se analizará más adelante. Esta Tabla permite
identificar, a manera de síntesis, los aspectos que han hecho parte de este proceso que
han posibilitado las transformaciones subjetivas referidas:

384
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Tabla 9. Grupo de apoyo mutuo, memoria compartida y


transformación subjetiva
Principales características

- Contención realizada por personas que han vivido el mismo contexto, cercanas.

- Reconocimiento del lenguaje y marcos socioculturales de las víctimas

- Se constituye un apoyo entre iguales: centrado en la persona y su sufrimiento más


que en una definición sintomática, patológica o en el marco del derecho.

- Se establecen relaciones horizontales, especialmente entre quien facilita y la


víctima

- Se acepta el silencio y la negativa de la gente a hablar. Simplemente se


posibilita su participación.

- Pero al mismo tiempo se despliegan múltiples formas de expresión, alternativas a


la palabra: dibujos, rituales, movimiento corporal, danza, juegos, construyendo un
espacio lúdico y vital.

- Es un espacio donde el contacto corporal, el abrazo y la caricia son permitidos y


promovidos.

- También se valida la expresión de afectos, ternura, cariño, lo que constituye


vínculos profundos, afectivos y reparadores.

- Hay una disposición de quien promueve y de todo el grupo al apoyo emocional.

- No hay juicios a las manifestaciones de la gente, tampoco se pone límites a la


expresión del dolor.

- Las reacciones suelen ser validadas como normales y comprendidas en el


contexto social, relacional, político y cultural.

- Finalmente, no es una intervención puntual, sino un proceso de acompañamiento


desplegado en el tiempo, como proceso más que como proyecto, en por lo menos,
dos años de trabajo.

Algunos límites y dificultades de la experiencia

A pesar de estar referenciando un proceso que evidencia una abrumadora


experiencia positiva, que significó para cerca de 3.000 víctimas⁶⁹ en Oriente
69
En la primera cohorte se formaron 78 PROVISAME, en la segunda 75 y en la tercera 45. Es decir, 198 en total. Si cada
una trabajó con un promedio de 15 personas, esto significa que en total se trabajó con 3.000 vícitimas. Ahora bien, cada
cohorte tuvo una duración de 2 años: la primera entre julio de 2004 y junio de 2006; la segunda entre julio de 2006 y agosto
de 2008; y la tercera entre noviembre de 2007 y agosto de 2009. De otro lado, las organizaciones de víctimas y algunas
ONG realizaron con Promotores y promotoras ya formadas otros grupos de apoyo mutuo, además de algunos municipios
donde los alcaldes les dieron un lugar y permitieron la realización de procesos de apoyo con nuevas víctimas. Por lo tanto,
el número de 3.000 puede ser altamente superado si se revisa la estadística entre 2005 y 2010. Pero al mismo tiempo
permite evidenciar los límites y dificultades de los que se hablará en este acápite.
385
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Antioqueño y Córdoba, su transformación subjetiva, su empoderamiento, la


recuperación de su dignidad y la reconstrucción de su tejido social; es importante
referenciar algunos límites y dificultades que se presentaron y que se unen a los ya
anotados. Una de éstas, paradójicamente, tiene que ver con el éxito de la estrategia,
puesto que al resultar útil, se puede convertir en una fórmula que se utiliza de manera
indiscriminada, sin los cuidados y rigores que requiere. Por ejemplo: pensar que
bastan unas cuantas sesiones de apoyo mutuo y ya está hecho el proceso por las
víctimas, es decir, se pierde su carácter procesual que implica un largo tiempo.
También el afán de algunas ONG ante el manejo de los recursos de la cooperación
internacional, o en el afán de algunas instituciones del Estado intentando optimizar la
financiación, pueden terminar recortando el proceso, como se verá más adelante, y se
afectan sus resultados. Ahora bien, en el marco de algunos de los procesos
adelantados, cuando se hicieron este tipo de recortes o cuando se quiso simplificar la
experiencia, muchos y muchas de los y las participantes no tuvieron el proceso
necesario y no se pudieron dar algunos cambios esperados:

...Creo que esto puede ser la consecuencia porque al intentar generalizar la propuesta se perdió
criterio en la selección de los participantes y muchas personas no lograron completar el ciclo y
sanar su dolor. No necesariamente el proceso le transformó la vida a todas y cada una de la
personas que participaron, algunos personas siguen igual y utilizan lo aprendido para llamar
la atención sobre sus vidas o para generar lastima, aquí me refiero a la formación de
PROVISAME particularmente, hay líderes que participaron que les prima más el interés
individualista que el colectivo. Incluso a algunos y algunas les sirvió para acentuar su
autoritarismo y el poder para imponer a los demás lo que se quiere... (C1)

En esta misma lógica, cuando faltaron los recursos y la presencia de las ONG que
habían desarrollado el programa no se pudo sostener, no se volvieron a desarrollar
grupos de apoyo, salvo algunas excepciones. De otro lado la cooperación
internacional, en la que se basa el trabajo de las ONG en Colombia ha disminuido
significativamente, o considera que este tipo de proyectos debe generar una
sostenibilidad, de tal manera que los recursos locales del Estado también puedan
apropiarse de estos procesos, pero la lógica del Estado no logra aún incorporar esta
estrategia, tal como se vio en el intento con las alcaldías municipales para que
asumieran esta capacidad instalada en sus municipios como una forma de atención a
las víctimas; sin embargo tampoco esto se logró en las dimensiones esperadas. Por esta
razón, también se presentaron grietas en el proceso y dificultades que durante 2011 no
se pudieron subsanar:

386
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

...luego de terminar el proyecto, las PROVISAME se quedaron solas, sin acompañamiento de


otros profesionales en su labor, que no es fácil. Además que sus procesos de formación en la
mayoría de los casos no continuaron y se han quedado repitiendo las técnicas aprendidas sin
buscar continuar su formación y comprensión de lo humano. Esto también las ha llevado a ser
muy empíricas en lo que hacen, lo que no es malo, pero no les permite dar el salto cualitativo
hacia la conceptualización y comprensión de lo que ellas mismas hacen, por eso siempre son
otros y otras las que hablan, bien o mal de su labor, pues ellas no tienen la formación para
registrar sus propias experiencias y conocimiento de ellas. (C5)

De otro lado, es importante anotar que la estrategia de trabajo que se está


presentando ha producido los resultados enunciados a lo largo de este capítulo, y ha
tenido particular eficacia con las víctimas cuyos seres queridos han sido asesinados.
Puesto que les permite hacer un proceso de duelo donde esos seres queridos son
dignificados. Sin embargo, la estrategia tiene algunos límites con personas que tienen
familiares desaparecidos, con víctimas de violencia sexual o con personas cuyos
dolores y experiencias de sufrimiento están asociados a situaciones de violencia
intrafamiliar o abuso sexual en la infancia. En estos casos, se hace necesario, además
de los trabajos de apoyo mutuo, complementar la experiencia con contención
individual, entrevistas personales, visitas domiciliarias y apoyo profesional:

...mira la primera experiencia uno pensaba que eran las confianzas del grupo lo que iba a
lograr resultados con todas en grupo; yo pensaba que las visitas domiciliarias no, entonces me
toco aplicarlas y entonces todo fue muy distinto porque empecé a tener en cuenta y a utilizar
otras herramientas, como la entrevista personal, yo fui a varias casas y los resultados fueron
excelentes, porque continuó la relación, hay una amistad muy grande, donde se ve ya cualquier
problemita y dicen: “nosotras hablamos con usted”; y todo muy bueno, uno como
PROVISAME genera experiencias... entonces tener en cuenta que todos somos mundos
distintos, todos los casos son distintos y no tener solamente la solución a nivel grupal...
(Oriente, GF. Provísame, 2011)

Finalmente, un tema que ha marcado la experiencia en el sur de Córdoba, tiene


que ver con los procesos del conflicto armado en la región. Como se ha visto, la
presencia permanente de actores armados en un conflicto que no tiene claridad sobre
“quién es quién”, la gente opta por replegarse y los procesos se afectan, sufriendo
altibajos en su dinámica:

Como este proceso se hace en medio del conflicto, tenemos dificultades cuando se acrecientan
los asesinatos y las desapariciones. Esto produce miedo en los acompañantes como en los
acompañados, lo que entorpece el proceso. (C3)
387
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

De allí que pueda afirmarse, incluso, que cuando una mujer o un hombre en este
contexto, decide contar su historia y trabajarla grupalmente, está desplegando un acto
de resistencia, que es necesario reconocer y valorar, aun cuando no se pueda avanzar a
nuevas formas de trabajo de memoria desde lo público, lo colectivo o lo histórico.

En el caso de algunas PROVISAME que tuvieron situaciones de contagio


emocional o fueron desbordadas en algún grupo de apoyo se contó siempre en el
proceso de formación con dos espacios de apoyo: un grupo de apoyo para elaborar sus
propias situaciones y otro para enunciar sus experiencias y emociones en el trabajo del
abrazo. Finalmente, siempre se contó con procesos de acompañamiento y
supervisión permanente por parte de un grupo de profesionales psicosociales que
posibilitaron la resolución de dudas, la contención en terreno y la prevención de la
sobre-identificación en algunos casos. Aun así, en las tres cohortes hubo algunos y
algunas participantes que por su propia situación personal o bien no pudieron
continuar el proceso de formación, o bien, al final no se les acreditó como promotores.

Reconstrucción de la familia y transformación de roles y relaciones de género

El proceso de memoria compartida y apoyo mutuo, fue también un escenario que


posibilitó transformaciones en las actitudes y comportamientos en la vida cotidiana.
En las relaciones sociales y familiares, en la forma de dirigirse a los otros/as e
interactuar con ellos/as. En estas relaciones primarias (familiares y de amistad), las
personas afirman ser menos agresivas, desarrollar actitudes de buen trato y estar
disponibles para establecer o fortalecer los vínculos:

...hacerme más fuerte, y compartir el amor... yo antes era fuerte, pero seca, no compartía, casi
que ni una sonrisa y en los abrazos he aprendido mucho... (Córdoba, E2). ¿Qué cambio hubo?
Que yo era muy grosera y ya no, he cambiado bastante, yo no quería que me hablaran y ahora
sí. (Córdoba, E3)

Generando más tolerancia, respeto y menor conflictividad en la vida cotidiana. Lo


cual es complementario al proceso que se enunciaba sobre el manejo de emociones
negativas, éste se acompaña de una nueva actitud y con ello se ve reflejado en una
nueva conducta relacional en la vida cotidiana:

388
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

…Pues una mujer más calmada, más tolerante, porque yo ya no peleo con nadie. Y sin
embargo, si yo me pongo a pelear con el vecino, ¿qué estoy consiguiendo? ¡Pura guerra! ¿Y qué
trae la guerra? ¡Más guerra! Más bien trato de aguantar hasta donde más pueda...
(Oriente, E7)

Estas transformaciones en las relaciones cotidianas, se viven también en el ámbito


familiar y en las relaciones de género. Prácticamente todas las transformaciones que se
han operado en el ámbito de las relaciones de género y las relaciones familiares son
atribuidas por los y las participantes al proceso de grupos de apoyo mutuo y memoria
compartida, excepto en el caso de las Madres de la Candelaria puesto que su proceso
no ha implicado este mecanismo de acompañamiento psicosocial.

Después de haber nombrado lo innombrable, tener la apertura para contar lo


indecible del horror de la violencia política, se abrió la puerta para nombrar otros
innombrables de la violencia cultural: el padecimiento de las mujeres ante la violencia
de género y la dominación patriarcal; y también la aceptación de ser partícipes de
formas de violencia intrafamiliar y maltrato a los niños y niñas. Así pues, los silencios
en torno a otras formas de violencia también fueron rotos en el largo proceso de los
“abrazos”. Al final se abrió la puerta del mundo privado para que también estas
violencias se hicieran públicas en el grupo de apoyo, con la complementariedad de
otras estrategias (entrevistas, visitas domiciliarias, actividades lúdicas, entre otras) que
permitieron abrir brecha para que estos temas también fueran asunto de las
conversaciones del grupo de apoyo.

Por lo tanto, puede decirse que el contar las historias de violencia, represión y
victimización posibilitó también narrar las consecuencias de estos hechos en la
familia, y a su vez abrió la puerta para mirar otras violencias en el mundo de lo privado,
que terminaron siendo conversadas, narradas, compartidas y transformadas en los
procesos de apoyo mutuo, y esto ha sido válido, tanto en el Oriente Antioqueño,
como en el sur de Córdoba. Veamos entonces algunos de los aspectos sobre los cuales
hacen referencia los relatos de los y las participantes que han implicado
transformaciones de las relaciones familiares y de las relaciones de género.

389
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

“Y ahora siento que podemos conversar y compartir... para mí eso es una


ganancia muy grande”: Transformaciones en las relaciones familiares

La primera y más común referencia tiene que ver con la superación del maltrato a
los hijos. En culturas marcadas de forma significativa por tradiciones patriarcales, la
educación de los hijos e hijas está atravesada por formas y manifestaciones que pueden
incluir el castigo físico, la violencia verbal y la exclusión de los menores de escenarios
de toma de decisiones familiares. En algunos casos el ejercicio de la violencia física y
verbal sobre hijos e hijas ha estado normalizado y hace parte de la vida cotidiana de
algunas de las familias de los y las participantes en esta investigación. De otro lado,
para autores como Samayoa (1990), Gaborit (2006a), Arévalo (2010, 2011) y otros,
la afectación de la violencia política se extiende a diversos aspectos de la vida trayendo
relaciones deshumanizadas y cotidianamente violentas.

Así pues, el cruce de ambos tipo de violencia, también se ve confrontado en los


grupos de apoyo mutuo, porque cuando se narra y se cuenta la historia padecida por la
represión y la violencia política, lleva a tocar también el tema de las violencias
cotidianas. Especialmente, en contextos de mayoría femenina, la reflexión conduce
hacia la violencia padecida por parte de los hombres; la violencia que éstos ejercen
sobre sus hijos, pero también la agresividad que ellas descargan sobre éstos. Cuando
hacen referencia al proceso de “abrazos” los y las participantes coinciden en que ha
sido una experiencia que cambió sustancialmente sus formas de relacionarse en la
casa, en la familia, en la comunidad, pero de forma enfática, con los hijos e hijas:

…pero gracias a ese proceso de PROVISAME, que me ayudó mucho, mi vida ha cambiado,
empecé a amar más a mis hijos, a mi familia, con el hombre que vivo, ya lo entiendo, cuando
tenemos problemas los sabemos resolver... No me dejo maltratar, ni maltrato tampoco a nadie
; con mis hijos tratamos de tener un diálogo, de entendernos, cuando tenemos dificultades,
como en toda familia, tratamos de llegar al diálogo y hablar... (Córdoba, E7)

Y esta experiencia es descrita como un cambio sustancial en la vida. También


puede identificarse un antes y un después, en el cual se hace una opción clara por el
diálogo y el buen trato. Y la experiencia vivida ha servido para transmitir algunos
valores a los hijos, incluso cuando se quiere que éstos tomen conciencia de sus
derechos y los hagan respetar:

390
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

…pues eso me ha fortalecido mucho porque, me ha servido hasta para trabajos en el colegio del
niño, cosas que yo he anotado y que le sirven al niño… (Oriente, E10). Mis niños hacen
respetar sus derechos. Ellos alguna cosa que cometan con ellos en la escuela ahí mismo hablan y
protestan y no se dejan de nadie; por muy altanero que sea el profesor... (Oriente, E15)

De tal manera que el proceso ha permitido esa toma de conciencia en diferentes


aspectos de la vida cotidiana, sobre los cuales se sigue trabajando en las organizaciones:
temas como la violencia intrafamiliar, la drogadicción, la prostitución, los conflictos
familiares y vecinales, las relaciones en la escuela han pasado a ser tema de la
conversación en los grupos de apoyo, pero también parte de la agenda de las
organizaciones. Esto tiene una explicación: si el proceso ha servido para la
recuperación de la dignidad de las personas, es evidente que no se trata solamente de la
violencia política, sino también de la vida cotidiana, social, comunitaria y familiar.
Por tanto, la transformación experimentada se extiende a este marco familiar:

...en lo familiar también... ve uno mamás más comprometidas como con los hijos, más
preocupadas, teniendo mejor relación con ellos... Los fenómenos de la violencia intrafamiliar,
la drogadicción, la prostitución, que han roto el tejido social desde sus núcleos familiares, ahí
hay que seguir trabajando... (Oriente, E31)

El afrontamiento del dolor de la violencia padecida por causa del conflicto


armado, la conciencia sobre las violencias cotidianas en los abrazos, el desarrollo de
formas de afrontamiento y resistencia han posibilitado también la reconstitución de la
unidad familiar rota por la guerra o por la represión. En este caso, hombres y mujeres,
al ir recuperando su dignidad y la mejora del impacto negativo en su subjetividad en
los procesos de memoria compartida y apoyo mutuo, toman conciencia de la
importancia del apoyo de la red familiar y se esfuerzan por recuperar este espacio de
afecto y apoyo:

...ya después pasó eso y empecé en la asociación, a involucrarme, ya fue mejorando mi vida
familiar, porque antes era muy retraído, no jugaba con mis hijas sino que era más bien
apartado... entonces ya cuando estuve en las experiencias con la asociación, ya empezó a
vérseme el cambio, mi señora misma me dice: "J. usted ha cambiado, usted es más abierto, usted
conversa más, usted le dedica más tiempo a las niñas, es más extrovertido, juega más con ellas”
(Oriente, E25).

391
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Dentro de este proceso el poder hablar en familia de lo sucedido, ya con algunas


herramientas aprendidas en el apoyo mutuo, también constituyó un escenario
reparador para el núcleo familiar. Y esta reconstitución de la familia es
experimentada, en sí misma, como un logro; puesto que, se han reconstruido
proyectos de vida y también, en lo familiar, se recupera el hilo de pasado-presente-
futuro que ubica los hechos violentos como parte de la historia familiar, pero que no
define esta historia:

...nosotros nunca habíamos hablado de eso, o sea, lo mataron si, pasó como lo grueso, fueron los
paramilitares, pero no detalles que estaban ahí alrededor de la muerte de él. Pero ahora
, después del proceso, nuevamente uno como que maduró frente a ese tipo de cosas y las relaciones
familiares en general son muy buenas. (Oriente, E20). De ahí para acá, el hecho de haber
compartido y hablado con otros, de haber participado este proceso fortaleció más como los lazos
de familia y también con la otra gente… (Córdoba, E10)

Puede afirmarse, por tanto, que el proceso de abordar los impactos de la violencia
sociopolítica ha tenido posteriormente a través de los grupos de apoyo mutuo un
impacto positivo para abordar el mundo de las relaciones familiares y haber
permitido reconstruir el tejido familiar.

“Ver que ya uno no es la mujer que se deja golpear del marido”:


Transformación de roles y relaciones de género

El proceso de apoyo mutuo y memoria compartida, trajo sobre todo para las
mujeres, una oportunidad para tomar conciencia de los roles y relaciones de género.
La reconstrucción subjetiva que se fue operando, también posibilitó en las
participantes una reflexión en torno a su condición de mujeres en el marco de una
cultura patriarcal. La reflexión sobre la explotación y la opresión en el sistema
macrosocial, también posibilitó la mirada al espacio microsocial: el mundo de la vida y
de la cotidianidad, es decir, un cambio en la forma de pensar y actuar de las mujeres:

…el modo de pensar también, porque yo ya pienso muy diferente, o sea, yo primero creía que las
mujeres no éramos sino para levantarnos, hacer arepas, organizar la casa y no más; que
nosotras las mujeres éramos serviciales y así vivía antes de la violencia… Y yo ahora veo que
las mujeres podemos hacer muchas cosas, ser líderes de un grupo, hacer un vuelco completo…
(Oriente, E26)

392
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Ahora bien, buena parte de este proceso está atravesado por la dinámica misma de
la violencia, puesto que la pérdida del esposo, del soporte económico, de la “cabeza” de
la familia en el marco de una concepción tradicional, obligó a las mujeres a asumirse
desde otro lugar, a tomar las riendas de la vida, a afrontar los nuevos retos que se
planteaban, trayendo consigo una sobrecarga de roles:

Hay cosas que no las asimilo todavía: no me he podido dar a la idea de que yo esté sola. Y
levantándolos sola y en los momentos difíciles, cuando de pronto veo que se me están
desbocando, quisiera que él estuviera para que me los ayudara a detener un poquito…. Sin
embargo yo me planto, para que no se me desboquen, la cuerdita que yo les voy dando, poquito
a poquito se las voy soltando, y cuando veo que se me están desbocando vuelvo y los jalo otra
vez... (Oriente, E7)

Además de esta sobrecarga afectiva y social, también se generaron nuevas formas de


verse a sí mismas con sus potencialidades, comprendiendo que tenían muchas más
capacidades que las pensadas hasta ese momento. Es decir, también, se hacen
evidentes los logros que se han tenido como mujeres, los pasos que se han dado, aún en
medio de dificultades: poder mantener a los hijos, ofrecerles una mejor calidad de
vida, hacerse cargo de las riendas de la propia vida y de la familia:

Ahora gracias a Dios, gracias a la asociación las cosa nos están cambiando, porque yo ya tengo
mi casita, porque gracias a Dios ya les puedo dar el estudio, la comida; aunque me toca
trabajar para eso, les doy de todo y viven conmigo muy bueno... ellos están disfrutando, ahora
que están viviendo conmigo, que están en la casa, porque gracias a Dios yo me preocupo mucho
por ellos… (Oriente, E26)

Este proceso y estas nuevas responsabilidades se asumen con ambivalencia: por un


lado experimentando mayor libertad, pero por otro unos retos que pueden desbordar.
Por un lado el tomar el control de la propia vida, pero por otro experimentar la
ausencia de un ser amado. Por un lado, la fortaleza y la capacidad de afrontamiento, y
por el otro la sensación de debilidad ante el reto que se ha puesto de frente. Llegando
incluso a vivir un proceso de reconstrucción integral de la propia vida:

...pues como mujer yo he logrado varias cosas, pues lo uno fue entender que M. se había muerto,
pero que yo no me podía morir con él, entonces, yo nuevamente reanudé mi vida, yo tengo mi
compañero y tengo otro hijo; algunas veces feliz y otras veces no tan felizmente organizada;
pero también siento que me ha dado esto como libertad, no libertinaje... libertad porque siento
que yo soy como dueña de mi misma vida... pero que como tenía otra visión; en cambio yo

393
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

ahora soy dueña de mi vida, como mujer y como madre, yo tengo mis límites, o sea, la mujer
entregada, pues, las 24 horas del día a los hijos ¡No! Yo ya en eso soy muy diferente, con respeto y
responsabilidad sí, pero no soy atada con cadenas a eso... (Oriente, E20)

Esto ha implicado, a su vez, un cambio radical en la relación con los hombres, con
sus esposos, o sus nuevos compañeros. Se ha generado un proceso de
empoderamiento de las mujeres que ha implicado, al interior de las organizaciones,
una posición firme frente a la violencia de género. El proceso de apoyo mutuo y
memoria compartida abrió también la brecha para compartir, afrontar y superar las
historias de violencia de género, utilizando muchas de las metodologías lúdicas,
simbólicas y vivenciales que movilizaron las historias de victimización política:

…ya uno no es la mujer que se deja golpear del marido, estos procesos nos han servido para
nosotras ganarnos el respeto; porque incluso aquí en la asociación había mujeres que decían:
"ah, no, él es mi marido y él tiene derecho conmigo para hacer lo que quiera". Entonces
empezamos a concientizarlas les decíamos: "muchachas miren...", hacíamos dramatizados,
hacíamos cositas así, o de sentarme con otra compañera pero yo ponerme en los zapatos de ella
(juegos de roles) y allá los míos, entonces, yo pienso que eso fue sensibilizando mucho a las
otras compañeras, yo pienso que eso nos ayudó mucho; y el trabajo psicosocial ha sido para
nosotras muy importante... (Oriente, E6)

Así pues, este proceso psicosocial de memoria compartida, permitió también


revisar la historia de la vida familiar y de la construcción de una familia en el modelo
patriarcal. Y esta revisión, en las conversaciones de grupos, habitados principalmente
por mujeres, trajo también consigo, un crecimiento en la autoestima y la valoración de
sí mismas como mujeres, de su cuerpo, de sus sentimientos y pensamientos, de sus
acciones:

Yo siento que empecé a quererme más, o sea, todo el tiempo yo no me preocupaba como
que por mí, pero ahí empecé a valorarme de pronto como mujer... que tengo que
empezar a quererme más, que eso de llevar dos hijas, dos niñas, y un niño y que hay que
luchar, y no como mirar una solución rápida a tu problema de sola, sino que hay que
luchar por los hijos y el hecho no es buscar quién lo quiera, sino como quererse uno...
(Córdoba, E10)

Además de ello, se replantea dentro del hogar la relación hombre – mujer, se


redistribuyen los roles (ambos se hacen cargo de funciones de la casa, como cuidar los
niños), pero también los espacios, ahora tanto la casa, como la plaza, el escenario de lo
394
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

privado y el de lo público son escenarios para ambos, se empiezan a generar, no sin


dificultad relaciones más igualitarias:

...el haber salido de la casa a la plaza, al menos un poquito, han podido soltarse del marido,
venir a las reuniones por encima de la negativa del marido, empiezan ya a dar sus primeros
pasos. Y si el marido pone problema, la mujer se empodera, y le dice: "a mí me gustan esas
reuniones y voy a ir"; o sea, un poquito uno ha visto el cambio. Hombres ya diciendo: "es que a
mi mujer le encanta eso, y que vaya, que participe"; otras le piden permiso al marido, pero
cuando no se los dan, de todas maneras se vienen; en otros casos, el marido se queda con los
niños y comparte que ella pueda ir a las reuniones y participe. Sí ha habido un cambio entre
hombres y mujeres, al menos cambio de roles... (Oriente, E31)

El anterior testimonio da cuenta de un proceso que se ha hecho en medio de


dificultades y de conflictos. No se trata de una transformación que sucede sin
oposición, ésta se da y en efecto, las mujeres necesitan sacar toda la fuerza de sí para dar
el paso. Pero en ese proceso el apoyo de las otras y del grupo en el “abrazo” ha sido
fundamental.

De otro lado, los abrazos, la memoria compartida y el apoyo mutuo implicaron en


algunos de los hombres, un contacto con sus propias emociones y vivencias, darles
cabida, acercarse de forma humana al dolor, y rescatar esa dimensión emocional que
suele estar bloqueada en la cultura patriarcal:

...en ese proceso de abrazos aquí en La Unión habíamos ocho hombres y éramos más hombres
que mujeres... y como el dicho que dice que los hombres no deben llorar, allá sí lloran los
hombres, porque se hace el diálogo, empieza uno a reflexionar, a recordar, que dibujar en una
hoja que al hermano, que la mamá cómo era, que como sería teniéndola, entonces era
inevitable que se vinieran las lágrimas; todo el mundo contando la historia, de que a mí se me
perdieron dos hijos… lo que pasa es que uno siente el choque, porque no es fácil... es difícil...
(Oriente, E19)

Además, tomar conciencia de la necesidad de hacerse cargo de los espacios del


mundo privado, de acercarse afectivamente a la familia y recuperar afecto, cariño y
contención en el marco de la intimidad. Por lo tanto, también hay algún avance en la
transformación de las relaciones de género desde los hombres:

... al interior de mi familia siento que estoy apagando incendios en otros lados y la casa mía se
estaba quemando, esa parte me hace sentir así, que tengo que volverme a trabajar en lo
personal, mi salud, mi tranquilidad, mi sosiego... porque a veces se me altera la vida por todo lo
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Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

que tengo que hacer en lo comunitario y las familiares las tengo olvidadas, es en la parte que
más tengo que trabajar.... (Córdoba, E13)

Ahora bien, la mirada debe hacerse de forma más compleja, puesto que es muy
probable, en este caso, y como ya se ha dicho, que estos cambios no se deban
exclusivamente a los procesos de apoyo mutuo, memoria compartida; mucho menos a
las acciones públicas de memoria. También ha jugado un papel importante el trabajo
que las organizaciones acompañantes y las mismas organizaciones de base han tenido
para tomar conciencia de estas dimensiones cotidianas de la violencia y su necesidad
de transformación.

Escenarios de participación, integración y cohesión social

La experiencia de apoyo grupal fue el primer paso para fortalecer la cohesión del
grupo, para tomar conciencia que les unen los mismos sentimientos, las mismas
necesidades, los mismos intereses y propósitos, y desde allí dejar la soledad, unirse a
otros y otras, participar y ser actor de su propio proceso de transformación personal y
de la reconstrucción del tejido social. Un paso más allá fue el organizarse como
víctimas, empezar a empoderarse como sujetos políticos, ciudadanos y ciudadanas
que aportan a la reconstrucción de su localidad:

...como comunidad, como mujeres, como familia, nos tenemos que ir organizando, tejiendo
esas redes para poder hacer una sociedad donde nuestra voz sea escuchada y donde nuestro
dolor sea propuesta... (Oriente, GF2, 2007). Se ve el compromiso y las ganas de la gente, de
querer estar agrupados en la organización y así poder reclamar sus derechos... (Oriente, Gf5,
2009).

Se anotó anteriormente que la mayoría de los y las participantes en esta


investigación, ni sus familiares víctimas participaban en escenarios públicos, políticos
o sociales. También se remarcó que la inmensa mayoría de las víctimas en Colombia,
desde los 90 hasta el presente, son fruto de una confrontación armada degradada,
donde los motivos para la eliminación del otro, fueron pasando de la represión
política, centrada en lo ideológico, al terror general con fines de control y dominación
territorial, política y económica, independientemente de la connotación ideológica.

396
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Por lo tanto, más que hablar de restauración de escenarios de participación, se tiene


que hablar del surgimiento de procesos individuales y colectivos que han llevado a los
y las sobrevivientes a participar en diversos escenarios públicos, que los han ido
juntando en una comunidad de destino que se fue desarrollando y desplegando,
creando un proceso de cohesión social e identificación que permitió el surgimiento de
las organizaciones de víctimas. Así pues, se pasó del aislamiento y la fractura de un
tejido social fragmentado e individualizado, a un proceso colectivo que ha fortalecido
los vínculos y ha constituido un actor social: las víctimas, dentro del paisaje
sociopolítico de las regiones estudiadas:

...porque vamos dejando el individualismo, porque ese siempre ha sido el gran problema de
nosotros todos, en general, el individualismo... ¿Cuál es el principal ingrediente para
compartir? El respeto... entonces cuando ya empezamos a sentir ese respeto uno por el otro,
empezamos a dar cosas positivas... (Córdoba, E2).

Del aislamiento a la participación e integración social

En poblaciones pequeñas como las estudiadas en Oriente Antioqueño y sur de


Córdoba, la gente suele conocerse entre sí y tener vínculos directos. El saludo en la
calle, los favores, las solidaridades son formas de manifestación de un tejido social
comunitario, aun cuando no se presenten en ese espacio, o territorio, expresiones
organizativas, reivindicativas o de movilización pública.

Mirando la historia del Oriente Antioqueño y el sur de Córdoba, también es cierto


que expresiones organizativas que existían en estas regiones, fueron perseguidas y
acabadas en los 80 y principios de los 90. Por lo tanto, tampoco se puede desconocer
este contexto, ya que el proceso de transformación subjetiva de los y las participantes
en esta investigación, el poder abrirse a la participación y la acción colectiva, es de por
sí, un acto de resistencia que da cuenta también de la recuperación de su dignidad:

…¿usted cree que yo iba a una reunión? Para nada, para mí no había nada, no quería sino estar
metida en la casa, chillando y no hacía nada; en cambio ahora siento ganas de trabajar, de
venir acá... (Oriente, E9)

Este relato resume de forma fidedigna lo que fue mi experiencia durante 8 años en
el Oriente Antioqueño y 5 en el sur de Córdoba. Las víctimas estaban encerradas
llorando a sus muertos, como ya se ha mencionado, a veces sin querer levantarse, sin
397
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

querer salir, sin querer encontrarse con otros y otras (Cfr. Capítulo 4). Las
PROVISAME lograron convencerlas para asistir a un pequeño grupo, y fue de este
lugar de postración de donde emergieron nuevamente como sujetos sociales:

…hoy uno alcanza a mirar que la gente quiere participar, con los grupos de apoyo mutuo
donde uno ha estado, la gente corre como con mucho ánimo, empieza a participar, la gente dice
éste no es el camino de estarse uno aquí en la casa... y yo también pensaba que realmente esa no
era la solución, la solución es estar todos en conjunto, mirar cómo ayudarnos mutuamente...
(Oriente, E24)

Este paso para salir de sí mismas, salir del encierro y encontrarse con otros y otras
para participar en espacios colectivos, tiene como expresión privilegiada el deseo de
apoyar a otros, de ejercer la solidaridad que se ha recibido, de multiplicar el trabajo,
demostrando que sí es posible salir de la trampa del encierro, el aislamiento y el dolor:

…entonces yo he aprendido a ser más solidaria; de pronto no lo era… En todos los sentidos; yo
ya soy capaz de ayudar a otro cuando cuenta su dolor, no quedarme ahí estancada en ese dolor;
eso me ha ayudado porque lamentablemente hay muchas personas que se quedan ahí
quejándose de lo que les pasó, todo el tiempo y no buscan cómo surgir, como salir, como ayudar
a la comunidad, entonces eso sí ayuda... (Oriente, E13)

Se opera un cambio en la percepción de los otros. La creencia en los otros (Janoff-


Bulman, 1992) se recupera, se vuelve a creer y se experimenta una nueva disposición,
abriendo las puertas a la relación. De esta manera, el dolor compartido se convierte en
motor, en fuerza que vehicula nuevas energías, nuevas acciones,

…lo que pasa es que el dolor compartido hace que uno crezca de una forma diferente y quiere
que todo sea general, que esa ayuda que hemos recibido sea general, que después de haber
vivido eso, uno se sienta útil trabajando por la juventud, por la niñez, llevando programas
donde haya esa voz de aliento y ayuda, porque esa es una forma de sentirse vivo y sentir que uno
es capaz de dar cosas positivas, a pesar de todo lo que uno ha pasado... (Córdoba, E2)

Así pues, a partir del proceso de apoyo mutuo, los y las participantes plantean la
necesidad de abrir y generar nuevos espacios de apoyo, lo que implica una demanda
explícita de formación, capacitación y acompañamiento. Lo cual se concretó en
nuevos grupos de promotoras y promotores de vida y salud mental (PROVISAME).
Quienes fueron apoyados y apoyadas, asumen el compromiso de participar, de salir de
su encierro, a partir del apoyo a otros y otras:
398
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Luego poder estar en todos estos procesos tanto locales como regionales y ya después poder
participar como PROVISAME, en toda esa formación; que además de formarme y adquirir
herramientas para apoyar a otros fue todo un proceso para poder liberarme de todos esos
dolores amarguras y sentimientos que tenía yo por dentro. Pues, para mí eso fue la
transformación de mi vida. (Oriente, E20)

Pero también surge la necesidad de trabajar en otros escenarios sociales, en


procesos de transformación de sus comunidades, logrando una integración dentro del
espacio colectivo en el que se habita. Así pues, se empieza a participar en otros
colectivos, con otras instituciones, el marco de acción se va ampliando, y se genera
realmente un espíritu de participación colectiva y de integración social en los sujetos:

...podría decir que ahora estoy en una organización social. Me metí a la defensa civil que me
ayudó mucho, no en el sentido económico, porque no es una labor que lo remuneran, es una
labor social que hacemos, como un apoyo psicosocial; porque yo estoy entrando a diferentes
zonas, donde hay inundaciones, eso me hace conocer tantas personas, conocer el dolor; cuando
llegamos y empezamos a hacer los censos, de pronto una persona empieza a llorar y entonces me
acerco y les pregunto qué por qué lloran, y de pronto ha sido porque les mataron un familiar,
porque tienen un desaparecido. Entonces empiezas como a entrar, como a familiarizarte y con
lo que a ti te ha sucedido, y sientes que debes dar ese apoyo... (Córdoba, E1)

Otras mujeres también comparten su apertura para hacer parte de programas de


salud o de formación comunitaria e incluso desarrollar paso a paso, la capacidad para
constituirse en lideresas comunitarias, poniendo en práctica la solidaridad vivida.
También, para quienes tuvieron algún tipo de participación o liderazgo, antes de los
hechos violentos, implicó una recuperación de este lugar; y una optimización,
cualificación y mayor legitimidad en el ejercicio de ese liderazgo:

Entonces cuando yo logré volver a Aquitania, y eso fue a finales del 2005, creo que fue, a finales
del 2005 ya volví a reaccionar y en el 2006 empecé otra vez a recuperar el liderazgo que tenía. Y
esa fuerza la recuperé con el proceso de sanación del proceso de PROVISAME... (Oriente, E1)

Por lo tanto, y en síntesis, puede afirmarse que el proceso de memoria compartida y


apoyo mutuo logró movilizar en los y las sobrevivientes formas de participación social
y comunitaria, inspiradas inicialmente en la necesidad de compartir la experiencia
vivida, la transformación subjetiva experimentada en la propia historia y el
aprendizaje de la solidaridad en el marco de relaciones horizontales que movilizan
factores de resiliencia, afrontamiento y resistencia en las personas. En este primer
399
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

momento del proceso, participar se hizo sinónimo de solidaridad y ayuda a otros, de


llevar a otros escenarios la posibilidad de resignificar lo vivido, superar la situación
límite y la vivencia traumática se transformó en acción solidaria, puesto que, como lo
decían varios de los relatos referidos, cuando se apoya a otros, se hace también la
experiencia de ser apoyado/a.

Salvo las investigaciones de María Luisa Cabrera, sobre la masacre de Xamán,


Guatemala, (2001, 2004, 2006, 2008), las de Brynton Lykes (2001b), también con
comunidades en Guatemala, y las de Carlos Martín Beristain (1999, 2001, 2005,
2007a, 2010a) las referencias al papel que tiene la memoria, el apoyo mutuo y los
procesos psicosociales solidarios en la recuperación de los liderazgos, la participación
social y pública de los y las sobrevivientes, no existe mucha documentación ni
evidencia en este sentido. Todas las investigaciones referenciadas en el capítulo 3
(Lira, 2011; Agger & Jansen, 1990; Aron, 1992, Pennebaker, 1994, entre otros), en
torno a la cura por la palabra, tienen un mayor énfasis en la experiencia emocional y la
vivencia subjetiva.

Sí existe una reflexión más amplia sobre el papel de la memoria en la


reconstrucción de la cohesión social. Sin embargo, la mayoría de la literatura al
respecto, tiene relación con la acción pública de memoria. Sin embargo, si se revisan
las investigaciones de la memoria narrativa (Billig, 1990; Fivush, 1994, 2004, 2010;
Bruner 1991, 1996; entre otros) las memorias grupales y compartidas son
fundamentales para la construcción de los sujetos y para generar sentidos de
pertenencia, solidaridad y cohesión social en cualquier colectivo social (sea éste una
familia, una comunidad, una región o una nación), lo que evoca la visión de
Halbwachs (1950/2008) y otros teóricos de la memoria colectiva (Cfr. Wertsch,
1998, 2008a; Olick, 1998, 1999, 2008, 2009, entre otros).

Recuperación y fortalecimiento de la cohesión social

En efecto, cuando la gente se junta para reconocer y contar su historia se va


tejiendo, en la conversación, la reconstrucción de sus marcos de comprensión del
mundo de la vida. Todo este proceso fue generando la cohesión grupal suficiente para
pensarse desde marcos de relación más sólidos y de carácter formal. El grupo de apoyo
movilizó un horizonte en el cual era importante pensarse con otros y otras, no
solamente para afrontar el dolor y la soledad, la tristeza y la desolación; sino también,
400 para construir un proyecto compartido y una meta común:
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Yo pienso que ha servido para afianzarnos más como organización de víctimas; acá en La
Unión, hemos sentido que nos consolidamos más; por ejemplo, en la asamblea pasada se vio la
fuerza de unidad, el sentido de poder, de adquisición de todos los integrantes de la asociación
, hicimos un ritual, hablamos de la memoria, se siente la participación de todos, de querer
apoderarse de ese espacio, de decir “esto es lo que necesitamos” para salir de ese estado. Yo
personalmente sentí la calidad de la participación y fue para afianzar más la organización...
(Oriente, GF5, 2009)

Esta dinámica se fue dando también de forma procesual. En primer lugar se fue
dando la construcción de sentimientos y referentes en torno a las relaciones, que
abrieron la puerta para construir un espacio de encuentro. Se va construyendo “una
familia”, en donde los apoyos familiares perdidos en la ruptura por la violencia se
recuperan en el escenario de apoyo mutuo, como espacio que permite el abordar,
incluso, las situaciones, experiencias, penas y dificultades familiares o personales:

Los abrazos me han servido a que nos acerquemos, vamos manejando como una unión, nos
tratamos como familiares, como esa familia, que lo que te pasa a ti me pasa a mí, que cuando
yo te veo triste te pregunto: "¿cómo te va con aquel amor, con aquella situación...?", Y tú me
contestas como si fuese un familiar tuyo sin problemas... entonces sí, sí nos sirve esa unidad, esa
compañía... (Córdoba, E1)

Por tanto, se va reconstituyendo la confianza en los otros, y esta reconstrucción de


confianza posibilita la creación de colectivo, lo cual ha sido válido tanto en Córdoba,
como en el Oriente Antioqueño; el grupo de apoyo se va convirtiendo en una pequeña
red social de apoyo, donde se logra ir más allá del espacio del “abrazo” como actividad
en el marco de un proyecto, o como escenario terapéutico. El apoyo se extiende a la
vida cotidiana, a las relaciones de todos los días, con lo cual, se estrechan los lazos del
colectivo:

...ahora vivimos cómo viven los hermanos, porque de ahí para adelante nos empezamos a
encontrar con gente que estaba en la misma situación nuestra y nos enseñaron a vivir… En ese
proceso éramos como 20, y la gente contaba las historias, cada uno contábamos lo que nos
había pasado y eso servía, porque ahí es donde uno va cogiendo y amarrando, como dice el
cuento, entonces ya nos fuimos uniendo todos. Vea que entre más gente unida, es mucho mejor
. (Oriente, E4)

401
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Esto es significativo en contextos donde era peligroso realizar los rituales de duelo y
despedida (como el velorio o el entierro público)⁷⁰. Por lo tanto, el lograr que la gente
se empezara a acercar nuevamente a los dolientes y expresar su solidaridad ha hecho
parte de esta reconstrucción de tejido social. Además, de esto, este proceso ha
permitido, también, ir configurando un colectivo, porque se han ido construyendo
identidades, tal como se expresa en este testimonio:

…me ha servido mucho porque he conocido nuevas amigas, compartimos el mismo


dolor, se da uno cuenta que uno no está sólo en esto... y se integra uno mucho a este
colectivo... además de eso, me ha servido mucho en que nos damos como apoyo las unas
a las otras... (Oriente, E30)

Desde este horizonte de apoyo mutuo, que dio soporte en medio del dolor y
posibilitó la reconstrucción de la confianza, fue emergiendo la propuesta y la idea de
constituirse como organización de víctimas, por lo menos en el caso del Oriente
Antioqueño; en una dinámica que no se dio de inmediato, porque implicó, casi dos
años de proceso, de reconstrucción de los lazos, afirmando los vínculos y creyendo que
se podía tejer un proyecto colectivo:

…después del proceso de abrazos ya como que comenzamos también la asociación de


víctimas, a asistir a ella, porque yo siempre he estado asistiendo, y entre más días, más
compañeros y cada uno iba exponiendo sus problemas, entonces, ya uno como que se va
viendo que no es uno solo el que está pasando por eso, que somos muchos... y aquí en
Argelia somos muchos, en verdad... (Oriente, E2)

Un proceso que empezó con “los abrazos”, con la dinámica de apoyo mutuo. En el
Oriente Antioqueño, el encontrarse en el apoyo mutuo y la generación del espacio
asociativo, a partir de los abrazos, ha permitido que el apoyo mutuo se siga reforzando
a lo largo del tiempo, con lo cual se extiende la red social y de los y las participantes. Es
decir, los abrazos crearon una red social de apoyo que se extendió a la vida cotidiana,
esta red de apoyo se fue constituyendo en una organización formal de víctimas que
intentó canalizar las inquietudes y procesos sociales, jurídicos y políticos de los y las
sobrevivientes:

70
Los cortejos fúnebres estaban acompañados escasamente por la familia más cercana, donde se había prohibido asistir,
acompañar o tener alguna expresión pública de duelo.
402
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

...para mí los abrazos han sido un paso fundamental para que haya organización, porque sin
ellos la gente no se hubiera organizado... sin abrazos no hubiera organización... porque la gente
no está con esa concientización, de que uno tiene que estar ahí, con un apoyo. Estar unidos,
todos juntos, recuperarnos, reclamar derechos, que si no, no... (Oriente, E24)

Pero, a su vez, el espacio asociativo fue en sí mismo un escenario para el apoyo


mutuo, puesto que contar con una organización implicó un lugar concreto,
imaginario y simbólico para encontrarse, para seguir compartiendo, hablando,
exponiendo necesidades, experiencias, generando mayor cohesión grupal. A su vez
este marco organizativo posibilitó la apertura de nuevos grupos de apoyo y, con ello, la
vinculación de nuevas personas a la organización, la ampliación de la red, el abrirse a
otros escenarios sociales, tanto dentro del municipio, como por fuera del mismo:

Le puedo decir que el proceso de abrazos, la organización y los testimonios nos han servido para
recuperar nuestra dignidad... en el modo de pensar, en el modo de tratar la gente, en el modo de
relacionarse con ese tipo de gente, con muchísima gente que ni nos conocía, mire vamos
haciendo amistad, consiguiendo más amigos, yo he hecho amistad con gente muy interesante,
que como le digo, son los que nos han estado ayudando y dándonos una mano,
escuchándonos... (Oriente, E3)

El caso en Córdoba ha sido diferente. Allí el proceso de apoyo mutuo ha


posibilitado contar las historias y fortalecer un colectivo que se reconoce a sí mismo en
su lugar de víctimas, que ha construido apoyos entre sí, donde hay identidades y
pertenencias, pero donde no se ha podido constituir una organización formal. En el
capítulo anterior se exponía la dificultad real que se vive en el departamento, y el sólo
hecho de nombrarse a sí mismas como organización de víctimas produce temores
reales en un contexto donde el paramilitarismo sigue actuando, donde el conflicto
armado está activo, donde organizarse es un riesgo, puesto que se tiene la experiencia
de exterminio de las organizaciones sociales:

...como le digo, se ha atrancado mucho ahí, es el segundo paso, que no lo hemos hecho, yo digo
que más que todo es que carecemos de... tenemos temor: al primero que está a la cabeza, al que
está en la organización, al que es dirigente, al presidente de la organización, lo amenazan y
muchas veces tiene que huir o simplemente lo matan, porque lo que estamos haciendo de pronto
a otras personas no les gusta, entonces más que todo eso tiene que ver con la violencia que se
mantiene alrededor de nosotros... (Córdoba, E12)

403
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Ahora bien, existe el deseo y la necesidad de organizarse; existe la voluntad por


parte de las víctimas. Pero, en ese contexto se manifiesta más en la necesidad de
reconstruir sus vidas, de apoyar a la gente en la respuesta a sus necesidades y
reconstrucción de proyectos de vida. Este objetivo colectivo es un punto focal para el
proceso de rencuentro y apoyo, pero se enfrenta al miedo y los riesgos de establecer
procesos colectivos que tengan un carácter más reivindicativo.

En lo que coinciden los y las participantes del sur de Córdoba es en la necesidad de


fortalecerse, y mantener abierto el colectivo para el apoyo mutuo, el contacto con las
víctimas y seguir ampliando el apoyo a más personas y comunidades. Estas
modalidades constituyen probablemente formas de afrontamiento y resistencia
indirecta, adaptativos a un contexto hostil y de control social. Al fin, en el sur de
Córdoba los y las participantes han ido logrando una conciencia colectiva de lo que
necesitan y de los pasos que deben dar para lograrlo. Saben de la importancia de la
organización si quieren reivindicar sus derechos, pero también que el contexto pone
en riesgo sus vidas si dan este paso, y sin embargo, ésta sigue siendo la esperanza, la
ilusión y la meta.

Sin embargo, mientras esto sucede, el proceso de apoyo mutuo y la necesidad de


dar un paso más, ha movido en el sur de Córdoba a la generación de alternativas para
organizarse en torno a proyectos de tipo económico; puesto que, si bien, no pueden
luchar por sus derechos, pueden intentar reconstruir unas condiciones dignas que
mejoren su calidad de vida y permitan salir de condiciones de pobreza; pero, al mismo
tiempo, posibilitando una forma de reconocimiento social como víctimas de la
violencia. Y en definitiva, al estar juntas, al intentar tener proyectos colectivos, lo que
se está haciendo es afirmar la cohesión social y de una u otra manera desarrollar formas
de resistencia en medio del conflicto armado:

…estamos con el objetivo de organizarnos, para que el Estado nos vea, y como se sabe que
muchas mujeres están necesitadas, incluso algunas han dicho: nosotras estamos ya cansadas
de llorar, nosotras necesitamos algo diferente; entonces eso es lo que nosotros queremos ser: una
asociación, meter proyectos que sirvan para el sustento de esas familias, porque hay muchas
familias que tienen mucha necesidad, pero si nosotros no estamos organizadas en ningún
momento el Estado nos va a mirar. (Córdoba, E11)

Así pues, en ambas regiones los y las participantes refieren de qué manera el
proceso de apoyo mutuo y memoria compartida fue fundamental para desarrollar

404
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

estrategias de resistencia, generar mecanismos de afrontamiento y, en último término


fortalecerse para seguir hacia adelante con su propia vida. El grupo de apoyo termina
incidiendo en la forma como los y las participantes han sido soporte y apoyo para su
propia familia y se revierte en una actitud positiva y de esperanza ante la vida a nivel
personal, fortaleciendo las habilidades para la convivencia y el fortalecimiento del
tejido social.

Todos estos relatos apoyan lo planteado por Carlos Martín Beristain (2005) con
comunidades mayas en Guatemala, quien afirma que la acción colectiva de memoria
permite clarificar y ordenar las vivencias, estructurando los relatos, reforzando el auto-
concepto positivo del colectivo, que se retroalimenta con la recuperación del
compromiso ideológico y la lucha social; posibilitándose una recuperación de las
creencias en el mundo, en sí mismo y en los demás, lo que favorece la integración
social e interpersonal, la reconstrucción de lazos familiares y comunitarios, con lo cual
también se favorece la cohesión social. Finalmente, todo esto fortalece la identidad
colectiva.

En el marco del grupo de apoyo la cohesión y la reconstrucción del tejido social se


van fortaleciendo por la vía de la elaboración del dolor y el trabajo de memoria,
incluyendo un reconocimiento del otro y formas de afrontamiento constructivas
como la identificación mutua o la comparación social ventajosa:

…Pero con esto uno aprende, lo que nos pasó nos enseñó, nos dejó algo muy duro que fue la
muerte de mi hermano, pero aprendimos otras cosas y aprendimos a valorar otras cosas y a ser
personas, ser personas y a sentir las cosas que les pasa a los demás, ya no pasamos
desapercibidos porque mataron a aquél, ya sentimos el dolor que sienten las otras personas, ya
sabemos que lo que nos pasó a nosotros fue malo y ha pasado a otras personas y puede ser más
duro, por ejemplo los que tienen desaparecidos, los que les mataron más de un miembro, o más
de dos, los que fueron torturados... (Oriente, E16)

Este afrontamiento, a lo largo del proceso, posibilitó más adelante, la aparición de


acciones públicas de memoria y el compromiso de construir una memoria colectiva
que hiciera contrapeso y resistencia a las memorias de la historia oficial, a los relatos
tejidos por los medios de comunicación, a la indolencia e indiferencia social y al
discurso culpabilizador que promueven los actores de poder y los actores armados.

405
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Para algunos autores⁷¹ cuando en el contexto social y político no se puede hablar de


esas emociones ni de lo ocurrido, en un clima emocional de tensión, donde los hechos,
y los relatos sobre éstos, circulan por debajo, se constituyen procesos que pueden ser
nocivos en lo personal y en lo colectivo. Pero en los escenarios estudiados, el compartir
social, la palabra, el apoyo mutuo y la acción del recuerdo en la memoria compartida
se convierten, no solamente en elementos terapéuticos, sino también en procesos de
resistencia (Pennebaker, 1994; Martín Beristain, 2000, 2005, 2008). La siguiente
tabla permite identificar de forma sintética la manera como la memoria compartida
en los grupos de apoyo mutuo posibilita transformaciones en las dimensiones
emocional, interpersonal y social de los participantes.

Tabla 10. Transformaciones generadas en procesos de memoria compartida


y apoyo mutuo

Dimensión interpersonal Dimensión colectiva


Dimensión subjetiva
y familiar y social

-Transformación y “curación” - Tramitación noviolenta - Experiencia de solidaridad a


de emociones negativas de conflictos familiares. partir del apoyo mutuo

-Elaboración del duelo - Buen trato a los hijos - Salida de la anomia

-Recuperación del sentido - Transformación en los - Búsqueda de espacios


vital roles de género. Las para apoyar y ayudar
mujeres asumen lo público.
-Recuperación de la dignidad - Demanda de formación,
- Cambios en los equilibrios capacitación y
- Reconstrucción del de las relaciones con la acompañamiento
proyecto de vida pareja.
- Surgimiento o recuperación
-Recuperación de la - Apertura y recuperación de liderazgos
autoestima, una imagen de relaciones cotidianas.
positiva de sí mismo y de las - Aumento de cohesión
creencias básicas. social construyendo
nuevas identidades
Todo esto implica:
- Generación de formas de afrontamiento y resistencia individuales y colectivas
- Empoderamiento de las víctimas a nivel individual y colectivo
- Reconstrucción del tejido social

71
Pennebaker (1993, 1994), Herman (1997), Pennebaker & Crow (2000), Páez, Martínez & Rimé (2004), Ruiz-Vargas
(2006) y Rimé (2007), entre otros.
406
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Por lo tanto, y en mi concepto, puedo afirmar que la resistencia no se teje


solamente cuando un pueblo, una comunidad sale a las calles, cuando reclama,
cuando lucha, cuando se reivindica. La resistencia hunde sus bases en la posibilidad de
recuperar la autoestima, la fuerza interior, la dignidad, el control sobre la propia vida
en un marco de apoyo mutuo que, sanando las emociones y elaborando los duelos, no
despolitiza; sino que por el contrario construye colectivo, genera cohesión, abre las
puertas para una conciencia de grupo y de los propios derechos. Y a partir de allí se
dinamiza la organización social y política, la movilización y la acción político-jurídica
en busca de reivindicar los derechos.

Cuando una persona, en los contextos descritos, se atreve a hablar de su historia, a


salir del anonimato y del mundo de lo privado para compartirlo en un grupo de apoyo
mutuo, allí hay un acto de afrontamiento y de resistencia. Considero que puede ser
calificada como una acción política porque tiene una incidencia en ella y en su
entorno social inmediato que se cohesiona, se transforma, se fortalece y lenta, muy
lentamente, se prepara para salir a lo público.

Es decir, y de acuerdo con Rimé (2007), los espacios grupales de apoyo, se


convierten en escenarios de construcción de un clima emocional diferente y de
construcción de una memoria colectiva resistente y terapéutica. Por esta razón, Rimé,
Páez, Basabe & Martínez (2009) reafirman que un alto nivel de compartir social
predice: altos niveles de expresión emocional negativa y rumiación mental (en el
momento de hacerlo), tal como se ha ido indicando a la largo de este capítulo. Pero se
debe tener en cuenta que a largo plazo estos procesos traen consigo una mejor
integración social y ayudan al crecimiento postraumático⁷². Pero además cuando se
da el proceso de cohesión social y de construcción de una identidad colectiva, se va
avanzando hacia la asociación, la organización y la acción pública tal como se
evidencia hasta este punto en los relatos de los y las sobrevivientes, que se
profundizarán en el siguiente capítulo.

72
Tedeschi & Caldhoun (2004a, 2004b) afirman que las narrativas sobre el trauma son siempre importantes para el
crecimiento postraumático, porque cuando se desarrollan estas narrativas, se fuerza a las víctimas y sobrevivientes a
cuestionar y confrontar cuestiones sobre los hechos y los significados construidos al respecto; con lo cual puede ir
modificando sus propias significaciones.
407
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Discusión y conclusiones

La reflexión a lo largo de este capítulo ha permitido profundizar en una perspectiva


sobre lo que le pasa a la gente cuando se junta para apoyarse, contarse las historias y
compartir la memoria. Compartir la memoria no implica necesariamente el habla.
Implica una expresión. La posibilidad de expresión se da en múltiples
manifestaciones (verbales, lúdicas, artísticas, performativas, etc.).

Ahora bien, esto necesita otro que escucha, la construcción de una relación donde
el dolor y el horror son contenidos y acogidos. Así pues, será oportuna la expresión,
cuando hay un marco social que escucha, y este marco social que escucha se constituye
cuando el sistema social (por autogestión, por la presencia de algún proyecto de
cooperación, por una intervención estatal o de una ONG, etc.) abre espacios donde
las víctimas y las comunidades son asumidas como sujetos de su propia historia,
sujetos de derechos, y como “iguales”, que tienen saberes con los cuales el
conocimiento y el quehacer de la acción externa debe dialogar y de los que debe
aprender.

Allí se le da un lugar al otro, y se abren las puertas para la construcción de vínculos


afectivos, relaciones horizontales y escenarios participativos, donde la víctima, en el
proceso mismo de la acción, va dejando su lugar de victimización, para reconocerse
como ciudadano, ciudadana, protagonista de su propio destino y del porvenir de su
comunidad. En este marco y en este contexto, hablar, expresar y hacer memoria
compartida tienen sentido y abren la puerta para la reconstrucción de la subjetividad,
la recuperación de la dignidad y la reconstrucción del tejido social. Tal como puede
observarse en el esquema:
Memoria compartida, Múltiple formas de expresión:
grupo de apoyo mutuo palabra, lúdica,
ESCUCHA performativa, ritual.

ENFOQUE PSICOSOCIAL
·Respeto a los marcos contextuales, socioculturales y perspectiva
de derechos
·Mirada de proceso
·Trabajo de duelo = trabajo de memoria
·Relación horizontal, construcción de vínculo afectivo y solidario

-Transformación subjetiva: elaboración de emociones negativas


-Recuperación de la dignidad
-Empoderamiento de las víctimas, generación de afrontamiento, resiliencia y resistencia.
408
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Sobre las acciones psicosociales

A lo largo del capítulo se ha avanzado en una reflexión sobre lo que implica el


apoyo mutuo y la memoria compartida en un marco de acción psicosocial. Por lo
tanto, la reflexión sobre el enfoque psicosocial emerge como un horizonte y marco
epistémico y metodológico para pensar el trabajo de memoria, que es válido, tanto en
este nivel de la memoria grupal y compartida; pero también será válido para el ámbito
de la memoria social, colectiva y la acción pública de memoria, que se analizará en el
siguiente capítulo. Una de las conclusiones básicas del capítulo es que se debe tener
una gran responsabilidad cuando se van a desarrollar este tipo de acciones
psicosociales, por lo tanto, presento algunas de las estrategias que deben tenerse en
cuenta en los procesos de memoria compartida y apoyo mutuo con víctimas desde un
enfoque psicosocial, surgidos a lo largo de la discusión:

· Se debe tener en cuenta que se trata de procesos a largo plazo. Por lo tanto,
estas estrategias que vinculan a agentes de la comunidad como promotores y
facilitadores que pueden aportar a la contención implican tiempo,
acompañamiento, formación y seguimiento. Aquí hay un reto claro a la
mirada inmediatista y eficientista de la cooperación internacional ⁷³y el
Estado.
· Es fundamental trabajar al mismo tiempo que las técnicas, el tema de las
actitudes con las que una persona se acerca a la comunidad (sea esta
profesional o agente comunitario), puesto que las relaciones asimétricas y de
poder, no contribuyen a la recuperación de la dignidad de las víctimas, y por
el contrario, la puede ubicar en un lugar de dependencia y vulnerabilidad.
Así pues se deben analizar, además las relaciones de poder en la comunidad,
las de exclusión para evitar reproducirlas con la acción. Construir relaciones
horizontales, vínculos que estén marcados por el afecto y una disposición
permanente a la contención y al diálogo.
· Tener un repertorio de técnicas, estrategias pedagógicas y formas de
intervención que impliquen poner el acento en el proceso de las personas y/o
del grupo, más que en la técnica referida. Poner el énfasis en el sufrimiento y
el padecimiento de la gente, en sus contextos e historias vitales, más que en los
marcos conceptuales y disciplinares, mucho más cuando estos marcos suelen
ser importados desde escuelas de pensamiento norteamericanas y europeas⁷⁴.
73
Cfr. Summerfield, 1996, 2002; Duffield, 2004; Martín Beristain & Pérez Sáles, 2008
74
Cfr. Martín-Baró, 1983, 1990b; Summerfield, 1996, 2002; Lykes, 2001 a,b, 2007.
409
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

· Más que intentar hacer hablar a la gente, se trata de abrir escenarios de


expresión, que en muchos casos pueden ir más allá de la palabra. Por lo tanto,
la lúdica, el arte, lo expresivo y lo performativo, el ritual, la danza y otras
manifestaciones culturales pueden ser vehículos de transformación subjetiva.
Lo importante será la expresión y como lo afirman los y las participantes,
“sacar fuera”, devolver al escenario social y político, lo que ha devenido de
allí⁷⁵. Por tanto, suscribo esta afirmación: es necesaria la máxima prudencia
en la intervención con víctimas en procesos de violencia política: ni
inducción indiscriminada a hablar, ni inhibición de su expresión (Páez et. al.
2004); ni definición patologizante, ni negar o reprimir el nombrar y recordar
los hechos.
· Esto último implica que la acción debe estar dirigida a desresponsabilizar a la
víctima de los hechos, evitar cargarla aún más, con categorías patológicas;
ampliar la mirada y contar con su historia y sus marcos de interacción, y
procurar intervenir tanto en el ámbito personal, como en el colectivo y social
(cfr. Martín Beristain, 1999, 2005, 2007a, 2010 a). Por lo tanto, el
debriefing, en el marco de un análisis centrado en el TEPT, no puede
aplicarse de forma indiscriminada como método, porque esto más que ser
parte de la solución, puede ser un problema más, ya que someter a una
población a este tipo de estrategia, sin una evaluación previa del contexto, de
los marcos culturales, más que generar cura, puede generar mayor incidencia
sintomática. Puesto que en algunos contextos en donde se ha producido la
situación límite, y especialmente en momentos muy cercanos al evento
doloroso, el hablar y revelar las emociones puede que no sea tan benéfico y
puede exacerbar y multiplicar las reacciones y la incidencia sintomática⁷⁶.
· Esto supone comprender y respetar a las personas que no quieren hablar. En
esta investigación me encontré con personas víctimas, que no querían hablar,
no querían remover su historia ni traer a la memoria los hechos. Y
precisamente no pude entrevistarlas ni que participaran en esta investigación.
Quizás en estos casos, el silencio ha resultado adaptativo y positivo, o habían
hecho con anterioridad un proceso que les permitía adaptarse a la situación.
De allí la importancia de la valoración del contexto y el análisis de los métodos
y técnicas en un marco cultural.

75
Cfr. Käes & Puget, 1991; Das, 2008 e, f, g, h; Jimeno, 2008; Uribe, 2010.
76
Bisson, Jenkins, Alexander & Bannister, 1997; Everly & Mitchell, 2001; McNally, Bryant & Ehlers, 2003; Pérez Sales,
2006; Wessel & Moulds, 2008.
410
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

· El protagonismo no puede ser del actor que interviene, sino de las víctimas,
ellas son el centro de la acción y nada se puede planificar sin tenerlas en
cuenta. Por ello deben estar incluidas, junto con sus comunidades, de forma
participativa y activa (Cfr. Martín Beristain & Pérez Sales, 2008; Gaborit,
2006a, b). Activar los procesos de apoyo mutuo: lo que implica analizar la
realidad conjuntamente, dar sentido a la experiencia, reconocer sentimientos
escondidos, liberar una imagen negativa de sí mismo, generalizar las
experiencia, buscar soluciones conjuntas, desarrollar formas de poder
colectivo, afirmación cultural o actividades gratificantes compartidas (Cfr.
Martín Beristain & Pérez Sales, 2008).
· Así pues, y para culminar, se puede entender que este enfoque de la acción,
que también tienen una dimensión transdisciplinar, invita a un
acompañamiento que involucre de forma interactiva, compleja y
simultánea, varios ámbitos y niveles de la realidad, para que la acción resulte
medianamente coherente con la complejidad de esa realidad, estos ámbitos,
entre otros, pueden ser los siguientes:

a) Acciones y estrategias para la restitución emocional (que pueden ser


individuales o colectivas).
b) Apoyo a la gente en los procesos de reconstrucción organizativa que
impliquen el fortalecimiento de los colectivos, de la movilización pública y
recuperación de sentidos de pertenencia.
c) Fortalecimiento de la participación ciudadana, que posibilite un ejercicio de
interlocución con las múltiples instancias del Estado.
d) Apertura de espacios para la lucha y la reivindicación de los derechos, que
posibiliten una visión de sí mismos/as como sujetos de derecho y el ejercicio de una
ciudadanía plena.
e) Para las dos anteriores, será fundamental trabajar en la conciencia histórica de
los sujetos, los procesos de memoria social y colectiva; además de la construcción de
identidades sociales incluyentes que conduzcan al respeto por la diferencia, la justicia
y la equidad.
f ) Reconstrucción de marcos, tradiciones, costumbres y referentes culturales
que posibiliten una valoración de la propia cultura.
g) Construcción de subjetividades solidarias para la generación de procesos
económicos colectivos y cooperativos que permitan trasformar relaciones de
explotación e inequidad estructural.

411
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Para finalizar recojo esta reflexión de Martín Beristain (1999) en la que presenta un
esquema de intervención en contextos de catástrofe o violencia política que implica
abrir la perspectiva de acción: en primer lugar es necesario contener las reacciones de
las víctimas, reconociendo su normalidad y frecuencia, dada la situación vivida.
Invita a evitar respuestas descalificadoras y asignar marcas y encasillar a la población
con rótulos nosológicos; la intervención psicosocial debe estar en relación
permanente con otras formas de ayuda e intervención, y en las primeras fases siempre
se debe responder más a situaciones prácticas y concretas de la vida de la gente,
facilitando la coordinación y la colaboración. Finalmente la ayuda de la palabra, los
grupos de apoyo, que deben adecuarse al contexto y a la cultura, solamente son
posibles y efectivas en etapas posteriores a la situación crítica.

Sobre el trabajo de memoria en víctimas de desaparición forzada

Uno de los problemas que se suscitó a lo largo del capítulo tuvo que ver con el
trabajo que se debe realizar, desde una perspectiva psicosocial, con familiares de los
desaparecidos, puesto que emergía en la discusión el problema de la intervención
psicológica en Madres de la Candelaria. Se decía que un enfoque centrado en la
elaboración del duelo, terminaba siendo contraproducente, porque en último
término, el o la sobreviviente terminan sintiendo que contribuyen de alguna manera,
a la muerte de su ser querido. De otro lado un enfoque que tuviera como acción
exclusiva el grupo de apoyo mutuo, coordinado por una persona del mismo grupo,
podría tener problemas en términos de contagio emocional y dificultades para la
contención de parte de la promotora; además de estar en un contexto de ciudad,
donde las confianzas y los lazos son más complejos y menos fuertes.

Para Martín Beristain (2005), este tipo de experiencias son vividas como duelos no
resueltos y prolongados que se extienden a lo largo del tiempo. Por lo tanto, más que
intentar cerrarlo, se trata de acompañar para que se pueda convivir con el mismo.
Precisamente el enfoque que se ha trabajado, que no se centra en el síntoma, ni en la
emoción negativa, sino en el proceso de interacción y el mundo relacional de los
sujetos, sin desconocer el malestar subjetivo, posibilita la apertura de escenarios para
que, aún sin cerrar los duelos, también operen transformaciones subjetivas.
Trayendo, además, empoderamiento frente a la propia vida, reconstrucción de la
dignidad y recuperación del ejercicio de la ciudadanía. Y estos cambios subjetivos,
experimentados por las víctimas, no se contradicen con la permanencia del dolor.
412
Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida

Por ello, una mirada de intervención psicosocial y el trabajo de memoria, en este


tipo de afectación, no pueden estar dirigidos ni al trabajo de duelo, cargándole a la
víctima una responsabilidad en esta tarea. Ni centrarse exclusivamente en procesos de
memoria compartida como parte del trabajo emocional. Se necesita el trabajo
individual, la visita, el acompañamiento en la acción jurídica, y desplegar acciones
concretas hacia la búsqueda, que implican también un trabajo político. A lo largo de
este capítulo he utilizado con alto nivel de énfasis los testimonios de participantes del
Oriente Antioqueño y de Córdoba que tienen familiares desaparecidos, puesto que las
transformaciones vividas, salvo las relacionadas con el cierre del proceso de duelo, han
sido también experimentadas por estos y estas participantes. En mi concepto, esta
experiencia y esta marca que le doy al capítulo permite considerar que un enfoque
psicosocial, y que el trabajo de memoria compartida y de apoyo mutuo, son útiles y
pertinentes también con este tipo de sobrevivientes, siempre y cuando no se utilicen
de manera exclusiva (tanto con participantes solo de este tipo de victimización, ni
como única estrategia metodológica).

Puesto que el énfasis no se da sobre los síntomas, sino en las posibilidades de su


propia resiliencia y afrontamiento, estas personas descubren también dentro de sí
formas de afrontar y resistir, experiencias de transformación que las empoderan, aun
cuando quede camino por recorrer, puesto que el cierre podrá darse cuando puedan
confrontarse con la verdad de lo que sucedió a sus seres queridos y poder contar con un
cuerpo, muerto o vivo, que permita dar el cierre cognitivo necesario. Así pues el
objetivo principal será la dignificación de la gente⁷⁷, su empoderamiento y la
reconstrucción de sus sentidos de vida.

77
Por lo tanto, los y las siguientes participantes (Oriente, E7, E13, E22, E27, E30; Córdoba, E1, E4, E5, E8, y algunas citas
del GF4 de 2009) pueden dar cuenta, como lo puede constatar el lector a lo largo del capítulo, en sus relatos de
dignificación, empoderamiento, reconstrucción de su subjetividad y su compromiso con la reconstrucción del tejido social
del enfoque de memoria de compartida y apoyo mutuo, en un marco psicosocial, como factores importantes en la
dignificación de los familiares de víctimas de desaparición forzada.
413
EFECTOS Y PROCESOS PSICOSOCIALES
7
ALREDEDOR DE LA ACCIÓN PÚBLICA DE
MEMORIA Y LA MEMORIA COLECTIVA

D espués de desarrollar una revisión a profundidad sobre los procesos de


memoria compartida y apoyo mutuo, es necesario comprender los
efectos y los procesos psicosociales que se dan alrededor de las acciones
públicas de memoria que posibilitan la construcción de memorias colectivas en los
grupos y organizaciones sociales estudiados. Si en el capítulo 5 se estudiaron los
sentidos, propósitos y motivaciones de estas acciones, en el presente se trata de
evidenciar lo que le sucede a la gente, personas y colectivos, cuando se vinculan en
procesos de memoria colectiva. Por lo tanto, las preguntas fundamentales que
acompañan este capítulo, son las siguientes:

· ¿Qué les pasa a los sujetos individuales y colectivos, cuándo las memorias se
hacen públicas y comienzan a pujar en el imaginario colectivo para emerger
en el escenario social y construir relatos que se pueden convertir en marcos de
referencia y de comprensión evidenciando la realidad del conflicto armado en
Colombia, la magnitud de sus daños y rupturas?
· ¿Evidencian estas memorias colectivas la lucha por su dignificación, la
reivindicación de sus derechos y la construcción de una ciudadanía de
derechos, que impliquen, a su vez, la reconstrucción del tejido social y la
búsqueda de la paz en un marco de verdad, justicia y reparación?

En el presente capítulo se mantiene la discusión entre la visión durkheimiana sobre


el papel que las acciones públicas de memoria tienen sobre los sujetos y la visión
freudiana. Desde la primera concepción⁷⁸ las acciones públicas de memoria, los
rituales de conmemoración y los rituales funerarios tendrían un papel importante en
el fortalecimiento de la cohesión social, la integración social y la solidaridad, que
posibilitan el fortalecimiento de los procesos colectivos; es decir, tendrían un papel

78
Cfr. Paez, et. al. 1994, 1998, 2000; Martín Beristain, González & Páez, 1999; Pennebaker, 1990, 1993, 1994; Páez &
Basabe, 1993; Rimé, 1995

417
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

importante en el fortalecimiento del tejido social, en los aspectos sociales de la


subjetividad y en la construcción de lo colectivo. Sin embargo, se afirma que estas
acciones no son protectoras frente a emociones negativas, y que si bien pueden generar
una catarsis colectiva y contagio emocional; a largo plazo, no generan mejoría en los
procesos emocionales de los sujetos, ni tienen una función terapéutica en términos
psicológicos. Esto podría llevar a concluir que una función terapéutica de la memoria
debería ser abordada en otros escenarios y con otras estrategias. Sin embargo, según
Martín Beristain (2012) esto depende de si estas acciones están acompañadas de
contención y apoyo, cosa que en algunas investigaciones en las que se basan esos
hallazgos no logran explorar.

De otro lado, desde la visión freudiana,⁷⁹ se afirma que en primer lugar los ritos
funerarios y las acciones de conmemoración de los muertos por violencia política,
además de generar una catarsis emocional colectiva y fortalecer la cohesión social, son
también protectoras frente a las emociones negativas. Cuando hay un
reconocimiento del hecho, de su injusticia y de que no debería pasar jamás, esto puede
llevar también a una resignificación positiva (Jodelet, 1998; Marques, Páez & Serra,
1998). Como se afirmó en los capítulos 3 y 6, este proceso de resignificación positiva
y crecimiento humano después de una situación límite, es denominado “aprendizaje
postraumático” o “crecimiento postraumático”⁸⁰. Por lo tanto, desde este punto de
vista la acción pública de memoria no solo tendría una función terapéutica y sanadora
en el nivel emocional sino también en el cognitivo y comportamental. Ésta es una
discusión que sigue abierta en el ámbito de la psicología y la psicología social y
también en el ámbito de la ayuda humanitaria y la cooperación al desarrollo.

Por esta razón se plantean preguntas sobre la conveniencia o no de ciertos rituales,


manifestaciones públicas de dolor y otras expresiones simbólicas, puesto que para
algunos autores podrían generar espacios de revictimización o de construcción de una
identidad de víctimas. Mientras para otros son la manera a través de la cual, la gente
puede elaborar el dolor, transformar sus emociones negativas, además de fortalecer la
cohesión social y sus formas de resistencia y afrontamiento. Ya Freud en Duelo y
melancolía (1915) diferenciaba entre la catarsis o abreacción, y lo que significaba el
trabajo de duelo que es también trabajo de memoria (Ricoeur, 2003). Por lo tanto, es
probable que la discusión sea más compleja: porque dependerá del contexto, de los
marcos sociales, de la fuerza del colectivo, de los apoyos que se generan alrededor.
79
Cfr. Bowlby, 1980; Ricoeur, 2003; Worden, 1991, 1997; Fernández Liria et. Al, 2006; y el mismo Martín Beristain, 2005.
80
Cfr. Janoff-Bulman, 2004; Vera Poseck, 2004; Pérez Sales, Vásquez & Arnoso, 2009; Rimé, Páez, Basabe & Martínez,
2009; Vásquez & Páez, 2010.
418
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Desafortunadamente la mayoría de los estudios de Páez, et al. (1994, 1998, 2000,


2004, 2007) son realizados con población que no ha sido víctima directa de los hechos
violentos. Por lo tanto sus conclusiones pueden ser parciales. Pero aun así, otros
estudios como los de Pennebaker (1994) o Martín Beristain, González & Páez (1999)
son hechos con víctimas y arrojan resultados similares, aunque en condiciones
diferentes, puesto que se hicieron en contextos donde no había apoyo o donde el
proceso no estaba diseñado desde una perspectiva más integral.

De otro lado, algunos trabajos⁸¹ han llegado a conclusiones diferentes, afirmando


que cuando un grupo se encuentra a compartir un pasado especialmente traumático,
dentro de representaciones de memoria, frecuentemente narrativas, dramatizaciones,
arte, rituales y otras; esta naturaleza constructiva y trascendente de la memoria
colectiva, crea un sentido compartido del pasado, una historia compartida que
simboliza el trauma y, por tanto, provee oportunidades para transformar el dolor en
un mejor estado y curación.

Por lo tanto, en el presente capítulo aportaré algunos elementos a esta discusión:


mostrando las transformaciones subjetivas y los procesos de reconstrucción colectiva
en un proceso que tiene límites y fragilidades. De tal manera que pueden describirse
cambios, avances y transformaciones en niveles individuales -emocionales, cognitivos
y comportamentales-; en niveles comunitarios y colectivos, que tienen que ver con las
creencias sociales, el clima emocional, la cohesión social y la participación en espacios
de interacción sociales y/o político. Pero además, un nivel que tiene una dimensión
política, en la medida en que estos procesos han aportado a la construcción de ciertos
marcos de ciudadanía y a la reivindicación de derechos a la verdad, la justicia y la
reparación; para arribar a una discusión final y conclusiones que acerquen a respuestas
posibles de las preguntas iniciales.

Transformación subjetiva, dimensión emocional

En el capítulo 6 pudo observarse la trascendencia que la memoria compartida, el


apoyo mutuo y el poder contar la historia en espacios colectivos de contención y
confianza tenían para los procesos de transformación subjetiva en la dimensión
emocional. De acuerdo al marco construido a lo largo de esta investigación, los
81
Como los de Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa (2000), Hamber (2003, 2011), Lykes, Blanche & Hamber (2003) y
Hayner (2008a); Sturken, (1997), Cole (2004), entre otros
419
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

procesos de construcción de memoria, cuando empiezan a tejerse en lo interpersonal y


grupal van posibilitando la emergencia de relatos, narrativas y discursos en el
escenario social y político. En este caso, los colectivos han traído su memoria desde lo
privado y lo individual, a un nivel grupal, y posterior o simultáneamente, según la
región y la experiencia, a un nivel sociopolítico. De tal manera que sus relatos han ido
ocupando un espacio en las sociedades locales y regionales e incluso en el imaginario
nacional. Por lo tanto, es pertinente la pregunta acerca del papel que tiene este
proceso -en el que se implica la acción pública de memoria y la construcción de
memorias colectivas resistentes- en las dinámicas de transformación subjetiva desde
una dimensión emocional, lo que conlleva un refuerzo a los procesos curativos y a la
recuperación en dicho nivel.

“Me siento como libre al expresar lo que sentimos nosotras del dolor”: De la
catarsis a la recuperación emocional

A pesar de la discusión planteada, algunos autores⁸² le atribuyen a la acción pública


de memoria una función catártica, que permite descargar en el momento la emoción
negativa, que fluye y se hace evidente en la movilización. Así pues, los y las
participantes expresan “sentirse bien” anímicamente, puesto que se puede referenciar
una clara mejoría en los estados de ánimo y en la disposición para realizar las
actividades cotidianas,

...bueno, primero nos han servido porque ahí vamos descargando como esa energía mala que
tenemos, ese dolor, lo vamos descargando en ese momento; cuando nosotras estamos haciendo un
acto de memoria estamos como arrojando eso que nos ha pasado a nosotros, entonces sí nos ha
servido mucho… porque nosotros al hacer un acto de memoria estamos exteriorizando,
estamos tratando de liberar nuestro corazón de ese dolor… (Córdoba, E1).

Así pues, los espacios colectivos de memoria son una oportunidad para
desahogarse, lo cual implica la abreacción de emociones y sentimientos que oprimen a
los sujetos. También se convierten en una forma de descargar tensiones para poder
continuar adelante:

82
Paez, et. al. (1994, 1998, 2000), Lykes, Martín Beristain & Carbrera (2007) Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez (2004).
Campos & Páez (2004), Páez, Basabe, Cubillas & González-Castro (2007) y Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009).
420
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Yo conté mi historia en muchas partes, públicamente, y uno se desahoga y como la otra persona
entiende la situación de uno, uno descansa y es como una fortaleza que uno recibe interiormente
y eso motiva para seguir adelante mejorando. (Oriente, E17)

Como lugar de expresión pública, las acciones de memoria colectiva, al mismo


tiempo posibilitan una sensación de libertad, puesto que lo que muchas veces se ha
callado, se puede ahora expresar con toda apertura. Ser visto, oído, visibilizado en un
lugar público le da vía a lo que se lleva por dentro y encuentra un escenario propicio
para manifestarse. Y esta liberación, no se vive solamente a nivel individual, se traduce
en una oportunidad para la familia entera expresar y liberar sus emociones:

...pudimos nosotros, nuestra familia hablar por primera vez de muchas situaciones que nunca
habíamos hablado... Con mis hijos, pudimos llorar, contar, recordar y liberar muchas
situaciones que estaban ahí. Fue un proceso muy doloroso, pero muy liberador… hacer
memoria, realmente nos hizo entrar en esos detalles y logramos liberar muchas cosas.
(Oriente, E20)

En este punto se hace necesario identificar espacios: podrían definirse tres tipos de
escenarios de expresión pública de la memoria y manifestación colectiva del dolor.
Los primeros son las acciones que tienen un carácter ritual, más cercanas a la
conmemoración funeraria, centradas en la dignificación de los seres queridos, en su
recuerdo y en la simbología religiosa que las acompaña (por ejemplo las jornadas de la
luz o las celebraciones litúrgicas, como marchas al cementerio, misas y otros actos
religiosos).

En segundo lugar podemos ubicar las acciones públicas que tienen un fin
reivindicativo, cuyo contenido sociopolítico de demandas a la sociedad y al Estado,
incluso a los grupos armados, son mucho más claras; por ejemplo: “Abriendo
Trochas”, marchas y plantones. Y un tercer tipo de acciones implica aquéllas donde la
memoria performativa y simbólica se entrecruza con la memoria documento (Taylor,
2003; Lira, 1998; Uribe, 2009, 2010) y se posibilitan espacios para contar el
testimonio, escribirlo, fijar relatos, definir hechos y comprender el conflicto; por
ejemplo: libros de la memoria, multimedias, murales y el salón del nunca más. Es a
partir de esta diferenciación de donde también se pueden sacar conclusiones más
precisas sobre las afirmaciones realizadas, tanto desde la visión durkheimiana, como
desde la freudiana.

421
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Combinando esta diferenciación con el tipo de colectivo y sus posibilidades reales


de acción pública -si tienen un alcance desde la incidencia social y política o apuntan a
acciones dirigidas más a las personas y las familias-; también puede delimitarse el tipo
de acciones de memoria. Por ejemplo, para los colectivos del departamento de
Córdoba, la función catártica y la oportunidad de expresión en un escenario público,
donde se manifiesta más la escenificación del dolor y la tristeza, aún en el silencio o en
el llanto, son casi que las únicas formas y funciones que puede desempeñar la memoria
pública; puesto que al no existir organización y al no tejerse esta acción a un proyecto
político o de reivindicación de derechos, la enunciación de la emoción se convierte, en
este territorio, en un verdadero acto de resistencia, después de años de silencio y
opresión:

Saber que se puede y que de todas maneras se están haciendo manifestaciones que antes no se
hacían... por temor o porque no hubiera quien lo hiciera o porque no hubieran las directrices;
pero en estos momentos se está logrando... y a mí en particular, indudablemente me sirve,
porque eso cumple la función de un ritual, donde uno de alguna manera queda como más
aliviadito... (Córdoba, E4)

En este contexto podría hablarse más de la realización de ritos funerarios y


dignificación de los seres queridos y de la aparición en la escena de lo público, por
primera vez, de una manifestación del duelo individual y colectivo; de la injusticia que
se ha generado con la violencia y de todo lo que se tuvo que guardar por acción de la
represión llevada a cabo, principalmente, por los grupos paramilitares que
controlaron la región desde finales de los 80. Aquí también hay en esta acción una
función política. Puesto que implica una resistencia en un contexto de absoluto
control paramilitar.

El siguiente relato, entre otros, parece contradecir la visión durkheimiana, puesto


que pueden mostrar que, además de la catarsis, también se dan cambios internos y una
clara mejoría emocional; lo que posibilita que los y las participantes en esta
investigación -en esta región de Córdoba- consideren que uno de los móviles
fundamentales para realizar estas acciones es, precisamente, que son un escenario
propicio para afrontar el dolor, el miedo y otras emociones negativas en busca de su
recuperación emocional:

…y puedo decirte que sí sirve recordar, porque cuando a mí me pasan los sucesos, una de las cosas
que a mí me dolía más era que mis hijos evitaron hablar de mi hijo; cuando me veían hablando
y llorando, ellos querían que no se hablara y que no me mentaran eso, yo sé que les dolía que me
422
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

doliera y que me vieran sufriendo. Cuando yo entro a estos procesos y vivo los actos de memoria
es cuando más me fortalezco… Entonces yo sí puedo decir que la memoria sana, porque se está
haciendo público y uno siente que todavía aquella persona (el ser querido) es importante, esa
persona todavía vive, y todavía hace historia en nuestra sociedad, aunque esté muerto.
(Córdoba, E11)

Este proceso de transformación subjetiva en el nivel emocional tiene que ver con el
ejercicio de afrontamiento y resistencia que implica para la gente de esta región salir a
la calle, aún en silencio; aún en una celebración de tipo religioso, pero enunciando lo
callado y lo sufrido por muchos años, sabiendo que aún los actores de poder y los
victimarios están ahí conviviendo en los mismos escenarios. Este acto de valor y
resistencia empodera, permite afrontar las emociones negativas ligadas al dolor y la
tristeza, salen de lo privado a lo público y tienen un primer reconocimiento social, se
hacen visibles. La acción pública de memoria termina siendo protectora y sanadora.,
puesto que contribuye a fortalecer la dinámica construida en los grupos de apoyo
mutuo, a través de la expresión (ahora pública) afrontando la negación social y la
indiferencia.

Por tanto, también se abre un marco de apoyo que contribuye a realizar de mejor
manera las tareas del duelo (Worden, 1991, 1997; Martín Beristain, 1999): favorece
la aceptación de los hechos puesto que al darse el reconocimiento social de los mismos,
pueden incorporarse en una comprensión histórica que vehicula pasado-presente-
futuro, se hace explícito el recuerdo y la dignificación del ser querido, porque la
persona puede expresarse públicamente. Favorece la adaptación a la nueva situación,
la reubicación simbólica de las personas muertas, con las que se establece una nueva
manera de reintegración. Todo ello es un factor clave para la reconstitución de los
vínculos que posibilitan el “reintegro” de los y las sobrevivientes a la vida cotidiana de
su comunidad (tal como se verá más adelante):

...en esos actos de memoria uno como que recuerda a ese ser querido, pero ya sin ese dolor, porque
el acto de memoria se hace para recordar: no es olvidar a la persona que se fue, sino recordarla
sin sufrir y ya hablo de ellos, ya no siento esa cosa que cuando yo hablaba a mí se me hacía un
nudo en la garganta que no podía hablar... ya no, yo lo recuerdo y estoy tranquila...
(Córdoba, E12)

De igual manera, el proceso de elaboración del dolor, de recuperación emocional,


en la región del Oriente, no solamente pasó por el proceso de apoyo mutuo en los

423
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

GAM (abrazos). Ha existido una conciencia cada vez más clara sobre la necesidad de
procesar el dolor, pasando de un espacio privado a un espacio público (Villa et al,
2007). Si el dolor ha venido de afuera, la expresión pública de la memoria, lleva el
dolor al escenario de donde procede, es decir, la sociedad (Käes & Puget, 1991). Este
tipo de acciones públicas de memoria, permiten salir del encierro, superar la
privatización de las consecuencias de la ofensa y la victimización, generar estrategias
de afrontamiento para resistir y continuar viviendo con dignidad, con lo cual a nivel
subjetivo hay, en el mediano plazo, una franca recuperación emocional, puesto que se
trata de un proceso y no de acciones puntuales.

Este tipo de rituales y acciones de memoria centradas en el dolor y la dignificación


de los caídos, llama al mismo tiempo a una con/dolencia comunitaria que permite la
recuperación de la dignidad perdida en los y las sobrevivientes. Así pues, a pesar de lo
difícil y doloroso que puede resultar el recuerdo para las víctimas, a pesar del contagio
emocional que se vive en los rituales públicos, a pesar del llanto y la tristeza que se
movilizan; también hay una voluntad de mantener estas acciones para que los seres
queridos no se borren de la mente de los seres humanos, superando la contradicción
entre deber de memoria y dolor de testimonio. Este fin se alcanza con la dignificación
de las víctimas y sobrevivientes, pero también con el reconocimiento social, que
implicará también la acción de la justicia y la verdad que se hace memoria histórica
(Jodelet, 1998), a través de otras acciones, como se profundizará más adelante, pero
que puede observarse en este relato:

...realmente mi participación en esta organización me da mucho espacio para poder desahogar


tanta ira con las personas que pisotean la dignidad del ser humano; es un espacio donde uno
puede expresar y sacar toda esa carga que lleva por dentro, y decir: “ya no más, es que realmente
merecemos respeto”. Es la oportunidad que se me está dando, la organización me enseñó a
hablar, y es donde a mí me gusta estar, defendiendo las cosas que puedo hacer por la
comunidad... (Oriente, GF4, 2009).

También los y las participantes refieren la superación y el afrontamiento de los


miedos, la rabia y el odio; puesto que la acción pública compele a salir del anonimato,
a mostrarse y a poner en evidencia la propia vivencia, que se hace pública en este
escenario. De esta manera se revierte lo que anotaba Elizabeth Lira (1990b) sobre el
reordenamiento de la vida en el mundo de lo privado y el repliegue de cualquier acción
pública que, por miedo y protección son actuados por toda la sociedad. En este caso,
se produce el proceso inverso, en el cual, cuando hay expresión pública, y en la medida

424
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

en que esta se instaura en el imaginario social, la gente va sintiendo más confianza,


vence los miedos y acude a expresar sus memorias:

...lo primero: hace que uno recuerde constantemente sin más dolor, otra cosa es estar reviviendo
la historia, eso ayuda a que uno bote los miedos, a que aprenda a vivir, a dar confianza, yo lo he
visto y lo he vivido... (Oriente, E24)

Ahora bien, en el caso de los desaparecidos, esos cambios son parciales, puesto que
la ausencia/presencia permanente de la persona perdida y con ello, el recuerdo
permanente de los hechos, hace que el manejo de las emociones sea más complejo y se
dificulta la elaboración de cualquier duelo⁸³. Por eso en las madres de la Candelaria la
movilización está más dirigida a la denuncia de la desaparición forzada y a la búsqueda
de sus seres queridos. En este caso, la movilización se enmarca dentro de la segunda
categoría descrita: la movilización con fines de reivindicación y de incidencia social
y/o política. En el caso de las madres, tal como se afirmó en el capítulo 5, tiene más
peso lo que denominé incidencia social con el fin de lograr algún resultado frente a su
mayor interés: saber qué pasó con sus seres queridos. Pero la complejidad de su
experiencia pasa precisamente por esta situación. Con el paso de los años y ante la
imposibilidad de tener resultados en la búsqueda, en algunos casos, la experiencia de la
acción pública también termina siendo una carga pesada y causa de dolor y tristeza:

...me da mucha tristeza llevar la foto de mi hijo y saber que mi hijo lo estoy sacando por ahí con
una foto y yo quisiera que mi hijo estuviera mi lado... ¿Ayudar a sanar? Ave María, por Dios,
muy difícil, porque un hijo es tan grande para uno, que es muy difícil sanar esa herida, la mía
no va a sanar nunca... aunque cuando aparezca, así sean los restos, sí claro... porque ya mi hijo,
ya sé lo que pasó, ya me lo entregaron, ya lo encontré, no sigo buscando porque lo encontré...
(Madres, E11)

En este caso la función protectora de las acciones de memoria en relación con las
emociones negativas, puede verse enfrentada con esta ambigüedad y paradoja. Las
madres en sus relatos reconocen la transformación emocional que han vivido, desde la
aceptación, el control emocional y una expresión más contenida de las mismas. Pero
también, pueden encontrarse con una dinámica en la que estas emociones vienen y
van, como olas de la marea que suben y bajan de acuerdo con la espuma de los
acontecimientos, según las esperanzas suscitadas o las desesperanzas desatadas, según
las posibilidades de encontrar alguna información o de sentir lo infructuoso de la
83
Páez & Basabe, 1993; Schmucler, 1996; Hamber & Wilson, 2002; Teubal, Veiga & Bettanin, 2005; Martín Beristain, 2005;
Kordon, Edelman, Lagos & Karsner 2005; Oberti, 2006, 2008; Pastoriza, 2009; Kaufman, 2006; etc.
425
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

búsqueda; de tal manera que el dolor aunque se hace manejable y parte de la vida
cotidiana, no desaparece de la escena cotidiana:

...yo ya aprendí, hace muchos años a aceptar lo que me pasó, antes sí lloraba mucho, el odio era
impresionante, tenía mucha rabia... (Madres, E1). Vivo a pesar de que tengo todavía los
dolores y que los seres queridos siempre están en la mente de uno, no hay un solo día que uno no
recuerde; pero el dolor es más llevadero... (Madres, E5)

Sin embargo, puede afirmarse que también el contexto, el mismo proceso de la


organización y el tipo de acción de memoria definen los procesos que se suscitan en el
nivel emocional, las transformaciones, los avances y los retrocesos. Se trata de una
dinámica de interacción donde lo individual realiza un continuo interjuego con lo
colectivo y lo social, de allí que cada proceso, siendo particular e individual, también
es influido por su marco de relación y de construcción colectiva. Así pues, esta otra
mujer del municipio de Granada en el contexto del Oriente Antioqueño, con
familiares desaparecidos, puede afirmar -por el proceso vivido en el Salón del Nunca
Más, donde se ha dado visibilidad y dignidad a los desaparecidos-, que sus acciones
públicas de memoria han sido fundamentales:

…a mí personalmente me ha servido muchísimo porque yo pensaba que yo era la única que


tenía familiares desaparecidos... debido a este proceso, yo he sanado todo eso, me he sanado toda
esa rabia, me he sanado ese dolor... Nada más viendo el salón del nunca más, uno se da cuenta
que la realidad sí cambia, el entorno de la gente sí ha cambiado y la gente está mejor, porque la
gente antes vivía sola, encerrada en su dolor, en el temor, el miedo. Por este hablar, por éste
compartir la gente fue dejando de lado el miedo... (Oriente, E13)

En este contexto del Oriente Antioqueño, cuando las acciones han tenido un matiz
más político y se han encaminado hacia la incidencia social, política y la reivindicación
de derechos, se evidencia de forma más clara que las acciones de memoria pública y la
memoria colectiva cumplen un papel protector frente a las emociones negativas, de tal
manera, que además de expresarse la catarsis posibilitan la transformación emocional.
Al enmarcarse en un programa de acción y apoyo a las víctimas más amplio, las
acciones de memoria colectiva, se convierten en un aporte a los procesos de
elaboración emocional; aunque, no podría afirmarse que la transformación que se
evidencia en esta investigación pueda ser definida de manera causal y lineal, sino
desde una mirada compleja que entronca el trabajo psicosocial, el apoyo mutuo, el
fortalecimiento organizativo, la movilización social, entre otras,

426
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

...el papel de las acciones públicas de memoria es para mí un papel fundamental, es un proceso, y
bueno mire todo el apoyo psicosocial y el trabajo individual, después el poder ayudar a otros
, participar en los procesos de memoria, entonces, eso le va sumando y ahí va subiendo… creo
que lo que juega es esa incidencia, la movilización, para que nosotros seamos escuchados,
reconocidos, dentro del territorio, pero también en el país, también como organizaciones y eso
también ayuda mucho... (Oriente, E20)

Esta reflexión nos sitúa en la tercera forma de hacer la memoria pública: el proceso
que están haciendo algunas organizaciones en el Oriente Antioqueño y también las
madres de la Candelaria de ir pasando de la memoria simbólica, performativa, de la
memoria de repertorio a la memoria de documento, a fijar los hechos, los
responsables, las historias de las víctimas, los testimonios, proceso en el que también
en algunos municipios se ha contado con el apoyo de la Comisión de Memoria
Histórica, como en el caso de San Carlos. En este horizonte, aparece un nuevo
elemento: el contar la historia y plasmarla, el hacer “permanente” la manifestación
pública. Cabe anotar que cuando se da testimonio público, según los y las
participantes, también se operan procesos de transformación subjetiva y recuperación
emocional:

…contar la historia lo hace sentir vivo, es como sacar un pedacito de esa rabia, ese rencor que se
tienen por dentro y si a usted otra persona lo escucha, usted se da por bien servida, además, se
desahoga; así sea por escritura, por un dibujo, de todas formas contar la historia, pienso que
ayuda a sanar. Yo puedo decir que me he sanado contando mi historia, sobre todo del rencor, de
la rabia, de la impotencia, de a veces sentirme como perseguida, porque en momentos he sentido
esa persecución, del miedo de volver a vivir esas situaciones. Pienso que a mí contar la historia
me ha sanado 100%... (Oriente E6)

“Esto no es de 8 o 15 días ni un proyecto de una ONG”: Ampliando el marco


del análisis

Así pues, y en el marco de la discusión planteada, es necesario decir en primer lugar,


y en contraposición a los autores referenciados desde el enfoque durkheimiano, que el
análisis no puede ser realizado a partir de una única acción. Creo que este es el primer
punto de la discusión. Si se trata de una única acción puntual de memoria, es
probable que no aparezca su función terapéutica y que puedan evaluarse de mejor
manera los aspectos relacionados con el ámbito social de los sujetos. Sin embargo, en
la presente investigación se está hablando de acciones públicas de memoria (en los tres
427
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

niveles analizados) que tienen una periodicidad en el tiempo (semanal, mensual,


anual, etc.), que se insertan en un marco de acción colectiva más amplia y, finalmente,
acompañada o bien de estrategias psicosociales de apoyo mutuo (En Oriente
Antioqueño y Córdoba), o bien, de procesos de apoyo psicológico con profesionales
de la salud mental, en el caso de las Madres de la Candelaria. Se trata de un proceso de
largo plazo:

...vea es que el dolor se vuelve a revivir en su momento, él se revive y uno llora; pero eso hace parte
de este caminar, eso ayuda a poder ir elaborando, porque esto no es de 8 o 15 días o de un
proyecto de una ONG para memoria ni nada de eso, usted ya se dignificó ya está bien, ¡no! Esto
es un proceso largo... (Oriente, E20)

Por qué si la gente llora y expresa varios malestares en estas acciones públicas y estos
autores referenciados afirman que se movilizan las emociones negativas lo que podría
tener un pronóstico no muy positivo en relación con el nivel emocional; por qué la
gente sigue participando y sigue movilizando estas emociones? Algunas de las
respuestas se enmarcaron en reconocer la aparición de emociones fuertes en estos
escenarios, el contagio emocional, el llanto y una escenificación emotiva de los
sentimientos, que en muchos casos generaron angustia, temor o deseo de no
continuar participando en el espacio:

...yo pensé que eso era lo peor que podía pasar, pero hoy en día que me doy cuenta, que eso es como
cuando uno se corta, se hace una herida y esa herida sana mal con unos bordillos rojos, si uno no
sana esa herida va a pasar todo el tiempo sufriendo de eso, cualquier toquecito se lastima uno
, pero si yo cojo y busco algún medicamento y me lo restriego y me limpio todo eso, se me sana esa
herida... las acciones de memoria nos sirven para que podamos remover todo eso, para poderlo
sanar. ¡Claro! Quienes dicen eso es que no han vivido todo este proceso, cuando uno inicia el
proceso sí piensa que es muy doloroso y que no quiere seguir porque lastima, pero para mí fue
fortaleciente porque hoy me siento bien... (Córdoba, E11)

En efecto, puede afirmarse que sí se mueven esas emociones, pero tienen que
hacerse acotaciones y una contextualización del proceso que permite mostrar la
diferencia, con lo que, según mi concepto, resulta que la persona no está sola
participando en la acción pública, ni en el ritual, como puede suceder por ejemplo en
algunas de las marchas y acciones colectivas de duelo cuando se presentan traumas
sociopolíticos colectivos (Páez, et. al, 2004, 2007; Conejero & Etxeberría, 2004, entre
otros). Estas acciones se hacen en el marco de un proceso organizativo, donde se ha
contado también con los grupos de apoyo mutuo o apoyo profesional. La persona no
428
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

participa de manera individual en el acto, no es una experiencia de masificación. Hay


todo un escenario de contención y apoyo, hay gente al lado que sabe que puede tender
la mano, dar un abrazo, brindar incluso un pañuelo, sencillamente acompañar y
contener.

Por lo tanto, el marco tiene una dimensión que incluso integra las tres dimensiones
enunciadas de la acción pública: permite la dignificación de los seres queridos, es
pública y política, puede ser ritual y funeraria, pero también cuenta con una
dimensión psicosocial, donde se pone en juego la interacción del sujeto, su
interioridad, sus emociones, con un marco social. Resulta, además, que se ha ido
construyendo un colectivo, un grupo social que está dispuesto a escuchar, y esto de por
sí promueve la transformación y la resiliencia (Das, 2008 g, h; Cyrulnik, 2006, 2008):

...el hecho de que eso remueve no quiere decir que sea malo; por el contrario yo creo que es muy
bueno... porque es que si yo no me hubiera dado la oportunidad de llorar, no estaría hoy aquí
contando lo que estoy contando... si no lo hubiera contado, si yo no hubiera hecho eso en ese
momento yo sería una alcohólica todavía, y aún lo sería peor y creo que no tendría a mi familia
y mis hijos no estuvieran conmigo, claro los rituales y las acciones de memoria remueven cosas,
pero es que eso es necesario hacerlo… (Oriente, E20)

Las Madres de la Candelaria, que no han participado en el proceso de apoyo mutuo


de los “abrazos” (GAM), pero que han contado con algunas experiencias de apoyo
psicológico profesional, también pueden expresar una experiencia similar, aún con los
límites que marca su propia experiencia de ser madres de personas desaparecidas. Pero
esta experiencia de apoyo que se gesta en la misma acción de memoria, en sus
plantones, que se retroalimenta positivamente con su proceso organizativo; suscita
elementos para la expresión y la transformación en un contexto que se abre para que
cada una pueda ser recogida, reconocida y contenida en el espacio:

...eso a nosotros nos sirve de mucho, eso lo dice la persona cuando no tiene un desaparecido o una
persona matada en la guerra, eso lo dicen muchos que no han vivido lo que nosotros hemos
vivido. Es mentiras que eso sirva sólo para remover la herida, como dicen por ahí, porque si a
mí me dicen eso, así sea un psicólogo, eso es falso, porque con esos plantones nosotros estamos
representando las víctimas, y ahí nos vamos uniendo muchas más víctimas, muchas más
mujeres, y nos sirve para estar mejor nosotras, porque eso es una terapia que nosotras tenemos ahí
y gracias a esos plantones las mujeres han tenido cambios... para mí es una terapia, es algo que
nos ha permitido pasar de una situación negativa a una situación positiva. (Madres, E2)

429
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Así pues, aparece una dimensión complementaria dentro de esta visión compleja:
se va tejiendo una retroalimentación positiva entre proceso organizativo y acción de
memoria. Martín Beristaín (2005) y Cabrera (2004) afirman que los espacios de
memoria colectiva abren la posibilidad de la expresión de emociones, pero es
precisamente esta expresión lo que favorece el encuentro con otros y otras, que a su vez
aumenta la cohesión social, por lo tanto, es el abono para el fortalecimiento colectivo.
Y esto posibilita nuevas acciones públicas y más contención emocional que, en el largo
plazo, generan transformaciones en la vida de los y las sobrevivientes,
independientemente de que haya o no, procesos explícitos de apoyo psicológico o
psicosocial.

La organización se convierte en el escenario de expresión, en el lugar de la gestión,


en el “paño de lágrimas”, pero sobre todo en el espacio donde la movilización y la
acción permiten recuperar elementos de control sobre la propia vida (Martín
Beristain, 1999, 2007a; Lira, 2011); sentir que se están teniendo logros, que hay una
red social con la que se puede contar y en la que se encuentra respaldo:

...salí del encierro, en la organización no solamente he afrontado lo mío, sino que también le
sirvo a otras mujeres para que afronten lo suyo. Yo hago ese trabajo y me gusta y me siento útil y
me siento muy bien, me siento feliz cuando veo que a ellas las escucharon, que les recibieron los
papeles, que les recibieron su denuncia, yo me siento feliz cuando ya reciben la reparación
administrativa, porque veo que ellas están recibiendo y cuando reciben los restos de sus hijos
muchísimo mejor, porque gracias a Madres de la Candelaria han podido recuperar los restos de
sus hijos… (Madres, E2)

Quizás haya que decir, a manera de síntesis, que no hay fórmulas. Que se trata de
procesos complejos, lo que implica también de parte de quien investiga y de quien
interviene una mirada compleja. En mi concepto es tan arriesgado y fallido mantener
que las acciones públicas de memoria y los rituales donde se expresa el dolor por las
víctimas no son protectores frente a las emociones negativas y no posibilitan su
transformación emocional; como también afirmar que, necesariamente, cuando las
personas participan en estos espacios, van a experimentar una mejoría emocional,
desde una visión lineal. De nuevo, como en el capítulo anterior, no se trata de
fórmulas mágicas, ni recetas de cocina; se trata de una mirada compleja, que desde el
enfoque psicosocial puede construirse y que permite mirar cada caso, cada lugar, cada
contexto, cada historia, cada dinámica, cada persona. Es con esta mirada que conjuga
lo particular con lo general, lo personal con lo social y político, la historia de vida con
la historia colectiva; que se puede implementar y ejecutar una acción o una
430
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

intervención que puedan apuntar a las reales necesidades de los grupos poblacionales
con los que el investigador o el agente social se encuentran.

“A nosotros nos tocó hacer esos actos con los desmovilizados”: Cuando la
acción pública de memoria colectiva no posibilita la recuperación emocional

Precisamente dentro de la complejidad y la multiplicidad en la que se da este


interjuego entre lo personal y lo colectivo, que implica este nivel emocional, pueden
observarse situaciones concretas en las cuales la acción de memoria colectiva puede
influir de manera negativa en los procesos personales. El primer caso, cuando una
persona mantiene vivo el dolor, no ha terminado de elaborarlo o por lo menos haberlo
incorporado como parte de su vida, de tal manera que se convierte en un proceso de
duelo alterado (Martín Beristain, 1999, 2008), que implica intervenciones
terapéuticas más activas:

…y todavía yo no he podido olvidar esa pena, es que a un ser querido uno nunca lo olvida. Ayer
me dio una lloradera horrible, como que yo muchas veces no puedo dormir casi nada pensando,
los impactos de la violencia todavía los estoy viviendo... claro que ya no es como tanto, como los
primeros días, pero se sabe que sí, que eso afecta, que eso es imborrable, que eso es inolvidable.
(Oriente, E8)

El segundo caso es cuando se han vivido procesos de revictimización, que se


experimentan por varias razones: la primera y más obvia cuando se pierde a otro ser
querido por acción de un grupo armado estatal o ilegal. Pero esto también se vive de
manera subjetiva cuando la memoria se utiliza con fines políticos, para sostener una
historia oficial que legitime la violencia y los crímenes, tal como ha sucedido en
Colombia con los discursos del gobierno anterior y los discursos de los paramilitares
que negociaron con el Estado; o, también, cuando se manipula la memoria para
trabajarla en encuentros con los victimarios, como ha sucedido en algunas regiones
del país, y en algunos municipios del Oriente Antioqueño, como en el siguiente caso:

...¿no le digo que yo iba muy bien y estaba muy pendiente de todo eso, hasta que me mataron al
hijo? Entonces yo ahí, si me deje del todo... pero también, como había otra organización que
hacía actos de memoria, y a nosotros nos tocó hacer esos actos con los desmovilizados, y yo sabía
que ellos... que la muerte de mi hijo tuvo que ver con los mismos paramilitares…
(Oriente, E27)

431
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Finalmente, la acción de memoria empieza a no cumplir su cometido, cuando cae


en la rutina, o se vuelve una escenificación que visibiliza el dolor, pero no logra las
reivindicaciones pretendidas, puede tenerse la sensación o experimentarse la
posibilidad de construir una identidad de víctima que limita las posibilidades de
reconstrucción personal, de desarrollar una posición activa y una ciudadanía de
derechos. Si bien no es un problema en sí mismo de la acción de memoria, sino más
del contexto, ello implica el desgaste de la acción que estaría más cercana de la
revictimización:

...estás haciendo memoria, haciendo valer un derecho, estás recordando, reclamándole al Estado
y a la misma sociedad por esa persona que fue desaparecida, pero a la vez te estás cargando de
dolor porque estás recordando esa persona, estás exigiendo que vuelva; a pesar de que uno sepa
que no va a volver, uno guarda la esperanza que algún día va a volver porque no lo ha visto
muerto, pero no... Emocionalmente es muy duro, porque es encontrarse nuevamente con ese
papel de víctima, es como ponerse la placa atrás y decir: "yo soy víctima", puede quedar uno
envuelto en un círculo (Madres, E5)

La representación y la escenificación de la acción pública debe encadenarse con


procesos de sanación emocional, debe ubicar muy bien a los y las participantes, darles
lugar a todos y todas sin exclusiones, sin generar ambigüedades en torno a la demanda
y a la acción; la gente debe estar informada y consciente de la acción, que no puede
manipularse para fines diferentes y finalmente debe construir unos objetivos claros
que permitan definir el horizonte y las reivindicaciones que se pretenden. Con estas
condiciones, se puede tener mejor probabilidad de lograr un influjo sobre emociones
y sentimientos, una recuperación emocional y una mejor sensación de bienestar que
permita a las personas recuperar el control sobre su propia vida (Lira, 2011; Martín
Beristain, 2010 a, b, Arévalo, 2010, 2011).

Finalmente, un elemento sustancial en este proceso será, necesariamente, la lucha


contra la impunidad y por la justicia y los logros que puedan tenerse en este aspecto;
puesto que los escenarios de impunidad, también pueden generar revictimización y
movilizan las emociones de dolor, rabia, resentimiento y odio. Sin embargo, en estos
casos, estas emociones se convierten en nuevos móviles para la acción pública y en
fuerza para poder seguir luchando en pro de los objetivos personales y colectivos:

…con la intranquilidad, el resentimiento, porque para qué lo voy a negar, ese resentimiento de
parte mía, de parte de mi familia si esto se queda impune... esto quiere decir, entonces, que una
vida no vale nada, el desprecio, el menosprecio por la vida, por los derechos humanos, a nosotros
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Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

nos violaron los derechos humanos en muchísimas formas, con lo que nos hicieron...
(Oriente, E3)

La tabla a continuación presenta la síntesis de los factores que se asocian para que
las acciones públicas de memoria colectiva tengan una incidencia positiva en la
recuperación emocional, trascendiendo la discusión entre la visión freudiana y la
durkheimiana:

Tabla 11. Las acciones de memoria como protectoras frente a emociones negativas

Elementos que pueden contribuir Elementos que pueden no contribuir


a la recuperación emocional a la recuperación emocional

1. Que la acción se hace en el 1. Cuando son acciones puntuales,


marco de un proceso de movilización sin preparación conjunta y por fuera de
periódico, sostenido en el tiempo y marcos procesuales.
amplio; con preparación y voluntad de 2. No define objetivos. O pasa
persistir. mucho tiempo sin que haya logros
2. Cuando tiene claros los concretos.
objetivos y los alcances. Generando 3. Cuando se excluyen algunas
logros y pasos concretos en las personas o tipos de víctimas.
reivindicaciones. 4. Cuando el objetivo es diferente a
3. Cuando se hacen procesos de la reivindicación de las víctimas y su
memoria incluyente. No se borran memoria es medio para la pseudo-
algunos relatos o historias. reconciliación.
4. Que no se manipule 5. Cuando la memoria es producto
políticamente hacia la reconciliación en de un proyecto externo que no busca el
contextos de impunidad. empoderamiento de la comunidad.
5. Cuando se acompañan de 6. Cuando hay revictimización,
procesos de apoyo psicosocial y de puesto que el conflicto armado no
fortalecimiento organizativo. termina.
6. En espacios protegidos, donde 7. En contextos de impunidad,
las víctimas pueden tener seguridad. dado que se incrementa la impotencia, la
7. En espacios de lucha por la rabia y el dolor.
verdad y la justicia..

Todo esto no implica que “mágicamente” se borran o se olvidan los hechos, o que el
dolor desaparece. Puesto que al fin y al cabo, nunca se podrá volver al estado inicial,
los hechos son imborrables e inolvidables y es conveniente que así sea; el tener
presente en la memoria las consecuencias vividas, el dolor experimentado también son
alicientes para la acción pública. Por tanto, no se trata de fórmulas homogéneas. Son
procesos complejos que tienen “ires y venires”, avances y retrocesos, logros y fracasos.
Y sin embargo, en medio de los mismos, en un marco de persistencia, fortalecimiento
colectivo, apoyo mutuo y solidaridad, estas acciones tienen consecuencias positivas
433
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

que generan cambios emocionales significativos y transformaciones donde los sujetos


reconstruyen su subjetividad, y en este aspecto puntual, logran una recuperación
emocional.

Transformación subjetiva, dimensión cognitiva y comportamental

El proceso más importante que se genera a partir de las acciones de memoria


colectiva en los y las participantes, en el nivel cognitivo, tiene que ver con la
resignificación positiva de lo vivido. En el capítulo 8 se abordó el tema de la
recuperación del sentido de vida y el proyecto de vida a partir del apoyo mutuo y la
memoria compartida. Además de ello, en la medida en que la gente se vincula a
procesos colectivos donde expresa públicamente su dolor y su recuerdo, donde
construye una memoria que se inserta en las narrativas colectivas de su sociedad; se va
generando una percepción y significación positiva, a la manera de un balance donde el
sujeto sale más fortalecido y con mayores posibilidades de afrontamiento.

Jodelet (1998), Janoff-Bulman (2004), Poseck (2004), Pérez Sales, Vásquez &
Arnoso (2009), Rimé, et. al. (2009), Vásquez & Paéz (2010), entre otros,
reconceptualizan este proceso de resignificación positiva de la experiencia traumática,
o bien como “aprendizaje postraumático” o bien como “crecimiento postraumático”.
Esto implica, en coherencia con lo dicho hasta ahora en esta tesis, que la experiencia
límite no es un destino para la gente, no implica necesariamente su inhabilitación o la
generación de un trastorno:

…ese hecho fue lamentable, fue muy violento, pero yo me enriquecí mucho... me enriquecí
personalmente mucho, por lo que ya hemos conversado, me uní a este grupo de madres de la
Candelaria. La clave para yo haber resistido fue haber entrado al grupo. Porque compartí todos
mis problemas con ellas... (Madres, E4)

Este planteamiento está en consonancia con lo planteado por Cyrulnik (2006,


2008) cuando afirma que las personas tienen tutores y factores de resiliencia que
rompen con la lógica del trauma como destino calamitoso, de tal manera que si se dan
los recursos adecuados -un contexto que se abre y escucha, que reconoce y contiene,
que apoya y da vía a la voz de los sobrevivientes- éstos, al final de su proceso -sin negar
el dolor y el sufrimiento padecidos- encontrarán significados y sentidos positivos a lo
vivido. Por lo tanto se siente que cada miembro que ha sido partícipe de este marco de
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Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

intervención psicosocial y que ha participado en las acciones de memoria, se convierte


en una especie de “tutor de resiliencia” (Cyrulnik, 2006, 2008), promotor de la salud
mental de otros y otras (Villa, et. al, 2007; Villa 2007a):

…en estos momentos me estoy capacitando, estoy luchando por salir adelante, por sacar adelante
una familia, y también ayudándole a otros; el conocimiento que tengo, todos esos problemas que
he tenido, toda esa violencia que la vida me ha mostrado a lo largo del tiempo, ha sido positiva
también, porque eso me ha permitido tener un papel. No sé si Dios me puso en ese medio para
que aprendiera y mirara que la vida no es fácil y que vinimos fue a ayudar, a ayudarnos, a
darnos la mano el uno con el otro, porque lo que uno tiene, le sirve a otro… (Madres, E5)

El crecimiento postraumático puede evidenciarse también en los aprendizajes


vitales, que han implicado salir de la ignorancia, tener nuevos conocimientos y abrirse
a discursos que permiten una mayor apertura y comprensión en la vida; lo que ha
permitido tomar conciencia de su condición de víctimas – en términos del derecho -,
puesto que la naturalización de la violencia y su mitificación (Pécaut, 2003, Uribe,
2010) habían llegado a tales puntos, que muchas personas en las regiones estudiadas se
sentían más como “damnificados” de una catástrofe natural que como víctimas de
violencia política. También se realiza otra comprensión del conflicto mismo y del
papel que se tiene en medio de él, lo que permite reconocer que la solidaridad y el
apoyo son una forma de responder a la violencia que disgrega, separa y rompe el tejido
social:

...recogí muertos, vi morir, mataron a mi suegro, vi la orfandad de mi mujer, vi y sentí en mi


propia casa el sentido de victimización, pero yo no me sentía víctima hasta el día en que fui
amigo de la memoria. En ese momento caí en cuenta que las personas que estaba describiendo
eran personas muy cercanas: tíos, esposos de tías y otras personas que habían muerto, por los que
sufrí demasiado cuando era niño; pude decir yo soy víctima también... (Oriente, E12). …y
empiezo a encontrar muchas respuestas, a descubrir la violencia en Colombia, quién está detrás
de todo esto, para que la inventan, y a ver que sí puedo hacer yo algo para ayudar a otros, para
acompañar, hoy empiezo a entender que son compañeros de camino, me puedo poner
horizontalmente con los otros... (Córdoba, E13)

Se recupera la autoestima, la valoración del sí mismo. La persona construye una


nueva imagen de sí que, desde la experiencia de ser sobreviviente, le permite
reconocerse de una manera diferente, más fuerte, más valerosa, capaz de sacar su vida
adelante; reconociendo todo el potencial positivo que se tiene, recuperando la
confianza en sus capacidades y posibilidades de auto-respeto y crecimiento personal.
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Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Lentamente se va restituyendo la creencia en sí mismo y en esa percepción de


invulnerabilidad del yo (Janoff-Bulman, 1992), lo que posibilita moverse con
seguridad y confianza en el mundo, recuperar la esperanza y la fe para continuar
adelante, haciendo algo por los demás, rompiendo con la soledad, buscando apoyo y
cambiando los propios pensamientos. Esto también permite, de alguna manera,
recuperar la creencia en el mundo como un lugar bello, seguro, donde se puede vivir,
crecer, luchar y trabajar:

…he ganado confianzas, he ganado respeto, he ganado tranquilidad, pienso que lo primero es
confiar en mí misma, entonces las confianzas que he ganado también... (Oriente, E6). Yo creo
que primero es confiar y no desesperar, porque la desesperanza es lo que lo lleva uno a enfrascarse
en un dolor, mientras uno piense que puede hacer uno algo por uno o para los demás, entonces se
buscará apoyo inmediatamente y no enfrascarse en la soledad... (Madres, E12)

De tal manera que el apoyo mutuo se ha convertido en una especie de código


compartido que se transfiere a los espacios sociales, públicos, políticos, como un sello
de una forma de estar en el mundo. De esta forma, se puede decir, que no se trata
solamente de la acción pública y de la movilización en cuanto tal, sino de unas formas
particulares de desarrollarla, con unos contenidos que implican apoyo mutuo,
solidaridad, memoria incluyente, organización, sentimientos de pertenencia, y la
devolución de la palabra a los actores sociales de base.

En los contextos estudiados, donde la represión y la violencia política devastaron el


tejido social, los factores que posibilitaron este proceso resiliente estuvieron en el
desarrollo de estas estrategias colectivas para contar, escuchar, compartir, movilizarse y
hacer público el dolor; es decir, en un entorno adecuado, que permite una evolución
positiva (Cyrulnik, 2006) desde una intervención psicosocial, posibilitando nuevas
maneras de entenderse como sujetos y como colectivos.⁸⁴

Un proceso de memoria colectiva, donde emergen los relatos y otras formas


performativas de enunciar lo vivido, implica, además, una reconstrucción de las
creencias sociales en torno al mundo social (Janoff-Bulman, 1992), puesto que se

84
“Cuando el entorno impide reorganizar las memorias, los sujetos se ven aprisionados por el pasado. Las imágenes
quedan impregnadas en sus cerebros, debido a la extrema evocación provocada por el acontecimiento... Sin embargo,
cuando la familia, el barrio o la cultura dan al herido ocasión de expresarse, esa memoria alimenta con precisión ciertas
representaciones de ideas, de producciones artísticas, de compromisos filosóficos, -también sociales, políticos,
filantrópicos- que al dar sentido a su vida de hombres magullados les brindan un precioso factor de resiliencia...” (Cyrulnik,
2006, p. 121).
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Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

recupera la confianza en los otros y se restablecen las relaciones, ya no solamente al


interior del grupo de sobrevivientes, sino también en el contexto social local:

…y algunas cosas de esas mejoraron con todo este proceso: porque vuelve uno a confiar un
poquito más en las demás personas, la confianza de saber que hay personas que también
pueden luchar con uno por construir una Granada mejor, al menos aquí en lo local, eso es
mucha ganancia y eso da confianza... (Oriente, E13)

Cuando hay un marco social que escucha, que se amplia de lo grupal a lo colectivo
y lo social, hay posibilidades de recuperar la palabra para aquéllos que han sido
silenciados por el horror y la represión (Das, 200 e, f, g; Cyrylnik, 2006, 2008; Lira,
2011). Por esta razón, una de las principales referencias que hacen los y las
participantes es al hecho de recuperar la palabra en lo público, el poderse expresarse y,
especialmente, el poder sentirse escuchados por otros, por una colectividad,
superando los miedos reales, puesto que la amenaza del conflicto armado y de los
actores armados sigue latente:

...ha cambiado que a mí ya no me da miedo hablar con la gente, he cambiado en eso y no me da


miedo hablar públicamente, coger un micrófono y decir: "¿dónde están nuestros seres queridos?
¿Dónde están los derechos de las víctimas? Que se habla pero nunca se ven"... o sea, yo lo he dicho
al aire y he salido por muchas partes... que me relaciono mejor, que no me da miedo hablar...
(Madres, E1)

Este testimonio permite introducir la discusión sobre la influencia de la


participación en acciones públicas que ritualizan el dolor y evocan a las víctimas; que,
según algunos autores, pueden estar asociadas a la percepción posterior de un clima
emocional de confianza, seguridad, paz y justicia⁸⁵. En opinión de otros autores
(Cabrera, 2004, Martín Beristain, 2005) estas acciones, cuando son realizadas por las
víctimas, pero el contexto social mantiene la impunidad, la violencia y otras formas de
opresión y represión, no producen variaciones en la percepción del clima emocional.
La diferencia estriba en que los primeros autores realizan sus investigaciones con
ciudadanos y ciudadanas del común, en contextos de una relativa paz social,
partiendo de la premisa que los actos terroristas acaecidos son un “trauma colectivo”
que afecta a la población en general; mientras los segundos trabajan directamente con

85
Estas conclusiones han sido apoyada por Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez (2004). Campos & Páez (2004), Páez,
Basabe, Cubillas & González-Castro (2007) y Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009), quienes demuestran que el
compartir emocional y la participación en los eventos (rituales religiosos, acciones políticas, marcha de protesta contra las
bombas en Madrid), se convirtió en una forma de afrontamiento que posibilitaba un mejoramiento en el clima emocional.
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Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

víctimas y sobrevivientes de la violencia política y la represión, en contextos donde la


represión o la violencia política, o, por lo menos, la impunidad, siguen estando
presentes de forma real.

En el marco de la presente investigación la respuesta es ambigua y paradójica,


porque si bien pueden encontrarse relatos en los que se describe una mejoría en la
percepción del clima emocional de miedo, inseguridad y violencia; también hay
relatos donde la variación es mínima. Por ejemplo, en el Oriente Antioqueño, en
relación con el miedo se alcanzan a recoger relatos de una mejoría en la percepción,
que se describe como un clima de mayor tranquilidad, seguridad y confianza:

...la gente está más contenta, ya más tranquila, ya se ve más gente, ya la gente sale tranquila o
salimos tranquilos. (Oriente, E14)...

Pero al mismo tiempo, teniendo en cuenta que el conflicto colombiano no ha


terminado, que con cierta periodicidad se viven hechos violentos que traen a la
memoria lo acaecido en el pasado, esta lectura de la realidad, también porta consigo
una percepción del clima emocional fundamentado en el miedo. Incluso se llega a
afirmar que en el contexto nacional no se ven grandes variaciones entre
un momento y otro:

...hay multitud de gente que está así, que todavía siente miedo, a pesar de que hay mucho
silencio en el municipio, porque uno no sabe si puede volver a resucitar el conflicto... (Oriente,
E24). La violencia no se ha terminado, continúa, eso fue continuo, especialmente en Córdoba
y en Montería, yo diría que está tan aguda como en ese momento… (Córdoba, E4)

¿Cuál es la razón para encontrar estas ambigüedades y contradicciones en la


percepción del clima emocional? La explicación es sencilla. El conflicto armado en
Colombia continúa. Las investigaciones enunciadas anteriormente se han hecho en
contextos de paz social o de posconflicto. Pero, como sucede cuando el contexto es de
impunidad y/o violencia como en las investigaciones de Martín Beristain, et. al.
(1999), Cabrera (2004), Martín Beristain (2005), la percepción del clima emocional
es negativa, centrada en miedo, impotencia, inseguridad e injusticia. De esta forma,
la acción de memoria colectiva se puede constituir en una forma de afrontamiento y
resistencia a las lógicas de la violencia y la impunidad, pero no constituye un factor
relevante a la hora de transformar la percepción del clima emocional.

438
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Para concluir este acápite, y a manera de síntesis, se puede afirmar que los procesos
de memoria colectiva y de acción pública de la memoria, en el marco de la presente
investigación, pueden aportar, si se desarrollan en los contextos indicados y en un
marco de apoyo psicosocial, al crecimiento postraumático, que implica una
resignificación de la experiencia límite y una postura proactiva que conduce a un
compromiso vital con otros y con otras, que fortalece el colectivo, genera cohesión,
mayor participación y la construcción de una ciudadanía de derechos, en algunos
casos, tal como se verá en los numerales que siguen. Se recuperan las creencias sociales
básicas que posibilitan el vínculo social (Janoff-Bulman, 1992), pero no tiene mayor
incidencia sobre los procesos de percepción del clima emocional, que son afectados
por otros factores que tienen mayor fuerza a la hora de hacer un balance del contexto
emocional que se habita.

Cohesión social y participación

En el capítulo 6 se analizó la manera cómo la memoria compartida y el apoyo


mutuo habían sido claves en la generación de procesos de reconstrucción de la
confianza, restauración de los vínculos, restablecimiento de las relaciones cotidianas;
además, se suscitó un proceso de identificación a partir de las experiencias de
sufrimiento, que permitió la aparición de una identidad colectiva, que fue la base para
el proceso de las organización de víctimas en el Oriente Antioqueño, y para
mantenerse en procesos colectivos de apoyo en el sur de Córdoba. También se
observó la forma como este proceso permitió romper con las lógicas del aislamiento, la
desconfianza y el retiro o la “reclusión” individual en el mundo de lo privado, llevando
a muchos y muchas participantes a vincularse en los procesos de apoyo mutuo que se
estaban gestando, o a participar en otros procesos solidarios en lo local, e incluso a
empezar a incluirse en otros escenarios sociales de organización comunitaria.

En el presente capítulo, y siguiendo la secuencia de la reflexión que se ha suscitado


a lo largo del mismo, quiero entroncar mi reflexión con lo que las investigaciones
previas han permitido afirmar en torno a la acción pública de memoria y su incidencia
en los procesos de cohesión social, solidaridad y fortalecimiento colectivo. Puesto que
la mayoría de los autores, tanto los de la línea durkheimiana, como los de la línea
freudiana, e incluso los de la línea foucaultiana, consideran que la acción pública de
memoria y la construcción de memorias colectivas tienen un papel fundamental en el

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Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

reforzamiento, construcción y reconstrucción de tejido social, en la construcción y


refuerzo de identidades colectivas, y en general en el desarrollo de los marcos sociales
que identifican a una sociedad⁸⁶.

La presente investigación también ofrece amplia evidencia del papel que tienen las
acciones de memoria en el fortalecimiento de la cohesión social, y en el aumento de los
niveles de participación social y política de las víctimas sobrevivientes. Por ejemplo,
en el caso del departamento de Córdoba, si bien se han realizado acciones públicas de
memoria, éstas han tenido un efecto más evidente frente a las dinámicas personales de
tipo emocional y cognitivo comportamental que frente a los temas relacionados con
las dimensiones sociales del sujeto: la participación, la construcción de una
ciudadanía de derechos.

De otro lado, en términos de cohesión social, ésta se ha quedado en el nivel


alcanzado por los procesos de apoyo mutuo y memoria compartida. Es decir, en
escenarios de identificación a partir del dolor que han traído consigo un aumento en la
solidaridad y el ejercicio del apoyo mutuo y el acompañamiento de unos con otros.
Sin embargo, no se ha constituido una organización y la movilización de memoria no
se ha dirigido todavía, en sus objetivos, como se vio en el capítulo 5, a la reivindicación
de derechos y a la reconstrucción de una dignidad ciudadana.

En términos genéricos, puede afirmarse que la acción de memoria contribuye al


fortalecimiento de la cohesión social, a la generación de espacios de solidaridad y
apoyo; propicia procesos de integración social y facilita la reconstrucción de las
relaciones sociales, fortaleciendo el tejido social. Toda esta dinámica parte de una
experiencia básica: los y las participantes dejan de verse solos/as luchando contra el
mundo. La memoria colectiva moviliza a los sujetos a salir de sí mismos, dejar el
encierro, romper con las barreras que impedían el encuentro con otros y otras, asumir
la propia vida, reconstruyendo el vínculo social. Lo que implica una actitud corporal
diferente, un asumirse como un ser humano con dignidad, por lo tanto como un
sujeto de derechos:

86
Las investigaciones de estos autores de todas las corrientes han sido referenciadas en el capítulo 6 con mayor
profundidad. Cfr. Bowlby (1980), Worden (1991, 1997), Fernández Liria (2006), Martín Beristain (2005), Páez & Basabe
(1999) y Basabe (2001), Martín Beristain, González & Páez (1999). Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa (2000),
Hamber (2003) Lykes, Blanche & Hamber (2003) y Hayner (2008a); Basabe, Páez & Rimé (2004) y Páez, Matínez
Sánchez & Rimé (2004), Campos & Páez (2004), Páez, Basabe, Cubillas & González-Castro (2007) y Rimé, Páez,
Basabe & Martínez (2009), De Rivera & Páez (2007), Lykes, Martín Beristain & Carbrera, (2007) Lykes (2001a, 2001 b; cfr.
Lykes et. al. 2003, 2007), Cabrera (2004) y Martín Beristain (2005). Jelin y Del Pino (2003), Schulze (2006); Till (2008),
Igreja (2007); Igreja, Dias-Lambranca & Richters (2008) y Viaene (2008); Bar-Tal (2008); Gasparre, Bosco & Bellelli
(2010), entre muchos otros.
440
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

¿Para qué me ha servido? Para eso... para salir, para no quedarme encerrada… el yo misma salir
adelante… (Oriente, E13). Ya no son las victimas con la cabeza agachada y sufriendo por el
dolor, ya somos personas sujetas de derecho, con la frente en alto… (Oriente, E15)

“Las acciones de memoria son uno de los pilares, de los métodos que ha
ayudado a que nos mantengamos unidas”: Cohesión social, identidad y
pertenencia

El primer factor que se hace visible y evidente en las tres regiones estudiadas, que es
heredero de los procesos de memoria compartida, es el papel que tiene, también, la
memoria colectiva que se hace pública y social, en la reconstrucción de las relaciones
cotidianas y de confianza de la comunidad; lo que se convierte en el primer paso para
mejorar la convivencia cotidiana, las relaciones barriales, vecinales y veredales y suscita
una primera solidaridad entre la gente, que se había perdido en el contexto de terror y
violencia vivido:

…pero lo que más pienso yo es la confianza entre nosotras mismas, que aunque tengamos
algunas dificultades pienso que la confianza que tenemos de la otra con el otro eso le da a uno
mucha tranquilidad... (Oriente, E6). Y ser social e integrarse con otros. Yo le puedo servir a los
otros cuando tengan una necesidad... (Oriente, E8)

Las investigaciones de Jelin & Del Pino (2003), Cole (2004), Martín Beristain
(1999, 2005, 2008); Bar-Tal, Halperin & De Rivera (2007), entre otras, permiten
comprender y dan respaldo teórico a este hecho: la acción de memoria abre espacios
para que la gente se encuentre, realice un compartir social y emocional (Rimé, 1995;
Rimé, et. al., 2009) que a su vez posibilita la generación de confianzas que habilitan la
integración social. Y a partir de estos procesos de “re-integración” social se fortalecen
los vínculos para generar espacios de solidaridad que tejen el colectivo:

…esos actos de memoria nos sirven porque en las marchas va todo el mundo, van todos los que
son hijos, familiares de las víctimas, entonces, ahí se encuentra uno con todos, y se va uno
contando cosas: "hombe, te acordás de tal y tal...", ya uno va teniendo recuerdos gratos de esas
personas y todos vamos recordando, entrelazando otra vez ese tejido que estaba roto; porque va
haciendo contacto con las personas... (Oriente, E25)

441
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Cada acción pública, en el marco de los procesos descritos anteriormente, se


convierte en una oportunidad para el encuentro, para el “reconocerse”, para estar
juntos y juntas, para renovar los vínculos posibilitando un cambio de actitud ante la
vida y ante los demás. La acción pública de memoria le permite nuevamente a los y las
sobrevivientes, especialmente en Córdoba y el Oriente Antioqueño, retomar y
reforzar lo vivido y experimentado en los grupos de apoyo mutuo: que no están solos,
que su dolor no es el único que existe, que hay situaciones más complejas y peores, que
se suman los sufrimientos de todos y todas y que esto le da un nuevo sentido a la
experiencia vivida porque se logran dignificar a sí mismas y a sus seres queridos.

Se genera entonces un sentido colectivo, una experiencia grupal que se expresa de


forma pública ante una sociedad, local o regional, pero con una identidad que
comienza a clarificarse y a enunciarse públicamente, se promueve la dinámica de la
organización formal, el fortalecimiento de los lazos y los vínculos, que les permiten
aparecer como actores públicos y sociales:

…porque para mí cuando encontré que otras personas también querían poner una foto,
encuentro que no soy yo un ser solitario, que somos muchos, eso les permite a ellos empezar a
organizarse, y pensar comunitariamente y actuar, y reactivar su vida, recuperar su propio valor;
cada uno se encuentra con la posibilidad de decir yo sí puedo; se da uno cuenta de que cambia su
mirada, cambia su actitud ante la vida, cambia todo nivel propositivo… (Oriente, E12)

La permanencia en el tiempo de este proceso, tanto en Oriente Antioqueño, como


en Madres de la Candelaria, conduce a un fortalecimiento de los vínculos que permite
identificar el colectivo y la organización como un espacio similar al del apoyo familiar.
La asociación se convierte en una familia, y quienes salen a expresar públicamente sus
memorias son “familiares” de destino. Es decir, personas que logran identificarse por
su experiencia, que pueden comprenderse en su vivencia, su dolor, sus necesidades,
sus intereses, y desde allí se asumen como “uno”, y luchan por objetivos comunes:

...mis hermanas de acá de las Madres de la Candelaria, porque yo no las tengo como amigas,
sino como mis hermanas… (Madres, E9)... Estamos trabajando unidos, con ganas de salir
adelante y ayudarle mucho a la gente, ese es mi ánimo poder ayudarles; y llegarán cosas buenas
para un futuro. (Oriente, E19)

Esta dinámica ha permitido la construcción de asociaciones de víctimas en los 23


municipios del Oriente Antioqueño y les permitió a las Madres de la Candelaria
constituirse como organización legal. En el Oriente Antioqueño, mediado por los
442
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

procesos de memoria compartida y apoyo mutuo, como se enunció en el capítulo


anterior; pero en las Madres, por la fuerza y los procesos suscitados a partir de sus
plantones en el Parque de Berrío en Medellín, en frente de la iglesia de la Candelaria.
En la base de la constitución de estas organizaciones, está la memoria colectiva y la
acción pública como sustento:

...porque con esos plantones nosotros estamos representando las víctimas, y ahí nos vamos
uniendo muchas más víctimas, muchas más mujeres... (Madres, E2). Nosotras estamos
organizadas, o sea, el fundamento de esta asociación es para que las cosas que a nosotras nos
pasaron no se repitan; porque para nosotros hemos tenido muy claro que lo primero es la
memoria y lo psicosocial... (Oriente, E6)

El fortalecimiento de los vínculos afectivos y de apoyo, mediados por el compartir


las historias y reconstruir la confianza en la ayuda mutua posibilita un proceso de
identificación que construye un sentido de pertenencia; que, a su vez, se convierte en
acicate para la militancia, la participación y la movilización. Esto genera en los y las
participantes un sentimiento de orgullo: tiene sentido pertenecer a ese espacio
colectivo. Cada persona obtiene un lugar y un reconocimiento, lo cual favorece su
dignificación. Quien no era nadie o era menos que nadie, porque la violencia le dejó
sumergido en la anomia y el aislamiento, en la estigmatización y el señalamiento; se
comienza a reconocer como protagonista de su historia, pero también como actor
social que tiene un lugar en la trama de las narrativas colectivas y la historia de su
localidad o región; permitiendo que se construya una identidad positiva en torno al
ser víctima/sobreviviente, puesto que se ocupa un lugar de legitimidad que habilita
para representar y actuar en otros escenarios desde una identificación clara con la
organización:

Porque mire como estoy, enamorada de APROVIACI, sumamente convencida: en unos añitos
se va a convertir en una institución... y yo a todo el mundo le digo: "esto lo hicimos nosotras", las
víctimas me corren a mí por la sangre, y cuando tocan a una víctima, o cuando hablan de
APROVIACI, la tienen conmigo, es que en todas las asambleas que hay, yo voy con el pendón y
aunque me critiquen, yo siempre quiero ir en representación de las víctimas... (Oriente, E11)

Experiencias como las de: Madres de Plaza de Mayo (Foss & Domenici, 2001;
Borland, 2006), las co-madres en el Salvador, el GAM en Guatemala (Aron, 1992),
las arpilleras en Chile (Lira, 1998, Bacic, 2008); las tejedoras de Mampuján, Norte de
Bolívar, en Colombia (Uribe, 2010), entre otras, son experiencias donde los procesos
de memoria compartida y memoria colectiva han posibilitado también la aparición de
443
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

organizaciones; pero al mismo tiempo el fortalecimiento de las mismas, construyendo


referentes de identidad fuertes, que dan sentido de pertenencia y refuerzan la cohesión
colectiva; tal como en Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria. Porque si bien
sus expresiones están marcadas por lo performativo, lo ritual y lo simbólico, son
experiencias que proporcionan a las víctimas/sobrevivientes, además de la pertenencia
y una identidad positiva; una dignidad que promueve la participación social, la
enunciación de sus historias, la lucha por los derechos y el compromiso
con su sociedad:

…la memoria es un símbolo impresionante en cada una de las mujeres de acá, que a pesar de
que no sepan ni leer ni escribir esta memoria nadie se las ha podido borrar y nadie se las va
borrar… (Oriente, E6). Cuando nosotros estábamos haciendo el salón dijimos: vamos a hacer
el salón de las víctimas para que ellos se sientan identificados, para que esto lo sientan ellos como
algo importante, para ellos acceder a sus derechos y acceder a la memoria… (Oriente, E15)

De todas formas la organización social ha dispuesto más y mejores condiciones


para tener un mejor impacto en las acciones públicas de memoria, lograr la
persistencia en el tiempo, a pesar de la impunidad, la amenaza y la adversidad;
convirtiéndose en verdaderas emprendedoras de memoria (Jelin, 2002a), que
permiten insertar su historia dentro de la historia colectiva, logrando un
reconocimiento social. Este reconocimiento social permite que se dé apoyo -en
algunos casos- y legitimidad -en otros-a los procesos de organización y movilización,
tanto de parte de la sociedad local, como de las administraciones municipales.

…Entonces yo creo que dentro de la asociación hemos ganado el respeto de la alcaldía, el respeto
de algunas otras personas… (Oriente, E6). …eso llama a la sociedad a raíz de tanto
sufrimiento, nosotros parados ahí hemos construido organizaciones de víctimas... si no hubiera
sido por eso, las víctimas seguiríamos siendo anónimas... eso ha servido mucho para salir del
anonimato. (Madres, E4)

En 2009, al entrevistar a personas vinculadas a administraciones municipales se


pudo constatar, en el espacio del Oriente Antioqueño, que esta legitimidad alcanzada
era uno de los logros fundamentales de su proceso de memoria colectiva. A raíz de
estos procesos, se han superado estigmatizaciones, señalamientos y marcas, las
víctimas y sobrevivientes sienten que pueden integrarse a la vida de la comunidad, del
municipio, de una manera más serena y tranquila, lo cual rompe su aislamiento y
temor, en una experiencia de sentirse iguales a los demás:

444
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

...la Asociación de Víctimas “Revivir Una Nueva Esperanza” ha recibido apoyo por parte de la
comunidad en general Desde los diferentes entes ya sea cultural, religioso, económico ha
recibido un gran apoyo, también de la casa de la cultura; y ha permitido que se pueda asistir a
las distintas veredas a replicar el trabajo, pues la organización no sólo se ha quedado con el
apoyo del municipio, ha gestionado con otras instituciones regionales y nacionales...
(Oriente, E5, 2009).

En algunos casos se ha logrado incluso un proceso de identificación con las


organizaciones, aceptando que la etapa más fuerte del conflicto armado terminó
afectando a los municipios en su totalidad, aun cuando no se tuvieran en la familia
víctimas directas. La zozobra, el miedo, el pensar todos los días que uno mismo podía
ser la siguiente víctima tuvo un impacto muy fuerte en la vida comunitaria y en las
solidaridades de la población. Y el proceso de esta sensibilización ha permitido que en
algunos municipios, como La Unión o Granada tomen conciencia de la historia
vivida, de la necesidad de transformar sus relaciones cotidianas, de solidarizarse con
las víctimas directas y trabajar por la construcción de la paz y una mejor convivencia
en su territorio:

En el pueblo la gente se ha vuelto más sensible, de pronto éramos tan insensibles ante el dolor del
otro, se decía: "como a mí no me ha pasado", pero ya la gente se pone de pronto en el lugar del
otro, luchan de pronto más, hay más unión, se sigue luchando más por conseguir que a las
víctimas se les escuche y se les den sus derechos, que se le restablezcan; entonces, a nivel de
comunidad acá, del municipio hay una sensibilización total... (Oriente, E13)

De acuerdo con Jodelet (1998) el testimonio de las víctimas, si quiere ser efectivo,
debe insertarse en el siguiente dispositivo:
1. Que la memoria contenga ideas e imágenes compartidas en un mismo marco
cultural.
2. Que se dé un poder sugestivo de las palabras y las acciones.
3. Que las acciones muevan, apasionen o se tornen activas y con contenidos
vivaces que contengan una alta carga afectiva para la evocación.
4. Que todo ello curse con un lenguaje cargado de emoción.

Precisamente la estructura performativa de las acciones públicas de memoria, en


estas sociedades locales cumple con estos requisitos. Apelar a medios de
comunicación como la multimedia, los libros de la memoria, los vídeos, programas de
radio y otras formas comunicativas permiten impactar en la sociedad local y generar
solidaridades en torno a sus propósitos, con lo que se genera en el resto de la gente un
445
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

espíritu y sentimiento comunes, creando conciencia de masa (Cfr. Jodelet, 1998). Es


decir, se hace necesario apelar a la sensibilidad y a la emoción de los oyentes, de los
actores externos, en una dinámica del corazón que remita a imágenes concretas que
tocan la vida, la tradición, lo habitual, la historia del grupo y, al mismo tiempo, les
genere preguntas y cuestionamientos, un extrañamiento que también les lleve a
cuestionarse. Elizabeth Lira (1998) dirá que re/cordar, es por tanto, volver desde el
corazón. Los relatos de los y las participantes en esta investigación nos ubican en esta
mediación comunicativa y permiten comprender que haya un impacto significativo
en su entorno social. Y esto implica que la cohesión y la formación de grupo se
orientan a la consecución de objetivos comunes:

…Solidaridad. Y esto se debe en que ya de pronto la gente en su espacio ya no está luchando


solamente por lo suyo y no más, ya la gente está luchando para el común, o sea, porque no es el
herido en un pueblo, somos todos... (Oriente, E13). Nosotros hemos hecho movilizaciones
donde nos juntamos todos para impactar, cuando nos reunimos, no nos sentimos solos, sentimos
que el otro está ahí y no pasamos como tan desapercibidos, vamos ganando espacios...
(Oriente, E20)

La principal diferencia entre los procesos colectivos que se han generado en torno a
la acción pública de memoria en Oriente y madres de la Candelaria y Córdoba, estriba
en que en el primero y segundo caso, según sus particularidades, al tejerse la
organización, ésta se dirige a la reivindicación de derechos fundamentales y lo que el
derecho internacional reconoce como derechos de las víctimas. Mientras que en
Córdoba, basta con el apoyo mutuo y la solidaridad entre sus miembros, el
permanecer juntos resistiendo. En el Oriente Antioqueño se ha llegado, incluso, a la
constitución de una red regional, que ha elaborado una agenda y proceso común, de
tal manera que la movilización alcanza marcos más amplios de reconocimiento,
contención y legitimidad. Y esta lógica de red, fortalece aún más los sentidos de
pertenencia, el sentimiento de la propia dignidad, abriendo las puertas a la
participación de nuevas personas:

...es que APROVIACI ya es, no a nivel de municipio, sino a nivel más amplio, a nivel regional y
departamental y no sé hasta donde más se puede ampliar, pero la idea es ir ampliando para ver
hasta dónde somos capaces.... (Oriente, E23)

La acción pública de memoria, cuando los contextos lo favorecen, posibilita un


restablecimiento del vínculo social a través de procesos de retejer la confianza y la
solidaridad. Este vínculo social comienza a manifestarse como apoyo mutuo (que
446
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

parte de este encuentro, como en Madres de la Candelaria, o se refuerza, como en las


organizaciones del Oriente Antioqueño). En este apoyo mutuo se da un proceso de
identificación con los símbolos que se despliegan en la acción pública y al mismo
tiempo se empiezan a reconocer objetivos comunes. Este reconocimiento abre la
puerta para pensarse como actor social y político que tiene unas reivindicaciones, que
cuenta con reconocimiento social y legitimidad. Es el momento de la organización,
que a su vez retroalimenta y fortalece la acción pública de memoria y viceversa, en
todos los niveles. Finalmente, cada nivel interactúa con los demás, de tal manera que
el restablecimiento de la confianza y el vínculo social son fundamentales para la
construcción de organización; o el apoyo mutuo y la identificación con símbolos de
un proceso son claves para la persistencia y el impacto de las acciones públicas de
memoria.

Participación e integración social

Correlativo al proceso de cohesión social, se van generando en la gente actitudes de


participación. Ahora bien, esto parece tener una relación con el hecho de recuperar
las relaciones sociales, abrir escenarios públicos de memoria, construir organizaciones
sociales. Es decir, si se fortalece el colectivo y se abren espacios comunitarios y
sociales, las víctimas/sobrevivientes entran a tomar parte de estos espacios. Pero
también sucede de forma inversa, la apertura hacia espacios sociales, a ocupar
escenarios públicos en lo local, también genera un espíritu de participación que
propicia el ambiente para generar las organizaciones de víctimas. Esta afirmación es
válida para el contexto del Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria que, al
ocupar el escenario público, lograron constituir una organización, la cual a su vez les
permitió participar en diversos escenarios de la vida pública.

Pueden identificarse dos líneas o móviles que llevan a los y las participantes en esta
investigación a participar en escenarios públicos y sociales, especialmente a partir de la
organización de víctimas. En primer lugar: una línea que podría definirse como de
corte altruista, puesto que es movida por la necesidad, el deseo y la opción de aportar a
otros y otras lo que se ha vivido y recibido, estos móviles son más claros en los y las
líderes entrevistados en esta investigación. Y otra línea de carácter más “egótica”⁸⁷, en

87
Utilizo esta palabra no en el sentido moral, sino en un sentido más socioeconómico, que implica privilegiar los intereses
particulares sobre los colectivos.
447
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

la que las personas se vinculan a los procesos colectivos, con intereses concretos,
especialmente de tipo económico, que es más frecuente en las personas que hacen
parte de la base social de las organizaciones. Con frecuencia ambos tipos de
motivación están ligados. Ahora bien, en ambos casos, la acción de memoria colectiva
es una puerta para emerger a lo público, romper los miedos, lanzarse a compartir,
hablar y hacerse parte de un colectivo en particular, retomándose como actor social.

Los móviles relacionados con el altruismo pueden ser básicamente dos: mantener y
fortalecer el apoyo y la ayuda a otros que han sufrido lo mismo (aunque también
recibir este apoyo permanente) o asumir lugares de liderazgo y mediación para el logro
de los objetivos colectivos, en este punto suelen destacarse las promotoras de vida y
salud mental (PROVISAME). En primer lugar, y al igual que en el análisis del
fortalecimiento de la cohesión social, el primer móvil que promueve la participación
de la gente es el deseo de recibir la ayuda, de apoyar en lo que se ha sido apoyado, es
decir, que el espacio de apoyo mutuo y contención, es el primer paso para un ejercicio
de participación más social. Esta conclusión ya se insinuaba de manera clara en el
capítulo anterior. Sin embargo, la naturaleza de la acción pública de memoria y su
encadenamiento en retroalimentación positiva con la organización, abren las puertas
de la participación a otros espacios, programas, proyectos y dinámicas. De todas
formas, para muchos de los y las participantes en la investigación, el encuentro con
los otros y el apoyo mutuo son razón suficiente para estar tanto en la organización
como en los procesos de memoria colectiva.

De otro lado el proceso ha suscitado la aparición de nuevos liderazgos, de personas


con una gran capacidad de gestión que se han movido en diversos frentes y que han
encontrado también en los procesos de participación una forma de cumplir con metas
y objetivos personales y colectivos. En un proceso que permitió la salida,
especialmente en el caso de las mujeres, del mundo de lo privado al mundo de lo
público, pasando de tener un rol exclusivo de madres, a ser portadoras de la fuerza de
las organizaciones de víctimas (Cfr. 8.3):

...significó mucho... el crecimiento, el salir de donde estaba, hice cosas nuevas que
nunca había hecho, mi trabajo en mi casa era la modistería que me gustaba mucho, es
el trabajo que yo hacía, también ama de casa, y ya ahora tengo otro trabajo diferente,
hago cosas muy distintas de las que hacía anteriormente, escucho a las víctimas;
primero no sabía escuchar, estaba centrada en lo que me pasaba a mí, y no veía lo que
pasaba alrededor, y ahora sí puedo verlo... (Madres, E2)
448
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Se va construyendo una actitud en la que se vencen los miedos, las dificultades, los
sinsabores, los conflictos con la pareja, entre otras cosas, porque se aprehende un
nuevo sentido vital, y los objetivos del colectivo se hacen los propios objetivos. De tal
manera que el dolor de todos es el dolor propio y estos y estas líderes se disponen a
apoyar, respaldar y trabajar por la transformación de realidades que empiezan a vivir
como propias; de tal manera que se experimenta una transformación personal que
gesta una nueva forma de estar en el mundo y una nueva identidad, apropiándose de
múltiples espacios colectivos en lo local. El proceso vivido desde la vinculación con la
organización de víctimas, hasta generar un liderazgo se convierte en una evidencia del
proceso de transformación vivido por estas personas que asumieron estar al frente de
las organizaciones y de los procesos de memoria colectiva:

...a través de estos procesos, vuelvo como otra vez, al tema del liderazgo, por eso fue que de alguna
manera, de la organización de víctimas local, de la que ya hacía parte, me nombraron como
delegada para participar, al menos en actividades regionales; entonces, a mí me nombraron
como una de esas personas que venían a representar el municipio de La Unión, y fue así que
empecé a crecer como persona; lo que permitió también la creación de la organización regional
(APROVIACI), lo que permitió la oportunidad de estar ahí en varios espacios e ir creciendo
lentamente. (Oriente... E20)

Abordando la segunda línea de interés para la participación, que sigue una lógica
centrada en las propias necesidades, el interés personal o familiar, la satisfacción en la
garantía de los derechos, y desde un lugar subalterno, algunos y algunas de las
participantes se sienten movidos a participar, porque sienten que el proceso puede
redundar en beneficios económicos, o sociales para ellos y sus familias. Es claro que
éste es un móvil legítimo para participar y construir colectivo:

...yo luché mucho por aprender algo, entonces, ella me anotó a un proyecto productivo y ya a la
casa me llamaron y fueron y me hicieron la visita, y ahí fueron a preguntar; y ella dijo que yo
tenía un proyecto, que hacía jabón, que hacía límpido, arranca grasa y ahí me anotaron y con
eso estoy trabajando ahora... (Madres, E10)

Movidos por esta misma lógica, algunas de las personas entrevistadas en esta
investigación afirman que el proceso de organización y movilización no ha generado
mayores beneficios para ellos y sus familias, lo cual les desmotiva para seguir
participando. O bien porque no han tenido ningún apoyo del Estado, ni se les ha
dado una reparación, o bien, en otros casos, porque no se logran las expectativas en
términos de restitución de los derechos:
449
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

…pues yo entré con muchas expectativas a las madres de la Candelaria, con la ansiedad de
buscar a mi hija y de uno saber que pasó, parte de la verdad... yo entré con muchas ilusiones,
pero cuando fue pasando el tiempo, volví a poner los pies en la tierra y vi que ahí no pasaba
nada, sino que uno se quedaba estancado, asoleándose en los plantones, gritando las consignas, y
de ahí no pasábamos... entonces yo dije esto aquí no promete nada y yo soy muy inquieta, no me
gusta como quedarme ahí nomás y me gusta mucho preguntar e investigar, entonces más bien yo
me metí a este otro proyecto... (Madres, E13)

En síntesis: en relación con la participación en espacios sociales y políticos no es


claro en los relatos que se pueda sacar una conclusión de tipo lineal o causal. Lo que
parece suceder es que los espacios de memoria han abierto espacios de participación
social, a través de la organización, pero esta dinámica de participación genera su
propia trayectoria. Podría decirse a manera de conclusión en este punto, y retomando
lo visto en el capítulo anterior, que quizás la memoria compartida y el apoyo mutuo
tengan más incidencia en el desarrollo de las actitudes de participación social de los y
las participantes. Es allí cuando se promueve con más fuerza esta oportunidad,
además de considerar que la participación es una categoría que hace referencia al
sujeto individual y a su proceso de integración social y vinculación colectiva; por lo
tanto, un escenario con énfasis en la transformación subjetiva, como los grupos de
apoyo, tendrán más claramente un papel en la recuperación o la generación de
actitudes de participación social. Mientras que la memoria colectiva y la acción
pública tienen mayor incidencia sobre los procesos de cohesión social, puesto que esta
tiene una dimensión más relacional y grupal, que suele ser lo que se moviliza con
mayor énfasis en la acción pública.

Analizando el caso del Oriente Antioqueño, se puede establecer una clara


interacción entre todas estas categorías, de tal manera que puede comprenderse la
forma en la que inciden las unas sobre las otras de forma compleja. De acuerdo con la
figura que se presenta puede observarse cómo hay una interacción permanente entre
le memoria compartida y grupal, con los procesos de memoria pública y colectiva (Ver
capítulo 2); de otro lado, se traza una línea de incidencia fuerte y directa entre le
memoria compartida y la participación/integración social de los sujetos. Y una línea
tenue en la generación de cohesión social, lo cual indicaría una menor incidencia,
aunque ésta existe claramente. De otro lado, la acción pública de memoria colectiva
genera una clara influencia sobre la cohesión social, el fortalecimiento de la
solidaridad colectiva y la estructuración de las organizaciones sociales, pero su
incidencia sobre el compromiso, la motivación y la actitud de participación de los
sujetos es menos nítida y clara. Finalmente, los procesos de participación tienen una
450
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

clara correlación con los procesos de cohesión social y viceversa, de tal manera que la
construcción de vínculo social y organización abren posibilidades claras de
participación, mientras que el desarrollo de habilidades de participación de los sujetos,
propicia oportunidades para la construcción de espacios organizativos que incrementan
la cohesión social.

Figura 9. Incidencia de la memoria en la participación y la cohesión social

Memoria compartida Acción pública de memoria

Memoria grupal Memoria colectiva


Participación integral Social Cohesión social
Fortalecimiento organizativo

El marco de las acciones de memoria que se están estudiando en esta investigación


tienen una relación significativa con algunos de los lineamientos que, junto a un
contexto favorable, Pennebaker (1993a, b, 1994), Páez & Basabe (1993) y Rimé
(1995) han descrito para que las acciones públicas de memoria colectiva puedan
generar mayor cohesión social, solidaridad e integración:

· Los hechos traumáticos han sido recordados de forma compartida y


expresados en acciones públicas que han implicado rituales, marchas, museos
comunitarios y monumentos.
· Los relatos se han empezado a insertar en el pasado y el futuro del grupo,
dándole un sentido para reconstruir lo ocurrido, haciendo hincapié en los
aspectos positivos para la identidad social.
· Aún falta un largo camino para que se puedan identificar los responsables, los
motivos, el contexto y las consecuencias. Sin embargo, el proceso de memoria
incluyente permite evitar la fijación en el pasado, la repetición obsesiva y la
estigmatización de los/las sobrevivientes como víctimas.
· El proceso referido está extrayendo lecciones y conclusiones para el presente.
Porque más allá de la reconstrucción de los hechos, esta memoria se ha
constituido en un ejercicio de memoria anamnética (Reyes Mate, 2003, 2008)
que descalifica éticamente a los perpetradores.
451
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Así pues, se necesita mayor fuerza en los procesos de historización de los hechos y
en los procesos de identificación y sanción de los responsables. Esto trae consigo un
proceso de fortalecimiento político que lleve a compeler al Estado para garantizar los
derechos de las víctimas; pero también de la presión internacional para lograr este
objetivo. La participación en redes nacionales de ambos espacios organizativos
(Madres de la Candelaria y Asociaciones del Oriente Antioqueño) se ubica en este
contexto y está ligado a estos objetivos:

Pero finalmente somos muchos ahí jalonando para el mismo lado, puede que no logremos
grandes cosas, pero nos sentimos acompañados, no nos sentimos solos como nos sentíamos
primero… las víctimas nos hacemos compañía, las organizaciones de víctimas cada día vamos
tratando de estar más organizadas, las municipales, las departamentales y una gran red
nacional de víctimas: estamos luchando por las mismas cosas. Pero también nos acompañan
muchas instituciones que les duele el tema... (Oriente, E20)

Estrategias de afrontamiento

Cuando se afirma que la memoria tiene un papel fundamental en los procesos de


cohesión social y construcción de solidaridad en un colectivo, cuando proporciona
elementos para desarrollar habilidades y actitudes de participación social; se está
diciendo, de una u otra forma, que la acción pública de memoria colectiva permite
desarrollar estrategias de afrontamiento a las lógicas de la violencia política y la
represión, que están dirigidas a romper el tejido social y la solidaridad, que llevan a los
sujetos a retirarse del mundo de lo público para recluirse en lo privado, movidos por el
terror y el miedo.⁸⁸

De otro lado, cuando se abordaron las transformaciones subjetivas en lo cognitivo


y lo comportamental, también se pudo valorar el proceso de reconstrucción positiva
de los significados en torno a la experiencia vivida, lo que muchas veces generaba un
crecimiento postraumático⁸⁹ que resulta también fuente de procesos de
afrontamiento y resistencia por parte de los y las sobrevivientes.

Así pues, en estos procesos de memoria colectiva pueden desarrollarse mecanismos


de afrontamiento de la situación límite⁹⁰: tales como racionalización y comprensión
88
Lira, 1990; Martín Beristain & Rieira, 1994; Martín Beristain, 1999; ODHAG, 1998; Villa et. al., 2007, entre otros.
89
Janoff-Bulman, 2004; Vera Poseck, 2004; Pérez Sales, Vásquez & Arnoso, 2009; Rimé, Páez, Basabe & Martínez, 2009;
Vásquez & Páez, 2010
90
Cfr. Fivush, Bohanek, Robertson & Duke (2004); Pennebaker, Zech & Rimé (2001) y Wang (2008).
452
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

de los hechos, revaluación positiva de lo acontecido, generación de aspectos religiosos


y de fe que permiten dar sentido a lo vivido, conductas activas de tipo social y político
que conducen a la organización y la movilización y soporte social, manifestado en
conductas de solidaridad y apoyo mutuo (lo que se relaciona claramente con el acápite
anterior). A su vez, el recuerdo público y verbal puede ayudar a transformar las
pérdidas, a través de la memoria colectiva, en acción social y política. Además de las
mencionadas y ya presentadas, estas son algunas de las estrategias de afrontamiento
que se han desarrollado a partir de los procesos de memoria colectiva y de la
organización de víctimas.

“Yo soy de las que pienso, es mejor morir de pie, que no vivir de rodillas”:
Estrategias de afrontamiento directo

En primer lugar, es necesario afirmar que cuando sucedieron los hechos, los y las
participantes refirieron que las estrategias de afrontamiento principales fueron las de
evitación, evasión, autocontrol, aislamiento, ruptura de vínculos sociales, protección.
Era una respuesta que intentaba asumir la situación desbordante que se vivía, tanto en
el plano individual, como en el plano colectivo. Luego de hacer los procesos de
memoria y de contar con una organización, las estrategias de afrontamiento cambian,
tal como lo refieren los autores referenciados⁹¹: priman las estrategias directas de
acción social, política, de reivindicación de derechos, de tipo comunicativo; prima el
apoyo social, la resignificación positiva y la comprensión de los hechos (como ya se ha
referido), fortaleciéndose la misma organización y la movilización, que son, cada vez
más, un soporte social para los y las sobrevivientes:

...yo estoy ahí porque, primero, me sucedió algo muy doloroso, porque hay otras personas que
están al lado mío con el mismo problema, entonces, para no volver aquí a la Candelaria, para
que nunca más esto se repita, tendremos que llegar y conseguir, al precio que sea, que no haya
desaparición forzada, que no haya secuestro, reconciliarnos y conseguir la paz... (Madres, E4)

La fortaleza colectiva se alimenta del fortalecimiento personal y viceversa, de tal


manera que algunas personas, en el proceso de construcción de su liderazgo reconocen
que ante la humillación y el horror, ante la impunidad y la misma violencia deben
responder con más valor, porque tienen el convencimiento que el proceso ha

91
Fivush, Bohanek, Robertson & Duke, 2004; Pennebaker, Zech & Rimé, 2001; Martín Beristain, 2005 y Wang, 2008.
453
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

generado una esperanza real de transformación de las condiciones sociales y las


relaciones de dominación y exclusión en sus regiones y en Colombia:

...la esperanza de que sí podamos cambiar esto, y de que si no hacemos nada, como digo, como
digo en mi poema: "levántate mi pueblo, si callas igual nos siguen matando, si protestamos
matarán a unos cuantos, pero jamás al pueblo; porque cada gota de sangre derramada en la
tierra, no será una palabra que se la lleve el viento, será una fuerza viva que reclama justicia y
con sangre la historia la vamos construyendo". Entonces yo soy de las que pienso, es mejor morir
de pie, que no vivir de rodillas. Y yo no me resignaré a vivir de rodillas y yo lucharé hasta el final
; pero yo no me voy a rendir. Entonces, yo pienso que estos procesos me han dado mucha fuerza
para esta lucha, porque nos da herramientas, porque nos ayuda a darnos cuenta que tiene más
fuerza la palabra que las armas. (Oriente, E1)

El proceso ha traído consigo una dignificación de la subjetividad individual y


colectiva, un sentirse actor y protagonista de la propia historia. De tal manera, que
además de recuperar el control sobre su propia vida, puede afirmarse que se ha
constituido una persona digna, que es capaz de empezar a afrontar nuevos retos,
luchar por la justicia y la equidad. Ahora bien, en este aspecto es importante acotar
que son los y las líderes quienes han logrado construir y desarrollar estas formas de
afrontamiento más activas y directas, con una clara opción de trabajo por los demás,
en una lucha por los derechos y en un proceso que se sabe resistiendo a poderes que
tienen mucha fuerza y que todavía tienen la posibilidad de hacer daño, desplegar
violencia y revictimizar:

...que si me muero, me muero luchando y peleando, pero no me voy a dejar matar así
tontamente como se han dejado matar los otros callados y con la cabeza gacha; vamos a luchar y
vamos a mostrar que si nos matan es por algo, sin hacerle daño a nadie, pero luchado para que
alguien haga por nosotros algo. Eso es… yo veo que se comete una injusticia con cualesquier
persona y ahí estoy yo protestando y cuando es con harta gente ahí se mete la organización y
hágale… (Oriente, E15)

Esto permite afirmar que en algunos se ha ido gestando un proceso de


fortalecimiento personal, valor y valentía, que ha permitido, incluso, confrontar
directamente a quienes les han hecho daño. Otros han trabajado para “ayudar” a la
justicia en los procesos de buscar pruebas contra los actores de poder, otras personas se
han fortalecido para reclamar ante el Estado. Pero, en todos estos casos, son procesos
de resistencia y afrontamiento que emergen de la recuperación de la dignidad de las
personas y la necesidad de lograr enfrentar la impunidad:

454
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

...yo he recorrido el país desde hace que nosotros nos ocurrió esto, para poder sobrevivir,
investigando la muerte de mi hermano, porque yo me he convertido en una investigadora y todo
lo que sé, lo he investigado yo, hasta donde sé que mi hermano está enterrado, pero yo no puedo
llegar allá... Y que por seguridad mía y la de mi familia, y para que no haya otro desastre yo lo
he dejado. (Córdoba, E5)

Precisamente, Martín Beristain (2005), Cabrera (2004), ODHAG, (1998)


afirman que los procesos de memoria colectiva pueden contribuir a generar la
cohesión social suficiente que abra las puertas a espacios colectivos que generan
procesos de búsqueda de justicia, que a su vez posibilitan procesos de recuperación de
la dignidad de la gente, transformando el duelo colectivo en reivindicación política de
lucha contra la impunidad (Cfr. ODHAG, 1998). Sin embargo, estas búsquedas en
las tres regiones estudiadas siguen estando marcadas por opciones individuales más
que grupales.

En el caso del Oriente Antioqueño y las Madres de la Candelaria, el proceso de


memoria y el trabajo de la organización se ha dirigido más a la reivindicación de
derechos protegidos por la legislación colombiana, y a la lucha por la verdad, la justicia
y la reparación en el terreno político, puesto que intentar comenzar procesos judiciales
todavía genera grandes temores, en un contexto que sigue marcado por un claro
control del proyecto paramilitar. Por eso la mayoría de las acciones de resistencia y
afrontamiento directo, en términos de movilización y reivindicación se siguen
dirigiendo al apoyo mutuo, hacer valer algunos derechos, fortalecerse internamente,
construir redes y generar una interlocución con el Estado para sensibilizar en torno a
sus necesidades e intereses, buscar el respeto de los actores armados, tener autonomía y
poder seguir adelante en sus proyectos de vida:

...los que inventan la guerra quieren que olvidemos y quieren que escondamos y quieren que
cerremos los ojos, pero nosotros haciéndolo con conciencia, decíamos en cierta manera no vamos
a olvidar, no vamos a renunciar a esos caminos, no vamos a renunciar a esa tierra, vamos a dar
a conocer esto a otras gentes, a otras instancias, a otros niveles. Entonces para no olvidar, para
recuperar, para visibilizar, o sea, contrario a lo que quieren los actores armados y prácticamente,
al unir esos esfuerzos surge una fortaleza que invita al respeto... (Córdoba, E13)

Así que un límite importante dentro del proceso, en las tres regiones y los
colectivos estudiados estriba en que no se ha dado el paso por una lucha colectiva,
integral y fortalecida de las organizaciones por constituir escenarios reales de justicia.
Para algunos “se señala de no politizadas y ahistóricas las experiencias de memoria al igual
455
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

que el acompañamiento psicosocial” (CP. 1), puesto que no logran enunciar, denunciar
y buscar justicia real frente a los responsables (materiales e intelectuales) de la violencia
vivida.

Mirado desde el deber ser, esto puede ser un límite de estos procesos, puesto que la
lucha por los derechos no se materializa en términos de justicia o acciones judiciales
que procesen a los responsables. Pero mirado desde las perspectiva de los colectivos
estudiados y sus contextos, los pasos que se han logrado dar en este sentido, aun
cuando son los líderes quienes lo tienen mejor interiorizado y desarrollado, son
verdaderos procesos de afrontamiento y resistencia que han tenido su cimiento en los
procesos de movilización, de organización y de acción pública de memoria. Ahora
bien, pararse en una plaza pública donde observan todos los actores sociales, enunciar
hechos que, incluso, han sido justificados y defendidos como heroicos y hacerlo
delante de los mismos actores, que siguen estando allí; es un acto de resistencia y de
afrontamiento muy importante en esos contextos estudiados:

…en donde será que yo no he ido, ni a qué departamento no he ido, municipios muchísimos
donde he andado con esas pancartas, en las marchas, en esas largas marchas que hemos
preparado y he hecho mi caso muy visible en los medios de comunicación... (Madres, E2)

Se da una retroalimentación positiva, porque cada acción pública de memoria


fortalece la capacidad de afrontamiento y resistencia; pero al mismo tiempo, es el
crecimiento en la posibilidad de afrontar y resistir lo que genera acciones públicas cada
vez con mayor contenido y con mayor valor civil:

...es algo muy bonito, es como mantener viva esa fuerza para poder seguir esta lucha, como
cuando usted tiene un libro muy importante, pero va y lo guarda por allá y nunca lo abre, usted
nunca se va a enriquecer de ese contenido ni los demás tampoco, en cambio si esa memoria se
muestra, nos enriquece a todos y eso nos da más fuerza para decir: "si aquéllos pudieron,
¿nosotros cómo no vamos a poder?" (Oriente, E1)

Para Primo Levi (1976 / 2008) hay un claro referente ético en el hacer memoria,
que por lo demás, dignifica a quien testifica. Éste, suele ser un sobreviviente, lo cual le
implica nombrar de alguna manera la opresión y la deshumanización vividas. En este
proceso, más que “comprender” la experiencia o de justificarla, se trata de enunciarla
para que no se vuelva a repetir. De tal manera que al hacerse pública la memoria, ésta
cumple además una función moral y educativa. Pero además, si se da un paso más,
este testimonio y esta enunciación conducen a declarar ante la justicia, aunque esto
456
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

último no es tan claro en el marco de los colectivos estudiados. Sin embargo, los y las
participantes reconocen que hay un deber: deber con todas las víctimas (los
hundidos), con la sociedad y con la necesidad de transformación de la realidad de
opresión, exclusión y violencia.

Así pues, cuando la memoria colectiva permite favorecer los procesos de


afrontamiento y resistencia, se abren las puertas para una mayor dignificación de las
víctimas, puesto que éstas se sienten actoras protagónicas de la historia, portadores de
una verdad, de una ética que rompe con la lógica de la violencia, en donde la vida
humana es medio para otros fines. Reyes Mate (2003, 2008) afirmará que se trata de
una justicia anamnética, es decir, que ya la enunciación y visibilización de la injusticia
tiene efectos en la sociedad para abrir vías al reconocimiento de la barbarie como
llamado a la transformación de las relaciones sociales:

...siento como una satisfacción con esos testimonios, porque es la única forma de que lo nuestro,
lo que nos ocurrió salga a la luz pública; no importa los peligros que corra, porque yo en cierta
forma es como si estuviera haciéndole la guerra al Estado, no con armas sino contando con
palabras lo que el Estado nos hizo y no nos ha respondido, ya que han tratado más bien de
ocultarlo y salir en limpio... yo sí siento mucha satisfacción, a pesar de que pueda tener peligro
s por eso, también siento temor, pero no me importa, porque lo que estamos diciendo es la
verdad, lo que nos hicieron y que lo reconozcan... esos casos de falsos positivos... (Oriente, E3)

El testimonio siempre supone a otro que escucha, un tercero que recibe⁹²: los
próximos, los allegados, esa gente que cuenta para los sobrevivientes, a medio camino
entre el sí mismo y los otros, son los escuchas privilegiados, los que les representan la
sociedad y al otro-ciudadano: son los sujetos de la memoria compartida. Es decir, los
que aprueban lo que se “atesta”. Por esta razón, cuando la memoria es impedida,
manipulada, obligada, se hace necesario llevarla al relato y a su estructura pública:

...cuento mi historia delante de todo el mundo, pero no sé cómo lo hago, yo sé que lo hago y sacó
valor para hacerlo, pero no sé cómo... lo que quiero es que la gente vea, los otros Estados vean lo
que está pasando en Colombia con las víctimas; si esto fuera en otra nación, yo creo que ya
hubieran hecho algo... porque ¿cuánto rodé yo? ¿Cuánto me tocó pedir ayuda?, hasta limosna
me tocó pedir, me pareció algo terrible, estando todavía inválida, y el Estado no hizo nada....
(Madres, E1)

92
Puede afirmarse con Ricoeur (2003) que en el testimonio es donde la memoria entra en su fase declarativa, en el ámbito
del lenguaje que convoca a una dimensión intersubjetiva: implica a un tercero. Así como Veena Das (2008g, 2008h)
invoca para el dolor un 'otro' en su estructura ilocucional performativa y lingüística, tal como se vio en el capítulo 6; Ricoeur
lo hace para el testimonio público.
457
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

En un país en guerra o en medio de un conflicto como el que vive Colombia una de


las voces que suele ser silenciada o modulada de acuerdo con intereses de bando, es la
de las víctimas. Puesto que su voz, además de “sub-vertir” las versiones de la historia
oficial, “con-mueve” los cimientos sobre los cuales construyen sus relatos los
diferentes bandos en conflicto, que en la mayoría de los casos se atribuyen a sí mismos
el poder legítimo de representarlas. Y además con-mueve el lugar de “seguridad y
confort” que los estratos altos y medios de las ciudades, que suelen representar el
grueso de la denominada opinión pública, han construido. Precisamente, la voz de las
víctimas, en la mayoría de los casos, el primer efecto que tiene es el de cuestionar la
representación que se atribuyen los actores de la guerra y la que se ha construido en
Colombia durante los últimos gobiernos. Y esto será siempre un acto de
afrontamiento y resistencia:

Dice L.: "es que nos quieren callar, ya con lo que nosotros sabemos, no nos pueden callar".
Entonces, eso nos satisface, pero también entre nosotras mismas tenemos que darnos el apoyo
mutuo, porque si en realidad nos quieren callar, si nos apoyamos mutuamente, a mí me llena de
valor, tenemos que seguir adelante, o sea, no nos van a callar, para muchas cosas...
(Córdoba, E7)

Otras estrategias de afrontamiento

La aparición y el fortalecimiento de estrategias directas de afrontamiento a través


de los procesos de organización de víctimas y de memoria colectiva, no implican que
la gente no siga desarrollando, fortaleciendo o transformando otras estrategias como
las desarrolladas en el capítulo 5 y otras que se han gestado durante el proceso. La
primera de ellas, que tiene una profunda relación con las dinámicas de participación y
el fortalecimiento de la cohesión social, es asumir el apoyo, especialmente ofrecerlo
como una forma de enfrentar la situación límite, y en este caso esta estrategia es válida
tanto para los líderes, como para las personas de base; pero también en los tres espacios
estudiados, la primera forma es a través del consejo y dar ánimos a otros y otras:

Porque yo le transmito, como le diría yo, esas palabras de aliento, de que hay que seguir, pero no
olvidar, y no ignorar lo que nos ha pasado... ¡jamás! (Córdoba, E2)

Y precisamente, este darse apoyo, va reconstruyendo la experiencia de sentirse


fuertes, que también le da seguridad al sí-mismo (Janoff-Bulman, 1992, 2004), que
458
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

implica tener una visión de su subjetividad desde el colectivo porque tiene unos
marcos que protegen, es un lugar de referencia y un espacio para resistir:

...el proyecto en el que estoy me da la fortaleza, me da vitalidad para seguir adelante con todo lo
que tenga que ver con procesos de víctimas. Porque siento que estoy haciendo algo no sólo por mí,
sino por los demás, entonces, yo siento que la vida me ha brindado oportunidades de conocer a
muchas organizaciones de víctimas, a muchas personas que quieren saber algo de sus familiares;
entonces, para mí eso es una gran oportunidad... (Madres, E12)

Esta nueva auto-percepción del sí mismo que implica además un discurso de valor
y valentía, permite hacer lo inimaginable y apoyar a los demás en procesos vitales
frente a los cuales se pensaba no había fuerzas suficientes. Este es un nuevo factor en la
recuperación de la dignidad y en la reconstrucción de una imagen positiva. De una u
otra forma permite sentir que se tiene un mejor control sobre la propia vida (Lira,
2011) y abre las posibilidades para que se experimente desde el propio ser la fuerza
suficiente para hacerse cargo de la propia familia, del sentirse resistente y experimentar
que la violencia y la situación límite no lograron vencer y dejarles postrados/as.

…nosotras somos muy valientes... hemos pasado por tantas cosa: ver desenterrar el hijo de otras,
ir hasta el monte, ir a exhumaciones, recibir los restos del hijo de alguna... y uno llora parejo con
ellos, pero ahora ya puedo ir tranquila, y apoyar, ya puedo apoyar... (Madres, E11). Y empecé
yo en esos procesos y ya el esposo me decía: "no, qué miedo no se pongan en esas, que nos matan
también y ahora están diciendo que están matando a los líderes”, le digo que a mí no me da
miedo, él me dice: "sálgase de eso que de pronto la matan por ahí" y yo le digo que no me salgo,
que si me muero me muero ahí, pero ya no me salgo, él maneja mucho miedo, pero ahí voy a
seguir... (Oriente, E10)

De otro lado, en Córdoba se presenta una ambivalencia entre el deseo de lo que se


quiere hacer y la realidad de lo que en concreto se puede hacer. Por lo tanto, en este
contexto, todavía el silencio, el respeto por el miedo siguen siendo estrategias para
mantener algún control y para esquivar nuevos efectos de la violencia. Como se ha
dicho hasta este momento, esta forma de afrontamiento, también es válida, porque
cada quien conoce su contexto y sabe hasta dónde puede llegar. La gente busca otras
formas a través de las cuales puede actuar y puede recuperar algún nivel de control:

Sí, porque la gente tiene mucho miedo... hay mucha gente que no sale con nosotros todavía a la
marcha que se hace, sino que se quedan en la iglesia adentro, o en el atrio, no sale, porque tienen
mucho miedo... (Córdoba, E7)

459
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Construcción de una ciudadanía de derechos

Uno de los lemas fundamentales de las organizaciones de víctimas del Oriente


Antioqueño es: “de víctimas a ciudadanas”. Esto quiere decir que el proceso de
movilización y organización implica la construcción de subjetividades plenas en
derecho, ciudadanos y ciudadanas que puedan actuar en la vida política, en la
reivindicación de sus derechos e interactuar con la sociedad y el Estado de forma
proactiva. De otro lado en Madres de la Candelaria, si bien no hay una reflexión
activa sobre la ciudadanía, sí existe un discurso de búsqueda y reivindicación de
derechos. Una de las categorías de análisis de esta investigación se centra en analizar
de qué forma la acción pública de memoria ha contribuido a la construcción de una
ciudadanía activa y una subjetividad de derechos.

Lo primero que puede afirmarse es que los y las participantes, tanto líderes como
miembros de la base, tanto del Oriente Antioqueño, como en las Madres de la
Candelaria admiten que se ha generado una conciencia inicial de ser sujetos de
derechos. Esto se enuncia de una manera simple: “hemos aprendido nuestros
derechos”, de los que no tenían ningún conocimiento:

…vino el proceso de la asociación, es un proceso muy bueno, porque ahí le dicen cosas a uno que
jamás en la vida había llegado a escuchar. Hemos tenido capacitación en la ley de justicia y
paz, hemos aprendido los derechos de las víctimas.... (Oriente, E4). Aquí en la organización
hemos aprendido a reclamar nuestros derechos, saber qué derechos tenemos... tenemos derecho a
ser escuchadas por el Estado... y también que uno ya sabe que puede reclamar... y nos deben
atender... (Madres, E3)

Ahora bien, una cosa es tener una noción, empezar a comprenderla y otra muy
distinta es asumirla, incorporarla y actuarla. Es decir, la gente ha aprendido un
discurso, que ha sido dado más por la formación y el acompañamiento de las ONG
que han acompañado las organizaciones de víctimas; pero aún se está lejos de lograr un
proceso de construcción de ciudadanía activa, que sea armónico y que pueda canalizar
realmente las demandas de la población. Por eso, incluso algunos y algunas
participantes reconocen que este es un proceso incipiente, que está cimentándose
lentamente y que falta mucho por aprender. Sin embargo, la noción primaria que se
tiene de ser sujeto de unos derechos, de ser personas y por lo menos tener una
dignidad, ha generado que las víctimas/sobrevivientes, por lo menos, intenten
trabajar y luchar por alcanzar algunos de esos derechos:

460
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

…que no nos la reconocen, pero no porque no la sepamos, porque los sabemos, sabemos qué
derechos tenemos, porque el Estado abusa de las víctimas... entonces nosotros estamos luchando
por nuestros derechos... (Madres, E1)

Lo cual ha implicado un logro muy importante: por lo menos la gente ha


aprendido a levantar la cabeza, es decir, ha recuperado dignidad. Ya no se sienten
como personas de segunda categoría que miraban al suelo para solicitar algo ante un
funcionario, ahora se saben personas, que tienen un valor, han recuperado autoestima
y asumen una actitud diferente, tanto en la dimensión personal, como en la relacional,
en la organizativa y en tener interlocución pública con instancias estatales.

Esto implica un logro muy importante en términos de la convivencia cotidiana,


de la construcción del vínculo social y en la construcción de un primer nivel de
ciudadanía. Se trata de reclamar respeto para sí mismo, de acceder a los servicios del
Estado desde un lugar digno, sintiéndose persona, se vence la timidez, el miedo y se
empieza a hablar, a interactuar y a reclamar:

…pero ya aprendí acá a reclamar los derechos, yo iba a una parte y era agachada, con ese miedo,
yo creía que había gente más superior que yo, que yo era de lo más bajo que había y gracias a
Dios y a estos procesos ya no… (Oriente, E11). Nos han enseñado a que luchemos por nuestros
derechos, y ya no nos da miedo luchar ni hablarle con la verdad al que sea... (Madres, E11)

Todo esto tiene sus complejidades y matices. En primer lugar es fruto de un


proceso. No es lo mismo en los relatos de los grupos de discusión en 2009, que en
2011. No es lo mismo el discurso de los líderes, que el de la base social. Una cosa son
las relaciones con el Estado local y otra las relaciones con el Estado nacional. Una cosa
es construir una ciudadanía participativa y otra una ciudadanía plena de derechos. Y
hay una diferencia muy grande entre reclamar un subsidio, que reclamar justicia o la
restitución de la tierra frente a actores de poder y armados que siguen teniendo fuerte
control de las regiones y tienen lugares en el Estado local y nacional. Sin embargo,
vale la pena hacer una revisión del proceso, en primer lugar, en el marco del Oriente
Antioqueño.

461
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Ciudadanía de derechos y la relación con el Estado en 2009


(Oriente Antioqueño)

En la investigación realizada en el año 2009, la visión de las organizaciones de


víctimas frente al Estado local, tanto de los y las líderes, como de las bases de las
organizaciones estaba centrada en una visión del Estado benefactor, al cual no se le
reclaman derechos, sino que se le piden favores. En Colombia el poder está localizado
en quien tiene el manejo institucional y político, y desde allí se hace natural una
relación de subordinación, tal como lo expresan Pécaut (2003), y González et. al
(2003). Esta visión implica que el apoyo del Estado local se realiza no como una
obligación constitucional para garantizar los derechos a las víctimas, sino como un
“apoyo” o una “colaboración” de su parte, a los procesos que emprenden las
organizaciones sociales de base, en este caso, las organizaciones de víctimas.

Por lo tanto, el impacto en las instituciones estatales locales la medían los y las
participantes en los grupos de discusión realizados, en 2009, no por los derechos
garantizados, sino por los “apoyos” o “colaboraciones” logrados. Esta dinámica y esta
forma de relaciones de poder implicaban que las administraciones, a su libre arbitrio
“apoyaban” o no, se “vinculaban” o no, pero no experimentaban un deber de garantes
de los derechos de las víctimas:

...como dije al inicio, nosotros desde nuestras capacidades económicas, y de acuerdo al apoyo que
se ha requerido, la respuesta ha sido acorde a lo que nos han solicitado y hemos también
participado de las actividades... (Oriente, E2, 2009).

Además, en el discurso municipal, el “tema” de las víctimas, era un asunto del


Estado Central. Sin embargo, lo que se hacía evidente en este punto es que se
mantenía, por parte de las víctimas, una relación de subordinación:

...la administración se ha preocupado por tener las víctimas siempre como por colaboraciones
con algo, nos han tenido en la marginalidad, por decirlo así, dicen que porque no hemos tocado
puertas; pero nosotros sí nos hemos dirigido a la administración municipal a pedir ayudas, pero
parece no importarles, en ese sentido sí estamos realmente solos y solas... (Oriente, GF6, 2009)

Desde ese tiempo había una respuesta diferente de una administración municipal
con respecto a otra, el cambio de partido o de grupo político podía implicar un mayor
o un menor reconocimiento a la acción de las víctimas. Pero esto también sucede en
462
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

relación con las diferentes instancias de la administración: algunas de ellas pueden


tener mayor “sensibilidad” o relación con el tema, pero siempre mediado por una
relación no de ciudadanía y garantía de derechos, sino en una relación entre persona
necesitada y benefactor. De todas formas cada cambio de administración implica un
reacomodo de fuerzas en el nivel local que puede beneficiar o afectar a las víctimas, de
acuerdo con el apoyo que dieron o no al candidato que ha triunfado en las elecciones.

En el fondo lo que ha primado, a la hora de establecer la relación, es el tipo de


vínculo generado dentro de la red clientelar (González, et al, 2003). Si se hace parte
de esta red, es muy probable que se reciban más “beneficios”, puesto que el alcalde y su
administración, en el marco de la relación transaccional que implica esta forma de
hacer política, se ven compelidos a corresponder el apoyo recibido con aportes
específicos al grupo, asociación u organización de base que les ha respaldado en la
campaña (Palacios, 2003); si no se hace parte de esa red, la administración municipal
ignorará a las víctimas, siempre con el pretexto de que la competencia de su atención
es del gobierno nacional: ⁹³

...de pronto la administración pasada no nos ayudó económicamente, pero la personera y el


inspector nos brindaron un apoyo y una ayuda grandísima... (Oriente, GF5, 2009). Porque en la
administración pasada se invitaba al personero, se invitaba a otras instancias: nunca llegaban. Por
parte de la administración, el apoyo ha sido casi nada... (Oriente, GF6, 2009).

En el año 2009 también se observaba que en el proceso de formación y


acompañamiento hacia una ciudadanía activa, las organizaciones de víctimas, en por
lo menos 12 municipios, habían desarrollado una interlocución con los candidatos a
la alcaldía y éstos habían asumido compromisos para incluir una atención a las mismas
dentro de sus planes de gobierno. Desde entonces, en algunos casos se pudo alcanzar
un nivel de interlocución en el cual se hizo uso de mecanismos participativos
formulados por la ley y la constitución: elaboración participativa de planes de
desarrollo, presupuesto participativo, asambleas ciudadanas, veedurías ciudadanas.
Estos ejercicios de ciudadanía también se desarrollaron frente a los concejos
municipales, en cabildos abiertos, sesiones extraordinarias y otro tipo de acciones que
buscaban sensibilizar a esta instancia del poder local:

93
El marco legal que establece la ley 1448 de 2011 (ley de víctimas) podría revertir esta lógica, puesto que implica una
responsabilidad clara y directa de los entes municipales en la atención y restitución de derechos a las víctimas. Sin
embargo, habrá que esperar a que la ley termine de implementarse y desarrollarse.
463
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

...el año pasado, a través de la asamblea municipal, se hizo mucho por el movimiento de
víctimas… lo mismo lo de la agenda de los candidatos, entonces fue así que se armó paso a paso,
lo que se hizo con la comunidad, se invitaba a todos los sectores y a toda la comunidad y allá se
exponía cada conclusión en el centro zonal, entonces el mapa fue trabajado, se expuso y se armó
lo de la agenda ciudadana. Pienso que fue la oportunidad de sensibilizar a todos los candidatos,
que firmaron el pacto de la gobernabilidad que fue incluida en la agenda de víctimas del
municipio, luego se entregó a todos los entes municipales y de igual manera participamos en la
elaboración del plan de desarrollo... (Oriente, GF3, 2009).

Sin embargo, se puede consignar un problema: más que desarrollarse una


ciudadanía de derechos, se desarrollan mecanismos de participación, donde se tiene la
ilusión de incidir en un lugar de poder. Sin embargo, al final, todo sigue igual para la
gente. En el ejercicio de las administraciones municipales las relaciones se tendieron a
enmarcar en una lógica más profunda y arraigada de intercambio de “favores”. En
estos casos, también podría decirse que el ejercicio ciudadano se hizo más por la vía de
la “participación”, quedando aún mucho terreno para la construcción de una
ciudadanía desde la conciencia de derechos; sin embargo, quedaba una pregunta
sobre el tipo de ciudadanía que se ejercía, puesto que parecería más un ejercicio formal
desde el poder político para legitimar los planes de gobierno, que un compromiso
frente a la ciudadanía sobre el cual se fundamentaría la gobernabilidad:

...es que los alcaldes de este municipio los hemos visto, pero cuando están en candidatura, porque
ya se sientan allá y ya no se vuelven a ver; han ido a las reuniones a hablar con nosotros , pero
después de que se sientan allá, ahí sí ya no saben, no se vuelven a recordar de las víctimas...
(Oriente, GF6. 2009).

Así pues, los procesos de participación ciudadana que se han emprendido


terminan estando en función de la maquinaria electoral y del ejercicio de la política
clientelista, con lo que el proceso de construcción de una ciudadanía participativa, se
ve desdibujado por una lógica “participacionista” donde la gente está en los espacios
consultivos y colectivos que abre la constitución colombiana, pero lo hace de manera
formal, decorativa; puesto que su realidad no se transforma y no se logra constituir un
contrapoder que desde la sociedad civil regule las actuaciones del poder político en el
Estado local. De tal manera, que también se obtura el ejercicio de una ciudadanía
plena de derechos y la conciencia para reivindicarlos y luchar por ellos. Puesto que se
da una especie de ficción donde participar formalmente implicaría una atención por
parte de la administración, pero cuando ésta se deniega, el haber participado cierra la
puerta a la demanda y a la exigencia desde una lógica de derechos.
464
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

“Yo pienso que seguir movilizándonos, seguir estorbando, seguir haciendo


plantones, incidiendo en el tema político”

El punto anterior, recogía toda la perspectiva de la relación entre los procesos de


organización de víctimas y movilización de memoria hacia la incidencia política en la
región del Oriente Antioqueño, entre los años 2006 y comienzos de 2009. En las
entrevistas realizadas en el año 2011 se observan algunos avances frente a esta
situación, se han dado aprendizajes y transformaciones que han implicado una
evolución, por lo menos en los relatos y testimonios de los y las líderes:

...yo pienso que seguir movilizándonos a través de esos procesos de memoria, para sensibilizar,
para visibilizar nuestra problemática. Es que si nadie se para, ¿entonces? Nadie se da cuenta.
Así sea estorbando la gente se da cuenta que ahí está ese problema. Por ejemplo los personeros,
cuando nos ven; dicen: "ahí vienen esas que estorban y fastidian y son las que nos llenan aquí el
despacho, las víctimas que son las más cansonas, las más aburridoras”. Pero si no se paran ahí,
entonces, nadie se da por enterado del problema o el conflicto que hay ahí o de la situación que
está pasando, finalmente, es para eso, para visibilizar esa problemática. (Oriente, E20)

Y precisamente la movilización, la acción pública de memoria permanente y


persistente, lentamente se ha convertido en una posibilidad de incidir, de abrir puertas
y tener algunos logros. La gente ha aprendido que la unidad y el trabajo conjunto
posibilitan la gestión de sus derechos de manera más clara en el nivel local y han
ganado un mínimo espacio frente a las administraciones municipales:

...con la memoria nosotros reclamamos, por ejemplo ahora con la política pública, como no le
han puesto presupuesto, entonces pensamos hacer un plantón, en la jornada de la luz hacer un
plantón, con eso uno hace visible las cosas y reclama los derechos por medio de la movilización y
la acción de memoria... (Oriente, E10)

De todas formas, en todos los colectivos las personas de la base siguen sin tener
totalmente claros los móviles políticos y reivindicativos, en términos de derechos, de
las acciones de memoria colectiva; no los han logrado asociar de forma definitiva y
significativa con sus reivindicaciones en torno a situaciones históricas de injusticia y
exclusión, derechos básicos como la salud, la educación; incluso con la reivindicación
por la verdad y la justicia y otras demandas que realizan, más allá de su necesidad de
dignificar a sus seres queridos y a sus familias o de lograr un reconocimiento social:

465
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

…pues el objetivo es de pronto en esa asociación, que le ayuden a uno con otra cosa, con luz, con
un proyecto de cualquiera, o ya le sirve a uno para cualquier cosa. Con esos actos de memoria
buscamos cómo vivir mejor... (Oriente, E4).

Es decir, no muy lejanos del lugar descrito en el punto anterior cuando se analizaba
este mismo tema en el 2009: la construcción de una ciudadanía subordinada y a la
espera de lo que “donará” el Estado. Desde esta perspectiva los derechos son “ayudas”
y las personas, beneficiarias. Como si no existieran unas obligaciones y unas garantías
de parte del Estado. Todo queda a la buena voluntad de las administraciones
municipales. Y esto que se da en las personas de la base en el Oriente Antioqueño,
también se da en los colectivos en Córdoba, y en las Madres de la Candelaria,

...yo soy pobre, y que por lo menos en una ayuda en algo que uno pueda contar con algo para uno
surgir, para vivir, para uno sostenerse, poder salir adelante, una ayuda, que yo no sé cómo puede
ser, un buen trabajo, por ejemplo, tengo mi casita, que me dejó él, pero la tengo, mejor dicho, en
obra negra; entonces yo diría que una ayuda para que uno pueda terminar su casita, eso sí sería
muy bueno que le colaboraran a uno en el gobierno y que ojalá el grupo permita eso.
(Córdoba, E12)

Sin embargo, sin que la gente tenga una comprensión acabada y global, a veces de
forma más intuitiva que racional, sin marcos de comprensión clarificados en una
perspectiva de derechos y en muchos casos, sin entenderlo muy bien, y más desde un
lugar simbólico y desde una postura emocional que construye comunión en este nivel
(Mafessoli, 1990), se crea una comunidad de destino. Este colectivo, se enlaza en
primer lugar por el vínculo emocional y logra un paso fundamental: la gente se siente
partícipe y empieza a creer que es posible actuar en el mundo de lo público y ante el
Estado:

…ya no somos las victimas con la cabeza agachada y sufriendo por el dolor, ya somos personas
sujetas de derecho, con la frente en alto, yo veo que somos ciudadanos comunes y corrientes como
cualquier corbatón de esos que hay por allá en el congreso... El mismo personero nos ha dado
muestra de eso, porque la gente ya no va y le dice vea hágame el favor… sino que va y le exige que
cumpla sus funciones... (Oriente, E15)

Un proceso que ha implicado persistencia e insistencia. En el Oriente


Antioqueño, puede observarse que desde las acciones participativas nombradas en el
punto anterior, realizadas desde 2008/2009, se ha llegado a que en algunos
municipios (Argelia, San Vicente, El Peñol, Marinilla, La Unión, San Francisco,
466
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Granada) se genere una política pública de víctimas, que abre las puertas a su atención
por parte del Estado local. Las organizaciones de víctimas y las personas participantes
en esta investigación lo reivindican como un logro:

La idea es ganar espacios en lo político, en lo local... pues al menos cuente que ya las
organizaciones de víctimas son tenidas en cuenta en los planes de desarrollo local, algunos
logran incidir más y les ponen presupuesto, pero, otros no vuelven a asomarse por allá y lo dejan
así y hasta ni presupuesto les colocan; pero ahora decir, por ejemplo, que hay proyectos de
vivienda, que las víctimas las tienen en cuenta y que les dan prioridad para esos proyectos, que
algunas administraciones municipales tienen en cuenta los procesos de memoria, que les apoyan
los procesos de apoyo psicosocial, o sea, se han logrado cosas, incidir en las localidades: unas más,
otras menos; pero sí se han logrado cosas… (Oriente, E20)

Pero esto no es unánime y hay muchas diferencias entre unos lugares y otros. Por
ejemplo, en muchos de los municipios del Oriente Antioqueño no se han tenido
logros, y la relación con las administraciones municipales implica una continua lucha
y búsqueda de reconocimiento que derive en una atención real a las víctimas por parte
del Estado local:

En la organización hemos logrado muchas cosas, aunque muy limitados porque los gobiernos,
más bien involucrados en otros asuntos, no nos prestan la debida atención, entonces, más bien
nos hacen como a un ladito, nos marginan, no sé por qué... tal vez porque nos ven como si
fuéramos una amenaza... lo que es el gobierno, ellos nos discriminan a la hora de nosotros hacer
una petición... (Oriente, E25)

Por su parte, las Madres de la Candelaria tienen una visión muy positiva, como
colectivo, de su gestión ante la administración municipal de Medellín y ante la oficina
de la UARIV, porque sienten que al utilizar una táctica de alianza y negociación con el
Estado, abren puertas de manera más efectiva para la satisfacción de algunos derechos
y necesidades:

En el caso de las madres de la Candelaria, asociación camino de esperanza, hemos sido más o
menos disciplinados políticamente con la institucionalidad y nos ha dado resultado; por
ejemplo hemos conseguido el premio nacional de paz, que no es una forma de comprarnos, sino
que ha sido una forma de un reconocimiento político de lucha por la paz y la reconciliación, que
es muy diferente a muchas otras organizaciones de víctimas que... que hacen oposición...
(Madres, E4)

467
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Un paso más en este proceso, es que los y las líderes, han aprendido a distinguir
entre la gestión de sus derechos básicos (especialmente, económicos, sociales y
culturales) y los derechos de las víctimas (verdad, justicia y reparación). En el nivel
local y en relación con las administraciones municipales, la movilización y la acción de
las organizaciones se dirigen a la reivindicación del primer tipo de derechos. Los otros
se ponen en juego en la interlocución con el Estado central. Ahora bien, el primer
tipo de derechos que se reivindican están en relación con una situación histórica de
pobreza, pero también por el empobrecimiento que se ha vivido después de la
victimización que, en un alto número de casos, trajo consigo el desplazamiento
forzado; por lo tanto se hace referencia a la lucha por una vida digna y a una visión
integral de derechos:

Así que buscamos la reivindicación de nuestros derechos, derecho a una vivienda digna, derecho
a una salud, si es desplazada ahorita medio se está viendo que los desplazados tienen derecho a
salud, pero eso no está claro. Entonces yo pienso que tiene que haber el sentido global: sería una
vivienda digna, poder regresar al campo, yo digo que para mí eso sería lo mejor... Entonces yo
digo que con eso uno restablece los derechos... (Oriente, E6)

No se trata todavía de la construcción de una ciudadanía plena de derechos ni


tampoco de un ejercicio de participación en condiciones de equidad. Es un paso
hacia la dignificación subjetiva, el sentirse persona, el saberse alguien que tiene voz y
merece respeto. Por lo tanto, puede decirse, y a manera de síntesis, que se hace
fundamental y necesario mantener esta línea procesual. Es decir, que las
organizaciones de víctimas puedan mantener su trabajo de memoria, sus procesos
organizativos y recibir los apoyos necesarios, el acompañamiento pertinente y la
formación indispensable.

“Nuestras acciones por lo menos permitieron que le pararan bolas a la ley de


víctimas”: Un logro de la movilización y la lucha colectiva por los derechos

Dentro de este proceso en términos de empoderamiento, fortalecimiento


organizativo e incidencia, se han dado pasos significativos que creo se están
evidenciando en este acápite: tanto al comparar los dos momentos del proceso (2009 y
2011), como al evidenciar la forma como se han ido juntando procesos locales y
regionales, conformando una red de organizaciones para incidir en la generación de
respuestas estatales de más clara envergadura:
468
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

...a mí me llamó mucho la atención el tema de la audiencia nacional: nosotros teníamos dos
objetivos, finalmente uno se cumplió y el otro no; pero creo que para nosotros se cumplió uno de
los más importantes. Porque nosotros teníamos el objetivo de que estuvieran las instituciones del
Estado, y para eso que estuviéramos todos como una agremiación de organizaciones importantes
en el país, finalmente el Estado, como siempre, estuvo en su mínima expresión, pero... el hecho
que pudiéramos encontrarnos organizaciones pensando y mirando en la misma línea de
movilización, de incidencia, de reclamo, de vamos a trabajar por algo, pero juntos todo un país:
eso también es muy importante. (Oriente, E20)

Así pues, estas acciones públicas de memoria son expresiones que han fortalecido la
cohesión social y los vínculos colectivos, creando una comunidad moral, una
comunidad narrativa que apunta hacia un destino común (Das, 2008, f, g). Este
fortalecimiento ha implicado, particularmente en el Oriente Antioqueño y Madres de
la Candelaria, un proceso de cohesión organizativa que ha generado una
retroalimentación positiva entre acciones de memoria y organización que ha llevado a
una construcción de formas de ciudadanía un poco más proactivas, que avanza
lentamente hacia una visión de derechos, aunque siga primando más una
participación pasiva, formal y edulcorada en los escenarios abiertos en la vida política
municipal.

Esta lógica, mirada desde las redes de víctimas y la participación de los y las líderes
en estos colectivos regionales, departamentales y nacionales ha significado una forma
de participación ciudadana que ha sido clave, para sacar adelante la ley 1448 de 2011,
denominada, ley de víctimas⁹⁴, puesto que en el proceso de esta ley se desarrollaron
acciones de incidencia, a través de una mesa departamental que en Antioquia, contó
con la participación activa de las organizaciones del Oriente Antioqueño
representadas en APROVIACI y de las Madres de la Candelaria:

...si no se hace lo que hacemos, si las víctimas no se hubieran parado, si las Madres de la
Candelaria no se hubieran parado alguna vez en la iglesia a gritar que los quieren “vivos, libres
y en paz”, no hubieran logrado muchas cosas de lo que han logrado; si las víctimas del oriente
antioqueño no hubiéramos hecho en su momento los plantones, las jornadas de la luz, hubieran
pasado invisibles... yo creo que eso es muy importante, visibilizar esa situación a través esas
acciones y de la movilización… se logra muy poquito sí, se ha logrado muy poquito, hay días que
se siente la desesperanza, pero al otro día amanece con más esperanza… Nosotros hemos hecho

94
Si bien esta ley puede tener serios vacíos en temas como la verdad y la justicia; tiene varios avances: en primer lugar
reconoce a las víctimas de Estado como tales, acepta la existencia de conflicto armado en Colombia, que el anterior
gobierno de Uribe (2002 – 2010) se negaba a admitir; tiene una visión amplia e integral de la reparación (el problema
estará en su aplicación) y finalmente hace un énfasis en la restitución de tierras
469
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

movilizaciones donde nos juntamos todos los municipios pa' impactar, finalmente, no pasamos
como tan desapercibidos, vamos ganando espacios, como el que ganamos con la ley de
víctimas⁹⁵ (Oriente, E20)

Y este logro se experimenta como fruto de la persistencia en acciones en las cuales


se ha dignificado a los seres queridos, se ha hecho memoria colectiva, se ha visibilizado
la realidad y se ha hecho una opción por formas de resistencia no violenta centradas en
hacer de la memoria un mensaje y un símbolo que impacte la sociedad y el Estado.
Pero esta incidencia y estos logros no ciegan a las organizaciones, por lo menos a
sus líderes, frente a los objetivos que se buscan. La ley de víctimas ha sido un paso,
pero la lucha por la verdad y la justicia es muy incipiente, puesto que tampoco la ley de
justicia y paz ha sido respuesta. Lo importante es que la memoria se ha convertido en
un vehículo para también fortalecer el movimiento de víctimas, de tal manera que,
aún con los logros obtenidos, se tenga conciencia que la lucha debe continuar:

...De todas maneras, yo no veo tan esperanzadora la cosa con lo de la ley de víctimas; para los
que solamente les importa el apoyo económico, de pronto sí. Pero para los que nos importan
otras cosas, fuera de eso... ¡no! Todos estos procesos que hemos venido sacando adelante, para mí
es más reparador que cualquier ayuda económica, porque una ayuda económica usted la coge y
eso es como la espuma, en cambio esto nos queda... (Oriente, E1)

Por esta razón todavía existe una sensación de duda que se sintetiza en la siguiente
afirmación:

…como le comenté ahora: incredulidad de parte del gobierno, rebeldía, porque el gobierno no
nos ha apoyado a nosotros en ninguna forma... (Oriente, E3). ¿Sabe que le dan a las víctimas
aquí en Colombia?... Paños de agua tibia para calmar el dolor y distraer... la mayoría de las
cosas que se dan en este país lo repito son paños de agua tibia... (Córdoba, E1)

Al final, pareciera que el Estado intenta responder a las víctimas en términos de


restitución de derechos, pero en la práctica, en lo local se experimenta como “ayudas
humanitarias”, lo cual, en muchos casos puede responder a las demandas de personas
de la base social de las organizaciones, para quienes la satisfacción de sus necesidades

95
...ya hay cosas que mostrar... por ejemplo esa ley de víctimas es un pequeño producto de lo que hemos hecho las
organizaciones... ya hemos logrado una ley de víctimas que agrupa mal contados 4 millones de personas, que es una
apuesta fundamental del Estado. Esa ley de víctimas no es producto de que un senador de buena o de mala gana, o
electoralmente haya utilizado eso; sino que eso ha sido conquista de las víctimas. La clase política se encuentra
distanciada del dolor de su pueblo, sin embargo las víctimas a fuerza de golpes nos hemos unido y hemos logrado esta
conquista política de sacar adelante esta ley... (Madres, E4)
470
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

inmediatas son fundamentales y prioritarias, por encima de otras luchas y búsquedas


que implican procesos de largo aliento.

Aunque haya formación y se cuente con la información sobre los propios derechos;
aunque, incluso algunas prácticas de participación ciudadana, las relaciones
tradicionales de poder, subordinación y la “naturalización” de las redes clientelares
como consustanciales a la política, siguen sin permitir una interlocución que interpele
estos poderes o se ubique ante ellos, en la práctica, como ciudadanos de derechos que
exigen su garantía y protección por parte del Estado,

E: ¿Cuáles son las obligaciones que el Estado tiene contigo?


MA: a mí me gustaría que tuvieran un poquito de compasión conmigo y me colaborarán en eso,
porque yo sé que han hecho muchas exhumaciones y la mía no ha llegado... pero en verdad yo no
sé qué obligaciones tenga el Estado conmigo. Porque a mí no me importa que me venga plata,
no, en ningún momento... (Oriente, E14)

Esto significa que una posición de exigibilidad y de ejercicio de una ciudadanía de


derechos aún está lejana en muchos de los y las participantes de la base social de las
organizaciones, lo que implica que se hace necesario trabajar mucho más en los
procesos que se vienen desarrollando. Las mismas relaciones de compadrazgo y de
patronazgo que se mantienen en la vida cotidiana de parte y parte, posibilitan que esta
instancia sea mirada como parte del paisaje cotidiano; no es el escenario de los
derechos, mas sí el de la transacción, la colaboración y la ayuda. Esto a la larga trae
rupturas en las mismas organizaciones, porque una lucha sobre un tema puede verse
fracturada cuando los actores de poder o el Estado local ofrecen algunas dádivas a
algunos de los miembros menos preparados o con mayores necesidades y se puede
afectar la unidad de la demanda que se realiza.

La organización, en estos casos, parece perder su relevancia, pierde la capacidad de


una interlocución colectiva que permita garantizar más derechos y acceder a una
acción más integral del Estado. Muchas personas se quedan con la “ayuda” y desde un
lugar de desesperanza aprendida y resignación histórica, marcada por el fatalismo y la
indolencia (Martín Baró, 1991) no logran ir un poco más allá, satisfacen su necesidad
inmediata y dejan de prestar su apoyo, asentimiento y participación activa a la
asociación, al colectivo.

471
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Tal como se ha desarrollado en esta investigación, a la hora de la verdad existe un


gran problema: el Estado, por un lado, con la ley 1448 promueve la reparación
integral, pero al final, en su aplicación en lo local, ésta se está concretando, por ahora,
en “ayudas”, cuyo más claro ejemplo es la indemnización; en este proceso,
desafortunadamente se está manteniendo a las víctimas en una condición, no de
ciudadanía, sino de subordinación. Se habla de proteger a las víctimas, pero por otro
lado los aparatos civil y militar del Estado parecen proteger más a quienes están detrás
de los victimarios materiales. Esta desconfianza tiene un piso real en la experiencia de
las mismas víctimas, puesto que se pudo experimentar, durante el gobierno anterior
(2002 – 2010) de una parte, el abuso de la fuerza y la alianza de algunos sectores de las
fuerzas militares con actores armados ilegales como los paramilitares, que se concretó
en su acción directa contra de la población civil a través de ejecuciones extrajudiciales
y desapariciones, en los, mal llamados, falsos positivos,

...porque, lo que es desafortunado es que uno le tiene miedo al mismo Estado, porque yo digo:
"¿quién me hizo venir a mí de A.?", Porque yo había vivido 20 años con los paramilitares,
aunque supuestamente fueron ellos los que me hicieron venir, yo estuve 20 años, iba la guerrilla,
iban los paramilitares y de ninguno había recibido amenazas; y llega al ejército, y es
precisamente, cuando el ejército está allá, que yo recibo la amenaza de los paramilitares. Es eso
lo que me hace perder la confianza en el ejército y en el Estado... (Oriente, E1)

Pareciera, en algunos casos, que la fuerza pública es un actor que genera violencia,
desplaza, viola los derechos humanos, con lo cual pareciera que se recibiera un doble
mensaje del Estado, que es permanente: por un lado se habla de reparación y
restitución de tierras; pero, por otro, se siguen protegiendo más los intereses del
capital, se siguen manteniendo privilegios para minorías y élites; y se siguen erigiendo
macro-proyectos que expropian de la tierra a los campesinos:

…en el Estado son descarados, piensan que pueden comprarnos, porque por un lado está
tratando de hacer una cosa, y por el otro está tratando de hacer otra, donde él tiene sus intereses.
Por un lado está sacando una ley de restitución de tierras y por el otro está diciendo que va a
hacer unas microcentrales, donde van a expropiar a mucha gente, donde se van aprovechar de
los recursos naturales que la gente tiene... (Oriente, E20)

Además de lo anterior, algunos de los participantes se preguntan por la manera


como el proyecto paramilitar ha permeado todas las estructuras de la sociedad y el
Estado ejerciendo un poder que en algunas regiones, como en Córdoba, domina todo
el plano de la vida social; y el Estado parece no ejercer como garante de los derechos de
472
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

la población, sino que pareciera estar al servicio de intereses particulares, según el


relato de esta participante:

...porque Córdoba es la pudrición más grande, porque acá están concentrados la mayoría de ellos
y aquí las autoridades viven con ellos y viven de ellos; y yo se lo puedo asegurar porque lo he
sacado por conclusión, aquí en este país el que menos cree uno es paraco... apoya a las
autodefensas, apoya las bandas criminales, apoya las bandideces de esta gente... Mire: jueces,
abogados, médicos, gente de los estratos más altos, diputados, con quien... con los bandidos...
Entonces ¡cómo se va a componer este país si las grandes instituciones no han podido! Porque
ellos viven de esos tipos, este país no se va a componer. (Córdoba, E5)

Por esta razón, la afirmación de algunos líderes de las organizaciones de víctimas es


clara: muchos sectores del establecimiento y del Estado no están interesados en la
memoria, les interesa el borrón y cuenta nueva, el perdón y olvido. De acuerdo con
Gaborit (2006a) la ideología del poder, busca des-objetivar y sobre-subjetivar el
discurso de las víctimas, con lo cual pretende desactivar el impacto social de sus
narraciones, de sus preguntas, de sus búsquedas; “esta ideología falsea, oculta e invierte
un orden de cosas y roles sociales de tal manera que se naturaliza lo que por su naturaleza es
enajenante” (p. 209):

...es que al Estado lo que más le gusta es que no se conozca la historia de la guerra,
supuestamente aquí no hay conflicto, y estamos en conflicto latente; entonces frente al
Estado graves. Nuestras acciones de memoria sólo han tenido el impacto en algunos
espacios del Estado, pero es muy difícil; de pronto en algunos que han venido acá y le
han mostrado interés... (Oriente, E13)

De allí que las organizaciones, los líderes y lideresas, participantes en esta


investigación afirmen que las acciones de memoria, su proceso organizativo y su
trabajo de incidencia política está dirigido para lograr que el Estado se haga
responsable. Mientras las personas de la base de los colectivos en las tres regiones,
esperan que por lo menos el Estado se comprometa con la reparación frente a los
daños y perjuicios que ha dejado la violencia en la vida de los y las sobrevivientes:

…muchas cosas... por una parte necesitamos que el Estado se haga responsable de lo
que pasó, porque la gente dice que no, pero el Estado sí tiene la responsabilidad, y el
Estado haciéndose responsable, cambian las cosas... (Oriente, E26). Que de todas
formas se dé la reparación, que al menos compensen ese daño moral que a uno le ha

473
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

quedado, porque le han hecho mucho daño moral a uno, es lo que yo espero, que el
gobierno cumpla con lo que ha dicho. (Córdoba, E1)

Esta distancia entre los líderes y las bases sociales puede estar a la base de las
limitaciones del movimiento en las tres regiones. Quizás, buena parte de la falla se
deba al modelo de intervención fundamentado en proyectos de ONG, financiados
por cooperación internacional, en los cuales, la metodología de formación y
multiplicación, hace que los conceptos queden claros en un nivel, mientras las bases
sociales, que no han tenido acceso directo a la información quedan con una idea muy
vaga de su condición de ciudadanos.

De otro lado, si desde este análisis se pueden percibir falencias y vacíos en la


construcción de una ciudadanía de derechos y en las formas de realizar el ejercicio
político, no se debe olvidar el contexto general en el que se han movido, el lugar desde
donde empezó su proceso de empoderamiento y las formas tradicionales del ejercicio
de la política (PNUD, 2003). Porque es en este contexto donde el resto de población,
muchas personas excluidas históricamente, en situaciones de pobreza y miseria, ven
en el proceso de víctimas una dinámica de reconstrucción de la propia vida y de la
dignidad que les lleva a una interlocución con los actores de poder a nivel local y
nacional, con una capacidad de gestionar, de movilizarse y de alcanzar un
reconocimiento, que en otros momentos no se había desarrollado.

…y entonces viendo que las comunidades se organizan, que hablan de lo que les pasó, que
luchan por los derechos y la gente va saliendo y va comenzando a contar lo que les pasó... mucha
gente no había denunciado y después de que surgió ASOVIDA y que se empezó a dar este
proceso y nos empezamos a organizar comenzaron a ir a denunciar. ¿Cómo no va a servir la
memoria? (Oriente, E13)

Si bien es un proceso de ciudadanía imperfecta, es un paso fundamental en sus


vidas, porque lograron salir del ostracismo, el anonimato y la postración a una acción
pública que les ha devuelto la esperanza, el sentido vital y, la reconstrucción de las
relaciones sociales. En una palabra, la dignidad, el poder sobre su propia vida y la
capacidad de interlocución con múltiples actores, incluyendo al Estado (Cfr. Villa et
al, 2007).

En síntesis, las organizaciones de víctimas han desarrollado un proceso de acción


pública de memoria colectiva que ha tenido un impacto significativo en las
474
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

comunidades locales, en la vida municipal y en las regiones estudiadas. Su propuesta y


su apuesta de reivindicar sus historias en el marco de una memoria incluyente, han
posibilitado la convocatoria de otros actores locales, además de despertar la
solidaridad de la comunidad. Cuando las relaciones se tejen en la vía horizontal de la
sociedad local, puede afirmarse que los relatos y narrativas comienzan a calar, a marcar
y dejar huella, incluso en algunos espacios colectivos de la vida municipal. Existe por
tanto un reconocimiento social y político.

Esta dinámica puede enmarcarse como un paso fundamental en el proceso de


fortalecimiento de la sociedad civil para resistir a la guerra, para transformar el
conflicto armado y generar escenarios de paz en Colombia, tal como lo afirma Mary
Kaldor (2005) para el nivel global. De esta forma una jornada de la luz, un salón de la
memoria, una Eucaristía por las víctimas, un performance, una obra de teatro, una
danza, un momento de silencio dejan de ser una expresión ética y estética para
convertirse en una expresión política, una forma alternativa de hacer política, que a su
vez proporciona fuerzas, sentidos de pertenencia, cohesión y empoderamiento que
construyen y fortalecen una organización social de base, para realizar incidencia, ya en
el sentido más convencional de la palabra:

…¿Para qué esa organización, para qué estamos organizadas? ¡Para reclamar nuestros derechos!
Lo hemos hecho con las jornadas de la Luz, con el mural, el mural es una cosa muy
representativa… (Oriente, E7)

Este es el camino elegido por estas organizaciones de víctimas, por lo menos por sus
líderes, que están a la cabeza de las asociaciones y de la movilización de memoria. En
ese proceso están en la búsqueda del empoderamiento, la formación, la cohesión
suficiente, la persistencia necesaria para ir superando las distancias con las personas de
la base social y las rupturas que se generan cuando la gente se conforma con la “ayuda”
económica que da el Estado como reparación administrativa o indemnización. Sin
embargo, el proceso es lento, porque ir interiorizando una ciudadanía de derechos en
sus relaciones con el Estado local, luego de siglos de relaciones clientelares,
paternalistas y de cacicazgos, no se logra en unos cuantos años de proceso:

...lo que pasa es que yo considero que todo es un proceso de lo uno y lo otro es una combinación,
entonces tendrá que haber los rituales, tendrá que haber los procesos de memoria, tendrá que
haber el apoyo psicosocial, pero también tendrá que haber como organización trabajando otros
temas; yo me di cuenta después, que también tiene que ver también lo económico, cuando eso ni
siquiera está mínimamente resuelto también es muy complicado. Es un conjunto de muchas
475
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

cosas, pero que tiene que ser muy integral el tema. Es muy importante podernos convertir en
sujetos que seamos reconocidos, dentro del municipio, por una administración municipal, para
las víctimas eso es muy importante. (Oriente, E20).

Discusión y conclusiones

Después de hacer este largo recorrido puede llegarse a un punto de arribo y a unas
conclusiones generales. En primer lugar es necesario afirmar que la memoria
colectiva, la memoria convertida en relato y acción pública juega un papel
fundamental en la transformación subjetiva de las personas que hacen parte de estos
procesos (tanto en la dimensión emocional, como en la cognitiva y comportamental),
especialmente en el largo plazo y cuando se enmarca dentro de procesos de
movilización y organización social de amplio alcance y que permanecen en el tiempo.

También puede aceptarse que esta forma de construcción de la memoria


contribuye de manera clara y decidida al fortalecimiento de la cohesión social de un
colectivo y de una sociedad particular, puesto que favorece la solidaridad, la
generación de vínculos, el compartir social, el compartir emocional y el
restablecimiento de la confianza; en un marco relacional de esta naturaleza los sujetos
se ven a sí mismos con mayores posibilidades de interactuar y participar, tanto en el
nivel social, como en el político, con lo cual se favorece la construcción de ciudadanía.
Ahora bien, en la mayoría de los y las participantes, esta ciudadanía está en un proceso
incipiente y no se logra apropiar de una subjetividad de derechos, sin embargo, se hace
evidente el proceso de construcción que ha partido desde lugares de postración,
aislamiento y anomia, hacia lugares de mayor participación, aprendizaje de derechos y
reivindicación de algunos de ellos, en un contexto adverso de control social, político,
económico y armado de algunos actores de poder, básicamente vinculados al proyecto
paramilitar en el país. Por lo que en este contexto en particular, la lucha por la verdad,
la justicia y la reparación, sigue siendo incipiente, aunque los procesos de memoria
hayan promovido más y mejores formas de afrontamiento y resistencia.

Este papel de la memoria colectiva no se juega en una relación lineal y causal. No


se puede abordar la concepción simplista en la que se establece la relación lineal entre
memoria, testimonio o verdad y recuperación emocional⁹⁶, puesto que esta

96
Hamber, Nagen & O'Malley, 2000; Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa, 2000; Haber & Wilson, 2002; Hamber, 2008;
Gibson, 2004; Kaminer, Stein, Mbanga & Zungu-Dirway, 2001; Picker, 2006; entre otros
476
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

simplicidad lleva a una visión recortada de la realidad y le quita la fuerza y el impacto a


la acción de memoria y a la búsqueda de la verdad. Es necesaria una visión compleja
en la que el apoyo psicosocial, a través del apoyo mutuo y la rehabilitación desde abajo
favorezca la memoria colectiva y la organización de víctimas, acompañándose, además
de un proceso de formación y empoderamiento para la acción social y política. Este
enfoque psicosocial reconoce la subjetividad en ese lugar bisagra entre lo individual y
lo colectivo, entre lo personal y lo social, y fundamenta la visión del ser humano en
una perspectiva sistémica y en continua construcción a partir de la interacción social,
la interacción del sujeto con sus sistemas circundantes.

Por esta razón se abre a una perspectiva de reivindicación de los derechos a partir de
una mirada que posibilite la construcción de ciudadanía plena de derechos. Todo este
proceso, en el que la construcción de memorias individuales, grupales y colectivas
ocupan el centro de la acción, en una continua interacción que favorece la
recuperación de la dignidad de las víctimas, la recuperación emocional y la
reconstrucción del tejido social, tal como se ha planteado a lo largo de este capítulo,
con apoyo de los anteriores. Todo este proceso puede verse reflejado en el siguiente
esquema

477
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Figura 10. Papel de la acción de memoria colectiva en la transformación subjetiva de


las víctimas

Acción pública de memoria/ Organización


Memoria memoria colectiva de víctimas/
compartida y fortalecimiento
apoyo mutuo de la sociedad
Transformación y civil
reconstrucción
Subjetiva (Nivel individual)

Dimensión Dimensión Dimensión


emocional: cognitiva: comportamental:

·Elaboración ·Resignificación ·Hablar con otros


del duelo. positiva de la y de los hechos
·Transformación de experiencia ·Salir del
las emociones ·Crecimiento aislamiento
negativas. postraumático ·Tejer nuevas
Capacidad relaciones
de reflexión ·Actuar sobre
la realidad.

Afrontamiento y resistencia:
Cohesión social Estrategias directas, de comunicación, Participación e
y Solidaridad actividad y resignificación integración social
(Nivel Social / Comunitario)

Empoderamiento
Reconstrucción Construcción de ciudadanía y recuperación
del tejido social plena de derechos de la dignidad
(Nivel político) de las víctimas

478
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Discusión sobre la ciudadanía de derechos y la ciudadanía participativa

Precisamente en la discusión en torno a este tema, y en relación con los procesos de


las organizaciones de víctimas y su construcción de ciudadanía, pueden esbozarse dos
hipótesis: con la primera puede afirmarse que los y las participantes, en su gran
mayoría, conocen los derechos de forma teórica. Porque se han trabajado en la
formación, porque saben con conciencia que ésta es una aspiración legítima que
pueden nombrar, un anhelo por el que luchan y una meta a la que se tiende; en la
praxis cotidiana y en las narrativas de relación frente al Estado; sin embargo, en
muchos casos la relación no es en términos de derecho, sino de dádivas y beneficios:
relaciones de subordinación, de aceptación de esa realidad, y en algunos casos, hasta
de compadrazgo.

La investigación ha permitido encontrar un escenario, donde o bien, no se


construye ciudadanía y las víctimas, especialmente las de la base social, a pesar de sus
organizaciones y la formación recibida, no logran un empoderamiento para ejercerla;
o bien hay un ejercicio de la ciudadanía desde un modelo “participativo” donde se
“negocia” con la autoridad estatal a la espera del cumplimiento de promesas y planes;
los cuales, al final no se garantizan como compromisos, sino como favores. Así pues,
la práctica participativa se inserta en una dinámica histórica y cultural anterior, se
yuxtapone y no la transforma, porque por un lado los gobernantes locales, los caciques
y las élites municipales la emplean como un medio para legitimarse y mantener unas
prácticas formales de participación ciudadana que maquillan el real ejercicio del
poder. Pero por otro lado, la población, y en este caso las víctimas, asumen que su
ejercicio es realmente participativo, porque ven que tienen espacios para expresarse,
exponer sus puntos de vista, sus agendas, y esto en el pasado ni siquiera se tenía.

Esto se complementa con la segunda hipótesis: las relaciones, por lo menos, con el
Estado local se viven dentro de una praxis histórica naturalizada en el marco del
clientelismo, la dádiva de beneficios, la relación de subordinación. Por lo tanto, el
escenario local no es un escenario de derechos. Es como si el Estado local no fuera
Estado, sino una forma de “gobierno” naturalizada, una relación de poder asimilada
en la vida cotidiana, tradicional, donde cada uno tiene su lugar y lo sabe respetar.
Mientras que el Estado es el central, y a ése sí se le reclaman los derechos, sí se
construye con éste una relación de ciudadanía formal, de reivindicación. Lo
paradójico es que los funcionarios de la administración municipal (entrevistados en
2009) son los principales portadores de esta dicotomía: por un lado dan por supuestas
479
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

las relaciones de “colaboración” y “ayuda” del Estado Local, con el cual las
organizaciones de víctimas deben tener una buena relación, además de estar
permanentemente “invitándolo”, “teniéndolo en cuenta”, “haciéndole partícipe”,
mientras que quien debe responder por los derechos de las víctimas es el Estado
Central⁹⁷.

Estas dos formas de relación con el Estado en la configuración de una ciudadanía


de derechos y en la dicotomía que se analiza de un acercamiento de las organizaciones
de víctimas a este espacio recogen de una forma clara y patente la reflexión de
González et al. (2003) y otros autores sobre la forma en que se han construido las
relaciones entre las regiones y el Estado central. Además de evidenciar la forma
histórica de un ejercicio del poder de facto en las regiones, donde la ciudadanía de
derechos no tiene lugar, donde las relaciones de subordinación y la mirada de un
Estado “benefactor”, “bienhechor”, “paternal”, manejado o gobernado por una figura
de padre (el cacique o su representante, o incluso un alcalde de un movimiento
ciudadano), perpetúa estructuras autoritarias, no democráticas que impiden la
realización de una ciudadanía activa, transformadora y en perspectiva de derechos.
Este panorama implica un trabajo de formación y educación en la ciudadanía que
vaya más allá de los contenidos, porque se han impartido por doquier a lo ancho y
largo de la región del Oriente Antioqueño, en particular, y del país, en general; sino
que toque realmente la vida cotidiana de la gente y las relaciones fácticas de poder.

Ahora bien, en los relatos de vida que recogían las trayectorias vitales de los y las
participantes, en el caso del Oriente Antioqueño, pudo observarse una evolución, que
no es espectacular, pero que sí es significativa, tanto en los líderes, que cada vez más se
mueven en términos de ciudadanía de derechos, con el fin de reivindicarlos, y en una
incidencia política más marcada por una posición desde el poder ciudadano; y en las
bases hacia una comprensión un poco más profunda de su condición de sujetos de
derechos. Aun así se reconoce la insuficiencia de estos avances, especialmente cuando
se trata de la búsqueda de la justicia; pero no puede dejar de verse y analizarse el punto
inicial desde donde parten estos ciudadanos y ciudadanas: desde el lugar de no-
participación (ni social ni política), de no-ciudadanía, hasta una posición donde
empiezan a ser conscientes de su dignidad, son capaces de asumir una expresión
pública de sus relatos e historias, e incluso de sus demandas elementales, aunque
también de sus derechos (aún con las carencias en su comprensión y apropiación).

97
Lógica que podría revertirse si se logra hacer un mejor ejercicio en la aplicación de la ley 1448 de 2001 (ley de víctimas).
480
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Para Barahona de Brito et. Al. (2002) si no existe una sociedad civil fuerte que haga
contrapeso y una sólida tradición democrática, el proceso democrático puede quedar
en el papel sin mejorar la vida de la gente. Se puede llegar a procesos de democracia
delegativa, más que representativa, donde la gente se desentiende de su labor
ciudadana. Pero también a prácticas de clientelismo o particularismo donde están
implicados el nepotismo, la corrupción y también dificultades para la rendición de
cuentas. Además se da una disolución de las fronteras entre lo público y las esferas
privadas. Esto implicaría que existe una falta de control que posibilita las prácticas
autoritarias, es decir, una forma de política que favorece a los poderosos y sigue
limitando los derechos: el no estado de derecho”.

En este proceso, la voz de las víctimas queda prácticamente excluida y se producen


procesos donde el estado de cosas cambia muy poco y sigue beneficiando a las mismas
élites. Es decir, los esfuerzos de las comunidades podrían quedar en el limbo. Este es
quizás uno de los escenarios en que se sigue moviendo Colombia con el gobierno de
Juan Manuel Santos. Frente al cual es necesario seguir trabajando con las
organizaciones para la construcción de una ciudadanía de derechos.

Esto plantea un dilema importante, en perspectiva de cooperación internacional al


desarrollo y las acciones que el Estado está tratando de implementar en el marco de la
ley 1448. Puesto que la lógica de proyectos que permea la racionalidad de la
cooperación y del Estado, implica acciones concretas que en muchos casos no logran
permear imaginarios colectivos de fuerte raigambre cultural y social, que para ser
transformados necesitan tiempo, presencia, acompañamiento permanente y
resultados a muy largo plazo. Esto entra en contravía con la lógica de resultados en
plazos breves. De allí que se haga necesario revisar algunos de los principios de esta
racionalidad tecnocrática y burocrática, más centrada en la consecución de logros
numéricos, cuantificables, heredados de las ciencias exactas y de la lógica
economicista, que no permiten una mirada procesual y a largo plazo, dentro de
dinámicas sociales complejas que implican intervenciones mucho más largas.

En el caso de los escenarios analizados, el proceso que se lleva desarrollando por


ocho años, aún no logra de manera plena, construir una ciudadanía de derechos ni
participativa consolidada, donde los y las participantes puedan sentir que su relación
con el Estado se da en el marco de derechos y deberes, y se mantienen relaciones de
paternalismo, clientelismo, tutelaje y subordinación. Aunque como se ha visto en el
presente capítulo se han dado y se siguen dando avances significativos.
481
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

¿Cuánto tiempo se requiere para transformar mentalidades colectivas, para generar


otro tipo de conciencia ciudadana? ¿Qué otros elementos requiere la intervención,
puesto que se trabaja con personas de muy bajo nivel educativo, víctima de
exclusiones estructurales? Son preguntas que quedan abiertas en este trabajo. De allí
que la propuesta de Barahona de Brito, et. al. (2002) y otros autores de fomentar la
participación ciudadana efectiva para tener una mayor conciencia de derechos y
ahondar en la democracia, y los procesos de empoderamiento de las víctimas a través
de la memoria compartida, la memoria colectiva y la memoria histórica, tal como se
documenta en este capítulo, pasan también por una conciencia de parte de las
organizaciones que desarrollan este trabajo, de la cooperación internacional y del
mismo Estado, de los tiempos que se requieren y de una lógica que rompa con el
modelo tecnocrático actual.

Por esta razón, y haciendo eco a los relatos de los y las participantes en este tema,
¿sería probable cambiar ese modelo tecnocrático, centrado en el marco lógico, la razón
instrumental y el logro de resultados a corto plazo, y propiciar la generación de
modelos más centrados en lógicas de acompañamiento y empoderamiento de
comunidades para transformaciones sociales reales? ¿O quizás esta lógica tecnocrática
no sea más que una parte del complejo liberal del que habla Duffield (2004) que se
mueve en esa lógica de mercado y por lo tanto, no tiene la apertura para procesos que
impliquen transformaciones y empoderamiento de las comunidades que puedan
redundar en soberanía de las mismas frente al mercado? ¿Será por eso que al final, el
centro sobre el cual giran las miradas desarrollistas es de corte económico?

Finalmente, ¿De qué manera una lógica de resultados puede entrar en diálogo con
una dinámica como la planteada en estos procesos, si una acción militar contra las
organizaciones de víctimas puede echar al traste lo que se ha alcanzado hasta ahora, tal
como da cuenta esta investigación? Son todas preguntas que no cabe responder en
este espacio, y que pueden ser útiles para pensar formas de relación y de trabajo que
superen el desarrollismo, desde una mentalidad liberal y vayan mucho más allá, en
una perspectiva de derechos, construcción de ciudadanía y fortalecimiento de la
sociedad civil.

482
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

El testimonio como una acción de resistencia y justicia anamnética

Si una de las preguntas centrales de esta investigación estriba en el papel de la


memoria colectiva en la recuperación de la dignidad de las víctimas, es a través de estos
procesos de afrontamiento directo, donde los sujetos empiezan a recuperar su
dignidad, su autoestima y la valoración de sí mismos. Se sienten “alguien”, se sienten
portadores de un marco ético que confronta la lógica de la violencia, el terror y la
exclusión. En pleno acuerdo con Levi (1988/2008), Semprún (1995/2007) y otros
testigos⁹⁸ puede afirmarse que lo que no se puede conceder es que se le quite al
testimonio, a la conmemoración y la retórica, el valor social, político, ético y educativo
que necesariamente tienen, trayendo nuevas significaciones a la sociedad. Entre otras
cosas porque son una manera expedita para luchar contra la mentira construida y
creída por los mismos victimarios que, en su afán de justificación, les lleva a auto
absolverse con múltiples pretextos.

Precisamente el testimonio es el que rompe esta lógica y permite refutar las


negaciones, las revisiones, las matizaciones, las justificaciones. Porque además, en
muchos casos negar los hechos es imposible, pero sí se pueden intentar
“contextualizar”, es decir, “justificar”; y es aquí donde los revisionistas juegan un papel
ante la sociedad. Así pues, la memoria y el testimonio de las víctimas es la que permite
afrontar estas lógicas de los perpetradores.

Cuando una persona da un testimonio tiene dos niveles: una aserción de la realidad
que puede ser más o menos correspondiente con los hechos. En este caso el
testimonio se hace objeto de la historia o del proceso judicial. Pero también tiene esa
dimensión declarativa que convoca al otro, esto implica una autodesignación del
sujeto que narra, que dice: “yo estaba allí… soy testigo”. Esto implica una impronta
afectiva y una ubicación del hecho dentro de la historia de la persona, pero
convocando a otro que escucha, en una dimensión dialógica… Si se atesta, es porque
se dice a alguien. Por lo tanto, pide ser creído: “¡Créanme!”… Es el imperativo de
quien testimonia, y el otro “cree”, es decir: “a-credita” la historia. Así pues, el
testimonio entronca con la promesa, no es una afirmación sobre la realidad, es una
afirmación sobre el sí mismo, su estructura implica al que escucha, sea éste un
terapeuta, un grupo de apoyo o toda la sociedad; lo cual implica un vínculo de

98
Levi, 1962/2008; Kérsetz, 2001; Búber Newman, 1958/2005; Grossman 1964/2008; Cohen, 2006
483
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

confianza que abre un espacio intersubjetivo que permite el sentimiento de existir con
otros, base del vínculo social (Cfr. Ricoeur, 2003).

Ahora bien, el testimonio puede tener varios usos: este nivel declarativo de la vida
cotidiana, que es el básico y fundamental; pero también el del archivo, el de dejar un
rastro, una huella, el uso judicial con miras a una verdad jurídica y el artificio retórico
que se traduce en arte, novela o performance. Pero en todos los casos pide la
“credibilidad”, la “acreditación”, es un acto ético (Reyes Mate, 2003, 2008), y su
escucha implica también una acción ética, como se había anotado anteriormente para
el dolor (Das, 2008g, 2008h).

En síntesis, la acción de memoria, de las víctimas en el oriente Antioqueño, en


Córdoba y las Madres de la Candelaria ha implicado tres procesos. “Reminding”: Se
refiere a acciones que se hacen para no olvidar. Se refiere a fotos, recibos, tarjetas,
telones; pero también a dejar huellas y marcas en el territorio. “Reminiscing”: Que
implica evocar el pasado con otros, mediante la palabra y la conversación, mediante el
testimonio que implica la acción pública. En este sentido se hace referencia a la acción
declarativa. Y finalmente el “Recognizing” que implica a la sociedad para que se dé
una “sanción” social de los hechos, el reconocimiento y aceptación de los mismos y se
dé lugar al cuestionamiento ético, moral, político y jurídico que compela a la
reparación y la justicia. Este proceso en tres dimensiones es el camino que trae el
pasado ausente y devela lo que puede estar sujeto a olvido. Por tanto es la evidencia de
una lucha que en definitiva apunta al fin de la violencia y a la superación de la
impunidad (Cfr. Ricoeur, 2003).

Este proceso genera dinámicas de identificación muy fuertes en varios sectores de


la sociedad. Puesto que si la historia se cuenta, se escribe, se publica, se investiga, se
enmarca y se construye desde un lugar de verdad como poder, como demostración,
otras versiones comienzan a convertirse en “sub/versiones” de la versión oficial y por
tanto, pueden ser condenadas, atacadas, perseguidas y, en último término, destruidas.
Y, efectivamente, se califican como “subversivas” puesto que entran a disputar un
orden establecido, un status quo, unas formas de vida, unas relaciones sociales y
políticas y unas estructuras que tendrían que moverse de su lugar para dar cabida a
estas “sub/versiones” (Cfr. Martín-Baró, 1983, 1990b, 1991b; Gaborit, 2006a,
2006b, 2008) que como la palabra lo indica: desde abajo conmueven cimientos y
construyen otros referentes tanto para la construcción de las identidades, como para la
generación de nuevas formas de relación y estructuración social.
484
Efectos y procesos psicosociales alrederor de la acción pública de memoria y la memoria colectiva

Las víctimas son las portadoras del horror que unos y otros cometieron y no
quieren ver ni aceptar y que se legitima con eufemismos como: “guerra contra el
terrorismo” “cruzada por la justicia” “salvación nacional” “liberación nacional” “lucha
contra la hecatombe” “autodefensa campesina”, y un largo etcétera. Las víctimas
traen consigo el dolor, el suyo propio, pero también el de la incapacidad de la sociedad
colombiana para construirse en un marco de paz, justicia y equidad. Es una voz
incómoda que remueve, incluso las culpas; pero cuesta ir más allá, mirar al fondo, las
estructuras, los procesos sociales, políticos e históricos que les han sumergido en su
calvario, al ser tratados y tratadas como ciudadanos de segunda categoría.

Esa voz, atrae el vértigo del propio silencio, de la indiferencia y las complicidades,
despierta del sueño de “bienestar” o “malestar tranquilo” en el que aparentemente se
vive en Colombia, obliga a pensar, a sentir y a actuar. Esto implica que se rompe el
espejo en el cual una sociedad se mira, que divide a los buenos de los malos, que tiene
identificado al mal y lo extermina. Sus voces incomodan, perturban y subvierten este
escenario que desmiente las otras versiones de la realidad en las que se instala una
sociedad que de forma in-dolente cierra los ojos para no ver las continuas violaciones a
los derechos humanos, al DIH, los crímenes de guerra y de lesa humanidad que se han
cometido en el territorio; y no sólo eso, que se siguen cometiendo diariamente.

Por lo tanto, el hecho de carecer de acciones judiciales concretas de carácter


colectivo, el hecho de no haber llevado, todavía, este proceso al marco de la lucha
jurídica, no implica que no haya una resistencia y una posibilidad de enunciación.
Algunos dirán que despolitizada, si se mira desde el horizonte de los movimientos
sociales de izquierda tradicionales. Otros dirán que en un marco político diferente,
donde el dolor y el sufrimiento se politizan; donde el discurso cotidiano se carga de
sentidos, y donde la voz de quienes estaban en el anonimato, antes y durante los
hechos de violencia, sale a la palestra pública con otros discursos, que portando un
sentido ético-político diferente y sintiéndose aún en una etapa del camino, han
logrado un impacto importante, por lo menos en el nivel local y regional, realizando
una acción de justicia anamnética (Cfr. Reyes Mate, 2003, 2008).

485
8
DISCUSIÓN FINAL Y CONCLUSIONES

La presente investigación me ha permitido acercarme a los objetivos planteados en


el proyecto inicial y responder a la pregunta fundamental de esta tesis: ¿Pueden las
acciones de memoria producir efectos en la transformación subjetiva de las víctimas
(recuperación emocional), en la recuperación de la dignidad de éstas, en su
empoderamiento y en la reconstrucción del tejido social?

La respuesta, después del análisis realizado parece ser afirmativa. En la


investigación se examinan las condiciones que hacen de estos procesos de memoria
(compartida y colectiva; de acción pública de memoria y de expresión social de la
memoria), procesos que contribuyen a la recuperación y transformación del rol social
de las víctimas.

Además de ello, la investigación ha permitido afirmar que: las acciones de memoria


son expresiones públicas que ponen en evidencia una realidad que se niega desde la
historia oficial y suponen un nuevo espacio social para las víctimas. Implican la
afirmación y denuncia de hechos que se desconocen, se niegan o se justifican
culpando a las víctimas, con lo cual estas acciones implican la afirmación de una
identidad y la manifestación de resistencias frente al poder político, económico y
armado; por lo que se traducen en acciones de empoderamiento que facilitan la
recuperación emocional, la cohesión social, la reivindicación de los derechos y la
construcción de una ciudadanía activa. En ese sentido, las acciones de memoria
contribuyen al paso de una identidad de víctimas, centrada en el impacto de los
hechos sufridos, a una de ciudadanos y ciudadanas que reivindican sus derechos y el
valor de la memoria para ellos y la sociedad.

Ahora bien, todo esto permite declarar de forma taxativa que no se trata de una
relación lineal ni causal. Es decir, que la memoria es condición necesaria, pero no
condición suficiente para que se generen las transformaciones planteadas. Que haya
una memoria colectiva centrada en la experiencia de las víctimas no conduce
necesariamente a la recuperación emocional, a la transformación subjetiva, al
empoderamiento, a la reconstrucción del tejido social, la reivindicación de derechos y
489
Discusión final y conclusiones

la construcción de ciudadanía democrática. Hay circunstancias y contextos en los que


esto no operaría, como en el caso de acciones de memoria sin un marco de apoyo
psicosocial; cuando la memoria es utilizada para justificar y promover conflictos
intratables, o cuando se trata de acciones puntuales que no responden a un proceso
más amplio que implique la lucha de un colectivo en la reivindicación de sus derechos.

Así, en la relación entre memoria, reconstrucción subjetiva y del tejido social


existen procesos complejos, dinámicas contextuales y factores correlativos
involucrados que también se convierten en determinantes. Más que un marco de
explicación causal, es necesario que se establezca un marco de comprensión e
interpretación que posibilite una mirada amplia y compleja que permite mantener la
respuesta afirmativa a la pregunta inicial.

En el caso de la presente investigación, se ha evidenciado un interjuego


permanente y una interacción continua entre diferentes aspectos y acciones que se han
entrelazado con dinámicas grupales y colectivas de memoria; que han contribuido y
aportado a los procesos de transformación documentados a lo largo de la
investigación: un proyecto de actuación psicosocial (en Oriente Antioqueño y sur de
Córdoba), enmarcado en las dinámicas de las mismas comunidades, a través de
promotoras y promotores psicosociales, con grupos de apoyo mutuo, que fueron el
escenario principal para la memoria compartida, la producción de testimonios y la
recuperación de la propia historia. Una dinámica de movilización colectiva que
implicó la puesta en escena, de forma performativa, de las memorias individuales y
colectivas en el terreno de lo público, que se fue fortaleciendo a través de diversas
manifestaciones y expresiones, que implicó la enunciación hacia la sociedad y la
búsqueda del reconocimiento social y la visibilización ante el Estado. Lo que a su vez
entró en un proceso de retroalimentación positiva (por lo menos en Oriente
Antioqueño y Madres de la Candelaria) con las dinámicas organizativas que
posibilitaron la potenciación y el fortalecimiento colectivo de las personas afectadas,
impulsando la incidencia política y fortaleciendo las acciones públicas de memoria.
Esto comenzó a generar acciones incipientes de memoria documental y de búsqueda
de verdad, justicia y reparación.

Ahora bien, toda esta dinámica compleja implica la pregunta por las condiciones
suficientes y necesarias para que la acción de memoria (compartida y pública) conlleve
transformaciones relevantes de los sujetos individuales y colectivos. Cuando el
análisis se centra en el sujeto colectivo, tal como se realizó en el capítulo 5, se pueden
490
Discusión final y conclusiones

observar matices y puntos de mirada que requieren un análisis sobre quiénes


(agentes), cuándo, cómo (marco contextual) y por qué (motivos, intereses y
propósitos) se hace memoria. Esta discusión ofrece algunas respuestas a las
preguntas iniciales.

¿Quiénes hacen memoria? Cuando la memoria es construida por las víctimas,


cuando ellos y ellas son sujetos protagónicos de su proceso, cuando sus narrativas y
testimonios son reconocidos, cuando sus acciones son las que emergen al escenario
público; habrá más y mejores posibilidades de lograr las transformaciones
individuales y colectivas planteadas. Por el contrario, cuando las memorias son
diseñadas, producidas, gestionadas y llevadas a lo público por actores externos (ONG,
artistas, profesionales, actores del Estado u otros agentes sociales) se tendrán menores
posibilidades de potenciar la fuerza transformadora de la memoria colectiva, puesto
que responde a dinámicas, visiones, marcos conceptuales y contextuales diferentes a
los de la gente, donde ésta no se siente involucrada o a lo sumo participa como
convidada y no como actores protagónicos. Finalmente, cuando prima la
construcción de memorias e historias oficiales que contradicen, niegan, ocultan y
estigmatizan las versiones de las víctimas, este tipo de memorias pueden ser
revictimizantes y en ningún caso posibilitan las transformaciones señaladas.

En relación con el cómo y el cuándo de la memoria, en un contexto como el del


conflicto colombiano; si la memoria se hace de forma partidista, literal y excluyente,
puede exacerbar emociones negativas como la rabia y el deseo de venganza. De otro
lado implica la cristalización de memorias intragrupales que no posibilitan el diálogo
con otras versiones y marcos de comprensión, o una identidad centrada
exclusivamente en la propia victimización. De allí la importancia de las memorias
incluyentes desarrolladas en los tres contextos socioculturales estudiados.

En el capítulo 5 se profundizó sobre este punto y se pudo concluir que es


importante la producción de este tipo de memorias ejemplares, porque tienen mejores
posibilidades de mostrar un camino hacia la reconstrucción del tejido social, la
recuperación de la dignidad, superar la condición de víctima, transformar los
estigmas, cuestionar los modelos polarizantes, tejer lugares de encuentro, redes para el
apoyo, y centrarse más en la construcción de un territorio colectivo. Desde un punto
de vista macrosocial, estas memorias transformadoras contribuyen a un necesario
debate democrático que permita una memoria incluyente que contribuya a la
despolarización de los conflictos, su transformación con una revalorización de la
491
Discusión final y conclusiones

cultura de respeto a los derechos humanos; así como su contribución a la prevención


de la violencia en el futuro.

En relación con el porqué de la memoria, se observó que en los tres niveles de


incidencia, había motivos, intereses y propósitos que se iban relacionando y
englobando de forma sistémica los unos con los otros, de tal manera que a cada nivel se
incluían los anteriores: en el personal/comunitario, se buscaba la dignificación de las
víctimas y sobrevivientes, limpiando su nombre y recuperando su historia de vida. En
términos de la incidencia social se buscaba el reconocimiento público de los hechos y
la solidaridad del colectivo local y de la sociedad en relación con los hechos acaecidos,
de tal manera que se pudiera reconocer la injusticia de la violencia, como una sanción
social, una justicia anamnética, que designa y señala el lugar de lo que no debe volverse
a repetir. Finalmente, en términos de incidencia política se busca el reconocimiento
de unos derechos y la acción del Estado como protector y garante de los mismos.

En este proceso, que implica una construcción de ciudadanía activa, como sujetos
de derechos, se observaron falencias, contradicciones y dificultades en los diversos
contextos y entre líderes y personas de la base de las organizaciones, sin desconocer
que este horizonte alimenta la acción pública de memoria de los colectivos de
víctimas: quedó claro en la investigación que mientras los líderes han construido una
relación con el Estado desde la ciudadanía y la reivindicación de sus derechos, los y las
participantes de la base social de los colectivos analizados, aunque comprenden
cognitivamente sus derechos, no han incorporado un lugar de ciudadanía, sino que
siguen acercándose al Estado, tanto local, como nacional, desde un lugar de
subordinación, petición de ayuda y legitimación de poderes establecidos por la vía del
clientelismo y el caciquismo. En el Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria
este lugar pareciera superarse por una visión de la ciudadanía que he llamado
“participativa”, que termina implicando la presencia de estos actores en escenarios
públicos y de negociación con el Estado para satisfacer sus necesidades y demandas,
pero donde en realidad se legitiman los poderes tradicionales y las víctimas ocupan un
lugar subordinado que implica el recibir dádivas y ayudas; pero no la satisfacción
plena de sus derechos.

492
Discusión final y conclusiones

Transformaciones subjetivas

En términos del sujeto individual, es decir, de la experiencia personal de los y las


participantes en las entrevistas en profundidad y en sus relatos de vida, se señalan
algunos de los aspectos nodales de sus procesos de transformación subjetiva,
recuperación de su dignidad, construcción de ciudadanía. Hay que tener en cuenta
que no se da siempre una exacta ni necesariamente función lineal o cronológica entre
los tres momentos, dado que hay personas que primero participaron de las marchas y
acciones públicas o de la organización, y luego hicieron el proceso de apoyo mutuo y
memoria compartida; de todas maneras hay una dinámica de retroalimentación
positiva entre ambos “momentos” como un marco de experiencia conjunto en el que
un nivel se alimenta con el otro y viceversa, y donde de forma compleja el apoyo
mutuo es llevado al marco organizativo, a la incidencia política y a la acción pública.

De una y otra manera, el grupo de apoyo mutuo tiene una dimensión sociopolítica
implícita que pretende la potenciación de los sujetos en términos de participación,
ciudadanía y cohesión social. Hay que tener en cuenta que, en los contextos de
violencia colectiva o guerra, no existen espacios sociales de reconstrucción, dado que
hablar o reunirse es peligroso y el tejido social se convierte en parte del objetivo militar
por parte de diferentes actores armados, lo que da a estas experiencias microsociales un
valor no solo de apoyo mutuo centrado en las relaciones sociales al interior del grupo,
sino también, en función de su maduración, una proyección hacia la acción individual
o colectiva transformadora.

Los cambios observados en términos de la transformación subjetiva, es decir, las


implicaciones concretas que se han vivido como cambios a partir de acciones de
memoria compartida en el grupo de apoyo (GAM) y en las acciones públicas de
memoria son las siguientes: antes del proceso a nivel emocional, las personas
participantes manifestaron por largos períodos de tiempo: el dolor, la tristeza, la rabia,
el miedo, los pensamientos permanentes, la culpa, los deseos de venganza, el
aislamiento, el silencio obligatorio, entre otras, fueron vivencias subjetivas que se
instalaron por varios años en la vida cotidiana de las víctimas sobrevivientes. Las
experiencias estuvieron atravesadas por el horror como vivencia subjetiva de lo
terrorífico y lo inenarrable.

Luego de los GAM se realiza la catarsis inicial que moviliza las emociones
negativas, se reconoce el sufrimiento de los otros, lo que mueve a la identificación con
493
Discusión final y conclusiones

ellos. El sujeto se descentra, sale de sí mismo y se genera el apoyo mutuo, el consuelo y


la con/dolencia con el otro. Se recupera la confianza y se genera un clima de
solidaridad. Se nombra lo que no había sido nombrado, se elabora el dolor en un
trabajo de duelo, que es, a su vez, trabajo de memoria (Excepto en familiares de
desaparecidos). Se permite comprender las dinámicas del conflicto armado, sus
intencionalidades y sus consecuencias desde planos más amplios que la afectación
personal. De esta manera se abordan las emociones negativas, se entienden y se
afrontan, generando un proceso de transformación subjetiva.

Cuando se da testimonio público, en condiciones subjetivas y contextuales


positivas, se operan procesos de transformación subjetiva y recuperación emocional.
Al enmarcarse en un programa de acción y apoyo a las víctimas más amplio, las
acciones de memoria colectiva se convierten en un aporte a los procesos de
elaboración emocional. Estas relaciones entre acción de memoria y recuperación
emocional muestran que no se trata de un proceso lineal, sino mediado por factores
individuales y sociales que hay que tener en cuenta. Desde el punto de vista
emocional, puede hablarse más bien, de un proceso de integración de estas emociones,
que son acogidas tanto individual, como colectivamente; que son contenidas en
espacios sociales de expresión pública y desde allí son transformadas, mitigadas hasta
incorporarse a la “normalidad” de la vida de los y las participantes.

De otro lado, a nivel cognitivo y comportamental la memoria compartida en los


grupos de apoyo mutuo se retoma un nivel de control sobre la propia existencia, el
mundo de la vida vuelve a estar enmarcado dentro de esquemas cercanos y
comprensibles, se abren las posibilidades de retomar las relaciones y de actuar sobre la
realidad personal. Se va recuperando la dignidad propia, el valor de sí mismo/a y se
supera la estigmatización y la vergüenza. Y se evidenció una superación de los
recuerdos invasivos y los pensamientos obsesivos, mediante la expresión. Finalmente
se ha dado un proceso de recuperación del sentido y los proyectos de vida.

Además, la movilización de memoria colectiva, posibilitó un fortalecimiento del


sujeto que desarrolla mayores posibilidades de afrontamiento positivo: aprendizaje o
crecimiento postraumático. Además de superación de la anomia y el aislamiento,
para volverse a incluir en el mundo social. La persona empieza a actuar en su realidad,
recupera el control sobre su propia vida y se siente actor en el marco contextual de su
realidad. Se recupera la palabra en el ámbito social, se pierde el miedo a hablar, se
abren las puertas para compartir y para actuar sobre el contexto actual.
494
Discusión final y conclusiones

La síntesis recogida permite afirmar que la memoria, en un marco de complejidad,


posibilita la transformación de procesos emocionales y cognitivos que dejaron los
hechos violentos: la elaboración del dolor (con la excepción de los familiares de
desaparecidos), la asimilación de la tristeza, la transformación de la rabia y el odio, son
indicadores fundamentales que se empiezan a tejer en los procesos de apoyo mutuo y
memoria compartida, y que son reafirmados en la dinámica organizativa y en la acción
pública.

A su vez la superación de la anomia, el aislamiento y la postración evidenciadas de


múltiples formas en los relatos individuales y memorias compartidas, son un claro
indicativo y una fuerte evidencia que permite sostener que el trabajo de memoria es
fundamental en los procesos de transformación emocional de las víctimas y en la
recuperación del control sobre su propia vida. Y por lo tanto, los procesos de memoria
deberían ser tenidos en cuenta en procesos de intervención, tanto desde la
cooperación internacional, como desde las ONG y los Estados, en los programas y
proyectos de atención psicosocial a víctimas de la violencia política y los conflictos
armados, teniendo en cuenta las condiciones en que se promueve una acción positiva
y con sentido; puesto que repercuten de manera clara en la salud mental de los y las
participantes.

Transformaciones en roles / relaciones de género y en relaciones familiares

De otro lado, al analizar los procesos de relaciones interpersonales en el marco del


mundo familiar y las relaciones de género, puede afirmarse que los escenarios de
apoyo mutuo y memoria compartida contribuyen a la transformación subjetiva y de
las relaciones, así como a una reconceptualización del rol social y superación de
estereotipos de género. En estos procesos el grupo de apoyo se convierte en un espacio
para compartir no solamente los temas relacionados con la violencia política, sino
también con aspectos de la vida personal, cotidiana y familiar de los y las participantes.
Dicho escenario favorece acciones para reconstruir las relaciones de ruptura a nivel
familiar o para fortalecer el vínculo a este nivel; pero también para generar cambios en
las relaciones de género.

De otro lado, en el terreno de lo público y en relación con las acciones de memoria,


el mundo de las relaciones de género y de familia han hecho parte de otro tipo de
acciones de las organizaciones de víctimas y se han desligado de los escenarios de
495
Discusión final y conclusiones

memoria colectiva, puesto que se han ligado más a acciones y reivindicaciones


políticas en lo local y frente a las instituciones municipales (comisaría de familia,
ICBF, secretarías de la mujer, entre otras) en torno a la violencia intrafamiliar, el abuso
sexual y el maltrato infantil, tal como se abordó en el capítulo 6.

Las mujeres se empoderaron de los nuevos roles, comenzaron a ver las


potencialidades de sí mismas que no habían descubierto, comprendiendo que tenían
muchas más capacidades que las pensadas o atribuidas socialmente hasta ese
momento: pudieron mantener a los hijos, ofrecerles una mejor calidad de vida, pero
también retomar las riendas de la propia vida y de la familia. Se ha generado un
proceso de empoderamiento de las mujeres que ha implicado, al interior de las
organizaciones, un rechazo radical a la violencia de género, un crecimiento en la
autoestima y la valoración de sí mismas como mujeres, de su cuerpo, de sus
sentimientos y pensamientos, de sus acciones. De allí, que se estén empezando a
negociar los roles con los esposos y con los hijos varones, de tal manera que se va
gestando un movimiento social en torno a la transformación de roles y
relaciones de género.

Al vivir los hechos de violencia, las mujeres fueron obligadas a transformar sus roles
tradicionales. Dicha trasformación supuso una sobrecarga de roles (condiciones de
pobreza, nuevos roles en la familia, educativos y de provisión de medios de vida, en
medio de sobrecarga afectiva y social). El grupo de apoyo mutuo y el compartir la
historia en este escenario reafirmó los esfuerzos de las mujeres por transformar dichos
roles cuestionando sus limitaciones asignadas socialmente, le dio un marco de
contención y un esquema fundante para la comprensión de la transformación de la
propia identidad, de tal manera que las mujeres comenzaron a nombrarse de otra
manera, aumentando su autoestima, su autonomía y su capacidad de acción. Y esta
dinámica redundó en apoyo a los hijos e hijas y contención al interior de la familia.
De igual forma, el contar y resignificar la historia en el espacio grupal también
permitió la reconstrucción de los hilos del pasado-presente-futuro de la vida familiar,
con lo cual también se favoreció la reconstrucción de la identidad de la familia, y con
ello, la recuperación de proyectos de vida en este espacio, con el consecuente
fortalecimiento de los vínculos.

Un hecho significativo que se recogía tanto en 2007, como en 2009, y ahora en las
entrevistas en 2011 fue que las mujeres pasaron de un lugar de lo privado a lo público,
de la casa a la plaza, de tal manera que se convirtieron en actoras de sus propios
496
Discusión final y conclusiones

procesos instalando una lógica de lo femenino⁹⁹ en la acción social y política, unas


formas de hacer la memoria y de luchar por los derechos que implicaron discursos de
memoria incluyente, en un horizonte de reconciliación.

En este punto, es importante anotar, además, que las mujeres han jugado un papel
sustancial a lo largo de toda América Latina (las arpilleras en Chile, las madres de
plaza de mayo en Argentina, las Dignas en El Salvador y AMOR, IMP o la OFP en
Colombia). En el proceso que se está documentando, es claro que la fuerza de todo
este quehacer está en sus maneras de apropiarse de lo público y de construir relaciones,
en las particularidades para entablar vínculos que se describen en la visión social y
cultural de lo que llamamos “lo femenino”: en estos contextos referidos, son las
mujeres las que desde su ser, han construido una lógica de encuentro, evocación y
reconstrucción colectiva sin hacer distinciones políticas o de responsabilidad del
autor, sino desde la posibilidad del encuentro y la transformación de unas relaciones
sociales y familiares rotas.

Así pues, hablamos de una memoria construida desde lo cotidiano, donde el sentir
y la emoción se hacen palabra, gesto y símbolo. Fundamentalmente no es una
memoria situada en una perspectiva jurídica, pero no deja de tener un sentido
político. Telones, monumentos, rituales, marchas, fotografías, salones, murales son
manifestaciones de voces que no han sido escuchadas anteriormente y que encuentran
una manera de expresarse, en un contexto, por lo demás, difícil porque el conflicto no
ha terminado. Hay algo sustancial, como en el proceso caben todas las víctimas, al
mismo tiempo no se trata del señalamiento, oposición o confrontación de ningún
victimario en particular.

Para estas mujeres, muchas de ellas situadas en roles maternos, estos victimarios
(guerrilleros, paramilitares, soldados), los combatientes rasos, son gente del lugar,
muchos de ellos, familiares de ellas mismas. Por esta razón, sin dejar de reconocer los
crímenes, su acción de memoria no se ubica dentro de una lógica de lucha y
confrontación política contra la izquierda o contra la derecha, sino en una afirmación
política y social de la dignidad de las víctimas, de la vida de los habitantes de la región.
Esta lógica no-violenta encarna lo fundamental de una ética del cuidado y de la
responsabilidad. Por tanto, estas acciones de memoria han tenido hasta ahora una

99
Entendiendo esta lógica de lo femenino como las construcciones sociales e históricas que hacen referencia al cuidado
del otro/a, el rescate de lo afectivo y emocional, el desarrollo del contacto físico y la ternura como formas de relación, entre
otras formas de construir lo relacional en los seres humanos
497
Discusión final y conclusiones

mayor fuerza en lo simbólico y en la acción ética y política de rechazar la guerra, el


conflicto armado y la violencia; y por esta razón, sus lenguajes se mueven en este nivel
de lo artístico, lo expresivo, lo emocional, lo ritual, lo cultural. Aunque no se deja de
lado la otra dimensión documental, testimonial y dirigida a la construcción de una
verdad jurídica e histórica.

Transformaciones en dimensiones comunitarias y colectivas

Un tercer nivel en el que puede desarrollarse el análisis y que permite seguir


respondiendo a las preguntas iniciales fortaleciendo lo afirmado en la hipótesis, tiene
que ver con los procesos psicosociales desarrollados a nivel comunitario. La memoria,
en el marco de complejidad reconocido, posibilita la reconstrucción de creencias
sociales en un mundo básicamente justo y bueno y en la invulnerabilidad del yo,
fortalece los mecanismos de afrontamiento y las dinámicas resilientes de los sujetos
individuales y colectivos, promueve la integración y la participación social, además de
fortalecer la cohesión social. Tanto en el nivel grupal, como en el colectivo y público,
se van generando o expresando las transformaciones subjetivas que favorecen la
implicación de los sujetos en el mundo de lo público, y con ella la organización y la
acción pública de incidencia política. En este proceso puede afirmarse que los sujetos
se empoderan, recuperan su dignidad y promueven estrategias de resistencia a las
lógicas de la violencia y el conflicto armado, más allá de la propia participación grupal.

Desde el punto de vista en que he enmarcado esta investigación, donde la


subjetividad tiene dimensiones sociales, políticas e históricas, es fundamental una
mirada que permita comprender a la memoria (compartida y colectiva) como un
factor que incide en la reconstrucción del sujeto social y político. Además, la
construcción de un sujeto colectivo que se cohesiona, genera una nueva práctica en las
relaciones cotidianas rotas por la guerra; en la recuperación de la confianza, el
afianzamiento de los vínculos de solidaridad, la superación de las lógicas del terror y la
generación de estrategias de afrontamiento que van fortaleciendo los lazos que unen al
sujeto con su entorno familiar, comunitario y social; y con ello, facilita el proceso de
reconstrucción del tejido social.

En términos del afrontamiento la gente que ha participado en este proceso logra


afrontar de forma constructiva la experiencia límite, se sobrepone y desarrolla
estrategias para continuar su proyecto de vida; pero también para aprender a
498
Discusión final y conclusiones

encontrarse con otros y otras en el marco de proyectos colectivos. Además se abren las
puertas para que se integre con otros y otras en dinámicas colectivas y para que
participe en escenarios sociales de carácter público (social y político); todo ello
contribuye a superar la anomia y el retiro de lo público, avanzando a escenarios de
acción social y colectiva. La acción misma de memoria proporciona la fuerza y el valor
para asumir este gesto, para visibilizar, para denunciar públicamente lo sucedido, para
enunciar la propia verdad en la plaza pública. Es a través de estos procesos de
afrontamiento directo, donde los sujetos empiezan a recuperar su dignidad, su
autoestima y la valoración de sí mismos, construyendo un espacio social que
reivindica la memoria de los hechos y la dignidad de las víctimas. En este sentido, el
participar y hacer parte de los procesos colectivos, puede implicar una mayor
conciencia de la realidad, y con ello una percepción del clima emocional más ligado a
emociones negativas (Páez, et. al. 2007) dado que además la memoria confronta a los
perpetradores en un contexto donde aún tienen capacidad de coacción
sobre las víctimas.

La participación y la integración de los sujetos se empezaron a fortalecer con el


proceso de apoyo mutuo, donde fueron recuperando un escenario colectivo que se
había perdido por la ruptura del tejido social, de la confianza y los lazos cotidianos que
implicó la violencia y la represión. Al recuperar la confianza, al poder hablar de la
propia historia y al ser ésta escuchada y reconocida, se abrieron las puertas para que los
y las sobrevivientes salieran de su lugar de postración y aislamiento para volver a
hacerse visibles en la vida de la comunidad.

De otro lado el apoyo mutuo favoreció la solidaridad y el estrechamiento de los


vínculos, lo que condujo a una mayor cohesión social. En este marco la acción
pública de memoria, a su vez, al movilizar emociones y al ofrecer oportunidades para
el apoyo mutuo, posibilitó, aún más, la cohesión social, que ha dado cabida a las
organizaciones de víctimas (Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria) o a estar
en camino de conformarlas (Sur de Córdoba). A su vez, el espacio organizativo
promovió el apoyo mutuo, la solidaridad y el fortalecimiento de la acción pública de
memoria que trajo consigo la superación de las estigmatizaciones, la visibilización de
las víctimas como agentes de la sociedad, el reconocimiento de la injusticia vivida y el
daño generado por el conflicto armado y un llamado ético a la paz en el país, teniendo
en cuenta que lo vivido no debería repetirse. Se ha construido un marco de justicia
anamnética que señala lo injustificable, lo que no debe volver a repetirse y lo que es
ilegítimo, deleznable y punible. Por tanto, desde este marco se conmina a los actores
499
Discusión final y conclusiones

del conflicto a finalizar la confrontación armada, a dejar de atacar a la población civil y


a la negociación política, la construcción de la paz y la generación de espacios reales y
creíbles de reconciliación sostenible.

P RO C E S O D E CO N S T RU CC I Ó N D E U N A C I U D A D A N Í A D E
DERECHOS

Finalmente, la acción pública de memoria y el fortalecimiento de la organización


han posibilitado un escenario para la construcción de una ciudadanía participativa y
de derechos, que si bien, incipiente en los participantes de las bases sociales que
hicieron parte de esta investigación, aparece de forma más clara y nítida en los líderes y
lideresas de los colectivos de víctimas estudiados. Esto implica que el horizonte hacia
la verdad, la justicia y la reparación, con garantías de no repetición, que se constituye
en uno de los motivos, intereses y propósitos de la acción de memoria, emerge como
realidad, lentamente, en el marco de los sujetos colectivos de la organización, pero
también en algunos sujetos individuales que han vencido los temores y han logrado
denunciar los hechos y hacerse partícipes de procesos judiciales, aún en un contexto
de impunidad. Con lo cual el marco de justicia anamnética que se ha ido
constituyendo por las acciones públicas de memoria, alcanza un paso más, para
declarar desde el marco del derecho y la acción judicial la realidad de la injusticia
vivida, la magnitud de los delitos padecidos (crímenes de guerra y de lesa humanidad),
lo que implica, a su vez, sancionar y castigar a los responsables, legitimando la verdad
histórica de las víctimas y reparando integralmente a los ofendidos.

En síntesis, una acción de apoyo a las víctimas, desde un enfoque psicosocial


debería proceder de tal manera que implique en sus estrategias, esfuerzos y programas
el trabajo de memoria. No solamente porque los trabajos de duelo, son
necesariamente trabajos de memoria en el nivel individual; ni porque en este nivel las
terapias narrativas pueden elaborar testimonios que tengan incidencia en la
construcción de la memoria histórica; sino también porque cuando la memoria se
comparte en escenarios grupales, y el testimonio se hace efectivo en un marco de
escucha, relaciones horizontales que construyen un vínculo afectivo de contención,
este relato comienza a hacer parte del acervo colectivo de la comunidad y más
ampliamente de la sociedad.

500
Discusión final y conclusiones

De esta manera, el dolor privado se convierte en una experiencia del grupo, y luego
el grupo lo expresa y reivindica en un espacio público. Cada palabra no nombrada,
cada silenciamiento generado en la aplicación de los dispositivos del terror encuentra
una vía expresiva para ser designado, nombrado de alguna manera: un mapa, un
dibujo, una figura en arcilla, un sociodrama, se convierten en vías para la expresión,
donde la enunciación encuentra un lugar, porque también se ha abierto la posibilidad
de la escucha. El problema no estriba tanto en que la gente no pueda hablar ni en la
inconmensurabilidad del dolor, sino en las vías cerradas que se encuentran para
expresarlo y posteriormente nombrarlo en un marco social de reconocimiento. Los
escenarios de memoria compartida con sus múltiples metodologías lúdicas,
existenciales y vinculares, abrieron las puertas para la enunciación, tanto performativa
como oral. Y allí, en esta interacción dialógica se gestó un discurso en el que los y las
sobrevivientes se fueron identificando entre sí y frente a su colectividad. Discurso que
permitió que el relato de cada uno fuera realmente testimonio delante de otros y
delante del “otro” social.

En los contextos estudiados, el escenario que permitió pasar de lo grupal y la


memoria compartida al escenario social fue la acción pública de memoria colectiva, en
la cual, desde las diversas metodologías y prácticas de movilización implementadas, se
dio una vía pública para evidenciar eso silenciado y acallado. El horror, lo
innombrable e indecible encuentran vía de expresión en formas alternativas de
comunicación que van más allá de la descripción de un caso de violación de derechos
humanos, de la retórica nosológica de la psicología que describe el trauma o la visión
estatal que intenta describir y cuantificar afectaciones y daños. Las formas públicas de
memoria performativa son una expresión moral, una forma de reparación simbólica y
una dinámica resiliente que posibilitan la rehabilitación desde abajo.

El grupo de apoyo y el compartir las historias personales cohesionó a los y las


participantes, les devolvió un lugar, les dignificó en su ser y quehacer como personas.
Les devolvió al lugar colectivo y permitió salir del anonimato y el aislamiento. Pero
fue el escenario de la acción pública de memoria la que abrió las puertas para que la
solidaridad y la cohesión grupal, la condolencia y la integración social, el
fortalecimiento de los vínculos horizontales y el testimonio se convirtieran en un
sujeto colectivo, como muestra la experiencia de la organización de víctimas
municipales en el Oriente Antioqueño, la asociación que las agrupa a nivel regional
APROVICI, o las Madres de la Candelaria en Medellín. De una u otra forma han
tenido trayectorias similares en términos de sus procesos de constitución, con la
501
Discusión final y conclusiones

diferencia que estas últimas no contaron al comienzo con los escenarios de apoyo
psicosocial que tuvieron víctimas del Oriente Antioqueño.

La realización de la acción pública de memoria, fortaleció a su vez la organización


para adelantar procesos de acción con una mirada política y reivindicativa de
derechos, y participativa en términos de apropiación de los espacios sociales y
políticos abiertos en los propios contextos locales y regionales. En el caso de Madres
de la Candelaria y las organizaciones del Oriente Antioqueño esto llevó a dinámicas de
interacción y participación pública en escenarios de incidencia como los relacionados
con la ley de víctimas (ley 1448 de 2011) o en la interlocución con actores sociales y
políticos de orden nacional e internacional.

De esta forma, la memoria ha comenzado a hacer su tránsito de una dimensión


colectiva a una dimensión histórica. En lo local esto es más evidente, puesto que
algunas organizaciones han tenido incidencia en las escuelas, en la iglesia y en medios
de comunicación local. Sin embargo, en términos de región y de país, estas
experiencias muestran la importancia de proyectos de ámbito nacional que permitan
que los relatos, acciones, discursos y manifestaciones públicas de memoria puedan
constar como documentos históricos y/o como pruebas dentro de procesos judiciales
que permitan un acceso a la justicia. A pesar de que en el país, aún se da un contexto
de violencia colectiva y guerra que dificulta generalizar estas experiencias, las prácticas
aquí analizadas muestran un camino posible y un desafío para el futuro en Colombia.

Hacia una mirada transdisciplinar de la acción de memoria: el enfoque


psicosocial

La siguiente figura permite una mirada panorámica que como síntesis, pero
también como mi apuesta personal, permite plantear con estos elementos la propuesta
fundamental de mi trabajo que implica un esquema de integración donde los diversos
niveles de la acción (desde lo individual, pasando por lo grupal, lo colectivo, lo social y
lo histórico-cultural) se puedan desarrollar como procesos de transformación
subjetiva, a nivel individual y colectivo, de tal manera que se den dinámicas de
empoderamiento, resistencia a las lógicas de la guerra y reconstrucción
del tejido social.

502
Discusión final y conclusiones

El enfoque y la mirada implican un dispositivo de actuación que conecte estos


diferentes niveles, de tal forma que, aún en el espacio de la terapia individual, se tenga
presente lo colectivo, pasando por lo grupal y por la cristalización de los relatos en la
historia y en la cultura (que a su vez es productora de subjetividad), en una mirada
donde lo intersubjetivo y lo colectivo tienen un lugar. Y al mismo tiempo cualquier
intervención de orden social o política, tenga presentes a los sujetos individuales, su
psiquismo y sus procesos emocionales.

Como puede observarse en el esquema propuesto: el enfoque conecta en múltiples


vías lo personal con lo comunitario, lo social, lo político y lo histórico, es decir, que el
agente psicosocial está ante un escenario donde la acción y el trabajo de memoria son
aspectos fundamentales en el proceso de la transformación subjetiva de las víctimas, su
recuperación emocional, su dignificación y empoderamiento, y finalmente la
reconstrucción del tejido social, la construcción de ciudadanía y la superación de la
condición de víctimas; porque desarrolla una mirada compleja que le permite ver al
sujeto individual, no como una entidad separada de su contexto, de su grupo, de su
sociedad, su cultura y su historia; sino que lo comprende situado, y en continua
construcción en la interacción con estos niveles. De tal manera que una acción en un
campo requiere las otras.

¿En el fondo qué subyace a este proceso? El enfoque sistémico y psicosocial, la


mirada transdisciplinar que le da un lugar a la memoria como objeto y proceso, como
problema y como acción, que implica un escenario complejo donde se vinculan los
sujetos individuales y colectivos en las transformaciones de su propia realidad. Así
pues, la terapia será trabajo de memoria a través de la reconstrucción de narrativas y
testimonios; el proceso puede implicar la construcción del relato en escenarios
grupales de apoyo mutuo y reconstrucción de vínculos sociales y recuperación de la
confianza; lo que a su vez, promueve el incremento de la participación de los sujetos y
la cohesión social, a través de la solidaridad necesaria para pensarse juntos,
fortaleciendo los sentidos de pertenencia que son las bases para una acción
colectiva de memoria.

En la acción colectiva, el relato de memoria, y otras formas de expresión de la


propia historia ocupan un lugar en lo público y se hacen parte del acervo del colectivo,
de la sociedad (local, regional, e incluso nacional), de tal manera que implican a otros,
tanto individuales como colectivos, se convoca a otras organizaciones sociales, a la
sociedad civil, al Estado. Allí la acción de memoria es portadora de reivindicaciones
503
Discusión final y conclusiones

básicas que apuntan a derechos fundamentales y la reconstrucción de la ciudadanía.


Este proceso es reforzado con las dinámicas que conducen a la organización social, que
recoge los sentires de los y las participantes para ser traducidos en objetivos y acciones
que apuntan a la transformación social. De tal manera que el proceso de memoria
colectiva y organización se retroalimentan para ofrecer más y mejores posibilidades de
empoderamiento, recuperación de la dignidad y reconstrucción del tejido social.

Finalmente, la acción pública, la organización y la participación pueden apuntar a


niveles de incidencia política de mayor alcance que pueden implicar la cristalización
de los relatos, testimonios y acciones de memoria, en producciones culturales,
históricas y jurídicas que implican un impacto mayor en un orden sistémico superior,
y en marcos sociales más amplios, influyendo incluso en la construcción de los relatos
históricos que va construyendo una nación. Pero también, pueden ser material de
base para escenarios políticos y sociales de mayor amplitud, que dejan un impacto
histórico tales como comisiones de la verdad y/o procesos judiciales donde sean
reconocidos y sancionados los responsables.

Este enfoque, esta mirada y este marco de actuación, tal como se muestra en la
Figura, que recoge la intuición desarrollada en el capítulo 2, evidencia la manera cómo
los diversos niveles de la construcción de las memorias interactúan entre sí, en
escenarios diversos y con metodologías diferentes, que resultan complementarias en
un marco de relaciones sistémicas y complejas, lo que también implica el diálogo con
otras disciplinas, una ampliación de la propia disciplina psicológica, y la inclusión de
marcos teóricos como el de la psicología social comunitaria, la psicología social crítica
y la psicología cultural; en diálogo con el trabajo social, la sociología, la ciencia
política, el derecho, la antropología y la historia, en cada nivel sistémico y
respectivamente.

El agente psicosocial, que está en el centro del esquema, actúa e interviene en los
diferentes niveles. No importa cuál es el lugar de entrada de la acción, si tiene este
marco, sabe que debe acceder a los otros niveles en un proceso de interacción de unos
con otros, no de forma lineal, sino de forma circular y múltiple, que puede implicar
acciones simultáneas en todos los niveles, pero al mismo tiempo un proceso que en el
tiempo debe implicar paciencia histórica y acompañamiento a los colectivos en
períodos que superen las lógicas semestrales, anuales o trianuales de la planeación
estratégica y el marco lógico.

504
Discusión final y conclusiones

Así pues, en un escenario de violencia política y conflicto armado, como el


colombiano, donde las víctimas se multiplican en el día a día, cualquier acción
psicosocial, debe ser también una acción de memoria, y cualquier acción de memoria
debe tener un marco psicosocial; de tal manera que redunde no solamente en la
recuperación de los sujetos, sino también en transformaciones colectivas que
impliquen cambios sociales y políticos hacia la paz, la justicia y la reconciliación. Esta
mirada implica también un diálogo transdisciplinar, en los niveles que desarrollan
acciones más relacionadas con lo sociopolítico y lo histórico.

Ahora bien, en el caso de la presente investigación el desarrollo de la acción partió


del dolor y el sufrimiento individual de las víctimas, que tuvieron la oportunidad de
ser escuchadas en escenarios grupales de contención y apoyo (Sur de Córdoba y
Oriente Antioqueño) en un marco de interacción dialógica horizontal. Al ir llevando
al terreno de lo público su testimonio y sus relatos se fueron constituyendo escenarios
colectivos y acciones de memoria colectiva que redundaron en una
organización social.

505
Discusión final y conclusiones

Figura 10. Mirada transdisciplinar de la acción de memoria: enfoque psicosocial.

DIMENSION SUBJETIVA DE LA MEMORIA:


INDIVIDUAL
Estrategias Narrativas:
Historia de Vida, psicodrama
,
Escuchar / Validar al testigo
n
ió PSICOLOGIA: Terapia narrativa-testimonial la
ac hi Co
m n st m
or ió or p
, f ac ia ar
i ón liz pe tir
c ia rs
ca oc on
Edu s al
Agentes
psicosociales
DIMENSION acompañando a
HISTORICO CULTURAL Hombres, mujeres, DIMENSION
DE LA MEMORIA: niños, niñas, INTERPERESONAL
HISTORICA familias, Y GRUPAL DE LA MEMORIA:
Estrategias educativas, comunidades COMPARTIDA
formativas y mediáticas: víctimas de la (Grupos primarios, comunidad)
Investigación para construcción violencia Estrategias conversacionales y
de memoria histórica, producción reflexivas: Grupo de apoyo mutuo
de materiales pedagógicos (GAM), conversatorio, taller,
para medios de comunicación sociodrama.
y la escuela . Interacción dialógica
Comisiones oficiales y Horizontalidad
no oficiales de la verdad PSICOLOGIA SOCIAL
PSICOLOGIA CULTURAL DIMENSION COMUNITARIA
ANTROPOLOGIA SOCIOPOLÍTICA DE
E HISTORIA LA MEMORIA: SOCIAL Y
COLECTIVA
(instituciones y sociedad)
Pa ce
for rticip Acción pública de memoria ha
ta a se :
org lecim ción Estrategias participativas, o o
lat ic o
an
iza iento
y Reivindicación de derechos re bl ni
tiv El pú timo
o humanos (acciones colectivas s
Te
de sujetos políticos),
Organización social
Acción Colectiva y Dimensión
Dimensión Movilización
Creativa Lógica y
PSICOLOGÍA SOCIAL Racional
Performativa: CRITICA SOCIOLOGÍA
memoria Archivo
- CIENCIA POLÍTICA Memoria
repertorio
- DERECHO documento

Investigación Acción Participativa GAM Arte


Archivos testimoniales, documentos TALLER Narrativa
Comisiones de la verdad ACCIÓN Lúdica
Procesos educativos en medios PÚBLICA Ritual
y escuela

Sujetos de acción sociopolítica Reconstrucción Sujetos creativos


506 Sujetos de derecho: ciudadanos/as
Construcciones de memoria histórica
del tejido social Transformación subjetiva
Control historia personal
Resistencia colectiva Afrontamiento y resiliencia
Discusión final y conclusiones

Estos niveles también permitieron el acompañamiento individual y la


construcción de relatos testimoniales que tuvieron impacto en la subjetividad
individual, pero que también empiezan a ser un acervo para la memoria histórica.
Muchas de las acciones públicas han redundado en acciones comunicativas que tienen
un impacto en lo local: multimedias, murales y libros de la memoria, que han sido
llevado a espacios públicos municipales, construyendo un relato que tiene vocación de
memoria histórica.

En las Madres de la Candelaria el punto de partida fue la acción pública de


memoria y la organización social y de allí pasaron al trabajo terapéutico individual y a
espacios de apoyo mutuo. Y también trabajan por hacer de sus relatos una narrativa
histórica que cristalice en los imaginarios sociales. El investigador y el agente
psicosocial, si tiene en cuenta el enfoque propuesto, desarrollará acciones en varios
niveles que posibiliten la emergencia de una memoria de las víctimas que pueda ser
portadora de relatos históricos que desafíen la historia oficial, y a su vez, movilizadora
de los procesos de transformación subjetiva y colectiva.

Ahora bien, se reconocen dos niveles metodológicos: en el primer nivel donde se


interrelaciona lo personal y lo grupal, en un movimiento hacia lo colectivo, desarrolla
mucho más las metodologías performativas propias de la memoria repertorio (las
narrativas, el arte, el ritual, la lúdica, etc.), y con ello se incide sobre los aspectos
emocionales, relacionales y sobre el sentido y el proyecto de vida de los sujetos. Con
esto se van facilitando transformaciones emocionales, cognitivas y conductuales, que
permiten un control sobre la propia vida y la historia, formas de afrontamiento y
resiliencia que generan sujetos creativos y activos que pueden recoger en sus
narrativas, como los y las participantes en esta investigación, relatos de curación,
sanación, transformación.

De otro lado en el segundo nivel, donde se interrelaciona lo colectivo, con lo


sociohistórico y cultural, se desarrollan metodologías más del orden de lo textual y lo
documental, además de las acciones que implican incidencia política, fortalecimiento
organizativo y reivindicación de derechos, lo cual aporta a la construcción del sujeto
colectivo de la organización y sujetos de acción sociopolítica, ciudadanos y
ciudadanas de derechos. Pero al mismo tiempo constituyen relatos que cristalizan en
producciones pedagógicas y comunicativas que posibilitan la transmisión a las nuevas
generaciones y a la sociedad en general, que implica la construcción de esquemas y
marcos de interpretación de la realidad y de la propia historia que entran en el debate
507
Discusión final y conclusiones

democrático y político en los escenarios societales. De tal manera que los y las
participantes y sus organizaciones se constituyen en constructores de memoria
histórica y ejercen desde allí una resistencia colectiva a las lógicas del Estado (con su
historia oficial) y los actores armados. Este proceso tendrá sentido en la medida en
que este proceso se pueda cristalizar en una dinámica que conduzca hacia el escenario
de comisiones de la verdad y a una dinámica de justicia y reparación que garantice la
no repetición.

Conclusiones finales

A manera de síntesis y de acuerdo con los resultados de esta investigación, puedo


plantear algunos aprendizajes significativos en este ejercicio de construcción del
conocimiento que son un aporte a la intervención en el campo de la acción psicosocial
con víctimas en contextos de ayuda humanitaria, cooperación al desarrollo e
intervenciones del Estado y ONG:

1. La reconstrucción de sujetos individuales y de sujetos colectivos víctimas de


conflictos armados en contextos de complejidad, como el colombiano, requieren,
entre otras estrategias, el desarrollo de procesos psicosociales de memoria
colectiva, desde una mirada sistémica y compleja. Estos redundarán, en procesos
de reconstrucción de tejido social, en la transformación subjetiva de las víctimas,
que implica la recuperación de su dignidad y su empoderamiento individual y
colectivo. Por lo tanto, este tipo de acciones pueden ser aportes significativos para
alcanzar una paz integral y sostenible; y una reconciliación que realmente incluya
a las víctimas, sus relatos y vivencias y que no sea una imposición estatal, religiosa
o moral, que excluye a los realmente afectados por la violencia. Desde este
enfoque, el trabajo de duelo, será trabajo de memoria, pero el trabajo de memoria
será trabajo de cohesión, pertenencia, identidad y fortalecimiento colectivo; y
finalmente, este fortalecimiento redundará en dar un lugar digno a las víctimas,
quienes serán reconocidas como sujetos de derechos y tendrán la fuerza y la
potencia para expresarse como actores sociales, que no solamente denuncian la
injusticia vivida, sino que tienen el poder para luchar por la sanción de los
responsables y la reparación integral que permita un nuevo país, por lo menos en
el caso colombiano.

508
Discusión final y conclusiones

2. Este trabajo, aporta evidencia y reflexión que permita plantear alternativa a la


mirada lineal centrada en el resultado, la eficiencia y la eficacia. Los relatos y la
profundización en los procesos estudiados evidencian un tipo de acción o
intervención con una mirada compleja y sistémica que va introduciendo diversos
matices en tiempos sincrónicos y diacrónicos. Más que pasar de una intervención
individual a una grupal y luego a una colectiva para finalmente desarrollar una
acción cultural e histórica, se trata de una mirada en la que cualquier acción, en un
nivel, debe tener presente de forma interactiva los otros niveles. Si se está en una
comisión de la verdad, como lo apunta Brandon Hamber (2011) no se puede
pensar de forma lineal que esta participación implicará necesariamente la
curación de los participantes, se tendrá que tener en cuenta el acompañamiento a
los sujetos, la reconstrucción de su tejido social, el empoderamiento individual y
colectivo, la lucha por los derechos, el fortalecimiento organizativo, las relaciones
con el Estado. Y en la medida en que este proceso se desarrolle integral y
sistémicamente se tendrán mejores posibilidades de lograr los procesos de
transformación social planteados en esta investigación: la transformación
subjetiva en el nivel emocional y cognitivo/conductual, la recuperación de la
dignidad de las víctimas, su empoderamiento para el afrontamiento y la
resistencia y la reconstrucción del tejido social.

3. Desde otro lugar, y en particular para el contexto colombiano, cuando se


plantean los procesos psicoterapéuticos y proyectos de salud mental con víctimas,
éstos deberían tener una mirada, al mismo tiempo, sobre las condiciones
comunitarias, las relaciones cotidianas, las confianzas y las solidaridades colectivas
en el nivel grupal; la importancia de la expresión pública del dolor y la necesidad
de reivindicar los derechos desde espacios organizativos que recuperan los
sentidos de identidad y pertenencia. Esto implicaría una nueva epistemología del
sufrimiento, tanto desde las ciencias psi., las ciencias médicas y el derecho; pero
también una nueva metodología de la intervención. Desde esta nueva lectura
epistémica y metodológica se rompe la colonización del discurso de las víctimas y
de las comunidades, por discursos tejidos desde el saber/poder. Por lo tanto, en
clave de lo psicosocial, se denota la necesidad de llevar el relato del sujeto, desde el
escenario privado de la terapia, al escenario sociocultural y político por la
construcción de narrativas que se conviertan en testimonio histórico. Pero a su
vez, no puede pensarse que basta con la denuncia, la descripción del caso en
perspectiva de derechos, la organización política y la acción pública, si no se toma
en cuenta a los sujetos que participan de estas acciones y se termina sometiendo lo
509
Discusión final y conclusiones

subjetivo a una dimensión estructural y sociopolítica. La actuación que se


desarrolla, cuando es sistémica, integral, transdisciplinar, procesual, permite la
interacción permanente entre el trabajo de duelo y el trabajo de memoria, de tal
manera que lo psíquico se evidencia en lo social y lo social en lo psíquico. La
memoria es, al mismo tiempo, colectiva, social, histórica e individual, y al
reconocer estos niveles se abren puertas para la investigación y las acciones en un
marco de complejidad, que pueden ser transformadoras de manera integral tal
como se ha evidenciado en esta investigación.

4. Esta forma de actuación y comprensión, al no ser una función lineal, presenta


límites concretos que están marcados por variables como tiempo, contexto,
niveles de participación, marcos sociales y culturales. En términos de tiempo no
son fruto de acciones puntuales, sino de procesos de largo alcance, lo cual implica
persistencia y permanencia. Si se realiza en marcos de cooperación internacional
o programas del Estado, esto se deberá tener en cuenta, porque a la inversa podría
implicar acciones con daño, tal como se vio en el texto. Esto se relaciona con el
contexto: hacer memoria en medio del conflicto tiene implicaciones muy
diferentes a hacerla en contextos realmente transicionales. La confusión que
plantea el contexto colombiano ubica la acción de memoria más en el marco del
afrontamiento, la resiliencia y la resistencia, que en el marco de la transición. Y
sin embargo, es un componente ético-político que compele a la búsqueda de la
paz, puesto que visibiliza lo que se hacía invisible para la sociedad: el sufrimiento
de las víctimas y lo éticamente inaceptable de la violencia. Los niveles de
participación implican una acción que tenga en cuenta espacios más amplios que
involucren a las bases sociales, de tal manera que no se creen brechas entre
discursos marcados por los agentes externos (ONG, cooperación) que son
asumidos por los y las líderes; mientras la base social, la mayoría de la gente,
apenas comprende el contexto y su acción.

5. Aun así, en medio de los límites descritos a lo largo de esta investigación,


puede finalizarse este texto con una afirmación clara que, a su vez, aporta
evidencia a los estudios sobre este tema: la acción de memoria (grupal y colectiva)
realizada en marcos procesuales e incluyentes; desde abajo (cuando se generan
escenarios de escucha, expresión desde sus marcos simbólicos y socioculturales,
apoyo mutuo, solidaridad, cohesión y reconstrucción de vínculos afectivos en la
colectividad) trae consigo, más allá de la función lineal, transformaciones
efectivas en las vidas de las víctimas y su sociedad local. Esto se ve reflejado en su
510
Discusión final y conclusiones

empoderamiento individual y colectivo que les lleva a resistir a las lógicas de la


guerra, dignificación que les acerca a una subjetividad de derechos y sentirse
merecedores de una vida mejor; reconstrucción de sus proyectos de vida y
reconstrucción de su tejido familiar y social comunitario. Esta acción de memoria
incluyente, tejida en lógica noviolenta, es un claro aporte a la consecución de la
paz y la reconciliación, que avanza desde lo local a lo más amplio y es una
invitación ética a la sociedad para dejar de dar “apoyo” a las salidas violentas,
centradas en la eliminación del adversario, que han esgrimido durante decenios la
insurgencia y las élites en Colombia. Al final acercarse al relato, a la expresión
performativa y testimonial de la víctima, como en el caso de Primo Levi y otros
testigos, y como en el caso de estos sobrevivientes en los tres colectivos estudiados,
es y será una invitación ética a la escucha, a abrir los ojos, a creer y a, finalmente,
asumir una posición que implique un compromiso por la verdad y la justicia; de
tal manera que se pueda plantear un NO absoluto a la guerra, a la represión y a la
justificación de la violencia.

511
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