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EDUCACIÓN Y CULTURA.

Por: Eber H. Beltrán García

La puesta en valor de aquello que llamamos “Cultura” requiere educar desde el seno de la
familia. Para lograrlo urge formar mejor a las nuevas generaciones de modo que cuando
asuman su rol como padres y madres de familia actúen con pleno conocimiento en la
formación cultural de sus hijos e hijas. Las instituciones educativas (en especial los
maestros y los docentes) así como los medios de comunicación tienen una enorme e
ineludible responsabilidad en esta tarea.
La educación es un proceso social intencionado que constituye en enseñar y aprender
los patrones de conducta que se esperan de los miembros de una sociedad. Es
el proceso de socialización de los individuos para el logro de la excelencia personal como
fin prioritario. La educación se evidencia en una serie de habilidades y valores que
producen cambios en cada una de las dimensiones de la persona (en su dimensión física,
espiritual, intelectual, emocional, social y ética-moral). Depende de quién forma que el
grado de concienciación alcanzado –los valores- pueden durar toda la vida o sólo un
cierto periodo de tiempo. De allí, también, que se habla de “aprendizaje significativo”. De
manera que la equidad en la formación, la educación de calidad, más humana con valores
puestos al servicio de los más necesitados constituyen el modo más honorable que tiene
quien educa de apropiarse y dar respuesta a los retos culturales de su tiempo.
Además de ser un conjunto de informaciones y habilidades, la cultura es el conjunto de
patrones de conducta aprendidos que caracterizan a los miembros de una sociedad
determinada. Es una especie de tejido social que abarca distintas formas y expresiones
como: las costumbres, las prácticas diversas, las maneras de ser, los rituales, los tipos de
vestimenta, las normas de comportamiento y el desarrollo del criterio. Todo este
conglomerado de situaciones permite al ser humano el ejercicio de su capacidad de
reflexión sobre sí mismo, discerniendo valores y buscando nuevas significaciones sobre el
motivo de su propia existencia y su rol especial a asumir como miembro de una
comunidad.
Juan José García de la Cruz afirma que urge "emocionar a la sociedad para que se
acerque a la cultura" y conseguir poner en valor referentes en este sector. Asimismo,
Nuria Medina y Stephan Fuetterer manifiestan que “los hábitos de consumo cultural han
cambiado y que hay que tener en cuenta el nuevo mapa de decisión para poder llegar al
público”. Carlos Wester La Torre manifiesta que “si bien es cierto Lambayeque afronta
circunstancias que constituyen prioridad en la gestión municipal, como por ejemplo la
seguridad ciudadana, limpieza, ornato, ordenamiento territorial, saneamiento básico, entre
otros; hay dos ejes fundamentales que deben promoverse no solo con entusiasmo sino
con una sólida planificación, me refiero a la cultura en general y al medio ambiente,
ambos elementos han sido abordados por pequeñas y grandes ciudades en el mundo con
una propuesta indeclinable al derecho de disfrutar al enorme acervo cultural que nos
rodea, y de preservar el medio ambiente que nos acoge.”
En conclusión, la educación es un proceso dinámico de integración personal y cultural,
orientado a la integración del ser humano en los procesos culturales y también a la
asimilación de múltiples culturas, para comprenderlas, recrearlas, transformarlas y seguir
aprendiendo de sus interacciones en la vida social de los seres humanos; en cambio, la
cultura es una construcción simbólica diversa y de dinámica permanente; por ende, es
creativa, plástica y pertinente. La cultura no es sinónimo de homogeneidad sino de
diversidad estética que emplea insospechadas formas de transmisión y usos así como de
encuentro y asimilación.

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