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Capítulo 61 Debí quedar en deuda contigo

Tras irse de allí, Alejandro tomó a Victoria de la mano antes de alejarse. A ella
le costó bastante soltarse de su agarre.

—¿Qué haces, Alejandro?

—Volvemos por hoy— respondió tras mirarla fijo y de manera tajante.

—¿No has visto la expresión de la abuela hace un momento? Quiere irse del
asilo. No quiere quedarse aquí— Frunció el ceño.

Después del incidente de antes, Victoria especuló que Griselda debía estar
preocupada por causar problemas a su familia si estaba en casa, así que se
quedó en el asilo. Quería volver, pero no se atrevía. La joven estaba frustrada
porque había visitado a Griselda todos los fines de semana y no se había dado
cuenta de los sentimientos subyacentes de la anciana. «Si lo hubiera sabido
antes, la habría traído a casa y la habría cuidado. Tal vez hoy no se habría
desmayado antes de la cirugía».

—Lo sé—La voz de Alejandro sonó grave—. Pero como has visto, ahora se niega
a escuchar y está enfadada conmigo, —De repente, recordó algo y añadió— No
contigo.

Al oír eso, Victoria se quedó perpleja. «Cierto. Cuando la abuela habló enojada,
se dirigía a Alejandro, pero ella siempre ha sido amable y educada conmigo».
Al pensar en ello, se sintió aún más desconsolada porque, a pesar de tener mal
humor, Griselda tuvo que contener sus sentimientos al enfrentarse a ella.

—Entonces, dejaremos que se calme por esta noche mientras volvemos a


recoger las pertenencias. Mañana vendremos a buscarla.

Victoria pensó un momento y se dio cuenta de que tenía razón. Sin embargo,
también le preocupaba que un retraso prolongado pudiera aumentar el estrés
de Griselda por quedarse sola en aquel lugar.

—¿No podemos traerla esta noche? —sugirió al pensar en eso.

—¿Esta noche?

— Si. En realidad, todavía es bastante temprano. Podemos volver y hacer que


las sirvientas limpien la habitación. Luego, podemos decirle a la abuela que
nos espere para recogerla en dos horas. ¿Qué te parece? Creo que ese tiempo
será suficiente para que se calme.

Alejandro reflexionó un momento y asintió con un movimiento de cabeza.

—De acuerdo.
—Entonces, vamos a decírselo a la abuela ahora mismo.— Luego, se dio vuelta
emocionada para informarle a Griselda del plan.

Después de que Victoria y Alejandro volvieron, la gran señora había estado


sentada sola junto a la ventana, perdida en sus pensamientos mientras
contemplaba la luz de la luna. De repente, oyó unos pasos familiares. Antes de
que pudiera reaccionar, Victoria ya se había parado delante de ella.

—Abuela, volveremos para pedirles a las sirvientas que limpien la habitación.


Vendremos a recogerte dentro de dos horas. Por favor, espéranos aquí, ¿de
acuerdo? —señaló con regocijo.

En cuanto dijo eso, se dio vuelta y se marchó sin prestar atención a la reacción
de Griselda. Antes de marcharse, le dio instrucciones a las cuidadoras para que
la cuidaran bien, luego salió de allí con Alejandro. En el camino de regreso,
estaba muy emocionada. Como Griselda volvía a casa, empezó a pensar en
cómo decorar su habitación y a hacerle preguntas a Alejandro por el camino.
Mientras tanto, él respondía con calma. Cuando se detuvieron en un semáforo
en rojo, la miró y vio su perfil alegre, lo que le hizo pensar en su divorcio. Sin
embargo, por su aspecto en ese momento, ella parecía haber dejado atrás ese
tema.

—Por cierto, puede que a la abuela le resulte incómodo subir y bajar las
escaleras. ¿Qué tal si arreglamos que se quede en la planta baja?

—Claro. Puedes llamar de antemano para que alguien limpie la habitación —


asintió.

—Es una buena idea.

«Después de todo, nos llevaría casi una hora en volver a casa». De inmediato,
llamó a la residencia. Apenas Héctor supo que Griselda regresaba, les indicó
de inmediato a las sirvientas que ordenaran la habitación. Aunque ya era de
noche, eso no les impidió seguir limpiando. Los Calire tenían muchas sábanas
y fundas nuevas, y las sirvientas no tenían mucho trabajo durante el día.
Entonces, aunque las sábanas fueran nuevas, se habían oreado ese mismo día
o el anterior y seguían en perfectas condiciones.

Victoria colgó el teléfono después de darle instrucciones, pero al mismo


tiempo, el de Alejandro empezó a sonar de nuevo. El melodioso tono de
llamada resonó en el auto, lo que hizo que sonara un poco brusco. Al principio,
ella portaba una sonrisa, pero cuando oyó el tono de llamada, se quedó
paralizada durante un segundo; luego, la sonrisa se desvaneció poco a poco.
Entonces, se apoyó en el asiento y giró la cabeza para mirar por la ventanilla.
Aparte del timbre, no se oía ningún otro ruido dentro del auto. Alejandro
también notó el repentino cambio en el ambiente.

—Conteste la llamada por mí, señorita Copo de nieve— le dijo tras mirarla de
reojo.
Ante su petición, Victoria dudó un momento y luego se negó:

—Contesta tú.

—Estoy conduciendo.

—Puedes detenerte y contestar.

Irritado, Alejandro se rio entre dientes ante sus palabras.

—De verdad te resulta tan difícil contestar por mí?

—No. —Como la situación había llegado a ese punto, ya no le importó y dijo sin
rodeos— Pero no tengo ganas de ayudarte.

Al ver su actitud obstinada y dominante, Alejandro no se sorprendió. Por


casualidad, más adelante había un estacionamiento temporal, así que condujo
hasta allí. Después de detenerse, la miró por un momento y pronunció:

—Si existe una vida pasada, debí quedar en deuda contigo para que me trates
así. —Luego, sacó el teléfono para comprobar el identificador de llamadas—.
Es mi madre.

Ante esas palabras, Victoria, que antes se había mostrado indiferente, se


enderezó un poco y expresó de manera inconsciente:

—Cómo puede ser…

El teléfono había estado sonando durante bastante tiempo, pero después dejó
de sonar de repente. Justo entonces, Alejandro miró el delicado y hermoso
rostro de la joven mientras le preguntaba con voz grave:

—¿Quién creías que era?

—Pues deberías llamarla. —Apartó la mirada, evitando el tema.

Sin insistir más en el asunto, le devolvió la llamada a Catalina. A los pocos


segundos de marcar el número, contestaron de inmediato. Como él había
activado el altavoz, se la oyó en el interior del auto.

—Ale, tu padre y yo acabamos de aterrizar y vamos de camino al asilo. ¿Cómo


está tu abuela? ¿La han operado?

—Todavía no. —Alejandro le explicó de forma breve lo sucedido y luego frunció


el ceño—. ¿No crees que es demasiado tarde para que vengan ahora?

—Lo siento, Ale. Tu padre y yo hemos estado muy ocupados últimamente. Tan
pronto como supimos que la cirugía se había adelantado, pospusimos nuestro
trabajo para poder venir a casa. Pensamos que estando tú y Victoria con ella,
no habría problemas, pero esta vez me equivoqué. No volveré a cometer el
mismo error.

Catalina parecía fuerte y firme ante todos, pero era amable con su familia. Si
alguien no la conocía bien, supondría que tenía el mismo comportamiento
tierno y gentil cuando se enfrentaba a todo el mundo. La primera vez que
Victoria notó ese marcado contraste en la residencia Calire, se sorprendió
bastante. La mujer poderosa y autoritaria que se mostraba ante el público se
había convertido en una persona dócil delante de su familia.

Al principio, no entendía como una persona podía tener dos facetas. Sin
embargo, cuando vio que Catalina calmó al instante a Emanuel, que estaba
irritado, lo comprendió enseguida. La mujer era una persona inteligente que
se preocupaba mucho por su familia. Su relación con Emanuel también era
excelente. A su entender, disculparse con su esposo, sus hijos y sus mayores
no consistía en ganar o perder; ese era el pensamiento que Victoria admiraba.
Por desgracia, no podía hacerlo delante de Alejandro. Después de todo, él y
ella no eran una pareja de verdad.

Capítulo 62 Eso es entre ella y yo


A Alejandro lo convencieron las palabras amables de su madre.

—De acuerdo. Victoria y yo la traeremos de regreso esta noche. No se molesten


en ir al asilo; vengan a casa.

—¿Llevarás a la abuela de regreso? —Catalina parecía algo sorprendida ante la


noticia y preguntó —: ¿Victoria está allí contigo?

El no respondió, miró a Victoria y le hizo una seña con la mirada. Puesto que
la llamada estaba en altavoz, ella misma pudo escucharla.

—Hola, madre —dijo la mujer.

Al escucharla, Catalina rio entre dientes con amabilidad.

—Oh, también estás allí. Has trabajado duro cuidando a la abuela.

—No es un gran problema. Gracias, madre, por preocuparte.


A pesar de que Catalina no mostraba la misma amabilidad hacia ella como
Griselda, igual mantenía los modales apropiados. Jamás la había regañado y
cuando se enteró de que se iban a casar, se sorprendió un poco y dijo:

—No esperaba que estuvieran juntos tan pronto. Creí que le llevaría mucho
más tiempo para que alguien entendiera sus sentimientos. —Luego, estuvo de
acuerdo.

Sin embargo, en ese momento, Victoria no entendía muy bien el significado de


sus palabras. «¿A qué se refería con entender sus sentimientos?». Pensaba que
Catalina quizás no comprendía que Alejandro sentía algo por ella, por ese
motivo dijo eso. No obstante, dado que ellos fingían estar casados, no insistió
más en ese asunto.

—De acuerdo, dado que la abuela los tiene a los dos para que la cuiden, tu
padre y yo estaremos aliviados. Ya es muy tarde, así que no iremos ahora a
causar problemas. Comamos juntos mañana.

—Está bien—accedió Victoria.

Después de eso, Catalina intercambió unas cuantas palabras con Alejandro y


finalizó la llamada.

Tanto el hombre como Victoria estuvieron en silencio durante el camino de


regreso. Cuando el vehículo se encontraba cerca del destino, ella se volteó
hacia la izquierda.

—Te decepcionarás.

El comentario repentino lo tomó por sorpresa y estaba confundido.

—Dado que se pospuso la cirugía de la abuela, la fecha del divorcio también


se retrasará— explicó ella con calma.

El hombre dejó la mano inmóvil sobre el volante; frunció los labios y dijo en
tono despectivo:

—De todos modos, no se suponía que fuera en este momento según el plan
original.

El estado de salud de Griselda era bueno, así que reprogramaron la cirugía


medio mes antes y la fecha de su divorcio también se adelantó ese tiempo.
Puesto que la anciana no podía someterse a la cirugía en ese momento,
retrasaron la fecha, la cual no cambiaba mucho del plan original. Además,
hacia bastante tiempo que él se había preparado para varias contingencias al
considerar el estado de su abuela.

Victoria lo aceptó y preguntó:

—¿Está bien? ¿Cómo se lo explicarás a Claudia?


—Eso es entre ella y yo —respondió el hombre con el ceño fruncido.

Ella esbozó una sonrisa irónica.

—Tienes razón.

Cuando llegaron a destino, antes de que él pudiera estacionar de manera


apropiada, ella se bajó del auto y cerró la puerta de un golpe con un ruido
sordo, lo que lo dejó estupefacto. Héctor, que escuchó que llevarían a Griselda
de regreso, salió feliz a recibirlos cuando escuchó el ruido. Sin embargo, vio a
Victoria que pasó junto a él inexpresiva, seguida por Alejandro que tenía
expresión sombría. Le tomó algo de tiempo salir de su aturdimiento y se frotó
la frente, confundido.

—¿Qué sucede ahora?

Mientras tanto, Victoria fue directo a la habitación del piso de abajo donde se
quedaría Griselda. Las sirvientas fueron eficientes, dado que ya habían
cambiado las sábanas después de que ella llamó. Puesto que la casa ya estaba
limpia en días regulares, además de cambiar las sábanas, no había necesidad
de hacer nada más.

—Señora Calire, la habitación para la gran señora Calire está casi lista. Por
favor, dele un vistazo y díganos si hay algo más que le gustaría arreglar.

Victoria miró a su alrededor y estaba bastante satisfecha.

—Traigan algunas plantas en macetas, cambien las cortinas a un color más


elegante y agreguen unas velas aromáticas relajantes.

La sirvienta asintió y se marchó a cumplir las órdenes. Más de una hora


después, ambos se dirigieron al asilo para recoger a la abuela. Durante las dos
horas de espera, como su nieto y su nieta política le dijeron que iban a llevarla
a casa, las emociones de Griselda eran una mezcla entre alegría y complejidad.
Estaba encantada porque al fin podía irse del asilo, pero era complejo porque
regresar a casa parecía ser un problema para ellos debido al estado en el que
se encontraba. Después de todo, sin importar lo bien preparada que estuviera
la casa, no era un asilo y, sin duda, dedicarían más atención a cuidarla. Sin
embargo, antes de que pudiera pensar demasiado en ello, escucho la voz de
un cuidador.

—Gran señora Calire, el señor y la señora Calire vinieron a buscarla. —Griselda


se puso algo nerviosa al escucharlo. Por el contrario, los cuidadores estaban
muy felices y sonrieron al decir— Ya empacamos sus pertenencias.

Griselda no tenía mucho y todo estaba empacado en dos maletas. Ella estaba
preocupada y quiso hablar, pero Victoria y Alejandro la interrumpieron al
entrar:

—¿Abuela?
Al ver que los cuidadores ya habían empacado el equipaje, Victoria le dijo a
Alejandro por instinto:

—Ve a llevar el equipaje de la abuela.

El hombre arqueó una ceja, pero no se negó, sino que se acercó y tomó el
equipaje. Por su parte, ella acercó la silla de ruedas.

—Abuela, las sirvientas limpiaron la habitación en la que te quedarás. Puedes


descansar una vez que lleguemos. ¿Tomaste una ducha después de que nos
fuimos?

Griselda negó con la cabeza, dado que estaba demasiado ansiosa incluso para
darse una ducha.

—Está bien. Te daremos un baño cuando regresemos a casa —dijo Victoria sin
siquiera darle la oportunidad a la anciana de pensar en algo más.

Empujó la silla de ruedas y se dirigió afuera mientras le indicaba algo a


Alejandro con la mirada. Mientras estaba de pie en el lugar, el hombre miró el
comportamiento de la mujer y no pudo evitar sonreír antes de tomar el
equipaje y seguirla. En medio de la noche, Griselda y Victoria se subieron al
asiento trasero del auto. A pesar de que era tarde y era la hora de descanso
de la anciana, tenía una mirada alegre mientras observaba el paisaje de la
ciudad que pasaba. Desde un costado, Victoria vio la expectativa en su rostro.
«De hecho, no importa lo lujoso que sea el asilo, quedarse allí por demasiado
tiempo hará que se sienta temerosa y aburrida». Al pensar en ello, tomó el
brazo de Griselda y se apoyó suavemente en el hombro.

—En unos días, te llevaré al centro comercial —susurró.

—¿Puedo ir?—La anciana estaba gratamente sorprendida.

—Le preguntaremos al doctor antes, pero ir una o dos horas debería estar bien.

Griselda no dijo nada más, pero todos podían percibir que su estado de ánimo
era bueno. A continuación, el ambiente en el auto mejoró bastante. Al
principio, Victoria pensó en el ambiente placentero podía durar algo de
tiempo, pero no sabía que cuando el auto se acercara a la entrada de la
residencia Calire, vería una figura familiar y esbelta a cierta distancia. Incluso
a mitad de la noche, esa persona insistió en usar un vestido blanco, estaba de
pie en la entrada mientras se comunicaba con un guardia de seguridad. Al
parecer, el guardia notó algo y señaló en la dirección que estaban ellos. Al
seguir el dedo, la figura esbelta se dio vuelta y los miró.

En ese momento, las luces del auto brillaron en el rostro de Claudia, lo que
hizo que sus facciones fueran bastante visibles. Cuando Victoria pensó en
Griselda que estaba junto a ella, le dio un vuelco el corazón.

—¿Quién es esa joven? Se ve… bastante familiar.


Capítulo 63 Una extraña
En un instante, Victoria sintió que se le aceleró el corazón y miró a Alejandro
porque no sabía cómo responder a la pregunta de Griselda. A fin de cuentas,
llegaban a ver bien a Claudia desde el asiento trasero y él también la había
visto, puesto que estaba detrás del volante. Además, era la mujer que él
amaba, así que era lógico que notara su presencia. A continuación, el hombre
bajó la velocidad del auto y se detuvo en la entrada de la casa. Cuando
estacionó, Claudia tomó su bolso, se acercó al asiento del acompañante y
golpeó la ventanilla, la cual se bajó y ella esbozó una pequeña sonrisa.

—Regresaste, Ale. ¿Cómo está la abuela? Lo siento, sé que me dijiste que no


me preocupara por ella, pero igual quise venir a ver—dijo y miró de manera
casual el asiento trasero. Puesto que no vio a Victoria en el asiento del
acompañante, sabía que estaría en el asiento trasero.

En ese momento, Claudia pensó que Alejandro le había reservado el asiento


del acompañante a ella y estaba encantada. No obstante, notó que había dos
personas sentadas atrás; una era Victoria y la otra era… En cuanto Claudia vio
quién era, su expresión cambió drásticamente. «¿La gran señora Calire?! ¿Qué
hace aquí?». De repente, su intención de presumir ante Victoria por la
declaración de Alejandro se desvaneció. La sonrisa que tenía desapareció y se
preguntaba si Griselda malinterpretó lo que acababa de decir. «¿Afectará mi
relación con Ale?». Mientras Claudia permanecía perpleja, Griselda la miraba
confundida.

—¿No la recuerdas, abuela? Es Claudia, que salvó a Alejandro cuando era joven.
Es su salvadora —explicó Victoria con calma.

—Eres tú y has crecido mucho. Por favor, acepta mis disculpas por no
reconocerte antes —dijo la anciana.

En cuanto supo quién era Claudia, Griselda la trató con amabilidad, dado que
era la salvadora de Alejandro. Por otro lado, la mujer negó con la cabeza y
sonrió.

—Está bien, abuela. ¿Cómo me enfadaría por un asunto tan insignificante?


Hablando de eso, yo tengo la culpa. Después de todo, hace bastante tiempo
que no te visito debido a mi agenda ajustada. Espero que no me trates como
una desconocida por eso.

—Le pregunté a Victoria cómo estabas. Jamás me imaginé que estaríamos en


contacto tan pronto.
Claudia miró a Victoria tras escucharla. Antes de que pudiera decir algo,
Alejandro elevó el mentón y dijo:

—Sube al auto y hablemos.

El clima era frío y ella solo llevaba un vestido. Tenía el rostro pálido, dado que
estaba de pie en el viento frio, se veía lamentable.

—Es tarde, así que no entraré. A fin de cuentas, seria inconveniente que lo
hiciera. —Claudia sonrió y negó con la cabeza. Tenía la punta de la nariz roja
debido al frio—. Además, vine aquí porque me enteré de la cirugía de la abuela.
Puesto que está bien, puedo irme a casa tranquila ahora. —Al final, no se subió
al auto y, en su lugar, soportó el clima frío mientras seguía de pie afuera.

Cuando Victoria la escuchó, miró pensativa el vestido blanco de Claudia. Desde


que descubrió su verdadera identidad, supo que no era coincidencia que
estuviera vestida de esa manera y allí de pie. Se preguntaba si Claudia había
perdido la paciencia cuando Alejandro no quiso divorciarse, así que fue allí a
mitad de la noche sin pensarlo dos veces. Sin embargo, jamás se imaginó que
se encontraría con Griselda. Mientras Victoria observaba a Claudia apoyada
contra la ventanilla del auto y hablando de manera intima con él, se volvió
demasiado apática para preocuparse por ellos. Lo único que deseaba era que
Griselda no se viera afectada por eso. En ese momento, supo que Alejandro no
dejaría a Claudia sola en el frío. Además, a Victoria también le preocupaba que
él hablara de más por accidente, así que tomó la iniciativa y dijo:

—No es tan tarde. Date prisa y sube al auto. Dado que la abuela regresó a
tiempo, puedes quedarte aquí y hablar con ella por un rato. Haré que el chofer
te lleve a casa más tarde. —Invitó a Claudia en tono tranquilo.

Cuando la mujer la escuchó, miró a Victoria sorprendida de que dijera algo


como eso. No obstante, Claudia pronto supo el motivo y asintió.

—Gracias, Victoria. Se acercó y se sentó con ellas.

No tuvieron problema en sentarse en el asiento trasero puesto que todas eran


delgadas. Además, Victoria estaba sentada tan cerca de Griselda que había
bastante espacio en el asiento. Después de que Claudia se subió al auto,
saludó a la anciana con entusiasmo, Mientras tanto, Victoria suspiró aliviada
cuando vio que Claudia no se subió al asiento del acompañante. «Gracias a
Dios que es lo bastante inteligente», pensó.

—Gracias por venir a ver cómo estoy, Claudia. Debes estar cansada. —Griselda
fue amable con ella y ambas comenzaron a murmurar.

Después de algo de tiempo, el auto se dirigió a la casa y se detuvo en el garaje.


Luego, las sirvientas sacaron la silla de ruedas que habían preparado de
antemano. Cuando la puerta del vehículo se abrió, Alejandro cargó a Griselda
y la colocó con cuidado en la silla de ruedas. Cuando Claudia se bajó del auto,
notó que Victoria se acercaba a la anciana y conducía la silla de ruedas. Al ver
al trio junto como una familia feliz, se sujetó el vestido con fuerza. Sin
embargo, pronto pensó en algo y sonrió de nuevo mientras los seguía.

Por otro lado, Héctor estaba eufórico de saber que Griselda había regresado.
Entonces, cuando escuchó algunos ruidos en la entrada, condujo a las
sirvientas de inmediato para que los saludaran. Sin embargo, se quedaron
conmocionados cuando vieron a los tres junto a Claudia, que no había sido
invitada. Cuando la vieron, las sirvientas intercambiaron miradas y, dado que
trabajaban para una familia adinerada, enseguida reprimieron sus emociones
cuando Griselda se acercó a ellos.

—¡Bienvenida a casa, gran señora Calire! —Todos estaban encantados e incluso


prepararon un espectáculo para ella.

Antes de que ingresara al asilo, la anciana había presenciado varias


presentaciones nacionales e internacionales. Después de un tiempo, se
aburrió en el asilo, así que estaba interesada en el espectáculo que los
sirvientes le habían preparado. Mientras, Victoria seguía de pie junto a
Griselda y vio el entusiasmo reflejado en su rostro, por lo que no pudo evitar
sonreír. Por otro lado, Alejandro observó la escena y parpadeó lentamente.
Luego, sonrió y le susurró:

—¿Fuiste tú quien organizó esto?

Ella negó con la cabeza de manera inconsciente y respondió:

—No. Debió haber sido idea de Héctor.

El hombre chasqueó la lengua al escucharla. Al ver que su abuela estaba de


muy buen humor también se puso contento.

—Es un hombre muy considerado.

—Por supuesto. De lo contrario, ¿cómo sería el mayordomo de la familia Calire?

Él sonrió en silencio para expresar cómo se sentía.

Mientras tanto, Claudia mantuvo distancia de Alejandro, dado que no quería


revelar su relación con Griselda. Sin embargo, alcanzó a escuchar lo que él y
Victoria decían, incluso mientras estaba detrás de ellos. «Se complementan
muy bien y se ven maravillosos con sus atuendos oscuros que combinan. Es
como si fuera la pareja perfecta, mientras que yo soy una extraña aquí, sin
saber qué hacer». En ese momento, un destello de maldad se reflejó en sus
ojos mientras se mordía el labio.
Capítulo 64 ¿Debería cambiar de lugar por el bien
de ustedes dos?
Después de que el espectáculo terminó, todos ingresaron a la casa. Luego,
Héctor le ordenó al chef que preparara algunas comidas que se ajustaran
estrictamente a las condiciones de salud de Griselda. Sin embargo, dado que
se hacía tarde, ella solo comió unos pocos bocados y dejó los cubiertos.

—Gracias a todos. Estoy muy contenta —dijo Griselda. Luego, fue a higienizarse.
Al principio, Victoria quiso ayudarla, pero la anciana le palmeó las manos con
dulzura y dijo— No tienes que ayudarme; después de todo, todavía puedo
caminar.

Antes de que la joven pudiera decir algo, Griselda ya se había dado vuelta hacia
Claudia y dijo— Se hace tarde. ¿Por qué no te quedas a pasar la noche? Dejaré
que Victoria les pida a las sirvientas que te limpien una habitación.

Claudia comía de forma distraída antes de que Griselda le hablara. Cuando la


escuchó, negó con la cabeza de inmediato.

—Está bien, gran señora Calire. No es apropiado que me quede.

—¿Por qué no?—preguntó la anciana—. Tenemos muchos cuartos de


huéspedes en la casa. Además, no será un problema limpiar. Eres nuestra
salvadora y es justo que te dejemos pasar la noche.

Seria grosero de parte de Claudia seguir rechazando la invitación debido a lo


que Griselda había dicho. Además, la mujer también quería quedarse a pasar
la noche; a fin de cuentas, podría acercarse a Alejandro. Antes de que pudiera
decir algo, Victoria sonrió y dijo en voz baja:

—Señor Boreal, ¿puede decirle a alguien que limpie una habitación para la
señorita Juárez?

—Si, señora Calire. —El hombre asintió con la cabeza de mala gana.

Mientras conversaban, Alejandro permaneció en silencio mientras estaba


sentado en su lugar. Pronto, los demás se marcharon y regresaron a sus
puestos, dejaron solos a los amos. Las pocas sirvientas que se quedaron atrás
sintieron algo extraño y se escabulleron. Cuando nadie estaba a su alrededor,
Claudia miró a Victoria, luego, al hombre y preguntó en voz baja:

—Ale, ¿está mal si me quedo a pasar la noche? C—creo que debería irme.

Por otro lado, Victoria observó a Claudia que seguía sentada a pesar de que
había dicho que se iba.
—Está bien. Puedes quedarte a pasar la noche —respondió Alejandro con
indiferencia.

—Entonces…

Claudia miró a Victoria—. ¿Puedo quedarme a pasar la noche, Victoria? ¿Estarás


descontenta al respecto?

Cuando la otra mujer la escuchó, se quedó estupefacta. Después de todo,


jamás se hubiera imaginado que estaría involucrada en ese asunto. «¿Por qué
me pide permiso cuando ya le preguntó a él? Sabe que no puedo decir nada,
aun así, quiere actuar extravagante». Al pensarlo, sonrió y se comportó con
generosidad.

—Por supuesto que no. Estoy feliz de que te quedes. Luego, arqueó una ceja y
preguntó—: ¿Debería cambiar de lugar por el bien de ustedes dos?

Cuando Alejandro la escuchó, frunció el ceño y la miró. Por su parte, Claudia


se quedó desconcertada.

—¿A—a qué te refieres? —preguntó después de algo de tiempo.

Victoria se acomodó el cabello detrás de la oreja; se veía relajada.

—Lo dije en serio. Piénselo, señorita Juárez. Estoy segura de que entenderá. Se
levantó y no quiso seguir hablando al respecto—. Llámame si necesitas algo.
Haré lo mejor que pueda para ayudarte dijo y se marchó.

Alejandro emanaba un aura escalofriante mientras la observaba irse. Junto a


él, Claudia estaba sentada con una expresión desconcertada; después de todo,
no había anticipado el comentario de Victoria. Al principio, quiso provocarla,
pero jamás se imaginó que la mujer diría eso en voz alta frente a ella. Claudia
miró al hombre con expresión triste.

—¿Dije algo malo, Ale? Lo siento. No sabía que se enfadaría. Creo que iré a casa
—dijo mientras se ponía de pie y salía deprisa.

Mientras pasaba, él extendió la mano y la tomó del brazo.

—Quédate. No tienes que preocuparte por lo que diga —dijo con el ceño
fruncido.

—Pero…

De pronto, Héctor se acercó y la interrumpió:

—Señor, la habitación de la señorita Juárez está lista.

«¿Cómo? ¿Mi habitación ya está lista? Se fueron hace apenas unos minutos.
¿Cómo es posible que la hayan limpiado tan rápido?». Claudia miró
sorprendida al mayordomo. Se preguntaba si había limpiado la habitación a
fondo para ella.

—De acuerdo. —Sin embargo, Alejandro no estaba de humor para notarlo. En


su lugar, la miró y dijo— Héctor te llevará a tu habitación. Descansa. —Se fue
en la misma dirección que Victoria.

—Ale…

No obstante, él no la escuchó y, cuando se fue, le dio la espalda. Claudia se


sintió molesta mientras estaba de pie en el lugar. Detestaba el hecho de que
Victoria hubiera dicho esas palabras extrañas. Sin embargo, la voz distante de
Héctor se escuchó antes de que pudiera seguir pensando al respecto.

—¿La acompaño a su habitación, señorita Juárez?

A pesar de que a ella no le gustó su actitud, no podía hacer nada. Por lo tanto,
fingió una sonrisa y dijo:

—Gracias, señor Boreal.

Sin embargo, el mayordomo ignoró lo que dijo y se marchó con expresión


estoica. Ella solo pudo reprimir su descontento y fue detrás de él deprisa.

Cuando Victoria fue a su habitación, cerró la puerta e ingresó al baño. Apoyó


las manos en el lavabo y se miró en el espejo. Después de decir aquellas
palabras, se sintió encantada de ver la expresión desconcertada de Claudia y
la angustia de Alejandro. «Como era de esperar, uno solo puede ser derrotado
a su manera», pensó, «Dado que se atreve a decirme peculiaridades, puedo
hacer lo mismo. No necesito enfadarme por ella; puedo defenderme utilizando
sus métodos. A fin de cuentas, todos saben cómo comportarse de manera
lamentable.»

Mientras se encontraba sumida en sus pensamientos, alguien abrió la puerta


del baño. Ella se sobresaltó y se volteó a ver a Alejandro entrar al lugar. Como
era alto, el baño se volvió estrecho en cuanto ingresó. Frunció el ceño en
cuanto lo vio.

—¿A qué te referías antes con esa declaración que hiciste? —preguntó con
desdén mientras la miraba de manera sombría.

Victoria se encogió de hombros y respondió:

—Intento ayudarlos. ¿Qué más estoy haciendo?

Alejandro frunció aún más el ceño y emanó un aura más intimidante. Por su
parte, ella no quería estar en la misma habitación que él, así que planeaba
irse. Sin embargo, no podía salir puesto que él le bloqueaba la puerta.

—Muévete, por favor —dijo.


Alejandro no se movió y se quedó firme como una roca. La mujer frunció el
ceño y se escabulló por el hueco del lado izquierdo. Justo cuando estaba a
punto de pasar, él se inclinó a la izquierda y le bloqueó el camino. Ella se
quedó estupefacta ante su conducta. Por consiguiente, lo miró en silencio y
caminó hacia el otro lado; sin embargo, también le bloqueó el camino y no
tenía intenciones de dejarla salir. Después de un rato, se hartó, así que levantó
la cabeza y lo fulminó con la mirada.

—¿Qué quieres con exactitud? Si no tienes nada que hacer, puedes encontrar
a tu…

Antes de que pudiera terminar la frase, Alejandro la tomó de los hombros y la


sujeto contra la fría pared del baño.

Capítulo 65 No tocarme
Incluso si Victoria hubiera usado un abrigo, habría sentido el frío de la pared.
Además, Alejandro la sujetaba con firmeza de los hombros, lo que hacía que
permaneciera inmóvil en esa posición. Luchó para liberarse de su agarre, pero
sus esfuerzos fueron en vano y pronto se quedó sin aliento. Por lo tanto,
levantó la cabeza y fulminó al hombre con la mirada mientras sonreía con
desdén.

—¿Qué haces? ¿Estás enojado porque dije lo que pensabas en voz alta?—
comentó.

Por su parte, Alejandro miraba a Victoria con expresión sombría. La mujer ante
él tenía ojos radiantes que parecían brillar bajo las luces; se veía como si
tuviera estrellas, lo cual era fascinante. Aparte de eso, tenía nariz respingada
y labios rosados. Aunque estos eran suaves y dulces, sus palabras eran tan
hirientes que él quería silenciarla y prohibirle que volviera a hablar. Mientras
pensaba en ello, se inclinó de forma abrupta y la besó antes de que pudiera
decir algo más. Cuando ella vio que él se acercaba, se sintió incómoda ante la
situación.

—Tú… —En cuanto pronunció la primera palabra, sintió unos labios familiares
sobre los suyos.
Antes de que Claudia interviniera en sus vidas, Victoria jamás había rechazado
los besos de Alejandro. Después de todo, lo amaba y anhelaba su tacto. A pesar
de que jamás lo había rechazado, se mostró tímida la primera vez que la besó.
Además, sus besos eran intimidantes, al igual que su personalidad. Cada vez
que se besaban, la sensación abrumante hacía que ella solo pudiera volver en
si una vez que terminaba. Lo mismo ocurrió esa vez, quizás su beso fue tan
intenso porque él estaba enfadado. La tomó de las mejillas y las presionó, lo
que hizo que se deformaran. Ella podía sentir su presencia distante a su
alrededor y el beso parecía expresar su frustración.

Después de eso, lo apartó con todas sus fuerzas y lo abofeteó. La cabeza del
hombre se sacudió a un lado y le quedó la mano marcada en el rostro. Además,
tenía los labios un poco rojos, lo que le daba un aspecto siniestro a lo que
antes se veía encantador. Después de algo de tiempo, volvió al voltear la
cabeza y la miró fijo. Al percibir su mirada, Victoria lo miró con desprecio
mientras se limpiaba los labios; luego, se acomodó la ropa y salió del baño. En
cuanto se dio vuelta para irse, él la tomó del brazo y la tiró hacia atrás. De
repente, su comportamiento generalmente tranquilo y sereno cambió a uno
irritado.

—¿Enloqueciste, Alejandro? Si quieres tener sexo, deberías buscar a tu


verdadero amor y no tocarme.

Un destello se vio reflejado en los ojos del hombre cuando la escuchó.


Entonces, la tomó del mentón con firmeza y dijo:

—¿Qué dijiste? Repite lo que acaba de decir.

Ella levantó la cabeza y lo miró.

—Si quieres tener sexo, ve y encuentra a alguien más. No intentes usarme como
una herramienta.— Lo miró directo a los ojos y enfatizó cada palabra.
Alejandro se enfureció; sin embargo, ella sonrió y dijo— Debo recordarte la
última vez que pasaste la noche con Claudia? No te preocupes, dado que me
ayudaste cuando mi familia fue a la quiebra, los cubriré a ambos: la abuela no
se enterará. ¿Qué te parece?

—¿A qué te refieres con que pasé la noche con ella? —preguntó y entrecerró
los ojos. —¿Acaso malinterpretaste algo?

—¿Malinterpretar?

—¿Cómo podría malinterpretar algo que vi con mis propios ojos?—.

Cuando él la miró y se dio cuenta de que estaba molesta por un malentendido


entre él y Claudia, sintió que le quitaban un peso de encima y su expresión se
volvió más amable.

—No es lo que crees —explicó con los labios fruncidos—. Esa noche….
Sin embargo, Victoria lo interrumpió de inmediato antes de que pudiera
explicar lo sucedido:

—No me interesa escuchar lo que sucedió esa noche. No tienes que decirme.

«¿Cree que puede engañarme porque no estuve allí? ¿Dirá que jamás pasó la
noche con Claudia?» pensó. Por desgracia, ella se encontraba en la escena y
vio a Claudia irse con él. Alejandro tampoco fue a casa en toda la noche e
incluso llegó tarde al asilo al día siguiente. Ella no sabía lo que hizo esa noche,
pero era demasiado perezosa para preocuparse por eso. Después de que
sucedió todo eso, sintió que comenzaba a perderse. A pesar de que lo había
amado durante muchos años, no quería ser una tonta que solo se preocupaba
por amor. Cuando recordó el momento en que lo regañó, prometió que no
volvería a vivir la misma experiencia. Para Victoria era demasiado aterrador
porque no se sentía como ella misma.

Después de que se tranquilizó, sus emociones se desvanecieron y, mientras lo


miraba, parecía serena y tranquila. Por su parte, Alejandro también había
percibido el cambio en Victoria y pudo observar su calma e indiferencia. Al
verla, sintió una punzada en el corazón como si le hubieran clavado una daga.
Después de algo de tiempo, rio con sarcasmo.

—No tendré sexo con nadie más mientras no me haya divorciado de ti. ¿Me ves
como una escoria? —dijo.

Ella se había tranquilizado por completo y, cuando escuchó lo que dijo,


mantuvo la calma y preguntó:

—¿Acaso te importa qué clase de persona eres para mí?

—¿No importa? —preguntó con los ojos entrecerrados.

—¿Quién sabe? —Victoria esbozó una pequeña sonrisa. Luego, le limpió con
delicadeza la sangre en los labios de Alejandro. Su tacto fue muy suave cuando
le rozó los dedos en los labios—. Lo siento. ¿Duele? Por favor, colócate un poco
de medicamento en los labios. En cuanto a ti y a Claudia… Puedes pedirme
ayuda si la necesitas. Estaré dispuesta a seguir la corriente.

—¿Estás segura de que quieres insistir con este asunto? —preguntó entre
dientes mientras la tomaba de las muñecas.

—Suéltame— dijo ella con indiferencia.

En lugar de soltarla. Alejandro sujetó la mano de Victoria con más fuerza.

Después de eso, ella frunció el ceño y reaccionó de manera diferente a la de


antes.

—Me duele.
Luchó un poco y, al ver que no podía liberarse de su agarre, se dio por vencida
y ve quedó allí dejando que le tomara la mano. Luego, bajó la mirada y no dijo
nada.

Poco después, hubo un completo silencio en el baño. De repente, alguien llamó


a la puerta, pero lo ignoraron, Alejandro estaba demasiado enfadado para
atender. Por otro lado, la persona que golpeaba volvió a hacerlo al ser
ignorada.

—¿Qué ocurre? —preguntó el hombre molesto e impaciente.

Inmediatamente, el sonido dejó de escucharse junto a la puerta y, después de


algo de tiempo, resonó la voz suave de Claudia.

—S—soy yo…..

Alejandro frunció el ceño al escucharla. Después de ver su reacción, Victoria


rio por lo bajo y lo miró.

—Vamos, suéltame. Si te quedas aquí más tiempo, tu querida Claudia se


preocupará por ti —dijo mientras balanceaba con cuidado las manos
entrelazadas.

Capítulo 66 ¿Qué hacen?


El hombre frunció el ceño al escucharla. En ese momento, un destello
despectivo se reflejó en sus ojos mientras emanaba un aura intimidante. Justo
cuando Victoria pensaba que le haría algo, Alejandro se dio vuelta y se fue. Ella
suspiró aliviada y sonrió de forma burlona.

Por otro lado, Claudia apretó los dedos, nerviosa, mientras esperaba junto a
la puerta. «Si escuché bien. Alejandro parece irritado, Como si hubiera sido
interrumpido mientras hacía algo importante». Claudia se sintió inquieta por
su reacción. Además, comenzó a entrar en pánico cuando Alejandro no abrió
la puerta después de decir que era ella. «¿Qué está haciendo? ¿Por qué no
abre?». Era un manojo de nervios. Cuando al fin el hombre abrió la puerta, ella
levantó la cabeza de inmediato y lo miró de arriba abajo. «Sigue teniendo la
misma ropa que antes. A pesar de que no se ha quitado la chaqueta, se ve
arrugada».

Claudia se tranquilizó a sí misma pensando que tener un poco de arrugas en


la ropa era normal. Justo cuando levantó la cabeza y miró a Alejandro, notó
que tenía una pequeña hendidura en los labios y sintió que se le helaba la
sangre. Como el color del corte era claro, no lo habría notado si no hubiera
estado tan cerca de él. Alejandro no se percató de su extraña expresión y
preguntó vagamente:

—¿Qué haces aquí?

Claudia recobró los sentidos y sonrió con incomodidad.

—No tengo ropa apropiada, así que pensé en preguntarle a Victoria si podía
prestarme algo.

«Vino a pedir ropa?».

—¿Las sirvientas no te la prepararon? —preguntó con el ceño fruncido.

Claudia negó con la cabeza en respuesta. Al ver su reacción, Alejandro frunció


los labios y parecía estar descontento.

Al percibir que el hombre se enfadaría, Claudia dijo:

—No te enojes, Ale. Es normal que no me prepararan ropa de antemano dado


que es la primera vez que me quedo a dormir. Le pediré prestada a Victoria si
está dispuesta a hacerlo.

El hombre frunció el ceño y recordó lo severa que fue. «No creo que esté
dispuesta a hacerlo. Incluso si le presta ropa a Claudia, sin duda, me provocará
una vez que se vaya», pensó. Mientras se encontraba sumido en sus
pensamientos, escuchó la voz de Victoria a sus espaldas.

—Estaré encantada de complacerte. Entra.

Alejandro se dio vuelta en cuestión de segundos; Victoria se encontraba allí de


pie y le sonreía a Claudia. Ya se había arreglado, peinado y acomodado la ropa.
Se veía igual que antes; no obstante, como mujer, Claudia podía darse cuenta
de que Victoria tenía labial antes de subir las escaleras. En ese momento, ya
no lo tenía y Alejandro tenía un corte en los labios. A Claudia le costó bastante
seguir sonriendo mientras seguía a la mujer al interior de la habitación.

—Sígueme

Cuando Claudia ingresó, comenzó a mirar a su alrededor. El lugar era enorme


y el baño tenía el tamaño de una habitación convencional. Dado que ella
provenía de una familia adinerada, no le sorprendió mucho la distribución de
la habitación. Sin embargo, sintió envidia cuando vio el armario que cubría
casi la mitad de la habitación y estaba repleto de ropa de diseñador, de bolsos
y de joyas. Victoria se detuvo en esa sección y le dio a la otra mujer:

—Da un vistazo y siéntete libre de tomar lo que te guste. También puedes


escoger ropa que quieras usar mañana.
Como eran casi del mismo tamaño y altura, a Victoria no le preocupaba que su
ropa no le quedara bien a Claudia. En ese momento, solo estaban las dos en
el armario. Claudia miró a la mujer y, al parecer, no tenía prisa en elegir la
ropa. Al ver que la seguía observando Victoria sabía que quería hablar con ella
no obstante, esperaría a que decidiera hablar. Como era de esperar, no pudo
esperar más tiempo después de unos segundos.

—Rompiste nuestra promesa Victoria—dijo en voz baja.

—Cuando lo hice—preguntó tras quedarse paralizada

—Tenías labial antes de subir las escaleras—respondió Claudia mientras


miraba fijo los labios de Victoria.

La otra mujer supo lo que insinuaba; sucedió algo dado que ya no tenía labial,
pero no sentía la necesidad de negarlo.

—Eso significa que rompiste nuestra promesa. Eres una mentirosa.

—No—Victoria negó con la cabeza— Soy una persona confiable. Si no fuera por
la abuela, ni siquiera querría estar cerca de él.

Claudia se sintió irritada por lo que dijo, así que sonrió de forma irónica y
agregó:

—¿Estás diciendo que Ale es quien quiere estar cerca de ti?—La otra mujer no
dijo nada— Deja de bromear. No hay manera de que el haga algo así. —Después
de todo, ¿cómo Alejandro podría seguir con Victoria después de que ella
regreso?

—No estaría aquí si yo fuera una mentirosa, señorita Juárez. Lo único que tengo
que hacer es decirle a la abuela la verdad

La expresión de Claudia cambio de forma drástica cuando escucho que


mencionó a Griselda.

—¿Por qué, de repente, decidió posponer la cirugía? ¿Le diste algo? —preguntó
Claudia.

Tenía sus sospechas sobre Victoria; sentía que debió haberle dicho algo a
Griselda, dado que esta habla decidido retrasar la cirugía cuando todo estaba
bien. La expresión de Victoria se tornó sombría.

—Deseo lo mejor para ella más que nadie

Claudia estaba desconcertada por lo sería que estaba Victoria, pero, luego,
resopló con desdén y pensó «Deja de fingir que eres buena con la gran señora
Calire. No creo que tratarías bien a esa vieja bruja si no fuera por Alejandro»,
Algo necesitaba romperse para cambiar. Victoria detestaba el hecho de que
Claudia siguiera molestándola, así que le dijo sin rodeos:
—Si no confías en mí, podemos olvidarnos de la promesa.

«¿Olvidarnos de la promesa? ¡De ninguna manera! ¡No dejaré que eso suceda!».
La mujer reprimió la ira y fingió una sonrisa.

—Por favor, no te enfades conmigo, Victoria. Me estaba poniendo un poco


nerviosa porque te malinterprete. Para ser honesta, te creo; de lo contrario, no
habría dejado que me demostraras tu gratitud. Es solo que amo demasiado a
Alejandro y estaba nerviosa. Por eso hice comentarios poco razonables. No te
preocupes. No volveré a decir algo así.— Dio unos pasos hacia adelante, al
parecer, para tomar la mano de Victoria.

Esta retrocedió unos pasos y evitó su contacto. En ese momento, se escuchó


la voz de Alejandro desde afuera.

—¿Qué hacen?

La expresión de Claudia cambió de inmediato y respondió:

—Estamos escogiendo atuendos. Saldremos en un segundo. —Luego, dejó de


intentar acercarse a Victoria y solo escogió algunas prendas antes de irse.

Cuando salió del vestidor, Alejandro la miró y dijo:

—¿Terminaste de escoger la ropa?

—Si, ya la tengo. Regresaré a mi habitación —respondió Claudia sonriéndole.

El hombre asintió en respuesta. Dado que se encontraban en la residencia


Calire, él no la acompañó para evitar malentendidos. Por su parte, Claudia
también se marchó deprisa. Después de que se fue, Victoria salió del vestidor
y Alejandro frunció los labios mientras la miraba con una expresión
contrariada.

—¿De qué hablaban allí? —preguntó

Capítulo 67 Náuseas matutinas


—No es asunto tuyo.—Victoria le echó un vistazo.

Tras escucharla. Alejandro se quedó callado.

—¿Por qué necesitas preguntar lo que sucedió cuando estuvimos allí durante
solo tres minutos? Tienes miedo de que la lastime? —pregunto, divertida.
—No me refería a eso. —El hombre frunció el ceño, claramente molesto.

—¿Qué sucede entonces? Tengo que contarte todo sobre nuestras charlas de
mujeres?

Tras escucharla, pudo darse cuenta de que no tenía intenciones de ser amable
con él; había cambiado mucho. Más allá de fingir frente a Griselda, lo trataba
como si fuera un desconocido. Tras notar el cambio repentino, Alejandro no
estaba contento. «Antes de que esto sucediera, estábamos bien», pensó.

Mientras tanto, al ver que se había quedado callado, Victoria tomó la ropa y
fue a bañarse. Luego, se metió a la cama para dormir. Durante todo momento,
ignoró a Alejandro, quien al parecer era invisible. Molesto con la situación, el
hombre fue al baño y se bañó. Luego, se recostó sobre la cama con expresión
malhumorada. Si bien durmieron juntos, había una almohada larga entre ellos.
Era como si estuvieran recostados sobre camas separadas.

Como Victoria no había dormido bien la noche anterior, se quedó dormida


apenas se recostó. Una vez que se tranquilizó, durmió bien. Cuando se
despertó, Alejandro ya se había ido. Luego, miró la hora y frunció el ceño
cuando vio que ya eran las ocho de la mañana; se había quedado dormida. De
inmediato, se levantó de la cama y se higienizó antes de bajar las escaleras.

Cuando bajó, se dio cuenta de que todos ya estaban en la mesa comiendo.


Mientras se acercaba a ellos, de repente se detuvo cuando vio a Claudia
sentada al lado de Griselda mientras la cuidaba. En ese momento, supo que
trataba de congraciarse con la señora. Si bien no le gustaba lo que hacía, sabía
que Alejandro se divorciaría pronto de ella y Claudia se convertiría en la nuera
de Griselda, así que se sintió aliviada.

Mientras caminaba hacia la mesa, Griselda fue la primera en verla.

—Te despertaste, Victoria. Debes tener mucho hambre, ¿no? Ven y desayuna—
dijo agitando las manos.

Los sirvientes enseguida pusieron los utensilios ante Victoria mientras ella se
sentaba. Ella le sonrió y la saludó.

—Buen día, abuela. ¿Como dormiste?

—No dormí bien. Debe haber sido porque estaba demasiado entusiasmada por
haber vuelto pronto.— La mujer suspiró.

Tras escucharla, Victoria la miró de forma preocupada.

–Bueno, deberías descansar después de desayunar, abuela —dijo.

—No te preocupes, estoy bien despierta ahora, pero me iré a dormir una vez
que me canse —dijo para tranquilizarla.
En ese momento, el sirviente puso el desayuno de Victoria sobre la mesa.

—Comamos —dijo Griselda al darse cuenta.

—Bueno. —Asintió.

A Claudia le molestaba que Griselda la tratara mejor que a ella, pero no podía
hacer nada más que continuar cuidándola.

—Prueba más, abuela. Es bueno para la digestión —dijo.

—Gracias. —Griselda la trataba de forma cortés.

Si bien ella también era buena con Claudia, no se comportaba de forma natural
como cuando estaba con Victoria. Durante toda la conversación, Alejandro
estuvo sentado de forma estoica. Tenía ojeras debido a la falta de sueño y una
expresión malhumorada. Desde que Victoria había bajado, había mantenido la
mirada fija en la mujer, pero ella parecía ignorarlo y se comportaba como si
fuera invisible; no lo había mirado ni una vez. Debido a eso, frunció los labios,
frustrado.

Justo cuando Victoria tomó un vaso con leche y estaba por beberlo, un
sirviente puso un cuenco de fumet de pescado frente a ella.

—Beba esto, señora Calire.

Era extraño que Victoria bebiera sopa en la mañana, ya que bebía jugo o leche,
debido a que quería mantener el cuerpo en perfecto estado. Por ello, los chefs
siempre contaban las calorías cuando preparaban las comidas. Sin embargo,
Victoria no se sorprendió cuando vio que le llevaban la sopa. Después de todo,
los chefs habían cambiado el menú tras la llegada de Griselda. No obstante,
sabía que esa sopa no era para ella, por lo que suponía que Griselda quería
que ella la bebiera. Como era de esperar, mientras estaba aturdida, Griselda
sonrió y dijo:

—Bebe un poco de sopa, estás muy delgada.

Victoria miró la sopa por un momento antes de asentirle.

—Gracias, abuela.

«No debería haber problema si como esto de vez en cuando. Si subo de peso,
que así sea. Además, estoy embarazada, así que no debería hacer dieta como
antes; necesito ingerir comida más nutritiva». Tras pensarlo, tomó una cuchara
para beber, pero justo cuando iba a hacerlo, sintió náuseas. En ese momento,
su expresión cambió de forma drástica y, antes de que los demás pudieran
reaccionar, tiró la cuchara y corrió tapándose la boca. Todos quedaron
conmocionados por el accionar repentino y se quedaron inmóviles. Alejandro
fue el primero en reaccionar y enseguida corrió detrás de ella con una
expresión sombría. Luego, la otra persona que reaccionó fue Griselda.
—¿Qué sucede? ¿Está mal?

La voz hizo que los demás recobraran los sentidos y se apresuraron mientras
empujaban la silla de Griselda.

En breve, Claudia fue la única que quedó en la mesa de comedor. Sostenía el


cuenco sin moverse mientras estaba de pie allí; ni siquiera había notado que
se le había caído la cuchara en el cuenco y había desparramado sopa; estaba
pálida y solo tenía un pensamiento en mente. «¿Victoria acaba experimentar
náuseas matutinas? ¡Debe ser eso! De otro modo, no debería sentir náuseas tras
oler la carne. ¿Qué debería hacer? Nadie sabe que está embarazada y dudo que
ella les diga. La gran señora Calire se habría enterado si hubiera tenido
intenciones de decir algo, pero es una mujer. No solo eso, sino que es una mujer
que ha sido madre. ¿Y si se percata de algo?». Al pensar en eso, Claudia se
alarmó, dejó el cuenco y enseguida los siguió.

Había un baño en el primer piso. Cuando Victoria corrió hacia allí, enseguida
tuvo arcadas en el lavatorio. Si bien estaba descompuesta, no vomitó nada
porque se acababa de levantar y tampoco había comido mucho la noche
anterior. Aun así, no podía evitar las náuseas que sentía. Después de un
momento, comenzó a sudar y empalideció.

En ese estado miserable, sintió las manos de alguien que le acariciaba la


espalda. Tenía lágrimas en los ojos mientras sentía arcadas. Después de unos
minutos, las náuseas desaparecieron, pero había perdido la fuerza, por lo que
estaba débil y casi se cayó después de dar algunos pasos. En breve, sintió unos
brazos sujetándola de la cintura mientras la alzaban. Cuando sintió que la
levantaban, de forma inconsciente se acurrucó en brazos de Alejandro.

En ese momento, Griselda llegó.

—¿Cómo está? —preguntó mirándola, preocupada.

Alejandro tenía una expresión sombría mientras la abrazaba con fuerza.

—No estoy seguro. La llevaré a un hospital mientras ustedes siguen


desayunando.

Mientras hablaba, Claudia llegó y su expresión cambió cuando escuchó que la


iba a llevar al hospital.

—Iré con ustedes —dijo, siguiendo a Alejandro cuando pasó a su lado.


Capítulo 68 Reflexivo
¿Quién se hubiera imaginado que la casa sería en caos después de la reacción
repentina de Victoria? Mientras se acurrucaba contra Alejandro, todavía estaba
confusa. A su lado, Claudia pareció haber pensado en algo y sugirió:

—Nos llevará tiempo llegar al hospital, Ale. ¿Por qué no la llevamos a la clínica
de mi amigo?. Creo que debe ser intoxicación por la comida.

Si bien la mujer aparentaba estar tranquila, ya estaba desesperada. Después


de todo, Alejandro sabría la verdad si la llevaba al hospital y, por ello, insistió
en ir a la clínica de su amigo, ya que podría ocultar la verdad en caso de que
tuvieran que hacerle un chequeo. Mientras lo pensaba, de repente se acordó
de la última vez que Victoria tuvo fiebre y se rehusó a ir al hospital. Recordó
que pensó que Victoria estaba haciéndole un berrinche a Alejandro por ella y,
por eso, trataba de llamar la atención de él. En ese momento, Claudia la
odiaba, pero tras pensarlo, entendía por qué se había rehusado a ir al hospital
o tomar medicamentos; las pistas eran más que evidentes.

—¿Una clínica? —Alejandro frunció el ceño y rechazó la sugerencia—. Creo que


es mejor ir al hospital, tiene un mejor estándar.

No trataba de avergonzar a Claudia, ya que quería llevar a Victoria a un hospital


y hacerle un chequeo porque sentía que debía estar muy incómoda por haber
estado tan descompuesta. Sin embargo, Claudia tenía una expresión sombría
cuando escuchó lo que dijo. «¿Cree que la clínica que le recomendé tiene bajos
estándares?», pensó, mirándolo. Por desgracia, a Alejandro no podía.
importarle menos en ese momento, ya que estaba plenamente centrado en
Victoria. De repente escuchó la voz débil de la mujer.

—Detente.

El hombre se detuvo y la miró mientras ella recobraba los sentidos. Le palmeó


la mano y le indicó que la bajara, pero él frunció el ceño y no se movió.

—Bájame— dijo tras suspirar.

—No te sientes bien, así que deberías ir al hospital —respondió Alejandro


mientras la abrazaba con más fuerza.

—Estoy bien ahora —dijo.

—No estarías con arcadas si estuvieras bien. –Fue contundente con lo que dijo.

Más allá de todo, no estaba dispuesto a dejarla.

—Eso es porque olí un poco de…..


En un principio, iba a decir que se descompuso por el olor de la carne, pero se
contuvo. Después de todo, Alejandro creía que ella ya había abortado y notaría
que algo no andaba bien si le decía la verdad. Cuando Alejandro vio que se
detuvo mientras hablaba, frunció el ceño.

—¿Qué sucede?

Antes de que Victoria pudiera decir algo, Claudia se apresuró hacia ellos para
intervenir.

—La sopa le debe haber parecido desagradable; yo también percibí el olor


cuando la bebi. Victoria solo tuvo una peor reacción. ¿Puede ser que le
desagrade el pescado?

Tras escucharlo, Victoria le echó un vistazo, ya que Claudia tenía razón; odiaba
el pescado. Como era de esperar, Alejandro la miró de forma sospechosa.

—¿El fumet de pescado te resulta desagradable?— Todavía dudaba de lo que


le había dicho Claudia.

Después de todo, Victoria no hubiera reaccionado así incluso aunque le


desagradara el pescado, pero sabía que a ella no le gustaba comerlo desde
joven, por lo que confiaba que sentía náuseas por el olor del pescado.

—Yo también creo que huele desagradable, pero aquellos que lo aman no
pueden percibirlo – añadió Claudia. Luego, pareció que pensó en algo y dijo:
Es lo mismo contigo y la comida dulce Ale.

—Aun así, no tiene sentido que reaccione así incluso aunque no le guste,—
pensó mientras miraba a Victoria. En ese momento, sentía que le ocultaba
algo. Cuando recordó el informe destruido de Héctor, su mirada ensombreció.
Sin embargo, antes de que pudiera seguir pensando, Victoria se movió.

—¿Cuántas veces te lo voy a decir? Bájame.

—¿Estás segura de que no quieres ver un médico? —preguntó mientras


entrecerraba los ojos.

Victoria suspiro profundo por el cansancio.

—No estoy enferma, simplemente no quiero beber la sopa. ¿Debería ir al


hospital por ello?

Tenía un mejor semblante y ya no tenía los labios tan pálidos. No parecía que
estuviera enferma y solo entonces Alejandro decidió bajarla. En cuanto
Victoria apoyó los pies en el suelo, Claudia enseguida la abrazó.

—¿Estás bien? Creo que es mejor si comes algo liviano después de que te vayas
a casa. Debes estar débil, ya que te acabas de recuperar de la fiebre. Tal vez,
es hora de que comas con menos aceite.
Si bien Claudia se comportaba como si estuviera preocupada por ella, en
realidad quería ocultarle la verdad a Alejandro. Victoria la miró con una
expresión contemplativa, pero en breve la desestimo. Las dos habían llegado
a un acuerdo, como Victoria había decidido que no incumpliría la promesa,
ella tampoco lo haría.

—Si.

—Te llevaré a casa. Si te vuelves a sentir mal, te llevaré al hospital.

—Bueno.

Luego, Claudia la sujetó y volvieron a entrar a la casa. Mientras tanto, Alejandro


se quedó allí mientras las veía irse. «¿Desde cuándo son tan cercanas?».
Cuando Alejandro se llevó a Victoria, Griselda quiso seguirlos, pero Héctor la
había detenido.

–No se preocupe, gran señora Calire, el señor Calire sin duda cuidará de ella —
dijo para tranquilizarla.

«Así es. Con Alejandro a su lado, sin duda que cuidará de ella. Por el contrario,
tendrá que cuidar de mi si los sigo, ya que estoy en silla de ruedas». Tras
pensarlo, enseguida se tranquilizó.

—¿Quiere seguir comiendo, gran señora Calire?

Sacudió la cabeza. ¿Cómo podía comer cuando estaba preocupada por


Victoria?. Se preguntó si Alejandro había estado cuidando bien de ella.
Mientras más lo pensaba, más nerviosa se ponía, pero no había nada que
pudiera hacer.

—¿Esa es la señora Calire? —exclamó un sirviente en ese momento.

Cuando Griselda la escuchó, se dio vuelta y vio que Claudia la sujetaba


mientras entraban a la sala. De inmediato, el sirviente supo lo que Griselda
pensaba y le empujó la silla de ruedas. Al mismo tiempo, Victoria se dio cuenta
de que la mujer estaba preocupada por ella, así que rechazó la ayuda de
Claudia después de entrar a la casa y enseguida se apresuró hacia Griselda.

—¿Te asusté abuela?

La mujer la tomó de la mano y sacudió la cabeza.

—¿Por qué volviste de repente? Pensé que te sentías mal. ¿Por qué no fuiste al
hospital a hacerte un chequeo?

—Estoy bien.— Victoria sonrió y dijo de forma incómoda—. Es solo que no me


gusta el pescado y es por eso que me dio náuseas cuando lo olí.

—¿Náuseas?
«No habrías tenido tal reacción solo porque no te gusta», pensó. De a poco,
pareció darse cuenta de algo.

Capítulo 69 ¿Por qué volvió?


—Así es, abuela.— Para evitar que Griselda sospechara, Victoria inventó—:
Nunca me gustó el pescado. Cuando era niña, pensaba que era algo delicioso,
pero vomitaba cada vez que lo probaba. Puede que haya quedado traumada
cuando lo olí.

Cuando Griselda la escuchó, dejó de tener una expresión pensativa. Después


de todo, era normal que quedara traumada después de comer algo de tan
joven. Sin embargo, todavía estaba preocupada por Victoria.

—¿Estas segura de que estás bien? Es mejor si te haces un chequeo.

—Está bien, abuela. No tengo nada. ¿Me veo enferma?—le preguntó.

Griselda la miró de arriba abajo y se dio cuenta de que en efecto se había


recuperado. Aun así, no pudo evitar pellizcarle las mejillas de forma gentil.

—¿Por qué no me dijiste antes que no te gustaba el pescado?

—Es porque a ti te gusta, así que yo también quería probar. En un principio,


pensé que no me volvería a descomponer porque soy adulta, pero quien se
hubiera imaginado. Lo siento, abuela. Me aseguraré de informarte la próxima
vez sobre la comida que no me guste. No volverá a suceder—se quejó.

—Está bien, cariño. Debes tener mucho hambre. Ven y come un poco.

—Quiero comer sopa de pollo.

—Le diré al sirviente que te la prepare.

—Bueno.

Justo cuando Victoria se puso de pie y pudo empujar a Griselda, Claudia le


susurró:

—Déjame hacerlo, todavía debes estar débil de las arcadas.

Cuando Victoria la escuchó, la miró y supo que trataba de congraciarse con


Griselda. Por ello, no dijo nada. Después de que Claudia se fue con Griselda,
Victoria estaba por seguirlas cuando escuchó una voz desde atrás.
—¿De verdad vomitaste después de comer pescado cuando eras joven?

Solo cuando escuchó la voz de Alejandro se dio cuenta de que estaba de pie
detrás de ella. Se dio vuelta y se topó con su mirada penetrante.

—Nunca te escuché comentar nada al respecto —añadió.

Victoria apartó la mirada y se sintió culpable cuando lo miró.

—¿Por qué debería contar algo tan vergonzoso?

—Conozco cada momento vergonzoso de ti—resopló tras escucharla.

Como eran amigos de la infancia. Alejandro la había visto crecer, lo que quería
decir que conocía todos sus momentos incómodos de la adolescencia. Victoria
quedó sorprendida cuando lo escuchó. «Así es. Alejandro y yo nos conocemos
de años, por lo que sabemos todo del otro». Algunas veces se preguntaba si
Alejandro ni siquiera la amaría, incluso aunque Claudia no lo hubiera
rescatado. Después de todo, estaban muy familiarizados el uno con el otro. Por
ello, ¿cómo iba a enamorarse de ella cuando conocía todos sus malos
momentos?

—Hay mucho que no sabes de mi—dijo insistiendo.

Luego, lo ignoró y se fue mientras que Alejandro pensó por un momento antes
de seguirla. Después de lo que había sucedido, Victoria no había comido nada
con aceite y trataba de comer todo lo más desabrido posible. Tenía miedo de
revelar el secreto si volvía a comer ese tipo de comidas. Sin embargo, no se
dio cuenta de que Alejandro observaba todos sus movimientos.

Después de desayunar, Victoria sugirió llevar a Griselda a dar un paseo y


Claudia insistió en ir con ellas, así que se fueron todas. En un principio,
Alejandro quiso ir, pero se tuvo que quedar debido al trabajo. Por lo tanto,
solo pudo recordarles que no se alejaran demasiado.

—Las acompañaré, señor. Como están dando un paseo cerca, no creo que eso
sea un problema – dijo Héctor en ese momento.

—Bueno. —Alejandro asintió—. Cuídalas.

Había pasado mucho tiempo desde que Griselda se había ido del asilo, por lo
que estaba entusiasmada y disfrutó de poder salir de la casa y observar otro
lugar que no fuera el jardín del asilo. Quedó maravillada cuando vio personas
caminar fuera de la residencia y la estructura de la casa.

Como Victoria caminaba detrás de ellas, vio a Claudia sonreír mientras


empujaba la silla de ruedas; lucía amable y paciente mientras hablaba con
Griselda. Mientras las miraba, Victoria no pudo evitar admitir que Claudia sabía
cómo comportarse como una persona amable y dulce. Además, sabía cómo
conquistar a la abuela. Durante toda la tarde, Griselda se había reído a
carcajadas por ella. Cuando se hicieron casi las once de la mañana, la señora
se cansó.

—¿Está cansada, gran señora Calire? ¿Por qué no volvemos y descansamos?


Casi es mediodía. Si quiere volver a salir, vendré mañana y la acompañaré—
dijo Claudia en voz baja al darse cuenta.

Griselda asintió, ya que estaba cansada. Luego, Claudia empujó la silla de


ruedas a la casa mientras Victoria se quedaba detrás. Cuando Héctor la vio,
caminó más despacio.

—Señora Calire. —La llamó.

Ella se dio vuelta y lo miró, confundida.

—¿Qué sucede, señor Boreal?

Al ver que lo miraba confundida, el hombre estaba resentido.

—Debería tomar las riendas de la situación —dijo en voz baja.

—¿Eh? —Al principio no entendió lo que le quiso decir, pero se dio cuenta
rápido y sonrió— Está bien siempre y cuando la abuela esté feliz.

Sin embargo, el parecía opinar lo contrario.

—La gran señora Calire también estará contenta si la acompaña. Además, usted
es su nuera, así que estará encantada.

Victoria lo miró, sorprendida. Cuando vio el resentimiento reflejado en sus


ojos, suspiró y no dijo nada.

—No puede ser siempre pasiva, señora Calire. Ella le hizo un favor a los Calire
en el pasado y ahora está tratando de congraciarse con la gran señora Calire.
Si no actúa pronto, en breve la reemplazará— continuó al ver que estaba
tranquila.

«¿Reemplazarme?», pensó de forma autocrítica. «El título de señora Calire


nunca fue mío. Por ello, no hay forma de que me lo arrebate. De acuerdo con el
contrato, ese título nunca fue mío. Si bien los demás piensan que soy la esposa
de Alejandro, sé cuál es mi lugar».

Héctor estaba ansioso cuando vio que Victoria se mantenía tranquila y no


parecía ponerse nerviosa por lo que decía. «¿Se divorciará del señor Calire?»,
pensó. Para ser honesto, a Héctor le agradaba Victoria. Después de todo, ella
no los menospreciaba y los trataba bien. En cuanto a Claudia, era la salvadora
de Alejandro, pero eso era todo. Alejandro no necesitaba casarse con ella por
eso.
Después de todo, ¿quién estaría dispuesto a salvar a otros o ser rescatado si
perdiera la libertad después de hacerlo? Además, Héctor podía darse cuenta
de que Alejandro estaba enamorado de Victoria, pero no había actuado porque
Claudia le había salvado la vida. Héctor no podía entender lo que pensaba
Alejandro ni descubrir por qué Claudia se había ido por dos años si de verdad
lo amaba y había decidido regresar en ese momento. Mientras lo pensaba, se
dio cuenta de que no entendía lo que le pasaba por la cabeza a la generación
más joven.

Capítulo 70 Por el bien del bebé


Luego de regresar y dejar a Griselda para que descansara, Claudia miró a
Victoria.

—Gracias.

Ella sabía que la joven había tenido la oportunidad de evitar que se acercara
a la anciana cuando estaban caminando, pero aun así, la ayudó.

—Lamento haberte acusado de mentirosa.

En principio, ella no creía que se había postergado la cirugía de la anciana


porque se descompenso; después de todo, ¿cómo una persona iba a
desmayarse porque si, si estaba bien hasta hacia un instante? Creyó que
Victoria y Griselda lo habían planeado todo por pedido de la joven. Claudia
admitió que se equivocó al pensar eso y, luego de un rato, notó que la anciana
no sabía nada y Victoria permitió que ella se acercara. En ese momento, supo
que había hecho lo correcto y que Victoria era una persona agradecida.

Cuando la escuchó, solo sonrió y no dijo nada.

—Debo regresar. De lo contrario, la gran señora Calire sospechará, pero lo haré


mañana. ¿Puedes invitarme?

—Puedes venir cuando quieras —respondió Victoria con el ceño fruncido—.


¿Por qué debería invitarte?

—Temo que la gran señora Calire sospeche de mí. Dudará si vengo por mí
misma, pero será diferente si tú me llamas y creerá que tenemos una buena
relación.
La joven frunció los labios mientras la observaba y no dijo nada al respecto. Al
verle la expresión, Claudia se acercó a ella como si fueran mejores amigas.

—¿Qué sucede, Victoria? No quieres que la abuela se angustie cuando te vayas,


¿verdad? Quiero acercarme a ella por su propio bien. —Tuvo un recuerdo y le
brillaron los ojos—. Acabas de verlo tú misma; la abuela está feliz y, si mejora,
la van a operar. En ese momento, tú puedes irte y continuar tu embarazo. ¿No
es eso lo que quieres?

Luego de estar algunos días juntas, la mujer sabía lo mucho que a Victoria le
importaba Griselda. Aunque no estaba segura de si Claudia lo hacía por
Alejandro o por ella misma, sabía que no iba a perder el tiempo con una
persona que estaba muriendo solo por el bienestar de él. Tal como esperaba,
Victoria dudó un momento, pero aceptó aunque no parecía contenta.

—De acuerdo —contestó y la miró impaciente—. ¿Me necesitas? De lo contrario,


me iré.

A Claudia no le molestó su comportamiento ya que obtuvo lo que quería y le


sonrió.

—Eso es todo; puedes irte y encargarte de tus asuntos. No olvides invitarme


mañana.

Para su sorpresa, Victoria se retiró antes de que terminara de hablar; como


Claudia permaneció de pie en el lugar, se molestó, pero intentó calmarse.

Cuando la joven fue a su habitación, se sentó en la cama porque estaba


exhausta; no habían caminado mucho, pero estaba muy cansada a pesar de
haber usado zapatillas. No obstante, no pensó mucho en lo sucedido porque
debía encargarse de varios asuntos. Se dirigió a la sala de estudio con su
portátil porque quería que Jazmín pudiera encargarse de todo cuanto antes.

Aunque la joven trabajaba mucho para cumplir con todo lo que le pedía
Victoria, no podía dejarla sola. La desventaja de tener que aprender tanto, era
que podían surgir problemas, por lo que tenía que ayudarla. En cuanto ella
abrió la portátil y se comunicó con la joven, la escuchó llorar de felicidad.

—Regresó, señorita Victoria; habría muerto si no estuviera aquí.

Victoria se quedó perpleja por la reacción.

—¿Por qué es tan difícil? En comparación a los últimos días, sentía que estaba
en el paraíso. Usted tiene una vida muy difícil, señorita Victoria. Es aterrador.

—De acuerdo —comentó para interrumpirla y continuó—: No te preocupes; si


ocurre un problema, soluciónalo. Después de todo, tendrás que hacerlo tarde
o temprano.
Victoria podía ayudarla en ese momento, pero Jazmín iba a estar en aprietos
si cometía un error después de que ella se marchara. Alejandro no era un jefe
gentil; cuando la llevó a su compañía para que aprendiera, era muy estricto al
punto de que Victoria no lo reconocía. Cuando se equivocaba, él la reprendía
e incluso a veces lo hacía frente a los demás subordinados, lo que resultaba
humillante. Primero, se enojaba por lo que él hacía, se avergonzaba porque
estaba enamorada de él y se quejó varias veces; sin embargo, él se molestaba
y la miraba con el ceño fruncido cuando lo hacía.

—Estás triste porque te he llamado la atención? ¿Qué vas a hacer en el futuro?


¿Vas a llorar cuando tengas un problema?—, recordó que le dijo. En ese
momento, ella estaba furiosa por lo que le dijo y se secó las lágrimas al mismo
tiempo que apretaba los dientes.

«Lo haré mejor la próxima vez», le respondió. Y así fue; cada vez lo hacía mejor.
Alejandro era estricto, hasta que un día dejó de marcarle errores a la joven y
se convirtió en una asistente destacada; aprendió mucho sobre estrategias y
formas de negociación. Mientras recordaba el pasado, estaba agradecida con
él, ya que fue quien le dio la oportunidad de mejorar y, aunque ya no trabajaba
en Grupo Calire, fundó su propia compañía sin ayuda del hombre.

—¿Señorita Victoria?

La voz de Jazmín hizo que volviera a la realidad y comenzara a trabajar. Luego


de quince minutos, resolvió todos los problemas de la joven y le dijo que
intentara hacerlo sola. Cuando terminó, iba a continuar trabajando, pero
comenzó a sentirse muy cansada y a bostezar de manera incontrolable, al
punto que se le enrojecían los ojos. «¿Por qué estoy tan cansada si anoche
dormí bien?». Mientras pensaba en ello, no pudo evitar acariciarse el vientre.

—Mi bebé, ¿eres tú quien está cansado? No caminé mucho, pero ¿estás
exhausto? —comentó sonriendo.

También estaba hambrienta; notó que estaba comiendo mucho más de lo


habitual, pero no le dio importancia porque tenía que alimentar a su bebé
también.

—De acuerdo, dejaré de trabajar por tu bien; iré a comer y luego a dormir—dijo
mientras cerraba la portátil y se iba del lugar.

De repente, una persona abrió la puerta del balcón de la sala de estudio e


ingresó; el hombre era atractivo, tenía una mirada profunda y los ojos azules.
Se acercó a Victoria, que en cuanto lo vio, se quedó estupefacta.

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