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De Manuel Rosales a Eduardo Fernández,

así es la búsqueda de una candidatura


alternativa a María Corina Machado en
Venezuela
La oposición muestra un gran consenso en torno a la
ganadora de las primarias, pero ante su inhabilitación
algunos sectores apuestan por un plan b

Las facciones de la oposición venezolana intentan recomponer contra reloj la hoja de


ruta que les permita participar unidas en las elecciones presidenciales del 28 de julio
de 2024. Sus intereses no siempre han coincidido y sus visiones estratégicas a
menudo han chocado, pero la coalición de partidos críticos con Nicolás Maduro se
encuentra ahora en un momento trascendental y tiene muy poco tiempo para decidir.
El plazo para presentar candidatos vence el 25 de marzo y María Corina Machado, la
aspirante con más posibilidades de ganar e inhabilitada por el chavismo, pidió en un
mensaje difundido a través de las redes sociales “confianza” a sus seguidores. La
veterana política aseguró que tomará “las decisiones correctas” para llevar a las
corrientes antichavistas a una victoria electoral.

En su mensaje, Machado ha abierto la puerta a soluciones alternativas para darle


continuidad a la iniciativa política que impulsa con vistas a las elecciones en caso de
que el veto institucional en su contra no pueda ser modificado. A pesar de la casi
total unanimidad existente en torno a María Corina Machado, hay activistas,
académicos y partidos minoritarios que siguen promoviendo la propuesta de
candidatos alternativos que la reemplacen.
Magalli Meda, Gerardo Blyde, Manuel Rosales y Eduardo Fernández.Vente Venezuela / AP / Getty

Manuel Rosales, gobernador del estado Zulia, y líder de Un Nuevo Tiempo, ha sido
propuesto públicamente por el dirigente opositor Luis Emilio Rondón, uno de sus
hombres de confianza, como un posible candidato. Un Nuevo Tiempo, un partido de
la Plataforma Unitaria, de línea socialdemócrata moderada, es una de las pocas
organizaciones políticas de la oposición que conserva su tarjeta admitida en las
instancias del Consejo Nacional Electoral. Rosales no se había inscrito como
candidato en las pasadas elecciones primarias del 22 de octubre.
Siempre insistiendo en la idea del consenso de partidos, otros sectores han
propuesto de candidato a Eduardo Fernández, un veterano líder socialcristiano,
candidato presidencial en 1988, dirigente fundamental de la democracia, que en
estos años ha cultivado una línea política salomónica y moderada. “Quienes quieran
capitalizar el malestar nacional no pueden ser personas arrogantes, poseídas por
revanchismos”, sostiene Víctor Alvarez, economista, antiguo dirigente chavista y hoy
activista por el cambio. Su apuesta es Fernández.
“Un buen candidato tiene que ser un promotor del reencuentro de un país, terminar
con la conflictividad, tener ideas claras de los problemas nacionales, con ascendencia
ética y moral sobre las Fuerzas Armadas en un proceso transición, Venezuela necesita
un proyecto de unión nacional”, sostiene Mercedes Malavé, activista opositora
socialcristiana, secretaria general de Unión y Progreso, el partido que fundó
Fernández hace ocho años.

Seguidores de Manuel Rosales muestran su apoyo tras emitirse una orden de arresto en su contra,
en abril de 2009, cuando era alcalde de Maracaibo.AP

“Para recuperar su recuperación institucional, es necesario adelantar una serie de


acuerdos viables, realistas, con los factores que están en el poder, en función de las
necesidades del país, partiendo de la base de que el modelo económico del
oficialismo fracasó por completo”, agrega esta activista. “He trabajado con Eduardo
Fernández sobre la necesidad de generar una candidatura de consenso en este
momento político”, continúa Malavé, quien opone este comportamiento a la más
intransigente actitud de Machado. “Desde el punto de vista partidista esto luce mal
visto. Nuestra propuesta de un candidato de consenso incluye a otros sectores de la
vida del país, un acuerdo sencillo en torno a un proyecto de gobernabilidad,
interpretar de forma cabal la Constitución Nacional, superar definitivamente el
modelo rentista de la nación”.
Hace un par de semanas, Eduardo Fernández viajó a Maracaibo -segunda ciudad del
país en importancia, capital del estado Zulia- para conversar personalmente con
Rosales, y fortalecer, en la medida de los posible, una alianza entre los partidos de la
oposición. “Vine a reunirme con el gobernador Rosales para conversar con él y
pedirle que use toda su influencia para impedir que las fuerzas del cambio se
dividan”, indicó a los periodistas.
Aunque ha recibido el respaldo de ciertas individualidades y partidos pequeños,
Fernández -al fin y al cabo una personalidad conocida- tiene, con todo, una
proyección modesta en las encuestas y poco apoyo político. En las filas del comité de
campaña de Machado, la figura predominante de la oposición, hay total hermetismo
en torno a nombres alternativos, entre los que ha sonado también el de Gerardo
Blyde, con una dilatada experiencia en negociaciones.
Machado, en cualquier caso, está abocada a acordar internamente, porque el desigual
y extenso campo opositor solo tiene dos tarjetas electorales disponibles para
participar -la de Un Nuevo Tiempo y la de la Plataforma Unitaria-, luego de que el
Consejo Nacional Electoral invalidara a 16 partidos políticos opositores en los
últimos días.
En las filas de la candidatura de Machado, su eventual sustitución es un tema que, de
entrada, produce desagrado y es descartado de inmediato. Algunas voces aisladas han
susurrado la posibilidad de Magalli Meda, su mano derecha en muchos temas
políticos y logísticos, con quien en ocasiones aparece retratada. Militante de Vente
Venezuela, partido donde tiene enorme influencia, Meda es poco conocida en la
opinión nacional. El nombre de Meda ha circulado como especulación, y también ha
sido negado, en principio porque nadie quiere hablar de ningún nombre. Lo que se
discute es cómo enfrentar con arrestos la tesis del “consenso” que intentan imponer
sus rivales internos, y que podría tomar vuelo para confrontarse en el campo de las
fuerzas democráticas.
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La ciencia de la música ilumina la
conexión cerebral que se produce en los
conciertos: “Nuestras neuronas bailan al
mismo ritmo”
Tres estudios científicos independientes analizan cómo el cerebro humano
transforma las notas en emociones, un misterio que intriga a psicólogos y
musicólogos desde hace décadas

La cantante Taylor Swift durante un concierto de su última gira en Melbourne, AustraliaJOEL


CARRETT (EFE)

Siempre hay música. Los ritos en casi todas las religiones se subrayan acústicamente
con canciones y, con ellos, las etapas vitales de millones de personas, desde su
presentación en sociedad hasta su muerte. Equipos deportivos y enteros países
condensan su identidad en una canción, que convierten en su himno oficial. La
música lo marca todo, de lo más colectivo a lo más íntimo. Los enamoramientos,
con “nuestra canción”. Las separaciones, con un tema de despecho o de melancolía.
Las fiestas, eternamente ligadas al cante y el baile. Los cumpleaños. Las Navidades.
Hay discos que quedan asociados a unas coordenadas emocionales y tienen el poder
de llevarnos a un momento, un lugar o una persona. La música es uno de los
elementos que más y mejor saben emocionar al ser humano. Lo que no se sabe muy
bien es por qué.
Psicólogos y neurólogos llevan décadas intentando entender cómo percibe la música
el cerebro, qué células y circuitos entran en juego. Si es un rasgo exclusivamente
humano u otros animales, como los pájaros o algunos perros, son igualmente
musicales. Si existen algunos ritmos universales o por qué la música en directo nos
emociona más que la grabada. Este mismo mes, tres estudios independientes han
intentado arrojar algo más de luz sobre el tema.
Sascha Frühholz, profesor de la Unidad de Neurociencia de la universidad de Zurich,
es el autor principal de uno de ellos. Lleva años estudiando cómo se transmite la
emoción a través del sonido, un tema que ha sido muy explorado, admite, pero en el
que encuentra ciertas lagunas. “Apenas hay estudios que analicen la música en
directo, y creo que es algo que todos sabemos a nivel personal, que en un concierto,
sientes la música de forma más intensa”, explica en conversación telefónica.
Para demostrar científicamente esta intuición, Frühholz se valió de 19 voluntarios
como audiencia y dos pianistas. Los conciertos no fueron especialmente cómodos. El
público (una sola persona por recital) no estaba sentado, sino tumbado en una
camilla, y esta se introducía en un enorme escáner de resonancia magnética para leer
cómo reaccionaba su cerebro a la música. “Sí, fue bastante raro”, confiesa entre risas
el experto. En ocasiones se ponía una canción grabada. En otras, el músico arrancaba
a tocar un tema y podía ver en directo el escáner cerebral de su oyente. “Le pedimos
al pianista que intentara cambiar la forma de tocar para adaptarse a la actividad
cerebral”, explica Frühholz. “Una de las cosas que hace que la música en directo
tenga un efecto más fuerte es la capacidad de cambiar algo en la actuación, y si el
cambio sucede en la audiencia en la misma dirección, con la misma intensidad,
pensamos que hay una sincronía”. La sincronía es una especie de empatía musical,
una comunión entre músico y oyente que no se produce con la música grabada. El
estudio confirmó esta idea, y la actividad cerebral que se registró escuchando
canciones grabadas fue considerablemente menos que con el directo.

La conexión con el público


“Los artistas suelen buscar esa conexión con el público”, explica en un intercambio de
audios la psicóloga Rosana Corbacho, que lleva varios años especializada en tratar a
músicos y otros profesionales del sector. “Hay que saber surfear esas olas
emocionales para poder estar presente y abiertos a la conexión con el público. El
estar sintiendo las mismas emociones o estar provocando ciertas emociones en un
concierto es descrito como una de las experiencias más intensas en la vida de un
artista”, reflexiona. Este sentimiento de pertenencia, de formar parte de algo, sirve
como amplificador emocional, magnificando los efectos de la música en un público
que reacciona al unísono ante un mismo estímulo. Es algo que se aprecia en los
conciertos o discotecas actuales, pero que funcionaba igual en los ritos prehistóricos
con música y baile frente al fuego. “Hay estudios donde se ve como al público que
está bailando en un club una sesión de un DJ el ritmo del corazón se les sincroniza de
alguna forma”, señala Corbacho. “Es como si nuestras neuronas bailaran al mismo
ritmo”.
Foto de ambiente de un concierto en el Arena Monterrey, en México, este mes de marzoMedios y
Media (Getty Images)

Esta comunión musical explica en parte cómo en los últimos años, cuando la música
grabada se puede reproducir a una calidad mucho mayor que en el pasado, los
conciertos y festivales hayan ido ganando importancia hasta convertirse en uno de
los pilares de la industria musical. En 2017, los ingresos de la música en vivo en el
mundo ascendieron a 18.100 millones de dólares, según el portal Statista. En 2023,
han superado los 30.100 millones. Las cifras no parecen sorprender a Frühholz. “Si lo
piensas, la música nació para ser escuchada en directo, solo en los últimos cientos de
años, gracias a la tecnología, hemos empezado a escuchar música grabada”,
argumenta.
El estudio de Frühholz viene a apuntalar estas ideas, pero el experto reconoce ciertas
limitaciones, como la falta de contagio emocional, al haber solo un oyente, y la mayor
capacidad que tenía el pianista para adaptarse a su público, no solo por ser reducido,
sino por poder leerle, casi de forma literal, la mente. Es difícil pensar que en un
concierto de Taylor Swift, que reúne de media a 70.000 oyentes, la artista se pueda
amoldar a los sentimientos todos y cada uno de ellos. “Es cierto”, reconoce el
experto, “pero en cantantes pop como ella la conexión es más fácil porque el público
conoce el texto de las canciones. Y además debes tener en cuenta el contagio
emocional”. El público, en un concierto multitudinario, tiende a homogeneizar sus
sentimientos y a comportarse casi como un solo oyente.

La tribu que bailaba al ritmo de ‘Jingle bells’


El siguiente estudio no tuvo lugar en un laboratorio suizo, sino en la selva boliviana.
Allí llegó, después de días navegando por el Amazonas, un grupo de científicos para
preguntar por ritmos, sonidos y musicalidad a la tribu de los Tsimane. Nori Jacoby,
psicólogo del MIT, lideraba el experimento, que ha sido publicado en Nature. “Habría
sido más cómodo hacerlo desde el sofá”, reconoce con sorna, “pero no fue así.
Hicimos pruebas in situ con más de 900 personas de 15 países”. Muchas procedían de
sociedades cuya música tradicional contiene patrones rítmicos distintivos que no se
encuentran en la música occidental. Y se hizo un esfuerzo extra para buscar perfiles
con poco acceso a internet para evitar que sus gustos musicales fueran demasiado
homogéneos, explica Jacoby, que en la actualidad trabaja en Instituto Max Planck de
Estética Empírica de Fráncfort.
La idea era exponer a estas personas a ciertos patrones musicales y pedirles que
replicaran el ritmo con golpecitos de sus dedos para ver hasta qué punto se
equivocaban, imitando ritmos estandarizados que habían escuchado anteriormente.
“Era similar al juego del teléfono escacharrado”, señala el experto. “A medida que
avanzaba el juego, los participantes se inclinaban cada vez más por representar lo
que creían oír en lugar de por lo que realmente estaban oyendo. Este proceso
iterativo revelaba así las expectativas y las tendencias naturales que tiene cada
oyente”.

Foto de ambiente de una discoteca de Los Ángeles en una fiesta de los Oscars, el pasado 10 de
marzo.Randy Shropshire (Getty Images for Affinity Nightl)

Se trata del primer estudio transcultural a gran escala sobre el ritmo musical.
“Proporciona la prueba más clara hasta la fecha de que existe cierto grado de
universalidad en la percepción y la cognición musicales” señala el experto. Todos los
grupos analizados mostraron sesgos hacia las proporciones enteras simples.
“Sabemos que el cerebro humano contiene mecanismos que favorecen este tipo de
ritmos constantes”, dice Jacoby. Eso explicaría la universalidad de la proporción 1:1:2
que escuchamos, por ejemplo, en el villancico anglosajón Jingle bells, pero también
en canciones tradicionales en casi todas las culturas, incluso las más aisladas.
“Evidentemente, estas preferencias pueden provenir de una tendencia natural a tener
pulsaciones constantes o isócronas”, concluye el experto.
De la música tribal a la electrónica. El último estudio a reseñar analizó cómo este
género puede hacer que los oyentes disocien y alteren sus estados de conciencia. Ha
sido liderado por Raquel Aparicio Terrés, psicóloga de la Universidad de Barcelona.
Para llevarlo a cabo, reclutó a 19 personas, de entre 18 y 22 años, y les hizo escuchar
seis extractos de música electrónica a tempos de 99 latidos por minuto o bpm, 135
bpm y 171 bpm. Los investigadores utilizaron la electroencefalografía, que mide la
actividad eléctrica del cerebro, para medir la sincronización neuronal de los
participantes con la música.
La sincronización entre la actividad cerebral y el ritmo de la música se produjo en los
tres tempos, pero fue más pronunciada con los 99 bpm, un ritmo que escucharon en
esta canción (y que es similar al de éxitos comerciales como Hello Goodbye de The
Beatles o Crazy in Love de Beyoncè). Aparicio Terrés explica en el estudio que los
resultados pueden tener dos implicaciones médicas. Por una parte, la comprensión de
los mecanismos cerebrales que subyacen a los estados alterados de conciencia, como
el coma o el estado vegetativo. Y por otro, el conocimiento y uso de “técnicas
externas no invasivas que faciliten estados deseables de distanciamiento de la
realidad, sobre todo en entornos clínicos como las unidades de cuidados intensivos”.
“Utilizar la ciencia de la música para poder aliviar el estrés, la ansiedad o alterar
estados de conciencia es algo que se estudia desde hace tiempo” señala Corbacho,
que pone ejemplos como la aplicación Moonai que usa sonidos y música con los que
promete reducir el dolor menstrual. “Siempre hemos utilizado la música para alterar
nuestras reacciones emocionales a lo largo de toda nuestra evolución. Como dice [el
psicólogo] Guillermo Dalia, antes de poder comunicarnos con palabras, ya
utilizábamos ritmos”.
Sin embargo, hasta ahora no entendíamos los mecanismos que traducen estas notas
en emociones. Qué es lo que hace que una canción nos mueva a bailar, nos transmita
angustia o nos haga llorar. Tampoco ahora terminamos de hacerlo del todo. Los
estudios mencionados, y otros muchos, empiezan a arrojar luz en la caja negra que
sigue siendo nuestro cerebro. Y prometen hacernos entender si hay cierta
universalidad en estas sensaciones, si las canciones más famosas de la historia no
son sino fórmulas matemáticas capaces de tocar las teclas adecuadas no solo musical,
sino neurológicamente hablando.
Venezuela celebrará las elecciones
presidenciales el 28 de julio, el día del
nacimiento de Chávez
El chavismo mantiene el veto a la opositora María Corina Machado para despejar el
camino a Nicolás Maduro

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, durante una visita este lunes a la ciudad de Los
Teques, en el Estado Miranda.Prensa Miraflores (EFE/Prensa Miraflores)

El Consejo Nacional Electoral de Venezuela ha anunciado este martes que las


elecciones presidenciales se celebrarán el 28 de julio, el día del nacimiento de Hugo
Chávez. La autoridad electoral lo ha hecho público precisamente hoy, la fecha en la
que murió el impulsor del movimiento político que gobierna el país desde hace más
de dos décadas. La fecha exacta en el calendario, que toda la comunidad
internacional aguardaba, pone en marcha un proceso electoral complejo y muy
cuestionado, del que ha sido vetada la principal opositora, María Corina
Machado, para despejar el camino del presidente Nicolás Maduro. La campaña tendrá
lugar entre el 4 y el 25 de julio.
Los candidatos podrán inscribirse entre el 21 y el 25 de marzo. Lo que en cualquier
país podría parecer un trámite administrativo sin mayor importancia, en Venezuela
resulta capital. El chavismo se ha mostrado inflexible con la participación de
Machado, que lidera la mayoría de las encuestas que se han hecho públicas en los
últimos meses. Los tribunales, controlados por el oficialismo, se escudan en una
supuesta falta que cometió con sus gastos en sus tiempos como congresista, la época
en la que se dio a conocer por enfrentarse dialécticamente a Chávez. La oposición la
eligió para enfrentarse a Maduro en este 2024 en unas primarias que sorprendieron
a todo el mundo, principalmente a Maduro. Dos millones de venezolanos salieron a la
calle y votaron masivamente a Machado. Era una demostración de fuerza de una
política que hace unos años mantenía posiciones muy antichavistas muy extremistas,
pero que en los últimos tiempos ha moderado sus posiciones para dirigirse a un
público más amplio.
La comunidad internacional ha intentado en los dos últimos años convencer al
chavismo de la necesidad de celebrar unas elecciones limpias y transparentes en las
que la oposición tuvieran opciones reales de victoria. Se hablaba de una especie de
transición democrática que se llevara a cabo con el consenso de todas las partes. El
Gobierno estadounidense de Joe Biden, el presidente francés, Emmanuel Macron, o el
colombiano, Gustavo Petro, han tratado de impulsar esta vía de diálogo. El
expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero también era partidario. El
chavismo, sin embargo, argumentaba que las sanciones internacionales que pesaban
sobre el país impedían cualquier tipo de acuerdo. Maduro llegó a decir que si no se
levantaban esas restricciones no se celebrarían unos comicios democráticos.
El Gobierno y la oposición, que llevan años sentados en unas mesas de diálogos que
se reactivan cada cierto tiempo para encontrar una salida política a la larguísima
crisis institucional en la que está inmersa Venezuela, firmaron un acuerdo en
Barbados en el que se comprometían a respetar el calendario electoral recogido en la
Constitución, que marca que se deben celebrar en el segundo semestre de este año, y
facilitar la inscripción de los candidatos opositores. No son pocos los que están
inhabilitados. Además de Machado, esa prohibición pesa también sobre Henrique
Capriles, que en su día le compitió a Chávez las elecciones y a punto estuvo de
derrotarlo. Washington pensó, con estos acuerdos de Barbados, que era el momento
de mostrar voluntad política y en octubre de 2023 levantó las sanciones al gas, al
petróleo y al oro. Venezuela podía volver de forma oficial a los mercados
internacionales y mejorar su economía.
A cambio, Maduro tenía que empezar la apertura democrática. Eso nunca llegó a
ocurrir. El presidente y su círculo de confianza se mostraron inflexibles frente a la
inhabilitación de Machado. El chavismo ha demostrado claramente que no quiere
enfrentarse a ella bajo ninguna circunstancia. La cerrazón del Gobierno decepcionó a
la Casa Blanca, que anunció finales de enero el regreso de las sanciones. La
posibilidad de un proceso electoral mínimamente competitivo se esfumó de repente,
como habían vaticinado los que desconfían por completo de las intenciones
conciliadoras de Maduro. Desde ese momento el chavismo ha radicalizado su política.
Como también hizo Chávez en su día, Maduro asegura que hay plan para asesinarlo y
dar un golpe de Estado en el país. La fiscalía ha detenido bajo esa acusación a
opositores, activistas y miembros de las organizaciones de derechos humanos.
Incluso a ciudadanos normales y corrientes que han criticado al chavismo en redes
sociales.
El Gobierno cortó ayer la emisión en cable de la Deutsche Welle, un medio público
alemán, por un vídeo para redes sociales sobre la corrupción en Venezuela. Se sabe
que ha vetado para la cobertura de las elecciones a los corresponsales de EL PAÍS
y The New York Times. Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea de Venezuela y
hombre fuerte de Maduro, criticó hace poco a esos dos periódicos en público y añadió
en esas descalificaciones a AP, la agencia de noticias estadounidense. Rodríguez
acusa a los tres de distorsionar la realidad política del país. Los dirigentes chavistas,
a través de sus redes sociales y programas de televisión, propagan la existencia de un
complot internacional para desacreditar el buen nombre de Venezuela. El fiscal,
Tarek William Saab, se ha quejado de la cobertura de la detención de Rocío San
Miguel, una reputada experta en asuntos militares detenida y encarcelada bajo la
acusación de planear el magnicidio de Maduro. La fiscalía ha presentado como
pruebas el audio de un militar de muy mala calidad y unos planos que supuestamente
demuestran la conspiración.
La fecha electoral la ha marcado el CNE, pero el chavismo había empezado una ronda
de consultas con empresarios, sectores afines y partidos políticos instrumentalizados
por el oficialismo. La Plataforma Unitaria, la que ha elegido a María Corina Machado
como candidata, se quedó fuera del debate. Jorge Rodríguez reivindicó esa unidad
como una muestra de salud democrática. Los dos guiños al nacimiento y la muerte de
Chávez en el calendario no deja muchas dudas sobre quién ha elegido el momento.
Machado no se rinde y ha empezado una campaña por Venezuela para sumar más
apoyos y presionar al chavismo para que acepte su participación. Maduro hace rato
que también está en campaña o, más bien vive en ella de forma permanente. Lo más
probable es que solo él puede contender, pero ella no se lo va a poner tan fácil y va a
tratar de demostrar que sin su participación las elecciones son una opereta. Por una
cosa u otra, en Venezuela siempre aviva el fuego perpetuo de la discordia.
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Por qué el problema de la gordofobia es
estructural y sistémico
Las personas gordas viven en un escrutinio continuo en el que se adivina y se juzga
su salud, sus hábitos, y su personalidad, solo por lo que ocupa su cuerpo

Uno de los fotogramas de 'Cerdita', de Carlota Pereda.

La gordofobia se define como el odio, rechazo y violencia que sufren las personas
gordas por estar gordas. También se puede entender como el miedo a la gordura, a la
propia (gordofobia interiorizada) y a la ajena. Se caracteriza por actitudes negativas,
estereotipos y prejuicios hacia las personas gordas y pueden estar acompañados de
actos de violencia física, moral, verbal o física.
La gordofobia es estructural y sistémica. Las personas con más peso se enfrentan
cada día a espacios que les dicen que su cuerpo no cabe, incluso poniendo en riesgo
su salud, por ejemplo, con los cinturones de seguridad que no les sirven en los
transportes públicos. Viven en un escrutinio continuo en el que se adivina y se juzga
su salud, sus hábitos, y su personalidad, solo por lo que ocupa su cuerpo. Lo estamos
viendo estos días tras el anuncio de la muerte de la actriz Itziar Castro, que
ha inundado las redes de mensajes de odio y gordofobia.
Desde el sistema se les oprime mediante el acceso a transporte y espacios públicos, y
falta de oportunidades de movimiento. Se les tilda de poco deportistas y perezosos,
pero pocos son los gimnasios o centros deportivos para que personas con mucho peso
puedan hacer deporte. En el ámbito científico y sanitario se habla más de “sesgo de
peso” o “estigma de peso” que es esa inclinación para hacer juicios de valor hacia la
persona únicamente sobre la base de su peso.
El estigma de peso, además, crea estereotipos, y da por hecho que las personas con
cuerpos más grandes no comen de forma saludable, no hacen deporte, están
deprimidos, son torpes y descuidados y no tiene voluntad ninguna. ¿Alguna cosa
más? Sí, se me olvidaba, cualquier enfermedad que padezcan es achacable a su peso.
Como si los delgados no enfermáramos y la delgadez nos protegiera de
enfermedades, como las vacunas...
Un estigma asociado a un grupo de personas con características similares se
convierte en un estigma social, ¿Y qué significa un estigma? Se refiere a una
condición, atributo, rasgo o comportamientos que hace que su porteador genere una
respuesta negativa y sea visto como culturalmente inaceptable o inferior. Bajo el
manto todopoderoso del estigma, se llega a la exclusión social, mediante las burlas,
insultos, barreras y obstáculos, existiendo así una gordofobia estructural que se
aplica de forma individual y colectiva. El estigma se puede aplicar desde la propia
familia, amigos, la educación y la sanidad.

La gordofobia, además, genera vergüenza corporal. Los cánones estéticos han hecho
que solo exista un modelo de cuerpo posible. De tal manera que, en la medida que
nos alejamos de él, la valía de nuestro cuerpo disminuye. En especial sobre nosotras,
las mujeres, la presión que recibe una mujer gorda sobre su cuerpo, es mayor que la
que recibe un hombre gordo, y a su vez la que recibe una mujer gorda blanca es
menor a la que recibe una mujer gorda negra. Y así podremos ir sumando diferentes
factores como sexualidad, etnia, etc.
En la medicina y la sanidad, en general, siempre se ha trabajado con el peso como
punto de corte, el IMC (índice de masa corporal) el cual determina si nuestro peso es
saludable o no. Es un parámetro totalmente obsoleto, no tiene en cuenta nada más
que el peso y la estatura de la persona y, para más inri, está hecho solo sobre
hombres blancos, por lo que las medidas dejan fuera a las mujeres y a todas las razas
menos a la caucásica. No es una medida interseccional, pero aun así se aplica para
todos igual.
Desde este imperativo de equiparar la salud a peso se ejerce la gordofobia médica, y
se puede manifestar de muchas maneras:
• Ante cualquier dolencia, aunque no tenga nada que ver, se prescribe
pérdida de peso.
• No tener sillas adaptadas en consultas de medicina o nutrición.
• No se ofrecen los mismos recursos que a personas delgadas y al final eso
supone poner en riesgo la salud de las personas gordas que dejan de ir al
médico.
• Denegación de tratamientos de fertilidad basados en el IMC.
Esto acaba por vulnerar el derecho básico de acceso a una atención médica de
calidad.
Por otro lado, no hay referentes gordos. ¿Cuántos actores gordos conoces? ¿Y
actrices? ¿Cuántas de ellas tiene papeles protagonistas? Y si lo son, ¿en cuántas la
trama no gira en torno a su peso? Normalmente, los personajes gordos, son
secundarios, graciosos, no deseables, y siempre se pasan la vida a dieta.
Ante tanta presión, tanta vergüenza y tan poca visibilidad, no hay quien se cuide. El
mayor deseo es encoger, disminuir el tamaño del cuerpo, para caber, para encajar,
para dejar de ser juzgados, para parar de pedir perdón por el tamaño corporal y
poder vivir en paz.
La gordofobia tiene grandes consecuencias en la vida de las personas gordas: sufren
burlas y acoso, tienen más riesgos de padecer trastornos de la conducta alimentaria,
ciclos de dietas y ansiedad, evitan actividades físicas, se privan de cosas que les guste
hacer por evitar la exposición de su cuerpo... Ponen en pausa su vida hasta adelgazar.
Al final ser gordo se ha convertido en una identidad que nadie quiere, como dice
Enrique Aparicio, guionista y escritor: “Ser un niño gordo y marica había arrasado
mi salud mental, y me había convencido de que no merecía ser querido. Siempre
ansioso, siempre ahogado por la vergüenza y la culpa. Yo no dejaría de ser marica ni
por todo el oro del mundo, pero pagaría por dejar de ser gordo”.
Es hora de desvincular el peso de la salud, y trabajar en políticas públicas de salud y
no abordar los problemas de alimentación desde el ámbito privado, porque esto
acaba siendo clasista y desigual. A nivel individual, debemos tomar conciencia de
nuestra gordofobia interiorizada, trabajarla y corregirla, y si además somos
sanitarios o educadores, tenemos una mayor responsabilidad para empezar a
transmitir que todos los cuerpos son válidos y que la salud es mucho más compleja
que los kilos.

NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias


científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más
que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el
factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades,
desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas
nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a
la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.

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