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FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA DE LA EVALUACIÓN EDUCATIVA

Mora Vargas (2004) sostiene que la evaluación en el contexto de una educación integradora
requiere fundamentos teóricos sólidos que estructuren el discurso evaluativo y permitan su
implementación en el aula. Estos fundamentos incluyen el paradigma cualitativo como marco
de referencia investigativo, el enfoque interpretativo, el modelo de evaluación por los logros y
el diseño como mediación y conducción. Además, se hace referencia al paradigma cuantitativo
de la investigación y a los enfoques técnico y práctico de la evaluación para confrontar y aclarar
características.

En este contexto, Mora Vargas (2004) plantea que el paradigma cualitativo es el referente
teórico que guía el análisis de la interacción en la escuela y en el aula, mientras que el enfoque
interpretativo proporciona el punto de vista que sustenta la evaluación. El modelo de
evaluación por los logros establece las prescripciones para definir y organizar los componentes
de la evaluación, y el diseño determina las características operativas que guían el plan y la
acción de la evaluación.

Por otro lado, Mora Vargas (2004) señala que en el paradigma cuantitativo de la investigación,
el enfoque se centra en obtener información objetiva y verificable sobre el conocimiento
adquirido por el estudiante para controlar su desarrollo y determinar la necesidad de refuerzos.
En este enfoque, el estudiante es tratado como un objeto de análisis y descripción, y el
evaluador establece una relación en tercera persona con él.

El método utilizado en este paradigma es un diseño cerrado que busca identificar características
generales susceptibles de ser medidas, utilizando pruebas objetivas con formas de respuesta
únicas. El evaluador mantiene una posición neutral y objetiva, analizando la información de
manera descriptiva y sin interpretación, mediante procesos aritméticos y estadísticos.

En contraste, Mora Vargas (2004) destaca que en el paradigma cualitativo de la evaluación se


enfatiza en comprender la singularidad y la dinámica del fenómeno estudiado, considerando el
contexto y los significados atribuidos por los actores involucrados. Se reconoce que el
conocimiento no es neutral y que el investigador interviene en la construcción de la realidad.
Leyva Barajas (2010), por otro lado, ofrece una guía práctica para profesores en el ámbito de
la evaluación del aprendizaje. Destaca la necesidad de definir claramente los objetivos y
finalidades de la evaluación, así como la importancia de considerar una perspectiva
psicoeducativa que permita comprender la influencia de estrategias intelectuales y procesos de
pensamiento en el éxito o fracaso del alumno.

Para determinar la finalidad de la evaluación del aprendizaje, Leyva Barajas (2010) recurre a
una tipología que clasifica la evaluación en función de sus objetivos, lo cual orienta la selección
de técnicas e instrumentos adecuados para recuperar la información necesaria y sustentar el
proceso evaluativo.

La evaluación del aprendizaje se puede clasificar según diferentes criterios. En términos


nomotéticos, se refiere a la comparación del rendimiento del alumno con una norma externa,
ya sea una norma poblacional o un criterio establecido en un programa educativo. Por otro
lado, la evaluación ideográfica se centra en la evolución individual del alumno a lo largo del
tiempo, permitiendo comparar su progreso con sus propios logros anteriores.

La función de la evaluación varía según su temporalidad y su enfoque. La evaluación inicial o


diagnóstica proporciona información sobre el nivel previo del alumno, facilitando la adaptación
del programa educativo a sus necesidades. La evaluación formativa o procesual regula el
proceso de enseñanza y aprendizaje, permitiendo ajustes continuos para mejorar el desempeño
del estudiante. La evaluación final o sumativa, en cambio, se enfoca en verificar el
cumplimiento de objetivos y estándares, emitiendo un juicio de acreditación académica.

Es importante considerar la función mixta de la evaluación, que combina aspectos formativos


y sumativos para tomar decisiones tanto de mejora como de acreditación. Además, la
autoevaluación es crucial para que los alumnos reflexionen sobre su propio aprendizaje y
identifiquen áreas de mejora, contribuyendo así a su desarrollo social y profesional.

La heteroevaluación implica que una persona evalúa el trabajo o desempeño de otra, como lo
hace un profesor con sus alumnos. Es un proceso fundamental en la educación, pero también
complejo debido a la necesidad de emitir juicios de valor válidos y objetivos. La tipología
propuesta por Casanova (2007) sugiere que la finalidad de la evaluación puede variar según la
unidad de análisis y el modelo de gestión educativa.

Las dimensiones transversales, como el nivel educativo y la modalidad de entrega, son


importantes para comprender el contexto en el que se desarrolla la evaluación. Evaluar el
proceso educativo implica interpretar los resultados obtenidos en función de los objetivos de
la educación y el desarrollo de competencias. Es un proceso sistemático que requiere
planificación y relación estrecha con el programa escolar, las actividades de enseñanza y las
circunstancias específicas.

Los estándares de ejecución deben establecerse para facilitar la interpretación adecuada del
nivel logrado por los estudiantes y garantizar la transparencia y equidad en el proceso de
evaluación. Esto contribuye a crear una cultura de evaluación que beneficia a todos los usuarios
del sistema educativo.

La construcción de pruebas objetivas con reactivos de opción múltiple se recomienda


principalmente para la evaluación sumativa, ya que permite un muestreo representativo de los
contenidos y procesos al final de un curso. Los reactivos de opción múltiple son los más
estables y versátiles, siendo más adecuados los que contienen cuatro opciones, eliminando la
menos frecuente. Sus ventajas incluyen adaptabilidad, calificación rápida y objetiva, y facilidad
de aplicación.

Para elaborar un reactivo, se debe utilizar un lenguaje apropiado, sencillo y correcto, evitando
errores gramaticales y términos confusos. La base debe presentar un problema claro y
relevante, mientras que las opciones deben ser concisas, congruentes y plausibles. Existen
variantes de reactivos de opción múltiple, como simple, jerarquización, selección de elementos,
relación de columnas y multireactivos, cada uno adecuado para diferentes indicadores de
aprendizaje.
La evaluación es esencial para mejorar la calidad educativa, pero debe ir más allá de
simplemente medir la memorización o reconstrucción de información por parte de los alumnos.
Se plantea un cambio de enfoque hacia la evaluación basada en competencias, que se distingue
de la evaluación centrada en la medición. Esta última tiende a verificar cómo los alumnos
reconstruyen el conocimiento, se apoya en pruebas objetivas y pondera aspectos no
necesariamente relacionados con el aprendizaje real. En contraste, la evaluación basada en
competencias se centra en evaluar qué tan bien los alumnos pueden aplicar el conocimiento en
situaciones reales.

El marco conceptual de la evaluación basada en competencias incluye la definición de


competencias, características de la evaluación y de las evidencias, un modelo teórico triangular
y tipos de evaluación derivados de este modelo. El marco metodológico abarca qué se evalúa,
los métodos evaluativos, técnicas e instrumentos, y los procedimientos en las diferentes fases
de la instrucción. Este enfoque busca comprender y aplicar la evaluación basada en
competencias para impulsar un cambio significativo en la forma en que se evalúa el
aprendizaje.

La evaluación de competencias varía según el enfoque adoptado, ya sea conductista, genérico


o constructivista, lo que determina cómo se evaluarán. Cada enfoque se centra en aspectos
específicos, como el comportamiento, el desempeño, la representación del conocimiento o la
situación contextual.

Por ejemplo, si el enfoque está en el comportamiento, se evaluarán conductas observables y


medibles; si está en el desempeño, se considerará el resultado de la competencia; si está en la
competencia como representación del conocimiento, se evaluarán conocimientos declarativos,
y así sucesivamente.

La evaluación de competencias se define como un proceso para verificar y valorar la capacidad


de una persona en relación con un desempeño establecido, a menudo expresado en normas.
Este proceso puede incluir pruebas, exámenes prácticos, observación o revisión de evidencias
sobre el desempeño.
Tiene como objetivo formar un concepto sobre la competencia de una persona y identificar
áreas que necesiten fortalecerse mediante capacitación para alcanzar dicha competencia.

Las características clave de la evaluación basada en competencias son su carácter continuo,


sistemático y basado en evidencias. No se limita a una evaluación final, sino que se integra a
lo largo del proceso de aprendizaje, priorizando la recuperación de evidencias en diferentes
momentos de aprendizaje. Esto implica que el proceso de evaluación debe planearse
estratégicamente para potenciar la recuperación de la información aprendida, tanto dentro
como fuera del entorno escolar.

La evaluación basada en competencias se caracteriza por ser un proceso basado en evidencias,


que abarca la estandarización de criterios, indicadores y las propias evidencias para evaluar de
manera justa y equitativa.

Las evidencias son manifestaciones que los alumnos aportan en función de un criterio
establecido. Pueden ser pruebas físicas o manifestaciones dentro de un trabajo entregado. Es
fundamental comprender que las evidencias no se limitan a lo observable, sino que también
pueden ser indirectas, inferidas o judiciales.

El modelo triangular actúa como referencia teórica en la evaluación basada en competencias,


dividiendo el proceso en preinstrucción, instrucción y postinstrucción. Se enfoca en la
cognición, la observación y la integración como componentes esenciales.

La evaluación basada en competencias abarca tres tipos fundamentales: la evaluación para


aprender, la evaluación para acreditar o promover, y la evaluación para certificar. La primera
está relacionada con la evaluación formativa y la autorregulación del aprendizaje, mientras que
la segunda se centra en la obtención de créditos o acreditaciones. La evaluación para certificar
es externa y busca verificar competencias para la asignación de diplomas o certificados.
En el marco metodológico de la evaluación basada en competencias, se evalúan tres
dimensiones clave: conocimientos, saber hacer y competencias. Estas dimensiones pueden ser
clasificadas en diferentes tipos de tareas, como escindidas, integradas o semintegradas.

Los criterios de evaluación son reglas o normas que determinan lo que es verdadero o cierto.
Deben ser pertinentes, jerarquizados, independientes y pocos para garantizar la calidad de la
evaluación. Los criterios reflejan el objeto de evaluación y son fundamentales para comparar
los resultados obtenidos con los objetivos propuestos.

Los criterios se convierten en indicadores que ofrecen información sobre los aspectos a
considerar para el tipo de aprendizaje y las capacidades a desarrollar. Pueden ser cuantitativos
o cualitativos y deben ser realistas y alcanzables para garantizar la objetividad de la evaluación.

Es importante que los criterios reflejen fielmente el objeto de evaluación y favorezcan la


equidad en el proceso. La claridad, pertinencia, coherencia y exactitud son algunas
características fundamentales de los criterios de evaluación, que deben ser establecidos con
atención a la organización y especificidad.

INFERENCIAS

• La importancia de la evaluación variada: Dado que se discuten múltiples enfoques


y tipos de evaluación, parece que los educadores están reconociendo la necesidad de
evaluar a los estudiantes de manera diversa para obtener una comprensión completa de
su progreso y logros.
• Énfasis en la mejora continua: La mención de la evaluación formativa y la
autoevaluación sugiere que la evaluación se utiliza no solo para medir el rendimiento,
sino también para identificar áreas de mejora y fomentar un aprendizaje continuo.
• Consideración de la equidad y la diversidad: La discusión sobre los estándares de
ejecución y la necesidad de criterios claros y objetivos implica un esfuerzo por
garantizar que la evaluación sea justa y equitativa para todos los estudiantes,
independientemente de sus antecedentes o habilidades.
• Enfoque en las competencias prácticas: La sección sobre evaluación basada en
competencias sugiere que los educadores están reconociendo la importancia de evaluar
no solo el conocimiento teórico, sino también la capacidad de los estudiantes para
aplicar ese conocimiento en situaciones reales.
• Necesidad de una planificación estratégica: La discusión sobre la planificación
estratégica de la evaluación implica que los educadores deben considerar
cuidadosamente cómo y cuándo evaluar a los estudiantes para garantizar que el proceso
sea efectivo y beneficioso para su aprendizaje.
• El papel activo del estudiante en la evaluación: La inclusión de la autoevaluación
sugiere que los educadores están alentando a los estudiantes a reflexionar sobre su
propio aprendizaje y a participar activamente en el proceso de evaluación.

Estas inferencias sugieren que la evaluación educativa es un proceso complejo y multifacético


que va más allá de simplemente calificar el rendimiento de los estudiantes, y que los educadores
están adoptando enfoques más inclusivos y centrados en el estudiante para mejorar la calidad
de la enseñanza y el aprendizaje.
BIBLIOGRAFÍA

Mora Vargas, A. I. (2004). La evaluación educativa: Concepto, períodos y modelos. Revista


Electrónica "Actualidades Investigativas en Educación," vol.4 (2), Universidad de Costa Rica,
San Pedro de Montes de Oca, Costa Rica.

Leyva Barajas, Y. E. (2010). Evaluación del Aprendizaje: Una guía práctica para profesores.

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