E. M.

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ORAD SIN CfiSARlt!,,
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Antología de sus escritos
acerca de 'la'oración
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Traducción al castellario: DavidlR..Fowell

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 EpfOnnL V|DA es un ministerio misionero
internacional cuyo propósito es proporcionar los
recursos para evangelizar con las buenas nuevas de
Jesucriito, hacer discípulos y preparar para el
mÍnisterio al mayor número de personas en el menor
tiempo posible.
ISBN 0-8297-1085-X
Categoría: Devocionales / Inspiradores
Este libro fue publicado en inglés con el título
The Best of E. M. Bounds
por Baker Book House Company.
@ 1981 por Baker Book House Company
Edición en idioma español
@ 1983 por Editorial Vida
Deerfield, Florida 33442-gLS4
Cuarta impresión, 1994
Reservados todos los derechos
Cubierta üseñada por Héctor Lozano
Indice
Prefacio del editor en castellano 5
Exhactos de Lo necesidod de Io o¡ución
1. La o¡ación y la Palabra de Dios 7
2. La oración y la fe 23
Exbactos de Los elementos esencioles de lo oroción
3. La oración y la humildad 43
4. La oración y la devoción 51
5. La oración, Ia alabanza y la acción
de gracias 59
Extractos de El propósito de Ia o¡oción
6. El propósito de la oración 69
F,¡<hactos de Pode¡ por medio de Io o¡ación
. 7. Debemos dedicar mucho tiempo
a la oración Bg
8. La oración seúala el liderazgo espiritual 93
9. Los predicadores necesitan las oraciones
de los demás 99
In oroción y los hombres de oroción
Erctractos de
10. Santos de oración del Antiguo Testamento 105
11. Moisés, el poderoso intercesor 1.77
12. Pablo, el maestro de la oración t25
Extractos de El c¡mo de Io orsción
13. La necesidad de hombres de oración 137
14. El ministerio y la oración 147
 --
4 Orcd sin cescr
Ext¡actos de I¿ ¡ealidod de Io o¡ación
15. La oración: un pdvilegio
magnÍfico
y sagrado 163
16. Jesucristo,el divino Maestro de
la o¡ación 17,t
77. La oración modelo del Señor
181
Prefacio
del editor en castellano
Fxt¡actos de Las posibitidodes
de lo orocjón
18. El ministerio de la oración Este tomo le ofrece al lector de habla hispana una
1Bb
oración y su gran alcance 189
19. !" antología de antologías, tomada de uno de los
20. La respuesta a la oración
1gb escritores cristianos que más profundamente han
21. La oración y la providencia
divin a 275 estudiado el tema de la oración. Edward McKendrie
Bounds, con una comprensión profunda que sólo un
auténtico hombre de Dios puede tenel, decía estas
palabras que son hoy tan actuales come cuando las
.escribié: "Lo que la Iglesia necesita hoy no es una
serie de organizaciones nuevas ni métodos novedo-
sos, sino hombres que el Espíritu Santo pueda
utilizar: hombres de oración; hombres poderosos en
la oración. El Espíritu Santo no se derrama a través
de los métodos, sino a través de los homb¡es, Su
unción no cae sobre los planes, sino sobre los
hombres: los hombres de oración.,,
Bounds nació en 1B3b en el condado de Shelby,
Missouri, y murió en Washington, Georgia, en 1g13.
Este gran metodista estudió leyes y ejerció como
abogado durante tres años antes de dedicarse a su
fecundo ministerio. Fue capellán del euinto Regi-
miento de Missouri durante la Guerra Civil nortei-
mericana, y dos veces fue hecho prisionero. pasó con
su familia en Georgia los riltimos diecisiete años de
su vida. Durante este tiempo escribió sus obras. Solía
levantarse a las cuatro de la mañana para o¡ar hasta
las siete. Bs decir, que cuando escribíá respecto de la
oración, estaba tomando tema de sus propias expe-
riencias personales.
6 Orad sin cesar
Editorial Vida tiene la seguridad de que está Extractos de
poniendo al alcance del público evangélico de habla Lo necesidod de la omción
castellana una selección antológica que servirá, no
solamente para que también en nuestro ambiente se
pueda apreciar la profundidad de E. M. Bounds, sino
sobre todo para que se desarrollé en medio de
!
nosotros una profunda hambre y sed de oración. No La oración
es otro el deseo del Espíritu Santo, quien inspirara al y la Palabra de Dios
apóstol Pablo las palabras que sirven de título a este
libro: "Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17).
Fn las Escriti¡ras encontramos constantemente-.,r"g"-
pala-
bras.como "i"Tpg:', "semilla", "r"*b."áátll,
dor", "cosecha". El empleo de tales metáforas intér_
preta un hecho natural mediante una
ilarábola de
qqcia. El campo es el mundo y la buena iemilla es la
Palabra de Dios. Ya sea hablada o escrita, la palabra
es poder de Dios para salvación. En nuesira tarea de
evangelizar, el mundo entero es nuestro campo, toda
criatura es el objeto de nuestro esfuerzo v todo libro
o tratado, una semilla de Dios. ¡avi¿ Fant, Jr.
-
a Palabra de Dios es un registro de la oración: de
hombres de oración y de sus logros, de las ga-
rantías divinas de la oración y del ánimo que recibin
aquellos que oran. Nadie puede leer loJcasos, los
mandamientos, los ejemplos y las afirmaciones di_
versas que se refieren a la oración, sin comprender
que la causa de Dios, y el éxito de su obra en el
mundo dependen de la oración; que los homb¡es de
oración han sido los delegados de Dios sobre la
tier¡a; y que Dios jamás usa a los hombres que no
oran.
El respeto por el santo nombre de Dios está
fntimamente vinculado con un gran respeto por su
Palabra. Bsta santificación del nombre de nios; la
habilidad para hacer su voluntad en la tierra, como
se la hace en el cielo; el establecimiento y la gloria
del reino de Dios, están tan relacionadbs cón la
I Orqd sin cesor Lo oración y lo Palabro de Dios 9
a los hombres el
oración, como cuando ]esús enseñó bajo las que, mediante la oración petseveran.te'
deban orar siem'
;ñ;;tttto. El que "ios hombres la pod"*ot obtett"r un ensanchamiento o una adición
;;;'; d"smalar", es tan lundamental para de strs promesas. Se dice de los santos anüguos que
Cristo
;ffi i. ni"t hóy dÍa, como cuando
inmortal
|esús
parábola de Ia "por fe. . . alcanzaron promesas". Parecetía haber en
il;;;t;ó* "ét¿"¿
en la
lá oración la capacidad de ir más allá de la Palabra'
viuda Y eI iuez injusto' más allá de las promesas del Señor, a la presencia
Asl como la casa de Dios se llama "Casa de
de
importante misma de Dios.
or".il";;J*que la oración es el razÓn la Biblia
más
Jacob luchó no tanto con una
promesa como con el
sus oficios santos, por la misma Prometedor. Debemos asirnos del Prometedor, para
de oración' La oración es el que la promesa no resulte ineficaz' Bien podrlamos
ñtáffi*tt "rl,i¡to de su mensaje a Ia
gran tema v "o"iuttido l
áefinir a la oración como aquella fuerza que vitaliza
-T"
Éumanidad y da energía a la Palabra de Dios, al asirse a Dios
pái"Ura de Dios es la base' y la guía de la mismo. Al asirnos del Prometedor, la oración reac-
moxe en abun-
oración de fe. "La palabra de Cristo tiva la promesa' y la hace personal' El lamento de
danciaenvosotrog,enseñándoos.yexhortándoos Dios es que no hay "nadie. '' que se despierte para
dice San Pablo -'
il;; otto" á" to¿á sabiduría - apoyars*;' en El (IsaÍas 64:7)' La receta de Dios para
;t""J; con gracia en vuestros corazones al Señor li oración es: "¿Forzatá alguien mi fortaleza? Haga
consalmosehimnosycánticosespirituales''(Colo. conmigo. paz; sí, haga paz conmigo" (Isaías 27:5)'
senses 3:16). S"g* lis Escrituras, se podría dividir la oración
A medida que se transforma y se asimila esta en la petición de fe y la oración de sumisión' -La
que mora en nosotros en abundan- oración de fe se basa en la Palabra escrita' porque "la
dl"bt;J;Aiito
^cia, construye a
ella se expresa en Ia oración' La fe se fe es por el oír, y el oír, pol Ia palabra de Dios"'
cuerpo
J" f" palabra y del Esplritu' y la fe el
es
Inevitáblemente recibe la respuesta, precisamente
"*tit
y la sustancia de la oración' aquello Por lo qire ora'
depende de
En muchos de sus aspectos' la oración La oración de sumisión no tiene una promesa
la Palabra de Dios' Jesrls dice: escrita definida, por así decirlo, pero se aferra a Dios
Si oermanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en con un espíritu humilde y contrito e implora y ruega
;;í""ü;:ñiiáüá; ió que iuercis' v os será hecho po, que eI alma dese-a' Abraham no tenÍa
$uau 15:7)'
"qo"ilo
ttittgntta promesa de Dios de que perdonaría a
La Palabra de Dios es el fulcro sobre
el cual se Sodoma. Moisés no tenía ninguna prome$a concteta
lñ;iu*u a" Ia oración' v por medio del cual de que Dios perdonaría a Israel' Por el contrario' Dios
"i;;
las cosas ,on poderosámente' Dios se ha hab?a declarado su ira y su propósito de destruirlo'
""*bi"das
Lotr"gudo a sl mismo, sus propósitos y su promesa a Pero el devoto líder ganó su petición a Dios al
incesantes
ilaoración,supataotaseconvierteenlabase'Ia .interceder por los israelitas con oraciones
áe n testr" oración' y hay circunstancias y muchas lágrimas. Daniel no tenía ninguna prgme-sl
ilü¿; definida de-que Dios Ie revelarla el significado del
10 Orod sin cesor La oración y Io Palabro de Dios 11"
por eso' y
sueño del rey, pero oró específicamente renovar la vida. Aqiiel que quiera aprender & orar,
contésté en forma definida'
--iá le
Dios
puUbra de Dios se hace efectiva y operativa
primero debe estudiar la Palabra de Dios y almace-
narla en su pensamiento y en su memoria.
máiante el proceso
-Señor
y Ia práctica de la oración' La Cuando consultamos la Palabra de Dios, encontra-
nalabra del vino a Bllas: "Vé, muéstrate a mos que no hay deber más exigente y obligatorio que
Á"J, v yo haré llover sobre la faz de la tietra" la oración. Por otra parte descubrimos que no hay
"ra:rl. Blías se mostró a Acab' pero la
ii Reffi que hizo su
privilegÍo más exaltado, que no hay hábito más
respuesta a su oración no llegó hasta ricamente bendecido por Dios. No hay promesas más
u"É"*utttt oración siete veces ante el Señor'
radiantes, más abundantes, más explícitas, más fre-
de Cristo' de que
Pablo tenía una promesa concreta cuentemente reiteradas, que aquellas que están rela-
,.serÍa librado de lbs rcbeldeg", pero lo encontramos
cionadas con la oración. "Todas Ias cosas" se reciben
eÁortando a los romanos de una manera apremiante por la olación, porque "todas las cosas" están
y solemne en relación a ese mismo asunto: prometidas. No hay límite a las provisiones inclui-
Pero os ruego, hermanos' por nuestro Señor Jesucri'c- das en las promesas a la oiación, y nada queda
il;p *-;i;;"; p*"-qüu
áái r' piiii", g3e Te av'déi s oran do
sea librado de los rebeldes
excluido de sus promesas. "Si algo pidiereis en mi
nor mÍ a Dios, nombre, yo lo haré" (Juan 1.4:14),
i tá"", y'que la ofrenda.de mj servicio
a
ñ"1 t5:30' Aquí tenemos algunas de las afirmaciones genera-
i* "tia" ""en ¡"ttttatéo
t*tot sea acepta (Romanos
les y exhaustivas de la Palabra de Dios acerca de la
31).
oración, de las cosas que se han de aceptar por medio
s La Palabra de Dios es de gtan ayuda en la oración' de la oración, y la firme promesa hecha en respuestr
corazones'
Si estuviera escrita y grabada en nuestros o la oración:
produciría.to" .ott-ititte continua de oración' plena
el
e irresistible. Las promesas que están guardadas en "Orad sin cesar"; "petseverad en la oración"; "coÍls-
corazón deben sei el combustible del cual la oración tantes en la oración"; "senn conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego";
t""iü" y calor, así como eI carbón' almacenado "orar siemprg, y no desmayar"; "que los hombres
"i¿"
en la tierra, provee para nuestra comodidad en
dlas
oren en todo lugar"; "orando en todo tiempo con
Dios
á" tot-"tttu y nochei de invierno' La Palabra de toda oración y súplica".
es el alimento que nutre y fortalece la oración'
La
pan' ¡Qué claras y firmes son las afirmaciones que
otJo", como efhombre, no puede vivir sÓlo de
aparecen en el registro divino, para proveernos de
;;i;¿L
-Á toa" palabra que sale de la boca de Dios"' una base segura para la fe y para instarnos, urgirnos y
*.ttot qnl l" Palabra de Dios provea la fuerza estimularnos a orar! ¡Qué amplia es la esfera de
viial para la óración, ésta, por más fewiente' incluso
li
i,
acción de la oración que se nos ha dado en la
vehemente o apremiante que sea' es en realidad il
revelación divina! ¡Cómo nos incitan estos pasajes a
;;;í;h;""a y acuit. La carencia de fuerza vital en la l
buscar al Dios de la oración con todos nuestros
oracián se eiplica por la ausencia de un constante deseos y con todas nuestras cargas!
injt.to de Ia i'alabia de Dios para reparil el gasto y Además de estas afirmaciones registradas pam
 _.:-----_=-._
72 Orad sin cesor
nuestro ánimo, las páginas sagradas abundan en
hechos, ejemplos, inciáentes fobservaciones que.
ratifican la importancia y la absoluta necesidad dé la
orlci-ón y subrayan su poder por encima de todo.
,oaDebié¡amos aceptar con humildad
el supremo alcance y
y poner a prue_
el pleno beneficio de ias
ricas promesas de la palabra de Dios. El mundo
nunca recibirá todo el beneficio del evangelio hasta
que hagamos esto. Ni la experiencia cristiana,
ni la
vida cristiana, serán lo que áeben ser hasta que estas
promesas divinas hayan sido probadas cémpleta-
mente por aquellos que oran. por la oración, traemos
estas promesas de la santa voluntad de Dios al reino
de lo-actual y lo real. La oración ,, tu pi"áru áut
filósofo que las convierte en oro.
€ Si nos preguntamos qué debemos hacer para
hacer
reales las promesas de_ Dios, la respuesta
es que
debemos oror hasta que las palabras dé la promesa se
vistan con la rica vestimenta del cumplimiento.
-grandes
Las promesas de Dios son demasiado para
ser alcanzadas por la oración descuidida. Cuando
nos examinamos a nosotros mismos, descubrimos
con demasiada frecuencia que nuestra oración no
alcanza las exigenciás de la situación;
tuo limitada
que es
-apenas
",
algo más que un insignificante oasis
en medio de la desolación y el desiérto del pecado
.lel mundo. ¿Quién de nosotros, al
orar, se colóca a la
altura de la siguiente promesa de nuest¡o Señor:
De cierto, de cierto os
El que en ml cree, les
obras que yo hago, éliigo:
ias hará tu*Ui?", y aun
e mayores hará, porque yo voy al padre
$uán f¿:fz)?
¡Cuán extensa y amplia es la promesa! ¡Cuánto hay
aquÍ-para la gloria de Dios, cuánto para el bien
del
hombre! ¡Cuánto para la manifestaciO¡ del poder
entronizado de Cristo, cuánto para la.""o-prrrru-Já
La otoción y Io Polabro de Dios t3
la fe abundante! ¡Y qué grandes y generosos son los
resultados que pueden obtenerse por el ejercicio de
la oración de fe en medida adecuada!
Observemos por un momento otra de las grandes
promesas de Dios, y descubramos cómo podemos ser
apoyados por Ia Palabra de Dios al orar y sobre qué
base firme podemos pararnos, al hacer nuestras
peticiones a nuestro Dios:
Si perrünecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho
fiuan 15:7).
En estas abarcadoras palabras, Dios se vuelve
hacia los deseos de su pueblo. Cuando Cristo se
convierte en nuestro todo, la oración pone a nuestros
pies los tesoros de Dios. Los cristianos primitivos
tenían una solución fácil y práctica para la situación,
tomaban todo lo que Dios tenía para dar. Esta simple
y concisa solución está registrada en la primera carta
de Juan:
Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de
é1, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos
las cosas que son agradables delante de él (r |uan
3:22).
La oración, unida a la obediencia amante, es la
forma de poner a prueba a Dios y hacer que la
oración responda todos los fines y a todas las cosas.
a
La oración, unida a la Palabra de Dios, santifica y
hace sagrados todos los dones de Dios. La oración no
es simplemente para conseguir cosas de Dios, sino
para santificar aquellas cosas que ya hemos recibido
de El. No es simplemente para obtener una bendi-
ción, sino también para poder dar bendición. La
oración santifica las cosas comunes y sacraliza las
cosas seculares. Recibe las cosas de Dios con agrade-
cimiento y las santifica con gratitud y devoción.
7
14 Orud sin cesor
En la primera ca$a a Timoteo, Pablo nos dipe lo
siguiente:
Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de
desecharse, si se toma con acción de gracias; porque
por la palabra de Dios y por la oración es santificado
(1 Timoteo 4:,4, 51.
Es una afirmación que se contrapone al simple
ascetismo. Los buenos dones de Dios deben ser
santos no sólo por el poder creativo de Dios sino
también porque se santifican para nosotros mediante
la oración. Los recibimos, nos apropiamos de ellos, y
los santificamos mediante la oración.
El hacer la voluntad de Dios y tener la Palabra de
Dios morando en nosotros, es un imperativo de la
oración efectiva. Pero, si se nos pregunta ¿cómo
podemos conocer la voluntad de Dios?, la respuesta
es: Bstudiando su Palabra, guardándola en nuestro
corazón, y permitiendo que la Palabra more en
nosotros con abundancia. "La exposición de tus
palabras alumbra" (Salmo 119:130).
Para conocer la voluntad de Dios en oración,
debemos estar llenos del Espíritu de Dios, que
intercede por los santos y en los santos según la
voluntad de Dios. Ser llenos del Espíritu de Dios, ser
llenos de la Palabra de Dios, es conocer la voluntad
de Dios. Es tener tal actitud mental, tal disposición
de corazón, que nos permita leer e interpretar acerta-
damente los propósitos del InJinito. El tener un
corazón rebosante de la Palabra y eI Espíritu, nos da
eI discernimiento correcto de la voluntad del Paüe,
y nos permite recibir en nosotros la disposición de
mente y de corazón para hacer de ella la guía y Ia
brrljula de nuestra vida.
Epafras oró para que los colosenses se mantuvie-
ran "perfectos y completos en todo lo que Dios
quiere". Esta es una prueba positiva de que no sólo
La oración y la Polabro de Dios 15
podemos conocer la voluntad de Dios sino también
de que podemos conocer toda la voluntad de Dios. Y
no sólo podemos conocer toda la voluntad de Dios
sino que también podemos hocer toda la voluntad de
Dios. Más aún, podemos hacer toda la voluntad de
Dios, no en forma ocasional o impulsiva, sino por un
hábito de conducta establecido. TodavÍa más, nos
muestra que no sólo podemos hacer la voluntad de
Dios externamente, sino de corazón, con alegría, de
buena gana, sin aversión, y sin rehuir o alejarnos de
la íntima presencia del Señor.
Hace algunos años un hombre viajaba por los bos-
ques de Kentucky. Llevaba consigo una gran suma de
dinero, y estaba bien armado. Se quedó a pasar la
noche en una posada, pero estaba muy preocupado
por el aspecto hosco de los hombles que entraban y
salían de la casa. Se acostó temprano, pero no para
dormir. A medianoche oyó que los perros ladraban
furiosamente y alguien que entraba en la posada.
Espiando por una ranura entre las tablas de su
habitación, vio un extraño con un revólver en la
mano. Otro hombre estaba sentado frente al fuego. El
viajero llegó a la conclusión de que estaban planean-
do asaltarlo, y se preparó para defenderse a sí mismo
y a su dinero. En ese momento el recién llegado sacó
un ejemplar de la Biblia, leyó en voz alta un capítulo
y luego se anodilló y comenzó a orar. El viajero
descartó sus temores, guardó su revólver y se acostó
para dormir completamente en paz hasta la luz de la
mañana. Y todo porque habla una Biblia en la posada
y su dueño era un hombre de oración.- F. F. Shoup.
La oración tiene mucho que ver con el éxito en la
predicación de la Palabra. Pablo enseña esto clara-
mente en ese conocido y apremiante pedido a los
tesalonicenses:
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que
la palabra del Señor corra y sea glorificada. . . [2 Te-
salonicenses 3:1),
F-
16 Orod sin cesor
La oración abre el camino para que la Palabra de
Dios corra sin estorbo ni impedimento y crea la
atmósfera favorable para que Ia Palabra logre su
propósito. La oración pone ruedas a la Palabra de
Dios y alas al ángel del Señor, "que tenÍa el evangelio
eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a
toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apocalipsis
14:6). La oración ayuda grandemente a Ia Palabra de
Dios.
La parábola del sembrador es un notable estudio
sobre la predicación, que muestra sus diversos efec-
tos y describe la diversidad de oyentes. Los oyentes
qüe están aI borde del camino son muchísimos. La
tierra yace sin preparar, ya sea por meditación previa
u oración. Como consecuencia, el diablo quita fácil-
mente la semilla (que es la Palabra de Dios) y
disipando todas las buenas impresiones vuelve inú-
til todo el trabajo del sembrador. Nadie cree ni por
un momento que si los oyentes prepamran el terreno
de sus corazones de antemano con meditación y
oración, una buena parte de la siembra actual queda-
ría sin fruto.
De manera similar ocurre con los oyentes cuya
tierra es pedregosa y con los oyentes cuya tierra tiene
espinos: aunque Ia Palabra queda sembrada en sus
corazones y comienza a brotar, por igual todo se
pierde, principalmente porque no hay oración, ni
cuidado, ni cultivo a continuación. Los oyentes que
constituyen una tierra propicia reciben eI beneficio
de la siembra sencillamente porque sus mentes han
sido preparadas para recibii If semilla y porque
después de escuchar han cultivado la semilla sem-
brada en sus corazones por eI ejercicio de la o¡ación.
Todo esto pone un énfasis particular en la conclu-
sión de esta asombrosa parábola: "Mirad, pues, córno
oís." Y para que podomos cuidar cómo oímod es
La omción y Ia Polobro de Dios 12
necesario que nos entreguemos continuamente a la
oración.
Tenemos que creer que la oración es fundamental
para la actuación de la Palabra de Dios, y que en la
oración reside su éxito final. En el libro de Isafas
encontramos:
Asf será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a
mf vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será
prosperada en aquello para que la envié (Isalas
55:11).
En el Salmo 19, David engrandece la Palabra de
Dios en siete afirmaciones en relación a ella: convier-
te el alma, hace sabios a los sencillos, regocija el
corazón, ilumina los ojos, permanece para siempre y
es completamente verdadera y recta. La Palabra de
Dios es perfecta, firme, recta y pura. Hace examinar
la conciencia y al mismo tiempo tiene ün efecto
purificador. Entonces no es de sorprender que des-
pués de considerar la profunda espiritualidad de la
Palabra de Dios, su poder para indagar la naturaleza
interior del hombre, y su profunda pureza, el salmis,
ta termine su exposición con el siguiente pasaje:
¿Quién podrá entender sus propios errores? Llbrame
de los que me son ocultos. Preserva también a tu
siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de ml;
ento-nces seré fntegro, y estaré limpio de gran
rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la
meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová,
roca mía, y redentor mío (Salmo 19:72-L4),
Santiago reconoce la profunda espiritualidad de la
Palabra, y su poder salvador inherente, en la siguien-
te exhortación:
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundan-
cia de malicia, recibid con mansedumbre la paiabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas
(Sanüago 1:21).
 18 Orod sin cescr
Y Pedro habla en los mismos términos cuando
describe el poder salvador de la palabra de Dios:
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino
de incorruptible, por la palabra- de Dios que vive y
permanece para siempre {1 pedro 1:23).
Pedro no sólo habla de nacer de nuevo por la
incorruptible Palabra de Dios, sino que nos informa
que para crecer en gracia debemos ser como niños
recién nacidos, deseando y alimentándonos con ,,la
leche espiritual no adulterada,,.
Sin embargo, eso no quiere decir que la simple
forma de las palabras como se presentan en la Bibiia,
tengan algún poder salvador en sl mismas. pero la
Palabra de Dios, debemos recordar, está impregnada
del Espíritu Santo. Y así como hay un Álemento
divino en las palabras de la Escritura, también hay
un elemento divino en toda verdadera predicación
de la Palabra, que es capaz de convertiiy salvar al
alma.
_ La oración produce invariablemente amor por la
Palabra de Dios, y dispone a la gente a leeria. La
oración conduce a las personas a obedecer la palabra
de Dios, y pone en el corazón de aquel que obedece
un gozo indescriptible. Las personas que oran y las
personas que leen la Biblia son de la misma claje. El
Dios de la Biblia y el Dios de la oración es uno solo.
Dios le habla al hombre en la Biblia; el hombre le
habla a Dios en la o¡ación. Uno lee la Biblia para
descubrir Ia voluntad de Dios; y ora par" ,eiibir
poder para hacer esa voluntad. La lectur" de l" Biblia
y la oración son rasgos característicos de aquellos
que se esfuerzan por conocer y agradar a Dios. y asf
.q?*o la or-ación produce amor por las Escrituras y
dispone a las personas a leer la Biblia, también ú
oración hace que los hombres ! las mujeres asistan a
La omción y Io palobro de Dios 19
la casa de Dios para escuchar la exposición de las
Esmituras. El asistir a la iglesia está fntimamente
ligado a la Biblia, no tanto porque la Biblia nos
advierte sobre "no [dejar] de congregarnos, como
algunos tienen por costumble", sino porque en la
casa de Dios el ministro elegido por Dios declara su
Palabra a hombres moribundos, explica las Escritu-
ras, y encarece sus enseñanzas en sus oyentes. y la
oración despierta una decisión en aquellos que la
practican, de no olvidar la casa de Dios.
La oración produce una conciencia de asistir a la
iglesia, un corazón que ama a la iglesia, y un espíritu
que apoya a la iglesia. Son las personas de oráción
las que hacen del asistir a la predicación de la
Palabra un asunto de conciencia; los que se gozan en
la lectura, en la exposición de la misma; los que la
apoyan con su influencia y sus medios. La oración
engrandece la Palabra de Dios y le da preeminencia
en la estima de aquellos que fielmente y de todo
corazón invocan el nombre del Señor.
La oración obtiene su vida misma de la Biblia y no
tiene ninguna base fuera de las- garantÍas en las
Escrituras. Su misma existencia y carácter dependen
de la revelación hecha por Dios al hombre en su
santa Palabra. A su vez, la oración engrandece esa
misma revelación, y vuelve a los hombres hacia la
Palabra. La naturaleza, la necesidad y el carácter
abarcador de la oración, se basan en la palabra de
Dios.
El Salmo 119 es una guía para la Palabra de Dios.
Con tres o cuatro excepciones, cada versÍculo contie-
ne una palabra que identifica o ubica a ia palabra de
Dios. Muy a menudo el autor estalla en srlplicas, y
varias veces ora diciendo: "Enséñame tus estatutos.,'
Está tan plofundamente impresionado con las mara-
villas de la Palabra de Dios y por la necesidad de
2O Orod sin cesar
iluminación divina con la cual pueda ver y compren-
der las cosas maravillosas que están registradas alll,
que ora fervientemente diciendo:
Abre mis oioq, y miraré las maravillas de tu ley
(Salmo 119118).
Desde el comienzo hasta el final de este maravillo-
so salmo, la oración y la Palabra de Dios están
entretejidas. Este autor inspirado hace referencia a
casi todas las facetas de Ia Palabra de Dios. El
salmista estaba tan completamente convencido del
profundo poder espiritual de la Palabra de Dios, que
hace la siguiente declaración:
En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar
contra ti {Salmo 11.9:11).
Aqul el salmista encontró la protección contra el
pecado. Por tener la Palabra de Dios en su corazón;
por tener todo su ser completamente impregnado de
esa Palabra; por estar completamente bajo su benigna
y generosa influencia, podía andar por esta tierra
lib¡e del ataque del maligno y protegido contra la
tendencia a alejarse del camino.
Además encontramos que eI poder de la oración
crea un verdadero amor por las Escrituras, y que
pone en el hombre una naturaleza que encuentra
gozo en la Palabra. En santo éxtasis el salmista
exclama; "¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el dÍa es
ella mi meditación" (Salmo L19:97). Y después:
"¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más
que Ia miel a mi boca" (Salmo 119:103).
¿Queremos gustar de la Palabra de Dios? Entonces
entreguémonos continuamente a Ia oración. Aquel
que ansla amar la lectura de Ia Biblia, no debe
atreverse a olvidar la oración. El hombre de quien se
puede decil, "En Ia ley de Jehová está su delicia", es
el hombre que puede decir: "Me gozo en asistir al
20 Orad sin cesar
iluminación divina con la cual pueda ver y compren-
der las cosas maravillosas que están registradai allí,
que ora fervientemente diciendo:
Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley
(Salmo 119118).
Desde el comienzo hasta el final de este maravillo-
so salmo, la oración y la Palabra de Dios estrán
entretejidas. Bste autor inspirado hace referencia a
casi todas las facetas de la Palabra de Dios. El
salmista estaba tan completamente convencido del
profundo poder espiritual de la Palabra de Dios, que
hace la siguiente declaración:
En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar
contra ti {Salmo 119:11).
Aquí el salmista encontró la protección contra el
pecado. Por tener la Palabra de Dios en su corazón;
por tener todo su ser completamente impregnado de
esa Palabra; por estar completamente bajo su benigna
y generosa influencia, podfa andar por esta tierra
libre del ataque del maligno y protegido contra la
tendencia a alejarse del camino.
Además encontramos que el poder de la oración
crea un verdadero amor por las Escrituras, y eü@
pone en el hombre una naturaleza que encuentra
gozo en la Palabra. En santo éxtasis el salmista
exclama; "¡Oh, cuánto amo yo tu leyl Todo el día es
ella mi meditación" {Salmo 119:92). y después:
"¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más
que la miel a mi boca" (Salmo 119:103).
¿Queremos gustar de la Palabra de Dios? Entonces
entreguémonos continuamente a la oración. Aquel
que ansla amar la lectura de la Biblia, no debe
atreverse a olvidar la oración. El hombre de quien se
puede decir, "En Ia ley de Jehová está su delicia,,, es
el hombre que puede decir: "Me gozo en asistir al
La oración y Ia Polobro de Dios 21
lugar de oración." El hombre que ama la Biblia ama
la oración. Ningrln hombre que ama la oración deja
de deleitarse en Ia ley del Señor.
Nuestro Señor era un hombre de oración y engran-
deció la Palabra de Dios al citar con frecuencia las
Escrituras. A lo largo de toda su vida terrenal, Jesús
guardó el día de descanso, asistió al templo y leyó la
Palabra de Dios, y todo ello estaba entretejido con la
oración:
Vino a Nazaret, donde se habla criado; y en el día de
reposo entró en la sinagoga, conforme a su costum-
bre, y se levantó a leer (Lucas 4:16).
Cabe decir aquí que no hay otras dos cosas más
fundamentales para la vida llena del Espíritu, que la
lectura de la Biblia y la oración secreta; no hay dos
cosas que ayuden más a crecer en gracia, a obtener el
mayor gozo de la vida cristiana, a afirmarse en los
caminos de la paz eterna. El descuido de estos
deberes tan importantes augura pobreza de espíritu,
pérdida del gozo, carencia de paz, sequedad espiri-
tual, decadencia en todo aquello que concierne a la
vida espiritual. EI descuido de estas cosas abre el
camino para la apostasía, y le da al maligno una
ventaja tal que es difícil que la desprecie. [.a lectura
regular de Ia Palabra de Dios y el orar habitualmente
en el lugar secreto del Altísimo lo pone a uno
absolutarnente cubierto de los ataques del enemigo
de las almas y garantiza su salvación y victoria final
por medio del poder vencedor del Cordero.
 2
La oración y Ia fe
Un amigo mfo muy querido, que era amante
de la
caza, me contó la siguiente anéCdota: ,,Al
levantarme
temprano una mañana, ól los ladrido, áu
rr"u veinte_
na de galgos en persecuciO" ¿" ," preri. Mirando
nacta un campo extenso abierto frente
_y a mf, vi un
cervato atravesándolo a la carrera, y daba señas de
que su carrera estaba poco menos qúe
concluida. Ál
llegar a l-a cerca, salto ^poruo¡r, á1"=v uá"rrizo
a unos
metros de donde estaba yo. u" *ó*ónü d"rp;¿;
dos
É: los.galgos saltaronia el cervato
""r"";;;;
corrió en dirección a mÍ y metiO sucabeza entre mis
piernas; alcé al animalito y lo puse
y dando varias vuettas eiudí'a1;;-;;;;;r. *i pecho,
"o"tr" En ese
T^o,T^1"!g 1¡1fi uue
ni todos los perrós de la región
pooran ni debían capturar a ese cervato,
despuéJque
su debilidad había-recunido a mi iuáü.,, Ari
cuando la impotencia humana .""".r"áfOios ",
todo_
pocteroso. Recuerdo. bien cuando
los galgos del
pecado perseguían mi alma, t arta que
al filal corrf
los brazos del Dios todopoderoso. _ A. C. Dixona

E ruln',r*:"' HT
y empresas, debemos dar ":::ff"la
H'J::?,T,', Jdl
el primer lugar, necesaria_
mente, a la fe. Ella es la iualidad"inlcial
en el
:ol"rq".-d-r cualquier hombre que intenta hablar con
Io invisible, D9be, por su total impotencia,
extender
ros Drazos de la fe. Debe creer allí donde
no puede
comprobar. En riltima instancia, la oracián
sencilla_
mente es la fe que reclamu ,.r, pr"r*;;ü"",
natura-
les aunque maravillosas _ la fe que toma posesión
 24 Omd sin cesor
de su herencia ilimitada. La verdadera piedad es tan
verdadera, firme y perseverante en el reino de la fe
como lo es en la provincia de la oración. Más aún,
cuando la fe deja de orar, deja de vivir.
La fe hace lo imposibl€, poreue hace que Dios se
haga cargo en lugar de nosotros, y para Dios nada es
imposible. ¡Qué grande, irrestricto e ilimitado es el
poder de la fe! Si la duda desaparece del corazón, y
la inc¡edulidad se convierte en un extraño allí, ló
que, pedimos a Dios, con toda seguridad se cumplirá,
y el creyente tiene garantizado todo ,,lo que pidu,'.
I La oración proyecta la fe sobre Dios, y a Dios sobre .,
el mundo. Sólo Dios puede mover montañas, pero la
, fe y la oración mueven a Dios" Al maldécir la'¡
'-., higuera, nuestro Señor demostró su poder. A conti-
nuación, procedió a decla¡ar que pódutes aun ma-
yores dependen de la fe y de la oración, no para
patT sino para dar vida, no para maldecir sino para
bendecir. *. €¿-'- /--
A esta altura en nuesfuo estudio, nos referiremos a
un dicho de nuestro Señor que conviene destacar, ya
que es la piedra angular misma del arco de la fe y1a
oración.
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os veñdrá (Marcos tI:24).
Debiéramos meditar mucho en esa afirmación:
"Creed que lo recibiréis, y os vendrá.,, Aqul se
describe una fe que comprende, que se apoderi, que
tomo. Tal vez es una conciencia de lo divino, una
comunión experimentada, una certeza realizada.
- A medida que pasan los años, ¿crece o mengua la
fe? ¿Se mantiene firme y segura en estos dÍas ü que
abunda la maldad y el amor de muchos ,, .rtá
enfriando? ¿Mantiene su dominio aunque la religión
tieade a convertirse en mera formalidaá y h muñda_
La oraciín y la fe 25
nalidad prevalece cada vez más? La pregunta de
nuestro Sinor puede ser nuestra con toda propiedad:
"Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe
en la tierra?" Cteemos que sí, y nos corresponde a
nosottos, en nuestros días, ver que Ia lámpara de la fe
se mantenga preparada y encendida' no sea que el
que tiene que venir'venga muy pronto.
La fe es lá base del carácter cristiano y la seguridad
del alma. Cuando Jesris preveía la negación de Pedro
yle estaba advirtiendo sobre ella, dijo a su discípulo:
Simón, Simón, he aqul Satanás os ha pedido para
zarandearoq como a trigo; pero yo he rogado por ti,
que tu fe no falte {Lucas 22231' 32),
Nuestro Señor estaba declarando una verdad bási-
ca. Era la fe de Pedro lo que procuraba proteger,
porque bien sabía que cuando la fe se derrumba, los
iundamentos de la vida espiritual ceden y toda la
estructura de la experiencia religiosa se viene abajo'
Era la fe de Pedro lo que necesitaba protección. Por
eso la solicitud de Cristo por el bienestar del alma de
su discípulo, y su determinación de fortificar la fe de
Pedro mediante su oración todopoderosa.
En su segunda carta, Pedro tiene esta idea en
mente cuando habla del crecimiento en gracia como
una medida de seguridad en la vida cristiana:
Vosotros también, poniendo toda diligencla por esto
mismo, aiadid a-vuestra fe virtud; a la virtud,
conocimiento; al conocimiento' dominio propio; al
dominio propio, paciencia; a Ia paciencia, piedad
[2 Pedro 1:5, 6).
En este proceso de acumulación, el punto de
partida era la fe: la base de los otros dones del
Espíritu. La fe era el fundamento sobre el que se
basaban las demás cosas, Pedro no manda a sus
lectores a añadir a obras, virtudes o dones, sino a la
26 Orad sin cesor
fe. En esta cuestión de crecer en gracia, mucho
depende de comenzar bien. Hay un orden divino del
cual Pedro era consciente; y por ello sigue declaran-
do que debemos ponernos diligentemente a asegurar
nuestro llamado y eiección, elección que adquiere
certeza cuando añadimos a la fe, lo que, a su vez,
depende de la oración constante y fervorosa. Enton-
ces la fe se mantiene viva rnediante la oración, y cada
paso que se da en este acrecentamiento de la gracia
va acompañado por la oración.
La fe que da lugar a la oración poderosa es la fe que
se centra en una persona poderosa. La fe en la
capacidad de Cristo para hocer y hacer grondemente
es la fe que ora en gran manera. Asl el leproso se
aferró al poder de Cristo. "Si quieres dijo
puedes limpiarme." En esta ocasión vemos- cómo -la
fe se centró en la capacidad de Cristo de hocer, y
cómo garantizó el poder sanador.
Fue en relación a este mismo punto que Jesris
interrogó a los ciegos que vinieron a El buscando
sanidad:
¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sf,
Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Confor-
me a vuestra fe os sea hecho {Mateo g:2S, 29),
Fue para inspirar fe en su capacidad para hocer
que Jesús dejó esa rlltima y gran afirmación que, en
último análisis, es un vibrante desafío a la fe:l.Toda
potestad me es dada en el cielo y en la tierra.,'
Una vez más: la fe es obediencia; va cuando se le
ordena, como hizo el noble que vino a Jesús, cuyo
hijo estaba gravemente enferrno.
Más aún: esa clase de fe actúa. Como el hombre
que nació ciego, va a lavarse en el estanque de Siloé
cuando se Ie ordeno. Como Pedro en Genesaret, echa
la red donde Jesús le ordena, instantáneamente, sin
La oración y Ia fe 27
cuestionar ni dudar. Tal fe quita inmediatamente la
piedra de la tumba de Lázaro. Una fe que ora cumple
los mandamientos de Dios y hace aquellas cosas que
le son agradables. Esa fe pregunta: "Señor, ¿qué
quieres que yo haga?" Y contesta rápidamente:
"Habla, Jehová, porque tu siervo oye." La obediencia
I ayuda a la fe y a su vezlafe ayuda a la obediencia. El
I hacer la voluntad de Dios es esencial para la verda-
dera fe, y la fe es necesaria para ü obediencia
t
I
incondicional.
I
Sin embargo, la fe está llamada, y eso con bastante
frecuencia, a esperar ante Dios con paciencia, y está
preparada para la aparente demora de Dios en
responder a la oración. La fe no se desilusiona
porque Ia oración no recibe contestación inmediata;
tomá a Dios al pie de la letra y le permite tomarse el
tiempo que El elija para cumplir sus propósitos y
llevar a cabo su obra. Es seguro que habrá mucha
demora y largos días de espera para la verdadera fe,
pero la fe acepta las condiciones: sabe que habrá
demora en la respuesta a la oración y considera cada
demora como un tiempo de prueba, en el cual se le
da eI privilegio de mostrar su temple y el material
firme del cual está hecha.
El caso de Lázaro fue una ocasión en que hubo
demora, donde la fe de dos buenas mujeres fue
seriamente probada: Lázayo estaba gravemente enfe¡-
mo y sus hermanas mandaron a buscar a Jestls. Pero
sin ninguna razón conocida nuestro Señor demoró
en ir a aliviar a su amigo enfermo. El pedido era
urgente y conmoved6¡-"gsfls¡, he aquÍ el que amas
está enfelmo"-, pero el Maestro no fue tocado por
este pedido y la fervorosa solicitud de las mujeres
pareció caer en oídos sordos. ¡Qué prueba tan grande
para la fe! Más aún: la tardanza de nuestro Señor
pareeió ocasionar un desastre irremediable. Mientras
28 Orqd sin cesor
Jesrls se demoraba en llegar, Lázarc murió.
Pero la demora de Jesris fue intencional, con el
interés de lograr un mayor bien. Finalmente llegó a
la casa de Betania.
Entonces |esús les dijo claramente: Lázaro ha muer-
to; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí,
para que creáis; mas vamos a él (fuan 11:14, 15).
No temas, creyente tentado y probado; Jesús ven-
dró si se ejercita la paciencia y la fe se mantiene
firme. Su demora servirá para hacer que su venida
sea de más ricas bendiciones. Siga orando, Siga
esperando. No puede fallar. Si Cristo se demora,
espérelo. A su propio tiempo vendrá, no se demo-
rará.
La demora a menudo es la prueba y la fuerza de la
fe. ¡Cuánta paciencia se requiere cuando vienen
estos tiempos de prueba! Sin embargo, la fe adquiere
fuerza mediante la oración y la paciencia. La pacien-
cia tiene su obra perfecta en la escuela de la demora.
En algunas ocasiones la demora es la esencia misma
de la oración. Dios tiene que hacer muchas cosas
antes de dar la respuesta final, cosas que son
esenciales para el bien duradero de aquel que está
solicitando un favor de sus manos.
Jacob oró, con pasión y vehemencia, para ser
librado de Esar1. Pero antes de que esa oración
pudiera ser contestada había mucho que hacer con y
por Jacob. Tenía que ser cambiado, Io mismo que
Esaú. Jacob debÍa convertirse en un nuevo hombre
antes que Esaú pudiera hacerlo. Jacob tenía que
convertirse a Dios antes que Esaú pudiera convertir-
se a Jacob.
Entre las numerosas y luminosas palabras de Jesrls
en relación a la oración, ninguna es más atractiva
que la siguiente:
La oración y Ia fe 29
De cierto, de cierto os dijo: El que en mí cree, las
obras que yo hago, él las hará también; y aun
mayores hará, porque yo voy el Padre. Y todo lo que
pidiereis al Paüe en mi nombre, lo haré (Juan 14:12,
13).
¡Qué maravillosas son estas afirmaciones de lo que
Dios hará en respuesta a la oración! Qué importantes
son estas enérgicas palabras, introducidas, conio
están, por la más solemne verdad. La fe en Cristo és
{ la base de toda obra y de toda oración, y toda oración
jes en el nombre de Cristo
Jesris. La oración en el
r-.nombre de Cristo es una sorprendente lección, de
maravillosa sencillez. Toda otra condición queda
desestimada, se renuncia a toda otra cosa, salvo a
)esr1s. El nombre de Cristo, la persona de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo, debe ocupar un lugar
absolutamente soberano en la hora y el objeto de la
oración"
Si ]esrls está en la fuente de mi vida; si las
corrientei de su vida han desplazado y reemplazado
todas las corrientes propias, si la obediencia incon-
dicional a El es la inspiración y la fuerza de cada
momento de mi vida, entonces El puede encomendar
con seguridad la oración a mi voluntad, y compro-
meterse, mediante una obligación tan profunda co-
mo su propia naturaleza, en gue cualquier cosa que
pida, me será otorgada. No puede haber otra cosa
más clara, más inconfundible, más ilimitada tanto en
su aplicación como en su extensión, que la exhorta-
ción y el apremio de Cristo: "Tened fe en Dios."
La fe cubre tanto las necesidades temporales como
las espirituales. La fe disipa toda ansiedad indebida
y preocupación innecesaria acerca de lo que se va a
comer, a beber, a vestir. La fe vive en el presente, y
por lo mismo considera que basta a cada día su
propio mal. Vive al día, y disipa todo temor por el
7
30 Orod sin cesor
mañana. La fe trae tranquiiidad a la mente y perfecta
paz al corazón.
Tfr guardarás en completa paz a aquel cuyo pensa-
miento en ti persevera; porque en ti ha confiado
(Isaías 26:3).
Cuando oxamos "Bl pan nuestro de cada dfa,
dánoslo hoy", estamos en cierta medida dejando de
lado el mañana en nuestra oración. No vivimos en el
mañana sino en el hoy. No buscamos la gracia para
mañana, ni el pan para mañana. Aquellos que viven
el presente prosperan mejor y obtienen más prove-
cho de la vida. Aquellos que oran por las necesida-
des del dfa, oran mejor cuando no lo hacen por las
necesidades del mañana, las que pueden volver
nuestras oraciones innecesarias y redundantes, si es
que esas necesidades aI final no existen en absoluto.
La verdadera oración nace de las pruebas actuales
y las necesidades actuales. El pan para hoy es
suficiente. El pan que se da para el día de hoy es la
promesa más firme de que habrá pan pam mañana.
t La victoria de hoy es la seguridad de la victoria de
mañana. Nuestras oraciones se deben enfocar en el
f presente. Debemos confiar en Dios hoy, y dejar al
mañana enteramente en manos de El. El presente es
nuestro, el futuro pertenece a Dios. La oración es la
tarea y la meta de cada día que pasa, la oración diaria
por las necesidades diarias.
Como cada día exige su pan, así también cada día
exige su oración. Por más oración que hagamos hoy,
no podremos reemplazar a la oración de mañana. Por
otra parte, ninguna oración por el mañana tiene gtan
valor para nosotros hoy. El maná de hoy es lo que
necesitamos; mañana Dios verá que nuestras necesi-
dades sean suplidas. Bsta es la fe que Dios busca
inspirar. De modo que dejemos eI mañana, con sus
La oroción y lefe lt
sus necesidades, sus preocupaciones, en
"rridudor,
las manos de Dios. No se puede almacenar la gracia
ni la oración para el mañana; tampoco se puede
reservar la gracia de hoy para resolver las necesida-
des de mañana. No podemos tener hoy la gracia de
mañana, no podemos comer hoy el pan de mañana,
no podemos hacer hoy Ia oración de mañana. "Basta
a cada día su propio mal"; y, con toda sdguridad, si
tenemos fe, también bastará el bien.
Los huéspedes de cierto hotel se estaban sintiendo
muy incómodos por el continuo apotrear del piano
que hacÍa una niñita que no tenla ningún conoci-
rniento de música. Se quejaron al propietario con la.
idea de que éI pusiera fin a esa molestia. "Siento
mucho dijo:, qou se sientan molestos, pero la
niña es -hija de uno de mis mejores huéspedes. No
puedo pedirle que deje de tocar el qiano' pero su
padre, que está ausente por el día, volverá mañana.
Entonces podrán hablar con él y resolver el asunto.'l
Cuando efpadre regresó, encontró a su hija en la sala
de estar y como de costumbre, aporreando el piano.
Se acercó a la niña por detrás, y, poniendo sus brazos
por sobre los hombros de ella, tomá .us manos en las
3uyas y tocó una música muy hermosa. Esto puede
ocurrii con nosotros, y ocurrirá algún día. Por ahora
no podemos producir otra cosa que ruido y desarmo-
nÍa. Pero un dfa el Señor fesrls tomará nuestras
mAnos de fe y oración y las usará para producir la
música del cielo.
-Anónimo.
La fe genuina tiene que ser definida y libre de
dudas. No de carácter general; no una simple creen-
cia en la existencia, Ia bondad y el poder de Dios,
sino una fe que cree que "lo que diga le será hecho".
Asl corno la fe es específica, también lo será la
respuesta: "Todo lo que pidiereis. . . os vendrá." La
fe y la oración eligen cosas y Dios se compromete a
hacer precisamente aquellas cosas que la fe y la
oración perseverantes nombran y piden.
 32 Arad sin cescr
. Marcos 11:24 dice: "Por tanto, os digo que todo lo
que pidiereiB orando, creed que lo recibiréis, y os
vendrá." Lo que pedimos en la oración perfecta seiá
siempre otorgado debido a una fe perfecta. ¡eué
grande es el área de operación de ese "todo"! ¡eué
definida y específica la promesa de que "os vendrá',!
Nuestra principal preocupación debe ser nuestra
fe los problemas su crecimiento y las activida-
des- de su madurez de vigorosa. Una fe que toma y se
apropia de la3 cosas que pide, sin vacilar, dudar o
temer, esa es la fe que necesitamos. Una fe así es una
perla de gran precio en el proceso y la práctica de la
oración.
La afirmación de nuestro Señor acerca de la fe y la
oración que hemos citado anteriormente, es de
suprema importancia. La fe debe ser definida, espe-
cffica; un pedido incondicional e inequívoco de las
cosas que se quiere. No debe ser una cosa vaga,
indefinida y oscura; tiene que ser algo más que una
creencia abstracta en la voluntad y la capacidad de
Dios para hacer algo por nosotros. Debe ser un
pedido y una espera definidos y específicos de las
cosas que se quiere. Notemos lo que dice Marcos
1'1,:23:
: , .y no dudare en su corazón, sino creyere que será
hecho lo que dice, lo que diga le será hecño.
En la medida en que la fe y la petición son
definidas, también lo será la respuesta. La respuesta
no debe ser diferente de las cosas por las que se oró,
sino precisamente las cosas que se buscó y mencio-
nó. "Lo que diga le será hecho." Es imperativo: ,,Le
será hecho." Lo concedido será ilimitado, tanto en
cantidad como en calidad.
La fe y la oración eligen lo que se ha de pedir, y
con ello determinan lo que Dios hará. ,,Lo qué diga ló
La oración y Io fe 38
¡ será hecho." Cristo está pronto a responder en forma
exacta y total los pedidos de la fe y la oración. Si se
hace el pedido a Dios en forma clara, específica y
definida, Dios lo cumplirá exactamente con las
condiciones estipuladas.
La fe no es,una creencia abstracta en la Palabra de
Dios, ni una mera creencia mental, ni un simple
asentimiento del entendimiento y la voluntad; ni es
una aceptación pasiva de los hechos, por más sagr&:
da y cabal que sea. La fe es una operación de Dios,
una iluminación divina, una energía santa implanta-
da por la Palabra de Dios y su Espíritu en el alma
humana, un principio divino y espiritual que toma
de lo sobrenatural y hace de ello algo aprehensible
por las facultades temporales y sensoriales.
La fe se ocupa de Dios y es consciente de Dios. Se
ocupa del Señor Jesucristo y ve en El aI Salvador; se
ocupa de la Palabra de Dios y se aferra a su verdad; se
ocupa del Espíritu de Dios y recibe energla e inspira-
ción de su fuego santo. Dios es el gran objeto de la fe;
porque la fe descansa todo su peso sobre su Palabra.
La fe no es un acto del alma sin objeto, sino un mirar
a Dios y un descansar en sus promesas. Así como el
amor y la esperanza siempre tienen un objeto,
también lo tiene la fe. La fe no es creer simplemente
cuolquier coso; es creer en Dios, descansar en El,
confiar en su Palabra.
La fe da lugar a Ia oración y se hace más fuerte,
más profunda, más atrevida con las luchas de su
poderosa petición. La fe es la certeza de lo que se
espera, la seguridad y la realización de la herencia de
los santos. La fe, también, es humilde y perseverante.
Puede orar y esperar; puede mantenerse sobre sus
rodillas o arrojarse sobre el polvo. Es la primera gran
condición de la oración; la ausencia de ella es la raíz
de toda oración pobre y débil, escasa y sin respuesta.
 34 Orad sin cesar
La naturalezay el sentido de la fe se demuestran
mejor en lo que hace que con cualquier definición
" que se dé de ella. Pot eso, si nos volvemos al registro
de fe que se nos ha dado en aquel gran cuadro de
honor que constituye el capítulo 11. de Hebreos,
vemos algo de los maravillosos resultados de la fe.
¡Qué lista más gloriosa, la de estos hombres y
mujeres de fe! ¡Qué maravillosos logros encontramos
allí, que acreditan la fe! El autor inspirado, agotando
sus recursos al enumerar a los santos del Antiguo
Testamento que fueron notables ejemplos de una fe
maravillosa, exclama por fin:
¿Y qué más digo? Porque el Liempo' me faltarfa
óontándo de Gedeón, de Barac, de Sansón, de fefté,
de David, así como de Samuel y de los profetas (He-
breos 1t:32).
Y luego sigue el autor de Hebreos, con un estilo
maravilloso, hablando sobre las hazañas no registra-
das pero labradas a través de la fe de los hombres de
la antigüedad, "De los cuales el mundo no era
digno"; "Todos éstos alcanzaron buen
testimonio mediante la
-dice-
fe."
Muchos hombres de nuestros días alcanzán un
buen testimonio gracias a sus donaciones de dinero,
a sus gtandes dones y capacidades mentales' pero
pocos hay que alcanzan un "buen testimonio" a
causa de su gran fe en Dios, o por las cosas
maravillosas que logran a través de su fervorosa
oración. Hoy en día, al igual que en cualquier otra
época, necesitamos hombres de gran fe y grandes
hombres de oración. Estas son las dos virtudes
fundamentales que hacen grandes a los hombres ante
los ojos de Dios, las dos cosas que crean condiciones
de verdadero éxito espiritual en la vida y la obra de
la iglesia. Es nuestra preocupación principal ver que
mantengamos una fe de tal calidad y textura que
La oración y lo fe 3b
valga para Dios, que tome y se apodere de las cosas
que pide, sin dudas ni temores.
La duda y el temor son los enemigos mellizos de la
fe. A veces llegan a usurpar el lugar de la fe, y
aunque oramos, nuestra oración es intranquila, in-
quieta, nerviosa, y muchas veces quejosa. Pedro no
pudo caminar sobre el lago de Genesaret porque
permitió que las olas dieran contra él y ahogaran el
poder de su fe. Al quitar sus ojos del Señor y
contemplar el agua que lo rodeaba, comenzó a
hundirse y tuvo que pedir auxilio: "¡Señor, sálvame
que perezco!"
Nunca debiéramos acariciar dudas, ni abrigar te-
mores. Que nadie se engañe pensando que es un
mártir de las dudas y el temor. No honra la capaci-
dad mental de ningún hombre el abrigar dudas
contra Dios, y de tales pensamientos nunca puede
provenir tranquilidad. Tenemos que quitar nuestros
ojos de sobre nosotros mismos, de nuestra propia
debilidad, y permitirles descansar incondicional-
mente sobre la fuerza de Dios. "No perdáis, pues,
vuestra confianza, que tiene grande galardón" (He-
breos 10:36). Una fe sencilla, confiada, que vive día a
día, que deja su carga sobre el Señor, cada hora del
día, disipará el temor, quitará las dudas, y nos librará
de los recelos:
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vues-
üas peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, con acción de gracias {Filipenses 4:6).
Esa es la cura divina para todo temor, ansiedad y
preocupación indebida del alma, todos los cuales
están relacionados fntimamente con la duda y la
incredulidad. Esta es la receta divina para asegurar la
paz que sobrepasa todo entendimiento y guarda el
alma y la mente en paz y quietud.
36 Orod sin cesor
Todos nosotros necesitamos subrayar bien y pres-
tar atención a la advertencia de Hebreos 3:12: ,,Mi_
rad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros
corazón malo de incredulidad para apartarse del
Dios vivo."
También necesitamos cuidarnos de la increduli-
dad como lo haríamos de un enemigo. La fe necesita
ser cultivada. Necesitamos seguir orando: ,.Señorn
auméntanos la fe", porque la fe es susceptible de
aumentar. El tributo de Pablo a los tesalonicenses era
que la fe de ellos crecla mucho. La fe se aumenta
mediante el ejercicio, manteniéndola en actividad.
Se nutre de duras pruebas.
..
.para que sometida a prueba vuest¡a fe, mucho
más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero
se prueba con fuego, sea hallada en alában^za, gloria y
honra cuando sea manifestado Jesucristo ilpe¿rá
7t7).
La fe crece por la lectura y la meditación de la
Palabra de Dios. Principalmente, y lo mejor de todo,
la fe prospera en una atmósfera de oraáión.
Sería bueno si todos nosotros nos detuviéramos y
nos preguntáramos acerca de nosotros mismos:
"¿Tengo fe en Dios? ¿Tengo fe reol la fe que me
mantiene en perfecta paz acerca de -las cosai de la
tierra y del cielo?t' Esta es la pregunta más importan-
te que un homb¡e puede plantearse y esperar su
respuesta._Y hay otra pregunta íntimamente ligada
con aquella en significado e importancia: ,,¿Real-
mente oro a Dios para que me oiga y conteste mis
oraciones? ¿Y oro verdaderamente a Dios para recibir
de El directamente las cosas que le pidb?,,
Se afirma de César Augusto que encóntró en Roma
una ciudad de madera y que la convirtió en una
ciudad de mármol, El pastor que tiene éxito en
cambiar su gente de ser personas que no oran a ser
La orución y Ia fe 37
personas de mucha oración, ha hecho una labo¡ más
grande que Ia que hizo Augusto al transformar la
ciudad de madera en mármol. Y después de todo,
esta es la principal tarea del predicador. Ma-
yormente trata con gente que no ora, con gente de la
cual se dice: "No hay Dios en ninguno de sus
pensamientos." En todas partes y en todo momento
se enfrenta con esa clase de gente. Su tarea principal
es convertirlos de ser personas que olvidan a Dios,
que carecen de fe, que no oran, en personas que oran
habitualmente, creen en Dios, lo tienen en sus
pensamientos y hacen su voluntad. EI pastor no está
meramente para inducir a los hombres a asistir a la
iglesia, ni simplemente para lograr que sean mejores,
sino para conseguir que oren, que confíen en Dios y
que tengan a Dios siempre delante de sus ojos, para
que no pequen contra Bl.
La tarea del ministro es convertir pecadores incré-
dulos en santos creyentes y de oración. EI llamado
existe por autoridad divina: "Cree en el Señor
]esucristo, y serás salvo." Tenemos una visión de la
tremenda importancia de Ia fe y del gran valor que
Dios le ha concedido, cuando recordamos que El la
ha hecho la rlnica condición indispensable para ser
salvos. "Potque por gracia sois salvos por medio de
la fe." Entonces, cuando consideramos la gran im-
portancia de la oración, encontramos a la fe plantada
inmediatamente a su lado. Por fe somos salvos, y por
fe nos monfenemos salvos. La oración nos introduce
a la vida de fe. Pablo declaró que Ia vida que él vivía
la vivía en la fe del Hijo de Dios, quien lo amó y se
entregó a sl mismo por él; que caminaba por fe y no
por Io que veía.
La oración es absolutamente dependiente de la fe.
Virtualmente, no tiene existencia aparte de ella, y no
logra nada si no es por su inseparable compañía. La
38 Orod sin cesor
fe hace efectiva la oración, y, en un sentido impor-
tante, debe precederla.
...porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay, y que es galardonadoi de los que le
buscan {Hebreos 11:6).
Antes de que comience la oración a Dios; antes de
que ascienda su petición; antes que se haga conocer
su petición, la fe tiene que haber ido delante; tiene
que haber afirmado su creencia en la existencia de
Dios, tiene que haber dado su asentimiento a la
generosa verdad de que Dios "es galardonador de los
que le buscan". Este es el principal paso de la"
oración. Segrln esto,,si bien la fe no trae la bendición,
pone a la oración en condiciones de pedirla, y es otro
paso hacia la realización, al permitir al que pide
creer que Dios es capaz y está dispuesto a bendeci¡.
La fe pone en funcionamiento la oración, abre el
camino aI trono de la gracia. Antes que nada, da la
seguridad de que hay un trono de la gracia y que allí
el Sumo Sacerdote espera las oraciones y a los que
oran. La fe abre el camino para.que la oración se
acerque a Dios. Pero hace algo más: acompaña a la
oración en cada paso que hace. Es su inseparable
compañía, y cuando se hace una petición ante Dios,
es la fe la que convierte esa petición en una respues-
ta, Y la fe sigue a la oración, ya que la vida espiritual
en que éntra el creyente por medio de la oración, es
una vida de fe. La característica predominante de la
experiencia en la que entran los creyentes por medio
de la oración, no es una vida de obras, sino de fe.
La fe le da fuerza a la oración y le da paciencia
para esperÍü en Dios. La fe cree que Dios es galardo-
nador. No hay ninguna verdad más claramente re-
velada en las Escrituras que esta, y ninguna es más
estimulante. Incluso el hecho de apartarse tiene su
La orución y lo fe 39
recompensa prometida: "Y tu Padre que ve en Io
secreto te recompensará en público." El servicio más
insignificante que se haga a un discípulo en el
nombre del Señor, con toda seguridad tendrá su
recompensa. Y la fe da su asentimiento de todo
corazón a esta preciosa verdad.
Pero la fe se reduce a una cosa en particular, no
cree que Dios recompensará a todos, ni que es
galardonador de todos los que oran, sino que es
galardonador de aquellos que Io buscon diligente-
mente. La fe descansa sobre la oración diligente, y da
seguridad y estímulo a los buscadores diligentes de
Dios, porque solamente ellos son ricamente recom-
pensados cuando oran.
Necesitamos que se nos recuerde constantemente
que la fe es la condición inseparable de la oración
que tiene éxito. Hay otras cosas que entran en
consideración en el ejercicio de la oración, pero la fe
es la condición final e indispensable de la verdadera
oración, y eso está escrito en una declaración funda-
mental y familiar: "Sin fe es imposible agradar a
Dios."
Santiago expone esta verdad con claridad:
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabidurta,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y
sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no
dudando nada; porque el que duda es semejante a la
onda del mat, que es arrastrada por el viento y
echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal
haga, que recibirá cosa alguna del Señor (Santiago
725-7).
La duda siempre debe desecharse porque se yer'
gue como un enemigo para la fe y vuelve inefectiva
la oración. En la primera carta a Timoteo, Pablo nos
da una verdad inapreciable relativa a las condiciones
de la oración exitosa; la expresa de la siguiente
40 Orod sin cesor
manera: "Quiero, pues, que los hombres oren en
todo lugar, levantando manbs santas, sin ira ni
contienda" (2:8).
Se debe tener cuidado de todas las vacilaciones y
dudas y evitarlas. El ternor y la duda no tienen lugar
alguno en Ia verdadera oración. La fe tiene que
afirmarse y ordenar que estos enemigos de la oración
se vayan.
No se puede atribuir demasiada autoridad a la fe,
pero la oración es el cetro mediante eI cual la fe
señala su poder. Cuánta sabiduría espiritual hay en
el siguiente consejo de un eminente teólogo del
pasado:
La oraci1n Y la fe 4l
En tal corazón la llama del deseo espiritual está o
bien apagada, o arde con un débil resplandor' Las
alas dé zu fe están cortadas, sus ojos cerrados, su
lengua silenciada. Pero aquellos que con una fe
inquebrantable y una oración incesante esperan
en el Señor, renuevan sus fuerzas, se
"oitittu"*unte
remontan con alas de águila, correrr y no se cansan'
caminan y no desmaYan.

¿Quiere ser liberado de la esclavitud de la corrup'

ción? ¿Quiere crecer en gracia en genetal y elr
particular? Si es asf, tiene el camino abierto. Pida
más fe a Dios. Implórele por la mañana, al mediodfa,
y por la noche; mientras camina por la acera, cuando
está sentado en su casa, cuando se acuesta y cuando
se levanta. Suplíquele sencillamente que imprima
las cosas divinas en Io más profundo de su alma. Que
le dé más y más de la sustancia de las cosas que
esperÍul, y de la convicción de las cosas que no se
ven,
En las Sagradas Escrituras hay gran incentivo para
la oración, y nuestro Señor concluye su enseñanza
sobre la oración con la promesa y la seguridad del
cielo. La presencia de Cristo en el cielo, los prepara-
tivos que está haciendo allí para sus santos, y la
certeza de que vendrá nuevamente a recibirlos, cómo
ayuda todo esto contra la fatiga de la oración; la
fortálece en sus conflictos, suaviza su arduo trabajo.
Estas cosas son la estrella de esperanza de Ia oración,
eI consuelo para sus lágrimas, la fragancia del cielo
entre la amargura de su llanto. El espfritu del
peregrino facilita enormemente la oración. Un espl-
ritu terrenal saüsfecho y mundano, no puede orar.
 Extractos de
Los elementos esencioles'de Io oroción

3
La oración y la humildad
Si dos ángeles tuvieran que recibir en el mismo
momento una comisión de Dios, uno para bajar y
gobernar eI más grande imperio de la tierra, el otro
para ir a baner las calles del pueblo más insignifi-
cante, les serfa una cuestión totalmente indiferente
cuál servicio le tocara en suerte a cada uno, el de
gobernante o el de barrendero, porque el gozo de los
ángeles descansa únicamente en la obediencia a la
voluntad de Dios, y con el mismo gozo levantarían a
un Lázaro en harapos aI seno de Abraham o conduci'
rían una carroza de fuego que lleve a Elías al cielo.
Newton
-Iohn
er humilde es tenerse a sr mismo en poca
estima. Es ser modesto, sencillo, estar dispuesto
a pasar tlesapercibido. La humildad se reti¡a de la
vista prlblica, no busca Ia publicidad y los lugares
altos, ni le importan las posiciones prominentes. La
humildad es por naturaleza retraída. Nunca se exalta
a sí misma en los ojos de los otros, ni siquiera en los
propios. La modestia es una de sus características
predominantes.
La humildad carece totalmente de orgullo, y se
encuentra a' la mayor distancia de cosas como la
vanidad o el engreimiento. No hay autoadulación en
la humildad. Más bien tiene la disposición para
alabar a otros. "En cuanto a honra, prefiriéndoos los
unos a los ottos." No tiende a exaltarse a sf misma.
La humildad no gusta de los asientos principales, ni
aspira a los lugares más importantes. Está dispuesta
44 Orud sin cesor
a ocupar los asientos más bajos, y prefiere los lugares
donde paóará inadvertida
La humildad no tiene los ojos puestos sobre sf
misma, sino sobre Dios y sobre los otros. Bs pobre de
espíritu, mansa en su conducta, de corazón sufrido.
"Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos
con paciencia los unos a los otros en amór,' (Efesios
4:2).
La parábola del fariseo y el publicano es un
sermón en breve sobre la hurnildad y el orgullo. El
fariseo, vanidoso, encerrado en sí mismo, consciente
rinicamente de sus propias actitudes santumonas,
enumera sus virtudes frente a Dios, despreciando al
pobre publicano que está a lo lejos. Se enaltece a sí
mismo, se vanagloria, está centrado en sí mismo, y se
va ser justificado, sino más bien condenado y
-sin
rechazado por Dios.
El publicano no ve ninguna cosa buena en sf
mismo, no sabe acreditarse virtud alguna, ni siquiera
se atreve a levantar los ojos hacia el cielo, con
semblante abatido se golpea el pecho, y exclama:
"Dios, sé propicio a mí, pecador.',
Nuestro Señor, con toda precisión, nos muestra las
consecuencias de la historia de estos dos hombres,
uno totalmente carenté de humildad, el otro total-
mente sumergido en un espíritu de humildad de
pensamiento.
Os digo qge éste descendió a su casa justificado
antes que el obo; porque cualquiera que s-e enaltece,
será humillado; y el que se humiild ierá enaltecido
(Lucas 1B:14).
Dios da mucho valor al corazón humilde. Es bueno
vestirse de humildad como si fuera un manto. ,,Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.,'
Lo que acerca a Dios el alma del que ora, es un
corazón humilde. Lo que da alas a la oración, es una
Lo oroción y lo humildod +s
mente mansa. Lo que da pronto acceso al trono de la
gracia, es el saberse incapaz de nada. El orgullo, la
vanagloria y el amor propio cierran completamente
la puerta de la oración. Aquel que quiere venir a Dios
tiene que acercarse a $l con una actitud de no tenerse
e¡. cuenta q g! mls¡no. No debe estar. inflado de
vanidad, ni dominado por un alto concepto de sus
virtudes y buenas obras.
La humildad es un don cristiano poco común,
tiene gran valor en las cortes del cielo, y es condición
inseparable para la oración efectiva. Da acceso a Dios
cuando fracasan otras virtudes. Para describirla se
requieren muchos adjetivos, y para definirla, mu-
chas definiciones. Es un don cada vez más escaso e
inadvertido. Su figura completa se encuentra sola-
mente en el Señor Jesucristo, Nuestras oraciones
debieran contener mucho polvo de Ia tierra antes de
que puedan tener mucha gloria de los cielos. En las
enseñanzas de nuestro Señor, la humildad tiene
tanta prominencia en su sistema religioso, y es una
característica tan particular de su catácter, que sería
imposible excluirla de su lección sobre la oración,
no se adecuaría a su carácter y'no tendrÍa lugar en su
sistema religioso.
La parábola del fariseo y eI publicano se presenta
en forma tan audaz que tenemos que volver a
referirnos a ella, EI fariseo parecía estar acostumbra-
do a orar. Por cierto que para ese momento ya.debía
saber cómo orar. Pero desgraciadamente, como mu-
chos otros, parece que nunca había aprendido la
inapreciable lección. Deja sus negocios y el trabaio y
se encamina con paso firme hasta la casa de oración.
Elige muy bien la posición y el lugar. Allá está el
Iugar santo, Ia hora santa, el nombre santo, cada uno
de los cuales invoca este supuesto hombre de ora-
ción. Pero este hombre religioso que ora, aunque
46 Orod sl'n cesar
entrenado para hacerlo por eI hábito y la prepara_
ción, no ora; pronuncia las palabras, pero las pala-
bras no son la oración. Dios oye sus palabras sólo
para condenarlo. Una mortal ráfaga helada sale de
esos labios formales. Una maldición mortal de parte
de Dios cae sobre sus palabras. Una solución de
orgullo ha envenenado completamente la oración de
esa hora; toda su oración está impregnada de orgúllo,
vanidad y ensalzamiento de sí mismo. Esa visita al
templo no ha tenido ¿bsolutamente nada de
adoración.
Por otro lado, eI publicano, afligído por una
profunda convicción de pecado y de su pecaminosi-
dad interior, dándose cuenta de su pobreza de
espíritu, de la total carencia de cualquier cualidad
que pudiera hacerlo aceptable ante Dios, con su
orgullo totalmente derribado y muerto, cae de rodi-
llas con humillación y desesperación delante de
Dios, mierrtras pronuncia un agudo clamor por
misericordia para con sus pecados y sus culpas. Un
sentido de pecado y la conciencia de zu total
inutilidad ha puesto las raíces de humildad en lo
profundo de su alma, y ha hundido al yo y al corazón
en el polvo. Esta es la figura de la humildad en
contraste con el orgullo, en la oración. Aquí vemos el
agudo contraste entre lo despreciable de la propia
justicia, el autoensalzamiento y el orgullo en la
oración, y por otro lado el gran valor, la belleza y el
elogio divino que corresponde a la humildad de
corazón, al autodesprecio y la autocondenación
cuando un alma se presenta delante de Dios en
oración.
Felices aquellos que no tienen justicia propia de la
cual valerse, ni bondad de la cual factarse. La
humildad florece en la tierra de verdadeio y profun-
do sentido de la propia pecaminosidad y i.riiti¿"¿.
La oración y Ia humildad qf
En ningln lugar florece la humildad en forma tan
exuberante y rápida, ni brilla en forma tan esplendo-
rosa, como cuando siente toda la culpa, confiesa
todo pecado, y confía totalmente en la gracia. "Yo
soy el primero de los pecadores, pero ]esús murió
por mí." Ese es el telreno para la oración, terreno de
humildad muy profundo, aparentemente inaccesi-
ble, pero acercado mediante la sangre de Cristo
Jesús. Dios mora en los lugares humildes. El convier-
te esos lugares humildes en lugares elevados para el
alma que ora.
Que el mundo se jacte de sus virtudes,
de sus obras de justicia;
yo, un pobre desgraciado y perdido,
soy salvo por gracia.
Otro título rechazo,
éste, y sólo éste, es mi defensa:
Yo soy el primero de los pecadores,
pero |esús murió por mí.
La humildad es un requisito indispensable para la
verdadera oración. Tiene que ser un atributo, una
característica de la oración. La humildad debe estar
en el carácter de la oración, asÍ como la luz en el sol.
La oración no tiene comienzo, ni fin, ni ser, sin la
humildad. Así como un barco está hecho para el mar,
así la oración está hechá para la humildad, y la
humildad para la oración.
. Ser humilde no es abstraerse del yo, ni ignorar
los
pensamientos acerca del yo. Es un principio con
muchos aspectos. La humildad nace cuando se mira
a Dios y a su santidad, y luego se mira al yo y a la
iniquidad del hombre. La humildad ama la oscuri-
dad y el silencio. Le tiene tenor aI aplauso, estima
las virtudes de los demás, excusa las faltas ajenas
con apacibilidad, perdona fácilmente las heridas,
teme cada vez menos la condenación, y ve la bajeza y
 48 Orad sin cesqr
la falsedad del orgullo. En la humildad hay verdade-
ra nobleza y grandeza. Conoce y aprecia las inestima-
bles riquezas de Ia cruz y las humillaciones de Cristo
Jesrls. Teme codiciar aquellas virtudes admiradas
por los hombrés y ama aquellas que son más sagra-
das y más apreciadás por Dios. Obtiene provecho
incluso de sus propios defectos, mediante la humi-
llación que ellos ocasionan. .Prefiere cualquier medi-
da de compunción frente a cualquier luz del mundo.
Algo semejante a esta descripción es ese don
. definible de la humildad, tan claramente expresado
en la oración del publicano, y tan completamente
ausente de la oración del fariseo. Se requiere ver esto
muchas veces para comprenderlo plenamente,
La humildad protege la vida misma de la oración.
Ni el orgullo ni Iavanidad pueden orar. Sin embargo'
la humildad es mucho más que la ausencia de
r vanidad o de orgullo. Bs una cualidad positiva, una
ffo".r" sustancial, que da energía a la oración. No
tiene poder para ascender hasta Dios la oración que
(/ carece de ella. La humildad surge de una baja estima
..- de lo que somos y merecemos. EI fariseo no otó,
aunque estaba bien entrenado y preparado para orar,
porque no había humildad en su oración. EI publica-
no oró, aunque estaba proscripto por el público, y no
tenía ningrln estímulo de parte de Ia religión, porque
oraba en humildad. Estar vestido de humildad es
estar vestido con un manto de oración. La humildad
es simplemente sentirnos pequeños porque somos
pequeños. La humildad consiste en tener conciencia
de nuestra inutilidad porque somos inrltiles. La
humildad nos hace sentir y declararnos pecadores,
porque somos pecadores. EI arrodillarnos nos pone
en condiciones de omr porque anuncia humildad.
El orgulloso concepto de sl mismo que tenía el
fariseo y su total desprecio por su prójimo, le
La orución y la humildqd +g
cerraron las puertas a su oración, mientras que la
humildad abrió grandes portones para el difamado y
despreciado publicano.
Ese terrible dicho de nuestro Señor acerca de las
obras de los grandes obreros religiosos, en la última
parte del Sermón del monte, tiene su origen en
arrogantes apreciaciones del trabaio y en falsas
apreciaciones de la oración:
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nornbre, y en tu nombre echamos
fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mf, hacedores de maldad (Maleo 722,
23).
La humildad es el primero y el úItimo atributo de
i la religión de Jesucristo, y el primero y el rlltimo de
,i Ia oración cristiana. No hay Cristo sin humildad. No
hay oración sin humildad. Si quiere aprender bien el
, arte de orat, entonces aprenda bien la lección de la
, humildad
¡Qué llena de gracia e indispensable es para
nosotros la actitud de humildad! La humildad es una
de las actitudes invariables y obligatorias de la
oración. Polvo, cenizas y tierra sobre Ia cabeza,
cilicio para el cuerpo y eI ayuno para los apetitos,
eran los símbolos de humildad de los santos del
Antiguo Testamento. Cilicio, a5runo y cenizas pro-
dujeron en Daniel humildad delánte de Dios y le
trajeron a Gabriel. Los ángeles amarr a los hombres
de ceniza y cilicio.
¡Qué humilde la actitud de Abraham, el amigo de
Dios, cuando rogó a Dios que aplacara su ira contra
Sodoma! "Aunque soy polvo y ceniza." ¡Con qué
humildad se presenta Salomón ante Dios! Su grande-
za queda rebajada y su gloria y majestad se retiran
cuando asume la actitud correcta delante de Dios:
50 Orod sin cesor
"Soy joven, y no sé cómo entrar ni salir."
El orgullo de hacer manda su veneno a toda
nuestra oración. El mismo orgullo de lo que somos
infecta toda nuestra oración, no importa lo bien
lograda que sea. Fue esta falta de humildad, esta 4
autoadulación, este autoenaltecimiento, lo que impi-
dió que Dios aceptara a la mayorfa de los hombres
La oración v la devoción
religiosos de la época de Cristo. Y esto mismo nos
impedirá a nosotros, en nuestros días, ser aceptados
En 7737, en cierta ocasión en que cabalgaba por el
por El. bosque por razones d'e salud, me bajé del caballo en
un lugar retirado, como era mi costumbre, para
caminar y dedicarme a la contemplación divina y la
oración tuve una visión de la gloria del Hijo de Dios,
que para mí fue extraordinaria. Según puedo juzga¡
ésta duró alrededor de una hora, y la mayor parte del
tiempo me mantuvo en medio de un mar de lágrimas
y llorando fuertemente. Sentl un ardor en el alma, de
ser, lo que no sé expresar, vaciado y aniquilado para
amar al Señor con un Ílmor santo y pruo; para
seguirle y servirle; para ser perfectamente santifica-
do y purificado con una pureza divina y celestial.
fonathan Edwa¡ds
-
a devoción tiene un significado religioso. La
ralz de Ia palabra devoción vlene de dedicar a
un uso sagrado. Así que la devoción en su ve¡dadero
sentido tiene que ver con la adoración religiosa. Está
íntimamente ligada con la verdadera oración. La
devoción es el marco mental particular que se
encuentra en aquel que se dedica enteramente a
Dios. Es el espíritu de reverencia, de asombro, de
temor santo. Es un estado del corazón que se da
frente a Dios en o¡ación y en adoracién. Es extraña a
todo aquello que sea liviandad de espfritu, y se
opone a la frivolidad, el ruido y la jactancia. La
devoción mora en el reino de la quietud, y se
mantiene en silencio frente a Dios. Es seria, pensati-
va y reflexiva.
52 Orod sin cesor
La devoción pertenece a la vida interior, y vive en
lo secreto. Pero también aparece en los servicios
prlblicos del santuario. Es parte del esplritu mismo
de la verdadera adoración, y pertenece al espíritu de
oración.
La devoción pertenece al hombre devoto cuyos
sentimientos y pensamientos están dedicados a Dios.
Un hombre así tiene una mente entregada completa-
mente a la religién, y posee un fuerte afecto por Dios
y un ardiente amor por su casa. Cornelio era un
hombre "piadoso y temeroso de Dios con toda su
casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba
a Dios siempre" (Hechos 10:2). "Hombres piadosos
llevaron a enterrar a Esteban." "Uno llamado Ana-
nlas, varón piadoso según la ley" fue enviado a
Saulo cuando estaba ciego para decirle lo que el
Señor quería que hiciese. Dios puede usar maravillo-
samente esa clase de hombres. Porque los hombres
piadosos son sus agentes elegidos para llevar adelan-
te sus planes.
La oración promueve el espfritu d.e devoción,
mientras que la devoción es favorable para la exce-
Iencia de la oración. La devoción promueve la
oración, y ayuda a llevar la oración hacia el objeto
que busca. La oración prospem en una atmósfera de
verdadera devoción. Es fácil orar cuando se está en
un espÍritu de devoción. La actitud mental y el
estado del corazón que corresponden a la devoción
hacen que la oración sea efectiva en alcanzar el trono
de gracia. Dios mora donde reside el espíritu de
devoción. Todos los dones del Espíritu se nutren y
crecerr bien en el ambiente creado por la devoción.
En realidad, estos dones no crecen en otra parte más
que allí. La ausencia de un espíritu devoto implica la
muerte de los dones que han nacido en el corazón
renovado. La verdadera adoración se siente cómoda
La orución y la devoción 53
en la atmésfera creada por el espíritu de devoción.
Mientras que la oración es de ayuda a la devoción, a
la vez la devoción responde a la oración y nos ayuda
a otar.
La devoción compromete al corazón en la oración.
No es una tarea fácil para los labios tratar de o¡ar
cuando el corazón está ausente. La acusación que
hizo Dios en una ocasión contra su antiguo Israel fue
que lo honraban con los labios mientras que sus
corazones estaban lejos de El.
La esencia misma de la oración es el espíritu de
devoción. Sin devoción la oración es una fórmula
vacía, un cÍrculo inútil de palabras. Lamentable es
decirlo, pero en las iglesias de hoy abunda este tipo
de oración. La nuestra es una época atareada, acüva
y bulliciosa, y este espíritu bullicioso ha invadido a
la iglesia de Dios. La iglesia tiene muchas activida-
des religiosas. Obra en la religión con el orden, la
precisión y la fuerza de una maquinaria. Pero con
demasiada frecuencia obra también con la frialdad
de una máquina. Hay mucha monotonía en nuestro
movimiento incesante y rutinario de actividades
religiosas. Oramos sin orar. Cantamos sin cantar con
el Espíritu y el entendimiento. Hacemos música sin
que la alabanza a Dios esté en ella o cerca de ella.
Asistimos a la iglesia por hábito y volvemos a casa
contentos apenas se ha pronunciado la bendición.
Leemos nuestro acostumbrado capítulo de la Biblia y
nos sentimos aliviados por haber cumplido la tarea.
Hacemos nuestras otaciones de memoria, como un
estudiante que recita su lección. Y no nos lamenta-
mos cuando se pronuncia eI amén.
La religión tiene algo que ver con todo menos con
nuestro corazón. trnvolucra nuestras manos, nuestros
pies, y nuestras voces. Pone su mano sobre nuest¡o
dinero, incluso afecta la postura de nuestro cuerpo,
54 Orod sin cesor
pero no se apodera de nuestros sentimientos, deseos,
fervor, ni nos hace sobrios, profundamente fervoro-
sos, ni apacibles ni adoradores en la presencia de
Dios. Las afinidades sociales nos atraen hacia la casa
de Dios, no el espíritu que corresponde. El pertene-
cer a la iglesia nos mantiene decentes en nuestra
conducta externa, y con cierta sombra de lealtad a
nuestros votos bautismales, pero no tenemos el
corazón en el asunto..Nos mantenemos fríos, forma-
les, ¡impávidos\ en medio de toda esa actuación
externál iriientrás nos felicitarnos por nuestTa buena
actuación religiosa.
¿Por qué tenemos todos estos lamentables defectos
en nuestra devoción? ¿For qué esta moderna perver-
sión de la verdadera naturaleza de la religión de
Cristo Jesrls? ¿Por qué el tipo moderno de religión es
tan parecido a un joyero vacío? ¿Por qué tanto
manejo de la religión con manos que a menudo no
están muy limpias, y con tan poco sentimiento en el
corazón y testimonio en la vida?
La gran carencia de la religión moderna es el
espíritu de devoción. Escuchamos.los sermones con
el mismo espíritu con que escuchamos una conferen-
cia o un discurso. Visitamos la casa de Dios como si
fuera un lugar prlblico, al mismo nivel del teatro, la
sala de conferencias o los tribunales. Miramos al
ministro de Dios, no como un hombre con un
llamado divino, sino simplemente como un orador
priblico, al mismo nivel que el político, el abogado o
cualquier orador comrln o conferenciante. ¡Cómo
cambiaría radicalmente todo esto para bien con el
espíritu de verdadera y genuina devoción! Maneja-
mos las cosas sagradas tal como si fueran cosas del
mundo. Incluso el sacramento de la Cena del Señor
se convierte en mera actuación religiosa
- sin
pre-
paración previa para ella, y sin meditación ni ora-
La orución y 7a devoción 55
ción posterior. Incluso el sacramento del bautismo
ha perdido buena parte de su solemnidad y se ha
convertido en mera forma y sin contenido especial.
Necesitamos eI espÍritu de devoción, no sóIo para
contrar¡estar nuestra mundanalidad, sino también
para hacer verdaderas oraciones. Necesitamos tener
el espíritu de devoción en las ocupaciones del lunes
tanto como en la adoración del domingo. Necgsita-
mos el espíritu de devoción para recordar continua-
mente la presencia de Dios, para hacer siempre Ia
voluntad de Dios, para dirigir todas las cosas para la
gloria de Dios.
El espíritu de devoción pone a Dios en todas las
cosas. No solamente en nuestra oración o asistencia a
la iglesia, sino en todas las preocupaciones de la
vida. "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otta cosa,
hacedlo todo para la gloria de Dios" (l Corintios
10:31). El espíritu de devociÓn hace que las cosas
comunes de la tierra sean sagradas, y las cosas
pequeñas sean gtandes. Con este espíritu de devo-
ción vamos al trabajo el lunes guiados e inspirados
por la misma in-fluencia con que fuimos el domingo a
la iglesia. El espíritu de devoción hace del "sábado"
un día de reposo, y convierte al negocio y a la oficina
en un templo de Dios.
El espíritu de devoción impide que Ia religión sea
un barniz superficial y la pone en la vida misma de
nuestra alma. Con la devoción, Ia religión deja de ser
un mero trabajo y se convierte en un corazón que
envía su rica sangxe a través de cada arteria y que late
con las pulsaciones de una vida vigorosa y radiante.
El espíritu de devoción no es simplemente el
aroma de la religión, sino el tallo donde crece la
religión. Bs la sal que penetra y da sabor a los actos
religiosos. Es el azúcar que endulza el deber, el
sacrificio y la abnegación. Es el luminoso colorido
56 Orod:sin cesor
qor *ii'tri" las sombrfas actuaciones religiosas. Quita
la f¡ivolidad y rechaza las formas superficiales d'e
adoración, y hace de ésta un servicio sobrio y
profundo que impregna el cuerpo, el alma y el
espÍritu con su infusión celestial. Preguntemos con
toda seriedad: Este ángel del cielo, este espíritu de
devoción celestial, este ángel luminoso de la tierra,
¿nos ha abandonado? Guando el ángel de la devoción
se haido, el ángel de la oración ha perdido sus alas y
se ha convertido en una cosa deforme y sin amor.
EI fervor de la devoción está en la oración. En
Apocalipsis 4:8 leemos: "Y no cesaban dfa y noche
de decir: Santo, santo; santo es el Señor Dios
Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de
venir." La inspiración y el centro de su devoción
extática es la santidad de Dios, Esa santidad de Dios
reclama su atención, inflama su devoción. No hay
nada frío, nada apagado, nada aburrido en ellos y en
su adoración celestial. "No cesaban dÍa y noche."
¡Qué celo! ¡Qué fervor incesante y qué éxtasis
inagotable! EI ministerio de la oración, para ser
digno de merecer ese nombre, ha de ser un ministe-
rio feworoso; es un ministerio de intenso e incesante
anhelo por Dios y.por su santidad.
El espíritu de devoción impregna a los santos en el
cielo y caracteriza la adoración de las inteligencias
angélicas del cielo. En el mundo celestial sólo hay
criatu¡as devotas. Dios está allí, y su misma presen-
cia engendra el espfritu de reverencia, de asombro y
de temor filial. Si queremos tener parte con ellas
después de Ia muerte, primero tenemos que aprender
a tener el espfritu de devoción en la tierra, antes de
llegar allá.
Estas criaturas vivientes en su actitud incansable e
infatigable hacia Dios, y en su arrebato de devoción
pqr su santidad, son los sÍmbolos y ejemplos perfec-
Lo, orución y Ia devoción 57
tos de la verdadera oración y su fervor. La oración
debe estar encendida. Su fervor debe consumir. La
oración sin fervor es como un sol sin luz o sin calor,
o como una flor sin belleza o fragancia. EI alma
devota a Dios es un alma ferviente, y la oración es la
criatura de su llama. Solamente puede orar en
verdad quien está brillando de santidad para Dios, y
para el cielo.
La actividad no es fuerza. EI trabajo no es celo. El
moverse no es devoción. A menudo la actividad es el
síntoma no reconocido de la debilidad espiritual.
Puede ser lamentable para la piedad cuando se
convierte en sustituto de la verdadera devoción en la
adoración. El potrillo es mucho más activo que su
madle, pero es ella, en las varas del carro, la que tira
la carga sin alboroto ni jactancia. El niño es más
activo que su padre, aunque tal vez él lleva la carga y
el gobierno de todo un imperio sobre su corazón y
sus hombros. El entusiasmo es más activo que la fe.
Sin embargo, no puede mover montañas ni poner en
acción ninguna de las fuerzas omnipotentes que la fe
puede mandar.
Una actividad religiosa débil, bulhciosa y aparato-
sa, puede surgir por varias causas. Hay mucho
movimiento, mucha circulación, mucho ir y venir en
la vida actual de la iglesia, pero lamentablemente el
espíritu de genuina devoción del corazón está extra-
ñamente.ausente. Si hay verdadera vida espiritual,
surgirá de ella una actividad seria y sobria. Pero es
una actividad que surge de la fuerza y no de la
debilidad. Es una actividad que tiene raíces profun-
das, fuertes Jr numerosas.
Lógicamente, la religión debe tener mucho creci-
miento por encima del suelo. Tiene quepoder verse
mucho, y ser evidente a los ojos. Tienen que verse las
flores y el fruto de la vida santa que abunda en
 58 Orod sin cesor
buenas obras. No puede ser de otra manera. pero
el
crecimiento en superficie tiene que estar basado
en
un vigoroso crecimiento de la vida oculta y d h"
raíces escondidas. En lo profundo de la naturaleza
r
renovada tienen que peneirar las raíces a" t",etgiOn
que se ve en lo exterior. Lo exte¡no
b
tiene que ser un
reflejo de la profunda base interior. Tiene que
haber La oración, la alab aÍtza y la
mucho crecimiento bajo tieua, invisible, de lo
con_
trario la vida será débil y corta, y el crecimiento acción de gracias
externo será enfermizo y sin fruto. En el libro
del
profeta IsaÍas aparecen las siguientes palabras:
El doctor {. I. Gordon describe la impresión que le
;. 'Pero los que esp-eran a fehová tendrán nuevas causó su lelación con ]oseph Rabinowitz, a quien el
tuerzas; levantarán alas como las ág-uilás; correrán,
y doctor Delitzsch consideró el judlo converti-do más
no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán extraordinario después de Saulo de'Tarso: ,,No
laO:eí).
olvidaremos fácilmente el resplandor que iluminaba
Este es el comienzo de toda actividad enérgica, su rostro cuando exponfa los salmos mesiánicos en
inagotable e incansable. Todo esto es cánsecu"rr"ia el culto de la mañana o de la noche, y cómo, a
de esperar en Dios. qredida que aquf y allá captaba una vislumbre del
Puede haber mucha actividad inducida por el Cristo sufriente o glorificado, repentinamente levan-
gprendizaie, creada por el Bntusiasmo, producto de taba los brazos y los ojos haiia eI cielo, en un
estallido de adoración, exclamando con Tomás des-
la debilidad de la carne, inspirada voláti- pués que hubo visto las marcas de los clavos: ,¡Señor
"rrLrirr",
les y de corta duración. La áctividad a menudo mÍo, y Dios mÍo!' " D. M. Mclntyre
"s
expensas de elementos más sólidos y útiles, y" -
generalmente con descuido total de la a oración, la alabanza y la acción de gracias van
bración. El
estar demasiado ocupado con el trabajo para juntas. Entre ellas hay una íntima relación. La
Dios,
tanto que no haya tiempo p"r" con alabanza y la acción de gracias son tan parecidas que
Dios, el estar dernasiado ocupido con "o*rrnicarse
el trabajo de la no es fácil distinguirlas y definirlas por separaáo.
iglesia, sin tomarse el tiempo de hablar Las Escrituras juntan estas tres cosas. Hay muchas
con Dios
acerca de dicho trabájo, es lalvenida para razones para la acción de gracias y la alabanza, Los
,i ,.t*.r-
s, Y muchas personas han caminuáo po, r ella en salrnos están llenos de cantos de alabanza e himnos
detrimento de sus almas inmo¡tales. de acción de gracias, y todos señalan los resultados
de la gran actividad, el gran entusiasmo y de la oración. La acción de gracias incluye la gra-
,^ 1_l_u1"t
la gran pasión por el trabajo, el traba¡o y la
actividaá titud. En efecto, la acción de gracias no es otra cosa
n_o_,seránotra cosa que ceguera, sin ei cultivo y ia que la expresión de una conciencia interna de gra-
madurez de las gracias de la oración.' titud a Dios por los favores recibidos. La gratitud es
una emoción interna del alma, que surge involunta-
riamente en nosotros, mientras que la acción de gra-
60 Orod sin cesor
cias es la expresión voluntaria de nuest¡a gratitud.
La acción de gracias es oral, positiva y activa. Es.
dar algo a Dios. La acción de gracias se manifiesta
prlblicamente. La gratitud es secreta, silenciosa,
pasiva; no manifiesta su existencia hasta que se
expresa en la alabanza y la acción de graciás. La
gratitud se siente en el corazón. La acción de gracias
es la expresión de ese sentimiento interior.
La acción de gracias es sencillamente lo que la
expresión significa: es dar gracias a Dios. Es dar algo
a Dios por las bendiciones recibidas, en palabras que
sentimos en el corazón. La gratitud emana de la
contemplación de la bondad de Dios. Es engendrada
por una seria meditación sobre lo que Dios ha hecho
por nosotros. Tanio la gratitud como la acción de
gracias señalan a Dios y sus favores y tienen que ver
con ellos. El corazón está conscientemente agradeci-
do a Dios. El alma expresa esa gratitud del corazón
en palabras o en hechos.
La gratitud nace de la meditación sobre !,a gracia y
la misericordia de Dios. "Grandes cosas ha hecho
Jehová con nosotros; estaremos alegres." Aquí vemos
eI valor de la meditación profunda. "Dulce será mi
meditación en él." La alabanza es engendrada por la
gratitud y una obligación consciente hacia Dios por
los favores recibidos. Al pensar en los favores
pasados, el corazón se ve movido interiormente a Ia
gratitud.
Me gusta pensar en los favores pasados,
e implorar el bien futuro;
y dejar todas mis preocupaciones y pesares
sobre Aquél a quien adoro,
El amor es hijo de la gratitud. El amor crece
cuando se siente gratitud, y luego irrumpe en alaban-
za y acción de gracias a Dios. "Amo a Jehová, pues ha
oÍdo mi voz y mis súplicas." Las oraciones contesta-
La orución, La alabanza y la acción de grocios 01
das causan gratitud, y la gratitud produce un amor
que declara que no cesará de orar: "Porque ha
inclinado a ml su oÍdo; por tanto, le invocaré en
todos mis días." La gratitud y el amor estimulan a
orar mejor.
Pablo apela a los romanos pam que se dediquen
enteramente a Dios como sacrificio vivo, y el motivo
que lo impulsa son los favores de Dios.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional (Romanos 12:1).
La consideración de los favores de Dios no sólo
produce gratitud, sino que induce a una mayor
dedicación a Dios de todo lo que somos y tenemos.
De modo que la oración, la acción de gracias y la
consagración, están todas ligadas inseparablemente.
La gratitud y la acción de gracias siempre miran
hacia atrás, aunque también abarcan el presente.
Pero la oración siempre mira al futuro. La acción de
gracias trata de cosas que ya'se han recibido. La
oración trata de las cosas que se desean, que se piden
y que se esperan. La oración se vuelve gratitud y
alabanza, cuando las cosas que se han pedido han
sido otorgadas por Dios.
AsÍ como"Ia oración nos trae cosas que provocan
gratitud y acción de gracias, también Ia alabanza y la
gratitud promueven la oración, e inducen a orar más
y mejor.
La gratitud y la acción de gracias están definitiva-
mente en contra de cualquier murrruración contra el
trato de Dios hacia nosotros, y de toda queja sobre
nuestra suerte. La gratitud y la queja nunca habitan
en el mismo"corazón al mismo tiempo. Un espíritu
que no sabe apreciar no puede estar a la par de la
. gratitud y la alabanza. Y la verdadera oración corrige
62 Orad sin cescr
las quejas y promueve la gratitud y la acción de
gracias. El descontento con la propia suerte y la
disposición a no estar conformes con las cosas que
nos vienen por la providencia de Dios, son enemigos
de la gratitud y de la acción de gracias.
Las personas que murmuran son personas desagm-
decidas. Las personas agradecidas nunca tienen
tiernpo ni disposición para detenerse a murmurar. La
la peregrinación de I'os is¡aelitas por el desierto,
cuando se dirigían a Canaán, fue arruinada por su
tendencia a murrnurar y quejarse contra Dios y
Moisés. Por eso varias veces Dios se vio fuertemente
dolido y hre necesaria la poderosa oraqión de Moisés
para apaciguar la ira divina debido a las murmura-
ciones. La ausencia de gratitud no dejaba lugar ni
disposición para la alabanza y la acción de gracias,
como ocurre siempre. Pero cuando estos mismos
israelitas cruzaron el mar Rojo, a la vez que sus
enemigos fueron destruidos, hubo un canto de ala-
banza conducido por María la hermana de Moisés.
Uno de los pecados principales de estos Ísraelitas fue
el olvidar a Dios y sus favores, y la falta de gratitud
de su corazón; Io que produjo murmuraciones y falta
de alabanza, como siempre ocurre,
Cuando Pablo escribió a los colosenses que deja-
ran que la palabra de Cristo morara en sus corazones
en abundancia, y permitieran que la paz de Dios los
gobernara, les dijo: "Y sed agradecidos", y agregó:
"...enseñándoos y exhortándoos unos a otros en
toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros
corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos
espirituales" (Colosenses 3:16).
Más adelante, aI escribir a los mismos cristianos,
une la oración y la acción de gracias: "Pelseverad en
la oración, velando en ella con acción de gracias"
[Colosenses 4:2).
La, oracíón, Ia alabanza y Ia accíón de grocios 63
Y al escribir a los tesalonicenses, vuelve a unir Ia
oración y la acción de gracias: ,,Estad siempre
gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porqoe
esta es la voluntad de Dios para con vosotros en
Cristo Jesrls" {1 Tesalonicenses 5:16-1g).
Te damn_s gracias, Señor del cielo
y de la tierra,
que nos has conservado desde nuejtro nacimienio,
nos has redimido de la muerte y del terror,
y con tus dones has servido nuóstra mesa.
Dondequiera que haya verdadera oración, la ac-
ción de gracias y la gratitud están a su lado, listas
para responder a la contestación de la oración
cuando esta llega. Así como la oración tuae la
respuesta, también la respuesta trae gratitud y ala-
banza. Así como la oración pone a Dioi en funiiona-
miento, también las oraciones contestadas ponen en
funcionamiento la acción de gracias. La acción de
gracias sigue a la oración contestada así como el día
sucede a la noche.
La verdadera oración y la gratitud conducen a la
total consagración, y la consagración induce a más y
mejor oración. Una vida consagrada es una vida de
oración y de acción de gracias.
El espíritu de aiabanza fue en algún momento la
gloria dé la Iglesia primitiva. Este espíritu moraba en
los tabernáculos de estos primeros cristianos como
_nube de gloria, desde la cual Dios hablaba y
una
resplandecía. Llenaba sus templos con el costosá
aroma del incienso ardiente. Es evidente para cual-
quier observador cuidadoso, que este eJpíritu de
alabanza está lamentablemente ausente en nuest¡as
congregaciones actuales. Es igualmente evidente que
es una poderosa fuerza para proyectar el Evangehó y
su _cuerpo de fuerzas vitales. Restaurar el espiiitu dá
alabanza en nuestras congregaciones debiera ser uno
de los puntos principales para cualquier pastor
 64 Orod sin cesor
verdadero. El estado normal de la Iglesia está mani-
festado en la declaración hecha en el Salmo 6b:1.:
"Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios, y a ti se
pagarán los votos."
La oración está tan clara y definidamente unida a
la alabanza, tan inseparablemente vinculada, que no
se pueden separar. La alabanza depende de la
oración para ser completa y manifestar su dulce
melodía.
El canto es uno de los métodos de la alaban za, tro
el más elevado, es cierto, pero es la forma común y
corriente. El servicio de canto en nuestras iglesiai
tiene mucho que ver con la alabanza¡ porque segrin
el carácter del canto será la sinceridad y É medlda
de la alabanza. El canto puede ser dirigido de tal
manexa que tenga elementos que desvirtúan y co-
rrompen la oración. Puede ser dirigido de tal forma
que quite todo lo que se parezca a la acción de
gracias y la alabanza. Mucho del canto moderno en
nuestras iglesias es completamente extraño a todo lo
que se parezca a lq since¡a alabanza del corazón a
Dios.
El espíritu de oración y la verdadera alabanza van
de la mano. Ambos a menudo se ven totalmente
disipados por el canto liviano, irreflexivo y superfi-
cial de nuestras congregaciones. Mucho áel canto
I
carece de una reflexión seria, y de todo lo que se
parez_ca a un espíritu devocional. Su brillo y su
vanidad tal vez no sólo disipen todas las caracierÍs-
ticas esenciales de la adoración, sino que tamlién
pueden substituir el espíritu por la carne.
El dar gracias es la vida misma de la oración. Es su
fragancia y su música, su poesÍa y su corona. La
oración que trae la respuesta ansiada, irrumpe en
alabanza y acción de gracias. De modo que cuaiquier
otra cosa que interfiera con el espíritu de oración y lo
La oración, la alabonza y Ia acción de grocios 65
dañe, necesariamente hiere y disipa el espíritu de
alabanza.
gracia de la oración pam
j' El corazón debe tener la
cantar alabanzas a Dios. tl canto espirituaf no
necesita del buen gusto o del talento musical, sino de
la gracia de Dios en el corazón. Nada ayuda tanto a Ia
alabanza como un profundo avivamiénto de la reli-
gión verdadera en Ia iglesia. La conciencia de la
presencia de Dios inspira eI canto. Los ángeles y los
que ya están glorificados en el cielo no necesitan
directores artísticos para dirigirlos. Ni necesitan
corcs pagados para armonizar con la doxología
celestial de alabanza y adoración. No dependen de
escuelas de canto para enseñarles las notas y la
escala del canto. Su canto irrumpe involuntariamen-
te del corazón.
Dios está presente inmediatamente en las asam-
bleas celestiales de ángeles y de espíritus de hom-
bresjustos que han sido perfeccionados. Su gloriosa
presencia crea el canto, enseña el canto, e impregna
sus notas con alabanza. De la misma manera ocurre
, en la tierra. La presencia de Dios en nuestras
congtegaciones provoca el canto y la acción de
r gracias, mientras que la ausencia de Dios en nuestras
, congregaciones implica la muerte del canto, o lo que
equivale a lo mismo, hace que el canto sea frfo,
formal y sin vida. La conciencia de la presencia de
Dios volverÍa a traernos los dÍas de alabanza y
restaurarla toda la armonía del canto.
, Donde abunda la gracia, abunda el canto. Cuando
Dios está en el corazón, el cielo está presente y allf
hay melodía, y los labios rebosan de Ia abundancia
del corazón. Esto es tan cierto en la vida privada del
cteyente, como lo es en las congregaciones de los
santos. La decadencia del canto, la muerte y pérdida
del espíritu de alabanza en el canto, implican la
66 O¡od sin cescr
declináción de la gracia en el corazón y la ausencia
de la presencia de Dios en su pueblo.
La razón principal de todo canto es que Dios lo
escuche; atraer su atención y complacerlo. Es "para
el Señor", para su gloria y honra. Con toda seguridad
no es para dar gloria al coro contratado, ni para
exaltar los maravillosos dones musicales de los que
cantan, ni para atraer a la gente a la iglesia, sino para
la gloria de Dios y el bien de las almas de la
congregación. ¡Qué lejos de este ideal ha llegado el
canto de los coros de las iglesias de los tiempos
modernos! No es de sorprender que no haya vida, ni
poder, ni unción, ni espíritu en muchg del canto que
se oye en las iglesias de hoy. Es un sacrilegio que
cualquiera que no tenga un corazón santificado y
labios santos dirija la parte cantada del servicio en la
casa de oración de Dios. Mucho del canto de las
iglesias podría quedar bien en un salón de actos y
satisfacer como un simple entretenimiento, que agra-
da al oído. Pero, hacerlo parte de la verdadera
adoración, en donde hay un espíritu de alabanza y
de oración, es un fraude, una imposición hecha a las
personas de mentalidad espiritual, y totalmente
inaceptable para Dios. Debiéramos exclamar de nue-
vo: "Alabad a fehová, porque es bueno cantar salmos .
a nuestro Dios; porque suave y hermosa es la
alabanza."
La mrisica de la alabanza, porque hay mrlsica real'
del alma en la alabanza, está demasiado llena de
esperanza y felicidad como para que se la pueda
negar. Todo esto está incluido en el "dar gracias". En
Filipenses se llama "petición" a la oración. "Sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios", lo
que describe la oración como el pedir una dádiva,
dando prominencia a la cosa que se pide, poniendo
el énfasis en ella, algo que Dios da y nosotros
La oración, Io olabanzo y la occión de gracias 67
recibimos, y no algo que nosotros debemos hacer. Y
todo esto está ligado con la gratitud a Dios: "Sean
conocidas vuestras peticiones... con acción de
gtacias."
Dios hace mucho por nosotros cuando responde la
oracién. Pero son muchas las dádivas que necesita-
mos, y para ello tenemos que hacer oraciones espe-
ciales. Según nuestras necesidades especiales debe
ser nuestra oración. Tenemos que hacer oraciones
especiales y detalladas y traer aI conocimiento de
Dios, mediante la oración, la srlplica y la acción de
gracias, nuestras peticiones particulares, las cosas
que necesitamos, las cosas que ansiafnos mucho. Y
con todo ello, acompañando todos estos pedidos,
tiene que haber acción de gracias.
Realmente, es agradable pensar que aquello que
estamos llamados a hacer en la tierra alabar y dar
gracias -
el cielo lo están haciendo los ángeles y
-, orr incorpóreos
los espíritus de los santos redimidos.
Incluso es más agradable contemplar la gloriosa
esperanza de que lo que Dios quie¡e que hagamos en
la tierra lo estaremos haciendo a lo largo de una
eternidad infinita. La alabanza y la acción de gracias
serán nuestra ocupación bendita mientras estemos
en el cielo. Nunca nos cansaremos de esta agradable
tarea.
 Extractos de
EI propósito de la orución

6
El propósito de Ia oración
uanto más oración haya en el mundo, mejor
será el mundo, más poderosas serán las fuerzas
contra el mal en todas partes. La oración, en una fase
de zu operación, es desinfectante y preventiva.
Purifica el aire, destruye el virus del mal.-La oración
no es caprichosa ni de corta duración, no es una voz
que implora sin ser oída ni atendida. E's una voz que
llega al oído de Dios, y vive mientras el oído de Dlos
esté abierto a las sriplicas santas; mientras el corazón
de Dios palpite para las cosas santas.
Dios moldea el mundo mediante la oración. Las
oraciones no mueren. Los labios que las pronuncia-
ron pueden estar cerrados por la muerte, el corazón
que las sintió puede haber dejado de latir, pero las
oraciones viven frente a Dios, y e.l corazón de Dios
está en ellas. Las oraciones sobreviven a aquellos que
las pronuncian; sobreviven la generación sobrevi-
ven el siglo, sobreviven al mundo.
El hombre que haya hecho las mejores oraciones y
en mayor número es el más inmortal de todos. Esos
hombres son los héroes de Dios, los santos de Dios,
los siervos de Dios, los vicegerentes de Dios. El
hombre puede orar mejor ahora gracias a las ora-
ciones del pasado; el hombre puede vivir una vida
más_santa gracias a las oraciones del pasado. El
hombre que ha hecho muchas oraciones áceptables,
ha cumplido el servicio más grande y verdadéro para
la generación venidera. Las oraciones de los santos
 7O Orod sin cesor
de Dios fortalecen la generación futura contra las
desoladoras oleadas de pecado y maldad. ¡pobre de
aquella generación cuyos hijos encuentran sus in-
censarios sin el rico incienso de la oración, cuyos
padres han estado demasiado ocupados o han sido
demasiado incrédulos para orar! Su desgraciada
herencia consistirá en trances inexpresables y conse-
cuencias incalculables.' Afortunados aquellos cuyos
padres o madres les han legado un rico patrimonio
de oración.
F '" Las oraciones de los santos de Dios son el capital
principal en el cielo mediante el cual Cristo lleva a
cabo su gran obra en la tierra. Las grandes agonías y
poderosas convulsiones de la tierra son el resultado
de esas oraciones. La tierra cambia, se revoluciona,
los ángeles se mueven con alas más rápidas y más
poderosas, y el plan de Dios se va formando a
medida que las o¡aciones se hacen más numerosas y
más eficientes.
Es verdad que el éxito más poderoso para la causa
de Dios se origina y se cumple por la oración. El día
del poder de Dios, los días angélicos de actividad y
poder, son aquellos cuando la iglesia de Dios entra
en la más poderosa herencia de la más poderosa fe y
la más poderosa oración. Los dfas de conquista para
Dios son aquellos en que los santos se entregan a la
oración más poderosa. Cuando la casa de Dios en la
tie¡ra es una casa de oración, entonces la casa de
Dios en el cielo está muy atareada y tiene todo el
poder necesario para sus planes y movimientos;
entonces sus ejércitos ter¡enales se visten de los
t¡ofeos y los despojos de la victoria, y sus enemigos
son derrotados por todas partes.
Dios condiciona a la oración la vida misma y la
prosperidad de su causa. Esa condición fue puesta
sobre la existencia misma de la causa de Dios en el
mundo. PÍdeme *,1'nor;o"ljt::j*jlfi'ff:
pone pam el avance mismo y el triunfo de su causa.
Los hombres deben orar, deben orar por el desarro-
llo de la causa de Dios. La oración pone a Dios con
todas sus fuerzas en el mundo. Para el hombre de
oración, Dios está presente en fuerza concreta; en
una iglesia de oración, Dios está presente en glorioso
poder. EI Salmo 2 es la descripción divina del es-
tablecimiento de la causa de Dios por medio de Cris-
to lesús. Todas las dispensaciones inferiores han si-
do absorbidas en la entronización de Cristo Jesús.
Dios declara la entronización de su Hijo. Las nacio-
nes están indignadas con amargo odio bontra su cau-
sa. A Dios se Io describe como el que se ríe de aquel
odio. El Señor se reirá. El Señor se mofará de ellos.
"Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo mon-
te." Este decreto se ha mantenido inmutable y eterno:
Yo publicaré el decreto; ]ehová me ha dicho: Mi hijo
eres tú; yo te engendré hoy. Pfdeme, y te daré por
herencia las naciones, y como posesión tuya los
confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de
hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás
(Salmo 2:7-9).
Pídeme es la condición un pueblo que ora,
- hombres orarán por él
dispuesto y obediente. "Y los
continuamente"" Bajo esta promesa sencilla y uni-
versal,,los hombres y mujeres del pasado se gastaron
para Dios. Oraban y Dios contestaba sus oraciones, y
la causa de Dios se mantuvo viva en el mundo
gracias a la llama de esas oraciones.
La oración se convirtió en la condición rinica y
establecida para hacer andar el reino de su Flijo.
"Pedid, y se os dará;buscad, y hallaréis; llamad, y se
os ab¡irá" (Mateo 7:7).Elmás fuerte en el reino de su
Hijo es aquel que mejor llama. El secreto del éxito en
el reino de Cristo es la habilidad para orar. Aquel que
lz
72 Orcd sin cesor
puede ejercer el poder de la oración es una persona
fuerte, una persona santa en el reino de Cristo. La
lección más importante que podemos aprender es
cómo orar.
La oración es la ilave de la vida más santificada,
del ministerio más santo. Aquel que es el más hábil
en la oración es el que hace más por la causa de Dios.
Cristo Jesrls ejerció su ministerio siguiendo este
principio.
Necesitamos entregarnos a Dios en relación a las
cosas temporales y espirituales, y buscar nuestra
satisfacción sólo en el cumplimiento de su voluntad,
ya sea que Bl nos gufe por eI sufrimiento o por medio
áe h cónsolación, porque todo serla igual para un
alma verdaderamente sometida' La oración no es
otra cosa que la percepción de la presencia de Dios.
Hermano Lorenzo
- -
Aseglrese de cumplir su deber secretoi manténga-
lo, haga lo que haga. El alma no puede prosperar si se
la descuida. La apostasía generalmente comienza en
lo secreto. Esté más en comunión secreta con Dios.
Es el trato secreto lo que enriquece al cristiano.
Ore a solas. Que la oración sea la llave de la
' mañana y el cerrojo de la noche. La mejor manerade
luchar c-ontra el pecado es sobre nuestras rodillas
HenrY.
-Philip
La oración de fe es el rlnico poder en el universo
ante el cual se inclina eI Gran Jehová. La oración es
el remedio soberano. Robert Hall
- habían comportado de tal modo en su controversia
Una hora a solas pasada en sincera y feworosa
oración, o eI conflicto y Ia victoria sobre una pasión
o un sutil pecado oculto, nos enseñalán más en
cuanto al pensamiento, nos despertarán co! más
efectividad la facultad de la reflexión, y nos forma-
rán mejor en su hábito' que un año de estudio en la
universidad, sin ellos. Samuel Taylor Coleridge
- jonái estaba en condiciones lamentables cuando
Un hombre puede orar de dla y de noche y
engañarse a sí mismo' Pero ningln hombre que no
BI propósito de lo orociín 73
ore puede tener la seguridad de qu9 e-s sincero. La
o.""ión es fe hecha acto. La unión de la voluntad y
del intelecto efectuada en un acto intelectual. Es el
hombre total el que ora. Menos que esto es ilusión u
obra de los labiós. Es fingimiento o mascarada.
Si Dios me devuelve Ia salud, he decidido -no
estudiar otra cosa que la Biblia. La literatura es
enemiga de Ia espiritualidad si no se la sujeta-con
-"oo Tirme. Richard Cecil
Nuestra santificación no depende de cambiar
nuestras ocupaciones, sino en hacer para Dios lo que
comrlnmentd hacemos para nosotros mismos. El
tiempo de trabajo no diflere para mÍ del tiempo de
oración. La oración no es otra cosa que la percepción
de la presencia de Dios. Hermano Lorenzo
-
Quiero consumirme para Dios. Después de todo,
disionga Dios Io que disponga, la- oración es lo más
gxande. ¡Quiero ser uu hombre de oración!
HenrY MartYn
Las posibilidades y la necesidad de la oración, su
poder y sus resultados, se manifiestan en detener y
óambiar los propósitos de Dios y en mitigar eI golpe
de su poder. Abimelec fue castigado por Dios:
Entonces Abraham oró a Dios; y Dios sanó a Abime-
lec y a su mujer, y a sus sietvas, y hiio-s'
-tuvieron
Porque ]ehová haLía cerrado completamente toda
matiiz de Ia casa de Abimelec, a causa de Sara mujer
de Abraham (Génesis 2O:!7, 18).
Los amigos de |ob, pobres consoladores errados, se
con Job que la ira de Dios se encendió contra ellos.
"Y mi siervo Job orará por vosotros", potque "a él
atenderé."
"Y quitó Jehová la aflicción delob, cuando él hubo
orado por sus amigos."
"Jehová hizo levantar un gran viento en eI mar, y
74 Orad sin cescr
hubo en el mar una tempestad"' Cuando echaron
suertes, esta "cayó sobre Jonás". Lo echaron al mar,
pero "Jehová tenía preparado un gran pez que
tragase a ]onás... Entonces oró jonás a Jehová su
Dios desde el vientre del pez. . . Y mandó Jehová al
pez, y vomitó a Jonás en tiena."
Cuando el profeta desobediente levantó su voz a
Iehová en oración, Dios oyó y mandó liberación.
El faraén crela firmemente en las posibilidades de
la oración y en su capacidad de liberar. Cuando se
tambaleaba bajo las te ribles plagas de Dios, rogó a
Moisés que intercediera por é1. "Orad por mí", fue su
patético ruego cuatro veces cuando las plagas asola-
ban Egipto. Cuatro veces hizo este apremiante pedi-
do a Moisés, y cuatro veces la oración les levantó las
terribles plagas al duro gobernante y a su tierra
condenada.
La blasfemia y la idolatrla de Israel al hacer el
becerro de oro y declararle su devoción, fue un
crimen temerario, La ira de Dios se encendió ardien-
temente y declaró que destruirfa al pueblo ofensor.
El Señor estaba muy enojado también con Aarón, y Ie
dijo a Moisés: "Déjame que los consuma." Pero
Moisés oró, y continuó orando; día y noche, otó
durante cuarenta días. Informa sobre su lucha de
oración: "Y me postré deiante de Jehová como antes,
cuarenta dlas y cuarenta noches; no comí pan ni bebf
agua, a causa de todo vuest¡o pecado que habíais
cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová
para enojarlo. Porque temí a causa del furor y de la
ira con que Jehová estaba enojado contra vosotros
para destruiros. Pero ]ehová me escuchó aun esta
vez. Contra Aarón también se enojó Jehová en gran
manera para destruirlo; V también oré por Aarón en
aquel entonces" (Deuteronomio 9:18-20)'
"De aqul a cuarenta días Nínive será destruida."
EI propósito de Ic orución 7l
Dios tenía el propósito de destruir esa gran ciudad
corrompida. Pero Nlnive oró, se cubrió de cilicio,
sentada en cenizas imploró; "clamó fuertemente", y
Dios "se arrepintió del mal que había dicho que les
harfa, y no lo hizo" (|onás 3:10).
El mensaje de Dios a Ezequfas fue: "Ordena tu
casa, porque morirás, y no vivirás." Ezequías volvió
su rostro hacia la pared y oró al Señor, {iciendo: "Te
ruego, ohJehová, te ruego que hagas memoria de que
he andado delante de ti en verdad y con íntegro
corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y
lloró Ezpquías con gran lloro." Y Dios dijo a Isaías
que dijera a Ezequías: "Yo he oído tu oración, y he
visto tus lágrimas; he aquí. . . añadiré a tus dfas
quince años" [2 Reyes 20:1.-6).
Estos hombres sabían cómo orar y cómo prevalecer
en la oración. Su fe en la oración no era una actitud
pasajera que cambiara con el viento o según sus pro-
pios sentimientos o circunstancias. La oración era
algo que Dios ola y contestaba; sabÍan que su oldo
estaba siempre atento al clamor de sus hijos, y que el
poder para hacer lo que se le pedía estaba en pro-
porción con su voluntad de hacerlo. Y por ello estos
hombres, fuertes en fe y en oración, "por fe con-
quistaron reinos, hicieron justicia, álcanzaron pro-
mesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos im-
petuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de
debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron
en fuga ejércitos extranjeros" (Hebreos 11:33, 34).
Todo, tanto entonces como ahora, era posible para
los hombres y mujeres que sablan cómo orar. Real-
mente la oración abría un depósito ilimitado y la
mano de Dios no retenía nada. La oración introducía
a aquellos que la practicaban en un mundo de
privilegio, y acercaba la fuerza y abundancia del
cielo para ayudar al hombre finito. ¡Qué.poder rico y
76 Orad sin cescr
maravilloso era el de aquellos que habÍan aprendido
el secreto de un victorioso acercamiento a Dios! Con
Moisés ese poder salvó una nación. Con Bsdras salvó
a toda una asamblea.
Y sin embargo, por extraño que parezca cuando
consideramos las maravillas de las que había sido
testigo el pueblo de Dios, llegó un debilitamiento en
la oración. La poderosa influencia ante Dios, que tan
a menudo había causado terror y pavor en los cora-
zones de sus enemigos, perdió su efecto. El pueblo,
apóstata y renegado, abandonó la oración, si es que
el grueso de ellos había alguna vez orado de verdad.
La oración fría y sin vida de los fariseos sustituyó
cualquier acercamiento sincero a Dios, y a causa de
ese método formal de oración, toda la adoración se
convirtió en una parodia de su real propósito. Con
Mgiséb, Esdras, Daniel, ElÍas, Ana y Samuel, había
habido una gloriosa dispensación, gloriosamente
cumplida; pero eI cÍrculo parece limitado y de corta
duración, Las personas de oración eran escasas y
distantes. No tuvieron sobrevivientes, ninguno que
imitara su devoción a Dios, nadie que continuara con
la nómina de los elegidos.
En vano el decreto había establecido un orden
divino, un Ilamado divino. Pídeme. Del ruego fervo-
roso y fructífero a Dios, volvieron sus rostroJa dioses
paganos y suplicaron en vano las cosas que nunca
podrían venil, y de esta manera se hundieron en un
estado penoso e implo que ha perdido su objeto en la
vida por haberse roto su vínculo con lo eterno. Su
favorecida dispensación de oración quedó en el
olvido. Ya no sabían cómo orar.
¡Qué contraste con los logros que iluminan otras
páginas de las Escrituras! El poder que obraba a
través de Elías y de Eliseo en respuesta a la oración,
alcanzó hasta la misma muerte. En cada caso hubo
EI propósito de Io oración 77
un niño que resucitó de la muerte, y fue vencido el
poder del hambre. "La oración eficaz del justo puede
mucho." Elías fue un hombre sujeto a pasiones como
nosotros. Oró fervientemente para que no lloviera, y
no llovió en la tierra durante tres años y seis meses.
Volvió a orar y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo
fruto. Jonás oró mientras estaba preso dentro áel gran
pez, y llegó a tierra seca, a salvo de Ia tormenta y del
mar y de los monstruos de la profundidad, gracias a
la poderosa energía de la oración.
¡Con qué amplitud la generosa provisión de la
gracia de la oración ha administrado esa maravillosa
dispensacióñ! Aquellos hombres oraban maravillo-
samente. ¿Por qué no pudo su oración salvar la
dispensación de la decadencia y de la muerte? ¿No
fue porque perdieron el fuego, sin el cual la oración
degenera y se convierte en algo sin vida? Requiere
esfuerzo, trabajo y cuidado preparar el incienso. La
oración no es trabajo para perezosos. Cuando todos
los dones ricos y fragantes del cuerpo de oración han
sido mezclados y refinados mediante el trabajo y el
movimiento, entonces eI fuego puede aligerar el
incienso y hacer que su fragancia se eleve al trono de
Dios. El fuego que consume crea el espíritu y la vida
del incienso. Sin el fuego la oración no tiene espíri-
tu; queda aI igual que las especias muertas, para la
corrupción y los gusanos.
La oración casual, intermitente, nunca está sumer-
gida en este fuego divino. Porque el hombre que asf
ora, carece del fervor que se apodera de Dios,
resuelto a no permiti¡le irse antes que llegue la
bendición. "Orad sin cesar", aconsejaba el gran
apóstol. Ese es el hábito que pone a la oración
directamente en la argamasa que mantiene unidos
los ladrillos de la construcción. "Después de haber
orado, se puede hacer más que orar; pero no se puede
78 Orad sin cesor
hacer otra cosa que orar antes de haber orado", dijo
el piadoso doctor A. l. Gordon. La historia de todo
gran logro cristiano es la historia de una oración
contestada.
"EI talento mejor y más grande que Dios puede dar
a cualquier hombre o mujer en este mundo, es el de
la oración", escribe Plincipal Alexander Whyte. "Y
el mejor logro que cualquier hombre o mujer pqede
llevar ante Dios cuando se enfrentq con El al fin de la
vida, es una vida de oración. Y aquellos siervos que
mejor invierten el dinero del Señor son los que se
levantan temprano y se acuestan tarde mientras
están en este mundo, porque siempre están buscan-
do y adoptando mejores métodos de oración, y
formando hábitos de' oración más secretos, más
constantes, más espirituales, más fructíferos, hasta
que, literalmente, otan 'sin cesar', y hasta que
continuamente encaran nuevas empresas en Ia ora-
ción, nugvos logtos y nuevas bendiciones."
Martín Lutero, cuando se le preguntó en una oca-
sión acerca de sus planes para el día siguiente, con-
testó: "Trabajar, trabajar, desde temprano hasta tar-
de. En efecto, tengo tanto que hacer, que pasaré'las
tres primeras horas en oración." También Cromwell
creíá en estar mucho sobre sus rodillas. En una oca-
sión, mientras rniraba las estatuas de hombres famo-
sos, se volvió hacia un amigo y Ie dijo: "Háganme Ia
mía de rodillas, porque asf es como llegué a la
gloria."
SóIo cuando todo el corazón tiene pasión por orar,
desciende el fuego de vida. Sólo el hombre fervoroso
tiene acceso al oído de Dios.
Cuando te sientes totalmente indispuesto a orar'
no cedas, sino lucha y esfuérzate por orar, aun
cuando pienses que no n""u"t
Hif*"ilildersham
El proPósito de Io otación 79
Entre los partos había la costumbre de que nadie
debfa dar alimento a sus hijos por la mañana, antes
de ver el sudor en sus rostros, y encontramos que
también es la costumbre general de Dios no dar a sus
hijos a probar sus bienes hasta que comiencen a
súdar pór obtenerlos. Baxter
'be
-Richard
todos los deberes que se le imponen al cristia-
no, ninguno es más esenóial y a la vp,z más descuida-
do que- la oración. La mayoría de las personas
considera ese ejercicio como una ceremonia agobian'
te, por lo que están justificados si la abrevian lo más
posible. Incluso aquellos cuya profesió-n o temores
ios obligan a orar, oran con tanta- languidez y
vacilació-n,mental, que sus otaciones, lejos de hacer
bajar bendiciones, sólamente aumentan su condena'
cién. - Frangois Fénelon
Bl secreto y la esencia de toda la cuestión es orar
más y mejor, tener más apetencia y preparación para
encontrarse con Dios, para tener comunión con Dios
a través de Cristo. Nuestra manera de orar y nuestros
motivos de oración no nos sientan bien. La actitud y
la relación entre Dios y el Hijo son la relación eterna
entre Padre e Hiio, en cuanto a pedir y recibir: eI Hiio
siempre pide, el Padre siemPre da:
Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y Gomo
posesión-tuya los ionfines de la tierra.-Los-quebran'
iarás con váa de hierro; como vasija de alfarero los
desmenuzarás (Salmo 2:8' 9).
.
Jesús está continuamente orando a través de su
pueblo, "Y se otalá por éI coqtinuamenle." "Mi casa
ierá llamada casa de oración para todas las nacio-
nes," Debemos prepararnos para orar' para ser como
Cristd, para omr como Cristo.
El acóeso del hombre a Dios por medio de la
otación, abre todo, y convierte su pobreza en rique-
za. Todas las cosas son suyas mediante la oración. La
riqueza y Ia gloria, todas son de Cristo. A medida que

80 Orod sin cesor
la luz aumenta y los profetas hacen patente la
naturaleza de la restauración, el registro divino
parece extenderse. "Así dice Jehová, el Santci de
Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por
venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la
obra de mis manos. Yo hice la tierra, y creé sobre ella
aI hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a
todo su ejército mandé" (Isaíag 45:1,1,, 1,2),
Se le ha dado al hombre el derecho de mandar a
Dios con toda esa autoridad y poder en las cuestio-
nes del reino terrenal de Dios. El cielo, con todo lo
que tiene, está sometido a cumplir los propósitos
riltimos, finales y gloriosos de Dios. ¿Por qué, enton-
ces, lleva tanto tiempo el cumplimiento de estas
sabias bendiciones para eI hombre? ¿Por qué reina
durante tanto tiempo eI pecado? ¿Por qué demoran
tanto en llegar a su grata consumación las promesas
juradas de los pactos? Reina el pecado, reina Sata-
nás; los suspiros marcan la vida de muchos, y hay
lágrimas abundantes y frescas,
¿Por qué ocurre todo esto? No hemos orado para
poner fin al mal. No hemos orado como debiéramos.
No hemos cümplido las condiciones de la oración.
Pídeme. Pidámosle a Dios. No nos hemos apoyado
en la oración. No hemos hecho de la oración la única
condición. Hemos violado la condición primaria de
la oración. No hemos orado bien. No hemos orado en
absoluto. Dios está dispuesto a dar, pero somos
leráos en pedir. El Hijo, por medio de sus santos,
está continuamente orando, y Dios su Padre está
siempre contestando.
Pldeme. En Ia invitación va incluida la seguridad
de la respuesta; el grito de victoria está allí y puede
,ser oído por el oldo que escucha. El Padre tiene la
autoridad y el poder en sus manos. ¡Qué fácil es Ia
condición, y sin embargo, cuánto demoramos en
82 Orod sin cesor
viviente, aunque los labios que pronunciaron las
palabras estén acallados y silenciados por la muerte,
mientras la iglesia viviente tenga energía de fe para
heredar las fuerzas de toda la oración del pasado y
hacerla inmortal.
La afirmación del filósofo bautista ]ohn Foster
contiene la filosofía más pura y la simple verdad
acerca de Dios, ya que Dios no tiene otra fuerza ni
exige ninguna condición. fuera de la oración. "El
triunfo de la causa de Dios vendrá con más seguridad
y presteza si las oraciones son mejores y rnás
nume osas. La oración formal, débil e indiferente
trae la destrucción y la muerte. La iglesia tiene su
ancla mayor en el secreto de la oración personal; allí
está su arsenal."
"Estoy convencido", continúa Foster, "de que
todo hombre que en medio de sus grandes proyectos
reconoce su dependencia de Dios en forma tan
completa como un hecho consumado, se vetá impul-
sado a orar y ansioso por inducir a sus amigos a orar
continuamente. Sin ello no se prometerá a sí mismo
ningún éxito noble, de la misma manera que un
marinero no esperaría alcanzar una lejana costa si
desplegara sus velas cuando no hay viento.
'oHe insinuado mi temor de que es ilusorio esperar
un éxito notable en la administración humana de la
religión, a menos que haya una señal notable: un
extraordinario espíritu de oración sería una señal de
este tipo. Y el que se decidiera llevar hasta su riltima
consecuencia la eficacia de la oración, probablemen-
te se convertiría en un agente mucho más efectivo en
su pequeña esfera. Y si todos, o una gtan mayoría de
los discípulos del cristianismo, con resolución fervo-
rosa e inalterable, acordaran lograr que el cielo no
retuviese ni Ia más mínima influencia que pudieran
obtener con el más grande esfuerzo de súplica
 EI propósito de lo omción 83
EI propósiüo de Io oración g1
cumplirla! Las naciones están esclavizadas; los ex- coordinada y perseverante posible, esto serfa una
señal de que estaban a punto de cambiarradicalmen-
tremos más lejanos de la tierra siguen' sin ser
conquistados. La tierra gime; el mundo sigue bajo te las cosas en el mundo."
Edward Payson, un hombre de Dios, dice acerca de
esclavitud; Satanás y el mal mantienen su podei.
El Padre se mantiene en la actitud del dador, esta afirmación de Foster: "Probablemente, muy
pocos misioneros, desde la época de los apóstoles,
pfdeme, y esa petición a Dios el padre da poder a
todas las agencias, inspira, todo movimiento. fl hayan probado el experimento. Aquel que haga la
primera prueba, creo, producirá maravillas. Nada
evangelio es divinamente inspirado.. Detrás de toda
que yo pudiera escribir, nada que un ángel pudiera
su inspiración está la oración. Pídeme. La expresión
escribir, sería necesario para aquel que hiciera esa
está en la base de todo movimiento. Como la dote del
prueba.
Cristo entronizado están el pacto y la promesa del
Padre. "Pídeme, y te daré por herencia las naciones,
"IJno de los resultados principales de la poca
experiencia que tengo como ministro cristiano, es
y como pose5ión tuya los confines de la tierra.,, ,,y se
una convicción de que la religión consiste principal-
orará por él continuamente."
mente en dar a Dios el lugar que El ocupa realmente
Las oraciones de los hombres santos fluyen a Dios
en el universo, en nuestra manera de ver y sentir.
como incienso rico y fragante. Y Dios nos habla de
Sabemos que en el universo Dios es todo en todo. En
muchas maneras, declarando su riqueza y nuestra
la medida en que El sea constantemente todo en todo
pobreza. "Yo soy el Creador de todas las cosas; la
en nosot¡os, en la medida que cumplamos con el
riqueza y la honra me pertenecen. Mondodme.,,
mandato que hace el salmista a su alma: 'Alma mla,
Podemos hacer todas las cosas con la ayuda de
en Dios solomente reposa', en esa medida, entiendo,
Dios, y podemos tener la totalidad de su ayuda con
hemos avanzado hacia la perfección. Es comparati-
solo pedir. EI éxito y el poder del evangelio depen-
vamente fácil esperar en Dios. Pero esperar solomen-
den de nuestra habilidad para orar. Las dispensácio-
te en El, sentir, en lo que se refiera a nuestra fueva,
nes de Dios dependen de la capacidad de oración del
nuestra felicidad, nuestro sentido de valor, como si
hombre. Podemos tener todo lo que Dios tiene.
todas las criaturas y segundas causas fueran aniqui-
Mondodme. Esto no es un invento de la imaginación.
ladas, y estuviéramos solos en el universo con Dios
Ningrln sueño vago. Ninguna vana fantasía. La vida
es, sospecho, un logro escaso y difícil. Al menos,
de la iglesia es la vida más alta. Su oficio es orar. Su
estoy seguro, es un logro que yo estoy muy lejos de
vida de oración es la más alta, la más fragante, la más
alcanzar. En la proporción en que lo logremos,
conspicua.
encontraremos todo fácil; porque nos convertiremos
El Apocalipsis no dice nada de la oración como un
gran deber, o un servicio santificado, pero sí habla verdaderamente en hombres de oración; y diremos
mucho de la oración en cuanto al conjunto de sus de la oración lo que Salomón dice del dinero: que
fuerzas y energías. Es la oración como fuerza que vive
sirve para todo."
y ora continuamente; es la oración de todos los El mismo John Foster dijo, cuando se acercaba su
muerte: "Nunca he orado con tanto fervor y con tanta
santos que srrrge como una energfa poderosa y
84 Orod sin cesor
frecuencia: 'Orad sin cesar'ha sido la frase que se me
presentaba continuamente al reflexionar y estoy
seguro que será mi práctica hasta la última hora
consciente de mi vida. ¿Por qué no lo he hecho a lo
largo de todo este largo medio siglo pasado, indolen-
te e inanimado?"
Y sin embargo, esta es la manera en que todos
actuamos en relación a la oración. Conscientes como
estamos de su impotancia, de su vital importancia,
sin embargo dejamos pasar las horas en blanco, y
solamenie podemos lamentar, al morir, la pérdida
irremediable.
Cuando reflexionamos con calma acerca de que el
progrcso del reino de nuestro Señor depende de la
oración, es triste considerar que damos tan poco
tiempo a este ejercicio santo. Todo depende de Ia
oración, y sin embargo la descuidamos no sólo para
nuestra propia pérdida esplritual, sino también para
la demora y el daño de la causa de nuestro Señor
sobre la tierra. Las fuerzas del bien y del mal luchan
por el mundo. Si quisiéramos podríamos ayudar
para la conquista del poder por el ejército del bien. Y
sin embargo tenemos nuest¡os labios celrados, nues-
tros brazos cuelgan inertes a nuestros costados y
arriesgamos la causa misma en la que profesamos
estar tan profundamente interesados, al no frecuen-
tar el lugar secreto de oración.
La oración es la única condición primaria y eterna
por la que el Padre se compromete a poner al Hijo en
posesión del mundo. Cristo ora a través de su
pueblo. Si hubiera habido oraciones insistentes,
universales y continuas, en el pueblo de Dios, hace
mucho ya que la tierra estarfa en posesión de Cristo.
La demora no debe achacarse a los constantes
obstáculos, sino a la ausencia de una petición
adecuada. Hacemos mucho de todo, menos ora¡. A
El propósito de lo o¡ución 85
pesar de lo pobre que es nuestro dar, nuestras
contribuciones en dinero superan nuestras ofrendas
de oración. Tal vez en una congregacién común,
cincuenta ayuden en lo económico, mientras que un
alma santa y ardiente se encierra con Dios y lucha
por Ia liberación del mundo pagano. La oración
oficial en ceremonias u ocasiones formales no cuenta
para nada en este caso" Ponemos más énfasis en otras
cosas antes que en la necesidad de orar.
Hacemos nuestras oraciones como por obligacrón,
pero no tenemos al mundo bajo el dominio de
nuestra fe. No oramos de la manera que mueve a Dios
y pone toda la influencia divina a nuestro servicio.
EI mundo necesita verdadera oración para salvarlo
del reinado y la ruina de Satanás.
No oramos como oró EIías. fohn Foster expone
todo el asunto de una manera práctica: "Cuando Ia
Iglesia de Dios", dice, "gdquiera conciencia de su
obligación, de su tarea, y de su fe verdadera, para
hacer suyo 1o que Cristo ha prometido, o sea'todo',
habrá un cambio radical en el mundo."
Pero no toda oración es verdadera oracióu. La
fuerza impulsora, la fuerza conquistadora en Ia causa
de Dios, es Dios mismo. "Clama a ml, y yo te
responderé, y te enseñaré cosas'grandes y ocultas
que trl no conoces" (Jeremías 33:3), es el desafío de
Dios a la oración. La oración pone a Dios en acción
con todas sus fuerzas en su obra. "Preguntadme de
las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y
acerca de la obra de mis manos" (Isafas 45:11), es Io
corta blonco de Dios a la oración. La fe solamente es
omnipotente cuando está de rodillas, y cuando sus
manos extendidas se aferran a Dios. Entonces ext¡ae
lo máximo de la capacidad de Dios; porque solamen-
te una fe que ora puede obtener "todo'l de Dios.
Encontramos maravillosas lecciones en la mujer
86 Orod sin cesor
sirofenicia, laviuda importuna, y el amigo de media-
noche, acerca de 1o que puede lograr la oración
intrépida, en situaciones desafiantes o imperiosas,
en cambiar la derrota en victoria y obtener triunfos
en lugar de desesperación. La unidad con Cristo, la
cúspide del logro espiritual, es gloriosa en todo
sentido; lo más glorioso es que "Si algo pidiereis en
mi nombre, yo Io haré". La oración en el nombre de
Jesrls corona a Dios, porque lo glorifica a través del
Hijo, y compromete al Hijo a dar a los hombres
"todo" lo que pidan.
En el Nuevo Testamento se presenta la maravillosa
oración del Antiguo Testamento pará provocar y
estimular nuestra oración, y está precedida por \rna
declaración, cuya dinámica energía apenas podemos
traducir. "La oración eficaz del justo puede mucho.
ElÍas era hombre sujeto a pasiones semejantes a las
nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese,
y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.
Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo
su fruto" (Santiago 5:L6b-18).
Nuestra escasez.de resultados, la causa de toda
pobreza, es resuelta por el apóstol Santiago: ". . .pero
ho tenéis lo que deseáis, porque no pedÍs. Pedís, y no
recibÍs, porque pedís mal, para gastar en vuest¡os
deleites" (Santiago 4:2b, 3).
Esa es toda la verdad en pocas palabras.
El poder de la oración ha sojuzgado la fuerza del
fuego; ha refrenado Ia furia de leones; ha aquietado
la anarquía; ha extinguido guerras; ha apaciguado los
agentes naturales; ha expulsado demonios; ha roto
las cadenas de la muerte; ha abierto de par en par las
puertas del cielo; ha calmado enfermedades; ha
repelido engaños; ha rescatado ciudades de la des-
t¡ucción; ha detenido el sol en su curso; y ha
desviado la trayectoria del rayo. La oración es una
panoplia totalmente eficiente, un tesoro inagotable,
BI propósito de Is oración 87
una mina inacabable, un cielo que no se oscurece por
las nubes, un cielo que se mantiene sereno en las
tormentas. Es la raí2, la fuente, la madre de una
multitud de 'bendiciones. fuan Crisóstomo
-
Las oraciones de los hombres santos apaciguan la
ira de Dios. Alejan las tentaciones, resisten y vencen
al diablo, obtienen el ministerio y el sewicio de los
ángeles, dejan sin efecto los decretos de Dios' La
oración sana la enfermedad y obtiene el perdón;
detiene al sol en su curso, y frena las ruedas del
'carruaje de la luna; gobierna todos los dioses, y abre
y cierra las fuentes de la lluvia; quita el cerrojo de la
matriz estéril y sofoca la violencia del fuego; cierra la
boca de los leones, y reconcilia nuestras sufrientes y
débiles facultades con la violencia de la tormenta y
la persecución; agrada a Dios y satisface todas
nueitras necesidades. Jeremy Taylor
-
Se han logrado más cosas por medio de la oración,
que las que el mundo sueña. Por eso, que tu voz se
l-evante hacia mí como una fuente, noche y dfa.
Porque ¿acaso son los hombres mejores que las
ovejas o las cabras, que llevan una vida mentalmente
ciega, si conociendo a Dios no levantan sus manos en
oración, tanto por ellos como por aquellos a quienes
llaman amifios? Para aquellos que lo hacen, toda la
tierra está atada con cadenas de oro en todas sus'
direcciones, alrededor de los pies de Dios.
Alfred Tennyson
-
La oración perfecta es solamente otro nombre para
el amor. -
Frangois Fénelon
 Extractos de
Poder por medio de lc oración

7
Debemos dedicar mucho
tiempo a la oración
Los grandes maestros y profesores de la doctrina
cristiana siempre han encontrado en la oración su
más grande fuente de iluminación. Sin salir de los
límites de la iglesia de Inglaterra, se afirma que el
obispo Andrews dedicaba cinco horas diarias a orar
de rodillas. Las determinaciones prácticas más gtan'
des que han enriquecido y embellecido la vida
humana en la era cristiana han sido producto de la
P Liddon
-Henry
unque muchas oraciones privadas, por su
naturaleza, deben ser cortas; aunque las ora-
ciones prlblicas por regla general deben ser.cortas y
condensadas; . aunque hay mucho lugar para las
oraciones de tipo ja_culatorlo, aun asl en nuestra
comunión privada con Dios el tiempo es una caracte-
rística de valor fundamental. Pasar gran cantidad de
tiempo con Dios es el secreto de toda oración que
tenga éxito. La oración que se siente como una fuerza
poderosa, es el resultado medialo o inmediato de
mucho tiempo pasado con Dios. Nuestras oraciones
cortas deben su eficacia y sentido a aquellas ora-
ciones largas que las preceden. Las oraciones cortas
y eficaces no pueden ser pronunciadas por alguien
que nc, haya vencido a Dios en una lucha larga y
continuada. La victoria de fe de Jacob no podrfa
haber sido ganada sin aquella lucha de toda la noche.
La intimidad con Dios no se logra de repente. Dios
 90 Orod sin cesor
no concede sus d.ones a quienes acud.en a El de
manera informal y apresurada. El s_ecreto de conocer
'1a Dios y de tener influencia coñ Ul és
ñ'ásar *"ri;
tiempo a solas con El. Dios cede f¡ente a la persisten-
,.
i cia de una fe que
lo conoce. Dios otorga Jus dones
, más ricos a aquellos que declaran su d"seo y ,u
_'aprecio por esos dones por medio de la constancia y
Debemos dedicor mucho tiempo o Io oración g1
¡ dela- mañana. Alguiel que lo conocfa muy bien di¡o i
,de él: "Pensaba que la oración, mas que cualquiór
cosa, era su tarea, y lo he visto salir dá su I
1 gtl"
: habitación con
una serenidad en el rostro .rr.*"
. resplandor." John Fletcher manchó las paredes de su
"i
i habitación con el aliento de sus oraciones. Algunas
*siem_
veces oraba toda la noche; además de hacerlo '

I el tervor de su porfía. Cristo, quien en esto como en

otras cosas es nuestro ejemplo, pasó muchas noches
enteras en oración. Era su coslumbre
Tenía su lugar-habitual para orar. Las "r".;;;h;.
muchas y
fargas sesiones de oración desar¡ollaron su carácter e
hicieron su historia. pablo oraba día y noche. Daniel
restaba tiempo a sus muchas o"upa"iones importan-
1
pre con gran fervor. Toda su vida fue una vida de
I. oración. "No me levanto de mi silla,,, decfa, ,,sin;l
' antes haber alzado mi corazón a Dios.,, Cuando'
saludaba a un amigo, siempre lo hacía diciendo:
"¿Te encuentro orando?', Lutero dijo: ,,Si no dedico
dos horas cada mañana a orar, diublo tiene
victoria durante todo el día. Tengo "Ítanto que hacer,la ¡

tes para orar tres veces por día. Los momentos de
oración de David, a la mañana, al riedio día y por la
noche, eran sin duda muy prolongados. Aunqire no
( bien,
tenemos un informe específico del tiempo que estos
santos de la Biblia dedicaban a orar, todó inhica que
dedicaban mucho tiempo a la oración, y en alguios
casos acostumbraban a tene¡ largas. sesionés de
oración.
, No queremos decir que el valo¡ de las oraciones se
debe medir con el reloj. pero nuestro propósito es
acentuar en nuestra mente la necesidád áe pasar
mucho tiempo a solas con Dios; y que si esta
característica no es lo que produce nuástra fe, ésta
es
débil y superficial"
Los hombres que han manifestado más a Cristo
en
su persorralidad, y que han afectado más poderosa_
mente al mundo en favor de Cristo, han sido hom-
bres que han pasado tanto tiempo con Dios como
para hacer de ello una calacterística notable
de su
vida. Charles Simeon le dedicaba desde las cuatro
hasta las ocho de la mañana a Dios. Wesley pu*U"
dos horas diarias en oración; comenzaba a lás cuatro
que no puedo seguir adelante sin dedicar tres horas
diarias a orar." Tenfa qn refrán: .,Aquel que ha orado,:
ha estudiado bien.,, I
El arzobispo Leighton pasaba tanto tiempo a solas
con Dios, que parecía estár en continua meditación.
"La oración y la alabanza eran su tarea y su placer",
dice su biógrafo. El obispo Ken estaba ianto tiempo
con Dios, que se decfa de él que estaba enamorado áe
Dios. Estaba con Dios antes que el reloj diera las tres
cada mañana. El obispo Asbury dijo: ,;Me propongo
levantarme a las cualro de la maiana cadá.rr"" qü,
pueda para dedicar dos horas a la oración y t"
meditación." Samuel Rutherford, de cuya pi"Aaa "
todavía se aspira la fragancia, se levantabá a ias tres
¡de la mañana para encontrar a Dios en la oración.
'J,oseph Alleine se levantaba a las cuatro para su tarea
de orar hasta las ocho. Si escuchaba algún mercader "
¡oc 'pado en su tarea antes de que él se levantara,
I
_exclamaba: "¡Cómo me avergüenza esto! ¿Acaso mi
¡Maestro no_merece más que el de ellos?" Áquel que
lha aprendido bien esta taiea, saca fondos a vtluniad
y sin dificultades, del inagotable banco de Dios.
92 Orad sin cesqr
Uno de los predicadores escoceses más santos y
llenos de dones, dijo: "Debo dedicar las mejores
horas a estar en comunión con Dios. Es mi ocupación
más noble y provechosa, y no debo arrojarla en un
rincón. Las horas de la mañana, de seis a ocho, son
las menos interrumpidas y por ello debo utilizarlas
asl. Después del té es mi mejor hora, y por ello debo
dedicarla solemnemente a Dios. No debo renunciar a
mi antiguo buen hábito de orar antes de ir a la-cama.
Pero tengo que montar guardia contra el sueño.
Cuando me despierto durante la noche, debo levan-
tarme a orar. También me convendría dedicar un
rato después del desayuno a la intercesión." Este eta
el plan de oración de Robert McCheyne. El memora-
ble grupo inicial de metodistas nos avergüenza por
su forma de orar. "Desde las cuatro hasta las cinco de
la mañana, oración privada; desde las cinco hasta las
seis de la tarde, oración privada."
John Welch, el maravilloso y santo predicador
escocés, pensaba que el día estaba malgastado si no
pasaba de ocho a diez horas en oración. Tenía una
manta en Ia que se envglvía para orar cuando se
levantaba de noche. Su esposa se quejaba cuando lo
encontraba tirado en el piso llorando. El respondía:
"¡Pero, mujer, tengo que responder por las almas de
tres mil personas y no sé que es de muchas de ellas!"
B
La oración señala
el liderazgo esPiritual
Denme cien predicadores que no teman a otra cosa
oue al pecadó v no deseen otra cosa que a Dios' y no
ñu--- i*iottu en absoluto que sean c-lgicSt
o laicos:
táio io^t tales sacudirán las puertas-del infierno y
aÍirmaran eI reino de los cielos en la tierra' Dios no
hace nada si no es en.respuesta a la oración'
- Iohn WesleY
-
y el valor de
T os apóstoles conocían la necesidad
l-¡ U oiación en su ministerio. Sabían que su gran
Iugar de liberarlos de la
comisión corno apóstoles, en
con ella por una
necesidad de orar, los comprometía
Por esta razón eran
necesidad más apremiante.
extremadamente cuidadosos de que alguna otra tarea
importante no Ies quitara el tiempo y los privara de
or", debÍan. Por ello eligieron laicos para
"ottto
cuidar de las tareas delicadas y crecientes de minis-
trar a los pobres, para que ellos (Ios apóstoles)'
pudieran sin obstáculgs persistir "en Ia oración y en
ól -initt.tio de la palabra". La oración está en
primer lugar, y la relación de ellos con la oración
ástá indicáda con mucha fuerza: "persistiremos en"'
haciendo de ella una obligación, se sometÍan a Ia
oración, dedicándole tiempo, fervor, apremio y
perseverancia.
y santos
¡Con qué fewor estos hombres apostólicos
se'dedicaron a esta tarea divina de orar! "Orando de
 94 Orod sin cescr
noche y de día con gran insistencia", dice Pablo. "'Y
nosotros persistiremos en la oración" es el consenso
de la dedicación apostólica. ¡En qué medida estos
predicadores del Nuevo Testamento se dedicaban a
la olación en favor del pueblo de Dios! ¡Cómo
¡¡ ponían a Dios en plena acción en las iglesias por
medio de la oración! Estos santos apóstoles no
_ imaginaban arrogantemente
que habían cumplido
fjsus solemnes y grandes obligaciones al comunicar
'
f fielmente la Palabra de Dios, sino que su predicación
i debia permanecer y actuar por el ardor y la insisten-
' cia de su oración. La oración apostólica era tan
, Iaboriosa e imperativa como lo era la predicación
apostóIica. Oraban fervorosamente día y noche para
atraer a la gente a las regiones elevadas de la fe y la
santidad. Oraban con más poder aún para mantener-
los en estas alturas espirituales. Ei predicador que
nunca ha aprendido, en laescuela de Cristo, el alto y
divino arte de la intercesión por su gente, nunca
aprenderá el arte de predicar, aunque le enseñen a
raudales, y aunque sea eI genio más dotado en
cuanto a preparar y exponer sermones.
Las oraciones de Ios santos líderes apostólicos
hacen mucho en cuanto a hacer santos de aquellos
que no son apóstoles, Si los líderes de la lglesia de
los años posteriores hubieran sido perseverantes y
fervientes en sus oraciones por su gente como 1o
fueron los apóstoles, Ios tiempos tristes y oscuros de
mundanalidad y apostasía no habrían manchado la
historia de la Iglesia, eclipsado su gloria, ni frenado
su avance. La oración apostólica hacg santos apostó-
licos y mantiene el tiempo apostólico de pureza y
poder en la iglesia.
¡Qué excelencia de alma, qué pureza y elevación
de las motivaciones, qué generosidad, qué abnega-
ción, qué trabajo exhaustivo, qué ardor de espíritu,
Ia orueión señolq el lidetazgo espirituol 95
qué tacto divino se requieren para ser un intercesor
de los hombres!
El predicador debe dedicarse a orar por su gente,
no para que se salven simplemente, sino pam que
sean poderosamente salvos. Los apóstoles se dedica-
, ron a orar para que sus santos fueran perfectos. No
sirnplemente que tuvieran gusto por las cosas del
Señor, sino que fueran "llenos de toda la plenitud de
,, Dios". Pablo no se apoyó en su predicación apos-
i tolir" para lograr ese resultado, sino que, por esa
causa, dobló sus rodillas ante el Padre de nuestro
,! Señor Jesucristo. La oración de Pablo llevó a sus
convertidos más lejos, por la avenida ile la santidad,
que su predicación. Epafras hizo tanto o más por los
\ santos colosenses mediante la orabión, que por su
predicación. Trabajó fervientemente, siempre oran-
ii do por ellos para que estuvieran firmes, perfectos y
completos en todo lo que Dios quiere
Los predicadores son principalmente los líderes
de Dios. Son los primeros responsables de la condi-
¿- ción de la lglesia. Moldean su carácter, dan el tono y
la dirección a su vida.
a Mucho depende de estos líderes. Les dan forma a
los tiempos y a las instituciones. La Iglesia es divina,
el tesoro que guarda es celestial, pero lleva el sello de
lo humano. EI tesoro está en vasijas de barro, y tiene
el sabor de la vasija. La Iglesia de Dios hace a sus
líderes o es hecha por ellos. ¡Yg r-gu-qqg lp_q !gee, o-
gea he_chq poJ eUos, !-a Iglesia seJá-l.o gqg s_etn sus-
^que
líderes: egp¡rilua], s_i ellos lo so!$ seculgr, pi éllos lo
¡"ru u"i{i!ilttós-Io-Ió.4. Los ñveíáe Isráel ilieroT
el carácter á la religiosidad de Israel. Una iglesia
raramente se vuelve en contra o se levanta p'or
encima de la religión de sus líderes. La presencia de
llderes espirituales fuertes, de hombres de gran
poder espiritual como líderes, es señal del favor de
 96 Orod sin cesor La orución señola el lideruzgo espiriüuol g7
Dios. El desastre y la debilidad son el resultado de l,milenial a causa de una iglesia que iro ora. La venida
kderes débiles o mundanos. Israel cayó muy bajo de nuestro Señor se ha pospuesto indefinidamente a
cuando Dios permitió que sus príncipes fueran niños causa de una iglesia que no ora. El infierno se ha
y sus gobernantes, criaturas. No se puede predecir extendido y ha llenado sus horrorosas cuevas en
ningún estado feliz cuando son niños los que opri- presencia del servicio muerto de una iglesia que no
men al Israel de Dios, y mujeres las que lo gobiernan. ora.
Los tiempos de verdadero Iiderazgo espiritual son La oración es la mejor y más grande ofrenda. Si los
tiempos de gran prosperidad pará la iglesia. predicadores del siglo XX aprendieran bien la lec-
La oración es una de las caracterÍsticas principales ción de orar, y usaran plenamente el poder de la
de un fuerte liderazgo espiritual. Los hombres de oración, el milenio Ilegaría a su apogeo antes de que
oración poderosa son hombres de poder que dan termine este siglo. "Olad sin cesar" es el llamado de
forma a las cosas. Su poder ante Dios es como el paso trompeta para los predicadores.del siglo XX. Si el
del conquistador. siglo XX extrajera sus textos, sus ideas, sus palabras,
¿Cómo puede predicar un hombre que no obtiene sus sermones del lugar de oración, el siglo venidero
su mensaje directamente de Dios, en su lugar de encontraría un nuevo cielo y una nueva tierra. El
oración? ¿Cómo puede predicar sin haber avivado sü viejo cielo y la vieja tierra teñidos de pecado y
fe, esclarecido su visión, y calentado su corazón por eclipsados por el pecado, pasarfan al poder del
su permanencia a puerta cerrada con Dios? ¡Pobres ministerio de oración.
de los labios de predicador que no han sido tócados
por esa llama del lugar secreto de oración! Siempre
estarán secos y sin unción, y las verdades divinas
nunca saldrán con poder de ellos. En lo que se refiere
a los verdaderos intereses de la religión, un prllpito
sin un lugar secreto de oración siempre será estéril.
Un predicador podrá predicar de una manera
oficial, entretenida, o memotizada, sin oración. Pero
entre este tipo de predicación y el sembrar la semilla
preciosa de Dios con manos santas y de oración, y
con corazón fervoroso, hay una gran distancia.
El ministerio sin oración es la funeraria de ta
' verdad y de la Iglesia de Dios. Puede que tenga el
'¡ atarld más costoso, y las flores más hermosas, pero es
un funeral, no obstante su arreglo encantador. Un
l cristiano que no ora, nunca aprenderá la verdad de
Dios; un ministro que no ora, nunga podrá enseñar la
l verdad de Dios. Se han perdrdo siglos de gloria
 I
Los predicadores necesitan
las oraciones de los demás
Si algunos cristianos que han estado quejándose de
sus ministros, hubieran dicho y hecho menos a la
vista de los hombres y se hubieran dedicado con
todas sus fuerzas a rogar a Dios por sus ministros, si
hubieran elevado sus oraciones por ellos en forma
humilde, ferviente e incesante, hasta sacudir el cielo,
habrlan estado mucho más cerca del éxito.
Edwards
-fonathan
e alguna manera la práctica de orar en particu-
lar por el predicador ha caído en desuso o se
considera innecesaria. Ocasionalmente hemos oído
que la práctica se üonsidera un menosprecio del
ministerio, aI ser una declaración priblica de que se
considera algo ineficaz.Talvez ofenda el orgullo db
la erudición y de la autosuficiencia. Lo cierto es que
estas cosas se debieran rechazar y reprender en todo
ministerio que sea tan negligente como para permitir
que existan.
La oración, para el predicador, no es simplemente
la obligación de su profesión, ni un privilegio, sino
una necesidad" El aire no es más necesario a los
pulmones de lo que es la oración para el predicador.
Es una necesidad absoluta que el predicador ore. Es
absolutamente necesario que se ore por el predica-
dor. Estas dos afirmaciones están vinculadas en una
unión que jamás debiera conocer el divorcio: el
100 Orod sin cesor
predicodor debe oro{¿ se-dgbe oror por el predigcdor'
-Ñr."rIt" duá.nta oradioñ puea" nacéi'lr cuantá pue-
dan hacer por él para encarar las tremendas respon-
sabilidades y obtener verdadero éxito en su impor-
tante labor. EI verdadero predicador, después del
cultivo del espíritu y la oración personal en sus
formas más intensas, anhela gxandemente las ora-
ciones de los demás.
Cuanto más santo es un hombre, tanto nrás estima
la oración, tanto más claramente ve que Dios se da a
sl mismo a los que oran' y que la medida de la
revelación de Dios al alma es la medida en que el
alma ora a Dios en forma anhelante e importuna'EI
EspÍritu Santo nunca se mgnifiesta e.Jr un- espíritu
;;;;;f". G prtái.á¿ion n:¡nia ediflcg a iravés de
',rn
no ora.Cristo áo tiei.ie intimidad con los
"imlquó
sriitianoÉ güe no oran. El E¡'raggel.io no puede ser
gxp¡esto lór ün fr-edicadgl qle lo ora. Los dones,
ioi iateniós,Iá éihóación, ia eloiuencia, el llamado
de Dios, no pueden reducir la exigencia de oración,
sino que intánsifican Ia necesidad del predicador de
otar y de que se ore por é1. Cuanto más abra sus ojos
el prádicaáor a la naturaleza, la responsabilidad y las
dificultades de su babajo, más podrá ver, y si es un
verdadero predicador, más sentirá la necesidad de
orar; no sólb Ia demanda creciente de orar él mismo,
sino también de pedir a otros que 1o ayuden por
medio de sus oraciones.
Pablo es un ejemplo de esto. Si hubo un hombre
que pudo exponer el Evangelio por-puro esfuerzo
personal, mediante su poder mental, gracias a- su
iultura, su gracia personal, o la comisión apostólica
de Dios, debido a su extraordinario llamado, ese
hombre fue Pablo. Pablo es un eminente ejemplo de
que el predicador debe ser un hombre dado a la
dracion. Pablo es un gran ejemplo de que el verdade-
Los predicodores necesiton... 101
ro predicador apostólico necesita de las oraciones de
los santos para asegurarse en su ministerio el éxito
total. Pablo pedía, anhelaba y encarecía de una
manera apasionada, la ayuda de todos los santos de
Dios. Sabía que en el reino de lo espiritual, como en
todas partes, la fuerza está en la unión, que la
concentración y la suma de la fe, el anhelo y la
. oración, incrementan el volumen de Ia fuerza espiri-
tual hasta qug se convierte en un poder aplastante e
inesistible. L,aq*.u+ida$ec -dq _o,IlgiQn combinadas
com_o got-as
-de.
agu-a,- hacen un-o&a¡o gue dgsafla
toda resistencia,
De manera que Pablo, con su clara y total com-
prensión de la dinámica espiritual, determinó hace¡
de su ministerio algo tan impresionante, eterno e
irresistible como el océano, reuniendo todas las
unidades de oración desparramadas y vertiéndolas
sobre su ministerio.
La razón de la preeminencia de Pablo en la obra y
. sus resultados, la impresión que dejó en la Iglesia y
' en el mundo, se encuentran en el hecho de que fue
'capaz de centrar sobre sí mismo y sobre su ministe-
, rio más oración que otros. A sus hermanos en Roma
escribió: "Pero os ruego, hermanos, por nuestro
r Señor ]esucristo y por el amor del Espíritu, que me
ayudéis orando por mí a Dios" (15:30). A los efesios
r les dijo: "Orando en todo tiempo con toda oración y
, srlplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y srlplica por todos los santos; y por
i mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra
r pdra dar a conocer con denuedo el misterio del
,' evangelio" (6:L8, 1S). ¡ los colosenses les insta:
"Orando también al mismo tiempo pot nosotros,
' para que el Señor nos abra puerta para Ia palabra, a
t
fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual
J"*bién estoy preso, paro que lo manifieste cumo
r 1OZ Orcd sin cescr
I debo hablar" (4:3, 4). A los tesalonicenses les dice en
,forma firme y clara: "Helmanos, orad por nosotros"
l(1 Tesalonicenses 5:25). Pablo pide a la iglesia de
! Corinto que lo ayude: "Cooperando también voso-
.fundadas sobre la oración privada o seguidas por
¡ tros a favor nuestro con la oración. . ," (2 Corintios
' 1:tt¡. Esto debla ser parte del trabajo de ellos. Debían
¡ ayudarlo con su o¡ación.
i Pablo, como un encargo adicional y final a la
iglesia de Tesalónica, dice acerca de Ia importancia y
la necesidad de sus oraciones: "Por lo demás, herma-
nos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor
corra y sea glorificada, asl como lo fue entre voso-
tros, y pam que seamos librados de hombres perver-
sos y malos. . ." {2 Tesalonicenses 3:1, 2). A los
filipenses les insiste en que todas sus pruebas y
oposiciones pueden llegar a ser rltiles para extender
el Evangelio mediante la eficacia de sus oraciones en
favor de é1. Filemón tenÍa que preparar un albergue
para Pablo, porque por inedio de la oración de
Filemón, Pablo sería su huésped.
La actitud de Pablo en este asunto ilustra su
humildad y su profunda visión de las fuerzas espiri-
tuales que presentan el Evangelio. Más aún, enseña
una lección para todos los tiempos. Si Pablo se
apoyaba tanto en las oraciones de los santos de Dios
para obtener el éxito en su ministerio, ¡cuánto mayor
setá la necesidad de que las oraciones de los santos
de Dios se centren en el ministerio de hoy!
Pablo no pensaba que esta apremiante petición de
oraciones fuera a rebajar su dignidad, a disminuir su
influencia o menospreciar su piedad. ¿Y qué si asl
ocurría? Que se perdiera su dignidad, que se des-
truyera su influencia, que se estropeara su reputa-
ción: necesitaba de sus oraciones. Llamado, comisio-
[ado, apóstol como era, toda su capacidad era
imperfecta sin las oraciones de su gente. Escribió
Los predicodores necesitan... 103
cartas a todos instándolos a orar por é1. ¿Ora usted
por su pastor? ¿Ora en secreto por él? Las oraciones
prlblicas tienen poco valor, a menos que estén
ella. Las personas que oran, son para el predicador
como Aarón y Hur fueron para Moisés. Sostienen en
alto sus manos y determinan el curso de aquello que
con tanta furia brama a su alrededor.
La razón y el propósito de los apóstoles era hacer
que la Iglesia orara. No ignoraban la gracia de dar
generosamente, no ignoraban el lugar que ocupaban
la actividad y el trabajo religiosos en la vida espiri-
tual; pero ni una ni todas estas cosas juntas se podían
comparar en absoluto, en la estima o eI aprernio de
los apóstoles, con la necesidad y la importancia de la
oración. Usaron los ruegos más sagrados y apremian-
tes, Ias más fervientes exhortaciones, pronunciaron
las palabras más amplias y estimulantes para
reforzar tan importante obligación y necesidad de la
oración.
"Que los santos oren en todas partes" es la meta
del esfuerzo apostólico y la clave del éxito apostóli-
co. Cristo Jesús luchó para lograr eso en los días de
su ministerio personal. Al ser movido a infinita
compasión por los campos maduros de la tierra que
perecían por falta de obreros, y haciendo una inte-
rrupción en su propia oración, trata de despertar la
adormecida sensibilidad de sus discípulos a la tarea
de orat, y les encarga: "Rogad, pues, al Señor de la
mies, gue envíe obreros a su mies" {Mateo g:BB).
"También les refirió Jesrls una parábola sobre la
necesidad de orar siempre, y no desmayar" (Lucas
18:1).
 I

Extractos de
La orución y los hombres de oroción

1"0
Santos de oración del
Antiguo Testamento
El Espfritu Saito dará a los santos qrre oran Ia
luminosidad de una esperanza inmortal, la música
de un canto permanente en su bautismo y comunión
fntima. Les dará visiones más grandes y más dulces
acerca del cielo, hasta que el gusto por otras cosas
desaparezca, y otras visiones se vuelvan-pálidas y
distantes. pondra notas de otros mundos en el
corazón humano hásta que la música de la tierra
resulte discordante y sin melodíi;*U
M. Bounds

T a historia del Antiguo Testamento está llena de

L¡ casos de santos de oración. Los primeros líderes
de Israel se destacaban por sus hábitos de oración. La
oración es la rlnica cosa'que sobresale en su vida.
Para comenzar, notemos el incidente en Josué,
capítulo diez, donde los mismos cuerpos celestiales
fueron objetos de la oración. Se estaba librando una
prolongada batalla entre los israelitas y sus enemi-
gos. Estaba llegando rápidamente la noche y se vio
que unas pocas horas más de luz podrfan asegurar la
victoria de las huestes del Señor. ]osué, ese enérgico
hombre de Dios, entró en la batalla con oración. El
sol descendía rápidamente en el oeste, demasiado
rápido para que eI pueblo de Dios cosechara todos
los frutos de una notable victoria. Y losué, viendo
cuánto dependía de esa ocasión, ordenó a la vista y
al oído de Israel: "SoI, detente en Gabaón; y tú¡ luna,
 106 O¡od sin cesor
Sontos de oraeión del Antiguo Tesfomento 107
en el de Ajaló¡,' gosué 10:12b). y el za cuando decidió dejar ese lugar y volver a la casa
.v:lle. sol
:1,*":T:ll3 y gte{o di_."; i"'r"oi'¿á,;::"J donde habla crecido. Al a ta cas& se ie
;::::, :]:"if,: l,q
el puebro
**ioi;;J,:
este úombr""¿"
d;l-l;;,";;r;#
"cerc"rsé con su
ocurrió que tendría que encontrarse hermano
l:::,^1:"
enemigos. T"":X'; Esaú, cuya ira no había declinado a pesar de haber
pasado tantos años. Sin embargo, bios le habfa
Jacob no era un modelo est¡icto de dicho: "Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo ie
de su sesión de oración d, iusticia, antes
un hombre
ü;;;rrá.rr*.
pero era haré bi9n" (Génesis 82:9b). En esta situación difícil,
de oración V
"r"i" l"'""t Oio, de la
oración. por eso lo v€mos apurarse
a llamar
-ÉJi"¡" a Dios en
sin duda le vino a la memoria la promesa de nios y eÍ
voto que habÍa hecho mucho tiempo atrás, y ,. pirro
o¡ación cuando estaba
huyendo en oración durante toda la noche. Aquf se pone de
casa por temor "r,,rá."riJ"¿.
a Fsaú, ,"*ioo-u la casa de
9",:"
Labán, su pariente. Cuando
manifiesto ese incidente extraño e inlxphcable,.en
x.g¿l;;;;he, se detuvo gue 9l ángel lucha con |acob toda la nochl, hasta que
en determinado lugar p*" ,"lr"r";;;
mientras dormfa, tuvo un maravilloso dormir.
y y ]acob obtuvo finalmente la victoria. ,,Irüo te dejaré, si
sueño en el no me bendices" (Génesis t2:26b). y alll mismo, en
que vio ángeles de Dios
s,uUi_en-ao V ¡"¡*Oo por respuesta a su oración importuna, fervorosa y apre_
escalera que se extendía derd;l; una
con razón, cuando se despu.iá,
tiil;Tasra el cielo. miante, fue ricamente bendecido personalmerrt" y s,.t
exclamar: ,,Ciertamente
;;;l;'i*oulsado a nombre fue cambiadb. pero más aún, Dios fue más
Jelova'esia'"i
yo-:o lo. sabía,, (Génesis Zg:16bj. ,rtu lugar, y allá del deseo de ]acob y obró extrañamente sobre la
naturaleza airada de Esaú, y he aquí que cuando
rue entonces que.entró en un pacto
co1el.lios todopoderogo-, * ,i*Lr".iO" muy definido |acob se encontró con él al día siguiente, la ira de
¡ hizo un Esari había desaparecido y compiiió con Jacob en
voto al Señor diciendo: ,.Siiuere
guardare en este viaje en
niiJ"lir_igo, y*" demostrar amabilidad a su hermano, que io había
para comer y vestidopara ñ;oy;;;; diere pan ofendido. Ninguna explicación de este cambio tan
vestir, y si volüer" uoi* notable es satisfactoria si excluye a la oración.
a casa de mi padre, Iehová,u.a
que he puesto por señal,
*i'nlor]V urt" piedra -
Samuel, el poderoso intercesor de Is¡ael y hombre
ü;;;;;;;iás;
l? q_'u me dier-es, di;;;;;;;;i#",,,,(Géne- y de todo de Dios, fue el producto de la oración de su mad¡e.
es un memorable ejemplo de la naturaleza y los
sis z8jz}b-zz). "t ,A,na
beneficios de la oración importuna. No había tenido
Con un profundo sentido de
de Dios, y deseando. por sobre-
su total dependencia ningin hijo, pero ansiaba tener un niño. Todo su
de Dios, Jacob .o"Ji"iá"Jü
tú;; l;, cosas la corazón estaba puesto en ese deseo. De modo que fue
¡

lvuja
protección, bendición_y orucio., por '. a la casa
de oración donde estaba Ell, el sacerdote de
Buía, a.rr, ,olr*rr" voto. Así , f)ios, 5¡, tambaleándose bajo el peso que le agobiaba
Jacob apoyó su oración"a Di;r;;;rr1ro,o. el corazón, y tan ensimismada en sus anhelos,
Pasaron veinte años en que
Jacob se quedó en la parecía ebria. Srrq.deseos eran demasiado intensos
casa de Labán, v se casó .o;d;,
á;"r"1 ü"r, y Dios
¡' c-opo para
le dio hijos. Haüra aumentado articularlos. Derramó su alma en oración
sdil;;i; en rique- r delante del Señor (ver 1 Snmuel 1:1bb). Tenfa
7.
108 Orod sin cesor
dificultades naturales insuperables, pero ella "oraba
largamente", como dice el pasaje, hasta que Dios
alivió su corazón y su rostro luminoso manifestó la
respuesta a su oración. Tuvo a Samuel gracias a la
oración de fe consciente, y toda una nación fue
restaurada gracias a esa oración.
Samuel nació en respuesta a la oración de Ana,
reforzada por su voto. EI solemne pacto que hizo con
Dios si El le otorgaba su pedido, no debe dejarse de
lado al investigarse el incidenle de una mujer que
oró y de la respuesta que recibió. Es sugestivo que en
Santiago 5:15 dice que "La oración de fe salvará al
enfermo". La palabra traducida "oración" significa
también "voto". De modo que Ia oración en su forma
más elevada de fe, es aquella oración que involucra
al hombre total como una ofrenda sacrificial. Por eso
al dedicarse eI hombre con todo su ser a Dios, en un
voto definido e inteligente y perdurable, en un deseo
apasionado e inapagable del cielo, tal actitud de
autodedicación a Dios ayuda poderosamente a la
oración. Sansón es algo así- como una paradoja
cuando miramos su carácter religioso. Pero en medio
de todas sus fallas, que eran grandes en exttemo,
conocía al Dios que oye la oración y. sabía cómo
hablar con El.
Ninguna distancia a la que se hubiera alejado
Israel, ninguna profundidad en la que hubiera caldo,
ninguna cadena de hierro por la que fuera esclaviza-
do, era tal que su ruego a Dios no hubiera podido
fácilmente recorrer Ia distancia, sondear la profundi-
dad y romper las cadenas. La lección que estaban
continuamente aprendiendo y siempre olvidando,
era.que Ia oración a Dios siempre les daba liberación
y que no habfa nada tan difícil que Dios no pudiera
hacer por su pueblo. Encontramos a todos los santos
de Dios en dificultades en diferentes oportunidades,
Santos de oroción del Antiguo Testomento 109
de una u otra manera. Sin embargo, a menudo sus
dificultades fueron heraldos de sus grandes triunfos'
i"ro qüe fuese la causa y cualquiera el
",rulqniera
tipo de tut difi"nitades, no hay dificultad de ningrln
naturaleza'
S."do, ni de ningrln origen, nide ninguna
áe la cual la oración no pudiera librarlos' La gran
fuerza de Sansón no 1o pudo aliviar ni librar de sus
dificultades. Veamos lo que dicen las Escrituras:
Y asl que vino hasta Lehi, los filisteos salieron
oitandó a su encuentro; pero el Espíritu de Jehová
fr;;;bt; é1, y las cuerdai que estaban en sus brazos
se volvieron óomo lino qu-emado con fuego, y Ias
ataduras se cayeron de sus manos'
ift"ii""ao quijada de asno fr-esca aú.n' exte¡dió
""á
ta *"tto v la tomó, y mató con ella a mi] hombres'
Entonceisansón dijo: Con una quijada de un asno'
á-álto", dos moátones; con la quijada de un asno
""
maté a mitr hombres.
Y;;;ú;; áu t uutut, arrojó de su mano la quijada' v
llantó a aquel lugar Ramat-lehi'
i tt"i*a,i grutt téd, clamó luego alehová' de y dijo:.Tt1
por mano tu sier-
hus dudo esia grande salvación
;;;¿t *"titay"o ahora de sed, y óaeré en mano de los
incircuncisos?
É"t"""át abrió Dios la cuenca quq hay en Lehi; y
;iitd" allí agua, y él bebió, y recobró su espíritu' y
se reanimó. . ." gueces 15:14-19)'
Tenemos otro incidente en relación a este extraño
personaje del Antiguo Testamentg:.^9ot muestra
io*o estaban en gtandes dificultades' sus
"úuttdo
mentes se volvían a Dios en oración voluntaria' No
importa lo desarreglada que fuera -su vida' lo leios
qot t. hubieran apártado de Dios, lo pecadores que
pudieran ser, cuando venían tiemposde dificultades
para
óstos hombres invariablemente buscaban a Dios
ser librados, V, Por regla general, cuando se arrepen-
tían, Dios oía sus ruegos y les otorgaba sus peticio-
incidente up*é"t al final de Ia vida de
"tt.'Utt"
1L0 Orod sin cesor
Sansón, y nos muestra cómo fue su fin.
Lea la historia en el capítulo dieciséis de fueces.
Sansón había establecido una alianza con Dalila, una
mujer pagana, y ella, en común acuerdo con los
filisteos, procuraba descubrir el origen de su inmen-
sa fuerza. Bn tres ocasiones sucesivas fracasó, y al
final, rnediante su persistencia y su astucia femeni-
na, persuadió a Sansón para que le confiara el
maravilloso secreto. De manera que en un momento
insospechado, le reveló el hecho de que la fuente de
su fuerza estaba en su cabello que nunca había sido
cortado; y ella lo privó de su gran fuerza física,
cortándoselo. Llamó a los filisteos y ellos vinieron y
le sacaron los ojos y 1o maltrataron de otras maneras.
En una ocasión en que los filisteos estaban reu-
nidos para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, el
ldolo del dios de ellos, llamaron a Sansón para
escarnecerlo. Y lo que sigue es la historia de cómo
obró allí, siendo el hazmerreír de los enemigos suyos
y de Dios.
Entonces Sansón dijo al joven que le guiaba de la
rnano: Acércame, y hazme palpar las columnas sobre
las que descansa la casa, para que me apoye sobre
ellas.
Y la casa estaba llena de hombres y mujeres, y todos
los principales de los filisteos estaban allf; y en el
piso alto había como tres mil hombres y mujeres, que
estaban mirando el escarnio de Sansón.
Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor
|ehová, acuérdate ahora de mf, y fortaléceme, te
ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una
vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos.
Asió luego Sansón las dos columnas de en medio,
sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso
sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano
izquierda sobra la otra.
Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces
se incliuó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los
Sontos de oroción del Antiguo Testomento 111
principales, y sobre todo el pueblo qu-e estaba en
éIh. ylos quó mató al morir fueron muchos más que
los que habla matado durante su vida (fueces 16:26-
30).
Los obispos Lambeth ]t Wainwright tenlan una
gran misióñ en Osaka, |apón. Un día las autoridades
áieron la orden de que no se permitieran más
reuniones de los proteslantes en la ciudad. Lambeth
y Wainwright hicieron todo lo que pudjeron' peto
ios altos fulncionarios se mantuvieron obstinados e
implacables. Entonces se retiraron al Jugar de ora-
ción. Llegó la hora de la cena, y la muchacha
japonesa
-oóder [ue vino a llamarlos a cenar, -cayó baio el
de Ia oración' La señora Lambeth vino a vet
qué sucedía, y también cayó bajo el pi-sqo poder'
io"go t" levantaron y fueron al salón de b Misión' y
lo ibrieron: de inmediato comenzaron la reunión'
¡1* áLt*"¿ió sobre los reunidos, y dos de los hijos
de los funcionarios de la ciudad pasaron al alta¡ v
fuatott salvos. A la mañana siguiente, uno de los
funcionarios con autoridad vino a la misión y dijol
"Conünúen con sus reunionesl no los vamos a
interrumpir." En el diario de Osaka apareció Ia
siguiente noticia en grandes titulares: "EL DIos DE
¡.o-s crusrnNos DESCENDIÓ ANocHEl?f
#,fitHflr;"¿-
Jonás, el hombre que oró desde el vientre de un
pá2, nos recuerda otro gtan ejemplo de oración en el
Antiguo Testamento. Este Jonás profeta del S9ñ9r'
estaba huyendo de Et y del lugar donde debía
cumplir su misión. Había sido rnandado en una
misión de advertencia a la pervertida Nínive, y se le
había ordenado que le dijera de parte de Dios:
"Porque ha subido su maldad delante de mf." Pero
Jonás, por temor o por otro motivo, se negó a
obedecer a Dios, y sacó un pasaie para ir a Tarsis en
barco, huyendo de Dios. Parece que no tuvo en
cuenta el hecho claro de que el mismo Dios que lo
había mandado en esa misión de advertencia, tenla
 172 Orad sin cesor
su ojo puesto en él mientras se escondÍa a bordo de
ese barco. Se lbvantó una tormenta mientras el barco
iba rumbo a Tarsis, y decidieron arrojar a Jonás al
mar, para apaciguar a Dios y evitar la destrucción del
barco con todo lo que llevaba. Pero Dios estaba allÍ,
como lo había estado con Jonás desde el principio.
Había preparado un gran pez que tragara a Jonás,
para detenerlo y derrotarlo en su huida del lugar
donde debía estar, y para salvarlo a fin de que
pudiera ayudar a Dios a cumplir su propósito.
I'esaFue |onás quien, estando en el vientre del pez en
tremenda situación, al pasar pol t4n extraña
{experiencia, llamó a Diós, qniutr lo óyó e hizo'que el
i pez lo vomitara en tierra seca. ¿Qué fuerza hubiera
)podido rescatarlo de un lugar tan ter¡ible? Parecía
iestar perdido sin esperanza y en "el seno del SeoI",
jcomo si estuviera muerto y condenado. Pero Jonás
r oró. ¿Qué otra cosa podría haber hecho? Y esto era lo
l que estaba acostumbrado a hacer antes cuando se
encontraba en dificultades.
'' Invoqué en mi angustia a lehová, y él me oyó; desde
el seno del Seol clamé, y mi voz oíste {Jonás 2:2).
Y mandó Jehová al pez, y vomitó a |onás en tierra
(fonás 2:10J.
Como otros, Jonás unió la oración a un voto que
habla hecho, porque dice en su oración: "Mas yo con
voz de alabanza te ofreceré sacrificios; pagaré lo que
prometí. La salvación es de Jehová" fionás 2:9).
La oración fue la fuerza poderosa que sacó a Jonás
del "seno del SeoI". La oración, la oración poderosa,
determinó ese fin. La oración hizo que Dios rescatara
aI infiel ]onás, a pesar de su pecado de huir de su
obligación. Dios no pudo rechazar su oración. Nada
es demasiado difÍcil para la oración porque nada es
demasiado difÍcil para Dios.
Sonúos de orcción del Antiguo Testomento 113
La oración de Jonás en el vientre del pez, con su
grandiosa respuesta, se convirtió en un símbolo
dentro del Antiguo Testamento, del milagroso poder
que se desplegó en la resurrección de Jesris. Nuestro
Señor pone su sello de verdad sobre la oración de
Jonás.
Nada puede ser más sencillo que estos casos de
poderosa liberación de Dios. Nada es más claro que
el hecho de que la oración tiene que ver con Dios en
forma directa y simple. Nada es más claro en
relación a la oración, que el hecho de que su único
valor y significado está en la gran verdad de que Dios
oye y contesta la oración. Esto lo crefan firmemente
los santos del Antiguo Testamento. Es el rlnico
hecho que sobresale en forma continua y prominente
en su vida. Eran esencialmente hombres de oración.
¡Cuánto necesitamos una escuela que nos enseñe
el arte de orar! Este arte, eI más sencillo y poderoso
de todos, está continuamente en peligro de ser
olvidado y desvirtuado. Cuanto más nos alejamos de
las rodillas de nuestra madre, más nos alejamos del
verdadero arte de orar. Todo nuestro aprendizaje
posterior y todos nuestros maestros posteriores nos
hacen olvidar la lección de la oración. Se oraba
mejor en los tiempos del Antiguo Testamento porque
las personas eran sencillas y vivlan en épocas
sencillas. Eran como niños. Vivían en épocas de
inocencia, y tenían una fe de niños.
l\l citar a los santos del Antiguo Testamento que se
destacan por sus hábitos de oración, de ninguna
manera debemos dejar de lado a David, un sobresa-
liente hombre de oración. Para é1, la oración era un
hábito, porque lo oímos decir: "Tarde y mañana y a
mediodía oraré y clamaré." La oración, para el dulce
cantor de Israel, no era una ocupación extraña.
Conocfa la forma de llegar a Dios y muchas veces lo
114 Orad sin cesor
encontraba en ese camino. Con razón vemos que dice
de una manera tan clara y ferviente: "Venid, adore-
mos y posbémonos; arrodillémonos delante de Jeho-
vá nuestro Hacedot." Sabfa que Dios era el que podfa
contestar la oración: "Ttl oyes la oración; a ti vendrá
toda carne."
Cuando Dios hirió al niño nacido de Bestsabé
David, a causa de sus graves pecados
-porque
habla ocasionado la blasfemia de los enemigos de
Dios no es de sorprender que lo encontremos
- toda una semana a la oración, rogando a
dedicado
Dios por la vida del niño. El hábito de su vida se
puso de manifiesto en esta gran emergencia en su
hogar. Y por ello lo vemos ayunando y orando para
que el niño se recupere. Bl hecho de que Dios negó
su pedido no afecta para nada el hábito de orar de
David. Aun cuando no recibió aquello que pidió, su
fe en Dios no se vio afectada en lo más mínimo. El
hecho es que, aunque Dios no le otorgó la vida del
niño, más tarde le dio otro hijo, Salomón. De manera
que posiblemente el segundo hijo fue una bendición
mucho más grande para él de lo que hubiera sido el
niño por quien oraba.
Muy vinculado con este período de oración, no
'debemos dejar de lado la oración penitencial de
David, cuando Natán, por mandato de Dios, puso al
descubierto los dos grandes pecados de David, el
adulterio y eI asesinato. En el acto David reconoció
su maldad, al decir a Natán: "Pequé contra Jehová."
Y como para mostrar su profundo dolor por su
pecado, su corazón contrito y su sincero arrepenti-
miento, basta leer el Salmo 51, donde los elementos
principales del salmo son: la confesión del pecado,
la profunda humillación y la oración.
David sabÍa dónde encontrar un Dios que perdona.
Y fue aceptado y recuperó el gozo de la salvación,
Sontos de oroción del Antiguo Testomento 115
glacias a la oración penitencial sincera y ferviente.
Ásl es como todos los pecadores pueden entrar al
favor divino. Así es como pueden encont¡ar el
perdón y un corazón nuevo.
Todo el libro de los Salmos destaca la oración. Y la
oración se hace claramente manifiesta ante nuestrog
ojos al leer este libro devocional de las Escrituras'
Tampoco debemos dejar de lado a Salomón, en el
gran catálogo de hombres que oraron en los tiempos
del Antiguo Testamento. Cualesquiera que hayan
sido sus defectos, no olvidaban al Dios que oye las
oraciones, ni dejaban de buscar al Dios de la oración.
Aunque este sabio hornbre se apartó de Dios al final
de su vida, y su sol se puso bajo una nube, al
comienzo de su reino lo encontramos orando.
Salomón fue a Gabaón a ofrecer sacrificios, lo que
siempre significaba que la oración estaba fntima-
mente ligada con el sacrificio. Y mientras estaba allf,
el Señor se le apareció en una visión durante la
noche, y le dijo: "Pide lo que quieras que yo te dé."
Bl resultado muestra el material de que estaba hecho
el carácter de Salomón. ¿Cuál fue su petición?
Ahora pues, fehová Dios mfo, tú me has puesto a mf
tu giervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy
joven, y io sé cómo entrar ni salir.
Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tfr
escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar
ni numerar por su multitud.
Da, pues, a tu siervo corazón entendido para iuzgar a
tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y Io malo;
porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan
grande?" [1 Reyes 3:7-9).
No nos sorprende que el resultado de esa oración,
que está registrado, sea el que sigue:
Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese
esto.
 116 Orod sin cesor
Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no
pediste para ti muchos dfas, ni pediste para ti
riqueza-s, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que
demaqdaste para ü inteligencia para oír juicio,
he aqul lo he hecho conforme a tus palabras; he aqul
que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que
no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de
ti se levantará otro como tft (1 Reyes 3:10-12).
¡Qué oración fue esta! ¡Qué humildad y sencillez!
"Soy joven, y tro sé cómo entrar ni salh." ¡Cómo
especificó la rlnica cosa necesaria! ¡Y cuánto más
recibió de aquello que pidió!
Consideremos Ia notable oración en la dedicación
del templo. Posiblemente esta sea la oración más
larga que está registrada en la Palabra de Dios. ¡Qué
amplia, intensa y directa! Salomón no podía apoyar
los fundamentos de Ia casa de Dios sobre ninguna
otra cosa que la oración. Y Dios oyó su oración como
lo había oldo en otras oce,ciones: "Cuando Salomón
acabó de orar, descendió fuego de los cielos. . . y Ia
gloria de Jehová llenó la casa." Con eIIo Dios
confirmó la aceptación de su casa de adoración, y
también a Salomón, el rey que se ocupaba de orar.
La lista de estos santos de Ia oración del Antiguo
Testamento crece a medida que seguimos, y es
demasiado lgrga para que la veamos completa, pero
el nombre de Isaías, el gran profeta mesiánico, y el de
]eremías, eI "profeta llotón", no deben quedar fuera
de la lista. Podríamos mencionar a ot¡os. Pero estos
son suficientes y con sus nombres cerramos la lista.
Que los lectoies cuidadosos del Antiguo Testamento
tengan en mente la cuestión de la oración, para que
vean qué gxan lugar ocupaba Ia oración en la mente y
en la vida de los hombres de aquellos tiempos.
T!
Moisés, sl poderoso
intercesor
La oración de intercesión es un poderoso medio de
gracia para el hombre que ora, Martyn observa que
en tiempos de sequedad y depresión interior, a
menudo había encontrado un deleitoso avivamiento
en el hecho de orar por otros: por su conversión, su
santificación o su prosperidad en la obra del Señor.
El implorar a Dios a favor de ellos, en cuanto a esos
dones y bendiciones, era para él un canal natural de
Dios para una visión renovada de su propia parte y
suerte en Cristo, para una visión de Cristo como su
propio descanso y poder en El, y para una visión de
la libertad perfecta de una entrega total de sí mismo a
su Señor en relación a su. obra. H. C. G. Moule
-
a oración se une con los propósitos de Dios y se
dispone a asegurar esos propósitos. ¡Con cuánta
frecuencia la sabia y bondadosa voluntad de Dios no
alcanzaría sus ricos y beneficiosos fines por causa de
los pecados de la gente, si la oración no hubiera
venido a frenar la ira y a asegurar la promesa! Israel
como nación habría encontrado su justa destrucción
y su justo destino después de su apostasía con el
becerro de oro, si no hubiera sido por Ia mediación
persistente de la oración de Moisés durante cuarenta
dfas y cuarenta noches.
El efecto de la &eterminación de Moisés fue
maravilloso a causa de su oración maravillosa. Su
relación Íntima y subhme con Dios, cuando recibió
118 Orod sin cesor
la ley, no produjo una t¡ansformación de carácter tan
grande como la oración incansable de esos cuarenta
días de comunión con Dios. Fue cuando bajó de esa
larga lucha de oración que su rostro brillaba con tan
deslumbrante resplandor. Nuestros montes de trans-
figuración y el brillo celestial del carácter y la
conducta, surgen de las mismas sesiones de oración
esforzada. Toda una noche de oración ha cambiado a
mas de un Jacob, el suplantador, en un Israel, el
príncipe, que tiene poder frente a Dios y a los
hombres.
Ninguna misión fue más majestuosa en sus propó-
sitos y sus resultados, que la de Moisés. Y ninguna
fue más responsable, diligente y difícil. En ella se
nos enseña el sublime ministerio y gobierno de la
oración. No sóIo es un medio de sustento y apoyo,
sino también un instrumento de mediación compasi-
vo a través del cual fluye Ia misericordia de Dios. La
oración es un medio para atenuar la ira de Dios, para
que la misericordia se anticipe aI juicio.
Moisés mismo y su misión fueron creación de la
oración. Está registrado: "Cuando Jacob hubo entra-
do en Egipto, y vuestros padres clamaron a Jehová,
fehová envió a Moisés y a Aarón, Ios cuales sacaron a
vuestros padres de Egipto, y los hicieron habitar en
este lugar" (1 Samuel 12:8). Este es el comienzo del
gran movimiento para la liberación de los hebreos de
la esclavitud de Bgipto.
Los grandes movimientos de Dios se han origina-
do, han tenido su fuerza en la oración y han sido
moldeados por hombres de oración. La oración tiene
que ver directamente con Dios. La oración garantiza
otros fines, colaterales e incidentales, pero principal-
mente, casi exclusivamente, la oración tiene que ver
con Dios. Dios se agrada en ordenar su programa y en
fundementar su acción en las oraciones de sus
Moisés, el poderoso intercesor 119
santos. La oración ejerce gran influencia sobre Dios.
¡ Moisés no puede hacer la gran obra de Dios, aun
I cuando Dios mismo lo haya comisionado, si no es
con mucha oración. Moisés no puede gobernar al
pueblo de Dios y llevar a cabo los planes divinos si
\lno
tiene su incensario lleno del incibnso de la
, oración. La obra de Dios no se puede hacer si no es
i con el fuego y la fragancia de las oraciones que están
siempre quemándose, ascendiendo y perfumando.
¡ Moisés oró a menudo para apaciguar la terrible iia
de Dios. Cuatro veces solicitó el Faraón las oraciones
de Moisés pam ser aliviado del temible golpe de Ia
ira de Dios. "Orad a Jehová", rogó Faraón a Moisés'
mientras lo asolaban las repugnantes ranas. "Y
clamó Moisés a Jehová tocante a las ranas que había
mandado a Faraón. E hizo Jehová conforme a la
palabra de Moisés. . ." (Exodo 8:12b, 13a). Cuando la
terrible plaga de moscas había contaminado toda la
tierra, Faraón volvió a clamar lastimosamente a
Moisés: "Otad por ml." Moisés salió de la presencia
de Faraón .y entró a la presencia del Señor, y
nuevamente el Señor hizo conforme a la palabra de
Moisés. Los podeiosos truenos y el granizo en su
furia alarmante y destructiva obtuvieron de este
malvado rey el mismo ruego fervoroso a Moisés:
"Orad por ml." Y Moisés salió de la ciudad, y solo
con el Dios todopoderoso, "extendió sus manos a
Jehová, y cesaron los truenos y el graiizo, y la lluvia
no cayó más sobre la tierra" (Exodo 9:33b).
Aunque Moisés era el hombre de la ley, con él la
oración afirmaba su poderosa fuerza. De é1, como en
la dispensación más espiritual, se podrla haber
dicho: "Mi casa es casa de oración."
Moisés aceptaba con todo su valor el principio
fundamental de Ia otación, de que el orar tiene que
ver con Dios. Con Abraham vimos esto enunciado en
1'2O Orad sin cesor
forma clara y firme. Con Moisés se hace más claro y
firme todavía. La oración afecta a Dios; El es influido
en su conducta por la oración, y la oye y contesta aun
cuando el oír y el contestar le haga cambiar su
conducta y cambiar su rumbo de acción. La afirma-
ción: "Clama a mí, y yo te responderé" es más fuerte
que cualquiera otra ley y más inflexible que cual-
quier otro decreto.
Moisés vivió cerca de Dios y tuvo el acceso más
libre, más expedito y más denodado a Dios. Pero eso,
en lugar de disminuir la necesidad de orar, Ia hacía
más necesaria, más obvia y más poderosa. La familia-
ridad y la cercanfa con Dios le da sabor, frecuencia,
sentido y potencia a la oración. Aquellos que cono-
cen mejor a Dios, son los más ricos y poderosos en la
oración. La poca familiaridad con Dios, y el ser
distante y frío con El, hacen que la oración sea algo
raro y débil.
Hubo situaciones extremas en las que Moisés no
encontró alivio en su oración, pero no hay ninguna
situación ext¡ema que estorbe a Dios cuando la
o¡ación lo hace interesarse en el asunto.
La misión de Moisés era una misión divina. Fue
ordenada, dirigida y planeada por Dios. Cuanto más
hay de Dios en un movimiento, más hay de este tipo
de oración evidente y llena de poder. La regla de
Moisés para la oración es para la Iglesia un ejemplo
de la necesidad del coraje y la persistencia en la
oración. Moisés estuvo insistiendo en oración duran-
te cuarenta días y cuarenta noches por la salvación
del pueblo del Señor. Tan intensa era su preocupa-
ción por ellos, que las debilidades y los apetitos del
cuerpo desaparecieron. La forma extraña en que las
oraciones de los hombres rectos afectan a Dios, es
evidente por la exclamación de Dios a Moisés:
"Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en
Moisés, el poderoso inte¡cesor 12L
ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación
grande" (Exodo 32:10). La presencia de tal influencia
sobre Dios nos llena de asombro, temor y pavor. ¡Qué
elevado, audaz y devoto debe ser tal intercesor!
Leamos 1o que sigue en el registro divino:
Entonces volvió Moisés a Iehová, y dijo: Te ruego,
pues este pueblo ha cometido un grarr pecado,
polque se hicieron dioses de oto,
que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora
de tu libro que has escrito.
Y |ehová respondió a Moisés: AI que pecare contra
ml, a éste raeré yo de mi libro.
Vé, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he
dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el
dla del castigo, yo castigaré en ellos su pecado
[Exodo 32:31-34).
La rebelión de Coré fue la ocasión para que la ira
de Dios se encendiera contra toda la congregación de
Israel, que simpatizó con estos rebeldes. Nuevamen-
te Moisés aparece en acción, y esta vez se une a
Aarón para interceder con él por los que habían
pecado contra Dios. Pero esto sólo muestra que en
momentos difíciles como este, Moisés sabía a quién
ir en busca de alivio y se sintió animado a orar a Dios
para que alejara su ira y perdonara a Israel. Lo que
sigue es Io que dijo. acerca del asunto:
Y fehová habló a Moises y a Aarón, diciendo:
Apartaos de entre esta congtegación, y los consumiré
en un momento.
Y ellos se postraron sobre sus rostros, y dijeron: Dios,
Dios de Ios espÍritus de toda carne, ¿no es un solo
hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la
congregación? (Números 76:20-22).
La presunción, el orgullo y la rebelión de Marla, la
hermana de Moisés, en lo cual tuvo la presencia y la
simpatia de Aarón, puso la oración y el esplritu de
Moisés en la más noble y amable luz. A causa de su
 122 Orud sin cesor
pecado, Dios la castigó con la lepra. pero
Moisés hizo
una tierna y fervorosa intercesión por su hermani
que habfa ofendido q Dios tan graiemente, y
esta
oración la salvó de la temible e incurable
enfermedad.
El registro es sumamente interesante, y lo presen_
tamos a continuación:
t^:t"::"r la ira de Jehová se encendió contra ellos; y
se lue.
Y la nube-se-apartó del tabernáculo, y he aqul que
María estaba leprosa como la nieve; y"mirO Aarón a
lgtl_t.", y he aquÍ que estaba ieprosal
Y dijo Aarón a Moisés: ¡Ah! señor mío, no pongas
ahora sobre nosot¡os este pecado; porq-"á iocamente
h-emos actrlado, y hemos^pecado.'
-=-- -
No quede ella ahora como él que nace muerto, que al
salir del vientre de su madre, tie""
va-*"áio'cónsu-
mida su carne.
Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te
ruego, oh Dios, que la sanes áhora.
Respondió Jehová a Moisés: pues si su padre hubiera
esc tfido en su rostro, ¿n9 ge avergonzarÍa por siete
días? Sea echada fuerá d-el
""-pá*""io
dlas, y después volverá a la congiega"iOo
ior siete
12:9-74).
Jñri*uro,
Las murmuraciones de los hijos de Israel provoca-
ron condiciones que pusieron en movimiento todas
las fuerzas de la oración. Despertaron de manera
impresionante el poder interceior de la oración y
revelaron en Moisés su gran oficio de intercesor
delante de Dios en favoi de otros. Fue en Mara,
donde las aguas eran amargas y el pueblo se quejó
gravemente contra Moisés y contra Dios:
a Mara, y no pudieron beber las aguas de
f"llegaron
Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el
nombre de Mara.
Entonces el oueblo- murmuró contra Moisés, y
dijo: ¿Qué hemos de beber?
Moisés, el poderoso infercesor 123
Y Moisés clamó a Jehová, y fehová le mostró un
árbol; y- lo echó en las aguas, y'las aguas se endulza-
,,i ron. Alll les dio estatutos y ordenanzas, y alll los
probó (Exodo tít23-25).
fi
'I SOlo la eternidad revelará cuántos de los lugares
I amargos de la tierra han sido endulzados por la
\ oración.
Nuevamente el pueblo se quejó en Tabera, Dios se
airó con é1, y nuevamente Moisés le salió al paso y se
dedicó a orar por ellos. Este es el breve relato:
Aconteció eue el prefols se quejó a ofdos de )ehová; y
lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en elloi
fuego de |ehová, y consumió uno de los éxtremos del
campamento.
Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a
|ehová, y el fuego se extinguió (Nrimeros 7I:7, 2).
Moisés consiguió 1o que pidió. Su oración fue
específica y Ia respuesta de Dios fue igualmente
específica. Siempre que oraba lo escuchaba el todo-
poderoso Dios, y siempre le respondía. Una vez no
obtuvo una respuesta especÍfica. Había orado para
entrar a Canaán. Vino la respuesta, pero no lo que
había pedido. Tuvo una visión de la Tierra Prometi-
da, pero no se le permitió cruzar el Jordán a Ia tierra
de la promesa. Fue una oración como Ia de pablo que
oró tres veces para que se le quitara el aguijón de la
carne. Pero no se le quitó eI aguijón. En lugar de eso
le fue otorgada gracia, que convirtió el aguijón en
una bendicién.
No se debe creer que porque el Salmo g0 está
incorporado a lo que se conoce como "Los Salmos de
David", David haya sido su autor. Por acuerdo
general se lo atribuye a Moisés, y nos da un ejemplo
de la oración de este dador de la ley de Dios al
pueblo de Israel. Es una oración que vale la pena
estudiar. Es sagrado para nosotros porque ha sido la
724 Orad sin cesor
oración filnebre de nuestros muertos durante años.
Ha bendecido la tumba de muchos santos que
duermen. Pero su familiaridad puede hacer que
perdamos de vista su pleno significado. Seremos
sabios si lo meditamos, no para los muertos, sino
para los vivos, para que nos enseñe cómo vivir, cómo
12
orar mientras vivimos, y cómo morir. "Enséñanos de Pablo, el maestro de
tal modo a contar nuestros días, que traigamos al
corazón sabiduría. . . Y la obra de nuestras manos la oración
confirma sobre nosotros; sí, la obra de nuestras
manos confirma" (Salmo 9O:72,'J.,7b),
Fletcher de Madeley, un gran maestro de hace un
siglo y medio, solía dictar clases -para jóvenes estu-
diántés de teologla. Fue uno de los cole-gas- de
Wesley, y un honibre de carácter santo' Cuando daba
utt" cÍ"tó sobre alguno de los grandes temas de la
Palabra de Dios, como la plenitud del Esplritu Santo
o eI poder y Ias bendiciones que- Dios quiere qge
disfrüte su puebio, solla terminar la clase diciendo:
"Esta es la tioría; ahora, aquellos que quieran cono-
cer la práctica, vengan a mi habitación." Y una y-otra
vez cerraban sus liÉros y lo segulan hasta su habita-
ción, donde Ia hora de'teoría era seguida por una o
áot Lotut de oración. -Hubert Brooke
. l^\ ue inmediato, energico, perslstente y patétr-
I \J co era el apremio de orar que Pablo inspira-
bla a a quienes escribía y hablaba! "Exhotto
a}ellos
ante todo", dice al escribir a Timoteo, "a que se
hagan rogativas, otaciones, peticiones y acciones de
gracias, por todos los hombres" (l Timoteo 2:1)'
Quería qot fuera el depósito principal y
"to -la
vórdad fundamental para la iglesia' Antes que nada,
primero de todo, al frente de todo,la Iglesia de Cristo
áebía se¡ una Iglesia de oración: debía orar por Ios
hombres, por todos los hombres. Esto fue lo que
encargó a ios filipenses: "Por nada estéis afanosos,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de
Dios en toda oración y ruego' con acción de gracias"
 126 Orud sin cesor
{Filipenses 4:6). ta iglesia no debe afanarse por
. nada. Debe orar por todo. Nada es demasiado peque-
' ño para ponerlo en oración. Nada es demasiado
J grande pam que Dios no lo pueda superar.
' Pablo lo pone como un rnandato vital, esencial, al
escribir a la iglesia de Tesalónica: "Estad siempre
gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque
esta es la voluntad de Dios para con vosotros en
Cristo ]esús" (l Tesalonicenses 5:16-18). La iglesia
debe entregarse a una oración incesante. La oración
no debía. cesar jamás en la iglesia. Esta es la voluntad
de Dios en relación a su iglesia en la tierra.
Pablo no solamente era dado a la oración él
mismo, sino que continua y fervorosamente instaba a
la oración de una manera que mostraba su vital
importancia. No sólo insistía en estimular la oración
*en
la iglesia de sus días, sino que instaba a la oración
persistente: "Perseverad en la oración, velando en
ella" era la clave de toda su exhortación a la oración.
"Orando en todo tiernpo con toda oración y sriplica"
era Ia forma en que instaba a la gente sobre esta
importante cuestión. "Quiero, pues, que los hombres
oren en todo lugar. . . sin ira ni contienda." Como él
mismo oraba de esa manera, podía instar a hacerlo a
aquellos a quienes ministraba.
'*/ Pablo era líder por nombramiento y por reconoci-
miento y aceptación universales. Tenía muchas fuer-
zas poderosas en su nninisterio. Su conversión, tan
notoria y radical, era una gran fuerza, un depósito
perfecto de armas defensivas y ofensivas. Su llamado
al apostolado era claro, luminoso y convincente.
Pero estas fuerzas no éran las energías divinas que
proporcionaron los mayores resultados a su ministe-
rio. El destino de Pablo fue modelado más claramen-
te, y su carrera fue más poderosamente exitosa por la
oración que por cualquier otra fuerza.
Pablo, el mcestro de Ia oraciín lZ7
No es de sorprend.er entonces que diera tanta
preeminencia a la oración en sus escritos y su
predicación. No podríamos esperar que fuera de otra
forma. Como la oración era el ejercicio más elevado
en su vida personal, así también la oración asumió el
mismo lugar elevado en su enseñanza. Su ejemplo en
la oración agregaba fuerza a su enseñanza sobre la
oración. Su práctica y su enseñanza corrían en líneas
paralelas. No había desacuerdo entre ambas.
Pablo era maestro en la oración. Su oración lo
capacitaba para enseñar a otros lo que era y lo que
podla hacer la oración. Y por esa razón estaba en
condiciones de apremiar a todos a no descuidar la
oración. Demasiadas cosas dependían de la oración.
Por esa taz6n era el primero en la oración. Por el
hecho de que en él se centraba más oración santa que
sobre cualquiel otro, se convirtió en el primero en el
apostolado. La corona del martirio era la corona más
alta en la realeza celestial, pero la oración puso sobre
su cabeza la corona de mártir.
Aquel que quiere enseñar a la gente a orar, primero
debe entregarse él mismo a la oración. Aquel que
insta a los otros a orar, primero debe hollar él mismo
el camino de la oración. Y en Ia misma proporción
en qúe oran los predicadores, estarán dispuestos a
instar a la oración a aquellos a quienes predican. Más
aun, en la ¡nisma medida en que los predicadores
oran, estarán en-condiciones de predicar sobre la
oración. Si esta llnea de razonamiento es verdadera,
¿sería legítimo llegar a Ia conclusión de que la tazón
por la que hay tan poca predicación sobie la oración
en los tiempos actuales es porque los predicadores
no son hombres de oración?
Podemos centrar toda la cuestión de la absoluta
necesidad y las posibilidades de la oración en esta
dispensación en la actitud de Pablo hacia la oración.
 128 Orcd sin cesor
Si la fuerza personal, la energla de una voluntad
firme, las profundas convicciones, la cultura y lás
t-alentos personales, o el llamado y la. autoridaá
divinos
tas - cualquiera
pudieran
de estas cosaé, o todas jun_
dirigir la Iglesia de Dios sin la
- entonces, lógicamente,
oración,
la oración sería in_
necesa¡ia. Si la profunda devoción, la inquebranta-
ble consagración en respuesta a un alto ideal, ia
Jesús _ cualquiera de
.
apasionada fidelidad a Cristo
esas cosas, o todas
pudieran existir sin lá oración
devota, o levantar un - lÍder de iglesia por encima
de
la necesidad de orar, entonces pabio estaba por
encima de ella. pero si el grande y dotado,^ el
favorecido y abnegado pablo sintiO la iecesidad de
orar sin cesar, y comprendió que era apremiante y
urgente en relación a sus pretensiones y su necesi_
si él sintió que era oLhgatorio e insistente que
,du_d,-y
la Iglesia orara sin cesar, entonces él y sus hermarios
en el apostolado debieran ser apoyados por una
oración universal y poderosa
, Las oraciones de pablo, sus mandamientos y el
apremio con que instaba a la Iglesia a orar, son la
, mos definitivamente, sin transigencias, a la total
t prueba más convincente
de la absoluta necesidad de
la oración como una gran fuerza
-orui en el mundo,
un factor indispensable e inalienable para el progre_
so y-la propagación del Evangelio, y para el desairo-
j llo de la devoción personal. Á to,
ó¡o, de pablo, no
podía haber éxito en la Iglesia sin la oración, ni
piedad sin oración; en realidad, sin mucha or".iórr.
Una_iglesia de cuya vida fluye la oración como salÍan
las llamas del incienso del incensario, y un liderazgo
e-n cuyo carácter, vida y costumbres arde la
oracién
de manera tan imponente, c-onspicua y espontánea
como ardía el incienso, esto sí es lideraigo para Dios.
Orar en todo lugar, orar siempr", orui rin cesar, y
ser constantes en la o¡ación, eran palabras de pabló
Poblo, eI moestro de Io oroción l2g
en relación a los usos y la naturaleza divina de la
oración.
Timoteo era alguien muy querido para pablo, y el
cariño era mutuo y se intensificaba por todas lus
afinidades. Pablo encontró en Timóteo aquellos
elementos que lo capacitaban para ser su sucesor
espiritual, al menos el depositario y el lfder de los
grandes principios y fuerzas espirituales que eran
fundam_entales para el establecimiento y la prosperi-
dad de_ la iglesia. Estas verdades primarias y viiales
serÍan las que Pablo reforzaría y grabaría en Timoteo.
Pablo consideraba a Timoteo alguien a quien se
podía encomendar las verdades fundametrt"les y
vitales, alguien que las preservaría verdade¡amenté,
y quien las entregaría inalteradas al futuro. De modo
que entregó a Timoteo este depósito de oración para
todos los tiempos, como lo encontramos en 1 Timo-
teo 2:7.
_ Antes de seguir más adelante, observemos que
Pablo escribió directamente bajo la superintendeniia
del Bspíritu Santo, que cuidó a pablo contra el error
y sugirió las verdades que Pablo enseñó. Nos afe¡ra-
inspiración de las Escrituras, y como los escritos de
Pablo son parte de estos esc¡itos sagrados, entonces
las cartas de Pablo son parte de lai Escrituras o la
Palabra de Dios. Siendo asf, la doctrina de la o¡ación
que afirmó Pablo es la doctrina del Espíritu Santo"
Sus cartas son parte de la Palabra de Dios, inspirada,
auténtica y con autoridad divina. por eso, la oración,
como la enseñó Pablo, es la doct¡ina que el todopo-
deroso Dios quiere que su iglesia ciea, acepte y
practique.
Entonces, esas palabras dirigidas a Timoteo eran
inspiradas divinamente. Esta sección de los Escritos
santos es mucho más que simplemente sugestiva, y
 130 Orod sin cesor
va mucho más allá que un esbozo amplio y desnudo
sobre la oración. Es tan irtstructivá acérca de la
oración, acerca de cómo se debe orar, y tan enérgico
sobre las razones por las que se debe orar, que
debemos afirmarlo con fuerza y con insistencial
Estas son las palabras de pablo a Timoteo en
relación a la oración:
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, ora-
ciones, peticiones y acciones de-graciai, por iodos
los hombres;
por los reyes y por todos los que están en e¡ginencia,
par1 q¡e vivamos quieta y reposadamente ei tódá
piedad y honestidad.
Porque esto es bueno y agradable delante de Dios
nuestro Salvador,
el cual quiere que todos los hombres sean salvos y
vengan al conocimiento de la verdad.
Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre
Dlos y los hombres, Jesucristo hombre,
el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo
cual se dio testimonio a su debido-tiempo.
puiero, pues, que los hombres oren en todo lugar,
levantando manos santas, sin ira ni conüenda (t-Ti-
moteo 2:1-6, 8).
En esta sección de oración vemos, presentado por
medio de Pablo, la herencia y la práctica de tódo
cristiano en todos los tiempos. Es un vodemécum en
el gran asunto de la oración. Nos da una visión de la
energía y las muchas facetas de la oración. La
o¡ación está primero en cuanto al uso de nuestro
j tiempo, frente a cualquier otra obligación, por exce-
i lente que
ésta sea. Debe ser la p-ti-"r" de todas
nuestras ocupaciones. La oración es tan exigente y
I{
p-erentoria en su valor y en su poder, que está a la
¡ éátáa de los valores espiritualei. Aquei q,r" ,o or.,
n_o es nadie. Es nada, menos que nada. Estábajo
Ir al menos en relación a CriSto, a Dios y el cielo.cero,
La
. oración no está simplemente al nivel de las cosas
I
Pablo, el moestro de Ia orcción 131
principales, sino que Pablo la pone ante todo, a la
vanguardia. "Exhorto ante todo.".
Su enseñanza es que la oración es la cosa más
importante de toda la tierra. Todo lo demás debe
limitarse, dejarse de lado, para darle primacfa a la
oración. Hay que ponerla en primer lugar, y mante-
ner su primacla. El conflicto gira en torno a la
primacla de la oración. La der¡ota y la victoria
residen en esta única cosa. Dar a la oración el
segundo lugar, es quitarle la corona. Es estorbar y
destruir la oración. Si se pone primero la oración, se
pone primero a Dios, y se asegrüa la victoria. Si la
oración no reina en nuestra vida, debe abdicar. ¿eué
hemos de elegir?
Segrln Pablo, "rogativas, oraciones, peticiones y
acciones de gracias" son todas ellas elementos y
formas de oración que se deben ofrecer por los
hombres. Debemos ofrecer oraciones por las cosas
por todas las cosas por todo bien temporal, por
-todo bien -
y don espiritual, pero en estas orienta-
ciones Pablo se eleva a los más altos resultados y
propósitos de la oración. Los hombres tienen que ser
afectados por la oración. Sus bienes, su carácter, su
conducta y su destino están comprometidos en la
oración. Según esta consideración, la oración se
mueve por el camino más elevado y persigue su
propósito más encumbrado. Conocemos y estamos
de acuerdo con las cosas que tocan a los hombres,
con las bendiciones y los dones, con los asuntos y las
cosas que les atañen, pero aquí los hombres mismos
se presentan como objetos de la oración. Esto amplÍa
y ennoblece la oración. Los hombres, en toda la
extensión y la variedad de sus condiciones, deben
aferrarse firmemente a la oración.
Pablo enseña que la oración debe ser la esencia de
la naturaleza interior. El espíritu que está en noso-
132 Orad sin cesor
tros ora. Observemos lo que dice Pablo: "Quiero,
pues, que los hombres orcn en todo lugar. . . sin ira."
La fogosidad, la cólera y todos los grados de pasio-
nes, des.eos, y sentimientos, se levantan espontánea-
mente cuando se los provoca. Cuidémonos de ellos,
y suprimámoslos. El hombre no puede orar cuando
se levantan en su interior esos sentimientos natura-
les. Cuando los cultiva y los cuida, y permanecen en
é1. La oración se ha de hacer sin esas cosas. "Sin ira".
Para que Ia oración se eleve tiene que fundarse en
una inspiración más alta, mejor, más noble. La "ira"
hunde la oración, la estorba, la buprime.
La palabra "sin" implica no usar de, no vincularse
con, apattatse, alejarse de. El corazón natural, no
renovado, no tiene parte en la oración. Su ani-
mosidad natural envenena y destruye la oración. La
naturaleza de la oración es más profunda que Ia
naturaleza del hombre. No podemos orar con nuestra
naturaleza, ni siquiera si tenemos la mejor de todas.
La oración es la verdadera prueba del carácter. La
fidelidad a nuestras condiciones y la lealtad a
nuestras relaciones generalmente se ponen de mani-
fiesto por las oraciones. Algunab condiciones hacen
surgir la oración. Son el suelo donde germina y
prcspera. Orar bajo ciertas condiciones parece muy
adecuado. No orar en otras circunstancias parece
insensible y discordante. Las grandes tormentas de
la vida, cuando nos sentimos impotentes y con
desasosiego o carentes de alivio, son Ias condiciones
naturales y providenciales para orar.
La viqdez es un gran dolor. Les llega a mujeres
santas igual que a cualquier otra. Hay viudas que son
verdaderas santas. Debemos honrarlas, porque su
dolor es valioso. Su devoción es aromática y es
encendida por su corazón herido. He aquÍ la descrip-
ción que hace Pablo de esas viudas:
Pablo, etr maestro de la orqción 133
Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola,
espera en Dios, y es diligente en srlplicas y oraciones
noche y dla. Pero la que se entrega a los placeree,
viviendo está muerta (1 Timoteo 5:5, 6).
Este es el asombroso contraste entre dos clases de
mujeres. Una se entrega día y noche a las srlplicas. La
otra vive en el placer, y está espiritualmente muerta.
De manera que Pablo describe a la viuda verdadera
como entregada a Ia oración. Sus oraciones, nacidas
de su fe y su desolación, son una gtan fuerza. Día y
noche sus oraciones suben a Dios sin cesar. El
corazón de Ia viuda es un poderoso llamado a Dios
cuando el corazón está en eI camino de la oración,
una oración intensa e incansable.
Uno de los sorprendentes mandatos de Pablo que
merecen ser estudiados es el de ser "constantes en la
oración'.' (ver Romanos 1'2:72). ta palabra implica
quedarse, permanecer, ser firmes y fieles en Ia
oración, aferrarse firmemente a ella, asirse de ella
con fuerza hasta eI final, tenerla en cuenta con tesón,
devoción y constancia, prestarle una atención
infatigable.
El orar es una tatea, una tarea de toda la vida, una
tarea que conviene cumplir con toda diligencia,
fervor y esfuerzo. La primera ocupación del cristiano
es la oración. Es su tarea más comprometedora, más
celestial y más lucrativa. La oración es una tarea de
tan alta y merecida dignidad y valor, que debemos
realizarla "sin cesar". Es decir, sin ninguna interrup-
ción, ni abandono; debemos lealizarla asiduamente
y sin distracción. Debemos dar todas nuestras fuer-
zas a la oración. Tiene que cubrir todas las cosas'
estar en todo lugar, encontrarse en todo momento,
abarcar todo, siempre, y en todas partes.
En la sorprendente oración de Bfesios 3, Pablo se
prepara para extender el alcance de la experiencia
134 Orod sin cesor
religiosa. Dobla sus rodillas ante Dios en el nombre
de Cristo Jesús y le pide que conceda a los creyentes
de Efeso, que puedan llegar en sus experiencias
espirituales mucho más allá de lo alcanzado en su
santidad pasada. "Llenos de toda la plenitud de
Dios", una experiencia tan grande y gloriosa que
aturde de tal modo al santo de hoy, que teme mirar
hacia esas excelsas alturas superiores o las insonda-
bles profundidades. Pablo simplemente nos remite
"a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas
mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos". Este es un ejemplo de sus enseñanzas
sobre la oración.
Al escribi¡ a la iglesia de los filipenses, Pablo
cuenta la situación y muestra el poder transformador
de la oración:
Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y
contienda; pero otros de buena voluntad.
Los unos anuncian a Cristo por contención, no
sinceramente, pensando añadir aflicción a mis
prisiones;
pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto
para la defensa del evangelio.
¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o
por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en
esto me gozo, y me gozaré arln.
Porque sé quq por vuestra oración y la suministra-
ción del EspÍritu de Jesucristo, esto resultará en mi
liberación,
conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada
seré avergonzado; antes bien, con toda confianza,
como siempre, ahora también será magnificado Cris-
to en.mi cuerpo, o por vida o por muerte [Filipenses
1:15-20).
Tenía que asegurar el valor, y evitar por medio de
sus oraciones el desconcierto y la vergüenza, y Cristo
serÍa gloriosamente magnificado en Pablo y por
medio de é1, ya fuese que viviera o que muriera.
Poblo, el moestro de Io oroción 135
Se debe señalar que en todas estas citas en Corin-
tios, Efesios o Filipenses, otras versiones nos presen-
tan la forma más intensa para la oración: "súplicas".
Lo que Pablo pide son las oraciones intensas, perso-
nales, firmes, persistentes de los santos, y ellos
deben poner fuelza, interés, tiempo y dedicación
especiales en sus oraciones, para que puedan produ-
cir frutos meioxes y mayores.
Las instrucciones generales acerca de la oración
dirigidas a los cristianos de Colosas, se plantean en
forma específica y aguda, hasta el punto de llegar a
ser un pedido pe$onal: "Perseverad en la oración,
velando en ella con acción de gracias; orando tam-
bién al mismo tiempo por nosotros, para que el
Señor nos abra puerta para Ia palabra, a fin de dar a
coúocer el misterio de Cristo, por el cual también
estoy preso, para que lo manifieste como debo
hablar" fColosenses 4:2-4).
A Pablo se Ie atribuye ser autor de la carta a los
Hebreos. Allí tenemos una referencia al carácter de
la oración de Cristo, que es ilustrativa de los elemen-
tos de la verdadera oración. ¡Qué profundas son sus
palabras! ¡Cómo llegan al corazón, y qué sublime era
su oración! Cristo oró como no había orado ningrln
hombre, y además oró para enseñar a los hombres a
orar. "Y Cristo, en los dÍas de su carne, ofreciendo
ruegos y srlplicas con gran clamor y iágrimas al que
le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su
temor reverente" {Hebreos 5:7). La oración de Jesu-
cristo se inspiró en las fuerzas más poderosas de su
ser. Sus oraciones eran sus sacrificios, los que
presentó antes de ofrecerse a sí mismo en Ia cruz por
los pecados de la humanidad. La oración-sacrificio
es la precursora y la promesa del sacrificio de sí
mismo. Debemos morir en nuestro lugar de oración
secreta antes de que podamos morir en Ia cruz.
 Extractos' de
El ormo de Io oroción

1.3
La necesidad de hombres
de oración
Orando en todo tiempo con toda oración y srlplica en
el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia
y srlplica por todqs los santos 6:18,
Orando también al mismo tiempo por-Efesios
nosotros, para
que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de
dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual
también estoy preso, para que lo manifieste como
debo hablar. Colosenses 4:3, 4
-
na de las necesidades apremiantes de nuestros
días es de hombres cuya fe, oraciones y estu-
dio de la Palabra de Dios hayan sido revitalizados,
tengan escrita en sus corazones una copia de esa
Palabra, y sean capaces de transmitirla corno una
semilla incorruptible que vive y permanece para
siempre. No hace falta nada más para Iimpiar la
niebla con la que una crítica que niega la fe ha
eclipsado la Palabra de Dios, que la fidelidad del
prllpito en su permanente lealtad a la Biblia y la
audaz proclamación de su verdad. Sin esto, el
portador del estandarte falla, y sobrevienen la confu-
sión y la duda en todas las filas. El prllpito ha
efectuado su más poderoso trabajo en los días en que
su lealtad a Ia Palabra de Dios no ha flaqueado.
Muy relacionado a esto, necesitamos hombres de
oración, hombres que estén en los lugares altos y
bajos, que se aferren a la oración escritural y la
138 Orod sin cesor
practiquen. Mientras que el púlpito debe aferrarse a
iu lealiad a la Palabra de Dios sin vacilaciones, debe,
a Ia misma vez, ser fiel a la doctrina de la oración que
esa misma Palabra ejemplifica e inculca a la
humanidad
Las escuelas, las universidades y la educación
consideradas simplemente como tales, no pueden
ser Iíderes en llevar adelante el trabajo del reino de
Dios en la tierra. No tienen el derecho, la voluntad,
ni el poder necesarios para hacer la obra. Esta debe
Ilevarse a cabo por la predicación de la Palabra,
realizada bajo el poder del Espíritu Santo, sembrada
con manos de oración y regada con las lágrimas de
corazones que omn. Esta es la ley divina, como se la
nombra en el pacto. Estamos consagrados y obliga-
dos a ello, y debemos seguir al Señor.
Se requieren hombres para Ia gran obra de salvar
las almas, y son los hombres los que deben ir. No es
ninguna fuerza angélica o impersonal lo que hace
falta, sino corazones humanos bautizados con el
espíritu de oración para que lleven la carga de este
mensaje, y lenguas humanas encendidas como resul-
tado de la oración fervorosa y persistente, que deben
declarar la Palabra de Dios a una desfalleciente
humanidad.
La Iglesia de hoy necesita hombres de oración que
lleven adelante su solemne y apremiante responsabi-
lidad para enfrentar la temible crisis que le toca
vivir. La enorme necesidad de estos tiempos es tenet
hombres, en número cada vqz mayor, que teman a
Dios, hombres de oración, hombres del EspÍritu
Santo, que puedan soportar las dificultades, que no
consideren su vida valiosa para sí mismos, sino que
consideren todas las cosas como basura a causa de Ia
excelencia del conocimiento de Jesucristo, el Salva-
dor. Los hombres que son tan necesarios en esta
Lo necesidod de hombres de oroción 139
época de la lglesia, son aquellos que han aprendido
la tarea de la oración, que la han aprendido sobre sus
rodillas, que la han aprendido por la necesidad y la
agonía de su propio corazón.
Los hombres de oración son la verdadera necesi-
dad de hoy, como de todos los tiernpos. En ellos Dios
va a obrar y se va a mostrar. Los hombres que oran
son, en realidad, los únicos hombres veldaderamen-
te piadosos, y hace falta ser todo un hombre para
orar. Los hombres de oración son los únicos hombres
que rcpresentan o pueden representar a Dios en este
mundo. Ningrln hombre frlo, irreligioso y que no ora,
puede invocar el derecho a hacerlo. Tergiversan a
Dios en sus obras y en sus planes. Los hombres de
oración son los únicos hombres que pueden influir
en Dios, la rlnica clase de hombres con quienes Dios
se compromete y a quienes confía su Evangelio. Los
hombres de oración son los únicos hombres en que
habita el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo y la
oración van de la mano. El Espíritu Santo nunca
desciende sobre hombres que no oran. Nunca los
llena, nunca les da poder. El Espíritu de Dios no
tiene nada que ver con hombres que no oran. El
Espíritu mora solamente en una atmósfera de
oración.
En la obra de Dios no hay sustituto para la oración.
Los hombres de oración no pueden ser reemplazados
por otro tipo de hombres. Hombres de habilidad para
Ios negocios, con mucha educación, con influencia
de ellos podría sustituir a los
social
hombres - ninguno
de oración. La vida, el vigor, el poder
motivador de la obra de Dios d'ependen de hombres
de oración. Un corazón gmvemente enfermo no es
sfntoma más temible de la cercanía de la muerte, que
la triste situación de los hombres que no oran, de los
que sufren de atrofia espiritual.
74O Orud sin cesor
Los hombres a quienes Cristo ]esús encomendó los
bieries y el destino de su Iglesia, eran hombres de
oración. Dios no se ha comprometido con ninguna
otra clase de hombres en este mundo. Los apóstoles
eran principalmente hombres de oración. Se entrega-
ban a la oración. Hicieron de la oración su principal
ocupación. Estaba primero en importancia, y en los
resultados. Dios nunca ha encomendado ni enco-
mendará los grandes intereses de su reino a hombres
que no oran, que no hacen de la oración un factor
visible y controlador de su vida. Los hombres nunca
llegan a un alto nivel de devoción si no oran. Los
hombres devotos siempre son hombres de oración.
Los hombres no se destacan por la simplicidad y la
fuerza de su fe si no son primeramente hombres de
oración. La devoción florece más rápidamente y
mejor en la habitación cerrada que en ninguna otra
parte. La habitación cerrada es el jardín de Ia fe.
Los apóstoles no permitían que ninguna tarea, pot
más sagtada que fuera, los comprometiera de tal
manera que invadiera su tiempo y les impidiera
hacer de la oración la cosa más importante. La
Palabra de Dios era ministrada con celo y fidelidad
apostólicos. La trasmitían hombres con comisión
apostóIica y cuyas cabezas fueron bautizadas por las
lenguas de fuego del Pentecostés. La Palabra carecía
de poder y de sentido cuando no eran imbuidos
nuevamente por el poder por la continua y poderosa
oración. La semilla de Ia Palabra de Diós debía estar
saturada de oración para poder germinar. La semilla
crece más rápidarnente y sus raíces son más profun-
das cuando está empapada de oración.
Los apóstoles eran hombres de oración. Eran
maestros de Ia oración, y enseñaban a sus discÍpulos
en la escuela de la oración. Instaban a sus discípulos
a orer no sóIo para que alcanzaran la mayor altura de
Lo necesidod de hombres de orución 141
fe, sino para que fueran factores poderosos en el
avance del reino de Dios.
Cristo Jesris fue el líder divinamente señalado por
Dios para su pueblo, y ninguna otra cosa de su vida
demuestra su gran idoneidad para ese oficio como su
costumbre de orar. Nada es más sugestivo que Ia
continua oración de Cristo y nada es más evidente
acerca de El, que la oración. Organizó sus campañas
y ganó sus victorias en las luchas y la comunión de
sus noches de oración. Su oración abrió los cielos.
Moisés y Ellas y la gloria de la transfiguración fueron
consecuencia de su oración. Sus milagros y sus
enseñanzas obtenÍan su poder de la misma fuente. La
oración de Getsernanl enrojeció el Calvario con
serenidad y gloria. Su oración hace la historia y
apresura los triunfos de su lglesia. ¡Qué inspiración
y mandato para orar encontramos en la vida de
bristo! ¡Qué ejemplo sobre el valor de la oración!
¡Qué vergüenza nos produce su manera de orar!
Como todos sus seguidores, que han acercado a
Dios al mundo, y han levantado el mundo hacia
Dios, Jesrls era un hombre de oración hecho por Dios
líder y guía de su pueblo. Su liderazgo fue un
liderazgo de oración. Fue un gran Iíder porque fue
grande en oración. Tqdos los gtandes líderes de Dios
han formado su liderazgo en las luchas de su lugar
secreto de oración. Muchos grandes hombres que
han conducido y modelado a la Iglesia, han sido
grandes en sus planes, grandes en sus opiniones,
grandes en su organización, grandes por sus dotes
naturales, grandes por la fuerza de su genio o de su
carácter, pero no han sido grandes en oración. Por
esto, no han sido grandes para Dios. En cambio,
Cristo Jesús fue un gran líder para Dios. Su liderazgo
fue grande, porque era hombre de gran oracíón. Dios
estaba en gran forma en su liderazgo porque la
742 Orad sin cesor
oración estaba,presente en él en grÍrn manera tam-
bién. Debiéramos desear que BI nos enseñe a orar y a
orar cada vez más.
Aquí ha radicado el secreto de los hombres de
oración en la historia pasada de la lglesia. Su
corazón era conforme a Dios, sus deseos estaban
puestos en El, a El dirigían sus oraciones. Tenfan
comunión con Bl, no buscaban nada en el mundo,
buscaban las grandes cosas de Dios, luchaban con El,
vencían a todas las fuerzas que se les oponfan, y
abrían ancho y profundo el canal de la fe entre ellos
y el cielo. Y todo eso por medio de la oración.
Meditaciones santas, deseos espirituales, imágenes
celestiales influían en sus intelectos, enriquecían sus
ernociones y llenaban y ensanchaban sus coraiones.
Todo esto era así porque primero eran hombres de
oración.
Los hombres que se han.comunicado con Dios de
esa forma, y que lo han buseado con todo su corazón,
siempre se han elevado a alturas consagradas; y
ningún hombre cuyas llamas de deseo santo no
hayan muerto al mundo para encenderse para Dios y
el cielo, puede llegar a esas alturas. Jamás llegará a
las alturas de las elevadas experiencias espirituales,
a menos que la oración y el espíritu de oración sean
factores conspicuos y controladoles de su vida.
La consagración total de muchos de los hijos de
Dios se destaca claramente, como elevadas cumbres
de montañas. ¿For qué? ¿Cómo llegaron a esas
alturas? ¿Qué los trajo tan cerca de Dios? ¿Qué los
hizo tan parecidos,a Cristo? La ¡espuesta es fácil: la
oración. Oraban mucho, oraban mucho tiempo, be-
bían de Ia fuente, sacando su agua de profundidades
cada vez mayores, y pedían, buscaban, llamaban,
hasta que el cielo abría sus más ricos teso¡os de
gracia para ellos. La oración era la escalera de facob
Lo necesidod de hombres de oración 143
por la cual subían a aquellas alturas santas y bendi
tas, y por la cual los ángeles de Dios bajaban para
ministrarles.
Los hombres de poder espiritual siempre valora-
ron la oración. Se tomaban el tiempo para estar a
solas con Dios. Su oración no era una actuación
apresurada. Tenían muchas necesidades importan-
tes que aliviar, y muchos ruegos de peso que hacer.
Necesitaban asegurar muchas provisiones. Tenían
que esperar mucho en silencio ante Dios, y hacer
muchas peticiones una y otra vez. La oración era el
único canal a través del cual circulaban las peticio-
nes y era el rlnico medio p¿üa expresarlas. La única
manera aceptable de esperar ante Dios que conocían
era en oración. Valoraban la oración. Era más precio-
sa para ellos que cualquier piedra preciosa, más
excelente que todo bien, de más valor que el supre-
mo bien de la tierra. La estimaban, la valoraban, la
apreciaban, la practicaban. La llevaban hasta sus
riltimos límites, ponían a prueba sus más grandes
resultados, y aseguraban su más glorioso patrimonio.
Para ellos la oración era lo más valioso de cuanto
podfan apreciar y usar.
Los apóstoles, por encima de toda otra cosa, eran
hombres de oración, y dejaron el sello de su ejemplo
y enseñanza acerca de la oración impreso en la
Iglesia primitiva. Pero los apóstoles están muertos, y
los tiempos y los hombres han cambiado. No tienen
ningrln sucesor por vinculación o herencia oficial. Y
estos tiempos no tienen ninguna comisión para
elegir ñuevos apóstoles. La oración es el vínculo con
el liderazgo apostólico y espiritual. Desafortunada-
mente, los tiempos no son tiempos de oración. La
causa de Dios necesita ahora mismo líderes que sean
grandes en oración. Tal vez se requieran otras cosas,
pero por encima de todo, la tremenda demanda de
I 744 Orad sin cesor
estos. tiempos, V la.primera necesidad
urgente
" de la
La necesidod de hombres de oroción 145
quienes la oración sea habitual y característica,
Iglesia, es la oración. _- hombres que conozcan la primacía de Ia oración.
Esta es la época de gran riqueza en Pero aún más que el hábito de orar, y más que el que
la Iglesia, y de
grandes recursos maieriales-. pero la oración sea caracterlstica de ellos, los líderes de la
Jesatortunada_
mente la abundancia de riquezas materiales iglesia deben estar impregnados de oración, hombres
., u*
gran enemiga y un severo obstáculo para
ras tu"r^, cuya vida esté hecha y modelada por la oración,
espirituales. Es una ley invariabb q;;1";;;#; cuyo corazón y vida estén hechos de oración. Estos
de fuerzas materiales atractivas y pfierrt"s son los hombres, los únicos hombres, que Dios
provoca
confianza en ellas, y p-or ta miíml-iáy
inevitable, puede usar en la extensión de su leino, y en la
crea desconfianza en las fuerzas espirituales implantación de su mensaje en el corazón de los
del
evangelio. Son dos señores a tos que-no hombres.
se puede
servir al mismo tiempo. porque en l"
mir*" propor-
ción en que la mente está puesta en uüserá
quitada
del otro.. Ins tiempos de gran pr"rp.riá"¿
financiera
en la Iglesia no han sido épocas Ad
religiosa. Hombres adinerádos fr"ilürrl
Sr"" prosperidad
v de oración
no son términos sinónimos.
en el segu_ndo capítulo de la primera
_.Pullo,
rlmoteo, acentúa la necesidad de hombres
carta a
d.e ora_
ción. Los líderes de la Iglesia, a su *""ur"
de ver,
dele¡r ser notorios por su oración. La oración
debería
T"J9:*t su carácter, y ser una de sus características
orsuntrvas. La oración debe ser uno de sus elementos
más poderosos, a tal punto qrr. ,ro-
esconder. La oración debiera ñ".u, ,rotu¡les'a
r" t" pu"J"
los
líderes de la lglesia. El caráctr;,-;ú;;
oficial, la
reputación y la vida, debieran ser moldeado,
po. i"
oración. Las poderosas fuerzas A" U
oraciOn descan-
san en los líderes de oración de una
manera muy
pronunciada. La permanente obligación
de orar des'_
cansa de una manera particular ul"
fo"lá"ru, Ae-ta
La iglesia que descubra.rt" funda_
iSles¡a,
mental y Ie dé preeminencia, será sabia. ".raad
Podemos asentar a modo de un
necesita antes
*io".", que Dios
-que
nada.en la -frtÁfr*
Iglesia, t?aá"u, qrr"
primero sean hombres de or""iZ", p"o
 T4
El ministerio y la oración
Por supuesto, el predicador se debe distinguir por
encima de todos los demás, como hombre de ora-
ción. Ora como un cristiano comtln, de lo contrario
sería un hipócrita. Ora más que un cristiano común,
de lo contrario quedaría descalificado para el oficio
que ha asumido. Si ustedes como ministros no son
muy dados a la oración, merecen.cornpasión.'Si se
vuelven flojos en Ia sagrada devoción, no sólo serán
dignos de compasión ustedes, sino también su gente,
y llegará el día en que se verán avergonzados y
confundidos. Nuestras sesiones de ayuno y ora'
ciones en el Tabernáculo han sido dlas realmente
elevados; las puertas del cielo nunca han estado tan
abiertas, nuestros corazones nunca han estado tan
cerca de la gloria central. H. Spurgeon
-Charles
T os predicadores son líderes de Dios. Son llama-
L¡ dos por Dios para ese oficio santo y propósito
elevado, y en primer lugar son los responsables del
estado de Ia lglesia. ,tsí como Moisés fue llamado
por Dios para sacar a Israel de Egipto a t¡avés del
desierto rumbo a la tiena prometida, asÍ también
Dios llama a sus ministros para guiar a su Israel
espiritual a través de este mundo hacia la tier¡a
celestial. Están divinamente comisionados para ejer-
cer su liderazgo, y, tanto por'mandato como por
ejemplo, deben enseñar al pueblo de Dios lo que
Dios quiere que sea. El consejo de Pablo aI joven
predicador Timoteo es: "Ninguno tenga en poco tu
iuventud, sino sé ejemplo de los creyentes en pala-
 148 Orod sin cescr
bra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza,, (1. Timo-
teo 4:12).
Los ministros de Dios modelan el carácter de la
iglesia y dan el tono y la dirección a la vida de la
misma. La frase que introduce la carta a cada una de
las siete iglesias de Asia en Apocalipsis 2 y 3, dice
"al ángel de la iglesia", y parece indicar que el ángel
el ministro mismo estado mental y
-vida - estaba enyelque
de la membresía, estos ,,ángeles" ó
ministros, eran grandemente responsables del estado
espiritual que existía en cada iglesia. El ,,ángel,,, en
cada caso, era el predicador, el maestro o el lÍáer. Los
primeros cristianos coúocfan muy bien, y sentían,
esta responsabilidad. Bn su impotencia, de la que
eran conscientes, exclamaban: "y pala estas cosas,
¿quién es suficiente?", cuando la tremenda respon-
sabilidad pesaba sobre su corazón y su ménte. La
tinica respuesta a tal pregunta era: ,,Sólo Dios.,, De
manera que se sentían necesariamente impelidos a
mirar más allá de sÍ mismos en busca de aSruda, y a
postrarse a orar para estar seguros de Dios. Al orar,
sentían más ¡r más su responsabilidad, y mediante la
o¡ación, obtenían más y más la ayuda de Dios.
Comprendían que su suficiencia estaba en Dios.
La oración forma pqrte, en un sentido muy elevado
e importante, del ministerio. Requiere vigor y carác-
ter elevado ministrar en oración. Los piofetas que
oraban frecuentemente fueron objeto dé mucha áe-
manda en la historia del pueblo de Dios. En cada
época hubo demanda de líderes de oración en Israel.
tos agentes de Dios deben ser siempre y en todas
partes hombres de oración.
No debe ser una sorpresa que los rnrmsuos se
encuentren con frecuencia de rodillas, buscando la
ayuda divina, bajo la responsabilidad de su llamado.
Estos son los verdaderos profetas del Señor. y estos
EI minisúerio y Ia oración 149
son los que obran como portavoces de Dios frente a ¡
una generación de hombres y mujeres malvados y de \
mentalidad mundana. Los predicadores que oran l
son los ministros de Dios más audaces, verdaderos y ,
diligentes. Son los que se elevan más alto y se I
encuentran más cerca de Dios, quien los ha llamado. I
Avanzan con más rapidez, y en la vida cristiana se \
parecen más a Dios.
Al leer el relato de los cuatro evangelios, no
\
podemos menos que quedar'impresionados. Es enor-
me el esfuerzo que hizo nuestro Señor para instruir
correctamente a los doce apóstoles en las cosas que
los prepararían para Ias tremendas tareas que les
tocarían después que El hubiera regresado al seno
del Padre. Su preocupación era que la Iglesia tuviera
j"hombres santos en su vida y en su corazón, y que
conocieran verdaderamente de dónde venía su fuer-
za y su poder para Ia obra del ministerio. Gran parte
de Ia enseñanza de Cristo estaba dirigida a estos
apóstoles elegidos, y el entrenamiento de estos doce I
ocupaba mucho de sus pensamientos, y consumía f
mucho de su tiempo. En todo ese entrenamiento, la ¡
oración estaba puesta como eI principio básico. f
Encontramos que la misma cosa es cierta en la vida f
y la obra del apóstol Pablo. Cuando se ocupaba de la f
edificación de las iglesias, a las que había ministrado f
y escrito, estaba en su mente'y en su propósito {
instruir correctamente y preparar ministros a quie- $
nes se pudiera ettco-et dát lbs intereses del pueblo I
de Dios. Las dos cartas a Timoteo estaban dirigidas a !
un joven predicador, y Ia de Tito también fue escrita f
a un joven ministro. Y la intención de Pablo parece f
haber sido darle a cada uno de ellos la instrucciónf
que necesitarían para hacer la obra del ministerio af
la que habían sido llamados por el Espíritu de Diosf
En la base de esta instrucción estaba la nieüa d¡l
,l
150 Orad sin cesor
ángulo de la oración, ya que de ninguna manera
podría ninguno de ellos presentarse "a Dios aproba-
do, como obrero que no tiene de qué avergonzarse,
que usa bien la palabra de verdad" (ver 2 Timoteo
2:15), a menos que fueran hombres de oración.
El mayor bien de la Iglesia de Dios en la tierra
depende grandemente del ministerio, y por eso el
todopoderoso Dios siempre ha sido celoso de sus
agentes, sus predicadores. Su preocupación ha sido
el carácter de los hombres que ministran en sus
altares las cosas santas. Deben ser hombres que se
apoyen en El, que miren a El, y que continuamente lo
busquen a El para obtener sabidurÍa, ayuda y poder
efectivo pard, hacer la obra del ministerio. Y por eso
ha señalado hombres de oración para el santo oficio
y ha puesto su confianza en ellos para cumplir las
tareas que les ha asignado.
Las grandes obras de Dios deben ser hechas como
las hacía Cristo; deben ser hechas, en efecto, con
poder creciente, recibido del Cristo que ha ascendi-
do y está exaltado. Estas obras deben ser hechas
mediante la oración. Los hombres deben hacer la
obra de Dios a la manera de Dios, y para la gloria de
Dios, y la oración es necesaria para su exitoso logro.
Por encima de toda otra cosa en la preparación del
predicador se halla la oración. Antes que ninguna
oha cosa, debe ser un hombre que haga de la oración
su especialidad. No le corresponde tal nombre a un
predicador que no ore. O bien ha errado en su
llamado o le ha fallado gravemente a Dios quien lo
llamó al ministerio. Dios quiere hombres gue no sean
ignorantes, sino que "procuren con diligencia pre-
sentarse aprobados". Predicar la Palabra es esencial;
las cualidades sociales no deben ser desestimadas, y
la educación es algo bueno; pero por debajo y por
encima de todo, la oración debe ser la tabla principal
, El ministerio y Ia orcción 151
en la plataforma del hombre se presenta a
que
predicar las insondables riquezas de Cristo a un
y
mundo perdido hambriento. El punto débil en
nuestras instituciones eclesiásticas reside.iustamen-
te allí. La oración no se considera como un factor
principal en la vida y la actividad de la lglesia, y en
cambio otras cosas, que son buenas si están en su
lugar, se ponen por encima de eIIa. Las primeras
cosas deben ser puestas primero, y la primera cosa
en la preparación de un ministro es la oración.
Nuestro Señor es el modelo de todos los predica-
dores, y para El la oración era la ley de la vida. Por
ella vivía. Era la inspiración de su trabajo, la fuente
de sus fuerzas, eI manantial de su gozo. Para nuestro
Señor, la oración no era ninguna cuestión sentimen-
tal, ni una ocurrencia tardía, ni un preludio agrada-
ble y divertido, ni un interludio, ni un alarde o mera
forma. Para Jesús, la oración era obligatoria, comple-
tamente absorbente, de la mayor importancia. Era el
llamado de una dulce obligación para é1, la satisfac-
ción de un anhelo incansable, la preparación para las
pesadas responsabilidades y la satisfacción de una
tremenda necesidad. Siendo así, el discípulo debe
ser como su Señor, el siervo como su amo. Así como
fue el mismo Señor, deben ser aquellos a quienes El
ha llamado a ser sus discípulos' Nuestro Señor
Jesucristo eligió a sus doce apóstoles sólo después
que hubo pasado la noche orando; y debemos confiar
en que El les da el mismo alto valor sobre aquellos a
quienes llama a su ministerio en esta época.
En el ministerio de lesrls no se le daba ningln
lugar débil ni secundario a la oración. Estaba en
primer lugar, enfática, conspicua, y controladora.
jesrls tenla el hábito de la oración, tenía esplritu de
oración, era dado a la costumbre de tener comunión
extensa y solitaria con Dios, pero por encima de toda
 152 Orud sin cesor
EI ministerio y Ia otación 153
otra co€a, lesris era un hombre de oración. Lo
Cristo Jesrls practicó El mismo la oración, estuvo
esencial de su historia terrenal, en la terminología
personalmente bajo la ley de la oración, y sus
del Nuevo Testamento, se resume en una simple
parábolas y milagros no eran otra cosa que exponen-
afirmación que encontramos en Hebreos
b:7: tes de la oración. Por eso se dedicó directamente a
Y Cristo, en los dfas de su carne, ofreciendo
rueaos v enseñar a sus discípulos el arte específico de la
sripticas con sran clamor y lásrñ;;;iil; oración. Dijo poco o nada de cómo predicar, o qué
librar de h ñuerte, t ,iiá"""l*ü'ál ,,,iñHrá
,"*o. predicar. Pero dedicó su energía y su tiempo a
teverente. "
enseñar a los hombres cómo hablarle a Dios, cómo
Que los ministros sean como su Señor y Maestro, tenel comunión con El, y cómo estar con El. Sabía
a
quigl pertenecen y a quien sirven. muy bien que aquel que ha aprendido el arte de
eue El sea su
modelo, su ejempio, iu
líder y ,rr-*r"rtro. En hablar a Dios estaría bien preparado para hablar a los
algunos círculos se hace_mu.t a ,áf*"n.i" ,,rugoi, hombres. Podemos volvernos por un momento para
en"el modo
a Cristo", pero la idea se limita a seguirlá observar que este era el secreto del maravilloso éxito
y las formas, como si la salvaciO" de los primeros predicadores metodistas, quienes
envuelta
en una fgtT" específica de hacer "lt"virra
las cosas. ,,El estaban lejos de ser hombres doctos. Pero con todas
sendero de la oració,n Uue tri has hollado,,, sus limitaciones, eran hombres de oración, e hicie-
es el
sendero en el que debemos- seguirlo, no otro. ron gtandes cosas para Dios.
¡esrfs
fue dado como lÍder al pueblo d"e nios,
vlingún otro . Toda habilidad para hablar a los hombres se mide
líder jamás ejemplificó mejor ut ,r"m,lU necesidad por Ia habilidad con que un predicador puede hablar
de la o¡ación. Igual en gloria con el pá¿ru, a Dios a favor de los hornbres. "Aquel que no siem-
ungido y
enviado en su misión esp-ecial por el nsfiritu bra en Io secreto, nunca cosechará en el prilpito."
Santo;
su nacimiento encarnado, su gran c'omisión, su EI hecho que siempre debe ser mantenido en
unción real, todo esto le pertenecía; pero no primer lugar y subrayado es que Cristo ]esús entrenó
lo
releva¡on de la obligación áe o.* insistencia. a sus discípulos a orar. Este es el verdadero sentido
Más bien tendían a lmponercoUr" "ár ni *ta oración de la frase "El entrenamiento de los Doce". Debemos
con mayor autoridad. No pidió ser librado tener en mente que Cristo enseñó a los predicadores
ae h ca"eá
de la oración; la aceptó goroso; del mundo mái acerca de la oración que de la
deman-
das, y voluntariamente sé sometió"r"ÁiJ,.r,
a sus Lxigencias. predicación. La oración era el gran factor en la
Su liderazgo fue eminente y también extensión del evangelio. La oración consqrvaba y
su oración.
no hubiera sido asf, su [derazgo no ha¡ria Si daba eficacia a los otros factores. Sin embargo, no
sido
emine4te ni divino. Si, en un verd"adero lid"r"rgo, dejó de lado la predicación al enfatizar la oración,
oración noes indispensable, entonces
i"
con seguridad
-pero sino más bien enbeñó la total dependencia que la
fesris habrfa porüdo prescindir de ell,a- no lo predicación tiene de Ia oración.
mzo, ninguno de nosot¡os sus seguidores "El oficio del cristiano es la oración", afirmó
{ podemos
si deseamos efectividad en la-activiáa¿ cristia, Martín Lutero. Todo joven judlo debía aprender un
-na- hacer otra cosa que seguir al Señor. oficio. Cristo Jesús aprendió dos: el oficio de carpin-
L54 Orod sin cesar
tero y el de la oración. Uno de los oficios sewía a sus
necesidades terrenales, el otro servía a sus propósi-
tos más elevados y divinos. La costumbre iudía
encomendó a |esúJ cuando era joven al oficio de
carpintero. La ley de Dios lo ató a la oración desde
sus primeros años, y quedó unido a ella hasta el
final.
Cristo es el ejemplo del cristiano, y todo cristiano
debe seguir su ejemplo. Todo predicador debe ser
como su Maestro y Señor, y debe aprender el oficio
de la oración. Aquel que aprende bien el oficio de la
oración, domina el secreto del arte cristiano y se
convierte en un obrero capacitado en eI taller de
Dios, uno que no tiene de qué avergonzarse, que
trabaja junto con su Maestro y Señor.
"Orad sin cesar", es.el llamado de trompeta para
los predicadores de nuestro tiempo. Si los predica-
dores vistieran sus pensamientos con la atmósfera de
la oración, si prepararan sus sermones sobre sus
rodillas, una efusión llena de gracia del EspÍritu de
Dios descenderÍa sobre la tierra.
La primera calificación indispensable para predi-
car es el don del Espfritu Santo, y fue por el
otorgamiento de este don indispensable que se les
encargó a los discípulos que se quedaran en ]erusa-
lén. La absoluta necesidad de recibir este don si el
éxito ha de coronar los esfuerzos del ministerio, lo
enconttamos en el mandato que tenlan los primeros
discípulos, de quedarse en Jerusalén hasta qqe lo
¡ecibieran, y también por la oración constante y
ferviente con que lo buscaban. En obediencia al
mandato de su Señor de quedarse en esa ciudad
hasta que fueran dotados con poder de lo alto,
inmediatamente, después que ]esús los deió para ir
al cielo, se dedicaron a obtenerlo ¡nediante la ora-
ción continua y fervorosa. "Todos éstos persevera-
El ministerio y Ia oroción 155
ban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y
con María la madre de jesris, y con sus hermanos"
(Hechos 1:L4). A esto mismo se refiere Juan en su
primera carta: "Pero vosotros tenéis Ia unción del
Santo", dice. Es esta unción divina lo que los
predicadores de nuestros días debieran desear since-
ramente, y orar por ella, sintiéndose insatisfechos
hasta que el bendito don les sea otorgado.
Otra alusión a este mismo procedimiento impor-
tante la hizo nuestro Señor poco después de su
resurrección, cuando dijo a sus discfpulos: "Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros
el EspÍritu Santo" (Heóhos 1:8a). Al mismo tiempo
Jesús dirigió la atención de sus discfpulos a la
afirmación de Juan el Bautista concerniente al Espí-
ritu, la misma cosa por la cual les habÍa ordenado
que se quedaran en Jerusalén: "el poder de lo alto".
Aludiendo a las palabras de Jqan el Bautista, Jesús
dijo: "Porque Juan ciertamente bautizó con agua,
mas vosotros seréis bautizados con el Esplritu Santo,
dentro de no muchos días" (Hechos 1:5). Pedro, más
adelante, dijo de nuestro Se¡ior: "Dios ungió con el
Espfritü Santo y con poder a Jesús de Nazaret."
Estas son las afirmaciones divinas sobre la misión
y el ministerio del Espíritu Santo, a los predicadores
de esos dfas. Y las mismas afirmaciones divinas se
aplican con igual fuerza a los predicadores de
nuestros dfas. El minisho ideal de Dios es el llamado
por Dios, ungido divinamente, tocado por el Espfri-
tu, separado pÉra la obra de Dios, apartado de lo
secular y de los asuntos cuestionables, bautizado de
lo alto, señalado, sellado y perteneciente al Espíritu,
dedicado a su Maestro y a su ministerio. Estos son
los requisitos señalados por Dios para un predicador
de la Palabra; sin ellos es inadecuado e inevithble-
mente inf¡uctuoso.
 156 O¡ad sin cesor
Hoy en dla no faltan los predicadores que presen-
tan sermones elocuentes sobre la necesidad y la
naturaleza del avivamiento, y preparan planes elábo_
rados para extender el reino de Diós, pero los
predicadores que oran son mucho más escalos, y eI
pejoJ benefactor que puede tener esta,época es un
hombre que lleve de nuevo a los predicidores, a la
Iglesia y al pueblo a la práctiia de la oración
genuina. El reformador que se necesita en este
momento es un reformador de oración. El líder que
Israel requiere es aquel que, con voz de clarín, llame
al ministro nuevamente a sus rodillas.
Se habla mucho acerca del avivamiento, pero
necesitamos tener la visión para ver que el
miento que necesitamos y el único que puede"viva- valer
Ia pena obtener, es aquel que nace de[nspiritu Santo,
que trae una profunda convicción de pecado, y la
regeneración de aquellos.que buscan a Dios. Tal
avivamiento viene al final de un período de verdade-
ra oración, y es completa locura hablar de un
avivamiento o esperarlo, sin que el Espíritu Santo
opere del modo que le es peculiar, condicionado por
mucha oración fervorosa Tal avivamiento comenza-
rá en eI prilpito y en los bancos a la misma vez. Será
promovido tanto por el predicador como por el laico
que trabajan en armonía con Dios.
El corazón es el léxico de la oración. La vida,.su
mejor comentario. Y el comportamiento externo, su
expresión más completa. EI carácter se forma me-
diante la oración, la vida se perfecciona por la
oración. Y esto lo necesita aprender el ministró tanto
como el laico. Hay una sola regla para ambos.
Tan contrario era el cuerpo general de los discípu-
los de Cristo a la oración, tenían tan poco gusto por
ella, y tan poca armonÍa con Jesús en los piofunáos
asuntos de la oración y sus grandes luchás, que el
El ministerio y Ia oroción 't57
Maestro tuvo que elegir un círculo compuesto por
los tres alumnos más aventajados: Pedro, Juan y
Santiago, que tenlan más simpatía y gusto por Ia obra
divina, y llevarlos aparte para que aprendieran la
lección de la oración. Estos hombres estuvieron más
cerca de Jesrls. Tenían más comprensión y fueron de
más ayuda para Bl, porque oraban más.
Por ello son benditos aquellos discípulos a quie-
nes Cristo Jesris llama en nuestros días a una relación
más íntima con El, y quienes respondiendo rápida-
mente a su llamado, se encuentran con mucha
frecuencia sobre sus rodillas delante de EI. Lamenta-
ble, en cambio, es el estado de aquellos siervos de
]esrls que en su corazón son contrarios a ejercitar el
ministerio de la oración.
Todos los grandes períodos de la vida de nuestro
Señor, en sentido histórico y espiritual, fueron
hechos o modelados por su oración. De la misma
manera, sus planes y grandes logros nacieron de la
oración, y estaban impregnados del mismo espíritu
de oración. Así como füe el Señor, también deben ser
sus siewos; así como hizo el Maestro en las grandes
épocas de su vida, también debe hacer el discípulo
cuando se encuentra con crisis importantes. "A
vuestras rodillas, oh Israel", debiera ser el llamado al
ministerio de nuestra generación.
La forma más alta de vida espiritual se logra
mediante la oración. Las revelaciones más ¡icas de
Dios Padre, Hijo y Espíritu se conceden, no a
-
los sabios, a los grandes o a los -"nobles" de la tierra,
sino a los hombres de oración. "Pues mirad, herma-
nos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios
según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos
nobles" (l Corintios L:26). ¿A quiénes hace conocer
Dios sus cosas profundas, y revela las cosas elevadas
de su carácter, sino a los humildes, los que buscan y
 158 Orad sin cesor
los que oran? Y debemos repetir nuevamente que
esto es tan cierto para los predicadores como para los
laicos. El hombre espiritual es el que ora. y uio, q.r"
oran, Dios les hace sus revelaciones a través áel
Espíritu Santo.
Los predicadores que oran, siempre le han dado la
mayor gloria a Dios, han hecho avanzar su evangelio
con mayor rapidez y poder. Un predicador qué no
ota, y una iglesia que no ora, pueden florecer
exteriormente, y avanzar en muchos aspectos de su
vida; tanto el predicador como la iglesia pueden
aparentar éxito; pero, a menos que descanse sobre la
base de la oración, todo éxito terminará por d.errum-
barse, llevar una vida mo¡tecina y desintegrarse
finalmente.
.-1É "No tenéis porque no pedís"
es la solución a toda
debilidad espiritual, tanto en la vida personal como
en el prilpito. Ya sea eso, q bien ,,pedÍi, y no recibls,
po-rque pedís rnal". La verdadera oración se apoya en
la base de todo verdadero éxito del ministerió en las
cosas de Dios. La estabilidad, energía, y facilidad con
que el reino de Dios se establece en este mund.o,
dependen de la oración. Dios lo ha hecho asl, y por
eso está ansioso de que los hombres oren. Está
especialmente preocupado de que sus ministros
elegidos sean hombres de oración. y por eso hace esa
maravillosa afirmación que encontramos en Mateo
7:7, 8, para estimular a sus ministros a orar:
Pedid, y se os dará; brrscad, y hallaréis; llamad, y se
os abrirá. PorgFe todo aquei que pide, ,""ib"; ái
que busca, halla; y al qu-e llama, ie lé abrirá. í" "-
Por ello, tanto el mand.amiento como la promesa
directa, acentrlan su preocupación porque los minis-
t:os oren. Hagamos una pausa para pensar en estas
palabras familiares: "pedid, y se os áará.,, Eso solo
EI ministerio y la oroción 159
parece suficiente para ponernos a orar a todos, tanto
laicos como predicadores, por ser esas palabras tan
simples, directas e ilirnitadas. Estas palabras nos
ablen todos los tesoros del cielo, simplemente por
pedirlo.
Si no hemos estudiado las oraciones de Pablo, que
fue principalmente predicador de los gentiles, ape-
nas podemos tener una débil visión de la gran
necesidad de la oración, y de su gxan valor para la
vida y para la obra del ministro del Evangelio. Más
aún, tendremos apenas una visión limitada de las
posibilidades del evangelio para enriquecer y afir-
mar y perfeccionar eI carácter cristiano, tanto como
para equipar a los predicadores para su santa y
elevada tarea. ¡Cuándo aprenderemos la sencilla
pero importante lección de que la rinica cosa impor-
tante que se necesita en la vida de un predicador
para ayudarlo en su vida personal, para mantener su
alma con vida delante de Dios, y para dar eficacia a
la Palabra que predica, es la oración real y constante!
Pablo, con la oración en primer lugar en su mente,
asegura a los colosenses que ". . .Epafras (está). . .
siempre rogando encarecidamente por vosotros en
sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y
completos en todo 1o que Dios quiere" (Colosenses
¡'6smplstos en
4:'J,2). A este alto nivel de gracia
todo Io que Dios quiete" -
pide en oración que
-, que la oración era la
lleguen los colosenses. De modo
fuerza que habría de traerlos a este estado del
corazón, elevado, vigoroso y estable. Bsto concuerda
con lo que Pablo enseña a los efesios: "Y él mismo
constituyó a unos. . . pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para Ia obra del ministerio,
para Ia edificación del cuerpo de Cristo" fEfesios
4:1.7,1"2), donde se afirma evidentemente que la obra
total del ministerio no es simplemente instar a los
160 Orad sin cesor
pecadores al arrepentimiento, sino también para
"perfeccionar a los santos". Y por eso Epafras estuvo
"togando encarecidamente en sus oraciones". Cier-
tamente éI mismo era un. hombre de oración, que
oraba con mucho fervor por esos primeros cristianos.
Los apóstoles dedicaron sus energías para que los
cristianos honraran a Dios por la pureza y Ia perseve-
rancia de su vida. Debían reproducir el carácter de
]esús. Debían perfeccionar su imagen en sí mismos,
embeberse de su naturaleza,y reflejar su modo de ser
en todas sus actitudes y conducta. Debían ser imita-
dores de Dios como hijos queridos, ser santos como
El es santo. Por eso incluso los laicos debían predicar
por su conducta y su carácter, igual que el ministro
predicaba con su boca.
Para elevar a los seguidores de Cristo a esas alturas
exaltadas de la experiencia cristiana, se mantenían
totalmente fieles aI ministerio de la Palabra de Dios,
en el ministerio de Ia oración, en un celo santo y
consumidor, en exhortación ardiente, en reprensión
y reconvención. Además de todo esto, para santifica¡
todo esto, para vigorizarlo y para darle salud, centra-
ban y ejercían constantemente la fuerza de la podero-
sa oración. "Orando de noche y de día con gran
insistencia", implica orar fuera de toda medida, con
intenso fervor, en forrna superabundante, más allá de
todo límite, con exceso de abundancia.
Orando de noche y de día con gran insistencia, para
que veamos vuestro rostro, y completqrnos lo que
falte a vuestra fe? Mas el mismo Dios y Padre
nuestro, y nuestrc Señor Jesucristo, dirija nuestro
camino a vosotros
Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos
para con otros y para con todos, como también'lo
hacemos nosotros para con vosotros, para que searr
afirmados vuestros corazónes, irreprensibles en san-
tidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de
EI ministerio y Ia orqción 161
nuestro Señor |esucristo con todos sus santos (1 Te-
salonicenses 3:10-13).
Era de esta manera que los apóstoles, los primeros
predicadores de Ia iglesia primitiva, se esforzaban en
la oración. Y sólo aquellos que trabajan de la misma
manera son los verdaderos sucesores de aquellos
apóstoles. Esta es la verdadera "sucesión apostólica"
bíblica, la sucesión de fe sencilla, ferviente deseo de
santidad en el corazón y en la vida, y ardiente
oración. Estas son las cosas que hacen hoy día que
un ministerio sea firme, fiel y eficiente. "Como
obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa
bien la palabra de veidad" (ver 2 Timoteo 2:15b).
Cristo Jesús, el líder y capitán de Dios para su
pueblo, vivió y sufrió bajo esta ley de la o¡ación.
Todas sus conquistas personales en su vida sobre Ia
tiena, las ganó por la obediencia a esta ley. Mientras
que las conquistas que han ganado sus represen-
tantes desde que El ascendió al cielo también fueron
ganadas cuando esta condición se cumplía en forma
completa y enérgica. Cristo estuvo bajo esa única
condición de la oración. Sus apóstoles también se
hallaron bajo la misma condición. Sus santos están
bajo esa misma ley. Incluso los ángeles están bajo la
misma ley. Con todq razón, entonces, los predicado-
res están bajo la misma ley de la oración. Ni por un
momento están excusados de no obedecer a Ia ley de
la oración. Es su vida misma, la fuente de su poder,
el secreto de su experiencia religiosa y de su comu-
nión con Dios,
Cristo no podla hacer nada sin la oración, pero lo
pudo hacer todo con ella. Los apóstoles no valían
nada sin la oración, y dependían absolutamente de
ella para derrotar a sus enemigos espirituales.
 Bxtractos de
Lo reolidod de Ic oroción

L5
La oración: un privilegio
magnífico y sagrado
Soy la criatura de un dla, que pasa por la vida como
una flecha por el aire. Soy un esplritu venido de Dios
y que vuelve a Dios; estoy simplemente suspendido
sobre el gran abismo; hasta que dentro de unos pocos
momentos ya no se me verá más; y entraré en una
eternidad inmutable. Quiero saber una sola cosa, el
camino al cielo; cómo llegar seguro a esa playa feliz.
Dios mismo ha condescendido a enseñarnos el
camino, por eso vino desde el cielo. Lo ha escrito en
un libro. ¡Denme por favor ese libro! ¡A cualquier
precio denme el libro de Dios! Señor, ¿no has dicho
én tu Palabra: "Si alguno de vosotros tiene falta de
sabidurfa, pídala a Dios, el cual da a todos abundan-
temente y sin reproche"? Porque Tr1 has dicho que
aquel qué esté dispuesto a hacer tu voluntad, ese la
conocerá. Yo deseo hacerla, permlteme conocer tu
voluntad. -Iohn
WesleY

a palabra "oración" expresa el acercamiento

más grande y amplio hacia Dios. Da prominen-
cia al elemento de Ia devoción. Es comunión y
relación con Dios. Permite disfrutar de su compañla.
Es el acceso a Dios.
La "súplica" es una forma de oración más restrin'
gida y más inteirsa, va acompañada pot un sentido
de necesidad personal, y se limita a buscar en una
forma apremiante la respuesta a una fuerte necesi'
dad. La "srlplica" es el alma misma de la oración, en
el sentido de rogar por alguna cosa que es muy
 164 Orad sin cesor
necesitada y cuya necesidad se siente intensamente.
La "inte¡cesión" es una ampliación de la oración,
un salir en extensión y en plenitud desde el yo hacia
los demás. Principalmente, no se centra en orar por
otros, sino que se refiere a la confianza libre, audáz e
infantil que se pone en la oración. Es la plenitud de
la influencia confiada con la que el corazár, se acerca
a Dios, ilimitada y resuelta en cuanto a su acceso a El
y a sus demandas. Esta influencia y fe confiada
deben ser usadas en favor de los demás.
La oración, siempre y en todas partes, es un
acercamiento inmediato y confiado, una petición
dirigida a Dios Padre. En la oración universal y
perfecta, como modelo de toda oración, es ,,padrá
nuestro.que estás en los cielos". En el sepulcro de
Lázaro,Jesrls levantó los ojos al cielo y dijo: ,,padre,,.
En su oración sacerdotal, Jesús levantó los ojos al
y dijo: "Padre".
cielo Su oración era peréonal,
paternal e íntima. También era firme, conmovedora
y llenq de lágrimas. Leamos estas palabras: ,,y Cristo,
en los días de su carne, ofreciendo ruegos y sriplicas
con gran clamor y lágrimas al que le podfa libiar de
la muerte, fue oÍdo a causa de su temor reverente',
(Hebreos 5:7).
En otra parte (santiago 1:SJ tenemos el ,,pedir,'
presentado como oración: "y si alguno de vosotros
tiene falta de sabiduría, pídala a dios, el cual da a
todos abundantemente y sin reproche, y le será
dada."
"Pedi¡ a Dios" y "recibir,, del Señor,
solicitud
directa a Dios, conexión inmediata con -Dios
es la oración. - eso
En 1 Juan 5:14 y 1E tenemos esta afirmación sobre
la oración:
Y esta es la confianza que tenemos en é1, que si
pedimos alguna cosa coniorme a su voluntaá, ét.ros
La oración: un privilegi o mognlfico y sagrodo 165
oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa
que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones
que le hayamos hecho.
En Filipenses 4:6 tenemos estas palabras sobre la
oración:
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vues-
tras peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, con acción de gracias.
¿Cuál es la voluntad de Dios acerca de Ia oración?
Primero, es la voluntad de Dios que oremos. Jesucris-
to "les refirió. . . una parábola sobre la necesidad de
orar siempre, y no desmayat" (Lucas 18:1).
Pablo escribe aI joven Timoteo acerca de las
primeras cosas que deben hacer los que son de Dios,
y antes que nada pone la oración: "Exhorto ante
todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones
y acciones de gracias, por todos los hombres" (1 Ti-
moteo 2:1).
En relación con estas palabras, Pablo declara que
la voluntad de Dios, y la redencién y mediáción de
Cristo fesrls para la salvación de todos los hombres,
están vitalmente implicadas en esta cuestión de la
oración. En esto, su autoridad apostólica y su solici-
tud de corazón cooperan cor¡ la voluntad de Dios y la
intercesión de Cristo, para desear que "los hombres
oren en todo lugar".
Notemos con cuánta frecuencia se destaca la
oración en el Nuevo Testamento: "Constantes en la
otación"; "Orad sin cesat"; "Perseverad en la ora-
ción, velando en ella con acción de gtacias"; "Sed,
pues, sobrios, y velad en oración". El llamado de
clarín de Cristo era "Velad y orad". ¿Qué significan
todos estos versículos, y muchos otros, sinb que la
voluntad de Dios es que oremos?
La oración debe completar la voluntad de Dios,
166 Orod sin cesor
cooperar con ella y recibir de ella su eficacia. Fll
dominio soberano de esta voluntad va paralelo en
extensión y poder con el sacrificio expiatorio de
Jesucristo. El, por medio del Espíritu etelno, por la
gracia de Dios, "gustó la muerte por todos". Noso-
tros, por medio del Espíritu eterno, por la gracia de
Dios, debemos oror por todos.
Pero, ¿cómo sé que estoy orando según la voluntad
de Dios? Todo verdadero intento de orar es en
respuesta a la voluntad de Dios. Tal vez sea torpe, y
poco instruido, según los maestros humanos, pero es
aceptable para Dios, porque es en obediencia a su
voluntad. Si me entrego a la inspiración del Espíritu
de Dios, que me ordena que ore, los detalles y las
peticiones de la oración estarán en armonfa con Ia
voluntad de Aquel que quiere que yo ore.
La oración no es cosa menuda, no es ninguna
cuestión egoísta ni de poca monta. No tiene que ver
solamente con los pequeños intereses de una perso-
na. La oración más corta, se amplía por Ia voluntad
de Dios, hasta que alcanza todas las palabras, conser-
va todos los intereses, y realza Ia mayor riqueza de
los hombres, y el mayor bien de Dios. Dios está tan
interesado en que los hombres oren, que ha prometi-
do contestar las oraciones. No ha prometido hacer
algo general en relación a la oración, sino que ha
prometido hacei precisamente aquello que pedimos
en oración.
La oración, en sus características principales, co-
mo la enseñó Jesús, entra en todas las relaciones de
la vida. Santifica la fraternidad. Para los judlos, el
altar era el símbolo y el lugar de la oración. Estaba
dedicado a la adoración de Dios. Cristo Jesús toma el
altar de la oración y lo dedica a la fraternidad. ¡Cómo
purifiia y engrandece Jesús, al altar! ¡Cómo Io saca de
la esfera de la simple actuación y le da Ia virtud de
La orc.ción: un privilegio mognífico y sagrodo L67
consistir no en un mero acto de orar, sino en el
espíritu que nos impulsa hacia los hombres. Nuestro
espíritu hacia los demás es la vida de la oración.
Debemos estar en paz con los hombres y, si es
posible, tenerlos en paz con nosotros, antes de que
podamos estar en paz con Dios. La reconciliación
con los hombres es eI precursor de la reconciliación
con Dios. Nuestro espíritu y nuestras palabras deben
abrazar a los hombres antes de que puedan abrazar a
Dios. La unidad con los hermanos está antes de la
unidad con Dios. "Por tanto, si traes tu ofrenda al
altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo
contra ti, deja aIIí tu ofrenda delante del altar, y
anda, teconcíliate primero con tu hermano, y enton-
ces ven y presenta tu ofrenda" (Mateo 5:23, 24),
El no orar es desorden, discordia y anarquía. La
oración, en el gobierno moral de Dios, es tan fuerte y
abarcadora, como la ley de la gravedad en eI mundo
material, y es tan necesaria como la gravitación para
sostener las cosas en su propia esfera en la vida.
EI espacio que ocupa la oración en el Sermón del
monte indica la estima en que Cristo la tenía, y la
importancia que tiene en su sistema' Muchos princi-
pios importantes se discuten en uno o dos versícu-
los. El Sermón consta de ciento once versículos, de
los cuales dieciocho son directamente sobre la ora-
ción, y otros Io son en forma indirecta.
La oración es uno de los principios cardinales de
la devoción, en toda dispensación y para todo hijo de
Dios. No era propio de Cristo inventar deberes, pero
sí recuperar, reformar, espiritualizar y reforzar aque-
llas tareas que son originales y fundamentales.
Con Moisés las grandes características de la ora-
ción se ponen en evidencia. Moisés nunca golpeó en
el aire, ni peleó batallas irreales. La ocupación más
seria y apremiante, de su seria y apremiante vida, fue
168 Orod sin cesor
la oración. Se dedicó mucho a ella, con el fervor más
intenso de su alma. Aunque tenía comunión íntima
con Dios, su intimidad no disminuía la necesidad de
orar. Esta intimidad le dio una visión más clara de la
naturaleza y la necesidad de la oración, y lo llevó a
ver la gran obligación de orar, y a descubrir los
grandes resultados de la oración. Al considerar una
de las crisis por las que pasó Israel, cuando la misma
existencia de la nación estaba en peligro, escribe:
"Me poStré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y
cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo
que os había de destruir." Maravillosa oración y
maravillosos resultados. Moisés sabía cómo hacer
maravillosas oraciones, y Dios sabÍa cómo dar res-
puestas maravillosas.
Toda la fuerza de la afirmación bíblica es pam
aumentar nuestra fe en Ia doctrina de que la oración
afecta a Dios, asegum los favores de Dios, que no se
pueden asegurar de ninguna otra forma, y que no
serán concedidos por Dios 'si no oramos. Todo el
canon de la enseñanza bíblica es para ilustrar la gran
verdad de que Dios oye y contesta la oración. Uno de
los grandes propósitos de Dios en su Libro, es grabar
en nosotros en forma indeleble la gran importancia,
el incalculable valor y la absoluta necesidad de pedir
a Dios las cosas que necesitamos pam ahora y para la
eternidad. Dios nos insta con toda consideración y
nos empuja y nos advierte, y con el mayor interés
nos señala su propio Hijo, enviado a nosotros por
nuestro bien, como señal de que la oración será
contestada, enseñándonos que Dios es nuestro Pa-
dre, capaz de hacer todas las cosas por nosotros, y de
darnos todas las cosas, mucho más de Io que nues-
tros padres terrenales pueden o están dispuestos a
hacer por sus hijos.
Tratemos de entendernos a fondo a nosotros mis-
Lo oroción: un privilegio magnífico y sogrodo 16g
mos, y también a esta gran tarea que es orar. Nuestra
gran tarea es orar, y nunca la haremos bien si no nos
aferramos a ella con todas las fuerzas. Nunca la
haremos bien sin antes disponer las mejores condi-
ciones para hacerla bien. Satanás ha sufrido tanto a
causa de Ia buena oración, que usará todas sus
artimañas más astutas, sagaces e insidiosas para
paralizar la práctica de la oración.
Debemos afeuarnos a la oración con todas las
ataduras que podamos. Estar libres en cuanto al
tiempo y al espacio, es abrir la puerta a Satanás. Ser
exigentes, dispuestos, responsables y cuidadosos,
aun en las cosas más pequeñas, es afianzarnos en
contra del maligno.
La oración, por el juramento mismo de Dios, está
puesta entre las piedras mismas de su trono, tan
eterna como él: "Y se orará por él continuamente."
Esta es la condición eterna que hace avanzar su
causa, y la hace poderosamente dinámica. Los hom-
bres deben orar siempre por ella. Su fuerza, su
belleza y agresividad descansan en las oraciones de
los hombres. Su poder radica sencillamente en su
poder pam orar. En ninguna otra parte se encuentra
poder que no sea en su capacidad para orar. "Mi casa
será llamada casa de oración para todas las nacio-
nes." Se basa en la oración, y se cumple por igual
medio.
La oración es un privilegio, un privilegio magnífi-
co y sagrado. Lq oración es un deber. Una obligación
perentoria e imperativa que nos ata a sí misma. pero
es más que un privilegio, más que un deber. Bs un
medio,. un instrumento, una condición. No orar
implica mucho más que fracasar en el ejercicio y el
disfrute de un elevado y dulce privilegio. No orar es
f¡acasar en aspectos mucho más importantes que la
violación de la obligación misma.
17O Orad sin cesor
La oración es la condición señalada para obtener la
ayuda de Dios. Esta ayuda es tan múltiple e ilimita-
da, como la capacidad de Dios, y tan variada e
inagotable es su ayuda como lo es la necesidad del
hombre. La oración es la avenida por la que Dios
provee los deseos del hombre. La oración es el canal
a través del cual fluye el bien de Dios para los
hombres; y todo bien de un hombre a otro. Dios es el
Padre de los cristianos. El pedir y el dar están en esa
relación.
El hombre es el más inmediatamente implicado en
esta gtan tarea de orar. Ennoblece la ¡azón del
hombre el usarla en la oración. El oficio y el trabajo
de orar es el compromiso más divino para la razón
del hombre. La oración ilumina la razón del hombre.
La inteligencia del más alto nivel aprueba la oración.
Bl hombre que ora más y mejor es el más sabio. La
oración es la escuela de la sabiduría tanto como de la
devoción.
La oración no es un cuadro al que se puede tocat,
admirar o contemplar. No es belleza, colorido, for-
ma, actitud, imaginación o genio. Estas cosas no
pertenecen a su carácter o a su conducta, No es
poesía ni música. Su inspiración y su melodfa
vienen desde el cielo. La oración pertenece al espíri-
tu, y en algunos momentos posee al espíritu yJnueve
al espíritu con propósitos y decisiones santos y
elevados.
L6
|esucristo, el divino Maestro
de la oración
"Un amigo mlo que está de viaje ha venido a ml, ¡y
no tengo nada que ofrecerle!" Llama nuevamente:
"Amigo, préstame tres panes." Espera unos minutos,
y luego vuelve a llamar: "Amigo, ¡necesito tres
panesl" "No me molestes. La puerta ya está cerrada;
no puedo levantarme." EI se queda allf parado. Se
vuelve para irse. Luego viene uuevamente. Llama
otra vez a la puerta: 'rAmigo. . ." Pone el ofdo contra
la puerta. Adentro se oye un ruido, y luego la luz de
la vela pasa por una rendija de la puerta. Se corre el
cerrojo de la puerta, y no sólo recibe tres panes, sino
todo cuanto necesita. "Y yo os digo: Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os"?Oi,ffii"
T esucristo fue el divino Maestro de la oración. La
I naturaleza y el poder de la oración habfan sido
fustrados por muchos santos y profetas en los
tiempos antiguos, pero los maestros del día habfan
perdido la inspiración y la vitalidad. Eran maeshos
de religión muerta y eclesiásticos superficiales que
habían olvidado cómo orar. Decían muchas ora-
ciones, en fechas patrias, en priblico, con mucha
ostentación y alarde, pero no oraban. Para ellos era
una práctica casi perdida. En la variedad de ora-
ciones que decÍan, habían perdido el arte de orar.
" La historia de los discípulos durante la vida
terrenal de nuestro Señor, no se caracterizó por su
772 Otad sin cesor
mucha devoción. Tenfan mucha afición personal por
Cristo. Estaban encantados con sus palabras, entu-
siasmados qon sus milagros, y andaban ocupados y
preocupados por las esperanzas que intereses egoís-
tas habían levantado alrededor de su persona y
misión. Atraldos por una visión superficial y mun-
dana de lá persona de Cristo, descuidaron y dejaron
de lado las cosas más profundas y de mayor peso
respecto de El y de su misión. El descuido de los
deberes más comunes y obligatorios era una caracte-
rlstica muy notable del carácter de ellos. Tan eviden-
te y particular era su conducta al respecto, que fue
motivo de una seria indagación en una ocasión, y de
una firme reprensión en otra,
"Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos
de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y
asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y
beben? El les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que
están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está
con ellos? Mas vendrán días cuando el espose les
será quitado; entonces en aquellos días ayunarán"
[Lucas 5:33-35).
En el ejemplo y la enseñanza de Cristo Jesris, la
oración asume su relación normal con la persona, los
movimientos y el Hijo de Dios. Cristo Jesús fue
esencialmente el maestro de la oración por precepto
y ejemplo. Tenemos alguna idea de cómo eran sus
oraciones, que, como indicador, nos dice qué llenas
de oración estaban las páginas, capítulos y vohlme-
nes de su vida. El resumen que cubre no sólo un
segmento, sino todo el clrculo de su vida, y su
carácter, es principalmente el de la oración. "Y
Cristo, en los días de su carne" dice el relato divino,
"ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y
lágriúras." Fue el suplicante de los suplicantes, el
intercesor de todos }os intercesores. Se acercaba a
Iesucristo, el divino Maestro de Io oroci 6n 773
Dios en forma humilde, y suplicaba y oraba con
grandes ruegos.
Cristo ]esús enseña la impprtancia de la oración
por medio de la forma en que apremia a sus
discípulos a or¿[. Pero nos muestra más que eso. Nos
muestra cómo la oración entra en los propésitos de
Dios. Siempre debemos tener en mente que la
relación de Cristo fesús con Dios es una relación en
que se pide y se da: El Hijo siempre pidiendo, el
Padre siempre dando. No debemos olvidar que Dios
ha puesto en la oración las fuerzas vencedotas,
expánsivas y herederas de Ia causa de Cristo. "Píde-
Ír€, V te daré por herencia las naciones, y como
posesión tuya los confines de la tierra" (Salmo 2:B).
Bsta era la cláusula que expresaba Ia proclamación
real y la condición universal cuando el Hijo fue
entronado como mediador del mundo, y cuando fue
enviado en la misión de recibir gracia y poder.
Aprendemos de esto en forma muy natural cómo
Jeiús presentaba la o¡ación como la única condición
para recibir su herencia y posesión.
En este estudio sobre Ia oración, necesariamente
las líneas de pensamiento se entrecruzarán, y el
mismo pasaje o incidente de las Escrituras será
mencionado más de una vez, sencillamente porque
un pasaje puede enseñar más de una verdad. Este es
el caso cuando hablamos del vasto alcance de la
oración. ¡Cristo Jesús hace que Ia oración incluya
todo! No tiene límites en cuanto a la extensión del
objeto. Las promesas sobre la oración son divinas en
su magnificencia, amplitud y universalidad. En su
naturaleza, estas promesas tienen que ver con Dios,
en su inspiración, creación y resultados. ¿Quién sino
Dios podría decir: "Y todo lo que pidiereis en
oración, creyendo, lo recibiréis" (Mateo 2'1.:22)?
dirigir "todo" sino Dios? Ni
¿Quién puede mandar y
774 Orud sin cesor
el hombre, ni la suerte, ni la ley de la probabilidad,
están por encima del cambio, las limitaciones o el
condicionamiento, ni tienen en sl mismos fuerzas
tan poderosas como para dirigir y producir todas las
cosas, como para prometer el otorgamiento y la
dirección de todas las cosas.
Cristo usó pasajes, parábolas e incidentes enteros
para reforzar la necesidad y la importancia de la
oración. Sus milagros no son otra cosa que parábolas
sobre la oración. En casi todos ellos, la oración figura
en forma clara, y se ilustran algunas de sus caracte-
rísticas. La rnujer sirofenicia es un buen ejemplo de
las posibilidades y el éxito de Ia oración importuna.
El caso del ciego Bartimeo tiene algunos puntos
sugerentes en relación al mismo tema. El centurión y
Jairo ilustran y enfatizan algunos aspectos de la
oración. La parábola del fariseo y el publicano
refuerza Ia humiidad en la oración, declara los
maravillosos resultados de la oración, y muestra la
vanidad e inutilidad de Ia oración mal hecha' La
falta de disciplina en la Iglesia, y la prontitud con
que se viola tra fraternidad, se usan para hacer una
demostración de los resultados a largo plazo de la
"oración convenida", una afirmación de lo cual
encontramos en Mateo 18:19.
Cristo habla de la oración convenida. Dos que se
ponen de acuerdo, dos cuyos corazones han sido
afinados en una perfecta sinfonía por obra del
Espíritu Santo. Cualquier cosa que ellos pidan, será
hecha. Cristo había estado hablando de la disciplina
en la iglesia, de cómo debían mantenerse en unidad
las cosas, y cómo se debía mantenet la relación entre
los hermanos, rnediante la exclusión o la restaura-
ción del ofensor. Los rnlemblos fieles a la fraternidad
de Cristo, y que estaban trabajando para preserv¡u
esa fraternidad, serían los que podrían ponerse de
/esucrisúo, el divino Moestro de la orociín 1.75
acuerdo para unirse en oración a Dios.
En el Sermón del monte, Cristo sienta principios
constitucionales. Se quitan los modelos y las som-
bras, y se declara la ley de la vida espiritual. En esta
ley fundamental del sistema cristiano, la oración
asume una posición conspicua, sobresaliente. No
sólo es amplia, regidora de todo, y comprensiva en
su propia esfera de acción, sino que está en labase de
todo otro deber. Incluso el juicio amable y discerni-
dor de los demás, y también el mandato real, la regla
de oro de la acción, todos deben su existencia a la
oración.
Cristo pone la oración entre las promesas estatuta-
rias. No la deja librada a Ia ley natural. La ley de la
necesidad, de la oferta y demanda, de Ia impotencia,
de los instintos natulales, o la ley del privilegio
dulce, elevado y atractivo, todos estos, aunque fuer-
tes como motivos para la acción, no son la base de la
oración. Cristo la establece como una ley espiritual.
Los hombres deben orar. El no orar no es simplemen-
te una privación, o una omisión, sino una verdadera
violación de la ley, de la vida espiritual, un crimen
que trae desorden y ruina. La oración es una ley
universal y de alcance eterno.
En el Sermón del monte se plantean brevemente
en uno o dos versículos muchas declaraciones im-
portantes, mientras que el tema de Ia oración ocupa
mucho espacio. Cristo vuelve a ella una y otra vez.
Cristo basa las posibilidades y las necesidades de la
oración en Ia relación padre-hijo, el hijo que pide
pan, y el padre que da aquello que el hijo pide. La
oración y su respuesta están en la relación padre-
hijo. Es asombrosa la enseñanza de Cristo Jesús sobre
la naturaleza y la necesidad de la oración como está
registrada en su vida. Envía a los hombres a sus
habitaciones cerradas. La oración tiene que ser un
776 Orad sin cesor
ejercicio santo, no corrompido por el orgullo o la
vanidad. Debe ser secreta. El discípulo debe vivir en
secreto. Allí habita Dios, allí se busca a Dios, y allí se
lo encuentra. El mandato de Cristo en relación a la
oración es que se deben evitar el orgullo y la
publicidad. La oración debe ser en privado: "Mas tú,
cuando otes, entta en tu aposento, y cerrada la
puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público"
(Mateo 6:6).
Las Bienaventuranzas no son sólo para enriquecer
y adornar, sino que son el material del que se forma
el carácter espiritual. La primera de ellas pone a la
oración en el fundamento del carácter espiritual, no
simplemente para adornar, sino como componente.
"Bienaventurados los pobres de espíritu". La palabra
"pobre" indica a aquel que vive mendigando. El ver-
dadero cristiano vive de la liberalidad de Dios, cuya
ayuila recibe porque la pide. Entonces la oración se
convierte en Ia base del carácter cristiano, la tarea
del cristiano, su vida y su vivir. Esta es la ley de Cris-
to en relación a Ia otación, y la pone en eI ser mismo
del cristiano. Es su primer paso, su primer aliento,
que irá a dar color y forma a toda su vida. Bien-
aventurados los pobres, porque sóIo pueden orár.
La oración es el aliento vital del cristiano,
el aire natural del cristiano,
su contraseña en las puertas del cielo'
el cristiano entra al cielo orando.
Cristo elimina de la oración toda autosuficiencia,
todo orgullo, y todo aire de importancia espiritual.
Los pobres en espíritu son los que oran. Los mendi-
gos son los príncipes de Dios. Son los herederos de
Dios. Cristo quita la hojarasca de las tradiciones y los
agregados judaicos de las reglas del altar de la
oración.
/esucristo, el divino Maestro de la orqci 6n 17v
Olsteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio.
Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su
ermano, será culpable de juicio; y cualquiera que
diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el
concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará
expuesto al infierno de fuego.
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y alll te
acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja
allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconclliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta
tu ofrenda (Mateo 5:27-24).
Aquel que intenta orar a Dios con esprritu auado,
con labios livianos e irreverentes, con un corazón no
dispuesto, y con cuentas pendientes con los vecinos,
pierde su tiempo por algo peor que nada, viola la ley
de la oración, y añade a sus pecados.
¡Qué enérgica y exigente es la ley de la oración de
Cristo! Va al corazón y exige que allf se instale el
amor, el amor a los hermanos. El sacrificio de la
oración debe estar sazonado y perfumado con el
amor interior. El amor es la ley de la oración, es su
creador e inspirador.
Debemos orar. Dios lo quiere. Dios lo manda. El
hombre lo necesita, y debe hacerlo. Con toda seguri-
dad algo resultará de la oración, porque Dios se
compromete a que algo resultará si los hombres
perseveran fervientemente en la oración.
Después que Jesús enseñó "Pedid, y se os dará",
etc., estimuió a que se ore más y en forma real. Jesrls
repite y afirma con redoblada seguridad: "Porque
todo aquel que pide, recibe." No hay excepción:
"todo aquel". "Y el que busca, halla." Aqul está otra
vez, sellado y firmado con infinita veracidad. Luego
otra vez firmado y sellado con ce¡tificación divina:
"Y al que llama, se le abrirá." ¡Obsewemos cómo se
nos esümula a orar por nuestra relación con Dios!
 178 Orcd sin cesor /esucristo, el divino Moestro de lo oroción !79
lyqt ri vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas Cristo hizo disclpulos y los mantuvo mediante la
dádivas a vuestros hijos, ¿cuántó más vuástro padre oración. Sus doce discípulos estaban muy impresio-
que está en los cielos dará buenas cosas a to, q"e
ié nados con su oración. Ningrln hombre habla orado
pidan? fMateo 7:11).
antes como EI. ¡Qué diferente fue su oración de la
La relación de la oración con la obra y la ley de oración fría, arrogante y autosuficiente que velan y
Dios en este mundo está mejor ejemplificaau"por oían en las calles, en las sinagogas y en el templo!
Jesús, tanto en sus enseñanzas como en su práctica.
El es primero en todo. Entre los jefes de h tjlesia, ni
es primero en forma preeminente. El tiene el trono.
La corona de oro le pertenece con eminente preciosi_
dad. Las vestimentas blancas lo visten con preemi_
nente blancura y belleza. En el ministerió de la
oración, El es el ejemplo divino a la vez que el
maestro divino. Su ejemplo es fecundo, y abundante
su enseñanza sobre la oración. ¡Cuán imperativa es
la enseñanza de nuestro Señor, cuando ifirma ,,la
necesidad de orar siempre, y no desmayar,'! y luego
presenta una sorprendente parábola sobre un juéz
injusto y una viuda pobre para ilustrar y reforzar su
enseñanza. Orar es una necesidad. Es imperioso y
obligatorio que los hombres estén siempre en ora-
ción. Se necesita coraje, resistencia y perseverancia
para que un hombre nunca desmaye én la oración.
"¿Y acaso Dios no halá justicia a sus escogidos, que
claman a él dfa y noche?" (Lucas lrg:za).
. IS" es su pregunta y su afirmación fuerte e
indignada. Los hombres deben ora¡ de acue¡do a las
enseñanzas de Cristo. No deben cansarse, ni hastiar_
se de orar. El carácter de Dios nos da seguridad
de
que ocurrirán muchas cosas a causa de la oración
persistente de los hombres fieles.
Sin duda, la oración de nuestro Señor tenía mucho
que ver con la revelación hecha a pedro, y
la
c_onfesión que él hizo a Cristo: ,,Tú e¡es el
Cristá, ei
Hijo del Dios viviente." La o¡ación afecta poderosa-
mente al círculo de nuestros amigos y ló modela.
 T7
La oración modelo del Señor
Oué satisfacción debe ser aprender de nuestro Dios
ñit*o con qué palabras y en qué forma El quiere que
oremos para no ot"r en vanó' No colsideramos lo
eI resp-eto y la
r"iili""t-"á vator ae esta oración; que
ái"""i0" q"u requiere; Ia preferencia Ie debemos
su plenitud y perfección; el uso frecuente que
dar; -e[a,
ááüu*ot hacer di y eI espfritu que debemos
traer con ella. "Señor, enséñanos
" Itü"* ar"rO

T esús nos da el modelo de oración que se conoce

I comrlnmente como el Padrenuestro' En esta ora-
áón, modelo perfecto, nos da una forma legal que
podémos seggir, pero que debemos llenar y ampliar
según Io deóidamos cuando oramos' Los lineamien-
toiy la forma están completos, pero no.deja de ser
lineamientos, con muchos espacios en blanco' que
nuestras ndcesidades y convicciones deben llenar'
Cristo pone palabtai ett nuestros labios, palabras
que deben ser pronunciadas por vidas-santas' Las
Las ora-
f,alabras pedenécen a la vida de oración'
sin palabras son como los espÍritus humanos;
"iottut
podrán ttt pntos y elevados, pero demasiado etéreos
y usos
e impalpabies para los conflictos, necesidades
terrenaüs. Debemos tener esplritus vestidos de carne
y
y sangre, nuestras oraciones también deben estar
íestiías'de palabras pam que adquieran sentido y
feal un nombre'
- -Ertá un espacio
poder, Y
leccróo del Padrenuestro, presentada a pedi-
 182 Orad sin cescr
do de los disclpulos
tiene algo en su forma - "gsfle¡, enséñanos 4 6¡¿¡"
y en su lenguaje como los -
pasajes sobre la oración en el Sermón del monte. Es
la misma gran lección de orar a "nuestro Padre que
está en los cielos", y se üata de la oración insistente
e importuna. Ninguna lección sobre la oración esta-
rla completa sin ella. Pertenece a la primera lección
y a la rlltima sobre la oración. La paternidad de Dios
da forma, valor y confianza a toda nuestra oración.
El Señor nos enseña a santificar el nombre de Dios
en la primera y más grande de las oraciones. Un
deseo de la gloriosa venida y del glorioso estableci-
miento del glorioso reino de Dios sigue en valor y en
secuencia a la santificación del nomb¡e de Dios.
Aquel que verdaderamente santifica el nombre de
Dios, aclamará la venida del reino de Dios, y trabaja-
rá y orará para que el reino se haga realidad, y para
I eue sua establecido. Los alumnos de Cristo en lá;
' escuela de la oración deben aprender con diligencia.
i' a santificar el nombre de Dios, a trabajar por eireino'
de Dios, y a cumplir a la perfección la voluntad de
Dios, en forma completa y con alegría, como se hace
i
en el cielo.
- La oración compromete el más elevado interés y
asegura la más elevada gloria de Dios. El nombre de
Dios, el reino de Dios y la voluntad de Dios están en
ella. Sin oración su nombre se ve profanado, su reino
fracasa y se desacredita y estorba su voluntad. La
voluntad de Dios se puede hacer en la tierra como se
. hace en el cielo. Cuando se cumple la voluntad de
I Dios en la tierra, ésta se parece al cielo. La oración
importuna es la poderosa energÍa que establece la
1. voluntad de Dios en la tierra como se establece en el
- cielo.
\* Cristo todavÍa nos enseña que la oración santifica
y da esperanza y dulzura a nuestra labor diaria por el
'i
La oruciín modelo del Señor 1gB
pan de cada dfa. Debemos buscar el perdón de
nuestros pecados por medio de la oración. y el gran
alegato que tenemos para pedir el perdón en la
oración es que hemos perdonado a todos aquellos
que han pecado conha nosotros. Requiere amor
hacia nuestros enemigos, a tal punto que podamos
orar por ellos, bendecirlos y no maldecirlos, y
perdonar sus ofensas cualesquiera que fueran.
Debemos orar pidiendo "No nos metas en tenta-
ción". Es decir, que mientras oramos, debemos estar
atentos contra el tentado¡ y la tentación, resistirlos y
orar en contra de ellos.
Todas estas cosas el Señor las ha dejado estableci-
das en su ley sobre la oración, pero más de una vez
añade alguna sencilla lección de comentario, am-
pliación y explicación a esta ley escrita.
En esta oración que ]esrls enseñó a sus discípulos,
tan común para miles de personas en nuestros días,
aprendida sobre las rodillas maternas, las palabras
son tan infantiles, que los niños pueden encontrar
instrucción, edificación y consuelo en ellas cuando
se arrodillan a orar. El místico más iluminado y el
más cuidadoso pensador encuentran cada uno su
propio lenguaje en estas sencillas palabras de la
oración. Estas palabras son hermosas y venerables,
son nuestras palabras de consuelo, socorro y
aprendizaje.
, Cristo nos dio el ejemplo en la oración para que
lsigamos sus pisadas. Un maestro incomparable en
, una oración incomparable, ¡Señor, enséñanos a orar
' como tú mismo oraste!
¡Qué marcado es el contraste entre la oración
'I sacerdotal
y esta oración del Señor, este ejemplo de
oración que les entregó a los discípulos con los
primeros elementos de la oración! ¡Qué sencillo e
infantil! Nadie jamás se ha aproximado en Ia compo-
184 Orod sin cesor
sición de una oración tan sencilla en sus peticiones'
pero tan amplia en lo que pide.
Estos sencillos elementos de la oración que nos
dio el Señor se nos recomiendan a nosotros por sf
solos. Esta oración es tanto para nosotros como para
aquellos a quienes fue dada al principio. Es para el
niño que está en el ABC de la oración, y es para el
graduado de los institutos de enseflanza más avanza-
dos. Es una oración personal, que alcanza todas
nuestras necesidades y cubre todos nuestros peca-
dos. Es la forma más elevada de oración por los
demás. Así como el erudito nunca podrá prescindir
del ABC en sus estudios o su aprendizaje posterio-
res, y así como el alfabeto da forma, color y expre-
sión a todo el aprendizaje posterior, impregnando y
conectando todo, asl también el disclpulo de Cristo
nunca puede prescindir del Padrenuestro. Debe
procurar que sea la base de su oración más elevada,
la interiesión por los demás en la oración sacerdotal.
El Padrenuestro nos pertenece desde las rodillas
de nuestra madte, y nos acompaña dn todas las
etapas de una gozosa vida cristiana. La oración
sacerdotal también nos pertenece en las etapas y el
oficio de nuest¡o sacerdocio real como intercesores
delante de Dios. Aquf tenemos unidad con Dios,
profunda unidad espiritual, y una lealtad inquebran-
table hacia Dios, viviendo y orando para glorificar a
Dios.
Extractos de
Los posibilidodes de lo oroción
LB
El ministerio de la oración
La oración debiera ser el aliento de nuestra respira-
ción, el pensamiento de nuestra mente, el alma de
nuestros sentimientos, y la vida de nuestra vida, el
sonido de lo que escuchamos, la medida de nuestro
crecimiento. En su magnitud, la oración es longitud
sin fiial, anchura sin límites, profundiad sin fondo,
altura sin tope. Es ilimitada en su anchura, inalcan-
Zable en su altura, insondable en su profundidad e
infinita en su extensión. Homer W. Hodge
-
I ministerio de la oración ha sido.la distinción
peculiar de todos los santos de Dios.
Este ha sido el secreto de su poder. La energÍa y el
alma de su trabajo ha sido su oración personal.
Puesto que son tan grandes la necesidad que tiene el
hombre de recibir ayuda y su falta de capacidad
natural para juzgar"con acierto, justicia y verdad, y
de actuar de acuerdo a la regla de olo, Cristo le ha
entregado la oración para que pueda actuar en todas
estas cosas según la voluntad divina. Por medio de la
oración, se asegura la capacidad de sentir la ley del
amor, de hablar de acuerdo a la ley del amor, y de
hacer todo en armonía con la ley del amor.
Dios nos puede ayudar. Dios es un Padre. Necesi-
tamos las buenas cosas de Dios para ayudarnos a
"hacer justicia, y amar misericordia, y humillarnos
ante Dios". Necesitamos de la ayuda divina para
actuar fraternalmente, con sabiduría y nobleza, y
para juzgar con verdad y compasión. La ayuda de
 186 Orad sin cesor
Dios para hacer todo esto se logra rnediante la
oración. "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá" (Mateo 7:7).
En Ia maravillosa producción de virtudes y debe-
res cristianos que surge como resultado de la entrega
completa a Dios, como se establece en el capftulo 12
de Romanos, tenemos las palabras "constantes en la
oración" precedidas por "gozosos en la esperanza;
sufridos en la tribulación", y seguidas de "compar-
tiendo para las necesidades de los santos; practican-
do la hospitalidad". Pablo escribe como si estas
virtudes valiosas y poco frecuentes y estos deberes
generosos, tan dulces, lurninosos y desinteresados,
tuvieran por centro y fuente la capacidad para orar.
Este concepto también se usó en relación con la
oración de los discípulos que anunció el Pentecostés
con todas las ricas y gloriosas bendiciones del
Espíritu Santo. En Colosenses, Pablo vuelve a insistir
en esto respecto del ministerio de Ia oración: "Perse-
verad en la oración, velando en ella con acción de
gracias" [Colosenses 4:2).Lapalabra, en su trasfondo
y raí2, significa firmeza, capacidad para permanecer,
mantenerse firme, estar seguro y resuelto, mantener
una atención constante.
En Hechos, capítulo seis, se traduce: "persistire-
mos en Ia oración". AllÍ hay coraje, constancia y
perseverancia inapagable. Significa dar una marcada
atención y dedicar una profunda preocupación a
alguna cosa, hasta el punto de que ésta se vuelve
conspicua y controladora.
, Este es un adelanto en la exigencia de "perseve-
' rar". La oración tiene que ser incesante, sin interrup-
" ciones, asidua, sin cambios en las intenciones, el
espíritu o las actitudes, el espíritu y Ia vida siempre
l" en actitud de oración. Tal vez las rodillas no estén
siempre dobladas, los labios no siempre expresen
u.
El ministerio de Ia oración 187
{ palabras, pero el espíritu está siempre en el acto y la
relación de oración.
"' No tendrla que haber ningrin cambio en la vida o el
espíritu en relación a las horas que se pasan en.
oración personal. El espíritu de la oración personal
debiera gobernar dulcemente todos los momentos y
las ocasiones. Nuestras actividades y trabajos debie-
ran desarrollarse en el mismo espíritu que santifica
nuestra devoción y el tiempo que estamos en plena
oración. "Sin interrupción, incesantemente, asidua-
mente", desc¡ibe una opulencia, una energía, una
fuerza y plenitud que no disminuye y no cesa, como
la corriente plena, espontánea e incesante de un
pozo artesiano. Se puede tocar al hombre de Dios
que asl entiende la oración, en cualquier punto, en
cualquier momento, y se verá fluir de él una corrien-
te plena de oración.
Pero todos estos incontables beneficios, de los
cuales el Espíritu Santo es nuestro portador, se
remiten en su disposición y resultados a la oración.
La venida del Espíritu Santo y de su gran gracia no
depende de un corto proceso y una simple actuación
de oración, sino de la oración inflamada por un
deseo inextinguible, con tal sentido de necesidad
que no puede ser negado, con una determinación fija
- que no renunciará, y que no se apagará hasta que
gane el mayor bien y logre la bendición mejor y más
perdurable que Dios tiene provista para nosot¡os.
El primer Consolador, Cristo Jesús, nuestro gran
Sumo Sacerdote, que su nombre sea bendito y
-
adorado para siempre fue comprensivo, fue un
-,
guía fiel, un maestro talentoso, un defensor audaz,
un amigo fiel y un poderoso intercesor. El otro
Consolador, el Espíritu Santo, viene a formar parte
de todas estas benditas relaciones en las que hay
comunión, autoridad y ayuda, con toda la ternura,
188 Orad sin cesor
dulzura, plenitud y eficacia del primero
EI primer Consolador, ¿fue el Cristo de la oración?
¿Ofreció ruegos y srlplicas con gran clamor y lágri-
mas ante Dios? ¿Buscó el silencio, la soledad y la
oscuridad para poder orar sin ser oído ni visto salvo
por el cielo, en su tremenda agonía por el hombre, L9
ante Dios? ¿Vive para siempre, entronado en el cielo La oración y su gran alcance
a la diestra del Padre, para orar allÍ por nosotros?

Entonces, ¡hasta qué punto representa a Jesucristo Nada_ agrada tanto a Dios en relación a nuestra
como el Cristo de la oración el otro Consolador, el oración, como nuestra alabanza.., y nada bendice
Espíritu Santo! Este otro Consolador se instala, no en lT]:^ ql que qra, _como tá aúba"zu que
offece. lg,Tbre
una gran bendición en una oportuni-
el desierto de la montaña, ni allá en lo oscuro de la qao enry."ibf
Lihina con relación a esto. Habfa iecibido
noche, sino en el frÍo y la oscuridad del corazón malas y-tristes noticias de mi hágar,l *i A*u
humano, para incitarlo a la lucha, y para enseñarle la ,é
c¡brió de sombras. Oraba, pero"la'ér.urüu¿
necesidad y la forma de la oración. ¡De qué modo el desaparecla. Me determine a s'oportai pr- i"ir"".i"o

"-ii" tiiü"
divino Consolador, el Espíritu de verdad, pone en el dad sólo aumentaba. nntoncesiui
¿"f
interior y vi en la pared de la misión l*-rig"i""t"s
corazón humano la carga de la tremenda necesidad palabras: "Prueba ion la acción ¿" grá"i*.;;io
del mundo, y hace que los labios humanos pronun- frirá,
y en un momento desaparecieron tódas las sombras,
cien sus gemidos indecibles y silenciosos! definitivamente. Sí, el ialmista ú"i;;;;;Iintrad
¡Qué poderoso Consolador es el Espíritu Santo! por sus_puertas con acción de gracias, por sus
con alabanza." - Henry Uf atrios
¡Cómo apaga toda llama en el corazón, salvo la llama nrost
del deseo celestial! ¡Cómo acalla, como a un niño -
destetado, toda terquedad, hasta que en la voluntad, as posibilidades de la oración están medidas
por la fe en la habilidad de Dios para hacer
en el cerebro, en el co¡azón y con la boca, llegamos a las
cosas._LaJe es la primera condición qrr" h""u
orar como El ora, ya que "conforme a Ia voluntad de obra, a
Dios. La fe es la primera condición por la qrru
Dios intercede por los santos" (Romanos g:22)" oru,i
,
hombre. La fe se inspira en Dios, todu su exten_
"o Una fe débil
sión. La fe le da carácter a la oración.
siempre produce oraciones débiles. Una fe vigorcsa
9.1"" .oJl"ignes vigorosas. Al final de urra purábol",
¡ "también les refirió Jesris una parábola sobre la
j necesidad de orar siempre,
v áár*"yar,, (Lucas
gy""gentúa la "o
necesidad
, 19.t), 9" ll de orar enérgi_
lcamente, Cristo hizo la siguiente pregunta: ,,. . .cuan-
do venga el Hijo del hombre,
¿hattarífe en la tierra?,,
i {Lucas 1B:B).
 190 Orod sin cesor
En el caso del muchacho endemoniado, a quien su
padre trajo prirnero a los discípulos, quienes no
pudieron curarlo, y luego al Señor |esucristo, el
padre exclamó con todo el patetismo de una fe
declinante y de su gran dolor: "Si puedes hacer algo,
ten misericordia de nosotros, y ayridanos" (Marcos
9:22). Y Jesús le dijo: "Si puedes creer, al que cree
todo le es posible" (Marcos 9:23). La sanidad fue
*" motivada por la fe en el poder de Cristo. Ese poder
para obrar estaba en El esencial y eternamente, pero
fue Ia fe la que lo puso en movimiento. Una gran fe
pelmite a Cristo hacer grandes cosas.
Necesitamos una fe más viva en el poder de Dios.
Hemos limitado a Dios hasta tener poca fe en su
poder. Hemos condicionado el ejercicio de su poder
hasta tener un pequeño Dios, y una'pequeña fe en un
pequeño Dios.
La única condición que restringe el poder de Dios
y que le impide actuar, es la falta de fe. Dios no está
limitado en su acción ni restringido por las condicio-
nes que limitan al hombre.
Las condiciones de tiempo, espacio, proximidad,
capacidad y todas las otras que pudieran nombrarse,
de las que dependen las acciones del hombre, no
afectan a Dios. Si el hombre mira a Dios, y clama a El
con verdadera oración, El oirá y podrá liberar, no
importa lo tremendo que pueda ser el estado o lo
i¡remediable de las condiciones.
Es extraño cómo tiene que enseñar Dios a su gente
que El tiene capacidad para hacer. Hizo una promesa
a Abraham y a Sara de que nacería Isaac. Entonces
Abraham tenía casi cien años; Sara era estéril por
naturaleza, y había pasado a una. edad también
estéril. Eila se rió de la idea de tener un niño, como
de algo ridículo. Pero Dios preguntó. "¿Por qué se ha
reído Sara. . ,?" " ¿Hay para Dios alguna cosa diff-
La oración y su gron olconce 1gl"
cil?" Y Dios cumplió su promesa a estos ancianos al
pie de la letra.
Moisés, a causa de su dificultad para hablar bien,
dudó de llevar a cabo el propósito de Dios de liberar
a Israel de Egipto.
Entonces dijo Moisés a |ehová: ¡Ay, Señor! nunca he
sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que
tfr hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y
torpe de lengua.
YJehová le respondió: ¿Quién dio laboca al hombre?
¿o quién hizo al mudo y aI sordo, al que ve y al ciego?
¿No soy yo fehová?
Ahora pues, vé, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré
lo que hayas de hablar (Exodo 4:7O-12).
Cuando Dios dijo que alimentaría a los hijos de
Israel con carne durante todo un mes, Moisés cues-
tionó su capacidad de hacerlo. El Señor dijo a
Moisés: "¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová?
Ahora verás si se cumple mi palabra, o rro" (Nrime-
ros 11:23b).
Nada es demasiado difÍcil para el Señor. Como
declaró Pablo: ". . .Aquel que es poderoso para hacer
todas las cosas mucho más abundantemente de lo
que pedimos o entendemos." La oración tiene que
ver con Dios, con su poder para hacer. La posibilidad
de la oración es la medida del poder de Dios para
hacer.
"Todas las cosas" y "cualquier cosa" están cubier-
tos por el poder de Dios. Acerca de la súplica
apremiante dice "Pedid todo Io que queréis", porque
Dios es capaz de hacer cualquier cosa y todas las
cosas que ansiamos y que El ha prometido. En su
poder para hacer, Dios va más allá de la capacidad
del hombre para pedir. Los pensamientos humanos,
las palabras humanas, la imaginación humana, los
deseos humanos y las necesidades hurranas, nunca
192 Orod sin cesor
podrán alcanzar el poder de Dios para hacer.
La oración en sus posibilidades legítimas llega a
Dios mismo. La oración se eleva con fe, no sólo en la
promesa de Dios, sino en Dios mismo, y en el poder
de Dios para hacer. La oración se eleva no sólo
basada en la promesá, sino que "alcanza promesas"
y crea promesas.
Elías tenía Ia promesa de que Dios enviaría lluvia,
pero ninguna promesa de que enviaría fuego. Pero
por medio de la fe y la oración, obtuvo el fuego, lo
mismo que la lluvia, pero el fuego vino primero.
Daniel no tenla ninguna promesa especÍfica de que
Dios le haría conocer el sueño del rey, pero él y sus
compañeros se unieron en oración y Dios le revaló a
Daniel el sueño del rey y su interpretación, y gracias
a eso, salvaron sus vidas.
Ezequías no tenfa promesa de Dios de que se
curaría de la terrible enfermedad que amenazaba su
vida. Por eI contrario, Dios le había dicho por medio
del profeta que debla morir. Sin embargo, Ezequías
oró con fe contra este decreto del todopoderoso Dios,
y tuvo éxito en obtener un cambio total de la palabra
de Dios, y vivió.
Dios dice de una manera maravillosa, por medio
de su profeta: "AsÍ dice Jehová, el Santo de Israel, y
su Formador: Preguntadme de las cosas por venir;
mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de
mis manos" (Isalas 45:11), y en esta fuerte promesa,
en la que se encomienda a sí mismo a su pueblo que
ora, apela a su gran poder creativo: "Yo hice Ia tierra,
y creé sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendie-
ron los cielos, y a todo su ejército mandé" (Isaías
45:12).
La majestad y el poder de Dios, que hizo al hombre
y al mundo del hombre, y está constantemente
sosteniendo las cosas, están siempre delante de
La oraciín y su gron olconce 1gS
nosotros como la base de nuestra fe en Dios, y como
seguridad y acicate para la oración. Además Dios nos
aparta de lo que El mismo ha hecho y vuelve nuestra
mente hacia EI en forma personal. La gloria infinita y
el poder de su persona nos son presentados para
nuestra contemplación: "No os acordéis de las cosas
pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas"
(Isafas 43:18). Declara que hará "cosas nuevas", que
no tiene necesidad de repetir las cosas, que todo Io
que ha hecho no limita su obra, ni su manera de
hacer las cosas, y que si tenemos oración y fe, El
contestará de tal manera nuestras oraciones, y obrará
por nosotros de tal manera que su obra antigua no
será recordada ni vendrá a la mente. Si los hombres
oraran como debieran, las maravillas del pasado
serían más que reproducidas. El evangelio avanzaría
con una facilidad y un poder que nunca conoció. Las
puertas se abrirfan de par en par al evangelio, y la
Palabra de Dios tendría un poder conquistador que
raramente o nunca antes conoció.
Si los cristianos oraran como debieran, con fe
¡' firme y llena de poder, con fervor y sinceridad, los
hombres, los hombres llamados por Dios, los hom-
\ bres con poder de Dios en todas partes estarían
ardiendo por llevar el Evangelio a todo el mundo. La
_ Palabra de Dios correría y serla glorificada como
tr too." antes. Los hombrur irrttoi¿os por Dios, los
hombres inspirados por Dios, los hombres comisio-
. nados por Dios, encenderían la llema del fuego santo
: por Cristo, la salvación y eI cielo en todas partes, en
toda nación, y pronto todos los hombres escucharían
i las buenas noticias de Ia salvación y tendrlan la
oportunidad de recibir a Cristo ]esús como su Salva-
dor personal. Leamos otra de esas afirmaciones
ilimitadas de la Palabra de Dios, que constituyen un
desafío directo a la oración y a la fe:
 194 Orod sin cescr
El que-no escatimó o, u ,r, propio Hijo, sino que lo
enrTSó por todos nosotros, jcómo"no nos'dará
también con él todas las cosaJ? (Romanos B:32).
¡Qué fundamento tenemos aquf para la oración
la fe en medida ilimitada, inménsurable en sú
y 20
anchura su profundidad y su altura! La promesa de
darnos todas las cosas está sustentada poi el llamado
a nuestra memoria al hecho de que Dios ha dado
espontáneamente a su único Hijo para nuestra reden_
ción. El habe¡ dado a su Hijo el Ia seguridad y la
garantÍa de que dará sin reserva todas-las cosás a
,aeuellos que creen y oran.
¡Qué confianza tenemos en esta afirmación divina
para pedir con inspiración! ¡eué santa audacia se
nos ofrece para pedir cuaritiosamente! Ninguna timi_
dez vulgar debiera limitarnos a pedir cuantiosamen-
te. El pedir -ir y mucho más, magnifica la gracia y
aumenta la gloria de Dios. El pedir con debilidaá
empobrece al que pide, limita los propósitos de Dios
respecto al mayor bien, y oscurece su gloria.
¡Qué encumbrada, magnífica y regia es la interce-
sión de nuestro Señor Jesucristo, i la derecha del
Padre en el cielo! Los beneficios de su intercesión
fluyen hacia nosotros por medio de nuestras interce_
siones. Nuestra intercesión debiera adquirir, por
c_onlagio y por necesidad, la inspiración y1a medida
de la gran obra de Cristo a la dérecha dél padre. Su
tarea y su vida consisten en orar. Nuestra tarea y
nuestra vida debieran consistir en orar, y en orar sin
cesar.
El f¡acaso en nuestra intercesión afecta los frutos
de la intercesión de Cristo. La oración perezosa,
débil, fría e indiferente, estorba los efecios de la
oración de Cristo.
La respuesta a Ia" oración
En su Monual del soldodo, Lord Wolseley dice que si
un joven oficial desea ascender, se debe ofrecer
como voluntario para las tareas más arriesgadas, y
aprovechar cualquier oportunidad posible para
arriesgar su vida. Fue un esplritu y un coraje como
estos los mostrados en el servicio a Dios por un buen
soldado de Cristo fesús llamado ]ohn McKenzie,
quien murió hace algunos años. Una noche, siendo
joven y ansioso por trabajar en el campo misionero
de ultramar, se arrodilló al pie de un árbol en Ladies'
Walk, en las riberas del Lossie, Elgin, Escocia, e hizo
la siguiente oración: "Oh, Señot, envfame al rincón
más oscuro de la tierra." Y Dios lo oyó y lo envió a
Fudáfrica, donde trabajó muchos años, primero bajo
la Sociedad Misionera de Londres, y luego bajo el
gobierno británico como primer Comisario Residente
entre los nativos de Bostwana, O. Struthers
-1.
s la respuesta a la oración la que saca esa
oración del reino de las cosas frías y muertas, y
hace de ella una cosa de vida y poder. Es la que
produce las cosas, cambia su curso natural y las
ordena todas de acuerdo a la voluntad de Dios. Es lo
que saca a la oración del ámbito del fanatismo
religioso y la libera de ser algo utópico, o meramente
fantasioso. Es lo que hace de la oración poder para
Dios, y para el hombre, algo divino y real. Las
oraciones no contestadas son en cambio escuela de
preparación para la incredulidad, una imposición y
una carga, una impertinencia para con Dios y para
con el hombre.
196 Orod sin cesqr
Las respuestas a la oración son la rinica seguridad
de que hemos orado bien. ¡Qué maravilloso poder
hay en la oración! ¡Qué milagros nunca vistos obra
en este mundo! ¡Qué beneficios indescriptibles logra
para aquellos que oran! ¿Por qué la mayoría de los
que oran se quedan sin una respuesta?
Los millones de o¡aciones no contestadas no
deben resolverse esgrimiendo el misterio de la vo-
luntad de Dios. No somos juguetes de su poder
soberano. Dios no está fingiendo cuando hace sus
maravillosas promesas de contestar la oración. Toda
la explicación se encuentra en que pedimos mal.
"Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en
vuestros deleites." Si todas las oraciones no contes-
tadas fueran arrojadas al océano, estarían a punto de
llenarlo. Hijo de Dios, ¿sabe orar? ¿Son contestadas
sus oraciones? Si no, ¿por qué? La oración contesta-
da es la prueba de que se está orando bien.
La eficacia de la oración desde el punto de vista de
la Biblia descansa únicamente en la respuesta a la
oración. El beneficio de la oración ha sido bien
presentado en forma popular en eI refrán que dice de
ella: "Mueve el brazo que mueve al universo.,,
El recibir respuestas incuestionables a la oración
no solamente es importante para satisfacer nuestros
deseos, sino que también es la evidencia de que
habitamos en Cristo. Se hace más importante aún; El
mero acto de orar no es prueba alguna de nuestra
relación con Dios. El acto de orar puede ser una
actuación totalmente muerta, o la rutina del hábito.
En cambio, orar y recibir respuestas claras, no una o
dos veces sino todos los días, es una verdadera
prueba y es el punto clave de nuestra conexión vital
con Jesucristo.
Leamos las palabras que nos dice nuestro Señor al
respecto:
Lo respuestc o Io oroción 197
Si permanecéis en mf, y mis palabras permanecen en
voéotros, pedid todo ló que (ueréis, y os será hecho
$uan 15:7).
Para Dios y para el hombre, la respuesta a la
oración es la parte más importante de orar. La
respuesta a la oración, directa e inequívoca, es la
prueba de la existencia de Dios. Demuestra que Dios
existe, que hay un Dios, un ser inteligente, que está
interesado en sus criaturas, y que las escucha cuando
se acercan a El en oración. No hay ninguna prueba
tan clara y demostrativa de Ia existencia de Dios,
como la oración y sus respuestas. El siguiente es el
ruego de Elías: "Respóndeme, Jehová, respóndeme,
para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres
el Dios" (1Reyes 18:37a).
La respuesta a Ia oración es la parte de la oración
que glorifica a Dios. Las oraciones no contestadas
son oráculos mudos que dejan a aquellos que oran en
la oscuridad, la duda, el desaliento, y que no
producen ninguna convicción en el incrédulo. No es
, el acto o la actitud de orar lo que da eficacia a la
¡ oración. No son la postración abatida del cuerpo
'frente
a Dios, Ias frases vehementes o silenciosas, ni
la exquisita belleza y elocuencia al orar, las cosas
que hacen efectiva la oración. Ninguna de estas cosas
ni todas juntas glorifican a Dios. Es la respuesta lo
que trae gloria a su nombre.
EIías podría haber estado orando en el monte
Carmelo hasta el día de hoy con toda la energía y el
fuego de su alma. Si no hubiera recibido respuesta,
Dios no habría recibido ninguna gloria. Pedro podría
haberse encerrado con el cuerpo muerto de Dorcas
. hasta que éI mismo hubiera muerto de rodillas. Si no
i hubiera recibido respuesta, no habría resultado nin-
guna gloria para Dios ni ningrln bien para el hombre,
sino sóIo dudas, desgracia y desaliento.
198 Orod sin cesor
La respuesta a la oración es la prueba convincente
de nuestras buenas relaciones con Dios. Jesris dijo
ante la tumba de Lázaro:
Padre, gracias te doy por haberme oldo.
Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa
de la multitud que está alrededor, para que crean que
tú me has enviado $uan 11:41b, 42).
La respuesta a su oración fue la prueba de la
misión que tenía de parte de Dios, así como la
respuesta a la oración de Elías fue para la mujer cuyo
hijo había muerto. Ella'dijo: "Ahora conozco que tú
eres varón de Dios." Aquel que tiene el acceso más
directo y el mayor número de oraciones contestadas
por Dios, está más alto en su favor.
La oración asciende a Dios por una ley invariable,
pero más que por una ley, por la voluntad, la
promesa y la presencia de un Dios personal. La
respuesta vuelve a la tierra por todas las promesas, la
verdad, eI poder y el amor de Dios.
El no preocuparse de la respuesta a una oración,
equivale a no orar. Qué mundo de derroche hay en la
oración. Se han hecho miríadas de oraciones que no
han recibido respuesta, por las que ya no se esperan
ni se ansla respuesta. Hemos estado nutriendo una fe
falsa y escondiendo la vergüenza de nuestra pérdida
y falta de capacidad para orar, por culpa de esa idea
falsa y consoladora de que Dios no contesta en forma
directa y objetiva, sino en forma indirecta y subieti-
va. Nos hemos convencido a nosotros mismos, por
alguna clase de trampa de la que somos totalmente
inconscientes en su proceso y resultado, de que nos
hemos beneficiado. Conscientes de que Dios no nos
ha contestado di¡ectamente, nos hemos consolado
con el engañoso invento de que, en una forma
impalpable y con resultados desconocidos, nos ha
dado algo mejor. O nos he;nos conformado y hemos
Lo respuesto o Ia oración 199
nutrido nuestra pereza espiritual diciendo que no es
la voluntad de Dios darnos aquello que hemos
pedido. La fe enseña a aquellos que oran a Dios que
la voluntad de Dios es contestar las oraciones. Dios
contesta todas y cada una de las o¡aciones de sus
verdaderos hijos que oran de verdad.
La oración hace retirar a la nube oscura,
la oración trepa la escalera que vio Jacob,
ejercita la fe y el amor,
trae toda bendición de lo alto.
Las Escrituras siempre ponen el énfasis en la
respuesta a Ia oración. Dios da todas las cosas en
respuesta a la oración. Dios mismo, su presencia, sus
dones y su gracia, cada uno y todos, llegan a nosotros
mediante la oración. EI medio por el cual Dios se
comunica con los hombres, es la oración. Lo más real
de la oración, su fin verdadero y esencial, es la
respuesta que nos obtiene. La simple repetición de
palabras en la oración, el rezo del rosario, o la simple
multiplicación de palabras en la oración, como obras
de supererogación, como si hubiera alguna virtud en
el número de oraciones que podamos presentar a
nuestro favor, es un vano engaño, una cosa vacía, un
sewicio inútil. La oración busca directamente la
respuesta. Este es su fin; no tiene ningrln otro
propósito en vista.
Por supuesto que la comunión con Dios radica en
la oración. Hay una dulce comunión en ella con
nuestro Dios a través de su Espíritu Santo. En la
oración se disfruta de Dios en forma plena, rica y
dulce. Los dones del Espíritu en el interior del alma
se nutren de la oración, se mantienen con vida y se
promueve su crecimiento con ese ejercicio espiri-
tual. Pero ninguno de esos beneficios de la oración,
ni todos juntos, llevan en sí mismos el propósito
esencial de la oración. El canal divinamente señala-
200 Orod sin cesor
do, por el que fluye todo bien y todo don a nuest¡as
almas y nuestros cuerpos, es la oración.
La oración está destinada a traer
las bendiciones que Dios quiere darnos.
La oración está divinamente destinada a ser el
medio por el cual recibimos todo bien temporal y
espiritual. La oración no es un fin en sí misma. No es
algo que se hace para descansar luego, algo de lo que
debemos felicitarnos a nosotros mismos. Es un
medio para lograr un fin. Es algo que hacemos, que
nos trae algo en respuesta, sin Io cual la oración no
tiene valor. La oración siempre busca la respuesta.
Somos ricos y fuertes, buenos y santos, benignos y
generosos, en respuesta a la oración. No es la simple
actuación, la actitud ni las palabras de la oración lo
que nos trae un beneficio, sino la respuesta enviada
directamente desde el cielo. Las respuestas cons-
cientes y verdaderas a la oración nos traen verdadero
bien. Esto no quiere decir que se om simplemente
por uno mismo, o por fines egoístas. El carácter
egoísta no puede existir en los que cumplen las
condiciones de Ia oración.
Las respuestas a la oración son las que enriquecen
la naturaleza humana. Nos llevan a una comunión
consciente y constante con Dios, despiertan y au-
mentan la gratitud, y estimulan la melódica y subli
me inspiración de la alabanza. La respuesta de Dios
es su señal puesta sobre nuestra oración. Es el
intercambio con el cielo, y establece y realiza nuestra
relación con lo invisible. Le presentamos nuestras
oraciones a cambio de su bendición. Dios acepta
nuestras oraciones gracias a la sangré expiatoria, y se
entrega a sÍ mismo, su presencia y su gtacia a
cambio.
Todos los sentimientos santos son afectados por
-Lo respuesta o la orución 2Ol
las respuestas a la oración. Po¡ ellas maduran todos
los principios santos, y la fe, el amor y la esperanza
se enriquecen con ella. Toda verdádera oración
encuentra una respuesta. Se.halla .dentro de ella
misma, tan firme como un propósito, un deseo
expresado, y su expectativa y realización dan solidez
y efectividad a la oración. Es'el hecho de la respuesta
lo que hace a la oración y lo que compone su mismo
ser. No buscar respuesta a la oración es quitarle el
deseo, la razón de ser y el corazón a la oración. Hace
de la oración una cosa muerta, insensible, apropiada
únicamente para los fdolos mudos. Es la respuesta lo
que trae la oración al ámbito de la Biblia, y la
convierte en un deseo realizado, un propósito, un
interés que se viste de carne y sangre, y hace de ella
ur-ra oración palpitante con toda su vida verdadera,
plena de ese tipo de relación de padre a hijo en que
se da y se recibe, se pide y se iesponde.
Dios tiene en sus manos todo el bien. Ese bien nos
viene a nosotros a través de nuestro Señor Jesucristo,
gtacias a sus méritos expiatorios, y porque pedimos
en su nombre. La rlnica orden que comprende a
todas las demás de su clase es: "pedid, buscad,
llamad." Y la única promesa que es su equivalente
necesario y su resultado, es: "Se os dará... halla-
réis... se os abrirá.'
Dios se interesa tanto en la oración, y en escuchar
y responder, eüe todos sus atributos y todo su ser
están centrados en este gran hecho. Lo distingue
como particularmente benefactor, maravillosamente
bueno, y poderosamente atractivo en su naturaleza.
"Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne.,'
Poderoso Señ.or, tus misericordias
son una roca que no puede moverse;
cientos de promesas declaran
la constancia de tu amor.
202 Orud sin cesor
No solamente la Palabra de Dios nos garantiza la
respuesta a la oración, sino que todos los atributos de
Dios actúan conjuntamente hacia el mismo fin. La
veracidad de Dios está en juego en el compromiso de
responder a la oración. Su sabiduría, su fidelidad y
su bondad también están envueltos. La infinita e
inflexible rectitud de Dios está empeñada en el gran
propósito de responder a la oración de aquellos que
1o buscan en tiempos de necesidad. La justicia y la
misericordia se combinan en una unidad para garan-
tizar la respuesta a la oración. Bs significativo que la
justicia misma de Dios entra en juego y se mantiene a
la par de la fidelidad de Dios en la firme promesa que
hace de perdonar los pecados y de limpiar la
contaminación del pecado.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad {1Juan 1;9).
La relación soberana de Dios con el hombre, con
toda su autoridad, se une a su relación paternal y a
toda su ternura para aseguar la respuesta a Ia
oración.
Nuestro Señor Jesucristo está plenamente compro-
metido a responde¡ a la oración. "Y todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre,lo haré, para que el
Padre sea glorificado en el Hijo" (Juan 14:13). ¡Qué
bien asegurada está la respuesta a Ia oración, cuando
esa respuesta es para glorificar a Dios el Padre! ¡Y
qué ansioso está |esucristo de glorificar a su Fadre en
el cielo! Tan dispuesto está a responder a la oración
que siempre y en todo lugar trae gloria al Padre, que
jamás rechaza ni desestima ninguna oración que se
eleva en su nombre. Nuestro Señor Jesucristo repite,
dando una fresca seguridad a nuestra fe: "Si algo
pidiereis en mi nornbre, yo lo haré" fluan 14:14). Lo
Lo respuesto a lo oración ZO3
mismo dice una vez más: .,. . .pedid
todo lo que
queréis, y os será hecho" (Juan 1b:7b).
Obligado en los momentos más oscuros a confesar
-humildemente
que sin la ayuda de Dios era impoten-
te, hice un voto en la éoledad del bosque: que
confesarfa su ayuda delante de los UomÉres. iuté
rodeaba un silencio de muerte; era medianoche,
estaba debilitado por la enfermedad, post¡ado dé
fatiga y cansado por la ansiedad aceica de mis
compeiñeros blancos y negros cuyo destiuo era un
misterio. En esta- agonia física y espiritual ,"ptiq"áá
Dios que me devolviera mi geñte. Nuevb horas
después estábamos regocijándónos con tremenda
alegrfa. A plena vista de iodos, estaba la bandera
carmesf con la medla luna y bajo sus pliegues
ondulantes estaban las columnas- de retáguñdia
largo tiempo perdidas. Henry Vt. Stanley
Dios se compromete con nosotros por su palab¡a
cuando oramos. La Palabra de Dios es la base y la
inspiración y el corazón de la oración. Cristo Jesrli es
el ejemplo de la Palabra de Dios, su ilimitado bien en
promesa, tanto como en realización. Dios no hace
nada a medias. No da nada a medias. podemos tener
todo de El, cuando El nos tiene por completo. Sus
p-alabras de promesa tienen tanto alcance, y son tan
abarcadoras, que parecen haber amortiguadL nuestra
comprensión y paralizado nuestra oración. Esto se
nota cuando consideramos.aquellas palabras en que
Jesris casi agotó el lenguaje humano en sus promesas,
como "cualquier cosa", "todo,,. Estas promesas tan
r-epetidas, tan grandes, parecen marearnos y en lugar
de permitirles que nos muevan a pedir, a-probarl a
recibir, nos alejamos llenos de asombro, con manos y
corazón vaclos.
Citemos otro pasaje de la enseñanza de nuestro
Seior acerca de la oración. Con la más solemne
certeza declara lo siguiente: ,
 204 Omd sin cescr
Lo respuesta a Ia oroción 20S
En aquel día no me preguntaréis nada.
De cierto,
cierto os. digo, que tódolua"to pi¿iu*il"l páA; de
Si pedimos un huevo, nos dará un huevo. Si pedi-
mi-n_ombre, os lo, dará. ;; mos pescado, nos dará pescado. No alguna cosa
pedido en mi nombre; pediá,llasta^ ufro*-"uA" habéis parecida al pan, sino verdadero pan. No algo pareci-
vuestro gozo sea cumplido güan v;;b;.áir, para que do aI pescado, sino verdadero pescado. No se nos
rcás, z+1.
Dos veces en este-pasaje dará mal en respuesta a nuestra oración, sino bien.
Jesús declara la respuesta Los padres terrenales, aunque malos por naturale-
y compromete a su padre: ,,os
lo dará,,. y declara con
reiteración notable y muy sugestiva: ,,ped.i¿, za, les dan cosas a sus hijos cuando estos se las
V r*iUi- piden. El estímulo para oril se transfiere de nuestro
réis". fesris declaró en forma tan firme y
repetida la padre terrenal a nuestro Padre celestial; de lo débil a
respuesta como un e-stímulo pur"
or*, y como un lo omnipotente, centrando en El las elevadas con-
resultado inevitable de la oració",
tomaron- como algo tan plena e
ü;i"', ;¿;"1"; cepciones de la paternidad, y El nos da con más
invenciblemente capacidad y rapidez, y mucho mejor y más que eI
establecido, que la oración ,"riu
Toma- padre terrenal más capaz. "Cuánto más", ¿quién
ron como su tarea principal estimular"oot"rtada.
y ordenar a los
nomDres a orar. Tan firmemente estaban puede decir? El nos dará mucho más que nuestro
convenci_ padre terrenal para satisfacer nuestras necesidades.
dos de la verdad de la ley de la oracion
declarado el Señor, qrrá fr.eror,
la habÍa
"á*oa afirmar Nos dará todas las cosas buenas y nos permitirá
-o"iJo,
que la respuesta a la oración estabal""ofu.r"áu resolver toda tarea difícil y cumplir toda ley, aunque
necesariamente ligada con toda verdaJera v sea dura para la carne y la sangre, porque se hará
oración. liviana con el pleno apoyo de la ayuda benefactora e
Dios Padre y su Hijo Jesucristo urtárr'fir*._u"t.
com.nrgrygtidos por toda la verdad inagotable de nuestro Padre.
de sus palabras y Aquí tenemos en símbolo y como una inicial, más
por la fidelidad de su carácter, a
contestar la oraciOn. que una insinuación, la necesidad, no sólo de
No solamente estas y todas lu, ¿ro,a, promesas
comprometen al todopoderoso Dios perseverar en la oración, sino de progresar en inten-
a responder a la
oració_n, sino que nos-aseguran que sidad y esfuerzo en la medida que crece la fuerza
la ráspuesta sera espiritual. Pedir, buscar, y llamar. He aquf una escala
específica, y que recibire¡nos aquello que
pedimos. ascendente desde el simple acto de pedir hasta la
La invariable enseñanz" ¿u ,,.rurt
o 3"no, es que
que pedimor, actitud establecida de buscar, que desemboca en un
i,.^.*:1".: :alello V,se aque_ firme esfuerzo decidido, sólido y vigoroso en la
uo que buscamos, nos abre "".*Lu*os
la puerta a la que
llamamos. Esto está de acuerdo .o, oración.
ti áirprresto por Así como Dios nos ha ordenado orar siempre, orar
nuestro Padre celestial y su deseo
de darnos cuand.o en todas partes, y or¿ü por todo, así también El
le pedimos. No nos ¿er'"rio"*Jilffirr#;:
nos, tampoco nos negará dándonos contestará siempre, en todas partes y en todo.
otra cosa que no Dios se ha comprometido clara y directamente a
!3mos
pedirto, p-"r-itiér,d""";-;;;;;ar atguna
cosa que no buscábamos, ni abriéndonos t" p""lri" responder a la oración, Si cumplimos las condicio-
la que no ttamamos. si pedimoü;;;;, nes de la oración, la respuesta vendrá obligada. Las
dará pan." leyes de la naturaleza no son tan invariables ni tan
206 Orod sin cesor
inexorables como la respuesta prometida a la ora-
ción. Los decretos de la naturaleza pueden fallar,
pero los decretos de la gracia nunca fallarán. No hay
limitaciones, ni condiciones adversas, ni debilidad,
ni incapacidad que puedan obstaculizar la respuesta
a la oración. La obra de Dios a nuestro favor cuando
oramos no tiene lÍmites. No está limitada por nuestro
estado ni por las circunstancias particulares de cada
caso. Si realmente oramos, Dios controla y determina
todas las cosaó y supera todas. las condiciones
adversas.
Dios dice explÍcitamente: "Clarna a *i y yo te
responderé," No hay límites. No hay obstáculos en el
camino de Dios para eI cumplimiento de su promesa.
Su palabra está en juego. Su palabra está involucra-
da. Dios se compromete solemnemente a responder a
la oración. El hombre debe buscar la respuesta. Debe
inspirarse en la expectativa de la respuesta, y con
humilde audacia debe reclamar la respuesta. Dios,
que no puede mentir, está comprometido a respon-
der. Se ha puesto voluntariamente bajo la obligación
de responder a la oración de aquel que ora
verdaderamente.
Los profetas y ios hombres de Dios del Antiguo
Testamento eran inconrnovibles en su fe en la
absoluta seguridad de que Dios cumpliría sus prome-
sas. Descansaban en la seguridad de la Palabra de
Dios, y no teníar¡. ninguna duda de la fidelidad de
Dios en responder a Ia oración, ni de su disposición
y capacidad para hacerlo. Por eso su historia está
señalada por el repetido pedir y recibir de las manos
de Dios.
Lo mismo es cie¡to respecto de la Iglesia primitiva.
Recibió sin vacilar la doctrina que su Maestro y
Señor habÍa afirmado con frecuencia, de que la
respuesta a la oración era un hecho seguro. La
Lo respuesto o lo oración 207
seguridad de la respuesta a la oración era tan clara
como verdadera Ia Palabra de Dios. La dispensación
del Espíritu Santo comenzó cuando los discípulos
llevaron a la práctica esta fe. Cuando Jesris les dijo:
"Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta
que seáis investidos de poder de Io alto",lo tomaron
como una promesa segura de que si obedecían el
mandamiento, con toda seguridad recibirían el po-
der divino. De manera que se quedaron diez días en
oración en el Aposento Alto, y Ia promesa se
cumplió. La respuesta vino tal como ]esris habla
dicho.
De manera que cuando Pedro y Juan fueron arres-
tados por sanar al hombre que estaba sentado en ia
puerta la Hermosa del templo, después de haber sido
amenazados por los gobernantes de Jerusalén, fueron
librados. "Y puestos en libertad, vinieron a los
suyos", fueron con aquellos con quienes tenían
afinidad, cuyas mentes eran de un mismo sentir, y
no con hombres del mundo. TodavÍa creyendo en la
oración y su eficacia, se pusieron a orar. Su oración
está escrita en Hechos 4:31. Dijeron algunas cosas al
Señor, y "cuando hubieron otado, el lugar en que
estaban congregados tembló; y todos fueron llenos
del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la
palabra de Dios".
Aquf fueron llenados de nuevo por el EspÍritu
Santo para esta ocasión especial. La respuesta a la
oración correspondía a su fe y a su oración. La
plenitud del Espíritu siempre trae denuedo. La cura
para el temor frente a las amenazas de los enemigos
del Señor, es ser llenos del Espíritu. Esto da poder
para hablar la Palabra del Señor con denuedo.
Produce coraje y aleja el temor.
Un joven habfa sido llamado para sewir en el
extranjero. No tenla el hábito de predicar, pero sabfa
 208 Orad sin cesar
una cosa: cómo persuadir a Dios. Fue un día a la casa
de un amigo y Ie dijo: "No veo cómo Dios pueda
usarme en Ia obra misionera. No tengo ningún don
especial." Su amigo le contestó: "Hermano, Dios
quiere en su obra hombres que sepan orar. Hay
demasiados predicadores ya y muy pocos hombres
que oran." El joven se fue. En su propia habitación,
en las primeras horas de la madrugada, se oía una
voz gimiendo y suplicando por las almas; Durante
todo el día la puerta permaneció cerrada, y el
silencio que prevalecía le hacía sentir a uno que
debía caminar suavemente, porque un alma estaba
luchando con Dios.
Sin embargo, acudían a esta casa almas hambrien-
tas, atraídas por un poder irresistible.
El misterio se reveló. En la cámara secreta se pedía
y se clamaba por las almas perdidas. El Espíritu
Santo sabía muy bien dónde estaban y las enviaba.
Hudson Taylor
-I.
Lo ponemos en eI frente. Lo desplegamos en una
bandera que nunca deberá ser arriada ni doblada:
que Dios oye y contesta la oración. Dios siempre ha
escuchado y contestado Ia oración. Dios siemprc
escuchará y contestará la oración. El es el mismo
ayer, hoy y siempre, siempre bendito, siempre digno
de recibir adoración. Amén. No cambia. Asf como
siempre ha contestado la oración, también siempre
seguirá haciéndolo.
Contestar la oración es la regla universal de Dios.
Es su ley invariable e irrevocable. Bs su promesa
invariable, específica e inviolable. Las pocas nega-
ciones a la oración en las Escrituras son excepciones
a la regla general. Son sugestivas y asombrosas por
su escasez, excepción y énfasis.
Entonces, las posibilidades de Ia oración se
apoyan en la gran verdad, ilimitada en su extensión,
insondable en su profundidad, inagotable en su
plenitud, de que Dios contesta toda oración de toda
alma verdadera que ora de verdad.
Lo respuesto a Io orociín 2Og
La Palabra de Dios no dice "Clama a ml, y
entonces te entrenaré en eI feliz arte de conocer
cómo ser rechazado. PÍdeme, y aprenderás la dulce
paciencia al no recibir nada." Lejos de eso, sino que
es definida, clara y positiva: "Pedid, y se os datá."
Tenemos este caso entre muchos en el Antiguo
Testamento:
E invocó ]abes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me
dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu
mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para
que no me daúe! (1 Crónicas 4:10a).
Dios le otorgó las cosas que había pedido.
Ana, afligida en su alma porque no tenía hijos, y
anhelando un hijo varón, acudió a la casa de oración,
y oró, y este es el relato que ella hace de la respuesta
directa que recibió: "Por este niño otaba, y Jehová
me dio Io que le pedí" (t Samuel t:ZZ).
Las promesas y los propósitos de Dios van directa-
mente al hecho de conceder lo pedido. La respuesta
a nuestras oraciones es el motivo constantemente
presente en las Escrituras para estimularnos a orar y
para avivarnos en ese ejercicio espiritual. Tomemos
por ejemplo pasajes tan claros y fuertes como los
siguientes:
Clama a ml, y yo te responderé...
Me invocará, y yo le resPonderé.
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se
os abrirá.
Esta es la ley de la oracion de Jesucristo. No dice:
"Pedid y recibiréis alguna cosa." Tampoco dice:
"Pedid, y os entrenaré en Ia devoción"' Sino que
dice que cuando uno pide, recibe precisamente
aquello que pidió. Jesús no dice: "Llama, y alguna
puerta se abtirá." Srno que precisamente aquella
abrirá. Para hacer
puerta a la que se está llamando, se
 210 Orud sin cesar
esto doblemente se_gulo, Cristo Jesrls duplica y
reitera la promesa de la respuesía: ,,porqrie todó
aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá" (Mateo Z:BJ.
La respuesta a la oración es fuente de amor, y es
estfmulo directo para la oración. .,Amo a
pues ha oído mi voz y mis sriplicasi porque ha
Jehóvá,
inclinado a mí su oldo; por tanü, leiinvocaré en
todos mis días" (Salmo itort,27,'
de que el padre da, está garantizada por
- Larelación
la -certeza
del padre, y por su cápacidad y su
!onda{. Los padres t_eneniles, frágiies, débiles y
limitados en su bondad y capacidad,áan cuando sui
hijos piden o buscan. El coiazón paternal respondá
rápidamente al pedido de pan. Ef hambre dei nino
conmueve y persuade al corazón del padre. De la
misma manera, Dios, nuestro pad¡e ielestial, es
movido con la misma facilidad y firmeza por nues_
tras oraciones, como el padre terrenal. l,pues si
vosotlos, siendo rrialos, sabéis dar buenas dádivas a
vuestros bijos, ¿cuánto más vuestro pad¡e que está
en los cielos dará buenas cosas a los que le
iidan?',
(Mateo 7:11). "Cuánto más,', tanto como la Éondad,
la ternura y la capacidad de Dios exceden a las dei
hombre.
Cuando la petición es especffica, también la res-
pue_sta es específica. El niño no pide una cosa y
recibe otra. No pide pan para recibir una piedra. Ná
pide un huevo para recibir un escorpión. No pide
pescado para recibir una culebra. Cristó quiere que
Ia
petición sea especffica. El responde a la oraciOn
específica, dando en forma específica.
El dar precisamente aquello por lo que se ha orado
y no otra cosa, es fundamental en la ley de la o¡ación
de Cristo. Nunca contestó la oración
ior la sanidad
de ojos ciegos sanando oÍdos sordos. Aquello preci_
Lo respuesüo a Io oración 2llr
samente por lo que se ora es lo que El da. Las
excepciones a esto confirman esta gran ley de la
oración. Aqugl que pide pan recibe pan y no una
piedra. Si pide pescado, recibe p"r.ido y no una
serpiente.,Ningún clamor es tan suplicante y podero_
so como el clamor del niño por pan-. Los reciamos del
hambre, el sentir apetito
-¡r
la verificación de la
necesidad crean e impulsan el pedido del niio.
Nuestras oraciones debieran ser tan fervientes, nece_
y hambrientas, como cuando un niño ham-
_sitadas
briento pide pan. Nuestra oración debiera ser simple,
sjn¡¡ueltas,_directa y específica, de acuerdo a la ley
de Cristo sobre la oración, y a su enseñanza sobre lá
paternidad de Dios.
El ejpmplo y la ejecución de la ley de la oración se
encuentran en las respuestas especÍficas a la oración.
El GetsemanÍ parece ser la linica excepción. La
oración de Cristo Jesús en esa terrible hora de
oscuridad e infierno, estaba condicionada en las
siguientes palabras: ,,Si es posible, pase de mf esta
copa." Pero más allá de estas palabras de nuestro
Señor, estaba la oración del alma y la vida de esta
víctima divina sufriente y dispuesta; ,,pero no sea
como yo quiero, sino como tú.,' La oración fue
contestada. Vino un ángel, le impartió fuerzas, y el
manso sufriente bebió en silencio la amarga copa.
En las Escrituras se registran dos casos d" or"_
ciones no contestadas, además de la oración de
nuestro Señor en Getsemaní. La primera es aquella
de David por la vida de su hijo. pero por buenas
razones el todopoderoso Dios no le cbncedió lo
pedido. La segunda es la de pablo, pidiendo que le
fuera quitado el aguijón de su carni, lo cual ie fue
negado. Pero nos vemos impulsados a creer que estas
-excepciones
deben haber sido notables a la'regla de
Dios, según se ilustra en la historia de los prJf"t"r,
 212 Orud sin cesor
sacerdotes, apóstoles y santos como se regisha en la
Palabra divina. Tiene que haber razones nó reveladas
que determinaron que Dios cambiara su regla esta-
blecida e inamovibie de conterd i;;;;.ión dando
la-cosa especffica por la que se pidió.
Nuestro Señor ho retuvo a la mujer sirofenicia en
la escuela de la oración no contestá¿" p"r" pro¡".
madurar su fe. Ni tampoco contesté su oración
I y mujeres que puedan poner a Dios a prueba en la
sanando o salvando a su esposo. Ella oró por la
sani{ad de su hija. y Cristo sanó a su hi¡a. eUa
recibió precisamente aquello que había peáido al
Seño¡ Jesucristo. Fue en la escuLh de la respuesta a
la oración donde nuestro Señor disciplinó y perfec_
cionó la fe de la mujer. Lo hizo al darlé una respuesta
específica a su oración. Su oración se centrabd en su
hija. Oró por una cosa: la sanidad de su hija. y 1a
respuesta de nuestro Señor también se centró allí.
Andamos con demasiada cautela en relación a las
gt{de¡ y preciosas promesas de Dios, y con dema,
siada frecuencia las ignoramos totalmente. La pro_
mesa es el suelo sobre,el que se apoya la fe para pldir
a Dios. Bs la base de la oración. Nosotros iimit"-os
la capacidad de Dios. Medimos la capacidad de Dios
y su disposición para contestar la oración de acuerdo
a la medida de los hombres. Limitamos al Santo de
Israel. ¡Qué llenas de beneficio y remedio para la hu-
manidad sufriente están las promesas tal como apa-
recen en el capítulo cinco de la carta de Santialo!
¡Qué personal y cercano hacen a Dios en la oracián!
Son un desaflo directo a nuestra fe. Nos estimulan a
tener grandes expectativas en las peticiones que ha_
cemos aDios. La oración afecta a Dios en una forma
directa, y tiene su propósito y su fin en afectarlo. La
oración se aferra a Dios y lo mueve a hacer grandes
cosas por nosotros, ya sean personales o fañüares,
temporales o espirituales, terrenales o celestiales.
Lo respuesto a lo oración 213
La gran brecha entre las promesas de la Biblia
sobre la oración y el beneficio de orar, es casi
indeciblemente grande, a tal punto que es una fuente
prolífica de infidelidad. Siembra la incredulidad en
la oración como una gran fuerza moral, y engendra la
duda respecto a la eficacia de Ia oración. El cristia-
nismo necesita hoy dÍa por encima de todo, hombres
oración, y verificar sus promesas. Esta es la clase de
hombres y mujeres que se necesitan en estos días en
la lglesia. En estos tiempos no se necesitan hombres
cultos, no se requiere más dinero, tampoco más
maquinaria, más organización, más leyes eclesiásti-
cas, sino hombres y mujeres que sepan cómo otar,
que puedan, por medio de la oración, asitse de Dios
y bajarlo a la tierra, y persuadirlo a que tome en sus
manos los asuntos terrenales y ponga vida y poder en
la Iglesia y en toda su maquinaria.
La Iglesia y el mundo tienen gran necesidad de
santos que puedan franquear la ancha brecha entre
las oraciones que se hacen y el escaso número de
respuestas recibidas, Se necesita santos cuya fe sea
suficientemente audaz y de gran alcance, como para
poner a Dios a prueba. Aun hoy llega desde el cielo
el clamor al pueblo de la Iglesia actual, como sonó
anteriormente en Ios dlas de Malaquías: "Probadme
ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos." Dios está
esperando que su pueblo lo ponga a prueba por
medio de la oración. Se complace en que lo ponga-
mos a prueba con sus promesas. Su mayor placer es
contestar las oraciones para demostrar la veracidad
de sus prornesas. Nada digno de Dios ni de gtan valor
para los hombres se logrará hasta que esto se haya
cumplido.
Nuestro Evangelio pertenece a lo milagroso. Fue
proyectado en un plano milagroso, y no puede ser
214 Orad sin cesar
mantenido sino por Io sobrenatural. Quitemos lo
sobrenatural de nuestra santa religión, y perderemos
su vida y su poder, y se degenerará en una simple
forma de moral. Lo milagroso es poder divino. La
oración tiene en sf misma ese mismo poder. La
oración trae ese poder divino-a las filas de los
hombres y lo pone en funcionamiento. La oración
trae un elemento sobrenatural a los asuntos de la
tierra. Cuando se lo presenta verazmente, nuestro
Evangelio es poder de Dios. La Iglesia nunca estuvo
más en necesidad de aquellos que puedan y quieran
probar al todopoderoso Dios. Nunca antes necesitó
más que ahora de aquellos que sean capaces de
levantar monumentos al poder sobrenatural de Dios,
monumentos a las oraciones contestadas, monumen-
tos a las promesas cumplidas. Estos harían más para
acallar al enemigo de las almas, al enemigo de Dios,
y al adversario de la Iglesia, que cualquier proyecto
moderno o plan actual para el éxito del Evangelio.
Tales monumentos levantados por personas de ora-
ción enmudecerían a los enemigos de Dios, darÍan
fuerza a los santos debilitados, y elevarfan en triunfo
a los santos llenos de fortaleza.
La fuente más prolífica de infidelidad y aquella
que difama e impide la oración, y que oscurece el ser
y la gloria de Dios con mayor efectividad, es la
oración no contestada. Es mejor no orar en absoluto
que hacerlo en una forma muerta que no garantiza la
respuesta, no le da gloria a Dios, y no le sirve de nada
al hombre. Nada endurece tanto al corazón, y nada
nos ciega tanto respecto a lo invisible y eterno, como
esta clase de oración que no es tal.
2!
La oración y la providencia
divina
Cuando un alma es débil se ve tentada a dudar de la
existencia de Dios. Los argumentos de la razón y de
la sabidurla podrán convencerla, y encontrará un
poco de luz en ellas. Pero en otros momentos Dios
entrará en su alma como un haz de luz y dispersará
todas sus dudas mejor de lo que podrÍan hacérlo un
centenar de argumentos. El camino de la sabidu¡Ía
humana para saber que hay un Dios, llega a desatar el
nudo; pero el otro camino lo hace pedazos en un
momento. Así ocurre también con todas las tenta-
ciones, a menos que el hombre siga el camino de la
sabidurÍa y la razón santificadas, mire en su propio
corazón, vea allí la obra de la gracia y funde sus
argumentos en la forma en que Dios lo trata. Sin
embargo, todo esto no satisface al hombre. En cam-
bio, cuando Dios viene a iluminar a su espfritu, todas
las ataduras y los nudos se desatan en un momento.
Esta es la forma en que obran la Sabiduría y la
Revelación. lhomas Goodwin
-
a oración y la providencia divina están íntima-
mente vinculadas. Están en estrecha relación.
No es posible separarlas. Están tan íntimamente
conectadas, que el negar una implica abolir la otra.
La oración supone la providencia, mientras la provi-
dencia es el resultado de la oración y a ella pertene-
ce. Todas las respuestas a la oración no son otra cosa
que la intervención de la providencia de Dios en los
asuntos del hombre. La providencia tiene que ver
216 Orad sin cesar
particularmente con las personas que oran. La ora-
ción, la providencia ¡r la obra del Espíritu Santo
cooperan entre sl y están en perfecta armonfa unos
con otros. La oración no es otra cosa que la petición
del hombre a Dios a través del Espíritu Santo para
que intervenga a favor del que ora.
Lo que se denomina providencia es la supervisión
divina sobre la tierra y sus asuntos. Lleva en sí una
generosa provisión que el omnipotente Dios tiene
para todas sus criaturas, animadas e inanimadas,
inteligentes o no. Una vez admitido que Dios es el
Creador y Preservador de todos los hombres, y
concedido que es sabio e inteligente, nos sentimos
lógicamente impulsados a llegar a Ia conclusión de
que el ornnipotente Dios tiene una supervisión
directa sobre aquellos que ha creado'y a quienes
mantiene en existencia, En efecto, la creación y la
preservación suponen una providencia supervisora.
Lo que se llama providencia divina es simplemente
el omnipotente Dios que gobierna al mundo para el
bÍen del mismo y que controla todo por el bien de la
humanidad.
Los homb¡es hablan de una "providencia general"
como separada de una "providencia especial". No
hay providencia general que no esté hecha de provi-
dencias especiales. Una supervisión general de parte
de Dios supone una supervisión especial e indivi-
dual de cada persona; sÍ, incluso de cada criatura,
cada animal, y cada ser vivo.
Dios está en todas partes, mirando, supervisando,
controlando, gobernando todo para el más alto inte-
iés del homb¡e y llevando a cabo sus planes y
ejecutando sus propósitos en la creación y en la
redención. Dios no es un Dios ausente. No hizo el
mundo con todo lo que hay en él y luego lo dejó en
manos de las asf llamadas leyes naturales para luego
La arución y la providencio divina 217
retirarse a otros lugares del universo, sin tener
ninguna consideración por él ni por el funciona-
miento de sus leyes. Su mano está en el regulador. La
obra no está fuera de su control. Los habitantes de la
tierra y sus asuntos no son independientes del Dios
omnipotente.
Todas y cada una de sus providencias son provi-
dencias especiales, y la oración y esta claie de
providencias van de la mano. La mano de Dios está
en todo. Nada está más allá de El y fuera de su vista.
No es que Dios ordene todo lo que ocurre. El hombre
sigue siendo un agente libre, pero la sabiduría del
omnipotente Dios se pone de manifiesto cuando
recordamos que mientras el hombre es libre, y eI
diablo anda suelto en la tierra, Dios puede supervisar
y controlar los asuntos de la tierra por el bien del
hombre y para su gloria, y hacer que incluso la ira
del hombre se transforme en alabanza.
Nada ocurre por accidente bajo la supervisión de
un Dios omnisciente y perfectamente justo. Nada
ocur¡e por casualidad en el gobierno moral o natural
de Dios. Dios es un Dios de orden, un Dios de ley, y
al mismo tiempo un superviso¡ a favor de sus
criaturas inteligentes y redimidas. Nada tiene lugar
sin el conocimiento de Dios.
Jesucristo dejó en ciaro este asunto al decir: ,,¿No
se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni
uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. pues aun
vuestros cabellos están todos contados. Asf que, no
temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos,'
(Mateo 10:29-31)
Dios no puede ser excluido del mundo. La doctri-
na llg la oración lo pone directamente en el mundo, y
lo lleva a una intervención directa en todos los
asuntos de este mundo.
Excluir al omnipotente Dios de Ia providencia de
218 Orod sin cesor
Iá vida es dar un golpe directo a la oración y su
eficacia. Nada ocurre en el mundo sin el consenti-
miento de Dios, pero esto no quiere decir que El
aprueba todo o es responsable de todo lo que ocu$e.
Dios no es autor del pecado.
A veces se pregunta: "¿Es que Dios está en todo?",
como si hubieran algunas cosas que están fuera del
gobierno de Dios, más allá de su atención, en las que
no se interesa. Si Dios no está en todo, ¿qué hace el
cristiano cuando ora según las instrucciones de
Pablo a los filipenses?
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vues-
tras peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, coo acción de gracias (Filipeuses 4:6).
¿Acaso tenemos que orar por algunas cosas con las
que Dios no tiene nada que ver? Según la doctrina de
que Dios no está en todo, estamos fuera del ámbito
de Dios cuando presentamos "todo a Dios".
¿Qué hacemos entonces con esa gran promesa tan
consoladora para todos los santos de Dios de todos
los tiempos y todos los lugares, una promesa que
pertenece a la oración J¡ que está incluida en una
providencia especial: "Y sabemos que a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien"
(Romanos 8:2Ba)?
Si Dios no está en todo, entonces, ¿cuáles son las
cosas que debemos esperar de "todas las cosas" que
"ayudan a bien" a los que aman a Dios? Y si Dios no
está en todo en su providencia, ¿cuáles son las cosas
que debemos dejar fuera de nuestras oraciones?
Podemos asentarlo como una proposición nacida de
las Escrituras, con fundamento seguro, que nada
ocurre jamás en la vida de los santos de Dios sin su
consentimiento. Dios está siempre allf cuando ocu-
rre. No está lejos. Aquel cuya mirada está sobre un
Lo oroción y Io providenciq divina 219
pajarillo, también está sobre sus santos. Su presen-
cia, que llena Ia inmensidad, está siempre donde
están sus santos. "Yo estaré contigo", es Ia Palabra
de Dios para cada uno de sus hijos.
"EI ángel de Jehová acampa alrededor de los que le
temen, y los defiende" (Salmo 34:7). Y nada puede
tocar a aquellos que temen a Dios, salvo con el
permiso del ángel del Señor. Nada puede entrar en el
campamento sin el permiso del capitán del ejército
del Señor. Sufrimientos, aflicción, necesidades, pro-
blemas, e incluso la muerte no pueden entrar en este
campamento divino sin eI consentimiento del omni-
potente Dios, e incluso entonces es para ser usado
por Dios en sus planes para el bien de sus santos y.
para llevar a cabo sus propósitos:
Por lo. cual estoy seguro de que ni la muerte, ui la
vida, iri ángeles, ni principados, ni potestades, ni Io
presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada
nos podrá separar.del amor de Dios, quees en Cristo
]esrls Señor nuestro (Romanos 8:38, 39).
Estas cosas malas, desagradables y difíciles, pue-
den venir con el permiso divino, pero Dios está allí,
su mano está en todo, y El se ocupa de que todo sea
insertado en sus planes. El hace que sean superadas
por el bien de los suyos, y de ellas se obtiene un bien
eterno. Estas cosas, además de cientos de otras,
pertenecen aI proceso de disciplina del omnipotente
Dios al gobernar a los hombres
La providencia de Dios llega hasta donde llega la
oración. Tiene que ver con todo aquello por lo que
oramos. Nada es demasiado pequeño para el ojo de
Dios, nada demasiado insignificante para que El lo
tenga en cuenta y se ocupe de ello. La providencia de
Dios se pone en movimiento incluso cuando los pies
de los santos resbalan:
 22O Orad sin cesor Lo oroción y lo providenciq divina 227
Pues,a sus ángeles. manda¡á acerca
guarden en todos tus caminos. -E; de ti,que te providencia, en su Palabra, en su Iglesia. Estos son
llevarán, para que h"
-no'irüi""? manos te los que no excluyen a Dios de los asuntos de la tier¡a,
tu pie en piedra
(Salmo 91.:tt, t21. y los que üeen que Dios interviene en los asuntos de
Leamos una vez más-las palabras la tierra a favor de ellos.
de nuestro Señor Si bien Ia providencia de Dios está sobre todos los
sobre lospajarillos, donde Jü-,;¿"No ,u venden
cinco paiarillos por dos_ cuartosiCorrio¿o, hombres, su supervisión y la administración de su
ellos está otviaaao aet""tr;; ;r"*,1"¡l,r"asni uno de gobierno están particularmente a favor de su pueblo.
Pablo hace la acertada pregunta: ,,¿Tiene L2:61. La oración pone en acción la providencia de Dios.
Dios cuida- La oración pone a Dios en acción para supervisar y
9" 9.lg^r bueyes?,' su óuijado cosas más dirigir los asuntos de la tierra para el bien de los
lsiSni_ficalte¡ I_tiene que ver "f"1"""1*
con los asuntos más hombres. La oración abre el camino cuando está
pequeños de los hombres. Aquel q.,".ru"
de la pro-videncia, está prepar"ao'p"ru
en el Dios cerrado y obstaculizado.
enaodas las cosas que le acóntu"u"lv
lrur su mano. La providencia tiene que ver especialmente con
iu.¿, or* po, las cósas temporales. Bs en este campo donde la
No quiere decir esto que el santo que providencia de Dios brilla más y se ve mejor. Tie¡e
providencia de Dios, que lteva confía en la qna tt"t con el alimento, con la vestimenta, las
J toias las cosas a dificultades en los negocios, con intervenciones
Djog en oración, puede &pfi"á,
f* ilisterios de la
divina providencü,_ pero aquellos que sorprendentes y liberación del peligro, y con ayuda
cen a.Dios en todo, lo ven ,r,
oran recono- en las emergencias y en los momentos oportunos y
todo l; q"; 1", ,r"ráá, críticos.
y estáa listos para decir como
di;oluailpedro en el
mar de Galilea: ,,¡Es el Señor!,í- /----s La alimentación de los israelitas durante el viaje
en el desierto es un ejemplo asombroso de la
. lor,rTlos que oran no pretenden interpretar el
trato de Dios con ellos, ni providencia de Dios en el cuidado de las necesida-
providencias de Dios. rero";.""g;;l; explicar las áes temporales de su pueblo. Su trato con ese pueblo
han?pr""¿i¿á'l^."#* nos muestra cómo proveyó para ellos en ese largo
en Dios en la oscuridad asÍ .o*oT"l"lu"z,
a tener fe peregrinaje.
en Dios incluso cuando,las
p;;;;ñnes caigan
- Nuestro Señor enseña esta misma lección de la
sobre nosotros como un diluviol;á;;;;""
tas de sufrimiento.,' tormen- providencia que viste y alimenta a su pueblo, en eI
"Aunque él me matare, en él esperaré.,, Sermón del monte cuando dice: "No os afanéis
q.ue oran se_apoyan en l¡s
Los santos por. , .qué habéis de comel, o qué habéis de beber; ni
palabras de Jesris a pedro: por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir" (ver Mateo
"Lo que yo hago, tú no_ lo ;;;r*¿r'Jior.,
entenrleriás después.', Los úniÉos mas lo ó:25J. Luego dirige la atención al hecho de que es la
mano de Dios en ras provide".i"riu ür¿"" ve¡ la
n"" providencia de Dios la que alimenta las aves del
que oran. "Bienaventurados rlirjda son los cielo y viste a los lirios del campo, y pregunta: Si
los de limpio corazón, Dios hace todo eso por las aves y las flores, ¿no
porque ellos verán a Dios,,;
verán ¡Joi'"qui uo ro cuidará de los suyos?
"
222 Orad sin cesor
Toda esta enseñanza conduce a la,necesidad de
tener una confianza de niño, absoluta, en una provi-
dencia supervisora, que cuida de las necesidaes
temporales de los hombres. Y notemos espe-
cialmente que toda esta enseñanza está íntimemente
ligada en las.palabras de nuestro Señor con lo que
dice sobre la oración, vinculando estrechamente una
vigilancia divina con la o¡ación y sus promesas.
Tenemos una impresionante lección sobre la pro-
videncia divina en el caso de Elías cuando fue
enviado al arroyo de Querit, donde Dios empleó los
cuervos para alimentar a su profeta. Aquí hubo una
intervención tan clara que demuestra que Dios no
puede ser excluido de las cosas temporales en la ':
vida. Antes que Dios permita que su siervo quiera
pan, Bl mueve a las aves del aire a cumplir su orden
para cuidar a su profeta.
Y eso no fue todo. Cuando el arroyo se secó, Dios
lo envió a una viuda pobre qrié tenla apenas la harina
y el aceite suficientes para las apremiantes necesida-
des de ella y de su hijo. Sin embargo compartió con
él lo último que le quedaba. ¿Cuál fue el resultado?
Intervino la providencia de Dios, y mientras duró la
sequía, el aceite de la vasija nunca faltó ni se acabó la
harina.
El Antiguo Testamento resplandece con ejemplos
de las provisiones del omnipotente Dios para con su '
pueblo, y muestra claramente la providencia sobera-
na de Dios. En efecto, eI Antiguo Testamento es
mayormente el relato de una providencia que se
ocupó de un pueblo peculiar, anticipando cada una
de sus necesidades temporales, que los atendió en
sus situaciones de emergencia, y que santificó sus
ut*:li:1ii"d
*uchos de nuestros viejos himnos
están llenos de sentimientos acerca de la providen-
La orución y Io providencio divina 223
cia divina, por lo que vale la pena leerlos y cantarlos
aun en nuestlos dlas.
Dios está en los sucesos más dolorosos y allictivos
de la vida. Tales sucesos son motivo de oración, y
esto es así por el hecho de que todo lo que acontece
en la vida del que ora está en la providencia de Dios
y tiene lugar bajo su mano supervisora. Algunos
áxcluyen a Dios de las cosas tristes o duras de la
É'
vida. Dicen que Dios no tiene nada que ver con
ciertos sucesos que nos producen tanto dolor. Dicen
que Dios no está en la muerte de los niños, que estos
mueren por causas naturales, y clue no es otra cosa
que obra de las leyes naturales.
Preguntemos qué son las leyes naturales sino las
leyes de Dios, las leyes por las que Dios gobierna el
mundo. En fin de cuentas, ¿qué es la naturaleza? ¿Y
quién hizo la naturaleza? ¡Qué grande es la necesi-
dad de saber que Dios está por encima de la
naturaleza, que controla la naturaleza, y está en Ia
naturaleza! Necesitamos saber que la naturaleza, o
las leyes naturales, no hacen otra cosa que servir al
omnipotente Dios, quien las hizo, para llevar a cabo
sus misericordiosos designios' Fueron hechas para
ejecutar los propósitos de su gxacia. EI Dios de la
providencia, eI Dios a quien oran los cristianos, el
,l Dios que interviene en favor de los hombres por su
bien, está por encima de la naturaleza, en absoluto y
perfecto control de todo lo que pertenece a ella. Y
ninguna ley de la naturaleza puede aplastar la vida
ni siquiera de un niño, sin que Dios dé su consenti'
miento, y sin que tan triste suceso ocurra directa-
mente bajo su vista que todo lo penetra, y sin que Bl
esté inmediatamente presente.
David creía esa doctrina cuando oró y ayunó por la
vida de su hijo; si no, ¿por qué hubiera orado y
ayunado para salvar la vida de un niño, si Dios no
224 Orad sin cesor
tenÍa nada que ver con su mue¡te, si es que moría?
Además, ¿"tiene Dios cuidado de los bueyes,', y
tiene ugq supervisión directa sobre las aves que caen
a tierra,p sin embargo, no tendrá nada que ver con la
partida de este mundo de un niño inmortal? lvfás
aun, tengamos en cuenfa que la muerte de un nino.
aunque venga, como afirman algunas personas, por
obra de las leyes naturales, es motivo de gran
aflicción para los padres del niño. ¿Dónde quedan en
tal doctrina aquellos padres sin culpa alguna en lo
que sucede? La muerte de un niño produce gran
sufrimiento a la madre y al padre. ¿No debieran
reconocer Ia mano de Dios en la muerte del niño? ¿y
es que no hay providencia ni supervisión divina en
el hecho de llevarse a su niño? David reconocié
claramente el hecho de que Dios tenía que ver con
mantener al niño con vida, que la oración podría
intervenir en salvar al niño de la muerte, y que
cuando el niño murió, era porque Dios lo haÉia
dispuesto. En todo este asunto, la oración y la
providencia obraron en armoniosa cooperación y
David lo comprendió cabalménte. Ningún niño mue-
re jamás sin ei permiso directo del omnipotente
Dios. Estos acontecimientos tienen su lugar en la
providencia, y obedecen a fines sabios y beneficio-
sos. Dios hace entrar el suceso en sus planes relacio-
nados con el niño mismo, y en los que se refiere a los
padres y a todos los que tengan algo que ver con é1.
#ffiR*
#ffiffi K
1
F*c{:üs a¿{€cres han ienpres$*xaad* tant* at
srs,w$d* eristiano al pr*sent*x?* l* xate.[es*ad de
La*raei*xr y e} papei vital qxae .$aaega *xa !a vid*
d*} ereyemt*, cornc E. M" Swt¡xa¿3s.
ffie las e¡bras va ciásieas de este pr*$tnxa*áx:
esaritsr'leesnc¡ seleccionads ¿ecné *erie dc eap{-
üú; q;;'-*nstituven una versadera a*t*$ogía
&{erile d*i tenta de la oraciós¡" Esta*xroe seg¿¿r$$
de *¡xa* es*e esfuerzo servirá Fará qll* catitre$ de
p*vs{l{xás d* &abla hispana se farxiliariee* {sffi
st; qlbra. 'Sus pensamientos scn inspirad*res,
¿3imámaie{}s y eiaros, al misrno tiempo que s!¡$
**u?c3&{.si$r*e$ n* se q"'redan en la teoría abstrae-
*au sáuaer qet* irxepaalsa:n a la acción' La roca fir:ne
*s? qs{e $* &F}eye nc ,es otra que la Palabra ds
ffiios,
"nt Kspíritr* $a¡rto no se derraxaa a través
de 3e¡s ase*tqldcas" *isr*:v ;¡ i¡avés áe }*s ltüxxabres",
decía K" fol" S*¿elt*s. N*estra s*ei*dad stecesita
*se dsrsasnaca3iextt* <tr*.f Espíritlr" y Hí st*eesáta
k*x'¡etr¡r**y isg{xj*r*s de ,:raei*m para aleaa"aaax a}
m¿¡ff**" ry** *útas pági:tax **gid*x sár'r:tam para
qü* s* awmpna era texe*9ic¡ d.r* $q¡sctrqlc e} **nel*
d*} frsp{r$.*w. "ürad $in e }$ür" {1 Yesa}¡¡mieen**s
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ISBN 0-8297-1085-X