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Stormy Glenn - Lynn Hagen - Saga Entrenando Al Vándalo - 01 Las Leciones de Doby
Stormy Glenn - Lynn Hagen - Saga Entrenando Al Vándalo - 01 Las Leciones de Doby
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Doby Rathom quiere expandir su vida sexual. Infiernos, sólo
quiere un vida sexual, y cree que teniendo un Amo podrá hacer
precisamente eso. Así que decide colocar un anuncio en un
periódico local y encontrar uno. Sólo, que la suerte quiso que
accidentalmente o no, le diera al botón equivocado y su
dirección de e-mail se lo enviara al jefe de su departamento,
Taylor McKinley, quien también es el hombre más sexi que Doby
ha conocido en su vida.
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―¡No! ―Doby Rathom golpeó el monitor de su ordenador,
horrorizado por lo que acababa de hacer. Iba a ser despedido. No
había otra alternativa. Y Doby se lo merecía por atender sus
asuntos personales durante su jornada de trabajo―. Jessica, ven
aquí.
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continuamente la frente con la mano y deteniéndose cada pocos
segundos, para mirar por encima del hombro de Jessica―. ¿Lo
conseguiste?
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―¿A quién se lo envié? ―‘Por favor que no haya sido al
presidente o a cualquier otro pez gordo de la compañía’. Cruzó
sus dedos mientras esperaba a que Jessica le contestara.
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Tenía que pensar en algo.
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camuflado entre otros correos y haberlo eliminado sin ni siquiera
leer la línea del asunto del mensaje.
Estaba jodido.
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Doby sintió que perdía el aliento, cuando Taylor torció su
dedo señalándole que lo siguiera. Bueno, al menos, no iba a
dejar que toda la oficina supiera que era un pervertido. Eso era
bueno. Le quedaba el consuelo de saber que podría salir de allí
con su cabeza en alto, considerando que estaba a punto de ser
despedido.
Tal vez.
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Taylor restregó su mano por su barbilla, mientras sus ojos
escudriñaban el correo electrónico. Doby simplemente
permaneció allí sentado en espera de que el martillo cayera
sobre él. Podía ser despedido por esto. Probablemente, sería
despedido por esto.
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Doby dejó caer su mirada otra vez mientras se frotaba la
parte de atrás del cuello, la humillación había calentado su cuello
y sus mejillas. Incluso sus orejas estaban ardiendo, como si un
fuego se hubiera iniciado en ellas. ―Sí, señor.
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decía sí, Taylor tendría la munición necesaria para despedirlo. Si
decía que no estaría mintiendo. Y tenía la percepción de que
Taylor McKinley lo sabría y no se lo tomaría bien.
Estaba jodido.
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poca dignidad que le quedaba. Doby respiró lentamente,
deteniéndose a sí mismo de gritar frente a Taylor. ―Hecho,
señor.
―Siéntate y escucha.
Eso no era una petición. Doby se agachó tan rápido que casi
no atina a hacerlo sobre la silla. Taylor se abalanzó hacia
adelante como si pudiera detener la caída de Doby desde detrás
de su escritorio. El culo de Doby golpeó sobre el borde de la silla.
Seguramente eso le dejaría magulladura, pero ignoró el dolor
que lo atravesó de nalga a nalga cuando se sentó correctamente.
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la necesidad detrás de eso, pero ¿pedirle que renuncie? Aun no
entendiéndolo sabía que no tenía opción y que aceptaría. No
podía negarse si quería conservar su trabajo y su dignidad
intacta.
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―¿Cómo te fue? ―Tras comprobar que la puerta de Taylor
estaba cerrada, Jessica entró de nuevo al cubículo Doby.
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sacaba el recipiente con su almuerzo―. Déjalo ya, vamos a
comer.
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Había pasado una semana desde, ‘el incidente’, como
Jessica había comenzado a referirse a él. Taylor lo ignoró, como
de costumbre le encantaba darle a Doby la patada hasta el final.
El hombre había cumplido su palabra, y el maldito correo
electrónico había desaparecido.
Poco a poco, dejó de golpear las cosas cada vez que Taylor
pasaba cerca de él, o por su cubículo, o cuando escuchaba su
profunda voz. La tensión disminuyó con el tiempo, y todo volvió
a la normalidad. Doby todavía no había enviado el anuncio, de
alguna manera creyó a Taylor, cuando le había dicho que lo
sabría.
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Doby sabía a ciencia cierta que Taylor ganaba mucho dinero
por trabajar para Michelson Inc. ¿Por qué iba a querer el mínimo
salario de un empleado que estaba por debajo de él?
Simplemente no encajaba. Algo estaba fuera de contexto. Doby
lo sentía.
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acciones de cualquiera que fuera la empresa de la colonia que
Taylor llevaba porque al instante se empalmó.
Por miedo a que Taylor viera el bulto que ahora lucía en sus
pantalones, Doby tomó asiento. Sus ojos centrados en el anillo
en el dedo pulgar que Taylor llevaba, junto con el Rolex de plata.
Ese reloj podía pagar el alquiler de Doby durante todo un año y
algo más. No tenía ninguna pista sobre el anillo. ¿Y desde cuándo
los hombres usaban anillos de pulgar?
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―¿Y crees que escribí esto? ―Taylor arrugó la nota y la
arrojó sobre su escritorio, una mirada de disgusto desfiguraba su
hermoso rostro.
Cuando todo lo que Doby oyó fue silencio, alzó la vista para
ver a Taylor estudiar la nota de nuevo.
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Doby sabía cuando estaba siendo despedido.
Apresurándose fuera de la oficina, cerró la puerta sin hacer ruido
detrás de él. Odiaba la forma en la que se convertía en un cabeza
de chorlito siempre que estaba alrededor de Taylor. El hombre
demandaba la atención y el respeto de todos con sólo entrar en
una habitación. Era un líder nato. Lo que arrasaba a Doby como
una llama.
1
Coche de la marca Suzuki.
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su oficina. En este punto no le importaba. Necesitaba que el que
estuviera haciendo esto expusiera sus demandas para poder
volver a su patética vida.
Obediente, se sentó.
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Doby se sentía como un canalla. Normalmente era un buen
tipo, ayudando a todo el mundo que lo necesitara en la oficina,
¿pero no se le permitía tener un mal día como todos los demás?
Ninguno de los otros chicos era llamado a la oficina del director
cuando eran menos amables. Esto no era justo. ¿Por qué era él,
el seleccionado?
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Taylor se maldijo por lo que se le había escapado por su
boca. Desde que le había llegado el correo electrónico a su
bandeja de entrada, Doby había sido un gran peso en su mente.
El neófito no tenía ni idea del tipo de problemas en los que se
podía haber metido colocando un anuncio así con ese pedido.
¿No era consciente de los peligros? Taylor se sacudió recordando
el anuncio que había memorizado.
Llámame
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―Yo... no sé cómo responder a eso. Señor ―agregó Doby
rápidamente.
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Reproduciendo la escena, Taylor había estado a la
búsqueda del perfecto sumiso, que se ajustara a lo que estaba
buscando. Siempre encontraba, en aquellos con los que jugaba
en los clubes, que algo les faltaba. ¿Quién habría pensado que lo
veía todos los días en el trabajo?
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Una lágrima comenzó a correr por la cara de Doby. Fue
rápidamente seguida por otra y otra. ―Porque no sé cómo
contestar, señor.
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―Tu formación comienza este viernes. Te daré mi
dirección. ―Taylor lentamente fue dando vueltas alrededor de la
silla de Doby―. Hasta entonces, existen algunas reglas que
debes obedecer.
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Sonrió cuando Doby se ruborizó. Afortunadamente, la
cabeza de Doby estaba baja y no veía su sonrisa. No serviría de
nada que Doby pensara que Taylor estaba encantado, no en este
momento. Necesitaba mucho más entrenamiento antes de llegar
a ese punto.
―Sí, señor.
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se deslizaban entre los dedos de Taylor hasta que llegó a la parte
de atrás de la cabeza de Doby. Cogió un puñado de pelo y tiró de
su cabeza hacia su espalda, mirando fijamente hacia abajo a sus
ojos. Esos ojos verde musgo brillaban bajo su tacto.
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miró hacia abajo a la nota que sobresalía de debajo de su
teclado.
Un fin de semana.
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Taylor observó como Doby empujaba un rizo rebelde de su
rostro, sus grandes ojos mirando al suelo. Lo estudió, Taylor
encontró al hombre impresionante, sólo le enfurecía la idea de lo
que podría haberle pasado si accidentalmente no le hubiera
enviado el correo electrónico, y lo hubiera enviando a la sección
de anuncios en su lugar.
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tiempo suficiente o la privacidad que quería. Sin embargo, era
difícil negarse, cuando Taylor veía el deseo en los ojos de Doby.
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Taylor miró el reloj el viernes, esperando oír a Doby tocar
por última vez. El hombre había entrado en su despacho los
últimos dos días más veces que en todo el tiempo que llevaba
trabajando para Michelson Inc.
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antes de salir. No quiero que nadie sospeche que me estás
siguiendo.
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Taylor abandonó el edificio, yendo hacia su coche. Oró
porque Doby no fuera demasiado entusiasta y saliera corriendo
detrás de él. El Sr Creekside estaba aparcado a sólo unos cuantos
coches por debajo.
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Un poco más de treinta minutos después, porque el tráfico
era un poco caótico ya que era viernes, Taylor metió su coche en
el garaje adjunto a su casa. Apagó el motor y salió, agarrando su
chaqueta y su maletín antes de cerrar y bloquear la puerta.
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Taylor. Si tenía algo que decidir en el asunto, Doby iba a pasar
mucho tiempo esposado.
―Maldita sea.
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Taylor le dio crédito al hombre por estar controlándose tan
duro como podía, pero sabía que estaba cerca de tener una crisis
nerviosa. La aprensión guerreaba con la anticipación en los ojos
verde musgo de Doby. Taylor sabía que necesita dirección,
órdenes, y era el hombre para dárselas.
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―Sin embargo ―continuó Taylor―. Vamos a usar un
pedazo de cinta roja.
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―Está bien. ―Dio un paso hacia adelante y Doby inclinó la
cabeza hacia atrás, dejando al descubierto su garganta.
―Pero ha dicho-
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Doby no había recibido la orden de quitarse la ropa antes.
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ojos de Taylor, allí de pie, desnudo, así que se quedó mirando el
pecho del hombre. Y era un buen pecho el que tenía. Era
suculento, con un bronceado que cualquier hombre envidiaría.
Amplio, pero no lo suficientemente amplio como para
considerarlo voluminoso. Taylor tenía unos músculos definidos,
esas pendientes y curvas abogaban por ser lamidas.
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Doby rápidamente corrió hasta donde estaba parado.
‘Maldita sea’. Iba a arruinar esto magníficamente, y luego Taylor
le daría una patada. Lo sabía. Doby se maldijo a sí mismo en voz
baja, perdiéndose lo que Taylor le había dicho.
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―De rodillas con las manos descansando sobre los muslos,
las piernas separadas.
Doby casi lloró cuando sintió que Taylor ataba la cinta roja
alrededor de su garganta. Tal vez sólo fuera una simple tira de
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tejido para la mayoría de la gente, pero significaba algo para él.
Cuando el nudo finalmente estuvo hecho, Doby sintió como una
sensación de calma entraba en su cuerpo. Su mente descansó,
quedándose lánguida como su cuerpo.
―Sí.
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―Cierra tus ojos y abre tu boca, mascota. Es hora de cenar.
Doby sintió que algo cepillaba sus labios. Fue a abrir los
ojos cuando oyó a Taylor aclararse la garganta. Ah, cierto. Se
suponía que debía mantener los ojos cerrados. Lo que estaba en
los dedos de Taylor pasó por sus labios y se estableció en su
lengua.
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galletas saladas y queso. Ser alimentado por la mano de Taylor
era un proceso lento y que a Doby le resultaba muy erótico. En el
momento en el que abrió la boca para otra pieza y ninguna llegó,
Doby sentía que su polla iba a explotar.
―Sí, señor.
Doby estaba muy ansioso por abrir los ojos. Quería ver a
Taylor. Se puso de pie y cogió el plato de comida, frunció el ceño
cuando vio lo vacío que estaba. ―¿Ha comido, señor?
‘¿Jugar?’
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fregadero? Echando un vistazo alrededor de la cocina, se dio
cuenta que la habitación estaba impecable.
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―¿Te he pedido que lavaras el plato o que lo dejaras en la
cocina?
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―Dilo ―dijo Taylor poniéndose de pie.
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‘Infiernos si lo sabía’. Doby estaba tan confundido que
alguien podría haberle dicho que el cielo estaba morado y no
tendría un buen argumento contra eso. ―No sé, señor.
―Ya tiene dos castigos, Doby. Uno por ese pequeño truco
tuyo en el trabajo y otro por no seguir mis órdenes. Si sigues
mintiéndome, me veré obligado a añadirte otro castigo, Doby.
¿Quieres eso?
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―Muy bien, mascota. ―Taylor sonrió mientras acariciaba
con su mano el suave pelo de Doby. Esa era exactamente la
respuesta que quería. Él era el que controlaba esta situación, y
Doby necesitaba saberlo. Solo con que lo comprendiera podría
empezar a entrenarlo.
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―Ahora, separa las piernas, Doby.
―¡Señor!
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―Está bien, hora de tu castigo, Doby. Tenemos que hacerlo
antes de que podamos continuar. ―Taylor señaló a su regazo―.
A lo largo mi regazo, mascota, culo hacia arriba.
―Sí, señor.
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moribundo. El culo de Doby era perfectamente redondeado,
perfectamente perfecto, y perfectamente curvado.
―Uno, señor.
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―Sigue contando, Doby. Te quedan cuatro más.
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Los ojos de Doby redondos como platos, parpadearon antes
de fijar su mirada con la de Taylor. Supo en ese instante que
había tocado uno de los puntos débiles de Doby. Ya sospechaba
que era muy oral, mientras le daba de comer durante la cena. El
hombre aprovechaba cualquier oportunidad para lamerle los
dedos mientras lo alimentaba.
―¿Sí, mascota?
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―Tómate tú tiempo, Doby ―dijo Taylor, cuando vio a Doby
fruncir las cejas―. Esto no es una prueba.
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Tomó un largo suspiro, aplazando el orgasmo durante tanto
tiempo como fuera posible. Había pasado mucho tiempo desde
que había jugado con un sub, incluso más tiempo desde que
había tenido a uno esposado. No iba a dejar que este momento
finalizara antes de tiempo.
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―Prepárate ―dijo Taylor cuando su orgasmo explotó, y su
descendencia salpicó la garganta de Doby. Los puños se frotaban
sobre su polla, y podría haber jurado que vio estrellas cuando
apretó los dientes y soltó el pelo de Doby.
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Taylor sonrió. Doby parecía que quería llorar. ―Sí, Doby.
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Doby estaba perdiendo la cabeza. No importa lo mucho que
deseara distanciarse, su polla no podía bajar. Pensó en todo lo
que pudo para conseguir que su mente se olvidara de su dolorida
carne, pero nada funcionaba, y menos con la pierna de Taylor
presionando un costado de su cuerpo y el aroma del hombre
llenando sus sentidos.
No lo hizo.
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―Aquí encima, mascota.
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profundamente entre las mejillas de su culo, cepillando sobre su
doloroso agujero. Si Taylor hubiera estado desnudo, Doby no
tenía duda de que hubiera sido empalado en ese mismo
segundo.
―No, señor.
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―No te preocupes, mi pequeña y sexi mascota ―dijo
Taylor―. Si la formación va bien, estoy seguro de que llegarás a
conocer mis deseos y necesidades lo suficiente como para
anticiparlas. ―Taylor señaló con el dedo a Doby―. Y aunque no
lo hicieras. Se trata del placer que podemos darnos uno al otro,
no sólo tú o yo.
―Bien.
2
Baile. Además de está muy arraigada en la tradición irlandesa, las gigas fueron muy populares en
Escocia e Inglaterra desde 1500 hasta 1600.
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al lado de una pila de los libros. Se moría de curiosidad por saber
lo que había dentro, pero no se atrevió a abrirla sin permiso.
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empezando a darse cuenta de que Taylor le explicaría las cosas
cuando sintiera que era el momento adecuado y no un segundo
antes.
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intimidante y poderoso, no sólo ante los ojos de Doby, sino ante
todos los que trabajaban en el sexto piso. Los empleados se
dispersaban y se escondían de Taylor cuando salía de su oficina.
El hombre no era un tirano, pero no permitía la holgazanería o
los errores perezosos.
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dependido de ello. La sensación de calor de esa mano fuerte
corriendo sobre su piel era demasiado.
―¿Señor?
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supone que era un castigo, entonces Taylor no tenía ni idea de
cómo la picadura hizo que su polla diera un tirón. Quería otro.
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―Así es como me imaginaba nuestra primera vez juntos
―dijo mientras levantaba a Doby lo suficiente para que su pene
se deslizara de su culo. Y Doby seguía duro.
‘Maldita sea’.
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Taylor no pudo evitar la pequeña sonrisa que vino a sus
labios cuando Doby gimió, pero se acomodó en la almohada en
posición de reposo. El labio inferior lo tenía atrapado entre los
dientes, y jadeaba duramente.
El que creyera que un sub era más débil que un Dom era un
idiota. La voluntad que tenía Doby para negarse su orgasmo ante
tal necesidad era sorprendente. Taylor sintió un momento de
asombro por el control de Doby. Tal vez había algo más en su
pequeño sub de lo que había pensado previamente.
―Córrete.
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Una simple palabra parecía tener el poder de mover la
tierra, o por lo menos mover a Doby. Los deliciosos labios del
hombre se abrieron cuando un suave grito llenó la habitación. Su
espalda se arqueó. Su piel adquirió un impresionante tono color
rosa, como si el placer lo hubiera pintado de pies a cabeza.
Cuerdas de blanco esperma perlado se dispararon al aire,
aterrizando en el pecho de Doby, su muslos, y hasta su barbilla.
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Taylor cogió la cesta púrpura y azul y sacó algunas toallitas
húmedas para bebé que tenía para tales ocasiones. Con mucho
cuidado lo limpió, y luego a sí mismo, antes de tirar las toallitas
usadas al bote de basura que estaba a un lado de la mesa de
café.
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El sub era realmente bueno siguiendo órdenes. Taylor no
podía esperar para ver si Doby podía seguir las órdenes del
mismo modo cuando llegara la mañana. Esta noche había sido
fácil, los dos se iban a salir de su piel, por así decirlo. Mañana, la
formación real comenzaría. Taylor esperaba que Doby estuviera
preparado para las cosas que había planeado para los dos.
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un acceso sin restricciones al sexi y pequeño cuerpo. Y estaba
bastante seguro de que Doby lo disfrutaría.
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al otro, excepto por sus manos, que estaban caídas con descuido
sobre su cabeza. Perfecto.
―Doby.
―Señor.
Perfecto.
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Taylor sonrió. Movió sus caderas y golpeó la cabeza de su
polla contra los labios de Doby. ―Abre, mascota.
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Maldita sea. Doby era jodidamente bueno en esto. Taylor
preveía una gran cantidad de mamadas en su futuro. Era la
manera perfecta de empezar el día. E hizo que empezara a
pensar en cómo podía hacer arreglos para que esto ocurriera
todas las mañanas. Era demasiado pronto para saber si lo que se
estaba construyendo entre ellos sería permanente, pero estaba
seguro de inclinarse por ese camino.
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humedeció los labios―. Señor, no quería decir... ¿No me puedo
lavar los dientes primero?
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sentó. Palmeó el lado de la cama junto a él―. Ven y siéntate,
mascota, te daré tus órdenes.
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‘Sí, lo estaba’. Taylor se rio entre dientes cuando cogió los
artículos que había dejado sobre la cama antes. El culo de Doby
no estaba tan rosa como lo había estado la noche anterior, pero
tan problemático como el pequeño hombre era, no tenía duda
de que estaría de color rosa-rojo de nuevo, y probablemente
antes que tarde.
―¡Sí, señor!
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manos y rodillas, su culo alzado al aire y su cara empujando
contra la cama.
Doby gimió.
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Taylor golpeó a Doby en el culo. ―Amo. ―La palabra
estaba fuera de la boca de Taylor antes de que pudiera
detenerla. No tenía todavía la intención de compartir esa
necesidad en particular con Doby, quizás nunca. No a todos los
sub les gustaba llamar a su Dom, Amo. Oró para no haberlo
echado todo a perder entre ellos con su desliz.
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―Sí, Amo.
―Córrete, mascota.
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Los músculos internos de Doby drásticamente se apretaron
alrededor de la polla de Taylor cuando el grito lleno de placer del
hombre sonó en la habitación. Taylor sintió el caliente líquido
cubrirle la mano, cuando su propio orgasmo se apoderó de él.
―Mi Amo.
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Doby no podía creer que ya fuera lunes. Había querido
hacer pucheros y hacer un jodido berrinche cuando había
agarrado su bolsa del armario para volver a casa. Casi cierra la
puerta de un portazo cuando salía de la casa de su amo ayer
noche. Dejarlo había sido lo más jodidamente difícil que había
tenido que hacer.
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Si pasaba demasiado tiempo, tenía miedo de no ser capaz
de abstenerse de correr hacia la oficina de Taylor y suplicarle de
rodillas, por supuesto, que azotara su culo, jugara con su tapón o
lo follara. Cualquiera de los tres funcionaría.
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Se detuvo en seco cuando vio la nota amarilla pegada a su
pantalla de nuevo. Doby sintió como si todo su día hubiese sido
tirado por el váter en un instante en el segundo que vio el
pequeño papel gritándole que lo leyera.
Catastróficamente.
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Doby empujó los brazos de Jessica, enojado más allá del
sentido común. No iba a dejarse intimidar por más tiempo.
Quien quiera que fuera que dejara las notas iba a ponerse de pie
y asumir la responsabilidad.
―¡Doby!
‘¡Oh, Dios!’
Taylor McKinley.
‘Maldita sea’.
―¡Bájate, Doby!
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La voz de Taylor estaba llena de ira. Doby nunca le había
oído usar ese tono en su dirección antes, ni siquiera cuando la
había jodido. Estaba demasiado asustado para moverse.
‘Diablos, no’.
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Doby casualmente le dio una mirada rápida a Jessica para
verla mirar fijamente a Taylor y, a continuación al Sr. Creekside.
Sabía lo que estaba a punto de suceder.
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Doby se retorció en su asiento, sintiendo las acaloradas
miradas de Taylor y el Sr. Creekside. ―Encontré esto, más…
Señor. McKinley. ―Doby se controló como el infierno para que el
título de amo no cayera de sus labios frente al Director General.
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Taylor se aclaró la garganta, la rabia en sus ojos
deslizándose lejos cuando miró al Director General. ―Todavía
estamos tratando de averiguar por qué lo están chantajeando.
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¡Acababa de ser despedido!
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seguro que el Sr. Creekside no había estado en la habitación
cuando tuvo su crisis.
Apenas.
Doby miró con los ojos muy abiertos como Taylor se irguió,
caminando a través de la alfombra de felpa y parándose justo en
frente del señor Creekside. Doby se mordió la uña del pulgar,
preguntándose lo malas que estaban a punto de ponerse las
cosas en la oficina de Taylor.
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―¿Se me olvidó mencionar que tengo cámaras de
seguridad instaladas en la oficina exterior para poder ver el
rendimiento de mis empleados?
¿En serio?
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―No, no lo está ―respondió Taylor―. Usted también ha
violado política de la compañía en lo que se refiere a chantajes.
Además de que es un motivo para ser detenido. Y Doby podría
presentar una seria demanda. ―Taylor se volvió hacia Doby,
pero la expresión de su rostro no era una sonrisa feliz. De hecho,
francamente asustaba a Doby―. Pero le voy a decir qué.
¿No lo hacía?
―¿No lo hago?
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problema más con usted, si una palabra de esto se filtra. Ahora,
¿sería usted tan amable de salir de mi oficina? Tengo un sub al
que castigar.
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―Pero le pertenezco ―dijo Doby esperanzadoramente.
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―Vas a tener que usar mi collar, Doby. ―Taylor acarició
con su pulgar la garganta de Doby―. Eso significará que eres
mío. Tienes que entender lo que eso significa.
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pequeña rotura de un papel. Con una rápida mirada por encima
del hombro vio que Taylor estaba poniéndose un condón en su
duro pene.
‘¡Mierda!’
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Stormy cree que la única cosa más sexi que un hombre con
botas de vaquero es dos o tres hombres en botas de vaquero.
También cree en el amor a primera la vista, en los compañeros
del alma, el amor verdadero, y los finales felices.
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