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El documento discute el valor de las opiniones y la importancia de opinar de manera responsable y fundamentada. Sostiene que las opiniones deben surgir de un pensamiento crítico y filosófico previo, en lugar de ser divagaciones sin rumbo. También advierte sobre los riesgos de que la política manipule y distorsione la opinión pública para fines propios, en lugar de representar verdaderamente los intereses de la población. Finalmente, critica a los "opinadores" que pretenden interpretar situaciones sin tener las credenciales para hacerlo de man
El documento discute el valor de las opiniones y la importancia de opinar de manera responsable y fundamentada. Sostiene que las opiniones deben surgir de un pensamiento crítico y filosófico previo, en lugar de ser divagaciones sin rumbo. También advierte sobre los riesgos de que la política manipule y distorsione la opinión pública para fines propios, en lugar de representar verdaderamente los intereses de la población. Finalmente, critica a los "opinadores" que pretenden interpretar situaciones sin tener las credenciales para hacerlo de man
El documento discute el valor de las opiniones y la importancia de opinar de manera responsable y fundamentada. Sostiene que las opiniones deben surgir de un pensamiento crítico y filosófico previo, en lugar de ser divagaciones sin rumbo. También advierte sobre los riesgos de que la política manipule y distorsione la opinión pública para fines propios, en lugar de representar verdaderamente los intereses de la población. Finalmente, critica a los "opinadores" que pretenden interpretar situaciones sin tener las credenciales para hacerlo de man
La sana critica, surgida del disentimiento sapiente siempre tendrá efectos en la construcción de conocimiento. Opinar con responsabilidad académica siempre superará el correveidile, sirviendo esto para construir un marco conceptual garante de interpretaciones; aún en la alteridad, como analogía, determina una buena posibilidad de acertar o como hoy se estila, ser políticamente correcto. Las opiniones son múltiples pero sus contenidos son delimitados por una concepción filosófica previamente distinguida en sus formas y fondos consistentes. Opinar sin rumbo es divagar en un mar de incertidumbres donde el más avezado también pierde. Buscar una aguja en un pajar de opiniones es alcanzar el máximo de dispersión eclíptica para finalmente no llegar a ningún lado, dejando a su paso dudas perturbadoras. El que opina piensa, el que narra comunica, siendo la diferencia la causa del infantil conflicto. Una cosa piensa el burro y otra el que lo enjalma. La opinión política debería ser única en el sentido conceptual pero los contextos permiten desarrollar multiplicidad de incomprensiones, obteniéndose finalmente galimatías previos a un juicio que exige seriedad. Opinar sin concluir es como un pobre ve pasar la plata para el banco o un narciso se estanca viendo cosméticos en una vitrina. Hay que ver para creer, hay que pensar para opinar. Cuando algo sucede es porque iba a suceder, tonto pero es verdad. Aplicar este principio invita a prever o evitar desacuerdos programáticos, entendidos como insatisfacciones equivalentes al saber con antelación, para plantear una solución surgida de una opinión, con posterior discusión. Opinar es entonces un proceso juicioso donde toda postura debe ser considerada válida o no, lo hipotético conduce, si se es sensato, a una tesis la cual afirma o descarta el veredicto inicial. La opinión pública es la forma como una población se pronuncia en forma expresa y sistémica para obtener de ello privilegios propios de su racionalidad. No necesariamente sucede lo anunciado. La política transforma el sentir popular y lo induce a actuar en cuerpo ajeno, porque su opinión no le pertenece, previamente fue inducida con aceptación implícita en el sentido de saber, para deliberadamente no entender. No opino, por lo tanto no existo, parece ser el denominador común. Al interior de la población existe un pequeño número de personajes denominados opinadores. Son personajes con pretensión inmaculada; sobresalen permanentemente porque son los intérpretes sapientes del discurrir territorial sin que nada los acredite de ello. Normalmente se confunden con los periodistas, siendo ese el momento donde la situación se agrava. Se informa para criticar como lo haría un erudito para bobear. Esta mezcla explosiva llega a la gente convertida en instrumento de poder y con atrevimiento se afirma que la opinión es el cuarto poder. Podría citarse, como ejemlo válido de lo expuesto, lo que el nuevo Alcalde de Pereira opina de su antecesor, en términos coloquiales, “que fue un desastre”, pero olvida deliberadamente que en el tiempo de Gobierno de Maya, él fue el Concejal de la oposición, que de eso, nada. Maya riposta con opiniones dispersas, explica lo que no debería hacer porque lo de la vía del Colibrí solo debería explicarlo Gallo, pero este esta encumbrado en lugares inmarcesibles, ocultando la realidad surgida en su superficial y pésimo mandato. La Ciudad requiere de opinadores, pero no los mismos que habitan el corral. lumica74@hotmail.com