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1. MONTE ARARAT.

Según la Biblia es el monte donde encalló el Arca de Noé. Fue el colofón a


aquella bonita historia en la que decidí exterminar a toda la humanidad, niños
incluidos, y salvar a las garrapatas. Yo soy así.
2. MONTE MORIAH.
Es el monte en el que decidí gastarle aquella broma a Abrahán. Sí, cuando le
ordené que matase a su propio hijo. ¡Y va el tío y me hace caso! Menos mal
que le paré a tiempo, el tipo estaba loco. Dicen que las tres grandes religiones,
el islamismo, judaísmo y cristianismo descienden de Abrahán, un tipo que
escuchaba voces que le decían que matase a su hijo. Con eso se explica toda
la historia posterior de la humanidad.
3. MONTE SINAÍ.
Es el monte donde entregué a Moisés los Mandamientos. Se los tuve que dar
dos veces porque a la primera los estampó contra el suelo y los rompió. Una
pena, porque dice la Biblia que estaban escritos de mi puño y letra. Las
segundas tablas se las dicté, que ya estaba cansado de escribir (os habla un
tipo que solo trabajó seis días), con lo que os quedasteis sin saber si es verdad
eso de que Dios escribe recto con renglones torcidos.
4. MONTE NEBO.
Desde su cima le mostré a Moisés la Tierra Prometida. Se la dejé ver pero no
le dejé entrar, y eso que el pobre había estado cuarenta años guiando a mi
Pueblo Elegido en su busca. ¿Y sabéis por qué le castigué de manera tan
cruel? Porque una vez golpeó con su bastón mágico una roca dos veces en
lugar de una. ¡A Dios se le llama una vez, dos ya es molestar!
5. MONTE TABOR.
Allí me puse de tiros largos, me transfiguré. Fue un día que subí con mis
mejores colegas, Pedro, Santiago y Juan, y no sé qué fumarían allí arriba, pero
dicen que de pronto me vieron resplandeciendo y que bajaron del cielo Moisés
y Elías a charlar un rato.
6. EL MONTE DONDE DI EL SERMÓN.
Fue mi famoso “Sermón de la Montaña”. Hay quien dice que lo pronuncié en un
llano, pero la Biblia lo llama “de la montaña” para darle más categoría. En él
enuncié mis famosas Bienaventuranzas, donde expliqué eso de que era genial
ser humilde y pobre. Los poderosos aplaudieron con las orejas, tenían el
rebaño apaciguado. Y así hasta hoy.
7. EL MONTE CALVARIO.
Y por supuesto, terminé mis días en otro monte. Sí, allí fue donde me
crucificaron. ¡Deja uno la carpintería porque está harto y acaba clavado en un
madero! Eso sí, en un monte, y con vistas.

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