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En un misterioso bosque llamado Espejomanía, vivía un niño curioso llamado Nicolás que siempre

se preguntaba por qué los espejos reflejaban su imagen. Un día, mientras exploraba el bosque,
Nicolás se encontró con el Anciano Espejista, un sabio que conocía todos los secretos de los
espejos y sus reflejos.

"¡Saludos, Nicolás!", dijo el Anciano Espejista con una sonrisa amable. "Veo que te preguntas por
qué los espejos reflejan nuestra imagen. Déjame contarte el misterio detrás de esto".

Nicolás asintió emocionado y preguntó: "¿Cómo es que los espejos hacen eso?"

El Anciano Espejista explicó: "Los espejos tienen una superficie muy especial llamada 'espejo
plateado', que está cubierta con una fina capa de plata o aluminio. Esta superficie es muy lisa y
refleja la luz de manera uniforme".

Nicolás preguntó con curiosidad: "¿Por qué vemos nuestra imagen en el espejo?"

El Anciano Espejista continuó: "Cuando la luz choca contra la superficie del espejo plateado, se
refleja de vuelta hacia nosotros. Nuestros ojos perciben esta luz reflejada como una imagen de
nosotros mismos. Es como si el espejo nos devolviera la luz que le enviamos".

Nicolás se maravilló con la explicación y preguntó: "¿Por qué vemos nuestra imagen de frente y no
al revés?"

El Anciano Espejista respondió: "Eso es gracias a la manera en que está construido el espejo
plateado. La luz se refleja de manera que la imagen que vemos en el espejo parece estar del
mismo lado que nosotros. Es como si estuviéramos viendo una ventana al otro lado".

Nicolás entendió el misterio de los espejos y agradeció al Anciano Espejista por compartirle su
sabiduría. Desde ese día, Nicolás disfrutó cada vez que se miraba en un espejo, recordando el
fascinante proceso de reflejo de la luz y cómo los espejos nos muestran una versión de nosotros
mismos que siempre está lista para ser descubierta y explorada.

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