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Nací en Montefalco, Italia. Mis padres son Damián y Jacoba, mi hermana, quien
es mayor que yo por 17 años, siempre estuvo dispuesta para vivir una vida de
penitencia y oración, de hecho después de mi nacimiento no dudó en retirarse al
pequeño reclusorio que nuestro padre construyó.
Es gracias a ella que estoy donde estoy, la visitaba diariamente y en eso me
contagiaba del amor a Jesuscristo y del conocimiento sobre la fe católica. De hecho,
fue tanto esto que desde los 6 años yo misma quería entrar a dicho reclusorio. En
varias ocasiones se vivieron momentos difíciles, cargados de tribulaciones, pero a
pesar de carecer de todo, no dejábamos de ser felices.
El 10 de junio de 1290 monseñor Gerardo Pigolotti concedió la Regla de San
Agustín y reconoció el monasterio con el título de “Santa Clara”, la más grande
aspiración de mi hermana. Tras su muerte fue nombrada para relevarla, yo no quería,
sentía una pena muy grande tras haber perdido a mi hermana, pero me vi en la
obligación de cargar con la responsabilidad de ser superiora del Convento de Santa
Clara con tan solo 23 años de edad.