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Entendemos por desarrollo psicomotor a la adquisición de habilidades durante la etapa de la infancia. Es decir, es el
proceso mediante el cual el niño aprende a moverse, hablar o distinguir personas y objetos, entre otras capacidades.
Cuando hablamos de psicomotricidad nos referimos a las destrezas o habilidades que muestra el niño a la
hora de controlar sus movimientos corporales cuando interactúa con su entorno. Estos movimientos pueden
ser de dos tipos: gruesos y finos.
La motricidad gruesa
Hace referencia a esos movimientos que podríamos definir como “más burdos”, en los que participan grupos
musculares amplios, como saltar, correr, rodar, gatear, subir y bajar escalones… Son los primeros movimientos que
se aprenden y los más fáciles de ejecutar.
Dar palmadas
Escalar
Equilibrio
La motricidad fina
Exige al pequeño mayor control de su sistema motor, tanto en el tono muscular como en ejercer determinada fuerza, son
movimientos que requieren de precisión, en los que utilizamos las manos, muñecas, dedos, labios y lengua. Implica el
desarrollo muscular combinado con el sistema nervioso.
Son los movimientos que se realizan a través de grupos musculares más pequeños y requieren la coordinación, por
ejemplo, del ojo y la mano. También requieren en su ejecución que el niño mantenga la atención y concentración
durante la actividad. Por lo tanto, aprender estos movimientos les lleva tiempo y práctica. ¿De qué movimientos finos
estamos hablando? Abrocharse un botón, punzar un papel, recortar con tijeras, sostener un objeto pequeño con la punta
de los dedos, hacer la pinza para coger el lápiz y seguir un trazo marcado en un papel.
1 año: presionar o estrujar juguetes sonoros o coger un vaso con las dos manos.
2 años: abrir y cerrar envases a presión, hacer rodar objetos o comer solo.
SOCIO – AFECTIVO
El área socio-afectiva abarca dos ámbitos: el social y el afectivo o emocional; se relacionan el proceso de socialización (lo
que aprendemos sobre las reglas para adaptarnos al medio social) y el conocimiento sobre uno mismo (el
autoconocimiento de nuestras posibilidades).
Las construcciones sociales para comprenderse y comprender al mundo y a los otros, están vinculadas con la
construcción de la afectividad: los sentimientos hacia sí mismo y hacia los demás.
Las primeras interacciones del niño con el mundo son en el área socio-afectiva, gracias a las emociones somos capaces
de comenzar un diálogo social con los otros y comprender así el entorno. Es posible que algunos niños, por unas causas u
otras, tengan más dificultades para comprenderse a sí mismos y para comprender a los demás, es fundamental estimular
y enriquecer el proceso de construcción de la afectividad, de los sentimientos hacia sí mismo y hacia los demás, que
desemboquen en un proceso de socialización armónico y saludable.
La labor de la educación socioafectiva de los más pequeños se aborda desde tres perspectivas fundamentales:
Intelectual
Es aquella que favorece el conocimiento social en general. Junto a los elementos básicos del aprendizaje como el
lenguaje, los niños aprenden valores, costumbres, normas, símbolos sociales e instituciones.
Emocional
Se refiere a todas las redes emocionales que engloban el proceso educativo. Entre ellas destacan los vínculos
emocionales con los padres, amigos y el educador. A través de ellos se desarrollan habilidades como la empatía, la
amistad y el apego. Además, se fomenta el interés por la realización satisfactoria de tareas o el logro de objetivos. Las
emociones actúan como elemento motivador del aprendizaje.
Social
La aceptación o rechazo de los demás favorece la adquisición y el aprendizaje de comportamientos considerados como
correctos por la sociedad. Los niños aprenden las conductas sociales a través del reforzamiento positivo, la instrucción y
la imitación. Este es un proceso que va estrechamente ligado a la asimilación de normas, conductas y valores.
REFLEJOS CON LOS QUE CUENTA EL SER HUMANO AL NACER
Un reflejo es una reacción muscular que sucede automáticamente en respuesta a la estimulación. Ciertas sensaciones o
movimientos producen respuestas musculares específicas.
La presencia e intensidad de un reflejo es una señal importante de funcionamiento y desarrollo del sistema nervioso.
Muchos reflejos en los bebés desaparecen a medida que el niño crece, aunque algunos permanecen a lo largo de la vida
adulta. Un reflejo que todavía esté presente después de la edad en la que normalmente desaparecería puede ser un
signo de daño cerebral o daño al sistema nervioso.
Los reflejos de los bebés son respuestas que son normales en ellos, pero anormales en otros grupos de edades. Tales
reflejos incluyen:
Reflejo de búsqueda. Este reflejo se produce cuando se toca o acaricia la comisura de los labios del bebé. El bebé gira la
cabeza y abre la boca para seguir y "buscar" en la dirección de la caricia. Esto ayuda al bebé a encontrar el pecho o el
biberón para alimentarse. Este reflejo dura alrededor de cuatro meses.
Reflejo de succión. La búsqueda contribuye a la preparación del bebé para la succión. Cuando el techo de la boca del
bebé entra en contacto, el bebé comienza a succionar. Este reflejo comienza alrededor de la semana 32 del embarazo, y
no se desarrolla completamente hasta las 36 semanas aproximadamente. Por este motivo, la capacidad de succión de los
bebés prematuros puede ser débil o inmadura. Los bebés también tienen un reflejo de llevarse la mano a la boca que
acompaña los reflejos de búsqueda y de succión y pueden chuparse los dedos o las manos.
Reflejo de Moro. El reflejo de Moro con frecuencia se denomina reflejo de sobresalto porque generalmente se produce
cuando el bebé se sobresalta por un sonido o un movimiento estrepitoso. En respuesta al sonido, el bebé echa la cabeza
hacia atrás, abre los brazos y las piernas, llora, y después vuelve a colocar los brazos y las piernas en la posición original.
El bebé puede sobresaltarse con su propio llanto y así generar este reflejo. Este reflejo dura unos dos meses.
Reflejo de prensión. Acariciar la palma de la mano del bebé provoca que el bebé cierre los dedos en un apretón. El
reflejo de prensión dura hasta aproximadamente los cinco o seis meses de edad.
Reflejo de Babinski. Cuando se acaricia firmemente la planta del pie, el dedo gordo se dobla hacia la parte superior del
pie y los otros dedos se despliegan en abanico. Este reflejo es normal hasta aproximadamente los dos años.
Reflejo del paso. Este reflejo también se denomina reflejo de caminar o de baile, porque pareciera que el b ebé da pasos
o baila cuando se lo sostiene erguido con los pies tocando una superficie sólida. Dura aproximadamente dos meses.
Este reflejo se presenta cuando se mueve hacia el lado la cabeza de un niño que está relajado y acostado boca arriba. El
brazo en el lado hacia donde la cabeza está orientada se extiende derecho lejos del cuerpo con la mano parcialmente
abierta, mientras que el brazo que queda lejos de la cara se flexiona y el puño se aprieta fuertemente. Al girar la cara del
bebé en la otra dirección, se invierte la posición. La posición tónica del cuello a menudo se describe como posición de
esgrima, debido a que se asemejan a la pose de un esgrimista.
Este reflejo se presenta en bebés un poco mayores cuando se sostiene al bebé en posición erguida y luego se rota su
cuerpo rápidamente con la cara hacia adelante (como si cayera). El bebé extenderá los brazos hacia adelante como para
interrumpir la caída, aunque este reflejo aparece mucho tiempo antes de que el niño camine.
Reflejo de parpadeo: parpadear los ojos al contacto o cuando aparece súbitamente una luz brillante
Reflejo nauseoso: hacer arcadas cuando se estimula la garganta o la parte posterior de la boca