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ISBN: 978-956-15-3130-7
Nº de registro: 282.596
Impreso en Chile. Printed in Chile.
Tercera edición: septiembre de 2019
Dirección de Arte:
José Crespo y Rosa Marín
Proyecto gráfico:
Marisol Del Burgo, Rubén Chumillas, Rosa Marín y Julia Ortega
Conversión ePub:
Eduardo Cobo
Ilustración de cubierta:
Rodrigo López
Personajes
Acto I
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Escena 4
Escena 5
Acto II
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Escena 4
Escena 5
Escena 6
Acto III
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Escena 4
Escena 5
Acto IV
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Escena 4
Acto V
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Romeo, pertenece a la casa de los Montesco, enemigos a muerte de los Capuleto. Es un joven
idealista y apasionado.
El señor y la señora Montesco, padres de Romeo y enemigos de los Capuleto.
Mercucio, confidente de Romeo y pariente del Príncipe. Se destaca por su ingenio y su actitud
bromista.
Teobaldo, primo de Julieta. De carácter iracundo, es conocido por su gran habilidad con la
espada.
Escena 1
La pelea se detuvo.
El Príncipe ordenó a los dos señores que se acercaran, tanto Montesco
como Capuleto.
—Ya van tres refriegas callejeras causadas por palabras vanas, Montescos
y Capuletos han perturbado la paz de estas calles sacando viejas armas y un
viejo odio. Esta vez los perdono y pueden irse a casa. Si provocan más
problemas pagarán el ultraje a la paz con sus vidas. Síganme, los señores.
Una vez más, pena de muerte al que se quede.
El Príncipe salió con las autoridades de cada casa.
La señora Montesco enfrentó a Benvolio.
—Sobrino, ¿quién avivó esta antigua discordia?
—Yo no fui; el rabioso Teobaldo entró con espada desafiándome…
—¿Y dónde está Romeo? ¿Lo has visto hoy? ¿No estuvo en la pelea? Me
alegra no haberlo visto.
Benvolio negó con la cabeza.
—Lo vi a su hijo, señora, paseando muy temprano, suspirando…
La madre de Romeo se afligió.
—Muchos lo han visto aumentar el rocío con sus lágrimas y las nubes con
sus suspiros. Se encierra en cuanto cae el sol en su dormitorio, a solas,
huyendo del astro rey…
—Mi noble tía, ¿conoces la causa? —preguntó Benvolio.
La señora Montesco se encogió de hombros.
—Nos evita. No nos contesta ni dice nada. Si supiésemos la causa de su
tristeza, seguro que sabríamos cómo curarla.
En eso vieron al joven y taciturno Romeo entrar a la plaza.
—Ahí viene —dijo Benvolio—. Déjennos a solas, buscaré que se sincere.
La señora Montesco se escondió en el umbral.
—Ojalá tengas suerte —se despidió.
—Buenos días, primo —saludó Benvolio al jovencísimo Romeo.
—¿Es tan joven el día?
—Ya son las doce.
—¡Qué lentas son las horas tristes! ¿Era mi madre la que se alejaba?
—Así es. Dime, Romeo… ¿qué tristeza hace eternas tus horas?
—Me falta lo que las hiciera breves —dijo un lánguido Romeo.
—¿Enamorado? —preguntó Benvolio.
—Sin…
—¿Sin amor?
—Sin el favor de la que amo.
—Sí, el amor tan dulce en apariencia y tan tirano y cruel cuando actúa…
—sentenció Benvolio.
—¿Qué ha ocurrido aquí? Aquí el amor da más guerra que el odio. Siento
este amor que me sienta tan mal.
¿Te ríes?
—No, primo, más bien lloro…
—¿Por qué, buen amigo?
—Por el agobio de tu corazón.
—Así son las transgresiones del amor. Amor es humo tejido de suspiros,
es un relámpago en los ojos, es un mar lleno de lágrimas. Es locura muy
discreta, hiel que ahoga, dulce que preserva… Adiós, mi pariente…
Benvolio lo tomó de un brazo.
—Espera, te acompaño. Dime en serio a quién pretendes.
—¿Habré de decirlo gimiendo? En serio, primo, amo a una mujer…
—Así lo suponía…
—Das en el blanco… Es tan hermosa… Las palabras de afecto no la
asedian… Es muy rica en belleza; su pobreza es que al morir todo se irá con
ella… Es muy hermosa, discreta, discretamente hermosa. Demasiado. Ha
jurado no amar y eso me tiene muerto en vida… Vivo para contar mi
historia…
Benvolio lo abrazó.
—Romeo… olvídala, no pienses más en ella…
—¿Me puedes enseñar cómo olvidarte de pensar?
—Libera a tus ojos, que vean otras bellezas…
—¿Estás loco? ¿Compararla y deslumbrarme más aún con su hermosura?
Adiós, tú no me enseñas a olvidar.
—¿Cómo se llama?
Escena 2
La Nodriza se interpuso.
—Hace mal en hablarle así, señor.
—Tú no te metas. Esto me vuelve loco. ¡A la horca con ella! ¡Rebelde!
¡Libertina! He intentado casarla bien y me responde “lo siento no me caso”,
“perdón”. Piénsalo bien, no estoy para bromas. El jueves está cerca, te
conviene. Si me haces caso, te entregaré al conde. Si no, cuélgate, mendiga
en la calle, pasa hambre y muérete, juro no reconocerte… ni te asistirá
ninguno de los míos.
Salió dando un portazo.
Julieta rompió a llorar.
—Mamá, no me rechaces. Retrasa esa boda solo un mes o una semana… Si
no, hagan mi cama en el sepulcro de Teobaldo…
—No me hables, hija irrespetuosa e ingrata, hemos terminado.
Y la vio salir.
—¿Nodriza, qué hago ahora? Mi esposo está en la tierra y en el cielo mi fe.
Consuélame, Nodriza.
—Bien, yo nada más te digo que Romeo está exiliado y es probable que no
vuelva más. Lo mejor es casarte con el conde. Es todo un caballero. A su lado,
Romeo es un muchacho. Créeme, este Paris te conviene más que el anterior,
porque, si no es mejor, el otro está ya muerto o como si lo estuviese: no
puedes hacer uso de él.
—¿Hablas de corazón? —le preguntó molesta Julieta.
—Con toda el alma o si no, que me muera.
—Amén.
—¿Qué?
—Ve a decirle a mi madre que me he ido a ver al fraile para que me
absuelva del pecado de ofender a mi padre.
La Nodriza sonrió y salió de prisa. Ya amanecía rotundamente.
—¡Maldita vieja! ¡Demonio! ¡Bruja! Vete, consejera, mi corazón y tú son
dos extraños. Me acercaré a pedir consejo al fraile; si todo falla, sabré tener
el poder de morir.
Y salió rabiosa camino de la iglesia.
Escena 1
Fray Lorenzo estaba en su celda cuando sintió que lo llamaba Fray Juan.
—Bienvenido, Fray Juan —lo hizo pasar—. ¿Qué te ha dicho Romeo?
—Nada. No pudimos llegar. Nos detuvieron. Los guardias creyeron que
veníamos de una casa infectada por la peste y no nos dejaron entrar en
Mantua.
—¿Y la carta a Romeo?
—No la pude entregar. La tengo aquí.
—Desesperada situación. Destino adverso. Si esa carta no llega a su
dueño, puede causar un grave daño. Consígueme una barra de hierro. Tengo
que ir al panteón de los Capuleto. Búscala, pronto…
Salió Fray Juan. Fray Lorenzo se tomaba la cabeza a dos manos.
—Dentro de tres horas despertará Julieta y va a angustiarse cuando sepa
que Romeo no tiene la menor idea de lo sucedido. Le escribiré de nuevo a
Mantua y ocultaré a Julieta en mi celda hasta que él venga. ¡Pobre cadáver
viviente, encerrada en una tumba con los muertos!
Escena 3