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Revista Venezolana de Ciencias Sociales

Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt - UNERMB


favilaf@cantv.net
ISSN (Versión impresa): 1316-4090
VENEZUELA

2006
Ángel Enrique Carretero Pasín
MASAS POSMODERNAS: EL RETORNO DEL EXCESO CONSTREÑIDO EN LA
MODERNIDAD
Revista Venezolana de Ciencias Sociales, enero-junio, año/vol. 10, número 001
Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt - UNERMB
Cabimas, Venezuela
pp. 11-36

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx
Revista Venezolana de Ciencias Sociales
UNERMB, Vol. 10 No. 1, 2006, 11 - 36
ISSN: 1316-4090

Masas posmodernas: El retorno del exceso


constreñido en la modernidad

Ángel Enrique Carretero Pasín*

RESUMEN ______________________________________________________

El propósito del presente artículo es interpretar el significado de la ebullición de


las masas en las sociedades denominadas posmodernas. Para ello, en primer lugar, ex-
ploramos las aproximaciones teóricas que han tratado de desvelar la existencia de un
componente arcaico, vinculado al exceso, en la existencia de las masas. Luego, centra
su atención en cómo la consolidación de los movimientos ideológico-políticos más re-
presentativos del siglo XIX han supuesto un encorsetamiento y una sublimación del
dinamismo atesorado en las masas. Posteriormente expone las aportaciones más re-
levantes del panorama filosófico-sociológico más reciente (Baudrillard, Maffesoli, Slo-
terdijk) en las que se analiza el surgimiento de las masas actuales, interpretándolo
como un retorno del exceso constreñido en fases históricamente precedentes.

Palabras clave: Masas, Modernidad, Arcaísmo.

___________________________________________________Recibido: 13-06-05/ Aceptado: 20-11-05

* Doctor en Sociología. Profesor de Filosofía en el IES Chano Piñeiro. Integrante del GCEIS
(Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios sociales). Colaborador de las revistas
Anthropos, Sociétés, Revista de Occidente, Revista Española de Investigaciones Sociológicas,
Esprit critique, Comunicación y sociedad, Nómadas, A trave de Ouro. Investigador invitado en
el CEAQ (Centro de Estudios sobre lo Actual y lo Cotidiano) Paris V/Sorbonne bajo la di-
rección de Michel Maffesoli. Líneas de investigación: Imaginario social, Postmodernidad y
Sociología de la vida cotidiana. E-mail: quiquecarretero@terra.es
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Postmodern Masses: The Return of Constrained


Excess in Modernity

ABSTRACT______________________________________________________

This paper has as its fundamental aim the interpretation of the meaning of the
excitation of the masses in so-called postmodern societies. In order to do this, first it
explores the theoretical approximations that have tried to reveal the existence of an
archaic component, linked with the excitation towards excess, in the existence of
the masses. Then it centers its attention on how the consolidation of the most repre-
sentative ideological-political movements of the XIX century have supposed its limi-
tation and a sublimation of the dynamism cherished by the masses. Finally it explains
the most relevant contributions of the most recent philosophical-sociological view-
points (Baudrillard, Maffesoli, Sloterdijk) in which the emergence of the present
masses is analyzed, interpreting it as a return to the excessive restrictions of previ-
ous historical phases.

Key words: Masses, modernity, archaism.

Introducción en una determinada dirección histórica


y que, de este modo, otorgue una deter-
La irrupción de las masas en el esce-
minación, una forma o entidad, a aquello
nario socio-político, había anunciado José
que de acuerdo a su propia naturaleza es
Ortega y Gasset, «el hecho más impor-
de por sí amorfo, se haya desposeído de
tante de nuestro tiempo». Si este fenó-
toda con-formación.
meno sociológico ya provocara en su mo-
Las masas características que emer-
mento el asombro de Ortega, las últimas
gen en las sociedades actuales son refrac-
décadas del pasado siglo y los inicios del
tarias a todo aquello que conlleve un pro-
actual dan testimonio de una desorbitada
yecto a realizar y, además, no se dejan en-
explosión de las masas que habría sobre-
cerrar con facilidad en una lógica de la de-
pasado con creces el destacado protago-
terminación o en categorizaciones socio-
nismo histórico que ya aquel les había aus-
lógicas relativas a fases históricas prece-
piciado. Una nueva modalidad de masas,
dentes. Una vez desvinculadas de dimen-
con una fisiognomía diferenciada de
sión proyectiva, de la sujeción a un telos
aquellas que retratara Ortega a comien-
histórico, las masas dejan visualizar, en su
zos del siglo pasado, cobra un especial re-
desnudez, su idiosincrasia propia, su ros-
lieve en el decorado cultural de las socie-
tro más auténtico.
dades actuales. Son masas acéfalas,
Hay entonces algo propiamente
carentes de un proyecto o programa que
in-determinado, a-morfo, en las masas
les fije una nítida orientación de sentido

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que escapa a toda definición, que irre- sas en uno de los detonantes caracterís-
mediablemente la sobrepasa. Existe en ticos de la ontología de nuestro presente.
la naturaleza de las masas un compo- Pensadores sociales actuales como
nente arcaico, propiamente i-rracional Jean Baudrillard, Michel Maffesoli y Pe-
o pre-racional, que está latiendo de un ter Sloterdijk, identificados con mayor
modo larvado en la vida de las socieda- o menor énfasis en el ámbito del pos-
des y que en ciertas coyunturas históri- modernismo, han puesto de relieve el
cas se destapa. La modernidad, en su estallido de las masas como uno de los
esforzado énfasis por urbanizar la totali- rasgos definitorios de una nueva cultu-
dad de la experiencia social, ha tratado ra. Un denominador común entre ellos,
infructuosamente de doblegar ese es revelar que precisamente cuando la
componente arcaico. Ya Ortega y Gas- modernidad había parecido finalmente
set caracterizara a las masas como «in- realizar el programa racionalizador del
capaces de dejarse dirigir en ningún or- mundo es el momento en que, paradó-
den», «porque la textura radical de su jicamente, emerge aquello que preten-
alma está hecha de hermetismo e indo- díamos haber superado.
cilidad» (Ortega y Gasset, 1983: 80).
La Ilustración, en cuanto ideario I. Desarrollo
cultural encaminado a la conversión del
pueblo en una entidad como “sujeto ra- 1. 1. La naturaleza profunda de las
cional”, ha tratado de cumplir en un pla- masas: Aproximaciones teóricas
no ideológico las expectativas históricas El peculiar dinamismo de las masas
generadas por la modernidad. La época comienza a ser objeto de un específico
actual revela, no obstante, un retorno de interés sociológico a finales del siglo
lo reprimido al modo freudiano, un sor- XIX. Con anterioridad, la actitud de las
prendente auge de las masas disemina- masas a raíz de los acontecimientos his-
do en una variedad de fenómenos socia- tóricos ocurridos durante la Revolución
les. Masas deportivas, masas turísticas, Francesa ya había provocado el asom-
masas festivas, masas musicales y, en bro de los historiadores del momento1.
general, un innumerable abanico de ex- Es más, el inusitado fervor desatado en
presiones multitudinarias en donde la revolución va a estar permanente-
predomina lo emocional, lo pasional, mente presente, como telón de fondo
convirtiendo la efervescencia de las ma- de las primeras indagaciones sociológi-

1 Las obras clásicas de Michelet (1998), Mathiez (1922) o Rudé (1994) son aleccionadoras
de cómo el fervor revolucionario, así como la novedosa liturgia política que inmediata-
mente le sucede, muestran una inusitada efervescencia histórica de las masas. Por su par-
te, más recientemente pero en esta misma dirección (Duvignaud, 1973) ha revelado
cómo el elemento festivo ha jugado un papel primordial en el estallido de las masas duran-
te y después de los acontecimientos revolucionarios.

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cas alrededor de las masas. Más tarde, de sentir y comportarse de las masas di-
el siglo XIX aunará un acelerado proce- ferenciadas del modo de sentir y com-
so de urbanización con una descollante portarse de cada integrante por separa-
industrialización, propiciando la génesis do que la compone. Con la expresión
sociológica del proletariado, de las ma- «masa», Le Bon hace referencia a «una
sas obreras, como grupo social perfec- aglomeración de seres humanos que
tamente delimitado. posee características nuevas y muy dife-
En las sociedades precapitalistas, rentes de cada uno de los individuos
las multitudes fundamentalmente se que la componen. La personalidad
tornaban visibles en determinados consciente se esfuma, los sentimientos
acontecimientos, siempre periódicos y y las ideas de todas las unidades se
ritualizados, que se encontraban ligados orientan en una misma dirección. Se
preferentemente al régimen de tempo- forma un alma colectiva, indudable-
ralidad institucionalizado por la liturgia mente transitoria, pero que presenta
dominante2. En las aglomeraciones características bien definidas» (Le Bon,
multitudinarias del naciente proletaria- 2000: 27).
do urbano, originado a raíz de la nueva En el «alma colectiva», «se borran
sociedad industrial sale a relucir un pe- las aptitudes intelectuales de los hom-
culiar dinamismo de las masas, que hun- bres y, en consecuencia, su individuali-
diría sus raíces en el orden de lo emo- dad. Lo heterogéneo queda anegado
cional, lo sentimental, lo pasional, lo por lo homogéneo y predominan las
afectivo. «Una masa es un conjunto cualidades inconscientes» (Le Bon,
transitorio de individuos iguales, anóni- 2000: 30). Lo que va a suscitar la perple-
mos y semejantes, en el seno del cual las jidad de este pensador, es la sorpren-
ideas y las emociones de cada uno tien- dente mutación en la manera de ser de
den a expresarse espontáneamente» los individuos, al entrar a formar parte
(Moscovici, 1985: 13). de una muchedumbre «hasta el punto de
En este sentido, el anhelo revolu- que el avaro se pueda transformar en
cionario de las masas proletarias des- pródigo, el escéptico en creyente, el
pertará una sinergia colectiva sui géneris hombre honrado en criminal, el cobar-
que provocará el asombro de los prime- dee en héroe» (Le Bon, 2000: 33). Este
ros analistas sociales preocupados por autor abre, pues, una línea de reflexión
desentrañar este fenómeno. Así, Gusta- acerca de las multitudes en la que el or-
ve Le Bon pone al descubierto lo que él den de la moralidad pasa a ocupar un pla-
llama el «alma colectiva», una manera no secundario en relación con la lógica

2 Para el estudio de la irrupción de las masas que preceden a las masas industriales, de los
acontecimientos puntuales en los que aquellas históricamente se tornan visibles entre los
siglos XII y XVIII, véase (Rudé, 1989).

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pasional, emocional o afectiva, y en don- A la hora de desentrañar la natura-


de, además, el elemento no-racional pri- leza más profunda de las masas, Le Bon
ma indudablemente sobre el racional. señala lo que, a falta de una mejor defi-
Para Le Bon, la imaginación, la fan- nición, podría denominarse como «sen-
tasía, lo irreal en definitiva, ha desperta- timiento religioso»: «No se es religioso
do siempre en el pueblo unas aletarga- únicamente cuando se adora a una divi-
das energías colectivas que el discurso nidad, sino cuando se aplican todos los
racional nunca podría aspirar a alcan- recursos del espíritu, todas las sumisio-
zar3. Esto consigue explicar el magne- nes de la voluntad, todos los ardores del
tismo que poseen ciertos líderes, el «ca- fanatismo al servicio de una causa o de
risma» en términos de Max Weber4 o el un ser que se ha convertido en la meta y
«prestigio» en los de Le Bon, para pro- guía de los sentimientos y las acciones»
vocar la fascinación y la consiguiente ad- (Le Bon, 2000: 59).
hesión de las masas. «También los gran- En este orden de ideas, Sigmund
des hombres de Estado de todas las Freud reconoce explícitamente su deu-
épocas y todos los países, incluso los da teórica con Le Bon, ya que, a su jui-
déspotas más absolutos, han considera- cio, éste ha sabido vislumbrar el ele-
do a la imaginación popular como el mento arcaico genuinamente presente
apoyo de todo su poderío. Jamás han in- en la naturaleza de las masas, la preexis-
tentado gobernar contra ella» (Le Bon, tencia de un componente supuesta-
2000: 55). mente sepultado por el proceso civiliza-

3 Gabriel Tarde, en una línea análoga a le Bon, llega a afirmar «Padecen verdaderas alucina-
ciones colectivas: los hombres reunidos creen ver u oír cosas que aislados no ven ni oyen.
Y cuando se creen perseguidas por enemigos imaginarios, su fe se funda en razonamientos
de alienados» (Tarde, 1910: 55).
4 Weber percibe el “carisma” como «la cualidad que pasa por extraordinaria (condicionada
mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de hechiceros, árbitros, je-
fes de cacería o caudillos militares), de una personalidad, por cuya virtud se la considera en
posesión de fuerzas sobre naturales o sobrehumanas –o por lo menos específicamente
extracotidianas y no asequibles a cualquier otro-, o como enviados de Dios, o como ejem-
plo y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o lider» (Weber, 1993: 193). A continua-
ción añade que la dominación carismática «es específicamente irracional en el sentido de
su extrañeza a toda regla» (Ibid: 195). El desciframiento de la adhesión de la masa a un jefe
o lider está presente no solamente en Le Bon y Weber sino también en Tarde, Freud, Ca-
netti, Moscovici y, en general, en todos aquellos autores que han consagrado su interés en
el estudio de las masas. El espíritu que recorre la obra de estos autores sería, en términos
de Dupuy, un paradigma del punto fijo exógeno, según el cual la masa cobraría identidad
precisamente por medio del jefe que la lideraría. Véase (Dupuy, 2002: 71-83).

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dor, revelando «hasta que punto está Además, según Freud, «la caracte-
justificada la identificación del alma de la rística de una masa se halla en los lazos
multitud con el alma de los primitivos» libidinosos que la entrecruzan» (Freud,
(Freud, 1986: 18). También concuerda 1986: 38); que, asimismo, nos estaría
con Le Bon en que el móvil esencial di- revelando una huella arcaica e imborra-
namizador de las masas es algo propia- ble, arquetípica diríamos, en la historia
mente no-racional en lugar de racional. hereditaria de la humanidad, nacida de
«Por último, las multitudes no han co- la muerte violenta del jefe propiciadora
nocido jamás la sed de verdad. Piden ilu- de la transformación de la horda pater-
siones, a las cuales no pueden renun- na en una comunidad fraternal y que re-
ciar. Dan siempre la preferencia a lo surge, reactualizándose, en la configu-
irreal sobre lo real, y lo irreal actúa so- ración actual de las masas.
bre ellas con la misma fuerza que lo A final de la década de los años
real» (Freud, 1986: 18-19). treinta del pasado siglo, Georges Batail-
Ahora bien, Freud, a diferencia de Le le, Michel Leiris, Roger Caillois y Ale-
Bon quien centrara su atención sobre las xandre Kojève, -inspirándose tanto en
masas inestables, fugitivas, con una vida el análisis de la efervescencia colectiva de
efímera, focalizará su análisis en el arcaís- Emile Durkheim como en las aportacio-
mo subyacente en masas solidificadas ins- nes antropológicas de Marcel Gauss-
titucionalmente, tales como la iglesia o el fundan el Collège de Sociologie con el áni-
ejército. La hipótesis explicativa sugerida mo de indagar en aquel ámbito oscuro y
por Freud retoma, como Le Bon, la pervi- excluido de la racionalidad occidental,
vencia de instancias no racionales, afecti- que se exteriorizaría en puntuales acon-
vas, que operan en las masas, poniendo tecimientos sociales en los que se trans-
de relieve la pervivencia de un compo- parenta una desatada energía colectiva.
nente instintivo, libidinal, de un larvado El Collège de Sociologie retoma las intui-
erotismo, que actúa como lazo de comu- ciones originarias de Le Bon y Freud
nión entre los integrantes de una masa. para encaminarlas al desciframiento de
«Nuestra esperanza se apoya en dos la lógica del exceso, de la desmedida, que
ideas. Primera, la masa tiene que hallarse inunda distintos fenómenos sociales
mantenida en cohesión por algún poder. contemporáneos, estableciendo una
¿Y a qué poder resulta factible atribuir tal soterrada imbricación antropológica de
función si no es al Eros, que mantiene la fondo entre la carga dionisiaca que ate-
cohesión de todo lo existente? En segun- sora una colectividad, el ansia de trans-
do lugar, cuando el individuo englobado gresión de los límites impuestos por la
en la masa renuncia a lo que le es personal racionalidad, y el peculiar orden de ma-
y se deja sugestionar por los otros, expe- nifestación de lo sagrado.
rimentamos la impresión de que lo hace Las directrices generales alrededor
por sentir en él la necesidad de hallarse de de las que se articula el Collège de Socio-
acuerdo con ellos y no en oposición a logie se orientan a que las ciencias socia-
ellos; esto es por «amor a los demás» les contemplen el otro lado, la zona de
(Freud, 1986: 31). sombra, de la racionalidad occidental y,

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además, lo utilicen como instrumento descarga que se produce en fenómenos


interpretativo de la lógica/ilógica de históricos en los que se desata un estalli-
ciertos fenómenos sociales en donde el do de las masas, puesto que, a su juicio,
exceso es algo notoriamente manifies- es en la descarga en donde la masa real-
to. Es lo que Bataille llamó la parte hete- mente cobraría existencia como tal: «la
rogénea de lo social (1993), o el gasto masa no existe, hasta que la descarga la
improductivo (1987), en donde se entre- integra realmente. Se trata del instante
vería tanto la fuerza religiosa que emana en el que todos los que pertenecen a ella
espontáneamente del maná como la quedan despojados de sus diferencias y
prohibición simbólico-ritual del tabú, en se sienten como iguales» (2000: 11).
donde anidaría la fuente de aquello que Para lo que es de nuestro interés,
no se sujeta al cálculo y a la racionalidad una de las aportaciones fundamentales
productiva, a saber: la violencia, la locu- y más originales de este pensador, es la
ra y en general todo aquello que no se de haber establecido una relación di-
constriñe a medida; o el significado de la recta entre la desnudez de las masas
fiesta para Caillois (1996), el genuino es- como rasgo distintivo de la época mo-
pacio social de apertura a la visualiza- derna y el desmantelamiento del uni-
ción de lo sagrado, de absoluta trasgre- verso religioso- trascendente que blo-
sión del orden de lo socialmente insti- queara históricamente su frenesí.
tuido. «Quien asista a un sermón, convencido
Masa y poder de Elias Canetti de buena fe de que lo importante era el
(1960) supone la formulación teórica de sermón, se habría mostrado sorprendi-
mayor ambición antropológica a la hora do e incluso quizás indignado si alguien
de descifrar la esencia íntima de las ma- le hubiese explicado que lo que le cau-
sas. En la obra de este autor, el soterra- saba satisfacción era el gran número de
do componente arcaico, anteriormente oyentes más que el sermón mismo. To-
mentado, pasa a ocupar un papel esen- das las ceremonias y reglas característi-
cial. Habría, a juicio de este autor, unas cas de tales instituciones buscan en el
constantes universales en la idiosincra- fondo interceptar a la masa: más vale
sia de la masa que se repetirían en dis- una iglesia segura, rebosante de fieles,
tintas localizaciones histórico-cultura- que el incierto mundo en su totalidad.
les. Las distinciones establecidas por En la regularidad de la ida a la iglesia, en
Canetti entre masas abiertas y masas ce- la familiar y exacta repetición de ritos
rradas, masas lentas y masas rápidas, así precisos, se le garantiza a la masa algo
como las propiedades generales de las así como una vivencia domesticada de sí
masas, desvelan unas permanentes misma» (Canetti, 2000: 15-16).
constantes antropológicas en las masas, Más aún. «A partir de la Revolución
propiamente no-racionales, que hun- francesa estos estallidos han ido adqui-
den sus raíces en lo más profundo del riendo una forma que percibimos como
arcaísmo colectivo. moderna. Quizá porque la masa se ha li-
No obstante, Canetti focalizará berado en tal medida de las religiones
gran parte de su interés en el aspecto de tradicionales nos resulta más fácil, a

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partir de entonces, verla desnuda, es idiosincrasia de las masas sí que retoma,


decir, biológicamente, sin las inyeccio- no obstante, el espíritu de los autores
nes de sentido y metas trascendentes clásicos anteriormente mencionados y
con que antes se dejaba vacunar» (Ca- lo aplica como elemento interpretativo
netti, 2000: 17). Para este autor, las reli- de distintos fenómenos sociales, en los
giones universales han implicado un fre- que se destapa una irrefrenable violen-
no histórico a la tendencia de creci- cia colectiva.
miento inherente a la masa. Para ello, Revisando el Freud de Tótem y
han propugnado una meta siempre lo- tabú, Girard trata de ahondar en la mis-
calizada en una temporalidad lejana y ma esencia fundamental del mito y de la
conquistada en base a innumerables re- religión, encontrando en el nexo origi-
nuncias, una dirección mediante la cual nario que hay entre la “violencia funda-
se consigue encauzar la energía de la dora” y lo sagrado, la matriz genuina-
masa y finalmente un ritual regular y re- mente constitutiva que marca la propia
petitivo que logra fijar su energía. existencia de la cultura. La violencia,
La abigarrada y detallada constela- como la instancia antropológica más
ción de nociones, conceptos e imáge- primordial, cobra en Girard un significa-
nes desglosadas por Canetti tiene como do ancestral, arcaico; de modo que su
objetivo acercarnos al esclarecimiento incontrolado desencadenamiento po-
de la lógica/ilógica de las masas desde el dría hacer peligrar los mismos cimien-
orden de lo arcaico, lo inmemorial, o, si tos de la sociedad. La víctima sacrificial,
se quiere, lo arquetípico, más allá, en- simbólicamente presente en las bases
tonces, de los marcos teóricos explica- de toda cultura, sirve para que la violen-
tivos, estrictamente cientifistas, asumi- cia apunte y se descargue sobre ella, im-
dos por la mayor parte de la psicología pidiendo, así, que se desborde contra la
social o sociología contemporánea. propia sociedad. «La sociedad intenta
En las últimas décadas, la socio-an- desviar hacia una víctima relativamente
tropología de las masas más clásica ha indiferente, una víctima «sacrificable»,
encontrado un sonado eco en algunos una violencia que amenaza con herir a
representantes descollantes del pano- sus propios miembros, los que ella pre-
rama intelectual francés. S. Moscovici tende proteger a cualquier precio» (Gi-
(1981), B. Edelman (1981) o más re- rard, 1998: 12).
cientemente J. P. Dupuy (1991; 1992) En Girard, la violencia tiene, pues,
han vuelto a repensar y revisar el corpus un sentido originario, análogo al que
teórico propuesto en su momento por Canetti atribuyera a la masa. Al igual
autores como Le Bon, Freud, Bataille, que ocurría con la masa en Canetti, es
Canetti, entre otros. necesario que aquella sea encauzada al
En este mismo orden de ideas, me- menos en una dirección o hacia una meta
rece la pena fijar finalmente nuestra predefinida. El sacrificio cathártico, me-
atención sobre la sugestiva obra de diante el cual el orden social se vacuna
René Girard, puesto que si bien este au- ante la violencia, instauraría, entonces,
tor no aborda de un modo central la la existencia de lo sagrado. El rito sagra-

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do busca reactualizar periódicamente el 1.2. Movimientos revolucionarios


acto sacrificial, manteniendo, de esta contemporáneos: La constricción
manera, a la violencia fuera de los már- de la masa en proyecto político
genes de la comunidad. La religión, La época moderna provocará unos
como también señalara Canetti, previe- cambios sustanciales en el organigrama
ne, apacigua y aborta un potencial de- general de las sociedades europeas. La
sencadenamiento de la violencia. En instauración del sistema económico ca-
suma, el sacrificio, concentrando sobre pitalista en sintonía con el despliegue
una victima exterior, real o ideal, la vio- del industrialismo propiciará el tránsito
lencia inherente a toda comunidad, pro- de un modelo de sociedad fundamen-
tege a ésta de los peligros de aquella. talmente rural, tradicional, con un fuer-
La hipótesis de Girard permite, así, te sentimiento comunitario y una legiti-
interpretar diferentes acontecimientos mación de orden trascendente, a otro
históricos en los que la masa se exteriori- en donde predominará el carácter ur-
za a partir de una renovación de ese acto bano, industrial, secularizado y de corte
sacrificial originario. «El desplazamiento contractual. El universo simbólico reli-
de la víctima viva por los asistentes uná- gioso, caracterizador de las sociedades
nimes y desarmados revela aquí su ver- precapitalistas, da paso, además, a una
dadera significación. (…) Todo nos lleva hegemónica representación del mun-
a pensar en una multitud con intenciones do: la de la racionalidad tecno-científica;
inicialmente pacíficas, una masa desorga- lo que generará una crisis del sentimien-
nizada que, por razones desconocidas, y to comunitario precedente y una pecu-
cuyo conocimiento no es realmente ne- liar autopercepción por parte del indivi-
cesario, llegan a un grado extremo de duo en la que se mezclan profundas
histeria colectiva. Esta multitud acaba sensaciones de anonimato y de cosifica-
por precipitarse sobre un individuo que ción. Esto origina el surgimiento de un
nada esencial señala a la venganza de to- espacio psicopolítico moderno, en don-
dos pero que, no por ello, deja de polari- de va a predominar un alubión de masas
zar, en muy poco tiempo, todas las sos- obreras desarraigadas, concentradas en
pechas, la angustia y el terror de sus grandes urbes industriales y disciplina-
compañeros. Su muerte violenta ofrece das por un régimen temporal, como
a la multitud el exutorio que necesita han visto Thompson (1979) y Coriat
para recuperar su alma» (Girard, 1998: (1982), acorde al del sincronizado fun-
139). En la cita anterior observamos que cionamiento de la maquinaria industrial.
el Girard, muestra, en suma, que el esta- Es en el siglo XIX cuando alcanzará su
llido, la descarga, de la masa obedece a punto álgido el aparato panóptico-disci-
una permanente necesidad por parte de plinario: aquellas instituciones cuyo ob-
la comunidad de reavivar una originaria jetivo básico sería doblegar la energía
ritualidad sacrificial, descubriéndonos, de las masas a la lógica de la producción
entonces, que masas, sacrificio, violencia (Foucault, 1994: 199-230).
y fiesta guardan una esencial imbricación De esta manera, el proletariado in-
de fondo. dustrial logrará movilizarse a través de

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partidos políticos y sindicatos, utilizan- recidas de la sociedad: el proletariado


do la huelga como instrumento funda- urbano e industrial; viéndose cumplido
mental de defensa de sus intereses. Sale el aserto de Moscovici según el cual «el
así a relucir un fenómeno histórico nue- arte de agitar a las multitudes, la políti-
vo: las masas obreras. «En esta época, ca, es una religión puesta de nuevo en
cuando el “populacho” se echa a la calle, pie» (Moscovici, 1985: 15). A raíz de la
no es ya para celebrar un santo patrón, modernidad, lo político trata de reem-
festejar el carnaval o entregarse a un plazar la monoteización de lo social patri-
motín: el populacho combate contra monio histórico de la religión judeo-
sus amos, abuchea a los patronos que cristiana en Occidente (Miranda, 1986:
no se portan como santos y reclama lo 18), metamorfosea, mundaneizándolo,
que es debido» (Moscovici, 1985: 34). el mito redentor propio del judeocris-
En este contexto, el imaginario de la re- tianismo; confiriendo a la existencia de
volución desempeñará un papel esen- las masas proletarias un verdadero leit
cial en la configuración y cohesión de es- motiv esencial por el cual la vida mere-
tas masas. Insuflará unos anhelos y es- cería ser vivida.
peranzas con connotaciones salvíficas En este sentido, Jean Pierre Siron-
en torno a las que se articulará la propia neau (1982) ha expresado que las ideo-
identidad del proletariado como grupo, logías políticas gestadas en el siglo XIX
espoleando la liberación de unas aletar- no serían más que “religiones seculari-
gadas energías colectivas que se exte- zadas” o “profanas” que trasladarían las
riorizarán ahora sobre el primer plano demandas individuales y sociales antaño
de la vida social. orientadas hacia lo trascendente, hacia
Los movimientos sociales, los sin- un dominio ahora intrahistórico, hacia
dicatos y los partidos políticos logran fi- lo político5. El proceso de seculariza-
jar, encauzar y constreñir el espíritu de ción que invade Occidente a partir del
rebelión, de revuelta, emanado espon- siglo XVI provocará una erosión y final-
táneamente de las masas proletarias y mente un desmoronamiento del uni-
derivado de la insatisfacción ante las verso simbólico trascendente que había
condiciones de vida a las que se hayan otorgado una estructura de significado
sometidas, en torno a un triple vértice: central a la totalidad de la vida social. Lo
a. La consagración de lo políti- político tratará de llenar y sustituir la la-
co: El exceso, el desenfreno, las emo- guna dejada por la religión, buscará su-
ciones y pasiones de las masas, se politi- plantar el papel desempeñado con an-
za, se vehicula definitivamente al domi- terioridad por ésta en un mundo en
nio de lo político. Lo político absorbe las donde el orden de lo trascendente se
aspiraciones de las capas más desfavo- haya, sin embargo, diluido.

5 La obra de (Sironneau, 1982) analiza perfectamente el carácter de religiosidad laica inhe-


rente a las ideologías políticas, en especial el nazismo y el comunismo.

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Masas posmodernas: El retorno del exceso constreñido en la modernidad 21

Pese a que en la génesis del marxis- sociedad exenta de contradicciones,


mo hay una explícita ofensiva doctrinal reconciliada consigo misma. Así, el di-
orientada a minusvalorar a la religión, namismo atesorado por la masa prole-
los pensadores marxistas más sutiles y taria, esa larvada y arcaica carga de
lúcidos han llegado a vislumbrar, como emoción, de pasión y de afectos forjada
diría Moscovici parafraseando a Anto- espontáneamente en el seno de las ma-
nio Gramsci, que «las masas no pueden sas obreras, es finalmente recanalizada
vivir bajo un cielo vacío», por lo que se hacia metas alejadas. El trazo definitorio
han servido de la religión con el ánimo de la “utopía Socialista-Comunista”, se-
de fraguar una sólida voluntad colectiva gún el análisis de Karl Mannheim (1996:
en la clase obrera. Dice Gramsci, a este 185-216), consistió en transferir los
respecto: «Una parte importante del anhelos revolucionarios en un remoto
príncipe moderno deberá estar dedica- futuro, en promover un mesianismo re-
da a la cuestión de una reforma intelec- volucionario en el que las expectativas
tual y moral, es decir, a la cuestión reli- insurreccionales de las masas obreras
giosa o de una concepción del mundo», se legaban en «una futurización de la
y una líneas más adelante: El príncipe historia.
ocupa, en las conciencias, el lugar de la En este orden de ideas, la mayoría
divinidad o del imperativo categórico, de las ideologías político-revoluciona-
deviene la base de un laicismo moderno rias inspiradoras de los movimientos
y de una completa laicización de toda la sociales originados a partir del siglo XIX
vida y de todas las costumbres» domesticaron y recanalizaron, al mar-
(Gramsci, 1984: 15)6. Se trataba, en úl- gen de excepciones como fue el caso de
tima instancia, de desvelar la imbrica- las utopías quiliásmicas ligadas al anar-
ción fundamental de fondo existente quismo, el fulgor y desenfreno inheren-
entre política y religión, para que luego te a las masas. La sinergia de la masa, en
ésta fuese instrumentalizada para fines definitiva, se deja encerrar, a partir de
revolucionarios por el partido político entonces y salvo excepciones, en un
teóricamente encargado de represen- programa o directriz política de futuro.
tar a la clase obrera. De ahí el reproche que hará pos-
b. Mesianismo revolucionario: teriormente Walter Benjamín al me-
El ideario político del siglo XIX, prolon- sianismo histórico del que se reapro-
gado en buena parte del XX y concreti- piara el marxismo, su defensa de un
zado en distintos movimientos sociales «mesianismo de un tiempo presente.
dinamizados por determinadas ideolo- Una vez que el proletariado reconduce
gías, propondrá un predefinido sentido su praxis revolucionaria como una mi-
histórico, un telos a modo de meta, una sión histórica a realizar, el ímpetu y la

6 Con la expresión “Príncipe moderno” Gramsci alude al partido político que representa a
la clase obrera.

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efervescencia de las masas se debilita y dionisiaco que llegara a electrizar la vida


finalmente acaba sublimándose. Por el de las masas, del que pudo «fructificar la
contrario, el espíritu del utopismo li- rebeldía, la revuelta en su carga emo-
bertario, el ludismo, la subversión es- cional y efectiva» (Maffesoli, 1982: 77).
pontánea, desterrados a partir de en- La historia del movimiento obrero,
tonces como signos de espontaneismo sostendrá Michel Maffesoli, revela que
o de inmadurez revolucionaria, esta- «la reunión es vivida como masa de re-
ban poseídos de una excepcional fe- chazo que aspira a sobrepasar a invertir.
cundidad para despertar y movilizar en Masa de rechazo que, al resistirse a la
las masas un sentimiento de rebelión adaptación, es la condición de posibili-
en estado puro, sin concesiones a una dad para el progreso en su acepción
programática o proyecto. El imaginario más amplia: en lugar de soportar su des-
revolucionario solamente ha logrado tino, quiere crearlo. En este sentido
ser eficaz a la hora de dinamizar las ma- puede ser afirmación de la vida» (Maffe-
sas cuando ha logrado acompañarse de soli, 1977: 223). No en vano Gilles De-
un componente orgiástico, de un esta- leuze y Felix Guattari se habían percata-
llido y descarga, ligado íntimamente a la do con anterioridad que las utopías di-
afirmación radical del goce, del deseo y namizadoras de los movimientos revo-
del sueño en toda su plenitud; lo que lucionarios en el siglo XIX descansaron,
Benjamín denominaba como «ganar las en realidad, sobre una tentativa de ex-
fuerzas de ebriedad para la revolución» plosión del deseo sobre la vida social.
(Benjamín, 1998b: 58). «(…) las grandes utopías socialistas del
Además, en el despertar de estas siglo XIX no funcionan como modelos
energías revolucionarias jugará un papel ideales, sino como fantasmas de grupo,
esencial el mito, como bien ha visto es decir agentes de la productividad real
Georg Sorel en el caso de la huelga gene- del deseo que hacen posible un desin-
ral, en lugar del discurso específicamen- vestimiento o una «desinstitución» del
te teórico o doctrinal. Benjamín logra campo social actual, con el objetivo de
ver con claridad la imbricación sustan- una institución revolucionaria del deseo
cial entre mito, orgía y revolución cuan- mismo» (Deleuze y Guattari, 1972: 38).
do afirma: «Cuando cuerpo e imagen se Parece confirmarse, pues, que fue
interpenetran tan hondamente, que un elemento pulsional, ya esbozado en
toda tensión revolucionaria se hace ex- las aproximaciones teóricas de Le Bon,
citación corporal colectiva y todas las Freud, Canetti, entre otros, que no
excitaciones corporales de lo colectivo propiamente ideológico, el que consi-
se hacen descarga revolucionaria, en- guió históricamente agitar y luego ver-
tonces, y sólo entonces, se habrá supe- tebrar los movimientos sociales contes-
rado la realidad tanto como el Manifies- tatarios característicos del siglo XIX. En
to Comunista exige» (Benjamín, 1998b: otros términos, la verdadera fuerza de
61-62). La eficacia política del imagina- la ideología se hallaba, curiosamente,
rio revolucionario pasó, pues, por una fuera de si misma, en algo subyacente a
ineludible liberación de un elemento ella.

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c. La masa fijada en categoriza- madurez política» (Luxemburgo, 2001:


ciones socio-políticas: La praxis revo- 43). Para esta pensadora, no se trataba
lucionaria que excitara a las masas obre- de disciplinar a las masas revoluciona-
ras en la juventud del socialismo estaba rias en una organización o partido, sino
marcada por un carácter propiamente de reconocer, más bien, que el movi-
espontaneista, amorfo y reacio a ser miento obrero es, avant tout, acción de
troquelado o encorsetado en una pro- masas. «Veamos como incluso en Ingla-
gramática o instancia organizacional. El terra, donde un siglo entero de infatiga-
imaginario revolucionario, guiado por el ble trabajo sindical, sin todas estas “tur-
mito de la huelga general, era lo que ser- bulentas” –excepto al principio del pe-
vía para destapar y movilizar en ellas un riodo cartismo-, sin todas las desviacio-
ardiente sentimiento de revuelta o re- nes y las tentaciones del “romanticismo
belión en estado puro, difícilmente re- revolucionario”, sólo ha logrado organi-
ductible a unas rígidas categorizaciones zar a una minoría entre los sectores pri-
o formulaciones sociológicas. vilegiados del proletariado» (Luxem-
«Con la huelga general, la revolu- burgo, 2001: 42).
ción se manifiesta como una mera y sim- Algunos años antes escribía, criti-
ple rebelión y nada tienen que hacer en cando el arribismo y oportunismo polí-
ella los sociólogos, la gente de bien amiga tico presente en ciertos intelectuales
de reformas sociales, ni los intelectuales supuestamente representantes del
que han abrazado la profesión de pensar proletariado, «En realidad, lo que pone
por el proletariado» (Sorel, 1976: 198). a un movimiento obrero todavía joven a
Será posteriormente, como resultado merced de las veleidades de domina-
de la transformación de este originario ción de los académicos es su apresa-
sentimiento revolucionario, en un mo- miento dentro de la coraza de un cen-
delo organizativo, que sigue los dictados tralismo burocrático que rebaja al pro-
de una programática doctrinal, cuando el letariado combativo a la condición de
espontaneismo revolucionario se true- un instrumento dócil de un “comité”»
que en un movimiento político-ideológi- (Luxemburgo, 2001: 38). La obra de
co con unas pautadas directrices o estra- Luxemburgo, como la de Sorel o la de
tegias políticas a seguir. Benjamín, nos redescubre en el seno
Rosa de Luxemburgo ya se percató del marxismo un auténtico recelo ante
que la tendencia hacia un deslizamiento la organización y burocratización de
organizacional y burocratizador del ge- sindicatos y partidos políticos a la que
nuino sentimiento revolucionario, que parecía conducir inexorablemente la
animaba a las masas obreras propiciaba consolidación de la social-democracia,
una adulteración y domesticación de al mismo tiempo que un ensalzamiento
éste. «La valoración falsa y exagerada de de los movimientos revolucionarios de
la importancia de la organización en la masas surgidos de la espontaneidad po-
lucha de clase del proletariado se suele pular, testimoniando, en suma, la con-
completar con una subvaloración de la gelación de un indomable espíritu de
masa proletaria no organizada y de su revuelta en política institucionalizada.

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En este sentido, Jean Baudrillard “toma de conciencia de clase” como


muestra cómo este espíritu de revuelta “sujeto de la historia” cuyo modelo si-
radical, característico de los movimien- gue siendo el de la clase burguesa. El ad-
tos insurrecciónales del siglo XIX hasta la venimiento al status de clase equivale a
comuna, es curiosamente reducido y re- una racionalización del “movimiento
primido (re-foulé) en la misma tipificación obrero” y su rebelión; equivale a ali-
de clase social, como organización cons- nearlo según la racionalidad general del
ciente y objetiva, como proletariado. A orden industrial» (Baudrillard, 1996:
su juicio, la conjunción, propia del siglo 168-169). La sujeción de las masas pro-
XIX, de la teoría marxista y el movimien- letarias a una esquemática de clase pro-
to obrero provocó “un proceso de reduc- piciará, pues, una degradación del origi-
ción y neutralización recíprocas” (Baudri- nario fulgor revolucionario atesorado
llard, 1996: 163). «Clase “objetiva” y or- por aquellas.
ganizada por una parte, teoría nacional y Asimismo, Gilles Deleuze y Felix
estructurada por la otra (tanto en su Guattari diferenciarán entre masas y cla-
contenido, materialista, como en su for- ses. «Las tentativas de distinguir masa y
ma, dialéctica): entre estos dos términos clase tienden efectivamente hacia el si-
racionalizados el uno a la imagen del guiente límite: que la noción de masa es
otro, tiene lugar el cortocircuito de la re- una noción molecular, que procede por
volución» (Baudrillard, 1996: 164). un tipo de segmentación irreductible a la
Como resultado, se abortó el prin- segmentaridad molar de clase. Sin em-
cipio de realidad revolucionaria: la rebe- bargo, las clases están talladas en las ma-
lión radical definitoria de las insurrec- sas, las cristalizan. Y las masas no cesan
ciones del siglo XIX, de la destrucción de fluir, de escaparse de las clases» (De-
de máquinas, del discurso utopista y li- leuze- Guattari, 1994: 218). La masa,
bertario “premarxista”, de los poetas pues, sobrepasaría, excedería, a la deter-
malditos o de la revuelta sexual, «que, minación propia de clase. Es más, lo mo-
mucho más allá de la producción mate- lecular, la masa, siempre fluiría o huiría de
rial, apuntaba a la configuración simbóli- la institucionalizada codificación molar de
ca total de la vida y las relaciones socia- clase. La noción de clase, en términos de
les destruida por la configuración abs- Deleuze y Guattari, es un específico
tracta de la economía política» (Baudri- campo social que ya ha sido codificado y
llard, 1996: 165). Es más, sostiene Bau- territorializado.
drillard, la energía revolucionaria ateso- La masa es, sin embargo, descodifi-
rada en las masas obreras es domestica- cación, desterritorialización. «En este
da al ser pertrechada en una esquemáti- periodo es donde hay que distinguir el
ca de clase; puesto que la categoría de aspecto molecular y el aspecto molar:
clase sería una restringida categoría por un lado las masas o flujos, con sus
construida, en última instancia, desde mutaciones, sus cuantos de desterrito-
una axiomática burguesa. «Hacer del rialización, sus conexiones, sus precipi-
proletariado una clase, es encerrarlo en taciones; por otro las clases o segmen-
un orden de definición (indicado por la tos, con su organización binaria, su re-

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sonancia, conjunción o acumulación, su po y ligado estrechamente a lo anterior,


línea de codificación en beneficio de una estos tres autores interpretan la cre-
de ellas» (Deleuze-Guattari, 1994: ciente transparencia de las masas, su hi-
225). Así pues, masa y clase no se identi- pertrófica visualización actual, como
ficarían, aun cuando un grupo social signo de una liberación de las sujeciones
pueda llegar a ser identificado en am- a las que éstas habían sido sometidas
bas, «aunque el mismo grupo esté afec- como consecuencia de la institucionali-
tado por los dos signos» (Deleuze- zación de la esquemática anteriormen-
Guattari, 1994: 225). El orden de la ma- te desglosada; aquella que, desde el si-
cropolítica, en donde se incluye la clase, glo XIX, permitiera fijar, encauzar y
es el de la codificación y territorialización, constreñir la siempre amorfa naturale-
las masas, no obstante, se moverían en za de la masa.
los espacios de fuga de la macropolítica.
1.3.1. Jean Baudrillard:
1.3. La irrupción de las masas La viscosidad de las masas
en el horizonte postmoderno
En el particular distanciamiento
A partir de la segunda mitad de la teórico de Baudrillard con respecto al
década de los ochenta, pensadores ac- marco teórico marxista va a cobrar un
tuales como Jean Baudrillard, Michel especial relieve la emergencia de “las
Maffesoli y Peter Sloterdijk, encuadra- masas”, «ese referente esponjoso, esa
dos en la etiqueta académica del pos- realidad opaca y translúcida a la vez, esa
modernismo, han volcado su atención nada» (Baudrillard, 1993: 109). Los en-
sobre una manifestación cultural digna sayos reunidos bajo el título Cultura y si-
de perplejidad: la efervescencia de unas mulacro (1978) gravitan en torno al aná-
masas con una idiosincrasia histórica- lisis de la sorprendente irrupción de
mente novedosa. El denominador co- unas masas con una fisiognomía históri-
mún central entre ellos es haber erigido ca novedosa, marcando un punto de in-
a las masas actuales en uno de los fenó- flexión con respecto al andamiaje teóri-
menos sociales más sintomáticos, para co de la sociología crítica presente en su
descifrar una naciente sensibilidad cul- obra anterior. Existe, para Baudrillard,
tural distanciada de aquella surgida de algo genuinamente constitutivo de las
los metarrelatos fundacionales de la mo- masas surgidas en las últimas décadas
dernidad. del pasado siglo: su inherente o incluso
En otros términos, estos autores arcaico rechazo de toda «dialéctica» de
coinciden en el intento de mostrar que sentido que venga dada de un modo im-
la desenfrenada explosión actual de las perativo, bien sea ésta expresada como
masas estaría testimoniando algo inson- Política, Razón, Historia, etc.
dable, inescrutable, para los paráme- Pero lo más sorprendente de las
tros de vida diseñados en la modernidad masas, sería precisamente la intrínseca
y que resurgiría con fuerza, una vez de- capacidad de la que éstas disponen para
bilitados los pilares que sostienen a ésta, llegar a neutralizar todo sentido, «el po-
en nuestras sociedades. Al mismo tiem- der de la inercia, el poder de lo neutro»

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(Baudrillard, 1993: 109). De ahí las con- tido, cuando se convierte en un ideal
siguientes dificultades que entraña toda social moralizador que responde o
tentativa de encorsetarlas bajo las cate- debe responder a la voluntad general
gorías sociológicas al uso, de transfor- del pueblo. La época actual responde-
marlas, en definitiva, en “objeto”. «El ría, sin embargo, al «fin de lo político», al
término masa no es un concepto Leit «grado cero de lo político».
motiv de la demagogia política, es una Entonces, es cuando lo social, libe-
noción blanda, viscosa, lumpenanalítica. rado de su encorsetadota identificación
Una buena sociología intentará superar- a lo político, deviene simplemente
las en unas categorías «más finas»: so- “masa”; son las masas actuales que esta-
cioprofesionales, de clase, de estatuto rían testimoniando una fase histórica de
cultural, etc. Error: es merodeando al- lo social en donde los referentes de sen-
rededor de esas nociones blandas y tido modernos se han ya volatilizado.
acríticas (como lo fue en otros términos Por eso, el rasgo más definitorio de es-
el «maná» como le puede llegar más le- tas masas es una hipertrófica indiferen-
jos que la sociología crítica inteligente» cia y apatía ante cualquier tipo de refe-
(Baudrillard, 1993: 111). rente de sentido, es su configuración
La religión primero, -en lo que tie- como «una mayoría silenciosa». Silencio
ne de ascesis, de trascendencia ultra- que «es paradójico –no es un silencio
mundana-, lo mismo que después la tan que no habla, es un silencio que prohíbe
entronizada razón por la Ilustración, su- que se hable en su nombre» (Baudri-
frieron el «precio de un desvío», una dis- llard, 1993: 129). Por consiguiente, las
torsión radical, cuando intentaron pe- masas actuales son profundamente re-
netrar históricamente en la íntima natu- fractarias a una reductora identificación
raleza de las masas. La imagen metafóri- en instancias o esquemáticas herederas
ca del agujero negro, adoptada de la as- de la modernidad, tales como clase o
trofísica, es la que, según Baudrillard, pueblo.
condensaría perfectamente esta inhe- Es así que su silencio, su indiferen-
rente facultad de las masas para absor- cia, su mutismo, estaría reflejando una
ber sentido pero sin irradiarlo o refrac- visceral negativa a todo intento de con-
tarlo, sino neutralizándolo sin retorno, vertirlas en cualquier modalidad de “su-
difuminándolo en ellas sin dejar rastro. jeto” de la historia. La época moderna se
Según Baudrillard, el siglo XVIII, y corresponde a la de una acentuada de-
singularmente la Revolución Francesa, manda de sentido en sus distintas ver-
implicaron una inseparable identifica- tientes (político, ideológico, cultural, se-
ción de lo social con lo político hasta en- xual) que los movimientos revoluciona-
tonces insospechada. Lo político, hasta rios intentaban saciar, ofreciendo una
ese momento, había sido concebido de oferta a tales demandas. La época actual
acuerdo al retrato maquiaveliano, en invierte los términos: hay una sobreofer-
términos de cinismo e inmoralidad. ta de sentido, lo que no existe ahora es
Pero es a raíz de la Revolución cuando demanda. «Hoy en día todo cambió: el
lo político se comienza a cargar de sen- sentido ya no está en falta, se produce

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por todas partes, y siempre más –es la pos), neutralizan toda la escena y el dis-
demanda la que se echa a faltar. Y es la curso político.
producción de esa demanda de sentido Si estos aparecen hoy tan vacíos,
la que ha llegado a ser crucial para el sis- sin ninguna apuesta, ningún proyecto
tema» (Baudrillard, 1993: 134). consigue ya mencionar la escena políti-
La “masa”, siguiendo la misma línea ca, que permanece entregada a la dra-
algunos años después «es lo social que matización artificial y a los efectos de
ha absorbido todas las energías inversas poder inútil, se debe a la obscenidad
de lo antisocial, de la inercia, de la resis- masiva de este enorme anticuerpo si-
tencia, del silencio» (Baudrillard, 1997: lencioso, se debe a la retractilidad de
9). La lógica de lo social encuentra ahí su esta «cosa» innombrable que tiene la
extremo: «el punto en el que invierte fuerza bestial, absurda, de succión, de
sus finalidades y alcanza su punto de absorción, de los monstruos de ciencia
inercia y de exterminio, pero en el que ficción, que alimenta, en efecto, su iner-
al mismo tiempo roza el éxtasis» (Bau- cia con toda la energía de aceleración
drillard, 1993: 9). La época actual, la de del sistema, con la miríada de informa-
la transpolítica, se caracterizaría por una ciones que segrega para intentar exor-
«transparencia y obscenidad» cultural cizar esta inercia y esta ausencia» (Bau-
generalizada; y esto se manifiesta en la drillard, 1997: 100). Nuestra época, la
existencia de las masas. de la transpolítica, sería la de la transpa-
Dicho de otro modo, asistiríamos a rencia y la de la obscenidad de las masas
una época en la que, a través de la visua- en lugar de la de la ideología, al modo de
lización de las masas, lo social nos mues- una falsa conciencia, o la de la alienación.
tra, e incluso exacerba, su autenticidad. De hecho Baudrillard señala que el
En realidad, las masas no son ni han sido secreto oculto del verdadero poder
nunca víctimas de ningún tipo de opre- que atesora la masa radica precisamen-
sión o manipulación, ni mucho menos te en el hecho de que «los otros creen
se han visto jamás reconocidas en la tan que está alienada y ella se lo deja creer»
reiterada alienación Por el contrario, (Baudrillard, 2001: 180). El descrei-
«Toda su fuerza (transpolítica) consiste miento, la indiferencia, el silencio, ante
en estar ahí como objeto puro, es decir, lo político –como sabemos, oferta cen-
en oponer su silencio, su ausencia de de- tral de sentido profano a raíz de la mo-
seo, a cualquier veleidad política de ha- dernidad- cobra, entonces, una nueva
cerles hablar. Todo el mundo intenta significación: la astucia, el cinismo, de lo
seducirlas, solicitarlas, asumirlas. Ato- social frente a lo político. «Inútil solicitar
nas, amorfas, abismales, ejercen una so- la opinión positiva de las masas, o su vo-
beranía pasiva, opaca, no dicen nada, luntad crítica: sólo poseen un poder in-
pero sutilmente, tal vez como las bes- diferenciado, un poder de rechazo.
tias en su indiferencia animal (aunque las Sólo son fuertes con lo que expulsan,
masas serían más bien de esencia hor- con lo que niegan, y fundamentalmente
monal o endocrina, son unos anticuer- con cualquier proyecto que las supere,

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cualquier clase o inteligencia que las garse y entrar en una sinergia, propia-
trascienda. mente emocional, afectiva, y lógica-
Ahí hay algo de una astuta filosofía mente colectiva, con otros.
surgida de la experiencia más feroz, la El nuevo ethos que conformaría
de las bestias y los campesinos: lo que es una sensibilidad cultural alejada de
a mí, nadie me engaña, nadie me toma el aquellas correspondientes a fases histó-
pelo con historias de sacrificios y de fu- ricamente precedentes vendría carac-
turos felices. Profunda repugnancia del terizado, de este modo, por la prolife-
orden político (que puede coexistir ración de una multitudinaria gama de
perfectamente con alguna opinión polí- comunidades o grupos sociales en don-
tica). Repugnancia por la pretensión y la de se acentuaría una epifanización en un
trascendencia del poder, por la fatalidad nosotros colectivo, en los que retornaría
y la abominación de la política» (Baudri- un «preindividual» y arcaico sentimien-
llard, 1993: 80-81). Las masas actuales, to de agregación comunitaria. Arcaico
pues, en su apatía hacia lo político, han entendido, en su sentido etimológico,
florecido en las «tinieblas de lo político», como una substrato originario que va a
en ese espacio en donde no alcanza la servir de soporte o fundamento a las
jurisdicción de éste. Por eso, son, en distintas manifestaciones comunitarias;
realidad, «el protagonista ciego que aquello que, de algún modo, Friedrich
atormenta el laberinto de lo político, Hölderlin tildara de «lo nacional» o Ro-
aquel que el poder no consigue cono- bert Musil de «un alma de grupo». Aho-
cer, ni nombrar, ni designar» (Baudri- ra bien, una vez que la modernidad llegó
llard, 1993: 180). a sacralizar lo político, esta socialidad se
habría proyectado sobre un sentimien-
1. 3.2. Michel Maffesoli: Masas to de fraternidad desde el cual se ha-
y neotribalismo brían estructurado y vertebrado los di-
Michel Maffesoli va a plantear un in- ferentes movimientos ideológicos que
novador marco teórico encaminado a cristalizaron institucionalmente duran-
interpretar la idiosincrasia de las socie- te el siglo XIX.
dades actuales. A su juicio, el auge actual Por otra parte, Maffesoli comparte
de las masas respondería a un dinamis- con Baudrillard la asunción de la metá-
mo antropológico peculiar, a saber: un fora del «agujero negro» como la herra-
primitivo y, no obstante, persistente ar- mienta conceptual que mejor daría
quetipo tribal que retorna, aflorando cuenta de la naturaleza actual de las ma-
además con un vigor inusitado, en nues- sas. La hipótesis de la «saturación de lo
tras sociedades. La cultura naciente en político» propicia que la masa, «esa
las últimas décadas, catalogada en sus «mayoría silenciosa», que en realidad no
términos como neotribal, pondría al es más que un conglomerado de grupos
descubierto, reactualizándola, una so- y de redes yuxtapuestos o secantes» no
cialidad arquetípica de fondo imbricada puede «seguir definiéndose mediante
con una desindividualizante demanda los retos comunes abstractos y decidi-
de étre ensemble, de fusionarse, agre- dos fuera de ella. No puede seguir ca-

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racterizándose a partir de un objetivo a La constitución de las «tribus», de


realizar; es decir, ser el proletariado, microgrupos congregados en torno a
agente de una sociedad venidera, o ser una particular modalidad de socialidad,
el objeto de un estigma estructural y daría cuenta, además, de la pervivencia
congénito: el populacho atrasado y/o in- y del florecimiento de unos verdaderos
fantil que hay que conducir o proteger» ritos de masa tribales en los que se ansia-
(Maffesoli, 1990: 96). ría disolver la identidad propiamente in-
De esta manera, lo definitorio de la dividual en una orgiástica alteridad co-
masa, entiende Maffesoli, es una «in- lectiva. Así, la efervescencia del compo-
completud», una «vacuidad» que está nente orgiástico, aquel ligado al exceso,
potencialmente predispuesta para ad- a la desmedida, que ineludiblemente
quirir luego una forma determinada, un acompaña a las masas postmodernas,
continente que puede dar acogida a un revelaría, en última instancia, una poten-
movimiento socio-político con una enti- cia (puissance), un «querer vivir», una
dad o conformación específica. Dice afirmación de un vitalismo enraizado en
Maffesoli: «Al rechazar la lógica de la lo más profundo del alma colectiva.
identidad, que transforma al pueblo en En este sentido, afirma Maffesoli:
proletario (en «sujeto» de la historia), la «Hay una potencia, en la masa que supera
muchedumbre puede ser, de manera cada individuo y lo integra en un «genio»
secuencial o simultanea, la muchedum- colectivo, genio que, al instar a la deidad,
bre de bobalicones o de los rebeldes, la crea la sociedad en su entorno natural y
muchedumbre racista o llena de gene- social. Es posible, en efecto, que haya en
rosidad, la muchedumbre ilusionada o la masa postmoderna una energía crea-
trapacera. Filosóficamente se trata de dora que se embebe en una fuerza vital
una «incompletud» que es rica en pro- indiferenciada, renovando así el sustrato
venir» (Maffesoli, 1990: 81). arcaico que funda todo estar juntos»
Como resultado de la instauración (Maffesoli, 2002: 221). Estos ritos de masa
de la modernidad, esa «vacuidad» o «in- tribales y propiamente orgiásticos, en los
completud» fue saciada con las ideolo- que prima siempre lo excesivo, se mate-
gías que nutrieran en su momento los rializarían en acontecimientos de carácter
movimientos sociales que dinamizaran multitudinarios y de diversa índole: citas
la vida política durante el siglo XIX y deportivas, reuniones musicales, furia
buena parte del XX. La actual «satura- consumidora en grandes almacenes, etc.
ción de lo político» implicaría que esta En todos ellos, se nos redescubriría, a
«vacuidad» o «incompletud» busque ser modo de denominador común, una irre-
ahora saciada a través de la multiplica- primible demanda de reafirmación del
ción de pequeños grupos de redes exis- originario sustrato arquetípico que sirve
tenciales, en definitiva por medio de un de argamasa para la existencia de un gru-
tribalismo que descansa en un espíritu po, de aquello que permite, en última ins-
de re-ligación encarnado en lo más pro- tancia, unir, congregar, en suma re-ligar, a
xémico, en lo local. individuos que coparticipan en afectos,
sentimientos y emociones comunes.

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Lo orgiástico, entonces, se consti- clusivo en estadios históricos prece-


tuye, para Maffesoli, como el rasgo más dentes de la aristocracia y de la bohemia
genuinamente característico de la he- artística o intelectual, «no hace sino tra-
donista socialidad de fondo, de la excita- ducir la anulación del individuo en un su-
ción festiva, que resurge de un modo jeto colectivo» (Maffesoli, 1996: 9), re-
desorbitado en las masas actuales, posi- flejándose en el desenfreno tan caracte-
bilitando, así, la estructuración o rege- rístico de la vida de las masas en la ac-
neración del lazo «societal», de un «vivir tualidad.
en común», que les va a conferir a aque-
llas una específica identidad. El desen- 1.3.3. Peter Sloterdijk: Universo
freno, la desmesura, la voluntad de ex- mediático y masas
ceder los límites, en definitiva todo La obra de Peter Sloterdijk irrum-
aquello en donde se expresaría, según pe en el escenario filosófico europeo de
Maffesoli, «el gusto amargo de la fini- la década de los ochenta, guiada por una
tud», nos estaría mostrando una irrefre- explícita tentativa encaminada a violen-
nable pulsión por reencontrarse en un tar los principios fundacionales sobre
extasis o alteridad fusional y orgánica los que se asienta la modernidad. Hay
con el otro; que, además, va a resultar en la totalidad del pensamiento de Slo-
esencial para interpretar aquellos fenó- terdijk un declarado afán de provoca-
menos sociales, tan propios de nuestra ción que apunta especialmente hacia el
época, en los que se manifestaría la ex- movimiento cultural que logró cimen-
plosión de las masa. tar la Lebenswelt característica de Occi-
En De la orgía. Una aproximación so- dente: la Ilustración.
ciológica, dice Maffesoli, a este respec- Así, la crítica a la Ilustración de Slo-
to: «Esta teoría de la identificación, este terdijk se extiende a todos los órdenes
extático desasirse del yo es congruente en los que ésta ha llegado a dejar una
con el auge del espectáculo, de las aglo- impronta, tratando de poner al descu-
meraciones deportivas, turísticas y, cla- bierto la zona de «penumbra» nunca
ro está, festivas. (…) lo que da pie a ha- evidenciada en la luz que supuestamen-
blar en nuestros días de un magma afec- te pretendió irradiar sobre el cuerpo
tivo, de una tendencia orgiástica o dio- social. La perspectiva teórica que pre-
nisíaca. Los excesos orgiásticos, los cul- tende introducir Sloterdijk es aquella
tos de posesión, las situaciones de (con) que, en última instancia, trata de desve-
fusión han existido en todas las épocas. lar los oscuros intereses y motivaciones
Pero en ocasiones llegan a ser preemi- nunca manifiestos, las opacidades y os-
nentes en la conciencia colectiva. Y en- curidades, que se ocultan tras el deno-
tonces nos agitamos al ritmo que dicta dado énfasis ilustrado por emancipar al
la ocasión de que se trate» (Maffesoli, pueblo por obra de una recta razón. «La
1996: 8). Ilustración no penetra en la conciencia
En este sentido, la generalización social simplemente como portadora de
del espíritu hedonista a todos los con- luz carente de problemas. Allí donde
textos de la vida social, patrimonio ex- ejerce su influencia aparece una pe-

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numbra, una profunda ambivalen- berga por vez primera en la historia una
cia» (Sloterdijk, 1989, I: 53). tentativa por convertir a la masa en “su-
La enaltecida y emblemática “ra- jeto” dotado de una voluntad soberana
zón ilustrada”, enfrentada a sus propios y una historia colectiva. El ideario de la
demonios, a la otra cara de la transpa- emancipación encaja perfectamente en
rencia tantas veces por ella enarbolada, esta tentativa. Sloterdijk parte, sin em-
omitiría una «zona de sombra» perma- bargo, de las «motivaciones opacas»
nentemente presente tras la «ilumina- que, soterradas en una visión global-
dora razón», y más en concreto silencia- mente racional del mundo, solamente
ría la intrínseca relación existente entre logran salir a relucir en las excitaciones
saber y poder que inevitablemente sub- cinéticas, en la turba, que se exterioriza
yace en todo discurso. Contemplada en en las muchedumbres, en los tumultos
estos términos, la clarificadora razón no colectivos.
deja de ser otra cosa que «razón cínica», Lo definitorio de las masas actuales
una manifestación «del moderno y re- distaría bastante de la idiosincrasia que
flexivo cinismo señorial» al cual le inte- había conformado la identidad de las
resa presuponer que el pueblo se haya masas configuradas como resultado del
sumergido en una fase infantil, ignoran- despliegue de la modernidad. En la ac-
te, o de «falsa consciencia», de la que tualidad, las masas ya no se reconoce-
sólo la luz autorreflexiva de la razón po- rían -y aglomerarían- en torno a ningún
dría liberarlo. tipo de proyecto revolucionario, en
Sin embargo, Sloterdijk, además de torno a una esperanza de transforma-
poner en tela de juicio ese «punto cie- ción de la sociedad; en suma se habría
go», arquimédico, aparentemente in- volatilizado en ellas la conciencia de su
maculado, desde el cual la Ilustración potencia política. Las masas que afloran
pretende difundir la reflexividad sobre en nuestras sociedades «sólo se perci-
la vida social; añade que la sociedad ac- ben a sí mismas a través de símbolos
tual se convierte paradójicamente en mediáticos de masas, discursos, modas,
víctima de un exceso de «saber», de las programas y personalidades famosas»
derivaciones de la «razón iluminadora» (Sloterdijk, 2002: 17).
antaño supuestamente liberadora. En la Más aún, «de ella ya no cabe escu-
actualidad, habría una radical inversión char ningún grito general. Se aleja cada
del papel atribuido en otro tiempo por vez más de la posibilidad de transformar
la razón. Las sociedades actuales no pa- sus inertes rutinas prácticas en intensi-
decerían de una carencia o falta de «ra- dad revolucionaria. Su estado es com-
zón», sino, por el contrario, de un exce- parable al de un compuesto gaseoso,
so de ella. cuyas partículas, respectivamente sepa-
Esta crítica de la modernidad le sir- radas entre sí y cargadas de deseo y ne-
ve a Sloterdijk como punto de arranque gatividad prepolítica. Oscilan en sus es-
para analizar el auge de las masas en el pacios propios, mientras, inmóviles
espectro de la vida social actual. La mo- ante sus aparatos receptores de pro-
dernidad, a través de la Ilustración, al- gramación, consagran individualmente

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sus fuerzas una y otra vez a la solitaria menes fascistas, como en las asambleas
tentativa de exaltarse o de divertirse» características de la izquierda populista.
(Sloterdijk, 2002: 17-18). De la cita an- Pero que también se dejaría visualizar
terior podemos columbrar que la natu- en determinados fenómenos culturales
raleza de la masa, pues, se ha metamor- posmodernos en los que predomina la
foseado y ha adquirido una novedosa congregación en torno a un elemento
identidad; se nos revelaría ahora en el de carácter dionisiaco, de exceso, a sa-
campo mediático, en los programas re- ber: una fusión extática de la masa en
lacionados con los medios de comuni- una suerte de cuerpo colectivo que
cación masivos. propicia la realización de un anhelo de
En este sentido «La masa posmo- descarga y excitación. El hallazgo ca-
derna es una masa carente de potencial nettiano, al desvelarnos la descarga
alguno, una suma de microanarquismos como esencia de la masa, debería, en-
y soledades que apenas recuerda ya la tonces, para Sloterdijk, ser reformula-
época en la que ella –excitada y condu- do a la luz de la participación de los in-
cida hacia sí misma a través de sus por- dividuos en los programas relaciona-
tavoces y secretarios generales- debía y dos con los medios de comunicación.
quería hacer historia en virtud de su Así pues, en nuestra época, el desarro-
condición de colectivo preñado de ex- llo del ámbito mediático va a ser el cal-
presividad» (Sloterdijk, 2002: 18). do de cultivo idóneo para que ese
En realidad, según Sloterdijk, la ac- componente arcaico se proyecte so-
titud intelectual en torno a las masas bre un nuevo escenario y adopte un
que recorre el pensamiento ilustrado y nuevo rostro. «Y es precisamente a la
se prolonga en la teoría de la alienación luz de ese rasgo característico, de este
hegeliano-marxista es la de un más o fantasma carlyniano, donde nos queda
menos implícito desprecio de corte eli- reconocer su figura como portadora
tista. La constante permanente en esta de una función que también ha seguido
línea de pensamiento va a ser, entonces, subsistiendo de un modo particular
el intento de conversión de la masa, del después de que la antigua descarga po-
populacho, en una entidad como “suje- lítica volviera a encauzarse por otros
to histórico”; lo que, desde su horizonte medios: por las vías del entretenimien-
intelectual, implicaría una necesaria to apolítico orientado a la disposición
perfección o cumplimiento de un de- afectiva de las democracias liberales de
ber-ser, siempre concebido en térmi- masas» (Sloterdijk, 2002: 28).
nos de verticalidad, de la masa.
No obstante, esta actitud desesti- Conclusiones
maría la pervivencia de un componen-
te primitivo, arcaico e inherente a la Una vez concluido el itinerario de
masa que se nos podría mostrar políti- nuestro trabajo, el que ha comenzado
camente tanto en el magnetismo y la con el desciframiento socio-antropoló-
adhesión de las masas a líderes de regí- gico de la naturaleza profunda de la
masa, continuado con el análisis de la

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particular conformación de ésta en los de urbanización e industrialización su-


movimientos ideológicos surgidos a raíz frido por las sociedades occidentales a
del despliegue de la modernidad y cul- partir del siglo XIX.
minado con la elucidación del significa- c) ¿Qué fisiognomía ha adoptado la
do filosófico-sociológico de las masas masa en los últimos siglos? El componen-
actuales para Baudrillard, Maffesoli y te de exceso propio de la masa se ha ca-
Sloterdijk, podemos recapitular, a nalizado desde el siglo XIX y durante
modo de conclusión, lo siguiente: buena parte del XX a través de los mo-
a) ¿Qué es qué? La comprensión de vimientos ideológico-políticos caracte-
la naturaleza de la masa nos remite a la rísticos de esa época; lo que ha supues-
existencia de un sustrato arcaico, alógi- to un encorsetamiento y una sublima-
co, ligado al exceso, a la desmedida, que ción de la energía inherente a la masa.
había sido supuestamente evacuado d) ¿Cómo debiéramos interpretar el
por una visión globalmente racional de rebrote y la idiosincrasia de las masas ac-
la vida social y que ha salido a relucir his- tuales? Baudrillard, Maffesoli y Skloter-
tóricamente en determinados aconteci- dijk radiografían, al unísono, el modo de
mientos puntuales. ser de las masas actuales, interpretando
b) ¿Cuál es el origen de las masas su efervescencia actual como resultado
como fenómeno propiamente sociológico? de la liberación de las sujeciones que ha-
La entidad sociológica de las masas sur- bían condicionado y fijado la naturaleza
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cuencia directa del acelerado proceso

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