Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2006
Ángel Enrique Carretero Pasín
MASAS POSMODERNAS: EL RETORNO DEL EXCESO CONSTREÑIDO EN LA
MODERNIDAD
Revista Venezolana de Ciencias Sociales, enero-junio, año/vol. 10, número 001
Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt - UNERMB
Cabimas, Venezuela
pp. 11-36
http://redalyc.uaemex.mx
Revista Venezolana de Ciencias Sociales
UNERMB, Vol. 10 No. 1, 2006, 11 - 36
ISSN: 1316-4090
RESUMEN ______________________________________________________
* Doctor en Sociología. Profesor de Filosofía en el IES Chano Piñeiro. Integrante del GCEIS
(Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios sociales). Colaborador de las revistas
Anthropos, Sociétés, Revista de Occidente, Revista Española de Investigaciones Sociológicas,
Esprit critique, Comunicación y sociedad, Nómadas, A trave de Ouro. Investigador invitado en
el CEAQ (Centro de Estudios sobre lo Actual y lo Cotidiano) Paris V/Sorbonne bajo la di-
rección de Michel Maffesoli. Líneas de investigación: Imaginario social, Postmodernidad y
Sociología de la vida cotidiana. E-mail: quiquecarretero@terra.es
12 Ángel Enrique Carretero Pasín
ABSTRACT______________________________________________________
This paper has as its fundamental aim the interpretation of the meaning of the
excitation of the masses in so-called postmodern societies. In order to do this, first it
explores the theoretical approximations that have tried to reveal the existence of an
archaic component, linked with the excitation towards excess, in the existence of
the masses. Then it centers its attention on how the consolidation of the most repre-
sentative ideological-political movements of the XIX century have supposed its limi-
tation and a sublimation of the dynamism cherished by the masses. Finally it explains
the most relevant contributions of the most recent philosophical-sociological view-
points (Baudrillard, Maffesoli, Sloterdijk) in which the emergence of the present
masses is analyzed, interpreting it as a return to the excessive restrictions of previ-
ous historical phases.
que escapa a toda definición, que irre- sas en uno de los detonantes caracterís-
mediablemente la sobrepasa. Existe en ticos de la ontología de nuestro presente.
la naturaleza de las masas un compo- Pensadores sociales actuales como
nente arcaico, propiamente i-rracional Jean Baudrillard, Michel Maffesoli y Pe-
o pre-racional, que está latiendo de un ter Sloterdijk, identificados con mayor
modo larvado en la vida de las socieda- o menor énfasis en el ámbito del pos-
des y que en ciertas coyunturas históri- modernismo, han puesto de relieve el
cas se destapa. La modernidad, en su estallido de las masas como uno de los
esforzado énfasis por urbanizar la totali- rasgos definitorios de una nueva cultu-
dad de la experiencia social, ha tratado ra. Un denominador común entre ellos,
infructuosamente de doblegar ese es revelar que precisamente cuando la
componente arcaico. Ya Ortega y Gas- modernidad había parecido finalmente
set caracterizara a las masas como «in- realizar el programa racionalizador del
capaces de dejarse dirigir en ningún or- mundo es el momento en que, paradó-
den», «porque la textura radical de su jicamente, emerge aquello que preten-
alma está hecha de hermetismo e indo- díamos haber superado.
cilidad» (Ortega y Gasset, 1983: 80).
La Ilustración, en cuanto ideario I. Desarrollo
cultural encaminado a la conversión del
pueblo en una entidad como “sujeto ra- 1. 1. La naturaleza profunda de las
cional”, ha tratado de cumplir en un pla- masas: Aproximaciones teóricas
no ideológico las expectativas históricas El peculiar dinamismo de las masas
generadas por la modernidad. La época comienza a ser objeto de un específico
actual revela, no obstante, un retorno de interés sociológico a finales del siglo
lo reprimido al modo freudiano, un sor- XIX. Con anterioridad, la actitud de las
prendente auge de las masas disemina- masas a raíz de los acontecimientos his-
do en una variedad de fenómenos socia- tóricos ocurridos durante la Revolución
les. Masas deportivas, masas turísticas, Francesa ya había provocado el asom-
masas festivas, masas musicales y, en bro de los historiadores del momento1.
general, un innumerable abanico de ex- Es más, el inusitado fervor desatado en
presiones multitudinarias en donde la revolución va a estar permanente-
predomina lo emocional, lo pasional, mente presente, como telón de fondo
convirtiendo la efervescencia de las ma- de las primeras indagaciones sociológi-
1 Las obras clásicas de Michelet (1998), Mathiez (1922) o Rudé (1994) son aleccionadoras
de cómo el fervor revolucionario, así como la novedosa liturgia política que inmediata-
mente le sucede, muestran una inusitada efervescencia histórica de las masas. Por su par-
te, más recientemente pero en esta misma dirección (Duvignaud, 1973) ha revelado
cómo el elemento festivo ha jugado un papel primordial en el estallido de las masas duran-
te y después de los acontecimientos revolucionarios.
cas alrededor de las masas. Más tarde, de sentir y comportarse de las masas di-
el siglo XIX aunará un acelerado proce- ferenciadas del modo de sentir y com-
so de urbanización con una descollante portarse de cada integrante por separa-
industrialización, propiciando la génesis do que la compone. Con la expresión
sociológica del proletariado, de las ma- «masa», Le Bon hace referencia a «una
sas obreras, como grupo social perfec- aglomeración de seres humanos que
tamente delimitado. posee características nuevas y muy dife-
En las sociedades precapitalistas, rentes de cada uno de los individuos
las multitudes fundamentalmente se que la componen. La personalidad
tornaban visibles en determinados consciente se esfuma, los sentimientos
acontecimientos, siempre periódicos y y las ideas de todas las unidades se
ritualizados, que se encontraban ligados orientan en una misma dirección. Se
preferentemente al régimen de tempo- forma un alma colectiva, indudable-
ralidad institucionalizado por la liturgia mente transitoria, pero que presenta
dominante2. En las aglomeraciones características bien definidas» (Le Bon,
multitudinarias del naciente proletaria- 2000: 27).
do urbano, originado a raíz de la nueva En el «alma colectiva», «se borran
sociedad industrial sale a relucir un pe- las aptitudes intelectuales de los hom-
culiar dinamismo de las masas, que hun- bres y, en consecuencia, su individuali-
diría sus raíces en el orden de lo emo- dad. Lo heterogéneo queda anegado
cional, lo sentimental, lo pasional, lo por lo homogéneo y predominan las
afectivo. «Una masa es un conjunto cualidades inconscientes» (Le Bon,
transitorio de individuos iguales, anóni- 2000: 30). Lo que va a suscitar la perple-
mos y semejantes, en el seno del cual las jidad de este pensador, es la sorpren-
ideas y las emociones de cada uno tien- dente mutación en la manera de ser de
den a expresarse espontáneamente» los individuos, al entrar a formar parte
(Moscovici, 1985: 13). de una muchedumbre «hasta el punto de
En este sentido, el anhelo revolu- que el avaro se pueda transformar en
cionario de las masas proletarias des- pródigo, el escéptico en creyente, el
pertará una sinergia colectiva sui géneris hombre honrado en criminal, el cobar-
que provocará el asombro de los prime- dee en héroe» (Le Bon, 2000: 33). Este
ros analistas sociales preocupados por autor abre, pues, una línea de reflexión
desentrañar este fenómeno. Así, Gusta- acerca de las multitudes en la que el or-
ve Le Bon pone al descubierto lo que él den de la moralidad pasa a ocupar un pla-
llama el «alma colectiva», una manera no secundario en relación con la lógica
2 Para el estudio de la irrupción de las masas que preceden a las masas industriales, de los
acontecimientos puntuales en los que aquellas históricamente se tornan visibles entre los
siglos XII y XVIII, véase (Rudé, 1989).
3 Gabriel Tarde, en una línea análoga a le Bon, llega a afirmar «Padecen verdaderas alucina-
ciones colectivas: los hombres reunidos creen ver u oír cosas que aislados no ven ni oyen.
Y cuando se creen perseguidas por enemigos imaginarios, su fe se funda en razonamientos
de alienados» (Tarde, 1910: 55).
4 Weber percibe el “carisma” como «la cualidad que pasa por extraordinaria (condicionada
mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de hechiceros, árbitros, je-
fes de cacería o caudillos militares), de una personalidad, por cuya virtud se la considera en
posesión de fuerzas sobre naturales o sobrehumanas –o por lo menos específicamente
extracotidianas y no asequibles a cualquier otro-, o como enviados de Dios, o como ejem-
plo y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o lider» (Weber, 1993: 193). A continua-
ción añade que la dominación carismática «es específicamente irracional en el sentido de
su extrañeza a toda regla» (Ibid: 195). El desciframiento de la adhesión de la masa a un jefe
o lider está presente no solamente en Le Bon y Weber sino también en Tarde, Freud, Ca-
netti, Moscovici y, en general, en todos aquellos autores que han consagrado su interés en
el estudio de las masas. El espíritu que recorre la obra de estos autores sería, en términos
de Dupuy, un paradigma del punto fijo exógeno, según el cual la masa cobraría identidad
precisamente por medio del jefe que la lideraría. Véase (Dupuy, 2002: 71-83).
dor, revelando «hasta que punto está Además, según Freud, «la caracte-
justificada la identificación del alma de la rística de una masa se halla en los lazos
multitud con el alma de los primitivos» libidinosos que la entrecruzan» (Freud,
(Freud, 1986: 18). También concuerda 1986: 38); que, asimismo, nos estaría
con Le Bon en que el móvil esencial di- revelando una huella arcaica e imborra-
namizador de las masas es algo propia- ble, arquetípica diríamos, en la historia
mente no-racional en lugar de racional. hereditaria de la humanidad, nacida de
«Por último, las multitudes no han co- la muerte violenta del jefe propiciadora
nocido jamás la sed de verdad. Piden ilu- de la transformación de la horda pater-
siones, a las cuales no pueden renun- na en una comunidad fraternal y que re-
ciar. Dan siempre la preferencia a lo surge, reactualizándose, en la configu-
irreal sobre lo real, y lo irreal actúa so- ración actual de las masas.
bre ellas con la misma fuerza que lo A final de la década de los años
real» (Freud, 1986: 18-19). treinta del pasado siglo, Georges Batail-
Ahora bien, Freud, a diferencia de Le le, Michel Leiris, Roger Caillois y Ale-
Bon quien centrara su atención sobre las xandre Kojève, -inspirándose tanto en
masas inestables, fugitivas, con una vida el análisis de la efervescencia colectiva de
efímera, focalizará su análisis en el arcaís- Emile Durkheim como en las aportacio-
mo subyacente en masas solidificadas ins- nes antropológicas de Marcel Gauss-
titucionalmente, tales como la iglesia o el fundan el Collège de Sociologie con el áni-
ejército. La hipótesis explicativa sugerida mo de indagar en aquel ámbito oscuro y
por Freud retoma, como Le Bon, la pervi- excluido de la racionalidad occidental,
vencia de instancias no racionales, afecti- que se exteriorizaría en puntuales acon-
vas, que operan en las masas, poniendo tecimientos sociales en los que se trans-
de relieve la pervivencia de un compo- parenta una desatada energía colectiva.
nente instintivo, libidinal, de un larvado El Collège de Sociologie retoma las intui-
erotismo, que actúa como lazo de comu- ciones originarias de Le Bon y Freud
nión entre los integrantes de una masa. para encaminarlas al desciframiento de
«Nuestra esperanza se apoya en dos la lógica del exceso, de la desmedida, que
ideas. Primera, la masa tiene que hallarse inunda distintos fenómenos sociales
mantenida en cohesión por algún poder. contemporáneos, estableciendo una
¿Y a qué poder resulta factible atribuir tal soterrada imbricación antropológica de
función si no es al Eros, que mantiene la fondo entre la carga dionisiaca que ate-
cohesión de todo lo existente? En segun- sora una colectividad, el ansia de trans-
do lugar, cuando el individuo englobado gresión de los límites impuestos por la
en la masa renuncia a lo que le es personal racionalidad, y el peculiar orden de ma-
y se deja sugestionar por los otros, expe- nifestación de lo sagrado.
rimentamos la impresión de que lo hace Las directrices generales alrededor
por sentir en él la necesidad de hallarse de de las que se articula el Collège de Socio-
acuerdo con ellos y no en oposición a logie se orientan a que las ciencias socia-
ellos; esto es por «amor a los demás» les contemplen el otro lado, la zona de
(Freud, 1986: 31). sombra, de la racionalidad occidental y,
6 Con la expresión “Príncipe moderno” Gramsci alude al partido político que representa a
la clase obrera.
(Baudrillard, 1993: 109). De ahí las con- tido, cuando se convierte en un ideal
siguientes dificultades que entraña toda social moralizador que responde o
tentativa de encorsetarlas bajo las cate- debe responder a la voluntad general
gorías sociológicas al uso, de transfor- del pueblo. La época actual responde-
marlas, en definitiva, en “objeto”. «El ría, sin embargo, al «fin de lo político», al
término masa no es un concepto Leit «grado cero de lo político».
motiv de la demagogia política, es una Entonces, es cuando lo social, libe-
noción blanda, viscosa, lumpenanalítica. rado de su encorsetadota identificación
Una buena sociología intentará superar- a lo político, deviene simplemente
las en unas categorías «más finas»: so- “masa”; son las masas actuales que esta-
cioprofesionales, de clase, de estatuto rían testimoniando una fase histórica de
cultural, etc. Error: es merodeando al- lo social en donde los referentes de sen-
rededor de esas nociones blandas y tido modernos se han ya volatilizado.
acríticas (como lo fue en otros términos Por eso, el rasgo más definitorio de es-
el «maná» como le puede llegar más le- tas masas es una hipertrófica indiferen-
jos que la sociología crítica inteligente» cia y apatía ante cualquier tipo de refe-
(Baudrillard, 1993: 111). rente de sentido, es su configuración
La religión primero, -en lo que tie- como «una mayoría silenciosa». Silencio
ne de ascesis, de trascendencia ultra- que «es paradójico –no es un silencio
mundana-, lo mismo que después la tan que no habla, es un silencio que prohíbe
entronizada razón por la Ilustración, su- que se hable en su nombre» (Baudri-
frieron el «precio de un desvío», una dis- llard, 1993: 129). Por consiguiente, las
torsión radical, cuando intentaron pe- masas actuales son profundamente re-
netrar históricamente en la íntima natu- fractarias a una reductora identificación
raleza de las masas. La imagen metafóri- en instancias o esquemáticas herederas
ca del agujero negro, adoptada de la as- de la modernidad, tales como clase o
trofísica, es la que, según Baudrillard, pueblo.
condensaría perfectamente esta inhe- Es así que su silencio, su indiferen-
rente facultad de las masas para absor- cia, su mutismo, estaría reflejando una
ber sentido pero sin irradiarlo o refrac- visceral negativa a todo intento de con-
tarlo, sino neutralizándolo sin retorno, vertirlas en cualquier modalidad de “su-
difuminándolo en ellas sin dejar rastro. jeto” de la historia. La época moderna se
Según Baudrillard, el siglo XVIII, y corresponde a la de una acentuada de-
singularmente la Revolución Francesa, manda de sentido en sus distintas ver-
implicaron una inseparable identifica- tientes (político, ideológico, cultural, se-
ción de lo social con lo político hasta en- xual) que los movimientos revoluciona-
tonces insospechada. Lo político, hasta rios intentaban saciar, ofreciendo una
ese momento, había sido concebido de oferta a tales demandas. La época actual
acuerdo al retrato maquiaveliano, en invierte los términos: hay una sobreofer-
términos de cinismo e inmoralidad. ta de sentido, lo que no existe ahora es
Pero es a raíz de la Revolución cuando demanda. «Hoy en día todo cambió: el
lo político se comienza a cargar de sen- sentido ya no está en falta, se produce
por todas partes, y siempre más –es la pos), neutralizan toda la escena y el dis-
demanda la que se echa a faltar. Y es la curso político.
producción de esa demanda de sentido Si estos aparecen hoy tan vacíos,
la que ha llegado a ser crucial para el sis- sin ninguna apuesta, ningún proyecto
tema» (Baudrillard, 1993: 134). consigue ya mencionar la escena políti-
La “masa”, siguiendo la misma línea ca, que permanece entregada a la dra-
algunos años después «es lo social que matización artificial y a los efectos de
ha absorbido todas las energías inversas poder inútil, se debe a la obscenidad
de lo antisocial, de la inercia, de la resis- masiva de este enorme anticuerpo si-
tencia, del silencio» (Baudrillard, 1997: lencioso, se debe a la retractilidad de
9). La lógica de lo social encuentra ahí su esta «cosa» innombrable que tiene la
extremo: «el punto en el que invierte fuerza bestial, absurda, de succión, de
sus finalidades y alcanza su punto de absorción, de los monstruos de ciencia
inercia y de exterminio, pero en el que ficción, que alimenta, en efecto, su iner-
al mismo tiempo roza el éxtasis» (Bau- cia con toda la energía de aceleración
drillard, 1993: 9). La época actual, la de del sistema, con la miríada de informa-
la transpolítica, se caracterizaría por una ciones que segrega para intentar exor-
«transparencia y obscenidad» cultural cizar esta inercia y esta ausencia» (Bau-
generalizada; y esto se manifiesta en la drillard, 1997: 100). Nuestra época, la
existencia de las masas. de la transpolítica, sería la de la transpa-
Dicho de otro modo, asistiríamos a rencia y la de la obscenidad de las masas
una época en la que, a través de la visua- en lugar de la de la ideología, al modo de
lización de las masas, lo social nos mues- una falsa conciencia, o la de la alienación.
tra, e incluso exacerba, su autenticidad. De hecho Baudrillard señala que el
En realidad, las masas no son ni han sido secreto oculto del verdadero poder
nunca víctimas de ningún tipo de opre- que atesora la masa radica precisamen-
sión o manipulación, ni mucho menos te en el hecho de que «los otros creen
se han visto jamás reconocidas en la tan que está alienada y ella se lo deja creer»
reiterada alienación Por el contrario, (Baudrillard, 2001: 180). El descrei-
«Toda su fuerza (transpolítica) consiste miento, la indiferencia, el silencio, ante
en estar ahí como objeto puro, es decir, lo político –como sabemos, oferta cen-
en oponer su silencio, su ausencia de de- tral de sentido profano a raíz de la mo-
seo, a cualquier veleidad política de ha- dernidad- cobra, entonces, una nueva
cerles hablar. Todo el mundo intenta significación: la astucia, el cinismo, de lo
seducirlas, solicitarlas, asumirlas. Ato- social frente a lo político. «Inútil solicitar
nas, amorfas, abismales, ejercen una so- la opinión positiva de las masas, o su vo-
beranía pasiva, opaca, no dicen nada, luntad crítica: sólo poseen un poder in-
pero sutilmente, tal vez como las bes- diferenciado, un poder de rechazo.
tias en su indiferencia animal (aunque las Sólo son fuertes con lo que expulsan,
masas serían más bien de esencia hor- con lo que niegan, y fundamentalmente
monal o endocrina, son unos anticuer- con cualquier proyecto que las supere,
cualquier clase o inteligencia que las garse y entrar en una sinergia, propia-
trascienda. mente emocional, afectiva, y lógica-
Ahí hay algo de una astuta filosofía mente colectiva, con otros.
surgida de la experiencia más feroz, la El nuevo ethos que conformaría
de las bestias y los campesinos: lo que es una sensibilidad cultural alejada de
a mí, nadie me engaña, nadie me toma el aquellas correspondientes a fases histó-
pelo con historias de sacrificios y de fu- ricamente precedentes vendría carac-
turos felices. Profunda repugnancia del terizado, de este modo, por la prolife-
orden político (que puede coexistir ración de una multitudinaria gama de
perfectamente con alguna opinión polí- comunidades o grupos sociales en don-
tica). Repugnancia por la pretensión y la de se acentuaría una epifanización en un
trascendencia del poder, por la fatalidad nosotros colectivo, en los que retornaría
y la abominación de la política» (Baudri- un «preindividual» y arcaico sentimien-
llard, 1993: 80-81). Las masas actuales, to de agregación comunitaria. Arcaico
pues, en su apatía hacia lo político, han entendido, en su sentido etimológico,
florecido en las «tinieblas de lo político», como una substrato originario que va a
en ese espacio en donde no alcanza la servir de soporte o fundamento a las
jurisdicción de éste. Por eso, son, en distintas manifestaciones comunitarias;
realidad, «el protagonista ciego que aquello que, de algún modo, Friedrich
atormenta el laberinto de lo político, Hölderlin tildara de «lo nacional» o Ro-
aquel que el poder no consigue cono- bert Musil de «un alma de grupo». Aho-
cer, ni nombrar, ni designar» (Baudri- ra bien, una vez que la modernidad llegó
llard, 1993: 180). a sacralizar lo político, esta socialidad se
habría proyectado sobre un sentimien-
1. 3.2. Michel Maffesoli: Masas to de fraternidad desde el cual se ha-
y neotribalismo brían estructurado y vertebrado los di-
Michel Maffesoli va a plantear un in- ferentes movimientos ideológicos que
novador marco teórico encaminado a cristalizaron institucionalmente duran-
interpretar la idiosincrasia de las socie- te el siglo XIX.
dades actuales. A su juicio, el auge actual Por otra parte, Maffesoli comparte
de las masas respondería a un dinamis- con Baudrillard la asunción de la metá-
mo antropológico peculiar, a saber: un fora del «agujero negro» como la herra-
primitivo y, no obstante, persistente ar- mienta conceptual que mejor daría
quetipo tribal que retorna, aflorando cuenta de la naturaleza actual de las ma-
además con un vigor inusitado, en nues- sas. La hipótesis de la «saturación de lo
tras sociedades. La cultura naciente en político» propicia que la masa, «esa
las últimas décadas, catalogada en sus «mayoría silenciosa», que en realidad no
términos como neotribal, pondría al es más que un conglomerado de grupos
descubierto, reactualizándola, una so- y de redes yuxtapuestos o secantes» no
cialidad arquetípica de fondo imbricada puede «seguir definiéndose mediante
con una desindividualizante demanda los retos comunes abstractos y decidi-
de étre ensemble, de fusionarse, agre- dos fuera de ella. No puede seguir ca-
numbra, una profunda ambivalen- berga por vez primera en la historia una
cia» (Sloterdijk, 1989, I: 53). tentativa por convertir a la masa en “su-
La enaltecida y emblemática “ra- jeto” dotado de una voluntad soberana
zón ilustrada”, enfrentada a sus propios y una historia colectiva. El ideario de la
demonios, a la otra cara de la transpa- emancipación encaja perfectamente en
rencia tantas veces por ella enarbolada, esta tentativa. Sloterdijk parte, sin em-
omitiría una «zona de sombra» perma- bargo, de las «motivaciones opacas»
nentemente presente tras la «ilumina- que, soterradas en una visión global-
dora razón», y más en concreto silencia- mente racional del mundo, solamente
ría la intrínseca relación existente entre logran salir a relucir en las excitaciones
saber y poder que inevitablemente sub- cinéticas, en la turba, que se exterioriza
yace en todo discurso. Contemplada en en las muchedumbres, en los tumultos
estos términos, la clarificadora razón no colectivos.
deja de ser otra cosa que «razón cínica», Lo definitorio de las masas actuales
una manifestación «del moderno y re- distaría bastante de la idiosincrasia que
flexivo cinismo señorial» al cual le inte- había conformado la identidad de las
resa presuponer que el pueblo se haya masas configuradas como resultado del
sumergido en una fase infantil, ignoran- despliegue de la modernidad. En la ac-
te, o de «falsa consciencia», de la que tualidad, las masas ya no se reconoce-
sólo la luz autorreflexiva de la razón po- rían -y aglomerarían- en torno a ningún
dría liberarlo. tipo de proyecto revolucionario, en
Sin embargo, Sloterdijk, además de torno a una esperanza de transforma-
poner en tela de juicio ese «punto cie- ción de la sociedad; en suma se habría
go», arquimédico, aparentemente in- volatilizado en ellas la conciencia de su
maculado, desde el cual la Ilustración potencia política. Las masas que afloran
pretende difundir la reflexividad sobre en nuestras sociedades «sólo se perci-
la vida social; añade que la sociedad ac- ben a sí mismas a través de símbolos
tual se convierte paradójicamente en mediáticos de masas, discursos, modas,
víctima de un exceso de «saber», de las programas y personalidades famosas»
derivaciones de la «razón iluminadora» (Sloterdijk, 2002: 17).
antaño supuestamente liberadora. En la Más aún, «de ella ya no cabe escu-
actualidad, habría una radical inversión char ningún grito general. Se aleja cada
del papel atribuido en otro tiempo por vez más de la posibilidad de transformar
la razón. Las sociedades actuales no pa- sus inertes rutinas prácticas en intensi-
decerían de una carencia o falta de «ra- dad revolucionaria. Su estado es com-
zón», sino, por el contrario, de un exce- parable al de un compuesto gaseoso,
so de ella. cuyas partículas, respectivamente sepa-
Esta crítica de la modernidad le sir- radas entre sí y cargadas de deseo y ne-
ve a Sloterdijk como punto de arranque gatividad prepolítica. Oscilan en sus es-
para analizar el auge de las masas en el pacios propios, mientras, inmóviles
espectro de la vida social actual. La mo- ante sus aparatos receptores de pro-
dernidad, a través de la Ilustración, al- gramación, consagran individualmente
sus fuerzas una y otra vez a la solitaria menes fascistas, como en las asambleas
tentativa de exaltarse o de divertirse» características de la izquierda populista.
(Sloterdijk, 2002: 17-18). De la cita an- Pero que también se dejaría visualizar
terior podemos columbrar que la natu- en determinados fenómenos culturales
raleza de la masa, pues, se ha metamor- posmodernos en los que predomina la
foseado y ha adquirido una novedosa congregación en torno a un elemento
identidad; se nos revelaría ahora en el de carácter dionisiaco, de exceso, a sa-
campo mediático, en los programas re- ber: una fusión extática de la masa en
lacionados con los medios de comuni- una suerte de cuerpo colectivo que
cación masivos. propicia la realización de un anhelo de
En este sentido «La masa posmo- descarga y excitación. El hallazgo ca-
derna es una masa carente de potencial nettiano, al desvelarnos la descarga
alguno, una suma de microanarquismos como esencia de la masa, debería, en-
y soledades que apenas recuerda ya la tonces, para Sloterdijk, ser reformula-
época en la que ella –excitada y condu- do a la luz de la participación de los in-
cida hacia sí misma a través de sus por- dividuos en los programas relaciona-
tavoces y secretarios generales- debía y dos con los medios de comunicación.
quería hacer historia en virtud de su Así pues, en nuestra época, el desarro-
condición de colectivo preñado de ex- llo del ámbito mediático va a ser el cal-
presividad» (Sloterdijk, 2002: 18). do de cultivo idóneo para que ese
En realidad, según Sloterdijk, la ac- componente arcaico se proyecte so-
titud intelectual en torno a las masas bre un nuevo escenario y adopte un
que recorre el pensamiento ilustrado y nuevo rostro. «Y es precisamente a la
se prolonga en la teoría de la alienación luz de ese rasgo característico, de este
hegeliano-marxista es la de un más o fantasma carlyniano, donde nos queda
menos implícito desprecio de corte eli- reconocer su figura como portadora
tista. La constante permanente en esta de una función que también ha seguido
línea de pensamiento va a ser, entonces, subsistiendo de un modo particular
el intento de conversión de la masa, del después de que la antigua descarga po-
populacho, en una entidad como “suje- lítica volviera a encauzarse por otros
to histórico”; lo que, desde su horizonte medios: por las vías del entretenimien-
intelectual, implicaría una necesaria to apolítico orientado a la disposición
perfección o cumplimiento de un de- afectiva de las democracias liberales de
ber-ser, siempre concebido en térmi- masas» (Sloterdijk, 2002: 28).
nos de verticalidad, de la masa.
No obstante, esta actitud desesti- Conclusiones
maría la pervivencia de un componen-
te primitivo, arcaico e inherente a la Una vez concluido el itinerario de
masa que se nos podría mostrar políti- nuestro trabajo, el que ha comenzado
camente tanto en el magnetismo y la con el desciframiento socio-antropoló-
adhesión de las masas a líderes de regí- gico de la naturaleza profunda de la
masa, continuado con el análisis de la
Referencias Bibliográficas
Adorno, Theodor y Horkheimer, Max (1994). Dialéctica de la Ilustración. Trotta, Madrid.
Agamben, Giorgio (1998). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pre-Textos, Va-
lencia.
Ansart, Pierre (1983). La gestion des passions politiques. L´Àge d´homme, Lausanne, Paris.
Baczko, Bronislaw (1984). Les imaginaires sociaux. Memoires et espoirs collectifs. Payot,
Paris.
Bastide, Roger (1970). El prójimo y el extraño. El encuentro entre civilizaciones. Amo-
rrortu, Buenos Aires.
—————— (1973). Le sacré et le sauvage. Stock, Paris.
Bataille, Georges (1987). La parte maldita. Icaría, Barcelona.
—————— (1993). El estado y el problema del fascismo. Pre-Textos, Valencia.
Baudrillard, Jean (1993). Cultura y simulacro. Kairós, Barcelona.
—————— (1996). El espejo de la producción. Gedisa, Barcelona.
—————— (1997). Las estrategias fatales. Anagrama, Barcelona.
—————— (2001). La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos.
Anagrama, Barcelona.
Benjamin, Walter (1990). Tesis sobre Filosofía de la historia, En: Discursos interrumpidos I.
Taurus, Madrid.
—————— (1998a). Poesía y capitalismo. Taurus, Madrid.
—————— (1998b) Imaginación y sociedad. Iluminaciones I. Taurus, Madrid.
Caillois, Roger (1996). El hombre y lo sagrado. FCE, México.
Canetti, Elias. y Adorno, Theodor (1999). Diálogo sobre las masas, el miedo y la muerte. Con-
versaciones entre
Elias Canetti y Theodor Adorno. Revista Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura.
Nº 36: 81-92.
Canetti, Elias (2000). Masa y poder. Alianza, Madrid.
Carretero, Enrique (2003a). Resistencias a la modernidad. Una lectura de las respuestas de lo
social al ejercicio del poder. Revista Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y
Jurídicas. Nº 7: 1-25.
—————— (2003b). Postmodernidad e imaginario. Una aproximación teórica, Revista
Foro interno. Anuario de Teoría Política. Nº3: 87-103.
—————— (2004). Postmodernidad y temporalidad social. Revista RIPS: Revista de In-
vestigaciones Políticas y Sociológicas de la Universidad de Santiago de Compos-
tela. Nº 2: 149-160.
—————— (2005). El ocaso del imaginario político moderno. Las sacralidades postmoder-
nas. Revista Cajanegra. Universidad de Puebla, Nº 5.
Castoriadis, Cornelius (1989). La institución imaginaria de la sociedad. vol. II. Tusquéts,
Barcelona.
Coriat, Benjamín (1982). El taller y el cronómetro. Ensayo sobre el taylorismo, el fordis-
mo y la producción en masa. Siglo XXI. Madrid.
Deleuze, Gilles y Guattari, Felix (1972). L´Anti-Oedipe. Capitalismo et Schizophrénie. Mi-
nuit, Paris.
—————— (1994). Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos, Valencia.
Dupuy, Jean-Pierre (1992). Introduction aux Sciences Sociales. Logique des phé-
nomènes collectifs. Ellipses, Paris.
—————— (2002). El pánico. Gedisa, Barcelona.
Dürand, Gilbert (1981). Las estructuras antropológicas de lo imaginario. Taurus, Madrid.
—————— (1984). La foi du cordonnier. Denoël-Gonthier, Paris.
—————— (1993). De la mitocrítica al mitoanálisis: Figuras míticas y aspectos de la
obra. Anthropos, Barcelona.
—————— (1996). Le social et le mythique : Pour une topique sociologique En: Champs
de L´Imaginaire : Mito y sociedad. Método Arquetipológico. ELLUG. Université
Stendhal, Grenoble.
Durkheim, Emile (1982). Las formas elementales de la vida religiosa. Akal, Madrid.
Duvignaud, Jean (1973). Fêtes et Civilisations. Weber, Paris.
—————— (1990). La genèse des passions dans la vie sociale. PUF, Paris.
Edelman, B (1981). L´Homme des foules. Payot, Paris.
Eliade, Mircea (1985). Mito y realidad. Labor, Barcelona.
—————— (1991). Imágenes y símbolos. Taurus, Madrid.
—————— (2000). El mito del eterno retorno. Alianza, Madrid.
Foucault, Michel (1994). Vigilar y castigar. Siglo XXI, Madrid.
Freud, Sigmund (1986). Psicología de las masas. Alianza, Madrid.
—————— (1988). Tótem y tabú. Alianza, Madrid.
Freund, Julián (1983). Sociologie du conflit. PUF, Paris.
Girard, René (1998). La violencia y lo sagrado. Anagrama, Barcelona.
Gramsci, Antonio (1984). Notas sobre Maquiavelo.Nueva Visión, Buenos Aires.
Jung, Carl Gustav (1991). Arquetipos e inconsciente colectivo. Paidós, Barcelona.
—————— (2004). Hombre y sentido. Círculo Eranos III. Anthropos, Barcelona.
Le Bon, Gustavo (2000). Psicología de las masas. Morata, Barcelona.
Lévi-Strauss (2002). El pensamiento salvaje. FCE, Madrid.
Lukács, Georges (1975). Historia y consciencia de clase. Grijalbo, Barcelona.
Luxemburg, Rosa (2001). Textos escogidos. Colectivo Rosa Luxemburg, Centro de Ediciones
de la Diputación de Málaga.
Lyotard, Jean-François (1994). La condición postmoderna. Tecnos, Madrid.
Maffesoli, Michel (1977). Lógica de la dominación. Península, Barcelona.
—————— (1982). La violencia totalitaria. Herder, Barcelona.
—————— (1990). El tiempo de las tribus. Icaría, Barcelona.
—————— (1996). De la orgía. Una aproximación sociológica. Ariel, Barcelona.
—————— (2002). La transfiguration du politique. La tribalisation du monde pos-
moderne. Grasset, Paris.
Mannheim, Karl (1996). Ideología y utopía. FCE, Madrid.
Maquiavelo, Nicolás (1994). El príncipe. Alianza, Madrid.
—————— (2003). Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Alianza, Madrid.
Marx, Kart (1982). La cuestión judía. FCE, México.