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En un reino muy lejano, había un pequeño niño llamado Lucas que siempre se preguntaba

por qué el cielo era azul. Un día, mientras jugaba en el jardín con sus amigos, decidió
emprender una aventura para descubrir la respuesta.

Lucas se puso su sombrero de explorador y su lupa mágica y comenzó su viaje. Caminó por
senderos llenos de flores de todos los colores y se adentró en un bosque encantado donde
los árboles hablaban en susurros.

Después de mucho caminar, llegó a un lugar muy especial: la Torre del Sabio. Dentro de la
torre, el Sabio le dio la bienvenida a Lucas y le dijo: "Pequeño explorador, has llegado en
busca de una gran verdad. ¿Sabes por qué el cielo es azul?"

Lucas asintió con entusiasmo, y el Sabio le explicó con palabras simples y llenas de magia:

"El cielo es azul porque el sol, que es una enorme estrella brillante, envía luz a la Tierra.
Esta luz está compuesta por muchos colores diferentes, como el rojo, el naranja, el amarillo,
el verde, el azul y el violeta. Pero cuando llega a nuestra atmósfera, algo mágico sucede: las
moléculas en el aire, llamadas moléculas de aire, actúan como pequeños espejos y reflejan
más la luz azul que otros colores. Por eso vemos el cielo de ese color tan bonito y especial".

Lucas quedó maravillado con la explicación del Sabio y regresó a casa contento con su
nueva sabiduría. Desde entonces, cada vez que miraba al cielo azul, recordaba la magia de
las moléculas de aire reflejando la luz del sol.

Y así, con su lupa mágica en mano y su corazón lleno de curiosidad, Lucas siguió
explorando el mundo y aprendiendo cosas maravillosas todos los días.

¡Y colorín colorado, este cuento ha terminado!

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