Está en la página 1de 158

ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

INAH SEP

Estudios de Antropología Criminal: aproximaciones


antropofísicas e históricas a la obra de Francisco Martínez Baca
y Manuel Vergara (1892)

TESIS

QUE PARA OPTAR POR EL TITULO DE

LICENCIADA EN ANTROPOLOGÍA FÍSICA

PRESENTA

JESSICA YARELY FLORES LEÓN

DIRECTORA DE TESIS: DRA. JOSEFINA LUCILA MANSILLA LORY

CIUDAD DE MÉXICO 2016


2
A mi familia

3
Agradecimientos

Esta tesis, Estudios de Antropología Criminal: aproximaciones antropofísicas e

históricas a la obra de Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara (1892), materializa

el esfuerzo conjunto de varias personas en el ámbito académico y familiar.

Agradezco profundamente a quienes han dirigido y asesorado la presente

investigación, la Dra. Josefina Mansilla Lory y el Dr. Miguel Antonio Abel García

Murcia. El apoyo que me han brindado, así como las recomendaciones y las

observaciones siempre tan acertadas, han sido invaluables en el proceso del

presente trabajo de investigación.

No omito agradecer a la Dra. Bárbara Lizbeth García Barzola, su asesoría a lo

largo de la investigación ha sido muy importante.

Debo agregar el reconocimiento, agradecimiento y respeto hacia todo el

cuerpo académico de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, pues son

profesionales con una sólida formación y sentido de la enseñanza.

4
Índice

Pág.
Introducción 9
Objetivos 12
Hipótesis 13
Justificación 14
Marco Teórico 16
Metodología 22
I. El escenario de los estudios de antropología criminal en
México, siglo XIX 25
1. Puebla y la modernidad en el porfiriato 27
1.1 La industria en Puebla 30
1.2 La población: crecimiento y movilidad 31
2. El sistema de justicia en México durante el siglo XIX 35
2.1 La primera etapa del México independiente 35
2.2 El Código Penal de 1871 36
2.3 La prisión y el estudio del criminal 38
2.4 Inauguración de la Penitenciaría de Puebla y la
abolición de la pena de muerte 40
2.5 La penitenciaría de Puebla 42
II. Estudios de Antropología Criminal, una descripción de la obra
de Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara 46
1. Aspectos generales de la obra 48
1.1 México en las exposiciones universales 49
2. El Departamento de Antropología Criminal de la
Penitenciaría de Puebla 55
2.1 El reglamento del Departamento de Antropología
Criminal 59
2.2 Los médicos del Departamento de Antropología
Criminal 63
2.3 Estructura de la obra 68
2.3.1 Sobre el prólogo 68
2.3.2 Sobre la introducción 70
2.3.3 Antropología 72
2.3.4 Una dedicatoria a Alexander Lacassagne 79
2.3.5 Elementos gráficos 82
2.3.6 Tablas de contenido diverso y estadísticas 93
III. Aportaciones y reflexiones de y para los Estudios de
antropología criminal 98
1. Preludio a una obra: Estudios de Antropología Criminal 102

5
2. La ciencia y la antropología: sobre la aplicación de teorías,
técnicas y herramientas en el estudio de los criminales 108
2.1 La antropología criminal y su desarrollo 113
2.2 Sobre raza y degeneración 119
3. Antropología entre muros: gabinetes antropológicos 129
3.1 Antropometría y craneometría 132
3.2 La estadística 135
3.3 La fotografía y la antropología criminal 137
Conclusiones 142
Archivos consultados 149
Bibliografía 150

6
Índice de Figuras

Pág.
1. Estación del Ferrocarril Mexicano en Puebla 29
2. Patio de la Penitenciaría del Estado de Puebla, 1891 44
3. Penitenciaría del Estado de Puebla, ca. 1900 44
4. Vista lateral superior de la Penitenciaría del Estado de Puebl 45
5. Banda musical mexicana en la Exposición Universal de Chicago, 1893 53
6. Publicaciones mexicanas elaboradas para la Exposición Universal de
Chicago, 1893 53
7. Vista aérea de la Exposición Internacional de Chicago, 1893 54
8. Dr. Francisco Martínez Baca 65
9. Dr. Manuel Vergara Romero 67
10. Dedicatoria al Dr. J.A Lacassagne, 1893 81
11. Metopogoniómetro 83
12. Posición del metopogoniómetro 84
13. Cefalómetro vertical 85
14. Cráneo de un preso de la Penitenciaría de Puebla, presentando el
hueso epactal 86
15. Cráneo dólico-escafocéfalo, de un indígena criminal (derecha); Cráneo
de un indígena criminal, presentando un hueso interparietal (izquierda) 87
16. Homicidas I 88
17. Homicidas II 89
18. Lesiones 90
19. 1-5 Lesiones; 6-17 Violadores; 18-20 Ladrones 91
20. Ladrones 92
21. Cesare Lombroso 115

7
“El ojo ve sólo lo que la mente está preparada para comprender”

Henri Bergson

Ilustración de B.L.G.B.

8
Introducción

Las últimas décadas del siglo XIX en México, estuvieron matizadas por una

revolución ideológica, política, económica, social y científica. La presencia del

general Porfirio Díaz Mori como presidente, entre 1876 y 1911(Serrano, 2012),

condujo a una serie de acontecimientos que apuntalaban los anhelos de orden y

progreso.

El crecimiento de la población, los movimientos migratorios hacia las

principales ciudades del país, los proyectos innovadores en materia de urbanidad,

entre otros aspectos, propiciaron un aumento en la criminalidad. Este fenómeno

incentivó el establecimiento de otras formas de control, en las que las teorías y las

prácticas científicas tendrían una amplia participación (García, 2008).

Los estudios sobre la criminalidad en México, a finales del siglo XIX,

estuvieron vinculados con el debate sobre las razas, la degeneración, los hábitos, el

desarrollo social, económico y mental de los sujetos, el padecimiento de afecciones

médicas y la calidad moral de los individuos. Las diferencias físicas, los rasgos

morfológicos y las condiciones patológicas, se convirtieron en explicaciones

revestidas de cientificidad, para dar respuesta a problemas sociales, en este caso a

la criminalidad.

La élite porfiriana, cuyos anhelos llevaban como bandera el orden y el

progreso, buscó legitimar las diferencias y la estratificación social, mediante la

explicación científica. Robert Buffington señala que esas preocupaciones de las

élites, particularmente sus actitudes frente a la criminalidad de las clases

consideradas inferiores, recibían un nuevo sello de legitimación, esta vez no de las


9
jerarquías jurídicas y sociales coloniales, sino del lenguaje “objetivo” de la ciencia

(2001:81).

Asimismo, los cambios en el aparato de justicia en México, la implementación

de un sistema penitenciario, los ajustes en el sentido de la pena, y la materialización

de estos proyectos a través de los espacios de reclusión más modernos, como la

Penitenciaría de Puebla, participarían de manera muy importante en la nueva

perspectiva de estudio y tratamiento de los criminales, la cual estaría revestida de

cientificidad y hallaría - al interior de las penitenciarías - un sitio ideal para su

objetivo.

En las penitenciarías del estado de Puebla y de la Ciudad de México, se

establecieron y funcionaron exitosamente gabinetes antropométricos, cuyo interés

científico se enfocó a estudiar el perfil del sujeto criminal (Cruz, 2001; García, 2008,

2013). Las secciones médicas y los gabinetes antropométricos se incorporaron a los

espacios penitenciarios para reformular la idea de la pena: se enfocaban en la

represión y al castigo de los delitos y también se orientaban al estudio del criminal, al

analizar los factores que intervenían y virtualmente los obligaban a delinquir (Padilla,

2001).

El gabinete antropométrico o Departamento de Antropología Criminal, de la

Penitenciaría de Puebla inició sus funciones en 1891, estando a cargo del Dr.

Francisco Martínez Baca y su asistente, el Dr. Manuel Vergara. Con la adopción de

las ideas en boga referentes a los estudios en materia de criminalidad en Europa, los

médicos responsables de este gabinete iniciaron una serie de estudios, que partían

de la observación y la medición de varias características corporales, tales como: el

tamaño y la forma del cráneo, el peso del cerebro y la complejidad de sus


10
circunvoluciones. A partir de la caracterización de estos elementos, pretendían

encontrar rasgos y patrones métricos para perfilar al hombre criminal, pues en dichos

atributos hallarían el sustento científico para dar explicación a la criminalidad.

Además de incursionar en los estudios de Antropología criminal en México,

sus observaciones y conclusiones cobraron forma de libro, titulado Estudios de

antropología criminal. Memoria que por disposición del Superior Gobierno del Estado

de Puebla presentan, para concurrir á la Exposición Internacional de Chicago,

publicado en 1892, y cuyo análisis es el propósito fundamental de la presente tesis. 1

El valor histórico de la obra para comprender el proceso de construcción

científica de la Antropología física, sustenta el presente proyecto de investigación,

cuyo propósito es realizar un análisis de la obra Estudios de antropología criminal, a

partir de una perspectiva antropofísica e histórica, con énfasis en los elementos

teóricos, metodológicos e instrumentales que serían considerados por el estudio y la

práctica de la disciplina que, años más tarde se consolidaría bajo el nombre de

Antropología física.

Es importante considerar el contexto histórico y científico que delineó el

estudio en materia de criminalidad en nuestro país, específicamente en la

Penitenciaría de Puebla, a finales del siglo XIX. De esta forma, los eventos cobrarán

sentido en función de la época y las condiciones inherentes a ésta; por tanto, será

necesario comprender que los hechos políticos, jurídicos, sociales, económicos y

científicos, respondieron a circunstancias propias de un tiempo y un espacio

geográfico.

1
Martínez Baca, Francisco y Manuel Vergara. Estudios de Antropología Criminal. Memoria que por
disposición del Superior Gobierno del Estado de Puebla presentan, para concurrir á la Exposición
Internacional de Chicago, pról. Rafael Saldaña. Puebla, 1892.

11
El principal interés de esta investigación, es ofrecer elementos para conocer y

comprender el contenido epistémico y metodológico de la obra de los doctores F.

Martínez Baca y M. Vergara, analizando aspectos como el estudio del ser humano a

través del cuerpo y su vínculo con el comportamiento, así como las teorías y las

técnicas que fueron empleadas para aproximarse a dichos fenómenos.

Objetivos

Para lograr profundizar en lo previamente expuesto, es preciso establecer como

objetivo general de la presente investigación, analizar desde una perspectiva

histórica y antropofísica, la obra Estudios de antropología criminal; resaltando los

elementos teóricos, metodológicos e instrumentales, que fueron parte fundamental

del corpus disciplinar de la Antropología Física en México, al final del siglo XIX.

Aproximarse de manera más puntual a dicho objetivo, implica abordar los siguientes

objetivos particulares:

a) Describir las condiciones políticas, jurídicas, sociales, económicas y científicas

que escenificaron la obra Estudios de Antropología Criminal, en Puebla, a

finales del siglo XIX.

b) Describir el contenido y la estructura de la obra, así como elaborar una reseña

biográfica de los autores.

c) Identificar la importancia de la obra, a partir de sus principales aportes en los

campos: jurídico, científico-antropológico y social-político.

12
Preguntas de investigación

1) ¿Cuáles fueron las condiciones políticas, jurídicas, sociales, económicas y

científicas que escenificaron la obra Estudios de Antropología Criminal, en

Puebla, a finales del siglo XIX?

2) ¿Cuál es el contenido de la obra Estudios de Antropología Criminal, y cómo se

estructura?

3) ¿Cuáles son los principales aportes de la obra a los campos: jurídico,

científico-antropológico y social-político?

Hipótesis

 La obra aludida, se muestra como un reflejo de la adopción de la corriente

positivista europea en la forma de hacer ciencia en México, en los últimos

años del siglo XIX, así como de las necesidades políticas de las clases

dirigentes y la respuesta que en la ciencia encontraron, para legitimar el orden

social en el marco de los anhelos porfiristas.

 En este texto se plasman aspectos teóricos, metodológicos e instrumentales

sobre el estudio del cuerpo, compartido por disciplinas como la medicina y la

antropología, que posteriormente constituirían algunas de las bases del

quehacer antropofísico en México.

13
Justificación

La historia se erige como un aspecto necesario para conocernos de manera

individual y colectiva a través del devenir personal y social; podemos hablar de

historias personales, familiares, de una región geográfica, imaginarias, literarias, pero

la historia de una disciplina científica brinda la posibilidad de, además de maravillar a

los estudiosos de ésta con la evolución de dicha disciplina, comprender su estatus a

través del reconocimiento de teorías y prácticas que impregnaron su actuar a lo largo

del tiempo y delinearon su campo de estudio, consolidándola en el cuerpo teórico-

práctico que actualmente conocemos.

Es importante estudiar el pasado, a menudo encontramos en él respuestas y

explicaciones que facilitan la comprensión del presente y proyectan nuevas ideas

para el futuro. Abordar la presente investigación responde a un interés por los

eventos vinculados con el devenir histórico de la Antropología Física, resulta

necesario y estimulante conocer los sucesos históricos, políticos, sociales y

científicos que confluyeron en la materialización de los estudios y las prácticas de

esta disciplina en México, a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Asimismo, la

Antropología Física permite configurar una mirada analítica, a través de la cual es

posible desmenuzar los aspectos teóricos, metodológicos e instrumentales

contenidos en la obra Estudios de antropología criminal.

El análisis de esta obra resulta altamente productivo, pues dicho texto

concentra, entre otras cosas, postulados de pensadores, naturalistas, médicos,

14
2
antropologistas y científicos cuyas propuestas teóricas y metodológicas serían, de

alguna forma, acogidas por la Antropología Física en México, a finales del siglo XIX

y principios del XX.

El presente proyecto de investigación se inscribe en el marco geográfico y

temporal correspondiente a la Penitenciaría del estado de Puebla, México, durante el

periodo entre los años 1891 y 1892, por ser este el lapso que comprende las

observaciones descritas por los doctores Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara,

en el Departamento de Antropología Criminal de la Penitenciaría de Puebla.

El principal aporte de esta investigación, residirá en el análisis de la obra de

los doctores Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara, a través de una mirada

antropofísica e histórica, cuyo interés se centra en el desengrane del contenido de la

obra y su relación con aspectos políticos, jurídicos, sociales, y científicos de la época.

Por otra parte, esta investigación pretende contribuir al conocimiento histórico

de un episodio de la Antropología Criminal en México, presentando una serie de

elementos que abonen a uno de los capítulos sobre la génesis del sistema

penitenciario en México, así como su relación con la investigación y la práctica de la

Antropología Física en el país (teorías, métodos e instrumentos), a través de la

instauración de los gabinetes antropológicos durante el siglo XIX y XX.

Por lo expuesto, este proyecto de investigación también rinde beneficios a la

comunidad académica interesada en el acontecer de la Antropología Física vinculada

con el estudio de la Antropología Criminal; sus inicios en México, las disciplinas con

2
Paul Topinard definió el término <antropologista>, como “un hombre de laboratorio, un anatomista,
que partió del estudio del cráneo, del esqueleto y de todo tipo de caracteres físicos, para acceder a la
comprensión de las razas humanas y, en un nivel todavía más alto, del género humano” (Beatriz Urías
Horcasitas, Indígena y criminal. Interpretaciones del derecho y la antropología en México 1871-1921,
México, Universidad Iberoamericana, 2000, p. 171).

15
las que tuvo un estrecho vínculo por compartir intereses científicos, los temas a los

que buscaba dar respuesta y las prácticas que empleaba para dicho fin, así como el

contexto histórico, político, social, económico y científico que retrataba al país

durante los últimos años del siglo XIX, mismo que enmarcó la emergencia de la

Antropología Física en México.

Marco teórico

Antecedentes

La mirada puesta en los próceres europeos, marcó la incursión de los científicos

mexicanos en diversas áreas de la investigación en la época decimonónica, ejemplo

de ello es el inicio de los estudios de antropología criminal, siguiendo los postulados

teóricos y metodológicos de diversos científicos como Cesare Lombroso, Alexander

Lacassagne, Paul Broca y Alphonse Bertillon.

La búsqueda de las causas científicas de la criminalidad impulsó, además de

la justificación de las jerarquías sociales y de la intención de mantener el orden, el

estudio del sujeto criminal, buscando adecuarlo a un “tipo” o “tipos” de hombre

criminal, mediante la observación, descripción y clasificación de acuerdo con rasgos

físicos, principalmente a partir de criterios morfológicos y métricos.

El orden y el control social encontraron un escenario perfecto para reforzar su

posición sobre la población mexicana del siglo XIX, los espacios penitenciarios; pues

además de fungir como centros de control, fueron sitios para el estudio científico del

criminal mexicano (Cruz, 2001; Padilla, 2001; García, 2008, 2013). Durante el

16
porfiriato, llegó a su fin la explicación inspirada en las ideas ilustradas con relación a

la etiología del crimen, fundada en el libre albedrío de los individuos. La atención se

dirigió a explicar la infracción criminal como consecuencia de una singularidad del

sujeto (González, 2010:555).

De esta forma el estudio sobre las razas, las costumbres, y la condición moral

y psíquica de los sujetos, cobró fuerza y se volvió un tema central en los debates

orientados a definir las causas de la criminalidad. Las diferencias físicas, los rasgos

morfológicos y los aspectos patológicos, se convirtieron en explicaciones con

respaldo científico, para dar respuesta a la conducta delictiva.

Diversos autores han abordado la caracterización del contexto mexicano en el

que se originó y desarrolló la antropología criminal, a finales del siglo XIX y principios

del XX. En La génesis del crimen en México, Julio Guerrero (1996) expone los

múltiples factores que se vinculan con la criminalidad en el mexicano del siglo XIX;

en esta obra dibuja el nexo entre el crimen y elementos como la migración, las

características del territorio, las religiones, las artes y oficios, los salarios, las etnias y

la distribución territorial de la Ciudad de México. El autor analiza también la

incidencia de aspectos psíquicos, fisiológicos y sociales, en el sujeto criminal.

Pablo Piccato (1997, 2001), en La construcción de una perspectiva científica:

miradas porfirianas a la criminalidad, hace un análisis relativo al crimen y a la forma

en la que los científicos positivistas porfirianos, abordaron el fenómeno. Por otra

parte, en su obra City of suspects: crime in Mexico City, 1900-1931, enfatiza una

serie de elementos históricos que derivaron en la construcción de la penitenciaría de

Lecumberri, así como la razón de su ubicación (en la periferia, apartada de la

17
burguesía), en el lado este de la Ciudad de México, en San Lázaro, lejos de donde

residía la clase alta.

Por otra parte, Belem Claro Álvarez y Elia Marta Rodríguez de la Concha

(1999), en Antropología criminal en el porfiriato: las escuelas de Alphonse Bertillon y

de Cesare Lombroso en México, escriben sobre las dos escuelas que influyeron en el

estudio de la criminalidad durante los siglos XIX y XX en el país. Beatriz Urías

Horcasitas (2000), en su libro Indígena y criminal: interpretaciones del derecho y la

antropología en México, 1871-1921, presenta las condiciones jurídicas y las leyes de

los pueblos indígenas en relación con la criminalidad, así como la formación de los

gabinetes antropológicos en las penitenciarías del estado de Puebla y de la Ciudad

de México, cuya legitimación estaba respaldada por la ciencia.

Otros autores han hecho aportes vinculados particularmente con el tema de la

Antropología Criminal y la Antropología Física en México, a través de los estudios

antropométricos en los espacios penitenciarios del país, durante los siglos XIX y XX.

En este sentido cabe resaltar los trabajos de Nicolás León (1919,1922), Josefina

Bautista y Carmen María Pijoan Aguadé (1998), Nydia Elizabeth Cruz Barrera (1999,

2001), Elisa Speckman Guerra (2001,2002), Carlos Serrano (2004), Zaid Lagunas

Rodríguez (2006), Gerardo González Ascencio (2005, 2009, 2010), y Miguel Antonio

Abel García Murcia (2008,2013).

Varios investigadores han realizado estudios óseos con las colecciones óseas

conformadas en gabinetes antropológicos, dentro de espacios penitenciarios en

México durante el siglo XIX e inicios del XX. En cuanto a autores cuyos análisis se

han basado en la colección de cráneos de la Penitenciaría del Distrito Federal, cabe

mencionar a: Javier Romero Molina (1939, 1955); Anselmo Marino Flores, cuyo
18
mérito se debe a que son los primeros datos publicados como resultado de una

investigación craneológica constitucionalista (1945); Santiago Genovés y Miguel

Messmacher (1959); Miguel Ángel Murillo (1984); Emma Limón y Josefina Bautista

(1988); Teramoto et. al. (1995); Stefano de Luca et. al. (2011).

Por otra parte, la colección de cráneos de la Penitenciaría de Puebla, ha sido

estudiada por los investigadores Carlos Serrano y A. Marino Flores (1964). En su

publicación Craneología y criminología, informan sobre una investigación de tipo

constitucionalista, al estudiar una muestra de 147 cráneos, perteneciente a los reos

fallecidos durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, en la

Penitenciaría de Puebla.

La antropología y sus denominaciones

La antropología criminal surgió como ciencia del hombre criminal, Cesare Lombroso

se posiciona como el pionero en los estudios de esta rama. Esta corriente buscaba

encontrar la correlación entre las características antropométricas, la criminalidad y el

comportamiento, y con el tiempo se sumaron los conceptos sociológicos de Enrico

Ferri, hasta convertirse en la moderna Criminología (Rodríguez, 2015:282).

Los estudios de antropología criminal se refieren principalmente a la

antropometría (medidas de los delincuentes, con miras a la identificación, y a

costumbres y hábitos criminales, así como la búsqueda de factores físicos que

tengan correlación con la criminalidad (Rodríguez, 2015: 283).

En cuanto a la relación entre antropología criminal y antropología física, el Dr.

Miguel García Murcia señala que la antropología criminal puede entenderse –debido

19
a las prácticas, la metodología y la teoría empleadas- como parte fundamental de lo

que se denominó antropología física a finales del siglo XIX (2008:170).

El mismo autor señala también que:

[…] el interés por comprender la forma en que el cuerpo humano podía determinar
las diferencias de carácter moral, condujo los estudios sobre las diferentes razas
humanas, pero también sobre los distintos grupos sociales. Los criminales constituían
un grupo susceptible de ser estudiado a partir de sus características físicas. Esa era
la especificidad de la antropología criminal, es decir, los estudios de antropología
física se aplicaban sobre sujetos con conductas criminales (2008: 170-171).

A finales del siglo XIX, imbuida entre el pensamiento positivista y evolucionista,

surgió la Antropología Física en México, cuyo objeto de estudio se enmarcaba en el

cuerpo humano y su vínculo con el entorno social y moral, originándose así, una

disciplina científica- conformada por los aportes de profesionistas de distintas áreas-

orientada a la observación, comprensión y explicación de los fenómenos

multifactoriales que inciden en el hombre.

De acuerdo con Beatriz Urías Horcasitas, a partir de 1880, los médicos y

naturalistas interesados en los estudios sobre las razas mexicanas, se convirtieron

en un grupo de individuos encuadrados dentro de instituciones en donde se

profesionalizaron nuevas disciplinas científicas como la antropología física, la

etnología y la lingüística (2001:30).

20
La antropología física y el cuerpo

El cuerpo, en sus múltiples dimensiones, ha sido receptáculo del vaivén social y

científico de cada época, punto geográfico o grupo cultural. La exploración científica

de corte positivista configuró el inicio de la antropología física, cuyos estudios

privilegiaban aquellos planteamientos que pudiesen ser respaldados por métodos

métricos. Con frecuencia los estudiosos del cuerpo proponían premisas enraizadas

en modelos geométricos, en formas, en dimensiones y en patrones numéricos, de tal

forma que sus investigaciones resultaran con la mayor objetividad posible.

Para la antropología física, el cuerpo humano conforma un cúmulo de diversas

acepciones e interpretaciones que operan, tanto en términos biológicos, como en

función del cambio social y cultural del entorno. El Dr. José Luis Vera Cortés señala

que el cuerpo ha sido el eje fundamental en la discusión antropofísica, aun cuando

en ocasiones no existe un discurso explícito de él, se refiere al cuerpo también como

el elemento esencial en la búsqueda de lo que nos hace humanos (2002:13).

Esta investigación tomará en cuenta la propuesta del Dr. José Luis Vera,

sobre las etapas paradigmáticas que la Antropología Física ha atravesado en su

devenir al estudiar el cuerpo; estas etapas están caracterizadas como se enuncia a

continuación: paradigma anatomofuncional, paradigma dimensioproporcional,

paradigma biomecánico y paradigma morfogenético (2002:14-15). Para efectos del

análisis propuesto para esta investigación, la atención se focalizará principalmente


3
en el paradigma anatomofuncional y dimensioproporcional. De tal forma que sea

3
El paradigma anatomofuncional involucra e integra dos visiones del cuerpo humano que a lo largo de
la historia de la ciencia no siempre estuvieron unidas, la forma, y la función que dicha forma posibilita
y que a la vez determina. El paradigma dimensioproporcional se refiere a la proporción y la medida de

21
posible vislumbrar la forma en la que el estudio del cuerpo fue abordado durante los

estudios de antropología criminal, en el gabinete antropométrico de la Penitenciaría

de Puebla, a finales del siglo XIX.

La corriente historiográfica que marcará los aspectos de la investigación es la

Escuela de los Annales, cuyas propuestas apuntan hacia una historia-problema, que

parte de problemáticas y pretende resolverlos para llegar a nuevos problemas, utiliza

métodos y propuestas de otras ciencias como la geografía y la antropología y

considera la importancia de diversas fuentes, asimismo, considera la interrelación

entre distintos sucesos, evitando estudiarlos aisladamente (Aguirre, 2002).

Metodología

La presente investigación se desarrollará a través del análisis de fuentes primarias,

particularmente el texto Estudios de antropología criminal, así como publicaciones

periódicas del siglo XIX como la Gaceta Médica de México, Anales del Museo

Nacional, y archivos históricos como el Archivo General del Estado de Puebla. De

igual forma se complementará con la consulta de bibliografía especializada.

Este proyecto de investigación se erige sobre dos pilares de análisis

principalmente: el primero se refiere a la necesaria contextualización histórica,

política, social y científica de la época y de los eventos en cuestión. El segundo trata

sobre el análisis del texto de los doctores Martínez Baca y Vergara, resaltando las

los cuerpos. En la actualidad pudiera considerarse como una técnica que permite la valoración de
rasgos corporales en las poblaciones humanas, inicialmente fue una herramienta para la descripción y
clasificación del cuerpo (José Luis Vera, Las andanzas del caballero inexistente, reflexiones en torno
al cuerpo y la antropología física, CEFPSVLT, México, 2002, pp. 55,87)

22
principales aportaciones de la obra a al campo jurídico, antropológico y socio-político

de México, a finales del siglo XIX.

El proceso de investigación se apega, con algunas modificaciones, a la

propuesta metodológica de la Escuela Histórica Alemana, o Historia Científica, cuyo

proceso de estudio comprende cuatro etapas (Aróstegui, 2001):

1. Heurístico

a) Búsqueda de bibliografía

b) Especificación del problema o tema de interés que precise resolución

c) Búsqueda de fuentes

d) Diagnóstico y descripción a partir de fuentes

2. Crítica, análisis de fuentes

3. Síntesis, selección, organización, interpretación

4. Exposición de resultados

23
Para comprender la relevancia de la obra Estudios de Antropología Criminal, es

necesario visualizarla a partir de tres apartados que reflejan: el contexto de los

estudios sobre antropología criminal en el México decimonónico, los principales

temas que conforman la obra y los actores implicados en ella, así como las

aportaciones más significativas que dicha obra hizo al aspecto jurídico, científico,

antropológico y sociopolítico de la época.

Con el objetivo de esquematizar los temas de acuerdo con la anterior

exposición, el primer capítulo presenta información que permite contextualizar los

estudios de antropología criminal en México, de manera particular en el estado de

Puebla. Asimismo, se detalla la situación jurídica de México y el vínculo de ésta con

el sistema penitenciario del siglo XIX, para comprender cómo ambos convergerían

con el ambiente científico y las nuevas propuestas para el estudio de los criminales.

En el segundo capítulo se presenta una descripción de la obra de los doctores

Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara, enfatizando los aspectos estructurales

de la obra, así como su contenido y los temas más relevantes de la misma. Se

aborda también, el escenario y los actores que participaron en los estudios de

antropología criminal de la Penitenciaría de Puebla, y los pormenores acerca de su

publicación y presentación en la Exposición Internacional de Chicago en 1893.

El tercer capítulo concentra una serie de reflexiones en torno a los principales

aportes de la obra de Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara.

24
Capítulo I.
El escenario de los estudios de antropología criminal
en México, siglo XIX

25
“El objetivo del historiador es mostrar, de manera similar al científico, que un

determinado acontecimiento no se dio por azar, sino que podía ser esperado en

función de ciertos antecedentes o condiciones simultáneas”

Carl Hempel

26
1. Puebla y la modernidad en el porfiriato

A lo largo de los períodos presidenciales de Porfirio Díaz, que van de 1877 a 1911,
4
se produjeron muchos cambios a nivel político, económico, social y científico. Tan

extensas son las implicaciones durante estos años, que Elisa Speckman sugiere

tratar el tema de la dictadura a través del análisis de dos porfiriatos: el primero

comienza en 1877 y termina en el inicio del tercer periodo presidencial de Porfirio

Díaz (1888) o cuando se eliminó la restricción legal a la reelección indefinida (1890).

La segunda etapa inicia entre los años 1888 y 1890, y se extiende a 1908, se

caracteriza por un gobierno que acentuaba el centralismo y el autoritarismo

(2008:192-200).

Una de las primeras decisiones políticas de Porfirio Díaz al llegar al poder, fue

la reinstalación del Observatorio Astronómico Nacional, el 18 de diciembre. En 1877

creó el Observatorio Meteorológico Central y al año siguiente inició actividades la

Comisión Geográfico Exploradora (Azuela, 2010:183). Estos fueron los primeros

pasos hacia una carrera hacia el progreso y el avance científico del país, diversas

instituciones, academias, escuelas serían inauguradas e impulsadas bajo el sello del

positivismo.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el desarrollo de los ferrocarriles

transformó la dinámica comercial interna del país y facilitó los movimientos

4
Este período se interrumpe en el lapso de 1880 a 1884, cuando Porfirio Díaz entregó la presidencia
de México a Manuel González.

27
migratorios, pero sobre todo, fue el puente que llevaría a México a incursionar en el

mercado mundial mediante la circulación de materias. 5

El auge de la industria ferrocarrilera modificó de manera significativa el

alcance de movilidad de los principales puntos comerciales del país, pues:

Además de las rutas principales que conectaban a la ciudad de Puebla con el puerto
de Veracruz y con la ciudad de México a través del Ferrocarril Mexicano y del
Ferrocarril Interoceánico, cruzaban el espacio poblano el Ferrocarril del Sur que
ligaba a los distritos de Tepeaca, Tecamachalco y Tehuacán con la ciudad de Oaxaca
[…] Además existía el Ferrocarril a Matamoros que pasaba por los distritos de
Cholula, Atlixco y Matamoros, vinculando Puebla al vecino estado de Morelos […]
Hacia el norte, el Ferrocarril Oriental ligaba a la capital estatal con la Sierra Norte de
Puebla llegando hasta la ciudad de Teziutlán (Contreras, 1994:173).

Carlos Contreras indica que se creó además, una red ferroviaria para satisfacer las

necesidades específicas de la ciudad de Puebla:

El Ferrocarril Industrial unía a la ciudad de Puebla con los distritos circunvecinos de


Cholula, Huejotzingo y la zona de asentamiento fabril. Su papel estratégico era de
orden económico, permitía relacionar la zona urbana con las haciendas de los
alrededores y con las principales fábricas textiles que laboraban al margen del río
Atoyac. El Ferrocarril Urbano de Puebla recorría la ciudad por distintos rumbos
agilizando el ritmo de tráfico de la población (1994:173).

5
Para una visión más extensa sobre el sistema de ferrocarriles en Puebla, a finales del siglo XIX, se
puede consultar: Carlos Contreras Cruz, Puebla en el siglo XIX. Estancamiento y modernidad de un
perfil urbano en el siglo XIX, Puebla, Centro de Investigaciones Históricas y Sociales, Instituto de
Ciencias, Universidad Autónoma de Puebla, 1986 (Colección Cuadernos de la Casa Presno núm.6),
Gloria Tirado Villegas, “La Compañía de Tranvías Luz y Fuerza de Puebla, S.A., 1880-1906”, en
Carlos Contreras Cruz (comp.), Espacio y perfiles, historia regional mexicana del siglo XIX. vol.1.
CIHS-ICUAP-COMECSO y H. Ayuntamiento de Puebla, 1989, pp. 57-69, y “Puebla en el porfiriato.
Los tranvías, el transporte moderno”, Enlaces, revista de Ciencias Sociales y Humanidades, UAP,
Puebla, julio-septiembre de 1994, pp. 10-15.

28
Figura 1. Estación del Ferrocarril Mexicano en Puebla
Inaugurada por el presidente Benito Juárez, 1869
Fuente: Ruiz, et. al. 1996

A partir de 1880, la ciudad de Puebla vivió un periodo de construcción y

remodelación de espacios públicos, entre las principales obras que dieron un matiz

de urbanidad y modernidad a la ciudad, se encuentran las siguientes: la construcción

del actual Palacio Municipal, obra iniciada en 1897 y concluida en 1911; La Casa de

Maternidad, edificada entre 1879 y 1885; para alojar La Escuela de Artes y Oficios

del Estado y al Hospicio de Pobres, el edificio del Antiguo Colegio de San Ildefonso,

en 1894; La Escuela Normal de Profesores, inaugurada en 1891; La Casa de

Corrección fue trasladada en 1892 a un nuevo edificio anexo al templo de San

Marcos; La Penitenciaría del Estado, cuya construcción inició en 1844 en el que

fuera el Colegio de Jesuitas de San Javier, se terminó en 1891; en 1908 inició la

29
construcción del mercado central, conocido como La Victoria, se concluyó en 1914

(Contreras,1994:174).

Además de los edificios públicos, la situación de bienestar económico y

político de la burguesía, permitió la construcción de casas y edificios privados, así

como de almacenes comerciales, colaborando al ensalzamiento de la ciudad de

Puebla.

El tema de la higiene estuvo también entre las minutas políticas durante el

porfiriato; para crear un escenario congruente con la imagen de modernidad y

progreso, fue necesario no sólo tener presente el ímpetu edilicio y la innovación en el

transporte, pues de acuerdo con Contreras Cruz:

Los nuevos conceptos sobre la higiene, la práctica de la medicina y la salud pública,


así como el uso constante de la vacuna y la desinfección de casas, accesorias y
escuelas como método preventivo impulsado y administrado desde el ayuntamiento,
fueron elementos determinantes en la política urbana del porfiriato (1994:180).

1.1 La industria en Puebla

A lo largo del siglo XIX, Puebla se configuró como uno de los espacios con mayor

actividad industrial. Diversos son los factores que influyeron en el dinamismo

comercial del estado e incentivaron el interés de los inversionistas nacionales y

extranjeros: los recursos naturales, la excelente posición geográfica, así como la

benevolencia gubernamental. De acuerdo con Sergio Rosas:

Durante el siglo XIX se establecieron en la ribera del río Atoyac, en los estados de
Puebla y Tlaxcala, 13 fábricas, formando un corredor industrial que aprovechaba la

30
energía hidráulica de esta corriente […] El corredor industrial se formó en dos
periodos, el primero entre 1835 y 1843 y, el segundo, entre 1883 y 1897 (2013: 223-
264).

A partir de 1880, aumentó el flujo de extranjeros a México, en esa época Puebla,

después de la Ciudad de México y Veracruz, era uno de los lugares con mayor

población española. Así pues, Fernando Sandoval Pardo explica que entre 1880 y

1883 se puso en marcha un programa de colonización, a través del cual ingresarían

al país, 1500 italianos para establecer colonias agrícolas e industriales en el estado

de Puebla (Salazar y Escobedo, 2012: 224).

Por otra parte, Coralia Gutiérrez Álvarez señala que la creciente inversión en

la industria textil en México durante el porfiriato, fue un evento favorecido por

diversos aspectos de gran relevancia, entre los que destacan:

Las ventajas geográficas de la región, las excelentes circunstancias institucionales


que ofrecía el gobierno y, por primera vez, la estabilidad política que alentaba a los
inversionistas, el crecimiento de la población y de medios de comunicación, que se
tradujo en la ampliación del mercado, es decir, la demanda nacional; la disponibilidad
de materia prima y de nuevas tierras para el cultivo del algodón, y los bajos salarios
estables en la región central del país (1996:42-44). 6

1.2 La población: crecimiento y movilidad

Durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, para México y otros

países latinoamericanos, la urbanización e industrialización fungieron como

6
Los empresarios, además de invertir en la industria, incrementaron su patrimonio al comprar
haciendas y terrenos. La individualización de la tierra, a partir de la ley Lerdo, de 1856, propició la
inusitada compra-venta de tierras que previamente habían estado bajo el concepto de propiedad
comunal. Así, la reforma liberal de mediados del siglo XIX, obligó a los anteriores propietarios de
tierras, a vivir en una situación de precariedad y dependencia hacia los nuevos hacendados.

31
catalizadores para ingresar a la modernidad. A propósito de este proceso, el

historiador argentino José Luis Romero ha escrito que:

Desde 1880 muchas ciudades latinoamericanas comenzaron a experimentar nuevos


cambios, esta vez no sólo en su estructura social sino también en su fisonomía.
Creció y se diversificó su población, se multiplicó su actividad, se modificó el paisaje
urbano y se alteraron las tradicionales costumbres y las maneras de pensar de los
distintos grupos de las sociedades urbanas (1976: 247).

La prosperidad se tradujo en cambios de índole social y económica, a través de

diversos proyectos; una innovadora construcción de edificios, el mejoramiento de los

servicios públicos y el despliegue de tecnología.

Al proceso de transformación urbana registrada en las grandes ciudades


latinoamericanas como Río de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo, Caracas y La
Habana, se sumó la ciudad de México y con ella las principales metrópolis regionales
como Guadalajara, Monterrey y la ciudad de Puebla (Contreras, 1994:168).

Con respecto al crecimiento de la población en México, Luz Fernanda Azuela señala

que en 1877, México tenía nueve millones de habitantes, en 1895 contaba con trece

y en 1910, ascendía a quince millones (2010:213). Pero la población no sólo

aumentaba, también tenía movilidad, la migración fue un aspecto importante en

medio de la modernización y la industrialización del país bajo la batuta de Díaz. La

desamortización de bienes produjo una severa situación de precariedad en los

campesinos, quienes obligados por la búsqueda de mejores oportunidades de trabajo

y de vida, emigraron hacia los centros urbanos, como Puebla, cuya fortaleza

económica residía, principalmente, en la industria ferroviaria, agrícola, minera o textil.

32
El cuadro 1 muestra el crecimiento demográfico de las ciudades con mayor

urbanización en México, a finales del siglo XIX e inicios del XX.

Cuadro 1. Población en las ciudades con mayor urbanización en México

Habitantes Habitantes Habitantes


en 1877 en 1900 en 1910
Ciudad

Ciudad de México 240000 325000 720000

Guadalajara 65000 101000 120000

Puebla 65000 94000 96000

San Luis Potosí 34000 61000 68000

Monterrey 14000 62000 79000

Adaptado de Speckman, 2008

El aumento poblacional y los movimientos migratorios impactarían en algunos

fenómenos sociales, Elisa Speckman Guerra comenta que, “las ciudades no estaban

preparadas para recibir tal cantidad de migrantes, y algunos citadinos, carentes de

oportunidades, engrosaron las filas de la delincuencia o la prostitución” (2008:377)

El escenario expuesto obliga a pensar en la importancia de Puebla para el

progreso del país a finales del siglo XIX y principios del XX, pues en ella se

materializaban algunos de los proyectos de modernidad que tan satisfactorios

resultaban para el gobierno de Porfirio Díaz y la clase burguesa.

La dinámica social y económica que se vivía en diversos centros industriales

como el estado de Puebla, la creciente urbanización y los movimientos migratorios,

además de dibujar el progreso del estado y el país, hicieron notar otro fenómeno que

33
por sus implicaciones sociales y económicas, demandó la atención del Estado, la

criminalidad.

Ante esta situación, la clase dominante vio amenazado el ideal de bienestar, la

creciente criminalidad obligó a buscar alternativas para combatirla. Resulta claro que

para el Estado y la burguesía, no era conveniente ver vulnerada la situación en

materia de seguridad y orden, para ambos grupos, garantizar la paz y la estabilidad,

así como asegurar el medio que representaba tanta productividad para el país,

representaron exigencias que serían atendidas a través de una afanosa búsqueda de

la etiología del crimen.

Para combatir algo es necesario conocerlo, y fue justamente esta premisa,

combinada con el ambiente científico, económico y social de la época porfiriana, la

que condujo a iniciar diversos estudios de un sector de la población que, desde la

posición y la mirada burguesa, representaba serias amenazas para el proceso

civilizatorio y el auge económico del país, los criminales.

34
2. El sistema de justicia en México durante el siglo XIX

“No hay orden ni respeto a la ley sin una presencia vigorosa del Estado que impida el
quebrantamiento del pacto social”
Thomas Hobbes

2.1 La primera etapa del México independiente

Cuando México alcanzó la independencia, no pudo ocuparse de inmediato de la

gestión de un cuerpo de leyes, que regulase los lineamientos para el ejercicio de la

justicia. La persistencia de las luchas internas y la construcción del aparato político,

demandaron en un primer momento la atención de los nuevos dirigentes y

ciudadanos. De tal manera, las formas de prisión y las disposiciones de la época

virreinal se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XIX, como ejemplo de ello, se

puede mencionar a la cárcel de La Acordada (García, 1999:364).

En 1850, Ramón Francisco Valdés hizo una revisión de los códigos españoles

en materia de derecho criminal que se aplicaban en México, como la Novísima

Recopilación, la Nueva Recopilación, las Siete Partidas y el Fuero Juzgo, y expresó

su desazón al argüir que “nosotros por desgracia no tenemos aún código alguno, y

nos regimos por todas aquellas leyes, con algunas variantes que van indicadas en

sus respectivos lugares, mientras llega el día feliz de que se consume esa gran obra”

(Valdés: 127).

35
2.2 El Código Penal de 1871

En México, algunas disposiciones políticas del siglo XIX, previas a la creación de la

codificación penal, señalaron la pertinencia de incluir las ideas humanistas de los

precursores del penitenciarismo, John Howard y Jeremy Bentham, para la

implementación del sistema penitenciario y la construcción de las prisiones

(Fernández, s/f: 332).

En 1862 se integró una comisión encargada de redactar una propuesta de

código criminal, pero la intervención francesa obstruyó dicha tarea. Finalmente, en

diciembre de 1871, se concluyó la primera codificación penal, un documento de

filiación clásica que entró en vigor al año siguiente (Speckman, 2002:30).

El Código penal, conocido también como el Código Martínez de Castro 7,

definió el delito como “la infracción voluntaria de una ley penal, haciendo lo que ella

prohíbe o dejando de hacer lo que ella manda”.8 Se tipificaron como delitos “los actos

que constituían una violación a la justicia moral y a la conservación de la sociedad”.9

En este Código, se establecía la inexistencia de cualquier referencia a la

condición social, económica o racial de los implicados en algún juicio (Núñez,

2005:69). No obstante, mientras el derecho establecía la igualdad jurídica entre los

individuos, la élite a través del respaldo científico, se encargaría de dictar las

diferencias para puntualizar la condición de cada individuo.

7
La intervención francesa interrumpió el trabajo de la comisión formada en 1862, después de la
victoria republicana se formó una nueva comisión, encabezada por el ministro de Justicia del
presidente Benito Juárez, Antonio Martínez de Castro, acompañado por José María Lafragua, Eulalio
María Ortega, Indalecio Sánchez Gavito y Manuel María Zamacona. Actas de la comisión encargada
de redactar el Código penal, 1868.
8
Artículo 4, Libro primero, de los delitos, faltas, delincuentes y penas en general. Código penal para el
Distrito Federal y territorio de la Baja California sobre delitos del fuero común y para toda la República
sobre delitos contra la federación, 1872.
9
Ibídem, Exposición de motivos del libro tercero.

36
A finales del siglo XIX, aparecieron en México diversas críticas hacia los

planteamientos del sistema jurídico y las legislaciones liberales vigentes. De esta

forma, el estudio del crimen fue reemplazado por el estudio del criminal, Beatriz Urías

Horcasitas comenta que:

Algunos autores plantearon que la criminalidad, en particular aquella que proliferaba


en las clases sociales inferiores, no podía ser controlada mediante la aplicación de
principios “universales”, y que la solución al problema dependía de la aplicación de
una política criminal que modificara la realidad a través de medidas racionales,
extraídas de la observación directa de los hechos sociales (2000:157).

La afanosa empresa de la disciplina y la regeneración social con la ayuda de la

ciencia, fue una característica compartida entre las élites europeas y

norteamericanas a finales del siglo XIX y principios del XX. Pablo Piccato opina que

“lo que caracteriza a la mirada criminológica porfiriana, es la centralidad de la retórica

científica y su importancia en la clasificación de los grupos sociales” (1997:134).

Piccato señala también que “la criminología positivista en su versión clásica

enfatizaba la importancia de generalizaciones biológicas y sociales para entender el

crimen, sosteniendo la existencia de “criminales natos” que se encontraban más allá

de toda enmienda” (1997: 138).

Los intelectuales positivistas plantearon que el estudio del delincuente, y no

del delito, podía contribuir a resolver el problema de la reincidencia. La crítica a la

condición volitiva del crimen, al libre albedrío y su relación con la criminalidad, fue

tema de discusión entre los pensadores positivistas y los clásicos. El licenciado

Rafael D. Saldaña, prologuista de la obra Estudios de Antropología Criminal, estaba

convencido de la siguiente aseveración:


37
No es cierto que el hombre sea dueño absoluto de sus acciones, hasta el extremo de
que pueda siempre y en todos los casos, obrar o dejar de obrar, u obrar en un sentido
mejor que en otro. Sostener esta tesis, es desconocer la organización psico-física del
hombre […] El criminal es un tipo que constituye como una familia en la especie
humana, y que se diferencia de los demás hombres, por ciertas anomalías de
conformación fácilmente reconocibles; es de todo punto falsa la aserción de que el
libre albedrío sea el fundamento de la responsabilidad criminal, […] el crimen no es
más que el resultado de una anomalía cerebral, congénita o adquirida, que arrastra e
impulsa fatalmente al hombre a obrar en un sentido determinado (Martínez y Vergara,
1892:V-VIII).

2.3 La prisión y el estudio del criminal

En las nuevas propuestas para el estudio positivo de la criminalidad, en las que el

castigo principal residía en la privación de la libertad, era notoria la intención de

regenerar a los penados, a través del conocimiento de las causas principales que los

conducían a delinquir. En este contexto, la utilidad de la pena guardó una estrecha

relación con el tiempo adecuado para la regeneración del delincuente. Así pues, el

conocimiento de las causas de la criminalidad, ocuparía los principales intereses del

área médica y antropológica, en cuyos estudios estaría el principal objetivo de

estudiar a los criminales a partir de teorías y métodos positivistas, con estricto apego

a la ciencia. Antonio Padilla Arroyo comenta al respecto de la función de la cárcel lo

siguiente:

La función social de las cárceles tenía un doble carácter: por una parte, personificar el
principio de la pena de privación de la libertad con el propósito de infundir temor en el
preso, es decir, sostener su naturaleza ejemplar; y por la otra, ser espacios de cura
moral y física de los criminales. Para ello era preciso el estudio “científico” de la
conducta criminal mediante la creación de secciones especializadas (2001:276).

38
En cuanto a la función disciplinaria de la cárcel y su relación con los intereses de la

clase burguesa, Sandoval Huertas apunta que:

La prisión se convirtió oficialmente en la principal sanción penal a finales del siglo


XVIII y comienzos del XIX, por cuanto en ese momento histórico se hizo necesario
para la burguesía. Como parte de esa separación adoptó la privación de libertad
porque ésta permite poner en práctica los procedimientos de control político
disciplinario que la misma burguesía ya había impuesto en otros ámbitos de la vida
social, tales como la escuela, la fábrica y el cuartel (1982:83, en Arnoso, 2005:43).

El sociólogo Víctor Payá Porres, señala que “el nacimiento de la criminología como

pretensión científica necesitó de la existencia de los sujetos criminales en

condiciones de confinamiento como uno de los supuestos importantes para el

“acotamiento” del objeto de estudio” (2006:60). De tal forma, es posible ver el punto

de convergencia entre los espacios penitenciarios y la naciente criminología, a través

del estudio del individuo criminal.

Massimo Pavarini señala que:

[…] en cuanto ciencia, (la criminología) es posterior a la reducción del criminal a


encarcelado. Quien se interesaba por el crimen y por el criminal se ha
profesionalizado en cuanto existía el encarcelado, en cuanto existía un lugar físico,
una organización de los espacios llamada cárcel. Su inicial y privilegiado laboratorio.
(1983:19)

La prisión se especializó en la enseñanza del orden, la obediencia y la disciplina;

además, la ciencia –a través de distintas disciplinas, como la medicina y la

antropología- encontró en ella un espacio para el estudio de los criminales, en esta

línea, Nydia E. Cruz Barrera señala lo siguiente:

39
La planeación de la penitenciaría, desde lo político y lo científico, estaba dirigida a la
reclusión de individuos y al control y modificación de conductas […] En su
confinamiento, los penitenciados cumplieron socialmente el papel de sujetos
experimentales destinados a mostrar, verificar o refutar las teorías científicas en boga
acerca de la etiología del crimen. El desarrollo de las ciencias penales en México, se
fortaleció con el desarrollo de los nuevos modelos penitenciarios (2001:50).

2.4 Inauguración de la Penitenciaría de Puebla y la abolición de la pena


de muerte

El Código penal de 1871 conservó la pena de muerte entre sus lineamientos,

declarando la aplicación de esta al traidor a la patria en guerra extranjera, al

salteador de caminos, al incendiario, al parricida, al homicida con alevosía,

premeditación y ventaja, a los delitos del orden militar y los casos de piratería

(Padilla, 2001:175).

El Congreso Constituyente de 1856-1857 había contemplado la idea de abolir

la pena de muerte, pero esta quedó condicionada a la implementación del sistema

penitenciario: “Para la abolición de la pena de muerte, queda a cargo del poder

administrativo el establecer, a la mayor brevedad, el sistema penitenciario” (artículo

23, primera parte) (García, 1999: 374). Por su parte, José María Lozano arguyó que:

Una vez construida en un Estado su penitenciaría, y puesto en vigor en ella el


régimen penitenciario, están llenadas las condiciones de nuestro artículo 23; y
mediante la declaración de estos hechos por el gobierno de la unión, debe quedar
abolida en el Estado respectivo la pena de muerte para todo género de delitos
(1876:203-205, en García, 1999:375)

40
Las ideas y propuestas inconclusas de la Constitución de 1857 persistieron e hicieron

eco durante el resto del siglo XIX y principios del XX; el anhelo por establecer un

sistema penitenciario para abolir la pena de muerte, tuvo cabida en el proyecto

modernizador de Porfirio Díaz. Así en 1877, Díaz manifestó que se aproximaba el

momento para el establecimiento del sistema penitenciario (García, 1999).

En un despliegue de estrategias modernizadoras y civilizatorias en beneficio

del país, el 1 de abril de 1891, se leyó el decreto de abolición de la pena de muerte

en el estado de Puebla, por ser éste: “un espectáculo odioso y repugnante que existe
10
por desgracia en vigor todavía, en la legislación de casi todos los pueblos”.

La carrera modernista del porfiriato, marcó en Puebla uno de sus mayores

hitos al inaugurar el 2 de abril de 1891, la Penitenciaría de la ciudad de Puebla. El

ánimo de la prensa, exaltaba el orgullo de contar con este espacio arquitectónico, así

como con la presencia del presidente Porfirio Díaz en el evento inaugural:

Después de ímprobos trabajos, de grandes sacrificios y de asiduas y constantes


tareas, el Estado de Puebla que tanto se distingue por su ilustración y cultura, y que
tiene escritas en nuestra Historia tantas y tan hermosas páginas de gloria
imperecedera, va a tener la honra y la inefable satisfacción de ver coronados sus
esfuerzos, en una parte notable de sus loables aspiraciones, con la terminación de
una Obra que será en todo tiempo el más bello timbre de orgullo para su pueblo
entusiasta, progresista y pundonoroso […] En tal virtud, el héroe del 2 de Abril, el
caudillo que ha sabido por medio de una política hábil y patriótica establecer la paz en
la República, asistirá a la fiesta; y la presencia del primer Magistrado de la Nación,
pregonará muy alto la alteza de sentimientos y laudables disposiciones de que se
encuentra animado quien, desde hace mucho tiempo, vive consagrado al servicio
público de su país.11

10
Periódico Oficial del Estado de Puebla, 8 de marzo, 1891, p. 262
11
Ibídem

41
De esta forma, la inauguración de la Penitenciaría de Puebla, materializaba el

cumplimiento de los preceptos pendientes desde 1857, pues el decreto que abolía la

pena de muerte en Puebla, hacía cumplir con el artículo 23 de la Constitución

Federal.

La abolición de la pena de muerte y la adopción de un sistema penitenciario

significó, entre otras cosas, la intención de regenerar al delincuente a través del

conocimiento de las causas de la criminalidad. Para conocer la etiología del crimen,

se necesitaba un sofisticado aparato para estudiar y comprender los factores que

incidían en este fenómeno. Ante dicho propósito, la medicina y antropología, a través

de sus propuestas teóricas y metodológicas positivas, fueron importantes áreas de

estudio ante el fenómeno de la criminalidad.

2.5 La penitenciaría de Puebla

En la penitenciaría de Puebla, se conjugó la aplicación del sistema penitenciario, la

arquitectura penitenciaria y el estudio científico de la criminalidad. El edificio empezó

a construirse en 1844, el diseño de los planos estuvo a cargo del artista y arquitecto

de origen poblano D. José Manzo. El ataque de los franceses en 1863, deterioró

notablemente su estructura, impidiendo que la obra mantuviera solidez y

postergando su conclusión hasta el año 1891, mientras el estado de Puebla estaba


12
bajo la gubernatura del General. Rosendo Márquez.

12
Guía del turista en la Ciudad de Puebla. Año 1898. Libro indispensable a los viajeros, para conocer
la ciudad o el arreglo de sus negocios, en Nydia E. Cruz Barrera, Las ciencias del hombre en el
México decimonónico. La expansión del confinamiento, 1999, BUAP., p. 35

42
La Penitenciaría se situó en la parte occidental de la ciudad, rodeada de

tierras de labor, por el norte, occidente y sur. A algunos centenares de varas 13 de los

barrios de Santiago, San Matías, San Sebastián, algunos caseríos, y las estaciones

de los Ferrocarriles Inter-Oceánico y del Sur (Martínez y Vergara, 1892:103).

El edificio tenía 500 celdas, que ocuparon las partes superiores de la

construcción, distribuidas en 7 lados, de los ocho de que se compone y en tres pisos

superpuestos. Los talleres se encontraban en la planta baja, bajo las celdas del

primer piso. Las celdas tenían un plano cuadrilátero, la parte superior remata en una

pequeña bóveda en forma de canal. El material empleado para la construcción fue


14
cantería, caliza y ladrillo, con mezcla de arena y cal como argamasa. En 1891

había 325 presos en la Penitenciaría de Puebla.

A través del presente capítulo ha sido posible tener un panorama general

sobre el contexto político, social, jurídico y penitenciario que enmarcó el preámbulo

de los estudios de antropología criminal en México, a finales del siglo XIX. Una vez

descrito el contexto del estado de Puebla, es posible comprender el interés de la

clase política por estudiar la criminalidad, así como las disposiciones en materia

jurídica para llevar a cabo esta tarea.

13
Una vara correspondía a 83.80 centímetros
14
Martínez Baca y Vergara, op. cit., p.104

43
Figura 2. Patio de la Penitenciaría del Estado de Puebla, 1891
Fuente: Archivo General del Estado de Puebla

Figura 3. Penitenciaría del Estado de Puebla, ca. 1900


Fondo: Felipe Teixidor, SINAFO-INAH

44
Figura 4. Vista lateral superior de la Penitenciaría del Estado de Puebla,
se aprecia su diseño panóptico octagonal
Fuente: Archivo General del Estado de Puebla

45
Capítulo II.
Estudios de Antropología Criminal, una descripción de
la obra de Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara

46
“La historiografía está obligada a volver a su relación de deuda con respecto a los

hombres del pasado […] la relación de deuda se transforma en el deber de no

olvidar”

Paul Ricoeur, 1996

47
1. Aspectos generales de la obra

En el presente capítulo se abordarán algunos aspectos necesarios para un

conocimiento general de la obra Estudios de Antropología Criminal15; de tal forma, se

expondrá el contexto de la participación mexicana en las exposiciones

internacionales, se realizará una descripción general de la obra, datos sobre los

autores, así como el motivo de su redacción y publicación. Se presentará una serie

de datos sobre el Departamento de Antropología Criminal de la Penitenciaría de

Puebla, sitio donde se llevaron a cabo los estudios científicos con los presos, de

cuyos resultados, se obtendría el material contenido en la obra aludida. Asimismo, se

detallarán los aspectos estructurales de la obra, es decir, la distribución y el

contenido principal de sus apartados, los elementos gráficos presentes, las tablas de

contenido diverso y los cuadros estadísticas.

La obra Estudios de Antropología Criminal, fue escrita en 1892 por los

médicos Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara; es un texto que refleja el

producto de diversos estudios realizados en el Departamento de Antropología

Criminal, de la Penitenciaría de Puebla.

El contenido se basa en el análisis cualitativo y cuantitativo de 26 cráneos y 14

cerebros, pertenecientes a los presos que fallecieron en la penitenciaría entre 1891 y

1892, sin embargo, algunos apartados del texto contemplan el total de la población

de presos, o alguna muestra de ésta, por ejemplo: las tablas de contenido estadístico

o las series fotográficas para ilustrar los tipos delincuenciales.

15
Martínez Baca, Francisco y Manuel Vergara. Estudios de Antropología Criminal. Memoria que por
disposición del Superior Gobierno del Estado de Puebla presentan, para concurrir á la Exposición
Internacional de Chicago, pról. Rafael Saldaña. Puebla, 1892.

48
El texto es una Memoria escrita a solicitud del gobierno del estado de Puebla y

publicada por orden de la Secretaría de Fomento, para presentarse en la Exposición

Internacional de Chicago, que sería celebrada en 1893.16 La obra de Francisco

Martínez Baca y Manuel Vergara se erigió como un importante trabajo científico,

pionero en los estudios de antropología criminal en México.

1.1 México en las exposiciones universales

La celebración de exposiciones o ferias internacionales, durante el siglo XIX y XX,

estuvo impulsada por el deseo de conocer el avance científico e industrial de las

naciones, así como de exhibir el carácter nacional de cada país. En el caso de

México, la asistencia a las ferias mundiales, estuvo encaminada de manera paralela

a la consolidación política y económica del gobierno de Porfirio Díaz.

Desde mediados del siglo XIX, México comenzó a participar en las

exposiciones universales, la asistencia a estos eventos respondía principalmente a

dos intereses del gobierno mexicano; colocar al país en el mundo moderno y

civilizado, por otra parte, pretendía construir y exhibir la identidad nacional (Tenorio,

1998). Asimismo, como parte del esfuerzo por fomentar la industrialización del país,

el Estado mexicano financió la participación mexicana en las exposiciones

universales (Tenorio, 1998:33).

Una de las ferias o exposiciones más importantes se llevó a cabo en 1889, la

Exposición Universal de París, en conmemoración de la Revolución francesa de

16
Se denominó también “Exposición Mundial Colombina de Chicago”, su celebración respondía a la
conmemoración de los 400 años del desembarco de Cristóbal Colón en América.

49
1789. Para países como México, “el lenguaje de la cultura y política modernas estaba

animado en buena medida por la Revolución francesa y sus consecuencias; si el

objetivo era ser moderno, Francia era la Meca a la que había que peregrinar”

(Tenorio, 1998:36).

Entre los países de América que aceptaron la invitación de Francia, para

asistir a la Exposición, se contaba Argentina, Bolivia, Costa Rica, Chile, República

Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Paraguay, El

Salvador, Uruguay, Venezuela y México; y con un título de “noble” huésped, Estados

Unidos (Tenorio, 1998:36).

La distinción que gozó Estados Unidos radicaba en su ya conquistada posición

de fuerza y poder, a diferencia de los países latinoamericanos que tenían que

producir, desde el punto de vista industrial, comercial, artístico y científico, la imagen

de una nación moderna partiendo casi del punto cero (Tenorio, 1998:37).

La asistencia a las exposiciones internacionales, tenía un particular objetivo

para la mayoría de los países americanos: “ofrecer materias y hacer publicidad a una

imagen moderna de la nación, con el fin de atraer inmigrantes e inversión”. Resulta

entonces comprensible que México hiciese constantes referencias a recursos que

pedían ser explotados y a un clima benigno (Tenorio, 1998:36-37).

Como muestra de lo expuesto, en 1884, Porfirio Díaz tuvo el cargo de jefe de

la Delegación de México en la Exposición de Nueva Orleans, a su regreso al país,

ocupó nuevamente la presidencia de la República, e inició un vertiginoso proceso de

modernización e inversión de capitales provenientes principalmente de Estados

Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Francia, España y Alemania (Lajaous, 2012).

50
La participación de México en la Exposición Universal de Chicago en 1893,

destacó por su enfoque etnográfico. Fueron expuestas reliquias mexicanas,

fotografías de ruinas, modelos de tipos populares, vestimentas indígenas y cráneos

de indios (Tenorio, 1998:247). A pesar de la crisis económica que significó una

reducción en el presupuesto destinado para la asistencia a Chicago, la participación


17
de México fue ampliamente valorada, pues ganó 1195 premios.

La presentación de Estudios de Antropología Criminal en Chicago, no fue la

excepción, pues atrajo la atención y el reconocimiento de quien ostentara el título de

padre de la antropología criminal, Cesare Lombroso. En 1893, Lombroso envió una

carta de congratulación a Francisco Martínez Baca, en ella le expresaba con júbilo, la

valiosa aportación que su obra representaba para la naciente antropología criminal.

El licenciado Atenedoro Monroy, redactor del Periódico Oficial del Gobierno

del Estado de Puebla, celebró que los médicos de la Penitenciaría de Puebla

recibieran un halagador estímulo a su trabajo:

Mucho nos complace ver que hombres de tan alta autoridad científica como
Lombroso, hagan justicia a los méritos de nuestros compatriotas y no se desdeñen de
enviarles desde la cumbre gloriosa en que brillan, una palabra de sinceridad y
entusiasmo […] 18

A continuación se muestra una transcripción de la carta enviada por C. Lombroso,


19
publicada por el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Puebla.

17
Informe de M. Caballero a George R. Davis, exp, caja 83, exp.18, en Mauricio Tenorio Trillo, op. cit.,
p. 246
18
Periódico Oficial del Estado de Puebla, 6 de junio, 1893, p. 141
19
Ibídem, p. 142

51
Archivos de Psiquiatría, Ciencias penales y Antropología criminal
Prof. Lombroso
Via Lgnano 26-Turín

9 de Mayo de 1893

Ilustre Colega:

Me congratulo con usted y me congratulo con el Gobierno que muestra un liberalismo


y un espíritu mucho más ilustrado que cuantos existen en Europa, favoreciendo las
nuevas ideas.
Su libro es, a lo que creo, la primera contribución experimental con la que, de diez
años a esta parte, han concurrido los extranjeros a los trabajos de la nueva ciencia.
Muchos saben hacer críticas fáciles, alabanzas o censuras; pero ninguno hasta hoy
ha hecho un estudio tan perfectamente científico, experimental y exacto ni tan
ilustrado como el suyo. Yo trataré de hacer publicar su traducción en italiano y
francés, y de hacer resúmenes de él en todos los periódicos de que dispongo.
He experimentado al leerlo la más grande alegría de mi vida.
Si usted pudiera mandarme los clichés, yo los haría reproducir en Italia.

Su servidor,

C. Lombroso

52
Figura 5. Banda musical mexicana en la Exposición Universal de Chicago, 1893
Fuente: Tenorio, 1998

Figura 6. Publicaciones mexicanas elaboradas para la Exposición Universal de Chicago,


1893
Fuente: Tenorio, 1998

53
Figura 7. Vista aérea de la Exposición Internacional de Chicago, 1893
Las gestiones iniciaron en 1892, pero quedó abierta al público hasta 1893
Fuente: World Digital Library

54
2. El Departamento de Antropología Criminal de la Penitenciaría de
Puebla

La Penitenciaría de Puebla contaba con un espacio destinado a la identificación y

al estudio científico de los criminales, el Departamento de Antropología Criminal,

registrado por Nicolás León (1922) como el primer gabinete de antropometría

criminal en México. Este gabinete estuvo en operación desde la inauguración de la

Penitenciaría, en 1891, hasta 1902.

El Departamento de Antropología Criminal estaba situado en el piso


20
superior del edificio de la Penitenciaría, en el lado oriente. El área destinada al

estudio de la antropología criminal, estaba conformada por: un gabinete de

antropometría, un departamento de fotografía, sección de estadística criminal y un

museo, que contenía cráneos, cerebros, armas y otros objetos que daban cuenta

de la criminalidad.

El Departamento de Antropología Criminal, estuvo bajo la dirección del

médico Francisco Martínez Baca, quien también estaba a cargo del servicio

médico de la Penitenciaría, y su asistente, el médico Manuel Vergara.

El estudio de cada preso, se registraba en un libro dispuesto del modo

siguiente: en la foja del frente, a la izquierda superior, se colocaba el retrato del

preso; abajo y a la izquierda del mismo, se registraba un extracto de la ejecutoria

relativa al dicho preso (Martínez y Vergara, 1892:6). En la otra parte de la foja, se

encontraba un cuestionario con los siguientes puntos que debían estudiarse:

20
Martínez Baca y Vergara, op. cit., p.6

55
Nombre del preso, número de la celda que ocupa, edad, estado, oficio,

raza, religión, origen, vecindad, y última residencia, especificando la latitud, la

altitud, el clima y la topografía de cada región habitada por el preso (Martínez y

Vergara, 1892:6). Estos datos eran importantes, pues los médicos debían detallar

si en esas regiones, era frecuente el delito cometido por el preso en cuestión, esto

debido a que se las condiciones geográficas y climáticas eran consideradas como

factores que podían influenciar la conformación física y el comportamiento

humano.

Para la biografía del preso, eran contemplados los antecedentes de los

padres, hermanos y parientes más cercanos, el principal interés se enfocaba a los

delitos, las costumbres y los estados patológicos, especialmente a las neuropatías

y afecciones del sistema nervioso.

Para el análisis de la cefalometría, se tomaban las medidas de los

diámetros: “antero-posterior, transversal, vertical, frontal, malar, transversal y

vertical de la órbita, altura de la cara, de la frente y el ángulo facial” (Martínez y

Vergara, 1892:7).

El examen antropométrico se realizaba de acuerdo con el procedimiento de

identificación propuesto por Alphonse Bertillon. Los datos contemplados para el

estudio de la antropometría eran: “estatura, peso, abertura braquial, amplitud

torácica medida en la inspiración y la expiración y la relación entre ambas; longitud

total del miembro superior y del inferior, longitudes relativas del brazo, antebrazo,

mano y dedo medio, del muslo, de la pierna y del pie, haciendo resaltar las

asimetrías, y las anomalías de forma observadas” (Martínez y Vergara, 1892:7).

56
Para el estudio de la fisiognomía, se registraba el estudio morfológico de la

cabeza y del cuerpo, haciendo particular énfasis en la frente, la nariz, los ojos, la

boca y los dientes. Se observaba también el aspecto general del individuo, la

expresión de la mirada, el color de la piel, de los ojos, del pelo y de la barba, los

gestos, la abundancia pelo, la saliente de los pómulos y de los ángulos del

maxilar, el estado general del individuo y su desarrollo muscular (Martínez y

Vergara, 1892:7). 21

De acuerdo con la obra de Martínez Baca y Manuel Vergara, la

organoscopía comprendía:

[…] el estudio de la sensibilidad general por medio del estesiómetro y de la


electricidad, la impresionabilidad del individuo al calor, la reacción eléctrica de los
músculos y la de los vasos, por el nitrito de amilo, el desarrollo de la fuerza
muscular al dinamómetro, tanto a la presión como a la tracción, el desarrollo del
tacto en varias partes del cuerpo, sobre todo en la mano; el grado de desarrollo de
los demás sentidos y el estados de los reflejos cutáneos y tendinosos.22

El estudio psicológico comprendía el desarrollo de la inteligencia, de la memoria y

de la imaginación; el espectro de sentimientos, afecciones y pasiones

predominantes en él; su voluntad y valor civil; la previsión y la imprevisión del reo,

su educación, el caló o lenguaje que emplea, la presencia o ausencia de tatuajes,

su escritura; su escritura, firma y/o jeroglíficos (Martínez y Vergara, 1892:7-8).

Los médicos a cargo del Departamento, tenían el control de otros registros

concernientes a los presos de la Penitenciaría; entre ellos, un libro con las

21
Julio Caro Baroja se refiere a la fisiognomía como una pretendida ciencia que estudia la relación
del carácter y la configuración física de los individuos, especialmente los rasgos de la cara, o bien,
como un arte de adivinar el carácter de acuerdo con el aspecto del rostro de una persona. Historia
de la fisiognómica. El rostro y el carácter. 1988. Madrid, Ediciones Istmo.
22
Martínez Baca y Vergara, op. cit., p. 7

57
observaciones hechas por los celadores, donde se registraba la conducta de los

presos y la reacción de éstos ante un castigo; un libro de autógrafos, con la

escritura y firma de los penados; y un libro de autopsias, donde se registraban las

lesiones anatomo-patológicas, para clasificarlas y realizar estadísticas con dichos

datos.

Para el estudio, la medición y conservación de los cráneos y cerebros de

los presos, los médicos a cargo del Departamento, mencionan algunos de los

instrumentos y técnicas empleados para dichos fines: un goniómetro de Jacquart,

construido en la Escuela Politécnica de Puebla, un cefalómetro de Stein y dos

instrumentos diseñados por ellos, el metopogoniómetro, empleado para conocer el

perfil de la cara, a través del ángulo frontal; y el cefalómetro vertical, para medir el

diámetro vertical del cráneo.

Los cráneos y los cerebros de los presos que fallecían mientras cumplían

su condena, son algunos de los objetos que conformaban el museo de la

Penitenciaría. La conservación de los cerebros se practicó siguiendo el

procedimiento de Winckershein, con algunas modificaciones, sin embargo, el

volumen de éstos disminuía, provocando la deformación y la desaparición de

detalles en las circunvoluciones. Fue necesario encontrar una solución ante dicha

problemática, la realización de copias en yeso ofreció una opción útil, pues logró

conservar con exactitud las características de los cerebros. El procedimiento

consistía en macerar el cerebro durante tres días en una solución alcohólica de


23
ácido crómico al dos por ciento, para endurecerlo y después moldearlo.

23
Martínez Baca y Vergara, op. cit., p.9

58
2.1 El reglamento del Departamento de Antropología Criminal

El 1° de abril de 1891, aunado a la inauguración de la Penitenciaría de Puebla, el

Gobernador del Estado de Puebla, Rosendo Márquez, ordenó la publicación y

circulación del Reglamento de la Penitenciaría. En él se detallaba la gestión de las

diversas áreas y los procedimientos que funcionaban en el establecimiento

penitenciario, así como las actividades del personal y de los presos.

A continuación se enuncian los artículos que reglamentaban las actividades

de uno de los espacios de la Penitenciaría de Puebla, el Departamento de

Antropología Criminal; de particular interés por ser el sitio donde se llevaron a

cabo los estudios que los médicos Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara,

interpretaron y publicaron en su obra Estudios de Antropología Criminal.

REGLAMENTO DE LA PENITENCIARÍA DEL ESTADO Y DECRETOS


REFERENTES

TÍTULO XV
De la Oficina de Antropología criminal 24

Art. 130. El departamento de antropología criminal estará a cargo del

médico de la Penitenciaría y tendrá por objeto el estudio científico del

delincuente.

Art. 131. Las oficinas del departamento serán las siguientes: laboratorio,

anfiteatro, museo, biblioteca y sección estadística.

24
Ley que reforma los artículos del Código Penal, relativos á la pena de muerte. Reglamento de la
Penitenciaría del Estado y decretos referentes. Puebla, 1891. Imprenta, litografía y encuadernación
de Benjamín Lara, pp. 39-41.

59
Art. 132. El servicio fotográfico necesario en esta sección lo desempeñará

el fotógrafo de la Penitenciaría.

Art. 133. El laboratorio y el anfiteatro tendrán los instrumentos y menaje que

designe el Jefe del servicio; y la biblioteca, obras y periódicos de disciplina,

derecho y antropología criminales.

Art. 134. El museo se formará con los objetos que en seguida se

mencionan:

I. Los cráneos y cerebros de los delincuentes que fallezcan en la


Penitenciaría.
II. Los cráneos y cerebros que puedan conseguirse de otros criminales
notables.
III. Las demás piezas anatómicas, naturales o artificiales, que sirvan para el
objeto del museo.
IV. Armas tomadas a los criminales.
V. Las cosas de que habla el artículo 108 del Código penal, y otras dignas de
conservarse para el estudio de la antropología criminal.25
VI. Colecciones fotográficas formadas con los retratos de los presos de la
Penitenciaría y de otros criminales notables.
VII. Una colección de autógrafos de los penitenciados.
VIII. Algunas obras de arte o industria ejecutadas por los presos, que
demuestren sus aptitudes o grado de cultura.

25
Art. 106.- Los instrumentos del delito y cualquiera otra cosa con que se cometa o intente
cometer, así como las que sean efecto u objeto de él, si fueren de uso prohibido, se decomisarán
en todo caso, aun cuando se absuelva al acusado.
Art. 108.- Si los instrumentos o cosas de que habla el artículo 106 sólo sirvieren para delinquir, se
destruirán al ejecutar la sentencia irrevocable, asentándose en el proceso la razón de haberse
hecho así. Fuera de este caso se aplicarán al Gobierno, si le fueran útiles; en caso contrario, se
venderán a personas que no tengan prohibición de usarlas, y su precio se aplicará a la mejora
material de las prisiones de la Municipalidad donde se cometió el delito, y al establecimiento y
fomento de las escuelas que debe haber en dichas prisiones.
Libro I. Título cuarto. Exposición de las penas y de las medidas preventivas. Capítulo I. Pérdida a
favor del erario, de los instrumentos, efectos u objetos de un delito. Artículos 106 y 108. Código
penal para el Distrito Federal y territorio de la Baja California sobre delitos del fuero común y para
toda la República sobre delitos contra la federación, 1872.

60
Art. 135. Todos los objetos se clasificarán debidamente, se inventariarán y

se marcarán de manera que puedan ser fácilmente identificados en caso

necesario.

Art. 136. El Director del departamento llevará un libro de observaciones, en

que asiente las que haga respecto de cada preso.

Art. 137. Los asientos contendrán los antecedentes declarados por los reos

respecto de sí mismos, los que se adquieran por otros conductos, una copia

de la ejecutoria, el resultado del reconocimiento que a cada preso debe

hacerse en el laboratorio, los datos antropométricos y clara referencia a las

correspondientes fotografías y piezas del museo.

Art. 138. El examen antropométrico se hará conforme al procedimiento

conocido con el nombre Bertillon.

Art. 139. Se sacarán dos fotografías de cada preso, una de frente y otra de

perfil; se harán además las fotografías de los órganos y tatuajes que

designe el médico.

Art. 140. La biblioteca contendrá obras de Derecho criminal, de sistemas

penitenciarios, de antropología criminal y periódicos especiales de las

mismas materias.

Art. 141. En la sección de estadística se formará la de la Penitenciaría

conforme a las disposiciones de la ley en materia; y consignando además

todos los datos que el Jefe del departamento juzgue convenientes al fin de

dicha estadística.

61
Art. 142. Habrá un auxiliar del médico para las labores que a éste se le

encomiendan en el presente título. Será nombrado por el Gobernador, y

tendrá la aptitud y honradez necesarias.

Art. 143. El Jefe del servicio formará el reglamento particular del

departamento y lo sujetará a la aprobación del Director.

Es posible deducir, a través de la revisión del reglamento para el Departamento de

Antropología Criminal, que éste, además de conllevar una serie de disposiciones a

nivel organizacional y operativo, exhibe la importancia que para el ámbito legal y

médico, cobraban los incipientes estudios sobre antropología criminal en el país,

específicamente en el estado de Puebla, a finales del siglo XIX.

A la existencia y aplicación de un reglamento, subyacen implicaciones que

hablan de una sistematización de diversos procedimientos, que pueden

comprenderse a partir de varios aspectos: a) establece un orden y una jerarquía

entre el personal del Departamento de Antropología Criminal, a través de la

delimitación de funciones; en cuanto a los estudios realizados, b) el reglamento

provee un carácter profesional y protocolizado a las investigaciones científicas con

los presos, avalando, en un marco de legalidad, una serie de prácticas científicas y

médicas sobre el cuerpo de los presos, c) sienta un precedente acerca del manejo

de cadáveres, en instituciones penitenciarias en México, a finales del siglo XIX; d)

por último, legitima la retención – con fines de estudio y de colección- de órganos

y de materiales biológicos y no biológicos, a juicio de los aplicadores de la ley, en

este caso, en función de la autoridad de los médicos encargados del

Departamento de Antropología Criminal.

62
2.2 Los médicos del Departamento de Antropología Criminal

Como se ha visto, la profesión médica estuvo estrechamente vinculada con el

estudio y la práctica de la antropología criminal en la Penitenciaría de Puebla. Se

ha mencionado ya, que los médicos Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara,

fungieron como encargados del Departamento de Antropología Criminal.

La doble función de Martínez Baca en la Penitenciaría (médico del

establecimiento y jefe del Departamento de Antropología Criminal) le permitió

acceder a una vasta cantidad de información sobre los presos, durante la vida y la

muerte de éstos. Entre las actividades que debía desempeñar como médico,

figuraban: llevar un control sobre los presos enfermos, el tratamiento aplicado y el

desenlace de cada evento, vigilar la vacunación y realizar exámenes médicos

periódicamente, para registrar el estado general de salud de los presos. 26 Además

de los aspectos descritos, fueron de gran utilidad los datos obtenidos a partir de la

necropsia practicada a los reos, cuyos cráneos y cerebros, sirvieron como material

de análisis que se reflejaría en la obra Estudios de Antropología Criminal.

Además del reconocimiento por la autoría de la obra aludida, los médicos

del Departamento de Antropología Criminal exhibieron su ingenio al diseñar

instrumentos empleados para la medición de cráneo. Debido a la importancia de la

obra, resulta de gran interés ofrecer una breve biografía de los autores, de tal

forma, será posible conocer algunos datos acerca de la formación académica que

tuvieron, de su desempeño en el ámbito profesional y de la investigación, así

26
Ley que reforma los artículos del Código Penal, relativos á la pena de muerte. Reglamento de la
Penitenciaría del Estado y decretos referentes. Puebla, 1891. Imprenta, litografía y encuadernación
de Benjamín Lara, pp. 11-14.

63
como de la aportación que brindaron a los estudios sobre antropología criminal, en

las postrimerías del siglo XIX en México.

Francisco Martínez Baca

Los datos biográficos son muy escasos, gran parte de la información sobre su

trayectoria académica y científica se obtiene a través de la portada de sus

publicaciones. Era médico militar del Ejército Mexicano, catedrático de Patología

externa en la Escuela de Medicina y de Farmacia del Estado de Puebla, profesor

de lecciones de cosas de la Escuela Normal para Profesoras, profesor de

Psicología pedagógica, médico y jefe del Departamento de Antropología Criminal

de la Penitenciaría de Puebla.

Es ampliamente destacable su aportación a la antropología, a través de sus

investigaciones en el área de la antropología criminal, pioneras en México a finales

del siglo XIX. De los diversos estudios sobre criminalidad, publicó obras como

Estudios de Antropología Criminal27; Profilaxis del escorbuto en las prisiones por

medio del pulque28; y Los tatuages. Estudio psicológico y médico-legal en

delincuentes y militares.29

En 1900 formó parte del Consejo Directivo de la Penitenciaría de

Lecumberri, donde también estuvo a cargo del gabinete de identificación

27
Martínez Baca y Vergara, op. cit.
28
Francisco Martínez Baca. Profilaxis del escorbuto en las prisiones por medio del pulque. Trabajo
presentado en el II Congreso Médico Panamericano, Buffalo, Nueva York, EE.UU, 1896.
29
Francisco Martínez Baca. Los tatuages. Estudio psicológico y médico-legal en delincuentes y
militares. México: Tipografía de la Oficina Impresora del Timbre, Palacio Nacional, 1899.

64
antropométrica. Durante algunos meses, se hizo cargo del servicio antropométrico

de la cárcel de Belém.

Martínez Baca es considerado como el primer autor mexicano que estudió

los restos óseos prehispánicos a partir de las técnicas osteométricas de la

antropología europea siguiendo principalmente los procedimientos de Paul Broca,

de dichos estudios realizó el trabajo titulado Estudio craneométrico zapoteca, y fue

presentado en el XI Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en

México en 1895 (Serrano y Rodríguez, 1988).

Figura 8. Dr. Francisco Martínez Baca


Fuente: Frederick Starr, Study of the Criminal in Mexico

65
Manuel Vergara

Nació en Chignahuapan, Puebla, el 23 de febrero de 1862. Estudió en el Colegio

del Estado y se recibió como Médico Cirujano en 1890. Desempeñó el cargo de

director y catedrático en la Escuela Normal de Profesores del Estado de Puebla.

Fue también director de Salubridad y del Colegio del Estado (actualmente

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), donde impartió las cátedras:

clínica interna, patología interna y biología.30 Fue médico auxiliar del

Departamento de Antropología Criminal, de la Penitenciaría del Estado de Puebla.

Además de ser autor, junto con el Dr. Francisco Martínez Baca, de Estudios de

Antropología Criminal, publicó en el año 1900, un trabajo titulado Las aguas


31
potables de la ciudad de Puebla. En 1904 publicó un artículo titulado Influencia

del sexo en la criminalidad en el estado de Puebla. Estudio de estadística

criminal.32

30
Miguel Ángel Peral, Diccionario histórico biográfico y geográfico del Estado de Puebla, PAC,
Puebla, 1979.
31
Manuel Vergara, Las aguas potables de la ciudad de Puebla. Puebla, México, Imprenta Artística
(Miradores No.1), 1900. (Trabajos del Gabinete de Histología y Bacteriología del Colegio del
Estado).
32
Manuel Vergara, “Influencia del sexo en la criminalidad en el estado de Puebla. Estudio de
estadística criminal”, Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate, t.21, México, 1904, p. 13-
27, Imprenta del Gobierno Federal en el Ex-Arzobispado.

66
Figura 9. Dr. Manuel Vergara Romero
Fuente: Registro de títulos, Archivo General del Estado de Puebla

67
2.3 Estructura de la obra

El resultado del análisis de los datos, obtenidos a partir de los estudios realizados

con los presos de la Penitenciaría de Puebla, en el Departamento de Antropología

Criminal, fue organizado en función de su contenido. En este apartado se

presentará una breve descripción de la estructura y los temas más importantes de

la obra que ha sido el eje central de análisis de la presente tesis.

El texto de Martínez Baca y Vergara se divide en tres secciones; la primera

corresponde al prólogo, la segunda es una introducción a la obra y la tercera es un

extenso apartado denominado Antropología.

2.3.1 Sobre el prólogo

El prólogo a la obra Estudios de Antropología Criminal, firmado el 25 de diciembre

de 1892, fue escrito por el licenciado Rafael D. Saldaña.33 A lo largo de diez

páginas, desarrolla un lúcido entramado atinente a la situación jurídica y científica,

que apuntaba a la urgencia de un cambio en la forma de estudiar el tema de la

criminalidad en México.

En su discurso plantea la necesidad de estudiar ya no al crimen, sino al

criminal, desde una perspectiva anatómica y fisiológica, para legitimar

científicamente el derecho que tiene el Estado de castigar a los detractores del

orden social. Atribuye el panorama nublado de la ciencia, a las disertaciones

33
A lo largo de la investigación, no fue posible encontrar datos que aporten información sobre la
vida y obra del licenciado Rafael D. Saldaña. No obstante, es significativo el conocimiento que
exhibe acerca de la situación jurídica y científica nacional e internacional.

68
metafísicas tomadas de la filosofía, que no han logrado establecer criterios

apegados a la realidad. 34

Saldaña critica el sistema penal fundado en la definición del delito como una

infracción volitiva, y señala que sostener el libre albedrio de los hombres en la

comisión de delitos, es una consecuencia del desconocimiento de la constitución

física de los individuos:

No es cierto que el hombre sea dueño absoluto de sus acciones, hasta el extremo
de que pueda siempre y en todos los casos, obrar o dejar de obrar, u obrar en un
sentido mejor que en otro. Sostener esta tesis, es desconocer la organización
psico-física del hombre […] El criminal es un tipo que constituye como una familia
en la especie humana, y que se diferencia de los demás hombres, por ciertas
anomalías de conformación fácilmente reconocibles; es de todo punto falsa la
aserción de que el libre albedrío sea el fundamento de la responsabilidad criminal,
[…] el crimen no es más que el resultado de una anomalía cerebral, congénita ó
adquirida, que arrastra e impulsa fatalmente al hombre e obrar en un sentido
determinado.35

De lo anterior se deriva su argumento, en cuya defensa puntualiza la necesidad de

conocer al criminal a partir del estudio físico y fisiológico, tomando en cuenta, a su

vez, otros elementos como el clima, la raza, las condiciones de vida y los hábitos

de los sujetos estudiados.

Saldaña menciona el trabajo de los antropologistas y criminólogos europeos

y su aportación al campo de la naciente antropología criminal. Entre ellos,

menciona la importante colaboración al estudio de la antropología criminal, por

parte de Cesare Lombroso, Benedikt, Rafael Garófalo y Enrico Ferri. No obstante,

34
Rafael D. Saldaña, “Prólogo” a Martínez Baca y Vergara Estudios de antropología criminal…, op.
cit.
35
Rafael D. Saldaña, op. cit., p. V-VIII

69
señala que la antropología y la antropometría aprendida hasta el momento,

además de estar desfasada por varios años con la de Europa, se refieren

únicamente al criminal europeo, y admite que es necesario realizar estudios con

los criminales de México, para poner a prueba las premisas de estos sabios

maestros europeos y saber, si sus resultados son o no aplicables al criminal

indígena o mestizo. 36

De esta manera, el prologuista a través de la exposición de sus ideas,

dibujó el escenario, el tiempo y las circunstancias que darían relevancia a los

estudios de antropología criminal en la Penitenciaría de Puebla, a cargo de los

médicos Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara, a finales del siglo XIX.

2.3.2 Sobre la introducción

La introducción, redactada por Martínez Baca y Vergara, continúa con la tesitura

crítica que inició Saldaña en el prólogo. A través de sus líneas, patentan su

postura científica ante el estudio de la criminalidad, mediante métodos positivos

que develaran la etiología del crimen. Los autores demandan la necesidad de

conocer al criminal para poder corregirlo, y apuntan que “la perfección de los

medios empleados para la corrección del delincuente, está en razón directa del

conocimiento psicológico que de él se tenga”. 37

Martínez Baca y Vergara señalan que el estudio del hombre criminal, es un

problema que exige atención y resolución con métodos positivos, a través de la

36
Rafael D. Saldaña, op. cit., p. IX-XII
37
Martínez Baca y Vergara, op. cit., p. 4

70
observación y la experimentación. Así pues, los autores están convencidos de que

es necesario penetrar el alma humana, descubrir y examinar sus componentes, su

naturaleza, y la influencia que sobre ella ejerce el clima y el medio social. De tal

forma, apuntan lo siguiente:

Del conocimiento fisiológico del alma, derivará naturalmente su conocimiento


patológico, psicopático, y por consiguiente, el de los medios más adecuados a la
corrección de sus extravíos. Sólo así podrá graduarse aproximadamente la
responsabilidad que a cada uno toca por sus actos, y la culpabilidad de aquellos,
cuyas acciones, por el mal que causan a la sociedad, están consideradas como
delitos […] Una vez que se haya comprendido cual es la verdadera naturaleza del
alma, se fundarán las nociones del crimen, del criminal y de la pena, en la
fisiología y en la patología del espíritu. 38

Llama poderosamente la atención el uso que los autores hacen del concepto

“alma humana”; término que por sus implicaciones intangibles e inmensurables,

pareciera apegarse de manera significativa a aquellas disertaciones metafísicas a

las que su crítica se dirige. Sin embargo, Martínez Baca y Vergara rechazan el

carácter abstracto que se ha dado al alma y la conciben como una entidad

asociada a la psique y a la fisiología del hombre, dotada de características

susceptibles al análisis positivo, a través de la observación, la medición y la

experimentación. Al respecto, los autores arguyen que:

…los sabios examinan, estudian el alma, pero como un ser abstracto;


menosprecian y desconocen la constitución real y verdadera del hombre y no
tienen en cuenta para nada las íntimas relaciones que existen entre los fenómenos
39
psíquicos y los fenómenos fisiológicos.

38
Ibídem, p. 2
39
Ibídem, p. 3

71
Una vez planteada la posibilidad de corrección de los delincuentes, así como los

medios para efectuarla, el sistema penitenciario es un tema del que también hacen

mención los autores en sus párrafos introductorios, y señalan que a diferencia del

régimen carcelario de otros tiempos:

En los sistemas penitenciarios modernos en los que, aunque no perdido del todo el
carácter de venganza que reviste la pena, se observa ya una marcada tendencia a
proporcionar al delincuente los medios necesarios para su regeneración, cuando
ésta es posible […] un establecimiento penal en el cual se aplique a los detenidos
un severo régimen penitenciario, pero en el que se carezca de los medios
necesarios para el estudio psicofisiológico de los criminales, tendrá que ser
siempre incompleto. 40

Para tal práctica correctiva, ha de existir un espacio para el estudio del criminal,

Martínez Baca y Vergara opinan al respecto que:

El hospital es el gabinete del clínico; el manicomio, lo es del alienista; el de los que

estudian el derecho criminal y la medicina legal, deberá ser la prisión; allí donde

están confinados, amontonados, todos los elementos de la fermentación y de la

descomposición social. Ningún lugar más a propósito que éste para la

observación. 41

2.3.3 Antropología

En el tercer apartado, titulado Antropología, se presentan once subtemas que

describen, del I al X, los resultados obtenidos a partir del estudio de los cerebros y

40
Ibídem, pp. 4-5
41
Ibídem, p. 5

72
cerebelos, y el XI versa sobre la craneometría. Están incluidos también cinco

temas no numerados que tratan sobre: craneoscopía, tipos de criminales, higiene

de la penitenciaria del estado de Puebla, estadística médica y sobre el cefalómetro

vertical.

En el subtema I, titulado Cerebrosopía, se habla sobre algunas

consideraciones para la comparación e interpretación de los resultados. En este

apartado, Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara parten de la premisa

planteada por Broca, que establece que el grado de civilización y

perfeccionamiento de los individuos y de las razas, influye en el crecimiento del

cerebro. Los médicos de la penitenciaría confrontan y relacionan tres factores:

raza, talla y edad, y estudian la influencia de éstos sobre el volumen y el peso del

cerebro humano, asimismo, establecen los valores de la media, la máxima y

mínima de cada serie registrada. Determinan que el bajo peso de los cerebros

indígenas se encuentra relacionado con la alimentación deficiente y a la raza.

Concluyen que es posible establecer una proporción geométrica en la que

el peso máximo y mínimo del cerebro esta en razón inversa de la edad y en razón

directa de la talla de los individuos examinados. Sin embargo admiten que sus

resultados no tienen validez hasta que sea posible establecer un paralelo con

individuos normales honrados para acreditar las diferencias ya que pertenecen a

especies distintas de hombres. 42

Del subtema II al V reportan los hallazgos y la estadística sobre diversas

patologías como hiperemias, isquemias, hemorragias y esclerosis; del apartado VI,

Anomalías, hacen referencia a diversas posturas en torno a las repercusiones de

42
Ibídem, p. 12

73
las variaciones anatómicas, y la supuesta influencia de tales para que los hombres

sean o no honrados, por ejemplo, Benedikt indica que una característica que

distingue los cerebros de los criminales es la presencia de cuatro circunvoluciones

frontales además de las frontales ascendentes, mientras que Giacomini observó

que esa característica estaba presente en un número mayor de hombres honrados

que de criminales.43 Por su parte, Martínez Baca y Vergara encontraron esta

anomalía, sin aventurarse a ser concluyentes hasta que su investigación les

proporcione mejores elementos.

En el subtema VII, Variedades de forma, las observaciones de Martínez

Baca y Vergara, referentes a la forma y el lugar de las circunvoluciones, aluden a

estudios realizados por antropologistas europeos, como Broca, Benedikt y otros,

donde reportan que el número y la distribución de las circunvoluciones no impide

su funcionamiento regular, pero cuando la confusión entre circunvoluciones afecta

áreas importantes, esto representa:

El indicio de desarrollos defectuosos manifestándose por consiguiente


desequilibrios o aberraciones intelectuales y de sentido moral, con caracteres
psicológicos tan marcados en el sentido de la degeneración, que bien se puede
colocar a los individuos en quienes se nota, entre los locos, y hacer con ellos una
clasificación científica, máxime cuando los cerebros son poco voluminosos.44

Sin embargo, Martínez Baca y Vergara señalan que a pesar de las anomalías

encontradas en los 26 cerebros, no tuvieron referencia de patología alguna en

vida.

43
Ibídem, p. 17
44
Ibídem, p. 21

74
En el apartado VIII, Variedades en las circunvoluciones, los autores parten

del hecho fisiológico de que “el grado de inteligencia en los animales esta en razón

directa del desarrollo y del número de circunvoluciones cerebrales”. 45 Uno de los

estudios retomados es el realizado por Alexander Lacassagne, del que adoptan su

clasificación de criminales de acuerdo con tres categorías: frontales, parietales y

occipitales, según el desarrollo y predominio de las circunvoluciones de alguno de

estos tres lóbulos sobre los demás, siendo el lóbulo occipital el de mayor

frecuencia para este autor. Para Martínez y Vergara el resultado fue contrario,

desalentando la postura de que la escafocefalia estuviese relacionada con la

delincuencia. Uno de los factores que ellos proponen como fundamental en la

comisión de delitos es la ingesta de bebidas alcohólicas, en los casos donde las

alteraciones anatómicas en el encéfalo son mínimas o inexistentes. 46

En el apartado IX, Derrames céfalo-raquídeos, se obtuvieron rastros

asociados a adherencias meníngeas o coloración negruzca sugerente de

hemorragias, probablemente por eventos sin secuelas antes de morir, además de

reblandecimiento de algunos trayectos nerviosos sin evidencia de alteración en

vivo, por lo que los autores proponen la ocurrencia de estas alteraciones previo a

la muerte relacionado con la ingesta de alcohol.

En el apartado X, Lesiones anatomo-patológicas, donde se abordan los

resultados de diversos órganos descubiertos durante la necropsia, los autores

resaltan que los hallazgos anatomo-patológicos no son característicos de los

criminales, sino relacionados con las condiciones de vida y el ambiente, que son

45
Ibídem, p. 23
46
Ibídem, p. 25

75
factores que determinan sus costumbres y su alimentación. Los principales

órganos afectados fueron el corazón, hígado y el estómago, nuevamente se

cuestionan sobre la relación del alcohol, la alimentación deficiente, el lugar y el

clima, con las diversas afecciones orgánicas y la criminalidad.

El apartado Craneometría (XI), Martínez Baca y Vergara parte del hecho

antropológico que establece que el desarrollo y la amplitud del cráneo, están en

razón directa del volumen y el grado de desarrollo de la masa nerviosa que

encierra. Por otra parte, consideran las diferencias que existen entre las

poblaciones y entre los individuos, para generar una clasificación adecuada sobre

la raza y la criminalidad de los individuos. Las aproximaciones se realizan a partir

de mediciones craneales como diámetro, cuerdas, radios, arcos, segmentos y

capacidad craneana. Esta última se realizó con apego al procedimiento de

cubicación de Broca y de Benedikt.

Craneoscopía

En este tema, mencionan la importancia de conocer la raza a la que pertenece un

individuo, para asignar un valor de normal o anormal. El estudio craneoscópico se

realizó considerando la raza, la edad y el crimen cometido.

Las anomalías fueron definidas como la exageración de la forma y medida

común, cualesquiera que estas sean y nunca la irregularidad, asimetría e

imperfección de éstas. 47

Para el estudio del cráneo, se dividió en regiones: frontal, parietal, occipital,

basilar, superciliar, nasal, del maxilar superior, del maxilar inferior, base de cráneo,

47
Ibídem, p. 59

76
formas craneanas y ángulo facial. Se detallan los datos cualitativos y cuantitativos

con respecto de cada región analizada, así como las interpretaciones que surgen

a través de la comparación de sus resultados con los obtenidos por investigadores

en muestras europeas, algunos de los datos de interés se refieren a la frecuencia

de rasgos atávicos que en poblaciones europeas resultan distintivos de los

criminales, mientras que en la penitenciaría son típicos de las poblaciones

indígenas.

Tipos de criminales

En este apartado se retoma el debate sobre el vínculo entre cualidades físicas de

los hombres y el carácter moral de estos. Los autores señalan que desde la

antigüedad hay tradiciones de análisis que buscan establecer las características

que identifican a los criminales. Martínez Baca y Vergara, teniendo en cuenta el

antecedente del Congreso de Antropología Criminal en Paris, en 1890, en donde a

partir de la crítica a la propuesta de Lombroso que proponía la existencia de un

solo “tipo criminal”, se basan en la nueva premisa de que existen varios “tipos

criminales” con características fisiognómicas de diferente valor en función de la

población y/o raza de procedencia. En su caso, se avocan al estudio de los

criminales indígenas de la Penitenciaria de Puebla, ofreciendo una descripción de

los rasgos fisiognómicos característicos de esta raza, con la intención de distinguir

las anomalías y los hallazgos comunes a todos los criminales. Algunas de las

características son: el pelo, la barba, los ojos, las orejas y la nariz. Asimismo,

agregan una descripción de algunos rasgos fisiognómicos particulares de

77
criminales por delitos específicos como homicidas, violadores, ladrones y reos de

lesiones.

Higiene de la penitenciaria del estado de puebla

A lo largo de este tema, ofrecen una descripción del edificio penitenciario; como

las características del inmueble (ubicación, material de construcción y distribución

de las instalaciones), con lo que advierten que la arquitectura del edificio tiene

efectos aditivos adversos en la salud de los presos. Asimismo hacen mención del

sistema penitenciario adoptado que rige la distribución del tiempo y las


48
actividades, alimentación y vestimenta. Comentan sobre las sugerencias de los

higienistas y las medidas que se han tomado para atender en la medida de lo

posible dichos lineamientos sin dejar de cumplir con lo dispuesto por la ley vigente.

Estadística médica

En este apartado se describen las características generales de las condiciones de

vida, hábitos, el contexto en el que se desenvuelven (social y medio ambiental) y

las enfermedades que afectan a los indios, además de la distribución por raza,

edad y región de los enfermos.

48
El sistema penitenciario adoptado en la Penitenciaría de Puebla, consiste en la comunicación
relativa durante el día, y la incomunicación absoluta, durante la noche (Martínez y Vergara, op. cit.,
108).
Nydia E. Cruz Barrera señala que el sistema penitenciario establecido en la Penitenciaría de
Puebla, se aproximaba al modelo de Auburn, basado en el trabajo en talleres o el estudio en la
escuela durante el día, y por las noches, mantener a los presos en el aislamiento absoluto (Las
ciencias del hombre en el México decimonónico. La expansión del confinamiento, Puebla,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1999, p. 75).

78
Cefalómetro vertical

Los autores presentan una descripción de uno de los instrumentos diseñados por

ellos, en el Departamento de Antropología Criminal en la Penitenciaria de Puebla,

con el objetivo de realizar mediciones craneométricas, describiendo su

funcionamiento. La imagen se encuentra en el apartado de recursos gráficos.

2.3.4 Una dedicatoria a Alexander Lacassagne

Los ejemplares de Estudios de Antropología Criminal consultados para la presente

investigación son dos; aunque ambos son iguales, uno de ellos exhibe una

interesante característica; el primero se encuentra en la Biblioteca Nacional de

Antropología e Historia, como parte de la colección del Fondo Reservado; el

segundo es un recurso digital de la Biblioteca Nacional de Francia, perteneciente a

la Bibliothèque de l’Académie des sciences, belles-lettres et arts de Lyon; cuya

particularidad, reside en ser una copia de la obra enviada por Francisco Martínez

Baca, al Dr. J. Alexander Lacassagne, profesor de medicina legal de la Facultad

de Lyon y Director de los Archivos de Antropología Criminal, de la misma ciudad.49

49
El médico legista Alexander Lacassagne (1843-1924) es considerado como el fundador de la
criminología positivista francesa, opuesta a la escuela italiana de Cesare Lombroso. Mientras la
corriente italiana prestaba mayor atención a los aspectos bioantropológicos, la escuela francesa
daba más importancia a los aspectos sociales. En el primer Congreso de Antropología Criminal, en
Roma en 1885, Alexander Lacassagne refutó las ideas de Cesare Lombroso, argumentando que
en la etiología del crimen influían dos factores, uno individual y otro más importante, de origen
social. La teoría de Lacassagne ha sido denomiada “teoría microbiológica del delito”, pues
equiparaba a los delincuentes con los microbios y, “como éstos, no dañan a menos que se
encuentren en un medio adecuado, se reproducen y actúan en caldo de cultivo favorable” (Gabriel
Ignacio Anitua, Historias de los pensamientos criminológicos. Buenos Aires: Del Puerto, 2006).

79
La relevancia del envío y de la dedicatoria de la obra, cobra sentido si se

toma en cuenta la circulación del conocimiento entre los especialistas de un tema,

en diversos puntos geográficos. Además de otros académicos, el Dr. Lacassagne

es referido en diversas ocasiones en el texto de Martínez Baca y Vergara, es

evidente la noción que los médicos de la Penitenciaría de Puebla tenían sobre los

principales estudiosos de la antropología criminal, al encontrar en sus

planteamientos teóricos, un marco referencial o explicativo para sus hallazgos.

Francisco Martínez Baca escribió en su dedicatoria:

[…] no me mueve otra idea que dar a conocer a Ud. mis ensayos en esta difícil y
naciente ciencia; esperando obtener de Ud. sus sabios consejos o su juiciosa
crítica, que por severa que sea, será acogida por mí, con la gratitud con que el
discípulo recibe las lecciones del maestro […] 50

La intención de Martínez Baca, fue posicionar a México y a ellos mismos, como

participantes en el estudio y la práctica de la antropología criminal.

50
Francisco Martínez Baca, Dedicatoria al Sr. Dr. J.A. Lacassagne. Puebla, 1893.

80
Figura 10. Dedicatoria al Dr. J.A Lacassagne, 1893.
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

81
2.3.5 Elementos gráficos

La fotografía aplicada al estudio de criminales en México, durante el siglo XIX,

respondió a una mirada científica, en la que los métodos y las pruebas materiales

para sostener las investigaciones, cobraron una considerable importancia. En las

series fotográficas, se evidenciaba sin margen a la subjetividad, el registro de las

características físicas propias de los criminales. Más adelante se abordará el tema

de la fotografía y su uso en el estudio científico de la criminalidad. Para el presente

apartado, bastará enunciar y presentar los elementos gráficos y fotográficos que

contiene la obra examinada.

Estudios de Antropología Criminal, cuenta con una serie de reproducciones

gráficas que ilustran el texto en dos modalidades; los primeros, son un conjunto de

3 planchas que muestran los dos instrumentos de medición (y la posición de uno

de ellos) diseñados por los médicos F. Martínez Baca y M. Vergara, en el

Departamento de Antropología Criminal de la Penitenciaría. El segundo grupo de

elementos gráficos, se compone por fotograbados agrupados en 7 láminas

fotocolográficas: dos de ellas ilustran las particularidades halladas durante el

examen craneoscópico de los presos; las otras cinco están compuestas por

fotografías de los presos agrupados según el delito atribuido (homicidas, lesiones,

violadores y ladrones).

Al respecto de la presentación de elementos fotográficos que

complementan la obra, es sospechable la dificultad que pudieron experimentar

para la impresión de dichos elementos, razón por la cual los autores no omiten

mencionar y agradecer la asistencia técnica brindada por el Sr. Ingeniero

82
Fernando Ferrari Pérez, Jefe de la Sección L, en la “Comisión Mexicana para la

Exposición Internacional de Chicago” y por el Sr. Ingeniero Gilberto Crespo y

Martínez, Oficial Mayor del Ministerio de Fomento. 51

Figura 11. Metopogoniómetro


Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

51
Martínez Baca y Vergara, op. cit., pp. 99-100

83
Figura 12. Posición del metopogoniómetro
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

84
Figura 13. Cefalómetro vertical
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

85
Figura 14. Cráneo de un preso de la Penitenciaría de Puebla, presentando el hueso
epactal
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

86
Figura 15. Cráneo dólico-escafocéfalo, de un indígena criminal (derecha); Cráneo de un indígena criminal, presentando un hueso
interparietal (izquierda)
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

87
Figura 16. Homicidas I
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

88
Figura 17. Homicidas II
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

89
Figura 18. Lesiones
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

90
Figura 19. 1-5 Lesiones; 6-17 Violadores; 18-20 Ladrones
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

91
Figura 20. Ladrones
Fuente: Martínez Baca y Vergara, Estudios de Antropología Criminal

92
2.3.6 Tablas de contenido diverso y estadísticas

Como se ha mencionado, Francisco Martínez Baca, además de fungir como jefe

del Departamento de Antropología Criminal, estaba a cargo del área médica de la

Penitenciaría de Puebla. El desempeño de estas funciones, particularmente la del

área médica, establecía a través del reglamento del inmueble, las acciones que

debían llevarse a cabo, entre ellas, la concentración y el análisis de datos

mediante la relación estadística de los mismos.52

En este apartado, se enuncian los cuadros estadísticos y el contenido de

los mismos, que aparecen como anexos en la obra Estudios de Antropología

Criminal:

Una tabla titulada Estadística médico-quirúrgica de la Penitenciaría, cuyo

contenido comprende información sobre los presos enfermos, desde el 2 de

abril de 1891, hasta el 31 de diciembre del mismo año. El concentrado del

cuadro refleja los siguientes datos: nombre del preso, edad, estado, raza,

oficio, religión, última residencia, nombre de la enfermedad, enfermedad

asociada, tratamiento, duración y terminación. El resumen de éste cuadro

señala que, de 350 presos que ingresaron a la Penitenciaría; 222

52
El artículo 18, concerniente a las facultades y obligaciones del Médico de la Penitenciaría,
apunta una serie de especificaciones, la número XIII indica lo siguiente: Formar al fin de cada año
la estadística médico-quirúrgica de la Penitenciaría, expresando respecto de cada enfermo, su
nombre, apellido, edad, estado civil, raza, profesión, religión, última residencia, enfermedad
principal y asociada, sus causas, el tratamiento seguido para combatir el mal, tiempo que duró
este, y haciendo por último el resumen general e inducciones procedentes. Capítulo III. Del Médico
y de la Enfermería, p. 13. Ley que reforma los artículos del Código Penal, relativos á la pena de
muerte. Reglamento de la Penitenciaría del Estado y decretos referentes. Puebla, 1891. Imprenta,
litografía y encuadernación de Benjamín Lara.

93
enfermaron en el período de tiempo mencionado, murieron 9 presos y 11

enfermaron el primer día de enero de 1892.

Un cuadro estadístico de los resultados obtenidos de la vacunación y

revacunación de los presos de la Penitenciaría.

Cuadro I. Estudio necroscópico de 26 cerebros de criminales. Los datos

contenidos son los siguientes: delito, origen, raza, edad, estado, peso del

encéfalo, estatura, hiperemias, isquemias, hemorragias, lesiones

esclerosas, aumento de circunvoluciones, disminución de circunvoluciones,

depresiones, anomalías de formas, anomalías de desarrollo,

reblandecimientos y lesiones diversas.

Cuadro II. Cuadro sinóptico de las lesiones anatomo-patológicas de 26

criminales. La información de cada preso fallecido se obtiene conforme a:

origen y delito, raza, edad y estado. Los segmentos anatómicos estudiados,

se enuncian a continuación: aparato respiratorio, aparato circulatorio,

hígado, intestinos, estómago, riñones y cápsulas suprarrenales, bazo,

peritoneo y lesiones diversas.

Cuadro III. Estudio craneométrico de 26 criminales. Concentra la

información de cada preso, detallando el delito cometido, número de orden,

edad, origen, estado y raza. Las mediciones consideradas para el estudio,

se organizan de la siguiente forma:

Diámetros: longitudinal máximo, transverso máximo, vertical máximo, frontal

transverso máximo, frontal mínimo, frontal transverso máximo, zigomático-

94
radicular, biauricular máximo, biauricular, interparietal, transverso de la

base, occipito transverso, transverso malar máximo, transverso facial

superior, bimaxilar máximo, bimaxilar mínimo, palatino máximo, transverso

de la raíz nasal, transverso máximo del agujero occipital, transverso

máximo de la órbita.

Radios: basio nasal longitud base del cráneo, basio facial, basio maxilar,

basio frontal, basio occipital superior, basio occipital medio, basio occipital

inferior, longitudinal máximo del agujero occipital.

Circunferencias: circunferencia horizontal, circunferencia longitudinal

Cuerdas: naso frontal, naso bregmático, naso vertical, naso occipital

superior, naso occipital medio, naso occipital inferior, naso basilar posterior,

occipito bregmático, occipito basilar superior, occipito occipital, occipito

basilar inferior.

Alturas: altura de la órbita, altura de la cara.

Arcos: transverso bi-zigomático, biauricular, horizontal de la región frontal,

transverso occipital.

Segmentos: frontal mediano, mediano parietal, occipital, occipital en su

parte parietal, occipital propiamente dicho.

Maxilar inferior: altura, diámetro transverso, ángulo, altura de la rama

ascendente, longitud, índice de curvatura.

Índices: facial, facial de Broca, cefálico horizontal, cefálico vertical, frontal

máximo, frontal mínimo, orbitario.

Capacidad craneana: capacidad del cráneo (con agua), capacidad

craneana (por perdigón).


95
Peso del cráneo

Para cada medida, se obtuvo la media general, la media máxima y la media

mínima.

Cuadro IV. Estudio craneoscópico de 26 criminales. Su contenido

comprende los datos cada preso: delito, origen, raza y edad. En análisis y la

descripción de características, se divide en las siguientes áreas del cráneo:

región frontal, región parietal, región occipital, región temporal, región

mastoidea, región yugular, región basilar, región superciliar, región orbitaria,

región nasal, región del maxilar superior, región del maxilar inferior, base

del cráneo, formas craneanas, ángulo facial.

A lo largo de lo previamente descrito, es posible tener un panorama general sobre

los temas contenidos de la obra de Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara,

así como las formas de abordar y analizar la información obtenido a partir de los

estudios y las prácticas al interior del Departamento de Antropología Criminal, que

respondieron a un eje espacial y temporal específico.

Asimismo, la descripción sobre los actores implicados y el escenario que

enmarcó la redacción, la publicación y el reconocimiento de Estudios de

Antropología Criminal, brinda la posibilidad de contar con elementos para

comprender las ideas que dieron un particular matiz a la obra.

Algunos de los aspectos mencionados serán retomados y analizados en el

siguiente capítulo, con la finalidad de emplearlos como herramienta para

ejemplificar los temas que resaltan como los principales aportes de la obra de

96
Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara, al campo jurídico, científico-

antropológico y socio-político de México, en los últimos años del siglo XIX.

97
Capítulo III.
Aportaciones y reflexiones de y para la obra
Estudios de antropología criminal

98
Conocer al otro y conocerse a sí mismo ha sido una necesidad y una cualidad del

animal humano, aunque para ello haya tenido que plantear, desechar y replantear

diversas maneras de mirarse y mirar lo que lo rodea, no sólo en el ahora de la

reflexión sino pensando en cómo llegó a ser la especie hegemónica que es el

Homo sapiens y hacia dónde se encamina como especie animal y como

humanidad (una biología mediada por la historia, las organizaciones y las

culturas).

Xabier Lizarraga Cruchaga 53

53
Prólogo a Lizarraga Cruchaga, X., Ponce de León, A., & Vera Cortés, J. L. (2012). Escenarios
evolucionistas: encuentros, contextos, soliloquios-. México, D.F.: Instituto Nacional de Antropología
e Historia, 2012.

99
El análisis de la obra Estudios de Antropología Criminal, da origen a una serie de

reflexiones sobre los aspectos más relevantes en cuanto a sus implicaciones y

aportaciones a diversas disciplinas. El objetivo del presente capítulo es

aproximarse a los eventos que exhiben la importancia de la obra, estos elementos

se enmarcan en tres escenarios principalmente: jurídico, científico-antropológico y

social-político de México a finales del siglo XIX y principios del XX.

Debido a la gran interrelación de los factores jurídicos, científicos,

antropológicos y sociopolíticos, considero oportuno hacer un análisis a través del

cual sea posible apreciar los aspectos que prepararon por una parte, el escenario

jurídico en el que se desarrolló la obra, por otra los recursos científicos y

antropológicos para llevar a cabo los estudios de antropología criminal en la

Penitenciaría de Puebla, y a su vez, las implicaciones sociopolíticas resultantes de

la interacción entre estos campos.

Para fines didácticos, así como una mayor claridad expositiva de los

eventos, y su orden de aparición a través del tiempo, la aproximación a las

reflexiones derivadas de la obra Estudios de Antropología Criminal, se llevará a

cabo a través de un hilo conductor que permite visualizar, en orden de aparición

en el tiempo, los eventos correlacionados que crearon la plataforma para una obra

de tales características

En el plano jurídico, serán notables las causas y los efectos de las

modificaciones en el aparato legislativo mexicano durante el siglo XIX, y los nexos

de éste con las disciplinas que estuvieron directamente implicadas en el

tratamiento de la criminalidad, la medicina y la antropología.

100
El punto de lo científico-antropológico, pretende plasmar las teorías, los

métodos y los instrumentos que fueron parte esencial del ambiente científico de la

época porfiriana, enfatizando la postura positivista en el estudio y el tratamiento de

la criminalidad, a través de la adopción y la adaptación de propuestas teóricas y

metodológicas de científicos como Paul Broca, Cesare Lombroso, Alexander

Lacassagne, Benedikt, entre otros, así como de diversas disciplinas como la

medicina, la fisiología, la psiquiatría y la antropología.

El tercer elemento (social-político) es en realidad una configuración hecha a

partir de los aportes en los dos anteriores, y durante el desarrollo de ambos. Así

pues, es notable la incidencia de los resultados científicos, en la agenda política

del México decimonónico. Mientras en la práctica jurídica se hacía mención de la

igualdad, en el plano político restringía los privilegios en ciertos sectores de la

población. A nivel social, los estudios y los resultados científicos, además de

brindar elementos revestidos de cientificidad para legitimar el ejercicio del poder

de un reducido sector de la sociedad, colaboraron a afianzar una serie de

prejuicios y segregación, presentando ideas erróneas sobre el perfil del criminal, y

estigmatizando a quienes, a juicio de la élite, representaban una amenaza para el

proyecto modernizador del país.

Se verá pues, que estos campos y sus implicaciones, se entrelazan y son,

en algunas ocasiones causa y efecto de uno y de otro, debido a sus

reconfiguraciones a través del tiempo.

101
1. Preludio a una obra: Estudios de Antropología Criminal

A partir del Código Penal de 1871, México contaba con un elemento proveniente

del área del derecho, en el que se definía lo que era el delito y la manera de

castigar a los infractores. Sin embargo, la fuerte presencia de la escuela

positivista, y la apuesta por el método experimental como herramienta altamente

confiable para conocer los orígenes de la criminalidad, condujo hacia nuevas

reflexiones que derivaron en la necesidad de estudiar el fenómeno criminal,

mediante disciplinas como la medicina, la fisiología, la psiquiatría y la antropología.

Recordemos que desde el Congreso Constituyente, 1856-1857, se debatía

ya el tema de la abolición de la pena de muerte, condicionando ésta disposición al

establecimiento de un sistema penitenciario, como señala Sergio García:

Bajo las ideas que gobernaron la carta de 1857 se trabajó en la última mitad del
siglo XIX y los primeros años del XX. Dominó, sin concretarse plenamente, la
ilusión de constituir el famoso sistema penitenciario, conditio sine qua non para la
abolición de la pena de muerte (1999:375).

México, con la mirada puesta en Europa o en Estados Unidos, ansiaba construir

una prisión, con un sistema penitenciario como los que se establecían en alguno

de estos sitios. Sergio García comenta que “el gobierno mexicano encomendó su

representación a especialistas norteamericanos para que recabasen las

experiencias carcelarias en boga e informaran a nuestro país acerca de las

doctrinas y prácticas correccionales” (1999:371).

102
En el estado de Puebla, con la construcción de una penitenciaría moderna y la

implementación de un sistema penitenciario que normaba, como hemos visto, la

distribución del tiempo y las actividades, la alimentación y la vestimenta, el

gobierno de Porfirio Díaz reiteraba sus ideales de orden y progreso. En la

penitenciaría inaugurada el 2 de abril de 1891, se materializaba uno de los deseos

por figurar entre las naciones modernas. 54

Por otra parte, la fuerte presencia del pensamiento positivista, y la apuesta

por el método científico como herramienta altamente confiable para conocer los

orígenes de la criminalidad, condujo hacia nuevas reflexiones que derivaron en la

necesidad de estudiar el fenómeno criminal, mediante disciplinas como la

medicina, la fisiología, la psiquiatría y la antropología.

Beatríz Urías Horcasitas comenta que “en los últimos años del siglo XIX,

aparecieron en México reflexiones que, desde una perspectiva externa a la del

derecho, hacían una crítica de fondo a los planteamientos del sistema jurídico y a

las legislaciones liberales vigentes” (2000:155).

En la obra de Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara es patente la

crítica a los planteamientos del derecho clásico, así como al sistema jurídico y al

Código Penal de 1871. Como se mencionó en el capítulo anterior, el autor del

prólogo a la obra Estudios de Antropología Criminal, el licenciado Rafael D.

Saldaña, elaboró una crítica al sistema de justicia que establecía la impartición y el

seguimiento de las leyes de manera igualitaria en materia de criminalidad, sin

54
Mauricio Tenorio Trillo señala que para México “ser una nación moderna significaba seguir, de
una manera ambivalente pero constante, el modelo paradigmático de Europa o los Estados
Unidos. Los valores, capital y tecnologías modernos no se hallaban dentro del país sino afuera”
(Artilugio de la nación moderna.México en las exposiciones universales, 1880-1930. México, Fondo
de Cultura Económica, 1998, p.329)

103
aludir a la pertenencia a un grupo y clase social al momento de juzgar a un

individuo. El licenciado Saldaña, cuestionó la imposibilidad de los dogmas del

derecho para explicar el fenómeno del crimen, y señalaba:

Los principios fundamentales de nuestra legislación penal son declaraciones


dogmáticas de psicología metafísica, que nada ha comprobado, pero que no por
eso son menos embarazosos para el jurista, a quien obligan a entrar en estériles
lucubraciones sobre la voluntariedad e intencionalidad de las acciones humanas,
antes de poder explicar sus preceptos (Martínez y Vergara, 1892: V).

Saldaña criticaba también los acercamientos fallidos de diversas escuelas, para

comprender el fenómeno de la criminalidad y dar tratamientos justos, con

resultados exitosos: Al respecto, discutía que:

Era natural que, de todo el cúmulo de contradicciones, que la filosofía penal aceptó
como dogmas, no pudiera deducirse una sola verdad capaz de resistir el análisis
más superficial, y por eso ninguna de las escuelas que se han formado hasta hoy,
para explicar el origen del derecho de castigar que tiene el Estado, ha podido
fundar un sistema cuyo resultado fuera una ley penal más justa y más eficaz
(Martínez y Vergara, 1892: IV).

La pretendida individualización de la pena conllevaba el hecho de brindar un

tratamiento específico de los criminales con el objetivo de reinsertarlos en la

sociedad, posterior a un proceso de regeneración. Antonio Padilla indica que “uno

de los propósitos de los reformadores y promotores del régimen carcelario

mexicano fue que las prisiones se convirtieran en centros de rehabilitación y

regeneración del delincuente” (2001:159).

Con lo dicho, cobró importancia el estudio del criminal, que intentaba

caracterizarlo físicamente para sustentar un proyecto científico que derivaría en la

104
segregación de algunos sectores de la sociedad. En este momento aparece otro

elemento de importancia que configuró el preámbulo de los estudios de

antropología criminal, la preocupación de la burguesía por mantener el orden, y a

su vez, legitimar su posición privilegiada mediante explicaciones científicas.

La clase burguesa nació durante el siglo XIX, dispuesta a impedir que su

germinal poder social, político y económico, fuera vulnerado por quienes se

opusieran a su idea de progreso o desestabilizaran el orden y los beneficios de los

que gozaban. En este sentido, la segregación, la represión y el sistema

penitenciario desplegaron un extenso aparato de control hacia el sector más

desfavorecido de la población mexicana decimonónica, los indígenas y los

mestizos.

Fernanda Núñez señala que:

El nuevo modelo surgido de la Declaración de los Derechos del Hombre se basaba

en un individuo “ideal” al cual realmente sólo podían asimilarse pocos ciudadanos

y, por lo tanto, dejando de lado las condiciones reales de los individuos en la

sociedad, la mayoría de la población se encontraba totalmente desprotegida, y que

este sistema se puso en práctica justamente cuando se produjo una agudización

de la represión política en el siglo XIX y se necesitaron nuevos mecanismos de

control para someter a los grupos […] (2005:70).

Las implicaciones a nivel lo jurídico, han de comprenderse no sólo a partir de la

obra Estudios de Antropología Criminal, sino al considerar el espacio penitenciario

en el que se gestó dicha investigación. Se trata entonces, de una situación en la

que el análisis de la obra, extiende sus implicaciones a diversas esferas

105
interrelacionadas, como se vio en los capítulos anteriores, la legislación creó una

plataforma que condicionaba la abolición de la pena capital, sujetándola a la

implementación de un sistema penitenciario que llevara a México a la modernidad.

Así pues, es posible subrayar la participación de las principales disciplinas

implicadas en el estudio y tratamiento de la criminalidad, y a su vez con la

antropología criminal. Por una parte el derecho, a través de la legislación y los

lineamientos jurídicos, establecía con un enfoque liberal, donde regía la idea de la

igualdad jurídica, qué era el crimen y cómo se actuaría en caso de infracción,

considerando siempre que el acto delictivo estaba sujeto a la voluntad de los

individuos. Con la abolición de la pena capital y la pretendida regeneración de los

criminales, mediante penas individualizadas y tratamientos particulares, fueron

necesarias otras herramientas que ayudasen a conocer el perfil del criminal y

brindar dichos tratamientos. En esta línea, Elisa Speckman apunta lo siguiente:

El pensar que todos los individuos tenían la misma posibilidad de elegir entre el
bien y el mal, llevaba al principio de la igualdad jurídica o a la idea de que todos
debían ser juzgados por las mismas leyes y tribunales; el pensar que los
delincuentes eran diferentes entre sí y que algunos eran más peligrosos para la
sociedad que otros, equivalía a pensar en una justicia diferenciada en razón de las
características del delincuente (2002:112).

A finales del siglo XIX, las críticas al sistema de justicia penal, la influencia

positivista y la pretensión burguesa de legitimar las diferencias, derivaron en la

búsqueda de la etiología del crimen.

En las postrimerías del siglo XIX, la participación de la ciencia fue

determinante en el tratamiento de la criminalidad; la medicina se instaló como

106
dictaminadora por antonomasia, de lo patológico y lo normal, y a través de ella, se

transformaron las prisiones en centros de investigación, con el objetivo de

experimentar en los presos una serie de medidas encaminadas a la profilaxis y la

curación de ciertos padecimientos sociales, entre ellos la criminalidad. De forma

paralela, la antropología, a través de sus herramientas para el conocimiento del

otro, fungió como una disciplina que complementó la búsqueda de las causas de

la criminalidad.

La medicina, con su autoridad científica, por una parte, y la antropología,

disciplina que recién emergía en México- interesada en la diferencia y en la

búsqueda de regularidades para describir y clasificar dichas diferencias-

aportarían un nuevo sentido en el tratamiento de la criminalidad, a partir de la

identificación anatómica, antropométrica y fisiológica de los criminales.

Nydia E. Cruz Barrera señala al respecto de esta interacción, que “se dio lo

que ahora llamaríamos una interdisciplinariedad desarrollada principalmente entre

las ciencias jurídicas, médicas, antropológicas y psicológicas, que se fortalecieron

mutuamente” (1999:11).

En este sentido, la línea que divide el aspecto jurídico del médico y del

antropológico, es muy tenue, ya que el estudio de la criminalidad en México, fue

causa y efecto de las disposiciones y de la emergencia de distintas disciplinas.

107
2. La ciencia y la antropología: sobre la aplicación de teorías, técnicas
y herramientas en el estudio de los criminales

Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara, a partir de su formación médica

emplearon las herramientas científicas provenientes de la naciente antropología,

con el objetivo de dar respuesta a la demanda política y social de la comprensión

del fenómeno criminal.

Como antecedente de esta postura científica, se encuentra el positivismo

decimonónico, que estuvo pautado por un contexto cultural e intelectual proclive a

las ideas científicas y progresistas heredadas de la época de la Ilustración y la

Revolución Industrial. En México, la imagen del positivismo cobra vida a partir del

Dr. Gabino Barreda y su papel en la reorganización del sistema educativo en

México, a partir de la restauración de la República (González, 2009).

Los científicos porfirianos recurrían a temas como la evolución, la

degeneración, lo normal y lo patológico, entre otros, para explicar aspectos

sociales (Cruz, 2001:52). Un gran número de ideologías y medidas políticas y

legales de finales del siglo XIX y principios del XX, fundaron sus ejes de acción

sobre las aportaciones de la ciencia, contemplando ésta como el mecanismo hacia

el orden y el progreso.

El enfoque positivista fue adoptado por diversas áreas del quehacer

científico, entre ellas la medicina y la antropología. Según Di Tullio, de la

antropología criminal surgió un extenso e interesante campo de estudio enfocado

en:

108
La personalidad del delincuente con el mismo método científico que se sigue en
las ciencias biológicas y psicológicas en general, y por la ciencia de la constitución
y de la biotipología humana en particular; método que considera a la personalidad
humana como a una unidad indivisible, en la que, forma y función […] están
estrechamente coligadas y coordinadas entre sí (Di Tullio, 1950:31).

El estudio de los criminales, halló un anclaje importante en el ambiente científico,

principalmente en torno a las ideas sobre la evolución, y la cuestión de las razas.

Por otra parte no debemos olvidar que la primera etapa de la criminología se

asocia con un contexto histórico cuyas reflexiones e inquietudes científicas

discurrían alrededor de teorías raciales y sus aristas que implicaban inferioridad

biológica y moral de los sujetos. Los nuevos estudios científicos, afianzaron la

estructura jerárquica de la sociedad mexicana del siglo XIX.

Asimismo, la antropología y la criminología comparten un objetivo; el

estudio del “otro”. En el marco de positivismo científico decimonónico, el criminal

era considerado como un ser anormal o atávico; aspectos que, desde una base

anatómica, explicaban su conducta desviada y representaban un retroceso a los

estados primitivos del hombre.

En este orden de ideas, la criminalidad se constituye como un fenómeno

individual y social que incluye al delincuente, a la víctima, a la sociedad y al

sistema penal (López-Rey, 1973: 3). Durante el siglo XIX, la ciencia participó como

componente importante para el estudio de la criminalidad.

La Criminología sitúa el origen de su discurso principalmente en el

momento en el que la sociedad burguesa se configura como la clase dominante, a

través del poder político (Pavarini, 2008:19)

109
Por otra parte, la prisión tuvo otra función de gran importancia, fungió como

espacio de laboratorio científico con el objetivo de identificar la etiología del

crimen. La labor de los doctores Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara, se

inscribe en la etapa pionera de los estudios de antropología criminal en México.

A través del Departamento de Antropología Criminal de la Penitenciaría de

la ciudad de Puebla, a partir de 1891 y hasta 1902, el funcionamiento de dicho

departamento estuvo orientado hacia la búsqueda de las causas de la criminalidad

y el perfil criminal de los sujetos.

No omito mencionar que, con respecto del origen de la Criminología y su

relación con la Antropología criminal, Rodríguez Manzanera señala que:

55
La Criminología nació como Criminología Clínica […] César Lombroso era ante
todo un clínico, y de su estudio en enfermos mentales primero, y de criminales
después, fue surgiendo la teoría de la Antropología Criminal, que se convertiría,
gracias a Garófalo 56, en Criminología (2011:50).

Por lo tanto:

La Criminología, nació como una Antropología Criminal, su creación implicó la gran


curiosidad científica por conocer y resolver el problema de los hechos antisociales.
Profesionales de diversas ciencias colaboraron para tratar de encontrar soluciones
al problema criminal (Rodríguez, 2015:233).

55
Jean Pinatel indica que la criminología clínica tiene como objetivo, por analogía con la clínica
médica, formular un diagnóstico sobre el delincuente, un pronóstico y un tratamiento. (Rosa del
Olmo, América Latina y su criminología, México, México, Siglo XXI, 2010, p. 21)
56
Rafael Garófalo fue probablemente el primero en utilizar el término criminología, para dar título a
su libro La criminología: estudio sobre el delito, sobre sus causas y la teoría de la represión,
publicado en 1885, en Italia.

110
A su vez, Jean Pinatel57 distingue cuatro etapas en el desarrollo de la Criminología

Clínica (Rodríguez, 2011):

1) Científico
2) Penitenciario
3) Judicial
4) Legislativo

El primer período se caracteriza por los estudios criminológicos a través de

exámenes antropológicos, fisiológicos, biológicos y psicológicos, principalmente en

enfermos mentales y criminales. Los estudios de Cesare Lombroso, Enrico Ferri y

Garófalo son referencias destacables de esta etapa.

El antecedente de criminología clínica más importante en América Latina lo

representa el Departamento de Antropología de la Penitenciaría de Puebla

(Rodríguez, 2015:404). Los estudios sobre Antropología Criminal, llevados a cabo

en el gabinete antropométrico de la Penitenciaría de Puebla, fungieron como

precursores de los estudios científicos de corte positivista, enfocados en la

criminalidad durante el México porfiriano. De acuerdo con Nicolás León, éste es el

primer gabinete antropométrico de México.58

Otro antecedente relevante de la criminología clínica latinoamericana, es el

gabinete de identificación criminal que se estableció en Argentina, como resultado

de la iniciativa de José Ingenieros, quien propuso al gobierno la fundación de un

57
Criminólogo de origen francés, doctor en Derecho; Magistrado, Inspector General dentro de la
administración del Ministerio del Interior, profesor titular de Criminología de la Universidad de París,
(1950) Secretario General de la Sociedad Internacional de Criminología, y en 1973 Presidente de
la misma (Luis Rodríguez Manzanera, Criminología Clínica. México: Porrúa. 2008)
58
León, cita

111
gabinete de Psicología Clínica y Experimental, para estudiar a los criminales a

partir de postulados científicos. Luis Rodríguez Manzanera señala lo siguiente:

Un líder de la Criminología Clínica en América Latina, fue el argentino José


Ingenieros; en 1907 Antonio Ballde, Director de la Penitenciaría Nacional, propuso al
gobierno la fundación de un gabinete de Psicología Clínica y Experimental destinada
al estudio de los delincuentes y con finalidades científicas de carácter general. El
Instituto de Criminología fue creado el 6 de junio de 1907, siendo José Ingenieros su
primer Director, hasta 1914; su sucesor fue Osvaldo Loudet, quien formuló el modelo
de Historia Clínica Criminológica, que sirvió de ejemplo para los posteriores
desarrollos (2011:53).

Con la adopción y adaptación del positivismo como ideología que dirigía el

proceder de México durante la segunda mitad del siglo XIX, los principios

científicos y algunas teorías, como la de la evolución, fungieron como un respaldo

para legitimar y afianzar la heterogénea estructura de la sociedad. El positivismo

tuvo un papel de suma importancia en cuanto a la participación de la práctica


59
científica como hélice para impulsar el modelo modernizador del país.

59
Para un panorama más amplio sobre la ciencia en México, durante el siglo XIX, véase Azuela
Bernal, Luz Fernanda y Guevara Fefer, Rafael. “La ciencia en el siglo XIX en México: una
aproximación historiográfica”. Asclepio Revista de historia de la medicina y de la ciencia, Madrid,
volumen L, Fasc. 2, 1998, p. 77-105.

112
2.1 La antropología criminal y su desarrollo

Es importante mencionar que la escuela clásica de criminología se originó en la

filosofía del Iluminismo (Taylor, 2007:19) al italiano Cessare Beccaria se atribuye

la fundación de la corriente criminológica clásica. Jeremy Bentham es la figura de

ésta corriente criminológica en Inglaterra, así como Anselm von Feuerbach y

Hommel en Alemania (Rodríguez, 2015).

Giovanni Marro, a quien se podría considerar el primer historiador de la

Antropología criminal, la dividió en tres periodos: el fisionómico, el frenológico y el

relativo a la teoría de la degeneración. Cita en el primero a Aristóteles, Galeno,

Cicerón, Marcial, Valesio y a los astrólogos, a Leonardo da Vinci, Rubens, Porta,

Ingegneri y Lavater; en el segundo a Gall, Spurzheim y Vimont, Lauvergne y

Casper; y en el tercero, a Lucas, Ferrus, Morel, Despine, Thompson, Wilson,

Nicolson, Maudsley, Beltrani-Scalia, Dolorenzi, Pellizzari, Berreta, Zavaldi y

Tamassia, para llegar a Lombroso (Carpena, 1909:15).

En el momento en que el médico de prisiones, especializado en

enfermedades mentales, Cesar Lombroso, examinó en 1869, centímetro a

centímetro y con el mayor cuidado la cabeza del criminal ajusticiado Villella, inició

un importante capítulo de la ciencia criminalística (Wehner,1964:233) .

Herbert Spencer y Augusto Comte, pero principalmente Charles Darwin,

ejercieron una influencia decisiva en Lombroso, quien propuso que el delincuente

personificaba un salto hacia atrás en la evolución humana pregonada por Darwin,

un atavismo de aquellos tiempos que no había evolucionado. Lombroso publicó

113
ésta y otras premisas en su obra El hombre delincuente, en 1876 (Anitua, 2006:

183).

Con respecto a la definición de Antropología criminal, Enrico Ferri plantea lo

siguiente:

Siendo la antropología general, según la definición de Quatrafages, <<la historia


natural del hombre, como la zoología es la historia natural de los animales>>, la
antropología criminal no es otra cosa que el estudio de una variedad humana, de
un tipo particular; es la historia natural del hombre delincuente, de igual suerte que
la antropología psiquiátrica es la historia natural del hombre alienado (Ferri,
1907:52)

Ferri apunta también, con respecto a la diferencia del objeto de estudio y la forma

de abordarlo, entre la corriente jurídica clásica y la antropología criminal, así:

Mientras que los juristas clásicos estudiaban y estudian los delitos bajo su forma
abstracta, partiendo de la suposición apriorística de que el que los comete, salvo
en los casos excepcionales y evidentes de infancia, locura, alcoholismo,
sordomudez, etc., es un hombre como todos los otros, dotado de una inteligencia y
de sentimientos normales; los antropólogos criminales, por el contrario, someten al
criminal a un examen directo sobre la mesa de disección, en los gabinetes de
fisiología en las prisiones y en los manicomios, bajo el aspecto orgánico y
psíquico, comparando los caracteres que ofrece con lo que presentan el hombre
normal y el hombre loco (Ferri,1907 :53)

114
Figura 21. Cesare Lombroso

Fuente: del Pont, 1986

Así, los principales representantes de la escuela clásica, eran pensadores y

juristas preocupados por el delito y la pena como fenómenos jurídicos. Los

seguidores de la escuela positivista, centraron su atención en el delincuente,

buscando las causas del hecho criminal, defendiendo el determinismo y buscando

la readaptación del sujeto. Por lo tanto, se ocuparon de estudiar al infractor y no la

infracción. En tanto la escuela clásica le dijo al hombre “ve y estudia el derecho”,

la escuela positivista le dijo al derecho “ve y estudia al hombre” (Rodríguez, 2011:

52).
115
En este orden de ideas, los estudios médicos realizados en individuos

criminales, brindaron un capital de conocimiento sin precedentes. Ayudados por

este cúmulo de características, los juristas contaron con descripciones y recursos

fotográficos, para detectar y clasificar a todo aquel que tuviera un perfil que

atentase contra el orden y el progreso que buscaba la clase dirigente durante el

porfiriato.

Ante este panorama, apareció la idea de hombre normal y anormal,

concibiendo el segundo como aquel que, debido a su condición anatomo-

fisiológica, vulneraba el orden a través del delito y su conducta errante.

La antropología criminal, apenas naciente, describió y clasificó al criminal

con base en su constitución anatómica, como un elemento de la especie humana

que representaba un retroceso en la evolución, un sujeto atávico y degenerado. Es

importante recordar que la antropología criminal es considerada por el criminólogo

francés Jean Pinatel, como parte del primer período de la criminología, el

científico; por lo tanto, ésta etapa se caracterizó por abanderar, con la infalibilidad

del método científico, el estudio del criminal (Rodríguez, 2008).

A finales del siglo XIX, el Estado dotó a los médicos de un reconocimiento

sin precedentes y volcó en ellos la responsabilidad de ser los agentes en

búsqueda de la etiología del crimen. Dicho gremio, hombres con la autoridad

moral y científica, fueron los actores cualificados para detectar y estudiar los

criterios que describirían a los sujetos criminales.

De acuerdo con José Luis Peset, “los médicos podían ofrecer tanto las

posibilidades para la prevención del delito como la base material para la

116
interpretación del crimen y, lo que es más importante aún, aportar los elementos

básicos para la identificación del delincuente” (1983:93).

En la obra Estudios de Antropología Criminal, es clara la aplicación de

conocimientos médicos con intereses antropológicos para el estudio de la

criminalidad, tales como: la historia clínica in vivo de los criminales, y la necropsia,

un procedimiento postmortem, con especial interés en los hallazgos referidos por

Cesare Lombroso. Al respecto Laura Suárez y López-Guazo apuntan que “el

positivismo jurídico italiano […] marca la convergencia entre la ciencia jurídica y la

medicina” (2000:694).

Miguel García Murcia señala que:

[…] las mediciones realizadas por los médicos mexicanos, aun cuando ellos
mismos no las denominaran antropométricas, tuvieron un doble efecto sobre el
desarrollo de la investigación antropofísica. Primero, se familiarizaron con técnicas
e incluso inventaron instrumentos para traducir los rasgos físicos de los pobladores
mexicanos en un lenguaje matemático, útil para la ciencia positivista. El segundo
lugar, las mediciones contribuyeron a la caracterización de los mexicanos,
especialmente de quienes vivían en las ciudades donde se concentraban los
médicos. En otras palabras, el trabajo de los médicos fue esencial en la definición
del objeto de estudio de la antropología en México, pero también en la
construcción de habilidades básicas para la investigación antropofísica (2013: 57-
58).

Así pues, la medicina, la antropología y el derecho tuvieron puntos en común, en

los estudios científicos de los criminales. Otro aspecto que tiene que ver con la

medicina y los temas legales, se asocia con lo que Nydia E. Cruz Barrera nombra

“saberes médicos fortalecidos”, como la higiene, la psiquiatría, la psicología y la

117
medicina legal, “que proporcionaron a los médicos una autoridad reconocida en

ámbitos oficiales” (1999:67).

A finales del siglo XIX, la cercanía entre la práctica médica y legal se

estrechó, incluso posicionó a la primera en un lugar privilegiado, supeditando las

acciones legales a los hallazgos médicos. En este sentido, Cruz Barrera comenta

que las labores del gremio médico como cuerpo social dinamizador, se sitúan en

el transcurso del siglo XIX, “en la discusión sobre los límites de sus poderes como

autoridad en conflictos donde la decisión penal dependerá de la opinión y

dictamen calificados del médico o del abogado” (1999:67).

Otro de los puntos de interés para comprender las circunstancias y los

motivos para la realización de la obra emérita, es su relación con el tema de las

diferencias raciales y su caracterización física, a través de los hallazgos

anatómicos y la presunción de función criminal. Razones por las que, una de las

causas y encomiendas durante la realización de esta obra, fue la determinación de

la relación en cuanto a la forma y función de los aparatos y sistemas descritos por

otros autores como asientos materiales de las acciones criminales. A continuación

se analizan algunos de los aspectos más relevantes.

118
2.2 Sobre raza y degeneración

La experiencia nos muestra, desgraciadamente, cuánto falta para que consideremos


como nuestros semejantes a hombres que se diferencian de nosotros por su aspecto
exterior y por sus costumbres

Charles Darwin, 1871

Entre los temas que causaron arduos debates entre los científicos en México a

finales del siglo XIX, figuran la raza y la degeneración. De acuerdo con Urías

Horcasitas, una de las principales instituciones donde se llevaba a cabo la

investigación antropológica fue el Museo Nacional (2000:127-135). La misma

autora señala que:

El Catálogo de la Colección de Antropología del Museo Nacional, publicado en


1895, es un buen indicador de las orientaciones y de las influencias que marcaron
las primeras investigaciones de los antropólogos mexicanos a fines del siglo XIX y
principios del XX. Los temas y problemas enumerados en el Catálogo, fueron
básicamente tres: los estudios científicos sobre las razas y los “tipos étnicos” que
poblaban el territorio nacional; las técnicas de medición antropométrica en restos
esqueléticos indígenas y en grupos indígenas vivos para definir su grado evolutivo;
finalmente, los estudios de antropología criminal susceptibles de mostrar la
presencia de rasgos atávicos en determinados individuos o razas (2000:135).

Se puede ver que uno de los grandes intereses de los antropólogos mexicanos

radicaba en el estudio de las diferencias fenotípicas, asociadas con aspectos de

tipo evolutivo.

Michel Foucault ha propuesto que a lo largo del siglo XIX, Europa abordó de

manera muy específica el discurso sobre las razas, de acuerdo con Foucault, los

119
conflictos raciales fueron percibidos como una pugna entre la raza “verdadera”,

que ejerce poder y es titular de la norma y, otras razas que vivían al margen del

mundo civilizado, consideradas como una amenaza para el patrimonio biológico

de la humanidad (Urías, 2000:61).

La idea de las razas y su jerarquía, operaba en función de un estado de

atraso o avance tomando como referencia la civilización occidental y ponderando

la semejanza o disparidad en términos anatomo-fisiológicos, culturales y

lingüísticos. La anatomía y la fisiología, la cultura y la lengua fueron aspectos

determinantes para el estudio de las razas y delimitarían los ejes temáticos que

posteriormente se convertirían en la antropología física, la etnología y la

lingüística, disciplinas que en la última parte del siglo XIX comenzaron a ser

reconocidas como científicas (Stocking, 1995).

En Europa, las reflexiones sobre las razas giraban alrededor de intereses

específicos como la expansión colonial, cuyo núcleo de interés versaba en el

conocimiento de los otros grupos humanos para comprender su funcionamiento.

En México, la reflexión sobre las razas operó a través de una dinámica

distinta; es posible hablar de una antropología hacia adentro. Para entender la

realidad del territorio y de la población fue necesario emprender un proyecto que

fuese capaz, por una parte, de explicar la composición y la diferencia de los

individuos que habitaban el territorio nacional; por otra, de aportar respuestas

científicas al atraso de algunos sectores de la sociedad que no se adecuaban al

modelo de modernidad y por último, de saber si existía un vínculo entre estas

diferencias y la criminalidad.

120
A propósito de las teorías sobre las razas y las diferencias entre Europa y

México en cuanto su uso, Beatriz Urías Horcasitas comenta que:

Si bien las teorías sobre las razas no fueron utilizadas para examinar la distancia
que separaba a la civilización de los pueblos “exóticos”, sino para reflexionar
acerca de los problemas inherentes a una sociedad que para modernizarse debía
ser más homogénea, el análisis de la diversidad racial, cultural y lingüística
iniciado por las nuevas disciplinas sociales generó un campo de estudio
independiente del de la historia. 60

El interés por las razas mexicanas, derivó en un creciente desarrollo de afanosas

actividades encaminadas a reconocer, describir, catalogar y coleccionar las

diferencias. Hubo un notable desarrollo de instituciones que fungieron como

centros para la investigación, la exhibición y la educación, que contaban con


61
reconocimiento científico, los museos son un ejemplo de ellas.

La obra de los doctores Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara, tuvo un

importante impacto sobre la manera de concebir la composición social del país, o

al menos de una parte de él; sus ideas aportaron una gran cantidad de material

para discusión concerniente a la cuestión de las razas. Los autores de Estudios de

Antropología Criminal, en el segmento de estudio sobre craneometría, apuntaban:

Estas razas, bastante degeneradas en razón de su cruzamiento, del medio social


en que viven y de muchas otras circunstancias […] han determinado cierta
confusión en sus caracteres fisiognómicos- anatómicos, que casi han perdido el
sello de la raza pura y conservado ciertos caracteres atávicos, que permiten
clasificarlos y colocarlos como miembros de las razas primitivas prontas a

60
Urias Horcasitas, Indígena y criminal, p.65
61
Véase Morales Moreno, L. G. (1994). Orígenes de la museología mexicana: fuentes para el
estudio histórico del Museo Nacional, 1780-1940. México, D.F.: Universidad Iberoamericana,
Departamento de Historia, 1994. Rico Mansard, L. F. (2004). Exhibir para educar: objetos,
colecciones y museos de la ciudad de México (1790-1910). Barcelona: Pomares, depósito legal
2004.

121
extinguirse. De aquí […] la diversidad de formas que se registran […] de aquí la
contrariedad entre la aparición de ciertos caracteres, signos de progreso en la
raza, con otros, propios de las razas degeneradas; de aquí, en fin, que haya tanta
desproporción entre las medidas de un cráneo, hasta el grado de constituir la
causa eficiente de la criminalidad en la raza indígena, que es la que da su mayor
contingente a esta Penitenciaría; sin que por esto dejemos de considerar la grande
influencia que tienen las causas tanto internas como externas (Martínez y Vergara,
1891: 41)

Se habló también de la degeneración de las razas y de los aspectos que se

asociaban con ella o la causaban, como:

Involucrarse con otras castas, su costumbre de embriagarse, de su alimentación


deficiente, la miseria en que vivían, el hacinamiento de personas y animales, su
ingreso temprano a la sexualidad, el incesto, el descuido de los hijos durante el
embarazo, la crianza inadecuada de los recién nacidos y el exceso de trabajo
(Carrillo, 2000-2001: 67).

La ciencia médica, patentada como una autoridad moral y científica, dictaba

quiénes y porqué eran degenerados, por otra parte, la antropología, en vías de

construcción de esa autoridad, participó también en el proceso que dictaba los

estándares de normalidad entre la población.

Fueron los médicos los primeros en estudiar y medir a criminales e

indígenas y en comparar sus mediciones con los restos prehistóricos encontrados.

Buscaban, entre otras cosas, determinar el origen de los rasgos atávicos

(criminógenos) y el efecto de la colonización en la degeneración de las razas

indígenas y de los estratos inferiores de la sociedad supuestamente tan proclives

a la criminalidad (Núñez, 2005: 73).

122
Beatriz Urías Horcasitas, en un interesante comentario con respecto a la

relevancia de las aproximaciones científicas, de los médicos y antropologistas

interesados en el estudio de las razas, suscribe que:

La importancia que los primeros científicos sociales dieron al estudio de las razas-
y al análisis de los huesos y cerebros con los que estas razas estaban
conformadas-, puede ser interpretada como un intento por sondear en las
profundidades del ser social la esencia misma de la división, y encontrar
soluciones concretas a los problemas planteados por la heterogeneidad étnica,
social y cultural en un contexto político moderno (2000:21)

Además de estudiar gran cantidad de medidas craneales, los médicos Martínez

Baca y Vergara, recolectaron información concerniente a los antecedentes

personales y familiares de los reos de la Penitenciaría de Puebla. El compilado de

datos, les permitía hacer asociaciones de diversa índole para identificar los

factores que, al propiciar la degeneración, favorecían la criminalidad entre los

sujetos. De acuerdo con sus observaciones, consideraron que el consumo de

alcohol estaba relacionado con la tendencia a delinquir, apuntaron que: “el

alcoholismo indica predisposición al crimen, porque reduce las inhibiciones y

causa degeneración tanto personal como susceptible de ser transmitida por

herencia” (Martínez y Vergara, 1892:10).

Durante el siglo XIX, bajo la concepción del mundo civilizado y de lo que no

formaba parte de él, la idea de la degeneración de las razas cobró presencia,

particularmente en las teorías antropológicas que buscaban explicar la

criminalidad.

Las teorías sobre la degeneración de las razas estuvieron sustentadas por


médicos, biólogos, psiquiatras y escritores hicieron inteligible la inquietud de las

123
élites ante los peligros que representaban las masas, concebidas como un
enemigo interno, para la sobrevivencia de la civilización moderna (Urías, 2000:78-
79).

El concepto de degeneración racial tenía un carácter muy ambiguo y por lo mismo

se prestaba a un uso muy amplio en los diferentes sectores de la población y

corrientes de pensamiento. Alberto del Castillo menciona que pueden señalarse

tres fuentes distintas que le proporcionaron un marco conceptual para la aplicación

del término degeneración a finales del siglo diecinueve:

Los planteamientos ilustrados de Buffon y su explicación de la caída del hombre;


los escritos de Gobineau y, de manera particular, su influyente obra Ensayo sobre
la desigualdad de las razas humanas (1853), en la cual señalaba que la
degeneración constituía un proceso histórico inevitable derivado de la mezcla de
razas denominadas “puras” con otras consideradas como “inferiores”, y las ideas
de Morel, en especial su célebre Tratado de las degeneraciones físicas,
intelectuales y morales (1857), donde identificaba diversos elementos hereditarios
y los ligaba con diferentes comportamientos sociales-como el alcoholismo-, uno de
los tópicos más recurrentes de la literatura evolucionista de las últimas décadas del
siglo diecinueve (2005: 85).

Según este autor, en México el concepto de degeneración tuvo una difusión y una

aplicación bastante amplia, las cuales encontraron uno de sus puntos de

referencia obligados en el campo de la criminología:

Las explicaciones basadas en mecanismos hereditarios tenían el mayor prestigio


científico. Todo se podía transmitir de padres a hijos: fisonomía, gustos,
debilidades y costumbres. La noción de “degeneración” era particularmente
efectiva, porque fundía explicaciones y descripciones biológicas con las
clasificaciones morales que situaban a los ciudadanos en una escala cuyos
peldaños más bajos eran criminales, prostitutas y mendigos (Piccato, 1997, p.160).

124
Los postulados de Darwin en torno a la evolución de las especies, así como sus

planteamientos respecto a la analogía entre la ontogenia y las etapas atravesadas

durante la filogenia, que equiparaban el desarrollo de las etapas de un individuo

con las etapas de las especies, facilitaron y contribuyeron al surgimiento de una

psicología comparada entre el hombre y los animales, y entre el hombre

“civilizado” y las sociedades “primitivas”, calificadas como “degeneradas” (Depew y

Weber, 1995, en Del Castillo, 2005: 87)

Los planteamientos sobre la degeneración de los individuos, así como la

frenología, a cargo del médico alemán Franz Gall, ejercieron una enorme

influencia entre los precursores de la antropología y de la medicina legal.

Spurzheim definió el término frenología como “la ciencia que estudia las

protuberancias del cráneo con la finalidad de conocer no sólo la anatomía sino la

fisiología cerebral” (Suárez y López-Guazo, 2005:29).

El desarrollo de la frenología, los postulados sobre la evolución y los

estudios sobre las razas y su degeneración, ejercieron una particular influencia en

el pensamiento de Cesare Lombroso, a través de la antropología criminal.

La asociación de caracteres anatómicos con la criminalidad, la locura, la


delincuencia, la epilepsia y los patrones de conducta considerados como
antisociales, convergen con la doctrina francesa de la degeneración y con la
escuela positiva italiana (Suárez y López-Guazo, 2000:692)

Los médicos brindaban la infalibilidad de la objetividad, de ahí que se comprenda

que el Estado le confiriera la autoridad para emitir diagnósticos firmados con la

tinta de la ciencia, legitimadora de las diferencias, afianzadora de las jerarquías,

por el derecho que otorga la anatomía del burgués, de las clases favorecidas.

125
Debido a lo descrito en líneas anteriores, se puede considerar que los

aportes de la antropología en materia de diversidad humana, sin duda forman

parte de los antecedentes ideológicos y científicos del racismo que se configuraría

durante el siglo XX en México; si bien, no era el objetivo principal de los estudios

realizados para caracterizar a los individuos, se gestó una segregación social a

partir de una justificación científica. Los estudios sobre las diferencias raciales

brindaron a las clases privilegiadas, elementos para justificar a través de la

ciencia, su posición y condición favorecida.

Existen reportados algunos estudios que se constituyen como antecedentes

para el trabajo de la antropología criminal de Martínez Baca y Vergara en México.

El primero de ellos es una reproducción del estudio de Cesare Lombroso,

que data de 1884 y apareció en El Foro, bajo el título “La antropología y la

criminalidad” (Speckman, 2002:94).

Asimismo, las primeras exposiciones de estudios de antropología criminal

en México datan de 1882, cuando Eduardo Corral exploró la relación entre

epilepsia y delito. En 1885, Rafael de Zayas Enríquez criticó a la escuela clásica

por dividir al hombre en un yo moral (alma) y un yo material (cuerpo). En 1891,

Antonio A. de Medina y Ormachea planteó que la mayoría de los reos debían ser

considerados como “atacados de un grado de anomalía en las funciones

psíquicas” (Speckman, 2002:96).

La obra publicada por Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara,

representa un parteaguas en el estudio de la antropología criminal en México. Sus

estudios procedieron a partir de la adopción de diversos postulados teóricos

planteados principalmente por C. Lombroso, A. Lacassagne y P. Broca, y del


126
método de identificación propuesto por Alphonse Bertillon. Los primeros brindaban

un enfoque para el estudio del criminal, mientras de Bertillon adoptaron un sistema

para identificar y clasificar a los criminales de la penitenciaría de Puebla.

A principios del siglo XX, Carlos Roumagnac publicó una serie de estudios

dedicada al examen de criminales internos en las cárceles de México; investigó

datos antropométricos, antecedentes familiares y patologías.

La ciencia fungió como el principal actor en los últimos estadios del siglo

XIX, en un escenario de dictaba los cánones de normalidad y lo patológico, de las

causas y efectos morales de la conducta.

Medir cráneos fue una práctica recurrente para pautar la diferencia

intelectual que existía entre los diversos grupos humanos, y sus resultados fueron

considerados verdades inapelables a las que la enorme mayoría de los científicos

se curvó, con muy raras excepciones (Barrancos, 2004: 10-11)

Los resultados diagnosticaban una indisoluble correspondencia entre los

datos craneométricos y aspectos socio-culturales de los individuos. Los prejuicios,

el rechazo hacia otros grupos humanos, así como la no comprensión de la

variabilidad humana, encontraron un infalible legitimador para las ideas

decimonónicas, particularmente para las ideas y aspiraciones burguesas, la

ciencia.

Al respecto de la medición de cráneos, Dora Barrancos la refiere como “una

especialidad que autorizó toda suerte de construcciones discursivas sobre la

ilusión de la objetividad de los números” (2004:12).

Algunas de las herramientas que se emplearon para consolidar la posición

científica ante la criminalidad, fueron la fotografía y la estadística, ambas


127
empleadas en los gabinetes de identificación antropométrica establecidos en

algunas penitenciarias, tal es el caso del Departamento de Antropología Criminal

en la Penitenciaría de Puebla.

128
3. Antropología entre muros: gabinetes antropológicos

No debe, en efecto, olvidarse nunca que el criminal es un hombre, y si lejísimos estamos


todavía de poder afirmar que ya sabemos lo que es el hombre normal, mucho menos
podríamos jactarnos de conocer a aquellos que se ha convenido (con o sin razón) en
calificar de anormales.

Carlos Roumagnac, 1907

Como se ha mencionado, la legislación establecía que la utilidad de la pena

residía en la posibilidad de regeneración del delincuente, a través del

conocimiento de las causas que lo conducían a delinquir, y de un tratamiento

correctivo individual.

En este contexto, el establecimiento de sistemas de identificación

antropométrica o gabinetes antropométricos como el de la Penitenciaría de Puebla

en 1891, representó una eficiente herramienta para identificar y estudiar

científicamente a los criminales. 62

62
Desde finales del siglo XIX, la creación de gabinetes antropométricos o servicios de
identificación y de antropometría, fue popular en las principales cárceles, pero también en oficinas
de policía en varios países de Latinoamérica. El primero de este tipo estuvo a cargo de Agustín
Drago, en la policía de Buenos Aires en 1889, seguido por el Servicio de Antropometría de la
policía de La Plata, en 1891, y estuvo a cargo de Juan Vucetich. En 1892, se creó un servicio en
Lima. En 1893 se creó un Servicio de Identificación en Ouro Preto, Brasil, y en 1894, en la policía
de Río. En 1896 en Uruguay, se creó una Oficina de Identificación Antropométrica y Antropología
Criminal. Ya en el siglo XX, otros países tuvieron también dichos sistemas, en la República de
Cuba, se creó en la Isla de Pinos, la Oficina de Identificación de Criminales, en 1909, en 1911
cambió su nombre a Gabinete General de Identificación. En Venezuela, en 1925 se presentó una
iniciativa por parte de J. Gil Fortoul, ante la Presidencia de la República, para establecer una
Oficina Nacional de Identificación. (Rosa del Olmo, América Latina y su criminología, México, Siglo
XXI, 2010, pp. 144-145)

129
Las cárceles tuvieron un nuevo papel de hospitales y laboratorios del alma,

con lo cual se justificó el aislamiento y la segregación de los presos (Padilla,

2001:277).

En México, a finales del siglo XIX hubo otros gabinetes de identificación

antropométrica, uno de ellos se estableció en la cárcel de Belén, en 1895. La

iniciativa por instalar un gabinete antropométrico en esta cárcel, corresponde al

doctor Ignacio Fernández Ortigosa, quien tuvo la oportunidad de aprender y

practicar la técnica de “bertillonaje” en París, directamente con el creador de este

sistema de identificación, Alphonse Bertillon (León, 1919; García, 2013: 76).

A pesar de los conocimientos del doctor Fernández Ortigosa, la dirección

del gabinete antropométrico de la cárcel de Belén, fue asignada al doctor Ignacio

Ocampo (García, 2013: 77). 63

Nicolás León (1922:109) refiere la instalación de un departamento para la

identificación antropométrica de reos en la Penitenciaría de Guadalajara en 1899,

dicho servicio estuvo a cargo de Aurelio Silvera, un individuo de origen cubano

que se hacía pasar por médico. Por la descripción y la escasa información acerca

de este gabinete, se sabe que los resultados no tuvieron el mismo éxito en

comparación con el de otras penitenciarias, como la de Puebla.

Como un acto en el que Porfirio Díaz refrendaba su compromiso con el

progreso de la nación, en 1900 se inauguró la Penitenciaría de Lecumberri, donde

la corrección y la rehabilitación de los delincuentes serían los principales objetivos

del recinto. Se estableció un sistema de identificación antropométrica, con el fin de

63
El método de identificación Bertillon, fue aplicado en la cárcel de Belén entre 1903 y 1904
(Nicolás León, La antropología física y la antropometría en México, México, Imprenta del Museo de
Arqueología, Historia y Etnografía, 1922, p. 108.)

130
identificar a los presos que fuesen trasladados desde la cárcel de Belén, sin

embargo, el mobiliario e instrumental fueron enviados a la cárcel de Belén, pues

no hubo casos de reos sin identificación previa (García, 2013:77)

Aunque la identificación de criminales no se llevó a cabo, el reglamento de

la penitenciaría indicaba que a los reos que fallecieran durante su condena, se les

debía practicar la autopsia y conservar su cráneo (García, 2013

Entre 1901 y 1914, se formó una colección de 131 cráneos, actualmente se

conservan 123 cráneos y las cédulas de registro, en el acervo osteológico de la

Dirección de Antropología Física del INAH (Bautista y Pijoan, 1998: 8)

A partir de la implantación del sistema penitenciario, los centros de

reclusión se convirtieron en laboratorios para el estudio antropológico o

antropofísico del criminal. Antonio Padilla Arroyo apunta al respecto que:

Las secciones médicas y los gabinetes antropométricos fueron incorporados a las


cárceles para reformular la idea de la pena: en lugar de dirigirse únicamente a la
represión y castigo de delitos, se orientaba también al estudio del criminal, esto es,
el análisis de los factores que intervenían y virtualmente los obligaban a delinquir
(2001:278).

El cuerpo se convirtió en el principal blanco de estudio para encontrar las causas

de la criminalidad, en los gabinetes antropométricos se llevó a cabo un despliegue

de innovación técnica e instrumental enfocada en el estudio de la etiología del

crimen, a partir de los rasgos físicos, plenamente observables y cuantificables.

Así, mientras el derecho definía el crimen y las sanciones, la medicina y la

antropología aportaban los criterios para reconocer a los criminales. El estudio del

cerebro, la antropometría y la craneometría cobraron gran importancia en el

131
establecimiento de regularidades poblacionales, asimismo la fotografía y la

estadística fueron herramientas en el estudio de las diferencias.

En este sentido, cobra importancia la búsqueda antropológica de

regularidades entre la población y la intención del conocimiento de la otredad para

explicar las diferencias fenotípicas. Las técnicas empleadas con tales fines, se

basaron en la descripción y medición de las características anatómicas de los

sujetos. Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara se aproximaron a estos

objetivos, a través del estudio del cerebro, y de la medición de cuerpo mediante la

antropometría y la craneometría.

3.1 Antropometría y craneometría

A finales del siglo XIX en México, la antropometría se erigió como área de interés

común para los estudios médicos y antropológicos. Esta práctica se sumó a los

estudios de la geografía del territorio nacional, lo que al mismo tiempo brindó una

nueva dimensión a la anatomía y a la fisiología (Del Castillo, 2006:126).

La antropología del siglo XIX, consideró a la antropometría como una

herramienta básica para el ejercicio de su proceder científico. Es importante

considerar que el término antropología, a fines del siglo XIX y principios del XX, se

refería al campo que actualmente abarca la Antropología física (García, 2009).

Paul Broca fundó la Societé d´Anthropologie de Paris en 1859, inspirado en

la innegable existencia de diferencias físicas y mentales entre los grupos humanos

y que estos revelaban los signos de los talentos diferenciales en sociedades

también asimétricas (Gould, 2007). Entre sus argumentos, Broca evidenciaba su

132
pensamiento indicativo de las diferencias entre los humanos: “En general el

cerebro es mayor en los adultos que en los ancianos, en el hombre que en la

mujer, en el hombre eminente que en el hombre medio, en las razas superiores

que en las inferiores” (Gould, 2004:100).

Paul Broca se interesó por el estudio del cerebro humano y sus

particularidades derivadas de la relación entre el tamaño y el peso de éste, tales

como el grado de civilización de las razas. La craneometría aparece entonces en

la escena científica, el cráneo y el cerebro se convirtieron en áreas claves para el

estudio del hombre en su dimensión física y moral, a través de la medición de sus

segmentos y de su componente en peso.

El estudio del cerebro, realizado en el Departamento de Antropología

Criminal, de la Penitenciaría de Puebla, siguió la propuesta de Paul Broca. Miguel

García Murcia comenta que “el hallazgo de Broca sobre la localización cerebral del

área relacionada con el lenguaje articulado, fue la prueba de que las

características del cuerpo humano podían explicar rasgos morales en los

individuos” (2013: 58).

El cuerpo, a finales del siglo XIX, fue para médicos y antropólogos, un

centro a través del cual, sería posible desentrañar los mecanismos

comportamentales del ser humano. La antropometría operó como una herramienta

infalible para conocer la naturaleza física y establecer estándares de normalidad

entre los hombres, estigmatizando la constitución física de la población indígena.

Los estudios antropométricos y craneométricos se enfocaron principalmente

en los indígenas, sector de la población que, a juicio de la élite, cargaba sobre el

estigma de su constitución física, el atraso, la degeneración y la inmoralidad. La


133
autoridad científica de la época consideró necesario medir al “otro” para conocerlo,

categorizarlo y segregarlo, para saber identificar la anatomía del incivilizado, de

aquél que obstruía los anhelos progresistas de la burguesía decimonónica.

En la sección correspondiente a las mediciones antropométricas y craneométricas,


los autores del Catálogo trabajaban tanto sobre las poblaciones indígenas vivas
como sobre las colecciones osteológicas de Martínez Baca y Vergara. En la
sección de cerebroscopía, Herrera y Cicero interpretaron el bajo peso de los
cerebros de la colección de la Penitenciaría de Puebla como consecuencia de que
provenían en su mayor parte de individuos de raza indígena bastante degenerada,
sujetos a una alimentación deficiente, un trabajo material excesivo y una economía
casi absoluta de trabajo intelectual (Urías, 2000: 31)

José Luis Vera propone que la existencia del hombre es básicamente corporal,

asimismo, el eje rector de los estudios antropofísicos ha sido el cuerpo (2011). La

medición del cuerpo condujo a nuevas ideas para conocerlo, describirlo,

clasificarlo y establecer estándares de normalidad concatenados con aspectos

morales y sociales. En el cuerpo se concretaron afanosas investigaciones

encaminadas a dilucidar interrogantes anatómicas, evolutivas y sociales, a través

de la mirada médica y antropológica del siglo XIX.

Las aproximaciones al conocimiento de la otredad, a partir del estudio del

cuerpo, se sustentaban en la descripción, la medición y la clasificación de éste. El

análisis de la forma y la función de los órganos, adoptó durante el siglo XIX un

matiz científico al analizar el vínculo entre ambos aspectos, especialmente a partir

de la antropología criminal. Los estudios de F. Martínez Baca y Manuel Vergara,

ejemplifican las propuestas de José Luis Vera, a la manera de los paradigmas

anatomofuncional y dimensioproporcional, expuestos como aproximaciones en el

134
estudio del cuerpo a lo largo de la historia de la antropología física. La propuesta

de Vera incluye, la asociación entre la anatomía y la conducta, en la que el

comportamiento estaría estrechamente vinculado con la configuración anatómica

de los individuos (2002:55-70).

En el estudio del cuerpo, decantaron las inquietudes científicas que iban de

la mano con los intereses políticos de una nación, que buscaba reordenar a la

sociedad y legitimar ese orden mediante explicaciones alejadas de la subjetividad.

La necesidad de datos cuya precisión no diera margen a interpretaciones

subjetivas, fue una inquietud que germinó con antelación entre los estudiosos de

la información poblacional, moral y antropológica del país. 64

3.2 La estadística

Los científicos decimonónicos como Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara

echaron mano de herramientas como la estadística, de gran utilidad para el

conocimiento de la población. De esta manera, se establecieron estándares de

medidas del cuerpo, principalmente del cráneo, para referirse a los individuos

normales y criminales, generando una imagen corporal que permitiera la

64
En un artículo difundido en 1851 en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística, fundado en 1839, se consignaba una amplia variedad de datos raciales por recoger
(bajo el rubro general de estadísticas “morales”): “Razas: primitivas o precolombinas, española,
mestiza, inmigrantes europeos, comparación de la blanca con las demás, aptitudes distintivas de
cada una, nivel de inteligencia, civilización respectiva, posibilidad de instrucción, medios de
enseñanza, fortaleza física relativa a las razas” (Pacheco, “Necesidad de la estadística”, p.13.
Véase Roberto A. Esteva Ruiz, “La estadística y sus funciones como lazo de unión entre los
individuos y entre los pueblos”, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (quinta
época, vol. 1, núm.1, 1902, p.15)

135
identificación anatomo-dimensional del individuo criminal. Al respecto de estos

estándares numéricos, Robert Buffington señala que:

Lo mismo que la antropología, la estadística (más aún: la estadística


antropológica, que era justamente lo que se proponía) se concebía, así, como una
ciencia fundamentalmente nacionalista, con fuertes lazos con las necesidades
gubernamentales. Tales vínculos entre estudio científico y política pública se
estrecharían todavía más con la profesionalización de la antropología a fines del
siglo XIX y principios del XX: la voluntad de saber iba de la mano con la voluntad
de poder (2001: 224)

En 1881, en el periodo presidencial de Manuel González, se estableció una oficina

oficial del censo; durante su segundo periodo presidencial, Porfirio Díaz fue el

primer gobernante mexicano en disponer de datos estadísticos, para la

formulación de la política pública (Buffington, 2001: 224).

La estadística criminal es […] lo que la histología a biología; revela en los


elementos individuales de que se compone el organismo colectivo, las razones
fundamentales del delito considerado como fenómeno social; y esto no sólo en el
campo de las investigaciones e inducciones científicas, sino en el de las
aplicaciones legislativas prácticas (Ferri, 1907:201).

La referencia a la estadística resulta básica para ubicar y analizar el trabajo de los

gabinetes antropométricos en el siglo XIX. En particular, debe destacarse la obra

de A. Quetelet, Traité de l´homme et le développement de ses facultés, publicada

en el año de 1842, en la que el autor desarrolla su noción de “hombre promedio”.

Toda la obra de los antropómetros del siglo diecinueve, comenzando por el

influyente A. Bertillon, toman como punto de referencia inicial dicha obra (Del

Castillo, 2005:92).

136
3.3 La fotografía y la antropología criminal

En México, la fotografía tuvo aplicaciones prácticas en el quehacer científico y

penitenciario, a través del proceso de identificación y clasificación de criminales. A

mediados del siglo XIX, el Estado mexicano mostró una notable preocupación por

aspectos como la vigilancia y el control de determinados sectores de la sociedad,

como las prostitutas, los enfermos mentales y los criminales.

En Suiza se utilizó por primera vez la fotografía para la identificación policial

en 1852, en México ésta práctica inició en 1854, la labor estuvo a cargo del primer

fotógrafo de prisión, el coronel José Muñoz, quien hizo retratos de los presos que

eran trasladados de la cárcel de Belén a San Juan de Ulúa, entre 1854 y 1860

(Lerner, 2007:25-26).

El uso de la fotografía desplegó un aparato de control, al establecer normas

para el registro y la plena identificación de los individuos. Un ejemplo de este

aparato de control, se evidencia en 1865, cuando el gobierno mexicano

implementó leyes que obligaban a todas las prostitutas a ser fotografiadas para

poder trabajar legalmente (González, 1989:61).

Durante el gobierno de Porfirio Díaz, el deseo de orden y progreso fue el

motor para un andamiaje de ambiciosos proyectos políticos, científicos y sociales

encaminados a insertar a México en la modernidad, en aquello tan prometedor

que se vislumbraba al dirigir la mirada hacia Europa. La inserción de la técnica

fotográfica como recurso para el conocimiento y la clasificación de la población,

embonó de manera perfecta con los lineamientos positivistas que pautaban el

ánimo político de Díaz. La fotografía, además de ser un símbolo de avance y

137
tecnología, era ideal como documentación de la evidencia de hechos científicos,

capaz de registrar datos de manera objetiva mediante procesos químicos y

mecánicos.

En la Penitenciaría de Puebla, a finales del siglo XIX, el uso de la fotografía

por los doctores Martínez Baca y Vergara, buscaba fortalecer las herramientas

identificatorias, descriptivas y clasificatorias de los sujetos criminales.65 Las

fotografías eran un medio objetivo para catalogar diversos rasgos anatómicos y

caracterizar el perfil morfológico de los criminales; evidenciando la forma, el

tamaño, la presencia, la ausencia, la cantidad y el color de las características de la

cara y el cráneo del individuo. De esta forma, el delito y el delincuente se

correspondían con una serie de elementos físicos identificables en la fotografía, tal

como una suerte de receta infalible para reconocer el tipo de criminal de acuerdo

con sus rasgos. Según una descripción de los criminales de la Penitenciaría de

Puebla, los violadores se caracterizaban por tener “ojos grandes y salientes, una

mirada clara y brillante, labios gruesos y volteados, y casi lampiños” (Martínez y

Vergara, 1892:102).

A pesar de estos puentes entre anatomía y rasgos morales, es importante

mencionar que Martínez Baca y Vergara no excluyeron por completo los aspectos

inherentes a la población que estaban estudiando, conscientes de que su muestra

65
A partir de 1880, la técnica fotográfica fue la denominada “Placa seca”, o de gelatina sobre
vidrio, la manufactura de negativos ya no necesitaban ser preparados por el fotógrafo. Los
procesos de placa seca, que introdujo por primera vez Richard Leach Maddox, ayudaron a crear
los primeros grandes mercados de fotografía para aficionados, y siguieron siendo usados hasta las
primeras décadas del siglo XX. El trabajos de F. Martínez Baca y M. Vergara, Estudios de
Antropología Criminal, corresponde a este método, y la introducción de esta tecnología en México
y otros países coincide con la instauración generalizada de metodologías fotográficas como parte
del trabajo policiaco en todo el mundo, (Jesse Lerner, El impacto de la modernidad. Fotografía
criminalística en la ciudad de México. México: Turner-CONACULTA-INAH-Oceáno, 2007).

138
contemplaba mayoritariamente individuos indígenas y mestizos, cuyos rasgos

físicos respondían a una realidad que distaba mucho de la población europea

estudiada por Lombroso y otros científico en Europa, remarcaron la importancia de

no generalizar las fórmulas de identificación del hombre criminal, incluso no

ocultaron una postura dubitativa hacia la fórmula de un tipo criminal.

En cuanto a caracteres fisiognómicos, todo lo que es anómalo en el pueblo que se


estudia, debe tenerse como sospechoso. Estas anomalías son más o menos
marcadas según la superioridad o inferioridad de la raza y de aquí que, muchas
que merecen este nombre en el pueblo europeo y que imprimen carácter en cierta
clase de criminales, pierdan el carácter de tales anomalías, por ser signos
comunes y corrientes de otros pueblos, que sirven para constituir el tipo de la raza:
por ejemplo; la nariz aguileña, en los criminales europeos, se encuentra entre los
asesinos, así como la nariz roma (chata) entre los ladrones: ¿diremos que los
americanos del centro son asesinos porque, generalmente, los caracteriza la nariz
aguileña y que los americanos del Sur, los Colombianos, son ladrones porque,
generalmente, su nariz es roma? de ninguna manera; luego estos caracteres
pierden su importancia en estas razas, y no podrán tenerse como signos de
criminalidad, por ser la forma que de ordinario afecta el órgano. Pero estas
consideraciones nos llevan a otras de más trascendencia, cuales son las de que
para cada pueblo, los signos de criminalidad deberán ser distintos, y así
llegaremos a esta conclusión, que no hay signos propios del hombre criminal
(Martínez y Vergara, 1892:97-98).

Estas diferencias nada tenían que ver con aspectos atávicos o degenerados de la

población, tampoco significaban la pertenencia a una especie distinta de hombres,

simplemente describían el perfil fenotípico general del grupo social más

desfavorecido de la sociedad, que por infortunio, era también el más

representativo de la penitenciaría. Edward Tylor, después de una visita a la cárcel

de la ciudad de México, La Acordada, a mediados del siglo XIX, concluyó que:

139
Los presos no pertenecían a una clase aparte, sino constituían una razonable
representación de la población más pobre de la meseta central en México.
Habían sido más tentados que otros, o no habían tenido la buena suerte de los
demás, por lo que estaban allí (1877: 246).

Sobre el uso de la fotografía en las cárceles, Alberto del Castillo, comenta lo


siguiente:

Desde mediados del siglo XIX, la fotografía de carácter antropométrico se aplicó


en los gabinetes carcelarios como parte de un perfil y una mirada criminológica,
que asociaba los rasgos morales y psíquicos de los delincuentes e infractores con
sus respectivas fisonomías. Las imágenes contribuyeron a crear una cultura visual
en la cual la discusión sobre la existencia de razas “degeneradas” y la descripción
de sus rasgos físicos ocupó un lugar destacado (2005:93).

La fotografía constituyó un elemento que reforzó las pruebas científicas

concernientes a la anatomía de los criminales, de forma paralela, colaboró a la

construcción del imaginario social referente a los criminales y a cómo era su

aspecto. 66

66
Véase Peter Burke. 2000. Visto y no visto: el uso de la imagen como documento histórico.
Barcelona: Crítica.

140
En este capítulo se ha visto cómo la antropología, la medicina y el derecho

estuvieron íntimamente relacionados, jugando una suerte de causa-efecto a partir

de los cambios estructurales, epistémico y metodológicos de cada una. Se han

comentado las principales implicaciones y aportes de la obra al campo de lo

jurídico, de la ciencia, de la antropología, y al mismo tiempo ha sido posible notar

los efectos en la esfera política y social de México a finales del siglo XIX.

La obra Estudios de Antropología Criminal representó una gran aportación a

las diferentes áreas mencionadas; en el texto se ven retratados diversos

escenarios y condiciones específicas de la época y del lugar. Por lo tanto, como se

mencionó previamente, la importancia de la obra ha de tomarse considerando el

sitio donde se realizaron los estudios que la conforman, los lineamientos en

materia legal que propiciaron el ambiente ideal para llevar a cabo estudios de esa

índole, así como el andamiaje científico del área médica y antropológica.

141
Capítulo IV.
Conclusiones

142
Durante el siglo XIX en México, dos escuelas de pensamiento debatieron

acepciones de lo considerado “delito” y “criminal”. La primera, de corte liberal,

asumía que el delincuente no era diferente al individuo normal, lo relevante era el

delito como violación de la ley y del pacto social, el cual nacía de la voluntad, de la

libertad y suponía una responsabilidad moral. El Estado tuvo necesidad y derecho

de castigar en nombre del orden social. Por otra parte, la escuela positivista

asumía al delito como un ente jurídico no aislado de la acción del individuo y su

medio natural y social, y proponía que el crimen radicaba en factores

bioatropológicos.

Ante esta disyuntiva, en los últimos años del siglo XIX y los primeros del

XX, los estudios médicos y antropológicos enfocaron su interés al reconocimiento,

a la descripción y la clasificación de la población mexicana. Los diversos estudios

estuvieron vinculados con el pensar y quehacer científico de la época, así como

con la organización política vislumbrada por el presidente Porfirio Díaz, en cuyo

proyecto figuraban dos aspectos esenciales para reorganizar el país después de

varios años de fuerte agitación social y armada, el orden y el progreso.

Estudios de Antropología Criminal no fue la excepción, en esta obra es

claro el punto de convergencia de las áreas médica y antropológica, a partir del

estudio del cuerpo, considerado por los antropólogos de la época, como centro

donde residen aspectos físicos y morales que permiten conocer y comprender la

diferencia en términos fenotípicos y comportamentales.

Los estudios del cerebro y del cráneo brindaron datos positivos, confiables,

respaldados por el método experimental, en el que el régimen porfirista tanto

143
confiaba, y del que necesitaba para justificar las diferencias sociales, así como

legitimar la posición favorecida de la burguesía.

Otro de los aspectos a considerar es que, en la obra de Francisco Martínez

Baca y Manuel Vergara, no se plantean conclusiones sobre las necropsias

realizadas en la Penitenciaría, únicamente se retoman y analizan los resultados

concernientes a la comparación de los estudios realizados por otros científicos, lo

que denota que el análisis se centró principalmente en la obtención de información

específica, tales como los datos y la información propuesta para evidenciar

indicadores de criminalidad.

Si bien, los estudios de antropología criminal, realizados por estos autores

en la Penitenciaría de Puebla a finales del siglo XIX, además de representar el

primer referente sobre esta área de estudio en el país, colaboraron con aspectos

teóricos y metodológicos que eventualmente serían retomados por la antropología

física a principios del siglo XX, como el estudio del cuerpo, de las diferencias

fenotípicas, el uso de la antropometría, de la estadística y de la fotografía.

Considero que la importancia de Estudios de Antropología Criminal, radica

principalmente en tres escenarios, cuya participación es tan relevante por sus

implicaciones, como por el momento histórico al que pertenecen; el aspecto

jurídico, el científico-antropológico y el social-político.

En cuanto al primero, su aportación reside en la crítica jurídica a la corriente

clásica del Código Penal de 1871. La crítica positivista que la obra estudiada

presenta, principalmente a partir del prologuista, el licenciado Rafael D. Saldaña,

evidencia la postura que gran parte de pensadores mexicanos recién adoptaba de

los europeos, tomando como única fuente de datos fidedigna, los estudios
144
científicos, respaldados con el método experimental. El rechazo a las

disertaciones “metafísicas” se torna patente en su propuesta por estudiar la

etiología del crimen a partir del dato positivo y la interpretación de éste.

En cuanto al aspecto científico-antropológico, es muy importante apuntar

que el positivismo a la manera de Paul Broca, es decir, asociando un aspecto

orgánico -el cerebro en este caso- con aspectos morales, es utilizado como punto

de partida para explicar la personalidad, dicha postura tuvo amplia influencia en

los estudios de Martínez Baca y Vergara. Aun cuando varios autores señalan la

postura positiva de estos médicos, considero que su postura era en realidad

ecléctica, pues no emitieron juicios tajantemente deterministas a la manera de

Lombroso. Martínez Baca y Vergara dejaban entrever que era necesario

considerar aspectos de índole social y económica para comprender el fenómeno

de la criminalidad en México, una realidad tan distante de la europea, que exigía la

atención de las particularidades de la población mexicana.

La presentación de la obra en la Exposición Internacional de Chicago, en

1893, representó posicionar a México ante el mundo, como una nación

prometedora en el ámbito científico.

Entre los principales aportes que Estudios de Antropología Criminal hizo a

la antropología física, se puede destacar el despliegue de herramientas teóricas,

metodológicas e instrumentales que se configurarían como columna vertebral del

pensar y actuar antropofísico. Ejemplo de ello es el estudio del cuerpo a partir de

la antropometría, considerada como la técnica más importante para aproximarse a

los estudios fenotípicos de las poblaciones.

145
También es importante resaltar que los médicos Martínez Baca y Vergara,

debatieron sobre temas que eran de sumo interés para los antropólogos de esa

época, durante la cual, la antropología era una ciencia incipiente en México -es

aquí donde el escenario social y político cobran importancia- a través de la

búsqueda de regularidades, se buscaba dar explicaciones a la diferencia, a la

construcción del otro y a la configuración de la propia naturaleza humana. El tema

de las razas y la degeneración, colaboraron a crear un imaginario que perfilaba la

imagen de cómo lucía un criminal, aunque esta imagen estuviese muy alejada de

la realidad.

Estudios de Antropología Criminal, colaboraría además a crear un

imaginario en torno a la idea la criminalidad, asociada con los estratos

socioeconómicos más desfavorecidos, fomentando actitudes matizadas por

prejuicios, no sólo derivadas de la apariencia de los indígenas, también por su

idioma, su forma de vida, su posesión de bienes, sus creencias, sus costumbres,

su alimentación; entretejieron un imaginario auspiciado por la élite, que afianzaba

la idea de que, en el color de la piel, en su mirada, en la forma y dimensión de sus

rasgos faciales, se hallaba un estrecho vínculo con la inferioridad y la peligrosidad.

De esta forma, de manera paralela al derecho, la antropología aportaba

elementos para aproximarse al fenómeno de la criminalidad, a través del estudio

científico, brindando elementos para conocer al criminal y poder brindar la

pretendida regeneración que planteaba la legislación.

Sin duda, la obra sintetizó puntos de gran envergadura e importancia para

la época en que se encuentra situada, por una parte, la legislación y las

propuestas del derecho acerca de una renovación penitenciaria y un tratamiento a


146
los criminales, por otro, la ciencia y su despliegue técnico e instrumental, tan

ligado a las áreas médica y antropológica. De esta manera, se puede mencionar a

la antropometría, como el más grande aporte para la antropología, o antropología

física, como se conoce actualmente. El uso de la fotografía y la estadística como

herramientas cruciales para el estudio y el análisis positivo de los datos, es

también un punto de gran importancia en la realización de la obra Estudios de

Antropología Criminal, ambas hasta el momento, recursos fundamentales para

fundamentar investigaciones antropofísicas.

No cabe duda de que la influencia positivista fue importante, pero no

absoluta en la manera de dirigir la investigación en la Penitenciaría de Puebla,

pues como se mencionó, la postura de los médicos Francisco Martínez Baca y

Manuel Vergara fue más bien ecléctica ante el fenómeno de la criminalidad. Sin

embargo, los métodos de aproximación y análisis de datos, son sin duda

apegados a la corriente positivista, confiando plenamente en los datos numéricos

y científicos. De tal forma, el imaginario que colaboraron a crear entre la población,

se adecuó perfectamente a las aspiraciones de la clase política porfiriana, que

buscaba legitimar su posición de poder, mediante el respaldo de premisas

científicas.

Es posible corroborar la confluencia de la disciplina médica y antropológica,

y vislumbrar cómo ambas, en un principio compartió puntos de interés, así como

métodos de aproximación para el estudio del hombre y la diferencia entre los

individuos, dichas herramientas teóricas, metodológicas e instrumentales

vertebrarían eventualmente el área de la antropología física y la forma en como

esta conduce sus estudios del hombre.


147
Finalmente, a partir de lo expuesto, se corroboran ambas hipótesis

planteadas al inicio de la presente investigación:

En la primera, la obra analizada, refleja las necesidades contextuales del

México a finales del siglo XIX, desde la postura positivista para legitimar el orden

social anhelado durante el porfiriato. De igual forma, en la segunda hipótesis, se

comprueba que el texto ejemplifica herramientas a nivel teórico, metodológico e

instrumental que formarían parte de las bases teórico-metodológicas empleadas

por la antropología física, para el estudio del cuerpo, a través de diversos objetivos

y disciplinas, posicionando a la antropología como una ciencia multi e

interdisciplinaria a través del tiempo.

148
Archivos consultados

Archivo General del Estado de Puebla

Sistema Nacional de Fototecas, INAH. En línea en: http://sinafo.inah.gob.mx/

149
Bibliografía

Aguirre Rojas, C.A.


(2002) Antimanual del mal historiador o cómo hacer una buena historia
crítica. México: La vasija.

Anitua, G. I.
(2006) Historias de los pensamientos criminológicos. Buenos Aires: Del
Puerto.

Arnoso Martínez, A.
(2005) Cárcel y trayectorias psicosociales: actores y representaciones
sociales. Donostia-San Sebastian: Alberdania.

Aróstegui, J.
(2001) La investigación histórica: teoría y método. Barcelona: Crítica.

Azuela Bernal, L. F.
(2010) La ciencia positivista en el siglo XIX mexicano, en Ruiz, R. C., y
Argueta, A. Otras armas para la Independencia y la Revolución: Ciencias y
Humanidades en México.

Azuela Bernal, Luz Fernanda y Guevara Fefer, Rafael.


(1998) “La ciencia en el siglo XIX en México: una aproximación
historiográfica”. Asclepio Revista de historia de la medicina y de la ciencia,
Madrid, volumen L, Fasc. 2, p. 77-105.

Barrancos, D.
(2004) La construcción del otro asimétrico: mitos científicos entre los siglos
XIX y XX. Revista Argentina de Sociología. Año 2, num.2, pp. 7-26

Bautista, M. J; Pijoan, C.M.


(1998) Creaneometría de reos. Colección procedente de la Penitenciaría del
Distrito Federal. Colección Científica 345. México: INAH.

Buffington, R.M.
(2001) Criminales y ciudadanos en el México moderno. México: Siglo XXI
editores.

Burke, Peter
(2000) Visto y no visto: el uso de la imagen como documento histórico.
Barcelona: Crítica.
150
Caro Baroja, J.
(1988) Historia de la fisiognómica. El rostro y el carácter. Madrid: Istmo.

Carpena, F.
(1909) Antropología criminal. Madrid: Mateu Artes Gráficas.

Claro, B.; Rodríguez. E.M.


(1999) Antropología criminal en el porfiriato: las escuelas de Alphonse
Bertillon y Cesare Lombroso en México. Estudios de Antropología Biológica,
IX, 105-118.

Contreras, C.C.
(1994) Urbanización y modernidad en el porfiriato. El caso de Puebla, en
Loreto López, R., y Cervantes B., F. J. Limpiar y obedecer. La basura, el
agua y la muerte en La Puebla de los Ángeles 1650-1925 (167-188).
México, D.F.: Claves Latinoamericanas.

Cruz, B.N.
(1999) Las ciencias del hombre en el México decimonónico. La expansión
del confinamiento, Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

(2001) Indígenas y criminalidad en el porfiriato. El caso de Puebla. Ciencias,


60: 50-56.

De Luca, S., Bautista, J., Alemán, I., Cameriere, R.


(2011) Age-at-death estimation by pulp/tooth area ratio in canines: study of
a 20th century Mexican simple of prisoners to test Cameriere´s method.
Journal of Forensic Sciences, 56(5), 1302-1309.

Del Castillo Troncoso, A.


(2005) Médicos y pedagogos frente a la degeneración racial: la niñez en la
ciudad de México, 1876-1911 en Agostoni, Claudia; Speckman Elisa
(Ed.). De normas y transgresiones: enfermedad y crimen en América Latina
(1850- 1950). México (DF): Instituto de Investigaciones
Históricas/Universidad Nacional Autónoma de México. p.83-107.

(2006) Conceptos, imágenes y representaciones de la niñez en la ciudad de


México, 1880-1920. México : El Colegio de México.

Del Olmo, R.
(2010) América latina y su criminología. México: Siglo XXI, 1981.

151
Di tulio, Benigno
(1950) Tratado de antropología criminal. Estudio clínico y médico-legal para
uso de médicos, juristas y estudiantes. Madrid, España: Alcaná libros.

Esteva Ruiz, R. A.
(1902) “La estadística y sus funciones como lazo de unión entre los
individuos y entre los pueblos”, Boletín de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística (quinta época, vol. 1, núm.1, p.1

Fernández Arciga, A.
(s/f) Origen de la pena de prisión, su orientación criminológica y la
pretendida rehabilitación, p.332, recuperado el 23 de abril de 2016 de
http://bibliohistorico.juridicas.unam.mx/libros/7/3104/19.pdf.

Ferri, E.
(2004) Sociología criminal. México, D.F.: Tribunal Superior de Justicia del
Distrito Federal, Dirección General de Anales de Jurisprudencia y Boletín
Judicial.

García Murcia, M.
(2008) Emergencia y delimitación de la antropología física en México. La
construcción de su objeto de estudio, 1864-1909. México, UNAM-FFYL.
Tesis de Maestría en Historia.

(2013) Profesionalización de la antropología física en México: la


investigación, las instituciones y la enseñanza (1887-1942). México, UNAM-
FFYL. Tesis de Doctorado en Historia.

García Ramírez, S.
(1999) El sistema penitenciario. Siglos XIX y XX. Boletín Mexicano de
Derecho Comparado, nueva serie, año XXXII, núm. 95, mayo-agosto.

Genovés, T.S., Messmacher, M.


(1959) Valor de los patrones tradicionales para la determinación de la edad
por medio de las suturas en cráneos mexicanos (indígenas y mestizos).
Cuadernos del Instituto de Historia, Serie Antropológica núm.7. México:
UNAM.

González Ascencio, G.
(2005) Los sistemas de identificación criminal en el México decimonónico y
el control social. Alegatos, 61, 559-590.

152
(2009) La recepción del positivismo en México el surgimiento de la
criminología. Los gabinetes antropométricos en las cárceles de la Ciudad de
México (1867- 1910). UNAM-FES ACATLÁN. Tesis de Doctorado en
Derecho.

(2010) Positivismo penal y reforma penitenciaria en los albores de la


Revolución. Una aproximación a la obra de los doctores Francisco Martínez
Baca y Manuel Vergara. Alegatos, 75, 523-558.

González Rodríguez, Sergio


(1989) Los bajos fondos, México, Cal y arena, p. 61

Gould, S. J.
(2004) La falsa medida del hombre. Barcelona: Crítica.

Guerrero, J.
(1996) La génesis del crimen en México: estudio de psiquiatría social. 1ª
Edición de Cien en México: CONACULTA.

Gutiérrez Álvarez, C.
(1996) La industria textil en Puebla y Tlaxcala durante el Porfiriato. Revista
de la Universidad Nacional Autónoma de México, núm. 545, pp. 42-46

Lagunas Rodríguez, Z.
(2006) La antropología física forense, una especialidad necesaria. Ciencia
ergo sum, 13(2), 211-217.

Lajous Vargas, R.
(2012) Historia mínima de las relaciones exteriores en México 1821-2000.
México, D.F.: El Colegio de México.

León, N.
(1919) Historia de Antropología Física en México. American Journal of
Physical Anthropology, 2(3), 229-263.

(1922) La antropología física y la antropometría en México. México:


Imprenta del Museo de Arqueología, Historia y Etnografía.

Lerner, J.
(2007) El impacto de la modernidad. Fotografía criminalística en la ciudad
de México. México: Turner-CONACULTA-INAH-Océano

153
Ley que reforma los artículos del Código Penal, relativos á la pena de muerte.
(1891) Reglamento de la Penitenciaría del Estado y decretos referentes.
Puebla. Imprenta, litografía y encuadernación de Benjamín Lara, pp. 11-14.

Limón de B, E., Bautista, J.


(1988) Método para el análisis morfoantropométrico de las órbitas. Revista
Mexicana de Oftalmología, 62(2), 65-72.

Lizarraga Cruchaga, X., Ponce de León, A., y Vera Cortés, J. L.


(2012) Escenarios evolucionistas: encuentros, contextos, soliloquios.
México, D.F.: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2012.

López Rey y Arrojo, M.


(1973) Criminología. Editorial Aguilar. Madrid, España.

Marco del Pont, L.


(1986) Los criminologos: los fundadores, el exilio español. México : UAM,
Unidad Azcapotzalco.

Marino F.A.
(1945) La criminología y una nueva técnica de craneología
constitucionalista. Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, 7 (1, 2,3),
1-37, Sociedad Mexicana de Antropología, México.

Martínez B.F., Vergara, M.


(1892) Estudios de antropología criminal. Memoria que por disposición del
Superior Gobierno del Estado de Puebla presentan, para concurrir á la
Exposición Internacional de Chicago, prólogo Rafael D. Saldaña, Puebla,
México.

Martínez Baca, Francisco


(1896) Profilaxis del escorbuto en las prisiones por medio del pulque.
Trabajo presentado en el II Congreso Médico Panamericano, Buffalo,
Nueva York, EE.UU.

(1899) Los tatuages. Estudio psicológico y médico-legal en delincuentes y


militares. México: Tipografía de la Oficina Impresora del Timbre, Palacio
Nacional.

Miramontes, D. (editor)

154
(1872) Código penal para el Distrito Federal y territorio de la Baja California
sobre delitos del fuero común y para toda la República sobre delitos contra
la federación. Ministerio de Justicia é Instrucción Pública. México.

Morales Moreno, L. G.
(1994) Orígenes de la museología mexicana: fuentes para el estudio
histórico del Museo Nacional, 1780-1940. México, D.F.: Universidad
Iberoamericana, Departamento de Historia, 1994.

Murillo, M.A.
(1984) Aspectos antropométricos en otorrinolaringología, tesis de la UNAM,
Facultad de Medicina. División de Estudios de Posgrado, México.

Núñez, B.F.
(2005) “La degeneración de la raza a finales del siglo XIX. Un fantasma
“científico” recorre el mundo”, en José Jorge Gómez Izquierdo, coord., Los
caminos del racismo en México: Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla-Plaza y Valdés Editores, 2005, p. 67-88.

Padilla Arroyo, A.
(2001) De Belem a Lecumberri. Pensamiento social y penal en el México
decimonónico. México, AGN.

Pavarini, M.
(1983) Control y dominación: teorías criminológicas burguesas y proyecto
hegemónico. México, Siglo XXI.

Payá Porres, V. A.
(2006) Vida y muerte en la cárcel: estudio sobre la situación institucional de
los prisioneros. México: UNAM, Facultad de Estudios Superiores Acatlán:
Plaza y Valdés, 2006.

Peral, M. A.
(1979) Diccionario histórico biográfico y geográfico del Estado de Puebla,
PAC, Puebla.

Periódico Oficial del Estado de Puebla,


(1891) 8 de marzo, p. 262

(1893) 6 de junio, p. 141

155
Peset Reig, J. L.
(1983) Ciencia y marginación: Sobre negros, locos y criminales. Barcelona:
Critica, c1983.

Piccato, P.
(1997) La construcción de una perspectiva científica: miradas porfirianas a
la criminalidad. Historia Mexicana, 47(1), 133-181.

(2001) City of Suspects. Crime in Mexico City, 1900-1931. Duke University


Press, USA.

Rico Mansard, L. F.
(2004). Exhibir para educar: objetos, colecciones y museos de la ciudad de
México (1790-1910). Barcelona: Pomares, depósito legal.

Rodríguez Manzanera, L.
(2011) Ciminología clínica. México: Porrúa.

(2015) Criminología. México: Porrúa.

Romero, J.L.
(1976) Latinoamérica: las ciudades y las ideas, México, Siglo XXI.

Romero Molina, J.
(1939) Breves notas acerca de la colección de cráneos de delincuentes del
Museo Nacional. Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, 3(3), 167-
176, Sociedad Mexicana de Antropología, México.

(1955) Ensayo sobre Geometría Craneana. Dirección de Investigaciones


Antropológicas, ENAH-INAH, México.

Rosas Salas, S.F.


(2013) Agua e industria en Puebla: El establecimiento de la fábrica textil La
Covadonga, 1889-1897. Relaciones 136, pp. 223-264

Ruiz Sacristán, Carlos, Aaron Dychter Poltolarek, Luis de Pablo Serna, Sergio
Ortiz Hernán, y Miguel Tirado Rasso (eds.)
(1996) Caminos de Hierro. México: Ferrocarriles Nacionales de México.

Salazar Andreu, J. P., y Escobedo Rojas, A. G. (n.d).


(2012) El constitucionalismo en Puebla, en tiempos del porfiriato. Revista
Mexicana de Historia del Derecho, XXV, pp. 215-230

156
Serrano Álvarez, P.
(2012) Porfirio Díaz y el Porfiriato. Cronología (1830- 1915). México:
INEHRM.

Serrano Sánchez, C., Marino, A.


(1964) Craneología y criminología. Anales del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 16: 123-146

Serrano Sánchez, C.
(2004) La antropometría de Daniel Vergara Lope. Valorar con parámetros
propios. Gaceta Médica de México, 140 (40), 422-425.

Speckman Guerra, E.
(2001) La identificación de criminales y los sistemas ideados por Alphonse
Bertillon: discursos y prácticas. (Ciudad de México 1895-1913). Historia y
Grafía, 17(9), 99-129.

(2002) Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la


criminalidad y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910).
México: Colegio de México-UNAM.

(2008) El porfiriato, en Escalante, G.P., García, M.B, Luis Jáuregui, Josefina


Zoraida Vázquez, Elisa Speckman Guerra, Javier Garcíadiego, Luis Aboites
Aguilar (eds.) Nueva historia mínima de México. COLMEX.

Stocking, G. W.
(1995) Delimiting Anthropology: Historical Reflections on the Boundaries of
a Boundless Discipline. Social Research, 62(4), 933-966.

Suárez, Laura L. y López Guazo


(2000) La antropología criminal y su influencia en el campo de la salud
mental en México. LULL vol. 23: 689-709.

(2005) Eugenesia y racismo en México. México, D.F.: UNAM, Dirección


General de Estudios de Posgrado.

Taylor, I., Young, J., Walton, P., Crosa, A.


(2007) La nueva criminología: contribución a una teoría social de la
conducta desviada. Buenos Aires: Amorrortu.

Tenorio-Trillo, M.

157
(1998) Artilugio de la nación moderna: México en las exposiciones
universales, 1880-1930. México: Fondo de Cultura Económica.
Teramoto A., Pompa J.A., Martínez, R.
(1995) Estudio de las dimensiones mandibulares en una población
mexicana. Ponencia presentada en el International College for Maxillo-
Facial Surgery.

Urías Horcasitas, B.
(2000) Indígena y criminal. Interpretaciones del derecho y la antropología en
México 1871-1921. México: Universidad Iberoamericana.

(2001) Medir y civilizar. Ciencias, 60,28- 36.

Valdés, R. F.
(1850) Diccionario de jurisprudencia criminal mexicana: común, militar y
naval, mercantil y canónica, con todas las leyes especiales y variantes, que
rigen en la República en materia de delitos y penas. México: Tipografía de
V. G. Torres.

Vera Cortés, J. L.
(2002) Las andanzas del caballero inexistente. Reflexiones en torno al
cuerpo y la antropología física. CEFPSVLT, México.

(2011) Algo más que 100 años de antropología física en México en La


complejidad de la antropología física, Tomo I. Barragán Solís, Anabella y
Lauro González Quintero (coords.), pp 61-79. México: INAH-CONACULTA.

Vergara, Manuel
(1904) “Influencia del sexo en la criminalidad en el estado de Puebla.
Estudio de estadística criminal”, en Memoria de la Sociedad Científica
Antonio Alzate, Imprenta del Gobierno Federal en el Ex-Arzobispado,
México, t.21:1321.

Wehner, W.
(1964) Historia de la criminología. Barcelona, España: Ediciones Zeus.

158

También podría gustarte