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En las arenas doradas del Nilo inmortal, donde el sol se refleja en pirámides de oro, la historia

antigua susurra en cada viento, y los dioses del pasado observan con ojos eternos.

En los templos de piedra, tallados con esmero, se guardan secretos que el tiempo ha ocultado, los
faraones reinaron con poder divino, y los escribas registraron cada destino.

Desde Memphis a Tebas, el imperio se extendía, con ríos de vida que la tierra fecundaban, los
campos de loto y los juncos en el delta, testigos silenciosos de una era completa.

Bajo el manto estrellado del cielo nocturno, los misterios del cosmos inspiraban los sueños, los
sacerdotes recitaban hechizos antiguos, invocando el poder de los dioses intrincados.

En los valles de los reyes, las tumbas reposan, con tesoros y jeroglíficos que cuentan historias, los
muertos descansan con sus amuletos de oro, preparados para el viaje al reino de Osiris.

¡Oh, Egipto eterno, cuna de la civilización! Tu legado perdura en la memoria del mundo, tus
monumentos majestuosos desafían al tiempo, y tu esencia perdura en cada rincón del universo.

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