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CORPORACIÓN EDUCATIVA
TEMA PRIMER PERIODO
María FECHA:
Goretti
“Seguimos Evolucionando Hacia La DOCENTE: DEISBEL TAPIA
Formación Integral con Calidad
Educativa”
El primer intento para limitar el uso de la energía nuclear con fines bélicos fue el Tratado
de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares, firmado en 1963 por 125 países y en el que
los países firmantes se comprometieron a no realizar pruebas nucleares en la atmósfera ni
en los fondos marinos, debido a los graves riesgos que ocasionan a la salud y al
medioambiente.
Por otra parte, países como India, Pakistán, Israel y Corea del Norte se han sumado a los
cinco países que habían desarrollado la bomba antes de 1968. Estas nuevas potencias
nucleares no se encuentran cobijadas por tratados de no proliferación de armamento
nuclear, por lo que no tienen restricciones para desarrollar dichas armas. Sin embargo,
ninguno de estos países ha incrementado su armamento nuclear.
La alerta ha surgido por el programa nuclear que ha desarrollado Irán desde 2005. Para
disuadir los intentos de este país por crear una bomba nuclear, la Unión Europea, Rusia,
China y Estados Unidos se comprometieron en 2015 a levantar las sanciones económicas
que le habían impuesto desde la revolución islamista de 1979, así como a garantizar el
retorno a la economía global. No obstante, en 2018, Estados Unidos decidió retirarse del
acuerdo por considerar que Irán estaba incumpliendo con lo pactado.
En 1900, el dominio de Europa sobre gran parte del mundo era incuestionable. Si a
principios del siglo XIX, los imperios coloniales europeos ejercían su soberanía sobre el
35% de la Tierra, para 1914, el 84% del mundo se encontraba bajo el control de once
países: Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Italia, Rusia, Portugal, España,
Japón y Estados Unidos.
Esta expansión por el mundo se debió al desarrollo del capitalismo industrial que generó
la necesidad de abrir nuevos mercados. Los avances en tecnologías de navegación
facilitaron el contacto entre los países europeos y las potencias industriales con territorios
de Asia, África y América que, en su mayoría, eran productores de materias primas. Por tal
fin, las potencias industriales, interesadas en controlar estos recursos desarrollaron una
política imperialista que consistió en el control sobre países de los otros continentes. Con el
tiempo, este proceso provocó tensiones relacionadas con el control colonial del mundo.
La descomposición del Imperio turco favoreció las ansias expansionistas del Imperio
austrohúngaro, que se hizo con el control de Bosnia-Herzegovina en 1908. Luego, en 1912,
estalló la primera guerra balcánica, por la que Serbia, Grecia, Bulgaria, Montenegro y
Rumania se consolidaron como Estados nacionales y expulsaron de sus territorios a los
turcos.
La Primera Guerra Mundial o Gran Guerra involucró a todas las potencias industriales
de la época, entre 1914 y 1918. Este conflicto tuvo como preámbulo las tensiones
militaristas entre dichas potencias, pero el detonante fue el asesinato del
archiduque Francisco Fernando, heredero de la Corona del Imperio austrohúngaro, el 28
de junio de 1914 en Sarajevo, Bosnia, a mano de nacionalistas serbios. Ante este crimen,
Austria-Hungría apoyada por Alemania declaró la guerra a Serbia el 28 de julio. En
respuesta, Rusia respaldó a Serbia el 29 de julio y luego, el 2 de agosto, Francia adhirió a
los rusos. Entonces, Alemania invadió Bélgica para llegar a Francia y por ello, Gran
Bretaña entró a la guerra el 5 de agosto.
Escenarios de la Primera Guerra Mundial
Escenarios de la Primera Guerra Mundial
Las fases del conflicto
La guerra de trincheras
En esta fase hubo varios intentos por romper el frente y en el que se perdieron miles de
vidas. Por ejemplo, en la batalla de Verdún en 1916, el ejército alemán intentó conquistar
esta región pero se encontró con la resistencia de las fuerzas francesas, lo que dejó un saldo
de 700.000 muertos. Otro intento de ruptura del frente fue en la batalla del Somme,
ocurrida en 1916 y promovida por las tropas de la Triple Entente que buscaban derruir las
líneas defensivas alemanas, pero chocaron con la fortaleza del ejército alemán. En este
enfrentamiento murieron un millón de personas.
1917: el año de las transformaciones
La Revolución rusa. En febrero de 1917 el pueblo ruso se levantó en contra del gobierno
del zar Nicolás II, impulsado por la escasez de alimentos, medicinas y combustibles
ocasionada por la guerra. Estos sucesos forzaron la abdicación del zar a favor de un
gobierno republicano en marzo, y al retiro de Rusia de la guerra en octubre, evento que se
pactó con la firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918. El retiro de Rusia
permitió a los alemanes trasladar todas sus tropas al Frente Occidental.
El ingreso de Estados Unidos a la guerra. El ataque de los submarinos alemanes a los
barcos mercantes estadounidenses, el hundimiento del transatlántico Lusitania en 1915 y el
ataque al barco Sussex en 1916, provocó la entrada de Estados Unidos a la guerra en abril
de 1917. Este hecho no solo compensó la salida de Rusia, sino que inclinó la balanza a
favor de la Triple Entente por los recursos bélicos y financieros estadounidenses.
El final de la guerra
En 1918, Alemania contaba con un número superior de tropas en el Frente Occidental por
lo que el alto mando militar desencadenó varias ofensivas que fueron poco fructíferas. Estas
escaramuzas chocaron con las tropas de la Triple Entente mejor pertrechadas debido al
ingreso de Estados Unidos a la guerra, las cuales efectuaron un contraataque en el que
usaron numerosos carros de combate que protegían a la infantería en su avance. Ante ello,
la Triple Entente logró el repliegue de las tropas de los imperios centrales. Además, el
ejército alemán fue debilitado no solo por las derrotas en los campos de batalla, sino
también por la grave situación económica y social interna en el país, lo cual obligó al
emperador Guillermo II a abdicar de su trono a favor de un gobierno republicano dirigido
por el Partido Socialdemócrata, el cual firmó la rendición de Alemania, el 11 de
noviembre 1918.
En 1919, los países vencedores de la Gran Guerra se reunieron en París con el fin de
establecer las condiciones que se les impondrían a los países de los imperios centrales para
traer la paz a Europa. Estos acuerdos tenían como objetivos impedir el resurgimiento de
Alemania como una potencia militar; establecer un equilibrio entre las potencias
vencedoras que evitara futuras confrontaciones y mantener aislada a la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que tenía un régimen comunista. Para lograr
esto último, se crearon nuevos Estados en Europa Oriental como Checoslovaquia, Polonia,
Lituania, Estonia y Letonia. La paz se implementó mediante la firma de tratados con los
países vencidos:
Por último, y siguiendo las sugerencias del presidente estadounidense Woodrow Wilson,
en la Conferencia de París se impulsó la creación de la Sociedad de Naciones o Liga de
Naciones, que nació en 1920, con sede en Ginebra.
El Domingo Sangriento
En 1904, la política expansionista del zar Nicolás II llevó a Rusia a una guerra contra
Japón por el control de Manchuria, en el noreste de China. Tras un año de guerra, la derrota
del ejército ruso aumentó las tensiones sociales. El domingo 9 de enero de 1905,
manifestantes se dirigieron al Palacio de Invierno de San Petersburgo y exigieron
mejores condiciones de trabajo y la creación de una Asamblea Constituyente. La
manifestación fue reprimida por la guardia imperial que ocasionó la muerte de cientos de
manifestantes. Este día se conoció como Domingo Sangriento y fue considerado como un
ensayo para la Revolución de 1917. A pesar de la represión del movimiento popular, este
hecho obligó al zar a aceptar la creación de un parlamento, llamado la Duma, pero que no
tenía muchos poderes para limitar las decisiones del zar.
La Revolución de 1917
Lenin fue el principal líder durante la Revolución de octubre.
En 1914, Rusia ingresó a la Primera Guerra Mundial con el objetivo de controlar el mar
Negro y el mar Mediterráneo oriental, así como apartar la influencia del Imperio
austrohúngaro de la península Balcánica.
Sin embargo, la guerra demandó demasiadas provisiones en el frente de batalla, lo que hizo
que escasearan alimentos y combustibles entre la mayoría de la población. Esta situación
hizo que el 23 de febrero de 1917 se produjeran grandes manifestaciones, por lo que el zar
ordenó al ejército disolverlas a la fuerza, pero los soldados no acataron sus órdenes. El 27
de febrero, el zar abdicó y se creó un Gobierno provisional coordinado por el socialista
moderado Aleksandr Kerensky, quien intentó consolidar un gobierno basado en los
principios de la democracia liberal y que respetase las libertades individuales.
En contra del deseo del pueblo, el gobierno de Kerensky mantuvo a Rusia en la guerra, pero
el ejército ruso sufrió graves derrotas.
Después de tomar el poder, los revolucionarios bolcheviques organizaron la salida del país
de la Primera Guerra Mundial. Las negociaciones con Alemania llevaron al abandono de
Rusia de este conflicto militar, lo cual fue formalizado con la firma del Tratado de Brest-
Litovsk, el 3 de marzo de 1918, en la que además cedió vastos territorios y reconoció la
independencia de Ucrania y de Finlandia.
El nuevo Gobierno adoptó varias medidas para acabar con el viejo orden imperial como
entregar el control de las empresas a los obreros; establecieron la igualdad y la soberanía de
los pueblos reunidos en el territorio ruso e incluyeron el derecho a separarse de Rusia y
constituir Estados independientes. Estas medidas generaron el rechazo de los partidarios del
zarismo como terratenientes, militares, miembros de la Iglesia ortodoxa y defensores del
sistema liberal, que se organizaron para acabar con la Revolución bolchevique. Este
contexto de descontento llevó a una guerra civil entre 1918 y 1921 y tuvo como
protagonistas a dos sectores político-militares:
Para abastecer los frentes de guerra, el Gobierno adoptó una política económica conocida
como “comunismo de guerra”, en la que se nacionalizó la industria, se colectivizó la tierra
y se requisaron las cosechas para alimentar al ejército. Durante esta etapa se sentaron las
bases del nuevo Estado: todas las decisiones quedaron en manos de los bolcheviques, que
pasaron a denominarse Partido Comunista, se prohibieron los demás partidos políticos y
se reprimieron las huelgas y protestas con violencia. ia.
La Nueva Política Económica
La guerra civil debilitó la economía rusa, por lo que el Gobierno bolchevique decidió
desarrollar la Nueva Política Económica (NEP) que consistía en la apertura controlada
hacia el capitalismo mundial. Por esta razón se reconoció la propiedad privada de pequeñas
tierras, se fomentó la llegada de capital extranjero y se permitió el libre comercio
interno. Lenin planteó que con el despegue del sector agrícola e industrial sería posible la
instauración de la dictadura del proletariado, el gobierno de los obreros. A su muerte, en
1924, el Partido Comunista discutió las ventajas de la NEP y planteó la instauración de
los planes quinquenales de planificación central de la economía, con el fin de desarrollar
la industria nacional y favorecer a los productores agrícolas.
El ascenso de Stalin
Tras la muerte de Lenin se dieron pugnas por la sucesión en la cúpula del partido. Los
protagonistas de esta disputa fueron León Trotski y Joseph Stalin. El candidato con más
apoyo en el partido comunista era Trotski, a quien se lo veía como el brazo derecho de
Lenin. Por su parte Stalin era un hábil político que había ascendido dentro del partido hasta
hacerse su secretario general.
Para 1924, la producción mundial parecía volver a la normalidad, por lo que aumentaron
los movimientos bancarios; sin embargo, Europa, no se había recuperado totalmente:
Alemania seguía en crisis y su sistema económico capitalista menguaba. Para solucionar el
problema, Estados Unidos puso en marcha en 1924 el plan Dawes, que consistía en que
Alemania recibiría un préstamo de Estados Unidos que le permitiría pagar las reparaciones
a los países vencedores de la Gran Guerra, y estos, a su vez, podrían pagar sus deudas a
Estados Unidos.
Por ello, en Estados Unidos, los bancos, con el fin de fortalecer el consumo, otorgaron
créditos con grandes facilidades de pago. Esta estrategia económica produjo una euforia
consumista en la que muchas personas decidieron invertir en la Bolsa de Valores por los
altos rendimientos que otorgaba, en lugar de hacerlo en actividades productivas.
La bonanza económica que vivió Estados Unidos durante la década de los años veinte se
basó en el crecimiento de la producción, lo que trajo como resultado un exceso de oferta.
La mayoría de este crecimiento se financió gracias a las facilidades de créditos que daban
los bancos, los cuales no siempre eran utilizados para actividades productivas, sino que se
invertían en el consumo de bienes o en la especulación financiera en la Bolsa de Valores
de Nueva York. Como estas inversiones no tenían un respaldo en la economía real o
productiva, se presentaron fuertes bajas en sus precios, lo que ocasionó pánico entre los
pequeños inversionistas, quienes empezaron a vender sus acciones. Esto hizo que ocurriera
el crac del 29 cuando 16 millones de acciones perdieron su valor los días 24, 28 y 29 de
octubre de 1929.
La caída de la Bolsa produjo una reacción negativa en la economía de los Estados Unidos,
que desencadenó una depresión económica. Los bancos se hundieron porque los clientes
retiraron su dinero y muchos préstamos no se devolvieron. Para 1932 unos cinco mil
bancos de este país habían cerrado. Por otro lado, el nivel de consumo se redujo
drásticamente, lo que obligó a muchas empresas a reducir su producción o a cerrar. En
1932, la producción mundial cayó un 40%, mientras que el comercio internacional se
redujo a un tercio.
El colapso bursátil que se dio durante la crisis, causó que los inversionistas de Wall Street
perdieran todo su dinero y tuvieran que vender sus pertenencias a costos muy bajos.
Los efectos sociales no se hicieron esperar, pues millones de personas perdieron sus
empleos, y aquellos que los preservaron vieron reducidos a la mitad sus salarios. En el
campo, miles de agricultores perdieron sus tierras debido a que la reducción de los precios
y de la demanda de sus productos hizo disminuir sus ingresos y les impidió pagar sus
deudas.
Ante la tarea de combatir los efectos de la crisis económica de 1929, Franklin Delano
Roosevelt, elegido presidente de los Estados Unidos en 1932, implantó el New
Deal o Nuevo Acuerdo, un plan de recuperación económica caracterizado por la fuerte
intervención del gobierno en la economía del país. Puesta en práctica entre 1933 y 1937,
este programa incluía medidas como la regulación del sistema financiero en el que se
establecieron controles bancarios con el fin de obligar a los bancos a no ser insolventes; la
regulación del mercado de trabajo fundamentado en el entendimiento laboral entre
empleadores y empleados; el establecimiento de programas de asistencia a los pobres y
desempleados; y los incentivos a la producción industrial y la construcción de obras
públicas, los cuales generarían millones de empleos y la reactivación del consumo.
En otras partes, como la Unión Soviética, Japón y España, aspectos del totalitarismo fueron
adoptados pero bajo sus propios contextos históricos.
Tras la Primera Guerra Mundial, Italia vivió una situación de malestar político y social que
fue explotada por el líder del Partido Nacional Fascista, Benito Mussolini, para tomar el
poder de forma violenta con el argumento de que solo un gobierno fuerte daría prosperidad
al país. En octubre de 1922, Mussolini organizó la Marcha sobre Roma, donde una
masiva concentración de militantes fascistas ocupó los edificios públicos de esta ciudad y
presentó un ultimátum al Gobierno. En vista de la situación, el rey Víctor Manuel
III ofreció a Mussolini el control del Gobierno.
En 1924, luego de la muerte de Lenin, la dirección del Estado la tomó el secretario general
del Partido Comunista, Joseph Stalin. Durante su gobierno, el poder político se concentró
en su figura; hubo una fuerte censura sobre los medios de comunicación; se suspendieron
las libertades individuales y sus adversarios políticos, incluyendo a los líderes de la
Revolución rusa, acabaron presos o asesinados por el régimen tras múltiples purgas.
Benito Mussolini (Izquierda) y Adolf Hitler (Derecha) fueron los máximos representantes
del fascismo y nazismo.
Benito Mussolini (Izquierda) y Adolf Hitler (Derecha) fueron los máximos representantes
del fascismo y nazismo.
La crisis social y económica de la República de Weimar ocurrida tras el fin de la Gran
Guerra permitió que ascendiera un partido minoritario conocido como Partido
Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, o partido nazi, dirigido por Adolf
Hitler. Este líder aprovechó el sistema democrático para ascender políticamente: en las
elecciones de 1928, el partido obtuvo el 2,63% de las votaciones para llegar al Parlamento;
y en las elecciones de 1932 contó con el 37,36% de las votaciones y se convirtió en la
principal fuerza política del país. En 1933, tras la muerte del mariscal Hindenburg, Hitler
fue nombrado canciller de Alemania.
Una vez en el poder, Hitler puso en práctica los mecanismos para controlar todo el poder
político y a la sociedad. En primer lugar, aniquiló el sistema parlamentario tras culpar del
incendio del Reichstag o edificio del parlamento, en febrero de 1933, a los comunistas, por
lo que se otorgó poderes extraordinarios y prohibió todos los partidos diferentes del nazi.
Para evitar cualquier disidencia dentro de su partido, eliminó a sus opositores en la noche
de los cuchillos largos, ocurrida entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1934.
El nacionalismo japonés
Desde la segunda mitad del siglo XIX, Japón se industrializó y militarizó rápidamente hasta
convertirse en una potencia colonial emergente. Para alcanzar este nivel de desarrollo,
debió expandirse militarmente con el objetivo de adquirir materias primas que no se
encontraban en abundancia dentro de su país, como el carbón y el petróleo. Por este motivo,
desde finales del siglo XIX y principios del XX, Japón se involucró en dos conflictos
internacionales, con China (1894-1895) y con Rusia (1904-1905) para anexarse nuevos
territorios. Las victorias le dieron un gran prestigio internacional al ejército japonés.
En la década de 1920, el militarismo japonés resurgió con fuerza sobre la base de una
doctrina conocida como el Camino Imperial, que aspiraba a concentrar todo el poder en la
figura del emperador y de su entorno militar. El primer objetivo fue Manchuria,
considerada por el Estado japonés como parte de su zona de espacio vital. Su ocupación en
1932 provocó la condena de la Sociedad de Naciones, institución que Japón abandonó en
marzo de 1933. La expansión japonesa sobre el territorio chino continuó en 1937, cuando el
ejército japonés tomó por la fuerza la ciudad de Wanping. Este incidente ocasionó
la guerra Chino-japonesa, que terminó en septiembre de 1945 con el triunfo de China y
dejó veintiún millones de civiles y militares muertos.
El franquismo español
Durante la década de los treinta del siglo XX, en España surgió un régimen democrático
conocido como la Segunda República, en la cual se hicieron reformas políticas que
modernizaron al país, como el reconocimiento de libertades individuales y políticas, el
derecho al voto, y la separación de la Iglesia y el Estado.
Sin embargo, los sectores sociales y políticos que se opusieron a estos cambios se
agruparon en el Partido de la Falange Española Tradicionalista. En 1936, este
movimiento, bajo el liderazgo del general Francisco Franco, se alzó en armas contra el
gobierno dando inicio a la guerra civil española. En 1939 Franco ganó la guerra e instauró
un régimen militar que se basó en el culto a su imagen, a la cual se subordinaba toda la
estructura política del país; las libertades políticas fueron anuladas y los partidos políticos
fueron prohibidos. Se estableció el régimen de partido único, denominado Movimiento
Nacional. También asumió una política de férreo anticomunismo y utilizó la religión
católica para legitimar su poder.
Pintura que representa la firma del Tratado de Versalles en el Salón de los Espejos, 1919.
Pintura que representa la firma del Tratado de Versalles en el Salón de los Espejos, 1919.
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