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ÁREA: CIENCIAS SOCIALES GRADO: NOVENO

CORPORACIÓN EDUCATIVA
TEMA PRIMER PERIODO
María FECHA:

Goretti
“Seguimos Evolucionando Hacia La DOCENTE: DEISBEL TAPIA
Formación Integral con Calidad
Educativa”

La convulsionada primera mitad del siglo XX


Durante la primera mitad del siglo XX, la idea de progreso tuvo sus grandes
representaciones en el desarrollo de avances técnicos, tecnológicos, en medicina y otros
campos. No obstante, este período también sobresalió por el estallido de dos guerras
mundiales y la instauración de Gobiernos totalitarios que dejaron millones de muertos y
ahondaron problemáticas que continúan hasta nuestros días.
¿Por qué países con un gran desarrollo económico, político y social se enfrentaron en conflictos
bélicos y revoluciones durante la primera mitad del siglo XX?
¿Por qué países con un gran desarrollo económico, político y social se enfrentaron en
conflictos bélicos y revoluciones durante la primera mitad del siglo XX?
Conmemoración del centenario de la destrucción de los barcos
Conmemoración del centenario de la destrucción de los barcos SS Tuscania y HMS Otranto en la
Primera Guerra Mundial.

El fantasma nuclear regresa: la proliferación


de armas nucleares
El 12 de junio de 2018, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump y el líder
norcoreano Kim Jong-un se reunieron en Singapur con el objetivo de establecer un
acuerdo político que pusiera fin a las tensiones diplomáticas surgidas por las pruebas
nucleares realizadas por Corea del Norte para obtener una bomba de hidrógeno y mejorar la
capacidad balística de sus misiles. Aunque esta reunión se consideró exitosa porque Corea
del Norte se comprometió a desmantelar su armamento nuclear, este es uno de los capítulos
más recientes relacionados con la amenaza de una guerra nuclear. No hay que olvidar que
en casi siete décadas de desarrollo de la energía y el armamento nuclear, países como Reino
Unido, Francia, Alemania, Israel, Irán, India, Pakistán, Rusia y China también cuentan con
un arsenal nuclear considerable. Ante el peligro inminente generado por las armas
nucleares, la comunidad internacional se ha movilizado en contra de su uso y proliferación.
Los esfuerzos para el desarme

El primer intento para limitar el uso de la energía nuclear con fines bélicos fue el Tratado
de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares, firmado en 1963 por 125 países y en el que
los países firmantes se comprometieron a no realizar pruebas nucleares en la atmósfera ni
en los fondos marinos, debido a los graves riesgos que ocasionan a la salud y al
medioambiente.

Un segundo esfuerzo se presentó en 1968 con la firma del Tratado de No Proliferación de


Armas Nucleares (TNP), en el que Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China,
se comprometieron a tener un número de armas nucleares limitado. Sin embargo, este
Tratado no se cumplió debido a las rivalidades ideológicas y militares de los países
firmantes. Tras el fin de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia comenzaron a
desmantelar su armamento nuclear. En la actualidad, el proceso de desarme se ha ido
deteniendo y aunque hay menos armas nucleares, muchos de los países poseedores de
armamentos nucleares los han modernizado para hacerlos más potentes y de mayor alcance.

Por otra parte, países como India, Pakistán, Israel y Corea del Norte se han sumado a los
cinco países que habían desarrollado la bomba antes de 1968. Estas nuevas potencias
nucleares no se encuentran cobijadas por tratados de no proliferación de armamento
nuclear, por lo que no tienen restricciones para desarrollar dichas armas. Sin embargo,
ninguno de estos países ha incrementado su armamento nuclear.

La alerta ha surgido por el programa nuclear que ha desarrollado Irán desde 2005. Para
disuadir los intentos de este país por crear una bomba nuclear, la Unión Europea, Rusia,
China y Estados Unidos se comprometieron en 2015 a levantar las sanciones económicas
que le habían impuesto desde la revolución islamista de 1979, así como a garantizar el
retorno a la economía global. No obstante, en 2018, Estados Unidos decidió retirarse del
acuerdo por considerar que Irán estaba incumpliendo con lo pactado.

Los problemas provocados por las armas nucleares


Las bombas nucleares han sido construidas por las potencias militares con el objetivo de
disuadir a otras para atacarlas. Sin embargo, no deja de ser una posibilidad el hecho de que
se presente un conflicto nuclear y sus efectos puedan ser desastrosos, no solo para la
población que sufra el ataque, sino también para las generaciones futuras y el
medioambiente del planeta.

En primer lugar, el desarrollo de tecnologías orientadas para la elaboración de armas


nucleares es bastante costosa para un país, no solo por la fuerte inversión que implica la
construcción de las plantas nucleares, sino también por los daños que a nivel
medioambiental causan el tratamiento y el almacenamiento de los desechos radioactivos
que se producen durante la generación de la energía nuclear necesaria para elaborar las
bombas. Algunos de estos desechos no se pueden destruir y tardan siglos en
descomponerse.
En segundo lugar, las consecuencias que puede tener el uso de una bomba nuclear sobre la
población civil serían destructivas. Se calcula que en la utilización de una bomba de 1,2
megatones, el radio de radiación térmica alcanzaría 13 kilómetros; dejaría 1,5 millones de
víctimas mortales y 3 millones de personas sufrirían lesiones en las primeras 24 horas.

A esta destrucción se sumarían los efectos que podrían producir la expansión de la


radiación a causa del viento y de la lluvia, la cual causaría daños sobre los ecosistemas y las
poblaciones que se encuentren cerca de la zona de la explosión. A largo plazo, las personas
que hayan recibido altas cantidades de radiación pueden desarrollar graves enfermedades
como cánceres, tumores y malformaciones. Este efectos hacen que la comunidad
internacional se esfuerce por reducir el desarrollo y el almacenamiento de este tipo de
arsenales.

Europa a principios del siglo XX


La prosperidad económica que vivían las potencias imperialistas durante la primera década
del siglo XX no evitó que las rivalidades crecieran entre ellas y prepararan el camino hacia
guerras que dejaron millones de víctimas y cambiaron el orden mundial existente.

Un débil equilibrio mundial

En 1900, el dominio de Europa sobre gran parte del mundo era incuestionable. Si a
principios del siglo XIX, los imperios coloniales europeos ejercían su soberanía sobre el
35% de la Tierra, para 1914, el 84% del mundo se encontraba bajo el control de once
países: Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Italia, Rusia, Portugal, España,
Japón y Estados Unidos.

Esta expansión por el mundo se debió al desarrollo del capitalismo industrial que generó
la necesidad de abrir nuevos mercados. Los avances en tecnologías de navegación
facilitaron el contacto entre los países europeos y las potencias industriales con territorios
de Asia, África y América que, en su mayoría, eran productores de materias primas. Por tal
fin, las potencias industriales, interesadas en controlar estos recursos desarrollaron una
política imperialista que consistió en el control sobre países de los otros continentes. Con el
tiempo, este proceso provocó tensiones relacionadas con el control colonial del mundo.

Para asegurarse su victoria y la superioridad, los países industrializados iniciaron


una carrera armamentista que exacerbó los sentimientos nacionalistas entre las
poblaciones de las potencias imperialistas que se consideraban, cada una superior. Al
mismo tiempo, el número de soldados aumentó constantemente, lo que permitió que
hubiera ejércitos preparados para ir a la guerra. Varios enfrentamientos se presentaron entre
finales del siglo XIX y principios del XX por el control de territorios coloniales,
como la guerra de los Bóers (1899-1902), la guerra hispano-estadounidense (1898)
y la guerra ruso-japonesa (1904-1905). Las disputas entre potencias por la anexión de
territorios se fueron trasladando a Europa Oriental, donde existían territorios en la región de
los Balcanes que eran codiciados por Turquía y Austria-Hungría.

Las tensiones en los Balcanes

La descomposición del Imperio turco favoreció las ansias expansionistas del Imperio
austrohúngaro, que se hizo con el control de Bosnia-Herzegovina en 1908. Luego, en 1912,
estalló la primera guerra balcánica, por la que Serbia, Grecia, Bulgaria, Montenegro y
Rumania se consolidaron como Estados nacionales y expulsaron de sus territorios a los
turcos.

En 1913, estalló la segunda guerra balcánica, en la que Bulgaria se enfrentó a sus


antiguos aliados y fue derrotada. Las guerras también exaltaron el nacionalismo en la
región, pues en ella habitaban diferentes nacionalidades que aspiraban tener un Estado
propio, sobre todo aquellas que se encontraban bajo el Imperio austrohúngaro.
Miles de civiles de origen turco se vieron obligados a abandonar los Balcanes durante la
primera guerra balcánica.
La Gran Guerra

Las tensiones entre las potencias desembocaron en la formación de alianzas internacionales,


en las que los países miembros se prometían ayuda en caso de ataque externo. Por un
lado, la Triple Alianza, que estaba integrada por Alemania, Austria-Hungría e Italia, a la
que se sumaron el Imperio turco y Bulgaria. Por el otro, la Triple Entente, integrada desde
1907 por Francia, Inglaterra, el Imperio ruso y, también en plena guerra, por Rumania y
Grecia.

El estallido del conflicto

La Primera Guerra Mundial o Gran Guerra involucró a todas las potencias industriales
de la época, entre 1914 y 1918. Este conflicto tuvo como preámbulo las tensiones
militaristas entre dichas potencias, pero el detonante fue el asesinato del
archiduque Francisco Fernando, heredero de la Corona del Imperio austrohúngaro, el 28
de junio de 1914 en Sarajevo, Bosnia, a mano de nacionalistas serbios. Ante este crimen,
Austria-Hungría apoyada por Alemania declaró la guerra a Serbia el 28 de julio. En
respuesta, Rusia respaldó a Serbia el 29 de julio y luego, el 2 de agosto, Francia adhirió a
los rusos. Entonces, Alemania invadió Bélgica para llegar a Francia y por ello, Gran
Bretaña entró a la guerra el 5 de agosto.
Escenarios de la Primera Guerra Mundial
Escenarios de la Primera Guerra Mundial
Las fases del conflicto

La guerra se dividió en dos etapas:

 La primera etapa (1914-1916), se caracterizó por los ataques relámpagos en el Frente


Occidental, principalmente por Alemania, que invadió Bélgica. Sin embargo, franceses e
ingleses detuvieron al ejército alemán cerca de París. Mientras tanto, en el Frente Oriental,
los rusos fueron derrotados por los alemanes en las batallas de Tannenberg y Lagos
Masurianos, pero el ejército ruso no fue diezmado.
 La segunda etapa (1917-1918) comenzó con la estabilización de los combates en los
campos de trincheras en los dos frentes, lo cual llevó al progresivo desgaste de los ejércitos
de ambos bandos. En el Frente Oriental, Rusia lanzó una ofensiva contra Austria-Hungría,
que tuvo éxito inicialmente. Entretanto, Rumania fue derrotada y el Imperio turco rechazó a
los británicos y los australianos en la península de Galípoli.

La guerra de trincheras

Entre 1914 y 1917, en los campos de batalla de Francia, Alemania, Austria-Hungría y


Rusia fueron construidas trincheras y fortificaciones con las que los ejércitos defendieron
sus posiciones. Las trincheras eran zanjas defensivas protegidas con sacos de arena y
alambres de púas, que impedían la entrada del enemigo y que protegían a los soldados de
los ataques. Los soldados vivían en las trincheras durante meses, con pocos alimentos y
dormían entre ratas. Cuando lograban avanzar, las tropas marchaban sobre cientos de
cadáveres y se protegían de las explosiones entre los cráteres, hasta alcanzar la trinchera del
ejército enemigo y combatir cuerpo a cuerpo.

En esta fase hubo varios intentos por romper el frente y en el que se perdieron miles de
vidas. Por ejemplo, en la batalla de Verdún en 1916, el ejército alemán intentó conquistar
esta región pero se encontró con la resistencia de las fuerzas francesas, lo que dejó un saldo
de 700.000 muertos. Otro intento de ruptura del frente fue en la batalla del Somme,
ocurrida en 1916 y promovida por las tropas de la Triple Entente que buscaban derruir las
líneas defensivas alemanas, pero chocaron con la fortaleza del ejército alemán. En este
enfrentamiento murieron un millón de personas.
1917: el año de las transformaciones

Hacia principios de 1917, ambos bandos se encontraban exhaustos ante la inmovilidad de


los frentes de guerra; pero dos sucesos cambiaron el curso del conflicto:

 La Revolución rusa. En febrero de 1917 el pueblo ruso se levantó en contra del gobierno
del zar Nicolás II, impulsado por la escasez de alimentos, medicinas y combustibles
ocasionada por la guerra. Estos sucesos forzaron la abdicación del zar a favor de un
gobierno republicano en marzo, y al retiro de Rusia de la guerra en octubre, evento que se
pactó con la firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918. El retiro de Rusia
permitió a los alemanes trasladar todas sus tropas al Frente Occidental.
 El ingreso de Estados Unidos a la guerra. El ataque de los submarinos alemanes a los
barcos mercantes estadounidenses, el hundimiento del transatlántico Lusitania en 1915 y el
ataque al barco Sussex en 1916, provocó la entrada de Estados Unidos a la guerra en abril
de 1917. Este hecho no solo compensó la salida de Rusia, sino que inclinó la balanza a
favor de la Triple Entente por los recursos bélicos y financieros estadounidenses.

El final de la guerra

En 1918, Alemania contaba con un número superior de tropas en el Frente Occidental por
lo que el alto mando militar desencadenó varias ofensivas que fueron poco fructíferas. Estas
escaramuzas chocaron con las tropas de la Triple Entente mejor pertrechadas debido al
ingreso de Estados Unidos a la guerra, las cuales efectuaron un contraataque en el que
usaron numerosos carros de combate que protegían a la infantería en su avance. Ante ello,
la Triple Entente logró el repliegue de las tropas de los imperios centrales. Además, el
ejército alemán fue debilitado no solo por las derrotas en los campos de batalla, sino
también por la grave situación económica y social interna en el país, lo cual obligó al
emperador Guillermo II a abdicar de su trono a favor de un gobierno republicano dirigido
por el Partido Socialdemócrata, el cual firmó la rendición de Alemania, el 11 de
noviembre 1918.

Durante la Primera Guerra Mundial, las potencias imperialistas movilizaron pobladores de


sus colonias para que hicieran parte de sus ejércitos.
Durante la Primera Guerra Mundial, las potencias imperialistas movilizaron pobladores
Consecuencias de la Guerra

El fin de la Gran Guerra trajo repercusiones:

 Políticas. La guerra causó la disolución de los imperios alemán, austrohúngaro, ruso y


otomano. Además, permitió que Estados Unidos y Japón se convirtieran en potencias
mundiales.
 Económicos. Las economías europeas se debilitaron debido a gastos bélicos, la destrucción
de la infraestructura productiva y la excesiva emisión de papel moneda que ocasionó la
inflación en varios países.
 Sociales. La guerra produjo alrededor de diez millones de muertos y casi veinte millones de
heridos, lo que retrasó el crecimiento demográfico europeo. Además, produjo graves
consecuencias para los sistemas de salud de Europa, pues los soldados supervivientes se
encontraban en situaciones de discapacidad o con enfermedades mentales que les
impidieron tener una vida civil normal.
 Efectos demográficos. Las privaciones alimenticias y las carencias sanitarias facilitaron la
propagación de devastadoras enfermedades como la gripe de 1918, que provocó la muerte
de, por lo menos, 6 millones de europeos y de 22 millones de personas alrededor del
mundo.

Los acuerdos de paz tras la Gran Guerra

En 1919, los países vencedores de la Gran Guerra se reunieron en París con el fin de
establecer las condiciones que se les impondrían a los países de los imperios centrales para
traer la paz a Europa. Estos acuerdos tenían como objetivos impedir el resurgimiento de
Alemania como una potencia militar; establecer un equilibrio entre las potencias
vencedoras que evitara futuras confrontaciones y mantener aislada a la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que tenía un régimen comunista. Para lograr
esto último, se crearon nuevos Estados en Europa Oriental como Checoslovaquia, Polonia,
Lituania, Estonia y Letonia. La paz se implementó mediante la firma de tratados con los
países vencidos:

 Tratado de Versalles. Este tratado culpaba a Alemania de ser la principal nación


responsable de la guerra, motivo por el cual se le imponían duras sanciones, entre las que
estuvieron la pérdida de un 15% de su territorio y de todas sus colonias; la reducción de su
ejército y de su flota marítima, y el pago de reparaciones a las naciones vencedoras. Estas
duras condiciones provocarían el deseo de revancha entre los alemanes.
 Tratado de Saint-Germain. Con la firma de este documento, el Imperio austrohúngaro se
fragmentó en Austria, Hungría y Checoslovaquia, y cedió territorios a Yugoslavia, Polonia
y Rumania.
 Tratado de Trianon. Con este acuerdo, Hungría cedió territorios a Italia, Checoslovaquia,
Rumania y Yugoslavia.
 Tratado de Neuilly. Fue firmado con Bulgaria y este país perdió su acceso al mar Egeo en
beneficio de Grecia. Además, cedió territorios a Yugoslavia y Rumania.
 Tratado de Sévres. En este documento, el Imperio otomano se convirtió en la República
de Turquía y entregó Siria a Francia, Irak y Palestina a Gran Bretaña y diversas islas del
mar Mediterráneo a Italia y Grecia.

Por último, y siguiendo las sugerencias del presidente estadounidense Woodrow Wilson,
en la Conferencia de París se impulsó la creación de la Sociedad de Naciones o Liga de
Naciones, que nació en 1920, con sede en Ginebra.

Aunque no tuvo mucha efectividad porque en ella no participaron Estados Unidos,


Alemania y Rusia, es de gran importancia porque representó el principal antecedente de
la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La Revolución rusa
A principios del siglo XX, la irrupción de inversiones extranjeras en la economía rusa
facilitó un proceso de industrialización representado en la extracción de carbón y petróleo,
la producción de acero y la construcción de ferrocarriles. En este contexto de desarrollo, la
realidad social rusa era caótica, ya que las condiciones de vida de los campesinos eran
miserables, al tiempo que en las ciudades los obreros trabajaban largas jornadas en pésimas
condiciones laborales. Estas situaciones facilitaron la expansión de las ideas comunistas
entre la mayoría de la población oprimida.

El Domingo Sangriento

En 1904, la política expansionista del zar Nicolás II llevó a Rusia a una guerra contra
Japón por el control de Manchuria, en el noreste de China. Tras un año de guerra, la derrota
del ejército ruso aumentó las tensiones sociales. El domingo 9 de enero de 1905,
manifestantes se dirigieron al Palacio de Invierno de San Petersburgo y exigieron
mejores condiciones de trabajo y la creación de una Asamblea Constituyente. La
manifestación fue reprimida por la guardia imperial que ocasionó la muerte de cientos de
manifestantes. Este día se conoció como Domingo Sangriento y fue considerado como un
ensayo para la Revolución de 1917. A pesar de la represión del movimiento popular, este
hecho obligó al zar a aceptar la creación de un parlamento, llamado la Duma, pero que no
tenía muchos poderes para limitar las decisiones del zar.

La Revolución de 1917
Lenin fue el principal líder durante la Revolución de octubre.

En 1914, Rusia ingresó a la Primera Guerra Mundial con el objetivo de controlar el mar
Negro y el mar Mediterráneo oriental, así como apartar la influencia del Imperio
austrohúngaro de la península Balcánica.

Sin embargo, la guerra demandó demasiadas provisiones en el frente de batalla, lo que hizo
que escasearan alimentos y combustibles entre la mayoría de la población. Esta situación
hizo que el 23 de febrero de 1917 se produjeran grandes manifestaciones, por lo que el zar
ordenó al ejército disolverlas a la fuerza, pero los soldados no acataron sus órdenes. El 27
de febrero, el zar abdicó y se creó un Gobierno provisional coordinado por el socialista
moderado Aleksandr Kerensky, quien intentó consolidar un gobierno basado en los
principios de la democracia liberal y que respetase las libertades individuales.

Paralelamente, en todo el país se crearon sóviets, que eran consejos de obreros y


campesinos, los cuales asumieron a nivel local el gobierno de una región.
Al poco tiempo, los sóviets fueron controlados por los bolcheviques, un grupo político de
izquierda radical, mayoritariamente comunista, que pedían la salida de Rusia de la Primera
Guerra Mundial, la redistribución de la tierra, el control de las fábricas por los comités de
obreros y la entrega del poder a los sóviets.

En contra del deseo del pueblo, el gobierno de Kerensky mantuvo a Rusia en la guerra, pero
el ejército ruso sufrió graves derrotas.

En este contexto, el líder de los bolcheviques Vladimir Ilich Uliánov conocido


como Lenin, propuso el retiro inmediato de Rusia de la guerra y el cumplimiento de las
propuestas políticas de los bolcheviques. El 24 de octubre, sóviets dominados por los
bolcheviques se apoderaron de los puntos estratégicos de San Petersburgo, asaltaron el
Palacio de Invierno, para derrocar al gobierno y declarar el triunfo de la Revolución.
Inmediatamente se creó el primer Gobierno bolchevique, presidido por Lenin

La guerra civil rusa

Después de tomar el poder, los revolucionarios bolcheviques organizaron la salida del país
de la Primera Guerra Mundial. Las negociaciones con Alemania llevaron al abandono de
Rusia de este conflicto militar, lo cual fue formalizado con la firma del Tratado de Brest-
Litovsk, el 3 de marzo de 1918, en la que además cedió vastos territorios y reconoció la
independencia de Ucrania y de Finlandia.

El nuevo Gobierno adoptó varias medidas para acabar con el viejo orden imperial como
entregar el control de las empresas a los obreros; establecieron la igualdad y la soberanía de
los pueblos reunidos en el territorio ruso e incluyeron el derecho a separarse de Rusia y
constituir Estados independientes. Estas medidas generaron el rechazo de los partidarios del
zarismo como terratenientes, militares, miembros de la Iglesia ortodoxa y defensores del
sistema liberal, que se organizaron para acabar con la Revolución bolchevique. Este
contexto de descontento llevó a una guerra civil entre 1918 y 1921 y tuvo como
protagonistas a dos sectores político-militares:

 El ejército blanco. Constituido por grupos contrarrevolucionarios que contaron con el


apoyo de varias potencias extranjeras que temían que la revolución se extendiera por sus
países.
 El ejército rojo. Conformado por seguidores bolcheviques que creían en el proceso
revolucionario.

Para abastecer los frentes de guerra, el Gobierno adoptó una política económica conocida
como “comunismo de guerra”, en la que se nacionalizó la industria, se colectivizó la tierra
y se requisaron las cosechas para alimentar al ejército. Durante esta etapa se sentaron las
bases del nuevo Estado: todas las decisiones quedaron en manos de los bolcheviques, que
pasaron a denominarse Partido Comunista, se prohibieron los demás partidos políticos y
se reprimieron las huelgas y protestas con violencia. ia.
La Nueva Política Económica

La guerra civil debilitó la economía rusa, por lo que el Gobierno bolchevique decidió
desarrollar la Nueva Política Económica (NEP) que consistía en la apertura controlada
hacia el capitalismo mundial. Por esta razón se reconoció la propiedad privada de pequeñas
tierras, se fomentó la llegada de capital extranjero y se permitió el libre comercio
interno. Lenin planteó que con el despegue del sector agrícola e industrial sería posible la
instauración de la dictadura del proletariado, el gobierno de los obreros. A su muerte, en
1924, el Partido Comunista discutió las ventajas de la NEP y planteó la instauración de
los planes quinquenales de planificación central de la economía, con el fin de desarrollar
la industria nacional y favorecer a los productores agrícolas.

El ascenso de Stalin

Tras la muerte de Lenin se dieron pugnas por la sucesión en la cúpula del partido. Los
protagonistas de esta disputa fueron León Trotski y Joseph Stalin. El candidato con más
apoyo en el partido comunista era Trotski, a quien se lo veía como el brazo derecho de
Lenin. Por su parte Stalin era un hábil político que había ascendido dentro del partido hasta
hacerse su secretario general.

Si bien Lenin dejó un testamento en el que recomendaba remover al secretario, este


documento fue ocultado por los partidarios de Stalin logrando así convertirse en el sucesor
de Lenin. La llegada del nuevo líder inició una nueva etapa en la historia de Rusia.
En el plano político, dejó de lado la ideología internacionalista, que buscaba la revolución
de todos los trabajadores del mundo para remplazarla por la idea de la defensa del
socialismo en Rusia, o socialismo en un solo país. Por otra parte, estableció un gobierno
totalitario, caracterizado por la persecución de los opositores políticos, la centralización del
poder y la ausencia de libertades civiles.

El mundo en los años veinte


La década de 1920 fue una etapa de prosperidad económica en algunos países, como
Estados Unidos, en donde apareció la sociedad de consumo, con la popularización del
automóvil y de los nuevos electrodomésticos. Sin embargo, en Europa, las secuelas de la
guerra habían dejado una economía debilitada que impidió un normal desarrollo del
comercio internacional.

La música jazz y los clubes sociales se convirtieron en símbolos de la riqueza, modernidad


El plan Dawes: una estrategia para recuperar Europa

Tras la Primera Guerra Mundial, la hegemonía económica mundial se desplazó desde el


Reino Unido hacia Estados Unidos porque este último país mantuvo su industria intacta, la
mitad de las reservas mundiales de oro, y su condición de principal acreedor de casi todos
los países europeos. A la vez, Estados Unidos se perfiló como la mayor potencia mundial,
así como Japón y la Unión Soviética se volvieron potencias regionales.

La recuperación económica de Europa fue lenta debido a la destrucción de la guerra, la


inflación y el aumento del desempleo. Las políticas proteccionistas que pusieron en práctica
los gobiernos europeos para recuperar sus industrias redujeron el comercio internacional y
causaron la pérdida de valor de muchas de sus monedas como el franco, la libra
esterlina y el marco. La crisis fue especialmente fuerte en Alemania, pues tenía que pagar
las reparaciones de guerra. Esto produjo un ascenso espectacular en los precios y la pérdida
del valor adquisitivo del marco; así, en julio de 1922, un dólar, que valía 493 marcos, en
noviembre del siguiente año costaba 4,2 billones de marcos. Ante la imposibilidad de
Alemania de pagar las reparaciones de guerra, Francia y Bélgica decidieron invadir con sus
ejércitos la región alemana del Ruhr, entre 1923 y 1924.

Para 1924, la producción mundial parecía volver a la normalidad, por lo que aumentaron
los movimientos bancarios; sin embargo, Europa, no se había recuperado totalmente:
Alemania seguía en crisis y su sistema económico capitalista menguaba. Para solucionar el
problema, Estados Unidos puso en marcha en 1924 el plan Dawes, que consistía en que
Alemania recibiría un préstamo de Estados Unidos que le permitiría pagar las reparaciones
a los países vencedores de la Gran Guerra, y estos, a su vez, podrían pagar sus deudas a
Estados Unidos.

El entendimiento económico contribuyó a la mejora de las relaciones internacionales entre


Francia y Alemania. El resultado fue la firma del Tratado de Locarno en 1925, por el que
Alemania reconocía sus fronteras con Francia y Bélgica tal como habían sido fijadas en la
Paz de Versalles y aceptaba que la zona desmilitarizada de Renania quedara bajo control
británico e italiano. Como colofón, Alemania fue admitida en 1926 en la Sociedad de
Naciones. La aplicación de este plan permitió que entre 1924 y 1928 la producción y el
comercio mundial se restablecieran y que las principales economías mundiales volvieran a
crecer.

Por ello, en Estados Unidos, los bancos, con el fin de fortalecer el consumo, otorgaron
créditos con grandes facilidades de pago. Esta estrategia económica produjo una euforia
consumista en la que muchas personas decidieron invertir en la Bolsa de Valores por los
altos rendimientos que otorgaba, en lugar de hacerlo en actividades productivas.

La crisis económica de 1929

La bonanza económica que vivió Estados Unidos durante la década de los años veinte se
basó en el crecimiento de la producción, lo que trajo como resultado un exceso de oferta.
La mayoría de este crecimiento se financió gracias a las facilidades de créditos que daban
los bancos, los cuales no siempre eran utilizados para actividades productivas, sino que se
invertían en el consumo de bienes o en la especulación financiera en la Bolsa de Valores
de Nueva York. Como estas inversiones no tenían un respaldo en la economía real o
productiva, se presentaron fuertes bajas en sus precios, lo que ocasionó pánico entre los
pequeños inversionistas, quienes empezaron a vender sus acciones. Esto hizo que ocurriera
el crac del 29 cuando 16 millones de acciones perdieron su valor los días 24, 28 y 29 de
octubre de 1929.

Las consecuencias de la crisis

La caída de la Bolsa produjo una reacción negativa en la economía de los Estados Unidos,
que desencadenó una depresión económica. Los bancos se hundieron porque los clientes
retiraron su dinero y muchos préstamos no se devolvieron. Para 1932 unos cinco mil
bancos de este país habían cerrado. Por otro lado, el nivel de consumo se redujo
drásticamente, lo que obligó a muchas empresas a reducir su producción o a cerrar. En
1932, la producción mundial cayó un 40%, mientras que el comercio internacional se
redujo a un tercio.
El colapso bursátil que se dio durante la crisis, causó que los inversionistas de Wall Street
perdieran todo su dinero y tuvieran que vender sus pertenencias a costos muy bajos.
Los efectos sociales no se hicieron esperar, pues millones de personas perdieron sus
empleos, y aquellos que los preservaron vieron reducidos a la mitad sus salarios. En el
campo, miles de agricultores perdieron sus tierras debido a que la reducción de los precios
y de la demanda de sus productos hizo disminuir sus ingresos y les impidió pagar sus
deudas.

La crisis económica rápidamente se extendió a otros continentes. En Europa, los efectos de


la crisis fueron fuertes porque los estadounidenses redujeron sus importaciones y, con ello,
disminuyó la producción agrícola e industrial de los países europeos, lo que ocasionó el
incremento del desempleo. Además, Estados Unidos paralizó los montos de su inversión
extranjera y repatriaron los capitales que tenían en Europa porque eran la base de su
recuperación; estas movidas financieras causaron el hundimiento de los sistemas bancarios
y económicos de Alemania y Austria.

La política del New Deal

Ante la tarea de combatir los efectos de la crisis económica de 1929, Franklin Delano
Roosevelt, elegido presidente de los Estados Unidos en 1932, implantó el New
Deal o Nuevo Acuerdo, un plan de recuperación económica caracterizado por la fuerte
intervención del gobierno en la economía del país. Puesta en práctica entre 1933 y 1937,
este programa incluía medidas como la regulación del sistema financiero en el que se
establecieron controles bancarios con el fin de obligar a los bancos a no ser insolventes; la
regulación del mercado de trabajo fundamentado en el entendimiento laboral entre
empleadores y empleados; el establecimiento de programas de asistencia a los pobres y
desempleados; y los incentivos a la producción industrial y la construcción de obras
públicas, los cuales generarían millones de empleos y la reactivación del consumo.

Por otra parte, la Sociedad de Naciones convocó la Conferencia Económica de


Londres en 1933, en la que se buscó que los países cooperaran entre sí para salir de la
crisis. Pero este evento fracasó porque los países europeos propusieron condonar las deudas
intergubernamentales para superar la depresión, pero Estados Unidos rechazó la idea y no
participó en las negociaciones.

Los totalitarismos en el mundo


El águila imperial, símbolo del esplendor del Imperio romano, fue
El desempleo masivo, la pobreza y los cuestionamientos al modelo democrático crearon un
ambiente de inquietud social que fue hábilmente explotado por los movimientos
antidemocráticos. Entre 1920 y 1939, gobiernos de extrema derecha llegaron al poder en
diversos países de Europa, como sucedió con el fascismo italiano o el nazismo alemán, los
cuales se basaban en un discurso ultranacionalista, anticomunista, racista, anticapitalista y
antiliberal. Este tipo de gobiernos se caracterizaron por crear un sistema de gobierno de
partido único; subordinar la libertad de los individuos al poder del Estado, personificado en
la figura de un líder con poderes ilimitados; y utilizar los medios de comunicación para
adoctrinar a la población según su ideología.

En otras partes, como la Unión Soviética, Japón y España, aspectos del totalitarismo fueron
adoptados pero bajo sus propios contextos históricos.

El triunfo del fascismo en Italia

Tras la Primera Guerra Mundial, Italia vivió una situación de malestar político y social que
fue explotada por el líder del Partido Nacional Fascista, Benito Mussolini, para tomar el
poder de forma violenta con el argumento de que solo un gobierno fuerte daría prosperidad
al país. En octubre de 1922, Mussolini organizó la Marcha sobre Roma, donde una
masiva concentración de militantes fascistas ocupó los edificios públicos de esta ciudad y
presentó un ultimátum al Gobierno. En vista de la situación, el rey Víctor Manuel
III ofreció a Mussolini el control del Gobierno.

Tras la marcha y hasta 1928, Mussolini se encargó de instalar un Estado totalitario en el


que el Parlamento se convirtió en un órgano sin poder; los medios de comunicación pasaron
a ser controlados por el Estado; la sociedad fue dividida en corporaciones de empleados y
empleadores, para constituir un Estado corporativo.

Stalin y el totalitarismo soviético

En 1924, luego de la muerte de Lenin, la dirección del Estado la tomó el secretario general
del Partido Comunista, Joseph Stalin. Durante su gobierno, el poder político se concentró
en su figura; hubo una fuerte censura sobre los medios de comunicación; se suspendieron
las libertades individuales y sus adversarios políticos, incluyendo a los líderes de la
Revolución rusa, acabaron presos o asesinados por el régimen tras múltiples purgas.

Ante el aislamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el gobierno


financió el desarrollo tecnológico e industrial del país con recursos internos. Para ello, el
Estado desarrolló planes quinquenales de centralización económica con lo que la URSS se
convirtió en potencia industrial debido al incremento de la industria de base, como energía
eléctrica y metalurgia. Además, el Estado invirtió en la educación y en la calificación de la
mano de obra, así como en la formación de cooperativas agrícolas para ampliar la
producción agropecuaria.

El ascenso del partido nazi

Benito Mussolini (Izquierda) y Adolf Hitler (Derecha) fueron los máximos representantes
del fascismo y nazismo.
Benito Mussolini (Izquierda) y Adolf Hitler (Derecha) fueron los máximos representantes
del fascismo y nazismo.
La crisis social y económica de la República de Weimar ocurrida tras el fin de la Gran
Guerra permitió que ascendiera un partido minoritario conocido como Partido
Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, o partido nazi, dirigido por Adolf
Hitler. Este líder aprovechó el sistema democrático para ascender políticamente: en las
elecciones de 1928, el partido obtuvo el 2,63% de las votaciones para llegar al Parlamento;
y en las elecciones de 1932 contó con el 37,36% de las votaciones y se convirtió en la
principal fuerza política del país. En 1933, tras la muerte del mariscal Hindenburg, Hitler
fue nombrado canciller de Alemania.

Una vez en el poder, Hitler puso en práctica los mecanismos para controlar todo el poder
político y a la sociedad. En primer lugar, aniquiló el sistema parlamentario tras culpar del
incendio del Reichstag o edificio del parlamento, en febrero de 1933, a los comunistas, por
lo que se otorgó poderes extraordinarios y prohibió todos los partidos diferentes del nazi.
Para evitar cualquier disidencia dentro de su partido, eliminó a sus opositores en la noche
de los cuchillos largos, ocurrida entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1934.

Del mismo modo, el régimen creó organismos dedicados al control de cualquier


manifestación social. En 1934 organizó el Ministerio de Propaganda, cuya misión era
proclamar la excelencia del sistema, destruir a sus críticos y promover el culto a Hitler. En
1936 creó la Gestapo, policía política hitleriana, y se multiplicaron los campos de
concentración en los que se recluían a opositores políticos y judíos.

El nacionalismo japonés

Desde la segunda mitad del siglo XIX, Japón se industrializó y militarizó rápidamente hasta
convertirse en una potencia colonial emergente. Para alcanzar este nivel de desarrollo,
debió expandirse militarmente con el objetivo de adquirir materias primas que no se
encontraban en abundancia dentro de su país, como el carbón y el petróleo. Por este motivo,
desde finales del siglo XIX y principios del XX, Japón se involucró en dos conflictos
internacionales, con China (1894-1895) y con Rusia (1904-1905) para anexarse nuevos
territorios. Las victorias le dieron un gran prestigio internacional al ejército japonés.

En la década de 1920, el militarismo japonés resurgió con fuerza sobre la base de una
doctrina conocida como el Camino Imperial, que aspiraba a concentrar todo el poder en la
figura del emperador y de su entorno militar. El primer objetivo fue Manchuria,
considerada por el Estado japonés como parte de su zona de espacio vital. Su ocupación en
1932 provocó la condena de la Sociedad de Naciones, institución que Japón abandonó en
marzo de 1933. La expansión japonesa sobre el territorio chino continuó en 1937, cuando el
ejército japonés tomó por la fuerza la ciudad de Wanping. Este incidente ocasionó
la guerra Chino-japonesa, que terminó en septiembre de 1945 con el triunfo de China y
dejó veintiún millones de civiles y militares muertos.

El franquismo español

Durante la década de los treinta del siglo XX, en España surgió un régimen democrático
conocido como la Segunda República, en la cual se hicieron reformas políticas que
modernizaron al país, como el reconocimiento de libertades individuales y políticas, el
derecho al voto, y la separación de la Iglesia y el Estado.

Sin embargo, los sectores sociales y políticos que se opusieron a estos cambios se
agruparon en el Partido de la Falange Española Tradicionalista. En 1936, este
movimiento, bajo el liderazgo del general Francisco Franco, se alzó en armas contra el
gobierno dando inicio a la guerra civil española. En 1939 Franco ganó la guerra e instauró
un régimen militar que se basó en el culto a su imagen, a la cual se subordinaba toda la
estructura política del país; las libertades políticas fueron anuladas y los partidos políticos
fueron prohibidos. Se estableció el régimen de partido único, denominado Movimiento
Nacional. También asumió una política de férreo anticomunismo y utilizó la religión
católica para legitimar su poder.

Pintura que representa la firma del Tratado de Versalles en el Salón de los Espejos, 1919.
Pintura que representa la firma del Tratado de Versalles en el Salón de los Espejos, 1919.
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Conmemoración del centenario de la destrucción de los barcos

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