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CONSTITUCION
DE
LATINOAMERICA
FACILITADOR: BACHILLER:
El lado positivo es que muchas de las constituciones nuevas otorgan derechos mucho más
amplios. Algunos son derechos colectivos políticos y territoriales para comunidades indígenas;
protecciones contra discriminación racial, de género y étnica, y derechos a la privacidad y la
información. Los ciudadanos se han beneficiado de este tipo de medidas en la Constitución
colombiana de 1991, que les permite pedir protección inmediata ante las cortes cuando se violan
derechos básicos. Y hubo una expansión de la democracia directa a través de la creación de figuras
como las iniciativas populares y los referéndums que les permiten a los ciudadanos crear y
modificar leyes.
Los sistemas políticos también se han vuelto más representativos e inclusivos. En países
donde los presidentes solían nombrar alcaldes y gobernadores, como en Bolivia, Venezuela y
Colombia, los votantes ahora eligen a sus líderes locales. A nivel legislativo, los ciudadanos solían
votar por listas partidarias cerradas para elegir a los miembros del Congreso, y el partido luego
decidía qué escaño recibía cada candidato. Hoy, con las constituciones nuevas, es común el voto
directo por los candidatos. Lo mismo sucede con el voto en el marco de listas flexibles o abiertas,
donde los votantes pueden expresar sus preferencias entre varios candidatos. En tanto, las
constituciones actuales tienden a favorecer mecanismos que hacen posible que candidatos de
muchos partidos tengan la chance de llegar a la presidencia, en lugar de que quede restringida a
los representantes de los dos partidos principales, como sucedía antes.
A la vez, sin embargo, el poder presidencial en la mayoría de los países —aunque no todos
— ha aumentado en muchos aspectos, y los cambios —como en algunos casos de reforma
electoral— no siempre surgen de iniciativas para que los países se vuelvan más pluralistas. De
hecho, como señala el estudio sobre reformas constitucionales, en varios casos los presidentes y
sus partidos han puesto en marcha amplias transformaciones para superar crisis políticas o
económicas temporarias, conseguir ventajas electorales o apuntalar su autoridad a futuro.
Un ejemplo es el poder creciente de los presidentes sobre las leyes. Como resultado de las
nuevas constituciones, los presidentes ahora pueden emitir decretos de emergencia que tienen la
entidad de una ley o presentar proyectos de ley que son promulgados automáticamente si el
Congreso no toma cartas en el asunto. Esto podría favorecer una toma de decisiones rápida y
firme sobre políticas cuando los partidos y las legislaturas son débiles. Pero también puede ser
contraproducente. Permitir que los presidentes no necesiten de la aprobación del Congreso puede
alimentar esas mismas debilidades y socavar la posibilidad de compartir el poder.
La reelección presidencial, que ha aumentado en general en las nuevas constituciones,
podría tener el mismo efecto. Si en la mejor de las circunstancias puede permitir que un
presidente siga construyendo sobre sus logros, también puede concentrar poder en el nivel más
alto, y socavar la renovación y el cambio. Sin dudas, los congresos de muchos países han adquirido
cierta autoridad sobre los presidentes, como la capacidad de aprobar o despedir miembros del
gabinete. Pero la centralización del poder en el funcionario de más alto rango va en dirección
opuesta a las tendencias más democratizadoras. Además, la idea de que un presidente pueda
trabajar para modificar una carta magna como si fuera una pelota de fútbol política para
empoderarse o perpetuarse en el poder genera el riesgo de que disminuya el respeto por la ley.