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FACULTAD DE ARTE
UNICEN Tandil – 21-23 de junio 2018
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ACTAS de las VI Jornadas Internacionales y IX Nacionales de historia, arte y política. FACULTAD DE ARTE
UNICEN Tandil – 21-23 de junio 2018
1. Arte. 2. Teoría del Arte. 3. Teatro. I. Patra, Parichay. II. Bertone, María Agustina, comp. III. García, María Amelia, comp.
CDD 709.82
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ACTAS de las VI Jornadas Internacionales y IX Nacionales de historia, arte y política. FACULTAD DE ARTE
UNICEN Tandil – 21-23 de junio 2018
ÍNDICE
Conferencias
Parichay PATRA: Memories of the Revolution: History, Cinema and the Contemporary ……………………………….. 6
Memorias de la revolución: Historia, cine y lo contemporáneo …….…………….………………………………… 13
Nicolás SCIPIONE: El Grupo Dziga Vertov y su cine militante ‘entre’ vanguardia política y vanguardia artística …. 21
Ponencias
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Daniel GILMAN CALDERÓN: Jauja, el viaje como encrucijada entre mito e historia ……………………………… 351
Facundo GIMÉNEZ: El desencanto: modulaciones poéticas en torno a un tono de época ………………………… 361
Ignacio GIRALA: Dos momentos en la obra de Walter Benjamin acerca del retroceso del aura …………………… 373
Bettina GIROTTI: Un recorrido por las experiencias de mujeres titiriteras en Buenos Aires: Elba Fábregas ………. 379
Silvana A. GÓMEZ: La España de acá festeja su mayoría de edad. Una imagen de Argentina construida
por el semanario Caras y caretas en 1910 ………………………………………………………….……………… 392
Alejandra HEFFES, Agustina BERTONE: La niñez como territorio de resistencia: Una mirada desde Kamchatka .. 412
Julia ISIDORI: Latinoamérica, política y marginal. Demasiado arte para ser verdad ……………………………… 434
Verónica LEUCI: Imposturas poéticas: caminos de la autoficción y juegos nominales en la poesía española última . 451
María LICCIARDO: Flores arrancadas ...……………………………………………………………………………………… 464
Guillermo LÓPEZ GEADA: La presión diagonal de lo imposible: situación de la Estética en la teoría Menke.
Entre una negatividad implícita y la subversión postestética ...…………………………………………………………… 479
Ignacio LUIS: Situar la mirada sobre aquello donde no hay nada que ver ..…………………………………………. 488
Ana Laura LUQUEZ: El lugar del territorio en la construcción de la identidad profesional del Profesor de Teatro .. 495
Natalia MARCH: Las obras de arte como ejes articuladores de la memoria histórica. Buenos Aires, Argentina .….. 508
Nadia MARTÍN: Memorias de la desaparición en el arte tecnológico: el Mundial del ‘78 ..…………………………… 526
Patricia MARTINEZ CASTILLO, Cristina FUKELAMAN, Jorgelina SCIORRA: Redes de Autogestión y Espacios
de Circulación de Arte en la Ciudad de La Plata: Ciudad y mapa para una tipología posible …………………… 536
Lucas Andrés MASÁN: Grandes ruidos en una pequeña habitación.
Indicios y resonancias en la obra pictórica de Prilidiano Pueyrredón ..………………………………………………… 543
Camila Inés MEDAIL, Juan Cruz PEDRONI: Itinerarios poéticos de Córdova Iturburu.
Cultura escrita, anacronismo y política a través de El viento en la bandera (1945) ...………………………………… 566
María José MELENDO: Lecturas situadas en torno al futuro que imaginaron las vanguardias ..……………………… 584
Laila Florencia MENDEZ: Al resguardo del Patrimonio Cultural, Derecho Internacional en tiempos de guerra ...… 595
Carlos Federico MITIDIERI: Mímesis y racionalidad en el pensamiento estético de Th. W. Adorno .………………… 601
Rodrigo MONTENEGRO: Imágenes críticas de la comunidad. Apuntes sobre narrativa reciente y territorialidad ... 607
Virginia MORAZZO, Fabián FLORES: El documental y la búsqueda de identidad .…………………………………… 618
Fernanda MUGICA: Apropiaciones y desvíos:
preguntas sobre la noción de autoría en las producciones de Milton Läufer …………………………………………… 628
Alejandro Javier NIGRI: América Latina, cine y construcción de identidad ……………………………………………… 639
Lucila ORTEGA: La sensibilidad antiautoritaria anarquista: desplazamientos y relecturas …………………………… 658
Anabel PAOLETTA, Guillermina BUCKLE, Belén TOCINO, Agustina VILLANES: Colectivo de arte y activismo
en las marchas de la ciudad de Tandil (2014-2018) ...……………………………………………………………………… 670
Gabriela PEREZ CUBAS: Resubjetivación como resistencia teatral ………………………………………………… 678
Rómulo PIANACCI: Políticas Culturales: Estado y Sociedad en las dictaduras de Brasil y Argentina (1955-1958) . 691
Marisa RODRIGUEZ: Los talleres artístico-culturales municipales, entre la inclusión, lo común y el reconocimiento . 707
Marisa RODRÍGUEZ: Identidad profesional docente en los Profesores de Teatro, entramado de trayectorias ……… 722
Juan Nicolás ROSSI: Limitaciones y alcances de las producciones artísticas autorreferenciales
en la construcción de identidades …………………………………………………………………………………………….. 734
Ana SILVA, Fernando FUNARO: Antihéroes barriales, imágenes y memorias de una ciudad media bonaerense ….. 745
Juan Pablo SOSA: John Dewey: acción, práctica y continuidad en la experiencia artística …………………………… 763
María Cecilia WULFF: El territorio de lo nórdico: una mirada desde hoy y desde acá…………………………………. 769
Delfina ZARAUZA: ¿De qué hablamos cuando hablamos de militancia cultural? Análisis sobre las relaciones que
establece un colectivo artístico-cultural con los mundos políticos y económicos en la construcción de una
identidad grupal ……………………………………………………………………………………………………. 785
Aníbal MINNUCCI, Claudia C. SPERANZA: Audiovisuales para conocer y dimensionar territorios:
construcciones de la memoria colectiva sobre el sur de Sudamérica ……………………………………………………. 802
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ACTAS de las VI Jornadas Internacionales y IX Nacionales de historia, arte y política. FACULTAD DE ARTE
UNICEN Tandil – 21-23 de junio 2018
Romina CONTI
Universidad Nacional de Mar del Plata
La cuestión del vínculo entre la esfera artístico-estética y la vida cotidiana ha dado lugar, en la
historia del arte y del pensamiento, a múltiples y diversas apuestas estético-políticas. No obstante, la
idea que entiende que hay un modo particular de ver la realidad, una racionalidad específica que nos
instala en el mundo de una determinada manera y que se despliega exclusivamente en una situación
estética de la experiencia, mantiene en medio de esa multiplicidad una relevancia clave porque
despliega un conjunto de problemas ulteriores de difícil resolución. Entre ellos, ¿a partir de qué
elementos se hace posible la emergencia de esa racionalidad estética? ¿Cuáles son sus límites y
cuáles sus alcances? ¿De qué forma tiene impacto en la racionalidad más general que compone? ¿Es
correcto entenderla como una dimensión de “la” racionalidad? ¿Cómo coexiste con las otras
tendencias o configuraciones de la racionalidad? ¿Cuál es la trascendencia política de la experiencia
estética siendo ésta constitutiva de la racionalidad que guía nuestras acciones?. En el derrotero de
estas y otras preguntas, el trabajo pretende poner la atención en dos autores que sostienen, de
manera diversa, la intuición teórica de que la racionalidad estética no apunta sólo a definir la que se
vincula al arte por sí misma, sino también a situar su lugar y su rol en otras formas de interacción.
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Durante los años sesenta del pasado siglo, una de las tesis más conocidas de Herbert Marcuse fue la
de la sociedad unidimensional. En el texto donde la desarrollaba (El hombre unidimensional, 1964),
Marcuse pretendía explicar las razones de lo que denominaba la “pérdida del poder de negación” en
las sociedades contemporáneas. Parte de su diagnóstico se sostenía sobre la idea de que la cohesión
de las fuerzas sociales se realizaba no ya mediante el terror, sino mediante la utilización de la
tecnología en el campo cultural y las posibilidades materiales que se abrían para la sociedad en
relación a su avance. El progreso técnico, bajo su forma tecnológica, refuerza todo sistema de
dominación a partir de un estilo de vida creado en función del sistema existente. De este modo, la
sociedad se reproducía a sí misma en un creciente ordenamiento técnico de relaciones y de cosas
que además, y de manera central, incluía para Marcuse la utilización técnica del hombre. La tesis
del autor, era que esta aplicación social de la racionalidad científica estaba presente ya en la ciencia
pura, aún cuando no se buscaba ningún propósito práctico, y esto se manifestaba en el paralelismo
existente entre los dos procesos de cuantificación científica y social.
El tipo de racionalidad que imponía la ciencia y que el positivismo reforzaba, en la medida en que
excluía todo aspecto no cuantitativo tildándolo de metafísico, de instintivo o de incomprensible, se
erigía como racionalidad única, regida por las leyes de la productividad y tendiente a reducir toda
oposición posible convirtiéndola en afirmación. No obstante, esta pretendida racionalidad era, para
Marcuse, profundamente irracional en la medida en la que empobrecía la vida y las experiencias
humanas, generando sufrimiento en lugar de placer.
Las tesis de El hombre unidimensional reforzaban la idea de que, en la sociedad industrial
avanzada, la técnica imponía a los individuos un cúmulo de exigencias externas que éste asumía
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como propias. Pero la homogeneización que la técnica producía se daba no en una igualdad real en
las condiciones de vida, sino en una “asimilación” en la concepción de las necesidades y
satisfacciones de todos los individuos, que no eran otras que las que reforzaban la lógica dominante.
En tanto el empleado y el patrón accedían a las mismas diversiones en sus ratos libres y sus pautas
de consumo eran similares, en la medida en que el nivel de vida parecía aumentar y el empleado
podía comprarse a crédito el último celular, se anulaban las fuerzas de la oposición porque las
desigualdades quedaban opacadas bajo ese horizonte común.
De esa manera, la “razón tecnológica” derivaba en la conducta unidimensional, en tanto que
presentaba el universo de consumo como un todo disponible para todos, pero más profundamente
en cuanto presentaba y consolidaba una lógica efectiva que rápidamente se expandía a todas las
dimensiones y actividades. Al reconocerse en los productos que consumía y a los que aspiraba, el
hombre atendía a su “interés inmediato” y no podía distinguirlo de su “interés real”.
La cuestión que había que pensar entonces, estaba vinculada a esa totalización de una lógica
dominante que funcionaba a la base de las posibilidades o imposibilidades de transformación
existencial. Lo que Marcuse señalaba era que, en tanto esa reificación no era verdadera en el sentido
de constituir la auténtica realidad del ser humano, el fundamento concreto para la negación
continuaba existiendo. Su sospecha era, entonces, que “la unificación de los opuestos en el medio
de la racionalidad tecnológica debe ser, en toda su realidad, una unificación ilusoria, que no
eliminaba ni la contradicción entre la creciente productividad y su uso represivo, ni la necesidad
vital de resolver la contradicción” (Marcuse, 1964:285). Esa necesidad de resolución es pensada por
este autor a un nivel político, social y económico, pero también y, sobre todo, a un nivel cultural.
Algunos años después de estos análisis acerca de lo que pasa a denominar “racionalidad
tecnológica”, Marcuse retoma su estudio del arte y la experiencia estética, ahora dentro de una
reflexión sobre la racionalidad. En el mismo texto de los sesenta ya había señalado:
Ritualizado o no, el arte contiene la racionalidad de la negación. En sus posiciones más avanzadas
es el Gran Rechazo, la protesta contra aquello que es. Los modos en que el hombre y las cosas se
hacen aparecer, cantar, sonar y hablar, son modos de refutar, rompiendo y recreando su existencia
de hecho. Pero estos modos de negación pagan tributo a la sociedad antagonista a la que están
ligados. Separados de la esfera del trabajo donde la sociedad se reproduce a sí misma y a su miseria,
el mundo del arte que crean permanece, con toda su verdad, como un privilegio y una ilusión.
(Marcuse, 1964:93)
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No obstante, pese a que cambie la integración efectiva del arte en el marco de lo que este autor
llamaba la “cultura afirmativa”, seguía identificando en él la condición de apertura hacia la
dimensión estética del ser humano, que entendía como abierta a una forma más auténtica de su
racionalidad que incorporaba lo escindido utilitariamente y, en esa rehabilitación, podía posibilitar
el rechazo. La cuestión del arte desnudaba, para Marcuse, la naturaleza de la dimensión estética que
era la de otra racionalidad:
En este sentido toda auténtica obra de arte debería ser revolucionaria, esto es, subversiva de la
percepción y comprensión, una denuncia de la realidad establecida, la manifestación de la imagen
de la liberación. Lo cual debería ser cierto tanto para el drama clásico como para las obras de
Brecht, para Wahlverwandtschaften de Goethe y para Hundejahre de Günter Grass, para William
Blake así como para Rimbaud. (Marcuse, 1978:55)
Para Marcuse el arte no es revolucionario según esté dirigido a la burguesía o a la clase obrera sino
porque remite a sí mismo, en cuanto contenido vuelto forma. De allí que su potencial político resida
en la experiencia estética de la que parte y que suscita. De esta forma, invoca la apertura de la
racionalidad crítica. Si es que el arte incentiva otro proyecto histórico de existencia, lo hace en la
medida en que alumbra otro modo de concebir esa existencia. El concepto de racionalidad
tecnológica se presenta como el antónimo exacto de la racionalidad estética, que no nos remite a
una nueva parcialidad sino que reúne las condiciones de lo que podríamos llamar, una “racionalidad
ampliada” que desandaba los límites comprensivos de aquella totalizada racionalidad instrumental
que se presentaba como lo que más tarde Honnet1 llamaría una patología social de la razón.
En una de sus obras más interesantes, Martin Seel sostiene que “desde la perspectiva de la filosofía
práctica, la estética brinda un aporte irrenunciable, pues atañe a una posibilidad en la vida del ser
humano en la que se abre un presente particular de la propia existencia (…) cuya finalidad se halla
en sí mismo” (Seel, 2010: 37), sin embargo, retrocede ante la posibilidad de ampliar su campo de
juego cuando afirma que el modesto mensaje de la estética, no nos habilita a declarar “que el
comportamiento estético es la cima de las posibilidades humanas”. Más aun, el autor sostiene que
los intervalos de la percepción estética, si bien enriquecen esas posibilidades en lo perceptivo, “no
1 Cf. Honneth, Axel, “Una patología social de la razón. Acerca del legado de la teoría crítica”, en Leyva , Gustavo –
Ed-, La teoría crítica y las tareas actuales de la crítica, México: Antropos-UAM, 2005.
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Desde los parámetros de la comprensión cognitiva, en este modo de darse, parece aislar la
experiencia estética como una especie de esfera desconectada de nuestros demás ámbitos de
construcción de sentido, es decir, como una actividad fragmentaria y exclusiva de determinados
momentos de la percepción. Sin embargo, también puede leerse en esto la condición de que la
experiencia estética abra de nuevo los horizontes desde los cuales juzgamos el mundo, a partir de
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una situación en la cual somos interpelados por una serie de elementos y eventos que se nos
presentan. Si de cierta manera en el mundo cotidiano ya hemos asumido una forma particular de
interpretar las situaciones, los espacios, los tiempos y todo aquello que los puebla, de manera que se
han vuelto obvios y familiares; la experiencia estética hace que esas presuposiciones sean puestas
en juego una vez más al confrontarlas con esta situación, este espacio, este tiempo, estos objetos,
estos cuerpos que componen lo que llamamos aún «obras» de arte. En la experiencia estética, el
percibir y el reconocer intensificado están desde siempre unidos a las construcciones de sentido
renovadas y a la interpelación de la construcción de sentido habitual. Por esa razón el asignar
determinado significado específico a una obra artística nos resulta comúnmente un acto en gran
medida arbitrario: también podría decirnos algo más o podría no decirnos nada que podamos poner
en esos términos del “decir”.
De esta forma, la teoría de Seel sobre la experiencia estética, instala nuevamente el debate sobre los
modos de racionalidad y de experiencia intersubjetivos. Fuera de la esfera del arte, aunque
atravesada también por él, la experiencia estética se define por la suspensión de todo
comportamiento proyectivo. De acuerdo con esto, dice Seel: “toda orientación se desarrolla en un
horizonte de relaciones indeterminadas, y en su mayor parte indeterminables en la acción” (Seel,
2010: 152). En esta indeterminación radica la particularidad de la atención al presente en la estética
de Seel. Se trata, entonces, de una experiencia del presente o mejor de presentes que son, en cada
caso, particulares.
Por otro lado, y como una arista más del modo de configuración diverso de la racionalidad estética,
el aparecer estético al que Seel quiere referirse implica un modo de ser-estar que se juega en la
experiencia del tiempo. No importa centralmente el objeto, la situación, el acontecimiento, su
apariencia o realidad, sino el modo en que nos relacionamos con ellos en una particular vivencia del
tiempo que hace aparecer o desaparecer la finalidad, la determinación conceptual, la proyección
hacia un futuro o un pasado de esa experiencia. En un breve artículo de 2007, remarca nuevamente
el carácter bisagra de esa vivencia del tiempo: “En ello [en la experiencia del presente inmediato]
radica precisamente la diferencia fundamental entre la percepción estética y cualquier otro tipo de
tanteo teórico y práctico: la percepción estética nos permite obtener un sentido del paso del presente
de la vida. (Seel, 2007: 130)
Aquí se vinculan ambos elementos de la teoría, puesto que en la experiencia estética, del arte pero
no solamente, se presenta todo aquello que no puede ser fijado por los conceptos de la lógica
epistemológica tradicional y, al mismo tiempo, se expone la imposibilidad humana de determinar
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absolutamente el mundo de las cosas. Se trata de evidenciar una multiplicidad de enfoques posibles
en torno a lo real. Una multiplicidad que permite ver más cosas que las que miramos desde la
conceptualidad habitual del modo de racionalidad dominante.
Suspensión cognitiva, rechazo de la instrumentalidad y vivencia no lineal del tiempo son entonces
algunos rasgos fundamentales de la teoría estética de Seel, que nos permiten observarla como una
continuación de aquella intuición marcuseana en la que la experiencia estética configuraba un modo
de experiencia humana completamente distante de los reinantes en las otras instancias
intersubjetivas de la vida y en la comprensión teórica de la realidad, aún contra las limitaciones que
el propio Seel quiere imponerle a esa forma otra de racionalidad.
Resumiendo
En la medida en que la experiencia estética se sigue revelando, tal vez con menos masividad y
frecuencia en nuestro tiempo, como un instante de abstracción de las formas de ordenamiento de lo
dado que rigen la vida de nuestras sociedades contemporáneas; esto es, toda vez que las formas
estéticas de concebir el mundo, los seres y sus relaciones ponen entre paréntesis las lógicas
habituales de utilidad, inventario, unificación y rendimiento; la pregunta por el alcance de esa
transformación y por los modos de subjetividad que dicha experiencia genera se mantiene viva.
Toda teoría crítica, aún aquella que pretende resolver los problemas de su tiempo manteniendo las
fronteras de su campo reflexivo, se halla por definición arrojada a la búsqueda de hilos invisibles de
los que sea posible tirar para transformar la existencia. Una existencia que, como diagnosticaba
Marcuse, ha sido convertida en insoportable. Las intuiciones retomadas en estas líneas pretenden
ser un aporte a esa búsqueda pero a la vez, y sobre todo, una invitación a reinventarla.
Referencias Bibliográficas:
Marcuse, Herbert (1964) El hombre unidimensional, Trad. A. Elorza, Barcelona, Ariel, 2005.
Marcuse, Herbert (1972) “El arte como forma de la realidad”, Trad. José Fernández Vega (Versión digital del sitio web
oficial de H. Marcuse).
Marcuse, Herbert (1978) La dimensión estética, crítica de la ortodoxia marxista, Trad. y Edición de J.F. Yvars, Madrid:
Biblioteca Nueva, 2007.
Seel, Martin (2010) Estética del aparecer, traducción de Sebastián P. Restrepo, Madrid: Katz.
Seel, Martin (1993) L’art de diviser. Le concept de rationalité estetiqué. Trad. de C. Hary-Schaeffer, París, Armand
Colin.
Seel, Martin (2007) Un paso al interior de la estética, Trad. Pereira Restrepo, en Estudios Filosóficos nº36 Agosto.
Universidad de Antioquia, pp.117-131.
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