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Capítulo 5. Organización del protoplasma vivo.

A fines del siglo pasado y principios del actual, algunos científicos creían que los organismos éramos
máquinas vivientes de una manera especial, ya que teníamos una estructura completa y compleja. Y
ellos decían que el protoplasma era muy parecido a lo que era una máquina. Decían que tenía vigas
y tirantes rígidos e inmutables entrelazados unos con otros. Y de aquí surge la conclusión de que si
pudiéramos estudiar minuciosamente y captar la estructura, podríamos tener una respuesta precisa
sobre el origen de la vida. Pero más tarde, encontraron que en el protoplasma no existía nada que
fuera semejante a una máquina, ni siquiera las de máxima precisión. Se sabía que la masa
fundamental estaba formada por numerosas sustancias orgánicas, las proteínas y los lipoides. De ahí
surge esa sustancia coacervática, donde libremente partículas filamentosas, coloidales o quizás
gigantescas moléculas proteínicas sueltas, partículas tan minúsculas que ni siquiera podemos
distinguir con los microscopios más avanzados y perfectos, pero a la vez también en el protoplasma
existían elementos visibles como los que conocemos hoy en día.
Estaba en forma de gotas pequeñas o como coágulos, con una estructura morfológica que se
denominó como el núcleo, las plastidulas, las mitocondrias, etc. La estructura del protoplasma tan
lábil cumple un gran papel en el curso del proceso vital y esto se justifica por ser la máquina y el
protoplasma en principio dos sistemas totalmente opuestos, ya que una máquina es la disposición de
sus piezas, mientras que el protoplasma, el proceso vital, es completamente diferente. Manifiesta
esencialmente el recambio de sustancias, la interacción química de diversas partes que lo forman. Y
es muy claro que para la formación de este es muy importante la existencia de una determinada y
sutil estructura interna.

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