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A Abel,
por colgarme lindas palabras,
debidamente filtradas
para la contraportada y biografía.
A la Jo Aste,
por darle arte y color
a un libro que antes
solo tenía letras.
Con cariño,
algo de vergüenza
y mucho de sincero:
Gracias. Mil veces gracias.
Algo nuevo
9
A los transeúntes
Torres de ébano
13
chapoteando entre las curvas rocas que alojaban su
carne, oriunda de las cumbres andinas. Entre el silente
repiquetear de la corriente, el pasar de las luces sobre
el pavimento hacían ver como si cometas recorrieran la
avenida, dejando una estela ígnea a su paso.
Y me detuve, tan solo por un segundo. Solo un
instante fue necesario para que la realidad se impregnara
en el desgastado lienzo de la memoria. Los ruidos que se
hilvanaban, trenzándose hasta volverse un solo eco. Los
olores a ciudad, a río, a pasto y parque, a vida. Colores,
sabores y texturas que se asomaban entre los edificios,
detrás de las aceras, sobre los bancos y los fantasmas de
la urbe. Una foto, llena de magia, de ciudad, de Santiago.
Un pequeño tesoro que llevo en el bolsillo de mi corazón,
para mirarla cada vez que las mañanas grises me aquejen
el alma, o que el material particulado interrumpa la calma
del paisaje. Los instantes serán eternos en la memoria de
quienes se detengan a capturarlos.
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Polvo en suspensión
15
porTorres
el inevitable
de Ébanoatraso que el peso en la vida de otro
nosSiepueda
Torresgenerar.
de ÉbanoLas paradas son más largas y se
dejaSiento sobre un
escuchar mí larumortranquilidad de la noche
quejumbroso, que se
resoplante,
derrumba
disconforme. abrumada por la bruma
¡El egoísmo de estapasajera
persona de este invierno
es inaudito!
tardío, iluminada por las luciérnagas de concreto
¡Cómo se atreve a sucumbir ante la sociedad inclemente, que decoran
el ruido de estemiraudo
interviniendo preciosorío arrebatado.
andar! Los autos atraviesan
velozmente el puente
Por un segundo deseésuspendido
que alguiensobre los residuos
tomara las riendasde
lluvia, de nieve, de
del momento quevida. Ráfagas deque
pendulaba, vientose los acompañan,
adueñara del
jugando con el cabello cansado de este transeúnte
silencio, que nos explicara que así es la realidad, que laborioso.
El
gentedelgado
muerevelo
bajogris que cubre
el yugo nuestrasque
de su mente, cabezas amenaza
es importante
con liberar elpreocuparnos
revisarnos, chubasco agazapado,no solo perodecontiene
nuestrasu gente,
mano
etérea, como esperando que los cuerpos agotados terminen
sino de aquel prójimo etéreo, interesarnos en ser más
sus periplos, se quiten los zapatos, cambien de ropajes y
amables, más empáticos. Que seamos menos gente y
desnuden su conciencia entre los brazos de Morfeo. Pero las
más persona. Mi deseo de ver esa imagen realidad fue
luciérnagas siguen ahí, trepidantes e irreverentes.
tan grande, que mis pies hicieron un ligero amague de
Los gigantes erigidos adornan sus cuerpos con estrellas
dar un paso adelante, mas un sentimiento de paranoia,
titilantes, enmarcadas de vida, cubiertas de historia, preservada
una ligera preocupación a la incertidumbre de la reacción
tras vidrio. Desde la distancia observo las siluetas palpitando
al romper el paño que cubría los ojos de todos, al correr
dentro de sus corazones, el tránsito incesante, el ajetreo
el velo semitransparente
constante. Se agotan y renacen, del desasosiego.
solo para extinguirse como
fuegoMebajo
bajéladel vagón
lluvia, dejandoen miun estación diez para las entre
rastro de luminiscencia dos,
de este miércoles
el humo. Derramando veinticinco
vida entredesus
agosto. La dejan
piernas, persona aún
escapar
no tiene nombre,
su aliento por las rostro
puertas, ni sentimientos.
despidiéndose Fue de los un últimos
objeto
que
lucerosse antes
interpuso a la fuerza
de entregar ineludible
la noche al neón.del AnteMetro. Así
el visible
como yolas
silencio, soyestrellas
solo unbajaron
objeto estático
a jugar para
en ellosríotranseúntes,
estrepitoso,
ensimismados
con su ciego sonar en chapoteando
su rutina trepidante, esquivando
entre las curvas rocas queel
irremediable arrebato de un destino agazapado.
alojaban su carne, oriunda de las cumbres andinas. Entre el Personas
pasan a mi lado ydeven
silente repiquetear gente, materia,
la corriente, el pasar deestructura. Polvo
las luces sobre el
en suspensión.
pavimento hacían ver como si cometas recorrieran la avenida,
dejando una estela ígnea a su paso.
16
El deporte
Y me detuve, más
tan solo por un lindo
segundo.del
Solo mundo
un instante fue
necesario para que la realidad se impregnara en el desgastado
lienzo de la memoria. Los ruidos que se hilvanaban,
trenzándose hasta volverse un solo eco. Los olores a ciudad,
aCamina,
río, a pasto y parque,
inocente, a vida. Colores,
buscando sabores
el sentido de lasy cosas.
texturasÉlque
es
se asomaban entre los edificios, detrás de las aceras,
alto, de facciones finas y pelo corto. Moreno y con ojos sobre los
bancos
verdes, ysuloscaminar
fantasmas de la urbe.pasivo,
es tranquilo, Una foto, llena alegre.
incluso de magia,
A
de ciudad, de Santiago. Un pequeño tesoro que
su lado la gente camina y se voltea, levantan su cabeza al llevo en el
bolsillo de mi corazón, para mirarla cada vez que las
cielo e intentan ver dónde llega su cabeza, pero la luz del mañanas
grises me aquejen el alma, o que el material particulado
sol los enceguece antes y no pueden diferenciar su cabello
interrumpa la calma del paisaje. Los instantes serán eternos
de las nubes negras que cubre la cuidad en invierno. Él
en la memoria de quienes se detengan a capturarlos.
lleva una mochila llena de recuerdos, abrazos, lágrimas
y despedidas. Para todos es una mochila vacía, pero él
Polvo en Suspensión
carga con el peso de una vida en su espalda. Un polerón
Una persona acaba de perder la vida en la línea de
rojo, gastado por la vagancia, un jeans celeste por el uso
metro. Al parecer se aventó contra los rieles y dejó escapar
yla unas zapatillas que parecen tener mil años. En su mano
incertidumbre del futuro de entre sus manos. Al menos
un
eso anillo
es lo de
quedonde viene,
nos relata unay en
vozsus ojos, elenhorizonte.
metálica el vagón que
No hay mapas ni planos, brújulas ni instrucciones
nos protege de la oscuridad que nos rodea. Las luces cayeron
que indiquen ydónde
inconscientes ir, solo un
la electricidad fuepar de piesen
degollada inquietos que
un instante.
caminan, perdiéndose entre lo desconocido..
La línea se encuentra cortada y los caminos cercenados, todo Su corazón
es
porgrande,
el actuarpero
de unasu bolsillo
persona de pequeño. Hoy sabemos
la cual solo dormirá queen
la calleacabar
decidió para con
abaratar
su vida. costos. No se preocupen, está
acostumbrado. La comida
Miré a mi alrededor le es esquiva,
mientras un peso pero
invadíala mi
ataja con
pecho
yunalassonrisa
manos yinertes
buenos delmodales,
destino con oídoa atento
jugaban y corazón
hacer nudos con
sincero.
mi Le duele
garganta. A lo ellargoalmay yancho
los huesos,
del vagón tanto caminar
únicamente
le ha quitado
encontré la pertenencia
miradas y hoy es resplandecientes
esquivas, pantallas solo un nómade.y
Un trotamundos,
narices perdidas en laun buscadorNo
indiferencia. desoyrespuestas.
quien, paraEn su
juzgar,
mochila
pues lleva un cuaderno
los audífonos trataban de donde anota sus
sustraerme de laañoranzas
realidad eny
desventuras,
la y cadaDe
cual me ahogaba. tanto entodos
entre tantoloslas presentes,
lee, asombrándose
solo pude
17
con las historias
rescatar la mirada que de unsu niño,
pequeñaque mochila recolecta atras
parecía preguntar su
madrekilómetro,
cada qué estabacada pasando.
minuto. Ojalá hubiera podido escuchar
la respuesta
Él olvidódedesudonde madre,viene,
porque la misma
pero recuerda duda sugalopaba
hogar. Allími
corazón
tiene pan intranquilo.
para comer y té para beber. Tiene una cobija
para capear renacieron
Las luces el frío y una entre
camaavisos desgastados
para evadir el ysueño.
la inercia
El
de la rutina hizo un esfuerzo por echar a andar
cariño de su madre y el cuidado de su padre. El amor de la máquina
que no se detiene.
su hermana Algunosde
y la amistad subieron, otros bajaron,
su hermano. y la voz
La monotonía
metálica
de la rutina pidióy nuevamente
los dolores disculpas
melancólicos por eldeinevitable
ver el mismoatraso
que el peso en la vida de otro nos pueda generar.
horizonte, una y otra vez, año tras año, vida tras vida. Las paradas
son más largas
Cautivado por yelseolor
dejadeescuchar un rumor
la aventura, la vida quejumbroso,
le invitó a
resoplante, disconforme. ¡El egoísmo
correr y él no dudó. Revisando su cuaderno ve dibujos,de esta persona es
inaudito! ¡Cómo se atreve a sucumbir ante la sociedad
fotos, bosquejos, flores, caminos, saludos, bienvenidas,
inclemente, interviniendo mi precioso andar!
números de teléfono y direcciones en lugares recónditos.
Por un segundo deseé que alguien tomara las riendas
Postales de su viaje, como timbres de aduana. Él mira el
del momento que pendulaba, que se adueñara del silencio,
cielo oscuro y sonríe, honesto y feliz. Su cara apunta al
que nos explicara que así es la realidad, que gente muere
sol, donde quiera que esté, su pasión a lo desconocido, y
bajo el yugo de su mente, que es importante revisarnos,
sus pies hacia adelante.
preocuparnos no solo de nuestra gente, sino de aquel prójimo
A su derecha descansa su mochila, a su izquierda un
etéreo, interesarnos en ser más amables, más empáticos.
perro amigo.menos
Que seamos Sobre gente
él un cartón húmedo Mi
y más persona. y sobre
deseoelde suelo
ver
la
esadignidad de quienfue
imagen realidad le tan
hacegrande,
frentequea lamis
vida.pies
Sushicieron
zapatillas
un
han dejado más huellas que el carbono,
ligero amague de dar un paso adelante, mas un sentimiento removido más
tierra que cualquier
de paranoia, una ligera minera, observado
preocupación a la más estrellas que
incertidumbre de
cualquier telescopio. Es callado y evita gastar
la reacción al romper el paño que cubría los ojos de todos, al el aliento,
pero
corrersu risa abunda
el velo en orejasdelatentas
semitransparente y su sonrisa llena
desasosiego.
lentes
Me abajé lo largo de toda
del vagón en mila estación
tierra. No diezlleva
paraun laslibro, ni
dos, de
una cámara. No tiene gafas para el sol
este miércoles veinticinco de agosto. La persona aún noo un impermeable
contra la lluvia.
tiene nombre, rostroUsa la misma ropa
ni sentimientos. Fuehasta que queda
un objeto que se
hecha
interpuso jirones. No tiene
a la fuerza nada, del
ineludible pero es rico,
Metro. Así pues
comoatesora
yo soy
experiencias,
solo un objeto estáticomiradas,parahorizontes.
los transeúntes, Guarda
ensimismadoshambre,en
18
sed,rutina
su dolortrepidante,
y tristeza, penas y decepciones.
esquivando el irremediableCamina
arrebatosin
de
un destino
cesar, nuncaagazapado.
arrastraPersonas
los pies.pasan
Sus ahombros
mi lado y ven
songente,
para
materia,
llevar la estructura. Polvo
vida, no para en suspensión.
mirar sobre ellos el pasado, el ayer
Vientoidealizado.
traicionero,
El viento recorre el laberinto de cemento que se extiende
en las alturas del centro industrial. Planea, indómito, entre
oficinas y salas de reunión, rozando con sus vigorosas alas
los ventanales tintados que intentan esconder los secretos
corporativos. Con cada impulso tiemblan las secas hojas de
otoño y la gente levanta la mirada intentando ver qué causa
tanto alboroto. El viento es invisible al ojo humano, pero
sensible al tacto, como tantas otras cosas que habitan la faz
de la tierra.
El viento no solo acarrea movimiento, también sonidos.
Toma una despedida desolada de la mano y la acompaña
hasta llegar a destino, como si del mismísimo Hermes se
tratara. Vuela bajo y alto al mismo tiempo, levanta hojas del
suelo y mueve nubes en las alturas. Mantiene pájaros al vuelo
y acarrea la brisa marina desde la orilla hasta el valle central,
donde el olor de la sal se confunde con el perfume de las
flores, perdiéndose en el frío de la montaña.
No solo lleva sonidos y olores, también le da impulso a
la vida. Empuja el agua desde las costas hacia las montañas.
Alienta maternalmente a las abejas para que polinicen y creen
vida. Aviva el fuego que calienta los hogares y mueve los
granos de arena del desierto, formando extensas dunas que
cubren la inmensidad del Atacama. Levanta volantines en las
tardes de septiembre, provocando la risa de niños y adultos.
El viento mueve molinos, incentiva viajes, interrumpe
la quietud. Trabaja tras bambalinas, sin importarle la fama,
19
el reconocimiento ni los Viento premios Nobel. Día y noche, sin
descanso, deja su huella por todo el mundo, el rastro de
su existencia. Arrastra la vida misma del hombre, como si
solo fuera una tarea más dentro de las tantas que se le han
encomendado.
El viento recorre Y puede el ser que sea eso
laberinto de y cemento
nada más que queeso: se
Solo una tarea más
extiende en las alturas del centro industrial. Planea,
No pensemos
indómito, entreenoficinas
si nuestray existencia
salas de es la más importante
reunión, rozando
o si somos solo un pequeño engranaje
con sus vigorosas alas los ventanales tintados dependiente del gran
que
sistema que nos rodea, simplemente demos
intentan esconder los secretos corporativos. Con cada gracias por el
viento y soplemos al cielo, tal vez un poco de ayuda no le
impulso tiemblan las secas hojas de otoño y la gente
venga mal.
levanta la mirada intentando ver qué causa tanto
La Voz de Arte
alboroto. El viento es invisible al ojo humano, pero
La exhibición estaba en sus últimas horas, aferrándose de la
sensible al tacto, como tantas otras cosas que habitan
luz del día como una madre a un hijo en edad de dejar el nido.
la faz de la tierra.
Óleos, acuarelas, mármol, bronce y un sinfín de materiales
El viento no solo acarrea movimiento, también
entremezclados para generar surrealismo, hiperrealismo,
sonidos. Toma una despedida desolada de la mano y la
cubismo y otras tantas nuevas formas de asombrar a mujeres,
acompaña
niños, hombres hasta yllegar a destino,Un
adolescentes. como si deldemismísimo
guardia seguridad
Hermes
revisaba bajo la cálida luz del atardecer que no hubieratiempo,
se tratara. Vuela bajo y alto al mismo ningún
levanta hojas del suelo y mueve
alma adentro del edificio, ya era hora de cerrar. nubes en las alturas.
Mantiene
Pero yopájaros al vuelo
sigo dentro, y acarrea
sentado frentela brisa
a aquelmarina
cuadro.desde
Un
la orilla hasta el valle central, donde el olor
rostro verde se confunde entre grises agresivos y consumismo. de la sal se
confunde
Verde agua,con verdeel perfume
hierba, verdede las flores,
lago, todosperdiéndose
cediendo frente en elal
frío de la montaña.
gris cemento que ataca inclemente la armonía de tan hermosa
obra.No“Materialismo
solo lleva sonidos y olores,
Abstracto” también
se llama le da
la obra, impulso
y no estaba
aexhibida
la vida. conEmpuja
el fin de el
seragua
vendida,desde¡Porlas
Dios costas hacia
no! Solo las
estaba
montañas.
ahí para serAlienta maternalmente
contemplada, interpretada a las abejas para
y concientizada.
que polinicen
El autor buscó ypermanecer
creen vida.anónimo
Aviva ely fuego
que suque calienta
nombre no
los hogares ylasmueve
desconcentre menteslosquegranos
buscan de arena del desierto,
culturizarse.
formando
Los verdesextensas dunas quecomo
se entrecruzaban cubren hiloslahilvanados
inmensidad del
en pos
20
Atacama.
de un mismo Levanta volantines
velo, como partesen
delas
unatardes
mismadehebra,
septiembre,
colores
que formabanla un
provocando risarostro femenino,
de niños perfilado frente la luz
y adultos.
del El
solviento
que semueve
escapaba por la incentiva
molinos, ventana. Mientras observaba,
viajes, interrumpe
unaquietud.
la pinceladaTrabaja
azul cielo
tras cayó desde lassin
bambalinas, dosimportarle
cuencas que la
sus ojos vacíos dejaron alguna vez. Los
fama, el reconocimiento ni los premios Nobel. Día yríos se lanzaron
estrepitosamente
noche, sin descanso,a través
dejadesuaquel
huellaverde
por rostro,
todo elbuscando
mundo,
alcanzar
el rastro de su existencia. Arrastra la vida mismagrises
un suelo que el marco no me dejaba ver. Los del
formados
hombre, como si solo fuera una tarea más dentro de sin
como espada estaban dispuestos a destruir las
piedad aquel rostro desconsolado.
tantas que se le han encomendado. Y puede ser que sea
esoLos pasos
y nada másse que
acercaron y llegaron
eso: Solo donde
una tarea más estaba yo, el
guardia
No de rostro serio
pensemos en levantó la mirada
si nuestra y se dejó
existencia es empapar
la más
por el llanto de la tela pintarrajeada. Me levanté y toqué su
importante o si somos solo un pequeño engranaje
hombro, pero él no sintió nada. No me vio ni me percibió,
dependiente del gran sistema que nos rodea, simplemente
pero todos sus sentimientos se volcaron hacia la tela de aquel
demos gracias por el viento y soplemos al cielo, tal vez
cuadro. Yo soy el espíritu de esta obra, y no hay nadie más
un poco de ayuda no le venga mal.
acá además de mí. Mi trabajo es embelesar a los transeúntes
y concientizar a los pequeños. Mi nombre es “Materialismo
Abstracto”.
21
entre los brazos de Morfeo. La vozPero de arte
las luciérnagas siguen ahí,
trepidantes e irreverentes.
Los gigantes erigidos adornan sus cuerpos con estrellas
titilantes, enmarcadas de vida, cubiertas de historia, preservada
tras vidrio. Desde
La exhibición la distancia
estaba observohoras,
en sus últimas las siluetas palpitando
aferrándose de
dentro de sus corazones, el tránsito incesante,
la luz del día como una madre a un hijo en edad de dejar el ajetreo
constante.
el nido. Óleos,Se agotan y renacen,
acuarelas, solo para
mármol, extinguirse
bronce como
y un sinfín
fuego bajo la lluvia,
de materiales dejando un rastro
entremezclados para de luminiscencia
generar entre
surrealismo,
el humo. Derramando vida entre sus piernas,
hiperrealismo, cubismo y otras tantas nuevas formas dejan escapar
su aliento por las puertas, despidiéndose de los últimos
de asombrar a mujeres, niños, hombres y adolescentes.
luceros antes de entregar la noche al neón. Ante el visible
Un guardia de seguridad revisaba bajo la cálida luz
silencio, las estrellas bajaron a jugar en el río estrepitoso,
del atardecer que no hubiera ningún alma adentro del
con su ciego sonar chapoteando entre las curvas rocas que
edificio, ya era hora de cerrar.
alojaban su carne, oriunda de las cumbres andinas. Entre el
Pero yo sigo dentro, sentado frente a aquel cuadro.
silente repiquetear de la corriente, el pasar de las luces sobre el
Un rostro verde se confunde entre grises agresivos y
pavimento hacían ver como si cometas recorrieran la avenida,
consumismo. Verde agua, verde hierba, verde lago, todos
dejando una estela ígnea a su paso.
cediendo frentetanalsolo
Y me detuve, grisporcemento queSolo
un segundo. atacaun inclemente
instante fue
la armonía de tan hermosa obra. "Materialismo
necesario para que la realidad se impregnara en el desgastado
Abstracto"
lienzo de lase memoria.
llama la obra, y no estaba
Los ruidos que seexhibida con
hilvanaban,
el fin de ser vendida, ¡Por Dios no! Solo
trenzándose hasta volverse un solo eco. Los olores a ciudad, estaba ahí
para
a río, aser contemplada,
pasto interpretada
y parque, a vida. y concientizada.
Colores, sabores y texturas que El
autor buscó entre
se asomaban permanecer anónimo
los edificios, detrás ydeque su nombre
las aceras, sobre no
los
desconcentre las mentes que buscan culturizarse.
bancos y los fantasmas de la urbe. Una foto, llena de magia,
de Los verdes
ciudad, se entrecruzaban
de Santiago. Un pequeño como
tesoro hilos
quehilvanados
llevo en el
en pos de
bolsillo demiuncorazón,
mismopara velo,mirarla
comocadapartes de una
vez que misma
las mañanas
hebra,
grises me colores
aquejenque formaban
el alma, o que un rostro particulado
el material femenino,
perfilado
interrumpafrentela calmala del
luz paisaje.
del solLosqueinstantes
se escapaba por la
serán eternos
ventana.
en la memoriaMientras observaba,
de quienes una apincelada
se detengan capturarlos. azul cielo
cayó desde las dos cuencas que sus ojos vacíos dejaron
22
alguna
Polvovez. Los ríos se lanzaron estrepitosamente a
en Suspensión
Unadepersona
través acabarostro,
aquel verde de perder la vida
buscando en la un
alcanzar línea de
suelo
metro.
que el Al parecer
marco noseme aventó contra
dejaba ver.los
Losrieles y dejó
grises escapar
formados
la incertidumbre
como espada estabandel futuro de entreasus
dispuestos manos.sin
destruir Al piedad
menos
eso es lo que nos
aquel rostro desconsolado.relata una voz metálica en el vagón que
nosLosprotege
pasos de se
la oscuridad
acercaronque y nos rodea.donde
llegaron Las luces cayeron
estaba yo,
inconscientes y la electricidad fue degollada
el guardia de rostro serio levantó la mirada y se dejó en un instante.
La línea sepor
empapar encuentra
el llanto cortada y lospintarrajeada.
de la tela caminos cercenados, todo
Me levanté
por
y toqué su hombro, pero él no sintió nada. No me que
el actuar de una persona de la cual solo sabemos vio
decidió acabar con
ni me percibió, su vida.
pero todos sus sentimientos se volcaron
Miré
hacia la atela
mi de
alrededor mientrasYo
aquel cuadro. un soy
pesoelinvadía
espíritumidepecho
esta
y las manos inertes del destino jugaban a hacer nudos con
obra, y no hay nadie más acá además de mí. Mi trabajo
mi garganta. A lo largo y ancho del vagón únicamente
es embelesar a los transeúntes y concientizar a los
encontré miradas esquivas, pantallas resplandecientes y
pequeños. Mi nombre es "Materialismo Abstracto".
narices perdidas en la indiferencia. No soy quien, para juzgar,
pues los audífonos trataban de sustraerme de la realidad en
la cual me ahogaba. De entre todos los presentes, solo pude
rescatar la mirada de un niño, que parecía preguntar a su
madre qué estaba pasando. Ojalá hubiera podido escuchar
la respuesta de su madre, porque la misma duda galopaba mi
corazón intranquilo.
Las luces renacieron entre avisos desgastados y la inercia
de la rutina hizo un esfuerzo por echar a andar la máquina
que no se detiene. Algunos subieron, otros bajaron, y la voz
metálica pidió nuevamente disculpas por el inevitable atraso
que el peso en la vida de otro nos pueda generar. Las paradas
son más largas y se deja escuchar un rumor quejumbroso,
resoplante, disconforme. ¡El egoísmo de esta persona es
inaudito! ¡Cómo se atreve a sucumbir ante la sociedad
inclemente, interviniendo mi precioso andar!
23
Héroe
27
llegó El corriendo
viento no solo desde su posición
acarrea movimiento, y saltó dentro
también de la
sonidos.
Toma
trinchera.una Eradespedida desolada
el enemigo. Sonde la mano
treinta y la acompaña
aproximadamente,
hasta
y nosllegarestána buscando,
destino, como perosino delsaben
mismísimo
dóndeHermes
estamos. se
tratara.
Eso es Vuelaun puntobajo ay favor.
alto al mismo tiempo, levanta hojas del
suelo y mueve nubes
El Jefe nos tomó en las alturas.
a los cinco Mantiene
y nos pájaros al vuelo
dijo cosas de
ygenerales.
acarrea laQue brisalamarina desde la orilla hasta
vida no nos pertenecía por naturaleza, el valle central,
donde
que debíamos lucharsalpor
el olor de la se ella.
confunde con el perfume
Que pensemos de las
en nuestras
flores,
familias,perdiéndose
en mi hijaen queel no
fríoconozco,
de la montaña.mi señora, mi madre.
No solo lleva sonidos y olores,
La vida es una mierda y nosotros simplemente también le da impulso
fuimosa
la vida. Empuja
escupidos en una el agua
guerra desde las costas
de nadie, perohacia
paralas montañas.
poder hacer
Alienta
algo al respecto debíamos llegar a casa primero, ycreen
maternalmente a las abejas para que polinicen y eso
vida. Aviva el fuego que calienta los hogares y mueve los
solo lo lograremos por sobre los cadáveres del enemigo.
granos de arena del desierto, formando extensas dunas que
Escuchamos los fusiles retumbar sobre las espaldas
cubren la inmensidad del Atacama. Levanta volantines en las
cansadas de nuestros perseguidores. Están abrumados
tardes de septiembre, provocando la risa de niños y adultos.
por la marcha, pero nosotros también. Los brazos
El viento mueve molinos, incentiva viajes, interrumpe
tambalean contra la propia voluntad, las balas se escurren
la quietud. Trabaja tras bambalinas, sin importarle la fama,
entre los dedos como sangre, el miedo y la adrenalina
el reconocimiento ni los premios Nobel. Día y noche, sin
empieza a prender las venas, expandir las pupilas. Era el
descanso, deja su huella por todo el mundo, el rastro de
momento
su existencia. de Arrastra
pelear por nuestra
la vida mismalibertad.
del hombre, como si
soloNosfuerarepartimos
una tarea en másseis puntos
dentro distintos,
de las tantas queposicionado
se le han
como francotiradores, atrás de la trinchera.
encomendado. Y puede ser que sea eso y nada más que eso: Abrimos el
fuego
Solo una contarea
unamás granada que detonó en el centro del grupo,
acabando con laen
No pensemos vida de catorce
si nuestra de ellos.
existencia Nunca
es la más fueron
importante
treinta,
o si somos sino veintitrés,
solo un pequeño y quedaban
engranaje nueve, confundidos
dependiente del gran
por el ataque.
sistema que nosElrodea,
general planeó unademos
simplemente emboscada
gracias similar
por el
al Blitzkrieg Alemán de la Segunda
viento y soplemos al cielo, tal vez un poco de ayuda no le Guerra Mundial,
donde
venga mal. con artillería pesada se atacaba la mayor cantidad
de terreno
La Voz posible,
de Artedejando a los soldados el trabajo de
limpiar los detalles.
La exhibición estabaVelocidad
en sus últimas y eficiencia. Alcancé
horas, aferrándose de laa
28
darle
luz deladía
unocomoen elunapecho,
madreaalaunaltura
hijo endel pulmón
edad de dejarderecho,
el nido.
yÓleos, acuarelas, mármol,
un compañero hirió debroncemuertey aunotro sinfín de materiales
enemigo antes
entremezclados
de para generar surrealismo,
que el resto desapareciera tras los árboles. hiperrealismo,
Ahora es
cubismo la
cuando y otras tantas
batalla nuevas formas
se vuelve peligrosa.de asombrar
Tenemosa mujeres,
buenos
niños, hombres y adolescentes.
tiradores, pero en la guerra todo puede pasar. Un guardia de seguridad
revisaba
Vuelvo bajoa la cálida
estar luz del atardecer
consiente, una bala queimpactó
no hubiera miningún
casco
alma adentro del edificio, ya era hora de
y me dejó inconsciente por unos minutos, los suficientes cerrar.
para Peroqueyomissigocompañeros
dentro, sentado frenteaatres
mataran aqueldecuadro. Un
ellos. Me
rostro verde se confunde entre grises agresivos
asomé por mi posición y disparé a un cuarto en la pierna, y consumismo.
Verde
para verloagua, verde
caer alhierba,
piso verde lago, todos
de rodillas cediendo
y hacerle unfrente
par de al
gris cemento
orificios en laque atacasin
cara, inclemente
piedad. Una la armonía
bala rozóde tanmihermosa
cabeza
obra. “Materialismo Abstracto” se llama la obra, y no estaba
por la izquierda y sentí una puñalada en mi oreja. No me
exhibida con el fin de ser vendida, ¡Por Dios no! Solo estaba
detuve y apunté al lugar donde vi el fuego que casi acaba
ahí para ser contemplada, interpretada y concientizada.
con mi historia. Le di al hijo de puta en la frente. Los
El autor buscó permanecer anónimo y que su nombre no
dos que quedaban salieron de los árboles con las armas
desconcentre las mentes que buscan culturizarse.
sobre su cabeza, pero el general no es conocido por su
Los verdes se entrecruzaban como hilos hilvanados en pos
misericordia, ni por su mala puntería, y con dos balas
de un mismo velo, como partes de una misma hebra, colores
acabo con ambas vidas. Plomo entre cejas. No es ético,
que formaban un rostro femenino, perfilado frente la luz
ydeltalsol
vezquesi alguien
se escapaba abrepor la boca le podría
la ventana. llegarobservaba,
Mientras castigo al
jefe, pero la verdad
una pincelada es que
azul cielo tenía
cayó que las
desde hacerse
dos cuencas que
sus ojos vacíos dejaron alguna vez. Los la
Con el perímetro limpio, se lanzó ríosbengala y el
se lanzaron
helicóptero
estrepitosamente ya está llegando.
a través de aquel Salto de rostro,
verde alegría,buscando
escapar
de este infierno,
alcanzar un suelo que poder conocer
el marco no mea midejaba
hija, ver.
quieroLosllegar.
grises
Veo hacia como
formados el lado,espada
todo es lágrimas
estaban y felicidad.
dispuestos El jefesin
a destruir se
sacó
piedadla aquel
boinarostro
y prendió un habano. Antes de que pudiera
desconsolado.
aspirar el primer aire tóxico
Los pasos se acercaron y llegaron de aqueldondecruel asesino,
estaba yo,una el
bala atravesó la escena para aterrizar sobre
guardia de rostro serio levantó la mirada y se dejó empapar la cabeza del
jefe.
por elLallanto
fuerza dedella impacto lo hizo caer
tela pintarrajeada. Mede espaldas.
levanté Antes
y toqué su
de que pudiera
hombro, pero él darme
no sintió cuenta
nada. de Nolome quevioestaba
ni mepasando,
percibió,
29
otro todos
pero plomo susatravesó el rostro
sentimientos de un
se volcaron compañero.
hacia De
la tela de aquel
cuadro.el Yo
tocar soycaímos
cielo el espíritu de esta obra, y no hay nadie más
al infierno.
acáTemo
ademáslodepeor:
mí. Mique
trabajo es embelesar se
el helicóptero a los transeúntes
retire a una
y concientizar
zona segura y anoslos deje
pequeños. Mi quiero
acá. No nombrequedarme
es “Materialismo
acá un
Abstracto”.
minuto más. Ya estamos todos tras la trinchera, tratando
de localizar al francotirador enemigo, esperando que sea
un solamente. A juzgar por los disparos, no está en un
punto más bajo que el nuestro, sino igual o más alto.
Eso no dejaba muchas opciones. Hay dos cerros cerca,
pero solo uno da el perfil necesario para un ataque.
Con los binoculares traté de localizar su posición, pero
estaba camuflado. Pude ver un reflejo de la luz de la
mirilla cuando apunto a mi cabeza. Mi mente trabaja a
mil, pienso en todo lo que puedo ganar y perder. Tengo
dos opciones: disparar a su posición y esperar a que el
viento y la corta distancia no afecten la trayectoria, lo que
significaría arriesgarme a que sean dos francotiradores y
decir adiós a este mundo. La otra opción es bajar la cabeza
y salvarla en la trinchera, pero perdería la posición exacta
del enemigo. Jalo el gatillo tres veces y salto hacia el lado,
esperando haber tomado la decisión correcta. El disparo
impactó mi pierna, pero no alcanzó la arteria femoral, por
lo que no había mayor peligro. Si es que no había otro
tirador. Caí al suelo y el dolor es como si un puñal hubiera
decidido hacer de mi pierna su hogar permanente. Logro
reincorporarme y salto a la trinchera y mis compañeros
me miran atónitos. Al parecer no me conocen tanto.
Esperamos por largos minutos, hasta que pasó
media hora sin que un segundo francotirador se hiciera
30
presente. Lanzamos la segunda y última bengala. Pasan
los segundos y minutos y no vemos al helicóptero
elevarse sobre los árboles para llegar a nuestra posición.
Estresa pensar en todo lo que le podría haber pasado.
Mi oreja arde como puta madre y no me deja pensar
tranquilo. Escucho aun el pitido que dejan los disparos.
No quiero más guerra, no quiero matar a nadie más,
no quiero que gente se pelee para matarme. ¿Estaré
cayendo en la locura? No sería extraño, no existe una
sola persona invulnerable a las inclemencias de la guerra.
La gente con poder nos manda como sacrificio para
hacer valer su punto, y debemos asumir sin alegar. Al
que reclame, lo callan, y no son cosas que te enseñen
en la escuela militar. Te dicen que todo será color de
rozas, ¡un héroe! Pero no es así, en una guerra no hay
héroes, no hay ganadores si quiera, solo gente muerta,
heridos por todos lados. Llegamos siete y nos vamos
tres, habiendo matado a veintitrés. Estas muertes pesan
sobre nuestra conciencia, no la de los generales ni jefes
de gobierno. ¿Qué creen que están haciendo? Tienen
gente muriendo de hambre en casa y gastan millones de
millones en enviar gente a su muerte.
Veo la hélice, luego apareció el cuerpo del helicóptero.
Es una maquina equipada especialmente para este tipo
de misiones, no muy blindada, pero rápida, para que la
extracción no llame la atención del enemigo. Subo arriba
después de mis compañeros, uno a uno. El médico a
bordo está revisando mi oreja y algo dice de que no hay
nada comprometido. El cansancio no me deja pensar.
31
La adrenalina ya se fue, y espero que no vuelva. El dolor
es fuerte, pero mi vida ya no corre peligro. Mire hacia
afuera por la ventana lo que durante meses fue mi hogar.
Incline la cabeza y mis ojos se cierran. No quiero saber
más de esta realidad.
32
Taxista
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Me acusan de que ya no lloro por la muerte de mi
señora, que en paz descanse, se ríen de mí por no
mostrar furia ni enojo al recibir insultos, rechazo por
no ruborizarme frente a una gesto coqueto, se apiadan
de mí porque la sonrisa que antes habitó mi rostro se
fue para no volver. Es lo que la vida hace en la gente,
el sentimiento estorba, y me apena. Siento rabia, siento
dolor, pena, alegría, siento vergüenza, siento lo mismo
que hace 20 años, pero mi rostro se cansó del día a día,
noche a noche, de resistir el abatimiento de una mala
jornada. Dicen que todo esto me sucede por no fumar.
Allá ellos, yo no soy al que visitan en un centro médico
cada domingo de 2 a 6.
Mis manos ya no pasan los cambios como solían
hacerlo, ni tengo la destreza de manejar con las rodillas.
Pero sigo aquí, tras el volante, vivo y con un pasajero
atrás. Se ve devastado, y le pregunto por qué. "Mi hijo
murió, en este mismo día, hace 3 tristes años, hoy día
cumplía 10" me dijo, mientras dejaba caer una lágrima
de hombre, que aterrizó junto a una de alegría y otra de
pena. Hay cosas más grandes que uno en esta vida, y los
problemas propios no entran en esa categoría.
En el minuto que se ven las estrellas titilando en el
manto azul oscuro que cubre las calles donde habito, mis
párpados de anciano empiezan a ceder frente a la fuerza
del tiempo. Antes de que el sueño me gane, llego a la
central, firmo la planilla marcada por círculos perfectos
con olor a café, declarando ganancias y pérdidas, temas
absolutamente monetarios. Nunca me han pedido
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declarar una buena historia o rendir las buenas obras,
tampoco esa vez que casi choco por ser imprudente y
doblar en segunda fila. Solo declarar los ires y venires
de dinero.
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36
A los sintientes
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38
Las Ventanas
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de sonido, la paz que solo algunas personas pueden
entregarte de manera tan incondicional como hiciste tú.
En esa blanca habitación, de la que tan pocos recuerdos
tengo, te tengo a ti, acomodando tus almohadas bajo
el atardecer andino, esa brisa fresca colándose entre
las ventanas y tu sonrisa perenne diciéndome que todo
estaría bien, porque así eras tú, protegiéndome hasta que
tu cuerpo se rindiera, cansado.
Ya se hacía tarde y tenía que volver a mi casa. Quería
hacerlo, me sentía incómodo y ese lugar me hacía
sentir ansioso. Nunca me han gustado las clínicas, su
olor a anestesia y la sensación de que todo el mundo
te esconde algo pensando que es lo mejor para ti. Me
daba pena dejarte allá, pero no podía hacer otra cosa,
estabas tratándote y peleando contra una enfermedad
de mierda, que solo ya más adulto entiendo lo que
significaba. Todos esos cambios de humor, tu cansancio,
la pena que te rodeaba, la tensión en las comidas
familiares, la sensación de pesar en mis hombros, que
no era mía realmente. Aunque yo no entendiera lo que
pasaba, sabía que algo no estaba bien contigo y creo que
por eso no me portaba tan bien cuando me lo pedías, o
era desobediente, hasta irrespetuoso. Dicen que no hay
nada tan cruel y a la vez tierno como un niño.
Te lloré como no recuerdo haberlo hecho nunca.
Suelo ser súper abierto con mis emociones, en especial
la pena, no me avergüenza llorar en público o contar
que es lo que me entristece. Contigo fue distinto, lloré
en soledad, hacia adentro. Te lloré para ti y para mí, para
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nuestro silencio que solo vengo a entender tantos años
tarde. Me sentí culpable de nunca haberte aprovechado
como otros sí lo hicieron, de mirarte de reojo, hacerme
el desentendido, de no buscarte. Eras increíble, fuera de
serie, un personaje de libro, las conversaciones que tuve
contigo están marcadas a fuego en mi memoria, y sé que
jamás las voy a poder recordar con el ahínco que me
gustaría haberlas vivido. Tu risa espontánea y la inocencia
que a veces se te colaba entre tus longevos años. Y hoy
estoy acá, recordando esa tarde que seguro fue solo un
momento entre tantos otros que compartimos, pero
que ahora resalta con el mismo brillo que te rodeaba ese
día. Ahora cada vez que veo esas habitaciones blancas,
esos edificios solemnes llenos de silencio, recuerdo los
colores con los que llenabas la pieza cuando te venía a
ver, y me doy cuenta que ese blanco de las paredes es
solo un lienzo esperando para ser decorado. Creo que
ahora no me molestan las clínicas, su olor me recuerda a
ti y tu sonrisa pintada en la ventana.
41
Colores (o cómo verlos)
42
aún, para desteñir la brillante imagen que el niño tenía
de la vida. Así fue como, sin darse cuenta, el pequeño
le empezó a intentar describir lo que ambos estaban
viendo, este parque que conocía tan bien como el rostro
de sus hijos, sus nietos y su querido perro. Una sonrisa
se dibujó en su alma y un sentimiento de sorpresa se
le escapó por la garganta. La motivación del niño lo
enternecía, pero también le generaba curiosidad, así que
le siguió el juego, esperando a ver el parque una vez más,
después de tantos años.
—Bueno, a ver, primero que nada
—Primero que todo
—Eso, primero que todo, el cielo es azul. Azul es un
color como, no sé cómo explicarlo en verdad. ¿Libre?
Es como si tomaras un pájaro y lo dejaras volar. ¡Igual
que el mar! Pero distinto. A veces el azul es más claro o
más oscuro
—¿Y que es oscuro?
—¿Cómo que no sabes lo que es oscuro? No sé cómo
decirlo. Es muchas cosas juntas, como si todo se apilara,
como... ya sé, mientras más oscuro, es más todo. El blanco
es limpio, es simple, es algo desocupado, ordenado, lo
oscuro, el negro, es todo lo contrario: Imagina un nudo,
como si todo en tu cabeza se enredara e hiciera un solo
gran nudo. Eso es el negro. Ahora, todos los colores se
pueden mezclar con blanco y con negro. ¿Ves?
—Creo que voy entendiendo
—Por ejemplo, de noche, el cielo es muy oscuro, es
como si todos lo que las personas pensaron durante el
día se escapara a descansar allá arriba. Mi mamá dice
que las estrellas son donde los pensamientos se van a
descansar de nosotros.Después, tenemos el pasto. ¿Ha
caminado alguna vez sobre el pasto sin zapatos? ¿Por
qué se ríe?
—No es nada, recordé que hace tiempo no lo hacía.
Pero sí, sí he caminado descalzo
—Bueno, el pasto es verde, y se ve todo como si fuera
un solo color, pero si te acercas, puedes ver cómo son
muchos verdes distintos. Hay unos más claros, otros más
oscuros. Ya expliqué lo que era claro y oscuro, ¿cierto?
—Sí, y lo entendí a la perfección
—Ya, igual. El verde se ve como viento. Eso es, el
verde es color viento
—¿Cómo color viento?
—Es que es un color que está en los bosques, en los
árboles, y cuando hay viento, todo lo verde se mueve.
Por eso, se siente como viento. Además, a veces, puedes
escuchar cómo los árboles cantan. Y encima del pasto
hay flores, de todos los colores. Pero todos los colores
separados sí, no como el negro.
—¿Cómo así?
—Bueno, está el amarillo que es muy cálido y me
recuerda a los rayos del sol. El naranja, que es como el
amarillo, pero más tibio, y dan ganas de darle un abrazo.
También hay flores rojas, que son como el corazón,
son fuertes y cálidas. Hay rosadas, que son más frescas
y claras. Mis favoritas son las azules, porque es como
si un pedazo de cielo se hubiese quedado en el pasto
esperando a salir volando.
—¿Y cómo me veo yo?
—Usted es viejo
—Muchas gracias por notarlo, no me lo decían hace
tiempo
—¡Perdón! ¡Se me olvidó que mi mamá me dijo que
es de mala educación! ¡Perdón, perdón!
—¡No te preocupes pequeño! En decir la verdad no
hay engaño. Ahora, sigue contando que es lo que ves
—Emm, usted está vestido con una chaqueta café.
El café huele a mis papaás, a desayuno y a tardes de
invierno, esas con mucho frío y lluvia. También tiene
un pañuelo negro, con rombos rojos. Los rombos son
como cuadrados cansados de estar parados, entonces se
van un poco para el lado porque les dio sueño. Además,
tiene unos pantalones color cielo y unos zapatos cafés,
pero más claros, como mi perro. El café claro es un
color de perro.
—Bueno, ¿y yo, qué color tengo?
—Usted tiene el pelo blanco, como desocupado,
la piel rosada pero más blanca que la mía. Yo soy más
como mi perro
—¡Que risa! ¿Y te gusta ser como tu perro?
—¡Sí! Él juega y come todo el día, y cuando hace frío
siempre está tibio, perfecto para acurrucarse con él
—Qué bueno, niño, los perros son los mejores
amigos que uno podría tener.
Ya debe ser tarde, ¿no? ¿Por qué no vuelves a tu casa?
—Es que yo ya no puedo volver
45
—¿Por qué? ¿Por qué pones esa voz, chico? ¿Hiciste
algo malo? Si quieres puedo hablar con tus papás y
contarles lo feliz que me has hecho todo este rato
mostrándome los colores de la plaza
—No, es que, no es eso. Ya no vivo en la casa que
usted conoce
—¿Cómo no?, pero si te oí salir, incluso saludé a
tus padres, somos vecinos desde hace tiempo, si hasta
conoces a mis nietos. ¿No me digas que te cambiaste de
casa y no me di cuenta?
—No, mis papás siguen viviendo donde mismo, en la
misma casa color corazón con ventanas cielo y un jardín
de viento
—¿Entonces qué es lo que pasa?
—Don Emilio, usted tampoco puede volver a su casa
—¿Qué estás diciendo?
—Es que, es difícil de explicar. Es más difícil de
mostrar que los colores. Además, ustedes los adultos no
toman bien estas noticias
—Cris, ¿qué estás queriendo decir?
—¿Se acuerda que hace un año se juntaron muchos
vecinos, guardaron un minuto de silencio y todos
lloraron un poco?
—Sí claro, fue una ceremonia muy linda, muy
triste, porque había muerto el hijo de un vecino del
barrio y todos nos pusimos de acuerdo para honrar su
memoria, apoyar la familia y unirnos un poco más como
comunidad. ¿Qué tiene que ver eso?
Cristóbal, dejando escapar un par de lágrimas de
46
sus ojos color desayuno, con pena, culpa y frustración,
apuntó al costado del parque, donde había un grupo de
gente reunida. Don Emilio lograba reconocer algunas
voces: los vecinos que ponían música hasta tarde, los
que discutían después de comer, los niños que jugaban
con su perro tirándole una pelota de tenis y después
sacándola entre los barrotes de la reja. A sus hijos. Sus
nietos. Los papás de Cristóbal. Todos lloraban. Lloran.
Entendió qué es lo que pasaba, frente a sus ojos, sus
inútiles y agotados ojos. Cristóbal lo miraba con pena,
con culpa, con vergüenza. No sabía qué decir, y lloraba
a mares. Desamparado, como quien intenta disculparse
de corazón, pero no encuentra las palabras y termina
desvistiendo el alma a través del llanto.
Emilio, tratando de asimilar qué es lo que estaba
pasando, volvió haciael pequeño que estaba echo un
manojo de mocos y lágrimas, tratando de no hacer
ruido, sollozando para adentro, intentando no molestar,
ahogándose en la impotencia de no poder hacer nada. El
viejo tomó su mano y le revolvió el pelo ocupado que le
cubría la cabeza.
—Cristóbal, pequeño canalla. ¿Llevas todo este rato
tratando de hacerme más fácil esto? ¿Te ingeniaste lo de
los colores para dejarme ver este increíble parque una
vez más? Vamos Cris, deja de llorar por favor, que o
sino me vas a ver llorar, y nadie quiere ver a un viejo
decrépito haciendo pucheros
—Mi mamá siempre me decía que llorar es como
abrir la llave del agua y dejar que todo lo malo salga de
47
la cabeza
—Tu mamá tiene mucha razón, ojalá hubiera sabido
eso antes. Tantas veces que quise llorar y no lo hice
por no querer molestar. ¿Ahora vienes tú, travieso, a
enseñarme esto, a estas alturas? Bueno, creo que nunca
es demasiado tarde para aprender a llorar
—Venga, Don Emilio, tenemos que irnos
—¿Tan luego? Al menos pude escucharlos a todos
una última vez. ¿Estarán bien?
—Muy bien, tuvieron un gran padre y abuelo. Y no
se preocupe por su perro, él hace tiempo sabía que esto
iba a pasar
—Con razón los últimos meses ha estado tan
regalón, y yo que pensaba que era por haberle cambiado
la comida. Espero que mis hijos lo cuiden mucho
—Además, esos dos chicos, seguro le alegrarán la
vida. Usted tranquilo.
—Estoy listo. ¿Puedo tomarte la mano?
—Por supuesto, no se preocupe, yo lo acompaño. Si
quiere, le sigo contando sobre los colores. ¡No se ría, se
lo digo en serio!
48
Esperando a la Muerte
49
solemne y reflexiva. Ni un carajo, de golpe sientes como
que te desdoblas y ahí estas, viéndote con la cara toda
pálida, el cuello hecho un nudo y preguntándote si no
pudiste elegir un atuendo más estúpido para morir. ¿Lo
peor de todo? Mateo sí me puede ver, lo cual es prueba
fehaciente de que los gatos son animales del infierno.
Supuse que no me quedaba más que esperar ahí a
que llegara algo, la muerte, la parca, San Pedro, así que
esperé. Me di cuenta que aun muerto y con el aspecto
fantasmagórico que debo tener (traté de verme al espejo
y vi cómo el reflejo de la puerta me atravesaba), aun
puedo manipular objetos reales. Así, tal cual, estimados
lectores, les está escribiendo un fantasma desde el más
allá, escuchando algo de Matt Elliot (¿Qué más ad hoc
no?). Por supuesto que no solo intenté manipular objetos
básicos como mi computadora o la radio, no señores, este
fantasmita de aquí se dispuso a llamar a toda la vecindad,
casa por casa, escuchando cómo la gente contestaba de
manera irascible el teléfono, esperando poder decirles
algo divertido, algún chiste de una línea, ingenioso, pero
al momento en que se me ocurrió algo, me di cuenta que
mi voz no era más que un aliento mudo que no generaba
ni siquiera un eco entre este silencio de muerte. Bueno
y en eso estuve los veinte minutos previos a ponerme a
redactar lo que bien podría ser mi obra póstuma. ¿Tal
vez la primera de varias? Todo depende de cuánto se
demore este impuntual esperpento.
Acabo de darme cuenta que esta será mi primera
entrada en un diario que no toco hace años. Lo que
50
tiene que pasar en la vida de uno para retomar viejos
hábitos, ¿no? Recién fui a prepararme algo para comer
y, mientras Mateo observaba fascinado cómo el jamón
volaba de la puerta del refrigerador hasta el pan que
flotaba en mi invisible mano, me di cuenta que ni hambre
tenía. ¡Incluso en la muerte como por aburrimiento! Mi
psicólogo lo encontraría divertidísimo. Ahora que lo
pienso, tal vez lea esto una vez encuentren mi cuerpo.
¡Saludos Dr. Larraín! Dándole otra vuelta al asunto, tal
vez piensen que me volví loco justo antes de morir y
por eso escribí esto. ¿Debería seguir haciéndolo? No
quiero quedar como loco en vida, o al menos más de
lo que ya estaba. Además, ¿cuánto se podrán demorar
en encontrarme ahí, tieso como una mesa? Nadie viene
muy seguido la verdad, mi madre me llama los sábados,
pero para eso queda una semana. Había quedado de
almorzar con Rolando el lunes, pero ya le he cancelado
tantas veces que tal vez asuma que si no le contesto es
mi forma de decirle que este lunes no podrá ser. No sé
si habría ido en realidad. ¿Se han dado cuenta cuando
organizan un evento de manera tan segura y motivada
en un momento, solo para morir de flojera el día de la
reunión en cuestión y terminar cancelando horas antes
del asunto? ¿No? ¿Soy solo yo? Bueno, pues a mí me
parece común, qué quieren que les diga. Ciertamente
que ya han pasado más de cuarenta minutos y no me ha
llegado anuncio alguno de que venga la muerte. ¿Tal vez
ni se sabe mi numero?
Llevo esperando una hora y media a que me vengan
51
a buscar y me encuentro en este mismo instante
buscando alguna página en que colocar un reclamo. Solo
se me ocurre Trivago y sus malditos comerciales. ¿Me
pregunto si los fantasmas también debemos cotizar por
habitaciones baratas en hoteles de lujo? ¿O tal vez solo
atravesamos la puerta como en las películas? No lo había
pensado, pero tal vez la muerte venga a pie y por eso se
demora tanto. ¿Tendré que caminar todo el tramo de
vuelta? Pésimo servicio, definitivamente tres estrellas.
¡Uff! ¡Casi se me olvida borrar el historial de internet!
Habría sido un terrible percance si alguien se hubiese
metido a fisgonear por ahí. ¿Habrán páginas especiales
para casos como el mío? Algo así como una deep web
para fantasmas, o una red de apoyo psicológico para
espectros abandonados. Google lo tiene todo. Prendí
la tele y en History Channel hay un programa de caza
fantasmas y exorcistas. Televisión de calidad.
Ya, definitivamente la muerte se olvidó de mí, y me
aburrí de esperar. ¿Tal vez si le enderezo el cuello a mi
cuerpo? Uff, ese crujir de huesos no sonó nada bien. Al
menos se ve mejor ahora. No es que sea muy digno morir
por tropezarte con tu gato, pero hay que conservar lo
poco que se tiene. Intentaré acostarme sobre mi cuerpo,
tal vez así logro volver a la vida o alguna barbaridad
del estilo, muy hollywoodense. No, definitivamente no
funciona, aunque debo decir que es bastante incomodo
acostarse sobre el cuerpo propio, es casi como si pudiera
sentir el frío. O sea, lo sentiría si pudiera sentir algo en
realidad, hasta ahora lo único que siento es aburrimiento.
52
¿Y si este es en infierno y el castigo es estar eternamente
aburrido por el resto de mis fantasmagóricos días? Suena
como a una barbaridad que dios haría, la verdad que sí.
Me asomé por la ventana para ver si venía algo, pero
estaban todas las luces apagadas y no soy muy fanático
de los lugares oscuros. Sí, damas y caballeros, he aquí el
primer fantasma que le teme a la oscuridad.
Ya revisé mi casa de arriba hacia abajo, habitación por
habitación, y no encontré nada más que hacer ¡Hasta
intenté quitar las telarañas de debajo de mi cama! Mateo
me acompaña a todos lados y no sé si lo hace por culpa
o curiosidad. Igual me apena un poco, no creo que
fuera su intención matar a su única fuente de comida.
Dicen que, si un dueño muere y los gatos no tienen qué
más comer, empezarán a comerse a sus dueños, y me
pregunto qué parte de mí sería la que se coma primero.
Igual intentaré aplazar la respuesta todo lo posible
dándole lo que hay en el refrigerador antes de que se
eche a perder, sería una lástima tirar esa comida a la
basura. Increíble todo lo que se ha demorado la muerte,
ya es de día y aun no tengo información alguna de que
debo hacer para irme al más allá. Definitivamente me
aburrí de esperar, cruzaré la puerta y veré qué maravillas
me depara esta fantasmagórica vida. Los dejo aquí, y
si saben de algún vecino al que le tiran las patas, llaves
de agua que gotean sin parar o teléfonos que vibran sin
que les llegue notificación alguna, díganles que prometo
solemnemente dejar de molestar a cambio de cerveza
barata y unas papas fritas, nada muy refinado.
53
Martín Pescador
54
memoria de lo malo que he hecho, que no es poco.
Hago memoria de las cosas por las que nunca me hice
responsable. Los reflejos de filos incrustados en las
espaldas me enceguecen mientras escucho un grito en el
cielo. Ojos blancos y vidriados.
Veo mis recuerdos como burbujas escalando en un
vaso de cerveza, desnudándome, pidiéndome olvidar,
rogándome. Pero no quiero, no soy así. Hay mucha
risa, mucho encanto. Abrazos apretados, despedidas,
reencuentros. Sentimientos. No quiero olvidar. No quiero
olvidar absolutamente nada. Ni lo bueno ni lo malo.
No quiero olvidar cómo se veía mi abuelo dentro de su
ataúd, vistiendo ese traje tan elegantemente absurdo. No
quiero olvidar el olor del pasto recién cortado, el olor de
la tierra mojada después de jugar con mis amigos. Los
retos de mi mamá por jugar en el barro. Los colores de
Monet, las palabras de Neruda, los sonidos de Charles
Mingus, los consejos de mi mamá, las bromas de papá.
El quebrado humor de mi hermano, el cariño furtivo de
mi hermana. Mis perros. No quiero olvidar a mis perros.
Abro los ojos y no veo más recuerdos, más memorias.
No hay fragmentos, solo silencio. Frío y escandaloso
silencio. El silencio ensordecedor de una caída al vacío.
Ya no quiero caer. No quiero caer. ¡No quiero caer! No
quiero sacudir el frío pavimento y ser recordado como
un quebradizo sonido sobre la acera. No, olvídenlo.
No quiero caer. Los ladrillos corren al frente mío y el
cielo cada vez está más lejos. Cada vez que paso por
una ventana veo el reflejo de un hombre desesperado,
55
arrepentido, atrapado. La silueta que se dibuja sonríe, me
mira con desdén y murmura un “te lo dije”. Lo odio, lo
odio ¡Lo odio! Odio todo esto. No quiero volar más, por
favor que alguien me detenga, que alguien pare este viaje
interminable, esta tortuosa caída. Cierro los ojos para
escapar de la realidad, pero solo encuentro más excusas
para vivir. Familia, amigos, compañeros, risas. Cantar.
Cómo adoro cantar. No es que sepa hacerlo, pero me
encanta sentir la pasión escapar de una garanta chueca
por tanta nota desafinada. Trato de entonar una melodía,
pero me traiciona el aire, me ahoga la velocidad, me
cansa el vértigo. Todo alrededor mío es aire.
No logro recordar cuantas ventanas han pasado. ¿Seis?
¿Diez? Ni siquiera pensé en esto cuando llegué arriba.
Debería haber contado los pisos. Esto me pasa por
subir la escalera. Al menos eso valió la pena, el amanecer
estaba precioso, una crema celeste salpicada de amarillo
y caramelo. Las nubes solo contrastaban los colores y
hacían de la vista una fotografía invaluable. Miro hacia el
suelo y parece que ya está cerca. Ya no queda nada que
agregar. Subí por un paisaje y bajo por un impulso. Solo
eso bastó. Qué frágiles somos. Un pensamiento, una
idea, un recorrido por los vacíos que aquejan el alma.
Si ella nunca se hubiera ido. Si él estuviera a mi lado.
Si hubiera dicho que sí a esto o aquello. Ya no importa
nada. Miro el pavimento y noto que no hay nadie. Mejor,
así nadie se verá arrastrado junto conmigo. Eso sería una
tragedia. Cierro los ojos una vez más y espero que sea la
última vez que lo haga.
56
Nunca nadie dice que los últimos metros son los
más largos. La impaciencia me ganó la pulseada y abrí
los ojos. A estas alturas ya solo quiero terminar de caer
y acabar con esa tortura de caída. Cada ladrillo, cada
marca, cada vidrio me recuerda a alguien distinto, algo
que me faltó hacer, un perdón que por orgulloso nunca
pedí, un gracias que nunca me había dado cuenta que
faltaba. La verdad es que nunca me preocupé mucho de
eso, siempre asumí que tendría tiempo. Qué ingenuo,
traicionado por mis propias emociones, por encerrarlas
bajo candado y perder la llave. Al final, lo único que
me llevo es el arrepentimiento. Ya no queda nada y veo
cómo se aproximan los últimos ladrillos. Puedo oler el
alquitrán de la calle y el polvo me hace querer estornudar.
Solo siete ladrillos más. Cinco. Cuatro. Ahora solo dos.
Uno.
Un gritó me levantó de la cama. Son las doce de la
tarde y el sol ya se cuela entre la cortina. Siento la boca
seca, mis manos tiritan y siento un mareo insoportable.
Traté de levantarme, pero mi cuerpo se rehusó a
hacerme caso, cayendo postrado de espaldas sobre la
cama. Había sido todo un sueño. Una simple, confusa
e hiperrealista pesadilla. Me restregué los ojos con unas
manos empapadas de sudor frío. Cerré los ojos un
minuto e intenté pensar en todo lo que había soñado.
Todo era muy extraño, muy real, muy vívido. Recordé el
grito que me despertó y me di cuenta que era yo mismo,
gritando desesperado, lleno de miedo, pena y decepción.
Era un grito pidiendo perdón.
57
“¡Tomás!, levántate ya que son las doce de la tarde y
tienes cosas que hacer” – gritó una voz desde afuera de
mi habitación.
Lleno de pereza, tomé lo que me quedaba de voz y
respondí -“Dame cinco minutos más, quiero ver en qué
termina el sueño”.
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El domador de volantines
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Abrí los ojos y frente a mi están mis familiares,
amigos y algunas personas cansadas de la vida, amigos
de mi abuelo. Gente que probablemente no tienen nada
en común, desde políticos nacionalistas hasta pobres
inmigrantes. El salón es oscuro y la poca luz parece
cálida, y sin embargo todo se siente tan frío. Todos con
trajes oscuros, vestidos de luto. ¿Un funeral? Miré donde
estoy parado y a mi lado veo el altar. ¿Qué hago acá?
Lágrimas caen sobre el suelo. Parecen lluvia, la lluvia
más triste del mundo. Busqué entre todas las personas y
la única que no pude ver fue a mi abuelo. Pensé en los
volantines, y en por qué el viento no dura para siempre.
Miré hacia arriba pidiendo misericordia a ese Dios que
hace tanto tiempo dejó de hablarme. ¿Dónde estoy?
¿Qué hago acá?
Un sollozo me sacó de tan banales cavilaciones. Mi
cuerpo inmóvil descansa dentro de un féretro de fina
madera y detalles exquisitos, mientras mi abuelo, cansado
de la vida, llora sobre mi pecho. Una sonrisa quiere
dibujarse sobre mi rostro, pero los muertos no sonríen.
Las lágrimas humedecen mi elegante traje, pero yo ya
no puedo sentir el frío. Pobre de mi abuelo, si tan solo
me dejara recordarlo como el domador de volantines,
podría partir al otro mundo más tranquilo. Pero ahora
solo puedo pensar en su tristeza, en su soledad y en por
qué el viento nunca es para siempre.
Lo miré a los ojos y dejé caer una lagrima dentro
de mí, una lágrima que solo él podía ver. Mi abuelo
desapareció frente a mis ojos súbitamente, y no puedo
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evitar soltar una vibrante carcajada dentro de mi cuando
lo veo volver con un volantín enorme, el más grande que
haya visto. Dejó caer una sonrisa sobre mi rostro y se fue
junto a sus lágrimas resignadas. Ahora podré enseñarle a
Dios cómo se elevan volantines.
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A los músicos
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Violín al Cuello
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La Orquesta
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Pulcritud. Orden. Simetría. Prestancia. Inmóviles todos,
silentes, mudos, paralizados por la expectativa y el
nerviosismo. Atentos, expectantes a la orden de director,
observando el auditorio, sus detalles de madera, el fresco
que descansa sobre el cielo falso sobre sus cabezas. El
aire se vuelve tenso, el bombo se prepara para recibir
los primeros golpes de la noche, el percusionista para
darlos. Todo es especulación para el público, mas certeza
para la orquesta.
El director da la señal y todos los intérpretes se ponen
en posición. Los Violines al cuello y la pluma acechando
las cuerdas. Los Fagots sienten cómo sus labios reciben
el primer beso de la noche, compartiendo un ligero
aliento, cargado de ansiedad. Los Cellos descansan sus
puentes en el hombro de sus amantes, como el rifle sobre
el soldado, apoyados en su única pierna. Los Clarinetes
quieren graznar, gritar y llenar el auditorio de música.
El silencio es absoluto, la obediencia total, la disciplina
espléndida, y el ambiente pesaba más que todos los
instrumentos juntos. El director cerró sus ojos y sus
brazos se elevaron violentamente, como si intentara
que estos se desprendieran de su torso. Los Violines
emitieron la primera nota de la noche, acompañados
de los Contrabajos. Como un romance escrito por
Shakespeare, los Cellos acompañan y atacan, acarician
y desgarran, alteran y apaciguan. Los Violines acechan
cada oportunidad para dejarse notar, cada espacio,
cada nota aguda. Gritos altos y bajos, graves y agudos,
murmullos y susurros se escuchan desde atrás. Una voz
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que silba, luego otra, y otra, una más se suma. Ya no es un
murmullo, es una multitud de viento esculpiendo magia,
pidiendo calma mientras el piano ordena los compases.
Aplausos acechando indecisos, preguntando por
prudencia, confundidos por la incertidumbre de lo
desconocido, agazapados, esperando la oportunidad de
hacerse presentes, participar del arte, de la vida que La
Orquesta ha dado al silencio, de las vibraciones que el
suelo de madera replica, del eco que resuena en el salón, en
los corazones. Los movimientos súbitos de los Violines
y el rostro compungido de los Cellos muestran el énfasis
de cada nota, el sentimiento unísono, el estado de ánimo
general. El director de orquesta gesticula enérgicamente
e instruye cada momento, incansablemente, la emoción,
la profundidad, los silencios y los gritos. El Piano, frente
a todos, se roba el momento. Las cuerdas se someten
a su percutir, los vientos escuchan atentos. El bombo
interrumpe a ratos el melancólico pasear de las gráciles
muñecas sobre el borde de las teclas amarfiladas, dedos
dejando su huella al tacto sobre el ébano disonante. Todos
acompañan la pieza a su final. Es Forte. Es Fortísimo.
¡Es Fortisísimo! Y de súbito El Piano, en un llanto
descontrolado y pasional, se suicida en un Do profundo
y lleno de angustia. Los Violines acompañan el féretro
en su último adiós y la sala se somete nuevamente a la
tensión del silencio. El director descansa, se ha cometido
un asesinato en la sala.
La gente se levanta de súbito y aplaude, finalmente,
cumpliendo su papel, su expectativa. Han sido parte de
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algo más grande que ellos mismos y eso los satisface. Un
niño en la tercera fila, el quinto asiento desde la derecha,
llora desconsoladamente, pero guardando todo el respeto
que se le debe al silencio. Sus palmas se mantuvieron
inmóviles. No tiene nada que aplaudir. Llora por aquella
pieza de música, que jamás podrá volver a escuchar de
la misma manera. Un asesinato al ruido, al sonido. La
primacía del silencio. El director encuentra sus ojos en
una mirada cómplice y derraman juntos una lágrima por
la música. Luego vuelve su rostro a la Orquesta y levanta
su mentón decidido. La Función debe continuar.
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Magia y Música
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ensimismado, no escucha nada. El escenario arde de
música, de magia. La cola del piano se mueve como si de
un perro se tratara. Tiembla el piso, un terremoto acecha
mis oídos. No entiendo nada. ¡NADA! No hay nada por
entender, nada que ver, nada que degustar. No olfateen,
dejen de respirar. Toquen el aire y dejen que la música
invada todos sus sentidos. Éxtasis. Éxtasis. Éxtasis. Dejen
que el pianista haga su trabajo. ¡Aplaudan! Apláudanle al
piano, que aguanta tanto golpe, esquizofrénicos sonidos
escapan de las cuerdas vocales de nuestro negro amigo.
Miro al cielo y solo veo notas revoloteando el cielo falso
como si se tratara de una partitura. No hay res, síes, dos.
No hay las, soles, mies. Fas, fas, fas, ¿Dónde están?
¡Suficiente! La batería ahora acompaña el baile
maquiavélico que tiene concertado el piano. Una guitarra
escandalizada intenta arremeter contra la melodía, pero
solo la infla, la empuja, le da cuerda. La batería sigue el
son incomprensible del piano, y este nos intenta hablar.
¡Escuchen todos! - dice el piano- ¡Yo soy el piano! - cuanta
elocuencia. Después de un rato la guitarra se cansa y
la batería toma de la mano al piano. Como hermanos
en armas, como hijos de una misma madre. La madera
bastarda de la percusión; la batería, hija legítima. Música,
música, música, música. Magia, música. Una voz toma
el mando de todo este descontrol. Gracias al cielo. Sus
tonos son dulces como las manos de una madre, tierna
como la primera flor de primavera. Profunda, como el
deseo de vivir una vida plena, llena de alegrías, de penas,
de lluvia y sol. Esperando. La batería sigue descontrolada,
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con ira golpea el platillo. El baterista se siente agarrotado,
su hombro lo está matando, sus manos dicen basta.
Las baquetas son las dueñas del minuto, del segundo.
Golpean en desorden, mientras cada sonido cae sobre
su única casilla. La vida sigue, la voz toma la cuerda y la
ata alrededor del cuello de la batería. El bombo no irá a
ningún lado.
Ya todo está más tranquilo, el canto cae sobre la
audiencia como el rocío de la mañana, como la lluvia
de la noche, como agua de vida, de música, de magia.
Sentimiento. El piano intenta escapar, pero la voz lo
calma, lo doma. La madera, sometida, nada tiene que ver
con lo que emitía esas notas fantásticas. Sigue cantando,
golpeando las cuerdas según la métrica correspondiente,
pidiendo perdón y permiso. Suena fantástico, pero nada
de otro mundo. La batería intenta romper el esquema, es
más reacia, rebelde, idealista. Golpea con fuerza, vigor,
vida, pero la voz siempre vencerá al final. Su descontrol
cae en la métrica, sus arrebatos al son de la canción, su
rebeldía es uniforme. Una voz ronronea y acaricia las
notas con cuidado, con gracia. Sus tonos son perfectos,
llenan la garganta, el estómago y el oído. Pero algo falta.
Ya no hay locura, falta el vértigo, la emoción, el salto a la
norma. Falta el grito en el vacío. La voz se calla. El piano
golpetea nervioso y las cuerdas suenan con vergüenza.
La batería yace, amurrada, junto la pierna del vocalista.
Las manos de este hacen un gesto, y suelta las riendas
que sometían a sus dos cordeles desbocados. El piano
arremetió con su vida al viento, golpeteando con fuerza
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notas incoherentes. La batería redobló los esfuerzos,
rompió la caja y se abrió al tempo. De a poco los sonidos
se empezaron a perder en el eco del salón, en un eterno
desvanecer. Se cierra el telón y la audiencia queda ahí, de
pie, perpleja.
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Rotonda
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todo, luego nada. Se comprime y toma forma, se dilata
y olvida la misma. Colores blancos y grises se mezclan y
crean formas que alimentan la creatividad del alma. Los
ojos se pierden entre los colores de cielo y la mañana ya
no es tan fría. Ya no es tan triste, ni desgarradora. No
hay decepción ni frustración. Solo están los colores, las
formas, el viento y su mano artística creando ingenio.
La guitarra acelera su paso y mi corazón da un brinco
de alegría. La vida es grande, el cielo enorme, mis ojos
lloran. Tan simple que da risa, tan inocente, tan honesto.
Miro el contorno de la imagen que la brisa dibuja con
pulso preciso, como si esculpiera la lluvia de ayer y el
calor de hoy. Una ráfaga se disfraza de pincel y deforma
la imaginación. Lo que antes no estaba, hoy existe,
independiente, autónoma, libre y llena de vida.
La guitarra apunta al cielo y deja pasar un bajo
estrepitoso, vibrante, lleno de sorpresas, quebrando
esquemas y olvidando que la música tiene márgenes.
¿Qué limite se le puede poner al sonido? Atrévanse a
decir que la vida se vive bajo estándares definidos. ¡Los
reto a hacerlo! ¡La vida es más que la disrupción de
lo sistematizado, la ruptura de la rutina, la alergia a la
velocidad crucero! La vida es movimiento, sonido, color,
textura, llanto y alegría, odio y amor, gritos de angustia y
satisfacción. Los colores del cielo se queman, las formas
allá arriba toman tonos ardientes, incendiarios, propios
del fuego más intenso. El blanco ahora es amarillo, tal
como el gris huele a cobre y el negro se torna en pasión,
rojo puro y vivo. El sol escapa de entre las montañas y tiñe
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de colores lo que antes era un lino virgen. Lentamente, el
frío da paso a una brisa tibia y sincera. Las nubes del cielo
sienten colores en sus barrigas expuestas y miran hacia
abajo, a la tierra cubierta en cemento, contemplando
cómo pequeñas hormigas caminan a lo largo de las líneas
de un cuaderno. Calles y avenidas, pasajes y vías, todas
en pos del movimiento, el transporte y la vida. El bajo
intensifica su sonido y la emoción invade el ambiente. Ya
nada es lo mismo.
La batería golpea la arritmia de mi corazón, acelerado,
confundido. El sol se eleva, perezoso, y tiñe las nubes
de colores áuricos, espléndidos. Tinta color oro corre
como sangre a través de los contornos cincelados por
el viento, destellando calor y luz sobre la tierra bajo
su dominio. Simpático holgazán, el sol como tirano,
como despótico monarca, monopolizando los colores
y cobrando diezmos a todos quienes osen mirarlo.
O eso quisiera él. Entre castigo de bombos y cajas
agitadas, llora el sol sobre las doradas nubes, porque él
nunca verá los rostros de aquellos su luz cubre. Tantos
colores, tantos sentimientos que habitan en los ojos de
los hombres. Ojos verdes, esmeralda, petróleo, azules,
turquesa, avellana y cafés. Rostros caucásicos y morenos,
negros y amarillos. Cabellos dorados, castaños, negros,
cobrizos y canos. Tanto que ver y tan poco tiempo. El
sol, desesperado, rompe a llorar y las nubes se le acercan
para consolarlo. Los rayos de luz atraviesan a las mismas,
pero generan un color dorado, nunca antes visto, y tal
belleza hace girar todos los rostros hacia el lugar de
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donde proviene tan extraordinario fenómeno. Los ojos
ya no arden, pues las nubes protegen a los hombres, los
rayos ya no queman y las hormigas ya no tienen miedo.
El sol logra divisar la vida en cada uno de los rostros, y el
llanto que fuera angustia hoy es regocijo y dicha.
El concierto sigue y un teclado se asoma, tímido. Se
mostró inseguro y tembloroso, y al principio la batería
y el bajo no sabían si era buena idea incluirlo. Si fallaba
una nota podía poner en peligro todo el concierto. La
guitarra se levantó y miró al pequeño teclado, con sus
dientes blancos y negros intercalados. Vio la duda en
los ojos de la batería y la desconfianza en el puente del
bajo, y tomó una decisión. El teclado tocaría, y le dio
un empujón hacia el frente. Era su momento de brillar.
Miró hacia adelante y vio cómo los rayos dorados de luz
se hacían cada vez más tenues, dando paso a los colores
del atardecer. Un rojo ronroneante, un azul calmo y un
naranjo cómodo. El ambiente era tibio como un café
después de trabajar todo el día. Las nubes que antes
formaban figuras complejas, ahora solo eran polvo en
el viento, recuerdos eternos impresos en la retina. Las
teclas blancas y negras se entrelazaban mientras sonaban
sonidos modernos y extrañamente gráciles. Las notas
precisas, progresivas, extravagantes. Extraordinario.
La brisa que vuela por sobre las nubes se llevó lo
último que quedaba de estas, dejando al descubierto el
cuaderno cuadriculado por donde las hormigas caminan
diariamente. El sol, cansado de brillar, baja lentamente,
llevándose con él los últimos rayos de luz. Al mismo
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tiempo una voz entra entre los instrumentos. Canta, grita
agudo. Una voz, dos voces, mil voces. Una garganta.
Notas altas y tonos armoniosos escapan en orden,
saltando entre tonos, jugando con las entonaciones,
saltando los compases como si fueran vallas en una
carrera. El sol casi se ahoga en el mar y la voz persiste en
su canto enérgico. Los colores se oscurecen y los rojos
dan paso a los negros, el cobre se torna gris y todo el
resto es azul, oscuro como el fondo del Mar. El sonido
crece y la canción está en su apogeo. El éxtasis invade
los oídos, llena el cielo, que se oscurece a medida que
pasan los compases. La métrica se olvida, el progresismo
avanza y vuela por donde antes las nubes descansaban,
colgando de la brisa.
La voz se calma, las notas agudas ahora son más
graves, más tranquilas. El teclado se deja estar y afloja
la intensidad. Ahora es un trío solamente. Guitarra, bajo
y batería. Suena increíble. Notas orbitan la tierra y caen
en los oídos como tiernos pétalos. La batería cesa su
percusión y el bajo calma su vibrar. La noche cae sobre los
instrumentos y aparecen las primeras estrellas, curiosas.
Se preguntan hacia dónde va esa hormiga trabajadora,
subiendo la gran avenida. La luna bosteza y abre los ojos,
es la hora de brillar. Mira el suelo y todo está calmo. La
guitarra toca las últimas notas del día y todo se sume en
silencio. La calma invade la noche y el velo oscuro cubre
el tablero de cemento. Una fina capa de frío cae sobre
la tierra, y sobre esta, el rocío. Nada se mueve, excepto
esa pequeña hormiga que camina con sus ojos verdes.
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Las estrellas sonríen y juegan entre ellas. Una que otra
salta al vacío y hace que todos los hombres se exalten.
Mientras, la hormiga sigue su camino, llegando a Plaza
Italia. Allí, gira en torno a la rotonda y vuelve por su
camino. La mañana siguiente, otra canción sonará, otros
instrumentos tocarán y otras nubes volarán en lo alto
del cielo. O tal vez lo hagan más bajo y se conviertan en
neblina. Tal vez llueva, o haga un calor infernal. Tal vez
la hormiga no esté allí mañana. El silencio es total, solo
la brisa deja un suspiro en el aire, una queja, un sollozo.
Una sonrisa. Una rotonda.
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La Travesía
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calores infernales, las púas naturales ni el dolor de olvidar
lo que más anhelo.
Mis pies siguieron, obedientes, una marcha ordenada
sobre brasas que irradiaban un agresivo calor, el cual
hostiga mi integridad y me pide volver a cada paso. Cada
centímetro hacia adelante es un grito alzado al cielo por
cada célula de mi cuerpo al unísono, pero no daré mi
brazo a torcer. Caigo de rodillas luego de unos cuantos
metros, y la piel se quema, el frío hace insoportable
el dolor, pero debo continuar. Luego de minutos que
parecieron horas, las plantas de mis pies sintieron algo
diferente al agudo dolor que genera el calor abrazados
de una brasa malintencionada. Se sentía como madera,
olía a madera, y mis pasos, cojos a esta altura, hacían
parecer que el suelo era de madera. Fina madera, suave y
elegante. La temperatura del suelo era tal que generaba,
a cada paso, ese ligero, pero agradable, dolor que solo
los humanos buscamos. A todos nos gusta el dolor, solo
tenemos miedo de que algún día nos guste demasiado.
Arrastré mis pies hacia adelante, siempre hacia adelante,
para encontrar un peldaño, humilde y sencillo, esperando
que alguien lo acariciara algún día. Me subí a él, y para
mi sorpresa, encontré otro frente a mí. Es una simple
escalera, acompañada de barandas metálicas, las cuales
sostienen el peso de mis manos mientras mi cuerpo se
preocupa de todo. Peldaño tras peldaño, cada paso es
una historia diferente, recuerdos de ayer que generan
nostalgia, mis blanquecinos ojos dejan caer secas gotas
de lo que alguna vez fue llanto. Recuerdo mi madre y sus
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almuerzos dominicales, mi padre y sus paseos sabatinos,
mis amigos y las noches de viernes. Mis compañeros
los jueves luego del trabajo. Mi mujer, acompañándome
los miércoles. Mis hijos, recordándoles que los martes
bailan, cantan, juegan, son alegres. Los lunes, benditos
lunes, recordándome que todas esas maravillas se repiten
semana a semana.
La escalera de vueltas en su eje, majestuosa con su
mansa sencillez, siguiendo áurico orden, hasta llegar a
la cima, donde el calor es agradable, la brisa es leve y
los pájaros entonan melodías de antaño. Doy un paso
hacia adelante, y para mi sorpresa, encuentro agua dulce.
Debía ser un lago o una laguna, pues pude hundir mi
cuerpo, dejar que mis heridas sanen en aquel frío liquido
de vida. Me recuesto sobre mi espalda y dejo que el
viento me lleve a donde el destino me llame. Mi cuerpo
es una balsa y el viento el timonel, la meta es mi destino
y yo no quiero controlar nada, nunca más. Estuve horas,
tal vez días, incluso podrían haber sido semanas, hasta
que mi cuerpo encalló en lo que parecía una costa. Mis
manos eran pesadas y mis pies se rehusaban a responder,
pero logro reincorporarme finalmente. Mis manos se
hunden en la arena de tan desconocida playa como es
esta. Rodeo la costa y me doy cuenta de que no es más
grande que una pérgola. Camino hacia el centro y lo
encuentro, solo y sin centinelas ni vigías.
Es un baúl, cerrado bajo llave, duro y antiguo, cuyas
astillas se entierran en mi mano a medida que palpo la
superficie buscando el cerrojo. Mis esperanzas están
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en que este abierto, y con un simple movimiento el
candado cae al suelo, como un soldado fulminado por
una descarga enemiga. Mis brazos levantaron la pesada
tapa de madera y mis manos la dejaron caer con el peso
del destino sobre cada falange, la madera chocó con
la arena y nadie vino. Hundí mi ser en la profundidad
de aquel baúl, tocando monedas, diamantes, diademas,
cetros, lingotes y parafernalia de esa calaña. Hasta que di
con él. Es un pequeño papel, con algo escrito en tinta,
que no me sería difícil de descifrar gracias a que aquel
estilo caligráfico es bastante invasivo para el papel y se
nota al tacto. Finalmente logró posar mi mano sobre él y
pude recordar. No sabía dónde estoy ni qué significó mi
viaje, no sé qué momento de mi vida es, o si realmente
viví en algún momento. Me recosté en la playa y dejé que
el viento me enterrara en las arenas del tiempo, pues ya
nada tiene sentido. Ella nunca estuvo viva, y yo nunca
viví completamente.
Desperté en un salón enorme revestido de grandiosos
detalles, como la caoba que se lograba diferenciar por
el olor, o el terciopelo que acariciaba mi mano. Había
una orquesta, y cada uno de los instrumentos confunde
todos mis sentidos, los que quedan al menos. Fue en ese
momento que me di cuenta que mis travesías no eran
un camino para llegar al cielo, sino una tortura tan cruel
como la muerte misma. La música empezó a sonar a un
ritmo endiablado, y ya no recuerdo nada. Me levanto de
mi butaca y camino hacia una gran puerta de bronce.
Detrás de él estarán las huellas que deje hace pocas
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horas, pero nada importaba ya, estaba sumido en un
limbo entre la vida y la muerte, el cielo y el infierno. Las
gigantescas puertas se abrieron de par en par y dejaron
caer pequeños granos de arena a mis pies. No sé quién
soy o qué hago aquí, pero debo continuar, aunque me
cueste la vida. Estiré mi pie y toqué el desierto con mis
dedos descalzos. El destino es inexorable.
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Amelia y su Acordeón
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zapatos no la dejan despegar. Por eso caminó sin parar,
por el bosque que la vio andar, y mirando por sobre los
arbustos logró ver el mar, y sin sentir ni brisa ni arena
llegó a un extraño lugar, donde Mi sabía a azúcar y Si
a carbón, donde Do era enorme y Fa un mirón. Buscó
por todas partes un Re para bailar, pero él se escondía,
como una aguja en un pajar. Escudriño entre partituras
y tempos discordantes, reviso la caja de música, hasta sus
recónditos rincones equidistantes, pero Re no aparecía,
y el Sol estaba bajando, corchea por corchea, hasta llegar
al ocaso en blanco. La partitura era virgen, y la niña
quería inventar, y empezó a escribir la canción que hoy
no puedo olvidar.
Amelia no quiere que la canción termine, su acordeón
tampoco. Un bombo a lo lejos se escucha, y otro
acordeón le acompaña. No quieren competir con ella,
sino asistirla. Las tres cabezas se balancean al son de un
vals que no quiere acabar. Campanas suenan en lo alto y
dan notas agudas que contrastan con los vientos fugaces
que expelen las cajas mágicas. El bombo, cansado, deja
que ambos acordeones bailen, un paso hacia adelante,
uno hacia atrás, uno hacia adelante y luego en diagonal.
Los pies no se cruzan nunca, y los pequeños zapatos
de Amelia se acobijan bajo la sombra de quien acaricia
el otro acordeón. El metro está vacío, pero la vida y la
alegría extasiaban el lugar. Siendo que solo dos cuerpos
se movían, miles de almas sentían el calor, radiante, de
aquella sonata.
Partió escribiendo en lo alto de la partitura, sin olvidar
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la llave de Sol, para abrir las puertas de la armonía. Su
pincel subió y bajó, improvisando una melodía bohemia.
De pronto todas las notas salieron a recibir a la pequeña
compositora, y bailaron a su alrededor con entusiasmo
y energía. Bailaron por horas hasta que notas graves
ocuparon la escena. Una escala diferente reinaba ahora,
y la melancolía, veloz, generaba reflexión y tristeza, un
escalofrío cruzó la espalda de Amelia. Ya no quería
seguir componiendo, pero no podía parar.
El piano en Valparaíso, decorado de alegres colores,
tocó una melodía nostálgica. Los amarillos que
irradiaban energías se veían cubiertos de azules opacos
que tranquilizaban la brisa marina. Una nota se perdió
en alta mar, y el pianista estaba empeñado en rescatarla.
Tejiendo sobre partituras, nota por nota, fue estirando
un salvavidas a aquella nota que quería seguir viva. Matías
no dejaría morir la caja de música, y con ojos ciegos y
dedos frágiles cosía fragmentos, melodías, recuerdos y
memorias. Está cansado y decide reiniciar su búsqueda
mañana, o el día que le siga a este, pero la nota cada vez
está más lejos, pues la corriente la añora y quiere hacerla
suya. Yemas ágiles castigan la madera blanca decorada
con líneas tribales que habitan dentro del piano marino,
tratando de recuperar la nota perdida, pero ella no quiere
que la encuentren, navega sola sobre el oleaje de las
teclas percusionistas.
Amelia se encuentra sola, pero sigue su camino.
Busca compañía bajo los suelos santiaguinos, y la
encuentra en un violín efervescente. Sus brazos se
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mueven a velocidades vertiginosas, olvidando tiempos,
olvidan limites, no existen repeticiones, no hay espacio
para errores, no se puede retractar, ya no. La nostalgia
dio paso a la vergüenza, la incertidumbre, el miedo,
desesperación, el violinista tiene miedo de que Amelia
no pueda volver jamás. Pobre, no sabe que ella nunca
llegó. Un paño de seda cubre el pelo de Amelia, dejando
escapar un travieso rizo castaño. Verdes colores rodean
su opaco rostro, que deja caer una lagrima nostálgica
sobre el suelo del metro. Una moneda rueda hasta sus
pies, solo para llamar su atención. Ella levanta la cabeza,
sin descansar la música, para cruzar miradas con él. Una
sonrisa tímida rompió el silencio como un hielo cayendo
en una noche de verano. Ella deja que otra lagrima
caiga sobre el violín que la rodea, pero la nostalgia ya
no habita las notas que escapan de su caja mágica. El
violín, emotivo, le dedica una mirada traviesa, llena de
sentimiento. Ambos siguen sus pasos al son del vals de
Amelia. No hay nadie que mande, pues ninguno sabe
dar órdenes. Un muchacho tímido y una joven con el
corazón roto.
La pequeña compositora se detuvo de súbito. Un
silencio estaba en su mano, listo para ser ejecutado,
cuando se dio cuenta que quería un sonido que durara
toda la vida. Busco en su escala como quien busca en
un saco, eligiendo con cuidado su último respiro. Una
redonda cayó en su mano, pidiendo ser sacrificada para
mantener vivo este momento hasta el fin de los tiempos.
La redonda dejo que la tercera cuerda se enterrara en
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su pecho, atravesando su corazón hasta que hojas
rojizas cayeron sobre Amelia en aquel parque otoñal.
Sobre la caja azul quedó, petrificado, el deseo de la
pequeña compositora. Amelia levantó el rostro hacia los
algodones celestes y miró ciegamente hacia el cielo. Ve
los sonidos cruzar el tiempo, raudos, sobre el viento de
otoño. Ya no se siente sola.
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A los recuerdos
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Barro Tal Vez
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Desde Hornopirén
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Para llegar rápido, viaja solo, liviano, a paso veloz
y certero; pero para llegar lejos se precisa compañía
amena, conversaciones largas, palabras honestas y un
ánimo contagioso. Cuando los tobillos se hacen sentir, el
agua escasea, la ruta se difumina y los minutos se hacen
eternos, son las carcajadas, los relatos, las preguntas
aparentemente estúpidas las que nos rescatan de los
problemas pasajeros, propios de estas instancias donde
la comodidad de la sociedad de concreto es removida de
manera voluntaria.
El sonido de las aves marcando los compases, el
murmullo del río contrastado con la brisa y los brazos
de los árboles meciéndose al son del éxtasis sureños.
Una armonía frenética y suave, calma y descontrolada.
Paradoja compleja que levanta hacia el cielo la mirada,
mientras los pies reposan sus huellas sobre piedras y
raíces. Caminos encumbrados llevan a paseos apacibles
entre lluvia diurna, viento vespertino. El dormir se lleva
los pesares y una vez el calendario se da cuenta, todo
vuelve a su lugar de origen. Lo que sube baja, lo que
se va, vuelve. Los corazones que un día partieron, hoy
son un poco más grandes, más hambrientos, llenos de
pequeños recuerdos del sur. Así, lo que comenzó por
azar, termina por destino, tras un carrusel de experiencias
y paisajes. La mochila se volverá a cerrar, con la certeza
de ver la luz algún día. Más pronto que tarde, espero.
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Analfabeto
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provienen las órdenes se ha determinado que el movi-
miento debe ser más errático, hostil, agresivo. Y así es
como los dedos apresuran sus movimientos, las articu-
laciones crujen al ser sobre exigidas y la cabeza del lápiz
fricciona contra el papel de manera tal que una pequeña
humareda escapa a su paso, junto con la huella eterna de
su estela.
Cada segundo que pasa los movimientos son más
violentos. Lo que antes era una curva ahora es una esqui-
na, las gráciles rectas dieron paso a líneas serpenteantes,
enfermas de párkinson. Los dedos pierden el control de
su orquesta, la batuta se quiebra en el aire y los hilos se
cortan, uno a uno, hasta que el lápiz deja de ser un obe-
lisco danzante y pasa a ser solo un lápiz. Nada más que
un lápiz, muerto por la falta de movimiento. La mano
se crispa, enfurecida, los dedos se contraen con fuerza
y los nudillos presionan la piel hasta el punto que esta
podría ser completamente desgarrada. El antebrazo está
tenso, contraído, dolorosamente acalambrado. Desde el
salón más alto de la torre más alta solo provienen órde-
nes contradictorias que no tienen ni ton ni son. Todo es
caos. La mano se extiende, dejando ver una palma sucia
por todo el carboncillo y los residuos de la danza que
antes había tenido lugar, y se posa sobre el papel garaba-
teado. Rápidamente, una contracción de la misma mano
arrastra el velo no tan blanco hasta formar una bola de
papel asimétrica, horrible, antiestética. Y con un solo
movimiento del brazo, este velo, antes protegido bajo el
cuidado del lápiz protector, es lanzado por los aires para
103
caer sobre el sucio suelo, lejos del desgastado escritorio.
"¡Carajo! Nunca pensé que fuera tan difícil aprender
a escribir"
104
Perdido en el Tintero
105
conquistadores irreverentes, artistas desbocados y sueños
imposibles. Alguien golpea la madera y solo quiero tomar
su furioso puño y estrujarlo contra el cielo eterno, con
fines meramente académicos. Tal vez también lúdicos,
nadie lo sabe con certeza. ¡Eso es! ¡Certezas! Bellos
frutos rojos que una vez madurados mezclan suaves y
dulce aromas con cierto amargor elocuente y una pisca
de demencia. Un desayuno saludable debe constar de, al
menos, cuarenta y siete certezas, y puede ser acompañado
con un poco de avena al gusto. Un café tampoco le viene
mal, pero debe ser negro como el alma de un felino.
Comer certezas mientas se teje y desteje esperando
en el muelle de San Blas es una actividad sumamente
recomendada. Sus inhibidores naturales permitirán a la
mente más básica una travesía dantesca, un fascinante
viaje astral jamás conocidos por el hombre. Básicamente
debido a que este fruto está prohibido desde tiempos
bíblicos. Castigo de los oprimidos por obligaciones
morales, laceraciones incorruptibles por ninguna
medicina oriental conocida por el ser humano. Tanta
ignorancia hace que se me ericen los pelos y caduquen
todos los plazos. Tiempo. Todo es culpa del tiempo.
De haberse descubierto la realidad antes estaríamos
en un mundo completamente diferente. Ya habríamos
ganado la guerra contra aquellos verdes seres vivos que
complican la existencia. ¿O esos eran los que la asistían?
Tanto divagar me ha dejado exhausto. Me despido
donde quiera que llegue, saludo con una mano en alto
esperando jamás tener que verlos de nuevo.
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Alguien golpea la madera como si fuera un chiste,
pero nadie dice nada ¿Habré, finalmente, alcanzado la
tan anhelada locura? Demenciales pensamientos surcan
el techo como pequeños pinceles monocromáticos.
Ya nadie podrá quitarme mi blanco cuadro, con mis
cómodos cojines y mis tres comidas al día. ¡Soy un
hombre libre al fin! Nadie podrá decirme que hacer
o que evitar, que es verdad y que es una vil falacia.
Mis pensamientos abordarán la eternidad del tiempo,
castigando a los infieles. De la cordura a la demencia
hay un paso, es por eso que di un salto, no quería dejar
nada al azar. ¡Bienvenidos todos! ¡Hoy ha nacido uno de
nosotros! ¡Yo mismo! Espero me trate con cuidado y
nunca censure mi pensamiento. Castigos divinos caerán
sobre mentes silentes y obedientes. Al menos eso creo
yo. Alguien toca la puerta de madera. Se me olvidó poner
el cartel de que los martes y jueves es feriado, los lunes
atiendo hasta las doce y los miércoles desde las cuatro.
Viernes, sábados y domingos es en sentido contrario.
Olvídenme, yo ya estoy loco.
107
Unicornio Azul
108
el pequeño camino de adoquines grises se convertía
en un pasaje de vida, de esperanza. Era un proceso
revitalizador, donde caminaba dejando que las ramas
bajas acariciaran mi cabeza con sus suaves y delicadas
hojas, mientras sentía como las ramas inmortales se
estremecían bajo mis pies.
Ahí lo vi, majestuoso, azulino, elegante,
extraordinariamente ordinario. Era todo lo que había
escuchado en épicos cuentos infantiles, y mucho más.
La crin brillaba como luces marinas en la oscura noche
lunar, como astros celestes recorriendo el universo ante
los ojos expectantes de quienes lo verán una vez en su
vida. Ojos equinos y majestuosos observaban como un
pequeño anciano, atónito, contemplaba la extraordinaria
ocurrencia de ver a un mítico personaje de sueños e
historias frente a sus ojos. Sin pensar en lo que estaba
haciendo, di un paso hacia adelante, y contra toda lógica,
el unicornio no escapo, no adoptó una postura agresiva
ni me amenazo con su cuerno marfiloso, solo levanto la
cabeza y dejó ver la inmensidad de su noble casta. Sus
largas piernas y fibrosos músculos me hacían recordar
a los portentosos caballos ingleses. En ese minuto la
naturaleza equina me era sumamente ajena y no fue hasta
tiempo después que decidí culturizarme en el tema.
Contra toda lógica, di otro paso adelante, quedando
a veinte centímetros y fracción de una criatura que solo
había visto en mis mejores sueños, y que ahora estaba en
frente de mis ojos. Ahora, para ser honestos, hasta el día
de hoy no entiendo porque es de color azul y no de un
109
blanco, puro, como lo describían en cada cuento, mito y
leyenda, pero la verdad es que a través del tiempo suelen
perderse algunos detalles, y sustituirse algunos por otros
más pintorescos. El mítico animal acercó su cabeza hacia
mi mano, y a pesar de mi estupefacción y sorpresa, pude
reaccionar y acercar mis dedos hacia la amplia frente del
animal. De niño me enseñaron que a los caballos se les
debe acariciar primero en la frente, un poco sobre los
ojos, y luego ir bajando hasta que puedan oler tu mano,
para que luego reconozcan tu esencia y olviden el miedo
natural de los animales para con los humanos. No los
culpo, todos le tienen miedo a los humanos, incluso
nosotros mismos. El unicornio me miro a los ojos, y
vi una mirada de tristeza. Ojos celestinos y titilantes
reflejaban una angustia profunda, una tristeza cósmica.
No podía creer mi mala suerte, encuentro un unicornio
azul, y él está triste ¿Quién me creería?
Pensé en seguir mi verde camino y dejar al unicornio
donde estaba, pero él me interceptaba cada vez que
trataba pasarlo. Miraba sobre el esbelto cuerpo del
unicornio y no veía nada ¿Por qué no me dejaría pasar?
Ya que no había más remedio, decidí volver sobre los
pasos que ya había olvidado, pero él me empezó a seguir.
No quería volver a estar solo. Y no lo culpo, viví años
miserables solo en un cuarto pequeño condenado a un
maldito trabajo. Bueno, la verdad es que sigo solo en un
cuarto diminuto, pero al menos no trabajo. La situación
era complicada, yo vivía en un cuarto piso de un edificio
gris y agrio a pocas cuadras del arbóreo pasaje, donde una
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habitación, un baño y la cocina con comedor integrado
era todo lo que tenía ¿Dónde dormiría el Unicornio? Al
parecer hoy es el día para tomar decisiones descabelladas.
Si hay que matar el tiempo, matémoslo de cansancio, que
mi reloj sufra taquicardia y mi calendario deje caer los
meses como hojas otoñales. Mi pequeño departamento
tiene una vista hacia un parque no muy grande, donde
podré dejar el unicornio para que paste y descanse. Así
podre supervisar la mítica criatura sin tener que destruir
mi diminuto hogar.
Dicho y hecho, tome la suave crin del animal y me
acompaño hasta el parque que daba al pequeño balcón
de mi edificio. Yo tarareaba algunas canciones que había
compuesto en mis minutos de descanso, entre soledad
y trabajo, y ellas parecían gustarle. Movía la cabeza al
ritmo de las canciones, daba pequeños saltos de alegría y
me miraban cuando me detenía, como reprendiéndome.
Llegamos al parque y amarre el unicornio a un viejo
roble, cerca de unas flores celestosas, para que pastara.
De súbito, se me ocurrió una idea brillante, le dije al
unicornio que me espera de allí, que volvía en un minuto.
Subí las escaleras saltando como si mi vida dependiera de
ello, entre rápidamente a mi departamento y busqué la
vieja guitarra de madera que siempre había tenido junto
a mí. Una vez encontrada, bajé corriendo las mismas
escaleras a una velocidad vertiginosa, salté los últimos
peldaños, y mi juventud de años anteriores aterrizó junto
a mí. Corrí al parque donde el unicornio me esperaba
con ojos curiosos, me senté a sus pies y empecé a tocar la
111
guitarra. Sonaba horrible, hace meses que no la afinaba,
ni le sacaba el polvo. Mi mano temblorosa se apoyaba
en las cuerdas de nylon como una mano adolescente
sobre el cuerpo de su primer amor, una caricia nerviosa
masajeaba la vieja madera. Afine cada cuerda con la
precisión de un cirujano, y me deje llevar. Toque durante
horas, el unicornio danzó y brincó todo lo que quiso, las
celestes flores se giraban su rostro para ver tan dantesco
espectáculo.
Cuando el velo nocturno cubrió el cielo, las flores
ya estaban cansadas de admirar la belleza del unicornio
azul, y él mismo dormitaba, decidí ir a dormir y dejar
tan inmortal escena vivir para siempre en mis sueños.
Me acosté abrazando mi guitarra, jurando nunca volver a
olvidarla. Cuando los primeros soles del alba se asomaron
por mi ventana, tome mi guitarra y baje a saludar a la
mágica criatura. Ni en mis más graves pesadillas había
pensado ver la escena que ahí encontré. El unicornio
azul ya no estaba. Lo había dejado una noche, para que
descansara, para que pastara, y ahora ya no está. A pesar
de que lo conocí hace no más de un día, era mi unicornio
azul, y no sé si se perdió o simplemente desapareció. Fui
a ver si las flores me decían alguna información de su
paradero, pero ya no me quieren ni hablar. En tan solo un
día, dejo de lado mi soledad, compartiendo canciones y
estrofas que nunca voy a olvidar. Me pasearé por las calles
preguntando por él, pegando carteles monocromáticos,
ofreciendo recompensas a cualquier información. Hoy
ya no soy alegre, pero prometí nunca más olvidar mi
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guitarra en las esquinas de mi hogar, cantare sobre mi
unicornio azul, a ver si alguien lo logra encontrar.
113
Eclipse de Sol
114
estos rechazaron la obligación de extenderlo todas las
mañanas y cambiarlo todas las noches, trabajo que antes
hacia la luna. Las estrellas no sabían que hacer, y el Sol
no iba a cambiar de parecer. Fue en ese momento que
los atardeceres saltaron levantaron la mano sobre las
cabezas de todos y sugirieron, airadamente, que volviera
la Luna, pero prometiera devolver el manto a tiempo,
excepto en invierno, que los días son más cortos y al sol
le cuesta más escapar de las sábanas del sueño. La Luna
aceptó, y el Sol contento recibió el cielo.
Según entiendo, la Luna vuelve a tratar de tomar
el manto cada cierto tiempo, pero el Sol explica a sus
hermanos que es natural, porque no es tan inteligente y
necesita el consejo de las estrellas para saber qué hacer.
Y cuando estas duermen, se impulsa al conflicto. El Sol
piensa que no hay nada qué hacer, así son las cosas.
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Gracias a la Noche
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de su ojo derecho, formada en su mejilla y nacida bajo
la sombra de su pequeño cuerpo. Y como padre de esa
estrella, estaba obligado a guiarla de la mano hasta llegar
al lugar que pertenece.
La pieza del niño quedaba en el pequeño tercer piso de
su casa pareada, y su pequeña ventana tenía una escalera
para llegar al techo. Subió por esa escalera, sosteniendo
la estrella como quien se aferra al corazón de su amada.
El niño empezó a darse cuenta de que la estrella ahora
brillaba más, titilante, y que estaba más caliente, más
grande. Quedaba poco tiempo y el seguía subiendo la
escalera mientras observaba el fenómeno.
Una vez arriba, lo que vio fue oscuridad. La luna,
llorando, al verse sola, decidió irse lejos para vivir su
soledad, y el cielo quedo a oscuras. Caminó a la parte
más alta del techo, y superó su miedo a las alturas. Una
vez allá arriba, se dio cuenta que necesitaba ir más alto.
Tomo paso decidido hacia la garganta de la chimenea.
La estrella empezaba a ser muy grande para sostenerla
con una mano, y lentamente empezaba a quemar sus
manos de niño. Ahora no solo era pena lo que movía
al héroe, también tenía miedo de lo que sucedería si la
estrella seguía creciendo y derribaba su casa, con todos
sus juguetes adentro.
Con todas sus fuerzas subió a lo más alto de la
chimenea, cargando la estrella en su espalda, sintiendo
el calor abrazador de esta. Una vez arriba hizo lo que
todo niño hubiera hecho en su lugar: soplar la estrella.
Sopló tan fuerte que el viento olvidó las órdenes de la
117
naturaleza y lo siguió, como un soldado novato a su
general. La estrella subió lejos de su hogar, lejos de su
mejilla roja por el esfuerzo, lejos de la tierra brillante y
lejos de sus juguetes.
Una vez la estrella estuvo arriba, infinita, lejana e
inalcanzable, el niño bajó la vista, dejó de mirar al cielo
y vio, sorpresa, que no era el único niño sobre el techo.
Veía cómo su vecino soplaba una estrella con todas sus
fuerzas, cómo a lo lejos se levantaba un manto de luz
decidido a cubrir la noche, acompañando a la triste
luna, que cambió sus lágrimas de soledad, por lágrimas
de felicidad y risa. Que imagen debe haber visto. Un
ejército de niños soplando por una misma causa.
El niño miró hacia el otro lado del techo y sus ojos se
cruzaron con los de la niña. Solo una pared los separaba
en sus casas pareadas, solo una pared separaba sus
sueños, sus juegos y sus miedos antes de ir a dormir.
El niño pensó que un día se casarían. Bajo la pequeña
escalera, entro por la pequeña ventana y entro a su cama,
para dormir bajo el cielo estrellado. Y aquí estoy yo,
explicando porque me gustan tanto las estrellas.
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A los enamorados
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En la Banca
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Una Noche Encantadora
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Las cicatrices, recién secas, aún no detienen el sangrado
interno de una herida tan profunda como el amor
que pueden compartir dos almas apasionadas, dos
cuerpos entregados a las incertidumbres del destino.
La negligencia, la desidia con la que me trató no puedo
olvidarla, a pesar de que todo el daño fue perdonado
hace ya tiempo, y desde lo más profundo de mi ser. El
perdonar no conlleva el olvido, así como el olvido no
significa perdón alguno. Una de las tantas cosas que
logré aprender gracias a ella, lamentablemente.
“Esperaba que en algún minuto me volvieras a
buscar” disparó ella, como si el hacer sufrir a la gente se
tratara de un juego. “Esperaba que después de un tiempo
todo se calmara, volviéramos a lo mismo, me llamaras y
me ofrecieras tomar un café, como no lo hacíamos hace
tiempo. Yo te daría un rodeo antes de decirte que sí,
porque la verdad es que moría de ganas de verte, pero
no quería que lo supieras”. Me sentía acribillado por
su voz, donde cada palabra parecía una bala de nueve
milímetros atravesando mi certeza, mi corazón y mi
cabeza. Por dentro solo pedía que se detuviera, pero
escuchaba cómo después de un breve silencio inhalaba
largo, dispuesta a decir algo más. “Hasta el día de hoy lo
espero”, remató, como quien sin piedad decide perforar
el cráneo de un caballo que ya ha cumplido su función
como herramienta equina. Tuve que contener las
lágrimas mientras disimulaba mi tiritar como un efecto
del frío, y no de sus palabras. Con todas las fuerzas que
logré reunir en mi disminuido cuerpo le dije, con un hilo
125
de voz, que la oportunidad para eso ya había pasado,
junto con lo nuestro, junto con los dolores y ese cariño
que desearía se esfumara, pero sigue ahí, tan perenne
como el primer día. “Lo sé, lo tenía claro, pero no perdía
nada intentándolo una vez más” respondió ella, mientras
una sola lágrima surcaba su tierna mejilla, esa que tantas
veces besé y acaricié como modo de demostrar que sin
ella mi vida estaría incompleta. El callar se hizo tan eterno
que el sol decidió despertar confundido y levantarse de
su cama de montañas, solo para darle un hermoso fin a
tan terrible silencio.
Ella y yo nos miramos y nos inclinamos para besarnos,
como nuestros cuerpos pedían a gritos, pero una ligera
duda, un instante apenas, me hizo reconsiderar lo que
estaba sucediendo, echar mi cabeza hacia atrás y tratar de
apartar la mirada de sus facciones perfectas, sus ojos de
vidriados, sus labios irresistibles, su gesto desconcertado,
inconsolable. Con la misma inercia del movimiento me
levanté y procedí a despedirme, antes de que cualquiera
de los dos entendiera bien lo que sucedía. Le di un abrazo
apretado, uno honesto, esos que en algún minuto dijo
que me caracterizaban. Y cuando disponía a dar media
vuelta y arrancar cobardemente, ella tomó mi brazo
con fuerza, con un nudo en la garganta y una lágrima
confundida colgando de su pupila. Susurrando, con lo
que le quedaba de aliento, y me dijo que aún me amaba,
que no se perdonaba haberme hecho soportar su falta
de querer, que las cosas podrían ser distintas si le daba
una sola oportunidad más. Mi cuerpo quedó paralizado,
126
y solo pude tomarle su mano con delicadeza y cariño,
darle un beso en la frente y decirle que le deseaba lo
mejor en su vida. Jamás pensé que existieran palabras
que pudieran desgarrar una garganta por dentro.
Bajé la colina sin mirar atrás. Estábamos prácticamente
afuera de su casa, por lo que no me preocupé de verla
cruzar el pórtico. Ya era de día, pero no sentí calor alguno.
No llovía, pero sentí como gotas de agua me empapaban
el alma. Llegue a mi auto y descansé la cabeza sobre el
volante, con los ojos cerrados y las manos apoyadas en
el tablero, suspendido sobre el vacío que se presentaba
frente a mí. El teléfono se sincronizó a la radio y empezó
a sonar mi canción favorita, y me acordé de su rostro
apenado. Todo lo que me gusta, hoy me recuerda a ella,
por haberlo compartido tanto tiempo, tan en serio, con
tanta pasión. No me arrepiento de nada, pero tal vez las
cosas habrían sido mejor de otra forma. Enciendo el auto
y canto el coro de esa canción que tanto nos gustaba, que
tanto me gusta. Acelero y me dirijo a mi casa, directo
a mi cama, a caer dormido. Fue un atardecer precioso,
una noche encantadora y un amanecer de ensueño. Me
apena pensar que, si no hubieses sido tú,, si no hubiese
estado yo, si no fuésemos los mismos, habría sido una
velada perfecta para alguien más, para otra pareja con
energías para quererse, otro banco en la misma noche y
el mismo lugar.
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Celos
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Miguel Ángel en persona, no tan perfecta como para
parecer plástica, ni tan tosca para ser la obra de un
herrero. Era preciosamente repulsiva.
Y como si fuera poco, su boca ligeramente fruncida,
daba un deseo sobrenatural de probarla, pero de mala
gana, por supuesto. Todos estos grotescos detalles
fueron ingeridos por mis ojos en cuestión de segundos,
ya que no tenía ningún interés en ella. En absoluto.
Puede que sea una de las personas más guapas que he
visto pasar en aquella selva de transporte subterráneo, y
logré evitar el contacto visual cuando sentí que miraba
en mi dirección. Afortunadamente no tenemos el mismo
destino y jamás tendré que verla en lo que me queda de
vida. Probablemente.
Y eso, querida, fue lo que sucedió, te lo prometo por
lo más honesto de mi corazón y lo más creativo de mi
mente. Lo juro por mi casa, mi madre, padre y hermanos.
Y si he dicho alguna mentira, lavaré los platos un mes y
podrás elegir todos los programas de la noche. Lo juro
por el amor de mis perros. Lo juro por lo más valioso
que tengo ahora mismo: el recuerdo de sus ojos.
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Déjame Ir
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Casi Azul
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es como me siento. Al otro lado del vidrio casi veo tus
ojos, tu sonrisa, tus lágrimas. Casi siento tu presencia y
tu calidez, la frialdad de cuando te fuiste y esa despedida
seca que hace eco en mi memoria como un trueno solo,
solitario.
El mantel blanco se siente terso y me hace pensar en
tus dedos. La taza de café que tantas veces comparti-
mos se transformó en botella, y tu compañía la cambié
por miseria. Porque si no te hubieras ido por esa maldita
puerta de madera gastada, si me hubiera parado sobre
mis zapatos añejados en recuerdos, porque si hubiese
dicho algo con esta lengua que ahora solo sabe sollozar.
Tal vez estarías aquí. Tal vez. Quizás no estaría viendo
un reflejo de mi rostro atribulado en este amarillo vidrio
que me quitó el saludo. Quizás estarías sentada en otra
mesa, con otro hombre, en otro lugar de otro país, otro
continente. Tal vez estarías al otro lado del mundo, en
un rincón perdido de esta tierra de nadie.
Solo sé que no eres tú la que me mira a través del
vidrio, porque no puedes serlo. El maldito piano me gol-
pea el cráneo con cada nota compungida y solo pienso
en la tristeza de tenerte nada más que en mi memoria.
La vida sin tu vida es una pérdida de tiempo. La botella
vacía me mira con ojos de vidrio y me pide por favor que
me detenga, pero mi corazón ahogado se hizo adicto a
la pena. No me reconozco en un espejo, por eso es que
los rompí todos. Mis amigos me trataron de ayudar, por
eso no me queda ninguno. Este pequeño juego al que
llamabas vida se volvió un trabajo tedioso para mí. Ya no
135
quiero respirar y cada mañana es un puñal en el pecho
con el que debo cargar. Ese es mi castigo por cobarde,
mi pena por tratar de olvidarte.
136
Hasta la Próxima
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desesperado intento por acercarme a ella, la chica de los
ojos inocentes.
El miedo es el único sentimiento latente, el susto
amenaza con fulminar mis esperanzas. ¿Se bajará?
Si es que lo hace ¿La sigo?. Gente baja y gente sube.
No logre librarme de la incertidumbre y cuando tome
la decisión de bajar la manda de personas ya estaba
ingresando al vagón. Me fue imposible pasar entre ellos
y me vi amarrado a quedarme y esperar lo mejor. Traté
de recordar donde, más o menos, podría ella encontrarse
y di un par de pasos en esa dirección, cerrando los ojos
y esperando verla cuando los abriera. Giré mi cabeza
en un movimiento lleno de suspenso, ansia y terror,
pero el sentimiento que lleno mi mente fue la felicidad
y la sorpresa de verla aun allí, con ojos curiosos, con
una postura despreocupadamente tímida. Estaba ahí, a
solo un par de pasos de distancia, increíble. Una sonrisa
traviesa se coló en mi rostro y más aun fue mi sorpresa
cuando en el suyo una sonrisa de similares dimensiones
hizo de reflejo a la mía, como si de un espejo se tratara.
Un par de mejillas ruborizadas terminaban de decorar
ese rostro divino mientras una mano delicada quitaba
su crespo pelo de su cara, en todo lo que se podría
llamar una indirecta de libro, si es que tal cosa existiera
en este mundo. Su mirada bajo llena de vergüenza, pero
la curiosidad pudo más y alzó su mentón, mirándome
con rostro inocente y jovial, casi pidiendo permiso a esta
sociedad maldita donde una mirada se censura como el
más obsceno de los actos.
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Los cortísimos segundos se hicieron eternos y la timidez
se apodero de mi ser, paralizándome y cortándome la
lengua como si de un sacrificio se tratara. No es que
mi mente estuviera en blanco, sino todo lo contrario,
las palabras volaban en mi mente como notas en una
partitura atiborrada de sonido. Eran tantas que se
atascaban en mis labios y se perdían a lo largo de mi
lengua confundida. Antes de darme cuenta, el sonido
ya había vuelto el ritmo a la circunstancia y llenado el
vacío que estaba dejando la emoción. A la cámara lenta
le sucedió una escena acelerada en la cual ella se bajó y
con una mirada me suplico que también lo hiciera, para
poder mirarnos eternamente en la estación. Pero sus
ojos inocentes solo irradiaron desconcierto al ver como
se cerraban entre nosotros las puertas del metro. Una
lágrima avergonzada se ahogó en mi garganta llena de
palabras y mis ojos se posaron sobre el sucio suelo del
vagón donde tantas cosas había vivido.
Con una fuerza inevitable, el metro emprendió la
marcha, y con él también lo hicieron esos ojos profundos
y honestos que ahora me daban la espalda, mirando al
horizonte que decía “salida”. Mis ojos nuevamente
apuntaron al suelo y aquí estoy ahora, esperando
enamorarme de nuevo.
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Con Una Rosa Azul
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y decide enfrentarlo. Nada sabe de la vida, solo cree
entender lo que siente y mira al cielo esperando tener
razón. Su mano sostiene con fuerza la rosa azul y decide
emprender camino hacia la plaza, punto de encuentro de
tantos amores adolescentes. Su corazón late acelerado y
sus manos transpiran como si estuviese corriendo por
su vida. Y eso es lo que hace, corre por su vida, solo
que esta carrera no se corre con las piernas, sino con el
corazón.
La micro deja atrás al joven enamorado y de a poco
el horizonte cambia, dejando al pequeño moreno solo
en su camino hacia la verdad. Buena suerte, amigo mío,
compañero de travesías, pensamientos y emociones.
Puede que la micro haya avanzado y olvidado tu paso
por ella, pero yo no lo haré, así como esa roza jamás
olvidará mi mirada curiosa cuando la vi por primera vez.
Espero volver a encontrarte, ya sea en un paradero o en
alguna micro, pero ahora con tu pareja de la mano, y no
sólo con una rosa azul y artificial.
141
142
Algo viejo
Encefalograma
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cosas y seguro no tiene tiempo para este tipo de asuntos.
Mis hermanos están ocupados y yo soy el mayor, qué
ejemplo les daría. Mi papá trabaja y está agobiado porque
cuando llega a la casa el ambiente se siente denso. Y me
enoja. Me enoja que nadie adivine qué es lo que me pasa.
Que nadie insista diez veces en preguntarme si estoy bien.
Que mis amigos no piensen en mí. Que mi familia no
piense en mí. Que mi polola no piense en mí. Y me doy
cuenta que soy egoísta, ególatra, estúpido. Y me frustro.
Y me da pena. Me miro y me siento gordo. Quiero ir al
gimnasio, pero no me dan las ganas. Entonces pienso en
leer ese libro que hace un mes me tenía tan sumergido
en su mundo, pero no encuentro tiempo. Hago otras
cosas, miro la tele, y mientras la miro pienso que podría
estar paseando a mis perros, o leyendo, o ejercitándome,
o visitando a mis amigos.
Me frustro, me da pena y la decepción me carcome
como la gangrena. Casi todos los problemas de la vida
los tengo solucionados. Los más importantes, por cierto.
Estoy en una familia acomodada, tengo estudios, sé leer
y escribir, no me preocupo de dónde vendrá la comida
o si me faltará dinero para el mes siguiente, o para esta
semana, o mañana. O para hoy. Debería estar dando las
gracias, mas heme aquí, quejándome por todo. Que hijo
de puta más mal agradecido.
—“¿Cómo estás?
—“¡Bien, gracias! ¿Y tú?”
—“Muy bien también, gracias por preguntar.”
—“¡Qué bueno! Me alegro”
146
La Esperanza
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viento, dejando una estela al paso, un sendero, estrellas
alineadas en un sentido. Somos nuestras cicatrices, los
dolores, las penas y las rabias. Somos risa, llanto, cariño.
Somos un abrazo apretado, una mirada fija. Somos
una lágrima descarriada, un puño firme. Somos lo que
somos, y lo seguiremos siendo, hasta que nuestro ser
deje de ser por sí mismo, y solo seamos polvo de viento
en la memoria de todos. El eco de las olas rompiendo
contra la costa y volviendo al origen. En ese momento,
seremos recuerdos, seremos historia. Seremos eternos.
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Algo Sobre el Silencio
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muerde el borde del agujero, consumiéndolo, volviendo
ceniza la orilla, el canto en silencio. Una imaginación
apuñalada por la desesperanza, un corazón congelado
por el desaliento. Un silencio súbito, indignado,
imperecedero, atenta contra el pentagrama y oscurece la
armonía a su alrededor. Los silbidos alegres de primavera
cesaron sin avisar. Silencio. Las carcajadas infantiles
murieron junto a su inocencia. Silencio. El ladrido de
un perro se convirtió en gemido y luego en estela, en
brisa, en un movimiento apagado, opaco. Silencio. Y
de entre la falta de sonido se agazapa en el pecho un
sentimiento que pesa, que pisotea el tórax y paraliza el
diafragma, ralentiza el tiempo y lo hace tortuosamente
extenso, infinito, incalculable. Nace la incertidumbre, el
tren del pensamiento colisiona en el primer cruce y los
rieles quedan solos para ser acariciados por el viento y
nunca más sentir la vibración de la mente. El silencio
que se adueñó de los labios hoy encarcela el pensar,
encadena el sentir. Y todo por no decir, por no mostrar.
Por fingir, por aparentar. Por esconder el pesar y pensar
que a costa de hablar y expresar nos iban a crucificar por
vivir, emocionarse y compartir. Por qué la sociedad logró
convencer que verse es más importante que ser, que no
puede transparentarse sin perecer, que ser vulnerable
es perder y perderse, desaparecer. Silencio. Y al final de
todo, silencio .
Un Existir Desenfrenado
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A veces escribo
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tal vez solo dé vueltas sobre el papel hasta que encuentre
que hable demasiado y lea todo una vez, para saber si
tiene algún sentido o son solo divagaciones difuminadas
por ideas que se enredan como audífonos en un bolsillo.
Y si en el mismo bolsillo también hay unas llaves, darlo
todo por perdido. No, a veces solo escribo y confío
que las palabras me llevarán a algún lugar, que a la larga
harán sentido. Se van armando como peldaños en una
escalera y yo solo recorro el tramo, subiendo y bajando,
zigzagueando erráticamente en un estilo que me gustaría
decir propio, pero que probablemente alguien ya se lo
adueñó hace años. Me gusta pensar que a veces cuando
escribo, hablo de tanta estupidez sin sentido que los que
me leen, que hasta ahora no sé si son muchos o pocos,
se dan cuenta que cualquiera puede hilar dos palabras
de una forma tal que hagan sentido, y decidan contar
sus experiencias, una historia que se les ocurrió, un
sueño loco, una anécdota divertida, un pesar doloroso o
un recuerdo importante. Por favor escriban, escríbanlo
todo, hasta que las palabras se cansen de ser conjugadas,
manipuladas, entremezcladas. Hasta que las letras se
aburran de tomarse de la mano para darle sentido al
imaginario privado del departamento que cada uno de
nosotros tiene entre ceja y ceja.
A veces escribo porque necesito sacar algo de mi
pecho, aunque no sepa bien qué es. Hoy fue así, puesto
que sentía una congoja que no podía ahuyentar con
nada, ninguno de mis trucos funcionaba. Lo intenté con
mate y solo se me apuró la cuchara, me comí un pan con
155
huevo y me sentí gordo. Hice unas flexiones y me sentí
tonto. Leí un rato un libro sobre reflexiones de vida, y
se me ocurrió que en verdad nadie sabe nada de nada.
Salí con mi mamá y eso me levantó el ánimo un poco.
Aunque aún sentía el pesar en el pecho. Me dispuse a
manejar y armé una lista de música perfecta para perder
la voz cantando y gritando, y si bien eso me hizo sentir
feliz, el peso no se fue. Vi los últimos capítulos de una
serie increíble, y el peso que antes solo molestaba pasó
a ser un agujero que perforaba mi pecho. Me acosté en
mi cama, ya medio rendido frente a la situación, cuando
mi perrita se me abalanza encima y se encarama a mi
costado, con todo el calor que hace hoy en día. Eso
me levantó la cabeza y decidí escribir. Y aquí estoy,
escribiendo.
156
Confesando un Delito
159
tonadas melifluas que se reflejan como burbujas detrás
de una cabeza descansada, vagando a gusto entre oídos
sordos, jugando a estar sin ser, al sentir sin ver. La
luminiscencia propia del iris matutino que se alza entre
montañas andinas deja atrás la temprana aurora que abrió
sus puertas al cuerpo celeste que brinda vida, alegría y
ligereza. Los remordimientos se hacen cenizas bajo el
calor abrasador, solo para luego renacer como intención
incandescente, motivación inmarcesible. Inercia propia
del respirar humano, nocturnamente dudoso, ansioso,
apenado. Y es que todos somos personas de día y
personas de noche. La cálida soledad nos entrega el
carisma y la empatía, la pena contrasta con la alegría,
haciendo invaluable la vida como una dicotomía, la
conversación de dos sentires. Dos almas que convergen
en un cuerpo. Día y noche que comparte un giro sobre
su propio eje. El ir para volver, como un niño jugando
en el columpio de la vida, meciéndose sobre el polvo
que más tarde llevará a casa alojado en la suela de sus
zapatos.
Es el arrebato, el atardecer que nos irradia nostalgia,
su belleza que nos sumerge en la contemplación de la
realidad que a veces se siente tan distante, tan hermosa,
tan etérea que parece como si fuera a desaparecer como
el polen entre los dedos del viento. El telar tostado del
sol, arrugado y crujiente como el otoño, la paleta de
colores cobrizos que le regala vida a una ciudad hecha
de vidrio, una selva urbana que solo busca reflejar la
incomprensible maravilla natural que le rodea. Un ligero
sonar emana de cuerdas sinceras que murmuran un
acorde lidio sobre la brisa que se pasea entre los espejos
de la gran metrópolis. Metálicas luciérnagas se iluminan
al paso del pincel claroscuro que levanta las luces
hasta el infinito y las cuelga del oscuro telar que cubre
nuestras cabezas, una perla tintineante a la vez. Los fríos
corazones se confiesan y las frágiles jaulas dejan escapar
las bestias que de noche recorren el firmamento a sus
anchas. Las pestañas se vuelven insostenibles y sólo
algunos sobreviven al sopor propio del diario vivir, con
la meta única de disfrutar, una vez más, la calidez de
aquel inexorable sentimiento que llamamos soledad.
Poniéndome al Día
162
darle un vuelco a sus vidas y alegrarles la existencia. Me
chupa un huevo. Yo quiero escribir, hace mucho no lo
hago, así que perdonen si dentro de mi ser oxidado hay
anhelos de esperanza, y que esto sea lo único que se
me escape de entre los dedos para producir contenido.
Realmente no me importa. Echaba de menos escribir
y recordar cuánto me gusta hacerlo. Tal vez eso nos
falta, forzarnos un poco, escapar de la rutina, romper
el engranaje que nos tiene en línea y doblar un poco
la fila para ver hasta dónde llega. Quiero despertarme
mañana, leer esto que escribo y sentir que lo hice otra
vez, que logré escribir algo, que alcancé ese no sé qué
tan íntimo, tan mío, ese algo que me hace sentir propio.
No me importa si a ustedes les gusta, esto es para mí, y
lo publico porque tal vez ustedes necesitan saber que,
a veces, está bien que no te importe el resto, que valga
poco y nada la opinión de esos ojos observantes. Tal vez
hoy en día nos sobra empatía y falta indiferencia.
Tal vez lo que nos falta es cerrar los ojos y escuchar
el crepitar del viento pasajero, abalanzando el tiempo
contra los rostros, haciéndonos sentir nuestros, propios.
Ser sin pensar por qué, querer sin preguntar el fin,
empujarnos al barranco y dar gracias por haber saltado
en vez de solo dejarnos caer. Tal vez lo que nos falta
es eso, apropiarnos de la desgracia, aprovechar estos
tiempos aquejados por la incertidumbre y el dolor, tomar
este afligido susurro y convertirlo en grito, en mensaje.
Si tuviera que resumir lo que sé de la vida ahora mismo,
diría solo cuatro palabras: estamos todos pal pico. Pero
163
aun así, seguimos de pie, dándole, empujando, prestando
la mano, soltando sonrisas como si la vida no costara
vivirla. Y eso creo que es lo que más me gusta de todo
esto, ver cómo la adversidad sirve de combustible, ver
cómo enardece el fuego de los corazones y sentir el
palpitar frenético e incansable. Nos enfrentamos a una
realidad que solo se da cada cien años, y que esperemos
nunca más se repita. Pero mientras dure, no dejemos
de ser nosotros mismos. Creo que por eso quería
escribir hoy. Para pedirles que sigan haciendo lo que les
gusta, se empujen fuera del reconfortante lecho de la
desesperación y le den vuelta la mano a la circunstancia.
A la vida, hoy más que nunca, le falta gente para vivirla.
164
El Tesoro
165
La luna me vio llorarle más de una vez, con angustia,
con rabia, confundido. Tal vez no lloré tanto como
otros, pero esas lágrimas eran mías, nacidas de mi
garganta, dolientes y espinadas. Y hoy me rio fuerte,
respiro profundo después de tanto. “Cambia el rumbo
el caminante, cambia el nido el pajarillo, cambia el más
fino brillante, cambia todo cambia”. Hoy miro la luna
desde la cima de un cerro que conozco como la palma
de mi mano, me doy el tiempo de observarla y verme en
el reflejo de su luz blanquecina. Un pequeño tesoro en
lo vasto del cielo metropolitano.
Y perdonen si me extiendo una vez más, me gusta
estar acá, estar así, quererme aquí. Todo esto pasará, lo
sé, conozco lo inevitable de la inercia propia de la vida,
los caprichos de las hilanderas. Pero hoy estoy, y dejo que
la brisa me acaricie la cabeza, como un padre orgulloso o
una cariñosa madre. Creo que al final, el mejor tesoro es
vivir tan intensamente que, al momento de despedirnos
para siempre, la muerte no tenga nada que llevarse.
166
Inhalar Hondo
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dejamos llevar río abajo, flotando con los ojos clavados
en una nube. Luego sembramos los pies en la cuenca
y damos la pelea de nuevo. Huir es fácil, irse es lo que
cuesta.
En una vida donde todos tratan de tener color,
mostrar vida, vibrar alto y emanar energía, donde todos
necesitan “hacer algo”, creo que nos hace falta “hacer
nada” de vez en cuando. El tiempo se mueve lento
cuando estamos solos, y corre acompañado. Hay que
descansar de esta maratón y darnos tiempo para cargar
energía. Entender que esto no es una carrera contra nadie.
Miramos a los lados y vemos gente yendo más deprisa,
más seguido, con más energía. No tratemos de ser ellos.
Ellos están bien, nosotros también. No compararnos
es una utopía, somos competitivos de fábrica, pero
entender que tenemos otro ritmo, funcionamos en otra
frecuencia. Calma, respira y levanta la cabeza. Queda
camino y tiempo. No pierdas la vida mirando la carrera,
y disfruta el paisaje.
168
Reaprenderme
169
Nacido para ser Azul
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a su destino, arrastrando tras ellos viento, ruido y vacío.
A veces pienso que los autos pasan muy cerca cuando
espero en la vereda. Otras, pienso que no tanto.
Al final, creo que el azul de Picasso también tiene lo
suyo. Es azul, llano, cansado y plano. Nada de estigmas
asignando sentimientos a colores. Azul es azul, y el resto
es música.
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Algo prestado
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174
Brisa
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transforme en rabia y envidia, podremos compartir ese
momento que vivimos juntos, este instante que juntos
nos entregamos el uno al otro. Hechos sucediendose
paralelamente a tantos, respuestas navegando en la
misma ola con las preguntas, en conjunto, pero distantes
una de las otras, muy únicas siempre. Aunque la vida
se me cuele entre los dedos y la cortina del destino se
desplome para siempre, quedaré en tu memoria y tú en la
mía, seré esencia y salpicaré la vida de todos los que me
conocieron. La retina quedará impregnada de la imagen
inexorable de la realidad, y la memoria jugará con las
efímeras remembranzas como si estas fueran plastilina.
Al final, toda vida es sagrada, y después de esta, si no
somos recuerdo, no somos nada.
176
Un pedazo de ti en mí
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asimétrico. Uno tiene siempre que estar dispuesto a
querer más y que lo quieran menos, vivir con eso y aceptar
la realidad, cruzando los dedos para que la vida ponga
en el corazón del frente tanto cariño como el propio.
Luego yo me pregunto: ¿puede alguien quererme más
de lo que me quiero a mí mismo? Doy gracias por tantas
respuestas a preguntas que jamás me atreví a cuestionar,
por tanta risa que hace eco en mi memoria. Por tantas
experiencias, por tanto amor. Espero la próxima vez que
te vea, te vea feliz, de mi mano o de la que toque, pues
el amor que te tengo no deja espacio a celos egoístas.
Espero mi sonrisa ahogada en lágrimas te alcance en
algún momento, y te haga recordar que juntos fuimos
felices. Espero que la vida te sonría y que el pasado te sea
reconfortante, que el presente sea tu hogar más cálido,
y que el futuro sea el domicilio de tus sueños y deseos.
178
La tranquilidad de la tormenta
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de un necesito mi espacio, el dulce picor del quiero
ser feliz solo. Espero que mi recuerdo te acompañe y
entiendas que si hoy no estoy contigo es porque quiero
ser feliz, y quiero que tú también lo seas. Espero que
te cuides, que te esfuerces y logres todas las metas que
juntos propusimos para cada uno, sé que las lograrás
y saldrás airosa de cuanto obstáculo encuentres en tu
camino, y espero que el último peldaño sea uno tranquilo,
como una poza de agua luego de una larga carrera. Yo
no soy nadie para escribir con tinta en tu corazón, ni
menos para decirte qué hacer, solo soy una persona más
en tu vida, una persona que te ama tan profundamente
como para poder dejarte partir.
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Eterno resplandor
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amor en tiempo demuestra nunca haber amado.
182
Tu foto
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te quiero y te querré siempre, porque a mi vida diste un
color que no conocía.
Hoy te recuerdo cuando hago lo que me gusta,
porque lo compartíamos de la mano. Hoy te asomas en
mis pensamientos como una espectadora expectante.
Hoy te dedico estos párrafos, porque palabras no tengo.
Hoy quiero saberte feliz, contenta y alegre. Fuerte, libre,
alocada. Hoy deseo que a tu paso solo haya sol y éxito,
pura vida. Cuánto más pienso en el ayer, cuando más
miro hacia el mañana, me doy cuenta que hoy ya no
te espero, hoy ya no te pienso, hoy ya no estás aquí, ni
quiero que lo estés: nuestro tiempo fue furtivo, fugaz y
franco, y lo enmarco entre mis memorias, junto a esa
maldita, bendita foto.
184
Kintsugi: el arte de reparar
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lágrimas de ayer son las que hacen florecer el campo
ante tus ojos. Los obstáculos están ahí para ser sorteados,
para dejarnos lucir nuestra capacidad de sobreponernos
al dolor, la pena, la rabia. Perdonemos, abramos los
ojos, no estamos solos. Quien nos daña también sufre,
también llora, también cae e intenta levantarse a costa de
los demás. No repliquemos la conducta, pero tampoco
odiemos, pues solo un corazón de hierro es capaz de
encerrar la rabia sin dañar a su alrededor, y lentamente
se convierte en una cárcel para los deseos y sentimientos.
Liberemos todo, dejemos de pensar que solo nos pasa a
nosotros. Somos un engranaje en un reloj enorme que
sin nosotros no puede dar la hora.
El Kintsugi es el arte de reparar la cerámica
quebrada con laca y polvo de oro. Buscan aceptar que
las fracturas son parte de la belleza propia de la vasija,
y que sus imperfecciones son lo que la hacen única,
tratan el daño y la reparación como parte de la historia
de la obra, más que como algo que hay que esconder.
Amemos nuestras cicatrices, nuestras estrías, nuestros
dolores y enfermedades. Hagámoslo con una sonrisa y
contagiemos de este sentimiento a quien nos vea en la
calle. Irradiemos paz, calma y perdón. No dejemos que
la vida nos quite las ganas de vivir.
186
Un último ádiós
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en mi memoria. Fuiste quien más me hizo sufrir, y quien
me hizo más feliz. Y al final, la vida supo dar lo que
cada uno necesitaba. Hoy somos el titilar de una estrella
fugaz, el eco de un grito apasionado. No somos más que
aroma en el viento. Hoy no somos, si no soy, si no eres,
y la sonrisa que antes compartíamos, esa que antes nos
quitábamos, ya no es una sola saltando de tu rostro al
mío, sino dos que caminan en direcciones eternamente
paralelas, sin cruzarse nunca más. Y sin saberlo, sé que
tu sonrisa hará feliz a tanta gente que todo esto habrá
valido la pena. ¿Por qué ser una realidad agotadora
cuando podemos ser un bello recuerdo?
188
Desayuno a la cama
189
lo único que entibia mi corazón. El leve sonido del roce
de nuestras pieles trae flashbacks de la noche anterior,
de la cual recuerdo solo pasajes, cortesía del alcohol y
los excesos. Bailar bajo una luz azul intermitente, tomar
una piscola junto a otras personas cuyos rostros tendré
que reconstruir más adelante. Pasar a comer algo en un
local de comida rápida. Recuerdo haber reído mucho. Y
después terminar en su departamento, perder las ropas
más rápido que la conciencia y caer en un nudo eterno
sobre la cama, para despertar tal como lo hicimos hoy,
amarrados.
Observo por las rendijas de las persianas, devolviéndole
la mirada al sol, y veo cómo entre los verdes árboles
primaverales, una tórtola se posa delicadamente sobre
su nido y descansa sus alas exhaustas. Siempre han sido
una buena señal los pájaros, o al menos eso siempre
he creído. Reconfortante, sin lugar a dudas, es sentir el
cariño y la confianza en la respiración del otro. Y así fue
como ella abrió sus ojos y un color entre miel y avellana
irradió vida a mi día, como si de un caleidoscopio se
tratara. “Hola” me dice, con una voz somnolienta y aún
dormida, con un descaro solo comparable a su ternura,
como si no supiera perfectamente todo lo que hicimos
ayer. Acto seguido, da un leve bostezo y deja caer una
mirada de vergüenza por mostrarme algo tan íntimo
como eso. Libero mi brazo atrapado bajo su peso de
manera rápida y precisa, y me ubico sobre ella con mis
dos manos sosteniéndome como un péndulo sobre su
cabeza. “Hola” le respondí, al tiempo que le daba un
190
leve beso en la frente. “No te levantes, voy a traer el
desayuno a la cama” dije, con una voz casi heroica, a lo
que ella respondió con una leve caricia en mi rostro con
su mano derecha y un tierno “ya, te espero”.
Me levanté de un salto y me dirigí hacia la puerta,
mientras escuchaba atrás mío cómo el cubrecama y las
sábanas se estremecían en un movimiento envolvente,
probablemente porque ella se había vuelto un capullo
nuevamente para volver un par de minutos más a los
brazos de Morfeo. Sonreí para mí y me pregunté si este
es el tipo de felicidad de la que hablan en los cuentos de
niños. Seguro que sí. Ahora, ¿Serán huevos a la copa o
pochados?
191
Paleta de colores
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van a ir a almorzar esas hamburguesas que hace tiempo
queremos probar. Que sepa que es lo que te gusta
y lo que no, tanto como tú saber sus gustos. Que te
acompañe a subir un cerro, pasear a los perros, o tal vez
solo andar en auto entre luciérnagas de concreto. Paso
el tiempo pensando en encontrar alguien así. Alguien
que, involuntariamente, te haga sentir lleno, te cuide,
escuche, que acoja tus sentimientos como un nido y que
te permita abrazar los tuyos. Quiero encontrar a alguien
que me permita construir un túnel entre su corazón y el
mío, alguien que quiera recorrerlo mil veces.
Imagina lo feliz que sería de que esta persona se me
acercara al oído para proponerme que escapemos de allí,
tirar una bomba de humo y huir sin dar explicaciones.
Correr al auto, manejar de noche hasta un rincón, un
mirador, su casa o la mía. Que cada lugar del mundo
se sienta como nuestro cuando estamos juntos. Que
cada escenario me recuerde a ella cuando no lo estemos.
Imagina poder tomar a esa persona de la mano, mirarla
a la cara y decirle que la amas mientras ambas narices
se rozan antes de perderse en el vapor tántrico de los
cuerpos. Imagina poder ser todo esto para otra persona
también. Pienso en despertar y que a mi lado esté tan
suya, tan poco mía, tan loca pero sana, traviesa pero
tierna, hiriente, pero con cariño. Imagino despertar al
lado de una persona que iría a la guerra conmigo, y que
yo la elegiría sin pensarlo dos veces, todos los días del
año, cada minuto de mi vida.
Al final todo lo imagino, todo lo pienso, todo lo
193
deseo, y por eso es que mi mente anda en las nubes el
día entero. Es cierto que a veces es más agradable vivir
la mentira de la imaginación que la verdadera realidad
gris. Hoy amanecí sintiendo que nací para ser azul, pero
durante el día creo que seré amarillo un momento, a ratos
un blanco dispuesto, algo de rojo como ahora y tal vez
verde claro, verde vida. Igual, seré yo quien verá a dónde
me lleva el día, tal vez encontraré aquella silueta que esta
imaginación tanto anhela. Tal vez no, y eso está bien
también. La incertidumbre es solo la vida gritándonos
que tenemos que ser pacientes. Tal vez lo que quiero no
es encontrar una cómplice, sino una persona dispuesta
a aprender a serlo, dispuesta a enseñarme. El tiempo,
probablemente, me hará arrepentirme de estas palabras.
O eso espero.
194
Tres de la mañana
195
Me pregunto si se sentirá sola sin mi compañía, así como
yo añoro tanto la suya.
Buscando un poco de calor, abrí mi pecho con el
puñal que me atravesaba la espalda y de adentro solo
salió humo, olor a trapos quemados, un destello apagado.
Miré al cielo noctámbulo y entre las cortinas grises pude
ver a la luna escandalizada, llorando. No lloraba por
estar sola, ni por tu ausencia, ni por la mía. Tampoco
por el fuego entre mis costillas, la herida abierta o la
pesada mochila que llevo a todas partes. Las lágrimas que
derramaba eran por no saberse brillante, por no poder
bailar sola, por buscar las estrellas y añorar su fulgor,
sin saber que ella es la luz más brillante, la dueña de la
noche, única guía en la penumbra nocturna para quienes
pernoctamos de día para vagar de noche. La luna lloraba
por no quererse.
Tanta pena, tanto dolor, el verse en un lago espejado
y aborrecer su reflejo, distorsionado por su propia
concepción de la realidad, por su visión viciada. La
entiendo tanto, como quien se rodea de sombras
en búsqueda de alguna compañía, para terminar
sintiéndome más sólo de lo que estaba antes. No hay
peor soledad que la compartida, esa que te aliena, te hace
sentir un extranjero, un inadaptado. Camus tenía tanta,
pero tanta razón. A veces, nos falta estar un poco más
solos, apartarnos, respirar profundo y confiar en que
estaremos bien, en que yo estaré bien y no necesito a
nadie para estarlo. Tal vez la luna no puede vivir con la
soledad y no soporta que las nubes la separen de la tierra
196
que ella tanto añora. O tal vez ella llora porque entiende
que, tarde o temprano, ella será su única compañía. ¿Por
qué más podría llorar la luna?
197
Versailles
198
donde siempre encontré apoyo, donde espero siempre
encontrarlo, y no me defraudaste. No lo hiciste nunca.
Tus ojos, que siempre fueron mi debilidad, aflojaron
todo en mi interior, entibiaron los témpanos y dejaron
fluir palabras torpes, tambaleantes, pero honestas. Creo
que lo sabes mejor que nadie, pero la honestidad nunca
ha sido mi fuerte, a pesar de que contigo siempre logré
ser transparente. Tienes ese efecto en la gente.
Es difícil explicar lo que uno siente, en especial
cuando se le mete tanta cabeza. Al corazón lo que es
suyo y que la cabeza no joda. O eso me gustaría pensar.
Respondí a tu tímida pregunta con un par de palabras
asustadas, escondidas entre las rocas de la realidad,
detrás de las mochilas que acompañaban nuestro
improvisado escenario. Realmente lo pasé increíble los
días que estuvimos juntos, y no me refería solo a los
que habían pasado recién, sino a todos. Cada día contigo
fue una aventura, un recorrido de autoconocimiento, de
cultura, de aprender, de jugar, reír, burlarnos de la vida
toda. No creo encontrar una persona como tú en ningún
lado, ni hablar de lo que hablamos, soltar carcajadas al
viento sin preocuparnos de apariencias ni sociedades
opulentas. De cada tanto en tanto nos mirábamos y
sentía como los dos pensábamos lo mismo: esto no
puede ser para siempre. Creo que durante todo este
tiempo algo hubo, un je ne sais quoi que se interponía
entre nosotros. Reconozco toda la culpa acá, por ser
testarudo, duro, por tratar de mirar a otro lado cuando
eso me hacía ruido y tal vez podríamos haberlo sorteado
199
si lo hubiera hablado contigo. No lo sé, pero no puedo
dejar de culparme por ello, no puedo dejar de pensar en
qué habría pasado. ¡C’est la vie y que todo siga! No soy
así, y ambos lo sabemos. Le daré mil vueltas al asunto,
pensaré quién sabe cuánto tiempo sobre ti, tu humor
inocente y negro al mismo tiempo. Fuiste vida cuando
era lo que más me faltaba. Belle Epoque.
Conversamos un buen rato, compartiendo abrazos
que se sentían tan cálidos, pero tan tristes, que solo de
pensarlo siento que mi alma se retuerce de pena. Nos
sentamos a comer algo en un café cercano, porque la
verdad es que no comíamos nada desde hace horas,
y ambos necesitábamos descansar un momento de
nuestros pensamientos. Hablamos un poco más y por un
segundo todo pareció normal de nuevo, como si nunca
hubiésemos abierto esa caja de pandora que se mantuvo
cerrada hasta ese momento. Tomamos un taxi a tu casa
y recuerdo haber tenido que subir y bajar mi mochila
mil veces porque siempre olvidaba algo. Tu respuesta
siempre fueron carcajadas y una sonrisa que me decía
torpe con ternura. Llegamos y tus perros saltaron
encima tuyo, no creo tener memoria de una escena
más entrañable entre un amigo canino y su dueña. Nos
miramos una última vez y nos despedimos, sabiendo que
aún había mucho qué decirnos, pero las palabras nos
evitaban, las expresiones se escondían detrás de nuestros
corazones y la verdad tendría que esperar un par de días.
Eventualmente llegaron, y calaron tan hondo como
esperaba que lo hicieran. Al final nos dijimos adiós,
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sabiendo que para los dos sonaría como un hasta luego.
Al menos espero que así haya sido.
Tal vez en un futuro nos encontremos en un
rendezvous que jamás planeamos. Escucharé a lo lejos
una carcajada producto de un podcast irreverente, o tal
vez tú escuches unos audífonos reproduciendo a Sulfjan
Stevens o a 31 Minutos. Podría ser viendo las noticias,
un reportaje sobre el movimiento ambientalista que
está generando revuelo en el momento y encontrarme
con que lo lideras tú. Cherchez la femme. Tal vez nos
encontremos bailando, en una suerte de déjà vu . Lo más
probable, en todo caso, es que más temprano que tarde,
hablemos nuevamente como gente civilizada, sobre
temas irrelevantes, contemporaneidades o formalidades
varias. Espero que si me ves aburrido, cansado de la
rutina y la monotonía de nuestro rubro, me recuerdes
la joie de vivre, me cuentes de tu vida y vayamos por un
café, o demos una vuelta por alguna montaña, siempre
que tu rodilla y mi estado físico lo permitan. Esperaré
expectante a que te rías de mi pomposa escritura o
decirme que algo que hago no es para nada propio de mí:
quiero decirte que en poco tiempo ganaste el derecho de
poder decirme eso.
Espero que, si alguna vez lees esto, sea una sonrisa lo
que inunde tu alegre rostro, y perdones mi impertinencia
por revelar lo que, al menos para mí, ha sido de las
intimidades más grandes que he vivido. Merci pour tout.
201
Amor en tiempos de cuarentena
202
que queda en el pecho es más grande que cualquier
desafino embarazoso o sentimiento desnudo. Al final,
estamos para sentir, y no hay tiempo para sutilezas.
Ella es así, honesta hasta la transparencia, o eso creo.
Retomamos contacto hace no mucho y las redes sociales
son engañosas, eso sí estoy seguro. Pero en tiempos de
cuarentena, reconozco que se agradece su existencia.
Puede que se pierda mucho entre mensaje y mensaje, pero
la intención siempre queda. Espero no malinterpretar
nuestras conversaciones, pero, aunque así fuera, ellas
entibian el alma. Es de esas personas de palabra ligera,
que reparte sonrisas sin saberlo. Filantrópica.
Bueno, no hay más que eso hasta ahora. Me divierte
que todo lo que sucede ahora, todo lo que rodea estos
tiempos inverosímiles, de todo el contexto que nos llueve
encima, solo me aferro a este sentimiento tan natural,
tan básico, una emoción que recorre los huesos y dan
ganas de bailar de cada tanto en tanto. Al final, espero
que la honestidad mutua sea la ventana por la que ambos
compartamos la distancia ineludible de los tiempos que
nos acompañan día a día. Esto es amor a ese pequeño
brillo que destruye la monotonía. No hay lunes ni
viernes, sábados ni miércoles, pero todos los días siguen
siendo únicos, diferentes. Creo que ahí radica la magia
de este distanciamiento social que, paradójicamente, de
cada tanto en tanto une.
203
Empañado
204
eligiéramos caminos distintos. A veces se me escapa una
frase tuya y me asombro de lo fácil que te fue dejarme
algo tan tuyo para mi goce personal. No es que me dé
nostalgia ni que me dé pena, sino que solo me recuerda
de lo aprendido, de las razones por qué no estás. Las de
por qué estuviste, aun no las encuentro.
Tal vez algún día hablaremos sobre todo, honestos,
reflexivos, maduros. No me interesa realmente recordar
algo en particular, sino saber dónde fue que erré, dónde
pude ser mejor, para aprender y lograr que todo lo
que pasó valga la pena. En realidad, hace años que no
hablamos, tal vez pueda aprender una o dos cosas de ti.
Me gusta aprender.
205
Calma marina
206
gaviotas, como trapecistas bamboleantes, bailarines
saltimbanquis. Siempre sentí que arrastraba los pies
a lo largo del calendario, olvidando que cada día era
una maravilla distinta, sentía el sopor de las semanas,
la rapidez de los meses, años que pasaban como si
estuvieran ordenados en línea, listos para saltar al vacío.
Días eternos y semanas apuradas, demasiadas horas y muy
pocos minutos. Cierro los ojos un momento para atrapar
mis emociones antes de que se fuguen traicioneramente
por la ventana, esperando que las tribulaciones calmen,
que el nudo se acomode en mi pecho y el frío vuelva
a mi sien, pero el calor de tu mano sobre la mía es la
llave que abre la jaula en la que guardo mi cabeza. Abres
la puerta de mi pecho y ves el cristal fragmentado que
alberga estas emociones. Y después me das un beso en
la mejilla, entendiéndolo todo.
El nudo se desata, la compuerta se abre
permisivamente y mis pensamientos transitan tranquilos
sobre nosotros, revoloteando traviesos y haciendo
piruetas para entretenernos. Veo cómo los tuyos
salen al baile, pintando el oscuro velo que nos cubre,
transformándolo en la Noche Estrellada con sus
espirales delicadas y pinceladas precisas. Tomas todo
el escenario, haces un desplante completo mientras yo
observo esta obra, perdido bajo el sonido de cada una de
tus palabras, embelesado por las ideas que escapan tan
ligeramente, con tal armonía. Tus ojos verdes sonríen
y me doy cuenta que me miras de verdad, sin pantallas
ni disfraces. Descansamos la mirada sobre el horizonte
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perdido entre azules y solo escuchamos la sonata que
nos prepararon el mar y la hojarasca crepitante de su
oleaje. Tu cabeza descansa sobre mi cuello y dejo caer
suavemente mi mejilla. Un abrazo nos presta el calor que
a poco empieza a hacer falta y ambos cerramos los ojos
bajo cómplices nubes costeras. Supongo que a esto se
refieren cuando hablan de silencio.
208
Somos fuego
209
Y más
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de las corrientes que albergas en la sien. Dentro de mi
escafandra, eres aire, sol, lluvia, viento, tormenta y paz.
Eres todo eso y tanto más.
A veces la distancia se siente eterna, las fotos opacas,
los ruidos sordos y mis palabras saltan desde mis labios
para morir en el profundo silencio en el que se ahogan
mis pulmones. La fragilidad del sonido es abrumadora,
especialmente en su ausencia. Son tus letras esquivas las
que más ruido hacen, las que resuenan en mis tímpanos,
vibrando incansablemente hasta el agotamiento. Tus
frases con vergüenza, vocales sonrojadas, esas que
disparas mirando hacia otro lado, son las que llenan de
calor el pecho, redoblan el retumbar y dibujan sobre mi
rostro bosquejos de emociones que no soy capaz de
definir. Eres como la plácida calma entre la inexorable
fragilidad del ser, los colores que se escapan del dibujo,
el sol de la madrugada, el frío al caminar por la calle, el
ruido de las hojas secas, el olor a café. El crepitar del mar
y las luces de la noche. Para mi eres todo esto. Todo esto
y mucho más.
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Las complejidades de la Era Informática
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seguir peleando, son cosas que pasan, se hizo lo que se
pudo. Al menos tengo la tranquilidad de que hice todo lo
posible, agoté los recursos, no me arrepiento de nada. Si
tenía que acabar, ¿quién soy yo para cuestionarlo? Uno
está solo no porque sea insufrible, sino porque uno no se
da cuenta de lo que lo rodea. Eso es, tengo a mis amigos,
mi familia, no es tan terrible. Se conectó de nuevo, a
ver si me habla. Me alojo, momentáneamente en otra
conversación, le hablo a un amigo a quien le perdí el
rastro hace meses, solo para engañarme y pensar que no
estoy cual Penélope esperando a una Ulises que no me
tiene ni en su mapa de ruta. Probablemente soy uno más
entre miles.
Me está escribiendo. Mierda. Si me pone algo así
como pidiendo perdón por no contestar en tanto rato
o algo así, le digo que no importa, que ya está y nos
pasa a todos, que a veces estamos tan ocupados en
lo nuestro que se olvida uno del teléfono. Mentira,
nunca en la reputísima vida he logrado dejar la mierda
de celular a más de 17 centímetros de lapalma de mi
mano. Bueno, ¿y si se hace la loca? Así como que le da
lo mismo, como que no se entera, como que no importa
que alguien quede esperando una respuesta suya. No,
así no. Si no me da una excusa creíble, y la demuestra
fehacientemente, no le respondo. Así nomás, me aburrí
de ser yo el que espera. Siempre así, ahora le toca a ella.
¿Ella me hizo esperar tres horas? Pues toma seis, y si
me acuerdo. Tengo mejores cosas que hacer. Dejó de
escribir. ¿Tal vez se arrepintió? ¿Le da vergüenza? No,
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no, no, yo sabía que los tres mensajes era un error, va
a pensar que soy un intenso, que cagada. No dale, ahí
está escribiendo de nuevo. Tomate tu tiempo, dime lo
que quieras, te espero nomas, no te preocupes. Al menos
dame una señal de que no estoy totalmente loco por
esperar un mensaje tuyo.
Bueno y me respondió, así como quien no quiere
la cosa, se acabó todo, todo, todo. La verdad me da lo
mismo, ni la quería tanto. El regalo que le pedí seguro
se lo doy a otra, o a mi hermana si me apuro un poco.
Ya estamos, ¿me descargo Tinder y hago el loco un
rato? No, ¿para qué? Siempre lo mismo. Pongo modo
avión el teléfono y me voy a vivir un rato. Ahora con
tiempo tal vez vea una película y todo, qué importa. Me
escribió de nuevo. Esas son dos veces seguidas. ¿Qué
hago ahora? Me dice que vayamos al café de siempre.
¿A las 5? Complicado, pero alcanzo. Sí, vamos, se le
echa de menos, además es muy simpática, lo vamos a
pasar bien. Además, es linda, me encanta, sé que se lo
he dicho, ¿pero será suficiente? En una de esas mejor le
compro unas flores, tal vez un chocolate. No, chocolate
mejor no, si nos vamos a tomar un café mejor que no sea
nada que se tome. Además, seguro la invito yo, las flores
y el chocolate tal vez sea mucho. Son las 4.30, mejor
voy saliendo. ¿No querrá que la pase a buscar? Me dijo
que no, bueno quién sabe, tal vez anda por ahí cerca y
quería caminar. Mejor llego un poco antes por si la pillo
caminando, para acompañarla. Que bueno, me encanta
este café, es un buen lugar para conversar y pasar un
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buen rato. Ya bueno, ¿entonces le compro cuántas? ¿12
son muchas? Igual sí, pero diez parece como que me
quedé corto y menos es de tacaño. Eso, 5 girasoles se
ven como mucho porque son grandes, pero no tanto.
Sería papelón si llego y no le gustan. ¿Te imaginas llego
y se enoja? ¿Y si me quiere terminar? Nada, estoy loco,
seguro estoy pensando demasiado.
¿Y si no?
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Quo vadis
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hasta que la laguna eterna de la noche consumió todo
sobre el cielo. Las nubes se tiñeron de almohadas y
fueron el asiento de los cuerpos celestes, reverberantes.
En carrera, los astros dibujaban sobre el telón siluetas
minimalistas de un futuro incierto, preocupados del
ahora. Un tenue frío se acongojaba entre los brazos de
una luna escuálida, escondida en lo más alto de rosa. El
silencio solo se interrumpía por el temeroso oleaje que
vigilaba las costas solitarias, interpretando las miradas de
la dama vestida de novia. Anochece.
Y mientras veo cómo sale el sol, una vez más.
Mientras siento el calor del alba en mi rostro, una vez
más. Cuando los pájaros se disponen a darme los buenos
días, una vez más. Miro hacia el cielo y recibo la mañana
con los brazos extendidos hacia el vacío que me abraza,
con una sonrisa tallada en mi rostro. Te abrazo y pienso
que no importan cuantas mañanas, tardes o noches
desfilen frente a la pasarela de mis ojos, mi mente jamás
podrá olvidar la silueta de tu figura contra la luz del sol,
bajo los rayos de la luna, con tu pelo al viento de la brisa
marina. Tomaste mis colores e hiciste cantar mis días.
Me cerraste los ojos para abrirme el alma. Un escalofrío
sube mi espalda, acompañando tu mano que acaricia
mi nuca. Exhalamos y nuestro aliento se vuelve lluvia,
amor, viento, nube, cielo. Se vuelve tiempo.
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Un abrazo profundo
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culminando en un abrazo íntimo y sincero.
Los rostros se enfrentan y solo queda la calma que
dejó el huracán a su paso. Párrafos cruzan las sienes y
las pupilas se pierden mirando al cielo. Las manos se
toman con más fuerza que antes, como si el destino
nunca más planeara separarlas. Y es que esa es la verdad.
El momento será eterno, un instante fugaz y perenne,
un recuerdo enmarcado en la piel, tatuado con sudor,
sangre y vida.
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Mi girasol
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desnudo, completamente perdido, irremediablemente
tuyo.
Sin darme cuenta, me pierdo en ese fragmento de
instante en que nuestras miradas se abrazaron con un
afecto profundo, e intento inmortalizar la imagen en el
frágil pozo de los recuerdos. Ante la imposible tarea de
retratar los detalles de tu dulce mirada, solo aprovecho
de contemplar el presente, agradecer el grano de arena
en que se detuvo el tiempo para poder observar hasta
el más mínimo detalle. Tus pecas revoltosas que juegan
con el sol y tus elegantes labios, que son el anzuelo que
declaro jamás podré resistir, y solo eclipsado por las
palabras que saltan de tu boca, como un río lleno de
conocimiento, pasión, sarcasmo y humor.
Esta imagen, que habrá ocurrido en tan solo un
segundo, quedó para siempre retratada en mi memoria.
Lamentablemente, la fragilidad de la misma nada
más es comparable a la imprecisión de su dueño.
Afortunadamente, esta imagen extraordinaria que
hoy me regalas, es más recurrente de lo que esta tierra
merece, y he tenido la oportunidad de atesorar esas
miradas en el bolsillo de mi corazón. Como si mi buena
suerte no fuera suficiente, tengo la oportunidad de
compartir contigo estos momentos en el futuro, y creo
que aun cuando haya observado semejante espectáculo
un millón de veces, jamás podré serle fiel en palabras a
lo que siento cuando te veo.
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Sería algo así
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tu paciencia cuando enredo la vida casi tanto como este
texto. De tus ojos cuando hablamos desde el corazón,
tus abrazos al llegar y al despedirme. Como el sueño se
deja caer sobre ti de a poco, y tus ojos bajan el telón de
tus párpados. Escribiría de tu sonrisa, de cómo cierras
tus ojos al reír, con cara de traviesa, soltando la niña que
llevas dentro todo el tiempo.
Si quisiera hablar sobre ti, hablaría desde el corazón,
de todo lo que eres, lo que significas para mí. De tu mano
firme y cariñosa tomando la mía sobre la mesa, al caminar,
al sentarnos uno al lado del otro. De tus sabios labios, de
los cuales no solo salen grandes enseñanzas y verdades
elementales, sino también incertidumbre, curiosidad,
consejo, preocupación, ternura, ironía, bromas e historias
excepcionales. Hablaría de tenerte a mi lado, de estar en
el tuyo, de compartir experiencias, de reírnos juntos, de
crecer, de mirar adelante y ver un horizonte.
Si quisiera escribir sobre ti, tomaría tu pluma y un
papel, y escribiría todo esto. Te lo entregaría en un
sobre cerrado, con algún dibujo poco prolijo, porque
dibujar no es lo mío, aunque me guste. Te lo entregaría
la próxima vez que te viera, para que lo abras cuando tú
quieras. Esperaría con ansias al momento en que lo leas
y ver qué opinas. Imaginaría tus ojos verdes al leer estos
párrafos que jamás te harán justicia. Si quisiera escribir
sobre ti, trataría de explicarte lo especial que eres y
cuánto significas para mí, y prepararme para fracasar en
el proceso. Porque no existen palabras suficientes para
tal odisea. Pero al menos lo intentaría.
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Ser azul
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de esta ilusión, de este espíritu alado. Pero no saber
qué haces de mí, me hace sentir tan azul. Si sientes que
soy la pieza que une tu laberinto con el mundo, si mis
colores dan un tinte nuevo al atardecer de tu ser. Si mi
risa es un coro alegre que se esconde tras la música en
el largometraje que protagonizas. Si piensas en mí, luego
de que suelto tu mano y me despido imprimiendo un
beso en tu frente.
¿Por qué cuando escribo estos párrafos, ya no me
siento tan azul? Será tu memoria revoloteando sobre
mi tejado, o el recuerdo de tus caricias en mi espalda,
escalando lentamente sobre mi nuca hasta clavarse en
mis recuerdos. ¿Será que también piensas en mí antes de
hundir tu cabeza en el regazo del crepúsculo? Te regalo
el último pensamiento de la noche, el reflejo de la luna y
mi primer suspiro mañana. Solo préstame tus manos de
vez en cuando para alojarme de la lluvia, tal vez así no
vuelva a sentirme azul.
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Tu perfume
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Ahora ya mirando lo que fue, me doy cuenta que
no importa lo que podría haber sido, porque poco se
puede hacer hoy. Más adelante tal vez nos encontremos,
distintos, tal vez seremos los mismos, tal vez sigas usando
la misma sonrisa, tus mismos ojos, el mismo perfume.
Pero de alguna forma, distinta.
227
Tejiendo una quimera
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atolondrado, rústico y abrutado, a la lupa escrutadora de
quien ya no tiene tiempo para pulir piedras ni redondear
esquinas.
Me siento en el auto esperando a que la realidad me
aterrice, que calme el ruido que envuelve mi cabeza
después de estar contigo. Porque no es calma, no es
paz ni tranquilidad, certidumbre ni seguridad. Tanteo
terreno a ciegas esperando no pisar en falso, mientras
intento recoger mis piezas sin perder las que ya tengo.
Tu silencio abrumador se mezcla con las afiladas
palabras que escapan de tus labios cansados. Las heridas
que dejan a su paso son más profundas por saber que
ese cansancio está justificado, que existen razones para
lanzar esos certeros dardos, esas frases cortopunzantes.
Ahora me acuesto y escucho tu canción favorita,
miro la foto que tenemos juntos y la frase que alguna
vez escribiste en tu máquina. Trato de abrazar los
momentos del día donde vibramos juntos, pero la
sombra me da frío y no me prestas abrigo. Así es como
tengo que inventarme un chaleco con palabras que no
dijiste, fabricarme una mentira con fragmentos de lo que
me gustaría que significaran tus palabras. En esta tibia
quimera concibo un sueño agotador, dispuesto a esperar
otra semana, con esperanza de que todo será mejor.
229
Tus palabras
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si es que me correspondiera evaluar la escritura ajena,
el cual no es ni remotamente el caso. Como siempre,
dudas emergen y cuestionamientos afloran, ¿no es ese
el fin último de las palabras? Así, te apropiaste de las
letras que navegaron en tu mensaje sobre quién sabe qué
turbulentos y apacibles mares, y por eso siempre estarán
enmarcadas en el cuarto de invitados.
Espero la próxima vez sea un café, y no la incalculable
distancia, la que me separe de tus palabras. Quién sabe,
tal vez así pueda darte una respuesta.
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Tocando el silencio