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De lo que no tiene imagen1

About what has no image

Magui Lucero
maguiluar@yahoo.com.ar
Facultad de Artes
Universidad Nacional de Córdoba
Argentina

Figura 1- Esquina (2015) Verónica Cuello. Foto: Verónica Cuello, 2015. Disponible en https://vimeo.com/127643331

La imagen que estás viendo corresponde al décimo de los 17 segundos que dura un
video de la artista Verónica Cuello, llamado Esquina; hay otros que pertenecen a esta
misma serie de producciones: Plaza Colón, Puente, La Cañada. Todos ellos son de
brevísima duración y nada comienza o termina de ocurrir en su transcurso.
El video está compuesto por un montaje de fotografías que la artista toma de lugares por
los que transita cotidianamente. Fotografía digital y fotografía estenopeica del mismo
sitio y desde el mismo punto de vista, se superponen por capas a través de
procedimientos digitales para dar lugar a una serie de imágenes que, montadas a su vez
sucesivamente, dan origen al video.
La artista se interroga sobre los dispositivos y procedimientos para obtener imágenes de
la realidad; se interroga sobre lo que estas imágenes sugieren; y encuentra que a través
de la manipulación digital obtiene una temporalidad diferente para esa realidad que
registra y nos muestra.
Pero ¿qué realidad nos muestra Cuello? ¿De qué nos habla su fotografía… o tal vez
mejor, de qué nos hablan sus videos? ¿Por qué tenemos video y no fotografía? ¿De qué
se trata esa temporalidad involucrada? ¿Por qué oponer a la fidelidad de la fotografía
digital, lo rudimentario de la estenopeica: esa imagen desteñida, esas tomas como
fallidas, infieles?

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Reseña a Verónica Cuello La proximidad del espacio me acerca a la distancia del tiempo. Serie de
videos breves disponibles en https://vercuello.wordpress.com/2015/04/09/la-proximidad-del-espacio-
me-acerca-a-la-distancia-del-tiempo-20142015
La ciudad retratada es fácilmente reconocible para quienes la compartimos2, y se nos
aparece bajo un particular filtro de nostalgia y de quietud. La persistencia de la misma
imagen a lo largo del video recuerda más la vibración de la proyección del primer cine
que su capacidad de registrar el movimiento. La imagen muestra zonas difusas junto con
pequeñas aéreas nítidas, o bien un sector quemado por la luz, como una falla técnica que
hubiera hecho descartar la copia a un fotógrafo que se preciara de poder producir una
mínima calidad técnica.
Tal vez la fotografía estenopeica con su aspecto borroso (la indefinición de los
contornos, la levedad de los contrastes), que nos recuerda una fotografía vieja y
desteñida por el tiempo, sea la que sale a nuestro encuentro generando esa impresión de
nostalgia. Pero no es esa, para nosotros, la temporalidad involucrada. Ni es la ciudad
aquello que con mayor agudeza nos muestra la obra.
La fotografía, una fotografía de por ejemplo una calle cualquiera; una fotografía tomada
con un dispositivo tecnológico de los que tenemos a mano habitualmente (la cámara
digital o el celular) capta y fija, de lado a lado de la imagen, un nivel de detalle
homogéneo. Muestra en foco una porción de mundo mucho más extensa que la que el
ojo puede enfocar. Si bien en nuestra experiencia cotidiana tenemos la sensación de ver
todo lo que aparece ante nosotros con gran claridad y en simultaneidad, mientras el ojo
percibe un pequeño fragmento con nitidez, registra una imagen borrosa de lo que rodea
ese foco y se mueve a saltos (movimientos sacádicos). Aquella sensación de claridad y
simultaneidad proviene de la integración a nivel mental de una multiplicidad de
fragmentos que son el producto de los esos velocísimos movimientos oculares con que
permanentemente escaneamos la escena. La visión es un proceso dinámico, más veloz
que el pensamiento o la conciencia.
Las capas de fotografía digital y estenopeica, permeables una a otra, conviviendo en la
misma imagen y estratégicamente perforadas para darse mutuamente lugar en ella, fijan
uno de estos momentos de la retina que vendrá a componerse con otros para la ilusión
de la estabilidad de la experiencia visual. Las imágenes se suceden en el video con gran
sutileza. Pequeñas notas de color, la dislocación instantánea de algún contorno o la
nitidez inesperadamente recobrada de un objeto difuso, en la proximidad o la lejanía,
nos permiten advertir un acontecer. La duración del video no es la mera persistencia de
una toma (o una sucesión de ellas que podría ser reemplazada por una serie de

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Los videos retratan lugares emblemáticos de la Ciudad de Córdoba, Argentina.
fotografías expuestas en una sala): algo fugaz se inquieta caprichosamente en la
superficie. Pero el hábito de la imagen vertiginosa y la violencia del estímulo nos dejan,
al cabo, con la impresión de habernos perdido todo; volvemos a mirar. Volvemos a
empezar.
La obra tiene el cuerpo de la experiencia. Nos devuelve lo que la fotografía le quitó a la
experiencia de mirar: la imperfección, el foco móvil, la heterogeneidad, la diacronía. La
contemplación nos pone frente a nuestra propia persistencia, a nuestra propia quietud y
a nuestro movimiento en la quietud, el latido del corazón, la respiración. Revela nuestra
actualidad, la duración de nuestra actual presencia.
O tal vez; o también; desde el presente, el movimiento humano tan humano, de
trascender en virtud de la conciencia que sobreviene y de la imaginación, nuestro
momentáneo acondicionamiento. Porque la imagen podría parecerse a la que sin
conciencia habita nuestro cuerpo cuando miramos sin ver… con la mirada errante, aquí,
pero en otra parte.

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