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EL HÉROE
ANALFABETA
Una historia verídica por:
Jorge Castilla Franco
EL HÉROE ANALFABETA,
Librería “El sembrador”. 1983
Cú cuta, Colombia.
Todos los derechos reservados.
Las citas bíblicas han sido tomadas de la versió n Reina Valera,
1960.
Asesoría editorial de
Asociació n Buena Semilla.
Contenido
Pró logo……………………………………………………………. 2
Introducció n…………………………………………………….. 3
Capítulo 1
Religió n y Vicio ………………………………………………4-6
Capítulo 2
Consecuencias del pecado ………………………………7,8
Capítulo 3
Una Visita Inesperada…………………………………… 9-12
Capítulo 4
En Manos de Dios………………………………………… 13,14
Capítulo 5
La Persecució n…………………………………………….. 15-24
Capítulo 6
Enfermedad y Muerte…………………………………… 25-27
“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois
muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni
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muchos nobles: Sino que lo necio del mundo escogió Dios,
para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió
Dios para avergonzar a los fuertes; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para hacer o
que es a fin de que nadie se jacte en presencia”.
1 Corintios 1: 26-29.
Prólogo
Damos gracias a Dios por la vida y el testimonio de Marcos
Franco, el hombre sin temor, lleno de entusiasmo y amor para
Cristo y el mundo.
Recordando los tiempos cuando le visitamos a él y su familia
en Santa Inés, en los campos alrededor y en Ocañ a, siempre
había una bienvenida muy especial, cultos planeados, -amigos y
enemigos- invitados para oír el evangelio de nuestro Señ or
Jesucristo. Don Marcos aprovechó cualquier oportunidad para
ganar almas para el Señ or.
Dos cosas quedan con nosotros como recuerdos muy
preciosos: Primero, pensamos en las muchas veces que le
pedimos a don Marcos el privilegio de enseñ arle a leer.
Insistimos en que el habría podido tener un ministerio mucho
mayor y má s efectivo, si él mismo pudiera leer la Palabra de
Dios. Ante esta insinuació n, sonrió , y mirá ndonos con los ojos
oscuros, penetrantes y titilantes, dijo: “Loro viejo no aprende
hablar”. A pesar de ser analfabeta, él fue instrumento de Dios
para traer a los pies de Cristo hombres de todos los rangos;
doctores, peones, gente de consideració n, humildes y sabios.
Segundo, don Marcos cargaba su espada por costumbre; un
Nuevo Testamento en el bolsillo.
Al encontrarse con cualquiera en el camino, él le saludaba y le
hacia la pregunta: “ Amigo, ¿sabe leer?. Enseguida, don Marcos
sacaba el Nuevo Testamento y decía: “Por favor. Léame de este
libro”. Conociendo bien el contenido de la pá gina que él mostró ,
seguía explicá ndole a la persona el camino de la Salvació n.
¡Si, damos gracias a Dios por la vida le don Marcos!
Respetuosamente, Eloy Anderson y señ ora.
Introducción
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rechazo, de persecució n en persecució n…El analfabetismo no

¡”Cuán hermosos son los pies de los que le fue impedimento para llevar la Palabra de Dios, tampoco las
anuncian la paz, de los que anuncian buenas amenazas de una época turbulenta como la que vivió . ¿Cuá l es
nuevas”! la barrera que le impide a usted llevar a cabo este sagrado
(Romanos 10:15). deber? Los hombres que importan en la historia de Dios, la
historia Sagrada, no son los héroes de grandes logros
Hablando en términos espirituales, una persona puede tener materiales sino los que dicen a otros acerca de su condició n,
hermosura, aunque físicamente no sea muy bella. La historia salvá ndolos del infierno y la ira venidera. Esta clase de persona
que vamos a narrar es una de aquellas que hablan de un héroe era el Señ or Marco Aurelio Franco… Hay muchos que fueron
anó nimo; de alguien sin muchas ínfulas pero con espíritu de salvados por su testimonio, y ellos lo aseveran. Pedimos a Dios
servicio a Dios. Los caminos de Norte de Santander que se digne usar esta historia para llevar a muchos al
especialmente, fueron testigos del amor de este hombre por las conocimiento de la Verdad, la Palabra de Dios.
almas, ¿Es posible que la falta de cultura, en este caso de no
saber leer y escribir, sea algo que nos impida para llevar “las Esta narració n ha sido hecha sobre la base de datos verídicos
Buenas Nuevas” como dice Pablo en Romanos? “De ninguna proporcionados por quienes conocieron al HEROE
manera”, respondería el mismo Pablo, parodiando el versículo ANALFABETA, especialmente Jorge Castilla Franco, hijo natural
uno del capítulo seis de esta misma carta. del mismo, y el pastor Vicente Gó mez, y muchos má s que han
aportado datos.
Cuando lleguemos al cielo, si es que usted, estimado lector, ya
se ha puesto en las manos de Dios, nos llevaremos la sorpresa
de ver muchos má s héroes anó nimos de los que nosotros
imaginamos. ¡Hallaremos que en el cielo habrá mucha gente
que no esperá bamos que estuvieran; y faltará n muchos que
para nosotros, deberían estar!. Si, unos pies pueden ser
hermosos aunque estén llenos de heridas de tanto andar;
aunque tengan apariencia de rajados por la falta de calzado,
aunque estén deformados de tanto ponerse sobre piedras de
caminos. Los pies del Señ or Jesucristo fueron de este tipo, y sin
embargo, es colocá ndonos cerca a esos pies que reconocemos
el señ orío de Cristo en nuestras vidas. Los pies de Marco
Aurelio Franco son bonitos, bíblicamente, por haber llevado el
Evangelio de casa en casa, de puerta en puerta, de rechazo en
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1. Religión y vicio
“Y manifiestas son las obras de la carne que son: Adulterio,
fornicacion,inundicia,lascivia,idolatría,hechicería,enenista
des,pleitos,celos,iras,contiendas,disensiones,herejías,envi
dias,homicidios,borracheras,orgías, y cosas semejantes a
estas: acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he
dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán
el reino de Dios”. (Gá latas 5:19-21)
Esta es una escena bastante comú n en la vida de Marco
Aurelio Franco, quien nació en octubre de 1904 en el sector
denominado “ La Peñ a”, Corregimiento de Aspasica, Municipio
de “ La Playa” Norte de Santander, Colombia. Huérfano desde
su nacimiento, pues su madre murió al dar a luz, el niñ o Marcos
creció bajo el cuidado de un tío llamado Genaro Franco. De este
tío, el niñ o sufrió muchos castigos y azotes. Creció , pues, en
medio del dolor. La fallecida madre tenía por nombre Brígida
Manzano, y el papá se llamaba Pedro Franco Castilla. Este niñ o
creció en un ambiente religioso, pues sus tíos y parientes
profesaban el Catolicismo Romano. Por su mente infantil
desfilaban los santos y estatuas, personajes mudos de
domingos en el pueblo… Pero desconocía el cristianismo
auténtico.
Tanto su juventud como parte de su época de adulto la pasó
con esta creencia, que produjo en él un vacío muy grande.
Jamá s se imaginó que los sacerdotes, a quienes ahora
respetaban como hombres de Dios, llegarían a ser sus enemigos
implacables en el futuro lejano.
En su juventud, vivió segú n le parecía y le complacía. Sus
deseos desenfrenados lo llevaron por los caminos del mal,
aunque fue un hombre respetado dentro de la comunidad. En
las fiestas religiosas, o cuando había algú n muerto, su
comportamiento era ejemplar… Su estima y el respeto que le
tenía en la comunidad provenían del hecho de ser un valiente,
que a ningú n hombre le echó pie atrá s. Dentro de su vida de
libertinaje, cuando hubo problemas no se acobardó , pero
tampoco hizo uso de su coraje para humillar a nadie. No
permitía que en ninguna fiesta, baile, velorio o matrimonio
donde se encontraba, se armaran desó rdenes o peleas. Era, en
resumen, el hombre de campo que combinaba el placer con ser
un buen rezandero, devoto de las á nimas y del Santo Rosario.
Cuando sucedía una muerte, sus amigos lo llamaban para que
dirigiera el velorio.
Los primeros añ os de su juventud los pasó en toda clase de
aventuras, amores y parrandas. Algunos de sus acompañ antes
en estas andanzas eran sus hermanos. Cierta vez, viajando con
su hermano Trino, llegaron a un lugar llamado “El Pino” y allí
conoció a una joven que má s tarde llegó a ser su esposa.
Después regresó a su tierra natal, donde continú o sus
aventuras al lado de otro hermano, Heriberto. Ya, a pesar de no
tener ni la má s mínima idea del amor de Dios, se vislumbraba la
recia personalidad que él forjaría después para sus propó sitos
evangelísticos.
Heriberto incitó mucho a Marcos al pillaje, a cometer delitos
por contrariedades políticas, (recordemos que esta época fue
de pasiones desbordadas en ese sentido)
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No tardaron mucho en aparecer los odios y las venganzas…
Una vez, atacaron el pueblo de “La Playa”, convirtiéndose en el
terror de la regió n.
Por esta misma época, Marcos viajó a Hacarí con un amigo
llamado Emilio Ortiz. Estando en este sitio, se llevó una
sorpresa tremenda. É l siempre había creído que no tenía
enemigos, pero esto no era cierto. En una tarde gris, lluviosa, un
desconocido lo atacó con un puñ al de acero, y en medio de toda
una danza de gritos y sobresaltos, José Santana lo hirió en tres
ocasiones. Marcos Franco, reponiéndose de la sorpresa,
desenfundó su revó lver y lo alcanzó con tres disparos….
Santana, el atacante, tenía hermanos y amigos. Aunque mal
herido, Franco los hizo huir. Santana grito a sus amigos “Hola,
¿me van a dejar matar?”. A esto, uno de ellos respondió :
“¡Noooo! Marcos Franco, sacando de nuevo el revó lver, dijo
“Para ustedes también hay”. No terminó de pronunciar esta
frase final, cuando ellos se dieron a la fuga. La sangre que
brotaba a borbotones de sus heridas, y el hombre todavía vivo,
se retorcía en el piso, daban testimonio de la necesidad de
cambio en toda la sociedad inundada de violencia, Marcos
permaneció en la casa de una amiga íntima, Petrona Luna,
haciéndole el quite a la muerte…Esta fue la consecuencia de las
heridas recibidas en la trifulca.
Cuando se recuperó bien de las heridas, regreso a “El Pino”. Se
encontró allá con su amada Rosa Avendañ o, quien lo quería
intensamente, y la llevó a su tierra natal, Aspasica.
Los hijos empezaron a venir, mientras vivían en medio de la
mucha pobreza. La falta de planeamiento y el amor que se
tenían trajeron pronto sus frutos: Antonio, Alicia,… etc. El
placer del sexo dejo huella profunda en el joven Marcos, quien
empezó nuevamente a vivir en forma desordenada, segú n sus
apetitos le pedían que actuara. Varias mujeres má s llegaron a
disfrutar de sus caricias y afectos.
Nació de su esposa la tercera niñ a, llamada Natividad, pero los
celos, las contiendas y la desconfianza llegaron, trayendo con
ellos toda secuela de problemas. Fue así como resolvió
separarse de su primera mujer Rosa Avendañ o, quien regresó a
la casa de sus padres, abandonada y triste, llevá ndose consigo a
sus tres hijos. Un añ o después volvieron a unirse.
Cuando miramos en las Sagradas Escrituras los nombres de
todos aquellos que pasando las generaciones llegaron a ser
parientes de Jesú s, no deja de admirarnos el hallar entre ellos
agente que era impía. Tal es el caso, por ejemplo, de Rahab,
quien era una prostituta. ¿Y qué decir de David, el rey adú ltero
y asesino del esposo de aquella de quien se enamoró ? Lo cierto
es que todas estas listas de nombres muestran que nuestro
Dios, es un Dios de pecadores y que, como Jesú s dijo “vino a
salvar lo que se había perdido.” Entonces, miramos las cosas de
esta manera, no debe sorprendernos el ver que Dios se haya
dignado usar a Marcos Franco, cuya vida era tan ruin. Pero es
que Dios es soberano para elegir, y no lo hace segú n la bondad
de los hombres sino de acuerdo con sus santos designios.
Lleno de vitalidad, Marcos prosiguió sus desatinos… Las
pasiones se hicieron aparentemente irresistibles, y se convirtió
en un hombre de parrandas y licores fuertes. Cuando nació su
cuarto hijo, Carmelo, se enamoró de una joven, Efigenia Castilla
Vergel, la conquistó y de ella también tuvo 6 hijos. Sus nombres
fueron, en orden de nacimiento, los siguientes: Eleazar, Jorge,
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Neftalí, Ana Roselia, Cleotilde, y Emélida. Ahora, ya con dos

mujeres, teniendo hijos simultá neamente de lado y lado, la
realidad de Marcos era mucho má s complicada, inclusive
econó micamente. Ademá s, no era casado con ninguna de ellas.

Como podemos concluir, no es solo el pecado, aquello que lo

identifica con las listas de hombres de los cuales descendió
nuestro Salvador, ¡ellos también tuvieron muchos hijos!.
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2. Consecuencias Del pecado
“Muchos dolores habrá para el impío,
Más, al que espera en Jehová, le rodea
la misericordia”. (Sal. 32:6)
Como la mayoría de las personas bien sabe, Dios castiga el
pecado. Una de las maneras usadas por El para esto, es permitir
que nuestros desvaríos tengan consecuencias, por lo general
funestas.
Actualmente se enfatiza bastante el hecho de que Dios es
amor, a veces nos olvidamos que también es justo… El pastor
del Salmo 23 tiene una vara y también un cayado. Con estas dos
cosas El guía a los suyos. El cayado lo usa para indicar la
direcció n, y la vara para dar golpes cuando es necesario… Esto,
repetimos, lo hace Dios con Sus hijos. Esta verdad es
magníficamente ilustrada por el escritor a los Hebreos, en el
capítulo doce. Pero la situació n es mucho má s dramá tica
cuando se trata de alguien que no es nacido de nuevo: “Porque
la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres…” (Romanos 1:18). En otras palabras,
quien no ha puesto su vida en las manos de Dios, está
continuamente bajo la su ira. Pero ahora no se trata de aquella
ira futura en un día en el cual habrá un juicio, sino de una ira
presente, actual, efectuá ndose 24 horas al día sobre el pecador
no arrepentido. Es como si, estando todavía vivo y en la tierra,
el infierno le estuviera quemando la planta de los pies a esta
persona. En el caso de Marco Aurelio Franco, el trato divino no
fue diferente. Aunque Dios ama al pecador, El odia el pecado.
Las cicatrices en su cuerpo, los enemigos, los conflictos
familiares internos, y aun posiblemente, una de las
consecuencias de sus muchos pecados es que uno de sus hijos,
llamado Santander, nació con un pie torcido. El defecto era de
tal magnitud, que debía caminar sobre el empeine, la parte
superior del pie, en vez de hacerlo posá ndose sobre la planta
del mismo. El padre, desesperado, quiso mandarle fracturar el
pie. Pensaba que de esta manera podría hacerle dar masajes y
que el miembro regresaría su posició n natural. La madre,
ló gicamente, se lamentaba solo con pensar en la posibilidad de
que tal atrocidad llegase a llevarse a cabo.
El fetichismo y la idolatría, que son dos cosas muy comunes
dentro la creencia popular del individuo colombiano, surgieron
como solució n. Después de consultar entre sí, marido y mujer
decidieron hacer una promesa a una imagen de Cristo Rey que
estaba en la ciudad de Ocañ a. Esta imagen era la má s venerada
por los habitantes de los alrededores. En cuanto se preparaban
para llevar el niñ o hasta el monumental ídolo, al cual debían
presentá rselo de rodillas, Dios obró de otra forma
extraordinaria.
Llegó hasta su hogar un sobrino de Doñ a Rosa con un mensaje
jamá s oído por ellos, el Evangelio, y les fue anunciado que para
Dios no había nada imposible (Mateo 19:26). Este joven, por
motivo de haberse enfermado de lepra tuvo que ser trasladado
a Agua de Dios, en Cundinamarca. Allí conoció el mensaje de
salvació n. Así que regresó a su tierra llevando la Biblia a aquel
lugar desolado por el pecado y sufrimiento ante la adversidad,
y les recomendó también que el dinero que iban a gastar en
dicha promesa, podían donarlo a la iglesia cristiana, no hecha
por los hombres, el cual vive para siempre sin necesidad de ser
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representado por imá genes. Estando así advertidos, Dios actuó y serio en sus negocios, fue mejorando esta propiedad. En ella
de una forma má s que desconcertante, segú n la manera plantaba no solamente el conocido café colombiano, si no
humana de ver las cosas. El permitió que una plaga de insectos, también plá tano, yuca, cañ a y cebolla. Este progreso le permitió
llamadas niguas, se anidara encima del pie sobre el cual traer agua por toma terrestre, desde una distancia de mil
caminaba el muchacho, y empezó a sentir dolores debido a la metros, hasta el borde de su casa. Dios ya estaba obrando en su
llaga que se le había formado. Su padre cada día oraba porque vida, aunque él no lo comprendía. Aunque se hallaba metido
Dios hiciera un milagro en su hijo. Así que poco a poco el niñ o muy profundamente en los vicios, logró levantar, entonces, una
comenzó a ir volteando el pie a su posició n normal, pisando por casa de las que son tradicionales en la regió n; con sus paredes
la parte en la cual se suponía que debía hacerlo. Fue así como apisonadas y el techo de teja.
Dios se glorificó a sí mismo en esta situació n.
Pensando en la inauguració n de la misma, prepararon un
La gracia es un concepto en las Sagradas Escrituras, por buen estreno que estuviera acorde con las costumbres de la
medio de la cual Dios nos salva sin que nosotros hagamos nada época.
para merecerlo. La gracia implica también que Dios toma la
iniciativa en el sentido de andar en busca del hombre. Esta era
uno de los énfasis principales de la Reforma. En el jardín del
Edén, el Señ or fue tras de Adá n y Eva, quienes se escondían de
É l, Lo mismo hizo con el primer asesino que se tenga en la
Biblia, Caín. Así, a través de todo archivo de Dios, Su libro, É l lo
amó , como ama a todo hombre desde antes de la misma
fundació n del mundo. Aunque este hombre no había nacido de
nuevo todavía, el Señ or lo amó y diseñ ó un plan para él. Por eso
comenzó a ver có mo podía hacer para, por medios humanos,
llevarlo a conocer el Evangelio salvador.

Pero Marcos continú o como Jacob en Génesis 32, con sus dos
mujeres. Cuando ya tenía seis hijos en la primera, su capacidad
econó mica empezó a crecer ostensiblemente con los añ os.

Por motivos políticos y de salud, don Agustín Plata decidió

irse a vivir a Cundinamarca, dejá ndole a don Marcos su finca
para se la fuera pagando por cuotas. Este como buen trabajador
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3. Una Visita Inesperada
“El que dice que está en la luz, y aborrece
a su hermano, está todavía en tinieblas”.
(1 Juan 2:9)
En la inauguració n de esta nueva casa, no siendo Marcos má s
un joven aventurero, sino un hombre de experiencia, le
aconteció algo que marcó definitivamente su vida… Había
llegado a su casa un caballero que se llamaba Elías Rico. Los
perros ladraron denunciando con furia ahuyentadora la
presencia de alguien en el umbral. Había en ese forastero un
extrañ o dejo de confianza, de no temer… Su apariencia exterior,
aunque denotaba el cansancio de los viajes, mostraba paz y
serenidad.
“Buenos diiiiiaaaasss…”, se oyó desde afuera. Este señ or era
delgado, moreno, y con cierto defecto en el habla. Su profesió n
era la de vendedor, transportaba consigo medicinas, mercancía,
y también inyectaba. De todos era conocido por la manera
como acertaba al recomendar medicinas en la zona rural,
donde los médicos brillan – hasta hoy- por su ausencia. Elías
Rico era apreciado por esto. Como buen hijo de Dios, él
combinaba sus actividades laborales con el evangelismo. Sus
pacientes, ademá s de recibir ayuda para la parte física, eran
beneficiados también con sus comentarios de la Biblia.
Procuraba, entonces, trabajar tanto con el cuerpo como con el
alma… Veía en cada paciente o comprador un potencial que
podía ser usado por Dios… Amaba las almas, y por eso
evangelizaba sin sentir complejos por su defecto en el habla.
Aun siendo gangoso, se atrevía a cantar. Por los campos andaba
en oració n, pidiendo salvació n para aquellas personas a
quienes tenía oportunidad de compartir lo má s precioso de su
bagaje: la bella y antigua historia del Salvador en la cruz.
Después del saludo y del ofrecimiento de la mercancía que
llevaba, la amistad empezó a correr como un río. Los dos
hombres, Marcos y Elías, se trabaron en conversaciones.
Parecía que se habían conocido hacía mucho tiempo, y hablaron
a raudales. En medio de ellos, empapando el ambiente con Su
presencia, estaba aquel que convence al mundo de “pecado, de
justicia, y de juicio” (Juan 16:8). El hombre que formulaba
remedios caseros, posó en aquella có moda casa aun sin
inaugurar.
Después de contarle de sus propias experiencias con Dios,
Elías Rico le explicó a Franco cosas que él nunca había oído…
como surgían las peleas inesperadas de muchos, el problema de
la maldad humana, el amor de Dios a tales hombres impíos, etc.
A Marcos se le vinieron a la mente todas aquellas aventuras
anteriores. Como rayos fugases pasaron delante de él sus
pecados. Rico le compartió su má xima riqueza: como escapar
de tales peligros que siempre se presentan en la vida del
hombre, y quien era el autor de tantas cosas horribles que a
diario afrontaba. Sataná s quedó desenmascarado de una
manera tan clara como las aguas del arroyo que corría allá
abajo. Aunque Marcos tenía una Biblia que le había sido
regalada por el sobrino de su esposa, el mismo que los había
ayudado a entender el milagro del niñ o Santander, el del pie
otrora torcido, la misma estaba guardada y empolvada. Aun no
sabía de la tremenda efectividad de Dios al cambiar sus vidas
por medio de la lectura y aplicació n de ella. No habían conocido
uno de los milagros en el cual Dios se alegra má s: el nuevo
nacimiento.
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Recordando aquel sobrino y aquel libro, Marco Aurelio Franco
dijo:-“Veo que usted tiene toda la razó n. Estoy convencido de lo
que dice, porque así escuché antes de un sobrino de mi esposa,
segú n un libro… que tenemos guardado y que estimamos
mucho”.
Los ojos del evangelista se abrieron má s de lo acostumbrado.
Cuando se le mostró el Libro, sus manos temblaron al recibirlo,
Su cuerpo todo mostró emoció n e inmensa satisfacció n y
aprecio por lo que contemplaba. Exclamo: - “¡Gracias a Dios, es
la Biblia!”. Parecía pensar en toda una preparació n realizada
por Dios en el corazó n de Marcos Franco.
-“Este era el Libro del cual le hablaba” y agregó : -“Mire, señ or
Franco, cuando el hombre no teme a Dios, se atreve a cometer
cualquier error. Esto es todo un estado del corazó n. Usted,
como buen religioso, cree en Dios y la Virgen. Ahora bien,
siendo amigos en este momento, le muestro la Palabra de Dios,
la cual dice que “si alguien se cree religioso y no refrena su
lengua, su religió n es vana,” es decir, mentirosa, no le sirve para
nada. Esto está en Santiago 1:26. Y el apó stol Juan, en su
primera carta, capítulo dos, versículo nueve, dice que “si alguno
cree estar con Dios, pero aborrece a su hermano, o a su
pró jimo, está todavía en tinieblas”. En esta misma carta,
capítulo cuatro versículo veinte, dice que “si alguno cree y ama
a Dios, pero aborrece a su hermano, el tal es mentiroso, porque
si no amamos a quienes estamos viendo, (los hermanos,
nuestros pró jimos), ¿có mo podemos amar a Dios a quien no
hemos visto?”.
Las palabras de Rico penetraron como una espada en el
corazó n de Franco. Añ adió : - “Ademá s, le aseguro que no hay
persona que no haya tenido pleitos, problemas o enemistades,
¿verdad?”.
Franco se levantó un poco el viejo sombreo… Su figura flaca,
casi escuá lida, se recortaba por entre los rayos del sol que los
á rboles dejaban filtrar como en un acto de misericordia. Sus
ojos, un poco hundidos entre las cuencas, parecían mirar
profundamente, como en una reflexió n de la cual dependiera su
propia vida.
-“Señ or Rico, debo decirle que aunque tengo mi religió n, creo
en Dios y la virgen, yo soy una de las personas de las que usted
estaba hablando. Soy uno de tantos pecadores que estamos sin
esperanza”. -“Se da cuenta, ¿don Marcos? Todo lo que la Biblia
dice se cumple al pie de la letra, ella es como un retrato de la
naturaleza caída del hombre, en comparació n con la divina, que
es pura y sin mancha. Muestra, ademá s, la forma como Dios
salva: por medio de la fe en Jesucristo, el que nunca pecó a
pesar de haber sido tentado en todo. Ella también afirma que,
dentro de la humanidad, no hay justo, no siquiera uno. ¿Cree
usted, Franco, en lo que la Biblia dice?.
-“Creo, porque no veo que mi religió n nunca podrá arreglar mis
problemas”.
Este fue el punto crucial en todo lo que Dios hizo y movió para
tener a Marco Franco como hijo suyo.
Hubo un incidente interesante que aconteció antes de esto, y
que fue también muy significativo… En 1947, cuando trabajaba
en Ocañ a como misionero Olavo Eckland, existía un zapatero,
fiel hombre de Dios, de nombre Francisco Velá squez. Este
acostumbraba colocar un tratado sobre el mensaje del
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evangelio en cada par de zapatos que tenía a la venta. Marcos
bajó de Aspasica a Ocañ a, y en una ocasió n en la cual debía
comprar cosas para el hogar, se acercó al almacén de Francisco
Velá zquez para obtener un par de zapatos. Al llegar a su casa,
encontró dentro de los zapatos un tratado que le despertó el
interés, y pidió a uno de sus hijos que se lo leyera. Deseaba
saber el mensaje que contenía. Esto sembró en el corazó n de
Marcos Franco el deseo de investigar má s de las Sagradas
Escrituras y acerca del plan de salvació n. No dejando, por
ningú n motivo, que se le olvidara el contenido de aquel folleto,
comentó el asunto al hombre que en este momento estaba al
frente del él, Rico. Ahora, má s que nunca, sabe que Dios desea
salvarlo. Pero la conversació n continuó . -“Ademá s, Franco,
suponga que ofreciera un baile esta noche, junto con sus
amigos, y debido a la borrachera sucediera algú n pleito…¿a
quién le echaría usted la culpa?
– “Pues… ¡a la borrachera!
-Y usted qué opina, ¿sería eso pecado?”
-Creo que no”.
-Señ or Franco, sí es pecado, porque la Biblia dice, por medio de
san Pablo, en su primera carta a los Corintios, que “tales
personas no heredará n el Reino de los cielos”. Esto está en el
capítulo seis, versículo nuevo al diez. Entonces, si esto es
pecado…¿quién tiene la culpa?. El diablo tiene la culpa y es el
autor y padre de todo esto”, señ or Franco”.
-“El diablo?”
-“Por supuesto. Eso fue lo que quise darle a entender desde el
comienzo de nuestra charla…”
-“Señ or Rico, ya que soy culpable de todo esto, ¿qué debo hacer
ahora?
La mente de Rico fue hasta el conocido pasaje de Hechos
16:30,31, donde el doctor Lucas describe una situació n
acontecida en Filipos. -“Segú n los ejemplos que le he expuesto,
todavía hay remedio y oportunidad, pues de la misma manera
exclamó el carcelero de Filipos frente al apó stol Pablo. El
preguntó : “¿Qué haré para ser salvo”? A eso, Pablo respondió :
“Cree en el Señ or Jesucristo y será s salvo tú y tu casa” Usted
tiene la misma oportunidad de creer, para ser salvo y, Dios
mediante, a través de su testimonio también los de su familia
vayan al cielo”
De repente se oyó el sonido de un tiple en el exterior de la
casa, y el aire fue invadido por una linda serenata que decía así:
“ !Qué lindo es el cielo y las estrellas,
Que recogen el rocío de la mañ ana….
Despiértate a mi lado á ngel querido,
Aquí me tienes al lado de tu ventana…(etc)
Como Franco no deseaba interrumpir la buena charla que
estaban teniendo, se dirigió a la ventana a despedirlos,
dá ndoles las gracias. Al observar que también los acompañ aban
dos mujeres, consultó con su esposa.
Ella respondió :
-“No los podemos despedir, por causa de las mujeres, debemos
abrirles” Dada la oportunidad, se empieza el baile… Entonces,
Franco llevó al señ or Rico a una pieza, dejá ndolo bajo llave.
Segú n Marcos Franco, Rico quedaba bajo su responsabilidad
por “entender que él no pertenecía a esta parranda o vicios, y a
fin de que los participantes del baile no le hicieran dañ o”.
Don Marcos llevó al señ or Rico a dormir en un cuarto y de
inmediato la fiesta empezó , con la participació n de los hijos de
Franco; Alicia, Antonio, y el resto de la comitiva que vino. Como
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en la casa no faltaba el aguardiente, y ellos también traían, a
media noche la embriaguez era tal que se formó un gran pleito
entre el padre de alguno de los que vinieron y uno de sus
hijos. El hijo se armó de una cuchilla y el padre quiso romperle
el tiple en la cabeza. Las voces fueron subiendo de volumen, las
mujeres mostraron su preocupació n con gritos angustiados, y
los contrincantes se acercaron mutuamente. El licor les había
hecho olvidar su parentesco, el amor filial, y encendió el orgullo
de cada uno. De pronto, Franco, como era el responsable, se
puso delante de todos y dijo: “¡Hola! ¡Hagan el favor de
respetarme la casa!”. Sus gritos fueron de tanto volumen, que
apagaron el vocerío de conato de pelea. “Se retiran todos y no
vuelvan a pisar las puertas de esta casa”. Esto sucedió en el
extremo de la casa y cuando todo recobró la calma, se
acostaron…
Lo dicho por Rico sobre la posibilidad de que Sataná s use el
licor, quedó como sonando en el aire. Se había cumplido. Al
amanecer, Franco estaba mentalmente como si se hubiera
parado frente a dos caminos, sin saber por cual coger…
En una nueva conversació n, Rico lo reprendió en forma
amorosa y serena, ademá s de decirle:
-“¿Se ha convencido de todo lo que le puse como ejemplo al
principio de la noche?”.
Temeroso y avergonzado, Franco solamente pudo estar de
acuerdo. No negó nada.
-“Todo ha sucedido como usted dijo, al pie de la letra … Desde
ahora empiezo a creer en Jesucristo , para ser salvo con los
míos”.
A esto, Rico, lleno de felicidad en su interior al ver el alma
arrepentida, respondió ”.
-“quiera Dios que suceda así”.
Aunque Marcos Franco no dijo nada a sus hijos en el momento
sobre aceptar a Jesucristo como su Salvador, personal, uno de
sus hijos, Antonio, comentó a solas con su hermana Alicia:
-“Licho, quiero entrar en esa religió n”. (Así era como se le decía
en esos tiempos al abandono de la creencia vacía para
integrarse con los nacidos de nuevo). Añ adió : “No vuelvo a
fumar má s”. Al instante botó los cigarrillos que tenía. A esto su
hermana respondió :
-“Yo si me los fumo… No soy tan boba como para seguir esa
religió n… ¿No te das cuenta Toñ o, de lo bonito y agradable que
es poder bailar, fumar, tomar aguardiente, parrandear y todo lo
demá s? Ah… ¿y tener novios y…?
Antonio se resistió a creer lo que oía, y le dijo:
-“¿Es que no te diste cuenta de lo que nos pasó anoche, Licho. !!
ah…!!”.
-“Sí, Toñ o, pero el poder de Dios y la virgen María nos cuidaron
y nos defienden de todo…”
-“Licho…¿podrá n Dios y la virgen cuidarnos a pesar de tanta
maldad como la nuestra”?
-“No seas tonto, Toñ o. Eso nadie lo sabe”.
-“Pues…hermanita, si tú tampoco lo sabes, yo sí. Y quiero
pertenecer a esa religió n”
-“¿Religió n? Ja,ja,…Mejor que la que tenemos no es”.
Desde este día en adelante fue cuando toda la familia empezó ,
miembro por miembro, a entregarse a Jesucristo. El ú ltimo, en
realidad, fue don Marcos.
13
4. En las Manos de Dios
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi
palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna;
y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida”,
(Juan 5.24)
El tiempo continú o su marcha, y los caminos que antes le
parecían derechos a Franco, eran en realidad caminos de
muerte eterna, sin Dios y sin esperanza en este mundo. A
mediados de 1946, cuando el planeta todo estaba
convulsionado, en la tranquilidad de una zona rural, e
ignorante de todo lo referente a tan tremenda guerra, Marcos
empezó a darse cuenta por sí mismo de la gran diferencia que
existía entre sus caminos, su forma de actuar y el camino que
llevaba al cielo.
En los caminos del mal pudo ver a un familiar, Pedro Castilla,
quien había sido su compañ ero de sendas torcidas. Antes había
participado con él de sus pecados, se había metido en el lodo de
la maldad y disfrutado de ella. Pero, en medio de tanto error,
fue víctima de una bala de revolver disparado por la policía. Así
perdió la vida, fue enviado al infierno sin má s… ¡No había
tenido oportunidad de ser salvo! El infierno había abierto sus
fauces cuan anchas eran para recibir a un miembro má s de su
familia que recibía- sin agrado- el frío abrazo satá nico de
entrada a la condenació n eterna. ¡Qué lá stima!
Fue entonces cuando decidió dar definitivamente la espalda al
abismo que lo esperaba. Marcos Franco se tiró , por la fe, en los
brazos en los brazos de Dios, como un niñ o lo hace en los
brazos de su padre. Frente a los hermanos y amigos del
moribundo, conmovido del dolor dijo:-“Adió s, primo. Esta
muerte se debe a las fiestas que siempre se celebran con
aguardiente. Sus organizadores, los curas,… no hacen nada
bueno, no tienen temor de Dios, no aman al pró jimo. Adió s. “y
dirigiéndose a los acompañ antes, les dijo”: “Hasta hoy Marco
Aurelio Franco les acompañ ó a esta clase de fiestas. Domingo
Castilla, un hermano del moribundo, comentó :
“ ¡Cristo! Traigan agua bendita, que el diablo esta suelto aquí.
Hay que correrlo…”
Esto lo decía por Marcos, quien se ya se había convertido. Esto
sucedió en Aspasica, en noviembre del añ o 1946, durante la
fiesta de Santa Catalina de Alejandría, la patrona del pueblo.
En aquella situació n mencionada antes, Marcos sintió el
llamado de Dios – no solo para ser salvo- sino para mucho
má s… En su corazó n había algo que no resistía, un inmenso
dolor, y con un grito dijo a Dios: -
-“!Señ or! ¡Perdó name. Deseo obedecerte hasta la muerte, mi
Dios!”.
Al entregar su vida a Dios en forma tan sincera, él empezó a
mostrarle, poco a poco, lo que debía hacer. Lo guio a
convicciones por medio de la Palabra; a veces ponía
sentimientos fuertes de profundo cambio en su mente. Así
entendió que debía sufrir por causa justa del Evangelio, y
empezó a tener pruebas. Le fue necesario caminar hasta donde
tenía su segunda mujer; para anunciarle el Evangelio. Así lo
hizo; después de indicarle la necesidad de arrepentirse, se
despidió de ella…
14

-“No crea que vengo en pos de usted. Quiero es que se cumplir con la Gran Comisió n dada por el mismo Señ or
arrepienta, si no desea ser condenada por todos sus pecados. Jesucristo.
Conmigo no cuente má s… Ya no soy el mismo. Pues he pasado
de muerte a vida en Cristo…”.
Fue así como la dejó voluntariamente, con cinco de sus hijos.
Sin embargo, no dejó de ayudarla, aunque no fuera má s su
có nyuge. Dios permitió que esto sucediera así porque El ve el
futuro, y tenía un plan grande para Marcos…Que llevara a
muchos al conocimiento del camino de la salvació n, la
responsabilidad má s solemne que Dios ha delegado a los
hombres.

Tal fue el cambio tan grande que el Señ or estaba haciendo en

esta familia, que inclusive doñ a Rosa fue a donde su rival
Efigenia para reconciliarse con ella, ya que anteriormente la
odiaba y aú n intentó matarla.

Recordemos antes, en el comienzo del mundo, Dios habló

directamente con sus recién creados Adá n y Eva. Luego, con el
caso de Jacob, usó los á ngeles. Má s adelante usó profetas.
Luego, dice Hebreos, capítulo uno, “nos habló por medio de Su
Hijo, Jesú s. Jesucristo, el hombre perfecto, el Dios – Hombre,
después de vivir 33 añ os en este mundo, sin pecar, mostrando
como viviría Dios entre los hombres y como deseaba Dios que
los hombres vivieran entre sí, murió para salvarnos. Antes de
subir al cielo, El encargó a los hombres, a todos, que llevá ramos
la Palabra de Dios, el Evangelio, al decir: “ID POR TODO EL
MUNDO Y PREDICAD EL EVANGELIO A TODA CRIATURA”
(Marcos 15:15). Ademá s, dijo que si los hombres no llevá bamos
esta Palabra, ”hasta las piedras hablarían”. En caso de ser
necesario, Dios usaría una burra como en el tiempo de Balaá n,
Nú meros 24. Marco Aurelio Franco, entonces, se dispuso a
15
5. La persecución
… “Porque yo le mostraré cuánto le es necesario
padecer por mi nombre”…
(Hechos 9: 16).
Uno de los mayores privilegios del cristiano verdadero es el
de ser considerado cono una basura, debido a lo que cree. Pero
a algunos les ha tocado sufrir escarnios, ser llamados
endemoniados, y mucho má s: la agresió n física, el ataque
directo contra sus vidas. A esto conduce el fanatismo y la
persecució n. En Hebreos 11 leemos de tantos héroes de la de,
que en esta secció n es llamada “la Galería de los héroes de la
Fe”. En realidad, la lista de los héroes de esta clase no termina
ahí… A través de los siglos, muchos má s hombres y mujeres han
escrito sus nombres en ella con sus vidas. Otros, aunque no han
llegado a morir por la causa, han llegado a hacer pensar que el
Libro de los Hechos todavía está siendo escrito.
Uno de tantos pioneros, ingresando en terrenos no tocados
por el Evangelio, ubicado en las trincheras de vanguardia en la
lucha contra el enemigo de nuestras almas, es este héroe
analfabeta, Marcos Franco. Solamente en el cielo, en aquellas
moradas que Jesú s fue a preparar para nosotros, se sabrá el
alcance que tuvo la obra Evangelística de este hombre. Su vida
generó un avivamiento del cual se ven frutos hasta hoy.
Avivamiento, decimos, en el sentido de traer un despertar a
muchas almas que estaban perdidas.
Pero Sataná s no es un enemigo de estos que desisten
fá cilmente. Aunque sabe que esta derrotado desde que sucedió
lo del Calvario, él no para también de trabajar – día y noche-
para llevar almas a sus eternas moradas, el infierno. Cuando un
hombre está decidido a ser usado por Dios en forma
incondicional y, obviamente, poderosa, el diablo levanta su
furia en contra y vemos la persecució n sucediendo.
Sobre Marcos se desató una persecució n primeramente
familiar, después de aquello del agua bendita en la muerte de
su pariente. Los de su pueblo y familiares, muchos de los cuales
han muerto sin Cristo, no se resignaban a ver el cambio en él.
Para ellos, la tradició n contaba mucho, pesaba en la balanza
imaginaria de la conciencia. Se trataba de un protestante, que
había dejado la religió n que había recibido durante varias
generaciones de la familia. Había que detenerlo a como diera
lugar.
Cuando llegó a su casa, después del velorio, Marcos contó a su
esposa. Ella se sorprendió muchísimo, pues no esperaba tal
reacció n.
“Hasta hoy soy cató lico”, expresó Marcos, pues no quiero ser
má s borracho, homicida, fornicario, maldiciente, y todo lo que
se me antojaba hacer antes…”
De esta época en adelante, empezó a tener interés en la
lectura de la Palabra de Dios, la cual pedía que le leyeran sus
hijos o cualquiera que hallara por el camino.
Los problemas, pruebas y dificultades, no dejaron de hacer
sú bita aparició n. En 1946, estando en casa de su hermano en la
carne, Miguel Antonio Franco, tuvo la primera persecució n.
16
Esta la sufrió de parte del sacerdote de Aspasica, su pueblo,
quien al saber que ya no estaba dentro de sus dominios, le dijo:
-“Oiga, Marcos, si usted no deja esa religió n que cogió , sepa muy
bien que le vamos a dar una garrotera. Eso, para que respete y
no sea tan creído y tonto, ¿me oyó ?.
La respuesta llena de confianza, fue:
-“Pues… si lo que desea es eso, aproveche la oportunidad… Aquí
me tiene, logre su propó sito”.
Pero Miguel, hermano de Franco escuchó todo y dijo:
-“Oiga, padre, si alguno le pega a mi hermano, en mi presencia,
sepa muy bien que se muere conmigo. Si intenta hacerlo, tengo
este revolver para vengarme, si es que me toca…”.
-“No, no don Miguel…”, dijo el sacerdote bajando el semblante
altivo, “es para asustarlo a ver si por este medio olvida esa
religió n que ha seguido”.
Pero en realidad los ataques no se hicieron esperar.
Una noche, cuando Marcos estaba ausente de su casa, los
enemigos de Dios y su obra buscaron a provecharse,
atropellando la casa para matar o hacer dañ o a la familia, la
cual se encontraba reunida en un momento devocional a la luz
de una lá mpara de gasolina.
De pronto sintieron que empujaban fuertemente la puerta,
gritaban insultos y hacían disparos. Antonio y Alicia, los
mayores, sostenían la puerta principal con trancas de madera.
Pero la presió n externa de la multitud enfurecida era muy
fuerte, a tal punto que la punta de los machetes había rasgado
la puerta. Ante el riesgo inminente que se entraran, Antonio le
dijo a su madre: “Apaguemos la lá mpara y oremos de rodillas”,
permitiendo que la turba se metiera y a lo mejor los acribillara
en la oscuridad. ¡Pero cuá l no sería la sorpresa! En el instante,
un profundo silencio embargó el ambiente y la multitud huyó .
No se sabe qué pensaron, pero la realidad es que Dios les
guardó .
Al otro día, cuando el padre regresó de Ocañ a, no solo halló a
su familia muy asustada, también habían quemado una
caballeriza y partido a piedra unas cuatrocientos tejas del techo
de la casa.
A medida que se predicaba má s el Evangelio, el odio y la mala
intenció n hacían su aparició n en el hogar de los Franco, por
haber sido los primeros de la zona en aceptar a Jesucristo como
ú nico salvador y señ or. La consigna es que regresarían para
regarle gasolina a la casa y quemarlos vivos.
Como el sacerdote no pudo lograr lo que ansiaba, se valió de
un hombre, se valió de un hombre el cual quiso contratar a
sueldo. Bien dijo Jesú s: “, (Mateo 23:13-30). Este personaje se
llamaba Aníbal, apodado “Matasiete”, y ya había asesinado a
varios. El clérigo le dijo a Aníbal:
-“Te voy a pagar quinientos pesos (buena cantidad de dinero en
ese tiempo), y matas al protestante, ese de Marcos Franco”.
Pero como Aníbal era amigo de Marcos Franco le respondió :
-“Mire, padre, de ir yo a cometer ese mal contra Marcos Franco,
mi amigo, bien se lo haría a usted… que se lo merece. Lo he
conocido a él como un hombre valiente, y al saber de cuá nto
mal se ha arrepentido, sería yo un cobarde al hacerlo.
Ademá s, no necesito plata para matar a otro, pues me sobra
coraje y valor para eliminar a quien me la deba… Menos a
Marcos, habiendo sido mi amigo”.
17
Esto se lo contó a Marcos el mismo Aníbal. Franco le dijo:
-“ ¿Por qué no lo hiciste, pagá ndote una suma tan buena?”.
-“Mira, Marcos, pierde cuidado conmigo… aunque he sido tan
malo, no soy hombre de cometer falta alguna por plata. Eso se
lo dejo a los cobardes y traidores, a quienes no son capaces de
hacerlo cara a cara sino que se valen de otros, escondiendo
ellos las manos para aparentar que son buenos…”.
Al enterarse Marcos Franco de esto, sintió la profunda
necesidad que tenía el pueblo de conocer la verdad del
Evangelio.
A pesar de la situació n, don Marcos decidió invitar a un
misionero extranjero que vivía en Ocañ a. Esto es algo que se
logró solamente en parte. Quienes iban a hacer el viaje eran el
misionero José Butts y José Inés Plata?, quien les había regalado
la Biblia.
Pero esa visita terminó en una sorpresa lamentable. Los
enemigos del Evangelio se juntaron y hasta lograron la
colaboració n de hermanos, cuñ ados, primos y amigos que antes
habían sido compañ eros de placer de Marcos… Todos ellos se
aliaron al sacerdote y en una emboscada los atacaron. Los
azotaron, y no los dejaron pasar. A su acompañ ante, José Inés
Plata, lo alcanzaron con un planazo en la boca, tumbá ndole así
la dentadura, al misionero le hirieron un brazo y destruyeron
un instrumento musical. Fue de esta manera como los
obligaron a devolverse.
Marcos quedó solo… frente al peligro sin poder llevarlos a su
casa, donde los esperaban. Pero Dios quiso que ellos no
perecieran en aquel lugar, su tierra natal, la cuna que lo vio
nacer, y así dejaron sus amigos de antañ o, sus hermanos y los
bienes de su propiedad, junto aquella casa có moda, para correr
las aventuras de la vida cristiana.
Ante esta terrible amenaza, Marcos decidió vender la finca en
un bajo precio a un señ or Campo Elías Pallares. En ese tiempo,
la producció n de la finca era muy buena, pues se cultivaba café,
cebolla, fríjol, papa, plá tano, yuca, cañ a de azú car y hasta maíz.
También dejó una buena siembra de fique.
Sin embargo, ¡Cuá n bueno es el Señ or! Ese mismo caballero
que compró la finca, unos veinte añ os má s tarde, junto con su
esposa y algunos hijos, llegaron a los caminos del Señ or por el
testimonio de Marcos, constituyéndose mucho má s tarde en el
suegro de su hijo Santander.
En el añ o 1948 decidió huir con su familia a una població n
llamada Andalucía, hoy Villa Rica, en el departamento del
Tolima, donde vivían algunos familiares de la señ ora Rosa.
En el siguiente añ o sucedió la muerte de Jorge Eliécer Gaitá n
en Bogotá , desatá ndose así la época má s triste hasta ahora de la
historia moderna de Colombia, la llamada “É poca de la
Violencia”. En este pueblo se quedaron por espacio de un añ o, y
luego salieron para La Dorada, río Magdalena abajo, hasta
llegar a Gamarra, departamento de Magdalena, que ahora
pertenece al Cesar. Luego vivieron cerca de Ocañ a, en un
vecindario llamado “Río Algodonal”, municipio de Ocañ a.
Quedaba a unas dos Leguas (once kiló metros) de camino a
Aspasica, de donde habían huido un añ o atrá s. Allí, hablaron
con un señ or Clodomiro Á lvarez, arreglaron un jornal por
trabajo en su finca, y se establecieron. Aunque la persecució n se
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había calmado un poco para ellos, en lo econó mico, la situació n
era pésima. También vivieron en algunos barrios de Ocañ a,
como “La Conejera, “La Costa” y “El Tíber”.
Gran parte de la venta de la finca ya se había gastado en estos
viajes, por lo cual le era imposible continuar viviendo en Ocañ a
con una familia numerosa. Entonces decidió irse a vivir a un
lugar llamado Santa Inés, en el municipio de Aguachica,
Magdalena, ahora Cesar. Recibió en administració n una finca
del señ or Juan Acosta.
Un añ o largo permanecieron en esa finca, donde trabajando
duramente, ahorraron recursos suficientes para comprar casi
dos hectá reas junto con una pequeñ a casita a orillas de la
carretera, a un señ or Said Férez. Entonces decidieron irse a
vivir allí. Ya un poco má s có modos y sin inconvenientes,
pudieron adquirir otra mejora en una vereda llamada
Cañ aguate, que estaba a unos dos kiló metros de distancia de la
carretera, y uno por trocha. En esas diez hectá reas sembraron
todo lo que pudieron.
Pero también Marcos continuó sembrando la mejor semilla,
El Evangelio, en muchos corazones del vecindario. Parecía
buena tierra, fértil… Fueron muchos los que oyeron. Pero las
dificultades no dejaron de aparecer.
En cierta ocasió n Marcos viajó a Ocañ a en sus diligencias y se
llevó otra sorpresa. Sucedió que yendo en el carro que los
transportaba, encontraron un derrumbe pequeñ o en la vía. A
quienes iban viajando les tocó abrir paso con palas, y cuando
estaban haciendo esto, un caballero llamado Santos Emilio,
conocido de don Marcos, y ahora ocupando un cargo en el
gobierno, le ofreció a Franco un poco de aguardiente,
amenazá ndolo que si no se lo tomaba, se lo echaba encima.
Ante su rechazo, se lo tiró por el rostro.
Cuando dieron paso a otro carro, en el mismo, este hombre
mandó una nota al retén de policía, que estaba en la entrada de
Ocañ a, diciendo que en el camió n de atrá s venía Marcos
Franco, un “protestante” “cachiporro”, “mata curas”. Como en
ese tiempo el color político era motivo de odio, tanto para
liberales como conservadores, esto resultó en un conflicto.
Siendo siempre un conservador, no un cachiporro o liberal,
Marcos no lo podía negar. Pero la ofensa que les había hecho
era la de no tomar con ellos, no compartir sus vicios. Por ser
evangélico le decían “voltiado”, “comunista mayor” y hasta
“creyente protestante”. Este ú ltimo apodo no era tan ofensivo.
Al llegar al retén, se bajó del carro y empezó a caminar la
calle. Cuando estaba un poco lejos, dos policías, lo alcanzaron.
La orden de alto fue acompañ ada de epítetos como
“cachiporro , mata curas”, etc. Golpeá ndolo con los bolillos, lo
hicieron subir a un andén y desde ahí le daban ó rdenes: -“!
Corra! ¡No corra!”.
Fue de esta manera como llegaron al Comando. Allí lo
desnudaron para bañ arlo, pero no pudieron hacerlo en ese
momento porque no había agua. De repente, Marcos se les
escapó y lo apresaron de nuevo. Había tenido ahora un motivo
claro para encarcelarlo… Al ingresar a la cá rcel, los porteros
indagaron:-“¿Cachiporro?”.-“¿Cachiporro?”, afirmaron sus
captores.
19
Cuando Juan Acosta, aquel hacendado para el cual había
trabajado antes, supo que Marcos estaba detenido, se acercó al
Comando y les dijo con firmeza: -“¿Es verdad que han detenido
a Marcos Franco? pues… me hacen el favor de echarlo para
afuera… ¡ya! Tengan vergü enza, esto no se hace. ¡Ustedes son
má s cachiporros que él!”.
En cuestió n de segundos lo pusieron en libertad… Estaba
morado de tantos golpes que había recibido, los cuales ni se
podían contar. Estuvo en cama varios días, debido a esta cruel
paliza.
Hubo después un corto tiempo de tranquilidad, en el cual
agrandaron la vivienda con dos piezas amplias, hechas de
bahareque y techos de palma. Marcos montó una pequeñ a
tienda para ayudarse en las necesidades econó micas de la
familia y para poder levantar a los hijos. Los domingos se
reunía toda la familia para celebrar cultos, y tuvieron un
pequeñ o programa de Navidad, ese mismo añ o, el cual fue
dirigido por el pastor José Vicente Gó mez, encargado de la
visitació n y evangelizació n en ese sector.
A mediados de 1952, ya por la noche, llegó la policía con
algunas monjas, cuando se estaba celebrando un culto familiar.
Se colocaron a la entrada de la puerta y comenzaron a
decomisar toda clase de documento y literatura cristiana.
Luego preguntaron quién era el dueñ o de casa, a lo cual don
Marcos respondió : “A la orden”. Luego preguntaron si había un
pastor, y don Vicente se puso a la orden. Los sacaron de la casa
a empujones, golpes, planazos e insultos, llevá ndolos así por
unos 100 metros. En el trayecto encontraron a un señ or José
Suá rez fumá ndose un tabaco, y aunque no era cristiano
también se llevó un planazo.
Cuando se los llevaron, la familia se alejó a un cultivo de yuca
a orar de rodillas, implorando al Señ or que no los mataran.
Pero de pronto se escuchó el fuerte silbido de don Marcos,
diciendo: “No nos mataron, aquí estamos vivos”. ¡Qué inmensa
alegría y gratitud al Señ or por haberles guardado. Sus espaldas
sangraban, pero seguían llenos de valor. De inmediato doñ a
Rosa preparó aguasal para lavarles las heridas de sus espaldas.
Aunque la persecució n aumentaba, la semilla del Evangelio
también se esparcía mucho má s en la regió n. Ya había nuevos
creyentes en la Vega del Busto y en las Planadas.
Se anunciaba que la policía regresaría para acabar con la
familia Franco. Fue así que don Marcos, previendo este riesgo,
le pidió a sus hijos que se alejaran a una colina cercana, y que él
y su esposa esperarían a ver qué pasaría. Les dijo, que si la
gente llegaba él tocaría un cuerno para avisarles.
Precisamente esa tarde llegó la policía, el sacerdote, el alcalde
de Aguachica y las Hermanas de María. Traían la imagen de la
virgen de Fá tima sobre la cabina del carro que los transportaba
a todos, y gritaban:
-“!Viva la Virgen de Fá tima! ¡Abajo los protestantes…!.
Marcos tocó el cuerno, y sus hijos muy preocupados pensaron
que matarían a sus padres.
Acercá ndose la policía y sus compinches, allanaron la casa. Al
ver unos cuadros con motivos bíblicos, entre ellos uno decía “La
20
Biblia, el ú nico medio de salir de las tinieblas”, se acercaban y
decían mientras se persignaban: -“! Ave María purísima!”.
La policía haciendo uso de su autoridad, obligó a Marcos y a
su esposa a ir a una misa que se llevó en la casa de Juan Acosta,
para quien habían trabajado antes. Mientras estaban en la misa
el sacerdote decía que no era por hacerle el mal a ese señ or
sino por cumplir una orden del obispo, indicando que debía
celebrarse una misa cada tres meses en ese lugar. Durante la
misa don Marcos y doñ a Rosa tuvieron que permanecer
arrodillados. Después de muchas amenazas y advertencias los
dejaron regresar a su casa.
Ya oscuro, sus hijos descendieron de la colina pensando
encontrar muertos a sus padres, pero nuevamente el Señ or les
había guardado, y juntos se regocijaron y alabaron su glorioso
nombre.
Por esta época estaban pró ximas las elecciones
presidenciales. Marcos se había propuesto no volver a votar,
debido a lo que sufría de los de su propio partido conservador,
pero unos de los hermanos de la fe le aconsejaron que lo
hiciera, para así procurar apagar un poco el fuego de la
persecució n. Ademá s, la Palabra de Dios recomienda que
obedezcamos a las autoridades en todo lo que no sea dejar de
predicar el Evangelio o pecar cuando estamos coaccionados.
Marcos, entonces, depositó su voto.
Algunos días después se rumoraba que vendrían a quemarnos
la casa. Don Marcos por prevenció n le quitó las armellas a las
puertas para evitar que las amarraran por fuera.
El día que se hizo realidad la amenaza de quemarles la casa,
su esposa le dijo: “Marcos, yo sospecho que esta noche nos van
a quemar la casa”. A lo cual él le contestó : “Usted siempre
sospechando boberías…qué va…
Sin embargo en aquella misma noche tranquila, de mucha
calma, mientras algunos de la familia ya dormían, siendo casi
las 10 p.m., paró al frente de la casa un carro y se escucharon
voces. Alicia, su hija mayor le dijo: “Oye papá ”. El le respondió :
“Hija, parece que ha llegado la hora”. De inmediato se dieron
cuenta que le habían prendido fuego a la casa, y éste avanzaba
rá pidamente, ya que era tiempo de verano.
Doñ a Rosa intentó salir por la puerta del lado de la tienda,
pero allí había dos caras tiznadas que empuñ aban sendos
revó lveres apuntando para impedir cualquier intento de salida.
Ella empujó y cerró la puerta con fuerza, terriblemente
asustada.
Don Marcos también intentó salir por la puerta que estaba
frente a la cocina, y de inmediato lo encañ onaron. El fuego
seguía avanzando velozmente, y algunas hojas de palma
comenzaban a caer dentro de la casa. El calor era terrible.
Así que en un acto de osadía, e invocando el nombre del
Señ or, don Marcos le pidió a su hija que abriera con cuidado
otra vez la puerta, y él tomó una tranca de madera para
lanzá rsela a cualquiera que impidiera la salida. Su objetivo era
hacer que su esposa e hijos escaparan, aunque él muriera.
Entonces dijo: “Señ or, perdó name, pero no puedo aceptar ser
quemados vivos tan miserablemente”.
21
Como el calor de fuego era fuerte, los facinerosos se habían
alejado hacia la carretera. Esto permitió que todos comenzaran
a salir y correr sigilosamente hacia un bosque cercano. Don
Marcos pudo sacar una lá mpara Có leman de gasolina y un baú l.
Al oír desde esa distancia que se estaban escapando, hicieron
muchos disparos. Su ansiada presa había salido de la trampa.
La oscuridad de la noche se alió con los fugitivos, y éstos
salieron ilesos de la balacera. Una vez má s la protecció n divina,
esa capacidad preservadora de Dios, ese cuidado de El para con
cada oveja de su rebañ o, se había hecho presente.
Desesperados, los ocasionales inquisidores se quedaron
mirando consumirse la casa en llamas con la ira del mismo
infierno… donde un día má s tarde ellos las experimentará n.
Al otro día, la familia regresó temerosa y solo se veían humear
las paredes. Toda la casa fue consumida por el fuego. Todos los
bienes se perdieron, incluyendo todos los productos de la
tienda.
A doñ a Rosa y sus hijos solo les quedó la ropa con que
dormían, y ni siquiera zapatos para ponerse. Don Marcos,
quedó en interiores, pero unos vecinos le obsequiaran una
muda de ropa. Sin embargo, fue ejemplar e inolvidable el noble
acto de don Marcos, quien se arrodilló al lado de una piedra
que estaba en el patio y exclamo: “Oh Dios, no les tomes en
cuenta este terrible pecado”.
Por las noches la familia se alojaba lejos de la carretera. De
día, permanecían en los cañ os y quebradas, al pie de los
á rboles, pues ya los cultos en privado no se podían hacer por
temor a los agresores. Dios fue fiel, y por diferentes medios se
recibieron ayuda y vestido. Es cierto que el fuego lo destruyó
todo pero no la fe, el amor al Señ or y el denuedo de seguir
sembrando la Buena Semilla de Salvació n.
Se comenta que el caballero que había animado a don Marcos
para ir a votar, fue el mismo que prestó el carro para que
vinieran a quemarle la casa. Así son los llamados “amigos” y
copartidarios. Personas hipó critas y traicioneras.
Frente a todo lo acontecido, la familia decidió volver a Ocañ a,
y arrendó una casa para vivir. Para poder sostenerse y pagar el
arriendo, Marcos y tres de sus hijos sacaban camionadas de
leñ a que llevaban a vender a Ocañ a y también debieron trabajar
como jornaleros en diferentes fincas de la regió n.
Ademá s, don Marcos viajó con algunos de sus hijos a su tierra
natal la Peñ a, para trabajar en la finca de su hermano Miguel
Franco. Estando allí se enteró de la existencia y condició n en
que se encontraba su antiguo enemigo de parranda, José
Santana, quien había apuñ aleado a Marcos y este le había
herido con un disparo. Don Marcos viajó hasta Hacarí, y antes
de llegar a la casa le dijo al Señ or: “Hazme perdonar a mi
pró jimo en la misma forma que tú me has perdonado… Dame
sinceridad para perdonar a este invá lido por lo que le hice. Por
favor, convéncelo también a él para que me dé su perdó n”.
Encontrá ndole postrado en su cama, se arrodilló , le pidió
perdó n, le dio el mensaje de salvació n, algunos panes y cierta
suma de dinero.
22
Llegando hasta José Santana, lo vio postrado, sin poder
caminar. En su interior, revivieron aquellas escenas violentas.
El dolor cortó en la profundamente su corazó n. Y dijo: “Amigo
José Santana, en el nombre de Jesucristo, perdó name, por favor.
Yo ya lo he perdonado a usted, porque el mismo Dios me
perdonó a mí. ¿Lo hará ?”.
Santana, mirá ndolo a los ojos, respondió :
_”Estoy así es por causa de la política, esa cosa repugnante. Me
lo merecía”.
Gracias a Dios, hubo perdó n real, y Marcos tuvo paz con este ex
– enemigo. Agradeció al Señ or por haber sido tan bueno en
permitirle esta oportunidad, y salió contento.
Má s tarde, en 1953, con la época de la violencia todavía
vigente, tuvo que trasladarse con su familia a un lugar llamado
“Cerro Mono, cerca de la població n llamada la “Silla”. Había
dejado a dos de sus hijos, ahora casados, en Ocañ a. Fueron a
vivir donde unos hermanos en el Señ or, Francisco y Ramó n
Ortega, por medio de los cuales Dios proveyó para todas sus
necesidades.
Después de ocho meses, debido al deterioro de la salud de la
señ ora Rosa, y habiendo menguado la violencia por el nuevo
gobierno del general Rojas Pinilla, decidieron irse a vivir en una
regió n llamada “Soledad” del municipio de Aguachica. Un
lejano pariente de su esposa, llamado Aurelio Sá nchez, los
recibió en su casa, quien ya también era un nuevo creyente en
Jesucristo.
En esa finca trabajaron un tiempo, hasta que logró comprarle
a don Aurelio un pedazo de tierra, donde construyó una casita,
dedicá ndose a cultivar maíz y otras plantas comestibles.
Con mucho á nimo, don Marcos continuó anunciando las
buenas nuevas de salvació n, y apoyado por su hijo Antonio y el
resto de la congregació n, construyeron una capilla que
llamaron Betania.
Su hijo Antonio decidió irse a vivir en tierras de su suegro
Sabá s Mateus, cerca de Cerro Bravo. Así que don Marcos
también vendió su parcelita y se fue a ese lugar, un sitio un
poco cerca de donde le habían quemado su casa. En ese lugar
también colaboraron en el desarrollo de una nueva
congregació n y la construcció n de una capilla.
Su yerno Manuel Gó mez viajó a la regió n de Puerto Oculto,
regresando muy ilusionado porque en esa regió n vendían unas
tierras casi baldías, baratas y muy productivas. Fue así que
decidieron comprar un predio e irse a vivir en una zona
llamada “el Barro” cerca a Puerto Oculto.
Con sus hijos y su yerno, fundaron una nueva plantació n en
sociedad. De esta extensió n de tierra se conformaron tres
fincas: La de Marcos, la de Antonio y la de Manuel.
A pesar del ambiente inhó spito, pero con gran esfuerzo y
trabajo, la condició n econó mica comenzó a mejorar. Poco a
poco el Señ or les prosperó .
Pero junto con la abundancia material, surgió también una
nueva iglesia, llegando a construir un nuevo templo llamado
Ebenezer. Esta iglesia sigue floreciente hasta hoy, llegando a
surgir dos iglesias hijas en las poblaciones de Aguas Blancas y
San José de Torcoroma.
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Al pasar los añ os – su hijo Marco Elías- viajó a la regió n del
Sarare en Arauca. Regresó muy emocionado por lo muy
productivas, abundantes y baratas que eran esas tierras. Así
que entusiasmó a Antonio y su papá , los cuales también
viajaron a conocer. El resultado es que decidieron vender sus
fincas e irse a vivir a esa regió n. Solo Manuel Gó mez, prefirió no
vender. Inclusive, con el tiempo también Carmelo que vivía
cerca a la població n de Torcoroma y Jorge Castilla, también se
fueron para el Sarare.
Don Marcos, con la venta de su finca, decidió comprar Biblias
y dedicarse a la evangelizació n por varios lugares. Su hijo
Santander también se fue al instituto bíblico en Cristalina,
Antioquia a prepararse para el servicio en la obra del Señ or.
En una de esas salidas, don Marcos decide visitar a su hijo
Marco Elías, y luego pasa a Arauquita. En este sitio sucedió algo
interesante… Pasando al pueblo llamado “La Victoria”
(Venezuela), Marcos empezó a repartir tratados evangélicos
por las calles. Las personas los leían con gratitud y avidez. De
repente se halló ante dos señ ores que conversaban muy
animadamente en una calle, y les entregó dos folletos. Uno de
ellos, el sacerdote de aquella parroquia, estaba sin sotana,
Pregunto: -“¿Con qué autoridad distribuye usted esto”.
Marcos sorprendido, reaccionó y le mostró dos Biblias que
llevaba. Una era versió n Cató lica, y la otra había sido impresa
por los evangélicos.
Su respuesta fue:
-“ Con la autoridad que tiene la Palabra de Dios”!.
Cuando el cura vio que transportaba también la versió n
Cató lica de las Sagradas Escrituras, señ aló a esta edició n y le
dijo, con tono severo:-“Esta es la que debe tener, y no la otra”.
A esto Franco respondió con una pregunta:
-“Señ or Ministro, ¿cuantas Biblias cató licas tiene en su
biblioteca? Me gustaría comprarlas y poder, como usted dice,
enseñ ar con ellas”.
El cura un poco avergonzado, le confeso:
-“Escasamente tengo la que yo uso”.
_”Pues… entonces no tiene por qué prohibirme el que use las
que llaman protestantes, ya que no está predicando a tantas
gentes que no conocen a Dios. Este libro me ha transformado, y
obedezco el mandato de Cristo que ordeno: “Id, y predicad a
toda criatura” y “no me avergü enzo del Evangelio, que es el
poder de Dios. Recuerde que Cristo también dijo que “quien le
confesara delante de la gente, É l también le confesará delante
de su Padre Celestial”.
Dichas estas palabras, se alejó el sacerdote, quien salió para
destruir la semilla que había sido plantada y ocultar el
Evangelio del hombre comú n. Marcos se retiró un poco y
observó có mo el sacerdote se acercó a alguien que leía uno de
los tratados y preguntá ndole si era cató lico, se lo arrebató de
las manos. Hizo lo mismo con otros, hasta que uno le respondió
con dureza:
-“No soy cató lico, no soy protestante, pero si soy libre de leer lo
que a mí me dé la gana, ¡y cuanto ,má s este folleto que habla de
Dios”. Y retirá ndose con los tratados que había logrado rapar
de algunas manos, el sacerdote los rompió con un gesto
bastante vistoso, y los echó al río. Así termino un encontró n
má s de la Palabra de Dios con las tradiciones.
24

Terminando la gira por esa zona, Marcos volvió al Norte de

Santander, para recorrer las regiones de “La
Esmeralda”,“Hacarí”,” Aspasica”, “La Peñ a”, “San Calixto”,
“Convenció n”, y sus alrededores. El olor del hombre que
andaba con Dios quedó impregnado en cada hogar que fue
visitado. Los corazones arrepentidos, los pecados abandonados
y los hogares transformados por el poder de Dios fueron
muchos. Marcos a pesar sus limitaciones intelectuales, se había
convertido en la persona que Dios estaba buscando y que sigue
procurando en cada lugar de esta Colombia sacudida por la
maldad: alguien que le obedecía.

Sus textos favoritos para el evangelismo estaban todos en

Romanos 1:16, 6:23, 6:1 y 8:1.

También acostumbraba cantar, con acompañ amiento o sin él,

himnos como: “Jesú s es mi Rey Soberano”, “Día Feliz”, “Cansado
y Triste vine al Salvador”, “El Oro y la Plata no me han
redimido” y “Pecador, ven a Cristo Jesú s”. Así mismo, conocía
una gran cantidad de coros.

En tantos viajes realizados, consiguió una gran cantidad de

semillas de flores, que al plantarlas, obtuvo hermosos jardines,
cuyas flores adornaban las distintas capillas que eran fruto de
su ministerio
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6. Enfermedad y muerte
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe…”
(2 Timoteo 4:7)
Siendo Santander, aquel niñ o del milagro en el pie torcido,
pastor ya de una iglesia, y con frutos por doquiera que estuvo
dando en Evangelio, sobrevino a Marcos una enfermedad que
fue la que má s tarde usó Dios para llevarlo a su ansiada
morada. Un día, habiendo quemado un montó n de leñ a para
obtener carbó n de ella, estando acalorado, se sintió con deseos
de bañ arse. No se cuidó y lo hizo por hallarse demasiado
tiznado. Cuando la esposa se opuso a que no lo hiciera, él le
dijo: -“Bah… ¡de alguna enfermedad hay que morir”.
Al salir del bañ o, sintió mucho escalofrió y, ademá s, mucha
fiebre. Le sobrevino una fuerte diarrea y, sin obtener la
necesaria mejoría, quedó inmó vil, con excepció n del
conocimiento. En otras palabras estaba lú cido, pero sin
movimiento. Pedía que no se orara por su sanidad, sino para
que Dios hiciera Su voluntad.
A pesar de las oraciones, Dios no deseo verlo má s por esta
tierra, lo deseaba allá , en el cielo, mucho má s cerca de É l. Llegó ,
entonces, a parecerse a un niñ o, tal era su estado. Al saberlo sus
hijos, quienes ya estaban viviendo en sus respectivos hogares
formados, se dispusieron a llevarlo a Cú cuta. Allí proyectaban
hacerle un buen tratamiento médico. Llevado al aeropuerto de
Saravena (Arauca), el médico lo chequeo para ver si estaba en
condiciones de volar… Mientras lo examinaba, Marcos le habló
acerca de la muerte salvadora de nuestro Señ or Jesucristo.
-“Doctor, ¿conoce usted a Cristo como Salvador? ¿Ha
leído usted la Biblia? ¿Está preparado para ir al
encuentro de Dios? ¿Sabe? Estoy listo para tal
encuentro desde hace varios añ os y nada me estorba
para llegar, muerto a Dios hoy mismo”.
El galeno, realizando prolijamente su certificado
para el vuelo, después de examinarlo, oyó estas
palabras y noto la seguridad de este hombre. “Esto
no es muy comú n entre los que mueren”, pensó para
sí.
De pronto, se dieron cuenta que estaba perdida
aquella esperanza anterior de volar a Cú cuta.
El avió n ya había salido y no volvía pues se hacía
tarde y no había iluminació n… Al lado de Marcos
estaba un pastor acompañ á ndolo y le pidió que
orara. Después de hacerlo, oyeron el ruido del motor
de un avió n de carga. Iba para Cú cuta, pero estaba
retrasado. Felices al ver la respuesta del Padre
Celestial, subieron. Al llegar a Cú cuta casi de noche,
no los quería dejar aterrizar por el riesgo de la
maniobra. Después de enterarse que se trataba de un
caso de enfermedad, la torre de control autorizó el
aterrizaje.
Tres de sus hijos descendieron con él, mientras el
mayor lo esperaba ansiosamente, habiendo
preparado el hospedaje antes. Llevado al templo
evangélico de Cú cuta mas tarde, los hermanos del
mismo expresaron dudas sobre su recuperació n y
lamentaron mucho su pérdida. Después, el vuelo a
Ocañ a. Pasando por sobre Aspasica, Marcos sintió
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inmensa tristeza y lloró por su amado pueblo, de quien recibió
tantos ataques.
Tiempo atrá s, le había escrito el siguiente poema con ayuda
de alguien:
“Tan feliz, tranquilo y sereno,
Observo el paisaje hermoso y bello
De donde me sacó , por fe, ese Dios del Cielo, para
llevar Su palabra y el santo Evangelio.
Mucho oré por mi pueblo amado,
Y Dios contestó mis peticiones;
De allí salieron otros que hoy son mis hermanos, a
los cuales he de ver con Cristo en Sus mansiones.
Aspasica fue mi cuna y también mi pueblo amado,
donde obtuve mi fortuna y ademá s serví al pecado;
El sitio en el cual abandoné mis bienes por servir a
mi Señ or,
Así como las mujeres y borracheras,
Y lo que me tenía hundido en la perdició n.
Por muchas partes he ido y el Señ or, fiel, me cuidó ,
porque fiel procuré ser a Su Palabra desde el bendito
día que me llamó .”
Arribando ya a Ocañ a, el Doctor Marú n, médico de mucha
confianza para la familia Franco, le hizo los exá menes
requeridos y al conocer la enfermedad, determinó que era de
muerte, pero como él conocía muy bien la fortaleza de Marcos,
pensó que podía sobrevivir durante mucho tiempo. Este
médico tampoco se quedó sin que Franco le testificara; por lo
cual tuvo que decir: “Este hombre ha sabido entender muy bien
el mensaje del Evangelio, y no teme dá rselo a los demá s”.
Atendido debidamente por doctores y enfermeras en el
hospital, pudo contar a todos ellos acerca del amor salvador del
Señ or Jesucristo. Al verlo en ese estado, alegre y confiado
esperando el encuentro con su Señ or, las monjas y sacerdotes
no se atrevían a contradecirlo. Hablaba como teniendo la
autoridad de quien ha caminado muy cerca de Dios… Aunque
inmó vil, su lengua seguía muy activa para contar las maravillas
del cambio hecho por Dios en él. Un cinco de septiembre, a las
cinco de la tarde, del añ o 1970, lo visitó el hermano y misionero
Carlos Willoby.
Quienes estaban presentes, al verlo orar y regocijarse con este
hermano, decían: -¡Como se ve de grave este señ or, ¡pero que
palabras tan claras y de tanta esperanza!”.
Otro misionero, Arturo Bakker, notó su alegría y sonrisa de
siempre cuando estaba tan cerca de la muerte, no había
incertidumbre para él. El mensaje de la Biblia, en la cual había
creído, por el cual tantas veces estuvo a punto de ser muero, lo
sostenía con gozo.
Un joven quien cuidó de los ú ltimos momentos de su vida
aseveró : -“Ya empezando aquella noche en la cual debía morir,
le ofrecí un jugo. No lo recibió y con amabilidad me dijo que lo
dejara para má s tarde. Está bamos conversando, se reía mucho.
El rostro de él se puso pá lido y se llenó de una serenidad, una
paz tan honda, que lo llamé y ya no me respondió . Ciertamente
había descansado en la verdadera paz del Señ or, sin miedos ni
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temores por el má s allá . Estaba esperando que los á ngeles

vinieran por él”.

El 11 de septiembre de 1970, a las seis de la tarde, se cerraron

los ojos de este guerrero del Evangelismo tanto rural como
urbano.

Fue sepultado en la localidad de Ocañ a, en la bó veda de un

amigo, la cual fue comprada después por sus hijos, para no
tener que mover su cuerpo de allí.

Hasta este añ o de 1983, está n viéndose los frutos de este

hombre de Dios.

Quiera Dios levantar muchos Marcos Franco en esta tierra tan

necesitada que es nuestra amada Colombia.

Su esposa, Rosa Avendañ o, también se enfermó de una

trombosis que la condujo invá lida a la cama por má s de quince
añ os, estando al cuidado de sus hijas Alicia, Natividad y
Emelina.

Ella también falleció a los 98 añ os en la ciudad de Cú cuta, en

Octubre del añ o 1.999 y así reunirse en la presencia del Señ or
con su amado esposo Marcos.

Amigo lector:
Si esta obra ha impactado su corazón y desea más
información sobre cómo conocer mejor a Cristo que
produce tanta convicción y fuerza en la persecución, visite
la iglesia evangélica más cercana y allí le ayudarán.