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Dansilio - 2012 12 18 Webo 30 49
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15 Al mencionar «símbolos» hace referencia a una categoría bien definida dentro de la teoría de
la computación, hecho relacionado con la hipótesis de los mismos con relación a sistemas
inteligentes. Ya será comentado.
16 En el caso de G. Miller, su artículo The magical number seven, plus or minus two aparece en
1956 (Psychological Review, 63: 81-97), mientras que el opus de D. Broadbent, Perception
and Communication, en 1958 (Pergamon Press: Oxford).
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17 Oliver G. Selfridge ingresa en el año 1951 al MIT y trabajaba en teoría de la información y com-
putación. Es uno de los primeros autores en investigar dentro del modelo de las redes neurales.
18 Recordemos que para Johnson-Laird el propósito de la ciencia cognitiva (siempre en singular)
es explicar cómo funciona la mente —ver, por ejemplo, p. 30 del trabajo citado donde lo for-
mula explícitamente.
19 Cada valor asignado a la propiedad de «ser modelado en un programa de computador» y «fun-
cionar de la manera esperada» implica una postura diferente acerca de la naturaleza que posee
la relación entre la mente, el computador, y el mundo en general. En esta ocasión se prefiere el
término «viabilidad» por ser menos comprometido desde el punto de vista metametodológico
y hasta metafísico. Aceptaría diversas alternativas cada una de las cuales merece ser discutida.
20 El término software suele utilizarse sin definiciones explícitas y generalmente refiere a los pro-
gramas de computación (serie de pasos, etapas y entidades representacionales que los compo-
nen así como el lenguaje en el cual se escriben). Llamativamente, el término fue acuñado dentro
del ámbito puramente militar por el matemático Merrill Flood en 1946 en un memo del War
Optimization para referirse al aspecto de financiación de programas de investigación diferen-
ciándolos de las inversiones en la propia realización de tecnología o instrumentos (Paul Ceruzzi,
1989, citado en Mirowski, 2002).
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El problema de la sustitución
La sustitución de la «mente por la máquina» tiene una larga historia y ya
forma parte de discusiones populares, de la novela y el cine. No se trata de
reproducirla como tal y menos aún bajo apelaciones a principios éticos. La pre-
gunta en nuestro caso es, ¿en qué medida la propia configuración de las ciencias
cognitivas por su naturaleza se aviene a una política de sustitución, de libre in-
tercambio, de prescindencia de las entidades inteligentes, y especialmente como
sujetos inteligentes? No se supone que la relación es forzosa, sino tan solo posi-
ble. Por un lado está la derivación hacia la ultraespecialización y el conocimiento
experto. Aquí las relaciones entre el cognitivismo y la marcha de las sociedades
tardocapitalistas es difícil (pero interesante) de discriminar. Lo cierto es que, a
medida que el conocimiento se fragmenta y especializa más allá de su inserción
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27 El impacto y las relaciones del mismo con las ciencias cognitivas, se considerará en otra sección.
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29 No puede dejarse con ligereza la combinación de niveles de análisis: «ideas» que se «implemen-
tan» (se realizan, se materializan), en un «programa funcionante» (de nuevo: el programa debe
definir su ontología, que no necesariamente es la idea o las ideas, ni tiene una relación forzosa
con la condición de implementación. En p. 5 establece una serie de correspondencias entre una
entidad, el «pensamiento», y otra, «el programa» con sus diferentes componentes)
30 Véase que ahora la computadora aparece como «herramienta». Ya había intervenido como me-
táfora y como modelo. Aquí la noción de herramienta empieza a ligarse con la de simulación.
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34 Utilizo el término «manufacturado» a falta de otro mejor. Tal vez el propio término pueda
entenderse conteniendo el componente representacional o simbólico así como tecnológico de
la manufactura, evitando la compulsa a inventar un neologismo que haga referencia a algo así
como «ideofactura» o hasta «ideomanufactura», que podría extenderse a «ideo-manu-tecno-factu-
ra». El vocablo procede del latín: manufactura, y este de manus, mano, y factura, hechura. Pero
también se refiere a una cosa hecha a mano o con la ayuda de máquinas. Fábrica y taller también
secundariamente entran dentro de las acepciones del término. Y, llamativamente, manufactura
era el término que correspondía para caracterizar a un género de actividades que gozaba de
privilegios reales o era financiada por el propio monarca en los siglos XVII y XVIII, dedicándose
sobre todo a la fabricación de armas o de objetos de lujo (muebles, porcelanas, tapices, etcétera)
(Diccionario Larousse). Quizás conociendo bien la palabra y sus usos sea suficiente.
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