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Guillermo Levine
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All content following this page was uploaded by Guillermo Levine on 28 November 2019.
Este libro de la Academia Mexicana de Informática Hace poco, en uno de esos vuelos de corta du-
trata sobre el futuro de nuestra disciplina en el país; ración en los que las fases de ascenso y descenso
sin embargo, aquí me gustaría tocar un tema “regresi- ocupan buena parte del trayecto, atrás de mi asien-
vo” y un tanto alejado de las usuales perspectivas de to un niño de unos cinco años comenzó a gritar
la computación y la informática como motores del en forma alarmante y desaforada porque le habían
desarrollo social e individual. Además, desafortunada- apagado la tablet con la que su mamá lo entretenía.
mente el asunto a nadie le resultará extraño. ¡¡¡Quieeero mi taaablet!!! fue lo único que los ago-
El triste y habitual espectáculo del grupo de fa- biados pasajeros escuchamos durante inacabables y
miliares o amigos sentados a la mesa sin hablar, cada tortuosos minutos. Era tal el escándalo que uno sólo
uno metido en su teléfono celular, podría servirnos podía pensar en esos viciosos de la heroína que se
como advertencia de lo que aquí mencionaré. ven en las películas. La angustia, desesperación y
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dolor del niño-adicto, cautivo de una pantalla lumino- manejan a ellos. Las herramientas hoy día hacen las
sa convertida en nodriza, me hizo pensar en el futuro reglas, y nosotros nos esforzamos por mantenerles el
de nuestras sociedades, tan dependientes ya de las paso.
magníficas tecnologías del cómputo. He dedicado mi carrera al desarrollo y financiamiento
Desgraciadamente, llamar adicto a ese niño no es de las compañías que producen estas herramientas tan
ninguna exageración. Múltiples estudios clínicos han poderosas. En general, yo pensaba que eran inocuas y
mostrado una actividad cerebral y bioquímica muy si- creía que mi trabajo consistía en hacer las mejores he-
milar entre los efectos de las drogas opioides y el uso rramientas para que otros pudieran usarlas para mejo-
constante de las pantallas luminosas. En ambos casos rar el mundo. Tan sólo en los últimos años me he dado
hay continuos disparos de dopamina, un neurotrans- cuenta y me han preocupado sus severos efectos
misor que refuerza el comportamiento inmediato y secundarios, así que me he decidido a estudiarlos y a
el consiguiente deseo o necesidad de repetirlo. tratar de explicarlos lo mejor que pueda al mundo (p. 1).
¿Habrá alguien más autorizado para hablar de la
microelectrónica y sus inesperados efectos, que un Recordemos ahora cuando descubrimos que
ex director de Intel, el principal fabricante de micro- nuestro tío rico nos dejó como herencia las instruc-
procesadores del mundo? Veamos este fragmento ciones para obtener un tesoro, pero resultó que
inicial del artículo “Nuestras herramientas nos están estaban escritas en un diskette de 8 pulgadas de diá-
usando” (Davidow, 2012, en traducción mía): metro, de una sola cara, con capacidad de 315 KB,
que empleaba una computadora marca Cromemco
En mi época como ingeniero, yo encabezaba la di- con procesador Z-80 de 8 bits y sistema operativo
visión de microprocesadores en la corporación Intel. CP/M, codificadas además en el formato del proce-
Luego me convertí en gestor de inversiones en bús- sador de palabras Electric Pen, todo esto del año
queda de compañías que fabricaban semiconductores, 1976. La tristeza nos inunda al constatar que segui-
computadoras, sistemas de redes y servicios relativos mos igual de pobres porque nos fue imposible leerlo.
a Internet. Me enfocaba en productos que ayudan a los Esta penosa trama apunta en una dirección que bien
negocios a ser más efectivos y pensaba poco en cómo podría considerarse como inherente a las tecnologías
esto podría afectar nuestra mente, nuestras interaccio- computacionales y que, junto con algunas otras simi-
nes sociales y nuestras formas de gobierno. lares, constituyen la parte menos amable del tema de
Esa omisión ahora me llega de regreso cuando veo a la tecnología que nos tiene a todos tan fascinados y
la gente caminar por la calle con los ojos fijos en las pan- que exploraremos a continuación.
tallas de sus teléfonos móviles, con los oídos conectados Desde que las microcomputadoras dejaron de ser
a sus iPods, ajenos a su entorno y a la realidad misma. un juguete exótico para aventureros y especialistas
Ya no manejan sus herramientas; sus herramientas los (lo cual sucedió en 1981, con el lanzamiento de la
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Personal Computer de IBM), esa industria ha adquiri- disminución o pérdida de las capacidades de sociali-
do proporciones gigantescas y un enorme grado de zación, y muchos otros a los que todo habitante del
presencia global. Pero, además, convirtió ya a la com- mundo feliz está más o menos expuesto según sea
putadora y a sus innumerables derivados (particular- su grado de lucidez personal.
mente los dispositivos móviles) en una omnipresen-
te mercancía de consumo masivo en todas partes
del planeta, lo cual tiene una serie de implicaciones Obsolescencia
que convendría mínimamente comprender
Para nuestros propósitos, dividiremos el somero
planeada
análisis en varios tópicos interconectados, que van
desde lo inocente o anecdótico hasta lo verdadera- Esta es una característica obligadamente derivada de
mente preocupante en términos sociales, y eso que lo anterior; en efecto, si las poderosas fuerzas de la
no entraremos en el espinoso asunto de las condi- mercadotecnia empujan hacia la compra de nuevos
ciones laborales y ecológicas de la fabricación (y ma- equipos, sus particularidades técnicas lo vuelven casi
quila) de los microcomponentes, asunto en el que necesario: la vida útil de los equipos de cómputo
México juega un importante aunque devaluado papel. móvil y personal se mide en decenas de meses, no
en años como podría suponerse o desearse. Nadie
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con la siguiente edición del mismo producto unos pocos meses más adelante,
forzando al atribulado dueño a adquirir “la nueva versión” para estar al día y apro-
vechar las innumerables ventajas de la moda tecnológica, todo lo cual nos lleva al
siguiente tema.
“Inflación de software”
Para utilizar la computadora como máquina de escribir (u otra de las aplicaciones
usuales) no debería ser requisito exigir miles de megabytes de memoria rápida
y un procesador capaz de ejecutar incontables millones de instrucciones por se-
gundo, pero no hay muchas opciones, porque el fenómeno del software llevado a
proporciones gigantescas parece imparable. Similarmente, casi todos los sistemas
de supuesta “productividad personal” tienen centenares de características y fun-
ciones que muy raramente —o nunca— se emplean, con el consiguiente despro-
porcionado aumento de tamaño y requerimientos de cómputo para operarlos.
Hace años, en una conferencia internacional, el vicepresidente de aplicaciones
y contenido de Microsoft enunció la siguiente “ley”: El software es un gas. Se expande
hasta llenar su contenedor. La razón de esto, nuevamente, no reside en la tecnología,
sino en motivos comerciales y financieros. ¿Quién se beneficia con el hecho de
que para escribir un documento de dos páginas se requiera utilizar un equipo de
cómputo decenas de miles de veces más poderoso que los que apenas hace po-
cos años controlaban naves espaciales? El usuario seguramente no, aunque acaso
su poder de consumo pudiera influir en algo para frenar esta carrera absurda…
aunque nada de lo observado cotidianamente pareciera sugerirlo.
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Si bien no es mucho lo que un individuo puede Por otro lado, existen razones estructurales para
hacer para frenar las tendencias recién descritas, lo explicar nuestro desconcierto y problemas de com-
mínimo que debiéramos esperar es que no por ob- portamiento como especie ante la muy reciente apa-
vias nos acostumbremos a considerarlas como nece- rición de las computadoras, sobre todo desde que
sarias o inevitables. se volvieron tan portátiles que ya hay hasta quienes
piensan incluirlas en la ropa o sueñan con lograr un
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¿Qué será mejor para un niño: jugar a solas con de las relaciones de poder entre clases sociales, sino
un “teléfono inteligente” o salir a jugar con sus com- como un desafortunado subproducto de la ciencia y
pañeros? la tecnología.
Aunque éste no es un libro de “futurología”, sí re- La máquina computadora no me reduce si yo
sulta necesario deliberar acerca de las consecuencias mantengo mi posición como el amo, no el esclavo; si
de la —¿forzada?, ¿natural?, ¿temible?, ¿bienvenida?— preservo y cultivo los valores del espíritu (por com-
cercanía entre las computadoras y nosotros. pleto independientes de creencias y religiones, acla-
ro) y de la convivencia conmigo, con mis semejantes
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Guillermo Levine
Gutiérrez
Ser uno mismo: Filosofía del trabajo interior, en la
editorial Trillas. Fue coeditor del libro Reflexiones de
la Academia Mexicana de Informática a los 40 años de
glevineg@gmail.com su fundación, publicado en 2016.
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