Está en la página 1de 13

La evolución de la responsabilidad civil en nuestro

ordenamiento jurídico

A. Introducción
B. La responsabilidad civil en el Código Civil
C. La responsabilidad civil en la reforma de la ley 17.711 de 1968
D. Otras reformas al Código Civil en responsabilidad civil
E. La responsabilidad civil en el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación

A. Introducción
El Código Civil de Vélez Sarsfield, derogado por la ley 26.994 por la que se sancionó el
nuevo Código Civil y Comercial de la Nación en nuestro país, se basó, fundamentalmente,
en el Código Civil de Francia que en su mayor parte continúa vigente en el país galo. El
Código francés había tomado sus normas, entre otros autores, de las ideas de Domat,
cuya obra databa del siglo XVII, por lo que el pensamiento que se introdujo en ese cuerpo
orgánico fue el ideado bajo los conceptos de ese siglo.

Para finales del siglo XIX, cuando Vélez redactó el Código que entró en vigencia el 1 de
enero de 1871, era una norma de avanzada que sirvió como herramienta jurídica durante
mucho tiempo pero que, por diferentes interpretaciones que efectuaban los jueces y los
autores, obligaron a reformarlo en distintas oportunidades.

Finalmente, en 2011, el Poder Ejecutivo de ese entonces convocó a la Comisión de


Reformas del Código Civil y Comercial integrada por su Presidente el doctor Ricardo Luis
Lorenzetti y las doctoras Elena I. Highton de Nolasco y Aída Kemelmajer de Carlucci,
siendo su secretario el doctor Miguel Federico De Lorenzo.

En el siglo XIX la responsabilidad civil se basaba fuertemente en la culpa -factor único de


atribución de la responsabilidad civil por ese entonces-. Por culpa o negligencia se
respondía en el actuar causante de daños a las personas y cuando la culpa se tornaba
insuficiente para responsabilizar a un determinado sujeto, se recurría a la presunción de
culpa la que, en algunas hipótesis, admitía la prueba en contrario y en otras no. En fin, el

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 1


Código velezano basaba sus normas en la culpa del responsable civil. Así, el actor en un
proceso de daños tenía que probar siempre la culpa del demandado, salvo excepcionales
presunciones de culpa de este, que para eximirse de responsabilidad civil ante la
presunción establecida por la ley, debía probar hechos contrarios afirmativos para
repelerla. Esa concepción fue utilísima para una época, pero con el devenir del tiempo
resultó más que insuficiente.

B. La responsabilidad civil en el Código Civil


Como señaláramos, el Código de Vélez Sarsfield se impregnaba de ideas de casi setenta
años hacia atrás, ya que el Código de Napoleón databa de 1804, el que a su vez se nutría
del pensamiento de un siglo y medio antes, por el cual también seguía acompañando a la
sociedad de aquel entonces, la que con la revolución industrial ya venía teniendo cambios
profundos.

La responsabilidad civil estaba regulada en el Código Civil argentino derogado


centralmente en sus arts. 1066 a 1136 -mayoritariamente para la responsabilidad civil
extracontractual-, aunque había normas aplicables a su vez a ambos ámbitos de la
responsabilidad civil, al aquiliano y al contractual. También existían otras normas dentro
de ese Código referidas a la responsabilidad civil (por ejemplo, como los arts. 506, 507,
512, 513, 514, 520, 907, 1101, 1102, y otros). Las normas de la responsabilidad civil
contractual estaban apartadas de aquel núcleo y, en muchos supuestos, fueron creación
pretoriana (obligaciones de medios y de resultado, obligación de garantía, obligación de
seguridad, etc.). Asimismo, se requería de los cuatro presupuestos clásicos para que se
configurase la responsabilidad civil (antijuridicidad, daño, relación de causalidad y factor
de atribución).

El principio básico estaba establecido en el art. 1109, el que disponía que todo aquel que
ejecutaba un hecho que, por su culpa o negligencia, ocasionaba un daño a otro, estaba
obligado a la reparación del perjuicio. En fin, establecía la función clásica resarcitoria de la
responsabilidad civil, a la que más tarde se le sumarían la función preventiva y la función
sancionatoria o punitiva. En esta norma, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el 5 de
agosto de 1986, en el fallo “Santa Coloma”, apoyó al principio básico de la responsabilidad
civil “alterum non laedere” -”no dañar a otro”- (de uno de los principios de Ulpiano del
derecho romano), como también en el artículo 19 de la Constitución Nacional.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 2


La antijuridicidad, tanto en el plano de la acción (art. 1066) como en el de la omisión (art.
1074), se la comprendía como formal. Esto es que para que un sujeto fuera considerado
responsable en aquellos orígenes del Código, resultaba necesario probar que este había
violado una conducta determinada prevista por la ley o que estableciendo la evitación de
un comportamiento específico, el responsable igualmente actuó.

Por otro lado, el factor de atribución -motivo por el cual el legislador le impone
responsabilidad civil a un sujeto específico- era solamente el “subjetivo”, es decir la
“culpabilidad”, regulada en el art. 512 de ese Código derogado, definida como la omisión
de aquellas diligencias debidas por la naturaleza de la obligación y que correspondían a
circunstancias de tiempo, persona y lugar. La “culpabilidad”, como factor de atribución, se
dividía a su vez en la “culpa” y en el “dolo”, es decir en actos causados por omisión de
diligencias exigidas en determinadas circunstancias y en comportamientos con
intencionalidad de causar daños a terceros. La culpa, en algunos supuestos, era presumida
iuris tantum -con admisión de prueba en contrario por parte del demandado-, como la del
director del colegio y del maestro artesano por los daños que podían causar sus alumnos o
aprendices mayores de diez años (art. 1117 originario del Código Civil derogado luego
reformado por la ley 24.830 en 1997) y en otras hipótesis, la culpa también era presumida
pero iure et de iure -sin posibilidad de aportar prueba contraria-, como en un primer
momento ocurría con la responsabilidad del principal por el hecho de su dependiente (art.
1113, primer párrafo). En otras ocasiones, el legislador de fines del siglo XIX prefirió
directamente establecer una responsabilidad civil casi sin admisión de prueba eximente,
como lo era el perjuicio ocasionado por un animal feroz que no reportaba utilidad para el
predio al cual pertenecía al momento del daño (art. 1129).

La relación de causalidad que se exigía dubitada en un comienzo entre la teoría de la


equivalencia de las condiciones y la causa próxima, para pasar luego a la teoría de la causa
eficiente (art. 906 originario del Código Civil derogado luego modificado por la ley 17.711
en 1968).

El daño, otro elemento de la responsabilidad civil y no menos importante, era definido en


el art. 1068 como aquel susceptible de apreciación pecuniaria que sufría la persona en sus
derechos o facultades o se causaba a las cosas de su dominio o posesión. Se resarcía el
daño patrimonial y el extrapatrimonial (es decir, el daño moral) en el ámbito de la
responsabilidad civil extracontractual -por ejemplo en los primeros accidentes ferroviarios
producidos a las personas, en los causados por los tranvías de principio de siglo en la vieja
Buenos Aires-, pero se restringía el resarcimiento del daño solo al patrimonial en la órbita

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 3


de la responsabilidad civil contractual, excluyéndose la indemnización por daño moral
cuando se incumplía un contrato (interpretación del antiguo art. 1078 del Código Civil
derogado -texto anterior a la reforma de la ley 17.711 citada-). Se resarcía el daño
emergente -el menoscabo al patrimonio- y, en algunos supuestos, el lucro cesante -la
ganancia dejada de percibir-. Luego, más tarde, comenzó excepcionalmente a
indemnizarse la pérdida de chance -pérdida de oportunidad-.

Así estaban constituidos los cuatro elementos de la responsabilidad civil en el originario


Código Civil.

En cuanto a los supuestos de responsabilidad civil, los accidentes de tránsito se basaban


fundamentalmente y en principio en la prueba de la culpa del generador del daño -al
comienzo eran perjuicios producidos por animales, luego con el incremento de las vías
ferroviarias los daños fueron ocasionados por los ferrocarriles, los tranvías, más tarde por
los automotores, por la energía eléctrica, el gas, etc.- (arts. 1113, primer párrafo y 1133).
El comienzo de la proliferación de la maquinaria, más adelante de la tecnología bañando
casi toda la actividad del hombre, produjo lentamente la necesidad de un cambio
profundo en el ordenamiento jurídico.

La responsabilidad civil del padre -originariamente presunción de culpa iuris tantum- por el
daño causado por el hijo -legítimo o natural- que habitaba con aquel le imponía una
presunción de culpa que luego se extendía a la madre ante la ausencia o incapacidad del
padre (originario art. 1114 modificado luego por la ley 23.264 de 1985). La responsabilidad
por los daños causados por alumnos o aprendices mayores de diez años se atribuía al
director del colegio y al maestro artesano -presunción de culpa iuris tantum- (art. 1117
originario previo a la reforma de la ley 24.830 citada). La responsabilidad por el daño
causado por el dependiente se establecía en contra del principal -como una presunción de
culpa iure et de iure, más tarde morigerada- (art. 1113, primer párrafo).

Al comienzo la responsabilidad del Estado era inviable. El Estado no resultaba responsable


por los daños que causaba en el ejercicio de su actividad. El art. 43 del Código Civil
prohibía este tipo de responsabilidad, hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Nación
comenzó a atribuir responsabilidad al Estado por su actividad ilícita para más tarde
extenderla a otros supuestos.

En un primer tiempo en la sociedad lo más dañoso resultaba ser un animal, lo que condujo
a Vélez Sarsfield a redactar ocho normas para la responsabilidad civil de su propietario o
guardián por los daños causados por aquellos (arts. 1124 a 1131).

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 4


Las eximentes de responsabilidad civil “caso fortuito” y “culpa de la víctima” estaban
reguladas genéricamente en los arts. 514 y 1111.

C. La responsabilidad civil en la reforma de la ley 17.711 de 1968


Las transformaciones que se fueron produciendo en la sociedad tanto en el ámbito social,
familiar, económico, como en el laboral, motivaron que la responsabilidad civil comenzara
a cambiar por imperio de las voces de los autores y por la aplicación de esas posturas por
los jueces de los primeros cincuenta años del siglo XX.

Esto fue tan así que en 1968 se produjo una reforma medular para el Código Civil
derogado a través de la ley 17.711.

En lo referente a la responsabilidad civil y en ella en sus presupuestos, las normas


destinadas a la antijuricidad (arts. 1066 y 1074) si bien no variaron, este elemento en el
ámbito de la acción mutó de formal a material, es decir que no era necesario que la
conducta estuviera prohibida por una norma para que se considerase como condición de
la responsabilidad. En cambio, en los daños ocasionados por omisión se seguía con el
respeto literal al art. 1074 del Código Civil derogado que exigía que, para que un sujeto
sea responsable, una norma impusiera la obligación de cumplir el hecho omitido.

En cuanto al factor de atribución, se agregaron a la culpa nuevos factores, ya no solo


subsistía el subjetivo sino también otros objetivos, como lo era el riesgo creado (art. 1113,
segundo párrafo, segunda parte, agregado por la ley 17.711), el abuso del derecho (art.
1071, segundo párrafo, incorporado por esa ley) y la equidad (art. 907, segundo párrafo,
anexado por la ley citada). En los primeros años de vigencia de la reforma, es decir en la
década del setenta, a estos nuevos factores no les fue demasiado fácil para encontrar
adeptos en la jurisprudencia y hacerse un lugar en derecho privado. Se podría decir que
en la década del ochenta fue recién cuando mayoritariamente comenzó a divisarse su
aplicación en los pronunciamientos judiciales de los distintos tribunales, primero en la
ciudad de Buenos Aires y, luego, en las provincias argentinas.

La relación de causalidad encontró su fuerza en la teoría de la relación de causalidad


adecuada (art. 906), dejándose de lado la teoría de la equivalencia de las condiciones, la
de la causa próxima y la de la causa eficiente.

El daño comenzó a tener una nueva perspectiva para colocarse como centro de la
responsabilidad civil. Se pasó de una responsabilidad civil basada en el daño injustamente

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 5


causado a una localizada alrededor del daño injustamente sufrido (De Lorenzo), de una
deuda de responsabilidad a un crédito a la indemnización (Lorenzetti). Se modificó el
espectro, de centralizarse la visualización más en el damnificado que en el agente dañoso
o responsable civil. Con la ley 17.711 se modificó el art. 522 y se facultó al juez que en los
casos de responsabilidad contractual se condenase al deudor de la responsabilidad civil a
indemnizar también el daño moral atendiendo al hecho generador y las circunstancias que
lo rodeaban. Al principio reinaba una parquedad que luego fue cediendo ante nuevos
supuestos fácticos.

Además, la ley 17.711 introdujo en el segundo párrafo del art. 1113 una norma especial
para los daños causados con la intervención de cosas, distinguiendo al daño causado
“con” una cosa, del producido “por” la cosa, lo que implicó en este segundo supuesto la
incorporación de la teoría del riesgo creado por el dueño o guardián de la cosa. Más tarde,
luego de superada la teoría de la neutralización de riesgos cuando colisionaban dos
automotores en movimiento que aplicaba la culpa de uno contra el otro -de actor contra
demandado en la demanda o de este contra aquel en la reconvención-, se comenzó a
aplicar esa teoría del riesgo creado para los accidentes de tránsito producidos por dos
automotores en movimiento, lo que significó para el demandado acercar al proceso, para
eximirse total o parcialmente de responsabilidad civil, la prueba de una causa ajena al
accidente -culpa o hecho de la víctima, culpa o hecho de un tercero por quien no se debía
responder o el caso fortuito-. Se pasó de la preponderancia del factor de atribución
subjetivo culpa al factor de atribución objetivo riesgo creado, comprensivo, a su vez, del
vicio de la cosa.

Por otro lado, para la responsabilidad estatal, si bien la jurisprudencia ya la aceptaba


basada en los arts. 1112 y 1113 del Código Civil derogado, la reforma de 1968 que
comentamos modificó el art. 43 que la prohibía y reconoció la responsabilidad de las
personas jurídicas en general por los daños que causaban en el ejercicio o con ocasión de
sus funciones quienes las dirigían o las administraban.

Estas dos últimas hipótesis -producción del daño en el ejercicio o con ocasión de sus
funciones- fueron aplicándose para responsabilizar civilmente al principal o comitente por
el hecho ilícito de sus dependientes (a pesar de que el art. 1113, primer párrafo, luego de
la reforma continuó igualmente con la misma redacción).

La ley 17.711 incorporó una nueva redacción al art. 1198, entendiendo que los contratos
debían celebrase, interpretarse y ejecutarse de buena fe, de la cual se desprendió el
desarrollo de la teoría de la obligación de seguridad, que dividió a la doctrina en dos

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 6


aguas, en aquellas que la entendían como una obligación de medios -el deudor de esta
obligación estaba obligado solo a colocar las diligencias debidas para llegar a un resultado
no asegurado- o como una obligación de resultado -el deudor estaba obligado a asegurar
el fin prometido-, siendo la primera regida por el factor de atribución subjetivo culpa -el
deudor se eximía por la prueba de la no culpa- y la última por el factor de atribución
objetivo -el deudor se liberaba con la demostración de la intervención de la causa ajena al
evento ilícito-.

También la doctrina, como la jurisprudencia, en algunos supuestos encontraron como


factor de atribución objetivo a la garantía, es decir que el deudor garantizaba que si él u
otro causaba un daño respondía por la indemnización debida (por ejemplo, algunos
autores afirmaban que la responsabilidad del principal por el hecho del dependiente no se
basaba en el riesgo creado, sino en la garantía).

D. Otras reformas al Código Civil en responsabilidad civil


Luego del impacto de la ley 17.711, se sancionaron distintas reformas al Código Civil y
algunas impactaron en el campo de la responsabilidad civil, por ejemplo, la relacionada
con la responsabilidad civil del padre y en ausencia o incapacidad de este de la madre (art.
1114, modificado por la citada ley 23.264 del año 1985) y la vinculada a la responsabilidad
civil de los establecimientos educativos (art. 1117, modificado por la ley señalada 24.830
del año 1997).

La responsabilidad civil del padre pasó lógicamente a ser compartida en forma solidaria
con la madre. Se estableció una responsabilidad objetiva de los progenitores por los hijos
menores que habitaban con ellos y una responsabilidad propia de los hijos mayores de
diez años. Se determinó que, si los padres no convivían al momento del evento ilícito
causado por el hijo, sería responsable el que ejerciera su tenencia, salvo que a la época del
infortunio causado por aquel, el menor se hallaba al cuidado del otro progenitor. En esta
norma con posterioridad se incluyó por la ley 24.830 la responsabilidad de los tutores y
curadores que estaba originariamente en el texto del art. 1117.

En 1997, la ley 24.830 quitó la responsabilidad civil subjetiva de los directores de colegio y
maestros artesanos y sumó la responsabilidad civil objetiva de los propietarios de
establecimientos educativos privados o estatales por los daños causados o sufridos por
sus alumnos menores que se hallaban bajo el control de la autoridad educativa, salvo que
probaran el caso fortuito. La norma impuso la contratación de un seguro escolar de

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 7


responsabilidad civil. Y, además, se dispuso que no resultaba aplicable su contenido
regulador al establecimiento de nivel terciario y al universitario. Para estos y ante daños
sufridos por los estudiantes, seguía rigiendo la obligación de seguridad genérica fundada
en el art. 1198 y, por ello, no se obligaba a esos institutos a contratar un seguro escolar
como sí se lo hacía con los otros institutos de enseñanza (art. 1117). A partir de esa ley, la
acción de daños contra directores y maestros artesanos debía basarse en la
responsabilidad subjetiva, es decir en la prueba de la culpa (art. 1109). Continuaba en la
misma línea la acción de daños impetrada contra cualquier otro docente (conf. art. cit.).

E. La responsabilidad civil en el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación


Se sucedieron varios proyectos de reformas, algunos del Código Civil y otros unificándolo
con el Código de Comercio. Ya desde 1929 con el Anteproyecto Bibiloni, pasando por el
Proyecto de 1936, el Anteproyecto de 1954, los de 1987, el Proyecto de 1992, el de 1993 y
el de 1998. Sobre este último, fundamentalmente, se basó la reforma que se convirtiera
en ley como el Código Civil y Comercial de la Nación (ley 26.994), el que entró en vigencia
el 1 de agosto de 2015 (por la ley 27.077). El legislador optó por unificar las dos grandes
áreas del derecho privado, la civil y la comercial, en un solo Código y así derogó al Civil y al
de Comercio. Ello, sin perjuicio de que siguen subsistentes las leyes complementarias que
reglan institutos de ambas materias (como lo son, solo a guisa de ejemplo, la ley de
quiebras, la ley de seguros, la ley de sociedades, etc.).

El Código Civil y Comercial regula la responsabilidad civil principalmente en setenta y tres


artículos (desde el art. 1708 al art. 1780). También, a lo largo de ese Código, se
encuentran varias normas sobre la temática (como lo son, solo para citar algunos
ejemplos, los arts. 52, 53, 71, 111, 117, 118, 129, 134, 160, 275, 1243, 1286, 1291, 1292,
1293, 1294, 1297, 1370, 1371, 1372, 1374, 1375, 1413, 1414, 1685, entre muchos otros).
También resultan de importancia las normas sobre obligaciones en general, las referidas a
los contratos, las de la prescripción del plazo de la acción y las de derecho internacional
privado.

Este Código unificado establece un sistema de responsabilidad civil (“sistema maestro”


afirma Vergara) y convive, como también lo hizo en las últimas décadas el Código Civil
anterior, con las normas previstas en los específicos microsistemas (Lorenzetti) que,
además, contienen reglas propias de responsabilidad civil que se mueven en la economía
interna de los subregímenes (como lo son, entre varios, el Código Aeronáutico de la ley

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 8


17.285, el Código de la Navegación de la ley 20.094, la ley de defensa del consumidor
24.240, la ley general del ambiente 25.675).

La “responsabilidad civil” evolucionó de tal forma que el Código Civil y Comercial


constituye una fotografía de lo ocurrido en las últimas tres décadas de pensamiento
doctrinario y jurisprudencial. Si la fotografía es luz, el Código supo captar la luz
trascendente y plasmarla en sus normas. Reparó felizmente en la “persona” como centro
de protección del derecho (art. 51), siguiendo los parámetros constitucionales de la
reforma de la Carta Magna de 1994.

Se cambiaron los paradigmas, se sancionó un Código de valores y principios, un cuerpo


orgánico para sobrevivir las próximas generaciones.

El Código establece, además de la clásica función resarcitoria, la función preventiva, con el


deber de evitar la causación del daño (art. 1708). La función sancionatoria o punitiva
estaba prevista en el Anteproyecto de Código Civil pero luego fue quitada del art. 1708, lo
que no implica que no se prevea en el ordenamiento jurídico. Así, el art. 52 bis de la ley
24.240 de defensa del consumidor prevé el daño punitivo dentro de ese microsistema
protector, tuititvo del consumidor o usuario de bienes o servicios.

Más precisamente ahora, los elementos de la responsabilidad civil se encuentran


expresamente regulados en sus normas.

El Código establece principios basales, como lo es el de “no causar daño a otro” (alterum
non laedere) (conf. arts. 1710, inc. a) y 1716) y el de la “reparación plena”, “íntegra” o
“integral” (conf. art. 1740).

Así, a la antijuridicidad se la conceptúa como “cualquier acción u omisión que causa un


daño a otro es antijurídica si no está justificada” (art. 1717). Y las causales de justificación
de la antijuridicidad, que eran tomadas a préstamo del art. 34 del Código Penal, ahora
están determinadas expresamente en el cuerpo normativo -”legítima defensa”, “estado
de necesidad” y “ejercicio regular de un derecho”- (art. 1718). Se regulan la asunción de
riesgos y la exposición voluntaria a una situación de peligro para salvar a una persona o a
sus cosas (art. 1719) y el consentimiento del daño (art. 1720).

En lo referente al factor de atribución, el Código regla su clasificación incorporado


expresamente a los factores objetivos y determinando que, en supuestos de ausencia
normativa sobre el factor aplicable, el factor será la culpa (art. 1721) (Bueres). Se define al
factor objetivo como aquel en el cual la culpa del agente es irrelevante a los efectos de
atribuir responsabilidad (art. 1722). Y se legisla la responsabilidad contractual objetiva,

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 9


creación anterior autoral y pretoriana (art. 1723). Se continúa con los factores subjetivos
culpa y dolo y con la misma definición para la culpa que ya se daba con anterioridad en el
art. 512 del Código Civil derogado (art. 1724).

La relación de causalidad sigue con la línea del ligamen causal adecuado (arts. 1726 y
1727). Para los contratos paritarios y las consecuencias indemnizables se vuelve al
concepto que traía originariamente el Código Civil para esta situación particular (art.
1728).

En una misma solución de continuidad, se describen en forma genérica las tres causas
ajenas al evento que resultan aplicables a los factores de atribución objetivos, salvo
exclusión de alguno de ellos: el “hecho del damnificado” (art. 1729), el “caso fortuito”
equiparado a la fuerza mayor en sus efectos (art. 1730) y el “hecho del tercero” por quien
no se debe responder (art. 1731). Ya no se habla más de “culpa de la víctima” sino de
“hecho del damnificado”, ni tampoco de “culpa del tercero” sino de “hecho del tercero”,
porque basta con que el hecho de estos sujetos -víctima o tercero- sea objetivamente
antijurídico para que se libere al deudor de responsabilidad. En cuanto a los carecteres
que deben reunir el “hecho del damnificado” y el “hecho del tercero” para liberar
totalmente de responsabilidad, la jurisprudencia siempre ha exigido que reúnan los
caracteres del caso fortuito. Estas eximentes, como se enunció al comienzo de este
párrafo, se mecanizan ante cualquier factor de atribución objetivo.

Se incorporan principios de contenido y carga probatoria: para la prueba de los factores y


las eximentes (art. 1734), para la prueba de la relación de causalidad (art. 1736) y para la
prueba del daño (art. 1744). Conjuntamente con estas reglas se introduce la “teoría de la
carga dinámica de la prueba”, la que el juez -en el factor de atribución subjetivo- está
facultado a aplicar y, por ende, de distribuir la carga probatoria hacia quien estuviere en
mejores condiciones de aportar prueba para averiguar la verdad de los hechos (art. 1735).

Se conceptúa al daño desde una visión moderna y amplia, definiéndolo como la lesión a
un derecho o a un interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por
objeto la persona, el patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva (art. 1737). Se sigue
con la doble esfera en la clasificación de los daños. Los daños son dos, el daño patrimonial
y la indemnización de las consecuencias no patrimoniales (la que abarca al daño moral)
(arts. 1738 y 1741). Se incorpora a la pérdida de chance como daño patrimonial (arts.
1738 y 1739).

Se anexa una herramienta de cuantificación del daño para las consecuencias no


patrimoniales, como lo es la fijación de su quantum ponderando las satisfacciones

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 10


sustitutivas y compensatorias que pueden procurar las sumas reconocidas (art. 1741). Ello,
conforme a la doctrina de la causa “Baeza” de la Corte Suprema nacional de 2011.

Para el daño causado por la muerte de la víctima se prevé que los hijos del fallecido
tengan a su favor la presunción de daño hasta los 21 años de edad, por más que el deber
alimentario haya cesado a los 18 años de edad -art. 658-, salvo la hipótesis excepcional de
su extensión hasta los 21 años -art. 663- (art. 1745, inc. b). Ante hijos incapaces o con
capacidad restringida, se exige la declaración de incapacidad a fin de allanar el camino
hacia la indemnización (art. 1745, inc. b). También se establece una presunción de daño
para quien tiene la guarda de un menor que falleció por un infortunio, porque se supone
que este lo ayudaría en el futuro de no haber ocurrido el evento (art. 1745, inc. c).

Si el daño se trata de lesiones que producen una incapacidad permanente, se fija como
herramienta para cuantificarlo la fórmula matemática financiera que elegirá el juez para
determinar el resultado (“la indemnización debe ser evaluada mediante la determinación
de un capital, de tal modo que sus rentas cubran la disminución de la aptitud del
damnificado para realizar actividades productivas o económicamente valorables, y que se
agote al término del plazo en que razonablemente pudo continuar realizando tales
actividades”). Se presumen legalmente los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte
que resultan razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad. Antes los
dos primeros se presumían judicialmente. En el supuesto de incapacidad permanente se
debe indemnizar el daño aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea
remunerada, pues que perciba ingresos no significa que luego de aquella incapacidad
tenga una minusvalía que le impidan las actividades integrales como así también de
conseguir empleo a futuro de perder el actual (art. 1746).

El principio general de responsabilidad por el hecho propio ahora se establece en dos


normas, los arts. 1724 y 1749 (antes en el art. 1109). El art. 1749 dispone como regla que
“es responsable directo quien incumple una obligación u ocasiona un daño injustificado
por acción u omisión”.

En la evolución de la responsabilidad civil, adquirió preponderancia la responsabilidad del


principal por el hecho del dependiente, ampliándose su esfera de supuestos fácticos. Se
reafirma la responsabilidad objetiva del comitente, la que ya venía adjudicada por la
jurisprudencia y aclamaba, a su vez, la doctrina nacional (art. 1753).

La responsabilidad solidaria de los padres por los hechos dañosos de los hijos menores de
edad que habiten con ellos se volvió directamente objetiva (art. 1754). Cesa esa
responsabilidad paterna cuando el hijo que cometió el daño fue puesto bajo la vigilancia

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 11


de otra persona en forma transitoria -también con un grado de permanencia- o de manera
permanente al momento del acaecimiento (art. 1755). Los padres no cesan en su
responsabilidad cuando el hijo menor no convive con ellos por una circunstancia atribuible
a ellos -por ejemplo, por estudios universitarios de un menor de 18 años de edad que viva
en otra ciudad distinta a la de sus padres al momento de producir el daño- (artículo
citado).

Al quedar insuficiente la norma que preveía la responsabilidad por el daño causado por el
riesgo o vicio de la cosa, la jurisprudencia, sobre todo la laboral, fue perfilando el
concepto de “actividad riesgosa” y, por esto, esta categoría se incluye en el nuevo Código,
para provocar que quien la realiza, se sirve u obtiene provecho de ella, por sí o por
terceros, sea civilmente responsable (art. 1758).

La norma del art. 1119 del Código Civil derogado origen fundador de la responsabilidad
colectiva devino insuficiente para contemplar el daño originado por un autor anónimo de
un grupo determinado o para el causado por la actividad peligrosa de un grupo para
terceros, de allí que se ajustó la responsabilidad para que estos grupos devengan frente a
la víctima objetivamente responsables (arts. 1762 y 1763).

La evolución en la responsabilidad civil del Estado alcanzó a que este respondiera no sólo
por los actos ilícitos de sus dependientes sino también por la actividad legítima. Esta fue la
evolución de la jurisprudencia de la Corte Suprema nacional, seguida también por los
tribunales inferiores y por la doctrina destacada. Pero, si bien la redacción originaria del
Anteproyecto de Reformas al Código Civil y Comercial enseñaba otra línea, el Congreso
sancionó tres normas para excluir la responsabilidad estatal y del funcionario público de
su ámbito y arrastrarla a la órbita del derecho administrativo, es decir conducirla a las
normas de cada jurisdicción (arts. 1744, 1765 y 1766; por eso antes de la sanción del
Código se publicó la ley 26.944 de responsabilidad extracontractual del Estado nacional).

Se fortificó la responsabilidad de los establecimientos educativos remarcando que es la


eximente caso fortuito la liberadora de responsabilidad. Se perfeccionó la norma que la
contiene (art. 1767).

La evolución en la responsabilidad de los profesionales, ámbito que se expandió con


repetidos casos resueltos en la jurisprudencia de los últimos años, condujo a que se
establezca como principio general que la actividad de los profesionales liberales es
subjetiva, es decir que para responsabilizarlos hay que probar su culpa en la mala praxis
(de abogados, médicos, etc.). Esto a excepción de que se haya comprometido un resultado
(por ejemplo como suscede con los arquitectos, los bioquímicos, etc.). Si el médico actúa

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 12


con cosas y causa daños al paciente, no se aplica la norma sobre los daños causados por
las cosas -art. 1757-, salvo si el perjuicio se produjo por el vicio de la cosa. Tampoco se
considera a la actividad del profesional como riesgosa, porque si así lo fuera la
responsabilidad de subjetiva pasaría a ser objetiva (art. 1768).

Por último, en cuanto a los plazos de prescripción se redujeron por considerarse en la


época que vivimos demasiado extenso el previsto de diez años en el art. 4023 del Código
Civil derogado para la responsabilidad civil contractual y breve el de dos años del art. 4037
de ese Código para la responsabilidad civil extracontractual. Por eso, se unificaron los
plazos de ambos regímenes de responsabilidad civil en el plazo de tres años (art. 2561).

En fin, la responsabilidad civil en un cambio constante evolucionó para ser captada por las
lentes del Código Civil y Comercial y convertirse así en uno de los sistemas vigentes más
modernos del derecho privado.

Docente contenidista: prof. Fernando A. Sagarna

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 13

También podría gustarte