2
Frase muy utilizada en el mundo jurídico, que ha sido objeto de análisis y algunas veces ha sido
considerado como un maquillaje para que los magistrados tengan carta abierta y puedan otorgar
cantidades desmedidas por indemnización. Dicha figura será desarrollada más adelante.
3.3. LA RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL
3.3.1. INTRODUCCIÓN
En lo que respecta a la responsabilidad civil contractual, su análisis no acarrea
mayores problemas, en tanto estos entes, en su condición de personas, pueden
celebrar toda clase de actos jurídicos y, por consiguiente, adquirir derechos y asumir
obligaciones por medio del ejercicio de su autonomía privada. Si celebrado el contrato,
la persona jurídica incumple o cumple tardía, defectuosa o parcialmente la prestación
a la que se había obligado ante su acreedor, por causas a ella imputables, se aplica lo
previsto por el artículo 1321 del Código Civil. Aquello se fundamenta en que,
establecida la personalidad jurídica del ente moral como necesaria para su actuación
en el campo de las relaciones jurídicas, sería ilógico que no asumiera también su
responsabilidad contractual23. No imputarle esta responsabilidad por los daños que
cause al incumplir los contratos que celebra implicaría otorgarle un privilegio
inexplicable que perjudicaría el tráfico comercial. Nadie contrataría con las personas
jurídicas si pudieran evadirse del cumplimiento del contrato sin responsabilidad alguna.
Para que se configure la responsabilidad de la persona jurídica es necesario que el
contrato haya sido validamente celebrado. Por lo demás, el ente moral únicamente
queda obligado si el representante actuó dentro de los limites de sus facultades y
respetando el estatuto.
El artículo 13 de la Ley General de Sociedades dispone al respecto lo siguiente:
Artículo 13.- «Quienes no están autorizados para ejercer la representación de la
sociedad no la obligan con sus actos, aunque los celebren en nombre de ella. La
responsabilidad civil o penal por tales actos recae exclusivamente sobre sus autores».
Los fundamentos que respaldan esta posición, aceptada por la doctrina en general, se
pueden sintetizar de la siguiente manera:
(a) El contrato vincula a la persona jurídica en tanto fue celebrado en su nombre y de
acuerdo a las facultades que ella misma le otorgó a su representante. Por ende,
es la persona jurídica y no la persona física que la representó, la que se encuentra
obligada frente a su cocontratante. Si incumple lo estipulado en el acto jurídico
debe asumir las obligaciones que de ello se deriven.
(b) Existen también razones de equidad y de necesidad práctica de la vida social: Los
terceros, al relacionarse con la persona jurídica, toman en cuenta la solvencia de
ésta y no la de las personas físicas que la representan.
5.1. LA ANTIJURICIDAD
Cuando se imponen ordenamientos jurídicos, se hace con la finalidad que todos los
supuestos irrogados en la norma no sean cometidos, y en caso de realizarse estarán
sometidos a supuestos normativos que concluirán que dicha conducta es antijurídica,
es decir cuando se viola el sistema jurídico estamos hablando de una afectación no
solo al sistema en sí, sino a sus principios y valores. Sin embargo esta definición de
antijuricidad “en el sentido de antijuricidad genérica, no se acepta sino en el ámbito de
la responsabilidad extracontractual, por cuanto por el lado contractual se acepta que la
antijuricidad es siempre y exclusivamente típica y no atípica”. (Taboada, 2013, p. 37).
Es decir que la concepción tradicional de la antijuricidad es distinta cuando se habla de
responsabilidad contractual que de la extracontractual. Según Taboada, refiere que
hay conductas típicas y atípicas.
Las primeras están contenidas en hechos normativos y las segundas están en
abstracto, siempre y cuando contravenga el espíritu del ordenamiento jurídico. A su
vez refiere que para la responsabilidad contractual, existe una obligación legal de
indemnizar, de la cual, la conducta que la ha generado siempre será típica pues
implica un incumplimiento total, parcial, defectuoso, tardío o moroso. (Taboada, 2013).
Sin embargo cuando hablamos de la responsabilidad extracontractual, las conductas
que la han generado serán típicas y atípicas, es decir se aplicara un sentido amplio
que fluyen de los artículos referidos a esta materia. Es decir que en este tipo de
responsabilidad hay una carta abierta para que cualquier tipo de conducta que dañe o
cause un perjuicio a un particular será susceptible de indemnización.
Al respecto los artículos 31969 y 1970, nos remiten a su espíritu. Dicho esto, Taboada
refiere que la responsabilidad extracontractual tiene ambos tipos de conductas, la
típica y la atípica, regulados, que además incluirían las conductas típicas legalmente
reguladas en la responsabilidad civil contractual. (Taboada, 2013).
5.2. EL DAÑO
En sus diferentes acepciones esta figura ha sido objeto de constantes análisis por
parte de la doctrina a tal punto que algunos juristas quisieron cambiar de nombre a la
responsabilidad para llamarla: derecho de daños. Sin duda no podríamos hablar de la
existencia de la responsabilidad civil en general sin los daños. Su definición viene
siendo materia de constantes acepciones que en un sentido amplio o restringido tratan
de englobar la figura. Para tener una noción genérica, entendemos que es el
menoscabo sufrido por un sujeto en su esfera física, emocional, patrimonial, etc., a
raíz de un evento dañoso. Algunos juristas los definen en sentido amplio como la
lesión a todo derecho subjetivo o interés jurídicamente protegido. En sentido amplio:
“Se entiende por daño la lesión a todo derecho subjetivo, en el sentido de interés
jurídicamente protegido del individuo en su vida de relación, que en cuanto protegido
por el ordenamiento jurídico, se convierte justamente en derecho subjetivo, esto es un
derecho en el sentido formal y técnico de la expresión” (Taboada, 2013, p. 39).
Es decir el autor señala que inicialmente para conocer el concepto de derecho
subjetivo se debe tener en cuenta cual ha sido el punto de partida de la
responsabilidad civil. Atendiendo que el ordenamiento jurídico le da sentido a todos los
derechos subjetivos por que los recoge y los hace respetar debemos de tener en
cuenta que el interés jurídicamente protegido es aquello que le concierne a la
responsabilidad civil tutelar.
Sin embargo tenemos una opinión contraria “el daño no puede ser entendido solo
como la lesión de un interés protegido por cuanto ello resulta equivoco y
sustancialmente impreciso” (Ferri, 1985 citado por Espinoza, 2013, p. 252). Por ello
Ferri afirma que el daño incide en las consecuencias y los efectos que por lo general
son negativos, en su acepción más amplia. Así tenemos que “se habla de un daño-
evento y de un daño-consecuencia” (De Matteis, 1985 citado por Espinoza, 2013, p.
252). En otras palabras, el hecho de conocer la bifurcación de estos daños nos va a
permitir dar un concepto más detallado acerca de su verdadero origen.
Así tenemos que “el daño es una condición desfavorable para un sujeto de derecho
que merece ser resarcida, siempre que el evento que la ha producido afecte una
posición protegida por el ordenamiento, y cuando sea imputable a otro sujeto, según
un juicio reglamentado por la ley, todo lo cual conforma el fenómeno de la
responsabilidad civil” (Leysser, 2004, pp. 105-106). Aquí el autor hace referencia a la
palabra evento, en clara alusión a uno de sus referentes en el tema, Luigi Corsaro
quien afirma que el daño se da en términos económicos. En esta misma línea el autor
afirma que cuando se produce un hecho o un evento que posteriormente va a generar
3
Indemnización por daño moroso y culposo Artículo 1969.- Aquel que por dolo o culpa causa un daño a
otro está obligado a indemnizarlo. El descargo por falta de dolo o culpa corresponde a su autor.
CONCORDANCIAS: Ley N° 29316, Tercera Disposición Complementaria Final Responsabilidad por riesgo
Artículo 1970.- Aquel que mediante un bien riesgoso o peligroso, o por el ejercicio de una actividad
riesgosa o peligrosa, causa un daño a otro, está obligado a repararlo.
un daño, no se mide el evento que lo ocasiono, es decir que si una señora se
encuentra caminando por la calle y al momento de cruzar la pista, viene un auto a toda
velocidad y para evitar embestirla con brutalidad, frena pero irremediablemente la
parte frontal del auto lograr rozar con violencia la cintura y tumba a la señora en la
acera, como consecuencia de este impase, ella, la víctima, colisiona su mentón con la
berma, ¿el resultado? Lesiones en el rostro, cuello y –para variar- la cintura dislocada.
A pesar de que el evento que produjo el daño no fue demasiado fuerte, y en si este
hecho no fue el que ocasiono los daños, incluso -afirma el autor- el mismo hecho de la
lesión tampoco sería un daño, porque es el evento, no el daño en sí.
El daño es una cualidad que sigue al evento, es decir aquí los daños serían los que la
señora tiene a partir de los gastos médicos que le irrogaría su curación, así como los
días que no va a poder trabajar, la aflicción emocional de sentirse mal físicamente y
demás factores posibles de daños.
El daño patrimonial resulta de aquel derivado del incumplimiento de un contrato, es
decir la inejecución de una obligación. Este tipo de daño puede ser previsto por una de
las partes contratantes al conocer cuál sería el perjuicio que se le ocasionaría de no
cumplir con lo pactado, puede ser el caso de aquel producto que no fue entregado a
tiempo para su venta, produce una pérdida económica, o el camión que se
comprometió a llevar la carga de frutas de un pueblo al mercado y no llega ocasiona
que los productos se malogren. Sucede un caso distinto con el daño no patrimonial o
extrapatrimonial que está referido como aquel que “lesiona a la persona en sí misma,
estimada como un valor espiritual, psicológico, inmaterial”. (C. Fernández Sessarego,
1986, p. 67), estos no se encuentran dentro del “ámbito económico ni del intercambio
comercial”. (Chang Hernández, 2014, p. 116), diferente al daño patrimonial.
Es así que:
“El daño, cualquiera que sea su naturaleza, debe ser cierto si quiere aspirar a una
reparación, presente o futuro, pero cierto, no puede ser eventual o hipotético, el simple
peligro no da lugar a indemnización, tiene que materializarse en daño” (De Trazegnies,
1999, p. 17).
5.2.2. FINALES
En el día a día se van generando este tipo de daños, los cuales son en su mayoría
indemnizables ya que afectan a la esfera patrimonial y extra patrimonial del
perjudicado.
El sistema de responsabilidad civil en nuestro país se ha visto fortalecido en los
últimos años, debido a que hay uniformidad en el criterio de los jueces respecto a
reparar los daños, la discrepancia ha surgido debido a que no queda claro en base a
qué criterio debe ser cuantificados los daños extra patrimoniales además de saber cuál
es el límite establecido entre el daño moral y el daño a la persona.
Por tradición jurídica, el legislador ha mantenido el concepto de “daño moral”. Y por
razones sistemáticas y de interpretación nos inclinamos por el sector de la doctrina
que afirma que el daño a la persona ha sido una incorporación asistemática al código
civil y que su convivencia con el daño moral debe ser sistematizada, ya que está
ultima posee gran tradición jurídica e histórica, la cual respalda sus postulados. Para
una mayor profundización del tema, será necesario hacer un análisis de la legislación
francesa, italiana, española, alemana, holandesa y tomar en cuenta el derecho del
common law, pues el origen y las disquisiciones peruanas también han sido discutidas
en Europa, lugar de donde hemos importado la figura del daño a la persona, y de
donde proviene, desde asimiento, el daño moral. Las legislaciones mencionadas
contienen una salida a la tan discutida controversia casi familiar entre estas dos
figuras. (Barrientos, 2007).
El hacer un estudio pormenorizado de la experiencia jurídica en los demás países de
Latinoamérica respecto al uso del daño a la persona en la responsabilidad civil sería
de gran utilidad y a partir de ello realizar un estudio doctrinario nacional sobre la
subsunción del daño a la persona y el daño moral como género y especie o viceversa.